Chapter Text
La casa estaba envuelta en un silencio espeso, roto solo por el murmullo distante del agua en la cocina y el sonido de cubiertos acomodándose en el fregadero. Mikoto seguía allí, recogiendo los restos de la cena, mientras Itachi se alejaba con pasos suaves, llevando entre las manos una pequeña bandeja. Encima, reposaba un cuenco de comida fresca, un gesto para que su hermano no se quedara con hambre. Solo dos pares de ojos observaban con espectacion, la mujer solo logro suspirar con desgano sintiéndose impotente de no ser una fuente más confiable.
No estaba celosa de su hijo mayor, nada de eso, era solo un peso de tristeza de saber que Sasuke solo puede ser más abierto solo si se trataba de Itachi.
Solo le correspondía esperar que pasaba.
Shisui se quedó en el umbral de la puerta, con la mano apoyada en el marco, observando cómo Mikoto limpiaba meticulosamente la encimera de la cocina. El sonido del trapo húmedo frotando la madera y el leve tintineo de la vajilla eran lo único que rompía el silencio.
— Tia, de verdad, no te preocupes que él puede encargarse de esto —comentó él con una sonrisa amable, aunque su tono tenía esa seriedad que usaba solo en momentos importantes— Quiere hablar con Sasuke a solas.
Mikoto dejó el trapo a un lado, suspirando. —Yo pensaba ir… —dijo suavemente— Pero si Itachi cree que es mejor así…
—Confía en él —replicó Shisui, con un brillo de confianza en los ojos— Tu hijo mayor sabe exactamente lo que necesita su hermano ahora.
Mikoto asintió, aunque no pudo evitar mirar de reojo hacia el pasillo. —Solo quiero que esté bien…
Shisui, antes de irse, se inclinó hacia ella. —Va a estarlo. Tú y yo lo cuidamos de otras formas. —Le guiñó un ojo— Y si te sirve de consuelo… yo también me quedo con la imagen de Sasuke de pequeño, persiguiendo a Itachi por la casa para que le contara historias. Ese lado suyo sigue ahí.
Ella sonrió levemente y asintió.
Shisui se despidió, saliendo rumbo a su hogar con una última advertencia juguetona —Dile a Itachi que no lo traumatice más de la cuenta. Y… suerte.
Mikoto, sola en la cocina, continuó recogiendo en silencio. Cada tanto, su mirada se desviaba hacia la dirección de la habitación de Sasuke, como si sus pensamientos volaran hasta allí.
Mientras tanto, en el pasillo del segundo piso, Itachi se detuvo frente a la puerta cerrada de su hermano. Con manos ocupadas sostenía una bandeja sencilla con una ensalada de tomates cherries, apenas aderezada, ligera, perfecta para que no pasara la noche con el estómago vacío. Golpeó suavemente la puerta con los nudillos.
Itachi paciente decidió tocar nuevamente, fueron diez segundos largos aún sin respuesta.
—Sasuke… —su voz era tranquila, casi un susurro— Pensé que tendrías hambre. —pero su hermano no respondió de inmediato.
Desde dentro, la respuesta llegó apagada luego de un minuto.
—No quiero.
Con una respuesta Itachi probo su paciencia y su suerte—Es solo ensalada —insistió Itachi, abriendo con cuidado— Nada pesado.
La luz de la luna se filtraba por la ventana del dormitorio, bañando la habitación en un tono plateado y frío. Sasuke estaba acostado, de espaldas a la puerta, sin haberse cambiado de ropa. Solo se había quitado las sandalias, que yacían tiradas junto a la cama, como si hubieran caído sin cuidado.
— ¿Tiene tomate? —respondió finalmente, con un hilo de voz, como si cada palabra le costara.
Itachi entró con cautela, cerrando la puerta tras de sí.
—Si, tu favorita… solo para que no pases la noche con el estómago vacío.
Itachi avanzó despacio, dejando la bandeja sobre la cómoda. Tuvo que mover un poco lo que había allí. La cómoda junto a la cama estaba ocupada por un pequeño universo personal una cámara clásica, modesta, de esas que expulsan fotos instantáneas; rollos de película desperdigados; y un álbum grande, grueso, con las esquinas gastadas por tanto abrir y cerrar. Itachi movió todo con cuidado para dejar la bandeja allí, procurando no alterar el orden íntimo de ese rincón.
Sasuke dejó ir un suspiro resignado, aceptando la ofrenda dejó su rincón y se enderezó para extender su mano izquierda con la cabeza baja, y con su mano derecha ocupada con algo de un color chillon. Itachi entendió el pedido y le paso sin más el cuenco de ensalada qué fue recibido con espero, tomando el cubierto empezó a comer con lentitud.
Fue entonces cuando lo vio. Reconoció de inmediato el pequeño muñeco de trapo, con ojos de botón azules grandes. El “Naruto” que su Madre había hecho en secreto para su hijo menor, cuando este se lo pidió hace años.
En la mano de Sasuke, apretado contra su pecho, descansaba un muñeco de trapo pequeño, con ojos de botón azules que brillaban bajo la luz tenue. Era un Naruto en miniatura, hecho a mano, un regalo que Sasuke había pedido cuando empezó su primer enamoramiento infantil una muñeca que se pareciera a ese chico rubio de sonrisa imposible.
Solo Itachi, Mikoto y Shisui conocían ese secreto.
—Todavía lo tienes… —murmuró Itachi, esbozando una sonrisa leve que no intentaba ocultar su ternura. Sasuke no dijo nada. Sus ojos, rojos y ligeramente hinchados, brillaban bajo la tenue luz, apenas un resplandor cálido que rompió la penumbra. Sasuke bajó la mirada, como si quisiera esconderlo, pero no lo soltó. —No es justo, ni siquiera lo intentan entender —dijo con un resentimiento que en el fondo no lograba ocultar su tristeza.
Itachi apagó la dureza de ese momento encendiendo una pequeña lámpara en la mesita de noche. La luz cálida disipó un poco la frialdad del cuarto, arrojando sombras suaves en las paredes. Fugaku estaba encerrado en su despacho y no saldría hasta la mañana; esa era una certeza que les daba un poco de respiro.
Sasuke suspiró y, con un gesto casi imperceptible, le hizo espacio en la cama. Itachi se acomodó de costado, envolviéndolo con los brazos por encima, sin invadir, pero dejando claro que estaba allí. Sasuke, aunque de mala gana, dejó la bandeja de ensalada aún lado y se volteó hacia él. No hizo falta decir nada, su hermano mayor se recostó mejor, abrazándolo por encima de los hombros, cubriéndolo con un gesto protector. —No está mal ser como eres —susurró Itachi, con la certeza de quien habla de algo que nunca cambiará.
Sasuke tragó saliva, intentando contenerse, pero el nudo en la garganta no cedía. —Él… no ve lo que yo veo en Naruto —murmuró, como si las palabras fueran una confesión demasiado grande para ser dicha en voz alta.
Itachi apretó un poco más el abrazo.—Padre ve el mundo con las reglas que él quiere imponer… no con las que son justas. Tú tienes derecho a decidir qué te hace feliz.
Sasuke se quedó en silencio unos segundos, apretando el muñeco un poco más. —Es… extraño. Pero… no lo odio.
—No tienes por qué —respondió Itachi, acariciándole suavemente el cabello— Lo que sientes es tuyo, y nadie puede decirte que está mal si no hace daño.
Sasuke no contestó. El silencio se llenó solo con el sonido del reloj en la pared y el leve roce de los botones del muñeco contra la tela de su camisa.
—Todo lo que pasó hoy… no significa que haya algo malo en ti —murmuró Itachi, con la voz baja y segura— Que alguien te importe no es una debilidad. Y si es Naruto… entonces es tu elección.
Itachi apenas había terminado de decirle a Sasuke que no debía agobiarse, que debía enfocarse en sí mismo y no dejar que las palabras de su padre lo aplastaran, cuando algo cambió. Bastó con que el nombre de Naruto saliera de sus labios para que el pequeño Uchiha pareciera despertar de una nube gris. Sus ojos, antes opacos y cargados de frustración, se iluminaron de golpe; una sonrisa genuina, cálida y repentina, floreció en su rostro.
Sin decir palabra, giró sobre sí mismo y tomó el pequeño muñeco que descansaba a su lado. Vestía una diminuta camisa blanca, pantaloncillos azules, sandalias ninja del mismo tono y aquella sonrisa cosida que parecía desafiar al mundo entero. Los bigotes bordados en sus mejillas y los pequeños goggles en la frente lo hacían tan inconfundible como la persona en la que estaba inspirado.
Sasuke lo observó como si fuera un talismán. Naruto nunca agachaba la cabeza, nunca dejaba que los comentarios hirientes lo rompieran, jamás se doblegaba ante la aldea ni ante nadie. Si quería estar a su altura, debía ser igual de fuerte, igual de resistente… y eso encendió algo en su interior. Su corazón latió con fuerza, y su mente se llenó de determinación. Mañana no sería un día cualquiera, mañana demostraría su valía, entrenaría con él, estaría a su lado. Afrontarían juntos cualquier reto que Kakashi les pusiera, hasta que fueran imparables.
Abrazó al muñeco con fuerza, como si así pudiera absorber un poco de la energía que él representaba. Después, con un súbito estallido de alegría, se incorporó tan rápido que casi tiró su cena al suelo.
—No debo llorar —declaró, con una convicción que hasta a Itachi le tomó por sorpresa.
Saltó de la cama, los pies descalzos golpeando el suelo con un sonido decidido. Estaba animado, casi eufórico. Mañana sería un buen día.
Itachi, observando la escena, no pudo evitar sonreír. Ese era el Sasuke que conocía impulsivo, lleno de vida cuando algo lo motivaba. Sin embargo, la escena dio un giro peculiar cuando Sasuke, como si de repente recordara algo vital, se volvió hacia él.
—Ah, Itachi… mi cámara —dijo, con una mezcla de timidez y expectación— La película… ya se acabó. ¿Crees que puedas conseguirme más?
Itachi parpadeó, confundido. —¿Más? Pero si la semana pasada te compré varios rollos.
Sasuke desvió la mirada, una sonrisa tímida curvando sus labios mientras se rascaba la nuca.
—Es que… los llené —respondió, sosteniendo al muñeco con un brazo mientras, con el otro, tomaba un álbum gastado que descansaba sobre su escritorio— Mira…
Itachi lo abrió, y no pudo evitar arquear las cejas. Página tras página, el rostro de Naruto lo observaba desde decenas de ángulos sonriendo, entrenando, distraído, incluso bostezando y de niño. Las fotos estaban organizadas con precisión obsesiva secciones, categorías, hasta un orden alfabético según la situación.
—¿Cuándo… lograste llenar todo esto? —preguntó Itachi, genuinamente impresionado.
Sasuke, con orgullo evidente, acarició una de las páginas.
—¿No son hermosas? —preguntó, con esa misma sonrisa luminosa que había aparecido al recordarlo.
Itachi, incómodo, apenas asintió. —Sí… bueno… está bien. Te buscaré más rollos.
Sasuke no notó el tono de su hermano; estaba demasiado ocupado mirando las imágenes, como si, a través de ellas, pudiera acercarse un poco más a quien tanto admiraba.
Itachi no intentó forzarlo a seguir comiendo ni a seguir hablando. Se quedó ahí, dándole su calor y su presencia, como un ancla contra la soledad que Fugaku había dejado clavada en la cena. Y aunque no lo decía en voz alta, Sasuke sabía que mientras su hermano estuviera allí, no tendría que enfrentar esa batalla solo.
Desde abajo, en la cocina, Mikoto secaba los últimos platos, pensando en sus dos hijos. Y aunque no podía escuchar sus voces, sentía que Itachi estaba haciendo justo lo que ella no se atrevía decirle a Sasuke que no tenía que avergonzarse de lo que sentía.
El amanecer apenas asomaba tímido detrás de las montañas, tiñendo el cielo con un gris azulado que aún parecía más noche que día. Dentro de la casa Uchiha, el silencio habitual fue roto por los pasos ligeros de Sasuke bajando las escaleras. Su rostro no era el de un muchacho adormilado que se arrastraba fuera de la cama, sino el de alguien que llevaba un objetivo en mente. Se veía… renovado.
Antes de salir, pasó por la cocina donde Itachi y Mikoto charlaban. Mikoto, que ya estaba en la cocina preparando té, alzó la vista con curiosidad.
—¿Desayunarás aquí, Sasuke? —preguntó con suavidad, acostumbrada a verlo comer antes de salir.
Él negó con un leve movimiento de cabeza mientras ajustaba el cuello de su camisa. —No. Mi sensei pidió que no lo hiciera. —Su tono era firme pero respetuoso.
La mujer parpadeó, sorprendida, y no pudo evitar fijarse en la energía inusual que desprendía su hijo. No estaba serio ni distante, como de costumbre. No, esa mañana parecía casi… emocionado.
—¿Ni un poquito? —preguntó Itachi, extrañado al verlo tan despierto y animado.
— Otro día será —respondió Sasuke con una media sonrisa.
Justo en ese instante, Fugaku apareció en el pasillo. Había salido de su despacho para revisar unos documentos en la comodidad de un buen desayuno, pero se detuvo al ver a Sasuke listo para marcharse tan temprano. El padre se quedó mirándolo en silencio, sin palabras, midiendo cada gesto, como si quisiera leer en él lo que no decía. Sasuke, sin frenar su paso, le devolvió la mirada apenas un instante. Un intercambio breve, cargado de una tensión invisible para cualquiera que no conociera la historia de padre e hijo.
Aun así, Fugaku le asintió, seco y solemne. No había bendiciones ni discursos, pero en esa mínima inclinación de cabeza había un permiso tácito, incluso un rastro de apoyo.
—Suerte —murmuró Mikoto con una sonrisa, intentando suavizar la atmósfera.
—Hn —respondió Sasuke, y sin más, se calzó las sandalias y salió.
El shoji se cerró tras él con un golpe sordo, dejando a sus padres y a Itachi con un pensamiento compartido, algo estaba cambiando.
—Debo apresurarme, quiero llegar temprano —dijo para si mismo, antes de salir con paso firme.
Afueras del distrito Uchiha, el reloj marcaba las 5:00 a.m. exactas. La oscuridad todavía abrazaba las calles y el aire frío hacía que el aliento se viera en pequeñas nubes blancas. Sasuke caminaba con paso firme, saludando con un leve movimiento de cabeza a un par de ancianos y señoras que madrugaban para abrir sus tiendas pero su mente estaba en otro lugar. Ellos lo miraban con cierta curiosidad no todos los días se veía al joven Uchiha moviéndose con tanta determinación antes del amanecer.
Ya fuera del distrito, su paso se hizo más ligero. El frío no le molestaba; de hecho, lo mantenía despierto. En los bolsillos traseros de su pantalón llevaba un pequeño tesoro un par de barras de granola, cuidadosamente envueltas. Las había guardado la noche anterior con un propósito muy claro, para Naruto. Eran para Naruto... estaba seguro de que su compañero estaría hambriento, y aunque no era gran cosa, esperaba que al menos lo llenaran un poco. Incluso pensó en compartirlas mientras entrenaban, como un gesto silencioso pero sincero.
En su mente, la imagen se dibujaba con nitidez. Lo veía ahí, hambriento como siempre, con esa sonrisa tonta y los ojos brillando de gratitud al recibirlas. Quizás incluso le diría algo impulsivo, como… invitarlo a salir. Esa idea hizo que un calor inesperado le subiera al rostro. Su inner bullía de emoción. En su imaginación, ya se veía entregándole las barras a Naruto, viéndolo sonreír agradecido. En ese instante, se dejó llevar por una fantasía más dulce Naruto, con esa expresión radiante, pidiendo una oportunidad y él aceptando con una sonrisa tranquila. En su ensoñación, Sasuke se imaginó una escena aún más improbable él y Naruto sentados juntos en la mesa de su cocina, desayunando mientras Naruto reía. Y en medio de esa imagen, Sasuke le decía, con toda la naturalidad del mundo, que si se casaban, él se encargaría de cocinar siempre para él. El pensamiento le arrancó una sonrisa fugaz y privada.
El pensamiento le arrancó una pequeña y casi imperceptible sonrisa, pero tuvo que regresar a la realidad cuando sus pies lo llevaron hasta el punto de encuentro. La fantasía se desvaneció cuando se encontró con Sakura. Ella lo saludó con su mano desde lejos con un entusiasmo radiante, el tipo de energía que normalmente pasaba de largo en él. Sasuke respondió con un asentimiento breve, pero no pudo evitar que su mirada barriera el lugar, buscando… nada. O mejor dicho, buscando a alguien.
Naruto no estaba ahí.
Allí, una voz lo sacó de su mundo.
—¡Buenos días, Sasuke-kun! —dijo Sakura, saludándolo con una energía que hacía eco en la fría mañana.
Sasuke respondió con un gesto breve ante la cercanía de su compañera, aunque su mirada recorrió el lugar con cierta ansiedad ignorando un poco a Sakura. No estaba Naruto. Una diminuta sombra de decepción cruzó su rostro, pero se obligó a mantener la calma. El ligero peso tristeza se le coló al pecho, aunque no dijo nada. Solo se ajustó el cuello de su camisa nuevamente y se mantuvo de pie, esperando, con una paciencia que solo él sabía que no era tal. Aún era temprano… y él sabía que Naruto llegaría.
El cielo todavía estaba teñido de un gris profundo, apenas insinuando que el amanecer llegaría en un par de horas. El frío de la mañana calaba en los huesos, y la calle frente al punto de reunión estaba vacía… salvo por Sakura, que ya esperaba con los brazos cruzados y una sonrisa ensayada.
—¿Una linda mañana, verdad Sasuke-kun? —saludó con voz dulce, inclinando apenas la cabeza y procurando que su cabello cayera justo como había practicado frente al espejo.
Sasuke apenas asintió, esquivando su mirada y avanzando un paso para ponerse fuera de su radio inmediato. Él no tenía la menor intención de iniciar una conversación.
Sakura, sin rendirse, se colocó a su lado, buscando algún tema.
—Te ves… diferente hoy. Más… animado. ¿Dormiste bien?
—Hn. —Fue todo lo que dijo, dándole la espalda lo justo para que ella entendiera que no quería seguir.
Mientras Sakura intentaba disimular la molestia, un bostezo sonoro rompió la quietud. Naruto apareció caminando a paso lento, con la chaqueta mal cerrada, los párpados medio caídos y una mano rascándose la barriga como si recién hubiera salido de la cama.
Sasuke sintió un latido acelerarse en su pecho. Su inner gritó en silencio, eufórico "Es él… está aquí."
Naruto se acercó arrastrando los pies y levantó una mano a medias en señal de saludo. — Que hay… —murmuró con voz somnolienta.
—¡Naruto! —exclamó Sakura, frunciendo el ceño— ¡Vas a llegar tarde un día de estos!
Naruto ladeó la cabeza, con una mueca que era mitad sonrisa perezosa, mitad fastidio. —Estoy aquí, ¿o no? —contestó, frotándose un ojo— Deberías agradecerme que llegué a tiempo… —metió un dedo en su nariz y, sin la menor preocupación, se sacó un moco y lo lanzó por ahí con un gesto despreocupado.
Sakura lo miró con repulsión. —¡Eres un marrano!
Naruto sonrió de lado, sacándole la lengua como si fuera un niño de cinco años. —Y tú eres una pesada.
—¡¿Qué dijiste?! —replicó Sakura, elevando el tono.
Sasuke, con los brazos cruzados, observaba la escena en silencio. A pesar de la absurda pelea, no pudo evitar que una pequeña sonrisa se dibujara en sus labios. No era porque disfrutara de la discusión, sino porque ver a Naruto allí, tan despreocupado y auténtico, le resultaba… reconfortante.
Su mirada bajó un instante hacia el bolsillo trasero de su pantalón, donde llevaba las barras de granola. No podía evitar imaginar cómo sería entregárselas, tal vez escuchando un “gracias” genuino de Naruto. Tal vez… hasta se las comerían juntos.
Pero ese momento aún tendría que esperar. Su sensei todavía no llegaba, y él ya estaba preparado para que el día fuera interesante.
El sol ya estaba alto cuando la paciencia de los tres genin comenzó a resquebrajarse. El reloj marcaba las nueve en punto, y allí seguían, de pie en el puente de siempre, sin señales de su sensei. El tiempo siguió su lento curso y Kakashi seguía sin aparecer. El aire estaba cargado de frustración. Naruto, tras un rato de esperar en pie, terminó dejándose caer en el suelo, echándose hacia atrás y cerrando los ojos. En cuestión de minutos, estaba dormido, la respiración tranquila y el pecho subiendo y bajando con regularidad.
Eso dejó a Sasuke atrapado con Sakura… otra vez. La kunoichi retomó su campaña de preguntas y comentarios, y él, entrecerrando los ojos, se preguntó si algún dios ninja lo estaba castigando. Su mano se deslizó instintivamente hacia el bolsillo, pero la oportunidad de ofrecer el bocadillo había desaparecido junto con la vigilia de Naruto.
Sasuke poco después, con los brazos cruzados, miraba hacia un punto fijo, intentando ignorar la voz constante de Sakura, que no dejaba de intentar iniciar conversación.
—Sasuke-kun… —dijo ella, acercándose demasiado— ¿No crees que Kakashi-sensei es demasiado irresponsable?
Él apenas ladeó el rostro, soltando un resoplido.
—Hn… —respondió, cortante.
Naruto, mientras tanto, estaba acurrucado contra el poste de madera, durmiendo como si aquello fuera su cama. El cabello alborotado caía sobre su frente, y sus manos descansaban flojas sobre su barriga. Parecía ajeno al hecho de que llevaban cuatro horas plantados.
Sakura, harta de la indiferencia de Sasuke, hizo un comentario más cargado de coquetería, y él dio un paso atrás, marcando distancia. Ella frunció el ceño, pero no insistió.
El silencio incómodo entre ellos fue roto solo por el suave ronquido de Naruto. Sasuke, tras mirarlo unos segundos, recordó su pequeño plan de darle las barras antes de comenzar la misión. Sin embargo, con el rubio profundamente dormido y Sakura vigilando cada uno de sus movimientos, esa oportunidad se escapaba.
Finalmente, Sasuke estiró la pierna y empujó suavemente a Naruto con la punta del pie.
—Tsk… despierta —murmuró.
Naruto gruñó, medio abriendo un ojo, antes de desperezarse con un bostezo enorme.
—¿Eh? ¿Ya llegó? —preguntó, restregándose los ojos.
—No —respondió Sakura con un tono cargado de fastidio— Y tú, ¡te quedaste dormido en plena espera!
—Tch… mientras no esté no le veo el problema... —contestó Naruto, rascándose la nuca con desinterés— Que bien dormí.
Pero ese instante se rompió cuando una figura alta y desgarbada apareció caminando por el sendero.
Kakashi Hatake.
Con una mano en el bolsillo y un libro naranja en la otra, caminaba con calma, como si no hubiera hecho esperar a sus estudiantes durante horas.
—Ah, buenos días —dijo con voz despreocupada, sin levantar la vista de las páginas.
—¡¿Buenos días?! —exclamó Naruto, furioso, poniéndose de pie.
—¡Nos dejaste aquí plantados por horas! —añadió Sakura, igual de irritada.
Sasuke se limitó a fruncir el ceño, la mandíbula tensa.
Kakashi pasó frente a ellos sin siquiera detenerse, hojeando otra página. —Mm… qué impacientes.
Ese desinterés absoluto encendió aún más la molestia de los tres.
Naruto apretó los puños. —¡Viejo…!
Sakura estaba a punto de empezar otra queja, pero Sasuke simplemente guardó silencio, reprimiendo la irritación… y con la mente aún en que no había podido darle el dichoso bocadillo a Naruto.
Naruto resopló enojado. —Tsk… ¿y para esto me levanté tan temprano? —murmuró.
Kakashi, sin levantar la vista, dejó escapar un simple. —Hoy empezaremos con algo… especial.
Ninguno de los tres estaba seguro de si eso significaba algo bueno o una nueva tortura.
Kakashi ni se inmutó ante las protestas. Se limitó a sacar un pequeño reloj de bolsillo y a decir, con la calma de un anciano contando una historia. —Hnn… parece que todavía tenemos toda la mañana. Perfecto para mi prueba. —Y así, con su tono pausado, explicó el famoso método los cascabeles, la condición de que solo dos comerían, y que quien no consiguiera un cascabel no volvería jamás a ser ninja.
—¿Ah? ¡¿Solo dos pasarán?! —Naruto frunció el ceño.
—La vida es dura —respondió Kakashi, casi sonriendo bajo la máscara— No esperen que sea fácil. — La mañana ya estaba bastante avanzada cuando Kakashi, con esa calma irritante y sonrisa oculta tras su máscara, se paró frente a ellos y levantó un par de cascabeles que tintinearon levemente con el movimiento. —Muy bien, —dijo con voz relajada, como si no hubiera llegado tarde ni nada— el reto es sencillo tienen hasta el mediodía para quitarme estos cascabeles. El que no consiga uno, no almorzará… y volverá a la Academia.
Naruto tragó saliva, pero no por nervios, sino por el hambre que ya sentía anticipadamente. Sakura apretó los puños, dispuesta a dar lo mejor de sí, y Sasuke se limitó a observar en silencio, como evaluando mentalmente cada posible escenario.
Naruto, aún resentido por la espera, frunció el ceño. —¡Eso es pan comido, viejo! —declaró, inflando el pecho.
Sakura le miró con un suspiro exasperado, y Sasuke, aunque serio, mantenía la vista fija en los cascabeles como si ya estuviera calculando cada movimiento. Kakashi, sin darle mayor importancia a sus reacciones, continuó. —Ah, y otra cosa… pueden usar todo lo que tengan a mano. Vengan con la intención de matarme, o no tendrán ninguna oportunidad.
Naruto tragó más fuerte, pero su orgullo no le permitió retroceder.
—Empiezan… ya —sentenció Kakashi, y en un instante, dos se dispersaron.
Excepto uno
Naruto, sin pensarlo dos veces, decidió ir de frente. Creó un enjambre de clones que corrieron directamente hacia su sensei con una coordinación y agilidad que, para sorpresa de Kakashi, eran mucho mejores que las que recordaba haber visto en otros estudiantes. Entre volteretas, patadas bien dirigidas y ataques sincronizados, Naruto lograba presionarlo, obligándolo a esquivar y bloquear con más atención de la que esperaba. Su cuerpo se movía con una agilidad inesperada, esquivando los contrataques y multiplicándose en varios clones de sombra que rodearon al sensei en un intento planeado. Desde sus escondites, Sakura se llevó la mano al pecho al verlo moverse.
Sakura lo observaba con cierta incredulidad. —No pensé que el tonto de Naruto pudiera moverse así… —murmuró, aunque sus mejillas se encendieron un poco al verlo esquivar y girar con esa energía desbordante.—No así… —murmuró, impresionada, antes de frenar su sonrojo por estar pensando demasiado en él.
Sasuke, oculto entre las sombras de un árbol, tenía otra expresión. Sus ojos brillaban con una mezcla de sorpresa y algo más cálido, totalmente orgulloso, escondido entre unos arbustos, no apartaba los ojos de la escena una chispa de alegría —y algo más— brilló en su mirada. — Ese es… —pensó, conteniendo una sonrisa— Ese es él Naruto que conozco.
Pero la escena dio un giro. En un descuido, mientras Naruto se lanzaba de frente con un grito de batalla, Kakashi desapareció de su campo de visión y reapareció detrás de él con un sello formado por las manos, Naruto no parecía tener una oportunidad, un destello en los ojos de Kakashi anunció lo inevitable. El jonin esquivó un golpe y, con una rapidez imposible, se posiciono a espalda baja de Naruto.
—Jutsu… ¡de los Mil Años de Muerte!—anunció con una sonrisa traviesa.
Todo paró, para los demás, podría ser peligroso para Naruto, Sasuke y Sakura estaban preocupados por no llegar a tiempo a su rescate.
Pero...
Un instante después, Naruto salió disparado como un cohete hacia el cielo, gritando con un tono tan dramáticamente cómico que hasta las aves huyeron. El grito ahogado de Naruto resonó por el aire con una expresión cómica de puro trauma.
Sasuke, que había estado conteniendo la respiración, se levantó de golpe. —¡¿Qué rayos…?! —exclamó Sasuke, más bien, él grito poniéndose de pie abruptamente, su grito de indignación traicionó su posición, y en cuanto se dio cuenta, se cubrió la boca con fuerza— Tsk… —Rápidamente se deslizó hacia otro punto más despejado, maldiciendo su error. El Uchiha se deslizó hacia otra zona, buscando un terreno más seguro mientras sus pensamientos hervían de enojo y vergüenza ajena.
Desde otro ángulo, Sakura había gritado también, pero en su caso era puro enfado, había soltado un grito, pero el suyo venía cargado de indignación pura. —¡Eso es completamente inapropiado, sensei! —exclamó, pero apenas lo dijo, se dio cuenta de que quedarse quieta la convertía en un blanco fácil aunque enseguida se agachó y cambió de escondite, consciente de lo vulnerable que había quedado. De inmediato se retiró para buscar un mejor lugar.
Naruto, por su parte, aterrizó de forma nada elegante y quedó tendido boca abajo en el suelo. Sus ojos tenían lágrimas de caricatura y su expresión era una mezcla de dolor físico y ofensa moral. —Ya no… puedo… sentarme… —gimió, agarrándose el trasero y pataleando como un niño pequeño— ¡Eso no se hace!
Kakashi, impasible, solo se rascó la mejilla. —La vida ninja no es justa, Naruto…
Naruto, mientras tanto, yacía en el suelo con lágrimas corriendo por sus mejillas, meciéndose hacia adelante y atrás como si su alma hubiera abandonado su cuerpo.
—No… no me siento bien… —sollozaba dramáticamente.
Kakashi, por su parte, observaba todo sin prisa, como si aquello fuera apenas un calentamiento. —Queda mucho tiempo todavía… —murmuró, dejando que la tensión creciera en el aire.
El bosque estaba en silencio, roto solo por el susurro de las hojas agitadas por el viento. Sasuke, aún con el ceño fruncido por lo que le había hecho Kakashi a Naruto, se mantenía agazapado, siguiendo cada movimiento del peliblanco desde la distancia. No podía permitir que su sensei se acercara demasiado; su prioridad no era el cascabel… era Naruto. Sabía que Sakura terminaría volviendo tarde o temprano, así que para él, la estrategia era simple, él y Naruto bastaban para pasar la prueba, seguía enfadado por lo que el jonin le había hecho a su chico, esa humillación innecesaria que no olvidaría tan fácilmente. Después de todo, se repetía, no me importa si Sakura regresa o no… con Naruto basta.
Él y yo podemos pasar esta prueba juntos. Su mente ya dibujaba la escena de ellos venciendo a Kakashi, codo a codo.
Esperó con paciencia, controlando la respiración, hasta que creyó ver una apertura. Pero justo cuando se disponía a moverse, un silbido cortó el aire y un kunai pasó tan cerca de su rostro que sintió el frío del metal rozarle la piel. Sus ojos se abrieron como cuchillas y, sin perder tiempo, salió disparado, esquivando ramas y raíces con la agilidad de un felino.
—Tch… —chistó con fastidio, echándose hacia atrás antes de que otro proyectil pudiera alcanzarlo.
Saltó de rama en rama con agilidad, buscando un terreno más seguro, hasta que el olor a tierra húmeda le indicó que estaba fuera del alcance inmediato de su perseguidor. Sin embargo, al girar la cabeza para asegurarse de que nadie lo seguía, había una figura.
Alerta y respirando hondo tomo un kunai, y al volver la vista… —¡¿Naruto?! —exclamó, sobresaltado, pero antes de que pudiera acercarse, el chico dio un salto hacia atrás.
El rubio retrocedió un paso más, con gesto nervioso. —¡¿Estás loco o qué?! ¡Casi me matas! —le regañó, apuntándole con un dedo acusador.—¡¿Quieres matarme Sasuke?! —le soltó Naruto, con las manos en la cintura y una mezcla de indignación y susto en el rostro.
La dureza en el rostro de Sasuke se suavizó al instante, como si una nube gris se disipara para dejar pasar el sol. Balbuceó, torpe, con un leve rubor en las mejillas. Sasuke, que rara vez se dejaba amonestar por alguien, bajó la guardia. El tono de Naruto, tan genuino y molesto a la vez, le arrancó una sonrisa disimulada.
—Yo… yo no iba a… —se calló, sintiendo cómo su corazón se aceleraba cuando el rubio se acercó y le tomó la mano para arrastrarlo a otro escondite, Sasuke sintió cómo el calor le subía hasta las orejas.
Ese simple contacto bastó para ponerlo en el séptimo cielo. Casi podía oír un coro celestial en su cabeza. Que Naruto diera la iniciativa… era más de lo que se atrevía a soñar. Caminaban juntos, buscando un lugar más apartado, y Sasuke se sorprendía a sí mismo mirando de reojo al rubio, sintiendo que, quizá, la prueba no importaba tanto como aquel momento.
Caminaron rápido, esquivando raíces y ramas, hasta que Naruto se detuvo y, con un impulso ágil, lo empujó contra el tronco ancho de un árbol, rodeándolo con los brazos acorralándolo contra el tronco del árbol. Sasuke quedó atrapado entre la madera y el cuerpo del otro, con los ojos muy abiertos y la respiración algo agitada.
—¿Na… Naruto? —murmuró, imaginando por un instante algo completamente distinto. Sonrió, con un deje de ilusión— Así que… ¿pasaremos juntos, eh?
—Aquí no nos van a encontrar —dijo Naruto, concentrado en vigilar el perímetro.
Sasuke, con el corazón latiendo como si estuviera en plena batalla, interpretó la situación de otra manera.
Juntos… vamos a pasar esta prueba. Solo él y yo.
— Naruto, ya no te preocupes tanto, estamos seguros juntos solo somos tu y yo para siempre... —Soltó con alegría mientras se tiraba hacia los brazos del rubio quedando pecho con pecho aunque Naruto era bajo, extrañamente calzaban como dos piezas de un rompecabezas, Sasuke con sus manos sobre el pecho contrario pudo sentir el calor del otro y su propio corazón latiendo desbocado, él cuervo no disimulaba el sonrojo reflejado en su rostro, desviando tímidamente la mirada, alternando entre los cielos despejados de Naruto y sus propios pies. — Solo nosotros...
Pero la respuesta no llegó de la forma que esperaba. —Exacto —dijo una voz grave y relajada, que no pertenecía a Naruto.
Sasuke sintió un escalofrío. Antes de poder reaccionar, el “Naruto” frente a él se deshizo como humo… revelando el rostro sereno —y un tanto divertido— de Kakashi Hatake.
—¿Q-qué…? —Sasuke apenas pudo articular, paralizado por el shock. —Antes de que Sasuke pudiera reaccionar, el peliblanco hizo un sello de manos y el suelo del árbol pareció tragárselo de golpe. En un instante, Sasuke quedó atrapado dentro del tronco, con solo su cabeza, codos y rodillas sobresaliendo como si fuera una figura grotesca tallada en madera.
El jonin ladeó la cabeza, sonriendo bajo la máscara. —Vaya, vaya… Parece que estabas muy feliz de verme, Sasuke. Aunque… con esa apariencia, ¿seguro que solo pensabas en trabajo en equipo?
La burla encendió una chispa en los ojos del Uchiha. —¡Te mataré! —gruñó, la ira vibrando en cada palabra, aunque la impotencia de su posición lo hacía ver más ridículo que amenazante.
Kakashi solo alzó una ceja y se inclinó un poco, como si compartiera un secreto. —Por cierto… creo que a Naruto le encantaría saber lo mucho que te alegraste de “tenerlo” tan cerca, mientras Sasuke preso de la humillación y la ira, le lanzó a Kakashi una mirada que podía haber quemado el bosque entero.
— No te preocupes, tu secreto esta a salvo conmigo — Guiño con su ojo visible y desapareció de la vista en segundos.
Sasuke apretó los dientes, con una mirada que prometía venganza… algún día.