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El Jardín de Cerezos

Summary:

Una guerra civil está a punto de estallar en Musutafu cuando después de tantos abusos de la monarquía de Shigaraki, la gente de las clases más bajas finalmente empieza a revelarse contra la gente de las clases más altas.

En medio de todo eso están Kirishima Eijirou, un joven heredero de la fortuna de su familia que no es feliz con la idea de casarse por conveniencia con Yaoyorozu Momo, ni tampoco con toda la vida que ha sido planeada para él desde que nació... Y Bakugou Katuski, un guionista salido del barrio más pobre de Musutafu, que está envuelto en el núcleo del activismo político.

¡El Titanic AU (película) que nadie pidió, pero aquí lo tienen!

Notes:

¡Hola a todos! Espero que se encuentren muy bien. Les doy la bienvenida a un nuevo fic que me esforzaré mucho por actualizar a tiempo (me gusta mentir desde el principio) pero que de todas formas les pido mucha mucha paciencia.

Me gusta mucho este porque lo empecé gracias a mi película favorita y entre medio un montón de influencias de eventos históricos reales de Europa y Latinoamérica me llevaron a irlo cambiando... ¿Qué puedo decir? Me gusta la historia jaja Ni yo sé en qué va a terminar, pero espero que les guste mucho 🥺🧡

Como siempre, gracias por leer!
Y respecto a las side ships, las voy a ir desarrollando cada vez más a medida que avance.

(See the end of the work for more notes.)

Chapter 1: Luego vendrá el sereno

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

         Era una noche estrellada y cálida típica de verano. Kirishima veía los hermosos y enormes jardines de la mansión de la familia Yaoyorozu extendidos frente a él, con sus arreglos florales, y arbustos cortados con diferentes formas pomposas, mientras la brisa fresca y suave le daba en el rostro. Había necesitado salir a tomar aire y escapar de la locura de su fiesta de compromiso, aunque fuese por un momento.

         Prácticamente no conocía a la mayoría de los invitados. Una buena parte de ellos estaba ahí por la familia Yaoyorozu, ligada a la política nacional, y el resto, debido a su padre: un importante y connotado magnate del acero. El salón principal estaba atestado de gente que por un momento lo habían hecho sentir sofocado, y las conversaciones animadas de la gente no sonaban como más que un zumbido odioso en sus oídos.

         A ratos se sentía culpable de estar ahí, en medio de una celebración, con todo lo que estaba pasando en el país. Musutafu era un hervidero de acción política, con una buena parte del país preparando una revolución para levantarse contra la monarquía del emperador Shigaraki, debido a la pobreza y las malas condiciones de vida. Hasta ahora, todas las protestas habían sido reprimidas con violencia por parte de la policía, lo que no era de extrañar viniendo del militarizado y estricto general director de la policía nacional, Todoroki Enji.  

         Y él se encontraba allí, como si nada, en el bonito paseo privado con vista de una mansión, mientras sostenía una copa de champaña en la mano.

- ¿Aburrido en tu propia fiesta, Kirishima? – preguntó una voz cansada tras de él.

         Cuando se giró se encontró a Aizawa Shouta fumando un puro sobre una de las sillas de madera de la terraza, solo y en la oscuridad de la noche. El hombre era el editor de uno de los periódicos más grandes del país (el único que era abiertamente contrario a la monarquía, por lo que no encajaba en absoluto con el resto de los invitados). Debido a su posición política, a alguien como a Aizawa Shouta lo invitaban exclusivamente por obligación.  

- Acalorado – mintió -. Solo vine a tomar algo de aire y volveré.

- No queda mucho tiempo antes del gran día, ¿eh?

- Un par de meses – respondió sin demasiadas ganas.

- Te noto radiante – se burló el hombre, poniéndose de pie para ofrecerle un puro, pero el joven de cabello rojo negó con la mano, intentando mantenerse cortés pese al desaire.

         Kirishima no fumaba. Quizás hubiese podido aceptar un cigarrillo normal, con lo estresado que se sentía, pero al puro no le veía la gracia. No se inhalaba con normalidad, sino que había que dejar que el humo llenara la boca, lo que parecía una estupidez contraproducente, a su juicio, y algo asquerosa.

         Se habían enviado quinientas invitaciones a la boda. Toda la alta sociedad de Musutafu estaría invitada al matrimonio por conveniencia entre Kirishima Eijirou y Yaoyorozu Momo. Era algo bastante normal entre la gente su clase y la mayoría de los jóvenes no ponían peros, mucho menos las señoritas. Ese tipo de matrimonios eran considerado un deber familiar con el que se cumplía generación a generación, y una vez cumplido ese deber, Kirishima tendría la venia de su padre para heredar la industria del acero, y toda la riqueza familiar.

- Leí las columnas que me enviaste.

- ¿De verdad? – preguntó el de cabello rojo emocionado.

- Eran bastante buenas. Tienes talento, Kirishima – dijo el hombre de cabello negro azabache, pero antes de que Kirishima pudiera llegar a emocionarse, continuó -: pero no entiendo a dónde quieres llegar. No puedes ser un escritor.

         Kirishima lo sabía mejor que nadie, pero había algo que no lo dejaba conformarse con la idea. Toda su vida, desde que era un niño y leía las novelas de aventuras del autor Crimson Riot, había soñado con ser un escritor e idealmente, viajar por todo el mundo como un corresponsal de un periódico. Pero su realidad estaba demasiado lejos de su sueño, considerando que lo único que le esperaba era una vida exactamente igual a la que tenía: Llena de gente superficial y vacía, conversaciones que solo giraban en torno al dinero, los contactos “apropiados” y el esnobismo.

- Lo sé, pero… - Tragó saliva, y respirando profundamente un par de veces, se animó a decir lo que tenía en mente – Quizás con un pseudónimo—.

- No te ofendas, Kirishima – interrumpió el hombre -. Necesitas más mundo que este para escribir en un periódico como el mío – dijo mirando a su alrededor de manera elocuente -. El talento por sí solo no es suficiente.

         A pesar de que lo sabía, aquellas palabras fueron suficientes para hacer que todos sus deseos sobre poder escribir quedaran aniquilados en pedazos. En realidad, ni siquiera sabía por qué había tenido esperanza, considerando que lo que Aizawa decía era verdad: Toda su vida había ido de un salón a otro, de un evento al otro. Había estudiado en un internado con los hijos de los burgueses y la elite de siempre, para luego ir a la Universidad a estudiar finanzas y economía, y toparse con sus mismos compañeros de la escuela privada. Ese era su mundo, y era uno pequeño en donde siempre se repetían los apellidos y las caras, todos se conocían y todos se conectaban entre sí, y a nadie le provocaba ni la más mínima pisca de curiosidad dejar toda la comodidad de lado para ver qué más podía haber fuera.

         ¿Cómo pretendía escribir sobre la verdad de su país de esa forma? ¿Cómo podía escribir sobre la revolución en las calles si él no vivía ninguna de las miserias que la mayoría de la gente del país sí? Jamás podría solidarizar y empatizar con las familias que habían perdido a alguien por la represión policial ¡si el general director de la policía estaba invitado a su mismísima fiesta de compromiso!

- Supongo que sí – terminó por aceptar, desanimado.

         Aizawa dejó el final del puro consumiéndose en un cenicero de cristal mientras se ponía de pie, listo para regresar adentro a donde lo nadie lo esperaba. Ese hombre no era como la mayoría de la gente que estaba en el salón, pensó Kirishima, aunque tampoco viniese de la pobreza misma que sumía a la mayor parte del país. Simplemente era un hombre común y corriente, que había logrado todo a base de esfuerzo.

- Pero si realmente quisieras escribir en mi periódico… - dijo casualmente -, supongo que lo único que necesitas hacer es… Salir a conocer el mundo.

- ¿Eh?

- Si no estás ocupado mañana por la noche tengo un asiento extra para el teatro a las siete. Sería agradable discutir de política en un ambiente diferente a este. - Sin decir más, el tipo de unos treinta y dos años se encaminó nuevamente hacia donde se llevaba a cabo la fiesta, cojeando ligeramente con su pierna derecha y dejando a Kirishima completamente solo en el corredor privado.

         Aizawa acababa de invitarlo al teatro y sutilmente, le había dicho que no renunciara todavía al sueño de escribir… Y, no habiéndose sentido más atrapado en toda su vida como en ese momento, esa pequeña cuota de esperanza era todo lo que necesitaba para seguir adelante.

KiriyMomo

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         Lejos de la mansión Yaoyorozu, prácticamente al otro lado de la ciudad, a donde el pavimento y la iluminación eléctrica aún no llegaban, y las calles estaban llenas de polvo y barro, se llevaba a cabo otra celebración. Toda la escena artística de la ciudad se había juntado en el bar de Lunch Rush: bandas de músicos de jazz, pintores impresionistas y modernistas, bailarinas de cancán, escritores y poetas, entre otros, repletaban el lugar.  

         Sin importar la hora, la estridente música y las trompetas resonaban en el barrio completo, el cual ya se había hecho la fama como la capital bohemia no solo de Musutafu, sino del mundo entero. Incluso cantantes y actores famosos descendían “al bajo mundo” por la entretención y la decadencia de la fiesta interminable, que a veces también involucraba a personajes de la clase alta.

         Entre los personajes más recurrentes de Lunch Rush se encontraban dos prometedores guionistas de teatro: Midoriya Izuku era un joven pecoso de amables ojos y cabello verde, y Bakugou Katsuki era un rubio de mandíbula afilada y ojos rojos penetrantes. Eran acompañados aquella noche por un miembro de la elite, Todoroki Shouto, hijo del general director de la policía, quien había tenido la precaución de cubrir su rostro con una elegante capa negra de satín con capucha.

- ¿No crees que llamas más aun la atención con esa capa ridícula? – preguntó el rubio, molesto.

         Los miembros de la clase alta generalmente no eran bienvenidos y en el caso de un Todoroki, si los demás presentes se daban cuenta de que estaba ahí, a Bakugou no le cabía la menor duda de que las botellas de vidrio volarían en el bar y alguien saldría del bar apuñalado. Pero, para su total desagrado, a sus dos acompañantes parecía no importarles demasiado o estaban completamente dispuestos a correr el riesgo de que alguien descubriera al hijo del director de la policía:

         Midoriya y Todoroki se habían conocido casualmente al finalizar una obra de teatro, un par de meses antes. Luego de que el de cabello plateado y rojizo fuera tras bambalinas para darle sus felicitaciones a los guionistas, ambos jóvenes se habían enamorado y ahora, cada vez que podían y tras asegurarse que nadie estaba viendo, se robaban uno que otro beso rápido (para desagrado del tercero, que no dejaba de rodar los ojos con impaciencia y molestia.)

- ¡No seas amargado, Kacchan!

- ¡Cállate, Deku! ¡Vinimos a otra cosa y este bastardo mitad-mitad lo arruinó todo!

- ¿Celoso, Bakugou? – preguntó Todoroki con sarcasmo y sin darse por aludido.

         El rubio solo gruñó y se cruzó de brazos, mirando a su alrededor. Toda aquella ida a la taberna era una estúpida pérdida de tiempo. Se suponía que habían ido hasta el bar para encontrarse con dirigentes sindicales, miembros activos del partido antigubernamental y revolucionarios, ya que ninguno de los artistas estaba ajeno a lo que ocurría políticamente.

         Deku y él habían crecido en uno de los barrios más pobres de todo el país, Kamino, y ahí habían visto la verdadera miseria. Debido a eso siempre habían estado muy involucrados en todos los movimientos sociales, tratándose todas sus obras sobre la realidad cruda. Deku incluso había llamado la atención de uno de los guionistas y actores más importantes en todo el mundo, Toshinori Yagi, debido a sus obras con contenido crítico y ácido sobre la sociedad.

         Toshinori Yagi se había convertido en su benefactor y principal inversionista, completamente interesado en su talento, pero ahora Bakugou veía cómo su amigo de infancia parecía haber dejado todo de lado momentáneamente por su enamoramiento fulminante hacia el hijo de uno de los hombres más temidos y odiados del país.

- Ahí tienen – continuó Todoroki, sacando un fajo de billetes para dejarlo casualmente sobre la mesa.

         Tanto Deku como Bakugou lo miraron, confundidos.

- ¿Qué significa esto, Todoroki-kun? – preguntó el de cabello verde.

- Significa que odio a mi estúpido padre y estaré feliz de gastar la herencia que me dejó mi madre en su revolución.

         Deku abrió mucho los ojos, impresionado, antes de volver a dirigir su mirada a él, sonriendo ampliamente.

- Eso es… Muy generoso de tu parte.

- ¿Eres estúpido? – preguntó un no tan impresionado Bakugou.

- ¿Por qué lo dices?

- ¿Crees que el pueblo va a aceptar que un señorito de la elite financie su revolución?

- No necesitan saberlo – respondió, encogiéndose de hombros -, la verdad no me interesa lo que hagan con él. Solo quiero arruinar al imbécil de mi padre.

         Bakugou y Deku compartieron una mirada, como si tanto dinero sobre la mesa los asustara, pero finalmente el chico de pecas lo tomó y lo guardó, viendo a su alrededor para corroborar que nadie más se hubiese percatado del intercambio. La verdad es que, con tanto alcohol, drogas y celebración, nadie estaba preocupado por la conversación que pudiesen tener tres tipos apartados en una mesa de un lugar repleto.

- Gracias, Todoroki-kun – dijo Deku, acercándose para besar a su novio en agradecimiento y provocando que una vez más, Bakugou rodara sus ojos en descontento.

- Qué asco – dijo poniéndose de pie -, me voy de aquí.

         El de cabello rubio ceniza deambuló por el bar durante los siguientes veinte minutos.

         Por allí, todos eran conocidos, todos se reconocían como parte de un mismo movimiento, un mismo suceso histórico. Uraraka Ochako, la chica que atendía el bar era una de las líderes del movimiento sufragista y gracias a los contactos que hacía cada noche, manejaba y pasaba suficiente información útil. Jirou Kyoka, bajista de la banda de jazz que había tocado aquella noche, y Shoji Mezo, un escultor que pertenecía al partido antigubernamental, eran activistas no muy queridos por el gobierno. Shinso Hitoshi era un destacado intelectual que, al igual que Todoroki, pertenecía a la clase alta, pero se sentía más cómodo en el bajo mundo.

         Y luego estaba Shindo Yo, otro chico que había crecido en el mismo barrio que él y a quién conocía hacía muchos años.

- Hey, Bakugou. ¿Aburrido?

- Fuera de mi camino. - Bakugou no quería involucrarse con el atractivo joven de cabello oscuro.

- ¿Pensaste lo que te dije?

- Te dije que no quiero tener nada que ver con tus ideas de mierda.

- Pero eres un tipo inteligente, Bakugou. Sabes mejor que yo que no existe la revolución sin violencia – comentó como si nada -. Es la única forma de que nos escuchen – Al ver que Bakugou no decía nada, insistió -. Vamos, hombre, tú eres el único que sabe fabricar explosivos.

- ¡Te dije que no! – dijo perdiendo la paciencia y tomándolo por el cuello de la camisa -. Si una de las estúpidas bombas sale mal, asesinarás a personas inocentes y eso nos convertirá en lo mismo que ellos.

- No son personas inocentes si son de la monarquía – dijo sonriendo arrogantemente -, y mejor ellos que nosotros.

- Muere – dijo empujándolo y alejándose rápidamente de allí, para salir a tomar algo de aire fresco.

         Era ridículo porque hablando con la cabeza fría y de manera práctica, Shindo tenía razón: ninguna revolución se lograba sin violencia porque la gente en el poder nunca estaba dispuesta a ceder sus privilegios a menos que se tuviera que remecer todo para lograrlo. Y él, en el pasado, cuando era más joven… No le enorgullecía reconocerlo, pero en más de una ocasión, había fabricado explosivos. Habían sido jugarretas estúpidas, colocándolos en basureros o lugares alejados de transeúntes, hasta que se dio cuenta de lo peligroso que era y había dejado de hacerlo.

         En aquella época era un imbécil que estuvo a punto de convertirse en un delincuente o en un terrorista de verdad, demasiado furioso, arrogante y egocéntrico como para darse cuenta de los errores que cometía, que trataba mal a todos a su alrededor, incluyendo a Deku. Pero eventualmente había cambiado y junto a su amigo de infancia, se habían unido a la compañía teatral en la que estaban ahora.

         Antes de eso Deku y él habían conocido cualquier carencia, cualquier escasez que existiese. Habían crecido viendo como la gente de su clase no lograba ascender, sin importar cuánto se esforzara. Cómo eran constantemente rechazados y humillados por quienes tenían los recursos. Cómo la gente rica bajaba hasta sus barrios solamente para buscar prostitutas o sicarios, aprovechándose del hambre y de la miseria para intercambiar propinas mezquinas por favores ilegales.

         Bakugou y Deku habían visto como la policía allanaba casas a medianoche y asesinaba sin cuestionamientos a cualquier persona sobre la cual tuvieran una sospecha, sin importar si era inocente o no, porque a nadie le interesaba la vida o la muerte de un pobre. No les importaba aterrorizar a mujeres y a niños en el proceso, y menos les importaba si tenían ventaja numérica o de armas sobre gente humilde e ineducada.

         Recientemente, ahora que distintos grupos habían empezado a rebelarse contra la monarquía, la represión se había vuelto aún peor y más sanguinaria. Disparaban a matar si veían cualquier cosa extraña en las calles, no discriminando si era hombre, mujer o niño. Las redadas buscando “líderes de revolución” en los barrios bajos eran cada vez más comunes también, y siempre que se llevaban a alguien, nadie volvía a verlo de nuevo…

         Cuando se crecía en esas condiciones era imposible no sentir rabia. Era imposible no involucrarse para detener todas esas injusticias… Pero ¿qué tanto podían lograr las personas como ellos? El poder, el dinero y las armas estaban en manos de otras personas… Pero aun así, no iba a hacerlo. No importaba lo mucho que quisiera cambiar su país, él no iba a volver a fabricar explosivos.

- Kacchan – se despidió Deku minutos después, mientras salía del bar junto a Todoroki -, nosotros nos iremos a una fiesta en casa de un amigo de Shouto. ¿Vienes?

- No – bufó, ante la sola idea de ir a la casa de un estirado como Todoroki -. ¿Estás seguro de que es buena idea de que te vean en la casa de un señorito?

- Voy a dar un nombre falso – explicó como si eso fuese a solucionarlo todo. Se acercó y lo palmeó en la espalda suavemente -. Supongo que nos veremos mañana en el teatro, entonces. Está todo vendido. Será un éxito.

- Por supuesto que será un éxito, nerd. La hicimos nosotros.

- Hasta pronto, Bakugou – se despidió Todoroki, y ambos chicos se fueron caminando por la polvorienta calle y en medio de la oscuridad, hasta perderse.

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         Kirishima se dio cuenta con rapidez por qué Aizawa lo había invitado al teatro para conversar “a solas”. Mientras la mayoría de la gente de la elite repletaba el teatro o la ópera cuando se trataba de obras mundanas y sencillas, aquella noche era sobre el género “realismo político”, aparentemente sobre dos amantes separados por una guerra civil. Debido a eso el lugar estaba lleno, pero de personas muy diferentes a las que Kirishima acostumbraba a ver.

         Llevaban alrededor de cuarenta minutos cuando el primer acto había terminado y Kirishima ya sentía que había estado en una montaña rusa de emociones diversas, que iban desde la emoción, a la felicidad, a la rabia y la impotencia, e incluso a la tristeza. Cuando bajó el telón sentía un nudo en la garganta y no podía esperar por ver el siguiente acto. ¡No era similar a nada de lo que estaba acostumbrado a ver!

- Es una obra independiente – murmuró Aizawa, entre actos -. Los guionistas son dos jóvenes nuevos, como de tu edad. Nacidos y criados en Kamino.

- ¿Kamino? ¿No es ese el barrio…?

- ¿Más peligroso de Musutafu? Sí, lo es – corroboró, cruzándose de brazos y reclinándose en su asiento -. A esto me refiero cuando digo que debes ver el mundo. A nadie le interesa una comedia antigua de Shakespeare hoy en día, pero esto… Ves el punto de vista de dos tipos de carne y hueso, que vivieron en la miseria… Y si sabes leer entre líneas, entenderás no solo de qué se trata la obra, sino de qué se trata la vida real.

         Kirishima nunca tenía conversaciones así con la gente que lo rodeaba. Amaba a sus mejores amigos, pero ninguno se interesaría jamás en una obra de teatro como esa. No la entenderían o la catalogarían como aburrida o como un fracaso incluso antes de verla. Y ahí estaba Aizawa, un hombre con el que no tenía nada en común y que apenas conocía, mostrándole todo ese mundo nuevo de posibilidades.

- Lee los libros y ensayos de Shinso Hitoshi también – le recomendó -, no creció como estos guionistas, pero es un exiliado de la clase alta.

- Sí, conozco a Shinso. – Kirishima recordaba perfectamente bien el revuelo que había causado entre los nobles, no mucho tiempo atrás. El joven de cabello púrpura había rechazado todo, su familia, su herencia, su rol social… E inmediatamente había sido borrado de absolutamente todo en la clase alta.

         Era el ejemplo viviente de lo que le pasaría a él si externalizaba sus deseos de no hacerse cargo de la empresa de acero de su padre para convertirse en un corresponsal del periódico antigubernamental. Era un recordatorio de que no podía cancelar su compromiso, por más infeliz que lo hiciera la idea de casarse con una mujer prácticamente desconocida, sin amor de por medio.

- Esa chica de allá – dijo apuntando a lo lejos a una colorina sentada en la segunda fila del teatro y que ojeaba desinteresadamente el folleto de papel de la obra -, Kendou Itsuka. Una socialité que financia panfletos sufragistas. Ese de ahí es Takami Keigo, activista político, y por allá…

         Uno a uno, Aizawa le mostró desde lejos a diferentes personalidades e intelectuales que Kirishima jamás hubiera podido conocer en otra circunstancia, y tener esa posibilidad lo hacía prácticamente temblar ante la expectativa de poder llegar a cruzar palabras con cualquiera de ellos, tener una verdadera conversación significativa… Aunque quizás personas así lo considerarían un tonto superficial, solo por la posición social en la que se encontraba.

         Dos horas después, terminado el tercer acto, el teatro completo estalló en aplausos al mismo tiempo que arrojaban flores al elenco de actores que hacía una reverencia de noventa grados hacia el público. Las cortinas rojas y pesadas del telón cayeron sobre ellos, dejando el escenario tapado, pese a que la gente continuaba aplaudiendo, fascinada.

         Kirishima había sido uno de los que aplaudió hasta el final, profundamente emocionado por la obra que acababa de ver. Desde el comienzo hasta el final, durante tres horas completas, había visto todo sentado al borde de su asiento, casi comiéndose las uñas, tan intrigado como entretenido y conmovido.

- ¡No puedo creer que haya terminado así! Es una tragedia, ¿verdad?

- No es una tragedia – dijo Aizawa -, no porque el protagonista muera se convierte automáticamente en una tragedia. Especialmente, porque su país cambió, tal y cómo quería. Si lo piensas, es un final feliz.

- ¡Pero nunca podrá llegar a ver ese país! ¿No es triste?

- Lee entre líneas – dijo dándole un golpecito suave con la punta de su dedo índice en la frente del de cabello rojo -: Es una obra con final abierto. ¿Por qué es una obra con final abierto, Kirishima?

- Porque… Comenzó la revolución, pero… Nadie sabe si al final será para mejor o para peor.

- Exacto. Realismo político – corroboró el hombre con una sonrisa -. Por lo tanto, no es un final trágico. El protagonista murió sabiendo que su país había cambiado, y eso lo hizo feliz. Al mismo tiempo, no vivirá para enterarse si será un fracaso.

- Ya veo.

- Apuesto que Bakugou Katsuki fue el responsable de esa parte del guion.

- ¿Bakugou Katsuki?

- Uno de los dramaturgos, junto con Midoriya Izuku. Como te decía, siempre escriben juntos. No creo que funcionarían tan bien por separado – dijo mirando su reloj de bolsillo -. Si nos apuramos, quizás pueda presentártelos.

- ¿D-de verdad? – balbuceó, nervioso. Se sentía tan jodidamente normal e ínfimo ante la idea de conocer a dos genios, que la idea no le parecía tan correcta -. No lo sé…

- Vamos, Kirishima. Abre tu mundo.

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         Kirishima ni siquiera sabía por qué se sentía tan nervioso, pero veinte minutos después se encontraba abajo, caminando justo por detrás del escenario en donde los actores habían representado una obra tan bella, y sentía sus manos sudorosas y el corazón latiéndole un poquito más aprisa que de costumbre. También estaba un poco asustado del recibimiento que tendría alguien como él entre artistas de tan alto calibre. ¿Lo humillarían por ser un niño rico? Quizás lo ignorarían.

         Estaba en medio de esos pensamientos cuando vio a nadie más ni a nadie menos que Toshinori Yagi, uno de los actores y dramaturgos más famosos del mundo entero. El hombre, alto, grande, musculoso y rubio, estaba conversando animadamente con un chico pequeño y menudo de cabello verde oscuro y rostro noble y humilde.

- ¡Es Toshinori Yagi! – le susurró emocionado a Aizawa.

- Hablando con Izuku Midoriya – corroboró el moreno -, quizás también puedas reconocer al famoso actor Shinji Nishiya por ahí. Ah, claro, su pseudónimo artístico es otro. Actúa bajo el nombre de Kamui Woods – dijo apuntando disimuladamente a un joven que besaba a una actriz de cabello castaño claro que había aparecido en la obra, aprovechando la privacidad tras cortinas -, su novia es la actriz principiante Takeyama Yu.

- ¡Hey, ese es Todoroki Shouto, el hijo de Todoroki Enji!

- Sí, aparentemente todos los hijos del general director no son muy… dóciles, con respecto a las enseñanzas de su padre.

         Kirishima casi se cayó de espaldas cuando vio a su antiguo compañero de la escuela de finanzas acercándose románticamente a Midoriya Izuku para abrazarlo por la espalda, para luego entregarle un ramo de flores. Ante esa demostración de afecto, Toshinori Yagi se despidió rápidamente y algo incómodo para dejar solos a ambos jóvenes, quienes se saludaron con un abrazo y un beso.

         Así que Todoroki Shouto, al igual que él, prefería frecuentar en secreto ese tipo de lugares… Pero, a diferencia de él, se veía bastante cómodo entre los brazos de alguien que parecía ser un genio prometedor y que había llamado la atención del mismísimo Toshinori Yagi…

         Se alegró por él. Profundamente.

- Y ahí está Bakugou Katsuki – dijo Aizawa, señalando una zona un poco más alejada.

         Oh. Era la persona más hermosa que Kirishima había visto en toda su vida. Tenía unos ojos rojos penetrantes e intensos que lo hacían sentir nervioso con tan solo mirarlo, piel pálida y cabello rubio ceniza, además de ser atractivo y masculino.

         ¿Ese era Bakugou Katsuki?

- Bakugou, ¿qué hay? – preguntó Aizawa estirando su mano.

- Sensei – saludó el rubio de vuelta, estrechándola.

- Felicidades por la obra, estuvo excelente – dijo dándole una palmada en la espalda -. Te presento a Kirishima Eijirou.

- Kirishima, ¿eh? – dijo sonriendo y levantando las cejas con arrogancia – ¿Aburrido de estar en la burbuja? Cuando tengas suficiente de tus aventuras con los plebeyos y decidas volver con los ricachones, aprovecha de llevarte a Todoroki de regreso.

         Bakugou no esperó a que el de cabello rojo contestara su comentario y continuó caminando por el pasillo hacia donde se encontraba Midoriya Izuku junto a Todoroki, despreocupado y seguro de sí mismo. Kirishima intentó no tomarse el ataque como algo personal, habiéndose hecho una idea de que algo así podía pasar, pero de todas formas le había dolido viniendo de alguien que había escrito una obra tan genial (y ¿para qué iba a mentir?, de alguien tan guapo).

- No te preocupes, Kirishima – lo calmó Aizawa, a su lado -, si sigues viniendo y te sigues apareciendo en sus círculos sociales, más temprano que tarde dejarás de escuchar esos comentarios.

- Sí, claro… - respondió con un resoplido sarcástico.

- Déjame decirte algo que he notado con mi experiencia.

- ¿Qué?

- A diferencia de la clase alta que jamás permitiría que alguien ajeno a ellos se les una, la clase baja siempre termina aceptando a alguien cuando lo reconocen como a un igual – le aseguró con una pequeña sonrisa -. Pero depende de ti ganarte ese reconocimiento.

Notes:

Ahora este capítulo cuenta con una ilustración de anto @ im_sergi_

Chapter 2: Se ha escondido el sol

Summary:

Los engranajes de un atentado comienzan a ponerse en movimiento.

Notes:

¡Hola a todos y muchas muchas muchas gracias por leer! 🙆♀️💜
Espero que el siguiente capítulo les guste mucho^^

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

         La noche inaugural de la obra había sido un éxito, así que había que celebrar. Los actores, los guionistas y Toshinori Yagi se habían trasladado a un buen restaurante, uno elegante que quedaba en un buen barrio de la ciudad y caro, por supuesto… Pero Toshinori Yagi había invitado, así que la champaña no dejaba de llegar y las copas de cristal eran constantemente rellenadas, haciendo que las cabezas de todos se sintieran un poco ligeras…

         Para ser sinceros, Bakugou ni siquiera sabía para qué servían todos los cubiertos que había en la mesa. Tampoco entendía por qué todos pedían la langosta cuando claramente era un suplicio abrirla para comerla… Lo único que podía pensar cuando veía como las sacaban de una enorme pecera en la entrada para llevárselas directo a la cocina, era “pobres bastardos”.

- Disfruté mucho la obra esta noche, joven Bakugou – dijo Toshinori colocando su mano sobre el hombro del chico, amistosamente -. Por supuesto, no me esperaba menos de ti y del joven Midoriya.

- Supongo que debería agradecerte – contestó el rubio con algo de ironía en el tono -. Sin tu financiamiento hubiera sido imposible presentarla en el teatro nacional.

- Creo mucho en su talento – dijo el hombre con una sonrisa.

- En el de Deku – corrigió -. Yo solo vengo en el paquete, ¿no?

- ¡Joven Bakugou…! - comenzó a decir el dramaturgo, incómodo, pero antes de poder armar una excusa, Bakugou le dio una fuerte palmada en el hombro.

- Sin resentimientos. - Quería fumar un cigarrillo y, aunque estaba permitido hacerlo dentro del restaurante, normalmente cuando quería fumar era justamente porque quería salir por unos minutos, alejarse de todos los extras ruidosos y estar completamente solo recibiendo el viento fresco en la cara -. Permiso.

         Una vez fuera, cruzó la calle para acercarse más al canal que cruzaba por la ciudad y que estaba justo frente a él. Sacó una cajita de fósforos y encendió el cigarro, dándole una calada profunda. La noche estaba tranquila y silenciosa, lo cual era bastante inusual considerando que era sábado, pero de tanto en tanto llegaba el estridente sonido de las risas desde su propia mesa dentro del restaurante.  

         Él no era una persona social como Deku. En realidad, odiaba ese tipo de reuniones y cenas, y no podía esperar por salir de ahí. El único motivo por el que había aceptado ir, era porque la invitación había venido desde Toshinori y él lo admiraba a pesar de que había preferido a su mejor amigo por sobre él a la hora de “apadrinar” a alguien siendo su benefactor.

         Pero daba igual, él no necesitaba la ayuda de nadie.

         Sin embargo, le hubiera gustado que Aizawa Shouta hubiese ido con ellos. El editor del periódico siempre lo había apoyado desde el primer día en que se habían conocido. Aizawa creía que Bakugou tenía una habilidad que tenía mucho más que ver con la técnica y el control que con una mera disposición natural y artística. Era más fácil conversar con alguien así, no porque le diera cumplidos, sino porque Aizawa lo entendía a diferencia del resto. Entendía lo que quería decir con sus obras cuando nadie más se daba cuenta, no porque tuviera que esforzarse por buscarle un significado, sino porque tenían una forma similar de ver las cosas.

         Por eso se había sentido ligeramente intrigado cuando el hombre se había aparecido en el teatro con un Kirishima. Por su trabajo, Aizawa frecuentaba mucho los círculos sociales más altos, pero, al igual que él, no confiaba en ningún niño rico ni se reunía con ellos por gusto. Por eso le llamó tanto la atención ver que estuviera acompañado por el hijo del famoso magnate de acero… ¿Sería que el tal Kirishima estaba haciendo negocios con el moreno y lo había llevado por cordialidad? ¿O Kirishima realmente había llegado a fascinar a Aizawa?

         Por algún motivo no era capaz de dejar de pensar en el joven de cabello rojo, pese a que con suerte había pasado diez segundos con él. El intercambio de palabras había sido nulo… De hecho, solo él había hablado para hacer un comentario sarcástico y eso había sido todo. Entonces, ¿por qué no dejaba de recordar su tonta sonrisa nerviosa y sus dientes afilados?

         Kirishima era bonito, no iba a negarlo. Claramente tenía un buen cuerpo también, grande, fornido, musculoso… Y pese a que no estaba muy seguro sobre si le gustaba su estilo de cabello, el color rojo estaba bastante bien… E inusual… Según sabía, ni siquiera él resto de su familia lo tenía rojo, sino negro azabache. Físicamente podría decirse que era todo lo que a él le gustaba…

         Pero era un niño rico, pensó mientras arrojaba el final de la colilla de su cigarrillo al canal. Así que cualquier cosa quedaba totalmente descartada de inmediato.

Katsuki

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         A la mañana siguiente Kirishima bajó temprano a desayunar con su padre y su madre, pues partirían todos a la apertura de la Exposición Universal que se llevaría a cabo en el parque nacional. Se trataba de una feria que se basaba en potenciar el comercio, avances tecnológicos y científicos, y cultura. Este año incluso habían traído animales exóticos y desconocidos desde el continente africano.

         Pero, cuando bajó las escaleras de su mansión, y para su total desagrado, la mesa estaba repleta no solo por sus padres, sino también por todos los amigos más cercanos de ellos: El señor y la señora Yaoyorozu junto con su prometida, Momo, y su desagradable hermanastro, Neito; en la cabecera contraria a la que ocupaba su padre también estaba el señor Iida, que había financiado la feria mundial, y sus dos hijos, Tenya y Tensei; también se encontraba presente Todoroki Enji y sus tres hijos; y en los puestos más alejados, las familias de sus tres mejores amigos, los Tetsutetsu, los Kaminari y los Sero.

         Kirishima y el menor de los Todoroki cruzaron una mirada inquieta, pues ambos se habían visto la noche anterior en el teatro y esa información ciertamente no podía salir a la luz pública, mucho menos en aquel desayuno. Sin mediar palabra y bastando solo con aquella mirada ambos jóvenes entendieron que existía un acuerdo tácito: Nadie había visto nada.

- ¡Kirishima! ¡Finalmente nos honras con tu presencia! – dijo su suegro. El de cabello rojo forzó una sonrisa y tomó asiento en el único lugar que había disponible: Entre su prometida y Neito.

         Para su buena suerte no era necesario que dijera nada ni participara de esa conversación. La dinámica de esas reuniones era que los “adultos” hablaran (aunque ya fuesen todos mayores de edad) de sus grandes logros, se felicitaran entre ellos con palmaditas en la espalda e ignoraran a sus hijos hasta que éstos estuvieran casados y se convirtieran en “verdaderos hombres”.

- La feria tiene una superficie de ciento veinte hectáreas – anunció el señor Iida -. Se espera que la visiten unos cincuenta millones de personas.

- ¿Cuánto ha costado? – preguntó el señor Yaoyorozu.

- No demasiado – respondió el hombre de cabello azul, sonriendo con arrogancia -, unos dieciocho millones de dólares. La idea era superar la feria que organizó Oseon hace cinco años… Y me complace anunciar que fue superada con creces.

- Un hombre que trae honor a su patria – dijo el padre de Kirishima.

- Al igual que el acero Kirishima – replicó el hombre -, presente en los nuevos edificios construidos para la exposición.

         Era como prestarse dinero entre ellos, pensó Kirishima. Solo se contrataban entre ellos y se hacían favores entre ellos y luego se felicitaban por sus logros. Y él ya estaba aburrido de escuchar ese mismo tipo de plática una y otra vez. Se preguntaba cómo nadie más se había aburrido al igual que él. ¿Cómo podía haber gente que le gustara vivir en esa constante burbuja de superficialidad y temas triviales?

- La diferencia entre la feria de Oseon y la de Musutafu es que ahora has traído arte y cultura, así que supongo que nos toparemos con todos esos… “artistas” – dijo Todoroki Enji, con asco -. Todos esos pobretones insurgentes que se creen demasiado especiales y se pavonean por esta ciudad con aires de grandeza.

- Gajes del oficio – replicó Iida, encogiéndose de hombros.

- ¿Sabe que la mayoría de ellos están en el partido antigubernamental? Financiando revueltas y sindicatos, promoviendo la delincuencia y el ocio. Y ese Toshinori Yagi – dijo furioso. Kirishima creía que hubiese escupido al suelo, si no se hubiera encontrado entre cuatro paredes -, tengo entendido que está invirtiendo en esos malditos criminales.

- Un bueno para nada que hizo demasiado dinero por obras mediocres – concordó el padre de Kirishima.

         El de cabello rojo estaba comenzando a ponerse notoriamente tenso al escuchar a su propio padre hablando así de un tipo increíble y reconocido como lo era Toshinori Yagi. ¡El hombre era un orgullo nacional! Pero tal como le había dicho Aizawa la noche anterior, la clase alta jamás podría considerarlo en bien. Era más fácil humillarlo y burlarse de él cuando no estaba presente, y luego aplaudirlo y felicitarlo cuando lo tenían en frente.

- Deje que se pavoneen un tiempo – dijo el padre de Yaoyorozu restándole importancia con un gesto de mano -. No son más que cucarachas insignificantes. Cuando menos se lo imaginen, serán aplastados por todo el poder de la monarquía.

- Oh, sí. Sin duda – dijo Todoroki Enji, asintiendo serio.

         Kirishima ya estaba empuñando sus manos sobre la mesa, con rabia, cuando sintió una patada debajo de la mesa. Había sido Todoroki Shouto desde su puesto, que aprovechaba de darle una mirada reprobatoria desde el otro lado de la mesa para que se controlara. Para el joven de cabello plateado y rojo debía ser aún peor, considerando que al insultar a esos “artistas insurgentes” estaban hablando directamente de su novio.

- Ya deberíamos irnos – interrumpió el chico apropósito mientras miraba su reloj de bolsillo -. De lo contrario tendremos que compartir con la multitud.

         Todos parecieron coincidir con el joven Todoroki, poniéndose de pie rápidamente para arreglarse y encaminarse a la apertura de la exposición mundial antes de que se hiciera tarde y llegara “el resto de la gente”. Sin embargo, Kirishima sabía que solo lo había hecho para cambiar el tema… Y decidió que apenas encontrara un tiempo a solas con él, iba a hablar seriamente con Todoroki.

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         Bakugou se despertó con la cabeza partiéndosele en dos. Después del restaurante Deku y él habían terminado, como siempre, en el bar de Lunch Rush y habían bebido hasta que amaneció. Ni siquiera recordaba cómo demonios había llegado a su posada o en qué minuto se había marchado del bar. Lo último que podía rememorar había sido una competencia de quién podía beber más sin desmayarse con un sujeto llamado Inasa, y a juzgar por la jaqueca obviamente él se lo había tomado en serio.

- ¡Oi, Deku! – gritó hacia la cama que estaba en frente de la de él.

- Kacchan… - balbuceó el otro, despertándose y llevándose las manos a la cara, víctima de una resaca similar.

- ¿Quién ganó anoche?

- ¿Ah?

- ¡La competencia! ¿Gané yo? – preguntó, competitivo.

- ¿Qué competencia? – preguntó sentándose sobre el borde de su cama, restregándose los ojos y luciendo algo descompuesto -, creo que me fui a negro antes de eso.

- Ah, mierda – gruñó el rubio mientras también se incorporaba. Quizás todavía seguía algo ebrio, porque todo le daba vueltas -. Maldita champaña cara, cerveza barata y…

- Absenta.

         ¿Habían tomado absenta? Bonita mezcla habían hecho, subiendo y bajando de grados como si nada. Era un milagro que los dos no hubiesen despertado con sus cabezas enterradas en el inodoro, pero al menos estaba seguro de que habían celebrado el éxito de su obra como Dios mandaba, aunque se acordara de la mitad de la noche anterior.

- Vamos – dijo empujando a Deku para que se levantara -, Toshinori te estará esperando para que lo acompañes a la Exposición Universal.

- Sí – dijo el de cabello verde dándose palmaditas en el rostro para espabilar. Iba a ser un milagro si no vomitaba en el transcurso de la mañana -. Tú también estás invitado, Kacchan.

- Sí, claro. No necesito la lástima de nadie – replicó orgulloso, y justo antes de que pudiera encaminarse al baño a orinar, alguien abrió la puerta sin siquiera tocarla, con fuerza y escándalo.

         Era Uraraka.

- ¡Uraraka-san! – gritó Deku avergonzado, tapándose rápidamente las piernas desnudas y su ropa interior, estirando las sábanas para cubrirse.

         Bakugou no estaba más decente, especialmente habiéndose encaminado hacia el baño, pero no iba a estresarse de más cuando sentía que la cabeza se le iba a abrir por la mitad.

- ¿Qué demonios te pasa, cara redonda?

- ¡Lo siento mucho, pero tienen que irse, rápido!

- ¿Eh? – preguntó el de cabello verde, consternado.

- Me acabo de enterar por Jirou. Anoche, aparentemente Shindo estaba muy borracho y le contó que va a hacer algo en la Exposición Universal. No sé si un atentado, no sé si irá armado, pero tienen que detenerlo.

- Argh… - Esta vez fue Bakugou quien restregó su cara con fuerza, habiendo perdido la paciencia totalmente. Shindo iba a hacer que los mataran a todos, y ¿más encima debían ser ellos quienes debían detenerlo? Si algo salía mal podían quedar hasta como sospechosos, o peor, ser aprisionados o ajusticiados en la calle -. Deku, tú ve con Toshinori y actúa normal. Yo me encargaré de Shindo.

- No seas tonto, Kacchan…

- ¡No lo hago por ti, idiota! Pero si quedaste con Toshinori y no llegas, será sospechoso – dijo poniéndose los pantalones con rapidez -. Actúa como si no pasara nada por el bien de todos y no lo arruines.

- Pero será más sencillo si…

- No me hagas repetirlo, nerd. - El rubio salió hecho un huracán de la habitación, sin siquiera lavarse los dientes o haber alcanzado a orinar, dejando a la castaña preocupada junto al joven de ojos verdes.

- Se está saliendo de control – murmuró la chica -. Shindo. Va a terminar matando a alguien o lo matarán a él.

- ¿Qué fue exactamente lo que dijo? – preguntó Deku, esta vez él colocándose los pantalones e intentando ignorar la presencia de una dama junto a él.

- Que todo el mundo estaría ahí… El presidente del Senado, Yaoyorozu… Los Tenya, los Kirishima, incluso la familia Todoroki.

         Deku palideció en el instante.

         No era estúpido imaginar que su vecino de toda la vida pudiera destinar cualquier ataque hacia los Todoroki por su relación con el jefe de la policía, sin tener idea que Shouto… No. No importaba lo que Bakugou dijera, Toshinori Yagi tendría que esperar y si era sospechoso o no, iba a lidiar con las consecuencias e irse a la cárcel por ello si era necesario, pero no podría quedarse de brazos cruzados esperando a que Bakugou detuviera a Shindo, si uno de los objetivos del moreno podía ser su novio.

- ¡Tengo que irme inmediatamente! – anunció antes de salir corriendo escaleras abajo en la posada.

         Cuando cerró la puerta tras de él y sintió el aire en su piel, ni siquiera se acordaba de lo mal que se sentía por la resaca.

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         Kirishima se había quedado atrás junto a Todoroki Shouto. Era fácil, considerando lo animado que estaba el señor Iida por hacerle un recorrido a todos y mostrarles las novedades antes de que llegara la multitud a repletar cada rincón del parque nacional… A los únicos que le había costado trabajo burlar, había sido a sus mejores amigos que habían querido quedarse junto a él, y obviamente no habían entendido cuando Kirishima les había dicho que necesitaba hablar con Shouto. Como ambos jóvenes nunca habían sido amigos en el pasado, lo encontraban extraño…

         Pero finalmente los había convencido de darles privacidad.

- ¿Nadie lo sabe? – preguntó casi en un susurro.

- ¿Sobre Midoriya y yo? No, nadie. Y sería una estupidez hacerlo, ¿has visto a mi padre?

- No diré nada – le aseguró.

- ¿Y tú qué estabas haciendo en el teatro?

- Intento escribir para el periódico de Aizawa… Bajo un pseudónimo, quizás – añadió al ver la cara de confusión del otro -. Jamás me permitirían hacerlo de otra forma, ¿no?

- ¿Estás seguro de que quieres hacerlo? – Todoroki se detuvo en su lugar y lo miró fijamente -. Escucho a mi estúpido padre hablando de él a veces, no es considerado una persona grata y no me extrañaría si pronto el gobierno demanda… “Silenciarlo”. No te conviene estar ahí cuando eso pase.

- Así como a ti no te conviene salir con un guionista pobre y revolucionario.

- Estoy enamorado – contestó.

         No se necesitaba mayor explicación.

         Y Kirishima lo envidió, porque él nunca se había enamorado antes… Estaba a punto de casarse con una mujer por la que no sentía nada, de hecho. La idea de encontrar a alguien por quien perder la cabeza de la forma en la que Todoroki lo había hecho por Midoriya le parecía completamente… Inalcanzable.

- No diré nada – repitió -. Tu secreto está salvo conmigo, Todoroki. Simplemente, ten cuidado.

- No tienes que decírmelo dos veces.

         Los dos jóvenes continuaron caminando ligeramente rezagados de su grupo, para cuando cientos, miles de personas comenzaron a llegar desde las diferentes entradas del parque nacional. Escucharon al señor Iida diciendo audiblemente en ese momento, “esa es la señal para retirarnos, caballeros” (porque los millonarios como ellos no se mezclarían con los simples mortales que iban a divertirse.) pero no apuraron el paso para seguirlos, sino que todo lo contrario.

- ¿Has probado eso? – le preguntó Todoroki a Kirishima, mientras apuntaba hacia una máquina sobre la cual un hombre armaba una pomposa y suave tela blanca -. Algodón de azúcar. Es una invención relativamente nueva… Midoriya dijo que debía probarlo, pero no lo sé. Es azúcar.

         A Kirishima le gustaba lo dulce, pero ¿qué sabor iba a tener? ¿Realmente sería como comer terrones de azúcar?

- ¡Hey, Eijirou! – llamó Kaminari desde unos metros de distancia - ¡Nos vamos!

- ¡Sí, sí, ya los alcanzo! – dijo el de cabello rojo, acercándose con curiosidad a la máquina -. ¿Cuánto vale?

- 25 centavos.

- Deme dos.

         Por los siguientes minutos se quedó mirando como el hombre acercaba una vara a la máquina de metal, y sin hacer ninguna acción aparte de eso, una delicada tela blanca comenzó a formarse alrededor de la misma. ¡Como una nube suave caída del cielo directamente a su alcance!

- Está pegajoso – comentó Todoroki con cara de pocos amigos cuando el hombre le acercó uno -. Vamos a probarlo.

         Kirishima sintió el sabor dulce del azúcar tan pronto como entró a su boca. ¡El nombre estaba tan bien puesto! La textura realmente era suave como el algodón, pero se deshacía en su boca sin tener que masticar o hacer nada en especial. ¡Y era delicioso!

- ¡Me gusta!

- Es demasiado dulce – se quejó el otro, pero siguió comiendo como si estuviera intrigado, o como si el hecho de que Midoriya se lo hubiera recomendado fuese suficiente.

         Kirishima y Todoroki se entretuvieron mirando otras cosas mientras saboreaban el algodón de azúcar, y pese a que cuando se los habían entregado parecía una cantidad bastante grande, ambos chicos comprobaron rápidamente que se hacía nada una vez que entraba a la boca. Kirishima se atrevía a decir que quizás quedaría con ganas de comer más una vez que se acabara.

         El lado bueno era que el resto de sus familias y amigos habían desaparecido. Habían estado tan apurados por salir de allí antes de que la gente común y corriente pudiese entrar, que seguramente ya habían tomado sus coches para regresar a casa y les habían dejado uno atrás con su cochero esperando a Kirishima y a Todoroki para cuando ellos estuviesen listos.

         Aprovechando esa pequeña soledad, Kirishima se atrevió a preguntarle a su compañero algo que se moría por saber.

- ¿Qué se siente? Estar enamorado de alguien.

- Se siente bien.

         El de cabello rojo soltó una risita.

- Qué elocuente.

- No sé cómo explicarlo – continuó el chico -. Es intenso.

- ¿Qué tan intenso?

- Más intenso que cualquier otra cosa que haya vivido – respondió como intentando poner en palabras todo lo que sentía. Era una misión imposible, para ser sinceros -. Como si nada más importara.

- Estoy feliz por ti, Todoroki – dijo mientras se giraba para verlo cara a cara, con una sonrisa.

         Fue en ese momento que Kirishima se dio cuenta de a un par de metros de distancia de ellos había un gran grupo de gente, desde donde acababa de salir un hombre joven de cabello negro con un revólver empuñado en la mano y apuntando hacia el suelo, caminando decidido hacia ellos con la notoria intención de dispararle al hijo del general director de la policía.

         El corazón se le detuvo en el pecho por un segundo, y luego, sin pensarlo, un impulso lo llevó a empujar a Todoroki hacia un lado para sacarlo del camino, quedando él completamente descubierto frente al asaltante que, sin pensarlo dos veces, levantó el arma directamente hacia su pecho.

         Kirishima cerró los ojos por instinto esperando el impacto, y en menos de un segundo, escuchó un fuerte disparo resonando en sus oídos.

Notes:

Ahora este capítulo cuenta con una ilustración de anto @ im_sergi_

💡 Dato freak: ¿Sabían que la máquina para hacer algodón de azúcar fue inventada en 1897 y presentada al público en la feria mundial de 1904 bajo el nombre de "Hilo de hadas"?

Chapter 3: Un malentendido

Notes:

Hola a todoooooooooos!! Gracias por leer!! Y por el apoyo que le han dado a este AU.
Son lo más 🥺💛 Espero que le guste este capítulo!!

Y que vean las similitudes con Titanic jajajajaja

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

         Bakugou prácticamente había perdido la esperanza de encontrar a Shindo.

         Para cuando había llegado hasta la entrada del parque una enorme multitud bloqueaba todas las entradas, impidiéndole totalmente el paso. Pero incluso si lograba entrar, ¿cómo mierda iba a encontrar a Shindo entre medio de toda esa gente? Seguramente había unas cien mil personas en total, dándose vueltas alegremente, topando contra él distraídamente. Lo único que tenía a su favor, era que el moreno era más alto que el promedio, así que tal vez podría ver su rostro sobresaliendo del resto.

         Buscó por alrededor de una hora, por todos los rincones de la feria y la maldita cosa era interminable. Para su total desagrado, en algún minuto de la mañana se encontró con el mismísimo Deku. ¡Sí, se había topado primero con Deku que con Shindo! Y su estúpido amigo de infancia no había seguido las instrucciones que le había dado, porque, por supuesto que no el idiota no podía quedarse tranquilo y reunirse con Toshinori Yagi, como debía. No, se las tenía que dar de héroe y ponerse a buscar por su propia cuenta. Quizás sería mejor así… Alguno de los dos iba a encontrarlo tarde o temprano.

         Pero finalmente fue él quien lo vio primero.

         En algún momento había visto al tonto novio de Deku, Todoroki, caminando y comiendo algodón de azúcar junto a Kirishima, el tipo que había estado en el teatro justo la noche anterior. ¿Así que esos dos eran amigos? El bastardo mitad y mitad no le caía del todo bien, pero tenía que reconocer que solo se debía a que ponía en peligro a Deku egoístamente al salir con él… Fuera de eso, no tenía nada malo que decir del tipo. No era superficial como los demás de su clase…

         ¿Quizás Kirishima sería igual y por eso se reunía con Aizawa?

         Y entonces, un brillo inusual, como de un rayo del sol reflejándose molestamente en contra de algo, llevó su atención hacia un grupo de gente que estaba tan solo a unos metros de distancia de ambos jóvenes de la nobleza. Shindo acababa de salir de allí cargando un revolver en su mano, que reflejaba la luz del sol.

         Echó a correr hacia el de cabello negro sin pensarlo, sin tener idea cómo lo iba a detener, cuando vio de reojo que Kirishima apartaba a Todoroki del camino y quedaba él como blanco perfecto de Shindo, que ya había levantado su brazo dispuesto a dispararle. Saltó sobre él para detenerlo, pero había llegado tarde. Escuchó el tiro saliendo del revolver al mismo tiempo que el joven de cabello oscuro y él caían al suelo polvoriento del parque.

         Vio de reojo que Kirishima cayó al suelo al mismo tiempo que escuchó gritos provenientes de todas partes, la historia colectiva tomando el control de la gente asustada y escandalizada alrededor de ellos, quienes corrieron en todas direcciones, provocando una especie de estampida hacia las salidas.

- ¡Bakugou! ¡¿Qué demonios estás haciendo?! – reclamó Shindo, dándole manotazos bruscos para sacárselo de encima y ponerse de pie. En cuanto lo hizo, miró al suelo frenéticamente en busca del revolver con la clara intención de volver a disparar y esta vez cumplir su cometido.

- ¡¿Qué estás haciendo tú, hijo de puta?! ¿Intentando matar a alguien? – divisó el revolver en el suelo antes que su contrincante y le dio una patada, provocando que éste se deslizara varios metros por el suelo, lejos de ellos.

- ¡Lo vas a arruinar! – dijo forcejeando con el rubio, que intentaba impedirle el paso.

         Bakugou vio que guardias de seguridad se acercaban corriendo hace ellos y agarró a Shindo por el cuello de la camisa con todas sus fuerzas, pese a que el tipo era bastante más alto y fuerte que él.

- Huye, imbécil.

         Shindo miró hacia atrás, dándose cuenta de que alrededor de diez personas corrían en su dirección para atraparlo, antes de volver a mirar a Bakugou una vez más y considerar sus palabras. Finalmente se rindió con el forcejeo inútil que tenía con el rubio y partió corriendo en dirección hacia donde se encontraba la salida más cercana, desapareciendo después de saltar tras unos setos.

         Cuando Bakugou volvió a mirar, Kirishima yacía recostado en el suelo y Todoroki estaba arrodillado junto a él en medio de la tierra, verificando la herida del de cabello rojo. Sin perder más tiempo se acercó rápidamente a ellos para ayudar, sacándose su saco en caso de tener que usarlo para detener alguna hemorragia o al menos para apoyar la cabeza de Kirishima, en caso de que éste estuviese agonizando.

- Mitad y mitad – dijo con la respiración entre cortada cuando llegó, dejándose caer rápidamente junto a ellos para hacerse una idea de la gravedad de la herida.

- Le salvaste la vida – respondió Todoroki.

         Sin entender, el rubio miró hacia abajo y se dio cuenta de que por milagro había desviado la bala cuando había empujado a Shindo al suelo. Gracias a eso, ésta solo había rozado el rostro de Kirishima justo por encima de la cuenca en donde se encontraba su ojo derecho. Tenía un corte más bien profundo y quizás también una pequeña quemadura justo bajo su ceja, pero no era nada grave y seguramente había terminado cayendo al suelo de espaldas solo por la intensidad del impacto.

- Y tú salvaste la mía, Kirishima – continuó el chico.

- Estoy bien – respondió el de cabello rojo intentando incorporarse. Se llevó una mano a la herida, pero Bakugou lo agarró desde la muñeca para impedírselo.

- Está sucia. No la toques.

- ¡Eres el tipo de ayer! – dijo Kirishima al notar que el rubio que lo miraba preocupado era el mismísimo Bakugou Katsuki.  

         Pero antes de que Bakugou pudiese contestar algo, sintió las pisadas apresuradas de un grupo de gente entrando invasivamente en su espacio personal. Alguien lo empujó de forma brusca provocando que su mejilla izquierda chocara con el suelo y luego sintió a esa misma persona colocando su rodilla sobre su espalda y tomó sus brazos para maniatarlo por detrás. Sintió el frío del metal contra sus muñecas descubiertas y supo inmediatamente que lo estaban esposando y arrestando.

         Genial.

         Iban a arrestarlo a él por haberle disparado a Kirishima.

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         Por lo general, Deku era un joven amable, amistoso, gentil y tierno. Eso, hasta que alguien se metía con alguien de su familia.

         El de cabello verde entró a una de las tantas casas pareadas idénticas que había en Kamino, derribando la puerta de una sola patada y encaminándose hasta la sala, en donde se encontró a Shindo, abatido, sentado en un sillón de un cuerpo y con su cara hundida en sus manos, mientras otros dos tipos le daban ordenes o instrucciones. Deku los reconocía, pero no era amigo de ninguno de ellos: Un boxeador de poca monta llamado Shikkui Makabe, y Seiji Shishikura, una de las personas más radicales y peligrosas que conocía.

- ¿Qué mierda estás haciendo tú aquí, Deku? – preguntó Seiji poniéndose a la defensiva rápidamente -. Vete a jugar con tus pequeñas obras de teatro y déjanos solos.

         Deku lo apartó de un solo manotazo, sin dejarse amedrentar, agarró a Shindo por el cuello de su camisa y lo levantó en el aire con la pura fuerza de su brazo.

- Por tu culpa apresaron a Kacchan.

- ¡No fue culpa mía!

- ¡Le disparaste a alguien inocente! – lo empujó de regreso al sillón en donde estaba sentado, amenazante -. Por suerte Kacchan te detuvo y nadie resultó herido. – Seiji profirió un bufido enterarse de aquello, como si le molestara saber que nadie había muerto.

- ¡Bakugou me dijo que huyera! ¡Si hubiese sabido que se lo llevarían a él…!

- ¡¿Qué?! ¿Te hubieras quedado? ¡Porque no te veo yendo a la estación a aclarar el malentendido!

- No seas imbécil – interrumpió Shikkui -. Si Shindo se entrega estará en la horca mañana mismo. Bakugou en cambio…

- ¿Qué?

- Imagino que alguien podrá testificar en su favor – dijo Shindo en un hilo de voz. Deku podía ver que el moreno se sentía culpable, que estaba preocupado y asustado, pero eso no era suficiente para que dejara de sentir la furia corriéndole por las venas.

         Por su culpa, Kacchan estaba preso… Y, además, saber que el objetivo original de Shindo había sido su novio lo hacía sentir tanta rabia que necesitaba ocupar toda su fuerza de voluntad para no golpearlo hasta partirle el rostro en dos. ¡Había amenazado la vida de Shoto! Pero no podía tener una reacción así o iba a dejarse al descubierto, y era demasiado peligroso que alguno de esos tipos supiera la verdad sobre su relación con el hijo del general director de la policía.

- Estoy acabado de todas formas – se quejó Shindo, volviendo a tomar su cabeza entre sus manos, histérico -. ¡Perdí el arma! ¡Descubrirán mis huellas tarde o temprano y…!

- Yo encontré el arma primero – dijo Deku.

         Los tres jóvenes frente a él lo miraron impactados ante la revelación, aguantando la respiración mientras veían como el chico pecoso sacaba desde el bolsillo interior de su chaqueta, un revolver envuelto en un pañuelo blanco, y cinco balas sueltas se deslizaban entre sus dedos hasta caer al suelo.

- Deku, tú…

- Si alguien sabe que lo hice, me encarcelarán por complicidad – dijo estirándolo hacia Shindo.

- ¿Por qué lo hiciste? – preguntó confundido.

- Porque Kacchan y yo nos preocupamos por ti, idiota. Ese fue el motivo por el que Kacchan intentó detenerte desde un principio, el motivo por el que te dijo que huyeras de ahí, aunque te merecías ir preso. Porque no queremos que arruines tu vida con las decisiones de mierda que estás tomando por culpa de este imbécil – dijo mirando a Seiji, provocando que éste último solo riera con arrogancia.

- No tenías que hacerlo… - murmuró el moreno, mirando el arma en sus manos -. Gracias.

- Si de verdad quieres agradecernos a Kacchan y a mí, entonces que el riesgo que ambos corrimos por salvar tu trasero no sea en vano. Y empieza a tomar mejores decisiones – advirtió.

         El de cabello verde no se molestó en despedirse, dándose media vuelta para salir de ahí y reunirse con Todoroki a ver si podían idear algún plan, alguna forma en la que pudieran sacar a Bakugou de la cárcel a la que lo habían llevado. Según le había dicho su novio, Todoroki y Kirishima habían intentado aclarar incontables veces que Bakugou no había tenido nada que ver, pero los guardias que lo habían apresado no les prestaron mucha atención, señalando que seguramente se había confundido por el caos del suceso.

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         Todoroki Enji, el general director de la policía, había llegado a la estación de policía alrededor de dos horas antes y había estado esperando a los testigos que faltaban para escuchar lo que había ocurrido. Hasta ahora lo único que se sabía en la estación de policía era que Bakugou Katsuki, el ascendente dramaturgo que era frecuentado por el mismísimo Toshinori Yagi, había intentado matar a su propio hijo.

- Eso es lo que pasa con todos ustedes, sabandijas asquerosas nacidas y criadas en Kamino – le dijo Todoroki a Bakugou antes de que los demás llegaran -. Sucios delincuentes y asesinos, ¿creíste que podrías matar a mi propio hijo? ¡Respóndeme, basura!

         Bakugou escupió al suelo, dentro de su celda. En ese momento agradecía que los barrotes lo separaran del enorme hombre de cabello rojo oscuro, o de lo contrario no dudaba que estaría recibiendo unos buenos puñetazos.

         Pero finalmente el monólogo de Todoroki Enji fue interrumpido cuando los pasos de otras tres personas hicieron su ingreso al lugar. Bakugou no tenía visual de la puerta, ni del pasillo ni de la recepción, así que no le quedaba más que agudizar el oído a ver si podía escuchar o entender algo útil. El rubio había esperado inocentemente que para ese entonces ya lo hubieran soltado, pero no…

- Todoroki Enji – dijo una voz masculina.

- Kirishima. ¿Qué tal está su hijo?

- Estoy bien – dijo la voz de una tercera persona, a quien Bakugou reconoció inmediatamente como Eijirou -. No fue nada.

- De hecho, padre, estamos aquí para pedirte que liberes a Bakugou Katsuki – dijo luego la voz apagada y monótona de Todoroki Shouto.

- ¡¿QUE LIBERE A ESE…?! – comenzó a gritar el general director -. Shouto, ¡¿has perdido completamente la cabeza?!

- No, al contrario – respondió calmado -. El hombre que intentó atacarme tenía el cabello negro y Bakugou fue quien intentó detenerlo. Si no hubiese desviado el tiro, Kirishima estaría muerto.

- Es verdad – corroboró el segundo joven -. Lo vi con claridad… Era un tipo alto, de cabello negro… Él me estaba apuntando con un revolver.

         Hubo unos segundos de silencio y a Bakugou le dio la impresión de que Todoroki Enji estaba buscando cualquier excusa que pudiera mantenerlo detrás de las barras… Suponía también entonces, escuchando todo eso, que Shindo había logrado escapar o de lo contrario no estarían teniendo esa discusión.

- No fue lo que vieron mis hombres – terminó por decir el jefe de la policía.

- Pues tus hombres vieron mal – lo desafió su hijo.

- Padre, es cierto. – Bakugou escuchó como la voz de Kirishima sonaba ligeramente más preocupada que antes, con un tinte rogatorio -. No solo tienen detenido a un hombre inocente aquí, sino que al hombre que me salvó la vida.

- ¡Bien! Entonces, el muchacho es un héroe – dijo la voz del hombre mayor, quien Bakugou creyó, era el padre de Kirishima.

         La conversación fue interrumpida cuando se escuchó una nueva ronda de pasos haciendo su entrada por el pasillo de la comisaría. ¿Dos tal vez? Bakugou intentó ponerle más atención aún, pero no fue hasta que ambos hombres abrieron la boca que no tuvo duda alguna sobre quiénes se trataban.

- ¡Kacchan es inocente y no dirá ninguna palabra hasta que pueda hablar con un abogado! – Era Deku, por supuesto.

- Buenas tardes a todos. ¡Joven Kirishima, me alegra ver que estás sano y salvo! – dijo la voz de Toshinori Yagi -. Lamento el infortunio que toda esta situación ha provocado, sin embargo, creo firmemente en la inocencia del joven Bakugou y estaré más que dispuesto a financiarle un abogado.

- Cálmate, Yagi. Me parece que no tengo motivos para mantener al insurgente encarcelado – dijo Todoroki Enji con notoria decepción, incluso para Bakugou, que solo escuchaba y no podía verle la cara. - Sintió los pasos de todo el grupo acercándose hacia donde se encontraba y a juzgar por el sonido del metal golpeándose contra el metal, entendió que Todoroki padre había sacado el enorme llavero de las celdas para sacarlo por fin.

- Más le vale que no le hayan puesto un dedo encima… - escuchó a Deku amenazando a Todoroki, y por un segundo casi se ríe. Maldito enano con demasiada personalidad.

- Estoy bien, nerd – respondió desde su celda, y dentro de nada estuvo fuera.

         Tuvo que firmar unos cuantos papeles antes de que lo dejaran marcharse. Por supuesto, ni Todoroki Enji ni ninguno de los hombres que lo habían apresado (que estaban allí) le habían pedido perdón por el malentendido y apenas había exigido que le devolvieran la foto que le habían tomado, le dijeron que no, que esa fotografía era propiedad de la policía.

- Eso es completamente irregular, Endeavor, lo sabes – reclamó Toshinori.

- No me digas qué hacer, All Might – amenazó el hombre.

         Bakugou y Deku compartieron una mirada, por un lado, curiosos sobre esos apodos que usaban los hombres entre ellos, y por otro… Bueno, era obvio que la policía quería quedarse con la foto de Bakugou porque sabían que la iban a volver a utilizar. Aunque no había hecho nada, aunque era inocente, lo más seguro sería que le crearían un archivo como si tuviera antecedentes penales y así, ubicarlo con mayor facilidad en caso de que fuera necesario en el futuro.

- Como sea, quédensela – dijo el rubio después de un rato -. De cualquier forma no era demasiado halagadora.

         ¡Como si hubiese podido salir bien en una fotografía! Dejando de lado el hecho de que lo hubiesen esposado contra el suelo de tierra, llenándolo de polvo, todavía se encontraba con su ropa del día anterior, no habiéndose dado una ducha, no habiéndose lavado ni siquiera los dientes. Quería orinar al menos hacía siete horas, estaba deshidratado y el dolor de cabeza que tenía por la resaca no había menguado ni siquiera un poco. Al contrario, la cabeza le palpitaba como si estuviera viva.

         Cuando salió de la comisaría, el brillo del sol hizo que la cabeza casi se le partiera de nuevo y estuvo a punto de darse media vuelta para ponerse a orinar en la pared de la estación, cuando se dio cuenta de que Deku y Toshinori Yagi no eran los únicos que lo acompañaban. Aparentemente los dos Kirishima y Todoroki Shouto no se habían marchado del lugar con la esperanza de cruzar alguna palabra con él antes de irse.

         Kirishima tenía un parche sobre su ojo, así que supuso que la herida no había sido tan superficial después de todo y que seguramente habían tenido que darle puntadas. Probablemente su familia estaría escandalizada tras saber que su bonito rostro quedaría con una marquita que les recordaría ese incidente para siempre. Aunque a juicio de él, una cicatriz en el rostro lo haría ver bastante más… Interesante.

- ¿Qué? – preguntó sin demasiados modales.

- Bakugou, no había tenido la oportunidad de darte las gracias… - comenzó a decir Kirishima hijo.

- Ni lo menciones – lo cortó rápidamente, y luego miró a Deku y a Toshinori -. Si no veo un baño en cinco minutos…

- Claro, claro, vamos – dijo Deku.

         Los tres se dieron media vuelta para irse en dirección al sur de la ciudad, mientras los otros avanzaban hacia sus coches estacionados en la calle, prestos para irse en dirección a donde vivía toda la elite del país, el norte. Sin embargo, a medida que avanzaban, Bakugou sintió un golpecito en su hombro y se giró, encontrándose con el padre de Kirishima que levantaba un billete de veinte dólares en su mano.

- No necesito su dinero.

- ¡Papá, no lo insultes! – dijo Kirishima apresurándose hasta donde estaban.

- ¿Insultarlo? Le servirá el dinero – explicó el hombre como si nada, mientras su hijo rodaba los ojos. Los ricos siempre creían que alguien que había nacido en la pobreza sería capaz de tirarse al suelo y lamerle los zapatos a cambio de cualquier limosna, Bakugou lo sabía bien, pero no podía estar más equivocado sobre él -. Lo siento, no quise ofenderlo.

- Como sea – dijo el rubio, impaciente. Su vejiga iba a explotar en cualquier momento.

- Al menos… ¿Aceptaría cenar con nosotros este fin de semana? Como una forma de agradecimiento – dijo, mientras esta vez su hijo lo miraba sorprendido y bastante más complacido.

- …Claro – terminó por decir, y los tres retomaron su camino.

         Kirishima aprovechó que su padre había avanzado rápidamente hacia el auto, dejándolos atrás, para hablar con Shouto.

- Necesito que me hagas un favor.

- Después de que me salvaste hoy día, lo que quieras.

- Necesito que me digas a dónde puedo encontrar a Bakugou Katsuki mañana, temprano. 

- ¿Irás a ver a Bakugou? – preguntó, mientras el de cabello rojo asentía -. No creo que Bakugou quiera que sepas en donde vive después de lo de hoy… - dijo, incómodo. Había sido bastante obvio para todos que su padre se había guardado la foto esperando ir a apresarlo por cualquier cosa en el futuro.

- Por favor, Todoroki. Necesito agradecerle por lo de hoy y es una conversación que debo tener a solas con él. Creo que lo entiendes, y creo que también sabes que nunca usaría su dirección para algo que le pueda traer problemas.

         El chico asintió, más convencido.

- Se queda en una posada en Kamino, junto a Midoriya. Mañana iré a verlo, así que puedes venir conmigo y será menos sospechoso si la gente cree que salimos juntos.

- Está bien – dijo sonriendo ampliamente, emocionado y algo nervioso ante la expectativa de volver a encontrarse con el rubio que había salvado su vida.

 

Notes:

💡 Dato freak: ¿Sabían que el estudio balístico y del uso de huellas dactilares en investigaciones forenses existen desde 1835 y 1858, respectivamente? [Me tomo en serio la verosimilitud de las cosas que escribo jajajaja]

Chapter 4: Volcán en su pecho ardiente

Summary:

Kirishima y Bakugou se reúnen a solas.

Notes:

¡Hola a todos! Espero que se encuentren muy bien y disculpen mi ausencia 😊
Muchísimas gracias por leer y por toda la paciencia de esperar una nueva actualización !!!

Como siempre, estoy DEMASIADO AGRADECIDA y feliz por recibir el feedback, sus comentarios, etc. Me encanta saber su opinión en cada capítulo!!

Espero que les guste el siguiente cap.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

         Kirishima tenía una silueta oscura frente a él. No lograba distinguir su rostro y menos saber quién era, pero sí sabía que estaba en peligro y lo confirmó cuando quien fuese la persona que estaba delante de él, levantó su mano para apuntarlo con una pistola. Y quiso correr, pero estaba paralizado, como si sus pies se encontraran pegados al suelo, sin ninguna posibilidad de escapar.

         Un destello blanco y cegador fue seguido por un fuerte sonido, y aunque sabía lo que se venía, no estaba ni remotamente preparado para el impacto, el que llegó en una fracción de segundo directo al centro de su pecho. Sintió como una bala de metal hirviendo desgarraba su piel, haciéndole daño, y gritó, al mismo tiempo que caía.

         Dio un salto en su cama, rebotando contra el colchón, y despertó.

         Estaba completamente sudado y su respiración se había acelerado. Una fuerte opresión en el pecho por la angustia provocaba que le faltara el aire, así que tomó grandes bocanadas mientras intentaba serenarse… Estaba bien y a salvo en su habitación. Solo había sido una pesadilla por culpa de los eventos del día anterior… Nada malo había pasado. 

         Una vez que estuvo más calmado, estiró su mano para tomar el reloj despertador que descansaba sobre su mesa de noche. Estaba oscuro, pero no tanto, así que suponía que ya estaría empezando a aclarar… Cuando acercó su reloj para verlo mejor, se dio cuenta que tenía razón: Eran las seis y media de la mañana y aunque faltaba una hora para que la alarma sonara, estaba seguro de que no iba a poder volver a dormirse.

         Se levantó y se dirigió a su baño privado con el fin de lavarse la cara. Se vio en el espejo del enorme tocador de su baño, fijando su vista en el parche blanco que tenía sobre el ojo y lo removió con un pequeño siseo de dolor, más por la banda pegajosa tirándole el vello de la frente, que porque le doliese la herida.

         Ahí estaba: Un corte profundo, pero pequeño. Le habían dicho que tendrían que colocarle de tres a cuatro puntadas, pero no quería. No creía que valiese la pena por algo tan pequeño, y honestamente, había sido afortunado. Si Bakugou no hubiese intercedido, la bala le hubiera llegado en una zona mortal como el pecho. Aún habiendo intercedido, por la zona en la que finalmente recibió el impacto, había sido una suerte que no perdiese el ojo u algo peor. Realmente había tenido suerte.

         Lo que no significara que no estuviese asustado y preocupado de que un tipo loco anduviera suelto después de haberlo intentado matar a Todoroki, o a él… ¿Volvería por Todoroki? ¿volvería a intentar asesinar a alguien? O quizás, cometería un acto terrorista, que era lo que se temía hacía tiempo con lo rápido que estaba avanzando el descontento social y la represión del gobierno…

         Entró a la tina marmolada y esperó despejar su mente cuando el agua caliente golpeó su cuerpo mientras se recostaba y se hundía hasta los hombros, recostando su cabeza en el borde. El vapor comenzó a llenar el baño y a empañar los vidrios y espejos, provocando que todo el ambiente se temperara de forma agradable, y cerró los ojos.

         El rostro de Bakugou Katsuki se le vino involuntariamente a la cabeza. Había sido una verdadera coincidencia que el rubio hubiera sido quien lo salvó, justo después de haberlo visto la noche anterior en el teatro. Si antes había creído que era atractivo y genial (debido a su talento), ahora que le había salvado la vida no sabía que pensar, pero su cuerpo sentía por él porque no podía evitar sentir un leve cosquilleo en su estómago cuando lo recordaba, tan masculino y tan valiente… ¡Y su padre lo había invitado a cenar!

         Pero lo que lo ponía más nervioso era saber que lo vería aquella mismísima mañana para darle las gracias. Tendría que ir a Kamino, un barrio que jamás había visto personalmente, y que según había crecido escuchando, era peligroso y pobre. Pero de alguna forma saber que el rubio era de allí solo le provocaba más curiosidad y admiración.

- ¿Señor Kirishima? – Una voz al otro lado de la puerta del baño interrumpió sus pensamientos. Era uno de los mayordomos de la mansión.

- ¿Sí?

- Su padre me ha pedido que le avise que la señorita Yaoyorozu vendrá a las ocho. Se enteró de lo de ayer y quiere saber cómo está.

         Kirishima rodó los ojos y se hundió hasta la nariz, molesto, antes de volver a asomar su cabeza para responder. ¡No podía llegar tarde a la posada donde vivía Bakugou! ¡Había quedado con Todoroki a las nueve y sería muy tarde para mandar a alguien a avisarle que cambiaran la cita!

- ¡Está bien, gracias!

.

.

.

         Por supuesto, Yaoyorozu lucía radiante en un vestido de encaje rosa pálido. Kirishima no era ciego, así que podía darse cuenta con facilidad que su prometida era una mujer hermosa y elegante. Sin embargo, cuando la veía, él no era capaz de sentir absolutamente nada…

- Buenos días, querida – saludó con una pequeña sonrisa.

- ¡Oh, no! – respondió la chica llevándose las manos a la boca con horror mientras veía la herida al descubierto de Kirishima sobre su ojo.

- Estoy bien, no ha sido nada – se apresuró en asegurarle, pero no era eso lo que a ella le preocupaba.

- Saldrá en todas las fotos – dijo en un susurro, como si estuviera hablando de algo terrible -. Dios, ¿por qué tenía que ocurrir justo antes de la boda?

- Ah, sí – balbuceó el de cabello rojo, esforzándose por no responder alguna pesadez. Literalmente podía haber muerto el día anterior, ¿y a Momo solo le preocupaba la estúpida foto de la boda?

- Si cicatriza rápido no alcanzará a verse – continuó, asintiendo con determinación como si intentara convencerse a sí misma -. Sí, no todo está arruinado aún.

- Querida, ¿tomaste desayuno ya? – preguntó mirando su reloj de bolsillo -. Vamos a desayunar, tengo que estar en un lugar a las nueve.

- ¿Qué lugar es ese?

- Voy a salir con Todoroki Shouto – explicó, intentando no dar más detalles -. Como entenderás, después de lo de ayer está nervioso.

- ¿Y qué tienes tú que ver en eso? – preguntó la chica de cabello negro y de piel blanca como la nieve, cruzándose de brazos -. Últimamente ya ni nos vemos. Se suponía que esta semana iríamos a dar un paseo al nuevo parque japonés que inauguró el señor Tenya. Y en vez de eso, he escuchado que has frecuentado el teatro con ese hombre… ¡Aizawa Shouta! – dijo en un tono escandalizado, como si Kirishima hubiera ido al teatro en compañía de una cucaracha gigante.

         Pero lo que más le llamó la atención a Kirishima no era el tono horrorizado de su prometida, sino que supiese que había ido al teatro dos noches antes. No era que lo estuviese escondiendo, ni mucho menos, pero como un hombre adulto siempre había salido libremente sin que nadie lo cuestionara y mucho menos que alguien lo espiara.

- ¿Me has estado siguiendo?

- Yo no, por supuesto. No es lo que una dama haría – aseguró ella rápidamente -. Pero, mi hermano Neito… Tienes que comprender que solo lo hizo por mi bien. Está preocupado por mi honor, con tantas desapariciones tuyas. No puedes culparlo por pensar lo peor… - la chica llevó sus ojos al suelo apenada, intentando manipularlo, pero Kirishima ya no caía por esas artimañas -. Que me estabas engañando con alguna fulana.

- ¿Tu hermano no tiene mejores cosas que hacer que perder el tiempo espiándome? – dijo fríamente.

- No puedes hablar así de mi hermano, lo insultas.

- Y él me insulta a mí, poniendo en duda mi palabra hacia tu padre. - Estaba tan enojado que había dicho esa última frase apropósito, sabiendo que provocaría algún tipo de reacción de la cual se arrepentiría luego.

- Hacia mi padre – repitió la chica, ofendida -. Te casas conmigo porque le diste la palabra a mi padre, no a mí.

         Declarando lo obvio, pensó Kirishima. Así eran todos los matrimonios por conveniencia, aunque se engañaran y se hicieran los tontos por educación. Kirishima ni siquiera le había propuesto matrimonio a Yaoyorozu de la forma convencional, preguntándole y dándole un anillo. Todo se había hecho como una reunión de negocios entre cuatro paredes, un acuerdo al que habían llegado sus padres y nada más.

- Tu hermano será mi familia en menos de dos meses – explicó de un modo más conciliador, para evitar problemas con su padre y entre ambas familias -. No entiendo qué hice para merecer tal desconfianza. No aprecio que me sigan mientras paso un rato agradable con un amigo o un contacto.

- Lo sé, pero—.

- Me rehúso a tener esta conversación ilógica. Vamos a desayunar, para que luego pueda acompañarte a tu casa. Mi reunión con Todoroki Shouto no puede ser pospuesta.

.

.

.

         Kirishima había escuchado historias sobre Kamino, pero nada lo había preparado para ver lo que estaba viendo a través de la ventana del coche. Una pobreza inigualable y desoladora, niños corriendo medio desnudos y descalzos por las calles para alcanzar el carro y pedir limosna. Mujeres amamantando bebes en medio de la acera, pidiendo comida. Y también estaba el olor nauseabundo de las calles, con orina y heces acumulándose junto al barro, debido a que el desagüe y las cañerías todavía no llegaban a ese sector.

         Era un golpe de realidad devastador ver en vivo y en directo como vivía la mayoría de la gente su país, en especial si lo comparaba con sus propios privilegios y los derroches innecesarios de la clase alta…

- Horrible, ¿no es así? – preguntó Todoroki.

         Kirishima asintió en silencio.

- No lo entiendo. Pensé que a Midoriya y a Bakugou les estaba yendo bien. ¿No se había vendido toda su obra? ¿No les alcanza para salir de aquí?

- Por supuesto que les alcanza. Les alcanza hace mucho. Pero ¿crees que son de ese tipo de personas que se vuelven exitosas y abandonan sus raíces?

- ¿Están aquí por decisión propia?

- No se irán nunca – aseguró Todoroki -. Es el barrio donde crecieron, es la gente que conocen. No van a dejarlo atrás a menos que puedan mejorar las condiciones para todos, y me consta… Porque sé que donan gran parte de sus ganancias a la comunidad.

- ¡Quisiera ayudar! – anunció el de cabello rojo con determinación.

- No lo hagas obvio ni lo conviertas en una limosna – recomendó Todoroki -. O rechazarán tu ayuda.

- ¿Es lo que tú haces?

- Les digo que quiero arruinar a mi padre… Es la verdad, en todo caso. Pero mato a dos pájaros de un tiro.

- ¿Por qué quieres arruinar a tu padre? – preguntó confundido, al mismo tiempo que el carro se detenía fuera de una posada cuya fachada literalmente se estaba cayendo a pedazos.

- Esa es una historia que dejaremos para otra ocasión – dijo abriendo la puerta -. Ten cuidado con dónde pisas al bajar, no querrás que tus botines terminen llenos de mierda.

         Recién en ese momento, Kirishima se dio cuenta de lo excesivamente bien vestido que estaba para aquella circunstancia.

.

.

.

         Bakugou había blufeado en la comisaría, haciéndose el importante y como que no le importaba el hecho de que se hubiesen quedaron con su foto de prontuario, cuando era bastante claro que ese simple hecho significaba que lo tenían en la mira. Y todo por culpa de Shindo, que se le había ocurrido enloquecer e intentar asesinar al hijo del general director de la policía.

         Si eso hubiese ocurrido, además de haberle destrozado el corazón al inútil de Deku, con lo perdidamente enamorado que estaba del bastardo bicolor, la policía hubiese caído en Kamino en ese mismo instante, soltando a todos sus perros a sueldo para vengarse contra la comunidad entera. Hubiera sido un baño de sangre provocado por el capricho estúpido de ese tonto.

         No le había prestado una visita al moreno, ahora que lo pensaba. Lo mínimo que se merecía era ir hasta su casa para estamparlo contra una pared a puñetazos. Se puso de pie de un salto desde su cama, motivado con la idea, y se encaminó hacia la puerta, pero cuando la abrió, casi choca de lleno con otra persona que venía subiendo y dispuesto a entrar.

         Era el Kirishima que llevaba dos días seguidos viendo por casualidad, y que de cerca y sin locos psicópatas disparando junto a él, se veía bastante más guapo (incluso con aquel corte sobre su ojo). El de cabello rojo venía vestido con toda la parafernalia de los ricos aun para haber ido hasta Kamino: traje, camisa y todo, e intentó no reír para no ser más desagradable que de costumbre.

         Al menos Todoroki tenía más sentido común y se disfrazaba un poco de plebeyo cuando iba a cortejar a Deku a la posada. 

- ¿Qué mierda estás haciendo tú aquí? – preguntó nervioso, y rápidamente se acercó a la ventana para corroborar que no estuviese la policía afuera de la posada.

         Deku y él se quedaban en el último piso, en una especie de azotea de madera calurosa y encerrada, cuya puerta daba directamente hacia la escalera de los pisos inferiores. Y lo bueno era que la ventana daba directamente al techo de la hilera de casas de aquella cuadra, facilitando cualquier escape rápido por allí en caso de necesitarse.

         Pero no había nadie. De hecho, reconoció el auto que estaba estacionado fuera, esperando con su cochero en la calle, como el auto de Shoto, y asumió, rodando los ojos con molestia, que Kirishima había venido con él.

- ¡Hola! – saludó sonriendo brillantemente.

- ¿El estúpido bastardo mitad y mitad te trajo?

- ¡Sí! Está con Midoriya abajo. Fue un poco incómodo, de hecho – dijo rascándose la cabeza -. Espero que no te moleste que haya subido a verte, pero… De verdad les gusta besarse, ¿eh?

- No había nadie más abajo, ¿verdad?

- Uhm, no – replicó pensando -. Solo ellos.

- Bien.

         Bakugou pareció relajarse después de escuchar eso, yendo a tirarse a la cama nuevamente para tomar un libro que estaba abierto y boca bajo sobre la cama, e ignorando completamente a Kirishima, se puso a leer. La portada decía “La belle epoque” en una bonita tipografía victoriana.

         El de cabello rojo recordó que entre tantas de las cosas que Aizawa le había dicho aquella noche en el teatro, le había recomendado aquel libro que se trataba de un joven estudiante que se había visto obligado a dejar sus estudios universitarios por culpa de la pobreza. Lo había escrito recientemente un importante novelista de Oseon, una potencia mundial que colindaba con Musutafu.

- ¿Me lo prestarías cuando lo termines? – preguntó, mientras Bakugou levantaba su vista hacia él y alzaba una ceja.

- Tienes dinero. Compra uno.

- Uhm… - ¿Sería muy tonto preguntar si vendían aquel libro en las librerías normales? - ¿Es bueno?

- ¿Qué estás haciendo aquí? – preguntó perdiendo la paciencia.

- Te quería agradecer por lo de ayer. Ya sé que te lo dije fuera de la estación de la policía, pero… Siento que no fue suficiente. No sé si alguna vez será suficiente, o si habrá algo que pueda hacer para pagártelo…

- Tch. No me lo agradezcas. - Bakugou había visto a Kirishima haciendo a un lado a Todoroki para recibir la bala él y desde ese entonces no había dejado de pensar en eso.

         Aunque fuese un niño rico y representara muchas cosas que él odiaba, un acto valiente como ese no tenía absolutamente nada que ver con el dinero o la clase social. En Kamino estaba lleno de gente que había crecido bajo las mismas condiciones que él, pero no había desarrollado convicciones y vendían información a la policía sobre los demás sin ningún remordimiento. Al mismo tiempo, los señoritos de la nobleza tenían la reputación de ser cobardes que nunca asumían las consecuencias de sus actos y solucionaban todo con dinero, pero este tipo…

         Shindo hubiese matado a uno bueno.

- Fue suerte – murmuró, sintiéndose culpable pensando que había dejado escapar a quien había intentado matarlo. Lo había ayudado a escapar, le había dicho que huyera… Y Kirishima no tenía idea de eso cuando lo miraba con los ojos llenos de profunda admiración.

- Puede ser, pero no quita el hecho – dijo sonriendo nuevamente -. ¡Ya me iré, para que puedas seguir leyendo tranquilo!

- ¿Y cómo pretendes irte? Si se puede saber… Todoroki no se va a despegar de Deku en las próximas horas.

- Oh… Sí – reflexionó Kirishima. Realmente no lo había pensado muy bien, ¿cierto? - ¡Está bien! ¡Caminaré! – anunció, y escuchó una carcajada por parte del rubio.

- Te van a robar hasta los calcetines antes de que llegues al final de la cuadra, y te darán tres puñaladas en el estómago solo como cortesía de la casa.

- Supongo que tendré que quedarme aquí hasta que Todoroki quiera irse – dijo tomando asiento en la cama contraria (la que pertenecía a Deku) para jugar incómodamente con sus pulgares.

- Toma – dijo arrojándole el libro que había estado leyendo, desde el otro lado de la habitación -. Lo estoy leyendo por séptima vez.

         El joven de cabello rojo alcanzó a agarrar el libro de forma torpe, no habiéndose esperado que se lo lanzaran. Una vez que lo tuvo cómodamente entre sus manos, se puso a ojearlo y pudo comprobar que Bakugou realmente debió leerlo varias veces, porque estaba lleno de anotaciones, algunas en carboncillo y otras en tinta. Una anotación que le saltó a la vista y llamó mucho su atención era aquella que decía “quiero colocarles la etiqueta de la vergüenza a los cabrones codiciosos que han causado esto”. Por un segundo no sabía si sentir admiración por el rubio, o preguntarse qué rayos estaba haciendo sentado en esa posada de Kamino.

         Pero luego recordó que Bakugou era un dramaturgo y seguramente de novelas como aquella surgía su inspiración, escribiendo ese tipo de frases mientras se le ocurrían para no olvidarlas luego… Quizás, leyendo aquel libro y las distintas anotaciones, se encontraría con alguna que había escuchado dos noches antes en el teatro.

- Vaya, realmente te gusta este libro, ¿no?

- No sé por qué estás interesado en él, dudo que vaya con tus… intereses – dijo en tono burlesco -. Está destinado a indignarte y hacerte sentir desesperado por la suerte del protagonista, pero… ¿Qué vas a saber tú de eso?

- Así que tengo que se pobre para entender lo que la gente pobre atraviesa – reflexionó el de cabello rojo en voz alta -. Eso no es verdad, por supuesto que puedo sentirme indignado o triste por las miserias que pasan los demás. Incluso podría querer cambiar este país tanto como tú y hacerlo más justo y equitativo para todos.

         Kirishima recordó lo que Todoroki le había aconsejado en el auto, sobre no ayudar si aquello significaba dar una limosna por lástima… Realmente no quería que se malinterpretaran sus intenciones y palabras, o que Bakugou creyera que era el típico rico excéntrico que quería sentirse menos culpable haciendo un par de buenas obras por aquí y por allá.

El rubio simplemente se limitó a mirarlo fijamente, nuevamente levantando una ceja con incredulidad.

- Si es que realmente crees en lo que estás diciendo… – comentó, cruzándose de brazos y puntualizando mucho el “si es que” -. Significaría que eres idealista. Pero todavía te faltaría algo para poder entender a la gente como yo.

- ¿Qué?

- Rabia. – El joven se volvió a poner de pie desde su cama para acercarse a una pequeña repisa de madera sobre la pared, en donde habían alrededor de seis libros viejos y rotos, junto a un frasco de agua de colonia. Tomó un libro y se lo arrojó nuevamente.

         El de cabello rojo miró la portada, leyendo “Pulgas y hombres”, sintiéndose repentinamente acalorado e incómodo. Bakugou iba a destrozar cualquier argumento que le diera, simplemente porque tenía un mundo infinito en comparación a él, que se había criado literalmente entre cuatro paredes. ¿Qué podía aportar alguien como él a una conversación? Nada. Pero, mirando el título, le fue imposible no entender a qué se refería. Era normal que la clase alta se refiriera a los pobres como “pulgas”, de hecho, el mismo Todoroki Enji había hablado de aplastar a las pulgas insignificantes durante el desayuno del día anterior…

- Léelo. Es un ensayo psico político sobre la rabia como fuerza de movimiento. Supongo que podrías extrapolarlo a la liberación femenina, también – murmuró, aunque más para él que para Kirishima, mientras se reclinaba de lado sobre la pared.

         La habitación estaba comenzando a ponerse desagradablemente calurosa, debido a que era completamente de madera y el sol estaba posicionado de forma que llegaba directamente por la ventana, provocando que el polvillo que flotaba en el aire se viera con facilidad y el ambiente estuviera saturado.

- Entonces… Lo que estás diciendo, es que como soy un privilegiado incapaz de sentir rabia frente a la injusticia, sino que solo empatía… No podría ser parte de cualquier movimiento que busque cambiar nuestro país para mejor.

- Exactamente.

- ¿Y cómo planeas cambiar un país si desde un comienzo estás dejando afuera a un grupo de gente?

- Quizás quiera que tu grupo de gente se quede fuera de esa discusión – respondió ligeramente provocativo.

- Oh, así que eres un cínico – dijo sin poder evitarlo.

         Bakugou sonrió peligrosamente ante el último comentario, como si estuviese entretenido, como si fuese interesante hablar con él...

- Hace calor, vamos a caminar.

- Claro… - replicó. El rubio avanzó hasta la ventana y sentándose sobre el marco, atravesó una pierna como si fuera a saltar -. ¿Qué estás haciendo?

- El bastardo bicolor está abajo con Deku, solos. No quiero bajar y enterarme de lo que están haciendo. Vamos, y trae los libros.

         Tras decir eso, saltó.  

.

.

.

         De alguna forma, ya comenzaba a atardecer con un brillo dorado cayendo sobre la ciudad, y sobre Kirishima también…

         Bakugou no podía entender que el de cabello rojo se pudiera ver tan bien bajo ese resplandor amarillento del sol del ocaso, y menos podía creer que se hubiese pasado toda la tarde hablando con un maldito Kirishima. En cualquier otro momento, hubiera creído que un tipo como él no tenía absolutamente ningún tema de conversación con alguien así…

         Se había equivocado por completo.

- Nunca te lo dije, pero me encantó tu obra.

- ¿Sí? – preguntó con arrogancia – Bien. Me preguntaba qué demonios hacía Aizawa con alguien como tú.

- ¡Hey! – reclamó.

- Ya me hice una idea – se apresuró a decir con una pequeña sonrisa de medio lado -. ¿Cómo se conocen?

- Intento escribir para su periódico, pero dice que me falta mundo.

- ¿Tú?

- ¿Qué? ¿No puedo?

- Obviamente, tonto, pero… ¿Tu padre no espera que te hagas cargo de su empresa o algo por el estilo?

- Es lo que espera, pero no es lo que quiero – dijo soltando un largo y lastimoso suspiro. En ese momento, y por primera vez desde que había comenzado a conversar con Bakugou aquella tarde, estiró su mano para mostrarle la argolla dorada que llevaba en el dedo anular y que le recordaba su inminente e indeseada boda con Momo Yaoyorozu -. Una vez que me case, tendré que hacerme cargo de la empresa.

- Terrible – dijo Bakugou con sarcasmo, y Kirishima soltó una risita.

- Ya sé lo que debes estar pensando. Pobre niñito rico que no tiene idea de la miseria.

- Eso es exactamente lo que estoy pensando – corroboró entretenido -. Buuuuu, pobre de mí, tengo que casarme con una mujer hermosa, tengo que hacerme cargo de un saco de dinero que me va a caer encima.

         Kirishima rio genuinamente al escucharlo, sabiendo que no lo hacía con mala intención. Sabiendo que Bakugou en realidad lo entendería, una vez que le dijera la verdad:

- Amo escribir – confesó -, así que la expectativa de no hacerlo es…

- Entonces, hazlo – dijo encogiéndose de hombros.

- Es fácil decirlo, pero las expectativas sociales—.

- ¿Qué? Si realmente quieres hacerlo, siempre podrías encontrar una forma – recomendó, pero Kirishima volvió a suspirar, derrotado -. ¿Cuándo es la boda?

- En menos de dos meses.

- ¿Es tan terrible? – preguntó con un dejo de incredulidad, y su curiosidad solo aumento cuando Kirishima paró en seco, miró en todas direcciones como comprobando que no hubiera nadie cerca de ellos y se acercó un poco a él, como si fuese a contarle un secreto.

- Ni siquiera me gustan las mujeres.

         La delicada revelación fue recibida con una carcajada tan atronadora que la mayoría de los transeúntes que se encontraban caminando por esa acera, y la de al frente, se habían girado a mirar, provocando que Kirishima se sonrojara aún si no sabían por qué Bakugou se estaba riendo, pero al rubio parecía no importarle estar llamando la atención de la gente. Después de un par de minutos, éste terminó limpiándose lágrimas acumuladas por la risa desde la comisura de los ojos.

- Sí, estás jodido.

- Gracias por el apoyo – dijo Kirishima con sarcasmo.

- Estaré encantado de conocer a la afortunada este fin de semana en tu cena – dijo, aún en ese tono entretenido y provocador.

- No vayas a decir nada – rogó el de cabello rojo, comenzando a entrar en pánico.

- Por supuesto que no, idiota.

         Ya casi oscurecía por completo y después de un día muy largo, Bakugou sentía que le dolían las plantas de los pies por haber caminado demasiado. Todavía tenía que regresar a Kamino, así que decidió que era hora de terminar el paseo, por mucho que se estuviera divirtiendo.

- Bueno, creo que hemos llegado a un lugar en donde podrás tomar un tranvía y volver a tu apoteósica mansión sin que nadie te asesine en el transcurso – dijo deteniéndose.

         Después de caminar toda la tarde habían atravesado buenos kilómetros, pasando por distintos barrios hasta llegar a uno bastante más evolucionado y seguro que Kamino, en donde ya había calles pavimentadas y de adoquines, y que contaba con tranvías eléctricos que pasaban por rieles en las calles.

         Sin embargo, Kirishima lucía como si estuviese entrando en pánico de nuevo.

- ¿Qué?

- Yo… Nunca he tomado un tranvía.

- Estás bromeando.

- No, nunca he tenido la necesidad – dijo removiéndose el cuello tieso de su camisa, algo avergonzado por estar reconociendo su falta de conocimientos sobre tomar la locomoción colectiva más básica del mundo.

         Pero, una vez más, Bakugou comenzó a reír como si fuera lo más entretenido que hubiera escuchado en su vida.

- Vamos – dijo tomándolo por la manga de su camisa con una mano y levantando la otra en el aire para detener un tranvía que se venía acercando.

- ¡Bakugou, espera! ¡No traje dinero conmigo…! Se suponía que me devolvería en el coche – balbuceó, nervioso.

         El carrito grande, de dos pisos y con ventanas descubiertas, se detuvo justo frente a ellos. Era blanco con una gruesa línea roja oscura atravesándola, y tenía pequeños farolitos en algunas partes. Se veía, aún desde la calle, que estaba relativamente lleno, pero, aun así, Bakugou subió el pequeño peldaño del balconcito del final del carro y colgándose tranquilamente de un pilar con una mano, le tendió la otra.

         Kirishima nunca había visto algo más hermoso en su vida. De pronto, tuvo una repentina y violenta sensación embargando todo su cuerpo, como si alguien lo hubiese abofeteado dejándolo aturdido, pero no era eso. Su pulso se aceleró, emocionante, enérgico, anticipando algo…

- Sube, tonto, yo pago – dijo Bakugou sonriéndole arrogante y apuesto.

- Sí – dijo tomando su mano para dar un saltito hacia el peldaño, al mismo tiempo que el tranvía comenzaba a avanzar nuevamente por los rieles.

- Ahora que has tomado el transporte público como la mayoría de la gente, estás un paso más cerca de escribir para el periódico de Aizawa – se burló.

         El chico de cabello rojo asintió sonriendo, algo fascinado, mientras apoyaba sus dos manos en la baranda metálica del balcón del carro, mirando hacia el final de la calle que comenzaban a dejar atrás, y sintiendo como su corazón se aceleraba por un disparo de adrenalina que no tenía nada que ver con su aventura en el tranvía, y todo que ver con haber tomado la mano de Bakugou.

Kiribaku

Notes:

Se enamoró!!! 💘
Ahora este capítulo cuenta con una ilustración de Ina @ sandiinna

💡 Dato freak: ¿Sabían que el reloj despertador ajustable fue inventado en 1847? Me preguntaba cómo lo hacía la gente para levantarse a trabajar antes de eso, pero resulta que ya habían inventado relojes similares desde la antigua Grecia!!

Chapter 5: Frío que quema como nieve

Summary:

Interludio 1: Todoroki y Midoriya 🔥❄
(+ Tetsutetsu y Kendo)

Notes:

Hola a todos!!!!! Muchas muchas muchas gracias por leer y por los comentarios!! Me alegra ver que este fic auto indulgente les guste 😊❤

Por primera vez, me salgo de la historia que venía siguiendo por Titanic para entrar un poco en las otras ships.

Pese a que ese cap no tiene kiribaku, espero que les guste!
Y ya luego de esto entramos con todo a la cena en la casa de los Kirishima !!!

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

         Midoriya normalmente tenía los días libres y las noches ocupadas. Su rutina consistía en despertar a media tarde, trabajar un poco en alguna obra o guion, y luego arreglarse para salir al teatro a la hora del atardecer. Su nueva obra se presentaba cuatro noches de la semana y, lo normal en la escena artística, era que una vez que esta finalizara, se fuera a celebrar de forma tranquila en algún restaurante del barrio más exclusivo o a parrandear al sector más popular y bohemio (a veces, ambas cosas). Siempre regresaba a casa de madrugada, si es que no durante el amanecer, borracho como una cuba y prácticamente incapaz de mantenerse en pie. Y al día siguiente, la rutina se repetía.

         Eso al menos hasta que había conocido a Todoroki Shouto.

         Había sido una casualidad que se conocieran en primer lugar. En ese entonces, Bakugou y él estaban presentando una obra de teatro diferente a la actual, que se trataba de un joven que se rebelaba contra la autoridad del padre una vez que se enteraba que éste era un hombre corrupto que vendía secretos de estado al país fronterizo y traicionaba a su patria.

         Shouto había leído una crítica implacable sobre la obra en el diario gubernamental (el periodismo más basura que existía en el país y el único que se leía en su casa) llamándola escandalosa y ofensiva, y eso le había bastado para que se convenciera inmediatamente de que tenía que ir a verla solo para llevarle la contraria a su estúpido padre, a su clase y a ese periódico para inútiles. La hubiese ido a ver incluso antes de enterarse de qué se trataba, pero sabiendo su trama, era imperdible.

         No tenía idea que iba a disfrutar tanto de la obra y que iba a llegar a emocionarse como un niño pequeño con ella. Menos había pensado que se iba a enamorar a primera vista de uno de sus guionistas en el segundo en que lo vio cuando fue a felicitarlo personalmente tras bambalinas aquella noche, y que éste iba a corresponderlo de forma prácticamente inmediata. Un pequeño milagro (si es que esos existían).

         Todoroki nunca había sido un sentimental ni un romántico, de hecho, hasta ese día, el chico de cabello gris y rojo se había sentido como un muerto en vida, solo existiendo y odiando a su padre, solo queriendo vengarse de alguna forma u otra, pero… Aquella noche en los bastidores del teatro, finalmente tuvo que admitir que quizás la mitología tenía razón cuando había inventado la figura de Cupido y sus flechas.

         Para Midoriya, el hijo menor del director general de la policía era completamente distinto a todas las personas que había conocido, y no porque fuese de una clase social distinta, sino por su melancólica forma de ser. Desde el minuto en que había ido a visitarlo tras del escenario del teatro, completamente solo, se había sentido intrigado por el enigmático joven. Obviamente no le había costado trabajo enamorarse de él… Todoroki Shouto era como el personaje principal de alguna de sus obras, aquellas personas especiales que aparecían pocas veces en la vida y remecían el mundo de los demás.

         Al menos, había remecido su mundo por completo.

         Le contaba sobre su vida como si nada, como si no le doliera, solo con un tono vengativo en su voz: Su padre, Todoroki Enji, era un abusador y maltratador (para sorpresa de nadie). Por algún motivo Shouto había sido su hijo favorito, aún lo era a la fecha, y eso había provocado que fuese más exigente con el menor que con el resto, imponiéndole expectativas irreales desde que era un niño y obligándolo a comportarse como un adulto desde ese entonces, arrebatándole la infancia… Shouto lo odiaba sobre todo porque ese estilo de vida y esos malos tratos habían enfermado a su madre hasta matarla.

         Era una realidad diferente a la de Midoriya… Él había sido afortunado… En parte.

         Su padre había abandonado a su madre cuando él era un bebe y ella lo había criado sola, pero nunca le había puesto una mano encima. Sin embargo, desde pequeño había sabido que esas cosas pasaban porque en Kamino el maltrato era habitual entre las familias y porque había crecido junto a Kacchan, y la madre de Kacchan sí era violenta, tanto con su hijo como con su padre. Eventualmente los dos habían muerto de tuberculosis, y su madre, Inko, no había dudado en hacerse cargo de Kacchan también.

         Su madre realmente había sido como un ángel, pero la esperanza de vida en un lugar como Kamino no era alta, por lo que murió joven, de fiebre tifoidea.

         Sin embargo, nunca dejaba de sorprenderse y nunca dejaba de ser doloroso cuando veía y pasaba su mano delicadamente por la espalda descubierta de Shouto. Cuando veía las cicatrices marcadas en su piel, la hebilla marcada del cinturón de su padre en distintas partes… Midoriya pensaba que si se daba la situación, sería capaz de matarlo. Le había costado toda su fuerza de voluntad no hacerlo cuando lo vio personalmente por primera vez, aquel día en la comisaría, y el único motivo por el que se había aguantado era porque Kacchan estaba detenido y debían sacarlo de ahí.

         En cualquier otra circunstancia no hubiera sido capaz de detenerse…

- ¿Por qué estás tan callado? – preguntó Todoroki. Era una pregunta válida considerando lo bueno que era para hablar Midoriya, aun cuando estaban solos en la intimidad.

         La posada estaba sola, con Uraraka habiendo partido temprano a trabajar. Bakugou y Kirishima llevaban horas en el último piso, silenciosos… Y aunque no lo habían hecho apropósito, habían terminado teniendo sexo sobre el sillón de la sala, en donde permanecían recostados y abrazados. Ya había atardecido para ese entonces. Se habían pasado literalmente toda la tarde juntos en eso, pero no era nada anormal en ellos… Una vez que comenzaban a besarse, el deseo terminaba por tomar control de sus cuerpos y no les importaba mucho nada…

- Tu padre es un hijo de puta – no pudo evitar decir el chico de cabello verde, y Todoroki soltó una genuina risita ante el inesperado comentario.

- Lo es, definitivamente. – Se giró en su eje para poder quedar frente a Midoriya, acercándose para besarlo mientras su mano comenzaba a deambular por el cuerpo de su pareja, explorando. Midoriya no sabía cómo mierda lo hacía Todoroki para ser así... En un momento era frío como el hielo y luego apasionado como el fuego.

         Pero el beso fue interrumpido por un ruidoso golpe contra la puerta, como de un bulto chocando contra ella. Los dos se incorporaron rápidamente en su lugar, sorprendidos, Midoriya alerta y Todoroki comenzando a buscar su ropa en caso de que tuviese que vestirse rápidamente. Luego, alguien tocó tres veces, pero rápido, con notoria impaciencia.

         Midoriya saltó del sillón y se puso los pantalones con rapidez para ir a abrir, al mismo tiempo que Todoroki se colocaba la camisa. Se aseguró de abrir ligeramente la puerta, espiando primero para ver de quién se trataba, y una vez que comprobó que no pasaba nada, la abrió, dejando entrar a dos personas: Una mujer de unos treinta y tantos años de cabello verde que cargaba a un hombre joven y herido. Era Koda Koji, un tipo demasiado bueno para su propio bien.

- ¿Qué le pasó? – preguntó Deku mientras Todoroki saltaba del sillón para que pudieran recostarlo.

         Koda era un joven tranquilo y callado, que no mataba ni una mosca y jamás se metía en problemas, a diferencia de la mayoría de la gente que lo rodeaba. Lo habían traído a la posada lleno de heridas en su rostro y el cuerpo, y se notaba a simple vista que había sido golpeado con puños y patadas por un grupo de gente, tal vez unas tres o cuatro personas. Deku no podía dejar de preguntarse qué demonios había pasado.

- Estábamos en la feria mundial – explicó la mujer, cuyo nombre era Fukukado Emi -. Unos tipos se le acercaron y empezaron a molestarlo sin ningún motivo.

- ¿Quiénes? – preguntó Todoroki mientras Midoriya iba rápidamente a buscar un botiquín de primeros auxilios.

- No sé quiénes eran, pero se veían como niños ricos.

- Descríbemelos – pidió el joven.

         Si realmente eran niños ricos, él los conocería.

.

.

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         Kirishima estaba tomando una copa de vino en la casa de uno de sus mejores amigos, Tetsutetsu Tetsutetsu, un chico musculoso y de cabello plateado. Habían crecido prácticamente juntos, habiéndose topado en el internado al que habían asistido durante su infancia y adolescencia, para luego volver a terminar juntos estudiando en la facultad de economía de la Universidad.

         Además, eran vecinos.

         Tetsutetsu lo había llamado para hablarle de una chica de la clase alta, Itsuka Kendo, de quien estaba perdidamente enamorado pese a la oposición de toda su familia. Kendo, la colorina de ojos esmeralda, se había hecho una reputación dentro de la clase alta por su ideología feminista y progresista, “despilfarrando” todo su dinero en financiar panfletos que abogaban por el voto femenino y pagando las fianzas de las mujeres que protestaban por el derecho a votar. Alguna vez Kirishima había escuchado a su padre decir que una vez que la insolente y ridícula hija de los Kendo se casara, todo ese dinero dejaría de irse a la basura porque pasaría a ser bien administrado por un hombre.

- No, yo jamás haría eso – aclaró Tetsutetsu, una vez que Kirishima le contó lo que su padre había dicho -. Ni siquiera tocaría un centavo de su dinero. Además, no hay forma de que yo lo pudiera administrar mejor, Kendo es demasiado inteligente. Mucho más inteligente que yo. MUCHO MÁS.

- Pero, fuiste a la facultad de Economía – comentó el de cabello rojo, entretenido.

         A diferencia de ellos, las mujeres no podían asistir a la Universidad, a menos que fuera para estudiar la carrera de administración del hogar en un instituto separado, al que solo podían asistir chicas (¡incluso los profesores y la directora eran exclusivamente mujeres!).

- ¡Para que veas lo inteligente que es Kendo!

- ¿Por qué no le demuestras tu interés?

- No lo sé – respondió jugando con sus pulgares -. Siento que está demasiado metida en lo suyo, ¿sabes? Además, ¿qué podría interesarle a ella de mí? Ni siquiera entiendo mucho de política.

         Kirishima volvió a soltar una risita tras escucharlo.

- Basta con que se de cuenta lo mucho que te importa y estará bien – le aseguró.

- ¿Cómo sabes? ¿Es lo que te pasó con Yaoyorozu Momo?

- Eh… Sí, claro… - mintió.

         Ni siquiera se había acordado de su prometida hasta que Tetsutetsu la había mencionado, con su mente dividida entre la conversación que estaba teniendo en ese momento y los recuerdos de aquella tarde perfecta caminando y conversando junto a Bakugou. Kirishima se había divertido tanto en su pequeña aventura en el tranvía, que prácticamente pensaba que había visto la ciudad por primera vez (Bueno, era la primera vez que la veía desde el transporte público).

         En medio del viaje de unos cuarenta minutos, Bakugou le había contado un poco sobre su infancia, explicándole algo de su relación con su colega dramaturgo, Izuku Midoriya, su vecino y amigo de toda la vida. Ambos chicos no siempre se habían llevado bien ni mucho menos habían trabajado juntos desde un comienzo, existiendo una especie de rivalidad entre ellos que solo se vio acrecentada cuando ambos comenzaron a resaltar por sus notas y por sus talentos durante la secundaria. Incluso postularon a la carrera de artes en Universidad Nacional y quedaron en el programa de becas, pero…

         Cualquier beca o beneficio quedó irremediablemente revocada cuando los dos jóvenes participaron en “El Jueves Rojo”, una movilización estudiantil masiva que fue brutalmente reprimida por una unidad militarizada que actuaba fuera de la ley pero con la venia del gobierno, en la que murieron alrededor de ciento veinte jóvenes, la mayoría todavía menores de edad. Según Bakugou, ese hecho había sido fundamental en que Midoriya y el rubio dejaran de competir y se unieran para hacer algo más grande. Eso había desembocado en la unión artística que había llamado la atención incluso de alguien tan famoso e importante como All Might.

         Pero eso no había sido todo.

         Todoroki le había adelantado algo cuando iban en el carro, pero Bakugou lo había confirmado. Donando todas las ganancias de sus obras, Midoriya y Bakugou financiaban programas de salud, de educación, asistencia jurídica y comedores para todos los habitantes de Kamino. Eso, en contra posición a “las obras” de los grupos más radicales que preferían acumular armamento o realizar atentados terroristas como el que casi lo había matado a él, el día antes.

         Bakugou le había dicho que se apareciera un domingo por la mañana en el comedor para ayudar. Bueno, técnicamente le dijo “para que trabajes de verdad un día de tu vida”, y él no podía esperar por hacerlo. No podía esperar por ver al rubio de nuevo, pero más que nada, realmente quería poder ir a ayudar y pasarse todo un día sirviendo almuerzos a la gente menos privilegiada.

- Siempre hacían competir a Yaoyorozu y a Kendo en los debuts, ¿te acuerdas? Eran las solteras más codiciadas, y ahora Yaoyorozu se casará contigo, y a Kendo… La tratan como si fuera ridícula y extravagante. ¡Yo creo que es más inteligente y evolucionada que el resto! – exclamó el chico de cabello plateado mientras empuñaba su mano para darse más elocuencia -. ¡Después todos dirán que Kendo tenía razón!

         Era cierto. Yaoyorozu y Kendo habían sido las debutantes más prometedoras de sus temporadas, siempre rodeadas de un montón de solteros cortejándolas y prometiéndoles el cielo. Kirishima jamás hubiera conseguido la atención de Yaoyorozu por sí mismo (para empezar, nunca lo había intentado) y fueron sus padres quienes simplemente les avisaron que estaba todo listo.

         Kirishima se preguntó si Tetsutetsu lo juzgaría demasiado si le decía que no quería a su prometida, pero antes de llegar a considerar confesarle lo que pasaba por su mente, la conversación de ambos chicos fue interrumpida por las fuertes pisadas de alguien caminando en dirección hacia ellos.

- ¡TETSU, no tienes idea lo que acabamos de hacer con Honenuku y Kuroiro! – gritó el tercero desde el pasillo, antes de entrar a la habitación.

         Cuando las puertas cerradas se abrieron de par en par, con fuerza, Kirishima reconoció inmediatamente a su cuñado y hermanastro de Yaoyorozu, Neito Monoma, que venía con los nudillos de las manos hechas polvo, sin perjuicio de su enorme sonrisa arrogante, y con el mango plateado de su bastón cubierto de sangre. Le dio mala espina de inmediato.

- Oh, Eijirou. ¿Qué tal? No sabía que estabas aquí – inmediatamente escondió sus manos y su bastón tras su espalda -. Volveré mañana.

- Quédate ahí – le pidió el de cabello rojo, serio -. ¿Qué hicieron?

- Nada. No sé de qué estás hablando.

- Eso no se ve como nada – apoyó Tetsutetsu, apuntando a los zapatos del rubio, sucios con tierra y sangre.

- Una pulga nos intentó robar y le dimos su merecido, eso es todo.

- ¿Tres a uno? – insistió Kirishima. Un escalofrío le recorrió la espalda al pensar en el estado en que debía haber quedado aquella persona, si Monoma tenía sangre pegada en sus manos, en su bastón y en sus zapatos.

- Era un delincuente, ¿no estás escuchando? ¿O es que acaso eres de esos blanduchos que creen en esa basura de los derechos humanos? ¿Hay que respetar todas las vidas? – Monoma levantó su bastón para levantar la barbilla de Kirishima con él, solo para provocarlo -. ¿Los delincuentes no se merecen morir, cuñadito?

- Cállate – dijo dándole un manotazo al bastón para alejarlo de su rostro –. Simplemente una pelea de tres a uno no me parece muy masculina, porque tú te ves bastante bien y en una pieza. Pareciera que no te llegó ni siquiera un golpe…

         Kirishima no creía su versión. Fuera de la sangre y la tierra en sus zapatos, Monoma lucía prácticamente impecable, como si no hubiese derramado una sola gota de sudor. Su expresión de arrogancia y triunfo no tenía nada que ver con la de una persona que había pasado por la experiencia traumática de ser asaltado por un ladrón. Monoma y su séquito de aduladores siempre habían sido matones desde que eran niños y golpeaban a los chicos más débiles o pobres… Y estaba seguro de que nada de eso había cambiado.

- ¿No estabas en la feria mundial? – preguntó Tetsutetsu.

- Sí ¿y qué?

- ¿La seguridad no hizo nada contra el asaltante?

- Pues, no. Escapó – dijo encogiéndose de hombros -. Supongo que no es tan raro, considerando que a mi cuñadito le dispararon y todavía no atrapan al culpable. – Monoma avanzó hasta Kirishima para rondarlo, mirando detenidamente su cicatriz -. Aunque estoy seguro de que tu salvador sabe quién fue y te lo está escondiendo.

- Por supuesto que no – contestó con sequedad.

         Bakugou jamás haría algo así, ¿verdad?

- Apuesto a que no te estaba protegiendo a ti de ese disparo, sino al tirador – continuó con una sonrisa provocadora -. Después de todo ese tal Bakugou Katsuki podrá presentar muchas obras exitosas en el teatro, pero sigue siendo igual que cualquier otra pulga que sale de Kamino. Un ser insignificante y asqueroso que hay que aplastar lo antes posible.

- Es hora de que cierres tu puta boca – amenazó Kirishima, agarrando al rubio por el cuello de la camisa en un arrebato de furia. Lo único que consiguió con eso, fue que Monoma soltara una risa provocadora.

- Y tú lo estás frecuentando.

- ¿De qué está hablando, Eijirou? – preguntó Tetsutetsu, confundido.

- Yo también quisiera saber, cuñado. Porque si lo que está pasando entre ese pobretón y tú es lo que yo creo que es, quizás deberías cancelar el compromiso con mi hermanita.

         Kirishima palideció y tragó saliva en su lugar, asustado. ¿Monoma lo había seguido de nuevo y los había espiado mientras estaban juntos esa tarde? ¿Había escuchado su conversación y se había hecho una idea de que a Kirishima le gustaba el rubio? Si era así, su compromiso estaba completamente en peligro. Monoma sería capaz de informarle la verdad a su padre aquella misma noche con tal de arruinar todo y provocar un caos entre las familias, solo para hacer daño.

         No. Tenía que calmarse y jugar sus cartas de forma inteligente. Monoma lo estaba provocando y él estaba cayendo en su juego, así que respiró hondo para tranquilizarse y soltó al rubio.

- No siento nada más que agradecimiento y admiración hacia la persona que salvó mi vida – aclaró, arreglándose su propio cuello de la camisa, el que se había enchuecado con el alboroto -. Es una persona inteligente y pasar tiempo con él ha sido agradable, eso es todo.

         Monoma le sostuvo la mirada fijamente, como inspeccionándolo o esperando a que Kirishima mostrara cualquier ápice de duda tras decir esas palabras, algo que lo dejara al descubierto sobre sus sentimientos hacia Bakugou. Pero después de varios segundos de una expresión impertérrita del de cabello rojo, bajo los hombros, relajado, y sonrió como si aquella conversación hubiese sido lo más casual del mundo.

- Tranquilo, Eijirou. Sabes que solo bromeo contigo – dijo dándole una palmada en la espalda -. Bueno, supongo que volveremos a vernos en la cena de este fin de semana, ¿no? ¡Ah! ¡Y Bakugou Katsuki está invitado a esa! – dijo sonriendo nuevamente, con toda ironía y burla – Ya quiero ver todo ese agradecimiento y admiración que sientes por él en primera persona. Hasta luego, muchachos.

         Sin decir más, el rubio se dio media vuelta para hacer su salida, dejando a un Tetsutetsu muy confundido y a un Kirishima que llegaba a tiritar de la rabia que sentía.

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         La noche caía oscura sobre los barrios más alejados del centro de la ciudad, en donde no llegaba la luz eléctrica. Era peligroso deambular por las calles de Kamino una vez que se oscurecía, pero al mismo tiempo, era hermoso cómo se veía el cielo completamente estrellado sobre las cabezas de la gente cuando todas las velas estaban apagadas.

         La silueta de un joven de unos veinte años se acercó hasta la fachada de una casa pareada. En realidad, era una hilera de casas, todas iguales entre ellas, pequeñas, precarias y débiles. Después de tocar dos veces la puerta, esperar un par de segundos, y luego tocar una vez más, ésta se abrió y otra silueta se asomó. Era difícil saber qué ocurría entre los dos con tan escaza iluminación, pero tras un intercambio de susurros, el primero le entregó algo a la segunda persona.

- No le digas a nadie sobre esto – se acercó un poco más aún, porque nunca se podía ser demasiado precavido, y continuó -: Me lo pasó un trabajador ferroviario. El rey va a viajar en la locomotora a vapor en dos semanas. Ahí está la agenda del recorrido.

         Los ojos de quien recibió el mensaje se abrieron impactados ante la revelación.

- Gracias, Bakugou.

         Una chica de cabello rosado y corto terminó de esconder el sobre amarillo dentro de su escote, para luego mirar a ambos lados de la calle desde su puerta antes de entrar y cerrarla. El rubio se dio media vuelta, metió sus manos dentro de sus bolsillos y comenzó a caminar por las calles de Kamino.

         Habían pasado unas cuantas noches desde que la obra había tenido su primera función y las críticas habían sido excelentes, por ahora. Obviamente, los diarios más conservadores ni siquiera se habían pronunciado sobre ella en la sección de entretenimientos, pero nadie se hubiera esperado lo contrario. Lo importante es que ya iban dos fechas con todos los lugares vendidos y todo parecía indicar que las siguientes funciones serían igual de exitosas.

         Bakugou llegó a la posada en donde se alojaba y se encontró con Deku y Todoroki despidiéndose de una mujer llamada Emi Fukukado en la puerta de la casa. Adentro, Koda Koji se encontraba inconsciente sobre el sillón, lleno de vendas y parches sobre notorios cortes, moretones y heridas.

- ¿Se puede saber qué mierda estaba haciendo ella aquí?

- Kacchan, siéntate – sugirió Deku -. Hay noticias.

- ¿Qué noticias?

- Unos tipos atacaron a Koda sin razón en la feria mundial – dijo Deku.

- Neito Monoma, Juzo Honenuki y Shihai Kuroiro, según las descripciones que dio Emi – explicó Todoroki -. Todos son hijos de congresistas, niños ricos.

- Ah, de esos que conoces bien – replicó Bakugou, irónico, mientras iba a ver a Koda más de cerca. El muchacho estaba malherido, pero no era nada demasiado grave. Luego, avanzó hasta la ventana, corriendo la cortina para mirar disimuladamente – Ustedes dos, par de idiotas, dejan entrar a cualquier persona y dejan que los vean juntos.

- ¿Qué tiene de malo Emi Fukukado?

- Esa mujer se acuesta con Shindo y ahora sabe que te estás tirando a este imbécil – dijo apuntando a Todoroki con la mandíbula.

- ¡Kacchan! – Deku se sonrojó hasta las orejas.

- ¿Cuánto crees que se tardará en contarle a Shindo? Y a partir de ahí, ¿cuánto crees que se tardará en llegarle el rumor al general director? – dijo mirando fijamente a Todoroki esta vez, furioso -. ¿Crees que a tu padre le va a encantar la noticia cuando sepa que su hijo anda metido con revolucionarios? ¿Qué tiene una relación con un hombre pobre?

- Bakugou, no—.

- ¡Cállate! Para ti, no será nada. Eres rico, estás protegido – dijo apuntándolo -. ¿Para nosotros? ¿Crees que no nos va a tirar a toda la policía encima en venganza? Va a buscar cualquier excusa para venir a allanar todas nuestras casas, ¿y a Deku? Si puede lo va a matar.

- Kacchan, ya basta – pidió Deku, poniéndose de pie, completamente serio.

- No, Bakugou tiene razón – dijo Todoroki cruzándose de brazos, provocando que los otros dos jóvenes lo miraran con sorpresa -. Fui un tonto. Mi padre definitivamente es capaz de mandar a todos sus perros a matarte si sabe la verdad.

- Porque nunca te importó nada de esto – le recriminó Bakugou -. No te interesan los problemas que podamos tener, o si el país cambia o no, o si a cualquiera de nosotros nos pegan un tiro en la frente mañana. Tú simplemente estabas demasiado preocupado de molestar a tu padre como para que te importara cualquier otra persona, incluyendo a Deku.

- ¡DIJE QUE YA BASTA! – pidió el de cabello verde, esta vez él golpeando la mesa para darse mayor énfasis -. Puedo cuidar perfectamente de mí, muchas gracias. Shouto, si realmente piensas que tu padre es capaz de eso, lo mejor será que no volvamos a vernos aquí para no poner en riesgo a los demás.

- Lo siento – dijo el chico de cabello bicolor.

- No lo sientas. Yo… Sabía lo que estaba en riesgo cuando decidí estar contigo.

         Bakugou rodó los ojos en su lugar, reprimiendo las ganas de pegarle un par de collejas a cada uno por ser tan jodidamente cursis y románticos en el peor momento posible. ¿Se suponía que él tenía que quedarse tranquilito viendo como ese estúpido amor adolescente iba a terminar por matarlos a todos?

- Mañana hablaré con Emi de cualquier forma. Es buena gente y en el peor de los casos podría hacer que Aizawa la convenza de no decir nada… - siguió murmurando Deku, más para él mismo que para el resto.

- ¿Aizawa? – preguntó Bakugou confundido.

- Ah, sí. Creo que tuvieron algo cuando jóvenes.

         El rubio levantó las cejas sorprendido con el chisme.

- Una cosa – aclaró Todoroki -. No es verdad que no me interese por el resto… Esto es mi culpa, pero no lo hice apropósito.

- Ya lo sé, estaba enojado cuando dije eso. Pero tengan cuidado antes de que esto nos explote en la cara – volvió a pedir un poco rendido.

         Sabía que tarde o temprano iba a pasar porque era imposible mantener esa relación en secreto. Era un milagro que todavía nadie los hubiese visto, considerando que el auto de Shouto pasaba estacionado afuera de la posada, seguramente porque todos pensaban que la que verdaderamente tenía un romance con el niño rico era Uraraka y no Deku.

         Bakugou realmente quería equivocarse sobre sus miedos, pero lamentablemente, tarde o temprano el rubio siempre tenía la razón…

        

Notes:

Gracias por leer :D Hoy no hay dato freak.

Chapter 6: Detrás de las espinas

Summary:

La cena, parte 1 🦋

Notes:

Hola a todos!!!!!!! Espero que estén muy bien! Había terminado este cap hace dos semanas y pensé que lo había subido!!!! 😱 Perdón por toda la tardanza. Pero bueno, al menos aproveché de arreglarle un par de cosas.

Gracias a todos por leer y comentar :) Me encanta saber sus opiniones sobre cada capítulo!! ❤️🔥🧡

Espero que les guste el capítulo siguiente!

Chapter Text

         No pasó nada con respecto a Deku y Todoroki, porque Emi Fukukado era una mujer decente y Bakugou lo sabía. Nunca había pensado que iba a ir con el chisme a Shindo Yo de inmediato, sino que su preocupación iba más bien por el lado de que en algún minuto se le escapara la noticia o lo comentara desde la inocencia. Shindo estaba tan influenciado por Seiji Shishikura que, si sabía que Deku estaba con Todoroki, seguramente lo consideraría como un acto de traición y se vengaría de él o de ambos. Y si la información caía en manos de uno de los informantes de la policía, entonces sería el fin. Iban a barrer con todo Kamino.

         Pero, por ahora, no había nada de qué preocuparse. Era una mañana soleada y tranquila, calurosa incluso, y llena de actividad en las callejuelas de tierra. Fue justamente ese bullicio y cotorreo tan típico de su barrio lo que despertó a Bakugou a media mañana, y le cayó como anillo al dedo, considerando que pronto tendría que encaminarse a la casa de Aizawa, que quedaba en pleno centro de Musutafu.

         Aunque no iba a reconocerlo, la inminente cena en el hogar de los Kirishima lo hacía sentir intranquilo. No sabía por qué demonios había aceptado la estúpida invitación a cenar a la mansión de personas tan diferentes a él y con las que no tenía nada en común. Seguramente un chimpancé vestido de etiqueta tendría más posibilidades que él de encajar en un lugar así. Tampoco le preocupaba demasiado la opinión del resto, porque Bakugou se sentía orgulloso de ser ordinario y vulgar, y no necesitaba la aprobación de nadie, pero…

         Sus nervios venían de otra parte: De Kirishima Eijirou.

         Había pasado poco tiempo junto al joven de cabello rojo así que prácticamente no tenía explicación (menos si consideraba que se trataba de un señorito rico que nunca había tomado un tranvía en su vida antes de esa semana), pero el tipo había dejado una impresión tan fuerte en él (con su idealismo tonto e inocente y sus sonrisas brillantes y nobles), que desde aquella tarde en la que habían caminado y conversado, Bakugou no podía dejar de recordar.

         Kirishima tenía algo que hacía que Bakugou le creyera todo. Quizás fuese que el joven no tenía una pisca de pretensión y se notaba que todas sus palabras eran genuinas, porque si cualquier otro tipo rico le hubiera hablado de cambiar el país, Bakugou se hubiese reído en su cara. Pero, con Kirishima no. Y seguramente Aizawa Shouta había visto lo mismo.

- ¿Qué estás haciendo aquí? – preguntó el moreno un par de horas más tarde cuando Bakugou se apareció en su puerta.

- Préstame un traje – ordenó, autoinvitándose a pasar a la casa del dueño del periódico.

         Aizawa quizás no se la pasaba en eventos sociales, pero sin duda tendría un traje que pudiese prestarle a Bakugou, considerando que él se repetía las mismas tres camisas todos los días y guardaba su único pantalón decente para las noches en las que tenía función en el teatro.

- Estoy ocupado ahora.

- ¿Cuánto te va a tomar ir a buscar un traje a tu armario? – El rubio se puso cómodo, sentándose en la pequeña mesa redonda del comedor y sacando una salchicha de un plato que ya estaba servido.

         Aizawa había estado almorzando y leyendo el periódico antes de que él llegara, y aunque el rubio odiaba las salchichas, la comida en la posada de Uraraka era tan jodidamente mala que cuando había visto los bollos de levadura aquella mañana antes de salir había preferido pasar, y ahora moría de hambre.  

         Cuando sintió que el dueño de casa comenzó a subir los escalones hacia su habitación, miró de reojo para asegurarse y robó un sorbo de café de la taza que también estaba servida. Estaba perfecto, cargado y caliente, tal y como a él le gustaba.

- ¿Para qué necesitas un traje? – preguntó el hombre una vez que volvió con una camisa blanca, un terno negro y un par de zapatos algo gastados -. Viéndote todo este tiempo, pensé que estaba claro que no te importaba demasiado tu apariencia.

- No lo hago, pero si llego con mi ropa usual a la casa de los Kirishimas seré un maldito maleducado.

- ¿A dónde los Kirishimas? ¿Por qué rayos vas a ir…?

- No sé – dijo encogiéndose de hombros mientras robaba otra salchicha.

- Si vuelves a sacar algo de mi plato, voy a dejar tu mano clavada a la mesa con el tenedor. – Aizawa tomó asiento y volvió a abrir el periódico frente a él, para continuar leyendo.

         Bakugou lo miró mientras ideaba una rápida respuesta ingeniosa para molestarlo o simplemente decir algo que lo dejara con la última palabra, en tono de bromas. Sin embargo, todo voló de su cabeza: abrió muchos los ojos en sorpresa al mirar con mayor atención el diario, y luego aquella sorpresa inicial fue remplazada por una honesta y horrible risita que simplemente escapó de su boca. Ahí, en el borde de la página que tenía desplegada frente a él, había una pequeña columna titulada “rabia y empatía”.

- Le permitiste escribir, después de todo. Bajo un pseudónimo.

- No sé de qué estás hablando.

- Sí, claro. Déjame ver eso. – Bakugou le arrebató el periódico al moreno en un solo y ruidoso movimiento, quien lo miró exasperado y con una vena apareciendo amenazantemente en un costado de su frente

- Pensé que entrar a mi casa sin ser invitado y sacarme la comida del plato sería la cosa más grosera que harías esta mañana, pero me equivoqué.

- Red Riot – leyó el rubio, ignorando por completo el comentario de su sensei. Esbozó una sonrisa de medio lado, entretenido -. No puedo creer que haya escogido “Riot”. Tiene agallas.

- ¿Se puede saber de qué estás hablando?

- Espera, estoy leyendo – imperturbable a la furia ajena, Bakugou comenzó a leer la columna porque de ninguna maldita forma iba a perdérselo.

         Y para su sorpresa, Kirishima no escribió acerca de la conversación que tuvieron ese día (lo que era un golpe duro y decepcionante hacia su afán egocéntrico por siempre-tener-la-razón). No había un solo parafraseo de sus palabras ni de las cosas que le había explicado sin demasiado tacto aquella mañana en su habitación, o luego durante la larga caminata que habían tenido para salir de Kamino.

         Aun así, esa ligera decepción se desvaneció una vez que se dio cuenta de que todo el texto era una crítica bastante inteligente y ácida hacia la sociedad actual, maquillada brillantemente detrás de una analogía de “La Belle Epoque”, el libro que le había prestado en su interés por entender las diferencias entre clases sociales desde un punto de vista completamente ajeno al suyo.

         Para hacerlo aun más impresionante, Kirishima no solo se había leído el enorme libro en poco menos de tres días, sino que se las había arreglado para entender el núcleo mismo, aquella parte que Bakugou hubiese creído que estaba reservada con exclusividad para privilegiados de mente y menos privilegiados de vida, como él.

         Sin duda había subestimado a Kirishima.

- Es bueno.

- Incluso mejor desde que te conoció – reconoció Aizawa, dejando de fingir que no sabía a quién se estaban refiriendo -. Siempre creí que tenía talento, pero le faltaba algo. Supongo que le diste el empuje correcto.

         Bakugou sonrió arrogantemente al cumplido pese a no estar de acuerdo con el hombre en lo absoluto. Claramente había sido el libro… Así que, en orden a perfeccionar la creatividad de Kirishima como escritor, iba a darle otro. Esta vez no se trataría de una novela, sino de un aburrido ensayo sociopolítico que sería desafiante incluso para alguien como él, que llevaba años en ese tipo de lectura. No era para desmotivarlo, pero después de ver que “La Belle Epoque” había sido pan comido para el de cabello rojo, algo más exigente serviría para ayudarlo en la dirección adecuada.

- ¿Te importa si me quedo con esa página?

- Qué romántico – se burló el hombre -. No tenía idea de que eras un fan devoto de la elite.

- Oi, tú eres el que publicó a un niño rico en tu supuesto “diario del pueblo”.

         Aizawa lo fulminó con la mirada, pese a lo inexpresivo del resto de su rostro. A esas alturas había perdido completamente la paciencia, así que en vez de responder con algún comentario agudo, continuó devorando su almuerzo y leyendo el resto del periódico para ignorar al rubio apropósito. Y esa era la señal que Bakugou necesitaba para marcharse.

- Gracias por el traje.

.

.

.

         Kirishima se despertó temprano aquella mañana. Lo suficientemente temprano como para alcanzar a ver todo ese trabajo que se hacía a escondidas de la vista de los patrones, con las mucamas y mayordomos corriendo de un lado a otro en la mansión y en los jardines, aun desde antes que amaneciera por completo, con la finalidad de limpiar, ordenar y decorar todo a la perfección para el gran banquete que se llevaría a cabo aquella noche. Honestamente, él odiaba aquellos eventos y especialmente cuando era su familia quienes estaban detrás de la organización. Sin embargo, ver su casa cubierta de flores de diferentes tipos, tamaños y colores, ordenadas pulcramente en hermosos arreglos… Era la mejor vista que podía pedir.  

         Estaba nervioso y expectante respecto de la velada nocturna y la razón detrás de su impaciente anhelo tenía nombre y apellido, el cabello rubio y ojos rojos hermosos: Bakugou Katsuki era el motivo por el que estaba anticipando aquella cena superficial y no había podido dejar de pensar en él. De hecho, no había dejado de pensar en él desde el momento en que lo había visto por primera vez, pero luego entre el ataque terrorista y pasar toda una tarde juntos… Bakugou estaba grabado a fuego en su cabeza como si hubieran usado un atizador hirviendo. Y el simple hecho de pensar que lo vería esa noche era suficiente para hacer que su estómago se encogiera de la forma más agradable.

         O terrible… ¡¿Qué demonios estaba haciendo con su vida al enamorarse tan rápidamente de un hombre cuando la fecha de su boda estaba a la vuelta de la esquina?! ¿Se estaba volviendo loco? Y aun así no podía evitar estar emocionado por verlo de nuevo… ¡Y también, extremadamente preocupado!

         Con un tipo así, no podía dar por sentado que las cosas saldrían bien. Bakugou y su familia (así como del resto de los invitados) eran dos polos opuestos localizados cada uno en un extremo. Le ponía los nervios de punta pensar que seguramente algunos, como Monoma, iban a intentar humillarlo. El odioso rubio ya había ventilado sus sospechas sobre su enamoramiento unilateral (suficiente motivo para sentirse inseguro sobre la cena) cuando compartieron unas cuantas palabras tensas en la casa de Tetsutetsu.

         Pero, por sobre todas esas cosas, Bakugou era sarcástico, cínico y maleducado, lo que obviamente iba a llamar la atención de todos en la mesa. Verlo hablar y desenvolverse en un lugar lleno de gente vacía, que lo iba a observar como el espécimen de un circo, iba a ser… Interesante, por decir lo menos.

         Tenía todo el derecho a sentirse nervioso.

         Cuando finalmente bajó a la cocina para servirse una taza de café y una magdalena, pudo presenciar el incesante y frenético trabajo de incontables chefs y sous chefs (algunos de ellos trabajaban en su hogar regularmente y otros habían sido contratados exclusivamente para la ocasión) que esperaban tener no menos de cien comensales aquella noche.

         El equipo compuesto exclusivamente por hombres corría de un lado a otro para tener lista la mayor cantidad de cosas que pudieran preparar con anticipación al evento; medición de cantidades, descongelar, triturar, picar, cortar, pre cocinar y una larga lista de etcétera para un festín que agasajaría a cada invitado con una degustación de diez platos, sin contar aperitivos, tragos y aquellas opciones para sustituir un platillo cuando éste no era del agrado de un huésped.

         Era asqueroso. Ese tipo de derroche decadente representaba todo lo que estaba mal con su clase. Ninguna persona podía llegar a comer diez platos; era imposible hacer algo más que probar un par de bocados de cada uno… Así que el número estaba simplemente destinado a impresionar y mostrar la riqueza y la opulencia de la familia Kirishima (pronto a unirse a la familia Yaoyorozu) y hacer una declaración sobre su poder.

- ¡Hijo! ¡Me alegra verte aquí! – su padre caminó hasta él y puso su mano sobre su hombro de forma posesiva, al mismo tiempo que admiraba el trabajo en la cocina como si se tratara de un rey contemplando la extensión de sus dominios.

- Hola, papá.

- Es la primera vez que te veo supervisando—.

- No estoy supervisando – se apresuró a aclarar.

- Está bien. Pronto vas a convertirte en el jefe de tu familia… Y en no mucho tiempo más, cuando me jubile, en el jefe de toda la familia Kirishima-Yaoyorozu. – Las palabras se hundieron más y más en su pecho, dejándolo con una sensación de angustia -. Es apropiado que te familiarices con cómo entretener y ser el perfecto anfitrión para la elite de Musutafu.

- Bueno… Hay un invitado especial esta noche – murmuró, como quien no quiere la cosa.

- ¡Por supuesto! – dijo sonriendo ampliamente - Esta noche tendremos el placer y privilegio de entretener al hijo del rey, Tomura Shigaraki.

- Claro. Tomura – murmuró sin ánimo -. También vendrá Katsuki Bakugou, ¿lo recuerdas?

- ¿Quién? 

         Kirishima sabía que su padre lo amaba, pero en ocasiones como esas, a veces llegaba a considerarlo… No hacía más de una semana atrás alguien había intentado asesinarlo, y su propio salvador asistiría al banquete, pero a su padre le importaba tan poco y mostraba tal falta de agradecimiento hacia Bakugou, que ni siquiera se había acordado que estaba invitado.

- Nadie. Seguramente lo recordarás en cuanto lo veas.

.

.

         Para cuando llegó la hora, Kirishima se sentía como un manojo de nervios. Afuera de su mansión había un desfile interminable de coches modernos o carros jalados por caballos con sus cocheros. Se paraban fuera de la enorme escalinata de mármol para que los invitados pudieran hacer su ingreso en sus trajes y abrigos de piel de forma elegante y aparatosa.

         ¿En qué iba a llegar Bakugou? Evidentemente el rubio no tenía ni un coche ni un caballo. ¿Y cómo iba a vestir? ¿Lo habría puesto en un aprieto al invitarlo a un evento así? A esas alturas el pesimismo comenzaba a ganarle. ¿Y si Bakugou no venía? Después de todo, el rubio no solo odiaba todas esas cosas sino que tenía mejor cosas que hacer. Aunque le había confirmado su asistencia, podía ocurrir que a última hora decidiera que no valía ni su tiempo ni su esfuerzo.

         No quería que el rubio estuviese incómodo y como un pez fuera del agua en un lugar como ese, rodeado de gente arribista y superficial. En ese sentido, entendería perfectamente si éste no aparecía. Pero, en ese caso… Seguramente nunca iba a poder volver a verlo. Fuera de aquella cena, no había ninguna posibilidad de que volvieran a toparse sin que fuese obvio ya que no compartían el mismo circulo social ni los mismos intereses… ¿En dónde más iban a coincidir?

- Buenas noches, Eijirou.

- Hola, Shouto – saludó distraído y sin mirar, con la vista fija en los carros que estaban por llegar al punto de detención.

- Vine con alguien.

- ¿Qué hay, pelo de mierda?

         Tras escuchar aquella voz rasposa y malhumorada, se giró para ver al rubio junto a Todoroki, luciendo un traje formal de color negro y camisa blanca, como cualquier otro de los asistentes, y aunque no se había peinado de forma especial y seguramente llamaría la atención del resto, a juicio de Kirishima se veía perfecto. Sin poder evitarlo, sonrió brillantemente mientras todas sus preocupaciones se evaporaban en el aire.

- ¡Bakugou, pudiste venir!

- Dije que iba a venir, ¿o no?

- Vinimos en un coche separado del resto de mi familia – explicó Shouto de forma apática -. Sin ofender, pero preferiría estar en Kamino con Midoriya que tener que compartir bajo el mismo techo con mi padre -. El de cabello plateado y rojo entró caminando apesumbradamente a la mansión, dejándolos atrás y solos.

         Tal vez la peor parte no había pasado aún. Preocupado por saber si Bakugou asistiría o no, no había caído en cuenta de que Enji Todoroki no solo estaba invitado sino que se sentaría en la misma mesa que ellos, y el determinado hombre de cabello rojo ya había demostrado su odio hacia la gente de Kamino y Bakugou, cuando lo había encerrado y culpado por un delito que ni siquiera había cometido.

- Debería avisarte… Enji Todoroki estará en nuestra mesa y no sé cómo va a reaccionar cuando te vea.

- ¿No te preocupa cómo vaya a reaccionar yo cuando lo vea a él? – dijo con una sonrisa provocadora.

         Oh. Así que Bakugou no tenía pensado comportarse durante la cena.

         No podía decir que le sorprendía. De lo poco que conocía al rubio, tenía plena consciencia de que el chico era rudo, directo y maleducado. Decía las cosas que no le gustaban sin rodeos, y en un lugar como ese hubiese sido una ilusión inocente creer que iba a controlarse en vez de aprovechar la ocasión y desafiar a la gente que históricamente había resentido.

- ¿Estás pensando en…?

- ¡Ah, el tipo de la comisaría! – interrumpió una nueva voz. Su padre se acercó a ellos a paso decidido.

- Tiene un nombre, papá. Se llama Katsuki Bakugou.

- Katsuki Bakugou – replicó el hombre mirándolo de arriba a abajo -. Casi podrías pasar por un noble.

         Kirishima iba a replicarle algo, indignado por decir algo tan inapropiado y fuera de lugar, pero Bakugou simplemente soltó un resoplido entretenido, como si se hubiese estado esperando precisamente ese tipo de comentarios.

- Casi – admitió el rubio.

- ¿Por qué no le haces un recorrido por la mansión? Pronto, ya que el festín comenzará dentro de poco. – El hombro le dio una palmadita a su hijo en el hombro y se marchó rápidamente a armar conversación con alguien evidentemente más importante que su invitado de honor.

         Él sabía la razón detrás del cortés ofrecimiento de mostrarle la casa a Bakugou, conociendo a su padre como lo hacía sabía perfectamente bien que lo que quería era que Kirishima le recordara a Bakugou su nivel, mostrándole el lugar en el que el tipo de gente como ellos vivía. Y Kirishima no se iba a contentar con ese pensamiento arribista y narcisista. Pensó en mostrarle nada más un lugar como la biblioteca, pues la colección de libros que se habían acumulado generación tras generación era francamente impresionante, pero luego recordó el tipo de libros que Bakugou solía leer y decidió dejar pasar la idea.

- No creo que quieras conocer mi casa…

- Nah, creo que tanto oro me encandilaría – respondió con su esperado sarcasmo, sacando una risita por parte del de cabello rojo.

- Pero, hay un lugar que realmente me gustaría que vieras. – Se trataba del único lugar que amaba sobre su hogar y él que había ayudado a crear.

         Kirishima guio a su invitado a través de lo que parecía ser una cantidad sin fin de habitaciones, salones, ante salones y corredores decorados con pinturas enormes, estatuas de mármol, altos jarrones de porcelana fina y extranjera, y molduras de oro que solo llevaban hacia enormes ventanales cubiertos por cortinas pesadas de gamuza. Cada salón estaba atestado de muebles de madera dura y tapizados con telas elegantes, así que, aun sin quererlo, el dueño de casa de cualquier forma le dio una probada de su vida a Bakugou, quien no pudo evitar mirar a su alrededor de tanto en tanto.

         Eventualmente llegaron a una enorme pared de cristal con molduras blancas, que subía hasta perderse en una enorme cúpula que remplazaba el tejado, también de cristal, pero con un entramado de acero fundido provocando figuras. Cuando Kirishima abrió las puertas francesas de par en par, ambos jóvenes fueron bienvenidos por una tremenda explanada llena de plantas, arbustos y palmeras de un verde intenso y saludable cubriendo cada milímetro del lugar, como una jungla fuera de control: Se trataba de un jardín interior.

- Este es mi jardín de mariposas.

         Sin duda, después de oír eso, Bakugou se dio cuenta con facilidad en las alas coloridas de varias mariposas que volaban alrededor del lugar o se posaban delicadamente sobre la hoja de alguna planta tropical. Así que, juzgando por la elevada temperatura del lugar y la humedad del ambiente, que daba una sensación de caluroso y pegajoso encierro, era seguro decir que efectivamente se trataba de un pedazo de selva en medio de Musutafu.

- Papá quería un jardín de invierno así que… Bueno, lo convertí en esto.

         Solo en ese momento, Bakugou también se fijó que detrás de todo ese alboroto de hojas de palma y demás, había otro par de puertas francesas que esta vez daban a un área recluida aun entre paredes de cristal y bajo la misma cúpula. En dicho lugar había elegantes sillas de mimbre tapizadas y mesitas de madera, así como estatuas e incluso una gran fuente de agua de estilo renacentista. Y los vidrios de más arriba estaban pintados de colores como un mosaico, similares a los que se veían en las iglesias.

         Seguramente aquel espacio era el que el señor y la señora Kirishima habían salvado para poder llevar a cabo sus fiestas de té… Pero el jardín en sí mismo y todas sus mariposas, eran de Eijirou.

- Es demasiado, ¿verdad? – preguntó inseguramente, en atención a que el rubio no le decía nada hacía rato.

- No si a ti te gusta.

         Bakugou comenzó a caminar a paso lento por uno de los pequeños senderos que había dentro del lugar, entre corridas de plantas y arbustos, con la intención de digerir todo lo que estaba viendo. No solo las mariposas eran bonitas, sino que Kirishima se las había arreglado para armar una colección de flores que nunca había visto antes de aquella noche. Sus colores vibrantes y sus formas hacían que se sintiera como si hubiera viajado a un país exótico.

- Es impresionante – reconoció -. Te las arreglaste para construir un santuario exótico.

         Kirishima, por su parte, había pensado que como Bakugou era tan duro y brusco de personalidad, no iba a apreciar el lugar en lo absoluto. Pero viendo como caminaba por el jardín mirando todo a su alrededor con cautela y deteniéndose a observar con mejor detalle las cosas que llamaban su atención, se dio cuenta de que estaba absolutamente equivocado. Y el hecho de que el hombre del cual se estaba enamorando reconociera el único lugar que había trabajado tan duro por crear, lo hizo sentir mareado de afecto.

         Bakugou se giró para mirarlo y hacerle un pequeño gesto con la cabeza, indicando un enorme ventilador oculto detrás de varias hojas de palma, y ahí estaba de nuevo esa sensación de felicidad en oleadas. ¿Cómo era posible que se enamorara de alguien a quien había visto tan pocas veces en su vida?

- Crear las condiciones adecuadas para que las mariposas pudieran sobrevivir fue difícil. Tuve que arreglármelas con la temperatura correcta y el sistema de ventilación – explicó.

- Es… Como un sueño. – Incluso Bakugou se sorprendió de lo que estaba diciendo mientras las palabras salían de su boca -. Como la escenografía para una escena del teatro o de una opera. Este lugar sería un acto completo.

- ¿Eso piensas?

         Kirishima sonrió abiertamente imaginando la idea. Sin duda sería la escenografía perfecta para una escena romántica…

         El rubio había caminado tanto que ya se encontraba al otro lado de una corrida de arbustos frondosos, en el sendero contrario a donde se encontraba el dueño de casa, así que ahora se podían ver frente a frente mientras hablaban, solo con hermosas flores en el medio, separándolos. Justo debajo de ellos había un pequeño grupo de Plumerias (según decía una etiqueta) de un tono ligeramente coral.

- Esas son mis favoritas. Me encantan las flores desde que era un niño.

- Y nunca se les ocurrió que pudieras ser gay, ¿eh? – bromeó, sin malicia en el tono.

- ¡Bakugou! – Kirishima se ahogó en una risa sorprendida, pero era cierto. Siempre fue un niño sensible y algo diferente a los demás, pero nunca nadie se dio cuenta.

         Bakugou lo miró desde el otro lado con una sonrisa cariñosa en sus labios y sin notarlo, se perdieron durante unos segundos en los ojos del otro mientras algunas mariposas blancas revoloteaban entre ellos. Kirishima se dio cuenta de que era verdad después de todo: Era como un sueño…. Pero, el momento no duró demasiado, pues en cuanto el rubio se dio cuenta de que estaba sonriendo, cambió su expresión por una más seria.

- ¿Qué disfrutabas tú? Cuando niño. – Ambos hombres retomaron la caminata indistintamente.

- Hacer estallar todo tipo de basura.

- ¿Uh?

- Explosivos – reconoció -. Estaba enojado todo el tiempo… Y se me daba bien mezclar químicos… Así que…

         Kirishima tragó saliva ruidosamente mientras sentía su sangre congelarse dentro de su cuerpo.

- Te refieres… ¿Cómo un terrorista?

- No es lo que estás pensando – respondió Bakugou, pero aun así no lo miró mientras explicaba -. Eran jugarretas infantiles al principio… Basureros en las esquinas, casillas de correo… Luego me di cuenta de que podía lastimar a alguien y me detuve.

- De acuerdo… Puedo entender eso, pero… ¿Tus padres lo permitían así como así?

         Esta vez, Bakugou si lo miró directamente a la cara.

- ¿Qué padres, pelo puntiagudo?

         El de cabello rojo sintió su alma abandonando su cuerpo ante las implicaciones de ese comentario. ¿Katsuki no tenía padres? Y ya que estaban hablando de su pasatiempo de niñez, era seguro admitir que no los tenía desde temprana edad… Ahora no solo se sentía desubicado por haber preguntado, sino que increíblemente triste también.

- Lo siento.

- Da igual. No los extraño – respondió con arrogancia -. Los dos eran unos hijos de puta.

         Ah, la rabia… Bakugou había tenido razón. Kirishima podía ser empático, pero nunca iba a entenderlo de verdad.

         Kirishima quería preguntar algo más para no cortar el tema tan abruptamente pese a su incomodidad, pero con el ruidoso retumbar de un gong de cobre que sus padres habían traído alguna vez desde el oriente, se anunció que la cena estaba pronta a ser servida. Ambos chicos hicieron su salida del jardín de invierno completamente en silencio, mientras Kirishima guio a su invitado por más habitaciones hasta que llegaron a lo que parecía ser la sala más grande y lujosa de la mansión.

         El gran comedor.

.

.

.

         Los días así, perfectos para la elite inconsciente y ajena a la realidad, eran siempre los peores días para la gente de Kamino. Era en esas noches de grandes eventos pomposos a los que asistían todos los nombres importantes, cuando el general director de la policía ordenaba a sus filas ir hasta los barrios más pobres de la ciudad para hacer redadas que al día siguiente no saldrían en los periódicos. Puerta por puerta, sin importar si quien habitaba cada pequeña casita destartalada era hombre, mujer, anciano o niño, la fuerza bruta derribaba cada seguro o cerradura y luego, no quedaba un solo mueble del ajuar sin dar vuelta o registrar.

         Midoriya recién consideró la lección que Bakugou maleducadamente le había dado a su novio y a él unas cuantas noches antes. Mientras corría a meter en sus bolsillos papeles e información importante que de alguna forma u otra había caído en sus manos en nombre de la revolución, e idealmente hacer su salida por la ventana de la última habitación de la posada, no pudo dejar de pensar que si alguien del cuerpo policial hubiera encontrado a Shouto Todoroki ahí, las cosas se convertirían en un infierno.

         Justo cuando Uraraka y él estaban por subir la escalera, golpes fuertes y desesperados en la puerta los hicieron mirar hacia atrás. Por como sonaba, era alguien pidiendo refugio. La castaña miró a Midoriya como advirtiéndole que tuviera cuidado, que bien podía ser una trampa, pero éste siempre fiel a su estilo heroico y leal se dirigió a abrir la puerta sin pensarlo dos veces, presto a ayudar a quien lo necesitara.

- ¡Ashido!

         La chica de piel y cabello rosado entró apresuradamente a la posada, y Midoriya la hubiese animado a acompañarlos escaleras arriba, si no hubiera visto la expresión de horror y culpabilidad que llevaba en el rostro. Ashido no estaba ahí para escapar con ellos, tenía otro motivo, y él esperaba que no fuera nada relacionado con Bakugou, sabiendo que los dos siempre estaban pasándose información de un lado a otro para movilizar las protestas y marchas en contra de la familia real.

- ¿Qué es?

- ¡Bakugou va a matarme! – dijo llevándose las manos a la cara para restregársela con exasperación.

- Chicos… - apuró Uraraka. Del alboroto que se escuchaba fuera, era fácil asumir que quedaba poco para que la policía llegara hasta su posada.

- ¿Por qué? ¿Qué hiciste?

- Bakugou me dio un informe la otra noche – explicó rápidamente, de tanto en tanto mirando hacia atrás como un tic involuntario y preocupado ante la inminente llegada de la policía -. El rey va a viajar pronto en ferrocarril y un trabajador le dio el itinerario. El problema es que no lo encuentro… Lo busqué por todas partes, di vuelta mi casa y no está.

- ¿Piensas que alguien te lo robó?

- Sí, estoy segura de donde lo había dejado. Siempre dejo los documentos importantes en el mismo lugar… Creo que alguien entró a mi casa y lo sacó, mucho antes de hoy.

- Está bien – respondió el chico de cabello verde, intentando sonar calmo -. Por ahora tenemos que salir de aquí, pero en cuanto se calme la cosa, te ayudaré a buscarlo. Tengo un par de ideas de quien podría tener esa información y no nos conviene que la sepan. Son gente violenta, no utilizarán el itinerario para movilizar a la gente sino para planear un ataque o algo por el estilo.

- Sí, Deku… Pero no lo entiendes.

- ¿Qué?

- El problema no es solo quién tiene la información y lo que puedan llegar a hacer… - dijo tragando saliva con una mirada aprehensiva e intranquila -. El problema es que el trabajador que reunió la información la escribió en ese papel y puso que era para Bakugou Katsuki. Si es que cae en manos de la policía…

- Van a culparlo a él de un posible ataque terrorista – completó Midoriya, palideciendo.

 

Chapter 7: Hágase la luz

Summary:

La cena y un recuerdo sobre la vida de Bakugou y Deku

Notes:

Hola hola hola!!!! ¿Cómo están? Espero que todos estén super bien y hasta ahora hayan tenido un excelente 2022.
Por más que intento actualizar con menos de un mes de distancia, no puedo!! Perdón :(

A todos quienes leen y a mis lectores más fieles, muchas gracias por continuar aquí conmigo! Espero que les guste este capítulo, pero ojo con las advertencias de contenido. Es un capítulo denso.

Si me quieren dejar un comenario con sus opiniones, estaré eternamente agradecida 💙

⚠ Spoiler menor de la película World Heroes’ Mission. No es un spoiler realmente, solo tomé una situación de la película y la repliqué aquí, pero adaptada a mi historia y con otro desenlace así que no creo que influya en nada.

⚠ Advertencias de contenido: Incendios, fuego / Síntomas de estrés postraumático / Descripción detallada de muerte, sangre y disparos / Bombas molotov, explosiones y fuego / Muerte de personaje secundario.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

El gran comedor era lo suficientemente grande y espacioso como para poder alojar docenas de mesas de la misma forma que un restaurante lo hubiese hecho, repartidas de forma eficiente entre medio de varias columnas de mármol al estilo griego. Bakugou entró caminando junto a Kirishima, arrastrados por la multitud moviéndose en unidad para entrar, e hizo su mejor esfuerzo para no demostrar su sorpresa. No quería verse obvio para los demás, pero nunca se había sentido tan fuera de lugar en toda su vida.

         Incluso si de tanto en tanto, Toshinori Yagi lo había invitado a Deku y a él a su casa o a elegantes restaurantes en una zona exclusiva de la ciudad, no era nada en comparación a la riqueza de los Kirishima. ¿Acaso todas las mansiones de ese lugar eran así? ¿Las había más grandes? Era inevitable hacer la comparación entre los lujos con los que crecía un niño en aquella zona y las deficiencias con las que crecía alguien en Kamino. Y por algún motivo esa realización no lo hacía sentir la rabia que debía, solo lo hacía sentir triste.

         Avanzando en conjunto con los demás invitados, el rubio podía reconocer a la gran mayoría, pues eran personajes influyentes e importantes en su país. Gente que se desenvolvía en la escena política y económica de Musutafu. Algunos de ellos incluso los conocía de manera más ‘cercana’, ya que se aparecían en su lado del charco de tanto en tanto. Itsuka Kendo, por ejemplo, siendo una activista feminista reconocida, era bastante cercana a la dueña de la posada en donde se quedaba junto a Deku, Uraraka Ochaco.

         Sin quererlo, entró en una especie de trance en donde hacía y se movía por inercia, dejando que Kirishima tomara el timón de sus actos ya que, por mucho que no se conocieran demasiado, tenía que admitir que confiaba en él. El de cabello rojo le susurraba en su oído algún nombre como para interiorizarlo, diciéndole si era una persona decente o un hijo de puta. Bakugou creía que Kirishima intentaba darle la mayor cantidad de herramientas posibles antes de la inevitable cena, probablemente más nervioso que el rubio por cómo iba a desarrollarse ésta misma.

- ¿Nervioso, pelo de mierda? – preguntó provocador.

- Vas a comportarte, ¿verdad?

- No puedo prometer nada.

         Aunque no fuese a admitirlo, Bakugou no iba a decir nada porque era lo suficientemente inteligente para notar que era él quien no estaba en su ambiente, y de ponerse a discutir o pelear con alguien, estaba en notoria desventaja numérica. Seguramente iba a tomarle todo el autocontrol del mundo conseguirlo, pero la mejor forma de terminar aquella noche era ignorando y esperando que pasara lo más rápido posible. Ya que los Kirishima eran los anfitriones de aquella velada, era seguro asumir que el imbécil de Enji Todoroki estaría sentado en su mesa y se conformaba con saber que seguramente éste la pasaría peor que él debiendo compartir su espacio y su aire con una “cucaracha” como Bakugou. Era más sencillo deslizar algún comentario sarcástico que hiciera que el general de la policía quisiera explotar de rabia que abiertamente ponerse a discutir por política.

Tendría que ser más inteligente que eso. Más inteligente que nunca, para llevar a cabo esa cena.

Como si Kirishima le hubiese leído la mente, comenzó a presentarlo de antemano a las personas que iban a compartir la mesa con ellos: La familia Iida, que no le dieron demasiada importancia y lo saludaron educadamente; los mejores amigos de Kirishima, Kaminari y Sero, quienes no solo lo saludaron animadamente sino que se mostraron agradecidos de que le hubiese salvado la vida del tirador. Eran un par de tipos ruidosos y tontos, pero Bakugou debía admitir que le cayeron bien; la familia Tetsutetsu, cuya rivalidad en la industria del acero era reconocida a nivel nacional, pero Eijirou y Tetsutetsu junior no dejaban que afectara su amistad (según le contó el de cabello rojo); la familia Todoroki, que pasó de largo para evitar saludarlo apropósito, con excepción de Shouto que se quedó con ellos para molestar a su padre; y, finalmente…

- Así que tú eres el famoso Katsuki Bakugou.

Dicho con un desdén palpable, el aludido levantó la vista y se encontró con…

- Neito Monoma y sus guardaespaldas personales – replicó Kirishima con el mismo desdén. Y si a Kirishima le desagradaban estos tipos, Bakugou sabía que eran malas noticias.

         Monoma estaba acompañado por un chico de cabello ceniza y dientes extremadamente grandes, y por un chico de piel oscura y cabello blanco y lacio.

- Estaba ansioso por esta noche – continuó Neito con expresión totalmente desafiante, y en sus ojos se notaba que buscaba iniciar alguna discusión con la sola finalidad de entretenerse. Sin embargo, antes de que pudiera hacer cualquier cosa, el grupo tras de ellos creció, pues llegó el resto de la familia Yaoyorozu-Monoma.

- Bakugou, ella es Momo Yaoyorozu, mi prometida. Querida, él es la persona que me salvó la vida – los presentó Kirishima, ignorando a su hermanastro al lado que observaba el intercambio con superioridad, como si supiera algo que los demás no.

- Un placer – contestó la morena de piel blanca con apatía, justo antes de continuar su camino hacia la mesa.

         Se sentía amenazada. Bakugou se dio cuenta inmediatamente, aunque Kirishima - demasiado bueno y bienintencionado para su propio bien - no lo hiciera. El tipo de cabello dorado, Monoma o como se llamase, obviamente sospechaba algo sobre su pronto-a-ser-cuñado y le había informado a su hermanastra sobre dichas sospechas. Lo que Bakugou no sabía era si se trataba de los deseos de Kirishima por ser escritor, o si había descubierto que al chico no le gustaban las mujeres. Fuera como fuese, era obvio que el simple hecho de que Kirishima continuara una amistad con alguien como Bakugou era suficiente para que su futura familia tuviera todas las alarmas sonando y los ojos puestos encima de ellos.

- Es bonita – reconoció, porque lo era. Si no hubiese sabido que a Kirishima no le gustaban las mujeres, hubiera estado celoso -. Tetas grandes.

- ¡Bakugou! – lo reprendió el de cabello rojo horrorizado.

- ¿Qué? Es verdad.

         Kirishima soltó una risita entre nerviosa y entretenida, pues no tenía cómo explicarle a Bakugou que, aunque fuese cierto, era vulgar decirlo de esa manera cuando había otros eufemismos para dar a entender lo mismo sin faltarle el respeto a una mujer. En la alta sociedad, todos hablaban de la bonita y esbelta figura de Yaoyorozu, por ejemplo.

- Nada, mejor vamos a sentarnos también. Lamentablemente no podré estar al lado tuyo, pero me las arreglé para que al menos puedas sentarte al lado de Shouto.

- Genial – masculló sin ánimo y sarcástico mientras avanzaban -, me encanta compartir con el bastardo bicolor.

         En el gran salón había una claridad que deslumbraba. Bakugou se imaginó que sentiría una oleada de resentimiento viendo las joyas y diamantes de las damas de la alta sociedad caminando delante de él; o tal vez que tendría que morderse la lengua cada vez que escuchara un comentario extremadamente superficial y clasista saliendo de la boca de esa gente. Pero no había nada, salvo esa jodida luminosidad que venía de todas partes. ¿Era ridículo que su atención estuviera en eso? Ni siquiera entendía por qué.

         Intentó mirar a su alrededor con cautela, pues si bien era un pobretón que se encontraba en una fiesta de esas por primera vez, no quería demostrarlo tan evidentemente. La claridad casi deslumbrante era la luz eléctrica, concluyó. Obviamente conocía la luz eléctrica, acostumbraba a vivir con ella a diario en el teatro o en algunos bares que frecuentaba. En los bares, sin embargo, se veía diferente: Era menos común, era más tenue, como si llegara con una amarillente debilidad.

Era un privilegio.

         En Kamino no había electricidad aún, así como tampoco había agua potable, ni cañerías ni asfaltado. La gente todavía se iba a la cama llevando una vela en la mano y se arriesgaba a que cualquier descuido terminara provocando un incendio. Como el barrio tenía aquella estructura de hileras de casas, a veces un incendio provocado por una vela encendida que alcanzó una cortina terminaba con una cuadra de casas destruidas. Y esas veces eran las únicas en las que Kamino se iluminaba por completo.

         La tía Inko, la madre de Deku, había perdido dos veces su hogar en condiciones similares y una cosa que Bakugou había aprendido era que algo así de catastrófico estaba tan normalizado en Kamino, que la gente no se daba un minuto para estar de duelo sobre toda una vida perdida y se levantaba de nuevo, para partir desde cero.

         Aquí, en cambio, había una seguidilla de enormes lámparas de cristal colgando desde el techo, en adición a dos elegantes lámparas de pie colocadas en cada mesa. De tal exceso provenía esa casi cegadora luminosidad que provocaba una sensación de blanco, de pureza y aseo, del lugar más pulcro en el que Bakugou había estado en su vida y tuvo que apretar su mandíbula y sus puños, porque no era más que un maldito comedor y ya estaba sorprendido como si hubiese naufragado en un mundo nuevo. 

                No gratamente…

         Y la cosa siempre se podía poner peor, porque en ese preciso instante vio entrar a Tomura Shigaraki, el hijo del rey. Lucía traje y corbata, y sobre éste llevaba una capa roja con piel alrededor de su cuello. Tal y como los rumores sobre su locura y maldad contaban, llevaba sobre su rostro pálido y cetrino una máscara con la forma de una mano pálida y de aspecto grotesco, y de pronto, una mancha de color rojo explotó dentro de la mente de Bakugou tapándole momentáneamente la vista.

         Luego otra, y otra, y antes de darse cuenta estaba de pie en medio del patio de la Universidad Nacional aquel “Jueves Rojo” y las balas estaban cayendo sobre él.

         Había sido como un balde de agua fría, repentino y de la nada. En un momento se estaban reuniendo en el patio central de la Universidad para marchar juntos hacia la casa de gobierno y exigir mejoras para el país, tal y como venían haciéndolo los últimos días de aquella semana, y al momento siguiente una ráfaga de disparos había dado directamente en un grupo de personas. Tan inusual, que mucha gente no se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo hasta que era demasiado tarde.

         Había de todo aquel día. Profesores, sindicatos, padres de algunos alumnos, gente de cualquier sector político o social que simplemente creían que las cosas debían cambiar… y todos cayeron como moscas. Era un día soleado y caluroso, y se volvió aún más agobiante una vez que las ráfagas de metralleta comenzaron a destruir peñascos de cemento en el suelo, levantando polvo y escombros.

         Bakugou se protegió como acto reflejo con sus brazos, cubriendo su rostro, mientras una nueva ráfaga de disparos pasaba justo por su lado. El polvillo blanco y la suciedad lo dejaron a ciegas por unos segundos, al mismo tiempo que un pitido molesto se anidó en sus oídos por el estruendo de los disparos. Avanzó lo más rápido que pudo entre cuerpos y heridos para buscar refugio, agradeciendo que su instinto de supervivencia lo hiciera mantenerse en movimiento a diferencia de tanta gente que veía al dejar atrás, que se mantenía a la intemperie, presa de su histeria.

         Una vez escondido tras un pilar buscó entre el tejado de la universidad para ver desde donde venían los disparos, sintiendo un renovado odio acérrimo hacia la policía y el ejército, pero palideció cuando divisó que los sujetos en el techo llevaban un solitario guante blanco en su mano izquierda: Eran miembros del grupo paramilitar que se hacía llamar “Liga de Villanos” y que prácticamente era el ejército de guardaespaldas vicioso y lleno de delincuentes del hijo del rey, Tomura Shigaraki. Se colocaban ese guante para homenajear la máscara con forma de mano que el estúpido príncipe solía usar, y eso significaba que ese imbécil había ordenado la masacre, y según se sabía, el tipo era tan cruel y loco, que no le hubiese extrañado si hubiera ordenado disparar contra ellos solo porque le provocaba diversión.

Y no todos se quedaron en los tejados. Bakugou vio con horror desde su escondite, como algunos paramilitares habían bajado a la mitad del patio central para disparar a quema ropa a los estudiantes heridos que tenían problemas para ponerse de pie. Apoyaban sus armas en la frente y disparaban como si nada, de la misma forma que se hacía con los caballos viejos en los establos cuando ya no servían más.

Y con cada disparo, otra mancha roja apareció en su mente. Imborrable.

Un nuevo estruendo llamó su atención hacia el lugar en donde, por algún motivo, los miembros de la Liga de Villanos habían comenzado a disparar incesantemente. Ahí, entre polvo y una estampida de gente que solo quería salvarse, estaba Yo Shindou con la mitad del rostro tapado por un pañuelo negro, con una bomba molotov en la mano y aunque tiempo atrás había prometido que no quería volver a tener que ver con explosivos, en ese minuto lo dudó por completo y casi consideró ir a ayudar al moreno.

- ¡Lanza! – gritó, pero era imposible hacerse oír entre gritos y disparos. Ni siquiera él se oía a sí mismo, debido al pitido que zumbaba en sus oídos. Tras gritar, tosió un poco, pues su garganta estaba demasiado seca debido al polvo en el aire.

De cualquier forma, Shindou lanzó la bomba molotov y esta cayó directo sobre un grupo de paramilitares. La pequeña explosión y la llamarada que se extendió tanto por las tejas como por los cuerpos del grupo de paramilitares sirvió para darle una apertura para volver al centro y buscar al inútil de Deku.

- ¡Deku! – volvió a llamar después de varios minutos.

Comprobar que los gritos y quejidos se hacían cada vez más débiles era quizás más aterrador que el sonido de los disparos o la posibilidad de morir aquella tarde.

         Pero tal vez ese tipo de circunstancias extremas y de vida o muerte ponían todo en perspectiva, porque viendo ojos abiertos sin expresión en el suelo y el cemento salpicado de sangre… Por primera vez en su vida se dio cuenta de que estaba preocupado por saber que Deku se encontraba bien. Descubrir que seguía vivo y que no estaba herido quizás le importaba más que el hecho de sobrevivir el mismo, y por motivos ridículos como… ¿Con quién demonios iba a competir si no? ¿Y cómo iba a mirar a la tía Inko y decirle que su hijo había muerto? No, no iba a perdonarse nunca si él lograba sobrevivir y el nerd no.

         Y justo en el lobby de entrada de la universidad, bajo un espacio techado pero no cerrado, divisó una familiar mata de cabello verde y crespo que hizo que finalmente le volviera el alma al cuerpo. Deku estaba en una zona de peligro aún, pero menos expuesta que el patio central en donde, según podía oír, Shindou y otros seguían lanzando bombas molotov a distintos puntos del tejado de la universidad.

Un incendio había empezado a consumir una buena parte de la zona superior del inmueble, lo que le daba la ventaja de esconderse tras el humo para seguir avanzando y llegar hasta Deku con vida.

         Su mejor amigo-enemigo de infancia estaba arrodillado junto a otro chico de una clase que compartían: Rody Soul, una de las personas más esforzadas que conocían en Kamino. El chico había quedado huérfano a temprana edad después de que su madre muriera y su padre lo abandonara y se había hecho cargo de sus dos hermanitos pequeños robando y haciendo trabajos mal vistos. Deku lo había convencido de hacer algo honesto con su vida, lo había ayudado a estudiar y a ingresar a la universidad ese año.  

         Estaba muerto por una bala en la zona de sus costillas.

- Deku, vamos – ordenó agarrándolo fuertemente del brazo para levantarlo.

- ¡No puedo dejar solo a Rody antes de que lleguen los paramédicos…!

         Recién en ese momento cayó en cuenta de que el chico de amables ojos verdes estaba en negación.

- Deku – volvió a llamarlo, intentando con todas sus fuerzas tener algo de tacto y no ser avasallador y violento como siempre lo era, y cuando el de cabello verde lo miró, negó con la cabeza -. Es demasiado tarde.

- Pe-pero…

- Si no nos vamos de aquí ahora, seremos los siguientes.

         Como si el destino hubiese querido darle la razón, en ese preciso instante una bala pasó rozando la oreja derecha de Deku, quien se agachó de manera instintiva, sintiendo como algo líquido y cálido comenzaba a escurrir por el lado de su rostro y cuello. La bala había alcanzado a hacerle daño, aunque fuera superficial.

- Vete tú – dijo Midoriya con la voz temblante y los ojos vidriosos de temor y tristeza. Estaba pálido y estupefacto, pero no lograba derramar una lágrima -. Incluso si está muerto… No puedo dejar su cuerpo atrás, no puedo.

- ¡No es hora de ser una mierda sentimental como siempre, maldito nerd! – dijo agarrándolo por el cuello de la camisa para acercarlo a él -. No pienso regresar a Kamino sin tu trasero y ahora tú vas a tener que hacerte cargo de los hermanos del pichón, así que despierta y muévete. Es lo que él querría.

- ¿Estás bien?

         La voz de Todoroki lo trajo de vuelta a la sala.

Estaba hiperventilando en la mitad del comedor de la familia Kirishima. Había estado reviviendo aquella mañana como si estuviera ocurriendo de nuevo, como si se hubiese transportado al patio de la Universidad en vez de estar sentado a punto de tener la cena más elegante de su vida y ya no estaba seguro de que iba a poder tragar algo. Su garganta se había cerrado. Si no hubiese sabido que era algo sintomático de su pequeño flashback, si no hubiera sabido que era nada más una sensación, habría comenzado a entrar en pánico creyendo que se ahogaría hasta morir.

¿Qué demonios hacía ahí, de cualquier forma? ¿Por qué había accedido a esa invitación? Ese no era su lugar. En ese lugar estaban todos los que habían provocado la muerte de Rody y de todas las personas que habían sido asesinadas ese día pero, además, los que se habían encargado de mantener a la mitad del país viviendo bajo esas condiciones de mierda, injustas, donde la muerte rondaba en cada esquina, donde no existían las oportunidades, donde—.

- Hey, Bakugou.

- Todo bien – gruñó, empuñando sus manos y obligándose a regresar a la realidad.

         Por suerte nadie más en la mesa había notado su pequeña crisis, demasiado ocupados conversando entre ellos.

Estaba bien, se recordó. Deku estaba bien. Incluso los inocentes hermanitos del tonto de Rody estaban bien. Respiró, intentando no dejar que el cuadro se le saliera de las manos, mientras veía como el hijo del rey se sentaba en la cabecera de la mesa. La rabia que alimentaba su personalidad aún en sus mejores momentos tomó control de su cuerpo para traerlo de regreso a la tierra y limpiar su mente de cualquier miedo irracional que hubiese sentido, recordándole el odio en su forma más pura.

Otras personas en Kamino soñaban con tener la posibilidad de estar cerca de Tomura Shigaraki. Otras personas hubiesen dado cualquier cosa por tenerlo al frente, pensó Bakugou mientras empuñaba inconscientemente el cuchillo mantequillero con demasiadas fuerzas. Lo fácil que sería aprovechar aquella oportunidad para matar al hijo del rey… Un descuido, un segundo y podía hacerle más daño a la monarquía que todas las protestas de la gente en la calle y las bombas de los ‘terroristas’ como Shindou.

- Ni siquiera lo sueñes – le advirtió Todoroki a su lado en un susurro, colocando su mano fuertemente en el brazo del rubio -. Sé lo que estás pensando, pero este no es el lugar.

- No me digas qué hacer.

- Te atraparán inmediatamente, y por matar al hijo del rey te torturarán por días antes de asesinarte.

- Un costo bajo por matar al hijo del rey.

         Todoroki rodó los ojos y suspiró.

- ¿Es lo que quieres? ¿Que Kirishima te vea asesinando a alguien? ¿Que todos piensen que Kirishima metió a un asesino a una de sus cenas y fue cómplice de la muerte del hijo del rey?

         Bakugou soltó el empuñe de su mano inmediatamente.

Asistir a esa cena había sido la peor idea de su vida.

.

.

         Mucho después que la cena comenzó oficialmente, Bakugou se preguntó si alguna vez se iba a acostumbrar a la claridad del comedor, temiendo una inminente jaqueca. Sus ojos estaban comenzando a arder y no podía distraerse escuchando alguna conversación entretenida a su alrededor, ya que solo se hablaba de la bolsa y de las acciones. La única persona más aburrida que él era el mismísimo Tomura Shigaraki, que no decía absolutamente nada y solo se dedicaba a comer con las manos en vez de sus cubiertos, chupándose ruidosa y maleducadamente sus dedos de tanto en tanto.

         Era una suerte, porque manteniendo su participación al mínimo, Bakugou podía fingir que no estaba ahí e ignorarlo.

         Se fijó en Kirishima, al otro lado de la mesa y justo al frente de él. El chico era la única razón por la que estaba ahí, la razón por la que había sido lo suficientemente estúpido para aceptar esa invitación en primer lugar. En ese lugar, Kirishima no brillaba de la misma forma que cuando habían estado a solas. Sus ojos hermosos no tenían la chispa que habían tenido en esa larga caminata que habían dado juntos unos días antes. Su rostro no se llenaba de emoción y curiosidad al hablar con los demás, ni compartía sus grandes ideas sobre lo mucho que quería cambiar el mundo.

         En esa mesa, Kirishima estaba disminuido como una vela tintineando justo antes de apagarse. Y parecía ser que el resto, todas esas otras personas en su entorno, eran quienes se encargaban de mantener esa vela subsistiendo al mínimo, amenazando con dar el soplo final. Así entendía por qué el de cabello rojo estaba tan desesperado por salir de allí. Había nacido en cuna de oro, pero su naturaleza no pertenecía a ese lugar porque Kirishima añoraba tener una libertad con la que el resto no podía ni soñar.

         Aún así había algo que no se iba ni en el peor de los escenarios y era su sonrisa tan bien intencionada y amable. A veces se notaba algo de tristeza en ella también, pero Bakugou se sentía completamente hipnotizado por esos labios rojos y suaves y sus dientes peligrosamente puntiagudos y perfectos. Tenía tantas ganas de besar esos labios que si seguía mirando fijamente iba a dejarse al descubierto.

         Por suerte, fue justo en ese momento que el padre de Kirishima decidió hablar en su dirección, llamando la atención de los demás.

- El señor Bakugou Katsuki, nuestro invitado especial de esta noche, es un orgulloso residente del barrio de Kamino.

         El rubio se esperó algún gritito ahogado de horror, pero en vez de eso solo se encontró con miradas en exceso curiosas y expectantes por saber más. No porque se interesaran en un barrio tan lejano, sino porque Bakugou era, en ese momento, lo más cercano que tenían a un espécimen exótico y raro en exposición.

- Nacido y criado – respondió con una sonrisa falsa.

- Todos están al tanto de un atentado terrorista en la feria nacional, hace alrededor de una semana – continuó el padre de Kirishima -. El señor Bakugou fue de ayuda a mi hijo, desviando la bala que iba para él.

         Enji Todoroki aprovechó dicho momento para soltar un bufido furioso, que por suerte nadie tomó en serio.

- Resulta que Katsuki es un gran dramaturgo. Tuve el privilegio de ver una de sus obras recientemente – se metió Eijirou, y viendo la expresión aprehensiva de Yaoyorozu por revelar su asistencia a un espectáculo que no aprobaba, besó el dorso de la mano de su prometida descaradamente -. Me hubiese gustado que vinieras conmigo, querida.

- Eijirou y yo tenemos un gusto demasiado diferente en teatro, sin ofender – respondió ella con una sonrisa falsa.

- Una obra mía no es para todos – convino Bakugou asintiendo como si nada -. Especialmente, no es para ustedes.

         El comentario fue recibido con un silencio total por parte de los demás comensales. Eijirou nuevamente rio nervioso, al mismo tiempo que Shouto tomó el contenido de su copa de coñac de golpe tras oírlo, y algunas mujeres jugaron incómodas con las perlas de sus collares. Monoma, sin embargo, sonrió con una sonrisa malévola como si hubiese estado esperando un comentario así para decir algo.

- ¿Quién iba a pensar que Eiji tenía gustos tan distintos a los nuestros? – dijo fingiendo inocencia.

Bakugou y Eijirou lo fulminaron con la mirada, pues era obvio que se estaba refiriendo a su preferencia sexual y no a su gusto por el teatro.

- ¿Recuerda, señor Iida, cuando aún no definía si debía cobrar entrada para la feria mundial? Fue una suerte que decidiera el acceso libre a todos, o de lo contrario, quizás Bakugou no hubiese estado allí para ayudarme a Eijirou y a mi – interrumpió Shouto.

         Era un comentario innecesario, clasista e ignorante, y Bakugou sabía que Todoroki no estaba hablando en serio (Shouto sabía perfectamente bien que el rubio tenía dinero) sino mimetizándose para hablar el idioma de ellos. Lo que quería, claramente, era cambiar el tema de conversación para no darle la oportunidad a Monoma de seguir esparciendo su veneno.

- Tampoco hubiese ingresado ese terrorista, tal vez – dijo de cualquier forma Neito -. Pero menos mal que el gran Bakugou Katsuki estaba cerca para detener al tirador y desviar la bala. Estabas justo ahí, ¿no es así?

- Justo ahí – mintió, sin dejarse provocar.

- Qué excelente coincidencia, siendo un parque tan grande.

- Recuperándome de una resaca horrible después del éxito de mi obra, la noche anterior – sonrió. No podía dejar de notar que Enji Todoroki tenía la vista clavada en él y estaba esperando que dijera cualquier cosa que lo incriminara -. La mejor limonada de sandía y menta.

- Y dígame, señor Bakugou – comenzó a decir Enji Todoroki, poniéndolo tenso porque no podía esperarse nada bueno -. ¿Tanto éxito no le ha permitido todavía salir de ese barrio lleno de marginales?

- Podría, sin embargo, por el momento prefiero invertir mi dinero en otros asuntos.

- Financiando a extremistas, querrá decir.

- Financiando organizaciones y movimientos – corrigió, tranquilo -. Salud, educación, comida… Todas esas cosas por las que ustedes y esta monarquía no se preocupan.

         Esta vez, la mesa completa lo miró sin esconder su asombro. Eijirou y Shouto también, tensándose en sus lugares por el repentino (aunque justificado) cambio en la conversación. Bakugou supuso que ambos chicos estaban esperando a ver cómo continuaría respondiendo y si escalaría lo suficiente como para que terminara mal. El resto de los invitados estaba más preocupado de ver cómo iba a reaccionar Tomura Shigaraki a un comentario así, pero el príncipe pareció no escuchar ya que simplemente se inclinó sobre su plato para agarrar un pedazo de cordero y llevárselo a la boca, desgarrándolo con sus dientes.

- ¿Tiene la posibilidad de salir de esa pocilga asquerosa y desperdicia su dinero en eso? – preguntó un anciano estirado, al parecer de la familia Honenuki (según Bakugou había escuchado) y preguntaba como si estuviese hablando de algo escandaloso.

         El rubio simplemente asintió, desafiante y aguantándose un discurso sobre cómo prefería devolver a la comunidad que ser un egoísta de mierda.

- Por eso es que nunca salen de ahí. No tienen ambición. Esa es la diferencia entre tu gente y nosotros – comentó el señor Yaoyorozu despreocupadamente, como si no acabara de insultarlo. 

- Oh, no. Soy muy ambicioso – replicó calmadamente -. Pero probablemente no sobre las mismas cosas. Soy ambicioso sobre ser libre y poder hacer lo que se me cante… Ser mi propio jefe, escoger la persona que quiero ser y a quien amar. Supongo que esa es la diferencia entre su gente y nosotros.

Bebió de su champaña tranquilo, sin importarle si sus palabras eran o no eran tomadas en serio por la mayoría de las personas en aquella mesa. Lo único que le importaba era que le hicieran sentido a Kirishima, quien en ese minuto lo miraba tan intensamente que prácticamente podía sentir su piel ardiendo.

- Quiero proponer un brindis – dijo Shouto en ese momento, alzando su copa de coñac nuevamente llena -. Por escoger quién ser y a quién amar.

- Por escoger quién ser y a quién amar – replicaron todos por inercia con su mano alzada, y uno con sus ojos especialmente llenos de determinación: Kirishima.

.

.

         Horas más tarde, cuando ya la mayoría de los invitados se habían ido y los que quedaban se encontraban afinando los últimos detalles sobre algún negocio suculento o una decisión política, Kirishima salió a la terraza de su jardín a respirar algo de aire puro. La cena había transcurrido con normalidad una vez que habían hecho el brindis y el momento del postre había sido tranquilo gracias a una anécdota graciosa contada por la madre de Tetsutetsu.

         Lamentaba profundamente no haber podido compartir más con Bakugou, siendo que lo que más quería era conversar con él, pero solo habían tenido ese breve momento en el jardín de mariposas. Y aún así, sin haber tenido la oportunidad de hablar con Bakugou como tanto quería, el rubio había logrado dejar una impresión fuerte en él con sus comentarios provocativos y apasionados en la mesa. Cada palabra le había llegado directamente como si Bakugou hubiese querido decirle que era hora de tomar las riendas de su vida y dejar de hacer lo que su familia esperaba de él.

         Pero ¿cómo iba a poder hacer algo así?

Ahora no sabía cómo verlo de nuevo y tal vez era hora de admitir que sus mundos estaban lo suficientemente separados como para que una amistad entre ellos fuera posible.

- Ah, aquí estás.

         Kirishima miró a un lado y se encontró a Shouto Todoroki acercándose cada vez más, hasta quedar a su lado. Estando hombro con hombro en medio de una terraza tan amplia y vacía, el de cabello rojo se sintió repentinamente incómodo por la cercanía, preguntándose si era necesario estar de pie tan cerca cuando Shouto le acercó un papel por lo bajo, asegurándose que nadie más viera.

- ¿Qué es esto?

- Bakugou te lo envía.

         Solo bastó eso para que el chico se apresurara a desdoblar el papelito, dejando ver la prolija letra del rubio y el mensaje que se leía:

“¿Quieres ir a una fiesta de verdad? Nos vemos en Lunch-Rush a las doce en punto”

- ¡Pero…! – masculló, sacando rápidamente su reloj de bolsillo. Quedaban unos cuarenta minutos.

- Voy para allá ahora, a reunirme con Izuku – le susurró el chico de cabello plateado y rojo -. ¿Vienes conmigo?

         No necesitó pensarlo dos veces y asintió, completamente decidido.

Notes:

En la vida real, yo soy la mismísima que se enamora del Shindo. ¡GRACIAS POR LEER!

💡 Dato freak: Si bien los relojes de tipo pulsera existen desde el siglo diecisiete, eran mayoritariamente usados solo por mujeres. ¡Los hombres usaban relojes de bolsillo hasta inicios del siglo XX!

Chapter 8: El escape del forastero de clase

Summary:

Bakugou y Kirishima en el bar de Lunch Rush 🍻
Hasta que tienen que escapar.

Notes:

Han pasado 84 años...
En verdad han pasado como 5 meses desde la última actualización, y eso es demasiado. No me queda más que pedir disculpas por este bloqueo creativo.

No sabía cómo hacer este capítulo hasta que el otro día se me encendió la lamparita en la cabeza mientras veía BRIDGERTON (what?!) y la verdad es que estoy bastante conforme con el resultado. Además, tengo total claridad para los próximos capítulos así que 👍

¡Espero que les guste este capítulo!
Les agradezco mucho la paciencia, si es que aún sigue aquí. Un abrazo :)

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

         Midoriya no sabía si era la piel naturalmente cálida de Todoroki o la pasión que corría desbocada entre ambos, o si era, posiblemente, tener su cuerpo apretado en contra del otro en ese pequeño armario en el bar de Lunch Rush. Pero acalorado como estaba y de un solo tirón, terminó por hacer saltar el primer botón de su camisa y abrirse el cuello para recibir un poco de aire. No sabía si lamentar o agradecer el hecho de que Shouto tomara ese acto como una invitación para acercarse aún más de lo que ya estaban, para besar la curvatura entre su cuello y su hombro.

         No habían cruzado ni una palabra y de alguna forma habían terminado en ese armario en un enredo de cuerpos, besándose apresuradamente en medio de la oscuridad entre abarrotes y palos de escoba, con Uraraka (quien atendía el bar) haciendo oídos sordos a los probables sonidos que escuchaba viniendo tras de aquella puerta. Y aun así, entre medio de tanta pasión, el de cabello verde no fue capaz de detener su mente a mil por hora y tuvo que abrir la boca, así arruinara el momento.

- ¿Cómo estuvo la cena? – En cuanto Todoroki le devolvió la mirada con una interrogante ceja alzada, aclaró -: ¿Kacchan se comportó?

         Hasta Todoroki tenía que admitir que aquella era una preocupación entendible, dado el comportamiento vulgar y agresivo del rubio.

- Hubo un par de momentos críticos. Creo que si no hubiese estado ahí para detenerlo, hubiera apuñalado al príncipe con el cuchillo mantequillero – reconoció sin variar su expresión en blanco.

- ¡¿QUÉ?! ¡¿KACCHAN QUISO ASESINAR AL HIJO DEL REY?! – preguntó Midoriya abriendo mucho sus redondos ojos verdes - ¿No pensabas decirme algo así?

- Finalmente no lo hizo – replicó encogiéndose de hombros, como si eso le quitara gravedad -. Mencioné que metería en problemas a Kirishima y se detuvo. Tenías razón sobre eso, creo que de verdad le gusta.

- Desde el minuto en que lo vio por primera vez – corroboró riendo -. Entonces, ¿todo salió bien al final?

- Mejor de lo que yo me hubiese esperado para alguien como Bakugou. Y hablando de Kirishima, ¿no te parece injusto que yo tenga que esconderme aquí para estar contigo mientras él puede estar como si nada en el bar?

         Ante el comentario, Midoriya asomó su cabeza llena de rulos de color verde.

         En aquel bar bohemio que estaba tan repleto como siempre, despreocupado y riendo con una enorme sonrisa llena de dientes puntiagudos, resaltaba con facilidad el cabello color carmín de Kirishima Eijirou. Era una visión extraña, después de todo, encontrarlo en un lugar como ese… pero no sería ni el primer ni el último joven de la nobleza que iba a dar al bar de Lunch Rush. Justo aquella mismísima noche, de hecho, aquel bar de mala muerte era congraciado con la presencia y la belleza de la socialité, Itsuka Kendo.

- No es lo mismo. Se conformará con recibir un par de miradas de odio de parte de algunas personas y quizás alguien lo suficientemente borracho se atreva a lanzarle un puñetazo, pero estoy seguro de que Kirishima se podrá defender.

         Sus palabras, más que aplacar las frustraciones de su novio, provocaron el efecto contrario.

- ¿Crees que yo no puedo defenderme? – preguntó ofendido.

- Por supuesto que puedes, Shouto, pero… Si alguien llega a verte aquí, y conmigo, especialmente… Me temo que tu padre—.

         Antes de que pudiera continuar la idea, Todoroki chasqueó su lengua, irritado y dándole la razón en su punto.

         Si es que la relación de ambos llegaba a saberse, tal y como alguna vez lo había puntualizado Bakugou, la furia de Todoroki Enji sería un peligro por sí sola. A eso había que sumarle la reacción que, seguramente, también tendrían ciertos habitantes más bien radicales y violentos de Kamino que intentarían usar aquella relación como una moneda de cambio para su causa. Y también estaba el hecho de que Shouto no parecía pensar racionalmente cuando su padre estaba involucrado, por lo que Midoriya no quería arriesgarse aún a ponerse en la situación de que alguien los viera juntos.

- No tengo que recordarte que una situación como la de la Feria Mundial se podría volver a repetir – rememoró el atentado de manera sombría -, y algo así… No me lo perdonaría jamás.

         Esperando dejar el tema zanjado con ese comentario, Midoriya se acercó nuevamente a su novio para besarlo y continuar lo que de muy buen ánimo estaban haciendo antes de que él mismo interrumpiera con sus dudas. No se esperó nunca las palabras que estaban por salir de la boca de Todoroki.

- Nunca te pregunté.

- ¿Qué cosa?

- La persona que me disparó y que terminó hiriendo a Kirishima… ¿Ni Bakugou ni tú saben quién es?

         El de cabello verde hesitó por unos segundos, tragando saliva.

         Todoroki era el amor de su vida y su alma gemela y nada ni nadie lo iba a cambiar. Pero, por algún motivo, desde que el atentado terrorista en su contra había ocurrido, en ningún momento se había plantado la idea de revelarle la verdad sobre su agresor. No solo sabía quién le había disparado, sino que lo había protegido devolviéndole el arma antes de que la policía lo encontrara en un acto que, aun a la fecha, le parecía inexplicable e irracional.

         Por algún motivo, tanto Bakugou como él habían decidido tácitamente proteger a Shindou por una especie de lealtad prioritaria que existía entre los residentes de Kamino, o al menos entre los que habían crecido en esa misma generación, la que había jugado descalza entre el polvo y las pulgas, y había terminado por ir a la Universidad solo para que les dispararan en la cabeza y los expulsaran.       

- No – mintió -. No tengo idea. 

         Dejó que la culpabilidad lo carcomiera mientras sentía la humedad de Todoroki de regreso en su cuello, descendiendo lentamente con la promesa de llegar hasta su pecho, y más abajo si era posible. Peor aún era la sola idea de imaginar que algo así pudiese volver a pasar, que Shindou o cualquier otro se acercara a Shouto con la intención de asesinarlo para enviar un mensaje a su padre…

- Solo relájate por esta noche – susurró el joven de cabello bicolor, quien sentía su tensión corporal -. Concéntrate en mí, Midoriya. Solo en mí. 

- Sí…

         Después de todo, Shindou y sus terribles amistades recientes, que lo mal influenciaban y encaminaban hacia sus pésimas decisiones, tenían prohibida la entrada a Lunch Rush.

.

.

Si había algo de lo que Kirishima estaba seguro, era que la noche estaba recién comenzando en el barrio bohemio de Musutafu. Era cosa de observar la puerta de entrada, a través de la cual cada vez ingresaba más y más gente al bar, el que estaba atestado de personas que, en su mayoría, tenía su misma edad. La barra estaba repleta por una multitud que mantenía los jarros de cerveza saliendo cada un minuto, llenos hasta arriba y rebosantes de refrescante espuma. Incluso él mismo ya se había tomado tres y ahora se encontraba algo ligero de cabeza.

No era demasiado diferente al estado del resto del lugar, que parecía alojar a más gente de la que podía por capacidad, todos brindando de forma ruidosa, risueños y acalorados gracias al alcohol, y… A diferencia de lo que veía normalmente en una reunión social de las que acostumbraba, en aquel lugar Kirishima debía reconocer que se encontraba un poco azorado viendo las muestras explícitas de cariño y lujuria entre hombres y mujeres… A veces incluso entre gente del mismo sexo o entre grupos, tan exhibicionistas y ajenos a la verguenza…

Cuando se había ido de su mansión había estado un poco nervioso por salir de la burbuja en la que vivía para adentrarse en las fauces de aquel barrio tan desconocido para él. Intentaba mantener sus prejuicios a raya, pero sabía que los tenía, aunque quisiera negarlo. Ya estaban demasiado arraigados en él como para fingir que aquella aventura nocturna era algo sencillo.

Lo único realmente sencillo en aquel lugar, era estar en compañía de Bakugou. Eso de alguna forma se le hacía más fácil que estar entre los suyos, más fácil que respirar. Con Bakugou podía ser el mismo sin fingir, sin planear la siguiente cosa que diría, y sin temer ser juzgado. Ni siquiera subsistía el miedo de dejarse en ridículo ante el rubio, porque incluso si éste era avasallador y desagradable con el resto, parecía no serlo con él.

- ¡Creo que vine demasiado exagerado de nuevo! – se lamentó, haciendo alusión a su vestimenta.

- Como sea.

         Tal y como cuando había ido a la posada en compañía de Todoroki, había aterrizado en aquel bar vestido de traje. Era el mismo que había usado en la cena, ya que demasiado emocionado tras leer el papelito que le había dejado Bakugou, se había olvidado por completo de cambiarse y ponerse algo más sencillo. Ahora se sentía como un tonto sobre vestido, lejos de pasar desapercibido.

         Y lo peor de todo, era que notaba como algunas personas lo estaban mirando. La mitad con curiosidad, la otra, con desprecio y deseos de asesinarlo.

- No creo que mucha gente me quiera aquí.

- Que se atrevan a venir y decir algo – murmuró el rubio enojado, en otra habitual muestra de la masculinidad que tanto le gustaba a Kirishima.

- ¡Aw, Bakugou! – celebró con una enorme sonrisa, pero tras observar la mirada iracunda de un tipo musculoso cerca de la barra, dicha sonrisa se desvaneció por completo – Me puedo hacer una idea de lo incómodo que debiste sentirte en la cena de mi casa… Considerando cómo me siento yo aquí.

- Relájate, pelo de mierda. – Bakugou le acercó un vasito pequeño que, a juzgar por su contenido café rojizo, era brandy (probablemente de una marca no demasiado buena en términos de calidad) – A nadie le importa que estés aquí.

- ¿Tú crees? – dijo no muy convencido y volviendo a mirar de reojo al tipo musculoso.

- Tal vez un poco, pero no son más que borrachos inofensivos… No es como encontrarte de frente con el hijo de puta del príncipe sin ninguna advertencia.

         El inocente comentario hizo que una pequeña oleada de nerviosismo le recorriera el cuerpo al de cabello rojo, quien recordó aquel momento.

         Seguramente había pecado de ser demasiado ingenuo al no considerar que el encuentro de alguien como Bakugou, quien odiaba la monarquía, y el príncipe, que representaba todos los horrores del régimen, podía significar una catástrofe de proporciones. No había terminado mal, probablemente debido a que el rubio no era un bárbaro que no supiera controlarse (y debido a que el extravagante y terrorífico príncipe no había pronunciado palabra durante la velada completa) pero si hubiera ocurrido algo, hubiese sido completamente culpa de él por no prever esa línea de acontecimientos.

         Sonrió un poco incómodo, y miró a Bakugou fijamente al otro lado de la mesa que compartían.

- Sobre eso…

- Da igual – gruñó, llevándose la jarra de cerveza a la boca para tomar un trago -. Todo salió bien al final, ¿no es así?

- De cualquier forma… Debí haberte avisado, pero lo olvidé por completo, demasiado preocupado por lo que iba a pasar entre tú y—.

- El padre de Todoroki, lo sé.

- ¿Estabas enojado? – preguntó intranquilo.

- No… Precisamente – reconoció. Sería demasiado difícil explicarle que la rabia que había sentido había sido capaz de llevarlo a considerar asesinar al príncipe en medio de la cena, arriesgando a todos y en especial a Kirishima. Ni era la ocasión para hacerlo, ni sería fácil darle a entender una a una todas las ocasiones en las que ese maldito le había arruinado la vida a él o a sus amigos durante su vida… - Después de todo, terminé la jodida cena sin apuñalar a nadie.

         Kirishima soltó una risita incómoda ante el comentario, sabiendo que era mitad en broma, mitad en serio.

         Por eso, no sabía si agradecer o sentirse aún peor cuando el tipo amenazador que se mantenía junto a la barra le hizo un gesto, cruzando su pulgar de manera horizontal frente a su propio cuello para darle a entender que era hombre muerto, o algo por el estilo. Estaba empezando a entender que si no fuera por la presencia de Bakugou en su mesa, seguramente ya lo hubieran sacado a patadas y combos de aquel lugar.

- A pesar de que dijiste que a nadie le importa que esté aquí, creo que hay uno que feliz de la vida vendría a golpearme la cabeza hasta ver mis sesos esparcidos por el lugar.

         Justo en ese momento Bakugou pareció darse cuenta específicamente del tipo que estaba lanzando indirectas desde el otro lado del bar, y su semblante cambió inmediatamente a una expresión enojada, frunciendo su entrecejo (bastante clásica en él, por lo demás).

- ¡OYE, TÚ! – gritó mientras se giraba en su silla para verlo fijamente. - ¡¿SE PUEDE SABER QUÉ MIERDA ESTÁS MIRANDO TANTO?

- ¡Bakugou, espera! – pidió el de cabello rojo, tras comprender que nunca debió decir algo al respecto.

         Ahora seguramente habría una pelea en el bar (y según había escuchado, en los lugares como ese, las peleas de borrachos terminaban en batallas campales).

- ¡¿TIENES ALGÚN PROBLEMA?! – insistió el rubio.

- Mierda, viene para acá. – Kirishima bajó la vista al suelo, nervioso, una vez que notó que el hombre de cabello negro y barba se estaba dirigiendo hacia su mesa, caminando a paso decidido y con expresión de pocos amigos.

Sin duda iba a terminar en pelea. Lo único que se preguntaba era si el tipo estaba más irritado hacia Bakugou o hacia él, dadas las circunstancias.

- Era obvio que alguien iba a venir a rompernos las pelotas. Tu ropa llama tanto la atención como si ahora entrara un mapache usando el sostén de Uraraka – comentó Bakugou, como si nada.

         Y en nada de tiempo, el hombre de unos cuarenta años estaba justo frente a ellos.

- Vaya, vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí? Bakugou con un chico rico.

         Era alto y fornido, probablemente un marinero o un tipo que trabajaba con cargas pesadas en el puerto. El hecho que hubiese doblado las mangas de su camisa hacia atrás para marcar aún más sus intimidadores bíceps tenía a Kirishima lamentándose ante lo que se venía, especialmente con Bakugou y su boca maleducada al lado, tan dispuesto a empeorar las cosas con sus burlas.

- Te pregunté si tenías algún problema – repitió el rubio, relajado. Kirishima no sabía si de verdad estaba así de tranquilo o era excelente fingiendo.

- Te puedo decir quién va a tener un problema. ¿Shindou sabe a quién estás frecuentando? – preguntó amenazante mientras apuntaba al de cabello rojo con su barbilla.

         Shindou. Ese era un nombre que Kirishima no había escuchado antes, y dado el contexto de la discusión, se preguntó quién sería.

- No me podría importar menos lo que ese imbécil sepa o no.

- Veremos qué dice cuando sepa que te juntas con este debilucho adinerado.

         El rubio golpeó la mesa con su jarra de cerveza, ya casi vacía. Parecía ser que eso último si había logrado molestarlo, a diferencia de todo lo anterior y aún antes de que el propio Kirishima pudiese sentirse ofendido. Tampoco era como si pudiera tomárselo demasiado personal, puesto a que en comparación con la gente de trabajo y la clase obrera, era natural esperar que la gente adinerada fuera débil en el aspecto del físico…

- Bakugou, déjalo… - comenzó a decir, pero se cayó en cuanto vio una sonrisa arrogante apareciendo en el rostro de su acompañante.

- Yo no pierdo mi tiempo con debiluchos – aclaró arrogante -. Kirishima, muéstrale.

- ¿Eh?

- Te vi parar una bala con tu frente, así que este donnadie debería ser pan comido.

         Por un segundo, el de ojos carmín casi entró en pánico creyendo que Bakugou realmente estaba esperando una pelea a puños, o peor, un duelo con armas como a la antigua (ya que era el honor lo que estaba en juego). Pero luego, mirando a su alrededor por un poco de ayuda divina que jamás encontraría, se percató de que en ese bar, ellos dos no eran los únicos enfrascados en una batalla. Al contrario, estaba lleno de ellas: Echar un pulso para medir fuerza.

         El alivio lo dominó por completo y sonrió, relajado.

- ¡De acuerdo! Me gusta un buen desafío – contestó arremangando su propia camisa y colocando su codo sobre la mesa, ofreciendo su mano para que su nuevo contrincante la tomara.

         Por algún motivo que no tenía ninguna explicación lógica, sintió que toda la tensión abandonó su cuerpo y comenzó a experimentar una emoción extraña y motivante ante la expectativa de vencer a este tipo y probarse a sí mismo, no solo en frente de Bakugou y de toda la gente en aquel bar (que ya empezaba a acercarse y a rodear la mesa para mirar el pulso) sino también frente a él mismo. El hombre cuyo nombre aún desconocía, aceptó el reto y tomó asiento para colocar su codo sobre la mesa y estrechar la mano de Kirishima con un agarre fuerte y decidido, una probadita de lo que venía.

- Más te vale no decepcionarme, pelo de mierda – advirtió Bakugou por última vez, antes de empezar.

- No lo haré – replicó sonriendo.

         Prácticamente no oyó cuando les indicaron empezar, pues el bar completo quedó sumido en los gritos y la histeria colectiva mientras todos observaban el pulso y animaban al tal Fourth Kind a ganar por el honor de todos en Lunch Rush. El único que se encontraba en silencio era Bakugou, que lo miraba aún desde el otro lado de la mesa, sin decir nada pero con la vista clavada en él de una manera tan intensa, que de alguna forma le decía más cosas que todos los gritos que escuchaba a su alrededor…

No había ayudado demasiado el hecho de que ambos fueran fuertes y lograran empujar el brazo del otro hacia el lado contrario, de ida y de vuelta, de ida y de vuelta, impidiendo la victoria ajena justo cuando quedaba poco para tocar la mesa… Kirishima recordaba haber ganado todos los pulsos en la Escuela de Financias, siendo Tetsutetsu su rival más difícil hasta ese momento, pero ahora, luchando contra Fourth Kind había tenido que dar el máximo de sí mismo para lograr resistir y doblarle la mano. Era un contendor notable.

Y apretando los dientes con determinación, hizo un último esfuerzo que le valió la victoria definitiva, arrancando más gritos por parte del público que se había reunido alrededor de ellos, e incluso unas palmadas de camarería en la espalda. Entre todos ellos, también obtuvo la reacción de Fourth Kind, quien esbozó una pequeña sonrisa en su dirección, casi como si le estuviera dando la bienvenida, o al menos eso fue lo que pensó Kirishima… Lo confirmó cuando el robusto hombre llamó a Uraraka desde donde se encontraba para invitarlo a una cerveza.

Solo cuando la castaña de mejillas coloradas le trajo la jarra, la gente comenzó a disiparse para regresar a su lugar, y Kirishima pudo fijarse en el rostro de Bakugou, que de alguna forma se veía como si estuviera orgulloso de él, y sintió su pecho inflándose de algún sentimiento que no podía llegar a entender del todo.

- ¿Ves? Aquí te reconocerán por ser tú mismo y nada más.

- Lo siento, Bakugou.

- ¿Por qué?

- Por la cena – reconoció con algo de culpa -. Te trataron mal e intentaron humillarte todo el tiempo. Estaba avergonzado… Todos se educaron en los mejores lugares y aún así te faltaron el respeto solo por—.

- ¿Ser pobre? Me importa un carajo – le aseguró – Fue… Ilustrativo, por decirlo de alguna forma.

- ¿Qué parte exactamente? – preguntó con una risita.

- Cómo piensan que son felices y perfectos, pero en realidad son miserables y patéticos. – Kirishima no se había esperado aquella respuesta, tan sincera, y no pudo evitar quedarse mirándolo, esperando por más -. El hecho de que tengan que hacer cosas que se esperan incluso antes de que nazcan… Como ser el dueño de una empresa, ir a cierta academia, casarse con alguien en específico como si todo fuera simplemente una estrategia.

- Es lo que es. Es lo que mantiene el show andando.

- Pero lo odias – gruñó, cruzándose de brazos -. Lo vi durante la cena, era como si chuparan toda tu energía—.

- Bakugou…

- Y todas esas costumbres estúpidas y aburridas que tienen…

- ¿Cómo qué?

- Como eso que la vieja arrugada estaba diciendo, sobre esos tipos en los jardines...

         Había sido una historia que una de las invitadas había relatado, sobre cómo se había casado, décadas atrás. Muchos años antes se esperaba que una mujer y un hombre solteros y en edad casadera nunca se encontraran solos sin un chaperón que hiciera el papel de espía y mantuviera las cosas a raya. Cuando pasaba lo contrario y una pareja era descubierta por un tercero en una posición comprometedora, fuese nada más un beso y en ciertos casos, incluso una leve sospecha, se entendía que el honor de la mujer quedaba arruinado y la única forma de evitarlo, era a través de un matrimonio.

         Algo así ya no ocurría, como sí lo hacía durante el siglo anterior en la época de sus abuelos o padres, en algunos casos.

- Eso era antes – aclaró -. Además, ¿por qué le llamas aburrido? Era para cuidar el honor de una dama.

- Solo digo que hay cosas que no se pueden evitar a partir de cierta edad – murmuró irritado, como si le diera rabia que Kirishima no lo considerara aburrido también.

- ¿Te refieres a tener…? – Sexo. Kirishima no se atrevió a decirlo en voz alta.

- El honor es para gente estirada como tú, pelo de mierda. A nadie le importa eso por aquí. Mierda, la prostitución es básicamente la base de nuestra economía – dijo con una risita que sonó más bien a un gruñido – Es más fácil perder la virginidad con una puta a los catorce que entrar a la escuela y a nadie le importa si hay dos personas haciéndolo contra la pared de un callejón. Lo único que importa es no agarrarse sífilis o ladillas.

- Vaya… No me di cuenta de que estaba frente a un verdadero romántico. – Kirishima se debatía entre la risa, la sorpresa y la ofensa.

         Incluso después de pasar tanto tiempo con Bakugou los últimos días, no se acostumbraba a escuchar los comentarios burdos y maleducados del rubio.

- Pelo de mierda… No me digas que nunca—.

- Por supuesto que no – se apresuró a decir, notando como el calor se expandía por su cara y hasta las puntas de sus orejas - ¡Voy a casarme dentro de pronto! ¡Lo que se espera es que dicha ocasión tan especial sea en mi noche de bodas!

- Por favor… - replicó con una mezcla entre risa y resoplido, obviamente sarcástico.

- Entonces, ¿tú sí…?

         A esas alturas y después de lo que el rubio había dicho sobre que en Musutafu era más fácil perder la virginidad con una prostituta a los catorce años, que ir a la escuela, la pregunta probablemente estaba demás pero aún así se había encontrado haciéndola antes de poder detenerse, como si su cuerpo simplemente hubiese abierto la boca para hablar sin pensarlo dos veces.

         La idea de imaginar a Bakugou junto a otra persona en una situación tan íntima, especial y comprometedora lo hacía sentir repentinamente celoso, aún si era obvio (a juzgar por las apariencias) de que el chico de cabello explosivo no le daba la misma importancia que él al acto sexual…

         Pero antes de poder responder algo, la castaña que atendía el bar, Uraraka, se acercó hasta ellos luciendo bastante preocupada.

- ¿Qué?

- Shindou acaba de llegar… Con Seiji Shishikura. Están en la barra.

         El rubio miró hacia el lugar contagiándose de la preocupación y sin perder también, la visible mueca de irritación.

- Se suponía que tenía prohibido venir aquí.

- Lo sé. Pero dadas las circunstancias, tal vez debas… - le hizo un gesto con la cabeza, apuntando hacia la puerta del bar Lunch Rush.

         Kirishima no entendía bien qué estaba ocurriendo, pero sabía que su agradable velada y la sincera conversación que estaba teniendo con el rubio, lamentablemente iba a llegar a su fin pronto. La idea lo decepcionaba de sobre manera, sintiendo rabia hacia ese par de desconocidos que por algún motivo habían llegado a destruir su noche.

- Como sea – replicó Bakugou mientras se ponía de pie, y luego apuntó a Kirishima con el dedo – Tú y yo iremos a dar un paseo y saldremos por la puerta trasera.

- ¿Eh?

- Ahora, pelo de mierda.

         Mientras hacían su salida de la forma más desapercibida posible, ninguno se dio cuenta de que por la puerta de entrada también acababa de hacer su ingreso al bar bohemio y repleto, un elegante hombre de unos cuarenta años, con el cabello anaranjado y los ojos de un particular color verde esmeralda.

.

.

         Se suponía que, aquella noche, Shindou y Seiji Shishikura estarían lejos del bar de Lunch Rush. Según una cadena de rumores que había comenzado con Shikkui Makabe, ambos jóvenes se encontrarían con Itejiro Toteki al otro lado de la ciudad en un meeting anarquista del que Bakugou y Deku no querían saber nada. Además, claro, de que Shindou tenía prohibida la entrada al bar después de tantos desmanes en el pasado. Ese había sido el único motivo por el que el rubio de ojos rojos había decidido invitar a Kirishima a un lugar como ese. Ahora Bakugou estaba arrastrando a su acompañante de cabello rojo tras hacer un súbito escape por la puerta trasera, y la noche que hasta hacía un momento atrás estaba saliendo de maravillas, estaba arruinada.

         Aun siendo un bar bohemio y “de mala muerte” (como a muchos estirados les gustaba llamar), Lunch Rush seguía estando dentro de la zona respetable de la ciudad en donde las calles adoquinadas todavía alcanzaban a estar alumbradas por los faroles eléctricos en las calzadas. Esa noche, particularmente, la luna llena alumbraba por sí sola con bastante intensidad y les daba a Bakugou y a Kirishima una sensación de seguridad aun a pesar de que ya era madrugada y bien podían estar a merced de ladrones y malechores. 

         O tal vez era la falsa confianza que les había dado el alcohol que habían alcanzado a beber antes del escape, y que según Bakugou podía ver, tenía al otro chico dando uno que otro paso torpe mientras avanzaban.

- ¿Qué ocurrió? ¿Por qué tuvimos que salir?

- Porque llegó un imbécil que no hubiese estado contento de verte ahí.

- ¿Eh? – preguntó confundido y deteniéndose en medio de la calle.

- Porque eres un tipo rico – explicó con simpleza -. Shindou cree que cualquier niño rico que se aparezca y socialice con nosotros, es un fascista espía del gobierno o de la policía.

         Era mentira, por supuesto. Bueno, a medias.

         Bakugou temía que Kirishima reconociera a Shindou, o que Shindou reconociera a Kirishima, considerando que ambos se habían observado el día del atentado aunque hubiese sido nada más por unos segundos. Sin embargo, también era cierto que muchos de los radicales más precavidos e histéricos temían que los “forasteros de clase” fueran soplones de la policía hasta que probaban su lealtad de alguna forma escandalosa como habían tenido que hacerlo Shinsou y Kendo en el pasado. 

Por el momento y para no levantar más sospechas, convenía que Kirishima creyera más bien esa versión.

- ¿No se suponía que aquí te reconocían por ser tú mismo y nada más? – preguntó provocativo, y demonios, Bakugou tenía que reconocer lo guapo que se veía debajo del baño de la luz perlada de la luna.

- Para ganarte el reconocimiento de alguien como ese idiota tendrías que liderar una revolución armada – respondió con sarcasmo.

- ¿Y qué es lo peor que podía hacer? ¿Golpearme?

         El rubio intentó que su rostro no lo delatara y guardó silencio, porque responder algo como “dispararte” o “intentar matarte” podía traerle recuerdos a Kirishima sobre su intento de asesinato y fácilmente podría sumar dos más dos.

         Bakugou odiaba mentirle y ocultar que sabía quién había sido su tirador. Peor, admitirle que lo había ayudado a escapar aquella tarde en la feria mundial, incluso antes de verificar si el de cabello rojo estaba vivo o muerto. Sabía que no se merecía el agradecimiento y la admiración de alguien tan bueno como Kirishima, y si le confesaba la verdad… La amistad que tenían no solo se esfumaría en el aire, sino que el chico comenzaría a odiarlo de verdad. Y lo merecía.

         El mero pensamiento de que algún día llegase a enterarse de alguna forma le colocaba una sensación de angustia e intranquilidad en el estómago y de rabia hacia sí mismo por ser tan egoísta e hipócrita. Su única tranquilidad estaba, irónicamente, en el hecho que Deku estaba atrapado en la misma mentira con él hacia Todoroki, también optando por guardar silencio y proteger a un tipo que ni siquiera se merecía tal favor por parte de ellos.

         Cuando Uraraka decía que temía que Shindou pudiese salirse de control, tanto el chico de cabello verde como Bakugou temían más bien en un segundo intento de asesinato contra Todoroki, que alguna locura política… Porque, dadas las circunstancias sociales, esas últimas podían avalarlas. El país se estaba viniendo a bajo y la lucha abierta contra la monarquía era lo único que quedaba a esas alturas para detener los abusos y los vejámenes… La pregunta que no lo dejaba dormir por las noches (y aparentemente a Deku tampoco), era si alguno de los dos estaría a tiempo para volver a detener a Shindou como lo habían hecho en el pasado.

- Creo que sería un espía terrible – continuó el de ojos carmín, comentando con un tono jovial y despreocupado (claramente ajeno a las preocupaciones de Bakugou) – No sirvo para mentir. Me pondría nervioso y además me sentiría mal traicionando a alguien aunque sea del bando contrario.

         Bakugou soltó una risa sarcástica.

- No me cabe la menor duda.

- ¿Tú sí? ¿Podrías?

- Por la persona indicada, supongo – contestó sin pensarlo demasiado -. Sin mirar atrás.

- ¡Masculino!

- Pelo de mierda, leí lo que escribiste en el diario de Aizawa sensei.

         Esta vez, cuando Kirishima se detuvo a mirarlo una vez más, lo hizo de forma mucho más brusca y repentina. Se notaba sorprendido. La luminosidad de la noche entre la luna y los faroles permitió que Bakugou se diera cuenta que el joven estaba ligeramente sonrojado en sus mejillas, claramente avergonzado por la revelación.

- Seguramente… No tiene el nivel que acostumbras a—.

- No hables mierda de ti mismo – advirtió -. Estaba bien. Más que bien, de hecho.

- ¿De verdad lo crees? – preguntó incrédulo.

- Eres bueno. Tienes talento como escritor… Y se lo dije también a sensei. – Bakugou se giró para mirarlo fijamente, aún en medio de la calle de adoquines pero cada vez más alejados de Lunch Rush -. No me importa lo que diga tu tonto padre, será una pérdida si no te dedicas a esto.

- No es tan fácil…

         Un ruido relativamente lejano interrumpió la conversación. Se trataba de un murmullo difícil de descifrar, de una tercera voz que sonó a lo lejos, amplificada gracias al eco que se formó debido a las paredes altas de las casas y edificios que enmarcaban las calles. Se trataba claramente de un hombre, tal vez de su edad o tal vez mayor, y a juzgar por el arrastre de sus palabras (y la hora), estaba borracho. Otra persona, también un hombre, intentaba calmarlo.

- Ya suéltame.

- ¡Te dije que no nos fuéramos de la casa de Itejiro Toteki! ¡Esto es una pérdida de tiempo! 

         Bakugou palideció tras reconocer aquellas voces: Eran, de nuevo, Shindou y Seiji Shishikura, y a juzgar de dónde provenían los sonidos, se estaban acercando a ellos.

         Miró a su alrededor y divisó un callejón de mala muerte, estrecho y maloliente a basura y orina de hombres borrachos, y a pesar de que no era una opción demasiado halagadora (especialmente para alguien de alta cuna como Kirishima), lo arrastró con premura hasta que ambos estuvieron dentro y a oscuras, de espaldas a una pared rasposa de cemento, distinguiéndose solo sus siluetas negras.

- ¿Qué haces? – murmuró Kirishima, logrando que el rubio le tapara la boca para callarlo.

- ¿Podemos volver a casa? – preguntó a solo unos metros un molesto Shishikura.

- Dijeron que estaba con ese tipo, ¿no te parece sospechoso que alguien como él se junte con ese? – contraatacó Shindou, y Bakugou sabía que se refería a Kirishima y a él, pero tal vez el de cabello rojo no lo notaría si es que no daban nombres exactos (como ocurría hasta ese momento).

         Los estaban buscando, y ya prácticamente estaban por llegar al callejón en donde se encontraban. Era cosa de segundos.

- No pueden estar demasiado lejos – insistió el moreno.

         Ambos hombres pasaron por enfrente de la entrada de la bocacalle, sin prestarles demasiada atención, pero mirando a su alrededor buscándolos. Era cosa de segundos antes de que notaran que Bakugou y Kirishima estaban justo ahí, frente a sus narices. Presionado y ansioso, Bakugou volvió a temer el escenario en que Kirishima o Shindou pudieran reconocerse, así que hizo lo único que se le ocurrió.

Antes de que Kirishima pudiera volver a manifestar su confusión y decir algo en voz alta, el rubio acercó su rostro decididamente, y lo besó con mucha más vehemencia y pasión de lo que debía ser un simple beso para garantizar el escape de un forastero de clase

Notes:

Viva el krbk campeón

Chapter 9: Una vida nueva

Summary:

Amor y desamor.
Nuevos personajes.
Conversaciones importantes.

Notes:

🎵 Guess whos back, back again, shady is back 🎵

¡Hola a todos! Como no tengo vergüenza, les traigo un nuevo capítulo después de MESES, sin tener excusa alguna.
A veces, falla la inspiración, los tiempos, las ganas...
En fin, les pido las disculpas pertinentes del caso y como siempre, tengo la disposición de que no vuelva a ocurrir

No sé si siguen aquí después de tanto tiempo. Si lo hacen, les agradezco. Si no lo hacen, los entiendo.
PERO, a quienes están aquí aún: MUCHAS GRACIAS y espero que les guste el siguiente capítulo 🌹

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

El beso fue tan sorpresivo como bienvenido y Kirishima se sumergió en él con fe ciega, sin peros ni dudas, sintiendo como su corazón galopaba tan rápido como el caballo de carreras de su padre. Kirishima sintió una oleada de calor corriendo por sus venas al mismo tiempo que la lengua del rubio se colaba entre sus labios para entrelazarse con la suya. Un escalofrío recorrió su espalda y notó que si no ponía un poco de su parte, sus piernas iban a ceder porque cada toque y roce del rubio provocaba que se le derritiera, volviéndolo loco…

Bakugou besaba como hacía prácticamente todo lo demás en su vida, avasalladoramente y como si buscara robarle a Kirishima hasta el último suspiro, y recién en ese momento comprendió (aferrándose con fuerza a sus últimos pensamientos cuerdos), que nunca antes había besado de verdad, porque los desinteresados roces de labios que compartía de vez en cuando con Momo, para mantener las apariencias, ahora parecían actos sacrílegos y fríos como el hielo en comparación a la pasión que se anidaba cada vez más profundamente en su estómago.

         Pero después de varios segundos (demasiado cortos, a su juicio), el rubio se separó de él con la respiración entre cortada provocando que torpemente persiguiera el beso, antes de darse cuenta de que ya se había acabado. La fría brisa nocturna lo hizo regresar al momento y al lugar, y abrió los ojos solo para darse cuenta de que Bakugou estaba mirando hacia la salida del callejón. 

- Nos besamos – balbuceó, aun sintiendo sus piernas temblar casi al mismo ritmo que los latidos desbocados de su corazón. 

- Yo te besé a ti, pelo de mierda – contestó con una sonrisa engreída.

         Kirishima sonrió, sintiéndose repentinamente provocado. Dio un paso adelante, agarró al rubio por el cuello de su camisa y sin pensarlo dos veces, estampó sus labios contra los de él nuevamente, esta vez dando a parar contra la pared contraria del callejón; olía a una mezcla de peligrosa masculinidad, cigarrillos, azúcar quemada y colonia barata; y sus manos callosas no habían perdido tiempo en comenzar a recorrerle el cuerpo, sacándole uno que otro estremecimiento y varios suspiros.

El cosquilleo en su estómago era una sensación completamente nueva para él, y a pasos agigantados se estaba convirtiendo en su favorita. Temió que con tan solo esos besos que estaban compartiendo, terminaría adicto a ellos. También era nuevo ese agradable aturdimiento que le nublaba la razón, y la euforia que estaba dominando todo su cuerpo. Suponía que todo lo que había leído en aquellos cuentos de amor o en los libros tenían sentido. Esto era lo que se suponía que tenía que sentir y que no había sentido antes por otra persona.

Esto era estar enamorado de verdad.

Y cuando Bakugou lo acercó imposiblemente a él, bajando arriesgadamente sus manos por su cintura, se dio cuenta de que ese mismo cosquilleo se había expandido también a la zona de su entrepierna. Le asustaba la fuerza de lo que estaba pasando y sintiendo, pero al mismo tiempo lo animaba a seguir y descubrir hasta donde lo llevaba aquella pasión desbocada.

Se separaron nuevamente para recuperar el aliento y Bakugou apoyó su frente contra la de él mientras pasaba su lengua por sus labios.

- Supongo que tenías razón sobre lo que dijiste en el bar. A nadie le importa si hay dos personas haciéndolo contra la pared de un callejón – fue lo único que atinó a decir, intentando hacerse el gracioso, pero luego pareció reconsidera sus propias palabras -. Espera, ¿para eso me trajiste aquí?

         Su acompañante soltó una risita sarcástica.

- Claro que no, tonto.

- Oh.

         La ausencia de los labios y el cuerpo de Bakugou encima suyo provocó que inmediatamente la inseguridad le jugara en contra, y la sonrisa tonta se le borró rápidamente de la cara. Lo que había ocurrido recién ¿significaba para Bakugou lo mismo que para él?

Pero, de cualquier forma, ¿qué importa? Le recordó su cabeza con malicia: Esa relación era imposible. Más valía aprovechar cuanto pudiera…

         Sin embargo, antes de que pudiera decir cualquier cosa para tranquilizarse, o dejarse llevar para volver a besar al rubio, se escuchó un fuerte estruendo a algunas cuadras de distancia y casi simultáneamente, una luz roja los bañó, iluminando todo el sector. Alguien había lanzado una bengala a algunos metros de ellos, y a juzgar por la expresión de Bakugou, las luces de artificio de ese tipo no eran algo común en ese lugar...

- Mierda.

- ¿Qué…?

         La sensación persistente del beso en sus labios y de las manos del rubio explorando su piel se desvanecieron tan pronto cuando escuchó gritos y alaridos provenientes desde la calle principal, y se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo: Una redada de algún tipo. Al menos eso era fácil de deducir incluso para él, alguien que nunca había tenido la des fortuna de presenciar algo así.

         Rápidamente el aire se volvió denso y pesado con humo y algo más, provocando que sus ojos se irritaran y comenzaran a lagrimear, y que su garganta se cerrara, haciendo que tosiera compulsivamente en una sensación incómoda y desagradable que al mismo tiempo, lo hacía sentir falto de aire. Restregar sus ojos solo había empeorado el ardor y desesperó al notar que no podía hacer nada para evitar todas esas odiosas sensaciones.

         Los gritos comenzaron a mezclarse con el pitar de silbatos y los pies chocando con los adoquines del pavimento en lo que parecía ser una persecución que no daba tregua. Más temprano que tarde, un nuevo sonido hizo que el vello de su piel se erizara de miedo. Se sobresaltó involuntariamente con cada estruendoso “¡Bang!”, notando con pavor que alguien estaba disparando no tan lejos del lugar en donde se encontraban… Pero, no tenía sentido. Este lugar no era Kamino, ni ningún otro de esos barrios que habitualmente eran asediados por la policía. ¡Esto era el barrio bohemio, en medio del centro de la ciudad!

- ¡Kacchan!

         Tras los fuertes pasos de un par de pies corriendo en su dirección, tanto Bakugou como Kirishima salieron de su estupor para mirar a Midoriya y Todoroki, quienes acababan de unírseles. Venían sudando y sus expresiones preocupadas, junto con su piel paliducha, no ayudaban demasiado a tranquilizar al de cabello rojo, que no sentía tanto miedo desde que le habían disparado en la feria internacional. ¿Se encontraba en un peligro similar? Su ignorancia y falta de experiencia real le impedía saber si esto se trataba de algo anormal o algo prácticamente rutinario…

- ¿Qué demonios está ocurriendo? – preguntó el explosivo rubio.

- Lunch Rush. Llegaron a hacer una redada.

- ¿Por qué? – preguntó arrugando el ceño en confusión.

- Ser la sede de reuniones sediciosas, tráfico de sustancias, prostitución, ofensa a la moral y a las buenas costumbres… – enumeró Todoroki como si no se creyera nada.

- ¡Es basura!

- Lo es… Tiene que haber otro motivo por el que hicieron esto. Cuando el resto se opuso a la policía, estalló una batalla campal. Ahora están apresando y apaleando a todo el mundo.

- Querían una excusa para apresarnos a todos – dijo Midoriya enojado. Kirishima nunca había visto al afable chico de ojos verdes así, y decidió en ese momento que mejor nunca lo haría enfadar a futuro –. Kacchan, se llevaron a Ochaco...

         Cuando el sonido de un disparo resonó excesivamente cerca de ellos, Bakugou se movió abruptamente y se giró hacia Todoroki.

- Sale de aquí y sácalo de aquí.

         Midoriya y Bakugou compartieron una mirada determinada antes de irse justo en dirección desde donde provenían todos los caóticos ecos de lo que se estaba convirtiendo en un enfrentamiento en plena madrugada.

         Kirishima apenas alcanzó a registrar lo que ocurría y ya estaba siendo arrastrando fuera del callejón por el chico de cabello mitad rojo y mitad plateada, con un montón de preguntas sin hacer y el nombre del rubio atascado en su lengua.

Sabiendo que no había tiempo que perder y las explicaciones podrían quedar para después, avanzó mientras seguía a Todoroki en un laberinto interminable de giros en esquinas que parecían perderlos más, alejándose de la calle principal en donde habían estado festejando hacia menos de una hora.

         Sus pies se movían solos intentando llevar el ritmo de su acompañante, hasta que empezaron a encontrarse cada vez con más gente, que caminaba rápido y hasta corría en la misma dirección. Algunos le empujaban y lo golpeaban, y le hacían perder momentáneamente de vista a Todoroki, como si se tratara de una poderosa corriente marina a la que no se le puede hacer frente. A ratos, escuchaba el sonido seco de lo que él suponía, era un cuerpo cayendo al suelo, pero antes de poder girarse a ayudar, la muchedumbre le imposibilitaba detenerse y le hacía avanzar, dejando a su imaginación si la persona en el suelo podía recibir ayuda o sería pisoteado por la avanzada de gente escapando…

- ¡¿Qué está pasando?! – gritó, para hacerse oír. El corazón le latía a mil por hora, con fuerza, como si se le fuese a salir del pecho.

         Tras girar en una esquina y desembocar en una calle vacía, Todoroki se detuvo y se giró para mirarlo. Se había cubierto el rostro con la capucha de una capa negra, y aún bajo la sombra que provocaba sobre la mitad de su rostro, Kirishima podía notar el sudor que corría por sus mejillas y su expresión preocupada.

- No lo sé… Es como dijo Midoriya y Bakugou. Nunca habían hecho una redada en este lugar… No hay ninguna razón para hacerlo.

         Todoroki miró a su alrededor como buscando alguna amenaza y Kirishima supuso por su expresión frenética, que temía encontrarse con su padre en ese lugar. Probablemente temía aún más, que algo malo le pasara a Midoriya… Y no podía juzgarlo. Sin duda él también estaba preocupado por Bakugou…

- Tengo que salir de aquí antes de que mi estúpido padre note mi carruaje. Eres más que bienvenido a venir conmigo, si quieres.

- Por casualidad lo estacionaste en…

- ¿La calle principal? Sí, tengo que volver ahí. En el caso contrario, vete por esta calle alrededor de cuatro cuadras y desde allí estarás a salvo para regresar a tu casa. Actúa casual, Bakugou y tú son amigos después de todo… No pasa nada si estás aquí.

         El de cabello rojo entendió el mensaje: Todoroki corría mucho más riesgo que él estando allí, siendo el hijo del director de la policía y todo. El último de sus problemas sería si lo encontraba su padre y hacía un escándalo, considerando que si lo encontraban los activistas más extremos, probablemente decidirían secuestrarlo o matarlo para vengarse de Enji Todoroki. Aun así, tragó saliva y decidió acompañar al chico, pues jamás se sentiría como un hombre de verdad si lo dejaba atrás y luego se enteraba de que algo le había ocurrido…

Se dejó guiar una vez más, esta vez directo hacia la boca del lobo. Los sonidos de los gritos, los silbatos, algunos tiros e incluso perros ladrando que se habían esforzado por dejar atrás, comenzaban a acercarse de nuevo, de la misma forma en que lo hacía el peligro.

Tan solo un par de minutos después comenzaron a acercarse a la calle principal, la que ahora estaba iluminada por un incendio no controlado en el bar de Lunch Rush. Los bomberos aún no llegaban al lugar, y el hecho de que la policía estuviese disparando a herir y matar, no permitía que nadie pudiese acercarse a lanzar agua o tierra para detener las llamas cada vez más fuertes.

El cielo azul y estrellado que los había recibido aquella noche ahora se iluminaba con luz anaranjada y rojiza, mientras las cenizas y las astillas ardiendo se elevaban en el aire y el humo nublaba la vista y las garantas de los presentes. Kirishima llevó su puño bajo su nariz para cubrirse, sin demasiado éxito, asustado por estar tan cerca del lugar en donde parecía estar ocurriendo una nueva matanza. Sin embargo, no importaba cuánto miedo tuviera, se obligaba a continuar para acompañar a Todoroki.

A unos escasos metros, Kirishima se dio cuenta de que la policía había hecho que algunos de los detenidos, unos quince o veinte, se formaran uno al lado de otro, como si no hubiese un incendio amenazante ahí mismo. Fue peor su horror cuando vio que la policía comenzaba a golpearlos con sus lumas sin que hubiese mediado provocación.

Quiso hacer o decir algo, pero sintiéndose culpable e impotente se detuvo antes de meterse en problemas. O lo que era peor, meter a Todoroki en problemas…

- Mierda, no está ahí – se quejó Todoroki con un chasquido de lengua.

         Era fácil darse cuenta de que con todo el caos y los fuerte sonidos de la última media hora, cualquier caballo que estuviese cómodamente aparcado esperando por su dueño, habría escapado desbocado a perderse. Sin duda este era el caso, considerando que la calle de adoquines ya estaba cubierta por basura del caos, escombros y palos a medio quemar, e incluso el zapato que alguien había dejado atrás en medio de su escape.

- ¿Y ahora qué hacemos? – preguntó Kirishima nervioso. Lo único que cubría y protegía su presencia, era el gentío que cubría la calle y el humo denso.

- Tengo una idea, sígueme.

         Así fue como, una hora después, ambos jóvenes de la clase alta se encontraron tocando la puerta de una casa que se veía bastante común, pues era idéntica a todas las de aquella cuadra, una al lado de la otra en una hilera. El barrio se mantenía en el centro de la ciudad, solo a un par de kilómetros de donde estaba ocurriendo la redada de la policía, pero debido al mismísimo desorden y confusión que imperaba en el lugar, se habían tardado tanto en llegar.

- ¿Dónde estamos? – preguntó Kirishima.

         Todo se sentía como un sueño. Aquella noche había sido interminable y la cena de gala en su hogar, que tantos nervios le había provocado aquella mañana cuando había despertado, se sentía como si hubiese ocurrido hacía días. Las imágenes de la gente colocada en fila recibiendo golpes de puñetazos y lumas habían quedado grabadas a fuego en su memoria reciente, desplazando cualquier recuerdo agradable de los besos que había compartido con Bakugou.

         Antes de que Todoroki alcanzara a responder, se abrió la puerta y apareció un tipo alto y corpulento, como de su misma edad y de cabello rapado. Llevaba una gastada camisa color crema y unos pantalones color chocolate con suspensores, manchados de óleo de distintos colores. Cuando se fijó que era Todoroki quien había tocado su puerta, sonrió e hizo una exagerada reverencia en noventa grados, para luego invitarlos a pasar.

- ¡Todoroki! ¿qué te trae por aquí? – Reparó en la presencia de Kirishima y añadió -: ¡Inasa Yoarashi, a tu servicio!

- Kirishima Eijirou – se presentó el de cabello rojo tímidamente, sin entender muy bien en dónde estaba y por qué.

         Para rematar, casi se atraganta cuando vio a una hermosa mujer medio desnuda (solo despreocupadamente cubierta con una sábana blanca) con uno de sus pechos descubiertos en medio del sillón de la sala, mirándolos con curiosidad. Recién entonces Kirishima se dio cuenta, a juzgar por un atril y un lienzo, que el tal Inasa era un artista y acababan de interrumpir lo que – él esperaba – era una sesión de pintura. 

- Disculpa que molestemos tan tarde. Las cosas se salieron de control cerca de Lunch Rush.

- ¡No te preocupes! ¡Camie y yo recién estábamos empezando! - La tal Camie aprovechó la interrupción para levantarse, arrastrando la sábana blanca por el suelo alfombrado, y fue a fisgonear la pintura, para ver cómo estaba quedando -. ¿Qué pasó en Lunch Rush? ¿Alguien te identificó?

- No, nada de eso, es peor. Llegó la policía.

- El carruaje se desapareció y queríamos salir de ahí en caso de que su padre se apersonara en el lugar.

- A ti no te había visto antes. – Inasa lo miró con un interés similar al que tuvieron la mayoría de los ciudadanos cuando el zoológico presentó por primera vez a un tigre de bengala.

- Es amigo de Bakugou.

- ¡Blasty! – dijo animadamente Camie, acercándose para unirse a la conversación. Llevaba algo en la mano, aunque Kirishima no lograba saber que era, pero parecía ser algún tipo de infusión lleno de yerba. Se preguntó si era algún tipo de droga y si se metería en más problemas si llegaban a descubrirlo en ese lugar. Camie miró a Kirishima con detención y se llevó un dedo a la boca -. ¿Bakugou es amigo de un chico rico?

- Es una larga historia – comenzó a decir Todoroki, pero fue interrumpido nuevamente.

- Está bien. No lo parece, pero nosotros también somos ricos – le dijo Inasa a Kirishima con una enorme sonrisa -. De la familia Yoarashi y Utsushimi de la ciudad de Shiketsu, al otro lado del país.

- Papi solo me dejó venir a Musutafu para cuidar a mi tía Ryukyu. Cree que estoy refinando mis estudios en canto, poesía y pintura.

         Inasa soltó una carcajada.

- Y yo debería estar pronto a sacar mi grado en Finanzas. – El hombre de cabeza rapada apuntó hacia la chimenea, en donde había un enorme fuego cálido encendido. Justo a un lado del atizador, había un libro de finanzas abierto con hojas arrancadas que demostraban que la educación de Yoarashi estaba ahí solo para alimentar el fuego.

         Kirishima se sintió un poquito avergonzado de no poder responder con alguna historia genial que lo hiciera merecedor de la amistad de alguien como Bakugou o Midoriya como esos dos, pero justo entonces Todoroki abrió la boca y dijo algo que él ni siquiera había recordado…

- Kirishima es el que me salvó la vida.

- ¡OOOOH! ¡POR FIN! ¡ES UN PLACER CONOCERTE! – gritó Inasa, haciendo otra de sus exageradas reverencias.

         Varias horas más tarde, después de haberse dedicado a salvar el mundo con sus ilustradas conversaciones, cuando ya amanecía y a ellos se les empezaba a pasar la borrachera (resulta que Inasa y Camie tenían una refinada colección de tragos e incluso le habían dado a Kirishima una probadita de un trago alucinógeno llamado absenta), Todoroki anunció que tenían que irse pronto si quería estar en sus habitaciones para cuando el mayordomo fuera a despertarlos.

         El anfitrión puso su propio vehículo a disposición de ellos y se ofreció a conducir para llevarlos a sus casas. Éste no era jalado por caballos, como el carruaje de los Todoroki que se encontraba desaparecido por el momento, sino uno de esos automóviles que empezaban a llenar las pistas y calles de la ciudad con rapidez en los últimos meses.

         Cuando se subieron, Kirishima no pudo dejar de notar que la nube del incendio de Lunch Rush se había asentado en todo el lugar como si se tratara de una bruma densa. Se preguntó si Bakugou estaría bien o si se habría metido en problemas…

- Nunca voy a entender al imbécil de tu padre. Quemar Lunch Rush… – murmuró Inasa casualmente mientras ponía en marcha el motor.

- Ah, Kirishima, olvidaba decírtelo. Inasa me cae bien porque también odia a mi padre – explicó Todoroki como si se tratara de un dato común y corriente.

- Cuando llegué a esta ciudad hace un par de años atrás, escuché una conversación que no debí haber escuchado. En ese entonces todavía no decidía si unirme a la policía, como siempre había soñado, o ir a la escuela de finanzas como quería mi padre… Mientras alojaba en la casa de mi tío, Yoroi Musha…

- El presidente de la Suprema Corte – reconoció Kirishima.

- El mismo… Enji Todoroki iba a su oficina con alarmante frecuencia. Un día decidí espiar… No me esperaba nada malo, ¿sabes? Era un tonto inocente – explicó, mientras giraba en una esquina -. Pero se trataba de una lluvia de sobornos, cohecho y favores políticos de lo más asqueroso.

- Tengo motivos para pensar que así fue como mi padre llegó tan alto en primer lugar, habiendo nacido en Kamino.

- ¡¿QUÉ?! – gritaron Inasa y Kirishima al mismo tiempo, conmocionados.

- ¿No lo sabían? Por lo que sé, mi estúpido padre creció en Kamino, al igual que Toshinori Yagi, y siempre tuvieron una rivalidad. Bueno, en el caso de mi padre, supongo. Tengo entendido que Yagi brillaba con luz propia y mi padre siempre quedaba a su sombra – rio un poco, aunque falsa y amargamente -. El viejo no podía soportar tanta envidia. Cuando entraron a la academia de policías, todos creyeron que Yagi iniciaría el ascenso y ahora tendría el cargo de mi padre, y no fue así solo porque Yagi decidió salirse para convertirse en dramaturgo y actor.

- Pero… Si es de Kamino, ¿por qué se esfuerza tanto en destruir a la gente que vive allí? – preguntó el de cabello rojo, desconcertado e ingenuo.

- Mi padre se ganó la lotería cuando logró un acuerdo de matrimonio con mi madre, que era noble de nacimiento. Después de eso, se ha dedicado a eliminar cualquier cosa que lo relacione con Kamino, la pobreza o su antigua rivalidad con Yagi. Si pudiera eliminarlo todo, ese sería el mejor desenlace posible para él.

- ¿Crees que esa sea su finalidad después de todo? Borrar Kamino del mapa…

- Estoy seguro – replicó el de cabello plateado y rojo, decidido -. Sé que Enji Todoroki no estará tranquilo hasta que elimine a todos los “insurgentes”. Solo está esperando a que alguno de ellos cometa un traspié para poder hablar directamente de terrorismo… De esa manera, logrará que el rey le ordene eliminar a cualquier que ponga en riesgo la seguridad de la nación… Y él podrá darle rienda suelta a su odio sin que nadie pueda detenerlo.

         Kirishima sintió un escalofrío recorriendo su espalda, con un mal presentimiento. El país estaba al borde de una guerra civil y no tenía que ser tonto para saber la clase de destrucción y dolor que eso traía aparejado, pero ahora que conocía a Bakugou y sabía todo lo que daba y hacía por su barrio, Kamino… No podía evitar preguntarse si el rubio estaría bien si es que los planes de Enji Todoroki terminaban por cumplirse…

         Y él, ¿se quedaría de brazos cruzados como lo había hecho esa noche, mientras golpeaban a los detenidos?

.

.

         Cuando el de cabello rojo llegó a su mansión, fue para ver a la servidumbre retirando la cantidad de flores hermosas que habían adornado sus fastuosos salones para la cena del anoche anterior. Todavía tenían colores vívidos y vibrantes, y olían agradablemente… Pero, para ellos, su utilidad había terminado, así que terminarían en la basura. Verlas tampoco lo alegraba tanto como lo había hecho el día anterior… No después de haber visto la violencia, el temor y el fuego…

         Aquella noche, Kirishima sentía que había cambiado. Tal vez no fuese mucho y sin duda, otros se reirían de él si lo escucharan, pero aquella noche Kirishima se había sentado en la misma mesa con un príncipe; le había ganado un gallito a un marinero que había querido golpearlo, y que luego le había invitado una cerveza; por primera vez en su vida, había besado a la persona que amaba; había escapado en medio de una redada, viendo un edificio quemándose, escuchando los disparos en el aire, y viendo la brutalidad policiaca contra gente que ni siquiera podido defenderse; también por primera vez, había visto el pecho desnudo de una mujer de su edad y tomado absenta…

         Exhausto, avanzó para subir las escaleras y dirigirse a su habitación, ya que el cansancio le hacía imposible pensar algo coherente a esas alturas, pero, lamentablemente para él, la velada estaba lejos de terminar: Yaoyorozu Momo estaba sentada en medio del salón y claramente le estaba esperando a él.

Kirishima sintió su estómago retorcerse desagradablemente, tal vez por la sorpresa o por el miedo, al enfrentar el rostro severo y notoriamente decepcionado de su prometida. Recordarse que no había hecho nada malo no servía de nada: Por mucho que fuese cierto, no podía negar que frecuentar un lugar como el barrio bohemio en compañía de artistas como Bakugou o Midoriya, era algo que la alta sociedad veía con malos ojos y que sería el comidillo de las señoras estiradas y aburridas que no tenían más sobre qué hablar dentro de su burbuja de superficialidad.

         Tal vez a él no le importaba lo que opinaran de él, pero sabía que su comportamiento era un reflejo de la educación y crianza de sus padres, que serían avergonzados por el círculo de la elite cuando los pusieran en tela de juicio por sus amistades… Sabía que los rumores correrían y humillarían a su prometida también, pues no faltaría quien iba a asumir que Kirishima frecuentaba esos lugares para divertirse con otras mujeres…

         En realidad, tampoco era del todo cierto que no había hecho algo malo… Después de todo, al besar a Bakugou, había engañado a su prometida. Al verla allí, se recordó lo malo que era para fingir y guardar secretos, y más difícil sería intentar mentirle con lo enamorado que estaba del rubio… Lo difícil que sería intentar mentirle con lo infeliz que era con el compromiso y lo esperanzadora que era la presencia de Bakugou en su vida…

         Pero ¿quería mentirle? quizás podría aprovechar esta oportunidad para, finalmente, sincerarse sobre lo que estaba ocurriendo. Decirles la verdad a sus padres sobre sus deseos y aspiraciones, esperando que su amor por él fuera suficiente como para perdonar su egoísmo y dejarlo seguir su camino, lejos de las empresas fastuosas de acero… Y así, cancelar su compromiso con Yaoyorozu Momo. Después de todo, seguramente la hermosa mujer también sería más feliz casándose con un hombre que la quisiera de verdad.

- Eijirou – pronunció ella, su rostro serio y frío como el hielo –. Por favor, toma asiento. Tenemos que hablar.

- Momo… ¿Esto es sobre…?

- Así es.

- Supongo que una vez más, tú hermano, Monoma, me ha seguido una vez que me fui de la cena—.

- Déjame hablar a mí, Eijirou – interrumpió ella, girándose en su lugar (aún sentada en el sillón) para mirarlo fijamente.

         La sala recibía la escaza luz azulada y poco brillante de un amanecer perezoso, de un sol débil que todavía no terminaba de salir del todo. A pesar de lo temprano que era, y del silencio que reinaba en la mansión (y que daba a entender que ningún miembro de su familia se encontraba todavía en pie), la mujer frente a él estaba prístinamente maquillada y vestida como se esperaría de alguien de su posición. Kirishima se preguntaba si había dormido en lo absoluto, o si había vuelvo a tu hogar solo para cambiarse y luego regresar y esperarlo…

- Como sabes, no soy tonta. Al contrario, soy muy inteligente – continuó la chica -. Si fuera un hombre, seguramente ya estaría dirigiendo el negocio familiar, no mi hermano Neito… Pero no soy un hombre. Soy una mujer. Mis deberes y lo que se espera de mí es diferente… No se trata de lo que yo quiera, sino lo que debo… Pero no soy tonta, Kirishima… Y sé que sientes algo por otra persona.

         La idea de soportar algún tipo de reprimenda ya no le asustaba tanto ahora que se había instalado en su cabeza la intención de decir la verdad. Cada segundo que pasaba le hacía cuestionarse con más decisión, “¿por qué no?”. Pero aun así, ser descubierto y enfrentado de manera tan directa hizo que su estómago se apretara, incómodo e inquieto.

- Momo…

- Y sé que es un hombre. Un hombre pobre, más encima.

- Momo, escucha – se apresuró a decir, aunque no tenía idea de qué iba a intentar explicarle. Tenía razón, después de todo.

- No trates de negarlo. No solo lo sé porque me lo ha dicho Neito, sino porque pude darme cuenta yo misma anoche, durante la cena. Como ya te dije, no soy tonta… Sin embargo… Estoy dispuesta a ignorar todo esto y continuar con el compromiso, si me prometes que dejarás de frecuentar esos lugares horribles…

- ¿Qué?

- No serás ni el primero ni el último que ama a otro. Solo hay que evitar el escándalo. No quiero decepcionar a mi familia, y ya soy demasiado vieja para buscar un compromiso con otra perso—.

- Sí, pero Momo… - interrumpió, confuso y sorprendido de que su prometida estuviera tan dispuesta a fingir que sus sentimientos por un hombre no importaban -. ¿No crees que los dos nos merecemos algo mejor?

         Tras salir aquellas palabras de su boca, supo que no había vuelta atrás. Era la primera vez que lo decía en voz alta y hacerlo hacía que se volviera real, le daba coraje… Estaba decidiendo por él, por su felicidad, por intentar algo con Bakugou y si no funcionaba, al menos su vida ya no sería una farsa.

- ¿Cómo qué? ¿Un matrimonio por amor? – preguntó Yaoyorozu con la ironía tiñendo su rostro -. No seas iluso, Kirishima. Sabes mejor que yo que el amor es un lujo incluso para los de nuestra clase. Juntos, nuestras familias se volverán más ricas y cementaremos nuestra posición social como una de las familias más importantes de todo el país, quizás de todo el continente…

- ¿Eso es lo único que te importa? – preguntó con lástima.

- Al igual que tú, en algún momento de mi vida esperaba casarme con otra persona… Desde mis dieciséis, siempre estuve enamorada de Todoroki Shouto. Pero esperé demasiado tiempo por una propuesta de matrimonio que nunca llegó… Y ahora mi hermano me ha dicho que incluso Todoroki frecuenta esos lugares… ¿Es debido a eso que ahora son amigos?

         Kirishima no supo si sentir lástima o qué tras enterarse de que Yaoyorozu alguna vez había enfrentado los mismos dilemas que él, pero simplemente se había rendido en alguna parte del camino. Se preguntó cómo reaccionaría Yaoyorozu si supiera que Todoroki estaba enamorado de un hombre pobre, como ella había dicho minutos antes. Pero más que compadecerse de ella, se dio cuenta de manera irreversible que tenía que terminar el compromiso inmediatamente antes de que él, al igual que su prometida, se rindiera, perdiera el foco sobre lo que era importante y terminara siendo tan cínico como el resto…

- Momo, lo siento. Siento cariño por ti y pensé que podría hacer esto, pero ahora me doy cuenta de que no.

- ¡No me puedes humillar, Kirishima! – exclamó la muchacha, poniéndose de pie en un impulso y con sus puños encogidos.

- Lo siento, pero tienes razón. Estoy enamorado de otra persona y debido a eso, no puedo casarme contigo.

- No puedes hacerme esto – balbuceó, mirándolo con los ojos bien abiertos en sorpresa. Estaba claro que ni en sus peores pesadillas se hubiese imaginado un panorama como ese cuando decidió ir a la mansión de Eijirou a conversar -. ¡No puedes hacerle esto a tu familia! ¡Vas a avergonzarlos tanto como a mí!

         Esta vez Kirishima también se puso de pie, lentamente. Era la acción acorde, pues suponía que la conversación estaba llegando irremediablemente a su final. Y sí, estaba temblando en su lugar, tal vez porque tenía miedo de que las palabras de Yaoyorozu se convirtieran en realidad y terminara provocándole dolor a su familia… Pero seguramente, más tenía que ver con la emoción y la expectación. Sentía como la adrenalina corría por sus venas…

- Creo que van a entender… - pronunció, determinado -. La boda se cancela.

- Ya veremos.

         Yaoyorozu Momo se giró en su lugar, haciendo que su hermoso vestido lleno de encajes flameara con el movimiento. El de cabello rojo la vio partir a paso decidido y sin decir más, anticipando todo lo que estaba por venir, pero con una pequeña sonrisa que surgía desde su nueva libertad.

 

         Había un enorme árbol de cerezos que se veía justo fuera de la ventana de la habitación de Kirishima. Ya que el otoño estaba a la vuelta de la esquina, esta era una de las últimas oportunidades para observar el sano verde intenso de las hojas del árbol, que bailaban gracias a la brisa fresca y suave del agonizante verano.

         El pelirrojo se sentía renovado. No solo gracias a la hermosa vista que le regalaba su jardín, sino por el prospecto de tener una nueva vida. Y es que justamente eso era: Se sentía repentinamente vivo después de tantos años atrapado… Se sentía libre… Estaba enamorado y se sentía lo suficientemente valiente como para perseguir ese amor… Suficientemente resuelto para luchar por sus sueños.

         Aun cuando no había logrado pestañear un segundo la noche anterior, no era capaz de conciliar el sueño. Se había atrevido a hacer algo con lo que nunca había soñado, y con ello, había sacado una presión enorme de sus hombros. Se había liberado lo suficiente para volver a ser dueño de su vida. Lo único que faltaba era ser sincero con sus padres, pero sabía que lo apoyarían una vez que supieran sus sentimientos, de eso estaba seguro. Mantendría la identidad de su amor como un secreto por el momento, para no abusar de su suerte y comprendiendo que su familia sería mucho menos receptiva respecto de eso, pero si hablaría derechamente y sin arrepentimientos de su matrimonio y sus intereses profesionales. Eso sería lo más masculino.

         Cuando a eso de las diez de la mañana la puerta de sus aposentos fue golpeada, Kirishima creyó que se trataría del mayordomo trayéndole su desayuno (como era rutina) y su estómago rugió en anticipación ya que no podía negar que estaba muriéndose de hambre. Sin embargo, cuando la puerta fue abierta, la persona que entró no era otro que su padre.

- Eijirou.

- Papá. – Se sentó rápidamente en la cama, sorprendido.

         A pesar de saber que este momento llegaría tarde o temprano, no se esperó que ocurriese esa misma mañana. No pudo evitar sentirse angustiado y nervioso. Decepcionar a su familiar era la última cosa que quería hacer, pero la situación en sí era un dilema que lo obligaba a escoger entre el resto y él.

- Necesito tener una conversación contigo. – No necesitó escuchar lo serio que era, porque lo pudo notar de la severa expresión facial. Suspiró de nuevo, inquieto.

- Espera, papá. Déjame—.

- Yo hablaré, Eijirou.

         Cerró la boca y tragó saliva como si hubiese sido una pastilla difícil de pasar, pero se recordó a sí mismo que esto era lo que más quería hacer. Esta conversación sería difícil e incómoda, pero iba a ocurrir de cualquier forma y debido a eso, estaba agradecido: Mientras antes hablaran, antes podrían seguir todos con sus vidas.

         Asintió, para darle a entender a su padre que podía continuar.

- Se me ha informado que Yaoyorozu y tú han tenido una discusión más bien seria con respecto a su compromiso, esta misma mañana.

- Sí…

- Y, después de declararle que no tenías sentimientos románticos por ella, le informaste que querías romper el compromiso sin importar que tanto tú, como yo, le dimos nuestra palabra de honor a la familia Yaoyorozu – resumió mesuradamente -. ¿Es eso correcto?

         Kirishima recibió cada una de las palabras como rocas cayendo hasta su estómago, hundiéndolo más y más en su cama, debido al peso. Sé masculino, se recordó, al tiempo que se enderezaba y erguía en su lugar para darse ánimos y valor. Ahora que había encontrado su valor no iba a flaquear.

- Lo es, padre – se sinceró, fingiendo que no se daba cuenta de la mirada desilusionada del hombre frente a él -. He continuado con este compromiso solo porque he tenido el bienestar de nuestra familia en mente todo el tiempo, pero… Tengo que ser honesto conmigo mismo y reconocer mi bienestar también… El prospecto de casarme con Momo me hace infeliz… Lo he intentado, papá – Su voz se quebró al mismo tiempo que sus ojos se llenaron de lágrimas, pero con un suspiro profundo logró tranquilizarse a tiempo y continuar -: Pero no la amo y estoy seguro de que nunca la amaré...

         La mirada dura de su padre vaciló por unos instantes, y el joven reconoció tristeza y comprensión ante sus palabras. Tal y como había creído, sabía que encontraría entendimiento y apoyo una vez que escucharan sus verdaderos sentimientos, aún si no era una situación óptima para la posición de la familia Kirishima. Sabía que echarse para atrás de un compromiso tan bullado a menos de dos meses de la boda significaría un escándalo en sociedad que salpicaría a muchos, pero ahora, por fin se sentía esperanzado ante el futuro… Y se sintió lo suficientemente valeroso como para revelar también, que deseaba ser un escritor y no dirigir su empresa de acero.

- Eijirou… - El señor Kirishima se sentó al borde de la cama de su hijo. Lucía triste cuando lo miró fijamente – Lamento tanto poner esta presión sobre tus hombros… Pero si nos amas a tu madre y a mi… - dijo con un tono apologético que heló los huesos del de cabello rojo al instante –. Tienes que seguir con el compromiso.

- ¿Qué? Pero—.

- Estoy en banca rota, Eijirou… La empresa ha quebrado. Ese hijo de puta de Tetsutetsu nos arruinó… - balbuceó frenético mientras miraba al suelo, avergonzado de enfrentar a su hijo.

- Pero… ¿Qué? ¿Cómo puede ser? – preguntó completamente estupefacto ante la notifica.

- Nadie lo sabe, ni siquiera tu madre. Me he estado volviendo loco… He hecho todos los arreglos posibles y le he pedido ayuda a los Iida, pero es tapar un hoyo y hacer otro… Eijirou, estoy desesperado…

         Kirishima palideció y la verdad se le vino encima como una ola, sin escapatoria, en solo cosas de segundos. En la sociedad en la que vivía, las mujeres no eran dueñas de su patrimonio. Una vez que se casara con Yaoyorozu, toda su dote pasaría a ser de la familia Kirishima, y algún día, con la muerte del señor Yaoyorozu, el resto de su riqueza… Y aunque se esperaba una unión de fuerzas en ambas familias, ahora entendía que no era así… Tal vez desde un comienzo, el arreglo había sido hecho por su padre para lanzarles un chaleco salvavidas, para que los Kirishima no se hundieran por completo.

         Y esa enorme responsabilidad ahora recaía solo en él

- Ya veo…  

- Es la única forma en la que podemos sobrevivir, ¿lo entiendes ahora? O… Nos veremos forzados a perderlo todo. Nuestro hogar, nuestros muebles… Todos nuestros preciados recuerdos… Pero, cuando llegues a la cabeza del negocio familiar… Y el patrimonio de los Yaoyorozu se mezcle con el nuestro… Todo estará bien y podré pagarle a los Iida antes de que alguien se dé cuenta… Puedes salvar la empresa y a nuestra familia.

         Ambos hombres se miraron en silencio por unos segundos, contemplando la realidad compartida, asumiendo la dura verdad que había estado escondida por tanto tiempo y que ahora había sido reconocida en voz alta, prácticamente materializándola como una amenaza terrible que jugaba con el destino de su familia…

         Más que nada, jugaba con el destino de él…

- Por favor, Eijirou… - rogó su padre -. Eres nuestra única esperanza.

         Kirishima suspiró.

         Así se iban todos sus sueños y esperanzas.

.

.

         El viento otoñal no era demasiado indulgente hacia la ropa gastada y holgada que Bakugou solía usar, pues lo hacía sentir escalofríos. También estaba le hecho de que el rubio era curiosamente friolento en comparación al resto de sus conocidos… Alguna vez Deku le había dicho que necesitaba calor para echar andar los motores de su apasionado y explosivo carácter y tenía que reconocer que tal vez era cierto…

         Habían pasado días desde la última noche en la que había visto a Kirishima y desde entonces las redadas de la policía se habían intensificado, ocurriendo prácticamente todas las noches en Kamino o cualquier otro lugar que algún soplón determinara como sitio de reuniones y/o actividades sospechosas… Así que se la había pasado corriendo de un lado a otro, tal y como en sus días de estudiante universitario, luchando contra el maldito régimen de los Shigaraki.

         Solo por eso no había tenido tiempo de haber buscado antes al estúpido hombre de cabello rojo cuyos labios no se había podido sacar de la cabeza en todos esos días… Y ese era, justamente, otro motivo para odiar con ganas a la dictadura monárquica de los Shigaraki. Le habían arruinado el momento con Kirishima aquella noche en el callejón y los haría pagar por eso.

         Tras haber ido directamente a la mansión de los Kirishima (en donde poco faltó para que lo sacaran de una patada), se había enterado que el chico estaba en una especie de paseo dominical de medio día junto a su familia, su prometida, otras familias… Algo que hacía la gente rica después de ir a misa… Y el lugar era el jardín japonés que habían inaugurado no hacía mucho… Pero después de la estúpida maniobra de Shindou contra Todoroki semanas antes, ya no le permitía el ingreso a cualquiera a ese tipo de recintos. Claramente no le permitirían el ingreso a alguien como él, cuya camisa apolillada se había vuelto tan delgada que se podía ver su cuerpo a través de ella… Así que ahí estaba, escalando el muro como un idiota, aferrándose con no demasiado éxito de maleza y algunas enredaderas de mala muerte que habían logrado crecer al otro lado de ese bendito santuario japonés para poder subir…

         Una vez que logró aterrizar al lado contrario (no muy delicadamente, debía reconocer) no le costó divisar a Kirishima caminando de la mano junto a la estúpida mujer que tenía por prometida. Ambos se cubrían del débil sol con una sombrilla rosada, por lo que era fácil ignorar los rededores… Pero, como si lo hubiese presentido, en el momento en que Bakugou apoyó sus pies en el suelo, el de cabello rojo carmín miró hacia atrás por una casualidad y lo vio de inmediato, paralizándose en su lugar y deteniendo su paseo.

         El rubio lo observó dar un par de excusas a la morena para luego dirigirse a él, y el corazón le latió a prisa por el encuentro, emocionado ante el simple hecho de volver a verlo… Sin embargo, se dio cuenta de que Kirishima lucía apagado y apático. En su cara bronceada no había rastro de la hermosa sonrisa que a él tanto le gustaba.

Le dio mala espina.

- Hey, Ei. ¿Estás bien? – preguntó extrañado.

- ¿Qué haces aquí?

- ¿Qué quieres decir? Han pasado días. Quería saber si estabas bien, especialmente después de que—.

- Estoy bien, como puedes ver – respondió desinteresado y altanero. Sus ojos grandes y normalmente expresivos, ahora eran imposibles de leer.

Era casi como si fuera otra persona, y una vez que Bakugou despabiló de su impresión inicial, decidió cuestionarlo y remecerlo hasta saber qué demonios estaba ocurriendo.

- ¿Ah, sí? – contraatacó, desafiante y burlesco -. A mi me pareces tan apocado como siempre lo has estado en tu maldita burbuja pretenciosa de los ricos.

- Mira – replicó el otro, perdiendo la paciencia -. Los últimos días lo pasé bien contigo y fue bueno para mi… Tener un escape justo antes de mi matrimonio. Pero, estaba equivocado, después de todo… Todo lo que hicimos, todo lo que vi en este tiempo… No estoy tan seguro de que sea lo indicado para mí.

- Basura – lo interrumpió el rubio, sin creerse nada.

- ¿De verdad crees que quiero estar contigo cuando la policía te caiga encima? ¿O que quiero estar en ese lado de la ciudad cuando estalle una guerra civil? – preguntó exasperado.

- Como si eso fuera lo que te preocupa.

- Tú mismo me lo dijiste, ¿recuerdas? “Cuando tengas suficientes aventuras con los plebeyos y decidas volver con los ricachones, aprovecha de llevarte a Todoroki de regreso.” – citó como si nada. Bakugou ni siquiera recordaba haber dicho algo así, pero viniendo de él, no le extrañaba demasiado. Sonaba como él.

         Pero todo era demasiado repentino y sospechoso como para que Bakugou se lo tragara como si nada. Sí, era posible que alguien de la clase alta se asustara o simplemente se aburriera tras un par de aventuras por los barrios bajos, pero ¿Kirishima? ¡No! Lo conocía lo suficiente como para saber que no era así. Era una de las pocas personas que lo había sorprendido, que se lo había ganado, que le había demostrado que estaba hecho de algo fuerte e importante, que no flaqueaba, que tenía sueños tan grandes y nobles como los de él sin importar de dónde viniera.

         Bakugou se había enamorado perdidamente de él y no podía creerlo así como así… No podía haberse equivocado tanto

- ¿De verdad esperas que crea que te acobardaste después de ese beso? – preguntó directamente. Ignoró la oleada de nervios que retorció todo su cuerpo, fingiendo indiferencia mientras vocalizaba la pregunta. Y, sobre todo… Rogó internamente que Kirishima reaccionara de lo que fuese que lo estuviese dominando en ese minuto.

         No podía terminar ahí.

         No podía terminar así.

- De hecho, eso fue lo que aclaró todo para mi – respondió el pelirrojo, encogiéndose de hombros -. Que no eres lo que quiero. Que no puedo estar con alguien como tú.

         Las palabras le cayeron como un balde de agua frío al mismo tiempo que herían su orgullo en lo más profundo. Tal vez gracias a eso, podría continuar aquella conversación desde el desdén y la rabia, emociones a las que estaba bastante más acostumbrado, más que con el rechazo, la humillación y un jodido corazón roto.

- Como quieras. Pero esto – dijo apuntando con su barbilla a su familia y a Yaoyorozu, que se encontraban esperándolo a varios metros de distancia, bajo la sombra de un cerezo de flor y la lluvia de hojas anaranjadas del otoño -. Tampoco es lo que quieres y lo sabes. Lástima que terminaste siendo demasiado cobarde para hacer algo al respecto, pero me alegra… Al menos no esperaste tanto antes de descubrir que eres demasiado bueno para una cucaracha como yo. Porque eso es lo que soy… ¿Verdad, Eijirou?

         Cuando no respondió, Bakugou se dio cuenta de que no valía la pena seguir perdiendo el tiempo y decidió marcharse para regresar al agujero de donde las cucarachas como él salían, a refugiarse en Deku, como nunca lo hacía, y a emborracharse con lo primero que apareciera en frente, sin importar si la policía les hacía una nueva visita esa misma noche.

         Al parecer se había equivocado, después de todo.

Y odiaba que la primera vez hubiese sido con Eijirou Kirishima.  

Notes:

Muchas gracias por leer :D

Chapter 10: Nadie se muere de amor

Summary:

Interludio, ii
Tetsukendo & Tododeku

Notes:

Han pasado 84 años.
A veces te toma un epílogo lleno de krbk para volver. Sumimasen. 😭🙏
(Ya tengo listo el prox capítulo también jiji así que al menos me puedo comprOmeter con ese para la semana que viene)

PERO ESPERO QUE LES GUSTE!
Si es así, me pueden dejar un comentario con sus apreciaciones

Chapter Text

         Kirishima estaba en medio de su paseo mañanero junto a Yaoyorozu cuando vio el afiche desteñido pegado en la parada del trolebús: Aquella noche se presentaría la por última vez la obra de Midoriya y Bakugou en el teatro, tras un éxito sostenido e inigualable. Era imposible fingir que leer el nombre del rubio en los créditos del póster publicitario no había provocado que su corazón trastabillara dentro de su pecho, pero se esforzó por no denotar nada, aun sabiendo que Yaoyorozu lo había notado. La mujer era demasiado inteligente, se daba cuenta de todo y no decía nada, y el de pelo rojo agradecía eso… Que no dijera nada y continuara caminando tomada de su brazo.

         Había pasado una semana desde la conversación con su padre que había cambiado su vida y desde entonces, la vida había pasado como un manchón borroso pese a que, contradictoriamente, el tiempo se había detenido para él. Las actividades radicales y el terrorismo se había incrementado en los últimos días, las protestas y paros aumentado, según había leído en el periódico gubernamental, y ya no se preguntaba cómo antes cuánto de lo que decían en las líneas noticiosas era falso, porque no le incumbía demasiado. Sus días se iban en paseos con su prometida.

         Se había dado cuenta de lo imposible que era acostumbrase a la idea de conformarse con el prospecto de ser infeliz y dedicarse a lo que sus padres habían planeado en vez de hacer lo que él quería, especialmente de forma tan abrupta después de esos días maravillosos que había pasado conociendo un poco más del mundo real, junto a Bakugou… Incluso junto a Todoroki y Midoriya, o bajo el breve alero de Aizawa. Si intentaba ver el vaso medio lleno, suponía que había sido como una despedida que le había dado el destino antes de tener que seguir adelante. Una probada.

         Pero él no era el único que lo estaba pasando mal. No había sido la única víctima que había dejado la redada en el bar de Lunch Rush aquella noche, pues un escándalo había sacudido a la clase alta. Aquella noche mientras estaba con Todoroki, lejos de la policía y ojos suspicaces, Itsuka Kendo fue descubierta en sus actividades por su propio padre, que la arrastró fuera del lugar tan solo un minuto antes de que la policía llegara derribando la puerta y golpeando a los clientes. Aburridos de su discurso feminista, la familia Kendo finalmente había decidido que era suficiente y había hecho planes para ella.

         Tetsutetsu estaba devastado cuando le dio la noticia a Kirishima: Kendo había sido encerrada en un convento en las afueras de la ciudad para aislarse de la sociedad, en donde se suponía que tenía que reflexionar hasta que encontrara a Dios y se diera cuenta de sus errores… O, en caso contrario, se quedaría ahí para siempre porque era una vergüenza para el apellido Kendo.

- ¡Le cortaron su cabello! ¡Su hermoso cabello…!

- Crecerá – intentó confortarlo con una pequeña sonrisa, pese a no tener éxito. Kirishima nunca había sabido por qué lo hacía, pero estaba al tanto de que las chicas que eran llevadas a los conventos para recluirlas, eran rapadas. Tal vez era solo para humillarlas y despojarlas de su individualidad. Lo único que sabía es que era horrible -. Para cuando salga de ese lugar—.

- No lo entiendes. Ya intenté… - Los ojos de su amigo se llenaron de lágrimas, pero no derramó ninguna. A juzgar por cómo empuñaba sus manos sobre sus rodillas, la tristeza se turnaba con la rabia y la frustración por toda la situación. 

- ¿Qué?

- Le hablé a mi padre sobre mis intenciones de sacarla de ahí. Estar a la altura y proponerle matrimonio… Pensé que si me casaba con ella, podría tomar la decisión de sacarla de ese maldito lugar…

- ¡Es una idea genial!

- Mi padre me lo prohibió. Dijo que la familia Kendo con suerte estaba saliendo a flote con todo esto, manteniendo el poco honor que les quedaba… Pero que Kendo ya estaba acabada y nunca debía volver a contactarla.

         Kirishima meneó su cabeza como un perrito confundido sin poder entender cómo era tan sencillo darle la espalda a alguien así por una nimiedad o por sus intereses. Las familias adineradas siempre habían sido cercanas, pues se encontraban una y otra vez en los mismos círculos y mismos lugares. Itsuka había crecido con ellos desde que era una niña. La familia Tetsutetsu y la familia Kendo vacacionaban juntos cada verano… ¿De verdad era tan fácil erradicar a alguien así, como si nunca hubiese existido cariño?

- No tiene sentido.

- Eso le dije. ¿Y sabes que me respondió? - El de cabello plateado hizo una pausa para tragar saliva y Kirishima no estaba seguro sobre si quería escuchar la confirmación de todo lo que estaba pensando -. Dijo que si le pedía matrimonio a Kendo iba a desheredarme. Y que me desearía una buena vida, para cuando mi esposa feminista estuviera cociéndole la falda a alguna señora de clase alta, mientras yo me rompo la espalda en alguna granja, porque eso es todo lo que seremos.

Lo que estaba escuchando era incluso peor que lo que había imaginado. Que palabras tan crueles pudieran salir de la boca de un padre hacia su propio hijo… Al menos el motivo por el cual él se sentía miserable era por las expectativas con las que tenía que cumplir para ayudar a su familia que estaba en la quiebra, porque su padre se lo había pedido directamente… Era un tipo de presión dura, pero no tenía nada que ver con la herida que estaba viendo en Tetsutetsu ene se momento y que tenía que ver con el corazón roto que dejaba la desilusión tan grande de descubrir que tu padre es un imbécil.

- Me hizo pensar de cualquier forma, ¿sabes? – continuó con la mirada triste, jugando con sus dedos y mirando sus manos como si fuese la única cosa interesante en el mundo. Cualquier cosa para no tener que enfrentar la mirada de su amigo -. No me importa demasiado el dinero, pero… fuera de mi familia, no tengo idea cómo hacer nada, Kirishima. Ella es la inteligente. ¿Cómo podría intentar protegerla y darle la vida que se merece si mi familia me deja de lado? Tengo que ser realista.     

         Esas palabras eran como el punto final de un libro. Kirishima sabía reconocer a alguien rindiéndose, porque tomaba a un cobarde para reconocer a otro. Toda la vida hablando sobre masculinidad y gallardía para terminar ambos así, en un club de resignados, incapaces de hacer algo. ¿Qué se podía hacer contra tanta injusticia? ¿De qué servía perder el sueño en la noche preguntándose por qué las cosas tenías que ser así? Dándole la vuelta pensando mil y un escenarios o formas de hacer las cosas diferentes en el pasado para torcer este presente.

         No se podía porque ni siquiera dependía de ellos. Ese era justamente el problema. La nulidad total de su voluntad y de sus deseos.

- Lo siento.

- Yo también.

.

.

         Había un dicho que decía ‘más vale tener amigos que dinero’ y Midoriya acababa de comprobar que era cierto, pues ni todo el dinero del mundo le había servido para sacar a Uraraka del calabozo, pero una llamada de Toshinori había bastado para conseguido inmediatamente. Gracias a ello, ahora su mejor amiga estaba de regreso en Kamino, intacta – dejando de lado la falta de sueño y de higiene -, y contenta pese a la indignación de haber sido llevada detenida por la policía bajo cargos que ni siquiera le fueron dichos. Además, ¡estaba indignada por lo que le habían hecho a Itsuka Kendo!

         La colorina quizás provenía de una clase social y económica muy diferente a la de ella, pero las unía una causa por la cual luchaban codo a codo hacía un par de años y gracias a la cual también se habían hecho amigas cercanas y compañeras, como lo era el feminismo. Todoroki se había enterado en su círculo familiar (era difícil no hacerlo, pues era el tema del momento) de a dónde había ido a parar la chiquilla y bajo qué condiciones. Tras enterarse Uraraka le quedó claro que toda la redada de Lunch Rush había sido una pantalla mientras el señor Kendo sacaba a su hija de allí sin que lo supiera la prensa; y su detención seguramente había sido una vendetta personal tras identificarla a ella como quien probablemente le había metido cosas en la cabeza a su hija.

         Aquella noche estaban celebrando después de que se presentó la última función de la obra. Como todas las noches, los actores salieron una vez finalizada y se pararon en el escenario para recibir los aplausos y las flores que llovían desde el público, antes de que bajara el telón. Lo diferente esta vez, fue que Bakugou y él salieron a presentarse también, recibiendo una ruidosa ovación de pie, con aplausos y gritos que hacían temblar las tablas bajo sus pies. Una recepción como ninguna otra que habían tenido y la última.

         Tras bajar del escenario hacia los bastidores, Bakugou le había dicho que no iba a continuar escribiendo para dedicarse completamente a la revolución en contra de la monarquía de Shigaraki. Pase lo que pase, habían sido sus cripticas palabras que daban a entender que llegaría hasta las últimas consecuencias para derrocar al tiránico rey, incluso si eso significaba jugarse la vida… Y, considerando el pasado explosivo del rubio, a Deku le preocupaba que terminara aceptando las propuestas de Shindo y se radicalizara ahora que estaba actuando erráticamente debido a su discusión con Kirishima. Pero no había mucho por hacer. Cuando al rubio se le metía algo en la cabeza, era imposible hacerlo reconsiderarlo y menos cuando estaba en un espiral de autodestrucción.

         La única persona a la que el rubio respetaba y que podía hacerlo recapacitar, era Toshinori, y en ese momento se encontraban justamente en su enorme hogar para celebrar el éxito incuestionable de la obra y discutir los planes futuros. En vez de ir a un restaurante como era costumbre, escogieron la intimidad de la casa de su mentor para estar en confianza, dado que Bakugou no estaba de humor para salir – en sus palabras – y él ya no quería más apariciones públicas luego de lo que había pasado en Lunch Rush. Shoto podía ir a la casa de Toshinori y estar junto a él sin tener que esconderse de las miradas curiosas ni tener que escapar en medio de la noche. Ninguno de los dos tenía que mirar sobre su hombro si solo eran ellos y los actores de la obra, en quienes confiaba y que ya sabían de su relación, así que podía estar tranquilo.

          Estar con Shoto era lo más importante que le había pasado. Un amor que lo había arrollado a toda velocidad y que ni siquiera había intentado detenerse, arrastrándolo sin derecho a réplica a ese enamoramiento. Había ocurrido cuando menos lo había imaginado y sin haberlo estado esperando, pues en el momento en que conoció a Shoto, tener una relación era la última de sus prioridades. Ahora se había coronado como la primera con tanta facilidad, que a veces le asustaba hasta dónde sería capaz de llegar para defender ese amor y defender al hombre que le había hecho despertar tantas cosas. Había moldeado la forma de ver la vida, su sensibilidad y la creatividad artística con la que escribía sus guiones tan populares y triunfantes… La frialdad y el cinismo con el que era capaz de guiar la trama de una obra y que, hasta ese entonces, había sido su sello personal, de pronto se había teñido de esperanza y anhelo.

         Por el contexto en el que estaban viviendo y especialmente, la familia de la que provenía Todoroki, era muy fácil que la necesidad de protegerlo saliera a flote. Era el motivo por el que, a diferencia de lo que pasaba por la mente de Bakugou, se proyectara de forma muy distinta. Si nunca iba a poder ser feliz y libre con Todoroki debido a su padre, probablemente él también dejaría de escribir. Shoto y él podían escapar a Oseon u otro país vecino, lejos de las represalias que podía traer su amor prohibido, y vivir felices. Desde que se habían conocido, a medida que pasaban los días y la situación política empeoraba amenazando con más violencia, la vida se había convertido en un dilema para Deku. Una balanza constante entre el querer y el deber, porque irse con Shoto a otro país significaba abandonar a sus amigos en el momento en el que más lo necesitaban y no sabía si sería capaz…

         Shoto le había contado alguna vez que cerca del límite con Oseon, la familia de su madre tenía una cabaña prácticamente abandonada que nadie ocupaba hacía décadas. En sus años mozos había servido como una bodega para guardar utensilios de caza de aves y jabalíes, pero tan pronto como las relaciones con el país fronterizo empeoraron, nadie volvió a ir por el temor de encontrarse con soldados o espías haciendo reconocimiento de terreno. Y, desde que Deku había escuchado aquello no había dejado de fantasear con desparecer entre el bosque, solo Shoto y él en medio de la naturaleza y la soledad.

          Pero el chico estaba justo ahí, frente a él, sentado en uno de los sillones de la sala luciendo adorablemente incómodo y fuera de lugar por el hecho de nunca haber participado de reuniones sociales de ningún tipo, rodeado de gente que no lo odiaba ni lo juzgaba ni tenía expectativas sobre él que lo destruían lentamente como ocurría con los Todoroki. Bebía de a sorbitos desde su copa mientras su atención estaba fijada en el patrón de un jarrón de cerámica y Midoriya sentía que su corazón se inflaba tan solo observándolo.

         Lamentablemente, el pequeño momento fue interrumpido por Bakugou, que estaba absolutamente borracho y desparramado en el sillón de enfrente.

- OI, DEKU! ¡ME QUIERO IR DE AQUÍ! ¡Tengo el corazón roto!

- ¡Kacchan! ¡Nunca pensé que dirías algo así en voz alta! – Si hubiera estado bebiendo como su pareja, se hubiese atragantado al escuchar semejante declaración.

- ¿Qué cosa? ¿Qué tuve la razón todo el tiempo cuando te decía que los niños ricos son unos hijos de puta? Pero eres un amigo de mierda porque debiste recordármelo cuando me viste acercándome tanto a Kirishima – respondió enderezándose y haciéndose el serio, pese a que los ojos se le cerraban de lo ebrio que estaba.

- ¿Sabes? No creo que Kirishima-kun sea—.

- ¡No lo defiendas! – interrumpió furioso -. Y ten cuidado. Mitad-mitad te va a sorprender con su basura en cualquier momento.

- Estoy justo aquí – le recordó Todoroki, muy calmado pese a la acusación que acababa de recibir.

- Cállate, bastardo. No te estoy hablando a ti.

- ¡Ya quítenle el alcohol! Dios, el mundo se debe estar acabando si estoy viendo al jodido Bakugou Katsuki sufriendo por amor – se metió Hiryu Rin, otro de los actores de la obra que tenía más o menos la edad de ellos.

- ¡Cállate! Tch.

- Kacchan, estoy hablando en serio. Creo que Kirishima-kun es bueno. Solo tiene que darse cuenta de algunas cosas sobre sí mismo.

- Tch, como sea – dijo poniéndose de pie, esforzándose por no escuchar lo que Deku le estaba diciendo -. Tengo mejores cosas que hacer con mi vida de cualquier forma. No tengo tiempo para esperar que se arrepienta. ME VOY.

- ¿A dónde vas? – preguntó el de cabello verde.

- No es asunto tuyo.

         Al resto podía parecerle necesariamente aprehensivo, pero no tenían idea que mientras su mejor amigo estuviera en ese estado lo mejor era no dejarlo solo para evitar que terminara haciendo una locura para inmolarse como un mártir de la causa revolucionaria. Lo agarró desde la muñeca en el minuto que pasó junto a él para ir a despedirse del resto, pero este se lo sacudió de un manotazo que lo hizo perder el equilibrio y chocar contra Yu Takeyama, dando vuelta el vino sobre su vestido y la alfombra de piel. El caos que provocó que el vestido color marfil de la hermosa actriz se manchara con el tinto del vino fue la distracción perfecta para que el rubio pudiera escabullirse antes de que Deku pudiese detenerlo, más aun cuando el vidrio de la copa habría quedado regado a sus pies.

- ¡Joven Midoriya! ¿Estás bien?

         Toshinori fue hasta su lado inmediatamente sin entender a qué se debía la conmoción que acababa de interrumpir lo que, hasta ese momento, había sido una velada tranquila y entretenida. Y aunque Deku sabía que decirle la verdad a su mentor posiblemente serviría para que éste interviniera y convenciera a Bakugou de no hacer estupideces, no quería continuar involucrándolo. No mucho antes se había aparecido junto a él en el calabozo para sacar a Bakugou y esta semana, había hecho el ‘llamado desde arriba’ que recibió la policía para soltar a Uraraka.

         Sumado a eso, tan solo unos días atrás Aizawa le había contado una historia bastante interesante sobre cómo Toshinori y Enji Todoroki se habían conocido desde la juventud, siendo rivales desde que estaban en la escuela y luego, al entrar a la policía. Por lo que le había dicho el periodista, en realidad la rivalidad se debía a una competencia prácticamente unilateral y sin sentido que tenía el padre de Shoto hacia el dramaturgo, todo debido a un complejo de inferioridad que nunca había podido superar. Gracias a esos detalles sobre la vida del hombre había entendido de qué se trataba esa mirada altanera que le había dado a Toshinori en la comisaría cuando liberaron a Bakugou, y los sobrenombres con los cuales se habían llamado, los cuales venían prácticamente desde otra vida.

Pero a eso había que sumarle que Enji Todoroki buscaba ascender en la vida con un arribismo enfermizo. Solo se regocijaba del reconocimiento de la llamada gente de bien, un grupo selecto al que siempre había querido pertenecer, aunque viniera de las calles sucias de Kamino. Para lograrlo se había involucrado en todo tipo de coimas y negocios sucios hasta lograr el matrimonio con Rei, la madre de Shoto, quien venía de una familia rica y de alta alcurnia. Desde allí y gracias a los favores que podía hacerle a la gente influyente como jefe de la policía, se había ganado un espacio desde a dónde le gustaba fingir que siempre había provenido de allí, lo que motivaba su obsesión por borrar su origen.

Aun si eso significaba eliminar el barrio de Kamino completamente del mapa.

- Estoy bien.

- ¿Y el joven Bakugou?

- No lo sé, pero es algo de lo que me tengo que preocupar yo – aseguró con sinceridad.

- ¿Puedo ser de ayuda en algo?

- Ya has sido de suficiente ayuda – dijo dedicándole una enorme sonrisa tranquilizadora que su mentor, delgado y demacrado, le devolvió.

- ¡Ah, joven Midoriya! ¡Casi lo olvidaba! ¡Mi asistente trajo toda la correspondencia y los regalos hasta acá!

         El hombre rubio avanzó por los salones de su enorme casa y Midoriya lo siguió hasta llegar a su oficina privada, decorada por elegantes estanterías de madera de caoba llena de libros con tapas gruesas de género, y adornada con los galardones y premios que había recibido como un actor famoso, años antes. Sobre el escritorio descansaban varios ramos y arreglos florales, además de una canasta de mimbre llena de bombones y cartas.

         El de cabello verde estaba acostumbrado a recibir ese tipo de estímulos después de cada obra, pero por ser la última, esta vez la cantidad se había cuadruplicado. Algunas cosas eran para su mentor, que siempre tenía a un grupo de seguidores fieles que le mandaban cartas al teatro pese a encontrarse retirado; otras eran para Bakugou, pero en general, él siempre recibía la mayoría. A veces se colaba una que otra destinada a Yu Takeyama entre sus cosas. Así que, mirando el remanente en cada carta y tarjeta entre los tallos de las flores, se puso a revisar qué cosas eran para él.

         Un telegrama amarillento y doblado de forma rectangular llamó su atención en particular. Solo tenía su nombre escrito en una caligrafía desprolija, en medio del papel, pero a diferencia de las otras no indicaba el remitente, ni si quiera de forma escueta. Era la primera vez que un telegrama se aparecía entre medio de sus cartas y por algún motivo le llamó la atención. Aunque no tenía pensado ponerse a leer la correspondiente en medio de la oficina de Toshinori, algo le hizo desdoblar el papel allí mismo en vez de esperar a llegar a su casa.

         El mensaje era breve.

‘Sé de tu relación con el hijo de Enji Todoroki. Me pregunto cómo va a reaccionar cuándo sepa.’

         Midoriya sintió que una mano invisible acababa de agarrar su estómago para retorcerlo y sacarlo por su boca. Su visión palpitó con el latido de su temor al mismo tiempo que el color abandonó su cara, dejándola pálida y sudorosa. No supo por cuánto tiempo se quedó paralizado en su lugar releyendo ese corto pero aterrador mensaje, pensando en las consecuencias para Shoto, para Kamino, pensando quién demonios le había metido ese telegrama entre medio de sus cosas y dónde…

         ¿Había sido en el teatro? ¿Había sido allí, en esa casa, alguno de los actores en los que él confiaba?

         Toshinori se tuvo que haber dado cuenta por la manera en la que temblaban sus manos, porque en ese momento una mano apretando su hombro lo sacó de su estupor, y el hombre lo miró con sus ojos enormes, expresivos y vidriosos, ya al tanto de que estaba pasando algo malo.

- ¿Estás bien, joven Midoriya?

- Necesito volver a Kamino.

Deku

Chapter 11: La rabia

Summary:

kirishima se vuelve salvaje * se levanta la camisa y muestra sus pectorales *

Notes:

Hola. No saben todo lo que me estoy esforzando por actualizar con peridiocidad.
Por favor, valórenlo.

Espero que les guste este capítulo en donde todo se va a la mierda.
💥💥💥💥

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

         Una brisa fría y amarga se aferraba al aire de la noche como una niebla densa, como una manta helada de escarcha adhiriéndose a cualquier superficie a la vista. Entre medio de los pinos y con chirridos metálicos se abría camino un ferrocarril iluminando el bosque con su pasar, expulsando el humo desde las calderas ardientes que desaparecía al unirse con la neblina. Sus ventanas eran víctimas de ese hielo nocturno, empañadas por dentro impidiendo que sus pasajeros pudieran si quiera intentar el paisaje natural; cubiertas por una coraza de hielo delgado por fuera.

         De un segundo a otro esa tranquilidad se hizo trizas con un sonido atronador.

         La oscuridad de la noche se iluminó con un resplandor diabólico de una explosión que despedazó todo a su paso. Los vagones del tren se desparramaron por el aire antes de ir a aterrizar dados vuelta o de cabeza, lejos de los rieles, al mismo tiempo que desde las copas de los árboles volaban todas las aves que, hasta ese momento, intentaban dormir. Gritos, el chirrido del tren deslizándose de manera impropia por la tierra junto al sonido metálico de los rieles doblándose bajo la fuerza del impacto y el calor del fuego que comenzaba a extenderse, terminó por completar esa cacofonía inusual. Las llamas se extendieron rápidamente por el bosque… Y aquel mar de lenguas de fuego avanzando a toda velocidad entre los árboles sería tan solo una antesala de lo que vendría para la ciudad.  

 

         A la mañana siguiente, las veredas y calles estaban llenas de aglomeraciones y grupos de personas frente a los puestos de suplementos, diarios y revistas. Absolutamente nadie podía quedar ajeno a los titulares que adornaban la primera plana de todos los periódicos en letras grandes, rojas y brillantes. Tampoco podía pasar desapercibida la voz del niño que recorría las calles con un cartel colgado a su cuello.

- ¡Atentado terrorista! ¡Atentado terrorista termina con la vida del rey! ¡Léalo todo por tres centavos!

         Las primeras noticias habían empezado a expandirse en la ciudad de Musutafú con el alba y en un comienzo, nadie lo creyó. No fue hasta que salió la primera tirada del periódico del gobierno que todo el mundo cayó en shock ante la noticia. El rey Shigaraki volvía de su viaje diplomático en Oseon cuando el ferrocarril estalló por los aires debido a una serie de explosivos que habían sido colocados estratégicamente en un tramo completo de los rieles. Toda la comitiva de diplomáticos y funcionarios de la monarquía que habían acompañado al rey, alrededor de unas ciento cincuenta personas, habían muerto o se encontraban en estado de gravedad con mutilaciones en sus extremidades (detalles morbosos que la prensa no pretendía omitir).

- ¡Terroristas! ¡Radicales! ¡Asesinan al rey!

         Era una tragedia en blanco y negro que se divulgaba con rapidez por el boca a boca y el uso del telégrafo. La gente, horrorizada, se llevaba sus manos a la boca mientras leías las columnas de tragedia, generando interés y conmoción en partes iguales ante un evento histórico que sacudía la sociedad hasta sus cimientos, pues, era exactamente lo mismo que una declaración abierta de guerra. El acto que precipitaba la guerra civil que tanto se temía y que se estaba gestando. Un asesinato terrible que ponía en peligro cada privilegio de la clase acomodada versus un hecho que celebraba la clase baja desde sus casas pareadas, en la intimidad de sus salas, sin atreverse a decir algo en voz alta antes las consecuencias que podía provocar

- ¡Terrorismo! – gritaban los niños que se paseaban vendiendo diarios, una y otra vez. Las ventas del periódico estaban por las nubes.

          Para otros, quien fuese el tal terrorista era un héroe al que estaban dispuestos a esconder y proteger. Un acto cruel, tal vez, pero que acababa con toda la casta de políticos que mantenían el dolor de la población mayoritaria del país, viviendo bajo la pobreza, la injusticia y los abusos. Alguien había descabezado a la monarquía y la había dejado más vulnerable que nunca, generando el momento adecuado para actuar y cambiar la sociedad.

         Kirishima estaba en su hogar cuando se enteró. Había bajado al salón comedor de su casa para desayunar junto a su familia, quienes, al igual que él, se mantenían en la ignorancia. Cuando sonó el teléfono a eso de las ocho y treinta y dos minutos, el padre de Kirishima había estado indignado ante la notoria falta de modales de quien fuese que estuviera llamando a esa hora, y se lo hizo saber al pobre mayordomo que osó a acercarle la máquina en una bandeja, como si éste estuviera detrás del auricular. Sin embargo, el enojo le duró cosas de segundos y todos en la familia de Kirishima notaron en la expresión del patriarca, que algo importante acababa de ocurrir. 

         Fue como si el atentado lo hubiera sufrido él, gritando órdenes sobre esconder las joyas de la familia, traspasar los dineros a bancos extranjeros y ver una pronta salida del país… Kirishima suponía que era una declaración de guerra para ellos también, después de todo, por la mera incertidumbre...  

         Si no hubo ninguna consecuencia en los primeros días, fue exclusivamente por el circo que se armó respecto al funeral de Estado. Carrozas seguidas de un desfile de militares usando el luto, una multitud en las veredas llorando y lanzando flores al paso del cortejo fúnebre que encabezaba el hijo del rey, Tomura Shigaraki… Si es que hubo alguna protesta o algún intento de rebelión por parte de los grupos insurgentes, nadie llegaría a saberlo, porque tan pronto ocurrieron los hechos fatales, los funcionarios de la policía aparecieron para desquitar la rabia contenida que tenía una clase social muy distinta a la de ellos, contra la gente común y corriente.

         Fueron días de terror no solo en Kamino, sino en cualquier barrio que fuese considerado como una posible amenaza para la paz social, de donde se esperaba que salieran los insurrectos amotinadores que habían provocado el asesinato, o las protestas antes de ello, o incluso el Jueves Rojo, años atrás. Las puertas se abrían a patadas en medio de la noche para sacar a la gente a la calle y arrodillarla en el suelo mientras se llevaba a cabo un cateo de bienes personales. Los cajones y muebles se daban vuelta en busca de cualquier pista que pudiera dar con el asesino. Ante la mínima sospecha, cualquiera de aquellos que impotentes a su suerte se mantenían arrodillados sobre los adoquines y frente a una quema de libros, podían ser llevados al calabozo para ser interrogados bajo golpes y amenazas.   

         Cualquiera hubiera creído que se estaban viviendo los días más oscuros en el país, hasta que Tomura Shigaraki se sentó en el trono y asumió la corona como el nuevo rey de Musutafú, ordenando al grupo paramilitar ‘Liga de Villanos’ - que conformaban sus amigos personales - asumir el control total de la seguridad del país, tras declarar el estado de sitio. Allí fue cuando las personas comenzaron a morir y sus cuerpos aparecer en medio de la nada, en despoblados, arrojados al río… O simplemente a no aparecer más. 

         Y así, bajo la locura sádica de un nuevo rey, el impulso y los sueños de cambio se destruyeron para dar paso al peor capítulo de la historia de Musutafú.

 

Kirishima no sintió absolutamente nada ante la noticia de la muerte del rey. No enloqueció ante la perspectiva de que el país se convirtiera en un lugar ingobernable como esas pobres monarquías que habían sucumbido ante los comunistas y ahora ¡se habían convertido en repúblicas llenas de flojos y delincuentes! En vez de correr en círculos como su padre y el resto de sus familiares, había sido de aquellos que habían sentido un dejo de esperanza (que de cualquier forma no duró demasiado).

Pero luego supo que habían tomado a Shota Aizawa detenido por incentivar los actos antigubernamentales y habían clausurado su periódico, y eso lo lamentó más que nada en el mundo. Sus deseos de ir a visitar al hombre a la cárcel fueron desincentivados ante la persecución brutal que estaba sufriendo cualquiera ante la más mínima sospecha… El de cabello rojo nunca se había sentido tan impotente y cobarde en su vida. Le era inevitable pensar en la obra de teatro que había ido a ver con Aizawa, ya varias semanas atrás, y de lo mucho que lo había hecho vibrar la idea de la revolución al verla plasmada en la obra de teatro. Pero ahora que las cosas estaban ocurriendo en la vida real, estaba como paralizado por el miedo, siendo meramente un espectador. Era una decepción para sí mismo.

También le era inevitable pensar en Bakugou y hasta en Midoriya. ¿Qué estarían haciendo en esos momentos? ¿Estarían a salvo? ¿Estarían detenidos? ¿Estarían muertos? Kirishima había intentado conseguir alguna noticia a través de Todoroki, pero no había visto a su amigo hacía días. Era como si la tierra se lo hubiera tragado, pero suponía que Enji Todoroki, como jefe de la policía, lo mantenía así para evitar un atentado contra su hijo, así como ocurría con cualquier otro miembro de su familia…

Ante el prospecto de seguir viviendo así, atrapado en una vida que no quería, demasiado pronto a casarse con una mujer que no le importaba, intocable como parte de una elite en un país que estaba aniquilando a la gente común y corriente que se le oponía y sin saber si la persona que realmente amaba podía estar muerto, temió que simplemente iba a volverse loco. O peor, que en algún momento de extrema desesperación, terminara cometiendo alguna locura… Y los días se le hicieron todos iguales mientras las horas transcurrían en alguna u otra cosa, evento social, carrera de caballos, almuerzo o juego de polo… Disociarse a momentos y responder las palabras de buena crianza se convirtieron en su estado por defecto, y lo más gracioso era que nadie se daba cuenta de absolutamente nada. 

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Era justo como cualquier otra mañana de neblina baja y tupida que se colaba entre los árboles de ese tremendo bosque. No había nada como una mañana de caza para reunir a las familias más importantes del país: Escopetas en la mano, ropa ridícula, sabuesos corriendo absolutamente excitados ante la expectativa de atrapar a su presa y vino. Kirishima lo odiaba desde temprana edad. Acercarse a su madre con lágrimas en su rostro tras ver a un pato siendo despedazado por uno de los sabuesos de casa, fue una de las primeras muestras de su naturaleza sensible.

         Había aprendido a fingir que no le dolía el estómago al escuchar el chillido de un animal siendo asesinado por un disparo o por un perro, y cuando lo servían luego, en la cena, respiraba profundo y se obligaba a tragar cada bocado, haciendo caso omiso de la bilis que le subía repulsivamente por la garganta. Jabalí, ciervo, codorniz, conejo, pato… Un animal cuya libertad era arrebatada violentamente por un pasatiempo cruel de hombres poderosos.

         Desde la última vez que había visto a Bakugou en el jardín de los cerezos, el clima había cambiado a pasos apresurados. Los rayos del sol se asomaban tenuemente entre medio de las nubes bajas, sin calentar y parecía que todo carecía de color… Tal vez se trataba de un reflejo de su propio estado de ánimo, aunque Kirishima era optimista en que algún día se acostumbraría. Seguramente no sería el primero ni el último en vivir así, renunciando a sus deseos y escondiéndolos en lo más profundo de su alma, hasta que se olvidaran.

         Ese día se excusó de ir a cazar con el resto bajo el pretexto de ayudar a las damas a armar las mesas para el picnic que harían luego, pues alguien tenía que hacer el trabajo pesado. Escuchar los disparos a lo lejos de igual forma le erizaba los pelos en la espalda, pero al menos no tenía que presenciar la brutalidad misma, salvo al momento en que regresaran trayendo sus presas muertas y colgando desde sus hombros, listas para ser desplumadas o descueradas para ser cocinadas por la noche.

         Aun después de todos los días que habían transcurrido desde el fatídico incidente del rey, hablar de lo que había pasado seguía siendo el único tema de conversación de todo el mundo, motivo por el cual el almuerzo estuvo teñido por la sombra de la tragedia y la muerte. Era el morbo lo que le gustaba tanto a todos y los llevaba a repetir las mismas palabras de tristeza y exclamaciones de horror por lo que había ocurrido, como si cada quien se hubiese aprendido tácticamente un libreto y supiera bien cuál era su personaje en esa conversación. Y aunque Kirishima se conformaba con asentir de tanto en tanto, también interpretando una perfecta actuación de la congoja que le provocaba todo, el señor Iida cometió un error imperdonable esa tarde.

         Una vez que terminó la sobremesa, cuando los hombres se separaron de las mujeres para fumar puros y hablar de política y economía, dejándolas a ellas con sus temas superficiales y menos importantes, el respetable padre de Tenya aportó un antecedente que no se había discutido antes sin tener idea de lo que provocaría en el de cabello rojo. Sin que ni siquiera él tuviera idea.

- Caballeros, ya que estamos en confianza para hablar las cosas, todo parece indicar que la muerte del rey va a ser próspera para nosotros – comentó el padre de Kirishima mientras encendía su habano -. Le dio la excusa perfecta al nuevo rey para usar mano dura contra los insurgentes.

- Escuché que ya no queda nada de Kamino – dijo el padre de Kaminari, reclinándose en su asiento con comodidad pese a encontrarse en la intemperie y lejos de los lujos de su hogar -. Supongo que Enji Todoroki no tenía lo necesario para proteger nuestros intereses. No tanto como la Liga de Villanos, al menos.

         Kirishima sintió su estómago retorcerse tras oír eso, sin tener idea del alcance de la destrucción del barrio de Kamino hasta ese momento. Ese tipo de noticias, las feas, no aparecían en el diario más allá de una columna pequeña en un rincón dando cuenta de los avances que estaban haciendo para asegurar la paz y la victoria absoluta que estaban consiguiendo sobre los terroristas. Hasta donde sabía todo podía ser un mero panfleto político, lleno de mentiras. Pero suponía que las personas que tenían frente a él, en contacto directo con los miembros de la monarquía, habrían escuchado algo concreto.

- Pero hay que reconocérselo a Todoroki. Debe ser difícil lidiar con tanta delincuencia cuando él mismo tiene a un hijo rebelde – añadió el señor Iida.

- ¿Shoto? – preguntaron varios al unísono. Él se enderezó sobre su silla para prestarle toda atención al hombre de cabello azul. ¿Qué quería decir? ¿Habían descubierto que Shoto se veía con Midoriya y lo había malinterpretado ese hecho como estar involucrado en la revolución?   

- Alguien lo advirtió de que su hijo estaba frecuentando a unos tipos de baja calaña – contestó con una expresión muy sentida, como si el hijo del general de la policía hubiera sido víctima de una enfermedad terrible -. Lo puse en contacto con un buen psiquiatra para que inicie un tratamiento con litio a la brevedad.

- Es una lástima pero, de tal palo, tal astilla.  

         Algunos negaron con la cabeza lamentando el triste destino del menor de los Todoroki, acreditándolo a la depresión que evidentemente afectaba a la familia de la ex esposa de Todoroki y se traspasaba a la siguiente generación pese a la estructura que intentaba darle el jefe de familia. Después de todo, entre la nobleza todavía se recordaba con claridad como Rei había sucumbido después de años de encierro y había terminado suicidándose por una debilidad que corría por sus venas desde mucho antes de que se casara con el policía, y sin importar cuánto había hecho Todoroki por ayudarla, ella siempre lo había rechazado, ensimismada en una melancolía sin sentido. Al menos, esa era la versión que sabían todos.

El de cabello rojo tenía claro que la verdad distaba mucho de la ‘versión oficial’. Aunque Shoto en ningún minuto le había contado su historia de vida a detalle, sabía que Enji Todoroki era un hombre despreciable, agresivo y violento. Había escuchado los comentarios que hacía su amigo sobre su propio padre y el odio que sentía hacia él, y la manera en la que lo responsabilizaba por haber empujado a su madre hasta el suicidio después de enfermarla de los nervios.   

- Lo va a mantener encerrado en la casa de campo hasta que recapacite. Tiene suerte de que no lo mandó a un loquero.

- ¿Igual que su madre? – preguntó Kirishima. Las palabras habían salido de su boca antes de que se diera cuenta, consecuencia de la indignación y preocupación que hacía vibrar su cuerpo.

Aunque había tardado en darse cuenta, Kirishima ya los conocía lo bastante bien para dudar de lo que estaba escuchando. Shoto jamás había dado señales de querer apoyar la revolución y sus únicos acercamientos con los tipos de baja calaña, como los había llamado el señor Tenya, se debía a su relación con Midoriya. Eso, el encierro y el tratamiento de Litio lo llevaba a pensar que Enji Todoroki había descubierto la verdad y había fingido esta historia para ocultar el escándalo y la vergüenza que le significaba tener a su hijo favorito enamorado de un tipo pobre. Una cucaracha, como le llamaba el hombre tan gustosamente cualquier otro día del año.

Pero encerrado entre cuatro paredes y siendo drogado contra su voluntad, el chico a quien Kirishima gustosa y orgullosamente llamaba su amigo, iba a terminar por enloquecer. Nadie en su sano juicio podía soportar tanto… ¿Debía intentar buscar a Midoriya y decírselo? O, a estas alturas, ¿hacer algo así solo empeoraría las cosas? Seguramente el chico de cabello verde ya estaba al tanto y no se iba a quedar indiferente ante la desaparición del hombre que amaba. Midoriya, a diferencia de él era valiente.

- Es como una plaga – replicó el señor Sero mientras se pasaba una mano por la frente -. Las mejores mentes de la generación de nuestros hijos han sucumbido al adoctrinamiento de esas sanguijuelas. ¡Es lo mismo que pasó con Hitoshi Shinso e Itsuka Kendo! El pobre Kendo estaba tan destrozado por haber tenido que entregar a su única hija al convento de la Piedad.

- Cuando me enteré que la señorita estaba frecuentando esos lugares llenos de drogadictos y prostitutas, no me quedó más opción que decírselo a Kendo.

- ¿Fuiste tú? – preguntó aturdido e impresionado. Aunque quería preguntarle cómo se había enterado de algo así en primer lugar, no tuvo que hacerlo porque Monoma soltó una carcajada.

- Lo siento por Tetsutetsu, pero si es capaz de meterse en ese hoyo quizás que otro tipo de cosas estaba dispuesta a hacer con los revolucionarios.

         Kirishima se puso de pie en un impulso con los puños apretados ante la insinuación. Sentía la cara roja hasta las orejas por la ira  y aunque su padre lo estaba mirando aprehensivamente ante el exabrupto, estaba demasiado furioso como para calmarse y ni siquiera la niebla baja y fría que escondía al grupo de hombres era capaz de bajar su temperatura. Había sido Monoma quien la había visto y le había ido con el cuento a su padre, a sabiendas de lo que iba a ocurrir. Lo que también significaba que el rubio lo había visto a él aquella noche en Lunch Rush, y probablemente se había encargado de contarle esa parte.

- No hables así de una dama – le advirtió apuntándolo con el dedo.

- Cálmate, Eijirou - le pidió el señor Kirishima con una sonrisa despreocupada -.  Si lo piensas de forma racional, tu amigo Tetsutetsu estará mejor sin ella. Lo pasará mal un par de días, pero después entenderá que ningún hombre puede tener pretensiones serias con una mujer así.

- Le arruinará la vida – apoyó el padre de Kaminari.

         Él nunca había tenido tantas ganas de gritar. El peso de la injusticia y la desesperación era demasiado, una cosa tras otra como un balde llenándose de agua por goteo que estaba a punto de rebalsarse. Era como lo había dicho Bakugou aquella tarde en esa habitación de madera demasiado calurosa como para pensar con la cabeza fría. Esa era la rabia.

- Fuimos demasiado indulgentes con ese maldito periódico de izquierda. Arruinó a nuestros niños sin que nos diéramos cuenta con su sarta de mentiras y veneno.

- Por suerte la fecha de su ejecución ya fue fijada para el próximo viernes – comunicó el señor Tenya.

- ¿Ejecución? – preguntó con un hilo de voz.

- Su panfleto ideologizado es la razón por la que todo esto está pasando – explicó como si fuera lo más obvio del mundo -. Fue declarado culpable de sedición.

         Sus ojos color carmesí se movieron con una precisión inmediata al rostro del señor Tenya, que exhaló el humo de su enorme cigarro absolutamente desligado del efecto que sus palabras acababan de provocar en el de cabello rojo. A ninguno de los hombres que estaban ahí le importaba la vida del resto… Tal vez ni siquiera a sus amigos cercanos, con los que había crecido, pero que también habían tenido que crecer en ese ambiente de mierda.

         Esta vez ya no estaba temblando como una hoja por enfrentarlos. Algo había cambiado.

         Era la rabia. Contrario a lo que le dijo Bakugou, sí podía sentirla y hacerla propia.   

- ¿Qué pasa, Eijirou? Te ves algo descompuesto – rio Monoma.

Ese era el móvil.

Al verlos, a los que estaban allí rodeándolos con sus habanos y sus vasos de whisky en la mano, todo parecía un espectáculo grotesco de títeres, de máscaras… Las mismas expresiones arrogantes y vacías, la falta de empatía, la crueldad y el desapego con las cosas que realmente importaban… ¿Cómo había podido ser tan estúpido al quedarse allí voluntariamente después de que había probado un poco de la libertad? ¿Cómo había sido capaz de resignarse a vivir entre gente así?

Esa era la causa.

- ¿Qué? – lo desafió el señor Kirishima tras notar que algo en la mirada de su hijo había cambiado.

- No me voy a casar. Comunícale a la familia Yaoyorozu mis excusas – dijo sonriéndole tan confiado como asustado, pero se sentía tan, tan bien -. Adiós, padre.

Así ocurría una rebelión.

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         Era una suerte que Tetsutetsu fuese su vecino, porque Kirishima estaba seguro de que hubiera perdido el impulso si es que hubiese tenido que ir más lejos. La empuñadura de sus manos estaba tan firme que nadie se hubiera podido dar cuenta de lo nervioso y abrumado que estaba por la situación. De cualquier manera ya no importaba, pues tras su salida, que se sentía triunfal, lo único que quedaba era hacerle honor a sus palabras y a su corazón.

El ama de llaves lo dejó pasar tras reconocerlo como alguien de confianza y le señaló que el joven Tetsutetsu se encontraba descansando en la galería, ahorrándole las explicaciones de su visita tan repentina. Cuando llegó hasta ahí, el joven hombre de cabello plateado estaba reclinado sobre un sofá de mimbre en la terraza, leyendo un libro sin demasiado interés en lo que parecía ser su momento de ocio. No fue de extrañeza que en cuanto lo vio caminando hacia él, hecho un bólido y sin haberse anunciado, se incorporó en su lugar con una expresión de sorpresa e intriga.

- ¿Eiji?

- Creo que puedes hacerlo – dijo decidido y acercándose a él como si estuviera poseído por algo que no tenía idea qué era.

- ¿De qué estás hablando?

- Rescatar a Kendo del convento y casarte con ella – dijo con tal seriedad que a Tetsutetsu ni siquiera se le pasó por la cabeza que estuviera bromeando -. Si eso quieres.

         Kirishima calló, como para detener cualquier otra cosa imprudente que pudiera seguir saliendo de su boca, pues con eso ya había sido suficiente y lo demás quedaba en manos de Tetsutetsu. Éste le sostuvo la mirada y sin agregar una palabra, se puso de pie, asintiendo con decisión pese al miedo notorio que se reflejaba en sus ojos cristalinos como gotas de champán. Parecía que había estado pensando en eso todo el tiempo y que las palabras del de cabello rojo, su amigo y una persona masculina en la que podía confiar, le habían dado el coraje que necesitaba para poner en marcha su plan.

- ¿Serías mi testigo y mi padrino de bodas? Aun… Aun si significa el repudio de la sociedad.

- Por supuesto – dijo con una sonrisa amplia. De pronto la idea de entrar al club de los repudiados le parecía el mejor destino posible en vez de provocarle el mismo temor que antes. Era tan ridículo, ¿por qué se había demorado tanto en entender esto?

- Entonces necesito que me hagas un favor. – Su amigo palpó todos sus bolsillos buscando algo hasta que sacó un bolígrafo y una libreta de mano desde el bolsillo interior de su chaqueta. Tras escribir algo y arrancar la página de la libreta, se la entregó doblada a Kirishima y le dio un apretón en el hombro, como agradecimiento -. Nos vemos.  

         Así fue como a la hora del atardecer, Tetsutetsu dejó de ser un caballero en la forma que se esperaba, saltó el muro que separaba los jardines del convento del resto de la civilización, destrozó de un piedrazo el vidrio de un enorme vitral colorido que adornaba la capilla principal y aprovechó la distracción para rescatar a la oveja negra de ojos esmeraldas de la que estaba perdidamente enamorado. Subieron a un caballo y cabalgaron hasta perderse en el horizonte.  

 

         La misión que le había dado Tetsutetsu consistía en ir a buscar a quien sería la dama de honor y testigo de Itsuka Kendo para el matrimonio, la única persona en la que el de cabello plateado confiaba lo suficiente para tal tarea y que sabía que estaría a la altura de los estándares de la chica, si es que ella aceptaba casarse con él en primer lugar. Se trataba de Uraraka Ochaco, la mujer que atendía la barra en Lunch Rush antes de que se quemara y que, al igual que Kendo, era una de las principales precursoras del movimiento feminista y sufragista en Musutafú.

         En el papel se veía mucho más sencillo de lo que era realmente porque no tenía idea en dónde se podía encontrar Uraraka (o cara redonda, como la llamaba Bakugou…) y el único lugar en donde podía empezar a buscar era Kamino, que estaba prácticamente sitiado. Para hacer las cosas aún más difíciles, si todo salía bien con el rescate de Tetsutetsu, Kirishima y Uraraka tenían tan solo tres horas para llegar al punto de encuentro. Una capilla en las afueras de la ciudad que les serviría como escenario para concretar la boda de manera íntima justo antes de partir a quien sabe dónde, pero lejos de todo.

         Entonces se le ocurrió una idea.

- ¡KIRISHIMA! – El joven alto, fornido y calvo hizo una exagerada reverencia cuando lo vio parado frente a su puerta - ¡Pasa!

         Tenía que reconocer que era prácticamente inútil por sí solo después de tantos años de ser servido y asistido en todo lo que daba por sentado, y sin la guía de Todoroki se le había hecho aún más difícil improvisar, cuando recordó que había otro enlace entre la clase alta y la gente a la que necesitaba encontrar: Inasa Yoarashi lo hizo pasar a su townhouse con una sonrisa en el rostro.

- ¿Qué te trae por aquí?

- Inasa, necesito tu ayuda.

         Sin perder tiempo, dado lo precario y apremiante de la situación, Kirishima le contó absolutamente todo. La situación en la que se encontraba Todoroki y su relación con Midoriya, lo que había pasado con Kendo, el plan de Tetsutetsu para liberarla y la eventual boda en las afueras, sus sentimientos hacia Bakugou y la renuncia absoluta que acababa de hacer a su familia y a su futuro… Y la condena de muerte que pesaba sobre Aizawa y se concretaría en solo tres días.

         De tanto en tanto el hombre sacudió su cabeza como un perrito, confundido por la avalancha de información y la falta de tiempo para procesarlo. Sin embargo, nada le llamaba particularmente la atención pues, ya estaba acostumbrado a ese tipo de cosas y sabía cómo funcionaba ese mundo. Eso no obstaba a que se sintiera igualmente horrorizado, si bien ser optimista era parte fundamental de su carácter.

- Midoriya se está quedando en casa de Toshinori Yagui – comunicó -. Bakugou se quiso quedar atrás, en Kamino, pese a que intentamos convencerlo de lo contrario. ¡Yo mismo le ofrecí mi casa! Pero dijo que prefería morir en Kamino antes que deberle un favor a un calvo de mierda como yo. Por suerte para ti, sé en dónde está Uraraka. ¡Vamos, te llevaré con ella!

Un problema a la vez, pensó Kirishima, sin tener idea de lo que estaba haciendo.

Primero, la boda. Luego, todo lo demás.

Notes:

¿Quién puso la bomba en el tren? No tengo idea, pero Luigi Mangione vibes.

TBH este capítulo también está absolutamente inspirado en la dictadura de Pinochet, y la parte final en el rescate del poeta Vicente García Huidobro a la poeta Teresa Wills Montt del convento de la Preciosa Sangre en 1916.

PROX CAPÍTULO: POV Kamino y la represión. Además, ¿Kirishima y Bakugou se encuentran? ¿Y QUÉ PASARÁ CON TODOROKI Y AIZAWA?

Notes:

¡Gracias por leer!

Twitter: bakuguito13