Chapter 1: Prólogo
Chapter Text
Todo aquello estaba en unas condiciones extrañamente buenas. Las paredes de la casa parecían que, a pesar de no tener pintadas ni rastros de animales, se estaba cayendo a cachos, al igual que el piso de arriba, debido a la cantidad de rocas y ramas que caían por la ladera de la montaña hasta el techo. Sin embargo, los muebles seguían aquí, con mucho polvo y siendo puntos de encuentro de diferentes plantas que se colaron en su momento por las ventanas, tomando un aire místico e incluso postapocalíptico, digno de una película.
Cuando caminaba por esta montaña en el pasado no tuve la oportunidad de encontrar esta casa abandonada, nunca la había visto antes lo cual me pareció un poco chocante, juraría haber pasado por ese sitio miles de veces y nunca la había visto. Pero no iba a dejar pasar una oportunidad así.
No era la primera vez que entraba en un lugar abandonado, me gustaba la historia por lo que descubrirla a través de lugares dejados en el pasado me traía una calma difícil de igualar. Y encontrar un lugar como ese, sin vandalizar y prácticamente virgen, era como encontrar oro en un río. Complicado, pero me sentía como una pionera.
Mi mano estaba pegada a mi teléfono en todo momento, consiguiendo imágenes y vídeos mientras mis ojos vagaban por la sala, hasta que se toparon con una puerta cerrada que demandaba mi atención. Mis pasos eran pesados, aunque cuidadosos, mientras me acercaba para abrir la puerta, el flash de mi móvil acompañándome en todo momento.
Al abrir la puerta me encontré con unas escaleras hacia el abismo que era el sótano. Gracias a la inclinación del terreno el sótano podía poseer unas pequeñas ventanas que dejaban entrar la luz filtrada del bosque. Bajé con cuidado al piso inferior encontrándome con un estudio, donde la mesa estaba pegada a la pared, con un pergamino y tintero dejado atrás. Al acercarme traté de desglosar lo que había escrito, pero no era nada parecido a lo que había visto antes. Sin embargo, lo que atrajo mi atención estaba en la esquina de la habitación.
—¿Una tabla?
Efectivamente, se trataba de un gran trozo de piedra descansando en una vitrina, en su interior brillaba algo de un color verde menta y había extraños símbolos tallados en él. Una tabla con diferentes detalles que parecía pesada y antigua. Entonces, ¿por qué estaba brillando? ¿Es posible que tuviera algún químico que siguiese funcionando? La casa parecía antigua, así que el concepto de luces LED ni siquiera pasó por mi mente.
Tuve que hacerle un par de fotos primero, no iba a dejar que eso se restringiera únicamente a mi cabeza. Pero después guardé el móvil y acerqué mis manos a la hermosa tablilla. Era como si me estuviera llamando, rogando que alguien la toque y la sostuviera para descifrar todos sus deseos, me estaba llamando a mí.
—¿Por qué alguien dejaría algo así?
Como si la misma tablilla me pudiera responder, esta comenzó a temblar, haciendo que mi cuerpo saltase en defensa y la adrenalina corriera por este, un susto tan grande que hizo que dejara caer la tablilla al suelo. Mi reacción fue al instante, apenas tuve tiempo de volver a cogerla antes de que cayese al suelo, milagrosamente intacta. Pero las vibraciones se convirtieron en temblores que acarrearon toda la habitación como un terremoto. La taza de tinta seca que había en la mesa cayó al suelo rompiéndose en pedazos. Pude escucharme a mí misma gritando por encima del ruido de los muebles moviéndose y el suelo rompiéndose, porque, efectivamente, el suelo alrededor de la tablilla se estaba rompiendo al mismo tiempo en el que de esta surgió un vórtice.
Mi cuerpo se volvió completamente rígido, no podía apartar la mirada de lo que estaba ocurriendo en frente de mí, tratando de dar explicación al vórtice que había creado la tablilla. El viento hacía que mi pelo me nublase la vista por un momento, cuando traté de agarrar los mechones para recolocarlos, distinguí una mano saliendo del destello de luz seguido de un quejido que saltó mis alarmas.
Alguien estaba saliendo de la tablilla mágica.
—¡Joder! ¡¿Estás bien?!
Inmediatamente traté de acercarme para ayudar a la persona atrapada a arrastrarse fuera, pero a medida que salía del destello de luz con mi ayuda pude observar en más detalle su aspecto. Tenía el pelo negro con mechas verdes, medianamente largo pero desordenado, en sus brazos destacaba un tatuaje del mismo color, representando algo como... ¿escamas?
Apenas tuve tiempo de reaccionar, sus ojos rasgados y de un brillante color dorado me miraron con locura antes de que estuviera encima de mí a una velocidad aterradora. Al momento grité y traté de quitármelo de encima pero el desconocido agarró mis muñeras para apartar mis manos y mirarme a los ojos.
—¡Quita! —Mis pies trataron de llegar a él o a cualquier otro objeto de utilidad, con su peso encima aún podía moverme un poco, pero sus dedos hundiéndose en mis muñecas hacía que gritase de dolor—. ¡Por...! ¡Por favor!
En un momento y no sé cómo, el chico aflojó su agarre y logré mover mis manos para golpear su cara, haciendo que se inclinase para atrás y me soltase para que yo pudiera escapar. Él levantó su mano en mi dirección y yo saqué mi espray de pimienta para rociarle en los ojos, consiguiendo un quejido gutural propio de un animal antes de que lo empujase lejos de mí. Él era lo único que se interponía en mi camino a las escaleras de vuelta a la casa, así que decidí ir al otro lado, a la tablilla que aún hacía su magia incluso después de crear a una persona.
Traté de correr a la tablilla, pero su mano agarró rápidamente mi tobillo, haciendo que caiga al suelo con un grave estruendo. El chico pretendió ponerse encima de mí mientras yo alargaba el brazo y arrastraba mi cuerpo a la tablilla. Su agarre en mi pelo hizo que mi cabeza se ladease mientras me quejaba del dolor.
—¡Llévame de vuelta! —Sus palabras eran agónicas a la vez que demandantes, pude sentir su peso encima de mí mientras presionaba más y más contra mí.
Mis manos rozaron la tablilla y rápidamente traté de atraerla a mí. Pero para mi sorpresa, fue ella la que me atrajo a mí.
Como si de un tobogán se tratase, fui arrastrada hacia el centro del vórtice, sin capacidad de gritar ya que el viento arrancó toda voz de mí. Traté de agarrarme a algo, sujetarme, pero iba de cabeza. Y cuando quise darme cuenta, todo lo que estaba a mi alrededor había desaparecido.
Chapter 2: Picos de piedra
Chapter Text
Sentí mi cuerpo caer en una superficie relativamente blanda, el filo de la hierba me acarició las manos y la cara al desplomar y seguido sentí el viento impactar conmigo. Al abrir los ojos vi un cielo azul con pocas nubes y un árbol cuyas hojas se mecían ruidosamente. ¿En qué momento salimos fuera?
Inmediatamente después escuché otro cuerpo caer a mi lado, levantando mis alarmas y haciendo que me incorporase, así vi que estaba en el pico de una montaña completamente distinta a la que estaba antes.
Esto era... la cima de una montaña, sí, muy alta, además. Detrás de mí había un pequeño estanque que daba a una cueva. Las nubes estaban por debajo de nosotros por lo que no podía ver el fondo. Sin embargo, había un camino a mi derecha.
La persona que había sido transportada conmigo se abalanzó sobre mí de nuevo para evitar que saliese corriendo y esta vez tenía una roca en su mano. Sus ojos brillaban de odio mientras trataba de agarrar mis brazos para poder golpear mi cara. Yo no podía parar de moverme y gritar, hacer lo que fuera por salir de ahí mientras cerraba mis ojos, negando el destino que me aguardaba.
Pero nada pasó, sus forcejeos se detuvieron a los pocos segundos y, cuando abrí los ojos, ni siquiera me estaba mirando a mí, sino al amplio paisaje de montañas.
—He... He vuelto —murmuró perplejo. Su cara cambió completamente.
Por otra parte, alguien alzó la voz.
—Hi'thae, ¡pha' Alatus thres!
Fue más rápido de lo que parecía, el chico inmediatamente se alteró y miró detrás de él con el ceño fruncido, pero no tuvo tiempo para hacer nada antes de desaparecer en una nube de color verde menta. La piedra que sostenía cayó de lo que era su mano al suelo, justo al lado de mi cabeza. No sabía lo que estaba pasando, pero el hecho de que hubiera desaparecido fue un alivio inmediato para mí.
—¿Estás bien? —Alcé la cabeza para ver a tres personas acercarse a mí desde el camino por el que pensaba huir, dos hombres y una mujer vestidos con ropas oscuras. Con rapidez me levanto—. ¿Qué haces aquí? —añadió el hombre de la derecha con una cara de preocupación.
La mujer miraba a los alrededores con cierto miedo, los tres llevaban un papel dorado en sus manos.
—E-Ese era el adeptus... —ella trató de confirmar algo, pero su compañero de pelo rubio la detuvo confuso.
—Sí, sí era él.
Alarmada, salté para interrumpirles.
—¡¿Qué acaba de pasar?! ¿Quién era ese tío? —Al parecer mi pregunta los pilló por sorpresa, porque se miraron entre ellos antes de que respondiera uno.
—Es alguien muy peligroso... Un adeptus. Pensábamos que había muerto hace tiempo —Frunció el ceño, pensando algo—. Pero vendrán más si nos quedamos aquí. ¿Cómo has llegado aquí sin un sello de permiso? —Los tres se pusieron a andar, así que no tuve más elección que seguirlos.
—No tengo ni idea —admití, pasando una mano por mi cara—. Estaba explorando una casa abandonada y... se abrió un portal y nos llevó aquí. No sé ni dónde estoy.
La pareja se giró para verme a la mención de la palabra "portal".
—¿Un portal? Eso es nuevo.
—Y Alatus ha vuelto, esto no me gusta nada. Tenemos que informar lo antes posible.
Aprendí entonces que el chico que me atacó se llamaba Alatus, desconocía qué significaba "adeptus", pero antes de que pudiera preguntar la mujer se acercó a mí. Mi vista estaba fija en nuestros alrededores, la montaña era extremadamente alta y el camino estrecho, era complicado bajar y eso me hizo cuestionar cómo habían llegado estas personas a donde estábamos tan rápido. ¿Quizás ya estaban por la zona?
—Estamos en la Montaña Hulao, pero no te preocupes, te llevaremos a nuestro campamento en Nantianmen.
—No conozco ni una sola palabra de lo que has dicho.
—Estamos en... ¿El oeste de Liyue?
Mi cara debió de parecer un poema, porque la mujer me miró con mucha extrañeza. Pero no tuve tiempo de insistir, porque el castaño me agarró de los hombros para arrastrarme debajo de un árbol con los demás.
—¡Shh! —susurró—. ¡Escondeos!
Traté de abrir mi boca para exigir respuestas de lo que estaba pasando, pero él me la tapó en respuesta. Mis manos rápidamente subieron a sus brazos para apartarlos de mí, pero la mujer hizo un gesto de silencio antes de apuntar al cielo. Todos nuestros ojos se alzaron para ver a una grulla blanca sobrevolando la zona, el hombre rubio estaba agarrando con fuerza el papel dorado como si fuera a salvar su vida.
La grulla finalmente pasó de largo y continuó volando, pero no salimos de nuestro escondite hasta algunos minutos más tarde.
—¿Qué era eso? —El castaño se giró a mí.
—No sé de dónde vienes, pero será mejor que estés con los pies de plomo —protestó con los brazos cruzados—. Era una adeptus, como el chico de antes, Alatus.
—Un pájaro —destaqué.
—Cuidado con tus palabras, forastera. Considérate muerta si te oyen.
Nunca había oído de los adeptus ni nada parecido antes, ¿es posible que hubiera sido teletransportada, de alguna manera, a una zona aislada del mundo? De mi bolsillo saqué el teléfono móvil, con la intención de poder buscar en Google mi posición. Pero para sorpresa de todos, no tenía nada de cobertura.
Poco a poco bajamos la montaña sin ningún incidente, la naturaleza de ese sitio se veía algo diferente, quizá fuera por la falta de basura. Estaba acostumbrada a que hubiera latas, papel o cigarrillos por todos lados, pero como mucho ahí había cajas y algún trozo de tela. Mi mente en ese momento estaba yendo a gran velocidad, tratando de buscar explicación a lo que estaba pasando.
Pasamos a un claro entre unos acantilados, y en el claro nos recibió el árbol más grande y hermoso que había visto jamás. Fácilmente podría alcanzar los 50 metros y sus ramas se extendían entre ellas, las puntas de estas eran de un azul brillante, haciéndome creen que era algo creado por el hombre. En el suelo a nuestros pies se erguían cientos de flores igualmente preciosas.
—Esto es maravilloso —susurro, mientras capturo una imagen con mi móvil.
—Hay dragartos más delante, cuidado.
Antes de que me pudiese dar cuenta los tres han sacado armas de fuego, sentí en ese momento que quizás debería apartarme y dejar que ellos se encargasen de lo que fuera. La tierra se comenzó a mover y ellos avanzaron por el valle, justo a tiempo para recibir a un enorme dragón que rugió con fuerza. Mi cuerpo se apartó en un movimiento mientras gritaba pero caí al suelo tratando de alejarme. Tenía la piel hecha de roca, con un cuerno dorado en su frente y ojos hambrientos, sus garras a pesar de ser pequeñas eran afiladas, como los cuernos de su cola. Observé con ojos abiertos de par en par cómo se movía, intentando localizar posibles fallos que me confirmaran que era una farsa y no un animal de verdad que estaba atacando a personas.
Ellos lucharon de manera perfectamente coordinada, uno atacó las piernas y otro su cuerno para distraerlo lo suficiente como para que la persona restante terminara el trabajo y cortara su cuello con una espada.
—¿Estáis bien? —pregunté preocupada, sin dejar de mirar al cadáver.
—Sí —La mujer recargó su arma antes de guardarla —. Los hemos tenido peores, este era solo una cría. Los guardias de Morax me hicieron esto hace unos meses —Se acercó a mí orgullosa para enseñarme una cicatriz en su cuello, que recorría de su oreja a su clavícula.
—Ah, ya veo... ¿Es el rey de este país o algo?
—¿No conoces a Morax? ¿O Rex Lapis? ¿Eres acaso de Inazuma? Por curiosidad.
La respuesta fue rápida, apenas sabía de lo que estaba hablando.
—Sí. Pero es mi primera vez en... Liyue —dije, siguiéndoles el rollo con lo que me habían dicho antes.
—Ya veo —El hombre rubio se cruzó de brazos.
Seguimos caminando por la zona y nos acercamos a un campamento pegado a una pared de roca, donde había otro hombre con un arma durmiendo debajo de una de las tiendas, el castaño se acercó a él y de repente le gritó para que se despertase con un salto.
—Muchas gracias por proteger el campamento, imbécil —Los demás cogieron un sitio donde sentarse, así que yo también lo hice.
—¿Y por qué estáis aquí?
—Nos han mandado recoger muestras de cor lapis —El rubio sacó de su mochila una roca dorada brillante. No pude evitar acercarme para echar un vistazo su forma y colores.
—Nunca había visto algo así. Debe venderse muy caro.
—Bueno, siempre y cuando sean de calidad, lo cual es difícil.
Escuché por otra parte al que estaba dormido antes y al castaño hablar entre ellos, mencionaron algo del tal Alatus y cómo me encontraron, pero tenía más interés en los papeles dorados que poseían.
—Nos quedan dos sellos —reflexionó uno de ellos.
—Se parecen a los símbolos de la tabla que me encontré en la casa —susurré, más para mí que otra cosa, mientras me acercaba. Pero parece que susurré demasiado alto.
—¿Tabla?
Apreté los labios, y decidí contar la verdad.
—Una tablilla que me encontré en la casa que estaba explorando, de ahí salió el chico ese... Alatus. Nos trajo aquí un portal —Miré a mi alrededor para ver a todos con sus ojos en mí, haciendo que me pusiese nerviosa—. ¿Qué pasa?
—Los fatui encarcelamos a Alatus hace muchos años gracias a una tablilla creada con tecnología antigua —informó la mujer con extrañeza.
—Pero cuando lo conseguimos desapareció —añadió con prisa el hombre nuevo—. No tiene sentido.
El rubio frunció el ceño.
—En realidad, sí que lo tiene. Si esa tabla pudiera viajar a otra nación a través de... algo... quizás de las líneas ley que fueron manipuladas para crearlo.
—Oye. No sabía nada de la tabla esa.
—Joder... ¡¿Tienes idea de lo que has hecho?! —El hombre castaño entonces sacó una daga de su cinturón y la sangre desapareció de mi cara mientras me alejaba de él.
—No es necesario, de verdad.
—Ivan, espera —La mujer fue rápida en cogerle del brazo para detenerlo—. Ella no sabía nada. El Doctor lo tuvo que mandar a un lugar seguro. ¡Fueron órdenes de su majestad! ¿Cómo puede haberlo encontrado alguien normal y corriente? —Ella se giró a mí—. No te ofendas.
—Para nada.
El hombre del campamento frunció el ceño y se aproximó.
—A lo mejor no es de Liyue y os haya metido —Fijó su vista en mí—. Sus ropas no son de aquí, ni de ningún otro sitio. Parece que viene de otro mundo
Todos me miraron, y no pude hacer nada para rebatir sus palabras, ¿de otro mundo? Eso no podía ser posible. Pero todo se sintió tan real, desde el viento del vórtice hasta la sensación del césped en mi cara. No tenía forma de negarlo ni aunque lo quisiese. Porque era la única cosa que tenía sentido de todo esto.
Intenté abrir la boca para hablar, pero de repente la mujer soltó un pequeño quejido y cuando nos giramos hacia ella vimos una flecha en su cuerpo, directa al corazón. Ella nos miró mientras su pecho se cubrió de sangre. No fui la única que gritó, pero sí la que se alejó, di unos pasos hacia atrás mientras la mujer caía al suelo y su compañero trataba de ayudarla.
—¡Sasha! —sollozó.
El hombre rubio inmediatamente sacó su arma, mirando alrededor.
—¡Es la geoarmada! ¡Levanta! —gritó mientras tiraba a la fuerza de su compañero—. ¡Ya está muerta!
—Esto es por tu culpa —El castaño se acercó a mí, no podía moverme para poder detener su mano en el cuello de mi sudadera—. Vienen a por ti, joder... Debí haberlo visto.
Apenas podía encontrar palabras, mi vista estaba fija en el cadáver de la mujer. Nunca en mi vida había visto un cuerpo antes y no podía parar de mirar a sus ojos todavía abiertos. Ella me había ayudado, parecía buena persona, pero ahora no era nada, ni siquiera salía sangre de su pecho porque hielo cubría su pecho, escarchando el torso de la mujer.
—¿P-Por qué?
—Eres una puta descendida. Tenemos que llevárnosla. Alatus lo sabe, no pueden cogerla. ¡Vamos!
Chapter 3: Una mirada desde lo alto
Chapter Text
—Eres una puta descendida. Tenemos que llevárnosla. Alatus lo sabe, no pueden cogerla. ¡Vamos!
Todo era un caos, los tres empezaron a correr y yo fui detrás de ellos, no tenía ni idea de dónde estábamos yendo así que miré brevemente atrás para ver cómo nos alejábamos del campamento, y del cadáver de la mujer llamada Sasha, no tenía tiempo para pensar en otra cosa que huir ya que soldados que nos perseguían con lanzas, y pisotearon el cadáver como si se tratase de una roca en su camino.
En mi cabeza no podía dejar de recorrer el pensamiento de que no estaba en casa, ni en mi país ni en mi mundo.
Nos acercamos a unas ruinas de un puente sobre un río. Los demás saltaron para llegar a la estructura y seguir sin mirar atrás, yo también me preparé para saltar al otro lado, pero el espacio era demasiado grande, el agua abajo se movía con fuerza y chocaba con los diferentes pilares y estructuras derrumbadas. Una breve mirada atrás confirmó lo cerca que estaban los soldados de mí, así que corrí para coger el camino largo y subir por unas escaleras que seguían el tramo del río por otra parte de estructura en ruinas.
Escuché disparos, y vi cómo uno de mis salvadores trataba de retrasar al grupo y que no saltase al puente, pero eso hizo que vinieran a por mí en su lugar. Corrí lo más rápido posible, pero uno de ellos consiguió llegar a mí y agarrarme del brazo antes de poner el suyo sobre mi cuello.
—No te muevas —gruñó en mi oído.
No quería hacer caso, no podía, hinqué mis dientes en el brazo del soldado, que no llevaba ninguna protección, y me soltó rápidamente con un quejido. Inmediatamente después me giré para golpear su entrepierna con mi rodilla, solo escuché un lamento antes de que empujase al soldado al borde del camino, su cuerpo perdió el equilibro y cayó al agua. Gritó y fue arrastrado por la corriente hasta el punto en el que ya no lo podía ver más.
No tenía tiempo para detenerme, continué el camino y para evitar otro ataque me metí corriendo en uno de los edificios. Mi corazón latía rápido y mi respiración era agitada, un momento de descanso en el caos que había fuera, solo esperaba que todos esos soldados pasasen de largo y me dejasen en paz.
—Vaya vaya... —Una voz femenina hizo que alzase la mirada al instante—. Parece ser que el pequeño conejito se ha escondido en su madriguera.
Localicé el origen de la voz y me fijé en lo alto de una columna rota, de donde distinguí una luz azul haciéndose cada vez más grande. Mis pies se movieron antes de que mi mente procesase lo que estaba por ocurrir. Una flecha de hielo impactó en el suelo que antes estaba pisando, miré el efecto de la escarcha que se expandía en el lugar del impacto con miedo antes de salir corriendo. Esa mujer había sido la que había matado a Sasha antes, y no estaba dudando en hacer lo mismo conmigo.
Mis piernas se movieron rápido para salir de ahí, suerte para mí no había nadie más alrededor, los soldados habían seguido adelante así que nada me impidió retornar sobre mis pasos.
O eso quería pensar, porque mientras escapaba de la arquera, mi cuerpo se topó con una enorme máquina, de forma antropomórfica pero con el cuerpo esférico y un solo ojo. Al chocarme con ello hizo que de algún modo se despertase y alzase. Inmediatamente me aparté de la máquina humanoide mientras su único ojo se encendía frente a mí con un aire amenazador, asesino.
Pero sentí entonces un dolor desgarrador en mi pierna, el dolor se esparció por el resto de mi pierna, incluso hasta mis caderas, chillé antes de girar mi cuerpo para ver mi gemelo completamente congelado, hielo me atrapaba al suelo haciendo que fuese imposible que moverme.
La máquina se aproximó a mí, apenas pude ver nada debido al gélido dolor que me quemaba el gemelo y me nublaba la vista, no vi cómo esta recibió una flecha directa al ojo, atravesando sus circuitos y haciendo que cayese al suelo, totalmente inutilizable. La chica del arco saltó en frente de mí mientras varios soldados aparecieron de la nada y me rodearon, ella me miró con una pequeña sonrisa y pude ver su pelo azul adornado por un par de cuernos negros, después de lo que había pasado y lo que había visto no me sorprendería si ella fuera un demonio.
Dio paso a un soldado con ropas ligeramente diferentes a los demás, alzó su lanza y de repente todo se volvió negro al ser golpeada en la cabeza.
• • • • • • •
Después de ver tantas películas de caballeros y piratas pensaba que podría imaginar el sentimiento de estar encerrado en una mazmorra oscura y fría, desesperación y agonía al no poder salir de la habitación por unos tubos de hierro, a la espera de la horca o una bala en la cabeza.
Pero en ningún momento pensé que me pasaría a mí, y menos en un mundo medieval donde existía la magia.
—¿Necesitas ayuda, joven? —una voz ansiosa preguntó desde la celda de al lado—. Acércate, estírate a nosotros.
No estaba sola, a mi derecha la pared tenía un hueco entre las rocas y por ahí se asomaba un brazo, podía distinguir al menos a tres personas al otro lado, a tan solo a unos pocos metros de mí, sin cadenas, al contrario que yo. Sus risas me estremecían hasta la punta de los dedos además de sus lascivos sonidos. Mis piernas rápidamente se pegaron a mi pecho al ver que la mano trató de agarrar mi tobillo y traerlo a donde estaba.
—Deja a la chica en paz, ¿quieres? —Otra voz se hizo escuchar en la otra celda, giré mi cabeza para ver si de alguna forma él me podía ver, pero el prisionero a mi izquierda estaba totalmente fuera de mi vista. Sonaba suave, como el de un chico joven—. Según he oído, es la invitada especial de Rex Lapis —Mi vista se giró para ver la mano desaparecer inmediatamente—. No querrás enfadarlo más de lo que has hecho ya, ¿verdad?
Pude sentir el miedo en la voz del contrario.
—N-No... No no... Chongyun, no le digas nada a los guardias.
—Entonces calla la puta boca —Las personas al otro lado del muro se callaron, haciendo que mi cuerpo se relajase un poco—. ¿Por qué eres tan importante para él?
Me tomó un par de segundos saber que la pregunta era para mí. Pero solo abracé mis piernas, una de ellas vendada, al menos se tomaron la decencia de tratar mi herida congelada. Tenía ganas de vomitar y llorar, había pasado tanto en tan poco tiempo que me costaba asimilarlo todo y un huracán de emociones y pensamientos nublaban mi mente, hasta el punto en el que apenas podía oír nada más.
—Oye, que te he ayudado, lo mínimo que vas a hacer es responderme, ¿no?
—No te he pedido ayuda —murmuré mientras acariciaba el grillete alrededor de mi muñeca, anclándome a la pared a mis espaldas.
—Muy bien —bufó el tal Chongyun y no volvió a decir otra palabra.
El pasillo se sumió en un silencio hasta incómodo, solo el sonido de gotas de humedad caerse se podía oír. Ni siquiera había una ventana para poder ver la luz del día, o dónde me podría encontrar exactamente. En ocasiones, las cadenas hacían ruido al chocar con ellas mismas y por un momento quería que el chico volviese a preguntar para atenuar este silencio.
Pero entonces alguien se adentró en las mazmorras. Escuché pasos acercarse y mi cuerpo se puso rígido, me abracé a mí misma más fuerte para tratar de aliviarme, pero al ver a los soldados y igualmente sentí mi estómago encogerse, pasaron de largo para abrir la puerta de la celda de mis compañeros a la derecha.
—¡E-Esperad! —gritó uno de ellos, si el anterior tenía miedo del tal Rex Lapis, este estaba aterrorizado—. ¡No! ¡Soltadme! ¡No quiero ir! ¡SOLTADME!
Sus gritos retumbaron por toda la sala. Nunca había escuchado a nadie suplicar por su vida antes, pero he de admitir que aquello sonó... inhumano. Parecía que estaba chillando al lado de mi oído al mismísimo demonio, traté de taparme los oídos mientras que el hombre se defendía de los soldados, gritando como si le fuesen a robar el alma. Vi cómo se lo llevaban por detrás de los barrotes que me separaban del resto de este mundo, unos grilletes en su cuello y muñecas estaban conectados como uno solo, haciendo que fuese imposible que moviese sus manos, los soldados le arrastraban por el pasillo ignorando sus gritos y patadas.
El ruido continuó por varios segundos, incluso después de haber cerrado la puerta detrás de ellos.
Su miedo rápidamente se esparció por el resto de las mazmorras, pude escuchar a los hombres que antes convivían con el prisionero susurrar entre ellos, ni siquiera ellos sabían lo que iba a pasarles.
Un sollozo se escapó de mi boca, traté de cubrir mi cara y ahogar mi lloro con la sudadera. Estaba aterrada, si dispararon mi pierna solo para capturarme, desconocía al completo lo que iban a hacer conmigo y por qué. Además, no era nada que conocía, hasta este punto estaba segura de que podían hacerme sufrir lo inimaginable con un solo hechizo.
Poco después la puerta se abrió otra vez y escondí mi cara entre mis piernas, la tensión se podía tocar en el aire a cada paso que daba el visitante, hasta que se detuvieron.
En frente a mi puerta.
Al alzar la cabeza, pude ver a la arquera del pelo azul, su vestido era corto, si podíamos llamar a eso vestido. Apenas pude darme cuenta en el momento de las ruinas, pero una pequeña campana en su pecho sonaba levemente con cada movimiento. También llevaba medias y sus muslos era mayoritariamente visible al igual que las curvas de sus caderas y pechos.
—Vamos —Sus palabras sonaban más leves, menos amenazadoras que en aquel momento en las ruinas—. Te está esperando.
Con una llave antigua abrió la puerta de mi celda, y se acercó a mí para quitarme los grilletes con otra llave mientras yo trataba de apartarme de ella, pero su agarre era más fuerte de lo que una chica como ella podía ejercer.
—No, por favor...
Cuando finalmente me liberó, empezó a arrastrarme fuera de la celda, apenas pude seguir su ritmo con la pierna coja así que me agarré al barrote para poder estabilizarme.
—¡¿A dónde vamos?!
Miedo empezó a recorrer mi cuerpo al ver que a ella le daba completamente igual cuánto me resistía, siguió tirando de mí con una fuerza casi sobrenatural y antes de que pudiera distinguir a dónde me llevaba me metió con la ayuda de un soldado en una especie de caja que resultó ser un carruaje.
—¡Por favor! ¡Soy inocente!
Mis súplicas llegaron a oídos sordos, traté de asomarme a la pequeña ventana del compartimento para ver cómo salíamos de un túnel a la ciudad.
Todavía era de día. Traté de observar dónde estaba y distinguí edificios rojos, blancos y verdes, con decoraciones y estructuras que podrían haber sido asiáticas en la Tierra. Distinguí la humedad del mar y un leve olor a pescado y basura, como si fueran los suburbios de un barrio chino. Por otra parte, las personas apenas prestaban atención a la celda carruaje que pasaba por el camino principal, parecían muy ocupadas tratando de esconderse de los soldados que iban a nuestro lado, escoltándonos.
Después de unos diez minutos, finalmente llegamos a nuestro destino, las puertas de mi celda se abrieron y un par de soldados me forzaron fuera, atando mis muñecas en frente de mí al tratar de resistirme.
Nos encontrábamos en frente de un gran edificio de aspecto lujoso, como si se tratase de un palacio con detalles de oro y cor lapis. Había guardias con lanzas por todas partes y algún que otro trabajador cuidando del jardín. La arquera apareció a mis espaldas y me empujó para seguir caminando y adentrarme en el palacio a pesar de mi pierna dañada.
—¿Qué es este sitio?
—El Pabellón Yuehai.
Su respuesta fue seca y me había quedado igual que antes. Así que no pregunté más.
Subimos dos pisos por las escaleras, apenas podía moverme por la pierna y al llegar al tercer piso sin un ascensor ya estaba haciendo que mi cuerpo fallara. Aunque para haber sido disparada con una flecha, pensaba que no sería capaz ni de moverme.
La mujer abrió unas puertas de par en par, y lo primero que nos recibió fue una oleada de aire. Ella me arrastró más adelante en la terraza y enseguida distinguí a Alatus, haciendo que mi cuerpo se frenara en seco. Al cerrar la puerta también me di cuenta de un hombre apoyado contra la pared, pelirrojo y con unos ojos azules penetrantes mirándome fijamente, como si fuera capaz de estudiar mi alma.
La terraza era grande, dando las mejores vistas al resto de la ciudad y el mar, el viento era constante pero no molesto. Había un par de guardias completamente estáticos y mirando al frente.
—Ya está aquí —Alatus me miró brevemente, hablando con alguien sentado en un enorme trono de piedra.
Poco a poco el trono giró sobre sí mismo, y sentado sobre él había un hombre de estatura alta. Su pelo era castaño aunque con tonos naranjas y sus ojos dorados me miraron con firmeza, haciendo que mis rodillas temblaran. Sobre su regazo una mujer de pelo blanco también me observaba con preocupación, tenía una mano detrás de su nuca.
—Fuera —Su voz era grave, como si proviniese de lo más profundo del planeta —Las dos.
Tanto la mujer de pelo blanco como la arquera se arrodillaron ante él antes de marcharse, dejándome sola con Rex Lapis, Alatus y el pelirrojo a mis espaldas. De alguna forma estar bajo su presencia era un peso en mi pecho, no estaba cómoda para nada. Era como si él no fuese humano.
—¿Cuál es tu nombre?
Chapter Text
—¿Cuál es tu nombre?
No encontraba las palabras para hablar.
Estaba ante el rey. Recordé que las personas de antes me habían dicho que un tal Morax reinaba, así que asumí que en frente de mí se alzaba Morax, con un aspecto autoritario, quien bajó de la tarima en la que se encontraba el trono.
Alatus también se aceró a mí con lanza en mano, sin embargo, pasó de largo para colocarse detrás de mí. Mi vista se fijó en Morax antes de que sintiera un filo punzante en mi nuca, haciendo que me arrodillase con un quejido. Giré la cabeza y vi a Alatus apretando el final de su lanza contra mi cuello, pero él insistió aún más para que me inclinase, creando una reverencia forzada para el rey.
—Lo preguntaré una vez más —dijo él, con una voz completamente monótona, y siendo forzada a mirar al suelo no podía ver su expresión—. ¿Cuál es tu nombre?
Tragué otra vez saliva.
—Iris —finalmente hablé—. No sé qué está pasando, pero tiene que ser un error.
Alatus apretó el pomo de la lanza de nuevo como una señal para callarme.
—¿Creísteis que podríais escapar de mis adeptus? —Morax adquirió un tono casi sarcástico —Childe, ven aquí.
Alatus descansó un poco la presión en mi nuca para que pudiese alzar la mirada, dejándome ver cómo traían a la terraza tres hombres. Era el grupo que me había recibido a este mundo y me había salvado de Alatus haciéndole desaparecer, los dos rubios y el castaño cuyos nombres ni me acordaba tenían mordazas en sus bocas para reducir gritos y súplicas. Todas sus miradas se intercambiaron entre mí y el hombre pelirrojo de ropas grises que se acercó a nosotros, los soldados les mantuvieron en su lugar como estaba haciendo Alatus conmigo.
—Ella no es una fatui, señor —dijo el tal Childe, su voz era un poco más jovial—. Ellos sí, pero ella no.
Se arrodilló a mi lado y el adeptus agarró mi pelo para que me encontrase cara a cara con el tal Childe, consiguiendo un quejido por mi parte.
Los ojos de Childe eran azules, pero carentes de luz. De todas maneras, su pelo naranja caía por su frente mientras me miraba, sujetando mi barbilla para distinguir todos mis rasgos con una expresión indiferente, también observó mi cuerpo de arriba abajo. Y cuando me quise dar cuenta agarró mi brazo, con fuerza al principio haciendo que me resistiese para evitar el dolor. Flojeó su agarre y con cuidado alzó la manga de mi sudadera para ver mi antebrazo.
—No la conozco —informó al resto—. Y no lleva la marca que solemos llevar. No es una fatui, no oficialmente, al menos.
Su pulgar trazó una leve línea en mi antebrazo antes de incorporarse para mirar a Morax y Alatus, no intercambiaron ninguna palabra más, pero sus miradas parecían comunicarse. Alatus me soltó el pelo al mismo tiempo en el que Morax se detuvo ante mí.
—Alatus, ¿me confirmas que fue esta la mujer que te atrapó? —preguntó tras un momento en silencio.
—No lo recuerdo bien. Eran muchas personas antes de que me envolviese el vacío... No sé cuánto tiempo estuve ahí... pero ella sí que estaba ahí cuando por fin escapé.
—No escapaste —Mi voz se alzó, tenía la sensación de que debía decir mi versión. Nadie me interrumpió—. ¡Yo te saqué! Toqué la tablilla y abrió un portal a este sitio.
Miré rápidamente a los tres "fatui", quienes trataban de negar con la cabeza, gritándome cosas que no entendía mientras los soldados trataban de callarlos, apretando su cara contra el suelo mientras se arrodillaban de una manera exagerada.
—Continúa—mandó Morax—. Y más vale que no mientas.
—Estaba explorando una casa abandonada en el bosque —Perdí el hilo durante unos segundos mientras alzaba mi mirada para ver a los tres—. ¡Mi móvil! ¡Tengo las fotos en mi móvil!
Childe se cruzó de brazos.
—Si te refieres a ese daguerrotipo extraño que tenías en tu posesión, está roto. Igual que el resto de tus cosas.
—Oh... Joder.
—Continúa.
—Vale —Tomé un respiro hondo—. Encontré una tablilla, y cuando la tomé esta comenzó a temblar, así que la solté y cayó al suelo. Saliste tú de una especie de torbellino —Miré a Alatus—. Y me atacaste.
—Ahora que recuerdo... Intenté usar mi visión para atacarla o escapar —Alatus frunció el ceño—, pero no podía hacer nada en ese lugar. Incluso mi visión perdió su brillo.
Aquí existía la magia, pero en mi mundo no, por lo que ahora sabía que él había tratado de atacarme con magia en vano. Esta gente podría matarme en segundos, y no paraba de preguntarme por qué no lo habían hecho ya.
—Tus ropas —la voz grave de Morax me sacó de mis pensamientos—. Tus... herramientas...
Miró a Childe con curiosidad, como si él quería que respondiese algo, él suspiró.
—Creo que puede ser una descendida. Sí.
Otra vez esa palabra, ¿significaba eso que en este mundo conocían a gente como yo? Personas de otro mundo, eso quería decir que quizás tuviera una oportunidad de salir de este sitio.
Morax levantó brevemente la barbilla, tomado una profunda respiración de... ¿nerviosismo? ¿alivio?
—A pesar de ser algo tan insignificante —Se agachó para agarrar mi mandíbula, sus guantes eran suaves al tacto mientras movía mi cabeza para inspeccionar cada detalle hasta que finalmente le miré a los ojos. Él sonrió levemente, pero no era amistoso—. Alatus, corta las cuerdas. Ha sido tu salvadora después de todo, ¿no es así?
—Pero...
—Alatus —A pesar de que él trató de objetar, Morax cambió su aire a uno que tanto a mí como su servidor nos recorriese un escalofrío por nuestros cuerpos.
El portador de la lanza entrecerró los ojos, y seguidamente se aproximó a mí para cortar las cuerdas en mis muñecas con su lanza antes de ayudarme a mis pies, miré su rostro por unos segundos antes de comprobar la rojez de mis muñecas. La voz de Morax hizo que mi vista se alzara alarmada.
—Matad al resto —continuó y ordenó a los soldados de la terraza.
Mi cabeza giró al trío de hombres, que inmediatamente trataron de zafarse mientras los soldados agarraban sus cabezas por el pelo, alzando sus lanzas.
—¡No! —traté de gritar, pero mi quejido cayó en oídos sordos. Childe impidió que me acercase.
Con un rápido movimiento, los tres soldados atravesaron sus cuellos con el filo de sus lanzas y todo se convirtió en silencio, clavando la punta en el suelo en frente de ellos haciendo que de alguna forma los empalasen y quedasen con una pose estática impidiendo que se cayesen al suelo.
El sonido de los huesos de sus cuellos rompiéndose bajo el filo de las lanzas es uno que me perseguirá toda la vida.
Mis manos inmediatamente cubrieron mi cara para evitar ver el resultado, lo único que se podía oír era las gotas sangre cayendo al suelo. Alatus simplemente cruzó sus brazos mientras Childe bajaba la vista y Morax volvía a su trono.
Pronto los soldados se llevaron los cuerpos y no pude evitar soltar un leve sollozo. En unas horas había visto más muerte que en toda mi vida.
—Bien —Morax se sentó de nuevo—. Llevárosla de vuelta, y darle ropa más adecuada.
—No no no... Esperad —Childe agarró mi brazo—. ¡Suéltame! Dejadme ir, ¡por favor!
—¿Para qué? Eres demasiado valiosa como para dejarte a merced del resto de Teyvat —Morax acercó su mano a su barbilla con una expresión divertida—. Te quedarás aquí por ahora.
Traté de resistirme mientras él me arrastró de nuevo por la puerta, miré los charcos de sangre una última vez hasta que las puertas se cerraron detrás de nosotros.
Notes:
Muchas gracias por leer!! <3
Chapter 5: Gusano
Chapter Text
—Si sigues resistiéndote voy a tener que llevarte a rastras, ¿quieres eso con una pierna herida? —Childe gruñó mientras bajábamos las escaleras para llegar a la puerta principal. Con el ceño fruncido y ojos lagrimosos finalmente accedo a ir con él—. Bien.
El viaje, para mi sorpresa, no fue para ir a las mazmorras de antes, seguimos bajando escaleras hasta el sótano hasta llegar a un pasillo con varias celdas. Dentro de este palacio habían otras mazmorras, supuse que para personas más importantes y para que Morax pudiese tener un acceso más rápido a ellos.
Esa hipótesis me provocó un escalofrío.
—Esta es la tuya.
Childe abrió una de las celdas, esperó a que yo me metiese dentro antes de encerrarme. Por lo menos aquí tenía una cama y una pequeña ventana. Oí la puerta cerrarse pero llamé su atención antes de que se marchase.
—Esos hombres te conocían.
Mi voz hizo que se detuviera en su camino de vuelta a su amo, oí un suspiro de su parte antes de que se girase.
—Los fatui son una organización de personas que están por todo el continente de Teyvat. Las personas que conociste eran fatuis.
—Y tú también lo eres —adiviné, mientras un guardia pasaba de largo, Childe lo miró durante un par de segundos.
—Eso es lo que ellos piensan —susurró a mi lado para que el otro no lo oyese.
Agarré los barrotes mientras él se marchaba del sótano, miré al guardia tomar asiento y él me miró de vuelta con una ceja levantada. Tomé unos pasos atrás para sentarme en la cama.
El tiempo pasaba, y desconocía qué hora era al ser todavía de día. Eventualmente me levanté para dar vueltas por la habitación, tratando de acostumbrarme al dolor de mi pierna. Con cuidado me senté tiempo después y quité levemente la venda, debería de haber sido tratada con cuidado cuando estaba inconsciente porque había una costra en su lugar, sin puntos ni nada parecido. Me pregunté si habían usado magia para curarme también.
Mis ojos se llenaron de lágrimas hasta el punto en el que finalmente comencé a llorar mientras me abrazaba a mí misma. Nunca me había sentido tan perdida antes.
—Me alegra ver que estás bien, dentro de lo que cabe.
Alcé mi mirada para ver a la mujer de pelo blanco de antes, llevaba una llave en su mano.
—Rex Lapis ha solicitado que te dé algo de ropa, es mejor llevarte a mis aposentos —El guardia estaba detrás de ella, vigilando—. Mi nombre es Ningguang.
—¿Eres una de los adeptus de Morax? —Traté de limpiar mi cara lo mejor que pude.
—Oh, dioses, no... Pero estoy a su servicio, eso sí... ¿Es cierto? ¿Eres de otro mundo?
—Aquí hay magia y monstruos. Y en el mío no. Si eso te sirve de respuesta. Ni hay un rey Morax.
—Morax, o Rex Lapis, como le llamamos los locales, no es un rey. Es el dios de Liyue —Me dejó pasar para poder ir con ella, una breve mirada de su parte al guardia hizo que no nos siguiera—. Es el dios de los contratos, el mora y el elemento geo —continuó mientras me giraba para verla—. Sí, un dios de verdad. Un arconte. Hay siete naciones en Teyvat, gobernadas por un arconte cada uno. Aunque hay algunas excepciones —susurró para sí misma—. Cada uno representa un poder elemental. El adeptus Alatus posee un artefacto llamado visión con la que controla el elemento anemo, viento.
Me masajeé la cabeza al recibir esa información. Parecía que este mundo era mucho más enrevesado de lo que podía parecer a simple vista.
—Así que... ¿no todos tienen poderes?
—No... Yo... —Ningguang adquirió un tono triste—. Yo recibí una visión geo, cuando era una niña. Pero Rex Lapis me la arrebató —Nos adentramos a una habitación simple, algunas pinturas y fotografías y libros por la cama al igual que pergaminos—. Ya irás aprendiendo poco a poco. Por ahora...
Abrió un baúl al lado de su cama y sacó un vestido marrón. La habitación era grande, con una cama individual, una mesita de noche con su lámpara, un armario alto, una mesa con su silla y un baúl, además de decoraciones. Las pinturas eran de montañas y paisajes soleados, y las fotografías de apariencia similar, el estilo seguía siendo como si fuera de China, lo cual me extrañó un poco, pero no dije nada.
Fui a una pequeña sala para cambiarme en paz, me habían quitado todas mis pertenencias por lo que simplemente dejé mi sudadera y pantalones a un lado para que ellos hagan lo que quisieran con ello. El vestido me llegaba a los gemelos y encima de este me puse una chaqueta azul con detalles dorados antes de atármela con un cinturón.
Al salir, Ningguang me dejó un espejo para comprobar mi pelo, sin mediar palabra ella me prestó también un cepillo suyo para que pudiera alisarlo poco a poco, volverlo a su forma natural sin suciedad de la mazmorra ni del campo. Gracias al reflejo del espejo pude ver cómo Ningguang le ofreció mi ropa a otra mujer, seguramente una sirvienta. Cuando mi pelo estaba en condiciones me levanté de la silla y di unos pasos para atrás, mirando con más atención a una pintura que me recordó a la primera localización en la que estuve en Teyvat. La cima de una montaña, un estanque y un árbol de hojas rojizas.
Mi cuerpo entonces chocó con una vasija de gran tamaño hecha de lo que parecía cristal, inmediatamente me di la vuelta para tratar de agarrarla, pero el ruido del cristal rompiéndose alteró a Ningguang y la sirvienta, provocando preocupación e incluso miedo. Me disculpé rápidamente mientras me agachaba para ayudar a recoger.
—No te preocupes, ¿te has cortado? —preguntó casi aterrorizada, dándose prisa para coger mi mano y comprobar que estaba bien, negué con la cabeza y seguidamente soltó un suspiro de alivio.
Con la otra mano, agarré un trozo de cristal para guardármelo en el bolsillo de la chaqueta.
—Será mejor que volvamos ya, Rex Lapis querrá verte de nuevo y asegurarse que estás en condiciones.
—Si te soy honesta... Espero que no.
—Por nuestro propio bien, espero que sí.
Cuando llegamos a la terraza, el cielo se estaba tornando a un color rojizo, Morax estaba cerca del borde hablando con otro hombre y mi mente se preguntó si un dios podía morir de una caída a gran altura. Ningguang me indicó que me acercase.
Pronto se dio cuenta de mi presencia, y tras una breve palabra con el otro, este se fue, dejándonos solos a los tres. Con cuidado me aproximé mientras él observaba la ciudad desde arriba, un barco se acercaba al puerto en la lejanía.
—Iris. ¿Tú crees que un gusano puede matar a un dragón? —Finalmente se giró para verme—. Un gusano, el ser más insignificante de la naturaleza. ¿Podría matar a un dragón? —Se aproximó a mí, mi cara se torció en una expresión confusa.
—¿N-No?
—Entonces...
Sus pasos eran seguros, y su altura hizo que intentase alejarme de él. Pero entonces mi espalda se topó con una pared, una especie de muro de roca surgió de la nada detrás de mí y tan pronto como mi cuerpo chocó con él, Morax me acorraló ahí mismo, con una mano al lado de mi cabeza e inclinándose hacia mí.
—¿Por qué intentas matar un dragón?
Mi garganta se secó al instante, su proximidad era abrumadora al igual que agonizante. Y para defenderme cogí el trozo de cristal en mi mano y le apuñalé.
O eso era lo que pretendía mi mente, porque en realidad él agarró rápidamente mi muñeca, apretándola con fuerza hasta que la solté con un grito. Cogió el trozo con la otra mano.
—¿Qué?
—No me pongas a prueba —Se acercó todavía más, hasta el punto en el que tuve que girar mi cabeza a un lado—. ¿Qué intentabas conseguir con esto, querida?
Con cuidado puso la punta en mi mejilla, para evitar que haga el más mínimo movimiento. Solté un quejido ahogado del dolor que sentía en mi pecho.
—Rex Lapis.
La voz de Ningguang trataba de sonar calmada, pero ambos oímos la desesperación que sentía.
—Por favor —suplicó ella.
Él se mantuvo en silencio por unos segundos, la mujer se acercó a nosotros, pero mantuvo una distancia prudente. Finalmente, Morax se giró para mirarla antes de que la pared desapareciera, provocando una caída por mi parte al haber tratado de apartarme lo más lejos de él.
Él sonrió.
—Me recuerda a alguien, ¿a ti no? —preguntó con fanfarronería. Pero Ningguang mantuvo su preocupación.
—Una vasija de cristal se rompió en mi cuarto. Es mi culpa. Deberías castigarme a mí.
—No tengo tiempo para esto —Al ver que iba en mi dirección inmediatamente me alcé a mis pies—. Ten cuidado con lo que haces, gusano. Ningún ejército ha podido detenerme y dudo mucho que tú seas la primera. Pero aprenderás la lección.
No tomó ni tres segundos hasta que un par de guardias agarraron mis brazos. Por supuesto traté de defenderme, pero apenas pude acertar una patada para que uno de ellos me apretase el codo con fuerza, haciendo que parase en seco y gritase de dolor, retorciéndome.
—¡Soltadme!
Morax sonrió.
—Aprenderás que todas tus acciones tienen consecuencias.
Unos nuevos grilletes aparecieron en mis muñecas, me llevaron al sótano agarrándome por mis antebrazos, todavía no sabía por qué pero ya me estaba arrepintiendo de lo que había hecho. Quizás habría sido mejor si hubiera intentado clavarme el cristal a mí misma.
Chapter 6: Ayuda
Chapter Text
La noche ya había caído, y la ciudad se llenó de movimiento como podía escuchar por la ventana. Los guardias habían encadenado mis esposas a la pared, dejándome el suficiente rango de movimiento como para poder tumbarme en la cama y dormir en paz, además de caminar por la celda. El ruido de fuera era bastante mayor por la noche comparándolo con unas horas antes.
Miré con cuidado el corte que tenía en la palma a raíz de agarrar el cristal antes, apenas me había dado cuenta de que estaba sangrando hasta que salí de la mirada de Morax y mi cuerpo se había calmado. La guardia me vendó antes de meterme en la celda.
Al menos me habían dado comida, pero parecía que Morax también quería castigarme por ese medio ya que solo recibí un pequeño pan duro y agua.
Estaba demasiado cansada como para gritar, simplemente terminé el pan y devolví el vaso al guardia antes de tumbarme en la cama para poder tratar de dormir.
Sin embargo, tras unos minutos con los ojos cerrados los pasos del guardia me llaman la atención, haciendo que alzase la cabeza para ver cómo este se marchaba de las mazmorras y otros dos entraban. Cambio de guardia, supuse.
—Aquí está —dijo uno de ellos, parado frente mi puerta y quitándose los guantes de su armadura mientras el otro la abría.
—¿Qué queréis ahora? —Levanté medio cuerpo y puse los pies en el suelo, tensa.
—¿Qué queremos? —El primer guardia me miró con soltura, acercándose a mí de una forma que hizo que me incorporase inmediatamente—. ¿No me reconoces de esta mañana? Me tiraste al agua. He sido objeto de burlas todo el día por tu culpa.
Solo era capaz de levantar mis manos para prepararme, pero tenerlas encadenadas la una con la otra hizo que con un simple movimiento el guardia me las apartase de su pecho. Seguidamente su pie alcanzó mi pierna con un golpe, haciendo que con un grito cayese al suelo, justo impactando en la zona de la herida. Solté un quejido antes de que me pegase en el costado y en el pecho para tirarme al suelo.
Presionó su bota contra mi pecho, solo podía ver su cuerpo sobre el mío mientras este sonreía. El aire empezó a fallarme, y no podía hacer más que jadear y sollozar, ni siquiera podía emitir sonido. Alcé mis manos para agarrar su pierna y arañar con toda la fuerza posible.
—Me las vas a pagar.
Se agachó para agarrarme del pelo y tirar de mí lo suficiente como para arrastrarme un metro o dos y tirarme otra vez, esta vez más cerca de la puerta ahora abierta. Daba igual que tratase de correr, las cadenas me lo impedirían.
Mi visión se nubló por un momento y grité cuando el hombre se colocó sobre mí, aprisionando mis manos por encima de mi cabeza mientras que su mano libre recorría mis caderas y pecho. Me moví todo lo que pude, llorando y gritando al sentir sus asquerosas manos en mí. Iba a morir. Iban a abusar de mí y luego matarme.
—¡No me toques, cabrón!
Totalmente preocupada por el guardia tocándome y manoseándome, me había olvidado por completo del otro que vino con él. La puerta de las mazmorras se abrió de nuevo, pero el ruido fue silenciado por mis intentos de zafarme y mis gritos, sin embargo el otro guardia, quien estaba observando la situación, se giró y fue por las escaleras para comprobar.
De repente, un estruendo hizo que ambos levantáramos la cabeza para ver cómo el cuerpo del guardia caía por las escaleras, para poco después formar un charco de sangre debajo de él.
Me asusté, pero el hombre se asustó incluso más. Se levantó rápidamente y corrió para coger su lanza e ir al origen del ataque, traté de incorporarme como pude y arrastrarme lejos de la puerta. Entonces pude ver cómo una flecha impactaba en la cabeza del hombre, y antes de que cayera al suelo, la flecha explotó dentro de su cabeza, pero en vez de fuego... era agua. Sangre salpicó las paredes y el cuerpo cayó sin gracia alguna, como si fuera un trapo de cocina empapado, así uniéndose a su compañero.
Alguien bajó por las escaleras y yo solo era capaz de oír sus pasos y mis propias respiraciones entrecortadas. Mi corazón latía cada vez más rápido y mis pulmones fallaron en el momento en el que divisé a la figura portadora del arco, llevaba una capucha encima y una máscara que ocultaba su rostro. Esta observó los cadáveres que había creado en tan solo unos segundos y entonces se giró a por mí.
Como deseé que esa puerta estuviera cerrada.
—¡Aléjate! ¡No te acerques!
Rebuscó en los bolsillos de uno de ellos y de ahí sacó una llave pequeña antes de que caminase hacia mí. Miré a mi alrededor para buscar una piedra, cualquier cosa para defenderme.
—No voy a hacerte daño —La figura con voz masculina se acuclilló a una distancia prudente. Me enseñó la llave que eran de las esposas que me mantenían encadenada—. Déjame ayudarte.
No lo creía. Iba a hacerme daño, a provocar una matanza para que mi cuerpo se uniera a los otros dos. Mi cabeza negó mientras que el resto de mí mantenía una postura rígida, a pesar de estar temblando. Él insistió.
—Por favor, estoy de tu lado —Con cuidado me lanzó las llaves de mis cadenas, y sin que le diese tiempo a que se arrepienta las cogí y tras un par de segundos los grilletes cayeron al suelo—. Tengo que sacarte de aquí.
—¿Quién eres? —Todavía me dolía el pecho, me costaba hablar y respirar.
—Eso no importa, ¿estás bien? Siento no haber llegado antes —Me tendió la mano en un gesto de confianza.
Mis ojos se fijaron en su mano enguantada, traté de mirar más allá de los agujeros de su máscara, pero apenas podía ver nada con la escasa luz de mi celda. Por el momento me había salvado la vida a pesar de no saber quién es.
Con cuidado acerqué la mía para agarrarla, él tiró de mí hasta que salí de la celda.
—Sí... creo que estoy bien.
—De acuerdo. Tenemos que irnos, ¿vale?
Con mi mano aún agarrada, me guió fuera de las mazmorras, donde había más guardias en el suelo, pero sin sangre.
El hombre encapuchado me ayudó a salir por una ventana y escalar al techo del edificio gracias a unas enredaderas, después él me siguió y amortiguó mi caída al saltar de un muro que nos llevaba fuera del recinto, fuera de las manos de Morax. Avanzamos entre los árboles y otros edificios hasta que llegamos al campo, traté de continuar, pero él me detuvo.
—No te puedo ayudar más, vas a tener que seguir tú sola.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Tengo una labor en Liyue. Pero tú debes ir a Sumeru —trató de bajar el tono de su voz para susurrarme mientras colocaba sus manos en mis hombros—. Es una nación vecina al oeste de aquí. Los guardias de Morax no pueden alcanzarte allí.
—Pero... ¿Por qué haces esto?
—Porque eres una descendida, una persona de otro mundo, y te necesitamos... Las leyes de este mundo no te afectan de la misma manera que a los demás. Si hay alguien que puede cambiar esto, eres tú —Sacó de su bolsillo una daga, envainada en su funda—. Para protegerte. No confíes en nadie, solo en los fatui, tienen un símbolo en su brazo, como este —Se remangó para enseñarme un tatuaje de una flor de cuatro pétalos, con un círculo en cada uno.
No podía pensar con claridad, mis manos agarraban el mango de la daga con fuerza, hasta el punto en el que mis nudillos estaban blancos. Colocó una mano en mi hombro, pero entonces escuchamos gritos en la lejanía de guardias, dando la voz de alarma.
—Tienes que irte, corre.
Me empujó para que mis pies se pusieran a funcionar, avancé por la colina, viendo cómo él sacaba su arco de nuevo de la nada y se preparaba para atacar.
Seguí avanzando, los guardias se acercaban y, desde una dirección que desconocía, le dispararon. Una flecha cayó en su hombro haciendo que se distrajese por un momento, lo suficiente para que se abalancen sobre él.
Me detuve en seco, preocupada por mi salvador. Varios agarraron sus extremidades para que otro le arrancase la capucha y máscara para así ver su cara.
Era Childe, el chico pelirrojo que estaba con Morax.
Miró en mi dirección, y desde la distancia intercambiamos miradas mientras trataba de zafarse de sus agarres.
—¡Corre!
Chapter 7: Al filo del viento
Chapter Text
Me preguntaba si Childe estaría vivo todavía. Seguí escuchando gritos cuando me iba, pero llegó un momento en el que traté de tapar mis oídos y seguir adelante.
Corrí por el bosque, sujetando con fuerza el arma que él me había obsequiado, ¿por qué? ¿por qué me había ayudado? La palabra "descendida" venía a mi mente una y otra vez, sin embargo, no podía darle un sentido. No podía darle un sentido al por qué querrían salvarme.
Él me dijo que era uno de esos fatuis, pero también trabajaba para Morax, y permitió que matasen a sus compañeros a sangre fría.
A mis espaldas la ciudad brilla en la noche, adquiriendo una tonalidad naranja preciosa, seguí el camino subiendo la colina, dejándola atrás. Sin embargo, un ruido cerca de un arbusto captó mi atención, y el conejo que saltó hizo que soltase un quejido, corto pero lo suficientemente ruidoso para que alguien cercano lo pudiera oír, así traté de acelerar el paso. Atravesé una especie de arco de piedra, creado naturalmente al ver que unas rocas habían colapsado de una pequeña montaña para chocarse con la de al lado, quedando atascadas.
Continué el camino con cuidado de que no me vieran, y al acercarme a unas casas me di prisa para pasar por detrás sin incidentes, una estatua de Morax capturó mi atención durante unos segundos. Se veía poderoso sentado en su trono y sosteniendo una especie de cubo.
Nunca había dormido en la calle, siempre he tenido un lugar al que ir ya sea la casa de mis padres, familiares o amigos. Pero esta vez estaba completamente sola, sin comida ni mantas ni conocimiento de dónde estaba. Seguí la pista del sol al ponerse así que sabía que estaba yendo en dirección correcta.
Al poco tiempo encontré un pozo, del que bebí hasta saciarme. Y cuando ya estaba tiritando del frío y completamente perdida, encontré unas ruinas de lo que parecía ser un pueblo. Pero en vez de madera como otras casas habitadas que había visto en el camino, estas eran de piedra.
No había nada dentro, solo un poco de maleza. Con cuidado me hice mi propio hueco y finalmente me senté, agotada tras haber caminado por horas. Estaba tan cansada que unos segundos después de tumbarme y abrazarme a mí misma, caí en un profundo sueño.
• • • • • • •
Nunca había escuchado este silencio.
Estaba acostumbrada al ruido de los coches, de las personas que pasaban cerca de mi casa, los aviones en el aire y de algunos ladridos de los perros que salían a pasear por la mañana.
En este caso, solo podía oír los cantos de los pájaros. La luz se filtraba por los huecos de las ventanas y del techo, iluminando la estancia y dejándome ver con claridad cómo de destrozado estaba este sitio.
No supe cuándo me desperté, pero seguí adelante. El sol me guió al oeste así que continué el camino con una fruta a modo de desayuno, estaba un poco reacia a comérmela ya que no sabía si era venenosa, pero vi a un par de zorros comiendo de su carne así que decidí disfrutar de la fruta de color melocotón, pero con una forma similar a la manzana.
También vi todo tipo de criaturas, desde babosas con forma redonda y ojitos bonitos hasta cosas humanoides con máscara, algunos más grandes que otros, tan grandes que podían llegar al segundo piso de una casa tranquilamente.
También había humanos en el camino, más de una vez me vi obligada a tratar de esconderme al ver a un grupo acercarse por el camino en mi dirección, rezaba para que no me vieran, y si fuera así, que Morax no haya puesto un precio a mi cabeza.
Seguí caminando hasta llegar a un lago, al otro lado una especie de pequeñas piscinas en diferentes niveles, con agua de un color más turquesa como si la concentración de sal fuera mucho mayor, un árbol desnudo creía de una de esas piscinas naturales, y también pude divisar unas grandes estatuas dando entrada a unas ruinas.
Había muchas ruinas en este sitio, demasiadas para ser sincera. Liyue era un país que había nacido de una guerra bajo el mandato de su dios. Desconocía si lo querían, o simplemente lo temían. ¿Cómo podía ser tan bello este lugar y tan horroroso a la vez? Este escenario era digno de una pintura en un museo de renombre. Real o no, daba igual.
Fue entonces cuando vi una figura moviéndose por los bordes de las piscinas, observando los alrededores.
Sabía que era Alatus, pero no empecé a moverme hasta que se giró a mí, sus ojos dorados brillaban bajo la luz del sol incluso a metros y metros de distancia, y con un brillante lago entre nosotros. Di unos pasos atrás antes de salir corriendo. A pesar de que estaba relativamente lejos, desconocía hasta qué punto sus poderes alcanzaban.
Volví al camino más rápido de lo que pensaba, e inmediatamente me dirigí al edificio que había en mitad del estanque, una casa en la cima de una gran roca con un enorme árbol dorado en la cima. Si me acercaba a la gente, quizás Alatus estaría un poco más reacio a matarme o... en ese momento no quería ni saber cuáles eran sus planes o los de Morax una vez ya sabían que había escapado.
Estaba cruzando el puente a la isla donde estaba el lugar cuando algo apareció de la nada en frente de mí. Apenas tuve tiempo para reaccionar cuando choqué con mi perseguidor y caímos ambos al suelo, el viento a nuestro alrededor pegó más fuerte mientras él se colocó con rapidez encima de mí, con ojos furiosos agarró su lanza con fuerza y la colocó contra mi cuello, una amenaza clara mientras pequeñas partículas negras y turquesas nos rodeaban.
No quería hacerle daño, así que simplemente moví mi brazo con todas mis fuerzas para impactar el puñal de la daga sobre su cabeza. Su cuerpo cayó como un saco de patatas, dándome el suficiente tiempo como para levantarme y salir corriendo, me acerqué a un restaurante que había a los pies de la roca. No había ninguna duda de que los transeúntes habían visto lo que había pasado, el breve encuentro no había ocurrido más allá de veinte metros.
—¿Podéis ayudarme?
Mis preguntas cayeron en oídos sordos, la gente comiendo me miró por un momento pero enseguida volvieron a lo que estaban haciendo.
Alatus se estaba incorporando, así que no tuve más remedio que recurrir a mí misma y tratar de encontrar un sitio donde esconderme. Las escaleras eran un suicidio, un simple empujón y estaba fuera, además de que me vería con facilidad. Lo más seguro entonces era esconderme en el almacén que había bajo el primer descanso de las escaleras. Me metí con la máxima rapidez que pude entre las cajas y esperé, mi respiración era fuerte tras haber corrido y huido de Alatus, así que traté de silenciarme con mis manos.
No sé cuánto tiempo estuve ahí, pero no fue más de dos minutos. El bullicio que podría haber habido en una terraza como esta se disipó completamente. No podía ver lo que estaba sucediendo fuera, traté de moverme para ver entre las cajas pero de repente unas manos tiraron de mis hombros y me aprisionaron contra esta, vi los ojos brillantes de Alatus antes de que él clavara su lanza en la caja solo a unos centímetros de mi oreja.
—¿Qué pensabas que iba a pasar al escapar? —Se acercó a mí—. Rex Lapis tiene a todos los adeptus buscándote. Era solo cuestión de tiempo.
—Te... Te salvé la vida —mi voz era débil, agotada—. Por favor, Alatus. No tienes por qué obedecerlo —Él bajó la vista con el ceño fruncido.
—Tengo un contrato con él, no tengo otra opción.
—Por favor te lo ruego. No me vas a volver a ver. Me lo debes.
—¡Cállate! No te debo nada —Noté cierto temblor en su voz, miedo.
No podía permitirme jugármela, al estar tan cerca no logró ver a tiempo mi brazo moverse, había sacado la daga de su funda y ahora la punta descansaba en su costado, trataba de mantener mi mano firme pero estaba temblando.
Alatus la miró por un momento y luego a mí.
—No lo harás.
—Déjame ir, por favor.
Él se acercó todavía más para presionarme contra la caja, haciendo que mi cuerpo tomase una bocanada entrecortada de aire. Su mano se colocó sobre mi muñeca que portaba el arma pero no hizo nada. No podía hacer más que evitar su mirada, tan cerca que estaba segura de que podía analizar mi alma detrás de mis ojos. Su voz era tan afilada como el viento de una montaña.
—Vas a darme la daga y venir conmigo de vuelta a Rex Lapis. Sin peleas ni sangre —Con su mano libre sujetó la lanza a mi lado—. Le diré entonces que no has presentado ningún problema y quizás tu castigo sea más leve.
Chapter 8: El contrato
Chapter Text
—Vas a darme la daga y venir conmigo de vuelta a Rex Lapis. Sin peleas ni sangre —Con su mano libre sujetó la lanza a mi lado—. Le diré entonces que no has presentado ningún problema y quizás tu castigo sea más leve.
Mi mano poco a poco se alejó de su cuerpo, la movió para poder atrapar la daga antes de que la soltase. Un sentimiento de rabia e ira me llenó por dentro.
No podía hacer otra cosa, sabía que era verdad. Si intentaba huir o atacarlo él me podría matar con facilidad, por no hablar de que podrían venir más adeptus en mi busca y romperme las piernas o incluso peor.
—Bien —Miré a Alatus, quien arrancó su lanza de un simple movimiento y dejó caer el arroz que había dentro a mis pies—. Vayámonos entonces.
No me dio opción, agarró mi brazo para atraerme a él y la oscuridad nos envolvió. Con ella todo se llenó de gritos, no podía ser capaz de localizarlos pero estaban por todas partes. Sentí algo tocarme la espalda y grité antes de que apareciéramos de nuevo en la terraza, de repente tanto los gritos como la oscuridad desaparecieron.
El corazón me iba a mil, sentí que mis piernas fallaban y mi cuerpo caía al suelo. Pero Alatus me mantuvo firme, o quería mantenerme agarrada para que no intentase nada estúpido, lo miré y él parecía mantener una expresión serena.
—No te preocupes por eso. Ellos no pueden alcanzarte.
—¡¿Ellos, quiénes?!
—Demonios.
Un guardia se metió en el edificio para llamar a Morax, y Alatus simplemente mantuvo silencio por unos cuantos segundos.
La puerta se abrió, apenas tuve tiempo para poder girarme antes de que algo duro me agarrase las muñecas. Unas cadenas de rocas brotaron del suelo y me anclaron a este, al tirar de ellas estas se acortaron y caí al suelo de rodillas con un quejido, la superficie rocosa apretó con fuerza mi piel hasta el punto en el que cortaron piel, amenazando con infligir mucho más daño si me atrevía a tirar de ellas. Luché por mantener mis ojos secos mientras tomaba un respiro profundo.
—Buen trabajo, Alatus.
Alcé la vista para ver al arconte geo frente a mí, observándome con furia y rabia contenida, muy bien contenida. Si no supiera que sus ojos estaban brillando más de lo normal habría dicho que incluso le daba igual que hubiese escapado. Entonces se dirigió a su adeptus.
—¿Childe?
—Ni rastro, solo esto.
La mano de Morax brilló, y en mi campo de visión entró la daga de Childe, que flotó hasta llegar a él. Lo observó con detenimiento antes de mirarme a mí, antes de que se diera cuenta de mis ojos mojados bajé la cabeza. Parecía que Childe logró escapar de los guardias con los que le vi por última vez porque no estaba aquí en mi misma situación. Y parecía que Morax y yo teníamos la misma pregunta.
—¿Dónde esta? —La daga voló a mi cuello, recorriéndolo casi con dulzura antes de que levantase mi barbilla.
—No lo sé —confesé, porque era la verdad. Me había dicho de ir a Sumeru pero todo fue para nada—. Si se ha escapado de tus guardias no es mi culpa.
Él sonrió.
—Yelan, adelante.
La puerta se abrió de nuevo, pero no pude ver a la persona que caminaba hacia nosotros, tampoco era capaz de girar la cabeza sin que me lo impidiera el filo de la daga.
—¿Sí, mi señor? —Era la voz de una mujer, grave, pero fina.
—Busca a Childe, en todas y cada una de las naciones si es necesario. Haz lo que tengas que hacer. Lo quiero vivo. Pero si así lo requiere tráeme su cabeza para mandarla al Palacio Zapolyarny. Que sepa la arconte cryo con quién está jugando... —Ladeó levemente la cabeza pero no era para nada un gesto amistoso—. Y tú... ¿Qué te dijo Childe?
—Que te jodan —gruñí. Childe me había salvado la vida, no iba a venderle.
Yelan se acercó, llevaba tacones. Pude ver entonces a la mujer, de pelo oscuro y corto con un abrigo blanco colgando de su espalda
—Déjame diez minutos con ella —Sacó de su bota un pequeño cuchillo, mi expresión tembló pero Morax la detuvo.
—No es necesario. Limítate a cumplir con tu deber.
—Sí, señor.
La mujer se arrodilló ante él antes de salir, cerrando la puerta detrás de ella. Morax apartó la daga de mi cuello, dejando que tome un respiro que no sabía que estaba conteniendo. Morax levantó la mano y bajo ella creó una lanza, más grande que la de Xiao. Caminó detrás de mí donde yo no podía verle.
Fue entonces cuando sentí la punta del palo de la lanza en mi nuca, apretando y empujando. Me resistí para evitar que mi cuerpo se doblase todavía más y dejar que me humillase más. Aunque tanto yo como Morax sabíamos que solo hacía falta una mínima fracción de su fuerza para que moviese mi cuerpo a su favor, apretando hasta que mi frente tocaba el suelo y mi espalda se doblase sobre mi regazo.
Solté un sollozo antes de sentir el ardor. Empezó como un pequeño punto caliente que confundí con la propia fuerza de Morax. Pero el ardor se convirtió en calor y el calor en fuego. Empecé a gritar de dolor al sentir una aguja en llamas clavándose en lo más profundo de mí, y era completamente incapaz de apartarlo no importaba cuánto me movía, luchando contra las cadenas cuya tortura no era nada comparada con lo que estaba sintiendo en la nuca.
—¡Para! ¡Por favor! ¡POR FAVOR! ¡PARA!
No podía hacer más chillar. Hasta el punto de que me daba igual morir, cualquier cosa era preferible a lo que estaba sintiendo.
Y en un momento, terminó. Todo volvió al frío y sentí mis manos liberarse, ensangrentadas por las cadenas. No me atrevía a moverme con miedo de que enfurecería más a Morax. Cuando pasaron unos segundos que todo estaba en silencio mi mano se alzó temblorosa y con lentitud a mi nuca. Esperaba encontrar la carne blanda debajo de mi pelo, sangre o una herida. Pero en vez de sentir dolor, no sentí nada, no sentí ni siquiera el tacto de mis dedos. Encontré algo duro, algo liso pero perfectamente robusto incrustado en mi piel, con diferentes formas, como si fuera...
—¿Qué me has hecho?
Era una gema. El puto loco había incrustado una piedra en mi nuca.
—Un pequeño regalo —Él se acuclilló ante mí, agarrando mi barbilla, estaba demasiado débil como para apartarme—. Así todos sabrán de quién eres, considéralo un favor.
Morax rio antes de levantarse de nuevo, sentí ese terrible dolor otra vez y mis pulmones fallaron. No podía gritar. Pero esta vez el dolor duró poco, mis lágrimas cayeron al suelo mientras sostenía mi pecho como si eso fuera a recargar mis pulmones, respirando con dificultad.
—Te ofreceré un contrato —continuó—. Te dejaré ir, eso es lo que quieres, ¿no?
Con cuidado me incorporé para ver cómo Morax se alejaba de mí y miraba al cielo despejado. No me había fijado antes por las nubes, pero divisé en las alturas una isla. Una isla en el cielo, flotando sin nada debajo.
—¿Qué quieres? —pregunté, más preocupada por los pensamientos que estaban pasando por su cabeza.
—Roba la gnosis del poder del viento, y libera al dios Barbatos de su prisión en Mondstadt, la nación vecina—Xiao a mi lado inmediatamente se puso tenso. Con el ceño fruncido alcé mi cuerpo y me fijé en cómo temblaban sus manos—. Las gnosis son el corazón de un arconte, de donde viene su poder. La suya fue arrebatada.
Me crucé de brazos mientras caminaba de vuelta a mí extrayendo un artefacto de su pecho mediante magia, con la forma de una pieza de ajedrez y un brillo peculiar. La gnosis.
Mis manos volvieron a mi nuca para sentir la presencia de la gema y al mismo tiempo darme cuenta en las heridas en mis muñecas, manchando hasta mis dedos.
—¿Así que de ahí procede tu poder?
—Una parte, sí.
Traté de ser lo más rápida posible, tenía que intentarlo, pero inmediatamente me sentí estúpida cuando Morax esquivó mi mano que iba a por la gnosis. En un instante estaba de pie con apenas preocupación y al siguiente tenía agarrada mi muñeca, estirando mi brazo hasta el punto en el que mi cuerpo estaba pegado al suyo. Me arrepentí al instante al ver su sonrisa tan cerca de mí, haciendo que mi cuerpo se calentara y congelara al mismo tiempo.
—Tan predecible como el resto... Entonces, ¿aceptas?
—¿Qué pasa si me niego?
—No te vas a negar —Su cara se acercó a la mía, hasta el punto en el que sus labios rozaron mi oído. Traté de apartarme en vano—. No volverás a ver la luz del sol, las cadenas que una vez cortaron tu piel serán parte de ti, haciendo que tu piel crezca alrededor de ellas. Nadie de tu mundo volverá a verte, y acabarán olvidando tu mera existencia mientras tu cuerpo yace medio muerto en el suelo de una mazmorra, rogando que alguien te mate —Su voz sonaba en mi mente, como si mis propios pensamientos estuviesen saliendo de su boca, quise gritarle pero estaba paralizada—. A merced de mis soldados, que... Al parecer... Te tienen mucho cariño.
Su mano libre rozó mis hombros hasta que sus dedos se posaron en la gema en mi nuca. Al instante una leve punzada me recorrió desde el cuello hasta la punta de los pies, provocando que arqueara la espalda.
—Y con mi pequeño regalito, seré capaz de hacer lo que quiera contigo —ronroneó.
Me soltó de una manera tan brusca que casi hizo que cayera al suelo por la falta de fuerzas, su presencia en mi propio cuerpo me presionó para que me arrodillase ante él. Pero lo luché.
—Ya basta, por favor —me encontré diciendo, mi voz era débil, patética—. Lo haré.
Morax inclinó la cabeza en señal de entendimiento. Entonces extendió la mano hacia mí, que comenzó a brillar.
—Tu misión será adentrarte en Mondstadt para liberar al arconte Barbatos de su prisión —Símbolos aparecieron a su alrededor, como si estuviera escribiendo en el aire a medida que hablaba—. Los habitantes de su nación le han traicionado, así que utiliza los medios necesarios para conseguir la gnosis anemo y devolvérsela. A cambio, yo te dejaré ir de mis terrenos libre y buscaré la forma de que regreses a tu hogar una vez cumplida tu misión. Siempre y cuando obedezcas tu parte —Recibí un pinchazo en mi nuca—. Y mantengas mi obsequio contigo.
—¿Te refieres al parásito infernal que tengo por lunar?
—Considéralo una forma de mantenerte conectada conmigo, y así no te alejarás de tu objetivo. ¿Trato hecho?
Lo miré con odio. Estaba haciendo como si tuviera algún tipo de opción en esto cuando en realidad me estaba preguntando si quería obedecerlo o vivir el resto de mis días en un agujero. La presencia de Alatus a mis espaldas demostraba que estaba listo para ir por mí si atrevía a cometer cualquier locura.
Pero daba igual lo que hiciese, todo esto era una locura. Y en mi interior sabía que iba a cometer la mayor locura de todas.
—Trato hecho.
Y agarré su mano.
Chapter 9: La nación del viento
Chapter Text
Había escalado en pocas ocasiones en mi vida, pero sabía lo que se sentía cuando raspabas tu mano con una roca, esas partes filosas dañando tu palma hasta el punto en el que se levantaba la capa superior de la piel.
Eso es lo que sentí cuando tomé la mano del arconte geo, él la agarró con fuerza y sentí cómo el poder del contrato me llenaba por dentro, condicionando mi vida y mi cuerpo.
Entonces me soltó, su guante estaba dañado, y su palma afectada de la misma forma que la mía, con raspados y pequeños cortes. Él parecía estar más que acostumbrado ya que, ahora que su guante se encontraba rasgado, podía ver las cicatrices en sus palmas, heridas tanto abiertas como cerradas. No dijo nada mientras Alatus le dejaba un nuevo guante para sustituir el anterior.
—Alatus, la acompañarás a la frontera. Y dale algo para comer.
El adeptus afirmó con la cabeza, y me miró de reojo antes de marcharse. Yo traté de limpiar la sangre en el vestido.
—¿Cómo encuentro la gnosis?
—Está en posición de la nueva "arconte anemo" —Frunció el ceño—. Una mujer mortal que se cree divina y superior, su nombre es Jean Gunnhildr, reside en la ciudad de Mondstadt —Alatus regresó con una pequeña mochila—. Buena suerte, y no me falles.
Alatus colocó la mano en mi hombro, fue todo lo necesario para poder salir de ese sitio. La oscuridad nos envolvió de nuevo y me vi obligada a sujetar al joven con fuerza hasta que llegamos a nuestro destino. Nos recibió un día nublado, con algo de viento al estar en la cima de una colina. Podía ver molinos de viento a lo lejos, y la sombra de una catedral. Mondstadt se veía diferente a Liyue, sus montañas eran distintas, más pequeñas, y se veía más... Verde.
Sin embargo, tenía la sensación en ese momento que el terreno era extraño, irregular, como si un terremoto hubiera movido toda la tierra y la desencajó.
Alatus me dio la comida, y yo decidí sentarme para beber agua primero. Él se sentó a mi lado y sacó un pequeño frasco.
—Dame tu mano —habló.
Algo reacia, extendí la mano que estaba dañada hacia él, quien empezó a aplicar algunas gotas del contenido del frasco en la herida y mi muñeca, para distraerme del escozor empecé a comer el pan relleno que había en la mochila mientras miraba a otro lado.
—¿Has estado alguna vez? En Mondstadt.
Por suerte para mí el escozor duró poco, y al bajar la vista vi que la herida ya no estaba abierta, alcé las cejas en sorpresa y me volteé para tocar el vendaje de mi pierna, sin sentir dolor. Así que eso era lo que me habían hecho para que se curase más rápido.
—El contrato que hice con Rex Lapis me impide salir de la nación. No es que quiera, tampoco. Mondstadt es mucho peor que Liyue, por lo menos. Rex Lapis nos protege.
—Os controla.
Alatus levantó la cabeza para mirarme a los ojos. Sentí una leve presión en la nuca, como si una mano estuviera sujetándola, empujándola para que inclinase la cabeza.
—Ten cuidado con lo que dices, él puede vigilarte —Se señaló el cuello mientras sus ojos dorados brillaban—. Y si intentas arrancártelo romperás el contrato y te arrastrará a Liyue para torturarte.
Bebí un poco de agua antes de levantarme y localizar el camino que tenía que seguir. Tenía miedo, mis manos temblaban con impotencia de no poder decidir por mí misma. No quería hacer esto. Nada de esto era mi problema.
—Iris —Alatus me tendió la daga de Childe—. Ten cuidado.
—Gracias. ¿No me vas a desear buena suerte? —Intenté calmar la situación.
—Yo no creo en la suerte.
Comencé a caminar colina abajo, pero después de unos pasos me di media vuelta para ver a Alatus una vez más pero él ya había desaparecido, dejándome a solas con mis pensamientos.
Solté un suspiro y empecé a caminar colina abajo, atravesando un río. Al otro lado del puente había unas bolas de babas de color azul, al parecer bebiendo el agua de la orilla, traté de avanzar con cuidado y dirigirme al camino que llevaba más allá, evitando a los monstruos que, a pesar de tener cierto encanto, dudaba que fueran amistosos.
Quise evitar tocar la gema en mi nuca, con miedo de que Morax pudiera de alguna forma hacerme daño en la distancia. Al ver la daga en mi mano pensé en rascármela, tratar de arrancarla. Pero, ¿qué tan profundo estaría? Evité un gesto de asco al pensar en hundir la punta del filo unos centímetros para dejar un agujero en mi piel.
Un ruido a lo lejos llamó mi atención, al levantar la cabeza rápidamente vi un grupo acercarse a mí por el camino. Desconocía si me habían visto, pero igualmente me metí en la zona boscosa, escondiéndome en unos arbustos con tal de que ellos siguieran su camino y no se detuviesen por mí.
—¿Visteis la cara que puso? —rio uno de ellos, su voz era grave y jocosa—. La puta no tenía ni idea, ¡ja, ja, ja!
Un escalofrío recorrió mi interior.
—Habría pagado para verlo. Pero, joder... Esa cara de miedo cuando nos vio a los cuatro encima de ella, sus lágrimas... —canturreó y se lamió los labios, recordando. Me dieron ganas de vomitar—. Solo necesitó una pequeña advertencia, y ya abrió sus hermosas piernas para recibir lo que se merecía.
—Tendríais que haber probado su garganta, chicos. No sabéis lo que os perdéis.
—Qué asco. Esa gente tiene mil cosas en la boca.
Temblores evitaban que pudiese mantener las manos relajadas, y no era por el viento o el frío que hacía. Esperé a que estuviesen lo suficientemente lejos como para salir de mi escondite como si nunca hubiera estado ahí y procedía a mirar a mi alrededor para encontrar algo de comer.
La fruta de este mundo no estaba nada mal, no era tan jugosa, pero el sabor estaba bueno, como manzana o pera. Pero me secaban la boca y para evitarlo necesitaba agua al mismo tiempo. Tras unos minutos encontré un riachuelo más abajo así que me acerqué para poder beber durante un momento. El agua era fresca y pura así que aproveché para mojar mis piernas y la nuca, limpiando la sangre que pudiera tener, también para comprobar cómo estaba la herida de mi gemelo bajo el vendaje, sorprendentemente no quedaba mucho más que el principio de una cicatriz, así que no vi necesidad en seguir teniendo un vendaje.
De repente, una flecha se clavó en las rocas bajo el agua, pasando a unos centímetros de mí.
Me giré rápido, y otra flecha trató de alcanzarme. A una distancia prudente de mí había unos hombres con máscaras, su piel pintada completamente de gris oscuro y con ropas tribales, sus armas eran rudimentarias, hechas con madera y piedras. Y detrás de ellos apareció lo que no podía ser otra cosa más que un monstruo, de gran altura pero de una complexión similar, solo que mucho más musculoso. Llevaba un enorme hacha y corría hacia mí con los otros.
No podía hacer otra cosa que correr. Grité por ayuda mientras atravesaba el monte y ellos persistían. Uno de ellos usó una cerbatana para lanzar unos dardos que podrían llevar cualquier cosa, pero los logré evitar para que se clavaran en un árbol en su lugar.
Finalmente llegué a un pequeño claro, pero el gigante también, y daba igual lo rápido que corriese o lo alto que gritase. Este me alcanzó y me tiró al suelo con su hacha, lanzándola al suelo. Apenas tuve tiempo para caer y mi cabeza golpeó el suelo. Mi visión se nubló por un momento.
—¡Cuidado!
Abrí los ojos tratando de ver más allá de la nube de oscuridad en mi visión, vi el monstruo encima de mí recibir una flecha en llamas en su cabeza, seguida de otras cuatro más. Inmediatamente después me arrastré hacia atrás mientras una lluvia de flechas cayó sobre él y el resto de monstruos que nos alcanzaron. Estos gritaron en un idioma que desconocía, sonaba casi animal y los habría confundido con unos si no viese tan parecido con el cuerpo humano. Uno a uno todos cayeron, y se desintegraron en ceniza.
Mi salvadora apareció en frente de mí, tendiéndome una mano.
—¿Estás bien?
—Sí, gracias.
Su cabello era largo y castaño, y su sonrisa amable como sus ojos. Tenía unas ojeras pronunciadas pero no mostraba signos de estar cansada, sus ropas eran rojas así que supuse que lo que había visto antes era fruto de sus poderes de fuego.
—Me llamo Amber, soy parte de los Caballeros de Favonious.
Chapter 10: Brisa susurrante
Chapter Text
—Nunca te he visto antes, ¿eres una forastera?
Los ojos de Amber me miraron de arriba a abajo, dándose cuenta de mis vendajes. Usé mi pelo entonces para esconder la piedra en mi nuca por si acaso.
—Sí —confirmé, aunque sin apenas pensarlo.
—Ya veo. Entonces tengo que escoltarte a la ciudad, todos los extranjeros deben registrarse, vamos.
La verdad es que podría utilizar un poco de ayuda para acercarme más a la ciudad y buscar a la tal Jean. Pero tenía que admitir que era una completa extraña.
—No gracias. Puedo apañármelas sola.
—Me temo que no tenemos otra opción. Yo tengo una visión y en los campos hay bastantes monstruos, si no conoces los caminos vas a acabar en el estómago de un hilichurl. No podrás con ellos con una simple daga. Ni a ellos ni a... los humanos —Sonrió levemente, casi con lástima. Se acercó a mí y me tomó de la mano de una forma amistosa.
Era una chica de mi edad, no llegaría a los veintitrés años. Ella parecía totalmente normal, pero las palabras de Alatus resonaron en mi mente lo que hizo que quisiera apartar mi mano de la suya, pero su agarre era firme. Se suponía que era una caballera y si me quisiese muerta me habría dejado a mi suerte con esos monstruos, tan solo tenía que estar atenta de sus movimientos. Finalmente afirmé con la cabeza.
—De acuerdo.
Morax coincidió conmigo, una leve presión en la nuca hizo que lo supiese.
Amber se puso en marcha, caminando a mi lado y con el arco en la mano, preparada para atacar a quien se acercase. Quería preguntar sobre los monstruos humanoides que me habían atacado antes, pero sabía que era algo bastante común en este mundo y eso me delataría.
Nos acercamos a una especie de acantilado, como si fuera una enorme grieta en el suelo formada por un terremoto, como el resto del paisaje. Al asomarme abajo entre ambos lados de la grieta pude ver la completa falta de vegetación pero algunas construcciones completamente destrozadas.
—Ese camino fue invadido por monstruos hace unos años. Ahora es imposible cruzar sin al menos tres escoltas.
Pronto pude ver cómo varios tipos de criaturas, desde bolas de lava hasta lobos flotantes. No quise ni averiguar qué eran esas cosas. Como a todo lo demás, solo hay que justificarlo con magia, como si de un videojuego se tratase.
Con el tiempo fuimos pasando por diferentes molinos y casas hasta llegar a una aldea, al lado de esta había un enorme lago, y en su isla en el centro, estaba la ciudad con sus molinos. Desde cerca pude ver una hermosa catedral gótica, lo cual me resultó muy extraño. Bien es cierto que aquel sitio tenía una pinta mucho más medieval fantástica que Liyue, pero como si fueran dos países diferentes cada uno tendría sus culturas y... ¿religiones? ¿Será que al arconte del viento le gustaba más este estilo? Quizá era su palacio antes de que lo destronaran.
—Esto es Aguaclara, tampoco hay mucho que ver.
Amber continuó el camino por un lateral del pueblo. Sin embargo yo me fijé en mis alrededores, y unos gritos cercanos captaron mi atención.
—¡Mamá! —chilló un niño, llorando mientras unos soldados le cogían en brazos.
Su madre trataba de alcanzarlo, gritando de dolor y rogando a los hombres que lo soltasen. Mis pies se detuvieron mientras observaba cómo se llevaban al niño a un carruaje, donde habían otros tres más. Me di cuenta de que no había ningún otro niño por la calle.
Amber me agarró de la mano, arrastrándome con ella.
—Vamos.
—Pero... ¿a dónde se lo llevan?
—Los Favonious se llevan a todos los niños y niñas para entrenamiento militar, necesitamos a todos los soldados posibles —dijo sin más mientras me llevaba con ella.
Ya estaba anocheciendo. Teníamos que llegar a la isla a través de un puente, las palomas volaron a nuestro paso y cuando llegamos a la puerta Amber finalmente me soltó de la mano. Ella se encargó de hablar con los guardias para que nos abriesen las puertas de la ciudad. O más bien las rejas. Me resultó amenazador que la ciudad estuviera completamente aislada y el hecho de que la humedad del lago creaba una leve neblina en el suelo de la ciudad no ayudaba.
Al entrar el camino se dividía en tres, unos pequeños mercados a la izquierda y derecha y la calle principal dirigía a una plaza escaleras arriba. Había gente en la calle, caminando con la cabeza agachada o fumando, todos ellos nos miraron por un leve segundo antes de seguir con sus cosas.
—Quédate a mi lado.
Amber susurró a mi lado y seguidamente nos dirigimos al camino de la derecha, pasando por los mercados y las casas. Mi vista se tornó hacia arriba para ver pequeños decorativos sobre la calle y farolas, aunque desgastados. Una pareja de hombres estaba a un lado de la calle, en una zona un poco más oscura, al pasar me di cuenta de cómo intercambiaban una pequeña bolsa por otra.
Esta ciudad daba pena.
Amber me guio a un callejón con algo de prisa, miré detrás de nosotras con miedo de que nos estuvieran siguiendo. Pero cuando me di cuenta ya me había metido en un edificio, cerrando la puerta detrás de nosotras. Dentro hacía calor, lo cual era un alivio tras pasar casi todo el día fuera, con el viento golpeando mis brazos y piernas.
—¿Dónde estamos? —pregunté al oír bullicio de risas y conversaciones en la habitación de al lado.
Ella no me respondió, siguió guiándome hasta otra puerta donde había un hombre el doble de grande que yo. Mi nuca comenzó a arder como si Morax tratase de advertirme de algo. Entonces intenté apartarme para salir por donde había entrado pero la puerta estaba cerrada, fruncí el ceño antes de volver mi vista a ella.
—¿Dónde estamos? —volví a preguntar.
Ella tiró de mí para meterme en la habitación del gorila, que resultó ser un despacho. La luz de las velas era tenue al igual que la que provenía de la ventana. En el escritorio del centro había un hombre de cabello largo completamente rojo, atado en una coleta alta, llevaba ropas formales y fumaba un puro. Al alzar su vista, roja como el fuego, esta cayó en mí. Una mujer de la que no me había percatado se acercó a él con una copa.
Amber tomó una bocanada de aire.
—Señor Ragnvindr, le he traído una suplente.
—¿Qué? —no pude evitar preguntar, pero mi voz era tan baja sobre el ruido afuera que apenas me oyeron.
El pelirrojo tomó un sorbo de su copa antes de dejarla en la mesa.
—Dejadnos solos.
La mujer y el guardia de antes, quien estaba impidiendo mi salida, salieron por la misma puerta por la que entré. Traté de mirar a mi alrededor mientras mi mano se fue a la empuñadura de mi daga.
—¿Qué es esto? —El ritmo de mi corazón se aceleró mientras Amber me ignoraba y hablaba.
—Es una forastera de otra nación. Viajaba en solitario desde Liyue... Espero que cumpla sus expectativas.
—Espera espera —interrumpí, mirando a los dos— ¿Qué expectativas? Me dijiste que me tenías que registrar.
Las palabras de Alatus resonaron de nuevo en mi cabeza, de alguna forma la chica me había engañado.
Saqué mi arma al ver al hombre levantarse para acercarse a mí.
—¿Y bien? ¿Señor Ragnvindr? —Amber miró al otro con urgencia.
—No me toques.
No quería dejar que me intimidase, a pesar de que mis manos temblaban yo no me moví de mi sitio. Había estado en frente de un dios, joder, no debería asustarme un cabrón adinerado. Pero estar en un sitio cerrado, tan íntimo y donde el humo del tabaco me asfixiaba por cada bocanada de aire, hizo que mis piernas flaqueasen. Pero no me moví.
—Estás asustada —Su torso alcanzó la punta de la daga, pero se detuvo ahí. Tomo una calada a su puro y expiró a un lado—. Y tus manos tiemblan, ¿qué hacías viajando sola?
Obviamente no podía decirle la verdad, ni aunque quisiese. Tenía que inventarme algo.
—Mi compañero murió, estábamos escapando de Liyue.
Hubo un silencio por unos segundos. Tomó otra calada sin apartar la mirada de mí.
—Amber, considera tu deuda zanjada. Ve de vuelta con tu ama. Me quedaré con ella.
—¡Oh, gracias, señor Ragnvindr! —exclamó ella con una sonrisa—. Prometo no volver a meterme en sus asuntos.
—Vete.
No pasaron ni dos segundos cuando Amber ya había salido por patas del sitio. No sabía si mis manos temblaban de miedo o de furia al saber que ella había jugado conmigo para resolver sus propios asuntos. Me había engañado para que tomase su puesto en cualquier juego retorcido que tuviese con este señor.
—Yo no he consentido esto. Amber me ha traído aquí engañada —Fruncí el ceño— ¿Qué es este sitio?
—Un centro de ocio nocturno. Y me da igual lo que pienses. Amber tenía una deuda conmigo, y te ha ofrecido a ti en su lugar. Mejor para todos, así me ahorro problemas con Jean.
Exhaló humo de nuevo, esta vez en mi cara. Mis pulmones inmediatamente lo rechazaron y tosí mientras mi mano izquierda apartaba el veneno en el aire. Di un par de pasos hacia atrás para poder alejarme de él pero mi espalda chocó con la pared, miré hacia arriba cuando él se acercó todavía más, alzándose alto sobre mí. Levanté la daga de nuevo con ambas manos, esta vez a su cuello.
—¿Qué piensas hacer con eso? Solo vas a dañarte a ti misma —rio, y con cuidado agarró el filo para apartarlo sin apenas fuerza, levantando la daga y guiando mis manos hasta que las colocó encima de mi cabeza sin importar mi resistencia—. Estás sola, yo puedo ayudarte. Te puedo dar techo y comida.
—Y a cambio me obligarás a trabajar para ti y a saber quién más.
Me soltó las manos y solté la respiración que estaba conteniendo. Él no me daba la sensación de ser el tipo de hombre proxeneta, tenía un buen físico y era relativamente joven, pero no tenía que pensar mucho para saber que esto era más que "un centro de ocio nocturno". La mujer de antes y el miedo de Amber por salir de ahí lo antes posible me resolvió todas las dudas.
—Veo que ya sabes por dónde va la cosa —susurró con tranquilidad—. Pero no es cómo lo piensas. Tú eres la que pone los límites, siempre y cuando me consigas mora, este es un sitio seguro.
—¿Mora?
—Por supuesto, aquí los clientes pagan por tiempo. No por trabajo.
Asumí entonces que mora era la moneda de Teyvat.
Estaba perdida, en muchos sentidos. Apenas sabía por dónde empezar y para encontrar a Jean necesitaba información. Quizás mantenerme aquí por un tiempo me ayudaría en mi misión para Morax, el dolor en mi nuca estaba siendo constante desde que entré a este sitio, apenas me podía concentrar. Mis dedos rozaron la roca incrustada en mi piel mientras bajaba la daga con un pequeño suspiro.
No confiaba para nada en esto.
Chapter 11: Fuego y roca
Chapter Text
No confiaba para nada en esto.
—¿Y si alguien intenta hacer algo que no quiero?
—Lo echaría de aquí. O me desharía de él —Se cruzó de brazos, no me hizo falta que especificara para saber lo que haría—. Todas estáis bajo mi protección y me lo tomo muy en serio.
Ragnvindr se levantó de la mesa en la que estaba apoyado, traté de moverme lejos de la pared pero él fue más rápido y su brazo me bloqueó la salida. Miré a sus brillantes ojos mientras su otra mano se dirigió a la daga, quitándomela sin que apenas me diese cuenta. Fue entonces cuando me quedé sin defensa.
Traté de recuperarla de sus manos pero él las dirigió a mi cintura en su lugar, inmediatamente me congelé a pesar de que su tacto hiciese que mi piel ardiese, me encontraba completamente inmóvil al sentir cómo sus manos exploraban mi cintura, haciendo que mi cuerpo temblase bajo su mirada y tacto. Cerré los ojos con fuerza para evitar llorar.
—No me toques —susurré.
Las apartó, pero tan solo unos centímetros.
—De la misma forma que no me gustaría que alguien dañase a mis clientes sin mi ni su autorización —continuó, no pude evitar saltar ante su tono amenazante y ruborizarme al sentir su caliente aliento en mi oído, sus manos regresaron la daga a su vaina en mi cintura—. Espero que lo entiendas.
El cinturón desapareció por sus manos, apartando la daga envainada de mí y dejándola caer detrás de él, cerca de su mesa. Levantó mi barbilla con suavidad para que pudiese mirarle a la cara. Por un segundo sus ojos bajaron a mis labios antes de apartarse de mí, haciendo que un aire gélido recorriese mi cuerpo ante la falta de su presencia cerca de mí.
—En tu caso, no tienes otra opción, trabajarás para mí de una forma u otra —Levantó su barbilla con una pequeña sonrisa—. Mi hermanastro Kaeya te puede ayudar a integrarte. Te enseñará cómo va el negocio.
No podía aguantar más, quería llorar, gritar, empujarlo y salir corriendo. Pero no lo hice, de alguna forma me estaba manteniendo lo más serena posible, evitando que me rompiese en frente de él.
Es como si una fuerza superior me estuviera forzando a quedarme, a mantener mi compostura y seguir con la misión. Sentía descontento por parte de Morax, pero esta era una muy buena opción para obtener información.
Además, no era mi primera vez en bares o discotecas. Alguna vez había bailado con desconocidos y en mi ambiento era común tener rollos de una noche, y estaba segura que si me tomaba un par de copas también sería capaz de hacerlo, solo tenía que evitar que ellos se pasasen de la raya.
—Te verá en el vestíbulo.
Ragnavidr me había dejado en frente de una habitación en el piso de arriba. Todavía no había salido de la zona de los empleados pero el barullo se escuchaba mucho mejor desde aquí, podía oír los comentarios de la gente sentada en el otro lado de la pared y sus silbidos.
Él me dejó sola en un vestuario, era bastante grande, como unos baños había diferentes cabinas donde cambiarse. Al fondo había una ventana pero al acercarme esta no se abrió más que un centímetro para poder dejar correr un poco de aire. Luego había tres percheros llenos de conjuntos con botas y zapatos de distintos tamaños descansando en el suelo, al empezar a mirarlos no pude evitar sonrojarme, todo ello era lencería.
De repente, una mujer entró con solo un tanga puesto y botas negras, lo primero que me llamó la atención fue su pecho, si no estuviera en un mundo medieval diría que estaba operada por su tamaño. Su pelo de color rojo vino bailaba detrás de ella mientras se colocaba en frente de un espejo para repasar su maquillaje. Parecía estar completamente acostumbrada a caminar semidesnuda y destacando su piel, tan pálida que me preocupó un poco. Parecía un vampiro.
—¿Y tú qué miras? —Sus ojos se movieron para verme a mí a través del espejo.
Inmediatamente me di la vuelta para volver a lo mío, traté de buscar el conjunto más modesto posible, un set de una sola pieza que dejaba poco a la imaginación, de color negro y azul claro.
Pero una mano pálida se acercó a mí por detrás, cogiendo el set que había el elegido.
—No creo que te quede bien —avisó la mujer, poniéndolo sobre mi cuerpo—. Mejor este, enseña más.
Me acercó otro, esta vez completamente rojo y que enseñaba gran parte del estómago, con una liga que llegaba a mis muslos ya incorporado y un escote que me hacía sonrojar.
No había llevado nada parecido antes, apenas era alguien que se vestía con escotes o faldas cortas, no estaba completamente segura de qué iba a pasar si alguien se fijase en mí. ¿Me tocarían la pierna? ¿Tratarían de llevarme a otro sitio?
—¿Y bien? —Me miró a los ojos y levantó una ceja, de forma casi exigente.
Con timidez alcé mis manos para tomar el conjunto, agradeciéndola con una pequeña sonrisa que ninguna de las dos se creía. Tardé unos minutos en ponérmelo, tratar de buscar la forma de hacerlo resultó complicado y tuve que pedir ayuda a la mujer vampiro para que me colocase cada parte en su sitio, después me puse las medias y unos zapatos negros.
—No soy muy de tacones —traté de bromear mientras me levantaba del taburete.
—Ya lo veo.
Miré al espejo mientras ella me peinaba el cabello. Sucio después de estos días en una celda y la naturaleza. La verdad es que echaba de menos una cama, el mero pensamiento hizo que un bostezo viniera a mí.
Mi compañera no bostezó de vuelta.
—Bien. Ya puedes salir, no voy a ponerte maquillaje. Eso sería demasiado para ti.
—¿A qué te refieres? —No pude evitar fruncir el ceño.
—Bueno —ella rio—. No hago esto por caridad ni... para ayudar a una compañera nueva. Te pediré tres cervezas, por no quejarte ni llorar.
—¿Qué? Yo no te voy a pagar nada —Me giré para verla, tratando de descubrir algún tono jocoso en su voz, algo que me indicase que estaba de broma. Pero ella solo mostró frialdad.
—¿No? —alentó—. Más te vale que me des las cervezas o dinero. No quieres tener una enemiga aquí, te lo digo por experiencia.
Ella se cruzó de brazos y me miró de forma diferente.
—Oye, yo no estoy aquí para crear problemas. El señor Ragnavidr...
—Diluc no está aquí —interrumpió, levantando levemente el mentón como si mirase un insecto—. Dame el mora o... Te tiraré a los babosos de fuera para que se alimenten de ti hasta que no quede nada.
Apenas pude ver cómo me ponía la mano encima antes de empujarme lejos de ella, mi espalda golpeó la puerta de uno de los cambiadores y a los pocos segundos mi brazo comenzó a arder, al bajar la mirada observé cómo sangre caía por él, los cubreuñas que llevaba ella en los dedos de su mano derecha estaban tan afilados que al apretarme demasiado fuerte hizo un corte.
—Y si te chivas me encargaré de que la sangre sea el menor de tus problemas.
Ella no parecía preocupada, simplemente salió del vestuario ignorando mi quejido mientras yo trataba de limpiar la sangre con un balde de agua que había en el suelo. Fruncí el ceño al apretar un trozo de tela contra el corte y mirar la puerta por donde la puta loca había salido. Suspiré y temblé hasta que la sangre se detuvo ya que no era un corte profundo.
—Joder —Cerré los ojos por un momento para acostumbrarme al ardor al mover el brazo.
Vi un trozo de tela semitransparente que se asemejaba a una capa corta, lo suficiente como para poder ocultar mi herida de la mayoría de ojos, así que me la puse y salí por la misma puerta que ella.
Al bajar las escaleras pude ver la taberna en su plenitud, la zona de arriba parecía ser una zona más exclusiva, con sillones cómodos y diferentes grupos pequeños disfrutando de sus bebidas y alguna mujer, parecían vestir bien ya que no era nada parecido a lo que había visto hasta ahora. Ni siquiera Diluc llevaba ese tipo de ropa. Por otra parte, en el piso de abajo es lo que podría considerar una taberna de verdad, había cuadros de diferentes temáticas en la pared y mesas y sillas por todas partes, algunas de estas sillas daban cara a un escenario en mitad de la sala, con una barra en medio. Por ahora no había nadie.
Abajo también me esperaba un hombre de piel morena y cabello azul oscuro.
—Tú debes de ser la chica nueva —sonrió, inclinándose para tomar mi mano y besarla—. Mi nombre es Kaeya, soy el capitán de caballería de Favonious, es un placer.
Me guardé las manos detrás de mi espalda.
—Buenas noches, el señor Ragnavidr me dijo que me acompañarías hoy.
—¿Qué te ha pasado en el brazo? —Señaló con el mentón mi brazo cubierto.
No quería dar a esa mujer el beneficio de verme vulnerable, verme pedir ayuda. Aunque también tenía un poco de miedo por culpa de su amenaza. Había visto poco de este mundo, pero lo que he visto por ahora no hacía que creyese en faroles.
—Nada. Me he rozado con un clavo suelto.
—Tendré que decírselo a mi hermano, pero por ahora, ¿te gustaría tomar una copa?
—Por favor, sí.
Chapter 12: Gefahr
Chapter Text
—¿Te gustaría tomar una copa?
—Por favor, sí.
Kaeya me llevó a una mesa apartada del resto, donde había un sillón esquinero de piel que se pegó a mis muslos nada más sentarme. Traté de abrazarme a mí misma mientras él avisó a una camarera para que nos trajese unas copas que enseguida ataqué, bebí media copa antes de que Kaeya me pusiera una mano en la muñeca, bajándola levemente para que dejase el vino en la mesa.
—¿Tanta prisa tienes? Estoy seguro que no quieres estar ebria en este lugar. Créeme.
—Simplemente quiero olvidarme de que estoy aquí.
Observé a mi alrededor mientras Kaeya apoyaba su barbilla en la mano, descansando su codo en la mesa. Distinguí la figura de una mujer en el regazo de un hombre, dándose el lote.
—¿Qué tal si me cuentas un poco sobre ti? ¿Qué te gusta hacer?
—Me gusta... —dudé un momento— explorar sitios abandonados, la historia y naturaleza.
—¿En serio? En Mondstatd no hay tantas ruinas como en Liyue. Bueno, quizás en Antigua Monstatd. Pero ahora mismo no es posible acceder ahí.
Su mano tanteó el terreno, con cuidado se acercó a mi cintura, y cuando me di cuenta ya estaba acariciándola suavemente, salté de la impresión y él la quitó con rapidez, esperando unos momentos para ponérmela otra vez. Le di un sorbo a mi bebida mientras un escalofrío me recorría la espalda y nuca, sus manos no eran tan calientes como los de Diluc pero estas eran más suaves.
—¿Y eso? —traté de preguntar.
—Monstadt es una nación sin arconte. Allí se libró una batalla hace mucho tiempo, ahora está abandonada y maldita por una tormenta eterna desde que desterramos a Barbatos
Cogió su vaso, sus dedos se envolvieron alrededor del cristal y poco a poco este se enfrió, formando una fina capa de escarcha. Mi pierna sintió un leve ardor al recordar cómo aquella mujer atrapó mi pierna con una flecha de hielo. Traté de fingir que sabía algo de aquello.
—Algo he oído, pero no me creía que un humano fuera capaz de hacer eso.
—Fue todo gracias a la gnosis, y a Jean, claro —Subió la mano de mi cintura hacia mi pecho, pero mi propia mano fue rápida en pararle y sostenerla—. Vamos. Tienes que acostumbrarte al contacto si quieres trabajar aquí.
—Lo sé, lo sé.
—Has tenido suerte de que mi hermano está de buen humor hoy, normalmente os metéis de lleno aquí dentro.
Él me atrajo hacia sí, mi cuerpo se apretó contra el suyo, haciendo que note la textura de su ropa contra mi piel, tomé aire mientras mi cuerpo se ponía rígido al notar las manos de Kaeya por mis piernas y mi cintura, a pesar de que estaban un poco frías mi cuerpo se sentía al rojo vivo, mi sonrojo sacó una pequeña carcajada del caballero, quien apartó un mechón de pelo de mi cara. Era increíblemente atractivo, sus ojos me recordaron a los de Morax ya que su iris no era negro como los del resto. También el hecho de que llevase un parche para el ojo debajo de su flequillo le daba un aire de misterio seductor, seguro que era un don Juan con las chicas. Poco a poco me relajé pero Kaeya no avanzó.
Y, de repente, dolor. Mi cuerpo se tensó de nuevo de repente y solté un quejido que inmediatamente alertó a Kaeya, sus manos se apartaron de mí al verme echarme hacia atrás. El dolor provenía de la roca, mi nuca. Algo que estaba haciendo que casi gritase de dolor. Al llevar mis manos a la piedra espía la encontré más grande, más larga, Poco a poco recorriendo mi cuello hasta encontrarse en el otro lado. Una sensación de presión se apoderó de mí, como una mano apretando y afixiándome a modo de advertencia.
Que no te toquen, céntrate o sufrirás las consecuencias.
Y tan pronto como vino, el dolor se fue.
—¡Oye! ¿Estás bien? —La voz de Kaeya me pilló por sorpresa— ¿Qué cojones es eso?
Miré alrededor, parecía que nadie se había dado cuenta de lo que había pasado. Tomé varios respiros rápidos mientras mi mano fue a mi cuello y sentí cómo este estaba cubierto de rocas, duras e incrustadas a mi piel como si fuera un collar de metal. No podía verlo pero el grosor me preocupaba, en cualquier momento el arconte geo podría cortarme el cuello, aplastarlo o simplemente asfixiarme hasta que la falta de sangre o aire me matase. Tenía que conseguir la gnosis, pero esto era superior para mí, necesitaba pensar algo, un plan. Encontrar a la tal Jean.
—Necesito... Necesito descansar.
Me levanté del asiento con más rapidez y prisa de la que pensé, haciendo que la copa de vino cayese y derramase el poco vino que quedaba. Kaeya agarró mi brazo para detenerme.
—Espera. Quién te ha hecho eso. ¿Es una maldición?
Su tono de voz cambió, y al darme la vuelta vi tanto preocupación como enfado. Sabía que seguir con esta conversación solo me traería problemas.
—Kaeya, suéltame, por favor —Tiré de mi brazo con fuerza, pero él ni se inmutó.
Una voz nos llamó la atención a ambos.
—Kaeya —Diluc caminó hacia nosotros. Yo traté de ocultar mi collar el máximo posible con mi pelo y mi mano—. Creo que ya es suficiente. Me la llevo.
—De acuerdo, de acuerdo —Sus labios formaron una fina línea mientras levantaba las manos, inmediatamente me alejé de él un par de pasos—. Que pases una bonita noche, entonces. Estaré aquí para lo que necesites.
Diluc dejó que se marchase a otro lugar antes de acercarse a mí. Bajé la cabeza.
—¿Estás bien? —me preguntó y asentí.
Suavemente posicionó su mano en mi hombro, prestando atención a mi brazo al mismo tiempo que sentía cómo la tela se pagaba a este debido a un poco de sangre que había brotado ya que no estaba cerrada todavía. Entonces escuchamos el ruido de unos gritos cerca, ambos nos giramos al sonido para ver a un par de hombres pelearse y empujarse mientras una trabajadora trataba de pararles. Diluc suspiró.
—Espérame aquí, ahora vuelvo.
Con rapidez desapareció de mi lado para dirigirse a la pelea, con un aire calmado pero a la vez tenebroso. Me senté en la misma mesa de antes para terminar mi copa de un trago y la de Kaeya, con cuidado toqueteé las rocas atormentando mi cuello, sintiendo la unión de estas con mi piel mientras observaba mis alrededores. Una mujer estaba llevando a un joven a una sala privada, dos personas más observaban a una camarera que apenas llevaba unas bragas y sujetador. Nunca había estado en un prostíbulo, y menos en uno medieval, pero estaba segura que no se diferenciaba tanto a uno de mi mundo.
Vi a un chico acercarse a mí, rubio con el pelo medianamente largo, pensé que iba a pasar de largo pero se sentó a mi lado con una sonrisa amable. Sus ojos azules eran claros, casi de color menta.
—Bonito collar —Puso su codo en la mesa y apoyó su barbilla. Me vi con la necesidad de mirar a otro lado para esconderlo.
—Gracias —murmuré, sin sentir agradecimiento alguno—. No estoy de servicio —Abracé mi cuello con mis manos para esconderlo.
—No hace falta esconderse, eres nueva, ¿no? Me llamo Albedo —dijo mientras se inclinaba a la mesa —. Sí que ha subido el nivel, nunca he visto a alguien tan hermosa antes.
—Frecuentas mucho este lugar entonces —Me eché hacia atrás para descansar mi espalda mientras miraba mi copa vacía.
—Ya no tanto —rio y llamó a una camarera para que la rellenase—. Hay poca gente que me llame la atención.
Finalmente me giré para verle y me di cuenta de lo cerca que estaba, me incliné un poco para atrás para crear espacio entre nosotros y me fijé en el aparato brillante que tenía de colgante.
—¿Tú también tienes una visión?
—Efectivamente, de geo para ser exactos —Puso un dedo en la mesa y formó una línea, en esa línea unas pequeñas rocas naranjas crecieron como si fueran flores—. Justo como tu collar. Precioso, aunque una maldición.
No pude evitar mirarle con otros ojos.
—¿Ah sí? ¿Puedes quitármelo?
—Por supuesto, no hay nada que conozca mejor como el elemento geo, pero me gustaría obtener algo a cambio, ¿no crees?
Me levantó la barbilla para mirarme a los ojos por un momento, luego con cuidado deslizó sus dedos por mi cuello. Frunció el ceño por un momento justo cuando sentí la presencia de Morax sobre mí, pero desapareció pronto.
—Puedo hacerlo —afirmó de nuevo—. Será complicado, pero con la ayuda de la alquimia y mi visión será posible.
—¿Qué quieres a cambio?
—Una noche conmigo —Cogió mis manos para ayudarme a levantarme —Ven a mi casa y te ayudaré.
Estaba tan concentrada en la oportunidad de quitarme esto que apenas me di cuenta de la sombra detrás de Albedo hasta que esta tiró de él. Agarró su capucha para apartarlo de mí y empujarlo contra la pared, bajo la luz vi el pelo rojo de Diluc mientras agarraba a Albedo por sus hombros.
—Si aprecias tu vida. Vete. Ya —Su voz se tornó en un gruñido, era esta vez mucho más inquietante, nada en comparación a cómo le habló a su hermano antes.
Soltó a Albedo, quien simplemente se quitó el polvo inexistente de su chaqueta antes de mirarme y marcharse.
—Fue un placer conocerte. Mi oferta seguirá en pie.
Diluc no le quitó el ojo de encima hasta que salió por la puerta principal, entonces se giró a mí inmediatamente y me agarró el brazo con fuerza, su agarre me asustó.
—Ven conmigo.
Tiró de mí a pesar de que trataba de apartarme. Intenté zafarme pero era como una mano de hierro en mi brazo y daba igual lo que le dijese. Me quejé en alto hasta que llegamos a su despacho, donde finalmente me soltó para sentarse en su mesa, su cara adquirió una expresión difícil de leer.
—No te acerques a Albedo. Nunca.
Chapter 13: La ciudad del viento
Chapter Text
—No te acerques a Albedo. Nunca.
—¿Ese chico? No me ha hecho nada, apenas me ha tocado a diferencia de Kaeya —Me crucé de brazos, frunciendo el ceño.
—Lo sé, y te tratará como la puta princesa de los seelies si es necesario para llevarte a su laboratorio... He perdido a muchas chicas por su culpa —Bajó la mirada—. Ojalá pudiera matarlo —Miró cómo sus manos empezaron a enrojecerse y arder pero cerró los puños—. Pero Jean... No puedo meterme con ella. Es parte de su séquito.
Un aura de tristeza cayó sobre él al mismo tiempo que el humo de sus manos se elevaba al techo, recordándome del olor a tabaco que había en el despacho. Ese tal Albedo había tratado de engañarme para poder irme con él, pero se supone que me quería ayudar, ¿sería verdad eso? ¿Podría librarme de la maldición de Morax?
Si las palabras de Diluc eran sinceras, fue todo un truco en el que había caído de lleno, y tratar de obtener mi libertad de vuelta habría acabado en la muerte. No pude impedir que mi mente se imaginase a varias chicas yendo con él a su casa para acabar drogadas o incluso peor y mi sangre empezó a arder. Estaba siendo una ilusa.
—¿En serio estás dejando a alguien así dentro? —Miré al suelo.
—No dejo que nadie se acerque a él. Y Albedo sigue viniendo a beber, así que por lo menos me da dinero. No sabía que vendría esta noche.
—¿De verdad te importa más el dinero que la vida de las demás? —No pude evitar subir el tono de voz—. Qué estoy diciendo, por supuesto que sí.
—Cálmate —Al ver su alta estatura al levantarse de la mesa mis pies tomaron un par de pasos hacia atrás—. Tú no me vas a decir lo que puedo hacer... Se te veía bastante a gusto con él, ¿te ha hecho él esto?
Al alzar su mano para tocar el collar me aparté por instinto, cubriéndolo con mi propia mano al sentir mi corazón latir con enfado.
—¿Ahora te preocupo? No me jodas, dejas que hombres borrachos abusen de chicas que están desesperadas y que haya amenazas entre ellas —Moví la mano para levantar la capa y que viese el corte aún sangrando, dándome igual—. Solo ves dinero, te da igual lo que pasa ahí fuera...
Diluc se movió demasiado rápido, en un suspiro mi espalda estaba contra la pared y su brazo tapó mi ruta de escape a la puerta del despacho, su cuerpo se inclinó hacia mí cerrando el espacio entre nosotros mientras dejé ir un quejido de sorpresa. Mis ojos inmediatamente bajaron de los suyos a su pecho para no ver su enfado.
—Cometes un gran error —susurró—. ¿Qué crees que hice nada más dejarte con Kaeya? Fui directo a Rosaria para llamarle la atención. Así que no me toques los huevos y déjame hacer mi trabajo.
Subí mi vista para ver con el ceño fruncido sus ojos, rojos como un rubí y observando mi alma como si pudiera leer todos mis secretos, su expresión era aterradoramente calmada por un segundo. Entonces sonrió.
—Te recuerdo que trabajas para mí, así que te será más fácil si tan solo siguieses mis órdenes —Con cuidado me sostuvo la barbilla para mantener mi mirada, pero un dolor característico tomó toda mi atención así que aparté su mano.
—No... No me toques.
Diluc se apartó, dejándome respirar. Tomé distancia entre los dos y me crucé de brazos mientras trataba de recuperar el aliento después de que Morax hiciese acto de presencia en mi cuerpo.
—De acuerdo, como tú desees. Dejaré que te calmes un poco, pero la noche no ha terminado, así que cuando vuelva te quiero ver fuera como antes. ¿Entendido?
—Como liándome con un desconocido borracho, ¿por ejemplo?
—No. Serás camarera el resto de la noche, sabrás hacerlo, ¿no?
—Claro que sí.
Esperé unos segundos a que Diluc se fuera antes de sentarme en el sofá, toqueteé el collar con un leve quejido y dejé descansar mi cuerpo, tumbándome. La presión en mi cuello no se iba, es como si fuera una mano apretando cada vez más, pero permitiéndome respirar.
Ve, consigue información.
No quería, solo quería irme de allí.
Traté de moverme lo más rápido posible, cogí un abrigo negro con partes de pelo de algún animal, supuse que era el abrigo de Diluc y casi me derretí al sentir su calor, el olor a leña quemada inundó mi nariz mientras me abrazaba a mí misma, disfrutando más la agradable sensación de lo que pensaba. La confusión de Morax llegó a mi mente antes de que se tornase en enfado, traté de ignorarlo mientras me acercaba a la puerta, pero al intentar abrirla me la encontré cerrada.
Apreté los labios, el cabrón debió de haberme encerrado para sacarme él mismo y guiarme a mi puesto luego, pero no pensaba volver.
Había una ventana, así que la abrí con cuidado y me asomé para ver mis alrededores, en frente de mí había una casa y más allá las murallas de la ciudad. Estaba en el segundo piso y al mirar abajo me dio una sensación de vértigo al pensar en escapar de aquí. Me sentí como en una película al ver una enredadera al lado de la ventana, que alcanzaba el tejado desde una maceta en el callejón.
Con cuidado y tras abrochar mi abrigo, pasé una pierna y luego la otra, una vez estaba sentada en el marco de la ventana tomé el mejor agarre posible de varias ramas y tomando aire salté.
Supe que sería complicado, pero nunca podría haber estado lo suficientemente preparada como para sentir cómo todo mi cuerpo tenía que ser sostenido por mis manos. Inmediatamente sentí ardor al deslizarme hacia abajo y mi agarre se perdió a los pocos segundos, presioné mis pies contra la pared para soportar un poco más mi peso. Apenas tuve tiempo de pensar y cuando la ventana ya estaba a un par de metros por encima de mí, caí. Ni siquiera grité antes de que mi culo cayese en el suelo y una ola de dolor me recorriese todo el cuerpo. Lágrimas salieron por mis ojos pero por lo menos estaba fuera, y tenía que alejarme de ese lugar.
La voz de Diluc se escuchó más arriba.
—¡¿Dónde está?!
Mi corazón se aceleró todavía más, miré a mi alrededor con toda la prisa posible y me arrastré a una esquina debajo del segundo piso del prostíbulo, cubrí mi boca para silenciar mis quejidos. El culo me dolía muchísimo pero había tenido caídas similares en algún momento, gracias al largo abrigo de Diluc no tenía ninguna herida, con cuidado lo toqué para confirmarlo y salté de la impresión al escuchar la ventana por la que había salido cerrarse de golpe.
Su siguiente parada sería justamente el callejón donde me encontraba, al lado de la entrada trasera del sitio, así que me levanté con un poco de esfuerzo y salí corriendo de ahí.
En la entrada principal había gente fuera tomando una bebida o fumando. Me detuve en seco por un momento antes de salir del callejón pero me di cuenta de que era el único camino que podía tomar, así que caminé calle abajo sin parar.
—Eh, es la puta que estaba con Kaeya y Albedo hace nada.
—Parece que le va lo fuerte. ¡Eh, muñeca! ¿Quieres un pago extra?
Unos pasos detrás de mí aproximándome fue todo lo que necesité para salir corriendo, sin importar el gélido viento chocando contra mí.
Siguieron llamándome cuando me metí entre dos edificios. No tenía ni idea de a dónde estaba yendo y eso fue claro cuando no encontré una salida por otro lado, el callejón daba a una pequeña zona con cajas de carros de paja.
—¿Te gusta hacerte la difícil?
Giré para ver a las siluetas de los hombres en la misma calle, rieron entre ellos mientras daba pasos hacia atrás, aterrada y dolorida. Esperaba que una fuerza se apoderase de mí para luchar, defenderme, pero no encontraba nada. Estaba indefensa.
—¡Por aquí!
Una voz detrás de mí llamó mi atención, solo fui capaz de ver su silueta debido a la escasa luz que había en la zona, pero tendía una mano hacia mi, subido a lo alto de un pequeño muro que separaba este callejón con otra zona. Sin pensar la agarré y tiró de mí.
Chapter 14: El Príncipe de la Piedra Caliza
Chapter Text
Una voz detrás de mí llamó mi atención, solo fui capaz de ver su silueta debido a la escasa luz que había en la zona, pero tendía una mano hacia mi, subido a lo alto de un pequeño muro que separaba este callejón con otra zona. Sin pensar la agarré y tiró de mí.
—¡Cogedla! —gritó otro de los hombres.
—Vámonos.
Por el tono de voz de mi salvador, supe que era alguien joven. Me ayudó a bajar del muro y salimos corriendo de nuevo, sabiendo que el grupo nos alcanzaría si conocían la ciudad. Le seguí hasta que llegamos a otra calle, esta vez sin nadie cerca.
—Gracias —admití entre respiraciones, y era de corazón.
—Son 1500 mora.
Y todo mi agradecimiento cayó por la borda. ¿Es que no había nadie decente en esta maldita ciudad?
—No tengo dinero.
Tenía el abrigo abrochado, sin embargo traté de cerrarlo todavía más. Él se acercó a mí e inmediatamente levanté el puño para pegarle, al acercarse pude ver el brillo de unas gafas de aviador en su cabeza y su pelo rubio blanquecino, sus ojos verdes se centraron en mis manos alzadas y cuando estaba a una distancia demasiado cerca lanzé mi puño para golpearle, él esquivó mi mano y avanzó a mí. Intenté empujarle mientras él metía su mano en los bolsillos del abrigo, sacando un pequeño saco que sonaba a que tenía bastantes monedas dentro. Se apartó tan rápido como se acercó y metió el saquito en una riñonera, entonces me di cuenta que tenía una visión, roja justo como la de Diluc, pero mi atención estaba centrada en la navaja que sacó.
—¡Espera espera! —Subí mis manos en rendición—. Este abrigo no es mío. No sabía lo que había en los bolsillos.
Tras unos breves segundos mirando el abrigo, lo señaló con la barbilla.
—Dame el abrigo, vamos.
—Vale, vale.
Mis manos temblaron al abrir el abrigo con cuidado, el chico vio que debajo de este no llevaba más que el conjunto de lencería que había escogido la mujer vampiro loca. Fue entonces cuando él puso sus manos sobre las mías.
—Vale —susurró con un suspiro—. Quédatelo, lo necesitas más que yo.
—Gracias —dije inmediatamente, aliviada pero todavía nerviosa—. Quédate con el dinero. Me da igual, solo quiero taparme.
—Está bien.
Se fue antes de que pudiera decir nada más. Traté de obtener algo de calor frotándome las manos y los brazos, pero mis piernas estaban congeladas. No sabía dónde ir. Unos ruidos cercanos hicieron que mi corazón saltase, encontré unas cajas en un pequeño espacio que había debajo de un edificio alto, encontré un hueco ahí para mí y traté de hacerme una bola, escondiendo mi cabeza entre mis piernas mientras apoyaba la espalda en la pared, a este punto me daban igual las telarañas que había en las esquinas de mi cubículo. Siempre que nadie me encontrase aquí estaba bien.
Mis oídos empezaron a pitar justo cuando la adrenalina salía de mi cuerpo, el sueño y el cansancio se apoderaron de mí y solo pude cerrar los ojos, traté de ignorar a Morax en mi cabeza, estaba tan cansada que solo quería dormir y dejar descansar mi cuerpo. Sin embargo esa fue mi perdición, ya que al borde del sueño apenas escuché pasos acercándose a mí.
Mis ojos seguían cerrados hasta que alguien movió las cajas que me ocultaban, salté del susto y al girar me encontré cara a cara con la cara preocupada de Albedo. No sé qué me asustó más, si su aparición o el recordatorio de lo que me dijo Diluc.
—¡Por los dioses! Eres la chica de la taberna de Diluc —Se arrodilló a mi lado y se quitó la chaqueta para ofrecérmela — ¿Qué te ha pasado?
Apenas tenía fuerza restante, solo quería que se fuera y me dejara en paz.
—Nada. No la quiero —Traté de apartar su mano.
—Vamos. No te pongas así... Puedes confiar en mí.
—¡Que me dejes!
Estaba tan centrada en la chaqueta que no me enteré de lo que estaba haciendo su otra mano, cuando me di cuenta algo ya había pinchado mi cuello.
No podía gritar, mis manos se movieron a la suya pero era como si estuviera yendo en cámara lenta, él simplemente apartó la jeringuilla vacía a un lado y colocó su mano detrás de mi cabeza. Traté de golpearle pero mi cuerpo me fallaba, él simplemente me acercó para apoyar mi cabeza en su pecho y abrazarme. Mis manos se apretaron contra su pecho pero finalmente cayeron en mi regazo, igual que mis párpados.
—Shh... No te preocupes, yo cuidaré de ti.
• • • • • • •
No recuerdo mucho desde entonces, me desperté en una sala blanca con mucha luz. Por un momento pensaba que estaba en el hospital, que todo había sido una horrible pesadilla.
Sin embargo era extraño encontrar a una enfermera con el pelo verde y orejas.
La chica se miró de cerca, apenas pude distinguir facciones en su cara mientras ella tocaba la mía. Me presionó una mejilla para sacar un pequeño suspiro por mi parte y comprobar que estaba despierta.
Abrí los labios para hablar, pero no era capaz de formular nada, tan pronto como vino ella se fue de mi campo de vista, quería girar mi cabeza para seguirla con la mirada pero me resultó imposible al sentir unos agarres en mi frente y cabeza.
Pestañeé y conseguí un poco de consciencia, la suficiente como para ver mis alrededores y distinguir las paredes metálicas, manchadas de sangre como el techo de donde colgaba una brillante luz. Inmediatamente traté de levantarme y quitarme las correas que sujetaban mis muñecas y otras partes de mi cuerpo, terror recorrió todo mi cuerpo mientras la chica volvía con otra persona, Albedo.
—Desde el momento que te vi —comentó mientras traía una especie de carro—. Sabía que había algo raro en tí... Tanto elemento geo pero ninguna visión.
La enfermera se acercó a él para susurrarle algo.
—Gracias, Sacarosa —Se giró a ella para acariciar su cabeza como si fuera un perro, ella sonrió— ¿Qué tal si me coges un poco de hydro y electro y dejas de molestarme?
Ella afirmó y se fue por unos segundos, pronto volvió para dejar algo en el carrito y se colocó al lado de la pared, con los brazos detrás de su espalda y mirando al frente.
Cerré los ojos por un momento y al volverlos a abrir Albedo estaba a mi lado.
—Me pregunto cómo alguien es capaz de conseguir algo así.
Presionó un botón y la camilla en la que estaba poco a poco alzó la parte superior de mi cuerpo, permitiendo que pudiese tener visión de mi situación. Correas presionaban mis muñecas, cintura, piernas y pies a una camilla de metal. No llevaba la lencería de Diluc sino una bata blanca, abotonada desde mi pecho. Albedo sostenía una pequeña botella brillante de color morado, apenas me resistí cuando con la otra acarició mi cuello, sintiendo las rocas del collar.
Entonces sentí enfado, un enorme enfado que despertó mi cuerpo al completo. Ira hacía temblar mis manos al sentir la textura de cuero de su guante deslizarse por mi cuello, tocando mi mandíbula con diversión. Pero aquello no duró.
Al instante Albedo apartó la mano y frunció el ceño para luego ver pavor en su expresión. En su guante se estaban extendiendo rocas brillantes de color amarillo, justo como las que conjuró Morax en mi cuello, las que estaba tocando hace un segundo. Él se quitó el guante lo más rápido posible y lo tiró al suelo, donde las rocas llegaron y se extendieron por el suelo de mármol.
La enfermera se acercó asustada.
—¡Señor Albedo! —gritó y agarró la poción morada de antes, lanzándola al suelo.
Al impactar el frasco se rompió, y el líquido de dentro salpicó el guante y alrededores, entonces las rocas empezaron a fragmentarse y perder su brillo.
—¿Qué ha sido eso? —preguntó él y masajeó su barbilla, volvió a mirarme, acercando su otra mano enguantada a mi cuello pero sin llegar a tocarlo—. Ha estado cerca. Parece que... Es puro poder geo —Apartó la mano, como si quemase—. Algo que solo el arconte podría hacer.
Frunció el ceño. Su enfermera Sacarosa se acercó con rapidez, un bisturí en la mano que hizo que intentase zafarme de mis ataduras otra vez.
—¿Señor? ¡¿El arconte geo?! ¡Significa que es una espía! —exclamó— ¿No deberíamos matarla?
—No necesito tu opinión ni te he dado permiso para hablar o moverte.
Albedo alzó la vista hacia ella por unos segundos antes de recoger un fragmento de roca muerta del suelo, la tocó entre sus dedos mientras la enfermera volvía a su sitio en la pared.
—Increíble —sonrió él, la piedra apenas tenía brillo pero en sus manos parecía recobrar su poder. Su visión geo también brillaba con fuerza—. Me pregunto cómo se sentirá con todo el poder en mis manos —Se giró para acercarse a mí—. Sacarosa, ven.
Finalmente encontré mis palabras, traté de negar con mi cabeza al ver que él cogía unos alicates.
—Aléjate.
Sin que me diese cuenta Sacarosa se había acercado a mí también, con cuidado soltó con un cuenta gotas un poco de la misma poción en mí. Mi visión se tornó roja. Solo podía sentir dolor y miedo, como si unas garras me estuviesen arrancando las cuerdas vocales, grité como nunca antes había gritado, solo podía pensar en que parase esto de cualquier forma. Ni siquiera podía sentir el pánico de Morax en mi interior sobre el dolor que estaba sintiendo.
• • • • • • •
Estaba demasiado cansada, apenas podía abrir los ojos y cuando lo hacían estos se nublaban. No sentía nada de mi cuerpo, ni siquiera podía mover mis dedos o labios.
• • • • • • •
Los sonidos me eran lejanos, pero cerca de mí distinguí la silueta de Albedo hablando con alguien, más alto que él y con la piel oscura al igual que su pelo. Esta figura se acercó entonces a mí, y pronto reconocí a Kaeya con una expresión seria.
Su voz era muy lejana, mis ojos no pudieron aguantar más y se cerraron de nuevo.
—Se acabó. Te vienes conmigo.
Chapter 15: Cálido hielo
Chapter Text
La siguiente vez que abrí los ojos, estaba en una habitación. Esta vez era cálida, las cortinas cerradas dejaban entrar un poco de luz del día. En frente de la cama en la que estaba había una chimenea apagada, a mi lado una silla con ropa y a ambos lados de la cama de matrimonio unas mesas de madera. Con dolor alcé mi torso, tratando de poder salir de la cama. Era como si mi cuerpo estuviese dormido y cada movimiento dolía como mil agujas se clavándose en mi cuerpo, solté un quejido que inmediatamente silencié.
No quería hacer ningún tipo de sonido, no sabía dónde estaba ni quién me había traído aquí. Así que cuidé cómo mis pies tocaban el suelo de madera al acercarme a la silla, donde había un vestido y unas medias, que supongo que era mejor que el camisón que llevaba.
No me di cuenta del espejo hasta que me vi a mí misma. La última vez llevaba un conjunto de lencería, ahora llevaba un camisón blanco que me llegaba a los muslos. Mi pelo caía detrás de mi espalda, peinado y limpio.
Pero no me preocupó la idea de que alguien me hubiera bañado mientras estaba inconsciente, mi atención estaba centrada en mi cuello, ahora envuelto por unas vendas, entonces me di cuenta de la paz que sentía. Estaba preocupada y aterrada, sí, pero ya no tenía el presentimiento de que alguien me estuviese vigilando o que estuviese detrás de mí en todo momento.
Al tocar el vendaje, un dolor punzante hizo que retirase la mano con un quejido, con más cuidado sentí cómo las rocas ya no estaban ahí y en su lugar una herida cerrada. Los recuerdos del laboratorio de Albedo volvieron a mi cabeza, pero apenas podía recapitular lo que había pasado, esto significaba que lo había conseguido. Me había arrancado la maldición de Morax.
Me cambié de ropa y me puse unas botas que había cerca de la puerta. Sin embargo antes de salir me acerqué a la ventana para tener una mínima idea de dónde podría estar, mas no vi la ciudad de Mondstadt por ningún lado, en su lugar estaba en una especie de granja de uvas, un viñedo.
No salí sin un arma, desconocía si Albedo estaría por algún lado para seguir con sus horribles experimentos así que agarré el atizador de la chimenea con ambas manos, lista para atacar a quien fuera que se acercase a mí.
Miré a ambos lados del pasillo antes de adentrarme en el resto de la casa, que resultó ser una mansión. A mi derecha había otras tres habitaciones con la puerta cerrada y al fondo del pasillo una lámpara y ventana, y a mi izquierda una abertura a una sala más grande. En el suelo había una larga alfombra que llegaba desde la ventana hasta más allá de la sala, así que no tuve problema en mantener mis pasos silenciosos.
Pensaba que aquella era la casa de Albedo, pero un cuadro hizo cuestionarme mi hipótesis. Parecía una familia, el hombre y uno de los niños tenían el pelo rojo brillante, y el otro de pelo azul y tez morena.
—¿Cómo estás?
Una voz me asustó, tan rápido como pude me giré con el atizador en alto para atacar a mi asaltante, pero me agarró la muñeca para impedirlo.
—Vaya... ¿Es así como das los buenos días?
Kaeya aflojó su agarre, pero receloso mientras me miraba con una ceja levantada. Mi pecho se movía en rápidas respiraciones para poder recuperarme del susto.
Entonces recordé la cara de Kaeya mirándome con preocupación en el laboratorio de Albedo. Sus últimas palabras antes de que me desmayase de nuevo.
—Pensaba que estaba en casa de Albedo —admití mientras Kaeya dirigía mi mano a mi costado para que soltase el palo de metal—. Perdón… y gracias.
—Albedo quería matarte después de extraerte esas rocas —Apartó el atizador a un lado antes de caminar a unas escaleras, me indicó que le siguiese y se metió las manos en el bolsillo—. Eres una espía del arconte geo, ¿verdad?
—No no —dije inmediatamente—. Él me obligó.
Las escaleras llevaban a un salón bastante grande, que también tenía una parte de comedor, en la mesa había lo que parecía el desayuno, con algunos huevos, carne y té. Mi estómago rugió al instante en el que el olor penetró mis fosas nasales. Ya no tenía a Morax acechándome sin embargo algo me decía que debería salir de esa casa cuanto antes.
Kaeya se acercó a mí y cuando vi sus manos alzarse mantuve las distancias, sin embargo él insistió atrayéndome a sí.
—Shh, déjame ver —Apartó el pelo de mi cuello para inspeccionar las vendas, pero sin avisar su mano abrazó mi cuello con fuerza, sacando un gemido de mi parte al apretar mis heridas, sonrió—. Sabes que puedo encarcelarte ahora mismo, ¿verdad? Una espía de Liyue, voluntaria o no; una prostituta que huye de su dueño en las calles; ladrona... Ahora entiendo muchas cosas.
Fruncí el ceño.
—Qué quieres.
—Respuestas.
Su agarre pasó de mi cuello a mi muñeca y me forzó a la mesa, apoyó con fuerza mi mano en la mesa y me atrapó contra esta, intenté empujarle con todas mis fuerzas.
—¡¿Qué coño haces?! ¡Suéltame!
Sacó un cuchillo, grité al ver la punta apuntando a mi mano apretada contra la mesa y de repente la clavó en la madera a escasos centímetros de mi piel, un poco más y habría clavado mi mano contra el suelo. Al ver el cuchillo distinguí la daga que me dio Childe y me quitaron en el prostíbulo.
Lágrimas me cubrían los ojos, Kaeya mantuvo su agarre y se apoyó en la mesa, atrapándome todavía más
—Esta daga es de Snezhnaya, ¿de dónde la has sacado?
—De un amigo —dije con la voz débil.
—Un amigo... ¿Un fatui, quizás? Cada vez me sorprendes más. Pero dudo mucho que seas uno de ellos —Se inclinó todavía más a mí, haciendo que tuviese que encorvarme bajo su peso.
—¡Déjame, puto loco! —Usé toda mi fuerza para encorvarme.
—Relájate. Solo tienes que decirme dónde se encuentra su base. ¿Por qué alguien entregaría este tipo de arma a alguien como tú? ¿Lo robaste? —Pude sentir su respiración contra mi hombro—. Podemos jugar a esto todo el tiempo que quieras, o puedes responder mis preguntas —Posó sus labios sobre mi hombro, rozando el cuello de la camisa para besar mi piel, y sonrió cuando me estremecí— ¿Por qué el arconte Morax tendría posesión de una fulana como tú?
Mi mano libre tocó algo duro, apenas procesé lo que había conseguido al impactar el objeto contra la cabeza de Kaeya con toda la fuerza que me quedaba. Se escuchó algo romperse y él se apartó con un quejido, agarrando su cabeza antes de caer. Tomé aire y agarré la daga para arrancarla de la mesa.
No esperé a que se recuperase, salí corriendo por la puerta principal y no me detuve. Ni siquiera miré atrás cuando oí gritos de personas, trabajadores del viñedo detuvieron su trabajo para mirarme, pero no hicieron nada. No solté la daga en ningún momento mientras atravesaba los campos de uvas y me dirigí al bosque, fuera del camino y rutas donde pudiera haber gente.
No supe cuánto tiempo pasé corriendo, pero cuando dejé de escuchar los gritos y pasos, finalmente bajé el ritmo para respirar. Mis pulmones ardían y cada bocanada de aire dolía, secando más y más mi garganta, pero tenía que relajarme para pensar con claridad.
Seguí caminando por no sé cuánto tiempo más, rodeé un acandilado pero el bosque solo se tornaba más y más tenebroso y oscuro a pesar de ser por la mañana, juraría que incluso el ambiente era más pesado, más frio, y dejaba de ver más y más animales, todo aquí estaba muerto.
Entonces, pasos, pasos frenéticos que iban en mi dirección, apenas tuve tiempo de girar antes de que alguien me tirase al suelo y tapó mi boca. Su cuerpo era pesado sobre mí mientras trataba de gritar y morder su mano enguantada, me moví para usar la daga pero mi atacante giró mi cuerpo para que exponerme a él, presionó mi brazo contra la tierra mientras trataba de zafarme. Llevaba una capucha ocultando su rostro, pero de un movimiento de cabeza él se la quitó, mostrando su cabello anaranjado y ojos azules, mirándome con preocupación.
Childe.
Chapter 16: Hilos de agua
Chapter Text
Childe me soltó el brazo con cuidado al ver que dejé de resistirme. Él hizo un gesto de silencio colocando su dedo en sus labios y señaló el bosque mientras se quitaba de encima de mí, mirando al frente al que estaba caminando.
Ambos nos quedamos agachados para ver un pequeño claro donde pasaba un camino, decorado con frutas azules brillantes que crecían de unas flores cerca de los árboles. Miré a Childe confusa pero entonces un enorme monstruo apareció prácticamente de la nada, tuve que ahogar mi propia sorpresa al ver al gigante de piel negra y melena del mismo color, en sus brazos tenía tatuado unos símbolos de rojo puro. Debía tener unos tres metros de altura y de puro músculo. Traté de encontrar su cara pero una máscara tribal lo impedía, el monstruo miró a su alrededor, no pude evitar tratar de agacharme como si pudiera vernos a través de las hojas.
Poco después, se marchó, caminando por el sendero y pisando las bayas que habían caído de los arbustos. Childe se movió con cuidado, pero mantuvo su posición. Hasta que pasó un minuto no se relajó.
—Casi casi... —suspiró finalmente.
—Childe.
Le miré como si estuviera mirando a un fantasma, y de cierta forma lo era. La última vez que le vi estaba siendo atacado por guardias, pensaba que había muerto pero sobrevivió.
—¿Estás bien? —preguntó, ayudándome a levantarme—. Tu cuello.
—Sí... Sí, estoy bien ¿Qué haces aquí? ¿Cómo estás tú?
—He venido a buscarte, conseguí salir de Liyue hace unas horas. Estaba preocupadísimo por ti. Te dejé sola y sin ayuda... Lo siento. Pero me alegra saber que has solucionado eso.
Comenzamos a andar, Childe me dejó una cantimplora de la que bebí hasta terminarla. A su lado bajé la guardia y me digné a seguirle, por dentro contenta de volver a verle.
—¿Qué te ha pasado? —Señaló a mi cuello, yo lo toqué con cuidado y tomé un profundo respiro.
—Demasiadas cosas. Pero estaré bien. De verdad —insistí al ver sus cejas fruncidas—. Solo quiero salir de este sitio cuanto antes.
—Sí, de acuerdo. Hay que moverse. Rex Lapis habrá mandado a alguien a matarnos a los dos. Tenemos que movernos a Sumeru, iremos al puerto de Mondstadt y desde ahí conseguiremos un barco.
Llegamos a un campamento tiempo después, Childe finalmente guardó el arco que había portado todo el camino y tomó asiento.
—Ya he vuelto.
Otros tres hombres alzaron la mirada, llevaban abrigos largos de color negro y unas máscaras que cubrían sus ojos.
—¿Es ella?
—Sí.
Un joven con el pelo de color negro se levantó con una sonrisa leve.
—He oído que tuviste problemas en la ciudad. Debería haber estado ahí para protegerte. Lo siento.
Fruncí el ceño.
—¿Lo sabes?
—Los rumores corren rápido. Te están buscando. Y también sabemos más o menos lo que te pasó en el cuello.
Childe me acercó un palo con un pescado pinchado en él.
—Siento mucho que hayas tenido por esto. No sé cómo sigues viva. Los fatui te protegerán a partir de ahora. Toma, debes estar hambrienta.
—Gracias.
Otro con detalles de color azul en su chaleco se inclinó hacia mí.
—¿Qué tal está tu cuello?
—Mejor. Estaba dormida cuando me lo quitaron —Empecé a comer con ganas—. Era como una especie de conexión con Morax. Una forma de vigilar que cumpliese el contrato.
Childe tomó un respiro.
—Puso una maldición en ti. Sí… Le he visto hacerlo más veces en el pasado. ¿Qué quiso que hicieras?
—Robar algo. El corazón del arconte de este país.
—La gnosis anemo —confirmó el castaño del grupo.
—Quiere liberar al arconte Barbatos —dijo Childe y asentí—. Joder... Me lo imaginaba, me pedía los movimientos de Jean en la ciudad. Supongo que tú podrías haber tenido una oportunidad al no ser tan influenciada por su poder.
Pelinegro se fijó en mi expresión.
—Es la Gran Maestra Jean —me explicó él—. Mondstadt se revolucionó contra Barbatos hace años y ella robó la gnosis, hoy en día la guarda con ella en todo momento y... me temo que no sería posible quitársela sin matarla. Es la que gobierna en Mondstadt. pero no es la arconte. Sigue siendo solo una humana.
—La gnosis es una herramienta —continuó Childe, dándome un segundo pescado—. Un tesoro que le otorga al arconte el poder necesario para gobernar su nación. El problema es que Jean, una simple humana con una visión anemo, le robó la gnosis al arconte Barbaros durante una batalla y lo encerró. Iban a destruir la gnosis según mis fuentes, así Barbaros se volvería incluso más débil. Pero... A Jean le gusta el poder. Era invencible. Es invencible.
—¿Y no se le puede hacer lo mismo a Morax?
—Morax ya ha ganado su batalla. Barbatos, por otra parte, estaba en guerra con los habitantes de su nación, una rebelión. Morax no permitiría eso, además de que tiene sus adeptus. Y Stormterror, el dragón de Barbatos, murió hace muchísimos años atrás, así que estaba solo.
Castaño se levantó cuando acabé el segundo pescado, finalmente satisfecha.
—Me temo que Barbatos no está siendo retenido, sino contenido. Jean y los suyos lo exiliaron a una isla con ayuda de alquimia. Y sin gnosis no puede hacer nada más que ahogarse si intenta escapar. Eso y provocar tormentas.
—Por eso tenemos que salir de Monstadt lo antes posible —dijo Childe mientras recogía el campamento—. Y Morax quiere tu cabeza, así que no vamos ni a pisar Liyue.
• • • • • • •
—¿Quieres agua?
Asentí rápidamente, agachándome con cuidado para poder recoger agua del río con la cantimplora.
Habíamos estado caminando medio día, justo acabábamos de comer y volvíamos a continuar nuestro camino, bebí mientras Childe y el hombre de los detalles azules se echaban agua en el pelo y nuca, tratando de refrescarse un poco.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo, sentí como mi piel se erizaba.
Miré detrás de mí, al bosque, levantándome para tratar de buscar entre los árboles y los arbustos, tratando de encontrar algo.
No fui la única que se dio cuenta, Childe a mi lado invocó dos espadas de agua y se colocó en frente de mí. Chistó en alto para que los demás se callasen y prestasen atención.
El silenció cayó entre nosotros, solo escuchamos el agua del río y el sonido del viento, mi corazón se aceleró.
Un zumbido, y entonces una flecha impactó en la cabeza de Abrigo Azul, directo en la frente sin que apenas tuviese tiempo para que ninguno reaccionase. Recuerdo haber gritado al ver caer al río el cuerpo del fatui, no era profundo así que el agua simplemente siguió corriendo encima de él como si no hubiera pasado nada.
Cuando empezamos a movernos, aparecieron de la nada una gran cantidad de hilos azules que recorrían toda la zona como si fuera una telaraña. Los hilos se tensaron y la magia hizo que los hilos se envolviesen a nuestro alrededor, atando nuestros brazos y piernas. El pánico rápidamente hizo que tirase de los hilos, pero estos eran tan finos e increíblemente resistentes que se hundían en mi piel. Childe los cortó con facilidad gracias a sus dagas, giré mi vista para ver cómo tiró del final de los hilos con fuerza para encontrar su origen en el bosque.
Y su origen apareció de repente, una mujer de pelo corto moreno se volvió visible de la nada, fue tirada por los hilos que salían de sus manos pero ella inmediatamente corrigió su posición sacando su arco, Childe hizo lo mismo. Por mi escaso conocimiento, era agua contra agua. Reconocí a la mujer por la misma que estaba en la terraza de Morax, después de que me capturaran por segunda vez.
Traté de coger la daga de mi cinturón para cortar las cuerdas mientras los otros dos fatui hacían lo mismo. Caí al agua con un quejido mientras Childe y la mujer cogían cobertura el uno contra el otro. Al mojarme mis miembros se liberaron, sin ningún esfuerzo los hilos se deshicieron alrededor de mí. Alcé la cabeza para ver cómo el agua era el causante de ello. Al ser hilos de elemento de agua, se desvanecían en su mismo elemento.
—¡Id al agua! —grité a los otros dos fatuis, que se encontraban en la orilla.
Miré a mi alrededor con daga en mano, Childe buscó a la mujer con el arco alzado mientras sus compañeros trataron de acercarse al río. Pero algo fue mal. Los hilos alrededor de mi acompañante se tensaron tanto que, antes de que Castaño llegase al agua, cortaron carne.
Como si fuera un trozo de pollo, los hilos atravesaron las piernas de Castaño al completo, hubo un momento de silencio antes de que gritos llenasen el bosque. Pelinegro se lanzó al agua con miedo y Childe arrojó su cuerpo sobre los hilos que habían amputado las piernas de Castaño para agarrarlos antes de que desapareciesen y así encontrar a la mujer invisible.
Corrí a su ayuda, Pelinegro y yo agarramos los brazos del herido para arrastrarlo al agua mientras él gritaba de dolor, no podía parar de fijarme en sus piernas. Sus gemelos se habían quedado en la orilla, soltando sangre a la hierba mientras la sangre de los muslos de Castaño iba río abajo.
Escuché otro grito, esta vez detrás de mí. Al girar vi a la mujer en el río, cerca de nosotros, siendo electrocutada. Me aparté inmediatamente lejos de ella junto con Pelinegro, Childe estaba en el otro lado del río, sosteniendo los hilos con fuerza y electrocutándolos de alguna forma.
Ella cayó al río, escuché un nombre detrás de mí de lo que suponía que era el nombre de Castaño. Pelinegro lloraba por la muerte de su amigo y compañero mientras Childe le daba órdenes con un tono que no había oído en él antes. Me alejé lo más posible de ella pero recobró la consciencia rápido, al acercarme a Childe ella le lanzó una poción de hielo a sus piernas, formando cristales que le atraparon al suelo.
Chapter 17: Con el viento en la cara
Chapter Text
Sentí un agarre, Pelinegro me arrastró al río de nuevo para volver a correr mientras Childe trataba de librarse de su prisión. Mientras corríamos giré mi cabeza para ver a Childe atrapado, pero no vi a la mujer por ningún lado, donde estaba su cuerpo desmayado ya no había nadie. Childe apuntó desde su posición en mi dirección pero ya era muy tarde.
Alguien me agarró, pero esta vez cogiéndome en brazos y colocándome en su hombro, una extraña aura azul me envolvió a mí y a la mujer al mismo tiempo que ella corría con cada vez más velocidad, alejándonos del río. Apenas fui capaz de capaz de gritar.
Agarré mi daga con fuerza y se la clavé a la mujer en la espalda, apenas dudé. Ella gritó y cayó a un lado, llevándome con ella bajo una pequeña colina. Ambas rodamos por unos segundos y finalmente llegamos al final de la cuesta.
Estaba dolorida, pero nada más ver la daga en el suelo me arrastré a cogerla, vi a la mujer levantarse con un gruñido y mirarme con odio antes de invocar de nuevo su arco. Me apuntó pero quedó estática al ver dónde habíamos caído, entre dos chozas tribales.
Ella se giró justo al mismo momento en el que una cabeza se asomó con curiosidad, la máscara del monstruo nos miró con enfado, gritando para avisar a sus compañeros. Ella soltó una maldición e hizo un movimiento en mi dirección para atar mis brazos antes de girarse a los monstruos y matarlos, traté de utilizar la daga de Childe para cortarlos pero me era imposible hacerlo sin agua.
Un ruido a mi lado captó mi atención, vi uno de esos monstruos acercarse a mí con la cabeza ladeada, llevaba una lanza con la que se apoyaba para caminar y me siguió mientras mi cuerpo trataba de arrastrarse lejos del bicho o lo que fuera eso.
—Aléjate. ¡No!
Mi espalda chocó contra la pared de una de las cabañas, y el monstruo ya estaba encima de mí, grité al sentir sus manos con garras en mis piernas, levantando mi vestido mientras trataba de patearlo y apartarlo, entonces agarró mi muslo con fuerza para detenerme. Sus manos estaban heladas, su piel era áspera como si fuese cuero, y como si fuera un zombie apartó levemente su máscara para abrir su boca. Era asquerosa, sus dientes afilados estaban manchados de sangre y un líquido negro al igual que sus labios y barbilla, su lengua era de un color verdoso oscuro.
Entré en pánico cuando acercó su boca a mi muslo, cubierto por una media, grité todavía más fuerte y me resistí más contra los hilos, llegando al punto en el que estaba segura que me estaba cortando pero no podía pensar en otra cosa. Abrió sus fauces mientras clavaba sus garras en mi pierna, listo para tomar un mordisco de mi carne
—No no no, ¡no! ¡Ayuda!
Entonces el monstruo soltó un sonido gutural antes de caer encima de mi, una flecha clavada en la parte trasera de su cabeza y mi secuestradora detrás, su arco todavía alzado, sangre caía de su brazo y frente mientras respiraba con dificultad.
Me giré completamente asqueada para que el cuerpo se echase a un lado, antes de que pudiera alejarme la mujer me agarró y me alzó en el aire unos segundos para volver a tirarme al suelo. Mi cuerpo impactó contra el suelo, cortándome el aire.
—Se acabó —Se puso encima mía, agarrándome del pelo, antes de que pudiera decir nada me golpeó la cabeza contra el suelo con fuerza—. Debería haberte matado con los demás. Pero Rex Lapis te quiere viva, por alguna razón —Volvió a golpearme—. Aunque no dijo nada de sana.
Podía oír cada golpe dentro de mi cabeza, la arena se clavó en mi frente aunque tenía que agradecer a cualquier dios que me escuchase de que no era un suelo de roca duro.
Se calló de repente al mismo tiempo en el que sentí su peso desaparecer de mi espalda. Las cuerdas desaparecieron de mis brazos y piernas pero apenas me moví. Mi visión estaba oscurecida y me costaba pensar más allá del dolor de mi cabeza. Finalmente me media vuelta para ver a la mujer en el aire siendo ahorcada por otra figura.
El pelo rojo de Diluc se movió con el aire mientras la mujer trataba de defenderse, intentando arañar su cara sin éxito, los brazos del hombre eran demasiado largos. Él mantuvo su postura hasta que ella finalmente perdió la consciencia. Más allá de las nubes de confusión y oscuridad que me cegaban vi cómo se descartó del cuerpo dejándola caer al suelo.
—Vamos.
Todo mi cuerpo comenzó a temblar, retorné mi vista de la mujer a Diluc quien mantuvo una expresión indescifrable, esta vez llevaba una espada gigante cargada a sus espaldas. Me tendió la mano.
—Vendrán más. Vamos.
Había matado con facilidad a una soldado de Morax, ¿qué me haría a mí?
Tragué saliva y negué con la cabeza, incorporándome lo más rápido posible para estar más o menos a la misma altura que él. Diluc alzó una ceja.
—¿No?
Entonces escuchamos un grito arriba de la colina.
—¡Alto!
En un momento Diluc se posicionó a mi lado, sujetando mis hombros para traerme a sí, vi a Childe corriendo a nuestra dirección antes de que nos envolvieran unas llamaradas de fuego a ambos. Instintivamente me agarré a Diluc con fuerza, rezando para que no me soltase o me empujase a las llamas, pero él no aflojó su agarre. Nuestros cuerpos fueron cubiertos por calor y luz, me fijé en Diluc para ver su reacción pero él estaba sereno, aunque alerta, me fijé en que las llamas salían de su espalda. Eran alas de fuego.
Apenas salí de mi sorpresa cuando nos alzamos en el aire, Diluc se movió para irse del sitio abrazado a mí, el aire salió de mis pulmones cuando mis pies se alejaron del suelo. Fuimos atacados por flechas de agua y una de ellas alcanzó a Diluc, no habíamos cogido la suficiente altura así que ambos caímos, rodé por la tierra lejos de los brazos de Diluc y Childe acudió en mi ayuda.
—Yo lo retendré, confía en mí, ¡vete!
Al principio no lo pensé, al ver a Diluc levantarse con su mandoble corrí lo más rápido que pude. Pero me detuve después al sentir un aire de culpa dejándolo solo, al girar vi de lejos fuego luchar contra agua. Tenía que confiar en él, seguro que lo conseguiría.
Pero no iba a estar allí para averiguarlo.
• • • • • • •
No sabía exactamente cuánto tiempo había estado andando, atravesé caminos y seguí las indicaciones para llegar al puerto Dornman, evitando personas y mercaderes además de monstruos tanto humanoides como otros sacados de una novela de terror fantasioso.
A saber la de veces que podría haber muerto de una manera u otra. Cada segundo me arrepentía de haberme metido en esta locura, de haber entrado en ese dichoso edificio abandonado. Ahora no sabía si ni siquiera iba a volver, simplemente estaba siendo guiada por Childe y los fatuis a donde ellos querían.
Comí frutas de los árboles y agua de cualquier riachuelo que me encontraba, a cada sonido sacaba mi daga y evitaba los caminos, ya que más de una vez vi mercaderes llevando sus mercancías en carros con algunos escoltas, incluso algunos llevaban un slime con alas flotante en vez de usar ruedas.
Aunque también tenía que admitir que este mundo también poseía cosas bonitas, al detenerme para beber en un río una mariposa azul brillante se apoyó en mis manos para beber también, aunque no era una mariposa común, las alas de esta eran bastante grandes y su cuerpo parecía hecho de cristal. Las aleteó y bebió un poco de mi mano antes de irse.
Un slime de agua surgió de la superficie, pero esta vez estaba preparada, inmediatamente me eché hacia atrás y agarré una flor que estaba congelando el agua. Se la lancé sin que me afectase a mí misma y el slime se quedó congelado en la superficie al igual que el agua debajo de él. No esperé a sus amigos así que salí corriendo río abajo.
Al atravesar unos árboles y salir del bosque, por fin pude ver la inmensidad del mar, la arena era fina debajo de mis pies y el viento marino me golpeó con suavidad. A lo lejos vi algunos barcos acercándose, los seguí con la mirada y entonces finalmente encontré el puerto.
Chapter 18: Marea
Chapter Text
En este mundo no había estado entre tanta gente, el puerto rebosaba de vida con tantas oportunidades de comercio por aquí, lo principal que me relajó fue la presencia de niños correteando por ahí a diferencia de la ciudad capital. Además, era de día así que no había rincones oscuros. El olor a pescado era mucho más fuerte aquí y unos animales parecidos a las gaviotas rodeaban algunos barcos tratando de robar comida.
Miré a mi alrededor para acercarme al muelle.
—¿Cuánto tiempo crees que tardaremos en llegar a Sumeru? —alguien preguntó, consiguiendo mi atención—. Con esa tormenta... ¿y piratas? No nos pagan lo suficiente.
Me acerqué a una pareja de marineros que estaban cargando cosas a un barco.
—La última vez tardamos poco, dos días —contestó el otro—. Pero eso era porque Barbatos estaba tranquilo por alguna razón, normalmente son cuatro.
Traté de acercarme más, pero alguien colocó su mano en mi hombro, salté del susto y me giré para ver a una mujer con una cesta.
—¡Señorita! ¿Quiere manzanas?
—Eh, no, gracias.
—¿Está segura? Son de la mejor calidad.
—Es que no tengo dinero —apresuré a informar—. Gracias, otra vez.
—Haber empezado por ahí —refunfuñó y se marchó para seguir con su camino.
Volví a la pareja, que seguían cargando cajas pero su conversación había acabado. Me moví a la mercancía para buscar una forma de infiltrarme. Algunas de las cajas eran lo suficientemente grandes como para que cupiera en ellas.
Cuatro días no era tanto, solo necesitaba un poco de comida y agua. Podría esconderme y robar comida de vez en cuando.
Era una locura de plan.
De reojo vi a un par de soldados acercarse a la mujer de las manzanas, alcé la mirada para ver cómo le preguntaban algo y ella señalaba el lugar donde había hablado conmigo, los soldados miraron mi antigua posición y marcharon hacia él. Me estaban buscando.
Apenas tenía tiempo para reaccionar, cogí una caja y vi que estaba llena de botellas de agua. empecé a tirarlas al mar para que se hundieran pero no las tiré todas, solo las suficientes como para meter el cuerpo, con cuidado cogí la tapa al meterme en la caja y me hice una pelota dentro. Me acomodé entre las botellas con cuidado y traté de relajarme. Justo a tiempo los soldados llegaron, saqué la daga solo por precaución.
Escuché a los marineros hablar con ellos sobre mí. No me habían visto todavía, pero me estaban buscando. Seguramente por Kaeya.
Cerraron la tapa de la caja en la que estaba con clavos, no podía frenar mi corazón mientras trataba de controlar mi respiración. Tenía miedo de que descubrieran o las botellas o el cambio de peso en la caja, pero los trabajadores me cargaron sin problema. Tuve que agarrarme a las paredes de la caja para no moverme demasiado mientras las botellas chocaban entre ellas.
Me dejaron en un sitio oscuro, los espacios entre los tablones de madera no me dejaban ver dónde estaba así que traté de hacer un agujero con la punta de la daga para ver el exterior. Parecía una especie de almacén.
—¿Has visto a la arconte dendro alguna vez? —preguntó un marinero que dejó otra caja.
—No, qué va. Apenas sale de su palacio. Tú solo céntrate en el trabajo.
Sentí cómo el barco se mecía de un lado a otro, descansé la cabeza sobre mis rodillas mientras escuchaba voces arriba, y pronto el viento se llevó el barco, adentrándonos más adentro y alejándome de tierra firme. Mientras miraba por la mirilla solo podía pensar y rezar para que Childe estuviera bien. Esperaba encontrarle dentro de Sumeru en unos días.
También esperaba aguas calmadas, pero no fue así. Tras unas horas en el mar un golpe de viento alcanzó el barco de repente, todas las cajas del almacén se movieron, incluso la mía. Me sostuve contra las paredes de la caja antes de arrimarme para ver al otro lado, con suerte pude ver un pequeño ojo de buey desde donde se podía ver el cielo negro por las nubes.
Más viento golpeó el barco. Arriba, los marineros gritaban entre ellos pero apenas pude distinguir más palabras que "huracán".
—Barbatos —susurré.
Todo a mi alrededor se movía, incluso yo misma golpeé una de las paredes, grité al pensar que de alguna forma u otra, acabaría aplastada o tirada por la borda. Agarré mi daga con fuerza para hacer palanca y levantar la tapa, lentamente esta se abrió lo suficiente como para que pudiera abrirlo más fácilmente con mis manos pero me quedé metida en la caja.
Los marineros lucharon, escuché truenos y gritos mas nadie vino a mi escondite, por ahora tenía que confiar en ellos no iban a hundir el barco.
Me pregunté entonces si era posible que Barbatos hubiera reconocido mi presencia o que esto era mera coincidencia.
Tardaron otra hora en alejarnos de aquella tormenta, tenía unas ganas increíbles de vomitar y estaba reuniendo toda mi energía para evitarlo, poco a poco las aguas se calmaron y el cielo se tornó azul de nuevo, dejando las nubes atrás.
El personal vino para comprobar que todo estaba bien, colocaron las cajas de nuevo en su sitio e incluso encima de mí, volviendo a cerrar mi única salida y ahora haciendo muchísimo más difícil.
• • • • • • •
Desperté al sentir el barco retumbar, arriba se escuchaban gritos, órdenes. Traté de ver lo que estaba pasando pero el ruido de un cañonazo hizo que gritase y me apartase. No podía ver nada por la falta de visión del hueco y fuera estaba oscuro.
Golpes en la cubierta mantenían mi pecho al borde, como si varias cosas se estuviesen cayendo al suelo como con la tormenta pero esta vez el tiempo estaba calmado.
Y entonces, risas. Risas de tono grave y jocosas sobre los gritos y quejidos de los marineros. Entonces asumí lo que estaba pasando a unos metros sobre mí, piratas.
Mi suerte empeoraba cada vez más, traté de golpear la caja encima de mí para tirarla al suelo y así salir de ahí, pero unos pasos hicieron que mi cuerpo se quedase estático. Poco a poco me acerqué a mi ventana para ver al visitante, tenía unos brazos gigantes y el pecho expuesto, pintura decoraba su cara. Detrás de él un joven de pelo blanco y ropas oscuras le acompañaba.
—¿Qué tenía esto? —preguntó el hombre.
—Sidra, principalmente. Y agua y otros suministros de interés. Nos lo llevaremos todo.
Para mi sorpresa, parecía ser el joven delgado el que mandaba. Empezaron a llevarse cajas y otras bolsas que había ahí sin que nadie se lo impidiese. Fue en ese momento en el que asumí que habían matado al resto de la tripulación para robar su mercancía.
Me cargaron afuera, me mantuve completamente quieta para que no me descubrieran. No tenía ni idea de qué iban a hacer conmigo, pero tenía que salir de ahí cuanto antes.
Finalmente me dejaron a mí y otras cajas en el almacén de su barco, este olía mucho peor, había algas e incluso cráneos que ni siquiera quise prestar atención, los mismos que habían entrado al almacén se quedaron para inspeccionarlo todo, abriendo las cajas una a una.
Mi respiración se aceleró, a cada movimiento de los piratas mi corazón se saltaba un latido, cada vez agarraba la daga con más fuerza, preparada para defenderme si lo necesitaba.
Iba a morir, hasta aquí había llegado.
Los pasos eran lo más ruidoso de la habitación, más que el crujido de la madera al mecerse el barco o de las olas chocando contra el casco. El sonido de metal sobre mí hizo que alzase la cabeza al mismo tiempo en el que quitaban la tapa de mi caja, descubriéndome. Me encontré cara a cara con el chico peliblanco, su piel era clara, y sus ojos de un rojo intenso que en cierta forma me recordó a Diluc, pero él tenía unos rasgos más asiáticos y afilados.
Ambos nos miramos, los suyos de sorpresa y los míos de miedo.
Chapter 19: Piratas
Chapter Text
Ambos nos miramos, los suyos de sorpresa y los míos de miedo.
—¿Qué hay en esa, Kazuha? —preguntó su compañero.
Él se quedó callado un momento, mis manos temblaron mientras sujetaba la daga, la miró durante un momento pero entonces sonrió levemente, haciéndome una señal de que me quedase callada y guiñándome un ojo.
—Lo mismo. Botellas de sidra —mintió antes de tapar la caja de nuevo, traté de impedirlo con el corazón acelerado pero él aseguró los clavos.
Cuando se fueron inmediatamente traté de abrirla, volví a usar la daga como palanca pero no conseguía que se moviese. Lo intenté con cada vez más y más fuerza hasta el punto en el que golpeaba la tapa con mi puño y me empezó a doler.
Estaba perdida, no podía salir, el pirata ese se había asegurado de ello. Miles de pensamientos hicieron que mi cuerpo siguiera temblando por no sé cuánto tiempo más. Mi garganta se sentía seca incluso después de haber bebido un poco de agua de las botellas que tenía conmigo.
Desconocía cuánto tiempo había pasado cuando unos pasos se escucharon en el almacén, mi vista se alzó antes de que me inclinase para revisar quién había venido, mas no vi a nadie.
Los pasos se acercaron a mí antes de que la persona se sentara encima de la caja, mi cuerpo saltó del susto.
—Tiene que ser duro no poder moverte de ese sitio. Estás asustada, no te preocupes, no te haré daño —la voz del joven de antes canturreó—. Además, necesitas mi ayuda, admítelo.
No pude emitir palabra cuando de repente el filo de una espada atravesó la caja, a escasos centímetros de mi nariz, grité al sentir el frío metal rozar mi piel, incluso juraría que había cortado algunos pelos de mi frente.
—Vale, vale. Tú ganas —suspiré con dificultad—. No se lo digas a nadie. Por favor.
—¿Por qué debería hacer eso? Eres una polizón —Se bajó de la caja y empezó a quitar los clavos—. ¿Por qué no debería llevarte a la capitana ahora mismo?
—Necesito ir a Sumeru —expliqué cuando él finalmente abrió la tapa, dejándome ver su cara riéndose.
—No vamos a Sumeru, cielo. Vamos a Inazuma. Te pilla un pelín lejos.
Me levanté con dificultad al haber estado metida en esa caja durante tanto tiempo, miré a mi alrededor para observar el almacén donde estaba, olía fatal e incluso puede que hubiese visto alguna rata.
—¿Inazuma? ¿Dónde está eso? —pregunté, alzando mi arma en su dirección.
—¿No lo sabes? Pues está muy muy lejos —Ladeó la cabeza levemente.
Poco a poco se acercó a mí con la katana que había utilizado para abrir la caja. A cada paso que tomaba él mi corazón daba un vuelco al mismo tiempo, pero me mantuve en mi posición a pesar del ladeamiento del suelo. Una brisa proveniente de las ventanas recorrió mi cuerpo, provocando que sintiese escalofríos en la nuca. Él se rió.
Me moví lo más rápido que pude, sonrió cuando me lancé a él con la daga en alto, metal chocó contra metal cuando levantó su propia katana para detenerme y
pude ver su sonrisa cuando realizó una estocada contra mí, golpeando mi daga y deslizando su filo por ella antes de que me alcanzase el brazo y el hombro, me aparté lo máximo que pude pero mis piernas chocaron con un barril, haciendo que estas cedieran y mi cuerpo se sentase en él. El dolor agudo de mi extremidad fue reconocido por mi cerebro, mi garganta hizo un débil quejido al ver mi manga rasgada y sangre manchando tela.
Sin embargo, no sé cómo lo hice, pero la mejilla de mi atacante también estaba sangrando, un corte superficial que le sorprendió tanto a él como a mí.
Traté de ignorar el dolor en mi brazo para así mover mi arma y asestarle otro corte, pero él agarró mi brazo con fuerza para que no pudiese moverlo, soltando su espada en el proceso.
—Niña estúpida —gruñó, usando la otra mano para comprobar que, efectivamente, le había hecho sangrar.
Su agarré en mi muñeca se apretó todavía más, sus dedos se tornaron blancos mientras trataba de zafarme con tirones y patadas, pero estaba demasiado cerca y mis piernas rodeaban sus caderas. La molestia pronto se tornó en dolor, unido al que inundaba el resto de mi brazo.
Finalmente y con lágrimas en los ojos, cedí y solté la daga, que cayó con un ruido sordo.
—Que te jodan —gruñí.
—Eso está mejor —Sujetó con fuerza mi otra muñeca al golpearlo—. Quieta, o te harás más daño. O peor, te descubrirán los de arriba. Y no quieres eso, ¿verdad?
—¿Por qué me estás ocultando?
—Porque tengo planes para ti —susurró, levantando mis muñecas—. Y más vale que no te resistas, porque tus opciones son ser usada por todo el barco, asesinada por la capitana, o ser buena chica y estar conmigo hasta Inazuma.
Bilis recorrió mi garganta, estaba a punto de escupirle a la cara.
—¿Qué me vas a hacer?
—Tranquila, no te haré nada. Por ahora, te llevaré a mi camarote.
Tiró de mí hasta que bajé del barril, pero no dejó ir mi muñeca, sentía la sangre recorrer mi brazo, pero tenía otras cosas de las que preocuparme.
Kazuha ató mis manos delante de mi cuerpo y recogió su katana y mi daga para guardársela en su bolsillo.
Sin embargo, se detuvo de arrastrarme por las escaleras cuando se dio cuenta de que mi brazo seguía sangrando, manchando el suelo. Se giró a mí para comprobar el estado de los cortes en mi antebrazo y hombro, rompiendo la manga del todo. Un suspiro ahogado salió de mí al ver que las heridas eran más profundas de lo que imaginaba, no parecían graves pero tampoco se podían tomar a la ligera.
—Eso es lo que ocurre cuando intentas atacar sin tener ni puta idea —dijo Kazuha en voz baja, utilizando mi propia daga para cortar una parte de mi vestimenta y así obtener tela suficiente para envolver mi brazo, apretando con fuerza. Seguido de esto me agarró el mentón—. No te resistas cielo, no sabes pelear. Podría matarte aquí mismo y cazar un tiburón con tu carne.
Simplemente le miré con el ceño fruncido antes de que me arrastrara de nuevo, con miedo subí las escaleras y llegamos a la cubierta.
Era de noche, y el viento sopló más fuerte de lo que imaginaba a pesar de que el barco no se mecía mucho. Me sorprendió la increíble oscuridad que acechaba, de no ser por unas pocas luces aquí y allá provenientes de velas, no vería absolutamente nada. Mis piernas temblaban al pensar que en alguna esquina que no podía ver estaba alguien mirándonos.
Kazuha me llevó por donde quiso, sin preguntar ni hablar conmigo. No vi a nadie en el camino a su camarote ni tampoco quería, al entrar por una sala bajamos otras escaleras y finalmente llegamos a una habitación. Grande para tratarse de un barco pirata, con una cama, armario, baúl y un escritorio bastante limpio.
Cuando cerró la puerta, me vi con la libertad de apartarme de él, pero no lo hice. Dejé que me llevase al baúl, era un espacio demasiado pequeño para mí así que traté de replicar, pero al abrirla pude ver cómo daba lugar a una pequeña sala, una especie de escondite formado por un espacio sin usar del barco.
—Lo usaba para esconder ron —sonrió él antes de empujarme para que bajara.
—Huele fatal aquí.
Con cuidado me dejé caer en el espacio y Kazuha se unió a mí, encorvado utilizó un gancho del techo para colgar mis ataduras ahí. Tiré tan pronto como me soltó. Él se rió al ver que no tenía éxito.
—Te traeré lirios de cristal si así lo deseas. Ya sabes, para darte mejor ambiente.
—No finjas que te preocupas por mí —dije con odio.
—Obviamente lo haré. Sé lo que les gusta a las pueblerinas como tú —Deslizó su mano por mi pierna hasta llegar a mi muslo, agarrándolo con fuerza para atraerlo a sí—. Aunque me temo que no puedo hacer lo que tu cuerpo desea —susurró.
Le escupí, utilicé toda la saliva que pude para escupir a su cara.
Él retrocedió, cerrando los ojos mientras con cuidado se limpiaba su nariz y mejilla con la mano. Después me miró con sus ojos carmesí, por unos segundos no dijo nada. Y me arrepentí de mis actos.
—Bien, con que esas tenemos —murmuró—. Volveré mañana, veremos que humos tienes cuando vuelva.
Acto seguido se impulsó para salir por la alcoba con facilidad y cerró la tapa, dejando que me sumiera en la completa oscuridad.
Chapter 20: La tierra del trueno
Chapter Text
La siguiente vez que vi a Kazuha fue cuando me despertó. Estaba tan cansada después de lo que había pasado y el viaje que solo tuve que cerrar los ojos para caer rendida. Aunque tardé unos momentos al estar en completa oscuridad y con los brazos en alto.
No recordé haber soñado nada cuando abrí los ojos y vi a Kazuha toqueteando mi cara. Tenía una botella de agua en la mano y una leve sonrisa en su cara, aparté mi cabeza de su mano con un movimiento y mi pelo cubrió mi cara hasta que Kazuha lo apartó..
—Buenos días, cielo —saludó—. Te he traído agua, ¿quieres?
Asentí con la cabeza, esperando que también pudiese soltar mis amarres, apenas podía sentir mis brazos y sentía todo mi cuerpo húmedo y caluroso. Él aproximó la botella a mí y, a pesar de que sentía cómo se reía de mí, bebí con cuidado, dejando que él inclinase la botella para que yo pudiese beber.
—Llegaremos en unas horas a Inazuma —Me limpió los labios y la barbilla mientras lo miraba con el ceño fruncido—, ¿tienes hambre?
Llevaba sin comer bastante, el día anterior solo me había alimentado a base de frutas del bosque y eso hizo efecto en mi estómago, al oír mención de comida este rugió ruidosamente. Kazuha soltó una sonrisa divertida.
—Ya veo, una pena —rio y salió del baúl.
—¡O-Oye!
Cerró la tapa detrás de él para dejarme de nuevo en la oscuridad. Esta vez no tenía sueño, así que los minutos se tornaron en horas y se sentían como tal. Quise gritar, pensé en gritar. Pero no sabía quién iba a escucharme.
Kazuha volvió después de un tiempo, trajo un trozo de pan extremadamente duro que me costó morder. Después se volvió a ir y no volvió hasta bastante tiempo más tarde. Por una parte me alegré de que estuviese sola pero por otra estaba desesperada por que me dejase bajar los brazos.
—Ya hemos llegado a Inazuma.
—Por favor, déjame ir —supliqué tan pronto como le vi—. No siento los brazos, por favor.
—Tranquila, eso haré —Se acercó a mí para quitar mis manos del gancho, no pude evitar soltar un leve quejido cuando la sangre volvió pero no era capaz de moverlos—. Cómo me gustaría que soltases esos pequeños quejidos para mí cada mañana. Pero me han ofrecido mucho dinero por ti, no puedo dejarlo pasar.
Mis ojos se alzaron para mirarle con sorpresa, tan pronto como abrí la boca Kazuha ató un trozo de tela alrededor de mi cabeza, haciendo que la mordiese y no pudiese articular palabra más que unos sonidos.
Inmediatamente luché de vuelta al procesar que Kazuha pensaba venderme a otra persona, continué haciendo el mayor ruido posible mientras débilmente golpeaba mis puños atados a su pecho. Pero él simplemente me ignoró y me arrastró fuera del baúl, donde me colocó una bolsa en la cabeza.
Mientras me movía, me resistí. No podía ver dónde estaba ni tampoco quería saberlo. No podía saber si me estaban mirando o no, si había gente en la cubierta o simplemente era la gente que había en el muelle. Traté de gritar en vano. El fuerte viento me empujaba para que siguiera adelante.
Mis zapatos tocaron arena después de un tiempo y Kazuha me empujó al suelo donde apenas fue posible amortiguar mi caída, el ruido de la gente había menguado, estábamos lejos.
—Por tu propio bien. Compórtate —Al tratar de levantarme él aplicó su peso en mí a través de su zapato de madera—. Es un viejo amigo mío, está muy interesado en verte. No me lo arruines.
Me quejé del dolor antes de que se apartase, con torpeza intenté levantarme lo mejor que pude. Quise decir algo, insultarle, maldecirle. Pero al soltar palabras incoherentes tan solo rio.
—Por ahí vienen —anunció y colocó sus manos en mis hombros para mantenerme erguida, su tono divertido inmediatamente desapareció.
Escuché pasos aproximarte, no sabía decir cuántos eran, pero más de dos. Pude sentir su presencia a escasos metros de nosotros.
—Señor Kaedehara —dijo uno de los extraños en frente de mí. No estaba muy cerca pero tampoco muy lejos—. ¿Qué me traes hoy?
—Fíjate. Pensaba que traerías a uno de tus secuaces hoy —Kazuha apretó mis hombros—. Me honras con tu presencia.
—Me describiste buena mercancía, y yo tenía que verlo con mis propios ojos.
De repente sentí un tirón, inmediatamente subí mis manos a mis pechos, tratando de prepararme para un ataque al sentir mi espalda chocar con el pecho de Kazuha.
—Primero el dinero —avisó—. Luego es tuya.
Otra voz habló, esta vez femenina.
—Pides mucho para lo que es. Esa chica no vale más de veinte.
No dije nada, pero debajo de la bolsa fruncí el ceño. Tampoco es que me fuera a quejar.
—Recuérdame. Por favor. Cuánto pagó tu querido jefe, aquí presente, por ti —Kazuha rebatió detrás de mí.
Oí movimiento hacia nosotros, mi corazón dio un vuelco al oír el característico sonido de una espada rozando con algo, siendo desenvainada. Pero no llegó a más.
—Calmaté Shinobu —habló la misma voz grave de antes.
—Eso mismo, cálmate Shinobu. Si os portáis bien os podéis quedar hasta con un recuerdo.
Hubo un silencio por un momento, escuché a alguien un poco más lejos en el muelle, ¿no podían ver lo que estaba pasando en la playa?
Por un momento Kazuha me soltó, debatí salir corriendo. Pero de forma ciega y sin apenas equilibrio, mi sentencia de muerte estaría hecha, si no lo estaba ya.
—¿Y qué nos importa eso? —preguntó la mujer.
—No mucho, consideradlo un souvenir. Pero con un poco de alimentación y entrenamiento esta joven os puede servir. De cebo, de presa, de juguete.
Al volver sus manos a mis hombros me revolví, asqueada por sus palabras.
—Tú quieta —advirtió, hice caso.
Hubo una conversación por el otro lado, susurros que apenas entendí.
—Diez mil —anunciaron.
—Treinta —Kazuha empezó a frotarme los hombros y las caderas como si tratase de un vendedor con un coche. Mi espalda sintió escalofríos.
Me iban a vender de verdad, no tenía ni idea de cómo iba a salir de aquí. Un mar me separaba de casa y no tenía billete.
—Sin comprobar la mercancía, Kazuha. Ni su cara, ni su cuerpo.
Sentí mis mejillas mojadas.
—Veintemil. Ni un mora más ni uno menos —continuó el pirata—. Tan solo imagínate estrenarla, arrancarle de su libertad a una chica que la tenía hace tan solo... ¿Dos días? Dudo que alguien venga a buscarla.
—Trato hecho —dijo el otro después de unos momentos.
Escuché una bolsa de dinero, y acto seguido fui empujada hasta que choqué con algo, mis manos tocaron piel, un pecho. Inmediatamente traté de alejarme pero me arrastraron por las ataduras de las muñecas.
—Un placer. Haz lo que quieras con ella.
—Vámonos, antes de que alguien venga. Shinobu, quédate con ella.
El que antes me sostenía me dirigió a otra persona, otras manos me arrastraron pero intenté tirar de ellas mientras me quejaba por la mordaza.
—Vamos —De repente, más brazos me agarraron, grité al sentir mi cuerpo subir desde el suelo a una especie de carruaje.
Sin previo aviso me quitaron la bolsa de la cabeza, la luz me cegó por unos momentos haciendo que bajase la mirada con los ojos cerrados, pero una mano me agarró del mentón para que mirase al frente. Para que mirase al hombre que me había comprado.
Tenía el pelo blanco, largo y un poco revuelto. Pero lo que más me llamó la atención fueron sus cuernos, rojos como la sangre igual que sus ojos, penetrando su mirada en mí. El pecho con el que me había chocado antes era el suyo, llevaba una chaqueta abierta exponiendo su abdominales. A su lado había otro hombre que llevaba ropas azules, de cabello negro, tenía los brazos cruzados y miraba cada movimiento que hacía.
A mi lado estaba la mujer que hablaba antes, tenía el pelo verde bajo una capucha y ropa de color negro. Estaba mirando la daga que me robó Kazuha, la daga de Childe.
—Supongo que estarás muy confundida —habló el jefe—. Cálmate, no hay nada que temer —Inmediatamente aparté su mano de mi cara con un empujón de mis brazos—. Ahora perteneces a la banda de Arataki. Así que vas a tratarme con respeto
Avanzamos por un bosque, miré a mi alrededor para ver elementos que me recordaron a Japón, lo mismo que me pasó en Liyue con China. ¿Por qué era tan similar y tan alejado a la vez de mi mundo?
—Ella es tu superior —continuó mientras apuntaba a la chica, cuyo nombre era Shinobu—. Pero yo soy tu dueño, me llamo Arataki Itto. Si tienes que obedecer órdenes, serán las mías. ¿Está claro?
Me mantuve callada, simplemente le miré con todo el odio que tenía mi cuerpo. Él insistió. Después de unos segundos asentí con la cabeza.
—Bien. Te voy a quitar eso. Si intentas algo no volverás a ver la luz del sol en tu vida.
Asentí de nuevo y esperé a que con un puñal cortara finalmente mi mordaza. Sacudí mi cabeza para que esta cayese por mis hombros, por fin con la libertad de poder toser y hablar. Pero tuve que gastar un momento para tragar saliva y respirar.
—¡¿Cómo podéis hacer esto?! —traté de hablar— Estáis cometiendo un error. Por favor.
—Estúpida —habló Shinobu—. No vas a ir a ninguna parte. Eres una esclava ahora.
—Sois unos monstruos.
La bofetada me llegó antes de que viese la mano del peliblanco, un solo impacto hizo que girase mi cabezade lado, y pronto el ardor recorrió un lado de mi cara. Solté un pequeño quejido mientras subí mis manos para rozarla, confirmando que de verdad me había pegado.
—Jefe —Shinobu se inclinó—. Está asustada. Yo sé lo que se siente eso, no seas muy duro con ella, por favor.
—Fuiste esclava de un demonio —replicó él con el ceño fruncido, su expresión cambió a una sombría—. Yo no soy nada parecido a ese hombre.
—Pues demuéstralo.
Intercambiaron miradas, Itto se mantuvo en silencio durante un par de segundos antes de soltar un suspiro. Shinobu miró fuera de la carroza mientras pasábamos por una especie de arco rojo.
—Llegaremos en una hora —dijo finalmente él—. Te daré ropa y por ahora lavarás la nuestra. Luego veré qué más puedes hacer.
Finalmente, el hombre que viajaba con nosotros se alzó para ver el camino.
—Jefe.
Tanto Itto como Shinobu alzaron la vista, ella se giró para ver el resto del camino, al girar mi cuerpo también vi a un par de hombres en el camino, que llevaban una especie de armadura samurái. Los caballos se detuvieron.
Uno de ellos, que tenía el cabello rubio y una especie de diadema negra como su camiseta se acercó a nosotros. Itto con cuidado agarró una manta que estaba a nuestros pies. Al destapar lo que había debajo vi una espada gigante.
—Señor Thoma.
—Creo que ese carruaje no es vuestro. ¿Seríais tan amables de bajar? —Se acercó a nosotros por mi lado, intercambiamos miradas por un momento.
Chapter 21: El hombre de blanco
Chapter Text
—Señor Thoma.
—Creo que ese carruaje no es vuestro. ¿Seríais tan amables de bajar? —Se acercó a nosotros por mi lado, intercambiamos miradas por un momento.
Shinobu se levantó, preparada para sacar el arma de su vaina, pero un destello pasó en frente de mí, todos nosotros saltamos al ver una estrella de metal clavada en el carruaje con un sonido sordo.
Entonces todos sacaron sus armas, pero de repente una corriente de viento nos cogió por sorpresa, sentí el carruaje levantarse en el aire e inmediatamente salté antes de que la corriente lo tumbara de lado, todos lo que estábamos encima caímos al suelo y al alzar la vista vi cómo aparecieron otros soldados de la nada, nos rodearon. Entre ellos salió un hombre con ropas blancas y el pelo azul, una visión del mismo color destelleaba de su cintura. Su mirada era afilada mientras nos miraba a todos.
Seguía con las manos atadas, así que levantarme fue más complicado que los demás, ellos se apartaron del carruaje para luchar. Oí las espadas chocar detrás de mí mientras alzaba mi cuerpo para huir de ahí. Era mi oportunidad.
Sin embargo, el de pelo azul se interpuso entre mi salida hacia el bosque y yo, inmediatamente di unos pasos hacia atrás al ver que se acercaba a mí. Pero Shinobu se puso entre nosotros, su mirada estaba fija en aquel hombre, al ver sus manos pude ver cómo temblaban.
—Kuki —el hombre sonrió—. Qué hermoso encuentro. ¿Te has replanteado volver conmigo?
Tenía un tono jocoso en su voz, como si se estuviera burlando de ella. Ella gruñó antes de lanzarse a por él. Detrás de mí seguía habiendo pelea, me giré justo a tiempo para ver a Itto aplastar cuerpos con su espadón gigante, el ruido de huesos rotos y gritos de dolor me paralizaron el cuerpo. No podía escapar, solo veía movimiento a mi alrededor.
Shinobu luchaba contra aquel hombre, él tenía una leve sonrisa en su cara mientras bloqueaba sus ataques con facilidad, agua danzaba a su alrededor cegando a Shinobu lo suficiente como para no ver cómo él se movía y fallar, sangre caía de su cara y su lado, la capa que llevaba estaba rasgada.
No supe qué hacer, solo me moví. Corrí hacia ellos cuando el peli azul estaba de espaldas. Mis oídos pitaban, impidiendo que pudiese escuchar lo que estaba sucediendo a mi alrededor. Subí a un tronco cortado para saltar sobre él, mis brazos tiraron y las cuerdas que atrapaban mis manos empezaron a apretar su cuello mientras tiraba y tiraba, subida a su espalda. Lo siguiente que sentí fue el tronco de un árbol chocando mi espalda una y otra vez, él empujó hacia atrás con todas sus fuerzas mientras trataba de arrancar mis manos de su cuello.
No sé cuántas veces chocó mi cuerpo con el árbol, mi cabeza empezó a doler cada vez más hasta que mi visión se tornó borrosa, no tuve la fuerza suficiente como para seguir e impedir que él me arrancase de su cuello.
Caí al suelo, la gravedad parecía haber aumentado mientras trataba de mirar a mi alrededor o moverme. Después de unos segundos lo distinguí agarrando a Shinobu del cuello, ella había soltado su arma para luchar contra él, pero era totalmente inútil. Abrí más los ojos al discernir agua, agua flotante entrando a la boca de Shinobu. La estaba ahogando.
Intenté levantarme. No le debía nada a nadie, no debería preocuparme esa mujer, me había comprado junto a un demonio.
Hubo un destello amarillo, finalmente logré recuperar la consciencia para incorporarme. Podía ver brillo en la visión al mismo tiempo en el que Itto alcanzó al hombre de agua, levantando el suelo como si fuera un terremoto para poder alcanzarlo con su espada.
Todo pasó muy rápido, soltó a Shinobu quien cayó al suelo sin resistencia, hubo una breve lucha que terminó rápidamente, echaron algo hacia Itto. Una especie de red que al atraparlo al suelo empezó a quemar su piel, él gritó de dolor al intentar quitarse la red de encima en vano.
—Mata al otro —oí al líder de pelo azul en algún punto de la zona, su voz tomada.
Apareció más gente, estos tenían aspecto más formal, como si fueran soldados, dirigidos por una mujer de máscara roja. El rubio que había detenido el carruaje antes hizo que el secuaz de Itto, ensangrentado y casi sin energía, se arrodillase. Con una espada le rebanó la garganta. Inmediatamente miré a otro lado. Pero solo había muerte a donde quiera que mirase.
Tenía que salir de ahí.
—Gracias, señor Kamisato. Buen trabajo —escuché la voz de la mujer de la máscara detrás de mí.
Me arrastré lo mejor que pude para alejarme de ellos sin llamar la atención ahora que no había una lucha cerrando mis posibilidades, solo tenía que acercarme al camino que llevaba a la playa. Sin embargo, dolor recorrió mi pierna, sentí cómo esta se tensaba y mi cuerpo dio unos espasmos, el dolor recorrió mi cuerpo entero como una descarga eléctrica.
—¿Es ella?
Di media vuelta para mirar a la mujer y el hombre de blanco acercarse, él se colocó de cuclillas a mi lado. Miró con curiosidad la venda en mi cuello mientras vi la marca que le había hecho con las cuerdas. Una pequeña sensación de victoria hizo que apartase su mano cuando trató de tocarme.
—Sí. Es ella —dijo—. Muy buen trabajo, pequeña. Pero me temo que no podemos dejarte ir así como así.
Me incorporé, él actuó rápido y pisó las cuerdas que ataban mis muñecas por encima de mi cabeza, atrapándome al suelo y dejándome indefensa.
—Yo no tengo nada que ver con esto —hablé rápido—. Yo solo...
—Shhh —Me interrumpió con un dedo en mis labios, las ganas de morderle fueron incrementando a medida que hablaba con la mujer—. Kazuha ha cumplido con su parte del acuerdo y ha traído un cebo, me encargaré de que le llegue el pago correspondiente —Se inclinó para tocar mi cara de cerca, sacudí mi cabeza con fuerza—. Aunque... No creo que eche mucho de menos a esta esclava. Me la podría quedar.
—La descripción de la chica de Liyue encaja con ella —La mujer se acercó más, al igual que parte de sus soldados—. La mejor opción es llevarla a la comisión para interrogarla. Así que apártate.
Sus palabras hicieron que se me cortara la respiración, después de lo que pasó con la mujer en Mondstadt pensé que dejarían de buscarme. Pero parece que Morax ha puesto precio a mi cabeza.
La cara del hombre estaba increíblemente cerca de la mí, su mano sustituyó su pie en mis cuerdas clavándome contra el suelo para acercarse a mi oído.
—No te muevas.
No sabía que estaba conteniendo la respiración hasta que se levantó y soltó mis muñecas, respiré en profundidad y con cuidado traté de proteger mi pecho con mis manos mientras él hablaba con la mujer, no entendí lo que le dijo. Pero fue lo suficiente como para asustarla, le miró con terror en su cara mientras daba un paso atrás.
—Bien... vámonos.
En pocos segundos se fueron del lugar, vi cómo se llevaban a Shinobu, todavía desmayada, y a un débil Itto a donde sea que fueran.
Traté de ser rápida, con ayuda de una piedra intenté cortar las cuerdas que impedían que me defendiese, conseguí poco a poco ir cortándolas.
—¿Qué te he dicho?
Me agarró de la espalda para tirar de mí y darme la vuelta, solté un pequeño grito ahogado mientras me levantaba con facilidad, tan pronto como mis pies tocaron el suelo me meneé lo más fuerte posible para zafarme de su agarre. Entonces le tiré la tierra que acababa de recoger del suelo a sus ojos.
Inmediatamente me soltó para llevar sus manos a su cara, tan pronto como se quejó, el hombre rubio cuyo nombre creía que era Thoma me sujetó mientras otros se aproximaron.
—¿Está bien, mi señor?
Él levantó la mano, y con cuidado formó una bola de agua para lavarse los ojos y reírse levemente. Thoma me sujetó con fuerza cuando intentaba apartarme de él al ver que Kamisato se acercaba a mí.
Sin previo aviso, agarró mi cuello, me atrajo hacia así cuando mis manos empezaron a arañar las suyas. Dolía, mi cuello empezó a arder hasta el punto en el que incluso sentía mis labios hincharse. Los segundos se tornaron eternos antes de que me soltase, lágrimas de dolor en mis ojos antes de que me quitase la venda.
Traté de taparme, pero la marca era demasiado profunda y visible, no podía hacer nada para impedir que se diesen cuenta de que no era una simple marca o moratón. Al tocar mi cuello noté sangre.
Agua fresca y flotante envolvió mi cuello, por un segundo pensaba que me iba a ahogar y mi cuerpo se tensó más de lo que estaba, pero un leve movimiento hizo que me diese cuenta de que simplemente estaba limpiando mi herida. Tiró el agua ensangrentada al suelo.
—¿Cómo te llamas?
No tuve la oportunidad de responder, sentí cómo el agua que mojaba mi cuello se transformaba en dolorosas agujas que se clavaron en mi. Grité de dolor y sentí cómo una capa de... ¿Hielo? Ocupaba parte de mi cuerpo, haciéndome sentir débil y dolorida. Por su parte, el peli azul simplemente rio, mirando a otro lado detrás de mí.
—Por fin se ha acabado, hermano —dijo una chica detrás de mí, me giré y vi que tenía más o menos de mi edad. Que venía acompañada de dos mujeres con kimono—. Qué ganas tengo de que le hiervan vivo, quizás en un estofado de judías —sonrió ella antes de fijarse en mí con unos ojos gélidos.
Poco a poco derretí el hielo con mis manos.
—Tendremos que ver lo que ocurre —continuó el otro, limpiando su katana—. Nosotros no hacemos las normas por ahora Ayaka. Agradece que me hayan contratado para esto, desde hace años he querido ver a ese demonio gritar. Ojalá tenga la oportunidad de torturarle.
—No puedo esperar. ¿Y quién es ella?
—Una amiga, y nuestra invitada especial —sonrió al ver cómo usaba mis brazos para impedir que se acercase demasiado a mí—. Thoma, encárgate de ella. Ya sabes dónde llevarla.
—Sí, señor.
Un soldado se aproximó a él, y le tendió un trozo de cuerda que Thoma envolvió en las que envolvían mis muñecas. Entonces tiró de ella para arrastrarme con él, podía sentir la mirada helada del líder en la nuca. Me resistí, comencé a gritar, luego a suplicar, decirles que no era la persona que estaban buscando. Todos mis lamentos cayeron en oídos sordos e incluso tuvo que venir otro soldado para ayudar a arrastrarme. Hasta que me caí al suelo y me arrastraron desde el suelo.
Chapter 22: La finca Kamisato
Chapter Text
Llegamos a una casa rodeada por una muralla en mitad del bosque, a medida que nos acercamos pude ver diferentes luces azules que parecían flotar, pequeñas luciérnagas desaparecían cuando el grupo pasaba por el camino. Después de haber sido arrastrada por el suelo dejaron que me levantase para que pudiera seguir al grupo en condiciones. En mi mente me estaba haciendo a la idea que no iba a salir de ahí.
Al entrar al jardín pude ver varias personas llevando uniformes hacer una reverencia a los hermanos, dueños de la finca.
Thoma me llevó a una habitación vacía excepto por una pequeña tarima. No había ni ventanas ni decoración alguna, con rapidez él me empujó al interior con una patada a mis piernas. Pero logré mantener el equilibrio.
Sin embargo, no resistí. Tomé un profundo respiro mientras él cortaba mis cuerdas. Después de varios días apretando mis muñecas ahora tenía marcas y rozaduras que levantaron mi piel.
La tal Ayaka también entró con nosotros, se abanicó mientras veía cómo Thoma utilizaba otra cuerda para atar mis muñecas detrás de mi espalda, odiaba cómo se sentía el material en mis heridas, además también ató mis tobillos. Cuando intenté moverme descubrí que las cuerdas de mis manos estaban unidas a las de mis tobillos, forzándome a estar de rodillas sin poder moverme.
—Ayato, ¿seguro que es ella? —preguntó la chica cuando su hermano entró por la misma puerta.
—Sí. Sin duda —Se colocó de cuclillas delante de mí, entonces me enseñó la daga de Childe en su mano, parecía brillar en la tenue luz que había en la habitación—. Empecemos por lo básico, ¿no? ¿Cómo te llamas?
—Iris —Ayaka se colocó detrás de mí mientras pensaba en lo que iba a decir.
Pero mi cuerpo entero estaba temblando, había visto lo que podían hacer. No quería ni imaginarme lo que podrían hacerme para sacar respuestas.
—Muy bien, Iris. ¿Eres una fatui? —preguntó con un tono más suave.
Cuando posó el filo de la daga en mi rodilla, subiendo con gentileza una línea invisible hacia mi muslo y apartando mi falda, me arrepentí de la marca que había dejado en su cuello durante la pelea. Mi cuerpo entero trató de apartarse en vano ganando un corte leve, apenas dolió comparado a lo que me había pasado pero la sangre corrió por mi pierna igualmente.
—No soy fatui. Es una larga historia —El hombre llamado Ayato no se alegró con mi respuesta, movió la daga a mi cuello con un gento impasible, me incliné hacia atrás—. ¡Eso fue un regalo! Me... me lo dio un fatui para poder protegerme.
—Ya vemos cómo ha salido eso —dijo Ayaka.
Ayato insistió.
—¿Quién? —preguntó y me quedé callada por unos segundos.
La última vez que le vi fue luchando contra Diluc en Mondstadt, ni siquiera sabía si estaba vivo o no. Me pregunté si merecía la pena decir el nombre o jugármela a mentir.
—No... No lo sé.
Ni siquiera pude acabar la frase antes de que recibiera un puñetazo, el dolor me recorrió la cara entera al mismo tiempo en el que caí a un lado, intenté moverme hasta el punto en el que mis manos ardían pero mi posición lo impedía hacerlo sin ayuda.
—No me mientas. No todos los fatuis tienen un arma así, el filo puede recordar a una katana, pero no lo es —Deslizó su dedo a lo largo del filo—. Sin embargo, la punta es como la de una espada, y esta empuñadura cubierta en oro. Dime quién fue.
—Childe.
—Childe... Tartaglia. Un heraldo de los fatui —Ayaka me volvió a posicionar de rodillas—. ¿Por qué le daría un heraldo su arma a una fugitiva de Liyue?
—No lo sé —mentí, pero cuando vi a Ayato moverse salté con voz temblorosa—. ¡De verdad que no lo sé! ¡Me rescató de una sentencia de muerte! Rompí un contrato y él me ayudó, quería que me uniese a ellos.
De repente, alguien entró con prisas, un joven que no tenía que ser menor que yo hizo una reverencia profunda. Ayato apartó la daga de mí y se alzó.
—Habla.
—Mil disculpas señor —continuó nervioso el otro—, pero su carruaje al santuario le lleva esperando veinte minutos.
Ayato suspiró.
—Me pillas de buen humor. Podéis marcharos todos. Thoma, tráeme papel y tinta.
Mi vista se alzó a Ayato justo en el momento en el que agarró mi barbilla con fuerza, sus manos estaban heladas mientras su pulgar acariciaba con suavidad mi herida cicatrizada.
—Lamento que tengamos que interrumpir nuestra cita —Se arrodilló en frente de mí—. Una pena, la verdad. Pero eres una oportunidad demasiado buena como para quedarme contigo
—¿Qué vas a hacer?
—Me han informado que tus amigos fatui también te están buscando. Chica joven, venda en el cuello ocultando una herida —Me aparté al sentir sus dedos tocar mi pasada maldición—. Así que te ofreceré a ellos a cambio de un precio. Si no lo aceptan, sería una pena para ti.
—Que te jodan.
Antes de que pudiese responder Thoma entró con las cosas que pidió. Ayato sujetó la daga con delicadeza mientras su sirviente se sentaba para escribir.
—Redacta una carta para los fatui de Inazuma, ellos mismos se la harán llegar a La Dama. Si tanto quiere a la enamorada de Tartaglia, que venga ella misma a por ella —Fruncí el ceño ante sus palabras—. Dáselo al espía fatui que tenemos vigilando en la puerta, a ver si así aprenden a no infiltrar a los suyos en mis filas.
Thoma escribió con cuidado, después de unos segundos asintió con la cabeza y se acercó para que Ayato pudiese leer y confirmar que lo había hecho bien. Sin embargo, sin previo aviso, Thoma me dio media vuelta, rozando mis rodillas contra el suelo antes de que sintiese un profundo corte en mi mano izquierda.
—¡Ah! —grité, intentando zafarme de la mano enguantada de Ayato, quien la agarró para apretar mi palma con fuerza.
Sentí sangre caer por mis dedos, sin importar lo mucho que me moviese Ayato no me soltó. Cuando finalmente me dejó en paz vi una mancha de sangre que adornaba la carta que acababa de redactar Thoma.
Mientras Thoma preparaba el pergamino el peli azul limpiaba el corte. Vinieron soldados poco después de que los dos se fueran, desataron las cuerdas de mis tobillos para que pudiese caminar a otra habitación, no tenía ningún uso resistirme, me movieron las manos al frente y me dejaron en una habitación vacía, con solo una manta para no dormir en el frío suelo.
No sé cuánto tiempo estuve luchando contra las cuerdas, estas eran bastante más suaves que las de Kazuha pero restringían mucho más mis movimientos. Investigué cada rincón de la habitación tratando de buscar una salida. Las ventanas no podían abrirse y no quería arriesgarme a que me oyesen romperlas, si es que se podían romper.
El sonido de la puerta abriéndose me alteró, al subir la mirada vi la silueta de una persona baja. Una chica con kimono se acercó a mí con una bandeja de comida, haciendo que mis ojos se abrieran con sorpresa. Ella se mantuvo callada mientras se arrodillaba a mi lado, sus ojos negros me miraron con amabilidad mientras me tendía un vaso de té. No era muy fan del té pero me dio igual, bebí con cuidado sin quemarme y comencé a coger comida de la bandeja, dándome igual que mis manos estuvieran atadas.
Había varios cuencos, uno de arroz, otro de pollo en salsa y una sopa. La chica la colocó en el suelo y se sentó conmigo, ayudándome a comer.
Era lo mejor que había comido en días.
—¿Cómo te llamas? —pregunté después de tomar la sopa.
—Lo siento, pero no me permiten hablar contigo —fue lo único que dijo y no volvió a abrir la boca.
Después de un tiempo terminé de comer, con un pañuelo limpié mis labios y la chica se fue, dejándome sola en aquella habitación tras apagar las luces.
Ya era de noche, y no podía hacer otra cosa que tumbarme en la manta. La única salida era la puerta por la que había entrado, y comprobé pronto que estaba cerrada.
Tan solo esperaba que pudiesen sacarme de aquí o que los fatui pensaran en algo.
Chapter 23: Libertad
Chapter Text
Thoma me despertó por la mañana, tras haber pasado una noche horrible sin apenas concebir el sueño. Había luz que se filtraba por las ventanas cerradas y pude sentir un aroma a leña y rocío que venía de la puerta de la habitación, ahora abierta con un par de personas esperando.
—Bien por ti —dijo él de cuclillas a mi lado—. Los fatui han aceptado el pago.
Agarró mi brazo para forzarme a levantar mi cuerpo todavía adormilado. Sentí cómo soltaban las ataduras que retenían mis muñecas para poder recolocarlas detrás de mí, mi cuerpo seguía dormido por lo que antes de que me pudiera resistir ya estaba colocando mis manos detrás de mi espalda.
—No voy a hacer nada —suspiré con cuidado, mis labios apretados.
—Lo sé, pero órdenes del señor.
El sol ya había salido, fuera en el jardín varias personas estaban trabajando las plantas o lavando ropa. Pude ver a Ayaka practicar con su espada con un sirviente de fuerte complexión antes de que me llevasen a una especie de carruaje.
—Buenos días —Ayato bajó para recibirme, entrecerré los ojos—. Espero que hayas dormido bien.
—¿A dónde vamos?
—No muy lejos, nos están esperando —sonrió antes de que Thoma se metiese detrás de mí en el carruaje.
Entonces Ayato sacó un trozo de tela que le dio a su compañero, se acercó a mí para ponerlo alrededor de mi cabeza y yo inmediatamente le empujé, pero agarró mis muñecas para apartarlas y ponerme la mordaza él mismo. Sacudí mi cabeza para resistirme, logrando acertar una patada.
—Joder —se quejó Ayato—. Thoma, aparta.
Inmediatamente se hizo a un lado, haciendo que pudiese escupir la mordaza.
—¡Dejadme-!
Lo siguiente que supe fue que tenía el filo de la daga de Childe entre mis labios, rozando mi lengua que se congeló totalmente, como el resto de mi cuerpo. Ayato se echó hacia atrás con un suspiro.
Traté de gritar, pero sentí lo cerca que estaba el filo de mis labios y lengua, inmediatamente mordí la daga para mantenerla quieta y que no mi hiciera daño. Terror cayó en mí mientras miraba a Ayato, quien me miró con desdén.
—Ahora calla la puta boca.
• • • • • • •
No me moví el resto del viaje. Escoltas viajaban en caballo a nuestros lados, manteniendo la cabeza alta y la mano en la espada, por lo que asumí que también había más guardias detrás del carruaje, no quise girar mi cabeza. Llegamos a un claro cerca de un acantilado de daba al mar, mis ojos se abrieron con sorpresa al ver que había gente esperándonos, la mayoría de ellos llevaban máscaras de diferentes formas.
No pude contar, pero quizás se trataba de quince personas o así. Todos ellos me miraron con preocupación o enfado, apenas pude distinguir sus expresiones mientras Thoma me asistía para bajar con cuidado, me aparté de él lo máximo que pude con un pequeño quejido.
En frente del grupo había una rubia de pelo largo, no tenia ningún rasgo asiático como Ayato o su hermana, apenas pude ver sus ojos hasta que se quitó la máscara, mostrando sus ojos de un color frío como el hielo que se centraron en el hombre peli azul.
—Por fin nos vemos, Rosalyne —habló él—. Es complicado hacerte salir de tu escondrijo. Me alegra ponerte cara finalmente.
—Al grano, Kamisato. Lo que hemos acordado.
—Claro, te devuelvo a nuestra invitada —Thoma me sostuvo para que diese unos pasos al frente—. A cambio...
—Nos iremos de Inazuma —terminó ella, endureció su cara al mirarme de reojo.
Me pregunté si conocía a Childe.
—Buena chica.
Entonces me dejaron ir, empujándome levemente para que pudiese acercarme con prisa a los fatui, inmediatamente sentí cómo me rodearon para quitar con cuidado el arma de mi boca y cortar mis muñecas, por fin pude respirar con profundidad y masajear mis doloridas muñecas, giré para ver a la rubia.
—Gracias —Fue el agradecimiento más sincero que he dicho en mi vida.
—Iris, ¿verdad? —Noté miedo en su voz, pero su expresión denotaba firmeza— Te sacaremos de aquí.
Alguien gritó.
—¡Señora!
Ambas alzamos la mirada para ver a varios fatui sacar armas, intenté alzarme mientras agarraba el mango de mi propia arma con fuerza.
Vi varias figuras azules, como si estuvieran hechas de agua, y nos tenían rodeados. Inmediatamente los demás empezaron a disparar, poniendo en alza los latidos de mi corazón. Rosalyne me agarró para tirar de mí.
Conseguimos salir del grupo de personas que trataban de luchar contra las siluetas de agua al mismo tiempo en el que empezó a llover, empapándonos todavía más. Apenas podía ver por el pelo que tapaba mi visión, seguía completamente a ciegas a Rosalyne.
Una de las figuras nos detuvo, y al tenerla tan cerca pude ver la figura de Ayato, alzando su espada contra nosotras mientras mi salvadora se colocaba delante de mí. Todo fue demasiado rápido, ella levantó su mano y una corriente de hielo congeló completamente el agua antes de que la figura estallase en esquirlas de diferentes tamaños.
Entonces, en lugar de la figura otra persona se acercó. Lo primero que me fijé fue en su pelo de color rosa, largo y danzante con el viento. Pero mi atención inmediatamente se centró en sus orejas, eran grandes, propias de un zorro.
—¡Iris!
Alguien me empujó con fuerza, ni siquiera pude ver quién fue antes de que finalmente mi cuerpo cayera por el acantilado. Sentí cómo rodaba por una ladera sin importar lo mucho que intentaba agarrarme a algo, piedras chocaron con mi cuerpo hasta que llegué a la arena, no sabía si los gritos que escuchaban eran míos o los del grupo encima de mí.
Todo me dolía, pero tenía que salir de ahí cuanto antes, al alzar la vista vi cómo alguien caía también por el acantilado y la ladera, pero cuando llegó a la playa conmigo me di cuenta de que su cuerpo estaba totalmente negro, quemado pero mojado a la vez.
No había nadie más arriba, solo la mujer de pelo rosa y Ayato.
—Patético —dijo ella, empujando otro cuerpo con su pie.
Me levanté inmediatamente a pesar del dolor en mis piernas y salí corriendo, escuché a Ayato gritar y reír a mis espaldas.
—¡Vamos! ¡Huye! ¡Corre! —se burló de mí.
Ladridos me persiguieron, corrí lo máximo que pude por la playa tratando de buscar cualquier camino donde podía esconderme, mis zapatos se hundieron en la arena sin importar lo mucho que me esforzase para evitarlo. Había dejado de llover de repente y al mirar hacia atrás vi que la lluvia solo caía en la zona en la que nos habían atacado como si hubiera sido provocada por magia. Me dirigí a una ciudad con tejados morados.
Flechas impactaban en mi camino y mis lados, hasta que una impactó mi brazo, el dolor repentino casi hizo que cayese, podía sentir mi brazo en carne viva mientras mi boca dejaba ir quejidos de dolor.
Finalmente divisé una enorme entrada a una cueva debajo de la ciudad donde también llegaba la marea, inmediatamente me metí con la posibilidad de esconderme de los perros y soldados mientras cubría mi herida, sintiendo la sangre en mis dedos.
Me apoyé en contra de una pared, sumiéndome en la oscuridad mientras oía a los perros acercarse. Fueron los primeros en llegar y los soldados mantenían las lanzas en alto, dándose órdenes entre ellos mientras observaba.
Joder, los perros estaban olisqueando unas manchas de sangre que llevaban justo a mis pies, donde caían gotas de mi brazo.
Un portal azul apareció de la nada llamando la atención de los perros y una mujer se manifestó a través de él y sentí mi cuerpo temblar cuando la temperatura bajó de repente, pero no sé si era por el viento que entraba a la cueva o ese extraño portal.
No me moví, la mujer de pelo blanco ocultaba la parte superior de su cara tras una máscara, pero sabía que los estaba mirando fijamente. Hubo un momento donde nadie sabía qué hacer, los soldados dirigieron sus armas y atención hacia lo que parecía ser una bruja o monja con ropas blancas y azules, parecía de todo menos ofensiva pero no hizo nada.
Uno de los perros dejó de ladrar para actuar, podría haber jurado que mi corazón se paró durante un momento viendo cómo las fauces se clavaban en los muslos expuestos de la mujer. Pero no ocurrió. En su lugar el perro fue atravesado por esquirlas de un material extraño que brotaron del suelo, guiados por la mano de la mujer. Recuerdo haber soltado un grito ahogado mientras el resto de soldados y perros cargaron contra ella.
Había visto la magia de este mundo en gran cantidad de ocasiones, hasta el punto en el que pensaba que estaba insensibilizada, pero... Aquello fue una matanza. Agua cubrió el suelo de la caverna y todos fueron inmovilizados por esquirlas, la mujer lanzó una especie de balas del mismo elemento contra las personas, arrancando y agujereando extremidades antes de decapitarlos, haciendo que los gritos cesasen al momento antes del ruido de las lanzas caer al suelo rocoso. Los perros tuvieron más suerte, los dos que quedaban fueron proyectados a las paredes de la cueva, matándolos al instante sin sufrimiento.
Cuando todo se sumió en un silencio, me di cuenta de mi respiración acelerada, mis quejidos de dolor y mi corazón palpitante. Ella se dio cuenta de mi existencia enseguida, no hizo falta que buscara.
—Ven conmigo —Su voz sonaba tan regia como ella, pero tenía un tono de urgencia en ella—. Soy una fatui, te llevaré a un sitio seguro.
Me tendió una mano enguantada, ni una gota de sangre tocaba su cuerpo a pesar de haber provocado esas muertes. No sentía ni una pizca de empatía por los cadáveres unos metros más alejados de nosotras, tan solo asco. Y para ella igual.
Todas aquellos fatui, todos ellos habían muerto por mi culpa.
La mujer me agarró de la muñeca sin esperar mi respuesta.
—Vamos.
Frío recorrió mi cuerpo mientras atravesamos el portal, mis ojos se cerraron hasta que llegamos al otro lado.
Chapter 24: La dama de los espejos
Chapter Text
—Pensábamos que Kamisato cumpliría su palabra —susurró la mujer con el ceño fruncido mientras vendaba mi herdida—. Pero fue verla a ella... Yae Miko... Joder, Rosalyne —Bajó la mirada un momento.
Estábamos en la otra punta de la isla, a lo lejos, en la otra parte del océano podía ver la montaña que separaba Mondstadt de Liyue y esa gigante montaña que venía todo el rato en mi viaje por Mondstadt. A nuestro alrededor habían algunas ruinas que servían también como escondite, y las nubes sobre nuestras cabezas declaraban que una tormenta se acercaba.
—No deberías estar aquí —comentó ella.
No encontraba las palabras correctas para decir todo lo que estaba pasando por mi mente y mi corazón.
—Siento mucho lo de tus compañeros.
—No había nada que pudieras hacer —Tomó un profundo respiro—. Los fatui hemos perdido poder en Inazuma desde que la arconte desapareció, pero continuamos luchando con una isla vecina. La mujer de pelo rosa, Yae Miko, tomó el control —Sus ojos se llenaron de lágrimas, mi intención fue ponerle una mano en el hombro pero se apartó—. Apenas tuve tiempo para reaccionar cuando apareció. Mi... un amigo me protegió y... Da igual. Tienes que irte. Rosalyne quería que llegases a Sumeru lo antes posible.
Le expliqué lo que pasó con Childe en Mondstadt y los piratas que asaltaron el barco donde estaba, me ahorré contarle cómo llegué a manos de Ayato.
—Solo quiero volver a casa, este no es mi mundo, tengo un lugar al que volver, gente que me echará de menos.
—¿De otro mundo, dices?
—No sabía que existía la magia hasta que un portal que vino un trozo de piedra me arrastró aquí, ni hay monstruos con bastones o bolas de baba vivientes.
—Entonces es cierto... Eres de otro mundo. Puedes interactuar con el Irminsul.
Más dudas aparecieron por mi mente, pero estas se fueron justo al instante cuando una sombra nos cubrió a ambas, alcé la mirada para divisar una máquina gigante de brazos largos con un único ojo, un robot que ya había visto antes en Liyue.
—¡Cuidado!
Me desplacé hacia atrás al mismo tiempo en el que un manotazo aplastó el tronco en el que estábamos sentadas, el impacto hizo que cayese al suelo mientras la fatui atacaba al enemigo. Yo corrí para refugiarme detrás de un arco de piedra.
Escuché cómo trataba de esquivar sus ataques, la máquina no se doblegaba ante su poder de agua y eso provocaba que rompiese sus defensas, ella gritó mientras la máquina la empujara contra una pared de unas ruinas que había a mi lado.
"Cobarde"
"¡Vamos! ¡Huye! ¡Corre!"
"Todos han muerto por mi culpa"
No podía dejar que nadie más muriese por mí, la daga que me había dado Childe no había servido más que para ser usada en mi contra, pero esta sigue volviendo hacia mí de una forma u otra. Tenía que utilizarla por mí misma, es lo que Childe quería.
Asomé mi cabeza, la criatura estaba de espaldas a mí, demasiado centrada como para percatarse de mi presencia. Apenas pensé antes de lanzarme hacia ella, apuntando con la mirada a una de sus piernas, salté sin cuidado al suelo y corté uno de los cables que sobresalía de entre sus piezas.
La máquina inmediatamente tambaleó, y yo apenas pude apartarme de un pisotón en el suelo que ella dio para poder estabilizarse, las luces de su cabeza y espalda parpadearon.
Escuché la voz de mi compañera, pero no pude ni siquiera encontrarla entre el caos de la máquina y escombros de las ruinas de nuestro alrededor.
—¡El núcleo de su espalda!
Lo próximo que procesó mi cabeza fue mover los brazos y las piernas para apartarme y que no me aplaste el robot quien cayó de lleno al suelo, levantó el polvo de la zona y sus luces se apagaron, la bombilla de su espalda rota por mi daga.
—Bien hecho —dijo ella, utilizando el mismo brazo de la máquina para levantarse— Muy bien.
Lo había hecho, de alguna forma había conseguido derrotarla, no pude evitar sentir una mezcla de adrenalina y orgullo mientras ayudaba a la mujer a sentarse, con suerte no estaba herida gravemente.
—¿Qué es el Irmindul del que hablabas? —pregunté una vez nos aseguramos que no había más peligro.
—El Irminsul... Es un árbol que contiene toda la información de Teyvat —ella miró colina arriba a un cerezo en flor—. Como una biblioteca. Desde mi propio nombre hasta el origen del mundo.
—¿Como internet?
—No sé qué es eso, de todas formas no soy la mejor persona para explicártelo.
—Sigo sin saber en qué me ayudaría eso para ir a casa.
Ella me miró durante unos momentos, pensando en qué decir.
—Yo tampoco lo sé, el Señor Dottore te podrá ayudar cuando llegues a Sumeru. Pero aquí no te puedes quedar, encontremos algo de comer primero antes de buscarte un camino de vuelta.
Fui en busca de ramas secas, mientras caminaba traté de pensar en mis posibilidades, si trataba de volver a Liyue, Morax me atraparía al instante, seguramente para asesinarme o mantenerme retenida el resto de mi vida. No sabía qué había pasado con Childe o si lo volvería a ver. No tenía otra alternativa, mi única esperanza era seguir siendo arrastrada por los fatui, aunque eso pusiese en peligro mi vida, pero lo estaría más si me quedase sola en un mundo que no conocía ni la mitad.
La mujer, que finalmente me dijo que se llamaba Daria, había atrapado algunas ranas y un pájaro para poder comer, hizo el fuego juntando algunos cables de la máquina caída y nos dispusimos a comer mientras ella me hablaba de su hogar.
—¿Como es?
—¿Sneznaya? Es muy bonito, pero... complicado. El frío hace que cazar sea una misión con riesgo de muerte.
—¿Tanto frío hace?
—Muchísimo, pero gracias a su majestad, la arconte cryo, puedo aguantarlo un poco más.
Cuando terminamos de comer, Daria me llevó por otro portal, esta vez traté de mantener los ojos abiertos, aunque se sentía como abrirlos debajo del agua, pude ver poca luz en un entorno azulado antes de aparecer detrás de una casa de madera. El entorno cambió del silencio del campo al barullo de una pequeña ciudad. Nos encontrábamos en una especie de patio vacío y carente de personas excepto por un gato negro que apenas nos prestó atención.
—No puedo arriesgarme a que me vean con este uniforme. Toma —Me tendió una carta— Necesito que le des esta carta a un chico llamado Babak, en la academia de Sumeru. Es el hermano de mi amigo. ¿Podrás?
—¿Qué harás tú? —Asentí mientras guardaba la carta en un bolsillo interior de mi vestido.
—Iré a la Isla Watatsumi, en la otra punta de Inazuma. Págale esto a un barco con velas azules, son comerciantes de Sneznaya, sabrán defenderse de piratas —Me ofreció también una bolsa con algunas monedas—. Siento que esto te pasase a ti, ojalá estuviéramos más preparados, habría evitado... muchas muertes.
Decidí no decir nada, asentí la cabeza a modo de agradecimiento.
—Te ayudaremos a volver a casa. Los fatui luchamos por un mundo mejor, tú eres nuestra oportunidad para ello. El Irminsul tendrá respuestas a todo lo que puedas preguntar, te guiará en tu camino a casa.
Daria desapareció poco después tras un portal, dejándome sola en ese callejón junto con el gato lamiéndose la pata como si nada importara en su mundo, y seguramente fuera así.
Avancé hacia la calle principal, pronto rodeándome de personas de aire japonés caminando con más o menos prisa, a mis alrededores había algunos puestos donde los dependientes trataban de llamar la atención de posibles clientes.
También había unos carteles que me llamaron la atención, sobre todo por el hecho de que una de las personas que se mostraban en el cartel de búsqueda tenía unas orejas como un perro.
—¡Señorita! —Una mujer se interpuso en mi camino, haciendo que saltase del susto—. ¿Le interesaría este lanzamiento de la Editorial Yae? ¡Tres meses antes de su salida al mercado! —sonrió—. Habla de la leyenda de la última sirena de Inazuma.
—No, gracias.
No insistió más, susurró algo para ella misma y se apartó para dirigirse a otra persona, miré un momento a mis espaldas para verla una última vez y seguir hacia el puerto.
Sin embargo, sentí algo tirar de mí, no fue un tirón fuerte, para nada, era como si mi ropa se hubiese enganchado con algo. Pero al darme la vuelta me llevé una sorpresa. Una mano estaba en mi bolsillo.
—¡Eh!
Por fin algo en común con mi mundo. Algo con lo que podía reaccionar rápidamente.
Agarré la muñeca del niño que estaba tratando de robarme la bolsa de monedas de Daria, él intentó escapar pero mantuve mi agarre, notando inmediatamente lo delgado que estaba, su pelo grasoso caía por su frente y sus huesos se marcaban entre mi mano. Me miró con miedo.
—No es bonito robarle a la gente.
—¡Lo siento! ¡Por favor, no me lleves a los guardas! —suplicó.
Le miré durante unos segundos mientras me invadía una ola de culpa, fruncí el ceño al ver sus lágrimas, realmente asustado y arrepentido. Decidí soltarle, y sin sacar la bolsa del bolsillo, extraje algunas monedas para dárselas a él, quien las miró como si fuera un anillo de diamante.
—No lo vuelvas a hacer —añadí.
—¡Muchas gracias, señora! ¡Nunca lo volveré a hacer! ¡Muchísimas gracias!
Hizo muchísimas reverencias antes de salir corriendo y que pudiera decirle algo.
—¿Cómo que señora?
Chapter 25: Hacia la Tierra de la Sabiduría
Chapter Text
Un barco con velas azules fue al que me acerqué siguiendo el consejo de Daria, varios marineros y otros ayudantes estaban moviendo mercancía y asegurándose de que todo estuviera yendo bien, evité a todo tipo de persona que pudiera tratarse de un guardia, moviéndome por el muelle y entre la gente.
—Daria me dijo que me podríais ayudar —hablé al capitán del barco, quien bajó de este cuando me acerqué a la tripulación.
Me miró de arriba a abajo, tenía una barba frondosa que se rascó para adivinar mis intenciones, le ofrecí entonces el dinero, apretando los labios.
—Daria, eh... Después de la masacre en Byakko...—Agarró la bolsa de mis manos para ver su interior, frunció el ceño—. Lo siento, pero esto no es suficiente. Vete antes de que llame a los guardias.
Dejó caer la bolsa a mis pies, mi corazón se paró.
—N-No... Por favor. ¡Tienes que ayudarme!
Una voz se escuchó cerca.
—¡Papá!
Una figura pequeña bajó del barco, al mirarle reconocí al instante al niño delgado que trató de robarme.
—¡Es la señora del dinero!
El capitán alzó una ceja.
—¿La conoces?
—Fue la que me dio los diez mil moras cuando intenté robarla. Me dejó ir.
Él me miró de nuevo, su mirada cambió a una más genuina, menos amenazante.
—Vaya... Muchas gracias, por no entregarle. Si es que... —suspiró—. Te están siguiendo, sube rápido —Apuntó con su barbilla detrás de mí, cuando giré la cabeza divisé a unos hombres hablando entre ellos mientras nos miraban.
Parece que Ayato había puesto precio a mi cabeza también.
Le di el dinero con rapidez y le seguí dentro del barco, no confiaba en ellos, pero confiaba menos en esta isla endemoniada.
• • • • • • •
Acomodé la bufanda alrededor de mi cuello, ocultando así las marcas que dejó el arconte de roca en mí, a mi alrededor todo había cambiado, lo que eran árboles de cerezo y tejos asiáticos y morados ahora eran frondosos árboles verdes y tejados redondos del mismo color, con detalles picudos y ladrillos blancos, aunque un poco desgastados.
Me despedí de la tripulación, incluidos a Nikolay y Stepan, padre e hijo que me trataron de en el viaje como una más sin interés. Si bien es cierto que había pagado por mi pasaje, por gente así es por la que se debería luchar.
Bajé en lo que me dijeron que era Puerto Ormos, Sumeru. El cambio de ambiente era radical después de haber estado en Inazuma, allí la tensión era constante, mucho más cerrado. Aquí habían más personas de diferentes culturas y etnias.
Había un mercado en el puerto que me acerqué a ver, mi barriga estaba lo suficientemente contenta para no sentir hambre al ver la carne asándose y el olor a especias llenar mi nariz después de que me dieran de comer en el barco.
Tenía que llegar a la ciudad, al norte, Nikolay me avisó que no tenía pérdida y que el camino era relativamente seguro para ir sola, sin pedirle ayuda a nadie. Me acerqué a un grupo de gente que estaba acumulándose alrededor de una especie de escenario, simplemente por curiosidad y conocer un poco a lo que me esperaba en esta nación. Al otro lado, a lo alto, había una plataforma con dos astas, de donde colgaban dos personas con una soga atada al cuello, y estarían muertas de no ser por el pequeño taburete bajo sus pies. Mi mano instintivamente fue a mi propio cuello, era una ejecución.
—Hoy sentenciamos a muerte a Samir Marrash y Muna Sapag —dijo un hombre leyendo de un pergamino, que caminaba con soltura sobre la plataforma, la gente a mi alrededor vitoreó y otros abuchearon—, por el comercio y contacto del conocimiento encapsulado.
También habían otros que estaban callados, mirando al juez con odio y rabia. Este continuó.
—Todos bien saben las consecuencias de este acto, que esto sea un ejemplo para todos. Quien interactúe o tenga información sobre cualquier cosa relacionada con las cápsulas de conocimiento será castigado por ello.
Él colocó su mano en una palanca de madera, la pareja inmediatamente trató de gritar y zafarse de la soga, algunos aplausos se unieron haciendo que se silencien los gritos. El juez accionó la palanca y entonces ambos cayeron al vacío, la soga inmediatamente agarrando sus cuellos, rompiéndolos.
Rápidamente bajé la mirada, intentando quitar esa imagen de mi mente y el sonido de los cuerpos caer. Pronto los vítores se apagaron mientras salía de la escena, dejando atrás el puerto para dirigirme a la ciudad.
Desconocía lo que eran las dichas cápsulas de conocimiento, pero me imaginé que era alguna especie de magia para almacenar y transportar conocimiento puro para compartirlo con otras personas, reconocí de alguna forma la similitud que había con internet o los libros, pero de una forma más directa y, suponía, invasora.
Sin mirar a mis espaldas continué mi camino hacia el norte, siguiendo las señales que había en la entrada del puerto. Este estaba llano de gente, sí, pero había algo raro, no encajaba del todo el ambiente: escuchaba susurros a mi alrededor, gente escondiéndose en callejones, personas en el suelo rogando dinero. Poco más tarde me di cuenta. Ritou podría ser un lugar similar, con sus barcos, sus trapicheos y mercantes, pero por lo menos había ruido y algo de bullicio. Aquí estaba todo en silencio a pesar de la cantidad de gente.
Finalmente salí del lugar y me adentré en el campo, la naturaleza me recibió con los brazos abiertos al levantar el aire y las hojas del suelo.
Mientras caminaba observaba con cuidado a las personas con las que me cruzaba en el camino, me miraban y yo los miraba a ellos pero no me dirigían la palabra. Algunos llevaban carros vacíos, otros con personas o con armas, y otros llevaban la mercancía en animales de carga tirando de la mordaza.
Aquí habían animales mucho más extraños que en los otros lugares, podrían recordarme a algunos mamíferos y aves de mi mundo como ocelotes o cocodrilos pero, como siempre, todo esto era más fantasioso.
Por lo menos el agua del río se veía bien. Me acerqué para poder beber un poco antes de llegar a la ciudad, aunque sabía que podría arrepentirme más tarde, pero el calor y la humedad se notaban muchísimo más que en Inazuma lo que hacía que me sintiese sedienta cada segundo.
Fruncí el ceño al ver algo moverse en el agua, aparté las manos de mi boca para separarme de la orilla con cuidado, pero antes de que pudiese crear un espacio lo suficientemente seguro, algo se lanzó hacia mí.
Un destello azul hizo que tratase de cubrirme con mis brazos, cayendo al suelo de espaldas con un grito que pronto se tornó en rabia, al tratar de coger mi arma distinguí lo que me estaba "atacando", si se podía decir de esa manera.
Era una seta, una seta redonda, grande y azul, que estaba tratando de morderme el brazo, sin dientes. Lo cual transformó su curiosa mordida por un inocente pellizco que ni siquiera noté. Intercambié miradas con la criatura y esta ladeó la cabeza, observando antes de soltarme, cayendo en mis brazos que tendí para agarrarlo.
No emitió ningún sonido, pero al extender mi mano para tocar su cabeza gorda y llena de lo que suponía era agua, se acercó a esta buscando caricias. Su cabeza era blandita, como si fuera una gelatina, evité apretar mucho para no hacerle daño. Sus ojos eran inocentes y grandes, llenos de brillo, quizás era joven para su especie y no sabía que había cosas mucho más peligrosas por ahí.
Sonreí levemente, y el pequeño hongo absorbió el agua que mojaba mis manos y la que había en mi barbilla de beber agua, provocando una pequeña risa.
Coloqué a la criatura en el suelo y procedí a lavarme los brazos, el cuello y beber otra vez. Cuando me levanté a seguir mi camino, descubrí que me seguía a pocos metros de mí, flotando en el aire cual burbuja.
—¿Te vienes conmigo?
Chapter 26: De las raíces al cielo
Chapter Text
—¿Y tu mamá? —Me detuve para esperar a que el hongo llegase a mi altura, miré alrededor para buscar a otro de su especie.
Pero al mirar por la zona y buscar por arbustos y posibles escondites debajo de los troncos de árbol, encontré lo que buscaba, otro hongo del mismo color en el suelo, inerte e incluso bastante más flaco y desinflado a pesar de ser de mayor tamaño que el pequeñín, claramente sin vida. Mi acompañante se acercó también para comprobar pero lo detuve.
—Joder...
Agarré al hongo en mis brazos y me alejé del cuerpo del que supuse que era su madre. Quizás no estaba bien, pero dejé que el hongo siguiese conmigo y se po-sase en mi cabeza mientras avanzaba hacia el enorme árbol que divisé en la dis-tancia. Ahora tenía un pequeño amigo, y bastante adorable de hecho.
—No soy muy creativa con los nombres —hablé mirando hacia arriba—. Así que te llamaré Gota.
• • • • • • •
Tardamos un par de horas en acercarnos a la ciudad, y durante ese tiempo princi-palmente me cruzaba con mercantes y diferentes carruajes con armas y guardas vigilando en los alrededores. El paisaje se basaba en bastos campos de un color verde precioso y selva aquí y ahí, la humedad acumulada en la selva y los enormes ríos hacía que estuviese sudando continuamente y más con Gota a mi lado. Hubo un par de momentos en los que vi en la lejanía puntos oscuros, zonas en la selva donde todo estaba marchito y esa zona se extendía hasta las montañas como si fuera una plaga, incluso lo único que lo separaba del camino era el propio río. Ahí pude ver diferentes criaturas como los indígenas enmascarados que estaban por todo Teyvat u otros animales luchando entre ellos, rabiosos.
El camino era seguro para mi sorpresa, en ningún momento nos atacaron y todos los transeúntes seguían tras lanzar una mirada a mí y a Gota, algo confusos por tener en mis brazos a un hongo flotante.
Sin embargo, a medida que ya estaba aproximándome a la ciudad, descubrí que usaban a los adultos de la especie de Gota como medio de transporte de mercan-cías, atándolos con cuerdas a cajas lo mínimamente pequeñas para que puedan arrastrarlas en el aire, los hongos se veían agotados y malheridos, no tan brillan-tes como él.
La ciudad de Sumeru me recordó a una ciudad típica del medio oriente, diferentes aromas llenaron mis fosas nasales y los regateos y anuncios de los diferentes puestos hacía que apenas pudiese centrarme en las conversaciones a bajo volu-men que estaban teniendo dos hombres a mi lado e intercambiando bolsas ne-gras.
—Tú qué miras —dijo uno de ellos al ver que estaba atenta a su interacción. Inme-diatamente me di media vuelta para seguir avanzando.
Apreté con fuerza la carta que me dio Daria en Inazuma, según ella tenía que en-contrar a Dottore, o ellos me encontrarían a mí. Supuse entonces que los fatui de aquí estaban al tanto de mi destino y que podría andar por aquí, pero primero de-bía llegar a la Academia de Sumeru para entregársela al tal Babak.
Gota se escondió debajo de mi pelo y se acurrucó en mi nuca y hombro a medida que llegamos a una plaza con vistas al río, tenía quizás un par de kilómetros de anchura y había algunos barcos pesqueros y botes por ahí. Al girar vi un grupo de personas vestidas del mismo modo con aspecto de soldado e imponentes, con espadas curvas colgando de sus cinturones y alguien caminando con seguri-dad en medio de ellos hacia el otro lado de la plaza.
Se trataba de un hombre con ropas oscuras, de pelo gris a pesar de su aspecto joven y tez pálida, la forma de sus brazos hacía denotar que el tipo era fuerte, y las cicatrices en diferentes lugares de su hombro descubierto y cara demostraban que tenía un carácter serio e indiferente. En el lado de su sien brillaba un símbolo ex-traño de color verde como el de algunos otros ciudadanos de esta ciudad y los guardias que le acompañaban, la única diferencia es que el suyo era verde y el de todo el mundo era azul. Y su visión brillaba del mismo color que su símbolo, así que supuse que tenía poderes de planta o similar.
Quizás era el dios de este lugar, como Rex Lapis. Mínimo era una persona impor-tante si estaba rodeado de soldados.
Gota a mi vera tembló levemente, a mí tampoco me transmitía buenas vibras, pe-ro nada en Teyvat lo hacía.
Pronto pasó de largo y solté una respiración que ni sabía que estaba sosteniendo. Esta ciudad era un laberinto y sabía que era solo cuestión de tiempo antes de que preguntase a alguien de por aquí la dirección para llegar a la academia.
Parecía ser muy obvio, porque la dueña del puesto a la que pregunté me miró con extrañeza antes de señalar a lo alto, giré mi cuerpo para soltar un pequeño "ah" al ver que en realidad entre las ramas del árbol gigante en medio de la ciudad había diferentes edificios. Como si se tratase de un escenario de Elden Ring.
Agradecí rápidamente a la señora y me puse en rumbo a cualquier camino que me llevase más arriba, subiendo escaleras y rampas hasta llegar a un banco para po-der descansar. Después de haber estado en un barco durante horas y horas y ca-minar hasta aquí desde el puerto necesitaba un momento para poder apreciar que seguía viva. Solté un suspiro y cerré mis ojos un momento, al abrirlos vi la ampli-tud de la selva alrededor de la ciudad, grandes partes de esta estaba marchita, completamente negra o morada.
Se notaba que estaba cerca de la escuela, porque había diferentes personas con el mismo uniforme, una túnica verde con detalles brillantes con formas de hojas y florales. Todos ellos me miraron al pasar porque Gota estaba echándose una sies-ta en mi regazo, ya imaginaba que los hongos no eran muy bienvenidos como animales de compañía, lo cual enfatizaba más en la falta de corazón de la huma-nidad de este mundo.
Creí que esconder a Gota entre los arbustos y el musgo de la corteza del árbol era más seguro que seguir llevándolo conmigo a la academia.
—Espérame aquí Gota, ¿vale? Vuelvo enseguida.
Acaricié con cuidado la cabeza del hongo y di media vuelta para seguir subiendo y preguntar a un grupo de estudiantes.
—Perdonad, ¿sabéis quién es Barak? ¿Dónde está?
Uno de ellos me miró de arriba a abajo.
—En la biblioteca seguramente, siempre está estudiando lo suyo —Se cruzó de brazos—. ¿Y tú quién eres, dulzura?
—Personal de correos —dije inmediatamente, dando un paso atrás—. Gracias.
Entré por la primera puerta que vi, grande y lujosa que demostraba el nivel de ad-quisición que tenía la academia y el de sus estudiantes. No era difícil ver que todos ellos venían de familias adineradas del resto de Teyvat. ¿Quizá Barak era un chico rico como el resto?
Traté de buscar la biblioteca, al ver a un chico entrar por una puerta pude ver la ha-bitación al otro lado que seguramente era lo que buscaba por la cantidad de es-tanterías y libros, rápidamente me acerqué para entrar también pero una mujer me detuvo, portaba también una espada en su cinturón. Dudé si fuera necesario que el personal de seguridad llevase armas en una universidad.
—Vengo a entregar una carta —Enseñé el sobre, que afortunadamente no tenía nada en su exterior que revelase su procedencia.
—No eres la que normalmente da el correo.
—Sí, es que... Es urgente. Emergencia familiar —inventé.
—¿Ah sí? —Levantó levemente la barbilla, era más alta que yo—. ¿Y dónde está tu autorización? ¿Lo han revisado?
En mi cabeza pasaron todas las posibles situaciones de esta ciudad, seguramen-te todo estaba estrictamente controlado y la desconfianza era el día a día de esta gente, así que tenía que ser convincente
—Por supuesto. Han tardado un buen rato buscando por la carta alguna cosa rara o mensaje y... Cuando por fin terminaron apenas tuve tiempo de ponerme el uni-forme, si no entrego esto hoy me castigarán.
Se acercó todavía más a mí, y no pude evitar meter la mano detrás de mi espalda, donde tenía escondida mi arma para agarrarla con fuerza. No iba a ser capaz de sacarla aquí en mitad de todo el mundo. No duraría ni tres segundos sin que me tirasen al suelo o me arrestasen, pero me daba seguridad para mantenerme firme.
—De acuerdo —dijo finalmente, apartándose para dejarme entrar—. Pero tienes dos minutos, ni más ni menos.
—Por supuesto —Aparté la mano de mi espalda y avancé para adentrarme en la biblioteca.
Nunca había visto nada tan impresionante, las paredes se alzaban varios metros hasta una vidriera en el techo. Era como si una catedral se hubiera transformado en un culto al conocimiento y la sabiduría, las estanterías almacenaban miles de libros a la vez y para llegar a los sitios más altos había escaleras y diferentes pasa-relas, dejando espacio en el medio para que la luz del día cubriese cada rincón del lugar.
A pesar de ser tan grande, fue fácil encontrar al estudiante que estaba buscando, estaba solo e inclinado sobre un libro en una lengua que desconocía.
—¿Eres Barak?
Se giró rápidamente para verme antes de mirarme con desconfianza. Su tez era oscura pero tenía unos ojos afilados y grandes como si fueran japoneses y su pelo rizado oscuro asomaba debajo de su gorra.
—Sí... ¿Quién eres?
—Me han dicho que te entregue esto.
Saqué el sobre sin abrir para dejarlo a su lado en la mesa.
—Es de Daria... —Con cuidado lo abrió para leer su interior con el ceño fruncido, vi lágrimas en sus ojos mientras apretaba la carta con fuerza, su voz se quebró al hablar otra vez— ¿Eres una fatui? ¿Y te atreves a entrar aquí?
El corazón en mi pecho se saltó un par de latidos, mi cuerpo se tensó al verle levan-tarse alarmado, negando con la cabeza. Escondió la carta entre las páginas de su libro.
—Lo siento... —susurró— ¡Ayuda! ¡Una fatui se ha infiltrado!
El grito de Barak resonó entre las paredes de la biblioteca, alertando a todo el mundo al instante. La puerta por la que había entrado se abrió de bruces.
—¿De qué coño vas? —siseé a Barak antes de empezar a correr, atravesando las mesas mientras otros gritos llenaban la biblioteca, ordenándome que me detuvie-se.
No tenía uso reclamar lo contrario, no era una fatui ni lo iba a ser, pero el testimo-nio de un estudiante era suficiente como para que media academia y personal de seguridad se tornasen a mí, una pringada que tenía un arma y sin permiso para estar ahí.
Empujé a un guardia de seguridad que intentaba detenerme de llegar a la salida, a unos escasos metros de ella, me agarró por los hombros y trató de detenerme pero le empujé contra el borde de la plataforma que separaba el piso inferior del que estábamos entonces, haciendo que perdiese el equilibro y cayese abajo, ya que no había barandillas. Apenas miré abajo y atravesé el gran portón que llevaba a un vestíbulo con una hermosa fuente en medio.
Seguí corriendo hacia la salida, que se encontraba abierta, pero apenas lo atrave-sé mi cuerpo chocó con otro que iba a entrar desde el otro lado. El golpe fue tan fuerte que caí al suelo musgoso del árbol, haciendo que mis manos recibiesen el peso de mi cuerpo contra la rugosa madera. Me quejé del dolor, tenía un rasguño con sangre en las palmas de mis manos.
Alcé la mirada para ver con quien me crucé, y unos ojos turquesa me miraron de vuelta. Era el hombre de antes con sus guardias, estaba en el suelo a mi lado, in-corporándose inmediatamente y mandándolos un gesto a sus guardias de que no hicieran nada. Su pelo se había desordenado y el libro que portaba en sus manos yacía en el suelo. Pero él no dejó de mirarme con las cejas alzadas.
Chapter 27: El Doctor
Chapter Text
Apenas fueron unos segundos, pero fue como si fuera eterno. Los ojos turquesa de aquel hombre se abrieron con sorpresa y el brillo de la cosa en su sien se tornó rojo durante un momento, al igual que sus ojos. No era por el encontronazo o por el golpe, era como si se hubiese dado cuenta de algo al verme, como si me reconociese, pero a la vez no.
Me alcé sin apartar la vista, temerosa de que hiciera algo de repente o me atacase, pero estaba completamente sorprendido, inmóvil.
Fue cuando los guardias de la academia aparecieron que salió de su trance, y yo también.
—¡Fatui! —gritaron ellos señalándome, y los guardias del hombre pelogris se giraron hacia mí para perseguirme, pero yo ya estaba a la fuga.
—¡Gota! —llamé.
Avancé por las escaleras y gigantes rampas del tronco del árbol mientras mi querido acompañante aparecía a mi lado, agarrándose con sus pequeñas patitas a mi pelo y atacando a mis perseguidores con burbujas, podía incluso parecer inofensivo pero al girar una esquina vi cómo a los que habían alcanzado las burbujas gritaban de dolor tratándose de cubrir sus ojos. Rayo burbuja ácido.
—Bien hecho —sonreí levemente.
Me adentré en la ciudad para esconderme de los guardias, ocultando a Gota para que no fuese tan vistoso y pudiese mezclarme en la multitud, pero no era suficiente y lo sabía así que traté de atravesar los puestos y personas para meterme entre las casas, pasando por debajo de mantas colgadas en los callejones.
Estaba más que acostumbrada a escapar de la gente.
Pero no estaba preparada para los ataques sorpresa, una mano me cubrió la boca y un cuerpo se apretó contra mi espalda para sujetarme con fuerza, inmediatamente traté de gritar y apartar sus brazos de mí, pegando patadas al aire mientras el desconocido me chistaba para que callase.
—No grites.
Su cuerpo dejó mi espalda para ser remplazado por una pared, me aprisionó con fuerza haciendo que el aire saliese de mis pulmones, miré a mi atracador y tan solo vi una cabeza de color castaño, ojos negros mirándome con diversión y un pañuelo que cubría su boca y nariz.
Gota cayó al suelo por el movimiento, y un compañero del atacante vestido de la misma manera lo pisó para mantenerlo ahí, riendo levemente.
—No debes de ser por aquí.
En vez de dirigir mis esfuerzos a quitar sus brazos de mí, alcancé mi daga para presionarla contra su costado mientras fruncía el ceño. Él tensó su cuerpo y como reacción apartó su mano de mi boca a mi cuello, la otra agarró mi muñeca con la daga mientras mi aire se cortaba poco a poco, el dolor de lo que era antes la maldición de Morax se unió al cierre de mi tráquea.
—No eres capaz —susurró él al notar que estaba temblando, abrí la boca para tratar de obtener el poco aire y respirar—. Abre las piernas.
Su rodilla buscó un espacio entre mis muslos, inmediatamente traté de gritar mientras el miedo se apoderaba de mí. Lágrimas cubrían mis ojos mientras apretaba más mis muslos para evitarlo, su fuerza en mi cuerpo y mi muñeca aumentó hasta el punto en el que solo podía soltar la daga. Pero eso era lo último que iba a hacer, mi visión se tornaba borrosa y solo era capaz de escuchar sus risas y burlas. Intenté apuñalarlo con la poca fuerza que me quedaba.
—No puedes —Su boca se acercó a mi cara, inclinándose sobre mí para que pudiese oler su aroma a puro asco—. Da igual lo que hagas. Abre.
Una voz se escuchó cerca.
—Ella no puede. Pero yo sí.
Cuando me di cuenta el otro atacante yacía muerto en el suelo y el cuerpo que me estaba atrapando contra la pared cayó al suelo igualmente llevándome con él. Aire llenó mis pulmones antes de que empezase a toser con fuerza, inspirando mientras saliva caía de mis labios sin control.
A mi lado el cuerpo del hombre me miraba con ojos abiertos, una flecha en su frente y un pequeño tramo de sangre caía por su cabeza. La flecha venía de una ballesta que portaba una mujer con capa azul, su capucha solo dejaba ver que llevaba pelo rubio.
Se acercó al otro cuerpo para recuperar una espada clavada en su espalda, sin miramientos lo pisó para que pudiese quitarla con más facilidad. Mi cabeza fue rápidamente cubierta por Gota, que se acercó para ver si estaba bien mientras intenté sentarme contra la pared para recuperar el aliento.
Gota volvió a lanzar pequeñas burbujas a los cadáveres, provocando que estas soltasen un pequeño humito al impactar e hiciesen la carne enrojecerse.
Mi vista volvió a la mujer, mi salvadora. Mi mano no soltó en ningún momento la daga, preparada para luchar si era necesario. Pero ella guardó sus armas, la espada escondida debajo de su capa todavía manchada de sangre. Me tendió la mano como si no acabase de matar a dos personas.
—Vengo de parte de Childe. ¿Estás bien?
Tardé un minuto en recuperar el aliento y mis sentidos lo suficiente como para coger su mano, me ayudó a levantarme y se quitó su capa para ponerla en mis hombros. Era una mujer en sus cuarenta, con la mirada azul firme y también carente de brillo, su pelo rubio estaba recogido en una trenza que caía por su hombro, arrugas empezaban a unirse con cicatrices haciendo que se viese impotente y seria. Gota, todavía nervioso, se lanzó contra ella para morder sus manos, ella simplemente lo agarró como una pelota de voleibol.
—No, espera, suéltalo, está conmigo —me apresuré a decir, tomando al hongo entre mis brazos para abrazarlo—. Gracias.
Ella asintió.
—Supuse que ese lío en la academia era cosa tuya —suspiró mientras levantaba mi barbilla con cuidado para poder ver mi cuello, quitó las vendas que ocultaban las marcas y no pude evitar apartarme para esconderlo con la capucha de la capa—. Ven conmigo, te llevaré con el Doctor. Y te pondré vendas nuevas. Me llamo Noema.
—Iris —respondí, aunque seguramente ella ya lo sabía—. ¿Dónde está Childe? —Me ayudó a subir un muro y saltar al otro lado para salir de la ciudad sin ser vistas—. La última vez que lo vi fue en Mondstadt.
—Hemos tenido problemas contactando con él, sigue en Mondstadt pero no sabemos si está encerrado o escondido.
Le seguí por la selva, la forma en la que se movía con su espada en mano hacía que me siguiente infinitamente más segura.
—¿Y no lo ayudáis? —Fruncí el ceño.
—Tú eres nuestra prioridad. No te preocupes, estará bien, puede sobrevivir él solo —dijo antes de que el silencio cayera entre nosotras.
Gota se acomodó en mi hombro para que pudiese apartar ramas y hierbas de mí.
—¿No te ha acompañado nadie de Inazuma? —Lo preguntó con algo de nerviosismo, como si de verdad esperase que Gota no fuera mi único acompañante.
—¿No lo sabes? —pregunté, pero su silencio me dio la respuesta—. Fue una trampa, mataron a todos, menos a Daria que yo sepa, fue la que me ayudó a llegar aquí.
—¿Y Signora? —Se giró para mirarme, su tono volviéndose más urgente —¿Rosalyne?
Apreté los labios mientras las imágenes de su cuerpo mojado y chamuscado volvían a mi mente, negué con la cabeza.
—Joder... —susurró.
El silencio esta vez duró durante varios minutos hasta que llegamos a una casa abandonada, un chico joven salió con una ballesta en alto. Me detuve al instante, pero Noema siguió adelante, el joven suspiró y bajó el arma.
—¿Es ella? —preguntó y ella afirmó con la cabeza. Me acerqué para entrar—. Bienvenida, siento que no te hayamos encontrado antes.
No sabía qué decir, así que simplemente asentí. Dentro había otras tres personas, una afilando un arma, otra cargando una pistola y otra leyendo diferentes cuadernos. El de los cuadernos fue el primero en acercarse. Tenía ropas cómodas para la selva y un pelo rizado azul, sus ojos eran rojos y me sonrió con cierto cariño.
—Buenas tardes, Iris. Yo soy el Doctor Zandik, pero me puedes llamar Zandik a secas. Ellos son Liam —Señaló al que estaba afilando la lanza—, y Andrey —Al que preparaba las pistolas.
Agité la mano que me tendió antes de que me invitase a sentarme. Me ofrecieron una cantimplora y algo de comer mientras Noema limpiaba sus armas y se abastecía. Zandik observó a Gota mientras flotaba explorando el terreno.
—Bonito flotihongo —dijo mientras se inclinaba sobre sí mismo.
Limpié mis labios mojados.
—¿No sabes nada de Childe? —pregunté con los labios apretados—. Eres su compañero.
—Temo que haya sido capturado —Su expresión se tornó a una de preocupación—. Pero sigue vivo, de lo contrario lo sabríamos. Todavía no nos ha llegado ninguna carta de Mondstadt, seguramente lo usen como rehén tarde o temprano.
—¡Pero pueden estar torturándolo ahora mismo! ¿Qué pasa si lo venden a Morax?
—Entonces estará acabado —Noema se cruzó de brazos, silencio cayó entre nosotros mientras la miramos—. ¿Qué?
—Por eso nos tenemos que dar prisa —suspiró Zandik—. Nuestra reina, la Zarina, predijo que un descendiente llegaría en algún momento, al igual que el resto de los arcontes.
—Y que podría cambiar las cosas —añadí—. Ya me sé esa historia. Aunque todavía no sé exactamente cómo.
—Exacto. Tú nos puedes ayudar a traer la luz a este mundo, sin más esclavitud ni asesinatos. El Irminsul es un árbol que posee todos los conocimientos y las reglas por las que se rige el mundo —Zandik empezó a beber de una taza de té—. Y ahora está contaminado, lo que da lugar a que... todo sea así. Pero es posible purificarlo.
Liam terminó de afilar la lanza y la dejó en una mesa.
—Los que somos de aquí no podemos influir en él sin perdernos a nosotros mismos. Las reglas de Teyvat no te afectan aquí, forastera, así que tú eres la única que puede hacerlo.
Chapter 28: Páginas de arena
Chapter Text
—No haré nada hasta asegurarme que Childe va a estar a salvo.
Había muerto demasiada gente por mi culpa y no iba a dejar que Childe fuera otro de ellos. Él me había salvado la vida varias veces.
Zandik me miró con expresión seria y suspiró.
—Estará bien, tienes mi palabra. Si nos damos prisa quizás resolveremos todo antes de que le ocurra nada.
—Tenemos que ir al desierto para buscar una reliquia—dijo Noema, cruzada de brazos—. Será un viaje de un par de días más o menos, después volveremos a Sumeru.
—Después de lo que pasó en Inazuma no quedan muchos de nosotros. Podemos obligarla —habló Liam—. No podemos perder más tiempo.
—Liam —Andrey, que había estado callado todo este tiempo, frunció el ceño—. Por favor.
—Estoy con él —Noema dio un paso al frente—. No tenemos más de diez personas en Mondstadt, si salimos ahora tenemos una oportunidad. No pienso esperar más a que ella haga una decisión.
Giré la vista a Zandik, quien había agachado la cabeza para evitar cruzar la mirada conmigo, y en ese momento supe que él estaba con ellos. Me levanté.
—¿No os importa Childe? —pregunté—. ¿En serio?
—Iris —Zandik se levantó también—. Hay que irse, ya. No estamos para esto. Childe hubiera querido que siguiésemos con el plan.
Salí del lugar con Gota por detrás de mí, pasé una mano por mi pelo, desenredándolo con cuidado mientras la puerta a mis espaldas se abrió de nuevo, no me giré para ver quién era.
—Nos vamos —habló Noema antes de que los otros tres aparecieran con sus mochilas.
—¿Acaso tengo opción? —pregunté al aire.
Zandik me puso una mano en el hombro. En cualquier momento ese gesto sería reconfortante, intentando que me sintiese mejor o una invitación para contarle mis preocupaciones y miedos. Pero aquí no, en este contexto lo sentía como posesión, para evitar que saliese corriendo.
—No —Su voz era tranquila, y eso hizo que mi sangre hirviese. Me empujó con suavidad para que empezase a andar.
—Puedo caminar por mi cuenta.
Fue suficiente para que él apartase su mano, avancé mientras Noema y Liam iban por delante, sus armas a fácil alcance para cualquier enemigo que nos pudiera sorprender. Zandik iba detrás de mí y Andrey a mi lado, formando una especie de formación para que no me pasase nada.
Miré detrás para observar a Zandik, tenía una camisa blanca y sus pantalones eran grises, algunos detalles azules como su pelo, y en sus hombros cargaba un abrigo como si fuera una capa. Me pregunté entonces si tenía algún arma escondida o si simplemente era un curandero, un médico con bastante conocimiento de la magia y el plan de los fatui. No tenía visión.
Las plantas y el resto de flora de este sitio eran enormes, algunas me duplicaban en tamaño y otras eran tan grandes que alcanzaban la altura de los árboles. Sin embargo, a pesar de la belleza del lugar y su naturaleza, la corrupción llegaba a todos los lugares, incluso consumiendo casas y chozas.
—¿Qué es eso? —pregunté, mirando a los restos de una casa que estaba en una zona marchita y podrida—. Está en todas partes.
—Una enfermedad —Andrey suspiró—. Una zona marchita que ha estado extendiéndose durante décadas. Si te acercas empiezas a sentir dolores, nauseas, y puedes caer en coma.
—También puedes morir, o volverte loco, agresivo —añadió Zandik—. Si no tienes a nadie que te pueda salvar estás acabado. Atrae también a los monstruos —Agarró a Gota quien se estaba acercando sin que yo me hubiese dado cuenta—. Los vuelve... rabiosos, por decirlo de alguna manera. A ti no te afectaría de todas formas.
• • • • • • •
Tardamos horas en llegar a la frontera con el desierto. Estaba ya atardeciendo y lo único que me estaba salvando del calor y la humedad era un abanico de papel que me ofreció Noema y varios baños secos cada poco tiempo del río que seguíamos.
La frontera parecía un muro de piedra, pero más que algo humano era como un desastre natural, las montañas de unos veinte metros o más de alto tenía forma curva, como si hubiera sido golpeado por el viento una y otra vez. El muro de roca era más delgado de lo que podría parecer en un momento, y al acercarnos todavía más me fije que no era roca, sino madera.
La única forma de entrar fácilmente era a través de un asentamiento, un pequeño pueblo que hacia de control de fronteras antes de pasar al otro lado. Pero lo evitamos.
—No podemos permitir que nos vean.
Por lo que tuvimos que pasar a través del muro, pasando por los estrechos pasadizos y escalando la madera para atravesar capas y capas de muro.
Finalmente, cuando llegamos al otro lado agradecí la falta de luz porque nos recibió la vista de un inmenso desierto de fina arena, diferentes montañas de arena subían y bajaban, tan solo dejando ver los picos de algunos edificios. Había una pirámide gigante con forma de reloj de arena en la distancia al igual que diferentes montañas. Si hubiera sido de día seguro que me hubiera cegado por la palidez de la arena reflejando la luz del sol.
Todavía hacía un poco de calor, para mi sorpresa la capa que me había dado Noema estaba hecha para estas situaciones porque a pesar de haber caminado durante horas bajo el sol y la humedad, no había tenido la necesidad de quitarme la capa.
Nos metimos detrás de una pequeña montaña donde el viento y la arena no podrían llegar a nosotros. Allí, Liam y Andrey sacaron diferentes ropas de sus mochilas, teniéndolas a todos para que nos podamos cambiar.
—Es mejor que no llevemos esta ropa, sobre todo tú —comentó Andrey, ofreciéndome unos pantalones.
Por fin pude ser capaz de cambiarme después de tantos días, tenía una necesidad horrible de ducharme con agua caliente y no con la congelada agua de un rio o un lago.
Tras cambiarme a unos pantalones anchos y finos y una camisa del mismo tipo, me senté en una roca con Gota para poder acariciarlo mientras la otra mano recorría mi cuello, sintiendo el áspero material de la venda que había usado Noema para cubrir mis marcas. Miré al suelo recordando cómo se sentía poder tumbarme en la cama tras un largo día y arroparme debajo de cómodas y calientes mantas, sin tener que preocuparme si me iban a matar mañana.
—¿A dónde vamos exactamente? —pregunté al grupo, mirando hacia arriba.
—Vamos a lo que era antes un imperio. Ruinas —Liam se ató los nudillos y sus palmas con una venda—. Apenas tienen acceso, la entrada principal fue derruida hace años.
—Pero hay otras formas de entrar, casi toda la ciudad fue sepultada bajo la arena así que tenemos localizadas varias entradas. Sin embargo solo un ascendido puede encontrar lo que buscamos.
—¿Y qué es lo que necesitamos?
—Eso lo sabrás cuando lo veas.
—Pues vaya plan.
Cuando todos estuvimos listos seguimos nuestro camino. La luna era lo único que nos iluminaba el camino por lo que cada ruido, cada pequeño sonido nos ponía en alerta a cada uno. Incluso en algún momento nos atacaron unos monstruos, hongos como Gota pero más grandes y agresivos que conseguimos matar, uno de ellos me provocó una pequeña quemadura antes de que hundiera mi daga en su cabeza, Gota me ayudó a apaciguar el dolor casi inmediatamente. El frío poco a poco empeoró así que cuando la luna ya estaba en lo alto del cielo nos instalamos en una pequeña cueva refugiada del viento y de posibles miradas.
Aprovechando que habíamos conseguido un poco de carne de los hongos, lo cocinamos dentro de una cueva. Noema encendió un fuego mientras el resto extendimos sacos para dormir. Mientras se estaba preparando la cena me acerqué a la salida de la cueva para poder ver el exterior, asegurándome de que ninguna luz de la fogata se viera desde fuera. Me senté y alcé la mirada al cielo, mirando las estrellas mientras apoyaba mi mejilla en mi rodilla, sintiendo mis párpados pesados.
—Gracias por aceptar esto —Me giré para ver al doctor Zandik acercarse con un poco de agua y un trozo de hongo clavado en un palo. Se sentó a mi lado.
—No es que tenga opción.
—Siento que sea así, de verdad. Pero no podemos dejar pasar esta oportunidad.
Volví mi vista al cielo.
—Mucha gente ha muerto por mi culpa.
Zandik permaneció callado durante unos segundos.
—No será en vano.
Simplemente hice un pequeño sonido de afirmación sin siquiera abrir la boca, la comida se sentía un poco amarga y con textura gelatinosa, como si estuviera comiendo sepia. Tras un momento donde ambos mirábamos al cielo, Zandik se giró a mí.
—¿Cómo es tu mundo?
Chapter 29: Bajo el sol
Chapter Text
Tras un momento donde ambos mirábamos al cielo, Zandik se giró a mí.
—¿Cómo es tu mundo?
Recordar mi hogar era más complicado de lo que en un principio pensaba. La cara de mis seres queridos, sus voces... Cómo me pasaba el tiempo riendo con ellos gracias a internet y la forma en la que buscaba cualquier cosa en mi teléfono para resolver una duda, el mismo teléfono que usaba para hacer fotos para capturar el momento y poder tener una imagen de mis momentos favoritos.
Zandik me escuchó con atención, sin interrumpirme ni hacer preguntas. Al mirarle de vez en cuando pude imaginarme cómo en su mente trataba de proyectar cómo era un mundo de tecnología, donde todo es más fácil. Claro que había gente malvada, personas muriendo y sitios como este donde la libertad se limitaba bajo el egoísmo de otros, y él lo entendió a la perfección, aunque con algo de tristeza.
Él también me habló de Teyvat. Me habló de cómo el abismo invadió Teyvat hace años y cómo los dioses de este mundo trataron de impedirlo. Pero no lo consiguieron, el abismo destrozó una nación entera cerca de Sumeru y se expandió. Haciendo olvidar a los dioses de lo bonito que era el mundo, de lo que fueron antes y en su lugar fueron llenados de egoísmo, ambición y oscuridad.
La guerra con el abismo continuó hasta que una poderosa alquimista fue derrotada. Pero eso no evito que el abismo se expandiera igualmente, aunque de forma más leve.
Con el paso de los años la indiferencia de los arcontes, la crueldad con sus propios ciudadanos, la tensión constante entre naciones también corrompió a los habitantes de Teyvat. Cuando la única forma de sobrevivir es robando o amenazando, eso se convierte en la normalidad. Y a los arcontes les daba igual.
—¿Y qué hay de vosotros? —pregunté finalmente. Zandik se encogió de hombros.
—Bueno, nuestra propia arconte también sufrió. Pero Snezhnaya es diferente, al estar tan aislados y alejados del resto de naciones pudimos prevenirlo lo suficiente. Hemos estado investigando durante años y años, poco a poco haciendo enemigos y pequeñas alianzas para extendernos.
»Empezamos a investigar, el mismo sitio donde estamos ahora fue el punto caliente de la guerra, ya que el lugar de donde salió el abismo no está muy lejos de aquí. Después de... hacernos ilusiones con lo del Irminsul nos pusimos en marcha para buscar el artefacto que podría purificarlo, volver a atrás en el tiempo para arreglar lo que pasó.
»Hace mucho tiempo el desierto fue gobernado por un regente que también fue atraído por el abismo, más en concreto por algo más: una pieza de conocimiento que lo hizo volverse loco. Mandó crear una poderosa reliquia para almacenar ese conocimiento en un lugar seguro.
No sé en qué punto dejé de escuchar, mis ojos eventualmente se cerraron mientras apoyaba mi cabeza en mis brazos. Poco a poco mis oídos se cerraron de lo había a mi alrededor y lo siguiente que supe fue que estaba tumbada, con una manta envolviéndome y mi cuerpo sumido en la oscuridad, mis ojos todavía se sentían pesados pero la verdad es que me sentía muy a gusto en el saco de dormir, un ligero peso en mi pecho señalaba que Gota estaba sobre mí durmiendo también.
• • • • • • •
Me levantaron nada más empezó a asomarse el sol, todos empaquetaron sus cosas de nuevo y yo ayudé a limpiar los restos de la hoguera y cualquier huella que habría indicado que estuvimos ahí. Zandik y Andrey iban por delante esta vez mientras que Liam y Noema mantenían su mirada en los posibles escondites detrás de árboles o paredes de edificios derrumbados.
Hacía un calor horrible, con las horas pasando, el frío de la noche se fue por completo, dando lugar a que la luz y el calor rebotara en la arena. Apenas era capaz de ver por dónde caminaba sin bloquear la luz del sol con mis manos y entrecerrando los ojos. Simplemente avanzaba siguiendo a Zandik esperando que solo fuera una distancia corta pero sabía que no era así.
Nos acercábamos a la pirámide gigantesca que vi anoche, pero cuanto más me acercaba más parecía alejarse, mientras subíamos y bajábamos colinas de arena tan solo podía pensar en maldecir a quien sea que idease este paisaje.
El agua se agotaba, pensamos que nos encontraríamos con un pequeño lago de agua potable en el camino pero para sorpresa de todos estaba seco, mi garganta se cerró aún más.
—¿Podemos descansar? —respiré con dificultad, cerrando los ojos. Tragué saliva.
—Tendríamos que buscar refugio —Noema respondió—. Aquí estamos demasiado expuestos.
—Supongo que no lo sabes —Zandik volvió su mirada a mí—. Los hongos de hydro almacenan gran cantidad de agua.
Dirigió su vista levemente a Gota con una ceja levantada, haciendo que le mirase con horror. Había entendido lo que quería decir, y no le haría eso nunca.
Bajamos con cuidado una duna, pero al estar mirando a Zandik no me pude dar cuenta de que teníamos unas ruinas bajo nuestros pies y que una de las paredes asomaba por el suelo, haciendo que mi pie tropezase y cayese colina abajo, mi grito se oyó por un instante antes de que mi cuerpo colisionara contra la arena, tan fina que mi cuerpo continuó descendiendo sin que yo pudiera pararlo hasta que llegase a un lugar más estabilizado. Al tratar de levantarme sentí cómo cada grano de arena raspaba por mi cuerpo, cara y pelo, dándome una sensación de incomodidad que de verdad no necesitaba.
—Odio el desierto.
—¿Estás bien? —preguntó Zandik, bajando para llegar a mí con el resto.
Pero otra voz rasposa respondió.
—Ahí estáis.
Todos miramos inmediatamente hacia arriba, y justo encima de la montaña de arena de donde veníamos apareció la figura de un joven, vestido con ropas egipcias diseñadas para el desierto, su pelo largo blanco se movió con el viento y divisé unos ojos rojos carmesí que brillaron bajo el sol.
Pero en lo que más me fijé fue la lanza que portaba en su mano, apoyada en el suelo.
Zandik, quien me había agarrado del antebrazo para ayudarme, tensó su agarre.
—¡Abrid fuego!
No hizo falta que lo repitiese, Liam y Andrey inmediatamente alzaron sus armas para disparar al desconocido, aunque no parecía tan desconocido para mis compañeros al ver su reacción inmediata. Mis oídos retumbaron con los disparos mientras Zandik me alzaba a mis pies para correr, Noema siendo otra línea de defensa con su espada en alto. No pude dejar de mirar atrás para ver cómo el chico de la lanza avanzaba con increíble velocidad, en un par de segundos ya había alcanzado a Andrey sin que una sola bala lo atravesase.
No grité, apenas hice sonido cuando vi la cabeza rubia de Andrey caer al suelo, su cuerpo también poco después para manchar la arena de un color rojo carmesí. Apenas me dio tiempo a reaccionar cuando Zandik tiró de mí con más fuerza, obligándome a correr más rápido en dirección a la pirámide.
Los disparos continuaron a mis espaldas mientras pasábamos por un arco de piedra enorme, pero cuando pasamos al otro lado el suelo comenzó a temblar, la arena se movió bajo mis zapatos haciendo que estos se hundieran antes de que me diese cuenta. Al mirar a mi alrededor vi que tanto Noema como Zandik miraban detrás de nosotros para tratar de localizar a Liam, cuyos disparos todavía se escuchaban junto con el sonido de metales chocando y gritos. Finalmente los vimos luchar a unos metros de nosotros.
El chico parecía delgado en comparación con Liam, que me sacaba dos cabezas y estaba igual de fuerte que un luchador de boxeo, había visto como manejaba su arma y el martillo que tenía a sus espaldas y sabía que él podría matar de un puñetazo si quisiese, pero de alguna forma el otro chico coincidía en nivel de combate. Y había acabado con Andrey tan rápido... un solo movimiento y todo lo que era él había desaparecido.
El suelo comenzó a temblar más y la arena se movió de un lado a otro. Grité el nombre de Zandik al ver que me alejaba de él, mis piernas totalmente enterradas.
—¡Iris!
Noema se lanzó al mí, con el brazo extendido para poder agarrarme mientras Zandik también fue tragado por la arena, giramos en sentido circular como si se tratase de un remolino de agua, pero esto era más caliente, cada grano de arena raspaba mis manos mientras trataba de salir y apartarla de mi cuello. Mi respiración se aceleraba más y más al ver que no era capaz de moverme mientras mi cuerpo se enterraba en la arena.
Solo podía escuchar mis gritos de desesperación.
No quería morir.
Por favor.
Solo pude tomar un respiro de unos pocos segundos antes de que la arena me cubriese por completo.
Chapter 30: Arena y oscuridad
Chapter Text
Sentí que moría.
La arena presionaba mi cuerpo mientras me arrastraba, apenas era capaz de moverme.
Y entonces caí.
Primero, mi espalda impactó contra el suelo. No supe cuántos metros caí pero al impactar sentí como el aire salía de mis pulmones para luego ser inmediatamente remplazado por arena que caía del techo. Empecé a toser con fuerza y moví mi cuerpo a un lado, con una mano tratando de limpiar mi cara sudada y cubierta de arena.
Pasados unos segundos por fin me sentí lo suficientemente segura como para mirar a mis alrededores, apartándome con dolor del agujero del techo para incorporarme sin que más arena cayera en mí.
Estaba en una sala oscura, arena cubría gran parte del suelo y apenas podía ver a unos metros más allá de mí si no fuera por las tenues luces moradas y rojas que emitían las plantas del sitio, aunque era algo extraño que hubiese flora aquí considerando que era un subterráneo. Las paredes eran de un tono arenisca y estaban decoradas con detalles de diferentes colores, formando relieves y esculturas plasmadas en el material.
Al girar vi a Zandik a mis espaldas, inconfundible por su pelo de color azul. Estaba de rodillas dándome la espalda, mirando algo en el suelo. Al acercarme vi que se trataba de un cuerpo, Noema. Mi corazón dio un salto al ver su rostro cubierto de arena, su boca y ojos abiertos completamente llenos, ahogada en arena y atascada en un gesto de puro terror y dolor.
Zandik tembló, sus hombros se tensaron al mismo tiempo en el que apretó los puños. Y fue entonces cuando me di cuenta de que la flora en este lugar sí que era rara, estaba emitiendo una leve neblina de color morado que se notó más cuando el polvo de la arena se disipó. La misma neblina que había en las zonas corrompidas de la selva de las que Zandik me advirtió.
«También puedes morir, o volverte loco, agresivo».
—Zandik, lo siento mucho —dije con cuidado, mirando alrededor como si las plantas fueran a atacarnos—. Pero tenemos que irnos. Ya.
Giró para mirarme.
—¿Tú crees? —Soltó una pequeña carcajada—. ¿Te crees que voy a seguir las órdenes de una niñata? Por favor.
Dejó atrás el cuerpo de Noema y se alzó en frente de mí, haciendo que diese un paso hacia atrás al sentirme inmediatamente intimidada debido a su alta estatura. Le miré a la cara y tragué saliva, recordando la falta de agua que me secaba la boca.
—¿Estás... bien?
Sus ojos rojos me miraron durante unos pocos segundos, antes de que accediera. Por un momento me recordaron al chico que nos acababa de atacar.
—Tienes razón. Vamos.
Sin más miramiento me agarró del brazo para tirar de mí y salir de la habitación. Traté de apartar su mano y mantener más distancia con él.
—Suéltame. No hace falta que me arrastres —Fruncí el ceño y tiré de mi brazo para salir de su agarre.
Al mirarlo vi cómo las marcas de sus dedos se pronunciaban en mi piel, tornándola de un tono más rojizo.
—Lo siento —Zandik me miró con preocupación, su mirada cambió cuando salimos de la zona—. No... No sé lo que me ha pasado. Perdón, es que...
—Ya lo sé —traté de decir, cubriendo con cuidado mi antebrazo—. No te preocupes.
—Evitemos la corrupción.
Al pasar por un pasillo noté un pequeño hongo azul agitándose en un pequeño agujero, tratando de llegar al otro lado.
—¡Gota!
Inmediatamente me acerqué para ayudarlo a salir. Definitivamente se trataba de mi querido acompañante, sonreí de alivio al ver que estaba bien después de todo lo que pasó y lo abracé con fuerza, sintiendo cómo el agua que recubría al pequeño hongo se pegaba a mi pecho y mojaba mi ropa. Flotó a nuestro lado, al mirar a Zandik él simplemente miró a otro lado con los labios apretados.
—Oye, siento lo que ha pasado —repetí en un susurro, refiriéndome al resto de nuestros acompañantes.
—Es a lo que nos enfrentamos, todos sabían que ir contigo es un riesgo —soltó, seco—. Tan solo espero que él no sepa dónde estamos.
—¿Lo conoces? El que nos perseguía.
—Sí, sé quién es. Es lo que llamamos aquí "Gran Juez", es un soldado de Sumeru que suele vigilar el desierto. Y tiene... una visión electro, junto con otros poderes sobrenaturales de antaño, lo que lo hace todavía más peligroso.
Continuamos por las ruinas, Dottore tenía en sus manos un mechero con el que iluminábamos el camino, todo olía a polvo y en varias ocasiones chocamos con telarañas, Zandik resultó asqueado pero Gota le escupió un poco de agua para limpiarse.
Estaba acostumbrada a visitar lugares como estos, sabía a lo que me enfrentaba cuando entraba a lugares abandonados para explorar por lo que sabía evitar zonas débiles y lugares donde nuestro paso podría afectar. Sin embargo, aquello era como una expedición a las antiguas pirámides, solo que con monstruos en rincones oscuros y restos de esqueletos en las esquinas.
Luchamos en un par de ocasiones con unos robots, sus estados eran lamentables pero no nos queríamos arriesgar a que nos atravesase un rayo láser por la espalda así que nos aseguramos de que estaban destrozadas del todo.
Pasamos por un pasillo estrecho, donde teníamos que pasar de uno en uno para avanzar. El techo se recubría de raíces negras y goteaba sobre nosotros.
—Hay que salir de aquí, la habitación de arriba está corrompida —urgió Zandik.
Iba delante, así que avancé con toda la prisa que pude, manteniendo el mechero en alto con mi mano libre para evitar cualquier obstáculo.
Sin embargo me detuve en seco cuando vi a Gota flotar hasta lo alto de la habitación para curiosear las raíces.
—¡Gota, no!
Pero ya era demasiado tarde, el pequeño hongo comenzó a temblar cuando una chispa de líquido desconocido cayó sobre su cara al acercarse a la raíz. Zandik agarró mi mano para apartarme del hongo que cayó al suelo y evitar que me acercara. No pude hacer más que mirar cómo el hermoso azul de Gota se transformaba en un gris pálido casi morado. Tiré de la mano del doctor mientras lo veía sufrir.
—Zandik, tenemos que sacarlo de ahí.
—Ya es tarde, los monstruos son bastante susceptibles a la corrupción —Frunció el cejo y nos apartó del camino justo a tiempo para esquivar una burbuja de ácido.
Gota se levantó para alzarse sobre nosotros, nos miró pero se sintió como si a la vez estuviese mirando el vacío, sus pupilas estaban dilatas haciendo que sus ojos se vieran completamente negros, haciendo que una criatura tan pequeña e inofensiva como ella se viera amenazante y completamente poseída por la locura.
Apenas pude ser capaz de gritar antes de que Zandik diera un paso al frente, vi un destello plateado y a mis pies cayó Gota, su cuerpo rebotó contra el suelo arenoso y rodó hasta chocar con unos ladrillos caídos a mi lado. Mis párpados se abrieron con miedo al darme cuenta que no se estaba moviendo, no estaba atacando, no estaba haciendo nada.
Fue entonces cuando vi una pequeña daga clavada en su cabeza.
—Ya está, no molestará más —La voz de Zandik apenas se distinguió de mis pensamientos.
Lo había matado con tanta facilidad que era espeluznante, sobre todo cuando se acercó a Gota para arrodillarse en el suelo y empezar a cortarlo una y otra vez, inmediatamente me acerqué para detenerlo.
—¡¿Qué coño estás haciendo?!
—Conseguir suministros —Se giró a mí y tuve que apartarme para alejarme del bisturí en su mano—. Nos servirá como agua, de nada.
—¿Cómo puedes ser capaz de cortarlo como si nada?
Pude jurar cómo sus ojos rojos brillaron al mismo tiempo que sonreía débilmente.
—Esto no es nada, he matado y torturado a personas tres veces más grande que tú.
Se levantó mientras guardaba algunas piezas del hongo en su alforja y le hincaba el diente a otra, el bisturí todavía en su mano mientras intercambiaba la mirada entre él y los restos de lo que antes era mi amigo. No había nada de sangre pero eso no significaba que fuera una imagen grotesca. Mis manos temblaron mientras apartaba las lágrimas de mis ojos.
Fue entonces cuando volví mi vista a Zandik que volví a reconocer la sustancia que había a nuestro alrededor, algunas gotas de la superficie de arriba cayendo al suelo y sobre nosotros, propagando una leve niebla de color morado, un color oscuro con tonalidades rojas como las raíces del techo.
—Te está afectando.
—Estoy perfectamente. Venga, hora de irse.
Avanzó hacia mí y agarró mi brazo con fuerza, arrastrándome mientras seguimos caminando por el pasillo. Mi mano libre fue enseguida a por la suya para arrancarla de mí.
—Suéltame, ¡Zandik! Me estás haciendo daño.
—No toleraré que te entretengas más —gruñó.
En ningún momento soltó el bisturí, miré atrás una última vez antes de empeñarme en soltarme de su agarre pero Zandik ni se inmutó, sus dedos se anclaron más y más a mi brazo hasta el punto en el que sus uñas se clavaban en mi piel. Mi corazón latió con fuerza del miedo que sentía, no por las ruinas ni los posibles monstruos escondidos en ellas, sino por Zandik.
No sabía ni por dónde íbamos, apenas se podía ver a través de la oscuridad y de alguna forma Zandik seguía un camino en su mente que solo él conocía.
—¡Que me sueltes!
En un momento de desesperación empujé a Zandik a una columna, la parte trasera de su cabeza golpeó contra la roca y lo distrajo lo suficiente como para que pudiese finalmente arrancar su mano de mi brazo con toda la fuerza que pude. Él gritó de dolor cuando forcé sus dedos a abrirse de una manera antinatural y me miró con rabia mientras me apartaba de él, sujetó su mano con cuidado como si le hubiera hecho daño de verdad.
Sentía la corrupción a nuestro alrededor, como si me faltara el aire, mi respiración era agitada mientras le miraba con miedo.
—Iris, ven aquí.
Negué con la cabeza.
—T-Te está afectando. Zandik.
—Que vengas, no estoy para juegos... Iris —Su voz bajó dos tonos haciendo que mi cuerpo entero temblase a pesar del calor—. Ah. Ya veo, quieres ir por tu cuenta, ¿no? Estás con ellos, ¿verdad? ¡¿Verdad?!
—No estoy con nadie —Aumenté mi distancia con él, mis manos sostuvieron la daga en su dirección, preparada para atacar.
—Oh, ¿de verdad? —Sonrió levemente—. Eso habrá que verlo, no te resistas. Dolerá menos.
Empezó a andar hacia mí y sacó otra arma de su bolsillo interior. Mis manos se congelaron, en vez de atacar fueron mis piernas las que movieron mi cuerpo para salir corriendo. Seguí él único camino que había con Zandik pisándome los talones hasta que llegamos a una enorme sala, la luz se filtraba por unos agujeros del techo y no había corrupción por ningún lado, pero sí había un monumento gigante contra una de las paredes, lo que en cualquier momento reconocería como un dios egipcio estaba sentado en un trono, con una postura rígida y regia sosteniendo una lanza.
Poco después de llegar a la sala el cuerpo de Zandik se abalanzó sobre mí, caímos al suelo y el hombre fue rápido en colocarse sobre mí. Mis manos inmediatamente le golpearon e intentaron apartar lejos de mí mientras gritaba, mis ruidos haciendo echo contra las paredes y techos del sitio. Jeringuillas con un líquido extraño cayeron de su bolsillo. Zandik hablaba con una sonrisa, agarró una de esas jeringuillas para acercarla a mi cuello, mis manos fueron a su brazo para tratar de detenerlo.
—Pocas veces se tiene una oportunidad como esta, serás un espécimen perfecto —susurró, con una calma impactante y un tono que me helaba por dentro.
Chapter 31: Abalorios de luz
Chapter Text
Grité mientras mis manos luchaban contra la suya, poco a poco logré que la punta se alejara lo suficiente y en un impulso conseguí forzarlo a girar la aguja en su dirección, grité al luchar contra su fuerza, mis manos temblaban al igual que las suyas.
Un rodillazo en su entrepierna me dio la suficiente ventaja como para empujar la jeringuilla en su propio cuello, con el pulgar inyectando el líquido misterioso en el.
Zandik tembló, separé mis manos de él cuando vi cómo su expresión cambiaba a una de pánico, él intentó quitársela pero ya era demasiado tarde, y él lo sabía.
—Puta zorra...
Su mano fue a mi cabeza, agarrando mi pelo con fuerza para golpearla contra el suelo, apenas emití sonido hasta que sentí un dolor horrible en mi costado, al dirigir mi mano ahí pude sentir el caliente líquido de la sangre y el mango de lo que era mi propia daga que había caído al suelo. Jadeé el aire pesado de las ruinas antes de que Zandik volviera a golpear mi cabeza contra el suelo con fuerza.
Mis ojos estaban abiertos, pero no veía nada, la poca luz que podía estar iluminando la sala se atenuó como una nube negra. El peso de Zandik cayó sobre mí antes de que mi cabeza cayera en el suelo otra vez, su agarre flojeó y su pelaje azul rozó mi cuello y mi mandíbula. Sentía dolor pero ni siquiera sabía dónde.
No sabía ni que me había desmayado hasta que desperté, los gritos me sacaron de la oscuridad que me invadía haciendo que abriese los ojos de golpe. No sabía dónde estaba, el cielo era de un rojo carmesí y el suelo azul como el cielo estrellado. Mi atención pasó de los gritos al derrumbe bajo mi cuerpo, la plataforma donde me encontraba empezó a romperse por un terremoto. Sin poder ver la salida me levanté y corrí en una dirección aleatoria. Fue entonces cuando vi una enorme luna carmesí flotando más allá de la plataforma.
Los gritos se tornaron en palabras, mas no había nadie a mi alrededor, era como si el mismo cielo me estuviera gritando.
«¡Debe haber algo más que pueda hacer!».
«En primer lugar, en nombre de los caballeros de Favonius, les estamos agradecidos».
Me aparté justo en el momento en el que un pilar caía a mi lado, casi tropezando en el proceso. Nubes me rodeaban como si fueran fantasmas.
«Como se habrán dado cuenta, la era de los Adeptus está llegando a su ocaso, y la era de los humanos está en sus albores».
Podía ver a alguien en ese fantasma, era acaso... ¿Xiao? Estaba hablando con un hombre que se parecía a Morax, Xiao parecía sonreír levemente, casi con gentileza mientras el que se parecía al arconte geo bebía el té de una forma muy tranquila.
«Lumine!»
A otro lado, vi a Diluc en una taberna limpiando una jarra de cerveza, sin prostitutas y en su lugar un alegre bardo de trenzas negras y ropas verdes tocando la lira.
«Cuando llegues al final de tu viaje, como lo hice yo, verás por ti mismo la verdadera naturaleza de este mundo».
La poca luz que había se acababa más adelante, pero no tenía otra opción. Me adentré al túnel de oscuridad donde todo mi alrededor se sumió en silencio, la adrenalina me obligó a seguir corriendo sin detenerme un segundo. Solo era capaz de escuchar mi respiración.
Me encontraba en una cueva, y poco después aparecí en la otra salida. Ya no había un cielo rojo amenazador ni un terremoto destrozándolo todo. Seguí avanzando hasta encontrar un árbol de decenas de metros alzándose sobre una roca flotante, este brillaba como una figura holográfica de un color celestial y su copa abarcaba más allá de lo que podían distinguir mis ojos.
Me acerqué a él a través de un camino de rocas flotantes, al mirar abajo solo pude ver un enorme abismo. Las voces de antes continuaron sonando a mi alrededor, esta vez mezclándose entre ellas sin que pudiese discernir una palabra.
Al llegar al tronco un trozo de oscuridad resaltaba entre tanto brillo, bajé la vista y vi que había algo clavado en la corteza que hacía que el hermoso brillo celestial no llegase a la zona, mostrando un color grisáceo y casi podrido. Mis manos se dirigieron a lo que parecía ser un collar, formado por cuentas y piedras verdes entre cada una de ellas, clavado en el tronco estaba la joya más grande del collar, con forma de lágrima con la punta hundida en el árbol y de la misma tonalidad que el resto.
Giré un poco la cabeza en confusión, preguntándome por qué estaría un objeto así en un lugar como este, clavado en un hermoso árbol. Así que lo agarré con fuerza para tirar de él, usando todo el peso de mi cuerpo hacia atrás hasta que finalmente salió, el collar pesaba en mi mano y al mirar la joya con forma de gota mi rostro se reflejó en él.
Entonces volví mi vista a donde antes estaba el collar, y me di cuenta que el brillo estaba desapareciendo, la descomposición del árbol se expandió sobre todo el tronco, haciendo que este perdiese la luminosidad. Con rapidez la madera se tornó en piedra y el suelo a mis pies comenzó a temblar, miré cómo este se fragmentaba y traté de salir de ahí por donde pudiese, pero mis pies cayeron, llevándome hacia el abismo de abajo. Grité de terror mientras mi mano se extendió al cielo, pero no había nadie que me pudiera salvar, mi cuerpo se sumió en oscuridad al mismo tiempo en el que era golpeado por el viento.
Tomé un respiro ahogado, mi cuerpo estaba tumbado en el suelo y al abrir los ojos vi al doctor Zandik arrodillado al lado de mí, había vuelto a las ruinas y los recuerdos de lo que había pasado me llegaron de golpe, cómo me apuñaló en el costado y me había perseguido por esta tumba. Alcé mi cuerpo y me alejé de él inmediatamente, haciendo que la nueva herida ardiese a mi lado.
—Espera, espera —Zandik dijo con prisa, enseñando la aguja e hilo en sus manos—. No he terminado, estate quieta, por favor.
Lentamente se acercó a mí, no quité mis ojos de él tratando de buscar alguna reacción extraña o comportamiento que delatase su estado mental. Con cuidado levanté mi camisa empapada de sangre para que él volviese a lo que estaba haciendo, no notaba dolor al menos.
No dije nada, solo miraba sus manos trabajar y su expresión concentrada. Por una parte mi mente estaba tratando de procesar el sueño que había tenido y por otra estaba en tensión de que me volviese a atacar.
—He tenido que utilizar mi última poción para salvarte —continuó—. Gracias a los dioses me conseguiste frenar. No sé qué habría hecho de no ser porque me dormiste, lo siento muchísimo —suspiró, y parecía genuino.
Finalmente alzó su vista de la herida, ahora cerrada, y al hacerlo sus ojos de detuvieron en mi pecho, sorprendido.
—Iris —llamó con cuidado—. ¿De dónde has sacado eso?
Miré abajo y me topé con que algo nuevo estaba colgando de mi cuello, era el collar de mi sueño, el que había arrancado del hermoso árbol. Con cuidado sostuve la gema con forma de lágrima en mi mano.
—Creo —carraspeé al sentir mi voz algo débil—. Creo que de un sueño... Soñé con el Irminsul.
Era obvio que aquel árbol era especial, poderoso. Y este collar lo era también.
—Eso era lo que estábamos buscando —Zandik alzó sus cejas y sonrió con euforia—. ¡Lo has conseguido, Iris!
En mi mente estaba tratando de procesar aquellas personas que eran tan diferentes a lo que estaba acostumbrada en este mundo, se veían más felices... Nada comparado con esto. Miré a Zandik, que estaba terminando de coser la herida con una sonrisa en la cara.
—También vi a personas que conozco de aquí. Pero eran diferentes.
—No me cuentes lo que viste —avisó él, aplicando una venda—. Puede cambiar el destino.
Con cuidado toqué la zona afectada y suspiré. Pero una sombra detrás de Zandik entrando en la sala llamó mi atención.
—Cómo me gusta una buena persecución.
Mi compañero se dio la vuelta al escuchar la voz, proveniente de un joven demasiado reconocible, era el mismo que nos había perseguido antes, el que había matado a los fatui.
Agarré la mano de Zandik, quien se levantó con rapidez, ayudándome a mantenerme en pie al mismo tiempo en el que se colocaba delante de mí, yo miré a nuestro alrededor para encontrar una salida que pudiese poner distancia entre nosotros.
El doctor instó a que corriese, y agradecí de que apenas pudiese sentir mi herida. Él tiraba de mí mientras el chico detrás de nosotros avanzaba con tranquilidad. Cuando volví a mirar un destello de luz morada me miró de vuelta, apenas tuve tiempo para reaccionar antes de que me golpeasen de frente. Zandik y yo caímos al suelo y un peso me atrapó. Al abrir los ojos el palo de una lanza presionó sobre mi cuello, apretando y cortándome el aire.
Miré a mi atacante mientras intentaba dar patadas, mi cuerpo entero comenzó a arder mientras mis pulmones demandaban oxígeno, apenas era capaz de mirar más allá de mi nariz, mi visión y mi fuerza lentamente desaparecieron.
Y tan pronto como vino, la presión desapareció. Mis oídos apenas eran capaces de captar el sonido de mi cuerpo tosiendo y aspirando aire con dificultad. Cuando Zandik ayudó a levantarme vi el cuerpo de nuestro atacante en el suelo, una roca a su lado.
—¿Está muerto? —pregunté entre respiraciones, no es que me importase en lo más mínimo—. ¿Qué le has hecho?
—No está muerto, pero nosotros sí lo estaremos mientras estemos aquí.
Afirmé con la cabeza, mis manos fueron al collar alrededor de mi cuello. Se sentía pesado en mí, como una presencia que estaba atrapada ahí dentro. Pero era algo diferente a lo que Morax había hecho conmigo, me daba seguridad a pesar de lo que acababa de pasar.
Chapter 32: El escriba
Chapter Text
Tras horas caminando sin parar volvimos a la selva, donde nos detuvimos en un pequeño campamento de los fatui donde había un par de personas que ni siquiera me digné en acordarme de sus nombres. Allí, Zandik anunció la muerte de nuestros acompañantes, un precio a pagar por continuar con el plan. Mis ojos estaban fijos en el suelo mientras mis manos trataban de peinar mi pelo destrozado por la arena y el sudor, la ropa estaba pegada a mi cuerpo y una vez drenada la adrenalina podía sentir cómo raspaba contra mi piel por cada movimiento que hacía.
Bebí toda el agua que no había bebido el último día, me había negado a comer de la carne de Gota y Zandik no me obligó. Con el estómago lo suficientemente lleno fui a tomarme un baño en un pequeño río lo suficientemente cubierto de las miradas de extraños, Zandik me acompañó por mi seguridad, con una espada en sus manos mientras me quitaba la ropa, pero el collar siguió reposando en mi cuello y pecho ya que me rehusaba a quitármelo.
Mi quejido llamó la atención del doctor, pero apenas vio que estaba bien y tan solo tenía dificultades para arrancarme el camisón de mi cuerpo volvió su vista al suelo, dándome algo de privacidad.
El agua estaba helada, pero me daba igual.
Cuando terminé estaba anocheciendo, me cambié a unos pantalones cortos y una blusa de manga larga que envolvía mi cuerpo en dos trozos de tela, formando un lazo a mis espaldas que una de las fatui me ayudó a atar. También me llevé una bufanda de tela delicada de color verde oscuro para ocultar las marcas de mi cuello.
No vinieron con nosotros al día siguiente, Zandik y yo partimos a la ciudad de Sumeru una vez más. Con el paso del tiempo mis piernas se sentían entumecidas al andar, dando paso del dolor de correr y andar por tanto tiempo a una leve sensación de ardor a la que ya estaba acostumbrada.
—Durante años, la diosa del elemento dendro, Rukkadevatta, ha sido corrompida por una... enfermedad —Me explicó Zandik de camino—. Como muchas otras criaturas de la nación.
—¿Como Gota? —Le miré, no quería olvidarme de ello.
—Sí, pero peor. La exposición ha sido mucho más progresiva, viniendo de su propia mente. No confiamos en ella. Pero es la única que puede darte acceso al Irminsul.
—¿No vendrás conmigo?
—Me temo que solo puedo llegar hasta cierto punto. Nosotros intentamos durante décadas conseguir lo que tú hiciste en unas horas —Alzó una rama en alto para que no me chocase con ella—, el collar del Rey Deshret tiene la cura para eliminar la corrupción del Irminsul, y ella lo sabe.
Nos acercamos a los muros de la ciudad donde tiré de mi bufanda para hacer una rápida capucha sobre mi cabeza, miré arriba y vi la academia sobre el enorme árbol. La verdad es que era una obra de arte, aunque con algunas paredes afectadas por la calima.
Nos acercamos a un grupo de personas concentradas mirando algo, todos ellos observaban una escena entre una chica de pelo rojo y un hombre que reconocí al instante.
Era el de la academia, el que tenía ese aparato brillante en un lado de su cabeza, su altura hacía a todos verse pequeños y sus músculos se flexionaron al cruzarse de brazos. Le acompañaban tres personas con túnicas y lanzas justo como la primera vez que lo vi.
—Entonces, ¿quién es ese? —pregunté en silencio sin quitar mi vista de lo que pasaba. Ya que unos soldados hicieron que la chica se arrodillase, fruncí el ceño.
—La mano derecha de la diosa, un escriba con dinero y poder.
La joven trató de resistirse a los soldados.
—No he hecho nada malo, señor Alhaitham. Tengo a más de veinte bailarinas a mi cargo, ¡me necesitan!
El llamado Alhaitham se veía impasible.
—Hemos encontrado ropajes y restos de inmigrantes ilegales en tu... pequeño agujero. Les estáis encubriendo.
—¡Yo no sé nada!
—Lo sé, pero una de las tuyas sí. Y si no admite su crimen. Tú eres la responsable de todo lo que pase ahí dentro.
Me giré a Zandik. Quien presionó sus labios en una fina línea antes de hablar.
—Me temo que no podemos hacer nada —susurró—. Esperemos a que acabe para hablar con él.
—¿Es necesario hablar con él? Me crucé con él cuando llegué aquí, no sé si me recordará.
La pelirroja habló.
—Púdrete, hijo de pu...
No tuvo tiempo de terminar, el sonido de una bofetada fue lo siguiente que se escuchó.
—¡Eh!
Mi boca se movió antes de que mi mente pudiese procesarlo, e inmediatamente los transeúntes se giraron a mí, mis mejillas ardieron pero tenía la esperanza de que ninguno de ellos se hubiera dado cuenta de que había sido yo, pero no duró mucho.
Los ojos de Alhaitham se entrecerraron durante un segundo, rompiendo esa máscara de frialdad a lo que parecía que era reconocimiento. Sentía cómo el escudo de ser una descendida se quebraba con cada segundo que pasaba hasta que Zandik colocó una mano en mi hombro.
—Tráela —dijo Alhaitham.
Los brazos de los guardias no tardaron en tirar de mí, Zandik me siguió de cerca aunque fue detenido.
—Es inocente —traté de explicar.
No me resistí mientras el guardia tiraba de mí, dejándome a tan solo medio metro de él, quien se alzaba al menos una cabeza sobre mí. El aparato de su sien parpadeó mientras me miraba de arriba a abajo.
—¿Y tú quién eres? —preguntó, su tono adquirió uno mucho más peligroso que hizo escalofríos recorrer mi espalda.
—Iris —respondí con simpleza mientras en mi campo de vista aparecía el pelo azul de Zandik.
—¿Qué tal si llevamos esto a un sitio más privado? —Zandik dijo desde su posición, sin quitar los ojos del hombre de pelo gris.
Alhaitham se centró entonces en mi acompañante, su expresión cambió a una de enfado, incluso me atrevería a decir ira.
—¿Qué tal si me dice qué haces aquí, fatui? Podría hacer que te ejecutasen aquí mismo.
—Inténtalo si te atreves.
Por un momento la pregunta volvió a mi mente, ¿por qué la gente odia tanto a los fatui cuando lo único que quieren es mejorar el mundo?
—Zandik —llamé su atención para que se diese cuenta que no era el mejor sitio para hacer esto.
Él tomó un profundo respiro.
—De acuerdo... Lo tenemos —prosiguió con un tono más calmado, sus ojos rojos brillaron bajo el sol—. Hemos conseguido la vacuna.
La respuesta fue casi inmediata.
—No te creo.
El collar pesaba debajo de mi ropa, no me atreví a mostrarlo a un desconocido y menos cuando la última vez que lo hice provoqué que un soldado del antiguo egipcio tratase de matarme. Sentí alivio cuando el doctor no me indicó que lo mostrase.
El hombre de pelo grisáceo irguió su espalda, tratando de verse más alto cuando me miró a mí, y su expresión pasó de indiferencia a una de molestia, pero también curiosidad. De repente unos brazos nos rodearon a ambos, dos hombres a tirar de mí.
—¡Eh!
—Muy bien, tomaréis el lugar de la señorita Nilou en su lugar —Alhaitham nos miró con indiferencia antes de andar por su camino.
Tiré de los guardias a mis lados mientras pateaba al aire, pero mis intentos eran inútiles mientras éramos arrastrados, traté de mirar a mi alrededor para buscar a Zandik pero en su lugar mis ojos cayeron en la dicha Nilou, que tan pronto como la soltaron salió corriendo, una mirada de simpatía en sus ojos antes de que se metiese entre la multitud.
—¡¿No tenéis nada mejor que hacer?! —Alheitham les gritó a los ciudadanos, quienes inmediatamente siguieron los pasos de la pelirroja para fingir que nada había pasado.
—¡Zandik! —llamé al fatui mientras trataba de girar mi cuerpo para asegurarme de que estaba ahí. Recibí un quejido de su parte en su lugar.
Mientras nos arrastraban a saber dónde, subimos a un nivel superior de la ciudad. Donde los ciudadanos se escondían o salían corriendo nada más ver a Alhaitham con sus acompañantes. Miré a mis espaldas una vez más y vi a Zandik con un corte en la mejilla, pero buscando mi mirada con determinación, su ceño levemente fruncido como si quisiera mandarme un mensaje a mi mente sin decir nada.
Entonces seguimos subiendo alrededor del tronco del árbol, de vez en cuando me resistía pero en vano. Hasta que Alhaitham se giró cuando conseguí pisar con fuerza a uno de los hombres que me sostenía.
—Iris —dijo él—. Eres la descendida de Liyue, ¿verdad? La fugitiva.
Le escupí en la cara.
Cerró los ojos un momento antes de empujar su lengua contra el interior de su mejilla en un acto de controlarse.
—Los modales de tu mundo no son los más óptimos, por lo que veo.
Sin que pudiera impedirlo tiró de la bufanda alrededor de mi cuello para quitármela y usarla como pañuelo y limpiar su cara, sentí el aire en la piel y la costra de mi herida aun curándose. Pero mi atención se centró en la calle, estaba totalmente desierta sin nadie paseando, ni siquiera espiando desde los escondrijos, una nube de paranoia me recorrió el cuerpo al pensar que podrían hacernos cualquier cosa y no habría testigos. Él acercó su mano para posicionar sus dedos sobre mi cuello antes de levantarme la barbilla para mirarle a los ojos, sentí una sensación de ardor.
—No la toques —Zandik avisó a mis espaldas.
Apartó su mano y me resistí de morder sus dedos.
—¿Qué viste? —preguntó entonces, su tono calmado, tanto que me sorprendió su cambio de actitud.
—¿Qué?
—¿Qué viste al conseguirlo?
Sabía de lo que me estaba hablando. Alhaitham se refería al sueño que tuve antes de que despertase con la vacuna de la corrupción reposando en mi cuello. Donde vi un mundo similar a este, donde antes había terror y corrupción después había en su lugar seguridad y amistad. Era todo tan diferente que no él podía dejarlo ir.
Mi expresión también se relajó al recordar eso, y compararlo con la realidad dolía. No me quería ni imaginar lo que se sentiría si todo el dolor que has sufrido durante tu vida podía desaparecer gracias a una persona de otro mundo. Pero no sentía simpatía por el hombre ante mí, él era uno de los que impartían ese miedo.
—No te lo voy a decir —susurré de vuelta.
Él suspiró y asintió con la cabeza, pero no sabía si era porque respetaba mi decisión o se dirigía a sus guardias, ya que avanzamos otra vez por la desierta calle.
Sin embargo, asumí que Alhaitham nos creía, sabía que tenía el collar en mi posesión y estaba aprovechando su superioridad para hacer que sus soldados nos escoltasen a donde quiera que íbamos. Seguimos subiendo por el gran árbol de Sumeru.
—Estamos yendo al Santuario Surasthana —Zandik me habló detrás de mí.
—¿Te sorprende, doctor? —respondió Alhaitham.
—Me sorprendería más si fueses capaz de caminar más de cinco metros sin sacar pecho.
Él no respondió, continuamos caminando hasta finalmente llegar a un edificio que creía que era la academia, pero era algo más, lo más alto de la ciudad era una estructura con forma de domo, con unas puertas doradas de gran altura que se abrieron con lentitud al paso de Alhaitham.
Conseguí girarme para mirar a Zandik justo a tiempo de que cerrasen las puertas a nuestras espaldas, fue entonces cuando nos soltaron. Le lancé una mirada a uno de los que me sujetaron y sacudí mi brazo, tratando de aliviar el dolor que sentía de su agarre en particular. Los guardias entonces desaparecieron por la misma puerta.
Juraría que este espacio era muchísimo más grande en su exterior que como se veía por fuera. Nos recibió una enorme sala difícil de describir con palabras. El interior carecía de ventanas, pero eso no significaba que la luz era una desconocida allí, las paredes brillaban como esmeraldas, decorados con trazos de oro que llegaban hasta el techo rodeando unos pétalos hechos de metal que llegaban de vuelta al suelo en diferentes formas y orientaciones, delimitando el centro del lugar en un altar flotante donde se veía el fantasma de un árbol sin hojas. Alrededor de la circunferencia del domo se podían caminar por una plataforma que daba acceso a un puente conectando dicho centro y también otras puertas a habitaciones cuyas funciones no me podía ni imaginar.
Lo primero que me llamó la atención eran los pétalos de metal abrazando al árbol como si fuera una carcasa.
O una jaula.
Una figura nos esperaba frente al árbol, a pesar de la distancia que nos separaba su estatura era lo más destacable, al igual que su largo pelo plateado, suelto como el aire y al igual que la cola de su vestido blanco y verde.
Mi respiración agitada fue lo primero que rompió el silencio entre nosotros, y pronto una mano encontró mi hombro, mi cuerpo saltó para apartarme del dueño y Zandik me asintió con la cabeza. Ayudándome a dar el primer paso hacia la diosa de la sabiduría.
A medida que avanzábamos, en mi mente trataba de pensar en la mejor forma de no cagarla ante una maldita diosa, pero todos ellos fueron en vano una vez que se dio la vuelta para recibirnos.
—Ya es hora, ¿verdad?
Chapter 33: Irminsul
Chapter Text
Su voz era apenas un susurro, pero su voz retumbó por la habitación, produciendo un silencioso eco acompañando el sonido de nuestros pasos.
Pensaba que la diosa sería un ser hermoso, de apariencia perfecta como lo era Morax, regia y dominante.
Pero era totalmente lo contrario, creo que yo me he visto mejor en mañanas de resaca.
La palabra que definía a la diosa era enferma, su piel era pálida, incluso gris, sus ojos carecían de vida como una carcasa de lo que antes podía ser, sus venas negras se marcaban debajo del hermoso vestido al igual que su delgadez.
Al estar mirándola, no me di cuenta de que tanto Alhaitham como Zandik se habían arrodillado a mi lado hasta que ya se estaban alzando de vuelta a sus pies.
—Tú debes de ser Iris —continuó, manteniendo los ojos en mí—. Una descendida de otro mundo.
Fue difícil encontrar mis palabras.
—Así es.
—Reina Mayor Rukkadevatta —habló Zandik—. Estamos listos para terminar con esto de una vez por todas. Lo que prometimos hace años.
—Promesas que caen en manos de una extranjera inocente —replicó ella, sin apenas moverse, después suspiró—. Enséñamelo.
Alcé mis manos para quitarme el collar oculto bajo mi ropa, su gema reflejó las luces verdes provenientes del árbol del centro de la sala. Divisé en los ojos de la diosa una leve expresión de nostalgia al verlo.
—No nos podemos echar atrás otra vez, mi señora —Zandik parecía alterado, casi desesperado.
Podía ver la duda en sus ojos, pero también era miedo.
—He pasado por mil infiernos para llegar aquí —Sostuve el diente principal del collar con fuerza—. Yo solo quiero volver a casa, y si para esto necesito curar vuestro mundo, que así sea.
Rukkadevatta tornó de vuelta al árbol.
—Lo has visto, ¿no es cierto? Lo que pasaría.
No dije nada, y eso ya era respuesta suficiente.
—¿Cómo era?
—Era...
—No respondas —Zandik entonces me sujetó el antebrazo—. Eso es algo que solo podremos saber cuando pase. Si lo dices... No pasará.
—Todo esto asumiendo que ella sobreviva lo suficiente —Alhaitham dio un paso adelante—. Y la corrupción no la mata primero.
—Lo conseguirá, estoy seguro.
—Estoy aquí —Me giré a él—. Si no me ha matado un dios, no lo va a hacer un árbol.
—Sobrestimas tus capacidades, niña—Él entrecerró sus ojos cruzándose de brazos, y yo hice todo lo posible para no mostrarme ofendida ante la palabra—. Esa daga no te va a ayudar ahí dentro. Quizás deberíamos esperar y asegurarnos de que esté preparada.
—¿Es esperanza lo que oigo en tus palabras? —Zandik sonrió—. Hace no mucho recuerdo cómo negabas cualquier posibilidad de éxito.
—Ya basta —Rukkadevatta suspiró y nos volvimos a ella—. No sabemos lo que va a pasar excepto ella. Pero si está tan dispuesta a conseguirlo, que así sea —Finalmente se acercó a mí, sacándome unas tres cabezas por lo menos—. El mundo de Teyvat está en tus manos, Iris. Espero que puedas soportar el peso.
Por un momento me arrepentí totalmente de estar aquí y aquel lugar en la esquina se venía un sitio perfecto para tumbarse y hacerse bola para olvidar todo lo que estaba pasando.
Pero obligué mi cuerpo a continuar. Tan solo quería acabar con esto de una vez por todas. Y si moría, pues había vivido una aventura digna de película.
—Estoy lista.
—Bien.
Alzó sus manos a su pecho, y una luz salió de él. El haz poco a poco tomó forma de una pequeña pieza de color verde, con forma de pieza de ajedrez con una especie de corona en la punta.
—Prepárate para lo peor. El veneno del Irminsul tratará de manipularte para que pierdas la cabeza.
La pieza flotó sobre mis manos sosteniendo el collar, que brilló tan fuerte como la pieza en resonancia con su poder, tanto que hasta tenía que apartar la mirada para no cegarme. Mis manos ardían en respuesta al poder que estaba desatándose entre las dos fuerzas.
Miré atrás, Zandik y Alhaitham mantenían una distancia prudente a unos pasos de nosotras. Él asintió con la cabeza.
—Buena suerte, Iris —le oí decir—. Nos veremos en el otro lado.
Lo siguiente que sentí fue la mano de Rukkadevatta sobre mi frente, y entonces todo mi mundo se desvaneció en la luz.
• • • • • • •
No sentía nada. No había viento, ni calor ni frío, ni siquiera era apenas capaz de sentir el suelo bajo mis pies por el que avanzaba. Era una cueva pero la falta de tacto al tocar las pareces de roca delataba la ilusión de este lugar.
Avancé por la oscura cueva hasta llegar al exterior, donde me recibió una enorme caverna del tamaño de un estadio de futbol, incluso más grande que eso. Diría que era de noche pero podía ver el techo de la caverna en lo alto gracias a la luz que provenía del enorme árbol. Y árbol era una palabra que no hacía justicia a lo que había ante mí.
Era como un ser vivo, respirando y estrechando sus brazos en lo alto tratando de llegar más allá de los límites de la cueva. Sus hojas eran de un color intenso, como si el atardecer residiera en ellas en vez de clorofila, mostrando así colores desde el rosa hasta el naranja. El tronco era oscuro, casi negro, lo que era destacable. Las raíces que se extendían a sus pies eran del tamaño de un camión y llegaban incluso hasta la cueva de la que había salido. Sentía un peso en el aire que hacía que respirar fuera difícil, como si faltase oxígeno, irónico teniendo en cuenta el árbol que estaba ante mí.
Me acerqué, posando mi pie con cuidado en la enorme raíz cubierta por musgo y me aproximé al Irminsul, el árbol estaba flotando así que debajo de mí había un vacío del que estaba 98% segura que no sobreviviría.
Escuché algo a mis espaldas, y al girar vi la alta figura de Rukkadevatta.
—Aquí está la vacuna —Sostuve el collar en mis manos, con cuidado desatando el nudo en la parte trasera para tener solo la gema con forma de lágrima, o como punta de una flecha dependiendo de cómo se quiera ver—. Solo tengo que... inyectarla y todo habrá acabado, ¿cierto?
—Así es.
Solté un sonido de afirmación entre mis labios, volviendo mi cuerpo a un espacio entre las raíces que me daba acceso al tronco. De cerca podía ver lo que parecían venas de color morado, latiendo su subida hasta la copa del árbol y hasta donde llegaba mi visión. Aquí tan cerca era casi imposible que el aire llegara mis pulmones, era como si una mano me estuviera oprimiendo el pecho.
—Iris —habló la diosa—. Nadie te va a recordar.
Me detuve un momento.
—No vas a volver a casa.
Mi corazón se saltó un par de latidos, sentía el peso de mis pulmones agrandarse hasta apretar todo mi cuerpo contra el suelo, hundiendo mi estómago más allá del vacío bajo nosotras. Sus palabras desataron un tornado de pensamientos en mi mente tratando de procesar lo que había oído.
—Vas a cambiar el pasado, ¿de verdad pensabas que los fatui no iban a mentirte para que accedas a ayudarles? Te tomé por alguien menos ingenua.
Cada palabra dolía más que la anterior. Mi cuerpo tomó varios segundos para recordar cómo moverme y girar para mirar a la diosa.
Pero inmediatamente algo se lanzó a mí, no tuve tiempo para reaccionar y sentí una increíble presión en el cuello. Una liana recubierta de flores marchitas rodeó mi cuello para cortarme el aire y presionarme contra el árbol, mis manos fueron inmediatamente a esta para arrancarla de mí, pero la diosa era impasible.
—No —Mis labios se partieron pero no pudieron emitir otro sonido.
—No eres la primera en este mundo. Y tampoco serás la última. Pero sin duda serás la más inútil.
Rukkadevatta se acercó a mí con paciencia. Presionando mi cuello de la forma justa para no rompérmelo pero tampoco hacer que me desmaye. Toda mi fuerza estaba en mi mano para sujetar la maldita gema mágica y no dejarla caer.
Entonces algo tiró de mí desde el suelo, algo duro estaba creciendo por mis pies y rodeándome las piernas, atrapándome en una armadura completamente rígida hecha de corteza de madera.
No, no, no.
¿Es así cómo acabaría?
Estaba sola, no había nadie que pudiese escucharme o viniese a mi rescate. Esta vez no.
Pensé en mi casa, en mi familia y la gente que seguramente estaba muerta de preocupación preguntándose dónde estaba, quizás ya habían hecho un funeral en mi nombre.
No.
No, así no.
Si iba a morir, todo esto sería en vano. Así que no tenía nada que perder.
Aferrándome al arma que tenía en la mano. Me arriesgué a perderla y hundí el filo del diente en mis ataduras alrededor de mi tronco antes de que me aprisionaran los brazos.
Apenas sentí resistencia, la punta de la piedra se hundió con facilidad en la corteza que recubría mi pecho. Con tanta facilidad que también me apuñalé a mí misma.
Oí el grito de la diosa antes de que me diese cuenta del dolor.
—¡No!
Sentí cómo mi carne se abría y un peso me presionaba entre las costillas, ahora ya no podía ni respirar. Mi visión se cegó por completo al mismo tiempo que mi cuerpo perdía fuerza. Algo me abrazaba entre todo el frío que sentía a mi alrededor.
Estaba cayendo, o eso pensaba. Ya no sentía el suelo bajo mis pies ni la pesada presencia de la diosa cerca de mí. Y mis párpados pesaban demasiado como para abrirlos.
Y de repente, todo el aire volvió a mí. Mis pulmones demandaron aire en una bocanada que hizo que tosiese. Instintivamente mi cuerpo se giró a un lado para toser contra el suelo mientras mis brazos me sostenían. Abrí los ojos para ver que estaba en un lugar completamente diferente, donde no había límites y mis ojos fallaron al intentar encontrar siquiera una pared.
Era todo tan silencioso que daba miedo. Y ahora mismo tenía muchísimo miedo.
En mis manos no tenía nada, ni siquiera la daga atada a mi cintura. Al levantarme vi a mis espaldas un árbol de color azul, o más bien un holograma de él, era la única cosa además de mí en esta sala. Era grande pero tampoco tanto como el árbol que había visto antes, este no podría superar los cuatro metros y de no ser de la falta de hojas y aspecto informático y digital, diría que era un árbol normal y corriente, no había magia presente ni sentía que hubiera nadie más allí.
Ni siquiera oía el sonido de mis pasos e incluso pensaba que había perdido la audición de algún modo.
—No lo hagas.
La voz me causó un pequeño paro cardíaco, me giré inmediatamente para ver a Childe ante mí, y la ola de alivio hizo que mis hombros bajasen y se destensasen. Nunca había estado tan feliz de ver a alguien.
—¡Childe...! —Me alejé del árbol para ir con él.
—Es una trampa, Iris.
Me detuve por completo. Fruncí mis cejas levemente y lo miré mientras la duda llegaba a mi mente.
—¿Cómo has llegado aquí?
—Es una larga historia. Coge mi mano, te sacaré de aquí. Es una trampa.
Volví mi vista al holograma detrás de mí.
—¡Iris!
Childe venía corriendo a mí, y me aparté justo a tiempo para evitar que me agarrase del brazo, solté un pequeño quejido del susto antes de separarme de él, en ese momento vi sus ojos carentes de vida, blanquecinos y con párpados medio caídos.
—Childe —le llamé.
—Todos... Todos vamos a morir. No lo hagas, ¡Iris!
Al crear más espacio entre él y yo, más desesperado se mostraba y más inhumano. Pero cuando ya veía diferentes nubes de sombra tomar forma, comencé a correr.
Había gritos a mi alrededor.
—¡Iris!
—¡No nos dejes morir!
—¡Por favor!
Cada una era más agónica que la anterior, tan real que mi corazón se me encogía al reconocer los gritos de diferentes personas, algunas las reconocía como a Zandik, Ayato, Daria entre otros que ni siquiera pude distinguir.
Al acercarme pude ver una pantalla flotante, quizás era esta era una forma retorcida de recordar mi mundo. Si tan solo pudiera tocarlo...
—Es suficiente.
Esa voz me congeló en el sitio. Pensaba que no volvería a verlo más. Las pasadas heridas de mi cuello empezaron a arder con fuerza, haciendo que me quejase del dolor y tratase de sostener mi cabeza porque pensaba que de verdad estaba siendo decapitada ahí mismo.
No me giré para ver al arconte geo detrás de mí, forcé todo mi cuerpo para poder avanzar y centrarme en levantar mi mano. Al tocar la pantalla esta se rompió bajo mi palma y con ello todas las voces a mi alrededor.
Mis ojos se cerraron involuntariamente, y mi cuerpo cayó al suelo sin que tuviera tiempo para reaccionar.
Chapter 34: Tierras Verdes
Chapter Text
Esta vez desperté en un lugar oscuro, no tenía antorchas ni ninguna fuente de luz que me ayudase a descifrar dónde estaba. Todo mi cuerpo dolía al moverse y tenía la garganta tan seca que tragar saliva era como si una lija raspara mi garganta.
¿Estaba viva? ¿Eso significaba que había salido bien?
Sentía roca y musgo en el suelo antes de levantarme, y el aire estaba levemente frío y cargado de humedad en lo que podía suponer que era una cueva.
Tocando la pared, accioné una palanca sin saber muy bien para qué servía, y una luz me cegó inmediatamente al abrirse una puerta de piedra. Frotando mis ojos hasta que era capaz de ver más allá de una bola negra salí con cuidado al exterior para ver que estaba en la selva.
Así que seguía en Sumeru, había salido del Irminsul sana y salva pero ahora tenía que averiguar qué había pasado.
Estuve andando en la frondosa selva durante tan solo un par de minutos hasta que escuché agua y mi garganta inmediatamente me recordó la urgencia de que si no bebía pronto mi cuerpo comenzaría a fallar. Seguí el sonido hasta encontrar un río y casi con desesperación me arrodillé para beber agua, haciendo un pequeño bol con mis manos para beber una y otra vez.
Estaba demasiado concentrada en beber que no escuché algo acercarse hasta que estaba demasiado cerca. Vi en el rabillo del ojo algo rojo asomándose en mi visión y cuando levanté la vista unas fauces terroríficas de color negro y rojo me recibieron, los pequeños ojos de la criatura a cada lado me miraron de vuelta antes de que rugiera.
Grité de terror al ver a un cocodrilo rojo y negro a menos de un metro de mí, mi culo casi cae al río de no haber sido por la roca a mi lado en la que me apoyé para levantarme. El animal inmediatamente avanzó en mi dirección antes de que un proyectil cayera del cielo y se clavara en su cabeza.
Chillé otra vez al ver una flecha verde atravesando la dura coraza con semejante facilidad, en cualquier otro momento estaría sorprendida pero cuando una figura cayó de los árboles en frente de mí solo grité de nuevo, buscando la daga que tenía de nuevo en mi cadera para hacer frente a la amenaza. No era un humano al completo ya que unas enormes orejas de color negro se posaban en su cabeza.
—¡Tranquila! Tranquila. Ya está a salvo —me dijo el chico zorro con una expresión de preocupación—. ¿Está bien?
Se inclinó levemente como si se estuviera acercando a un cervatillo herido para que no escapara. Fruncí el ceño y él inmediatamente guardó el arco, que desapareció en su espalda.
—Oye —habló con suavidad—. No voy a hacerle daño, soy un guarda forestal. Me llamo Tignari. ¿Está bien?
Finalmente decidí asentir con la cabeza.
—Sí... Eso creo.
El rugido de mi estómago me sugirió lo contrario. Tignari sonrió levemente.
—Toma, ten esto —Buscó en sus bolsillos para sacar algo caliente envuelto en papel marrón—. La Villa Gandharva está a un par de kilómetros de aquí.
Al abrir el papel me sorprendió ver un kebab. Ver algo tan familiar hizo que mis ojos escociesen con nostalgia y soltase una carcajada seca, iba a empezar a comer pero dudé al pensar que este chico me había salvado y ahora me estaba dando de comer.
—No tengo nada para darte —avisé.
—No pasa nada, creo que puedo sobrevivir sin comer unas horas más —me sonrió de forma amable.
Le miré extrañada, buscando señales de que me quisiese hacer daño o aprovecharse de mí.
—¿Segura que está bien, señorita?
Mantuvo una distancia prudente y no se acercó cuando me intentaba alejar de él. Fue entonces cuando me di cuenta que estaba mirando mi cuello, las marcas expuestas. Inmediatamente miré abajo, tratando de ocultarlas de su mirada con la silueta del kebab.
—Sí, sí —Suspiré—. Muchas gracias, no sé cuánto tiempo llevo sin comer.
Tomé el primer bocado y después no pude parar hasta que terminé de comer, Tignari no me preguntó sobre lo que había pasado ni yo me expliqué, me guió por la selva hasta llegar a la aldea de la que me había hablado. Antes no había tenido mucha oportunidad de ir por la selva antes y me sorprendió la falta de puntos corruptos en esta, a pesar de que notaba más la humedad el viento el aire se notaba mucho más puro que antes. En el camino aprendí que él había estudiado en la academia de Sumeru, y yo traté de comentar que había pasado por ahí, pero Tignari hablaba de la academia y de la capital en general como si fuera otro sitio completamente distinto al que yo había estado. Me habló de sus paredes de mármol de los edificios y de sus habitantes.
—¿Entonces... la arconte Rukkadevatta ha estado encarcelada durante todos estos años?
Al llegar a la pequeña villa me di cuenta inmediatamente que todo era distinto, los habitantes se veían más felices, hablaban entre ellos sin preocupaciones de que alguien ajeno escuchase sus conversaciones, ni había horcas como aquellas que vi en el puerto y en la capital.
—¿Quién? No no, el título oficial es Reina Menor Kusanali, no Rukkadevatta. Pero así es, gracias a la ayuda de un extranjero fuimos capaces de acabar con la corrupción de los maestros de la academia que la mantenían retenida.
Una parte de mí quería creer que todo había funcionado, que todo estaba bien y lo había conseguido. Pero por otra parte esperaba que de la nada me fueran a capturar, que Tignari me fuera a mantener contra mi voluntad y llamar a los guardias.
—Necesito ir a la ciudad, ¿cuál es el mejor camino?
—¡Ah! Justo necesitaba ir allí para encontrarme con unos amigos. Podemos ir juntos, si quieres, claro.
No pude evitar sonreír.
—Por supuesto. Me llamo Iris, por cierto.
Salimos juntos unos minutos después, a lo lejos podía ver el enorme árbol de Sumeru y a medida que avanzábamos Tignari me hablaba de historias locales y cómo es la vida en la selva. Le conté que venía de Liyue y había llegado a Sumeru con ayuda de unos fatuis, ante esa información vi cómo Tignari tensaba sus hombros.
—¿Eres una fatui?
—No —Supe responder rápidamente, y era verdad—. Me ayudaron a cruzar la frontera, eso es todo.
—Me sorprende. Conociéndolos, te habrán demandado una buena cantidad de dinero. No te preguntaré qué diste a cambio, pero nunca confíes en ellos.
Simplemente asentí con la cabeza, preocupándome qué podría haber pasado con ellos, sobre todo con Zandik o Childe. Solo esperaba que se encontrasen bien.
Llegamos después de un par de horas, Tignari me dejó beber de su cantimplora y me invitó a unas brochetas en un puesto del camino. Tenía que admitir que Tignari era alguien demasiado amable comparado con lo que estaba acostumbrada, no le importó compartir conmigo su pasado y me sentí mal por no poder hacer lo mismo.
Esta vez, la ciudad de Sumeru estaba viva. En el pueblo de alrededor había un ambiente similar al de la villa pero masificado, había personas de diferentes culturas hablando y comerciando entre sí, niños jugando por las calles e incluso guardias hablando pacíficamente entre ellos o paseando con tranquilidad.
Estaba feliz de que todo había funcionado y gracias al plan de los fatui este mundo viva días mejores.
Aunque no podía evitar sentirme mal al saber que nadie sabrá eso.
—¡Tignari!
Ambos nos giramos a la voz, y para mi sorpresa vi una niña flotante de pelo blanco largo acercándose a nosotros con un joven rubio a su lado. Parpadeé con sorpresa y traté de darle sentido a la criatura, pero había visto cosas peores.
—Qué sorpresa encontrarte por aquí —sonrió la pequeña.
—Paimon y Aether —Tignari saludó con la mano—. Eso debería decir yo. Solo estaba trayendo a esta señorita a la ciudad. Nilou nos ha invitado a todos a un banquete en el Teatro Zubayr esta noche, sería un honor si pudieseis venir.
—¡Uhh! A Paimon le hace la boca agua solo de pensarlo. Seguro que podemos hacer un hueco.
—Allí estaremos —Aether sonrió antes de girarse a mí—. Un placer.
—Soy Iris —dije, aunque dudaba que les importase—. Muchas gracias por acompañarme, Tignari. ¡Pasároslo bien!
Me despedí del grupo con la mano y caminé calle arriba. Me dirigí a la academia en busca de la arconte mientras pensaba en mi siguiente paso.
En algún punto Rukkadevatta me había advertido que los fatui me mintieron y no tenía forma de volver a casa, hasta ahora intentaba pensar que sólo lo dijo para manipularme, pero a medida que veía las diferencias mis esperanzas se desvanecían.
No hizo falta subir hasta la cima de la montaña, vi un guarda paseando y bajando la calle a donde estaba yo y a su lado estaba paseando una niña pequeña.
Le reconocí al instante, su pelo plateado estaba recogido en una pequeña coleta y llevaba vestido verde y blanco, era una versión pequeña de Rukkadevatta pero sus ojos eran iguales.
¿Por qué la arconte era ahora una niña?
Dudaba mucho que fueran personas distintas, era la viva imagen de Rukkhadevata si fuera una niña, incluso también tenía ese mechón de color verde en el pelo.
Andaba con total normalidad, hablando con el guardia de algo que podía oír desde mi posición, se veía bien y sana, su piel era pálida pero al menos no era grisácea como con la que conocí.
Esa no era Rukkhadevata, Tignari ya me lo había comentado, aquí no se llamaba como tal ni tenía la misma forma. No sé qué habría pasado como para que la antigua arconte dendro fuera sustituida por esta, pero nadie se acordaba de la anterior por alguna razón. Tomé asiento para tomar un profundo respiro.
Vale, todo había cambiado, ¿y ahora qué? Estaba sola, nadie se acordaba de mí.
No, no quería entrar en un bucle, no podía asumir que estaba atrapada en este mundo. Tenía que mantener mi mente despejada para buscar una salida.
Tomé asiento en el borde de un semimuro, mirando al lago que había cerca de la ciudad, pensé en cada una de las palabras que me había dicho Zandik, tratando de buscar cualquier pista que me pudiera ayudar. Quería evitarlo pero no me quedaba más remedio, tendría que volver al mismo sitio donde llegué por primera vez a Teyvat, Liyue.
Chapter 35: Vagabunda del Mundo Mortal
Chapter Text
El camino fue más largo de lo que imaginaba. Tardé varios días en llegar a la ciudad de la nación geo, alimentándome de principalmente fruta y a veces algo de comida de unos comerciantes con los que hice un trueque con una chaqueta que robé.
He de admitir que apenas pude dormir la primera noche en Liyue, en cierta forma esperaba que los adeptus vinieran a por mi tan pronto como Morax reconociese que había entrado en su territorio.
Era de día cuando llegué, la ciudad estaba resplandeciente como la de Sumeru. El olor a mar era intenso aquí y pude ver bastantes barcos acercándose al puerto a medida que caminaba, había varios puestos con comida que me hacían la boca agua y otros objetos que antes no habrían sido expuestos así como así sin cuidado de que los robasen.
Crucé un puente a la otra parte de la ciudad, donde había una pequeña plaza con una fuente y una terraza con teatro. Una mujer estaba interpretando una historia de piratas y un monstruo pero lo que me llamó más la atención fue uno de los espectadores, quien estaba tomando un té mientras escuchaba con atención.
Mi respiración se aceleró, tragué saliva y mantuve la distancia, observando al hombre de pelo castaño de lejos.
Había cambiado también, pero pude reconocerlo, sus ropas eran algo más simples, sin elementos de oro como el Morax que conocí, y su estilo de pelo también era distinto. Todos sus movimientos eran más relajados y despreocupados, como si fuera un humano más del montón y no un tirano que oprimía a sus ciudadanos.
Después de un rato se levantó, agradeciendo con la mano a la intérprete antes de marcharse al extremo de la calle que daba al mar. Esperé un momento hasta seguir sus pasos, queriendo asegurarme de que de verdad era él y en qué habría cambiado para asegurarme podía hablar con él sin que me matase. Los restos de su magia todavía dolían pero la mayor parte de las costras habían desaparecido para dar lugar a cicatrices, mi mano recorrió la zona con cuidado preguntándose si él podría sentirlo también.
—Si tiene intenciones de robarme, me temo que no soy el mejor objetivo para ello.
Se giró para mirarme directamente a los ojos y mi cuerpo se quedó estático. Era la misma voz y los mismos ojos a pesar de que el alma detrás de ellos era totalmente diferente. No sabía reaccionar por miedo a que me matase ahí mismo.
—Morax —respiré con cuidado, agarrando mi mano contra la otra para evitar que me temblasen.
Su cabeza se inclinó levemente en señal de sorpresa antes de que relajase su expresión.
—Hace tiempo que alguien me reconoce por ese nombre. ¿Quién eres?
—Me llamo Iris —Me atreví a tomar un paso en su dirección—. Y... soy una descendida. Necesito su ayuda.
—¿Por qué crees que la puedo ayudar?
—Pensaba que quizás sabría algo de lo que me trajo aquí, ya que fue aquí en Liyue, si sigue existiendo. Era un artilugio que hicieron los fatui.
—Y usted no sabe cómo volver, ¿cierto? No sabía que era posible fabricar algo de tal poder.
—No tienes ni idea tampoco —suspiré y me apoyé en la barandilla que daba al mar, mis ojos empezaron a arder—. Joder.
Tenía la pequeña esperanza de que él supiera algo aunque sea una mínima información. Pero con el reinicio seguramente el retablo desapareció, o Morax lo destruyó en su momento, probablemente porque era un portal que interfería con el Irminsul al estar conectado a otro mundo o algo así. Sentí la presencia del dios a mi lado apoyarse también en la barandilla, mirando el puerto.
—Si ese artilugio era de invención fatui —me sugirió—, ¿por qué no habla con ellos?
—Nadie me recuerda ni me conoce. Hice lo que ellos querían pensando que me ayudarían cuando acabase —Me di cuenta que él quizás no estaba entendiendo nada—. Da igual.
—Lamento por lo que está pasando, señorita Iris. No tiene que ser nada fácil. Espero que encuentre la forma de volver a tu hogar.
—Sí, gracias.
—Y si no... También puede instalarse aquí, Liyue es una ciudad de oportunidades para quienes quieran trabajar.
No pude evitar soltar una pequeña carcajada sin diversión. Apenas era capaz de mirarle a la cara.
—Tenía una vida antes de llegar aquí.
—Sé que es cruel pensarlo, pero también puede tener una vida aquí, en Teyvat. No le pido que abandone toda esperanza, solo que se lo tome con calma.
—Supongo —Intenté dirigirle una sonrisa.
—Yo también tuve que cambiar mi forma de vivir —me explicó—. Quise mezclarme entre los humanos para vivir como un hombre mortal, renunciando a mi deidad con ello.
La sonrisa se volvió genuina, me giré a él para ver una vez más los cambios que había experimentado el arconte desde la última vez que le vi.
—Conozco a una mujer llamada Linling en los almacenes de ahí abajo, trabaja con el gremio de comerciantes y está buscando a alguien para que pueda ayudarle a llevar los registros de los barcos que se aproximan. Sería un buen comienzo —Le miré con sorpresa—. Dile que Zhongli le recomienda y sabrá que usted es de fiar.
No sabía cómo responder, él solo me sonrió levemente.
—Cuidase, Iris. Cure sus heridas y sigua adelante.
—Muchísimas gracias, Zhongli.
Me separé de la barandilla para caminar por donde había venido, sin un rumbo claro.
—Iris —me llamó cuando había avanzado unos pasos—. Lamento mucho cualquier cosa que te hubiera hecho en el pasado.
Mi ojos se humedecieron al oír sus palabras, inmediatamente bajé la mirada para evitar llorar y los cerré con fuerza, asistiendo con la cabeza.
Chapter 36: Epílogo
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Había pasado un año desde que tuve esa conversación con Zhongli, seguí su consejo y traté de seguir luchando para buscar una forma de llegar a casa. Al inicio fue muy duro, a pesar de tener trabajo apenas era capaz de poder permitirme comida pero Linling se aseguraba que tenía un techo donde dormir.
Me fui de Liyue después de unos meses buscando nuevas oportunidades y acabé en Mondstadt, donde por supuesto también intenté hablar con los fatui de la zona, quienes se habían establecido en un hotel, pero eran todavía más reacios a hablar que aquellos de Liyue. Me temía que, a no ser que me encontrase con un heraldo o un rango superior por casualidad, no tenían ni idea de lo que les estaba hablando.
Tampoco tenían necesidad de crear un nuevo retablo para capturar adeptus porque estos no eran soldados como lo eran antes, vi a Xiao a lo lejos hablando con un joven rubio que me resultó familiar una vez en un festival de Liyue y el pobre se veía mucho más en paz con sí mismo, como si fuera un chico normal. No me reconoció ni me acerqué a hablarle.
Con el tiempo me fui adaptando, conseguí otro trabajo en un café de gatos con cierta obsesión por un juego de cartas llamado Invocación de los Sabios, conseguí un piso por mí misma en la ciudad cerca de mi trabajo e hice migas con los locales hasta que empezaron a considerarme como una más.
También tuve la oportunidad de ver a caras conocidas que venían a jugar a las cartas o por turismo, algunas veces vinieron solo una vez y otras eran comunes por aquí como la de Diluc o su hermano, ya que vivían cerca. En parte era complicado pero también me sentía orgullosa de ver que todo había cambiado para bien, como por ejemplo el club nocturno de Diluc era ahora una taberna con música en directo
Hoy estaba lloviendo, así que el local estaba un poco más vacío de lo normal, lo cual agradecí porque Diona no venía hoy y era yo sola con Príncipe, que tampoco es que trabajase mucho.
Lo acaricié entre las orejas y con bandeja en mano me dirigí a la mesa al lado de la ventana, en ella estaba sentada una fatui, fácilmente reconocible por sus ropas y máscara levemente levantada para tomar su café.
—Aquí tiene su bollo de crema —sonreí.
A forma de un silencioso agradecimiento, trataba a los fatui con un trato especial a diferencia de los demás, en este caso le di el bollo más fresco que teníamos en la barra decorado con crema en forma de cara de gato. Antes de prestar atención al bollo me miró a mí, bajando su máscara. Sabía que sus ojos se posaron en mi cuello y en las cicatrices que lo rodeaban, al principio lo ocultaba con una bufanda pero también aprendí a vivir con ello, de todas formas todos pensaban que eran las marcas de un ataque, y en el caso en el que pesasen que me lo había hecho a mí misma no me importaba mucho.
Entonces la fatui volvió al bollo con una expresión seria y asintió. Di un rodeo por la planta para asegurarme de que todo estuviera bien y poco después me dirigí a limpiar las mesas que se habían ido.
Pero al acercarme a la de la fatui, vi un papel junto al dinero del café y bollo, fruncí el ceño y agarré el sobre que con una letra delicada y perfecta se leía solo una palabra.
Iris.
Notes:
Aquí acaba Twisted Impact, quiero agradecer a todos los que han leído esta historia, ha sido un camino bastante largo pero estoy contenta con el resultado. Espero que lo hayáis disfrutado tanto como lo he hecho yo <3
Tengo en mente hacer pequeñas historias que exploren más esta idea con otros personajes, como empecé este fanfic en la época de Sumeru no he tenido la oportunidad de añadir otras regiones, y Fontaine tiene muchísimo potencial si torcemos un poco las tuercas, quién sabe 🤭

HyruMoza on Chapter 1 Sat 24 May 2025 04:32AM UTC
Comment Actions
Mixycorner235 on Chapter 1 Sat 24 May 2025 08:50AM UTC
Comment Actions
HyruMoza on Chapter 2 Sat 24 May 2025 05:05AM UTC
Comment Actions
Mixycorner235 on Chapter 2 Sat 24 May 2025 08:56AM UTC
Comment Actions
HyruMoza on Chapter 3 Sat 24 May 2025 05:25AM UTC
Comment Actions
Mixycorner235 on Chapter 3 Sat 24 May 2025 09:01AM UTC
Comment Actions
(Previous comment deleted.)
Mixycorner235 on Chapter 3 Tue 27 May 2025 03:59PM UTC
Comment Actions
IllinoisEamy on Chapter 3 Sun 28 Sep 2025 02:09PM UTC
Comment Actions
HyruMoza on Chapter 4 Sat 24 May 2025 05:41AM UTC
Last Edited Sat 24 May 2025 05:43AM UTC
Comment Actions
Mixycorner235 on Chapter 4 Sat 24 May 2025 09:11AM UTC
Comment Actions
IllinoisEamy on Chapter 4 Sun 28 Sep 2025 02:14PM UTC
Comment Actions
Mixycorner235 on Chapter 4 Sun 28 Sep 2025 03:00PM UTC
Comment Actions
HyruMoza on Chapter 6 Sun 25 May 2025 07:17AM UTC
Comment Actions
HyruMoza on Chapter 7 Sun 25 May 2025 07:54AM UTC
Comment Actions
Mixycorner235 on Chapter 7 Mon 26 May 2025 03:28PM UTC
Comment Actions
HyruMoza on Chapter 8 Wed 28 May 2025 02:30AM UTC
Comment Actions
PlumaEterna on Chapter 29 Thu 11 Sep 2025 04:18PM UTC
Comment Actions
Mixycorner235 on Chapter 29 Mon 15 Sep 2025 06:32AM UTC
Comment Actions