Chapter 1: Campamento o recursar
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La pantalla del ordenador reflejaba un suave resplandor azulado sobre el rostro de Ortho. Sus dedos se mantenían entrelazados, nerviosos, mientras esperaba que el entrenador Quirón terminara de leer su solicitud para ser parte de un campamento especial, se encontraba fuera de la Isla de la Lamentación, pero había visto en el programa de actividades que era posible participar, gracias a que Quirón y León eran eran parte de los organizadores y consejeros de campamento.
—Así que saliste hace poco a acampar —comento Quirón, leyendo las notas de "experiencia"—. Pescaste, prendiste fuego, hiciste recolección... eso cubre el perfil básico.
Ortho asintió con entusiasmo. —Sí, sensei. Me gustaría formar parte del Campamento Orión. He leído todo lo que se enseña ahí... y sería un honor aprender bajo su tutela y la de León-san.
Quirón entrecerró los ojos, observándolo con atención. —Siempre me emociona que los novatos se animen a participar. —dejo el formulario aun lado, volviendo su expresión seria—. Pero debo ser franco: es imposible que asistas este año. Las inscripciones están cerradas y los equipos ya se formaron. No hay manera de integrarte a uno.
Ortho bajó la mirada, los circuitos de su pecho emitieron un leve parpadeo opaco. —Lo entiendo... Intentaré el próximo año entonces.
Quirón acarició su barba, pensativo. —Aunque... quizá haya una forma.
El brillo volvió a los ojos de Ortho. —¿De verdad?
—Los equipos —explicó el entrenador—, son de un mínimo de tres integrantes hasta un máximo de cinco. Si logras reunir a otros dos, aún podrías ingresar como equipo propio.
Ortho sonrió. —¡Eso es perfecto! Puedo invitar a mis amigos de la escuela, seguro que aceptarán.
—No te adelantes, Ortho. El Campamento Orión no es para todos. —de inmediato le envió uno de los folletos por correo—. Solo aquellos que descienden de las Familias del Caos tienen permitido participar. No importa cuántas generaciones hayan pasado: la sangre debe estar ahí.
La sonrisa de Ortho se desdibujó. —Entonces... será imposible que participe de último momento.
Quirón rió suavemente. —Estás olvidando algo, muchacho. Olvidas que tienes a Idia.
—No creo que mi hermano quiera asistir. —y la desesperanza regreso—. Cuando salí a acampar, me rechazo apenas lo invite y solo me ayudo con mi equipo.
Para Quirón no era sorpresa, aunque no había asistido nunca a actividades de campamento, recordaba muy bien su pésimo rendimiento en sus clases: la cuerda reventada en tiro con arco, las sofocaciones en actividades físicas, un pésimo tiempo en las carreras de corta y larga distancia, la lesión en el lanzamiento de jabalina y... un sin fin de actividades que dejaba en claro que había sacado más la condición física de su abuela, Aidone.
Pero así como Idia se destacaba en su memoria de su uno de sus peores alumnos, también recordaba a Ortho, uno que le gustaba usar lanzas y meterse en problemas con los estudiantes de otras clases, y... como Idia, no había presentado examen final, aunque contaban con los créditos para cubrir las asignaturas, pero... ese examen era la llave necesaria para que Ortho fuera admitido al Campamento.
—Déjamelo a mí —dijo Quirón con seguridad—. Sé cómo convencer a Idia para que lo intente... Y el otro integrante será Shamato.
Ortho se sobresaltó. —¿Shamato? —repitió, incrédulo— ¿Está bien que él vaya? El castigo de Júpiter le prohíbe abandonar la Isla de la Lamentación sin supervisión.
—Mientras vaya con Idia, su vigilante, no habrá problema —respondió el entrenador con calma—. Lo único que debes hacer, Ortho, es fingir que te estás alistando mientras yo preparo todo y gestiono las inscripciones de ese par.
Dudó un instante. —¿Y no debo decirles nada..?
—Nada. Ni a Idia ni a Shamato. Si se enteran antes de tiempo, buscarán la manera de no presentarse. Confía en mí, Ortho.
La llamada se cortó con un destello en la pantalla. Ortho permaneció en silencio, intentando hacer una predicción de como sería que el entrenador podría hacer capaz que su hermano y su novio asistieran de campamento por siete días. Lo de menos eran las clases, los tres podrían ausentarse por sus buenas notas, inclusive podría apostar que Crowley accedería por ser "tan amable".
***
Idia observaba con recelo cómo Ortho cerraba la mochila en donde iban con cuidado las baterías recargables y el panel de energía solar plegable que había conseguido gracias a S.T.Y.X., todo para asegurarse de que Ortho no se preocupara de cuanta energía utilizaba o desperdiciaba en las actividades del Campamento Oriòn, de las que no tenía ni la más remota idea de que trataban, o porque era tan exclusivo.
El otaku suspiró, hundiendo las manos en el bolsillo de su chamarra.
—Sabes que los teléfonos están prohibidos allá, ¿verdad? —murmuró, intentando sonar casual aunque la voz le temblaba—. Si algo pasa... si tu batería falla u ocurre un accidente, busca de inmediato a los consejeros. No intentes resolverlo solo.
Ortho levantó la vista, ocultando el secreto de que Idia también formaría parte del viaje. —Tendré mucho cuidado, lo prometo.
—¿Ya revisaste todo? —Idia seguía para nada convencido—. Tienda de campaña, herramientas, saco de dormir, las tarjetas de contacto en caso de emergencia...
El humanoide acomodó la mochila en sus hombros. —Sí, ya tengo todo listo.
—Bien... entonces al menos déjame acompañarte hasta la puerta. Seguro los Carontes ya están esperándote. —Idia se forzó a sonreír, como si al decirlo en voz alta pudiera convencerse de que todo estaría bajo control.
Lo que seguía desconociendo Idia, era que al abrir la puerta de su habitación dos figuras enormes, envueltas en armaduras negras y con líneas azules resplandecientes, bloqueaban la entrada, eran los Carontes, que por el tamaño, eran la unidad no tripulada.
—Estamos aquí para escoltar a Idia y Ortho Shroud.
Idia tuvo un mal presentimiento. —E-es... Sólo... a Ortho.
—negativo —el segundo Caronte negó con firmeza. —Órdenes de Edoneo Shroud y Quirón del Alba: escoltar a los hermanos Shroud hasta las puertas del Campamento Orión.
El otaku dio un salto hacia atrás, pálido como un fantasma. —¡E-es un error! ¡Yo no pedí ir a ningún campamento! ¡Me niego a participar en esa masacre!
Los Carontes no lo escucharon. Uno de ellos lo levantó con facilidad, cargándolo sobre el hombro como si fuera un costal de papas.
—¡Bájenme! ¡Esto es secuestro! ¡Exijo hablar con mi padre! ¡Yo no confirmé nada! —Idia agitaba brazos y piernas en un pataleo inútil.
El otro Caronte, volvió la mirada hacia Ortho. —¿Necesita ayuda con tu equipaje?
—No, gracias —respondió el humanoide con calma—. Puedo llevarlo yo mismo.
Idia, aún forcejeando, gritó con indignación. —¡Ortho, haz algo! ¡Diles que me bajen!
El menor soltó una risita suave, avanzando tras los guardianes. —Vamos, Nii-san... deberías verlo como una buena oportunidad para que nos divirtamos juntos.
—No veo nada divertido estar bañado en sudor, lodo y hiedra venenosa —protesto, colgando como un trapo húmedo.
***
El vehículo de traslado estaba estacionado, apenas pasando con discreción, pero eran los Carontes lo que mantenían el flujo de que los estudiantes no se detuvieran o quisieran tomar fotografías.
Al acercarse más, los sensores de Ortho captaron de inmediato una silueta familiar: Shamato estaba allí, de pie con las manos en los bolsillos, tranquilo, como si la idea de acampar no representara ningún inconveniente. O tal vez estaba cooperando porque era una actividad que Ortho quería asistir, y como no había muchos miembros de las Familias del Caos, conocidas o que tuvieran la posibilidad de faltar siete días consecutivos, el castaño estaría ahí, presente para lo que Ortho quisiera.
—¿Shamato? —exclamó Ortho sorprendido.
Idia siendo bajado del hombro del Caronte, señaló con el dedo tembloroso. —¡¿Tú también sabías esto?! ¿Desde cuándo?
El castaño ladeó la cabeza con calma. —En cuanto desperté esta mañana. Y para serte sincero, no me molesta. Al final, es prácticamente un repaso de las clases de Quirón.
Una carcajada profunda resonó cuando la figura del entrenador descendió del vehículo, portando un chaleco de café claro, que lo distinguía como uno de los consejeros del campamento.
—Me alegra escuchar que aún recuerdas esas lecciones, Shamato —dijo Quirón con una sonrisa amplia, sus botas resonando sobre la piedra—. Sobre todo después de tantos años sin un entrenamiento digno.
Idia apretó los dientes. —¡Un momento! ¿Y por qué tengo que ir yo? ¡Ya terminé mi formación académica! Usted no puede obligarme a asistir a un campamento para niños.
Ortho se sintió ofendido, pero no dijo nada. Él sabia que clase de campamento era, incluso se había tomado la modestia de investigar el perfil para poder permitir el ingreso: ser descendiente de una de las Familias del Caos, o por mera invitación de una de ellas. Una investigación que hizo por precaución, si Idia se negaba y lo conseguía, Ortho pensaba en invitar a Sebek por medio de una carta escrita por su padre, Edoneo Shroud.
Quirón apoyó ambas manos en su cadera. —Tienes razón. Tanto tú como Shamato ya cubrieron los créditos y están certificados.
Idia abrió la boca para replicar, cantar victoria y regresar a su habitación, pero la expresión de Quirón se endureció en un instante, como si el cielo se nublara sobre ellos.
—Sin embargo —prosiguió con voz grave—, ninguno de los dos presentó el examen final. Por lo tanto, el campamento es ahora su única opción... o de lo contrario, sus certificados quedarán invalidados.
Shamato exhalo, sin sorpresa alguna en las palabras de Quirón. —Adelante, invalida mi certificado, no es que me vaya a afectar.
—¡Pero a mi sí! —protesto Idia—. Será una mancha en mi expediente. Olimpus...
—Son unos creídos de ego sobre nubes —interrumpió el castaño—. Oh vaya, tienen un navegador super popular y... ¿qué más? libros con historia alterada, historial de infidelidades disfrazadas del dulce verdadero amor... lo que le paso a Fatum, ¿no te suena? ¿de verdad quieres ser parte de una organización podrida desde su cabeza principal? ¿debo recordarte porque tu familia se revelo en primer lugar?
—¡Cállate! —grito Idia, más como una orden.
—A mi no me gritas y mucho menos ordenas.
En cuanto el castaño dio un paso en frente, Ortho se interpuso, empujándolo suavemente del pecho para que no llegaran a agredirse físicamente. Sin embargo, Quirón parecía haber previsto eso, y saco una hoja amarillo, una nota del terapeuta de Shamato.
—Shamato, dado a que vuelves a mostrar mal comportamiento—señalo el entrenador, con un tono más inclinado a la burla—. Tu terapeuta recomendó tu asistencia en el campamento, para que fortalezcas lazos con Idia.
Shamato volteó de inmediato. —¿Qué? ¡¿Y yo porque?! —fue a arrebatarle la hoja amarilla, maldiciendo a ese idiota de la bata—. Tks... se supone que ya estaba libre de sus manipulaciones, ¿Quién aprobó que me mandaran con el idiota?
—Tu padre —respondió Quirón, enorgullecido por su cooperación—. Tu padrastro también se mostro a favor, sin contar que Kore y Edoneo-sama se mostraron en completa disposición para que ustedes dos... —señalo a Idia y a Shamato—. Comiencen a llevarse mejor.
—No pondría mi vida en manos del cabeza de cerillo —protesto el castaño, arrugando la hoja amarilla entre sus manos.
—Mal por ti, porque el Campamento Orión es más que acampar... tendrán que sobrevivir y eso solo se consigue en trabajo en equipo.
Cuando Shamato e Idia se volvieron a mirar, no había más que odio y remordimiento entre ellos dos, una enorme tensión que Ortho sintió insoportable y que haría que la estancia en el campamento fuera de lo poco productiva, ya que ninguno de ellos dos iba acceder a un acuerdo de paz.
De pronto, se escucho una voz, dulce y casi angelical que, hizo que Idia cambiara por completo su expresión y se notara avergonzado, al escuchar que le estaba llamando, era Maylea.
—Ma... Maylea —la voz del otaku tembló—. Lle-llegas en mal momento, estoy en algo... tenso.
—¿Maylea? —Quirón repitió el nombre, reconociendo a la chica—. Uhm... con que tú eres la jovencita de la que Kore no deja de hablar con tanto orgullo.
Maylea se mostro contenta. —Al parecer soy esa de la que tanto habla Kore-san, encantada de conocerle.
—Lo mismo digo. Soy Quirón del Alba, entrenador y el profesor de estos par de revoltosos —dirigiéndose a Shamato e Idia.
—Ortho, ¿vamos a jugar un rato? —pregunto la pequeña androide, revoloteando al rededor de Ortho.
Ortho negó con la cabeza. —Lo siento, Ami. Voy a ir de campamento una semana entera, tendrás que esperar a que regrese.
—¿Campamento? —cuestiono Maylea, dirigiendo su mirada a Idia—. Que lindo que al final te decidiste ir con Ortho a acampar, eres un gran hermano mayor, Idi.
Idia se avergonzó, pero antes de que pudiera mentir y decir que estaba muy a favor de ir a acampar, solo para poder impresionar a la chica peliverde, Shamato... si, el castaño se adelanto, fingiendo pesar.
—Es una lastima que nuestra Reina de las flores no pueda ver de ante mano el gran hermano mayor que puede ser Idia, al mostrarle a Ortho como acampar y... todas esas cosas —se llevó las manos al pecho, ladeando la cabeza con exageración—. El campamento no deja que cualquiera asista... a no ser que...
—Ni se te ocurra —advirtió Idia, con voz baja.
—Oh, claro que se puede... porque curiosamente... yo —se puso serio, haciéndose el digno—. Soy descendiente de la familia Nix, tengo derecho de invitar a nuestra preciosa reina.
Maylea rio. —No necesitas invitarme. Aunque me gustaría ir, ¿tu que opinas Ami?
—¡Yo si quiero ir a acampar! —dijo la pequeña pelirosa.
Shamato miró a Quirón, quien no podía creer que el castaño estaba haciendo lo que quería, sabiendo que si ponía una condición no podría el entrenador o cualquiera de los consejeros del campamento decir que no, o de lo contrario... Nyxia estaría en cuestión de horas en la Isla de los Héroes con un enorme grupo de abogados para hacer que se hiciera lo que una de sus estrellitas quería, en este caso, invitar a alguien externo.
—¡Bien! —declaró con firmeza—. La joven podrá asistir al campamento.
—Entonces ya está... Maylea y Ami vendrán a acampar con nosotros —repitió el castaño, con enorme diversión—. Así serán testigos junto a Ortho, de lo que Idia y yo aprendimos en las clases de nuestro tan respetado y honesto entrenador.
Chapter 2: Repasemos arquería
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La nave descendió suavemente en una de las explanadas verdes de la Isla de los Héroes. El aire olía a sal y a hierba fresca, mezclándose con el murmullo del mar. Al abrirse las compuertas, Ortho y Idia bajaron primero, seguidos de Shamato, Maylea y Ami, siendo aquella última quien más estaba mostrando curiosidad por el lugar, porque le recordaba mucho las ilustraciones de los libros que el castaño le leía.
Lo que ninguno de ellos esperaba era la figura que aguardaba al pie de la escalinata.
—¿M-mamá..? —la voz de Idia se quebró al reconocerla.
Kore estaba allí, pero no como la jefa de ingeniería de S.T.Y.X. Aquel uniforme rígido y el casco oscuro que siempre ocultaban su rostro habían desaparecido. En su lugar, vestía un sencillo vestido de flores que le daba una apariencia casi primaveral, como toda una tierna madre que estaba muy ansiosa por estar presente en una ceremonia de entrada de sus hijos pequeños.
—¡Bienvenidos! —dijo con una sonrisa amplia, que a Idia lo dejó completamente descolocado.
El otaku apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando notó a otro adulto a su lado. Reconoció de inmediato aquella figura, lo cual intensificó su pánico.
—¡¿Ptolomeo-sensei?! —Idia se llevó ambas manos a la cabeza— ¡No me diga que está aquí para evaluarnos! ¡Seguro es por cartografía o por astronomía o por...!
El hombre rió con suavidad, cruzándose de brazos. —Tranquilo, Idia. No estoy aquí como profesor.
—Entonces... —Ortho dio un paso al frente, curioso—, ¿los tutores de las clases de Aristóteles y Hefairos deben estar presentes en el campamento para la participación activa de sus ex-estudiantes?
El comentario lo hizo fruncir el ceño con cierta incomodidad. —Entiendo a qué te refieres, Ortho, pero no. No estoy aquí como tutor académico sino... como tutor familiar.
Un silencio incómodo se posó sobre el grupo. Shamato exhaló, como si no le sorprendiera en absoluto. Parecía que a ambos hermanos se les había pasado el detalle de que Ptolomeo se había vuelto su padrastro hacía poco tiempo, algo que no le incomodaba o pareciera estar en contra, sino todo lo contrarió, prefería mil veces decir que tenía un padrastro o decir que su madre estaba ausente por cuestiones de trabajo o recurrir a evitar el tema.
—Lo que quiere decir —añadió con calma el castaño—, es que como mi padre no pudo venir por cuestiones de trabajo, en la ceremonia de entrada estará presente mi padrastro.
—¿Padrastro? —Ortho lo miró incrédulo.
—¡Eso debe ser una broma! —Idia agitó las manos, desesperado— ¡No puede ser posible que Calipso se hubiera divorciado! ¡Tienen un acuerdo de clasificación Hera!
Kore suspiró. —Ese acuerdo se rompió en cuanto la arpía formó otra familia. —su voz intentaba mantenerse dulce—. Recuerda, Idi-kun: ese contrato validaba su matrimonio aunque no tuviera recuerdos... pero la cláusula de fidelidad es irrompible. Eso le concedió a Calipso el derecho al divorcio. Y, sinceramente, me alegra. Nunca soporté a esa mujer.
—Creo que lo mejor será no hablar de ella —intervino Ptolomeo, con una sonrisa incómoda—. Vamos, la ceremonia nos espera.
Idia retrocedió de inmediato, negando con la cabeza. —¡No! ¡Yo no pienso participar! ¡Estoy aquí en contra de mi voluntad!
—Nadie te esta obligando —respondió Kore con firmeza, aunque mantenía ese extraño aire alegre que tanto desconcertaba a sus hijos—. Este campamento fortalecerá tus lazos con Shami-kun y, además, te ayudará a reconectar con la naturaleza.
—¡¿Reconectar con la qué?! —Idia casi chilló.
—Aunque sólo serán siete días —añadió Ptolomeo, intentando suavizar el ambiente—, no quería que lo vieras como un castigo. Por eso me tomé la modestia de empacar todo lo que pudieran necesitar.
Kore, radiante, asintió con entusiasmo. —Y ya está todo en la zona de maletas para su revisión.
—¡Vamos Nii-san! ¡Va a ser divertido! —insistió Ortho.
Idia quería seguir protestando, pero ante la mirada de Maylea no podía tumbarse al suelo y protestar para convencer a su madre de que no quería acampar, incluso si lo hacía, sabía que Ptolomeo también accedería y se pondría de su lado, pero... ¿de verdad iba a hacer un berrinche delante de la chica que le gusta? Tal vez... Pero con Shamato presente, las burlas durarían hasta que el castaño se aburriera.
—Idi, vamos... —Maylea interrumpió sus pensamientos—. Ya lo dijo Ortho, va ser divertido acampar sin el miedo de que un maestro te secuestre.
—¿Un maestro, que? —cuestiono Kore.
—Solo fue una prueba de evaluación —justifico Shamato—. Fue hace poco, y estoy seguro que Idia aplicara lo aprendido con esa... prueba del Vargas-sensei.
—No sabes como espero el día que Ortho te deje —Idia murmuro entre dientes.
El castaño continuo, con aquella sonrisa característica en él. —Por cierto... Maylea y Ami nos van acompañar —señalo, tomando a la pequeña entre sus manos como una muñeca—. Eso refuerza los lazos, ¿verdad?
—Oow, hola Ami. Hace mucho que no te veía —dijo Kore, enternecida con la pequeña.
—Ahora que recuerdo... —Ptolomeo tomo a Ami, bajándola al suelo. Luego, tomo los brazos del castaño para que los separada a los lados—. Debo registrarte, no vaya hacer que alguno quiera hacer trampa.
—Es verdad... Idi-kun, Orth-kun, entreguen todo lo tecnológico. Reglas del campamento.
A Shamato le quitaron tan solo dos pertenencias: su celular y un brazalete por donde se conectaba a internet. En cambio, Idia si tuvo que entregar su teléfono, una consola portátil, un reloj inteligente, unas piezas de componente electrónicos que olvido sacar de su chamarra, un mini-desarmador, un chip y su cráneo electrónico; con Ortho no hubo problema, no llevaba nada tecnológico, ya que su gear estaba adaptado para no tener ciertas funciones, por lo que solo entrego su teléfono. Maylea hizo lo mismo, solo cargaba con su teléfono y sabría que se lo iban a entregar hasta terminar el campamento, siendo Ami lo único "electrónico" que le acompañaría ya que tenía permiso escolar de llevarla consigo para hacer de traductora.
***
Entre la bulliciosa multitud de jóvenes con mochilas de colores brillantes y padres con cámaras en mano, el grupo parecía un conjunto de sombras intentando pasar desapercibidos. Ortho caminaba en vez de deslizarse por el aire, mientras Idia se encorvaba, intentando que su cabello azul fosforescente no brillara bajo el sol. Shamato, Maylea y Ami los seguían de cerca, sin llamar la atención de nadie.
Pero la discreción fue un fracaso instantáneo. Entre el mar de cabezas, el cabello de Idia era un faro inconfundible, y eso hizo que, a unos metros de distancia, Odelia notara la mancha brillante de color azul. Sus ojos se entrecerraron en un gesto de puro desagrado, una expresión que solo se acentuó al reconocer la figura de Shamato a su lado.
—¿Todo en orden, Odelia? —preguntó Penélope, notando el cambio en el semblante de su esposa.
Odelia exhaló con frustración. —No es nada —respondió, intentando sonar despreocupada—. Solo me pregunto si ya le asignaron un equipo a nuestro hijo.
Penélope desvió la mirada hacia la hoja que sostenía. —Sí, aquí dice que le tocó el Equipo Ítaca y que será el líder —dijo con una sonrisa orgullosa—. Ya verás, nuestro pequeño será quien gane la prueba de la Damisela.
***
Al llegar a la mesa de registro, una larga fila de campistas esperaba pacientemente al resto de sus equipos, o ya estaban hablando de estrategias para la competencia de capturar la bandera, a pesar de que ese juego sería hasta el cierre del campamento, con todos los padres presentes para presenciar como un equipo se coronaba con laurel.
Ptolomeo al estar enfrente de la mesa de registro, se mostro nervioso, no porque fuera un registro sino porque... estaba ahí como padre, y aunque el castaño lo había aceptado, incluso antes de dejar en claro que quería estar al lado de Calipso, seguía sintiendo nervios al tratarlo como su hijo.
—Venimos a registrar a los estudiantes de Night Raven College —anunció al encargado de la mesa.
El encargado, un hombre de mediana edad con gafas gruesas, frunció el ceño mientras consultaba su lista. —Apenas nos pasaron las actualizaciones —murmuró—. A ver... además de Idia y Ortho Shroud, y Shamato Unmei... se añaden Maylea Kalama y Ami, ¿es correcto?
—Es correcto —confirmó Ptolomeo.
—¿Y cuántos padres vienen con los campistas? —preguntó el encargado, levantando la vista.
—Dos —respondió Ptolomeo.
—Muy bien —dijo el hombre, deslizando un par de hojas—. Necesito que firmen los permisos. Dan consentimiento para que sus hijos participen en las actividades y están al tanto de que pueden sufrir heridas, pero el seguro médico del Campamento Orión cubrirá todos los gastos.
Ami se mordió el labio inferior, con los ojos muy abiertos. —Kore-san... ¿de verdad es buena idea que nosotras participemos en esto?
Kore llevaba a Ami en sus brazos, como si cargara a una muñequita pequeña. —Es seguro. Yo seré la tutora de ustedes dos, así que me haré responsable si algo les pasa.
Maylea sonrió, un brillo de felicidad en sus ojos. —Con que así se siente tenerte como madre —bromeó, y soltó una carcajada que hizo que Idia se sonrojara levemente antes de que su atención fuera capturada por un grupo de chicos que lo miraban y murmuraban entre ellos.
—¿Ese es de verdad Idia Shroud? —susurró uno—, ¿el que ganó el torneo de juegos de mesa el año pasado?
—No puedo creer que una leyenda esté aquí... ¡Aquí presente! —dijo otro, más emocionado.
Mientras tanto, Ortho notó que un grupo de chicas hacía lo mismo, pero sus murmullos eran sobre Shamato.
—¡Qué lindo se ve! —dijo una.
—¿Vieron su última presentación con los otros dos Trilogistas? —pregunto otra de ellas, emocionada.
La tercera chica asintió. —Uhm, ¡Claro que lo vi! ¡Parecía un hada en su presentación de medio tiempo!
Ortho sintió un cosquilleo de celos y, sin poder evitarlo, tomó la mano de Shamato con fuerza. Mirando que si llevaba puesto el anillo que le regalo, al parecer había pasado completamente desapercibido incluso ante los ojos de Kore, que no parecía tener ni idea de que el anillo poseía un sensor de recopilación de datos.
Ptolomeo, que ya había firmado, se detuvo con el bolígrafo en el aire al llegar a la casilla de parentesco. ¿Qué debería poner? ¿Tutor o padre?
Shamato, sintiendo la tensión, preguntó sin soltar la mano de Ortho: —¿Pasa algo?
Ptolomeo suspiró. —No sé si debería poner "padrastro" en tu formulario.
Shamato se encogió de hombros. —Solo ponga "padre". No es como si fuera un crimen ser la pareja de mi papá.
Ptolomeo sonrió, avergonzado por lo siempre directo que era el castaño con él... y con cualquiera. Al hacerlo, sintió esa alegría indescriptible de tener una familia con la persona que tanto deseaba.
—Bien, ¿Cuál será el orden de sus arqueros para la prueba de la Damisela? —cuestiono el encargado, apenas echando un vistazo a los formularios firmados.
—¿Arquería? —pregunto Idia, al borde de otra crisis.
—¿Prueba de la Damisela? —pregunto Ortho curioso.
—¿De que trata? —Maylea fue la siguiente en preguntar.
Shamato sonrió. —Es una prueba en donde todos los miembros de un equipo lanza una flecha, se saca un promedio de todos los tiros realizados y... —abrió sus manos como si fuera a dar una sorpresa—, quien tenga más, se queda con la Damisela.
—¿Y nosotros para que queremos otra mujer en el equipo? —esta vez fue Ami quien pregunto.
—No es un miembro más, es más bien... —el castaño guardó silenció unos segundos—, una ventaja para el juego de Captura la Bandera. —revelo—. Se nos dará una muñeca, que tendremos que cuidar que nadie nos robe o perderemos la ventaja... el equipo que en el séptimo día conserve la muñeca tendrá la ventaja para el juego. Pueden ser armas especiales, un mapa, el permiso de usar magia o tiempo fuera.
—Es bueno que estés tan informado, Shami-kun —comentó Kore, cambiando su expresión al estirar la mano—. Sin embargo, no hay excepciones... entrégalo.
—¿De verdad me va hacer entregar mi don? —pregunto, fingiendo tristeza.
—Puedes hacer trampa. Saber el futuro y el presente les puede dar ventaja, así que... —abrió y cerró la mano, esperando la entrega del don.
Shamato exhalo, sin más remedio. Soltó la mano de Ortho, y a pesar de que había muchas personas presentes, nadie pareció cerciorarse de la luz de una esfera que le dio Shamato a Kore en las manos. El Ojo de las Moiras había estado literalmente frente a los ojos de muchos, su regreso en la familia Unmei había pasado por completo desapercibido.
—Se lo haré llegar a Calipso —informo Kore, metiendo la esfera en una bolsa de tela para apagar su brillo—. Ahora, recuerden divertirse y... Idi-kun, Orth-kun ¡Hagan enorgullecer a mamá!
***
Una vez que se cambiaron de ropa, el grupo se encontró de nuevo fuera de los vestidores para los chicos, cada uno con el uniforme del campamento. Idia suspiró, con los brazos cruzados y una expresión de fastidio.
—No quiero tener que tensar un arco de nuevo —se quejó, balanceándose sobre las puntas de sus pies—. Apenas pude sobrevivir a esas clases cuando era estudiante de Quirón, y ni qué hablar cuando Sirio-sama a veces era quien me supervisaba.
—Ojalá yo hubiera estado en esas clases —dijo Ortho, con un brillo de emoción en sus ojos—. Ser entrenado por alguien como Sirio y Quirón... ¡Sería geneial!
—Estoy seguro de que Ortho te hubiera alcanzado muy fácilmente, Idia, como... —Shamato se detuvo abruptamente, su voz se apagó. Su expresión cambió, volviéndose melancólica. Después de un largo silencio, terminó la frase en un murmullo casi inaudible—. Como nadie...
De repente, un par de chicos se adelantaron. Uno de ellos, con una gorra de béisbol, se atrevió a dirigirse a Idia.
—¿De verdad eres Idia Shroud? ¿El prodigio que entró a Olimpus para trabajar como pasante?
—¿Me puedes firmar mis cartas? —preguntó el otro, con un mazo de cartas en la mano—. Estoy seguro de que tendré suerte si el campeón del año pasado me las firma.
—Ay, espero ser igual de popular que mi hermano y mi novio —Ortho comentó con una sonrisa burlona, riéndose suavemente de la atención que recibía Idia.
—Yo no soy popular —Shamato respondió, seguro—. Mis proyectos solo han captado la atención de un círculo pequeño.
—Yo no lo veo así —dijo Ortho, señalando hacia donde estaban las chicas del registro—. Parece que eres bastante popular, en especial con ellas.
Shamato sonrió, un brillo travieso en sus ojos. —Ortho, ¿acaso estás celoso?
Ortho se quedó en silencio por unos largos segundos, el brillo de sus ojos se atenuó. Su silencio era una confirmación clara, y para romper la incomodidad, cambió de tema abruptamente.
—¿No deberíamos ya estar con Maylea y Ami para hablar de la estrategia para ganar la prueba de la Damisela?
Shamato lo miró, y su sonrisa se volvió más dulce, más tierna. —Nunca me voy a cansar de tus celos, Ortho. —le tomo de la parte expuesta de las mejillas—. Eres una cosita tan linda cuando te pones así~
Ortho, sintiendo una punzada de vergüenza y quizás un poco de afecto, le tomó del brazo con una firmeza sorprendente, doblándolo contra su espalda para girarlo y hacer que caminara en la dirección donde todos los equipos estaban reunidos.
—¡Auch, Ortho, eso dolió! —se quejó Shamato.
Mientras tanto, Idia, rodeado por los chicos de secundaria que no paraban de pedirle autógrafos y consejos para sus juegos, levantó la mirada hacia su hermano. Viendo como ese par le estaba dejando atrás, en ese pequeño mar de chicos extrovertidos que casi lo estaban mirando como un dios de los juegos.
—¡Ortho, ayúdame! —rogó, su voz casi desesperada, pero Idia sabía que su hermano no lo escucharía.
***
La ansiedad de Odelia era notable, un aura de nerviosismo que ni siquiera el bullicio del campamento podía disimular. Sus ojos no dejaban de mirar hacia el horizonte, hacia los dos adultos que venían de la Isla de la Lamentación, no porque les temiera sino porque ellos sabían lo que ella había hecho en esos siete años, y con su esposa presente, no podía arriesgarse a que se supiera la verdad, tanto de su maldición como de la existencia de Shamato, su hijo con Calipso.
—Odelia, me estás empezando a preocupar —dijo Penélope.
—No es nada —respondió Odelia, su voz más tensa de lo que pretendía.
—¿Cómo que no es nada? —insistió Penélope—. Es obvio que algo te está pasando.
En ese instante, el sonido de las trompetas resonó en el aire, interrumpiendo su conversación. Una mujer, con una voz potente y clara, tomó el micrófono.
—¡Bienvenidos, campistas y padres, a un nuevo año de actividades en el Campamento Orión! —anunció con entusiasmo—. Soy Diana, la directora del campamento, y estoy encantada de que estén aquí.
Mientras los equipos se dirigían a la zona de arquería, la voz de Diana continuó.
—La prueba de la Damisela dará la apertura de la guerra o la alianza entre los equipos participantes. ¡Un fuerte aplauso para los ganadores del año pasado, el Equipo Griego! —los aplausos se hicieron cuando los cuatro chicos entraron—. Ellos derrotaron al Equipo Troyano en captura a la bandera y mantuvieron a la Damisela a salvo.
—¡Ahí está mi pequeño! —dijo Penélope, orgullosa— ¡Markus, aquí! ¡Hola cariño!
—Este año, los equipos se dividirán por reinos —continuó Diana—. El Equipo Griego adoptará el nombre de Equipo Ítaca. ¡Un fuerte aplauso para ellos!
En la zona de arquería, Ami preguntó en voz baja: —¿Y nosotros, qué equipo somos?
—Nosotros somos el Equipo Inframundo —respondió Ortho con una sonrisa llena de orgullo.
La prueba comenzó con el Equipo Ítaca en el campo. Su experiencia era evidente, algo que capto la atención de Ortho, ya que nunca había visto tal agudeza en chicos de secundaria, ni siquiera los que conocía de NRC de primer año tenían tal destreza, que continuaba estando al menos por debajo de la de Rook. Cada disparo era preciso, y al final, obtuvieron un impresionante promedio de 9.3.
Al llegar el turno del Equipo Inframundo, el primero en tensar el arco fue Ortho. Su flecha voló clavándose en el centro de la diana, ganando algunos aplausos por lo preciso que fue tras un calculo a ciegas que hizo. La siguiente fue Maylea, que dio en una zona blanca, y luego Ami, quien, con algo de dificultad, logró clavar su flecha en la zona roja. El turno de Idia también resultó en un tiro a la zona roja, algo que Shamato no perdió la oportunidad para burlarse con que Ami pudo obtener un punto más que Idia y eso que la pequeña apenas podía sostener el arco.
Entonces, llegó el turno de Shamato. Odelia se tensó, con la mirada fija en su primer hijo. Shamato tensó el arco, lo levantó y disparó la flecha sin siquiera tomarse el tiempo de apuntar. La flecha se incrustó en el centro de la diana, un tiro limpio que hizo que algunos consejeros comenzaran a murmurar entre ellos.
—Ha surgido una situación —dijo Diana por el micrófono, su voz teñida de asombro—. Es la primera vez que el campamento pasa por algo así. Un tiro limpio sin siquiera apuntar. Les pedimos paciencia mientras los consejeros deciden cómo calificar.
Markus, del Equipo Ítaca, también se quedó impresionado. Nadie había hecho algo así antes. Al ver a Shamato, lo reconoció, pero dejó ese pensamiento de lado al notar que Ami y Ortho no eran humanos.
—Quirón-sensei... —llamó la atención de los consejeros, levantando el brazo— ¿Está en el reglamento que unos robots participen? —preguntó con voz alta.
De repente, una flecha pasó muy cerca de él, cortándole la mejilla. Había sido Shamato, con una expresión de pura furia.
—¿Acaso no ves bien? —le preguntó a Markus—. Ami y Ortho no son unos robots. Ellos sí tienen conciencia y corazón.
Al ver la agresión, Quirón advirtió a Shamato. —¡Shamato!, no vuelvas a repetir esa acción.
Shamato soltó el arco y levantó las manos, volviendo con su equipo. En ese momento, Odelia se levantó de su asiento entre los padres, con el rostro rojo de ira.
—¡No puede ser posible que el campamento acepte tanto a unas máquinas como a alguien de la familia Unmei, sabiendo sus crímenes! —gritó.
Shamato estaba a punto de ir hacia ella, pero Ortho lo detuvo, pidiéndole con la mirada que no hiciera nada, pues ya había más murmurando entre si, estaba llamando demasiado la atención y eso podría ser malo si se recordaba la existencia del Ojo de las Moiras. Pero Kore se levantó, no iba a dejar que nadie decidiera que podían hacer o no sus hijos.
—No hay nada en el reglamento que impida la participación de mis hijos —señaló con calma pero firmeza—. Si va a haber prohibiciones por cosas tontas, el primero en ser descalificado es tu hijo, ya que él no pertenece a una de las familias del Caos.
—¡Mi hijo está aquí por invitación de la familia más influyente e importante, la familia Júpiter! —respondió Penélope.
—Sigo sin ver la diferencia —dijo Kore—. Mayor peso tienen las familias primordiales como los Nix, Gea y Eolo, que Júpiter sigue estando por debajo. ¡Shamato es un Nix de primera generación!
—Señoras, por favor... —Quirón, levantando la voz para hacerse escuchar, pidió orden. —Este asunto se arreglará en privado. Por lo tanto, no tenemos de otra más que concederle la victoria al Equipo Ítaca.
—¡A mi no me vas a callar! —protesto Kore—. Exijo hablar con la directora, ¡Shamato, llama por teléfono a Nyxia y sepa de esta injusticia!
Tanto Diana como los consejeros palidecieron, no querían tener problemas con Nyxia, ¿Quién querría meterse con la propia noche y sus estrellas del caos?
—Ko-Kore-sama, no necesita llamar a Nyxia-sama —Quirón intento tranquilizarla—. Hablemos en privado, por favor.
—No, para ustedes es muy fácil descalificar a mi hijo y su amiga por no tener carne, bien... —camino entre las sillas, con Ptolomeo siguiéndole—. Veamos que opina Nyxia-san, seguro va estar encantada de saber como alguien que viene en nombre de Júpiter tiene privilegios sobre los demás.
—¡N-no es necesario! —suplico Diana—. Esta creando un malentendido.
—No me importa, —Kore se mantuvo firme, incluso teniendo a Quirón enfrente y el resto de padres cuchicheando a sus espaldas.
—S-se cancelara la prueba —dijo Diana apresurada, con el miedo de la presencia de Nyxia si legaba al campamento—. Más bien, se cambiara. Pero primero debemos cerciorarnos de que su hijo y la pequeña... no tengan ventajas físicas, de lo contrario...
Kore interrumpió. —¿De lo contrario? ¿Insinúa que mi hijo pueda hacer trampa?
—Kore-sama, entienda que Ortho cuenta con características por encima de las humanas. —justifico Quirón.
—Oh, con que solo consideran lo humano... pues déjeme decirle algo —Kore sin miedo alguno, empujo a Quirón, picándolo constantemente con el dedo—. Ninguna de las familias primordiales del Caos son humanas, ¿o a caso ni en eso saben pensar? ¡Incluso el Cazador Orión no era humano! ¿y dicen ser un campamento que lo honra a él?
—Kore-sama... —Quirón ya no tenía que decir. Muchos padres, incluso los que no eran humanos, comenzaban a hablar entre si dándole la razón a la mujer.
—Nada de "Kore-sama", —continuo picándole—. Exijo una re-evaluación o habrá consecuencias, ¡Haré que todas las familias primordiales del caos sepan de esto!
—Háganle caso —dijo Ptolomeo, con miedo—. Es capaz de reunir a las familias primordiales surgidas del caos.
Quirón sabía que aquello era verdad, no teniendo más que ceder a las demandas de Kore por no tener que lidiar con la verdadera amenaza: Nyxia.
Chapter 3: El honor de una madre
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El aire en el pequeño despacho de Quirón estaba tan denso que casi se podía percibir la entrada de una guerra entre ambas mujeres. Él y León intentaban mantener el orden, pero las voces de las dos mujeres se elevaban por encima de cualquier intento de mediación.
—¡Exijo que descalifiquen y expulsen del campamento a Shamato, por haber agredido a mi hijo Markus! —gritó Odelia.
—Esas son las cosas que de verdad deben tratarse —añadió Penélope, apoyando a su esposa—. No la estupidez de una linea de sangre.
Kore negó con la cabeza, una expresión de indignación en su rostro. —Lo que hizo Shamato fue en defensa propia. Lo que hizo Markus fue un acto de discriminación, por lo tanto, él también se merece una sanción.
Al ver que la situación escalaba, Ptolomeo intervino. —Por favor, señoras, cálmense. Con gritos no vamos a resolver nada.
Odelia se giró y abofeteó a Ptolomeo con tal fuerza que el sonido resonó en la habitación. —¡Un profesor de cuarta no va a venir a decirme qué hacer!
Kore, al ver la agresión, le devolvió la bofetada a Odelia, el golpe aún más fuerte. —¡No tienes ningún derecho a abofetear a un hombre! ¡Recuerda tu lugar como la arpía que eres!
Odelia se llevó la mano a la mejilla, con los ojos llenos de rabia. —Yo sí sé mi lugar —dijo, mirando a Kore con un remordimiento frío y cruel—. No como tú y tu imitación de hijo.
Kore se ofendió profundamente, sus ojos se ensombrecieron, y le dio otra bofetada a Odelia, estaba vez usando toda la fuerza que su mano podía ofrecer a aquella escoria.
—Nadie se mete con mis hijos —sentenció, dispuesta a darle otra bofetada a Odelia de ser necesario.
Penélope y Ptolomeo se lanzaron a separarlas cuando ya iban a ir a agresiones más fuertes, a pesar de que las dos mujeres forcejeaban, llenas de rabia, no las soltaron, como si ya conocieran, y era verdad, el carácter y disposición que ambas tendrían en una pelea a puño limpio.
Quirón advirtió con voz grave. —Este tipo de agresiones no son bienvenidas en el campamento.
León se mantuvo callado, ya que estaba muy atento a la ventana. por donde Idia y Ortho miraban la discusión a escondidas, sin mucha discreción, o al menos, Ortho si estaba siendo discreto en no generar luces o una señal de su presencia, a diferencia de Idia.
—¿No deberíamos hacer algo? —murmuro Idia.
—Claro que debemos hacer algo —respondió Ortho, su voz firme y decidida—. Nadie se mete con nuestra madre.
Y con eso, los dos hermanos se escabulleron de la ventana, alejándose del despacho, en donde los gritos seguían siendo más fuertes, con amenazas de deshacerse de la otra, y pasando a criticar a los hijos, sobretodo Odelia que ya tenía muy bien estudiado a Idia por ser pasante de Olimpus.
***
Al llegar a la cabaña, las maletas seguían ahí, apiladas junto a las camas, que estaban alineadas dando la apariencia de que los techos eran altos, y el espacio bastante diminuto, sin una forma de poder tener el más mínimo de privacidad.
Ortho se acercó a Ami con una sonrisa traviesa. —Ami, te tengo una misión secreta. Ultrasecreta.
—¡¿Una misión?! ¡¿Qué tengo que hacer?! —preguntó Ami, animada.
—Se trata de una venganza —explicó Idia con una mirada oscura—. No voy a permitir que nadie le falte el respeto a mi madre.
Sentado en la cama, jugando a las cartas con Maylea, Shamato sonrió. —Sé una forma de arruinarle la vida a Odelia, aprovechando que su esposa está presente.
—Shamato... —dijo Ortho, mirando fijamente al castaño—: no es suficiente con que le hagas saber a Penélope que Odelia estuvo con Calipso y que su unión resultó en un hijo. Queremos algo más personal.
—Exacto —respondió Idia—. Necesito ideas creativas.
Maylea levantó la mirada de sus cartas, una sonrisa maliciosa en sus labios. —Vi que hace poco estaban limpiando los establos de los caballos... —sugirió.
Los ojos de Idia brillaron. —No esperaba menos. —dijo, y volteo a mirar a la pequeña—. Ami, ve por un balde, el más grande que puedas cargar.
—¡A la orden! —y la pequeña salió por la ventana, volando en dirección de los baños de chicas, en donde había visto varios baldes.
***
El plan de venganza de los hermanos era simple, pero creativo. Prepararon un balde con excremento de caballo y para que este tuviera una consistencia más aguada le añadieron agua y mezclaron bien. Ami cargo el balde y se dirigió a la entrada del despacho de Quirón, acomodando el balde para que no se le fuera a resbalar antes de tiempo cuando ambas mujeres salieran, en especial Odelia.
Tomaron también unas almohadas del almacén, un par de arcos y flechas para el toque final. Maylea y Shamato estaban en posiciones ocultas entre los arbustos de bayas, esperando cuando Ortho arrojara la almohada.
Cuando los gritos se escucharon más cerca de la puerta, Ami se preparo. No iba a derramar el contenido del balde hasta verificar que fuera Odelia la que saliera. La puerta se abrió y quien salió primero fue León, quien prometió tomar medidas disciplinarias en Shamato para evitar que su mal genio causara problemas durante el campamento. Ami espero.
La siguiente en salir fue Kore, frustrada y siendo llevada del brazo por Ptolomeo, quien ya deseaba irse lo antes posible, seguidos de ellos salió Odelia. Ami por poco dejaba que la mujer se fuera limpia, por lo que tuvo que sostener y derramar rápido el balde sobre la mujer, quien se dio un buen baño. Sin advertencia alguna, una almohada voló en lo alto y dos flechas le atravesaron para hacer que su contenido de plumas cayera sobre la mujer y su esposa. Iniciando todos el proceso de huida para que no fueran culpabilizados.
—Esto... —Odelia se quito el excremento de la cara— ¡¡ES INDIGNANTE!! ¡Voy a matar a ese maldito mocoso!
Kore intento no vomitar por el olor. —Ve el lado positivo, te bañaste y recobraste tu aroma original.
Ptolomeo igual intento no vomitar por el olor. —N-no hay nada que señale que Shamato hizo esto —se cubrió la nariz con el brazo—. Aunque tenga un mal genio, no es de... agh... ugh agh... hacer bromas.
León también se cubrió la nariz. —Aunque me moleste decirlo. Es verdad... —hasta los ojos le lloraban—. Shamato no pudo haber sido, es más de atacar por delante.
—¡No me importa quien fuera! ¡Quiero a ese bastardo fuera del campamento! —exigió Odelia, roja de ira.
—Odelia, mi vida —hasta Penélope no soportaba el olor—. Te sugiero que mejor volvamos a casa y... tomes un baño.
Odelia se frustro, necesitaba sacar a Shamato del campamento, no porque su secreto se viera amenazado en ser revelado sino porque... Markus corría peligro, y era porque el castaño ya la había amenazado.
"Revelas a Júpiter que soy el Ojo de las Moiras... y tu hijo cruza el río de las almas..."
Nyxia era lo de menos, aunque sospechara que ella ya sabía la verdad de lo que paso esos siete años en la Isla de la Lamentación, y por ello estaba más activa su presencia que, tenía muy tensos a los miembros de la familia Júpiter, porque no sabían que esperar de esa mujer y el poder acumulado que ya poseían los que integraban su familia.
Sin más remedio, y esperando que incluso el castaño cumpliera su palabra de "no hacerle nada a Mark", cedió irse del campamento. Siendo los siguientes días una verdadera presión para ella.
—Ahora que se fue... —dijo León—. Creo que iré a reprender a Idia y a Ortho por sus acciones.
Kore al escuchar que habían sido sus hijos quienes hicieron aquello, no pudo haber sentido mayor felicidad.
—Oow mis niños son tan lindos con mamá —dijo Kore, tomándose de la mejilla—. Creo que fui muy estricta con ellos.
***
Dentro de la cabaña del Equipo Ítaca, Markus no dejaba de caminar de un lado a otro, con la mirada perdida en sus pensamientos y la ansiedad marcada en cada uno de sus movimientos.
Ya se había dado el aviso de que el día de mañana se realizaría otra prueba, en la que se decidiría quien tendría a la Damisela para marcar por fin el inicio de las guerras y las alianzas entre los equipos.
—Ya deberías dejar de pensar en la prueba de la Damisela —dijo Áyax, echado en su cama con los brazos detrás de la cabeza—. Seguro ese chico del Equipo Inframundo hizo trampa.
Markus detuvo sus pasos, sacudiendo la cabeza. —No hubo trampa. Estoy seguro de que no la hubo, —continuó caminando—. Hay una manera de lograr un tiro tan perfecto, y es con el uso de los ángulos.
Néstor, que observaba la escena desde su rincón, con sus maletas a mitad de desempacarse, se mostró más serio. —Eso es imposible. El uso de los ángulos en el tiro con arco es imposible.
—No lo es —insistió Markus—. Yo mismo lo vi. Sus brazos estaban posicionados a perfectos 84 grados. La medida exacta para su estatura.
Menelao se levantó y le puso una mano en el hombro a Markus, intentando calmarlo. —Ya no pienses más en eso. Mejor, comencemos a planear lo que haremos. Por culpa del Equipo Inframundo, nadie tiene a la Damisela, y eso nos dará una enorme desventaja si el resto de los equipos se ponen a favor de jugar sin restricciones físicas.
Markus miró a Menelao, su expresión aún tensa. —No tengo problema con competir de manera seria. Ciclopes, sirenas, ninfas, oceánidas... —apretó los dientes—. Da igual, podre con ellos.
—Claro, no podría esperar menos de nuestro líder, —intervino Áyax, apoyando a su compañero—. Pudimos vencer a Eneas, Héctor y Paris. Ni qué hablar de Sarpedón.
—Sarpedón se confió demasiado por ser hijo de la familia Júpiter —justificó Markus, su tono de voz cambiando a una frustración profunda—. La verdad, ya no veo gloria alguna en haberlos vencido. —fue hacía su cama, tomando su capa—. El verdadero reto es este año, ya que está presente la Isla de la Lamentación, oponentes que Quirón, Argos y León entrenaron personalmente.
Néstor frunció el ceño. —¿Acaso será a ellos a quienes les declararemos la guerra?
—Primero quiero medir a sus miembros —respondió Markus, pensativo y ya listo para salir—. Y cerciorarme de que no estemos frente a un oráculo, o podríamos meternos en problemas.
—¿Por qué lo dices? —pregunto Menelao.
—Solo puedo decir que los dioses son muy sobreprotectores... no quisiera terminar como los que insultaron al adivino Calcas en la Guerra de Raptos.
Con eso, salió de la cabaña intentando pasar lo más desapercibido posible al moverse entre las sombras proporcionadas por los arboles. Siendo su destino la cabaña del Equipo Inframundo, que tenían aún las luces encendidas.
Al mirar al interior gracias por medio de una de las ventanas que no tenía aun las cortinas corridas, vio que el equipo estaba revisando un mapa, o al menos Ortho, Maylea y Shamato estaban revisando un mapa, pero Mark no podía ver con claridad donde estaban marcando con pequeñas banderitas rojas lo que parecía ser su plan de mañana: La carrera de Acteón, en donde cada equipo seleccionaría a "un ciervo", un integrante que se dedicaría a huir del resto de campistas, sin poder recibir ayuda alguna de sus compañeros de equipo y mucho menos de aliados, hasta que el tiempo terminara o todos los ciervos fueran capturados.
—Hola~
Mark sobresalto, y al darse la vuelta se encontró con Ami, quien le estaba mirando con curiosidad.
—¿Nos estás espiando? —pregunto con inocencia—. Shamato dice que es de mala educación espiar en las habitaciones ajenas, peor si es de una chica... ¡Pervertido!
Mark la sujeto y le cubrió la boca al darse cuenta que Shamato y Ortho se habían cerciorado de una presencia fuera de la cabaña. Ami forcejeo, pero la mano de Mark estaba aplicando mucha fuerza para sostenerla, hasta que en un descuido, la pequeña le mordió con fuerza la mano.
—¡Oye! —Mark quejó y soltó a la pequeña—. Pequeña chatarra, ven acá.
—¡Mami! —la pequeña huyo hacía el interior de la cabaña— ¡Hay un pervertido afuera!
Los gritos de la pequeña parecieron despertar al resto de cabañas, que una a una fueron encendiendo las luces y asomarse, haciendo que el campo de visibilidad fuera mayor, reduciendo donde podría llegar a esconderse.
—¿Ese es el capitan del Equipo Ítaca? —pregunto uno del equipo Licia.
—Le dijeron pervertido —cuchichió una de las chicas del equipo Etiopía—. Seguro estaba de fisgón mientras esa chica peliverde se estaba cambiando.
—¡Argos-san! ¡Es por acá! —llamó uno de los del equipo Tracio.
Mark no sabía que cara poner, todos lo estaban mirando y asumiendo que estaba espiando a Maylea, como si ignoraran la existencia de otros tres chicos dentro de aquella cabaña.
—¿Qué hacen todos fuera de sus cabañas? ¡regresen ahora mismo! —ordeno el anciano para no crear más alboroto.
—Argos-san, no es lo que parece... —se intento justificar, pero Argos le interrumpió.
—Ya lo hablaremos en el despacho de Quirón —sentenció.
El anciano toco la puerta de la cabaña del equipo Inframundo, y quien abrió solo fue Maylea, quien llevaba una bata y la pijama puesta.
—¿Ocurre algo? —pregunto, apenas entreabriendo la puerta.
—¿Dónde están tus compañeros? —cuestiono el anciano, abriéndose paso para entrar a la cabaña, y solo encontrarse con Ami en una de las camas.
En el fondo, apenas se pudo ver como unas siluetas pasaban rápido, intentando pasar desapercibidos.
—Salieron por agua —respondió, intentando mostrarse incomoda—, no deben de tardar, ¿sucede algo? ¿de verdad ese chico nos estaba espiando?
—¡Y-yo no estaba haciendo nada de eso! —grito Mark, avergonzado.
—Mark guarda silencio, tu comportamiento esta fuera de lugar.
En ese instante, los tres faltantes regresaron, con unas botellas de agua cargando en brazos, para mantener aquella cuartada de que Maylea se había quedado sola en la cabaña con Ami. Todo aquello elaborado para traerle problemas pro la manera en que había tratado a Ortho y a Ami para que fueran descalificados de la apertura del campamento.
—¿Qué pasa? —pregunto Shamato, fingiendo desconcierto—. Aun no es toque de queda, salimos por agua.
—No es eso —dijo Argos, tomando a Mark del brazo para que no fuera a ninguna otra parte—. Ustedes tres vuelvan a su cabaña, tengo asuntos que atender con este campista.
Mark forcejeo. —Sensei, yo no hice nada... juro que no estaba espiando a la chica... ellos... —señalo a Shamato, Idia y Ortho—. Ellos estaban en la cabaña, ¡Es un complot lo que están haciendo!
—¿Complot? —cuestiono Ortho, manteniendo la farsa—. Me parece de mal gusto inventar cosas para hacernos ver mal. Nosotros estábamos recolectando agua.
—Parece que alguien no esta satisfecho porque mi hermano y la pequeña Ami no fueron descalificados —dijo Idia, su tono entre molesto y disgustado—. Inventar tales calumnias, ¿no debería ser calificado como un acto inmoral, Argos-san?
El anciano respiro hondo antes de hablar. —Por favor... vuelvan a su cabaña. Yo me haré cargo de la sanción correspondiente al Equipo Ítaca.
—¿Qué? ¡Pero...!
Argos volvió a interrumpirle, tirando con fuerza para llevárselo. —¡Silencio! Suficiente espectáculo haz hecho hoy, Markus.
Chapter 4: La captura de Acteón
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Un estruendo resonó entre las montañas: Quirón había tocado un enorme cuerno de caza, cuyo eco se extendió por toda la isla, no necesariamente para que solo los campistas le escucharan, sino realmente todos en la Isla de los Héroes.
Quienes ya estaban de pie no tardaron en reunirse en la plaza donde se había levantado una enorme hoguera; otros llegaron en pijama, delatando que era su primer año y que estaba lejos de su conocimiento como eran los horarios en el Campamento. Incluso en el Equipo Inframundo había dos que se delataban por completo: Idia, que estaba colgando sus brazos por los hombros de Ortho para mantenerse de pie; y la pequeña Ami, que parecía un gato acostado en los brazos de Maylea.
—El clima es perfecto —comentó León, acomodándose el arco en la espalda—. Buen momento para comenzar el primer reto del campamento: la carrera de Acteón.
Los equipos intercambiaron miradas. Sabían lo que significaba, lo que aquel héroe tuvo que pasar huir de sus propios perros, aunque sin mucho éxito. Ahora ellos tendrían que experimentar esa misma carrera, o al menos, uno de cada equipo lo viviría.
—Las reglas son simples: —hablo Argos, caminando frente a cada equipo—, cada equipo debe elegir a quien tomará el lugar de ciervo. Recuerden que no pueden protegerlo directamente; esta es una carrera de captura. —saco una muñeca rota y maltratada de un barril junto a la hoguera—. Ganará la Damisela aquel equipo que capture la mayor cantidad de ciervos enemigos.
—Pero no lo olviden, —Quirón añadió—, habrá puntos extra para el equipo cuyo ciervo siga libre cuando termine el tiempo.
—Tendrán una hora y media para sobrevivir. —dijo León, clavando su mirada en el equipo Ítaca—. Ahora... Tienen cinco minutos para elegir a sus ciervos.
Idia no lo dudó ni un instante. —¡Unmei debe ser el ciervo!
—¿Yo? —Shamato frunció el ceño—. Ni lo sueñes. No tengo ganas de correr, el sol esta subiendo y me va dar pulmonía.
—También estoy a favor que seas el ciervo, Ojito —Maylea hablo, acariciando la espalda de Ami que seguía en sus brazos—. Eres el único lo bastante escurridizo como para escapar de los demás.
—El tiempo es de noventa minutos —calculó Ortho, levantando la voz—. Está sobre la media que te toma huir de Jade y Floyd. Será fácil para ti sobrevivir.
Shamato observó de reojo a los equipos más cercanos a ellos, muchos estaban aun en formación, a algunos les hizo fácil reconocerlos, eran hijos de diferentes miembros al mando del Ejercito de la Isla de los Héroes, de las ramas de la familia Júpiter y recomendados por aquella familia para formar parte.
Parece que alguien olvido su lugar...
Prácticamente el campamento estaba plagado por la influencia de aquella familia, usando como fachada la exclusividad de las Familias que surgieron tras una guerra territorial antes de la Era de los Dioses. Si había exclusividad, una con la que Júpiter mantenía su prestigio, porque... Mientras el campamento poseyera una buena fama, ¿Qué no harían los líderes militares, Capitanes y de la Fuerza Publica para que sus hijos entraran al campamento? Un campamento que poseía a uno de los dos más grandes entrenadores, y a dos ex-cazadores de phantom's.
No había rastro alguno de campistas sin la influencia de Júpiter, realmente no había descendientes de las Familias del Caos, a parte de él y los Shroud.
—No va a ser fácil... —murmuro.
Noto que sobre un equipo había una nube de lo más curiosa; parecía moverse, hasta que tomo una forma humana, alguien que parecía estar recién levantándose de la cama, con su cabello hecho un remolino blanco, sin percibir que estaban en medio de algo importante.
Ella... ¿Es de la familia Eolo?
—Si logras mantenerte más tiempo, te daré la compensación de siempre.
La voz de Ortho le robo la concentración, el rostro de Shamato se encendió de inmediato. Sabía perfectamente a qué se refería: besos, muchos y sin medida. La compensación por algo de trabajo extra, a veces volviéndose un bono de compensación que valía la pena si las cosas salían mal. No iba a negarse a aceptar.
—Está bien —cedió, cruzándose de brazos, intentando verse serio—. Pero quiero el doble si logro ser el último en ser atrapado.
Ortho rió, su voz volviéndose dulce, pero no lo suficiente para ocultar su coqueto. —Podemos negociar eso.
—¡Basta! —Idia, con el rostro rojo como la hoguera, los empujo para separarles lo más lejos el uno del otro— ¡No hagan esas cosas en público!
—Perdón —respondió Ortho, sin una pizca de vergüenza, y volvió a mirar a Shamato—. Entonces tenemos un trato.
—Y ya que tenemos nuestro pequeño trato —dijo el castaño, tomando a Ami como si fuera una muñequita—. Ami... despierta, necesito que hagas algo.
La pequeña bostezo, frotando sus ojitos con ambas manos. —¿Ya vamos a jugar?
—Ya casi, primero vamos a jugar a las atrapadas con los equipos rivales —acomodo a la pequeña en sus brazos— ¿Ves a todos esos? Lo que harás es atrapar a uno y no soltarlo por nada en el mundo, ¿si?
—¡No lo soltaré por nada! —respondió la niña con firmeza.
—Así se habla —Shamato la levanto, arrojándola para volver a atraparla en el aire—. Tú vas a ser nuestra trampa de agarre, cuento contigo, y a cambio iremos por crisálidas.
Poco a poco los Ciervos fueron al frente, algunos deshaciéndose de algunas de sus pertenencias y prendas para facilitar su movimiento por los arboles y camuflajearse. La variedad de cuerpos era algo que dejaba en claro las estrategias de cada equipo, algunos integrantes eran de cuerpos robustos, lo que hacía que la captura fuera complicada; para cuerpos esbeltos, como el de Shamato, se notaba que el equipo se había inclinado por el tiempo de desgaste; y un tercer grupo evidenciaba que estaban más inclinados a la supervivencia, ya que sus ciervo era una ninfa, capaz de cambiar de forma y perderse entre la flora.
—Un momento —interrumpió un campista—. Falta el equipo Ítaca.
La expresión de Quirón se torno seria. —El equipo Ítaca fue descalificado. —la sorpresa en la mayoría se volvió un alivio—. Uno de sus miembros mostró un comportamiento indebido, por lo que quedan fuera de la competencia. No podrán ganar la Damisela.
—Claro... —Argos intervino—, siempre queda la opción de robarla. Así que aun pueden tenerla en manos.
—Mark... —la voz de Menelao estaba conteniendo el enfado.
—Vean esto una forma de estudiar al enemigo —Markus se justifico, girándose para no ver a su sub-capitán.
Ortho noto una similitud en la manera de pararse de Markus: apoyar parte del peso en una pierna y flexionar continuamente la otra, como un flamenco, una misma manía que Shamato tenía y delataba cuando estaba siendo impaciente. Mover la pierna, flexionarla a cada rato manteniendo un apoyo en la izquierda. No podía ignorar que ese chico era ligeramente similar, después de todo eran medios hermanos.
—¡Competidores! —llamó Quirón, con su trompeta lista para hacer sonar—. Preparados... primera salida...
Los Ciervos se prepararon para correr, algunos con dirección al bosque, otros hacia las montañas y unos más hacia los pastizales abiertos. Saliendo todos disparados cuando la trompeta sonó; cuatro segundos después, los cazadores salieron con el sonar de la segunda trompeta. La tierra bajo sus pies era blanda, con raíces que parecían extenderse como trampas ocultas, un detalle que seguramente León había preparado con anticipación. Las ramas crujían detrás de él, los gritos de otros equipos que ya habían divisado a su propio “ciervo” se mezclaban con los sonidos del bosque al que se dirigía, porque no podía exponerse al sol o eso le daría una enorme desventaja si su cuerpo se enfriaba. Shamato se obligó a no mirar atrás. No podía gastar energías en medir la distancia de sus perseguidores. Cada segundo que dudara era un segundo más cerca de que lo atraparan.
Se lanzó cuesta abajo, dejando que la pendiente lo llevara, calculando cada pisada para no torcerse un tobillo. Su mente solo se planteo en usar la maleza más densa como escudo, zigzaguear entre troncos gruesos para obligar a los perseguidores a perder tiempo. “Ser escurridizo”, como había dicho Maylea. Eso podía hacerlo, aunque no tuviera los músculos de los otros o los equipos no fueran igual de torpes que los estudiantes de Savanaclaw.
—Tiene resistencia —murmuró Quirón, con los ojos clavados en la figura que aparecía corriendo en la proyección de unas pantallas de seguimiento continuo—. En verdad sacó algo de Sirio.
—Su complexión no es la de un guerrero. —opino León, mirando la pantalla con la imagen del castaño—. Míralo bien. Es más como la de su madre. Una figura delicada y engañosa.
Argos intervino. —Ciertamente se parece a ella. Y de no haber perdido la cordura tan joven... habría tenido varios pretendientes.
León rió con ironía, inclinándose hacia adelante. —Por favor Argos, no te engañes... Shamato es Igual que su madre, —suspiro, golpeteando el respaldo con sus dedos—. Basta con leer el expediente que redacto tu nieto... Shamato está con esa máquina solo para persuadirlo, para que le otorgue su libertad. Igual que Sirio con Aidone en su lecho de muerte.
Argos se levanto, enfadado por la manera en que León estaba tratando la memoria de Sirio y Aidone.
—León, no te permito hablar así de nuestro ex-capitan de unidad. —advirtió, apretando los dientes—. Aunque este muerto, aunque hayas sido Arconte, muestra más respeto a quien le debes la vida.
Quirón exhaló profundamente. —Caballeros, por favor —su voz se hizo tranquila—. Muestren una imagen digna, debemos aun calificar a cada equipo. No estamos calificando antecedentes familiares.
—Claro, porque de hacerlo tendríamos que meter a Markus al mismo saco que Shamato —comentó León con sarcasmo.
Argos gruño. No iba a permitir a uno de sus protegidos fuera puesto al mismo nivel que alguien sin cordura, y volvió a ponerse a discutir con León, sin percatarse de que Markus los había alcanzado a escuchar.
¿Por qué tendría que tener relación con ese chico desterrado?
Para él ninguna pieza encajaba, eran opiniones ajenas a su persona por lo que no lo pensó demasiado, pero lo otro, lo que estaba relacionado con Ortho tenía suficiente sentido para él. Pues la imagen que Júpiter había creado sobre las hermanas Ridere era que eran traidoras, y Shamato no generaba esa diferencia, no veía raro sino, más bien, sospecho que hubiera accedido tan fácilmente a la petición de los hermanos Shroud, aunque aun había piezas que no terminaban de encajar completamente. Quería encontrarle sentido a porque habitantes de la Isla de la Lamentación habían decidido participar en el Campamento Orión, y porque una chica y "la pequeña chatarra", que claramente eran de otra zona, estaban yendo con ellos; como si todo fuera una conspiración y él, al saberlo, debía convertirse en el héroe destinado a detenerlos. Sin tener idea que solo estaban ahí por capricho de Ortho y divertirse en las actividades de campamento.
***
Cuando el tiempo termino, la trompeta volvió a sonar. Shamato como sus perseguidores del Equipo Olimpo, estaban a más no poder, incluso uno de ellos había vomitado por el sobreesfuerzo de su cuerpo.
—Eso... es asqueroso —comento Shamato, con el aliento apenas retomado.
Otro que también estaba vomitando, era Idia. Maylea le acaricio la espalda mientras le ayudaba a sostenerle el cabello para que no se ensuciara más de lo necesario.
—Ya, ya... —dijo, su voz dulce mientras le acariciaba la espalda—. Saca todo, diste lo mejor de ti esta vez. Estoy muy orgullosa de ti, Idi.
Idia quiso responder, pero su estomago no lo dejó, volvió a vomitar sobre un arbusto, las arcadas eran tantas que una de las enfermeras tuvo que acercarse para auxiliarlo y evitar que llegara a deshidratarse.
—Mientras los heridos son atendidos —hablo Quirón, aclarándose la garganta—. Anunciaremos los puntajes.
—EQUIPO OLIMPUS, EQUIPO RODAS, EQUIPO ATHENAS —la voz fuerte de Argos se hizo escuchar—. Fueron quienes más ciervos capturaron. Sin embargo, sus ciervos fueron capturados y heridos. Eso resta muchos puntos.
—EQUIPO INFRAMUNDO —la voz de León, aunque con disgusto, se alzo—. Su ciervo fue el único sobreviviente sin heridas. El segundo es el del Equipo Sparta.
—¡En su cara, imbéciles! —grito Shamato con el poco aliento que tenía, apuntándole a Héctor que lo había perseguido los últimos 27 minutos.
—Shamato, tu comportamiento es...
Shamato interrumpió a León. —Si, si... antideportivo, ya me se todas tus estupideces —se tiro al suelo y se saco a la fuerza los zapatos—. Ya di quien se queda con la muñeca horrenda que tienen ahí, como si no tuvieran dinero para repararla, ¿qué le hacen a las donaciones de las familias y los patrocinadores, eh?
León ignoro sus provocaciones, se giro a los equipos que quedaban.
—Dado que el Equipo Inframundo solo capturo dos ciervos, la victoria se la lleva el Equipo Olim...
—¡Disculpe! —grito Ami.
Nadie sabía de donde salía su vocecita, hasta que uno del equipo Sparta sintió algo moverse en su espalda, era Ami que estaba fuertemente aferrada a la ropa del chico con la herida en la cabeza.
—¡Ami, ¿Qué haces ahí?! Ven aquí —Maylea tomo a la pequeña en brazos.
—Ojito dijo que no me soltara si atrapaba a uno —explico la pequeña, mirando de nuevo a aquel chico—. Lo golpee en la cabeza, y luego me aferre a él, ¿si cuenta como haberlo atrapado?
Argos miró a Quirón y luego a León, aquello nunca había sucedido, aunque estaba dentro de las reglas, ya que la pequeña como tal lo había atrapado y no había regla alguna que estipulara que el Ciervo debía estar inmóvil.
—Entonces, ¿fue ella quien me golpeo la cabeza? —pregunto el chico, confundido porque nunca sintió que la llevaba en la espalda.
Ami asintió. —Si, te arroje una piña que encontré en el suelo.
Shamato intento no reírse.
Después de lo que pareció una consulta telepática con los consejeros, y por no querer ir a buscar a Diana para que diera una cuarta opinión, se giraron al equipo Inframundo.
—No cuenta —informó Argos—. Dado que el ciervo se mantuvo activo...
Ortho intervino, molesto. —¡Claro que cuenta! Se supone que es un cazador, —dijo con tranquilidad, preparándose para herir ambos egos de los perros de caza de su abuela—. Cuando el depredador logra aferrarse, la presa ya pertenece a él. El resto es cuestión de tiempo. Ami no necesita derribar al chico en un segundo; el contacto ya certifica su dominio.
—Otro ejemplo esta en los phantom's —Shamato se unió al debate—. Muchos de los que fueron capturados por ustedes y mi abuelo, aun se mantienen activos, ¿o a caso me dirán que no cuenta?
—Son cosas muy diferentes, para que cuenta como captura debe haber limitaciones de movimiento —dicto León, molesto por los argumentos.
—Si el objetivo es atrapar, la pequeña lo logró con los recursos que tiene, —dijo una de las chicas del Equipo Eea—, negarlo sería discriminación contra quienes son más pequeños o débiles físicamente.
—No lo soltó, hay muchos parásitos que hacen eso mismo —dijo la chica nube—. Hay capturas que no son rápidas. Si la competencia hubiera perdurado más, el peso de la pequeña generaría desgaste y el chico caería, ¿no es esa su definición de caza?
—Fue una captura limpia —dijo uno del Equipo Olimpo.
Cada vez más las voces se alzaban, calificando lo que hizo Ami como una captura, que debía contarse como tal, incluso el Equipo Sparta estaba de acuerdo en que su ciervo fuera descalificado porque reconocían que Ami había hecho un enorme esfuerzo para no ser percibida, porque de haberlo hecho, su compañero se puso quitar a a pequeña de encima, así que merecía reconocimiento.
Nunca antes se había cuestionado la autoridad de los consejeros.
Pensó Markus, mirando a sus compañeros, a los chicos y chicas con los que había pasado cada campamento, levantar la voz y no permitir una injusticia. Lo que hizo que su atención fuera hacía Ortho.
¿Qué ganan con esto?
Ortho sintió una mirada en él, y giro a mirar a Markus, que de inmediato desvió la mirada para no verse obvio, siendo otro gesto que a Ortho le pareció demasiado familiar y tierno, porque Shamato hacía aquello mismo.
—¡Silencio! —gritó Quirón, apaciguando todo comentario—. Dado que han hecho dar sus opiniones, les cederé la razón... El Equipo Inframundo gana a la Damisela, por haber capturado un total de tres ciervos y el suyo sobrevivió a la caza.
—¡Lo hicimos! —grito Ami, recibiendo la muñeca de trapo— ¡Tenemos a la muñeca fea!
Maylea también celebro, tomando el rostro de Idia entre sus manos y darle un fuerte beso en la mejilla.
—¡Te dije que lo lograríamos! —dijo, dándole otro beso que encendió en rosa el cabello del otaku.
—Por fin, momento de descansar —Shamato se puso de pie, llevando en manos sus zapatos.
Notó que Ortho parecía distraído, y la importancia de haber ganado la Damisela estaba fuera de su rango de atención. Al seguir hacía donde miraba su novio, noto que era al Equipo Ítaca, que ya se había reunido para tratar el tema de si declarar una guerra o esperar a disipar las dudas que tenía Markus en Shamato.
—Ortho, —lo llamo, con celos en su voz— ¿Por qué no regresamos a la cabaña? —pregunto, después le cubrió los ojos para llevarlo con él—. Vamos~ hay cosas que hacer... como esconder ese trapo viejo de nuestra competencia.
No espero más, ni siquiera lo pensó dos veces al momento de cargar a Ortho.
—¡Oye! ¿a quien crees que llevas como saco? —protesto Ortho, pataleando para liberarse.
—A alguien cuya atención esta en otra parte que no es en su equipo.
Chapter 5: Viejas alianzas
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Markus y Menelao se acercaron a la cabaña del equipo Eea, tenían una misión, en lo que sus demás compañeros se filtraban en el despacho de Quirón para robar los expedientes de inscripción. Por fuera de la cabaña, era igual que las demás: de madera cruda, con las vigas aún impregnadas del olor a resina, con enredaderas que bajaban desde el techo y una que otra flor. Pero en cuanto Markus empujó la puerta sin anunciarse, el interior se transformó.
El aire se volvió cálido y perfumado. Donde debía haber literas y mochilas, había un atrio luminoso cubierto de flores de jazmín y cortinas de seda que se movían con un viento suave. Fuentes de mármol derramaban agua de manantial, y una música tenue, lograba llegar a sus odios.
Hombres...
Kirke Heliane, la líder del Equipo Eea, los miró desde su lectus, recostada con indolencia. Su cabello castaño caía sobre la almohada, y en su mirada había fastidio por la intromisión de los chicos.
—Markus, me da igual que fueras criado por dos mujeres... —dijo con enfado—, no te permito, a nadie de los hombres, entrar sin avisar.
Markus, incómodo, inclinó la cabeza. —Mis disculpas, Kirke. Se trata de un asunto del que nadie más debe enterarse.
—Oh... ¿y qué podría ser tan urgente como para irrumpir en mis aposentos?
Menelao tragó saliva. —Solo queremos información sobre los integrantes del equipo Inframundo.
Kirke soltó una carcajada ligera. —La chica de cabello verde sí que dio un espectáculo con sus enredaderas... —dijo con una sonrisa traviesa—. Pero de ella no hablaré. Mucho menos de la pequeña, conocen mis reglas.
Markus frunció el ceño. —¿Acaso olvidaste nuestra alianza? —respondió mientras sacaba un paquete envuelto en tela de su chaqueta. Lo lanzó al suelo, justo frente al lectus—. Si nos das la información que pedimos, recibirás todos los envíos de comida que mi madre, Penélope, prepare.
Kirke se incorporó con lentitud y abrió el paquete. El aroma a costillas de cerdo asadas llenó la estancia. No podía rechazar o negarse a algo con el sello gastronómico de la familia Esparta, en especial de Penelope, cuyos banquetes siempre eran la sensación, tanto como para abrir agenda y llenarse tan rápido que era imposible conseguir una reservación en menos de 4 meses. Ni los altos mandos podrían conseguir una reservación tan fácilmente, a no ser que congeniaras bien con Penelope o su hijo para tener al menos una cena.
La hechicera frunció los labios. —¿Costillas..? ¿Eso es todo? —intento no parecer tentada por la comida.
—Si no quieres comida, será un banquete. —prometió, sacando su teléfono de contrabando—. Uno tan grande y delicioso como solo mi mamá puede hacerlo. ¿Te parece bien para el siguiente mes?
Una de las ninfas, inclinándose hacia el oído de Kirke, susurró con un tono meloso. —Kir-sama, deberíamos aceptar. Las reservaciones están llenas hasta enero...
Kirke soltó una risita y entregó el paquete a otra ninfa. no podía negarse, mucho menos si la cena coincidía por el mes que sus padres tendrían su aniversario.
—Está bien. Les diré lo que quieren saber.
Se levantó con elegancia y los guió a través de los pasillos floridos hasta un cuarto más oscuro, donde un pequeño caldero burbujeaba sobre una base de piedra. Montones de hierbas secas colgaban del techo y las paredes, ocultando algunos frascos con brebajes y complementos para pócimas. Kirke tomo y arrojó un puñado de hierbas al fuego, y el caldero se iluminó con un resplandor dorado.
—Hablen —dijo, su voz sonó diferente, como si mil ecos hablaran con ella—. La personificación del Sol que bendice a mi familia puede darles respuesta a través de mí.
Menelao, nervioso, carraspeó. —Queremos saber... quién era la chica de cabello verde que nos ayudó a regresar a casa la última vez.
Kirke lo observó con una expresión que oscilaba entre el desconcierto y la burla, Markus en cambio, lo quería matar por estar desperdiciando las preguntas solo porque le pareció linda la chica que les dio indicaciones para regresar a la costa, cuando su barco se había alejado a causa de una tormenta.
La hechicera arrojó otro puñado de hierbas al fuego. El vapor se condensó formando una imagen: una figura de largos cabellos verdes, durmiendo a la orilla del mar, rodeada de leones marinos, era Marin Lot, el primo de Shamato.
—Quien te ayudó no era una chica —dijo Kirke con calma—. Era un chico, Marin Lot, el actual "Viejo del Mar".
Menelao se quedó mudo unos segundos antes de murmurar. —Había oído ese titulo, pero... no imaginé que el Viejo del Mar fuera un chico andrógino.
—No es un título literal. —especifico una de las ninfas—. El "Viejo del Mar" fue un nombre heredado, nacido cuando los descendientes de las hermanas Ridere se hicieron famosos por el don que poseían.
—El Ojo de las Moiras. —añadió Markus.
Kirke asintió. —Ese mismo. Un objeto tan poderoso que permitía a quien lo portara ver cualquier tiempo con claridad total. Pero se perdió hace siglos... y sin él, cada familia: Lot, Unmei y Fatum, tuvo que crear su propio método para seguir consultando el tiempo.
—El tiempo que a cada una le correspondía: Unmei el presente, Lot el futuro, y Fatum el pasado. —dijo la ninfa que le estaba pasando las yerbas a Kirke.
Markus cruzó los brazos. —Entonces... ¿ya no tienen la protección del Dios de las Artes?
—Nunca lo tuvieron —respondió Kirke, bajando la voz—. El poder y el artefacto que se les encomendó proviene de la noche, no del día. —partió una yerbas a la mitad—. Pero se sabe que el Dios de las Artes le gustaba hacer trueque con los hijos de la Diosa de la Noche... es posible que... si les proteja, para mantener el favor.
Alzó la vista hacia el caldero y, en la superficie líquida, la sombra de Shamato se delineó corriendo entre árboles.
—Y ese chico lo sabe. Por eso permaneció en la oscuridad mientras huía.
Las estrellas solo son visibles de noche.
Pensó Markus, encontrando una conexión al recordar que su madre no podía ver las estrellas, ¿pero como vincularlo con el mar?
—Kirke... ¿la maldición de mi madre proviene de la noche?
Kirke lo miró con una seriedad. —Sí. Y si tienes un mínimo de sensatez, Markus, no te metas con él. —lo tomo de los hombros, encaminándolo para que se alejara del caldero—. Hay cosas que son preferibles que no sepas.
—Espera Kirke, ¿entonces su familia... quien fue? ¿por qué maldijeron a mi madre? ¿es por estuvo cerca de dar con el paradero del Ojo de las Moiras?
Pero ninguna pregunta fue respondida y los echo de su cabaña.
Kirke prefería mantenerse neutral en esos asuntos, y porque sabía que las cosas entre los Nix y los Júpiter se estaban tensando cada vez más. Pero ella no sabía que Shamato era el Ojo de las Moiras, solo tenía la sensatez de que era "El profeta ciego de Tebas", un titulo que se le había otorgado hacía mucho tiempo a uno de la antepasados de Shamato, por haber nacido ciego, pero tuvo la fortuna de que el Ojo de las Moiras fue suyo hasta el día de su fallecimiento.
Al igual que Marin, los tres títulos solo habían sido una forma de identificación a miembros importantes de cada familia, siendo "El Viejo del Mar" el titulo que se heredo porque los Lot estaban encarcelados en un templo, un lugar común para asistir y tener una profecía, aunque cuando se perdió el don, ellos tuvieron que recurrir a viejas técnicas: lectura de las tripas de animales. Algo que se fue heredando de generación en generación; Mientras que el titulo del "profeta ciego de Tebas" no se utilizo más, al igual que el titulo del "profeta de la muralla" que fue de la familia Fatum.
Tal vez de saber que Shamato era el Ojo de las Moiras, Kirke no se lo haría saber a ningún miembro de Júpiter, al menos no por haberlos desplazado al comprar gran parte de las acciones familiares, y acabar con tantas vidas inocentes por ese "artefacto" que Júpiter mismo perdió.
***
—Las estrellas solo aparecen de noche —murmuro Markus, con los puños cerrados y los ojos brillando con un rastro de ira contenida—. Sin estrellas no hay forma de navegar... ¿Pero quién la maldijo?
Menelao caminó unos pasos detrás. —Cálmate, Mark... Ya escuchaste lo que dijo Kirke. No deberíamos meternos con ese chico ni con nadie de la Isla de la Lamentación. No sabes lo que podrías provocar. No quieres terminar como tu madre ¿o si?
Markus se giró bruscamente. —¿Y crees que eso me importa? —escupió las palabras—. Si ella fue maldecida, fue porque estuvo cerca de ese maldito artefacto que la enviaron a buscar. ¡No por otra cosa!
Menelao lo miró con cierta compasión, aunque sin atreverse a acercarse más. —¿Y cómo puedes estar tan seguro de eso, si a tu madre le borraron casi todos los recuerdos?
Markus apretó los dientes. Por un instante, pareció vacilar, pero enseguida su mirada se endureció. Recordaba que su madre había ido a un sin fin de templos, a los oráculos y con las pitonisas con un mismo objetivo: Romper su maldición.
Nadie pareció tener la respuesta, hasta que fue el incidente durante el evento conmemorado por sus años de servicio, cuando ella desapareció junto a varios estudiantes de NRC en los que iba Shamato, Idia y Ortho. Para cuando regreso, se veía frustrada, ansiosa y desesperada por encontrar un modo de burlar a alguien para hacer llegar cierta información, ¿pero a quién y qué información? Era algo que Markus y su mamá desconocían, solo podían ver como cada vez más, Odelia estaba cambiando en su personalidad.
—Precisamente por eso —dijo, casi en un susurro cargado de veneno—. Si no querían que nadie supiera la verdad, ¿qué mejor manera que borrar todo lo que ella recordaba?
El viento sopló fuerte entre los árboles, arrastrando hojas secas por el suelo. Casi cargado de un dramatismo.
—No lo sé... —respondió Menelao—, tal vez fue por protocolo. Por seguridad. Ya sabes cómo son con los que van a esa isla.
Markus soltó una risa amarga. —¿Protocolo? —repitió, casi burlón—. Si fuera así, muchos habrían regresado, aunque fuera sin memoria. Pero nadie vuelve, Menelao. Nadie. Mi madre es la única que ha regresado de ese infierno.
—Entiendo que sea tu madre, pero... no la glorifiques —dijo, con firmeza—. Piensa más, la Isla de la Lamentación accedió que ella fuera a investigar, ¿y me dices que le borraron los recuerdos porque encontró el artefacto?
—Se que el artefacto tiene que ver —dijo con voz baja, pero firme—, lo voy a descubrir. Incluso podría ser que lo tenga en su poder, por eso ese tiro tan perfecto.
Menelao ya no quiso discutir más el tema con él, para él ese artefacto probablemente había sido robado cuando la familia Fatum, que lo poseía en su turno, falleció por aquella rara epidemia, que entre las posesiones que quemaron para evitar un brote masivo, iba el Ojo de las Moiras y el fuego lo consumió.
***
Las hojas de los expedientes cayeron como una bajara sobre la cama. Ortho los termino de extender, clasificando nombres, fotografías y sellos de registro para escanearlos y regresarlos lo antes posible, antes de que Quirón o cualquiera de los consejeros notaran su ausencia y decidieran revisar cada cabaña.
—Es momento de planear una estrategia —dijo, girándose hacia los demás.
Shamato, estaba arrodillado junto al suelo, intentando retirar una tabla que rechinaba bajo sus manos. Mientras que Maylea e Idia terminaban de acomodar el escondite de dulces.
—¿A qué hora te infiltraste en el despacho de Quirón? —pregunto Shamato, haciendo palanca para quitar la tabla del suelo.
—Cinco minutos antes que el equipo Ítaca lo hiciera.
—¿Qué? —Maylea se incorporó de golpe, dejando caer algunos envoltorios de dulces— ¿Quieres decir que ellos también querían los expedientes? ¿Para qué?
—Seguramente para investigarnos a nosotros. —respondió Idia, volviendo a colocar el poster para ocultar el hueco—. No olvides que somos los nuevos aquí.
Shamato soltó un bufido, sin dejar de maniobrar con la tabla. —Vaya decepción se van a llevar cuando descubran que sólo estamos aquí porque Quirón nos amenazó con invalidar nuestros certificados.
Ami, que estaba sentada sobre el borde de la cama abrazando un frasco de cristal con una crisálida dentro, ladeó la cabeza. —¿Y por qué simplemente no les preguntaron si querían venir a acampar?
—Probablemente sea una de las formas de Quirón de obligarnos a llevarnos mejor. —respondió el otaku—. Vaya perdida de tiempo, pero bueno, es su ilusión, no la mía.
Shamato soltó una pequeña risa sin humor. —Y hacer que me una a los Carontes también es otra de esas “formas”. Aunque esa ya huele más a idea de Argos y León.
Finalmente, la tabla cedió con un chasquido. Shamato se incorporó, se sacudió las manos llenas de polvo y extendió la palma hacia Ami. El hueco era perfecto y se veía que era como un túnel en donde podrían guardar más cosas, en caso de que llegara a ser necesario.
—Pásame el bulto que está en mi cama.
Ami obedeció, levantando el envoltorio con cuidado. —¿Es la muñeca fea? —preguntó con curiosidad.
—No —respondió Shamato, mientras tomaba el bulto y lo colocaba en el hueco bajo el suelo—. Es una forma de engañar. Si alguien entra cuando no estemos, lo sabremos enseguida.
Maylea cruzó los brazos, frunciendo el ceño. —¿Y entonces dónde van a esconder la muñeca de verdad?
Shamato volvió a colocar las tablas, ajustándolas pero dejando a propósito una ligera separación en una de las esquinas. Así parecería obvio que las tablas habían sido retiradas porque buscaban esconder algo, como la Damisela.
—En la siguiente prueba —dijo con tranquilidad—. Ese será el mejor lugar.
—¿Y de qué es la prueba? —pregunto Ami.
—Carrera de botes —respondió—. Pero nuestro objetivo será la cueva de Escila.
Chapter 6: Cálida bienvenida
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Cada expediente estaba extendido en el suelo. Por un par de horas estuvieron clasificando, por méritos y notas cada uno para hacer un plan de contingencia para Captura la bandera. Descubriendo que se mantenía un patrón para los que conservaran a La Damisela antes del cierre de campamento, y ese año sería una yerba magia: Moly, capaz de otorgarle a quien la ingiriera un poder mágico desbordante.
Aquella yerba era el objetivo de Kirke, Paris y Markus, por ser miembros de equipo que no poseían magia o era bastante débil en el caso de Kirke, el resto de equipos posiblemente no irían por la Damisela, no estaban interesados en el premio como en años pasados, en donde el equipo ganador podía ser merecedor de un escudo de Gorgona, una bolsa de viento, una piel de león, campanas de hierro, un hilo de oro o 5 minutos de ventaja en exploración.
—No tenía idea que la Academia Militar Vermilion Lance estaba presente —comentó Idia, pensando en lo aterrador que era aquella institución.
—También esta la Academia Ventum Ordo —señalo Ortho con el expediente la chica nube, después levanto otro expediente—, y la Academia para Señoritas Enchantria College.
—¿Enchantria College? —repitió Maylea, muy pensativa al ver la fotografía de Kirke—. Humm...
—¿Ocurre algo, May? —pregunto Idia, angustiado.
—Nada, es solo que pensé que esa academia era para señoritas delicadas —respondió—. Pero al ver a su capitana, me da otra impresión.
—Esa academia se forjo inspirada en la independencia y poder de la hechicera de la Isla, —revelo Shamato—. Sus estudiantes son señoritas de entre nueve y dieciocho años, no les enseñan a ser esposas sumisas, como en otras academias femeninas, sino mujeres sabias de buen carácter que aspiren a un roll independiente.
—Aunque me enviaran ahí, no hubiera sido lo que mi padre buscaba —murmuro, pensando en voz alta.
—¿Te iban a enviar ahí? —cuestiono Ortho, curioso.
—Nos iban a enviar, porque querían pactar un matrimonio muy arreglado —respondió Ami, coloreando con crayones en hojas sueltas.
Pequeños golpes en la puerta interrumpió la charla. El ritmo de tres golpes, aunque sencillo, fue muy familiar para Shamato, que rápido fue a la puerta e hizo señas al resto para que ocultaran los expedientes. Abrió la puerta a penas lo suficiente para ver a León del otro lado de la puerta.
—¿Qué están haciendo?
—Resucitando a los muertos —respondió, cerrando la puerta tras sus palabras.
Pero León no se lo permitió, empujo con fuerza la puerta para entrar. Para suerte de ellos, los expedientes se los había llevado Ami al salir por la ventana. Todo lucía dentro de lo normal, todo menos la tabla ligeramente levantada donde estaba el señuelo de la Damisela; León lo dejó pasar, incluso camino encima viendo que no había un rastro blanco o claro que delatara que los expedientes robados estuvieran ahí, y porque su nepotismo le decía que Idia no sería capaz de robar una expedientes y tenerlos en su cabaña.
—¿Dónde esta la pequeña? —refiriéndose a Ami.
—¿Ami? —pregunto Shamato—. Humm... debe andar por ahí, ¿paso algo con ella?
León lo observo fijamente, esperando que se delatara, pero Shamato se mantuvo tranquilo, aunque Idia se veía bastante sospechoso por lo tenso que estaba de que llegaran a ser descubiertos o que Ami haya sido vista por alguien llevando muchos documentos por ahí.
—No. nada, solo... quisiera saber porque no están afuera para almorzar.
—¿Ya es hora del almuerzo? —pregunto Maylea, con sorpresa—. No escuchamos el cuerno o... sabemos la hora tan quisiera.
—Hujum... —asintió, caminando enfrente de las maletas vacías, pero cerradas dejadas en un rincón de la cabaña—. Comprendo que no estén familiarizados. El primer día el campamento les proporciona alimentos... los demás, ustedes tendrán que arreglárselas.
Abrió un baúl, pertenecía a Maylea, lo que hizo que se avergonzara porque solo había arrojado ropa al desempacar. León cerró el baúl, reviso el de Ortho que estaba repleto de de juegos de mesa, hojas de trabajo, baterías de repuesto y limpiador soluble.
—León-san, ¿busca algo? —pregunto Ortho, viendo que cerraban su baúl.
—Solo me aseguro que no tengan alimentos fuera del protocolo.
—¡¿Podíamos meter comida?! —pregunto Idia, ofendido y molesto—. De saberlo hubiera traído una dotación de gomitas, bebidas energizantes, sopas instantáneas y un calentador de agua.
—Nii-san, eso esta fuera de lo permitido.
—Exactamente, —León se giró al pequeño grupo—. Al igual que el gran cazador, deben atrapar, pescar, recolectar y saber almacenar sus alimentos a lo largo de estos pocos días en el campamento.
—Con eso de que nos dieron una guía de campamento antes de arrastrarnos aquí —dijo el castaño con notable sarcasmo.
—Son fundamentos básicos —respondió con amargura León—. No debería ser nada nuevo para ti, Shamato. Tú abuelo y Quirón se tomaron la modestia de enseñarte lo básico.
Shamato asintió, solo para seguir molestado al hombre. —¿Y por qué solo me lo dices a mí? —pregunto, yendo a señalar a Idia con ambos brazos como si fuera una gran presentación—. La clase especial para avanzados esta aquí, prácticamente Idia es el experto táctico
León exhaló, cansado antes de murmurar. —Por eso no aspiraste a más.
—¡León-san! —Ortho llamó su atención, molesto por el comentario.
León no le dio importancia a Ortho, fue hacía la puerta para seguir con la inspección del resto de cabañas restantes. La puerta se cerró y Shamato fue a su propio baúl, abriéndolo para sacar la caja de instrumentos que Ptolomeo había preparado. Maylea miro curiosa la caja, parecía más bien un botiquín de primeros auxilios con un extraño sello de papel en la cerradura, que al romperlo revelo la verdadera apariencia de la caja.
—¿Eso es magia óptica? —pregunto la chica.
—Digamos que Ptolomeo-sensei le da bien hacer ilusiones —dijo el castaño, tomando algunos instrumentos de la caja—. Hay que salir a cocinar, ¿saben encender una parrilla o una fogata?
Ortho levanto la mano con entusiasmo. —Yo me encargo de la parrilla.
—¿N-no nos vamos a meter en problemas por meter contrabando? —pregunto Idia, al borde del pánico.
—Son de madera, se puede decir que las tallamos —respondió Ortho, tomando el resto de cucharones y la piedra de tallado con la que se les facilitaría encender fuego.
***
El aroma no pasaba desapercibido, mientras algunas cabañas habían optado por una fogata con la que calentaban un caldero pequeño o tenían al rededor brochetas, había caballas que se alguna forma se las habían ingeniado, para meter una parrilla, o ser más discretos con una piedra fina que funcionaba como plancha. Aunque intentaran ocultar ingredientes que difícilmente se encontrarían en los bosques, Ortho detecto de inmediato incluso el uso de especias de la Ciudad de las Arenas, sales de Sunset Savana y fruta que solo estaba disponible en la región del norte.
Poco a poco, conforme ellos se iban instalando para cocinar lo que Maylea fue a pescar, Ortho notaba más inconsistencias en la ausencia de los consejeros. El equipo Eea tenía carde de jabalí, el equipo Eolias tenía una parrilla al carbón que camuflajeaban con piedras enormes, el equipo Sparta tenía truchas rojas, y el equipo Itaca tenían varios recipientes de especias ocultos entre las cestas de donde sacaban más carne de contrabando.
—Me había imaginado que el campamento sería diferente —comentó, desilusionado.
Idia lo escucho, no quería ver a su hermano desilusionado. Se acerco a Shamato que estaba picando con una barra de metal el carbón, cuidado que no fuera a apagarse, y le arrebato la barra y empujo la parrilla improvisada haciendo que el carbón se regara por todo el suelo. Algunos campistas lo notaron, mirando discretamente lo que sucedía.
—¡Ya estaba encendida! —protesto el castaño, recibiendo una rama de madera en su lugar.
—Si vamos a acampar como el Cazador Orión, no deberíamos utilizar utensilios modernos —comentó, nervioso por temor a arrepentirse de sus propias palabras después. Giró a ver a su hermano y dijo—: Ortho, ve a recolectar leña, yo limpiare mientras Shamato hace una fogata.
—¿Qué están haciendo? —murmuro la chica nube.
—¿De verdad se van a complicar tanto? —preguntó uno del equipo Sparta.
Ortho se mostró mucho más animado al ver la motivación de su hermano, y fue al interior del bosque a por leña, según recordaba de varías guías de campamento que había leído y de la experiencia oral de varios de sus compañeros y amigos de la clase.
Shamato se puso a recolectar la poca madera que había tras caer la parrilla improvisada, notando un cambió en el hilo entre ambos hermanos, y comprendiendo que Idia había hecho eso por su hermano, sin necesidad de que se lo pidieran, un acto de afecto genuino.
—¿Qué te hizo actuar como el jefe y hermano mayor? —preguntó, con las manos llenas de carbón.
—Aunque tú y yo estemos aquí en contra de nuestra voluntad, Ortho... —miró hacía el boque, hacía donde su hermano se había ido—. Él quería venir. ¿No querías hacerlo feliz? Hay que hacer que disfrute esto.
—No es un campamento cualquiera, Idia —revelo, mirando de reojo al equipo Sparta, que era estudiante de la escuela militar—. Ahora es una forma de competencia entre escuelas, no muy diferente a NRC y RSA.
—Cualquiera lo hubiera notado con saber que Silver Owl Academy es un bando y Vermilion Lance Academy es otro —miró de reojo al equipo Ítaca—. El patrocinio de ambas academias retorcieron la visión de este campamento.
—Compite contra ellos y ganas prestigió, las otras escuelas por eso están —añadió, sonriendo y bajando su voz mientras disimulaba acomodar una pase de roca para la fogata—. Más si añades que solo puedes entrar por legado o invitación.
El cuerno rompió la quietud del viento, interrumpiendo el almuerzo de todos. Quirón bajó el cuerno, mientras que Argos llevaba consigo aquella pila de expedientes que habían sido robados del despacho. Cuando no vieron a Ami por ninguna parte, ambos estudiantes de Ignihyde comenzaron a temer lo peor, ¿había sido descubierta?
—¡¡Manos arriba y aléjense de sus zonas de cocina!! —ordenó Quirón, frunciendo el ceño.
—Momento de inspección —dijo León, acercándose a cada equipo y encontrando comida procesada, instrumentaría y materia prima para fabricación no autorizada—. Muy bonito... ¿sal de la ruta de seda?
El integrante atrapado solo pudo sonreír con nerviosismo. Idia no pudo guardar mucho tiempo la calma, estaba preocupado por Ami y Argos se estaba acercando cada vez más a ellos, que aunque solo tenían herramientas prohibidas, no podía compararse con la preocupación de que Ami estaba sola y posiblemente llorando porque la habían regañado duramente, porque recordaba perfectamente como Quirón regañaba.
Argos miró el carbón y las barras en el suelo. Miró a Idia, pero su expresión fue más dura con Shamato.
—¿Y sus compañeros? —preguntó Argos, intentando no sonar molesto.
—O-ortho fue por madera, May... Maylea esta pescando —respondió Idia, con las manos temblando.
Argos miró por un largo rato a Idia antes de darse la vuelta y regresar con el resto de consejeros. Solo entonces pudieron bajar las manos. Y Ami apareció de la nada en medio de ambos.
—¿Por qué están enojados los señores? —pregunto con gran inocencia la pequeña.
Idia al verla la tomo y abrazó como si su vida dependiera de ello. —¡Ami! ¡No vuelvas a irte por tanto tiempo! ¿Me oíste? —miró a la pequeña a la cara— ¿Sabes lo preocupado que me tenías?
—Perdón~ —la pequeña le abrazó de la cabeza.
—¿Ami, en donde estabas metida? —pregunto el castaño.
—Fui a dejarle las hojas a ellos —señalo al equipo Ítaca.
No hubo más tiempo para detalles, Quirón hizo que su voz sonara más fuerte y molesta por el descubrimiento de los expedientes en la cabaña del Equipo Ítaca, algo que dejó en shock a los propios miembros ya que ellos no habían sido, intentaron robarlos pero alguien se les había adelantado.
—Ortho dijo que ellos también fueron a buscarlos —continuo la pequeña con inocencia—. Supuse que los ocupaban, así que se los fui a dejar.
—Ooow que atenta, estoy muy orgulloso de ti —dijo el castaño enternecido, apretando las mejillas de la pequeña lo más que pudo.
—Sensei, le juramos que no fuimos nosotros —se excuso Menelao delante de los consejeros—. Hemos estado fuera de nuestra cabaña, Kirke puede respaldar nuestra palabra.
—Los expedientes fueron sustraídos, incluso estado fuera de la cabaña siguen siendo sospechosos —hablo Quirón, con brazos cruzados y una mirada fría—. Está es la segunda infracción, o eso me gustaría decir... pero todos...
León interrumpió, furioso. —¡Rompieron las reglas de acampado tradicional! —corto el aire con su brazo—. Ahora todo mundo dejara sus cabañas y armara campamentos en zonas al azar.
—¿Eso es bueno para nosotros? —murmuro Idia a Shamato.
Shamato apretó los labios, le preocupaba que Ortho y Ami la pasaran mal si llegaba a llover o briznar al estar en la intemperie.
—No para Ortho y Ami —respondió en voz baja—. Vamos a estar expuestos y... nos pueden robar a la damisela si no la escondemos bien antes de la competencia de mañana.
—¿Qué tanto están cuchichiando? —pregunto Maylea, que ya había regresado con cuatro peces capturados en una red, pero al ver la tensión y escuchar los regaños de los consejeros, rápido se dio una idea de la situación.
***
Los lugares se eligieron al azar por medio de un sombrero y papelitos con las coordenadas astrales de a donde tendrían que ir. Shamato por miedo a que el clima fuera demasiado para Ami y Ortho, corto los hilos de suerte de manera temporal de los campistas que sacaban uno de esos papelitos. Algunos fueron a parar al islote en medio del lago, otros en los pastizales de entrenamiento, algunos en lo alto de una de las colinas, y tal vez la peor había sido para el equipo Sparta, que había terminado en el limite entre el bosque y un pequeño pantano. Siendo una verdadera suerte para el equipo Inframundo que les tocara al pie de una montaña.
Por un par de horas estuvieron rodeando las montañas más cercanas, buscando lo más cercano a una cueva para poder refugiarse de la lluvia, aunque había un enorme problema en cuanto a la batería de Ami y Ortho: no podrían usar más la electricidad para recargarse. Ortho tenía baterías recargables y un cargador solar, pero donde estaban ubicados hacía difícil poder hacer uso del sol o dejar las baterías sin supervisión.
—¿Se quedo dormida? —susurró Idia mirando que Maylea recostaba a Ami en el saco de dormir.
Maylea negó, preocupada. —Su batería esta descargada.
—Entiendo que los consejeros quieran que acampemos de manera tradicional pero... ¡sin electricidad no puedo moverme! —quejó, con una batería recargable en la mano—. Debería considerarse una condición medica, sin mis baterías soy como un humano enfermo.
Shamato le tomo de los hombros, haciendo que se sentara. —Mejor ahorra batería, nosotros iremos a buscar un lugar seguro en donde colocar el cargador solar.
—Si, Ortho —Idia se unió—. Lo mejor es que te quedes aquí mientras nosotros... escalamos.
—¡Pero yo también quiero escalar! —grito, volviendo a reventarse, pero su batería se estaba descargando hasta el punto que volvió a sentarse.
—También podríamos infiltrarnos en el despacho, de nuevo —dijo el castaño, al ver la situación.
—Eso va a ser peligroso, seguro habrá alguien o vigilancia —alerto Maylea—. Ojito no te arriesgues, de por si ellos solo están menospreciándote hasta por aguantar una carrera. Busquemos un lugar alto para recargar las baterías.
—Que sigan ladrando Argos y León; yo... yo le voy a llamar a mi mamá y que sepa en que condiciones nos tienen —dicto, yendo a salir de la cueva.
—¿No habla en serio, o si? —Idia fue directo a intentar alcanzarlo.
Maylea exhalo, un poco cansada por la larga caminata, pero también mostró preocupación por lo que iría hacer Shamato, sabiendo que muchas veces hacía cosas con el objetivo de molestar sin importar si terminara perjudicado por si mismo.
***
Al pasar el primer cuarto de hora, Ortho se mantuvo acostado, preocupado sin poder mantenerse quieto al pensar en lo que había llevado a Shamato al extremo de llamar a... Nyxia, tampoco podía mantenerse tranquilo al pensar en como reaccionaría la matriarca de los Nix, en si enviaría a Acheron para darles una batería mágica, Incluso podría ser Erina con su portafolio llenó de papeles legales, todos perfectamente preparados con el objetivo de hacer casi una ley que les permitiera a Ami y a él usar electricidad, o... ¿Nyxia se presentaría?
Era claro que el miedo a aquella mujer estaba muy presente, Argos y León parecían conocerla, aunque posiblemente jamás la conocieron en persona, pero el aura que poseía Nyxia era de temer, como si alguien le estuviera acompañado constantemente, ¿qué sería si ella iba al campamento a "poner orden"?
Sin darse cuenta, Ortho se "quedo dormido", con Ami junto a él para cuidarla, aunque sabía que no sería necesario, se había apagado su sistema por la falta de batería, pero aún así quería cuidarla, no tener solo los cuidados de su familia sino también cuidar, ser de ayuda.
—¿Es este su campamento provisional? —murmuro Áyax, asomándose por la cueva.
—Debieron salir por leña para hacer antorchas, —dijo Menelao, sin mucho cuidado—. Comienza a oscurecer. Hay que apresurarnos y regresar a nuestro campamento.
Néstor les cerró el paso al ver algo entre la oscuridad. —Hay alguien dentro —alertó—. Creo que es uno de esos robots.
—Fantástico, hay que robarnos uno —dijo con animo Áyax—. O sabotearlo, ¿saben como corromper su código? Nos dará ventaja y tendremos sirvientes.
—Shh... —Markus fue más sigiloso. Arrojo una roca muy cerca de Ortho y al ver que no se movía se acerco lentamente—. Están desactivados, vamos... hay que robar a la damisela... y si, hay que llevarnos a uno de esos robots.
Néstor conjuro magia, creando una bola de fuego para iluminar mejor la cueva. Encontraron a Ortho abrazando a Ami, una escena que les pareció extraña de ver por no estar familiarizados con ellos, y verlos más como objetos de propiedad que algo más. Registraron con cuidado las pertenencias, hasta que encontraron un bulto, era el señuelo que Shamato había dejado en la cabaña, porque ya había anticipado aquella intrusión, aunque por falta de su don, no había podido cerciorarse en donde seria. Áyax tomo el bulto rápido, al escuchar que sus compañeros estaban tardando en cargar a Ortho para secuestrarlo.
—Es pesado —quejo Menelao, tirando de los brazos de Ortho— ¿De que esta hecho?
—Deja de hablar y tira con más fuerza —ordenó Markus, desesperado—. Pueden volver, mejor hay que llevarnos a la pequeña, ¡vámonos!
Néstor tomo en brazos a Ami, pero cuando intento dar un paso, una extraña liana comenzó a subir por sus piernas, enredándose entre si hasta hacerlo caer al tirar con fuerza. Ami cayó al suelo, a salvo en la colchoneta de Idia; los del equipo Ítaca miraron hacía la entrada de la cueva, en donde dos figuras estaban: Idia y Maylea. Siendo Maylea quien sujetaba dos lianas, y en las manos de Idia había fuego.
—Vaya, no tenía idea de que tendríamos visitas —dijo Idia, lanzando un hechizo que apago la bola de fuego de Néstor, dejando todo parcialmente oscuro.
Maylea no les dio oportunidad de moverse, con la misma táctica que había usado en la carrera, hizo uso de sus lianas para atar a aquellos cuatro intrusos, atando las manos de Néstor en especial para que no usara magia, ahora que habían identificado que era mago.
Los llevaron a fuera, atándolos contra una roca que había cerca para poder debatir que debían hacer. Ortho ya estaba sin batería, y Shamato se había puesto en contacto de Nyxia por lo que no volvería hasta después de un rato, al regresar de Bald Mountain con una batería mágica para Ortho y otra para Ami.
—Seguro deben darnos puntos por capturar todo un equipo —comentó Idia, plantándose frente al grupo—. Y no cualquiera, el que se dice que tiene la bendición de la sabiduría.
—No veo que sean tan listos si unas simples lianas los capturaron —añadió Maylea, con burla.
—Bueno, no es que fuera a dejarles fácil llevarse a mi hermanito y a mi pequeña Ami —se inclino para ver el rostro de Menelao por tenerlo más cerca—. Creo que deberían saberlo, lo que sucede cuando intentas raptar a alguien importante.
Áyax forcejeo y pataleo. —¡Son unos tramposos! ¡Somos estudiantes tres grados por debajo de ustedes!
—¿Y? se suponen que son guerreros, soldados instruidos bajo los principios de la Diosa de la Sabiduría y la Guerra Justa —señalo Idia, mirando a Áyax con indiferencia, lo tomo del mentón, con fuerza—. Y me dices que por haber unos años de diferencia... ¿es injusto?
—Ellos no tienen adiestramiento como nosotros —revelo Markus, habiendo logrado aflojar las ataduras—. Pero ese chico castaño... el desterrado, si lo tiene... ¿Qué hace realmente la Isla de la Lamentación con ellos, eh?
Idia lo miró extrañado y al recordar la edad en la que rondaba muchos de los campistas entendió que Markus solo estaba delirando, o fantaseando mucho por la mala fama que la Isla de la Lamentación tenía, por lo que no sabía si ser sincero o seguirle el juego para ver que hacía más adelante.
Tomo su decisión, después de todo no lo conocían y pensaba que sería raro llegar a volver a coincidir con ese grupo de pubertos. Empezó por empujar a Markus contra el tronco del árbol, sonriendo de manera burlona al verlo tan desprotegido.
—¿Qué hacemos? ¿no es obvio? —preguntó, apretando el pecho del chico con su pie—. Son quienes portan el Ojo de las Moiras, ¿qué más se puede hacer a parte de reclamar el titulo de propietario del Cosmos?
Markus estuvo a punto de atacar, pero Maylea reacciono y volvió a usar sus lianas para atar al chico, aunque esta vez lo hizo haciendo que colgara cada mano de diferente rama del árbol.
—Idi, mejor no digas esas cosas u Ortho y Ojito se molestaran por estar molestando a los niños.
—¡No somos unos niños! —grito Néstor, ofendido y pataleando para liberarse—. Odelia-san tenía razón, ustedes son seres horribles.
—¿Y qué harán? ¿llamar a Quirón llorando? —cuestionó Idia, acercándose al rostro de Néstor y simular frotarse las manos—. Buah buah... no me puedo defender sin tener a los profesores presente. Qué patéticos para ser de esa escuela tan famosa en la Isla de los Héroes y la Isla del Amanecer.
—Tal vez si sea buena idea llamar a los consejeros —dijo Maylea, pensativa—. Dijiste que nos darían algo bueno por haberlos capturado, y no son cualquiera —la sonrisa de la chica se hizo siniestra—. Son los ganadores del año pasado, ¿no?
Los chicos comenzaron a temer al ver el rostro de Maylea y ver como ajustaba una de sus lianas en la mano, aunque fuera natural, podrían jurar que parecía cuero sintético.
El cuerno que indicaba la hora de la cena sonó muy a lo lejos, no habría nadie que los salvara y las revisiones serían pronto. Si los consejeros no los encontraban era seguro que los buscarían y si veían que habían sido capturados perderían bastante reconocimiento.
La esperanza regreso al grupo de intrusos cuando se escucho movimiento entre los arbustos, pero de inmediato comenzaron a volver a temer cuando unos ojos rojos se veían desde las sombras, y su imaginación los hizo pensar que Shamato se había transformado de un animal carroñero a "humano", por lo que gritaron de miedo.
—¡¿Por qué gritan?! —dijo el castaño, quitándose las ramas que se le enredaron en el cabello—. Esperen... ¿Por qué tienen a estos amarrados?
—Intentaron robarnos a la muñeca —explico Maylea, con una sonrisa tranquila—... e intentaron secuestrar a Ortho y a Ami.
—Creo que eso estuvo de más... aunque es cierto —murmuro Idia, temeroso.
Hilos negros brotaron de las muñecas de cada uno de los miembros del equipo Ítaca, parecían ascender, pero cuando Shamato chasqueo los dedos estos mismos se ajustaron al rededor de las muñecas de cada propietario, haciendo más ajustado sus ataduras.
—N-no me puedo mover —dijo entre cortado Áyax.
—Nos van a matar... —lloriqueo Néstor—. Waah... ¡Mamá!
—¡Nos nos puede matar! —advirtió Markus, aunque igual estaba muriendo de miedo. Miró a Shamato, con notable despreció—. Júpiter lo sabría y saben lo que pasarían.
—¿Crees que le tengo miedo a Júpiter? —pregunto el castaño, tomando del cuello a Markus y apretarlo ligeramente— ¿Por qué no hacemos una apuesta? Te corto tu hilo de vida... —apareció sus tijeras, colocándola entre los hilos que sujetaba una de las muñecas de chico—... y lo descubrimos.
Menelao al ver que Shamato iba en serió, y recordando la advertencia de Kirke, grito: —¡Piedad! —inclino lo más que pudo la cabeza hacía abajo—. Por favor, perdónenos por entrar e intentar llevarnos a sus compañeros.
—¡Nos iremos! —se unió Néstor—. No los vamos a volver a molestar o a declarar la guerra.
—¿Qué hacemos? ¿los dejamos libres? —pregunto Maylea, temerosa porque Shamato no soltaba las tijeras.
El castaño volvió a chasquear los dedos y los hilos regresaron a cada propietario, a excepción de los de Markus, que siguió colgado del árbol.
—Dejemos que se vayan, pero este... —levanto la barbilla de su medio hermano con las tijeras—. Se queda.

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