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Cambios de Estación

Summary:

AU Parodia a un Sasuke Uchiha que ha decidido que Naruto Uzumaki es el amor de su vida… y no piensa disimularlo ni un poquito. Naruto, acostumbrado a que el Uchiha "siempre sea raro", simplemente lo ignora… por ahora.

Shisui e Itachi observan esta tragicomedia con resignación, tratando de darle un poco de espacio al confundido rubio y frenar (con poco éxito) los arrebatos románticos de su querido Sasuke.

 

Este corto fanfic es solo una idea que me nacio viendo un comic que me puso a pensar un universo donde Sasuke adopte dicha personalidad enamoradiza de Sakura pero que su objetivo sea Naruto, se me hizo buena idea experimentarlo y desarrollarlo en mi propio fanfic.

Notes:

『🌸』La idea viene de un comic que vi sobre un Sasuke con personalidad enamoradiza de Sakura, asi que la hize Sasunaru.『🌸』

 

✔️ Universo Alternativo sin masacre Uchiha: El clan Uchiha sigue vivo y activo, lo que permite explorar una dinámica completamente distinta entre Sasuke, su familia y la aldea.

✔️ Parodia romántica y escolar: Este fanfic reimagina la historia como una especie de comedia escolar japonesa, con tintes de romance, exageración emocional y mucha confusión hormonal.

✔️ Un Sasuke fuera de lo común: Sasuke es emocionalmente expresivo, posesivo, medio tsundere, y completamente obsesionado con Naruto. ¡Una versión nunca antes vista del chico Uchiha!

✔️ Naruto confundido y resignado: Naruto no entiende nada de lo que está pasando, pero acepta la compañía de Sasuke mientras trata de sobrevivir emocionalmente al torbellino de atenciones del heredero del clan más frío de la aldea… que ahora resulta ser el más pegajoso.

✔️ Momentos visuales dignos de anime shoujo: Desde Sasuke recostando su cabeza tímidamente en el hombro de Naruto, hasta aferrarse a su brazo como colegiala enamorada —¡todo mientras los aldeanos observan perplejos!

✔️ Intervención de los primos mayores: Itachi y Shisui aparecen como los tíos responsables que tratan de despegar a Sasuke de Naruto, generando situaciones ridículamente divertidas.

✔️ Aldeanos y jefes de clan confundidos: Todos se preguntan “¿Qué le ve el príncipe Uchiha al niño Kyūbi?” mientras Naruto solo quiere comer ramen en paz.

✔️ Un tono cómico, ligero y con chispa: Perfecto para quienes quieren una lectura divertida, con personajes exagerados y escenas absurdamente adorables.

(See the end of the work for more notes.)

Chapter Text

El salón de graduación estaba saturado por una atmósfera espesa, cargada de murmullos y suspiros, de ilusiones juveniles y nervios expectantes. Los recién graduados de la Academia Ninja esperaban a ser llamados en grupos de tres, para conocer finalmente a sus respectivos sensei y dar inicio a la siguiente etapa de sus vidas. Era un día importante, sí. Uno que jamás olvidaría.

Y allí estaba él.

Uchiha Sasuke.

El chico prodigio. El más admirado, el más callado, el más oscuro. Su sola presencia parecía crear un vacío de silencio a su alrededor, como si la realidad misma se encogiera a su paso.

Excepto que... hoy había algo extraño en él. Más aún que de costumbre.

—"Usuratonkachi..." —susurró Sasuke con un destello brillante, casi húmedo, en los ojos, escondido tras su habitual expresión de desdén. Sus labios apenas se movieron, pero por dentro… por dentro había una explosión de fuegos artificiales, tambores de guerra y corazón latiendo desbocado.

Naruto había entrado al salón.

Sasuke lo siguió con la mirada con una devoción digna de una pintura renacentista. Cada paso que daba el rubio, cada movimiento torpe, cada bufido frustrado… era arte para los ojos del Uchiha.

—"Hoy sí me va a mirar. Hoy va a notarme. Hoy… me va a ver."

Naruto, ajeno (o más bien, demasiado consciente) de todo ese torbellino de emociones, entró como siempre: medio despeinado, medio molesto, medio hambriento. Se dejó caer con un suspiro largo en el primer asiento vacío que encontró, sin mirar a nadie, sin preocuparse por las miradas de los demás.

Y entonces, Sasuke lo vio. Un asiento libre junto a Naruto.

—"¡Es el destino!" —gritó su interior, mientras su cuerpo se levantaba sin decir palabra, empujando con delicadeza violenta a un chico de lentes que apenas había alcanzado a sentarse.

—¡Eh! —protestó el otro estudiante.

— ¡No estorbes! —dijo Sasuke sin mirarlo, clavando su atención exclusivamente en su objetivo.

Cruzó el salón con pasos decididos. Su chaqueta ondeaba con gracia como si de drama romántico fuera, siendo admirado por las fangirls que tanto le aclamaban, Sasuke ignoro eso, ya que sus ojos brillaban con obsesión pura.

—¡Usuratonkachi! ¿Está libre el lugar junto a ti? —dijo con una sonrisa torcida que a nadie más le dedicaba.

Naruto ni siquiera volteó a verlo. Mantuvo la cabeza entre los brazos cruzados, frunciendo el ceño con cansancio.

—No… tú otra vez no…

Sasuke se sentó de todas las formas.

Detrás, Sakura apretó los puños. Ino le gruñó a una compañera. Otra chica mordió su libreta con rabia. Las fangirls de Sasuke estaban furiosas.

—¡¿Por qué Naruto?! —explotó Sakura, con lágrimas en los ojos. —¡Él ni siquiera lo aprecia!

—¡Exacto! ¡Es un bruto! —añadió otra.

Pero Sasuke no escuchaba. En su mente, Naruto era un sol glorioso, y él un simple planeta ardiendo de amor a su alrededor.

—"Algún día... me sonreirá."

El sensei deseando para esta ocasión fue Iruka quién llegó tarde, disculpándose apenas. Entró al aula, hojeando una pequeña libreta con una perezosa indiferencia.

—Ah… los recién graduados —dijo, mirando a los alumnos mientras sonreia feliz por sus alumnos incluido su enérgico alumno de cabellera amarilla. —Muy bien. Vamos a ver…

Pero justo antes de que mencionara la típica introducción para los nuevos shinobis, Naruto alzó la cabeza, sintiendo algo. Un escalofrío, eso lo hizo sentir enfermo y en alerta, buscando el origen de dicha sensación dio con el culpable.

Sasuke estaba observándolo.

No mirándolo. Viéndolo directamente y sin vergüenza. Como si fuera el ramen favorito de su vida mezclado con la salvación del mundo.

Naruto lo fulminó con la mirada.

— ¡Deja de mirarme así, teme! ¡Estás haciendo que se me duerma la cara de lo incómodo!

Sasuke se sonrojó por ser descubierto, inclinado su cabeza hacia un lado sonrio de lado aun con su rubor a la vista. — Creo, que me atrapastes, pero aún así tu cara es perfecta incluso cuando duermes… —susurró mirandolo con intensidad.

—¡¿QUÉ?! ¡DEJA DE DECIR ESAS COSAS!

Las fangirls gritaron con pura indignación quejándose de lo injusto de su vida, ante tal alboroto Iruka levantó una ceja en dirección a los responsables. El murmullo en el salón disminuyó cuando Iruka-sensei puso orden al aula con una carpeta en mano y esa expresión de cansancio eterno que solo los años de tratar con adolescentes ninja podían esculpir.

—Bien, silencio todos. —dijo con voz firme, ajustando su banda ninja mientras ojeaba los papeles—. Voy a anunciar los equipos de entrenamiento. Cada equipo estará conformado por tres estudiantes y será asignado a un jonin. Su formación estará basada en su rendimiento y… compatibilidad.

Naruto resopló con la cabeza aún hundida en sus brazos.

—Compatibilidad, mis calcetines… Lo que van a hacer es arruinarme la vida. Otra vez.

Sasuke, en cambio, se enderezó en su asiento, el corazón golpeando su pecho como un tambor ceremonial.— "Vamos... que me toque con él. Solo con él. Él y yo, nada más. Él y yo contra el mundo..."

Sakura cruzó los dedos sin sutileza, con los ojos clavados en Sasuke. Mientras tanto, otras chicas también susurraban sus deseos a los dioses del azar, rogando quedar al lado del chico más guapo de la generación. Los demas jóvenes eran mas despreocupados con este tema, la única excepción pudo ser Hinata que también seunia a las plegarias junto a sus compañeras pero con el objetivo muy diferente al de ellas.

Iruka comenzó a leer.

— Equipo 8: Kiba Inuzuka, Shino Aburame y Hinata Hyuga. Supervisados ​​por Kurenai Yuhi.

Algunos murmullos sonaron nada celosos de tal unión, un suspiro de resignación de Hinata fue lo único que se escucho.

— Equipo 3: Tenten, Rock Lee y Neji Hyuga. Supervisados ​​por Maito Gai.

La emoción en los nombres se diluía cuando no aparecía el que todos esperaban…

— Equipo 7… — Iruka hizo una pausa.

Sasuke dejó de respirar.

-Uzumaki Naruto...

— "¡Sí! ¡SÍ! ¡SÍ, SÍ, SÍ, SÍ!" — Internamente, Sasuke celebraba como si hubiera ganado un torneo mundial. Por fuera, solo bajó levemente la cabeza, cubriéndose la sonrisa tímida con la mano como si ocultara una tos falsa.

Naruto, en cambio, frunció el ceño con una sensación de alerta.

—Haruno Sakura…

Sakura se irguió con alegría… solo para que se le helara el alma.

—…y Uchiha Sasuke.

— ¡¡SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!! — Explotó Sasuke en medio del aula, levantándose de golpe y golpeando el pupitre con una euforia que jamás había mostrado antes.

Todos voltearon a verlo. Incluso Iruka quedó congelado con el bolígrafo a medio camino.

Sasuke, respirando agitadamente, bajó la mirada hacia Naruto… con ojos brillantes, como si acabaran de decirle que sería padre de trillizos con el amor de su vida.

— Naruto… estamos en el mismo equipo. — No para de verlo con fuegos artificiales por ojos.

— ¡NOOOoo…! —gruñó Naruto por lo bajo, bajando la cabeza contra la mesa.

Sasuke se sentó lentamente, su sonrisa aún temblando de emoción. Naruto, su sol, su luna, su ensalada de tomate favorita… ¡estaba atrapado con él!

Sakura, aún de pie, rechinó los dientes como si estuviera a punto de escupir veneno.

— ¿Naruto otra vez? —murmuró con odio ácido. —¿Por qué siempre tú, Naruto? ¿¡Por qué Sasuke-kun solo te mira a ti!?

Y era cierto.

Sasuke no le dirigió ni una sola mirada a Sakura. De hecho, cuando ella intentó hablarle, el Uchiha solo le respondió con un cortante:

—¿Hablas? No me interesa.

Y luego, como si eso no hubiera pasado, volvió a posar la barbilla sobre el puño mientras miraba a Naruto como si estuviera contemplando el mejor paisaje jamás pintado por la naturaleza.

Las demás chicas eran bestias sedientas de venganza, por dicho resultado que las excluia totalmente.

Con su alegría reflejada en su semblante Sasuke se pego más invadiendo más el espacio personal del rubio — No te preocupes, Naruto, yo voy a cuidarte… seré tu escudo, tu sombra lo que...— No logro terminar por la propia interrupción de su alma gemela.

— ¡Serás mi pesadilla, más bien! — Gritó Naruto, levantándose del asiento—. ¡¿Qué hice para merecer este karma?!

—¿Tú? —Sakura se levantó también, apuntándolo con un dedo acusador—. ¡Tú deberías estar agradecido, Naruto! ¡Sasuke-kun te ha elegido y tú lo desprecias como si fuera basura! ¡¿Tú sabes cuántas de nosotras daríamos lo que fuera por una mirada suya?!

Las chicas estaban de acuerdo con Sakura aceptando el argumento, mientras Iruka estaba inútilmente de calmar las aguas, los demás jóvenes estaban torciendo los ojos fastidiados por la misma situación que llevaba repitiendo año tras años.

Naruto se cruzó de brazos.

— Pues se lo pueden llevar. Yo paso. ¡Este tipo me ha seguido desde que tenía cinco años! ¡¡Una vez me escribió “Uchiha” en el brazo con marcador permanente mientras dormía!!

— Eso fue un sello de amor… — murmuró Sasuke, como si lo recordara con ternura, con las mejillas calientes mientras se ocultaba con ambas manos su rostro lejos de la vista de todos.

Iruka golpea la pizarra con fuerza.

—¡Silencio! ¡Ya es suficiente! — Naruto, Sakura, Sasuke ustedes son el Equipo 7 — Su sensei los recogerá en una hora.

El murmullo volvió, las risas también. Todos miraban al "afortunado trío", aunque la mitad del aula pensaba que Naruto había ganado la lotería y la otra mitad sabía que estaba viviendo una maldición.

Sasuke miró a Naruto.

Naruto lo ignoró.

Sakura miró a Sasuke.

Sasuke volvió a mirar a Naruto.

Y Naruto… solo quería desaparecer.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Aqui el comic que sirvio de inspiración para la creación de mi fanfiction, desconozco el autor pues lo encontre en Pinsterest 

https://docs.google.com/document/d/1G-NuhXflqjME1btrDglJFkeFN30ossHM/edit?usp=drivesdk&ouid=116526291381809747953&rtpof=true&sd=true

Chapter 2: 2

Summary:

Es solo Sasuke deseando almorzar con su chico favorito

Notes:

Aveces cuando se lo propone Sasuke es muy tierno.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Cuando sonó la campana que anunciaba el descanso para el almuerzo, Sasuke Uchiha no perdió ni un segundo. Como un resorte, se levantó de su asiento y salió de la clase, sus ojos oscuros buscando entre los pasillos, entre la multitud de alumnos que ya comenzaban a reunirse en grupos, compartiendo fiambreras y risas, envolviendo el ambiente con el bullicio típico del mediodía.

Pero él no buscaba compañía al azar. No le interesaban los saludos de cortesía, ni los murmullos admirativos de las chicas que lo veían pasar. Su atención estaba enfocada, fija, determinada. Buscaba a Naruto.

 

El sol del mediodía se filtraba a través de los árboles altos que bordeaban el campo de entrenamiento, proyectando sombras irregulares sobre el suelo donde los genin se agrupaban para almorzar. El bullicio habitual se elevaba entre risas, envoltorios de bento y charlas ligeras, pero Sasuke no prestaba atención a nada de eso. Su mirada escaneaba cada rincón, con un gesto tenso, casi desesperado. Caminaba con las manos ocupadas en su bento abandonado, aunque su andar delataba una ansiedad contenida. Buscaba a alguien, solo a uno.

 

Había esperado con incomodidad durante toda la mañana. Había preparado —él mismo, aunque jamás lo admitiría en voz alta— un bento simple, pero cuidadosamente equilibrado. No era como los que hacían sus compañeras como Ino con flores decorativas o los elegantes de Hinata que aveces pueda que le tuviera envidia por lo bien que se veían y si sabían como se ven pues que envidia, pero dejando de lado eso negó con su cabeza para evitar esos pensamientos inseguros, su mirada se fijo en su obra, con un ligero suspiro qué relajo su postura, pronto dejo salir una sonrisa ladina, su bento estaba hecho con sus propias manos. Y era para Naruto.

Cuando se dio la señal para el almuerzo, Sasuke fue el primero en levantarse. Había visto a Naruto más temprano, charlando con Kiba, no quería parecer tan intenso así que decidió permanecer quieto hasta esperar su oportunidad, solo basto unos segundos y había desaparecido de su vista decidió ignorar a sus compañeras que trataban de abordarlo por todos lados pero no alcanzo a verlo, huyo de lo abrumador del gentío pero al buscarlo, ya no estaba.

 

Recorrió los alrededores, las zonas de sombra, las mesas bajo los techos, incluso miró en las ramas de los árboles. Nada.

Dejó salir un suspiro triste.

Lo había estado planeando desde la noche anterior. Despertó más temprano de lo usual, tomó una porción extra de arroz, envolvió unos onigiris como su madre le enseñó cuando era más pequeño, un poco de caldo miso y algo de carne, y aunque le daba cierta vergüenza admitirlo, había elegido con esmero la caja bento que usaría, decorada con un emblema del Clan Uchiha, pero sencilla… algo que, él creía, a Naruto no le parecería ridículo.

El plan era sencillo en su mente: encontrarlo, invitarlo a almorzar juntos, y tal vez… tal vez dejar caer con sutileza que había preparado todo eso especialmente para él. Pero por supuesto, en la práctica, nada salía como él esperaba.

Siguió recorriendo los corredores dos veces, luego los patios de la academia, incluso se aventuró a mirar cerca de la azotea. Pero nada. No había rastro de Naruto. Ni su cabello brillante como el sol, ni su voz fuerte que siempre parecía rebotar por todas partes.

Y entonces, justo cuando estaba a punto de revisar por cuarta vez el pasillo del salón tres, Sakura se le acercó.

—¡Sasuke-kun! —le dijo con entusiasmo, interrumpiendo su marcha—. Ah... — Me preguntaba si tu.... — Con un sonrojó y los ojos desviando la mirada tomo un mechón de su cabello mientras jugaba tímidamente — ¿Te gustaría almorzar conmigo hoy? Traje mochi de cereza… Podemos compartirlo bajo los árboles de Cerezo. Sabes... — Volvió a verlo con la misma intensidad co la que el mismo miraba a Naruto.

Eso le incomodo, pues comprendía sus sentimientos la propuesta era dulce, en más de un sentido. Pero el corazón de Sasuke, ocupado, urgido, simplemente no tenía espacio para otra cosa que no fuera encontrar a ese idiota rubio. Su rostro serio apenas se movió, pero sus cejas se fruncieron levemente.

— No puedo... —respondió cortante, sin mirarla demasiado—. Estoy ocupado.

—¿Buscas a Naruto? —preguntó ella, con una mueca.

Sasuke se detuvo un segundo. Sus ojos, normalmente fríos, la miraron sin expresividad, y luego bajaron. Hizo una pausa incómoda. No era cruel, solo... distraído.

— No... —respondió con voz suave, casi apagada.

Sin más, se dio la vuelta y siguió buscando, dejando a Sakura con la sonrisa congelada y los hombros caídos.

 

Sasuke simplemente siguió caminando, con una ligera decepción endureciendo sus hombros. Era raro en él. No solía dejar que las emociones se apoderaran de su cuerpo de forma tan evidente. Pero esta vez, la frustración le pesaba. Como si estuviera perdiendo algo importante y ni siquiera supiera por qué se sentía así. Su corazón comenzaba a hundirse un poco. ¿Y si Naruto ya había almorzado? ¿Y si se había ido a comer con alguien más? El pensamiento le apretaba el pecho de forma inexplicable, molesta, infantil. Pero justo cuando estaba por rendirse, una figura familiar apareció frente a él, como si la luz del sol se abriera sólo para darle un respiro.

Y entonces, cuando menos lo esperaba, era él Naruto apareció.

 

Naruto se le plantó en frente con la sonrisa que conocía de memoria. Tenía el cabello alborotado como siempre, y su mono chillon de siempre.

Sasuke se quedó paralizado un segundo.

 

Casi como si el sol se filtrara entre las nubes grises de su estado de ánimo. Justo frente a él, sonriendo con la expresión más despreocupada del mundo, con un cupón de comida agitado en su mano como si fuera un trofeo.

—¡Sasuke! ¡Mira lo que conseguí! ¡Un cupón para ramen gratis del Ichiraku! Y no te lo daré — Reía con travesura disfrazada de maldad.

La repentina aparición lo dejó paralizado por un segundo. Los ojos de Sasuke se abrieron con leve sorpresa, y luego, un rubor inesperado subió por sus mejillas. Lo observó: su cabello despeinado, su voz emocionada, su alegría infantil. Y por un instante, solo uno, todo el mundo pareció desaparecer.

El rubio noto su mutismo y curioso preguntó — ¿Eh? —dijo Naruto, ladeando la cabeza mientras guardaba su cupon en su bolsillo trasero — ¿Qué pasa? ¿Por qué me miras así?

 

—Tú… —murmuró—. ¿Dónde estabas?

Naruto inclinó la cabeza, curioso por su tono. Sasuke no solía sonar tan… alterado. Ni tan aliviado.

— Estaba buscando ese cupón, jeje. El viejo Ichiraku los reparte a veces. ¿Por qué? ¿Me estabas buscando?

Sasuke no respondió con palabras. En lugar de eso, con un gesto rápido, levantó la caja bento que aún llevaba en las manos.

— Te traje comida.

Naruto parpadeó sorprendido, como si no fuera obvio. — Tu....¿Trajiste comida? ¿Tienes hambre? —preguntó Sasuke rápidamente, casi tartamudeando. Sus mejillas, sin permiso, se tiñeron de rosa. Odiaba eso. Odiaba no tener control de sí mismo cuando se trataba de él.

—Claro que tengo hambre, ttebayo. ¿Y tú?

Sasuke asintió. Se giró bruscamente para ocultar su rostro, tirando de la manga de Naruto con firmeza.

—Vamos. Comamos juntos. — Dijo para luego soltarlo al ver que este ya lo seguía.

Naruto soltó una carcajada mientras se dejaba arrastrar por las ordenes del teme.

— Oye, oye, ¿qué pasa contigo hoy? Estás más raro de lo normal...

Pero de igual forma los ojos de Naruto se iluminaron. Literalmente. Como si alguien hubiera encendido una lámpara dentro de ellos.

— ¡Pero da igual, eres el mejor, Sasuke! ¡Nunca antes me había invitado a comer! ¡Será genial!

Buscaron un lugar apartado, una mesa de madera bajo un árbol donde el ruido de los demás era un eco distante. Era un rincón discreto, donde pocos solían sentarse. Tal vez, sin saberlo, Naruto lo había elegido porque quería que ese momento fuera solo de ellos dos. Sasuke apenas se sentó cuando Naruto ya estaba abriendo la caja, con la ansiedad propia de quien siempre tenía hambre, pero también con un brillo distinto. Más cálido. Más… emocionado. Sasuke abrió su bento con torpeza. Naruto ni siquiera notó su nerviosismo, demasiado ocupado en hundir los palillos en el arroz.

— ¡Ah! ¡¿Tú hiciste esto?! ¡Está buenísimo!

Sasuke desvió la mirada, con una mueca contenida entre orgullo y vergüenza. Sasuke asintió, sin poder evitar el rubor que aún le coloreaba las orejas. — Cállate y come.

Y Naruto, como si nada, obedeció.

 

— Esta delicioso... — Naruto sonrió. Una sonrisa grande, luminosa, sin reservas. —... Entonces este será el mejor almuerzo del mundo, te lo juro.

Sasuke miró de reojo su expresión. Y aunque no lo dijo, en lo más profundo de su pecho, lo supo: Ese era el momento que había estado esperando todo el día. Pasaron varios minutos. Sasuke ya había comido la mitad de su caja, pero en realidad, no sentía hambre. Su atención se mantenía fija en los movimientos de Naruto: cómo fruncía la nariz al morder algo picante, cómo murmuraba “mmm” cuando algo le gustaba, cómo sorbía la sopa como un niño impaciente.

Y sin pensar demasiado, como si fuera un reflejo, Sasuke se movió. Lentamente, vacilante, como si temiera romper algo. Reposó su cabeza sobre el hombro de Naruto.

Naruto se quedó quieto.

No preguntó nada. No lo miró.

Simplemente siguió comiendo como si fuera lo más natural del mundo, como si Sasuke siempre hubiese hecho eso.

Y Sasuke... sintió su corazón calmarse. Ya no importaba si lo había buscado por toda la aldea como un tonto. Estaba ahí. Con él. Compartiendo ese pequeño momento en silencio, con el ruido del viento moviendo las hojas y el calor tenue del hombro de Naruto dándole algo que no podía nombrar, pero que anhelaba más de lo que alguna vez admitiría.

Quizá Naruto pensara que Sasuke era raro.

Pero si aún así lo dejaba estar cerca... tal vez no necesitaba explicarlo.

Solo quedarse.

Solo comer juntos.

Solo... sentir.

Notes:

Eres todo un Picaro Sasuke, mira que hacer eso jejej

Chapter 3: 3

Summary:

Naruto esta acostumbrado a las "burlas" de Sasuke, asi que cada "Confesión de Amor" cree que solo es un intento del genio de la generación para molestarlo por ser un perdedor y el último.

Notes:

Sasuke solo quiere ser correspondido.

Chapter Text

Mientras Naruto devoraba el bento que él mismo Uchiha había preparado con manos casi temblorosas de nervios y emoción, el joven Uchiha sentía que flotaba. Su corazón latía a destiempo, con el vértigo dulce de quien ha tocado el cielo solo por estar hombro con hombro con la persona que ama en silencio... bueno, no tan en silencio. O en absoluto.

Pero todo sueño tiene su final.

En todo el transcurso del tiempo, Naruto que apenas notaba la cercanía ajena más allá de su objetivo de sobrevivencia calórica, se limpió algunos de los restos de arroz y salsa con la manga contraria de su chaqueta naranja, dejando un rastro sospechosamente brillante sobre el tejido y aun granos en sus mejillas desplegados por ahí. Luego soltó un largo suspiro, no tanto de satisfacción, sino de rutina, y giró hacia su “acompañante”. Sasuke a su pesar se despego dándole espacio al rubio, libre ya del peso extra Naruto se echó hacia atrás con un largo suspiro de satisfacción y ambos brazos estirándose en el proceso, como si acabara de ganar un combate en lugar de simplemente devorar su almuerzo.

 

Sasuke no dijo nada. Solo lo observó, aún embelesado mirándole con timidez, tratando de prolongar el momento un segundo más. Un segundo más de cercanía. De ilusión. De ese pequeño rincón del mundo donde solo existían él y Naruto. Ese Naruto que ni siquiera notaba lo especial que era.

 

Aun con las mejillas llenas aún de restos de arroz y una sonrisa de bobo satisfecho, se limpio como hamster con algo de torpeza usando el mismo borde menos sucio de su manga terminando así su acicalamiento. Sasuke lo miraba desde el lado con una intensidad callada, las manos sobre las rodillas, el cuerpo ligeramente inclinado hacia él, como si todavía necesitara absorber más del momento, como si ese almuerzo compartido hubiera sido el clímax emocional de su día.

Y, siendo honestos, lo era.

— ¡Estoy lleno! — Se palmeo el estómago muy feliz una costumbre poco elegante, pero muy “él”, y luego miró a Sasuke con una ceja arqueada.

Ese Naruto que ni siquiera notaba lo especial que era.

“¿Y si… y si hoy sí se lo digo de frente? Como todas las otras veces, pero esta vez… esta vez funcionará. Esta vez me va a mirar de verdad.”, pensó Sasuke.

Su inner Sasuke estaba revoloteando como mariposa desesperada dentro de su cabeza. “¡AHORA, SASUKE! ¡MIRA QUÉ LUZ TIENE! ¡ES TU OPORTUNIDAD! ¡HA COMIDO TU BENTO! ¡ESO ES PRUEBA DEL AMOR VERDADERO!”

— Naruto… —dijo, con voz suave.

Naruto estaba relajado, pero al escuchar su nombre se giró. Y lo vio: Sasuke, proximo a su lado y con sus ojos cerrados inclinándose en su espacio, con sus manos sobre sus rodillas en busca de apoyo, las mejillas ligeramente sonrojadas, y los labios fruncidos en un pequeño piquito que intentaba parecer casual. Intentaba. Porque no lo era.

Naruto frunció el ceño. No de molestia, sino de resignación.

—¿Otra vez? —suspiró por lo bajo.

Porque sí. Esta no era la primera vez. Ni la segunda. Ni siquiera la décima. Desde que eran críos, Sasuke había tenido estos “momentos”. Episodios repentinos de ternura confusa, declaraciones medio susurradas y acercamientos que terminaban con labios fruncidos acercándose peligrosamente a su mejilla o incluso a su boca. El primer intento había sido a los seis años. Desde entonces, las “confesiones” de Sasuke eran parte de su calendario del dia a dia.

 

— Naruto… — repitió el Uchiha, ahora más cerca, dando un impulso al frente, con esa valentia que parecía una mezcla de desafío y vulnerabilidad— Te lo dije antes y te lo diré mil veces si hace falta. Me gustas. Desde siempre. Porfavor acéptame, yo estoy tan desesperado...

 

“¡YA ESTÁ! ¡LO SOLTÉ! ¡SOY UN GENIO! ¡INMORTALIZA ESTO, MUNDO!”, gritaba su inner Sasuke, lanzando pétalos de flor en una lluvia dramática.

 

Naruto, con movimientos perfectamente coreografiados por años de experiencia, simplemente ladeó la cabeza hacia atrás, esquivando el inminente piquito que Sasuke estiraba torpemente con labios tiritantes de esperanza. Fue tan fluido que ni lo pensó. Como quien esquiva un mosquito molesto.

 

Sasuke se quedó congelado en el aire, su boca fruncida en el vacío.

Naruto soltó un suspiro y se retiró, ignorando por completo la escena.

 

— Supongo, que es hora de volver al salón —dijo Naruto, al notarlo tan serio, frunció el ceño con incomodidad. No entendía por qué ese teme lo miraba siempre como si fuera la última taza de ramen del mundo.

Sasuke retrocedió, abrió sus ojos tragando saliva. No había lágrimas. No había rabia. Solo una lenta caída hacia su realidad.

 

Como cada vez.

“Otra vez no funcionó…”, pensó su yo racional.
“¡Pero hizo contacto visual por dos segundos! ¡ESO ES UN AVANCE!”, chilló su inner Sasuke.

 

Y entonces, como para rescatar la dignidad del momento, Naruto giró con cierto fastidio resignado.

 

—...Oye, gracias por el almuerzo, supongo —dijo con torpeza, como quien lanza una cuerda a alguien que se ahoga. Lo dijo al final, de manera simple, pero sincera.

 

Y eso bastó para el Uchiha.

 

Sasuke lo miró con lentitud, como si esas palabras hubiesen activado algo dentro. La expresión de Sasuke cambió al instante. Los ojos oscuros se iluminaron como si hubieran encendido luces dentro de su cabeza. La sonrisa que se le escapó fue diminuta pero sincera, y su corazón dio una voltereta. Naruto le había agradecido. ¡Le había dado las gracias!. No respondió con palabras al principio, solo asintió despacio, luchando por no dejar que una sonrisa demasiado amplia se escapara de su rostro.

Naruto sin prestarle atención un poco aburrido soltó — Ya casi debe llegar ese jounin que nos van a asignar. Debemos apresurarnos.

 

La frase cayó con el peso de un sello de fin en el corazón de Sasuke. Su expresión no cambió demasiado —su control emocional era legendario—, pero bastaba con mirar sus ojos para notar cómo la chispa se apagaba lentamente. Su cuerpo se tensó, el leve brillo en su rostro se apagó otra vez, y solo bajó la mirada, resignado. Ese instante de tranquilidad junto a Naruto se le escurría entre los dedos.

“¿Tan rápido? ¿Ya se acabó?”, murmuraba su inner Sasuke, con una lágrima imaginaria en la mejilla.

Naruto lo miró de reojo, y por un momento su ceja derecha se levantó, curioso. Nunca entendía del todo a Sasuke. Tenía momentos raros. Sobre todo con él.

 

Naruto, medio incómodo por el silencio que seguía, soltó con desgano:

—Si quieres, podemos ir juntos al salón. Ya sabes… Si no nos ven juntos, capaz creen que uno se perdió.

 

El mundo de Sasuke se detuvo.

No lo mostró. A simple vista, solo parpadeó una vez.

 

Sasuke lo miró. Su corazón dio un vuelco. ¿Juntos? ¿Al salón? ¿En público? “¡¿Qué?! ¿Ir juntos? ¿JUNTOS? ¿VOLVER JUNTOS COMO UNA PAREJA DE VERDAD? “¡¿Nos van a ver como una pareja?! ¡¡TOMAAAA!!”, gritaba su versión interna, abrazando un peluche de Naruto imaginario. Pero por dentro, su inner Sasuke estaba convulsionando: ¡Gracias, Sabio! ¡Estoy listo para este compromiso!”

— Claro… —dijo simplemente, y se levantó de inmediato.

Con movimientos ágiles y eficientes, guardó con sumo cuidado las cajas vacías del bento, como si fueran reliquias sagradas. Las acomodó en su lugar, se sacudió el polvo imaginario de la ropa, y se colocó justo al lado de Naruto.

Entonces, lo hizo. Con toda la naturalidad que pudo reunir, extendió la mano y tomó la de Naruto con suavidad.

Naruto se congeló.

—¿¡Qué haces, teme!? ¡Suéltame! —exclamó, zarandeando el brazo. Se soltó bruscamente, sacudiendo el brazo como si acabara de tocar algo radiactivo. Sasuke ni se inmutó. Naruto, aún frotándose la mano como si lo que hubiera tocado fue fuego, resopló y caminó adelante sin decir nada más. Sasuke lo siguió, con las mejillas aún sonrojadas y el paso feliz de alguien que estaba en una cita secreta que solo él sabía que era una cita.

Apenas bajó la cabeza y murmuró un "Lo siento" tardiamente que no sonaba nada arrepentido. De hecho, la sonrisita que tenía dibujada decía todo lo contrario.

“¡Lo lograste, Sasuke! ¡Tocaste su mano! ¡TOCASTE SU MANO!” gritaba el inner con pompones y lágrimas de emoción.

Y es que, aunque había soltado la mano, no había soltado la sensación. La calidez de la piel de Naruto, su tacto, su pequeña reacción de sorpresa… todo se guardaba en su memoria con cuidado. Era suficiente por ahora. Él sabía que no necesitaba correr. Podía disfrutar del proceso. Y ese pensamiento lo mantenía flotando en su pequeño cielo privado.

 

Así caminaron, uno frustrado y resignado, aunque no duro el enojo siguieron caminando juntos por el pasillo, uno al lado del otro. Naruto con las manos en la nuca, relajado y despreocupado como siempre; Sasuke, con las manos en los bolsillos, mirándolo de reojo con disimulo, como quien observa un paisaje que le pertenece solo a él.

El pasillo estaba silencioso. A lo lejos, el eco de otros estudiantes que ya se habían ido llenaba el aire, pero para Sasuke, solo existía el sonido de los pasos de Naruto.

 

— Fue buena la comida —dijo Naruto de pronto, rompiendo el silencio—. Aunque la salsa de la carne estaba muy picante.

— La próxima vez usaré menos ají —respondió Sasuke sin pensar.

—¿Eh? ¿Próxima vez? ¿Qué—?

— Nada — cortó el Uchiha, fingiendo indiferencia.

 

Cuando llegaron al edificio de la academia, el aula apareció ante ellos, con la puerta entreabierta. Naruto entró sin más al aula donde esperaban a su nuevo sensei. La puerta corrediza rechinó con flojera, y al entrar, ambos se encontraron adentró con Sakura, ya instalada en su asiento, brazos cruzados y expresión de fastidio puro. Sakura estaba sentada junto a una de las ventanas, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. El aburrimiento la rodeaba como una nube espesa. Su pie golpeaba el suelo con un ritmo impaciente, claramente esperando que su día mejorara con la entrada de cierta persona de cabello azabache. Pero en cuanto vio entrar a Sasuke, su cuerpo se enderezó como si una corriente eléctrica la hubiera sacudido.

—Sasuke-kun… —empezó a decir, sonriendo con esfuerzo.

 

En cuanto vio a Sasuke, su actitud cambió como por arte de magia. Se enderezó, forzó una sonrisita amable (aunque algo ansiosa), y abrió la boca para saludarlo… pero entonces lo vio.

Por un segundo.

Porque en cuanto vio entrar a Sasuke, su expresión se iluminó.

Pero esa luz duró poco. Muy poco.

Porque Sasuke no la miró. Otra vez.

Su mirada iba clavada en Naruto como si este fuera un faro en medio de una tormenta emocional. A Sakura se le endureció la sonrisa. Tragó saliva. Forzó postura.
A él.

Naruto.

Lo vio entrar junto a Naruto.

Muy junto a Naruto.

Y no solo eso: lo vio cerca de Sasuke. Demasiado cerca. Y lo peor… Sasuke no dejaba de mirarlo. Ni una sola vez había dirigido su atención hacia ella. Todo su foco, su mundo, sus pensamientos, estaban centrados en ese niño rubio, desordenado y molesto que, para colmo, tenía una mancha de arroz en la mejilla.

 

Naruto fue el primero en entrar. Se dejó caer sobre una silla sin pensar mucho, estirándose como si el almuerzo le hubiera adormecido los huesos. Sasuke llegó detrás… y eligió sentarse justo a su lado, tan cerca que sus rodillas casi se rozaban.

Sakura lo notó todo. Cada milímetro de cercanía.

Y para colmo, Sasuke no dejaba de mirar a Naruto.

— ¡Hmph! —resopló Sakura, cruzándose aún más los brazos. Sakura cerró la boca. El ambiente se volvió pesado para ella. No por la cercanía, sino por la normalidad con la que ocurría. Como si esa dinámica ya estuviera establecida, como si ella no fuera parte del mismo juego.

 

Sakura cerró los puños con fuerza. Una vena le palpitaba en la frente.

 

Naruto, por su parte, ni lo notaba. Se rascaba la cabeza, miraba por la ventana y mascullaba algo sobre que su nuevo sensei ya estaba tardando demasiado. Naruto, por su parte, ni se enteró del drama emocional que se estaba desarrollando a centímetros de él. Con un sonoro bostezo apoyó la cabeza en su brazo, esperando que su nuevo maestro no fuera tan imbécil como el resto de los adultos que conocía.

Sakura, por su parte, solo podía mirar a Naruto con ese fastidio amargo de quien ha perdido antes de jugar.

 

Sasuke, tranquilo, sentado al lado, muy recto, muy formal… y sin dejar de ver a Naruto, como si así pudiera congelar el momento para siempre. Apoyó el codo sobre el pupitre y la mejilla sobre su mano, girando ya no sutilmente la cabeza para poder observar a Naruto con total tranquilidad. Su inner Sasuke suspiraba enamorado.

 

Sakura lo miraba de reojo, claramente sintiéndose la tercera rueda de un carruaje que ni siquiera sabía que estaba en movimiento. Sakura apretó los labios, cruzó los brazos y giró la cabeza hacia otro lado.

Era tan injusto siempre había sido Naruto, que tenía ese chico que volvía loco al chico de sus sueños.

Y así, en ese ambiente tenso, ridículo, lleno de confusión emocional, celos no correspondidos y una devoción unilateral, el equipo siete esperaba... sin saber que ese día marcaría el inicio del caos.
Y Naruto… Naruto solo quería que llegara ese tal Kakashi de una vez.

 

Porque no había maestro en todo Konoha preparado para enfrentarse a ese triángulo emocional. Y definitivamente, nadie le advirtió a Kakashi lo que le esperaba al abrir esa puerta.

 

Y así, con la tensión flotando y las emociones cruzadas, esperaban el comienzo oficial de su nuevo equipo… sin sospechar que aún les quedaban muchas sorpresas por descubrir.

Chapter 4: 4

Summary:

Kakashi esta muy impresionado del tipo de estudiantes le tocó, espera no arrepentirse.

Notes:

Sakura tambien considera a Naruto un rival.

 

Por cierto este capítulo se me extendió un poquito más me tomo de inspiración la canción de Noah Cyrus y XXX tentation AGAIN y me recordó a Sasuke mientras escribía.

 

Espero lo disfruten

Chapter Text

El salón de la academia estaba silencioso y casi desierto, salvo por las tres figuras que ocupaban los asientos delanteros. El sol de la tarde se colaba por los ventanales, dibujando franjas doradas sobre los pupitres. Dos horas llevaban ahí, esperando a un jonin que parecía tener el concepto del tiempo más laxo de todo Konoha.

Naruto, como era de esperar, no había podido quedarse quieto. Ya había contado las grietas en el techo, se había balanceado en su silla, había hecho avioncitos de papel, y cuando su paciencia se agotó del todo, la paciencia, al menos la de Naruto, ya se había evaporado por completo.

El rubio se revolvía en su asiento como si tuviera chinches, la frente apoyada en la mesa, hasta que, de pronto, se levantó con esa energía tan característica de él.

—¡Ya no aguanto más! —exclamó, con un brillo travieso en los ojos—. Si este sensei no llega, al menos me voy a divertir un poco. Se levantó con un destello de picardía en los ojos. El chico se dirigió directo a la pizarra y, con un esfuerzo que a Sasuke le pareció ridículo y enternecedor a la vez, comenzó a colocarse de puntillas para alcanzar la parte superior del marco de la puerta. Apenas llegaba. Tenía que estirarse tanto que parecía que se iba a caer en cualquier momento, arrastrando el borrador de la pizarra en silencio, tratando de colocarlo sobre el marco con cierta dificultad queriéndolo listo, para dejarlo caer cuando el misterioso sensei apareciera.

Sasuke, que no le quitaba la vista de encima —como si el rubio fuera el único punto de color en una aldea en blanco y negro— frunció el ceño.

— Usuratonkachi —lo llamó, usando aquel apodo que para él era casi un acto de cariño—. ¿Es enserió? Solo siéntate. No quiero que te metas en problemas nada más empezar.

Naruto volteó, sonrisa pícara incluida y le dedicó una mirada burlona por encima del hombro. —¿Qué? Esto va a ser entretenido teme. Además, no te metas.

Sasuke lo observaba sin decir nada más aunque se sintió herido por ser desechado así sin más. Desde su asiento, lo veía luchar con esa terquedad tan propia suya, esa que le hacía intentar las cosas aunque se notara que le quedaban grandes. Y no pudo evitar recordar —porque lo sabía mejor que nadie— que Naruto siempre había sido el más bajo de su clase. Esa delgadez, esa estatura, eran una marca de lo mucho que le había tocado pasar solo, sin familia que lo alimentara o cuidara.

Su pecho se apretó un poco. Ese dobe… siempre dando la cara solo.

La razón por la que Sasuke, sin decírselo nunca, dejaba comida en su pupitre de vez en cuando, o se aseguraba de que en los entrenamientos tuviera algo que comer, se hizo más presente que nunca. Esta mañana había sido la primera vez que le había dado la comida en sus propias manos y había podido compartir con él. Y ahora lo miraba con cierta… ternura. Algo que jamás mostraría a nadie más. Sasuke se obligó a desviar la mirada, disimulando el calor que subía a sus mejillas. — Hn… sigo creyendo que es mala idea... —Por dentro, su inner gritaba: ¡Es tan pequeño! Si me acerco ahora mismo no podría evitar querer abrazarlo…

Antes de que pudiera seguir con sus divagaciones, Sakura, que hasta ese momento, solo había observado, esperando su momento. No desaprovechó la oportunidad y soltó una carcajada corta. — ¡De verdad eres un desastre, Naruto! ¿Eso es todo lo que puedes hacer? Ni siquiera alcanzas… Sakura se rio por lo bajo desde su asiento, con ese tono que usaba para subirse un poco de ánimo a costa de Naruto. — Qué infantil eres, Naruto —comentó, cruzándose de brazos— Ni siquiera tienes gracia para las bromas.

Naruto apretó los dientes, molesto, pero antes de que pudiera contestar, Sasuke la fulminó de reojo con su mirada.

Esperaba, como siempre, que esta vez Sasuke le diera la razón. Que la respaldara, como solían hacer todos con cada cosa que ella decía. Pero en cambio, él giró la cabeza despacio, con la expresión seria y fría que usaba para los demás, y la miró con tal intensidad que Sakura tragó saliva y bajó la vista al instante.

—Tú cállate —dijo Sasuke, seco, sin siquiera subir la voz.

Solo eso. Dos palabras, frías y tajantes.

Sakura se encogió en el asiento, con los labios apretados. Ni siquiera se atrevió a replicar. Su respiración se volvió pesada, como si la hubieran golpeado en el estómago.

Siempre me regaña cuando se trata de Naruto. Siempre.

Ese simple gesto le bastó a ella para entender que cuando se trataba de Naruto, estaba pisando terreno peligroso.

El rubio, que se giró al escuchar aquello, parpadeó confundido. Ya no era sorpresa que Sasuke actuara de manera extraña con él; lo conocía desde hacía años y sabía bien que ese comportamiento suave y protector solo se lo dedicaba a él. A nadie más. Naruto, en cambio, se sintió feliz por ser considerado aunque fuera por su rival, sabia que existía esa constante competencia y los desafíos entre los dos, pero aún así había genuino aprecio eso fue gratificante aunque todavía no sabía cómo lidiar con un Sasuke que a veces se ponía de su lado e intentaba molestarlo siempre. Dejó de pensar más en ello y con un encogimiento de hombros, volvió a intentar acomodar el borrador cuando finalmente, Naruto logró colocar el borrador, saltando un par de veces para acomodarlo en equilibrio.

—¡Perfecto! —dijo con una sonrisa victoriosa—. Ahora vamos a esperar y ver la cara de ese tipo.
Naruto empezó a moverse de un lado a otro, otra vez inquieto. Sasuke lo seguía con la mirada, paciente, hasta que se cansó.

Se levantó sin decir nada y caminó hacia él. Con un par de ojos esmeralda con los celos a flor de piel siguiéndolo con la mirada a la fuente rubia de su tormento.

El tiempo seguía pasando y Kakashi no aparecía. La tensión se volvió tedio, y el tedio terminó en suspiros. Entonces, de repente, Sasuke caminó hacia Naruto, quien estaba distraído mirando por la ventana, y sin decir nada le tomó la mano con una decisión que sorprendió al rubio.

— Ven.

Naruto se quedó rígido. — ¡Oye, teme! ¿Qué haces?

—Ya, siéntate conmigo —le dijo, suave, como si eso fuera la solución a todo su aburrimiento—. Esperemos juntos. —Por fuera sonaba tranquilo, pero su inner estaba gritando: ¡Estoy tocándole la mano, estoy tocándole la mano! ¡Que alguien me explique cómo sobrevivir a esto!

Naruto lo miró de reojo, incómodo, pero al final, por puro fastidio de estar de pie, accedió con un bufido. —Está bien… —cedió, aburrido, y dejó que Sasuke lo guiara hacia los asientos.

—Lo que tú digas, teme…

Sasuke sintió cómo se le iluminaba todo el rostro. Su inner Sasuke, ese que gritaba en silencio cada vez que tenía contacto con Naruto, daba saltos de alegría. ¡Me está dejando que lo toque! ¡Que lo lleve de la mano! Sasuke apenas podía contener la alegría que sentía por aquel contacto. Su rostro permanecía serio, pero sus mejillas ardían.

Antes siquiera de que pudieran llegar a sentarse, la puerta del aula se abrió sin previo aviso.

Naruto ni tuvo tiempo de reaccionar. Un borrador cayó directo sobre la cabeza del hombre que entraba.

Paf.

El silencio duró apenas un segundo. Naruto se dobló en dos, riendo a carcajadas, golpeando su rodilla con la palma de la mano.

 

—¡JAJAJAJA!  ¡LO SABÍA! ¡CAYÓ! —la carcajada de Naruto retumbó en todo el salón, doblándose de la risa hasta que le dolió el estómago.

Sasuke, en cambio, en cambio, se quedó quieto. Sus labios se apretaron en una línea fina y sus ojos mostraron una decepción monumental. Se quedó congelado, mirando la escena con una mezcla de incredulidad y vergüenza ajena. ¿Este es el jonin que nos va a entrenar? ¿Y cae en algo tan estúpido? Pensé que era más listo. Patético…

Su rostro se ensombreció. Su inner gritaba, indignado, ¡No puede ser que sea tan torpe! ¡Mi Naruto merece algo mejor que esto!

Sakura, mientras tanto, dio un salto, acercándose a la puerta. Su voz sonó dulce, aunque por dentro se mordía la lengua para no reír. Aunque, su inner se reía: ¡No puedo creerlo, funcionó! ¡En el blanco! — hizo una reverencia nerviosa. — ¡Lo siento, sensei! Yo intenté detenerlo, pero ya sabe cómo es Naruto…

Naruto, con lágrimas en los ojos de tanto reír, apenas pudo hablar. — ¡Eso fue increíble! ¡No puedo creer que funcionara!

El recién llegado con calma se sacudió el polvo del hombro y levantó la vista. Su ojo visible se curvó con una sonrisa tranquila.

— Eso estuvo bien pensado —dijo con un tono relajado que no correspondía a la situación—. Pero saben, viendo esto, mi primera impresión de ustedes es que son… unos idiotas.

El buen humor se evaporó de inmediato.

La risa de Naruto se detuvo de golpe. La palabra “idiotas” flotó en el aire como una daga. Sakura se quedó petrificada y apretó los dientes hasta Sasuke, por primera vez en mucho tiempo, sintió que le hervía la sangre.

Ninguno dijo nada.

Kakashi metió las manos en los bolsillos y giró sobre sus talones. —Síganme. Vamos a la azotea. — Ordenó el recién llegado, como si nada.

El ambiente se cargó de incomodidadna partir de ahí. Naruto caminaba, con el ceño fruncido, mascullando algo de que no se arrepentía. Sakura iba detrás, lanzando miradas de fastidio. Y Sasuke, sin decir palabra, se mantenía cerca de Naruto, como si nada lo fuera a separar, ni siquiera esa humillación sin soltar su mano todavía, con la mirada baja y una sensación tranquila, Naruto ni siquiera lo había notado aún. En el fondo, mientras lo seguían, su inner Sasuke pensaba con fuerza: Aunque este sensei sea un desastre, mientras Naruto esté aquí, yo estaré bien.

El aire fresco de la azotea les dio la bienvenida cuando por fin salieron al exterior. Después de dos largas horas de espera en el aula, el cielo abierto parecía un respiro. Kakashi los guió hasta el borde de la barandilla y, sin mucha ceremonia, se giró para mirarlos con ese único ojo entrecerrado que parecía leerles el alma.

Kakashi, como si nada, se apoyó en la barandilla y los miró con un solo ojo, calmado. — Bien, vamos a empezar con algo sencillo — dijo, con tono perezoso—. Ya que al fin nos hemos reunido, vamos a presentarnos. Nombres, cosas que les gusten, que no les gusten, sus hobbies y sueños para el futuro.… lo que quieran. — Su tono sonaba perezoso, casi aburrido.

Naruto lo miró expectante. Sakura lo escuchó con atención. Sasuke, por su parte, se limitó a seguir de reojo al rubio, apenas si prestando atención a las instrucciones.

Naruto arqueó una ceja. — ¿Eso es todo? ¿¡Después de dos horas esperando es lo único que dices!?

Kakashi ni se inmutó.

— Sensei, ¿no debería empezar usted? —preguntó Sakura, algo nerviosa.

—Yo primero, ¿eh? —Kakashi se encogió de hombros—. Mi nombre es Hatake Kakashi. Me gusta… bueno, hay cosas que me gustan, y otras que no. Tengo muchos hobbies, y respecto a mi sueño para el futuro… tengo muchas cosas en mente, pero no pienso contarlas.

Silencio absoluto.

Naruto ladeó la cabeza con la boca abierta. Sakura suspiró decepcionada. Y Sasuke… bueno, Sasuke apretó los labios. ¿Y este tipo es nuestro maestro? Ni siquiera sabe presentarse… patético.

—¡¿Eso es todo?! — Naruto explotó, cruzándose de brazos alfin soltando el agarre del otro para decepción de Sasuke —. ¡Ni siquiera dijo nada!

Kakashi solo se encogió de hombros otra vez, como si no le importara en lo más mínimo.

— Bien, ahora ustedes. Empezaremos de izquierda a derecha. Si, quiero conocerlos. Tú primero, rubio gritón.

Naruto se señaló a sí mismo.

— ¡Yo soy Naruto Uzumaki! Me gusta el ramen, especialmente el de Ichiraku. Odio esperar y que me molesten cuando entreno. Mi hobby es practicar técnicas nuevas, y mi sueño… — levantó la voz, fuerte, casi gritando— ¡es convertirme en el Hokage más fuerte de todos para que toda la aldea me reconozca!

Su determinación resonó con fuerza, aunque Kakashi se limitó a asentir, evaluando. Sakura rodó los ojos.

Sasuke, sentado a su lado, apenas escuchó el final; se había quedado mirándolo con un brillo en los ojos.

Es tan serio cuando dice su sueño… ese dobe…
— Ah... — jadeo Sasuke por lo bajo, pero sin quitarle la mirada de encima.

— Muy bien.... —dijo Kakashi, anotando mentalmente algo— Bueno, ya escucharon. La siguiente. — Kakashi señaló con la mano —. Ahora tú, la chica.

Sakura se incorporó, erguida, con las manos entrelazadas.

—Soy Sakura Haruno. Me gusta… —sus ojos se fueron directos a Sasuke— algunas cosas, y no me gusta la gente que no entiende las indirectas. Mi hobby es estudiar, cuidar mi cabello y… —se sonrojó un poco— hablar con ciertas personas.

Se detuvo un momento, respiró hondo y luego, con tono mucho más firme, añadió algo que ninguno de los otros dos esperaba:

Entonces miró a Naruto, con ojos afilados — Mi sueño… es volverme una gran kunoichi... —Traga saliva— Y también odio perder, uno de mis mayores deseos es superar a Naruto. Porque él —lo señaló sin miedo— es mi mayor rival cuando se trata de… él.

Se refería, por supuesto, a Sasuke.

Naruto parpadeó sin entender mucho, pero Sasuke arqueó una ceja.

—¿Rival? —dijo él, con desdén.

Kakashi levantó la ceja, curioso. Y repitió —¿Rival?

Sakura asintió, con firmeza. — Sí. Naruto.

El rubio se giró sorprendido. —¿¡Yo!?

—¡Sí! —Sakura lo señaló—. Porque él se ha vuelto mi competencia… en el amor.

Sasuke ni siquiera parpadeó. Lo único que hizo fue girar lentamente la cabeza hacia ella, con esa frialdad que siempre lo caracterizaba cuando no se trataba de Naruto.

—Hn. —Una simple sílaba, seca. Por dentro, su inner gritaba: ¡Ni te esfuerces, ya lo pedí para mí! ¡Naruto es mío!

Sakura se mordió el labio, sintiendo un pinchazo de frustración. Naruto, en cambio, se encogió de hombros.

—Yo ni sé qué pasa… —murmuró, ya cansado de esos dramas.

Sakura no contestó más. Estaba roja de la vergüenza, pero no retrocedió.

Kakashi levantó una ceja tras escucharla. Esto se pone interesante… Kakashi sonrió bajo la máscara, divertido por la situación. — Bien… —continuó— y ahora tú, por último, el chico callado.

Sasuke se incorporó lentamente. Su postura cambió en cuanto abrió la boca: serio, seguro… hasta que giró la cabeza hacia Naruto. Sasuke volvio a callar pero se tranquilizó y levantó la vista, por un segundo, se hizo el silencio. Sabía lo que iba a decir y no le importaba. Si era por Naruto, que todos lo escucharan.

— Soy Uchiha Sasuke —comenzó, con voz firme—. Me gusta entrenar, perfeccionar mi taijutsu y mi control del chakra. No me gustan los cobardes ni los que se rinden.

Naruto asintió para sí mismo, casi esperando algo serio… hasta que escuchó el cambio en el tono de Sasuke.

—Mi hobby es… pasar tiempo con las personas que me importan. Y mi sueño…

Sasuke hizo una pausa. La mirada le brilló un poco y, sin previo aviso, se giró hacia Naruto con una intensidad descarada. Tomó aire y, sin perder la compostura, dijo—…es entrar al Cuerpo de Policía de Konoha, como mi padre, mi hermano y mi primo. Quiero ser tan bueno como ellos… —entonces, su mirada cambió, volviéndose más suave, más cálida, y sonrió con apenas una curva en los labios— Y, además, formar mi propia familia con alguien muy especial.

El silencio explotó cuando giró la cabeza y guiñó un ojo, sin ningún pudor, directo a Naruto.

Naruto parpadeó. —¿Eh? — Naruto se fue de espaldas en la silla, casi cayéndose. —¡¿Eh?! ¡No, no, no! ¡Ni lo sueñes!

Sasuke dio un paso hacia él, inclinándose apenas, con una sonrisa tranquila.

Naruto sintió que la sangre se le subía al rostro y dio un salto hacia atrás. — ¡O-Oye! ¡¿Qué te pasa, eso jamás pasará Sasuke?!

Sasuke, sin perder la calma, le respondió:— Nunca digas “jamás”, Naruto. Capaz un día te guste la idea.

Naruto se puso rojo hasta las orejas. — ¡Lo dudo! ¡Eres un raro, teme!

Sasuke no se ofendió. Al contrario, parecía disfrutar de cada reacción. — Ya veremos. — Lo miró fijamente, con una sonrisa tranquila. Por dentro, el inner de Sasuke saltaba como loco: ¡Me habló! ¡No dijo que no! ¡Eso significa que lo pensó! ¡Al menos lo duda!. Su inner estaba dando vueltas, celebrando: ¡Lo dije, lo dije, lo dije frente a todos! ¡Soy un genio! ¡No dijo que no!

Sakura apretaba los puños, rechinando los dientes. Cada palabra de Sasuke hacia Naruto era como sal sobre una herida abierta.

—¡Tsk! —bufó por lo bajo.

Kakashi abrió tanto el ojo que casi se le sale de la cara. No sabía qué era más impactante: que el hijo menor del líder de los Uchiha hablara tan libremente de lo que sentía… o que fuera tan evidente. Esas cosas no se decían en voz alta. Menos viniendo de una familia tradicional. Kakashi, por su parte, estaba completamente inmóvil. Ni siquiera su ojo pestañeaba.

¿Escuchó bien? ¿El hijo de Fugaku, acaba de declarar…?

Kakashi los observó en silencio, su mente trabajando. Este equipo… no es nada de lo que esperaba.

En Konoha, los gustos personales no eran motivo de odio, pero tampoco era costumbre proclamarlos en voz alta. La sociedad, especialmente entre clanes, era conservadora. Los vínculos, los matrimonios, eran casi siempre arreglados. Y ahí estaba Sasuke, de doce años, declarando a los cuatro vientos que su sueño incluía a Naruto Uzumaki.

Kakashi solo pudo pensar: Definitivamente, esta generación va a darme dolor de cabeza.

Sakura, por su parte, se giró hacia Sasuke con rabia.
—¡Por eso Naruto es mi rival! —repitió, como si necesitara gritarlo al mundo.

Sasuke la miró sin ningún interés. — Puedes intentarlo todo lo que quieras.

Por dentro, se burlaba: ¡No tienes ni una posibilidad! ¡Él es mío y lo voy a demostrar!

Kakashi tosió, para llamar la atención. — Bueno… eso fue más información de la que esperaba. — Se acomodó la máscara más por costumbre que por otra cosa — Bien —dijo, intentando recuperar su tono neutro — Supongo que eso cierra la ronda de presentaciones.

Naruto seguía sonrojado y un poco indignado, Sakura miraba al rubio como si quisiera partirlo en dos, y Sasuke… bueno, Sasuke se acomodó en su sitio con una serenidad sospechosa, sintiendo que había ganado algo muy valioso solo por decirlo en voz alta.

—Mañana —continuó Kakashi—, a las seis en el campo de entrenamiento del ala este. Y no desayunen.

Se giró para irse, pero por primera vez en mucho tiempo, el jonin no dejaba de pensar en algo: ¿En qué lío me he metido con estos tres?

Y con eso, desapareció en una nube de humo.

Los tres quedaron en la azotea, en silencio. Naruto se levantó primero, apurado por huir, pero antes de que pudiera dar un paso, Sasuke le puso una mano en el hombro.

— Usuratonkachi... —susurró, con una sonrisa apenas visible—. No te olvidas de alguien....

Naruto tragó saliva. Decidió ignorarlo y seguir el camino de salida.

Sakura lo siguió con la mirada, con rabia.

El sol caía lentamente sobre los tejados de Konoha cuando la reunión terminó. Los tres genin bajaron las escaleras de la academia detrás de Kakashi, que se marchó no hace mucho.

Naruto, apenas llegaron al portón, apretó el paso. Su instinto de supervivencia le decía que debía poner tanta distancia como pudiera entre él y el Uchiha que ahora mismo lo miraba como si fuera un tesoro a punto de escapar.

Sasuke, claro, no tenía la menor intención de dejarlo ir.

—Dobe —llamó con calma otra vez, alcanzándolo y caminando a su lado—. Vamos juntos.

Naruto puso cara de horror. —¡Ya basta, teme! ¡Solo quiero ir a casa!

Antes de que pudiera correr, una voz femenina lo detuvo.

— Sasuke-kun… —Sakura se adelantó un par de pasos, sonriendo nerviosa. Su mirada se clavó en el chico de cabello negro, ignorando al rubio por completo—. ¿Quieres… quieres salir conmigo esta tarde? Podemos comer algo o… pasear.

El Uchiha se giró hacia ella con una calma que cortaba. — No.

Sakura parpadeó. —¿Eh?

— No puedo. —Sasuke señaló con la barbilla al rubio que se alejaba— Mi chico se está escapando.

La frase cayó como una bomba. Naruto casi tropieza, y Sakura quedó con la boca abierta.

—¿T-tu chico? — logró decir.

Sasuke no se molestó en explicarle más. Simplemente dio un paso hacia adelante, dispuesto a seguir a Naruto.

Sakura, con un hilo de esperanza, volvió a insistir, un poco más alto: — ¡Sasuke-kun! ¡Podemos salir otro día! ¿Mañana después del entrenamiento?

Él ni siquiera dudó. —No.

La insistencia no se detuvo.
— ¡Entonces el fin de semana!

— Tampoco. —Su tono era plano, sin enojo, sin ironía. Simplemente no había espacio para ella en su agenda, y ni siquiera trató de suavizarlo.

Sakura sintió una presión en el pecho. Por un momento quiso seguir presionando, pero se dio cuenta de algo: él ni siquiera la estaba mirando. Todo el tiempo, sus ojos estaban puestos en Naruto, como si temiera que desapareciera en cualquier segundo.

El rubio volteó un poco, incómodo, y Sasuke aprovechó esa mínima distracción para adelantar el paso.

Sakura lo observó todo con un nudo en la garganta, hasta que finalmente bajó la cabeza. — Hasta mañana, Sasuke-kun… —susurró con una mezcla de resignación y tristeza.

El Uchiha no respondió. Ya estaba demasiado ocupado alcanzando a Naruto, quien se quejaba a gritos mientras el muchacho le sujetaba la muñeca para que no escapara.

— ¡Te dije que me sueltes! ¡Eres un fastidio!

— Y tú corres demasiado, usuratonkachi —replicó Sasuke, sin soltarlo. Su inner estaba en llamas: ¡Mi cita empieza ahora! ¡No pienso perder esta oportunidad!

Sakura se quedó en los escalones, mirándolos alejarse, con la sensación amarga de que ni un millón de intentos podrían cambiar el hecho de que Sasuke ya había elegido a quién mirar.

Y no era a ella.

Pero eso no significaba que iba a quedarse así.

Chapter 5: 5

Summary:

La familia Uchiha hace aparición, y vemos una parte de Sasuke qué Fugaku no entiende.

Notes:

Gracias por leer, saben disculpen que me perdí tantos días estuve ocupada con la Universidad, ya estoy por graduarme asi que mi tiempo pasó en estudiar para lo último de mis prestaciones en fin.

Espero disfruten mi capitulo, el siguiente es la prueba de los cascabeles, recuerden que seguimos la cronología del anime, y pienso que unos capitulos rellenos tambien pues unos son mis favoritos, amo desarrollar y estudiar cada personaje, me estoy divirtiendo mucho con Sasuke, y con los demas personajes, no se preocupen si, Naruto no es tan tonto.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Las calles de Konoha, a esa hora de la tarde, estaban llenas de vida. Niños jugando, adultos regresando a casa, el mercado cerrando al igual que algunas tiendas de Konoha y el olor a pan fresco saliendo de la panadería perteneciente al clan Uchiha. Todo parecía tranquilo… excepto por una escena que ya era habitual, un Naruto caminando rápido, con los hombros tensos y expresión de fastidio, y un Sasuke pegado a su lado como sombra obstinada.

—¡Naruto! —llamó, apresurándose— ¡Espera!

Naruto ni volteó, pero su hombro se tensó levemente. Sabía quién venía. Sabía lo que quería.

—¿No tienes algo mejor que hacer? —murmuró sin detenerse.

—Naruto… —murmuró con su tono más grave y encantador, caminando a su lado mientras el sol bajaba— ¿Quieres ir a tomar algo? Un té… o un ramen. Yo invito. Como siempre.

Naruto ya ni giraba la cabeza. Seguía caminando con las manos en los bolsillos, el ceño apenas fruncido, los pasos más rápidos que de costumbre.

Sasuke no se rindió. Caminó a su lado, casi pegado, con ese aire de terquedad elegante que tanto lo caracterizaba.

— Quiero invitarte a una cita —soltó sin rodeos, voz baja, ojos encendidos.

Naruto lo miró de reojo, con ese gesto mezcla de fastidio, vergüenza y ese extraño rubor que nunca admitía. Ladeó la cabeza con una sonrisa nerviosa.

—¿No te cansas de esto? ¿Cuántas veces te he dicho que no?

—Las suficientes como para pensar que un "sí" vale la espera —respondió Sasuke, impávido.

La escena no era nueva. La aldea ya la conocía como parte del decorado habitual, el joven heredero del clan Uchiha acosando —con la elegancia digna de un drama romántico mal disimulado— al muchacho más escurridizo de la generación.

 

Frustrado le grito— ¡Sasuke! ¿Cuántas veces tengo que decirte que me dejes en paz? —gruñó Naruto, tratando de acelerar el paso.

Sasuke sonrió apenas, sin molestarse en ocultar el brillo cómplice de sus ojos oscuros. — Tantas como quieras, usuratonkachi… no pienso escucharte.

Por dentro, su inner Sasuke estaba gritando. ¡Este es mi momento! ¡Mira qué cerca estoy! ¡Hoy sí me va a aceptar una cita!

Naruto suspiró tan fuerte que hasta los vendedores de puestos al lado del camino lo escucharon.
¿Por qué le acepté esa comida?, pensó con amargura. Debí imaginar que iba a acabar así.

A cada paso, la gente en la calle los miraba con ojos llenos de prejuicio. Era un espectáculo conocido, el paria de la aldea con el segundo hijo del jefe de la Policía. Algunos cuchicheaban, otros fruncían la nariz. Uno incluso murmuró algo demasiado alto.

— Ahí va otra vez… el monstruo y el príncipe.

Antes de que Naruto pudiera fingir que no escuchó, Sasuke se giró con una rapidez fulminante.

 

— ¡¿Y tú qué miras?! —su voz fue fría y cortante. El civil dio un paso atrás, incómodo.

 

—Yo… nada, Uchiha-san, solo…

— Pues entonces métete en tus asuntos —lo interrumpió con un tono que no dejaba espacio a discusión.

Los otros espectadores desviaron la mirada, murmurando apenas, y Naruto, aunque no quería admitirlo, sintió un extraño calor en el pecho. No por agradecimiento (¡ni loco!), sino por lo inesperado que era que alguien lo defendiera así.

—No hacía falta... —murmuró, bajando la voz.

—Sí hacía falta —replicó Sasuke sin apartar los ojos de él—. No me gusta que hablen mal de ti.

El rubio bufó. — Eres un raro…

Sasuke sonrió de lado con las mejillas ruborizadas. — Un raro si, pero que te quiere.

Naruto se sonrojó levemente, volteando bruscamente la cara.

En ese preciso momento, dos figuras aparecieron saliendo de la panadería justo en el centro de la aldea, eran Itachi tan impecable como siempre, con una bolsa de pan en la mano, y Shisui, con la sonrisa relajada que lo caracterizaba.

 

—Vaya, vaya —comentó Shisui al verlos— Parece que atrapamos a los tortolitos del clan Uchiha… o bueno, uno y medio —dijo riendo. —¿No te cansas de ir detrás de Naruto? —comentó Shisui Uchiha, con su tono travieso habitual.

 

Naruto exhaló aliviado como si le hubieran lanzado un salvavidas. —¡Itachi-san! ¡Shisui! —saludó, y la sonrisa que se dibujó en su rostro fue clara y genuina, sin tensión ni máscaras.

Ese detalle bastó para que Sasuke se tensara entero.

Shisui lo miró, luego a Naruto. Ladeó apenas la cabeza más curioso que nada. — No entiendo qué le ves, sinceramente.

—¡Oye! —protestó Naruto, molesto.

Pero Sasuke solo sonrió como si aquello fuera un piropo.

—¿No vez? Tiene carácter —susurró, fascinado— Increíble.

Itachi, tranquilo asintió a las ocurrencias de su hermano. Junto a un Shisui que miraba en blanco a su primo y su argumento. Itachi decidió dejar el tema y saludar al rubio — Hola, Naruto-kun. ¿Todo bien?

Naruto por fin se atrevía a levantar la mirada. La dirigió, sin querer, hacia Itachi. Lo saludó con una tímida inclinación de cabeza... y una sonrisa suave — Sí, ahora sí —contestó el rubio, con un leve sonrojo que intentó esconder bajando la mirada.

Sasuke lo vio todo. Esa pequeña sonrisa, ese brillo en los ojos. ¿Sonrojo? ¿¡Sonrojo!?

Shisui le dio un codazo a Itachi, murmurando con una risita. —Mira cómo te lo ganas sin hacer nada. Eres un seductor silencioso. Vas a meter al clan en problemas.

— No he hecho nada —contestó Itachi, sin dejar de mirar al rubio.

— Ese es el problema.

Sasuke si lo notó. Se quedó rígido. El rubor en su rostro mutó a una mezcla de furia y celos que ni intentó ocultar.

—¡Oye, oye, oye! —se colocó frente a Naruto, cortándole el paso — ¡Tch…! ¡No lo mires así! —masculló hacia Naruto, como si pudiera control sus emociones a punta de órdenes.—¡No me engañes con mi hermano!

— ¿¡Qué!? —Naruto lo miró como si estuviera loco — ¡Deja de decir tonterías, teme!

— ¡Lo vi! ¡Sonreíste distinto! —acusó Sasuke con el dedo. Sasuke, chispeaba de celos. Era evidente. Si pudiera, habría jalado a Naruto del brazo y lo habría escondido detrás de los muros del distrito. Pero Naruto no era sencillo, él solo frunció su ceño.

 

— ¡Porque ellos no me persiguen por todo Konoha como otros! —gritó Naruto, rojo de frustración— ¡Eso no quiere decir que me guste tu hermano!

Shisui golpea repetitivamente el hombro de Itachi por la risa. — Hahaha… Sasuke, creo que estás viendo cosas que no son.

Itachi, sin perder la compostura, murmuró. — Shisui, no provoques.

Pero Sasuke ya estaba perdido en su imaginación. Su inner Sasuke gritaba desesperado. ¡¿Y si Naruto y mi hermano se casan?! ¡No! ¡No puedo permitirlo! ¡Yo seré quien lo lleve al altar!

La sola idea lo puso blanco.

— ¡No! —exclamó en voz alta, olvidando por completo que estaba pensando y no hablando.

Naruto se llevó una mano a la frente. — De verdad que estás loco, teme…

Itachi se acercó un poco y, con calma, puso una mano en el hombro de su hermano. —Sasuke. Ya es tarde. Deja respirar a Naruto y ven a cenar.

Shisui, divertido río — Vamos, Sasuke. Ya tendrás otro día para acosar a tu pobre novio.

—¡No es mi novio! —protestó Naruto.

—¡Aún! —corrigió Sasuke, cruzando los brazos.

Con la distracción de Sasuke, Naruto aprovechó para huir, levantando la mano hacia Itachi a modo de despedida. El silencio que siguió a la abrupta huida de Naruto fue denso, incómodo, casi eléctrico. Sasuke dio un paso como para seguirlo, el ceño fruncido, la boca entreabierta, pero no alcanzó a moverse más allá. Una mano firme lo agarró del cuello de su camisa, deteniéndolo como si fuera un cachorro que intentaba escaparse del regaño. —Ya fue suficiente drama por hoy, chico enamorado —dijo Shisui, con una sonrisa que ocultaba lo exasperado que estaba— Es tarde. Deja respirar al chico si quieres volver a verlo con vida mañana.

—Shisui tiene razón —intervino Itachi, su tono calmo como un río sereno, aunque su mirada lo decía todo, su hermano menor era un caos emocional, y él estaba muy cansado.

Sasuke lo miró directo, sin disimular nada, con la intensidad de quien no sabe callarse lo que siente cuando se trata del amor de su vida.

—¿Cuál es tu truco? —le preguntó sin rodeos, cruzado de brazos— Para llamar la atención del amor de tu vida.

La escena se congeló.

Shisui tosió tan fuerte que casi se atraganta con su propia saliva. Itachi parpadeó una vez.

—¡Sasuke! —espetó Shisui, mientras lo zarandeaba levemente por el cuello— ¿Puedes no ser tan directo? ¡Mocoso, me va a dar un infarto con esos comentarios!

—¿Qué tiene de raro? —replicó Sasuke, casi con inocencia—. Solo quiero saber cómo Itachi hace para ser interesante. Tal vez si me enseña, Naruto no huiría cada vez que le declaro mi amor.

—No te huye —murmuró Itachi, ladeando ligeramente la cabeza— Está sobreestimulado. Eres intenso, Sasuke.

—¿Y tú no? —rebatió de inmediato—. Tú haces silencio y ya todas caen rendidas. ¿¡Cómo lo haces!?

Itachi se cubrió la boca, no porque estuviera escandalizado, sino porque, por primera vez en años, una risita se le escapaba. — Entonces empieza por no asustarlo —aconsejó, con la tranquilidad de un sabio que ya ha perdido la batalla contra el caos familiar.

—Si lo hago, ¿Eso significa que me vas a enseñar tu secreto? —preguntó Sasuke, brillante de emoción, como si estuviera por aprender el jutsu más prohibido de todos.

Shisui negó con la cabeza, vencido, mientras soltaba al chico. — No sé si este clan está listo para sobrevivir a una versión romántica de Itachi, ni Konoha tampoco... —murmuró ya masajeándose las sienes.

Y en algún rincón de la Aldea, Naruto estornudó sin saber por qué.

 

La noche cayó sobre Konoha, tranquila como un suspiro. Las casas del clan Uchiha se alineaban en silencio, iluminadas solo por la luz cálida de los faroles. En una de esas casas, el hogar principal, Mikoto Uchiha había terminado de poner la mesa; el aroma del arroz recién hecho, sopa y el pescado asado se esparcía por la mesa baja.

—Justo a tiempo —dijo ella cuando escuchó la puerta abrirse y el sonido de pasos entrando—. ¿Dónde estaban?

Itachi y Shisui entraron primero, seguidos por un Sasuke que venía con el ceño fruncido y los labios apretados, todavía molesto por la “huida” de Naruto. Shisui, sonriendo con descaro, se inclinó un poco. —Perdón, tía Mikoto. Encontramos a Sasuke persiguiendo a su futuro… bueno, ya sabe.

—¡Shisui! —bramó Sasuke, las orejas coloradas.

Mikoto sonrió con suavidad, intentando no reírse. —¿Te quedas a cenar, Shisui?

—Si no es molestia, claro que sí. —El joven inclinó la cabeza con respeto.

La cena en la casa Uchiha era, como muchas otras veces, silenciosa en apariencia, pero ese silencio estaba cargado de tensión, como si cada palabra que se callaba pesara más que los utensilios de metal. Los platos estaban servidos, el arroz humeaba y la sopa miso perfumaba el aire, pero nadie parecía tener realmente hambre.

Fugaku estaba en la cabecera, rígido como siempre, había llegado minutos después de los demás, los brazos apoyados sobre la mesa. Su mirada dura se desviaba una y otra vez hacia Sasuke, como un cuchillo que no se cansa de cortar. Sasuke, por su parte, comía despacio, el ceño fruncido, los palillos moviéndose con torpeza cada vez que notaba la mirada de su padre clavada en él.

No era la primera vez que esto pasaba, pero esta noche todo se sentía más pesado.

Shisui, sentado junto a Itachi, miraba su sopa como si fuera la cosa más fascinante del mundo, pero era evidente que estaba tenso, conteniendo el impulso de hacer algún comentario que pudiera romper esa atmósfera cargada.

Mikoto fue la primera en hablar, con esa voz suave que trataba de devolver la normalidad. — ¿Esta delicioso verdad?, Coman antes de que se enfríe.

El sonido de los palillos retomando la comida llenó la sala durante unos instantes. Fugaku no apartaba la vista de Sasuke.

 

Finalmente, el jefe de clan habló.

— Hoy, me llego rumores de tu nuevo sensei y tus nuevos compañeros, Sasuke... — Llevo un poco de arroz a su boca, masticando con calma — y también a mis oídos llego el rumor de que el Uzumaki es tu compañero de equipo, lo que me lleva a preguntarte ¿Vas a seguir con esa actitud, Sasuke?

El chico lo miró con un brillo desafiante en los ojos. —¿Qué actitud? —preguntó, con un tono que aunque contenido, tenía filo.

—Esa… esa falta de vergüenza —respondió Fugaku con frialdad— Te la pasas corriendo detrás de él, como si no fueras un Uchiha. Como si nuestra sangre, nuestro orgullo no significara nada. Un simple perro sin su hueso.

Sasuke apretó los labios. Lo había escuchado muchas veces, pero dolía igual.

Las palabras sonaron como un martillo.

Sasuke se tensó, pero no dijo nada.

—¿Cuántas veces te he dicho que te comportes? —continuó Fugaku, con voz grave— Eres un Uchiha. No puedes andar haciendo el ridículo detrás de ese chico.

—No es hacer el ridículo... —murmuró Sasuke, apretando los puños.

— Si lo es, y es vergonzoso. —Fugaku dejó de comer y se cruzó de brazos— ¿Te parece digno del hijo menor del jefe de Policía? ¿Que todo Konoha te vea siguiendo a alguien que ni clan tiene?

La mirada de Sasuke se endureció. Podía soportar muchas cosas, pero no cuando hablaban así de Naruto. —¡No hables así de él! — Se levantó de donde estaba dejando un reguero de lo que una vez fue su cena.

—¡Sasuke! —la voz de Fugaku subió apenas, como un trueno contenido— Lo que menos necesito es que des razones para que la gente se burle de nuestra familia. ¿No entiendes que esa fijación tuya… es una vergüenza?

Mikoto apretó los labios, pero no dijo nada todavía. Fugaku y Sasuke no escucharía a nadie en ese estado. Sin más que hacer se dedicó a limpiar el desastre en silencio, cambiando y rellenando los cuencos uno a uno.

—Mientras tanto —añadió Fugaku, con voz dura— más te vale que dejes de hacer el ridículo. No pienso aceptar que mi hijo manche el nombre del clan por culpa de un fracasado.

Sasuke apretó los puños bajo la mesa. Repitió otra vez muy furioso —No hables así de él — Soltó aunque en voz baja.

Fugaku golpeó la mesa con la palma abierta.

—¡Te callas! Ese niño es un desastre. ¡Un inútil! ¡Un demonio para esta aldea!

El silencio en la mesa se volvió insoportable. Shisui bajó más la cabeza, y hasta Itachi tensó los hombros.

Sasuke, sin embargo, levantó la barbilla. Su voz temblaba, pero no se quebró. — En esta aldea nadie ve lo que yo veo —sus palabras eran un hilo de aire cargado de furia contenida— Nadie lo hace.

—¡Basta, Sasuke! —Fugaku lo cortó con un rugido— ¡No me discutas! ¡Tu deber y lealtad es con este clan y conmigo, no con él!

Las últimas palabras fueron como un martillazo.

—Más te vale dejar de ser un inútil también —concluyó Fugaku, con el rostro endurecido— Recuerda tu papel, y compórtate.

 

La mandíbula de Sasuke tembló. —Yo… no me importa lo que piensen —respondió, en voz baja pero con una determinación que lo sorprendió incluso a él mismo.

Fugaku lo miró, con expresión impenetrable. —Debería importarte. Aquí, en el clan, esas… cosas no se dicen en público. Todo se revela al final del día y se juzga así que no hay tiempo de desvíos. Y menos aún relacionarse con alguien de tu mismo generó.

El silencio cayó pesado. Shisui movió los ojos de un lado a otro, incómodo; Itachi apretó los labios, y Mikoto suspiró mientras servía té.

— Padre… —intervino Itachi, con voz calma, tratando de suavizar— Quizá deberíamos dejar que Sasuke decida a quién aprecia.

—No se trata de eso, Itachi —replicó Fugaku, severo— Se trata del peso del nuestro apellido.

—El peso del apellido no significa nada si se usa para aplastar lo que uno siente —dijo Shisui, con esa sonrisa ligera que a veces ocultaba mucha firmeza—. Tío, con respeto, no creo que humillar a Sasuke por lo que siente sea la forma correcta.

Mikoto se colocó detrás de su hijo menor y le puso una mano en el hombro. —Fugaku… —su voz era suave, pero firme— Fugaku por favor, solo por hoy para, Sasuke ha tenido suficiente.

El jefe de clan desvió la mirada, exhalando con frustración — Esperó sea una etapa rebelde y nada más, una confusión de adolescencia.

Sasuke, por su parte, apretó los dientes. Sus mejillas estaban coloradas, no de vergüenza, sino de furia contenida. Finalmente, dijo —Yo no estoy confundido, Padre. No me gustan los hombres, no me gusta nadie más. Yo solo quiero a Naruto. Solo a él.

Hubo un silencio tan grande que se escuchaba el leve crujido del tatami bajo sus pies.

Fugaku cerró los ojos, como si le doliera escucharlo. —¿Y qué esperas lograr con eso? Un fracasado como él no llegara lejos, ¿Crees acaso que pueda siquiera llegar lejos?—preguntó al fin aguantando las ganas de gritarle. — ¿Y si pudiera, lo cual dudo mucho, si él te diera una oportunidad que harían juntos? Hipotéticamente hablando claro.

Sasuke lo miró directo, sin apartarse. — Casarme con él. —La frase salió clara y directa, y después, bajando la mirada, murmuró, casi para sí— Tener una familia con él. Hacerlo feliz.

Mikoto dio un ligero jadeo. Shisui se atragantó con el té. Itachi parpadeó, aunque no parecía sorprendido, solo un poco más serio.

—…Pervertido —alcanzó a susurrar Shisui, apenas conteniendo la risa. No pudo evitar querer intentar aligerar el ambiente.

Sasuke le lanzó una mirada que podría haber incendiado un bosque.

Lástima que no funcionó mucho.

— Me lo esperaba.… era tan obvio —murmuró, y apartó la mirada hacia la mesa. Fugaku dejó caer los palillos con fuerza, el ruido resonando en toda la mesa. —¿Sabes cuándo me di cuenta de lo que pasaba contigo, de lo que eras? —su voz era baja, pero cargada de decepción. — El día que te atrape jugando con tus primas con aquellas muñecas viejas. Desde ese día yo…

Sasuke se tensó de golpe, la sangre subiéndole al rostro. —¡Era un niño! —escupió, con los ojos brillantes por la rabia contenida.

—Ese día lo entendí —continuó Fugaku, sin inmutarse ante la interrupción— Y desde entonces supe que algo en ti iba a traer vergüenza a nuestra casa.

El silencio se volvió espeso. Mikoto dejó los cuencos sobre la mesa, y por primera vez su voz perdió la suavidad. — Fugaku, no sigas.

Itachi levantó la mirada. Sus ojos, serenos, se encontraron con los de su padre. Sin decir nada, su postura era clara estaba defendiendo a su hermano.

Shisui apretó los dientes y evitó mirarlos, aunque su puño cerrado en el regazo mostraba lo mucho que le incomodaba.

Sasuke tragó saliva, y en su voz se colaba la rabia y algo más profundo. —¿Todo esto solo porque… porque quiero a alguien? ¿Porque no es como tú quieres?

Fugaku lo observó un segundo, y su respuesta fue tan cortante como un kunai. — Porque escogiste al peor de todos.

Las palabras cayeron como piedras. “Ese niño. El Kyubi. Ese huérfano que todos evitan.” Eso era lo que Fugaku no decía en voz alta, pero todos lo escucharon igual.

El aire se volvió más pesado.

Itachi habló entonces, despacio. — Padre, Naruto no tiene la culpa de nada.

Fugaku le lanzó una mirada dura. — No hablo de culpas. Hablo de lo que se espera de un hijo mío.

—¿Y si eso lo hace feliz? —añadió Mikoto, seria, protegiendo con la mirada al hijo menor.

El silencio volvió a caer, y aunque Fugaku no respondió, el gesto en su rostro dejaba claro que no aceptaba esa respuesta.

Sasuke bajó los ojos hacia su plato, los nudillos blancos de tanto apretar los palillos. No iba a llorar. No delante de él.

En su inner, gritaba. No entiendes nada. ¡No entiendes lo que siento!

Shisui lo miró de reojo, y aunque no dijo nada, en su rostro había un dejo de tristeza por lo mucho que Sasuke debía soportar en su propia casa.

La cena continuó, mecánica, pero ya nadie saboreó la comida.

Fugaku se levantó lentamente. — Es suficiente...—Más te vale dejar de ser un inútil —concluyó Fugaku, con el rostro endurecido— Recuerda tu papel, y compórtate como un Uchiha. —dijo, la voz resonando como una campana— Quiero disciplina, no tonterías. Especialmente de ti, Sasuke. Más te vale no seguir decepcionadome.

Se levantó sin mirar atrás y salió de la cocina, dejando tras de sí un silencio pesado.

Mikoto lo siguió con la mirada, con el corazón encogido.

Itachi, aún sentado, pasó la mano por el respaldo de la silla de Sasuke en un gesto de apoyo silencioso. Shisui, sin apetito, apartó la sopa y suspiró.

El silencio se rompió con Mikoto sirviendo el último plato en la mesa. — Sigamos comiendo, ¿Si?... —dijo, como si nada hubiera pasado, pero su mano temblaba un poco.

Sasuke se sentó, con los ojos fijos en el cuenco, Sasuke permaneció inmóvil. Por dentro todo en él ardía la vergüenza, la rabia y, sobre todo, una tristeza que se le clavaba en el pecho como un kunai. Había aguantado la mirada de su padre sin bajar la cabeza, pero ahora que estaba solo con su hermano, su primo y su madre los ojos se le llenaron de un brillo húmedo que no se permitió derramar. Jurando en silencio que nada ni nadie lo haría cambiar de idea.

 

Su inner rugía. Un día, Naruto. Les demostrara que equivocados estan, y todos se van a tragar sus palabras. Incluso mi Padre, ya verán.

Yo creó en él, y creó en mi, juntos podremos....

Itachi lo miró de reojo, sin decir nada, pero en su interior se preguntaba cuánto más fuerte tendría que volverse Sasuke si quería sostener una promesa tan difícil.

 

Sasuke por fin se levantó sin decir nada y salió de la habitación, con los hombros rígidos y los puños cerrados.

Aquella noche, el silencio que quedó atrás fue más elocuente que cualquier palabra.

Notes:

Saben, incluso Naruto tiene un crush con Itachi, no lo culpo yo lo tengo también hahhha.

Chapter 6: Parte I

Summary:

Kakashi se divierte por las ocurrencias de sus estudiantes, Sakura la pasa como siempre, Sasuke no se deja doblegar y Naruto demuestra su punto fuerte.

Notes:

Mira que capitulo más largo, me tarde 2 días en escribirlo, no soy tan buena en escenas de pelea, pero se hacer roleplays y esos almenos me entrenaron para estos momentos hahahhah cambie unos detalles para mi trama pero funcionó a mi conveniencia y lo que busco lograr, tenemos la primera parte, el próximo capitulo tenemos la segunda parte y su desenlace además de un detalle curioso en Naruto.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

La casa estaba envuelta en un silencio espeso, roto solo por el murmullo distante del agua en la cocina y el sonido de cubiertos acomodándose en el fregadero. Mikoto seguía allí, recogiendo los restos de la cena, mientras Itachi se alejaba con pasos suaves, llevando entre las manos una pequeña bandeja. Encima, reposaba un cuenco de comida fresca, un gesto para que su hermano no se quedara con hambre. Solo dos pares de ojos observaban con espectacion, la mujer solo logro suspirar con desgano sintiéndose impotente de no ser una fuente más confiable.

No estaba celosa de su hijo mayor, nada de eso, era solo un peso de tristeza de saber que Sasuke solo puede ser más abierto solo si se trataba de Itachi.

Solo le correspondía esperar que pasaba.

Shisui se quedó en el umbral de la puerta, con la mano apoyada en el marco, observando cómo Mikoto limpiaba meticulosamente la encimera de la cocina. El sonido del trapo húmedo frotando la madera y el leve tintineo de la vajilla eran lo único que rompía el silencio.

— Tia, de verdad, no te preocupes que él puede encargarse de esto —comentó él con una sonrisa amable, aunque su tono tenía esa seriedad que usaba solo en momentos importantes— Quiere hablar con Sasuke a solas.

Mikoto dejó el trapo a un lado, suspirando. —Yo pensaba ir… —dijo suavemente— Pero si Itachi cree que es mejor así…

—Confía en él —replicó Shisui, con un brillo de confianza en los ojos— Tu hijo mayor sabe exactamente lo que necesita su hermano ahora.

Mikoto asintió, aunque no pudo evitar mirar de reojo hacia el pasillo. —Solo quiero que esté bien…

Shisui, antes de irse, se inclinó hacia ella. —Va a estarlo. Tú y yo lo cuidamos de otras formas. —Le guiñó un ojo— Y si te sirve de consuelo… yo también me quedo con la imagen de Sasuke de pequeño, persiguiendo a Itachi por la casa para que le contara historias. Ese lado suyo sigue ahí.

Ella sonrió levemente y asintió.

Shisui se despidió, saliendo rumbo a su hogar con una última advertencia juguetona —Dile a Itachi que no lo traumatice más de la cuenta. Y… suerte.

Mikoto, sola en la cocina, continuó recogiendo en silencio. Cada tanto, su mirada se desviaba hacia la dirección de la habitación de Sasuke, como si sus pensamientos volaran hasta allí.

 

Mientras tanto, en el pasillo del segundo piso, Itachi se detuvo frente a la puerta cerrada de su hermano. Con manos ocupadas sostenía una bandeja sencilla con una ensalada de tomates cherries, apenas aderezada, ligera, perfecta para que no pasara la noche con el estómago vacío. Golpeó suavemente la puerta con los nudillos.

Itachi paciente decidió tocar nuevamente, fueron diez segundos largos aún sin respuesta.

—Sasuke… —su voz era tranquila, casi un susurro— Pensé que tendrías hambre. —pero su hermano no respondió de inmediato.

Desde dentro, la respuesta llegó apagada luego de un minuto.
—No quiero.

Con una respuesta Itachi probo su paciencia y su suerte—Es solo ensalada —insistió Itachi, abriendo con cuidado— Nada pesado.

 

La luz de la luna se filtraba por la ventana del dormitorio, bañando la habitación en un tono plateado y frío. Sasuke estaba acostado, de espaldas a la puerta, sin haberse cambiado de ropa. Solo se había quitado las sandalias, que yacían tiradas junto a la cama, como si hubieran caído sin cuidado.

— ¿Tiene tomate? —respondió finalmente, con un hilo de voz, como si cada palabra le costara.
Itachi entró con cautela, cerrando la puerta tras de sí.

—Si, tu favorita… solo para que no pases la noche con el estómago vacío.

Itachi avanzó despacio, dejando la bandeja sobre la cómoda. Tuvo que mover un poco lo que había allí. La cómoda junto a la cama estaba ocupada por un pequeño universo personal una cámara clásica, modesta, de esas que expulsan fotos instantáneas; rollos de película desperdigados; y un álbum grande, grueso, con las esquinas gastadas por tanto abrir y cerrar. Itachi movió todo con cuidado para dejar la bandeja allí, procurando no alterar el orden íntimo de ese rincón.

Sasuke dejó ir un suspiro resignado, aceptando la ofrenda dejó su rincón y se enderezó para extender su mano izquierda con la cabeza baja, y con su mano derecha ocupada con algo de un color chillon. Itachi entendió el pedido y le paso sin más el cuenco de ensalada qué fue recibido con espero, tomando el cubierto empezó a comer con lentitud.

 

Fue entonces cuando lo vio. Reconoció de inmediato el pequeño muñeco de trapo, con ojos de botón azules grandes. El “Naruto” que su Madre había hecho en secreto para su hijo menor, cuando este se lo pidió hace años.
En la mano de Sasuke, apretado contra su pecho, descansaba un muñeco de trapo pequeño, con ojos de botón azules que brillaban bajo la luz tenue. Era un Naruto en miniatura, hecho a mano, un regalo que Sasuke había pedido cuando empezó su primer enamoramiento infantil una muñeca que se pareciera a ese chico rubio de sonrisa imposible.

Solo Itachi, Mikoto y Shisui conocían ese secreto.

—Todavía lo tienes… —murmuró Itachi, esbozando una sonrisa leve que no intentaba ocultar su ternura. Sasuke no dijo nada. Sus ojos, rojos y ligeramente hinchados, brillaban bajo la tenue luz, apenas un resplandor cálido que rompió la penumbra. Sasuke bajó la mirada, como si quisiera esconderlo, pero no lo soltó. —No es justo, ni siquiera lo intentan entender —dijo con un resentimiento que en el fondo no lograba ocultar su tristeza.

 

Itachi apagó la dureza de ese momento encendiendo una pequeña lámpara en la mesita de noche. La luz cálida disipó un poco la frialdad del cuarto, arrojando sombras suaves en las paredes. Fugaku estaba encerrado en su despacho y no saldría hasta la mañana; esa era una certeza que les daba un poco de respiro.

Sasuke suspiró y, con un gesto casi imperceptible, le hizo espacio en la cama. Itachi se acomodó de costado, envolviéndolo con los brazos por encima, sin invadir, pero dejando claro que estaba allí. Sasuke, aunque de mala gana, dejó la bandeja de ensalada aún lado y se volteó hacia él. No hizo falta decir nada, su hermano mayor se recostó mejor, abrazándolo por encima de los hombros, cubriéndolo con un gesto protector. —No está mal ser como eres —susurró Itachi, con la certeza de quien habla de algo que nunca cambiará.

 

Sasuke tragó saliva, intentando contenerse, pero el nudo en la garganta no cedía. —Él… no ve lo que yo veo en Naruto —murmuró, como si las palabras fueran una confesión demasiado grande para ser dicha en voz alta.

Itachi apretó un poco más el abrazo.—Padre ve el mundo con las reglas que él quiere imponer… no con las que son justas. Tú tienes derecho a decidir qué te hace feliz.

Sasuke se quedó en silencio unos segundos, apretando el muñeco un poco más. —Es… extraño. Pero… no lo odio.

—No tienes por qué —respondió Itachi, acariciándole suavemente el cabello— Lo que sientes es tuyo, y nadie puede decirte que está mal si no hace daño.

Sasuke no contestó. El silencio se llenó solo con el sonido del reloj en la pared y el leve roce de los botones del muñeco contra la tela de su camisa.

 

—Todo lo que pasó hoy… no significa que haya algo malo en ti —murmuró Itachi, con la voz baja y segura— Que alguien te importe no es una debilidad. Y si es Naruto… entonces es tu elección.

Itachi apenas había terminado de decirle a Sasuke que no debía agobiarse, que debía enfocarse en sí mismo y no dejar que las palabras de su padre lo aplastaran, cuando algo cambió. Bastó con que el nombre de Naruto saliera de sus labios para que el pequeño Uchiha pareciera despertar de una nube gris. Sus ojos, antes opacos y cargados de frustración, se iluminaron de golpe; una sonrisa genuina, cálida y repentina, floreció en su rostro.

Sin decir palabra, giró sobre sí mismo y tomó el pequeño muñeco que descansaba a su lado. Vestía una diminuta camisa blanca, pantaloncillos azules, sandalias ninja del mismo tono y aquella sonrisa cosida que parecía desafiar al mundo entero. Los bigotes bordados en sus mejillas y los pequeños goggles en la frente lo hacían tan inconfundible como la persona en la que estaba inspirado.

Sasuke lo observó como si fuera un talismán. Naruto nunca agachaba la cabeza, nunca dejaba que los comentarios hirientes lo rompieran, jamás se doblegaba ante la aldea ni ante nadie. Si quería estar a su altura, debía ser igual de fuerte, igual de resistente… y eso encendió algo en su interior. Su corazón latió con fuerza, y su mente se llenó de determinación. Mañana no sería un día cualquiera, mañana demostraría su valía, entrenaría con él, estaría a su lado. Afrontarían juntos cualquier reto que Kakashi les pusiera, hasta que fueran imparables.

Abrazó al muñeco con fuerza, como si así pudiera absorber un poco de la energía que él representaba. Después, con un súbito estallido de alegría, se incorporó tan rápido que casi tiró su cena al suelo.

 

—No debo llorar —declaró, con una convicción que hasta a Itachi le tomó por sorpresa.

Saltó de la cama, los pies descalzos golpeando el suelo con un sonido decidido. Estaba animado, casi eufórico. Mañana sería un buen día.

Itachi, observando la escena, no pudo evitar sonreír. Ese era el Sasuke que conocía impulsivo, lleno de vida cuando algo lo motivaba. Sin embargo, la escena dio un giro peculiar cuando Sasuke, como si de repente recordara algo vital, se volvió hacia él.

 

—Ah, Itachi… mi cámara —dijo, con una mezcla de timidez y expectación— La película… ya se acabó. ¿Crees que puedas conseguirme más?

Itachi parpadeó, confundido. —¿Más? Pero si la semana pasada te compré varios rollos.

Sasuke desvió la mirada, una sonrisa tímida curvando sus labios mientras se rascaba la nuca.
—Es que… los llené —respondió, sosteniendo al muñeco con un brazo mientras, con el otro, tomaba un álbum gastado que descansaba sobre su escritorio— Mira…

Itachi lo abrió, y no pudo evitar arquear las cejas. Página tras página, el rostro de Naruto lo observaba desde decenas de ángulos sonriendo, entrenando, distraído, incluso bostezando y de niño. Las fotos estaban organizadas con precisión obsesiva secciones, categorías, hasta un orden alfabético según la situación.

—¿Cuándo… lograste llenar todo esto? —preguntó Itachi, genuinamente impresionado.

Sasuke, con orgullo evidente, acarició una de las páginas.
—¿No son hermosas? —preguntó, con esa misma sonrisa luminosa que había aparecido al recordarlo.

Itachi, incómodo, apenas asintió. —Sí… bueno… está bien. Te buscaré más rollos.

Sasuke no notó el tono de su hermano; estaba demasiado ocupado mirando las imágenes, como si, a través de ellas, pudiera acercarse un poco más a quien tanto admiraba.

 

Itachi no intentó forzarlo a seguir comiendo ni a seguir hablando. Se quedó ahí, dándole su calor y su presencia, como un ancla contra la soledad que Fugaku había dejado clavada en la cena. Y aunque no lo decía en voz alta, Sasuke sabía que mientras su hermano estuviera allí, no tendría que enfrentar esa batalla solo.

 

Desde abajo, en la cocina, Mikoto secaba los últimos platos, pensando en sus dos hijos. Y aunque no podía escuchar sus voces, sentía que Itachi estaba haciendo justo lo que ella no se atrevía decirle a Sasuke que no tenía que avergonzarse de lo que sentía.

El amanecer apenas asomaba tímido detrás de las montañas, tiñendo el cielo con un gris azulado que aún parecía más noche que día. Dentro de la casa Uchiha, el silencio habitual fue roto por los pasos ligeros de Sasuke bajando las escaleras. Su rostro no era el de un muchacho adormilado que se arrastraba fuera de la cama, sino el de alguien que llevaba un objetivo en mente. Se veía… renovado.

 

Antes de salir, pasó por la cocina donde Itachi y Mikoto charlaban. Mikoto, que ya estaba en la cocina preparando té, alzó la vista con curiosidad.

—¿Desayunarás aquí, Sasuke? —preguntó con suavidad, acostumbrada a verlo comer antes de salir.

Él negó con un leve movimiento de cabeza mientras ajustaba el cuello de su camisa. —No. Mi sensei pidió que no lo hiciera. —Su tono era firme pero respetuoso.

La mujer parpadeó, sorprendida, y no pudo evitar fijarse en la energía inusual que desprendía su hijo. No estaba serio ni distante, como de costumbre. No, esa mañana parecía casi… emocionado.

—¿Ni un poquito? —preguntó Itachi, extrañado al verlo tan despierto y animado.

— Otro día será —respondió Sasuke con una media sonrisa.

Justo en ese instante, Fugaku apareció en el pasillo. Había salido de su despacho para revisar unos documentos en la comodidad de un buen desayuno, pero se detuvo al ver a Sasuke listo para marcharse tan temprano. El padre se quedó mirándolo en silencio, sin palabras, midiendo cada gesto, como si quisiera leer en él lo que no decía. Sasuke, sin frenar su paso, le devolvió la mirada apenas un instante. Un intercambio breve, cargado de una tensión invisible para cualquiera que no conociera la historia de padre e hijo.

Aun así, Fugaku le asintió, seco y solemne. No había bendiciones ni discursos, pero en esa mínima inclinación de cabeza había un permiso tácito, incluso un rastro de apoyo.

—Suerte —murmuró Mikoto con una sonrisa, intentando suavizar la atmósfera.

—Hn —respondió Sasuke, y sin más, se calzó las sandalias y salió.

El shoji se cerró tras él con un golpe sordo, dejando a sus padres y a Itachi con un pensamiento compartido, algo estaba cambiando.

—Debo apresurarme, quiero llegar temprano —dijo para si mismo, antes de salir con paso firme.

 

Afueras del distrito Uchiha, el reloj marcaba las 5:00 a.m. exactas. La oscuridad todavía abrazaba las calles y el aire frío hacía que el aliento se viera en pequeñas nubes blancas. Sasuke caminaba con paso firme, saludando con un leve movimiento de cabeza a un par de ancianos y señoras que madrugaban para abrir sus tiendas pero su mente estaba en otro lugar. Ellos lo miraban con cierta curiosidad no todos los días se veía al joven Uchiha moviéndose con tanta determinación antes del amanecer.

Ya fuera del distrito, su paso se hizo más ligero. El frío no le molestaba; de hecho, lo mantenía despierto. En los bolsillos traseros de su pantalón llevaba un pequeño tesoro un par de barras de granola, cuidadosamente envueltas. Las había guardado la noche anterior con un propósito muy claro, para Naruto. Eran para Naruto... estaba seguro de que su compañero estaría hambriento, y aunque no era gran cosa, esperaba que al menos lo llenaran un poco. Incluso pensó en compartirlas mientras entrenaban, como un gesto silencioso pero sincero.

En su mente, la imagen se dibujaba con nitidez. Lo veía ahí, hambriento como siempre, con esa sonrisa tonta y los ojos brillando de gratitud al recibirlas. Quizás incluso le diría algo impulsivo, como… invitarlo a salir. Esa idea hizo que un calor inesperado le subiera al rostro. Su inner bullía de emoción. En su imaginación, ya se veía entregándole las barras a Naruto, viéndolo sonreír agradecido. En ese instante, se dejó llevar por una fantasía más dulce Naruto, con esa expresión radiante, pidiendo una oportunidad y él aceptando con una sonrisa tranquila. En su ensoñación, Sasuke se imaginó una escena aún más improbable él y Naruto sentados juntos en la mesa de su cocina, desayunando mientras Naruto reía. Y en medio de esa imagen, Sasuke le decía, con toda la naturalidad del mundo, que si se casaban, él se encargaría de cocinar siempre para él. El pensamiento le arrancó una sonrisa fugaz y privada.

El pensamiento le arrancó una pequeña y casi imperceptible sonrisa, pero tuvo que regresar a la realidad cuando sus pies lo llevaron hasta el punto de encuentro. La fantasía se desvaneció cuando se encontró con Sakura. Ella lo saludó con su mano desde lejos con un entusiasmo radiante, el tipo de energía que normalmente pasaba de largo en él. Sasuke respondió con un asentimiento breve, pero no pudo evitar que su mirada barriera el lugar, buscando… nada. O mejor dicho, buscando a alguien.

Naruto no estaba ahí.

Allí, una voz lo sacó de su mundo.

—¡Buenos días, Sasuke-kun! —dijo Sakura, saludándolo con una energía que hacía eco en la fría mañana.

Sasuke respondió con un gesto breve ante la cercanía de su compañera, aunque su mirada recorrió el lugar con cierta ansiedad ignorando un poco a Sakura. No estaba Naruto. Una diminuta sombra de decepción cruzó su rostro, pero se obligó a mantener la calma. El ligero peso tristeza se le coló al pecho, aunque no dijo nada. Solo se ajustó el cuello de su camisa nuevamente y se mantuvo de pie, esperando, con una paciencia que solo él sabía que no era tal. Aún era temprano… y él sabía que Naruto llegaría.

 

El cielo todavía estaba teñido de un gris profundo, apenas insinuando que el amanecer llegaría en un par de horas. El frío de la mañana calaba en los huesos, y la calle frente al punto de reunión estaba vacía… salvo por Sakura, que ya esperaba con los brazos cruzados y una sonrisa ensayada.

—¿Una linda mañana, verdad Sasuke-kun? —saludó con voz dulce, inclinando apenas la cabeza y procurando que su cabello cayera justo como había practicado frente al espejo.

Sasuke apenas asintió, esquivando su mirada y avanzando un paso para ponerse fuera de su radio inmediato. Él no tenía la menor intención de iniciar una conversación.

Sakura, sin rendirse, se colocó a su lado, buscando algún tema.
—Te ves… diferente hoy. Más… animado. ¿Dormiste bien?

—Hn. —Fue todo lo que dijo, dándole la espalda lo justo para que ella entendiera que no quería seguir.

Mientras Sakura intentaba disimular la molestia, un bostezo sonoro rompió la quietud. Naruto apareció caminando a paso lento, con la chaqueta mal cerrada, los párpados medio caídos y una mano rascándose la barriga como si recién hubiera salido de la cama.

Sasuke sintió un latido acelerarse en su pecho. Su inner gritó en silencio, eufórico "Es él… está aquí."

Naruto se acercó arrastrando los pies y levantó una mano a medias en señal de saludo. — Que hay… —murmuró con voz somnolienta.

—¡Naruto! —exclamó Sakura, frunciendo el ceño— ¡Vas a llegar tarde un día de estos!

Naruto ladeó la cabeza, con una mueca que era mitad sonrisa perezosa, mitad fastidio. —Estoy aquí, ¿o no? —contestó, frotándose un ojo— Deberías agradecerme que llegué a tiempo… —metió un dedo en su nariz y, sin la menor preocupación, se sacó un moco y lo lanzó por ahí con un gesto despreocupado.

Sakura lo miró con repulsión. —¡Eres un marrano!

Naruto sonrió de lado, sacándole la lengua como si fuera un niño de cinco años. —Y tú eres una pesada.

—¡¿Qué dijiste?! —replicó Sakura, elevando el tono.

Sasuke, con los brazos cruzados, observaba la escena en silencio. A pesar de la absurda pelea, no pudo evitar que una pequeña sonrisa se dibujara en sus labios. No era porque disfrutara de la discusión, sino porque ver a Naruto allí, tan despreocupado y auténtico, le resultaba… reconfortante.

Su mirada bajó un instante hacia el bolsillo trasero de su pantalón, donde llevaba las barras de granola. No podía evitar imaginar cómo sería entregárselas, tal vez escuchando un “gracias” genuino de Naruto. Tal vez… hasta se las comerían juntos.

Pero ese momento aún tendría que esperar. Su sensei todavía no llegaba, y él ya estaba preparado para que el día fuera interesante.

 

El sol ya estaba alto cuando la paciencia de los tres genin comenzó a resquebrajarse. El reloj marcaba las nueve en punto, y allí seguían, de pie en el puente de siempre, sin señales de su sensei. El tiempo siguió su lento curso y Kakashi seguía sin aparecer. El aire estaba cargado de frustración. Naruto, tras un rato de esperar en pie, terminó dejándose caer en el suelo, echándose hacia atrás y cerrando los ojos. En cuestión de minutos, estaba dormido, la respiración tranquila y el pecho subiendo y bajando con regularidad.

Eso dejó a Sasuke atrapado con Sakura… otra vez. La kunoichi retomó su campaña de preguntas y comentarios, y él, entrecerrando los ojos, se preguntó si algún dios ninja lo estaba castigando. Su mano se deslizó instintivamente hacia el bolsillo, pero la oportunidad de ofrecer el bocadillo había desaparecido junto con la vigilia de Naruto.

Sasuke poco después, con los brazos cruzados, miraba hacia un punto fijo, intentando ignorar la voz constante de Sakura, que no dejaba de intentar iniciar conversación.

—Sasuke-kun… —dijo ella, acercándose demasiado— ¿No crees que Kakashi-sensei es demasiado irresponsable?

Él apenas ladeó el rostro, soltando un resoplido.

—Hn… —respondió, cortante.

Naruto, mientras tanto, estaba acurrucado contra el poste de madera, durmiendo como si aquello fuera su cama. El cabello alborotado caía sobre su frente, y sus manos descansaban flojas sobre su barriga. Parecía ajeno al hecho de que llevaban cuatro horas plantados.

Sakura, harta de la indiferencia de Sasuke, hizo un comentario más cargado de coquetería, y él dio un paso atrás, marcando distancia. Ella frunció el ceño, pero no insistió.

 

El silencio incómodo entre ellos fue roto solo por el suave ronquido de Naruto. Sasuke, tras mirarlo unos segundos, recordó su pequeño plan de darle las barras antes de comenzar la misión. Sin embargo, con el rubio profundamente dormido y Sakura vigilando cada uno de sus movimientos, esa oportunidad se escapaba.

Finalmente, Sasuke estiró la pierna y empujó suavemente a Naruto con la punta del pie.

—Tsk… despierta —murmuró.

Naruto gruñó, medio abriendo un ojo, antes de desperezarse con un bostezo enorme.

—¿Eh? ¿Ya llegó? —preguntó, restregándose los ojos.

—No —respondió Sakura con un tono cargado de fastidio— Y tú, ¡te quedaste dormido en plena espera!

—Tch… mientras no esté no le veo el problema... —contestó Naruto, rascándose la nuca con desinterés— Que bien dormí.

 

Pero ese instante se rompió cuando una figura alta y desgarbada apareció caminando por el sendero.

Kakashi Hatake.

 

Con una mano en el bolsillo y un libro naranja en la otra, caminaba con calma, como si no hubiera hecho esperar a sus estudiantes durante horas.

—Ah, buenos días —dijo con voz despreocupada, sin levantar la vista de las páginas.

 

—¡¿Buenos días?! —exclamó Naruto, furioso, poniéndose de pie.

 

—¡Nos dejaste aquí plantados por horas! —añadió Sakura, igual de irritada.

 

Sasuke se limitó a fruncir el ceño, la mandíbula tensa.

 

Kakashi pasó frente a ellos sin siquiera detenerse, hojeando otra página. —Mm… qué impacientes.

Ese desinterés absoluto encendió aún más la molestia de los tres.

Naruto apretó los puños. —¡Viejo…!
Sakura estaba a punto de empezar otra queja, pero Sasuke simplemente guardó silencio, reprimiendo la irritación… y con la mente aún en que no había podido darle el dichoso bocadillo a Naruto.

Naruto resopló enojado. —Tsk… ¿y para esto me levanté tan temprano? —murmuró.

Kakashi, sin levantar la vista, dejó escapar un simple. —Hoy empezaremos con algo… especial.

Ninguno de los tres estaba seguro de si eso significaba algo bueno o una nueva tortura.

Kakashi ni se inmutó ante las protestas. Se limitó a sacar un pequeño reloj de bolsillo y a decir, con la calma de un anciano contando una historia. —Hnn… parece que todavía tenemos toda la mañana. Perfecto para mi prueba. —Y así, con su tono pausado, explicó el famoso método los cascabeles, la condición de que solo dos comerían, y que quien no consiguiera un cascabel no volvería jamás a ser ninja.

—¿Ah? ¡¿Solo dos pasarán?! —Naruto frunció el ceño.

 

—La vida es dura —respondió Kakashi, casi sonriendo bajo la máscara— No esperen que sea fácil. — La mañana ya estaba bastante avanzada cuando Kakashi, con esa calma irritante y sonrisa oculta tras su máscara, se paró frente a ellos y levantó un par de cascabeles que tintinearon levemente con el movimiento. —Muy bien, —dijo con voz relajada, como si no hubiera llegado tarde ni nada— el reto es sencillo tienen hasta el mediodía para quitarme estos cascabeles. El que no consiga uno, no almorzará… y volverá a la Academia.

Naruto tragó saliva, pero no por nervios, sino por el hambre que ya sentía anticipadamente. Sakura apretó los puños, dispuesta a dar lo mejor de sí, y Sasuke se limitó a observar en silencio, como evaluando mentalmente cada posible escenario.

Naruto, aún resentido por la espera, frunció el ceño. —¡Eso es pan comido, viejo! —declaró, inflando el pecho.

Sakura le miró con un suspiro exasperado, y Sasuke, aunque serio, mantenía la vista fija en los cascabeles como si ya estuviera calculando cada movimiento. Kakashi, sin darle mayor importancia a sus reacciones, continuó. —Ah, y otra cosa… pueden usar todo lo que tengan a mano. Vengan con la intención de matarme, o no tendrán ninguna oportunidad.

Naruto tragó más fuerte, pero su orgullo no le permitió retroceder.

—Empiezan… ya —sentenció Kakashi, y en un instante, dos se dispersaron.

Excepto uno

Naruto, sin pensarlo dos veces, decidió ir de frente. Creó un enjambre de clones que corrieron directamente hacia su sensei con una coordinación y agilidad que, para sorpresa de Kakashi, eran mucho mejores que las que recordaba haber visto en otros estudiantes. Entre volteretas, patadas bien dirigidas y ataques sincronizados, Naruto lograba presionarlo, obligándolo a esquivar y bloquear con más atención de la que esperaba. Su cuerpo se movía con una agilidad inesperada, esquivando los contrataques y multiplicándose en varios clones de sombra que rodearon al sensei en un intento planeado. Desde sus escondites, Sakura se llevó la mano al pecho al verlo moverse.

 

Sakura lo observaba con cierta incredulidad. —No pensé que el tonto de Naruto pudiera moverse así… —murmuró, aunque sus mejillas se encendieron un poco al verlo esquivar y girar con esa energía desbordante.—No así… —murmuró, impresionada, antes de frenar su sonrojo por estar pensando demasiado en él.

Sasuke, oculto entre las sombras de un árbol, tenía otra expresión. Sus ojos brillaban con una mezcla de sorpresa y algo más cálido, totalmente orgulloso, escondido entre unos arbustos, no apartaba los ojos de la escena una chispa de alegría —y algo más— brilló en su mirada. — Ese es… —pensó, conteniendo una sonrisa— Ese es él Naruto que conozco.

 

Pero la escena dio un giro. En un descuido, mientras Naruto se lanzaba de frente con un grito de batalla, Kakashi desapareció de su campo de visión y reapareció detrás de él con un sello formado por las manos, Naruto no parecía tener una oportunidad, un destello en los ojos de Kakashi anunció lo inevitable. El jonin esquivó un golpe y, con una rapidez imposible, se posiciono a espalda baja de Naruto.

—Jutsu… ¡de los Mil Años de Muerte!—anunció con una sonrisa traviesa.

Todo paró, para los demás, podría ser peligroso para Naruto, Sasuke y Sakura estaban preocupados por no llegar a tiempo a su rescate.

Pero...

 

Un instante después, Naruto salió disparado como un cohete hacia el cielo, gritando con un tono tan dramáticamente cómico que hasta las aves huyeron. El grito ahogado de Naruto resonó por el aire con una expresión cómica de puro trauma.

Sasuke, que había estado conteniendo la respiración, se levantó de golpe. —¡¿Qué rayos…?! —exclamó Sasuke, más bien, él grito poniéndose de pie abruptamente, su grito de indignación traicionó su posición, y en cuanto se dio cuenta, se cubrió la boca con fuerza— Tsk… —Rápidamente se deslizó hacia otro punto más despejado, maldiciendo su error. El Uchiha se deslizó hacia otra zona, buscando un terreno más seguro mientras sus pensamientos hervían de enojo y vergüenza ajena.

 

Desde otro ángulo, Sakura había gritado también, pero en su caso era puro enfado, había soltado un grito, pero el suyo venía cargado de indignación pura. —¡Eso es completamente inapropiado, sensei! —exclamó, pero apenas lo dijo, se dio cuenta de que quedarse quieta la convertía en un blanco fácil aunque enseguida se agachó y cambió de escondite, consciente de lo vulnerable que había quedado. De inmediato se retiró para buscar un mejor lugar.

 

Naruto, por su parte, aterrizó de forma nada elegante y quedó tendido boca abajo en el suelo. Sus ojos tenían lágrimas de caricatura y su expresión era una mezcla de dolor físico y ofensa moral. —Ya no… puedo… sentarme… —gimió, agarrándose el trasero y pataleando como un niño pequeño— ¡Eso no se hace!

Kakashi, impasible, solo se rascó la mejilla. —La vida ninja no es justa, Naruto…

Naruto, mientras tanto, yacía en el suelo con lágrimas corriendo por sus mejillas, meciéndose hacia adelante y atrás como si su alma hubiera abandonado su cuerpo.
—No… no me siento bien… —sollozaba dramáticamente.

 

Kakashi, por su parte, observaba todo sin prisa, como si aquello fuera apenas un calentamiento. —Queda mucho tiempo todavía… —murmuró, dejando que la tensión creciera en el aire.

 

El bosque estaba en silencio, roto solo por el susurro de las hojas agitadas por el viento. Sasuke, aún con el ceño fruncido por lo que le había hecho Kakashi a Naruto, se mantenía agazapado, siguiendo cada movimiento del peliblanco desde la distancia. No podía permitir que su sensei se acercara demasiado; su prioridad no era el cascabel… era Naruto. Sabía que Sakura terminaría volviendo tarde o temprano, así que para él, la estrategia era simple, él y Naruto bastaban para pasar la prueba, seguía enfadado por lo que el jonin le había hecho a su chico, esa humillación innecesaria que no olvidaría tan fácilmente. Después de todo, se repetía, no me importa si Sakura regresa o no… con Naruto basta.

 

Él y yo podemos pasar esta prueba juntos. Su mente ya dibujaba la escena de ellos venciendo a Kakashi, codo a codo.

 

Esperó con paciencia, controlando la respiración, hasta que creyó ver una apertura. Pero justo cuando se disponía a moverse, un silbido cortó el aire y un kunai pasó tan cerca de su rostro que sintió el frío del metal rozarle la piel. Sus ojos se abrieron como cuchillas y, sin perder tiempo, salió disparado, esquivando ramas y raíces con la agilidad de un felino.

 

—Tch… —chistó con fastidio, echándose hacia atrás antes de que otro proyectil pudiera alcanzarlo.

 

Saltó de rama en rama con agilidad, buscando un terreno más seguro, hasta que el olor a tierra húmeda le indicó que estaba fuera del alcance inmediato de su perseguidor. Sin embargo, al girar la cabeza para asegurarse de que nadie lo seguía, había una figura.

 

Alerta y respirando hondo tomo un kunai, y al volver la vista… —¡¿Naruto?! —exclamó, sobresaltado, pero antes de que pudiera acercarse, el chico dio un salto hacia atrás.

El rubio retrocedió un paso más, con gesto nervioso. —¡¿Estás loco o qué?! ¡Casi me matas! —le regañó, apuntándole con un dedo acusador.—¡¿Quieres matarme Sasuke?! —le soltó Naruto, con las manos en la cintura y una mezcla de indignación y susto en el rostro.

 

La dureza en el rostro de Sasuke se suavizó al instante, como si una nube gris se disipara para dejar pasar el sol. Balbuceó, torpe, con un leve rubor en las mejillas. Sasuke, que rara vez se dejaba amonestar por alguien, bajó la guardia. El tono de Naruto, tan genuino y molesto a la vez, le arrancó una sonrisa disimulada.

—Yo… yo no iba a… —se calló, sintiendo cómo su corazón se aceleraba cuando el rubio se acercó y le tomó la mano para arrastrarlo a otro escondite, Sasuke sintió cómo el calor le subía hasta las orejas.

Ese simple contacto bastó para ponerlo en el séptimo cielo. Casi podía oír un coro celestial en su cabeza. Que Naruto diera la iniciativa… era más de lo que se atrevía a soñar. Caminaban juntos, buscando un lugar más apartado, y Sasuke se sorprendía a sí mismo mirando de reojo al rubio, sintiendo que, quizá, la prueba no importaba tanto como aquel momento.

Caminaron rápido, esquivando raíces y ramas, hasta que Naruto se detuvo y, con un impulso ágil, lo empujó contra el tronco ancho de un árbol, rodeándolo con los brazos acorralándolo contra el tronco del árbol. Sasuke quedó atrapado entre la madera y el cuerpo del otro, con los ojos muy abiertos y la respiración algo agitada.

 

—¿Na… Naruto? —murmuró, imaginando por un instante algo completamente distinto. Sonrió, con un deje de ilusión— Así que… ¿pasaremos juntos, eh?

—Aquí no nos van a encontrar —dijo Naruto, concentrado en vigilar el perímetro.

 

Sasuke, con el corazón latiendo como si estuviera en plena batalla, interpretó la situación de otra manera.

 

Juntos… vamos a pasar esta prueba. Solo él y yo.

 

— Naruto, ya no te preocupes tanto, estamos seguros juntos solo somos tu y yo para siempre... —Soltó con alegría mientras se tiraba hacia los brazos del rubio quedando pecho con pecho aunque Naruto era bajo, extrañamente calzaban como dos piezas de un rompecabezas, Sasuke con sus manos sobre el pecho contrario pudo sentir el calor del otro y su propio corazón latiendo desbocado, él cuervo no disimulaba el sonrojo reflejado en su rostro, desviando tímidamente la mirada, alternando entre los cielos despejados de Naruto y sus propios pies. — Solo nosotros...

 

Pero la respuesta no llegó de la forma que esperaba. —Exacto —dijo una voz grave y relajada, que no pertenecía a Naruto.

 

Sasuke sintió un escalofrío. Antes de poder reaccionar, el “Naruto” frente a él se deshizo como humo… revelando el rostro sereno —y un tanto divertido— de Kakashi Hatake.

 

—¿Q-qué…? —Sasuke apenas pudo articular, paralizado por el shock. —Antes de que Sasuke pudiera reaccionar, el peliblanco hizo un sello de manos y el suelo del árbol pareció tragárselo de golpe. En un instante, Sasuke quedó atrapado dentro del tronco, con solo su cabeza, codos y rodillas sobresaliendo como si fuera una figura grotesca tallada en madera.

 

El jonin ladeó la cabeza, sonriendo bajo la máscara. —Vaya, vaya… Parece que estabas muy feliz de verme, Sasuke. Aunque… con esa apariencia, ¿seguro que solo pensabas en trabajo en equipo?

 

La burla encendió una chispa en los ojos del Uchiha. —¡Te mataré! —gruñó, la ira vibrando en cada palabra, aunque la impotencia de su posición lo hacía ver más ridículo que amenazante.

Kakashi solo alzó una ceja y se inclinó un poco, como si compartiera un secreto. —Por cierto… creo que a Naruto le encantaría saber lo mucho que te alegraste de “tenerlo” tan cerca, mientras Sasuke preso de la humillación y la ira, le lanzó a Kakashi una mirada que podía haber quemado el bosque entero.

 

— No te preocupes, tu secreto esta a salvo conmigo — Guiño con su ojo visible y desapareció de la vista en segundos.

 

Sasuke apretó los dientes, con una mirada que prometía venganza… algún día.

Notes:

Mi playlist es mi motivación a seguir y darme ánimos para seguir esta historia, gracias Lana del Rey y Melanie Martinez las amo chicas.

Chapter 7: Parte Il

Summary:

Sasuke, Sakura y Naruto, se unen contra Kakashi y Kakashi no tiene piedad con ninguno.

Notes:

Holi!!! Adivinen quien volvió, tengo buenas noticias ME GRADUE DE MI CARRERA UNIVERSITARIA SOY LINCENCIA AHORA, por eso me perdí un poquito pero no se preocupen esta historia seguirá.

 

Si pueden ver yo dije antes, que Naruto tenía sorpresas y si las tiene el es listo a su manera y muy hábil además de que tiene entrenamiento supervisado por su mejor amigo adivinen, quien entra en escena el próximo parte III y parte final de este arco de los cascabeles, pistas tiene pelaje rojo anaranjado 🧐

 

Cambie cositas, como siempre para adptar a mi vision de este fic, ademas hize que Naruto desarrollará sus capacidades ese jutsu fue entre mio y el canon, algo semejante a los Nara pero muy de Naruto.

 

Ademas Sakura tiene su momento y tendrá sus desarrollos como todos.

Denles tiempo, se estan conociendo.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Kakashi, después de dejar a Sasuke “decorando” el árbol, desapareció con la naturalidad de un gato callejero. Entre la espesura, Sakura seguía moviéndose con cuidado, aunque su atención estaba fija en encontrar al Uchiha. Seguro está peleando contra Kakashi… si lo ayudo, tal vez lo impresione. Pero justo cuando giró por un sendero estrecho, un leve crujido a su espalda la hizo voltear… demasiado tarde.

—Demasiado lenta —susurró Kakashi, y con un sello rápido la sumió en un genjutsu.

El bosque resonaba con el crujido de las hojas bajo los pies de Sakura, quien avanzaba con cautela, escaneando cada sombra en busca de Sasuke. "¿Dónde estará? Naruto tampoco aparece…", pensó, apretando los puños. De repente, una voz familiar la hizo detenerse en seco.

—¿Sakura? ¿Estás bien? —La voz de Sasuke sonó justo detrás de ella.

Ella giró, aliviada. —¡Sasuke-kun! Por fin te encuentro, tenemos que...

Pero las palabras murieron en sus labios. Los ojos de "Sasuke" se curvaron en una sonrisa que nunca le había dirigido antes. Antes de que pudiera reaccionar, el genjutsu se activó. El suelo bajo sus pies se convirtió en un pantano, atrapando sus extremidades mientras una niebla espesa nublaba su visión.

—K-Kakashi-sensei… —masculló, comprendiendo demasiado tarde.

El jonin apareció frente a ella, con su libro en una mano y el otro metido en el bolsillo. —Hmm, deberías prestar más atención a los detalles, Sakura. Un shinobi nunca baja la guardia —dijo, antes de desvanecerse entre los árboles, dejándola inmovilizada en su propia mente dejándola fuera de combate. En su mente, Sakura se encontró frente a la imagen distorsionada de Sasuke, herido y a punto de desvanecerse. Cayó de rodillas, temblando, sin notar que en la realidad estaba tendida en el suelo, completamente vulnerable.

Mientras tanto, Naruto seguía correteando por el bosque, los ojos abiertos en busca de su sensei. —Tengo que encontrarlo, tengo que encontrarlo… —mascullaba— Si no le quito un cascabel, me quedaré atrás... — Naruto saltaba entre los troncos, resoplando. —¡Ese Kakashi-sensei! ¡No me va a ganar tan fácil! —gritó, esquivando una rama baja. Su objetivo era claro encontrar al jonin y arrebatarle uno de los cascabeles. Pero en lugar de toparse con su sensei, sus ojos azules se encontraron con una escena surrealista, algo a lo lejos le llamó la atención una figura atrapada en el tronco de un árbol. Al acercarse diviso como trataba de liberarse con dificultad de un solo brazo y medio torso libre. —¿Sasuke? ¿Qué demonios…? —Naruto se detuvo, observando cómo su compañero sobresalía grotescamente del tronco de un árbol, como si la madera lo hubiera engullido vivo.

Sasuke, con el ceño fruncido y los dientes apretados, levantó la vista al escuchar esa voz. Pero en lugar de alivio, una sospecha ardiente lo consumió. "¿Otra vez Kakashi? ¿Jugando conmigo?"  Pero Sasuke no compartía la broma. En cuanto lo vio, la sospecha le golpeó como un trueno. "Otra vez ese jutsu… Kakashi". —¡Maldito! —gruñó, y sin pensarlo, lanzó un pequeño proyectil impregnado de veneno, que pasó rozando la mejilla de Naruto. —¡No te burles de mí, bastardo! —rugió, y antes de que Naruto pudiera reaccionar, Sasuke lanzó ahora, una ráfaga de shuriken envenenados directamente hacia él.

—¡¿Qué demonios, Teme?! ¡Soy yo! —Naruto saltó hacia atrás, esquivando por poco las hojas afiladas. Pero la ira del Uchiha no cedió. Sasuke no escuchó. La rabia por la humillación aún hervía en sus venas. Con un movimiento seco, logró liberarse del árbol y se abalanzó contra él, propinándole un puñetazo directo que hizo que Naruto perdiera el aire.

—¡Agh! —El rubio cayó al suelo, sosteniendo su nariz que comenzaba a sangrar. —¡¿Estás loco?! ¡Te dije que soy yo, Naruto! ¡¿Qué demonios te pasa?! —protestó el rubio, ahora con el ceño fruncido, sujetándose la nariz.

—¡No vuelvas a burlarte de mí, Kakashi! —espetó Sasuke, cegado por la furia lanzándose sobre él.

Naruto se lo quitó de encima de un empujón brusco, la molestia ya visible en su rostro. —¡Soy yo, idiota! ¡Soy Naruto!

Sasuke parpadeó, la confusión entrando en escena como una bofetada fría. Lo miró bien… y sintió cómo su estómago se hundía. El tono de voz, la expresión de genuino dolor… No era Kakashi.

Era él. El verdadero.

El mundo pareció detenerse. El rubor que antes había sido de furia se transformó en vergüenza ardiente cuando vio la sangre entre los dedos de Naruto.

—N-Naruto… Yo… Pensé que eras… —La voz de Sasuke, normalmente fría, tembló.

Naruto cruzó los brazos, aún molesto. —Pues pensaste mal. Y de paso me diste un golpe gratis. Gracias, de veras.

Sasuke intentó acercarse, buscando reparar el daño. —Déjame ayudarte, ¿te duele mucho?

Pero Naruto dio un paso atrás, esquivándolo. —No necesito tu ayuda. —Naruto se incorporó, sonandose la nariz tirando un poco de sangre al suelo.

Aquellas palabras fueron como un cuchillo suave pero certero. Sasuke apretó los labios, la mirada baja, sintiendo un peso incómodo en el pecho. El calor de la pelea se transformó en un frío silencioso. —…oh —murmuró, aunque en su interior no podía evitar la tristeza. Sasuke intentó acercarse otra vez muy preocupado, extendiendo una mano. —Lo siento, fue un error. Déjame...

—¡Aléjate! —Naruto lo rechazó, apartándose. —No quiero tu ayuda. Ni siquiera sabes distinguirme de un henge o de Kakashi. ¿En qué estabas pensando?

El Uchiha sintió un nudo en el estómago. Las palabras le quemaban más que cualquier técnica de fuego.

"Le lastimé… a él."

—Naruto, por favor… —Su voz fue un susurro, casi desesperado, muy lejos de su usual arrogancia.

Pero el rubio ya se estaba alejando, limpiándose la sangre con el dorso de la mano. —Voy a buscar a Kakashi. Al menos ÉL no me golpea por error.

Sasuke quedó paralizado, el rubio aún con el ceño fruncido, se dio la vuelta para seguir buscando a Kakashi. Y Sasuke, quieto, lo siguió con la mirada, como si sus pasos se llevaran algo más que la distancia física solo viendo cómo la figura de Naruto se perdía entre los árboles. Los dedos que habían estado extendidos se cerraron en un puño, y por primera vez en años, algo más profundo que la rabia lo consumió, la culpa.

"Idiota… ¿Cómo pude confundirlo?"

El viento silbó a su alrededor, pero el frío que sintió no era el del bosque. Era el vacío de haber herido a la única persona que le importaba… y la certeza de que, esta vez, ni siquiera su orgullo podría enmendar el daño. Sasuke, con el orgullo hecho polvo y un nudo en la garganta, siguió a Naruto a cierta distancia. No sabía cómo pedir disculpas otra vez, ni cómo borrar esa expresión molesta que el rubio llevaba en la cara. Cada paso que daba detrás de él lo hacía sentir más incómodo; el silencio era como una pared que no podía atravesar.

—Naruto… —intentó de nuevo, pero el otro ni siquiera giró la cabeza.

—No hables —respondió el rubio, seco mientras se detenía seguido del pelinegro. — Aún me duele.

Sasuke bajó la mirada, mordiéndose el labio.

Qué idiota fui...

El silencio se instaló entre ellos, pesado. Sasuke quería decir mil cosas que lo sentía, que nunca quiso herirlo, que la idea de que Naruto lo mirara con desconfianza le destrozaba algo dentro. Pero las palabras se atascaban, envenenadas por su propio orgullo.

En cambio, hizo lo único que se le ocurrió. Con un movimiento rápido, sacó un pequeño frasco del bolsillo de su pantalón y lo lanzó hacia Naruto.

—Es el antídoto —dijo, evitando su mirada. —… Para el veneno.

Naruto lo atrapó al aire, mirándolo con desconfianza.

—¿Y hasta ahora me lo dices?

Sasuke no respondió. No podía. Cada palabra de Naruto era un recordatorio de su fracaso.

El rubio abrió el frasco y bebió el contenido de un trago, haciendo una mueca ante el sabor amargo. Luego, lo devolvió con un gesto brusco.

—Ahora vete. No te necesito para encontrar a Kakashi.

Sasuke no se movió.

—… No me iré.

—¿Qué?

—Dije que no me iré —repitió, esta vez con más firmeza. —No hasta que… hasta que estés seguro.

Naruto lo miró como si hubiera crecido una segunda cabeza.

—¿Estás enfermo o qué? ¡Hace cinco minutos casi me matas!

—¡Por eso mismo! —Sasuke gritó, perdiendo por fin los estribos. —¡Porque fue un error! ¡Y no voy a dejar que… que…!

Se interrumpió, respirando con dificultad. "Que te pase algo más por mi culpa", pensó, pero no pudo decirlo en voz alta.

Naruto lo observó, confundido. Nunca había visto a Sasuke así… ¿agitado? ¿desesperado? Era desconcertante.

—… ¿Qué te pasa hoy? —preguntó, el enojo dando paso a la curiosidad.

Sasuke apretó los dientes.

En lugar de responder, dio un paso al frente, lo suficientemente cerca para que Naruto retrocediera instintivamente. Pero Sasuke no lo tocó. Solo extendió la mano, con un paño limpio que sacó de no se sabía dónde, y lo ofreció.

—… Sangras por la nariz —murmuró.

Naruto se tocó la cara, como si no se hubiera dado cuenta hasta ahora.

—Ah… sí.

Precavido, tomó el paño y se lo llevó a la nariz, limpiándose con cuidado. Sasuke observó cada movimiento, como si memorizara el gesto.

—… Duele? —preguntó, en un tono tan bajo que casi no se escuchó.

Naruto lo miró de reojo.

—Un poco.

Sasuke asintió, lento.

—… Lo siento.

Era la primera vez que Naruto escuchaba esas palabras salir de la boca de Sasuke sin sarcasmo, sin doble intención. Solo… genuinas.

El rubio suspiró, dejando caer los hombros.

—… Está bien. Ya pasó.

No era un perdón completo, pero era algo. Sasuke asintió de nuevo, y esta vez, cuando Naruto reanudó su camino, no lo siguió tan de cerca… pero tampoco se alejó.

Y en algún lugar entre los árboles, un ojo sonriente observaba la escena antes de desaparecer en una nube de humo.

"Vaya, vaya… esto se pone interesante."

Las ramas crujían bajo sus pies, el viento susurraba entre las hojas, y la tensión entre Naruto y Sasuke era tan densa que casi podía cortarse con un kunai. El rubio caminaba unos pasos adelante, los brazos cruzados y el ceño fruncido, ignorando deliberadamente la presencia del Uchiha, quien, a su vez, lo seguía como una sombra silenciosa y arrepentida.

De pronto, Naruto se detuvo en seco.

—¿Sakura? —Su voz rompió el silencio.

Allí, en medio del claro, yacía su compañera, tendida en el suelo con los ojos cerrados y una expresión de tensión en el rostro. Sasuke se adelantó de inmediato, pero Naruto fue más rápido.

—¡Oye, Sakura! ¡Despierta! —Agitó su hombro, pero ella no reaccionó.

Sasuke observó con atención los pequeños movimientos involuntarios de sus párpados, la forma en que sus dedos se crispaban contra la tierra.

—Es un genjutsu —concluyó, frío.

Naruto asintió, concentrándose. Aunque no era su fuerte, sabía lo básico. Juntó las manos en el sello del Kai y, con un esfuerzo visible, liberó un pulso de chakra.

—¡Despierta ya, Sakura!

La chica de cabello rosa se incorporó de golpe, como si alguien la hubiera sacudido desde dentro. Sus ojos verdes se abrieron desorbitados, la respiración entrecortada. La chica reaccionó como si despertara de una pesadilla, parpadeando con confusión… hasta que enfocó su vista a quien tenia enfrente. Entonces, sin previo aviso, su puño voló directo hacia él. —¡K-Kakashi-sensei…! ¡Dejeme, no—!

Antes de que pudiera terminar, su puño voló directamente hacia la cara de Naruto.

¡PAF!

—¡AUCH! ¡¿OTRA VEZ?! —Naruto se tambaleó hacia atrás, sosteniendo su ya maltratada nariz.—¡¿Pero qué les pasa a todos hoy conmigo?! —protestó, llevándose las manos al rostro— Primero Sasuke, ahora tú… ¡parece que mi cara es un blanco de práctica!

Sasuke, que estaba a un paso, lo sostuvo antes de que cayera al suelo y luego lanzó una mirada fulminante a Sakura.
—¿Era necesario? —preguntó, su voz cargada de desaprobación.

Sakura se encogió de hombros, un tanto incómoda, pero no respondió.

Sasuke se colocó entre ellos con esa misma mirada gélida dirigida a Sakura. —Controla tus reflejos —le espetó, con un tono que hizo que la chica se estremeciera.

Naruto, aún con la nariz adolorida, se apartó un poco y empezó a limpiarse la ligera sangre que salía. —Genial… y todavía me dicen que trabaje en equipo… —murmuró con sarcasmo.

Sasuke se quedó a su lado, en silencio, vigilando que no fuera nada grave, aunque por dentro estaba ardiendo. No sólo por la torpeza de su compañera, sino por la sensación de que, de alguna forma, el día entero se había convertido en una sucesión de ataques contra Naruto… ataques que él mismo había empezado.

Sakura, al darse cuenta de lo que había hecho, palideció.

—¡N-Naruto! ¡Lo siento! ¡Pensé que eras…!

—¡Kakashi-sensei, sí, lo sé! —Naruto gruñó, limpiándose la sangre que volvía a brotar con el dorso de la mano. —¡Todo el maldito equipo me está golpeando hoy!

Sasuke, sin decir nada, sacó otro paño (¿cuántos llevaba encima?) y se lo tendio a Naruto con movimientos cautelosos, como si temiera asustarlo. El rubio lo miró con desconfianza, pero cuando el Uchiha levantó la tela hacia su rostro, no lo rechazó. El dolor era demasiado.

—… Quédate quieto —murmuró Sasuke, limpiando con suavidad la sangre.

Naruto hizo una mueca, pero permitió que lo ayudara, aunque no sin antes refunfuñar. —No es justo… Solo yo salgo lastimado…

—No te muevas —le dijo, su voz suave, casi un susurro.

Naruto resopló, pero no se apartó. —Sólo lo hago porque me duele demasiado… no te emociones, ¿eh? —bromeó entre dientes, aunque su tono sonaba más adolorido que burlón.

Sasuke apenas ladeó la boca, sin quitarle la vista de encima.
—Claro… no me emociono —replicó, pero el leve rubor en sus mejillas lo delató.

Sakura, se mordió el labio ella que estaba unos pasos más atrás observando, se removió incómoda. Un rastro de vergüenza cruzó su rostro y se aclaró la garganta. —Lo siento, Naruto… —Sus ojos se posaron en Sasuke, quien atendía al rubio con una dedicación que jamás había mostrado en nadie. Una chispa de celos comenzó a formarse en su pecho, pero la guardó para más tarde. —Entonces… ¿cómo les fue con Kakashi-sensei?

Sasuke se tensó casi imperceptiblemente, pero fue suficiente para que Naruto lo notara.

—Me tomó por sorpresa —respondió el Uchiha, demasiado rápido, evitando el contacto visual.

Sakura asintió, aunque no parecía del todo convencida.

—A mí también… Me engañó haciéndose pasar por ti, Sasuke-kun —confesó, mirándolo con una mezcla de frustración y nostalgia.

Naruto, todavía con el paño en la nariz, resopló.

—Al menos no les pasó lo que a mí… —Sus palabras se convirtieron en un temblor involuntario. —No quiero ni imaginarme qué haría si… si…

Sakura abrió los ojos como platos, sin saber si reír o sentirse mal. Sasuke, en cambio, apretó la mandíbula y miró hacia otro lado con un brillo peligroso en los ojos. —Ese maldito… —murmuró para sí. La sola idea de Kakashi haciendo eso a Naruto le revolvía la sangre.

Naruto, notando el cambio de expresión de su compañero, lo señaló con un dedo. —Oye… no pongas esa cara. No es como si pudiera deshacer lo que pasó.

—No, pero sí puedo devolvérselo —replicó Sasuke, con un tono tan serio que hasta Naruto dudó si estaba bromeando. Sasuke no pudo evitar una ligera sonrisa, aunque en su interior seguía receloso, planeando en silencio cómo saldar cuentas con su sensei por “atreverse” a humillar a su Naruto.

Sakura, viendo que el ambiente se tensaba, intervino de nuevo. —Bueno… al menos estamos vivos, ¿no? Y todavía tenemos tiempo para conseguir un cascabel.

Naruto se levantó con esfuerzo, frotándose la espalda, y masculló. —Sí… pero si ese hombre vuelve a intentar lo mismo, yo… yo renuncio a la prueba y me hago granjero. — Naruto, que por fin logró liberarse de las manos de Sasuke, se incorporó lentamente y los miró con una mueca. —Al menos no los envenenó… como...—dijo, con un tono que mezclaba resentimiento y trauma.

No terminó la frase, pero Sasuke entendió. "Si Kakashi se hace pasar por él rubio otra vez." El solo pensamiento hizo que su puño se cerrara con fuerza.

Sakura los miró alternativamente, confundida por la dinámica extraña entre ellos.

—¿Ocurrió algo más? —preguntó, directa.

—No —cortó Sasuke, tajante.

—¡Sí! —protestó Naruto al mismo tiempo, lanzándole una mirada acusadora. —¡Este idiota me envenenó!

—¡Ya te di el antídoto! —replicó Sasuke, inusualmente defensivo.

—¡Después de casi romperme la nariz!

—¡Porque pensé que eras Kakashi!

—¡Igual que Sakura, pero ella al menos no usó shuriken envenenados!

Sakura observaba el intercambio con los ojos cada vez más abiertos.

Naruto gruñó, aunque el gesto le tiró de la nariz adolorida y terminó haciendo una mueca. —¡Fue casi intencional! ¡Tu silencio me dice que eso es un sí!

—¡NO ES UN SÍ!

—¡Que sí!

—Bueno… —interrumpió Sakura, tratando de calmar los ánimos nuevamente. — Al menos ahora sabemos que Kakashi-sensei no juega limpio.

Naruto se cruzó de brazos. —Ya lo sabíamos. Pero ahora también sé que no puedo confiar en ninguno de ustedes —murmuró, aunque sin verdadera hostilidad.

Sasuke lo miró de reojo, y por un instante, algo parecido al remordimiento cruzó sus facciones. —… No volverá a pasar —prometió, en un tono tan bajo que solo Naruto lo escuchó.

El rubio lo miró, dubitativo.

—… Mejor que no.

Un silencio incómodo se instaló entre los tres. Sakura tosió levemente.

—Entonces… ¿buscamos a Kakashi-sensei juntos esta vez?

Naruto y Sasuke se miraron, y por primera vez en horas, estuvieron de acuerdo en algo.

—Sí —dijeron al unísono.

Con un salto ágil, se impulsaron hacia las ramas más altas de los árboles. El bosque resonó con el golpeteo suave de sus pies contra la madera, moviéndose con sigilo y sincronía. Eran sombras deslizándose entre las copas, veloces y decididas, conscientes de que el verdadero desafío apenas comenzaba. Desde las alturas de las copas de los árboles, tres pares de ojos escudriñaban el claro del bosque con una intensidad que casi hacía vibrar el aire. El sol comenzaba su lento descenso, tejiendo largas sombras que se extendían como dedos oscuros sobre el suelo de hojarasca. El hambre, la sed y la fatiga eran tres enemigos silenciosos que se habían unido a la prueba, carcomiendo su resistencia y nublando ligeramente sus juicios. Pero por encima de la incomodidad física, una determinación férrea los unía, la necesidad de triunfar, los tres tomaron posiciones, alineándose casi de manera instintiva. Un equipo improvisado, lleno de competencia latente, emociones ocultas y sentimientos encontrados, pero unidos por un mismo objetivo, no permitir que ninguno de ellos quedara atrás, de no ser el desafortunado que quedara atrás.

Sakura, posada en una rama robusta con la gracia de una pantera, fue la primera en romper el silencio táctico. Su voz era un susurro metálico, cargado de una estrategia nacida de la observación y la frustración.

—No podemos seguir correteándolo. Kakashi-sensei conoce este bosque mejor que nosotros y se mueve como un espectro. Tenemos que forzarlo a que venga a nosotros. —Giró lentamente la cabeza para mirar a sus compañeros. Naruto, en la rama de enfrente, se frotaba el estómago con una mueca de dolor, mientras Sasuke, a su lado, mantenía una postura impecable, aunque su mirada no se despegaba del rubio con una preocupación apenas disimulada.

Sasuke asintió, serio, aunque dentro de sí la idea de compartir espacio y estrategia con Naruto lo animaba más de lo que debería. —Tienes razón. No se trata de demostrar quién es más fuerte ahora, sino de conseguir un cascabel.

Naruto, con los brazos cruzados y el ceño fruncido, soltó un bufido. —A mí me da igual con quién, lo único que sé es que no pienso quedarme sin mi parte. Si sólo necesitamos dos, pues ya está, ¿no? Yo y alguien más.

Las palabras del rubio dejaron a Sakura mirando al suelo, con un gesto de disgusto. Ella quería que Sasuke pasara, lo deseaba con todas sus fuerzas. Sasuke, en cambio, sólo pensaba en que Naruto lograra quedarse a su lado. Cada uno guardaba su propia motivación, aunque en apariencia coincidieran en un mismo plan.

El silencio se rompió cuando Sakura, con una firmeza inesperada, habló en voz baja. —No podemos seguir así… si seguimos cada uno por su lado, Kakashi-sensei nos aplastará uno por uno. Tenemos que actuar juntos.

—¿Y cómo hacemos eso, Sakura-chan? —preguntó Naruto, su voz un tanto quejumbrosa— ¿Le mandamos una invitación formal? «Querido sensei, por favor, ven a que te demos una paliza…».

—Escúchala, dobe —cortó Sasuke, su tono seco pero no hostil. Sus ojos se encontraron con los de Sakura— ¿Qué propones?

Ella respiró hondo, sintiendo el peso del liderazgo que, por fin, podía ejercer. — Él quiere que luchemos entre nosotros. Que la competencia por los cascabeles nos divida. Así que haremos lo contrario. Crearemos una situación donde él tenga que intervenir, donde no pueda limitarse a observarnos desde las sombras. Usaremos una técnica a gran escala, algo que no pueda ignorar. Será el cebo.

Naruto parpadeó, la idea encendiendo una chispa en sus ojos azules. —¡Como un señuelo! ¡Y cuando baje, ¡BAM! Los tres le saltamos encima!

—Algo así —asintió Sakura, esbozando una sonrisa tensa—. Pero necesita ser creíble. Tiene que parecer una pelea real, de verdadero peligro.

Sasuke asintió lentamente, su mente analítica procesando el plan. —Un fuego cruzado. Dos de nosotros simularemos un enfrentamiento serio, con técnicas de alto nivel. El tercero estará oculto, listo para flanquearlo cuando baje a «separarnos».

—¡Yo seré el cebo! —declaró Naruto de inmediato, golpeando su puño contra la palma de su mano— ¡Puedo aguantar! ¡Y además, soy el mejor para…!

—No —la voz de Sasuke fue tan rápida y firme que cortó el aire como un kunai— Tú no.

Naruto lo miró, ofendido. —¿Por qué no? ¡Soy perfecto para eso!

—Porque… —Sasuke buscó rápidamente una razón que no fuera «porque no soportaría verte lastimado de nuevo, ni siquiera fingiendo»—… porque tu control de chakra es demasiado irregular. Podrías lastimarte de verdad o delatar el plan. Sakura y yo lo haremos. Nosotros tenemos mejor control.

Naruto abrió la boca para protestar, pero se detuvo. Había una lógica innegable en las palabras de Sasuke, pero también una intensidad en su mirada que iba más allá de lo estratégico. Era… protectora. La rareza de eso lo dejó sin palabras.

—Tiene razón, Naruto —apoyó Sakura, aunque a regañadientes. Preferiría ser ella quien luchara codo a codo con Sasuke, pero el plan tenía sentido— Tú eres el más impredecible. Es mejor que seas la sorpresa. —Señaló hacia un denso matorral de arbustos espinosos en el borde del claro— Te esconderás allí. Cuando Kakashi-sensei baje a intentar parar nuestra «pelea», tú sales y le cortas la retirada. Atacamos los tres a la vez.

Naruto resopló, cruzando los brazos. —Está bien, está bien… Pero ¡tiene que ser un ataque espectacular! ¡O le quitamos los cascabeles o le hacemos comer tierra! O las dos cosas.

Con un asentimiento Sakura hizo señas de que iría a vigilar los alrededores en busca del objetivo y localizarlo. — Volveré en breve — Y desapareció mientras sus compañeros esperaban pacientes mientras Sasuke se tomaba la paciencia de explicar lo que haría Naruto en su posición.

Cuando un sonido gutural y vergonzoso interrumpió la planificación. El estómago de Naruto rugió con una fuerza que parecía hacer temblar la rama. Se sonrojó furiosamente. —¡Maldita sea! ¡No es mi culpa! ¡Es que ese viejo no nos dejó desayunar!

Sin embargo, el rubio lo observaba con cierta suspicacia y aburrimiento… hasta que algo sobresalió de su bolsillo trasero. Fue en ese momento cuando sus ojos se fijaron mejor en el bolsillo trasero de Sasuke. Sin pensarlo demasiado —y con esa falta de vergüenza que lo caracterizaba—, Naruto dirigió la mano sin previo aviso y sacó lo que eran unas barras de alimento envueltas.

Sasuke a su lado, serio, que hasta ese momento estaba pendiente de cada movimiento con su mirada que  permanecía fija en el terreno, calculando cada ángulo, cada posible emboscada fue asaltado repentinamente. Naruto, sin pensar en la prudencia ni en la incomodidad del momento, lanzó la mano con naturalidad y la metió directamente ahí. Sasuke, sin mediar palabra, giró ligeramente y vio a Naruto como metió la mano en el bolsillo trasero de su pantalón. De él sacó apenas a la vista dos barras energéticas, todavía envueltas en su envoltorio plateado. Naruto al verlas sus ojos se iluminaron como dos faros.

—¡¿ESO TENÍAS?! —tronó, y antes de que Sasuke pudiera explicar o ofrecer una, la mano de Naruto se abalanzó más profundo dentro del bolsillo, hundiéndose en él para agarrar las barras con la delicadeza de un martillo.

El contacto, brusco, íntimo y completamente inesperado, electrizó a Sasuke. No fue un golpe, no fue un empujón en una pelea. Fue la mano de Naruto, caliente y un poco áspera, presionando directamente contra la curva de su trasero a través de la tela del pantalón. Un shock silencioso recorrió todo su cuerpo, paralizándolo por una fracción de segundo. Su mundo interior, normalmente un fortín de serenidad y orgullo, estalló en un caos de pánico y euforia adolescente. ¡Tocó! ¡Su mano! ¡Ahí! ¿Fue adrede? ¡No, idiota, era por la comida! ¡Pero me tocó! ¡TOCÓ! Su mente, por un instante, no sonó con el eco de venganzas clánicas, sino con el grito ahogado de una fangirl en un concierto. La sangre se le agolpó en las mejillas, tiñéndolas de un rojo escarlata que nada tenía que ver con la vergüenza y todo con una turbación absolutamente delirante.

—N-Naruto… —balbuceó, su voz un hilillo tembloroso que no le pertenecía— Yo… no sabía que… que querías eso ya… —dijo, con una connotación que solo él entendía, una sonrisa tonta y deslumbrante asomando a sus labios, sus ojos brillando con una admiración que normalmente reservaba para él.

Naruto, ya desgarrando el envoltorio de una barra con los dientes, lo miró como si hubiera perdido la cabeza. —¡Claro que lo quería! ¡Me estoy muriendo de hambre! —Le dio un gran mordisco y un éxtasis de sabor a nueces y pasas inundó su boca— ¡Mmmph! ¡Oh, esto es increíble!

—E-Eres un… un travieso… —logró balbucear Sasuke, y para horror y deleite propio, una risa nerviosa, casi burbujeante, le escapó de los labios. Sonó extraña, juvenil, completamente fuera de lugar. — Ara Ara~ ¡Querías robártelas todas!

Naruto, ya con las barras en su poder, las olisqueaba con avidez. —¡Obvio! ¡Eres un cruel, un tirano, teniendo este tesoro escondido mientras mi estómago se comía a sí mismo! —Desgarró el otro envoltorio con los dientes— ¡Mmmhhh! ¡Sabe a cielo!

La euforia de Sasuke lo embargó. Olvidó por completo la misión, a Sakura, el examen, a Kakashi. Solo vio a Naruto feliz, comiendo algo que él había proporcionado. Se abalanzó hacia él, enlazando su brazo con una familiaridad que nunca antes se habría permitido, pegando su costado al de Naruto.

Sasuke, lejos de ofenderse, se rió, una risa extraña, casi nasal. —Eran para nosotros dos, usuratonkachi~ —dijo, y su voz sonó alegre, casi cantarina. — Tomar lo que quieres sin preguntar… tan típico de ti. —añadió Sasuke, atreviéndose a acercarse más.

Naruto ya estaba devorando la primera mordida de la segunda barra, con una expresión de alivio total. —Pues ahora son para mí, teme —replicó con la boca llena, apartándolo con una mano cuando Sasuke se le pegó abrazándole del brazo como una serpiente.

—¡Oye, qué haces! ¡Suéltame, Sasuke! —Naruto trató de zafarse, pero con una mano ocupada con la barra y la otra intentando empujar la cara sonrojada y sonriente de Sasuke, no tenía mucho éxito. Terminó con la palma de la mano aplastada contra la mejilla del Uchiha, quien, lejos de molestarse, parecía disfrutar del contacto— ¡Déjame!

Sasuke rió suavemente, dejando que lo apartara pero sin alejarse del todo, disfrutando incluso del rechazo. —Qué malo eres… pero igual me gustas así.

Naruto rodó los ojos, pero no ocultó que estaba contento al menos de tener algo en el estómago. —¡Quítate, me asfixias! —protestó Naruto, pero con la boca llena y sin verdadera fuerza. Empujó la cara de Sasuke para alejarlo nuevamente, su palma aplastando la mejilla aún sonrojada del Uchiha— ¡Déjame comer en paz, SON MIAS!

Sasuke se dejó empujar, riendo entre dientes, una expresión tan abiertamente feliz en su rostro que habría sido irreconocible para cualquiera que lo conociera. Se limitó a seguir pegado a él, como un koala, observando cómo Naruto devoraba su barra como si fuera el manjar más exquisito de la tierra. — ¿Sabes? —dijo Sasuke, su voz amortiguada por la mano de Naruto, sus ojos ahora cerrados en un gesto de pura felicidad— Podríamos compartir… Podríamos… compartirlos.

Fue en ese preciso y comprometedor momento cuando Sakura volvió de su breve reconocimiento del perímetro. La escena que se encontró le cortó la respiración. Sasuke-kun, su Sasuke-kun, colgado del brazo de Naruto, sonrojado, riendo y dejándose manosear la cara con una sumisa dicha. Una ola de celos amargos y ardientes le quemó el pecho. ¡¿Qué se creía ese tonto de Naruto?!

—¡¿QUÉ ESTÁN HACIENDO?! —gritó, y su voz no fue un susurro táctico, sino un chillido estridente que hizo que varios pájaros huyeran asustados. Saltó de inmediato, separándolos con brusquedad. Naruto casi se atraganta, y Sasuke frunció el ceño de puro reflejo. Se abalanzó hacia Naruto con una fuerza que sorprendió a ambos, lo llevó lejos de Sasuke a empujones.

—¡Naruto! ¡Deja de aprovecharte de la generosidad de Sasuke-kun! ¡Y deja de molestarlo! —bramó Sakura, señalándolo con un dedo acusador, plantándose entre ellos como una furia rosa.

—¡¿Yo?! —replicó el rubio indignado, aún con la barra a medio acabar— ¡Si fue Sasuke quien se me pegó encima, yo solo comía!

Ignorandolo se giró hacia Sasuke, y su tono cambió radicalmente, volviéndose dulce y apologético— Lo siento mucho, Sasuke-kun, este idiota no sabe comportarse… no tiene modales…

Sasuke, arrancado brutalmente de su éxtasis, la miró con una expresión que pasó de la confusión a un fastidio glacial en microsegundos. El hechizo se había roto.

—Tú eres la que lo está molestando ahora, Sakura —replicó, su voz recuperando su filo habitual— Él solo estaba comiendo.

Sakura se quedó boquiabierta, herida por la reprimenda. Claro, siempre defendiendo a Naruto. ¡Era tan injusto! Pero solo asintió, murmurando un «perdón» casi inaudible, y lanzó a Naruto una mirada que prometía una muerte lenta y dolorosa.

Naruto restando importancia a la situación, para entonces, ya había terminado la última migaja de su barra. Se limpió la boca con el dorso de la mano y, con un suspiro de satisfacción, guardó el envoltorio arrugado en su propio bolsillo.

—Bueno, ya está. Estómago feliz —anunció, estirándose—. Ahora, ¿vamos a por ese pervertido de una vez por todas? Porque si no, se me va a acabar la energía y volveré a ser solo un estómago rugiente con patas.

La crudeza de la declaración devolvió la seriedad al momento. Sasuke asintió, su rostro once más un máscara de determinación impasible, aunque sus orejas aún estaban ligeramente sonrojadas. Sakura, tras tragarse su rabia, también asintió.

—Posiciones —ordenó Sasuke, y su tono no admitía discusión.

Con movimientos sincronizados y silenciosos, los tres saltaron de la rama. Naruto se deslizó como una sombra entre los arbustos espinosos que Sakura había indicado, desapareciendo de la vista por completo. Sasuke y Sakura se posicionaron en extremos opuestos del claro, manteniendo una distancia de unos quince metros. El aire se cargó de una tensión eléctrica, falsa pero convincente.

Sasuke miró a Sakura y asintió una vez, breve y determinado.

Era el momento de actuar.

El claro del bosque, antes sumido en un silencio expectante, estalló de repente en un caos calculado.

—¡No puedes ganarme, Sakura! —gritó Sasuke, su voz proyectada con una furia artificial que resonó entre los árboles— ¡Ese cascabel será mío!

—¡Ni lo sueñes, Sasuke-kun! —replicó Sakura, forzando su tono para que sonara desesperada y determinada— ¡Yo también asendere a chunin!

Y entonces, comenzó el espectáculo. Sasuke lanzó una sucesión de shuriken que pasaron silbando a centímetros de Sakura, clavándose en el tronco de un árbol detrás de ella con precisión milimétrica. Ella, por su parte, respondió lanzando un rollo de alambre ninja que Sasuke esquivó con un salto elegante, haciendo que el metal brillara bajo los rayos del sol que se filtraban entre las hojas. El ruido metálico de los shuriken y el zumbido del alambre llenaron el aire.

—¡Tu puntería es terrible! —la provocó Sasuke, aterrizando en cuclillas.

—¡¿Ah sí?! —gritó ella, y juntó las manos para formar un sello— ¡Prueba esto entonces!

Un humo espeso y repentino estalló alrededor de Sasuke, una técnica de ilusión básica pero efectiva para ocultar movimientos. Desde los arbustos, Naruto observaba con los ojos muy abiertos, impresionado por la convicción de su actuación.

Vaya, parecen de verdad...

En las alturas, oculto en la densa fronda de un pino antiguo, un ojo gris observaba la escena con visible aburrimiento. Kakashi sostenía su libro con una mano, pasando una página con el dedo pulgar.

«Hmm... 'Icha Icha El Paraíso' realmente tiene sus momentos filosóficos interesantes», musitó para sus adentros, sin apartar su ojo único del claro. El alboroto de abajo era apenas un ruido de fondo predecible. «Los shuriken fueron un poco demasiado hacia la izquierda, Sasuke no erraría así... Y Sakura está contrayendo demasiado los hombros, la tensión no es de pelea, es de nervios...» Suspiró. «Qué falta de creatividad. Esperaba más.»

Justo cuando estaba a punto de sumergirse en otro párrafo, el sonido de un sello de manos mucho más enérgico que los anteriores lo hizo levantar ligeramente la vista.

—¡¡Katon: Goukakyuu no Jutsu!! —vociferó Sasuke desde dentro del humo, que se disipó de golpe por la fuerza del viento simulado de su técnica.

No era un Gran Bola de Fuego, pero era una técnica letal, algo nuevo, algo que Kakashi ni le había enseñado todavía. Y la ejecución fue impecable, el sonido del chakra comprimiéndose y liberándose sonó convincentemente real, aunque no hubo ningún viento real que perturbara las hojas. Fue un farol magistral.

Kakashi bajó el libro un centímetro. «Oh? Así que también puede hacerlo.»

Y entonces, Sakura, viendo su oportunidad, gritó: —¡¡No subestimes mi fuerza, Sasuke-kun!! —Y, con un grito que parecía sacado de lo más profundo de sus pulmones, corrió hacia él con un puño levantado, como si fuera a golpear el suelo y crear un cráter.

Esa fue la gota que colmó el vaso. La combinación de una técnica aparentemente de alto nivel y el espectáculo de su única estudiante femenina a punto de autodestruirse el brazo en un ataque suicida fue, aunque él lo supiera ficticio, demasiado tentador para no intervenir. Era su deber como sensei, después de todo, evitar daños estúpidos.

Con un suspiro de fastidio resignado, Kakashi cerró su libro con un golpe seco y se dejó caer de la rama, apareciendo en el centro del claro entre los dos adolescentes en pleno «arranque» con la languidez de quien interrumpe una riña de niños.

—Bueno, bueno, niños —dijo su voz cantarina, con las manos en los bolsillos— Creo que esto ya fue suficiente. No es necesario llegar a la mutilación por un casca...

No terminó la frase.

El instante en que sus pies tocaron el suelo, tres cosas sucedieron al unísono.

El «puño» mortal de Sakura se detuvo en seco a centímetros del suelo, y en su lugar, su mano se cerró alrededor de un puñado de polvo cegador que lanzó directamente al rostro de Kakashi. No era un ataque dañino, era una distracción.

Pero claro...

Sasuke, aprovechando la fracción de segundo en que el jonin estaba momentáneamente cegado, se abalanzó no desde el frente, sino desde un ángulo muerto, su pierna barriendo para derribarlo.

Y de los arbustos, como un zorro rojo enfurecido, surgió Naruto. Pero no iba hacia Kakashi. Iba hacia el lugar donde Sasuke había estado segundos antes, donde una sombra alargada, la del propio Kakashi, se proyectaba sobre la hierba. Su plan no era sujetar al hombre, sino a su sombra.

—¡¡¡KAGEBANSHOU NO JUTSU!!! —gritó Naruto, clamando el nombre de un jutsu que acababa de inventar en el acto, y se tiró de cabeza sobre la silueta oscura, intentando inmovilizarla con sus brazos y piernas como si fuera una entidad física.

Por un brevísimo, glorioso y absurdamente esperanzador momento, pareció funcionar. Kakashi, desequilibrado por el barrido de Sasuke y momentáneamente desorientado por el polvo, titubeó. Su sombra, «inmovilizada» por el peso de Naruto, pareció anclarlo al suelo.

Fue una trampa perfecta. Coordinada, rápida y ejecutada con una fe ciega en un plan descabellado. Los tres corazones latieron al unísono, un mismo pensamiento cruzando sus mentes «¡Lo tenemos!»

Pero entonces, el mundo se detuvo.

Kakashi, con el polvo aún asentándose sobre su máscara y su pelo, simplemente… se rio. Un suave «Ohohoho» que carecía por completo de tensión. Lentamente, como si el tiempo se hubiera ralentizado a su alrededor, alzó una mano y se rascó ligeramente la nuca.

—Muy buen intento, la verdad —dijo, su voz serena y sin recelo. — Coordinación impecable. Estratagema creativa. Casi, casi funcionó.

Sus dedos, que se rascaban la nuca, de repente formaron un sello tan rápido que fue apenas un destello. No era un sello complejo. Era solo uno, el del Kawarimi no Jutsu.

¡CRAACK!

El tronco del árbol donde Sakura había clavado su alambre ninja antes, el que estaba detrás de ella, explotó en mil astillas. No porque lo hubieran golpeado, sino porque Kakashi había intercambiado su cuerpo con él en el nanosegundo que Naruto había «inmovilizado» su sombra. La técnica de sustitución más básica del manual ninja, ejecutada a una velocidad y con un tiempo tan sobrehumano que resultó imposible de prever o seguir.

El estruendo fue ensordecedor. La onda expansiva de chakra puro, no de la explosión del tronco, sino de la velocidad del movimiento mismo, golpeó a los tres genin como un muro invisible.

Sakura fue lanzada hacia atrás, golpeando contra un árbol más pequeño con un jadeo de dolor. Sasuke, que estaba en pleno movimiento de barrido, perdió por completo el equilibrio y rodó por el suelo varios metros antes de chocar contra una roca. Naruto, que tenía los brazos abrazados a nada, solo al suelo, recibió el impacto de lleno y salió despedido como un muñeco de trapo, aterrizando de bruces varios metros atrás, aturdido.

El polvo y las astillas de madera llovieron sobre el claro ahora silencioso. En el centro, donde el tronco había estado, ahora estaba Kakashi, de pie, impecable, sin un pelo fuera de lugar. En su mano izquierda sostenía su libro abierto, como si nunca lo hubiera soltado. Con la derecha, sacó lentamente de su bolsillo los dos cascabeles, que tintinearon con un sonido burlón, metálico y claro en el súbito silencio.

Los agitó suavemente, haciendo que la luz del atardecer se reflejara en ellos.

—La lección de hoy...—dijo, y su voz ya no sonaba relajada, sino grave, impregnada de una autoridad que helaba la sangre—... es que por mucho que trabajen juntos, hay un abismo de poder y experiencia que no pueden salvar con puros trucos. —Su único ojo visible se entornó, mirándolos a los tres, que se incorporaban con dificultad, magullados y llenos de un sentimiento terrorífico instalado en el fondo de sus estómagos. — El examen… acabo. Y parece que tendrán que esforzarse mucho, mucho más la próxima vez. Porque reprobaron.

Notes:

Naruto fíjate en ese chico de cabello negro que te ama tanto, Sasuke solo te quiere a ti 🤩

Chapter 8: Parte III

Summary:

Holis! Como estan, aqui estamos en otro capítulo más y final del arco de los cascabeles.

Procedo a explicar.

Kakashi los somete a situaciones extremas que los llevan al límite emocional y físico, forzándolos a confrontar decisiones difíciles y a cuestionar sus valores como shinobi. A través de momentos de tensión, valentía y desobediencia deliberada, los jóvenes demuestran que su vínculo como equipo es más fuerte que las reglas estrictas impuestas por su maestro. Este capítulo explora los contrastes entre la seriedad de Kakashi, la pasión de Naruto, la determinación de Sakura y las luchas internas de Sasuke, mientras todos aprenden una lección crucial sobre lo que significa ser un verdadero shinobi.

 

Ellos ya están listos para su próxima aventura como el Equipo 7.

Notes:

¡El Equipo 7 es un caos glorioso! Naruto, con su energía de huracán y su obsesión por el ramen, arrastra a todos a su ritmo, incluso cuando Sakura intenta mantener la compostura y Sasuke finge que no le importa (¡spoiler: le importa mucho!). Entre kunais volando, discusiones acaloradas y abrazos inesperados, estos tres son como un torbellino que no sabe si va a salvar el día o a incendiar el bosque intentando hacerlo. Pero una cosa es segura, no hay equipo más leal, ruidoso y listo para desafiar hasta al mismísimo Kakashi-sensei.

 

¡Que tiemble Konoha, porque el Equipo 7 está oficialmente en acción!

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

El silencio que siguió al estruendo fue más ensordecedor que la explosión misma. El polvo y las astillas de madera flotaban en el aire, atrapando los últimos rayos del sol en motas doradas que giraban lentamente antes de depositarse sobre los tres genin derrotados. Naruto se incorporó con un gemido, escupiendo tierra y restos de hojas secas. Sakura, apoyada contra el árbol al que había sido lanzada, se frotaba el costado con una mueca de dolor. Sasuke, desde el suelo, clavaba una mirada de incredulidad y furia contenida en el lugar donde Kakashi había estado, como si aún pudiera desafiarlo con la fuerza bruta de su voluntad.

Pero Kakashi ya no estaba allí. Su voz, serena y cortante como el filo de un kunai a la luz de la luna, llegó desde detrás de ellos.

—¿Lo ven?

Los tres se volvieron a la vez, sus movimientos torpes por el golpe y la conmoción. Kakashi estaba de pie, apoyado casualmente contra el tronco destrozado, hojeando su libro como si nada hubiera pasado. Los dos cascabeles colgaban de su dedo meñique, tintineando con una frivolidad que resultaba obscena.

—Todo ese esfuerzo… toda esa coordinación… —continuó, cerrando el libro con un golpe seco que hizo que todos se estremecieran— Para esto. Para un fracaso estrepitoso.

Naruto fue el primero en reaccionar, la rabia venciendo al aturdimiento. —¡No es justo! ¡Casi te tenemos! ¡Si no fuera por tu… tu truco sucio!

—¿Truco sucio? —La voz de Kakashi perdió toda su falsa indolencia. Se enderezó, y de repente pareció llenar todo el claro con su presencia. El aire se volvió pesado, difícil de respirar— Esto no es un juego, Naruto. No es una competición de la academia donde gana el que grite más fuerte. —Su único ojo visible se posó en cada uno de ellos, y en su profundidad gris había algo gélido, una seriedad que nunca antes les había mostrado— Es la vida real. Y en la vida real, los errores se pagan con sangre.

Sacó un kunai de su funda. La hoja relució, captando la última luz del día y transformándola en un destello mortífero. No lo lanzó. Solo lo sostuvo, jugueteando con él entre sus dedos.

—Hablan de trabajo en equipo, de no dejar a nadie atrás… —dijo, y su tono era ahora una cuchillada baja y deliberada— Son palabras bonitas. Fáciles de decir cuando el peligro es teórico. Pero pongamoslas a prueba. A ver cuán sólidas son realmente.

Su movimiento fue tan rápido que fue apenas un parpadeo. Un instante estaba a diez metros de distancia, y al siguiente, estaba detrás de Sakura. Un brazo rodeó su cuello en un gesto que podía ser protector o letal. La punta del kunai presionó suavemente, con una precisión aterradora, justo debajo de su oreja, donde la arteria latía con pánico.

Sakura emitió un chillido ahogado, todo su cuerpo se tensó como una cuerda de violín. Sus ojos, desorbitados, buscaron a sus compañeros. —S-Sensei… —balbuceó, temblando de pies a cabeza.

—¡KAKASHI-SENSEI! —rugió Naruto, dando un paso instintivo hacia adelante, pero el kunai se presionó un milímetro más, y una gota de sangre carmesí brotó y se deslizó por el cuello pálido de Sakura. Naruto se detuvo en seco, el horror pintado en su rostro.

—Quietos los dos —ordenó Kakashi, y su voz era plana, impersonal, como la de un verdugo— Aquí tienes tu dilema moral, Sasuke. Tu precioso trabajo en equipo.

Sasuke estaba paralizado. La sangre pareció helársele en las venas. El mundo se redujo a la hoja del kunai, a la gota de sangre en el cuello de Sakura, a los ojos aterrorizados de Naruto.

Lanzando algo que nadie había notado antes fue el centro de su atención al instante. —Tienes el kunai que lancé a tus pies —continuó Kakashi, su aliento moviendo el flequillo rosa de Sakura, quien apretaba los ojos con fuerza, conteniendo un grito— Recógelo.

Sasuke miró hacia abajo. Allí estaba, el mango de metal sobresaliendo de la tierra húmeda. Su mano tembló violentamente.

No se movió.

—¡RECÓGELO! —La voz de Kakashi tronó, sin dejar de ser un susurro sibilante.

Sasuke se estremeció. Con movimientos espasmódicos, como si sus articulaciones estuvieran oxidadas, se inclinó y tomó el kunai. El metal estaba frío contra su palma sudorosa. Demasiado pesado.

—Bien —asintió Kakashi, con una calma monstruosa— Ahora, la prueba final. La única forma de salvar a tu compañera de equipo… —Hizo una pausa dramática, dejando que el horror se instalara, que la comprensión los inundara— … es clavándole ese kunai al otro. A Naruto. En el corazón. Mátalo. Ahora.

El silencio fue absoluto. Ni un pájaro cantó. Ni una hoja se movió. Sasuke sintió que el suelo se abría bajo sus pies. La respiración se le cortó. Miró el kunai en su mano, luego a Naruto, cuyos ojos azules, llenos de un miedo puro e indescriptible, estaban clavados en él. No era el miedo a la muerte, era el miedo a él. A lo que pudiera hacer.

—N-No… —logró articular Sasuke, y su voz sonó quebrada, irreconocible— No puedo…

—¿No? —La voz de Kakashi era suave como la seda envenenada— Entonces ella muere. Es una elección sencilla. Uno muere, el otro vive. El trabajo en equipo es, en el fondo, saber a quién estás dispuesto a sacrificar. ¿A la chica que te admira? ¿O al chico del que estas… bueno, al que siempre está ahí?

La presión del kunai aumentó. Sakura gimió, una lágrima escapó de entre sus párpados cerrados y surcó su mejilla.

—¡PARA! —gritó Naruto, su voz desgarrada por el pánico— ¡Déjala ir! ¡Hazme lo que quieras a mí!

—No es tu decisión, Naruto —replicó Kakashi, sin mirarlo— Es la de Sasuke. El líder. El que tiene el poder de decidir el destino de su equipo. Elige, Uchiha. ¿Qué vale más? ¿Tu lealtad… o una vida?

Sasuke miraba fijamente a Naruto. Vio el temblor de sus labios, la palidez que suplantaba a su tez usualmente sonrosada. Vio la absoluta fe, incluso ahora, en sus ojos. Fe en que él no lo haría. Y ese fue el cuchillo más afilado. Su brazo temblaba incontrolablemente. El kunai parecía pesar una tonelada. Mátalo. Las palabras resonaban en su cráneo, la parte shinobi envenenando cada pensamiento. ¿Podría? ¿Podría realmente alzar este metal y clavarlo en el corazón de Naruto? ¿Ver cómo la luz se apaga en esos ojos azules? ¿Sentir su calor escapándose?

Una oleada de náuseas lo recorrió. Su estómago se retorció. No. No. No. Nunca. Preferiría mil veces que le clavaran el kunai a él. Preferiría que el mundo entero se hiciera añicos. Matar a Naruto no era una opción; era la destrucción de todo lo que, sin querer admitirlo, le importaba.

—No… —susurró de nuevo, y esta vez fue un jadeo, las lágrimas de impotencia y terror nublándole la visión— No lo haré. Mátame a mí.

Kakashi lo observó por un largo momento, estudiando el temblor de su mano, la desesperación en sus ojos, la forma en que su mirada se aferraba a Naruto como a un ancla. Luego, con la misma rapidez con la que había aparecido, soltó a Sakura.

El kunai desapareció en su funda.

La tensión se rompió como un cristal. Sakura se derrumbó de rodillas, tocándose el cuello con dedos trémulos, llorando en silencio. Naruto corrió hacia ella, cayendo a su lado, poniendo una mano torpe en su espalda. —¿Estás bien? ¿Sakura-chan?

Esta opto por aferrarse a consuelo más cercano que tenia cerca. Sin mediar palabra. Sasuke permaneció de pie, el kunai aún apretado en su puño, temblando de pies a cabeza, la respiración entrecortada. La imagen de Naruto, asustado, de él, no salía de su mente.

Kakashi caminó lentamente hasta colocarse frente a los tres. Su postura había vuelto a ser relajada, pero la lección pesaba en el aire como el humo.

—Esa es la lección —dijo, su voz había recuperado su tono habitual, pero ahora sonaba grave, llena de un significado sombrío— En el campo de batalla, enfrentarán elecciones imposibles. El enemigo no jugará limpio. Usará sus lazos contra ustedes. —Miró a Sasuke directamente— Dudaste. Temblaste. Y en ese momento de duda, los tres habrían muerto. Un shinobi debe ser capaz de tomar decisiones instantáneas, incluso las más horribles. O encontrar una tercera opción donde no parece haberla. Pero el lujo de paralizarse… no existe.

Señaló con la cabeza hacia el kunai que Sasuke aún sostenía.

—Ninguno de ustedes está listo para eso. Ninguno. —Hizo una pausa, dejando que sus palabras calaran— Pero… el hecho de que te negaras a elegir… también dice algo.

Suspiró, metiendo las manos en los bolsillos.

—El examen ha terminado. Y han reprobado. —Vio cómo los rostros se demudaban, la desesperanza los invadía— Sin embargo… les daré una oportunidad. Una más. En una hora, lo intentaremos de nuevo. Pero por ahora, es hora de almorzar.

La mención de la comida, en medio de tal shock emocional, sonó surrealista. Naruto miró a Kakashi como si hubiera enloquecido.

Kakashi ignoró su expresión y continuó. —Hay tres raciones. Pero solo dos de ustedes comerán. —Su mirada se posó en Sasuke, fría e implacable— Tú fuiste mi primera captura. Fuiste el más fácil de engañar, el primero en caer. La falta de vigilancia tiene consecuencias. Esa será la tuya. No comerás. Esa es la regla. —Señaló el poste de madera que aún estaba medio en pie— Y serás atado allí. Como recordatorio de lo que significa ser la carga del equipo. Lo que significa fallar.

Sasuke palideció. La humillación fue un golpe físico, tan doloroso como cualquier puñetazo. Bajó la mirada, incapaz de soportar la vista de nadie, especialmente de Naruto. Asintió una vez, breve, tragando la amarga píldora de su orgullo herido.

—Naruto, Sakura, coman. —Kakashi arrojó dos paquetes de raciones al suelo frente a ellos— Yo me retiro a descansar. Cuando regrese, espero ver a Sasuke atado al poste y a ustedes reponiendo fuerzas. No compartan su comida con él. Es parte de la prueba. Comprender las consecuencias.

Sin esperar respuesta, Kakashi se dio la vuelta y desapareció entre los árboles con un suave susurro de hojas, dejando un silencio cargado de vergüenza, alivio y hambre.

Por un momento, nadie se movió. Luego, Naruto recogió torpemente las raciones. Miró a Sasuke, que seguía con la cabeza gacha, los puños apretados. Abrió la boca para decir algo, pero Sakura, aún pálida y temblorosa, tomó su ración con manos que aún se estremecían.

—Sasuke-kun… él dijo que… disculpa... —murmuró, sin mirar a Sasuke.

Naruto frunció el ceño, indignado por la injusticia, pero la mirada perdida de Sakura y la postura derrotada de Sasuke lo detuvieron. Con un suspiro resignado, asintió.

Con movimientos lentos y torpes, los dos se acercaron al poste. Sasuke no opuso resistencia. Permitió que Naruto le atara las muñecas con una cuerda de sus propios útiles ninja, aunque sus dedos evitaban tocar su piel, avergonzados. Se mantuvo en silencio, la mirada fija en la tierra a sus pies, sintiendo el vacío abrasador del hambre en su estómago, pero mucho más, la quemazón de la humillación y el fracaso.

Naruto y Sakura se sentaron a unos metros de distancia, desenvolviendo sus raciones. El sonido del papel, el olor a comida sencilla pero sustanciosa, llenó el aire, torturando a Sasuke con cada bocado que ellos tomaban. Él apretó los ojos, intentando aislarse, pero solo podía pensar en la elección imposible, en el kunai en su mano, en el miedo en los ojos de Naruto.

Nunca, juró para sus adentros, con una ferocidad que le calentó la sangre a pesar del frío de la derrota. Nunca volveré a estar tan indefenso.

 

Nunca volveré a temblar cuando él me necesite.

Mientras masticaba su ración con poco apetito, Naruto no podía dejar de mirar a Sasuke atado, solo y castigado. Cada bocado le sabía a ceniza. El "teme" siempre tan seguro, tan superior, reducido a eso… por su culpa, por no haber sido lo suficientemente rápido, lo suficientemente fuerte, lo suficientemente inteligente. Y por primera vez, la idea de ser Hokage no solo significaba ser reconocido, sino ser lo suficientemente poderoso como para evitar que nadie tuviera que pasar por esto nunca más.

 

Para protegerlos a todos, especialmente a él.

 

El sol de la tarde comenzaba a teñir el cielo de naranjas y púrpuras, proyectando largas sombras que se extendían como dedos oscuros sobre el claro del bosque. El silencio solo era roto por el crujido de las hojas bajo los pies inquietos de Naruto y el sonido leve de la masticación de Sakura. Ella comía con elegancia forzada, pero su mirada no se apartaba del suelo, evitando la figura atada al poste.

Naruto, sin embargo, no podía estarse quieto. Cada bocado de su ración le sabía a traición. Sus ojos azules, inquietos, escudriñaban los alrededores, no en busca de amenazas, sino de una oportunidad. Finalmente, no pudo soportarlo más. Con un suspiro de determinación, se puso de pie, agarrando lo que quedaba de su comida.

—Naruto, ¿qué haces? —preguntó Sakura en un susurro alarmado, siguiéndolo con la mirada.

—Lo que deberíamos haber hecho desde el principio —respondió él, sin volverse, su voz cargada de una convicción que no admitía réplica.

Se acercó al poste donde Sasuke permanecía con la cabeza gacha, la digna postura del Uchiha reducida a una silueta derrotada. La sombra de Naruto cayó sobre él. Sasuke alzó lentamente la vista, sus oscuros ojos, velados por la vergüenza, se encontraron con los intensamente azules de Naruto. Y entonces, ocurrió. Un rubor instantáneo y traicionero tiñó sus pálidas mejillas. Sasuke no lo podia evitar ¿Por qué ahora? ¿Por qué él, justo ahora, cuando estoy en lo más bajo?

—Abre la boca —ordenó Naruto, su tono era brusco, pero carecía de dureza. Sostenía un pedazo de su ración, un simple trozo de pan y carne seca, como si fuera el tesoro más valioso del mundo.

Dentro de la mente de Sasuke, un torbellino de emociones estalló en su propio festival de caos privado. Su inner, esa parte oculta, exuberante y ridículamente enamorada que solo Naruto podía desatar, saltó de alegría.

¡¡ÉL SE ACORDÓ DE MÍ!! ¡¡ME VA A ALIMENTAR!! ¡¡CON SUS PROPIAS MANOS!! ¡¡ESTO ES MEJOR QUE CUALQUIER FESTÍN DEL CLAN!! ¡¡MIRA SU CARA DE DETERMINACIÓN, ES TAN HERMOSO!! ¡¡OJALA PUDIERA.... QUIERO GUARDAR ESTE MOMENTO EN UN SHARINGAN PARA SIEMPRE!! ¡¡AY, MI CORAZÓN!!

Por fuera, Sasuke solo logró un leve parpadeo y su rubor aún más intenso. —N-Naruto… Kakashi dijo… —intentó protestar, pero su voz sonó débil, quebrada.

 

—Kakashi-sensei dijo un montón de cosas —lo interrumpió Naruto, con un gesto de impaciencia— Pero también dijo algo sobre el trabajo en equipo y no abandonar a los compañeros, ¿o no? —Sus ojos se suavizaron un poco— Y tú… tú me diste de comer antes, ¿recuerdas? Esas barras. No eres… no eres tan malo, teme. No puedo dejarte aquí con hambre. No soy así.

Las palabras de Naruto, dichas con una sinceridad tan cruda que casi dolía, impactaron en Sasuke con más fuerza que cualquier cosa. El torbellino interno enloqueció.

¡¡ME LLAMÓ 'TEME'! ¡¡EL APODO QUE USA PARA MÍ!! ¡¡Y RECUERDA LAS BARRAS!! ¡¡NOTÓ MI ESFUERZO!! ¡¡ME NOTA!! ¡¡DE VERDAD ME VE!! ¡¡MADRE, NII-SAN, SHISUI, ¡¡TENGO QUE CONTARLES TODO CUANDO LLEGUE A CASA!!

Sakura se acercó, titubeante. —Naruto, en serio, no deberíamos… si Kakashi-sensei se entera…

Naruto se volvió hacia ella, y por primera vez, no había rastro de su usual torpeza o burla hacia ella. Solo una firmeza serena. —¿Y qué? ¿Vas a obedecer ciegamente después de lo que hizo? ¿Después de ponernos a elegir quién vive y quién muere? —preguntó, y Sakura retrocedió un paso, avergonzada— Él es nuestro compañero, Sakura. Aunque sea un raro e idiota arrogante y me haya envenenado… es nuestro raro idiota arrogante. Y no lo abandonamos.

La crudeza y la lealtad en sus palabras hicieron que el corazón de Sasuke diera un vuelco tan violento que sintió que el poste se tambaleaba. ¡¡'NUESTRO'!! ¡¡ME INCLUYÓ!! ¡¡SOY SUYO!!

Incapaz de resistirse por más tiempo, y con el estómago rugiendo en agonía, Sasuke abrió la boca ligeramente. Naruto, con una concentración inusual, acercó con cuidado el trozo de comida. Sus dedos rozaron levemente los labios de Sasuke, y el Uchiha sintió una descarga eléctrica que le recorrió toda la espina dorsal. Su inner se desmayó internamente.

 

Al diablo los palillos.

 

Sakura, viendo la escena, sintió una punzada de celos, pero también de culpa. Naruto tenía razón. Con determinación renovada, tomó un poco de su propia ración y se acercó. —Toma, Sasuke-kun —dijo, su voz mucho más suave— Él… Naruto tiene razón.

Así, bajo el cielo crepuscular, los dos genin alimentaron a su tercer compañero, desobedeciendo abiertamente las órdenes de su sensei. Para Sasuke, cada bocado sabía a victoria, a aceptación, a una cálida luz que derretía el frío de la humillación. No era solo comida; era un salvavidas.

En las sombras de la espesura, un ojo gris observaba la escena. Detrás de la máscara, Kakashi sonreía, una sonrisa genuina y cálida que llegaba a sus ojos. Bien hecho, pensó, lleno de un orgullo silencioso. Muy bien hecho.

Minutos después, cuando la ración había desaparecido y una paz incómoda se había instalado, Kakashi apareció de repente en el centro del claro con un shunshin tan silencioso que los tres dieron un respingo.

—¡USTEDES! ¡Qué desobediencia tan flagrante! —exclamó, poniendo las manos en las caderas en un gesto de fingido enfado. Su voz era grave, cargada de decepción teatral— ¿Acaso mis órdenes no son lo suficientemente claras? ¿Creen que las reglas son solo sugerencias?

Naruto, para sorpresa de todos, fue el primero en reaccionar. Se interpuso entre Kakashi y Sasuke, como un pequeño guardián de cabello amarillo. —¡Sus órdenes fueron injustas! —declaró, con el puño apretado— ¡Castigarlo así no es trabajo en equipo! ¡Es ser cruel!

Sasuke, detrás de Naruto, lo miraba con los ojos muy abiertos, el rubor regresando a sus mejillas con fuerza. Su inner despertó y estaba en pleno éxtasis. ¡¡ME ESTÁ PROTEGIENDO!! ¡¡NARUTO ME PROTEGE!! ¡¡ES MI HÉROE HERMOSO Y VALIENTE!! ¡¡QUIERO CASARME CON ÉL AHORA MISMO!!

—¡Sí! —apoyó Sakura, encontrando valor en el ejemplo de Naruto— ¡Un equipo se apoya, no se abandona! ¡Usted mismo nos lo enseñó!

Kakashi los miró severamente por un largo momento, su único ojo recorriendo sus rostros decididos. La tensión era palpable. Luego, de repente, toda la severidad se esfumó de su postura. Se rio suavemente, una risa cálida y genuina que los dejó perplejos.

—Muy bien —dijo, y su voz sonaba diferente, más ligera, más orgullosa— Muy, muy bien.

Los tres genin parpadearon, confundidos.

—La prueba… ha terminado —anunció Kakashi, metiendo las manos en los bolsillos— Y los apruebo. A los tres. Oficialmente, son genin del Equipo 7.

El silencio que siguió fue de absoluta incredulidad. Naruto fue el primero en romperlo. —¿Q-Qué? ¿Pero…? ¿Cómo? ¡Si desobedecimos!

—Precisamente por eso —explicó Kakashi, su mirada suave— La misión más importante para un shinobi no es seguir órdenes ciegamente. Pues bien los que rompen las reglas son escoria, pero los que abandonan a sus amigos son peores que escoria. El proteger a sus compañeros. Es entender que los lazos que los unen son su mayor fuerza, no una debilidad. —Miró a Naruto— Tú, que te negaste a abandonar a un compañero incluso bajo la amenaza de un castigo. —Miró a Sakura— Tú, que superaste tu miedo y tu rigidez para hacer lo correcto. —Y por último, su mirada descansó en Sasuke, que seguía atado, escuchando con una mezcla de asombro y una esperanza que creía perdida— Y tú, que aceptaste la ayuda, que permitiste que tu orgullo se doblegara por el bien del equipo. Eso es lo que buscaba. No la obediencia. La lealtad.

La revelación los dejó aturdidos. ¡Habían pasado! ¡Era una prueba!

—¡DE VERAS! —gritó Naruto, de repente eufórico— ¡LO SABÍA! ¡SABÍA QUE NO ERAS TAN MALO, SENSEI! —Y, en un arranque de pura alegría, se abalanzó hacia Sasuke y comenzó a desatar las cuerdas con manos temblorosas— ¡¿LO OYES, SASUKE?! ¡¡LO LOGRAMOS!!

Las cuerdas cayeron al suelo. Naruto, en un impulso irrefrenable, lanzó los brazos al cuello de Sasuke en un abrazo apresurado y lleno de fuerza, saltando de pura felicidad. —¡¡ERES UN TEME, PERO ERES NUESTRO!!

Sasuke, con las muñecas libres y adoloridas, se quedó completamente inmóvil. El contacto fue abrumador. El calor de Naruto, su entusiasmo, su olor a cítricos y a sol… Su inner explotó en una cacofonía de campanas de boda y fuegos artificiales. ¡¡ME ESTÁ ABRAZANDO!! ¡¡ABRAZÁNDOME!! ¡¡ESTO ES REAL!! ¡¡NO ME DESPIERTEN NUNCA!! Por fuera, su rostro estaba escarlata, sus ojos miraban al frente sin ver, y sus brazos se alzaron de forma torpe y rígida, casi robótica, para envolver levemente la espalda de Naruto, como si temiera que se rompiera.

— Esperen ¡No me dejen atrás! —Sakura, no queriendo quedarse fuera, se abalanzó sobre el lado libre de Sasuke, abrazándolo también, aunque su abrazo era más tímido, más una afirmación de "¡Yo también estoy aquí!".

Pero Sasuke apenas la registró. Todo su mundo, todo su ser, se había reducido al peso de Naruto contra su pecho, a la risa del rubio resonando en su oído, a la abrumadora, vertiginosa, maravillosa realidad de que Naruto lo abrazaba, lo defendía, lo consideraba suyo.

Kakashi observó la escena, la imagen de los tres abrazados, con Sasuke en el centro, sonrojado y aturdido, Naruto colgado de él como un mono feliz, y Sakura aferrándose a su brazo. Sonrió detrás de la máscara.

—Bueno —dijo, rompiendo el momento— Creo que eso es todo por hoy. Mañana, las misiones de rango D comienzan a las ocho en punto en la sala de reuniones. No lleguen tarde. —Hizo un último gesto con la mano— Y… bienvenidos al mundo de los shinobi.

Y con eso, desapareció en una nube de humo, dejando al Equipo 7 solo en el claro, bañado por la última luz del día, unido no por la perfección, sino por la lealtad imperfecta, desordenada y inquebrantable que acababan de demostrar. Y en el centro de todo, un Uchiha cuyo corazón latía a toda prisa, soñando ya con la llegada a casa y la historia que tendría que contarle a su familia sobre el día en que el chico de sus sueños, literalmente, saltó a sus brazos.

 

La euforia del momento comenzó a ceder, dejando a su paso un agradable hormigueo de cansancio y realización. Naruto, con una última y vigorosa palmada en la espalda de Sasuke que casi lo hace tropezar, se separó por fin, liberando al Uchiha de su abrazo asfixiante. Su rostro, iluminado por una sonrisa desbordante, parecía capturar los últimos rayos del sol poniente.

—¡¡Lo logramos!! —exclamó, alzando los puños al cielo en un gesto de triunfo absoluto— ¡¡El Equipo 7 está oficialmente en acción! ¡¡Y esto es solo el primer paso! ¡¡El primer paso de muchos para convertirme en Hokage, de veras!!

Su voz, llena de una fe inquebrantable, resonó en el claro silencioso. Sakura, que aún se aferraba con timidez al brazo de Sasuke, rodó los ojos, pero una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios. —Sí, sí, Naruto. Muy impresionante.

Pero fue Sasuke quien respondió, y su voz, aunque más contenida que la de Naruto, tenía una cualidad inusual, una calidez que rara vez permitía filtrar. Sus ojos oscuros, aún con un destello del rubor anterior, se clavaron en el rostro radiante del rubio.

—No lo dudo —dijo, y las palabras sonaron sinceras, sin el habitual deje de sarcasmo que todos suelen ver— Con esa terquedad tuya… es cuestión de tiempo antes de que acabes dando órdenes a todo el pueblo. —Hizo una pausa, y un ligero, casi imperceptible, giro de sus labios asomó— Aunque probablemente será un desastre administrativo.

Naruto lo miró, desconcertado por un segundo por la falta de burla directa. Luego, su sonrisa se amplió aún más, si era posible. —¡¡Ja! ¡Ya verás, Sasuke! ¡Seré el Hokage más grande que Konoha haya tenido! ¡Y tú y Sakura-chan serán mis guardaespaldas personales o lo que sea!

Sakura, al oír que la incluía en su futuro imaginario, soltó el brazo de Sasuke y puso las manos en las caderas. —¡¿Guardaespaldas?! ¡Yo planeo ser una kunoichi médica de alto nivel, para tu información! ¡No una simple guardaespaldas!

—¡Lo mismo da! —replicó Naruto con un gesto despreocupado— ¡Lo importante es que estaremos juntos! ¡Como un equipo!

La mención de "juntos" hizo que el corazón de Sasuke diera otro vuelco traicionero. Su inner susurró, Juntos. Siempre juntos. Es lo único que importa.

El cielo se teñía de un azul oscuro y las primeras estrellas comenzaban a titilar. El aire se enfriaba rápidamente.

—Bueno… —dijo Sakura, frotándose los brazos— Deberíamos irnos. Es tarde y mañana empezamos temprano.

Los tres asintieron y comenzaron a caminar juntos por el sendero que conducía de vuelta a la aldea. El camino era estrecho, obligándolos a caminar en una fila un poco desordenada. Sakura, recuperando algo de su confianza, se las arregló para colocarse al lado de Sasuke.

—Ha sido un día increíble, ¿verdad, Sasuke-kun? —preguntó, ladeando la cabeza y tratando de captar su mirada— Aunque un poco aterrador. Me alegra tanto que hayamos pasado juntos. —Su voz adoptó un tono dulce, coqueto.

Sasuke, sin embargo, apenas pareció escucharla. Sus sentidos estaban hipnotizados por la figura que caminaba un paso por delante de ellos. Naruto iba saltando de vez en cuando sobre alguna raíz, hablando solo en voz alta.

—…y entonces, para celebrar, ¡seguro que el viejo e Iruka me invitan a un ramen! ¡O quizás dos! ¡O tres! ¡Con extra de cerdo! —murmuraba, completamente absorto en sus pensamientos gastronómicos— Aunque a lo mejor Teuchi me echa otra vez si no tengo suficiente dinero… Tendré que colarme por la ventana de la cocina otra vez con ayuda de Ayame…

Una sonrisa genuina, pequeña pero indudable, apareció en los labios de Sasuke. La absurdidad de Naruto, su obsesión monomaniaca con el ramen, le parecía de repente la cosa más encantadora del mundo. —Tendrías que dejar de colarte, usuratonkachi —dijo, y su voz sonó suave, casi un susurro juguetón— Algún día te atraparán y tendré que ir a rescatarte de la celda de los borrachos.

Las palabras flotaron en el aire fresco de la tarde. No eran exactamente un coqueteo, pero llevaban una carga de familiaridad y afecto que Sasuke nunca mostraba con nadie más. Una atención personal, íntima, dirigida única y exclusivamente a Naruto.

Sakura, a su lado, frunció el ceño ligeramente. —Sasuke-kun, ¿le estás hablando a Naruto? —preguntó, un deje de confusión en su voz.

Pero Sasuke la ignoró por completo. Sus ojos no se despegaban de la nuca despeinada de Naruto.

Naruto, por su parte, se volvió medio camino, caminando de espaldas por el sendero con la agilidad de un gato. —¡Je! ¡Como si necesitara que me rescates! ¡Soy el futuro Hokage, recuérdalo! ¡Puedo escapar de cualquier celda! —Luego, su expresión se volvió pensativa— Aunque… si hay ramen de por medio, igual sí acepto tu ayuda. Pero solo si me invitas tú después.

La propuesta, hecha con total ingenuidad, fue recibida por el inner de Sasuke como una declaración de intenciones matrimoniales. ¡¡UNA CITA! ¡¡ME ESTÁ PIDIENDO UNA CITA PARA COMER RAMEN!! ¡¡ES OFICIAL, MAÑANA LE PREGUNTO A MADRE CÓMO SE PLANIFICA UNA BODA ENTRE CLANES!! Por fuera, Sasuke simplemente emitió un "Hn" que sonó sospechosamente satisfecho y desvió la mirada, como si el paisaje nocturno de repente fuera fascinante. Sus orejas, sin embargo, delataban su agitación interior, tornándose de un rosa intenso.

 

Sakura miró alternativamente a Sasuke, que parecía estar teniendo una experiencia espiritual contemplando un arbusto, y a Naruto, que había vuelto a girarse y ahora tarareaba una cancioncilla sobre fideos. Un profundo suspiro de exasperación escapó de sus labios. Claramente, su táctica de coqueteo directo no estaba funcionando esta noche. Decidió cambiar de estrategia y mantener el hilo de la conversación original.

—Bueno, yo creo que lo importante es que demostramos nuestro valor como equipo —dijo, con énfasis— Y que, con entrenamiento, seremos genin excepcionales. ¿No creen?

—¡Sí! ¡Excepcionales devoradores de ramen! —gritó Naruto desde el frente, completamente fuera de contexto.

Sasuke, arrastrado de vuelta a la realidad por el grito de Naruto, asintió levemente, aunque su "sí" parecía más dirigido a la afirmación del ramen que a la de Sakura.

Llegaron al borde del bosque, donde el camino se ensanchaba y se convertía en uno de los senderos principales de Konoha. Las luces del pueblo brillaban como luciérnagas en la distancia, prometiendo calor, comida y hogar.

—Bueno… —dijo Sakura, deteniéndose— Mi casa es por allá. —Señaló hacia el este— Nos vemos mañana a las ocho, ¿vale? ¡No lleguen tarde!

—¡Nunca! —declaró Naruto con una energía que el cansancio del día no había logrado mermar.

Sasuke asintió en silencio, sus ojos aún fijos en Naruto.

Sakura los miró una última vez, aún un poco frustrada pero resignada, y se marchó con un último "¡Adiós, Sasuke-kun!" que fue recibido con otro asentimiento distraído.

Cuando se quedaron solos, los dos chicos se miraron. El bullicio de la aldea era un murmullo lejano.

—¿Y tú? —preguntó Naruto, metiendo las manos en los bolsillos de sus pantalones. — ¿Vas para el distrito Uchiha?

—Sí —respondió Sasuke. Su voz sonó extrañamente suave en la quietud de la noche— Tengo… cosas que contar.

—¡Ja! ¡Seguro les cuentas lo genial que fui! —bromeó Naruto, dando un puñetazo suave al aire.

Sasuke lo miró, y por un instante, la máscara se quebró por completo. Su expresión fue de una ternura tan abrumadora que, de haberla visto, Naruto se habría quedado perplejo. —Algo así —murmuró Sasuke, y luego, rápidamente, como si temiera haber dicho demasiado, añadió— No causes muchos problemas camino a casa, ¿entiendes?

 

—¡No prometo nada! —replicó Naruto con una risotada, y comenzó a caminar hacia la dirección opuesta, dando la espalda y alzando una mano en un saludo despreocupado— ¡Nos vemos mañana, teme! ¡No me ganes llegando tarde!

Sasuke se quedó quieto, observando cómo la figura de Naruto se alejaba, saltando entre las sombras, tarareando su canción sin sentido. Permaneció allí hasta que el brillo del cabello rubio se fundió por completo con las luces de la aldea.

Solo entonces, con el corazón aún latiendo con fuerza contra sus costillas y una sonrisa tonta que se negaba a desaparecer, Sasuke Uchiha emprendió el camino a casa, a su clan, a su familia. A la historia que estaba impaciente por contar.

El distrito Uchiha, con sus calles amplias y sus edificios de estilo tradicional, estaba sumido en la tranquila calma del anochecer. Las farolas de papel se encendían una a una, proyectando una luz cálida y danzante sobre los escudos de abanico que adornaban las fachadas. Sasuke caminaba por la calle principal, y a diferencia de su habitual paso rápido y mirada al frente, hoy su andar era más pausado, casi flotante. Una sonrisa pequeña pero persistente, un gesto rarísimo en él, no abandonaba sus labios.

—Buenas noches, Sasuke-kun —saludó un anciano sentado en el porche de su casa, tallando un trozo de madera.

Sasuke, por lo general, hubiera respondido con una inclinación de cabeza casi imperceptible y habría seguido su camino. Pero esta noche, se detuvo. —Buenas noches, señor Hayate. ¿Cómo está su nieto?

El anciano parpadeó, sorprendido por la amabilidad inusual. —Bien, bien, gracias por preguntar. Ya casi no tose.

—Me alegro —dijo Sasuke, y la sonrisa se amplió un poco, mostrando un destello de diente, antes de continuar su camino.

El viejo Hayate se quedó mirando su espalda, desconcertado y un tanto conmovido. «Vaya… el pequeño Sasuke-kun parece… contento.»

Esa misma escena se repitió un par de veces más. Una sonrisa aquí, un saludo allí. El aura de seriedad distante que siempre lo rodeaba parecía haberse suavizado, dejando traslucir una luz interior que contagió a los pocos miembros del clan que aún estaban en la calle. Al doblar la esquina hacia la plaza central, donde se alzaba la residencia principal de la familia Uchiha, una figura alta y esbelta se separó de las sombras de un arce. Vestía la ropa casual de los ANBU, pantalones negros y una camisa de cuello alto, y su pelo, tan negro como el de Sasuke, caía suelto sobre sus hombros. Itachi.

 

Sasuke lo vio y su corazón dio un brinco de alegría pura. Sin pensarlo, sin importarle quién pudiera estar mirando, corrió hacia él. —¡NII-SAN!

Itachi, que observaba a su hermano menor con una curiosidad silenciosa desde que lo vio entrar al distrito con ese aire inusual, abrió los brazos justo a tiempo para recibir el impacto de Sasuke, que se lanzó contra su pecho en un abrazo que era puro entusiasmo juvenil. Itachi se balanceó ligeramente sobre sus talones, una sonrisa serena y amorosa iluminando su rostro, aunque sus ojos oscuros reflejaban una leve sorpresa. Sasuke no era dado a muestras físicas de afecto tan efusivas en público. —Parece que alguien ha tenido un buen día —comentó Itachi, su voz era un susurro melodioso y calmante. Su mano se posó sobre la cabeza de Sasuke, acariciando su cabello despeinado con suavidad.

—¡El mejor! —murmuró Sasuke contra su camisa, su voz apagada pero vibrante de emoción— ¡O casi el mejor! ¡Pasamos la prueba, nii-san!

Itachi notó el "casi", pero decidió no presionar. Por ahora, la felicidad de su hermano era lo único importante. —Eso es una gran noticia, Sasuke. Te felicito. —Lo soltó suavemente y lo miró a los ojos— Madre y padre enviaron un mensaje. Están en una reunión del consejo del clan. Puras cosas administrativas aburridas. Cenaremos solo nosotros dos.

Sasuke asintió, casi aliviado. La complicada relación con su padre, las expectativas y las discusiones silenciosas de la noche anterior sobre su "actitud" y su "falta de enfoque"… todo eso podía esperar. Esta noche era suya.

—Vamos —dijo Itachi, poniendo un brazo sobre los hombros de su hermano y guiándolo hacia la casa— Me puedes contar todo mientras me ayudas a preparar la cena. Dudo que mis habilidades culinarias sean suficientes para celebrar apropiadamente.

Dentro de la espaciosa pero acogedora cocina de la residencia Uchiha, con el aroma a madera de cedro y té verde flotando en el aire, Sasuke se movía con una energía que Itachi no le veía desde hacía tiempo. Mientras picaba verduras con una concentración inusual (y una habilidad bastante mejorable), la historia comenzó a brotar de él como un manantial.

—…y entonces Kakashi nos amenazó, y puso un kunai en el cuello de Sakura, y dijo que yo tenía que elegir, que tenía que… que tenía que matar a Naruto para salvarla… —contaba, sus palabras se aceleraban, mezclando la emoción con un vestigio de la horrorizada incredulidad del momento.

Itachi, friendo suavemente un pescado en la estufa, escuchaba en silencio, su expresión impasible pero sus ojos absorbían cada palabra, cada matiz en la voz de su hermano.

—…y yo no podía, nii-san, no podía siquiera pensarlo… y entonces Naruto, mi Naruto, tan terco y valiente… —la voz de Sasuke se suavizó, se llenó de una admiración que no intentaba disimular— …se plantó frente a mí, desafiando a Kakashi, diciendo que sus órdenes eran injustas, que no iba a abandonar a un compañero… y Sakura también se unió… y entonces… entonces nos aprobó. Dijo que esa era la lección. Que lo importante era no romper los lazos.

Itachi dejó de revolver por un momento. Miró a su hermano menor. El fuego de la estufa reflejaba chispas de luz naranja en sus ojos oscuros, usualmente tan llenos de una seriedad prematura, ahora brillaban con una luz diferente. Una luz que Itachi reconocía, y que le aliviaba el corazón profundamente. Después de la tensión de la noche anterior, ver a Sasuke así… era un regalo.

—Suena a un jonin muy sabio —comentó Itachi al fin, volviendo a su pescado— Y a un equipo con un espíritu… notable.

—¡Sí! —asintió Sasuke con fervor, dejando el cuchillo— Y Naruto, él… —Se interrumpió, un rubor súbito tiñendo sus mejillas. Tomó un plato para poner la mesa, evitando la mirada de su hermano— …fue mi héroe. Eso es todo.

Itachi no dijo nada. Solo una suave y casi invisible sonrisa jugueteó en sus labios. Sabía, por el tono de voz, por el rubor, por la forma en que decía ese nombre —Naruto— que era mucho más que "solo su héroe". Pero guardó el conocimiento para sí mismo.

 

Algunos jardines debían florecer sin ser pisoteados.

Una vez que la mesa estuvo puesta con sencillez pero elegancia, y los platillos humeantes de pescado, arroz, sopa y verduras al vapor estuvieron servidos, se sentaron frente a frente. El silencio era cómodo, roto solo por el clic de los palillos. Sasuke tomó un sorbo de té, respiró hondo y alzó la mirada para encontrarse con la de su hermano. Su expresión era seria de nuevo, pero era una seriedad esperanzada, no cargada.

 

—Itachi —dijo, y su voz tenía una cualidad formal, como si estuviera haciendo un anuncio importante— Mañana… mañana empiezo oficialmente mis misiones de genin con mi equipo.

Itachi dejó sus propios palillos. Inclinó la cabeza ligeramente, en un gesto de reconocimiento y respeto. —El primer paso de muchos, otouto. —Su sonrisa fue cálida y llena de orgullo— El Equipo 7 tiene mucha suerte de tenerte. Y yo… tengo mucha suerte de ser tu hermano.

Sasuke desvió la mirada, un nuevo rubor, esta vez de gratitud y amor, cubriendo su rostro. —Gracias, nii-san.

—Solo recuerda una cosa —añadió Itachi, su tono suave pero significativo— No importa lo lejos que te lleven esas misiones, o lo ocupado que estés con tu… equipo… —hizo una pausa casi imperceptible— Esta siempre será tu casa. Y yo siempre estaré aquí para escuchar tus historias.

Sasuke asintió, una paz profunda asentándose en él. Bajo la mesa, sus dedos se cerraron alrededor del borde de su pantalón, donde unas horas antes, la mano de Naruto había buscado, torpe y sincera, unas simples barras de comida. Y supo, con una certeza que le calentó el alma más que cualquier técnica de fuego, que por fin estaba exactamente donde debía estar.

No muy lejos de ahí.

El bullicio del Barrio Rojo era una sinfonía constante que Naruto conocía desde la cuna. Lejos de la pompa y el orden del distrito Uchiha, aquí la vida latía con un ritmo crudo y vibrante. Las luces de neón parpadeantes de bares y clubes pintaban el asfalto de colores cambiantes, y el aire olía a comida callejera barata, perfume barato y el humo persistente de cigarrillos. Naruto caminaba por la calle principal con la familiaridad de quien pertenece a un lugar, por más que el mundo exterior lo negara.

 

—¡Oye, Naruto! ¡Escuche de tu nuevo equipo Felicidades, cariño! —gritó una mujer con un vestido escarlata y una sonrisa cansada pero genuina, asomada a la ventana de un burdel de segunda categoría.

—¡Muchas gracias, oba-san! —respondió Naruto con una sonrisa amplia y un saludo energético— ¡Ten buena noche, no trabajes demasiado!

Un poco más adelante, un hombre grande con cicatrices y un delantal de cocina manchado de grasa salió de la puerta trasera de un izakaya. —¡Felicidades, mocoso! ¡Aquí tienes! —Le lanzó una bolsita de papel con restos de tempura que habían sobrado del día— Para ese estómago sin fondo.

—¡Gracias, jefe! ¡Eres el mejor! —Naruto atrapó la bolsa al aire sin perder el paso, oliéndola con deleite.

Este era su barrio. El lugar donde los rechazados, los olvidados, los "raros" de Konoha, encontraban una forma de comunidad torcida pero resistente. Aquí, Naruto no era el "Demonio"; era solo Naruto, el chico ruidoso y de cabello amarillo que saludaba a todo el mundo y que a veces ayudaba a cargar cajas a cambio de un pan o una fruta. Aquí, su existencia no era un secreto a voces lleno de miradas de odio, sino un hecho cotidiano, a veces molesto, a veces querido, pero siempre aceptado.

Llegó a un edificio particularmente viejo, cuya fachada desconchada parecía a punto de rendirse a la gravedad. Subió las escaleras de madera que crujían con cada paso, saludando a una vecina anciana que fumaba en pipa en el rellano.

—Ya estás de vuelta, muchacho —dijo ella con voz ronca, sin mirarlo. — Oí lo de tu nuevos compañeros y Sensei, Felicidades.

—¡Sí, son geniales! ¡Y gracias Casera, hoy fue un gran día! —contestó él, sin detenerse.

Finalmente, se detuvo frente a una puerta marcada con un desgastado color de pintura. Sacó una llave vieja y la hizo girar en la cerradura con un clic satisfactorio. —¡Estoy en casa! —anunció al espacio vacío, como siempre lo hacía. Era un ritual, una forma de reclamar el silencio, de llenarlo con su presencia.

Entró y cerró la puerta tras de sí. El contraste con el exterior no podía ser más radical. Si fuera de la puerta el mundo era caótico y decadente, dentro reinaba un orden casi meticuloso. El pequeño departamento de una sola habitación estaba impecablemente limpio. El suelo de tatami, aunque viejo, relucía. Los pocos muebles —un juego de comedor modesto, una cama en un rincón, una estantería con pocos pero valiosos objetos— estaban libres de polvo. Pero lo que más llamaba la atención era la vida que brotaba por todos lados. Macetas de todos los tamaños colgaban de las ventanas, se alineaban en repisas y ocupaban cada rincón donde pudiera filtrarse un rayo de sol. Plantas verdes y frondosas, algunas con flores pequeñas y coloridas, creaban una atmósfera de oasis sereno en medio del bullicio exterior. En la pequeña terraza, visible a través de la puerta corredera de vidrio, se intuía la silueta de un pequeño jardín de hierbas aromáticas y vegetales en cajones de madera.

Naruto dejó su mochila y la bolsa de comestibles que Iruka le había dado después de su cena de celebración de ramen. Con movimientos eficientes, comenzó a vaciarla, organizando los fideos secos, las latas de conservas, el arroz y las verduras frescas en la despensa, que ya estaba bien surtida. No solo de ramen vivía el chico, y Naruto lo sabía.

«Por fin. Casi me duermo de aburrimiento ahí fuera —resonó una voz grave y áspera, que parecía venir de todas partes y de ninguna a la vez, en la mente de Naruto— Ver cómo ese mocoso Uchiha se derretía como helado al sol cada vez que te miraba era patético. Y empalagoso. Me dan dentera.»

Naruto sonrió, sin inmutarse. Era una conversación tan habitual como saludar a los vecinos.

—No seas tan duro, Kurama —dijo en voz alta, mientras guardaba una bolsa de manzanas— Sasuke no está tan mal. Es raro, sí. Un día me envenena y al siguiente se sonroja si le digo hola. Pero es fuerte, y hoy… hoy fue un buen compañero.

«Hmpf. 'Buen compañero'. Lo que sea que te ayude a dormir por la noche, Kit —refunfuñó el Zorro— Solo digo que si se pone más meloso, voy a tener que vomitar por tus ojos. La culpa será tuya.»

—Je, como si tuvieras algo mejor que hacer —se rió Naruto, terminando de organizar la despensa— Además, si odiaras esas cosas, entonces porque me pides ver películas cursis en nuestros días de película. No me engañas.

 

Kurama emitió un gruñido que era mitad protesta, mitad admisión de culpa, y se sumió en un silencio fingido dentro de su prisión.

Con la cocina ordenada, Naruto se lavó las manos y se puso a preparar un aperitivo nocturno. Iruka lo había llenado de ramen, pero él quería algo diferente. Sacó algunos de los vegetales frescos, un trozo de pescado que le había dado el chef del izakaya y arroz. Con una concentración que pocos le hubieran atribuido, se puso a cocinar. Los cuchillos cortaban con precisión, los ingredientes se salteaban en la sartén con un siseo aromático. Kurama le había enseñado, no con palabras, sino con una insistencia constante durante años. «Si dependes de la basura que te dan, nunca crecerás fuerte», le decía. Y Naruto, que anhelaba ser fuerte más que nada, había aprendido. A cocinar, a limpiar, a cuidar de sí mismo. A hacer de esta pequeña, destartalado departamento, un hogar. Mientras la cena se cocinaba, preparó con el mismo cuidado su bento para el día siguiente y dejó listos los ingredientes para un desayuno rápido. La organización era una forma de control, de crear orden en el caos que siempre lo había rodeado.

 

Finalmente, se sentó en la silla frente a su comedor, con su plato de comida humeante y nutritiva frente a él. Afuera, el Barrio Rojo despertaba en toda su intensidad nocturna, pero dentro, solo había paz. El aroma a comida casera se mezclaba con el perfume de las plantas, creando una atmósfera acogedora y cálida.

—Buen provecho —murmuró para sí mismo, juntando las manos en un gesto de gratitud.

Y en las profundidades de su mente, un zorro de nueve colas, la Bestia de Cola más poderosa, cerraba sus ojos con un ronroneo de satisfacción casi inaudible, contento de que su Jinchuriki, su niño, estuviera a salvo, alimentado y en casa. Porque este departamento, este pequeño oasis de vida y orden en medio del caos, era tanto hogar de Kurama como lo era de Naruto.

 

El primer y más importante lazo que cualquiera de ellos había tenido.

Notes:

Kurama es un blando únicamente por Naruto.

Chapter 9: Una mirada al pasado

Summary:

Tenemos un viaje al pasado

La amistad entre Sasuke Uchiha y Hinata Hyuga comenzó en la primera infancia, forjada por la conveniencia política entre sus clanes tras el incidente de Danzo, pero nutrida por una genuina conexión entre dos niños tímidos y necesitados de afecto. Ambos desarrollaron, de forma independiente, un amor platónico por Naruto Uzumaki. Para Sasuke, este sentimiento era profundo, devorador y único; consideraba todos los demás enamoramientos (incluidos los de Hinata) como tonterías ridículas, una muestra de su inmadurez y egoísmo emocional. Para Hinata, era una admiración tímida pero constante hacia el chico valiente y sonriente que veía en clase.

Hinata, emocionada, le confesó a Sasuke que le gustaba Naruto, describiendo sus cualidades con admiración. Para Sasuke, esta revelación fue un shock brutal. No solo descubría que el amor del que ella hablaba era por la misma persona que él amaba en secreto, sino que lo sintió como una traición personal de su mejor amiga.

Notes:

Y tenemos algo interesante que ver. Mi propia versión de Naruto tiene ciertos puntos que desarollare más adelante y claro, que veremos más adelante el porqué Sasuke se dijo en Naruto, solo pido paciencia será muy interesante lo prometo.

Aqui Ino y Sakura son amigas, su rivalidad por Sasuke es superficial, casi un ritual adolescente. No amenaza el núcleo de su amistad porque, en el fondo, operan dentro de la norma esperada: dos niñas que gustan del mismo chico popular. Su dinámica es socialmente comprensible y, por lo tanto, manejable.

Debía cambiar el canon si o si. Ellas se merecen más.

Tambien tenemos Sasuke y Hinata su conflicto es existencial. No pelean por un crush; pelean por la validación de un amor que, para uno de ellos (Sasuke), es tabú y, por lo tanto, mucho más intenso y frágil. Su ruptura no es una pelea de amigos, es el colapso de dos mundos privados que chocaron. El conflicto estalla no porque dejen de quererse como amigos, sino porque el mismo sentimiento los lleva a una encrucijada donde la amistad no puede sobrevivir. Sasuke, en su posesividad adolescente y terror al rechazo, no puede tolerar la competencia, especialmente de la persona que más cerca estuvo de él. Y Hinata, herida por su negación, usa el arma más efectiva (y cruel) que tiene la "normalidad" que sabe duele.

 

Mi versión de Naruto presentada aquí añade capas de tragedia a la situación:

• No es un objeto pasivo: No es un chico desprevenido. Es un individuo consciente de su marginación, criado por la feroz (aunque oculta) protección de Kurama. Su desapego de la aldea y su desprecio por Hiruzen lo convierten en un ente aislado, ajeno por completo al drama que genera a su alrededor.

 

• Aumenta la ironía: Pues Sasuke y Hinata se destrozan por el amor hacia alguien que, en esencia, no necesita ni probablemente quiere ese tipo de devoción. Naruto no busca validación social; su lucha es interna y mucho más solitaria. El drama que libran por él ocurre en una esfera de la que él mismo se ha apartado deliberadamente.

Pero no significa que Naruto sea indiferente al amor.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

El sol ardiente de Konoha caía en plomo, convirtiendo las calles en un horno y el aire en un vapor espeso y polvoriento. Los tres genin del Equipo 7 caminan con la pesadez de quienes arrastran no solo el cansancio físico, sino el peso monumental del aburrimiento.

 

—¡Es in-cre-í-ble! —se estalló Naruto, rompiendo el silencio opresivo con las manos en la nuca— ¡Dos meses! ¡DOS MESES enteros de… de esto! ¿Capturar gatos? ¿Pintar vallas? ¿Y hoy… hoy cuida a ese perro demoníaco que se escapó CUATRO VECES y se comió los macizos de flores de la Esposa del Daimyo? ¡Es una tortura!

 

Sakura, sudorosa y con una mancha de barro en la mejilla, suspirándose, apartándose un mechón de pelo rosa del rostro. —Tienes razón, Naruto. Pensé que ser genin sería más… emocionante. No pasear mascotas hiperactivas.

 

Sasuke, caminando un paso por delante, no dijo nada, pero su silencio era elocuente. La ligera tensión en sus hombros, el casi imperceptible fruncimiento de ceño… eran señales claras de que el heredero del Clan Uchiha también consideraba aquellas misiones una frente a sus capacidades. Asintió levemente, un gesto seco que confirmó su acuerdo tácito.

 

Iban de camino a la Torre Hokage para entregar el informe final de la misión (Naruto había garabateado el suyo en una hoja arrugada y manchada de babas de perro) cuando pasó cerca del parque central. El sonido de risas infantiles chocó contra su aburrimiento.

 

De repente, un grito agudo cortó el aire. —¡JEFE!

 

Tres pequeños proyectiles humanos se abalanzaron desde entre los columpios y los bancos, dirigiéndose directamente hacia Naruto. Eran Moegi, Udon y, a la cabeza, Konohamaru, luciendo con orgullo unas gafas de protección idénticas a las que Naruto solía usar. Los tres niños se estrellaron contra las piernas de Naruto con la fuerza de un pequeño tornado, abrazándolo con una alegría desbordante.

 

—¡Jefe! ¡Que bueno verte! ¡Hace siglos que no vienes a jugar! —gritó Konohamaru, mirándolo con adoración.

 

—¡Jefe, jefe! ¡Mira mis nuevas googles! —dijo Moegi, haciendo un torpedo pero entusiasta señalamiento a su protector de frente.

 

Udon, con su perpetuo moqueo nasal, se limitó a sonreír con timidez y aferrarse al dobladillo del chaleco naranja de Naruto.

 

Naruto, cuya frustración se evaporó instantáneamente, se rió con genuina alegría, agachándose para estar a su altura y frotándole el pelo a Konohamaru. —¡Oye, oye, pequeños diablillos! ¡No sean tan impacientes! ¡Pero me alegro veros!

 

Sasuke observó la escena desde unos pasos de distancia. Una sensación cálida e inesperada se expandió en su pecho. Ver a Naruto, tan naturalmente querido, tan abiertamente adorado por estos niños que no veían a la paria ni al fracaso, sino solo a su "Jefe", le parecía una pureza desarmante. Su interior, siempre al borde del colapso emocional cuando se trataba de Naruto, susurró con deleite. ¡Es tan amable! ¡Mira cómo los cuida! ¡Hasta el mocoso ese nieto del Tercero es adorable porque lo quiere! ¡Naruto será el mejor padre del mundo! ¡QUIERO TENER DIEZ HIJOS CON ÉL!. Por fuera, Sasuke se limitó a cruzar los brazos, pero el ángulo de su cabeza era ligeramente más relajado, y su mirada, aunque disimulada, no podía despegarse de la sonrisa radiante de Naruto.

 

—Oigan, chicos —dijo Naruto, poniendo las manos en las caderas— Casi lo olvidaba, miren se los presentó, estos son mis compañeros de equipo. La súper fuerte y lista Sakura, y el… bueno, es Sasuke.

 

Konohamaru, con la astucia y la falta de filtro de un niño, miró a Sakura, luego a Naruto, y esbozó una sonrisa pícara. —¿Es tu novia, jefe?

 

Moegi y Udon contuvieron la respiración, mirando a Sakura con ojos como platos, expectantes.

 

Sakura se puso tensa de inmediato, una oleada de incomodidad y irritación recorriéndola. Se enderezó, intentando parecer casual. —Escuchen, yo no diría que…

 

Pero antes de que pudiera terminar, dos voces cortaron el aire al unísono, una llena de pánico y la otra de frío terror.

 

—¡NO LO ES! 

—¡NO LO ES! 

 

 

Naruto y Sasuke se habían vuelto a mirar, sorprendidos por su sincronización. Naruto parecía horrorizado ante la mera idea, sus mejillas ligeramente sonrojadas. Sasuke, en cambio, estaba pálido. La palabra "novia" había accionado como un disparo directo a su pecho, desatando una tormenta de celos irracionales. En su interior él entró en modo de pánico absoluto. ¡NOVIA! ¡SAKURA! ¡NO, NO, NO! ¡CON ELLA NO! ¡MI NARUTO GUAPO Y RADIANTE! ¡NO PUEDE SER! ¡SI SE CASARÁ CON ELLA, YO,.... E-ELLOS.... TENDRÁN CINCO HIJOS RUBIOS CON OJOS VERDES, ME DEJARÁ ATRÁS Y YO MORIRÉ SOLO Y SOLTERO…! La pesadilla fue tan vívida, tan aterradora, que Sasuke tuvo que dar un paso atrás, sacudiendo levemente la cabeza para despejar la imagen de un Naruto felizmente casado y una Sakura sonriente con un vestido blanco. — ¡ESO JAMÁS PASARA! ¡NO NO NO NO! —Tomó con fuerza su cabello aferrándose a la realidad, mientras sus ojos se llenaban de unas lágrimas retenidas. —No lo permitiré... —Mordió con fuerza un pañuelo (¿De donde salió?) con extrema rabia acumulada tal perro rabioso.

 

Sakura, al ver la reacción de Sasuke su palidez, su negativa tajante, su evidente malestar, interpretó cada señal a su favor. ¡Sasuke-kun está celoso! ¡Celoso de que Naruto y yo pudimos ser algo! ¡Le importo! Una sonrisa triunfal y soñadora se dibujó en su rostro. — ¡SASUKE-KUN! ¡TE IMPORTO LO SABÍA! — Gritaba mientras sacudía su cabeza de un lado a otro muy emocionada por su descubrimiento. —¡AHHHHH! JAJAJA! 

 

Los niños con un gran signo de interrogación en sus rostros continuaron mirando avergonzados a esos dos, por lo que se supone serán sus mayores actuar tan penosamente.

 

 

Naruto, ignorando por completo el drama a su alrededor, de ese par de locos, sacó unos billetes arrugados de su monedero de ranita —Oigan, aquí —dijo, extendiendo el dinero a Konohamaru— Vayan a la heladería y comprendiendo algo. Nosotros tenemos que ir a la Torre a entregar un informe aburridísimo. Luego, si tengo más dinero, les invitamos a algo mejor.

 

Con la total atención puesta en el rubio, los niños saltaron emocionados. — ¡SÍ, JEFE! —gritaron los tres al unísono, cogiendo el dinero y saliendo disparados hacia el puesto de helados con la energía inagotable de la infancia.

 

Naruto los miró correr con una sonrisa nostálgica antes de volverse hacia sus compañeros. —Bueno, vamos. Kakashi-sensei probablemente ya esté allí, durmiendo la siesta contra una pared o algo así.

 

Sakura caminaba flotando, aún inmersa en su fantasía de triunfo romántico. Sasuke, sin embargo, caminaba con una nueva determinación, sus puños ligeramente apretados. Cada mirada que le lanzaba a Sakura era ahora una evaluación de un potencial rival, una amenaza a su futura felicidad doméstica imaginaria con Naruto y sus diez hijos imaginarios. El aburrimiento de las misiones D había quedado completamente olvidado, reemplazado por el mucho más interesante y peligroso campo de batalla del corazón.

 

 

Ya estoy cerca de ahí.

 

 

La Torre Hokage se alzaba ante ellos como un recordatorio silencioso de la burocracia que ahogaba sus sueños de aventura. El aire fresco del interior era un alivio momentáneo del calor, pero pronto fue reemplazado por la sensación opresiva de ser observados.

 

Al cruzar el vestíbulo, varios chunin y jonin que se apresuraron en sus tareas les lanzaron miradas fugaces. Algunas eran neutras, otras curiosas, pero unas pocas, dirigidas específicamente a Naruto, estaban cargadas de una animosidad fría y familiar. Un chunin de rostro angosto con una cicatriz en la barbilla frunció el ceño al ver el chaleco naranja, sus labios se movieron en un susurro inaudible pero cuyo desprecio era palpable.

 

Sasuke, con sus sentidos de Uchiha siempre alertas, captó la mirada al instante. Sus ojos oscuros, que momentos antes habían estado suavizados por la escena con los niños, se soportaron como el pedernal. Giró la cabeza y clavó una mirada gélida y prometedora de dolor en el chunin, un desafío silencioso pero inequívoco. 

 

 

El hombre, sorprendido por la intensidad y el origen de la reprimenda (¿el segundo heredero Uchiha defendiendo al…?), palideció ligeramente y desvió la mirada, apresurando el paso.

 

 

Naruto, por su parte, parecía una fortaleza impasible. Caminaba con las manos en los bolsillos, la mirada fija en un punto lejano del pasillo, finciendo no ver, no oír, no sentir. Era una actuación que había perfeccionado durante años, un escudo forjado en el fuego del rechazo constante. Por dentro, cada mirada era un pequeño pinchazo, pero ya ni lo notaba.

 

 

Sakura, observando el intercambio silencioso, frunció el ceño. Notó la mirada hostil de Chunin, la respuesta protectora y casi feroz de Sasuke, y la desconexión deliberada de Naruto. Su mente analítica, siempre buscando patrones y razones, comenzó a trabajar. ¿Por qué esa reacción hacia Naruto? ¿Y por qué Sasuke-kun se pone así? Sabía que Naruto era… problemático y que generaba quejas, pero esto parecía más personal, más visceral. Una semilla de curiosidad y confusión se plantó en ella, aunque la verdadera razón, la sombra del Kyubi, seguía siendo un misterio sellado para la mayoría de los genin.

 

 

Genin como ellos.

 

 

Sasuke, mientras caminaba, rumiaba la escena. Él manejaba piezas sueltas del rompecabezas. Sabía que el nombre de Naruto evocaba susurros y miradas de disgusto entre algunos adultos. En su hogar, el tema era un tabú. Las pocas veces que había preguntado de niño por el "chico ruidoso y solo", su padre había desviado la conversación con un "No es asunto nuestro, Sasuke. Céntrate en el clan", y su madre había puesto una expresión triste y cambió de tema con una tarta casera. Itachi, el único que podría haberle dado una respuesta clara, siempre se mostró evasivo, diciendo que "algunas verdades deben ser descubiertas, no contadas". La frustración de no entender por completo por qué su… Naruto era tratado como una plaga, añadía una capa más de ferocidad a su actitud protectora.

 

 

Finalmente, llegaron a la sala de espera asignada. Kakashi estaba allí, como lo había predicho Naruto, pero en lugar de dormir contra una pared, estaba de pie, hojeando un expediente con aparente interés, aunque el ángulo del Icha Icha asomando por su bolsillo delator contaba otra historia.

 

—Ah, mis adorables estudiantes —dijo sin levantar la vista— Espero que el informe sobre el… incidente del canino y los geranios de la Esposa del Daimyo sea tan fascinante como prometía.

 

—Sensei… —comenzó Naruto a quejarse, pero Kakashi alzó una mano.

 

—Más tarde. Primero, los informes. Por aquí.

 

Los guió por un pasillo lateral que conducía a las oficinas administrativas. La sala estaba abarrotada de otros equipos que también entregaban sus misiones del día. El murmullo de conversaciones y el rasgar de plumas sobre papel creaban un zumbido de fondo.

 

En el centro de la sala, detrás de un imponente escritorio, estaba el Hokage. Hiruzen Sarutobi, con su gorro y su túnica, sonreía con calidez paternal a cada genin que se acercaba, intercambiando unas palabras amables. Su rostro se iluminó genuinamente cuando vio al Equipo 7 acercarse.

 

—Ah, Kakashi. Naruto, Sasuke, Sakura —los saludó, su voz era grave pero amable— ¿Cómo les fue hoy? Espero que no hayan tenido que perseguir a otro animal demasiado… energético.

 

Sakura hizo una reverencia educada. Sasuke inclinó levemente la cabeza con respeto formal. Naruto, sin embargo, se limitó a dejar su informe arrugado sobre el escritorio con un gesto seco.

 

—Aquí está. El perro está en casa. Las flores… bueno, la Señora Dama ya sabe —murmuró, sin mirar directamente a Hiruzen. Su tono era plano, casi descortés.

 

Hiruzen no se inmutó. Tomó el informe con una sonrisa tranquila, aunque una sombra de tristeza cruzó sus ojos por un instante. Conocía muy bien la razón de la frialdad de Naruto. Era el precio silencioso que él, como Hokage, tenía que pagar por el secreto y la culpa de haber permitido que el niño creciera bajo el peso del ostracismo y el odio no merecido. Permitió la falta de ceremonia sin comentarios, como siempre.

 

—Gracias, Naruto. Buen trabajo —dijo suavemente, antes de dirigirse a los otros dos— Y gracias a ustedes también. En breve pondremos el visto bueno al papeleo y podremos irnos sin problemas. Pueden retirarse a la sala principal y esperar.

 

Mientras se alejaba del escritorio, Naruto se frotó el brazo, sintiendo la mirada comprensiva y culpable del Hokage en su espalda. Lo odiaba. Odiaba esa pena, ese trato especial que solo servía para recordarle que era diferente, que había algo malo en él que todos sabían incluso él.

 

Al salir de la zona administrativa y volver a la sala de espera principal, el ambiente era diferente. Allí estaban los otros equipos. El equipo de Asuma, con Shikamaru bostezando exageradamente mientras Choji devoraba un paquete de papas fritas. Ino, al ver a Sakura, gritó un "¡Sakura-chan!" y corrió hacia ella, chocando en un abrazo lleno de alegría genuina. En su propio mundo, su rivalidad por Sasuke era más una broma constante que una guerra declarada; su amistad era el lazo primordial.

 

—¡Hoy fue un fastidio! ¡Solo regamos plantas en el invernadero! —Se quejó Ino, enredando su brazo con el de Sakura.

 

—Nosotros perseguimos a un perro —respondió Sakura con una risa— Creó que te ganamos.

 

Ambas rieron cómplices. Mientras tomaban un lugar para ponerse al día seguidas de cerca por un Naruto que aburrido se unió a su conversación.

 

 

En otro rincón, el equipo de Guy desprendía un aura de energía vibrante. Lee lanzaba miradas llenas de estrellas y pasión hacia Sakura, mientras Neji observaba todo con su habitual desdén aristocrático, aunque su mirada se posó por un momento extrañamente largo en Naruto antes de desviarla. Tenten revisaba su rollo de armas con un suspiro.

 

Y luego estaba el equipo de Kurenai. Kiba estaba jugando bruscamente con Akamaru, quien ladraba con entusiasmo. Shino permanecía inmóvil como una estatua, sus gafas oscuras ocultando cualquier emoción. Y Hinata...

 

Hinata Hyuga estaba quieta, sus manos juntas frente a su pecho en su postura habitual de timidez. Pero sus ojos, grandes y lavanda, no vagaban nerviosos por el suelo como de costumbre.

 

 

Estaban fijos en Sasuke.

 

 

Y Sasuke, al sentir el peso de su mirada, giró la cabeza y la encontró.

 

 

El aire entre ellos se espesó instantáneamente. No era un cruce de miradas casual. La de Sasuke era una mirada cargada de una rivalidad instantánea y un frío reconocimiento. La de Hinata, en cambio, era de profunda sorpresa y un dolor antiguo, el eco de una amistad infantil que había sido truncada bruscamente y que ahora yacía como un fantasma entre ellos.

 

Hinata, con un valor que le nació de un lugar muy profundo, alzó ligeramente una mano en un saludo tímido, un gesto pequeño y discreto destinado solo a él, un puente tendido hacia un pasado que ambos recordaban.

 

 

Sasuke la miró, y por un microsegundo, algo se quebró en su dureza. Un destello de culpa, un relámpago de tristeza por lo que fue y ya no era, cruzó sus ojos oscuros. Pero fue rápido, demasiado rápido. Inmediatamente, su expresión se selló de nuevo con enojo y desdén. Desvió la mirada con un movimiento brusco de la cabeza, ignorándola por completo, clavando la vista en la pared opuesta con una intensidad artificial.

 

Pero el mensaje había sido enviado y recibido. 

 

 

Hinata bajó la mano lentamente, su frágil esperanza se apagó, y un rubor de dolor y vergüenza tiñó sus mejillas. Ella había visto el destello de culpa en sus ojos, lo había reconocido, y su rechazo dolía el doble por ello.

 

Naruto, distraído por la conversación de Sakura e Ino, no notó el silencioso y doloroso intercambio. Pero Sakura, con su percepción aguda, sí. Vio la mirada de Hinata, el rechazo de Sasuke, y malinterpretó completamente su significado. ¿Sasuke-kun y Hinata? ¿Hay algo ahí? ¿Por qué ella lo mira así? ¿Y por qué él se puso tan… tenso? Su mente comenzó a tejer una nueva trama romántica, una nueva capa de complejidad al misterio que era Sasuke Uchiha.

 

Sasuke, por su parte, respiró hondo, encontrando interés en una grieta del techo. Por dentro, su interior gritaba en un conflicto tumultuoso. ¡Ella me saludó! ¡Después de todo este tiempo! ¡Pero que descaro! ¡No después de lo que pasó! ¡Como se atreve ni siquiera! ¡Es una cínica y cruel hipócrita! ¡Ay! ¡Estúpida Hinata y sus estúpidos ojos tristes! La culpa y una lealtad distorsionada se enredaban en su pecho, agregando otra sombra más a la ya complicada tarde del Equipo 7. El aburrimiento de las misiones D parecía un paraíso perdido en comparación con el complicado campo emocional en el que ahora se encontraban.

 

 

Sasuke se apoyó contra la fría pared de la sala de espera, cruzando los brazos con una rigidez que delataba su incomodidad. Su mirada se clavó en un punto indefinido del suelo, evitando por todos los medios el rincón donde sabía que estaba Hinata. Cada latido de su corazón parecía un redoble de culpa. El silencio a su alrededor se desdibujó, y el murmullo de la sala se apagó, arrastrándole de vuelta a un tiempo más simple, más luminoso, y finalmente, más doloroso. El recuerdo se materializó en la mente de Sasuke con la claridad dolorosa de un sueño recurrente. Ya no estaba en la fría sala de espera de la Torre Hokage, sino en los corredores soleados pero vacíos de la Academia Ninja, en su primer año. El aire olía a tiza y madera pulida.

 

 

Hace casi una década...

 

 

El sol de la tarde bañaba el tranquilo y elegante Distrito Uchiha con una luz dorada. Para un Sasuke de apenas cuatro años, el mundo era un lugar vasto y, a veces, intimidante, lleno de las sombras alargadas de su clan y el peso silencioso de las expectativas. Su hermano Itachi era su sol, su faro, pero Itachi ya era un genin, a menudo ausente en misiones o entrenamientos. Fugaku, su padre, era una figura distante y severa. Mikoto, su madre, un refugio de amor, pero aún así, a Sasuke le faltaba algo que ni siquiera sabía nombrar.

 

 

Un amigo.

 

Todo cambió una tarde tranquila. Una comitiva del Clan Hyuga, liderada por el mismo Hiashi Hyuga, llegó a la residencia principal de los Uchiha. Para los adultos, era una visita de estado, una muestra de solidaridad y fuerza tras un evento turbulento que había sacudido los cimientos de Konoha. 

 

 

Sasuke, escondido detrás del shoji de la sala de recepción, escuchó fragmentos de la conversación "...el incidente de Danzo...", "...ideas radicales reprimidas...", "...la necesidad de que los clanes fundacionales se mantengan unidos...". No entendía mucho, solo captaba la gravedad en las voces de su padre y del señor Hyuga. Sabía, por los susurros de su madre y las miradas sombrías de su hermano, que un hombre malo llamado Danzo había hecho cosas terribles y había sido castigado. Shisui, su primo mayor al que admiraba casi tanto como a Itachi, parecía saber más, pero siempre cambiaba de tema con una sonrisa cansada cuando Sasuke preguntaba.

 

Pero esa tarde, la política y las conspiraciones se desvanecieron para él cuando una pequeña figura se asomó desde detrás de los hakama formales de Hiashi. Era una niña de su edad, con el pelo azul oscuro cortado en un bob impecable y unos grandes ojos lavanda que miraban el mundo con una timidez cautelosa.

 

Era Hinata Hyuga.

 

Por razones de conveniencia política y una genuina (aunque cautelosa) voluntad de acercamiento entre los dos clanes más poderosos y cerrados de Konoha, se decidió que las familias se relacionarían más. 

 

Y para Sasuke, eso significó una cosa, por primera vez, tendría a alguien.

 

La felicidad que inundó a aquel pequeño Uchiha fue pura y absoluta. Hinata se convirtió en su primer amigo, su mejor amiga, su único par en un mundo de adultos serios y un hermano genial pero ocupado.

 

Los jardines de la residencia Uchiha y los serenos patios de la mansión Hyuga se convirtieron en su reino. Donde iba Sasuke, iba Hinata. Donde jugaba Hinata, estaba Sasuke. Ella era callada y dulce, él era un poco más confiado pero igualmente necesitado de compañía. Compartían sus meriendas (Sasuke le robaba postres a su madre para ella, demasiados empalagosos que recibía en su casa esos que tanto odiaba y Hinata le daba los mejores onigiris rellenos de tomate que sus cocineras hacían). Se sentaban juntos bajo el gran árbol Nara que colindaba con ambos distritos, inventando historias sobre las nubes. Sasuke, en un arranque de valentía infantil, incluso intentó enseñarle a hacer una bola de fuego (consiguió poco más que humo y tos, pero Hinata lo miró como si hubiera domado a una bestia con cola él mismo).

 

Eran inseparables. Para Sasuke, Hinata no era una Hyuga, era su Hinata. La persona con la que podía ser solo un niño, sin el peso del apellido Uchiha, sin la necesidad de esforzarse por alcanzar a Itachi. Ella lo miraba sin ver al prodigio o al heredero; Veía a un niño que le ofrecía su juguete favorito o que se enfadaba cuando perdían al escondite.

 

 

Él la protegía de su propia timidez, desafiando con su sola presencia a cualquier niño de otros clanes que pudiera mirarla raro. "Ella es mi amiga", decía con la ferocidad simple de un niño de cuatro años, y eso era ley. A cambio, ella le ofrecía una lealtad silenciosa e inquebrantable, una aceptación total que era el antídoto perfecto para la soledad que a veces se filtraba entre los pilares de su hogar.

 

 

Eran dos islas, una de timidez y otra de necesidad de afecto que se habían encontrado, por conveniencia del destino y la política, la orilla del otro. Y durante un tiempo, demasiado breve, fue perfecto. Sasuke, el pequeño Uchiha, había hecho su primer amigo. Y lo amaba con toda la intensidad simple y devota de su corazón de niño.

 

 

Tenía cuatro años. 

 

 

El mundo aún era grande y confuso, pero ahora tenía un punto fijo.

 

Hinata.

 

Ese día, sin embargo, el punto fijo se había desviado. La había buscado en el salón, en el patio, incluso cerca de los campos de flores silvestres que a ella tanto le gustaban.

 

 

Pero no estaba.

 

Un ruido leve, casi un sollozo ahogado, lo guió hasta un rincón apartado, detrás de un armario viejo lleno de material de entrenamiento sin usar. Allí, acurrucada contra la pared, con las rodillas pegadas al pecho y el rostro escondido entre ellos, estaba Hinata. Sus pequeños hombros temblaban.

 

— ¿Hinata? —la llamada Sasuke, su voz cargada de preocupación.

 

Ella alzó la vista. Sus mejillas estaban empapadas de lágrimas, y sus ojos lavanda, normalmente tan serenos, estaban enrojecidos e hinchados por el llanto. Al verlo, intenté secarse rápidamente la cara con la manga de su suéter, avergonzada.

 

—S-Sasuke-kun… No es nada…

 

—Sí es algo —replicó él con la franqueza brutal de un niño. Se sentó a su lado en el suelo polvoriento, sin importarle manchar sus pantalones— ¿Por qué lloras?

 

Hinata bajó la mirada, jugueteando nerviosamente con el dobladillo de su ropa. —Los… los otros niños… —murmuró, su voz quebrada— Dijeron que mis ojos son raros… que dan miedo… que parecen de fantasmas.

 

Una ola de indignación, caliente y protectora, barrió a Sasuke. Su pequeño rostro se ensombreció, poniendo el mismo ceño fruncido que imitaba de su padre cuando estaba serio.

 

—Eso es una tontería —declaró, con una convicción absoluta— Son tontos. Todos ellos. Tontos y feos.

 

Hinata lo miró, sorprendida por su vehemencia.

 

—No debes hacerles caso —continuó Sasuke, su voz tomando un tono de regaño— No debes llorar por eso. Eres... eres Hinata. Y tus ojos… —Hizo una pausa, buscando las palabras. No eran "bonitos" en el sentido convencional, él lo sabía, pero para él eran…— Son especiales. Hijo...hermosos.

 

La palabra salió de su boca con una timidez inusual, haciendo que sus propias orejas se calentaran un poco. Pero la dijo con firmeza.

 

—A mí… a mí me gustan —añadió, mirando hacia otro lado, como si estuviera examinando una grieta en la pared con gran interés.

 

El llanto de Hinata se detuvo por completo. Un pequeño destello de incredulidad, seguido de un rayo de pura alegría, ilumina sus ojos aún húmedos. Una sonrisa temblorosa, pero genuina, apareció en sus labios.

 

— ¿De… de verdad, Sasuke-kun?

 

—Claro —asintió él, aún impidiendo su mirada, pero con las mejillas ligeramente sonrojadas— Así que… para. Deja de llorar. Tienes que... tener más autoestima. Eso dijo nii-san una vez.

 

No estaba muy seguro de lo que significaba "autoestima", pero sonaba como algo que Hinata necesitaba más.

 

El momento de tensión se rompió. Hinata secó las últimas lágrimas con determinación y ascenso. —Tienes razón. Lo siento, Sasuke-kun.

 

—Está bien —dijo él, encogiéndose de hombros como si fuera lo más natural del mundo consolar a su mejor amiga.

 

Luego, como si la crisis nunca hubiera sucedido, la rutina los reclamó. Hinata, con el ánimo renovado, abrió la pequeña bolsa de tela que siempre llevaba consigo. —¿Jugamos?

 

De dentro sacaron dos muñecas exquisitamente confeccionadas, con kimonos de seda y pelo de hilo suave. Una era morena con ojos negros de cristal, la otra tenía el cabello de hilo plateado y ojos azul pálido.

 

 

Eran sus tesoros más preciados.

 

Sasuke dudó por un instante. Un vistazo rápido a su alrededor para asegurarse de que no había nadie mirando. En casa, si su padre o alguno de los ancianos del clan lo veían jugando con muñecas, le dirigieron una mirada de desaprobación o, peor, un comentario sobre "fortalecer el carácter de un Uchiha". Pero aquí, en su rincón secreto con Hinata, esas reglas no existían.

 

Con un movimiento casi furtivo, cogió la muñeca de pelo plateada, la que siempre elegía. —Está bien. Ella puede ser la kunoichi que viaja en misión a la Tierra del Fuego.

 

—¡Y la mía será la princesa que la contrata para protegerla! —añadió Hinata, entusiasmada, ya completamente recuperada.

 

Y así, los dos niños de cuatro años se sentaron en el suelo polvoriento, detrás del armario viejo, absortos en su mundo de fantasía. Las voces burlonas de los otros niños fueron olvidadas, reemplazadas por las aventuras de una kunoichi de pelo plateado y una princesa de ojos lavanda. Para Sasuke, en ese momento, no había nada más importante en el mundo que proteger la sonrisa de su amiga y el derecho a jugar en paz con la muñeca que más le gustaba.

 

 

El peso del recuerdo amargo se disipó lentamente, como una neblina que se despeja para dejar pasar la luz de un sol más joven, más inocente. Otro momento, más puro, surgió de las profundidades de la memoria de Sasuke, ofreciendo un contraste doloroso con la discusión que lo había perseguido hasta el presente. Era un recuerdo de antes de que las cosas se complicaran, de antes de que el mundo impusiera sus reglas y los sentimientos se convirtieran en armas.

 

 

 

Tenían cinco años. 

 

 

El sol de la mañana se filtraba por las ventanas altas del dojo de la Academia, iluminando motas de polvo que danzaban en el aire cargado de esfuerzo y concentración infantil. Era una clase práctica básica de taijutsu, y los pequeños estudiantes en ciernes se turnaban para practicar posturas y golpes contra sacos de paja.

 

Sasuke, incluso a esa edad, era el centro de atención no solicitada. Su gracia natural, el legado de su clan, y su rostro serio y lindo atraían las miradas y los susurros de grupos de niñas que observaban desde un costado. "Mira, Sasuke-kun es tan elegante", "Es el mejor, sin duda", murmuraron entre ellas, sonrojadas.

 

Pero Sasuke, absorto en su propio mundo, apenas registró las alabanzas. Sus ojos oscuros, intensos y llenos de una concentración precoz, no estaban puestos en su propio reflejo en los ojos admirantes de los demás, sino en una figura que estaba a punto de realizar su turno.

 

 

Naruto Uzumaki.

 

 

Naruto, con su ropa holgada y ya con ese chaleco naranja que parecía desafiar toda norma estética, se plantó frente al saco con una determinación que desbordaba su pequeño cuerpo. Su rostro estaba congestionado por el esfuerzo, la lengua asomando ligeramente entre sus labios en un gesto de concentración absoluta. No miraba a nadie a su alrededor, ignoraba por completo las miradas de desdén de algunos niños y la indiferencia general. Para él, ese saco de paja era el enemigo final, el Hokage a derrotar, la prueba que debía superar.

 

Con un grito gutural que sonó ridículamente feroz para un niño de cinco años, Naruto se lanzó hacia adelante. Su técnica era un desastre, su forma era puro instinto bruto, pero la fuerza de su voluntad era palpable. Golpeó el saco con todas sus fuerzas, haciendo que se equilibrara violentamente. No fue el golpe más potente ni el más técnico, pero sí fue el más lleno de pura, cruda determinación.

 

Un silencio incómodo siguió al impacto. No hubo aplausos. No hubo felicitaciones. Solo el equilibrio gradual del saco y la respiración jadeante de Naruto. Algunos niños se rieron entre los dientes. 

 

El instructor se acerca a una neutralidad profesional. "Adecuado, Naruto. Siguiente."

 

Naruto, sin inmutarse por la falta de reacción, avanzando para sí mismo, satisfecho. No esperaba el reconocimiento de los demás; su recompensa era interna, la satisfacción de haber dado todo de sí.

 

Pero entonces, un sonido rompió el silencio. Un grito agudo, lleno de una emoción genuina y desinhibida.

 

—¡LO LOGRASTE!

 

Todos giraron la cabeza, sorprendidos. Era Sasuke. Se había separado del grupo, y sus ojos oscuros, usualmente tan serios, brillaban con una admiración intensa y deslumbrante. Sus mejillas estaban sonrojadas, no por la vergüenza, sino por la excitación. Corrió hacia Naruto, saltando casi de pura energía.

 

—¡Fue increíble, Naruto! ¡El saco se movió mucho! ¡Mucho más que con los demás! —exclamó, su voz cargada de un entusiasmo que nadie le había escuchado antes. Se detuvo frente al rubio, mirándolo directamente, con una sonrisa amplia y abierta que transformaba por completo su rostro.

 

A su lado, Hinata, que observaba la escena, parpadeó confundida. Ella también había visto la determinación de Naruto y había pensado, tímidamente, que era admirable.

 

 

Pero la reacción de Sasuke era… diferente. Desproporcionada. Extravagante. ¿Por qué su amigo, siempre tan comedido y orgulloso, estaba tan emocionado por el desempeño de Naruto, de todos los niños? Una curiosidad profunda se apoderó de ella. Le resultaba extraño, pero también, de una manera que no podía explicar, le alegraba ver a su mejor amigo tan animado y que, aparentemente, también le cayera bien él niño ruidoso y solitario.

 

Naruto, por su parte, finalmente desvió su concentración del saco. Miró a Sasuke con una expresión de sorpresa absoluta. Nadie, nadie, lo había felicitado así antes. Menos aún Sasuke Uchiha, el niño que todos admiraban. Frunció el ceño, desconfiado.

 

— ¿Eh? ¿Te estás burlando de mí, Sasuke? —preguntó, con la voz cargada de una defensividad automática, nacida por años de desconfianza.

 

La sonrisa de Sasuke no se desvaneció ni un ápice. Al contrario, se intensificó. -¡No! ¡En serio! ¡Fue genial! —insistió, casi saltando en el sitio— ¡Tu puño fue directo! ¡Y gritaste muy fuerte! ¡Eso asustaría al enemigo!

 

Hinata observaba la interacción con una atención cada vez más aguda. Miraba el rostro de Sasuke, iluminado por una alegría que le era completamente ajena. Y entonces, vio algo más. Algo en la profundidad de sus ojos oscuros, de la manera en que lo miraba a él ya nadie más, en la intensidad casi devota de su admiración. No era solo amistad o camaradería. Era… algo más. Algo que ella no podía nombrar, pero que le resultaba vagamente familiar, como el eco de un sentimiento que había visto en otra parte, pero no podía recordar dónde. Una chispa de puro, cariño incontestable que trascendía la simple aprobación.

 

Naruto, ante la persistencia y la genuinidad de Sasuke, bajó la guardia. Un rubor leve tiñó sus mejillas sucias de polvo. —Bueno… gracias, supongo —murmuró, mirando hacia otro lado, pero una pequeña sonrisa asomó en sus labios— Tu taijutsu no estuvo tan mal tampoco.

 

Fue el mayor cumplido que pudo articular.

 

Para Sasuke, fue como si el sol hubiera salido solo para él. Su sonrojo se intensificó, y su interior, incluso a esa edad, comenzó a dar volteretas de alegría. 

 

¡ME ELOGIO! ¡NARUTO ME ELOGIO! ¡ES EL DÍA MÁS FELIZ DE MI VIDA!

 

La escena se desvaneció lentamente, dejando a Sasuke en el presente con un nudo en la garganta. Ese recuerdo era la semilla. El momento en que, sin saberlo, sin entenderlo, su mundo había comenzado a orbitar alrededor de un sol rubio y desgarbado. Y era también el momento en que Hinata, su mejor amiga, había sido testigo inadvertida del nacimiento de un sentimiento que, años después, terminaría por destruir su amistad. Ella había visto la chispa en sus ojos, y aunque entonces no supo qué era, ahora, con certeza, lo entendía todo. Y ese entendimiento mutuo y doloroso era el muro invisible que ahora se alzaba entre ellos en la sala de espera de la Torre Hokage.

 

 

Suspensó dejando salir otro recuerdo del pasado.

 

 

El aire en el salón de clases de la Academia estaba cargado de la energía nerviosa propia de una actividad grupal. La maestra había dado la instrucción: "Formen equipos de tres para el ejercicio de estrategia básica". Inmediatamente, el aula estalló en un frenesí de movimientos y voces, niños y niñas buscando a sus compañeros preferidos, formando alianzas instantáneas basadas en amistades o en la percepción de habilidad.

 

Como un reflejo condicionado, Sasuke y Hinata se volvieron el uno hacia el otro. Era su dinámica natural, un pacto no dicho entre los dos niños más callados y serios del curso. Un asentimiento casi imperceptible de Sasuke, una pequeña sonrisa tímida de Hinata, y su equipo de dos estaba formado. Buscaban automáticamente a un tercero.

 

Pero entonces, la mirada de Sasuke se desvió, atravesando el bullicio hasta un rincón del salón. Allí estaba Naruto, de pie junto a su asiento, con los brazos cruzados y una mueca de falsa indiferencia que no lograba ocultar la punzada de rechazo que, una vez más, lo embargaba.

 

 

Los equipos se formaban a su alrededor, evitándolos deliberadamente, como si fuera una roca en medio de un río. Algunas lanzaban miradas de desdén, otras de simple incomodidad. Él era el último elegido, siempre. Y hoy, parecía que ni siquiera eso.

 

Una tristeza profunda, familiar y amarga, se apoderó de Sasuke. Ver a Naruto así, aislado y finciendo que no le importaba, le provocaba una sensación de injusticia que le quemaba el estómago. Sin pensarlo dos veces, antes de que Hinata pudiera sugerir a alguien más, Sasuke alzó la voz, clara y firme, cortando el murmullo general.

 

—Naruto. Únete a nosotros.

 

El silencio fue instantáneo. Todas las cabezas giraron hacia Sasuke, luego hacia Naruto, con expresiones de incredulidad. ¿El Uchiha invitando al fracaso? Hinata, a su lado, dio un respingo leve, sus ojos lavanda se abrieron de par en par por la sorpresa. Miró a Sasuke, buscando una explicación en su rostro.

 

—S-Sasuke-kun… —murmuró, titubeante— ¿Estás… seguro? —La pregunta no era de rechazo hacia Naruto, sino de genuina curiosidad. Sabía lo orgulloso que era su amigo, lo meticuloso que era con el trabajo en equipo. ¿Realmente quería al chico más problemático y menos aplicado de la clase?

 

Sasuke no la miró. Su mirada estaba fija en Naruto, quien los observaba con una mezcla de sospecha y una frágil esperanza. —Sí —respondió Sasuke, su tono era neutral, pero había una determinación profunda— No importa. Está… listo. A su manera.

 

Era la verdad. Sasuke había visto destellos de una inteligencia intuitiva y creativa en Naruto, una forma de resolver problemas que era caótica pero a menudo sorprendentemente efectiva. Pero la razón principal era otra, una razón que él mismo no habría podido articular.

 

Simplemente, no podía soportar verlo solo.

 

Naruto, tras un segundo de duda, encogió los hombros con una falsa despreocupación que no engañó a nadie. —¡Ja! ¡Claro que estoy listo! ¡Es tu suerte tenerme en el equipo, Teme! —Se acercó a ellos arrastrando los pies, pero una pequeña chispa de alegría iluminaba sus ojos azules.

 

Así se formó el equipo más improbable del aula: el heredero Uchiha, la heredera Hyuga y la paria de la clase.

 

Una vez que comenzó el ejercicio, una simulación sencilla de táctica con fichas sobre un mapa, la dinámica del grupo se reveló de inmediato. Hinata, meticulosa y analítica, estudiaba el tablero en silencio, haciendo cálculos mentales. Naruto, por su parte, proponía ideas extravagantes y de alto riesgo, la mayoría inviables pero todas llenas de un entusiasmo contagioso.

 

Y Sasuke… Sasuke apenas podía concentrarse en el ejercicio. Su estaba atención hipnotizada por Naruto. Cada vez que el rubio hablaba, Sasuke lo miraba con una intensidad que rayaba en lo obsesivo. Si Naruto se atacaba en un simple cálculo matemático (sumar el rango de movimiento de las fichas), Sasuke se inclinaba inmediatamente sobre él, señalando los números con su dedo.

 

—Mira, es fácil. Si este se mueve tres espacios y este dos, aquí sería.… —explicaba, su voz, usualmente monótona, tomaba un tono suave, casi paciente.

 

Naruto, inusualmente dócil bajo la atención exclusiva de Sasuke, asentía con concentración, siguiendo el dedo de su compañero. —Ah, ya veo… ¡Entonces puedo saltar aquí y ¡BAM!

 

Hinata observaba la interacción desde el otro lado de la mesa. Al principio, se sintió feliz. Le gustaba Naruto, admiraba su tenacidad y su corazón, y verlo incluido, verlo sonreír de verdad, le llenaba de una calidez genuina. Sonreía tímidamente cada vez que Naruto lograba un cálculo gracias a la ayuda de Sasuke.

 

Pero poco a poco, esa felicidad comenzó a mezclarse con una sensación extraña, un malestar sordo que se instaló en el fondo de su estómago. Sasuke no solo estaba ayudando; estaba acaparando. Cada vez que ella abría la boca para hacer una sugerencia, Sasuke ya estaba respondiendo a una idea de Naruto. Cada vez que Naruto volvía hacia ella para preguntarle algo, Sasuke interceptaba la pregunta y daba la respuesta. Era sutil, casi imperceptible, pero constante. Sasuke, de manera completamente inocente y movido por su deseo primario de estar cerca de Naruto, de ser el único que lo ayudaba, el único que lo veía, estaba eclipsando por completo a Hinata dentro de su propio equipo.

 

Naruto, feliz de recibir por una vez atención positiva y directa, se volvió naturalmente hacia la fuente de la misma. Se pegaba a Sasuke, sus hombros rozándose, sus cabezas juntas sobre el mismo libro. Reía con sus explicaciones (aunque a menudo eran secas) y seguía sus indicaciones al pie de la letra.

 

Sasuke, por su parte, estaba en una nube. Cada roce, cada mirada de esos ojos azules llenos de (para él) admiración, cada sonrisa dirigida solo a él, era un regalo intoxicante. Su interior de seis años bailaba de alegría. ¡ME ESTÁ HACIENDO CASO! ¡SOLO A MÍ! ¡ME PREFIERE! Se acercaba más, invadiendo el espacio personal de Naruto sin ningún pudor, feliz de tenerlo tan cerca.

 

 

Hinata los observaba. Ya no sonreía. Su propia sonrisa tímida se había desvanecido, reemplazada por una expresión pensativa y un poco perdida. Veía cómo sus dos compañeros formaban su propio mundo diminuto dentro del equipo, un círculo cerrado del que ella estaba inexplicablemente excluida. Aquella sensación en el estómago se hizo más fuerte, un peso frío y confuso. No era celos, aún no podía ponerle ese nombre. 

 

 

Era… la extraña intuición de que el vínculo que veía nacer entre Sasuke y Naruto era de una naturaleza diferente, más intensa y exclusiva, que la simple camaradería de equipo. Veía la luz en los ojos de Sasuke cuando miraba a Naruto, y aunque no la entendía, la reconocía. Y de alguna manera, intuía que ese mismo brillo le estaba siendo negado a ella, no por Naruto, sino por su propio mejor amigo.

 

Al final de la clase, el ejercicio había sido un éxito moderado gracias a la planificación de Hinata y la ejecución impulsiva de Naruto, guiada (ya veces corregida a destiempo) por Sasuke. Pero para Hinata, la victoria se sintió vacía. Recogió sus cosas en silencio, viendo cómo Naruto daba una palmada amistosa en el hombro a Sasuke ("¡No estuviste tan mal, Teme!") y cómo Sasuke respondía con un asentimiento y un rubor que intentaba disiminar fallidamente.

 

Ella se quedó atrás, con esa sensación indefinida en el estómago, preguntándose por qué, de repente, sentía que había perdido algo que ni siquiera sabía que tenía. El mundo de las amistades y los afectos, que hasta entonces le había parecido sencillo, comenzaba a revelarse como un territorio mucho más complejo y confuso.

 

 

 

 

Paso otro año y las cosas prometían algo más.

 

 

 

La luz del atardecer se colaba entre las ramas de los cerezos en el jardín de la mansión Hyuga, pintando de oro y rosa el mundo perfectamente ordenado. Para Sasuke y Hinata, de apenas siete años, este rincón era un reino aparte, un santuario donde las rígidas expectativas de sus clanes se desdibujaban tras la cortina de los juegos infantiles. Estaban sentados sobre una manta extendida en el césped, un picnic improvisado con pequeñas porciones de onigiri, manju y té de hierbas que Hinata había conseguido "rescatar" de la cocina.

 

Aunque ya lo habían terminado.

 

A su alrededor, sentados con solemnidad infantil, varios peluches y muñecas exquisitamente vestidas eran los invitados de honor. Una ceremonia de té imaginaria estaba en pleno apogeo, con Sasuke sirviendo el té invisible con una concentración que hubiera hecho honor a cualquier maestro de ceremonias Uchiha, y Hinata ofreciendo manju a un oso de peluche con un hilo de voz.

 

 

El silencio cómodo se rompió cuando Hinata, jugando con las migas de su manju, murmuró casi para sí misma. —A veces pienso en casarme.

 

Sasuke, que estaba ajustando la postura de una muñeca samurái, la miró con curiosidad. —Ah, ¿sí? ¿Con quién?

 

Hinata se sonrojó intensamente, mirando su regazo. —Con… con alguien muy especial. —No se atrevía a decir el nombre. El sentimiento era demasiado nuevo y frágil.

 

Sasuke afirmó, como si aquel fuera un tema de la mayor gravedad. —Yo también —confesó, con una naturalidad que solo un niño completamente ajeno a los prejuicios del mundo adulto podría tener.

 

Hinata alzó la vista, sorprendida. —¿De verdad? ¿Con…con cual niña? —preguntó, inocente, siguiendo el único guion que conoció.

 

Sasuke negó con la cabeza, un gesto leve. —No es niña. Es un niño.

 

El anuncio cayó en el aire tranquilo del jardín con la suavidad de un pétalo de cerezo. Hinata parpadeó, procesando la información. No era algo que hubiera considerado antes. En su mundo, ordenado y tradicional, las cosas eran de una manera. Pero era Sasuke. Su mejor amigo. Y él lo decía con la misma certeza con la que afirmaba que el cielo era azul.

 

—Oh —fue todo lo que atinó a decir al principio. Luego, su natural bondad y lealtad prevalecieron sobre la sorpresa— Está… está bien. Eso es…bueno. —Asintió, con una pequeña sonrisa tímida— ¿Cómo… cómo supiste que te gustaba? —preguntó, genuinamente curiosa, tratando de entender.

 

Sasuke encogió los hombros, mirando el vacío frente a él con una expresión soñadora que le era muy inusual. -Nariz. Solo pasó. Es... molesto a veces. Muy ruidoso. Y siempre está metido en problemas —dijo, pero su voz carecía por completo de fastidio; por el contrario, estaba teñida de una ternura profunda—Pero cuando sonríe… es como si el sol saliera solo para mí. Y quiero... quiero estar cerca siempre. Para protegerlo.

 

No dio un nombre. No profundizó en cómo había llegado a sentir eso. Para él, era un hecho simple e incuestionable, como respirar. Hinata lo escuchó, acostumbrada ya a la manera lacónica y enigmática de su amigo. Asintió lentamente, aunque una pequeña contrariedad se instaló en su interior. No era desaprobación, sino una confusión leve. Era un territorio desconocido. Pero era Sasuke, y ella lo respetaba.

 

—Suena… especial —concluyó al final, con sinceridad.

 

—Lo es —afirmó Sasuke con una convicción absoluta.

 

Luego, fue su turno. —Y el tuyo? —preguntó, volviendo a verter té invisible en una taza minúscula.

 

El rubor de Hinata se intensificó hasta tornarse escarlata. —Él… es valiente —empezó, su voz apenas un susurro— Más que nadie. Aunque a veces se ve solo… siempre sigue adelante. Tiene el cabello único… y una sonrisa que hace que todo parezca mejor.

 

Los dos se miraron, y una comprensión mutua pasó entre ellos. Ambos tenían un secreto, un amor platónico que guardaban con ferocidad en sus pequeños corazones. La emoción del descubrimiento compartido los embargó.

 

—¡Nos casaremos con ellos algún día! —declaró Hinata de repente, con una vehemencia inusual, el entusiasmo venciendo su timidez.

 

—¡Claro que sí! —asintió Sasuke, con igual determinación, su propio rostro sonrojado— Será perfecto.

 

La promesa infantil, hecha con la fe absoluta de quien aún no conoce los obstáculos del mundo, los llenó de una alegría eufórica. Dejaron a un lado la ceremonia del té. El juego había evolucionado.

 

—¡Juguemos a la boda! —propuso Hinata, sus ojos lavanda brillando con emoción.

 

-¡Si! —aceptó Sasuke al instante.

 

Con la seriedad que solo los niños pueden otorgar a sus juegos, se pusieron manos a la obra. Hinata tomó el mantel de picnic, un fino paño de lino blanco, y con la gracia de una novia de verdad, se lo colocó sobre la cabeza a modo de velo. El tejido translúcido le cubría el rostro, y ella lo mantenía con delicadeza.

 

Sasuke, por su parte, buscó algo entre los "invitados" de peluche. Encontró una cinta azul que sujetaba el pelo de una de las muñecas. Con movimientos torpes pero decididos, se la ató alrededor del cuello, improvisando un lazo de corbatín. Se enderezó, tratando de parecer formal y elegante, imitando la postura de su padre en los eventos del clan.

 

— ¿Estás listo, Sasuke-kun? —preguntó a Hinata desde bajo su velocidad, manteniendo una risita nerviosa.

 

—Listo —afirmó él, con una solemnidad cómica.

 

Caminaron el uno hacia el otro en el centro de la manta, frente a un arbusto de gardenias que hizo las veces de altar. Tomados de las manos, se miraron con una mezcla de risa contenida y una convicción sorprendentemente genuina.

 

—Yo sere tu esposo y tu el mio… yo te acepto —dijo Hinata, representando el papel de novia, esposo de su amigo y oficiante a la vez.

 

Rió emocionado imaginó a Naruto en el lugar de Hinata. —Y yo… te acepto a ti —respondió Sasuke, siguiendo el juego.

 

Luego, en un acto espontáneo, Hinata se levantó la punta del velo y Sasuke, con una timidez arrepentida, se inclinó y le dio un rápido beso en la mejilla. Fue un gesto inocente, puro, la ceremonia de sellado de una promesa de amistad y de sueños compartidos.

 

Su futuro esposo.

 

Al romper el "beso", estallaron en carcajadas, la tensión solemne se disolvió en pura diversión infantil. Se sentaron de nuevo en la manta, quitándose los "atuendos" nupciales, y compartieron el resto de la comida real con sus invitados de peluche, riendo y especulando sobre cómo sería su boda de verdad, cada uno soñando en voz alta con una ceremonia diferente, con un amor diferente, completamente ajenos a la ironía futura que encerraba su juego.

 

A lo lejos, desde la galería cerrada de la mansión, una criada Hyuga observaba la escena con una sonrisa suave. Solo veía a dos niños jugando, riendo, compartiendo una merienda. Los fragmentos de conversación que llegaban a sus oídos —"casarse", "un niño", "como él sol"— solo eran las fantasías sin sentido de la infancia. No podía ver la profundidad de los secretos compartidos, ni la semilla de un futuro conflicto. Para ella, era solo una imagen adorable, la pequeña heredera y el pequeño Uchiha, jugando a ser adultos en un mundo que todavía les permitía soñar con finales felices, sin importar la forma que estos tomaran.

 

 

 

Pero no todo dura para siempre.

 

 

El sol filtrado por las hojas de los árboles pintaba patrones dorados sobre el césped. Sasuke, con diez años ya cargando una gravedad prematura, escuchaba con apenas disimulada paciencia a su mejor amiga. Hinata, un año menor pero igual de inocente de corazón, parloteaba con una sonrisa tímida pero persistente, se le veía inquieta. Jugueteaba con los dedos, su rostro estaba teñido de un rubor constante que no era por el sol. Sasuke, absorto en practicar lazadas para shuriken con un trozo de cuerda metálica ninja, lanzó un suspiro exasperado al notar su nerviosismo.

 

 

— ¿Qué hizo esta vez? —preguntó, sin levantar la vista, su tono cargado de una superioridad que rayaba en la arrogancia— ¿Es sobre ese chico verdad, te prestó un lápiz nuevo? Hinata, esos enamoramientos son… son tonterías de niñas. —Frunció el ceño, despreciando lo que consideraba una frivolidad. Su propio y tumultuoso universo emocional, centrado en un rubio que le robaba el aliento, era, en su mente, una epopeya única y justificada. Los sentimientos de los demás eran meras caricias.

 

—¡No, no son tonterías! —protestó Hinata, apretando los puños con una determinación que le costaba trabajo reunir— Él… es alguien especial. Muy especial.

 

El tono de su voz, cargado de una emoción genuina y profunda, hizo que Sasuke dejara la cuerda. Un interés mínimo se abrió paso entre su fastidio. —Ah, ¿sí? ¿Y qué tiene de especial? —preguntó, con un déje de escepticismo.

 

—Es… —Hinata miró al cielo, buscando las palabras, y una sonrisa soñadora, tan pura que casi dolía verla, iluminó su rostro— Es muy valiente. Siempre sonríe, incluso cuando todos lo miran mal. Es… ruidoso, ya veces torpe, pero tiene un corazón enorme. Es el más determinado que conozco. Nunca se rinda. Y… y aunque parece fuerte, a veces lo veo solo, y quiero… quiero estar ahí para él… y ha mejorado mucho, ¿sabes? —decía Hinata, jugando con un mechón de su cabello azul— Ya no se da por vencido tan fácil. Es más estratégico, y aunque sigue metiéndose en problemas, su sonrisa… ~ah, Sasuke-kun, es como si iluminara todo el salón.

 

Sasuke reprimió el impulso de rodar los ojos.

 

 

Enamoramientos de niñas, pensó con la arrogancia propia de quien cree que sus propios sentimientos son únicos y todos los demás, simples caprichos. Él era inmaduro y egoísta en ese aspecto, solo los latidos de su propio corazón importaban, solo su amor, ese sentimiento vasto y devorador centrado en Naruto Uzumaki, era válido, real, digno de ser tomado en serio. Los de los demás los tachaba de ridículos, de pérdidas de tiempo. Por eso, aunque escuchaba a Hinata, su mente estaba en otra parte, en un rubio que probablemente en ese momento estaba intentando "embellecer" los rostros de los Hokages por quinta vez esa semana.

 

Pero algo en cada palabra que Hinata pronunciaba era como una gota de agua helada cayendo en la nuca de Sasuke. La descripción era demasiado vívida, demasiado específica, demasiado… familiar. Una inquietud sorda comenzó a apretarle el estómago.

 

 

—Es muy lindo. —continuó Hinata, su voz cargada de ilusión. —El más lindo que conozco. Su cabello es como el oro, y sus ojos son tan azules como el cielo… su sonrisa… —continuó Hinata, perdida en la ensoñación— es como el sol. Calienta todo a su alrededor. Es tan brillante…

 

 

Dejo de mirar distraídamente una mariposa que había pasado por ahí y clavó sus ojos en Hinata.

 

—…y siempre usa ese color naranja tan… tan él —concluyó Hinata, con un suspiro que parecía salir de lo más profundo de su ser— Es Naruto-kun.

 

El mundo se detuvo.

 

Naruto.

 

Sasuke se congeló. El mundo perdió todo sonido. El trozo de cuerda se le escapó de los dedos inertes. No. No podía ser. Su mente gritó en un pánico visceral. ¡NARUTO! ¡NO! ¡ELLA NO PUEDE! El pensamiento surgió instantáneo, incontestable, posesivo, feroz y aterrador que lo engullo por completo, barriendo cualquier rastro de su habitual desdén. La miró, y por primera vez, realmente la vio, la admiración en sus ojos lavanda, la sonrisa tímida pero genuina, la certeza absoluta en su voz. No era un capricho de niña. Era real. Y estaba dirigido hacia él.

 

Hacia SU Naruto.

 

La sorpresa inicial se transformó en algo más oscuro y retorcido. No era solo incredulidad; Era una sensación de traición visceral, profunda. ¿Ella? ¿Hinata? ¿Su mejor amiga? ¿Fijándose en Él? Todo este tiempo, el amor del que ella hablaba con tanta dulzura era por la misma persona que iluminaba sus propios días. La revelación fue un golpe bajo, un robo a plena luz del día.

 

-¡No! —La palabra salió de su boca como un cuchillo, afilada por el pánico y una ira que lo tomó por sorpresa— ¡No puedes! —Se aproximo a ella palideciendo— ¡Él… Naruto está fuera de tu rango! ¡No es para ti! —Gritó, usando el mismo lenguaje de casta y superioridad que siempre había despreciado en su propio clan, pero que ahora era su única arma. —¡No te atrevas Hinata Hyuga! —Su advertencia salió de su boca como un disparo, más fuerte y áspera de lo que jamás le había hablado a su mejor amiga.

 

Hinata retrocedió, sorprendida por la violencia de la reacción. —¿S-Sasuke-kun? —Preguntó Herida y confundida por la reacción violenta. —Q-Qué? Sasuke-kun, ¿por qué no?

 

—¡Porque no! —casi rugió él, su cuerpo comenzó a temblar incontrolablemente, el miedo a perder lo más preciado que tenía lo estaba enloqueciendo su mejor amiga y su verdadero amor. — ¡Porque… porque es mío!

 

El silencio que siguió fue pesado. Hinata lo miró fijamente, esperando la risa, la broma, cualquier cosa que indicara que no era en serio. Pero solo vio el pánico absoluto en los ojos de Sasuke, la posesividad feroz, el temblor de sus manos. Y entonces, cayó en cuenta. Como piezas de un rompecabezas terrible, todos los momentos encajaron, la forma en que Sasuke siempre miraba a Naruto en clase, cómo lo defendía a pesar de sus protestas, cómo se sonrojaba cuando el rubio le dirigía la palabra… El "chico misterioso" del que Sasuke hablaba con una ternura que nunca mostró con nadie más… era Naruto. 

 

La misma persona.

 

—Tú… —murmuró Hinata, su propio rostro perdiendo color— El niño del que hablabas… es… Naruto-kun.

 

Sasuke no es un negocio. Solo la miró con una intensidad desesperada, confirmando su peor temor.

 

La tensión se volvió tangible. Hinata, sintiendo que su propio y frágil sueño se desmoronaba, encontró un coraje que no sabía que tenía. —E-Él no es de nadie, Sasuke-kun. Y a mí… a mí me gusta. Tengo derecho a que me guste —dijo, su voz ganando fuerza a medida que hablaba, defendiendo su corazón.

 

—¡No tienes ningún derecho! —replicó Sasuke, su voz quebrada por los temblores— ¡Olvídalo! ¡Olvídalo ahora mismo! ¡Te lo ordeno!

 

 

Fue la gota que colmó el vaso para Hinata. La orden, el tono posesivo, la negación absoluta de su sentir. La desesperación y una punzada de ira la embargaron. Ella, que siempre había sabido, en el fondo de su ser tradicional, que los sentimientos de Sasuke por otro niño eran "mal" según las estrictas normas no escritas que los rodeaban, que había llamado por lealtad y amor a su amigo, ahora era atacada por eso mismo. Y en un arranque de dolorosa crueldad infantil, dijo la única cosa que sabía que podría herirlo.

 

—¡Tú… tú estás equivocado, Sasuke-kun! ¡Lo que sientes está mal! ¡Los niños no… los niños no se enamoran de otros niños! ¡Eso no es normal! ¡Yo sí tengo una oportunidad! ¡Yo puedo estar con él! ¡Tú... tú nunca podrás!

 

Las palabras cayeron como latigazos. Sasuke quedó paralizado, el golpe de realidad fue tan brutal que por un segundo todo se volvió blanco. El mundo que tanto había temido, el juicio que siempre había intuido, salía de la boca de su mejor amiga. La persona que más cerca había estado de entenderlo, le clavaba el cuchillo de la "normalidad" en el corazón.

 

—Yo… yo lo vi primero —susurró Sasuke, su voz era un hilo quebrado, un argumento ridículo y desesperado de un niño que se aferraba a cualquier cosa.

 

Hinata lo miró, y en sus ojos ya no había ira, sino una lástima dolorosa. —Eso… eso no importa, Sasuke-kun. Yo soy una niña. Él es un niño. La vida… la vida es así.

 

La última esperanza de Sasuke se desvaneció. La cruda, simple e implacable verdad lo aplastó. Las lágrimas, que había estado conteniendo con furia y miedo, brotaron por fin. No fueron sollozos, sino un silencio y amargo torrente de dolor y vergüenza que le recorrió el rostro. Lloró por el amor imposible, por la amistad traicionada, por la soledad abismal que ahora se abría ante él.

 

Hinata inmediatamente se arrepintió. —S-Sasuke-kun, lo siento, no quise… —extendió una mano, queriendo retractarse, queriendo consolarlo.

 

Pero Sasuke se separó bruscamente, como si su tacto lo quemara. Secó sus lágrimas con el dorso de la mano con un gesto violento, y cuando alzó la mirada hacia ella, sus ojos oscuros, aún brillantes por el llanto, estaban llenos de un frío que ella nunca antes había visto.

 

—Está bien —dijo, su voz era plana, vacía de toda emoción— A partir de ahora… somos rivales. Y si lo ama a él… seremos enemigos.

 

La promesa, hecha con la solemnidad devastadora de un juramento Uchiha, cortó el aire como una hoja de kunai. Hinata sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor. —¡Sasuke-kun, no, Hablemos esto! ¡Por favor, eso es muy extremista! ¡Escúchame!

 

Pero él ya no escuchaba. Dio media vuelta y se marchó, caminando con una rigidez que delataba el dolor que lo consumía por dentro, dejándola sola en el jardín.

 

Hinata se derrumbó en el césped, las lágrimas brotando silenciosamente. Sus cuidadores, al verla llorar desde la distancia, corrieron a consolarla, preguntando qué había pasado, quién la había hecho llorar. Pero ella no podía explicarles. No podía decirles que acababa de perder a su mejor amigo, no por un pleito tonto, sino por el amor imposible que ambos sentían por el mismo chico de cabello dorado. El mundo adulto nunca entendería la guerra silenciosa que acababa de declararse en el corazón de dos niños. Solo abrazaron a la pequeña heredera Hyuga, sin comprender que las lágrimas que caían eran por una amistad muerta y por un rival que, desde ese día, llevaría el mismo apellido que ella una vez fue todo.

 

 

Sasuke, en el presente, apretó los puños con tanta fuerza que sintió el filo de sus uñas clavándose en las palmas. El dolor físico era un alivio ínfimo comparado con la quemazón de aquel recuerdo. La declaración de Hinata no había sido malintencionada, solo era la cruda voz de un mundo que no tenía espacio para lo que él sentía. Y él, en su pánico y su egoísmo infantil, había respondido con una ferocidad que había destruido la única amistad verdadera que había tenido fuera de su clan. La culpa y la vergüenza se enredaron en su pecho, otro peso más en los hombros del heredero Uchiha.

 

 

 

Los días, las semanas, los meses y años que siguieron a su discusión en el jardín de los Hyuga fueron un lento y agonizante invierno para Hinata. El Sasuke que conoció, el niño que le robaba onigiri y defendía sus ojos, había desaparecido. En su lugar, había un muro de hielo.

 

En la Academia, él ya no se sentaba cerca de ella. Si sus miradas se cruzaban por accidente, la de él se desviaba al instante, fría y vacía, como si ella fuera un extraño molesto. Los saludos tímidos que ella se atrevía a murmurar se estrellaban contra un silencio absoluto. El rincón detrás del armario volvió a estar vacío. Hinata se quedó allí a veces, sola, acurrucada, preguntándose qué había hecho tan malo para merecer ese destierro.

 

 

Error, ella lo sabía.

 

 

El dolor era un puño constante apretándole el estómago. Había perdido a su mejor amigo. Y no solo eso, en la feroz declaración de Sasuke, en su grito de "¡Es mío!", había ganado un rival. Un rival inesperado, imposible de entender, y por quien sentía, a pesar de todo, un cariño profundo que no podía simplemente apagar. 

 

 

Era una pesadilla.

 

Pero el mundo exterior, el mundo de los adultos y las apariencias, no podía detenerse. Las reuniones entre los clanes Uchiha y Hyuga continuaron, forzadas por esa frágil alianza post-Danzo. Los salones impolutos de la mansión Hyuga o los jardines serenos de los Uchiha fueron testigos de escenas surrealistas.

 

 

Hinata, con su kimono impecable y el pelo peinado con rigor, se sentaba quieta como una muñeca junto a su padre. Al otro lado de la sala, o del jardín de té, Sasuke hacía lo propio junto a Fugaku o Mikoto. Sus padres intercambiaban palabras corteses, hablaban de política, de la aldea, del tiempo. A veces, Hiashi o Fugaku intentaban forzar una interacción.

 

—Hinata, ¿por qué no le muestras a Sasuke-kun ese nuevo jutsu que practicas? —preguntaba su padre con una voz que no admitía réplica.

 

—Sasuke, acompaña a Hinata-san a ver los cerezos. —ordenaba Fugaku con severidad.

 

Ellos obedecieron. Se levantaron. Caminaban juntos, manteniendo una distancia precisa de un metro. El aire entre ellos era tan tenso que se podía cortar con un kunai. No se dirigieron la palabra. No se miraban. Hinata clavaba la vista en las flores, en el suelo, en cualquier cosa que no fuera él. Sasuke miraba al frente, con la expresión de quien estaba realizando una misión de vigilancia aburrida.

 

Eran dos fantasmas interpretando una obra para una audiencia que creía en la ficción de su amistad. Mikoto a veces lanzaba miradas preocupadas a su hijo, intuyendo que algo andaba mal, pero Sasuke se negaba a hablar. Hiashi, por su parte, atribuía el comportamiento de su hija a su habitual timidez exasperante.

 

Las visitas se convirtieron en una tortura silenciosa. Cada paso al lado del otro, cada instante de proximidad forzada, era un recordatorio de lo que habían tenido y lo que habían perdido. Hinata aprendió a fingir una timidez extrema, a esconder su dolor detrás de una máscara de fragilidad. Sasuke, a su vez, perfeccionó su faceta del joven Uchiha distante y serio.

 

Pero en el interior de Hinata, la niña que una vez había sonreído entre lágrimas porque un niño le dijo que sus ojos eran hermosos, se sentía cada vez más sola. Había intentado defender su derecho a sentir algo, y ese algo le había costado la única amistad verdadera que había tenido. Ahora solo le quedaba el eco de una voz gritando con rabia y pánico, y la fría indiferencia de un ex-amigo que la miraba como si nunca hubieran compartido un secreto bajo la lluvia o una merienda robada.

 

 

Una voz, como un rayo de sol atravesando una tormenta, irrumpió en la oscuridad de los recuerdos de Sasuke.

 

 

—¡Oye, Teme! ¿Te quedaste dormido de pie o qué? ¡Vamos, este lugar me da escalofríos! —Naruto estaba frente a él, con las manos en las caderas y una mueca de fastidio que no lograba ocultar su incomodidad. Su chaleco naranja era una mancha de color vibrante en la grisura burocrática de la sala.

 

Sasuke parpadeó, desorientado, arrancado brutalmente del pasado. El mundo se volvió a enfocar, el murmullo de la sala, el olor a papel viejo, y sobre todo, la presencia de Naruto. Un rubor instantáneo y traicionero subió por su cuello hasta sus mejillas, una reacción automática que nunca podía controlar.

 

 

¡Él está aquí! ¡Me está buscando a mí! ¡Quiere irse conmigo!

 

Pero entonces, su mirada, aún nublada por la amargura del recuerdo, se desvió por encima del hombro de Naruto. Y allí estaba Hinata. También había sido atraído por la voz de Naruto, y sus grandes ojos lavanda, aún empañados por la tristeza de su intercambio silencioso, ahora se posaban en el rubio con una admiración tímida pero inconfundible. Un suave sonrojo teñía sus pálidas mejillas. Ella también lo mira. Ella todavía…

 

Una oleada de pánico posesivo, tan intensa como la que sintió a los diez años, lo engullo. No. No podía permitirlo. No podía perderlo.

 

No contra ella.

 

Sin pensarlo, movido por un instinto primario de marcación de territorio, Sasuke se abalanzó hacia adelante. Sus dedos, fríos por la tensión, se cerraron alrededor del brazo de Naruto con una fuerza que hizo que el rubio parpadeara sorprendido.

 

—¿Sasuke? ¿Qué…?

 

—Estoy listo. Vámonos de aquí. Ahora —la voz de Sasuke suena extraña, tensa, casi ahogada. Se pegó al costado de Naruto, envolviéndole el brazo con el suyo en un gesto que era a la vez un abrazo y una cadena. Su mejilla rozó la tela áspera del chaleco naranja, y el contacto, familiar y reconfortante, calmó levemente el huracán interno. 

 

 

Mío. 

 

 

Soy mío.

 

 

Naruto, aunque sorprendido por la brusquedad y lo inusualmente pegajoso del comportamiento de Sasuke, no se resistió. En el fondo, compartía por completo el deseo de escapar de aquel lugar. —Eh, está bien, está bien, pero no me ahogues, Teme —refunfuñó, pero no hizo el menor intento por liberarse. Para él, Sasuke era así, impredecible, a veces frío, a veces inexplicablemente necesitado. Lo aceptaba como aceptaba que el cielo fuera azul.

 

Hinata, desde su rincón, observó la escena con el corazón encogido. Vio la forma en que Sasuke se aferraba a Naruto, con una desesperación que ella reconocía demasiado bien. Vio la naturalidad con la que Naruto permitía el contacto, aunque pareciera confundido. Y una punzada de profunda incertidumbre la atravesó. ¿Era solo la amistad intensa y competitiva de compañeros de equipo? ¿O había algo más en la forma en que Sasuke miraba a Naruto, algo que ella, años atrás, había sido la primera en vislumbrar y que le había costado su amistad?

 

Naruto, completamente ajeno al drama que se desarrollaba a su alrededor y al par de ojos lavanda que lo seguían con devoción, empezó a arrastrar a Sasuke (quien, a su vez, se aferraba a él como una lapa) hacia la salida. —¡Vamos, Sakura-chan nos espera! ¡Y seguro Kakashi-sensei se durmió de pie otra vez!

 

Atravesaron la sala, con Sasuke pegado a su lado como una sombra posesiva, ignorando las miradas curiosas de los demás genin. Kiba levantó una ceja con una sonrisa burlona, ​​Shikamaru murmuró un "Qué fastidio...", e Ino susurró algo al oído de Sakura, que frunció el ceño, tratando de descifrar el comportamiento de su compañero.

 

Finalmente, salieron al vestíbulo principal donde, efectivamente, Kakashi estaba apoyado contra una columna, aparentemente profundamente absorto en la lectura de su libro (aunque la página no había cambiado en diez minutos), y Sakura tamborileaba impaciente con el pie.

 

—¡Por fin! —exclamó Sakura— ¿Qué pasa con ustedes? ¿Se les perdió el informe?

 

—Sasuke se puso raro, como siempre... —explicó Naruto con la sencillez de un martillo— Y este lugar es aburridísimo. ¡Ya vamos!

 

Kakashi alzó la vista, su único ojo recorrió la escena, a Naruto quejándose, a Sakura exasperada, ya Sasuke, que seguía aferrado al brazo de Naruto como si su vida dependiera de ello, con una expresión en su rostro que era una mezcla de alivio y de… ¿triunfo? Una sonrisa casi invisible se curvó bajo la máscara de Kakashi. 

 

 

Ah, la juventud.

 

—Muy bien, equipo —dijo, cerrando su libro con un golpe seco— Misión cumplida. Un descanso.

 

Mientras se giraban para salir definitivamente de la Torre, Sasuke no pudo resistirse. Lanzó una última mirada sobre su hombro, hacia la puerta de la sala de espera.

 

Allí, en el marco de la puerta, estaba Hinata. No lo miraba a él. Su mirada, dulce y dolorosamente resignada, estaba puesta en Naruto, en la espalda naranja que se alejaba. Pero al sentir la mirada de Sasuke, sus ojos se desviaron hacia él.

 

Fue un cruce de miradas cargadas de años de historia silenciosa. En los ojos de Hinata, Sasuke vio la culpa por aquella discusión pasada, la tristeza por la amistad perdida, y un destello de lástima… lástima por él, por el amor que ella creía imposible.

 

Sasuke, sintiendo ese último sentimiento como un insulto, aguantó su expresión. Su mirada, antes llena de pánico y culpa, se transformó. Se nubló con una competencia feroz y una soberbia breve pero intensa. Alzó la barbilla, un gesto casi imperceptible, y su mirada dijo claramente: Él es mío. Siempre lo ha sido. Ya perdiste. 

 

Rindete.

 

Luego, se volvió, apretando aún más el brazo de Naruto, y se dejó arrastrar por la corriente de entusiasmo de su rubio, hacia la luz del sol de la tarde.

 

Mientras caminaban calle abajo, con Naruto quejándose del hambre y Sakura regañándolo por su falta de modales, Sasuke guardó silencio. Por dentro, su interior bailaba victorioso. ¡Ella lo vio! ¡Vio que me elige a mí! ¡Que me necesita! ¡Naruto es mío y solo mío! ¡Esa Hyuga pálida no tiene ninguna oportunidad! ¡Cómo se atreve a mirarlo! ¡Cómo se atreve a tener esperanzas! Creía con una fe inquebrantable, nacida del deseo y la desesperación, que el mundo, eventualmente, se doblegaría a su voluntad. Que el amor que sentía, era más fuerte que cualquier convención, que cualquier expectativa, que cualquier mirada triste de unos ojos lavanda que alguna vez habían sido su refugio. 

 

 

Porque Naruto era su sol, y él no estaba dispuesto a vivir en la sombra de nadie.

 

 

 

Hinata parpadeó, regresando al presente vacío de la sala de espera. Kiba y Shino ya se estaban yendo, llamándola. "Vamos, Hinata". 

 

Ella asintió débilmente, siguiéndolos.

 

Con un último vistazo a la puerta por donde había desaparecido Naruto (y Sasuke, aferrado a él), otra punzada de dolor, ahora mezclada con una resignación antigua, la recorrió. La rivalidad seguía ahí, viva y latente. Pero ahora era más complicado. Porque el premio, Naruto, ni siquiera era consciente del juego. Y su oponente, su ex-mejor amigo, estaba tan perdido y asustado como ella, aunque lo expresara con soberbia en lugar de lágrimas.

 

Suspiró de nuevo, más suavemente esta vez, y seguí a sus compañeros, cargando en silencio el peso de un pasado que nadie más recordaba y un presente lleno de miradas no vistas y batallas silenciosas.

 

 

 

 

 

Notes:

Y finalizó con decir que es el capítulo más largo que eh hecho hhahah

Aqui quise mucho profundizar en estos dos, amo estudiar a un personaje a fondo.

Chapter 10: 10

Summary:

El capítulo sigue a Sasuke Uchiha en el día de la foto oficial de su equipo.Para él, esto es mucho más que una simple formalidad; es una oportunidad de obtener una foto real con Naruto, el objeto de su amor secreto y obsesivo.

 

Tenemos una nueva aliada aqui.

 

La mañana la dedica a arreglarse meticulosamente, practicando poses y confesando sus sentimientos a un peluche de Naruto que esconde bajo su cama. En el lugar de la foto, su admiración por Naruto es tan evidente que incluso Sakura se da cuenta. Después de un tenso posado donde Sakura se interpone entre ellos, la foto se toma, capturando la rara y devota mirada de Sasuke hacia Naruto. Tras la sesión, Sakura confronta a Sasuke sobre sus sentimientos y, para su sorpresa, ella no solo lo acepta, sino que se ofrece a ayudarlo, forjando una nueva alianza.

 

Sasuke termina caminando a casa con Naruto, donde este, en un acto de gratitud tras un altercado le da su primer avance.

Naruto ¡Tu puedes niño yo tambien quiero verte aceptando el amor de Sasuke!

Notes:

¡Un día lleno de nervios, confesiones y un avance monumental! Sasuke vive su drama interno de amor adolescente, Sakura demuestra una madurez increíble al convertirse en su aliada, clmo veran dije que Sakura aqui no seria como el Canon ella merece tambien su desarrollo como personaje ella, sabe cuando no es ahi, donde es un no, y desistir sin esperar donde no florecera nada.

Y una accion de Naruto es el premio final que hace volar por los aires el corazón (y la cordura) de Sasuke. ¡La dinámica del Equipo 7 ha cambiado para siempre!

 

Con respecto a una explicación de personajes que menciona Sakura más adelante, quiero decir que son simples OC, no aparecerán más solo personajes que puse de ejemplo para la trama, no soy fanática de hacer OC solo aclaro este hecho.

Asi que disfruten mi actualización pues es doble capítulo!!!!

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

El día de la foto oficial del equipo era un evento más significativo de lo que parecía.

 

No se trataba solo de un registro burocrático; era un hito, la primera constancia visual de un vínculo forjado a base de misiones de bajo rango, peleas constantes y una lealtad que, contra todo pronóstico, comenzaba a echar raíces profundas. Para la mayoría, era una formalidad.

 

Para Sasuke Uchiha, era una oportunidad.

 

La mañana del dia de la fotografía, Sasuke se despertó con una energía nerviosa que le resultaba casi ajena. El sol aún no calentaba completamente las losas del Distrito Uchiha, pero él ya estaba de pie, de puntillas frente al espejo de su habitación. La residencia estaba en silencio; su padre, Fugaku, ya había partido a sus deberes en la Policía Militar, y con Itachi en una misión en frontera. Solo dejaba el suave murmullo de su madre en casa junto a él, Mikoto moviéndose en la cocina, rompía el quietismo matutino.

 

Con manos que apenas lograba mantener estables, Sasuke abrió un pequeño estuche de madera lacada que guardaba en el cajón más oculto de su mesilla. Dentro, envuelto en un paño de seda suave, había un tesoro, un espejo redondo con marco plateado y un cepillo de mango de ébano, finísimo, con cerdas suaves. Herramientas de vanidad que un Uchiha no debía admitir en público, pero que en la intimidad de su cuarto se convertían en armas esenciales.

 

Se observó críticamente en el reflejo.

 

Cada mechón de su flequillo rebelde era domado con paciencia meticulosa, cada ángulo de su rostro era estudiado y aprobado. No buscaba la perfección estoica del heredero del clan. Buscaba algo más, algo que solo una persona en el mundo podría notar o apreciar.

 

Quería verse… atractivo. Para él.

 

Un suspiro de frustración escapó de sus labios cuando un rebelde mechón se resistía a mantenerse en su sitio. —¿Por qué es tan difícil? —murmuró para sí, su voz un hilo de queja en la quietud de la habitación.

 

Su mirada se desvió entonces hacia un espacio vacío bajo su cama. Con un movimiento ágil, se agachó y sacó una caja aún más pequeña, sencilla y sin adornos. Al abrirla, un mundo de secreta devoción quedó expuesto a la luz de la mañana. En la tapa, pegada con cuidado, una foto un poco borrosa de Naruto, tomada a escondidas durante su primer año en la Academia, sonriendo con una determinación que le partía el rostro en dos. Debajo, un álbum aquel con más fotos instantáneas antes visto, desde Naruto comiendo ramen, Naruto concentrado en un ejercicio fallido, Naruto durmiendo la siesta en un banco del parque. Y acurrucado entre las páginas, su posesión más preciada, su pequeño peluche de Naruto, hecho a mano, y ahora con un nuevo mono naranja de loneta adquirido no hace mucho (Gracias Madre) y sus ojos de botón azules que miraban con una torpe inocencia.

 

Tomó el peluche con una delicadeza que contrastaba con su habitual brusquedad. —Hoy es el día —le susurró al muñeco, como si compartiera un secreto de estado— Por fin tendré una foto con él. Una de verdad. Donde estemos juntos. —Una sonrisa tímida, tan rara en él, asomó en su reflejo. Su inner, siempre al borde del delirio, añadió en un éxtasis silencioso.

 

¡Una foto para la eternidad! ¡Juntos! ¡Lado a Lado! ¡Podré mirarla todas las noches antes de dormir! ¡Y él estará sonriendo, y yo estaré a su lado, y será PERFECTO!

 

Guardó la caja con reverencia y volvió a colocarla en su escondite. Con un último vistazo al espejo y una pose coqueta de práctica que le pareció lo suficientemente casual y despreocupada (aunque la llevó a cabo con la seriedad de un entrenamiento de taijutsu), salió alfin de su habitación.

 

—¿Sasuke? ¿Ya te vas? —la voz de Mikoto lo detuvo en el corredor. Su madre apareció en el marco de la puerta de la cocina, con una sonrisa suave y con entendimiento en los ojos— Te vees… muy arreglado hoy. ¿Alguna ocasión especial?

 

Sasuke se tensó levemente, sintiendo que su vanidad había sido descubierta. —Es solo la foto del equipo. No es nada del otro mundo —dijo, intentando que su voz sonara lo más plana y aburrida posible.

 

Mikoto no se dejó engañar. Su sonrisa se amplió un poco. Sabía de las… inclinaciones de su hijo menor. Lo había visto observar furtivamente a cierto niño ruidoso desde que tenían cinco años. Nada nuevo. —Ah, claro. La foto. —Asintió, jugando al juego— Bueno, asegúrate de sonreír, cariño. Y dile hola a Naruto-kun de mi parte.

 

El nombre, dicho con esa naturalidad, hizo que Sasuke se sonrojara hasta la punta de las orejas. —¡Mamá! —protestó, con un deje de pánico adolescente— ¿Por qué le mandaría saludos? ¡No es…! No es… ¡Ugh! ¡Me voy!

 

Giró sobre sus talones y casi salió corriendo de la casa, la vergüenza quemándole la nuca. Detrás de él, el suave y complaciente suspiro de su madre lo siguió. —Que te diviertas, Sasuke.

 

El lugar designado para la foto era un pequeño claro cerca del río, un lugar pintoresco elegido por el fotógrafo oficial de la aldea por su luz suave y el fondo natural de árboles y agua. Cuando Sasuke llegó, el ambiente ya bullía con la energía caótica de una docena de genin reunidos. Los equipos se mezclaban, se reían, se empujaban. Kiba y Naruto ya estaban en medio de una lucha de medir fuerzas tonta, rodando por el césped bajo los ladridos emocionado de Akamaru. Shikamaru bostezaba desde un banco, murmurando sobre qué "problema tan molesto" era todo esto. Ino y Sakura conversaban animadamente, aunque los ojos de Sakura escaneaban constantemente la multitud.

 

Y allí, en un grupo aparte con Kurenai, estaban los del Equipo 8. Shino, inmóvil como un poste. Kiba, ahora liberado de Naruto, sacudiendo el polvo de su ropa.

 

Y Hinata.

 

Sus ojos se encontraron por una fracción de segundo. La de Hinata, siempre tan expresiva, mostró un destello de sorpresa, seguido de la tristeza resignada que ahora era su estado habitual cerca de él. Sasuke, por su parte, endureció su expresión al instante, desviando la mirada como si ella fuera un extraño insignificante. No había espacio para remordimientos o viejas amistades hoy.

 

Hoy solo había espacio para una cosa.

 

Su mirada buscó y encontró su sol. Naruto estaba ahora riéndose a carcajadas de algo que había dicho Choji, con una bolsa de papas fritas a modo de premio. El corazón de Sasuke dio un vuelco. Llevaba su chaleco naranja, por supuesto, pero parecía… más brillante. Su cabello, siempre rebelde, capturaba la luz de la mañana como si fuera oro puro. Era un desastre.

 

Era perfecto.

 

—¡Sasuke-kun! —la voz de Sakura, cargada de alegría nerviosa, lo sacó de su trance. Ella se abrió paso entre la multitud hacia él, arreglándose un mechón de su pelo rosa— ¡Llegaste! ¿Qué tal? Dime Mm... ¿Crees que…? —hizo una pausa, girando sobre sí misma con torpe coquetería— ¿Crees que me veo bien?

 

Sus ojos verdes brillaban con esperanza. Esperaba un cumplido, una migaja de atención del chico que le gustaba.

 

Sasuke, sin embargo, apenas la registró. Sus ojos aún estaban pegados a Naruto, que ahora intentaba equilibrar un palo en la nariz. La admiración y el amor lo embargaban por completo. Sin pensar, absorto en su mundo, respondió a Sakura con una sinceridad devastadora.

 

—Sí. Es hermoso.

 

La palabra cayó entre ellos como una bomba. Sakura parpadeó, desconcertada. ¿"Hermoso"? ¿Él? Sasuke-kun nunca usaba esa palabra. Y… no la estaba mirando a ella. Su mirada estaba clavada en…

 

Siguieron la dirección de su mirada hasta Naruto. La decepción y una punzada de celos instantáneos golpearon a Sakura. ¡Otra vez! ¡Siempre Naruto! ¡Ni siquiera me miró! Frunció el ceño, sus labios formando un puchero. —Sasuke-kun, ¡Yo te pregunté por mí! —protestó, cruzando los brazos.

 

Pero Sasuke ya se movía, alejándose de ella como si fuera un mueble. Se abrió camino directamente hacia Naruto, dejando a una Sakura furiosa, resignada y confundida atrás.

 

—Naruto —dijo, y su voz sonó un poco más áspera de lo que pretendía, traicionada por los nervios.

 

—¿Eh? ¿Oh, hey, Teme! —Naruto dejó caer el palo y le dedicó una sonrisa despreocupada— ¿Listo para que nos hagan la foto? ¡Apuesto a que voy a salir genial! ¡Voy a hacer mi mejor pose, De veras!

 

Sasuke sintió que se derretía por dentro. ¡Me sonrió! ¡Me habló! ¡Dijo "nos" hagan la foto! ¡JUNTOS! —S… sí —logró articular, asintiendo con una solemnidad que no encajaba con la frivolidad del momento— Deberíamos… estar juntos. Sabes....ES DECIR... Ah... Mmm... En la foto.

 

—¡Claro! ¡Somos equipo, después de todo! —asintió Naruto, completamente ajeno a las capas de significado que Sasuke depositaba en esas palabras.

 

Kakashi apareció entonces, como surgido de una nube de pereza. —Ah, ya están todos aquí. Bueno, supongo que es mejor hacer esto rápido. El fotógrafo parece impaciente —murmuró, leyendo su libro Icha Icha con una mano mientras con la otra hacía un gesto vago hacia un hombre mayor con una cámara antigua y un tripié que los observaba con exasperación.

 

—¡Por aquí, Equipo 7! ¡Vamos, vamos! No tengo todo el día —gritó el fotógrafo, ajustando un lente.

 

El momento crítico había llegado. Se posicionaron frente a la cámara, con el río y los árboles como fondo idílico. Kakashi se colocó detrás de ellos, con su pose lista y mirada de aburrimiento supremo, aunque su ojo visible se curvó en una sonrisa apenas perceptible.

 

Observaba el pequeño drama con divertida curiosidad.

 

Y entonces vino el posicionamiento. Sakura, rápida como un rayo y movida por sus celos y su deseo de estar cerca de Sasuke, se colocó firmemente en el centro del grupo. —¡Yo aquí! —anunció, plantando los pies— ¡Así sale equilibrado!

 

Con su movimiento, se interpuso directamente entre Sasuke y Naruto, rompiendo la fantasía de proximidad que Sasuke había estado alimentando toda la mañana. Sasuke lanzó una mirada dagas a la nuca rosa de Sakura, su inner gritando en frustración. ¡NO! ¡QUITATE! ¡ÉL DEBE ESTAR A MI LADO! ¡ELLA NOS SEPARA! ¡ES UNA CONSPIRACIÓN!

 

Naruto, por su parte, no le dio mayor importancia. Se limitó a ajustar su protector frontal con un gesto brusco y a sonreír ampliamente a la cámara. —¡Así está bien! ¡Ahora todos digan "Ramen"! ¡Je, je!

 

—Es "queso", Naruto —lo corrigió Sakura con fastidio.

 

—¡Ramen es mejor!

 

Sasuke, resignado pero no derrotado, aprovechó cada milímetro que Sakura le dejaba. Se inclinó ligeramente hacia adelante, buscando sobre el hombro de Sakura para que al menos su rostro estuviera más cerca del de Naruto en la toma. Se aseguró de que su mejor perfil, el que había practicado, estuviera orientado hacia la cámara. Quería que esa foto fuera perfecta. Que cualquiera que la viera, aunque no entendiera nada, sintiera que él y Naruto pertenecían al mismo fotograma, al mismo mundo.

 

—¡Listos! —gritó el fotógrafo— ¡Sonrían! ¡Tres… dos… uno…!

 

El flash se disparó con un destello cegador.

 

En la fracción de segundo que el flash bañó sus rostros, tres expresiones muy diferentes quedaron congeladas en el tiempo para la posteridad.

 

Desde Kakashi con un cambio de último minuto con una ceja ligeramente arqueada, una mirada de divertida resignación, el poso sus manos sobre las cabezas de sus alumnos sonriendo bajo su máscara como un adulto que se ve obligado a participar en un juego de niños pero que, en el fondo, lo disfruta. Sakura en cambio tomo una sonrisa complicada y forzada, llena de una felicidad que pretendía ser genuina pero que estaba teñida por la irritación de tener a Sasuke tan cerca y aún tan lejos, y por la molesta presencia de Naruto arruinando su momento ideal aunque ya aceptando mejor su destino. En cambio Naruto con una sonrisa desbordante, radiante, llena de un genuino entusiasmo y una falta total de conciencia sobre los dramas a su alrededor. Sus ojos azules aun cerrados se notaba que brillaban con pura alegría. Y por otro lado Sasuke, quien no sonreía a menudo porque no era su estilo. Llevaba una expresión que no era la habitual de desdén o seriedad. Su rostro estaba suavizado por una rara paz. Su mirada, ligeramente (Estaba literalmente viendo a Naruto) desviada de la cámara, se posaba en el perfil del rubio con una intensidad tan profunda, tan llena de devoción y de un amor silencioso y absoluto, que casi era tangible. Era la mirada de alguien que, por un instante, había conseguido exactamente lo que quería, estar al lado de su sol, congelado en un momento de perfecta, silenciosa felicidad. Su sonrojo y sus ojos no mentían.

 

El fotógrafo bajó la cámara. —Listo. Pueden irse.

 

El hechizo se rompió. Naruto saltó del sitio. —¡Que bien! ¡Apuesto a que salí genial! ¡Vamos a ver!

 

Sakura se separó de ellos, lanzando una última mirada de frustración a Sasuke, quien parecía haber vuelto a su estado habitual de escepticismo distante.

 

Kakashi se acercó y puso una mano en el hombro de cada uno de sus alumnos. —Buen trabajo. Los tres. —Su mirada se posó en Sasuke por un segundo de más, con una comprensión que hizo que el Uchiha desviara la vista, avergonzado.

 

Mientras los otros equipos se acercaban para su turno, Sasuke se quedó un momento aparte, mirando cómo el fotógrafo cambiaba el rollo. Su corazón aún latía con fuerza. Tenía una misión nueva, más importante que cualquier misión D, conseguir una copia de esa foto lo antes posible. Iba a enmarcarla. Iba a ponerla en su mesilla de noche. Iba a…

 

—¡Oye, Sasuke! —la voz de Naruto lo interrumpió— ¡Vamos a comer ramen! ¡Ichiraku me debe unos tazones por una apuesta! ¡Te invito!

 

Sasuke se volvió. Naruto estaba allí, sonriendo, con el sol dando en su cabello como si lo hubieran diseñado para ello. El mundo alrededor parecía desdibujarse.

 

Todo el estrés, la vanidad, la rivalidad tácita con Hinata, la frustración hacia Sakura… todo se esfumó. Una sonrisa genuina, pequeña pero real, asomó en los labios de Sasuke.

 

—Dobe. Es la primera vez que me invitas sin ser yo quien está obligándote —replicó como no queriendo la cosa, pero ya estaba caminando hacia él.

 

—¡No me hagas quedar mal Teme! ¡Y ya vámonos!

 

Y Sasuke lo siguió, como siempre lo había hecho y como siempre lo haría, hacia la luz, dejando atrás la foto fija de un momento perfecto, y adentrándose en el caótico, brillante y ruidoso futuro que era Naruto Uzumaki.

 

Pero la promesa de ramen se evaporó en el aire como el humo de una bomba de humo.

 

Justo cuando Naruto daba su primer paso hacia el inicio de la calle principal, el sonido agudo de un shinobi mensajero, aterrizando con elegancia frente a Kakashi, cortó la euforia del momento. El hombre, con la máscara habitual de ANBU y una postura de urgencia contenida, entregó un pequeño rollo de pergamino sellado con el símbolo de emergencia del Hokage.

 

Kakashi lo tomó, su ojo único escaneó el mensaje en milisegundos. La languidez habitual de su postura se tensó casi imperceptiblemente. —Equipo 7 —dijo, su voz perdiendo todo rastro de su anterior indolencia— Cambio de planes. Misión de prioridad. Reagrupación inmediata en la Torre Hokage para instrucciones.

 

Naruto se detuvo en seco, su rostro cayendo en una mueca de profunda decepción. —¡¿Otra vez?! ¡Pero si acabamos de salir de una ayer! ¡El ramen, Kakashi-sensei! ¡La promesa del ramen!

 

Sasuke, por su parte, no dijo nada. Pero la frustración que lo embargó fue tan visceral que necesitó un objeto físico en el que descargarla. De un pliegue de su ropa sacó un pañuelo de tela fina (siempre llevaba uno, inexplicablemente) y lo mordió con fuerza, un gruñido sordo escapando de su garganta. Sus dientes se clavaron en la tela, desgarrando la fibra con una rabia silenciosa.

 

¡Su momento! ¡Su tarde perfecta, arruinada por la burocracia y el deber! ¡No era justo!

 

Naruto, al ver la reacción de su compañero, interpretó su frustración como un eco de la suya propia, aunque por razones diametralmente opuestas. Se acercó y le dio un golpecito en el hombro. —Oye, no te enfades, Teme. El ramen puede esperar. Si un anbu viene a buscarnos seguramente debe ser mejor ¿no? Seguro lo es ¡Una nueva misión suena emocionante! ¡Mucho mejor que perseguir perros o gatos! O eso espero. —Intentó sonar animado, pero su propia decepción era evidente— Ya iremos otro día, ¿vale? Te lo debo.

 

Sasuke soltó el pañuelo, que quedó marcado con los semicírculos de sus dientes. Asintió con la cabeza, un gesto seco. — Bien, ya no me enfado... —mintió, su voz un poco ronca— Vamos. No hay tiempo que perder.

 

El camino de regreso a la Torre Hokage fue muy diferente al de su salida minutos antes. Kakashi iba a la cabeza, su mente ya procesando los escasos detalles del mensaje. Naruto caminaba a su lado, parloteando sobre qué tipo de misión podría ser, intentando levantar su propio ánimo y el de los demás.

 

Detrás, separados por unos pasos, iban Sasuke y Sakura.

 

Sakura observaba a Sasuke de reojo. Su perfil estaba tenso, la mandíbula apretada, sus ojos fijos en la espalda naranja de Naruto que se movía adelante. Ya no era la furia contenida de antes, sino una melancolía profunda, la de un niño al que le han negado el juguete que más deseaba. Y Sakura, contra todo pronóstico, lo entendió.

 

No del todo, no completamente, pero lo suficiente.

 

Su crush por Sasuke había sido, en gran medida, un producto de la presión grupal y de la admiración superficial por su talento y su belleza. Pero las semanas en el equipo, viendo sus dinámicas de cerca, habían agudizado su percepción. Había visto la intensidad con la que Sasuke miraba a Naruto cuando este no se daba cuenta. Había notado cómo su atención, siempre esquiva para ella, se enfocaba como un láser en cada movimiento del rubio. Había sido testigo del pánico genuino en sus ojos cuando Konohamaru insinuó que ella y Naruto podían ser algo. Ya no era solo "molestia de simples compañeros". Era otra cosa.

 

Tomó aire, armándose de valor. No como una chica enamorada, sino como una compañera de equipo. Como una amiga, o al menos, alguien que quería entender.

 

—Sasuke-kun —comenzó, su voz más suave de lo habitual— Él… es muy molesto, ¿verdad? Naruto.

 

Sasuke se tensó aún más, pero no la ignoró. Asintió levemente, sin mirarla. —Un idiota total.

 

—Sí —concordó Sakura con una pequeña sonrisa— Ruidoso, terco, come como un cerdo… —hizo una pausa, buscando las palabras correctas— Pero… también es un buen chico. Tiene un corazón… muy grande. Y es más leal de lo que parece. Es… tierno. A su manera torpe.

 

Sasuke se volvió lentamente para mirarla. Sus ojos oscuros la escudriñaron, buscando burla, sarcasmo, alguna trampa. Pero solo encontró una curiosidad genuina y una amabilidad que le tomó por sorpresa. Un rubor traicionero subió por su cuello. Bajó la voz hasta convertirla en un susurro áspero, asegurándose de que ni Naruto ni Kakashi pudieran oírlos. —¿Qué es lo que quieres decirme, exactamente Sakura?

 

Ella no se inmutó. Asi que fue valiente. — Que si te gusta. Naruto. Que si lo quieres… de esa manera.

 

La pregunta, directa y sin adornos, flotó en el aire entre ellos como una hoja de papel explosiva a punto de detonar. Sasuke contuvo el aliento. Su primera reacción fue la negación feroz, la defensa. Sus ojos se estrecharon, y su voz sonó como un latigazo rudo pero cargado de una posesividad animal.

 

—¿Y que si es así? —replicó, desafiante— Es asunto mío. Solo mío. Y no es… no es cosa tuya. Así que olvídalo. Y no se te ocurra… tampoco... escucha bien, porque no repito dos veces, no se te ocurra a ti fijarte en él. Ni decirle nada ¿Entendido?

 

Era una advertencia. Un territorio marcado con la ferocidad de un animal acorralado.

 

Pero Sakura no retrocedió. En lugar de ofenderse o asustarse, una expresión de tierna comprensión se apoderó de su rostro. Sus hombros se relajaron, como si hubiera resuelto un acertijo que la había estado molestando durante años. —Lo sabía —susurró, casi para sí misma. Luego, alzó la mirada hacia él— Y está bien, Sasuke-kun. Está bien.

 

Sasuke la miró, desconcertado. Esperaba gritos, lágrimas, negación, burlas. No… esta calma absoluta.

 

—¿Qué quieres decir con que "está bien"? —preguntó, su voz perdiendo un poco de su filo.

 

—Que es normal —dijo Sakura encogiéndose de hombros, como si estuviera declarando un hecho obvio— Mi tío Kenta. El que hace las mejores bolas de arroz con salmón en la aldea. Él tiene un esposo. Se llaman Hiroshi. Se quieren mucho. Van juntos a pescar los domingos. Son… una pareja linda. Muy felices. Y los quiero mucho. —Miró a Sasuke directamente— Asi que lo que sientes por Naruto… no está mal. Es solo… lo que sientes. Y esta bien.

 

Las palabras de Sakura actuaron como un bálsamo inesperado sobre una herida que Sasuke ni siquiera sabía que estaba sangrando tanto. La tensión en sus hombros comenzó a ceder. El puño apretado que llevaba a un lado se relajó levemente. La miró, realmente la miró, por primera vez quizás desde que se conocieron. No vio a la niña molesta que lo perseguía, sino a una chica perspicaz y, sorprendentemente, compasiva.

 

—Yo… —Sasuke tragó saliva, luchando por encontrar las palabras— Yo creí que…

 

— ¿Qué? ¿Qué me enfadaría? ¿Qué te gritaría? —Sakura completó con una sonrisa triste— Tal vez la Sakura de hace unos años lo hubiera hecho. Pero… —suspiró— Estaba enamorada de la idea de ti, Sasuke-kun. Del chico popular, del genio, del heredero Uchiha. Era estúpido y superficial. Pero en este equipo… he visto cosas. He visto cómo lo miras. Y él… bueno, él es Naruto. Es imposible no quererlo, de una forma u otra. —Hizo una pausa— Y también vi que nunca, ni una sola vez, me miraste a mí como lo miras a él. Ni a nadie de hecho. Así que si… lo entiendo.

 

El mundo de Sasuke se reacomodó. La rival, la intrusa, se transformaba ante sus ojos en una aliada potencial. La incredulidad dio paso a una cautelosa esperanza.

 

—¿Y… ahora qué? —preguntó, su voz mucho más suave.

 

—Ahora —dijo Sakura, y ahora su sonrisa fue genuina, llena de un nuevo propósito— Podemos ser amigos. Bueno, compañeros de equipo, para empezar. Y… —bajó la voz a un susurro conspirativo— Quizás yo pueda ayudarte. Él es tan denso como una roca. Necesitarás toda la ayuda del mundo si quieres que se dé cuenta de algo que no sea un cuenco de ramen.

 

Un asombro absoluto se apoderó de Sasuke. ¿Ayuda? ¿De Sakura? La idea era tan descabellada como tentadora. Ella conocía a Naruto, lo entendía de una manera diferente a la de él. Era… estratégicamente brillante.

 

Un asentimiento casi imperceptible fue su respuesta. —…Gracias —logró decir, la palabra sonando extraña y novedosa en su boca dirigida a ella.

 

—No me las des todavía —replicó Sakura con un guiño— Primero, sobrevive a esta misión. Y luego, veremos que pasa.

 

A partir de ese momento, la energía entre ellos cambió.

 

Caminaban uno al lado del otro en un silencio cómodo, roto solo por los cuchicheos ocasionales de Sakura ("Deberías dejar de morder pañuelos, se ve muy dramático" o "Intenta sonreír más normal, no como un maníaco, solo un poco") y los breves asentimientos de Sasuke. Era una tregua, un pacto secreto forjado en el inesperado terreno común del amor por un mismo idiota rubio.

 

Pero ese alguien había notado el cambio.

 

Naruto, que había estado divagando sobre posibles enemigos con Kakashi, echó un vistazo sobre su hombro. Y lo que vio le hizo fruncir el ceño. Sasuke y Sakura caminaban muy juntos, sus cabezas inclinadas la una hacia la otra, susurrando. Sakura sonreía, y Sasuke… Sasuke parecía estar escuchando. Atentamente.

 

Una sensación extraña, punzante y caliente, se enrolló en el estómago de Naruto. No eran celos, se dijo a sí mismo. ¿Celos? ¡Por el Teme y Sakura? ¡Eso era ridículo! Pero… ¿por qué estaban tan… cercanos de repente? Sasuke nunca prestaba atención a nadie más que yo, y mucho menos a Sakura, a menos que fuera para ignorarla o rechazarla bruscamente.

 

—…y si ellos, ¡podrían estar planeando nuevas estrategias para el equipo! Si, eso debe ser... —terminó Naruto su teoría, distraído.

 

—Mmm —fue todo lo que dijo Kakashi, cuyo ojo también había captado la nueva dinámica detrás de ellos. Una sonrisa invisible se dibujó bajo su máscara. Las cosas se estaban volviendo interesantes.

 

Dentro de la mente de Naruto, en la oscuridad de su prisión mental, una risa profunda y cavernosa hizo eco.

 

«Je, je, je… ¿Molesto, cachorro? ¿Esa punzada en tu corazón? Es la semilla del poseer. Del querer algo que creías tuyo y que ves que podría ser de otro.»

 

«¡Cállate, viejo zorro! —pensó Naruto con rabia, dirigiendo su furia al interior— ¡No es nada! ¡Solo es el Teme siendo raro!»

 

«Claro que no. Sigue mintiéndote. Hazlo más divertido para mí.» La risa de Kurama retumbó otra vez, llena de diversión maliciosa antes de calmarse.

 

Naruto apretó el paso, alejándose un poco del grupo, tratando de sacar la imagen de Sasuke y Sakura susurrando de su cabeza. Pero la inquietud se había instalado, una pequeña grieta en su certeza de que las cosas en el Equipo 7 no siempre serían iguales.

 

Justo cuando la imponente silueta de la Torre Hokage se alzaba ante ellos, marcando el final de su breve viaje y el comienzo de una nueva misión, Sasuke y Sakura terminaron su conversación con un último susurro y un asentimiento mutuo. Habían forjado una nueva alianza en el campo de batalla más complicado de todos, el corazón. Y Naruto, completamente ajeno a la conspiración que se gestaba a sus espaldas, solo sentía que el mundo se había inclinado ligeramente sobre su eje, y no le gustaba nada cómo se sentía.

 

Ya la silueta de la Torre Hokage alzada ante ellos, un recordatorio severo del deber que reemplazaba a la diversión. El breve respiro de camaradería y confesiones se esfumaba, dando paso a la profesionalidad que su estatus de shinobis exigía.

 

Sin embargo, algo fundamental había cambiado en la dinámica del Equipo 7.

 

Mientras cruzaban el umbral del vestíbulo principal, Sakura, impulsada por un nuevo y firme propósito, se inclinó hacia Sasuke y murmuró casi sin mover los labios. — Ahora. Ve con él. Camina a su lado.

 

Sasuke dudó por una fracción de segundo, la programación de toda una vida de distanciamiento y orgullo chocando contra el deseo ferviente de su corazón. Pero la mirada de determinación de Sakura, la promesa tácita de una aliada en su causa imposible, le dio el valor necesario. Con un movimiento que pretendía ser casual pero que para él fue una hazaña de voluntad, cerró el pequeño espacio que lo separaba de Naruto y se colocó a su lado izquierdo, sus pasos sincronizándose con los del rubio.

 

Sakura, con una sonrisa de satisfacción, ocupó el flanco derecho, completando la formación. Por primera vez, Naruto no caminaba ligeramente por delante o a la zaga; estaba en el centro, flanqueado por sus compañeros, protegido.

 

El efecto fue inmediato.

 

Las miradas hostiles, los susurros cargados de desprecio que siempre llovían sobre Naruto en este lugar, se encontraron con una barrera nueva e inesperada. No era solo la fría advertencia en la mirada de Sasuke, ahora era una pared unificada. Cuando un chunin de rostro cetrino lanzó una mirada particularmente venenosa hacia el chaleco naranja, fue recibido no por uno, sino por dos pares de ojos que prometían un dolor inmediato y severo. Los oscuros de Sasuke, cargados de una ferocidad protectora que hacía pensar en un lobo a punto de atacar, y los verdes esmeralda de Sakura, inusualmente duras y desafiantes, desprovistas de su usual timidez.

 

El chunin, sorprendido por la respuesta unida, palideció y desvió la mirada con rapidez, murmurando una disculpa inaudible antes de alejarse a paso ligero. Un susurro similar corrió por el vestíbulo. El "demonio" ya no estaba solo. Lo flanqueaban el último Uchiha y una kunoichi cuyo ceño fruncido prometía una lluvia de puños si era desafiada.

 

Naruto, aunque acostumbrado a fingir indiferencia, sintió la diferencia.

 

El peso de las miradas, usualmente tan opresivo, se atenuó. Notó la presencia sólida y calmante de Sasuke a su izquierda y la determinación feroz de Sakura a su derecha. Una oleada de calor, familiar y abrumadora, le recorrió el pecho. No era el entusiasmo efervescente al que estaba acostumbrado; era algo más profundo, más tranquilo. Una sensación de… pertenencia. De estar, por primera vez, genuinamente protegido por su equipo. Su momentánea inquietud por ver a Sasuke y Sakura susurrando se disipó, reemplazada por una gratitud tonta y enorme que le nubló la vista por un instante. Sonrió, una sonrisa más suave y genuina de lo habitual, y metió las manos en los bolsillos, caminando con una confianza renovada.

 

Kakashi, observándolo todo desde atrás, notó el cambio en la atmósfera alrededor de su equipo. Su único ojo se curvó en una sonrisa. 'Interesante. Muy interesante.'

 

Llegaron a la sala de reuniones. El Tercer Hokage, Hiruzen Sarutobi, estaba detrás de su escritorio, la pipa humeante en su mano. Su rostro, surcado de arrugas, se iluminó con una sonrisa paternal al verlos entrar, aunque una sombra de pena habitual cruzó su mirada al posarse en Naruto.

 

—Equipo 7 —los saludó con su voz grave— Gracias por su prontitud. Tengo una misión de escolta para ustedes. Rango D, aunque bordeando la C por… circunstancias del cliente.

 

La puerta lateral de la sala se abrió y entró un hombre. Era alto y delgado, con el rostro curtido por el clima y el alcohol, marcado por arrugas profundas de amargura y preocupación. Vestía ropas sencillas y algo gastadas de viajero, y olía a tabaco barato y sake. Sus ojos, sanguinolentos y cansados, barrieron al equipo con un desdén palpable.

 

—Este es el señor Tazuna —presentó Hiruzen— Es un maestro constructor del País de las Olas. Necesita escolta para regresar a casa y asegurar que los materiales y el pago por su último trabajo lleguen a salvo. Ha habido… incidentes en la ruta. Pero nada grave.

 

Naruto no pudo contener su emoción. —¡Sí! ¡Una misión fuera de la aldea! ¡Por fin! ¡Vamos a protegerte, abuelito, no te preocupes! —saltó hacia adelante, golpeándose el pecho con una sonrisa amplia y confiada.

 

Tazuna lo miró de arriba abajo, su expresión de fastidio se transformó en un acto de abierto desprecio. Su mirada se clavó en el mono naranja, el cabello rubio, bigotes y los ojos azules llenos de un entusiasmo que él evidentemente encontraba irritante.

 

—¿Esto es lo mejor que pueden darle a un hombre? —escupió las palabras, dirigiendo su queja al Hokage pero señalando a Naruto con el pulgar— Parece una niñita gritona y molesta. ¿Y me va a proteger? ¡Ja! Más bien le voy a tener que proteger yo a él de que se caiga y se raspe las rodillas.

 

El insulto, tan común y tan vacío para Naruto después de años de oír cosas peores, simplemente rebotó en él. Encogió los hombros, con una sonrisa un poco forzada pero intacta. —Hey, ¡soy más fuerte de lo que parezco, ttebayo!

 

Pero para Sasuke, las palabras de Tazuna no fueron un simple insulto. Fueron una afrenta personal, un sacrilegio. Cada palabra fue como una aguja de hielo clavándose en su piel. Ver a ese viejo amargo menospreciar a Naruto, SU Naruto, con esa vulgaridad, encendió una mecha de ira pura e irracional en su interior.

 

—¿Qué dijiste? —La voz de Sasuke no fue un grito. Fue un silbido bajo, cargado de una peligrosidad que heló el aire de la sala.

 

Antes de que alguien pudiera reaccionar, Sasuke se abalanzó. No fue un movimiento de shinobi, fue el ataque visceral de un animal protector. Sus dedos se curvaron como garras, buscando el cuello del anciano constructor. Su sharingan, aunque aún no activado ni siquiera desarrollado, parecía brillar con una luz roja interna de pura furia.

 

—¡¿CÓMO TE ATREVES A HABLARLE ASÍ?! ¡¿QUIÉN TE CREES QUE ERES, VIEJO ASQUEROSO?! —rugió, su rostro, usualmente tan sereno, estaba distorsionado por una rabia absoluta.

 

Fue Sakura quien reaccionó con una velocidad que ni ella misma sabía poseer. Instintivamente, impulsada por el mismo deseo de proteger a Naruto (y de evitar que su nuevo aliado cometiera un homicidio a un cliente), se interpuso. Sus brazos, fortalecidos por el entrenamiento constante pero subestimados, se enroscaron alrededor de la cintura de Sasuke justo cuando este saltaba. Con un gruñido de esfuerzo que sorprendió a todos, incluida ella misma, lo detuvo en seco, levantándolo ligeramente del suelo.

 

—¡SASUKE-KUN, NO! —gritó, conteniendo sus pataleos y forcejeos en el aire— ¡Es el cliente! ¡CALMATE! ¡No podemos matar a los clientes, por imbéciles que sean!

 

Sasuke luchó contra su sujeción, sus ojos inyectados en sangre clavados en Tazuna, quien había retrocedido varios pasos, palideciendo visiblemente, su actitud bravucona reemplazada por un genuino terror.

 

—¡SUÉLTAME, SAKURA! ¡SE LO MERECE! ¡NINGÚN IMBÉCIL ALCOHÓLICO LE HABLA ASÍ! ¡NINGUNO!

 

Kakashi, que había observado la escena con una calma exasperante, se colocó suavemente entre el furibundo Sasuke (aún sostenido por una Sakura que jadeaba por el esfuerzo) y un Tazuna ahora tembloroso.

 

—Tazuna-san —dijo Kakashi, su voz era suave pero tenía el filo de una hoja de kunai escondida en la seda— Mi estudiante puede ser… entusiasta. Pero es más fuerte de lo que usted o yo podremos nunca a ser. Y su lealtad hacia sus compañeros es inquebrantable, como acaba de demostrar. —Su único ojo se posó en el constructor, y la amenaza en su mirada era tan clara como el día— Le sugiero que muestre el debido respeto a este equipo. Son perfectamente capaces de cumplir la misión. Y, créame, usted querrá que estén de su lado en el camino.

 

Tazuna tragó saliva, mirando alternativamente a Sasuke, que aún respiraba con furia contenida en los brazos de Sakura, a la determinación en el rostro de la chica rosa, a la serena amenaza en la postura de Kakashi, y finalmente a Naruto, quien los observaba a todos con una expresión de confusión y un toque de preocupación.

 

El viejo constructor comprendió, de repente y muy claramente, que había subestimado grotescamente la situación. Estos no eran simples niños. Eran shinobis. Y había despertado a la fiera más peligrosa del grupo al insultar al que parecía ser el más débil.

 

—Y-yo… —tartamudeó, bajando la mirada— Disculpas. He… he tenido un viaje largo. El estrés… —mintió, frotándose la nuca.

 

Sakura, con un último esfuerzo, bajó a un Sasuke que comenzaba a calmarse, aunque su respiración aún era agitada y sus puños seguían apretados. Lo soltó, pero se mantuvo a su lado, lista para sujetarlo de nuevo si era necesario.

 

— Oye... eh... ¿Estás bien, Sasuke? —preguntó Naruto, acercándose con cautela— No tenías que… bueno, eso. Pero… gracias.

 

El sonido de la voz de Naruto, llena de genuina preocupación por él, actuó como un balde de agua fría sobre la furia de Sasuke. El fuego en sus ojos se apagó, reemplazado por una vergüenza tardía. Asintió, sin mirar a nadie. — Estoy bien. N-Naruto... muy bien... solo… no vuelvas a hablar así de él —le espetó a Tazuna, con una calma mucho más aterradora que sus gritos.

 

—Entendido —murmuró Tazuna, derrotado.

 

Hiruzen, que había observado todo el intercambio con una mezcla de exasperación y curiosidad, carraspeó. —Bien. Con eso aclarado… —dijo, sellando el pergamino con su sello— La misión comienza al amanecer. Reúnanse en la puerta principal. Que tengan un buen viaje.

 

El Equipo 7 salió de la sala, la tensión aún palpable en el aire. Pero era una tensión diferente. Naruto caminaba con una nueva confianza, protegido por sus leales guardianes. Sakura sentía una fuerza que nunca había conocido, la fuerza de tener un propósito claro y un aliado inesperado. Y Sasuke, aunque avergonzado por su arrebato, sentía una satisfacción feroz y profunda. Había defendido a su sol. Y su sol le había agradecido.

 

El camino a la Puerta de Konoha al amanecer prometía ser mucho más interesante de lo que cualquiera de ellos había anticipado.

 

Ya era tarde, la noche había caído sobre Konoha, tejiendo sombras largas y tranquilas bajo la tenue luz de los faroles y la luna llena que colgaba como una moneda de plata en el cielo despejado. El bullicio del día se había apagado, dejando solo el susurro del viento en las hojas y el distante rumor de la vida nocturna. Frente a la Torre Hokage, el Equipo 7 se despedía.

 

—Recuerden, al amanecer en la puerta principal —dijo Kakashi con su tono lánguido habitual, aunque su ojo recorrió a cada uno de sus estudiantes, deteniéndose un segundo de más en Sasuke— No se retrasen. — Y con un shunshin casi imperceptible, desapareció en una leve perturbación del aire.

 

—¡Muy bien! ¡Nos vemos, Sakura-chan! —gritó Naruto, con su energía inagotable apenas mermada por la tarde de tensiones— ¡No te quedes dormida!

 

—¡No lo haré! ¡Tú sí que no llegues tarde, Naruto-baka! Así que nos vemos mañana. —replicó Sakura, pero su tono carecía de la aspereza de antes. Le lanzó una mirada significativa a Sasuke, una sonrisa pequeña y alentadora, antes de girar y perderse en la calle hacia su casa.

 

Y de repente, quedaron solos.

 

Sasuke y Naruto. Bajo la luz de la luna, en la quietud de la plaza desierta. El aire se cargó de una tensión nueva, eléctrica y dulce a la vez. Sasuke sintió que su corazón comenzaba a acelerar su ritmo, un tamborileo fuerte y insistente contra sus costillas.

 

Naruto se rascó la nuca, un gesto tímido que le delataba cuando estaba genuinamente conmovido. —Oye, Sasuke… —comenzó, su voz un poco más suave de lo usual— Con lo que pasó antes. En serio. Gracias. Por lo de allá adentro. Con ese viejo amargado.

 

Sasuke se quedó paralizado. La gratitud directa, sin filtros, de Naruto era un rayo que le atravesaba todas sus defensas. Tragó saliva, sintiendo un calor intenso subir por su cuello y extenderse por sus mejillas. Afortunadamente, la penumbra ocultaría lo peor de su rubor.

 

—No… no hay de qué —logró articular, desviando la mirada hacia el suelo adoquinado— No fue nada. En cerio, Naruto.

 

—¡Claro que sí lo fue! —insistió Naruto, acercándose un paso. Su sonrisa era amplia y despreocupada, iluminando su rostro como un segundo sol— Nadie… bueno, casi nadie, se pone así por mí. Fue… genial. —Su sonrisa se suavizó, volviéndose más sincera, más íntima— Significa mucho.

 

Cada palabra era un regalo, un golpe directo al corazón de Sasuke. Levantó la mirada, atreviéndose a mirar a esos ojos azules que, bajo la luz plateada de la luna, parecían profundos como el océano. Eran su debilidad y su fortaleza. El azul. El color que siempre había vestido, el de los detalles de su ropa, el de la cinta de los calentadores de sus brazos. Un color que, sin saberlo nadie, siempre lo había ligado a él.

 

A Naruto.

 

— Yo siempre… —la voz de Sasuke sonó ronca, cargada de una emoción que ya no podía contener— Siempre lo haré por ti.

 

La declaración, tan simple y tan monumental, flotó en el aire entre ellos. Naruto parpadeó, sorprendido por la intensidad en la voz de su compañero. Pero antes de que pudiera procesarlo, Sasuke, impulsado por un valor que le nacía de las entrañas, añadió. —¿Vamos… juntos? A casa. —Fue una pregunta tímida, casi un susurro, una oferta de prolongar este momento, de retrasar la inevitable separación.

 

Naruto sonrió, esa sonrisa radiante que hacía que a Sasuke se le doblaran las rodillas. —¡Oh si! ¡Claro! ¡Vamos!

 

Caminaron lado a lado por las calles silenciosas. Naruto, animado por la emoción de la misión y la calidez del gesto de Sasuke, hablaba sin parar. —¡Va a ser increíble, Teme! ¡Fuera de la aldea! ¡Podremos ver todo tipo de cosas! ¡Y te prometo que voy a ser super útil! ¡No voy a defraudarte! ¡Vamos a dar todo de nosotros, De veras!

 

Sasuke apenas podía prestar atención a las palabras.

 

Su mundo se había reducido al sonido de la voz de Naruto, al ritmo de sus pasos junto a los suyos, a la forma en que la luz de la luna se reflejaba en su cabello rubio, creando una aureola plateada a su alrededor. Estaba hechizado. Naruto era… hermoso. Una obra de arte viviente, llena de una energía y una luz que él jamás podría poseer, pero que anhelaba con toda su alma.

 

De repente, Naruto se desvió, dirigiéndose hacia un callejón más estrecho y oscuro, mal iluminado por un farol parpadeante. El ambiente cambió; el aire olía a humedad, alcohol barato y desesperanza. Era la antesala del Barrio Rojo, el lugar más marginado y peligroso de Konoha.

 

Sasuke se detuvo en seco, su instinto protector encendiéndose al instante. — Naruto, no. Por ahí no. —Su voz fue firme, llena de preocupación— Es peligroso. No es lugar para…

 

Naruto se volvió, y por primera vez esa noche, su sonrisa se vio opacada por una sombra de resignación. —¿Eh? Oh, no te preocupes por eso, Sasuke. —Encogió los hombros, un gesto que pretendía ser indiferente pero que delataba una tristeza profundamente arraigada— Es que… por aquí es más corto. Mi departamento está justo ahí.

 

Señaló con la cabeza hacia el corazón del barrio pobre, donde los edificios se apiñaban como dientes podridos y las ventanas estaban selladas con tablas.

 

Sasuke sintió que el mundo se le venía encima. El horror lo paralizó. ¿Ahí? ¿Ahí era donde vivía Naruto? No en un apartamento modesto, sino en este lugar… este lugar de pesadilla. Justo ahí, en la miseria que la aldea prefería ignorar. La rabia que había sentido hacia Tazuna palideció en comparación con la ola de furia impotente y de dolor desgarrador que lo inundó ahora. ¿Cómo era posible? ¿Cómo había permitido el Hokage que su tesoro más brillante, su sol, viviera en la oscuridad?

 

—Tú… vives… —no pudo terminar la frase. Las palabras se ahogaron en su garganta.

 

—Sí —confirmó Naruto, su tono era casual, como si hablara del clima— Bueno, me voy. ¡Hasta mañana, Sasuke! ¡No llegues tarde!

 

Y entonces, en un arranque de pura felicidad y gratitud genuina, Naruto cerró la distancia entre ellos y envolvió a Sasuke en un abrazo rápido pero firme.

 

Para Sasuke, el mundo estalló en colores.

 

Cada uno de sus sentidos se amplificó hasta el límite del dolor. Sintió el cuerpo delgado pero musculado de Naruto contra el suyo, la tela áspera del chaleco naranja, el calor que emanaba de él. Naruto olía a sudor limpio, a ramen, y sobre todo, a su champú, un aroma ridículamente dulce a naranjas y miel que se le metió en la nariz y le nubló la mente. Sasuke se quedó rígido, temblando, cada músculo de su cuerpo convertido en un cable de alta tensión. Su corazón latía con tal fuerza que estaba seguro de que Naruto podía sentirlo. Por dentro, su inner estaba en un éxtasis absoluto, girando en círculos y lanzando confeti invisible. ¡¡ME ESTÁ ABRAZANDO!! ¡¡ME ABRAZA!! ¡¡HUELE A NARANJAS! ¡¡A MIEL! ¡¡ES EL OLOR MÁS HERMOSO DEL MUNDO!! ¡¡QUIERO QUEDARME AQUÍ PARA SIEMPRE!!

 

El abrazo duró apenas unos segundos, pero para Sasuke fue una eternidad encapsulada, un momento perfecto y sagrado.

 

Cuando Naruto se separó, Sasuke seguía temblando, embriagado por la proximidad, por el aroma, por la revelación brutal de dónde vivía su amor. Miró a Naruto, a esos ojos azules que lo miraban con simple amistad y diversión, y la verdad le golpeó con toda su fuerza. No podía guardárselo más. No después de esto.

 

—N-Naruto… —su voz era un hilo de sonido, cargado de un terror y una esperanza infinitas— Lo… lo que hago siempre… con respecto a ti, es porque… porque te amo.

 

Las palabras cayeran en el silencio del callejón. Sasuke las dijo mirándolo directamente, con los ojos brillantes por la emoción, la cara encendida por un rubor que ya no podía ocultar, con toda el alma expuesta y vulnerable.

 

Naruto lo miró, parpadeando. No pareció comprender la profundidad de la declaración. Para él, era otro gesto de lealtad extrema de su siempre intenso y dramático compañero. Se rió, un sonido claro y alegre que cortó la tensión como un cuchillo.

 

—¡Je, je! ¡Eres tan raro, Sasuke! —dijo, con afecto— Bueno, ¡Yo también te quiero, amigo!

 

Y entonces, en un acto de pura y simple gratitud, sin malicia ni segunda intención, se inclinó y plantó un beso rápido y seco en la mejilla de Sasuke.

 

Fue el toque final.

 

El beso fue un relámpago, un sello de fuego que quemó la piel de Sasuke y le incendió la sangre. Se quedó completamente petrificado, los ojos abiertos como platos, la mano levantándose lentamente para tocarse el lugar donde los labios de Naruto habían dejado su marca efímera pero eterna.

 

Naruto, completamente ajeno al cataclismo emocional que había provocado, le dedicó una última sonrisa amplia y despreocupada. —¡Nos vemos en la mañana! ¡No me falles!

 

Giró sobre sus talones y se adentró en la oscuridad del callejón, su silueta naranja absorbiendo la poca luz disponible hasta desaparecer por completo en las sombras del barrio que lo escondía.

 

Sasuke se quedó solo en la calle. No se movió. No podía. El mundo giraba a su alrededor a una velocidad vertiginosa. El beso en su mejilla ardía como una brasa. El olor a naranjas y miel aún flotaba alrededor de él. Las palabras "te quiero" resonaban en sus oídos, mezcladas con la risa despreocupada de Naruto.

 

Poco a poco, la parálisis se transformó en una euforia tan intensa que necesitó una salida física. Un temblor lo recorrió de pies a cabeza, y entonces, una risa burbujeante, incredula y delirante, escapó de sus labios. Otra. Y otra. Comenzó a reír, una risa limpia y cargada de pura felicidad, mientras las lágrimas de alegría le corrían por las mejillas sin que pudiera detenerlas.

 

Flotaba.

 

Literalmente sentía que sus pies no tocaban el suelo. Giró sobre sí mismo, mirando el callejón vacío donde Naruto había desaparecido, y luego al cielo, a la luna que había sido testiga.

 

—¡Él me besó! —susurró para la noche, como un secreto demasiado grande para guardarlo— ¡Me besó! ¡A mí!

 

Su inner estaba en pleno modo de celebración, tirando fuegos artificiales y coreando su nombre. ¡¡SASUKE! ¡¡SASUKE! ¡¡ERES TODO UN GALAN!! ¡¡VENCEDOR DE LA TIMIDEZ!! ¡¡RECEPTOR DE BESOS!!

 

Con una energía renovada que no sentía desde niño, Sasuke echó a correr. No caminó. Corrió. Saltó sobre las barandillas de los puentes, se impulsó sobre los tejados bajos, riendo como un loco, como un poseído por la alegría más pura. La noche de Konoha fue testigo de algo inaudito, Sasuke Uchiha, el segundo heredero de su clan, el príncipe Uchiha, corriendo y riendo bajo la luna, con el corazón tan lleno de luz que rivalizaba con el sol al que amaba.

 

Llegó a su distrito, al silencio solemne y ordenado de los Uchiha, y su risa se convirtió en una sonrisa amplia y tonta que no podía borrar de su rostro. Entró en su casa, pasó junto a su madre con un "Buenasnochesmamátequiero" dicho tan rápido que fue un solo palabra, y se encerró en su habitación.

 

Se dejó caer sobre la cama, enterró el rostro en la almohada y gritó de pura felicía, ahogando el sonido en la tela. El beso. El abrazo. Las palabras. Todo se repetía en su mente en un bucle infinito y perfecto. El amanecer no podía llegar suficientemente pronto. La misión sería su aventura. Su viaje. Su oportunidad de estar cerca de Naruto, de protegerlo, de tal vez, solo tal vez, hacer que ese beso en la mejilla fuera el primero de muchos.

 

Y esa noche, Sasuke Uchiha se durmió con una sonrisa en el rostro y el aroma a naranjas y miel pegado a su piel como la más preciada de las promesas.

 

 

 

 

 

Notes:

El viaje apenas comienza,y la misión al País de las Olas promete poner a prueba esta nueva y frágil alianza bajo el fuego enemigo. El beso fue dulce, pero la realidad será dura.

Chapter 11: Arco de las Olas (Parte I)

Summary:

El equipo parte hacia el País de las Olas.

 

Tras una emotiva despedida de su familia, Sasuke se reúne con el equipo, donde Sakura inmediatamente nota su felicidad por el beso y celebra con él.

 

El viaje comienza con buen humor, pero pronto se torna sombrío cuando son emboscados por los Hermanos Demonio. El equipo trabaja junto para neutralizar la amenaza, revelando la mentira de Tazuna, la misión es en realidad de alto rango contra el temido Gato. Tras un poderoso discurso de Naruto sobre la protección y la justicia, Kakashi acepta a regañadientes continuar.

 

Como todo cruel realidad ellos al adentrarse en el País de las Olas, son testigos de la devastadora pobreza causada por Gato, un momento que solidifica su determinación. La tensión culmina cuando son atacados por el legendario y aterrador Zabuza Momochi, cuya llegada es anticipada en el último segundo por una Sakura hiper-alerta.

 

La batalla está a punto de comenzar.

Notes:

Tenemos aqui.

 

¡La transición de la comedia romántica al thriller de acción es brutal!

El equipo es puesto a prueba inmediatamente, mostrando un crecimiento increíble al trabajar juntos. Sakura se destaca como una protectora feroz y estratégica, Naruto muestra una elocuencia y convicción profundas, y Sasuke comienza a ver el mundo más allá de su obsesión.

 

¡Zabuza eleva el listón del peligro a un nivel legendario!

 

Aqui vemos un dato de los que Kishimoto descarto, sobre que Sakura antes iba usar un Hacha, pues yo si lo adapte ami trama. Un dato descartado de él, para mi fue un tesoro que yo encontre.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

El amanecer en el Distrito Uchiha tenía una cualidad distinta, solemne y silenciosa, como si las paredes mismas recordaran las sombras de quienes alguna vez lo habitaron. Pero hoy, la quietud matutina se vio interrumpida por un evento inusual, la partida de uno de los suyos hacia una misión fuera de la aldea.

 

 

Sasuke se ajustó la correa de su mochila, una bolsa compacta y eficiente, llena de lo esencial pero con un cuidado meticuloso en cada doblez. Su corazón, aún llevando el eco del beso de la noche anterior, latía con una mezcla de emoción nerviosa y esa determinación férrea que era el sello de su clan.

 

 

En la puerta principal de la residencia, su familia lo esperaba.

 

 

Mikoto, con su sonrisa suave pero sus ojos llenos de una preocupación maternal que no podía ocultar, le ajustó el cuello de su camisa. —¿Tienes todo, Sasuke? ¿Las medicinas? ¿El hilo de sutura extra? ¿La brújula? ¿La cantimplora llena? ¿Las…

 

 

—Mamá —la interrumpió Sasuke, con un tono de voz que pretendía ser exasperado pero que delataba un deje de cariño— Sí, tengo todo. Ya no te preocupes tanto, Kakashi revisará el equipo otra vez. No es mi primera misión.

 

 

—Pero sí es la primera fuera de los muros —intervino Itachi, que estaba apoyado contra el marco de la puerta. Su rostro, sereno y observador como siempre, mostraba una rara expresión de inquietud abierta. Se acercó y puso sus manos sobre los hombros de su hermano menor— Mantén los sentidos alerta. No subestimes ningún peligro, por pequeño que parezca. Confía en tu equipo, pero confía más en tu instinto. Y… —hizo una pausa, su mirada intensificándose— cuídate. No hagas tonterías para impresionar a nadie.

 

 

La última frase estaba cargada de un significado que solo ellos dos entendieron. Sasuke supo, con la certeza intuitiva que siempre había tenido respecto a su hermano, que Itachi no se refería solo a los enemigos externos. Sabía. O al menos, sospechaba. Sasuke asintió, serio. —Lo sé, nii-san. No soy un niño.

 

 

—Para mí, siempre lo serás —dijo Itachi con una sonrisa triste, y lo atrajo hacia un abrazo breve pero firme. Fue un gesto de rara demostración física para el usualmente reservado Itachi, y Sasuke lo sintió como un talismán contra el peligro.

 

 

Finalmente, Fugaku, que había permanecido en un segundo plano con su expresión habitual de severidad, dio un paso al frente. —Representarás al clan y a la aldea con honor, Sasuke —dijo, su voz era un eco de autoridad— No olvides tu entrenamiento. Actúa con la dignidad de un Uchiha.

 

 

—Sí, padre —asintió Sasuke, inclinando levemente la cabeza con respeto.

 

 

Con un último vistazo a los tres rostros que componían su mundo, Sasuke giró y comenzó a caminar. Al voltear en la esquina, los vio aún allí, en la puerta, su madre con la mano en el corazón, su hermano con una mirada protectora y alerta, su padre con la espalda recta y orgullosa. Una oleada de afecto lo embargó, mezclada con la urgencia de probarse a sí mismo.

 

 

Les hizo un breve gesto con la mano antes de desaparecer entre las calles.

 

 

El contraste al llegar al bullicio de la aldea principal fue abrupto. Donde el distrito Uchiha era silencio y solemnidad, aquí había vida, ruido, comerciantes abriendo sus puestos, civiles comenzando su día. Y en medio del ajetreo, dos figuras familiares se dirigían hacia la puerta principal.

 

 

—¡Sasuke-kun! Por aquí! —gritó Sakura, agitando una mano. Ella lucía impecable, con una mochila nueva y funcional a sus espaldas.

 

 

Naruto estaba a su lado, saltando de un pie a otro con energía pura. —¡Tardaste, Teme! ¡Casi nos dejas! —Bromio un poco, a su espalda su mochila era todo lo contrario a la de Sakura, era vieja, desgastada en los bordes, con un parche poco discreto en un costado. Pero estaba abultada y bien cerrada, hablaba de una eficiencia ganada a base de necesidad, no de estética.

 

 

Sasuke se acercó, un "No iba a tardar" a punto de sus labios, pero se detuvo al ver la sonrisa de Naruto bajo la luz del amanecer. Era como si el sol hubiera decidido encarnarse en un niño de trece años. Su corazón dio ese vuelco familiar y delicioso.

 

 

— ¿Listos? —preguntó, dirigiendo la pregunta a ambos, pero su mirada se posó en Naruto un segundo de más.

 

 

Caminaron juntos hacia la gran puerta de Konoha, donde los esperaban Kakashi, leyendo tranquilamente su libro como si no fuera la hora de una misión, y Tazuna, apoyado contra la pared con una expresión de fastidio que rivalizaba con la de Sasuke en sus peores días.

 

Mientras Naruto se lanzaba hacia Kakashi con un "¡Sensei, llegamos! ¡Y el Teme casi se queda!", Sakura se inclinó hacia Sasuke, bajando la voz a un susurro cómplice.

 

 

— Oye —dijo, sus ojos verdes brillando con curiosidad— Anoche, después de que nos separamos… pasó algo? —Su mirada era curiosa, con una sonrisa juguetona en sus labios.

 

 

Sasuke se sonrojó instantáneamente, mirando hacia otro lado. —No sé de qué hablas.

 

 

—Vamos —insistió Sakura, golpeándole suavemente el codo con el suyo— Se te nota. Tienes una cara de… de idiota feliz. Más de lo usual, quiero decir. ¿Hablaste con él?

 

 

Sasuke tragó saliva. La tentación de compartir el momento monumental con alguien, con la única persona que lo entendía hasta el momento, fue demasiado grande. Asintió, casi imperceptiblemente, sin mirarla. — Nos… acompañamos rumbo a casa. O, más bien, yo a él. —Hizo una pausa, buscando las palabras— Y… pasó algo.

 

 

Los ojos de Sakura se abrieron como platos. —¿Qué? ¿Qué pasó? ¡Cuenta!

 

—Me… abrazó —confesó Sasuke, las palabras saliendo en un susurro avergonzado— Y luego… —la vergüenza le quemaba las orejas— me dio un beso. En la mejilla.

 

 

El jadeo que Sakura dio fue audible. Se llevó las manos a la boca, sus ojos brillando con genuino entusiasmo y emoción. —¡SASUKE-KUN! ¡En serio! ¡Eso es increíble! —Lo golpeó en el brazo, esta vez un poco más fuerte, en un gesto de pura alegría— ¡Un beso! ¡Un abrazo! ¡Esto es un progreso masivo! ¡Te felicito!

 

 

Sasuke no pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa, sintiendo una oleada de alivio y felicidad compartida. Tener a alguien con quien celebrar esto, incluso de manera secreta, era un regalo inesperado. —Fue… solo de agradecimiento. Por lo del viejo. Nada más.

 

 

—¡Un beso es un beso! —declaró Sakura con la autoridad de una experta en la materia— ¡Es un principio! ¡Oh, esto es tan emocionante! —Bajó aún más la voz— ¡Pero espera! ¡Dime! ¿Ya le dijiste… ya sabes?

 

 

Sasuke asintió, mirando sus pies. —Se lo dije. Dijo que yo también era raro y que me quería también, como un amigo.

 

 

Sakura soltó una risita emocionada con las manos juntas sobre su pecho guardando su alegría. —Suena exactamente como él. No te preocupes, es un buen comienzo. ¡Un beso, Sasuke-kun! ¡Un beso!

 

 

En ese momento, Naruto se unió a ellos, saltando hacia atrás para caminar de espaldas frente a ellos. —¿Qué murmuran ustedes dos? ¡Parecen viejas chismosas! ¡Ya es hora de irse! ¡El mundo nos espera, ttebayo!

 

 

El sol de la mañana iluminó su rostro de frente, haciendo que sus ojos azules brillaran como zafiros líquidos y su sonrisa fuera tan radiante que casi dolía mirarla. Sasuke se quedó paralizado, hechizado una vez más. Su mirada se suavizó, perdiendo toda su neutralidad habitual, llenándose de una admiración tan pura y tan evidente que era imposible de ocultar.

 

 

Naruto lo atrapó mirándolo. Parpadeó, confundido por la intensidad de la expresión de su compañero. —¿Oye, Sasuke? ¿Todo bien? Tienes una cara rarísima.

 

 

Sasuke, pillado al instante, sintió que el rubor le subía desde el cuello hasta la raíz del cabello. Llevó ambas manos a sus mejillas, como si pudiera ocultar el calor que emanaba de ellas. —¡N-no es nada! —farfulló, desviando la mirada con brusquedad— ¡Deja de caminar hacia atrás, idiota, que te vas a caer!

 

 

Naruto se rió, esa risa amplia y despreocupada que a Sasuke le parecía la mejor música del mundo. —¡Je, je! ¡Preocupón! —Pero giró obedientemente y comenzó a caminar normalmente, lanzando miradas curiosas y divertidas a un Sasuke que aún intentaba recomponer su fachada de serenidad.

 

 

Sakura observaba la escena con una sonrisa amplia y cómplice. Se llevó una mano a la boca para sofocar una risita. —Tortolitos —murmuró para sí misma, con un meneo de cabeza lleno de diversión. Y por primera vez, no había ni un ápice de celos en su corazón. Solo una genuina felicidad por ver a su nuevo amigo, el siempre tenso y enojon Sasuke Uchiha, comportarse como un chico normal, enamorado y ridículamente feliz.

 

 

Era un lado de él que ninguna de sus fans, que lo admiraban por su frialdad distante, había tenido el privilegio de ver jamás.

 

 

Kakashi, unos pasos por delante, lanzó una mirada sobre su hombro, absorbiendo la escena completa, a Naruto, eufórico por la aventura; a Sakura, riendo entre dientes con complicidad; y a Sasuke, caminando con una torpeza adorable, aún con las mejillas sonrojadas y una mirada que no podía despegarse del rubio. Una sonrisa invisible se dibujó bajo su máscara.

 

 

—Bueno, equipo —dijo, alzando la voz— El País de las Olas nos espera. Mantengan la formación de vigilancia. Tazuna-san, por aquí.

 

 

La gran puerta de Konoha se abrió con un crujido solemne, revelando el camino sinuoso que se perdía en el bosque. Naruto gritó de emoción y fue el primero en cruzar el umbral, seguido de cerca por un Tazuna rezongón, Sakura más relajada y un Kakashi sereno.

 

 

Sasuke hizo una pausa en el mismísimo borde, en la línea donde terminaba la seguridad de la aldea y comenzaba lo desconocido. Miró hacia atrás, hacia las calles familiares, hacia el lugar donde estaba su hogar. Luego, miró hacia adelante, hacia la espalda naranja de Naruto que ya se adentraba en el sendero del bosque.

 

 

Tomó aire, y con una determinación nueva, iluminada por la promesa de un beso y la luz de un amanecer compartido, cruzó la puerta. No iba solo. Iba con su equipo. Iba con su sol. Y por primera vez en mucho, mucho tiempo, el futuro no se veía sombrío, sino brillante, lleno de peligros que enfrentar y de una luz naranja que seguir.

 

 

 

El camino serpenteante a través del bosque era tranquilo, casi idílico.

 

 

El canto de los pájaros y el susurro del viento en las hojas altas eran la banda sonora de su viaje. Naruto, como era de esperar, lideraba el grupo con una energía contagiosa, saltando sobre raíces y hojas, señalando cada bicho o planta que le parecía interesante. Sasuke caminaba a su lado, su atención dividida entre la periferia vigilante y el imán irresistible que era Naruto. Sakura flanqueaba a Tazuna, conversando con él en un intento de suavizar su amargura, mientras Kakashi cerraba la marcha, aparentemente absorto en su libro, pero con cada uno de sus sentidos alerta.

 

 

Llevaban poco más de dos horas de camino cuando Naruto, en medio de un salto sobre un charco particularmente grande y cristalino formado por la lluvia de al parecer una noche anterior, se detuvo en seco. Su cuerpo se tensó, toda su energía juguetona se esfumó, reemplazada por una seriedad instantánea y absoluta. Sus ojos azules, usualmente tan abiertos y expresivos, se estrecharon, escudriñando la superficie del agua con una intensidad que no era para nada infantil.

 

El charco estaba quieto, demasiado quieto.

 

 

No había hojas flotando, no había insectos zumbando a su alrededor. Y, lo más importante, no reflejaba el cielo. Era solo una mancha oscura y profunda en la tierra, era antinatural.

 

 

Sin volverse, sin hacer un movimiento brusco que delatara su alerta, Naruto lanzó una mirada significativa a Sakura. Fue un destello rápido, un código no verbal que habían perfeccionado en sus misiones de rango D más caóticas, Peligro. Cidado.

 

 

Sakura, siempre rápida para leer el lenguaje corporal de sus compañeros (especialmente el de Sasuke, y por extensión, ahora también el de Naruto), captó el mensaje al instante. Su sonrisa amable hacia Tazuna se congeló en sus labios. Con una calma que le costó trabajo fingir, se inclinó levemente hacia Sasuke, que caminaba justo delante de ella.

 

 

—Sasuke-kun —murmuró, su voz apenas un susurro que solo él podía oír— Charco. Alterta. Naruto lo ha visto.

 

 

Sasuke no se inmutó. No giró la cabeza. Solo sus ojos se movieron hacia la dirección indicada, absorbiendo la información en una milésima de segundo. Su propia postura, ya alerta, se volvió una estatua de potencialidad lista para estallar. Su mano se movió ligeramente hacia su bolsa de kunais.

 

 

Kakashi, unos metros atrás, notó el cambio infinitesimal en la energía del grupo. El ritmo de sus pasos no varió, pero su ojo se despegó de su libro. Una mirada rápida al charco, luego a la espalda tensa de Naruto, a la postura rígida de Sasuke, al gesto forzado de Sakura. Él también lo había visto, por supuesto. Pero la reacción de sus estudiantes, su comunicación silenciosa y eficiente, lo llenó de una profunda sensación de orgullo. Asintió para sí mismo, casi imperceptiblemente. 

 

 

El mensaje estaba recibido. Preparados.

 

 

Fue entonces cuando el mundo estalló en un torbellino de metal y violencia.

 

 

Dos figuras surgieron del charco como espectros, sin un sonido, envueltas en una niebla de chakra y agua dispersa. Sus movimientos fueron un borrón, demasiado rápidos para que un ojo normal los siguiera. Llevaban máscaras grotescas de demonio y sus armas eran garras metálicas unidas a largas cadenas que silbaban en el aire.

 

El plan de ataque era diabólicamente simple y efectivo. Uno de ellos se lanzó directamente hacia el frente, hacia Naruto y Sasuke, sus cadenas girando como un torbellino mortífero. Pero el otro, el verdadero peligro, se dirigió como un rayo hacia Kakashi.

 

 

El jonin ni siquiera intentó esquivar. Las cadenas lo envolvieron con una fuerza brutal, apretándose alrededor de su cuerpo con un crujido siniestro. En un instante, fue levantado del suelo, estrangulado, y entonces, la pesadilla se hizo realidad. Las cadenas se cerraron, y el cuerpo de Kakashi fue destrozado en una explosión de sangre y entrañas que salpicó los árboles cercanos.

 

 

—¡KAKASHI-SENSEI! —gritaron Naruto y Sakura al unísono, sus voces cargadas de un horror genuino y desgarrador.

 

 

Tazuna lanzó un grito ahogado y cayó de espaldas, paralizado por el terror, su rostro empapado de un sudor frío.

 

 

Pero en medio del caos y la carnicería, el entrenamiento y el instinto tomaron el control.

 

 

—¡SAKURA! ¡EL VIEJO! —rugió Sasuke, su voz cortando el aire como un cuchillo, llena de una autoridad que no admitía réplica.

 

 

Sakura, aunque temblaba por dentro, obedeció al instante. Se plantó firmemente frente al cuerpo tembloroso de Tazuna, su expresión de horror se transformó en una máscara de determinación feroz. Con movimientos rápidos y seguros, desplegó un rollo de armas que llevaba dentro de su estuche en su espalda. —¡Invocación! —gritó, golpeando el suelo con la palma de la mano.

 

 

Un puff de humo reveló no una espada o un kunai, sino un hacha de guerra grande y pesada, con un mango de madera oscura y un filo que brillaba con malas intenciones. No era el arma elegante de una kunoichi, era una herramienta de fuerza bruta. Sakura la empuñó con ambas manos, con una fuerza que sorprendió hasta a ella misma, y adoptó una postura defensiva. —¡No se acerque! —le gritó al ninja más cercano, su voz temblaba pero su mirada era de acero.

 

 

Los dos atacantes, los hermanos demonio, se reagruparon por un instante, sorprendidos por la resistencia. Su objetivo principal, el jonin, estaba "eliminado". No esperaban que los niños presentaran una pelea.

 

 

Fue el error que selló su destino.

 

—¡Sasuke, ahora! —gritó Naruto, y su cuerpo se multiplicó en una docena de clones que surgieron de entre los árboles, rodeando al ninja de la izquierda.

 

 

Sasuke ya estaba en movimiento.

 

 

Sus manos eran un borrón por la velocidad. Shurikens salieron disparados, pero no hacia el cuerpo del enemigo. Volaron en patrones precisos, y atados a ellos, casi invisibles, finísimos hilos de alambre ninja. Tejieron una red relámpago alrededor de las piernas y los brazos del ninja, enredando sus movimientos, restringiendo el mortífero balanceo de las cadenas.

 

 

—¡Qué?! ¡Estos malditos mocosos! —gruñó el ninja, forcejeando contra las ataduras.

 

 

Mientras Sasuke inmovilizaba a uno, los clones de Naruto se abalanzaron sobre el otro. No era un ataque de fuerza; era una estrategia de distracción y contención. Se aferraban a sus brazos, a sus piernas, pesándolo hacia abajo, nublando su visión con sus cuerpos naranjas.

 

 

—¡Quítense de encima, insectos! —escupió el ninja, tratando de sacudírselos.

 

 

Fue en ese momento de caos controlado que la voz de Kakashi sonó, tranquila y mortífera, justo detrás de los dos hermanos demonio.

 

 

—Me temo que subestimaron a mis estudiantes.

 

 

Los dos atacantes se giraron, sus ojos detrás de las máscaras se abrieron con incredulidad pura. Allí estaba Kakashi, intacto, sin una gota de sangre encima, con las manos en los bolsillos y su libro cerrado bajo el brazo. El "cuerpo" destrozado en el árbol comenzó a desvanecerse en un remolino de madera y hojas, había sido un clon de tronco, una sustitución ejecutada a una velocidad imposible de percibir.

 

 

—Imposible… —murmuró uno de los hermanos.

 

 

No tuvieron tiempo para decir más. Kakashi se movió. No fue un movimiento que pudieran seguir. Dos golpes secos y precisos, uno en la nuca de cada hermano. Sus ojos se volvieron blancos y cayeron al suelo como sacos de arena, inconscientes antes de tocar la tierra.

 

El silencio volvió al claro del bosque, roto solo por la respiración jadeante de los genin y el temblor incontrolable de Tazuna.

 

 

Sakura bajó el hacha, su cuerpo entero temblaba por la adrenalina. Naruto disipó sus clones, mirando a los cuerpos inconscientes con una mezcla de alivio y triunfo. Sasuke recogió su alambre, enrollándolo con movimientos metódicos, pero su mirada estaba fija en Kakashi, llena de una nueva capa de respeto.

 

 

Kakashi se acercó a Tazuna, que yacía en el suelo, mirando al cielo con ojos vidriosos de terror. El jonin se agachó junto a él, y su voz, aunque tranquila, tenía una frialdad que helaba la sangre.

 

 

—Tazuna-san —dijo— Parece que su "simple misión de escolta" acaba de atraer a dos shinobis de nivel chunin, expertos en emboscadas y asesinatos. —Hizo una pausa, dejando que el peso de sus palabras se asentara— Me parece que nos debe una explicación. Una muy buena.

 

 

Tazuna palideció aún más, si eso era posible. La fachada del viejo gruñón y amargado se desvaneció, dejando al descubierto a un hombre aterrorizado y cargado de culpa. Bajó la mirada, incapaz de sostener la del jonin.

 

—Yo… yo… —tartamudeó.

 

 

Naruto, Sakura y Sasuke se reunieron alrededor, formando un semicírculo silencioso. La emoción de la batalla había pasado, reemplazada por la fría realidad de que su sensei había estado en lo cierto. Esta no era una misión D o C. Y su cliente les había mentido. El verdadero peligro apenas comenzaba.

 

 

La tensión en el claro del bosque era tan espesa que se podía cortar con un kunai. El olor a tierra mojada, sangre falsa (del clon de Kakashi) y miedo sudoroso se mezclaba en el aire. Tazuna, el viejo constructor, yacía en el suelo, derrotado no por un enemigo, sino por el peso de su propia mentira y la mirada gélida de Kakashi.

 

 

—Yo… no tenía opción —balbuceó finalmente, sus ojos vidriosos fijos en las hojas muertas a su lado— El País de las Ola se muere. Gato, el hombre más rico y poderoso, ahoga a mi gente con impuestos, miedo y violencia. Controla todo. El puente que estoy construyendo… es nuestra única esperanza. Una ruta comercial libre de su influencia. Una conexión con el mundo exterior que nos devuelva la vida. —Una lágrima surcó su rostro curtido— Pero Gato no lo permitirá. Ya ha matado a otros que lo intentaron. Sabía que si contrataba una misión de alto rango, él lo sabría y enviaría a sus mejores asesinos. Una misión C… era la única manera de que alguien aceptara. La única manera de que… de que alguien como ustedes viniera.

 

 

La confesión cayó en un silencio pesado. Naruto fue el primero en reaccionar. No con ira, sino con una comprensión profunda y dolorosa que parecía demasiado madura para su rostro de niño. Se adelantó, y cuando habló, su voz no era el grito efervescente al que estaban acostumbrados. Era calmada, clara, y cargada de una elocuencia que sorprendió a todos.

 

 

—La gente no debería vivir con miedo —dijo, sus palabras resonando con una convicción inquebrantable— Nadie debería tener que mentir para sobrevivir, o ver cómo su hogar se apaga por la avaricia de un solo hombre. —Sus ojos azules, usualmente tan llenos de alegría, ahora brillaban con una luz seria y compasiva— Un puente no es solo madera y clavos. Es una promesa. Un camino hacia algo mejor. Si lo abandonamos ahora, no solo le fallamos a Tazuna-san. Le fallamos a toda una gente que clama por un futuro. No podemos dar la espalda a eso. No podemos ser ese tipo de shinobis.

 

 

Kakashi lo miró, su único ojo estudiando al niño rubio. Por un instante, una imagen fantasma se superpuso a Naruto, el rostro sonriente de su sensei, Minato Namikaze, hablando de proteger a la aldea y a todos en ella. Y luego, como un eco, la imagen fogosa de Kushina Uzumaki, con su furia justiciera y su corazón más grande que el mundo. El dolor de esos recuerdos, agridulce y profundo, lo atravesó. Pero se disipó rápido, reemplazado por la fría realidad de su deber como líder.

 

 

—Naruto... —dijo Kakashi, y su voz era suave pero implacable— Entiendo tu compasión. Pero somos shinobis, no héroes de cuento. Nuestro deber es con la misión asignada, y esta misión fue falseada. Poner en riesgo nuestras vidas, y las de un cliente que nos mintió, va en contra del protocolo y de la lógica más básica. Lo correcto es regresar a Konoha y reportar esto.

 

 

—¡¿Y dejar que Gato gane?! —replicó Naruto, sin alzar la voz, pero con una intensidad que electrizó el aire— ¡¿Dejar que ese tipo siga aplastando a la gente mientras nosotros nos lavamos las manos diciendo "no era nuestra misión"?! ¡Eso no es ser shinobi! ¡Eso es ser cobarde! Un shinobi protege. Punto. ¡Aunque no esté en el maldito contrato!

 

 

Sasuke observaba a Naruto, y su corazón latía con una fuerza que le resonaba en los oídos. No sentía nerviosismo por el peligro, sino una admiración tan profunda que le quitaba el aliento. Esta era la esencia de Naruto. Esta terquedad absurda, este fuego incandescente por la justicia, esta capacidad de ver el dolor ajeno y hacerlo propio. Era la cualidad que lo había enamorado desde el principio, la luz que lo cegaba y lo calentaba al mismo tiempo. Permaneció en silencio, pero su postura, su mirada fija en Naruto, decía más que mil palabras.

 

 

Estoy contigo.

 

 

Sakura, atrapada entre la lógica fría de su sensei y la pasión abrasadora de su compañero, intentó mediar. —Kakashi-sensei… Naruto… —dijo, su voz temblorosa— Naruto tiene razón en el fondo, pero sensei también. Es… es una locura. Esos tipos eran fuertes. ¿Y si envían a alguien peor? ¿Si… si alguno de nosotros…? —No pudo terminar la frase, el miedo a perder a sus compañeros, a Naruto y a su nuevo amigo Sasuke, le cerró la garganta.

 

 

—La vida de un shinobi está llena de cruces —dijo Kakashi, su mirada recorriendo a cada uno de sus estudiantes— Y las decisiones difíciles definen quiénes somos. Esta no es una misión para genin.

 

 

—¡Pero no somos solo genin! —estalló Naruto, su elocuencia dando paso a su fuego característico— ¡Somos el Equipo 7! ¡Y tenemos a Kakashi el ninja que Copia! ¡Y a Sasuke, el mejor de la Academia! ¡Y a Sakura, la más inteligente! ¡Y a mí! ¡Yo no me rindo! ¡Nunca! —Respiró hondo, clavando la mirada en Kakashi— Por favor, sensei. No podemos irnos.

 

 

El silencio se extendió. 

 

 

Kakashi miró a Naruto, a sus puños apretados, a sus ojos brillando con lágrimas de frustración y determinación. Miró a Sasuke, quieto como una estatua pero con una lealtad absoluta escrita en cada línea de su cuerpo. Miró a Sakura, asustada pero dispuesta a seguir a sus compañeros hasta el fin del mundo. Y miró a Tazuna, un hombre roto por el miedo y la culpa, pero que aún albergaba una chispa de esperanza.

 

 

Suspiró, un sonido largo y cansado que parecía cargar con el peso de todas las decisiones difíciles de su vida. —Está bien... —dijo, y la palabra sonó como una rendición, pero también como una aceptación— Continuaremos.

 

 

Un suspiro de alivio colectivo escapó de los pulmones de los genin.

 

 

—Pero —añadió Kakashi, y su voz recuperó todo su filo— Las reglas cambian. Esto ya no es una misión C. Es, como mínimo, una B de alto riesgo, rozando la A. Estamos en territorio hostil y somos blancos. La próxima vez, los enemigos no subestimarán. Vendrán a matar. —Su mirada se posó en cada uno de ellos, dura como el acero— Deberán ser más rápidos, más inteligentes y más despiadados que nunca. Un error, una vacilación, y morirán. ¿Están claras las reglas?

 

 

—Sí, sensei —respondieron Sasuke y Sakura al unísono, sus voces serias.

 

 

—¡Sí! —gritó Naruto, con un brillo de triunfo y determinación en los ojos— ¡No te preocupes! ¡Lo protegeremos, De veras!

 

 

Kakashi asintió lentamente. —Bien. Sakura, ayuda a Tazuna-san a levantarse. Sasuke, Naruto, recojan el equipo de esos dos y atádenlos a un árbol. Algún equipo de recuperación de Konoha pasará por ellos. Mantengan la formación de vigilancia. No bajen la guardia ni por un segundo.

 

 

El equipo se puso en movimiento con una eficiencia renovada.

 

 

El ambiente ya no era de un paseo casual; ahora había un propósito feroz, una urgencia silenciosa en cada movimiento. Sasuke y Naruto trabajaron juntos para asegurar a los hermanos demonio, sus miradas cruzándose en un entendimiento tácito. Sakura ayudó a un Tazuna aún tembloroso, pero ahora mirándolos con una mezcla de gratitud abrumadora y vergüenza.

 

 

—Lo… lo siento —murmuró Tazuna hacia Kakashi, mientras recomenzaban la marcha, esta vez con los sentidos alertas al más mínimo crujido de una hoja— No debí mentirles.

 

 

—Guarde sus disculpas para cuando estemos todos vivos y el puente esté terminado, Tazuna-san —respondió Kakashi, su voz neutra— Por ahora, camine y preste atención.

 

 

Avanzaron más profundamente en el bosque, cada sombra parecía esconder una amenaza, cada sonido era potencialmente mortal. Pero ahora iban unidos no solo por el deber, sino por una elección. Habían cruzado un umbral. Ya no eran niños jugando a ser shinobis. Eran un equipo, adentrándose en la oscuridad, decididos a llevar a cabo una luz, sin importar el costo. Y en el corazón de esa determinación, ardía la elocuente y terquísima llama de Naruto Uzumaki, iluminando el camino a seguir.

 

 

 

El camino hacia el País de las Olas se volvió cada vez más sombrío, no solo por la amenaza latente, sino por el paisaje de desolación que se abría ante ellos. Los exuberantes bosques de Konoha dieron paso a tierras pantanosas, con un cielo plomizo que parecía pesar sobre la tierra. El aire olía a salitre, a vegetación podrida y a una pobreza palpable.

 

 

Antes de llegar al puente principal que conectaba con la isla, se toparon con una caravana de personas que huían en dirección contraria a la suya. No llevaban pertenencias valiosas, solo harapos, carretillas destartaladas con enseres miserables y rostros tallados por el hambre y el miedo. Madres con bebés demasiado quietos en sus brazos, ancianos que caminaban con una resignación mortal, niños con los ojos vacíos y los vientres hinchados por la desnutrición.

 

 

Naruto se detuvo en seco, su respiración entrecortada. Sus ojos, tan vivaces siempre, se anegaron de lágrimas que reflejaban la desesperación que veía. —¿Esto… esto es por Gato? —susurró, su voz quebrada por la emoción.

 

 

Dentro de él, en la oscuridad de su mente, una presencia familiar y áspera se agitó. «Calma, pequeño. Esta podredumbre… es tan común como la hierba. El fuerte pisa al débil. Es la ley del mundo. No es culpa tuya. Ni de nadie en particular. Es solo… la naturaleza de las cosas.» La voz de Kurama era un gruñido bajo, carente de su habitual sarcasmo, casi… consoladora.

 

 

—Pero está mal —pensó Naruto con ferocidad, secándose las lágrimas con el dorso de la mano— Está mal y lo voy a arreglar.

 

 

Sasuke caminaba a su lado, su rostro era una máscara de piedra, pero por dentro, una tormenta de horror y desconcierto lo sacudía. El Distrito Uchiha había sido de orgullo y orden. La pobreza de Konoha era moderada, nunca esta… esta extinción lenta y humillante. Jamás había visto la miseria tan cruda, tan visceral. Se sentía mal, un nudo de impotencia y culpa se le apretaba en el estómago. ¿Cómo podía existir un mundo donde los niños se veían así, mientras él había crecido con comidas calientes y un techo seguro?

 

 

Sakura, a su otro lado, palideció. Su mano se llevó instintivamente a la boca, conteniendo un grito de angustia. Los libros de la Academia no preparaban para esto. La teoría de las misiones no incluía el olor de la enfermedad y la desesperanza.

 

 

De repente, un grupo de niños harapientos en una oportunidad, con la piel sucia y los ojos enormes en sus rostros demacrados, se abalanzaron sobre ellos. No con agresividad, sino con una súplica animal. Uno de ellos, más audaz, se aferró al pantalón blanco impecable de Sasuke, dejando una mancha de barro y algo peor.

 

 

—¿Comida? ¿Tienes comida, señorito? —su vocecita era un hilo débil, cargado de una esperanza que destrozaba el corazón.

 

 

Los otros niños retrocedieron de inmediato, aterrorizados al ver la calidad de la ropa de Sasuke, esperando una reprimenda brutal o algo peor.

 

 

Sasuke miró la mancha en su pantalón, luego al niño que lo miraba con un miedo por su acción, eso le heló la sangre. No sintió ira. No sintió asco. Sintió una punzada de dolor tan aguda que le cortó la respiración. Sin decir una palabra, con movimientos lentos y deliberados para no asustarlos más, se quitó la mochila. La abrió y sacó varias barras energéticas de alta calidad que su madre le había empacado. Las extendió hacia los niños. —Tomen —dijo, y su voz, usualmente tan fría, sonó suave, casi ronca.

 

 

Los niños lo miraron con incredulidad durante un segundo antes de arrebatar las barras y desaparecer entre la maleza como fantasmas, devorando su botín con una urgencia desesperada.

 

 

Sasuke se enderezó, evitando la mirada de todos. Una tristeza profunda y nueva se había instalado en sus ojos oscuros.

 

 

Naruto se acercó a él y le puso una mano en el hombro. No dijo nada. No hacía falta. Solo le sonrió, una sonrisa pequeña, triste, pero llena de una comprensión absoluta y de un agradecimiento profundo por ese acto de pura bondad. Sasuke lo miró, y por un instante, el mundo miserable a su alrededor se desvaneció. La sonrisa de Naruto era un faro en la oscuridad. Le devolvió la sonrisa, un gesto tímido pero genuino.

 

 

Sakura los observó, y su propio corazón, cargado de tristeza, se llenó de un calor extraño. Sonrió también, una sonrisa de complicidad y de un nuevo respeto hacia Sasuke. —Haremos lo que podamos... —murmuró, más para sí misma que para ellos.

 

 

La determinación del equipo se había solidificado. Esto ya no era solo sobre un puente o un cliente mentiroso. Era sobre esto. 

 

 

Sobre la gente.

 

 

Se adentraron en un bosque más espeso, el preludio de la aldea de Tazuna. La atmósfera estaba cargada de una quietud ominosa. Hasta los insectos habían enmudecido. Kakashi caminaba ahora a la vanguardia, su libro guardado, su ojo único escudriñando cada sombra, cada rama.

 

 

Fue entonces cuando un sonido rompió el silencio, el suave crujido de hojas secas. Todos se tensaron al unísono. De entre los arbustos, un conejo blanco como la nieve saltó, cruzando el sendero con movimientos nerviosos. Era una imagen casi surrealista, tan pura y fuera de lugar en medio de la miseria que acababan de presenciar.

 

 

Sakura, con sus sentidos afinados al máximo por la adrenalina y la nueva percepción que le daba su rol de protectora, fue la primera en notarlo. Su mente, la más analítica del equipo, procesó la anomalía en microsegundos, Un conejo blanco. En un pantano. Demasiado limpio. Demasiado… oportuno. 

 

 

ES UNA DISTRACCIÓN.

 

 

—¡ABAJO! —gritó, no con pánico, sino con una autoridad clara y cortante que no sabía que poseía.

 

 

No pensó. Actuó. En un movimiento que fue puro instivo entrenado, se lanzó no hacia Tazuna, sino hacia el centro de su equipo, hacia donde estaban Sasuke y Naruto, empujándolos con fuerza hacia el suelo cubierto de hojas podridas.

 

 

En el exacto instante en que sus cuerpos golpeaban el suelo, el aire sobre sus cabezas se cortó con un silbido mortal. 

 

 

Una enorme espada recta, tan larga como un hombre, giró como un molino de viento demoníaco, pasando por el lugar donde sus cuellos habían estado segundos antes. La hoja se clavó profundamente en el tronco de un árbol cercano con un impacto que hizo retumbar el suelo.

 

 

Kakashi, que ya se había movido para cubrir a Tazuna y llevarlo a cubierto, lanzó una mirada de puro asombro hacia Sakura. Ella había reaccionado incluso una fracción de segundo antes que él.

 

 

Todos alzaron la mirada, con el corazón golpeándoles el pecho. Allí, de pie sobre el mango de la espada clavada en el árbol, como un cuervo posado en su percha, estaba un hombre. Era alto y musculoso, vestido con un traje ajustado azul oscuro y un protector frontal de Kirigakure con una muesca diagonal. Pero lo más aterrador era su aura. Una niebla fría y asesina parecía emanar de él, un instinto asesino tan denso y pesado que hacía difícil respirar. Era Zabuza Momochi, el Demonio de la Niebla Oculta.

 

 

Sasuke, desde el suelo, jadeando por el impacto y la impresión, miró a Sakura que yacía a su lado. —S-Sakura… —tartamudeó, sus ojos salvajes abiertos por el shock y la gratitud— Gra… gracias.

 

 

Naruto se incorporó sobre sus codos, mirando al hombre sobre la espada con una mezcla de terror y asombro absoluto. —¿Q-qué… qué es eso? —susurró, sintiendo el peso abrumador del instinto asesino por primera vez en su vida.

 

 

Sakura ya se estaba poniendo de pie, su respiración era entrecortada pero su mirada era de acero. Con un movimiento fluido, desenfundó el hacha de guerra de su espalda nuevamente. El metal pesado brilló con una luz tenue en la penumbra del bosque. Se plantó firmemente entre sus compañeros y la amenaza, sus nudillos blancos apretando el mango. No temblaba. Estaba aterrada, por supuesto que sí, pero el instinto de proteger a los suyos, forjado en el claro del bosque horas antes, era más fuerte.

 

 

Zabuza los observó desde su posición, una risa profunda y grave retumbando en su pecho. —Qué conmovedor —dijo, su voz era como el crujir de hielo— Los gatitos se protegen entre sí. Pero los gatitos no deberían meterse donde no les llaman.

 

 

Kakashi se colocó frente a Tazuna, su sharingan ya al descubierto, girando lentamente. —Zabuza Momochi —dijo, su voz era plana, pero todos podían sentir la tensión que irradiaba— Esto se está volviendo más interesante de lo que pensaba.

 

 

El bosque, momentos antes silencioso, ahora estaba cargado con la promesa de una batalla sangrienta. Y en el centro de ella, una kunoichi de pelo rosa con un hacha, un genin rubio con determinación de acero, y un Uchiha que acababa de ser salvado por su amiga, listos para enfrentarse a una leyenda viviente de la niebla y el asesinato. 

 

 

La misión había terminado. La guerra había comenzado.

 

 

 

 

 

Notes:

El equipo está unido por una causa mayor ahora, pero se enfrentan a un enemigo que redefine la palabra "peligro". La inocencia se ha perdido; la verdadera lucha por sus vidas y por el País de las Olas acaba de comenzar.

Chapter 12: Arco de las Olas (Parte lI)

Summary:

El Equipo 7, liderado por Kakashi, se enfrenta a su misión más peligrosa hasta ahora, proteger a un constructor de puentes en una tierra asolada por la corrupción y el miedo.

El peligro se materializa en forma de un legendario y aterrador shinobi renegado, cuya sola presencia pone a prueba los límites del equipo.

 

Mientras Kakashi se ve forzado a recurrir a todo su poder para enfrentar a este nuevo enemigo, Sasuke, Naruto y Sakura se enfrentan por primera vez a la abrumadora presión de un combate de alto nivel. La batalla no solo es física, sino también psicológica, desatando dudas, miedos y revelando destellos del verdadero potencial que se esconde dentro de cada uno. En medio de la niebla y el peligro, los lazos del equipo se fortalecerán de maneras inesperadas, demostrando que el coraje no es la ausencia de miedo, sino la decisión de luchar a pesar de él.

Notes:

Estoy de vuelta 🗣‼️ CON 2 CAPITULOS NUEVOS.

 

¡El nivel subió completamente!

 

Espero sea del agrado de todos, me esforze en darle sentimiento a la pelea, no tengo experiencias en escribir peleas pero no soy tan inexperta pues suelo hacer mucho roleplay y de ahi mis experiencias narrando, debo admitir estoy emocionada con esto, siento que lo hize buen, este enfrentamiento es pura adrenalina. No es solo una pelea de poderes, es un duelo táctico y psicológico donde cada personaje, desde Kakashi hasta los genin, es empujado al límite. La sensación de peligro es palpable y la evolución de los personajes en medio del caos es increíble de leer.

 

Quiero ver siempre el desarrollo real de cada personaje en una experiencia de ese modo, pues en el canon siento que hizo falta pues Sakura, Naruto reaccionaron como se debía como niños, creo que Sasuke puede ser tambien uno, y su impresión debe ser real.

Espero le den su oportunidad y gracias por sus comentarios me hacen muy feliz.

Ademas de mencionar que en mi perfil, y bajo este fic esta dentro de una colección bajo el nombre de Sasuke Inner donde tengo más fics SASUNARU donde exploro mucho a Sasuke en sus diferentes fases y ningún fic es continuidad cada uno es independiente y diferente, podrán haber finales felices o malos o muy muy malos. Pero prometo que son muy interesantes hasta el momento llevo 2 pero tengo en mis Notas de Samsung de mi Tablet(Sí pues escribo en Tablet) 4 mas que estoy trabajando cada uno es diferente y llegarán pronto.

 

Suelo escribir ahi pues y en word pues tuve una mala experiencia 😭 donde perdí todo.

 

En fin espero les guste mis ideas y mis fanfics.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

El reconocimiento fue instantáneo, un choque de titanes que resonó en el aire enrarecido del bosque. 

 

 

La banda de Konoha, fue alzada por Kakashi y reveló el ojo que lo había hecho famoso en todos los países shinobi, el Sharingan, un carmesí profundo con tres tomoe negros que giraban con una calma ominosa.

 

 

 

—Zabuza Momochi —repitió Kakashi, su voz ahora era una cuchilla afilada, cada sílaba cargada de la gravedad de la situación— Jonin renegado de Kirigakure. Apodado el Demonio Oculto en la Niebla y uno de los «Siete Espadachines de la Niebla» por tu maestría en las técnicas de asesinato silencioso. No esperaba que un talento de tu calibre estuviera metido en los asuntos de un matón de poca monta como Gato.

 

 

Zabuza soltó una risa áspera, un sonido que no tenía nada de alegre. Desde su perchas en el mango de Kubikiribocho, la Espada Decapitadora, sus ojos, visibles a través de las vendas que enmarcaban su protector frontal, barrieron al grupo con desprecio.

 

 

—Kakashi de Konoha. El hombre que ha copiado más de mil jutsus —musitó Zabuza, un deje de respeto profesional en su tono, mezclado con una amenaza palpable— Tu nombre estaba en los libros Bingo de mi aldea. Un premio jugoso. Hoy debe ser mi día de suerte. Matar a un perro famoso y a sus cachorros inquietos de paso.

 

 

 

Mientras los dos legendarios shinobis se medían con la mirada, el resto del equipo procesaba el horror a cámara lenta. 

 

 

Sasuke, aún en el suelo junto a Naruto, sentía que el mundo se desdibujaba. Su mente, siempre rápida y analítica, se había fracturado. No por el instinto asesino de Zabuza, que era abrumador, sino por la visión del ojo que ahora brillaba en el rostro de su sensei.

 

 

¿El Sharingan? ¿Cómo? ¿Por qué? Las preguntas giraban como un torbellino en su cabeza, un choque de lealtad, confusión y un miedo visceral. Ese ojo era el legado supremo de su clan, el símbolo de su orgullo y su poder. Verlo en alguien que no era un Uchiha, en su maestro, era una profanación que le helaba la sangre. Un temblor incontrolable, que no tenía nada que ver con el miedo al enemigo, recorrió su cuerpo. Se sentía expuesto, traicionado en un nivel fundamental que ni siquiera entendía del todo.

 

 

Como era posible que un forastero lo tenga y alguien como Sasuke un Uchiha legítimo que formaba parte de dicho Clan quién llevaba años tratando de desbloquearlo, aún no puede.

 

 

—Sasuke… —la voz de Naruto, baja pero firme, cortó su espiral de pánico.

 

 

Una mano cálida y fuerte se cerró alrededor de su antebrazo. Naruto lo estaba mirando, no con fastidio, sino con una preocupación intensa y práctica. Sus ojos azules, usualmente tan llenos de luz, ahora eran dos pozos de seria determinación.

 

 

—Ya sé que estás impresionado, yo también... —murmuró Naruto, tirando de él suavemente para ayudarlo a ponerse de pie— Pero tiemblas. Agárrate de mi Teme. Ahora no es el momento de flaquear.

 

 

El contacto, la voz familiar, anclaron a Sasuke. El mundo volvió a enfocarse. El terror no desapareció, pero se mezcló con algo más urgente, la necesidad de proteger a la persona que tenía al lado. Asintió, débilmente, y se dejó levantar. Sus piernas aún se sentían como gelatina, pero la vergüenza de haber sido visto en un estado de tal vulnerabilidad por Naruto lo obligó a recomponerse. Se enderezó la chaqueta con un movimiento brusco, tratando de recuperar su fachada de estoicismo, pero el temblor en sus manos delataba su agitación interior.

 

 

No quería quedar como miedoso frente a su amado.

 

 

Unos pasos más atrás, Sakura mantenía su posición defensiva. Con un brazo extendido, empujaba a un Tazuna tembloroso y casi paralizado detrás de ella, mientras con el otro mantenía el hacha firmemente enristrada. Su rostro estaba pálido, pero su mandíbula estaba apretada.

 

 

—Quieto, Tazuna-san... —le dijo, sin apartar los ojos de Zabuza— Quédese detrás de nosotros. —Su voz era un susurro tenso, pero no vacilante. El instinto de proteger al cliente, forjado en la emboscada anterior, era ahora un mandato férreo en su mente. Su corazón latía a mil por hora, pero cada latido bombeaba una resolución fría. Ella había sido la primera en ver la trampa del conejo; ahora debía ser la última en caer.

 

 

—Este tipo… es diferente —masculló Sasuke, por fin encontrando su voz, que sonaba áspera— Su… su presencia. Es como intentar respirar bajo el agua.

 

 

—Lo sé —asintió Naruto, adoptando una postura de combate, con sus puños apretados— Pero estamos juntos. Y tenemos a Kakashi-sensei.

 

 

 

Kakashi, de hecho, se había movido ligeramente, colocándose en una posición que cubría a todo el grupo. Su sharingan giraba lentamente, absorbiendo cada detalle de Zabuza, cada mínimo cambio en su postura, cada tenue fluctuación de su chakra.

 

 

 

Zabuza soltó una risa que sonó a huesos quebrándose. — Lo admito, no esperaba encontrarme con una leyenda de Konoha en un agujero miserable como este. —Sus ojos, visibles a través de las vendas de su máscara, se clavaron en el ojo carmesí de Kakashi— Pero ese ojo… sabes que no te pertenece. Es solo un trofeo robado.

 

 

—¿Robado? —intervino Naruto, su voz temblorosa pero llena de indignación. El miedo que sentía por la abrumadora presencia de Zabuza palidecía ante la necesidad de defender el honor de su sensei y, por asociación, el de Sasuke— ¡Ese es el ojo del clan de Sasuke! ¿Cómo lo tiene Kakashi-sensei?

 

 

 

Sakura, pálida pero con la mente funcionando a toda velocidad, miró a Sasuke. —¿El Sharingan? ¿El Dojutsu de tu clan, Sasuke-kun?

 

 

Sasuke asintió, sus propios ojos oscuros fijos en el ojo carmesí de su maestro con una mezcla de asombro, envidia y profunda confusión. —Sí. Permite ver el flujo de chakra, predecir movimientos… —explicó, pero su voz se quebró. Había algo ahí, una pieza del rompecabezas de la historia de su clan que no encajaba.

 

 

—¡Ja! ¡Eso es solo la superficie, mocoso! —rugió Zabuza, disfrutando de su momentánea ventaja psicológica— El verdadero poder del Sharingan no es esquivar, es robar. Copia cualquier jutsu, cualquier técnica ninja, con solo verla una vez. Ese hombre detrás de esa máscara es un ladrón que ha acumulado un arsenal con el legado de otros.

 

 

Dentro de Naruto, Kurama gruñó con un desprecio glacial. «Esos ojos malditos… siempre trayendo problemas. Cuidado con él, Naruto. La sangre Uchiha está podrida de arrogancia y odio.»

 

 

Pero Naruto no escuchó la advertencia del zorro. Su mirada se encontró con la de Sasuke, y en los ojos oscuros de su compañero no vio más que una vulnerabilidad desgarradora. Sasuke estaba tan perdido como él.

 

 

—Basta de charla —cortó Kakashi, su voz dejando claro que el tiempo de las explicaciones había terminado— Escuchen...—dijo Kakashi, sin volverse— Este no es un enemigo contra el que puedan luchar directamente. Su técnica de Niebla Asesina reducirá la visibilidad a cero. Confíen en sus otros sentidos. Y sobre todo, confíen en mí. No se separen. Si lo hacen, estarán muertos.

 

 

 

Zabuza pareció divertirse con la arenga. — Bonitas palabras, Ninja que copia. Pero las palabras no detienen una espada. —Su mano se cerró alrededor del mango de la Kubikiribocho— Juguemos a las escondidas… en mi niebla.

 

 

 

Con un movimiento aparentemente sin esfuerzo, arrancó la gigantesca espada del árbol. Entonces, comenzó a tejer una serie de sellos con una velocidad aterradora, sus manos eran un borrón.

 

 

 

— Kirigakure no Jutsu.

 

 

 

Una niebla espesa y fría comenzó a brotar del suelo pantanoso, envolviéndolos con una rapidez sobrenatural. En cuestión de segundos, la visibilidad se redujo a apenas un par de metros. Los sonidos del bosque se amortiguaron hasta quedar en un silencio opresivo, roto solo por el golpeteo de sus propios corazones y el goteo de la humedad en las hojas. El mundo se había desvanecido, dejándolos solos en un limbo blanquecino y mortal.

 

 

 

—¡Espalda con espalda! —ordenó Kakashi, su voz sonando distante y cercana a la vez en la niebla.

 

 

Sasuke, Naruto y Sakura obedecieron al instante, formando un triángulo protector alrededor de Tazuna, quien se agachó, cubriéndose la cabeza. Sasuke podía sentir la espalda de Naruto contra la suya, un punto de calor y firmeza en medio del frío penetrante. Ese contacto, tan simple, le devolvió un ápice de coraje.

 

 

—No puedo ver nada... —susurró Sakura, su aguda visión de libro de texto era inútil aquí.

 

 

—Calla —susurró Sasuke, cerrando los ojos, forzándose a escuchar, a sentir— Escucha su respiración. El crujido del suelo...

 

 

Naruto permaneció en silencio, pero Sasuke podía sentir la tensión en su cuerpo. Estaba alerta, como un animal acorralado pero listo para contraatacar.

 

 

 

Entonces, la voz de Zabuza resonó, proveniente de todas direcciones a la vez, un susurro fantasmal que se deslizaba por la niebla.

 

 

 

—¿Saben qué se siente al saber que la muerte está cerca, niños? Es una presión en el pecho… un frío en la nuca… como ahora.

 

 

Sasuke contuvo la respiración. Podía sentir una presencia, una intención asesina que flotaba en la niebla, imposible de ubicar. De repente, una silueta enorme se materializó frente a él, la espada alzada. ¡Era Zabuza! Sasuke reaccionó por instinto, lanzando una ráfaga de shurikens que atravesaron la niebla y… no impactaron en nada. La silueta se desvaneció. Había sido una ilusión, un producto de la presión y la niebla.

 

 

 

—¡Es un juego mental! —gritó Kakashi, su voz era un ancla de calma— ¡No caigan! ¡Mantengan la calma!

 

 

 

Pero la presión era insoportable. La niebla parecía viva, susurrándoles promesas de muerte al oído. Sasuke sentía que se ahogaba. Su mirada, llena de un pánico que ya no podía ocultar, se encontró con la de Naruto, quien lo miraba por encima del hombro. En los ojos azules de Naruto no había rastro de la euforia habitual. Solo había una seriedad absoluta, una fuerza tranquila que parecía decir. "Confía en mí. Estoy aquí".

 

 

 

Y en ese momento, para el atormentado corazón de Sasuke Uchiha, esas fueron las únicas palabras que importaron. El miedo no desapareció, pero fue superado por algo más fuerte, la feroz, abrumadora necesidad de asegurarse de que esa luz, ese sol que era Naruto, no se apagara en la niebla. Apretó los puños, y por primera vez desde que la niebla había caído, su temblor cesó un poco. Estaba aterrado, sí. Pero estaba listo para luchar. No por el honor del clan, no por la misión, sino por la espalda cálida que sentía contra la suya y la promesa de un amanecer que aún debían compartir.

 

 

 

Debía ser fuerte. A como de lugar.

 

 

Zabuza no respondía con palabras. Simplemente volviéndose uno con el vapor frío. Su risa, sin embargo, los rodeó, un coro de fantasmas burlones que venía de todas direcciones a la vez.

 

 

 

Sasuke forcejeaba por respirar. 

 

 

 

Cada susurro de la niebla, cada crujido imaginario, era una aguja en su cerebro. La presión del instinto asesino de Zabuza era una losa sobre su pecho. Podía sentir los latidos de su corazón como tambores de guerra en sus oídos. «No puedo ver… no puedo predecir nada … esto es como estar en una jaula… me asfixio…» Su mente, siempre tan lúcida, comenzaba a nublarse con el pánico que regresaba nuevamente. Si esto continuaba, si esa presión no cedía, sabía que su corazón se quebraría. Con una mano temblorosa, sacó un kunai y lo llevó hacia su propio estómago, no con la intención de herirse de verdad, sino como un acto desesperado de control, un punto de dolor tangible que lo anclara a la realidad y le impidiera volverse loco.

 

 

—Sasuke —la voz de Kakashi fue calmada, pero llegó a través de la niebla con una claridad sorprendente— No te desesperes. Mantén la calma. Yo los protegeré. A los cuatro. Esa es mi primera y última misión. Aunque tenga que dar mi vida por ello.

 

 

 

Eran palabras destinadas a ser un bálsamo, pero para Zabuza, fueron una oportunidad.

 

 

 

—¿Tan seguro estás de eso, Kakashi? —la voz del demonio sonó justo a su lado, demasiado cerca.

 

 

 

De la niebla emergió la silueta gigantesca de Zabuza, la Kubikiribocho alzada sobre el grupo de genin y Tazuna. El aire se heló. Sakura gritó, paralizada por la velocidad del ataque, el hacha pesada en sus manos sintiéndose de repente inútil e insignificante frente a la espada demoníaca. «No reaccioné… otra vez no reaccioné a tiempo…»

 

 

Pero Kakashi ya estaba en movimiento. Apareció como un relámpago entre Zabuza y sus estudiantes, un kunai reuniéndose a la situación con el filo de la espada gigante con un chispazo de metal que iluminó la niebla por un instante. Con un movimiento fluidísimo, su otra mano se hundió en el torso de Zabuza, apuñalándolo.

 

 

 

—¡Sensei! —gritó Naruto, con un mezcla de alivio y horror.

 

 

 

—¡Retrocedan! —ordenó Kakashi, pero su Sharingan ya había detectado la anomalía. La textura del cuerpo, la falta de resistencia… ¡Era un clon de agua!

 

 

En el mismo instante en que el clon se deshacía en un charco, el Zabuza real materializado detrás de Kakashi, su espada cortando el aire en un arco mortal. —¡Demasiado lento! —rugió.

 

 

 

La cuchillada atravesó a Kakashi, partiéndolo en dos. Pero no hubo sangre. Solo agua. El cuerpo de Kakashi se descompuso en un torrente que salpicó a Zabuza.

 

 

 

—¿Qué? —gruñó el demonio, sus ojos se abrieron de par en par detrás de las vendas. «¡Mi técnica! ¡La copió en una fracción de segundo!»

 

 

 

— Rindete. —La voz de Kakashi sonó ahora detrás de él, fría y serena. Había aparecido sin hacer ruido, con un kunai presionado contra la base del cráneo de Zabuza— Se acabó, Zabuza.

 

 

 

Mientras los dos ninjas se enfrentaban en su duelo de engaños, el equipo se había reagrupado a unos metros de distancia, en un claro que la lucha había despejado entre la niebla. 

 

 

Tazuna jadeaba, agarrado al brazo de Sakura.

 

 

 

Sakura respiraba con dificultad, las lágrimas de frustración asomando en sus ojos. Miró el hacha que sostenía con manos blancas por la fuerza con que la apretaba. —Lo siento… lo siento, otra vez me congelé… —murmuró, sintiendo el peso de su propia incompetencia como un golpe físico.

 

 

 

A su lado, Sasuke y Naruto estaban espalda con espalda, sus cuerpos tensos como resortes. El momento de pánico de Sasuke había pasado, reemplazado por una alerta aguda y temblorosa, alimentada por la cercanía de Naruto. Sentir la espalda de Naruto contra la suya era un ancla, un recordatorio de por qué estaba luchando.

 

 

 

—No te preocupes, Sakura-chan —dijo Naruto, sin apartar los ojos de la niebla, donde las siluetas de Kakashi y Zabuza se desdibujaban— ¡Ese tipo Zabuza es un monstruo! Pero Kakashi-sensei lo tiene controlado. ¿Verdad, Sasuke?

 

 

 

Sasuke asintió, tragando saliva. Su voz sonó más débil de lo que le hubiera gustado. — S-sí. Kakashi lo tiene… cubierto. —Pero por dentro, una batalla distinta se libraba. Quería ser fuerte, quería proteger al rubio y también a su equipo, demostrarle a Naruto que no era un cobarde. Pero el miedo era un veneno persistente. Cada célula de su cuerpo le gritaba que huyera, que se escondiera. Solo la imagen de la sonrisa de Naruto, de su luz obstinada, le daba el valor para mantener sus pies firmes en el suelo.

 

 

—¿Qué hacemos? —preguntó Sakura, buscando una dirección, una orden.

 

 

—Lo que dijo Kakashi —respondió Sasuke, forzando su voz a sonar más firme— Proteger a Tazuna. Y estar listos. —Lanzó una mirada rápida a Naruto, y al hacerlo, su expresión se suavizó inconscientemente— No importa lo que pase… nos tenemos el uno al otro.

 

 

 

Naruto sintió una oleada de calor al oír esas palabras. Volteó la cabeza lo justo para que sus miradas se encontraran. En los ojos de Sasuke, normalmente tan llenos de confianza o de anhelo, vio el mismo miedo que sentía él. Pero también vio una determinación que era un espejo de la suya propia. Le sonrió, un gesto pequeño pero lleno de una fe absoluta.

 

 

—Claro que sí, Teme. Juntos —susurró Naruto.

 

 

Ese breve intercambio, ese momento de conexión en medio del campo de batalla nebuloso, fue suficiente. El miedo no desapareció, pero se transformó. Ya no era un peso paralizante, sino un combustible. 

 

 

Eran tres genin asustados frente a un demonio de leyenda, pero eran un equipo. Y mientras estuvieran juntos, espalda con espalda, el frío de la niebla de Zabuza no podría congelar el fuego que ardía en sus corazones. 

 

 

La batalla estaba lejos de terminar, pero habían superado su primera y más crucial prueba, no se habían roto.

 

 

Pero aún así, el argumento táctico de Naruto fue tan efímero como un relámpago.

 

 

Un grito de advertencia se le atragantó a Sasuke en la garganta cuando, de la nada, una segunda silueta gigantesca emergió de la niebla residual. Era otro Zabuza. El primero, al que Kakashi tenía a punto de ser neutralizado, se desvaneció en un charco inútil, otro clon de agua perfecto. La verdadera estrategia de Zabuza se reveló en toda su crudeza. Mientras Kakashi estaba distraído con el señuelo, el Zabuza real se había movido con una velocidad fantasmal, y ahora sus manos ejecutaban una serie de sellos a una velocidad vertiginosa.

 

 

 

—¡Demasiado tarde, Kakashi! —rugió Zabuza, y de las aguas del pantano circundante surgió una esfera gigantesca y transparente que encerró a Kakashi en un instante. Era una prisión de agua que se cerró herméticamente, atrapando a su maestro en su interior. Kakashi flotaba en el centro, inmóvil, sus extremidades inutilizadas por la presión constante del líquido. El Sharingan, por primera vez, parecía impotente.

 

 

 

—¡Kakashi-sensei! —gritó Sakura, su voz un hilo de desesperación.

 

 

 

Tazuna palideció hasta tener el color de la ceniza, sus piernas cedieron y se apoyó contra un árbol, murmurando oraciones incoherentes. Su destino, y el de su pueblo, estaba ahora en manos de tres niños.

 

 

 

Dentro de la prisión, la voz de Kakashi llegó ahogada y distorsionada por el agua. —¡Corran! —les ordenó, una burbuja de aire desesperado— ¡Llévenlo lejos de aquí! ¡Es una orden!

 

 

 

El instinto de supervivencia clamaba por obedecer. Huir. Escapar de ese demonio. Pero Naruto Uzumaki no se movió.

 

 

Se quedó plantado en el suelo pantanoso, sus puños apretados con tanta fuerza que las uñas se clavaban en sus palmas. Vio la imagen de la gente hambrienta, los niños de ojos vacíos, el puente inacabado como un símbolo de esperanza aplastada. Y luego vio a su sensei, el hombre que siempre tenía una respuesta, atrapado e indefenso. Recordó el juramento que se había hecho a sí mismo junto al camino, no dar la espalda. No ser ese tipo de shinobi.

 

 

 

—Naruto, ¿qué haces? ¡Tenemos que irnos! —la voz de Sasuke sonó aguda, cargada de un pánico que no podía disimular. Quería agarrar a Naruto del brazo y arrastrarlo lejos, lejos del peligro, lejos de la mirada asesina de Zabuza.

 

 

 

Pero Naruto negó con la cabeza, lentamente. Su cuerpo comenzó a temblar, no de miedo, sino de una determinación feroz que lo consumía por completo. —No —dijo, y su voz, aunque temblorosa, no admitía discusión— No huimos.

 

 

 

—¡Naruto, es una orden de sensei! —insistió Sakura, llorando ahora abiertamente, la impotencia destrozándola por dentro.

 

 

—¡Yo no me rindo! —rugió Naruto, girándose hacia ellos. Sus ojos azules, usualmente tan llenos de luz, ahora ardían con un fuego interior que los dejó paralizados— ¡No vamos a dejar que este tipo gane! ¡Y no vamos a dejar que Kakashi-sensei muera aquí! ¡Sakura, Sasuke, mantengan a Tazuna a salvo y estén alerta!

 

 

Antes de que pudieran protestar, Naruto se lanzó hacia adelante. No era una carga temeraria y sin pensar; era el movimiento calculado de un cazador. —¡Kage Bunshin no Jutsu! —gritó, y una docena de clones naranjas surgieron del suelo, rodeando no a Zabuza, sino al clon de agua que aún custodiaba la prisión.

 

 

 

Zabuza, desde su posición, soltó una risa despectiva. —¿Más insectos? Patético. —Con un movimiento casi desganado de su espada, los clones de Naruto estallaron en nubes de humo uno tras otro, sin oponer la más mínima resistencia.

 

 

Pero la distracción había sido suficiente. 

 

 

Mientras el clon de agua se ocupaba de los clones, el Naruto real, aprovechando la niebla y el caos, había sacado de su mochila una enorme Fuma Shuriken. No la lanzó hacia Zabuza. En un movimiento que parecía una locura, se la arrojó a Sasuke.

 

 

—¡Sasuke! —gritó Naruto.

 

El corazón de Sasuke dio un vuelco. Por un instante, el mundo entero se redujo a la mirada de Naruto. No era una mirada de súplica, sino de absoluta confianza. En una fracción de segundo, la mente de Sasuke, entrenada para la estrategia y la anticipación, comprendió el plan. No era sobre el arma. Era sobre el momento.

 

 

 

Atrapó la shuriken con una mano que apenas temblaba. —¡Entendido! —asintió, y con toda la fuerza y precisión que le había valido el título de mejor de su clase, la lanzó directamente hacia Zabuza.

 

 

 

El espadachín esbozó una mueca de desdén. —¿En serio? —La esquivó con un movimiento mínimo, casi insultante en su facilidad. La shuriken gigante pasó silbando junto a su cabeza y se clavó en un árbol a sus espaldas. —Un intento inútil —declaró Zabuza, dando un paso hacia adelante para acabar con la farsa.

 

 

Fue entonces cuando la segunda Fuma Shuriken, que todos habían pasado por alto, apareció girando desde un ángulo muerto. Era el Shuriken Kage Bunshin no Jutsu una técnica básica pero ejecutada con una sincronización perfecta. Zabuza, forzado a reaccionar, saltó hacia arriba para evitarla.

 

 

Y en ese preciso instante, cuando estaba en el aire, vulnerable, la shuriken que se había clavado en el árbol se transformó en un remolino de humo. Y de él surgió Naruto, que se había transformado en el arma momentos antes. —¡Toma esto! —gritó, lanzando un kunai directo al corazón de Zabuza.

 

 

Los ojos del demonio se abrieron por la sorpresa genuina. En el aire, sin punto de apoyo, era imposible esquivar. Solo tenía una opción para evitar ser atravesado, interrumpir el flujo de chakra que mantenía la prisión de agua. Con un gruñido de rabia pura, soltó los sellos.

 

 

 

La esfera de agua estalló, liberando a un Kakashi empapado y jadeante, que cayó de rodillas al suelo, tosiendo violentamente.

 

 

La estrategia había funcionado. Naruto Uzumaki, el último de su clase, el fanfarrón, había burlado a un ex-jonin legendario.

 

 

—¡Maldito mocoso! —rugió Zabuza, aterrizando con furia. Su ira era tan palpable que la niebla misma pareció vibrar. En un arranque de rabia, tomó su propia Fuma Shuriken y la lanzó con fuerza letal hacia Naruto, que aún estaba en el aire, en plena caída.

 

 

 

—¡NARUTO! —el grito de Sasuke fue desgarrador, un sonido visceral que salió de lo más hondo de su ser. Sintió que el mundo se detenía. Vio la hoja gigante girando hacia la espalda indefensa de Naruto, y una ola de terror tan absoluta lo inundó que por un segundo se quedó ciego.

 

 

 

Pero Kakashi ya estaba de pie. Se interpuso en la trayectoria del arma con una velocidad que desafió la vista y, con un brazo vendado que ahora parecía de acero, detuvo la shuriken a centímetros del cuerpo de Naruto. 

 

 

El impacto resonó en el claro.

 

 

—Buen trabajo, Naruto... —dijo Kakashi, su voz era áspera por el agua inhalada, pero llena de un orgullo profundo e innegable. Luego, se volvió hacia Zabuza, y su Sharingan giró con una lentitud amenazante— Has subestimado a mis estudiantes. Y ese fue tu error. No volveré a caer en tu trampa.

 

 

 

Zabuza recuperó la compostura, aunque su furia hervía bajo la superficie. Los dos shinobis se separaron, midiéndose con la mirada. La batalla había cambiado. Ya no era una cacería; era un duelo entre iguales.

 

 

 

—Veamos que más tienes, Ninja que copia. —gruñó Zabuza, y sus manos comenzaron a tejer una secuencia de sellos complejísima, tan rápida que eran un borrón.

 

 

Kakashi, con su Sharingan brillando, copió cada movimiento al instante, sus dedos reflejando los de Zabuza con una precisión espectral.

 

 

—¡Suiton: Suiryudan no Jutsu! —gritaron ambos al unísono.

 

 

De las aguas del pantano justo atrás de cada uno, dos dragones colosales, hechos de agua pura y de chakra, se alzaron hacia el cielo con un rugido que hizo temblar la tierra. Eran idénticos, dos fuerzas de la naturaleza convocadas por maestros opuestos. 

 

 

Con un estruendo apocalíptico, los dragones chocaron en el centro del claro, explotando en una lluvia torrencial que empapó a todos y lavó la niebla por completo.

 

 

 

Mientras la cortina de agua caía, Sasuke permaneció inmóvil, mirando a Naruto, que ahora estaba de vuelta en el suelo, empapado y jadeante, pero sonriendo como un idiota con un pulgar hacia arriba dirigido a ellos. Una oleada de alivio tan intenso que fue casi doloroso recorrió el cuerpo de Sasuke.

 

 

Sintió una calor detrás de sus ojos y una opresión en el pecho. Las lágrimas que había contenido con tanto esfuerzo amenazaban con caer, pero las retuvo, tragando con dificultad. No era el momento. Pero no pudo evitar dejar escapar un suspiro tembloroso, un suspiro que llevaba consigo todo el peso de su terror y su gratitud. Su Naruto estaba a salvo. Por ahora, eso era todo lo que importaba. La batalla entre titanes continuaba, pero en ese pequeño rincón del pantano, el corazón de un Uchiha latía con fuerza, no por el miedo a la muerte, sino por la abrumadora certeza de que estaba irrevocablemente, profundamente, enamorado del chico más imprudente y brillante del mundo.

 

 

 

La lluvia torrencial que siguió a la colisión de los dragones de agua se calmó, dejando un silencio pesado y húmedo. 

 

 

En el centro del claro, Zabuza jadeaba, no por el esfuerzo físico, sino por la incredulidad que lo corroía por dentro. Sus músculos, acostumbrados a la violencia y la muerte, se sentían extrañamente pesados, como si estuvieran nadando contra una corriente invisible. —No es posible… —masculló, su voz un gruñido áspero— No solo copias los movimientos… ¡lees la intención! ¡Es como si estuvieras dentro de mi cabeza!

 

 

 

El Sharingan de Kakashi giraba con una calma aterradora, el torbellino de tres tomoe parecía absorber la misma luz del grisáceo paisaje. — El ojo del que tanto te burlas, Zabuza, ve más allá de los simples gestos —explicó, su voz era clara y didáctica, como si estuviera dando una lección en el campo de entrenamiento— Ve el flujo de chakra que precede al jutsu, la tensión en los músculos que anuncia el ataque. Para mí, tu cuerpo grita tus movimientos antes de que los ejecutes. Esa es la verdadera desventaja.

 

 

Zabuza intentó forzar sus miembros, ordenarles que se movieran, que blandieran la Kubikiribocho, pero fue inútil. Una parálisis mental, inducida por la abrumadora presión del Dojutsu, se había apoderado de él. Era como estar atrapado en una pesadilla, consciente pero impotente. Vio cómo Kakashi comenzaba a realizar una serie de sellos, y supo, con una certeza helada, lo que venía.

 

 

 

— Suiton: Daibakuryu —anunció Kakashi, y el pantano a sus pies obedeció. Una masa monumental de agua, mucho mayor que cualquier dragón, se alzó como un muro y se estrelló contra Zabuza con la fuerza de un tsunami en miniatura. La corriente lo arrastró como a una hoja seca, estrellándolo con brutal fuerza contra el tronco de un árbol centenario, que crujió bajo el impacto. Zabuza quedó clavado allí, aturdido y magullado, el agua chorreando de su cuerpo.

 

 

 

Con movimientos fluidos y precisos, Kakashi lanzó una ráfaga de kunais. No iban dirigidos a puntos vitales, sino a las mangas y el cuello del traje de Zabuza, clavando las prendas contra la madera, inmovilizándolo por completo. Era una exhibición de precisión absoluta.

 

 

 

—El final del camino, Demonio de la Niebla —declaró Kakashi, caminando lentamente hacia su presa, un kunai reluciente en su mano— Tu cacería ha terminado.

 

 

Fue entonces cuando la niebla, que se había disipado, pareció condensarse en un solo punto. Una figura más pequeña y delgada, con una máscara que ocultaba todo su rostro, apareció como un fantasma en una rama baja cercana. No hizo ruido. No emitió un aura amenazante. Su movimiento fue tan rápido que apenas fue un destello.

 

 

—¿Qué…? —empezó Naruto, pero las palabras murieron en sus labios.

 

 

Dos agujas delgadas como pelos, los senbon, brillaron bajo la tenue luz al ser lanzadas. No hubo un sonido de impacto violento, solo un suave clink metálico cuando se clavaron con precisión quirúrgica en el cuello de Zabuza. El cuerpo del espadachín, ya inmovilizado, se sacudió una última vez y luego quedó completamente quieto, la cabeza cayendo sobre su pecho.

 

 

 

—¡¿QUÉ HICISTE?! —rugió Naruto, rompiendo el hechizo de horror que había paralizado a todos. Su grito era una mezcla de rabia, confusión y un dolor profundo por la vida que acababan de ver extinguirse tan fríamente.

 

 

 

El chico enmascarado aterrizó suavemente en el suelo. —Me presento —dijo, con una voz juvenil y sorprendentemente serena— Soy un ninja cazador de la Aldea Oculta de la Niebla. He estado persiguiendo a Zabuza Momochi durante mucho tiempo. Les agradezco por haberlo debilitado y permitido que cumpliera mi misión.

 

 

—¿Misión? ¡Lo mataste! ¡Estaba indefenso! —gritó Naruto, avanzando con los puños apretados. Sasuke, instintivamente, se interpuso, agarrándolo del brazo con fuerza.

 

 

— Naruto, cálmate... —dijo Sasuke, su voz era un susurro urgente. Su propio corazón latía con fuerza, pero su mirada estaba fija en el chico enmascarado, evaluando la amenaza. Sin embargo, su principal preocupación era Naruto, cuya impulsividad podía desatar otra tragedia.

 

 

 

Sakura, aunque pálida, había reaccionado con la mente fría que la caracterizaba. Deshizo el sello de invocación y su hacha pesada desapareció en un puff de humo. —Naruto, él tiene razón —explicó, tratando de mantener la voz estable— Los cazadores de renegados existen para evitar que los secretos de su aldea caigan en manos enemigas. Es… es una práctica estándar. Una forma de proteger la seguridad de la aldea. Es horrible, pero es el protocolo.

 

 

 

Tazuna se acercó tambaleándose, mirando la escena con una mezcla de alivio y repulsión. Sus ojos se posaron en Sasuke, que aún sostenía a Naruto, y en la manera en que el Uchiha miraba al rubio, no con exasperación, sino con una preocupación profunda y temerosa. El viejo constructor asintió para sí mismo, un atisbo de comprensión iluminando sus ojos cansados. «Ah… conque así están las cosas —pensó— Por eso el chico emo es tan intenso con él. No es solo compañerismo... es miedo. Miedo a perderlo.»

 

 

 

—¡Pero eso no está bien! —insistió Naruto, las lágrimas de frustración asomando en sus ojos— ¡Es asesinato! ¡No es justo!

 

 

 

—Naruto —la voz de Kakashi sonó, firme pero cansada. Se había girado para enfrentar a su estudiante, y por primera vez, podían ver el agotamiento extremo en su postura, en la palidez bajo su máscara— Basta. El mundo shinobi no se rige por tus ideales de justicia. Se rige por reglas duras y necesarias. Lo que ha hecho este cazador es… correcto, según nuestras leyes. Ahora, cálmate. Es una orden.

 

 

 

Naruto contuvo la respiración, el pecho agitándose. Miró a Sasuke, cuyos ojos le suplicaban que cediera, y luego a Kakashi, cuya autoridad era innegable incluso en su estado debilitado. Con un último gruñido de rabia impotente, bajó la cabeza, derrotado.

 

 

El chico enmascarado se inclinó ligeramente. —Mi agradecimiento de nuevo. Lamento los métodos, pero el deber es el deber. —Sin más preámbulos, cargó el cuerpo inerte de Zabuza sobre sus hombros con una fuerza que parecía imposible para su complexión. Con un último vistazo al equipo, desapareció entre los árboles tan silenciosamente como había llegado, llevándose consigo el cadáver y la pesadilla que representaba.

 

 

Un silencio incómodo se instaló en el claro. La amenaza inmediata había pasado, pero una nueva tensión, hecha de desilusión y la cruda realidad del mundo que habían elegido, pesaba sobre ellos.

 

 

—Bien...—dijo Kakashi, intentando sonar normal— La misión continúa. Debemos llegar a la aldea de Tazuna antes del anochecer. —Dio un paso hacia adelante, con la intención de liderar la marcha.

 

 

Fue entonces cuando sus piernas simplemente cedieron. El agotamiento por el uso extremo del Sharingan, combinado con la casi asfixia en la prisión de agua y la inmensa cantidad de chakra gastada en el Suiton: Suiryudan no Jutsu, cobró su precio final. Kakashi se desplomó hacia adelante, sin fuerzas para siquiera bracear.

 

—¡KAKASHI-SENSEI! —gritaron los tres al unísono, corriendo hacia él.

 

 

Sasuke y Naruto lo alcanzaron justo antes de que su cabeza golpeara el suelo, sosteniéndolo entre los dos. Su cuerpo estaba flácido, completamente inconsciente.

 

 

—¿Qué… qué hacemos ahora? —preguntó Sakura, su voz temblorosa, mirando a sus compañeros. El líder había caído. El puente estaba aún lejos. Y la sombra de Gato, y de quienquiera que hubiera enviado a Zabuza, era ahora más larga y amenazante que nunca.

 

 

 

Estaban solos.

 

 

La desaparición del cazador de renegados y su macabro trofeo dejó un vacío extraño en el claro del bosque. La tensión de la batalla se había disipado, pero era reemplazada por el peso silencioso del agotamiento y la sombría lección recibida. Tazuna, sacudiéndose el estupor que lo había mantenido paralizado, tomó una bocanada de aire y se erigió, no como el cliente mentiroso y asustado, sino como el adulto responsable del grupo. Su rostro, marcado por el miedo y la culpa, ahora mostraba una determinación resignada.

 

 

 

—Basta por hoy —declaró, su voz áspera pero firme— Su sensei necesita descanso, y ustedes… ustedes necesitan un respiro. No podemos quedarnos aquí. Síganme. Conozco un camino seguro y alguien confiable por aquí.

 

 

Sin esperar respuesta, se agachó y, con una fuerza que sorprendió por venir de un hombre de su edad y complexión, ayudó a Sasuke y a Naruto a cargar el cuerpo inconsciente de Kakashi. Sakura, con movimientos rápidos y eficientes, recogió el equipo disperso y aseguró las mochilas. El camino que tomaron no fue el sendero principal, sino una ruta tortuosa a través de los pantanos, donde los árboles retorcidos y la neblina perpetua ofrecían una capa de ocultación.

 

 

 

Después de lo que pareció una eternidad de caminar en silencio, con solo el sonido de sus pasos en el lodo y la respiración agitada de Naruto rompiendo la quietud, llegaron a una caleta escondida. Allí, un hombre cetrino y de pocas palabras, llamado Kaji, los esperaba junto a un pequeño bote de madera con un motor fuera de borda. El aire olía a salitre podrido y a combustible.

 

— Oh, grandioso... clientes, dense prisa suban, y rápido —murmuró Kaji, con los ojos constantemente escudriñando la niebla— El silencio es nuestro único aliado aquí.

 

 

Con cuidado, depositaron a Kakashi en la parte más estable del bote. Sakura, con una previsión que hablaba de su naturaleza meticulosa, improvisó una almohada con toallas limpias de su mochila y la de Sasuke, acomodando la cabeza de su sensei con una suavidad maternal. Mientras Kaji desataba las amarras, Naruto, incapaz de contener su asombro incluso en medio de la tensión, señaló hacia la distancia donde la silueta colosal de un puente inacabado se perdía en la niebla.

 

 

—¡Wow! ¡Ese puente es enorme! —exclamó, su voz resonando en la caleta silenciosa.

 

 

 

Kaji se giró hacia él con una mirada fulminante. —¡Calla, muchacho! —susurró con ferocidad— ¿Crees que nos movemos a remo por el paisaje? El más mínimo ruido atrae… atención. ¿Entiendes?

 

 

 

La repentina reprimenda hizo que Naruto se encogiera visiblemente. Sus ojos se abrieron como platos y se llevó ambas manos a la boca, ahogando un grito de disculpa. La vergüenza por su error lo abrasó por dentro.

 

 

 

Sasuke, que estaba sentado a su lado, observó la reacción. En lugar de una mirada nerviosa, sus ojos oscuros mostraron una comprensión inmediata. Se inclinó ligeramente hacia él, y su voz fue un susurro tan bajo que solo Naruto podía oírlo, un sonido que se mezclaba con el suave chapoteo del agua contra el casco. —Tranquilo, dobe. No pasa nada. Solo… no lo sabías.

 

 

Esas palabras simples, dichas con una suavidad que Sasuke reservaba exclusivamente para él, actuaron como un bálsamo en el agitado espíritu de Naruto. Bajó las manos lentamente y asintió, tomando una bocanada profunda pero silenciosa. Su hombro rozó el de Sasuke, y el contacto, breve como fue, le devolvió una pizca de calma.

 

 

 

 

Mientras Kaji guiaba el bote con maestría a través de los canales, usando solo un largo remo para esquivar bancos de arena y raíces sumergidas, Tazuna se volvió hacia los jóvenes shinobis. Su mirada se posó en Sasuke, quien, a pesar de su juventud, irradiaba una seriedad que inspiraba confianza.

 

 

—Chico —dijo Tazuna, su voz más suave— No sé qué habría sido de nosotros sin ustedes. De verdad. Cuando lleguemos… haré lo que pueda para que su sensei se recupere. Y les pido… —hizo una pausa, buscando las palabras—, les ruego, que me sigan respaldando. No solo para volver a casa, sino hasta que el puente esté terminado. Es la única esperanza que le queda a mi gente.

 

 

 

Sasuke sostuvo la mirada del anciano. La bravuconería habitual había desaparecido, dejando al descubierto al shinobi serio y comprometido que yacía debajo. —Haremos lo que sea necesario, Tazuna. —afirmó, con una convicción que no dejaba lugar a dudas— No hemos venido hasta aquí para rendirnos ahora.

 

 

 

Una sonrisa genuina, la primera desde que lo conocieron, iluminó el rostro cansado de Tazuna. —Gracias. Gracias a los tres.

 

 

La travesía por los canales neblinosos fue una experiencia surrealista. La niebla era tan espesa que parecía un muro de algodón húmedo, envolviéndolos en un silencio opresivo.

 

 

Finalmente, el bote tocó un pequeño y discreto muelle frente a una casa modesta pero sólida, construida sobre pilotes en la orilla.

 

 

Era el hogar de Tazuna.

 

 

Las siguientes horas fueron un torbellino de actividad contenida. Entre todos, llevaron a Kakashi a una habitación espaciosa en la planta superior y lo acostaron en un futón. Sakura se convirtió en la enfermera, utilizando sus conocimientos médicos básicos y el botiquín de la misión para limpiar las magulladuras de su sensei y controlar su respiración. Sasuke, recordando las meticulosas enseñanzas de su madre, preparó una infusión de hierbas reconfortantes de su propio kit de viaje y ayudó a Sakura a hacerla beber a Kakashi, gota a gota, cuando este empezó a mostrar signos de inquietud.

 

 

 

Fue al caer la noche cuando Kakashi finalmente abrió su ojo visible, parpadeando lentamente contra la tenue luz de una lámpara de aceite. Un coro de suspiros de alivio llenó la habitación.

 

 

 

—Sensei —susurró Sakura, secándose una lágrima furtiva con el dorso de la mano— ¿Cómo se siente?

 

 

 

Kakashi intentó incorporarse, pero un mareo lo obligó a recostarse. — Como si un dragón de agua me hubiera pasado por encima… varias veces —murmuró, su voz ronca. Intentó su sonrisa habitual bajo la máscara ahora puesta en su lugar, pero fue un gesto débil— El Sharingan… siempre exige su precio. Es una herramienta poderosa, pero agota el chakra a un ritmo… extenuante.

 

 

 

—¡Entonces no debería usarlo tan a la ligera! —lo reprendió Sakura, con las manos en las caderas, adoptando un aire que recordaba sorprendentemente a su madre— Nos asustó muchísimo.

 

 

 

Kakashi asintió débilmente. —Tienes razón. Fue un riesgo calculado, pero… quizá subestimé el costo. —Su ojo se desplazó hacia la ventana, por donde entraba el tenue resplandor de la luna a través de la niebla— Ese chico enmascarado… ha dejado una sensación extraña.

 

 

—¿Crees que… era realmente quien decía ser? —preguntó Sakura, expresando la duda que todos albergaban.

 

 

 

—Los cazadores de renegados son reales, y su función es tal como la describiste, Sakura —explicó Kakashi, con la voz ganando un poco de fuerza— Son shinobis de élite, especializados en el rastreo y la eliminación silenciosa de desertores de alto nivel. Su trabajo es asegurar que los secretos de la aldea, las técnicas prohibidas o la información clasificada que un ninja renegado pueda poseer, no caigan en manos enemigas. Es un trabajo sucio, pero vital para la seguridad de las Cinco Grandes Naciones. La eficiencia de ese chico… fue impresionante. Demasiado, quizás, para alguien de su estatura.

 

 

 

Mientras Kakashi hablaba, Sasuke permaneció en un rincón, observando. Su mente bullía con preguntas sobre el Sharingan, sobre cómo lo había obtenido Kakashi, sobre qué secretos de su clan residían en ese ojo que no le pertenecía por sangre. Sentía la curiosidad como un picor bajo la piel. Pero una mirada a Naruto, que escuchaba a Kakashi con una expresión de concentración absoluta, y luego a su sensei, pálido y agotado en la cama, le dio pause. Ahora no era el momento. Guardó silencio, sellando sus interrogantes tras una máscara de serena lealtad. Habría tiempo para respuestas más tarde. Por ahora, su deber era claro, proteger a su equipo, a su sensei y a la frágil esperanza que representaba el puente inacabado que se alzaba como un fantasma en la niebla exterior.

 

 

 

La tenue luz de la lámpara de aceite bailaba sobre los rostros preocupados del Equipo 7. La explicación de Kakashi sobre los cazadores de renegados había traído algo de claridad, pero no paz. Una inquietud sutil se había instalado en la habitación, emanando del propio jonin, quien, a pesar de su debilidad, tenía la mirada perdida en el techo de madera, su ceja fruncida en un gesto de profunda concentración.

 

 

 

 

—Sensei —dijo Sakura, rompiendo el silencio— ¿Hay algo más? Pareces… preocupado.

 

 

 

 

Kakashi suspiró, un sonido largo y cansado que parecía arrastrar el peso de mil batallas. Giró la cabeza lentamente para mirarlos. Su ojo visible, usualmente despreocupado, ahora estaba nublado por la duda.

 

 

 

 

—Es ese chico enmascarado —confesó— Algo no cuadra. Los cazadores de renegados son meticulosos, sí. Pero su prioridad absoluta es la confirmación de la muerte y la recuperación del cuerpo como prueba para cobrar la recompensa. Llevarse el cadáver de un criminal de tan alto nivel sin un protocolo… es irregular. Muy irregular.

 

 

 

Tazuna, que había permanecido en un rincón sumido en sus pensamientos, alzó la vista, intrigado. —¿Qué estás insinuando, shinobi? —preguntó el anciano, su voz áspera.

 

 

 

Kakashi se incorporó con un gemido, apoyándose en los codos. —Estoy insinuando que existe una probabilidad, quizá no remota, de que Zabuza siga con vida.

 

 

 

La declaración cayó en la habitación como una bomba de silencio. Por un segundo, nadie respiró.

 

 

—¿¡QUÉ!?

 

—¿¡QUÉ!?

 

—¿¡QUÉ!?

 

 

El grito fue un coro perfecto y agudo que salió de las gargantas de Naruto, Sasuke y Sakura al unísono. Los tres saltaron del suelo donde estaban sentados, sus cuerpos paralizados por el shock absoluto.

 

 

 

—¡Pero… pero lo vimos! ¡Las agujas en el cuello! —balbuceó Sakura, llevándose las manos a la cara.

 

 

 

—Los senbon —explicó Kakashi, con calma glacial— Son armas de precisión, diseñadas para golpear puntos específicos del cuerpo. Son excelentes para incapacitar, para paralizar… pero raramente son fatales de inmediato, a menos que se apunte a un centro nervioso vital con una exactitud milimétrica. Y hay un punto particular en el cuello… —hizo una pausa, dejando que la imagen se formara en sus mentes— que, si es golpeado con la fuerza y el ángulo exactos, puede simular todos los signos de la muerte, paro cardíaco, ausencia de pulso, rigidez temporal. Es un estado de muerte aparente. Y para un ninja rastreador, alguien entrenado específicamente en anatomía y en métodos de eliminación silenciosa, colocar a alguien en ese estado sería… un juego de niños.

 

 

 

La revelación fue demasiado para los nervios ya destrozados de los genin. 

 

 

Sakura, con los ojos abiertos como platos y lágrimas de puro susto asomando en las comisuras, se abalanzó instintivamente hacia Sasuke, aferrándose a su brazo con una fuerza desesperada. Sasuke, igualmente aterrado y con el rostro desencajado, no opuso resistencia; de hecho, su otra mano se cerró alrededor del brazo de Sakura, buscando anclaje. Naruto, por su parte, soltó un grito ahogado y se echó hacia atrás, tropezando con una silla y cayendo al suelo con un ruido sordo, donde se quedó sentado, temblando como una hoja.

 

 

 

—¡¿QUIERE DECIR QUE ESE MONSTRUO PUEDE ESTAR AHÍ FUERA, ESPERÁNDONOS?! —gritó Naruto, su voz quebrada por el pánico.

 

 

 

—¡Nos va a matar a todos! ¡Esta vez sí que nos va a matar! —agregó Sasuke, su habitual fachada de serenidad hecha añicos, su inner muy olvidado hasta ese momento se reveló ante todos mostrando al niño aterrorizado que era en el fondo.

 

 

 

Tazuna observó la escena con una mezcla de preocupación y un atisbo de macabro humor. La reacción de los jóvenes shinobis era tan surrealista y cómica en su exageración, que por un momento cortó la tensión palpable.

 

 

 

Kakashi dejó escapar un leve suspiro, una sonrisa casi invisible bajo su máscara. —Bueno, ahora que el pánico inicial ha pasado… —dijo, tratando de calmar las aguas— Sí, es una posibilidad. Pero también es una ventaja.

 

 

 

—¿¡UNA VENTAJA!? —chilló Sakura aún aferrada a Sasuke mientras ambos ya estaban prácticamente abrazados llorando caricaturisticamente y temblando muy comicamente.

 

 

 

—Porque ahora nosotros lo sabemos —explicó Kakashi, su voz recuperando su tono didáctico— Y la sorpresa ya no está de su lado. Pero para enfrentarnos a él, si regresa, necesitamos estar preparados. Mucho mejor preparados de lo que estamos ahora. —Su mirada se posó en cada uno de ellos, seria— Por eso, en cuanto pueda mantenerme en pie, comenzaremos un entrenamiento intensivo. No tenemos tiempo que perder.

 

 

 

Los genin, aún pálidos y temblorosos, asintieron con movimientos espasmódicos. La idea de que Zabuza pudiera estar vivo era aterradora, pero la determinación en la voz de su sensei les devolvió un ápice de coraje.

 

 

 

Fue en ese momento de tensa resolución cuando la puerta de la habitación se abrió con un crujido. Un niño pequeño, de cabello oscuro y ojos tan vacíos y llenos de amargura como los pantanos que rodeaban la aldea, los observaba con desdén.

 

 

 

—Es inútil —dijo el niño, su voz era plana, carente de toda esperanza— No importa cuánto entren. Gato es demasiado poderoso. Él siempre gana. La gente que se le enfrenta… desaparece.

 

 

 

La declaración, tan fría y certeza, cortó el aire como un cuchillo. Tazuna se puso de pie de un salto. —¡Inari! ¡No hables así!

 

—¿Y tú quién eres? —preguntó Naruto, recuperando algo de su brío habitual, irritado por la derrotista actitud del niño.

 

 

 

—Este es mi nieto, Inari —presentó Tazuna con un suspiro de resignación— Inari, estos son los shinobis que nos están ayudando.

 

 

 

Inari ni siquiera miró a Naruto. —Los héroes solo existen en los cuentos. En el mundo real, los que luchan por los demás acaban muertos. —Sin esperar respuesta, giró sobre sus talones y salió de la habitación, dejando un silencio incómodo a sus espaldas.

 

 

 

—¡Qué niño tan malcriado y pesimista! —exclamó Sakura, frunciendo el ceño mientras dejaba ir al pelinegro de su fuerte agarre. — ¿No crees, Sasuke-kun?

 

 

 

Sasuke, sin embargo, no respondió. Su mirada seguía fija en la puerta por donde había salido Inari. No le había caído bien, era cierto. La amargura del niño le resultaba molesta. Pero había algo en sus ojos… una profunda tristeza que le resultaba vagamente familiar. Un dolor que no nacía de la simple malacrianza. Si no, de la soledad.

 

 

Miró a Naruto conectando los puntos.

 

 

Dejó ir un suspiró y se puso en marcha. —Vamos, Naruto —dijo Sasuke, tomando suavemente el antebrazo de Naruto— Ayuda a Sakura con el equipaje. Yo… voy a cuidar a Kakashi.

 

 

 

Después de la cena. Y conocer a Tsunami la hija de Tazuna y también madre de Inari.

 

 

 

Naruto, aún picado por las palabras de Inari, subió sigilosamente las escaleras que llevaban a la habitación del niño. Iba a darle un pedazo de su propia visión, decirle que él, Naruto Uzumaki, sería un héroe y vencería a cualquier rival. Pero justo cuando iba a llamar a la puerta, un sonido lo detuvo, un sollozo ahogado, débil pero desgarrador.

 

 

 

Se asomó por una rendija de la puerta entreabierta. Inari estaba sentado en el suelo, abrazando una fotografía en un marco de madera. La imagen mostraba a un hombre joven y fuerte, de sonrisa amplia y brazos protectores alrededor de una mujer y un Inari más pequeño, radiante de felicidad. Las lágrimas corrían silenciosamente por las mejillas del niño, cayendo sobre el vidrio que protegía la memoria de una vida que ya no existía.

 

 

 

Naruto se quedó paralizado.

 

 

 

Toda su ira se esfumó, reemplazada por una comprensión profunda y dolorosa. Él conocía ese sonido. Era el sonido de la soledad absoluta, del dolor que no podía expresarse con palabras. Sin hacer ruido, se retiró, dejando a Inari con su privacidad y su dolor.

 

 

 

Bajó las escaleras con el corazón encogido. «Huele a tristeza…», gruñó la voz de Kurama en su mente, esta vez carente de su habitual sarcasmo. «Una tristeza vieja y profunda. No te preocupes, pequeño. Esa clase de dolor… no se cura con palabras. Se cura con acciones.» Una sensación extraña, como una caricia mental cálida y áspera a la vez, lo reconfortó levemente. Naruto esbozó una pequeña y triste sonrisa. El zorro tenía razón.

 

 

 

Al reunirse con su equipo en el exterior, donde Kakashi, ya un poco más recuperado, los esperaba para comenzar el entrenamiento, Naruto miró hacia la casa de Tazuna. Ya no estaba enfadado con Inari. Solo sentía una determinación renovada. No solo lucharían por el puente o por la gente del país. Lucharían para demostrarle a un niño que había perdido toda esperanza que los héroes, aunque no fueran como en los cuentos, sí existían. Y que a veces, la esperanza más brillante nacía de la oscuridad más profunda. Con un último vistazo a la ventana iluminada de la habitación de Inari, Naruto se giró y siguió a su equipo hacia el bosque, listo para entrenar como nunca antes lo había hecho.

 

 

 

 

 

 

Notes:

El vínculo del equipo es lo más destacado de este capítulo.

 

Ver a Sasuke, Naruto y Sakura procesar el horror y apoyarse mutuamente para no quebrarse es lo más emocionante. Especialmente la dinámica entre Sasuke y Naruto, donde un simple gesto o una palabra en el momento preciso se siente con más peso que cualquier cosa.

 

¡Están forjando una conexión que promete ser épica!

Chapter 13: Arco de las Olas (Parte llI)

Summary:

Con la amenaza latente, el Equipo 7 se dedica a un entrenamiento intensivo para pulir sus habilidades fundamentales. Mientras Sakura demuestra su conocimiento teórico y Sasuke lucha por refinar su control, Naruto sorprende a todos con un talento innato que nadie esperaba.

 

En medio del esfuerzo y la superación personal, los lazos entre los miembros del equipo se profundizan. Secretos del pasado de la Tierra de la Ola salen a la luz, revelando el origen del cinismo de un joven y avivando la llama de la determinación en Naruto, quien se embarca en un solitario y exhaustivo entrenamiento nocturno.

 

Mientras tanto, un encuentro casual en el bosque con un misterioso y gentil extraño deja una profunda impresión en Naruto, planteando reflexiones sobre el verdadero significado de la fuerza. Este encuentro, sin embargo, desata una ola de confusión y emociones encontradas que culminan en un momento de vulnerabilidad y conexión entre dos compañeros, cambiando para siempre la dinámica de su relación.

Notes:

¡La evolución del equipo es palpable!

 

Es increíble ver cómo cada personaje brilla a su manera.

Desde Sakura con su intelecto, Sasuke con su determinación (y sus celos adorablemente dramáticos), y Naruto mostrando una profundidad y un talento que continúan sorprendiendo. El entrenamiento no es solo sobre volverse más fuertes, sino sobre entenderse mejor a sí mismos y entre ellos.

 

Espero lo disfruten este capítulo promete mucho 🫢

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

El bosque que rodeaba la casa de Tazuna era denso y húmedo, con árboles antiguos cuyas cortezas estaban cubiertas de musgo y cuyas copas filtraban la luz grisácea del cielo de la Ola. Era un lugar de paz relativa, un respiro de la opresiva niebla de los pantanos. Kakashi, apoyado contra el tronco de una de estas gigantescas sequoias, observaba a sus estudiantes con su ojo visible. Aunque aún palidece por el esfuerzo de los días anteriores, una chispa de determinación ardía en su mirada.

 

 

 

 

—Muy bien, equipo —comenzó, alzando la voz solo lo necesario para ser escuchado en la quietud del bosque— La amenaza de Zabuza, vivo o muerto, nos ha dado una lección brutal, no estamos a la altura. Por eso, el entrenamiento de hoy, y de los próximos días, se centrará en la base de todo jutsu, el control del chakra.

 

 

 

 

Naruto, que esperaba una técnica espectacular o un ejercicio de combate frenético, no pudo ocultar una mueca de decepción. —¿Control de chakra? ¡Pero si eso es lo más aburrido! —protestó, cruzando los brazos.

 

 

 

 

Sakura, siempre la alumna aplicada, lanzó un suspiro y se volvió hacia él. —Naruto, es lo más importante —explicó con paciencia, adoptando el tono de una instructora— El chakra es la combinación de la energía física que resides en cada célula de nuestro cuerpo y la energía espiritual que ganamos con el entrenamiento y la experiencia. Moldearlo correctamente es lo que nos permite usar cualquier técnica, desde un simple Kai para liberar un genjutsu hasta un jutsu elemental. Sin un control preciso, el chakra se desperdicia o, peor aún, puede volverse contra el usuario.

 

 

 

 

Kakashi asintió, una sonrisa de aprobación asomando bajo su máscara. —Exactamente, Sakura. Una explicación impecable. Y para ese control, el ejercicio es simple en teoría, pero complejo en la práctica. Deberán dirigir un flujo constante y preciso de chakra a la planta de sus pies, lo suficiente para adherirse a la superficie, pero no tanto que la dañen. El objetivo. Escalar este árbol —dijo, señalando la secuoya detrás de él— hasta la copa. Sin usar las manos.

 

 

 

 

Naruto escuchó, y una sonrisa traviesa se dibujó en sus labios. «¿Eso es todo?», pensó, sintiendo una chispa de gratitud hacia la áspera pero constante presencia que lo había criado. Kurama, dentro de él, emitió un gruñido que sonaba casi a orgullo. «Te lo dije, mocoso. Las bases aburridas son las que salvan la vida. Ahora ve y demuéstrales que no todo es alboroto en esa cabeza tuya.»

 

 

 

 

—¡Ja! ¡Eso es pan comido! —anunció Naruto, golpeando su puño contra su palma— ¡Observen y aprendan!

 

 

 

Antes de que Sasuke o Sakura pudieran decir nada, Naruto cerró los ojos por un instante, concentrándose. No era la concentración forzada de la Academia; era un acto natural, tan familiar como respirar. Un flujo suave y controlado de chakra emanó de su centro y se dirigió a sus pies. Luego, con una confianza que dejó a todos boquiabiertos, dio un paso firme hacia el tronco vertical. Y luego otro. Y otro. Caminó por la corteza rugosa como si estuviera ascendiendo por una escalera invisible, con una soltura y una elegancia que ninguno le había visto jamás. En menos de diez segundos, estaba en lo alto de una gruesa rama, balanceándose con los brazos abiertos y una sonrisa de oreja a oreja.

 

 

 

 

—¡¿QUÉ?! —gritó Sakura, su mandíbula literalmente cayendo. Sus ojos verdes parecían a punto de salirse de sus órbitas— ¡Naruto! ¡¿Cómo es posible?!

 

 

 

 

Kakashi se enderezó, su único ojo abierto de par en par. Había esperado que Naruto, con su reserva monstruosa, tuviera dificultades para el control fino. Esto… esto era anómalo. Era la ejecución perfecta de un genin de élite.

 

 

 

 

Pero la reacción más notable fue la de Sasuke. Por un instante, su rostro mostró la misma incredulidad que los demás. Pero luego, esa expresión se derritió, reemplazada por una oleada de puro y genuino asombro que iluminó sus facciones. Una sonrisa amplia y despreocupada, se extendió por su rostro.

 

 

 

 

—¡Increíble, Naruto! —exclamó, su voz llena de una admiración que no intentó disimular— ¡Lo lograste a la primera!

 

 

 

Dentro de la mente de Sasuke, su inner, esa versión hiperbólica y emocional de sí mismo que solo salía a relucir cuando Naruto estaba involucrado, saltaba de alegría. «¡SÍ! ¡ESE ES MI NARUTO! ¡TAN TONTO Y A LA VEZ TAN INCREÍBLE! ¡MIRA ESA SONRISA! ¡ES MÁS BRILLANTE QUE MIL SOLES! ¡QUIERO ABRAZARLO Y NUNCA SOLTARLO!»

 

 

 

 

—¡Tu turno, Teme! —gritó Naruto desde arriba, señalando el árbol con entusiasmo— ¡A ver si me alcanzas!

 

 

 

 

Animado por el éxito de Naruto y por la luz de aprobación en sus ojos, Sasuke asintió con determinación. —¡No será necesario que me esperes! —dijo, y se concentró. Su control era bueno, producto de años de entrenamiento riguroso en el clan. Su ascenso fue rápido y seguro, casi tan fluido como el de Naruto, pero con un estilo más calculado. Corrió por el tronco, haciendo un recorrido impresionante que lo llevó a gran altura. Sin embargo, en un momento de exceso de confianza, el flujo de su chakra fluctuó. La adherencia en su pie izquierdo falló por una milésima de segundo, pero fue suficiente. Con un grito ahogado, perdió el equilibrio y cayó hacia atrás, aterrizando con un golpe sordo pero controlado en la hierba mullida.

 

 

 

 

—¡Sasuke! —gritaron Naruto y Sakura al unísono, desde uno asomándose desde la rama y la otra acercándose a su amigo.

 

 

 

 

—¡Estoy bien! —dijo Sasuke, incorporándose rápidamente y sacudiéndose el polvo. Su orgullo estaba más magullado que su cuerpo.

 

 

 

 

—¡Eso estuvo genial, Sasuke! —lo animó Naruto, con los ojos brillantes— ¡Casi llegas a la cima!

 

 

 

 

—¡Sí, estuvo impresionante! —agregó Sakura, sonriendo— ¡La próxima lo logras!

 

 

 

El elogio, especialmente el de Naruto, hizo que un rubor intenso e inmediato cubriera las mejillas de Sasuke. La máscara de serenidad se quebró por completo. —¡C-Cállate, dobe! ¡No tienes que gritarlo! —protestó, pero su voz sonaba más alegre que enfadada, y no podía evitar esbozar una sonrisa tonta. Dio un pequeño salto en el lugar, incapaz de contener su emoción por haber sido alabado por su Naruto.

 

 

 

 

Sakura, que observaba la escena justo al lado del Uchiha, no pudo evitar soltar una carcajada. —Dios mío, Sasuke-kun —dijo, secándose una lágrima de risa— Eres tan… extremo. Un segundo estás serio y concentrado, y al siguiente pareces un niño al que le acaban de regalar un dulce. Es increíble lo rápido que cambias cuando se trata de Naruto.

 

 

 

 

Naruto, desde su posición elevada, solo se rió. Estaba completamente acostumbrado a las rarezas de Sasuke. Esa dualidad entre el shinobi prodigio serio y el chico emocional y fácil de sonrojar era solo una parte más de lo que lo hacía… Sasuke.

 

 

Y a Naruto le encantaba cada parte.

 

 

 

 

Kakashi observó el intercambio con una mezcla de exasperación y un profundo, aunque bien disimulado, cariño. Sus tres estudiantes, tan diferentes entre sí, encajaban de una manera caótica pero perfecta. El hiperactivo Naruto con un control de chakra envidiable, la brillante Sakura con una fuerza latente, y el prodigio Uchiha que se convertía en un desastre adorable ante los elogios de su compañero. Un equipo disfuncional sobre el papel, pero unido por unos lazos que él empezaba a atisbar.

 

 

 

 

—Bueno, bueno —dijo, interrumpiendo el momento— Menos fiesta y más entrenar. Sakura, te toca. Y Sasuke, inténtalo de nuevo. Esta vez, concéntrate en la constancia del flujo, no en la velocidad.

 

 

 

 

Mientras Sakura comenzaba su ascenso con una precisión metódica que la llevó a la cima sin un solo tropiezo, Kakashi se recostó contra el árbol. El camino por delante era peligroso, quizá más de lo que jamás habían imaginado. Pero al ver a sus estudiantes reírse, apoyarse mutuamente y esforzarse juntos, una certeza se instaló en su corazón. Por locos, impredecibles y emocionalmente complicados que fueran, al menos se llevaban bien. Y en el mundo shinobi, eso a veces era el arma más poderosa de todas.

 

 

Justo el sol comenzaba a descender, tiñendo de naranja y púrpura el cielo sobre el bosque de entrenamiento. Sasuke, con el rostro surcado de frustración, observaba cómo la corteza del árbol se desprendía una vez más bajo sus pies, obligándolo a descender de un salto torpe. Por más que se concentraba, no podía igualar la fluidez de Naruto ni la precisión metódica de Sakura. 

 

 

El consejo de Kakashi sobre la constancia del flujo resonaba en su mente, pero ponerlo en práctica era otra cosa.

 

 

 

—Necesito… ayuda. —admitió por fin, las palabras saliéndole a regañadientes. Su mirada se posó en Sakura, que descansaba desde un tocón cercano. Pedirle a Naruto estaba fuera de discusión; la idea de que su futuro esposo lo viera como un incapaz le resultaba insoportable. Kakashi, por su parte, se había ausentado hace rato, murmurando algo sobre "tácticas de contraataque" y dejándolos a su suerte.

 

 

 

 

El silencio del bosque, roto solo por el canto de los pájaros y la respiración controlada de Naruto meditando a unos metros, era opresivo. Finalmente, la vergüenza y la necesidad pudieron más que su orgullo. Se acercó a Sakura, que observaba el paisaje desde su posición.

 

 

 

 

—Sakura… —comenzó, evitando su mirada— Necesito… tu ayuda o algo así.

 

 

 

Sakura giró la cabeza al principio sorprendida por la transparencia de su amigo, no era común que Sasuke pidiera ayuda, y menos a ella. Una sonrisa comprensiva se dibujó en sus labios, Sakura se relajó y dejo el asombro de lado y se acercó, con una sonrisa más amplia en sus labios. —Claro, Sasuke-kun. Veras, el truco está en no forzarlo. Es como… dejar que el chakra fluya como un riachuelo, no como una cascada. —Colocó su mano sobre la espalda de Sasuke, guiándolo suavemente— Relaja los hombros. Sí, así.

 

 

 

 

Funcionó. Por un momento, bajo su guía, Sasuke intentó relajarse. El Uchiha sintió la diferencia, una adherencia más estable en sus plantas. Dio dos pasos, luego un tercero, subiendo más alto de lo que había logrado en todo el día. Pero entonces, Sakura no pudo contener un pequeño y cómplice resoplido. —Es curioso, ¿sabes? Que me pidas ayuda a mí y no a cierta persona que domina esto a la perfección.—dijo, señalando con la cabeza a Naruto, que permanecía en su trance meditativo, inmóvil como una estatua.

 

 

 

Sasuke se puso rígido de inmediato, un rubor intenso cubriendo sus orejas. —¡Cállate, Sakura! —bufó, perdiendo la concentración y teniendo que saltar hacia atrás para evitar otra caída— No es… no es eso.

 

 

—Por supuesto que no —respondió ella, riendo abiertamente ahora— Para nada.

 

 

—¡Ya cállate, Sakura! 

 

 

El entrenamiento terminó con la puesta de sol. Sasuke había mejorado, pero no lo suficiente. La frustración lo acompañó de vuelta a la casa de Tazuna, una sombra silenciosa a su lado.

 

 

 

 

A la mañana siguiente, durante un desayuno tenso y silencioso, Kakashi, que parecía haber recuperado un poco de su color habitual, dio las instrucciones del día. —Sasuke, te toca acompañar a Tazuna al puente hoy. Mantén los sentidos alerta.

 

 

 

Sasuke asintió con seriedad, pero antes de que pudiera tragar su bocado, Sakura intervino con una voz dulce y deliberada. —¡Sensei! Creo que yo debería ir. Tal vez… Naruto pueda ayudar a Sasuke-kun con su control de chakra. Seguro que entre los dos avanzan más rápido. —Su voz era dulce, pero su mirada, dirigida a Sasuke, era pura traición disfrazada de complicidad.

 

 

 

Sasuke la miró fijamente, sus ojos oscuros destellando con un mensaje claro de «¿Qué estás haciendo?». Ella, en respuesta, le guiñó un ojo de manera casi imperceptible y desvió la mirada hacia Naruto, quien en ese momento libraba una batalla épica contra un montón de arroz con huevo, completamente ajeno al intercambio silencioso.

 

 

 

 

Kakashi observó la escena desde detrás de su libro. Vio la incomodidad de Sasuke, la sonrisa pícara de Sakura y la ignorancia beatífica de Naruto. Un suspiro, largo y cansado, escapó de sus labios. «Estos niños de hoy en día…», pensó. Sabía exactamente el juego de Sakura, crear una oportunidad para que Sasuke pasara tiempo a solas con Naruto. 

 

 

Dejo ir otro suspiro, más largo y cargado de una resignación que solo estos tres podían provocar.

 

 

 

—Está bien —cedió Kakashi, cerrando su libro con un golpe seco— Sakura, ve con Tazuna. Sasuke, Naruto, continúen con el entrenamiento de control de chakra. No quiero ver un solo árbol sin marcas de tus pies para la cena.

 

 

 

 

Sasuke miró a Sakura, que le sonreía con inocencia, y luego a Naruto, que acababa de ganar su batalla gastronómica con un sonoro "¡Qué rico!". Una mezcla de irritación y… ¿nerviosa expectación?… se agitó en su estómago.

 

 

 

 

Una vez en el bosque, los caminos de entrenamiento se separaron. Naruto se sentó en posición de loto bajo un árbol, sumido en una meditación profunda. Kurama, en la intimidad de su mente, le impartía lecciones prácticas sobre Fuinjutsu, un arte que el zorro conocía con la intimidad de quien había sido su prisionero durante siglos. Era un conocimiento peligroso y complejo, y Naruto, con la tenacidad que lo caracterizaba, se sumergía en él.

 

 

 

 

Sasuke, por su parte, se enfrentaba de nuevo al árbol. Una y otra vez. La frustración crecía en él como una espina. Recordó el consejo de Sakura «Mantente relajado». Respiró hondo, cerró los ojos e intentó vaciar su mente, imaginando el flujo de chakra como una suave corriente. Por un momento, sintió que lo lograba. La adherencia era perfecta. Iba a dar el paso decisivo cuando…

 

 

¡BOOM!

 

 

Una explosión sorda sacudió el claro, seguida de una nube de humo y tierra que salió del lugar donde meditaba Naruto. El corazón de Sasuke se detuvo. —¡NARUTO! —gritó, olvidando por completo su entrenamiento y lanzándose hacia la nube de polvo.

 

 

 

 

Encontró a Naruto sentado en un pequeño cráter, chamuscado, con el pelo aún más alborotado de lo habitual y la ropa llena de hollín. Tosió, escupiendo un anillo de humo negro.

 

 

 

 

—¡Usuratonkachi! ¿Estás bien? —preguntó Sasuke, arrodillándose a su lado con el rostro pálido de preocupación, con sus manos temblorosas revisándolo en busca de heridas graves.

 

 

 

 

Naruto parpadeó, aturdido, y luego rompió a reír, una risa avergonzada pero genuina. —¡Ups! Creo que calculé mal el sello de contención. Pensé que esta vez sí funcionaría. —Se golpeó la cabeza con el puño— ¡Baka!

 

 

 

Sasuke lo miró, el pánico inicial cediendo paso a un alivio tan intenso que casi lo mareó. Su inner, siempre al acecho, estalló en éxtasis. «¡MI NARUTO! ¡INCLUSO CHAMUSCADO ES ADORABLE! ¡ESA SONRISA TORPE! ¡QUIERO LLEVÁRMELO A CASA Y CUIDARLO PARA SIEMPRE!» Por fuera, Sasuke solo logró esbozar una sonrisa temblorosa. —Solo tú podrías explotar meditando… —murmuró, sacudiendo la cabeza.

 

 

 

Mientras tanto, en el puente, Sakura caminaba junto a Tazuna, y cada paso era un puñal en el corazón. La pobreza que había vislumbrado desde el bote ahora se revelaba en toda su crudeza. Niños con los rostros sucios y los ojos vacíos merodeaban por chozas destartaladas, hombres y mujeres con miradas resignadas cargaban fardos o remendaban redes rotas. 

 

 

El olor a desesperanza era tan tangible como el del pescado podrido.

 

 

—Así es como Gato nos mantiene —dijo Tazuna, su voz cargada de una amargura antigua— Ha robado no solo nuestro dinero, sino nuestra voluntad. El puente… es más que madera y clavos. Es la columna vertebral que esta gente necesita para volver a erguirse.

 

 

 

 

Sakura asintió, sin confiar en su voz. Pensó en Naruto, en su discurso apasionado sobre proteger a la gente. Miró a una madre que repartía una mísera ración de pan entre sus tres hijos, y luego pensó en los tazones de arroz que Naruto devoraba con alegría. Incluso en su soledad, Naruto había tenido un techo y comida, algo que aquí era un lujo. Una sonrisa triste se dibujó en sus labios. Él había prometido cambiar esto. Y viendo la determinación en los ojos de Tazuna, a pesar de todo, supo que lo harían.

 

 

 

La cena en casa de Tazuna fue un asunto silencioso y tenso. Naruto y Sakura ponían la mesa, mientras Sasuke, con un delantal atado de manera poco convincente sobre su ropa de shinobi, ayudaba a Tsunami a cocinar con una concentración inusual. Fue entonces cuando Sakura algo curiosa por una foto rompió el hielo, señaló la fotografía que siempre estaba en la repisa, la misma que había visto llorar a Inari.

 

 

 

—¿Quién es ese hombre? —preguntó con suavidad.

 

 

 

Tazuna dejó su cuchara. Inari, que estaba sentado a la mesa, se puso rígido. —Ese —dijo el anciano constructor, con una voz que de repente parecía muy vieja— era Kaiza. Un héroe.

 

 

 

La palabra actuó como un detonador. Inari se levantó de un salto, su silla cayendo hacia atrás con un estruendo. —¡No lo era! —gritó, con los ojos desorbitados por un dolor fresco, y salió corriendo escaleras arriba. Tsunami, con el rostro contraído por la rabia y el dolor, se volvió hacia su padre.

 

 

—¡Padre! ¿Por qué? ¿Por qué tienes que hurgar en eso? ¡Es suficiente! —Y siguió a su hijo, dejando a Sasuke solo en la cocina, sosteniendo una olla de sopa y sintiéndose completamente fuera de lugar.

 

 

 

Tazuna suspiró, imperturbable, como si hubiera esperado esa reacción. —Kaiza no era de aquí. Llegó del mar, un pescador con un corazón más grande que el océano. Hacía cosas… cosas imposibles, por los demás. Se convirtió en nuestro líder, en nuestra esperanza. —Su mirada se perdió en la distancia— Luego llegó Gato. Y Kaiza fue el único que se plantó frente a él. Lo arrestaron con una falsa acusación. Y… —la voz de Tazuna se quebró por primera vez— lo ejecutaron. En la plaza principal. Delante de todos. Delante de Inari. Desde ese día, mi nieto enterró a los héroes junto a su padre.

 

 

 

Un silencio sepulcral llenó la habitación. Naruto, que había estado escuchando con los puños apretados casi blancos sobre la mesa, se enderezó de golpe. Sus ojos, usualmente tan llenos de luz, ahora ardían con una llama fría y determinada.

 

 

 

 

—No —dijo, su voz era baja pero cortante— Los héroes no mueren. —Miró a todos, su mirada se detuvo un instante en Sasuke, que lo observaba con preocupación desde la entrada de la cocina— Voy a entrenar. Y le voy a demostrar a ese niño que los héroes sí existen. ¡Y que yo voy a ser uno de ellos! ¡Porqué yo seré el Hokage, el héroe más grande de todos!

 

 

 

 

Sin esperar respuesta, salió disparado por la puerta, dejando su plato lleno y una estela de convicción absoluta.

 

 

 

 

Sasuke angustiado dejo la sopa en la mesa del pequeño comedor tan rápido como pudo, provocando que gotas se derramaran aunque no le importo, y dio un paso instintivo para seguirlo, con su rostro una máscara de inquietud. Pero una mano firme se cerró alrededor de su muñeca. 

 

 

Era Kakashi.

 

 

 

—Déjalo ir, Sasuke —dijo el jonin, su voz era calmada pero su agarre, firme que no dejaba a dudas. — Algunos fuegos necesitan arder solos para forjar el acero. Él necesita este momento. Tienes que darle su espacio.

 

 

 

Sasuke contuvo la respiración, sus nudillos blancos al apretar los puños. Miró la puerta cerrada, luego la mirada comprensiva de Kakashi, y finalmente asintió, con un nudo de preocupación y admiración apretándole la garganta. Su Naruto iba a cambiar el mundo. Y él estaría allí para verlo, incluso si eso significaba esperar en la sombra, por ahora.

 

 

 

La cena a partir de ahi se extendió larga y silenciosa sobre la casa de Tazuna.

 

 

Para Sasuke, cada hora fue una eternidad. Mientras los demás ya descansaban por la noche, él permaneció sentado junto a la ventana de la habitación que compartía con Naruto, su mirada fija en la oscuridad del bosque, escudriñando cada sombra con la vana esperanza de distinguir la silueta naranja que no regresaba.

 

 

Pero el frío del alba encontró sus huesos entumecidos y su corazón aún más oprimido.

 

 

 

Con las primeras luces, se dirigió a la cocina con movimientos automáticos. Ayudó a Tsunami a preparar el desayuno, sus manos realizando las tareas por pura memoria muscular. Pero su mente estaba a kilómetros de distancia, en un claro del bosque con un cráter de explosión. Ya sin mucho que hacer se sentó a desayunar (o lo intento, más o menos) Jugueteaba nerviosamente con una servilleta de tela, retorciéndola y estrujándola entre sus dedos hasta que las fibras estuvieron a punto de ceder, una clara evidencia de la tormenta de inquietud que rugía en su interior.

 

 

 

 

En la mesa del desayuno, la ausencia de Naruto era un fantasma palpable. Tazuna, observando la silla vacía, frunció el ceño con preocupación. —El chico… ¿no habrá tenido un problema?

 

 

 

Sakura, que había dormido mejor pero no mucho, tomó un sorbo de té. —No lo creo, Tazuna-san. Seguro se obsesionó con ese jutsu personal en el que ha estado trabajando y agotó todo su chakra. Estará tirado en algún lugar, dormido como un tronco. —Su tono era práctico, pero una pequeña arruga de preocupación se marcaba en su frente.

 

 

 

 

Kakashi, que hojeaba su libro con aparente despreocupación, asintió sin levantar la vista. —Naruto es más resistente de lo que parece. Es un shinobi decente, sabe cuidarse. —Sus palabras eran tranquilizadoras, pero su ojo visible se posó fugazmente en Sasuke, quien seguía destrozando sistemáticamente la servilleta.

 

 

 

 

—Sakura tiene razón —murmuró Sasuke, su voz más baja de lo habitual— Es… terco. No para hasta que consigue lo que se propone. —Su mirada se clavó en su plato, sin ver la comida. La imagen de Naruto chamuscado y riendo tras la explosión no lo abandonaba.

 

 

 

 

Sakura siguió su mirada y vio la servilleta hecha jirones. Una sonrisa comprensiva y un poco cómplice se dibujó en sus labios. —Oye, Sasuke-kun —dijo, inclinándose hacia él— Ya que has terminado, ¿por qué no le llevas algo de comer? Tsunami-san seguro puede prepararle un bento. No sería justo que entrene tanto con el estómago vacío.

 

 

 

 

Sasuke se sonrojó al instante, como si lo hubieran pillado haciendo trampa o algo. —¡Yo no…! Si es… digo, no es necesario... —tartamudeó, evitando la mirada de todos.

 

 

 

 

Kakashi bajó su libro y observó la escena, a Sasuke, tieso como un palo y colorado como un tomate, jugando con los restos de la servilleta; a Sakura, sonriendo con picardía; a Tazuna y Tsunami, observando con curiosidad. Una expresión de ternura exasperada cruzó su rostro. El pobre muchacho parecía un cachorrito perdido anhelando salir a buscar a su dueño.

 

 

 

 

—Vamos, Sasuke —dijo Kakashi, su voz inusualmente amable— Es una buena idea. Llévale el desayuno a Naruto. Y asegúrate de que no se haya vuelto a explotar por ahí.

 

 

 

 

El permiso, dicho en ese tono, fue como liberar un resorte. No disimuló el alivio que sintió. Sasuke se puso de pie de un salto, casi derribando la silla. —¡S-sí, Kakashi!

 

 

 

 

Tsunami, conteniendo una sonrisa, le entregó una caja bento vacía para darle mejor la oportunidad al chico de hacerlo por su cuenta. Sasuke se movió con una rapidez y eficiencia que habría sido envidiable en una misión, aliñando el arroz, colocando con cuidado los huevos revueltos y el pescado a la parrilla, como si cada grano de arroz fuera una ofrenda crucial. Su anterior nerviosismo se había transformado en una energía concentrada y alegre.

 

 

 

 

Tazuna soltó una risa gruesa y afectuosa al verlo. —Vaya, vaya. Ese chico rubio sí que te tiene bien "preocupado", ¿Eh, niño? 

 

 

Sasuke, demasiado concentrado en su tarea para sonrojarse de nuevo, solo asintió con un "¡Mmh!" casi inaudible. Cuando el bento estuvo listo, perfectamente empaquetado, lo agarró con ambas manos y, sin perder un segundo más, salió disparado por la puerta como un kunai, mientras dejaba a todos sonriendo tras él.

 

 

 

Mientras tanto, en la profundidad del bosque, donde la niebla matinal aún se aferraba a los árboles, una figura se movía con gracia silenciosa. Haku, con una cesta de mimbre en el brazo, recogía hierbas con movimientos precisos. Su misión era de sanación, no de sangre. Pero aún con ese trabajo se mantenía siempre alerta y fue entonces cuando su ojo entrenado detectó un destalle de naranja entre la maleza.

 

 

 

 

Se acercó con cautela y encontró a un niño rubio tendido boca arriba, inconsciente, durmiendo profundamente bajo un roble. Su pecho subía y bajaba con un ritmo pausado, y su rostro, aunque sucio de tierra y hollín de la noche de entrenamiento, parecía tranquilo. Haku lo reconoció al instante, era uno de los genin de Konoha que habían luchado contra Zabuza. 

 

 

El que había ideado la estrategia para liberar a su sensei.

 

 

 

Una tentación oscura y profesional cruzó la mente de Haku. Su dedo se tensó, considerando sacar un senbon letal. Eliminar a un enemigo potencial, especialmente uno que había demostrado ser ingenioso, sería lo lógico, lo que Zabuza esperaría de él. Pero al observar el rostro juvenil y despreocupado de Naruto, incluso en el sueño, esa tentación se desvaneció. No había amenaza aquí, solo agotamiento. Bajó la mano.

 

 

 

 

En su lugar, se arrodilló y sacudió suavemente el hombro de Naruto. — Pequeño —dijo, su voz era suave y melodiosa, un contraste absoluto con la del demonio que servía—Despierta. Si duermes en este lugar húmedo, te vas a resfriar.

 

 

 

Naruto gruñó en sueños muy cansado como para despertar, parpadeando lentamente mientras la conciencia regresaba a él. Sus ojos azules se enfocaron en el hermoso rostro de Haku. —¿Eh? ¿Quién…? —Se incorporó de un salto, adoptando una postura defensiva instintiva, aunque tambaleante— ¡OH HEY! Ah... digo... Hola... ¿Quién eres? Digo... no quise ser grosero, solo... Ah... solo... ¿Qué haces aquí?

 

 

 

Haku se levantó, mostrando la cesta de hierbas. —Solo recojo provisiones. Hierbas medicinales para curar heridas. —Su tono era calmado, no mostraba hostilidad alguna. Sus ojos, visibles ahora sin los agujeros de la máscara, estudiaban a Naruto con una curiosidad genuina. —Parece que tú también has tenido… una noche intensa.

 

 

 

 

Naruto se relajó un poco, frotándose el sueño de los ojos. El aroma de las hierbas frescas y la actitud pacífica del enmascarado disiparon sus sospechas iniciales. No sabía quién era esta persona, pero en ese momento, en la quietud del bosque de la mañana, no parecía un enemigo. Parecía… alguien muy agradable. 

 

 

Y linda.

 

 

La niebla matinal comenzaba a disiparse, dejando al descubierto un bosque bañado por los tenues rayos del sol. Naruto, aún aturdido por el sueño y el agotamiento, observó mejor ahora cómo la figura femenina recolectaba hierbas con una serenidad que parecía ajena a ese lugar de conflicto. 

 

 

La amabilidad del gesto de despertarlo había disipado sus defensas.

 

—¡Oye, déjame ayudarte! —ofreció Naruto, incorporándose y acercándose con su energía característica, ahora renovada. Sus ojos azules brillaban con curiosidad al observar a la muchacha, cuya delicadeza de movimientos y la suave curva de su cuerpo le hicieron pensar que parecía una princesa. —Eres… muy linda, ¿sabes?

 

 

Mierda, lo dijo sin pensar.

 

 

 

Haku se detuvo y, aunque su rostro estaba serio, una sonrisa se insinuó en sus labios, juguetona y un tanto melancólica. —¿Linda? que tierno eres. —preguntó, fingiendo inocencia— Entonces, ¿eres un ninja? ¿Qué hace un shinobi tan lejos de casa, durmiendo a la intemperie?

 

 

 

 

—¡Estoy entrenando! —declaró Naruto con orgullo, golpeándose el pecho— Para hacerme más fuerte. Lo suficiente como para proteger a los míos y demostrar mi valía.

 

 

 

Haku lo observó, su cabeza ladeada en un gesto que, incluso tras su actuación, transmitía una profunda comprensión. —Ya pareces bastante fuerte —comentó— Pero la fuerza por la fuerza misma es hueca. Dime, debe haber una motivación detrás ¿hay algo… o alguien preciado para ti, por quien desees volverte más fuerte?

 

 

 

 

La pregunta tomó a Naruto por sorpresa. No era algo en lo que pensara a menudo con esas palabras. Frunció el ceño, tratando de descifrar el significado. Haku, al ver su confusión, sintió que un viejo dolor resonaba en su pecho. —Hubo un tiempo... —comenzó a decir, su voz perdiendo un poco de su dulzura para ganar en gravedad— en que yo no tenía a nadie. Vivía en las calles, obligado a comer de la basura para sobrevivir. La fuerza, entonces, solo servía para no morir. Pero todo cambió cuando conocí a una persona. Él me dio un propósito. —Hizo una pausa, sus palabras cargadas de una devoción absoluta— Una persona puede volverse realmente fuerte, más fuerte de lo que jamás imaginó, cuando tiene a alguien preciado que proteger. Esa es la única fuerza que perdura.

 

 

 

 

Las palabras de Haku resonaron en Naruto como un gong. De repente, recordó la cara de Iruka, la primera persona que lo había visto, realmente visto. Recordó la rabia y la determinación que lo habían embargado cuando Mizuki había intentado usar su dolor para manipularlo. No había luchado solo por venganza; había luchado por proteger el primer vínculo verdadero que había tenido. Aunque su mente se desvío a unos ojos negros, por unos segundos. —Lo entiendo… —murmuró Naruto, sus ojos se abrieron con un nuevo entendimiento— Lo entiendo.

 

 

 

 

Haku asintió lentamente, satisfecho. —Me alegra oírlo. —Recogió su cesta— Esperó que nos volveremos a ver, hasta luego pequeño. —Comenzó a alejarse, pero se detuvo y miró por encima del hombro— Y por cierto… soy un hombre.

 

 

 

 

La declaración golpeó a Naruto con la fuerza de un jutsu de tierra. Tanto que su boca llegó hasta el suelo. —¡¿QUÉ?! —gritó, sus ojos a punto de salirse de sus órbitas— ¡¿En serio?! ¡Pero si eres más lindo que cualquier chica que haya visto! —La confusión y la incredulidad lo dejaron paralizado, boquiabierto.

 

 

 

 

Dentro de su mente, Kurama, soltó un gruñido bajo que sonó sospechosamente a risa ahogada. «Ja! ¡El mocoso se ha topado con su primer andrógino! Su cerebro va a necesitar un rato para procesar esto.»

 

 

 

Mientras Naruto intentaba recomponer su mundo, que acababa de ser volteado de cabeza, otra figura se acercaba sigilosamente entre los árboles.

 

 

Sasuke, con el bento firmemente sujeto en sus manos, corria a toda prisa muy emocionado por reunirse con Naruto pero otra presencia estaba por ahí, había visto la silueta de Haku alejándose. Y sus instintos de shinobi y su corazón celoso se pusieron en alerta máxima al notar la gracia etérea del muchacho. «Es un hombre», dedujo al instante, pero eso no calmó la desagradable sensación que le producía ver a alguien de una belleza tan desarmante cerca de SU Naruto.

 

 

 

 

Sus ojos se encontraron. 

 

 

Haku se detuvo un momento, sintiendo la intensidad de la mirada de Sasuke. A través de la quietud del bosque sus ojos se posaron en el Uchiha y luego en la caja de comida que llevaba. Una sonrisa dulce y un tanto burlona se dibujó en sus labios, invisible de la intención amable de Haku, pero para Sasuke era tan clara en su tono de voz. El tipo quería robarle a su chico. —Tu comida se enfriará —dijo suavemente— Es mejor que se la des pronto a tu… joven amigo.

 

 

 

 

Las palabras, dichas con esa calma, sonaron en los oídos de Sasuke como el más puro de los sarcasmos. Sintió una acidez repentina en la boca, una oleada de celos irracionales. —Oye, tú… —empezó a decir, con los puños apretados, y el bento siendo mallugado, con una retahíla de insultos y advertencias formándose en su mente.

 

 

 

Pero Haku no le dio oportunidad. 

 

 

 

Con una inclinación de cabeza casi imperceptible, se dio la vuelta y se desvaneció entre los árboles con la misma elegancia y rapidez con la que había aparecido, dejando a Sasuke con las palabras atascadas en la garganta y una rabia impotente hirviendo en su interior.

 

 

 

 

Respiró hondo, intentando calmarse. «No es nada. No es nada», se repitió, y siguió adelante hasta encontrar a Naruto, que aún estaba sentado bajo el árbol, con una expresión de confusión absoluta.

 

 

 

 

—Naruto —llamó Sasuke, su voz sonó más áspera de lo que pretendía— ¿Quién era ese tipo?

 

 

 

 

Naruto parpadeó, saliendo de su ensimismamiento. —¡Ah, Sasuke! No sé, un chico… pero era super lindo, ¿sabes? —exclamó, todavía maravillado por la revelación— ¡Increíble! Parecía una princesa de un cuento, pero me dijo que es un hombre. ¿No es alucinante?

 

 

 

Cada palabra de Naruto fue como un cuchillo para Sasuke. "Super lindo". "Como una princesa". "Alucinante". Su inner, siempre dramático, estalló en escena. «¡NOOOOO! ¡MI NARUTO ESTÁ HECHIZADO! ¡ESE… ESE SIRENO ANDRÓGINO SE LO VA A LLEVAR! ¡LOS VEO! ¡YA LO VEO TODO! SE ESCAPAN JUNTOS Y ME DEJA PLANTADO EN EL ALTAR, SOLO, CON MI TRAJE NEGRO Y MI CORAZÓN ROTO EN MIL PEDAZOS! ¡SERÉ UN UCHIHA DESPECHADO, EL HAZME REÍR DE KONOHA!»

 

 

 

Externamente, Sasuke palideció. Se llevó las manos a la boca casi botando el bento, sus ojos se llenaron de un terror genuino. —N-Naruto… —tartamudeó, su voz temblorosa— ¿T-te… g-gusta ese tipo?

 

 

 

Naruto se encogió de hombros, un leve rubor tiñendo sus mejillas al pensar en la belleza inusual de Haku. —Bueno… no es feo, ¿eh? Es… diferente.

 

 

 

Esa fue la gota que colmó el vaso. Un chillido agudo, casi inaudible, escapó de los labios de Sasuke. Creyó sentir cómo su mundo se desmoronaba. Con movimientos torpes, uso una mano de sus manos y sacó un pañuelo de su bolsillo (¿Encerió de donde los sacaba?) y se lo llevó a la boca, mordiéndolo con desesperación para ahogar otro grito. Sus ojos se llenaron de lágrimas no derramadas.

 

 

 

Naruto, finalmente, notó el bento en las manos temblorosas de Sasuke. —Oye, ¿eso es comida? ¿Es para mí?

 

 

 

Sasuke, inmerso en su tragedia personal, asintió con la cabeza, sin fuerzas para hablar. Su mirada estaba perdida en el horizonte, imaginándose una vida de soledad y desamor. —Sí… es para ti —murmuró, con la voz ahogada por el pañuelo, como si anunciara su propia sentencia.

 

 

 

—¡Wow! ¡Gracias, Sasuke! —Naruto tomó el bento con alegría, abriéndolo para descubrir la abundante y bien presentada comida— ¡Se ve increíble!

 

 

 

Pero Sasuke ya no lo escuchaba. 

 

 

Se dejó caer pesadamente en el suelo, al lado de Naruto, hundido en su papel de futuro marido despechado y engañado. Masticaba el pañuelo en silencio, su espalda encorvada por el peso de un corazón que creía roto.

 

 

 

Dentro de la mente de Naruto, Kurama observaba la escena.

 

 

El viejo zorro, una bestia de odio y destrucción, sintió un raro y minúsculo atisbo de… lástima. «Pobre idiota Uchiha… —pensó, con un deje de resignación— Se ahoga en un vaso de agua. El mocoso no piensa en nadie más que en su sueño y en su sensei… por ahora.» Decidió no decir nada. Al fin y al cabo, para Kurama ver al prodigio Uchiha sufrir por los celos era un espectáculo tan trágico como divertido. Y Naruto, completamente ajeno al drama que se desarrollaba a su lado, simplemente disfrutaba de su desayuno, pensando en lo extraño y bonito que era el mundo.

 

 

El silencio del bosque era ahora un espejo del vacío que Sasuke sentía en su pecho. 

 

 

La escena que se desarrollaba en su mente era digna de la tragedia más melodramática, él vestido con las galas ceremoniales del clan Uchiha, esperando en vano bajo el arco de flores, mientras a lo lejos veía la silueta de Naruto, de la mano del hombre de belleza etérea, alejándose para siempre. Un suspiro profundo y tembloroso escapó de sus labios, su postura se curvó más con una languidez teatral, la mano derecha apoyada con delicadeza en su frente como si intentara contener el dolor de un corazón destrozado. Era la imagen viva de la desolación romántica, un Romeo sin su Julieta en versión shinobi aunque con un cabello más rebelde.

 

 

 

 

Naruto, mientras devoraba los últimos granos de arroz del bento, observó a su compañero de reojo. Su mirada, usualmente llena de energía bruta, se suavizó con una comprensión que rara vez mostraba. Notó las profundas ojeras moradas que manchaban la piel pálida bajo los ojos de Sasuke, un testimonio silencioso de una noche en vela. Conocía bien esas ojeras. Las había visto en el rostro de su sensei después de una misión agotadora, pero en Sasuke tenían un significado diferente. Eran la marca de una vigilia ansiosa, de una preocupación que nacía de un lugar mucho más profundo que la simple camaradería.

 

 

 

Naruto lo sabía.

 

 

Lo había sabido desde hacía tiempo, desde que los cumplidos torpes y los sonrojos repentinos de Sasuke habían dejado de ser casuales para convertirse en un patrón claro. Lo sabía en la forma en que Sasuke lo miraba cuando creía que no lo veía, con una adoración tan pura que a veces casi le dolía. Él, Naruto Uzumaki, el recipiente del Kyubi, el marginado, era amado de esa manera por alguien como Sasuke Uchiha. 

 

 

Y ese conocimiento era a la vez un tesoro abrumador y un peso aterrador.

 

 

Nunca se lo había admitido a nadie, ni siquiera en la más profunda intimidad de su mente donde Kurama merodeaba. Era un secreto que guardaba bajo llave, porque aceptarlo, abrazarlo, significaba abrirse a la posibilidad de un dolor infinitamente mayor. ¿Qué pasaría cuando Sasuke, el heredero de un clan que valoraba el linaje y el honor, descubriera la bestia que rugía dentro de su jaula? El amor se transformaría en odio, la admiración en repulsión y miedo.

 

 

Prefería mil veces la confusión y la distancia a arriesgarse a ver esos ojos oscuros, que ahora lo miraban con tanta devoción, llenarse de desprecio.

 

 

 

Dejó el bento vacío a un lado y, con un movimiento lento y deliberado, extendió su mano. Sus dedos, ásperos por el entrenamiento y las explosiones fallidas, se encontraron con la mejilla suave y pálida de Sasuke. El contacto fue eléctrico para ambos.

 

 

 

 

—Una cara tan bonita como la tuya... —murmuró Naruto, su voz era inusualmente suave, como el rumor del viento entre las hojas— no debería ponerse tan triste. Y mucho menos… compararse con extraños que aparecen en el bosque.

 

 

 

 

Sasuke se quedó paralizado, su dramática pose olvidada por completo. El mundo se redujo al punto de calor donde la mano de Naruto tocaba su piel. Instintivamente, como un gato que anhela una caricia, inclinó la cabeza hacia ese contacto, sus ojos se cerraron por un instante.

 

 

 

 

Naruto sonrió, una sonrisa pequeña pero genuina, que llegaba a sus ojos. —Estas ojeras… si son por mi culpa, lo siento. No quise preocuparte. —Su pulgar se deslizó suavemente sobre la piel oscurecida bajo el ojo de Sasuke— Y no te compares con nadie, ¿ok? Tú eres… muy hermoso, Sasuke. Y a mí… a mí no me interesa nadie más. Así que no te preocupes.

 

 

 

 

Las palabras cayeron sobre Sasuke como una lluvia benéfica después de una larga sequía. Todas sus fantasías de abandono y traición se desvanecieron, reemplazadas por una oleada de emoción tan intensa que le hizo brillar los ojos con lágrimas no derramadas. El corazón le latía con tanta fuerza que creía que se rompería. La barrera que siempre había sentido en Naruto, esa pared de amistad brusca pero afectuosa, parecía haberse agrietado.

 

 

 

Sasuke entrecerró los ojos, inclinándose imperceptiblemente hacia el contacto. —No es tu culpa —susurró, su voz más vulnerable de lo que pretendía— Son mis propios… pensamientos.

 

 

 

 

—¿Qué pensamientos? —preguntó Naruto, su mirada azul fija en los oscuros ojos de Sasuke.

 

 

 

 

Un rubor subió por el cuello de Sasuke. —Pensamientos… sobre ti. Sobre… nosotros.

 

 

 

 

Naruto sintió un vuelco en el estómago. —Sasuke…

 

 

 

 

—Sé que no debo —interrumpió Sasuke, con una urgencia repentina— Sé que es ridículo, que un Uchiha no debería… pero no puedo evitarlo, Naruto. Cada vez que te veo sonreír, cada vez que te veo proteger tus ideales con esa fuerza absurda… mi corazón… —Su voz se quebró.

 

 

 

 

Naruto permaneció en silencio, su pulgar todavía acariciando la mejilla de Sasuke. La barrera que siempre había mantenido entre ellos parecía ya nula.

 

 

 

 

—¿Naruto? —la voz de Sasuke era apenas un susurro— ¿Aunque sea solo un poco…? ¿Hay algún lugar en tu corazón para mí?

 

 

 

 

La pregunta flotó en el aire entre ellos, cargada de toda la esperanza y el miedo que Sasuke había guardado durante tanto tiempo.

 

 

 

 

Naruto tragó saliva, su mente una tormenta de negación y anhelo. —Sasuke, tú no… no sabes lo que pides. No sabes lo que soy.

 

 

 

 

— Si lo sé. —insistió Sasuke, sus ojos brillando con una intensidad desesperada— Te conozco mejor que nadie. Eres terco, amable, ruidoso, valiente, comes demasiado ramen… tan bueno a pesar de que no lo son contigo y no dudas en ayudar a cualquiera, pero lo más importante es que también eres el chico más brillante que he conocido.

 

 

 

 

Naruto sintió que se le encogía el corazón. —Podría… lastimarte. Sin querer.

 

 

 

—Prefiero que me lastimes —susurró Sasuke, acercándose centímetro a centímetro— que vivir sin haber intentado esto.

 

 

 

 

La distancia entre ellos se redujo hasta que Naruto podía sentir el aliento cálido de Sasuke en sus labios. El mundo se detuvo.

 

 

 

 

—Esto es… —empezó Naruto, pero las palabras murieron en su garganta cuando los ojos de Sasuke, negros y profundos como la noche, se cerraron suavemente.

 

 

 

—Te amo.. —salió de sus labios en un susurro ronco, cargado de toda la verdad que había guardado durante tanto tiempo—Te amo, Naruto.

 

 

Y entonces, impulsado por un valor que no sabía que tenía, se inclinó hacia adelante. Fue Sasuke quien cerró la brecha final, sus labios encontrando los de Naruto en un beso tímido, tan suave como el aleteo de una mariposa. Fue un simple contacto, pero para Sasuke fue como tocar el cielo después de una larga caída. Un gemido ahogado escapó de su garganta, todo su cuerpo tembló con la descarga de emociones contenidas durante tanto tiempo.

 

 

 

 

Naruto se quedó paralizado, conmocionado por la suavidad, por la calidez, por la abrumadora sinceridad del gesto. Durante un brevísimo, eterno segundo, cada fibra de su ser le gritó que se alejara, que esto era un error, un peligro… pero luego algo en él cedió. Algo profundo y primitivo que anhelaba este contacto tanto como Sasuke.

 

 

 

 

Sus labios respondieron.

 

 

 

 

Fue apenas un movimiento, casi imperceptible, un leve cambio de presión contra los labios de Sasuke. Pero fue suficiente. Fue una rendición. Una admisión silenciosa de que, en el santuario más secreto de su corazón, él también sentía algo que trascendía la amistad, algo que le daba miedo nombrar.

 

 

 

 

Sasuke lo sintió. La pequeña respuesta, la casi imperceptible inclinación de la cabeza de Naruto. 

 

 

Una ola de felicidad tan intensa lo recorrió que creyó desmayarse. Su mano, temblorosa, se elevó para tocar la mejilla de Naruto, anclándose en la realidad de ese momento imposible.

 

 

 

Pero luego, como si esa pequeña rendición hubiera abierto las compuertas del pánico, Naruto se separó con una brusquedad que fue casi violenta. Él no podía tener esto. No era justo para Sasuke. No era seguro.—L-lo siento... —tartamudeó, su voz quebrada y extraña para sus propios oídos— Eso… no debería haber pasado. Fue un… accidente. Perdoname.

 

 

 

Sasuke, sin embargo, no parecó escuchar la negativa. Su rostro estaba bañado en un sonrojo intenso y feliz, sus labios ligeramente entreabiertos, sus ojos brillaban con lágrimas de alegría no derramadas.

 

 

 

—Mi primer beso. —susurró, llevándose los dedos a sus labios, donde el fantasma del beso de Naruto aún ardía— Fue contigo.

 

 

 

La declaración, tan pura y llena de anhelo satisfecho, le partió el corazón a Naruto en dos. No importaba la huida, ni las palabras de disculpa. Para el corazón enamorado y dramático de Sasuke Uchiha, ese instante de conexión, ese brevísimo momento en que Naruto había cedido, era más que suficiente. Era la confirmación de todo lo que había esperado. 

 

 

 

Era el principio de todo.

 

 

 

Naruto se puso de pie de un salto, su rostro estaba pálido y sus ojos, llenos de un pánico que Sasuke, en su emoción, no pudo ver. —Y-yo… me voy a bañar. —fue la excusa torpe que encontró— Me siento… sucio del entrenamiento.

 

 

 

Y antes de que Sasuke pudiera decir otra palabra, Naruto giró y salió corriendo entre los árboles, dejando atrás el bento vacío y a un Uchiha que, por primera vez en mucho tiempo, sentía que el mundo era un lugar perfecto.

 

 

 

Kurama, que había observado toda la escena desde la prisión de su conciencia, soltó un gruñido de sorpresa. «Bien, bien… —murmuró para sus adentros, con un tono que rayaba en el respeto— Parece que me equivoqué. El corazón del mocoso no es de piedra después de todo. Hay respuesta. Pero… ¿por qué huir?» El zorro no entendía del todo la complejidad del miedo humano, pero podía sentir la tormenta de emociones contradictorias que agitaban a su jinchuriki.

 

 

Mientras tanto, Sasuke se quedó sentado en el suelo del bosque, llevándose los dedos a sus labios, donde el fantasma del beso de Naruto aún ardía. Un sonrojo intenso y feliz cubría su rostro. No importaba la huida, ni las palabras de disculpa. Él había besado a Naruto, y Naruto, por un instante, había cedido. Para el corazón enamorado y dramático de Sasuke Uchiha, eso era más que suficiente. Era el principio de todo.

 

 

Naruto podía correr. Podía intentar esconderse detrás de excusas. Pero Sasuke Uchiha había besado su futuro en esos labios, y no estaba dispuesto a dejarlo escapar.

 

 

La semilla de la posibilidad, regada por ese beso tímido, había echado raíces profundas en su corazón. Y él la cuidaría, con paciencia y con la tenacidad feroz que lo caracterizaba, hasta que floreciera. Los pasos apresurados de Naruto se perdieron entre los árboles, dejando un silencio cargado de electricidad. Sasuke no se movió. Permaneció arrodillado en la tierra húmeda del bosque, los dedos aún presionando sus labios, donde el calor de Naruto persistía como un fantasma dulce y tortuoso.

 

 

El camino de regreso a la casa de Tazuna, que horas antes había recorrido con el corazón en un puño y las manos sudorosas sobre el bento, ahora le pareció a Sasuke un sendero alfombrado de pétalos de cerezo. Cada paso era ligero, casi efervescente. El bosque, que había sido testigo de su drama y su éxtasis, ahora parecía brillar con una luz propia, y el canto de los pájaros sonaba como una sinfonía compuesta exclusivamente para celebrar su júbilo.

 

 

 

 

No podía borrar la sonrisa de su rostro.

 

 

Un rubor intenso y persistente, como una fiebre feliz, teñía sus mejillas, y sus ojos, usualmente tan serenos y observadores, brillaban con una luz interior tan vibrante que casi deslumbraba. En sus manos, el bento vacío no era un simple recipiente; era una reliquia, el testimonio tangible del momento en que el mundo había cambiado. Lo sostenía con una ternura reverencial.

 

 

 

Al cruzar el umbral de la casa, la atmósfera cambió. Sakura, que estaba recogiendo los platos del desayuno, lo miró y se quedó paralizada con un plato en la mano. Kakashi, que aparentemente leía su libro en un rincón, alzó la vista con lentitud, su ojo visible entrecerrándose ante la transformación radical de su estudiante. Hacía apenas media hora, habían visto pasar a Naruto como un tifón naranja, corriendo hacia la habitación de huéspedes con el rostro pálido y una excusa entrecortada sobre un baño. Y ahora, aquí estaba Sasuke, irradiando una felicidad tan pura y desbordante que era casi física.

 

 

 

—Sasuke-kun… —empezó Sakura, con cautela— ¿Estás… bien?

 

 

 

La respuesta fue una risa suave y burbujeante que escapó de los labios de Sasuke. No era su risa habitual, seca y sarcástica. Era una risa genuina, llena de una alegría que no podía contener. —Mmh —asintió, con un movimiento de cabeza que era casi un baile— Más que bien.

 

 

 

Su inner, por supuesto, estaba en un estado de alegría absoluta. «¡LO LOGRÉ! ¡MI BESO LE GUSTÓ! ¡ME QUEDÉ QUIETO COMO UN BUEN CHICO Y ÉL ME BESÓ! BUENO, CASI. ¡PERO CORRESPONDIÓ! ¡SUS LABIOS TOCARON LOS MÍOS! ¡SU MANO EN MI MEJILLA! ¡ME DIJO QUE ERA LINDO! ¡LINDO! ¡EL SOL NARANJA MISMO ME LLAMÓ HERMOSO! ¡NUNCA ME LAVARÉ ESTA MEJILLA NI LOS LABIOS! ¡NUNCA!»

 

 

 

Kakashi bajó lentamente su libro, estudiando a Sasuke. La evidencia era abrumadora, la huida de Naruto, la felicidad radiante de Sasuke, el rubor, la mirada perdida en una fascinación privada… Las piezas encajaban para formar una imagen que, a pesar de su naturaleza improbable, parecía ser la correcta. Una vaga idea, una sospecha que había estado cultivando desde que vio la dinámica entre ellos, se solidificó en su mente. «Conque así están las cosas… —pensó, una mezcla de exasperación y un peculiar afecto invadiéndolo— Parece que el pequeño drama del bosque tuvo un final… favorable para una de las partes.»

 

 

—¿Y… Naruto? —preguntó Sakura, aún confundida, mirando hacia la habitación cerrada.

 

 

La sonrisa de Sasuke se ensanchó, mostrando un atisbo de dientes blancos. —Está… bien. Se fue a… refrescarse.

 

 

 

La elección de palabras, y el tono soñador con que las dijo, hicieron que Sakura se ruborizara a su vez. Comprendió. No todos los detalles, pero sí la esencia. Su plan de emparejamiento, su pequeña intervención para que pasaran tiempo juntos, había dado frutos. Una sonrisa cómplice se dibujó en sus labios.

 

 

 

Kakashi, por su parte, simplemente volvió a levantar su libro, escondiendo su propia y pequeña sonrisa bajo la máscara. El mundo shinobi estaba lleno de peligros, traiciones y misiones imposibles. Pero también, al parecer, de besos furtivos en el bosque y de sonrojos que iluminaban la oscuridad más effectively que cualquier jutsu de fuego. Su equipo era, sin lugar a dudas, el más impredecible y emocionalmente agotador que jamás hubiera tenido. Y, de una manera extraña que nunca admitiría en voz alta, no lo cambiaría por nada del mundo.

 

 

 

Sasuke, ignorando por completo las miradas de sus compañeros, flotó más que caminó hacia la cocina para lavar el bento, su sonrisa tonta y su rubor imborrables. Para él, el mundo se había detenido en el instante en que sus labios se encontraron con los de Naruto, y nada, ni la misión, ni Zabuza, ni siquiera la propia huida de Naruto, podía empañar la perfección absoluta de ese segundo. Era un Uchiha enamorado, y en ese momento, ese era el único hecho que importaba en todo el universo.

 

 

 

 

 

Notes:

¡El momento en el bosque lo cambió TODO!

 

La tensión emocinal llegó a un punto de ebullición con esa escena. Fue tan tierna, tan cargada de sentimiento... y la reacción de ambos fue perfectamente coherente con sus personajes. La combinación de la dulce vulnerabilidad de uno y la confundida huida del otro promete una dinámica futura llena de tensión, ternura y momentos absolutamente especiales.

 

Sinceramente, ya estamos tan cerca del explicar la razón del porque llegó Sasuke a enamorarse de Naruto en primer lugar. Les juro que será interesante.

 

¡No puedo esperar para ver cómo se desarrolla esto!

 

¡ES EMOCIONANTE!

Notes:

『🌸』¿Qué ve el heredero de los Uchiha en el niño del Kyubi?
La aldea se lo pregunta todos los días.
Naruto, también. 『🌸』

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