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Cambios de Estación

Chapter 10: 10

Summary:

El capítulo sigue a Sasuke Uchiha en el día de la foto oficial de su equipo.Para él, esto es mucho más que una simple formalidad; es una oportunidad de obtener una foto real con Naruto, el objeto de su amor secreto y obsesivo.

 

Tenemos una nueva aliada aqui.

 

La mañana la dedica a arreglarse meticulosamente, practicando poses y confesando sus sentimientos a un peluche de Naruto que esconde bajo su cama. En el lugar de la foto, su admiración por Naruto es tan evidente que incluso Sakura se da cuenta. Después de un tenso posado donde Sakura se interpone entre ellos, la foto se toma, capturando la rara y devota mirada de Sasuke hacia Naruto. Tras la sesión, Sakura confronta a Sasuke sobre sus sentimientos y, para su sorpresa, ella no solo lo acepta, sino que se ofrece a ayudarlo, forjando una nueva alianza.

 

Sasuke termina caminando a casa con Naruto, donde este, en un acto de gratitud tras un altercado le da su primer avance.

Naruto ¡Tu puedes niño yo tambien quiero verte aceptando el amor de Sasuke!

Notes:

¡Un día lleno de nervios, confesiones y un avance monumental! Sasuke vive su drama interno de amor adolescente, Sakura demuestra una madurez increíble al convertirse en su aliada, clmo veran dije que Sakura aqui no seria como el Canon ella merece tambien su desarrollo como personaje ella, sabe cuando no es ahi, donde es un no, y desistir sin esperar donde no florecera nada.

Y una accion de Naruto es el premio final que hace volar por los aires el corazón (y la cordura) de Sasuke. ¡La dinámica del Equipo 7 ha cambiado para siempre!

 

Con respecto a una explicación de personajes que menciona Sakura más adelante, quiero decir que son simples OC, no aparecerán más solo personajes que puse de ejemplo para la trama, no soy fanática de hacer OC solo aclaro este hecho.

Asi que disfruten mi actualización pues es doble capítulo!!!!

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

El día de la foto oficial del equipo era un evento más significativo de lo que parecía.

 

No se trataba solo de un registro burocrático; era un hito, la primera constancia visual de un vínculo forjado a base de misiones de bajo rango, peleas constantes y una lealtad que, contra todo pronóstico, comenzaba a echar raíces profundas. Para la mayoría, era una formalidad.

 

Para Sasuke Uchiha, era una oportunidad.

 

La mañana del dia de la fotografía, Sasuke se despertó con una energía nerviosa que le resultaba casi ajena. El sol aún no calentaba completamente las losas del Distrito Uchiha, pero él ya estaba de pie, de puntillas frente al espejo de su habitación. La residencia estaba en silencio; su padre, Fugaku, ya había partido a sus deberes en la Policía Militar, y con Itachi en una misión en frontera. Solo dejaba el suave murmullo de su madre en casa junto a él, Mikoto moviéndose en la cocina, rompía el quietismo matutino.

 

Con manos que apenas lograba mantener estables, Sasuke abrió un pequeño estuche de madera lacada que guardaba en el cajón más oculto de su mesilla. Dentro, envuelto en un paño de seda suave, había un tesoro, un espejo redondo con marco plateado y un cepillo de mango de ébano, finísimo, con cerdas suaves. Herramientas de vanidad que un Uchiha no debía admitir en público, pero que en la intimidad de su cuarto se convertían en armas esenciales.

 

Se observó críticamente en el reflejo.

 

Cada mechón de su flequillo rebelde era domado con paciencia meticulosa, cada ángulo de su rostro era estudiado y aprobado. No buscaba la perfección estoica del heredero del clan. Buscaba algo más, algo que solo una persona en el mundo podría notar o apreciar.

 

Quería verse… atractivo. Para él.

 

Un suspiro de frustración escapó de sus labios cuando un rebelde mechón se resistía a mantenerse en su sitio. —¿Por qué es tan difícil? —murmuró para sí, su voz un hilo de queja en la quietud de la habitación.

 

Su mirada se desvió entonces hacia un espacio vacío bajo su cama. Con un movimiento ágil, se agachó y sacó una caja aún más pequeña, sencilla y sin adornos. Al abrirla, un mundo de secreta devoción quedó expuesto a la luz de la mañana. En la tapa, pegada con cuidado, una foto un poco borrosa de Naruto, tomada a escondidas durante su primer año en la Academia, sonriendo con una determinación que le partía el rostro en dos. Debajo, un álbum aquel con más fotos instantáneas antes visto, desde Naruto comiendo ramen, Naruto concentrado en un ejercicio fallido, Naruto durmiendo la siesta en un banco del parque. Y acurrucado entre las páginas, su posesión más preciada, su pequeño peluche de Naruto, hecho a mano, y ahora con un nuevo mono naranja de loneta adquirido no hace mucho (Gracias Madre) y sus ojos de botón azules que miraban con una torpe inocencia.

 

Tomó el peluche con una delicadeza que contrastaba con su habitual brusquedad. —Hoy es el día —le susurró al muñeco, como si compartiera un secreto de estado— Por fin tendré una foto con él. Una de verdad. Donde estemos juntos. —Una sonrisa tímida, tan rara en él, asomó en su reflejo. Su inner, siempre al borde del delirio, añadió en un éxtasis silencioso.

 

¡Una foto para la eternidad! ¡Juntos! ¡Lado a Lado! ¡Podré mirarla todas las noches antes de dormir! ¡Y él estará sonriendo, y yo estaré a su lado, y será PERFECTO!

 

Guardó la caja con reverencia y volvió a colocarla en su escondite. Con un último vistazo al espejo y una pose coqueta de práctica que le pareció lo suficientemente casual y despreocupada (aunque la llevó a cabo con la seriedad de un entrenamiento de taijutsu), salió alfin de su habitación.

 

—¿Sasuke? ¿Ya te vas? —la voz de Mikoto lo detuvo en el corredor. Su madre apareció en el marco de la puerta de la cocina, con una sonrisa suave y con entendimiento en los ojos— Te vees… muy arreglado hoy. ¿Alguna ocasión especial?

 

Sasuke se tensó levemente, sintiendo que su vanidad había sido descubierta. —Es solo la foto del equipo. No es nada del otro mundo —dijo, intentando que su voz sonara lo más plana y aburrida posible.

 

Mikoto no se dejó engañar. Su sonrisa se amplió un poco. Sabía de las… inclinaciones de su hijo menor. Lo había visto observar furtivamente a cierto niño ruidoso desde que tenían cinco años. Nada nuevo. —Ah, claro. La foto. —Asintió, jugando al juego— Bueno, asegúrate de sonreír, cariño. Y dile hola a Naruto-kun de mi parte.

 

El nombre, dicho con esa naturalidad, hizo que Sasuke se sonrojara hasta la punta de las orejas. —¡Mamá! —protestó, con un deje de pánico adolescente— ¿Por qué le mandaría saludos? ¡No es…! No es… ¡Ugh! ¡Me voy!

 

Giró sobre sus talones y casi salió corriendo de la casa, la vergüenza quemándole la nuca. Detrás de él, el suave y complaciente suspiro de su madre lo siguió. —Que te diviertas, Sasuke.

 

El lugar designado para la foto era un pequeño claro cerca del río, un lugar pintoresco elegido por el fotógrafo oficial de la aldea por su luz suave y el fondo natural de árboles y agua. Cuando Sasuke llegó, el ambiente ya bullía con la energía caótica de una docena de genin reunidos. Los equipos se mezclaban, se reían, se empujaban. Kiba y Naruto ya estaban en medio de una lucha de medir fuerzas tonta, rodando por el césped bajo los ladridos emocionado de Akamaru. Shikamaru bostezaba desde un banco, murmurando sobre qué "problema tan molesto" era todo esto. Ino y Sakura conversaban animadamente, aunque los ojos de Sakura escaneaban constantemente la multitud.

 

Y allí, en un grupo aparte con Kurenai, estaban los del Equipo 8. Shino, inmóvil como un poste. Kiba, ahora liberado de Naruto, sacudiendo el polvo de su ropa.

 

Y Hinata.

 

Sus ojos se encontraron por una fracción de segundo. La de Hinata, siempre tan expresiva, mostró un destello de sorpresa, seguido de la tristeza resignada que ahora era su estado habitual cerca de él. Sasuke, por su parte, endureció su expresión al instante, desviando la mirada como si ella fuera un extraño insignificante. No había espacio para remordimientos o viejas amistades hoy.

 

Hoy solo había espacio para una cosa.

 

Su mirada buscó y encontró su sol. Naruto estaba ahora riéndose a carcajadas de algo que había dicho Choji, con una bolsa de papas fritas a modo de premio. El corazón de Sasuke dio un vuelco. Llevaba su chaleco naranja, por supuesto, pero parecía… más brillante. Su cabello, siempre rebelde, capturaba la luz de la mañana como si fuera oro puro. Era un desastre.

 

Era perfecto.

 

—¡Sasuke-kun! —la voz de Sakura, cargada de alegría nerviosa, lo sacó de su trance. Ella se abrió paso entre la multitud hacia él, arreglándose un mechón de su pelo rosa— ¡Llegaste! ¿Qué tal? Dime Mm... ¿Crees que…? —hizo una pausa, girando sobre sí misma con torpe coquetería— ¿Crees que me veo bien?

 

Sus ojos verdes brillaban con esperanza. Esperaba un cumplido, una migaja de atención del chico que le gustaba.

 

Sasuke, sin embargo, apenas la registró. Sus ojos aún estaban pegados a Naruto, que ahora intentaba equilibrar un palo en la nariz. La admiración y el amor lo embargaban por completo. Sin pensar, absorto en su mundo, respondió a Sakura con una sinceridad devastadora.

 

—Sí. Es hermoso.

 

La palabra cayó entre ellos como una bomba. Sakura parpadeó, desconcertada. ¿"Hermoso"? ¿Él? Sasuke-kun nunca usaba esa palabra. Y… no la estaba mirando a ella. Su mirada estaba clavada en…

 

Siguieron la dirección de su mirada hasta Naruto. La decepción y una punzada de celos instantáneos golpearon a Sakura. ¡Otra vez! ¡Siempre Naruto! ¡Ni siquiera me miró! Frunció el ceño, sus labios formando un puchero. —Sasuke-kun, ¡Yo te pregunté por mí! —protestó, cruzando los brazos.

 

Pero Sasuke ya se movía, alejándose de ella como si fuera un mueble. Se abrió camino directamente hacia Naruto, dejando a una Sakura furiosa, resignada y confundida atrás.

 

—Naruto —dijo, y su voz sonó un poco más áspera de lo que pretendía, traicionada por los nervios.

 

—¿Eh? ¿Oh, hey, Teme! —Naruto dejó caer el palo y le dedicó una sonrisa despreocupada— ¿Listo para que nos hagan la foto? ¡Apuesto a que voy a salir genial! ¡Voy a hacer mi mejor pose, De veras!

 

Sasuke sintió que se derretía por dentro. ¡Me sonrió! ¡Me habló! ¡Dijo "nos" hagan la foto! ¡JUNTOS! —S… sí —logró articular, asintiendo con una solemnidad que no encajaba con la frivolidad del momento— Deberíamos… estar juntos. Sabes....ES DECIR... Ah... Mmm... En la foto.

 

—¡Claro! ¡Somos equipo, después de todo! —asintió Naruto, completamente ajeno a las capas de significado que Sasuke depositaba en esas palabras.

 

Kakashi apareció entonces, como surgido de una nube de pereza. —Ah, ya están todos aquí. Bueno, supongo que es mejor hacer esto rápido. El fotógrafo parece impaciente —murmuró, leyendo su libro Icha Icha con una mano mientras con la otra hacía un gesto vago hacia un hombre mayor con una cámara antigua y un tripié que los observaba con exasperación.

 

—¡Por aquí, Equipo 7! ¡Vamos, vamos! No tengo todo el día —gritó el fotógrafo, ajustando un lente.

 

El momento crítico había llegado. Se posicionaron frente a la cámara, con el río y los árboles como fondo idílico. Kakashi se colocó detrás de ellos, con su pose lista y mirada de aburrimiento supremo, aunque su ojo visible se curvó en una sonrisa apenas perceptible.

 

Observaba el pequeño drama con divertida curiosidad.

 

Y entonces vino el posicionamiento. Sakura, rápida como un rayo y movida por sus celos y su deseo de estar cerca de Sasuke, se colocó firmemente en el centro del grupo. —¡Yo aquí! —anunció, plantando los pies— ¡Así sale equilibrado!

 

Con su movimiento, se interpuso directamente entre Sasuke y Naruto, rompiendo la fantasía de proximidad que Sasuke había estado alimentando toda la mañana. Sasuke lanzó una mirada dagas a la nuca rosa de Sakura, su inner gritando en frustración. ¡NO! ¡QUITATE! ¡ÉL DEBE ESTAR A MI LADO! ¡ELLA NOS SEPARA! ¡ES UNA CONSPIRACIÓN!

 

Naruto, por su parte, no le dio mayor importancia. Se limitó a ajustar su protector frontal con un gesto brusco y a sonreír ampliamente a la cámara. —¡Así está bien! ¡Ahora todos digan "Ramen"! ¡Je, je!

 

—Es "queso", Naruto —lo corrigió Sakura con fastidio.

 

—¡Ramen es mejor!

 

Sasuke, resignado pero no derrotado, aprovechó cada milímetro que Sakura le dejaba. Se inclinó ligeramente hacia adelante, buscando sobre el hombro de Sakura para que al menos su rostro estuviera más cerca del de Naruto en la toma. Se aseguró de que su mejor perfil, el que había practicado, estuviera orientado hacia la cámara. Quería que esa foto fuera perfecta. Que cualquiera que la viera, aunque no entendiera nada, sintiera que él y Naruto pertenecían al mismo fotograma, al mismo mundo.

 

—¡Listos! —gritó el fotógrafo— ¡Sonrían! ¡Tres… dos… uno…!

 

El flash se disparó con un destello cegador.

 

En la fracción de segundo que el flash bañó sus rostros, tres expresiones muy diferentes quedaron congeladas en el tiempo para la posteridad.

 

Desde Kakashi con un cambio de último minuto con una ceja ligeramente arqueada, una mirada de divertida resignación, el poso sus manos sobre las cabezas de sus alumnos sonriendo bajo su máscara como un adulto que se ve obligado a participar en un juego de niños pero que, en el fondo, lo disfruta. Sakura en cambio tomo una sonrisa complicada y forzada, llena de una felicidad que pretendía ser genuina pero que estaba teñida por la irritación de tener a Sasuke tan cerca y aún tan lejos, y por la molesta presencia de Naruto arruinando su momento ideal aunque ya aceptando mejor su destino. En cambio Naruto con una sonrisa desbordante, radiante, llena de un genuino entusiasmo y una falta total de conciencia sobre los dramas a su alrededor. Sus ojos azules aun cerrados se notaba que brillaban con pura alegría. Y por otro lado Sasuke, quien no sonreía a menudo porque no era su estilo. Llevaba una expresión que no era la habitual de desdén o seriedad. Su rostro estaba suavizado por una rara paz. Su mirada, ligeramente (Estaba literalmente viendo a Naruto) desviada de la cámara, se posaba en el perfil del rubio con una intensidad tan profunda, tan llena de devoción y de un amor silencioso y absoluto, que casi era tangible. Era la mirada de alguien que, por un instante, había conseguido exactamente lo que quería, estar al lado de su sol, congelado en un momento de perfecta, silenciosa felicidad. Su sonrojo y sus ojos no mentían.

 

El fotógrafo bajó la cámara. —Listo. Pueden irse.

 

El hechizo se rompió. Naruto saltó del sitio. —¡Que bien! ¡Apuesto a que salí genial! ¡Vamos a ver!

 

Sakura se separó de ellos, lanzando una última mirada de frustración a Sasuke, quien parecía haber vuelto a su estado habitual de escepticismo distante.

 

Kakashi se acercó y puso una mano en el hombro de cada uno de sus alumnos. —Buen trabajo. Los tres. —Su mirada se posó en Sasuke por un segundo de más, con una comprensión que hizo que el Uchiha desviara la vista, avergonzado.

 

Mientras los otros equipos se acercaban para su turno, Sasuke se quedó un momento aparte, mirando cómo el fotógrafo cambiaba el rollo. Su corazón aún latía con fuerza. Tenía una misión nueva, más importante que cualquier misión D, conseguir una copia de esa foto lo antes posible. Iba a enmarcarla. Iba a ponerla en su mesilla de noche. Iba a…

 

—¡Oye, Sasuke! —la voz de Naruto lo interrumpió— ¡Vamos a comer ramen! ¡Ichiraku me debe unos tazones por una apuesta! ¡Te invito!

 

Sasuke se volvió. Naruto estaba allí, sonriendo, con el sol dando en su cabello como si lo hubieran diseñado para ello. El mundo alrededor parecía desdibujarse.

 

Todo el estrés, la vanidad, la rivalidad tácita con Hinata, la frustración hacia Sakura… todo se esfumó. Una sonrisa genuina, pequeña pero real, asomó en los labios de Sasuke.

 

—Dobe. Es la primera vez que me invitas sin ser yo quien está obligándote —replicó como no queriendo la cosa, pero ya estaba caminando hacia él.

 

—¡No me hagas quedar mal Teme! ¡Y ya vámonos!

 

Y Sasuke lo siguió, como siempre lo había hecho y como siempre lo haría, hacia la luz, dejando atrás la foto fija de un momento perfecto, y adentrándose en el caótico, brillante y ruidoso futuro que era Naruto Uzumaki.

 

Pero la promesa de ramen se evaporó en el aire como el humo de una bomba de humo.

 

Justo cuando Naruto daba su primer paso hacia el inicio de la calle principal, el sonido agudo de un shinobi mensajero, aterrizando con elegancia frente a Kakashi, cortó la euforia del momento. El hombre, con la máscara habitual de ANBU y una postura de urgencia contenida, entregó un pequeño rollo de pergamino sellado con el símbolo de emergencia del Hokage.

 

Kakashi lo tomó, su ojo único escaneó el mensaje en milisegundos. La languidez habitual de su postura se tensó casi imperceptiblemente. —Equipo 7 —dijo, su voz perdiendo todo rastro de su anterior indolencia— Cambio de planes. Misión de prioridad. Reagrupación inmediata en la Torre Hokage para instrucciones.

 

Naruto se detuvo en seco, su rostro cayendo en una mueca de profunda decepción. —¡¿Otra vez?! ¡Pero si acabamos de salir de una ayer! ¡El ramen, Kakashi-sensei! ¡La promesa del ramen!

 

Sasuke, por su parte, no dijo nada. Pero la frustración que lo embargó fue tan visceral que necesitó un objeto físico en el que descargarla. De un pliegue de su ropa sacó un pañuelo de tela fina (siempre llevaba uno, inexplicablemente) y lo mordió con fuerza, un gruñido sordo escapando de su garganta. Sus dientes se clavaron en la tela, desgarrando la fibra con una rabia silenciosa.

 

¡Su momento! ¡Su tarde perfecta, arruinada por la burocracia y el deber! ¡No era justo!

 

Naruto, al ver la reacción de su compañero, interpretó su frustración como un eco de la suya propia, aunque por razones diametralmente opuestas. Se acercó y le dio un golpecito en el hombro. —Oye, no te enfades, Teme. El ramen puede esperar. Si un anbu viene a buscarnos seguramente debe ser mejor ¿no? Seguro lo es ¡Una nueva misión suena emocionante! ¡Mucho mejor que perseguir perros o gatos! O eso espero. —Intentó sonar animado, pero su propia decepción era evidente— Ya iremos otro día, ¿vale? Te lo debo.

 

Sasuke soltó el pañuelo, que quedó marcado con los semicírculos de sus dientes. Asintió con la cabeza, un gesto seco. — Bien, ya no me enfado... —mintió, su voz un poco ronca— Vamos. No hay tiempo que perder.

 

El camino de regreso a la Torre Hokage fue muy diferente al de su salida minutos antes. Kakashi iba a la cabeza, su mente ya procesando los escasos detalles del mensaje. Naruto caminaba a su lado, parloteando sobre qué tipo de misión podría ser, intentando levantar su propio ánimo y el de los demás.

 

Detrás, separados por unos pasos, iban Sasuke y Sakura.

 

Sakura observaba a Sasuke de reojo. Su perfil estaba tenso, la mandíbula apretada, sus ojos fijos en la espalda naranja de Naruto que se movía adelante. Ya no era la furia contenida de antes, sino una melancolía profunda, la de un niño al que le han negado el juguete que más deseaba. Y Sakura, contra todo pronóstico, lo entendió.

 

No del todo, no completamente, pero lo suficiente.

 

Su crush por Sasuke había sido, en gran medida, un producto de la presión grupal y de la admiración superficial por su talento y su belleza. Pero las semanas en el equipo, viendo sus dinámicas de cerca, habían agudizado su percepción. Había visto la intensidad con la que Sasuke miraba a Naruto cuando este no se daba cuenta. Había notado cómo su atención, siempre esquiva para ella, se enfocaba como un láser en cada movimiento del rubio. Había sido testigo del pánico genuino en sus ojos cuando Konohamaru insinuó que ella y Naruto podían ser algo. Ya no era solo "molestia de simples compañeros". Era otra cosa.

 

Tomó aire, armándose de valor. No como una chica enamorada, sino como una compañera de equipo. Como una amiga, o al menos, alguien que quería entender.

 

—Sasuke-kun —comenzó, su voz más suave de lo habitual— Él… es muy molesto, ¿verdad? Naruto.

 

Sasuke se tensó aún más, pero no la ignoró. Asintió levemente, sin mirarla. —Un idiota total.

 

—Sí —concordó Sakura con una pequeña sonrisa— Ruidoso, terco, come como un cerdo… —hizo una pausa, buscando las palabras correctas— Pero… también es un buen chico. Tiene un corazón… muy grande. Y es más leal de lo que parece. Es… tierno. A su manera torpe.

 

Sasuke se volvió lentamente para mirarla. Sus ojos oscuros la escudriñaron, buscando burla, sarcasmo, alguna trampa. Pero solo encontró una curiosidad genuina y una amabilidad que le tomó por sorpresa. Un rubor traicionero subió por su cuello. Bajó la voz hasta convertirla en un susurro áspero, asegurándose de que ni Naruto ni Kakashi pudieran oírlos. —¿Qué es lo que quieres decirme, exactamente Sakura?

 

Ella no se inmutó. Asi que fue valiente. — Que si te gusta. Naruto. Que si lo quieres… de esa manera.

 

La pregunta, directa y sin adornos, flotó en el aire entre ellos como una hoja de papel explosiva a punto de detonar. Sasuke contuvo el aliento. Su primera reacción fue la negación feroz, la defensa. Sus ojos se estrecharon, y su voz sonó como un latigazo rudo pero cargado de una posesividad animal.

 

—¿Y que si es así? —replicó, desafiante— Es asunto mío. Solo mío. Y no es… no es cosa tuya. Así que olvídalo. Y no se te ocurra… tampoco... escucha bien, porque no repito dos veces, no se te ocurra a ti fijarte en él. Ni decirle nada ¿Entendido?

 

Era una advertencia. Un territorio marcado con la ferocidad de un animal acorralado.

 

Pero Sakura no retrocedió. En lugar de ofenderse o asustarse, una expresión de tierna comprensión se apoderó de su rostro. Sus hombros se relajaron, como si hubiera resuelto un acertijo que la había estado molestando durante años. —Lo sabía —susurró, casi para sí misma. Luego, alzó la mirada hacia él— Y está bien, Sasuke-kun. Está bien.

 

Sasuke la miró, desconcertado. Esperaba gritos, lágrimas, negación, burlas. No… esta calma absoluta.

 

—¿Qué quieres decir con que "está bien"? —preguntó, su voz perdiendo un poco de su filo.

 

—Que es normal —dijo Sakura encogiéndose de hombros, como si estuviera declarando un hecho obvio— Mi tío Kenta. El que hace las mejores bolas de arroz con salmón en la aldea. Él tiene un esposo. Se llaman Hiroshi. Se quieren mucho. Van juntos a pescar los domingos. Son… una pareja linda. Muy felices. Y los quiero mucho. —Miró a Sasuke directamente— Asi que lo que sientes por Naruto… no está mal. Es solo… lo que sientes. Y esta bien.

 

Las palabras de Sakura actuaron como un bálsamo inesperado sobre una herida que Sasuke ni siquiera sabía que estaba sangrando tanto. La tensión en sus hombros comenzó a ceder. El puño apretado que llevaba a un lado se relajó levemente. La miró, realmente la miró, por primera vez quizás desde que se conocieron. No vio a la niña molesta que lo perseguía, sino a una chica perspicaz y, sorprendentemente, compasiva.

 

—Yo… —Sasuke tragó saliva, luchando por encontrar las palabras— Yo creí que…

 

— ¿Qué? ¿Qué me enfadaría? ¿Qué te gritaría? —Sakura completó con una sonrisa triste— Tal vez la Sakura de hace unos años lo hubiera hecho. Pero… —suspiró— Estaba enamorada de la idea de ti, Sasuke-kun. Del chico popular, del genio, del heredero Uchiha. Era estúpido y superficial. Pero en este equipo… he visto cosas. He visto cómo lo miras. Y él… bueno, él es Naruto. Es imposible no quererlo, de una forma u otra. —Hizo una pausa— Y también vi que nunca, ni una sola vez, me miraste a mí como lo miras a él. Ni a nadie de hecho. Así que si… lo entiendo.

 

El mundo de Sasuke se reacomodó. La rival, la intrusa, se transformaba ante sus ojos en una aliada potencial. La incredulidad dio paso a una cautelosa esperanza.

 

—¿Y… ahora qué? —preguntó, su voz mucho más suave.

 

—Ahora —dijo Sakura, y ahora su sonrisa fue genuina, llena de un nuevo propósito— Podemos ser amigos. Bueno, compañeros de equipo, para empezar. Y… —bajó la voz a un susurro conspirativo— Quizás yo pueda ayudarte. Él es tan denso como una roca. Necesitarás toda la ayuda del mundo si quieres que se dé cuenta de algo que no sea un cuenco de ramen.

 

Un asombro absoluto se apoderó de Sasuke. ¿Ayuda? ¿De Sakura? La idea era tan descabellada como tentadora. Ella conocía a Naruto, lo entendía de una manera diferente a la de él. Era… estratégicamente brillante.

 

Un asentimiento casi imperceptible fue su respuesta. —…Gracias —logró decir, la palabra sonando extraña y novedosa en su boca dirigida a ella.

 

—No me las des todavía —replicó Sakura con un guiño— Primero, sobrevive a esta misión. Y luego, veremos que pasa.

 

A partir de ese momento, la energía entre ellos cambió.

 

Caminaban uno al lado del otro en un silencio cómodo, roto solo por los cuchicheos ocasionales de Sakura ("Deberías dejar de morder pañuelos, se ve muy dramático" o "Intenta sonreír más normal, no como un maníaco, solo un poco") y los breves asentimientos de Sasuke. Era una tregua, un pacto secreto forjado en el inesperado terreno común del amor por un mismo idiota rubio.

 

Pero ese alguien había notado el cambio.

 

Naruto, que había estado divagando sobre posibles enemigos con Kakashi, echó un vistazo sobre su hombro. Y lo que vio le hizo fruncir el ceño. Sasuke y Sakura caminaban muy juntos, sus cabezas inclinadas la una hacia la otra, susurrando. Sakura sonreía, y Sasuke… Sasuke parecía estar escuchando. Atentamente.

 

Una sensación extraña, punzante y caliente, se enrolló en el estómago de Naruto. No eran celos, se dijo a sí mismo. ¿Celos? ¡Por el Teme y Sakura? ¡Eso era ridículo! Pero… ¿por qué estaban tan… cercanos de repente? Sasuke nunca prestaba atención a nadie más que yo, y mucho menos a Sakura, a menos que fuera para ignorarla o rechazarla bruscamente.

 

—…y si ellos, ¡podrían estar planeando nuevas estrategias para el equipo! Si, eso debe ser... —terminó Naruto su teoría, distraído.

 

—Mmm —fue todo lo que dijo Kakashi, cuyo ojo también había captado la nueva dinámica detrás de ellos. Una sonrisa invisible se dibujó bajo su máscara. Las cosas se estaban volviendo interesantes.

 

Dentro de la mente de Naruto, en la oscuridad de su prisión mental, una risa profunda y cavernosa hizo eco.

 

«Je, je, je… ¿Molesto, cachorro? ¿Esa punzada en tu corazón? Es la semilla del poseer. Del querer algo que creías tuyo y que ves que podría ser de otro.»

 

«¡Cállate, viejo zorro! —pensó Naruto con rabia, dirigiendo su furia al interior— ¡No es nada! ¡Solo es el Teme siendo raro!»

 

«Claro que no. Sigue mintiéndote. Hazlo más divertido para mí.» La risa de Kurama retumbó otra vez, llena de diversión maliciosa antes de calmarse.

 

Naruto apretó el paso, alejándose un poco del grupo, tratando de sacar la imagen de Sasuke y Sakura susurrando de su cabeza. Pero la inquietud se había instalado, una pequeña grieta en su certeza de que las cosas en el Equipo 7 no siempre serían iguales.

 

Justo cuando la imponente silueta de la Torre Hokage se alzaba ante ellos, marcando el final de su breve viaje y el comienzo de una nueva misión, Sasuke y Sakura terminaron su conversación con un último susurro y un asentimiento mutuo. Habían forjado una nueva alianza en el campo de batalla más complicado de todos, el corazón. Y Naruto, completamente ajeno a la conspiración que se gestaba a sus espaldas, solo sentía que el mundo se había inclinado ligeramente sobre su eje, y no le gustaba nada cómo se sentía.

 

Ya la silueta de la Torre Hokage alzada ante ellos, un recordatorio severo del deber que reemplazaba a la diversión. El breve respiro de camaradería y confesiones se esfumaba, dando paso a la profesionalidad que su estatus de shinobis exigía.

 

Sin embargo, algo fundamental había cambiado en la dinámica del Equipo 7.

 

Mientras cruzaban el umbral del vestíbulo principal, Sakura, impulsada por un nuevo y firme propósito, se inclinó hacia Sasuke y murmuró casi sin mover los labios. — Ahora. Ve con él. Camina a su lado.

 

Sasuke dudó por una fracción de segundo, la programación de toda una vida de distanciamiento y orgullo chocando contra el deseo ferviente de su corazón. Pero la mirada de determinación de Sakura, la promesa tácita de una aliada en su causa imposible, le dio el valor necesario. Con un movimiento que pretendía ser casual pero que para él fue una hazaña de voluntad, cerró el pequeño espacio que lo separaba de Naruto y se colocó a su lado izquierdo, sus pasos sincronizándose con los del rubio.

 

Sakura, con una sonrisa de satisfacción, ocupó el flanco derecho, completando la formación. Por primera vez, Naruto no caminaba ligeramente por delante o a la zaga; estaba en el centro, flanqueado por sus compañeros, protegido.

 

El efecto fue inmediato.

 

Las miradas hostiles, los susurros cargados de desprecio que siempre llovían sobre Naruto en este lugar, se encontraron con una barrera nueva e inesperada. No era solo la fría advertencia en la mirada de Sasuke, ahora era una pared unificada. Cuando un chunin de rostro cetrino lanzó una mirada particularmente venenosa hacia el chaleco naranja, fue recibido no por uno, sino por dos pares de ojos que prometían un dolor inmediato y severo. Los oscuros de Sasuke, cargados de una ferocidad protectora que hacía pensar en un lobo a punto de atacar, y los verdes esmeralda de Sakura, inusualmente duras y desafiantes, desprovistas de su usual timidez.

 

El chunin, sorprendido por la respuesta unida, palideció y desvió la mirada con rapidez, murmurando una disculpa inaudible antes de alejarse a paso ligero. Un susurro similar corrió por el vestíbulo. El "demonio" ya no estaba solo. Lo flanqueaban el último Uchiha y una kunoichi cuyo ceño fruncido prometía una lluvia de puños si era desafiada.

 

Naruto, aunque acostumbrado a fingir indiferencia, sintió la diferencia.

 

El peso de las miradas, usualmente tan opresivo, se atenuó. Notó la presencia sólida y calmante de Sasuke a su izquierda y la determinación feroz de Sakura a su derecha. Una oleada de calor, familiar y abrumadora, le recorrió el pecho. No era el entusiasmo efervescente al que estaba acostumbrado; era algo más profundo, más tranquilo. Una sensación de… pertenencia. De estar, por primera vez, genuinamente protegido por su equipo. Su momentánea inquietud por ver a Sasuke y Sakura susurrando se disipó, reemplazada por una gratitud tonta y enorme que le nubló la vista por un instante. Sonrió, una sonrisa más suave y genuina de lo habitual, y metió las manos en los bolsillos, caminando con una confianza renovada.

 

Kakashi, observándolo todo desde atrás, notó el cambio en la atmósfera alrededor de su equipo. Su único ojo se curvó en una sonrisa. 'Interesante. Muy interesante.'

 

Llegaron a la sala de reuniones. El Tercer Hokage, Hiruzen Sarutobi, estaba detrás de su escritorio, la pipa humeante en su mano. Su rostro, surcado de arrugas, se iluminó con una sonrisa paternal al verlos entrar, aunque una sombra de pena habitual cruzó su mirada al posarse en Naruto.

 

—Equipo 7 —los saludó con su voz grave— Gracias por su prontitud. Tengo una misión de escolta para ustedes. Rango D, aunque bordeando la C por… circunstancias del cliente.

 

La puerta lateral de la sala se abrió y entró un hombre. Era alto y delgado, con el rostro curtido por el clima y el alcohol, marcado por arrugas profundas de amargura y preocupación. Vestía ropas sencillas y algo gastadas de viajero, y olía a tabaco barato y sake. Sus ojos, sanguinolentos y cansados, barrieron al equipo con un desdén palpable.

 

—Este es el señor Tazuna —presentó Hiruzen— Es un maestro constructor del País de las Olas. Necesita escolta para regresar a casa y asegurar que los materiales y el pago por su último trabajo lleguen a salvo. Ha habido… incidentes en la ruta. Pero nada grave.

 

Naruto no pudo contener su emoción. —¡Sí! ¡Una misión fuera de la aldea! ¡Por fin! ¡Vamos a protegerte, abuelito, no te preocupes! —saltó hacia adelante, golpeándose el pecho con una sonrisa amplia y confiada.

 

Tazuna lo miró de arriba abajo, su expresión de fastidio se transformó en un acto de abierto desprecio. Su mirada se clavó en el mono naranja, el cabello rubio, bigotes y los ojos azules llenos de un entusiasmo que él evidentemente encontraba irritante.

 

—¿Esto es lo mejor que pueden darle a un hombre? —escupió las palabras, dirigiendo su queja al Hokage pero señalando a Naruto con el pulgar— Parece una niñita gritona y molesta. ¿Y me va a proteger? ¡Ja! Más bien le voy a tener que proteger yo a él de que se caiga y se raspe las rodillas.

 

El insulto, tan común y tan vacío para Naruto después de años de oír cosas peores, simplemente rebotó en él. Encogió los hombros, con una sonrisa un poco forzada pero intacta. —Hey, ¡soy más fuerte de lo que parezco, ttebayo!

 

Pero para Sasuke, las palabras de Tazuna no fueron un simple insulto. Fueron una afrenta personal, un sacrilegio. Cada palabra fue como una aguja de hielo clavándose en su piel. Ver a ese viejo amargo menospreciar a Naruto, SU Naruto, con esa vulgaridad, encendió una mecha de ira pura e irracional en su interior.

 

—¿Qué dijiste? —La voz de Sasuke no fue un grito. Fue un silbido bajo, cargado de una peligrosidad que heló el aire de la sala.

 

Antes de que alguien pudiera reaccionar, Sasuke se abalanzó. No fue un movimiento de shinobi, fue el ataque visceral de un animal protector. Sus dedos se curvaron como garras, buscando el cuello del anciano constructor. Su sharingan, aunque aún no activado ni siquiera desarrollado, parecía brillar con una luz roja interna de pura furia.

 

—¡¿CÓMO TE ATREVES A HABLARLE ASÍ?! ¡¿QUIÉN TE CREES QUE ERES, VIEJO ASQUEROSO?! —rugió, su rostro, usualmente tan sereno, estaba distorsionado por una rabia absoluta.

 

Fue Sakura quien reaccionó con una velocidad que ni ella misma sabía poseer. Instintivamente, impulsada por el mismo deseo de proteger a Naruto (y de evitar que su nuevo aliado cometiera un homicidio a un cliente), se interpuso. Sus brazos, fortalecidos por el entrenamiento constante pero subestimados, se enroscaron alrededor de la cintura de Sasuke justo cuando este saltaba. Con un gruñido de esfuerzo que sorprendió a todos, incluida ella misma, lo detuvo en seco, levantándolo ligeramente del suelo.

 

—¡SASUKE-KUN, NO! —gritó, conteniendo sus pataleos y forcejeos en el aire— ¡Es el cliente! ¡CALMATE! ¡No podemos matar a los clientes, por imbéciles que sean!

 

Sasuke luchó contra su sujeción, sus ojos inyectados en sangre clavados en Tazuna, quien había retrocedido varios pasos, palideciendo visiblemente, su actitud bravucona reemplazada por un genuino terror.

 

—¡SUÉLTAME, SAKURA! ¡SE LO MERECE! ¡NINGÚN IMBÉCIL ALCOHÓLICO LE HABLA ASÍ! ¡NINGUNO!

 

Kakashi, que había observado la escena con una calma exasperante, se colocó suavemente entre el furibundo Sasuke (aún sostenido por una Sakura que jadeaba por el esfuerzo) y un Tazuna ahora tembloroso.

 

—Tazuna-san —dijo Kakashi, su voz era suave pero tenía el filo de una hoja de kunai escondida en la seda— Mi estudiante puede ser… entusiasta. Pero es más fuerte de lo que usted o yo podremos nunca a ser. Y su lealtad hacia sus compañeros es inquebrantable, como acaba de demostrar. —Su único ojo se posó en el constructor, y la amenaza en su mirada era tan clara como el día— Le sugiero que muestre el debido respeto a este equipo. Son perfectamente capaces de cumplir la misión. Y, créame, usted querrá que estén de su lado en el camino.

 

Tazuna tragó saliva, mirando alternativamente a Sasuke, que aún respiraba con furia contenida en los brazos de Sakura, a la determinación en el rostro de la chica rosa, a la serena amenaza en la postura de Kakashi, y finalmente a Naruto, quien los observaba a todos con una expresión de confusión y un toque de preocupación.

 

El viejo constructor comprendió, de repente y muy claramente, que había subestimado grotescamente la situación. Estos no eran simples niños. Eran shinobis. Y había despertado a la fiera más peligrosa del grupo al insultar al que parecía ser el más débil.

 

—Y-yo… —tartamudeó, bajando la mirada— Disculpas. He… he tenido un viaje largo. El estrés… —mintió, frotándose la nuca.

 

Sakura, con un último esfuerzo, bajó a un Sasuke que comenzaba a calmarse, aunque su respiración aún era agitada y sus puños seguían apretados. Lo soltó, pero se mantuvo a su lado, lista para sujetarlo de nuevo si era necesario.

 

— Oye... eh... ¿Estás bien, Sasuke? —preguntó Naruto, acercándose con cautela— No tenías que… bueno, eso. Pero… gracias.

 

El sonido de la voz de Naruto, llena de genuina preocupación por él, actuó como un balde de agua fría sobre la furia de Sasuke. El fuego en sus ojos se apagó, reemplazado por una vergüenza tardía. Asintió, sin mirar a nadie. — Estoy bien. N-Naruto... muy bien... solo… no vuelvas a hablar así de él —le espetó a Tazuna, con una calma mucho más aterradora que sus gritos.

 

—Entendido —murmuró Tazuna, derrotado.

 

Hiruzen, que había observado todo el intercambio con una mezcla de exasperación y curiosidad, carraspeó. —Bien. Con eso aclarado… —dijo, sellando el pergamino con su sello— La misión comienza al amanecer. Reúnanse en la puerta principal. Que tengan un buen viaje.

 

El Equipo 7 salió de la sala, la tensión aún palpable en el aire. Pero era una tensión diferente. Naruto caminaba con una nueva confianza, protegido por sus leales guardianes. Sakura sentía una fuerza que nunca había conocido, la fuerza de tener un propósito claro y un aliado inesperado. Y Sasuke, aunque avergonzado por su arrebato, sentía una satisfacción feroz y profunda. Había defendido a su sol. Y su sol le había agradecido.

 

El camino a la Puerta de Konoha al amanecer prometía ser mucho más interesante de lo que cualquiera de ellos había anticipado.

 

Ya era tarde, la noche había caído sobre Konoha, tejiendo sombras largas y tranquilas bajo la tenue luz de los faroles y la luna llena que colgaba como una moneda de plata en el cielo despejado. El bullicio del día se había apagado, dejando solo el susurro del viento en las hojas y el distante rumor de la vida nocturna. Frente a la Torre Hokage, el Equipo 7 se despedía.

 

—Recuerden, al amanecer en la puerta principal —dijo Kakashi con su tono lánguido habitual, aunque su ojo recorrió a cada uno de sus estudiantes, deteniéndose un segundo de más en Sasuke— No se retrasen. — Y con un shunshin casi imperceptible, desapareció en una leve perturbación del aire.

 

—¡Muy bien! ¡Nos vemos, Sakura-chan! —gritó Naruto, con su energía inagotable apenas mermada por la tarde de tensiones— ¡No te quedes dormida!

 

—¡No lo haré! ¡Tú sí que no llegues tarde, Naruto-baka! Así que nos vemos mañana. —replicó Sakura, pero su tono carecía de la aspereza de antes. Le lanzó una mirada significativa a Sasuke, una sonrisa pequeña y alentadora, antes de girar y perderse en la calle hacia su casa.

 

Y de repente, quedaron solos.

 

Sasuke y Naruto. Bajo la luz de la luna, en la quietud de la plaza desierta. El aire se cargó de una tensión nueva, eléctrica y dulce a la vez. Sasuke sintió que su corazón comenzaba a acelerar su ritmo, un tamborileo fuerte y insistente contra sus costillas.

 

Naruto se rascó la nuca, un gesto tímido que le delataba cuando estaba genuinamente conmovido. —Oye, Sasuke… —comenzó, su voz un poco más suave de lo usual— Con lo que pasó antes. En serio. Gracias. Por lo de allá adentro. Con ese viejo amargado.

 

Sasuke se quedó paralizado. La gratitud directa, sin filtros, de Naruto era un rayo que le atravesaba todas sus defensas. Tragó saliva, sintiendo un calor intenso subir por su cuello y extenderse por sus mejillas. Afortunadamente, la penumbra ocultaría lo peor de su rubor.

 

—No… no hay de qué —logró articular, desviando la mirada hacia el suelo adoquinado— No fue nada. En cerio, Naruto.

 

—¡Claro que sí lo fue! —insistió Naruto, acercándose un paso. Su sonrisa era amplia y despreocupada, iluminando su rostro como un segundo sol— Nadie… bueno, casi nadie, se pone así por mí. Fue… genial. —Su sonrisa se suavizó, volviéndose más sincera, más íntima— Significa mucho.

 

Cada palabra era un regalo, un golpe directo al corazón de Sasuke. Levantó la mirada, atreviéndose a mirar a esos ojos azules que, bajo la luz plateada de la luna, parecían profundos como el océano. Eran su debilidad y su fortaleza. El azul. El color que siempre había vestido, el de los detalles de su ropa, el de la cinta de los calentadores de sus brazos. Un color que, sin saberlo nadie, siempre lo había ligado a él.

 

A Naruto.

 

— Yo siempre… —la voz de Sasuke sonó ronca, cargada de una emoción que ya no podía contener— Siempre lo haré por ti.

 

La declaración, tan simple y tan monumental, flotó en el aire entre ellos. Naruto parpadeó, sorprendido por la intensidad en la voz de su compañero. Pero antes de que pudiera procesarlo, Sasuke, impulsado por un valor que le nacía de las entrañas, añadió. —¿Vamos… juntos? A casa. —Fue una pregunta tímida, casi un susurro, una oferta de prolongar este momento, de retrasar la inevitable separación.

 

Naruto sonrió, esa sonrisa radiante que hacía que a Sasuke se le doblaran las rodillas. —¡Oh si! ¡Claro! ¡Vamos!

 

Caminaron lado a lado por las calles silenciosas. Naruto, animado por la emoción de la misión y la calidez del gesto de Sasuke, hablaba sin parar. —¡Va a ser increíble, Teme! ¡Fuera de la aldea! ¡Podremos ver todo tipo de cosas! ¡Y te prometo que voy a ser super útil! ¡No voy a defraudarte! ¡Vamos a dar todo de nosotros, De veras!

 

Sasuke apenas podía prestar atención a las palabras.

 

Su mundo se había reducido al sonido de la voz de Naruto, al ritmo de sus pasos junto a los suyos, a la forma en que la luz de la luna se reflejaba en su cabello rubio, creando una aureola plateada a su alrededor. Estaba hechizado. Naruto era… hermoso. Una obra de arte viviente, llena de una energía y una luz que él jamás podría poseer, pero que anhelaba con toda su alma.

 

De repente, Naruto se desvió, dirigiéndose hacia un callejón más estrecho y oscuro, mal iluminado por un farol parpadeante. El ambiente cambió; el aire olía a humedad, alcohol barato y desesperanza. Era la antesala del Barrio Rojo, el lugar más marginado y peligroso de Konoha.

 

Sasuke se detuvo en seco, su instinto protector encendiéndose al instante. — Naruto, no. Por ahí no. —Su voz fue firme, llena de preocupación— Es peligroso. No es lugar para…

 

Naruto se volvió, y por primera vez esa noche, su sonrisa se vio opacada por una sombra de resignación. —¿Eh? Oh, no te preocupes por eso, Sasuke. —Encogió los hombros, un gesto que pretendía ser indiferente pero que delataba una tristeza profundamente arraigada— Es que… por aquí es más corto. Mi departamento está justo ahí.

 

Señaló con la cabeza hacia el corazón del barrio pobre, donde los edificios se apiñaban como dientes podridos y las ventanas estaban selladas con tablas.

 

Sasuke sintió que el mundo se le venía encima. El horror lo paralizó. ¿Ahí? ¿Ahí era donde vivía Naruto? No en un apartamento modesto, sino en este lugar… este lugar de pesadilla. Justo ahí, en la miseria que la aldea prefería ignorar. La rabia que había sentido hacia Tazuna palideció en comparación con la ola de furia impotente y de dolor desgarrador que lo inundó ahora. ¿Cómo era posible? ¿Cómo había permitido el Hokage que su tesoro más brillante, su sol, viviera en la oscuridad?

 

—Tú… vives… —no pudo terminar la frase. Las palabras se ahogaron en su garganta.

 

—Sí —confirmó Naruto, su tono era casual, como si hablara del clima— Bueno, me voy. ¡Hasta mañana, Sasuke! ¡No llegues tarde!

 

Y entonces, en un arranque de pura felicidad y gratitud genuina, Naruto cerró la distancia entre ellos y envolvió a Sasuke en un abrazo rápido pero firme.

 

Para Sasuke, el mundo estalló en colores.

 

Cada uno de sus sentidos se amplificó hasta el límite del dolor. Sintió el cuerpo delgado pero musculado de Naruto contra el suyo, la tela áspera del chaleco naranja, el calor que emanaba de él. Naruto olía a sudor limpio, a ramen, y sobre todo, a su champú, un aroma ridículamente dulce a naranjas y miel que se le metió en la nariz y le nubló la mente. Sasuke se quedó rígido, temblando, cada músculo de su cuerpo convertido en un cable de alta tensión. Su corazón latía con tal fuerza que estaba seguro de que Naruto podía sentirlo. Por dentro, su inner estaba en un éxtasis absoluto, girando en círculos y lanzando confeti invisible. ¡¡ME ESTÁ ABRAZANDO!! ¡¡ME ABRAZA!! ¡¡HUELE A NARANJAS! ¡¡A MIEL! ¡¡ES EL OLOR MÁS HERMOSO DEL MUNDO!! ¡¡QUIERO QUEDARME AQUÍ PARA SIEMPRE!!

 

El abrazo duró apenas unos segundos, pero para Sasuke fue una eternidad encapsulada, un momento perfecto y sagrado.

 

Cuando Naruto se separó, Sasuke seguía temblando, embriagado por la proximidad, por el aroma, por la revelación brutal de dónde vivía su amor. Miró a Naruto, a esos ojos azules que lo miraban con simple amistad y diversión, y la verdad le golpeó con toda su fuerza. No podía guardárselo más. No después de esto.

 

—N-Naruto… —su voz era un hilo de sonido, cargado de un terror y una esperanza infinitas— Lo… lo que hago siempre… con respecto a ti, es porque… porque te amo.

 

Las palabras cayeran en el silencio del callejón. Sasuke las dijo mirándolo directamente, con los ojos brillantes por la emoción, la cara encendida por un rubor que ya no podía ocultar, con toda el alma expuesta y vulnerable.

 

Naruto lo miró, parpadeando. No pareció comprender la profundidad de la declaración. Para él, era otro gesto de lealtad extrema de su siempre intenso y dramático compañero. Se rió, un sonido claro y alegre que cortó la tensión como un cuchillo.

 

—¡Je, je! ¡Eres tan raro, Sasuke! —dijo, con afecto— Bueno, ¡Yo también te quiero, amigo!

 

Y entonces, en un acto de pura y simple gratitud, sin malicia ni segunda intención, se inclinó y plantó un beso rápido y seco en la mejilla de Sasuke.

 

Fue el toque final.

 

El beso fue un relámpago, un sello de fuego que quemó la piel de Sasuke y le incendió la sangre. Se quedó completamente petrificado, los ojos abiertos como platos, la mano levantándose lentamente para tocarse el lugar donde los labios de Naruto habían dejado su marca efímera pero eterna.

 

Naruto, completamente ajeno al cataclismo emocional que había provocado, le dedicó una última sonrisa amplia y despreocupada. —¡Nos vemos en la mañana! ¡No me falles!

 

Giró sobre sus talones y se adentró en la oscuridad del callejón, su silueta naranja absorbiendo la poca luz disponible hasta desaparecer por completo en las sombras del barrio que lo escondía.

 

Sasuke se quedó solo en la calle. No se movió. No podía. El mundo giraba a su alrededor a una velocidad vertiginosa. El beso en su mejilla ardía como una brasa. El olor a naranjas y miel aún flotaba alrededor de él. Las palabras "te quiero" resonaban en sus oídos, mezcladas con la risa despreocupada de Naruto.

 

Poco a poco, la parálisis se transformó en una euforia tan intensa que necesitó una salida física. Un temblor lo recorrió de pies a cabeza, y entonces, una risa burbujeante, incredula y delirante, escapó de sus labios. Otra. Y otra. Comenzó a reír, una risa limpia y cargada de pura felicidad, mientras las lágrimas de alegría le corrían por las mejillas sin que pudiera detenerlas.

 

Flotaba.

 

Literalmente sentía que sus pies no tocaban el suelo. Giró sobre sí mismo, mirando el callejón vacío donde Naruto había desaparecido, y luego al cielo, a la luna que había sido testiga.

 

—¡Él me besó! —susurró para la noche, como un secreto demasiado grande para guardarlo— ¡Me besó! ¡A mí!

 

Su inner estaba en pleno modo de celebración, tirando fuegos artificiales y coreando su nombre. ¡¡SASUKE! ¡¡SASUKE! ¡¡ERES TODO UN GALAN!! ¡¡VENCEDOR DE LA TIMIDEZ!! ¡¡RECEPTOR DE BESOS!!

 

Con una energía renovada que no sentía desde niño, Sasuke echó a correr. No caminó. Corrió. Saltó sobre las barandillas de los puentes, se impulsó sobre los tejados bajos, riendo como un loco, como un poseído por la alegría más pura. La noche de Konoha fue testigo de algo inaudito, Sasuke Uchiha, el segundo heredero de su clan, el príncipe Uchiha, corriendo y riendo bajo la luna, con el corazón tan lleno de luz que rivalizaba con el sol al que amaba.

 

Llegó a su distrito, al silencio solemne y ordenado de los Uchiha, y su risa se convirtió en una sonrisa amplia y tonta que no podía borrar de su rostro. Entró en su casa, pasó junto a su madre con un "Buenasnochesmamátequiero" dicho tan rápido que fue un solo palabra, y se encerró en su habitación.

 

Se dejó caer sobre la cama, enterró el rostro en la almohada y gritó de pura felicía, ahogando el sonido en la tela. El beso. El abrazo. Las palabras. Todo se repetía en su mente en un bucle infinito y perfecto. El amanecer no podía llegar suficientemente pronto. La misión sería su aventura. Su viaje. Su oportunidad de estar cerca de Naruto, de protegerlo, de tal vez, solo tal vez, hacer que ese beso en la mejilla fuera el primero de muchos.

 

Y esa noche, Sasuke Uchiha se durmió con una sonrisa en el rostro y el aroma a naranjas y miel pegado a su piel como la más preciada de las promesas.

 

 

 

 

 

Notes:

El viaje apenas comienza,y la misión al País de las Olas promete poner a prueba esta nueva y frágil alianza bajo el fuego enemigo. El beso fue dulce, pero la realidad será dura.