Chapter Text
Gai todavía tiene la delicadeza de intentarlo.
Lo ha hecho por años, en cada cumpleaños, incluso ahora, que se mueve en una silla de ruedas y parece que ya no hace falta en absoluto, él lo hará.
Kakashi quiere reírse con genuina ternura al respecto. Somos viejos, quiere decirle, y lo sé, pero no se atreve a romper su dulce intención.
Así que Kakashi pretende que no se da cuenta como lo ha hecho desde que cumplió los veintitrés. Él finge que no ha notado los globos y las serpentinas en el cajón de la cocina, que no vio a Shizune comprar el pastel y que no ha encontrado el regalo de Gai que está escondido en el ropero de su habitación.
Han pasado más de veinticinco años desde la primera vez que Gai planeó su primera fiesta sorpresa y desde entonces Gai se desgasta desde un mes antes planeándolo todo.
La primera vez fue una sorpresa real. Él fue arrastrado por Gai a su pequeña casa en las afueras de la aldea y todos sus compañeros de la academia estaban ahí para celebrarlo, tan repentino que no pudo escapar.
Fue el primer cumpleaños sin su padre. Gai puso el pastel al centro, Obito cantó muy alto y Rin adornó toda la habitación con flores.
Fue la primera vez que sonrió desde que Sakumo se fue.
Y había esperado que Gai se rindiera en algún momento después de ese año, aún más después de que su equipo se fue y él se quedó furioso y triste en su departamento, alejando constantemente a Gai.
Por supuesto, Gai no se rindió, y cada año tocó la puerta de Kakashi a la misma hora y con la misma fuerza.
La gente, sin embargo, cambió discretamente a su alrededor.
Hubo años donde fueron muchos, otros donde eran tan pocos que se sintió miserable. Días en los que al reunirse frente al pastel tenía que contar cuantos habían muerto desde una fecha a otra hasta que el número igualó la pequeña flama de las velas.
Rin, Obito, Minato, Hayate, Asuma... rostros desapareciendo hasta que se preguntó en qué momento simplemente entraría un día en su cumpleaños y estaría completamente solo otra vez.
Pero habían permanecido juntos, casi desde el principio, creciendo, retándose, alentándose, desafiándose, hasta que su vida se volvió una carrera donde se empujaban mutuamente al frente, solo mejorando con el tiempo, para el otro y para sí mismos. Él sabía bien que si no hubiera sido por Gai nunca hubiera llegado tan lejos.
Así que sonríe y aparta los ojos cuando Gai empuja un trozo de papel brillante debajo de la mesa. Está bien así. Es mejor así. Siempre ha sido así.
Niega un poco con los recuerdos vagos de su necedad y resentimiento. Veces donde escapó a un bar hasta enfermarse, hasta que terminaba tirado en algún lado y Gai aparecía para llevárselo.
Él se rió en su cara, con su aliento borracho, totalmente fuera de sí mismo mientras Gai lidiaba con él en un brazo. Había estado tan preocupado por él que Kakashi sintió culpa y vergüenza por mucho tiempo, e incluso entonces Gai todavía lo cuidó y llevó pastel.
"¿Cuántos vinieron esta vez?" Su pregunta fue cruel, chocó contra las paredes de su habitación oscura y Gai arrugó la frente, porque se suponía que la fiesta era una sorpresa para Kakashi, porque se suponía que debieron haber estado festejando en su departamento su cumpleaños número veintidós y no que Kakashi solo escapara a ponerse borracho y lamentarse en un bar.
"Yo estoy aquí" Dijo Gai y él negó, porque entonces sus palabras no tenían sentido.
Levanta la mirada cuando Gai se mueve en la habitación y sus neumáticos hacen vibrar suavemente el piso de madera.
— ¿Crees que podrías salir temprano hoy? — la pregunta de Gai le provoca un cosquilleo, porque él ya ha cancelado todo en la oficina Hokage para poder estar con él.
— Supongo que podría — guiña un ojo, el de la cicatriz, y ríe bajito cuando los ojos de Gai brillan en una noble emoción.
Se acerca a la mesa cuando el plato humea y Gai aproxima los palillos. Como cada lunes por la mañana, tocaba comer en el departamento de Gai.
Sacude un poco la cabeza para concentrarse mientras se baja la máscara, porque una parte de él quería preguntar si el pastel era de vainilla, o si hacía falta algo porque saldría al parque a perder el tiempo un rato mientras Gai preparaba todo y quizá podría llevar las cosas que necesitara. Tal vez así Gai no tendría que lidiar con compras apresuradas temprano, considerando que cada vez parecía un poco más difícil arrastrar la silla de ruedas por ahí.
No fue hace mucho tiempo que había estado gruñendo con la amabilidad de Gai. Había estado llorando toda su vida como un condenado, odiándose, lamentándose y castigándose porque pensó que se lo merecía.
Por supuesto, esa tristeza no era realmente una excusa para lo mal que trató a todos, aunque fue especialmente cruel con Gai, lo fue por su manera de ser, por la manera en la que intentó empujarlo al frente en algún lugar que él temía.
Pero ese hombre se mantuvo con él. Fue lo único constante, la única cosa que no había cambiado con los años, el único que no había parecido molesto por cómo era, que cada año intentaba hacerlo reír porque Gai había dicho que Kakashi necesitaba eso, y que él ansiaba honestamente darle un momento especial. Dijo que su nacimiento era algo especial.
Ahora es un rollo muy largo de fotografías mentales del rostro de Gai delante de los pasteles brillantes y el charco anaranjado de las velas.
Si era honesto, ahora no podía imaginarse un cumpleaños sin él. Sin ese confeti, sin el pastel y los globos, sin su nerviosismo desde días antes que lo volvía tan obvio y lo hacía sonreír.
Kakashi estaba feliz de que Gai no se hubiera rendido. Con la fiesta, con la sorpresa, con él.
En realidad, por muchos años había tenido miedo que un día esas reuniones solo se volvieran heridas. Que miraría atrás y pensaría que Gai fue injusto. Que lo hizo acordarse de su cumpleaños y esperarlo con ansias solo para que en algún momento muriera y lo abandonara con una fecha vacía en el calendario que odiaría y que quizá esta vez no podría seguir.
Gai había estado colgando en un hilo todo ese tiempo que Kakashi estuvo seguro de que se rompería, y tuvo mucho miedo de relajarse y disfrutar.
No sólo el cumpleaños, sino cada día, porque cada día era un día que podría volverse algo que no hubiera querido tener que perder.
Era lindo imaginar eso. Tener a alguien a quien amar que te amara también. Una idea que no se había permitido, que había considerado bastante tarde porque el mundo en el que nacieron no estaba listo para ellos. Para ninguno de ellos.
Estaban esperando entonces un mundo donde pudieran estar juntos. Un mundo que no creyó real porque el mundo real te quitaba todo lo que tenías. Porque era injusto. Y también era cruel.
En un momento había parecido que la mejor opción era renunciar a soñar. Pero trabajar en cambiar el mundo es lo que había dado resultados. Habían peleado por el mundo que tenían ahora, y después de tanto tiempo quizá por primera vez parecía que no tenían que seguir corriendo a otro lugar.
— Kakashi — la voz de Gai es alta, los años no le han quitado nada, y él ladea el rostro suavemente para escuchar el timbre melodioso de su voz — He estado pensando en lo mucho que hemos crecido.
Las manos de Gai bajan, y sus largos dedos pican la mesa con el tono veloz de un colibrí.
— Me hace feliz que estemos aquí y ahora — Kakashi asiente. Él sabe que los cumpleaños ponen sensible a Gai, porque ninguno de los dos se había imaginado que llegarían al ahora. Han vivido por lo menos veinte años más de los que pensó, o de los que entonces deseó.
— Y estoy feliz del hombre maduro y sabio en el que te has convertido — Gai está bordeando las lágrimas, y Kakashi se ríe para intentar relajarlo, porque en ese momento cualquier discurso de Gai podría hacerlo llorar también.
— ¿Me estás diciendo viejo? — Kakashi ríe y Gai niega, totalmente rojo y ofuscado, porque todavía era esa pequeña bola blanda fácil de provocar.
Es verdad que treinta y seis no era viejo, pero eran ninjas, y tenía por lo menos diez años más de lo que tenía su padre cuando se fue. Aun así, estaba feliz de poder envejecer. Le gustaba. Era algo relajante y lo llenaba de tranquilidad.
— ¡Lo que quiero decir es que estoy feliz porque finalmente hayas visto la valiosa persona que eres en verdad! — las palabras de Gai son rápidas, tan nobles como divertidas.
Kakashi asiente. Se ha estado permitiendo reír abiertamente desde hace un buen puñado de años. Todavía está lidiando con algunas viejas culpas, pero a veces la propia sonrisa de Gai funciona como un interruptor.
El sentimiento que lo ha invadido otras veces viene a su boca con esa declaración, con la forma en la que Gai ha estado paseándose a su alrededor intentando convencer a Kakashi de que era algo más allá de lo que él mismo creía que era.
Fue el único que dijo que era noble y bueno, pensó que mentía pero probablemente solo pudo ver más de lo que él sabía sobre sí mismo. Se pregunta durante cuántos años de todos estos Gai lo amó.
Probablemente, todos ellos.
— Ahora que eres el Hokage todos pueden ver lo importante y noble que eres — talla sus ojos con su antebrazo, y Kakashi se pregunta si se está dando cuenta de que está mojando con sus lágrimas su comida.
— Gracias por haber creído en que lo era — apenas escucha sus propias palabras, pero en ese momento también quería permitirse hablar.
Había sido arrogante y estúpido, se sintió grande cuando no lo era. Fue una persona horrible, cruel, lo suficientemente necio y repugnante para no darse cuenta de que los estaba lastimando a todos y era mala persona, y estaba agradecido de que Gai no se hubiera dado cuenta de eso durante tanto tiempo.
Entonces pensó que Gai fue ingenuo, porque era lo suficientemente inocente para no darse cuenta que no debería quererlo porque sería lo peor que le hubiera pasado en la vida. Y Kakashi se resentía a sí mismo porque Gai era lo mejor que le hubiera pasado a él en la vida. Y quizá entonces realmente no lo merecía.
Con el tiempo, eso cambió, aunque por años no pudo buscar la redención porque no sentía que la merecía, y tampoco pudo detenerse a pensar en desear haber nacido en otro mundo mejor donde se le permitieran respirar y conocerse detenidamente.
Y ahora que lo tenía...
— Kakashi — las manos de Gai vuelven a raspar la mesa, y luego sus ojos están buscando algo en su propia mirada con un suave toque de emoción — ¿Qué quieres para tu cumpleaños?
Kakashi vuelve a reír, porque sabe bien que Gai ya tiene su regalo y también sabe que solo lo dice como un recordatorio porque Kakashi frecuentemente dijo que olvidaba qué día era, porque a veces parecía más fácil alejarse y mentir.
Por unos momentos Kakashi hace amago de encogerse de hombros. Nunca había importado demasiado lo que Gai le ha dado. Lo apreciaría. Lo que fuera, lo querría, porque era algo especial que le estaba dando a él.
Pero entonces balancea las manos y lo considera. La presión en su pecho se hace grande, la ha llevado por años, siempre como un punto al que debía temer pero constantemente metía las manos porque era cálido. Hay una pequeña voz en algún lado de su cabeza que todavía espera un final infeliz para una historia que ha estado llena de sangre, porque quizá era así como debían terminar todas las tragedias.
Pero mira atrás, y luego, repentinamente mira al frente con atención, y delante de él hay un camino, lo hace tratar de adivinar qué cosa podría intentar hacer Gai el año que sigue, o el que sigue a ese, y ¿por qué no? Todos los años que le sigan a ese hasta que ninguno de los dos pueda moverse más que con un bastón y una enfermera que los empuje al frente.
Se toma un momento para reír ante sus propias bromas internas, del imaginar y saber que Gai obligaría a toda la aldea a seguir escondiendo el pastel de cumpleaños de Kakashi cuando cumpla cien años incluso si ya ninguno de los dos sea lo suficientemente joven para seguir comiendo azúcar.
Y de pronto, él lo entiende con esa idea.
Quiere eso.
Realmente quiere eso.
Mira un momento a Gai, a través del tiempo, sobre el pequeño brillo de su corte de cabello perfectamente peinado y su voz cantando la misma canción de cumpleaños. Ahora hubiera querido una grabación de todo eso, desde que fue el acento agudo de un adolescente chillón hasta la grave nota que hacía retumbar las paredes.
Se da cuenta de que siempre se ha tratado de un día donde Gai le recuerda que ahí está, y donde está Gai es donde Kakashi también quiere estar.
— En realidad, si quiero un regalo especial, Gai — los ojos de Gai se iluminan de inmediato.
Es como un niño ansioso en ese sentido, y parece dispuesto a saltar con la orden de Kakashi, porque sin duda se iba a tomar todo tan en serio como la misión del rango más importante, capaz de ir en ese instante a la aldea vecina o al otro lado del mundo con tal de conseguir lo que Kakashi pudiera pedirle.
— En realidad es algo sencillo, así que relájate un poco, Gai — dice, porque ya puede ver la tensión en sus hombros y casi teme porque pueda abandonar la silla de ruedas en ese instante y saltar a ponerse su uniforme jounin — O al menos algo con lo que no tendrías que salir corriendo... eso espero.
Gai baja suavemente los hombros, mirando fijamente a Kakashi mientras se levanta de su asiento y camina hacia él.
Se detiene cuando sus pies rozan las llantas de la silla de Gai. El rebote del neumático le recuerda a Kakashi al sonido de las hojas rompiéndose, porque últimamente habían estado saliendo a dar paseos al parque y casi se ve tentado a decirle que vayan ahora, solo para poder cambiar un poco de aire, o despejar incluso las ideas.
Pero no, él quiere eso ahora donde están. Y si pedirlo significaba de alguna manera ser atropellado por Gai en ese instante dentro de su departamento, entonces ya sabía de qué quería morir.
Sus manos dudan un poco antes de tomar los reposabrazos de Gai, y luego coloca una rodilla en el suelo para estar más a su altura. De reojo mira una silla a su lado en la mesa. Bueno, era un poco tarde para intentar ser más natural, así que solo mira Gai.
Hay una chispa oscura en sus ojos, ha aprendido a leer ese fuego negro en el espacio de sus pestañas. Está esperando un desafío, se está preparando como si Kakashi pudiera pedirle ahora mismo una competencia a ir a escalar los rostros de los Hokages y esa intensidad de nuevo lo hace reír.
Casi se siente tentado a pedirle un desafío por el bien de su rivalidad. Quizá podría decirlo a mitad de un piedra, papel y tijera, o cuando ambos tuvieran la boca llena de sushi, pero ahora no quería realmente eso.
Quería ser egoísta y tomar ese regalo, quitárselo a la vida, a la desgracia, arrebatarlo de un lugar que no merecía.
Ese era un regalo para él.
Sus dedos bailaron sobre su cuello, en la tela de su máscara, como si pudiera arrepentirse a la mitad y subirla sobre su nariz, pero él solo raspa sus dedos y suelta la tela adentro de su camisa.
— ¿Qué es lo que deseas, rival? — Gai habla alto, peligrosamente cerca de sus oídos, pero para esas alturas de una vida a su lado ese tono de secretismo a gritos es como un ronroneo para él.
— Gai — Kakashi mira la pequeña convulsión en sus ojos, y él sabe que para ese momento Gai todavía está pensando que se trata de un sabor especial de pastel o un libro de pasta dura de colección, como deseó por muchos años, a menudo.
Baja más la cabeza, y siente el pequeño bucle en su pecho haciéndose grande, con los recuerdos, las velas y el pastel. Se pregunta si podría ponerle un moño rojo sobre su corte de cuenco para hacerlo más divertido.
Tal vez lo haga después, si sale bien.
— Lo que quiero, es a ti, Gai.
Kakashi aprieta los labios en una línea, y sus dedos sostienen el metal de la silla de ruedas con algo de duda, esperando una gran reacción o una risa, quizá incluso un grito, pero Gai no reacciona de manera exagerada, lo que hace que Kakashi sienta una especie preocupación.
En lugar de una sonrisa brillante o una inundación de lágrimas, Gai solo se le da un gesto suave de ternura, poniendo una mano sobre la suya, que se siente grande y cálida en comparación con el frío del metal.
— Siempre me has tenido, Kakashi, de la forma en la que has querido — sus dedos aprietan su mano fuertemente, y lo hace sentir como si hubiera estado esperando por más de treinta años a escuchar eso. Que alguien le dijera que estaba bien quererlo.
Kakashi roza su mejilla con la punta de los dedos, y su mano se desliza por su cabello hasta su nuca, casi distrayéndose por la suavidad.
Gai solo se mantiene quieto y lo mira, no a sus labios, ni tampoco al gesto avergonzado de su rostro o la pasión. Él mira a través de sus ojos, como siempre lo ha hecho, a su alma, o intento de alma, esa cosa desecha en la que Gai siempre creyó.
Y finalmente, luego de lo que parece una eternidad, él besa a Gai.
Son unos largos segundos, la adrenalina y la tensión llenándolo todo antes de encontrar un suave ritmo, fuerte y sincronizado, competitivo. Es justo como se lo había imaginado.
Gai se separa un poco y busca distancia para mirarlo a la cara, a sus dos ojos, y se fascina con el color de su piel, de la forma en la sus mejillas se veían brillantes y sonrojadas.
— ¿Sabes? Me referí al regalo completo — Kakashi susurra con picardía, sumiendo su dedo en la tela ajustada de Gai.
Gai levanta sus cejas gruesas en sorpresa, solo un segundo antes de reír y juguetear con su sonrisa hasta que parece algo cercano a la provocación.
— ¿Quieres abrir el regalo entonces? — Gai sacude su propio cuerpo, y Kakashi no puede evitar reír en un tono alto y casual.
Ah, necesitaba ese listón ahora, porque tenía algo especial que quería desenvolver.
— Mmm... me gustaría — Kakashi vuelve a besarlo, con sus manos apresurándose para quitar la ropa de Gai.
Kakashi piensa entonces que ese es el mejor regalo de cumpleaños que le han dado. Un regalo que le había dado alguna bondadosa deidad en las alturas, o quizá solo había sido una noble casualidad. O esfuerzo. Compromiso, dedicación o la juventud alocada de Gai.
Casi sintió miedo de lo cerca que había estado de no tener esto nunca, y estuvo seguro que ahora nunca lo dejaría escapar.
Por supuesto, Kakashi no se sintió culpable cuando ese día llegaron tarde a su propia fiesta, había valido la pena considerando que se habían estado amando por horas en su habitación.
Había sido un gran, gran regalo.
Le encantó.