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¿Y ahora qué?

Summary:

Después de un evento traumático, dos personas que no podían ser más diferentes y que, en teoría, no se deberían conocerse entre sí, deben enfrentar las secuelas de una pérdida. Esto las llevará a embarcarse en una búsqueda individual para encontrar a ese alguien del que fueron separadas.

Chapter 1: La Normalidad Gris

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Paige no solía ser una persona que destacara mucho en su entorno. Solo era una contadora más, con un sueldo decente para sobrevivir a solas en una ciudad que aún no terminaba de conocer.

Lo bueno de ser una persona tan promedio es que nadie se escandaliza cuando haces algo llamativo o extraño; principalmente porque, en realidad, nadie te veía realmente. Sí, sabían quién eras y qué hacías, pero nada más. Mucho menos se tomarían la molestia de investigar si hacías algo realmente fuera de lo común, o que no cuadrara con las expectativas que tenían contigo.

Tal vez… fue por esa misma razón que nadie pareció notar su larga ausencia…

Eso esperaba que ocurriese, ya que era más alentador que simplemente pensar que la habían olvidado.

Aunque, ahora que lo pensaba más detenidamente… ¿de cuánto había sido realmente su ausencia?

Para Paige, sintió que estuvo fuera de la realidad una eternidad. Aunque, si hiciese una cuenta más exhaustiva, tal vez podría calcular que su estadía en ese mundo fue de medio año. Por eso, cuando regresó a la civilización tras haber vivido la experiencia más surrealista posible, los comentarios que recibió fueron tan… extraños.

“¿Te enfermaste?”

“Pudiste haber avisado que faltarías.”

“¿Pediste una semana libre?”

“Se te descontará de tu sueldo.”

Ahí estaba ella, con la cabeza aún dando vueltas por la confusión. Ni siquiera le importaba que sus compañeros de trabajo o su jefe no se molestasen en preguntar si estaba viva o no después de una ausencia de seis meses. Lo que más le inquietaba era entender…

¿Por qué ellos hablaban como si solo hubiese estado sin comunicación por una semana? ¿Acaso lo que había vivido… era real?

Al llegar a su casa tras otro día agotador de trabajo, lo primero que hizo Paige fue quitarse sus zapatos de cuero —uno de los dos únicos pares que usaba para trabajar—, dejándolos abandonados en la entrada. Cuando sus pies tocaron la madera de su piso a través de los calcetines, sintió un alivio inmediato, como si ese mero acto la ayudase a reafirmar que, efectivamente, estaba en su casa, segura y libre de su actividad laboral. Tras esto, entró al baño y disfrutó de la intimidad, seguridad y limpieza que le brindaba el lugar.

Tras lavarse las manos y, de paso, su rostro cansado de oficinista, no pudo evitar mirarse al espejo, analizando su apariencia por primera vez desde que regresó. Un cabello castaño oscuro y corto, que le llegaba hasta el mentón, enmarcaba su rostro pálido y redondo. Su mirada cansada observaba el reflejo a través de unas pupilas azules de las que podría jurar que antes eran de un tono más claro. Sin embargo, tras estirar el párpado inferior para ver mejor el interior de su ojo, descartó cualquier duda al respecto.

Al alejar las manos de su rostro, Paige dio unos pasos atrás, buscando tomar distancia del espejo para poder verse mejor. Lo que vio fue a una chica de 1.55 metros, con una camisa de botones rosa pálido, casi blanco, de corte recto y tela ligera, que caía sobre su figura de manera simple pero profesional, combinando con pantalones de tela azul oscuro, ligeramente holgados.

Su atuendo… simplemente era de oficina, nada que destacara; solo cómodo y adecuado. Nada llamativo, ni de cerca, sino que seguía la línea de lo esperado en un ambiente de urbanidad laboral.
Promedio… apagado… incluso gris…
…como todo a su alrededor.

Paige frunció el ceño al mirarse por unos segundos más en el reflejo, antes de agachar la mirada, extrañamente incómoda.

Apagado…

Así era su vida antes de desaparecer, y así seguiría siendo ahora que había vuelto, pero… simplemente ya no se sentía ella.

Apretó sus párpados, como si estuviese analizando qué era lo que no le gustaba de la normalidad que siempre había formado parte de ella…
como si estuviese analizando su próxima decisión…

Sus ojos se abrieron de golpe, antes de acercarse de una manera demasiado acelerada, como si tuviese una urgencia, buscando en los distintos muebles de su baño si podía encontrar algo, lo que fuera; hasta lo más tonto e ínfimo le serviría.

Y, entre productos de limpieza, shampoo y acondicionador, jabones, y un bálsamo labial que tenía guardado en caso de resequedad, encontró un conjunto de elásticos de colores para el cabello. Era un frasco que traía diez, todos de colores distintos. Recordaba que los compró un día en que los vio de oferta. Sabía que tenía el cabello corto, y que se lo recortaba cada poco tiempo, por lo que realmente fue un “por si acaso” más que otra cosa.

Estiró su mano para alcanzar el frasco y abrirlo con un objetivo claro.

Primero sacó un elástico, luego otro, y luego otro más, dejándolos sobre el lavamanos, hasta que finalmente dio con dos y los dejó reposar en la palma de su diestra. Acomodó el frasco al lado de la llave del grifo, antes de concentrarse nuevamente en sus elásticos. Los observó con intensidad durante unos segundos, como si realmente se estuviera cuestionando algo de extrema relevancia. Finalmente, tomó los elásticos y simplemente los pasó por sus manos, para que quedasen fijos en sus muñecas.

Un elástico azul en su derecha…
Un elástico rojo en su izquierda…

Paige se miró las muñecas, girando sus brazos, observando cómo esas franjas que separaban visualmente su brazo de sus manos se acomodaban con familiaridad.
No entendía por qué, pero ahora se sentía más completa.

Suspiró, no sabía si de alivio o de resignación. Luego, dirigió su vista hacia el frasco semi vacío y comenzó a guardar los elásticos de cabello que no había usado, uno por uno. Había uno verde, otro celeste, uno rosa, naranja. Y, cuando estuvo a punto de guardar el último, se percató del color de este. Un tono morado, ni muy oscuro ni muy claro. Solo… morado. Con suavidad, lo sujetó con su pulgar e índice, antes de acercarlo a su rostro, observándolo como si contuviese los secretos más profundos que explicaran sus sentimientos y sensaciones.

Inevitablemente, Paige sonrió al verlo.
Ese color… le recordaba a alguien…

Con cuidado, tomó el frasco y lo dejó de regreso en el mueble donde estaba guardado; tras esto, acomodó el elástico en el mismo mueble, al lado del frasco, separado del resto, y cerró la puerta del gabinete del baño.

Otro suspiro más, que sonaba más a divertida resignación. Ese suspiro que sueltas cuando ves las payasadas de alguien.

Ojalá poder volver a verlo algún día. Pero, por lo mientras, su recuerdo le ayudaría a darle algo de color a su gris vida de oficinista.

Paige agitó la cabeza con una sonrisa, apagó la luz del baño y se dirigió a su habitación.

Era hora de dormir.

Notes:

Bien, segundo fic de TADC. Este si pienso trabajarlo más. Será de varios capítulos, así que espero les guste.

Cualquier apoyo, comentario, kudos serán bien recibidos.

Chapter 2: Desorden

Summary:

Para algunos, el regreso fue a la monotonía. Para él, a una vida llena de caos y a una certeza de la que, aparentemente, no tiene ningún respaldo. Lo único que posee ahora son recuerdos fragmentados... y una única pista.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

¿Dos meses? ¿Sólo dos meses? Juraría que fueron, como mínimo, cuatro años.

Axel no recuerda mucho de aquel lugar, al menos no todavía, pues su mente se siente demasiado abrumada y sobrecargada para poner sus ideas en orden. Recuerda los colores brillantes, recuerda que había mucha gente, recuerda que él a veces era un idiota.

Sin embargo, no es capaz de recordar cómo salió, ni qué pasó antes o durante su escape. Su mente sólo es capaz de visualizar el momento en que, al abrir los ojos, estaba sentado en el suelo, con unos lentes de realidad virtual rotas a su lado. Cuando fue consciente de su entorno, se levantó, y recuerda claramente cómo recorrió el edificio en el que estaba con desesperación, pero, sobre todo, con confusión. Sin embargo, no encontró a nadie.

No… eso no tenía sentido…

Su mente aún no era capaz de ordenar toda su vida en ese lugar, pero una cosa tenía absolutamente clara:

Él estaba seguro de que todos habían escapado juntos.

Entonces…

¿Por qué estaba solo?

Desde ese día, Axel no había sido capaz de analizar lo ocurrido. Toda la experiencia vivida se sentía tan… real.

¿Había sido real?

Pero ahora ya no importaba.

Ahí estaba él, acostado sobre su colchón, mirando el techo roñoso de la casa que alquilaba absurdamente barata. Tenía que agradecer que los dueños le hubieran perdonado estar dos meses sin pagar, aunque, siendo justos, él ni siquiera había estado ocupando esa casa en primer lugar. Al llegar a lo que reconoció como su hogar, se sorprendió de que todas sus cosas se habían mantenido intactas. Cuando llamó a los propietarios y les preguntó por qué la casa se mantenía disponible para él, simplemente le dijeron que nadie más había querido vivir allí.

Un fuerte crujido sonó en el marco de la ventana rota al lado de su cama, que él seguía jurando que repararía algún día.

Sí… tenía sentido que nadie más la quisiera.

Axel cerró los ojos con fuerza, intentando conciliar el sueño de una buena vez, pues ya era madrugada, pero cuando finalmente estaba entrando en el trance del sueño, otro crujido de su ventana sonó, lo que lo hizo gruñir de frustración. Con un impulso motivado por las ganas de matar a alguien, se levantó de la cama y caminó descalzo directo a la cocina a buscar algo de agua. Una vez que el vaso se llenó, bebió con demasiado gusto. Carajo, se sentía bien beber agua de verdad, y no una simulada.

Al volver a entrar a su dormitorio, no pudo evitar prestarle atención al espejo de cuerpo completo que tenía apoyado contra la pared, justo al lado de su escritorio, el cual estaba lleno de revistas, una laptop vieja y una consola portátil que había sido modificada para tener infinidad de juegos y emuladores. Al caminar para quedar frente a su reflejo, suspiró más fuerte de lo que le hubiera gustado.

Maldita sea. ¿Siempre había sido así de delgado y alto? ¿Recién estaba siendo conciente de su complexión? Ni siquiera esa sudadera morada gigante lograba disimular su 1.86 de altura y su posible desnutrición por no comer nada real durante tanto tiempo. Su cabello castaño estaba comenzando a crecer más de lo esperado, cayendo a cada lado de su rostro en dos mechones largos y despeinados que le cruzaban los hombros; no se había tomado la molestia de cortárselo desde que había vuelto a la realidad. Sin embargo, lo que más le impactó fue ver cómo su piel, bronceada por años de exposición constante al sol por callejear de día y de noche, de repente recuperaba un tono más claro que le recordaba al de su madre. La gente diría que era simplemente un tono medio, pero Axel se sentía como un fantasma, y no únicamente por la aparente palidez que sólo él veía. ¿De verdad esto es lo que causa estar sin recibir luz durante dos meses seguidos?

Volvió a recostarse en la cama, buscando su celular apenas quedó cómodo, simplemente esperando a pasar el rato hasta que le diese sueño. Tal vez ver videos en YouTube el tiempo suficiente le ayudaría a distraerse hasta que el sueño lo venciera.

Pero la pregunta real era… ¿qué podría ver?

¿Quizás algún concierto completo de alguna banda que le gustase? O podría optar por algo más rápido y genérico, y simplemente ver videos de gente a la que le ocurren desgracias graciosas captadas en cámara.

Su lengua jugueteaba con el piercing que colgaba del lado derecho de su labio inferior, intentando hacer funcionar su mente para tener alguna idea. Incluso para estupideces como esta se ponía a sobrepensar más de lo que le gustaría.

Finalmente, tras varios segundos, algo apareció en su mente.

O más bien, alguien…

Unos ojos grandes… ropa bicolor… una sonrisa que le gustaba ver… y una amistad con altos y bajos, pero que había significado más de lo que él estaba dispuesto a admitir en un principio, incluso cuando el lugar donde estaban ni siquiera era algo que la gente podría considerar real…

Aunque fue real para ellos, para todos los que estuvieron allí. Tan real como esa amistad que construyó.

En el buscador de YouTube, Axel escribió “Exploración Urbana” de manera casi automática.

Estuvo a punto de escribir un nombre al lado, pero a mitad de camino, se detuvo. Los nombres que usaron en aquella experiencia ni siquiera eran los reales. Cada nombre que habían recibido fue completamente inventado en el momento de llegar, debido a la incapacidad de todos de recordar sus verdaderas identidades una vez entraron en ese infierno de colores.

Lamentablemente, no iba a poder encontrarla usando el nombre por el que se conocieron...

Un gruñido frustrado salió directo de su garganta mientras dejaba caer la mano sobre su rostro, sin saber si sentir decepción o enojo. Una vez que acomodó ambas manos sobre su celular, borró el apodo y sólo buscó el término “Exploración urbana”, dando como resultado una gran lista de múltiples videos populares.

Mierda… eran demasiados…

Ahora lo que se le había escapado era un suspiro, casi lleno de resignación, pero rápidamente agitó la cabeza para recuperar la concentración y pensar en su siguiente paso. Tal vez, sólo tal vez... podría encontrarla si buscaba videos con pocas visualizaciones.

Ni siquiera sabía cómo lucía ella en la vida real, pero... valía la pena intentarlo...

Notes:

Sep, me demore más de lo esperado en traer este capitulo. Esto me pasa por meterme en un reto de dibujo que dura una semana (el cual ya estoy atrasada)

¡Espero disfruten de este capitulo!

Cualquier apoyo, comentario, kudos se agradecen :3

Chapter 3: Solo por si acaso

Summary:

La rutina puede ayudar a controlar el estrés y mantenerte responsable, brindándote tranquilidad. Entonces... ¿Por qué ella no parecía seguirla?

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Habían pasado ya varias semanas desde aquella experiencia. Traumática, extraña, atemporal experiencia

Trabajar como contadora no era el trabajo soñado de Paige, pero tampoco algo de lo que se arrepintiera. El sueldo le permitía mantener su independencia y, gracias a trabajar para una cadena de supermercados, se beneficiaba de ciertos descuentos que hacían su vida más económica y accesible.

Tras un tedioso pero familiar día de trabajo, Paige entró en la tienda que quedaba de camino a su casa. Tocaba hacer la compra del mes, otro acto que le recordaba que, una vez más, había regresado a su rutina, a su normalidad. Dicha normalidad incluía pastas baratas, algunos productos enlatados y jugos en polvo. Nada pretencioso.

El supermercado no tenía mucha gente. Era relativamente tarde, y los demás clientes parecían buscar artículos puntuales, no hacer compras grandes, algo que solía reservarse para los fines de semana o para quienes tenían auto. Por suerte, Paige solo debía comprar para ella misma y, como siempre intentaba adquirir lo justo, sus compras no resultaban muy voluminosas.

Pequeñas cosas que, nuevamente, le recordaban que había regresado a la rutina.

Mientras recorría los pasillos con la música ambiental de fondo, encontró la sección de ropa casi por accidente. La mayoría de su vestuario provenía de allí; era más barato que en cualquier tienda dedicada a la moda. Ocasionalmente, le gustaba pasar solo para mirar. Sin embargo, las compras las realizaba principalmente cuando necesitaba reemplazar algo roto o manchado, no por capricho.

Como no tenía prisa, Paige se acercó a echar un vistazo por si encontraba algo. Tal vez un pequeño gusto para recompensarse de aquella cárcel digital en la que mentalmente había estado atrapada durante meses, aún si físicamente solo fue poco más de una semana. No solía ser muy exigente con la ropa, pues prefería la comodidad a la estética, aunque eso no significaba que no hiciera el esfuerzo de buscar algo mínimamente bonito.

Una vez comprado todo, se dirigió a casa con tranquilidad. Cargar las bolsas fue agotador, pero no era algo a lo que no estuviera acostumbrada. Llegar, guardar lo comprado y luego bañarse eran acciones que realizaba de manera casi automática.

Ya en su dormitorio, con una toalla envolviendo su cuerpo y el cabello húmedo, Paige se secó rápidamente para proceder a probarse la ropa recién adquirida. Lo primero que sacó fue un pantalón ancho y cómodo de tonos oscuros, seguido de una camisa de doble manga que simulaba una camiseta de manga larga azul oscuro bajo otra de manga corta roja. Cuando se miró al espejo para comprobar que todo estuviese bien, se dio cuenta de algo…

¿Había elegido específicamente esa prenda a propósito? ¿O había sido su mente subconsciente la que la había llevado a comprarla?

Miró hacia abajo, estirando la prenda como para analizarla con más detenimiento. La observó incrédula, entre risas, al darse cuenta de lo que estaba haciendo.

Tal vez… de forma inconsciente… estaba intentando parecerse un poco más a como se veía en ese infierno digital, para ser reconocida en caso de encontrarse con ellos…

Con él…

Con un suspiro que de pronto se tornó pesado, Paige se quitó la ropa, la guardó en su armario y vistió su pijama, antes de tomar su laptop y acomodarse en la cama, recostando la espalda en la cabecera. Hizo una rutina básica de revisar sus redes sociales de manera superficial, leyendo notificaciones sin ponerles realmente atención, pues su mente estaba en una red social específica que llevaba evitando desde que había regresado a la realidad. Sin embargo, tras quedarse más segundos de lo necesario viendo la imagen de “buenas noches” acompañada de conejitos durmiendo que su madre le había enviado, decidió hacer algo que había estado postergando desde que volvió

Entrar a su canal de YouTube.

Ingresó al sitio y a su perfil con una premura que delataba su ansiedad. Revisó los videos que tenía subidos: una exploración a un colegio abandonado, una visita a un centro comercial cada vez más vacío, un recorrido por una casa abandonada dentro de un bosque. Ninguno de sus videos pasaba de las cincuenta visitas, y probablemente la mitad eran de la propia Paige cuando los revisitaba ocasionalmente.

Entonces, revisó el último que había subido: una exploración a un distrito tecnológico abandonado. No había muchos edificios allí, pero los que quedaban eran altos y oscuros. Quizás eran así para advertir de un peligro del cual ella nunca fue consciente hasta que lo vivió.

Paige comenzó a saltar fragmentos del video con las flechas del teclado, hasta detenerse en el instante en que un edificio en particular se hizo visible: C&A.

“Este edificio parece ser el único de acceso fácil. No tiene la puerta bloqueada y parece mantenerse en buen estado. No parece llevar mucho tiempo abandonado”, decía su voz en el video, levemente distorsionada por el eco del lugar. “Me gustaría volver aquí en los próximos días y dedicarle una exploración exhaustiva”.

Sus ojos, de manera casi automática, viajaron hacia su celular, que reposaba a su lado y mostraba una leve grieta en la pantalla que no estaba antes de que todo ocurriera.

No había revisado su galería de fotos y videos desde que escapó de allí.

Tenía que reconocerlo: le daba miedo encontrar cualquier metraje o imagen que hubiese tomado en ese lugar…

¿Y si veía algo que no le gustaba? ¿Y si con solo ver el video volvía a ese abismo colorido y simulado? Paige sabía que eso no era lógico ni posible, pero… aun así…

Sin embargo, tenía que reconocer una cosa: algo bueno había salido de allí. Sonaba imposible, contradictorio, pero era algo positivo que podía y quería rescatar: la gente que conoció, los amigos que hizo en esa simulación.

Las incoherencias divertidas de unos, la amabilidad de otras, el apoyo que siempre le brindaron, aunque fuera a su manera.

Y especialmente… él…

Ella miró la pantalla de su laptop, viendo cómo el video avanzaba y mostraba a una Paige que de día era una oficinista aburrida que solo cumplía con lo que le pedían, y de noche, una exploradora urbana en cuyos ojos, a pesar de la oscuridad y lo lúgubre de los lugares que visitaba, se podía apreciar un brillo y una curiosidad que parecía haber perdido desde que volvió a la realidad.

Pero… ¿realmente lo había perdido? Ella creía que sí, pues su faceta de trabajadora la había absorbido por completo. La sola idea de volver a visitar lugares que habían sido dejados a su suerte la aterraba.

Entonces, ¿por qué lo pensaba tanto?

Lo pensó, lo pensó mucho… demasiado, diría ella…

Fue a los comentarios del video, vacíos, como siempre. Estiró el cuello unos segundos, buscando calmar un poco su tensión, y comenzó a escribir:

“Volveré allí el sábado por la noche”.

Y lo envió.

Probablemente era el primer comentario que recibía en todo su canal desde que comenzó su bitácora de exploradora, y era de ella misma.

Si nadie visitaba su canal, si nadie interactuaba con sus videos, entonces, ¿para quién lo había escrito? ¿De verdad esperaba que alguien lo viera? ¿Que a alguien le interesara que ella visitara una vez más ese lugar?

¿Valía la pena siquiera intentarlo?

Paige cerró la pantalla de su laptop sin siquiera apagarla, la dejó en el suelo con suavidad y, finalmente, se dejó caer en la cama: frustrada, inquieta, nerviosa…

Feliz…

Porque esto… esto era un pequeño rayo de esperanza.

Solo uno.

Usaría la ropa que había comprado hoy, solo por si acaso.

Notes:

Si, me demore en actualizar más de lo que me hubiese gustado. Pasaron cosas en mi vida. Espero no haberlos hecho sufrir mucho.

Genuinamente espero que hayan disfrutado de este capitulo.

Como siempre, kudos, comentarios bookmarks siempre serán bien recibidos.

Chapter 4: La Voz

Summary:

Guiado por la poca información que tenía sobre ella, él se sumerge en una búsqueda que no parece tener sentido... ¿O sí?

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

¿De verdad iba a dedicar la mitad de su día en buscar canales de exploración urbana? ¿Así de obsesionado estaba? Axel sentía que estaba perdiendo la cabeza.

No se había dado cuenta de cuándo comenzó esta rutina. Al principio, solo se limitaba a ver videos al azar durante unos diez minutos antes de frustrarse. Luego, empezó a revisarlos mientras almorzaba o desayunaba. Para el cuarto día, ya se desvelaba por la noche con su celular, buscando palabras clave e incluso revisando en otros idiomas, “solo por si acaso”.

Si tenía que sacar algo bueno de eso, era que al menos había descubierto muchos lugares cuya existencia desconocía… ¡Pero ninguno exploraba ese edificio en específico! ¡Porque ese era el edificio que importaba! Esa estructura era la que le daría la pista.

Aunque claro, ahora que lo pensaba, si ella había quedado atrapada en ese mundo cuando entró con intenciones de explorar y grabar, era improbable que hubiese alcanzado a subir un video relacionado con ese lugar, simplemente porque jamás volvió a su casa después de aquel día.

Ahora que tenía esa probabilidad en mano, Axel se sintió como un estúpido, pensando que toda su búsqueda no había servido para absolutamente nada.

Un gruñido brotó de su garganta, fruto de la pura frustración, mientras se llevaba las manos al rostro. Miró la hora en su celular y, al comprobar que no era tan tarde, decidió levantarse de la cama, abrigarse y dar un paseo nocturno con la esperanza de despejarse un poco. Era sábado por la noche, al fin y al cabo, el mejor día para pasar el rato sin consecuencias.

Bueno, tal vez sus prioridades debían cambiar y tenía que empezar a buscar trabajo. Su desaparición había provocado que lo despidieran inevitablemente. No es que le molestara del todo, después de todo ¿a quién le gusta trabajar en una botillería, atendiendo a gente borracha?. Lo único que lamentaba era haber perdido un empleo estable, teniendo en cuenta que sus otros ingresos eran más esporádicos. Y, en el fondo, ya no tenía ganas de volver a ese tipo de trabajo; no después de lo ocurrido durante su desaparición.

Rascó sus muñecas nerviosamente tras recordar esto.

Las calles de su zona eran silenciosas y tranquilas, cosa que le causaba escalofríos. Por eso prefería visitar la zona más central, donde había más gente, más ruido, más vida. Ya había vivido demasiado tiempo en silencio. Seis personas no eran suficientes para darle vida a un lugar tan grande como lo fue esa simulación.

Especialmente cuando él mismo aislaba a los demás activamente.

Las tiendas cerraban, dando paso a la vida nocturna que comenzaba. Sin embargo, contra todo pronóstico, en vez de visitar un bar para beber algo y desconectar, buscar un club para fingir que tenía vida social o hacer cualquier cosa con un mínimo de sentido, recorrió un pequeño sector comercial.

Todas las cortinas metálicas estaban bajadas, pero algunos anuncios y pósteres pegados en los muros permitían adivinar a qué se dedicaba cada comercio. Fue entonces cuando vio uno que parecía una tienda de mascotas. Lo dedujo por un cartel que anunciaba una gran variedad: desde los clásicos perros y gatos, hasta peces, aves y roedores.

Y, para ejemplificar a estos últimos, se mostraba un pequeño conejo blanco de orejas largas junto a un gato negro y lo que parecía ser un poodle gris.

Axel no pudo evitar mirarlo fijamente. No es que le gustaran particularmente los conejos, o al menos no hasta que desapareció.

Antes, solo eran un animal más, una mascota muy cara de mantener y que no brindaría la misma compañía y cariño que las mascotas domésticas clásicas. Ahora, no podía evitar sentir que los conejos formaban parte de su vida e identidad. Todavía no se acostumbraba a no tener aquellas orejas largas sobre su cabeza, ni a la ausencia de esa cola redonda que podía quitarse y ponerse a voluntad.

Aún recordaba lo que le dijo a ella dentro de la simulación: que él representaba el pináculo de la masculinidad. Había sido una estupidez, pero nacía de cierta inseguridad. Recordaba cuando, a pesar de su altura y complexión, tenía cierta masa muscular y era más ancho. Hasta cierto punto, estaba orgulloso de su apariencia. Entonces, apareció en ese mundo siendo absolutamente larguirucho y de un color antinatural.

Le costó adaptarse a ese cuerpo, hasta que terminó abrazándolo a su manera. Ya no era un simple larguirucho. Ahora era uno de los más altos y carismáticos del lugar. ¡Obviamente era el pináculo de la masculinidad!

Sí, ahora que lo pensaba, no tenía mucho sentido, pero ese comentario había sido lo suficientemente gracioso para arrancarle una sonrisa. Eso había sido suficiente para él…

Sacudió la cabeza al darse cuenta de que llevaba al menos un minuto plantado en mitad de la vereda frente a una tienda cerrada. Dejando atrás sus reflexiones filosóficas sobre mascotas y animales, procedió a seguir caminando hasta llegar a una cafetería que cerraba más tarde. Un café caliente, solo pediría eso.

Al sentarse en una silla de la esquina del local, con un café bien cargado en la mano, Axel se quedó mirando por la ventana por unos segundos, analizando todo y nada a la vez. ¿Qué estarían haciendo los demás en ese momento? ¿Habrían regresado todos a su vida normal? ¿Estaría alguien más buscando activamente al resto, o simplemente dejarían todo atrás y seguirían con su rutina, olvidándose de todos?

La idea de no saber nunca más de ninguno de ellos le aterraba por algún motivo que no alcanzaba a comprender.

Pero le aterraba más la idea de que ella, de entre todos, fuese la que siguiera adelante… especialmente tras lo que le dijo la última vez que la vio…

Después de todo, la única pista que tenía que realmente tenía la capacidad de seguir y buscar era, precisamente, de ella.

Tras un sorbo amargo, dirigió la vista al frente y tomó su celular, conectándose al Wi-Fi de la cafetería para no gastar datos. Ni siquiera lo pensó, pero ya tenía YouTube abierto de nuevo. Había perdido la cuenta de los días que llevaba en este ritual de buscar videos. Lo bueno era que había logrado que el algoritmo solo le recomendara videos de exploraciones urbanas, lo que hacía la búsqueda un poco más fácil, aunque no del todo.

“Exploración en distrito tecnológico abandonado” fue una de las sugerencias que recibió, la cual le hizo click sin pensarlo mucho. No esperaba encontrar nada, debido a que era un video de hace poco más de un mes, pero por intentarlo no perdía nada. Después de todo, toda su búsqueda siempre se movía bajo el mantra del “por si acaso”.

El video comenzó mostrando a una chica grabándose con su celular en horizontal, hablándole a la cámara para un público inexistente. Ella decía que había encontrado un distrito que nadie parecía reclamar, así que había decidido visitarlo, saltándose algunas rejas.

La chica… era linda. Cabello oscuro y corto hasta el mentón, piel pálida, ojos grandes y curiosos. 

La cámara cambió de dirección. Ella recorrió el distrito por fuera, mostrando algunos edificios desde el exterior, nada muy interesante o que pareciera servirle como información relevante…

Y entonces lo vio.

En el suelo, frente a uno de los edificios, había unas letras gigantes. No parecían tan antiguas, pero era obvio que en algún momento habían estado colocadas en lo alto de la fachada.

Las letras decían C&A.

Axel bebió un trago enorme de café sin apartar los ojos de la pantalla. Lo dejó sobre la mesa y comenzó a ampliar la imagen con los dedos, buscando analizar hasta el más mínimo detalle.

Reconocía el edificio, reconocía la zona, reconocía… la voz…

Esa voz…

La chica apuntó la cámara hacia sí misma, sonriendo con una belleza que acentuaba la curiosidad en sus ojos.

“Este edificio parece ser el único de acceso fácil. No tiene la puerta bloqueada y parece mantenerse en buen estado. No parece llevar mucho tiempo abandonado. Me gustaría volver aquí en los próximos días y dedicarle una exploración exhaustiva”.

Ese cabello corto.

Esos ojos grandes

Esa voz…

Por un momento, sintió que su corazón se detenía.
Su mente procesaba demasiada información de golpe.
Y, de pronto, un nombre surgió de su boca:

— ¿Pomni?

Notes:

Ya pasamos la mitad del fic.

Espero que estén disfrutando de la historia como va hasta ahora.

Como siempre, cualquier kudos, bookmarks y, especialmente comentarios son bien apreciados <3