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El doctor y el demonio celestial

Summary:

Law sobrevive junto a su padre de la masacre en Flevance y huyen en busca de una oportunidad para los últimos años de vida que quedan. La familia Donquixote y una posible fruta del diablo que cure su enfermedad puede ser su ultima esperanza de sobrevivir y vengarse de aquel despreciable mundo que les quitó todo.

O ¿Cómo el padre de Law llegó a convertirse en el Tercer Corazón?

Notes:

Hello, escribo esta historia pese a tener otras pendientes y me disculpo por ello, la universidad me ha tenido consumida, aunque esta idea la estaba manejando desde hace tiempo, recién me animé a seguirla. Esta historia no será muy larga, de tres a cinco capítulos seguramente. Que lo disfruten.

Chapter 1: Spider Miles

Chapter Text

Law lloraba con intensidad al ver lo que había sido su hogar, ahora envuelto en ardientes e infernales llamas. El fuego se esparció de tal manera que no pudo volver por su hermana, ahora ella había muerto a causa del humo o las quemaduras. Quería morir, solo quería morir al igual que ella, que sus padres, que todos; ya no aguantaba más, le daba igual si lo escuchaban, quería que ese infierno terminara.

 

Fue entonces que una figura le tomó con fuerza, cubriendo su boca para que no hiciera ruido y luego le llevó rápidamente detrás de un edificio para ocultarse. Sus ojos llenos de lágrimas se abrieron desmesuradamente ante la sorpresa de reconocer a su padre. No podía creer que siguiera vivo, aunque su expresión de angustia y dolor le indicaba que seguía herido por el disparo que recibió. 

 

—No hagas ruido, Law —le susurró con un tono más grave, notoriamente adolorido, pero era más su urgencia por encontrar un lugar seguro para él y su hijo.

—Papá…—apenas balbuceó, aferrándose a su bata manchada de sangre—Lami…por mi culpa Lami…

—No es tu culpa —le interrumpió, limpiándole las lágrimas, pasando a abrazarlo contra sí para darle algo de consuelo—, nada de lo que ha pasado es tu culpa. Esto es culpa del Gobierno Mundial, solo de ellos…

 

Las palabras de su padre sonaban duras, pero eran bastante ciertas. Todo aquello no era culpa de nadie más que del Gobierno Mundial. 

 

Escapar de Flevance había sido sumamente difícil. Law y su padre se habían escondido entre algunos cadáveres, no debían saber que habían sobrevivido. Tuvieron que separarse al ir en carretas diferentes y eso tuvo ansioso al niño ¿Y si lo descubrían? ¿Y si su padre moría? Había atendido su herida de bala superficialmente, no tenía garantía de nada. 

 

Se las arregló para bajar al llegar a la zona acordada y se ocultó a esperar, temeroso. Fueron minutos largos y pesados, pero al final su padre apareció, caminando con dificultad por el dolor. El niño le abrazó nuevamente, aliviado, aún tenían oportunidad. 

 

Durante días viajaron como sombras entre los escombros del North Blue, cambiando de ropas, nombres y rutas cada vez que alguien preguntaba de más. Trafalgar Klaus estaba decidido a no dejar que su hijo muriera por culpa de los mismos hombres que habían arrasado su hogar. No podían ir a ningún hospital ni buscar ayuda oficial; los agentes del Gobierno aún patrullaban algunas zonas, buscando a cualquiera que pudiera hablar del plomo ámbar.

 

Su había empeorado y Law, aterrado de perderlo, debió aprender rápido a limpiarla, cerrarla como pudiera y controlar las fiebres. No había tiempo para llantos, solo para sobrevivir.

 

—Lamento que tengas que hacer esto, no quisiera ser una carga —murmuró jadeante, la fiebre por la infección no le había permitido avanzar demasiado. Ahora estaban ocultos en el húmedo sótano de una vieja iglesia, al menos les permitía descansar. 

—No eres una carga, papá —dijo mientras cambiaba los vendajes y gasas—¿Por qué tenía que pasarnos esto? ¿Por qué mamá y Lami…?

—Escucha, Law —Klaus levantó su mano, acariciando suavemente su cabeza—. Quienes nos hicieron esto algún día lo pagarán…

—Es mentira, nadie puede hacer nada contra el Gobierno Mundial —protestó el niño; era una idea ilusa. Recordar a todas esas personas muertas, las que fueron importantes para él, sin mencionar el estado actual de su padre solo le llenaba de una ira incontrolable. 

—Te aseguro que los hay —respondió frunciendo sus cejas—, así como lo hizo Gold Roger…

—¿Piratas? —cuestionó sorprendido—No son confiables, son peligrosos y nos matarán…

—Tal vez, quizás estoy delirando por la fiebre.

 

Law vio a su padre dormir en un intento de recuperar energías. Tras un rato, decidió salir a aquel pueblo cercano, donde robó medicinas y comida, aunque a cambio recibió una paliza que le dejó el cuerpo demasiado adolorido. 

 

¿Por qué nadie les ayudaba? La gente era de lo peor, tal como el Gobierno Mundial. Pensó en las palabras de su padre sobre aquellos que se oponían. Esa fue la primera semilla. No de venganza inmediata, sino de una determinación que ardía lento y firme, como las brasas de Flevance que aún veían al cerrar los ojos.

 

Klaus logró recuperarse considerablemente de su herida, lo único que le quedaba era la cicatriz que dejó la bala en su costado y una cojera que no disminuyó demasiado con el tiempo. Las medicinas robadas por su hijo resultaron de gran ayuda, aunque detestaba verlo tan lastimado. Prefería ser él quien se arriesgara a buscar comida y recibir las golpizas en su lugar con tal de protegerlo. En algunos pueblos, ocultaba las manchas de su enfermedad y cobraba por algunos servicios médicos, aunque a veces tenían la mala suerte de ser descubiertos y debían huir antes de que la Marina los capturase. 

 

Escabulléndose en barcos mercantes y pesqueros para ir de isla en isla, finalmente llegaron a una llamada Spider Miles. Una vez allí, escucharon rumores sobre la presencia de un grupo de piratas en la zona. Estaban exhaustos, sucios y hambrientos, aunque también determinados a hablar con su líder. Tal vez podría lograr algo a cambio de sus servicios médicos. 

 

Todo lo que pasaba por la cabeza del mayor era que su hijo necesitaba estar en un lugar seguro, al menos esos años que les quedaban de vida ¿Un grupo de piratas lo era? Para nada, pero era claro que nadie más les ayudaría y que su enfermedad solo aterraba a los ignorantes. Ya habían intentado apelar a la empatía de la gente común y no funcionó ¿Qué más podrían perder? Tiempo de vida no era algo que les quedara tampoco. 

 

Caminaron durante horas por las zonas más descuidadas del puerto, siguiendo las pistas y rumores que habían recogido en el muelle: Basurero al este, niños extraños en la entrada, otros que huyen despavoridos y llenos de heridas, “no vayan si quieren seguir con vida”. Advertencias que solo confirmaban que estaban cerca.

 

El aire se volvía más denso conforme se adentraban, mezclado con el hedor de metal oxidado, comida podrida y desechos industriales. Law se cubría la nariz con la manga mientras observaba con recelo el paisaje. Klaus, por su parte solo caminaba, cansado pero decidido, su cojera más marcada por el esfuerzo, sin detenerse a descansar.

 

En aquel lugar se elevaba un edificio donde una gran jollyroger a su costado era la advertencia más evidente de quienes estaban presentes allí. 

 

Se encontraron con dos niños. La pequeña tenía su brazo convertido en una especie de arma que disparaba fallidamente contra botellas vacías. El otro niño, más alto y regordete, reía sentado en un cajón por su mala puntería. 

 

—¿Ustedes viven aquí? —el mayor llamó la atención de ambos, quienes los miraron con total desconfianza, incluso la niña apuntó su brazo contra ellos—No queremos pelear, solo hablar con la persona a cargo.

—El joven amo no tiene tiempo para vagabundos —respondió el niño con desdén.

—¡No somos vagabundos! —protestó Law con indignación, dando un paso al frente a pesar de seguir siendo apuntados— ¡Mi papá es médico!

 

La niña no bajó el brazo transformado, aunque ahora dudaba. El regordete se incorporó del cajón con más cautela. Ambos parecieron intercambiar miradas como si lo estuvieran consultando de forma silenciosa.

 

—Baby 5, Buffalo ¿Qué les hemos dicho de hablar con extraños? —Una tercera persona se unió a los niños. Era un hombre trajeado que ocultaba sus ojos tras unos lentes de sol. Fumaba un cigarrillo que luego dejó caer al suelo y lo apagó con su pie—¿Qué se les ofrece?

—Señor Pink, este hombre dice que es médico y que quiere hablar con el joven amo —dijo la niña, volviendo su brazo a la normalidad. Law no había querido expresarlo, pero aquello sin dudas le dejó bastante perplejo.

—¿Ah sí? Bueno, no creo que necesitemos los servicios de un médico por ahora.

—Tal vez sí, especialmente por Cora-san —soltó el niño llamado Buffalo con una risita, misma que acompañó la niña. 

 

El hombre trajeado pareció sonreír ligeramente, como si lo estuviera considerando un momento, sabía que los niños tenían razón en cierto modo. 

 

—Aun así, quisiera hablar con esa persona que llaman joven amo, es…

—Este no es lugar para gente como ustedes, mejor váyanse. 

 

A pesar de esa respuesta, los Trafalgar no desistieron tan fácilmente. A diario volvían a la planta de procesamiento a intentar hablar con el líder del grupo, cuyo nombre conocieron después: la familia Donquixote. Eventualmente conocieron a otros de sus miembros, como a un hombre muy alto llamado Diamante o un muchacho de nombre Gladius. 

 

Todos solían repetir lo mismo, que aquel lugar no era para ellos. Law empezaba a estresarse e incluso llegó a pelearse con Diamante en un intento de probar su valor. 

 

—Basta Law, eso no es necesario —su padre le frenó, tomándole por sus hombros.

—¡No nos toman en serio! —exclamó enojado—¡Necesitamos dinero para tus medicinas!

—No te angusties por eso —trató de calmarle. 

—Ustedes de verdad son muy persistentes —se burló Diamante—¿Qué esperan lograr? Ya se los dijimos, aquí no necesitamos…

—Diamante…—una voz resonó desde lo alto del edificio. Padre e hijo levantaron la mirada, encontrándose con un hombre de cabellera rubia, sentado en el barandal del último piso mirándolos a través de unos cromados lentes de sol—Déjalos subir, quiero escuchar lo que tienen que decir. 

 

El silencio se apoderó del lugar apenas esa voz sonó. Incluso Diamante, que segundos antes había reído con superioridad, se calló de inmediato. El imponente hombre en lo alto del edificio les observaba con una peculiar seriedad ¿Qué expresión ocultaban en realidad aquellos cristales? ¿Desdén? ¿Burla?

 

—¿Estás seguro, Doffy? —preguntó Diamante con una mueca—. Son solo un par de…

—Dije que los dejes subir —repitió el hombre antes de ingresar nuevamente al edificio. 

 

Diamante apretó la mandíbula y se hizo a un lado con un gesto seco. Klaus agradeció con una leve inclinación de cabeza y tomó la mano de Law antes de caminar hacia el edificio. Baby 5 y Buffalo los siguieron con la mirada, curiosos, mientras el Señor Pink encendía otro cigarrillo sin decir nada más.

 

Subieron escalón tras escalón, algo lentos por la cojera del mayor, guiados por un tipo alto con gafas y cabello color negro, alguien que se presentó solo como Trébol, con una risa húmeda y desagradable, hasta llegar a una gran sala cerrada. 

 

El rubio estaba sentado en un amplio sillón. Vestía una camisa formal negra con una corbata roja, mientras que un abrigo rosa de plumas reposaba sobre el sillón. Tenía una presencia muy imponente para un hombre común. 

 

—Así que un médico errante —dijo él, sin levantarse— y un niño testarudo con cara de pocos amigos ¿Qué los trae a mi basurero? Parecen muy persistentes a pesar de las negativas.

—Mi nombre es Trafalgar Klaus y quiero ofrecerle mis servicios médicos —explicó brevemente.

—¿Por qué aquí y no en un hospital? Una tripulación de piratas no es lugar para alguien como usted o su hijo, doctor —una sonrisa se formó en sus labios, recostándose un poco del espaldar de su cómodo asiento.

—Nunca me aceptarían en un hospital y se me acaban las opciones, necesito dinero para cuidar de mi hijo —siguió explicándose—, soy un hombre buscado, creo que usted entiende de lo que hablo.

—¿Ah sí? Nunca he visto tu cara en un cartel de se busca —comentó antes de fijarse en el niño—. Escuché que hace unos días hiciste llorar a Baby 5, no acepto que haya problemas entre los miembros de mi tripulación, somos una familia…

—Ella estaba siendo muy molesta —se excusó Law frunciendo el ceño con disgusto—. No solo queremos estar en su tripulación por dinero, también queremos acabar con todo lo posible de este mundo que nos ha dado la espalda.

—Law.

 

A pesar del reproche de su padre, la expresión del chico no cambió. Algo llamó la atención del rubio en la dinámica de esos dos. Era claro al ver a sus ojos que el mundo les había tratado como la peor escoria posible, le daba curiosidad el porqué. Aun así, aquel hombre estaba dispuesto a hacer lo necesario por su hijo y eso de algún modo se clavó en una parte de su cerebro, conectando con memorias de su pasado.

 

—Les daré un mes de prueba, veamos si son capaces de resistir la vida de un pirata, aunque lo dudo, tal vez salgan huyendo pronto.

 

A pesar de sus palabras, detrás de sus lentes había una intensa mirada de interés por aquel par. 

 

—Le agradezco, señor…

—Donquixote Doflamingo. Bienvenido a bordo, doctor. 

 

Un mes de prueba sonaba como algo razonable. Por orden de Doflamingo, Klaus partió a la ciudad junto al Señor Pink para comprar medicamentos y todo lo necesario para ejercer su labor como médico. Law se había quedado en aquel lugar con los otros dos niños contra su voluntad, aunque para el mayor era mejor así, prefería que su hijo no se expusiera tanto, además que convivir con otros niños podría hacerle bien.

 

—Tal vez necesites un bastón —le comentó el hombre de traje—¿Qué te pasó?

—Herida de bala, hice un procedimiento de emergencia, aunque no sanó apropiadamente —respondió, llegando de vuelta a aquella planta.

 

Ciertamente subir hasta el último piso era algo incómodo y agotador, pero no pensaba quejarse, pretendía hacer su trabajo lo mejor posible. Avanzó hacia las escaleras cuando algo cayó en las cercanías de forma estruendosa. Klaus abrió sus ojos, paniqueado al reconocer a su hijo, no dudando en ir a su auxilio.

 

—¡Law! —exclamó, dejando la bolsa que cargaba para ayudar a su niño, revisando las posibles heridas que se había hecho—¿Qué sucedió? ¿Cómo te caíste…?

—Lo hizo de nuevo —Pink suspiró y humo de cigarro salió de su boca a medida que negaba—. Corazón está de regreso, debí advertirte, no es nada bueno con los niños.

—Ese maldito, voy a matarlo —Law gruñó con ira pese al dolor. Su padre le retiró su gorro para fijarse de donde provenía la sangre de su cabeza, aunque las palabras del otro también le enfurecieron.

—¿Uno de ustedes le hizo esto? ¡Pudo matarlo!

—Corazón es bastante cruel, el joven amo nunca lastimaría a un niño, pero Corazón es otra historia —miró hacia arriba un momento, volviendo a exhalar humo—, no pensé que regresaría pronto. 

—¿Quién es ese tal Corazón? ¡Voy a…!

—No te lo recomiendo —Pink le interrumpió al notar su creciente ira—, Corazón es el hermano del joven amo, no permite que nadie le haga daño. 

 

Klaus apretó los dientes, furioso. La sangre en la frente de Law no era mucha, pero suficiente para hacerle hervir la propia. Limpió con cuidado la herida de su hijo y aprovechó los vendajes que compró para atenderle adecuadamente. 

 

—¿Estás bien? ¿Puedes ver bien? —preguntó, examinando sus pupilas— ¿Te mareas?

—Estoy bien —gruñó Law, aunque su voz se quebró un poco por el orgullo herido—. Solo me empujó.

—¿Por qué demonios haría eso? —Klaus levantó la mirada hacia el Señor Pink, que no parecía sorprendido, como si esa clase de cosas fueran comunes.

—Porque es así —respondió simplemente el hombre, sin emociones aparentes—. No le agradan los niños y menos los nuevos.

—¿Y eso justifica que empuje a un niño desde semejante altura? ¡Pudo romperse el cuello o lastimarse con toda la basura metálica que hay aquí!

 

Klaus ayudó a Law a ponerse de pie, sujetándolo por el brazo. El chico tenía el ceño fruncido y los labios apretados. Recogió la bolsa de medicinas con un brazo y con el otro se apoyó del barandal para poder subir las escaleras junto al menor. No dijo nada más, pero por dentro estaba histérico ¿Cómo se atrevía ese desgraciado desconocido a lastimar a su pequeño? 

 

Al llegar arriba lo vio finalmente. Un hombre bastante alto, casi tanto como Doflamingo, con un abrigo negro de plumas y sus ojos cubiertos por unas gafas de sol moradas; debía ser cosa de hermanos el querer combinar de alguna manera. Aun así solo sintió el enojo incrementar y no pensó dos veces en ir directamente para tomarle con brusquedad de su camisa. 

 

—¿Quién te crees que eres para tratar a mi hijo de esa manera? ¡Si vuelves a ponerle una mano encima….!

—Señor Trafalgar no lo haga, cualquiera que se meta con el hermano del joven amo lo pagará con sangre —le alertó Buffalo con cierta angustia. Aun así, Klaus solo pudo notar como él y la niña tenían moretones en el rostro, lo que le enfadó aún más.

—¿Te divierte golpear niños indefensos? Eres un…

—Trafalgar —esta vez fue Señor Pink quien le llamó—, los niños tienen razón, será mejor que dejes a Corazón en paz, además, ellos ya están acostumbrados, no dudes que también se desquitan. 

 

Klaus apretó su mandíbula, mirando al rubio que parecía sumamente indiferente. Le tomó de la mano que sujetaba su camisa y la apartó antes de solo alejarse caminando como si nada. Dudaba que algo pudiera borrar el desprecio que empezó a sentir por ese hombre desde ese momento. De lo que estaba seguro era que no permitiría que volviera a ponerle un dedo encima a su hijo ni a los demás niños.

 

Se tomó su tiempo para revisar apropiadamente a los tres. No tenían heridas severas, no obstante aquello le parecía indignante en todo aspecto, pero bueno, ¿Qué podría esperar de los piratas?

 

—¿Los tres están bien? —preguntó tras terminar de colocar algo de gel en la mejilla de Baby 5. 

—Sí, esto pasa a menudo —dijo la niña con calma—, Cora-san es bastante duro con los niños, todos los que no soportan sus malos tratos terminan huyendo de aquí.

—¿Y ustedes cómo es que no huyeron? —cuestionó mientras acomodaba todo lo comprado en un botiquín.

—La vida que teníamos antes de venir era mucho peor —explicó Buffalo—, aquí tenemos comida y el joven amo nos protege.

—Sí, incluso nos dio frutas del diablo para que pudiéramos defendernos. 

 

Los Trafalgar les dieron expresiones diferentes. Law estaba escéptico, mientras que su padre sintió algo removerse en su estómago ¿Qué tan malas debían ser sus vidas como para tolerar esos abusos por comida y un lugar seguro?

 

El muchacho de nombre Gladius les avisó que pronto sería la hora de cenar y que Doflamingo los esperaba a todos. Los dos niños se adelantaron y los Trafalgar les siguieron poco después. La idea de comer algo más sustancioso de repente les hizo agua la boca, no iban a negarse luego de tanto tiempo comiendo de la basura o lo poco que podían conseguir. 

 

Por descuido, no cubrieron apropiadamente las manchas de su cuerpo, las de Law eran bastante más visibles por como su camisa quedó algo abierta tras revisar que no hubiera hematomas en su cuerpo. La reacción de asco de Giolla fue instantánea y su histeria se propagó hacia Buffalo. No era la primera vez que veían esas reacciones, eran comunes y genuinamente molestas ¿Por qué la gente era tan ignorante de creer que se contagiaba? Estaba por defenderse cuando el líder del grupo golpeó la mesa.

 

—Giolla deja de difundir información falsa, que decepción —gruñó Doflamingo—: Mira, Buffalo se lo creyó. La enfermedad es a causa de un envenenamiento, no es contagiosa. 

 

La expresión de la mayoría cambió ante ese regaño. Trafalgar padre no pudo evitar sentirse algo sorprendido y perplejo, eso tendría que contar como algo positivo, al menos porque era la primera vez que alguien decía algo correcto sobre la enfermedad del Plomo Ámbar. 

 

—Ya veo a qué te referías con lo de ser un hombre buscado, cualquier sobreviviente de Flevance debe ser un cabo suelto para el Gobierno Mundial —la atención del blondo mayor se posó sobre ellos, bastante más interesado—¿Cómo escaparon exactamente? ¿Hay más sobrevivientes?

—No tenemos idea —respondió el niño con un tono frío—, escapamos entre los cadáveres para poder cruzar la frontera.

 

Gladius no pudo evitar expresar algo de asco ante aquella revelación. Doflamingo por su parte amplió su sonrisa, analizándolos detrás de sus gafas.

 

—Dime algo, doctor ¿Cuál es su propósito para estar aquí? —preguntó con genuina curiosidad. El pelinegro mayor miró a su hijo y su expresión se ablandó ligeramente.

—Quiero que Law viva seguro los años que le quedan de vida, no hay un peor enemigo para el Gobierno que los piratas, incluso aquí estará mejor que en cualquier ciudad o pueblo —explicó con cierta amargura—, a mí tampoco me queda mucho tiempo así que no tengo nada que perder. No me importa lo que deba hacer con tal de protegerlo, podría aliarme con el mismo demonio si hace falta, pero no dejaré que ni el Gobierno ni nadie le ponga una mano encima y eso incluye a su despreciable hermano. 

 

Donquixote mayor mantuvo su sonrisa amplia, incluso llegó a reír ligeramente. No lo expresaba, pero algo dentro de él se removió nuevamente ante las palabras del otro hombre. Principalmente memorias, memorias de su propio padre, de sí mismo en su infancia buscando comida en la basura junto a su hermano, expuestos a golpizas y a cualquiera que deseara hacerles daño por su pasado como dragones celestiales.

 

Su padre nunca movió un dedo, aterrorizado de cómo era el mundo en realidad, un mundo que idealizó estúpidamente. Sin embargo, ahí estaba un padre que también tenía al mundo en contra, que ya no tenía nada, dispuesto a sacrificar lo necesario con tal de proteger a su hijo. 

 

Además, aquella mirada llena de odio y resentimiento en los ojos del menor también le sirvió como reflejo de sí en algún momento. Vaya par más peculiar eran los Trafalgar, siendo capaces de retorcer los recuerdos y sensaciones que más había deseado enterrar. 

 

—¿Cuánto tiempo les queda? —preguntó.

—A Law le quedan tres años, a mí me quedan cinco. 

—Ya veo —volvió la atención a su comida y continuó cortando algunos trozos de carne—, siéntense a comer, la comida sabe mejor caliente. 

 

Ambos parecieron dudar por un instante, aunque al final acabaron por tomar los dos asientos vacíos que les habían asignado. Era impresionante el banquete que allí tenían, tanta comida luego de todo ese tiempo huyendo y comiendo de las sobras. 

 

—Y respecto a mi hermano, no permito que nadie le haga daño, ni siquiera que lo miren mal —Doflamingo volvió a hablar—, evite los problemas, doctor, su muerte no debe adelantarse. 

Continuará…












Chapter 2: Numancia Flamingo

Notes:

Volví con la segunda parte, ya por fin soy libre de la universidad -al menos por un par de meses- así que haré todo lo posible por actualizar lo pendiente. Traté de apegarme lo más posible a los eventos canónicos, ya saben, cuando Law estuvo con los piratas Donquixote esos dos años y medio hasta que Rosinante se lo llevó, aunque mi enfoque va hacia Klaus. En fin, que lo disfruten.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

La vida de los piratas era dura en muchos aspectos. Cumplían misiones en las que peleaban contra traidores, robaban, asesinaban y buscaban frutas del diablo para vender en el mercado negro. Claro que ahora también buscaban alguna que pudiera prolongar la vida de los Trafalgar, incluso curar su terrible enfermedad si era posible ¿Existiría algo tan milagroso? No podían asegurarlo.

 

Law se integró con los niños rápidamente, siempre andaba con Baby 5 y Buffalo, comiendo, jugando y cumpliendo misiones. A Klaus le ponía de los nervios a veces, pero estaba consciente de que nadie permitiría que les hicieran más daño del necesario. Todos en la familia de algún modo estuvieron dispuestos a entrenar a su hijo en diversas áreas: Gladius le enseñaba a disparar, Diamante a usar la espada, Lao G a pelear.

 

Debido a la herida mal sanada, Klaus no era muy partícipe de esos entrenamientos -a lo mucho aprendió a disparar un arma-, no obstante, se encargaba de cumplir su labor como médico apropiadamente. Atendía y cuidaba de la salud de todos cada que regresaban de sus misiones, a veces Giolla le ayudaba con eso. También estaba al pendiente del desarrollo y crecimiento de los niños.

 

Doflamingo solía traerle libros de medicina con frecuencia, no solo para él, también para Law. De hecho, era muy dado a estudiar con el niño: le enseñaba geografía, historia, matemáticas y otras ciencias. Era un hombre muy inteligente y eso le resultó admirable al mayor de los pelinegros. Podía conversar con él de muchos temas diversos y ninguno de los dos perdería nunca el hilo.

 

Durante los siguientes dos años, se movilizaron por el mar del Norte en el extravagante barco de la Familia: El Numancia Flamingo. La Marina de algún modo se las apañaba para encontrarles en cualquier lugar, sin embargo, siempre hallaban la manera de huir y seguir con sus labores.

 

A pesar del caos y el peligro constante, aquellos años se convirtieron en una etapa de transformación silenciosa para Klaus. Por primera vez desde la tragedia que había cambiado su vida, comenzó a sentirse parte de algo más grande. No estaba de acuerdo con muchos de los métodos de la Familia Donquixote, pero tampoco podía negar que había encontrado un propósito dentro de su nuevo rol: mantenerlos con vida.

 

Los lazos entre él y algunos miembros se estrecharon con el tiempo. Giolla era excéntrica, pero cálida; hablaban largo sobre arte y filosofía mientras desinfectaban heridas. Incluso el hosco Gladius mostraba un respeto peculiar hacia el doctor, dejándole café en silencio cada mañana sin decir una palabra. Hasta el inexpresivo Señor Pink se convirtió en una presencia habitual, acompañándolo en algunas misiones donde se requería intervención médica inmediata.

 

Law, por su parte, parecía florecer en ese entorno brutal. Había encontrado una especie de familia entre aquellos piratas, y aunque aún conservaba un rencor intenso hacia Corazón -al que evitaban a toda costa-, su admiración por Doflamingo era innegable. Le escuchaba con una mezcla de respeto e idealismo, deseando ser tan fuerte y destructivo como él algún día.

 

Klaus no sabía si eso le tranquilizaba o le preocupaba. Sabía que el hombre era carismático, brillante y peligrosamente persuasivo. No había llegado a comprender aún qué lo motivaba exactamente, pero reconocía que todos lo seguían con una lealtad ciega.

 

Una noche, mientras todos dormían, seguía trabajando en el camarote designado como enfermería del barco. Podía escuchar el viento y el oleaje por una ventana, pero el barco estaba anclado para permanecer inmóvil en su lugar mientras la tripulación descansaba.

 

—¿Aún despierto, doctor? —la voz de Doflamingo le sacó de su ensimismamiento. Se giró a verle, encontrándolo apoyado contra la puerta.

—Siempre hay algo que hacer —respondió, dejando sus anotaciones por el momento—. Revisaba algunas cosas sobre el desarrollo de Dellinger, un niño mitad gyojin es fascinante, es una oportunidad única verlo crecer.

—Lo es, tenemos suerte de haberlo encontrado a tiempo, ya sabes lo que habría pasado con él de no ser así —comentó el rubio—. Nunca pensé que terminaríamos con un médico tan dedicado en la familia.

—No lo diría de esa forma —respondió con una media sonrisa—, solo soy alguien que no sabe estarse quieto.

 

Doflamingo rio levemente, acercándose para observar el cuaderno de notas médicas que Klaus había estado completando. Sus dedos rozaron la hoja, deteniéndose en una lista que detallaba posibles tratamientos para la enfermedad de los Trafalgar.

 

—¿Y esto? —inquirió— ¿Crees que hay una cura?

—No lo sé aún —admitió sintiendo algo de frustración apoderarse de su cuerpo—, pero ya han pasado dos años, la enfermedad empeora, a mi hijo solo le queda un año y no sé si resistiré verlo morir sin haberlo intentado todo…

 

El silencio que siguió fue breve, pero intenso. Donquixote frunció su ceño un momento. Encontrar la fruta del diablo que pudiera sanarles estaba siendo bastante complicado, especialmente con Tsuru pisándoles los talones cada tanto. No quería prescindir de ninguno de los dos, ambos eran miembros competentes y, lo más importante, ya eran parte de su familia.

 

—Aun nos queda un año, doctor —murmuró Doflamingo con voz grave, pasando las páginas de la libreta para seguir leyendo las anotaciones—, ninguno de los dos morirá.  

 

Trafalgar le miró y notó lo increíblemente cerca que estaba. Aquello le hizo tensarse ligeramente y no fue precisamente por lo enorme que era aquel hombre en comparación. No supo decir que fue exactamente, pero algo dentro de él se estremeció por un segundo.

 

—Ahora es más difícil ocultar las manchas, no sé qué tan bueno sea que salgamos tanto del barco —comentó, tratando de desviar la atención de aquella rara sensación.

—Eso no debería preocuparte, cualquiera que diga algo malo de ustedes, perderá la lengua y tal vez otras partes, fufufu.

 

Mientras decía aquello, Doflamingo delineó la zona manchada de su rostro con su dedo, los dos colores ahora eran bastante notorios. Klaus se ruborizó ligeramente, aunque trató de disimular el leve nerviosismo acomodando sus gafas.

 

—Ya es tarde, deja eso para mañana y ve a descansar —sugirió en lo que se apartaba.

 

Klaus asintió y luego le vio desaparecer por el umbral de la puerta.

 

Las pesadillas eran un evento frecuente y la verdadera razón de porqué prefería quedarse trabajando hasta tarde. A pesar del tiempo, despertaba aterrado con horribles sueños del pasado y también del futuro. Su amada esposa muerta, su pequeña hija, sus amigos, sus colegas, su país. Y luego estaba la posibilidad de perder a su hijo, un suceso cada vez más cercano y aterrador.

 

Muchas veces despertaba sin poder contener las lágrimas. Ni siquiera el dolor de su propia enfermedad se comparaba al que sentía en su pecho cada vez que el pasado volvía o que la muerte de su hijo se hacía más cercana. Los días de fiebres no eran nada a cuando veía a su pequeño sufrir, con la posibilidad de que nunca podría crecer y que su vida sería corta y cada vez más agónica con el pasar del tiempo.

 

Se levantaba de su lugar y salía a la parte exterior del barco en un intento de calmarse. La brisa marina muchas veces tenía un efecto tranquilizante en él y luego volvía al interior para tratar de pensar en una cura, en otras posibilidades. Leía libros sin parar, buscaba toda clase de respuestas al menos para contrarrestar los síntomas lo más posible. No obstante, había noches donde no estaba solo, el joven amo a veces estaba afuera también, mirando el mar, distraído en sus propios pensamientos.

 

Notaba que no traía sus gafas oscuras así que no se atrevía a acercarse demasiado. Respetaba su privacidad sobre sus ojos, no entendía por qué, pero resguardaba mucho su apariencia del resto. Tenía entendido que solo los cuatro generales y el antiguo Corazón lo habían visto sin ellos.

 

Con el tiempo, había notado que Doflamingo también escapaba de esa forma de sus propias pesadillas. Bueno, también siempre con una botella de vino en la mano.

 

Klaus dudó un momento antes de dar un paso más. La noche estaba en silencio, apenas rota por el suave golpeteo del agua contra el casco del barco y el crujido de la madera con cada leve vaivén. Desde donde estaba, podía ver la silueta de Doflamingo recortada contra el cielo estrellado. El capitán se apoyaba en la barandilla, con una botella casi vacía en la mano y el cabello alborotado por el viento.

 

Pensó en dar media vuelta, pero algo en la postura del otro hombre lo detuvo. Era raro verlo así de quieto, vulnerable.

 

—¿No puedes dormir? —preguntó al fin, con voz baja.

 

El blondo no se giró. Solo alzó la botella y bebió otro trago antes de responder.

 

—El sueño está sobrevalorado —dijo con un tono que pretendía ser ligero, pero carecía de convicción—¿Aun trabajas hasta tarde, doctor?

—Yo tampoco puedo dormir —admitió después de un largo silencio—, las pesadillas no me dejan.

—Todos aquí cargamos con las nuestras —murmuró—, algunas más feas que otras.

—¿Qué ves tú? —preguntó sin pensarlo. Y al darse cuenta de lo atrevido que sonó, añadió de inmediato—Perdón, no tienes que responder.

 

Pero para su sorpresa, Doflamingo sí lo hizo. Su voz sonó ronca, como si el alcohol no fuera suficiente para apagar lo que sentía.

 

—Veo a mi madre, muriendo por una enfermedad que no se pudo tratar, a mi hermano y a mí comiendo de la basura, siendo golpeados, azotados, crucificados y casi quemados vivos.

 

Klaus contuvo el aliento y no pudo evitar mirarle desde su lugar con impresión y perplejidad. Donquixote se giró y le vio directamente, sin importarle no ocultar sus ojos. No había sonrisa, no había sorna, no había burla ni ironía, solo una expresión seria, triste, melancólica, en unos ojos que ahora no tenían el mismo color. Uno era rojizo oscuro y el otro era blanco, adornado por una cicatriz, claramente ciego.

 

—¿Cómo sobreviviste? —preguntó con un hilo de voz.

—Odiando, jurando que nadie volvería a tener poder sobre mí, ni sobre los míos.

 

El médico asintió lentamente, comprendiendo más de lo que le habría gustado. Él también había perdido, él también odiaba: a la enfermedad, al destino, al mundo que le había arrebatado todo. Era irónico saber que tal vez compartían más en común de lo esperado.

 

—No sabía que eras ciego de un ojo —murmuró, incapaz de dejar de mirar aquella cicatriz blanca, limpia, bien curada, pero profunda. Doflamingo se encogió de hombros, como si fuera un detalle sin importancia.

—Fue durante la crucifixión, no todos fallaban con las flechas.

 

De nuevo sintió un nudo en el estómago ¿Todo eso habría sucedido en su infancia? ¿Por qué? Deseaba preguntar más, aunque no sabía hasta que punto era prudente hacerlo ¿Acaso el rubio se estaba abriendo solo por estar ebrio? Se estaría aprovechando de su vulnerabilidad entonces.

 

De nuevo el silencio pesado, la brisa fría y el balanceo suave del barco tornaban ese momento más difícil de llevar. No tenía idea de que decir ahora.

 

—Ninguno de los dos morirá, ya te lo había dicho —fue Doffy quien rompió el silencio al final—, no los dejaré morir.

—¿Cómo puedes asegurar eso?

—Mm tiendo a proteger mucho a los miembros de mi familia ¿Recuerdas? ¿No has aprendido nada estos dos años?

—A veces pienso que aun soy un externo, sé que no voy a durar mucho tiempo aquí…

—Que pesimista —soltó burlonamente, caminando hacia él para apoyar su mano libre en su hombro—. No me importa arrastrar al mundo al infierno con tal de cuidar de los míos, no hay nada que me importe más que mi familia, así que moveré cielo y mar con tal de encontrar la forma de curarlos.

 

Klaus no supo qué responder. Quería creerle, quería aferrarse a esas palabras como si fueran una cuerda en medio del abismo. Y tal vez, por esa noche, lo hizo.

 

Doflamingo se alejó con paso tranquilo, recuperando su actitud altiva como si la conversación no hubiera ocurrido. Trafalgar se quedó ahí, viendo el mar, con algo distinto en el pecho. No era esperanza, no del todo. Era algo más denso, más peligroso.

 

Era lealtad.

 

—Buenas noches, doctor.

 

Los meses seguían avanzando. El barco se movía de un puerto a otro, el trabajo seguía siendo el mismo. Sin embargo, algo cambió desde esa noche. Las conversaciones con Doflamingo se sentían distintas, quizás porque ahora había conocido otro lado de ese hombre que le intrigaba todavía más. Ya no se trataba solo del peligroso líder de un grupo criminal, era algo más.

 

¿De verdad consideraba que era un miembro de su familia? En ese tiempo no quiso sentirlo de esa manera, no con un periodo de vida limitado. Si embargo, de algún modo esa idea le permitió conectar todavía más con el resto de miembros. Quizás por quienes más sentía apego eran los niños. Disfrutaba verlos crecer, hacerse fuertes, mejorar en sus habilidades.

 

Muchas veces Baby 5 le recordaba a Lamy y eso era doloroso, pero a la vez era como una venda para su herido corazón. Verla interactuar con Law le traía muchos recuerdos y en parte le alegraba que su hijo tuviera amigos cercanos, que se divirtiera y relacionara pese a su resentimiento por el mundo que les arrebató todo, a fin de cuenta, eso tenía en común con ellos.

 

Ese día en particular había amanecido con mucha fiebre, por lo que no bajó del barco. Giolla le contó que los niños salieron a explorar y prefirió eso que a tener a su hijo preocupado por él. La mujer le acomodó unos paños húmedos y le cuidó mientras Dellinger jugaba en el suelo con algunos juguetes que le habían conseguido.

 

—Es impresionante que puedas estar despierto con esa fiebre y con tanto dolor —comentó la mujer. Había perdido ya el desagrado a la enfermedad, al menos ahora entendía que, en efecto, no era contagiosa y nada malo pasaría con su cercanía.

—Estaré bien… —comentó entre jadeos— solo necesito descansar…

—El joven amo está bastante preocupado, envió a Gladius y a Señor Pink a buscar más medicinas, como si no tuviéramos suficiente —Giolla resopló, conteniéndose las ganas de fumar tanto por el enfermo como por el niño.

—Ya sabes que a veces exagera —sonrió débilmente—, suele llevar todo al extremo…

—Ni que lo digas, aunque es culpa de Trébol y Diamante, ellos lo criaron así —negó con la cabeza.

 

El hombre sonrió un poco más, aunque acabó por soltar un nuevo quejido de dolor, removiéndose en su lugar. La enfermedad tenía momentos donde era insoportablemente dolorosa. Aun con los analgésicos, había días que simplemente los sobrepasaban y le tumbaban de esa manera.

 

—En cuanto vuelvan con las provisiones, nos iremos de este puerto —dijo ella, tratando de distraerlo del dolor, al menos a como él se lo había pedido, simplemente charlando—, Corazón y los demás no deben tardar…

 

Trafalgar frunció ligeramente sus cejas. Su relación con ese hombre seguía siendo pésima. Solía lastimarse muy frecuentemente debido a su torpeza e imprudencia, por lo que eran frecuentes sus atenciones médicas. No le nacía ser precisamente delicado con su trabajo cuando se trataba de él, no cuando seguía siendo una molestia para su hijo y los demás niños.

 

Al principio le escribía notas diciéndole que se fuera, que ese no era lugar para él, pero nunca le prestó mayor atención. Claro, sentía curiosidad en su incapacidad para hablar, había querido estudiarlo y buscar una cura, a fin de cuentas, su interés médico se lo instigaba. Sin embargo, el hombre nunca lo permitió y Doflamingo le aseguró que era un trauma y no algo físico.

 

Una vez le contó como él y su hermano se separaron por años siendo niños, luego se encontraron nuevamente varios años atrás. Doflamingo lo aceptó de regreso sin pensar, era su adorado hermano menor. Le dio un alto rango en la Familia y no permitía que nadie le hiciera daño o se quejara de sus métodos. Era impresionante toda la libertad y preferencia que tenía en comparación a los demás por ser su hermano de sangre.

 

Y era entendible en cierta medida, pero ¿No se preguntaba dónde estuvo todos esos años? ¿Cómo apareció así nada más? Le hizo esa pregunta a Diamante, Trébol y Pica, pero ninguno le dio una respuesta satisfactoria: era su hermano y Doffy estaba feliz con eso, no necesitaba nada más. Eso sí, aunque no lo dijeran en voz alta, era claro que ellos tampoco estaban satisfechos con su presencia y nivel jerárquico, lo que no podía asegurar era si se trataban de las mismas razones.

 

Corazón era como la pieza de un rompecabezas que no encajaba del todo. Había algo extraño en él. No solo era su mal trato con los niños o su indiferencia a todos fuera de su hermano, incluso su insistencia en que se marchara al inicio,  aunque no podía asegurar qué era con exactitud lo que no terminaba de cuadrar con él.

 

Un nuevo espasmo le atravesó el abdomen, haciéndolo apretar los dientes con fuerza mientras sus dedos se aferraban a las sábanas. Giolla no dijo nada esta vez, solo cambió con cuidado el paño de su frente por uno más fresco. Dellinger, ajeno al sufrimiento, seguía murmurando para sí mismo en su mundo de juego, haciendo chocar pequeñas figuras de madera mientras balbuceaba sonidos de batalla.

 

No podía asegurar cuanto tiempo pasó recostado, padeciendo con la alta temperatura y el insoportable dolor, pero en algún momento pudo notar como el barco se agitaba con fuerza ¿Estaban bajo ataque de nuevo? ¿Cuándo habían zarpado? Odiaba estar en ese estado, inútil e impotente, incapaz siquiera de percibir el tiempo.

 

Giolla y Dellinger ya no estaban, suponía que se había quedado dormido en algún momento. Cerró sus ojos, aun respirando con algo de esfuerzo. El barco se siguió sacudiendo otro rato hasta que finalmente todo se calmó. Habían escapado de nuevo ¿Cómo es que esa mujer siempre se las arreglaba para encontrarlos?

 

—¡Doctor Trafalgar! —la voz de Baby 5 le trajo de nuevo a la lucidez. La niña ingresó al camarote y se acercó, traía consigo una taza de té caliente—Te traje esto, para que te sientas mejor.

—Gracias —sonrió un poco, esforzándose en sentarse en la cama para poder tomar de la bebida caliente—¿Se divirtieron en el puerto?

—¡Sí! Comimos helado, aunque debimos volver pronto al barco porque la Marina apareció —explicó ella en lo que se apoyaba un poco de la cama. Había algo en la expresión que le pareció extraño.

—¿La Marina? ¿Y ya todo está bien?

—Sí, disparamos los cañones y todo, logramos destruir sus velas y así huir —aseguró con orgullo—, aunque… —nuevamente la expresión cambió, bajando la mirada y apretando sus labios como cuando no puede ser capaz de ocultar un secreto.

—¿Pasó algo malo? ¿Hay alguien herido? —ahora que lo pensaba ¿Por qué su hijo no había ido a verle?

—Cuando estábamos en la ciudad, pasó algo muy raro —comenzó a explicar, jugando con la sábana entre sus manos—. Vi a Cora-san y Law juntos, estaban haciendo un juego extraño, como si hablaran, pero no emitían ningún sonido…

 

La explicación de la niña le dejó aun más confundido ¿Qué significaba eso? Estaba por preguntar cuando la puerta se abrió nuevamente, esta vez tratándose del capitán del barco.

 

—Baby 5, déjanos solos por favor.

—Está bien, joven amo.

 

La niña se fue al poco tiempo. Klaus miró al hombre más alto con una sensación de ansiedad que empezaba a incrementar. Se percibía más serio de lo habitual. Tomó asiento y pareció pensárselo un poco para hablar.

 

—Corazón se llevó a Law —habló finalmente—, dejó una nota diciendo que buscaría una cura para él.

 

Trafalgar sintió como si su pecho se hundiera con fuerza y su respiración se tornó más constante e intensa. Estaba hiperventilando. Ni siquiera la fiebre o el dolor de su cuerpo le distraían de la inquietud de no tener a su hijo cerca ¿Qué se lo había llevado a buscar una cura? ¿¡Qué carajos pensaba que llevaba haciendo todo ese tiempo!? ¿Iba a exponer a su hijo en hospitales? ¿Al rechazo e ignorancia de la gente? ¿A que el Gobierno tratara de capturarle? ¿Pretendía acaso revivir el horrible trauma del rechazo y la agonía de recordar que el tiempo se acababa?

 

—Quiero a mi hijo de vuelta…

—Doctor…

—¡Quiero que tu estúpido hermano me devuelva a mi hijo!

—No sé donde está, no responde el den den mushi.

—¡Quiero a mi hijo conmigo! ¡El tiempo se acaba! ¡¿Qué pasa si no vuelven antes de…!?

—Klaus —Doflamingo le llamó con voz tensa, apoyando una de sus grandes manos en su hombro—. No sé que estará pensando Corazón, pero Law estará bien, volverá pronto, encontraremos la fruta y entonces tendrán que regresar.

—No confío en él. Si mi hijo muere lejos de mí, no me importará matar a tu hermano…

—Sabes lo que pasará si haces eso, Corazón es mi única familia de sangre…

—Y Law es la mía —gruñó—, no me importa si me matas, ya no me quedará nada porqué vivir. Ya me quitaron a mi esposa y a mi hija, no quiero que me quiten lo único que me queda, quiero a mi hijo.

 

Klaus bajó la mirada, las lágrimas acumuladas en sus ojos amenazaban con caer, pero las contuvo con pura obstinación. No quería que Doflamingo lo viera llorar, no quería mostrarse más débil de lo que ya estaba.

 

¿A dónde se había llevado ese hombre a Law?

Continuará…

 

Notes:

Espero que el capítulo les haya gustado. Comentarios, dudas, sugerencias, serán bien recibidas. Nos leemos pronto.

Chapter 3: Isla Minion

Notes:

Advertencia: Muerte de personaje

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Los siguientes meses fueron una completa pesadilla, un infierno en vida. La ansiedad e incertidumbre le estaban carcomiendo. No dejaba de pensar si volvería a ver a su hijo con vida, si podría estrecharlo en sus brazos una vez más. Con cada día, cada semana, las oportunidades parecían reducirse, incluso si Doflamingo le aseguraba que todo estaría bien.

 

Ni el dolor de su cuerpo ni la fiebre se comparaban a su estado emocional. El pecho le dolía, su corazón latía con una fuerza abrumadora ante el miedo de perder a su pequeño también. ¿Dónde podría estar Law ahora? ¿Estaría bien? Según Doflamingo, su hermano se había llevado los medicamentos para el dolor, pero no iban a durarle tanto tiempo.

 

Klaus pasaba las noches sin dormir, caminando por el barco como un espectro. A veces lo encontraba el capitán con la mirada perdida, el cabello húmedo por el sudor de una fiebre que no se iba del todo. A veces simplemente se sentaba en el borde de la cama de Law, vacía, intacta, y se quedaba ahí hasta que el amanecer empujaba por las ventanas.

 

Concentrarse en su trabajo era complicado, ya fuese preparando medicinas o curando a los miembros de la tripulación. Su creciente ansiedad y depresión le tenían al borde del colapso. Y es que no dejaba de preguntarse: ¿Valdría la pena vivir dos años más sin su pequeño? ¿Qué sentido tendría? ¿Volvería a verlo siquiera?

 

Terminó de atender las heridas de pelea de Gladius y se levantó de su lugar para hablar con Doflamingo. Tal vez lo mejor era irse y buscar por su cuenta alguna pista, no sentía que estuvieran yendo a algún lado en particular. Estaba por llamarle para entrar cuando escuchó que conversaba con sus ejecutivos.

 

—Han pasado casi seis meses desde que Corazón se fue —oyó decir a Doflamingo — y en todo este tiempo, la Marina no ha dado con nosotros, no ha habido señales de Tsuru ni de esas pestes blancas.

 

El silencio que le siguió a esas palabras fue tenso e incómodo ¿Qué estaba insinuando? ¿Qué Corazón era una clase de rata? ¿Era un traidor? No podía ser, era su hermano, su mano derecha. Había una diferencia en sospechar de las coincidencias, pero una muy distinta ya era alegar que fuese alguna clase de espía. Aunque de ser así, entonces su hijo podría estar en peligro.

 

Doflamingo pareció querer darle el beneficio de la duda a pesar de todo, incluso si los otros tres resaltaron las evidencias, era claro que se negaba a aceptarlo así nada más. Klaus dudó un poco antes de entrar finalmente, captando la atención del capitán y los ejecutivos.

 

—Escuchar detrás de las puertas es de mala educación, doctor —soltó el rubio tratando de sonar tranquilo, aunque era evidente que estaba tenso.

—Quería hablar contigo, pensaba que tal vez…

—Encontré la fruta opera opera —le interrumpió. Klaus se quedó inmóvil en su lugar, mirándole bastante incrédulo—, iremos por ella y eso te va a curar, a ti y a Law. Pensaba que algo así debería pertenecerle a mi hermano, pero tus conocimientos médicos son más apropiados para un uso correcto.

—¿Quieres que me coma una fruta del diablo? —cuestionó aturdido.

—No es cualquier fruta, es una muy poderosa y por ello quería dársela a la persona más cercana a mí —explicó, sin embargo, su semblante cambió—, aunque si de verdad mi querido hermano es un traidor, estaría cayendo en un error fatal.

—¿Por qué dármela a mí? —preguntó frunciendo sus cejas.

—Para que salves a tu hijo —respondió—, pero también quiero ofrecerte un trato. Si mis sospechas son correctas, quiero que tú te conviertas en mi tercer Corazón.

 

Klaus abrió sus ojos en un gesto de sorpresa ¿Él? ¿Un ejecutivo? No tenía sentido, era una petición irracional ¿Por qué le confiaría eso a él por sobre su hermano de sangre? Incluso si de verdad era un traidor ¿Por qué él que no tenía mucho más tiempo allí que cualquiera de los otros? Sintió su respiración algo pesada, no estaba seguro de que responder.

 

—Doffy, tal vez te estás precipitando —dijo Trébol con ese tono burlón habitual—¿Confiarías tanto en este hombre?

—Un hombre que da todo por su hijo, creo que eso es razón suficiente para mi —respondió con total seguridad—. Ya hablé con Corazón, Law está con él, está bien y acordamos un punto de encuentro, pronto estará nuevamente contigo.

 

No sabía cómo sentirse en realidad. Una ligera sensación de alivio le recorrió por un instante. Muchos pensamientos rondaban en su cabeza, pero todos convergían en su necesidad de curar a Law.

 

Recordó esas conversaciones con Doflamingo en el barco, cuando lo vio como realmente era, otro hombre roto por ese mundo agonizante y sin esperanzas. Sin embargo, aun dentro de todo el caos, le daba un lugar a las personas más miserables que eran capaces de resistir ese estilo de vida ¿No había probado en esos casi tres años que podía sobrellevar la vida de un pirata con tal de proteger a Law? Al menos eso le ayudó a tomar una decisión.

 

—Si puedo curar a mi hijo, si puedo salvar a Law de esta despreciable enfermedad, toda mi lealtad será completamente tuya. Me convertiré en tu mano derecha en cuanto mi hijo esté a salvo.

 

Doflamingo sonrió ampliamente y fue así como el plan se puso en marcha.

 

 

La fruta opera opera estaba en manos de un hombre llamado Diez Barrels. Era un ex miembro de la Marina que ahora trabajaba como pirata. El plan era que le vendería la fruta a Doflamingo, pero al parecer la Marina le estaba ofreciendo más dinero por ella. El conflicto escaló rápido y pronto tanto Barrels como su tripulación acabaron muertos, a excepción de un muchacho que escapó del lugar.

 

—Ahora que la tenemos, es momento de reunirnos con Corazón y Law. Mientras tanto, quiero que cuides esto, doctor.

 

Trafalgar recibió la fruta, la cual tenía la peculiar forma de un corazón. Resultaba irónico si Donquixote pretendía dársela justamente a su mano derecha. Suspiró sintiendo un escalofrío, el clima de isla Minion le estaba calando en los huesos. Guardó la fruta dentro de su abrigo y avanzó apoyado de su bastón. 

 

Sus zapatos en la nieve crujían con cada paso sobre esta por el peso de su cuerpo exhausto. El bastón se hundía en las capas amontonadas del suelo y cada cierto tiempo tenía que detenerse para recuperar el aliento. Aún no se recuperaba por completo, pero la rabia y la determinación eran una medicina más efectiva que cualquier analgésico.

 

Los buques de la Marina presentes en los puertos fueron prueba suficiente de lo que realmente estaba pasando: Corazón era un traidor y era como si todos lo hubiesen esperado desde el inicio, excepto Doffy. Porque él había confiado en su hermano plenamente, sin importar que había catorce años de separación tras el incidente donde asesinó a su padre.

 

Cuando Doflamingo había contactado con su hermano previamente, le dijo donde se encontrarían. Eso sí, no fue exacto en los tiempos más allá del punto de encuentro. Por ello, cuando Corazón llegó al lugar donde debía robar la fruta del diablo, se encontró solo con un montón de cadáveres ¿Qué había salido mal? ¿Por qué había llegado tarde si trató de adelantarse lo más posible?

 

—¿Qué piensas hacer con tu hermano? —preguntó de pronto, con la voz ronca, sin dejar de mirar al frente.

 

Doflamingo no respondió de inmediato. Caminaba con sus largos pasos tranquilos, las gafas empañadas por el aire helado, el abrigo rosado agitado por el viento. Cuando por fin habló, su tono era más serio que de costumbre.

 

—No quise dudar de él por ser mi familia de sangre, por tener la misma madre —soltó, apretando en su mano el arma con la que asesinó a Barrels, la misma con la que había asesinado a su padre—, pero la verdad no importa ya, mi única familia es esta.

—Yo necesito recuperar a la mía, si pierdo a Law, entonces seguir con vida no tendrá sentido.

—¿Por eso no has comido la fruta? —preguntó con una tensa sonrisa.

—De nada te servirá un hombre muerto.

 

Klaus se detuvo en seco. Apretó los dientes. El frío ya no tenía que ver con el clima, sino con esa punzada helada que lo atravesaba cada vez que imaginaba a Law despierto en una cama ajena, con fiebre, confundido, dolorido, solo. O peor aún, que ni siquiera volviera a despertar.

 

Doflamingo le miró fijamente, su expresión furiosa y angustiada al mismo tiempo le resultaba curiosa. Sabía bien cuan desesperado estuvo los últimos meses, rogando que su hijo resistiera hasta que pudieran verse de nuevo. Curioso que ahora los dos confrontaban un diferente tipo de dolor y rabia.

 

—No serás un hombre muerto, doctor. Law pronto volverá con nosotros —aseguró.

—Llevo seis meses agonizando sin mi hijo, no me imagino como debe estar él, su tiempo es mucho más corto que el mío y ha estado lejos de mis cuidados, quien sabe si ha recibido ayuda médica real.

 

En el punto de encuentro apareció Corazón. Tal como esperaban, trató de robar la fruta, la cual dejaron como una especie de cebo. La ira de la mayoría no se contuvo con facilidad. Trebol y Diamante lograron herirle con sus habilidades, Lao G lo envió contra una pared de una patada y Gladius le disparó y pateó con bastante ira por su traición, por su engaño y ahora su burla al respecto. Sin embargo, no les correspondía a ellos solucionar eso sino al capitán de su tripulación.

 

Doflamingo avanzó hacia su hermano, el cual apenas se recuperaba de la paliza recibida. Sintió la ira recorrerle, aunque supo contenerse para hablar primero.

 

—¿Dónde está Law?

—Lejos, seguro de ti—respondió de forma un tanto burlona—, deberías dejar en paz a su padre también, ellos merecen ser libres. Ahora les daré la fruta y no podrás hacer nada.

—Fufufu, realmente habría querido que esto fuera diferente —su sonrisa se amplió antes de mover sus dedos y hacer que la fruta que les robó se deshiciera en un montón de hilos como lo que era, una simple réplica—¿Qué creerías que pasaría? ¿Qué me robarías la fruta y huirías con el niño?

—Tsk ¿Qué hiciste con la fruta? ¿No pensabas dármela de todas formas? —gruñó haciendo una mueca.

—Sí, pensaba dártela, porque eras mi querido hermano menor —su sonrisa se tensó y las venas en su frente comenzaron a marcarse como una clara evidencia de su ira—¿Por qué tenías que traicionarme? A mí, a tu hermano mayor.

 

Rosinante tosió un poco antes de enderezarse, los golpes le habían dolido, especialmente cuando Pica le estrujó como si nada, le dejó el cuerpo sumamente adolorido, pero podía resistir eso. Finalmente le rebeló a su hermano su posición en la Marina y la misión que estaba realizando al infiltrarse en la familia. Cada una de sus palabras solo acrecentaba la ira de su hermano, aunque no se inmutó cuando le apuntó con un arma.

 

—¿Por qué tengo que matar a alguien de mi propia sangre de nuevo? —Doflamingo bufó, apuntándole igual con su arma—Eres un tonto, ya dime donde está Law.

—Ya debe estar a salvo, con la Marina.

 

Esas palabras llegaron a los oídos de Klaus, quien se había mantenido al margen, dejando que Doflamingo solucionara aquello tal como se lo pidió. En aquel puerto estaban del lado opuesto de la isla, si de verdad su hijo estaba con ellos entonces estaba demasiado lejos. Incluso si enviaron a Buffalo y a Baby 5 a verificar, sería demasiado tarde. Desesperado, avanzó hacia el frente para encarar al otro hombre, quedándose apenas unos pasos detrás de Doflamingo junto al resto de hombres de la familia.

 

—¿Dónde está mi hijo? ¿¡Qué hiciste con él!? —demandó saber.

—Hice lo que estaba en mis manos para ayudarlo, quise salvarlo y sé que esa fruta puede salvarlos a ambos, no sigas a mi hermano, es un desquiciado.

—¿Me vas a decir eso tú? ¿Un espía de la Marina que golpeaba niños? Me vale una mierda si era tu cubierta o lo que sea. Quiero que me devuelvas a Law.

 

A medida que hablaba las emociones se tornaban más intensas, las manos le temblaban y el corazón le latía demasiado rápido, tanto que le parecía escuchar un pitido en sus oídos. Klaus no lo sabía, pero en realidad su hijo estaba escondido muy cerca, imbuido con los poderes de Corazón para que no pudiera ser oído, al menos porque su plan era tomar la fruta y huir al otro puerto; aunque al escuchar la voz de su padre tan desesperado no pudo evitar sentir sus ojos llenarse de lágrimas.

 

—Es por su bien, mi hermano no es bueno para ustedes, solo los está usando…

—¡Cállate! —gritó iracundo, ya no lo soportaba más—¿Dices que debo confiar en ti? ¿Un mentiroso que se llevó a mi hijo? ¡Fueron ustedes los que nos dieron la espalda desde el principio! ¡Fueron ustedes los que me quitaron a mi esposa, a mi hija, a Flevance! ¡Y ahora tratas de quitarme lo único que me queda que es mi hijo!

 

Los gritos desesperados de Trafalgar eran genuino dolor, un dolor en su estado más puro y agónico, un dolor que representaba estar orillado al abismo. El silencio que siguió a los gritos fue pesado, incluso la nieve pareció cesar por un momento. Le siguió un llanto bastante desgarrador, apenas contenible entre el inmenso terror y dolor de saber que no vería a su hijo nunca más.

 

—Me lo llevé para tratar de curarlo, para ayudarlo…

—¡No existe una jodida cura! ¡Yo era el maldito mejor médico de Flevance y ni con todos los recursos pude hacer algo! —el aire helado le estaba calando los pulmones dolorosamente, pero no le estaba importando demasiado—Esta fruta es la única oportunidad que nos queda y la estoy perdiendo por tu culpa, porque no sé qué hiciste con mi hijo…

—Trafalgar, mi hermano te lavó el cerebro, no podrás verlo ahora, pero tú y Law estarán mejor lejos de…

 

El primer disparó resonó con fuerza. Le siguió otro y luego otro. Doflamingo apenas reaccionó. Klaus le arrebató el revolver y sin pensarlo lo descargó contra el otro blondo en un ataque de ira. Se dejó caer de rodillas, su bastón cayó en la nieve, sintió el estómago revuelto y las manos le temblaban más que nunca. Su labor de médico era salvar vidas y ahora había asesinado a alguien.

 

—Trafalgar…—el mayor de los Donquixote apenas pudo hablar tras que su hermano cayera de espaldas en la nieve, cubriéndola con su sangre poco a poco.

—Rompí mi juramento como médico y también la ley de sangre —sorbió un poco su nariz tras decir aquello. Se quitó sus gafas y se limpió las lágrimas con el dorso de su mano—. Acepto tu castigo por ello, porque de todas formas no quiero vivir sin mi hijo.

 

Miró el revolver un momento y, con su mano aun temblorosa, lo llevó a su sien, listo para disparar.

 

—¡Klaus!

 

No hubo disparo esta vez, pues el cañón del arma cayó hecho pedazos a causa de los hilos de Doflamingo. En ese mismo instante, de entre los restos de madera del puerto, una pequeña figura se movió. El niño apareció, jadeando, con los ojos llenos de lágrimas y las mejillas heladas por el viento. Corrió hacia su padre sin pensarlo, aunque su andar y su llanto era inaudible a causa de la fruta del diablo de Rosinante.

 

—Law… Law…—aferró sus brazos alrededor de su cuerpo, queriendo confirmar que de verdad estaba ahí con él. Lo sentía sollozar, pero no emitía ningún sonido y no entendía por qué—Estás bien… estás bien…

 

No sabía que sucedía, aunque pronto el sonido en el cuerpo de Law regresó y su llanto finalmente fue audible.  El niño sollozó, escondido en su pecho, aferrado a su cuerpo. Klaus lo abrazó con todas sus fuerzas, como si al soltarlo siquiera por un segundo lo fuera a perder de nuevo. Se permitió llorar con él, le daba igual todo lo demás. Ese niño era todo lo que le quedaba y lo había recuperado, aunque fuera a costa de su propia alma.

 

Doflamingo se mantuvo de pie, la mirada clavada en el cuerpo sin vida de su hermano menor. Su respiración era profunda, controlada con dificultad, mientras sus manos se apretaban con algo de fuerza en un puño cerrado. Dio un par de pasos hacia el cuerpo, pero no se agachó ni tocó a su hermano. Solo lo miró, como si tratara de encontrar alguna respuesta en sus ojos ya vacíos.

 

—No quería que Cora muriera, él solo quiso ayudar…—murmuró finalmente el niño sin querer soltarle—, luego te escuché mencionar a mamá y Lamy, estoy tan confundido, tengo miedo, esto no era lo que quería.

—Yo tampoco quería que acabara así, Law —murmuró—. Pensé que ya no te vería nunca más y para mí solo era el culpable de haberte perdido…

—Cora era bueno papá, él…

—Nos mintió, a todos, era de la Marina, trabajaba para el Gobierno ¿Realmente te llevó para ayudarte?

 

Law se mordió los labios tratando de contener un sollozo, recordando que Corazón se lo llevó en primera instancia por descubrir su secreto, por la D en su nombre, por evitar que le chantajeara con Doflamingo. Recordó ese momento en el barco donde iban hace unos días, aun con la fiebre y el dolor, le preguntó la verdad, si era de la Marina, y se lo negó a pesar de ser evidente.

 

Su mente era un caos, sentía dolor tras ver morir a Cora de esa manera. Su padre lo había asesinado, todo porque sintió que le había arrebatado de su lado para siempre ¿Podía culparlo acaso? No, su padre también había sufrido demasiado ya. Aunque ¿Y si Cora tenía razón sobre Doflamingo? ¿De verdad sacrificaría a su padre con la fruta?

 

—Debemos irnos, doctor —Donquixote les alertó tras alejarse del cadáver de su hermano—. El barco de Tsuru no tardará en llegar. Pica, ayúdalos a volver y los demás preparen todo para zarpar.

 

El nombrado sostuvo a los Trafalgar con facilidad en su inmenso brazo y los llevó de regreso. Law no quiso soltarse de su padre en ningún momento y Klaus tampoco deseaba hacerlo.

 

Doflamingo se acercó al bastón sobre la nieve y lo tomó para seguir el camino al barco. En su mente recordaba vívidamente el momento en que asesinó a su propio padre cuando era un niño. Pensó que sería igual con su hermano ahora, que su perdón hacia él sería con el abrazo de la muerte, aunque no fue de su propia mano.

 

Klaus realmente estaba dispuesto a dar hasta su alma por su hijo, mientras que su propio padre se ocultó en su miedo, dejándoles a la intemperie para comer basura, recibir golpizas y humillaciones. El contraste era impresionante.

 

—Eras igual a papá, Corazón —murmuró mirando por sobre su hombro—. Este es el adiós.

 

Tras lograr huir de Tsuru una vez más, una tensión peculiar se gestaba en el Numancia Flamingo. Baby 5 y Buffalo se asomaron con cautela a la habitación de los Trafalgar. Ambos durmieron profundamente, aun aferrados el uno del otro. La orden fue dejarlos en paz por el momento. Tras despertar, ninguno de los dos se movió realmente de su lugar, reflexionando en sus propias vivencias y pensamientos.

 

—No quería que Cora muriese —murmuró el niño con voz ronca y poco audible, al menos por tanto haber llorado—, no era una mala persona.

 

Klaus acarició su cabello con suavidad, como si tratara de darle algo de confort ¿Se había equivocado al asesinar a ese hombre? Probablemente sí, porque su deber era salvar vidas y había ido en conta de su código moral. Incluso como médico de unos piratas, nunca antes había disparado a nadie, su único deber era curar a los miembros de la tripulación cuando resultaran heridos.

 

—¿Me odias por lo que hice? —preguntó tras un breve silencio. Law se aferró a su ropa y negó con la cabeza.

—No, no te odio —negó—, es solo que ojalá todo hubiera sido diferente ¿Y si Cora tenía razón sobre Doflamingo? ¿Y si solo quiere que mueras por él?

—¿Tan malo sería eso? —cuestionó soltado una risa floja—Tranquilo, no voy a morir, bueno, espero que no.

 

Miró hacia la pequeña mesa de noche, lugar donde reposaba la fruta del diablo aún. Sabía lo que comerla implicaría, así que quería hablar primero con su hijo. Este le contó su experiencia en esos meses y sintió una mezcla de emociones curiosas, desde el enojo hasta el alivio y tenue arrepentimiento.

 

Enojo, porque ese hombre estuvo reviviendo el trauma de su hijo constantemente al llevarlo a hospitales donde sabía que nadie les ayudaría, donde tuvo que volver a sentir esas miradas de asco, escuchar esas palabras de desprecio. Su hijo no merecía revivir eso una y otra vez.

 

El alivio vino en parte porque al menos trató de cuidarlo un poco, aunque en las palabras de su hijo sonaba como un incompetente. Y arrepentimiento, porque su niño le había tomado cariño a pesar de todo y era claro que su muerte estaba siendo un evento muy doloroso para él.

 

—Tenías razón en algo, en el muelle —el menor volvió a hablar, soltando un pequeño suspiro—. La Marina y el Gobierno nos quitaron a mamá y a Lamy, nuestro hogar, y Cora era uno de ellos, incluso si quiero pensar que era diferente.

—Temí que de verdad estuvieras con ellos, porque en cuanto vieran tu enfermedad te habrían asesinado —murmuró, pasando sus dedos por las manchas en el rostro de su hijo—. Puedes preservar el buen recuerdo que tengas de él, así como de tu madre y de tu hermana, como todo Flevance, para que sigas adelante.

—Papá…

—Escucha Law, le prometí a Doflamingo ser su mano derecha si podía curarte, porque quien realmente me dio una oportunidad de hacerlo fue él. Pero si tú no quieres esto, entonces solo nos marcharemos de aquí y seguiremos juntos hasta el final.

 

Law comprendía bien lo que querían decir sus palabras. Aceptar la muerte tal y como ya estaba prevista. A él le quedaba muy poco tiempo, pero entonces todo lo ocurrido sería en vano, la muerte de Corazón no tendría sentido tampoco si él moría. Los latidos en su pecho eran fuertes y rápidos, estaba ansioso y nervioso.

 

Era claro que cada uno de ellos desarrolló una relación distinta con cada uno de los hermanos. Doflamingo y Rosinante representaron esperanza de diferentes formas para ellos, una esperanza a la que desearon aferrarse con fuerza, para vivir, para luchar contra ese mundo que estaba lleno de barreras y dificultades.

 

—¿De verdad podrás curarnos con eso?

—Así parece, dice Doflamingo que mis conocimientos médicos harán más sencillo y práctico su uso.

—Cora dijo algo similar —tragó un poco de saliva al mencionarlo—, ya no sé si tengo miedo a vivir o morir

 

Klaus apretó los labios, tragándose un nudo en la garganta. Acarició la cabeza de su hijo con suavidad.

 

—Yo sí tengo miedo de perderte a ti, porque si tú mueres, yo me muero contigo. No es una forma de hablar. Sin ti, ya no tengo razón.

 

Law lo sintió estremecerse bajo sus manos. No estaba acostumbrado a ese tipo de palabras, tan directas, tan desesperadas, y menos aún en la voz temblorosa de su padre. Siempre lo había visto fuerte, impasible incluso ante el dolor ajeno, pero ahora lo veía y sentía tan humano. Cerró sus ojos y recordó la razón por la cual llegaron allí en primer lugar, usaría eso para sobreponerse a cualquier otro pensamiento de duda o temor.

 

—Entonces vivamos juntos —decretó el niño—, vamos a vivir los dos, enfrentaremos al mundo o a quien haga falta. Vamos a vivir, por mamá, por Lamy, por Flevance.

 

La fruta tenía un sabor horrible, aun así, Klaus terminó de comerla. No se sentía particularmente diferente, aunque necesitaba darse prisa y descifrar los secretos de su fruta para sanar a su hijo lo más pronto posible.

 

Salió junto a su hijo del camarote que compartían y avanzaron hacia donde estaba Doflamingo. Este bajó el libro que leía para verlos con atención, encontrando una mirada bastante más determinada pese a lo rojos que estaban sus ojos.

 

—Supongo que ya tomaste tu decisión.

—Sí, cumpliré mi palabra. Cuento contigo para tener toda la información posible de la fruta, Doffy.

 

Donquixote sonrió por la forma en que le había llamado. Había perdido a su hermano, sin embargo, ahora tenía Klaus como su tercer Corazón.

Continuará…

Notes:

Llegué a pensar en formas de dejar a Rosinante vivo, pero sería un cabo suelto que no podría cerrar y justificar, la idea es que esta historia no sea tan compleja, así que F por él, le tocó irse como en el canon. Eso sí, quise variar un poco ese aspecto y al final me pareció mejor que fuese Klaus quien lo hiciera.

En el próximo capítulo ya si me centraré en la relación de él y Doffy.

¿Doffy sabrá que es un D? ¿Klaus se enterará de su pasado como dragón celestial? No se lo pierda en el siguiente capítulo. Nos leemos.

Chapter 4: Grand Line

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Klaus entendió relativamente pronto como funcionaba su fruta y gracias a ello pudo realizar una operación que libró el cuerpo de su hijo de cualquier rastro de la enfermedad del plomo ámbar. El dolor, las fiebres e incluso las manchas desaparecieron. Sintió tanto alivio y felicidad de saber que su hijo tenía la oportunidad de crecer, que ahora sus posibilidades de convertirse en un adulto eran como las de cualquier niño.

 

Pronto pudo curarse también a sí mismo, incluso logró sanar adecuadamente su vieja herida de bala, eliminando aquella cojera que mantuvo por más de cuatro años. Finalmente, tanto él como su hijo estaban sanos y eran libre de que aquella horrorosa enfermedad. Aquella fruta pudo ser la esperanza de Flevance, aunque habría sido imposible para él obtenerla antes sin ayuda de Doflamingo.  

 

Y como el hombre de palabra que era, aceptó su nuevo rango en la Familia como el tercer Corazón. Era extraño y prefería no ser llamado de esa manera, por suerte todos en la Familia seguían dirigiéndose a él como “doctor” y era mejor así. Su hijo estuvo conflictuado un tiempo con sus sentimientos por el antiguo portador de ese título, sin embargo, se mantuvo a su lado apoyándole.

 

Por otro lado, Doflamingo no quiso hablar de aquel hecho, como si la existencia de Rosinante se hubiese desvanecido de su mente. Klaus era consciente que solo estaba evitando confrontarlo y no estaba seguro de si eso era lo mejor. Ser su mano derecha no significaba entrometerse en sus sentimientos o la manera de sobrellevarlos, pero con el tiempo empezó a preocuparse, especialmente cuando lo veía beber descontroladamente.

 

Transcurrió al menos un año donde siguieron navegando por el North Blue. En ese tiempo pasaron algunas cosas importantes, lo más resaltante fue la llegada de más miembros a la tripulación.

 

Las primeras fueron un par de hermanas: Monet y Sugar. Al examinarlas lo más destacable fue la notoria desnutrición y algunas heridas probablemente hechas por golpes o azotes.

 

Klaus detallaba de nuevo el patrón que se formaba entre aquellos a los que Donquixote acogía. Había una línea invisible que unía a cada uno de los miembros de la Familia, una cicatriz compartida: abandono, miseria, pérdida. Monet y Sugar no fueron la excepción.

 

La mayor de las hermanas era reservada y algo distante al principio, pero mostró interés por aprender. Sugar, por otro lado, era más desconfiada, astuta, con una lengua afilada y propensa a arrebatos emocionales. Claro que Doflamingo supo bien como llegar a ellas para que se sintieran integradas pronto.

 

Al final, al ver a todas las personas allí y conocer poco a poco sus historias solo podía pensar que Doflamingo los había unido a todos, como piezas rotas que aún conservaban filo.

 

Un tiempo después de la llegada de las hermanas, hicieron una pausa algo larga en una isla, sería su última parada antes de partir al Grand Line. El barco ancló en un puerto y ya todos tenían asignadas sus tareas, había muchas cosas que comprar para abastecerse, pero también recibirían algo importante de un comerciante en ese lugar: una fruta del diablo y un logpose.

 

Lo extraño fue que Donquixote no salió de su camarote pese a los avisos. Ninguno de los otros tres ejecutivos pareció entusiasmado con la idea de ir a hablarle, así que Trafalgar padre decidió hacerlo. Tras que Law se marchara con el resto de niños, se encaminó a la habitación del capitán para hablar con él.

 

—¿Doflamingo? —le llamó y, pese a no recibir respuesta, entró a la habitación. No le sorprendió encontrarlo tirado sobre su cama, claramente pasando los efectos de una resaca —Estás bebiendo demasiado.

—Buenos días, doctor —dijo con un tono pesado —. No es nada, en un rato me levantaré.

—Diamante, Pica y Gladius fueron por la fruta y el logpose, los demás están haciendo compras —se acercó solo para ayudarle a incorporarse —¿Aun no quieres hablar?

—¿Hablar de qué?

—De Corazón… —titubeó un poco, pero no tenía caso darle vueltas. Doflamingo desvió la mirada.

—Tú eres Corazón ahora —bufó con obviedad.

—Sabes a lo que me refiero.

—No quiero hablar de cosas sin importancia, doctor —sentenció con simpleza—¿Tendrás algo para el dolor de cabeza?

 

Trafalgar resopló y asintió, cumpliendo con su trabajo de ayudarlo a sentirse mejor, era lo menos que podía hacer.

 

Lo siguiente que pasó fue curioso. En aquella isla, Law había conocido a un mink, un oso polar específicamente. También conoció a otros dos niños con los cuales desarrolló un apego el tiempo que permanecieron allí. También conoció al hombre a cargo de ellos, un viejo inventor llamado Wolf que se había mudado junto a ellos desde isla Swallow. Vaya coincidencia pensar que estuvieron cerca de esa isla meses atrás.

 

Debido a la conexión que formó Law con aquellos niños, Klaus decidió dejarles un den den mushi con el cual podrían comunicarse cada vez que quisieran. Por otro lado, el mink de nombre Bepo acabó tan apegado a su hijo que aceptó que fuese con ellos, asegurándole a Doflamingo que se haría responsable de él en lo que encontraran a su hermano mayor, pues según contaba, había dejado su tierra natal por ir a buscarlo.

 

Además de Law, el resto de niños también acabaron fascinados y encariñados con el pequeño oso.

 

Respecto a la fruta del diablo, era una bastante peculiar, una paramecia que sería muy necesaria para sus planes futuros, planes que entrarían muy pronto en ejecución. La fruta hobby hobby. Sugar fue quien la recibió, aceptando con seguridad las consecuencias que esta traía consigo: permanecer con la apariencia de una niña pequeña el resto de su vida.

 

Y así fue como finalmente se embarcaron en su travesía por el Grand Line. Los primeros meses en la ruta fueron de aprendizaje y adaptación. Klaus tomó nota de todo: los cambios abruptos del clima, las propiedades de las corrientes, los efectos que ciertos alimentos o condiciones que podían afectar la salud de la tripulación.

 

Law también lo hacía. Siempre atento, siempre observando. Bepo se convirtió rápidamente en su sombra: le ayudaba, le traía cosas, lo escuchaba. En general observaba a todos los niños crecer y madurar con silencioso afecto.

 

En cada isla tejían alianzas, aplastaban enemigos o torcían voluntades a su favor. Notaba que el capitán se tornaba cada vez más cruel y desarrollaba habilidades más terroríficas con sus poderes. Sin embargo, eso nunca le espantó, por el contrario, notaba un cambio en su personalidad que estaba seguro venía de la mano con la muerte de su hermano menor.

 

También, dentro de ese periodo, Doflamingo obtuvo el título de Señor de la Guerra del mar tras haber secuestrado un barco con el “Tributo celestial”, lo que permitía poner en plena marcha la ejecución de su plan.

 

El tiempo pasó. Olas venían y se iban. En la isla de Sabaody, llegaron a uno de los puntos más importantes de su travesía: el cruce al Nuevo Mundo. Todo parecía marchar relativamente bien. Gracias al título de Guerrero del Mar, podrían cruzar por la parte superior de la línea roja.

 

Trafalgar fue a dar aviso al capitán, por alguna razón le dejaban la tarea de lidiar con Doflamingo cuando parecía no estar de buen humor, lo que era fácil de notar cuando no despertaba temprano. Respiró profundamente antes de ingresar, nunca dejaba de intentar hacerle hablar, incluso si a veces parecía fastidiarlo.

 

—Doffy —le llamó. Notó la habitación vacía por lo que se acercó a la puerta del baño—. Llegamos a Sabaody, deberías desayunar algo…

 

Le pareció escuchar algo de ruido y quejidos en el interior. Le llamó nuevamente y al no recibir respuesta optó por entrar. Le sorprendió encontrar mechones de cabello dorado regados en el suelo y el pequeño lavabo, aunque también un poco de sangre que corría desde una de sus manos. No solo se había cortado el cabello desordenadamente, también se había clavado las tijeras en su mano.

 

—¿Pero que has hecho? —se acercó de inmediato y trató de sujetarle. No obstante, algo le detuvo, quedándose inmóvil en su lugar—No uses tus poderes conmigo, debo curar tu mano…

—No deberías entrar sin tocar, doctor…—habló entre algunos jadeos—¿No te preocupa perder la cabeza?

—Pensé que nos teníamos confianza.

—La confianza es una palabra muy graciosa ¿No? —una sonrisa tensa se formaba en su rostro.

—Suéltame.

 

Hubo un breve y tenso silencio, pero Doflamingo al final liberó su agarre. Klaus le retiró la tijera y atendió su herida con relativa facilidad, no había sido muy profunda. Levantó la mirada para ver directamente al otro hombre, bueno, tan directo como era posible ver a alguien que le sacaba más de un metro de altura.

 

—¿Qué le hiciste a tu cabello? —preguntó al terminar de vendarle.

—No dejaba de verlo en el espejo —respondió con una expresión algo lúgubre.

 

Klaus respiró profundamente antes de hacerlo regresar a su habitación y que tomara asiento en su cama. Se sentó junto a él. Suponía que era mejor que tuvieran esa conversación ahora.

 

—Sí, con el cabello largo te parecías a él, bueno, solo en las mañanas —le dio la razón—, pero no tenías que arruinarlo de esa forma. Giolla pudo cortarlo más uniforme.

—Solo estaba harto de mirarlo, de recordarlo y también de sentir dolor —miró su mano vendada un momento. Había tratado de que el dolor físico se sobrepusiera al emocional, aunque eso no funcionó—. Que imbécil fui, pasaron catorce años y yo solo lo recibí como si nada, no quise escuchar a Vergo cuando dijo que era extraño.

—Era tu hermano ¿Por qué dudar? —trató de entender un poco más su situación—¿Por qué sospechar algo de él?

—Porque él estaba ahí cuando asesiné a nuestro padre —respondió con frialdad—, era solo un niño, pero dudo que pudiese olvidar lo que hice.

—Sé que lo mataste, pero nunca me has dicho por qué ¿Qué lleva a un niño de diez años a hacer algo así?

 

Doflamingo desvió la mirada. Por un momento no pareció el hombre imponente que era, sino un niño atrapado en recuerdos oscuros. Apretó los puños sobre sus muslos, tan tensos que los nudillos se pusieron blancos bajo los vendajes. Klaus no insistió, simplemente esperó, sabía que lo diría cuando estuviera listo.

 

—Porque lo merecía —susurró finalmente con voz baja, cargada de rencor—, por arrastrarnos al infierno que es este mundo, por quitarnos todo, por arrebatarme todo incluida mi madre.

 

Klaus frunció ligeramente el ceño sin interrumpirlo. La expresión de Doflamingo se deformaba en una mezcla de histeria y odio, parecía querer reír y a la vez acabar con todo.

 

—Todo estaba bien en Mary Geoise, pero él tenía ideas absurdas y por eso fuimos perseguidos, humillados, tuvimos que comer de la basura y ¿Para qué? Todo porque ese maldito imbécil pensó que podríamos vivir como humanos normales. Como si el mundo fuera a perdonarnos por haber nacido en la cima.

 

Sus palabras se sentían como un rompe cabezas que poco a poco fue tomando forma en su mente. Y sintió su corazón ahuecarse en su pecho, pues si sus conclusiones eran exactas, eso solo podía significar una cosa.

 

—Eras un dragón celestial…—murmuró, no logrando salir de su perplejidad. El más capitán asintió.

—Donquixote Homing pensó que renunciar a su título era una idea brillante, que seríamos los humanos más comunes y corriente —rodó sus ojos en un gesto de fastidio, aunque a la vez soltó una risa histérica—¿Qué pensó que pasaría cuando supieran lo que éramos? En ese entonces no lo entendí, pero ahora sí. Tenía razón en una cosa ¿Los humanos y los dragones celestiales eran iguales? Por supuesto que sí, todo somos la misma basura, la diferencia está en quienes tienen poder y pueden definir lo que está bien y mal.

 

Trafalgar contuvo la respiración por un momento, tratando de procesarlo. Mucho tenía más sentido ahora: el odio de Doflamingo por el mundo, su deseo de controlarlo todo, su complejo de superioridad mezclado con un resentimiento visceral hacia los poderosos y hacia los débiles por igual.

 

—¿Y lo mataste por eso? —preguntó al fin, con cautela— ¿Por haberte hecho vivir como uno de los "normales"?

 

Doflamingo rio, pero fue un sonido seco, sin humor.

 

—Lo maté porque ni siquiera pudo asumir la responsabilidad de sus actos, porque vi a mi madre morir por culpa de su estupidez, por cada golpiza que recibimos por él, por toda la porquería que tuvimos que comer, por la tortura que recibimos, porque me quitó la única ventaja que teníamos en este mundo ruin y por hacernos débiles.

 

Hubo un silencio que se sintió largo pese a solo ser algunos segundos. Cada uno procesaba sus propios pensamientos, las siguientes palabras debían hacerse con cuidado, aquel tema era bastante más delicado de lo esperado.

 

—Mi hijo estuvo sufriendo la muerte de tu hermano un tiempo —se animó a hablar—, pero tú no has querido decir nada. Te quité la última familia de sangre que te quedaba y lo único que has hecho es embriagarte, hasta ahora que ya no pudiste contenerlo más.

—Me duele, no que lo mataras, sino ver que resultó ser igual a nuestro padre —tensó la mandíbula, pero había algo quebrado en su voz—. De verdad quería a mi hermano conmigo, quería que se quedara, pero no perdono la traición y si no lo hubieras matado, lo habría hecho yo.

—¿Estarás bien odiándolo a él también? ¿No cargas ya con suficiente rencor?

 

Doflamingo no respondió. Miró al suelo, los labios apretados en una mueca, pero los ojos vidriosos por apenas un segundo. Klaus se quedó allí a su lado, sin juzgarlo. El silencio pesaba, pero no era incómodo, era necesario. Al final el médico habló con serenidad.

 

—Sé que quieres destruirlo todo y no pienso detenerte, pero no te destruyas a ti.

—¿Estás preocupado por mí?

—Soy el médico de la tripulación, mi deber es cuidarlos, me preocupo por todos, bueno, quizás no tanto por Trebol y Diamante por lo mal que te criaron —trató de bromear y al menos el rubio rio ligeramente.

—No es como que esté herido, doctor.

—Hay heridas que no son precisamente visibles.

 

Donquixote lo miró en silencio, con una expresión cansada, pero con un brillo singular en su único ojo marrón rojizo que parecía expresar una especie de tenue alivio. Y por ahora, eso era un inicio.

 

Tras esa conversación, hubo un cambio mas acentuado en Doflamingo. En su forma de vestir ya no hubo más trajes ni corbatas, solo camisas abiertas y pantalones que le llegaban debajo de la rodilla. Su cabello estaba mucho más corto, de forma desprolija a pesar de que Giolla trató de arreglarlo. Parecía estar de buen humor constantemente, aunque su tensa sonrisa a veces era más una advertencia para sus enemigos.

 

Pasaron meses navegando por el nuevo mundo, tiempo en el que Monet y Law recibieron finalmente sus propias frutas del diablo: una logia y una paramecia respectivamente. Tras conseguir un eternal pose en una isla, la mayor fue enviada a infiltrarse al palacio de Dressrosa como una simple sirvienta.

 

Ahora, habían parado en una isla, allí recibían noticias por parte de ella cada cierto tiempo. Los preparativos continuaban, en solo unos meses sería el asedio a aquel reino.

 

Klaus entendió que no le preocupaba demasiado, en general el mundo dejó de importarle desde que Flevance desapareció. Lo único de valor para él era Law y ahora el resto de aquella tripulación. Era una pena lo que estaba por pasar, pero era un paso necesario para que Doflamingo lograra sus objetivos.

 

A veces pensaba en esa conversación que habían tenido. Donquixote se había abierto emocionalmente ante él, rebeló su pasado como dragón celestial y no dejaba de pensar que eso debió molestarle un poco ¿No eran los regentes del Gobierno Mundial? ¿No eran los causantes de que todo se fuera al demonio? Resentirse con Doflamingo no tendría sentido alguno, a fin de cuentas, perdió su título a los ocho años ¿Qué podría saber él entonces de como era todo en realidad? Además, que nada tenía que ver con lo ocurrido a la ciudad blanca.

 

Le sorprendía su propia indiferencia ahora, tal vez él mismo ahora estaba tan roto como todos allí. Lo que sí se cuestionaba era ¿Estaba bien seguir guardando secretos de sí mismo? Ahora que sabía la verdad sobre su capitán ¿Debería él hablar acerca del secreto en su apellido?

 

—¿Papá? —la voz de su hijo le sacó de su ensimismamiento. Sacudió la cabeza y dejó sus anotaciones para fijarse en Law. Le costaba creer que ya tuviera dieciséis años; estaba creciendo muy rápido.

—Hola hijo ¿Cómo les fue en la ciudad? —le invitó a tomar asiento. Mientras estaban quedándose en esa isla, era habitual que los más jóvenes salieran a merodear constantemente, ya fuese para gastar dinero o simplemente practicar el uso de sus frutas.

—Bien, normal, nada nuevo —soltó aquello con un tenue nerviosismo, ocultando sus manos en los bolsillos de su sudadera—¿No vas a salir? Siempre te quedas en la enfermería haciendo inventario…

—Me aseguro que todo esté en orden —le miró con curiosidad antes de tomarle una de las muñecas para verle las manos—¿Te tatuaste los dedos?

—No es nada —se ruborizó un poco, tratando de esconder nuevamente su mano—, bueno, pensé que sería interesante.

 

Klaus le miró un poco sorprendido antes de reírse, apoyando su mano en su cabeza, presionando su gorro ligeramente. Law se sintió algo abochornado, aunque no se quejó al respecto.

 

—¿Por qué no lo hablaste conmigo primero?

—Ya no soy un niño pequeño, era algo que podía decidir por mi cuenta.

—Si, lo sé, pero pensé que había confianza entre nosotros.

—¿Así como la que tienes como Doflamingo?

 

El mayor arqueó una de sus cejas, un poco extrañado de ese cuestionamiento. Notó como su hijo suspiraba y parecía indeciso en decir algo.

 

—¿A qué viene ese comentario? —decidió preguntar—Sabes que mi posición requiere que sea así, no es como que…

—Te gusta —decretó y la forma en que los colores se le subían al rostro fue hilarante para el menor—. Agh, papá eso es asqueroso, en serio te gusta.

—¿Q-Qué? ¡No! ¿De dónde sacas eso? —se acomodó sus gafas en un gesto nervioso—Law no digas esas cosas, no es nada de eso, yo cumplo con mi función, es todo, nos llevamos bien, tanto como tú con Baby 5 o los demás.

—Pues pasan mucho tiempo juntos, solos y hablan de modo que a veces nadie entiende, además vas mucho a su habitación. Sugar y Baby 5 aseguraron que era eso.

—Deben estar confundidas —se aclaró un poco la garganta—, solo conversamos y jugamos ajedrez, es estimulante.

—Asqueroso.

—Law, por favor, deja de decir esas cosas. —ahora era él quien se sentía abochornado—¿Estás usando este tema para evadir que te tatuaste los dedos? ¿Era un lugar seguro al menos?

—Si papá, fui con Bepo, Baby 5 se distrajo con un idiota que le estaba ofreciendo una bazuca —rodó los ojos al recordar eso—. Es una tonta ¿Para qué necesita eso cuando ella puede convertirse en una?

 

Klaus sonrió apenas, aliviado de que su hijo cambiara de tema, aunque la incomodidad del anterior seguía flotando como una nube persistente sobre su cabeza. Lo observó con ternura mientras hablaba con desdén fingido sobre Baby 5 y el tatuaje, pero su mente no dejaba de regresar a aquella acusación que, sin quererlo, lo había obligado a mirarse a sí mismo con más claridad de la que esperaba.

 

Sí, lo admiraba, incluso ahora sabiendo que había nacido en la cumbre del mundo, que lo perdió todo y eligió reconstruirse desde el caos ¿Era eso amor? ¿Una mezcla malsana entre afecto, dependencia y gratitud?

 

Lo cierto era que no lo sabía, pero no podía ignorar el hecho de que Doflamingo lo dejaba entrar a lugares que nadie más pisaba. No solo a su habitación, sino a sus pensamientos más oscuros, a su historia, a su vulnerabilidad. Juraba que estaba en la misma posición que Trébol, Diamante y Pica, quienes lo conocían desde que era solo un niño, sin embargo, había una diferencia marcada con ellos.

 

Y él… él no había hecho lo mismo.

 

El secreto que escondía era una letra, una letra que había marcado generaciones y condenado a otras. Una D en su apellido. Trafalgar D. Klaus. Algo que llevaba como una cruz, sin entender del todo su significado, pero sabiendo que no debía compartirlo a la ligera. Incluso les enseñó a sus hijos a nunca hablar de ello.

 

¿Debería decirlo? ¿Confiar en Doflamingo de la misma manera que hizo con él?

 

—¿Papá? —Law volvió a llamarlo, mirándolo con cierta inquietud.

—Perdona —sacudió la cabeza—, me distraje pensando algo…

—¿Sobre él?

—¿Cómo va el entrenamiento de tu fruta? —decidió cambiar de tema—¿Sientes que vale la pena no nadar a cambio de alterar las leyes de la naturaleza?

—Cuando lo dices así suena invencible este poder —Law sonrió un poco antes de mirar sus propias manos—. Es complicado, no es como las demás paramecias, es fuerte, pero tiene limitaciones.

—Las frutas son tan fuertes como los usuarios —le palmeó su hombro—. Toma tu tiempo y aprenderás a controlarla muy bien, además eres muy inteligente, podrás combinar tus habilidades con tus conocimientos.

 

Law sonrió por sus palabras, apoyándose de su padre en un gesto afectuoso; este le rodeó con su brazo en un cálido abrazo. Estaba por preguntar algo más cuando Bepo entró repentinamente al lugar.

 

—¡Doctor! ¡Ayúdeme! ¡Voy a morir! —exclamó bastante alarmado, aunque Klaus rio al ver que solo se trataba de una astilla enterrada en su zarpa.

—Creo que puedes encargarte de esto, hijo.

—Ven Bepo, no vas a morir —se levantó de su lugar y se acomodó para atenderle.

—Lo siento mucho…

 

Trafalgar padre simplemente admiró a su hijo trabajar con habilidad. No había dejado de seguir estudiando y aprendiendo para ser un gran doctor. Era un chico brillante.

 

Había noches muy animadas en el barco. Las celebraciones no eran algo poco común, por el contrario, cada victoria se festejaba apropiadamente y, ahora que estaban tan cerca de cumplir su más grande objetivo, una pequeña fiesta no estaba de más.

 

Klaus veía con una sonrisa como Baby 5 bailaba con Bepo, ya que Law se negó rotundamente a hacerlo. Música sonaba del dial tono que adquirieron en una isla del Nuevo Mundo, a su vez era acompañado por Giolla que cantaba y Doflamingo que tocaba con bastante gracia una guitarra clásica.

 

Si lo pensaba, ese hombre tenía demasiados talentos, le sorprendía como podía ser bueno en tantas cosas. En otras celebraciones había probado incluso ser un buen cantante también.

 

—¿No vas a bailar? —le preguntó a su hijo, dándole un pequeño toque con el codo.

—Ni lo sueñes —respondió cruzándose de brazos, aunque sus orejas se tornaron algo coloradas.

—No pasa nada si te diviertes un poco.

 

La melodía de la guitarra flotaba en el aire, suave pero rítmica, con esa elegancia propia del flamenco que tanto gustaba a Doflamingo. Sus dedos se deslizaban con soltura por las cuerdas mientras Giolla cantaba con una voz inesperadamente dulce para quien conocía su dramatismo habitual.

 

Klaus se sirvió un poco más de vino y observó a Doflamingo por un instante, midiendo sus gestos, preguntándose cuánta de esa alegría era real y cuánta era parte de la máscara que solía usar ante el mundo.  Se alejó de su hijo un instante cuando la música empezaba a ralentizarse.

 

—Eres muy talentoso —dijo finalmente cuando el rubio terminó la pieza y dejó que los acordes finales murieran suavemente.

—Podría haber sido músico en otra vida—respondió, dejando la guitarra a un lado y tomando la copa de vino que le tendía Gladius.

—Y seguro te habría ido bastante bien en ello.

—Una lástima que las segundas oportunidades no existan.

—Depende de como lo veas, tú nos diste una, así como un lugar en tu tripulación.

—Yo pienso que te ganaste tu lugar aquí, doctor.

 

Trafalgar lo miró por un momento y seguía sin ver temido ex-noble, sino un hombre que había perdido demasiado y que, a su modo torcido, había hecho todo lo posible por construir algo con lo poco que le quedaba.

 

La risa de los demás seguía flotando en el fondo, pero entre ellos dos el ambiente se volvió más sereno, más íntimo. Recordó las palabras de su hijo y la sangre le subió al rostro por lo que trató de disimular terminando el contenido de su copa, aclarando su garganta poco después.

 

Doflamingo volvió a tomar la guitarra. Esta vez la melodía era más alegre, más rápida, y el ambiente volvió a llenarse de carcajadas y palmas. Law, arrastrado finalmente por Baby 5 y Bepo, comenzó a moverse sin entusiasmo, pero con una sonrisa traicionera que se asomaba poco a poco.

 

Y mientras observaba a su hijo bailar torpemente, supo que aún en un mundo tan retorcido y sangriento como el que habitaban, esos pequeños momentos de paz eran reales. Y que tal vez, solo tal vez, un último voto de confianza no lo condenaría.

Continuará…

 

 

 

 

 

 

 

Notes:

Hola de nuevo, la inspiración no me ha abandonado aun. Se suponía que serían cinco capítulos, pero dudo que el siguiente sea el final jaja. Había muchas cosas que mencionar, pero no quería solo narrar sin llegar a nada. No quise dejar a Bepo, Shachi y Penguin fuera de la vida de Law así que hice uno ajustes. Tal vez en el siguiente capítulo explique sobre la fruta que le inventé a Law ya que su papá tiene la ope ope. Me tomé muy en serio lo de slowburn, aunque ya en el siguiente se viene el romance de estos señores. Nos leemos.

Chapter 5: Dressrosa

Notes:

Advertencia: No sé escribir nopor, pero lo intenté. (?)

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Capítulo 5: Dressrosa

 

Contar la verdad sobre su apellido se sintió difícil, por lo que las carcajadas de Doflamingo le dejaron frío por unos segundos. Estuvo por disgustarse hasta que entendió que la gracia estaba en la ironía de cómo funcionaba el destino a veces. Un ex dragón celestial y un D. Era como el remate de una broma del universo.

 

—Lo estás tomando mejor de lo que pensé —suspiró, pasando una mano por su nuca. Prefirió mirar hacia el mar, oscurecido por la noche, aunque ligeramente iluminado por la luna.

—Es que es muy hilarante, doctor —dijo aun con aquella maliciosa sonrisa—¿No te lo parece?

—No sabría decir, quiero decir, es irónico lo que representa…

—Por supuesto que es irónico, todo este tiempo he tenido no solo a uno, sino a dos de los “enemigos naturales de los dioses” a mi lado.

—No cargo ningún destino revolucionario, no tengo esa “voluntad heredada” que tanto temen los de arriba. Solo quería proteger a mi hijo, esa fue mi única motivación para sobrevivir —murmuró sintiéndose un poco contrariado con esa conversación.

—Y, aun así, te uniste a unos piratas que buscan acabar con todo —soltó de forma burlona.

 

Trafalgar se mordió la mejilla. Mierda. Tenía razón, pero nunca lo había pensado como algo de su apellido o que estuviese en su sangre. Como dijo, todo empezó por querer proteger a Law y no desafiaba al Gobierno por un bien mayor, simplemente los detestaba por lo ocurrido a su familia, a su lugar natal. Suspiró, todo era complicado.

 

—¿Esto cambia algo?

—Quien sabe, al parecer tu destino siempre fue ir en contra de los de arriba, fufufu.

—Tú dijiste que la confianza era una palabra graciosa ¿Aún te lo parece?

—Yo creo que no, ahora los dos somos libros abiertos.

 

Ambos se quedaron allí un rato más, conversando sobre la ironía del destino. Klaus se permitió pensar que había hecho lo correcto al revelar la verdad. No por justicia, ni por estrategia, sino porque en el fondo, confiaba en ese hombre imposible.

 

Llegaron a la costa de Dressrosa algunas semanas antes. Convivieron un poco con algunos habitantes de un pequeño pueblo e incluso se permitieron hacer una que otra buena acción, una forma de preparar todo para el gran momento. Nada como dejar correr la voz sobre un grupo de curiosos piratas que ayudaban a la gente, que no llegaron a robar o saquear, que incluso ofrecieron servicios médicos gratuitamente, que celebraban amistosamente y dejaban buena propina en los bares y restaurantes locales.

 

El boca en boca de la gente era muy útil para lo que estaba por acontecer. Finalmente, una noche, Doflamingo realizó su movida. Dressrosa se convirtió en un verdadero infierno y, al menos a ojos de sus ciudadanos, todo porque su rey había enloquecido: tomó el dinero de la gente y luego empezó a incendiar parte del reino, sin mencionar que la guardia real se unió a él para acabar con las vidas de su gente.

 

El caos, los gritos, el fuego, todo era una sinfonía del horror orquestada por el capitán de la tripulación.

 

Mientras tanto, el resto de la tripulación se dirigió al palacio para reunirse con Monet e incapacitar al resto de la guardia real, así como a la princesa. Klaus había decidido ir con ellos, si bien los demás ejecutivos permanecieron con Doflamingo, él decidió que no deseaba ver el caótico suceso directamente, porque seguramente todo le recordaría a Flevance y no quería que alguna clase de remordimiento se apoderara de él.

 

—¡Hay piratas en el palacio! —exclamó uno de los guardias.

—¿¡Monet que le haces a la princesa Viola!? —vociferó otro.

 

Klaus avanzó delante del grupo, su abrigo índigo ondeando con elegancia. Levantó una de sus manos, activando la habilidad quirófano. Law se adelantó y haciendo uso de su espada kikoku, un regalo de su padre al cumplir dieciséis, cortó a todos los guardias que se encontraban dentro del radio de habilidad de su padre.

 

—Tacto —un movimiento de sus dedos y todos los pedazos de guardias estaban flotando en el aire con tal de quitarlos de en medio, todo para horror de la princesa que era forzada a avanzar.

—Ha mejorado mucho con sus habilidades, doctor —le halagó Baby 5 sonriente tras volar una puerta con la bazuca que había comprado.

—Trato de practicar —sonrió un poco abochornado.

—Ese abrigo no lo conocía —señaló su hijo, detallándolo mejor, notando que aquella prenda tenía la jollyroger de la Familia en el lado derecho de su pecho.

—Fue un regalo de Doflamingo, supongo que era la oportunidad para usarlo.

 

Monet, Sugar y Baby 5 rieron por lo bajo mientras Law hacía una mueca, recordando las conversaciones que solían tener ellas.

 

—Comando dos: Las espadas de los guardias del palacio son tan débiles como el papel.

 

Law ejerció el poder de su fruta. La fruta comando comando, una paramecia que le permitía alterar la realidad siguiendo reglas determinadas, principalmente que debía nombrar y ver su objetivo. De momento estaba limitado a tres comandos a la vez, uno sobre sí mismo y dos sobre su entorno o adversarios.

 

Cuando los siguientes guardias se lanzaron contra ellos, sus espadas se doblaron como simples hojas al viento, lo que permitió que Gladius y Machvise los neutralizaran con facilidad. De esa forma, pronto acabaron con toda la guardia real y tomaron el pleno control del castillo.

 

Al acabar, esperaron la siguiente señal en el salón principal del palacio.

 

—¿Estás bien? —preguntó a su hijo.

—Sí, solo estoy calculando el límite. Ya probé que puedo mantener hasta cuatro comandos activos al mismo tiempo, pero tres es el punto seguro, gasta mucha energía.

—No te precipites, lo estás haciendo bien —sonrió apoyando su mano en su hombro. Respiró profundamente y volvió a exhalar, no quería pensar demasiado en lo que ocurría afuera.

—Papá —dijo de pronto, deteniéndose un segundo—¿Te preocupa no estar del lado correcto? Entiendo que esto y Flevance tal vez no es muy diferente…

—Estamos del lado que nos dio una oportunidad de vivir —dijo con una seguridad que abrumó al chico por un momento—, no creo que exista un lado correcto, solo existen los lados que tiene poder y los que no.

—Casi suenas como Doflamingo —se burló con una pequeña sonrisa.

—Je, bueno, tiene razón en varias cosas.

 

Los Trafalgar se mantuvieron junto al resto de la familia, ahora debían dar su siguiente paso.

 

Cuando el caos pareció detenerse y Doflamingo quedó como un héroe ante toda la nación, el siguiente paso fue dejar que más acciones hablaran por ellos primero. Klaus y Law se dedicaron a atender a todas las personas heridas por el rey Riku y sus hombres, mientras que el resto de la tripulación ayudó a apagar incendios, reunir a los soldados capturados y repartir comida que había en el palacio.

 

La imagen que daban era prácticamente la de unos salvadores desinteresados que casualmente llegaron en el momento justo para impedir que la tragedia de Dressrosa fuese todavía mayor.

 

—¿No crees que exageraste? Hay demasiados heridos —Klaus no pudo evitar reprocharle en un susurro a su capitán.

—Confío en que harás un gran trabajo curándolos a todos, doctor —aseguró con una de sus amplias sonrisas—. Eras el mejor médico de Flevance después de todo.

 

Aquellas palabras le llegaron a su ego de un modo gracioso, incluso se ruborizó ligeramente y se permitió sonreír, así como rodar sus ojos.

 

—Lo que digas, capitán —respondió antes de continuar sus labores, Law y Giolla eran de mucha ayuda en ese momento.

—Muchas gracias doctor, muchas gracias, de no ser por usted mi esposa habría muerto —un hombre le sujetó las manos, llorando a cántaros mientras agradecía una y otra vez.

 

No sabía cómo sentirse, a fin de cuentas, ellos provocaron todo, pero al menos podía asegurarse de que personas inocentes no resultaran tan terriblemente dañadas. Siguió ocupándose de los heridos de gravedad hasta quedarse sin energías. Al menos a nadie pareció importarle que se quedaran en el castillo por esa noche.

 

Estando allí, un hombre se adentró con toda la intención de salvar al rey Riku. Todo fue demasiado rápido, por suerte Sugar actuó con rapidez y transformó a aquel hombre en un juguete. Cuando estuvo a punto de escapar con el rey, Trafalgar hijo utilizó sus poderes.

 

—Comando tres: los brazos del juguete son muy débiles.

 

Antes de que pudiera saltar por la ventana, el juguete cayó al suelo, debilitado. La niña se acercó a este y aplicó la regla de control sobre él. Daba igual quien fuese ese hombre, ahora estaba bajo sus órdenes.

 

—Muy bien Law, veo que ya manejas tu fruta con gran habilidad —le felicitó Doflamingo, sentado cómodamente en el trono que alguna vez fue de Riku Dold III.

—¿Qué está sucediendo? —Klaus había regresado al castillo, seguido de algunos hombres que con el tiempo viajando en la Gran ruta se volvieron subordinaos.

—Un pequeño intruso nada más —respondió el blondo con una amplia sonrisa, jugando un poco con la espada que amenazaba la vida del rey—¿Cómo va todo allá afuera?

 

Sugar sonrió con entusiasmo, sujetando del brazo al nuevo juguete que alguna vez fue el legendario gladiador Kyros. Una pena que no quisiera trabajar para ellos.

 

—¿De verdad piensas asesinar a la otra princesa y su hija? —la pregunta de Law captó la atención de su padre de inmediato.

—Por supuesto que no —se adelantó a decir, provocando una mueca en el capitán.

—Eso no te corresponde decidirlo. El linaje Riku debe terminar aquí, doctor —tensó un poco su sonrisa al decir aquello, acercando la espada al cuello del rey que yacía en el suelo—. Te recuerdo que este reino es mío por derecho, ellos son invasores.

—Creo que hay una mejor forma de tenerlos bajo control

—No mate a mi padre por favor —la voz de la princesa Viola resonó con fuerza y, aunque quiso correr hacia ellos, fue detenida por Monet quien la tomó del brazo—, se lo ruego, le suplico que perdone la vida de mi padre.

—Creo que la princesa Viola puede ofrecerle algo de su interés, joven amo —comentó Monet con una pequeña sonrisa, en su tiempo infiltrada había aprendido muchas cosas.

 

Donquixote ordenó a la mayoría retirarse, aunque Trafalgar padre y Monet permanecieron allí. La princesa explicó sobre su habilidad y como estaba dispuesta a hacer lo necesario con tal de mantener a los miembros de su familia con vida.

 

—Ya que andas tan contrariado ¿Tú qué opinas, doctor? —le cuestionó, notando como Klaus tenía el ceño fruncido—No quieres que mate a la familia real después de todo…

—Solo pienso que no hace falta —comentó antes de levantar su mano—: Quirófano; bisturí.

 

El corazón de la princesa salió de su pecho y fue directo a la mano del médico. Seguidamente, ella quedó inconsciente, siendo Monet quien la sujetó para impedir que cayera al suelo.

 

—Vaya doctor, estoy impresionado, no sabía que podías hacer eso —le halagó notoriamente emocionado.

—De esta forma sus vidas están en nuestras manos, si realmente son una amenaza para ti, solo tengo que aplastarlos y se acabó —explicó, viendo a la inconsciente princesa en manos de la peliverde. Doflamingo rio maravillado.

—Te has vuelto bastante frío —dijo con una mezcla de burla y fascinación en la voz.

—No frío, práctico —respondió. Le sostuvo su mirada sin vacilar, el corazón de la princesa palpitando en su mano enguantada con un ritmo sereno pero constante—. Entiendo el valor de tener el control, los muertos no sirven de mucho, a menos que seas ese compañero tuyo de los guerreros del mar.

 

Donquixote rio nuevamente, admirando desde su lugar al otro hombre. Control, una palabra que iba muy bien con él, se preguntaba si era algo que aprendió estando en su tripulación o si ya era algo que siempre tuvo consigo. Fuese como fuese, le gustaba mucho esa parte de él. Trafalgar sonrió un poco antes de guardar el corazón en un bolsillo de su abrigo.

 

—Monet, por favor, encárgate de dejarla en una de las habitaciones del ala este. Que tenga ropa limpia, comida y tiempo para descansar. Me encargaré de repetir el procedimiento con el rey Riku y con las otras princesas cuando las traigan.

—Por supuesto, doctor —asintió, haciendo una ligera reverencia antes de retirarse con Viola en brazos.

 

La sala quedó en un cómodo silencio, solo interrumpido por el eco lejano de la gente afuera celebrando la restauración del orden. Doflamingo se acercó a Klaus por detrás, inclinándose ligeramente a su oído.

 

—A veces me pregunto ¿De verdad te quedaste solo por Law? ¿O hay otra razón por la que sigues conmigo?

 

Klaus sintió un escalofrío recorrerle la columna. Era esa maldita voz baja y rasposa que usaba cuando estaba probando los límites, cuando quería que se delatara sin decir nada, aunque esta vez no lo evadió.

 

—No lo sé del todo —respondió con honestidad, sin mirarlo aún—. Si bien recuerdo, te juré lealtad a cambio de salvar a mi hijo, aunque puede que hace mucho dejara de ser el pago de una deuda.

—Ya veo.

 

El silencio entre ambos se llenó de una tensión distinta. No había necesidad de palabras, incluso a través de aquellas gafas cromadas, podría percibirse la intensa mirada que compartían.

 

Los siguientes días Klaus siguió trabajando en el cuidado de personas heridas. Al palacio habían traído a la princesa Scarlett y a su pequeña hija la princesa Rebecca. Al igual que hizo con el ex rey, les arrebató el corazón y los mantuvo ocultos en un lugar seguro. La amenaza de si intentaban algo en contra de la Familia fue clara, un simple apretón y el rey se retorció del dolor frente a sus hijas y nieta. Finalmente, los tres se marcharon y la princesa mayor fue la única que quedó en el castillo.

 

Doflamingo parecía encantado de su actuar, apreciaba su inteligencia y aparente misericordia. Gracias a él ganarse a la gente del reino fue muchísimo más sencillo, siendo aceptado con facilidad como el nuevo rey de Dressrosa. Por supuesto, cualquier insurgente que se atreviese a dudar o cuestionar, era rápidamente eliminado con los poderes de Sugar.

 

Tras una ronda por el pequeño hospital, regresó al palacio solo para ver a los chicos disfrutando de los lujos del castillo. La piscina parecía el lugar favorito, el agua mezclada con cloro no afectaba a los usuarios de fruta por lo que Baby, Law y Buffalo se disparaban agua con pistolas de juguete. Sugar comía uvas en un sillón junto a su hermana que leía un libro tranquilamente. El resto de miembros estaban dispersos, así como los demás ejecutivos.

 

—¿Cómo va todo, doctor? —la voz del capitán le sacó de su ensimismamiento, aunque no apartó la mirada de los chicos.

—Aparentemente bien, increíble que podamos relajarnos al fin —trató de bromear—¿Cuándo empieza la siguiente fase?

—Oh no seas impaciente, disfrutemos esta victoria por el momento —dijo con una de sus amplias sonrisas. Se inclinó un poco, acercándose al oído del pelinegro, algo que últimamente hacía demasiado—Ven esta noche a mi habitación.

 

Klaus giró ligeramente el rostro, enarcando una de sus cejas, dudando entre tomarlo en serio o no.

 

—¿Para qué? ¿Conversar? ¿Jugar ajedrez?

—Para lo que tú quieras —respondió con ese tono tan propio de él—. Eres libre de decidir, doctor, solo no me hagas esperarte demasiado.

 

Tras decir aquello, se retiró al interior del castillo como si nada. Trafalgar sintió sus orejas calientes, así como su corazón latir acelerado.

 

Tras la cena y desearle buenas noches a su hijo, Klaus se quedó un rato en uno de los baños del castillo, como si esperase que el agua le ayudara un poco a despejar su mente. Estaba seguro que llevaba tiempo pensando demasiado de un modo algo indebido sobre su capitán, quizás mirándolo o admirándolo demasiado. Law tenía razón, le gustaba y que le hablara al oído de esa manera no ayudaba a su sentir.

 

¿Se había dado cuenta acaso y por eso estaba jugando con él? Doflamingo era muy inteligente, estaba seguro que algo así no se le pasaría así nada más. Claro que no tenía intenciones de hacer algo, no en primera instancia, después de todo era su capitán y ahora su rey ¿En qué momento las cosas escalaron de esa manera? Los años en la tripulación definitivamente cambiaron algo de su ser ¿O solo despertaron lo que estaba dormido?

 

Suspiró. Terminó con su baño, se cambió por ropa cómoda y dejó que sus pies lo llevaran a la habitación del joven amo. Llamó a la puerta y este le invitó a entrar. Había una copa en su mano, la bata abierta sobre su torso y no llevaba sus habituales gafas. Tenía el cabello alborotado, como si acabara de salir del agua también. Aun le desesperaba un poco verle mechones mas largos que otros.

 

 Cerró la puerta tras de sí, el ambiente estaba cálido, perfumado con incienso suave, y en una de las mesas descansaba otra copa y la botella de vino. Avanzó y tomó asiento en el cómodo y elegante sillón junto al rubio.

 

—Dicen que me gané al pueblo —murmuró Doflamingo, sirviéndole—, pero creo que quien realmente lo hizo fuiste tú. Deberías tener tu propio reino.

—No tengo alma de rey, no como tú —respondió siguiéndole el juego—. Apenas estoy seguro de tener aún el alma de un médico.

—Fuiste más cruel que yo con el rey Riku, la muerte al menos puede ser una rápida ejecución.

—Fui práctico —le corrigió antes de tomar un trago—, tú me enseñaste eso.

—¿Lo hice? —cuestionó, sonriendo ligeramente—A veces pienso que tú eres más peligroso que yo, solo te reprimes.

—Soy consciente de que no tengo un alma limpia, Doffy —dijo con voz baja—. Una parte de mí murió en Flevance con mi esposa y mi hija, lo que quedó fue para proteger a Law y hago lo que tengo que hacer.

—Y cumpliste con tu cometido, Law ha crecido, está curado. Podrías haber aprovechado el poder de la fruta y huido junto a él ¿Por qué me sigues aun?

—¿Hablaremos de tus problemas de confianza esta noche? Yo esperaba una partida de ajedrez —bromeó, dejando salir un suspiro—¿Qué lleve el título de Corazón aun te perturba pese a que tú mismo lo pediste? Estoy para ser tu mano derecha y aun piensas que podría abandonarte.

—No quiero correr otro riesgo.

—Tú y yo lo perdimos todo, tal vez no sea igual, pero nos parecemos eso, además, te lo debo, por ti mi hijo está vivo.

—Yo solo conseguí una fruta, doctor, eso no es algo fuera de lo común para mí.

—Pero nadie más lo habría hecho —respondió con sinceridad, mirándolo directamente a los ojos—, solo tú. Además, yo no veo al demonio que tanto mencionan, solo a un hombre tan roto como yo, que le huye a sus pesadillas con alcohol y violencia.

 

Doflamingo le devolvía la mirada, la sonrisa ladeada sin rastro de burla. Solo lo observó, con esa intensidad suya que parecía arrancar capas, como si mirara a través de la piel hasta encontrar los pensamientos que aún no se decían. Klaus sintió su pulso acelerarse. Se aclaró la garganta, incómodo ante ese silencio cargado de algo que no debía nombrar. Aun así, no desvió la mirada.

 

—No deberías mirarme así, Doffy —bromeó con un dejo de nerviosismo en su voz—, así es como se inician los problemas.

 

Donquixote rio bajo, un sonido profundo que resonó en su pecho. Se inclinó hacia él, apoyando uno de sus antebrazos en el respaldo del sillón, rodeándolo apenas, sin tocarlo aún. Su altura era abrumadora, incluso estando sentado, tenía que inclinarse bastante para quedar cara a cara con el pelinegro, pero lo hizo con una naturalidad desconcertante, como si acortar distancias fuera lo más fácil del mundo.

 

—Y si ya hay problemas… —susurró, muy cerca de su rostro—¿No sería peor seguir pretendiendo que no existen?

 

Trafalgar lo miró detenidamente. Aquellos ojos de distinto color, sus pronunciadas y doradas pestañas. Sentía el calor de su aliento, el leve aroma del vino y una electricidad cargada entre ellos que se hacía más densa con cada segundo. Apoyó una de sus manos en su pecho descubierto, sintiendo los latidos de su corazón, que fácil sería removerlo ahora con sus poderes.

 

Se inclinó y rozó sus labios con los suyos, primero con cautela, luego con mayor certeza. Los labios de Doflamingo fueron cálidos, seguros, no hubo prisas. El beso no buscaba dominar, sino confirmar, explorar. Su mano se deslizó por el costado del rubio, tocando piel con la precaución de quien sabe que esa cercanía no es cualquiera, no es fácil, no es superficial.

 

Cuando se separaron lo hicieron lentamente, Donquixote mantuvo la frente apoyada contra la suya.

 

—Y ahora, doctor ¿Me curaste de mi maldición? —preguntó juguetonamente.

—Eso dependerá de si puedes dormir sin tus demonios esta noche —respondió con una sonrisa suave.

 

El siguiente beso fue un poco más intenso que el anterior, esta vez se permitieron explorar un poco más de la boca del otro. Sintió su lengua, sus dientes. Su mano afirmó el agarre al costado del capitán. No había culpas, no había remordimientos, solo la necesidad de continuar.

 

Doflamingo gruñó apenas, no por disgusto, sino como respuesta instintiva. Su mano, grande y cálida, se posó con firmeza en la nuca de Trafalgar, enredándose en el cabello húmedo. A pesar de su tamaño imponente, no ejerció fuerza; fue un toque cuidadoso, incluso reverente.

 

El vino quedó olvidado, los besos y caricias siguieron escalando. La ropa fue quedando en el suelo y eventualmente llegaron a la inmensa cama. Klaus lo admiró, aquel temido hombre estaba tendido en la cama, desnudo solo para él. No era un adolescente, el sexo no le intimidaba, tampoco que fuera un hombre, siempre fue muy consciente de su bisexualidad. Quizás lo que si le alertaba un poco era el contraste de tamaños y a la vez ese desafío resultaba lo más llamativo y excitante.

 

Trafalgar se acercó, apoyando sus rodillas sobre el colchón, su mano firme recorrió el pecho amplio del rubio, delineando los músculos marcados con la yema de los dedos. La diferencia era abrumadora: su torso apenas le llegaba al centro del pecho y al apoyar una mano sobre su abdomen, apenas cubría una parte. Besó su clavícula, su pecho, fue bajando con lentitud mientras su cuerpo se acomodaba sobre el ajeno.

 

Se posicionó con calma, acariciando el muslo fuerte del otro hombre, sus manos rozando la piel sensible de su cadera, escuchando los suspiros que escapaban de sus labios. A pesar de la tensión, del deseo evidente, no había prisa. Sus piernas tan largas le fascinaban, no se resistió a besar y morder ligeramente la parte interna de sus muslos, arrebatándole más suspiros de placer.

 

Contempló su falo endurecido, un desafío tentador, si lo metiera todo a su boca seguro se ahogaría fácilmente y la idea le causó gracia. Lo acarició con sus dedos, sujetándolo con cierta firmeza en su mano. Rozó su glande con su pulgar antes de proceder a hacerlo con su lengua. Doflamingo se removió en su lugar, soltando más gemidos con cada lamida, con cada caricia a sus testículos y escroto.

 

Sintió su vello púbico rozar su nariz conforme avanzaba con la felación, le causaba algo de cosquillas, pero todo lo que le importaba era satisfacer al más joven. Sintió el líquido preseminal mezclarse con su saliva, aunque Donquixote le impidió hacerle llegar a su clímax.

 

—Aun no…Klaus… —balbuceó entre jadeos.

 

Obedeció a su petición, igual la vista que le ofrecía ahora le prendía de un modo que no había sentido en años. Mierda. Que bien se veía con su rostro enrojecido, jadeando, sus ojos entrecerrados en una expresión que denotaba cuan necesitado estaba. Y claro que quería complacerlo en todas las formas posibles.

 

Procuró prepararle adecuadamente con sus dedos, a falta de lubricante había tenido que improvisar un poco. Finalmente se acomodó entre sus largas piernas. Aquello podría resultar algo desafiante, pero el punto siempre estaba en saber como moverse.

 

El ritmo fue lento al inicio, como si midieran cada reacción, luego más seguro, más intenso. Las respiraciones se mezclaron, el calor fue creciendo, los cuerpos encontraban un equilibrio perfecto entre entrega y resistencia. Doflamingo exclamó su nombre en un gemido grave, ronco de placer, y Klaus se dejó llevar, maravillado por la forma en que apretaba su miembro tan deliciosamente.

 

Empujaba cada vez con más ímpetu, el sonido de sus cuerpos chocando así como los que brotaban de su boca inundaban aquella habitación. Cuando dio contra su próstata, Donquixote se retorció en su lugar, extasiado, olvidando su posición como capitán, como rey, solo para rogar por más, solo porque era él, solo a él le permitiría ver y escuchar esa faceta suya.

 

Mantuvo el agarre firme en sus caderas con tal de seguir impulsándose adecuadamente. El sudor bajaba por su frente y le pegaba el cabello negro a la piel. Le daba igual, estaba demasiado enfocado en ese momento, en su propio disfrute y el de su compañero, en la imagen tan deleitante que le daba estando debajo suyo.

 

Doflamingo alcanzó su clímax primero, volviendo a pronunciar su nombre mientras manchaba su propio abdomen de semen. La forma en que sus paredes anales se contrajeron alrededor de su falo casi le enloqueció de gusto, por lo que le tomó realmente poco llegar a su propio orgasmo, corriéndose dentro del más alto.

 

Klaus se derrumbó sobre su pecho, jadeante, sintiendo cómo el corazón de Doflamingo golpeaba fuerte y vivo bajo él, así como sus cuerpos pegajosos por el semen y el sudor. Permanecieron así, solo el sonido de sus respiraciones acompasadas llenaba la habitación. La mano del rubio acariciaba su espalda lentamente, como si quisiera asegurarse de que no se desvanecería.

 

—Que bueno resultaste en esto, doctor —le escuchó decir tras haber recobrado el aliento.

—No fue por la cigüeña que tuve dos hijos.

 

Ambos se rieron. La cercanía que se sentía ahora era curiosa. Se salió con cuidado y se tumbó a su lado, reposando su cabeza en el brazo estirado del capitán.

 

—Ahora que hiciste lo que querías conmigo ¿Qué procede a continuación?

—¿Yo? Es mi culo el que está lleno de tu semen —soltó burlonamente—. Respondiendo a tu pregunta, bueno, lo que tú quieras, esto puede ser un nuevo contrato para nosotros o solo nos burlamos del universo, como prefieras verlo, un ex dragón celestial y un D, un pirata y un médico, un rey y su consorte.

—Siempre tan poético para ser un tirano —le siguió el juego, aunque no pudo evitar guardar silencio mientras miraba el techo, su expresión tornándose un poco más seria.

—¿Estás pensando en tu esposa? —dedujo con facilidad.

—Es algo hipócrita ¿No? Pensar en ella ahora —se pasó una mano por el rostro y resopló—. Han pasado muchos años, es complicado…

—La relación con los muertos siempre es complicada.

—Sé que la tuya con ellos no es la mejor tampoco.

—¿Te arrepientes entonces?

—¿De estar contigo? Para nada, fue un pensamiento fugaz, Anna es parte de todo lo que quedó atrás, incluso si la extraño.

—Creo que entiendo un poco, el único muerto con el que tengo ese tipo de pensamientos es mi madre.

 

Ambos se miraron directamente, lo mejor era dejar esos pensamientos atrás, el pasado era pasado, todo había cambiado demasiado como para seguir pensando en ello. Doflamingo le tomó del rostro y le besó nuevamente. Trafalgar correspondió su beso, esta vez fue más breve, no por falta de deseo, sino porque no hacía falta decir nada más. Era un sello, un entendimiento.

 

—No soy bueno para esto —murmuró el médico—, sé que las palabras cursis no son necesarias para ti.

—Lo sé —respondió con suavidad inusual—, tampoco necesito promesas, solo que estés aquí.

 

Klaus se giró sobre su costado y Doflamingo no hizo otra cosa que recibirlo, envolviéndolo con su brazo.

 

—Law se dio cuenta primero que yo —murmuró el médico, ya con los ojos entrecerrados por el cansancio.

—Es un chico listo, aunque tú no eres bueno disimulando—contestó el capitán, divertido—. Y, de todos modos, no pienso esconder nada.

 

Trafalgar asintió, apenas moviendo la cabeza sobre su brazo. Y en aquella noche de luna llena, solo quedaban ellos dos, respirando al mismo ritmo, compartiendo el mismo calor, sin necesidad de adornar lo que eran.

 

No eran dulces, mucho menos eran inocentes, sin embargo, en medio de un mundo de máscaras, guerras y conquistas, habían encontrado algo que se parecía peligrosamente a la paz y con eso bastaba.

Continuará…

Notes:

Este capítulo va dedicado a mi bestie Tobias Chase por su cumpleaños, espero que te haya gustado, hice mi mejor esfuerzo, igual si quieres algo mas solo pídemelo quq Nos leemos

Chapter 6: Final

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Ocho años transcurrieron tras haberse asentado en Dressrosa. Mucho había cambiado desde entonces. Lo más resaltante era que habían formado una alianza con uno de los Cuatro Emperadores: Kaido de las bestias. Sonaba como una completa locura, sin embargo, les daba privilegios y protección en todos sus negocios a cambio de la fabricación de unas frutas artificiales llamadas SMILE. Para su creación habían contratado a Ceasar Clown, un idiota con habilidades científicas que estaba bajo la vigilancia de Monet, haciéndose pasar por su secretaria.

 

Law también se había marchado hacía algunos años. Doflamingo le dio la orden de fingir ser un pirata más y asegurarse de que todos lo que respondieran a él a lo largo de la Gran Ruta marítima cumplieran debidamente, además de desmantelar algunos que ya no le servían para nada. Fue así como se reunió con sus amigos del North Blue y junto a Bepo crearon a los piratas Corazón. Eventualmente, su nombre empezó a hacer bastante ruido, siendo llamado uno de los novatos de la peor generación.

 

Klaus leía entretenido sus hazañas en el periódico o las escuchaba cada que hablaban mediante el den den mushi. Estaba agradecido con el viejo Wolf, pues fue él quien les facilitó un barco submarino al que llamaron Polar Tang y era mediante este que llevaban un tiempo moviéndose.

 

Aunque le reconfortaba saber que su hijo estaba cumpliendo su rol con determinación, había algo de nostalgia en cada llamada, una pequeña punzada de vacío que le recordaba que Law ya no era el niño enfermo al que cuidaba con desvelo. Había crecido, se había convertido en un hombre capaz de sobrevivir en aquel mundo cruel. Y aunque seguía siendo su padre, ya no era el centro de su mundo.

 

Por su parte, el reino de Dressrosa prosperaba. A ojos del mundo, era un paraíso colorido, con un rey carismático que mantenía la paz. La economía mejoró, el turismo incrementó, las personas se acostumbraron a vivir rodeados de juguetes vivientes y tenían un peculiar disfrute por la violencia que se daba en el Coliseo Corrida. Nada de eso le interesaba demasiado, aunque le hacía cuestionarse la capacidad de las personas de aceptar tan rápido la violencia y la crueldad.

 

La anterior familia real seguía oculta en algún lugar del reino, mientras que sus corazones seguían en su posesión. Parte de su ejército real trabajaba para ellos mientras que los que siguieron resistiéndose ahora luchaban en el Coliseo.

 

En cuanto a ellos, bueno, todo estaba demasiado bien. Sus vidas eran relativamente tranquilas. Doflamingo era un rey muy amado por su pueblo, su carisma atraía a las multitudes, sin mencionar las riquezas que había traído al reino. Mientras que Klaus era sumamente querido como un gran médico y compañero de su rey.

 

En esos años su relación se había asentado bastante, no era un secreto para nadie e incluso la gente del país les apoyaba de un modo que resultaba entre encantador e irónico. En más de una ocasión algún anciano le había dicho a Klaus, con total naturalidad, que se notaba cuánto lo quería "su majestad". Otros simplemente lo llamaban "el consorte del rey", y aunque él solía negar el título con una sonrisa, sabía que no era del todo incorrecto.

 

Tampoco es que Doflamingo hiciera mucho por ocultarlo. Le gustaba exhibir lo que era suyo, como si su presencia a su lado también fuera un símbolo de poder, aunque Klaus sabía que era algo más complejo que eso. Era un acto de orgullo, pero también de vulnerabilidad. Donquixote no compartía fácilmente su cercanía con nadie, y menos aún su cama, sus secretos o sus demonios.

 

Como muchas tardes, fue al piso inferior exterior del palacio, específicamente a donde se encontraba la piscina. El rey de Dressrosa yacía cómodamente en el largo sofá hablando por un den den mushi. A uno de sus costados estaba Sugar, comiendo sus uvas tranquila, mientras que al otro lado estaba una mujer de las que solía visitar el castillo por entretenimiento de Diamante, Trébol o los soldados.

 

Hizo una ligera mueca al notarla tan cerca del blondo, aunque solo suspiró y siguió avanzando. Un pequeño movimiento de su mano y la pobre acabó en la piscina. Tomó el lugar que ocupaba antes, apoyándose del cuerpo del más alto que solo rio divertido, rodeándole con su brazo libre en lo que seguía hablando unos minutos más antes de colgar.

 

—Que celoso eres —comentó con una de sus amplias sonrisas.

—Sé que lo haces a propósito —respondió—¿Una llamada importante?

—Algo así, me lo esperaba luego de la noticia sobre Puño de Fuego —comentó sin borrar la sonrisa de su rostro—. Nos están convocando, no me dieron muchos detalles, pero tengo una idea de lo que se viene. El mundo está por cambiar.

 

Y Doflamingo tuvo mucha razón. Días después recibieron un reporte de parte de Law, contando ciertos sucesos que ocurrieron en la isla de Sabaody con otros piratas novatos de la peor generación. Qué curioso pensar que solo estaba ahí para acabar con la vida y negocio de Disco, no necesitaban a ese idiota manchando su imagen con su ridícula venta de esclavos.

 

Después de eso, la noticia sobre la ejecución de Portgas D. Ace y lo que implicaba una posible guerra con Barba Blanca llegó causando una curiosa perturbación en la familia. Sonaba como una locura de la Marina, pero Doflamingo estaba maravillado con la idea y no se lo pensó demasiado como para partir a Mary Geiose.

 

Todo lo que pudieron hacer fue ver la reproducción del suceso por las transmisiones de los den den mushi y luego leer las noticias en los periódicos. Hubo muchas bajas por parte de ambos bandos, lo más sorprendente fue la aparición de ese muchacho Sombrero de Paja, vaya que había hecho mucho ruido en los últimos meses. Pasaron demasiadas cosas, pero al final tanto Puño de Fuego como Barba Blanca perecieron y los guerreros del mar se retiraron.

 

Esperó el regreso del rubio con cierta impaciencia. Klaus no era alguien que se sintiera inquieto con facilidad, pero la ausencia de Donquixote durante ese caos le generaba un malestar sordo, al menos porque no podía estar a su lado para curarle o protegerle, incluso si sabía que era mucho más fuerte que cualquiera de los miembros de la Familia.

 

Cuando finalmente el flamante rey de Dressrosa regresó, lo hizo con la misma sonrisa arrogante de siempre, aunque a ojos de Trafalgar algo en ella estaba más afilado, más contenido.

 

—¿Te divertiste? —preguntó con tono algo serio.

—Muchísimo, fue un espectáculo digno de los mejores teatros del mundo. Sangre, fuego, muerte. Oh doctor, casi me hizo vibrar.

 

Klaus no respondió de inmediato, solo lo observó, tratando de descifrar si hablaba en serio o si era solo su máscara habitual. Parecía muy honesto en su disfrute, al menos el caos siempre le hacía desbordar emoción.

 

—Preocuparme fue tonto entonces, aunque no sé porque lo hice, no es como que hubieras podido salir lastimado —relajó su expresión—. Ese chico, Sombrero de Paja, sí que debió ser mucho entretenimiento su intervención.

 

Doflamingo soltó una carcajada gutural.

 

—Vi a ese chico de cerca, en medio de ese infierno, gritando como un loco, moviendo medio campo de batalla con solo voluntad. Era como un fuego incontrolable, brillante e irritante, pero fascinante.

—¿Y tú? ¿Qué ganaste con todo eso?

—Nada y mucho —respondió encogiéndose de hombros—. Barba Blanca murió, Puño de Fuego también. El equilibrio del mundo se tambalea, los Emperadores se están moviendo, los piratas del Nuevo Mundo tienen hambre y el Gobierno, bueno, ahora tratan de sentirse vencedores, aunque no lo son de un todo, en el fondo tienen miedo de lo que pasará.

—Y tú disfrutas el miedo ¿no es así?

—No el miedo —corrigió, acercándose con pasos lentos hasta que solo los separaba unos pocos centímetros—, disfruto la posibilidad. El caos es fértil y el mundo está listo para florecer con sangre.

 

Trafalgar suspiró suavemente a la par que sonreía un poco, no le extrañaban esas palabras de su parte. No se apartó cuando el rubio inclinó la cabeza hacia él.

 

—Así que me extrañaste —comentó con una coqueta sonrisa.

—Lo hice —respondió sin titubeos—. Bienvenido de vuelta, Doffy.

 

Donquixote rio otra vez, pero esta vez con un tono más cálido, casi suave. Acortó la distancia entre ambos besando sus labios. No fue un beso apresurado ni encendido, sino uno sereno, de esos que dicen estoy aquí. Klaus respondió con la misma calma, sus labios cediendo al contacto con naturalidad, sin tensión, sin duda. Solo el roce de dos personas que se habían escogido una y otra vez.

 

—¿De verdad crees que se viene algo grande como cuando murió Gold Roger? —preguntó tras separarse—¿Qué podría ser más grande que la gran era de los piratas?

—El balance de poderes está desequilibrado, el mundo está a punto de arder y me gustaría tenerte cerca para verlo, Corazón mío.

 

Y así entraron de nuevo al palacio, como tantas veces antes, como tantas veces después. Solo que esta vez, sabiendo que lo que se avecinaba podría ser más grande que todo lo que habían enfrentado hasta entonces. No importaba, tenían un plan que seguir y pretendían ver la destrucción del mundo que les arrebató tanto a lo largo de sus vidas.

 

—Así que decidiste ayudar a ese tal Sombrero de paja ¿Por qué? —preguntó con curiosidad mientras hablaban por el den den mushi.

Parecía un sujeto interesante en Sabaody, además, tiene la D en su nombre como nosotros —respondió Law por el otro lado— y Nico Robin es su compañera, la mujer que puede leer los Poneglyph.

—¿Sigues interesado en saber eso? —Klaus suspiró antes de mirar hacia el rubio a su lado en la cama, escuchando también la conversación con curiosidad.

Sí, me interesa saber la verdad, así que tenerlo como un posible aliado sería útil.

—No hagas nada imprudente, mira que meterte a Marine Ford de esa manera… —negó ligeramente, mirando las expresiones en el pequeño caracol—. Aunque eso explica como sobrevivió.

Estaré bien, no te angusties —le restó importancia—¿Aun me necesitan de este lado? No tengo prisa por cruzar al Nuevo Mundo.

—No hay prisa, puedes tomarte tu tiempo —esta vez respondió Doflamingo—¿Supiste algo de Bellamy?

Solo que pretende ir a Dressrosa, no se ha rendido contigo —el caracol rodó sus ojos tal como Law al otro lado.

—Es una peste —Doffy resopló con fastidio—¿Algo que te interesara del otro lado además de sombrero de paja?

 

Hubo un breve antes de que el caracol sonriera.

 

Un pirata algo idiota del cual llevo leyendo un tiempo, me divertí un poco con él en Sabaody.

—Law por favor —Klaus cerró sus ojos y negó ante el tono de su hijo, demasiado sugerente. El blondo soltó una carcajada.

—¿Y quién es el desafortunado? —preguntó de forma burlona.

Se llama Eustass Kid, tal vez ya esté de camino a Nuevo Mundo, aunque creo que nos encontraremos de nuevo en el futuro.

—Vale ya es suficiente —cortó Trafalgar padre—. Salúdame a Bepo y a los demás, cuídate mucho hijo.

Ustedes igual, los llamaré pronto.

 

El den den mushi cerró lentamente los ojos, marcando el fin de la llamada. Klaus lo colocó sobre la mesita de noche con cuidado antes de exhalar con cierta resignación.

 

—¿Eustass Kid, en serio? —murmuró, pasándose una mano por el rostro tras retirarse sus lentes—. Ese mocoso tiene el temperamento de una bomba sin seguro por lo que he leído en el periódico.

—Bueno, dicen que los polos opuestos se atraen —comentó el rey con sorna, apoyándose en un codo para mirar a su pareja—. Aunque en este caso los polos podrían explotar mutuamente.

 

Trafalgar lo miró con fastidio, aunque no sin cierto humor en la mirada.

 

—Si le rompe el corazón, yo le destrozaré el suyo en el sentido más literal.

—Oh, doctor —Doflamingo rio, acercándose un poco para besarle la sien—. Me encanta cuando suenas amenazante por motivos paternales.

—Que bien que encuentres atractivo desmembrar personas —bromeó.

 

Hubo un breve silencio después, uno tranquilo. Klaus se recostó de nuevo, mientras el rubio se acomodaba a su lado, atrayéndole contra sí. Una de sus manos acariciaba uno de los mechones blancos en el cabello del doctor, disfrutando de la calidez de su cercanía.

 

—¿Crees que está bien que Law siga investigando sobre nuestra historia? —preguntó el médico, ya con voz baja, más reflexiva—¿Y si eso lo pone en un peor peligro?

—Law no es un niño—respondió, esta vez sin burlas—, si se ha lanzado a ese mar de hienas con la frente en alto, es porque lo educaste bien.

 

Klaus asintió con suavidad, apreciando el gesto sincero en las palabras de su pareja. Era cierto. Law ya era un hombre forjando su propio nombre y reputación en el mundo. Y si estaba jugando su propio ajedrez con los nombres que se hacían grandes en el mar, entonces eso también era gracias a todo lo que había sobrevivido.

 

—Además —añadió el rubio con tono más bajo—, si alguien osa tocarle un solo cabello, lo sabremos. No somos invisibles, amor mío, somos parte de este inmenso juego y cualquiera que lastime a nuestra familia está destinado a una muerte terrible.

 

Klaus giró su rostro para verlo, encontrándose con aquella mirada intensa que parecía más encendida que nunca. Sonrió de lado.

 

—Qué romántico —murmuró con ironía—, siempre eres tan encantador.

—Eso dicen.

 

Ambos rieron bajo, casi al unísono. Luego, poco a poco, la calma los envolvió de nuevo. Se quedaron abrazados en la comodidad de su cama, era agradable tener a Doffy de vuelta, ahora solo debían esperar juntos ver el nuevo resurgir del mundo y estar listos para enfrentarlo y destruirlo todo.

FIN

Notes:

No sabía como cerrar esta historia jaja y el final es bastante abierto. Claramente los eventos de Punk Hazzard y Dressrosa cambiarían un montón, es que hasta Wano, pero ya lo dejo a su imaginación que pasará. Espero que les haya gustado esta peculiar ship que me saque de la cola. Dedicado a mi bestie, tqm, gracias por seguirme en mis ships. Nos leemos.