Chapter 1: Ruinas de magia
Summary:
Harriett, Ron y Hermione necesitan averiguar donde están, y a que se enfrentan, para poder encontrar un camino de regreso a casa.
Un lugar donde la magia es un recuerdo de miedo y un dragón recuerda lo que es la gratitud.
Las aventuras apenas comienzan.Asco de resumen. Lo siento.
Chapter Text
“Cuando los vientos que desgarra los mundos gimen entre ruinas,
tres sombras entrelazadas surgirán del polvo de los siglos.
La primera sostuvo la mirada donde la muerte acecha,
la segunda habló cuando los silencios devoraban el mundo,
la tercera sangró para unir lo que el tiempo desgarró.
Bajo cielos rotos y sin estrellas, despertarán
donde cenizas y llamas se confunden,
y los dragones yacen en sueños que huelen a olvido y peligro.
No llegarán con estandartes ni coronas,
sino como fragmentos de lo que la memoria olvidó.
La magia antigua abrirá los ojos a su paso,
y con ellos, el destino volverá a palpitar,
ardiendo entre gloria y ruina.
Tres serán uno,
y su unión hará temblar los cimientos del mundo.”
(—Fragmento atribuido a Daenys la Soñadora, obtenido de Señales y Portentos)
Harriett I
Harriett no podía recordar la última vez que había deseado tener una vida normal. Cuando creyó que por fin estaba al alcance de su mano… tenía que pasar algo como esto. El destino estaba empeñado en recordarle que la vida no había nacido para la calma
—Aquí está el té que la ama pidió —Kreacher venía con el ceño fruncido mientras se colocaba a un lado de la pelinegra y miraba por la ventana las ruinas que hacían un contraste con las calles de Londres que antes había.
—Gracias Kreacher, lo necesitaba —musitó mientras daba un sorbo; el calor se extendió por su cuerpo en un suave arrulló. Cuando escucho ruido en el vestíbulo, se alejo de la ventana. Tenían que encontrar respuestas y esperaba que fueran favorecedoras. —Kreacher, estas a cargo de proteger a Teddy y Victoire de cualquier peligro. Confió en ti.
—Kreacher no dejara que los pequeños ruidosos de la ama corran ningún peligro. —su voz era segura y firme, aun cuando el ceño siempre estaba en su cara. Harriett sabía que, aunque repitiera, cada vez que los veía, que eran una molestia, Kreacher siempre se quedaba cerca de ellos.
La pelinegra asintió mientras emprendía su camino.
En el vestíbulo se encontraban sus amigos. Hermione tenía el maldito libro que había ocasionado esto, pero hasta ahora no había podido descifrar nada de el. Ron, en cambio, miraba con las cejas fruncidas y los brazos cruzados el encuadernado, después de todo él le había advertido sobre los peligros.
Ron se endereza al notar a su amiga y le ofrece una sonrisa algo torpe para romper el silencio. Hermione abandono el libro en una mesa y observa a Harriett con esa mezcla de compasión y miedo que esta reservada para lideres que siempre tienen que sufrir con la carga.
Harriett amaba que estuvieran con ella. Aunque hubiera preferido no tener más aventuras, las toleraría siempre y cuando ellos la acompañaran, eran una extensión de ella. Su familia.
Solo al salir de la casa se dieron cuenta de las notables diferencias. El aire se sentía horrible, lleno de humo y ceniza como si estuvieran en un lugar pasado por fuego, un lugar donde todo había muerto.
—Jamás había creído que el cielo pudiese ser rojo, esto no puede ser bueno. Ni siquiera es de día, o al menos eso espero —Ron miraba a su alrededor con aprehensión, y no es como si se pudiese culpar. Parecía el inicio de una escena de terror.
Hermione murmuro un Lumus, pero la luz característica apenas y lograba alumbrar. Como si le costara encontrar potencia.
—Ni yo, Kreacher tenía razón con respecto a la magia. Este lugar parece fragmentado, y no creo que solo sea porque son ruinas, algo paso aquí y, por primera vez, no estoy segura de querer saber.
Harriett se mantuvo en silencio mientras continuaba caminando delante de ellos. La ceniza se pegaba a las botas como si quisiera arrastrarlos con ella, que se fundieran en la destrucción que allí abundaba. Ella también estaba preocupada por el medio ambiente del lugar y lo que eso podría implicar para su magia, pero no sabía que decir. Sabia que no era su culpa, después de todo a nadie se le ocurría algo tan espantoso como teletransportarse junto a sus amigos y su ahijado a una tierra que pudiese estar maldita, pero el hecho de que hubiera ocurrido en Halloween, y viendo sus antecedentes, parecía que podía girar en torno a ella.
Llegaron a una de las primeras ruinas que podían ver, las que estaban más cerca. Había torres rotas, agrietadas y ennegrecidas. Caminaron con cuidado sin saber que esperar. El lugar parecía un anfiteatro.
—Una vez me planteé ir al Partenón. No sé, tal vez pensé que podría ser una excursión un tanto entretenida, pero ahora… —Harriett musitó intentando que fuera algo trivial, como si estuvieran haciendo una exploración por diversión y no para saber dónde demonios estaban.
—Hubiera sido increíble. La historia que podríamos encontrar en Grecia. Tal vez cuando volvamos podemos irnos de vacaciones. No las merecemos. — Hermione se emocionó ante la expectativa, aunque se podía ver que la alegría era tensa y hasta falsa.
Ron, mientras tanto se había quedado atrás y había caminado hacía una piedra que, en un momento, pudo ser una mesa o un altar.
—Esto esta mal escrito — murmuró con voz trémula, mientras retiraba las cenizas y ramas que ocultaban las letras.
Hermione y Harriett se detuvieron en seco y se volvieron hacia el pelirrojo. La castaña se adelanto con la curiosidad desbordándose de ella.
—¿Qué? ¿En dónde? ¿Cómo? — de haber sido posible habría brincado como si sobrevolara para llegar hacía la roca.
Por primera vez, desde que terminaron allí, la sombra de una sonrisa apareció en los rostros de Harriett y Ron, una sonrisa de diversión y no de compasión. Era como si hubieran regresado a Hogwarts, donde todo estaba bajo control, y solo tenían que estar preocupados por los exámenes.
—Bueno, no mal, simplemente distinto. Miren: “drakonis sanguis valar” … esto no es latín, pero casi. Tal vez signifique “la sangre del dragón gobierna” o algo parecido. Se siente diferente, como si… —no pudo expresarlo con palabras, pero su rostro reflejaba el pesar que sentía al estar leyendo algo que no terminaba por comprender.
—Jamás entendí como pueden traducir tan rápido. — musitó Harriett con una sonrisa. Siempre había admirado la capacidad de Hermione para aprender y de Ron para entender. Se complementaban. Eso le gustaba.
—Es como… cuando oyes una palabra de otro idioma, tal vez no entiendas lo que dice, pero sabes lo que quiere trasmitir. Lo sientes no lo piensas.
—Aun así, esto parece latín, pero las declinaciones están distorsionadas. Es como si fuera algo antiguo, como si el latín hubiera evolucionado por si mismo y esto… no sé, parece algo primitivo, casi arcaico.
—¿Entonces, podríamos decir que es una lengua muerta? —Harriett se inclinó para también ver las palabras. Sabía que había lenguas que habían desaparecido, en el mundo muggle muy pocas personas podrían entender el latín, sino fuera porque en Hogwarts se enseña estaría casi extinta.
—No sé si muerta, dormida es un término que me gusta más— dijo Ron mientras se alejaba de allí ante un brillo que apareció lejos en una de las columnas caídas. Harriett lo siguió, dejando a Hermione intentar entender las palabras que rodeaban la roca.
—¿Qué habrá ocurrido aquí? Pareciera un tipo Pompeya, pero más maligna — la pelinegra estaba caminando como si pateara rocas invisibles.
La varita de los dos y, también la de Hermione, siempre estaba alerta, preparada para usarse ante cualquier imprevisto que se les pudiera presentar, aunque una parte de ella pensaba que era innecesario, ¿qué cosa sería capaz de sobrevivir a este tipo de desolación?
—No sé, pero… ¡mira! Parece una espada. — el pelirrojo estaba de cuclillas frente a un montón de piedra, perteneciente a una torre, solo se veía un pomo, tal vez ni siquiera era útil, pero... — Wingardium leviosa.
Un hechizo que habían dominado desde los once años, uno que simplemente levitaba cosas… Harriett y Ron se quedaron con la boca abierta cuando las piedras salieron volando y se perdieron en la lejanía, tal vez en otro lugar con ruinas, como si hubieran sido expulsadas con la fuerza de un gigante.
Hermione se acercó fascinada y curiosa.
—Eso no fue un simple hechizo de levitación.
—No, no lo fue —respondió sin dejar de mirar el cielo como si aun pudiera ver la dirección que tomaron— Parecía, casi, una respuesta.
Suspiro. Luego Harriett, con un ligero temblor, habló en voz alta:
—Aun hay magia en este lugar, simplemente que no sé si hablemos el idioma que la vio nacer.
Ron suspiró mientras checaba las baratijas que había encontrado.
—Entonces será mejor que aprendamos en que nos estamos metiendo.
El silencio que siguió fue casi un alivio, pero, como todo, no duro.
Un sonido profundo recorrió los cimientos, un gruñido como si la tierra misma rezongara. Las paredes temblaron por la intensidad del ruido, y la poca vegetación que había se movió como si estuviera dando una advertencia.
No necesitaron decir palabras. Tantos años de amistad y pasar por una guerra juntos los había hecho una sola persona en lo que se refería con entender lo que debían hacer. Se pusieron de espaldas para no dejar ningún punto ciego. La espera fue lo más frustrante.
De pronto, un crujido, y algo se movió entre las sombras. No ayudaba el hecho de que todo fuera tierra desconocida.
Lo primero que apareció, fueron ojos. Demasiados y brillando.
Luego, garras que se incrustaban en las piedras, junto con pieles que parecían escamas de dragón, pero no lo eran, cuerpos deformes por la ruina y el fuego.
—Por la barba de merlín… — el murmulló de Ron se escucho sobre el ruido. Ni Hermione ni Harriett necesitaban preguntar, sino lo hubiera dicho él lo habrían murmurado ellas.
Las criaturas, avanzaron con furia que apenas podía ser contenida. Su respiración era humo, su olor azufre.
—¡Incendio! ¡Reducto! — fue un grito comunal. Pero criaturas que habían sobrevivido a la potencia de lo que había destruido esto, estos hechizos eran como una salpicadura de agua.
Cambiaron de tácticas y lanzaron un depulso, pero mientras las criaturas eran arrojadas hacia atrás no era como si no pudieran volver a acercarse.
—Tenemos que salir de aquí! —gritó Hermione. Ron la sujetó del brazo.
—¡No! ¡Si salimos, los atraemos!
Harriett entrecerraba los ojos sin dejar de lanzar lejos a las criaturas.
—Somos nosotros. Este lugar recuerda. Recuerda la magia y nos confunde con quienes lo destruyeron.
Cuando creían que simplemente iban a ser sobrepasados, lo oyeron.
Un rugido. Uno que era conocido, pero no sabían si era algo bueno.
El batir de las alas quebró el aire con la potencia.
El fuego inundo el lugar.
Las criaturas habían sido destruidas por una criatura más grande, más gloriosa.
El dragón.
El trio aun lo recordaba encadenado en las profundidades de Gringotts, cuando lo liberaron.
Ahora era diferente. Libre.
^Los encontré.^ El siseo saco un suspiro de alivio en Harriett. Jamás había creído que sería feliz por mantener la lengua pársel como un don de ella, más sabiendo como lo había obtenido. Pero en esta ocasión era casi un milagro. Al menos no estaban en peligro.
Hermione apenas susurró:
—¿Nos esta… protegiendo?
—Nos encontró. —fue el murmulló de Ron mientras miraba sorprendido al dragón. Harriett sabía que él sabía algunas palabras. Batallaba para pronunciarlas, pero las entendía.
El dragón desplego las alas, antes de que los ojos se fijaran en ellos. Bajo la cabeza, no de sumisión sino como agradecimiento.
—Le dimos libertad una vez… nos esta devolviendo el favor. Gracias. — siseó Harriett de regreso, se sentía aliviada. El dragón los reconocía como un juramento antiguo de favor, un bello contraste con el juramento de muerte que asolaba este lugar.
Chapter 2: Tratando de juntar su vida
Summary:
Resumen de los 3 años que han pasado en las ruinas. Altibajos, emociones, preocupaciones.
Cuando piensan que están encontrando equilibrio, llega el caos.
Notes:
Voy a jugar con la idea de que el pársel puede ser enseñado, tomando en cuenta la manera en la que Ron logra entrar a la camara cuando van por los colmillos de basilisco para destruir los horrocrux. Si bien se dice que solo imita el sonido, voy a tomar como que es posible aprender, pero por la percepción de la lengua nadie lo ha averiguado.
Del mismo modo, voy a ir por la línea de que el valyrio y el latín provienen de la misma lengua madre. Si bien hay palabras que se entienden, hay otras que son completamente diferente, pero tienen algo en común. Como si se comunicaran con una lengua mocha.
La lengua pársel estará entre ^^
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
“De las cenizas nacen los mitos,
y los mitos, cuando respiran, se vuelven advertencia.”
—Fragmento de un texto atribuido al “Diario de los Tres”.
Harriett I
Tres años habían pasado desde que las frías calles de Londres se convirtieron en cenizas y ruinas, y el cielo se tiño de rojo.
El humo era el mismo, pensaba a veces Harriett. Flotaba entre los restos de torres que en algún momento fueron majestuosas, ciudades dragón que alguna vez dominaron el mundo, y se aferraba a la piel como una segunda sombra que acechaba a todos.
Conforme el tiempo pasaba, ella, Ron y Hermione, junto con las contribuciones de Kreacher, habían logrado idear planes para poder sobrevivir en esas tierras. Algunas ideas habían sido inverosímiles hasta ridículas, pero habían llegado a un consenso.
Los primeros días habían intentado mantenerse dentro de Grimmauld Place, después de todo aún no podían digerir que casi habían muerto por criaturas que jamás habían visto, y aunque al final todo había salido bien con la aparición del dragón, un temor se había instalado en ellos, más si tomábamos en cuenta que la magia les había fallado.
No duraron ni siquiera 1 mes cuando empezaron a sentir que las salas de protección que habían erigido alrededor de la casa empezaron a temblar y a tener fisuras. Kreacher les había asegurado que tal vez podrían soportar otro mes antes de que se rompieran, pero aun así empezaron a hacer turnos de guardia. Si bien ellos podían defenderse y Kreacher tenía magia que podía mantenerlo a salvo, ellos tenían que asegurar la protección de 2 niños que estaban indefensos. En realidad, no era una buena perspectiva para ninguno.
Habían vencido a la muerte, pero la vida seguía siendo una batalla diaria. A veces, Harriett pensaba que el verdadero hechizo no era el que los protegía del exterior, sino el que los obligaba a seguir respirando a pesar de las adversidades.
La respuesta obvia al problema era no quedarse mucho tiempo en un solo lugar; cambiar la posición para desorientar al enemigo. Su magia era fuerte para poder mantenerlos protegidos, pero al mismo tiempo se enfrentaban a criaturas que habían coexistido con magia, una magia que difería de la de ellos, así que no podían confiarse. El único problema era Grimmauld Place.
En otra época podía haber dejado que la casa pereciera en el lugar, una parte de ella aun recordaba el tormento que su padrino, había pasado en ese lugar así que sería como una pequeña venganza en son de Sirius, pero otra parte, una que había madurado con ella, no quería dejarla.
Poniendo de lado los malos recuerdos preguerra, ese lugar había sido una fortaleza de seguridad donde ella, junto a Ron y Hermione, habían encontrado un hogar y también allí era donde había visto a Teddy por primera vez caminar, habían pasado una navidad familiar y habían vivido buenos momentos, así que no, no podían permitirse abandonarla y, mucho menos, dejarla fusionarse con las ruinas del lugar.
No sabía si la retenía por amor o miedo. Quizá porque, mientras existiera Grimmauld Place, aun quedaría una parte de ellos que les recordaría quienes fueron.
Gracias a Merlín, la inteligencia de Hermione y el conocimiento de Kreacher sobre la casa, se pudo encontrar una manera de hacerla compacta y fácil para el viaje.
Era una magia antigua, de cuando las primeras civilizaciones eran un poco nómadas y tenían que huir de los muggles que los fichaban como brujos. No quiso meterse en eso, confiaba en ellos. Ella y Ron habían decidido ocuparse en guardar lo necesario en la bolsa de extensión, mientras Hermione estaba ocupada.
En los recorridos que habían hecho para explorar, descubrieron que estaban en una isla, y si bien el agua circundante tampoco daba buena espina, preferían estar cerca de la orilla que en el centro.
La casa de campaña fue un alivio, después de todo tenían que cuidar a 2 niños pequeños y, además, agradecían una cama donde dormir. Los recuerdos de tiempos de guerra eran fugaces, siendo remplazados por risas en los corredores, en primeros pasitos que corrían por los pasillos, libres de los temores que albergaban los adultos. También estaba el hecho de que era una casa diferente a la que habían perdido con los carroñeros, al menos habían podido estrenarla después de que Bill se las hubiera regalado.
Las protecciones abarcaban una gran extensión de la tierra, lo que les permitía no estar siempre dentro de la casa, pero mantenían a los niños vigilados para que no salieran de los límites, Kreacher había tomado la tarea con tanto fervor que agradecían tener tiempo libre, también había sido de ayuda, ya que el dragón se había quedado con ellos, y el solo abarcaba mucho terreno.
Había que admitir que nadie se lo había esperado. Cuando los había salvado de las criaturas, pensaron que solo había aparecido para ayudarlos, después de todo había estado involucrado en su viaje a esas ruinas, pero el que haya regresado fue una total sorpresa.
Al principio se habían preocupado sobre cómo iban a poder alimentarlo y si era seguro tenerlo tan cerca siendo seis criaturas perfectamente comestibles, pero fue en vano la preocupación. Conseguía animales marinos y, la mayor parte, solía comerse algunas de las bestias que rodeaban el lugar. Al menos había confirmado que la pesca era comestible.
Harriett junto a Ron habían intentado hablar con él, pero simplemente los miraba y soltaba pequeños monosílabos. Sus ojos rosas bañados en neblina parecían querer juzgarlos, ver si eran merecedores de seguir vivos en una tierra que no les pertenecía. O al menos eso interpretaban.
Simplemente agradecían no ser alimento como para preocuparse por su silencio. Asumieron que el haber estado tanto tiempo solo en las catacumbas de Gringotts no estaba acostumbrado a hablar.
Desde entonces, el dragón fue parte del hogar.
Dormía entre columnas destruidas, sus escamas daban un tono rojizo por la luz del sol que hacía que parecieran joyas. A veces se perdía durante días, pero siempre regresaba.
Nunca habían sido fans de los dragones, más que del juguete, que había obtenido después de la primera prueba del torneo de los tres magos, que debía de estar guardado entre sus cosas. Ron había sido mordido por uno, casi los atrapan cuando intentaron mandar lejos a ese mismo dragón. Y ni hablar de Harriett que había sido cazada por una madre que protegía sus huevos cuando tenía tan solo 14 años. El momento que menos trauma les dio fue cuando liberaron a este dragón de los duendes, pero era extraño tener a uno como compañero de piso.
A veces, cuando Harriett no podía dormir, lo veía respirar a lo lejos. El calor que exhalaba daba un toque hogareño al lugar, cálido. Le encantaba verlo dormir. Ella imaginaba que, si el dragón soñaba, soñaba con libertad. Elefthería, lo había llamado.
Hermione se había enfocado en intentar encontrar sentido al libro Señales y Portentos de esa tal Daenys. Pero, por el momento, solo habían asumido que era un tipo grimorio que contenía presagios. ¿Cuáles se habían cumplido? No sabían. ¿Era posible que se hicieran realidad? A este punto, esperaban que no. Ninguno de los tres tenía buena relación con las profecías.
Teddy y Victoire eran otro asunto. Ambos aun eran niños pequeños, pero no por eso era menos complicado el cuidarlos a tiempo completo.
En las noches fría, los tres los veían dormir y, sin necesidad de emitir palabras, podrían sentir que todo por lo que habían luchado se había reducido a eso: dos pequeños inocentes obligados a respirar entre ruinas, mientras ellos temían no encontrar un nuevo mañana.
Parecía una batalla de nunca acabar.
Mientras Teddy estaba acostumbrado a vivir con ellos por periodos más largos, a la ausencia de su abuela y quedar al cuidado de su madrina, Victoire era otro asunto… Victoire pedía por sus papás.
Los primeros meses fueron un desfile de llantos y gritos, suplicas que ni siquiera la magia podía calmar. Hasta que, un día, sin aviso, simplemente cesaron.
Ron temió lo peor: que el silencio no fuera costumbre, sino olvido.
Tal vez comenzaba a olvidar que hubo un tiempo donde tenía un hogar que compartía con sus padres, o quizá, como Teddy, había aceptado que también los suyos se habían ido para siempre.
Harriett jamás había visto tanta determinación en su amigo, cuando juró que no iba a permitir aquello.
Los tres ya se sentían lo suficientemente culpables por haber alejado a los niños de su familia, como para dejar que se convirtieran en simples ecos.
Cada noche le contaba historias de Bill y Fleur: héroes que vencían criaturas fantásticas, magos que luchaban contra el mal. Le mostraba las pocas fotos que habían encontrado guardadas de tiempos mejores. Hermione y Harriett añadían detalles —una risa, un gesto, un perfume— y entre los tres tejían historias que parecían vivas.
Teddy siempre había amado cuando le hablaban de sus padres; y Victoire, cada noche, pedía una historia sobre los suyos.
No sabían cuánto tiempo permanecerían allí, atrapados en las ruinas de un mundo ajeno, pero no iban a permitir que los rostros de la familia se disolvieran en el olvido.
Harriett había visto morir muchas cosas, pero nunca se había enfrentado a ver desaparecer el recuerdo.
Ron y Harriett eran quienes salían más allá del perímetro seguro.
Fue una discusión un tanto verbal, pero al final Hermione tuvo que ceder, no quiere decir que de vez en cuando no fuera ella, pero al no ser muy adepta a volar en escoba, decidió dejar de pelear.
Usaban el maleficio desilusionador, no habían visto actividad humana, pero no iban a arriesgarse, y trataban de conocer a profundidad la zona. Trataban de encontrar un lugar que fuera seguro y habitable, pero la destrucción que asolo la isla lo hacía imposible. Al menos se conformaban con encontrar comida.
Hermione, por su parte, había convertido el comedor en su oficina improvisada.
Cuando no estaba enfrascada en el libro que la había llegado a un callejón sin salida, estudiaba los fragmentos de piedra que Harriett y Ron le traían, las cuales poseían inscripciones extrañas, aun no habían logrado dominar el idioma, pero los resultados no eran muy favorables.
Algunas veces murmuraba palabras que no parecían latín, ni inglés, ni ningún idioma con el que se hubieran topado. Una parte de ellos entendían lo que quería trasmitir, pero no terminaban por ser fluidos con la diferencia en la pronunciación.
Hermione había admitido que parte de ella odiaba lo fascinada que se encontraba por el enigma, una fascinación que hace tiempo no había sentido. Se sentía traidora por hallar belleza en un mundo que día con día los quería muertos. Harriett y Ron le dieron confort, ellos también disfrutaban de la libertad que tenían al volar sin tener ninguna cámara siguiéndolos, ni ninguna presión. Al menos no se volverían locos por la situación.
Otra de las complicaciones que no sabían cómo sobrellevar, era que parecía que se encontraban en un mundo que no era la tierra. Lo que era intrigante y problemático, no precisamente en ese orden. Los tres se turnaban para leer los cielos, agradeciendo sus clases de astronomía, pero este cielo no ayudaba. Al principio, Harriett y Ron se culparon por no ser muy estudiosos para esa clase, hasta que Hermione admitió que no había visto, jamás, nada como esto (¡Ni en los libros! Había exclamado con enojo una noche mientras volvía al telescopio). Las estrellas, cuando podían verlas en el cielo, no tenían los mismos patrones que en su mundo.
No supieron cuando paso de ser una pregunta constante el ¿Cuándo nos iremos de aquí?, y cambio a ¿podremos encontrar otra tierra donde vivir? Cuando tenían dos años viviendo allí, decidieron expandir horizontes.
Ron, Harriett y Hermione ya conocían el lugar lo más que podían.
Habían encontrado algunas reliquias, que habían maravillado a todos, en diversos lugares. En sus exploraciones pudieron encontrar catacumbas que habían sucumbido por los derrumbes. Con su magia, habiendo obtenido un poco más de autocontrol después del fiasco de la primera vez con el hechizo de levitación, era de mucha ayuda para adentrarse a lugares que muggles no podrían.
Unas cosas estaban inutilizables, después de todo el fuego había arrasado con todo, pero habían encontrado reliquias de un material que pareciera ser lo suficientemente fuerte para no derretirse ante el calor. Las cosas variaban desde joyas de una hermosura inimaginable, ni de pensar en el valor, hasta armas que no habían perdido el filo: 2 espadas y unas cuantas dagas. Fue una colección interesante la que estaban adquiriendo. Ron se había burlado al encontrar una armadura (¡Que utilidad tendría esto!, había exclamado con una risa mientras la guardaban, después de todo estaba en buen estado)
Hermione estuvo extasiada cuando ubicaron una bóveda que había sobrevivido, en su mayor parte, a la perdición. Contenía libros ritualistas y algunos papiros viejos que apenas eran legibles, pero eso no había bajado la euforia de la castaña. Ron había amenazado con quemarlos, y terminar lo que esta isla había empezado, si no dormía al menos 6 horas. Nadie querría a una estresada Hermione.
Aunque no todo había sido bueno. Las ruinas eran indicadoras de que algo había arrasado con el lugar y, si se dejaban llevar por los “habitantes” del lugar, no había sido un buen augurio. Presentían que habían pasado años, sino es que siglos, desde que sucedió la catástrofe, pero lo que los había hecho retroceder era la cantidad exorbitante de huesos que había. Desde pequeños hasta del tamaño que sobrepasaba a Eleftheira. El hecho de que un dragón no hubiera volado para huir del desastre les dejaba mal sabor de boca, ya que tal vez estaba involucrado algo más que los hubiera mantenido allí mientras sucumbía el lugar.
Kreacher había sido el que había sobrellevado mejor esto. Se encargaba de que la mesa nunca estuviera vacía —aunque los ingredientes eran una combinación un tanto eclética desde lo que se encontraba entre las ruinas y lo que habían logrado, gracias a libros de herbología, cultivar con magia—. A veces renegaba, como casi siempre, pero podían notar algo distinto en sus palabras. No era descontento, sino pertenencia. Si alguien dijera que esto no los había unido de una manera rara, estaría mintiendo.
El Kreacher que habían conocido en su quinto año y después durante la guerra, era muy distinto a este. Aún tenía el aire de alguien que había sido rodeado con gente con aires ufanos, pero, querían suponer, la interacción con ellos había cambiado su perspectiva. Ya no distinguía ente la sangre mágica, y eso era un gran progreso, más si se consideraba que él se había ofrecido en cuidar a los niños. Niños, según los estándares de los estirados sangre pura y del ministerio mismo, que eran parte criatura. Era un gran paso para Kreacher. Los tres estaban orgullosos y tranquilos.
Teddy y Victoire adoraban el lugar. No recordaban tiempos pasados, así que para ellos era completamente normal vivir así, como si fuera una acampada permanente.
Hermione había creado un plan de estudio. No iba a permitir que perdieran su educación simplemente por el lugar donde se encontraban. Así que habían creado una rutina para ellos.
Eran niños, así que no se había puesto muy intensa, pero lo primordial que debían aprender, si permanecían más tiempo allí, era el latín. Si bien no era el idioma tal cual se hablaba, era lo más cercano que tenían para comunicarse si llegaban a encontrar civilización, además de que iba a ser útil cuando les enseñaran magia; así como leer y los números. Ni Harriett ni Ron los envidiaban.
Victoire gustaba de ayudar a Kreacher a regar el pequeño huerto que poseían, mientras Teddy se acercaba al dragón, cuando su madrina lo vigilaba, para hablar y contarle su día.
La llamaron Thería, una abreviación de Elefthería, nombre que Harriett le había puesto sin pensar, pero sabían que era apropiado cuando supieron el significado: libertad.
Ron y Harriett habían intentado desanimar un poco a los niños, quienes insistían en hablar con ella, cuando les dijeron que tendía a permanecer en silencio.
Cuando se dieron cuenta que el pársel se podía enseñar, los niños habían insistido en aprender, aun a pesar de sus tareas, y no vieron ningún motivo para no enseñarles. Teddy era más hábil con el pársel que Victoire, pero ella seguía intentando llegar a su nivel y, había que tener en cuenta, era un año menor que él.
Un día, mientras Hermione leía un libro de los que habían encontrado en esa tierra, Harriett pulía su escoba y Ron se encontraba estudiando los libros de su clase para ser sanador de la cual se esforzaba para reforzar el aprendizaje, oyeron una risa.
Los tres habían levantado la mirada, y hasta Kreacher había salido de la casa de campaña por un momento, y vieron algo increíble.
El dragón les respondía.
^ ¿Elefthería? ^ siseó Harriett con sorpresa, mientras se acercaba a ellos junto con sus amigos.
Teddy y Victoire eran tan pequeños a lado del dragón que hasta parecía irrisible el hecho de que no les preocupara haberlos dejado sin vigilancia, pero había pasado ya mucho tiempo con ellos que había confianza.
Cuando estuvieron lo suficientemente cerca, Thería giró lentamente su cuello, sus ojos, aún empañados por su tiempo en cautiverio, se posó sobre los tres adultos. El aire se volvió más denso, como si el mundo estuviera conteniendo el aliento.
Y entonces, habló.
No con un rugido. No con pequeños monosílabos. No con amenaza.
Con reconocimiento.
^Mis susurros del cielo^ su siseó era un tanto gutural, como si se emitiera de entre rocas. Antiguo. Algo se removió dentro de Harriett y, presintió, que también en Ron y Hermione. Ese adjetivo estaba dirigido a ellos.
^ ¿Por qué hasta ahorita? ^ era la duda que rodeaba el lugar, pero no por eso no estaban intrigados por tener una conversación real.
En la noche, ya habiendo acostado a los niños, Harriett reflexionaba sobre ese día.
Al menos el nombre de Elefthería parecía femenino.
Todo ese tiempo habían estado refiriéndose a ella como un él, nunca pensaron que habían cometido el mismo error que como Norberto, al menos esa vez fue culpa de Hagrid.
Cuando le habían preguntado a Thería del motivo por el cual había permanecido mucho tiempo en silencio desde su primer encuentro en esas tierras, jamás pensaron que terminarían enojados e indignados.
La P.E.D.D.O vino a la mente cuando la castaña se empeñó en darles derechos a los elfos domésticos, aunque esta vez Harriett y Ron la acompañaban en la furia. (¡Maldita sociedad retrograda! ¡Eso es lo que es el mundo mágico!, había despotricado Hermione mientras se adentraba en la tienda).
En el tercer año viviendo allí, ya eran inmunes al posible caos.
Valyria. Así se llamaba el lugar donde se encontraban.
Hermione había podido descifrar los textos que tenía, además del hecho de que habían expandido su exploración.
No había mucho que decir del lugar. Los textos hablaban de una ciudad grandiosa, innovadora, pero lo que veían era algo triste. Como si hubieran mezclado Atlantis y hubiera sucumbido igual que Pompeya.
Todos estaban un poco frustrados por no poder encontrar civilización, todo lo que rodeaba el lugar o era agua o eran tierras que estaban igual o peor que donde habían caído. No quisieron adentrarse a las otras islas aledañas, no queriendo arriesgarse a encontrarse con criaturas peores que las que ya conocían.
Teddy y Victoire ya se había adaptado. Aunque solo tenían 8 y 6 años, respectivamente, eran muy maduros para su edad. Suponían que el lugar, además de que no había niños de su edad, los había hecho crecer demasiado rápido. El orgullo y la tristeza eran sentimientos que Harriett, Ron y Hermione tenían cuando pensaban en eso.
El mundo mágico por fin había conocido paz, y aunque Teddy había nacido durante la guerra y pagado un precio caro, ambos tenían la oportunidad de crecer con una infancia feliz. Hasta que terminaron allí.
Aun a pesar de su corta edad, ya tenían conocimientos de niños mayores. Su forma de leer era impecable, su habla de latín prodigiosa y, cuando había tiempo, les enseñaban la teoría mágica para que pudieran canalizar su magia accidental y no causar catástrofes. Harriett estaba agradecida por el comentario de Kreacher de que en Grimmauld Place había una caja con varitas de ancestros Black. Aunque lo ideal sería una varita elegida para ellos, viendo las circunstancias, no podrían quejarse. Además, estaba el hecho del aire del lugar. No habían querido arriesgarse mucho, pero una parte de ellos podrían sentir la magia recorrer con una fuerza que les hacía creer que podían canalizarla sin uso de varita, aunque, de vez en cuando, se sentía corrompida.
Desde que habían llegado allí, llevaban un registro del tiempo pasado, así que se aseguraban de celebrar con ellos sus cumpleaños y festividades. No sabían si el calendario era el mismo, pero mientras nadie dijera lo contrario, ellos iban a llevar ese según los estándares de su mundo.
Era la única oportunidad que tenían para darles regalos, celebrar con un pequeño pastel y reír, recordando, tiempos mejores. De recordarles que podían vivir su vida como niños libres, a pesar de todo.
La relación con Elefthería había evolucionado.
Desde que empezó a hablar con ellos, aprender bien el pársel por parte de Ron, Teddy y Victoire, había sido algo casi primordial. Le querían dar el respeto de no ignorarla, no después de que se había abierto con ellos. Hermione, quien amaba aprender, veía con buenos ojos eso, aunque tenía un poco de dificultad con el lenguaje. Al menos podía entenderla, aunque batallaba para regresar las palabras.
Cada uno pasaba tiempo con ella, y ella les contaba pensamientos de su vida.
Teddy adoraba escuchar sus historias, y como practica de escritura, se dedicaba a escribir los relatos, complementando con cuentos que el inventaba de las “aventuras” que tenía cuando jugaba con su prima Vic.
Victoire, le encantaba cantarle. Todos habían estado impresionados cuando la canción que le dedicaba era una combinación de pársel y latín. Nunca habían escuchado algo tan bonito y mágico. Tal vez la letra era de una niña, pero la intención decía mucho.
Ron pasaba su mano sobre las escamas de ella. Se dedicaba a recolectar las que se caían de su cuerpo y las guardaba, mientras le contaba sobre su hermano Charlie y todos los conocimientos que él le había otorgado. Ron reverenciaba a Thería, después de todo era digna de admirar.
Harriett aprendió a amar su don de hablar con las serpientes, y ahora con los dragones. Siempre había tenido el temor de ser tildada como una bruja oscura, después de todo, la lengua era un tabú y no era irrazonable tener ese tipo de miedo, pero era parte de ella y le encantaba poder reivindicar el lenguaje, aunque fuera en ese lugar. Elefthería se mostraba siempre agradecida con ellos. Mis susurros del cielo era la manera que usaba para referirse a ellos. Le habían dicho que podía llamarlos por sus nombres, pero, así como ellos le habían llamado Elefthería ella les llamaba así. Era agradable.
No sabían que las cosas iban a cambiar, hasta que cambiaron.
La primera señal fue su regreso tras dos meses de ausencia. Nadie la cuestiono —Elefthería era libre—, pero su comportamiento había cambiado. Mas alerta. Mas protectora. Mas territorial.
Empezó a construir un nido en las profundidades del claro, entre troncos torcidos y piedras volcánicas que ella misma había traído de quien sabe dónde.
Fue Harriett quien los vio primero: dos huevos. Uno tan blanco que parecía una perla enorme con vetas doradas que parecían oro. El otro, de un verde que parecía cobre oxidado, con escamas que parecían tan filosas que podrían cortar.
^ ¿Son tuyos? ^ tal vez la pregunta era algo tonta, pero no por eso era menos sorprendente.
Elefthería bajo la cabeza como en un asentimiento, con un toque majestuoso, maternal. Como si estuviera feliz de que pudiera vivir ese momento.
^Son míos, mi susurro del cielo. Ambos nacieron de mí, pero no me pertenecen. El mundo les depara un destino increíble. ^
No entendían muy bien que significaba, pero eso lo hacía más especial, al estar incluidos en este momento.
Ron, quien era el que sentía más afinidad con ellos, desde que habían llegado allí, se arrodillo a lado del huevo oscuro, tocándolo casi con reverencia.
—Este tiene las características de los Ironbelly. En cambio, el otro, debe de venir de parte de su madre.
Desde que les había dicho que, según sus memorias compartidas al nacer, ella no era un Ironbelly “original”, motivo por el cual fue más fácil que los duendes lograran obtener su huevo de contrabando. Su mezcla era de un dragón que sus libros no reconocían. Tenían la leve sospecha del motivo por el cual ella también había terminado en este lugar. Su hogar la había llamado a casa. Ellos, querían creer, solo eran un daño colateral. Haber estado en el momento y lugar equivocado.
Victoire y Teddy estaban encantados. Mientras la primera tarareaba una canción, cuando la madre dragón calentaba sus huevos, el peliazul, un color que había tomado como suyo, se estaba dedicando a dibujarlos. Nadie iba dejar que no tuvieran un relato diario del nacimiento de los bebes dragón.
Harriett y Hermione estaban intrigadas. Ambas eran más renuentes a encariñarse con más dragones, aunque la crianza de Thería no iba a permitir que se comportaran como los dragones de su mundo. Después de todo, la culpa del comportamiento agresivo era de los mismos magos. Trata a las criaturas como bestias y no te enojes cuando terminen creyéndoselo.
Ambas sonrieron con cariño, mientras se tomaban de la mano con confort, al ver el amor y cuidado que se tenía por los huevos y, Elefthería permitió que se acercaran. No era una prueba. Era un regalo. La confianza se la habían ganado. El respeto era mutuo. Ron reía con Teddy y Victoire mientras veían los huevos, mientras la dragona resoplaba como si estuviera divertida.
Esa debió de haber sido la segunda señal, pero no se dieron cuenta.
La tercera fue cuando, aproximadamente 6 meses después, vieron un barco acercándose a la, su, isla. El problema radicaba en que no se encontraban dentro de las protecciones cuando lograron ver que eran forasteros buscando algo en las costas. Al menos agradecían que Kreacher estuviera a un llamado y que los niños no corrieran peligro.
El rugido de un dragón, un dragón que no era Elefthería, fue lo que empeoro todo.
Alas rojas y el barco con la vela de un caballito de mar, fue la peor de las señales.
Notes:
Solo fue un pequeño vistazo de lo que vivieron, un resumen. Conforme pase el tiempo se va desentrañando más de su estancia como si fueran recuerdos.
Cualquier duda o crítica constructiva, soy muy receptiva.

GameofPanther on Chapter 1 Wed 08 Oct 2025 05:22PM UTC
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Eva_daniel12 on Chapter 1 Tue 28 Oct 2025 09:05PM UTC
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Reyome813 on Chapter 2 Sun 26 Oct 2025 12:39PM UTC
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GameofPanther on Chapter 2 Sun 26 Oct 2025 05:24PM UTC
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GameofPanther on Chapter 2 Sun 26 Oct 2025 05:23PM UTC
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