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“¡Aaaghh! ¡Estoy todo pegajoso otra vez!”
Después de todo lo que ha pasado estos últimos días, no se imaginó que Shouyou fuera a quejarse por eso. Habían pasado ya más de una semana en playa y arena, desde la costa de Roma hasta las ruinas de piedra caliza de Sicilia y, ahora, en las costas montañosas de Cáller en Cerdeña. De hecho, Shouyou venía directo de Brazil. Venía, si no se había olvidado, de terminar hace pocos días un torneo de volei de playa.
Es más, Tobio creyó que todos menos su Alfa podrían decir lo que acaba de escuchar. Y es que, ¿cómo que el Hinata Shouyou que ha estado entrenando por años en la playa se podía quejar por sentirse pegajoso?
“Ten”. Le acerca una toalla fría que el Alfa toma apurado. Es un deleite verle pasarla por su pecho y por sus hombros, ni planeándolo le hubiera salido tan bien. “¿No estabas acostumbrado ya a la playa?”
“Es… Diferente”.
“¿En qué diferente?”
“Pues que cuando estoy en Río estoy jugando y estoy concentrado. Aquí estoy relajado contigo e intentando pasármela bien con el sol quemándome. Cuando juego ni siquiera siento la gruesa capa de protector solar y ahora siento que me estoy sofocando”.
Le escucha quejarse atentamente, pero no por eso menos complacido de ver las gotas de sudor escurriendo desde sus cienes hasta su cuello y caer en donde se juntan sus pectorales. Ahora la marca de sus camisetas deportivas ya no está tan marcada, pero igual se ve el contraste de su piel clara con la bronceada.
“¿Y tú? ¿Cómo estás?”
¿Qué le pasa? Siendo amable y sensual al mismo tiempo. A estas alturas cree que lo está haciendo a propósito.
“Tengo calor. Pero con la playera que me prestaste no siento mucho el sol”
“Qué bueno”. Le sonríe. “¿Quieres ir a nadar otra vez o ya te dio hambre?”
“No, estoy bien. No quiero nadar, sólo quiero estar acostado aquí”.
“Buena idea”.
Hasta ahora, después de tanta playa y paisaje hermoso que había visto, este era sin duda su favorito. Creyó que Roma había sido espectacular, pero se retractó cuando llegaron a Sicilia y hasta se lamentó cuando tuvieron que irse. Pero al llegar a Cerdeña al fin, la última y más larga parada de su luna de miel improvisada, entendió por qué Tobio quería visitar esas tres locaciones. Una más bella que la otra y la siguiente todavía mejor, el Omega debió sentir lo mismo que él sintió al visitar la bonita playa de Copacabana y de vivir su primera noche en el malecón. Compartir una vez más un detalle tan bonito con él le hizo arder el corazón.
Era lo más precioso que lo haya visto. Disfrutando los dos de su tour por playas de Italia, Tobio se veía más guapo que nunca.
Acostados en un camastro cerca de las piscinas del hotel en el que se hospedaban, pudieron sentirse relajados. La playa no estaba tan concurrida y a ratos hacía un airecito fresco. En un momento Shouyou pensó que Tobio se había quedado dormido, pero un toquecito en su muslo descubierto le hizo darse cuenta que no. Más bien estaba confiando por completo en él, dejándose acariciar la espalda baja y la cintura sin reaccionar si quiera.
“¿Quieres irte a la habitación?”
“No, estoy bien. En serio”. Murmura, su mejilla sobre su brazo flexionado y su cara inexpresiva frente a él. “¿Tú te quieres ir?”
“No, ya se me bajó un poco el calor”. Con cuidado, acercándose sólo cuando su aroma se ha suavizado lo suficiente, le acaricia la mejilla y pellizca un poco la piel. “Pregunto porque hay que medir bien nuestros tiempos. ¿Cuánto dura el neutralizador que compraste?”
“Ah, es buena marca. Dura seis horas y es contra el sudor”.
“Llevamos… Tres horas. La mitad. Tendremos que comer ahora, ¿no crees?”
“No. No tengo hambre”.
“Tobio”.
“¿Piensas tardarte tres horas en comer?” Con los ojos cerrados y la boca apenas abriéndose para hablar, Tobio consigue alzar una ceja. “Relájate. Tomamos la decisión del marcaje para relajarnos, no para que estés de preocupón”.
Y, ah, Tobio siempre tenía razón en estas cosas. Pero, ¿podría alguien culparlo por ser un preocupón? Están solos en un país extraño, al menos para Shouyou, y el Omega está en celo. Está en celo desde que llegaron a Cerdeña, hace dos días, pero había podido controlarlo con medicamento y un inhibidor para esconder su aroma. Y la verdad estaba sorprendido por lo bien que se lo estaba llevando.
Pero… Tobio está en celo. Acostado junto a él con una camiseta ceñida que acentuaba la palidez de su piel y un bañador más corto de lo que le ha visto cuando lo visitaba en Río.
Podría decir que, más que preocupado por él, está comiendo ansias por quererle atender. Ya. En este mismo momento mientras están bajo una enorme sombrilla casi dormidos por el arrullar de las olas. Estaba muriendo, si no se controla empieza a temblar. De no ser por el ajustado bañador que trae puesto ya se le habría disparado una erección en plena playa.
“¿Todo bien, caballeros?”
La voz del mesero le pone alerta. Siente que los vellos de la nuca se le erizan y su primer instinto es rodear a Tobio con su brazo.
“¿Me puede traer una piña colada, por favor?”
“Claro que sí. ¿A usted?”
A Shouyou se le acelera el corazón, pero se compone con un suspiro y una caricia que Tobio le regala en el interior de su brazo. “Agua mineral. Gracias”.
El mesero se despide, les deja un coso con el número de sus camastros para que les lleven las bebidas y se va lentamente porque la mirada de Shouyou sigue sobre él.
“Oye, ¿puedes tomar alcohol ahora?”
“Sí, no pasa nada. Normalmente hace que me duela la cabeza, pero cuando estoy en celo sólo me pone más cachondo”.
La boca casi se le estira en una sonrisa, pero se contiene porque eso sería como decirle a Tobio que se alegra porque se ponga cachondo. “Bueno, si te sientes mal o algo, nos iremos de inmediato”.
“Sí, sí”.
Parece que va a caer dormido en cualquier momento. No sabía si estaba cansado por haber nadado toda la tarde o por la visita a los monolitos de la mañana. Habían estado de un extremo a otro de la isla en apenas estos dos primeros días. Y en Roma y Sicilia no había sido diferente. Cuando Tobio le dijo que quería que conociera lo más que pudiera, lo decía en serio.
En todo este tiempo no se han tocado ni siquiera una sola vez. Lo cual no es queja, sólo observación. Una muy sorprendente observación, dado que Tobio no le había quitado las manos de encima cuando fue a visitarlo a Río hace un año.
Ahora todo era tranquilidad y unos cariñitos muy reservados. Algo fuera de lo ordinario, pero que le gusta mucho. Los besos calientes de Tobio son exquisitos, pero los dulces le calientan el alma.
“Hinata”.
“Dime”.
“Quiero ir a comer al restaurante de mariscos de ayer”.
“Ah, sí. Estaba muy bueno”. Abre los ojos y se estira de tal manera que puede ver toda la amplitud de sus hombros y pecho. “¿Qué no odiabas los mariscos?”
“Esos estaban buenos”. Los lentes de sol que descansaban en su cabeza se cayeron al camastro, dejando unos pelitos despeinados que apuntaban aquí y allá. “Quiero algo diferente de vez en cuando”.
Ama verlo caprichoso. Cambiante. Se había enamorado del Tobio cuerdo y peculiar que armaba pases divinos, pero también del ebrio de amor que se deshacía hilo por hilo en su abrazo, así como del Tobio que era una bestia dormida esperando a hacerlo sentir cómodo para atacarlo cuando menos se lo espera.
Otra vez se está poniendo sentimental por todo este asunto de su boda y el marcaje. Bueno, su “boda”. Había sido sólo una firma de papeles por el momento, sus familias ni siquiera estaban enteradas. Su boda al fin y al cabo, y grande o pequeña, al fin se había unido a Tobio.
¡Ahhhh! Ya va a llorar sólo de recordar lo contento que se sentía su Omega ese día.
“Su orden. Salud”.
“Gracias”.
“Gracias, muy amable”.
El Omega bebe de la copa y un bigotito de espuma blanca se le queda en el borde de su labio. Parece ser que pudo intuir cómo se sentía. Y debía ser porque compartían un pedacito de corazón ahora. O sólo porque le quiere mucho y ya le conoce.
Eran las cuatro cuando regresaron de la playa para vestirse e ir a comer. Sus horarios perfectos de deportistas se habían arruinado un poco con sus vacaciones. En un día normal, despertar a las diez sería un sacrilegio para ambos, pero es que no podían pelear la comodidad que era estar en una cama de hotel envueltos en un abrazo y el color azul del cielo y el mar cada mañana.
Después de jugar por tanto tiempo sin descanso, ahora ninguno sentía esa urgencia de pensar en una pelota o de sentir la textura de sus uniformes sobre su piel. Ahora todo estaba muy calmado en sus cabezas, sólo buscaban la compañía del otro y con eso estaban más que felices.
El restaurante al que fueron a petición del Omega quedaba a quince minutos caminando y a unos pasos de la playa. De hecho, tenían la opción de comer en una parte del restaurante que tenía contacto directo con la arena. Pero tanto Tobio como Shouyou, principalmente Shouyou, ya no tenían ganas de sentir arena bajo sus pies. Todo había sido pasto, arena, tierra y rocas estos días, ya necesitaban algo de firmeza bajo sus pies.
Cenaron junto a una pecera que les recordó este restaurante en Tokio en donde puedes pedir al pez que quieras. El ambiente era amenizado por una banda que tocaba en vivo y los meseros hacían todo lo posible para que no hubiera ningún malentendido entre ellos por la barrera del idioma.
Pero no había necesidad. Tobio ya casi dominaba el italiano y Shouyou se enamoraba más cada vez que le escuchaba hablar.
Durante este viaje lo único que han hecho es caer rendidos más y más. Shouyou creía que no había manera en que pudiera quererle más, pero ahí estaba.
“¿Puedo robarte un poco?”
“Claro”.
Es un sentimiento muy bonito el tener la cabeza llena de Tobio nada más, sin una nueva temporada de partidos acercándose, sin tener qué pensar en qué va a cocinarse para la semana o en que el nuevo gimnasio que abrieron cerca de su casa tiene nuevas máquinas y ya quiere probarlas todas. Sólo Tobio.
Le deja tomar lo que quiera de su ensalada y acerca su mano para encontrarse con la suya del otro lado de la mesa.
Y se miran a los ojos y parece que se armó el momento perfecto: la música ahora es lenta y le acompaña la voz aterciopelada de una talentosa cantante, las olas del mar se mecen afuera, las luces del techo iluminan el rostro de Tobio de tal manera que sus ojos se ven más grandes y su piel acaramelada.
“Te ves muy lindo. ¿Te puedo tomar una foto?”
“Estoy comiendo, no quiero una foto comiendo”. Dice mientras mastica. Hace una cara graciosa cuando intenta tragar todo lo que tenía en la boca y bebe de su copa para después poner una sonrisa enorme de ojos cerrados. “Ya. Ya”.
“¡Pff!”
“¿Ya la tomaste?”
“Ya”. Dice, pero no baja la cámara que apunta a su pareja. “¿Por qué cerraste los ojos?”
“No me gusta el flash. Y siempre se te olvida quitarlo”.
“Oh, tienes razón. Ya, una sin flash”.
Ahora pone una cara seria y levanta las dos manos para enmarcarse con dos señales de amor y paz. Shouyou siente que se le acelera el corazón.
“Oye, con flash no se veía muy bien, pero… Estás un poco rojo”.
“Ah, sí. Es que ya se me está pasando el efecto de la medicina”.
“¿Y por qué me dices hasta ahora?”
En un gesto que solía molestarle, Tobio alza los hombros y niega suavemente. “Todavía no acabas con tu salteado”.
“Bueno, gracias por el detalle”. Inconscientemente, pesca más verduras y carne con su tenedor para meterse bocados grandes. “Pero si te empiezas a sentir mal, dime de inmediato, ¿sí?”
“Sí”.
Salieron del restaurante y nada pasó. A pesar de que ambos sentían ese cosquilleo que les llega cuando saben que van a pasarse una noche entera follando, entre los dos todo pasaba como si nada. Como si no se les revolvieran las tripas con solo tocarse o como si no se les apretara la garganta de sólo pensar en las posibilidades.
“¿Quieres postre?” Le pregunta tomado de la mano. Y antes de que se le salga decirle una majadería, asiente con la cabeza y mira a la tienda de dulces frente a ellos que Tobio está señalando. “Yo te invito”.
“Gracias”.
El sabor del chocolate de un bollo con almendras se resbala en su boca que, por alguna razón, está salivando mucho. Le sabe delicioso, y eso que ya estaba lleno por haber comido antes. Pero al dar una olida en el aire cerca de su pareja es que se da cuenta del por qué: el efecto del neutralizador se acabó por completo y el fármaco que controlaba sus síntomas ya se metabolizó en su totalidad.
Y él está ahí, como si nada, caminando despacio y metiéndose bizcochos con almendra a la boca.
“Oye, ¿no te sientes mal?”
“No. ¿Por qué?”
Él está ahí, también, viendo las estrellas del lado en donde el mar se pone bravo y la marea sube, mirando el alumbrado del lado en donde ya hay asfalto bajo sus pies y las tiendas y bares empiezan a darle la bienvenida a la noche. Tobio camina como si no quisiera dar vuelta a la esquina en donde continua su camino para llegar al hotel. Tobio le sujeta de la mano como si él fuera el que le mantiene anclado para que no se vaya flotando al suelo.
Le pide un poco de su galleta de mantequilla y Tobio la acerca a su boca con la mirada fija en sus labios que se abren.
“Kageyama”.
“Dime”.
Dejan de caminar cuando llegan a la puerta del jardín que les recibe para entrar a la recepción de su hotel. Es un jardín precioso con muchas flores y arbustos.
“¿Estás nervioso?”
El sonrojo en sus mejillas se vuelve todavía más evidente y asiente con una mirada de lo más linda.
“Muy nervioso”.
“Yo también”.
El enrejado cruje cuando la puerta se abre. La recepcionista les saluda cuando entran y ellos se adentran en el pasillo principal en el que se disponen las habitaciones. Más que habitaciones, eran pequeñas casas cada una con una piscina privada. En sí, el “hotel” era más bien una hacienda a las orillas de la playa.
Ahí nadie entraba más que ellos. Eran los dos solos con una piscina de piedra caliza y vista al mar sin nada más que hacer que llegar a descansar y abrazarse en la noche.
Así que, ahora que ya están tan entrados en materia, Shouyou piensa que habían rentado un paraíso. Porque en ese pequeño nicho con decoración mediterránea y clima estupendo podían pasar los siguientes días sin la menor preocupación, sin el más mínimo estrés, sólo él haciendo sentir bien a su Omega y su Omega con la única obligación de disfrutar.
Shouyou pasa la llave por el picaporte y, una vez entraron, echa el seguro al cerrojo lentamente, asegurándose de que en verdad lo esté haciendo y que no vaya a dejar la puerta abierta por accidente.
Porque de aquí no van a salir en un buen tiempo y lo que menos quiere es ser interrumpidos.
“Si quieres, puedo ir sacando la ropa y tus prendas para que puedas armar un nido mientras te metes a…”
Un abrazo de Tobio le descompone por completo y le saca un jadeo desde un gran espasmo en el abdomen. Se le ha acercado por atrás y le envuelve con sus manos en el pecho. Su cuerpo robusto está caliente y, a juzgar por su olor, ya está dentro del apabullante celo que ha estado conteniendo por días.
“Hay que bañarnos juntos”.
“Ah… Eh… Sí, si quieres”.
Le ha descolocado en unos segundos. Perdió la capacidad de hablar, se ha quedado con la lengua acalambrada en el paladar.
Su aroma está tan intenso que se sorprende de que nadie se les haya acercado antes. Está tan intenso que él mismo ya está en un poderoso calor que no se le va a bajar ni con agua helada. Está tan intenso que no ha dejado de olfatear el aire en su dirección ni cuando Tobio se le acercó para desvestirle ni cuando le arrastró al baño para poder desnudarlo.
“¿Así está bien el agua?” Le pregunta agitando su mano frente a su rostro. Por la manera en que le mira, se da cuenta del trance en el que se montó.
“Ah, sí. A mí me gusta fría, pero como tú quieras, Tobio”.
“¿Fría? ¿Qué te pasa?”
Sus ojos van de un lugar a otro en el baño y es que recuerda que sí tenían que bañarse porque cuando regresaron del mar sólo se quitaron el agua salada. Ni bien llegaron él ya había empezado a preparar todo para atenderle, qué vergüenza.
“Listo”.
Entonces se da cuenta de lo fuerte que es su Omega; ahí compuesto llenando la tina para darse un baño mientras tiembla y todo el cuerpo se le colorea por la fiebre que le está llegando. Se obliga a salir del calor para adelantársele en el agua y tenderle su mano.
“Ah, gracias”.
Se da cuenta también de lo nerviosos que estaban los dos. Se han visto desnudos muchas veces, y mucho más que eso también muchas veces. Han follado, se han dicho muchas cosas a veces rayando en lo indecente y han hecho casi de todo.
Pero, ¿esto?
Se sentía como la primera vez, como volverse a conocer. Porque su cuerpo ya estaba marcado por él muchas veces, pero no de la manera en que parece que va a suceder. Tobio le ha tocado el alma innumerables veces desde que le encontró, pero nunca se ha adueñado de él de una manera tan pura como lo está haciendo ahora.
Y mientras le lava la espalda y le acaricia para relajar sus músculos tensos, Shouyou piensa que no hay nada que temer. Pero la lógica no funciona ahora. No cuando se desean tanto que no saben ni qué hacer.
“Oye, Hinata”.
Ah. Le llamó por su apellido. Eso sólo significa una cosa.
“Ya no quiero nada. No por hoy”.
Y, ¿honestamente? Él estaba pensando exactamente lo mismo. Está tan nervioso que en todo este momento no se le ha parado. Si no puede tocarle sin temblar, ¿cómo podrá atenderle? No podrá marcarle, eso ni se diga.
“Entiendo”.
“Pero te la puedo chupar. De eso sí tengo ganas”.
“Ah, no. No creo que puedas hacer la gran cosa. Parezco gelatina, te lo juro. Mira”. La sonrisa que le roba cuando le enseña sus manos temblorosas le hace sentir un poco más tranquilo. “Lo siento, Tobio”.
“No, no. No te preocupes. Yo tampoco sé por qué me siento tan nervioso”.
“Supongo que es normal… Porque… Bueno, para mí pensar en marcarte es… Es como si me pidieran hacer una cirugía a corazón abierto”.
“Ah. Ya veo”. Toma sus manos entre las suyas y le besa el dorso de una. “A mí me da miedo que duela”.
“Oh, ni siquiera había pensado en eso. Tienes razón, eso me da más miedo”.
La cabeza mojada del Omega cae en su hombro. Tobio está sentado abrazando sus piernas con la espalda en su pecho. Por su postura, está seguro que quería tomarlo así, atreviéndose a intentar una nueva posición. Pero ahora ninguno está dispuesto a moverse. En parte sienten calma y en parte podrían ponerse a reír histéricamente.
“Pero muchas gracias por hoy. Sé que a partir de ahora prácticamente no podremos hacer más turismo, pero me regalaste un día muy memorable hoy”.
Su querido Tobio está viendo que se va a desmayar y viene y le dice estas cosas.
“No hay nada qué agradecer”.
El baño termina, se ponen lociones y colonia y quedan listos para irse a la cama a dormir. Conversan un rato, haciendo un recuento de todo lo que han vivido estos últimos días. Tobio no se calla con Sicilia, está asombrado por las personas que se aventaban desde un risco pequeño e igualmente resentido con él por no dejarle subir e intentarlo. También recuerdan la primera vez que Tobio visitó Brasil y cómo se volvió casi un hábito pasar sus vacaciones de dos años seguidos en Río de Janeiro.
Shouyou estaba pensando iniciar la conversación acerca de a dónde se mudarían cuando regresaran a Japón, pero Tobio dejó de contestarle y se quedó dormido abrazándole por el torso. Eran apenas las diez, pero estaban los dos muy cansados por todo lo que habían caminado y nadado. Le trajo un sentimiento nostálgico como cuando iba cada vez más a campamentos de entrenamiento en su último año de preparatoria. Y el sol no quemaba tanto como en Río, pero bien podría acostumbrarse.
Es como Tobio le dijo: “Ya estando a tu lado, podría acostumbrarme a casi cualquier cosa”.
Había despertado sobresaltado muchas veces en su vida. Por una alarma que olvidó que tenía puesta, por una alarma que no atendió y despertó cuando escuchó que la puerta de la entrada de su casa se cerraba, cuando recién llegó a Brasil y el sonido de la alarma de la puerta se desactivaba cuando Pedro entraba en la madrugada al llegar de una fiesta… Despertar sobresaltado le pasa a cualquiera.
Pero lo de ahora casi hace que cague el corazón.
Estuvo despertando constantemente en la madrugada. Había sido un buen sueño, pero despertaba cada tanto porque su cuerpo respondía automáticamente al aroma de Tobio. Así que cuando despertó, esperaba encontrarse con el cancel de la habitación que daba a la piscina. Pero no fue así.
En su lugar, se encontró de lleno con la cara de Tobio a meros centímetros de la suya.
Tenía los ojos bien abiertos y las pupilas dilatadas. Estaba sudando y respiraba pesado.
Parecía que se lo iba a comer, que estaba listo para atacar.
Bueno, no parecía. Eso era.
“Ay, por fin”. Dijo así sin más y se le lanzó para robarle el beso más grosero que hayan tenido. Le lamió la boca entera y se metió entre sus dientes casi que empujando su camino con toda la fuerza que tenía su lengua.
Y sus manos le estrujaban el pecho y las nalgas, le acercaban a su cuerpo y embestía mientras le comía la boca.
Juró perder el aliento. Juró ver blanco por unos momentos.
El intenso hedor de Tobio estaba en cada parte de su cuerpo, estaba tan pesado que no podía respirar bien. Y con su Omega prendido de su boca, sentía que se estaba ahogando.
Con todo el dolor de su corazón, tuvo que empujarlo. Casi le tira de la cama, pero ni así consiguió unos segundos de descanso.
“Ah, tómame ya. Por favor, por favor. Ya, Shouyou”.
“E-espera, espera un segundo. ¡Déjame despertar!”
“Ya estás despierto”. Jadea, acercándosele una vez más. “Ya estoy listo, ya. Ya, por favor”.
“Tobio, espera. Espera”. Le toma de los hombros para acostarlo en la cama. Se calma siempre que siente su peso sobre él. “¿Cómo te sientes?”
“Estoy resbaloso y caliente”. Lo toma desprevenido y le roba un segundo beso agresivo que le cuesta unas mordidas en los labios antes de hallar tregua.
“No, espera. ¿Te duele algo? ¿A qué hora despertaste?”
“Hace como quince minutos”. Shouyou se da cuenta de que le puede mantener entretenido un rato si hace presión en su vientre. Él encima y aplastándolo en la cama con su palma sobando su barriga, ha logrado someterle. “Me dolió mucho el estómago”.
“¿Aquí?”
Todo su cuerpo se sacude al sentir la caricia de su mano, cómo le mantiene quieto y su mente deja de pensar. “Ahí”, murmura.
Las piernas ya se le sienten pesadas y adormecidas. Será cuestión de minutos para que empiece a decir soeces a la menor provocación.
Despertar así había sido como ver la cuenta después de echar cosas al carrito sin fijarse en el precio.
Un escalofrío le recorrió toda la espalda y se arqueó fuerte. Tobio está mirándole, suplicándole, y mece suavemente las caderas debajo de él, ráfagas de dulce almizcle disparadas directo a volverle loco por la nariz.
“Alfa…”
“Dame unos minutos, ¿sí? ¿No quieres tomar un baño?”
“No, me limpié en cuanto desperté”. Siente la necesidad de recompensarlo por eso que ha confesado. Le da un beso que les roba el aliento a ambos. “Ya estoy listo”.
Parece que después de acostumbrarse a vivir aquí durante las vacaciones, Tobio ha entrado sin problemas en sus días más fértiles. Podía notar lo incómodo que le hacía sentir el medicamento, pero no había dicho nada porque sabía que Tobio esperaba el momento indicado.
Y ahora ya están ahí.
Shouyou sigue nervioso como niño en su primer día de escuela. Pero Tobio está esperándole con toda la paciencia del mundo a que decida actuar. Lame el pulgar de la mano que le acaricia la mejilla y le dedica la mirada más maja, esa que le declara su amor en cuestión de segundos y le destruye desde adentro.
“Ven aquí”.
No sabe por qué, pero lloriquea cuando le envuelve en su abrazo. Su cuerpo está tan caliente, es un parche enorme parche de Icy-Hot en su pecho y abdomen, le hace querer empujarlo en la cama una vez más.
“Fóllame”.
“En seguida. Primero déjame tocarte un poco, ¿sí?” El jadeo que recibe en respuesta en más que suficiente. “Ven”.
Aprovechando que está ya tan manejable, le empuja poquito a uno de sus límites. Le toma por la cintura y, bajo su mirada preocupada, se las arregla para tenerlo encima con las dos piernas bien abiertas a cada lado de su regazo.
Tiene su amplio pecho saludándole, las manos de ambos juntas para mantener el equilibrio, su carita asustada que se ruboriza de mejilla a majilla y hasta en la frente.
Tobio está sintiendo su mirada con cada centímetro de su caliente cuerpo y, sin pensarlo, está montándole con movimientos suaves de su cadera sobre su creciente erección. Suelta todo su aroma, vapor envolviéndoles, el sol de la mañana entrando por la ventana y delineando su silueta.
Ayer apenas y podían verse a los ojos y hoy no pueden dejar de mirarse.
“Dame un beso”.
Y ahora entiende por qué.
“Déjame tomar un poco de agua, ¿sí? Me dio mucha vergüenza cuando me besaste así nada más hace rato”.
Tobio cepilla su nariz en el cuenco de sus clavículas, sus labios apenas rozándole la piel. “A mí no me molesta”.
“A mí sí”. Con trabajos pudo alcanzar el vaso de agua sobre la cómoda. Tiene tanta sed que el agua le sabe dulce. “¿Quieres?”
Sus cabellos le hacen cosquillas cuando asiente. Le acerca el vaso con cuidado y Tobio casi se acaba toda el agua.
“¿No habías tomado agua?”
“No”. Dice después de pasar el agua. “Tampoco he comido nada”.
“Ah, bueno. Tampoco es tan tarde”. Se mueve en la cama con Tobio en sus brazos y alcanza su teléfono. “Es de hecho muy temprano”.
“¿Tienes sueño?”
“No. Ya estoy muy despierto”. Un empujoncito de sus caderas hace que Tobio se olvide de la poquita compostura que había recobrado. “Dime, ¿me dejas prepararte con la lengua?”
Saca aire por su boca y se le cierran los ojos al sentirlo abrazándole de nuevo. Lentamente, tentando, suelta sus manos y le recorre la espalda con la punta de los dedos. Sus músculos están tensos, puede sentir cada figura, firme y definida, cada pequeño movimiento que hace porque ha empezado a jugar con sus pezones y los tiene muy sensibles cuando está en calor.
“Shouyou”.
“¿Qué pasa?”
“¿Puedo bajar?”
Una mano va segura a tomarle la entrepierna. Sólo tiene puestos unos calzoncillos, así que Tobio fácilmente entra y le siente desnudo.
“Si quieres”. Su corazón empieza a latir muy fuerte en respuesta al toque de Tobio. “¿Te ayudo?”
“Sí puedo solo, gracias”. Dice, pero le pide una mano que no deja de sostener hasta que tiene las dos rodillas en el suelo y sus muslos juntos. Como es tan alto, a veces es un esfuerzo muy grande el encorvarse tanto para poder satisfacerle.
Pero Tobio siempre complace.
Es como si supiera que hierve en ganas de alabarle cada que hace algo así de bien.
Tobio le toma por la base y baja en él lento, dándose el tiempo de saborear y de recorrerle toda la piel con la lengua, tensa, relajada, lamiendo como si fuera una paleta y poniéndola plana para acariciarle mejor en la punta. Al principio sólo lo hace para entretenerse, pero cuando ya ha salivado lo suficiente y puede subir y bajar más rápido, es cuando empieza lo bueno. Entonces, lento para no lastimar, Shouyou se pone de pie y le peina los cabellos para atrás, el gesto indirecto que comparte con él para pedirle permiso y empezar a empujar.
“Quería hacerte esto desde que me desperté. Y tú estabas muy cómodo ahí sin darte cuenta”.
“Es que estaba dormido, amor. Lo siento”.
Murmura algo, sus manos apoyando su cuerpo en sus muslos. Sus labios están hinchados sobre el glande rosado, apenas haciendo presión y dando un par de piquitos cortos.
“Ah…”
Shouyou echa la cabeza hacia atrás al verse envuelto por completo, el Omega tragando todo lo que puede de una sola vez para entrar en confianza. Y cuando Shouyou ya está lo suficientemente duro, puede golpearle ese velo de tejido suave en las fauces, ahí en donde su garganta se cierra, ese lugar que le hace lagrimear y ponerse sensible, curvar la espalda y sacar el culo.
“Ah, mierda…”
Tiene la lengua suelta y ya no puede contenerla con la mandíbula tan relajada, dándole paso libre al Alfa para follarle la boca hasta donde alcance. Hace tiempo que aprendió a controlar la mayoría de su reflejo de arcada, sólo es cuestión de empezar lento y dejar que se acostumbre.
Porque sabe que a Tobio le encanta. Los ojos se le van para atrás con un par de embestidas rápidas y es lo mejor correrse cuando ha tenido su permiso expresado en un fuerte apretón con las dos manos en sus muslos y su gemir ahogado con su polla hasta adentro.
“Ah~ Tu cara, Tobio… ¿Te encanta que te haga esto verdad?”
Tiene la cara coloreada en un rubor intenso. Está perdido y le mira fijamente con los ojos mojados, Shouyou plenamente consciente de que está igual de excitado por verle sintiéndose tan bien.
“Te gusta sentir que me deslizo hasta lo más profundo sin resistencia alguna, ¿verdad? De la misma manera que hago con tu culo”.
Se sacude de pies a cabeza, sus uñas clavándose en la piel de sus piernas. Las narinas se abren rápidamente para respirar cada que Shouyou sale y le saca un poco de saliva por las comisuras al volver a entrar. Se ve lindísimo con las mejillas huecas. Y tiene hasta las orejas rojas.
Tobio no deja de mirarle y, cuando alcanza su límite, sus ojos parecen dos faritos que buscan devorarle de un bocado. Está en un limbo, sometido, delirante, contento con tenerle reducido a una expresión lasciva y sin poder contener los colmillos en sus encías.
“Ah, Tobio, ah~ Ah, joder, joder, joder~ Mmmh…”
Shouyou se tambalea unos pasitos hacia adelante pues el Omega ha arqueado la lengua y la siente mojando sus bolas. Nunca había hecho eso. ¡Se volvió loco!
“Ah, Tobio~ Tobio, mierda…”
Como un demente, Tobio se ríe mientras le llena la boca con su semen. Sus pestañas se ven tupidas por estar mojadas y sus cejas van para arriba cuando empuja una última vez en su garganta.
“Deja de decir mierda cuando te la estoy mamando, por favor…” Habla jadeante y sin pronunciar bien algunas consonantes. Sin embargo, no se separa mucho de su pene todavía hinchado.
“Perdón, perdón, es que… Ah, no sé qué otra cosa decir. Lo hiciste muy bien, gracias”.
Duele un poco, pero no haya cómo pedirle a Tobio que le suelte. Acaricia su mejilla con su polla entera, adorándole, y se baja a besarle el bulbo incompleto que se formó en ella. Y sus manos subieron por sus muslos hasta alcanzar su espalda baja, acercando la ingle a su cara sin oportunidad de retroceder.
“¿Cómo te sientes?”
“Estoy muy mojado”. Habla con la punta entre los labios. “Ya te quiero adentro”.
“Tienes que soltarme para eso, Tobio”.
“Mm… Es que no puedo dejar de lamerte. No puedo dejar de chuparte”.
No entiende cómo, pero ya está duro otra vez. No a todo lo que puede llegar, pero sí lo suficiente para que Tobio se la pueda meter a la boca otra vez.
“No te preocupes, tenla todo lo que quieras, sólo… Déjame sentar, ¿sí?”
Camina de reversa, Tobio todavía lamiéndole y con los párpados temblorosos. Verlo andar de rodillas sin soltarle es de lo más caliente. Y, una vez al borde de la cama, le toma por la cabeza para bajar la agresividad de sus movimientos. No es la primera vez que sigue después de un orgasmo, pero la sensación no le agrada del todo.
Cuando Tobio siente lo lento que le está controlando, se lo saca de la boca y mejor va a por sus testículos. Están pesados y calientes, tensos a su cuerpo en deseos de correrse de nuevo.
“Mmm~ Sí… Ah, eso se siente bien”.
“¿Sí?”
“Sí. Sí, amor. Mira cómo me tienes, ah~”
Estaba completamente recuperado. Tenía marcadas las venas del dorso, un logro que solo Tobio podía adjudicarse.
Y, contento por eso, su miradita coqueta regresa. Esta vez tiene más libertad de hablar, por lo que no se contiene y le suelta cumplidos a diestra y siniestra: “Están tan calientes, Shou”, “Ah, la tienes tan roja, se ve deliciosa”, “Ya la quiero tener dentro”, “¿Puedes golpearme la cara un poco con ella?”. Toda la sangre que no tiene en la polla se le sube a la cabeza, se está poniendo salvaje y el aroma en constante aumento del Omega está mejorando las cosas.
“Eres tan lindo, Shouyou. Hasta aquí estás lindo, mm~”
“¡Ah! G-gracias, ahh~”
“¿Crees que…?” Las puntas de sus dedos le peinan los vellos del pubis. Se queda un rato ahí, jugando con la sensible piel del escroto y halando algunos pelitos, Shouyou temblando entero. “¿Crees puedas prepararme frente al espejo?”
Ah, lo había olvidado por completo. Justo ahora están dándole la espalda a un espejo enorme que abarca toda la pared. Pensó, la primera tarde que pasaron aquí, que sería muy molesto porque el sol sale justo en frente y el reflejo les da directo a la cama en las mañanas. Pero Tobio tiene toda la razón.
Habrá que intentarlo.
“Ah, Tobio~ Tobio~”
“¿Puedes hacerlo?”
“Ah… Ah~ ¿Quieres que lo haga?”
“Sí, me gustaría”. Ya tiene las dos manos ocupadas en él, está halando con mucha insistencia. “Me gustaría mucho, por favor”.
“¡Ah! ¡Ahh! ¡Ah, Tobio!”
El bulbo se le llena otra vez y siente que está a segundos de venirse, con suerte, en la cara de su Omega. Tobio por fin le suelta los testículos y le mira desde abajo, sentado en el suelo, su mano siendo reemplazada por la del Alfa.
“Córrete en mi boca”.
“Ah… Ah, sí, Tobio. Pon tu boca, amor. Bésame, ¿sí?”
Así hace. Parece emocionarse junto con él, los ojos cerrados y sus manos jugando con sus pechos como si quisiera alzarlos para atrapar su semen. Y le toma con su boca en el momento justo en el que todo su cuerpo se retuerce y se empuja contra sus labios esponjados.
“Mmh… Ah… Ah…”
“Fue menos”.
Abrió los ojos de golpe al escucharle. “Ah. ¡No! Te tragaste lo primero, ¿verdad?”
“No me pasaste un pañuelo”.
“Ay, no. Perdón, Tobio, en serio. No lo recordé, lo siento”.
“No, no te disculpes. Está bien”.
¿Cómo podría recordarlo? Si, de la misma manera, está comiéndole otra vez sin oportunidad de que haga nada. Es como si quisiera volverlo loco.
“Ya, ya suéltame”.
“Perdón”.
Sus manos tiemblan cuando le toma la cara. Se huele en él y no le resulta desagradable, al contrario. Le limpia con cuidado, Tobio le agradece con un beso y el instinto en su pecho ronronea por tener así a su Omega.
“Shouyou…”
Tobio no ha perdido el tiempo. Se ha abrazado a él y ya está subiendo a sus piernas otra vez. Él está mimando y acicalándole mientras Tobio se sienta para tomarlos a los dos con una mano y empezar a masturbar.
“Espera, Tobio. No me toques todavía”.
“Perdón, perdón”. Gimotea, impaciente. “Es que me duele”.
“¿Dónde?”
Los ya saben la respuesta. Tobio sigue la mirada del Alfa a su vientre y, se estremece, su polla pega un brinco. Shouyou infla el pecho y traga saliva.
“Voy a ponerme un condón”. Da su advertencia, esta vez no está dispuesto a aceptar un no por respuesta. Y aunque pone una expresión de lo más mosqueada, le ignora y le deja sobre la cama para buscar en el fondo de la maleta que está en una esquina de la habitación. “¿Me lo quieres poner?”
“Póntelo tú”. Gruñe, sentado sobre sus rodillas con los muslos juntos.
Sin poder todavía recobrar la fuerza de sus músculos, Shouyou sólo ríe y le alcanza en la cama. “Traje dos”.
“Tch”.
“No te enojes así conmigo, por favor”. Tobio ya no huye de su mirada cuando pronuncia esas dos últimas palabras. “Prometimos esperar dos años más, ¿recuerdas?”
“Claro que le recuerdo”. Sus hombros se relajan y se acerca por voluntad propia a él, hombro con hombro y una de sus manos sobre una de las de él. “Pero no puedo controlarlo. No después de haberte comido así”.
“Ah, te luciste, sin duda”. Sus labios hacen una sonrisa altanera y rompe la mirada que tenían para cerrar los ojos unos segundos. “Oye y, ¿sigues con ganas de verte al espejo?”
“Ah, sí. Por favor”.
“Vale”.
Le roba un beso que Tobio corresponde al segundo siguiente y los dos se acomodan en la cama para estar frente a sus reflejos.
Shouyou creyó que Tobio estaba como tomate, pero era la misma historia para él.
Y los dos se veían con la piel radiante, luminosos, como si les hubieran dado un elixir o algo así. La luz del sol está dorada allá afuera y hace que sus cabellos se prendan en castaño brillante. Tobio, embelesado con su mirada en sus ojos a través del espejo, le acaricia el muslo de poquito a poco hasta llegar a rozarle la erección por unos segundos.
“¿Cómo quieres hacerlo? Dime y yo lo hago”.
“Eh… No sé cómo sea mejor”. Su voz está empezando a quebrarse. “No quiero que me dé el sol en los ojos”.
“Tendrías que sentarte en mis piernas, ¿no? Pero dándome la espalda”
Sus hombros se encogen, está mordiéndose los labios y es cuando se mueve para buscar complacer su fantasía que Shouyou se percata de que está lubricando tanto que ha mojado las sábanas.
“Así, Tobio”. Le invita, sus manos en su espalda baja, a cada lado de sus flancos, apretando lo suficiente para hundir sus dedos en la carne. “Ah, puedo ver todo tu trasero”.
Traga saliva al ver en el espejo la respuesta del esfínter a sus palabras, como en un saludo.
“Nh~”
“Bien, ahora… Creo que tengo que hacerme un poco para atrás. Si estamos tanto al borde no creo que alcances a ver bien”.
Tobio ya no dice nada. Su vista está fija en el espejo, en la manera tan dulce en que Shouyou le toca y le ayuda a moverse sobre él, en sus brazos fuertes que se flexionan para sostenerle y cómo sus pieles contrastan.
“Agárrate de mi cuello”. Murmura en su oído, Tobio como de plastilina. “Así. Eso es. ¿Cómo te sientes? ¿Estás cómodo?”
Le responde con su cabeza e inconscientemente lame sus labios. La vista es mejor de lo que imaginó. Y veía su cuerpo todos los días, hasta se había visto los genitales varias veces con ayuda de un espejo pequeño y sus pies. Pero no así.
No sabía cómo explicarlo. No sabía que uno podía excitarse viéndose a sí mismo.
¿Esto era lo que veía Shouyou?
“Estás precioso”. Captura en sus ojos el momento justo en el que Shouyou le toma de la mandíbula para besarle la mejilla. Su sonrisa es tan sensual. “¿Qué tanto miras, eh?”
“Me estoy… Me di cuenta de que soy bastante ardiente”.
“¿Hasta ahora?” Tobio le sigue a su risa y su cuerpo se relaja por completo. “Yo te amo completo, pero tu cuerpo siempre ha sido mi debilidad”.
Su mano en su nuca le peina el cabello y le hace querer estar más cerca. Piel con piel. Dentro de él, aliviando el dolor del vacío en su vientre, regalándole calma a su cuerpo.
“A mí también me gusta mucho tu cuerpo”. Gime, presa de las manos del Alfa que se pasean por donde pueden.
“A mí me gusta más”.
“Ay, no empieces”. Cierra sus ojos y le entrega toda su confianza. “Mejor tócame ya”.
Le borra el entrecejo fruncido y se pone en acción, de manera automática pero no por eso menos auténtica. Es que tocar a Tobio le viene tan natural; no tiene qué preocuparse por si está haciendo las cosas bien, si al Omega le gusta más aquí que allá. Él sólo va a donde siente que le quiere y las cosas avanzan como tienen qué avanzar y se sienten como se tienen que sentir.
Super bien. Calientes. Le roba un beso entre cada toque, entre cada caricia, y Tobio mira al espejo con total satisfacción.
“Ah~”
“¿Te puedo decir algo? Me es muy difícil encontrar tu próstata con esta posición”.
“Sí, es bastante difícil, a veces ni yo puedo hacerlo”. Abre y cierra los labios, su respiración ya pesada. “Pero no me importa, eso que haces cuando sales y separas los dedos… ¡Ah~~!”
“Se siente bien, ¿verdad? Sentí que te apretabas y se me quedó hacerlo todo el tiempo”.
“Ah~ Ah, Alfa~”
A Tobio le gusta que le abrace mientras le está dilatando. Cuando está en celo no es mucho problema, un par de minutos bastan y ya está listo. Y de hecho en este momento es completamente innecesario. Pero, de nuevo, a Tobio le gusta que le abrace mientras le está dilatando. Le gusta sentirse apresado en sus brazos. Le gusta sentir su peso en su cuerpo. Le gusta sentirse caliente, como cobijado. Todo esto le ayuda a relajarse, a abrirse más, a permitirse sentir las cosas hasta la última punta del último nervio en su cuerpo.
Porque, en un hecho que a Shouyou a veces se le va por completo de la cabeza, a Tobio le gusta mucho usar su agujero.
Bastante.
Demasiado, diría en esas veces que no le da tregua.
Así que, en momentos como este, que Tobio está amansado con sus dedos dentro, mordiendo tranquilo la piel junto a la uña de su pulgar, es que se recuerda lo sensacional que es el celo del Omega.
Que la primavera es linda y todo, pero lo es aún más porque significa que su bonito Omega se pone febril y a su completa disposición. Bueno, en realidad es Shouyou el que se pone a disposición suya. Pero su cuerpo amanece prácticamente listo para ser llenado sin más preámbulos.
Sale de él y le palpa la entrada con las yemas, apenas haciendo presión. Tobio sigue con la mirada perdida en el reflejo del espejo, en las manos del Alfa haciendo de todo con su entrada.
“Ah, quiero comerte. Me dieron muchas ganas después de hacer esto”.
“No, ya. Fóllame ya, ya no aguanto”.
Ni él. No se aguanta las ganas de besarle la boca de la manera más agresiva posible y hala sus cabellos para tenerlo como quiere. Y sólo así siente que su acelerado corazón se calma un poco. Tobio no se contiene de hacerle saber con su voz lo listo que se encuentra para recibirle y, ya por completo poseído por el Omega de su cuerpo, se acuesta en la cama con las piernas bien abiertas y sus manos enseñándole el camino que quiere que siga.
“Shou…”
“Voy, voy”. Le dice, deslizando el anillo del condón por su renovada erección y se coloca encima de Tobio, él sonriente porque su novio se ve fantástico cuando está excitado, le recibe con un abrazo de brazos y piernas. “Ah, ya la quiero meter”.
“Pues hazlo”.
Empieza a sonar molesto. Pero le va a picar sólo un poquito más.
Tobio mira con descaro cuando coloca una almohada debajo de su coxis y le toma de las caderas con suma delicadeza. Su cara roja se pone aún más roja. Y casi le sale vapor de la piel al sentir el glande tentando las aguas con un par de empujoncitos que no llegan a nada que le guste.
Está lleno de sangre allá abajo, tan reprimido que la erección se le fue y es su parte de atrás la que está toda sensible y rechoncha. Siente los espasmos y Shouyou ya empezó a besarle el cuello, pero sin hacer nada todavía.
Y la única razón por la que no ha hablado es porque tiene la mente ida.
Todo se siente tan bien…
No es suficiente, ni en broma, pero es… Tan bueno.
“¿Listo?”
Le da su permiso con un beso y se dedica a disfrutar de la sensación de su polla abriéndose camino en su interior. A pesar de estar de lo más relajado y de haber sido preparado por él, se pone estrecho en cuanto Shouyou se mueve. Porque es la única manera en que puede sentir cada detalle de su figura y que esta se marque en su interior. Y, como un secreto muy suyo, así recuerda la manera en que lo hicieron por primera vez.
Brusco y rápido, hasta torpe.
“Ahh~ Ah…”
Pero así le gusta. Así es Shouyou y ama eso.
“Ah, tan bueno como siempre”. Tobio tiembla debajo de él y él lo hace todavía más cuando le da un beso en la frente.
Y, como siempre, empieza lento. Tobio protesta un par de veces, sus labios haciendo un mohín, pero se toma su tiempo. Se deja deslumbrar por la imagen que hace al entrar y salir de su cuerpo, juega con sus pezones un rato y, cuando el Omega empieza a moverse por su cuenta es que se decide a apresurar el paso.
Y le jode, le jode como Tobio se merece, primero profundo y después priorizando la velocidad, deteniéndose sólo para reclamarle con un beso y dejarlo añorando el siguiente.
Pasea sus manos por su torso y le toma desprevenido con un chupón en su cuello.
“Ah, Shouyou… Se siente muy bien… Nh~ Ah, ah~”
“¿Sí? Qué bueno, amor. Tú también me haces sentir genial”.
Se deja tocar, se deja lamer. Se piden besos y se miran a los ojos por lo que parecen minutos que fueron fugaces segundos. En algún momento, Shouyou gira su cabeza, apenas unos centímetros, pero lo suficiente para que el espejo vuelva a llamar su atención.
“Oh…”
“Ah~ ¿Qué…? ¿Qué pasa?”
“Mira”.
En contra de su voluntad, Tobio es levantado de su cómodo nicho de almohadas y sábanas para sentarse en su regazo. Su pene se encaja más profundo en su interior y él no se contiene en expresar lo delicioso que eso fue.
“Mira”.
Sus ojos están llorosos, tiene que parpadear un par de veces para poder enfocar bien.
“Ah, joder”.
De este viaje se llevará muchos recuerdos, muchos más souvenirs y una idea que no le dejará dormir hasta que la cumpla: tiene que comprar un espejo de cuerpo completo para poder verse mientras follan. ¡Es fantástico! ¿Por qué no se les había ocurrido antes?
“Con razón tienen esto en los hoteles de amor”.
“Ah, en el techo, ¿no?”
“Sí… Oh, en el techo estaría mejor”.
“Yo tendría espejos en las cuatro paredes”.
“No, tampoco”. No deja que se les vaya el calor del momento y le abraza muy junto a su pecho. “Con uno basta”.
Tobio frunce el ceño y se entrega de nuevo a que le haga el amor. Le tiembla el corazón al sentir la cabeza de Shouyou descansando en su seno, todo caliente y acariciando su mejilla en su piel. Pero el vientre le cosquillea al verse reflejado.
Ya había tenido una buena vista hace rato, y seguía prendiéndose al recordar cómo se veía. Pero ahora es otra cosa. Ahora su cuerpo está en una postura que le permite ver los resultados de su entrenamiento de la mejor manera. Ahora ve su trasero respingado que va de adelante hacia atrás en un ángulo tremendamente erótico para recibir a Shouyou. Ahora ve cómo acoge al Alfa en un abrazo muy fuerte, y sus manos bronceadas que le ayudan a que las embestidas sean más agudas sosteniéndole firmemente las caderas.
“Shouyou… Shouyou, qué rico~”
“¿Sí, Tobio?”
“Sí, ah~”
Es un desastre. No puede mantenerse erguido y deja que Shouyou le abrace con más fuerza y le proteja de caer; ya ha encontrado su punto bueno y se lo deja saber con la voz más suave que le sale.
“Te tengo, te tengo”.
Shouyou ha empezado a ir más rápido y él no puede dejar de verlos.
“Ah… Shouyou… Shouyou…”
“Dime”. Un espasmo les hace sacudir a los dos, se apretó al verle tan intoxicado y con la boca entreabierta. “¿Qué pasa?”
Su Alfa pone la cara más linda cuando le ve sonreír.
“Me veo como un sueño cuando me estás follando”.
Y el momento en el que siente cómo crece en su interior no tiene precio. Son segundos que le ponen la sangre a hervir. Ve estrellas por un instante y regresa a apretarle fuerte con los brazos.
“¡Ah! ¡Ahh~! ¡Ah, siii~!”
Una de las expresiones de placer de Tobio es sacar la lengua. En la preparatoria solía hacerlo cuando se sentía explotar, pero ahora lo hace más seguido y ha dejado de restringirse. Jadea con la lengua afuera como un perro que regresa de un paseo. Va desde que asome la punta apenas por el borde de los labios hasta que la mandíbula se le relaje por completo y Tobio empiece a hiperventilar. Es un indicador innegable de lo bien que se está sintiendo y algo que le sirve a Shouyou para saber si ir más rápido para acabarle o mejor empezar a estimularlo de otra manera.
Y, con el tiempo, sacar la lengua también le servía para sacar la tensión cuando siente que se corre. Adoptó ese gesto como suyo.
Y era enervante. Shouyou no era un mojigato ni nada, pero sacar la lengua a la vez que gime porque se le derrite la polla en el recto de su Omega le hacía sentir como en un AV.
Eso era una cosa. Otra muy diferente es que los dos, en una coincidencia de esas que no tienes el suficiente tiempo para disfrutar, estén cara a cara, con la lengua afuera y tocándose la una con la otra por los instantes en los que Shouyou se impulsa para adentrarse dentro del delicioso fervor de Tobio.
No le quiere besar, no todavía. No cuando Tobio ya está lagrimeando y se le salen unos moquitos. Está a punto de correrse, pero no de la manera que le hace poner ojitos de huevo cosido. Mejor se esfuerza en salir del estupor y hacerle cosquillas en el oído con su nariz, a amasarle sus perfectos glúteos y a mantener con todas sus fuerzas ese ángulo con la espalda baja y los bíceps para exprimirle hasta la última gota de corrida.
“¡Ahhh! ¡Ah! ¡Ah, me vengo! Me vengo, Shou~”
“Adelante, amor”. Susurra en la piel irritada de su cuello.
Y no necesitaba de su autorización o algo por el estilo, pero escucharlo animarle así le puso como nunca se imaginó.
“¡Ahh!” Lloriquea. Se aferra a él con la cara escondida en su pecho y las uñas rasguñándole la espalda. Se le quiebra la voz y el aliento que se le escapa sopla por accidente en su polla furiosa y enrojecida. Shouyou no deja de empujar hasta que deja de gemir tan alto, haciendo sólo soniditos que le empujan más al borde del orgasmo. “Ah, Shou~ Um~ Nh…”
“¿Sigo?”
“Sí, por favor…”
Entonces deja de pensar, se pone en blanco. No cree que pueda aguantar más si sigue así. Probablemente se le cumpla su fantasía y pueda hacerle sexo oral, porque no va a poder servirle otra vez después de esta.
Tobio le pide un beso con la lengua de fuera y él concede. Y es así que explota en su interior, no pudiéndose aguantar las ganas de chuparle la lengua y gruñir desde el fondo de su garganta, desde el centro de su pecho para intimidarle. Abre los ojos a medio orgasmo y ve a Tobio mirándole fijamente, igual que alguien haría al observar un cometa cruzar el cielo o ver caer el primer copo de nieve del invierno.
“Mm~ Mm… Haah~”
Shouyou se vulnera ante Tobio y a él también se le escapan algunas lágrimas, sus párpados sin poderse mantener muy abiertos para sostenerle la mirada.
El Omega sigue apretándose sobre él, rítmicamente y hasta que Shouyou le pide que por favor pare pues ha sido suficiente para él y ni siquiera es medio día.
“Ah, Tobio~”
“Debiste verte, pusiste una cara…”
“Uf… Es mi tercer orgasmo del día, ¿qué cara quieres que ponga?”
Los dos ríen y hocican sus narices en la cara del otro, disfrutando de la euforia que todavía les recorre el cuerpo. El aroma de Tobio no se ha diluido ni un poquito y, después de esto, parece que se ha concentrado más.
Pero no hay ninguna acción suya que le invite a hacer otra cosa más que seguir prolongado ese sentimiento que les calma los nervios aturdidos del cuerpo. Se besan, se lamen por aquí y por allá y, después de que los dos se cansan de estar sentados, se acuestan en la cama. Sin poderse separar mucho, eso sí.
“Ay…”
“¿Estás bien?”
“Sí, no te preocupes. Me duele un poco la espalda por el esfuerzo”.
“Me hubieras dicho. ¿No estabas cómodo?”
Le alivia la expresión preocupada con un beso. “Estaba de lo más cómodo, gracias”.
Tobio le suelta, le da un último beso y descansa su cabeza en las almohadas, sus cabellos despeinados y una expresión de lo más relajada. Y, cuando Shouyou aprovechó que se alejó de él unos segundos para sacarse el condón y limpiarse, no pudo evitar notar que su pareja tenía un muy turgente problema entre sus piernas.
“Oye, Tobio. Dame unos minutos, ¿sí?”
“¿Eh? ¿Para qué?”
“Para atenderte de nuevo. Te quedaste con ganas de más, ¿verdad?”
Mete sus labios a su boca en una sonrisa tímida, sus ojos mirándole por escasos segundos. Y se le sale una risita curiosa, muy graciosa.
“Mejor vamos a desayunar antes. No quiero que te desmayes”.
“Yo estoy bien”. Se apresura a decirle. “Pero necesito descansar un rato, no me puedo poder duro tan pronto”.
“No, no es necesario. No te preocupes”. Él también dice lo más rápido que puede sin interrumpirle. “Tenemos todo el tiempo del mundo”.
Entendiendo la belleza de la convivencia con Tobio, Shouyou tiene paz.
La verdad es que estar junto a él, convivir en un espacio en el que los dos hacen su parte, fue fácil. Y no porque ya hayan estado en un equipo juntos ni porque asistieron a la misma escuela. Cuando Tobio viajaba a Osaka y él a Sendai y tenían que compartir departamento los dos, se dieron cuenta de que sus usos y costumbres no eran tan diferentes. Querían lo mismo, les disgustaba casi lo mismo, sus límites eran muy parecidos.
Era como si estuvieran destinados para vivir juntos.
Por tanto, este viaje sólo reafirmó lo bien que se llevan ambos.
A Shouyou se le da muy bien la cocina. Sin querer seguir el estereotipo de un Alfa, se dedicó a afinar sus habilidades culinarias por Tobio en un principio y, en resultado, para él. A Tobio se le daba muy bien lavar la ropa, su personalidad quisquillosa le permitía separar bien las prendas por colores y calcular la cantidad perfecta de suavizante para que oliera bien durante semanas.
Trabajaban en sinergia, tanto en la cancha, como siendo rivales, como viviendo bajo el mismo techo.
Después de un breve viaje a un centro de autoservicio, Shouyou preparaba una comida sencilla pero nutritiva para los dos. En serio no quería seguir el estereotipo, lo jura, pero le era casi imposible no querer alimentar a Tobio en cada oportunidad que tenía. Mientras el Omega estaba ocupado armando su nido, él emplataba y preparaba un cambio de ropa para cuando salieran de bañarse.
La verdad es que se sentían como una tormenta a punto de caer.
Ya sabían lo que iban a hacer. Ya sabían que la piel les quemaba por tocarse y que estaban fingiendo no tener ganas de empezar a hacerse un desastre.
Pero ahora todo era calma y formalidad. Porque nada se obtiene a la fuerza. Y tienen hambre. Apenas pudieron quitarse las manos de encima, no querían tener que pasar por el proceso de separación tan cerca de la noche, el momento en el que Tobio estuviera más listo para aceptar su marca.
Se seguían con la mirada, pero se obligaban a mantener la compostura.
“Oye, Hinata”.
Había vuelto a llamarlo por su apellido. Shouyou sabía que, si le llamaba por su nombre, Tobio ya no podría mantener la fachada.
“Voy a ir llenando la tina”.
“Está bien. ¿Quieres agua o una bebida deportiva?”
“Agua”. Le contesta desde el baño.
Shouyou podía sentir cómo se le iba la paciencia con cada segundo que pasaba. Tobio no tenía neutralizador puesto. Vestía una camiseta de tirantes y unos pantaloncillos cortos muy cortos. Andaba descalzo por la habitación. Y seguía sin peinarse.
“Ya está”.
Y sale de la habitación con la carita más adorable. Ha olido la comida y le gruñó el estómago.
“Gracias por la comida”.
“Gracias por la comida”.
Comen en silencio, Tobio ya no se contiene de mirarle fijamente. Y le hace perder la paciencia más rápido de lo que imaginó.
“¿Quieres follar y nos olvidamos de darnos un baño?”
“Podemos limpiarnos, pero no tomar un baño”. Está de acuerdo con él, pero el no asearse es un no definitivo.
Así que, con esta nueva meta en sus cabezas atontadas por el celo, se embuten todo lo que pueden en la boca para acabar rápido con la comida. Tobio siente que es una total falta de respeto a la comida de Shouyou, pero no piensa mucho en ello. No cuando Shouyou ya empieza a oler tan fuerte, agitado.
Así, corren al cuarto de baño, usando el agua de la tina para darse una ducha rápida. Shouyou sale para preparar todo mientras Tobio se alista. Es un sentimiento muy bonito. Lo único con lo que puede compararlo es como cuando está haciendo estiramientos antes de un partido. Sabe todo lo que va a pasar, sabe qué debe de hacer, pero es la anticipación de cómo se va a sentir todo eso lo que le puede.
Entonces Tobio sale del baño y se tira en la cama y toma el bote con loción que Shouyou le ofrece desde la orilla de la cama.
“¿Tú ya te pusiste?”
“Ya”.
Shouyou babea al verle untarse la piel con la loción. Está agradecido consigo mismo por haber recordado que Tobio de seguro no iba a querer hacer nada más una vez saliera de bañarse.
“Listo. Ya estoy todo suavecito y humectado. Ya puedes empezar”.
“Oye, hay algo que quiero pedirte”.
Sube a la cama y Tobio se crispa todo.
Ya follaron. Ya se hablaron un montón de cosas antes de la comida. Ya se cansaron. Hasta durmieron un rato.
Ya se amaron hasta hartarse. Pero después de pasar poco más de una hora separados, ya es borrón y cuenta nueva.
Como si no hubiera despertado a merced de tres orgasmos seguidos. Como si no hubiera llorado por tenerle dentro sin descanso por una hora.
“Quiero comerte otra vez”.
“Ay, no. Ya no… O bueno, si no te puedes aguantar…”
“¿Por qué? ¿Te lastimé?”
“Me cogiste toda la tarde, por supuesto que estoy algo lastimado”.
“No lo digas así, suena muy feo”.
“Es que ni siquiera me follaste. Me cogiste, me jodiste”. Su cara entera se pinta de rojo. Se lame los labios al terminar de pronunciar cada palabra y jala aire como si hubiera hecho cardio. “No me quejo, sólo te digo que claro que estoy irritado”.
Pero no puede sacar la idea de su cabeza.
Desde que le hizo el amor hace unas horas no puede dejar de pensar en lo siguiente: Tobio pudo tener dos orgasmos seguidos. Y estuvo a punto de tener un tercero, pero le pidió que se alejara antes de poder averiguarlo.
Pero es ahora quiere averiguarlo. Ahora en serio quiere ver si podrá lograrlo.
“Por favor. Lo haré despacio, de la manera que tú me digas”.
“Mm…” Refunfuña. Le mira sin muchas ganas, con la cara ruborizada hasta el extremo y su erección creciendo, pero con una expresión de desgano. “Está bien, maldita sea. Haz lo que quieras”.
“Ah, no te vas a arrepentir, amor”.
“No me llames así”.
“¿Qué? ¿Por qué?”
“Sólo me gusta que me llames así cuando me follas. Me excita mucho y no quiero correrme todavía”.
¿Estaba fingiendo que no sabía sus intenciones o en serio no las sabía?
Como sea, no le da más tiempo de retractarse y se arrastra hasta que le tiene en frente, en todo su esplendor recién bañado y perfumado. Y, como hace rato, primero inicia con una felación. De las mejores que le ha hecho, esforzándose a pesar de que sabe que a Tobio no le gusta mucho recibir atención por el frente.
Lame y besa su enorme polla, siguiendo cada vena que se empieza a marcar por el cuerpo, haciendo una succión suave en donde Tobio le indica.
“Nn~”
“No te gusta mucho, ¿verdad?”
“No se siente tan bien”. Suspira.
“Bien. Voy a bajar más”.
Y, a sus palabras, es que Tobio empieza a impacientarse.
“Voy a abrirte un poco”.
“Sí…”
Puede ver chispitas en su mirar. Ya sabe que Tobio quiere que se lo haga otra vez. Pero también cree que quiere correrse por primera vez al tenerlo dentro, no así. Pero bueno, ya le dijo que podía. Así que se va a dar rienda suelta para poderlo todo suave y jugoso antes de entrar en él.
Pone su lengua a buen uso, firme, dura, y empieza a estimularlo para tenerlo dispuesto. Entonces entra un dedo, dos fácilmente y Tobio empieza a apretarse cuando entran tres. Gime dulcemente y abre más sus piernas.
Le recompensa su buen trabajo con caricias en su cabello todavía húmedo. Y no se avergüenza de montarle la lengua con las caderas cuando así lo quiere.
Tobio deja que le coman el culo con el mayor de los gustos, satisfecho y recibiendo cada una de sus lamidas y chupones con la voz más erótica.
“Ah, Shouyou…”
Empieza a sentir que se le tensan los músculos de la mandíbula, así que baja el ritmo por un momento y se dedica a dibujar trazos largos con su lengua plana sobre la entrada mojada. Tobio se vuelve loco con eso.
“Ah… Ah, se siente muy bien~”
Y cuando sus halagos empiezan a subir de volumen, Shouyou mete dos dedos con cuidado. La verdad era que sí le había lastimado un poco y sí se sentía culpable por haberle tomado tan brusco hace rato. Pero está muy excitado como para pensar en ir lento o en detenerse para dejarle descansar.
Ahora lo que quiere es provocarle un intenso orgasmo con su boca. Será la mamada de ego más grande que le pueda dar.
“Ah~”
“¿Te chupo aquí?”
“Sí, por favor”.
No sabe cómo reaccionará cuando lo logre. Porque ahora ya se siente muy desencajado; tiene un muy duro problema que no se atreve a atender porque se va a correr en el momento en que lo haga. Mejor deja que su mente vuele al hincharle los ovarios con la succión de sus labios.
Tobio empieza a respirar rápido y su abdomen se contrae en espasmos.
“Ah, Shouyou… Ah, lo quiero~ Quiero que me lo metas, por favor, ahh~”
“¿Ya no sigo?”
“Ah~ Ah…”
Está sintiéndolo tanto que ya se puso suave. Y aunque sabe que no puede sentirlo tanto como los dedos que le soban la próstata, igual se permite chupar un poco su pene flácido porque la textura y aroma de Tobio se sienten extrañamente bien.
Y cuando el Omega empieza a aferrarse a las sábanas y a entonar con el aliento en un hilo, sabe que debe regresar a comerle.
Y, como apenas va empezando en su investigación, lo da todo en estos besos y chupones para volverlo loco.
“¡Ahh!” Le ve desde abajo sacando la lengua, su pecho por completo contraído y sus brazos haciendo fuerza sosteniéndose de su cabeza. “¡Ah, Shouyou! ¡Ahh~!”
Es maravilloso sentir como se cierne en su lengua, como se aprieta y sus músculos pierden el control. Sentirlo así le provoca un escalofrío: así es como le atrapa la polla después de una buena follada. Tobio suelta una maldición, pero sigue celebrando su orgasmo. Y, sobresaltado, pega un gritito al sentir que Shouyou no se despega de él.
“Ah… Ah~ Ah, ah… ¿Shouyou?”
El torrente de humedad que salió de él fue a dar directo a su boca. Y él bebió sediento, como si no se hubiera recuperado de electrolitos hace rato que fueron a comprar comida. Tenía los ojos entrecerrados y seguía prendido de él y sus dedos empujando.
Fue lo mismo en la tarde. Se quedó vacío por unos segundos después de beberse la corrida de Tobio. Y Tobio había reaccionado igual; asustado, la voz temblorosa y sin poder parar de encajar las caderas en su cara.
“Ah… Ah, asi~ Así, más rápido…”
Era como si se hubieran puesto de acuerdo. Shouyou puso a trabajar su mandíbula y se dejó llevar por la mano del Omega que le tomaba por los cabellos y marcaba el ritmo.
“Ah, joder… ¡Ah! ¡Ah!”
“Mmh~”
“Ah, Shouyou~ Shouyou, Shouyou, ahh~”
Juró que se corrió con ese último orgasmo de Tobio. Pero no fue así. Fue como un chispazo que le prendió el cuerpo y le impulsó a seguir. Las piernas del Omega se acalambraron, aprisionando su cabeza en su lugar. Y podía sentir con su cara cada músculo de su entrepierna contrayéndose en espasmos. Se le cerraron por completo los ojos de puro placer y, tentando su suerte, avanzó con sus dedos para encontrar el nudillo en su interior una vez más.
Despacio, en serio muy despacio. Obtuvo un negativa de su parte en forma de gruñido, pero aún así siguió. Porque Tobio no se había corrido de manera tradicional, entonces no hay ningún periodo refractario que le impida llevarlo a la locura.
“¿Se siente bien, amor?”
“Ah, sí… Es mucho, es… Ah, es muy bueno, ah~”
Puede sentir que se aleja. Puede sentir incluso que le está apachurrando la cabeza con más fuerza de la que debería. Pero en serio no puede dejar de comerle, su lengua está entumecida y sus labios no dejan de darle besitos. Le lagrimean los ojos, por alguna extraña razón, pero él continúa mamando y palpando, gimiendo con Tobio y empujando sus caderas en la cama para obtener aunque sea un poquito de liberación.
“¡Ah! Shouyou, no… ¡Ahh~!”
Se asustó un poco con ese “No”, pero igual siguió. Y, un poco de su raciocinio regresándole a la cabeza, empujó con menos fuerza de sus manos pero con más rapidez de su lengua, más agresividad de su boca para poner sensible su piel mojada. Ya casi lo tenía, estaba seguro, él podía sentirlo en la boca de su estómago, en el fondo de su cerebro.
“¡Haa~! ¡Hah! ¡Ahh!”
Es lo más en trance que le ha visto. Se encorva con la espalda pegada en la cama y, como sabe que haría, busca mirarle otra vez mientras se entrega a su orgasmo, luchando con los reclamos de su cuerpo por rendirse ante el gozo, peleando para ganarse esa vista y deshacerse hilo a hilo con todas las de la ley.
“¡Jodido Hinata imbécil! ¡Sentí que me moría!”
Al escucharle no se aguanta la carcajada. De hecho, se estaba poniendo un poco fiero y quería ver cuánto tardaría en golpearle antes de dejarle en serio, pero esa risa le hizo recobrar el sentido.
“¿Cómo estuve?”
“Siento que se me va a salir el corazón…” Le cuesta trabajo normalizar su respiración. Y con Shouyou entre sus piernas, le es aún más difícil pensar bien. “Diablos, ¿qué te pasó?”
“Es que me gusta mucho hacerte así”. Murmura en su oído, ya incorporándose para tomar el condón de la mesita de noche. “¿Me pasas un pañuelo?”
“¿Me dejas limpiarte? Con… Mi lengua”.
Estuvo a un pelo de rana calva de correrse ipso facto. Pero Tobio no se lo permitió. No cuando se le abalanzó y empezó a lamerle la cara. Se quedó petrificado. Y no es que le desagrade. Pero, ¿hacerle eso después de haberle comido con tanto ímpetu? Era como un gracias fenomenal.
“Ay, te amo”.
“Yo también”. Le deja un último lametón en los labios y se tumba de vuelta con la espalda en la cama. “Déjame descansar, ¿sí? No creo que pueda recibirte después de lo que hiciste”.
“Está bien”.
“Puedo tocarte, si quieres”.
“No, no. Está bien, yo te espero”.
Tobio tiene los hombros rojos, de la misma manera que él después de pasar un rato debajo del sol. Y apuesta a que su espalda igual, por la congestión mecánica de estar acostado tanto tiempo. Cuando se sienta y usa shorts, la cara dorsal de sus muslos también se pone roja y no se puede resistir las ganas de darle un apretón.
Cuando Tobio acaba de tener un orgasmo, todo el cuerpo se le pone rosado brillante. Y, como es de tez pálida, lo rosa le queda de maravilla. Tobio siempre se ve como una escultura, pero ahora se ve como la obra maestra de cualquier artista. La verdad es que no entiende cómo pudo perderse los detalles de su expresión víctima del placer hace unos segundos.
Ahora no será así.
“¿Tobio?”
“¿Qué pasa?”
“Ven”.
Él sonríe, acepta su invitación y se acuesta a su lado. Como sigue dopado por sus orgasmos, no se molesta en meter la barriga o en presentarse con la espalda erguida. Simplemente se acuesta, se dedica a disfrutar de sus mimos y se relaja.
“¿Cómo te sientes?”
“Mejor”.
Pero quiere una expresión explícita de su consentimiento. Así que pregunta otra vez.
“¿Mejor?”
“Sí, ya… Me está dando sueño”.
“Oh. Está bien, duerme un rato si quieres”.
“No, es como… Me cansé mucho después de eso”. Sin que Shouyou se lo esperara, le toma la cara con ambas manos y le besa de piquito. “Pero no estoy nada satisfecho”.
Se miran a los ojos y Shouyou no puede evitar reírse, casi carcajear. A él también se le suben los colores por todas partes.
“Ah, ese es mi Tobio”.
El Omega pela sus dientes en una hermosa sonrisa, aceptando el cumplido. Le abraza y le pide que le bese el cuello, que le chupe los pezones y que le empape con su aroma.
Y Shouyou hace todo eso y más. Con sus acciones, esos pequeños cariñitos que puede darle, le demuestra una vez más lo agradecido de ser el Alfa que le sirva un celo una vez más. Porque cada celo con él es maravilloso.
Es, en honor a la verdad, celestial.
Porque Tobio está sufriendo, está doliente y ofuscado, y el único que puede ayudarle es Shouyou. Con su cuerpo y su amor, con sus caricias y sus besos, alimentándole un hambre especial, satisfaciendo un instinto crudo.
“Shou”.
“Dime, amor”.
“¿Me lo haces en cuatro? Tengo ganas de otro orgasmo”.
Tobio ya está levantándose de la cama y alzando el culo en su dirección. Y él ya está respirando apresurado, su erección casi llorando porque ya no aguanta otro segundo más.
“Lo que gustes, no dudes en decirme”.
Tobio tiembla todo cuando, él ya expuesto, es tomado por Shouyou del cuello y es forzado a levantar el pecho de la cama. Sus manos van a la pared, sintiéndose de alguna manera más vulnerable ante el Alfa.
Shouyou se le acerca, haciéndole cosquillas en la espalda con sus dedos, Tobio mojándose todavía más. “¿Puedo empezar fuerte?”
“Nh~ Pero no seas tan bruto como hace rato”.
“Lo prometo”. Susurra, Tobio apretando las piernas. Ya con el condón puesto, se toca en su entrada y es recibido por un suave chapoteo. “Si quieres que me detenga, golpéame”.
“¿Eh? ¿Qué te golpeé?”
“Es que a veces dices “No”, pero no lo dices en serio. Me confundo”.
“Mejor te voy a decir que pares y más te vale escucharme, ¿sí?” Gira la cabeza para encontrarse con sus ojos.
“Sí, Tobio, lo prometo”.
Dice. Pero al hacer presión con su glande, hay una muy ruidosa voz en el fondo de su cabeza que le grita que lo reclame. Que por favor lo reclame. Que lo haga “suyo”. Una voz ridícula, pequeña porque su ego ya no es tanto, pero igual de molesta. Y no es que esté en desacuerdo. Él ya sabe que el amor de Tobio sí le pertenece. Pero eso de creer que su cuerpo va a ser “suyo” porque le deje estúpido de tanto follar es como un pensamiento cavernícola con el cual no puede vibrar igual.
No por eso es menos excitante, eso sí.
El Omega menea las caderas y él le palmea un glúteo para tranquilizarle. Se ha quedado pensando mucho tiempo y le hizo impacientarse. “Alza un poco más, amor. Eso”. Murmura, besando su oído y recibiendo gustoso el culo de su Omega como abrazando su pene.
Se lo ha ganado. Le ha preparado como se debe y está listo; suave, mojado, hinchado. Listo.
“Ah~” Gime Tobio, y echa su cuerpo hacia atrás para que entre toda su polla y no solo la punta. “Shou…”
“¡Ah!”
Sin querer hacerle esperar más, entra y retrae un poco la pelvis para que acabe de acostumbrarse a tenerlo dentro. No es que lo necesite. Pero sabe lo mucho que a Tobio le gusta sentirse apisonado por él.
“Ah… Ah~ Ah, Shou~”
“¿Cómo te sientes?”
“Me siento muy feliz”. Jadea. Una gotita de sudor escurre por su cien y Shouyou no duda en limpiarla. “Ya puedes ir fuerte”.
La temperatura de su cuerpo sube de golpe. Y es normal cuando están teniendo sexo, pero le sube como si fuera un parche térmico de farmacia. Entonces se da cuenta de que Tobio está igual.
“Ah~ Ahh~ Ah, más fuerte… Más fuerte, por favor”.
Están los dos sufriendo de una fiebre muy fuerte. Es tan alta que hasta se siente débil, igual que un resfriado. Pero no tiene sentido, hace no más de cinco minutos estaban bien.
“Ah, Tobio~ No te aprietes tanto”.
“Ahh~ Mm…”
¿Será…?
“Tobio”.
Para verificar sus sospechas, y sin dejar de moverse, expone su cuello. Sus glándulas están más hinchadas de lo normal, están produciendo tanto perfume que puede verlo escurriendo hasta sus clavículas.
“Oye, Tobio”.
Inconscientemente ha empezado a embestirle con más fuerza. Su cuerpo está respondiendo por sí solo a la disparatada cantidad de feromonas que está inhalando.
“Ah, Alfa~ Alfa, Alfa, m-mi voz… ¡Ah~!”
“¿Te vas a correr otra vez?”
“No, no es eso. Es que… ¡Ahh!”
Tobio está muy raro. Su cuerpo es delicioso como siempre, pero está actuando muy extraño. Si le llama, no responde. Y está gimiendo más alto de lo normal.
“¿Qué tiene tu voz? ¿Te duele la garganta?”
“Ah~ N-no, es que… ¡Ah! ¡Ahh! Haa~ Ah, mmh~”
Y lo peor de todo es que él tampoco tiene muchas ganas de parar. Se siente raro, pero sus caderas se mueven por sí solas, no puede detenerse.
“Ah, quiero gritar… Quiero gritar, en serio voy a gritar, ¡ahhh!”
“Pero… No entiendo. Puedes gritar, amor”. Le asegura, enderezándose para poder tener un agarre más firme.
Toma sus caderas estrechas con ambas manos y empieza a penetrarle de manera más puntual, con más fuerza y trabajando los músculos de sus muslos.
“Ah~ Ah, para, para… Shou, para, ah~”
“¿Qué? ¿Seguro?”
“Sí… Para… Ah~”
Apenas se detiene, Tobio se desploma en la cama. Le cuesta trabajo respirar, ve cómo sus costillas se expanden pero su garganta se cierra antes de que entre aire.
Y se le encoje el corazón de verlo así. Siente que le ha lastimado. Hirviendo, le deja con cuidado y le cubre con su cuerpo. Le besa la frente y le invita a hablar con su atenta mirada.
“¿Todo bien?”
“Ugh… Es que…” Shouyou se siente la peor persona del mundo al ver unos lagrimones escurriendo de sus ojos. “Se empezó a sentir muy bien… Muy, muy bien, pensé que me iba a volver loco”.
“¿Te asustó?”
“Sí”.
Tan indefenso como suena, Shouyou termina de perder la lucidez con lo que sucede a continuación. Sabía que Tobio estaba en forma, sabía que era flexible. Pero no así. Frente a él, en un despliegue innegable de sus habilidades de atleta y amante, Tobio empieza a moverse como en un baile sensual, sus caderas de lado a lado y pronto de adelante hacia atrás. Y, como si no se sintiera ya lo suficientemente animal, Tobio se gira y cambia su posición para acostarse sobre su espalda.
Y es todo. Todo. Desde que pudo ver cada detalle, como salió un poco para volver a meterse en él, hasta sus músculos contrayéndose, las lonjitas de su abdomen cuando buscaba permanecer unido a él, cómo sus brazos temblaban para sostener su peso en el colchón y su expresión de satisfacción cuando puso alzar las manos y pedirle un abrazo. Como, cómodamente, Tobio abría las piernas y le invitaba a seguir.
Es que hace las cosas como Tobio las quiere porque así se siente deseado, irremplazable, indispensable.
¡Smooch~!
Y va sin que tenga que decirlo, pero que Tobio le diga lo bien que está haciendo las cosas no tiene precio. Daría lo que fuera por escucharle susurrarle al oído, por estar dentro de él para siempre, por sentir cómo se aferra a él sin descuidar su placer.
“Ah, sí~”
“¿Es ahí?”
“Sí, sí…”
Parece disco rayado, pero atender un celo de Tobio es de las mejores cosas que se le pudo conceder. Entre eso y el voleibol, no sabe por cuál de las dos moriría primero.
“¡Ah, ah, ah~! ¡Ah, Shouyou~~!”
Sus pechos rebotan cuando la fuerza de sus empujes aumenta. Le penetra rápida y cruelmente y Tobio empieza a apretar la mandíbula, uno de sus bonitos colmillos asomándose entre sus labios. E intenta mantener su promesa, el cielo sabe que sí, pero no puede pensar en otra cosa que en su mojado interior temblando alrededor de su duro pene.
Le folla bien y bonito, de la manera en que los lleva al borde, y Tobio ya no puede pronunciar oraciones coherentes. En segundos, el de mayor estatura es un hermoso lío de sudor y resuellos contraltos.
“¡Ah! ¡Ah! ¿P-por qué…? ¡Umm~ Ah…!”
“¿Por qué qué, amor?”
“¿Por qué se siente tan bien?” Solloza. Hace tiempo que empezó a dejar salir lágrimas, el tipo de lágrimas que no conmovieron nada al Alfa. “Me estás amando tan bien…”
Es como una llamarada. Sus palabras son gasolina y el pobre Shouyou un montón de leña seca quemándose. La cara se le contrae cuando le siente apretarse más y la lengua se le sale de la boca, sus ojos van para atrás.
Quiere lamerle la manzana de Adán, pero su cerebro no reacciona para otra cosa que no sea profanarle. Está follándole tan duro que siente que podría metérsele hasta las bolas si no tiene cuidado. El culo de Tobio hace unos sonidos de lo más sucios, ya están en esa zona blanca del sexo en la que no se reconocen ni se tienen sentimientos, sólo sensaciones.
Están acariciando un orgasmo temible y casi logran hacerlo suyo.
“Shou… Shou, detente… Detente”.
Y, así como sentía la cabeza en las nubes, a una palabra de Tobio él obedece sin pensar. Se detiene en seco, pero empieza a embestir suavemente para poder sacarle las palabras del llanto que se ha privado.
“¿Qué pasa, amor?”
“Es que… Estoy viendo borroso”.
Tobio tenía una cara de tragedia griega, pero él no pudo evitar reírse. Hasta se sintió mal por cómo le miró, asustado y sin poder creer lo que escuchaba.
“Es que estás llorando”.
“¿Qué? ¡No estoy llorando!”
“¿Por qué mientes? Estás llorando”. Tobio se tensa al sentirlo acercarse, pero siente su tacto en su rostro y se acerca para acariciarse en su mano. “¿Te duele algo?”
“No… No, nada”.
No va a darle una buena respuesta. Le pidió que se detuviera, pero él no pudo hacer lo mismo. Así que espera el momento justo y, cuando ya pudo capturar el ritmo de Tobio es que empieza a imponer el suyo. E, igual que cuando uno se masturba y se orilla a propósito, esa pequeña pausa no hizo más que avivar la caza de su orgasmo.
Se sentían como animales. Tobio terminó primero, con las manos y los ojos bien abiertos, completamente despejado a los agresivos arrumacos de Shouyou. Y éste, gruñendo casi como un perro, seguía usando su cuerpo fogoso.
Está dominándolo. Está dominándolo de manera incuestionable, con sus besos que le reclaman entero, el suave acariciar de sus manos en sus caderas y las bonitas querencias que le gime al oído. Está dominándolo, poseyendo su cuerpo, adueñándose de su placer y regalándole un orgasmo tras otro. Está dominándole mientras se rompe entero sobre él y se desploma ya rendido, no pudiendo ni respirar, retrasando su propio alivio.
Porque al vacío de su mente ha llegado su hermoso rostro. Tobio está comiéndoselo desde su lugar entre las almohadas y prendas de ambos. Está sonriendo, sus ojos irritados por tantas lágrimas que ha derramado.
“Joder, qué bien te ves, Shouyou~”
Está dominándolo. Y, ya poniéndose un poco egoísta, hala de sus cabellos con un puño y se estremece al escuchar a su Omega pedirle todavía más fuerza. Le hace sentir como que no puede tener suficiente de él, que lo quiere mucho, que sin él no disfrutaría tanto de su cuerpo.
Que le quiere. Que le quiere, como Alfa y como hombre, como su pareja y como su amigo. Que le quiere, mucho.
Que quiere su marca, que sus dientes perforen su piel, que le duela, que le reclame, que adorne y lastime su cuello.
“Dime”.
La respiración de Tobio se vuelve delicada en cuanto le escucha. Su voz es bajita y sus manos tiemblan al tocarle el pecho. Tobio tiembla y entreabre los labios.
“¿A quién necesitas, ángel? ¿A quién amas?”
“Márcame, márcame, márcame, márcame, márcame, márcame, márcame, márcame, márcame…” Piensa. Falta poco para que el nudo de Shouyou empiece a estorbarles. Y teme que se desmaye, está ya muy cansado como para poder seguirle el ritmo. Ha empezado a llorar otra vez, pero no aleja su mirada de él. Y, follándole tan perfectamente como siempre, Shouyou espera su respuesta.
Respuesta que no llega en palabras. Ni en acciones. Llega naturalmente, con una esencia tenue a caramelo, a vainilla, como incienso. Llega con una sonrisa de Tobio y el salir irremediable de sus colmillos.
“Abrázame”.
“Sí, Tobio”.
Y, con los ojos bien cerrados y las nalgas bien apretadas para contenerse, Shouyou abre la boca para tomar su delicado cuello con sus cuatro colmillos. Y no duda, no titubea, ni siquiera lo piensa. Su polla palpita refugiada en su interior en el momento en el que entran los filos a su piel. Cierra su mandíbula para poder inmovilizarlo bien y la saliva empieza a escurrir por sus comisuras. Tobio lloriquea y se queda quietecito, sin decir una palabra ni nada.
Es como si el tiempo estuviera pasando muy rápido, no siente que esté experimentando todas las sensaciones correctamente. Todos los detalles, el olor de su cabello, de su nuca, de sus axilas, de su boca, todo huele exquisito. Hasta siente su estómago crepitar de hambre, pero su sentido común le dice que no puede ser posible. Y, finalmente, cuando el sabor de la sangre le llega a la boca, sus colmillos regresan a la normalidad acompañados de un escalofrío violento en todo su cuerpo.
Sin querer dejarle, le da un último beso en el cuello.
“Pásame un pañuelo, amor”.
Tobio apenas y se mueve. A partir de su hombro está congelado y tembloroso. Casi suelta el pañuelo, pero Shouyou toma su mano y de su garganta sale un rechinar que apenas y escucha.
“Gracias”.
Limpia los hilitos de sangre que manchan su piel y, como en ese video del curso al que se inscribió después de que tomaran la decisión de marcarse, hizo presión en las heridas para que la hemorragia se detuviera. Tobio estaba inusualmente calmado, era como si le hubieran puesto pausa. Veía a un punto fijo de la pared y se acariciaba el vientre en círculos pequeños.
“¿Cómo te sientes?” Le pregunta despacio, lamiendo la herida para ayudarle con la cicatrización. “¿Te lastimé? ¿Lo hice muy fuerte?”
De una tajada, Tobio sonríe. Sonríe tanto que se le marcan unas arruguitas en su rostro. Y, con el aura que sólo tiene alguien bien follado, arrastra sus ojos hasta que colisionan de una vez con los suyos.
“No lo puedo creer”.
“¿Qué?”
“¡Ya tengo tu marca! Cielos…”
Le deja reír un rato, el sonido más bonito que existe, y mientras está cacareando repitiendo una y otra vez “Por fin me marcaste, Hinata”, sigue acicalándole la herida. El aroma de su sangre es más fuerte de lo que pensó, como nada que hubiera olido antes, era delicado y tierroso.
“Ah, como tierra mojada”.
“¿Eh?”
“Hueles a tierra mojada”
“Eh… Gracias”. Se sonroja. “Tiene un nombre, ¿no?”
“No me pidas recordarlo ahora, Tobio”. No puede dejar de lamer su marca. “No puedo pensar muy bien”.
El Omega le envuelve en un abrazo y su cuerpo recuerda lo que estaban haciendo antes de marcarle.
“Mmm~”
“Tú no te has corrido”. Murmura Tobio, sus labios hinchados haciendo un puchero apetitoso.
“¿Puedo…?”
“Adelante~”
Ah, se siente tan bien. Tan, pero tan bien. Se siente flotar, como en una ceremonia para pasar a otra dimensión o así. Está consciente de lo descabellado que suena, pero no encuentra otra manera de describirlo. Porque Tobio siempre hace todo lo posible para ponerse como le gusta, su cuerpo responde de manera automática a sus empujones y se torna tierno y moldeable. Y, como puede ver su rostro, no desaprovecha la oportunidad para poner una cara tan mona que siente que le va a robar el alma.
Tobio le mira como si no estuviera follándole el aliento afuera de su pecho; dulce y tocado, expresivo como sólo con él se atreve.
“Ah… Shou… Me voy a orinar…”
“¿Me detengo?”
“No, sólo te estoy avisando”. Se ríe en medio de su delirio, dejándose llevar por su resbalosa estrechez. “Ah~ Ah~ Ah, así. Así, mnh~”
Trabaja su camino hasta que le falta la respiración otra vez, los golpes húmedos empezando a gustarle, el cuerpo de Tobio más caliente y cada vez más sensual. En verdad se ve bien cuando le está dando, le sienta de maravilla el ser jodido.
“¡Ah! ¡Ah, Shouyou! ¡Ah!”
“Lo sé, lo sé. Lo estoy haciendo bien, ¿verdad?”
“Mhm…” Murmura. “Ah, me voy a correr… Me voy a correr, Shouyou, ¡estoy muy cerca!”
Sólo es una explosión. Cuestión de segundos. Ve como Tobio tenía razón y de su miembro sale líquido transparente, viscoso, tan elástico que no se rompe aún con las sacudidas tan violentas de su cópula. Y, después de eso, con ayuda de las contracciones de su interior, folla su corrida en una, dos, tres, hasta cuatro embestidas, hasta que los espasmos en su polla y testículos fueron menos y se pudo permitir disfrutar del calor de Tobio y de los esfuerzos de su interior para acoger su grueso nudo.
“Au, duele”.
“¿Sí? Perdón, amor. Perdón”.
Los dos se ayudan a pasar el mal trago. No saben por qué, pero en esta ocasión no pudo anudarlo correctamente. Su clímax fue tan desconcertante que no alcanzó a empujar bien la base y quedó un poco afuera, ahí en donde Tobio no tiene tanta elasticidad.
“No, no te disculpes”.
“No, sí. Perdón, no pude hacerlo bien”. Le limpia las lágrimas con unos cuantos besos y no deja de acariciarle el rostro. “Lo siento”.
“Ya, calla”. Reniega, excitado y adolorido en partes iguales. “Mejor bésame”.
“¿Sabes? Nunca usamos lubricante. Voy a ponerte un poco para ver si puedo meterme más”.
Y, como si quisiera demostrarle lo contrario, puede sentir que su sensibilidad aumenta y su interior se retuerce. Se le sale un sonido de lo más indecoroso, Shouyou apretando los dedos de los pies por la sobreestimulación, y Tobio se queja en respuesta porque empujó.
“¿Qué carajos fue eso?”
“¡N-no me preguntes!” Farfulla, parpadeando rápidamente y respirando por la boca. “Fue muy extraño para mí también”.
Y, ya después de la conmoción, descansando su cabeza en su pecho y dedicándole miraditas a su marca de vez en cuando, Shouyou se da cuenta que su cuerpo siempre ha hecho lo mismo, pero cuando están follando tan inmersos el uno en el otro no puede sentirlo como lo sintió ahora.
Nadie dice nada. Deben de ser las once o las doce de la noche, están adormilados.
Y pasa el tiempo, ellos ya respiran tranquilos, pero el nudo todavía no se baja lo suficiente. Shouyou empuja un poco y Tobio reacciona de inmediato. Todavía está presto, es insaciable.
“Shouyou”.
Se le eriza la piel al escucharlo llamarle. “Dime”.
“¿Por qué me llamaste ángel cuando me marcaste?”
Nada sale como uno cree. Uno puede empezar planeando una cosa y sale otra por completo diferente. Tranquilo, serio, divertido. Eso es lo que hace que sean tan poderosos juntos. Y si en un principio se potenciaban el uno al otro, ahora son como uno solo, una entidad que piensa y actúa bajo los mismos preceptos, sin perder su autonomía ni su propósito individual.
¿Sabrán llegar? O, ¿tardarán?
“Porque te veías muy apuesto. Te veías lindísimo y pensé que así sería uno”.
No podía. Si pudiera, le daría todo. Pero se siente suficiente ser como es, amarle como lo está haciendo.
“Con que ángel…” Murmura. Le atraviesa el cabello con sus dedos y Shouyou ronronea. “Vaya, pues gracias”.
Nunca se había sentido tan feliz. En serio, nunca.
Ni siquiera se la hacía posible en estos momentos.
“Cuando gustes amor”.
Recordó su juventud. No es que ya sea un anciano, pero recordó el sentirse joven, invencible e imparable. Como podía armar melodías sin elaborar mucho y cómo lograba todo con un montón de ganas.
Y recordó también que quiere comerse el mundo. Y eso incluía a Tobio. Y a sí mismo.
“Tengo sueño”. Bosteza el Omega. “¿Me puedes cobijar?”
Se vio reflejado en su mirar.
“Claro que sí”.
Se había vuelto transparente. Todos los estímulos los recibía y se le quedaban en la memoria. Sabía que era lo que Tobio sentía con sólo tocar su piel.
Entonces cae dormido, muy cansado. Sonríe entre sueños al pensar en que pasarían más días así con él, en que todavía quedaba mucho tiempo de sus vacaciones y que podría marcarle todo lo que quisiera, amarle todo lo que quisiera, cuidarle todo lo que quisiera.
Ah, en serio estaba muy feliz.