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Si los chicos fueran chicas

Summary:

Diosito discute con la mamá de su hijo, asegurando que ser una mina es mucho más fácil que ser un hombre. Aunque, por su puesto, ella no piensa lo mismo. A veces, a Diosito le gustaría cambiar de cuerpo con ella para demostrárselo. Es una lastima que eso sea imposible... porque lo es ¿cierto?
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Summary
Cuando Mario se mete en un desacuerdo con Medina y su extraño culto, la amenaza de sufrir "una maldición" como castigo le causa gracia. Al menos hasta que él y toda su banda se despiertan con gomas y una concha.

Chapter Text

El área de las visitas higiénicas de Puente viejo era mucho más amplio que la de san Onofre, sin embargo, ofrecía menos privacidad, y uno se daba cuenta, en seguida de que los vecinos la estaban pasando bien… o por el contrario…
Karina puso los ojos en blanco y abandonó su trabajo oral. El tope de su vientre abultado le impidió ponerse de pie por completo.
—¿Otra vez? —se separó desanimada —No se te para más, boludo…
Diosito se incorporó con el rostro muy serio y el torso semi desnudo.
—Bueno ¿qué querés? No estoy de humor, no es que voy que estar al palo todo el día yo también, tengo cosas que hacer yo, vos porque so’ una mina, porque te la pasá ahí, todo el día al pedo ahí, haciendo cosas de mina, que sé yo… yo porque tengo que laburar acá, por eso no... estoy ocupado igual... con el estrés que me da de acá adentro.
—Siempre es la misma excusa con vos, chabón, dale, por lo menos decime si te hiciste puto acá adentro, Dios. Así no me vengo al pedo yo —reclamó ella
—No me hice puto, loca ¿que decís? No es que soy puto porque no me ponés, porque te faltan tetas nomás, mirá… mirá nada más… vos que las tenés así de pequeñas, así... por eso también que no se me para, es culpa tuya también, porque lo tené’ al pibe allá adentro, que me desconcentra el nene.
—No, no es por el nene que no se te para.
—Sí, es por el pibe, porque lo tenés ahí en la panza, me da impresión eso de la panza que tenés...
—No, Diosito no es por eso. Tampoco se te paraba cuando no estaba preñada. Vos sos un puto, eso es lo que te pasa a vos. Por eso no me podés coger. Porque de seguro te lo estas cogiendo a un chabón de acá adentro.
—¡Andáte a cagar, boluda, que tiene que ver eso, dejáte de joder con eso! No soy puto yo. Estoy estresado te dije.
—¿Sabés lo que sos vos?, vos sos un pelotudo, no me decías eso cuando me dejaste preñada, y ahora que estoy así de gorda me mandas en banda, me corrés a un lado porque te hiciste chupapija...
—¿ah si? Vos sos una trola que no sabés nada, porque vos no sabés lo que es estar acá adentro también. Vos te tendrías que poner de mi lado, que soy el que tiene problemas acá. No vos.
—¡Y vos no sabes lo que es estar preñada, gorda, con esta bomba todo el día, gil!
—¡No es lo mismo eso, es más difícil estar acá adentro, dejáte de joder… todo el tiempo te tenés que parar de manos, todo el tiempo te tenés que cuidar el culo acá, no es lo mismo que vos! ¡No tiene nada que ver!
—Vos no sos el único que tiene problemas, Diosito. Yo también tengo mis problemas, y yo me los tengo que bancar yo sola allá en el barrio.
Diosito empezó a caminar mientras se vestía.
—Sí, hablá, hablá, gaucha hablá nomás... Vos qué problemas vas a tener si vos sos una mina, loca, dale, dejáte de joder.
—Claro porque vos te pensás que es muy fácil eso de estar preñada ¿no? Porque te pensás que yo estoy al pedo todo el día ahí en el barrio, que no la tengo difícil así preñada como vos me dejaste, puto.
—Y no sé, porque no sé si es mío. Eso decís vos que es mío, pero la verdad que yo no sé...
Kari lo abofeteó.
—¡Andáte a la concha de tu vieja, pelotudo! —gritó mientras se alejaba de la pieza.
Diosito le arrojó un condón.
—¡Vos también, vos sos mi putita nomás, y me vas a venir llorando otra vez, eh! ¡No te voy a recibir yo!
—¡Hijo de puta!
—¡Turra!
Diosito volvió a su pabellón refunfuñando y todavía maldiciendo entre dientes algunos insultos que solo se le ocurrieron cuando la piba ya se había alejado lo suficiente como para enterarse. ¿Como podía ser tan estúpida? Estar preñada no era ni por asomo una ligera comezón comparada con estar preso. Diosito a veces pensaba que daría lo que fuera por ser él el preñado y su escandalosa ex novia la presa. Así la muy hija de puta sabría como se siente el verdadero calvario.
De camino a su habitación pudo ver como se alejaba Miguel Palacios, desapareciendo por el pasillo hacia la sala de visitas.
Seguramente iba a ver a la puta de Molinari que hace poco había hecho esa maldita petición de matrimonio para poder quedarse con la custodia de Lucas Palacios, otro pendejo pelotudo producto de los muchos amoríos que tenía ese cobani pretencioso... ese rati mojigato que se disfrazaba de amigo y en realidad era una puta que no le daba más bola.
No podría estar más enojado. Cualquiera que se interpusiera en su camino en un momento como este podía darse por muerto.
—¿Qué carajo te pasa, pelotudo? —lo confrontó Mario cuando por fin llegó a su pabellón —¿Que te dije yo de andar solos por los pasillos? El Coco acaba de salir del buzón, estamos regalados acá, no nos tenemos que separar, estúpido...
—¡Chupáme el orto gordo puto!
—No se ponga bravito Juan Pablo, mire que su hermano...
—¡Vos también colombiano chupapija! ¡Váyanse todos a cagar!
—Dale, boludo —intentó apaciguarlo Barney
—No, ya está, no me toques... salí... ya me pudrí Mario, me pudrí de esta mierda, no quiero más esta mierda.
—¿Pero de qué carajo estas hablando ahora che? ¿Te dejó mal cogida esta mina?, ¿que..? ¿Cuál es el problema que venís a desquitarte con la banda? Estamos todos tranquilos, carajo. Relajá.
—¡Ni la banda ni un carajo Mario! ¡Me pudrí de la banda, me pudrí de vos, del puto de Barney, de vos también colombiano traidor, son todos unos hijos de puta, son todos unos traidores!
—Cálmese ya, marica... acuérdese que nosotros no le hicimos nada huevón, nosotros no somos sus enemigos, los enemigos están allá afuera, bebé… y esas gonorreas que nomás están esperando es una oportunidad como esta pa caminarnos la vuelta. Así es que ya deje de gritar porque nomas alborota el gallinero... cálmese pues.
Diosito empezó a respirar más profundo y consiguió controlarse poco a poco.
—¿dónde estabas? —soltó Mario —¿de dónde venís?
—Estaba en las higiénicas con la puta de la Kari
James se rio.
Mario asintió preocupado.
—¿Se puede saber que te dijo la pendeja esta que te puso tan pelotudo?
—¡Es una forra, Mario!
—Bueno, bancá, calmáte un poco.
—Mejor díganos que fue con esa hembrita que lo dejó tan emberracado —pidió el colombiano —¿que le hizo o qué?
—Nada, pasa que la hija de puta se cree que no es difícil eso de estar acá adentro, y claro como es una mina ella no tiene que hacer nada, nomás chupar y chupar vergas, yo sé cuántas vergas, la mía y la de otros giles allá afuera...
—Bueno, esta preñada Dios, dejála que diga lo que quiera, es una pendeja todavía, es una pelotuda che, no le des pelota vos también.
—Ella se piensa que no me la quiero garchar porque…. porque soy puto, porque me hice puto acá adentro.
James intercambió una sonrisa con Barney y se encogió de hombros.
—Pero no es que me hice puto —se apresuró a aclarar Diosito —es que estoy estresado nomás…
—Si porque te tiene estresado eso de chupar verga acá adentro che —se rio Barney
—No se preocupe princesa, nosotros le guardamos el secretico —dijo James —Que a su merced le gusta es la tubería, ¿si o qué?
Diosito intentó atacar al colombiano pero Mario lo detuvo.
—¡Cortála, pelotudo! —lo jaló —Sentáte
—¡colombiano puto!
—No más que usted, maricón.
—¡Chupáme el orto!
—Bueno, bueno, bueno, bueno... ya esta, ya se terminó —intervino Mario —Vos también —señaló a James
James hizo un puchero y volvió asentarse en la cama.
—No es justo Mario —dijo Diosito
—No ya sé
—No es justo que ella este allá afuera la trola esa... y yo me tengo que quedar acá pa toda la vida, toda la puta vida nos vamos a quedar acá, no vamos a salir nunca! ¡Nunca Mario!
Mario suspiró. El rostro de Barney se ensombreció ligeramente al reflexionar sobre sus palabras, el colombiano asintió cabizbajo también.
—Escucháme... yo sé que empezamos para el carajo acá en puente viejo, pero el negocio está levantando, hermano, bancáme un cacho, boludo, mira lo que conseguimos en un solo día... —lo animó Mario —podemos ser los reyes de este lugar, nene, recuperar lo que perdimos en san Onofre... pero para eso necesito que me hagan buena letra por ahora... —les dijo a los otros —esta garpando con Coco, lo tenemos con un pie afuera a Galván, lo único que yo les pido es paciencia che, es lo único que les pido.
—Sí Mario
—Sisas
—Ahora vos, hermano... pero a vos no hay poronga que te venga bien loco, dale... estamos despegando esto, no se construyó la capital de Roma en un día che, yo necesito que le pongamos voluntad, todos estamos laburando, los muchachos estamos laburando groso, no te podés dejar estar, boludo, bancá.
—No ya sé Marito... pasa que me pongo minita yo también, cuando me acuerdo que nos vamos a quedar acá pa toda la vida acá encerrados. El único culo que me voy a coger va a ser el hoyo negro del colombiano este.
James gruño con antipatía.
—Ya quisiera jueputa.
—Y encima la loca esta ya esta preñada, me voy a hacer papá acá adentro Mario... cuando nazca mi nene también voy a estar preso, cuando de su primer paso voy a estar preso yo, voy a seguir preso, cuando diga su primera palabra voy a segur preso, loco. La puta que me pario.
Mario asintió.
—Pero las cosas van a mejorar Dios, entendeme, no siempre va a ser así, vos sabés que cuando saquemos a Coco, con Antín acá las cosas van a cambiar también. La vamos a tener más fácil nosotros. Un pabellón de lujo, una pantallita, un celular qué sé yo... vamos a ser reyes otra vez.
—Yo no quiero una pantalla, Mario, ¿de qué querés ser el rey? De la mierda querés ser el rey, es una mierda esto, Mario, no quiero ser rey de la mierda yo... —Diosito se tiró en la cama y le dio la espalada a su padre —yo quiero ser libre.
Mario clavó la vista en el suelo, no era el único Borges en cuya memoria habría de resonar el desespero tan justificado de Diosito, pero como su padre, como su sangre, el dolor de su hijo era todavía más palpable, era una condena mayor que la de sus propias circunstancias.

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Mario se paseó por las mesas del comedor custodiado por sus dos guardaespaldas, perseguido por la mirada recelosa de la gente del culto raro de Medina. Habían tenido una discusión esa mañana y el viejo loco les había “echado una maldición” lo sea que aquello significara, no podría importarle menos, ahora que el negocio con coco estaba prosperando y tenían información suficiente para quitárselos de encima a ellos también.
—¿qué le habrá dicho la piba esa para que se ponga así che? —murmuró Barney sentándose frente a él —No quiso ni venir a cenar el pelotudo.
—No es por eso —James terminó de hablar entre bocados de mandarina —Estuve escuchando por ahí... parece que el tombo jueputa esta que se nos casa.
—¿Cómo que se casa? —Mario alzó las cejas —¿Con quién se va a casar?
—Sisas, con la licenciada.
—¿Con la Molinari se va a casar?
James asintió.
—Parece que es por una vaina de la custodia del hijo de Palacios. Eso escuché.
Barney miró a Diosito preocupado.
—Pobre Dios... con lo pelotudo que lo tiene la rata esa
—Sidney…
—Y luego la piba embarazada, la concha de tu madre, loco... —Mario enterró los dedos en su cabello —que quilombo.
—Usted ya sabe como son las hembritas, Mario... no se las puede tener contentas.
—Ni preñadas te dejan de joder —se rio Barney —Unas quilomberas.
Mario se rio también.
—Que complicado todo che... yo te juro que si hubiese nacido con tetas y concha me ponía de puta, me llenaba de guita y me las tomaba de acá, me mandaba a cantar las 8 en la punta del este.
—Ea —asintió James.
Los tres hombres rieron. Medina los observó con atención y sonrió también.
En el pabellón, envuelto entre las sábanas, Diosito apretó su almohada y se limpió las lagrimas contra la franela. Miguel y su estúpida novia podían irse a la mierda, Karina y su estúpido bebé podían joderse también... tal vez Miguel quería a una mina perfecta, y una familia perfecta… quería una vida cheta, en un barrio cheto, con una mujer cheta y de grandes tetas... sí tan solo fuese libre para correr tan lejos del infierno... si tan solo fuese una mina... sí, eso era: si Diosito fuese una mina, la puta de Molinari no podía jamás arrebatarle lo que era suyo.
A veces, como ahora, desearía ser una mina.

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Diosito se despertó con incomodas ganas de orinar, el sonido de algún radio lejano llamó su atención. La pantalla de su celular vibraba y se encendía cerca de su lampara de noche.
Diosito entre abrió los ojos, indispuesto y volvió a cerrarlos.
Ya entraban los rayos de luz sobre sus parpados, pero ningún guardia había empezado a gritar todavía. Quizás era hora de ducharse... o algo así...
El teléfono celular vibró una vez más. Diosito extendió la mano para apagarlo, pero no pudo... aquel aparatejo no era suyo, jamás lo había visto antes... no era de James, ni de Barney, y esa lampara sobre el mueblecito de noche no era suya tampoco... ni la lampara ni el mueble, ni la pared, ni la cama... no... algo no estaba bien.
Diosito abrió los ojos de golpe, miró a su alrededor una y otra vez. Los decorados, las paredes, la luz del sol sobre el armario... nada de eso era la cárcel, no estaba en su pabellón.
Asustado, confundido y todavía semidormido Diosito saltó de la cama. Inspeccionó las frazadas, los colores, los bocetos y flores de tapiz en la pared, y finalmente la alfombra... la alfombra sobre la que estaban sus pequeños pies...
Diosito frunció el ceño y se agachó poco a poco, las uñas pintadas de rosa que se movían como gusanillos cuando intentaba mover los dedos de los pies le parecían familiares...
De alguna forma alguien estaba parado sobre él, dentro de él o ¿debajo? No... Diosito se sintió mareado de pronto. Algo lo golpeaba en la garganta, las nauseas incrementaron, sus rodillas temblaron con un espasmo y sus piernas se negaron a responder. Así que giró al tacho de basura y vomitó dentro. Mientras lo hacía sintió un horrible ardor entre el pecho y el esófago. Las manos que se ensañaban en sostenerlo del hormigón de las paredes eran delgadas y frágiles... no eran suyas.
—Carajo... —maldijo sin poder dejar de vomitar —No...
Pero por fin las nauseas se detuvieron, el vomito paró, y el dolor con el que se contrajo su abdomen le avisó que estaba sufriendo mucha presión. Instintivamente se llevó las manos al vientre y descubrió una dureza que nunca había estado allí. Tenía el estómago inflamado y endurecido como un balón. Tenía algo... algo... algo adentro...
Horrorizado y temiendo no poder despertarse de esa pesadilla corrió fuera de la pieza y se encontró con un pasillo estrecho. El cuadro de una familia sonriente le devolvió la mirada. Siguió por el pequeño espacio hasta lo que reconoció como un baño y cerró la puerta de un golpe. Allí se quedó un segundo tratando de calmar su respiración.
—No puede ser, no puede ser, no puede ser... —susurró —¿que pasa? ¿Qué carajo pasa?
Pero no necesitó una respuesta, porque de inmediato se dio cuenta de que no se encontraba solo en el baño.
La Kari se encontraba allí también, recargada sobre la puerta con el pecho inflamado bramando por aire, asustada, con el mismo semblante de confusión que seguramente él tenía también.
—¿Qué es esto guacha? ¿Que mierda pasa acá? —dijo él, pero la chica habló al mismo tiempo, diciendo algo que él no fue capaz de escuchar.
—¿Qué? —preguntó
Pero ella preguntó lo mismo.
—¿Qué pasa acá te pregunté, loca? ¿Dónde estoy? ¿Dónde está...?
Pero entonces se dio cuenta… esa voz, esa voz no era su voz... ¿por qué sonaba de esa forma?
—¿Kari?
La Kari no le respondió, lo miró largo y tendido mientras él la miraba de vuelta. Diosito empezó a caminar entonces, incrédulo, con las pupilas cada vez mas pequeñas... se detuvo en el bode del espejo y observó el marco, anonadado.
Luego estiró la mano… la Kari hizo lo mismo.
Estiró la otra y ocurrió exactamente igual.
Por tercera ocasión se llevó las dos manos al rostro y...
—¿Soy...? Soy yo…—comprendió
Sus ojos fueron a parar en el vientre abultado de la chica... no, en el suyo... era él... era él en el cuerpo de Karina.

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Luna tenía una horrible jaqueca, sentía la boca reseca y los labios partidos, un zumbido llevaba rato molestando en su oído y sus brazos se estaban congelando. Buscó la manta para refugiarse, pero todo lo que encontró fue una frazada remendada, tan delgada que la congeló todavía más.
Enfadada, abrió los ojos para encontrar las cobijas, pero se llevó más de una sorpresa al descubrir que no se encontraba en su cama.
Se sentó rápidamente en la orilla de la cabecera, pero la cama se balanceó y ella cayó al suelo con un sórdido golpe. Miró de nuevo a su al rededor, angustiada, con la respiración cada vez más agitada.
Estaba rodeada por bungalós metálicos, un hedor terrible y un frío de mierda. Fuertes ronquidos se escuchaban venir de las camas contiguas, y frente a ella, entre rebuscones y el movimientos de lo que parecía ser una pesada oruga, descansaba el mismísimo Mario Borges.
Luna abrió los ojos por todo el marco, aterrorizada. Pensó que la habían secuestrado de nuevo y trató de escapar, fue primero al centro del pabellón en busca de la salida, pero un hombre tatuado y casi tan alto como Barney estaba ahí sentado, fumando. Cuando la vio movió la cabeza con simple desinterés.
Luna soltó un grito y quiso volver para encontrar otra salida pero tropezó con una mesita de centro y cayó al suelo.
—¿Estás bien? —le preguntó el más alto
Luna gritó de nuevo y gateó en retroceso para huir de él, pero se había enredado con el banquillo y terminó armando un escandalo que despertó a otros dos tipos.
—¿Qué pasa? —dijo uno calvo —¿Qué mierda pasa ahora che? Déjense de joder, es muy temprano todavía, loco…
El alto del principio llegó para intentar levantarla pero Luna rehuyó de su tacto.
—¡No, no me toqués! ¡Andáte! —gritó
En la mesa había un pedazo de madera tallada en forma de mini estaca, así que no dudo en tomarla para defenderse.
—¡Andáte! —amenazó
El más alto lo meditó, confundido, pero sin inmutarse mucho, intercambió una mirada de interrogación con el otro y se rio.
—¿Qué pasa Colombia? ¿A qué estás jugando ahora?
Luna buscó a James con la mirada. Es verdad... James, si James estaba ahí él la defendería.
—¡James! ¿Dónde estás? —pidió con la voz entrecortada.
—¿Te sentís bien che?
Luna se alejó del tacto del Patón y volvió a levantarse.
—¡No, no me toqués!
—Ah, ya veo —el grandote tomó un cuchillo y se acercó —Querés jugar.
Luna vio el filo del cuchillo y su mano empezó a temblar. El hombre avanzo hacia ella con su propio cuchillo y se puso en guardia, divertido. Luna intentó sostener la estaca de madera con las dos manos pero le temblaban tanto que se le cayó.
—Dale colombiano, tirá
Luna miró a su al rededor de nuevo en busca de James pero no lo vio. El hombre armado avanzó un paso hacia ella. Luna pensó que se cagaría encima, pero en ese momento un guardia golpeó los barrotes con su mamporra despertando al resto de los internos en las camillas de alrededor.
—¡Arriba escorias! —gritó el guardia —¡Es hora de levantarse, vamos!
Luna corrió hacia la puerta y agitó los barrotes.
—¡Ayuda! —pidió —¡Ayudáme por favor! ¡Ayudáme!
El guardia endureció su semblante y se acercó de una forma más agresiva de lo esperado. Mario Borges se levantó de súbito y empezó a estudiar su al rededor con mucha cautela.
—¡Mové el culo colombiano! —dijo el guardia —¡Te vas a las duchas, dale!
—¿Qué?
—Dale…
El guardia abrió la reja y la tomó del brazo.
—No... pará, ayudáme, me tienen secuestrada yo soy... —Luna se resistió —¡Soy Luna, Luna Lunati, no se como me trajeron pero me tienen secuestrada, ayudáme!
El guardia se rio.
—Si claro y yo soy Jenifer Lawrence, en castaña che, la película intergaláctica esa.
—¿Qué? No, pará. ¡Pará!
Mario Borges la miró con una cara de sorpresa que solo podía significar que él no estaba al tanto de su presencia. Antes de que también fuese obligado a caminar en la misma fila, en dirección a las duchas.
—¡No, por favor! —se detuvo Luna —¡Por favor, me tienen que creer!
—¿Qué está pasando?, ¡No! —daba vueltas el rubio de los dientes podridos
—¡Adentro Borges! —gruñó el guardia
Luna se vio pronto rodeada por sus captores: Barney, Mario, Diosito, ahí estaban todos y algunos más que jamás había visto. Pero James no estaba por ningún lado.
—¿Por qué, qué pasa, qué esta pasando? —dijo el rubio —¡Dónde estoy!
—¡Es un error! —dijo Luna
Mario Borges inspeccionó las duchas y a los otros hombres que se desnudaban frente a ellos. Luego apartó la vista asqueado.
—No, no... —el rubio se tiró en el suelo y empezó a vomitar.
El más alto daba vueltas de un lado a otro y Mario Borges fiel a su calma los miraba a todos, se miraba las manos y a los guardias, luego de nuevo a las duchas con increíble confusión.
—Mario, Mario ¿qué pasa Mario? —lo agitó Barney —¿qué esta pasando? Ayudáme, ayudáme, gordo por favor.
Mario se quedó callado. Luego miró de vuelta a Luna y a Diosito.
—Tienen cinco minutos señoritas, déjense de joder y sáquense ese olor a mierda —advirtió el guardia.
Mario analizó la mamporra.
—Escucháme una cosa nene —se acercó al guardia —No sé qué carajo está pasando acá pero no me gusta.
—Sacáte la mugre Borges dale, apestas
Mario frunció el ceño, volvió a mirarse las manos y se acercó a Barney.
—Mario, tenés que ayudarme no sé cómo llegue acá, gordo —le dijo el más alto —ayudáme, no sé cómo llegué acá ¿donde esta Barney?
—¿Claudia?
Luna los miró alarmada
—Mario... —Se acercó gateando el rubio —Mario por favor ayúdenme... ayúdenme, colombiano, vos... —pidió.
Luna retrocedió para evitar su tacto.
—¡Eh, los Borges, cinco minutos les dije! —advirtió el guardia —Dale, Borges, métanse en la ducha o los baño con la maguera ¿que prefieren?
—Esto no puede ser posible —dijo Mario
—Bueno se acabó, no se quieren duchar, afuera —Lo jaló el guardia, Mario lo empujó.
—Eh, más respeto candado —exigió.
Pero el guardia lo golpeó en el estomago. Golpearon también a Barney y luego se los llevaron a todos a regañadientes.
Mientras avanzaban por el pasillo hacia el otro conjunto de las duchas recibieron silbidos y muchos vítores. Luna intentó zafarse de los guardias pero al ver que sus captores también peleaban con ellos dejó de resistirse.
Al finalizar el largo tramo los empujaron contra una rejilla de metal que se balanceaba y les sacaron la ropa a fuerza de tirones. Luna se descubrió con más fuerza de la normal y logró evitar que la derribaran para sacarle la ropa, pero Barney y Diosito no tuvieron tanta suerte.
—¡Soltáme hijo de puta! —dijo el rubio
—¡No! ¿Que hacen? ¡No! —Luna pataleó pero dos hombres la sostuvieron y consiguieron quitarle los calzones.
Ese fue quizás el momento más esclarecedor de su vida entera. Cuando se dio cuenta de que aquel no era su cuerpo. Ella recordaría haber tenido semejante cosa entre las piernas si la hubiera tenido antes.
—¡Hijos de puta! —gritó Mario con la voz más aguda de lo normal
Luna se quedo quieta, en shock, tratando de procesar lo que acababa de ver, y sin embargo no tuvo mas tiempo para pensarlo, porque de repente las llaves de la enorme manguera se abrieron y dispararon contra ella y el grupo de los Borges.
Los gritos agudos que salieron entonces de sus bocas, la de Diosito y Barney, le resultaron al parecer de lo más gracioso a los guardia cárceles, que se miraron unos a otros y se rieron a carcajadas.
—¿qué pasa señoritas? No les gusta el agua eh.
Mario Borges los fulminó con la mirada tratando de cubrirse los pechos, pero resbaló de nuevo.
—¡Hijos de puta! —chilló Diosito retorciéndose en el suelo —¡Mi bebé!
—¡Mario! —lloró Barney
—¡Pará la concha de tu madre! —dijo el Borges
Luna sintió que la presión de la manguera era demasiada para aguantar la fuerza y dejó de resistirse cayendo al suelo en más de una ocasión, pero a los guardias no les importó y siguieron disparando contra ella. Luna se dio cuenta muy pronto de que no se detendrían y tampoco le mostrarían ninguna piedad.
—Sacáme... —susurró —sacáme James...
Mario intentó hablar de nuevo pero se tragó el agua y el rubio se tiró al piso tratando de cubrirse el abdomen por alguna razón. Barney, el más alto estaba pegado contra la reja cubriéndose el pecho con las manos sin moverse mucho, y Mario peleaba todavía dando manotazos al agua.
—Por favor... —suplicó Luna al borde de las lágrimas
—Ya está, ya está —se rio uno de los guardias —¿Qué es esto? ¿Qué está pasando acá?
Detrás de él entraron Galván, otro policía pelado y el mismísimo Sergio Antín.
—¿Qué mierda está pasando acá, señores? —dijo el secretario
—Es una ducha, señor —dijo uno de los guardias —Los Borges se negaron a ducharse así que los trajimos acá.
Antín se adelantó y se puso frente a los encargados de la manguera
—¿pero que carajo les pasa? ¿No conocen los derechos humanos en puente viejo?
—Es disciplina, Antín —dijo Galván —Los presos de puente viejo son todos iguales, no tenemos favoritismos acá y tampoco ningún trato con ellos. Todos los internos deben tomar una ducha por la mañana por cuestiones de salud e higiene, aun si se niegan a tomarla. De lo contrario, el personal tiene instrucciones de salvaguardar las medidas higiénicas de cualquier forma.
—No es la forma me parece —dijo Antín —Este castigo no es más que entretenimiento para los guardias.
Mario Borges bufó escupiendo el agua que se había tragado.
—Devuélvanle a estos hombres su ropa y más vale que estén en el comedor para el desayuno —advirtió Antín.
Intercambió una mirada de reproche con Mario y se alejó seguido por Galván que inclinaba la cabeza de vez en cuando, con impotencia.
Los guardias obedecieron la indicación y les arrojaron algunas toallas. Luego los escoltaron desnudos de regreso a su pabellón, donde cada uno se vistió en silencio y sin poner mucha resistencia.
Mientras intentaba vestirse, Luna podía escuchar los sollozos no tan discretos del rubio y los dientes del más alto castañeando de frio. De repente Mario se levantó y miró a los demás.
—Déjenos solos —ordenó
El hombre de los tatuajes, el pelado y otros tipos del final del pabellón salieron desfilando cabizbajos. Luna no podía dejar de mirarse las pulseras en la muñeca, los anillos que no habían podido quitarle ni a fuerza de tirones y sus rodillas. Conocía a la perfección esas manos, esa piel, esos anillos.
Sabía perfectamente de quien era ese cuerpo.
—Me voy a arriesgar a equivocarme —dijo Mario —Pero yo no creo que vos seas Barney, o vos el colombiano, o vos mi Diosito... así que hablen... ¿quién mierda son?
—Claudia —dijo Barney —Me conocés Mario, vos me conocés, gordo, dale.
—No soy Mario —dijo Mario
Luna frunció el ceño.
—¿qué?
—Entonces...
—Gladys —dijo Mario —Soy Gladys
Luna abrió mucho los ojos.

Chapter Text

Miguel se despertó con el llanto de un bebé. Antes le había sucedido, mientras estaba de prófugo con Emma, pero hacía tiempo que no le pasaba y por eso fue confuso para él, pero lo dejó pasar. El bebé, sin embargo, siguió llorando.
—¡Emma! ¡La Mica tiene hambre! —gritó una voz familiar aunque no lograba recordar de quien era.
Miguel entonces abrió los ojos y se los frotó con desespero.
—¡Emma!
Miguel se sentó en la cama desperezándose. El llanto no se callaba.
—¡Emma despertáte! —dijo la voz —Dale Lluqui levantáte, es hora de ir al colegio.
Miguel frunció el ceño, estudió la habitación donde se encontraba pero no le dio mucha importancia. Porque lo único que su cerebro pudo registrar fue la voz de su hijo.
—Ya voy —dijo el niño
Entonces abrió los ojos de golpe y salió de la pieza.
—¿Lucas? —los buscó —Lucas ¿dónde estás?
—¡Ya voy mamá! —repitió el niño
Miguel sintió que su corazón se salía, las lágrimas de alegría se le acumularon bajo los parpados.
—¿Lucas? —Miguel corrió a la pieza del niño y abrió la puerta emocionado —¡Lucas! —Lo abrazó
—¿Qué?
—Lucas, sos vos, sos... —Miguel dejó de sonreír —pará… ¿qué haces acá? ¿Qué hago yo...?
Entonces por fin se abrumó por lo que estaba ocurriendo. Estaba fuera de la cárcel, ¿por qué? ¿Cómo? ¿La policía lo estaba buscando? ¿Tenían rodeada su casa?
—Lucas... ¿dónde está Emma? ¿Dónde...?
El bebé de afuera volvió a llorar
—Emma, vení a verla a la Mica, dale, que ya me tengo que ir
Miguel se levantó. Ahora recordaba, esa voz era de Mavel, la hermana de Emma.
—Mavel —Miguel corrió —Mavel
Mavel estaba meciendo a Mica en sus brazos, en cuanto lo vio suspiró aliviada.
—Dormís como piedra, flaca, dale que me tengo que ir yendo
—¿Qué? pará… ¿A dónde te vas a ir? No, ¿dónde está Emma? ¿Dónde...? ¿Cómo llegue acá?
—¿Qué te pasa Emma?
—¿"Emma"?
—No tengo tiempo tomá —Mavel le dio a la bebé —Me voy, no llego a recoger a Lucas porque tengo una reunión en el colegio. Nos vemos a la noche, chao...— le dio un beso en la mejilla —chao mi amor —besó también a la bebé
—Escucháme...
—¡Nos vemos Luqui!
—Chao Mavi —gritó el niño desde la pieza
Mavel se alejó y cerró la puerta tan rápido que Miguel no tuvo tiempo de procesar nada.
—¡Mavel! —gritó
Pero la niña siguió llorando en sus brazos. Miguel intentó apaciguarla pero había perdido la práctica.
—Lucas... —Miguel regresó a la habitación —Lucas ¿dónde está Emma?
El niño se estaba cepillando los dientes
—¿Qué?
—Emma ¿dónde está?
El niño lo miró como si hubiera enloquecido.
—Escucháme es muy importante, quedáte acá con la Mica y yo voy a buscarla.
—¿A quién?
—A Emma la estoy buscando hijo ¿dónde está Emma? ¿A dónde fue?
Lucas se sacó el cepillo de la boca.
—¿Es un juego, mami?
Miguel analizó sus palabras tratando de comprenderlas.
—¿Un juego? Si... es un... un juego... el juego se llama encontrar a Emma, decime donde esta Emma.
—Aquí
—¿Aquí donde?
—En el baño, conmigo
—No, no me tenés que inventar, me tenés que decir donde está.
El niño entrecerró los ojos.
—¿Estás bien mami?
La bebé le escupió leche encima, en la solapa.
—Oh-oh—se rio Lucas
Miguel intentó limpiarse pero en el momento que vio sus pechos sintió un escalofrió. Se tocó, los apretó en sus manos y volvió a mirarlos. Vio sus manos y sus pies, la punta de sus dedos y de nuevo sus pechos... luego su cabello y finalmente fue hacia el espejo.
—¿Emma...? —balbuceó
—¿Cuál es el juego ahora? —preguntó Lucas
Miguel fue a la pieza de Emma y se vistió lo más rápido que pudo, si aquel era un sueño no estaba funcionando el dolor para despertarlo. Así que se vistió como mejor pudo, tomo sus zapatillas y anduvo al auto.
—¿Vamos al colegio? —preguntó Lucas
—No ahora no —dijo Miguel —La vamos a buscar a tu mamá
—¿A mi mamá Silvia?
Miguel se maldijo
—A tu papá... —se corrigió —Vamos a verlo a tu papá
—¿A la cárcel?
—Si a la cárcel
El niño hizo una mueca.
—No lo quiero ver a mi papá... no quiero ir a la cárcel
Miguel sintió una punzada en el corazón. Es verdad que la cárcel era un sitio horrible, pero saber que su hijo no tenía ganas de verlo de cierta forma le dolió.
—Escucháme Lucas, sé que tu papá no ha sido el mejor papá, pero sigue siendo tu padre y te ama mucho, así que...
—Sí, pero no lo quiero ver. No tengo ganas.
Mica lloraba de nuevo en el asiento trasero.
—Me podés esperar en el coche si querés, necesito comprobar una cosa rápido. Por eso tengo que verlo.
—Mejor vamos por un helado —dijo el niño reanimado
—No, primero tenemos que resolver esto, después...
—Primero un helado.
—¿Podés parar un segundo? —se enfadó Miguel —Tengo problemas de grandes que no comprendes, así que calláte un segundo Lucas, dale. No me rompas más las pelotas.
El niño se encogió en su asiento, desanimado.
La bebé continuó llorando.
—Escucha... escucha... Emma está teniendo un día malo ¿entendés? Todo lo que te pido es que seas un niño grande y la cuides a tu hermana mientras habló con tu papá ¿podés hacer eso por mi?
Lucas asintió.
Miguel se puso el cinturón de seguridad y condujo al penal, aunque en realidad no sabía muy bien como llegar y conducir de nuevo cuando llevaba tanto tiempo sin hacerlo le provocó un poco de nervios. Mientras se acercaba a la cárcel, algunas patrullas pasaron junto a su vehículo y aunque sintió la necesidad de esconder la cabeza, no tuvo que hacerlo, porque los oficiales se limitaron a saludarlo.
—Esperáme acá —dijo cuando llegaron.
Luego se bajó del auto y caminó directo al penal.
La inspección le pareció eterna y los protocolos de seguridad eran una rutina despreciable donde los guardias aprovechaban para manosear el cuerpo de su mujer todo lo que se les antojase. Miguel tuvo que ponerse severo con ellos por tocarla de esa forma. No le hubiera molestado si se tratase de su propio cuerpo, pero se trataba del de Emma. Descubrió entonces lo blandos que podían ponerse los guardias cuando veían una mujer enojada.
Al finalizar los exhaustivas revisiones finalmente pudo entrar. Desde afuera Puente viejo parecía más espacioso y accesible que desde adentro y las instalaciones que podían verse para el público general estaban en mejores condiciones por razones obvias. Pero nunca fue tan consciente de la cantidad de guardias y seguridad como cuando la vivió desde afuera.
Al fin llegó a la mesa de la sala de visitas y por primera vez se sintió rodeado de un ambiente conocido.
Un guardia fue a llamar a "Miguel" pero verse caminando hacia el mismo fue una experiencia casi religiosa. De alguna forma perturbadora también. Mientras se acercaba Miguel frunció el ceño, cauteloso y avanzó más despacio, luego asustado se sentó tímidamente frente a él.
Miguel se miró a si mismo a los ojos para encontrar las respuestas que estaba buscando.
—¿Emma? —Preguntó
Emma asintió despacio con la cabeza de Miguel.
—¿Cómo puede ser...?
Miguel apretó los parpados, frustrado.
—No sé qué está pasando… que sueño loco.
—Sacáme de acá por favor, sacáme, no aguanto más, no lo aguanto mas... —pidió Emma
—Ya sé, ya sé... Shhh, tranquila... tranquila... miráme, escucháme: no sé cómo sucedió esto pero te voy a sacar de acá, te lo prometo.
—Ayudáme Miguel no sé qué está pasando no sé, todos acá adentro, es, es horrible... ¿cómo podés soportarlo?
—No, pará, miráme, miráme Emma... todo va a estar bien ¿entendés? Tenés que bancar un poco, necesito descubrir cómo fue que sucedió esto.
—No, Miguel, es horrible, es... necesito salir de acá, no puedo...
—Lo sé, ya se que no perteneces acá, vos no hiciste nada malo... vos no te mereces esto, yo lo sé, pero para arreglarlo necesito buscar información, necesito pensar. No puedo hacer nada ahora.
—Lucas, Mica... ¿cómo están?
—Están bien, están en el auto
—¿Lo llevaste al colegio a Lucas?
—No, está ahí, está afuera, lo traje conmigo.
—¿Por qué?
—No sé... no sé donde queda el colegio
—Mavel...
—No, Mavel iba tarde, salió tarde, dijo que tenía muchas cosas que hacer, escucháme ¿le das de la formula a Mica?
—Tengo leche congelada en la heladera
—Leche... ¿tuya?
—Sí, pero... vos... —Emma abrió las majos como si se tratase de un asunto obvio
Miguel miró sus pechos y de vuelta a Emma
—No, no, no, yo no puedo hacer eso.
—Es una bebé, Miguel no le podés dar solo fórmula
—Ya no es tan pequeña.
—Miguel —Emma lo miró con severidad
¿Es que su rostro siempre se veía así de intimidante cuando hablaba con otros? Con razón lo llamaban amargado.
—Es que no se cómo se hace —se excusó él
—Ninguna mina sabe, lo aprendés sobre la marcha
—¿Me estás hablando en serio? ¿Querés que le dé la teta yo?
—Miguel, estoy presa... ¿qué querés que haga, que vaya yo?
—No, pero...
—Dijiste que necesitas tiempo, bueno andá, tomáte el tiempo, pero no podés dejar de lado mis responsabilidades, porque antes que tu mujer soy la mamá de mis hijos.
—Yo sé, pero no sé hacerlo yo, no...
—Lo siento, mientras no se solucione esto vas a tener que alimentarla vos. Ella come todos los días, Miguel.
—Emma...
—Jardines 5-17 sobre contreras y Luce.
—¿qué?
—Es la dirección del colegio —dijo Emma —¿tenés donde anotar?
—Si...
—Pedíle a Mavel que te ayude con la cena —indicó Molinari
—Pero... Emma, yo no se nada de niños, no sé...
—Sos el papá de Lucas, aprovechá para verlo, esto es algo bueno para vos también.
—Si, pero ya lo vi a Lucas, y vos estás acá en peligro.
Emma puso una cara de pocos amigos, con ese semblante Miguel empezaba a comprender porque todos creían que era tan "careta"
—¿podés dejar de mirarme así, con esa cara mía?
—¿así cómo?
—Como si tuviera que saber exactamente qué hacer, flaca… yo no tuve la culpa de esto, yo no pedí esto.
—Ya sé que no tenés la culpa, Miguel, pero necesitamos una solución y no tenemos tiempo para encontrarla, vos tenés mucho laburo que hacer afuera y yo estoy presa... preso —se corrigió Emma —No sé como vamos a arreglar esto.
Miguel suspiró.
—Voy a encontrar la forma, te lo prometo —Emma asintió —Escucháme... Lucas, Mica, ellos también son mis hijos ¿si? Quedáte tranquila porque yo los voy a cuidar, no tengas duda de eso.
—Sí, está bien —dijo Emma
—Y ahora vos... vos tenés que tener mucho cuidado acá adentro. Es muy peligroso, es un lugar peligroso, no confíes en nadie, no tenés amigos ¿entendiste? Nadie es amigo, nadie hace favores, nadie... son todos peligrosos acá.
—Sí.
—Lo digo en serio, Emma... vos estás acostumbrada a ver un lado muy diferente de la cárcel, no podés confiar en esta gente. Tenés que dormir con un ojo abierto.
—No. Ya sé.
—No, es que no me entendés... yo sé que vos pensás que acá hay gente que se puede rescatar que se merece otra oportunidad y que la vida le pegó muy duro, y no te equivocás, pero es una persona en un millón, y vos ahora estás rodeada por ese millón ¿entendés? La gente de acá es mala, mala de verdad, y si te dejas te pueden hacer mucho daño.
—No, no te preocupes nadie me hizo nada.
—Todavía, pero tenés que evitar el peligro a toda costa. Acá si no los buscas los problemas ellos te encuentran a vos.
—¿Entonces qué debo hacer? Quedarme sentada sin hacer nada todo el día, apartada de todos.
Miguel negó
—No parezcas muy emocional, alejáte de los quilombos y sobretodo... por nada del mundo te acerques a Diosito.
—¿A Diosito Borges?
—Los Borges me odian a morir y cualquier contacto con ellos es peligroso ¿entendiste? Yo no sé si esto es un mal sueño, una pesadilla o si se va a acabar mañana, pero mientras esto no se arregle te suplico que me escuches. Alejáte de Diosito Borges.
Emma asintió.
—Esta bien lo voy a evitar —prometió
—Dios... él te va a seguir... él está...cree que tenemos una amistad o algo así... pero no lo escuches... como dije: es peligroso.
—Entiendo.
—Casi me olvido —Miguel miró a todas partes y luego le pasó algo de dinero por debajo de la mesa —Tomálo rápido.
Emma lo obedeció torpemente.
—Esto es para una emergencia, guárdalo bien
—Si
—Trataré de resolver esto antes de mañana, te lo prometo. Pero si tenés que pasar la noche acá… no duermas.
—Miguel...
—Se terminó el tiempo —dijo el guardia —vamos guardando las cosas
—Miguel... —Emma lo tomó de la mano —Tratá de aprovechar tu tiempo con Lucas.
Miguel asintió y se levantó.
—Cuidáte mucho por favor, no confíes en nadie —advirtió
Emma negó mientras el guardia la conducía afuera. Miguel fue escoltado de regreso a la salida donde la inspección se volvió menos rigurosa que al entrar. Si aquella era una pesadilla, definitivamente era una pesadilla muy extraña.

Chapter Text

Diosito siempre había querido tener unas tetas propias para poder juguetear con ellas, pero esto no era exactamente como se lo había imaginado. El cuerpo de la Kari tal vez era sensual visto desde afuera, pero era pequeño, frágil como una hoja e inútil para trabajo rudo.
No había podido correr por los edificios como seguramente hubiera podido hacerlo con su cuerpo original, y es que Kari no solo era una chica delicada, también estaba preñada, con lo que sus movimientos ya de por si obstaculizados por su delicadeza se reducían todavía más. Cualquier mal paso que diera podía poner a su bebé en riesgo.
Diosito tenía la impresión de que si se soltaba la panza se le caería el niño, de modo que solo contaba con una mano para hacer la mayoría de las cosas. Lo primero que se le ocurrió fue buscar a Gladys, pero no recordaba muy bien la nueva dirección de su cuñada. Aunque si sabía el barrio y la calle. Eso le ayudó a elegir el colectivo. Algunos hijos de puta lo saludaron en la parada como si lo conocieran o hubieran dormido con él. Diosito se enfadó con Kari por ser tan puta, ya tenía la impresión de que le ponía los cuernos, pero... eran demasiados.
—¿vos que mirás gato? —se adelantó a un hombre que le sonrió.
—Por favor toma mi lugar —dijo el hombre —estas embarazada ¿no?
Diosito alzó las cejas.
—Si, porque tengo macho, no está acá ahora conmigo, pero tengo macho, el que me dejó preñada ¿entendiste? Esta mina tiene macho.
—Okay, es bueno saberlo —dijo el hombre —¿querés el asiento o...?
Diosito resopló. Luego tomó su lugar y miró por la ventanilla preocupado. Esa sensación dentro de su cuerpo no era como una indigestión. Era horroroso pero de alguna forma le transmitía paz. Tener a su hijo bajo su protección le daba la tranquilidad de que nada ni nadie podría dañarlo. Ahora estaba en las únicas manos que podían encargarse de hacerlo todo bien. Pero el embarazo de la Kari ya estaba avanzado, si llegaba a entrar en labor mientras él estaba en su cuerpo, el tendría que parir, y eso le aterrorizaba.
Pocos minutos después de llegar al barrio donde vivía la Gladys se dio cuenta de que tenía ganas de orinar otra vez. No podía hacerlo de pie así que seguramente necesitaría un baño.
Buscó en vano un baño público y acabó escabulléndose detrás de un parque, bajo un árbol, donde descubrió lo difícil que es orinar siendo una mina. Tenía miedo de que el bebé se le fuera a salir si separaba demasiado las piernas, pero por otro lado, no podía aguantarse más, y si no se sentaba en cuclillas se ensuciaría los tobillos y las bombachas. Cuando por fin encontró una posición intentó no presionar mucho al bebé, pero le fue imposible, y el niño, tal vez por lo incómodo y aprisionado que se sintió empezó a estirarse pateándole lo que casi pudo jurar era su riñón.
—No... pará, loco, pará un toque… —se quejó—quedáte quieto hijo de puta —se enderezó adolorido, pero con la mala posición y el bebé moviéndose como un desgraciado sinvergüenza terminó cayendo al suelo sobre su propia orina —¡La concha de tu madre guacho! —maldijo.
—¿Estás bien? —se asomó una señora de edad
Diosito intentó cubrirse, nervioso, pero la señora se limitó a reír.
—Te vi cuando llegabas, nena ¿necesitas ayuda?
—No, no, no está todo bien está todo... —pero en ese momento el bebé lo pateo de nuevo y Diosito soltó un gemido profundo.
La señora se acercó sin su permiso y le dio un pedazo de papel higiénico.
—Tomá, limpiáte con esto
—Gracias —Diosito se sentó como pudo pero descubrió su ropa interior mojada con orina —la concha...
—No pasa nada, ¿sos primeriza verdad?
—¿de que?
—Con el bebé ¿es el primero?
—Si… creo…
—Es normal, uno no siempre llega al baño cuando esta en cinta. Es un quilombo bárbaro.
—Sí, no se que le pasa este niño, me quiere matar posta el guachin, igual que el papá es…
—No le gusta esa posición, quiere que te levantes.
—Me metió una piña en el hígado el hijo de puta
La señora se rio.
—No sos de por acá ¿o sí?
—No, la vine a buscar a mi cuñada la Gladys ¿la conocés?
—No, no la conozco, pero podés pasarte a mi casa por ropa limpia.
—¿posta?
—¿cómo decís?
—Ah, si, si, no, muchas gracias... la voy a buscar a Gladys
—Es acá enfrente mi casa, te preparo un mate. Tengo pastafrola.
Diosito lo meditó. Era una señora muy amable y él necesitaba recuperarse antes de seguir en su ardua búsqueda. Además parecía saber mucho de mujeres y de bebés, así que tal vez no era tan mala idea ir con ella.
—¿bizcochito tenés?
—si, si tengo
—dale, vamo' a lo tuyo entonces
—Anda vení —la mujer le ayudó a ponerse de pie y lo llevó a una casa pequeña —acá esta
Diosito entró con cautela, pero solo pudo ver gatos a su al rededor, no parecía una mujer inofensiva pero tampoco peligrosa, con eso le bastaba.
Le indicó que se sentara, pero de repente sacó un cuchillo de la cocina, por suerte en seguida lo utilizó para cortar una rebanada de pastafrola. Diosito volvió a respirar.
—¿De cuantas semanas estás?
Diosito hizo memoria.
—No se, pero va a nacer en mayo creo, parece que algo así le dijo a Colombia, o en junio, algo así. Ya me olvidé yo.
—¿No sabés de cuánto estás?
—Pasa que, la Kari siempre me dice cosas, siempre esta hablando la guacha, por ahí me conto a mi también pero no sé, no me acuerdo ya.
—¿y el papá?
—¿que tiene el papá? —se cabreó Diosito —¿qué tiene de malo?
—No que si lo tenés al papá o corrió como todos los jóvenes de ahora.
Diosito se cruzó de brazos
—Las minas también son todas iguales eh, son peor ustedes
—¿Cómo?
—Nada... —Diosito recibió el mate de buena gana —¿que vivís acá sola vos? Así vieja como estás.
La señora se echó a reír
—Si, vivo sola
—¿no tenés marido vos, o hijos por ahí?
—No, no mi marido falleció hace 6 años y nunca tuvimos hijos, estoy sola ahora.
Diosito se sintió mal de repente.
—Perdón
—No, no te disculpes, es verdad soy muy vieja ya... debería mandarme a un asilo, pero yo prefiero mi casa, aquí tengo todas mis cosas, toda mi historia —la señora suspiró mirando un retrato de su marido.
—Mi vieja se mudó hace poco pa acá pa el barrio cheto —reflexionó Diosito —está sola también...
—¿Tu mamá?
—Es corte como mi vieja ella, es mi cuñada pero, es la esposa de mi hermano el mayor... siempre ha sido como mi vieja, y ella se preocupa así por nosotros como si fuese mi vieja... pasa que mi vieja la verdadera ya se murió, mi viejo también. Ahora ya nada más lo tengo al Marito y a la Gladys.
La anciana suspiró.
—Tengo que confesarte algo
—¿que?
—Si la conozco a esa mujer, pero no te lo dije porque creo que es peligrosa para vos... creo que en general es peligrosa para todos acá.
—¿qué decís?
—Es una mujer vulgar, antes de que ella viniera este era un barrio tranquilo, ahora tenemos chorros, vecinos problemáticos, escándalos...
Diosito tomó a la anciana de la solapa y la agitó.
—¡Dónde está la Gladys decime!
—Es una mala influencia para vos
—¡Decime donde está, vieja, la concha de tu madre!
—No es lugar para una madre para un bebito, esa mujer anda en algo malo, piba, yo sé, he visto a la gente con la que labura...
Diosito tomó el cuchillo y lo acercó a su garganta.
—¡Decime donde vive!
—La numero 52 sobre la avenida.
Diosito tomó su pedazo de tarta y salió disparado, no le tomó mucho tiempo encontrar la casa luego de eso. Corrió a la puerta y tocó con fuerza. No aguantaba las ganas de orinar una vez más.
Nadie respondió en un rato.
Diosito empezaba a pensar que abandonar la casa de la anciana había sido un error cuando la puerta por fin se abrió y Gladys se asomó.
—¿Qué haces vos acá? —preguntó malhumorada
Diosito se lanzó sus brazos.
—¡Gladys!
—Pará, flaca, bancá un poco, piba pará...
—¿La Kari? —se acercó Claudia —¿Qué haces acá nena?
—No, no soy esa... es que... —Diosito se secó las lágrimas —¿por qué estoy llorando ahora, la concha de mi madre?
Gladys y Claudia se miraron.
—¿Diosito? —preguntó Gladys
Diosito se secó las lagrimas y la miró estupefacta.
—¿Cómo sabés vo’...?
—Somos nosotros —dijo Claudia
—Soy yo, Dios... soy Mario —dijo Gladys
—¿Qué?
—Soy Mario
Diosito miró a Claudia.
—¿Es Dios? —preguntó ella
—Sí —dijo Diosito —¿y vos?
—Es Barney boludo —dijo Mario
—¿Qué mierda está pasando Mario? Que alguien me explique.
Los tres se miraron el uno al otro, confundidos.

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—Esto no me puede estar pasando a mi —dijo Luna en la fila del teléfono.
“Diosito” se paseaba mordiéndose las uñas y el más alto estaba parado detrás de "Mario" o de Gladys, si lo que decía era correcto.
—¿y bien? —presionó Luna
Gladys colgó el teléfono de la pared.
—Nadie responde en casa
—¿a quién llamaste, al 911?
—A Mario, boba... a mi casa.
—¿qué decís?
—No tiene sentido que yo este en su cuerpo ¿donde esta mi marido entonces? ¿Desapareció? ¿Está en mi cuerpo? ¿Qué le pasó a él?
Luna alzó una ceja, no había pensado en eso hasta ahora. Si la teoría de Gladys tenía merito alguno entonces James estaba en su cuerpo ahora mismo.
¿Qué clase de perversiones estaría haciendo ese pajero hijo de puta con su cuerpo? Todo lo que no pudo hacerle en san Onofre.
—Basta, no me voy a quedar más acá, algo tenemos que poder hacer —dijo ella
—Que grande la tiene —observó Kari dentro de su pantalón —Egoísta de mierda —susurró —nunca se le para cuando estamos en las higiénicas.
—¿Qué vamos a hacer Gladys? —dijo Barney o tal vez Claudia, quien sabe —yo tengo cita para que me hagan las uñas, este pelotudo no va a ir.
Gladys rodó los ojos de Mario.
—Escúchenme todas... no sabemos que mierda esta pasando, y lo más seguro es que no haya forma de averiguarlo, pero si tengo razón nuestros maridos están en nuestros cuerpos, estamos intercambiados por alguna razón.
Luna frunció el ceño.
—¿Qué maridos, forra? ¿Qué decís? Yo no tengo marido, gorda chorra de mierda. Yo no tengo nada que ver con el negro forastero este.
Gladys se rio.
—¿Estás segura chula? ¿No te lo estarías garchando al colombiano o sí Lunati?
Luna palideció.
—¿Cómo podés decir eso?
—Y porque la Kari se lo garcha a Diosito y esta en su cuerpo. La claudia se lo garcha a Barney y esta en su cuerpo, yo estoy en el cuerpo de mi marido... ¿no ves el patrón?
Karina asintió.
—Diosito es el papá de mi nene —dijo ella
—No, nunca —se rio Luna ofendida —Nunca me garchó ese inmigrante pelotudo
—Entonces no sé... mala suerte piba
—Mala suerte la tuya que tenés que ser el gordo ese
—Calláte un poco conchuda, es mi marido del que estas hablando.
—¡Qué me importa, gorda puta!
—¡Eh, Borges, tenés visita! —se acercó un guardia
—¿y ahora qué pasa? —dijo Gladys
—Tu jermu.
Gladys casi dio un salto de alegría.
—Mario —se alejó apresuradamente
—Pará —dijo Claudia y fue tras ella al final
Luna y Karina permanecieron en su lugar frente al teléfono con el cuerpo de Diosito y James respectivamente.

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James cruzó la calle y se detuvo frente a un auto aparcado sobre la avenida. Tomó una varilla de la orilla de la calzada donde había mucha basura acumulada; escondió su sedoso cabello en la capucha para evitar que se le reconociera y rompió la ventanilla. El auto no emitió ningún sonido, en el barrio pocas alarmas todavía funcionaban, de modo que tomarlo fue juego de niños.
A diferencia de Diosito, James se había dado cuenta del problema que lo aquejaba desde el primer momento en que abrió los ojos por la mañana. Resintió la falta de su virilidad con una inspección muy sencilla y al darse cuenta de donde estaba comprendió que se trataba de un problema mayúsculo, pero no necesariamente vano.
Le bastó una mirada rápida a sus manos para saber de quien se trataba y fue a confirmarlo en el espejo donde aprovecho para desnudarse el pecho con una sonrisa pícara. Al principio pensó que estaba soñando pero luego de vestirse y meditarlo por casi una hora decidió que tenía que salir a comprobar por si mismo que no se trataba de una fuerte alucinación.
En el proceso se dio cuenta de que la gente del edificio lo saludaba con una sonrisa, y un hombre lo llamo "señorita Lunati" el respeto y el cariño en la mirada de la gente que pasaba a su al rededor le causaba cierto desmejoro. Nunca nadie le había hablado con esa amabilidad, con esa paciencia, con esa dulzura.
La gente normalmente lo miraba con suspicacia, lo seguían las autoridades de cualquier departamento de lácteos, y hasta le echaban la bronca por caminar de tal o cual forma. James estaba acostumbrado a ser el malo, el sujeto que parece malo. El chorro del que uno se cuida al caminar por la calle, pero a Luna nadie le temía, nadie esperaba que robase un auto o un celular, nadie la miraba mal.
Luna era una mina joven y bonita, era rica, así que podía tener todo lo que pudiera necesitar, y hablando seriamente de esto, James sabía que una oportunidad como esta, explicable o inexplicable solo se puede vivir una vez.
Con el acceso a las cuentas bancarias de Luna, James podía asegurarse de que su familia, recién exiliada de Colombia pudiese acomodarse mejor. Podía asegurarse de que todos ellos la pasaran bien y sobre todo podía recuperar la plata que Lunati les afanó con lo de las tetas, una deuda que todavía lo tenía enfadado.
Pero si iba a hacer todo eso necesitaba primero encontrar a Gladys, y para eso necesitaba llegar a su casa, y con la apariencia de Luna eso era casi imposible. Quizás era el único lugar donde no sería bien recibido con esa belleza universitaria.
Por eso se puso las ropas mas viejas que pudo robar de una casa, se escondió bajo la capucha y condujo el auto robado hasta el principio del barrio donde poco podía importarle si le robaban las piezas.
—Jueputa... —maldijo cuando se dio cuenta de que había olvidado la dirección exacta de Gladys.
Se sentó en cuclillas en el suelo estudiando las calles para ver si reconocía alguna. Pero era inútil, nunca había estado ahí. Al menos no en esa parte del barrio.
—Che ¿te perdiste nena, necesitas algo? —le dijo un hombre —Yo te puedo llevar…
James no le prestó atención al principio, pero cuando se le acercó tuvo que levantarse.
—¿Qué le pasa maricón?, abrase pues de acá
—Ah, forastera... ¿de dónde sos bonita?
James sacó el cuchillo que había robado de la alacena de Luna antes de salir de su casa.
—¿Va a querer baile o qué viejo marica? ¡Hágale, acérquese más!
El hombre retrocedió con las manos en alto.
—Tranquila, nena... te podés lastimar con eso, eh.
—Sisas, pero prefiero lastimarlo a usted, abrase pues de acá gonorrea jueputa
El hombre se alejó más nervioso de lo que intentaba aparentar. James se guardó el cuchillo y se decidió por una calle.
La apariencia de Luna tal vez era una ventaja en la ciudad, pero en los barrios era como andar vestido de nafta en una lumbrera. Tenía que encontrar pronto a Gladys, o a cualquier otro Borges que pudiera servir de ayuda o de refugio.
Al termino de la calle vio por fin algo familiar, un negocio que solía surtir a Gladys con algunos “dulces”. Y corrió hacia allá.
—Ea parcero... —se acercó a la barra —Estoy buscando al Yahir
El hombre le gruñó malencarado.
—Quién pregunta
—Amigo, parce... amiga —se corrigió —una amiga de la familia
—¿Qué familia?
—Amiga de Mario Borges, huevón, la única familia que hay acá
El hombre sonrió.
—¡Flaco, te busca una nena!
El tal Yahir bajó dando tumbos con su gordo y ostentoso trasero, al final del último escalón abrió la pequeña puerta de la trastola y dejó pasar a James.
—¿Qué se te ofrece piba?
—Venga le digo ¿usted no conoce a donde es que vive la Gladys?
—La señora ya no vive acá
—¿Qué?
—No, se mandó a mudar hace rato ¿viste?, a un barrio cheto, que sé yo. Los Borges ya no son lo que eran antes eh piba... andáte con cuidado con ellos. Ahora son mas pesados los hijos de puta.
James sonrió.
—No pasa nada... son mis parceros
—¿Sos familiar de ellos?
—Sisas
—Andáte con cuidado igual, es un barrio cheto
—¿Sabe a dónde la puedo encontrar hoy?
—En su casa —el hombre anotó una dirección en un papel —pregunta por Martina en el alaban, ella sabe.
—Pruebe... —James tomó el papel —gracias
—Andáte con cuidado nena, ya sabes cómo es acá
—Listo, nos vemos
James volvió al auto que había dejado aparcado, para su sorpresa nadie había robado nada, al menos nada a la vista. Se trepó y trató de conducir, pero el hombre que antes se había ido despavorido por su cuchillo volvió y solo lo vio cuando ya era demasiado tarde y estaba sobre él, con la mano en su frágil cuello a través de la ventanilla.
James pataleó para zafarse, pero al ver que su fuerza era insuficiente abrió la puerta llevándose el codo atascado en la ventanilla con él y consiguiendo liberarse. El hombre lo persiguió hasta darle alcance en el terreno baldío de al lado.
James se giró para darle una patada en los testículos y quiso a levantarse pero apenas pudo gatear un par de metros antes de que el hombre lo jalara por la pierna de nuevo. Revolcándose debajo de él se dio cuenta de lo débiles que eran ahora sus brazos y por primera vez en su vida cedió.
Cedió a los toqueteos, cedió a las manos en sus senos, a la fuerza de otro hombre sobre él. Cerró los ojos pensando que si se quedaba muy quieto tal vez no le dolería tanto... sin embargo la imagen de Luna vino a su memoria, es verdad... ese no era su cuerpo, esa era Luna... ese hombre quería violar a Luna. A su Luna, a su reina....
No podía permitir eso.
Una nueva fuerza le llenó los pulmones y tomó una roca. Lo golpeó repetidamente en el oído y cuando consiguió que el hombre le soltara el cuello para detenerle la mano aprovechó su desequilibrio para hacerlo caer, entonces metió el codo entre su barbilla y su cuello y lo golpeó en la garganta para quitárselo de encima. Luego rodó y se liberó de él.
—Muy bravito con las hembritas ¿no? Gonorrea —James se trepó en él y lo golpeó con la roca en la cara una y otra vez —perro jueputa
—Pará…
James le metió la roca en la boca, al menos la parte más delgada, luego se paró y la pateó dentro varias veces hasta que la sangre de su garganta borboteó de entre sus dientes resquebrajados.
Al terminar se separó exhausto y descompensado por el esfuerzo.
—Pa que aprenda como es que se trata a mi reina, maricón —limpió la sangre de su propia boca y pateó a su enemigo otras dos veces para asegurarse —pirobo degenerado —escupió.
Mientras se retiraba se paró sobre sus testículos y los pisoteó.
—Nos vemos —se rio.
Volvió al auto, se acomodó la ropa y tomó un fuerte respiro.
Revisó la herida de su labio por el retrovisor, arregló su cabello alborotado y encendió el motor. Tenía que encontrar a Gladys, y aprovechar su tiempo fuera de prisión. Un par de tetas bajo su cuello no iban a ser ningun impedimento para disfrutar de su tan ansiada libertad.

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Mario nunca había visto la sala de visitas desde afuera. Le pareció que la prisión aparentaba mejores instalaciones desde ahí. Cada que veía un guardia sentía que tenía que agachar la vista, pero ellos no le hacían mucho caso.
—¡Barney! —entró corriendo Barney para abrazar a Claudia
Ver al flaco alegró a Borges, aunque le pareció muy rara su forma de caminar… casi demasiado afeminado para su gusto.
—¿sos vos?
Mario levantó la cabeza y se pudo reconocer a sí mismo parado frente a él. Los dos palidecieron por un momento con la mirada bien incrédula.
—Entonces es verdad… —dijo su cuerpo —Vos tenés mi cuerpo también.
—¿Gladys?
—Sí, soy yo papi
—No te puedo creer, es todo de cine, loco…. pero ¿qué carajo me habré tomado yo?
—¿Qué está pasando gordo? No entiendo
—Gladys escucháme… —Mario vio fijamente sus propias canas —¿tan viejo me veo ya?
—¿qué?
—Nada, no importa… eso no era lo que te iba a decir che… escucháme, no sé qué está pasando acá, pero…
Diosito azotó las dos manos de Kari en la mesa.
—¡Estoy preñado Gladys, sacáme esta cosa de acá adentro, no puedo más así, sacálo! —lloró
—¿Diosito? —Gladys abrió mucho los ojos —ay papi, no….
—Si… —Diosito se limpió las lágrimas —soy yo Gladys
—Ay nene que pena…
—¡Decile a la Kari que me regrese mi cuerpo Galdys!, ¡decile a la hija de puta!
—¡Silencio! —pidió un guardia
—No, Mario… —Gladys se tomó la mano a sí misma —¿Qué vamos a hacer así?
Mario negó con la cabeza de Gladys.
—No sé, no sé que esta pasando gordita… es que no tiene ninguna explicación. Me desperté y…
—Nosotras también.
—¿“Nosotras” quienes? —Mario miró a Claudia y a Barney —¿La flaca también?
—y Lunati —dijo Gladys
Mario frunció el ceño.
—¿Qué Lunati? ¿la pendeja del juez Lunati?
—Sí, Mario la nena del juez… está en el cuerpo de James
—¿Cómo de James?
—Te lo juro por dios.
Mario lo meditó en silencio.
—Si esto no es un sueño, tiene que tener una explicación… —inquirió —vos te cambiaste conmigo, Barney con la flaca y Diosito con la mamá de su nene… eso quiere decir…
—Que el negro del Yames la pone con la pendeja del juez —se rio Diosito —canchero hijo de puta
Mario gruñó.
—No… quiere decir que no es una casualidad… alguien nos hizo esta movida a nosotros los Borges.
—Y sí…
—Fue Medina Mario —dijo Barney en el cuerpo de Claudia —Nos hizo una brujación
—¿una qué?
—viste que nos dijo que teníamos una maldición cuando nos peleamos che
—No, esas son boludeces, loco, dejáte de joder con eso, no es verdad esa mierda, es puro viriviri.
—¿Quién es medina Mario? —preguntó Gladys atenta
—Es un viejo choto cagado del culo —dijo Diosito —hace chamito’ ahí en la iglesia con sus seguidores los negros esos
—¿debería preocuparme?
—No —dijo Mario —vos encárgate ahora de Coco, el asunto de coco tiene que moverse, ya empezamos a cavar su tumba… ahora toca amasijar
Gladys asintió.
—Vos encárgate afuera de la distribución —dijo ella —llamálo al flaco para que te diga cómo es la movida.
—Vos tenés que tener mucho cuidado acá adentro, gorda…
—Si Mario.
—En serio te lo digo eh, no es ningún juego acá adentro, gorda.
—No ya sé
—No se separen ustedes, pastoréame a las minas, yo lo voy a buscar a James a la casa de esta pendeja. Vos bancáme en lo que resuelvo este quilombo.
—Sí, gordo.
—Bueno, ya me tengo que ir…
—Pará levantáte un segundo —pidió Gladys
Mario la obedeció.
—Que culo que tengo loco… estoy engordando mal eh ¿Por qué nadie me lo dijo?
—¿pero cómo me vas a decir eso, preciosa?, si estas hecha una diosa vos, gordita por favor —los dos se pusieron de pie y estaban tratando de besarse pero el guardia aplaudió cerca de ellos.
—Eh, sin tocarse —indicó
Los dos se separaron de mala gana
—Bueno, ya me tengo que ir. Lo tengo que encontrar a James
—Si… vos andáte con cuidado por el barrio también. Ya sabes cómo son estos hijos de puta con las minas.
—Si gordita
Barney se separó a regañadientes de Claudia, o tal vez Claudia de Barney… con tamaña confusión ya nadie podía saberlo.

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—Odio ser un gil —dijo la Kari, todavía espiando dentro de sus pantalones —huelen mal, sudan y tienen la piel dura y fea. Y con estás bolas colgando siempre... que asco...
Luna se rio
—Dejá de mirarte ahí, boluda —le dijo —parece que nunca viste uno
—Si, pero no lo tenía pegado al cuerpo... se siente diferente. Tipo... como una bolsa.
Luna trago saliva.
La chica Karina tenía razón, era muy incómodo tener esa cosa colgando, tenía que acomodarse la ropa interior al caminar y sentía que se balanceaba de pronto cuando apresuraba el paso. Además si sudaba se le pagaban los testículos. El cuerpo de un hombre era más complicado de lo que parecía.
James, además, tenía una fractura en el dedo índice de la mano izquierda que había decidido ignorar. Luna no pudo soportar el dolor y fue a la enfermería solo para que le dijeran que la tenían que entablillar. Según la propia enfermera el colombiano era uno de los presos más irresponsables sobre su estado de salud, y nunca había ido a atenderse antes una herida.
La comida en el comedor le había provocado nauseas, no había probado bocado de ese pan enlamado que le dieron en la mañana y ahora estaba hambrienta. El estómago le dolía como si no hubiese comido en días.
—Voy a vomitar —dijo de repente
—Si, yo también —dijo la Kari —Espera... si Diosito tiene mi cuerpo.... —la chica se echó a reír de repente.
—¿Qué es tan gracioso? —preguntó Luna
—¡Eso significa que él esta embarazado, no yo!
Luna abrió muchos los ojos.
—Algo bueno tenía que venir de todo esto ¿no?
Tres jóvenes se acercaron en medio de risas.
—Mirá Cesar… —dijo uno de los pibes —La parejita
—¿Qué pasa che, se perdieron? —llamó de repente el tipo bajito del centro.
—No —Luna retrocedió asustada —Andáte.
El chico frunció el ceño.
—¿Qué te pasó colombiano? ¿te dejó esperando el marido?
Los pibes se rieron.
—¿Qué marido?
—El gordo de Borges, tu novio, o tu dueño no sé qué es che, sos su perro ¿no?
Luna frunció el ceño.
—No es mi novio el gordo ese, negro pelotudo. ¡Andáte!
Cesar movió la cabeza de una forma muy extraña como si acabara de notar una aberración.
—¿Por qué hablas así vos?
Luna no comprendido de inmediato, pero tras analizar las palabras “colombiano” y “por qué hablas así” lo entendió todo.
—Ah, eso... estoy… estás... eh… usted está... equivocado —intentó corregirse ella —yo hablo en... colombiano, no argentino como... usted, ustedes eh.... ¡Maricón!
Cesar intercambió varias miradas confusas con sus compañeros.
—¿Qué pasa che? ¿Se te olvido como hablar? —se rio —¿Quedaste tarado vos también? Como tu novio.
—¡Andáte a la concha de tu vieja, gil! —dijo la Kari —¡Tomatélas!
Cesar se rio de nuevo.
—Andan muy extraños ustedes eh…
—¿Qué carajo te importa boludo?
—Si, dale, tomatélas de acá, dejá de molestarnos
Cesar alzó una ceja
—¿Están nerviosos? —se rio
—Nerviosa la concha de tu papá, gil —dijo la Kari
—¿qué sos una mina ahora?
Kari y Luna se miraron, preocupadas.
—No ¿qué decís? ¿Una mina? ¿Qué mina?
—¿Por qué vamos a ser minas? —balbuceó Luna —¿Por qué?
César se les acercó mucho de repente, parecía genuinamente preocupado por su estado de salud mental.
Luna tomó la mano de Diosito y retrocedió angustiada. La Kari le devolvió el apretón y las dos se encogieron hacia atrás, intimidadas por el villero.
Cesar pareció sorprenderse gratamente por esto porque se le miraba divertido.
—¿Qué les pasa che? ¿Me tienen miedo ahora?
Luna tragó saliva.
—No...
César se rio
—Tienen miedo los pelotudos —les dijo a los otros
—¿Quién tiene miedo hijo de puta? —espetó Luna —¡No te tengo miedo!
—¡Si no tenemos miedo! —avanzó la Kari —Lo que nos hagas le vamos decir a Gladys, y Gladys te va a hacer mierda a vos.
Los muchachos se miraron unos a otros y luego se echaron a reír a carcajadas.
—¿De qué se ríen hijos de puta?
—Pero vos me matas de ternura, che... ¿me vas a acusar con tu mami? —provocó Cesar —Con su mami nos vas a acusar el rubio pendejo.
Los pibes soltaron carcajadas casi fingidas.
—Bueno, bueno, ¿qué pasa acá? vamos circulando nenes —aplaudió Gladys imponiéndose con el cuerpo de Mario —Vamos, el que quiera venirse un día de spa nos avisa y con gusto se los damos, servicio completo de peluquero ¿está?
César lo miró con desprecio, luego sonrió maliciosamente.
—Chao Borges, cuídala a tu princesa eh... es todo una mina la rubia guacho —se alejó riendo
Gladys lo fulminó con la mirada mientras se alejaba.
—¿Qué te dijo Mario? —preguntó la Kari —¿Lo viste a Diosito, lo tiene mi cuerpo?
—Está confirmado... —dijo Gladys —de alguna forma intercambiamos el cuerpo con nuestros maridos. Mario está en mi cuerpo, Barney en el de Claudia... Diosito en el tuyo.
—¿y James? —se apresuró Luna —¿Está el colombiano con mi cuerpo?
—Eso no lo sabemos, Mario no te ha visto por ninguna parte, pero le dije que te busque. De todas maneras en este punto no necesitamos ser adivinas para suponer lo obvio, nena.
—Como le haya hecho algo a mi cuerpo te juro que lo mato —apretó los puños ella.
—Tranquilizáte. Todas vamos a calmarnos, Mario prometió que se va a encargar de esto, y mientras tanto nos toca bancar el bulo de acá adentro. Así que es mejor que se preparen porque tenemos mucho laburo.
—¿Qué laburo? —preguntó Luna
—Mirá nena... vos estas acá metida con nosotras te guste o no te guste, y si no te gusta te podés comer esto de estar presa vos solita... pero si querés que te banquemos, que te protejamos los Borges, te vas a tener que pegar a nosotras, y no es gratis ¿entendés? Vos te lo tenés que ganar.
—¿Qué laburo querés que haga? Estamos presas, pelotuda... no se labura acá adentro.
—Pero Gladys —Claudia se recargó en la baranda —Nosotras no sabemos cómo funciona todo por acá adentro.
—Y por eso es mejor que sigamos las instrucciones que me dijo Mario, mi marido nos va a mandar la mercancía a la lavandería y a nosotras nos toca dirigir las operaciones de rescate ¿escucharon? No quiero protestas.
—¿Querés que metamos cocaína en la cárcel? —Luna se alarmó —¿estás loca?
—Si no se mueve el bulo nos quedamos sin guita, chula, tenemos negocios que bancar con el don Coco de acá adentro y mantenernos alejadas de los villeros que lo mataron a mi hermano. Si querés terminar como pincho de cocina quedáte en el molde, Lunati. Las demás, vámonos.
Luna observó a los Borges mientras se alejaban, nunca le despertarían simpatía, pero Gladys tenía razón... si se quedaba sola terminaría hecha coladera. Allá adentro tenía que cuidarse de los guardias tanto como de los otros presos. No era un lugar para hacerse la digna. Lo más inteligente que podía hacer era seguirlas.

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Emma terminó de fregar el piso y se limpió el sudor de la frente. El cuerpo de Miguel tenía mucha más energía que el suyo, pero no estaba acostumbrado a las tareas domesticas o por lo menos a hacerlo bien, porque sus compañeros de pabellón se impresionaron mucho por su insistencia en la limpieza. Se trataba de un montón de pibes escandalosos y faloperos. El lugar tenía un olor desagradable y en el servicio no quisieron ofrecerle ningun limpiador con aroma, así que tuvo que conformarse con jabón y blanqueador.
Uno de ellos llegó un rato después, este era César, Emma lo recordaba de san Onofre y parecía ser el jefe de ese lugar porque todos lo respetaban. Era un buen pibe en el fondo. Al menos esa era su opinión con base en las entrevistas que había tenido con él.
Al ver lo que había hecho con su pabellón Cesar frunció el ceño.
—¿y esto?
—Quise limpiar un poco —dijo Emma —Ahora tenemos más espacio, organice también algunas de sus cosas, espero que no les moleste —señaló nerviosa —si no ponemos orden vamos a tener ratas corriendo por acá muy pronto.
César se rio
—Ya tenemos ratas, Miguel, ¿que importa?
Emma palideció
—¿Qué?
—¿Estás bien rati?
—Eh... sí... —Emma disimuló su turbación —Sí, todo bien.
—Escuchá... ya sé que últimamente vos y yo no la vemos clara, pero algo esta pasando con los Borges, esos hijos de puta lo mandaron al buzón a Coco, en cuanto nos demos la vuelta se van a poner la corona.
—¿Eh?
—Lo que digo es que tenemos que estar unidos si no queremos que...
—No, lo siento yo... yo trato de hacer mi tiempo, no meterme en problemas, mantener un perfil bajo. —dijo Emma —Por favor no me metas en problemas.
César volvió a arrugar a frente.
—No me podes decir eso ahora, fuiste vos el de la idea de reventar la lavandería. Lo de joderles el bulo funcionó una vez... ahora es cuando tenemos que rematar. Si los dejamos que se recuperen...
—Pero vos me estás hablando de una guerra César. ¿Qué crees que va a pensar tu madre de todo esto? ¿Tus hermanitos? No podés resolverlo todo con violencia, vos sos un buen pibe, sos un buen ejemplo, no caigas en sus juegos.
César se quedó muy serio por un rato, pero luego se echó a reír.
—¿Qué te pasa chabón, en serio? Estás igual que los Borges de raro, estas hecho una mina posta eh
—¿Qué?
—Sabés que hace un rato me los encontré, al rubio y al colombiano, al perro ese de Borges... —Cesar se rio —son unas minas guacho, se pusieron a chillar... me dijo el rubio que me va a acusar con su vieja el pelotudo ¿podés creer?
Emma abrió mucho los ojos
—¿Te pareció femenino?
—Sí, mucho
—¿Cómo si fuesen minas?
—Y sí
—¿Qué más te dijeron?
—El colombiano se quiere hacer el porteño o algo, se le olvidó como hablar, ya todo raro el chabón, voseaba y todo... hasta parece que se le metió el diablo che, un circo.
—¿Te voseaba como argentino?
—Sí, y le sale bien eh... quien iba a pensar.
Emma dejó el trapeador y se sentó a reflexionar. Si César tenía razón tal vez ella no era la única con esa condición. Aunque si se equivocaba y se acercaba a los Borges correría directo a la boca del lobo. Miguel le había dicho que se mantuviera alejada de los Diosito pero... si César tenía razón... si los Borges también...
—Mirá —señaló Cesar —ahí esta el amigo que te decía
Emma miró donde le señalaba y vio como se acercaba corriendo una rata. En ese momento soltó un grito bien agudo y se trepó a la litera todavía gritando. Algunos pibes se rieron y otros se miraron unos a otros preocupados. Pero Cesar frunció el ceño con desconfianza.
Ese de ahí no se parecía mucho al Miguel Palacios que recordaba.

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—La producción no puede detenerse en Puente viejo, lo tenemos el quiosco con Coco, menos ahora que salió del buzón se empieza a oler que somos responsables —repitió Mario —Gladys se va a encargar de eso desde adentro a nosotros nos toca servicio de arafue. No son vacaciones ¿escucharon?
Barney asintió. Diosito sostenía medio cono de helado en la mano.
—Pero Marito, ¿como le van a hacer las minas allá? es peligroso pa la Kari que esta preñada —se quejó —esta con la barriga y todo ¿cómo le va a hacer ella pa cargar allá en puente viejo?
Barney negó decepcionado por su falta de inteligencia.
—Sos vos el preñado pelotudo —lo regañó Mario con la voz de Gladys —Está en tu cuerpo ella.
—Ah, es verdad... —Diosito puso la mano libre sobre su vientre —Que salí de garpe yo —Barney se rio —¿qué te reis vo’ hijo de puta? Es una mierda esto, loco... no puedo hacer nada yo, estoy todo pesado con el bicho este.
—Tu hijo, Dios.
—Sí por eso, pero estaba mejor cuando era el guachin, que era el hijo de la Kari nomás.
—¿Entonces para qué lo de Lunati? —cambió de tema Barney
—Gladys me dijo que la mina esta de Lunati esta en el cuerpo de James. —dijo Mario —Y si Gladys tiene razón entonces James esta...
—Esta en el cuerpo de la piba el colombiano —dijo Barney
—Si así que tenemos que encontrarlo. Lo primero que tenemos que hacer es averiguar donde carajo vive. Ya estuve haciendo un par de llamados. En una hora nos vamos a reunir con...
Pero Mario no terminó de hablar porque el timbrazo de la puerta lo interrumpió.
—¿Quién será che?
Diosito se levantó con una mano en la cadera producto del cansancio al que su nuevo estado de embarazo lo sometía y se asomó por la ventana.
—Es ella... —dijo, luego se llevo el helado a la boca.
Mario frunció el ceño.
—¿Eh?
La campana sonó de nuevo.
Barney abrió la puerta.
—Claudita... que bueno que las encuentro —dijo Luna —¿está Gladys?
Mario se levantó de su asiento.
—¿James?
James frunció el ceño.
—¿Cómo sabe?
—Soy yo, boludo, soy Mario.
James hizo un mal gesto.
—Está re perdido el negro este —se burló Diosito
—¿cómo así que Mario?
—Pasá, cerrá la puerta, flaco, dale.
—¿Cómo nos encontraste che? —le preguntó Barney
—Estuve preguntando por ahí —dijo James estudiando con cuidado la postura de las mujeres frente a él.
—Qué bueno, vení, sentáte... —llamó Mario —estuvimos en la cárcel hace rato
—¿Qué?
—Sí, esta mañana nos despertamos así todos con tetas
—Y concha —dijo Diosito
—¿Ustedes también...?
—Si, el flaco esta en el cuerpo de la Claudia, y yo en el de Gladys, vos en el de la pendeja esa y...
James miró a Diosito consternado, luego a su vientre.
—¿Juan Pablo?
—Viste, como te dije... que me tocó a mi la navidad, pero bueno, es así... ¿qué se le va a hacer?
—Y las minas ellas están en nuestros cuerpos —dijo Barney —La pendeja en el tuyo.
James cambió su semblante de repente.
—¿Cómo así que están en la cárcel? ¿Mi Lunita está en la cárcel?
—Si, pero en tu cuerpo.
—Tengo que sacarla de ahí, Mario, tenemos que sacarlas de ahí
—Pará, no se puede sacarlas de ahí pelotudo —respondió el Borges —Si somos nosotros
—¿Qué?
—Vos estás en el cuerpo de la mina, la mina esta en el tuyo, no se puede salir, esta presa, es vos.
James negó
—No, no puede ser... no las podemos dejar ahí Mario, mi Lunita...
—Calláte pelotudo, esta con Gladys.
—Si, tranquilo Yames, están con Gladys, ella la va a cuidar a la cheta esa —Diosito se sentó —y a la puta de la Kari
—Pero...
—No podemos hacer nada ahora... tenemos que descubrir que fue lo que pasó, pero primero lo primero. El negocio no se va a surtir solo.
—Pero Gladys... digo... Mario...
—Tenemos que tranquilizarnos. No ganamos nada enloqueciendo así como así —indicó Mario —Tenemos que espabilar.
Diosito se rio.
—Si pero ahora también somos libres nosotros, loco ¿no te das cuenta lo que podemos hacer? —se alegró —No nos persigue la cana, no nos persigue nadie loco, dale, tenemos muchas cosas que hacer antes de volvernos en cana.
—No tenemos nada que hacer, tenemos que sacar a las minas de la cárcel pelotudo.
—Pero Marito... —Diosito hizo un puchero con la voz chillona y aguda de la Kari —yo no quiero regresar, yo estoy perfecto, no ves que ser de mina es más fácil gil ¿qué querés hacer allá adentro? Allá adentro no hay nada pa hacer, es todo laburo, todo frio, acá sale el sol por lo menos.
Barney suspiró viendo a la ventana.
—Tiene razón Mario, por lo menos podríamos ir a caminar afuera, respirar aire fresco che.
James negó.
—Ni tan fresco parcero, la calle es bien peligrosa pa andar así es con este culito tan rico que tiene mi Lunita... usted no sabe la de manes que se portan como degenerados con una hembrita. No, gracias, yo acá me quedo.
Mario frunció el ceño.
—¿Te hicieron algo James?
—No, pero no por falta de intentos, usted no sabe como son esos pirobos.
—Vos porque sos un cagón Colombia —dijo Diosito chupeteando su helado —Porque no sabés lo que es...
De repente arrugó la frente y se quedó muy quieto. Parte de su helado se había caído al suelo.
James lo miró fijamente esperando que terminase de hablar, pero Diosito parecía atrapado en un trance repentino.
—Deje ya de mariquear con ese polo huevón. Entienda que ahorita lo importante es sacar a nuestras mujercitas de ese mierdero. Ya después...
Pero Diosito no lo escuchó, sus ojos se llenaron de lagrimas y se soltó a llorar desconsoladamente.
Los otros tres se miraron unos a otros confundidos.
—¿Qué carajo te pasa pelotudo? Tranquilizáte —lo reprendió Mario
—Se cayó... —sollozó Diosito
—¿Pero por qué carajo estás llorando, boludo?
—Se cayó mi helado, Mario…
—Pero vos sos un estúpido, che, no te puedo creer Diosito dale, ya no sos un nene, te podes comprar otro.
—No, pero no lloro por eso —sollozó Diosito
—¿Entonces por qué?
—No sé porque me da sentimiento, gordo gil, dejáme tranquilo, no me levanté’ más la voz puto, dejáme.
James hizo una mueca de disgusto.
—Cálmese, comprese otro pues
—Vos compráte otra puta como la pendeja del juez
—Maricón
—¡Chupáme el orto! —chilló Diosito entre un mar de lágrimas
—Pero ¿y a este que le pasa, loco?
—Es por el niño Mario... —explicó Barney —es normal en las mujeres embarazadas. Es por las hormonas.
—Estoy tan gordo que no me entra el corpiño —lloró Diosito —Tengo los pies como dos chorizos, soy un bagre.
Barney le dio un par de palmaditas en la espalda.
—¡Calláte de una vez, pelotudo! —se enfadó Mario —No te podés poner a llorar por eso.
—¡Cállame vos!
—Si, yo te voy a callar ahora.
James resopló con hartazgo. Sin duda ese día iba a pasar a la historia como el día más horrible de su vida.
—A ver... —preguntó —¿que es lo que quiere que hagamos entonces, Mario, quedarnos de brazos cruzados o qué?
—¿Vos me vas a comprar otro? —preguntó Diosito —Vos me vas a comprar otro porque yo no tengo guita.
—Ya cásele marica, déjenos hablar
—Chupáme la pija Colombia
—Que pija huevón si usted ya no tiene ninguna.
—Vos tampoco, vos sos una concheta encima.
—Y más buena que usted jueputa
—¡Mentira! No está más buena la tuya. La Kari esta más buena que vos, que la pendeja esa.
—Eso quisiera usted, gonorrea.
—¡Puta!
—¡Usted lo será!
—¡Más puta, pero más buena que vos!
—Así como esta toda preñada, marica, una putica nomás
—Chupáme las tetas Colombia
—Usted primero
—¡Ya está, se acabó! —Se levantó Mario —Nos vamos ahora
—¿A dónde? —preguntó Barney
—A tomar aire fresco
James tragó saliva, preocupado.
—¿Me vas a comprar otro helado? —preguntó Diosito
—Si, te voy a comprar un puto helado, pero deja de llorar ya por favor, no soporto más esos gritos, son unas cotorras las dos.
—Viste que yo te dije que cerrés el culo Colombia, la concha cerrála. Hasta acá te huele a pescado la concha.
—No se meta con mi hembrita, pirobo
—Estaría más buena si fueses así que te hubieses cambiado con la Mireya
—Jueputa
—Córtenla ya
—¿A dónde vamos Mario? —repitió Barney
—Primero lo primero... a tomarnos una birra fresquita y a tomar el sol.
Los cuatro asintieron complacidos.

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—Es una mierda esto —dijo la Kari y bajó exhausta el cajón de cocaína —de saber que iba a tener que hacer esto me hubiese quedado preñada. Ya no quiero estar acá Gladys.
—Calláte pelotuda, te pueden escuchar. Decime Mario.
—¿Por lo menos nos van a pagar esto? —preguntó Luna —o estamos partiéndonos la espalda al pedo
—Tranquilícense todas, hay que ponerle ovarios si queremos cobrar.
—Mario Borges —entró Miguel Palacios —Solicito una reunión privada con el colombiano.
Los Borges se miraron unos a otros.
—¿Qué?
—Digo... que yo... —Emma lo pensó detenidamente, si de verdad alguno de ellos era una mujer, el candidato más probable era el colombiano. César le había dicho que hablaba como porteño y esa era la única prueba que tenía por ahora —Creo que tenemos una conversación pendiente colombiano —se aclaró la garganta Emma, había notado que se le acumulaba la mucosa en la garganta, ahora entendía porque los hombres a menudo escupían en la calle —y… quiero hablar amistosamente con vos si se puede.
Los hombres se miraron de nuevo.
Mario Borges se aceró, la tomó por el brazo y se la llevó a una orilla.
—¿Qué querés? —le preguntó —Hablá que no tengo todo el día
—Necesito hablar con el colombiano —insistió Emma
—¿por qué?
—Porque creo que esta mañana se despertó con la misma sorpresa que yo, señor.
Gladys alzó una ceja de Mario.
—Dejáme hablar con Miguel —se acercó Luna —No es peligroso, yo lo conozco.
—¿Estás segura?
Luna asintió.
—Yo confió en él
Gladys negó con desaprobación, pero en seguida soltó a Emma.
—Cinco minutos nena, tenemos laburo
Luna asintió y salió haciendo señas a Emma para que la siguiera.
—¿Qué pasa Miguel?
—Perdona mi indiscreción pero… ¿sos una mina?
Luna se petrificó en su lugar
—¿por qué decís eso?
—César me dijo que hablas como porteño. Y yo… —Emma lo pensó por un momento —Esto va a sonar estúpido para vos, si estoy equivocada pero te lo tengo que decir. Mira, yo soy la pareja de Miguel, vos debes de ser la esposa del colombiano, algo me dice que no sos el colombiano y…
—Pará ¿no sos Miguel dijiste?
—No, ya sé que suena loco pero esta mañana me desperté…
—yo también —dijo Luna —bueno… yo tampoco… es decir… no soy la mujer del colombiano pero tenés razón, tampoco soy él.
—Entonces César tenía razón con vos
—¿Quién es César? —preguntó Luna asustada —¿Qué sabe César de nosotras?
—¿“nosotras”? ¿hay más de nosotras?
—Los Borges por lo menos. Pensábamos que éramos las únicas, que era algo de los Borges, pero… parece que no, porque Miguel nunca fue uno de los Borges —reflexionó Luna —¿o sí?
Emma negó.
—Eso sí sería una sorpresa para mi —murmuró
—Pará ¿qué sorpresa? —se metió la Kari —¿Tenés una sorpresa guapo? —acarició el rostro de Miguel.
Sin embargo al juntarse sus dedos con la piel de su amante ambas sintieron una fuerte descarga que les aceleró el corazón. Emma miró debajo de su cadera, entre ofuscada y molesta.
—¿Pero qué...?
—Se me paró la verga —observó también la Kari —¡Con un chabón se me paró la verga! —sus ojos se abrieron a medida que caía en la cuenta de lo que estaba ocurriendo —¡Este hijo de puta me hace la guampa con vos! —intentó abofetear a Emma
Emma se separó, pero Kari la tomó por el cabello, aunque como tenía muy poco aferró sus uñas en su ropa. Emma se defendió tratando de quitársela de encima, pero al final también tomó su cabellos y las dos forcejearon en el suelo.
—¡Pará! —Gladys intento separarlas —¡Soltála hijo de puta!
—¡Miguel! —gritó Luna preocupada —¡Pará Miguel!
Gladys tomó a Karina a fuerza de tirones y la arrojó a un lado.
Luna ayudó a Emma a incorporarse y la apartó hacia el otro lado.
—¡Puto trolo! —reclamó la Kari con la voz de Diosito
—¡Cortála! —ordenó Gladys
Luna jaló a Miguel aparte.
—Vámonos… vamos

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La cafetera emitió un gritillo de vapor y Miguel tuvo que correr hacia ella, la leche que estaba sirviendo en el vaso de Lucas también se derramó.
—Carajo —maldijo mientras apagaba el pequeño incendio que se había encendido en el trapo que dejó a la orilla de la flama de la estufa.
—¿Estás bien Emma? —preguntó Lucas
—Sí, no pasa nada —dijo Miguel —está todo bien, vos termina de desayunar, dale.
—¿Querés ayuda?
—No, yo puedo hijo, tranquilo
Mica empezó a llorar de nuevo, al parecer no le agradaba cuando él dejaba de sostenerle la mamadera en la boca.
—¿Dónde está la manteca Lucas?
—En la heladera
—Bueno tráemela, dale
—Mamá... ¿por qué hoy no fuimos a la escuela y vos no fuiste al laburo?
—Pues, eh... —Miguel apretó los labios tratando de rebanar el tomate —Cométe la tostada, dale.
—¿Son como vacaciones? —insistió Lucas
—No, eh, sí... eso, es un día libre para nosotros como familia.
Mica lloró más fuerte, y Miguel tuvo que levantarla en sus brazos.
—Es para que pasemos tiempo en familia —dijo arrullándola lo mejor que pudo —podemos ir a donde quieran, a donde vos me digas vamos a ir.
—¿Vamos a los juegos?
—¿Querés ir a los juegos?
—Sí
—Bueno, entonces vamos a los juegos
—¿Y Mavi viene también?
—No, Mavel… ella tiene que trabajar, ella está ocupada en el laburo —dijo Miguel
—Pero yo quiero que venga con nosotros —dijo Lucas
Miguel resopló.
—Sí, pero no está Mavel, hijo, tiene laburo ella
—Pero vos no fuiste al laburo porque es día de familia. Como vos dijiste. Y si es el día de la familia Mavi tiene que venir con nosotros porque es de la familia también ¿no?
—ma-ma-ma-ma —balbuceó Mica y luego se echó a llorar de nuevo.
Miguel suspiró.
Una vez leyó en el diario que una mama de 5 hijos saltó desde el 5to piso de su departamento.
Ahora la comprendía a la perfección.
—Mira Lucas... sé que solo sos un niño pero tenés que entender que no siempre se puede hacer lo que...
Mica empujó el tazoncito de espinaca molida que estaba en su mesita y lo salpicó por toda la cara.
Lucas se rio.
El parpado bajo del ojo izquierdo de Emma empezó a saltar. Al borde de un colapso nervioso Miguel puso a la niña de vuelta en la silla y fue a encerrarse en el cuarto de baño donde tomó aire, respiró profundo y soltó un grito de frustración. Nunca se había sentido tan vulnerable en toda su vida.
Ser padre y amo de casa era una experiencia tan desgastante, que ninguna de sus otras experiencias, incluida la prisión se le antojaba tan dura en comparación. Era la primera vez que compadecía a todas la mamás solteras del mundo.

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—Vos no sos Miguel ¿cierto? —retomó Luna
Emma negó.
—¿entonces quien sos?
—Soy la licenciada Emma Molinari y vos no sos el colombiano —obvió Emma
—No, soy Luna, Luna Lunati.
—¿La hija del juez Lunati?
—Shhh, si, soy yo. Nos conocimos cuando lo de mi viejo y te mandaste a hacerme una entrevista para el expediente ¿no?
—Sí, me acuerdo de vos… pero ¿qué hacés con esos criminales nena?
Luna se encogió de hombros.
—y porque me desperté en el cuerpo de James. No tenia de otra.
Emma se mordió las uñas.
—¿Vos tenés una idea de lo que puede estar pasando? —preguntó preocupada
—No, pero sí sé que James está en mi cuerpo y yo estoy atrapada con estas hijas de puta.
—¿Hijas?
—Gladys, y sus mujeres, vos sos la pareja de Miguel, por eso te pasó esto, así como a todas acá. Gladys se cambió con Mario y tiene esta idea boluda de que tenemos que seguir con los negocios de falopa de su marido acá en el penal. Tienen bardo con que es el capo de la cárcel ahora, pero yo no entiendo una mierda.
—Si, pero... ¿vos sos pareja del colombiano Luna? No tenía idea. Es un poco mayor para vos ¿no?
Luna negó.
—No es mi novio el colombiano... bueno...
—¿Bueno?
—¿Qué importa eso? —dijo Luna —Vámonos de acá
—¿qué decís? ¿a dónde vamos a ir?
—No voy a estar mas con los Borges —dijo la piba —pensaba que estaba atrapada con ellas pero ahora ya sé que no. Me voy con vos.
Emma asintió y ambas abandonaron la lavandería.

Chapter Text

Diosito los miró a todos con mala cara.
—Son todos unos hijos de puta —acusó
James bebió un sorbo de birra y se la acercó a la cara.
—¿quiere un poquito...? —luego alejó la botella riendo —ah, es verdad... que usted no puede rumbear, por andar de putica, por preñada.
Diosito se cruzó de brazos.
—¿si? Pues a vos nadie te va a preñar nunca por concheta, por chorra, porque sos chorra como su viejo de la pendeja, por eso nadie te quiere a vo’.
—Por lo menos a mi no se me va a salir un nenuco del conejito, mi amor.
—¡Andáte a cagar negro puto!
—Negro nada, parcero... mire... —James estiró los brazos —No ve que estoy como una muñeca de porcelana. Hasta más blanco que usted, maricón.
—Nomas por ahora que estás así en la cheta esa, es una conchuda también la puta.
—No se meta con mi hembrita, pirobo.
—¿o que me vas a hacer? No me podes hacer nada con el niño este. No le podés pegar a las preñadas gil.
—Se lo voy a sacar es de un susto, gonorrea
—Che, cállense un poco —dijo Mario —Tenemos que pensar en lo que vamos a hacer para regresar a nuestros cuerpos, pelotudos, déjense de joder.
—Yo no quiero Mario —dijo Barney arreglándose los rizos frente al espejo —yo estoy bien acá adentro. La Claudia está perfecta, mirá como tengo el culo. Nunca lo tuve tan firme che.
—Ese marica no mas que es princesita ¿si o qué? Por eso se quiere quedar de hembrita, quiere saber lo que se siente que le pongan el garrote —se rio James
—Vos porque te haces el cheto Colombia —dijo Barney —Todos acá queremos usarlas.
—¿Con quién la va a poner maricón? Si su marido esta en puente viejo
—Con una mina —dijo Barney —Con otra mina no es guampa eh. Puede ser de amigas.
—No, pero a su mujercita sí.
—Bueno ya basta, nadie se va a coger con nadie. —dijo Mario —Estos no son nuestros cuerpos. Tenemos que poner reglas.
—Más vale —dijo Diosito y de repente se soltó a llorar sin ninguna provocación.
—¡Y ahora qué te pasa, la concha de tu madre Dios!
Diosito señaló a un perro callejero que se acercaba a la basura para olfatearla.
—Esa pobrecita perra tiene hambre y esta solita —sollozó Diosito —Esta preñada como yo... y esta solita en el mundo, no tiene familia, Mario. ¡No tiene a nadie, loco!
Mario puso los ojos en blanco.
—No puedo más con este, barba, lleváme con vos por favor te lo suplico.
—Esta preñado Mario, déjelo que llore, total... no es muy diferente de cuando era machito, siempre ha sido igual de marica —se rio James
—Vos calláte un poco boludo, no te quiero cagar a piñas
—Ya esta Mario —dijo Barney —Tengo una idea... para regresar a nuestros cuerpos solo tenemos que hacer lo que hicimos en primer lugar para cambiar.
—¿Ah sí, genio? ¿Y que hicimos, eh? A ver… decinos.
Barney se quedó meditando.
—Es que no sé cómo pudo pasar esto, che, estaba todo normal.
—No puede ser —se levantó Diosito —¡Ya sé que fue lo que pasó!
—Hable pues huevón
—¿Viste que te conté que estaba re caliente por la discusión con la Kari?
—¿y eso qué tiene que ver? —presionó Mario
—Que yo le dije a la loca que era más fácil eso de ser mina, y ella me decía que no, y yo le dije que desearía ser una mina.
—¿Cómo vas a creer que por eso nos pasó esto, tarado?
—Ah, pero si nosotros no tuvimos nada que ver... —se quejó James —Eso le hubiera pasado nomas a su merced, huevón. ¿Qué culpa tenemos nosotros que no sabe tratar a su mujer este maricón?
—Pará, Diosito ¿estás seguro que dijiste eso?
—Si, pasa que… yo creía que era más fácil eso de estar preñada que estar allá en la cana, por eso le dije a la Kari que...
—Pero no puede ser, James tiene razón ¿por qué nos pasó a nosotros si fuiste vos el pelotudo? El único pelotudo que lo pidió.
—Mala vibra eso eh, Marito. Mal ahí.
—James decime la verdad —se volvió Mario —¿te la garchaste a Lunati?
James se sobresaltó.
—¿Eh?
—¿Qué si la garchas a la pendeja?
—¿Eso que tiene que ver, Mario?
—¿Te la garchaste o no?
—No, nunca…
—¿Entonces por qué te cambiaste vos con ella?
—No sé.
—¿Andaban a los besos, Colombia? —preguntó Barney
James ladeó la cabeza pero no respondió.
—¿Sí o no James? —presionó Mario —Es muy importante, boludo, largá.
—Pues… algo así. Cosa que mi Lunita me fue a visitar pa preguntarme una vaina de su papá... y pues...
—Pero no te la garchaste.
—Ya le dije que no... nomás un besitos pues.
—y ella... ¿ella te chapó también?
—Pues no, esa vez no, pero la siguiente sí...
—¿La siguiente?
Diosito se rio.
—Estaban de novios los putos, no le dijiste a nadie eh, perro boludo.
—No, todavía no.
—Bueno eso lo explica —dijo Mario —Intercambiamos de lugar con nuestras parejas. Pero si todos nosotros cambiamos, es probable que alguien más en la cárcel haya cambiado. O todos los que tienen pareja. Tenemos que asegurarnos de que solo se trata de nosotros, si esto llega a ser un fenómeno nacional hay que cambiarle el nombre a las calles.
—¿Decís que puede ser algo de la cárcel nomás? —preguntó Diosito —¿Qué todos los de la cárcel cambiamo’ así con la jermu?
—¡Brujería! —acusó Barney —Es por la amenaza esa que nos hizo el puto de Medina
—¿Quién? —Diosito levantó la cabeza tratando de encender un faso
Mario se lo arrebató de la boca.
—Dale, gordo, uno nada más...
—Es cierto —dijo Mario —Vos no estabas con nosotros, pero el pai umbanda se las quiso dar de torito cuando paso lo de coco, nos fuimos de boca con él y sus seguidores.
—Nos dijo que nos iba a lanzar una maldición —dijo Barney
James asintió.
—Brujo jueputa.
—¿Entonces como nos quitamos la maldición esa? —dijo Diosito
—Pará, si de verdad fue ese hijo de puta le tengo que avisar a Gladys, es peligroso que se acerquen a él. No te di bola con eso antes porque pensé que era una pelotudez, pero a estas alturas ya no tengo ideas, y todo me parece posible.
Los cuatro asintieron.
—Dale Mario, un fasito nomás, no me dejas ni la birra —pidió Diosito
—Estás preñado pelotudo métele lo que te canten las pelotas a tu cuerpo pero al de la pendeja esta no, está con el nene, boludo, le hace mal.
—Si, pero yo también tengo que tomar la harina esta, porque me pongo jede sino —se encogió de hombros Diosito —¿no tenés merluza Colombia? Ahí en tu maría, en la pistolita.
—Eso se quedó en mi cuerpo, huevón, la Lunita no carga perico.
—Escucháme Diosito, hasta que no arreglemos con Medina vos no te podés falopear ¿me escucháste? No le podés meter esa mierda al nene.
—¿Qué? —Diosito se tiró del cabello —¡Tenemos que resolverlo ya, Mario! ¡ahora tenemos que resolver, levantáte gordo gil, vamos con Medina!
—Ahora no se puede pelotudo, se terminó el horario de visitas.
—¿Y entonces qué vamos a hacer?
—Mañana vamos a ir.
—Mañana no hay visitas Mario —dijo James —Es jueves.
Mario suspiró.
—Pasado mañana entonces
—Tampoco —dijo James —hasta el domingo
Mario asintió cabizbajo.
—¡No, no, no, no! —Diosito se desesperó —No puedo pasar tantos días así, loco, no voy a poder... ¿qué pasa si se me sale el pibe mientras estoy acá eh? ¿Qué vamos a hacer entonces? ¿qué voy a hacer Mario? ¿qué carajo vamos a hacer?
—No tiene tanto la piba, Diosito, rescatáte.
—No parcero, todavía le falta —dijo James
—Vos que vas a saber si no sos una mina, no sabés como se siente esta cosa acá adentro, se quiere salir el hijo de puta, me pega de piñas y se quiere salir el guachin.
—Es normal que se muevan parcero, eso no significa que...
—No, no puedo, Colombia, no puedo con esto yo… ¡Tengo que estar soñando! Es una pesadilla, Colombia, una pesadilla, Mario!
—Tranquilizáte Dios —pidió Barney
Diosito se echó a llorar de nuevo.
—Ya está —Mario le dio una palmadita en la espalda —Ya está nene, calmáte… hay muchas cosas buenas de estar acá afuera, vamos a visitar a los amigos che.. a la familia, muchas cosas podemos hacer acá. Dale, no mariconees.
James miró al cielo con una epifanía.
—¡Ave! ¡Tengo pasaporte! —dijo de repente —tengo papeles pa salir y entrar, puedo ir a Colombia, le puedo ayudar a mi familia, Mario.
—No, pará… —Mario le puso una mano en el hombro —No nos podemos separar loco… no sabemos cuando se va a terminar todo esto, puede pasarnos a cualquier hora, y se te volver a tu cuerpo afuera del país como se va a regresar la piba esta, es una pelotuda no sabe hacer nada, Colombia. Si la metes en un barrio peligroso la van a hacer pedacitos, la venden por kilo boludo, no, dejáte de joder.
James arrugó la nariz.
—Tiene razón, perdón.
Diosito trepó en las piernas de su hermano como si fuera un niño pequeño, aprovechando las delgadas proporciones de la Kari y se hizo un ovillo en su regazo.
—Ya no quiero estar preñado, Marito… sacáme esta cosa de acá.
Mario suspiró.
—Yo pensaba que este era un quilombo cuando tenía pija, che —se rio —ahora lo tengo preñado… la puta que me pario.

Chapter Text

Emma cruzó el umbral de su pabellón acompañada por Luna, pero en seguida todos los pibes de la sub 21 saltaron de sus lugares, amenazando con cuchillos y botellas.
—¡Eh, eh, eh, párate ahí colombiano!
—¿Qué haces acá hijo de puta?
—¡Tomatélas!
Luna retrocedió asustada.
César se paró enfrente de todos, visiblemente enfadado.
—¿Qué hacés, Miguel? ¿Qué hace esto acá? Llevátelo de acá dale
—No, tranquilos —dijo Emma —Está bien, es el colombiano...
—¡Toca de acá forastero mierda!
—Pará, basta, no lo insulten más —dijo Emma
César frunció el ceño.
—¿Para qué lo trajiste acá? —susurró
—No quiere estar más con los Borges, necesita protección —explicó Emma
César se rio.
—¿Te golpeaste la cabeza rati? ¿No sabés quien es este puto? ¿Se te olvidó lo que es este hijo de puta eh? —sacó su cuchillo —¡Lo que le hizo a mis amigos! ¡A mi no se me olvidó! ¡A mi no se me olvida más!
—¡No, pará, no... bajá eso! —se interpuso Emma —basta, por favor.
—Me importa un carajo si se peleó con el marido, Miguel, no lo quiero acá cerca, tomatélas con él, dale, llévatelo porque lo mato.
—¡Mentiroso! ¡No fue James que los mató a tus amigos, fue el gordo pelotudo de su jefe! —espetó Luna —¡James no es malo como vos decís!
César arrugó la nariz
—¿No sos malo eh? —tomó la foto de Pedrito —¿Lo ves hijo de puta? —la acercó a su rostro —¿Lo ves?
Luna retrocedió otro paso.
—No es el mismo —dijo Emma —Los Borges son peligrosos para todos los que estamos acá, todos los odiamos igual, el colombiano también por eso necesita nuestra ayuda. Ya no está con los Borges.
César se rio con rabia.
—No... este perro es la mascota de Borges, nunca se va a pasar de bando Miguel, ¿qué tenés en la cabeza boludo? ¿Ya se te olvido lo que es este forastero payaso? Es la jermu de Borges, no lo suelta más este negro, no se que te dijo pero es mentira, es falso, nunca los va a traicionar. ¡Y yo nunca lo voy a perdonar así que sacálo porque lo mato!
—No, tenés razón —Luna lo señaló —Tal vez los Borges son unos hijos de puta, pero vos no sos un santo tampoco. Ustedes, vos... sos la misma mierda que ellos, solo que te querés hacer el bueno del cuento.
—¡Tomatélas colombiano, o voy a hacer mucho más que eso!
Emma resopló con fastidio.
—Esta bien, ya nos vamos —tomó algunas de sus cosas y se salió —pero solo quiero que sepas que si la cárcel es lo que es, es por gente como vos, que no ayuda ni le da la mano a los que lo necesitan.
—¡Ellos mataron a todos los que me necesitaban, hijo de puta! —lo empujó Cesar —¡Andáte vos también!
Emma tomó a Luna de la muñeca y las dos abandonaron el pabellón.
—¿Estás bien, nena? —Emma la revisó mientras caminaban —¿Por qué tuviste que decirle eso?
—Porque es la verdad, James me dijo como pasaron las cosas, él nunca se hizo la victima, pero la sub 21 sí, ellos empezaron a meterse primero con los Borges, todo estaba bien hasta que empezaron a vender falopa en su territorio y luego mandaron a matar al cuñado de Borges.
Emma recordaba esos acontecimientos, pero nunca se había enterado de la verdad, de todas formas ¿cómo sabia Luna todo eso?
—¿Cuánto tiempo llevas con el colombiano nena?
—No estoy con él... —Luna se agachó —Solo charlamos
—¿y te dijo todo eso en una visita?
—Charlamos más de una vez —admitió la hija del juez —Bueno ¿y ahora qué? No somos bien recibidas en el pabellón de los Borges, y no somos bien recibidas con los pibes de la sub 21 tampoco ¿qué hacemos ahora?
Emma analizó sus opciones.
—Supongo que tratar de sobrevivir.

Chapter 18

Notes:

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Chapter Text

La primera noche de James fuera de la cárcel fue tortuosa. No se imaginaba deseando volver al penal tan pronto. Pero es que en puente viejo tenía todas sus cosas. No se hallaba muy bien en la casa de Gladys, el sofá era incomodo y la piel de Luna era 100 veces más sensible al frio que la suya. Tuvo que cubrirse con más de una manta gruesa.
Quería que Luna estuviera cómoda, al menos su cuerpo, no se imaginaba por lo que la pobre chica estaba pasando en la cárcel. Él ya estaba acostumbrado al frio, la humedad, las ratas y la música fuerte por la madrugada, pero Luna no tenía por qué sufrir todo eso, además ahora que tenía su cuerpo tenía que tener mucho cuidado, no quería lastimarla, meterla en problemas o siquiera someterla a los duros ratos bajo el sol.
Un par de besos habían bastado para condenar a la joven a intercambiar con él. No quería imaginarse lo que hubiera pasado si hubieran cogido.
Quiso distraer su mente de esa idea pero con el cuerpo de Luna, literalmente en sus manos, no podía evitar que se le escaparan esos pensamientos. Luna siempre le había gustado aunque él podía distinguir entre lo moralmente sano y lo incorrecto, por eso siempre se había mantenido en la distancia.
Sin embargo en las últimas semanas desde que la chica reapareció en su vida para recriminarle sobre todas sus interacciones pasadas, James ya no tenía ganas de hacerse el caballero, y empezó a verla de verdad como una mujer.
Luna había cambiado, no solo física sino también mentalmente. La evidencia más notoria de su madurez estaba en sus pechos, que habían pasado de la A a C en tan poco tiempo. James podía sentir el peso de la gravedad en sus atributos, y aunque consciente de la diferencia de edad no podía mentirse.
Aquel era el cuerpo de una chica, una mujer real, algo que hace años no tenía en su cama. Algo que le despertaba los sueños más perversos cada noche. No, él no quería ser un pajero, pero empezaba a desear llevarse las manos a la entrepierna, se acariciaba suavemente por debajo de las sábanas y apartaba la mano de vez en cuando, tratando de gobernar a sus impulsos.
No quería tocarla sin su permiso, pero ese era su propio cuerpo ahora ¿no? Cuál sería la diferencia, los otros estaban en el cuerpo de sus mujeres, las habían tocado cientos de veces. James nunca había tenido esas tetas en sus manos. Nunca había saboreado esa piel. Le gustaría poder volverla loca y hacerla gemir, le gustaría pararse frente al espejo y separar las piernas...
Los pensamientos se dejaron hilar por su imaginación mientras su mano encontraba la humedad entre sus piernas. La sensación fue electrificante al instante. Sabía que a las mujeres les gustaba ese punto, pero nunca se imaginó que fuera aún más placentero frotarlo que meter y sacar cosas, había vivido engañado todo este tiempo.
Tal vez Luna era virgen y si lo era no era buena idea meterse nada, tal vez ni siquiera los dedos, no quería invadirla de esa forma, pero sabía que un par de caricias no estaban tan mal.
A medida que se acercaba al clímax se aceleró también su respiración, apretó una de sus tetas y dejó escapar un jadeo moderado. En ese momento apareció Diosito que volvía del baño por 3 era ocasión.
—No me deja más este hijo de puta —se quejó en voz alta. James se sobresaltó y alejó la mano de su intimidad —Cada vez que me acuesto me dan ganas de cagar loco, no puede ser, y cuando voy no sale una mierda —maldijo el rubio
—Trate de dormirse Juan Pablo —se cohibió el colombiano —Ya no se esté pensando en eso mejor.
—Toda la comida se me regresa, ya es una mierda esto de estar preñado Yames. No sabes lo que es esto, loco. Me quiero morir.
James se sentó.
—Sisas, pero ya va a pasar, no se preocupe.
—Che Colombia corréte, dale, me quiero dormir con vos
—¿Qué?
—Dale, como allá en san Onofre cuando tenía la’ pesadillas esas ¿te acordás?
—Shhh, cállese huevón, no ande diciendo esas maricadas o van a pensar que somos princesas.
—Dale, con el cuerpo así de mina hasta cabemos las dos, corréte.
James hizo un puchero, pero obedeció de todas formas y le hizo un espacio junto a él.
—Nomás no se vaya a mover porque le va a pegar al bebé…
—Che loco... ¿te digo un secreto?
—¿Qué pasó?
—Me estoy cagando —dijo el rubio
James frunció el ceño.
—¿otra vez?
—No, que me da el cagazo eso de estar preñado, loco. La Kari tenía razón la guacha… no está fácil esto de llevar al pibe adentro... no me aguanto más esta tortura yo, y no quiero parirlo yo. ¿Qué pasa si no podemos volver nunca a nuestro cuerpo? Voy a ser una mina yo pa toda la vida, lo voy a tener que tener yo, lo voy a parir yo... ¿sabés lo que dicen que duele? Me voy a morir, loco. Yo no puedo.
James se rio.
—No sea huevón, el cuerpo de las hembritas está hecho para eso, no se va a morir. Usted es berraco.
—Si pero muchas se mueren también, lo vi ahí en las películas.
—Mire... sí así como pasó esto pasó de un día para otro así nos puede volver a pasar, ¿si o qué? es más, ¿quién dice que no mañana ya nos despertamos en nuestro cuerpo así como debe ser?
Diosito suspiró.
—¿Vos decís?
—Su merced no se preocupe, ya lo vamos a solucionar.
Diosito sonrió.
—¿Que se ríe marica?
—Hablas chistoso vos, con esa voz de cheta y la cara que tenés, pero soná’ así como vos que las decís las palabras colombianas. Me da risa.
James sonrió.
—Sisas, mi reinita no me la imagino hablando así
—Yo ya la vi, ya no la tengo que imaginar —se rio Diosito
—Ya duérmase pues huevón.
James se dio la vuelta para encontrar una buena posición donde no lastimase al bebe de Diosito, pero Diosito lo agitó por el hombro.
—Che Colombia…
—¿qué pasó?
— ¿te puedo tocar las tetas?
James se rio
—Jueputa… —susurró
—Dale, nadie se va a enterar, ¿te imaginas cuándo vamos a tener otra oportunidad pa chuparle la tetas a la conchuda esta de Lunati?
James le dio un golpe en la nariz.
—¡Pará, puto! —se frunció Diosito en su lugar
—Ya le dije que no se meta con mi hembrita jueputa.
—Está bien, pero yo si me dejas, te dejo que me chupes la concha si querés
James emitió un sonido de sarcasmo.
—Duérmase pues.
Diosito lo agitó por el hombro.
—Dale Colombia… no es de putos si es con el cuerpo de las minas, loco, dale, no sea’ aburrido.
—Cállese ya, huevón, déjeme dormir.
—Dale… ¿no querés saber que se siente venirse así, como mina?
James lo pensó detenidamente.
—Sí… pero eso sigue siendo marica, Juan Pablo, ¿no ve que somos usted y yo de todas formas huevón? Somos machos los dos.
—Es de amigos, no de putos gil… además no es de putos si somos los dos así, que somos unas minas ahí… no es de putos eso…
—Es de putas —se burló James
Los dos rieron. James se dio la vuelta para mirarlo a la cara.
—¿Qué, no querés?
—Cosa que… yo no sé si Lunita es virgen parcero, no quiero hacer nada sin su permiso.
—Pero es tu cuerpo hoy guacho... además… ¿Qué pasa si tenés razón con eso que mañana volvemos a ser los mismos, eh? Y si mañana me despierto otra vez en mi cuerpo y no la usé la concha nunca, loco… capaz me voy a arrepentir.
James asintió.
—¿Le parece?
—Si, esta puede ser la última oportunidad así pa saber que se siente…. por lo menos para ver ¿no?
James intentó disimular su excitación, se llevó la mano a la entrepierna por la pura costumbre de acomodarse la erección, pero no sintió nada.
—¿Nada más para ver? —advirtió
—¿Si querés?
El colombiano se resistió por unos segundos antes de ceder.
—Hágale… pero esto se va a quedar entre nosotros ¿oyó? —se sentó —No le va a decir a nadie parcero.
—No, qué voy a decir yo…
Los dos se sacaron la ropa lo más rápido y sigiloso que pudieron. Luego se observaron atentamente el uno al otro.
—Pues sí esta buena su mujercita —dijo James admirando las tetas de la Kari —chiquitica pero… buena
Diosito le puso las dos manos en las tetas de Luna de inmediato.
—¿Todo esto te comes vos eh, Colombia? —lo pellizcó —negro canchero… que envidia hijo de puta.
—Abrase pues, no me la toque —James lo apartó de un manotazo —ya le dije que yo no me comí nada huevón… nosotros nunca lo hemos hecho.
—¿Entonces qué te pasó, por qué te cambiaste con ella gil?
—No sé…
Diosito le besó el pecho de repente.
—Ah, espérese pues… cosa que esto ya es muy marica ¿no le parece?
—¿Qué va a ser marica si somos los dos minas gil?
—De todas formas, parcero, es lo mismo dos hembritas que dos machos, es lo mismo…
—¿Qué te importa? nadie nos está viendo.
—Bueno, pero nada más un ratico ¿escuchó?
James intentó ignorar el hecho de que tenía la lengua de Diosito en sus pezones, pero la excitación fue creciendo y la sensación era buena así que se dejó llevar. Además ayudaba que fuera una mina la que lo estaba lamiendo, porque así no tenía que imaginarse a su amigo.
Mientras Diosito lo besaba observó su barriga abultada y por un momento sintió mucha calma. Toda su vida había pensado que eso de ser padre le gustaría mucho, aunque la vida que eligió había descartado todas las posibilidades de formar una familia. Nunca había estado con una mina embarazada y hasta pensaba que aquello sería un poco raro durante el sexo, pero ahora que la tenía enfrente le provocaba cierta ternura.
—Parcero…
—¿Mhm?
—¿Está bien su bebé?
—Si, no le pasa nada al nene… hace de cuenta que no está.
—¿Lo puedo tocar?
Diosito frunció el ceño.
—¿Eso te calienta? Sos un enfermo Colombia
—No huevón, se lo digo así… normal…
—Ah… bueno sí, agarra lo que quieras vos. Dejáme que te toque la concha nomás.
James acercó la mano con timidez. No quería que el bebé se sintiera invadido por una mano extraña. Cuando por fin lo sintió se quedó muy quieto, olvidándose de la presencia de Diosito.
—pará, loco… —Diosito se detuvo
James pudo sentir el movimiento dentro de su cuerpo, fue rápido y casi imperceptible, pero fue capaz de sentirlo.
—¡Se movió! —espetó alegre
Diosito se recargó en el sofá
—Sí… —pujó adolorido —ya me di cuenta…
—Es inquieto el berraquito ¿si o qué? —James se rio —Igualito como el papá
Diosito volvió a acomodarse
—Creo que le gustas vos, hijo de puta… cerrá la chota que lo haces alocar
—Venga Juan Pablo… —James se rio —¿De veras no está feliz de que va a ser papito?
—Y pero no quiero ser la mamá yo…
James le sonrió.
—Yo si quisiera tener hijos —dijo cabizbajo —Pero creo que no se va a poder
—Preñála a la pendeja etnonce’ gil
—No puedo
—¿Por qué no?
—Porque no, eso no está bien parcero
—¿por pendeja decís?
—No, porque yo me voy a quedar toda la vida en el tambo, solcito… y ella no se merece un marido así.
Diosito se rio.
—Bueno préñame a mi entonces
—este huevón…
—dale, enseñáme la concha y te enseño la mía
—usted no más no se cansa ¿verdad?
—dale dijimos que nos íbamos a ver nomás, una miradita y ya
James separó las piernas, se sentía más incómodo de lo que creyó que se sentiría. No sabía si el pudor había venido con el cuerpo, o si era porque se trataba de Diosito. De cualquier forma, de repente, no se sentía de humor sexual.
—Dale, dejáme que meta un dedo nomás…
—No huevón, ya le dije que no. Este el cuerpo de la Lunita
—¿Y su fuese el tuyo si me dejas?
—No, tampoco… porque no soy marica.
—¿Y si vos fuese una mina? ¿Y yo un chabón así cómo siempre? ¿entonces si te dejás?
James pensó en el escenario hipotético dónde él hubiese nacido mujer. ¿Dejaría que un hombre como Diosito se lo cogiera? Probablemente sí… pero…
—No… —James le sonrió —Primero me dejaría coger bien sabroso por mi patrón
La sonrisa de Diosito se borró
—Que asco, guacho, sos asqueroso.
—Venga deme un besito ¿no quería o qué?
—No, salí, salí la concha de tu hermana… ya no quiero nada, que asco… me la bajaste toda, puto.
—Vengase pues maricón, vamos a chapar un ratico
—No, salí puto. Anda a besarle el culo a Mario chupapija
James se rio y se visitó despacio, complacido.
—Duérmase pues, solcito, sueñe bonito.

Notes:

Una disculpa por la demora

Chapter Text

El cuerpo de un hombre era complicado, duro, rasposo, poco flexible y sudaba en abundancia, era difícil mantenerse fresca estando en uno. Luna conocía muchas cosas de James, habían hablado de su vida y de su persona. Habían hablado de sus miedos, sus deseos y algunos de sus sueños también, Luna empezaba a creer que lo conocía, hasta que se quedó atrapada en su cuerpo y descubrió lo poco que sabía en realidad sobre él.
Para empezar descubrió que siempre estaba caliente, no de una forma sexual, sino caliente de verdad, a una temperatura casi bochornosa, se hidrataba poco, y se duchaba con mucha frecuencia, así que se le resecaba la piel, y no usaba ninguna loción o crema para compensarlo.
El sabor de su boca al tragar saliva era diferente al de sus besos, sabía como a plata, como a metal, probablemente por la coca que se tallaba en las encías y que su cuerpo empezaba a echar en falta. Tenía muchas lesiones en las manos, cicatrices por cada centímetro de su pierna derecha que ocultaba con la ropa y tatuajes hasta en el culo que Luna nunca había visto.
Tenía ambos orificios para los aros de las orejas, pero no usaba ninguno, aunque seguramente si tenía algún par por ahí guardado. Su ropa estaba limpia pero olía a humedad porque estaba abarrotada con la del resto de los Borges en un solo cajón y, entre sus pertenencias había hallado algunos otros regalos que le había tallado a sus amigos con madera.
James siempre tenía un olor particular, entre jabón de menta, desodorante, mariguana y nicotina. Un olor que estando junto a él le encantaba, pero que llevándolo encima empezaba a provocarle nauseas. Luna tuvo que ducharse dos veces porque le parecía que tenía falopa del laburo por todo el cuerpo por más que se tallaba.
Y por la noche cuando se proponía dormir sintió la necesidad de masturbarse. El pene de James era más grande de lo que se había imaginado. El colombiano nunca era pudoroso al respecto y lo había sentido un par de veces mientras chapaban en las higiénicas, pero siempre fue cuidadoso y trató de no incomodarla con esa cosa. Luna no quería que las otras chicas la vieran interesarse por eso como a Karina, pero la verdad es que estaba impresionada.
Por su puesto que a estas alturas había visto otros penes, pero el de James tenía algo diferente, y aunque no podía decir con seguridad de que se trataba, se le antojaba por mucho, el mejor que hubiera visto.
James además tenía unas manos hermosas, ella lo había pensado desde que lo conoció, pero sus manos por si solas no eran el asunto, sino los anillos. Esos anillos la hacían sentirse a salvo estando en su cuerpo, incluso en la cárcel como ahora, desamparada y sola.
20 horas en la prisión habían bastado para recordarle la pesadilla de su secuestro. Y ahora ni siquiera tenía un lugar para dormir. Empezaba a pensar que tal vez debería haber vuelto con las Borges en lugar de irse con Emma. James era conocido dentro de la prisión como un miembro de la banda de los Borges, si llegaban a tener enemigos desconocidos, ella no podría verlo venir. Y peor aún, estando junto al cuerpo de Miguel Palacios, otro preso problemático y sin amigos.
Luna empezaba a preocuparse por otras cosas en el silencio de la noche. ¿James estaría usando su cuerpo? La habría tocado ya como ella lo hacía cada vez que sentía ese bulto despertando? No sabía que los hombres también podían mojarse de esa forma. James era un hombre velludo también, tenía pelo en todo el cuerpo, incluso alrededor de las bolas, pero por alguna razón su pecho era lampiño. Probablemente se afeitaba, aunque no lo creía. Nunca se lo había preguntado. Sería una pregunta invasiva ¿cierto?
Ella siempre se depilaba, tal vez a él no le gustaría descubrir que las mujeres también tienen pelo. O tal vez ya lo sabía, era un tipo listo y seguramente había estado con muchas otras mujeres. Seguro que podía tolerar un poco de vello en el cuerpo cuando él tenía suficiente en el suyo. Luna empezó a sentirse acomplejada por su cuerpo. James podía verla desnuda ahora que tenía acceso completo, podía verlo todo. Nunca antes la había visto desnuda ¿qué tal si no le gustaba? Los otros habían visto a sus mujeres desnudas todo el tiempo. Eran sus mujeres. Pero James y ella solo habían chapado.
¿James se daría cuenta del peso que había ganado en los últimos meses? ¿De las orzuelas en su cabello? ¿Las ojeras sin maquillaje? Siempre que lo visitaba se duchaba y se ponía perfume, él notaria la diferencia en su propio aroma como ella podía notarlo en el cuerpo de él?
Todas esas preocupaciones se fueron disipando poco a poco mientras observaba sus anillos. James cuidaría de su cuerpo, estaba segura de eso, incluso si la tocaba de forma indebida, ella no sentiría eso. Sería como prohibirle masturbarse ¿no? Si ella lo hiciera...
Luna llevó la mano a sus pantalones, había algo en esa cosa que la ponía dura de inmediato a la menor provocación. Se preguntaba que pasaría si lo frotaba de arriba abajo con suficiente insistencia. ¿Cómo sería el semen de James? ¿Sería igual que el de otros pibes? ¿Sería diferente el semen colombiano?
—Luna —Emma se sentó cerca de ella.
Habían esperado a que la lavandería quedara cerrada para poder dormir adentro y con ayuda de un guardia conocido de Emma se salieron con la suya. Al final buscaron un rincón y se fabricaron una cama con toda la ropa que había que lavar. Luna no se sentía del todo segura ahí, pero era mejor que volver a los pabellones dónde claramente no eran bienvenidas.
—¿Estas dormida? —preguntó Emma
Luna no respondió, por supuesto que estaba despierta, pero si hablaba tendría que tener una conversación con la asistente social y solo quería seguir jugando con la verga del colombiano. Nadie tenía que enterarse de eso, mucho menos él. Seguro que él también lo haría y no se lo diría a nadie.
—¿Luna?
—¿que? —se giró por fin
—¿Estas cómoda ahí?
—Si, lo mejor que se puede estar acá ¿no crees?
—Si...
—Emma....
—¿qué pasa?
—¿Como es el cuerpo de Miguel?
—¿Qué querés decir?
—Sí, es que... quiero decir: vos estuviste con él, tipo... en la cama ¿no? ¿Es diferente su olor...?
—Si, muy diferente. ¿El tuyo?
—También... —dijo Luna —siento que falta algo. Algo suyo.
—Las mujeres... dicen que las mujeres tenemos un sentido diferente del olfato, un sentido más desarrollado —explicó Emma —Tal vez ellos no pueden oler lo mismo que nosotras, y por eso nos parece diferente...
—¿Es peludo Miguel?
Emma asintió con una sonrisa.
—Sí, bastante —respondió
—También James... pero no de todas partes, es raro. ¿Miguel si?
—Sí, de todas —se rio Emma
—¿encontraste cosas que no pensabas que tenía en el cuerpo?
—¿cómo qué?
—ya sabés... James tiene tatuajes que yo nunca había visto, y... tiene un diente de plata cerca de la muela. Antes no lo tenía, cuando estaban en san Onofre.
Emma enmarcó las cejas.
—No sé, Miguel es... se siente más caliente de lo normal.
—¡Ya sé! —Luna se sentó —¿Verdad que sí?
—Si, y la barba pica, da comezón
—¡Y las bolas se pegan!
—Si, hay que separarlas porque si se separan solas duele…
Luna se rio.
—James tiene un dedo fracturado. No sé desde hace cuánto.
—Miguel tiene una bala adentro... —dijo Emma
Luna abrió mucho los ojos.
—¿y la podés sentir? —preguntó con curiosidad
—No, pero me siento diferente.
—Yo también... más ansiosa, supongo que tiene que ver con la coca... James consume mucho. Y yo no lo he hecho.
—Miguel estaba consumiendo otra cosa, me tiemblan las manos... seguro que es heroína. Vi las marcas de la jeringa una vez cuando vine a visitarlo —dijo Emma
Luna suspiró
—Ellos... sufren mucho acá adentro ¿no?
Emma asintió reflexiva.
—No puede ser nada fácil estar acá todos los días, en esta humedad, con este dolor de huesos... con las ratas y otros insectos. Es inhumano.
—James tiene muchas cicatrices que no se ven... —Luna acarició una larga cicatriz sobre su muñeca que estaba parcialmente cubierta por sus pulseras —De las que nunca va a hablarle a nadie... quisiera saber cómo se las hizo.
—¿Por qué los buscaste Luna? A tus secuestradores... no te quiero juzgar pero me gustaría poder entender... ¿por qué?
—James siempre fue bueno conmigo, y yo... yo necesitaba saber si ellos lo mataron a mi papá.
—¿Y vos le perdonaste algo como eso?
—No... no fueron ellos, fue Miguel.
Emma frunció el ceño.
—¿Estas segura? ¿Quién te lo dijo, el colombiano?
—Miguel me lo dijo
—Lo siento mucho, nena
—Yo no... supe que mi viejo lo mató a su hermano y a su cuñada de Miguel, yo sé bien quien era mi viejo... pero no cambia que era mi papá.
Emma asintió.
—El colombiano... —reflexionó —él nunca se entrevistó conmigo. Lo poco que recuerdo de él es haberlo visto siempre con Borges, siempre a su lado, nunca se le despegaba. Los otros pibes decían cosas terribles sobre él pero yo nunca fui testigo de nada malo. Sé que era un Borges, y eso me bastaba para alejarme, pero él siempre me pareció... diferente. Llegamos a cruzar un par de palabras, pero nada importante. Fue amable, educado, sin recaer en el acoso. Puedo imaginarme qué viste en su persona. Pero aun así... aun con eso me cuesta creer que vos…
—James no es un Borges —aclaró Luna —Es un Rodríguez, de Bogotá, en Asidos, donde parece que crecen los guijarros por cada centímetro de pavimento. La ciudad donde los autos bomba se esfumaron más rápido, pero donde se mueve la plata roja. Toda su familia estaba en la mierda, y sus tíos se dedicaban al narcotráfico como la mayoría de sus conocidos. James no tuvo otra opción, era el negocio familiar. Pero no es malo... nunca lo fue. Estoy bien segura.
Emma analizó su rostro y sus ojos brillantes mientras hablaba de él.
—¿Lo amás? —preguntó
Luna la miró con curiosidad.
—¿A quién?
—Al colombiano —dijo Emma
Luna miró a la pared por un buen rato antes de contestar.
—Espero que mañana recuperemos nuestros cuerpos —dijo al final, mientras abrazaba sus rodillas.

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James estaba acostumbrado a despertar temprano, sus ojos se abrían a las 5:30 am siempre, sin falta, sin ninguna alarma o pronostico, simplemente estaba acostumbrado. Esperaba despierto a que dieran las 6 en punto para que los guardias empezaran a exigirles la ducha y luego el desayuno. Esta vez sintió que su vejiga reclamaba antes de tiempo, estaba incomodo y le dolía la cadera.
No importaba para donde se moviera, el ardor en la aureola de sus pezones le irritaba. Había un dolor creciendo con fastidio en su vejiga o eso creía... un dolor soportable pero incómodo y molesto.
James se giró una y otra vez tratando de dormirse, pero apenas lo logró volvió a despertarse con un fuerte espasmo en el abdomen bajo. Abrió los ojos cansado y entonces lo notó... estaba mojado ¿mojado? ¿Acaso se había orinado encima?
No... era algo peor... era espeso y casi húmedo, no olía a orina... olía a...
—¡Ah qué gonorrea! —James se enderezó, pero todos sus huesos reclamaron por su atrevimiento apresurado —Que jueputa... —se quejó.
—¿Qué hacés puto? —Diosito se removió junto a él —Dejáme dormir un toque, dale
James llevó sus dedos a su entrepierna por encima de la ropa interior y de regreso a su campo de visión horrorizado ¿era posible?
—¡Sangre! —gritó
Diosito casi cayó del sofá en cuanto lo escuchó gritar
—¿Qué te pasa puto? ¿qué gritás?
—¡Sangre Dios, es sangre!
Diosito retrocedió asustado.
—¡No, no es mía, decime que no es mía, sos vos! ¿Es el bebé?
James se levantó y encendió la luz.
—¡Luna... sangre!
—¡Mario! —gritó Diosito aterrorizado
—¡Mi Luna, algo le pasa a Luna, Mario! —gritó James también
—¡Mario, está sangrando el Yames!
—¡Qué jueputas pasa, Mario!
—¡El bebé Mario!
—¡Tengo sangre! —James miró la mancha de sangre del sofá y saltó a un lado —¡Me voy a morir, Mario!
Mario y Barney bajaron corriendo la escalera.
—¿Que les pasa, pelotudos? ¿Por qué gritan?
—¡Sangre, estoy sangrando, Mario!
—¡Es sangre Marito es el bebé! —se acercó Diosito —¡Es sangre!
Mario bajó asustado dando tumbos con el cuerpo todavía adormilado de Gladys y revisó a Diosito, luego estudió a James con una rápida inspección y su mirada se tranquilizó.
—Calmáte pelotudo, calmáte —lo detuvo
—Es Luna, Mario, es Luna —James lo agitó aterrorizado —¡Algo le pasa a mi Lunita!
—¡Calláte pelotudo! Relajá —Mario le dio una bofetada —Relajá negro, es normal eso, es de las minas, vos tenés dos hermanas, negro, no te puedo creer.
James se quedó muy quieto de repente.
—¿Qué le pasa Marito? ¿Es el bebé? —Diosito se revisó la ropa —¿Soy yo?
—No, carajo, no pasa nada par de tarados, es normal.
James miró la sangre de nuevo y se sintió como un estúpido.
—Es... sangre... es mía —observó
—¿Qué le pasa, Marito? —Preguntó Diosito asustado
—No le pasa nada a la piba, estúpido, es una mina, eso es lo que les pasa a las minas pelotudo. No puede ser que no sepas a estas alturas James. De este pendejo lo creo ¿pero vos no tenés hermanas loco?, de verdad. No te puedo creer. Dejáte de joder hermano por favor.
—Ah, sí... —James se rio —Es sangre... sangre de su periodo —suspiró aliviado —No le pasa nada ¿cierto? Es normal...
—No le pasa nada tarado, relajá
Diosito y James se miraron con alivió... de repente todos se echaron a reír. Fue una carcajada casi histérica luego de haber superado el pánico.
James se sentó en el sofá tratando de relajar su respiración, pero Mario lo detuvo antes de acomodarse.
—¡No te sientes ahí, pelotudo, me vas a ensuciar el acolchado, dale, andáte a duchar y te pones un tampón!
—¿Un qué?
Diosito soltó una carcajada
—¡Y Colombia ya va a ser una mina de las posta, loco!
James frunció el ceño.
—¡Yo no me voy a poner esa vaina, Mario!
—Si, te la tenés que poner, no quiero que me dejes una escena del crimen acá en la alfombra.
—¿y de donde mierda voy a sacar eso? Si yo nunca he comprado esas vainas.
—Del supermercado pelotudo, donde las venden
—¿Cómo así? No, yo no voy a comprar esa mierda, es para las hembras.
—Che Gladys tiene que tener, Mario —dijo Barney —A todas las minas les pasa.
Diosito dejó de reírse
—¿Cómo que a todas? ¿A mi también me va a pasar entonces?
—No a vos no, hasta que nazca el nene —dijo Barney
—Yo no quiero sangrar Mario, me voy a morir... —dijo Diosito preocupado
—No, ni yo, Mario —dijo Barney —Quiero volver a mi cuerpo che. Hay que hacer algo, lo que sea…
—¡Cállense! dejen de mariconear nadie se va a poner a llorar por un poco de sangre, pelotudos. Nadie se muere por esto. Les pasa todos los meses. Si ellas pueden hacerlo ustedes también.
James miró su mano ensangrentada con preocupación.
—Pero es mucha sangre Mario... no puede ser normal
—Mañana te llevo con un médico, ¿entendiste? Límpiame este desorden y vamos a ducharte ahora che... que quilombo.
—¿Estas bien Colombia? —Barney le dio una palmadita en la espalda —¿Te duele?
James estaba acostumbrado a decir que todo estaba bien. Si estuviera enfermo en su propio cuerpo hubiera dicho lo mismo. Sin embargo esta vez no podía mentir. Sentir que tanta sangre salía de su cuerpo sin ningún tipo de control o contexto lo había tomado desprevenido, es verdad que tenía dos hermanas, una mayor y una menor.
La menor era muy pequeña para sangrar cuando dejó de verla y la mayor en realidad nunca pasó mucho tiempo con su familia antes de casarse y tomar su propio camino, así que James no podía decir que estaba familiarizado con la menstruación.
A pesar de todo sabía lo que era y se hacía una idea de cómo funcionaba, pero nunca le había tocado vivirlo en persona.
Nunca tuvo una novia o pareja recurrente cuando trabajó fuera de prisión y una vez dentro no volvió a ver más mujeres. Cuando Luna estaba en san Onofre nunca le vino el periodo. O tal vez se las arregló para encargarse de aquello sin pedir ayuda, sea como fuere James nunca tuvo noción de todo eso de una forma tan cercana y menos aún personal.
La cantidad de sangre le parecía exagerada, el dolor y la fatiga de todo su cuerpo le había estallado como una bomba, sin previo aviso, sus piernas se sentían más frágiles y el dolor abdominal y en la espalda baja era intenso. Quizás para una mina acostumbrada a sentirlo era menos potente, pero para él, que jamás había experimentado nada parecido por largos periodos de tiempo, fue una verdadera tortura.
Aquella fue la primera mañana de James como una chica, y desde ese momento supo que no regresaría a su cuerpo solo con quedarse dormido. Estaba atrapado en el cuerpo de Luna. Con el dolor, y la sangre hasta que un milagro lo separase de ahí.

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Cuando Miguel despertó a la mañana siguiente con el mismo llanto de bebé que la mañana anterior, supo que su aventura en el cuerpo de Emma no se había terminado todavía. Se levantó abrumado y fue a atender a su hija a regañadientes.
Micaela era la hija de Emma y de ese tal Gastón que solo había visto una vez en San Onofre, pero Miguel la amaba como a su propia sangre. Emma estaba embarazada cuando comenzaron su relación, la vio nacer y su pequeña manita le enroscó el dedo índice la primera vez que la sostuvo en sus brazos. Mica era su nena tanto como Lucas, y no podía resistirse a su llanto. Además aunque hubiera querido el cuerpo de Emma tiraba leche como grifo abierto nada más escucharla llorar. Como si de alguna forma su cuerpo estuviese conectado con el de su hija.
Miguel había alimentado a Mica con la leche de la heladera por todo el día anterior, pero se le había terminado y sus pechos dolían y goteaban. Emma le había pedido que la amamantara él mismo, pero Miguel tenía serias reservas al respecto.
Primero que nada le avergonzaba el acto en sí mismo, aunque no sabía muy bien porque. Todo el asunto de ser una mina ya era bastante complicado, como para encima darle de mamar a un bebé con su experiencia de solo 24 horas en un cuerpo con grandes senos. Miguel los había tocado muchas veces durante el sexo, pero nunca se dio cuenta de lo duros que se ponían con la leche. De haber sabido que su pareja experimentaba ese dolor cada vez que se despertaba hubiera cambiado de cuerpo con ella mucho antes, para poder tomarlo en su lugar.
—¡Emma, Ya me tengo que ir! —anunció Mavel en la pieza de al lado
—Sí, dale —se acercó Miguel soñoliento —No, pará... decime una cosa, necesito saber una cosa primero
—¿qué?
—Mica... ¿por qué la sigo amamantando?
—Fuiste vos la que dijo que leíste ese artículo donde dicen que es mejor el destete cuando ella esté preparada. Dijiste que era traumático quitársela de golpe, o algo así.
Miguel asintió.
—¿De casualidad mencioné dónde leí ese reportaje?
—En internet, que se yo Emma ¿qué te pasa? ¿Porque me preguntas eso? ¿Estás bien?
—Quería probar dejarlo, pero... nada, no importa. Andáte con precaución, tenés laburo, dale, yo me las arreglo.
—¿Segura? Te siento como… rara ¿puede ser?
—No, esta todo bien, olvidáte, no te preocupes. Vos hace lo tuyo.
—Bueno, entonces nos vemos más tarde ¿está bien?
—Si, dale
Mavel le dio un beso en la mejilla y salió por la puerta.
La relación de Miguel con su cuñada era normalmente nula, se habían hablado un par de veces y se limitaban a saludarse por compromiso. Miguel sabía que no le agradaba a Mavel, porque era un preso y porque pensaba que Emma lo había jodido en grande enamorándose de él. No le daba bola con eso de fugarse y se la pasaba tratando de convencer a Emma de dejarlo. Pero a Miguel le agradaba de cierta manera. Era una buena mina y era buena con Lucas. Traía dinero a Emma y la ayudaba a cuidar de sus hijos. Eso era lo que todo padre necesita saber. Que sus hijos están bien cuidados.
Miguel tomó aire y se preparó mentalmente para su día como papá.
—Andá Lucas... —llamó —vamos a la escuela
El niño se hizo de rogar y le tomó 10 minutos sacarlo de la cama. Luego del desayuno improvisado que copió de una receta que solía hacer su madre con huevo y muchos espárragos se dio cuenta de que iba tarde para el colegio.
Hizo maromas para llegar temprano y se peleó en el tráfico con un ciclista que se atravesó sin fijarse. El llanto de Mica hambrienta porque no quiso conformarse con la mamadera acompañó el intercambio de puteadas y el pitido de los otros autos apresurándolo en medio del tránsito. Aunque ver a Lucas entrar a la escuela con su mochila y su uniforme lo hizo sentir de nuevo como su papá.
No había tenido tiempo de disfrutar su paternidad. Con Silvia era todo discusiones y llanto, luego tenía que laburar y se lo dejaba a su madre, cuando su madre ya no pudo cuidarlo se lo llevó Fernando y Betina hizo de mamá. Finalmente se fue preso y le tocó a Emma. Ahora Lucas tenía la edad suficiente para hablar y quejarse de las cosas, compartirle su opinión o reírse de sus chistes malos.
Miguel lo miraba y se sentía orgulloso de lo que era. Era un niño amable y generoso, no como los otros, era un niño especial. A pesar de todo lo que había sufrido hasta ahora y de su desamparo familiar era un niño bien portado y con ilusiones. Miguel lo amaba, y no podría estar más feliz por él.
Estuvo un rato mirando la puerta del colegio, luego sacó la lista de su bolsillo.
Emma le había anotado varias cosas en esa lista. La primera era la dirección del colegio de Lucas, la segunda los maternales para Mica y la tercera la dirección de su laburo. Miguel sabía que Emma y Mavel tenían ambas que laburar para mantener a su familia, él también cooperaba laburando en la prisión, pero el dinero que hacía a menudo lo gastaba en heroína y era Emma la que tenía que llevarle más guita.
A medida que pasaba más tiempo en el cuerpo de Emma, más se odiaba a si mismo por haberla convertido en la principal esclava de sus malas decisiones.
En maternales no quisieron recibir a Mica porque no dejaba de llorar, Miguel insistió largamente pero no pudo hacer nada contra las políticas del sitio. Terminó llevándola con él al laburo. El laburo de Emma era grotesco. Miguel no se daba cuenta de lo difícil que era lidiar con criminales. Y los adolescentes eran aún peores que los criminales adultos, porque además de irreverentes se creían los amos del mundo. Miguel recordaba haber tenido esa edad, pero nunca fue tan hijo de puta como esos pibes inconscientes. La falta de paciencia de Miguel y la evidente culpa que le echaban en cara todos por haber llevado a su hija a un lugar tan peligroso, hizo que sus 3 horas de laburo se convirtieran en una eternidad. Miguel se dio cuenta de que como mina no tenés permitido cometer ningún error. Tenés que ser madre, maestra, moza, cocinera, limpieza y empleada y todo te tiene que salir bien. No podés mezclar una cosa con otra. Si amamantás no podés tirar leche en tu ropa o te miraran mal. No hay lugares suficientes para tener privacidad, y los baños públicos son una pesadilla.
En un momento mientras Mica dormía en la sillita de mecer a un lado suyo, le tocó lidiar con un depredador sexual, que a sus 15 años había abusado de su hermana de 4. Miguel se enojó tanto en cuanto leyó su causa que cuando lo tuvo delante se le lanzó al cuello con ánimos de matarlo. Por supuesto que el pibe se defendió, y resultó tener más fuerza que el cuerpo de Emma con lo que se armó un alboroto al rededor y terminó perdiendo su empleo en un parpadeo. Todo lo que Emma había conseguido con años de estudio y preparación, él lo había cagado en 5 minutos.
Derrotado, despedido, humillado y golpeado tuvo que llevarse a Mica, en medio del llanto, encerrarse en el auto y tratar de arrullarla mientras se aguantaba las ganas de llorar él mismo, por la impotencia que sentía.
Llevaba todo el día evadiendo la responsabilidad de amamantar, y finalmente se había roto su paciencia. Su hija tenía hambre y sus pechos dolían de una forma insoportable. Así que se sacó un pezón de la ropa, lo acomodó cerca de la boca de la niña y esperó a que ella hiciera todo el trabajo. Pero la beba parecía no encontrar la forma de chuparlo.
Toda su vida Miguel había pensado que los bebés nacen sabiendo como tomar de la teta y que las mujeres saben también como darla, pero estando ahí, en su cuerpo, con los pechos abultados y la bebé en su regazo no pudo encontrar la posición correcta. No fue tan sencillo como los anuncios publicitarios de maternidad se lo hicieron creer. Buscó en internet los pasos correctos para hacerlo pero no lo logró. Tardó casi 15 minutos en conseguir lo que por siglos las mujeres habían hecho segundos después de parir.. pero cuando finalmente lo logró sintió un alivio tremendo.
Ver la carita de Mica por fin saciando su hambre, y sentir su calma mientras la abrazaba contra su pecho le devolvió la confianza y el animo. Estaba tan orgulloso de si mismo por haber logrado lo imposible que nada de lo que le pasó en el día le importó más, y hasta se le escaparon un par de lágrimas de alegría.
Sabía que el cuerpo de las minas es hormonalmente más complejo y que las emociones golpean con más fuerza, pero este llanto era suyo, muy suyo. Incluso como hombre, este era el momento más difícil que había atravesado en su vida, y lo había superado... estaba muy orgulloso.
Aunque su alegría terminó muy pronto cuando Micaela decidió morderle el pezón y tratar de arrancárselo. Con sus dientitos apenas nacientes.

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—¡No puedo creer que esta cosa esta tan dura! —se rio Karina tratando de aplacar la erección matutina del cuerpo de Diosito —¡No se baja más!
—Dejá de tocarte ahí, morbosa —la regañó Gladys —¿Alguien lo vio al colombiano?
—Querés decir Lunati —se levantó Claudia —Ahrg... Barney tiene unos dolores de espalda insoportables, che... necesito otro colchón.
—Estamos en la cárcel pelotuda, no en una suite reservada, dejá de quejarte, chula. Dale, vamos a laburar.
—¿Cómo es posible que no se le pare cuando esta conmigo si se le para a cada rato sin ninguna provocación? —insistió Karina
—Hacéte una paja Diosito —dijo uno de sus compañeros de pabellón —Siempre al palo vos, eh, lo que es la juventud chabón, que envidia.
Kari intercambio una mirada picara con Claudia.
—Es para que se baje ¿no? —pidió con ojos suplicantes —¿Puedo hacerlo Gladys? ¿Si?
Gladys se encogió de hombros.
—No sería la primera paja que haces al despertar, con lo puta que sos ya me imagino.
—Eh, yo también quiero pajearme —dijo Claudia —Quiero ver que se siente. Barney la tiene enorme la poronga.
—Sí, pero Diosito la tiene más grande —dijo la Kari
—¡Claro que no! —Claudia se levantó enfadada —¿Como vas a decir eso, flaca?
—¡La tiene más grande es la verdad, tu marido es un viejo ya, ni siquiera se le ha de parar!
—¿Que decís? Laváte la boca, forra.
—Ey —Gladys alzó la voz —¡déjense de boludeces que tenemos mucho laburo!... Y además el que la tiene mas grande es mi marido. No hay discusión.
—¿Qué decís?
—Por favor, flaca, vos lo sabés.
—Ninguno le gana a Barney —dijo Claudia
—Bueno si tanta confianza tenés hay que medirlos —dijo Kari
—¡Y bueno, los medimos! —Gladys se bajó los pantalones —¡Dale, pasáme la cinta! —provocó
Los miembros restantes del pabellón se miraron unos a otros, preocupados.
—Están raros los Borges ¿no? —dijo el patón
—No sé, a mí me parecen iguales che —dijo el chacal —Siempre han sido raros todos ellos.
—Calláte la boca que nos pueden oír.
Los Borges se juntaron en medio con los pantalones abajo y la cinta métrica a la mano. A sus compañeros les pareció que esa no era la primera vez que lo hacían.

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James se hizo un ovillo en la cama y se retorció muy despacio.
—Me estoy muriendo Mario... dígale a mi familia que los amo —gimió
—Dejáte de joder Colombia, rescatáte. No te va a pasar nada carajo. Pará de exagerar, dale, me estás rompiendo las pelotas. Calláte un poco.
—Duele mucho, Mario.
—Esta pendeja se va a así a la escuela, pelotudo, vos no te podés ni poner de pie, sos un cagón. Sos una vergüenza para todos los hombres.
—No es justo... ella porque esta acostumbrada —se defendió el colombiano.
—Pero no te va a pasar nada, carajo. Dejá de mariconear.
—Sí, me voy a morir, ya estoy viendo una luz acá, me tengo que confesar, ayúdeme...
—¡Pará con eso puto, dale! —Diosito se arrojó a la cama junto a él pero ambos se quejaron al mismo tiempo James por el dolor y Diosito por el reacomodo intestinal que sufrió dentro —Negro cagón —susurró con rencor
—Cállese pues maricón, nadie le pidió su opinión
—¡Mario! —Barney bajó corriendo la escalera con un par de vestidos —¡Mira lo que es esto!
—Con el calor que hace dan ganas de vestirse así como mina che... con las pelotas al aire.
Diosito se levantó con un salto.
—¡Somos minas loco, podemos usarlos! —espetó
James se rio
—Este maricón que siempre se quiso poner la faldita ¿si o qué?
—No me importa, vos sos más puto todavía vos que te ponés de mina que estás sangrando como una guacha ahí, por la concha.
—Cállese pues, usted que se tiene un nenuco allá adentro por putica...
—¡Vos sos puta, sos más puta que la Kari, decile Mario!
—¿Ustedes no pueden parar nunca verdad? —dijo Mario —Par de pelotudos.
Pero Barney interrumpió su conversación golpeteando el suelo con sus tacos altos.
—¿qué carajo estás haciendo flaco?
Barney caminó al espejo con dificultad, usando un nuevo atuendo de Gladys.
—Deberían probar esto che... —dijo arreglando sus tacos —te hace sentir más alta
Mario y Diosito se miraron con curiosidad.
James tomó el vestido rojo que Barney había traído antes.
—Que chimba parcero… ¿No tiene uno de estos en azul? A mi berraquita le queda divino ese color.
—¿Viste como sos vos el puto Colombia?
—Bueno, es verdad eso que nos tenemos que vestir como minas ahora —dijo Mario —Esta lleno el armario che, algo tenemos que poder hacer con esto.
—Yo me quiero una que me marque las tetas, tengo buenas las tetas yo, así por la leche que me crecieron —dijo Diosito
James se puso el vestido rojo sobre la ropa y se rio.
—Ah, pero si estas son 3 veces mi mujercita, huevón, la patrona es que no tiene un chiquitico así como para mí.
—Está muy flaca tu piba Colombia, vos cómprale en el talle de los pendejos, a ver si en el departamento infantil tienen algo para vos —se burló Barney
Mario se rio.
—Cállese jueputa
—Bueno, está decidido —dijo Mario —Hay que comprar ropa, pero primero lo primero Colombia... vos te vas a venir al banco y la vamos a vaciar las cuentas de Lunati
James se rio.
—Ah, pero luego que va a hacer mi mujercita sin plata, Mario. No le haga así. Por lo menos hay que dejarle una vuelta.
—Vos dejále tu parte, pelotudo, yo le voy a cobrar a Lunati lo que me debe —dijo Mario
—Esperase un poquitico, patrón.
—No, Colombia, vamos a lo de la pendeja pa ver si ella tiene ropa más cheta —dijo Diosito —Somos minas ahora, hay que vestirse bien… me parece que me lo pongo en rubio —se alborotó el cabello.
—Sisas, ella tiene mucha ropita —dijo James —Tiene mucha plata…
—Dale, vamos a lo tuyo entonces.
—Es una buena idea —observó Mario —Hay que ver como tiene las cuentas esta pendeja. Vení Barney, vamos a lo de Lunati.
Barney y Diosito chocaron las palmas emocionados. Pero James volvió a tirarse en la cama y se entregó de nuevo al sufrimiento.

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Claudia soltó un grito de victoria sentada en el comedor.
—Dejá de agrandarte, boluda, fue solo por unos centímetros —dijo Gladys —cosita de nada… pará de alardear.
—Sí. Además el tamaño no importa —dijo la Kari, revolviendo con asco la comida de su bandeja —Lo que importa es que lo sepan usar.
—Escúchala flaca, a ver si aprendes un poquito —la apoyó Gladys
Claudia se rio y festejó con un bailecito.
—¡Me van a tener que pedir que se las enseñe otra vez masudas, perdedoras pijascortas!
—Cosa de unos centímetros, flaca, dale. No rompas los huevos.
—Eu Borges —llamó Medina acercándose con su sequito de aficionados —¿Cómo están los pibes? ¿Todo bien?
Gladys lo miró con tranquilidad. Mario le había dado una lista de sus enemigos y las personas de las que había que cuidarse. Este debía de caer en la descripción "pelado con ojos saltones y mirada de psicópata"
—Vos Medina ¿qué hacés? ¿Visitando a los amigos?
Medina pareció contrariarse porque supiera su nombre.
—A saludar che quería saber ¿cómo va todo por acá? ¿Necesitan ayuda con lo que hablamos?
Gladys entrecerró los ojos con suspicacia. Si Medina estaba involucrado en el estado su situación actual aquella podía ser un prueba para saber si se trataba de Mario o no.
—Ahora tenemos cosas de que ocuparnos —advirtió —¿Por qué no te preparas unos mates y agendas con la secretaria nene?
—Te noto algo distinto Borges ¿mala noche?
—Tan mala como cualquiera en esta pocilga ¿viste? Nos manejamos.
—Me alegro, ya me estaban preocupando. Hace mucho que no te veo por la capilla.
Gladys sonrió. Aquella debía ser otra trampa, Mario jamás iría a la capilla.
—No soy del tipo religioso che —se encogió de hombros —no sabía que vos sí
—No de ese dios al que adoran ustedes los herejes
—¿“herejes”? —Karina se rascó la cabeza con el tenedor —¿Qué significa herejes?
—Que buena la charla, nos estaremos viendo Medina —saludó Gladys —chao
El pastor del extraño culto comprendió que no tenía excusa para seguir con la conversación así que saludó con una sonrisa falsa y se retiró a regañadientes.
—Este hijo de puta se dio cuenta de algo —susurró Claudia —o como dice Barney, es el responsable de que estemos así.
—Claro, con esos ojos seguro que podes ver dentro del cráneo —dijo la Kari —que asco esta comida, Gladys… yo soy vegetariana, no me va la carne… me hace mal.
—Sí, yo también —dijo Claudia —además ¿de qué animal es esta carne che?
—Mira quien viene ahí
Gladys levantó la vista y analizó los rostros de la sub 21.
—Ojo con el poronguita de en medio —aconsejó —Mario dice que es vivo el pibe
—¿Quién? —se giró Karina —¿esta bueno?
—No mires boluda, te dije que no mires, disimulá boba.
—Pero quiero saber quién es, para ver si esta bueno nada más
Claudia, que estaba haciéndole manicura a la mano de Barney hace un rato, por fin levantó la vista.
—¿No fue ese que lo mató a tu hermano, gorda? —preguntó
Gladys asintió inexpresiva.
—Hay que hacerlo mierda.
—Paciencia, la venganza se sirve fría Claudita, no hay que dar paso sin cimiento. Acá esta acomodado el pibe, se ve que los otros lo bancan, lo respetan, hay que medir las aguas primero. Y cuando sepamos como funciona todo por acá, recién es cuando tenemos que empezar a podar el césped ¿está claro? No antes. Hay enemigos más importantes que requieren de nuestra atención… está el asunto de coco el otro poronga… hay que tener ojos en todos lados ¿oyeron?
—Hablando de porongas —dijo Karina mirando la esquina del comedor, por donde se acercaban caminando Miguel y el colombiano —Miren quien sobrevivió a la noche.
—Esa Lunati es una boluda, mira que irse con el cobani ese del orto que quiso matarlo a mi Diosito —observó Gladys
—Me pareció sospechoso también —dijo Claudia —pensé que se estaba comiendo al colombiano, ahora parece que también al rati ese, es una mosca muerta la piba.
—Che, ahí vienen
Emma y Luna intercambiaron un par de palabras, luego se acercaron tímidamente.
—¿Qué pasa botón, te arrepentiste de llevarte a esta conchuda y me la traes de regreso? —dijo Gladys
—Mira que no la queremos más aquí eh —dijo la Kari —llévatela con vos puto trolo
Emma frunció el ceño.
—No, no estamos de regreso así que se pueden relajar. Lo que queremos es que nos dejen tranquilas. Nosotras no nos vamos a meter con ustedes, ni ustedes con nosotras. Me parece que es un acuerdo que nos puede funcionar bien. Cuando todo esto se resuelva no tiene que haber problemas afuera.
—¿“nosotras” dijiste? —Gladys sonrió —así que sos la conchuda de la asistente social
—¿Cómo sabes?
—te vi el otro día en el área de visitas con el botón de mierda. Me dijo mi marido que estaban en pareja, en hora buena nena, felicidades.
—Lo único que quiero es que no haya problemas, todas estamos pasando por lo mismo y mientras más rápido establezcamos reglas, será mejor para todas —dijo Emma, con el tono más diplomático que encontró en la voz rezongona de Miguel.
—¿Qué reglas querés discutir?
—Para empezar debemos ser discretas —dijo Emma —nadie fuera de nosotras se puede enterar de lo que esta pasando acá.
—No te prometo nada, pero tené por seguro que si llega a saberse no va a ser por mis chicas, y quedáte tranquila porque si se enteran no se lo van a creer de todas formas. Es una pelotudez.
—Bueno, te agradezco, eso es lo único que teníamos que hablar con vos, vamos Luna.
—No tan rápido, Lunati —Gladys se levantó del asiento —vos tenés asuntos pendientes con este grupo. Te guste o no te guste vas a tener que venirte con nosotras.
—¿ah si? ¿y por qué? hasta donde yo recuerdo lo único pendiente que tengo con los Borges es la denuncia por secuestro. —Se defendió Luna.
—También, pero me refiero al colombiano.
—¿Qué tiene que ver James?
—Vos podés estar bien acomodada con la asistenta esta, y te pensás que con ella la vas a bien librar de acá adentro, pero te equivocaste. James es parte de los Borges, es un socio por mitades en los negocios y en las perdidas, eso significa que la guita que tenemos que laburar para pagarle a coco, también es responsabilidad tuya querida. De tu maridito.
—¿Qué mierda significa eso, gorda forra? ¿Qué culpa tengo yo de estar atrapada en el cuerpo de este chorro falopero?
—No importa, nena, ese no es mi problema como pasó. Acá hay una deuda que se tiene que laburar y vos vas a poner el cuero para garpar lo tuyo y del colombiano.
—Yo no soy James, vieja pelotuda. No pienso laburar una mierda para pagar sus deudas, eso lo puede pagar él cuando regrese a su cuerpo.
—Es una pena, porque acá adentro tenés dos opciones. O nos bancás con la deuda o te la cobramos con una parte del cuerpo. Me podés dejar a cuenta los anillos que le compré al colombiano y de paso dos deditos que mi nene no va a extrañar —Luna alejó la mano de su vista —Imagináte lo furioso que se va a poner con vos cuando se entere que por la culpa tuya se quedó sin dedos.
—¡Sos una hija de puta! —Luna se lanzó contra Gladys, o mejor dicho el colombiano sobre Mario Borges, porque aquella fue la imagen que César y el resto de la sub 21 atestiguó en profundo estado de shock.
Mientras los Borges se batían a piñas en el suelo, tirándose del cabello como minas y los guardias corrían en su auxilio, las pupilas de César brillaron con una nueva ambición. “Divide y conquistaras” había escuchado miles de veces. Una oportunidad como esta tenía que valer oro.

Chapter Text

Diosito se paró frente al espejo. Llevaba una campera de corte corpiño, la tejedora abierta y las tetas remarcadas con un sostén de varilla. Los labios tan rojos como sus zapatos de tacón y mostraba el vientre abultado por fuera. Se había teñido el cabello de rubio platinado y se alborotó los rizos de su nueva base con algunas coletas altas. La minifalda de cadera apenas le cerraba sobre los muslos y la T de la tanga se le asomaba a la altura de donde comienza la espina dorsal.
—Ahora si —sonrió al ver su reflejo —casi ni se nota lo del nene, ¿viste Colombia? Que cheta quedo la puta de la Kari, me va a tener que aplaudir la hija de puta, así hasta yo me la quiero coger con la bomba y todo.
James había combinado horriblemente un vestido azul simple pero escotado con un pantaloncillo deportivo negro a líneas blancas; y en la cabeza llevaba unas gafas oscuras que hacían juego con los muchos accesorios que se había puesto en las muñecas. Se volvió a llenar de anillos los dedos y dibujó un par de tatuajes de fantasía sobre la piel blanca de su abdomen descubierto. El tatuaje decía “Hecho en Bogotá” y tenía una pequeña bandera con franjas horizontales amarillo, azul y rojo.
Además se había puesto los mismos aros que llevaba en la prisión y empezaba a parecerse mucho a si mismo con ese atuendo.
—Vea Mario, si nomás le faltaban una faldita pa convertir a su hermanita en la putica que siempre ha sido. Mire como le quedó.
—vos me decís eso porque sos un envidioso que tu mina no se ve tan cheta como la mía —dijo diosito moviendo las tetas frente al espejo —¿Quién es la más bonita ahora eh puto?
—Soy yo —dijo Barney
Mario frunció el ceño. El vestido de Barney era mucho más decente, pero lo había combinado con zapatillas deportivas porque descubrió lo difícil y doloroso que era caminar con tacos de aguja.
—¿Eh Marito, te gusta como quede? ¿Cómo me veo eh? Mejor que Colombia quedé, todo cheto.
—Los dos son unos pelotudos tienen un gusto de mierda —dijo Mario —Vos Colombia… cambiáte eso por favor, no voy a salir así a la calle con vos, sos una vergüenza nene, dale, ¿nunca te enseñaron a vestirte? ¿no te enseñó tu vieja?
James frunció el ceño.
—¿Cómo así? Tan bonita que se ve mi reinita
—Bueno, en la casa te pones lo que se te antoje, allá afuera no vamos a dar vergüenzas, cambiáte, dale.
Diosito soltó una carcajada mientras señalaba a James
—Viste que quedaste como el orto, guacho, decile Marito, dale
—Y vos Diosito pareces una puta, loco, dale… tapate el culo aunque sea, andáte en bolas mejor, si te vas a poner eso mejor andáte con el culo al aire que es lo mismo. ¿No te da vergüenza? la piba está embarazada Diosito por favor. Vestíte decente.
—Vos no sabés de esto de la moda, chupapija, porque vos sos igual como el Yame’, decís que no le enseñó su vieja pero vos te vestís igual, sos tremendo puto Mario.
Mario suspiró. El se había vestido con el mismo conjunto que Gladys llevaba la última vez que la vio en su cuerpo. Tenía la edad y los años suficientes de matrimonio para comprender como funcionaba el guardarropa de su mujer. Y aunque no se había maquillado porque le temblaba el pulso cuando acercaba el labial su boca, se veía como la Gladys de siempre.
—Bueno, ahora lo más importante es la guita. James, necesitamos acceso a las cuentas bancarias de Lunati.
James asintió.
—Sisas, pero hay un problemita parcero… yo no me sé ninguna contraseña.
—Pero vos sos un pelotudo, no necesitas una contraseña, tenés el cuerpo de la mina entras al banco y salís con la guita. Llevas la contraseña en la jeta.
—No creo que sea tan fácil patrón, pero si quiere lo podemos intentar.
Barney se asomó por el barandal del departamento. Estaban en un quinto piso y desde allí solo se podían escuchar autos en la avenida, le parecía que la vista desde el barrio era mejor que en el centro de la ciudad.
—Qué vida tiene la pendeja ¿no Mario? Lo que debe costar vivir en una pieza así
Diosito vacío el bote de maquillajes y cremas de Luna sobre la cama y lo revolvió todo.
—No tiene nada la puta… con la guita que tiene no se puede comprar otra esponja.
James le dio un golpe en el hombro.
—Deje ahí, marica, esas son las cosas de mi mujercita. Comprese las suyas pues.
—Bueno decile que se compre otras si tiene mucha guita ella Colombia, tenés que compartir. Aprendé a convidar también vos, envidioso.
—Colombia vení —Mario se le acercó y le puso una mano en el hombro —yo sé que tenés un problema con todo esto… pero la piba nos debe la plata, esa plata es nuestra, tuya y mía, a vos también te la afanó el juez ¿entendés? Vos sos nuestra salida de acá. Si conseguís los numeritos y nos das esa plata podemos hacernos un castillo, pensálo che. Mirá como vive la piba esta, no le falta nada a la pendeja James, ella va a estar bien, la tiene la herencia de su viejo. Nosotros lo que necesitamos es la plata que nos corresponde la que nos afanó el hijo de puta del juez nada más, te prometo que no le vamos a quitar más de lo justo.
James se agachó
—Cosa que… a mí mi niña me dijo que su papá la dejó en la bancarrota, Mario.
—¿Qué?
—Sisas, lo único que tiene ella para vivir es la plata que gana con su camello de ella
—Pero es una mentirosa la piba James, mirá donde vive, mirá lo que tiene acá. Es millonaria la hija de puta.
—No, Mario, es que Lunita no me dice mentiras… yo le creo.
—Pensá Colombia ¿Cómo carajo pagó por este lugar, este departamento de cinco estrellas? Por todas esas cosas, los zapatitos, las pantallas, ¿Cómo te pensás que pudo garpar eso con su laburo de mierda? Es una pendeja James. Además ¿Dónde se fue la plata nuestra? Decime ¿se la gastó toda el juez? No puede ser posible, nene, pensá.
—Luna me dijo que su papá tenía son otra cuentas por fuera del país, parece que fue en una de esas que mandó nuestro billete. Por eso ella no pudo recibir ni un peso.
Mario se talló la cara frustrado. Eso tenía mucho sentido después de todo. Lunati era tan hijo de puta que muy seguramente no quiso compartir esa plata ni siquiera con su propia hija. Si había alguien que podía hacer eso para dejar a su hija en la bancarrota luego de muerto, ese era Cayetano Lunati.
—Entonces le vamos a tener que hacer una visita a la quía —resolvió.
James tragó saliva, nervioso. No sabía como reaccionaría su novia cuando escuchara de su propia boca que quería sacarle la guita del banco, pero Mario tenía razón y esa plata era vital para todos, sobre todo para su familia que recientemente había escapado de Colombia y trataba de empezar de cero en Estados unidos.

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Karina volvió a hacer esa mueca con los labios amoratados por la pelea de más temprano en el comedor.
—¿Qué querés acá? —le preguntó a la mujer sentada frente a ella en la sala de visitas.
—No soy Emma —dijo Miguel —Seguramente notaste que hay algo raro con mi cuerpo... y tenés que saber que no se trata de mí. No te cerques a mí. A mi cuerpo quiero decir. Sé que te suena todo muy raro —explicó —Pero tenés que creerme. Sabes que si hubiese una mejor explicación no inventaría algo tan absurdo como esto ¿no?
Karina no dijo nada. ¿Había dicho que no era su cuerpo? ¿Qué cosa sabía esa vieja sobre lo que les estaba pasando?
—Pará… ¿entonces quién sos de verdad? —preguntó sin salir del personaje de Diosito
—Soy yo, boludo... Miguel.
Karina se rio
—No jodas ¿es piola?
Miguel frunció el ceño por la expresión, le pareció extraña su forma de hablar, pero siempre lograba sorprenderlo así que no le tomó mucha importancia.
—Sí... es... no sé cómo hacer que me entendás, pero necesitaba hablarlo con vos porque sé que sos una bomba de tiempo. Mirá: Emma y yo intercambiamos de cuerpo, la persona que está en el mío; o sea en el cuerpo de Miguel, es ella. Yo soy yo, soy Miguel, estoy atrapado en el cuerpo de Emma y ella en el mío ¿entendés? No sé cómo ponértelo más fácil… yo estaba en mi cuerpo de hombre y ahora estoy en el de Emma, ella estaba en este cuerpo que era suyo, y ahora está en el mío, ella es Miguel.
—si ya entiendo….
—La verdad es que yo no te puedo decir como sucedió porque ni yo lo sé, pero... —Miguel miró alrededor primero para asegurarse de que nadie los estaba viendo, luego le tomó la mano discretamente —Soy yo, boludo, y necesito por favor que me prometes que no le vas a decir a Emma.
—¿decirle qué?
—De lo nuestro pelotudo.
Karina apartó la mano, horrorizada.
—¿Qué nuestro, que decís? ¿Qué cosa nuestra?
Miguel movió la cabeza confundido.
—Entiendo si estás enojado por mi petición. Pero vos sabés perfectamente que Emma es importante para mí. Es la madre de mis hijos. Eso es independiente de lo que sea que tenemos vos y yo. vos lo sabías perfectamente…
—Claro que estoy enojada... enojado —se corrigió la Kari —Vos venís acá y... me decís esas cosas guacho... ¿qué mierda te crees...? me venís con eso de que sos una mina, de que te coges con un chabón. No entiendo.
—Dios... miráme. Sabes que no te estoy mintiendo. Porque nunca inventaría una joda como esa. Soy yo boludo, no hay otra explicación. Preguntáme lo que sea que necesites para confirmarlo.
Karina lo pensó detenidamente. Seguramente le estaba diciendo todo eso porque pensaba que era el verdadero Diosito. De ser así, entonces sus sospechas sobre la infidelidad homosexual de Diosito, eran ciertas.
—A ver... decime ¿Cuánto tiempo llevamos de putos vos y yo, cuanto tiempo llevamos juntos?
—Un año cuatro meses —dijo Miguel sin siquiera detenerse a hacer memoria
Karina abrió los ojos por todo el marco.
—Y se la pones a tu mujer... le pones los cuernos a la mina, y yo a la mamá de mi nene.
—Dios...
—No, está bien, contestáme esto para que te crea: ¿Cuándo fue nuestra primera vez? La primera vez que cogimos, fue acá o antes, de la calle, de donde nos conocemos vos y yo?
—Acá en puente viejo. Nos conocemos de San Onofre pero empezamos a coger acá.
—¿Vos me das la pija a mi o yo a vos?
—Vos... es... a veces... para, haceme preguntas importantes pelotudo, necesito que me creas. Esto es serio. Dejá de ser un pajero por cinco minutos.
—¿Alguna vez te hablé de mi hijo, de mi piba? —escupió Karina con rencor —¿Sabías que te estabas cogiendo a un hijo de puta que la engaña a su piba?
Miguel pareció dudar de su identidad por un momento, estudió sus ojos con inteligencia y Karina tuvo que disimular su enojo.
—¿Qué es esto "Miguel", somos putos, qué significa para vos?
Miguel volvió a alcanzar su mano, está vez por debajo de la mesa para que los guardias no interfieran.
—Dios... sabes lo que me pasa con vos, todo lo que significas para mí, y créeme un día voy a decírselo a Emma te lo prometo, pero ahora no. Y no así. Por favor prometéme que no se lo vas a decir, no quiero pelear con vos. No ahora.
—No me estarías pidiendo esto si ella no hubiese cambiado de cuerpo con vos ¿no?
—No seas boludo, te lo estoy pidiendo de buena gana. Si querés que te amenace entonces lo voy a ser, pero no te hagas el tipo celoso, te lo pido por favor. Ya vamos a solucionar esto y podemos volver a lo nuestro allá adentro, como debe ser, porque es una cosa de allá adentro y eso lo tenés que tener claro. ¿Lo tenés claro?
—¿Sabes que voy a ser padre no? —Lo soltó furiosa Karina —Qué tengo novia yo también.
—¿Novia? ¿La pibita, la mamá de tu nene? Ahora me vas a decir pelotudeces. Vos me dijiste que eso fue un accidente que no tenés nada con ella.
Karina abrió la boca ofendida e incrédula.
—Si, es verdad... yo soy puto. No tengo minas.
—Perdonadme por pedirte esto, ya sé que es muy hijo de puta, pero Emma no tiene que escuchar esto así. No así... por favor no te acerques a ella. Por favor. Te prometo que si me haces este favor... Si me das la oportunidad se lo diré todo yo mismo. En cuanto vuelva a mi cuerpo, porque ahora no puedo. ¿Entendés?
Karina se limpió una lágrima discretamente y sonrió.
—Está bien, no le voy a hablar a “Miguel”. A tu cuerpo, quiero decir. Ella no lo va a saber por mí que somos un par de trolos hijos de puta y guamperos que se cagan en los demás.
Miguel se rio, probablemente pensó que estaba bromeando. Luego miró para todas partes antes de susurrar lo siguiente.
—Nunca pensé que diría esto pero... te extraño como loco boludo, me tenés dando vueltas a la cama toda la noche.
Karina sintió que un balde de agua fría le corría por los intestinos.
—Yo también —respondió aparentando los dientes.
—Me hacés falta, le haces falta a mi cama —Miguel le acarició una pierna por debajo de la mesa. La Kari se sobresaltó y se apartó en seguida.
—Me tengo que ir —se alejó con los ojos llorosos.
—¡Dios pará!
La chica huyó de la sala de visitas lo más rápido que pudo. Pero no pudo contener el llanto y acabó desmoronándose en medio del pasillo. Entonces todo el este tiempo incluso antes de dejarla preñada, ese hijo de puta estaba cogiendo con los hombres de la cárcel. Con razón ya no se le paraba cuando estaba con ella.

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Miguel estaba nervioso, de cierta forma se sentía expuesto. Diosito se lo había tomado todo de la forma incorrecta. Aunque no sabía si había una forma correcta para empezar. Había pospuesto esta conversación solo porque pensaba que se trataba de un mal sueño que acabaría al día siguiente, pero ahora que sabía que la situación escapaba de su lógica no tenía más remedio que confrontarlo. Si pasaba más tiempo fuera y Diosito llegaba a acariciarle la entrepierna a Emma y darle besos en el cuello como estaba tan acostumbrado a hacerlo con él, ella se enteraría de su relación de la manera más vergonzosa posible. Si a esa amistad-enemistad con sexo se le podía llamar relación. Pero su visita no lo había dejado más tranquilo, de hecho, le pareció que Diosito no era él mismo. Su forma de caminar, de llorar y hasta de enojarse era completamente diferente de lo que recordaba. No sabía si era porque su percepción había cambiado, o porque estaba hablando con un impostor.
—¡Sacáte las mangas de ahí, pelotudo, pareces una ramera!
—vos porque no tenías una así de las cortas de esas sin mangas, hubiese mandado de compras loco, que ropa de mierda tiene la concheta.
—Y como si le reventaste los placares para la mierda que te pusiste.
—¡Andáte a cagar Barney!
Miguel vislumbró a un grupo de minas bien excéntricas caminando hacia la entrada de las visitas de puente viejo. No quería tener ninguna interacción con ellas por si el cuerpo de Emma llegaba a provocarlas solo por ser otra mina, de modo que se hizo a un lado y trató de fundirse con la pared.
—Lo que a vo' te pasa que so’ un envidioso gil, por eso no me querés dejar ser quien soy. Me tenés que dejar que sea libre puto. Que me vista como yo quiera.
—¿Sabes cuántos pajeros hay por la calle loco?
—Y los re caliento a todos, mira la cara que pone ese, llamáme hijo de puta, me chupas bien la concha —se rio la rubia de en medio.
Miguel frunció el ceño, esa forma de hablar le pareció familiar...
— Sisas, déjelo patrón. —dijo la chica más baja del grupo, ¿no ve que en el interior siempre ha sido una putica?
Las chicas se rieron. Pero la risa solo ayudó a Miguel a reconocer a las mujeres en cuanto las tuvo cerca. La más gorda era Gladys. La esposa de Borges. Y a su lado, muy cerca y vestida como para el circo estaba...
—¡Luna! —Miguel se acercó sonsacado —¿Qué carajo haces con esta manga de bestias? —Vení —La jaló por el brazo.
James se tambaleó un poco a su merced, ya que lo tomó completamente desprevenido, pero pronto recuperó la fuerza para zafarse.
—¡Ehh, ehh, que le pasa, vieja ‘jaeputa, suélteme pues!
Miguel la miró estupefacto.
—¿Por qué hablas así Luna, qué traes puesto?
—¡Eh déjala puta! —Lo empujó la mujer más delgada
—¡Qué querés con el Yames, zorra conchuda! —dijo la rubia, luego lo miró con una expresión casi de asco —¡Ah, mira que sos vos, licenciada hija de puta! Con razón…
—Bueno, bueno, bueno, bueno —los separó Gladys —¿Qué pasa licenciada? ¿Le debemos algo a usted, tiene algún problema con la piba? Yo respondo por ella, eh. Cualquier cosa me lo puede decir a mí, yo lo arreglo.
—No, pero ella no debería estar acá con ustedes —dijo Miguel —¿estás bien Luna? ¿Te hicieron algo?
—No me toque gonorrea —lo empujó James
—¿Qué te pasa en la boca? Dejá de hablar así nena, sonás como estúpida… dale, vení, vamos a tu casa.
—Qué parte no entiende está putica, ya le dije que no me toque, o qué, apoco se va a querer una rumba así de hembritas, mire que ahora no tengo problemas pa cascarme así con usted, mija. Ahora que las dos somos wilas le voy a enseñar es a bailar las téticas, mami, hágale, vengase pues.
—¿Qué? —Miguel subió una ceja tratando de descifrar las palabras —¿Qué cosa dijiste?
—No, no déjala puta, salí. —lo empujó la rubia —Conchuda de mierda. —abrazó a Luna y la llevó para un lado —Dale, cagáte en las tetas, loca, dale. Salí.
—vieja ‘ijaeputa —Luna escupió en el suelo.
—Que hinchapelotas, boludo —dijo la más alta mientras le daban la espalda.
—Nos estamos viendo licenciada —se despidió Gladys.
Miguel las observó alejarse con una sensación muy extraña en el estómago. ¿Por qué Luna estaba con la mujer de Borges? ¿La tenían secuestrada otra vez o retenida en contra de su voluntad? Entonces porque le había hablado de esa forma. ¿Y ese acento rompehuevos? ¿Dónde lo había escuchado antes?

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—Nos hicieron mierda, boluda —dijo Luna, sentada en una camilla de la enfermería. Limpiándose la sangre de la nariz.
Emma suspiró.
—No me sorprende... esas mujeres se criaron en un barrio peligroso, están acostumbradas a los problemas.
—¿Problemas? —Luna recordó como Claudia con la inmensa fuerza de Barney le azotó la nariz contra la mesa —Casi nos matan esas hijas de puta. Son iguales que los maridos.
Emma observó adolorida las costillas amoratadas de Miguel.
—¿Qué pasa muñecas, les rompieron el culo los Borges? —Se adentró un guardia, riendo —No te imaginaba tan blandito a vos eh Palacios, sos de la yuta, un flancito resultaste, te partieron bien la jeta. No. Pero que puedo decir yo, si yo solo soy un "candado" como vos dijiste.
—Andáte a la mierda, forro —dijo Luna
El guardia la miró extrañado. Luego se le acercó despacio.
—¿Vos no sos el colombiano que llegó con los Borges? ¿Qué pasó colocho, te terminó el marido? ¿Se pelearon? ¿O lo cambiaste por la yuta?
—¿Por qué no me chupas la pija, rati puto?
El guardiacárcel la tomó por las pelotas y la apretó con fuerza. Luna había experimentado el dolor muchas veces, pero ese sin duda ese era el peor de todos. Ni siquiera pudo gritar, la voz se quedó atrapada en su garganta.
—¡No, soltála! —gritó Emma
Luciani la golpeó en el abdomen con la mamporra y la redujo en el suelo. Luego volvió a darle su atención a Luna.
—Que culo que tienen ustedes los colombianos, eh... Yo tuve una mina así como vos, negra y yegua... lástima que vos tenés esa cara de orto malcagado. ¿Qué tenés vos, que así de feo como sos los tenés enamorados a todos?, ¿cuál es el secreto colombiano? ¿La chupas lindo no? A ver si me das una demostración —la obligó a hincarse, Luna trató de evadir la verga hedionda del policía pero la tenía prácticamente apoyada en la cara, por suerte todavía estaba usando los pantalones —Hasta Palacios te tiene de mascota —dijo Luciani —Y yo pensaba que era tu novia la rubia —le dijo a Emma mientras se tallaba el rostro de Luna por encima de la erección —Se cambiaron ya, vos con el gordo de Borges. ¿Se cambiaron la novia, no?
—¡Soltála! —se retorció Emma en el suelo, recuperando apenas el aliento por el golpe de antes —Esto es abuso de poder, te voy a denunciar.
Luciani soltó una carcajada.
—No cambiás más Palacios siempre culpando al sistema, a la corrupción, todo es un abuso de poder para vos —La pateó en el estómago de nuevo, al menos sirvió para que soltase a Luna.
—¡Hijo de puta! —lloró Luna
—Tranquilo forastero, no te voy a hacer nada... hay que tener muy poca dignidad para cogerse a un perro cara de culo como vos —la empujó de nalgas contra el suelo.
Luna soltó un grito de frustración.
—Eso perro, quédate ahí, sentado... Y no se metan en más quilombos, ¿escucharon? porque tenemos al secretario Antín rondando por ahí como una mosca. Vos Palacios, vamos moviendo el culo que tenés higiénica con tu jermu.

Chapter 29

Summary:

(Una disculpa si se borró)

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Emma se levantó a regañadientes, no quería dejar a Luna sola, y peor aún, no quería que Miguel la viera golpeada y al borde del llanto. Seguramente la había tenido que ocultar muy bien su propio dolor para no preocuparla. ¿Cuánto había sufrido allá adentro que mantenía callado y oculto en esa expresión tan seria de siempre?
Por suerte el dolor había menado para cuando llegó al área de las visitas higiénicas. Y sólo tuvo que enderezarse para disimular. Pero la verdadera sorpresa fue su visita. Una piba joven que nunca había visto en su vida.
—Eu, ¿Qué haces nena? —preguntó con desconfianza —te habrás equivocado de persona ¿no?
—¡Miguel! —la rubia con pinta de prostituta saltó sobre ella, sus ojos alegres y llenos de vida se iluminaron en cuanto la vio —¡Miguel! —gritó
—No, no te equivocaste —retrocedió Emma —No te conozco nena.
—Dale que soy yo bombón —la piba se lanzó a sus labios. Emma la empujó.
—¿Qué haces piba? Soy casado.
—Dale loco que soy yo. ¿No me extrañaste bombón? Vení, dejáme enseñarte lo que puedo hacer con estas tetas que me tengo ahora pa vos. No hagas caso del nene hace como que no está, tengo unas ganas que me mojé todo loco, dale no te pongas difícil, era lo que querías una concha, ahora te voy a poder cumplir yo.
—Disculpáme pero no te conozco —la alejó Emma —Y me vas a hacer el favor de explicarme porque pediste en una higiénica conmigo.
La chica se rio.
—Que te hace el cheto, rati, dale... déjame que te la chupe mi amor. Luego te explico Rey, dale.
—¿Mi amor? ¿Vos y yo nos vemos mucho "mi amor"?
—Mucho no sé, diario cogemos. Si garchamos todo los días gil que te hace’ el gato Miguel, si te encanta que te chupe el culito a vo’. Es joda eso que no me reconoces ¿no? dale… soy yo, loco, miráme a los ojos… ¿me ves?
Emma abofeteó a la chica y salió de ahí muy ofendida. Entonces Miguel la había estado engañando con una pibita todo este tiempo.
Con razón no se le paraba más con ella

Chapter Text

Gladys caminó al área de visitas con un paso apresurado.
—¿Qué pasa con la mercancía Mario? —se sentó frente a su esposo —Coco me mandó llamar hoy en la cena ¿Qué carajo le voy a decir?
—Tranquilizáte gorda por favor, estoy moviendo cielo mar y tierra para conseguir la guita que nos afanó esta pendeja —dijo Borges
—¿Quién, Lunati? Pero si esa mina no tiene un sope Mario dejáte de joder. Hay que sacar lo de coco que nos tiene agarradas por los huevos.
—Ya sé, y por eso quiero la guita para poder entrarla. ¿Dónde está la pendeja? Tengo que hablar con ella, llamála.
—No está Lunati —dijo Gladys
James se sobresaltó a un lado del asiento de Mario.
—¿Cómo así que no está, Gladys?, ¿dónde está mi reina? Usted me dijo que la iba a cuidar.
—Y pero la piba se manda sola, es una boluda. No me da pelota se corta con la otra conchuda.
—Tranquilizáte che ¿dónde está?
—¿Qué me viste cara de niñera ahora? No sé dónde está Mario. Me chupa un huevo.
—Pero vos las tenías que vigilar gorda, por favor. No te puede pedir nada a vos.
—dale que ahí llega —los interrumpió Barney.
—Hablando de Roma —observó Claudia
Luna entró hecha furia en el cuerpo de James.
El colombiano se levantó con una gran sonrisa y extendió los brazos para recibirla pero ella avanzó sin reducir la velocidad y lo saludó con un puntapié. James cayó al suelo retorciéndose de dolor.
—¡Cagón hijo de puta, mirá lo que me hiciste gil, devolvéme mi cuerpo!
—¿Con que violencia de género, no Colombia? —dijo un guardia
Luego golpeó a Luna con la mamporra, pero James se levantó y lo detuvo.
—No, no, no por favor… no pasa nada, todo bien parce, déjelo. Todo bien, no pasó nada.
—¿Que hacés boba? —Gladys la sentó a la fuerza —Vení para acá, compórtate
—Otra escenita como esa y te quedas sin vistas por todo el año —Amenazó el guardia
Luna puso los ojos en blanco pero de todas formas se sentó.
—¿Cómo está la reina de mi corazón? —se sentó James también.
—¿Cómo voy a estar negro tarado? ¡Estoy presa!
—Bájale un cambio colombiano, última advertencia —dijo el guardia
—Cálmese por favor —aconsejó James susurrando —Acuérdense que usted está así con mi cuerpo. Acá la pueden tratar muy mal por eso.
— Si, ya me di cuenta. Sos un pelotudo.
—Ah, pero yo que culpa tengo que usted no se sepa comportar.
—Yo no me merezco estar acá James. Devolvéme mi cuerpo… —Luna lo miró de arriba abajo disgustada —mirá nada más lo que me hiciste ¿Qué carajo traes puesto?
—¿Le gusta?
—No, pareces un payaso. Sácatelo.
—Ah pues… si fuera por mi yo ni me podría ropita mi amor, con este cuerpo tan lindo que tiene, hasta me gustaría andar así por la calle enseñándole esa colita lo más de rica a todos esos malparidos.
Luna estaba por golpearlo cuando Gladys le agarró la mano.
—Ya basta pendeja, relajáte. Acá vos sos el hombre y el colombiano la mujer —le dijo —Vas a acabar con otra condena boba.
—Sos un enfermo hijo de puta. Estoy acá por tu culpa, por lo menos podrías mostrarte preocupado.
—Créame que yo no sé ni como terminamos así, pero no se haga cuidado porque yo se lo voy a resolver ¿Oyó? Todo va a volver a ser como antes, se lo prometo.
—Bueno, eso no es lo importante. Pendeja —Mario llamó su atención —Tenés una deuda millonaria con nosotros ¿Dónde la tenés la plata?
—Espéreme que yo lo hablo con ella Mario, un minutico…
—¿Qué querés plata James? ¿Te das cuenta de lo que me está pasando? De donde mierda me metiste vos. ¡Estoy acá por tu culpa negro chorro, y todo lo que te preocupa es tu puta guita!
—No, no es así. Venga —james trató de abrazarla pero Luna había abandonado su lugar.
—¡Soltáme!
—Venga escúcheme primero mi vida.
Luna lo empujó.
—¡Ya está colombiano, al buzón! —Lo apretó el guardia.
—No, espérese un momentico —James le enseñó las credencial especiales de Luna, el guardia se apartó —un minutico nada más…
—Un minuto licenciada —advirtió el guardia.
James tomó a Luna y alcanzó a pescarla de la muñeca, la atrajo hacia su cuerpo y le acarició la frente.
—Ya no se enoje, hermosura, mire que yo la extrañé mucho, déjeme darle un besito aunque sea, hágale, perdóneme por favor, le juro que yo no sabía nada, esto me pasó así también, yo acá me desperté como usted sin saber ni qué pasó. Vea yo le prometo que la voy a sacar de acá, yo me voy a encargar de que nadie le haga daño jamás, pero para eso necesito un poquitico de plata. Para traerle acá. Así no se queda cortica —James sacó un fardo de billetes de su bolsillo —Tenga, pa que mueva unos días, en lo que consigo más.
—¿Y eso?
—Es lo que me gané en la semana, tenga quédeselo. Su mereced lo va a necesitar acá adentro ¿Si o qué? Mejor que yo.
—No necesito guita gil, acá no venden nada
—No al contrario, acá todo tiene precio, si quiere dormir en un colchón, si quiere comer, si se quiere bañar es con agua calientita, todo cuesta mami y cuesta mucho. Así es que agárrelo y no se preocupe porque yo le voy a conseguir más. Si usted no quiere no tiene que camellar. Pero por favor quédese con Gladys. Mi patrona es la única que la puede cuidar, ella se las sabe de todas acá adentro. Hágale, confíe en mí.
—Ella quiere que trabaje de chorra, James, quiere que haga falopa.
—No, si usted no quiere no lo tiene que hacer, mire que yo puedo camellar por los dos allá afuera, yo voy a hablar con mi patrona, pero por favor no se separe de ella. No quiero que le pase nada. Y ella es la única que me la puede cuidar.
—No quiero estar con esas hijas de puta, gil son unas criminales.
—Sisas, pero yo también y usted confía en mi ¿cierto? Usted sabe que yo no soy como esos manes, y acá es otra vuelta bien diferente de cuando viene nomás a las higiénicas a darme sus besitos. Acá adentro tiene que tener alguien que le cuide bien el culito. Mario Borges es como mi papá Luna, confíe en mi familia por favor, confié en mí.
—No puedo estar más acá adentro —Luna se talló los ojos con angustia —¿Qué pasa si nunca puedo volver a mi cuerpo?
—Nada, no piense eso. Yo la voy a sacar de acá, ya le dije. Usted nomás tiene que confiar en mí. Yo se lo prometí ¿Si o qué? ¿Cuándo le he fallado con mi palabra?
—Nunca
—Nunca, mami.
—No, nunca
—Entonces confíe en mí. Confíe... tiene que quedarse con Gladys ¿puede? ¿me puede hacer ese favor?
Luna bufó, pero terminó apaciguándose con esa voz.
—Prefiero quedarme con Emma… ella no es una chorra, es una buena mina.
—¿Con quién?
—Emma, la asistente social que está en el cuerpo de Miguel.
James recordó el encuentro que había tenido con la licenciada afuera del penal.
—Epa… esa hembrita que era el tombo marica... con razón...
— James —Luna hizo un puchero —¿me estuviste tocando?
James sonrió.
—¿Cómo así?
—sabes de lo que estoy hablando gil…
—No... bueno… nomás un poquito.
—pajero asqueroso
—Ah, pero si este es mi cuerpo, todo lo que le hago lo siento yo ¿sí o qué? este cuerpo no es suyo, bonita, ahorita es mío. Así como usted que esta allá… ya sabe que yo le doy permiso de tocar lo que quiera, esa verga es suya nomás… usted es la dueña. Yo le doy permiso de usarla como quiera. No me diga que no me va dejar acariciarla un poquito mi amor… si nomás de pensarlo hasta se pone toda mojadita…
—De todas formas no quiero que me metas nada ¿escuchaste?
—No, si yo lo único que le voy a meter es la verga cuando me la devuelva su merced.
Luna sonrió maliciosamente.
—Bueno dale, vamos a garchar… pero ahora… yo te la meto a vos.
James palideció.
—Técnicamente es lo mismo ¿no? Vos me la estarías poniendo a mí
James frunció el ceño.
—No haga esas bromas, cielito…
Luna se rio.
—¿Como lo llevas eso de ser mina? Hoy es 13 boludo, tenés que saber algo que me pasa...
—Ya sé que le pasa. No se preocupe que yo la cuido. Usted es mi mujer, yo la voy a cuidar.
—Y yo te voy a cuidar a vos.
—Tan linda mi princesa... —James tuvo que levantarse de puntillas para besar a la chica. Nunca se había dado cuenta de la diferencia de estatura.
—Chhst, sepárense —se acercó el guardia que parecía haberse ensañado con la pareja
—Que chiquitica es usted —se rio James —¿Por qué no me dijo que le costaba tanto trabajo besarme? Me hubiera agachado más…
—James, escucháme: no te metas en jodas con mi cuerpo ¿entendiste? No me mandes a la cárcel de minas.
—No, mi amor. Ya le dije que la voy a cuidar.
James le acarició el mentón. Normalmente era como acariciar un gato, pero esta vez fue rasposo, su barba era un inconveniente. James era de cierta forma vanidoso, pero aunque se había mirado muchas veces al espejo, esta era una nueva perspectiva de su rostro. Nunca se había considerado atractivo, pero…
—Lunita ¿le puedo pedir un favor?
—¿qué?
—Mi barba… no me gusta cuanto esta creciendo.
—¿Qué querés, que me afeite? ¿estás loco? Te voy a dejar hecho un filete, nunca lo hice boludo.
—Hágale, nomás un poquito… no es difícil.
—Bueno, pero yo quiero que me tomes los anticonceptivos.
James frunció el ceño.
—¿qué es eso? ¿Cómo así que se toma eso? Pues si usted no está cogiendo con otros manes por fuera ¿o sí? dígame pues la verdad.
—No son para eso pelotudo…
—Mire que usted no se puede quedar embarazada si no es por mi… y nosotros no lo hemos hecho todavía. ¿para que quiere que me tome eso?
—James, hace lo que te digo, están en un cajón en el tocador. Son unas píldoras rosadas, tenés que tomarte una por día.
James miro al suelo reflexivo.
—¿Qué te pasa?
—Entonces ¿usted no quiere ser la mamita de mis hijos?
—No ahora.
—Entonces vamos a usar forrito, pero no se tome esas vainas, por favor.
—James…
—Ya pues, está bien… —el colombiano asintió con tristeza —yo me las voy a tomar, pero en un par de añitos me las va a dejar ¿oyó? Le voy a hacer un estadio de peladitos.
Luna se rio.
—Calláte boludo ¿tenés dónde anotar?
—No, pero tengo muy buena memoria
— Sos un pelotudo, largáme un lapicero o algo te voy a dar mi número de cuenta.
—No... dígamelo, yo lo voy a memorizar. Si ese papelito llega a caer en las manos equivocadas se puede considerar en la calle. Así es que mejor déjemelo a mí que yo sé bien lo que hago.
—Te aviso que no tengo casi nada en el banco —dijo Luna —Como te dije: mi viejo tenía muchas cuentas y sólo una estaba a mi nombre.
—Ya lo vamos a solucionar, no se preocupe. Su merced quédese tranquila péguese con la Gladys y las demás, yo voy a venir todos los días, tenga —James le puso una de las velitas aromatizantes que encontró en la pieza de la chica en el bolsillo, luego le dio un beso en la mano —pa que duerma rico.
—James... —Luna le acarició el rostro —¿algún guardia de acá te quiso violar?
James lo pensó detenidamente.
—No ¿por qué? ¿Alguien le hizo algo?
—Hay un guardia, Luciani... no me gusta nada ese tipo.
James asintió.
—A mí tampoco. Pero no se preocupe porque ahora qué estoy afuera yo me puedo encargar de desaparecerlo.
—No hagas esas bromas gil
James se rio. Pero en su risa había un amago de rencor. Claro que no estaba bromeando. Sabia que luna no diría más al respecto, pero eso era suficiente para él. Ese Luciani podía darse por muerto.

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—Me mandaste a la higiénica con una nena —reclamó Emma —¿qué te pasa, estás mal de la cabeza? ¿No tienen registro de mayores acá? Es inmoral lo que hacen en este país.
El guardia la alejó con ligeros golpecitos de la mamporra.
—Dale Palacios. La próxima comete el bomboncito y no rompas las pelotas, dale salí de acá —le respondió.
—¡Es ilegal lo que hacen ustedes! —amenazó Emma —Voy a elevar un informe a dirección.
Luna salió del área de visitas y tomó a Emma por el brazo.
—Vámonos Emma —La apresuró —déjalo, tenemos que hablar de Borges.
—No puedo creerlo —Emma se recargó en la baranda que daba hacia la caída del centro —Me pone los cuernos con una pibita —reflexionó ofendida —No lo conozco más. Es un desconocido.
—¿Quién?
—Miguel. Me vino a las higiénicas una nena como de tu edad, me... me dijo qué lo hacen siempre, son amantes.
—Bueno, seguro que hay una mejor explicación —dijo Luna —Che… ¿Qué significa eso de “como de mi edad”?
—El colombiano es mucho mayor nena, ya lo hablamos.
—Y Miguel es mayor que él
—sí, pero yo también soy mayor que él
—¿qué? pará me confundí ¿quién es mayor que quien?
—No importa, el problema no es la edad de la chica, Luna. Es que me engaña con ella.
—Ah, sí… es jodido… pero yo no creo que Miguel te ponga el cuerno ¿sabés? Creo que por ahí hay pibas que se dedican a eso. Eso de venir acá chamuyar con los giles de acá adentro a ver si sacan algo de plata.
—¿vos decís?
—sí —Luna se sobó la entrepierna —Que rozón de bolas me puso ese guardia hijo de puta. Le va a quedar una marca a este pelotudo.
—Lunati...
Luna se giró para recibir a Gladys en el cuerpo Mario Borges.
—Él colombiano me dijo lo que acordaron —dijo Gladys —Vamos a hacer un trato. No tenés que laburar con nosotras si no quieres, igual te vamos a dar protección porque estás en el cuerpo del colombiano y el colombiano es familia. Nada más te tengo que decir algo para que te quede bien claro. James es un buen pibe, es laburante, jodon. Se va a encargar de que a vos no te falte nada acá adentro, pero y ¿vos que vas a hacer por él eh, decime? Si de verdad lo querés como sé que él te quiere a vos le vas a poner el cuero y vas a poner de lo tuyo también ¿Está claro? Te esperamos a la noche en el pabellón, y hace el favor de no meterte el problemas mientras tanto. Vos chula, la jermu de Palacios, vos podés venirte con nosotras si querés, de todas formas ese cobani está en todos lados, es como la peste bubónica, ¿viste? pasa de tierra en tierra por los drenajes.
—No gracias —dijo Emma —Miguel me aconsejó no involucrarme con los Borges y voy a seguir su consejo por el bien de todos. Luna puede dormir con ustedes si ella quiere, pero yo me voy a hacer responsable de mí misma, muchas gracias.
—Turra —dijo Kari —Mosca muerta
—Desagradecida de mierda —dijo Claudia
—Déjala Che —se rio Gladys —Vamos a ver cuánto dura sola, te vas a cargar muriendo nena, te lo aviso.
—Gracias por el aviso —dijo Emma —Pueden ir yendo.
—Es igual de seca que el chabón —observó la Kari mientras se alejaban — Me pregunto si sabrá que el trolo le pone el cuerno con Diosito.
—No, y tampoco se va a enterar por nosotras —dijo Gladys —A lo nuestro, chicas, vamos.
Luna miró la caída desde donde alguna vez Miguel se cobró una víctima ¿Por qué la cárcel tenía ese agujero en el medio? Era como debía sentirse Virgilio en el noveno circulo del infierno.
—¿Qué querés hacer? —le preguntó Emma —¿te vas con ellas?
—¿Miguel te dijo que no te juntes con ellas?
—Sí, me dijo que son los mayores traidores de acá adentro, además yo los conozco desde San Onofre y las cosas que escuché sobre ellos todavía me causan pesadillas. No es bueno codearse con ellos, Luna. Ni siquiera con sus mujeres.
—James siempre me mantuvo a salvo… él quiere que confié en Gladys, pero yo no sé.
—¿Confiás en él?
—No sé… cuando dice que va a sacarme de aquí, le creo… pero por otro lado, fue por su culpa que terminé acá metida también.
—¿Hace cuando que estás con él?
Luna sonrió.
—No sé… creo que nunca dejamos de estar juntos… después de san Onofre… allá afuera me sentía sola. Mi viejo me llevó a ver un loquero que me dijo que estaba traumatizada, luego unos días después se murió. Extrañaba a James como loca. La única persona a la que le había contado de la verdadera Luna. Y cuando volvía a mi cabeza ya no tenía que tener miedo porque estaba conmigo.
Emma asintió.
—Me pasó algo parecido con Miguel, por eso me da tanto miedo pensar que sea verdad lo de la chica esta.
—James va a encontrar la forma de salvarme —dijo Luna —siempre la encuentra.
Emma quisiera pensar en Miguel y tener esa seguridad, hasta ahora había pensado que la tenía. Creía que conocía a Miguel, todos sus secretos y mentiras… ahora todo le parecía resquebrajarse. ¿Quién era el verdadero Miguel? Luna estaba segura de que el colombiano iba a resolver su problema ¿Miguel podría encontrar la forma? Ya no lo sabía.

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Miguel esperó pacientemente escondido tras un camión de traslados, a que las Borges volvieran de sus respectivas visitas. Y cuando volvió a ver a Luna le puso una mano en la boca y se la llevó arrastrando al callejón más cercano y en el mayor de los sigilos.
La piba se retorció y pataleó con mucha fuerza, tanta que Miguel empezó a sentir que lo vencía. Pero al final consiguió reducirla bajo su cuerpo con una llave que había aprendido en sus años como policía.
—Shh, Shhh calma soy yo, soy Miguel, calmáte, calmáte Luna, soy yo.
Escuchar su nombre sólo hizo que la chica se agitará todavía más, peleando como si su vida estuviera amenazada de verdad. Hasta que finalmente se zafó y se separó de él como solo los experimentados convictos podrían haberlo hecho.
—Ahg, tené más cuidado nena, no es mío el cuerpo. —se separó Miguel —Lo tengo que devolver como me lo entregaron.
—Tombo jueputa —James se levantó y lo amenazó con un cuchillo que tenía guardado en el cinto —¿Qué mierda quiere con mi Lunita maricón? Hable pues
—Así que no estaba equivocado —Miguel suspiró decepcionado —Sos el colombiano.
—Sí, soy yo ¿Qué verga quiere gonorrea?
—¡Yames! —Diosito corrió callejón adentro, seguido de Barney y Mario que tardaron un poco en dar con su paradero —¿Otra vez vos chorra conchuda? ¿Qué carajo querés?
—¿Qué pasa licenciada? —Mario trató de recuperar el aliento recargándose en la pared —¿ahora secuestramos pibas también? Te pasó el negocio el dorima ¿no?
—Ah, pero si no es su hembra la que tenemos acá —dijo James, sacudiéndose la tierra de la ropa —Es el tombo marica. Parece que le pasó lo mismo que a nosotros ¿Si o qué papi?
Diosito frunció el ceño.
—¿Sos vos?
Miguel sonrió.
—Mario y Diosito Borges ¿no? Empiezo a ver aún patrón acá —observó
Diosito se le acercó confundido.
—¿Cómo Miguel? ¿Miguel mi gil? ¿Sos vos Miguel? —le pellizcó la cara —¿sos vos?
Miguel lo empujó
—Sí, dejá de tocarme pelotudo, no es una máscara.
—pero si vo’ estas acá… ¿Quién…? —Diosito se sonrojó, había cometido la estupidez de ir a visitarlo y hasta le había hablado sucio en la visita. Ahora sabía que ni siquiera se trataba de él —¿Si vos esta’ ahí en el cuerpo de la conchuda significa que en el tuyo está ella?
Miguel asintió.
—Así es… Emma está allá adentro.
—Así nos pasó a todos che —dijo Barney —Habrá sido porque cogimos con ellas. A Diosito le pasó con la mamá de su nene y ni siquiera están casados. Qué raro ¿no?
Miguel admiró el bulto de su abdomen entre desairado y celoso.
—Mira vos... felicidades.
Diosito miró su panza y luego de vuelta a Miguel.
—No, pará, déjame explicarte, loco... no significa nada la Kari, es nomás por el nene que hablo con ella. Pero no tenemos nada con la guacha.
—Sí, la piba está preñada porque garchaste con ella. Se nota que no es nada.
—No, pará… no es así como vos te imaginas, es…
—Y vos... —Miguel miró a James —me podes explicar ¿por qué carajo cambiaste con Luna?
—¿Qué le importa gonorrea?
—¿Te la cogiste a Luna?
—¿Y si sí qué maricón?
Miguel lo tomó por el cuello y lo azotó con la pared.
—¡Te voy a romper la cara!
—¡Sáquese por allá, jueputa! no se va a tocar la cara de mi berraquita ¿o qué? ¿Le va a pegar a ella? muy bravito, ¿no? vengase pues, que no se le olvide que soy yo, y yo si le sé bailar cuchillo, gonorrea.
Miguel se detuvo. Es verdad que aún si el colombiano estaba dentro de ella, el cuerpo seguía siendo de Luna y sería como golpearla a ella.
—zafaste por está vez, pedófilo degenerado, pero te voy a cagar bien a trompadas en cuanto volvás a tu cuerpo.
—Che, Miguel... —Diosito se paró frente a él —No me dijiste que estabas acá en el cuerpo de la putita está. Si no te hago una ahí en las higiénicas loco, te dije de todo. Si sabía que era la licenciada no le digo nada, loco. Que cagada.
—¿Qué? ¿qué carajo le dijiste imbécil?
—Si, que me calentás la chota vo’, que te chupo el culito todo. Le dije de todo gil.
Barney soltó una carcajada.
—¿Ustedes qué? —Se alteró Mario
—¡Sos un sorete como le vas a decir eso a la mina! —lo empujó Miguel
—Pero es que yo pensaba que eras vos
—Bueno, bueno, bueno... —Mario interfirió —Ahora estamos con mala suerte. Vos Palacios hace lo que te cante el orto. Nosotros vamos a solucionar esto para poder volver a nuestros cuerpos cuanto antes.
—Yo no me voy a quedar de brazos cruzados —dijo Miguel —pero tampoco me voy a pegar con ustedes, yo tengo una familia funcional y decente que me está esperando y tengo que buscarlo a Lucas en el colegio, así que cuando lo resuelvas me pasas la data y te doy las gracias. Yo voy a tratar de resolverlo por mi cuenta igual. Chao.
—No Miguel pará —Diosito lo detuvo —Déjame explicarte lo de la Kari
—¿Qué cosa le querés explicar, pelotudo? —Lo jaló Mario —Déjalo que se vaya ¿Para qué carajo lo queremos con nosotros eh?
—Andáte a cargar Mario —Diosito se soltó de su agarre —yo me voy con Miguel. ¡Miguel pará! —se alejó corriendo lo más rápido que su embarazó se lo permitió —¡Voy con vos!
Mario los observó preocupado.
—¿Qué hacemos Mario? —Preguntó Barney
—¿Quiere que vaya por él? —dijo James
—No, dejálo. Nosotros tenemos mucho laburo, dejálo que se arregle con él.
James se limpió la tierra de la cara, había aterrizado sobre el pavimento hace un rato y todavía le dolía un poco.
—Me dejó los dientes flojos esa gonorrea
—Déjalo James, ya va a venir llorando cuando averiguamos la cura de todo esto. Pero no se la vamos a dar... por mi se puede quedar con esa concha pa toda la vida.
—Sisas
—Vamos Colombia, Barney...
—¿Y Diosito?
Mario suspiró.
—Ahora hay que encargarnos de lo nuestro. Vamos.
James lo siguió sin mucho esfuerzo, pero Barney permaneció un minuto en su lugar, empezaba a sentirse cansado, un poco mareado, tal vez era por el cambio de altura, quien sabe.

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Miguel miró una vez más detrás de él para comprobar que Diosito seguía persiguiéndolo.
—dejá de seguirme, pelotudo, van a pensar que también soy una callejera —le dijo sin detenerse
—Que careta, loco... mira lo pálida que esta la flaca está —lo alcanzó Diosito —Ponete colorete o algo.
—¿Qué querés Dios?
—Que me perdones por lo de la Kari, es quiero rey.
—¿Por qué?
—Porque yo te amo a vos.
Miguel se rio y siguió caminando
—Dale loco, sabes que es la posta eso que te amo a vos. —lo siguió Diosito —Ella nomas por lo del nene fue un calentón nomas. Aparte fue cuando empezábamos nosotros que estabas ahí que no era posta lo nuestro que era corte... amigos con derechos nomas. Era así lo mismo con la Kari que nomás de garchar y ya.
—No necesito ninguna explicación, además ya habíamos hablado de esto, quédate en la tuya, devolvete con tu hermano que sé yo. No te quiero cerca cuando lo recoja a mi hijo del colegio.
Diosito rio maliciosamente.
—¿Sabes que cara va a poner cuando se entere? —dijo entre dientes
—¿Quién?
— La puta de la Molinari cuando se entere que en realidad vos me queré’ a mí y ella se está comiendo lo de estar presa la gila.
Miguel se detuvo.
—¿Quién te dijo qué yo te quiero a vos?
—Vos… el otro día que estábamos en pedo. Cuando te metí el dedito y te gustó —Diosito se le acercó muy pícaro.
Miguel reanudó su paso.
—Te habré dicho cualquier cosa porque estaba en pedo —se excusó
—¿Qué vamos a hacer ahora Miguel? Ahora que no estamos allá en la cárcel. ¿Cómo vamos a coger sin pija?
Miguel negó.
—No vamos a coger un carajo, tarado. Para empezar, yo no sé qué te hace pensar que nosotros tenemos una relación.
—Un año, cuatro meses juntos estrellita, cumplimos mes este 17 perrito —dijo Diosito
—Dios. ¿Por qué no te das cuenta de la situación? Está todo como la mierda, boludo. Estamos acá afuera, no somos nosotros, vos tenés ese borrón, con lo del nene y yo... yo los tengo a mis hijos. Te lo dije desde San Onofre y te lo repito ahora, no te quiero cerca de mi vida. De la vida de mis hijos. Lo que tenemos allá adentro, lo que sea que sea eso, no tiene nada que ver con esto, con el mundo real acá afuera. Acá afuera soy padre y vos también vas a ser padre de tus propios pibes. Así que deja de...
Diosito lo calló con un beso.
A Miguel le hubiera gustado decir que le supo a otra persona. Que fue un beso sin adrenalina, sin pasión. Que se sintió como morder una fruta desabrida, pero sería mentira. El beso de Diosito le supo a Diosito, y si cerraba los ojos, el olor y su tacto eran los mismos. Pensaba que con el cuerpo habría algo diferente, pero se dio cuenta en vano, y con tristeza, que, sin importar el recipiente, el contenido seguía siendo suyo.
—No tenemos que cavar más túneles, loco... —Diosito le quitó el cabello que el viento le había pegado en la cara —No me importa la cara que tengas, los ojos que tengas, sos vos, sos mi guacho. Y yo no te voy a soltar ni adentro ni afuera. Sos para mi gil… somos los dos.
—Tengo que irme —se apresuró Miguel ignorando con toda su fuerza lo que había escuchado.
—¡Pará, voy con vos!
—No, lo voy a ver a Lucas, te dije mil veces que no te quiero cerca de él.
—Y, pero yo no soy yo ¿viste? Con este cuerpo soy otra mina cualquiera
—Otra mina no... una prostituta. Mi hijo no está en edad de ver eso así que si vas a venir te conmigo haceme el favor de taparte un poco las tetas. Otro poco te venís sin ropa boludo.
—¿Eso quiere decir que si me vas a dejar ir con vos?
—No lo voy a repetir... hace lo que te cante.
Diosito anduvo tras él.
—Pará loco, camina más despacio que se hinchan los pies, ya parezco un elefante yo lo tengo al nene acá adentro, no puedo correr más, boludo, bájale un toque.
—Y ahora sabes por eso las embarazadas no usan tacos —se rio Miguel con ironía
—Pero me queda re cheto Miguel… vos porque no sabes cómo es eso de la moda.
—Si, bueno... cambiáte.
—Dame la mano, Miguel
—¿qué decís?
—Dale agárrame nomas, no ves que esta lleno de baches ahí, loco, vo me tenés que ayudar así con la barriga que tengo, no veo por donde piso yo.
—¿Y eso a mi que carajo me importa?
Diosito perdió el equilibrio al dar un paso bajo la acera y casi se cae.
—Agarráme, puto, la concha de tu madre —pidió
Miguel bufó y le agarró la mano a regañadientes.
—Fijáte donde pisas boludo
—Bueno agarráme vos
—Sos como un niño, Dios no se puede creer.
Diosito sonrió orgulloso de haber conseguido lo que quería. Tal vez no era la mano de Miguel quien sostenía la suya, pero era él, y no podría estar más feliz por eso. Minas o chabones, eso no importaba, ese era Miguel, y le estaba dando la mano como una pareja por primera vez, en la calle, frente a todos.
La gente no pensaría que eran un par de lesbianas porque las minas suelen hacer eso de cogerse la mano, aunque sean amigas, además todo el mundo sabe que es socialmente mucho más aceptable una pareja de lesbianas que una de putos. Diosito lo sabía de sobra, y aunque nunca se había acobardado por eso, sabía que si Miguel y él salieran por ahí tomados de la mano toda la cárcel se les echaría encima.
Diosito no era ningún puto, el no era ni homosexual ni bisexual ni nada parecido… no… Diosito era Miguelsexual.

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—¡Menopausia! —Barney se bajó de la camilla del hospital con el rostro lastimero de quien ha recibido una sentencia de muerte —¿Qué es eso de la menopausia Mario?
—¿Pero qué carajo significa eso, loco? —Se acercó angustiado Mario —¿Se muere la flaca?, ¿qué tiene? No te entiendo tordo, explicáme.
El doctor asintió.
—Es un proceso muy natural a su edad
—¿A mi edad? —Barney se miró las manos, preocupado.
—Si, no sirve más el horno —se rio el doctor, pero al ver que las mujeres no se reían se puso serio de nuevo.
—Es normal, señoras, no esta pasando nada grave —se sentó en su escritorio el doctor —agua dieta y ejercicio, vamos a indicar estrógenos para la sequedad vaginal
—¿La qué?
Mario analizó el rostro de su amigo y bufó.
Afuera de la obra se encontraba una avenida más o menos transitada, y había una fila tremenda para tomar el colectivo.
—Qué cagada esto de ser una mina, loco, les pasa de todo a las pobres, que si tienen la sangre que si no la tienen están cargadas y si no están preñadas están viejas y no les sirve más el gurugurú ese. Te juro por Dios que si hubiese nacido mina ya me hubiese suicidado viejo, dejáte de joder, es un bardo tremendo esto. —iba rezando Mario mientras caminaban hacia allá.
Pero Barney no le estaba prestando atención, tenía la mirada acongojada perdida en algún lugar del suelo y avanzaba cabizbajo pateando una botella de plástico que llevaba arrastrando desde dos calles arriba, cuando se cruzaron con un basurero.
—No, viejo, como extraño mi cuerpo, che —se quejó de nuevo Mario —Este pelotudo de Diosito que se fue con el otro estúpido, carajo. Nada me sale bien, ni porque estamos acá afuera flaco, de verdad, me quiero matar yo.
Barney permaneció en silencio, así que Mario empezó a preocuparse y miró a su amigo en busca de alguna explicación para su comportamiento.
—¿qué pasa che? ¿Te quedaste mal con el diagnostico? Si el boludo ese dijo que es una cosa de nada, ya se le va a pasar en unos años che. No es como el quilombo este de diosito ¿viste? que le va a tocar ponerse de parto, y agradecé que no venís regando flores como el colombiano, no vas a sangrar nunca más —se rio
Barney negó.
—Eso significa que la Claudia ya no puede tener niños Mario
Mario asintió sin entender porque tanto alboroto.
—Eso dijo el tordo
—Nunca tuvimos hijos nosotros —reflexionó Barney un poco entristecido —Se nos pasó el tiempo, Mario.
Mario comprendió entonces porque la actitud de su viejo amigo y le dio una palmadita en la espalda.
—Guarda flaco...
—La Claudia pudo tener una familia con otro guacho che... pero se casó conmigo y yo terminé en cana... por eso nosotros...
Mario negó.
—Escucháme una cosa, enano... no es tu culpa esto que esta pasando. El tiempo pasa, las cosas, la vida es...
—Si, tenés razón Mario —Barney lo miró con un deje de amargura —No es mi culpa... es tuya che, yo caí nomas por querer salvarte de sierra grande ¿te acordás? Si no lo hubiese hecho, hubiese podido tener a mis pibes yo también.
Mario se rio.
—Andá a cagar, flaco por favor. Si vos con ese bocho no podes ni educar a un perro —pero en seguida se arrepintió de haber dicho eso, al ver el rostro de frustración y rabia de su amigo —Che... Barney, escucháme: siento mucho que terminaste en cana también, pero te recuerdo que no fuiste el único nene, todos estamos presos, no sos el único no te vas a poner a llorar ahora dejáte de joder hermano, hay que bancar un poco con este quilombo, ya lo vamos a resolver y vamos a volver a nuestros cuerpos.
Barney se limpió una lagrima discreta de los ojos de Claudia y se agachó.
Mario no podía creerlo, con Diosito preñado, James en su periodo menstrual y Barney menopaúsico no había forma de trabajar en los negocios importantes. Necesitaba que Gladys le dijera como se las arreglaba con tanto peso sobre sus hombros. Ser una mina era lo más difícil que le había pasado en toda su vida superando con creces, homicidio, intentos de suicidio, balaceras y motines carcelarios

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Luna detuvo el beso y se separó del colombiano.
—No puedo chapar así, siento que me estoy besando a mí misma, boludo.
James asintió.
—Sisas, su merced tiene razón, es bien raro. Además, no me hizo caso con lo de la barba… siento que estoy besando otro man. Me siento como un marica —pero James no permitió que el animo decayera y se arrimó a la mesita de luz para tomar las flores que había traído —Mire… ¿no están bonitas? yo mismito las corté, tan bonitas como su merced.
—James ¿Cuándo me vas a devolver mi cuerpo? —las apartó Luna —Ya no quiero estar acá adentro.
—Por qué me pregunta como si yo se lo hubiera quitado a propósito. ¿No ve que yo no tuve nada que ver?
—Tengo muchas cosas que hacer afuera, Colombia, tengo que graduarme... —chilló Luna
—No se preocupe, ya sabe que yo le voy a hacer de todo pa que usted no se pierda nada de allá afuera.
—No te ofendas, pero… tengo pruebas, yo no creo que vos podas ayudarme con eso.
James frunció el ceño.
—¿Cómo así que no? ¿Apoco se cree que soy tan huevón?
—James: estudio derecho penal, ¿tenés alguna idea de lo que es eso?
—Sisas, si yo mismito lo vivo todos los días, ¿Quién va a saber más? Usted que nomas conoce las vueltas por fuera, o yo, que las he visto todas como son de verdad.
—Yo, porque lo que te preguntan en las pruebas no es la realidad, gil, es lo que hay escrito en la constitución.
—ah pues yo también se estudiar ¿cree que no fui a la escuelita o qué?
—¿Fuiste?
—Un ratico, pero… si me acuerdo.
La piba se puso seria.
—¿Crees poder pasar una prueba? —le preguntó
—Si usted me dice que es lo que tengo qué saber… pruebe
Luna se alejó, pensativa.
—¿Qué pasa no confía en mí o qué, bebé? —James la abrazó por la espalda, los brazos de Luna apenas podían abarcarlo con dificultad para envolver su torso.
—No, no confío en vos, pero estoy pensando que no tengo una mejor opción que ponerte a estudiar —respondió Luna
—¿Cómo así que no confía en mí?
—Parece que ya se te olvidó que vos me secuestraste.
James negó y se separó tranquilamente de ella.
—No, no se me olvidó y por lo que veo a usted tampoco, usted se sigue lo más que emberracada por eso ¿si o qué?
—No, ya no. No con vos… pero eso tampoco significa que te perdoné por usarme para conseguir plata.
James suspiró.
—No se lo dije —espetó
—¿qué?
—a Mario… no se lo dije
—¿Qué cosa?
—Su número de cuenta, el que memoricé.
Luna lo observó en silencio para decidir si estaba diciendo la verdad.
—¿Por qué?
—Porque yo no quiero plata, mami, yo la quiero a usted… yo ya le dije que eso que pasa entre nosotros es nomas nuestro, eso no tiene nada que ver con el juez, con Mario… no, usted nomás es mi mujercita. No de Borges.
—Eso quiere decir que vos te vas a quedar con la plata para no compartirla con él ¿no?
—No. Eso quiere decir que si su merced no quiere que Mario Borges se entere… Mario Borges no se va a enterar —James hizo una pausa, miró a la pared y sonrió —No se va a enterar de que usted tiene esa platica que es suya.
Luna abrió mucho los ojos.
—¿Cómo lo sabes?
—Usted me dio su número de cuenta ¿Por qué se sorprende? —James se rio —Ah ya sé, es que su merced se pensaba que poniendo esa platica en otra cuenta y dándome la equivocada me iba a hacer huevón —dijo con sarcasmo. Luna tragó saliva —Pero no se preocupe porque yo le puedo guardar el secretico… total… si Mario se entera que mi berraquita también es mentirosa le va a querer es cortar esa lengüita deliciosa que tiene que besa tan rico, y eso yo no lo puedo permitir.
—Ese dinero no es mío, gil.
—No, si eso ya lo sé… esa plata de nuestra, es la que nos robó el juez. De los Borges.
—¿Cómo encontraste la cuenta hijo de puta?
—Soy colombiano, mija… nosotros inventamos eso de las cuenticas fantasmas.
—¿Qué querés?
—Ya le dije… yo no le voy a decir a nadie, mucho menos a Mario… pero eso sí… me tiene muy decepcionado porque yo de verdad le creí. Usted a mí me juró que no conocía nada de esa platica… y yo le creí.
—No te mentí. Yo nunca he tocado un centavo de esa plata porque sé bien de donde viene. Si querés tomarla podés hacerlo, me importa un carajo. No es cómo que me quedé huérfana ni nada por culpa de esa guita.
James estudió su propio rostro con cautela. No había notado esas líneas cerca de su boca cuando se miraba al espejo ¿es que estaba empezando a envejecer o se trataba de un gesto tan propio de Luna que empezaba a apoderarse de su rostro?
—Luna… yo no quiero que me vuelva a mentir ¿oyó? Nunca más, ni por una cosa tan chiquitica como esta.
—Si te decía la verdad se la ibas a contar al gordo de tu jefe.
—No. Usted no confía en mi a pesar de que yo nunca le mentí. Pero yo si confió en usted, y usted sí me miente todo el tiempo.
—¿Qué carajo te haces la victima pelotudo? Vos me secuestraste a mí, no al revés.
—Sí, pero yo nunca le mentí. Es más feo eso de las mentiras.
—¿Qué?
—Acá que su merced nomas le gusta romperme el corazón a mí. Y yo como pendejo cubriéndola con todo el mundo, diciéndole a Borges que de verdad usted no sabe de la plata
—¡Quedáte con tu puta plata flaco, no la necesito!
—Cálmese, no grite porque yo no le estoy gritando
—Yo todavía no te perdoné a vos ¿escuchaste? vos y yo no somos nada, guacho, esto para mi nada más es entretenimiento…
James se rio.
—Pues eso sí le sale muy bien, que bueno que yo ya sé lo mentirosa que es. No le creo nada
—¿Qué cosa no me crees?
—Que no siente nada por mí, que esto no significa nada pa su merced.
—pues créelo, porque es verdad
—¿sabe que pasa mi amor? Que yo ya sé lo mucho que le gusta que yo le ruegue… que la busque, pero a usted también le gusta buscarme usted también es putica cuando quiere ¿no?
Luna lo abofeteó. Pero su fuerza con ese cuerpo era desmedida, y James, en el cuerpo de Luna resultó despedido con violencia sobre la cama.
—Carajo… perdonáme boludo —se acercó Luna —¿estás bien?
James se rio aferrándose a la mejilla donde lo había golpeado.
—ave maría con esta hembrita, ¿me quiere matar o qué?
—Perdonáme —Luna se sentó junto a él y trató de revisarlo —No puede ser, perdonáme por favor, no sé porque hice eso, soy una estúpida, disculpáme.
—Ah ya cálmese pues, no me pasó nada. Fue un rasguño nomás.
—James… —Luna se cubrió la boca con ambas manos —perdonáme por favor mi amor, no quise… —pero en seguida se quedó callada cuando dijo eso
James sonrió.
—¿Cómo me dijo?
—No, yo… —Luna se separó y trató de juntar su compostura —Yo lo siento mucho, vos... vos siempre me paras la mano, fue… fue un accidente —se aclaró la garganta y volvió a la seriedad.
—dígame "mi amor" otra vez y se me olvida, yo le perdono todo, las mentiras y todo
—James, escuchá: lamento haberte lastimado antes, y ahora… y lamento que mi viejo se quedó con tu dinero de chorro… tenés razón, no quiero… no, no puedo estar enojada con vos… no sé lo que pasa entre nosotros, pero…
James le acarició la mejilla.
—No sea boba… yo sé que usted no tuvo nada que ver. A mi eso de la plata ya no me importa, usted es el único tesoro que yo me quiero quedar de acá a que me muera ¿oyó? Yo voy a hacer lo que este en mis manos pa cuidarla, de Borges y de quien sea ¿escuchó? Pero necesito escuchar que usted también siente lo mismo por mí. Que usted también me quiere de esa forma, con eso que yo siento. Esa vaina es que lo único que yo necesito escuchar. Si me puede dar eso yo me puedo morir feliz.
—No —dijo Luna
James sintió que algo se rompía dentro, pero no estaba seguro de qué, así que tragó saliva y se dispuso a resentirlo cuando Luna puso una mano sobre la suya.
—Vos te podés morir boludo… no me vas a dejar sola como mis viejos.
—¿Eso qué significa, reina?
—Está bien, supongamos que siento lo mismo que vos… —dijo ella —y que vamos a estar juntos, pero no quiero tener que relacionarme con los otros hijos de…
James la apretó con tal fuerza que Luna pudo sentir que la levantaba del suelo, incluso con el peso del colombiano y sus brazos débiles de universitaria.
—Mi novia… —decidió el colombiano —A partir de ahora usted es mi novia ¿escuchó?
Luna rodó los ojos, pero se sonrojó levemente.
—Si querés llamarle así…
—Sisas, sí quiero.
—No quiero estar cerca de Borges —advirtió ella
—Pues eso si va a estar difícil mi vida, porque yo soy un Borges y si usted es mi mujer, usted también va a tener que convertirse en una.
Luna miró el collar de luna que pendía de su cuello, al menos el que originalmente era su cuello, no importa donde mirase últimamente, todas las salidas llevaban a Roma, o en su caso… todas las salidas llevaban a los Borges. Es posible que tuviera que involucrarse con ellas al final, incluso si se trataba solo de complacer a James.

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Miguel nunca se imaginó lo difícil que era ser mamá soltera, desempleada y ama de casa. Mica estaba todo el rato llorando, ya casi hablaba, pero todo lo que decía era mamá. Y Miguel, aunque se sentía como su tutor responsable y padre semi biológico desde su nacimiento, no era su mamá. Todavía no encontraba el valor para decirle a Emma que había perdido su trabajo, y ahora tenía que cargar con otra responsabilidad. Diosito embarazado.
—dejá eso, si no me vas a ayudar no me jodas tampoco.
Diosito bajo el tomate y lo miró con tristeza.
—No sabía que cocinabas eh, sos todo fichita vo’
—No cocinaba... hasta que me cambié con Emma. No puedo hacer cualquier cosa, los tengo a los pibes.
—Sos la jermu posta... ¿A mi también me va’ a cocinar?
—No, deja de mover las cosas de un lugar a otro boludo. Estoy desubicado y todavía me lo complicas más.
—Che Miguel... te imaginas si vos siempre fuese así mi mina. Que nos hubiésemos conocido en otra, y vos así con las tetas y todo... te hubiese hecho mi jermu posta, como la Gladys con el Marito ¿Viste? Así que mi esposa con todas hasta por la Iglesia yo. Te hubiese dejado preñado.
Miguel lo miró con frialdad.
—¿No crees que el preñado sería otro?
Diosito frunció el ceño
—No, porque yo te la pongo a vos —respondió
—Yo también te la puse a vos, vos estas con la bomba esa... y no sé... no te queda mal tampoco.
Diosito se acercó con una sonrisa.
—¿Te gusta como me veo?
—No. Pareces una callejera.
—No, del nene te dije, ¿te gusta como me queda lo del nene?
—No te va mal
—¿Y si fuese tu mina yo? —Diosito se inclinó sobre la mesa y apoyó el rostro en una mano. Miguel hizo una mueca parecida a una sonrisa. —¿Me hubiese’ hecho un bebé vo’?
—Ya te hice muchos ¿no? —contestó Miguel dándole la espalda para trabajar en el batido de huevo que estaba haciendo. Diosito se le arrimó por detrás y lo abrazó.
—Yo si me dejó que me hagas otro si querés —susurró —Si fuese tu mina yo si me dejó que me la pongas todos los días eh.
—Bueno, ya está. Dejá de jugar —Miguel se quitó el mandil — me voy por Lucas ahora. Ponéle un ojo a la olla.
—Pará ¿qué me vas a dejar acá cuidando el guiso guacho? Si te dije que yo quiero ir con vos —se enfadó Diosito.
—Y yo te dije que no te quiero conviviendo con Lucas.
A pesar de su falta de experiencia el Borges se las arregló para no quemar nada y Miguel volvió tan pronto como había prometido, de modo que para las 4 en punto estaban todos sentados a la mesa y sin mayores inconvenientes. La comida transcurrió de manera casi normal. Excepto por el hecho de que Diosito devoró 3 porciones más de la que Miguel había contemplado y tuvo que improvisar dejando la mitad de su propio plato a Lucas.
—Cheto, cheto eh, cocinas lindo, guacho... me parece que repito —dijo al terminar el rubio.
—No hay más, no podés repetir.
—¿No hay más?
—No, no hay más, te comiste la parte de la Mica, tarado. No te vuelvo a invitar a comer.
—No come carne la Mica no le gustó a la nena. ¿Verdad que no Nena?
La bebé siguió ocupada en sus propios asuntos, chupando el vasito de leche por la parte trasera.
—Viste como me da bola la guachina, le caigo bien parece.
Miguel frunció el ceño.
—¿Cómo te llamas? —Preguntó Lucas de repente.
—Eh... Juan Pablo…. —El niño fruncido el ceño —Juan Pablo se va a llamar mi nene cuando nazca —se corrigió Diosito —Yo me llamo la Kari. No, pará… me llamo Karina creo.
—Yo me llamo Lucas —dijo el niño con cortesía
—Ah dale... ¿Y que onda vos? ¿Porqué te llamas así te puso así el papá o la mamá?
—No sé
—Fue el papá —dijo Miguel
—¿Y por qué?
—Porque se llamaba así un actor que no le gustaba a la mamá
Diosito se rio.
—Que hijo de puta
—¿Y vos? ¿Porqué te llamas Karina? —preguntó Lucas —¿quién te puso así tu mamá o tu papá?
Diosito se rio, no sabía quién lo había llamado Juan Pablo, pero sabía que Mario había tenido algo que ver.
—Yo la verdad no sé... parece que sonaba bien y ya. Yo por eso le voy a poner Juan Pablo a mi nene, porque así se llama el papá.
—¿Y si es nena? —preguntó Miguel
Diosito lo pensó detenidamente.
—No sé... ¿vos que decís? ¿Cómo le pongo a mi nena?
—No sé... —dijo Miguel rápidamente —ese es asunto de ustedes dos, de los padres.
—¿Y si vos fuese el papa de mi nena? ¿Cómo le pondrías vos? —dijo Diosito.
Miguel trató de disimular una sonrisa.
—Si yo fuese el papá de tu nene te sacaría la tutoría, y pediría una orden de alejamiento para vos.
Diosito se rio.
—Me gusta que hagamos así loco. Que juguemos a eso de la casita vos y yo. A que estamos casados. Me gustó cuando hiciste de mina, ahora también me gusta cuando yo hago de mina pa vos.
—¿Qué decís?
Mica soltó un quejido y empezó a patalear para salirse de la silla alta. El plato con la papilla voló por el aire y Miguel lo recibió con toda la cara, frustrado.
—¡Pará loca! —Diosito le limpió la papilla del rostro
Miguel se levantó y tomó a su hija en los brazos.
—Tengo que darle leche, ahora vengo
—Dale acá ¿A dónde vas a ir? —dijo Diosito
Miguel se rio nervioso y se alejó unos pasos, por supuesto que no quería que Diosito supiera que le daba la teta a la bebé.
—Vigílalo a Lucas y no le digas pelotudeces por favor. —advirtió mientras se retiraba —Vengo en un segundo.
—Pará guacho...
Pero Miguel desapareció antes de que Diosito pudiera protestar. No quería que lo dejará a solas con el pibe. Diosito no sabía cómo tratar a Lucas, un pibe de su edad no era ni muy pequeño para cantar canciones de baby shark ni muy grande como para entrar en conversaciones sobre la FIFA. ¿Cómo debería abordarlo? Lucas no era cualquier pibe. Era el hijo de Miguel. Si le daba la impresión equivocada podría no quererlo como su padrastro.
—¿Y que vos sos así de los que van al colegio? —preguntó al azar solo para hacer conversación —¿Sos bochito vos también como el papá?
—Supongo—Lucas se encogió de hombros.
—Y... ¿Qué te gusta hacer a vos? ¿Jugas con la pelota ya? ¿Te saca una reta ahí en el lleca?
—¿Qué?
—Nada, es que pensaba que vos... ¿Sabes quién soy yo, no?
—Una amiga de mi mamá —dijo el pibe
—¿A tu vieja la conoces?
—No, de mi mamá Emma
Diosito asintió
—Pero no es tu vieja ella, la conchuda esa no es tu mamá, tu mamá la de verdad la verdadera esa que lo dejó a vos y a tu viejo. Te pasó como a mí, que mis viejos ya se murieron ellos y ahora lo tengo a mi hermano el Marito nomas. Y vos te quedaste con la mona esta.
—¿Se murió tu mamá?
—Si... mi viejo también, estaban re chichos ya, par de vejetes... Pero los extraño posta a veces también… igual no era tanto conmigo así como con el Marito, ese si es como mi papá... vos también lo tenés a tu viejo ahí... Es re copado el bombón de tu viejo eh.
—¿Conocés a mi papá? —Lucas le dio su atención por fin
—Sí... somos amigos nosotros.
—Yo no lo veo mucho... Emma dice que está en un lugar para gente que se equivocó —dijo el pibe —Pero ya sé que es mentira. Mi amigo Paco dice que mi papá está en la cárcel porque es malo.
Diosito frunció el ceño
—¿Quién ese ese Paco? Está equivocado el Paco. Pasa que el Paco no lo conoce a tu viejo, así como vos y yo. Vos ya sabes que tu viejo es copado ¿No?
—Si, pero también fue malo, mató a una persona —dijo Lucas cabizbajo
—¿Cómo sabes vos eso? ¿Te dijo el puto de Paco?
Pero en es momento entró Miguel y los interrumpió.
—¿qué pasa acá? ¿Qué le dijiste? —se acercó a Diosito —¿Qué haces Lucas? ¿Terminase ya? Anda a hacer tu tarea, tenés prueba en la semana, dale. A la pieza.
—Nada, estábamos platicando nomas —se paró Diosito —Dejá de apretar el pomo, loco. Era una charlita nomas. Inofensiva al toque ¿Cómo te fue? ¿Comió la nena?
—Bueno, ya se está haciendo tarde, me imagino que tendrás que volver con tu viejo y los otros, no te quiero quitar más tiempo así que...
—No le dije que me quedo con vos. Me voy a sacar el partido al Lucas ¿O no Lucas? La vamos a re cascar nosotros, así como dice el Yame’.
Lucas se rio. Miguel sopesó la información, inseguro.
—¿Pensás quedarte acá conmigo? No tarda en volver Mabel y no le dije que tenemos visitas.
—No pasa nada ¿Qué te da miedo loco? Si somos todas minas acá
Miguel miró a su hijo y luego de vuelta a Diosito.
—¿Y dónde pensás quedarte? No tengo pieza para invitados.
—Con vos me quedo
Miguel movió la rodilla, nervioso.
—¿En mi cama conmigo?
—¿Qué tiene de malo? Si somos amigas ¿no?
Miguel analizó la reacción de su hijo.
—Si, pero no tengo una muda para vos. Vos con el nene que estás ahí no podés compartir la cama con nadie porque te puede hacer mal. Porque... es peligroso para el nene.
—No pasa nada, está bien el nene, ayer me dormir con el Yames y no pasó nada, pero igual yo me puedo quedar en el sofá pa que vos duermas tranquilo, si querés.
—¿Te dormiste con quién? —Miguel lo fulminó con la mirada
El rostro de Diosito se deformó con cierta angustia.
—Ahí en cama con todos, todos juntos nos quedamos con el Barney y tal... El Marito también. —mintió —No es que me dormí nomas con el Yames. También estaba el puto, pero... no fue el único que estaba.
Miguel sintió que una punzada le atravesaba el pecho. Ese colombiano le erizaba todos los vellos de la nuca. Siempre que se trataba de él sentía un retortijón de celos.
—Bueno, mirá, vos tenés el sofá si lo querés —dijo de mala gana —vamos Lucas, termina de comer, dale.
—¿Se va a quedar a dormir Karina? —preguntó Lucas
—Parece que si —dijo Miguel todavía mirándolo con cierto recelo.
—¿Cómo una pijamada?
Diosito se rio
— Si porque somos minas ahora, hacen eso las minas... hacen pijamadas ellas. Les gustan esas cosas ¿viste?
—¿Qué? —Lucas frunció la nariz sin comprender que tenía que ver eso.
—Nada no le des bola —dijo Miguel —Andá
Miguel sabía que Diosito se convertiría en un problema a futuro, pero ahora que sabía que los Borges tenían el mismo problema que él, tenía que tener cerca al menos alguno. Y con Diosito literalmente suelto por ahí, sus secretos eran una bomba de tiempo. Tenía que mantenerlo vigilado. Además, con ese nene adentro le daba miedo que algo malo pudiera ocurrirle con los Borges. No estaba para sus negocios o para sus faenas de mafiosos. Era mejor tenerlo a salvo de ellos y de sí mismo. Pensándolo detenidamente, si Diosito fuera una chica y ese fuera su bebé, Miguel no dudaría en darle refugio. Aun a pesar de ser su amante.

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Gladys levantó el tenedor con la misma calma que había aprendido de observar a su marido en el mayor de los ataques nerviosos. Tenía que mantenerse serena, aunque temiera que la comida que estaba por llevarse a la boca estuviese envenenada.
El hecho de que ni Coco, ni sus hijos, ni sus nueras estuviesen comiendo era altamente sospechoso.
—¿pasa algo? —dijo en lugar de comer —¿No morfan ustedes?
—No, no pasa nada, comé tranquilo vos —dijo Coco. A pesar de todo los coquitos permanecieron en silencio y sin moverse. Luego de un largo rato de incomodidad, finalmente el hijo menor de Coco comió un bocado. Claudia y Karina observaban a Gladys muy atentas dispuestas solo a comer si ella lo hacía, Gladys por fin se animó y terminó de comer lo que había dispuesto en el tenedor —Yo nada más me preguntaba si todavía tenés apetito después de lo que seguramente estuvieron morfando vos y los tuyos últimamente, conmigo en el buzón —dijo coco con sarcasmo.
Gladys movió la cabeza
—lo de todos los días ¿viste? La comida que hay acá —respondió
—¡Me mentís! —Coco azotó los puños sobre la mesa dejándolos a todos sobresaltados por su repentino cambio de actitud, luego volvió poco a poco a la compostura —No es bueno decir mentiras Borges…
Gladys asintió sin dejarse intimidar.
—No, no es bueno decir mentiras. Tampoco es bueno desperdiciar la comida ¿no? Pero acá estamos dejándola que se enfrié —Claudia asintió enérgicamente y se lanzó a por el pollo, pero Gladys continuó hablando —Pasemos a los negocios mejor —cruzó las manos sobre la mesa, alejando su plato. Claudia se detuvo hambrienta y decepcionada mirando su propio plato con tristeza —¿vos sabes la cantidad de guita que no estuvo entrando por tu berrinche con el rati ese? A todos nos costó el bulo, no nada más a vos eh —dijo Gladys
—Vos nos tendiste una trampa Borges, estoy seguro —dijo Coco
Gladys estaba enterada de todos los movimientos de su marido dentro del penal, por lo menos de la mayoría de ellos, y el asunto con el yerno de coco y el sacrificio del candado trolo no era la excepción.
—Yo no puedo saber si vos tenés un mal día che… o bueno... ustedes los hombres no saben controlar muy bien sus emociones ¿no? —se burló ella —explicáme cómo es mi culpa que vos te hayas ido de mano con los asuntos de Galván.
—Vos me llevaste allá a propósito porque sabías cómo reaccionaría —dijo Coco
—Nada que ver… yo solo te conté algo que estaba pasando… lo demás se mandó solo el amigo ¿viste? No es que nosotros lo convencimos a tu yernito de pasarla lindo con un guardia ¿o vos que te pensás? ¿Qué le garpamos para que se rasque rico el garrote con otro forro? No nene… —Gladys apartó el plato de Claudia sobre la mesa —no me podés acusar de los trapitos sucios que tenés en casa, de los trapitos a secas vaya…
—¡Silencio! —se exaltó de nuevo Coco, por alguna razón tenía una herida en la frente —Vos me hiciste la cama —acusó —Y me las vas a pagar por eso con tu sangre.
—Aquí vamos con lo mismo… pero ya te dije como fue nene… —Gladys se inclinó seriamente hacia él —ahora, vos me deberías estar agradecido porque sin mi ayuda nunca te hubieses librado de ese trolo.
Claudia estiró la mano discretamente para comer un pedacito de pollo de su plato sin llamar la atención.
—No me vas a decir que, si fuese uno de los míos, vos no me lo hubieses dicho. Yo te quise hacer un favor somos socios de negocios nosotros, no se puede comprometer lo que pasa en un lado y en otro ¿entendés? No se pueden mezclar los intereses con lo familiar. Además yo seguí laburando acá afuera mientras se los llevaron a ustedes, mis muchachos y yo seguimos laburando, te lo juro por mi mujer que yo no tuve nada que ver… pero si vos insistís en sostener este desentendido conmigo, con los míos, entonces vamos a empezar a discrepar. ¿No te parece que es momento de dejar los rencores de lado? Ahora viene un cargamento mucho más grande, el más grande que hayas visto jamás… pura colombiana como el negro que tengo en mi pabellón… de la mejor calidad, pago contra entrega nene. Si vos me querés tener un poco de fe, estamos hablando de numero mayores. Pensá que no te sirvo de mucho bajo tierra, pero acá arriba podemos pasarla lindo como sociedad. Pensálo.
Coco analizó sus palabras con cierta amargura. Por mucho odio que tuviese contra ellos era un viejo zorro, y los viejos como él saben bien como es la jugada adentro. Gladys contaba con ello.
Sus negocios con Borges eran plata segura, guita a la que no podría resistirse si doblaban sus comisiones de entrada por un tiempo. Y si Mario solucionaba afuera y le pasaba la merca que le había pedido lo tenían servido, por lo menos, por otro año con Coco, cada día poniéndolo más abajo y contra las cuerdas.
Por supuesto que Gladys sabía que Coco no contaba más con los favores de Galván, si llegaba a meterse en otro quilombo se comerían otro mes en los buzones él y su gente. Si solo lo dejaba pasar y se dedicaba a cobrar lo conseguido en los últimos días le iría mucho mejor que si se las tomaba en su contra desde ahora.
Los únicos con la jugada hecha, mirase donde mirase, eran los Borges. Coco también lo sabía y por eso estaba tan a la defensiva. Pronto Antín se embolsaría puente viejo y los Borges volverían a ponerse la corona, Gladys estaba segura… lo único que necesitaban era tiempo. Si tenían que garpar el doble y partirse el culo fregando sabanas en la lavandería mientras encontraban la forma de deshacerse del señor podía sostener el teatro por un par de meses. Solo necesitaba que Mario consiguiera la cantidad prometida de mercancía y que Coco cediera y los disculpara por sus vacaciones en el buzón.
Si no lo hacía… bueno… ya podían darse por muertas desde ahora.
Gladys miró a su lado y descubrió a las otras chicas con el rostro asustado de Barney y Diosito, conteniendo la respiración en sus asientos, mientras aguardaban también por el veredicto, de Coco. Comprendían perfectamente que este podía ser su final o su principio dependiendo del poder de convencimiento de Gladys.
—Andá —dijo Coco de repente —podés irte Borges, pero si me entero de que me mentís, te voy a reventar a vos y a toda tu bandita ¿escuchaste? Que no pase nunca más eh, te lo aconsejo.
—quedáte tranquilo Coco, yo me arreglo
—Afuera —desdeñó el viejo
Las tres chicas abandonaron el sitio. Gladys disimuló el pánico, pero las otras dos lo llevaban tatuado en el rostro.
—¿Y, nos va a dejar tranquilas? —preguntó Karina.
—Eso dijo che.
—¿vos le creíste Gladys?
—sentí el olor de ese pollo —dijo Claudia
—Hay que bancar… —dijo Gladys —solo está tratando de hacerse el interesante. Todos ya saben que Galván le retiró la poronga. Hay que tener los ojos bien abiertos ¿escucharon? Este lugar se convierte en tierra de nadie.

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Luna resopló y dejó la ropa sobre la esquinera.
—Esto no está funcionando —Le dijo a Emma, mirando como temblaba en su lugar —Necesitas consumir un poco, aunque sea coca, Emma.
—No —Emma se abrazó a sí misma y trató de hacerse un ovillo, el sudor se había apoderado de su frente y sus ojos hundidos delataban el pesar de un insomnio propio de la abstinencia —No voy a dejar que está cosa se apodere del cuerpo de Miguel nunca más —dijo ella —No voy a dejar que consuma de nuevo.
—Es una boludez, ellos están así porqué lo necesitan, acá adentro es cómo comer o cargar ¿entendés? es necesario...
Luna miró sus propias manos con avidez, estaba preocupada porque empezaba a sentirse caliente y desmejorada. Pero nada se comparaba con el estado de Emma. Seguramente Miguel consumía algo diferente, algo mucho más fuerte que la simple falopa que James se metía por la nariz y que tenía a Emma hecha golondrina.
Luna sabía que el colombiano tenía un cuerpo resistente. Él mismo le había dicho que había dejado la coca varias veces en el pasado, que si quisiera dejarla de nuevo le bastaría un par de meses para limpiarse por completo.
Luna no estaba tan segura de que todo eso fuera cierto, pero James no hablaba nunca en vano, cumplía sus promesas y siempre se esforzaba por solucionar los conflictos. Si había alguien en la tierra que podía sacarla de este problema era él. Además, ella estaba más preocupada por su condición de presa que por su condición de adicta. Sabía que el colombiano no podía asistir a la escuela y mucho menos a su laburo. Ella estaba por recibirse como abogada y el forastero no era un hombre precisamente letrado. Si esto no se terminaba pronto su vida académica y su carrera se irían por el borde.
—Por ahí lo que podríamos hacer es probarla un poco para ir tirando ¿no? —sugirió de pronto
Pero Emma no respondió, puso los ojos en blanco y se cayó al suelo tan repentinamente que todos los presentes en esa parte de la lavandería se sobresaltaron.
—¡Emma! ¡Emma! —Luna trató de hacerla reaccionar, pero nada. Estaba inconsciente. —¡Ayuda! ¡Ayúdenme por favor! —gritó a su alrededor —¡Emma! ¡Reacciona Emma! ¡Emma!

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Diosito se giró en la cama con mucha dificultad. Algo que nadie habla sobre el embarazo es lo incomodo que se siente tener esa cosa estorbando todo el tiempo ahí adelante. Es verdad que Diosito había sentido cierto orgullo y emoción cuando se enteró de que se convertiría en padre, pero la idea de tener que cargar con el niño él mismo no le gustaba para nada. Daría lo que fuera por haber usado forro en las higiénicas. Todavía le emocionaba el bebé, pero ahora desde un lugar muy diferente.
Nadie nunca le había dicho lo mucho que los hombres se pierden, lo injusto que es que ellos no puedan experimentar esa cercanía con sus hijos como si puede la mujer. Esa conexión casi telepática que tienen las mamás con sus hijos es un vinculo que los padres nunca podrán igualar por buenos que sean en su labor de padres.
Diosito pensaba que su mamá siempre había sido buena con él, sin embargo, por alguna razón nunca había sentido esa conexión que se supone que viene del útero. O era adoptado, o esa vieja nunca lo quiso, sí tenía que ser eso. Su mamá quería más a Mario y por eso jamás había sentido esa conexión con ella, ya había desperdiciado todo su amor en Mario y no le quedaba nada para cuando nació él. Tenía que ser eso.
Pensar en Mario y en sus padres hizo que sus emociones se tambalearan un poco. Ahora, tan lejos de su hermano y de sus amigos, quienes representaban un nido seguro para él y su bebé, empezaba a sentirse abandonado y expuesto. Miguel dormía tranquilamente en el sofá de la pieza de Emma sin hacerle el mínimo caso y también lo había dejado durmiendo solo. Decía que no quería golpearle por accidente el bebé.
Con el cansancio, el dolor y la falta de movimiento Diosito preferiría que se lo sacaran de una vez… pero empezaba a sentirse protector con ese niño. Empezaba a desear que nadie, ni siquiera Miguel pudiese hacerle daño.
Miguel le había dicho todas esas cosas sobre no ser una pareja, pero… apuesto a que si el fuese una mina desde el principio Miguel estaría con él. El tipo era muy anticuado para muchas cosas, y era todo lo contrario para otras. Ahora mismo, por ejemplo, parecía que se había tomado eso de ser una guacha con toda la calma del mundo. ¿es que nada podía perturbar a ese rati, careta?
—che Miguel ¿seguís despierto? —susurró el Borges
Miguel no le respondió, pero se removió ligeramente perturbado entre las sábanas, estaba profundamente dormido.
—¡Miguel!
Miguel se sentó en la cama de un brinco y lo miró con extrema preocupación.
—¿Qué pasa?, ¿estas bien? ¿es el bebé? ¿ya viene le bebé? ¿te sentís bien?
Diosito se rio
—Ah te preocupas por mi eh perrito…
Miguel cerró los ojos con hartazgo, pero pronto tuvo que levantarse porque Mica empezó a llorar, estaba hambrienta.
—Decime que hay una emergencia por favor, o me voy a asegurar de que haya una
—Sí, sí hay… no me gusta dormir solo.
—¿Qué carajo decís? Dormís solo todos los días pelotudo. Además, yo estoy acá en la misma pieza, no estás solo.
—Si, pero no estas en la cama conmigo.
—Ni me voy a subir ahí con vos… ese es la cama de Emma
—Entonces hay que garchar ahí en el sillón
Miguel resopló y volvió a acostarse.
—Más te vale que no vuelva a oírte en lo que me queda de sueño ¿escuchaste? Lucas tiene colegio temprano, quiero dormir un poco.
—Pero Miguel…. sabes que yo fui al colegio y miráme donde estoy. Vos también fuiste al colegio, el Marito, el Barney, el Colombia la posta no sé, porque no hay colegios allá en la selva de donde viene él, pero vos… todos nosotros fuimos al colegio y mira donde terminamos. ¿pa que carajo querés que vaya el pibe al colegio si no te enseñan nada en el colegio?
—Vos cerrá el orto, no te pregunto sobre como criar a mis hijos. Además sos un pelotudo te enseñan muchas cosas en la escuela, vos porque no llegaste a la parte importante te quedaste en el primario, sos un iletrado.
—¿un qué?
—exactamente ¿ves lo que te digo?
—no, pero no es lo mismo Miguel. En la escuela no te van a enseñar lo que es importante eso lo tenés que aprender lo tenés que aprender vos en la calle, loco dejáte de joder, no te enseñan eso en el colegio.
—Dejáme dormir carajo, deja de romperme las bolas.
—Venite a la cama conmigo y te dejo dormir tranquilo
—Ya te dije que no, no se puede por el nene…
—¿Por qué no se puede?
—por el nene no se puede, porque lo podemos lastimar
—pero no es que vamos a garchar ni nada gil, dejáte de joder, no le va a pasar nada al nene
—no, pero te podes lastimar, boludo eso es lo que no…
—Miguel…quiero decir algo
Miguel suspiró
—¿Qué cosa, que querés?
—Quiero decirte que no me importa que tengas hijos a mí… que así te quiero todavía, a vos con tus pibes y todo, ya voy a tener el mío también, vamos a ser los 4, bueno 5 ahora con mi Juampi
Miguel rodó los ojos.
—Pará... no sabes si va a ser un niño ¿ya lo tenés el nombre?
—si, se va a llamar Juan Pablo como yo
—Pero vos no sabes si va a ser un niño o niña ¿Qué vas a hacer si resulta nena? ¿Juana le vas a poner?
—no, le voy a preguntar al papá cómo le ponemos.
—¿qué?
—si a vos —dijo Diosito
Miguel se rio
—y no soy el papá, sos vos, pelotudo.
—y pero yo quisiese que fueses vos… —Diosito empezó a jugar con la mugre de sus uñas, Karina las tenia tan largas que había que limpiárselas todo el tiempo —porque así si hubiese nacido mina no estarías con la conchuda esta, me hubieses querido a mí —murmuró
Miguel frunció el ceño y se rascó la cabeza.
—vos no entendés como es lo mío con Emma y no te lo voy a explicar porque sos un pelotudo y de todas formas no lo vas a entender, pero tené por seguro que esa no es la razón por la que estoy con ella. Hay miles de minas allá afuera, yo la escogí a ella. Y no porque era una mina, si no porque era ella ¿entendés? Tengo sentimientos por ella. Es real lo que me pasa con ella.
—¿y yo? ¿no es real lo que pasa entre nosotros Miguel? ¿no es real lo que te pasa conmigo gil?
Miguel no respondió, pero tampoco volvió a dormirse. Normalmente no dejaba que el rubio ocupara sus pensamientos y en cuanto sentía que su mente se dirigía hacia él trataba de evadirlo a consciencia, pero esta vez no tenía que hacerlo. Se sentía culpable por estar en el cuerpo de Emma y pensando en él, pero al menos en esa mente nadie tenía que enterarse de lo que pensaba, claramente debería estar preso todavía. Lo de Diosito era una cosa de la prisión, y había sido un error garrafal traerlo afuera también… si Diosito hubiese nacido mina ¿todavía estaría con Emma?
No… no renegaba de su relación con el Borges porque fuese un hombre, aunque sin duda era una buena razón para hacerse el desentendido antes que admitirse puto. Pero no era por eso que la elegía a Emma. Miguel amaba a Emma… Diosito era un Borges, un criminal, un hombre con muchos problemas y una familia detestable. A Miguel no le hubiera gustado embarrarse con él ni, aunque fuera una chica. Emma era una buena mina… Diosito, si fuera una, sería una de las peores.

Chapter Text

Emma soñó con un bote que se alejaba en la línea del límite visible hacia la despedida del profundo océano, luego todo se puso en blanco y sintió que se hundía en sus más lejanas pesadillas, de pronto todo volvió a su forma original y las vueltas se detuvieron, sus ojos se abrieron y se despertó de golpe.
Quiso espabilar de inmediato, pero todo lo que pudo ver fueron sombras. Poco a poco recobró también la nitidez, solo para terminar despertarse bajo las manchas de humedad y mugre del pabellón de los Borges.
—¡Mica! —Se levantó exaltada
—¡Emma! —se acercó preocupada Luna —¿estás bien?
—Relajáte pitufo —dijo Karina con rencor, sentada en la cama de al lado, ocupada en depilar las cejas de Diosito.
Emma miró a su al rededor y descubrió dónde estaba.
—¿qué es este lugar?
—Bienvenida al palacio querida, ponete cómoda eh, estas en tu casa —dijo Gladys con sarcasmo evidente en la voz pronunciada de Borges
—Luna ¿Qué es esto?
—es el pabellón de los Borges —dijo Luna —¿te sentís mejor?
—¿Y para qué me trajiste acá?
—No sabía que más hacer. James dice que las Borges nos pueden bancar acá adentro. Si la gente lo ve a James solo corre peligro, tienen muchos enemigos los Borges, es mejor quedarnos pegadas con ellas por lo menos acá adentro.
—No… es… ¿Qué decís? Los Borges son peligrosos
—Si, pero ellas no
—Luna… —Emma se agarró la cabeza e hizo una mueca de dolor —¿Qué me pasó?
—Abstinencia nena —dijo Gladys —Es un tremendo falopero el rati ese ¿no? Te tiene bien hecha mierda.
Claudia se rio con un tono quizá demasiado femenino para la voz de Barney.
—sí, mirá lo prolija que esta ahora si lo necesitaba la puta
Emma frunció el ceño.
—¿Qué significa eso?
—era la única forma de que te pongas bien Emma. Gladys dijo que te haría bien…—Luna se cohibió culpable en su lugar
Emma miró sus manos para comprobar que no temblaban más, y los escalofríos se habían ido. Entonces abrió los ojos enfurecida.
—¿me drogaron?
—el cuerpo de miguel lo necesitaba —explicó Gladys —de nada
Emma se levantó furiosa y salió de las cobijas.
—No puedo creerlo…
—pará Emma —se acercó Luna para ayudarle, pero Emma la rechazo con un empujón
—no me toques… es tu problema si querés ser una adicta más de los Borges… pero no tenias derecho a decidir eso por mí. Alejáte.
Luna hizo un puchero y se retiró.
—que desagradecida que sos —dijo Gladys —si no fuese por la concheta vos ahora estarías cenando panacú con san pedro mártir, chula. Tenes que agradecer que te dimos asilo después de cómo nos trataste.
—Emma yo solo quería…
—Quedáte con ellas Luna —dijo Emma con rencor —perteneces acá
Luna la miró con los ojos vidriosos, no sabía cómo debería disculparse por algo así, tal vez era verdad que no debió acudir a las Borges, pero James había sido severo al respecto, quedarse con Gladys no era una cuestión de valores, sino de supervivencia, y estaba cansada de dormir en el suelo frio de la lavandería, cualquier cosa sería mejor que eso.
—andáte de acá —dijo la Kari —acá no nos gustan las botonas desagradecidas, turra, tomátelas.
—chao forra —se despidió Claudia con la mano
Emma abandono el pabellón, profundamente herida. Nunca se había sentido tan traicionada. Tal vez Luna estaba tan tontamente enamorada del colombiano que era capaz de traicionar sus propios principios por él. Pero Emma era una mujer adulta, conocía de sobra a los presos, y no quería recaer en la adicción. Estaba tratando de mantenerse entera con cada pedazo de su existencia.