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Language:
Español
Stats:
Published:
2025-09-24
Updated:
2025-10-07
Words:
22,174
Chapters:
3/18
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2
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57

Secretos Compartidos

Summary:

¿Qué pasaría si la historia que nos han contado en realidad no es como creemos?

Chapter 1: Capítulo 1

Chapter Text

Naruto y todos sus personajes pertenecen a Masashi Kishimoto. Esta historia es sin fines de lucro, está escrita para el disfrute del lector.

 

Pareja principal:

-Gaara/Hinata

 

Advertencias de este fic:

-Lime

-Lemon

-Escenas de violencia

-Lenguaje malsonante y vulgar

-Crack 

                    

Gracias por adelantado por los reviews.

 

Esta historia es un Gaahina, por favor, si no te gusta esta pareja da media vuelta y evitaremos malos comentarios. 

 

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El fresco de la mañana la recibió nada más salir de casa. Era temprano y aún así llegaba tarde, imperdonable en su siempre impecable historial. No podía permitirse ningún fallo en esa misión, el Hokage había puesto su confianza en ella y no iba a defraudarlo, no por llegar a destiempo a su destino. 

 

A simple vista podría parecer que su labor no tenía importancia alguna; ayudar a Shikamaru con la organización y supervisión de los próximos exámenes Chunin, los primeros que tendrían lugar después de la guerra. Todo sencillo a simple vista, lo único más “complicado” debería ser trasladarse a Suna para llevarlo a cabo; pero eso no era ningún problema, no le importaba cambiar de aires para variar, quería ver algo diferente del verde diario que la rodeaba. 

 

Sin embargo, lo que hacía que esa misión fuera más importante para ella de lo que podría parecerle a otro era el motivo por el que había sido elegida: sustituir a Neji. Kakashi, en su papel de nuevo Hokage, se lo dejó muy claro cuando le explicó los términos de la misión: de no ser porque su joven primo había muerto en la guerra, lo habrían elegido a él; pero confiaban en el potencial de la chica, de modo que pedir que fuera ella no suponía un gran cambio en el curso de la misión. Aquella revelación la dejó devastada aunque no lo demostrara, no sólo porque aún habrían elegido a su primo por encima de ella, sino porque le había recordado que él ya no estaba allí con ella. Ya no volverían a entrenar juntos como antes en el patio de la mansión, había perdido su protección a veces excesiva, nunca más tendría la oportunidad de demostrar que había mejorado lo suficiente como para estar a su altura y sentirse merecedora de poder llamarse familia del genio de los Hyuga. 

 

Sumida en la tristeza de la pérdida de una de las personas que más había querido en su vida, apenas mirando al frente mientras caminaba, llegó a la entrada de la villa, donde Shikamaru la estaba esperando, parado con los brazos detrás de la cabeza y mirando las nubes del cielo.

 

—Te has demorado —no lo dijo con maldad, ni con intención de culparla, solo dejando claro lo obvio.

 

—Me distraje con el equipaje —señaló su pequeña mochila colgada a la espalda.

 

—Ya veo —no sabía que ocurría del todo, pero aseguraba que su compañera de viaje no estaba bien; su lenguaje corporal mostraba su estado de ánimo decaído—. ¿Nos vamos?

 

Asintió dando comienzo a la larga caminata que les deparaba por los frondosos bosques del País del Fuego hasta que llegaran a las fronteras del País del Viento, donde les deparaba un desierto hasta más allá de donde llegaba la vista. Preparados para soportar el abrasante calor de las horas del día y el gélido mortal de las noches. Serían solo dos días de viaje si llevaban buen ritmo, a pesar de sus paradas para descansar en las noches.

 

No obstante, para un viaje, independientemente si era más largo o corto, ese ambiente tan pesado no se podía soportar y se volvería eterno y deprimente. No era hablador, todos sabían más que de sobra que no era conocido por ser el que mantenía o iniciaba una charla o proponía hacer algo con el grupo si tenían algo de tiempo en sus atareadas agendas. Pero no soportaba el mutismo que reinaba entre ellos mientras corrían y saltaban entre ramas.

 

Con un bufido molesto, paró en seco sobre lo alto de una gruesa rama, haciéndola parar y mirar con duda en su todavía rostro triste. 

 

—No sé que te habrá pasado, ni si alguien te ha dicho algo raro para que estés así de deprimida —se rascó la cabeza con fastidio; no se le daba bien consolar a mujeres, nunca parecía decir lo correcto cuando intentaba animar a Ino y ésta siempre terminaba furiosa con él—, pero no le hagas caso. Joder, mira, no se me da bien esto de subir el animo, asi que te lo diré claro. Prefiero verte feliz y con tu sonrisa amable de siempre que melancólica como ahora.

 

Se quedó al principio anonadada, no esperaba que Shikamaru fuera a intentar animarle, era demasiado perezoso para ciertas cosas, por lo general había que obligarlo a salir. Así que, saber que esa buena intención había salido por su cuenta, le hizo feliz. 

 

Puede que aún necesitara más entrenamiento para que dejaran de verla como débil, como la prima del difunto genio del ojo blanco, pero le consolaba muchísimo tener a sus amigos con ella. Ellos por lo menos sí que confiaban en sus logros y capacidades.

 

Era un alivio saberse valorada en una pequeña nimiedad. Algo era algo.

 

—Sí —sonrió más alegre y con un estado de ánimo más risueño. El pasado, pasado era y no se podía cambiar, no servía de nada pensar en ello. Solo afrontarlo y hacer que los demás vieran sus progresos, eso es lo que hubiera querido Neji—. Gracias.

 

Nara se ruborizó un poco, no acostumbraba a acertar en el trato con mujeres, sobre todo con el tema de los sentimientos, así que recibir un gracias bondadoso y sincero por animarla le hizo sentir avergonzado.

 

—Andando, que cuanto antes retomemos el camino antes llegaremos.

 

El silencio, al fin; para alegría del castaño, fue cómodo y tranquilo. Como debería de ser proviniendo de Hinata. No hablaron mucho en el recorrido, solo pequeños consejos por parte de Shikamaru para que pusiera en práctica una vez llegaran a Suna. Qué hacer durante el día para no sucumbir ante un golpe de calor y, por supuesto, no pillar una pulmonía una vez que el sol se ocultaba en el desierto.

 

Buenos consejos que se guardó en la cabeza y que pensaba poner en uso en cuanto viera oportunidad. Como esa misma noche, cuando llegaron a las fronteras del desierto y el cambio drástico de temperatura se notaba con crudeza. Fue una suerte que en ninguno de los dos días, con sus respectivas noches, no hubiera ocurrido ningún problema.

 

No es que se hubiera preocupado de ser atacados en el camino por algún desertor de la guerra o bandido, confiaba en sí misma, en sus capacidades y, por supuesto, contaba con la inteligencia de Shikamaru para elaborar algún plan si se diera el caso.

 

Cuando divisó a la lejanía la enorme muralla protectora de roca que envuelve la villa de la arena, no supo lo ansiosa que estaba de llegar hasta que sintió una ligereza en el cuerpo. Como si en todo el viaje, desde que salió de la oficina de Kakashi, la capucha y los bolsillos de su chaqueta estuvieran llenos de piedras.

 

Nada más atravesar el desfiladero de entrada de Suna, sintieron un gran alivio, por fin llegaron al punto de destino. Una de las partes de la misión ya estaba hecha; llegar bien.

 

Fueron recibidos por Temari, quien no podía evitar mostrar su impaciencia; mirandoles con las manos en las caderas en pose altiva y moviendo un pie sobre el suelo arenoso mientras se acercaban a ella. Su lenguaje corporal era una clara señal de que se habían demorado. 

 

—¡Por fin llegáis! —dijo mirando con reproche al chico—. Bienvenidos a Suna. Antes de comenzar con los detalles del examen, Hinata, el Kazekage ha solicitado que te reúnas con él en su despacho. Así que voy a guiaros a vuestro alojamiento y posteriormente podrás ir a verlo.

 

Dicho esto, caminó decidida hacia el interior de la villa sin darle tiempo de decirle siquiera que estaba de acuerdo con la orden del líder de su villa, seguida de los dos recién llegados. Quiso preguntarle a su compañero si era algo de lo que preocuparse al ver el potente caminar de la mayor, porque no iba a negarlo, la actitud algo ruda con la que fueron recibidos no la vio venir y le hizo sentir algo intimidada. Antes de poder abrir la boca, el joven pareció haberle leído la mente porque le hizo un gesto desinteresado y pasota refiriéndose a quien les estaba guiando por la calles. 

 

Volvió a asentir no muy conforme con la muda respuesta obtenida, pero no iba a obtener otra, por lo que no dijo nada y siguió caminando. A pesar de eso, Hinata no pudo evitar sentirse inquieta, emocionada. Nunca antes había estado en Suna. El sitio más parecido en el que había estado era el Desierto Infernal, donde se encontraba el puesto de vigilancia de los alrededores de la villa de Sunagakure. Aquello fue cuando tuvo lugar su segundo examen de Chunin, el cual recordaba con mucho cariño. 

 

Fue un examen extraño, ya que finalmente sólo constó de dos partes, sin batallas finales entre ellos; pero todos aprobaron sin problema, que era lo que en realidad importaba. 

 

No podía evitar que sus ojos se quedaran prendados de casi todo lo que había a su alrededor. Se sorprendió al descubrir que todo estaba hecho de arena. Desde luego, el nombre que le habían dado le iba como anillo al dedo. Ese detalle consiguió hacerle florecer una diminuta sonrisa. Por la hora que era, más de media tarde, las calles estaban repletas de gente que marchaba a realizar sus recados, pero supuso que no siempre sería el caso. El calor seguro era insoportable en horas concretas del día. 

 

Estaba tan absorta en sus pensamientos, apreciando el singular encanto de sus casas redondeadas y su vegetación única, disfrutando de su nuevo descubrimiento, que casi se pierde. Por suerte, el gran abanico de la rubia destacaba entre la multitud, por lo que no tuvo problema en unirse de nuevo a la pareja. Azorada, se pegó lo máximo que pudo a ellos, deseando que no se hubieran percatado de su despiste; no quería causar mala impresión nada más empezar. Haberse perdido y que tuvieran que haber dado media vuelta para buscarla hubiese sido una vergüenza que no sería capaz de afrontar, no podría mirar a los ojos de nadie el tiempo que durara la misión.

 

Los rápidos pasos de Temari se detuvieron tan súbitamente que Hinata casi choca con ella al estar, de nuevo, sumida en sus pensamientos.

 

—Bien —dijo la rubia volteandose—. Os alojaréis en la torre del Kazekage. Shikamaru, tú te quedarás en la habitación de siempre así que puedes acomodarte solo. 

 

Viró el rostro un poco para mirarla a ella, esta vez con una expresión más calmada y amable de la que los recibió en la entrada, y con un gesto le indicó que la siguiera. Y así, tal y como había detenido la marcha, la reanudó, haciendo que Hinata tuviera que correr para ponerse a su altura y no quedar detrás. Siempre estaba corriendo… La guió por infinidad de pasillos y escaleras, todos iguales, todos de arena, hasta llegar a la habitación que sería la suya durante su estancia allí. 

 

Se iba a perder si no contara con el legado de su familia, porque tanta arena y pasillo igual al de al lado desorientaría a cualquiera.

 

—Puede parecer un poco complicado al principio —respingó cuando escuchó sus palabras, como si hubiera leído sus pensamientos—, pero verás como te acostumbras. Además, con esos ojos tuyos tienes más ventaja que los demás.

 

Sin duda le había leído la mente de alguna manera.

 

A continuación, abrió la puerta de la estancia y dejó paso a la joven peliazul. No sabía por qué, pero se sorprendió al descubrir que había muebles de madera, un armario empotrado y una cómoda, además de la mesita que había junto a la cama. Cautelosa, se aproximó a ella y palpó el colchón con cuidado, abriendo mucho los ojos al comprobar que era blandito, justo como el de su casa.

 

—¿Acaso esperabas que todo fuera de arena? No somos tan rudimentarios —escuchó cómo Temari se mofaba de ella por su ingenuidad, sin poder evitar que sus mejillas se tiñeran de rojo. O su anfitriona tenía un don o ella misma era un libro abierto para poder leer con tal facilidad—. Puedes empezar a instalarte tranquilamente. En cuanto acabes, ve al despacho del Kazekage, te estará esperando. Sólo tienes que subir las escaleras que hay al fondo del pasillo hasta la última planta, allí lo encontrarás. Me ha dicho que mandará a alguien para que te acompañe al comedor, así que no tienes que preocuparte por la cena. Mañana a las 8 nos reuniremos para organizar nuestras tareas para las próximas semanas; vendré a buscarte quince minutos antes para ir juntas al punto de encuentro. Hasta que te acostumbres a esto no puedo dejarte sola. Toma, las llaves de tu habitación. No las pierdas. Nos vemos luego.

 

Y, con una sonrisa, salió de la habitación. Una vez sola, Hinata no pudo evitar tirarse en la cama. Temari la dejaba agotada. Hablaba de esa forma tan concisa, sin excederse en los detalles, tan directa al grano, que si no estaba atenta perdería la mayoría de la información que le estaba proporcionando. Tenía que estar en un continuo estado de alerta. 

 

A pesar de ello, de lo ruda y dominante que podía parecer de primeras, se daba cuenta de que era mera fachada para hacerse respetar y no ser tomada a la ligera. Porque lo poco que conocía de ella, la sonrisa que le había brindado antes de irse y la pequeña broma que fue su comentario de antes le hizo ver que era una mujer que valía oro.

 

Así que no lograba entender el porqué Tenten sentía tanta rivalidad hacía la rubia, con ella había sido muy amable y cordial. 

 

Hizo recuento mental de todas las instrucciones que le había dado: acomodarse, ver al Kazekage, reunión mañana a las 8, estar lista quince minutos antes y esperar a que Temari la recogiera. Bueno, no había nada demasiado complicado. Notó cómo su cuerpo se relajaba sobre el colchón a la vez que cerraba los ojos; podía hacerlo, sería capaz de realizar su cometido sin problema. 

 

Demostraría a todos que era capaz de hacer todo lo que uno pudiera asignarle, que no era débil.

 

Qué cómoda era aquella cama y qué avergonzada se sentía por haber sido descubierta pensando que sería un bloque de arena… Sólo podía esperar que Temari no contara a nadie esa pequeña anécdota; si no, ya podía olvidarse de la imagen de chica responsable y decidida que se estaba esforzando en ofrecer. Dejaría al clan con una imagen nefasta.

 

Se dejó llevar por el bienestar que el tierno colchón le ofrecía; poco a poco notaba cómo su conciencia la abandonaba, su cuerpo le estaba pidiendo descanso a gritos. Tal vez podría dormir un poquito hasta la cena, Temari le había dicho que el Kazekage mandaría a alguien para acompañarla así que podía darse el capricho, ¿no? Sí, al Kazekage no se le olvidaría enviar a alguien a por ella, sabía que era un hombre responsable, lo había demostrado con creces en repetidas ocasiones. Era un hombre honorable. Tenía curiosidad por saber cómo sería tratar con él directamente, nunca había tenido tal oportunidad aunque, posiblemente, sería similar a tratar con su padre. 

 

—Ay, no —se incorporó de golpe del colchón, como si se hubiera convertido en ardientes brasas. ¡Había olvidado que el Kazekage quería verla! ¿Pero cómo podía ser tan despistada? Comenzó a dar vueltas por toda la habitación, alterada. Se había hecho muy tarde, otra persona con la que se había ido su imagen al garete. Y no era una persona cualquiera, era el Kazekage, la máxima autoridad de la aldea. ¡Y llegaba tarde!

 

Cogió las llaves de la habitación y salió apresurada en busca del despacho, no podía entretenerse en hacer cosas sin sentido si la estaban esperando. Ahora tenía que serenarse, ya se preocuparía luego por lo mal que estaba empezando la misión. Solo a ella se le ocurría pensar en el Kazekage y olvidar que tenía una reunión con éste. No quería darle más motivos a la gente para que pensaran mal de ella como ya lo hacían con sus habilidades a pesar de lo demostrado en la batalla.

 

Siguió las indicaciones de Temari y llegó a la puerta sin problema; la rubia tenía razón, no había pérdida. Ahora que se encontraba ante el despacho del dirigente de la villa, la inseguridad la invadió. Se apoyó con pesadez en la pared que había frente a la puerta y suspiró. ¿Qué le pasaba? Ya cuando salía de la villa se encontraba un poco desanimada al recordar a su primo, pero tras las palabras de Shikamaru recuperó su buen humor. Y en cambio ahora aquí estaba, plantada sin ser capaz de anunciarse ante el Kazekage. No sentía miedo, sabía que no había nada que temer, por lo que no entendía qué le ocurría ahora para impedirle continuar con algo tan sencillo como llamar a la puerta y anunciarse. 

 

Aún así, esa sensación seguía ahí, dejándola anclada en el sitio. Pensó en la ilusión que le hizo saber que el Hokage la convocaba para una nueva misión; en cómo, mientras se dirigía a la torre principal, se prometió a sí misma que aquello sería un nuevo comienzo y demostraría todo de lo que era capaz. Quería sacar a relucir todo su potencial, ser reconocida por su propio nombre, no por su apellido.

 

Y sabiendo todo eso, no podía moverse. No sabía qué hacer ni lo que le ocurría para no atreverse a atravesar esa puerta. ¿Por qué tenía que ser siempre así ante algo semejante?

 

—¿Hyuga Hinata? —la joven alzó la vista, anonadada, volviendo a la realidad al ser reclamada por una voz a la que no estaba acostumbrada.

 

Y qué realidad, dura como siempre. El mismo Kazekage se encontraba frente a ella, mirándola interrogante. Estaba paralizada, sin poder apartar la vista del joven que tenía frente a ella, vestido con la ropa típica de Kage. De nuevo estaba fallandose a sí misma, ¿cuántas veces iban ya? Había perdido la cuenta del número de pequeños fracasos.

 

—Hyuga, ¿te encuentras bien? —otra vez era llamada, otra vez por su apellido.

 

Irritarse sin venir a cuento por verse llamada así, algo que nunca le había molestado tanto, hizo que amargara un poco su rostro al fruncir las cejas.

 

—S-sí. Soy Hinata —respondió por fin, constatando que su nombre era Hinata a la vez que intentaba aparentar normalidad. Cosa que le era difícil porque según sus compañeros de equipo, era un libro abierto. Se inclinó ante él—. Temari me dijo que quería verme. Lamento mucho si he tardado demasiado.

 

—No hay problema, lo único que me preocupaba es que te hubieras perdido. Por favor, pasa al despacho —dijo haciéndose a un lado para que ella entrara primero.

 

Entró tímidamente, con el bochorno plasmado en su faz por un profundo rubor, siendo consciente de que por su retraso el Kazekage había dejado sus obligaciones para ir a buscarla. Era un auténtico desastre, no tenía remedio, la gente no podía estar más acertada con lo que decían de sus capacidades. Cada vez que intentaba hacer las cosas bien la fastidiaba, de una forma u otra. Estaba decepcionada consigo misma. ¿Sería capaz algún día de convertirse en quien quería ser?

 

El joven la siguió, cerrando la puerta tras de sí. Se dirigió con tranquilidad a su asiento, dándose tiempo para observar a la joven que acababa de recibir. Se encontraba de pie en mitad de la sala, con la cabeza gacha y encogida sobre sí misma, perdida en sus pensamientos. Verla así le preocupaba; según la información que había recibido de ella, por lo general era una chica alegre, siempre con actitud participativa, aunque algo tímida. Esa descripción no cuadraba con la persona que tenía frente a sí, una chica lúgubre y retraída, no podía evitar preguntarse cuál era el motivo de ser todo lo contrario de lo que leyó en los informes que le enviaron. Se quitó su sombrero de Kazekage despacio, casi con parsimonia, a la vez que soltaba un leve suspiro. Volvió a mirar a la joven, que seguía sin cambiar de posición. 

 

—¿Seguro que te encuentras bien… Hinata? —recordó el énfasis con el que había recalcado su nombre sobre su apellido, así que decidió ser informal dada la molestia que causó en ella el ser llamada por su apellido—. Si te sientes muy agotada del viaje podemos dejar este encuentro para otra ocasión. No es algo que requiera mucha urgencia.

 

Aquellas palabras la sacaron de su ensimismamiento. Con rapidez intentó reponerse. Ya iban dos veces en menos de cinco minutos que el Kazekage la descubría perdida en sus pensamientos. Tenía que estar dando una imagen pésima de sí misma, nada propia de un ninja. No podía permitirlo, había decidido cambiar y tenía que empezar ya. Se irguió en el sitio y miró fijamente al joven frente a ella.

 

—No, maestro Kazekage. Gracias por el interés, pero me encuentro bien. No hay problema con tener la reunión ahora —respondió intentando parecer lo más convencida y profesional posible.

 

—Gaara.

 

—¿Perdón?  —preguntó confusa. ¿A qué se refería con eso? ¿Acaso había dicho algo previamente y no lo había oído?

 

—Mi nombre es Gaara. Ya nos conocemos así que no hace falta que mantengas la formalidad de llamarme por mi título. Además, me has pedido que te llame por tu nombre, lo propio es que tú me llames a mí por el mío.

 

—Yo no… —no recordaba haberle pedido que la llamara por su nombre en lugar de su apellido en ningún momento. Y también era algo extraño que supiera, no obstante, como detestaba ser reconocida sólo a través de su apellido, pero no dijo nada.

 

—No hay problema, Hinata. Hemos peleado mano a mano en la misma guerra, te considero prácticamente mi igual.

 

Esa confesión, sincera y directa, pilló por sorpresa a la chica. Poco a poco su cuerpo se relajó, invadido por el alivio. Saber que el Kazekage tenía esa concepción de ella le daba ánimos. No tenía que haberlo hecho tan mal si su opinión era esa. Aunque no dejaba pasar el hecho de que el joven ante ella tenía una alta capacidad para dar oportunidades.

 

Irónico conociendo por lo escaso su pasado turbulento.

 

—No quiero entretenerte mucho, ya mismo es la hora de la cena y Temari puede enfadarse si por mi culpa llegas tarde —no pudo evitar fruncir el ceño al imaginar la reacción de su hermana, era implacable cuando se enfurecía, por eso muchos también la temían—. Lo primero es darte la bienvenida a Suna. Supongo que el Hokage se encargó de explicarte en qué consiste tu misión, ¿no?

 

—Sí. Tengo que ayudar a Shikamaru a coordinar y supervisar las pruebas de acceso a Chunin.

—Bien —asintió el joven—. Aunque mañana tendrás una reunión de equipo, dado que es la primera vez que realizas una misión aquí, quería tratar este tema personalmente contigo. Shikamaru ha pedido hacerse cargo de la organización de la primera parte; por lo que, en ese caso, tu función la decidirá él. Seguramente te encargue organizar los grupos en las distintas aulas y supervisar. 

—De acuerdo —no le sorprendía que Shikamaru hubiera solicitado organizar esa parte del examen, al joven le encantaban los rompecabezas y poner en apuros a los aspirantes; ella misma lo había sufrido en sus propias carnes cuando tuvo lugar su examen.

Se compadeció de todos los que se presentaban ese año.

—En cambio, para la segunda parte tendrás un papel muy importante. Esta vez no podré trasladarme hasta el lugar del examen para controlar personalmente que todo se desarrolle con normalidad. Tu misión es vigilar que todos los Genin acaben sanos y salvos; tu ojo blanco te será de mucha ayuda para ello. Sabes que es una prueba en la que los aspirantes se juegan su vida, así que es de vital importancia estar atento para lograr el menor número de bajas posible. Confío en que no tengas problema alguno para conseguirlo; de todas formas no estarás sola, contarás con el apoyo de Temari y Kankuro, además de otros ninjas de la arena que conocen bien la zona. Tendréis varias expediciones de aquí al examen para que te familiarices con el terreno. Cualquier duda o problema que tengas puedes contactar conmigo directamente, no hay ningún problema en ello. ¿Tienes alguna pregunta ahora?

 

Temari y él eran iguales, concisos y al grano, nada de andarse por las ramas. Suponía que era cosa de familia el ser tan directos a la hora de hacer las cosas. Cuanto menos se entretuvieran en explicar lo necesario, antes se llevaría a cabo. Fue un detalle de los hermanos que le hizo cierta gracia, pero que supo esconder bien para no ofender.

 

—No, me ha quedado todo muy claro —estaba muy emocionada. Le honraba que alguien con un cargo como era el de Kazekage mostrara tanta confianza en ella, no podía evitar sentirse halagada. 

 

De todos los que se había cruzado en su vida; familia, amigos, compañeros de misiones o conocidos, el primero en decirle de forma tan abierta que confiaba en sus capacidades, era Gaara. Motivo de más para proponerse no fallar, si un Kage tenía esa certeza en ella, no iba a hacerle ver ni pensar lo contrario.

 

—Bien, pues vámonos entonces —dijo levantándose a la vez que se ponía su sombrero de Kage. Abrió la puerta y se hizo a un lado para permitirle pasar primero.

 

—¿Dónde vamos ahora? —estaba confusa, ¿dónde quería ir Gaara? Ya era de noche y según recordaba, no era recomendable estar fuera en el desierto a esas horas.

 

—Te voy a llevar al salón donde solemos cenar, ¿no tienes hambre? Si lo prefieres te llevo a tu habitación, puedes pedir comida más tarde desde allí si lo deseas. Ya le diré a Temari que no te apetecía cenar aún —dijo el pelirrojo esperándola en la puerta.

 

—No, claro. Vamos al salón.

 

La joven se apresuró para ponerse a su altura y salieron los dos dirección a donde iban a cenar. Mientras caminaban a paso tranquilo por los silenciosos pasillos de la torre, Hinata no pudo evitar mirar al joven de reojo. Cuando Temari le dijo que el Kazekage mandaría a alguien para llevarla a cenar, no habría pensado que sería él mismo quien la acompañaría. ¿Tal vez debería pedirle que la llevara a su habitación? Así Gaara no tendría que entretenerse demasiado por su culpa y podría volver a sus quehaceres. Temía estar siendo una carga.

 

—¿Cómo está Naruto? —le preguntó de la nada, interrumpiendo sus cavilaciones.

 

—¿Perdón? —estaba tan concentrada en idear una forma de reducir la molestia que podía estar causándole al Kazekage que no había escuchado su pregunta. Así que lo miró fijamente para poder dedicarle toda su atención.

 

—Naruto. Hace casi dos años que no lo veo, desde la guerra. Me preguntaba cómo estaba —aclaró el joven con un deje de preocupación en la voz, mirándola mientras seguía caminando.

 

El sonrojo acudió a sus mejillas, era el efecto que pensar en Naruto producía en ella. Aún no había tenido tiempo de hacerlo desde que empezó la misión. ¿Qué estaría haciendo en ese momento? Ni siquiera se despidió de él cuando salió con Shikamaru hacia Suna, hacía casi tres días ya.

 

Quiso suspirar sabiendo que, estuviera donde estuviera ese hiperactivo, estaba segura que no estaba pensando en ella. Se lo calló antes de quedar sus pensamientos expuestos ante el pelirrojo.

 

—Está bien, muy ilusionado con el examen de Chunin. Ha estudiado mucho para poder presentarse.

 

—¿Va a presentarse? Pero si él puede ser Chunin cuando quiera, no tiene que hacer ningún examen.

 

Naruto había sido crucial para la guerra, si no hubiera sido por su aparición en mitad de la batalla, por su tozudez en querer ayudar y no mantenerse oculto por Kurama, estarían todos muertos. Habrían perdido la guerra y el mundo sería ahora un verdadero infierno sumido en tinieblas.

 

Y no solo por el hecho de haberles llevado a la victoria en la guerra lo hacían merecedor de ser Chunnin sin miramientos; fueron muchas las batallas que había ganado y librado a mucha gente e, incluso a una villa entera, de morir. Merecía ser todo lo que quisiera, el puesto de Chunin le quedaba corto.

 

—Lo sé. Pero el Sexto Hokage no quería que se le subieran los humos después de la guerra, por eso lo envió de nuevo a la academia.

 

—Entiendo. Muy propio de Kakashi —a su mente acudió la imagen del atípico ninja, ahora Hokage. Era un hombre extraño, pero muy bueno en lo que hacía. Sin duda era el Kage con el que le resultaba más cómodo trabajar. Aunque muchas veces no entendía bien algunas cosas que le decía, comentarios que supuestamente debían ser graciosos pero a él se le antojaban raros. Apartó esos pensamientos para centrarse en guiar a su huésped correctamente—. Esta es la planta baja de la torre. A diferencia del resto de plantas, esta está destinada al uso personal del Kazekage y su familia; es decir, Kankuro, Temari y yo. Aquí encontrarás la cocina, el comedor y la sala de estar. Ya habrás podido comprobar que las habitaciones están bastante arriba; igualmente es una planta restringida y protegida. Esta primera puerta es la de la cocina. Aunque nosotros preferimos hacer nosotros mismos las comidas, tenemos a una persona encargada de la cocina. Si alguna vez quieres que se te prepare algo sólo has de pedirlo. Tras la puerta del fondo se encuentra la sala de estar y aquí tenemos el comedor. Pasa, ya estarán todos esperando.

 

Hinata entró por la puerta que Gaara acababa de abrirle. La habitación tenía el espacio justo para una mesa rectangular con sus seis sillas y un mueble aparador. Sentados, cenando ya, se encontraban Kankuro, Shikamaru y Temari, observándolos. Esta última no pudo ocultar su sorpresa.

 

—¿Vas a cenar, Gaara? —preguntó con un ápice disimulado de ilusión. Cosa que le generó curiosidad, ¿por qué esa esperanza en la mayor?

 

—No aún, sólo he venido a acompañar a Hinata. ¿Has cerrado el centro ya?

 

—Sí, ¿quieres las llaves? —tampoco le pasó desapercibido, por muy bien que se le diera ocultarlo, la decepción en su voz y su lenguaje corporal.

 

—Por favor —acto seguido su arena atrapó al vuelo el objeto lanzado por Temari—. Gracias. Espero que disfrutéis de la cena y paséis buena noche. Hasta mañana. 

 

Todos observaron en silencio como el Kazekage se retiraba, cada uno con una expresión distinta pintada en el rostro. Su marcha invadió la cocina de un ambiente más cargado.

 

—¿No lo había dejado ya? —no pudo evitar preguntar Shikamaru.

 

—Pues ya ves que no —respondió Temari apesadumbrada—. Hinata, no te quedes ahí de pie, puedes sentarte donde quieras. Voy a por tu plato.

 

La rubia se levantó y rápidamente salió por una puerta que al parecer comunicaba con la cocina. Hinata, en tanto que se sentaba, intentó satisfacer su curiosidad sobre lo que acababa de pasar.

 

—Perdonad, ¿dónde va Gaara?

 

—Al centro de entrenamiento −respondió Kankuro. Desde que había llegado no había hablado todavía. De hecho, Hinata aún ni lo había saludado, aunque tampoco era el momento ya, había perdido su oportunidad de hacerlo. Solo esperaba que él no lo tomara mal.

 

—Pero ya es muy tarde, ¿no? Y tampoco ha cenado.

 

—No le importa —dijo Temari, que ya había vuelto con su comida y estaba a su lado, dejando el plato frente a ella.

 

—Gracias. ¿Entonces? —aún no sabía qué parte de que Gaara fuera al centro de entrenamiento molestaba a sus hermanos.

 

—Verás, Gaara tiene un horario digamos especial. No duerme, así que las noches las pasa vigilando o adelantando trabajo. Todo eso nos parecía normal; ya estábamos acostumbrados a sus noches en vela, así que verlo dedicar sus vigilias a sus labores de Kazekage no nos preocupaba. Sin embargo, al acabar la guerra, Gaara comenzó a encerrarse todas las noches en el centro de entrenamiento para mejorar sus habilidades. Lo vivido en batalla, verse al borde de la muerte… no pudo evitar sentirse débil. Naruto casi muere y perdió un brazo; piensa que, de haber sido más fuerte, podría haber ayudado más. Al principio lo hacía a escondidas: cenaba con nosotros y cuando nos retirábamos a dormir, él se escabullía a entrenar. Me di cuenta porque cada mañana me encontraba un nuevo destrozo en la arena del centro y él parecía más cansado, además de magulladuras que le aparecían de la nada; sólo tuve que sumar dos más dos. Te preguntarás por qué nos preocupamos tanto por un inocente entrenamiento a la luz de la luna, ¿verdad? —Hinata asintió, esperando pacientemente su respuesta mientras comía en silencio—. Con el tiempo, dejó de cenar con nosotros, directamente se iba a entrenar. Por otro lado, el sobreesfuerzo iba haciendo mella. Su armadura de arena lo oculta muy bien, pero yo le conozco y sé cuándo está pasando un momento difícil. No es sano para una persona como él, que no duerme y no se está alimentando bien, explotarse tanto; ya no tiene el bijuu dentro de él para darle fuerza extra. Un día decidimos pedirle que dejara esas actividades nocturnas, pero es un cabezón sin remedio muy listo. Nos hizo creer que lo había dejado, no  le gusta que estemos preocupados por él. Al mes descubrimos que simplemente había cambiado el centro de entrenamiento por el desierto. Inmediatamente le pedimos que volviera al centro; preferíamos eso a que pasara las noches sólo en el gélido desierto. Y así hasta ahora, él sigue a lo suyo y nosotros nos resignamos.

 

—Eso es… muy grave, ¿no? —comentó Hinata tras la revelación.

 

Por respuesta sólo recibió un triste asentimiento de los hermanos de la arena, perdidos en sus propios pensamientos. Terminaron de cenar en silencio, cada uno había decidido centrarse en su plato y sus preocupaciones. El primero en acabar fue Kankuro, quien se retiró sin mucho preámbulo, al parecer esa noche tendría guardia. Seguidamente, Shikamaru y Temari se estaban levantando.

 

—Hinata, ¿podrás llegar a tu habitación o necesitas que te acompañe? —preguntó Temari a la vez que recogía los platos de su hermano y Shikamaru.

 

—No será necesario, muchas gracias —informó la joven—. Por favor, deja los platos aquí. Sé que vosotros os habéis encargado de la cena, lo mínimo que puedo hacer es encargarme de retirar la mesa.

 

—¿Estás segura? Lo hago todas las noches, no es problema.

 

—Más motivo para que lo haga yo —aseguró Hinata con una sonrisa, después de todo intuía que el rato para llegar a las habitaciones les gustaría pasarlo a solas ya que se llevaban tan bien esos dos—. Id a descansar. ¿Mañana vendrás a recogerme antes de las ocho, Temari?

 

—Por supuesto. Descansa tú también y no te demores fregando. Muchas gracias Hinata.

 

Y con una tierna y cansada sonrisa, Temari se dispuso a salir de la sala, seguida ya por Shikamaru.

 

—Pasa buena noche, Hinata. Nos vemos mañana.

 

La joven se despidió con un gesto con la mano y una sonrisa. De nuevo volvió el silencio, uno muchísimo más relajado, comparado con el anterior, cuando todos estaban aún cenando. Se dispuso a terminar de recoger los platos, ya amontonados en su mayoría por Temari. Con cuidado de que no se le cayera ninguno, se dirigió a la cocina por la puerta que comunicaba directamente con esa estancia. 

 

Tenía mucha curiosidad por saber cómo era. Le encantaba el mundo de la cocina, era algo que le apasionaba. Saber que tal vez podría cocinar algún día en Suna hacía que se emocionara, era una opción que en las demás misiones no había tenido. Claro que había preparado siempre la comida a sus compañeros, pero nunca lo había hecho en una cocina de verdad; siempre era en un pequeño fuego y con precocinados u otros alimentos que encontraban en los alrededores como materia prima para esos platos.

 

Entró en la cocina y, cuando logró encender la luz, se quedó maravillada. Amplia, bien iluminada, limpia, con todos los electrodomésticos básicos y algunos de corte profesional que sólo había podido ver en libros de cocina; sin duda superaba sus expectativas.

 

Dejó los platos en la fregadera y, tratando de hacer el menor ruido posible, los fregó con rapidez. Esperando no pecar de curiosa, abrió uno a uno todos los muebles y estanterías que había en la habitación. Encontró la localización de la vajilla, cubertería, vasos, la batería de cocina, un juego de cuchillos muy completo y diversos utensilios que desconocía. 

 

Para su sorpresa, descubrió que los alimentos que guardaban en la despensa y el frigorífico eran los mismos que consumía ella en Konoha, a excepción de unos frutos exóticos y otros productos que no había visto jamás. No sabía por qué, pero esperaba que la gastronomía de esa villa variara más de la suya natal, no contaba con encontrar allí gran parte de lo que podía tomar en casa. 

 

Satisfecha su curiosidad, decidió que ya era hora de volver a su habitación y descansar. La mañana que le esperaba sería muy intensa y no sabía cómo continuaría el día. Subió con silencio y tranquilidad las escaleras que la llevaron a la primera planta, por la cual había entrado hacía solo unas horas. En ese momento, sólo había dos guardias custodiando la puerta. El lugar le ofrecía ahora una imagen bien distinta a la que había tenido al llegar, con tanta gente ocupada yendo de un lado a otro. 

 

Intentó esforzarse y hacer memoria del camino que había seguido con Temari hasta su estancia. Y así, concentrada, avanzó sigilosamente por el silencio de los pasillos. Sus recuerdos la llevaron a una puerta. Decidió que, para comprobar si era su habitación o no, lo más lógico sería introducir la llave y probar a abrir. Lo fácil habría sido usar el ojo blanco para ver si sus cosas estaban dentro; pero podía encontrarse con que el dormitorio pertenecía a otra persona, por lo que usar su técnica sería invadir su intimidad. Además, quería evitar cualquier sorpresa desagradable, como pillar a la persona usando el aseo o quién sabe en qué otra situación comprometida.

 

Conteniendo el aliento, introdujo la llave en la cerradura. Bien, entraba sin problema; ahora a girar. Soltó de golpe, casi ruidosamente, todo el aire que había contenido al ver la puerta abierta ante ella. Entró rápidamente y se apoyó en ella nada más cerrarla con llave de nuevo. La risa la invadió casi sin darse cuenta; no era una risa a carcajadas, era más bien suave y tranquila, como si quisiera reírse en silencio. Toda la tensión que había acumulado por descubrir si había encontrado su habitación era expulsada de esa forma tan peculiar.

 

Encendió una pequeña lámpara que había en la mesita y procedió a arreglar su equipaje. Con las prisas por haberse distraído más de la cuenta, provocando llegar tarde a su audiencia con el Kazekage, no había tenido tiempo de deshacer la mochila. Colocó todas sus prendas con mimo en el armario; no había traído muchas, así que este no podía evitar verse vacío. Su siguiente paso fue asearse, otra cosa que no había tenido tiempo de hacer cuando llegó. Si no se hubiera quedado en las nubes… Llevaba prácticamente tres días sin poder entrar en un aseo digno, ya era hora de compensar la falta. Se dio una breve pero necesaria ducha, secó y cepilló su larga melena y se preparó para la cama. 

 

Decidió dar un último vistazo a la villa por la redonda ventana de su habitación antes de acostarse. Qué pena que no fuera un balcón que le diera la oportunidad de salir y admirar el cielo. Por la arquitectura de los distintos edificios que había podido ver cuando llegó a Suna, los balcones no eran algo común; supuso que algún motivo habría.

 

Se fijó en que, el único edificio que seguía con luces encendidas en su interior, era en el que ella se encontraba. De no ser por la luz de la luna, probablemente no vería más allá de unos pocos metros de ella. No había nadie caminando por las calles, era demasiado tarde. Viendo el poco movimiento que la villa tenía en ese momento, decidió dirigir su vista al cielo. Era increíble cómo, a pesar de la luna llena, podía apreciar las estrellas sin problema. Tenía que descubrir la forma de poder salir de noche sin que supusiera ningún peligro y encontrar algún lugar para poder disfrutar del maravilloso cielo nocturno que Suna podía ofrecerle.

 

De repente, algo llamó su atención: había alguien caminando por la calle, dirección a la torre. Era Gaara, su cabello rojo como el fuego, aun en la noche, era inconfundible. Observó cómo avanzaba hacia el edificio de forma despreocupada. Llevaba su ropa de combate y cargaba su característica calabaza. Recordó lo que Temari le había contado de las escapadas nocturnas del joven, por lo que supuso que, por hoy, ya había terminado su entrenamiento. Era bastante tarde así que tendría que haber pasado mucho tiempo en el centro de entrenamiento. Intentó localizar algún atisbo de cansancio o malestar, pero a simple vista no pudo distinguir nada. Temari dijo que usaba la armadura de arena para maquillar su estado, por lo que decidió activar su Byakugan. Lástima que, a los segundos de hacerlo, el pelirrojo hubiera desaparecido de su campo de visión.

 

Suspiró, tenía que ser más rápida. Eso que le había ocurrido, perder a su objetivo, de haber pasado en una misión, podría haber supuesto el fracaso de la misma.

 

Decidió retirarse de la ventana para acostarse, de nuevo se había desanimado. Pensó en los motivos por los que Gaara entrenaba; hasta él, que era una gran Kazekage, entrenaba para ser mejor. No es que ella no hubiera tenido entrenamientos extra nunca, había ocasiones en las que había estado golpeando un árbol hasta casi desfallecer; pero tal vez, ahora que había pasado la guerra, se había relajado en sus entrenamientos personales. También, la ausencia de Neji para guiarla en estos era más que palpable, por lo que cada vez que empezaba un entrenamiento terminaba bastante triste. No podía permitir que eso siguiera así, pero ya le buscaría una solución. Ahora mismo lo único que necesitaba era cerrar los ojos y dormir.  

 

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Chapter 2: Capítulo 2

Chapter Text

Naruto y todos sus personajes pertenecen a Masashi Kishimoto. Esta historia es sin fines de lucro, está escrita para el disfrute del lector.

 

Pareja principal:

-Gaara/Hinata

 

Advertencias de este fic:

         -Lime

-Lemon

-Escenas de violencia

-Lenguaje malsonante y vulgar

-Crack 

                    

Gracias por adelantado por los reviews.

 

Esta historia es un Gaahina, por favor, si no te gusta esta pareja da media vuelta y evitaremos malos comentarios. 

 

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Se reajustó el pañuelo para evitar que el sol abrasador pudiera dañar su blanca piel. A pesar de sus insistencias y de asegurar que podía tolerar bien el calor del desierto, habían preferido prestarle una vestimenta especial para poder llevar a cabo sus expediciones sin que su salud corriera peligro. Temari fue muy rotunda en cuanto a ese aspecto, no pensaba permitir que nadie del equipo de organización sufriera daño alguno, y menos aún por el clima.

 

Esta era la tercera vez que marchaba sobre la ardiente arena, con la finalidad de conocer mejor el terreno y así poder supervisar con más precisión la segunda parte del examen Chunnin. Ese era el cometido que se le había encargado en la reunión organizativa de la misión que tuvieron hacía ya unos días. Como Shikamaru se iba a encargar de preparar personalmente la primera parte del examen, ella tenía más tiempo para asegurarse de poder desempeñar correctamente su papel en la segunda. 

 

Todos los días tenía programada una expedición a un punto distinto del terreno en el que se llevaría a cabo el examen en un momento del día distinto, de esa forma podría estar preparada ante cualquier situación. Su primera incursión, a pesar de haber sido de noche, fue según lo previsto; recorrieron sin problema toda la zona que debían cubrir por ese día y el frío de la noche no perturbó en exceso a Hinata gracias, debía reconocer, a las ropas que Temari le había obligado a llevar. Y, a pesar de la gran bajada del termómetro, se sorprendió de lo mucho que tardaba la arena en perder el exceso de temperatura que ganaba durante el día; podría andar descalza sobre ella si el gélido aire del desierto se lo permitiera.

 

Esa primera vez fue acompañada por Temari y Kankuro; su escolta debería ser sólo Kankuro, pero al ser algo nuevo para ella la mayor quiso acompañarlos. Pasó gran parte de la noche escuchando consejos sobre cómo debía actuar en caso de que ocurriera algún imprevisto, que por suerte evitaron que quedara dormida durante el trayecto. No se esperaba que pocas horas después de la reunión ya tuviera que salir a enfrentar el peligroso desierto. Afortunadamente volvieron a la villa cuando aún no había empezado el alba a despuntar, lo que le dio tiempo para descansar y poder entrenar antes de salir en una nueva expedición a primera hora de la tarde.

 

Descubrió que en el desierto podía haber insectos gigantes ocultos bajo las dunas. Al parecer, había zonas donde estos instalaban su hogar, excavando enormes galerías para ello. Tenía que tener especial cuidado con estos lugares; si había cualquier explosión o movimiento de tierra mientras algún alumno estaba sobre el terreno, podría quedar atrapado o herido en el hundimiento. Debía rescatarlo cuanto antes si se diera el caso.

 

Aquella segunda vez, sin contar algún susto que se llevó por la aparición de unas hormigas gigantes, transcurrió de forma tranquila. Kankuro, a diferencia de su hermana, no habló con ella más de lo necesario, estaba demasiado concentrado en el camino que debían seguir y en asegurarse de que entendía todas las instrucciones que le estaba dando para poder avanzar. A pesar de todo, su marcha era igual de rotunda y decidida que la de su hermana mayor, por lo que Hinata tenía que esforzarse para seguir su ritmo. No pudo evitar preguntarse si ese paso tan enérgico era algo común entre las personas que habitaban en el desierto o sólo era característico de los hermanos del Kazekage.

 

Terminaron aquella expedición cuando el sol apenas había empezado a ponerse; un alivio para Hinata, eso le permitiría acostarse pronto y descansar. Antes de despedirse, Kankuro le recordó que al día siguiente marcharían por la mañana, por lo que era muy importante que llevara todas las protecciones para el sol que Temari le proporcionó. 

 

Así que así estaba ahora, envuelta en turbantes, sudando como nunca en su vida e intentando seguir el paso que su acompañante marcaba con fuerza. No recordaba haberlo pasado tan mal cuando ella hizo su examen, ¿tendría algo que ver la época del año? No sabía si en el desierto había distintas estaciones como en Konoha, donde el invierno y el verano venían claramente separados por el otoño y la primavera. 

 

—Presta atención cuando alguien llegue a este punto, Hinata —interrumpió sus cavilaciones la voz del marionetista—. Justo a quinientos metros de aquí se encuentra una importante cascada de arena, si activas tu ojo blanco podrás verla bien.

 

La joven hizo caso, sintiendo curiosidad por poder descubrir algo nuevo del desierto. A lo lejos, más o menos la distancia que Kankuro había estimado, pudo apreciar el gran precipicio por el cual bajaba la arena a gran velocidad. Era tan profunda que ni siquiera podía delimitar correctamente en qué punto empezaba y en cuál terminaba. 

 

—Escucha, es un lugar muy peligroso. No vamos a acercarnos por precaución. En el momento en que algún genin se dirija hacia allí o pase este punto has de detenerlo o avisar para que otro supervisor se encargue. Si alguien cayera por allí probablemente no viviría para contarlo —sentenció su compañero a la vez que se volvía a poner en marcha en dirección contraria—. Venga, por hoy es suficiente. Volvamos.

 

Rápidamente tomó nota del aviso, apuntando en su pequeña libreta las coordenadas de ese punto, y se apresuró para ponerse a su altura. Saber que ya volverían la había animado, por fin podría descansar de tanto sol. 

 

De nuevo, Kankuro marcaba un ritmo rápido y contundente; esperaba acostumbrarse pronto a caminar así, si no iba a tenerlo muy difícil cada vez que salieran. Kiba, su compañero de equipo, era muy amigo de su acompañante y alguna vez le había contado varias anécdotas de cuando coincidían; en todas ellas parecía que el joven era tan alocado como su amigo. 

 

Se alegró cuando le adjudicaron a Kankuro como guía para las expediciones, por fin podría conocer mejor al protagonista de las historias que tanto repetía Kiba. Pensó que, tal vez, trabajar con él sería casi como hacerlo con su amigo, dado el carácter distendido que al parecer compartían. En las comidas le alivió comprobar que el marionetista era tal y como esperaba. Sin embargo, para su sorpresa, el mayor cambiaba radicalmente cada vez que salían al desierto.  En sólo tres días había podido ver lo formal y responsable que era con cada trabajo que tenía que llevar a cabo. No daba ningún paso en falso ni le gustaba arriesgarse más de la cuenta, seguía todas las instrucciones al pie de la letra.

 

Supuso que, dado su papel como mano derecha del Kazekage, se esforzaba mucho por hacer todo de la mejor forma posible y así no manchar la imagen de su superior.

 

—Mañana no haremos ninguna expedición, ¿de acuerdo? 

 

—¿Y eso? ¿Hay algún problema? —lo miró sorprendida por la noticia, pensaba que tendría que salir al desierto todos los días.

 

—No. Simplemente ya hemos comprobado que no tendrás ningún problema para trasladarte por aquí. No implica que la de hoy haya sido la última, hay una gran cantidad de puntos conflictivos que quiero que tengas en cuenta. Lo único que vamos a hacer es reducirlas a dos en semana, pero serán más largas. Yo creo… —paró un momento y comenzó a contar con los dedos—. Sí, las cuentas salen. El examen es dentro de tres semanas; con seis expediciones más y las cartografías que vamos a proporcionarte para que revises tendrás todo controlado —concluyó con una abierta sonrisa.

 

—Bien, me esforzaré por que así sea –sonrió ella también, dando comienzo animada a la marcha interrumpida por su compañero.

 

Aquella noticia cambiaba completamente su día a día en la misión, dejándole bastante tiempo libre. Podría entrenar más, descansar mejor, ¡incluso cocinar! Tal vez podría hacer una lista de las cosas que le interesaban de Suna, hacer turismo, aprender de sus costumbres y sus gentes. Se entusiasmó al pensar en lo mucho que podría aprender en aquella misión, iba a exprimirla al máximo. 

 

Llegaron a la villa justo a tiempo para comer, por lo que se dirigieron directamente al comedor de la torre del Kazekage. Allí, poniendo la mesa, encontraron a Gaara, quien los saludó con un movimiento de cabeza. Hinata se quedó plantada en el sitio, el joven normalmente almorzaba en su despacho, por lo que verlo ahí la sorprendió. No parecía ser el caso de Kankuro, que entró como si nada a la habitación.

 

—¿Dónde está Temari? —le preguntó a la vez que se quitaba la capucha negra que acostumbraba a llevar.

 

—En la cocina con Shikamaru, están terminando de preparar la comida.

 

—Bien, dile que hoy no como con vosotros —dijo mientras se volteaba hacia la puerta, en la cual aún estaba parada Hinata.

 

—¿Por qué no entras y se lo dices tú mismo?  No soy tu recadero.

 

—Por favor, Gaara. Tengo una cita y como le diga que no como con vosotros por eso se va a enfadar mucho.

 

—Ese no es mi problema. Siempre que me metes en tus líos con Temari salgo mal parado —dijo a la vez que cruzaba sus brazos sobre el pecho y miraba con seriedad a su hermano, quien lo miraba suplicante. Cada vez que le cubría, su hermana se desahogaba con lo primero que pillaba: él. Estaba cansado de tener que pagar siempre el pato. Suspiró para sus adentros al recordar cómo la última vez Temari casi lo deja sin oído por las voces que empezó a dar al enterarse de que Kankuro había decidido ir a pasar su día de descanso con una chica de la aldea al desierto. Sabía que su hermano era un caso perdido, pero aun así nunca lograba negarse—. Está bien, pero es la última vez que te ayudo con estas cosas. Ahora vete antes de que se entere de que has estado aquí y sea peor. 

 

—Gracias, ¡te debo una! 

 

Y sin añadir más salió corriendo, esquivando a Hinata a su paso por la puerta. La joven aún no se había podido mover de ahí debido a su estupor. Nunca había imaginado que podría presenciar una situación en la cual Gaara y Kankuro se mostraran tan… humanos. Acostumbrada más a verlos en el papel que tenían con su villa, el cual los hacía parecer mayores de lo que en realidad eran (sobretodo en el caso de Gaara), haber sido testigo de una escena como la que acababa de ver cambiaba la imagen que tenía de ellos.

 

—Supongo que la expedición ha ido bien, habéis llegado pronto.

 

—Así es. Además, vamos a reducir las salidas a dos por semana hasta el examen. Kankuro dice que así será suficiente —dudó un momento, no sabía si el siguiente comentario la haría parecer entrometida. Decidió probar suerte—. Tú también has acabado pronto hoy.

 

—El domingo es un día especial. Ya que el resto de la semana no puedo almorzar con mis hermanos y las cenas las hago por libre, Temari me pidió que redujera mi jornada aunque fuera un día a la semana —el joven terminó de colocar las servilletas en la mesa y se sentó, reclinándose sobre la silla—. Por eso supone tanto problema que Kankuro no comparta la comida hoy con nosotros. Aunque supongo que su posición es también comprensible; a fin de cuentas, esta es la única tarde a la semana que tiene libre. Es lógico que quiera aprovechar el día para sí mismo.

 

—Y… ¿los domingos entonces no haces tu entrenamiento nocturno? —desvió un poco la mirada, esperando no haberse pasado de la raya.

 

—Siempre voy a entrenar, no importa el día que sea —dijo seriamente mientras la miraba fijamente, provocando que un escalofrío recorriera la espalda de la joven—. Es muy importante ser constante y dar siempre el máximo. Esa es la única forma de mejorar. Superar los obstáculos, a tu oponente, a tí mismo; un buen entrenamiento es la clave para todo eso.

 

Su determinación hizo que una idea acudiera a su mente. Era un poco descabellada y tal vez le haría dar una imagen de persona engreída y prepotente; él era el Kazekage, mientras que ella era una simple Chunnin. Pero podría ser una gran oportunidad y desaprovecharla sería un desperdicio.

 

—Gaara, ¿puedo pedirte algo?

 

—Siéntate primero, llevas desde que has entrado ahí de pie. ¿Qué necesitas? —preguntó cuando ella se hubo sentado frente a él.

 

—¿Crees que sería posible… podría acudir a entrenar contigo?

 

Ya está, lo había soltado. Aún así, contuvo la respiración mientras observaba el mantel, a la espera de una respuesta. Los segundos se le estaban haciendo eternos mientras contaba los cuadritos que estampaban la tela que cubría la mesa y el arrepentimiento empezaba a invadirla sin piedad. Escondió el rostro tras su flequillo al agachar la cabeza más todavía. Se había precipitado.

 

—¿Dónde está Kankuro? —la voz preocupada de Temari hizo que los dos se volvieran hacia ella, sorprendidos al no haberla oído entrar.

 

—Temari, Kankuro no… 

 

—No tiene hambre —interrumpió Hinata al pelirrojo—. Hemos llegado un poco antes de lo previsto y ha decidido retirarse a descansar. Me ha pedido que te diga que no te preocupes por él, se preparará algo después. También dice que lo siente, sabe lo importantes que son estas comidas para ti.

 

El silencio se hizo en el comedor, aguardando la respuesta de Temari. Gaara no pudo evitar observar a la joven que acababa de jugársela por él, cubriendo a su hermano. Todo un detalle por su parte, no se esperaba ese gesto y menos cuando hacía un momento parecía totalmente perdida, justo después de haberle preguntado si podían entrenar juntos. 

 

—Bueno, pues entonces comamos ya, antes de que se enfríe —concluyó Temari tras asimilar la noticia. En principio no había señales de enfado, por lo que todos suspiraron relajados.

 

Durante la comida hablaron sobre el desarrollo de los preparativos para el examen. Hinata, absorta en sus pensamientos, participó lo justo en la conversación; tampoco tenía mucho que contar por su parte, salvo que el sol era sin duda más ardiente en esa zona que en cualquier otra en la que hubiera estado. Pero eso no interesaba a sus compañeros, era algo que ya sabían. 

 

Miró de reojo a través de su flequillo al joven Kazekage, quien escuchaba atentamente las novedades que Shikamaru le comentaba. Tal vez debería disculparse con él, había sido una grosería insinuar siquiera que podrían entrenar juntos. Él estaba muy por encima de ella, ¿de qué podía servirle al joven? Además, ni le había respondido, lo único que había obtenido de su parte era silencio.

 

—Si no os importa, voy a retirarme ya —anunció Hinata mientras se ponía en pie y recogía su plato sin terminar; había perdido el apetito.

 

—¿Te encuentras bien? No has comido apenas nada —preguntó Temari, formulando la pregunta que los dos chicos presentes tenían en mente.

 

—Sí, aunque algo cansada. Voy a intentar dormir un poco. Disfrutad de la comida —dijo a la vez que se dirigía a la cocina para limpiar su plato.

 

Tras vaciar las sobras en la papelera, dejó el plato en la pica y preparó el estropajo con jabón, antes de abrir un momento el grifo para humedecerlo y así ahorrar el máximo de agua. Restregó con parsimonia la esponja por el plato, dando círculos, haciendo así que la espuma cubriera el objeto. 

 

—Hinata —dijo una voz a pocos metros de ella, provocando que la joven se sobresaltara sin remedio, casi tirando el plato al suelo. 

 

—Gaara, qué susto —suspiró, tratando de reponerse. No había notado la presencia del joven a su lado y escuchar su voz de repente la alteró en exceso, haciendo que su corazón latiera a gran velocidad. Lo miró un segundo antes de continuar con su tarea, ¿también había terminado él ya de comer?

 

—Disculpa, no era mi intención —con tranquilidad colocó su plato vacío en la encimera y la miró directamente—. Mis entrenamientos son por la noche, empiezo nada más terminar mi jornada laboral en el despacho y acabo bien entrada la madrugada. Entiendo que tú necesitas cenar y descansar, por lo que puedes unirte a mí e irte en el momento que desees. Estaré encantado de entrenar contigo.

 

Ahora sí, Hinata dejó que el objeto que tenía en sus manos se escurriera poco a poco hasta tocar el fondo del fregadero, mirando al joven que tenía a su lado sorprendida, con la boca ligeramente abierta. Si sus oídos no la engañaban, aquello significaba que aceptaba su petición, esa que antes no había tenido respuesta.

 

Sonrió abiertamente, embriagada de felicidad e ilusión. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para contenerse y no empezar a dar saltos de alegría. No podía dar esa imagen tan infantil siendo quien era.

 

—Bueno, sabes donde está el centro de entrenamiento, ¿verdad? —dijo a la vez que hacía a un lado a Hinata para terminar rápidamente la labor que ella había empezado y así dejar la cocina recogida.

 

—Sí, he estado entrenando un par de veces en los días que llevo aquí —dijo ocultando la sorpresa que su gesto había provocado.

 

—Bien, te veré allí cuando estés lista —concretó el joven dirigiéndose con prisa hacia la puerta—. Hasta luego Hinata, espero que descanses.

 

Se quedó plantada en el sitio, mirando fijamente la puerta que acababa de cerrarse frente a ella. No entendía muy bien qué había pasado, sólo sabía que Gaara la acababa de aceptar como compañera de entrenamientos. Textualmente, el Kazekage había dicho “Estaré encantado de entrenar contigo”, a ella, una chunnin del montón. Se tapó la boca sonriente con ambas manos para intentar reducir al mínimo el grito de emoción que, ahora sola, había permitido que aflorara por su garganta.

 

Se sentía pletórica. Todos esos sentimientos negativos que la habían invadido hacía escasos minutos durante la comida habían desaparecido de un plumazo. Ya era la segunda vez durante la misión que las palabras de Gaara la motivaban tanto, prácticamente le devolvían la vida. Era algo extraño que alguien con la personalidad del joven, tan retraída, firme y solitaria, siempre diera con el mensaje correcto para hacerla sentir tan especial.

 

Ligera como una nube, se dirigió hacia su habitación, dispuesta a descansar para estar lo más fresca posible durante el entrenamiento. Dormiría un tiempo prudente, repasaría las anotaciones y cartografías que tenía para la segunda prueba del examen hasta la hora de la cena y  después se reuniría con Gaara. Estaba impaciente. 

 

Su nerviosismo hizo que estuviera ya lista dos horas antes de la cena. Apenas había dormido por la emoción y había devorado todos los apuntes de su parte de la prueba en apenas una hora. ¿Qué iba a hacer todo el tiempo que le quedaba hasta el entrenamiento? Dejó de dar vueltas por la habitación para dejarse caer a plomo sobre la cama mientras exhalaba un sonoro suspiro. Aún quedaban horas para que el Kazekage dejara su despacho y, encima, ella todavía tendría que cenar antes de reunirse con él en el centro de entrenamiento… 

 

Cerró los ojos, pensativa. El joven le había dicho que cenara primero, pero tal vez se haría muy tarde para cuando terminara y pudiera unirse a él. Además, quizá era irrespetuoso por su parte. Gaara ni siquiera cenaba para dedicar más tiempo a su rutina; si ella, encima de tarde, llegaba con el estómago lleno, podría dar una imagen equivocada. Y eso era algo que no estaba dispuesta a permitir.

 

Resuelta, se levantó y cogió sus cosas antes de salir con paso decidido de su habitación. Se le había ocurrido una idea que podría ser la solución a las dudas que tenía en ese momento. Así que, con la tranquilidad que la caracterizaba, se dirigió a la cocina, dispuesta a poner en marcha su plan.

 

Si Gaara no iba a la comida, la comida entonces iría hacia él. No por nada era una tozuda debajo de toda esa amabilidad que siempre la eclipsaba y la tachaba como débil; además, no quedaría mal visto el llevarle algo por si no llegaba a una hora adecuada para cenar. Al menos eso esperaba, no deseaba que el pelirrojo se tomara su libertad de prepararle un bento como una burla u ofensa ante su nefasto orden alimenticio por saltarse comidas.

 

Lo último que deseaba era que se enfadara con ella y no quisiera verla más por allí la primera vez que iba a entrenar con él. Suspiró percatandose del hilo de pensamiento negativo que estaba siguiendo por una nimiedad como el qué podría pensar Gaara de ella si le ofrecía el bento con una improvisada cena. 

 

Estaba siendo tonta de nuevo; si de algo se había dado cuenta las contadas ocasiones donde había estado con él para darse sus evaluaciones, era que se fijaba en los pequeños detalles de las personas en su entorno. No tomaría como ofensa su acto desinteresado de prepararle algo de comer para que se alimentara tras un extenso entrenamiento y duro dia de trabajo, sino como un acto de amabilidad y preocupación por su persona.

 

Y en verdad así era, no lo conocía mucho pero siempre fue muy agradable con ella desde que llegó a la aldea, y no la trataba con la superioridad que muchos en un cargo tan importante como el suyo se comportan con los demás. Ya que se desvivía tanto por la villa que una vez le dio la espalda, qué menos que recibir algo de gratitud a cambio.

 

Decidida, con un fuego entusiasta en su mirada, abrió la puerta de la cocina de aquel lugar, sabiendo que estaría a esas horas todavía vacía y no habría nadie que la viera y le exigiera una explicación sobre su presencia allí.

 

Iba a prepararle a Gaara la cena más deliciosa de su vida.

 



El sol se ponía ya en el horizonte cuando salió camino del centro de entrenamiento. Tal y como había visto en los pocos días que llevaba en la villa, los aldeanos aprovechaban las horas en las que el astro rey comenzaba a retirarse para hacer vida en las calles. Eso sí, con moderación, ya que el frío de la noche era igual de peligroso que el calor abrasador de la mañana.

 

No era la primera vez que acudía al centro, por lo que sabía de sobra qué dirección tomar en cada momento. Se sentía bien al percibirse como una habitante más de la villa. Incluso más relajada que en su propio hogar; en Suna nadie sabía quién era ella ni tenía que mantener intacta la imagen de la familia. Podía respirar sin sentirse observada o evaluada por los demás, que sólo esperaban de ella un tropiezo más que añadir a la lista de motivos por los que no era una digna heredera del clan más prestigioso de Konoha. 

 

Llegó al centro de entrenamiento casi sin darse cuenta, aún absorta en sus pensamientos. Entró despreocupada por la puerta principal que llevaba directa a la arena, sólo para descubrir que allí sólo estaba ella.

 

—Esto es extraño —pensó en voz alta mientras miraba a su alrededor en busca del pelirrojo. Estaba segura de que ya hacía rato que este había dejado su despacho, por lo que se sorprendió al no verlo allí. Intentó mantener la calma y cuadrar sus ideas. Lo primero era lo primero, dejar mochila y chaqueta en un rincón donde no fueran a molestar y empezar a calentar.

 

De repente, un ruido metálico invadió el estadio, como una cacerola al caerse, acompañado por una inmediata blasfemia. Hinata, una vez repuesta del sobresalto, se puso en guardia y activó su ojo blanco, lista para enfrentarse a aquello que pudiera haber provocado tal estruendo. Observó concentrada el lugar del que creía provenía el movimiento, para inmediatamente después descubrir a Gaara saliendo por la puerta de lo que suponía eran los vestuarios dirección al conocido para ella almacén, cargado con una caja de herramientas y murmurando por lo bajo, claramente malhumorado.

 

—Maldito Kankuro… Siempre se las apaña para librarse del trabajo sucio. Tiene delito que siendo él el maestro marionetista y, por tanto, quien conoce mejor las distintas herramientas, ¡me toque a mí arreglar los lavamanos! Pero esta vez me va a oír el muy canalla… Todo para irse con otra pobre chica a la que mañana dejará tirada… Desde luego la de hoy sí ha sido la última vez que lo cubro ante Temari, hasta… —no pudo seguir escuchando más, ya que el joven había entrado en el cuartillo donde los ninjas guardaban gran variedad de armas, material de entrenamiento y distintos mapas muy detallados de todos los países, entre otras cosas— … sin duda debería disculparse y darle las gracias a ella también. A ver si eso hace que le entre un poco de vergüenza en ese cabezón que tiene.

 

El pelirrojo se detuvo frente a la puerta del almacén y, a la vez que suspiraba y cerraba los ojos, se masajeó con parsimonia la sien. Esto dio a Hinata unos segundos para observarlo. Sin duda lucía bastante cansado. Analizó lo que acababa de presenciar; era una sorpresa que Gaara, con lo callado que era siempre, hablara tanto al estar solo.

 

Ante ella se encontraba la persona más fuerte de la villa, aquella que hasta a pesar de su notable cansancio seguía en pie dispuesto a hacerse más fuerte a costa de su propia salud. La admiración que sentía hacia él aumentaba por momentos y daba las gracias por cada segundo que podía aprovechar para aprender de él. Para ella era un privilegio la simple oportunidad de compartir un entrenamiento con él; sólo esperaba poder estar a la altura…

 

—Hinata, hola. No me había dado cuenta de que habías llegado ya —el joven siempre se las apañaba para interrumpir sus pensamientos—. Te esperaba más tarde.

 

—Acabo de entrar, pero si lo prefieres puedo volver luego —dijo con pena mal disimulada, mientras se agachaba para recoger sus cosas.

 

—No, por favor —en un segundo el pelirrojo se plantó a su lado, posando su mano en su hombro con intención de detenerla—. Te dije claramente que vinieras cuando estuvieras preparada. No estés siempre pensando que eres una molestia.

 

La joven se quedó mirando embelesada esos ojos aguamarina que la miraban con seriedad y fijeza. No ser una molestia… Si supiera cómo era su día a día en su clan sabría que “Molestia” era su segundo nombre.

 

—Bien, ¿estás lista para empezar? —era increíble; de nuevo, en un segundo, se encontraba a más de veinte metros de ella…Y eso que lo había notado en el hombro antes de alejarse…¿Acaso le había dado un apretón en el hombro, para darle ánimos? No, alguien como Gaara no haría eso… Naruto sí, pero a él no le pegaba. Lo más probable es que fuera imaginación suya. Los nervios estaban empezando a causar estragos.

 

—S-si, un momento, por favor —colocó de nuevo sus cosas en la arena, aprovechando así para inspirar profundamente y darse ánimos mentalmente—. Ya, estoy preparada.

 

Se colocó en posición de combate en el centro de la arena, observando fijamente a su oponente. El joven se encontraba a una distancia prudente. No sabía en qué momento la había cogido, pero llevaba su característica calabaza colgada a su espalda, dando el toque final a su conocida postura de combate: brazos cruzados y mirada penetrante. Aunque esta vez en la mirada había algo, un brillo distinto… ¿picardía? No estaba segura.

 

—Vamos a comprobar el poderío de la primogénita del prestigioso clan Hyuga —efectivamente, ahora más que nunca, sus ojos reflejaban chulería. 

 

No sabía por qué, no era algo típico en él ir provocando a sus contrincantes con burlas vacías, pero al ver a la joven ante él tan dudosa y nerviosa, no pudo evitar soltar la pequeña pulla. No era con ánimo de ofensa, tal vez sí un poquito de diversión a su costa, pero sin pasar los límites. También le interesaba saber su reacción, tanta bondad en una persona era imposible, en algún sitio tenía que esconder el genio y él estaba dispuesto a encontrarlo.

 

Hinata, por su parte, intentaba ocultar lo mejor que podía la sorpresa que tal comentario le había provocado. Podría decir que, a parte de sorprendida, estaba enfadada. No entendía a qué venía eso, ¿por qué se burlaba de ella? Pero el rostro del joven ya no reflejaba nada, era como mirar una estatua. Así le era imposible averiguar si lo que había dicho iba en serio o sólo quería mofarse un poco. Lo que estaba claro era que quería provocarla, pero no lo iba a conseguir; su paciencia de oro y ella estaban por encima de todo eso. Aún así, si el maestro Kazekage quería jugar, ella le daría juego. Se le acababa de ocurrir uno que le venía al dedo.

 

—¿Quieres comprobarlo? Te propongo una apuesta —contuvo el aliento para intentar que su respiración nerviosa no delatara lo poco que se creía lo que acababa de decir.

 

Ahora era el pelirrojo quien trataba de fingir normalidad a pesar de la sorpresa. Eso sí que no se lo esperaba. Curiosa la afición que parecían tener todos en la Villa de la Hoja por las apuestas… Se mantuvo en silencio mientras la observaba y sonrió para sí. Sin duda tenía agallas, cualquiera se habría echado atrás si hubiera escuchado tal provocación de parte ni más ni menos que del Kazekage. Pero ahí estaba ella, manteniéndose lo más firme posible y, para más inri, retándolo. 

 

—Ilumíname —dijo con voz siniestramente grave. El brillo malicioso había vuelto a sus ojos.

 

—Vamos a combatir, como en la tercera prueba de los exámenes. Las normas son las mismas: el combate durará hasta que uno de los dos se rinda o no pueda continuar. Si yo gano, cenarás todos los días con los demás y conmigo, a un horario normal −ahí estaba, había soltado su gran idea. Si consiguiera que cenara con todos solucionaría varias cosas, empezando porque no tendría que preparar un bento todos los días.

 

—¿Y si gano yo? 

 

Vaya, en eso no había pensado todavía, y así se lo hizo saber.

 

—No creo que se dé el caso, pero de ser así, te dejo elegir lo que quieras.

 

—¿Podré hacer lo que quiera? —eso le gustaba.

 

—Sí, lo que quieras. Pero ya te adelanto que no va a ocurrir tal cosa, así que te recomiendo que no malgastes el tiempo en pensamientos innecesarios —cerró la boca rápidamente. 

 

Ella normalmente no decía cosas así a la gente, y menos hablaba con tanta chulería. Encima no estaba ante cualquiera, se trataba del Kazekage… Sólo esperaba que su descaro no lo hubiera ofendido. Si su padre la escuchara hablando así… probablemente le daría una paliza, por irrespetuosa. Sin darse cuenta comenzó a abrazarse a sí misma, con ligereza, cruzando su brazo derecho sobre el cuerpo para apretar con cariño el izquierdo, justo en la zona donde terminaba recibiendo el primer golpe de la reprimenda.

 

El primer impacto en su piel de una serie de golpes que dejarían su cuerpo lleno de hematomas y tan dolorido que hasta tumbarse le costaría casi la vida misma. No quería recordar eso en ese momento.

 

—Acepto, ¿empezamos?

 

Ninguno de los dos podría en realidad decir cuánto tiempo estuvieron combatiendo, esquivando ataques y contraatacando al otro. Solo supieron que fue bastante cuando sus cuerpos, cansados y sudorosos, cayeron como plomos a la arena, intentando recuperar el aliento.

 

El tiempo había volado entre un ataque y otro sin percatarse de ello; el encuentro había sido más divertido y entretenido de lo que ambos llegaron a pensar desde que concertaron quedar para entrenar. Gaara había descubierto en ella una persona estupenda para mejorar, no conocía sus movimientos y siempre lo mantenía en constante alerta.

 

Esperaba que el encuentro hubiera sido tan satisfactorio para la Hyuga como lo fue para él. Y que por supuesto quisiera volver a repetir pronto.

 

—Bueno… por hoy ya es más que suficiente —dijo el pelirrojo para dar por finalizado el entrenamiento, a la par que se levantaba y tendía la mano a la joven—. Opino que hemos quedado en un justo empate.

 

—Sí —admitió aceptando su mano e incorporándose—. Creo que podríamos dejarlo así.

 

De repente, un rugido hizo que Hinata temblara de arriba abajo. Inmediatamente se ruborizó; tan absorta había estado durante la pelea que ni siquiera se había dado cuenta de lo hambrienta que estaba… No pudo evitar agachar la cabeza para ocultar su rostro, rojo como un tomate, del joven Kazekage. ¿Se habría percatado del sonido gutural que su estómago acababa de emitir? Se atrevió a mirarlo de reojo a través de su flequillo. El muchacho se encontraba adecentando sus ropas, sacudiéndose la arena que las manchaba, con la tranquilidad que lo caracterizaba. No, seguro, no había escuchado nada. Por fin pudo respirar tranquila y recuperar la compostura para arreglarse también como estaba haciendo su compañero de lucha. Pero antes… Corrió hacia su mochila, seguida bajo la atenta mirada del pelirrojo, ¿qué estaba tramando?

 

Al momento volvió a su lado, con lo que parecían dos cajas envueltas en tela lila. Observó el rostro amable de la joven, algo sonrosado por el esfuerzo que acababan de realizar, mientras le tendía uno de los paquetes.

 

—He preparado uno para tí —dijo con una tímida sonrisa pintada en la cara—. Espero que lo disfrutes.

 

Y sin mediar palabra, ya estaba sentada en el suelo, abriendo con mimo su bento. Aún estupefacto, decidió imitarla. Que le hubiera preparado la comida era una grata sorpresa, además de todo un detalle por su parte. Contempló el contenido del modesto bento, debatiendo qué debería probar primero. 

 

La caja contenía un par de sandwiches, cuatro onigiris, tres rollitos de lo que parecía tortilla y unas pocas salchichas con forma de pulpito. Alzó la vista hacia la joven, sólo para verla apartar la mirada rápidamente y centrarse en su cena, considerablemente colorada. Casi se rió por su reacción, seguro estaba nerviosa por saber qué le parecía. Bien, pues no iba a hacerla esperar más, empezaba a tener hambre de verdad. Tomó con decisión uno de los rollitos y se lo llevó a la boca. En efecto, era de tortilla con queso y algún tipo de embutido. Realmente delicioso.

 

—Está muy rico, Hinata, muchas gracias por haber preparado cena para mí también.

 

—No ha sido nada, puedo hacerlo todos los días si quieres, será un placer para mí —se ofreció sonriendo abiertamente, con la ilusión brillando en sus ojos—. Me alegro mucho de que sea de tu gusto.

 

—Al contrario, si lo haces, el placer será todo mío por tener el privilegio de cenar algo así cada noche —confesó, provocando una sonrisa de agradecimiento en la peliazul.

 

Comieron en silencio; no uno incómodo, al contrario, la improvisada cena estaba resultando muy agradable para ambos. A pesar de todo, Hinata no terminó su comida por completo, se había saciado al momento. Además, una vez satisfechas sus necesidades nutritivas, su cuerpo tuvo el detalle de recordarle que  tenía otras, como ducharse.

 

—Gaara, ¿crees que podría usar la ducha mientras terminas de cenar? No me gustaría salir así siendo noche cerrada.

 

—Claro, los vestuarios están en la puerta aquella que ves al fondo —dijo indicando con el sandwich que estaba tomando en ese momento el lugar al que se refería.

 

—Estupendo, no tardaré —corrió a por su mochila y se encaminó hacia las duchas—. Tú termina de cenar con tranquilidad.

 

Por supuesto que no iba a darse prisa, estaba dispuesto a disfrutar cada delicia que le había preparado hasta la última migaja solo por el bonito detalle que había tenido con él. Era increíble cómo había logrado que algo con una apariencia tan simple tuviera tanto sabor. Aunque, muy a su pesar, él también necesitaba una ducha. Así que, para evitar que se hiciera más tarde de lo debido, tomó su último onigiri y, con él en la boca, comenzó a arreglar los destrozos causados en la arena.

 

Una vez satisfecho con el resultado, se encaminó parsimonioso hacia los vestuarios, aprovechando para estirar los brazos tras la espalda e intentar relajarse. Había sido un día largo, pero productivo. Además, gracias a la propuesta de Hinata ahora tendría la oportunidad de entrenar con alguien que poseía grandes habilidades, pudiendo así aprender nuevas técnicas y movimientos; siempre y cuando ella quisiera volver al edificio otra noche podría superarse un poquito más. 

 

Por otra parte, la joven resultaba ser una caja de sorpresas. Cada día lo impresionaba con algo nuevo y la cena que le había preparado… Simplemente no tenía palabras. Decía mucho de ella el haberse preocupado por su alimentación hasta el punto de tomarse la molestia de preparar un bento para él también. Por otra parte, ese mediodía le había salvado el culo a su hermano (e incluso a él mismo) ante su hermana, otro detalle que plasmaba la considerable amabilidad de la ojiblanco. Debería darle las gracias ahora mismo y obligar a su hermano a hacerlo cuando pudiera.

 

Hinata era demasiado buena y bondadosa para el mundo en el que había nacido, tan corrupto y violento. Era la pequeña flor que sobrevivía en invierno.

 

Un grito femenino y agudo lo devolvió a la realidad. Sus pensamientos lo habían distraído demasiado, no se había dado cuenta de que ya había llegado a las duchas y menos aún se había percatado de que la joven Hyuga estaba dentro. Así que ahora se hallaban uno frente al otro: ella completamente desnuda, tapándose lo mejor que podía en un rincón de la ducha y él, semidesnudo mirándola sin parpadear, de arriba abajo. 

 

No, no había sido consciente de todo eso. Ahora que la observaba bien, su cuerpo era totalmente diferente al que aparentaba con esas ropas anchas que llevaba siempre, bien formado, con curvas de blanca piel; casi parecía estar hecha de fina y elegante porcelana, apetecible... Pero por favor, ¿en qué estaba pensando? Salió de la ducha tan rápido como pudo, tratando de ser coherente otra vez. ¿Se había equivocado y había entrado en el vestuario de las chicas? No, era ella la confundida. Esperaría vestido por completo de nuevo hasta que terminara entonces, no pensaba entrar en las duchas femeninas a asearse, lo mismo ella decidía cambiarse de vestuario de repente. 

 

Si su hermana hubiera estado allí… le habría plantado un buen tortazo en la cara para que pudiera lucirlo toda una semana. Y lo tendría bien merecido, ¿cómo se le había ocurrido mirarla tan fijamente?  En cuanto la escuchó gritar tendría que haberse retirado; pero no, en lugar de eso recreó su vista por cada hito de su cuerpo mientras añadía otro dato a la lista de sorpresas que le había dado la joven en los días que llevaba allí. Porque ahora sabía que cada vez que entrara a las duchas, la imagen de Hinata no se iría de su mente.

 

No tenía vergüenza, ¿qué pensaría de él ahora? Que era un pervertido, eso como poco. Un Kazekage pervertido y descarado, vaya imagen… Tendría que disculparse, por supuesto. Ella era todo bondad y él un aprovechado. ¿Debería redactar una disculpa oficial? Para dársela por escrito y quedara así para siempre grabado en el papel lo muy arrepentido que se sentía por mirar más de la cuenta. Su reacción había estado totalmente fuera de lugar, nada propia de alguien con su posición.

 

Escuchó los pasos de la joven dirigirse hacía la puerta, junto a la cual estaba esperando él.

 

—Hinata yo… —comenzó a decir, sólo para ser interrumpido.

 

—Ya puedes usar la ducha, siento mucho haberme colado en la tuya. Ha sido sin querer —y dicho eso se inclinó con sumo respeto.

 

Encima era ella la que se disculpaba cuando la culpa era toda suya. ¿De dónde había salido esta chica? No fue capaz de responder, por lo que con un rápido asentimiento entró a la ducha. Sólo esperaba que el agua fría calmara el torrente de emociones que toda esa situación acababa de provocarle.

 

Al salir de los vestuarios encontró a la peliazul recostada en la pared, esperándolo pacientemente, perdida en sus pensamientos. ¿Debería intentar disculparse de nuevo o tal vez lo correcto sería actuar como si no hubiera pasado nada? No sabía qué opción sería la más cómoda, con cuál ofendería menos a la joven. 

 

—Quisiera ver las estrellas —dijo Hinata de repente, incorporándose y volviéndose para mirarlo de frente—. Desde que llegué a la villa he tenido un gran interés por admirar el cielo nocturno, sin embargo no sé desde dónde podría hacerlo sin que suponga un peligro. ¿Te importaría mostrarme algún sitio donde poder verlas?

 

Parecía que ya había decidido ella; sin duda era una joven muy interesante. No hacía más que llamar su atención sin hacer en verdad nada.

 

—Por supuesto que no me importa. Vamos, ven conmigo.

 

Ninguno de los dos dijo nada en el transcurso del camino cuando salieron del edificio de entrenamientos, una silenciosa caminata por la ciudad sumergida en la noche haciendo como si  lo anterior ocurrido fuera cosa del pasado. Aunque claro, ese mutismo, incómodo y algo pesado, no hacía las cosas más sencillas para lograrlo.

 

Era obvio que ese silencio demostraba que estaban pensando en la escena de las duchas, la primera vez que la veían desnuda y la primera vez que veía una chica sin ropa. El destino tenía un sentido del humor demasiado negro, se daban cuenta.

 

Llegaron al edificio donde, supuestamente, estaba el mejor lugar para ver las estrellas, descubriendo que era el mismo edificio donde se estaba hospedando para la misión. Entró aligerando el paso al ver que el pelirrojo le estaba sosteniendo la puerta para que entrara mientras ella, de nuevo, divagaba en su cabeza como era habitual.

 

Subieron una interminable tira de escaleras hasta la azotea, mirando el suelo porque no se atrevía a mirar al frente, a la espalda del líder, sin sentir que se sonrojaba de manera alarmante. Pasaría un tiempo hasta que se acostumbrara al hecho de que Gaara había sido el primer hombre en verla sin ropa; pero, hasta entonces, se sonrojaría como una guindilla cada vez que lo recordara.

 

—Puede que sientas frío aquí arriba —informó posando la mano en la manija de la puerta tras abrirla con la llave.

 

—No importa, solo quiero ver las estrellas un momento.

 

—Bien, si tienes frío dilo y te acompañaré a tu habitación.

 

Iba a decirle que no hacía falta, que sabía ir sola, pero no quería ser una maleducada y denegar una acción desinteresada del Kazekage para ella. Suponía que, viendo lo poco que salía de su oficina y hablaba con los aldeanos, sería una de las pocas privilegiadas de ver un detalle del pelirrojo como era el acompañar a una dama en la noche a su alcoba.

 

Bajó la cabeza abochornada con ese pensamiento y no demoró en salir a la azotea en cuanto él le permitió pasar primero otra vez. Quedó muda del asombro cuando, al alzar la cabeza, fue recibida con un manto negro intenso y una luna llena brillante, las estrellas incluso parecían pequeñas perlas en el cielo.

 

—Es precioso —exclamó maravillada, volviéndose sus palabras vaho al salir de sus labios y tocar el frío de la noche.

 

—Es complicado traer electricidad al desierto, por lo que por las noches el cielo se ve natural al no tener farolas en las calles para aprovechar al máximo los generadores —se adelantó a ella y tomó asiento sobre la baranda, sacando una pierna y dejándola colgando por entre las barras—. Me siento orgulloso de saber que respetamos la naturaleza que nos proporciona una casa y una vida.

 

Se sentó a su lado con timidez, dejando un espacio entre los dos no demasiado grande para no ofenderlo por su lejanía, pero no tan cerca como para que pensara que estaba intentando invadir su espacio personal.

 

Ninguno dijo nada más mientras contemplaban el cielo oscuro que los cubría, no eran necesarias palabras para demostrar que, a pesar de lo acontecido minutos antes, se encontraban cómodos el uno con el otro.

 

Tal vez era el comienzo de una amistad.




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Chapter 3: Capítulo 3

Chapter Text

Naruto y todos sus personajes pertenecen a Masashi Kishimoto. Esta historia es sin fines de lucro, está escrita para el disfrute del lector.

 

Pareja principal:

-Gaara/Hinata

 

Advertencias de este fic:

         -Lime

-Lemon

-Escenas de violencia

-Lenguaje malsonante y vulgar

-Crack 

                    

Gracias por adelantado por los reviews.

 

Esta historia es un Gaahina, por favor, si no te gusta esta pareja da media vuelta y evitaremos malos comentarios.  

 

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Consultó el reloj por enésima vez esa mañana, reprendiéndose al instante por ello. Cada día se estaba volviendo más impaciente, y eso no era propio de un Kazekage; sin embargo, no sabía cómo evitarlo. Desde el primer entrenamiento que compartieron juntos, Hinata había tomado por costumbre acudir todas las mañanas a su despacho con un té recién hecho. La primera vez le pareció un gesto de cortesía, tal vez de agradecimiento, el que la joven llamara a su despacho para ofrecerle una humeante taza. Fue una sorpresa tan grata como el bento que le preparó la primera noche. Un detalle que decía mucho de la persona que lo había realizado.

 

Pero el motivo por el cual ese acto se hubiera empezado a repetir con puntualidad todas las mañanas era algo que escapaba a su comprensión. Al igual que tampoco llegaba a entender muy bien su propia actitud frente a ese momento; cuando al principio lo encontraba algo extraño, pasó a convertirse en uno de los momentos del día que más ansiaba que llegara. 

 

Ya no consistía en que ella dejara el té en la mesa y se fuera con una despedida igual de suave que su saludo al llegar. Ahora, gracias a la confianza que poco a poco ganaban en sus entrenamientos nocturnos, se les hacía más fácil hablar a la luz del día sin que el tema de conversación fuera laboral o se tratara de las breves frases que compartían para confirmar que esa noche se verían en el centro de entrenamiento. Otro, sin duda, de sus momentos más deseados de la jornada.

 

Cada día lo sorprendía con una curiosidad nueva, bien sobre el entorno de su villa, sobre las costumbres de esta o sobre su historia. Y él estaba encantado de poder satisfacer todas sus dudas; le daba igual lo mucho que tuviera que extenderse o el tiempo de trabajo que perdiera en ello, para él no era tiempo perdido.

 

Por otro lado, descubrirse a sí mismo ansioso por la llegada del té era algo a lo que no podía dar explicación pero que, por mucho que lo intentara, no podía reprimir. Encima, ella lo había acostumbrado a un horario concreto, llegando siempre puntual, a la misma hora, todos los días. De esa forma, le había marcado las 10 de la mañana como el momento hasta el que estaría desconcentrado pensando en si ese día se volvería a repetir el fenómeno que venía teniendo lugar toda la semana.

 

Unos ligeros toques en la puerta hicieron que alzara la vista del texto que llevaba más de una hora intentando redactar, sin poder avanzar más de dos líneas en toda la mañana. Miró el reloj de nuevo, era más pronto de lo habitual, todavía faltaba más de media hora. ¿Habría pasado algo? Un ligero nerviosismo comenzó a invadirlo.

 

—Adelante —dijo para permitir el paso, intentando que su voz no pudiera delatarlo.

 

Se sorprendió desilusionado al comprobar que la persona que había entrado en su despacho era un simple ninja de la Unidad de Vigilancia de la Frontera Norte, dado el uniforme que llevaba puesto. Suspiró pesadamente, volviendo la vista al trabajo. Primero ansioso y ahora decepcionado, ¿se puede saber qué le estaba pasando últimamente?

 

—Buenos días, señor —el sonido que emitió el cuerpo del ninja al moverse le hizo saber que  se había cuadrado en el sitio, firme, para mostrar respeto a su superior.

 

—¿Ha ocurrido algo en la frontera norte? —preguntó directamente, no le apetecía mucho entretenerse con preámbulos. 

—No señor, todo está en orden —notó, mientras empapaba en tinta la pluma que llevaba largo rato seca, que el joven aún tenía algo más que decir, por lo que ni se molestó en levantar la vista, dándole su tiempo para expresarse—. Ha pasado mucho tiempo, me alegra mucho poder volver a verle y estar de nuevo en casa, sobretodo teniendo en cuenta todo lo ocurrido en la guerra. 

 

¿Volver a verle? ¿Estar de nuevo en casa? No recordaba a nadie de la frontera norte que pudiera tener ese deseo. De hecho, la mayoría se presentaban de voluntarios precisamente porque querían alejarse de la villa y todo lo que la representaba. Aunque era irónico, ya que la misión por la cual partían a ese puesto era protegerla desde allí con su vida.

 

Se aventuró a dirigir la mirada, por primera vez desde que había llegado, al ninja. De no ser porque sus ojos le habían mostrado ya muchos imposibles, le habría costado creer que la persona que había frente a él era real. Sin duda se trataba de Shira, aquel joven sin habilidades para el ninjutsu al que ayudó a convertirse en ninja hacía ya años, casi parecía otra vida. Pensaba, al enterarse de que el puesto de la frontera del norte había quedado destrozado por la guerra, que él no había sobrevivido. 

 

Kankuro fue el encargado de llevar todo ese asunto ya que él, como Kazekage, tenía otras muchas obligaciones. Aunque sí tuvo el detalle de agradecer el esfuerzo extra a su hermano, nunca se le ocurrió preguntar por todas las personas que se habían perdido allí. Por segunda vez esa mañana, se reprendió severamente. Era impensable que alguien con el cargo de Kage despreciara de esa manera el sacrificio que los shinobis habían hecho por el mundo ninja. Pues ahí estaba él, dejándole el marrón a su hermano… Ni siquiera recordaba si había llegado a realizar un homenaje a los caídos. 

 

Reparar en ese detalle hizo que se enfureciera consigo mismo. No podía permitir que cosas así ocurrieran, debía ser más estricto a la hora de cumplir con sus deberes de Kazekage. Resopló con disgusto… En ese momento se sentía muy indigno de estar en el puesto en el que estaba, un buen Kage no debería de tener semejantes faltas con su villa.

 

—Maestro Kazekage, ¿se encuentra bien? 

 

Miró fijamente a su interlocutor, reprimiendo su estado anímico al máximo para evitar que sus ojos hablaran por él. Rápidamente se recompuso, decidido a continuar más tarde con el tema que hasta hacía unos segundos ocupaba su mente.

 

—Perfectamente Shira. Me alegra ver que estás de vuelta −se levantó para poder estrecharle la mano—. ¿A qué se debe tu visita?

 

—Asuntos familiares. A pesar de tratarse de cosas sin importancia, me llevará algunos días solucionarlos. 

 

—Y esperas que alguno de esos días que vas a pasar por aquí podamos entrenar, ¿verdad? —hizo esa afirmación mientras volvía a su asiento, analizando al joven. Sin duda lo veía más mayor, rezumaba madurez por todos sus poros, y sin poder evitarlo se preguntó qué imagen era la que estaba dando al ninja en ese momento, si también lo vería diferente, envejecido, después de tanto tiempo, después de tantas cosas a las que habían sobrevivido. ¿Pero qué estaba pensando? Si apenas tenía 18 años y mucha vida por delante. Además, ¡no era momento para ponerse a desvariar cuando había un invitado a quien atender!

 

Shira, al verse descubierto, no pudo evitar apartar ligeramente la mirada. Había acudido al despacho del Kazekage para presentar personalmente el informe que usualmente enviaban por escrito cada trimestre. No tenía ningún motivo especial para hacerlo, ni orden de ningún superior; sin embargo, ya que tenía temas pendientes en la villa, se prestó voluntario para entregarlo. De esa forma, aunque jamás lo admitiría en voz alta, tenía una excusa para encontrarse con el Kazekage y poder así solicitarle un entrenamiento. Sólo con verlo pelear se conformaría, pero si podía participar en la pelea, mejor que mejor.

 

—Si fuera posible, es algo que me encantaría. Siempre es un honor poder medirme contra usted —no pudo evitar reconocer su deseo, aunque estaba decidido a no hacerlo—. No quiero ser una molestia. Entiendo que esté ocupado…

 

—Shira, por favor, tutéame —lo reprendió Gaara—. Cada noche acudo al centro de entrenamiento, nada más terminar la jornada laboral. Últimamente me acompaña una shinobi de la Villa de la Hoja; supongo que esta noche vendrá y podrás conocerla. Podemos hacer un combate a tres bandas, será interesante.

 

Pensar en Hinata hizo que inevitablemente su mirada se dirigiera fugazmente al reloj, de nuevo. Quedaba poco tiempo para la hora del té.

 

—Sin falta estaré allí, será un honor compartir entrenamiento con vosotros —se inclinó respetuosamente para mostrar su agradecimiento y, antes de que Gaara pudiera decirle nada, añadió—. También tengo un reporte que entregar.

 

—¿Un reporte? Entonces sí que ha ocurrido algo en la frontera.

 

—Se trata de pormenores, pero mi superior ha querido, ya que venía personalmente a entregar el informe, que los tratáramos aquí directamente.

 

—De acuerdo, toma asiento entonces porque parece que nos vamos a entretener bastante —ofreció indicando con un gesto de la mano la silla que había  junto a una de las ventanas, tal cual la había dejado Hinata el día anterior. 

 

La joven tenía por costumbre sentarse allí, de forma que pudiera observar tranquilamente el día a día de los aldeanos cada vez que el cómodo silencio los envolvía. Miró el reloj por última vez antes de centrarse de lleno en aquello que Shira tenía que contarle; justo estaba anunciando las diez. 




Era más de media tarde, la baja posición del sol le informaba de ello, y sólo podía desear que este avanzara más rápido para que ese maldito día terminara. Si ya se sentía culpable por su gestión como Kazekage de la Unidad de Vigilancia de la Frontera Norte, las noticias que le había dado Shira no habían hecho que se sintiera mejor. Al parecer, el encargado de ese punto no estaba empatizando con el resto del escuadrón, lo que había provocado ciertas trifulcas. No se sorprendió cuando Shira le contó que él se había mantenido fiel a su superior; sabía que su deber era defender la frontera, por lo que cuestionar si la persona al mando era mejor o peor era algo que al joven de pelo gris le resultaba indiferente a la hora de llevar a cabo su cometido.

 

Por fortuna, habían logrado estabilizar la situación en apenas un día y actualmente los ninjas que habían protagonizado la revuelta se encontraban bajo supervisión. El ninja al cargo, cuyo nombre ahora mismo no recordaba, solicitaba consejo para zanjar del todo la situación incómoda que llevaban arrastrando el último mes. Una de sus propuestas para ello era retirar a los maleantes de su puesto como castigo, otra consistía en bajarles el rango, obligarles a hacer guardias extras durante lo que restaba de año… Una en concreto le hizo especial gracia, haciendo que casi se carcajeara cuando la leyó: “hacer que se disculparan con el resto de sus compañeros y prometieran no volver a causar más problemas”. Cualquiera que leyera eso bien podría pensar que estaban tratando con niños que aún ni tenían edad para ingresar en la academia ninja.

 

Despidió a Shira con la promesa de encontrar la mejor solución a la situación del norte. Sin duda, era muy posible que parte de la culpa de todo aquello fuera suya. Si desde un primer momento se hubiera ocupado personalmente de la designación de ninjas para dirigir aquella zona, probablemente las opciones de que la situación saliera de quicio habrían sido menores. Muy a su pesar, el idiota de su hermano tampoco tenía la culpa de ello. Delegaba demasiadas cosas en él y era lógico que, en una tarea tan simple como era elegir a uno de los jounin que tenían y enviarlo a la frontera, no dedicara excesivo esfuerzo. 

 

Fue un fallo, teniendo en cuenta la dureza de la misión a la que iba a ser enviado, no haber hecho una selección más exhaustiva del jounin, no haber buscado a alguien con más vocación para el puesto. Otro más a la lista de errores garrafales cometidos como Kazekage a la hora de gestionar la Unidad de Vigilancia de la Frontera Norte de la villa.

 

La solución a su debate se personó en su despacho en forma de su hermana. Temari siempre tenía buenas ideas para todo este tipo de conflictos, no por nada era su embajadora. Aunque ella había acudido a verle para pedir su opinión en cuanto a ciertos aspectos de la primera prueba del examen, el pelirrojo apenas le dio tiempo a saludarlo antes de abordarla con todo lo que Shira le había contado.

 

Tal y como esperaba, su hermana era un genio a la hora de resolver esta clase de conflictos. No es que él no tuviera esa capacidad; pero sabía que si alguna vez no se encontraba presente o no veía tan clara la solución, Temari era la persona idónea para hablar en su lugar. Además, no había nadie como ella a quien pedir consejo.

 

Terminó de redactar la orden y la leyó de nuevo detenidamente, para así asegurarse de que no había erratas en lo escrito. En ella se pedía a tres ninjas en concreto su regreso a la villa desde la frontera norte para una semana de entrenamiento específico, además de una audiencia con el Kazekage. Esta orden, sugerida por su hermana, tenía como fin solucionar el problema que dichos ninjas pudieran tener con su superior. Además, cabía la posibilidad de que un cambio de aires mejorara la actitud y ánimo de los citados.

 

Cerró el pergamino y lo selló, dejándolo así listo para ser entregado a Shira esa misma noche. Cuánto antes lo hiciera, más rápido podría olvidarse del tema para centrarse en otros asuntos. No le gustaba dejar los problemas en el aire ni darles vueltas durante días, corría el peligro de estar perdiendo un tiempo precioso que bien podría haber sido empleado en otros quehaceres. Con eficacia y rapidez; sí, así le gustaba hacer las cosas.

 

Una vez dejó el rollo sobre su escritorio, se permitió estirarse un poco, liberar tensiones. Aún quedaba un poco para finalizar su jornada laboral, pero se sentía más cansado de lo habitual. Entrelazó sus manos tras su nuca y se reclinó en su silla, dejando su mirada vagar por el techo. 

 

Tal vez hoy podría irse un poquito antes, probablemente nadie se percataría de ello. Y bueno, si lo hacían, ¿qué más le daba? Él era el Kazekage, prácticamente su propio jefe. Había realizado todo lo pendiente para ese día y además había resuelto un asunto extra. Nadie podía recriminarle nada; había trabajado mucho y se merecía un descanso ya. 

 

Soltó lentamente el aire que había contenido con intención de liberar sus pulmones a la vez que estiraba sus brazos todo lo que podía hacia el techo. Supuestamente era una técnica de relajación, inspirar y espirar profundamente, según le había comentado Hinata en su segundo entrenamiento. Llevaba un par de días realizando el ejercicio y cuando, una vez vacíos sus pulmones, volvía a tomar aire, realmente notaba cómo su cuerpo le agradecía tal acto mediante una sensación de liberación que lo recorría de pies a cabeza.

 

Se dejó caer sobre el escritorio, colocando su frente casi en un cabezazo sobre la tabla de madera maciza, entre sus brazos aún estirados. No entendía por qué hoy estaba tan exhausto, pero sí sabía que eso provocaba que se sintiera más asqueado en cuanto al día que había tenido. Todo lo ocurrido no había hecho más que dejarle malas sensaciones. Probablemente eso fuera lo que lo hacía sentir tan cargado y en un estado tan negativo. 

 

Tenía que recomponerse antes de salir del despacho, en poco rato iría a entrenar con Hinata y Shira y no podía presentarse allí con esos ánimos. Pero era como si alguien le estuviera mandando unas ondas de energía que lo hacían sentir culpable solo por el mero hecho de pensar en irse antes.

 

Resoplando, volteó la cabeza para apoyar su mejilla en su brazo derecho y así liberar su frente del aplastamiento al que la había sometido. Ese movimiento le permitió descubrir justo frente a sus ojos el origen de la culpabilidad: una carpeta marrón que había traído su hermana pero que había obviado por completo al asaltarla con otro problema.

 

Volvió a sentarse bien en la silla con rapidez, quitándose la pereza de encima de un plumazo para dar paso a la concentración, y comenzó a hojear la carpeta para comprobar el contenido de esta. Tal y como esperaba, se trataba de un informe detallado de los últimos preparativos para el examen. Sólo quedaba una semana para que diera comienzo la recepción de participantes y dos para que comenzaran las pruebas. Eso significaba que la cuenta atrás daba comienzo y todo el mundo debía ir a contrarreloj para tener todo listo, como muy tarde, a mediados de la semana de recepción.

 

Dejó de ojear por encima cuando llegó a la parte en la que le exponían en qué punto se encontraba cada fase del examen y su programación para la semana y media que quedaba para tenerlas preparadas. Tal y como esperaba, Shikamaru estaba haciendo un magnífico trabajo en su parte de la prueba y según especificaba, terminaría los preparativos de esta en los dos próximos días para pasar a ocuparse de otros campos del examen. 

 

En cuanto a la segunda parte de la prueba, su hermano había indicado el horario y zona de las expediciones que quedaban por realizar para asegurar el terreno. Frunció ligeramente el ceño cuando vio que la última expedición era cuatro días antes del comienzo del examen. No podían permitirse dejar tanto tiempo entre la revisión final y la fecha de la fase. El terreno en el desierto era demasiado cambiante como para permitirse crear tanto margen de error. 

 

Tendría que hablar con Kankuro cuanto antes para reprogramar las salidas. Aunque para ello tendría que esperar a que volviera, ya que hoy estaba indicada una salida. Sabiendo lo estricto y puntual que era su hermano con las misiones, podía enviar a un ninja a la puerta para avisarlo en cuanto llegara de que lo esperaba sin preocuparse por tener a alguien perdiendo el tiempo porque no se sabía en qué momento llegaría.

 

Según lo escrito, la expedición había comenzado a las 7:30 y terminaría a las 19:00. Eso era interesante. Dirigió su mirada al reloj, que marcaba las 18:35. Por suerte no tendría que aguardar mucho tiempo y llegaría en hora a su entrenamiento. Además, se acababa de percatar de una cosa: Hinata no había acudido ese día a llevarle el té porque se encontraba de expedición. 

 

Casualmente las de la semana anterior no habían coincidido con ese momento ni habían sido tan largas, pero hoy no había tenido tal fortuna. Una lástima, el té que ella preparaba era delicioso y seguro le habría dado energía para afrontar el día que había tenido con otro talante. Era más que probable que ese fuera otro de los motivos por los que hoy estaba tan cansado. Había acostumbrado a su cuerpo a algo y, al quitárselo sin avisar, este lo estaba castigando.

 

Se percató, mientras aún seguía mirando el reloj, que tal vez Hinata no acudiera esa noche a entrenar. Normalmente comenzaban cada día sobre las ocho, por lo que era más que probable que la joven decidiera prescindir de esa actividad para poder recuperarse de la expedición que había hecho. Pensar en ese hecho hizo que una sensación extraña brotara en su interior. 

 

Al igual que la hora del té, este era uno de los momentos del día que más deseaba que llegara. Cada tarde, mientras se preparaba para el entrenamiento tras su jornada laboral, exploraba en su interior tratando de descubrir de dónde provenía esa sensación tan desconocida. Ahora que se sentía tan raro ante la posibilidad de no entrenar esa noche con Hinata tenía otra más con la que rumiar, estupendo. 

 

Apartó esos pensamientos de su mente, debía avisar sin más demora a un ninja para que se encargara de citar a su hermano. No quería que este llegara de la expedición y, como haría cualquier otro en su situación, se fuera de cabeza a la ducha para no salir de ahí hasta verse convertido en una pasa. Seguro que esa sería su excusa para no ayudar con los preparativos de la cena a su hermana. Era algo que hacía cada vez que volvía de una misión, siempre se inventaba alguna historia para estar vagueando el resto del día.

 

Una vez encargado el mensaje, decidió que emplearía el tiempo que faltaba para su regreso en terminar de leer el informe. Tenía la esperanza de que así el reloj avanzara más deprisa. 

 

Su hermano había llegado con un sorprendente buen humor, pensó mientras caminaba con paso tranquilo hacia el centro de entrenamiento. Kankuro se presentó diligente en su despacho nada más llegar, a pesar de que estaba hecho un asco, y aceptó todas sus sugerencias de buen grado, aplicando los cambios de inmediato. 

 

Después se despidió de él con una palmada afectuosa en el hombro a la vez que le decía con una sonrisa amable “No te agobies Gaara, el examen irá genial”. A duras penas contuvo las ganas de decirle que para nada era eso lo que le agobiaba; si algo en él le había hecho pensar que se encontraba así, sin duda era por el día que llevaba encima, además de otras cosas que ni él mismo sabía explicarse. 

 

Pero Kankuro tardó menos en salir de su despacho de lo que él tardó en responderle mentalmente. Frunció el ceño mientras preparaba las llaves del centro de entrenamiento. Si estaba lento hasta para pensar, no quería ni imaginarse la paliza que podía recibir esa noche en el entrenamiento. 

 

Divisó una figura solitaria apoyada en la pared del edificio al que se dirigía. Ver a Shira esperando solo le hizo ser consciente de que Hinata finalmente no acudiría al entrenamiento.  Un ápice de decepción cruzó su semblante, pero rápidamente reprimió esa sensación. La joven había pasado todo el día de expedición por el duro desierto, exigirle entrenar hasta altas horas de la madrugada era algo injusto y egoísta. Ya perdía noche tras noche demasiadas horas de descanso como para encima hacerle perder las que se merecía ese día. No tenía ningún derecho a sentirse mal por su falta.

 

—Buenas noches, ¿llevas mucho esperando? —saludó a Shira cuando llegó a su altura, dando por zanjada su reprimenda interna.

 

—No, para nada. Acabo de llegar prácticamente.

 

Miró al joven por el rabillo del ojo mientras abría la cerradura de la puerta. De no ser porque no era la primera vez que entrenaban juntos, tal vez le habría creído; pero sabía de sobra que llevaba ahí media hora larga por lo menos. Escuchó el característico sonido del cerrojo al abrirse y empujó la puerta haciéndose a un lado.

 

—Adelante entonces —dijo dejándole paso—. Recuerdas aún cómo llegar a la arena, ¿verdad?

 

—Claro que sí, jamás me permitiría olvidar nada de este sitio —aseguró mientras se adentraba por el oscuro pasillo en busca del cuadro de luz para dar energía a todo el edificio, tal y como acostumbraba a hacer cuando años atrás entrenaban juntos.

 

—Estupendo entonces. Por cierto —hizo una pausa al hacer fuerza para echar la llave de nuevo a la puerta—, la chica de la que te hablé no va a venir finalmente. Ha estado desde temprano hasta hace nada en una misión de reconocimiento y va a descansar.

 

—Vaya, es una pena. No podremos hacer ese combate a tres bandas, así que habrá que conformarse con un tradicional uno contra uno —comentó Shira mientras cruzaba la puerta que daba al terreno de pelea y, tras un suspiro, sonrió abiertamente—. Qué recuerdos me trae este sitio. Dime, ¿por qué prefieres empezar? ¿Ninjutsu o taijutsu?

 

El ninja de la frontera norte se encontraba pletórico, solo había que ver lo inquieto y emocionado que estaba por empezar. Sonrió ligeramente, él también recordaba bien esos entrenamientos, aunque puede que no de la misma forma que Shira. Para él, que apenas se movía del sitio en los combates, era un esfuerzo inmenso el realizar una pelea cuerpo a cuerpo, sin usar su arena. Pero aún así había disfrutado mucho aprendiendo y sabiendo que todavía había límites que podía superar, que podía dar mucho más, que podía ser más fuerte.

 

—Si te parece, me gustaría empezar por calentar. Además, no peleo usando taijutsu desde que te fuiste. 

 

—¿Ninjutsu entonces?

 

—Vale, podemos empezar así −aceptó, dando comienzo con esa frase al entrenamiento.

 

Se elevó en una nube de arena con la intención de esquivar uno de los ataques del peligris. Se notaba que durante el tiempo que no se habían visto había mejorado tanto sus técnicas como su velocidad. Ya llevaban casi una hora peleando y notaba cómo el cansancio del día hacía mella en él. Decidió ganar más altura con la única idea de alejarse de él e intentar preparar una estrategia, pero lo que parecían unos golpes en el portón principal hicieron que se parara en seco. ¿Quién podría ser?

 

Reaccionó justo a tiempo para evitar una patada voladora de Shira. Optó por aprovechar ese movimiento para atraparlo con la arena y así dejarlo bien quietecito y calladito. Quería ver si volvían a llamar o sólo había sido su imaginación y con el ninja dando vueltas a su alrededor no podría concentrarse.

 

—¿Ocurre algo? —por supuesto, viendo la actitud de su compañero de combate, Shira no pudo evitar preocuparse.

 

—Espera un momento en silencio, por favor —dijo mientras lo liberaba de su prisión de arena en el suelo, con el sonido de tres golpes metálicos como acompañantes a ese movimiento.

 

Ahora sí que estaba seguro: alguien estaba llamando a la puerta del centro de entrenamiento. Se puso en guardia y se dirigió con cautela a la entrada, preparado para lo peor. Sin duda debía estar pasando algo grave como para que alguien fuera a buscarlo a esas horas. Podría ser uno de sus hermanos, avisándole de un ataque ninja inesperado; solo de pensarlo su cuerpo se crispó y apretó sus puños con ira, no permitiría que nadie volviera jamás a tocar ni un grano de arena de su villa.

 

Una vez en la puerta principal, respiró profundamente y comenzó a girar las llaves, concentrado al mismo tiempo en reunir chakra. Sabía que Shira se encontraba dentro haciendo lo mismo, la forma en la que lo había dejado allí, con la palabra en la boca, no auguraba nada bueno. 

 

Una vez quitado el cierre, comenzó a abrir despacio la puerta, asomándose poco a poco por el espacio que iba abriendo. Aparentemente todo estaba tranquilo. Pudo vislumbrar, conforme ganaba más ángulo de visión, una figura femenina observando el cielo nocturno de espaldas a él, con una mochila a la espalda semi-oculta por su cabello suelto y una bolsa de plástico en su mano derecha. Terminó de abrir la puerta de un tirón, irremediablemente sorprendido.

 

—¿Hinata? —preguntó incrédulo a la persona que había frente a sí.

 

Ella dio la vuelta y con rapidez se inclinó frente a él, igual que la primera vez que la vio en la puerta de su despacho, cuando la descubrió inmersa en sus divagaciones.

 

—Buenas noches Gaara, siento muchísimo haber llegado tarde —se disculpó la joven, sin incorporarse todavía—.  Lamento no haberte avisado antes de que hoy tenía expedición y haberme retrasado más de la cuenta en prepararme para venir.

 

Estaba muy avergonzada. No se lo iba a decir, pero se había quedado dormida a medio vestirse tras el reparador baño que había tomado al volver de la expedición. Despertó súbitamente media hora después, ya demasiado tarde como para preparar cena o tomar cualquier cosa antes de salir, por lo que había tenido que comprar algo por el camino. Y para más inri, esa mañana había salido con tanta prisa que no había podido dejarle el termo con té con el cual tenía pensado sustituir al que usualmente ella misma le llevaba. Era como si ese día lo hubiese castigado sin té y sin cena. Se reprendió mentalmente, Gaara no merecía pagar por sus despistes.

 

—Ya sé que tenías salida hoy, por eso pensaba que te quedarías descansando —dijo a la vez que le pedía que se incorporara con un toque en el hombro. No entendía por qué, pero ese hábito suyo lo incomodaba en sobremanera, no le gustaba verla degradada de esa manera, encima tapándose la cara con toda esa melena que tenía; de hecho, prefería verla bien derecha, con el rostro despejado y sus ojos brillando en él—. ¿Por qué has venido?

 

—Para entrenar, por supuesto —dijo sonriendo abiertamente, como si fuera lo más obvio del mundo—. Por cierto, no me ha dado tiempo a preparar la cena, así que he comprado unos fideos de camino. Lo siento, espero que no te importe.

 

Observó cómo la joven le entregaba la bolsa que traía con ella sin atreverse a mirarlo a la cara. De nuevo se estaba disculpando. Un día haría la cuenta de las veces que la joven era capaz de pedir perdón sin motivo. Tomó la bolsa rozando sin querer su mano y sin dejar de mirar como ella evitaba cruzar su vista con él a toda costa por la vergüenza que sentía al no haber podido preparar nada digno. En realidad se alegraba de que finalmente hubiera acudido al centro de entrenamiento; sin embargo, no por ello no iba a reprenderla por su insensatez. No debía explotar su cuerpo de esa forma, debía darle el descanso que merecía para que continuara funcionando correctamente; aunque él no era precisamente el más indicado para predicar con el ejemplo. También, como de costumbre, volvería a pedirle que por favor no volviera a inclinarse ante él, ella estaba por encima de eso. Y ella, con toda su timidez, asentiría silenciosamente a todo lo que él dijera.

 

Podría haberle dicho eso y más, de no ser porque Shira apareció por su espalda, seguramente intrigado por el motivo de su tardanza. Suponía que el silencio había hecho que la alarma inicial, cuando escucharon los golpes en la puerta, desapareciera. Pero debía querer saber qué lo retenía aún en la puerta.

 

—Hola, ¿nos conocemos?

 

Hinata, al entender que la persona que acababa de entrar en escena se estaba dirigiendo a ella, se hizo a un lado para poder ver mejor a quién estaba tras Gaara; sin embargo, no lo reconoció.

 

—¿Perdona? —esa pregunta fue lo único que acertó a decir. Estaba sorprendida de que Gaara se encontrara entrenando con otra persona. ¿Lo habría avisado en vista de que ella no iba a acudir esa noche por su expedición?

 

—Hinata, él es Shira. Es un ninja de la Unidad de Vigilancia de la Frontera Norte con quién hace años empecé a entrenar taijutsu; ha llegado hoy a la villa y pensé que invitarlo a venir hoy podría ofrecernos una forma de enriquecer nuestro entrenamiento —explicó Gaara al percibir cierta confusión en la joven; también notaba ciertas dudas en su otro acompañante—. Shira, ella es Hinata, la shinobi de quién te hablé esta mañana.

 

—Lo sé, pero yo la conozco —dijo el chico, acercándose a Hinata para poder verla mejor a pesar de la oscuridad nocturna—. Yo he visto estos ojos antes, estoy muy seguro.

 

Por su parte, la joven no pudo evitar retroceder ligeramente; ese chico se había aproximado tan abruptamente que la había hecho sentir muy incómoda. Encima, aunque no supiera cómo se llamaba, había reconocido su Byakugan. Ella no recordaba haber cruzado nunca una palabra con él, por lo que seguro que los ojos que recordaba pertenecían a otro.

 

—Lamento decirte que debes estar en un error, no recuerdo habernos visto nunca —dijo con educación, tratando de disimular su tristeza–. Es posible, aún así, que los ojos que recuerdes sean de una persona llamada Neji Hyuga.

 

—Claro, jamás podría olvidarlo a él. Pero tú eres su hermana o su prima, ¡seguro! —afirmó sonriente y convencido—. Coincidimos en el mismo salón cuando hicimos la primera prueba del examen Chunin, esa en la que vosotros dos descubristeis una forma de poder comunicaros con vuestros compañeros en los otros salones. ¿Me equivoco?

 

—No, estás en lo cierto… —la pesarosa incomodidad que sentía dio paso a una sorpresa mayúscula que la había dejado sin habla. Por mucho que intentara hacer memoria, no era capaz de recordar al joven; pero ya no tenía dudas, sí que era cierto que se habían visto antes.

 

—¡Lo sabía! Podemos cambiar físicamente con los años, pero nuestros ojos no lo harán nunca. Entonces, sois familia, ¿no? ¿Hermanos o primos?

 

—Primos —aún le costaba encadenar palabras y, en vista del camino que estaba tomando la conversación, su mente había decidido reducirlas al máximo.

 

—Pues os parecéis bastante. Durante el examen tuve la gran oportunidad de pelear contra su compañero de equipo, Rock Lee. Sin embargo no hubo tiempo para enfrentarme a tu primo…

 

—Perdonad, ¿os parece si entramos dentro? Empieza a hacer fresco aquí —interrumpió Gaara.

 

El Kazekage había decidido mantenerse como un mero observador de la situación que estaba teniendo lugar frente a él. No esperaba que se conocieran, pero era cierto que se examinaron en la misma promoción, por lo que tenía sentido que Shira recordara los llamativos ojos de Hinata. Observándola mientras Shira le contaba todo, pudo darse cuenta de que había algo que no marchaba bien, y la mención a Neji sólo confirmó lo que suponía. A pesar de haber pasado ya dos años desde la guerra y la muerte de su primo, era lógico que la joven aún llorara su pérdida. De modo que, a pesar de ser una persona que prefiere no interferir en los asuntos de los demás, no dudó un segundo en interrumpir la conversación con la primera excusa que se le ocurrió. 

 

Sus dos compañeros asintieron y se encaminaron con él al interior del centro de entrenamiento, con Shira a la cabeza. Mientras avanzaban por los pasillos, el pelirrojo miró de reojo a Hinata, que se había quedado un poco atrás. Esta, al ver que la observaba, le agradeció  su gesto con un susurro que apenas salió de sus labios; se había dado perfecta cuenta de por qué Gaara quería entrar, y no era por que le hubiera entrado frío precisamente.  El joven intentó quitarle importancia con un leve movimiento de cabeza, era lo que debía hacer. No quería que Hinata se entristeciera por recuerdos del pasado, provocados por alguien que él había traído a su presencia. Afortunadamente, se le ocurrió una forma de zanjar por completo la conversación que podía dar lugar al tema tabú.

 

—Creo que deberíais combatir juntos ahora —expresó en voz alta—. Shira conoce muy bien el taijutsu y tengo entendido que en tu clan, Hinata, también trabajáis mucho esta forma de combate.

 

Sus dos acompañantes se miraron extrañados ante su propuesta. Bien era cierto lo que había dicho, pero no entendían qué motivo podía tener para querer mantenerse al margen. Gaara, por su parte, terminaba de perfilar la idea que se le había ocurrido para evitar que Shira preguntara lo que no debía.

 

—Pero entonces tú te vas a quedar sin entrenar —Hinata dio voz a lo que ella y Shira estaban pensando en ese momento.

 

—No te preocupes, nosotros hemos estado entrenando antes. Además, observar es otra forma de aprendizaje —los tranquilizó Gaara mientras se dirigía hacia un extremo del terreno de combate y hacía una marca en el suelo—. Tú colócate aquí Hinata.

 

Después se fue al lado contrario mientras hacía un gesto a Shira para que lo acompañara. Se agachó e hizo una marca en el suelo que acompañó con un mensaje escrito con rapidez: “No preguntes por Neji”.

 

—Tu vas aquí —dijo con una mirada significativa y borrando lo escrito al ver la confirmación en los ojos de Shira. Luego se dirigió al centro de la arena y se subió en una de sus características nubes—. La idea es que comencéis con ataques de larga distancia y os vayáis aproximando hasta pasar al combate cuerpo a cuerpo. Para ello usaréis armas tipo kunai o shuriken, las técnicas ninjas no están permitidas. En cuanto estéis listos y equipados empezamos.

 

Desde la altura vio cómo los jóvenes se cargaban con sus herramientas y estiraban con rapidez. En cuanto confirmó que los dos estaban preparados en sus marcas, anunció el comienzo del combate.

 

Debía reconocer que el plan que había elaborado para distraerlos era bastante pobre, muy básico… Qué cosas decía, era lo más absurdo y ridículo que se le podría haber ocurrido. Carecía de sentido imponer reglas (y más unas tan simplonas) a ninjas con el nivel que tenían ellos.  Pero su castigado cerebro no daba para más en esos momentos y salvaguardar el buen estado de ánimo de Hinata era prioritario.

 

Recordó a la Hinata que llegó unas semanas atrás a su villa: triste, retraída, ensimismada… Le costó varios días adoptar la actitud alegre y jovial que todo el mundo que le había hablado de ella afirmaba que tenía. Desconocía el motivo por el cuál se encontraba tan hundida, tampoco le interesaba saberlo; pero no le gustaba ver a la gente triste, por lo que no iba a permitir que ella volviera a ese estado.

 

Volvió a centrarse en el combate cuando sus sentidos dejaron de percibir el sonido de armas chocando. Sus compañeros ya habían avanzado lo suficiente como para poder atacarse con técnicas de corto alcance. El puesto en el que se encontraba le daba una visión privilegiada de la pelea, permitiéndole analizar detenidamente cada movimiento de los jóvenes. Y por supuesto, iba a aprovechar la ocasión para tomar nota de todos los puntos fuertes y débiles de los dos. Qué suerte la suya, al final su idea no había resultado ser tan tonta como al principio pensó.




Se encontraban los tres sentados en la arena alrededor de la cena improvisada que había traído Hinata: dos botes de fideos instantáneos y un termo con agua caliente para hacerlos. Los dos chicos guardaban silencio mientras Hinata miraba concentrada, con el ceño fruncido, los dos paquetes de fideos. Estaba intentando por todos los medios encontrar una forma de enmendar su error.

 

—Lo siento mucho Shira —se disculpó con el joven por enésima vez—. No sabía que hoy vendrías…

 

—No te preocupes, de verdad. La culpa es mía por no haber tenido en cuenta la posibilidad de terminar tarde el entrenamiento. Tú no podrías haber adivinado que yo vendría hoy.

 

—Ya pero yo podría haber comprado una ración más, por si una no era suficiente…

 

—Hinata, no es culpa tuya, no pasa nada —Shira ya no sabía qué más decirle para que dejara de disculparse por algo que no era su falta.

 

Gaara, por su parte, había decidido permanecer al margen. Era costumbre ya ver cómo la joven ojiblanco se ahogaba en un vaso de agua ante cualquier imprevisto. De hecho, cuanto menos importancia tenía la situación, más se agobiaba ella. Recordó cuando fue por tercera vez a llevarle el té; habían empezado a hablar de los Kazekages que le precedieron cuando notó en su expresión algo raro. De repente, la notó terriblemente incómoda, alternando la mirada disimuladamente de la silla que había abandonada al fondo de su despacho y él mismo. Cuando le preguntó, descubrió que lo que le ocurría era simplemente que quería sentarse para continuar escuchando atentamente su historia, pero no quería ser una molestia y entretenerlo excesivamente, sabía que un Kazekage tenía muchos deberes que atender. Sin siquiera contestarle, trajo la silla hacia ella con su arena y continuó con el relato como si nada. Ese gesto fue respuesta suficiente para hacer que ella volviera a la normalidad.

 

A partir de ahí, decidió fijarse más en los momentos de indecisión de la joven. Se le antojaba cómico incluso verla en esas situaciones, por lo que solía dejarla cavilar hasta que llegaba un punto en el que temía que la frustración acabara con ella. Sin embargo ahora, por mucho que le divirtiera ver a sus dos acompañantes disculpándose el uno con el otro, terriblemente azorados, él tenía hambre. Sin mediar palabra, tomó el termo y vertió su contenido entre los dos cazos de plástico en los que vendían los fideos. Los tapó y se cruzó de brazos, dispuesto a esperar  así el tiempo que requerían para estar listos.

 

Hinata y Shira, por su parte, enmudecieron nada más ver al Kazekage tomar el termo en sus manos. No sabían lo que pretendía, pero decidieron aguardar también en silencio. Cuando el pelirrojo consideró que ya había pasado tiempo suficiente, tomó unos palillos y uno de los cazos y empezó a verter parte de su contenido en el termo. Después, repitió la misma operación con el otro cazo, dividiendo así la cantidad de fideos que tenían en tres partes iguales. Cuando terminó de repartir, ofreció uno de los cazos a Shira junto a un par de palillos y después hizo lo mismo con Hinata, que lo miraba asombrada. Por último, cogió el termo y, sin esperar a sus compañeros, empezó a tomar su porción directamente del termo. Tan hambriento estaba que apenas dio un rápido agradecimiento por la comida antes de comenzar a sorber. Tras un breve momento de confusión, los otros dos lo imitaron. Ahora que el problema estaba resuelto, sus estómagos reclamaban su atención.

 

Una vez terminada la cena, los chicos metieron los cacharros en la bolsa de plástico en la que venían. Hacía un poco que Hinata se había retirado a los vestuarios; la joven había engullido su parte rápidamente con la intención de ducharse sin que la tuvieran que esperar en exceso. Por un momento, mientras terminaban los fideos, reinó el silencio; sin embargo, cuando se levantaron para recoger el material y poner en orden el centro de entrenamiento, Shira no pudo aguantar más y soltó la pregunta que su superior había estado evitando que hiciera toda la noche:

 

—¿Qué le ha pasado a Neji Hyuga? —preguntó de forma directa y seria.

 

Gaara, que en ese momento estaba de espaldas a él, comenzó a voltearse para mirarlo fijamente, deteniéndose brevemente a observar la puerta de los vestuarios y asegurarse de que Hinata no iba a salir aún. Miró fijamente los ojos grises e interrogantes de Shira y soltó un suspiro en silencio; nunca era cómodo dar a alguien la noticia de una defunción.

 

—Falleció en la guerra —contestó sin apartar la mirada, tan directamente como había recibido la pregunta—. Madara Uchiha lanzó un ataque contra Hinata y él se interpuso para protegerla.

 

—Eso explica muchas cosas… Maldita guerra —dijo apretando los puños con fuerza. La cuarta guerra ninja había hecho mucho daño y esa noticia sólo hacía que la rabia que sentía hacia ese acontecimiento fuera en aumento, a pesar de los dos años que ya habían pasado. Perder a Neji había sido seguro un palo tanto para su familia como para su villa y aquellos que habían tenido el placer de conocerlo (él entre ellos). Seguro que Hinata también lo había pasado muy mal; ahora entendía por qué su Kazekage había intentado por todos los medios evitar que esta conversación tuviera lugar con la joven presente—. Tengo que disculparme con Hinata, he sido terriblemente irrespetuoso con ella.

 

—No, no. Es mejor que no lo hagas. Sólo la harás sentir más incómoda —aseguró Gaara.

 

—¿Incómoda por qué? —preguntó sin poder evitarlo Hinata, que recién había salido del vestuario. 

 

Los dos chicos se miraron sin saber qué responder, la aparición de la joven los había pillado por sorpresa. Afortunadamente Shira reaccionó rápidamente con una idea a la que, ciertamente, había estado dando vueltas durante la cena.

 

—La verdad es que quería pedirte permiso para entrenar mañana de nuevo. Me gustaría poder enfrentarme a tí usando el cien por cien de mi fuerza. Sólo si tú quieres, claro.

 

Hinata no pudo evitar sorprenderse, era la primera vez que alguien fuera de su equipo le pedía un entrenamiento porque estaba interesado en su forma de pelear y quería medirse con ella. Miró a Gaara con la intención de preguntarle su opinión de la propuesta pero, a pesar de que este se mantenía impasible junto a Shira, le habló sin darle tiempo a enunciar su duda:

 

—Eres tú la que va a pelear, no yo —dijo secamente.

 

Insegura, sin saber demasiado bien que decir aún por esa sensación que la invadía al saber que alguien la valoraba al fin por ella misma sin ser la sombra de su primo y le pedía entrenar, la desorientaba. Estaba, aunque no lo pareciera, contenta, así que en realidad no debería de estar dando tantas vueltas a la cabeza por algo tan simple, ¿verdad?

 

Sonrió alegrando el rostro y mostrando un gesto tímido pero dulce tras sopesar todo, asintiendo al tiempo que se echaba unos mechones rebeldes de pelo para atrás por la misma acción. No iba a malgastar una oportunidad así para batirse con un experto en taijutsu con tanto nivel como el propio Lee, le valdría para mejorarse mucho más a sí misma.

 

—Me encantaría pelear contigo —respondió finalmente, provocando en Shira un inevitable gesto de victoria y emoción. 

 

Ya estaba deseando que llegara de nuevo la noche de mañana. Gaara, en cambio, no estaba tan contento. Si la propuesta del ninja ya lo había sorprendido en un primer momento, haciéndole sentir incómodo, cuando Hinata lo miró pidiéndole permiso le resultó el colmo; tanto, que no pudo evitar dar una respuesta tan cortante. Metió las llaves en la cerradura de la puerta del centro de entrenamiento con más fuerza de la debida y, como si de repente estuviera sujetando un hierro candente, apartó la mano. ¿Cómo había llegado a ese punto? Estaba enfadado por nada, no tenía ningún motivo para enrabietarse así. Como ninjas, era lógico que sintieran interés por pelear los unos con los otros. Sacudió la cabeza y volvió a la tarea de cerrar la puerta. Poder disfrutar de un combate como el que iba a presenciar al día siguiente era un privilegio y no debía desaprovecharlo.

 

Se aseguró de que todo estuviera en orden y se alejó del edificio para reunirse con sus compañeros. Pudo notar que la energía que reinaba era bastante positiva, era evidente que estaban ansiosos por que llegara el entrenamiento del día siguiente. Inevitablemente, él también se contagió de ese ambiente y el próximo encuentro se convirtió en su nuevo objetivo.




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