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Summary:

Chifuyu es un reconocido artista que tendrá que lidiar con una serie de sucesos misteriosos que lo hacen sospechar que quieren secuestrarlo.

Notes:

!Hola!
Volvi y con un nuevo fic de Baji y Chifuyu, es la primera vez que escribo algo con omegaverse así que no soy muy buena en ello.
Pido disculpas por cualquier error ortográfico, disfruten la lectura a todas las que nos encanta esta pareja.

Chapter 1: Sospechas y reencuentros.

Chapter Text

 

—No me iré de aquí hasta que alguien me dé una solución.

 

Sin dejar de mirar a ese par de ojos oscuros, que, de cierta manera, lo inspeccionaban perplejos, el omega rubio se aferró a una de las pocas sillas que tenía esa oficina de la Investigación Criminal de Tokio.

 

El resto de policías se mostró cauteloso, es más, desde que había ingresado, hacía veinticinco minutos, no dejaban de mirarlo como si estuviera a punto de sacar un arma. Y no es que no quisiera, a estas alturas, simplemente no contaba con una, pues durante todo este tiempo que quiso asentar una denuncia, ¡no aceptaban ni siquiera la declaración!

 

Había visto varias películas, e incluso estuvo tentado de actuar en alguna de ellas, pero jamás había sentido en carne propia lo que era ser ignorado. ¡Podía haber muerto y nadie le hacía caso!

 

— ¿Por qué cree que lo están siguiendo, joven Matsuno? —insistió el capitán, un hombre de no más de 40 años, pelo negro, era obvio que iba al gimnasio, no al mismo que el del omega, por supuesto, pues reconocería a aquella cara de ogro al instante.

 

—¿Y por qué no, General Akashi? —quiso saber, ceñudo—. Además, ya se lo dije, he visto un vehículo, un Honda blanco, dos veces durante esta semana, frente a mi casa. Mucha casualidad, ¿no cree usted?

 

—Es complicado, señor, un Honda es un vehículo básico; quizá usted no sabe de ello o le resta importancia, pero…

 

—¿Perdón? —lo interrumpí y él prefirió callar, sin duda pensando en lo que había estado a punto de decir. Se tomó unos segundos para respirar y luego se dirigió a mí en un tono más afable.

 

—No creo que a usted le moleste ni le haga falta, pero esos autos son muy populares en Japón por su bajo costo. Y dadas las circunstancias...

 

Alzó una ceja, indignado.

 

—Además, usted tiene guardaespaldas —advirtió una voz alta, llamando su atención—, no creo que ninguno de ellos permita que algo malo le suceda. —La voz pertenecía a una mujer esbelta, de cabello rosa cuya placa respondía a "S. Akashi" seguro eran familiares—. ¿Le han hecho llegar un reporte de seguimiento?

 

—No, pero…

 

—¿Lo ve? — me miró detenidamente, con una cruel sonrisa y me indigné aún más, “tontos alfas” es lo único que podía pensar.

 

Chifuyu no quería entrar en ningún juego de palabras ni dejar en ridículo a nadie, pero cierta malicia se vislumbraba ya en su rostro. La policía no le creía. Y encima lo trataba de idiota, pues, la escucho murmurar «Artistas» en tono despectivo y casi imperceptible; lástima que él tenía un sentidos privilegiados y podía escuchar hasta lo más mínimo, sino, ¿cómo podría protagonizar tantas obras?

 

Respiro profundamente y mostrando sus modales, muy superiores a los de ellos, desde luego, decidió no mirarla más y enfocarse en su jefe.

 

—Mire Capitán, popular o no, aquel auto tenía una mancha color café y una ralladura en la puerta izquierda y eso lo hace peculiar, ¿no le parece? —el Akashi mayor entrecerró sus ojos. Había captado el mensaje.

 

—Posiblemente —llegó a decir y el omega sonrió triunfante por una vez.

 

Akashi se aclaró la garganta, censurando a su jefe por darle la razón. La volvió a ignorar nuevamente. No tenía ánimo de pelear, solo quería que aquellos tipos se dieran prisa, le hicieran caso y de una vez por todas, estudiaran la posibilidad de que podía ser víctima de un secuestro.

 

—Y hoy, en la mañana —continuó—, cuando ingresé al gimnasio de Aoyama, vi a un hombre menudo, de cabello oscuro y tez fatigada que me observaba con mucha atención. —Si antes no estaba nervioso, ahora sí lo estaba, más cuando recordó la apariencia de aquel sujeto.

 

Iba a agregar algo más, pero alguien situado detrás carraspeó tratando de encubrir algunas risitas. Chifuyu giro de su asiento y estaba a punto de soltar un sin fin de insultos.

 

—Antes de ser artista, yo trabajaba como diseñador de interiores y de escenarios —agregué de inmediato—, y si de algo puedo jactarme, es de fotografiar mentalmente los detalles que observó. Sé de colores y materiales. Así que nadie puede engañarme.

 

El Capitán Akashi, con su porte intimidante y una sonrisa socarrona siguió sin dar crédito a lo que el omega confesaba. Dejando que le repitiera una tercera y cuarta vez lo que había visto, sin embargo, el rubio podía jurar que, con cada frase, un destello de luz jocoso se asomaba por sus pupilas, logrando transmitir al par de policías que estaban en su frente que era un omega exagerado y mentiroso. La mujer Akashi sólo lo observaba, dejando en claro su posición como jefa del escuadrón de seguridad. La mirada de superioridad de la alfa irritaba a Chifuyu, como si por su condición de omega y de paso artista sus observaciones no sean lo suficiente válidas para ser tomadas en cuenta.

 

Una intensa indiferencia se apreciaba en el ambiente y la impotencia empezaba a nublar sus sentidos. ¡¿Pero qué carajos les pasaba a todos?!

 

—Estoy seguro de lo que vi, capitán —finalizó.

 

Bien, se mostraba reacio, no daría su brazo a torcer a pesar del cúmulo de sensaciones que azotaban su cuerpo. ¡Estaba nervioso! Pero más aún enojado y estaba seguro que su aroma lo empezaba a delatar.

 

Minutos después, Akashi terminó de garabatear en un papel y se lo entregó al menor de los polis para luego mirarlo por última vez e invitarlo a pasar a la oficina del experto que vería su caso. Antes de retirarse, podía jurar que la teniente Akashi había farfullado algo más entre dientes causando risas burlonas de sus compañeros que la escucharon. Estúpidos y arrogantes alfas.

 

El jovencito, que no debía de pasar de los veinte años, lo guió por todo el pasillo hasta la oficina de la Primera División, encargada de investigar robos, secuestros y chantajes. Durante todo el trayecto, pudo observar tras los grandes ventanales, el paisaje moderno y caótico de Tokio. A la derecha, el edificio rojo del Ministerio de Justicia, y metros más allá, al fondo, logró reconocer los jardines paisajísticos del Palacio Imperial, que, cuando era niño le gustaba visitar para observar las ruinas del castillo Edo envuelto en magia y misticismo.

 

Ahora lo veía lejano, incluso irreconocible, ¿desde cuándo estaba ese edificio clásico ahí, en medio del parque, irrumpiendo esa maravillosa vista? ¿Y desde cuándo no había salido a dar una vuelta?

 

Una idea cruzó por su cabeza y de inmediato la aprobó. Era urgente, necesitaba darse un respiro y huir de allí, de esta estúpida situación, de esta estúpida ciudad. Sólo debía esperar unos minutos al investigador y alegar a su experiencia, y quizá rogar porque este si le crea.

 

—Adelante, por favor, señor Matsuno—escuchó decir al policía, quien sostenía la puerta abierta para que ingresara a la oficina principal, lejos del resto de policías.

 

Pestañeo unos instantes y sólo cuando puso real atención, miró su placa; le sonrió y las mejillas del policía se tornaron de un rojo vivo. Recién se percataba del outfit que traía hoy, unos pantalones blancos sueltos de deporte y una camiseta ceñida color celeste. Cuando salió del gimnasio Aoyama, aquel sujeto andrajoso seguía observándolo y lo único que atino a hacer, fue acudir directamente a la comisaría, sin arreglarse. Error número uno, claro está, pues jamás de los jamases, un artista como él debe exponerse sin maquillaje o al menos sin un lindo vestuario por lo menos ese le dijo su publicista; pero realmente estaba asustado.

 

—Es-este… —titubeó el policía más joven—. Dis-Disculpe el atrevimiento, pero ¿me daría un autógrafo?

 

—Sí, claro —respondió, con el mismo tono de cortesía y se sentó en uno de los asientos de la nueva oficina. Tomó un lapicero e hizo una de sus mejores firmas; nunca, pero nunca, había que dejar que la diva interior se opacara, había que mostrar brillo, incluso, ante las peores situaciones.

 

—Soy una gran fan suyo, muchas gracias. —el policía miró con mucho nerviosismo y le dio una leve inclinación antes de salir.

 

Se alejó contento, dejándolo solo en ese insulso lugar, algo corriente para su gusto, con un estante de libros en diferentes idiomas y una pizarra llena de imágenes, notas y garabatos típicos de policías. Resaltaba un calendario occidental de números grandes, con dos círculos rojos en él.

 

Ante aquel silencio sepulcral y los minutos que pasaban lentamente, empezó a captar los ruidos de los cubículos exteriores, la bulla típica de una estación policial: el repiquetear de los teléfonos, un montón de voces, los papeles manipulados y el de las fotocopias… sonidos que nunca paraban y que formaban una melodía exasperante, al menos para él.

 

Al cabo de diez minutos, los murmullos se volvieron palabras inteligibles y se escucharon con mayor fuerza; hablaban de un secuestro en Yokohama o algo similar. Después, un par de siluetas se estacionaron en la puerta traslúcida y pude diferenciar a dos hombres altos, de buen porte que parecían discutir.

 

—...mañana a primera hora, tendré el reporte de balística. Al parecer el recorrido del proyectil indica que hubo un tercero en la escena del crimen —dijo uno.

 

—Bien, pídele a Mikey, las coordenadas del lugar —le respondió el otro, con un tono más varonil y… ¡Mierda!

 

Prefería mil veces el silencio de hace instantes o saltar por la ventana a escuchar esa voz.

 

—Disculpe agente, pero el Capitán Akashi le envía este papel y un nuevo caso de secuestro —dijo el joven policía al dueño de aquella voz grave, interrumpiendo obviamente su diálogo policial. No se había percatado que el muchacho se quedó esperando.

—¿De quién se trata?

 

Ay no. ¡El omega rogaba porque no le diga su nombre!

 

—Es alguien famoso, Chifuyu Matsuno—dijo con orgullo.

 

¡Demonios!

 

—¿En dónde está? —preguntó enérgicamente.

 

Si no se lo dijera le daría mil autógrafos.

 

—En su oficina.

 

Trágame tierra.

 

Entonces, la puerta se abrió de par en par dejándolo ver aquellos dos sujetos, uno de cabello negro con los mechones delanteros teñidos de amarillo y mirada penetrante y; el otro, alto, musculoso, de cabellera negra e impresionantes ojos marrones casi rojizos. La placa la tenía abrochada al cinturón, y llevaba la pistola en la funda de su pierna y podría derretirse ahí mismo por lo sexy que se veía vistiendo aquel traje. Miraba al omega fijamente y Chifuyu sentía las piernas de gelatina pues el atractivo sexual que le producía aquel alfa era inminente. Felizmente estaba sentado.

 

—¿Chifuyu, estás bien? —le preguntó, acercándose como si aún mantuvieran su cercanía.

 

Lo miro perplejo, ligeramente alarmada, como miran los omegas cuando un extraño y descardo alfa o beta se les acerca demasiado.

 

Sí, ahí estaba él. Aquella persona que había desaparecido hacía varios años, aquel que se había ido sin ninguna explicación. ¡¿Por qué se atrevía a llamarlo por su nombre?! Después de tantos años que su omega sufriera por la ausencia del alfa.

 

Nunca lo habría sospechado. Tenía que haber pensado que este escenario podría ocurrir… ¡pero habían pasado .varios años! ¿Y cómo iba a saber que aparecería frente a mí? En Japón, en Tokio, en esta estación de policía, ¡si él tenía el sueño de ser veterinario!

 

Respira, Chifuyu, respira.

 

—Chifuyu… —su voz se tornó aterciopelada y se dirigió hacia mí con aprehensión. Si el escrutinio de los Akashi fue letal, éste era mil veces peor, lo miraba como si fuera una criatura exótica—. ¿Te encuentras bien?

 

—Sí… agente... —dijo con expresión cauta, luego cambio sutilmente y lo miro vacilante como si no lo reconociera, como si fuera un extraño. Interpretaba muy bien su papel de doncella confundida.

 

Él le miró desesperado y noto un destello de rabia poderosa en sus ojos marrones.

 

—Baji.

 

—Baji… ¿qué? —respondí, inclinando la cabeza a un lado y mirando más allá de él, donde estaban los otros dos policías, como preparándome para gritar.

 

—Baji Keisuke —el alfa masculló doblemente molesto. Era obvio que el comportamiento del omega lo enervaba.

 

Chifuyu conto hasta tres en su mente… dejando que su bonito rostro se iluminara.

 

—¡Oh claro, claro!

 

Ocultando un gruñido, Baji tuvo que despedir a los otros dos polis no sin antes decirle al teñido, de apellido Hanemiya, que clasificara la evidencia y las huellas dactilares de los sospechosos.

 

Al cerrar la puerta, se volvió hacia el omega y el destello rojizo de sus ojos se transformó en el carrusel del omega, en un torbellino que le hizo recordar todo lo que habían vivido hacía algún tiempo. Lo había reconocido, ¿cómo no iba a hacerlo?, incluso, después de años había reconocido su timbre grave; además de ese inconfundible aroma amaderado, tan varonil y dominante, tan invasivo y atrayente que decía que había crecido como un alfa de primera categoría. Sus ojos eran los mismos: observadores, agudos, astutos con aquella dureza que los policías tenían que adquirir sí o sí; y sólo a él, en pleno siglo XXI, le podían quedar los tirantes clásicos de cuero. Aunque ya lo había visto con mezclillas, y sin camiseta; en cualquier aspecto, con su metro ochenta de estatura ahora que ya no eran adolescentes podía notar que creció unos centímetros más, el hombre era un digno miembro de la triple E: excitante, exquisito, elegante.

 

Pero lo odiaba, lo odiaba con todo su ser por lo que le había hecho y por estar parado frente a él sin ningún tapujo ni vergüenza, repasando con su mirada descarada su pequeño cuerpo ligeramente cubierto por aquellas diminutas prendas.

 

Estaba resentido con el alfa, no estaba preparado para verlo, no hubiese querido verlo… ¿por qué no se le ocurrió preguntar al jovencito quién era el teniente de primera división?

 

—¿Te han hecho daño? —el omega parpadeo, recordando que su cabello estaba desbaratado. Debía repetirse una vez más el no salir de casa sin un set de maquillaje portátil y gel micelar.

 

—Aún no, pero con la ineficacia de estos policías, estoy seguro que es sólo cuestión de tiempo.

 

—¿Qué le has dicho a Akashi?

 

—La verdad —apunté—, pero no me cree.

 

—¿Entonces por qué dice que necesitas pasar por un peritaje psicológico? ¿Por qué necesito tu perfil de… —hizo una pausa, observando los papeles que le entrego el joven policía sobre la declaración de Chifuyu en la anterior oficina y las “sugerencias” sobre un posible ataque ansioso o un delirio persecutorio, indicando realizar una evaluación psicológica antes de continuar con el caso—, y una valoración de… ¡demonios! —Se aclaró la garganta—. Bien. Creo que hay un error.

 

Abrió su boca, formando una "o" gigantesca. ¿El capitán amargado lo estaba llamando loco?

 

—¡Quiero ver esa hoja! –exigió, malhumorado.

 

—No, olvídalo.

 

—Estoy en mi derecho. ¡Quiero saber qué escribió ese viejo amargado!

 

Estalló en carcajadas y pude recordar lo bello que era ver esos colmillos tan llamativos que solo un alfa como Baji poseía. Así no se veían tan intimidantes, todo lo contrario.

 

—En eso te doy la razón, Takeomi es un amargado.

 

—¡Al menos alguien lo dice! Muy capitán o teniente o lo que fuera que sea, pero déjame decirte, que es un idiota. Igual que la otra Akashi.

 

—¿Senju? —murmuró bajito— ¿Te trató mal?

 

Chifuyu alzo una ceja disgustado. No por la familiaridad con que ellos seguro se trataban por ser compañeros, eso no debería importarle; sino porque parecía defenderla y no había excusa para eso. Ella era una idiota por tratarlo mal y punto.

 

Se recostó en su escritorio, quedando frente al rubio y empezó a hacerle preguntas que anotaba cuidadosamente en una pequeña libreta. Con sus ojos fue delineando su varonil silueta, aquella elegancia perfectamente lograda bajo un halo de seguridad y rudeza. Tenía una peculiar manera de agarrar el lapicero y de hacer ejercicio, seguro tenía un gancho izquierdo letal. Por eso, tras la tela, sus bíceps se le marcaban, eran gruesos y fuertes, dignos de un atleta y con aquella masa muscular ideal para ser policía.

 

Movía la boca, gesticulaba, pero el omega era incapaz de entender lo que decía, solo sabía que estaba obnubilado por su cuerpo de proporciones áureas. Será que su celo estaba cerca por eso estaba tan… excitado. Era puro atractivo sexual y Baji Keisuke lo tenía de sobra, era química pura.

 

—¿Chifuyu? ―preguntó, trayéndolo de vuelta de sus pensamientos.

 

Le miro pestañeando. Sin darse cuenta su respiración estaba más agitada, y cuando despertó del aletargamiento, un calor interno se apoderó de él, y ruborizó sus mejillas. Él alfa se había percatado, porque sus ojos brillaban, y no dejaba de sonreír, completamente seguro de sí mismo. Idiota.

 

—Como te decía, Chifuyu…

 

—Señor Matsuno, si no le molesta, agente —frunció los labios e hizo caso omiso pues siguió tratándolo con familiaridad. ¡Mil veces idiota!

 

—Como te decía, debes cambiar tus rutas de tránsito y tus horarios habituales.

 

—¿Me crees novato? Claro que he cambiado de ruta dos veces esta semana; siempre le he pedido a mi chofer que tome la ruta más larga para llegar a donde tenía que llegar. Y claro, que antes dé un par de vueltas por algún barrio.

 

—Bien, me alegra que hayas aprendido —respondió, con una sonrisa ladina—. Estar conmigo te sirvió de mucho.

 

Chifuyu entorno los ojos y prefirió desviar su mirada a los libros del estante, no quería mostrar su desagrado por las palabras de Baji, pero estaba seguro que el aroma que desprendía volvía a delatarlo. ¿Desde cuándo el alfa se había vuelto tan arrogante? Ahora entendía por qué el policía tenía una colección en diferentes idiomas: inglés, español, japonés y ¿francés? Debía sospechar, incluso al ver aquel calendario occidental, ¿Para empezar, desde cuando Baji sabía leer? El Baji que el recordaba a duras penas y podía con el Japonés, pues sólo él podría tener una imagen de gatitos jugando póker en su pared y es lo único que sentía familiar al Baji que el omega conoce o tal vez lo correcto sea conocía

 

—¿Me puedo ir? No puedo estar todo el día aquí, tengo que ir a ensayar.

 

Cerró su libreta y la dejó sobre su laptop, para observarlo un largo rato tras sus anteojos de descanso o eso suponía Chifuyu que eran ¿O es que seguía creyendo que por usar lentes se haría más inteligente?

 

Se cruzó de brazos, su musculatura volvió a impactarlo.

 

—Te vi en Shibuya la temporada pasada.

 

—¡Fuiste! —dijo más como un reclamo que afirmación. De cierta manera me sentía invadido, pero de una buena manera. ¡Qué contradictorio era su cuerpo!

 

—Fue lo primero que hice al llegar a Tokio —lo miró fijamente—. Quise recordarte, bailaste increíble.

 

Trato con todas sus fuerzas no hacerle caso, ¡lo podría jurar!, pero era imposible. Su porte, sus ojos penetrantes y extremadamente dominantes, activaron y dieron vida a las terminaciones nerviosas del omega, a cada una de ellas, que no hacían otra cosa que avivar sus sentidos, las náuseas y los recuerdos… ¡después de años y su cuerpo seguía reaccionando como si hubiese estado a su lado siempre!

 

Cerro los ojos un instante mientras se paraba y rodeaba la silla, y luego lo miro con su mejor cara inexpresiva:

 

—¿Y bien, puedo irme? —Ante su reacción, él alfa negó con la cabeza, ¿qué quería? ¿Qué se lanzara a sus brazos por decirle aquello?

 

—Por el momento, pero no podrás salir de la ciudad. Necesito que te quedes aquí para vigilar de cerca tus movimientos.

 

—¡¿Qué?! —¿Estaba escuchando bien? Lo miro ceñudo—: Así parezco sospechoso.

 

—Pero no lo eres, es sólo por…

 

—¡Pues claro que no lo soy! —Respira, Chifuyu, respira—. Mire, detective Baji, yo aquí soy una víctima y no merezco este trato.

 

—¿Qué trato? —preguntó confundido.

 

—Me insultan, me tildan de loco, de estúpido, me hacen de menos por ser omega y artista, y ahora de sospechoso, ¿acaso le parece poco?

 

En dos pasos, lo tuvo a centímetros, tan cerca que su fragancia, amaderada de toques frescos se colaba por su nariz. Sí, su aroma seguía tan intenso como siempre. El omega trago pesado. No lo quería tan cerca, quería alejarse, más le era imposible… Estaba frente a él, sintiendo temblar sus piernas, con las hormonas revolucionadas y recordando cómo su piel quemaba como si fuera ayer.

 

—Yo no te he dicho nada de eso —espetó—. Sin embargo, debes de saber que si estás aquí, pidiendo protección, debes atenerte a mis requerimientos.

 

—¿Y cuáles son ésos? —fingió tranquilidad, es más, su voz sonó un tanto fastidiado.

 

—Quedarte quieto y no salir de la ciudad.

 

Si él alfa lo miró desafiante, pero el omega lo hizo con el doble de intensidad.

 

—Está bien, detective —mascullo antes de alejarse de su cuerpo y dirigirse hacia la puerta—. Adiós.

 

Giro y con una mirada rebelde le demostró que no tenía la más mínima intención de hacerle caso. Fue una mirada al estilo Matsuno, acompañada de una ligera sonrisa que no hacía más que retarlo. ¿Por qué tendría que ser él quien siguiera sus pasos? ¿Por qué lo trataba como sospechoso? ¡Ja! Necesitaba un papel y un bolígrafo para empezar a escribir la lista de transgresiones que estaban haciendo con él en esta Dependencia y empezaría por él, por Baji Keisuke. Era caprichoso, sí, un poquito exagerado, también, pero muy respetuoso de las fuerzas del orden, sin embargo, este hombre lo exasperaba…

 

—Estaremos en contacto, señor Matsuno.

 

Lo escucho, pero no miro atrás, sólo giro el pomo de la puerta y salió. Su actitud presuntuosa debía de parar. Si él creía que esto se quedaría así, estaba muy equivocado.

(…)

 

Lo que más le maravillaba de Tokio era esto: la primavera.

 

La temperatura era agradable y desde cualquier punto de la ciudad, se podía disfrutar de la naturaleza en todo su esplendor. Se desperté a las seis de la mañana, como nunca para ser un domingo, y decidió hacer ejercicio al aire libre. El viernes, después de ensayar, tomo su coche y manejé por la 44A hasta Hachiōji. Necesitaba huir de los rascacielos y evitar por todos los medios al presuntuoso e idiota detective Baji. ¿Qué no le haría caso? ¡Pues claro que no! Él no era sospechoso.

 

Por la prisa, no llamo a Takemichi, hubiese sido genial tenerlo como acompañante pues estaba segurísimo que aunque su amigo no sea fanático del deporte precisamente le hubiera encantado ir, sobre todo, porque aquí, en el Monte Takao, podríamos haber hecho nuestro picnic con uno de los paisajes más hermosos para que el pudiera fotografiarlo y habríamos disfrutado de la belleza efímera de las flores de cerezo.

 

Ya algunos pétalos habían caído por todo el sendero, invitando a sumergirse en él. Conforme iba trotando, su humor iba mejorando y más al ver el hermoso contraste de los árboles con las liláceas doradas y los jazmines violetas; el espectáculo era doblemente impresionante cuando pasaba por las tiendecillas de montaña y cafeterías al paso, pues eran de un claro estilo chinesco. Él amaba tomar la «Ruta 1», porque, hasta lo que recordaba, de niño se detenía en el templo Yakuoin, donde rezaba un poco.

 

En eso estaba pensando, cuando, su corazón se detuvo y sintió hervir la sangre, ¿por qué tenía que pasarle esto a él?

 

Bufo, furioso.

 

—¿Sabías que este árbol tiene quinientos años de antigüedad? —La imagen masculina, apoyada en uno de los cedros, le sonrió. ¡Qué bonita sonrisa!

 

Mierda.

 

—¡¿Qué haces acá?! —le pregunto de inmediato.

 

—Cuidándote.

 

—No, en serio, ¿qué haces acá? ¿Cómo supiste?

 

—Usaste tu tarjeta de crédito —lo dijo como si fuera algo obvio. Esa actitud de policia, de detective tipo CSI que se merecía saber todo, le disgustaba, pero… a la vez le excitaba. Este hombre era jodidamente caliente.

 

—Lo sé, pero no la he utilizado aquí, ¿cómo sabías?

 

—Chifuyu, la última vez que nos vimos me comentaste que te gusta venir a relajarte aquí. No fue difícil suponer dónde estabas si te registraste ayer, en las cabañas de Shojo —rodo los ojos—. Además, te gusta trotar, no antes de las siete ni después de las nueve de la mañana y son las… —miró su reloj—, ocho y veinte. La ruta tiene tres kilómetros, y si empiezas a las siete y quince, después de tu extracto de jugo de naranja, y como no has venido desde hace un buen tiempo, y la altura puede limitarte, entonces decidí esperar aquí, al lado de este árbol.

 

¡Lo recordaba! ¡Él recordaba todo lo que le había dicho! En otra circunstancia, ¿nunca se imaginó que su chico lograría desarrollar aquella memoria privilegiada y fuera detallista? Hasta el que estaba tan molesto hubiese corrido a sus brazos, pero tenía que guardar la cordura… no quería que él se diera cuenta de los sentimientos que ocasionaba. Ayer tuvo un desliz, sí; ahora, debía mantenerme fuerte.

 

—Ok, Ukyo Sugishita. ¿Para qué me buscas?

 

—Lo recuerdas —afirmó, divertido. Era el detective favorito de Baji en aquel programa de televisión que veían juntos, hace mucho tiempo…

 

—Deja de ser tan engreído. —Con ligero fastidio, guardó sus audífonos en su estuche.

 

—¿Yo? —Abrió los ojos, señalándose a sí mismo ofendido—. ¡Te dije que no salieras de la ciudad!

 

—Prácticamente sigo en Tokio —dijo el omega y Baji se rascó la barbilla, su mirada oscurecida más de la cuenta por los caprichos de omega.

 

A los ojos de omega se veía sexy, muy sexy…

 

—Debiste esperar a que tengamos una respuesta —agudizó su mirada.

 

—Pero ¿por qué? Necesito respirar. No quería quedarme allí.

 

—Sospechas que alguien te sigue, que pueden secuestrarte y ¿quieres ir a tomar sol? ¿Correr y subir al monte? ¿Estás loco?

 

Ok. Otra vez con sus cosas. Necesitaba añadir más cargos a la lista: lo trata de loco y le prohíbe cosas.

 

—Serás un blanco más fácil si te alejas de mí.

 

—Oh, señor protector, no sabía que era una princesa necesitada de auxilio —dijo en son de burla. Él sonrió de lado.

 

—No, sé que puedes defenderte solo; pero nadie podrá cuidarte como yo lo haría. Soy policía.

 

La seguridad en sus palabras  lo hizo rodar los ojos. No estaba vestido como policía, ni se le veía el arma, sólo un buzo deportivo y una camiseta azul. Nadie podía sospechar que era detective, lo que podría ser algo provechoso para despistar al presunto secuestrador. Si quisieran atacarlo, vendría el susodicho y Baji, con un preciso golpe o su letal patada frontal podría desarmarlo y tirarlo al suelo. De alguna manera era conveniente que estuviera a su lado.

 

Además, tenía piernas fuertes… y un torso masculino bien logrado... y debería poner más resistencia a sus instintos omegas que no paraban de pensar en el desnudo cuerpo de Baji…

 

—Bien, lindo omega, es hora de irnos —movió sus labios con una sonrisa coqueta, seguro que se dio cuenta del repaso visual que le dio—, quiero hacerte algunas preguntas.

 

—¿Más? —él asintió y el omega cambio de humor—, no, esto no puede ser…

 

Entonces, le dio la espalda y quiso retomar el impulso para correr y alejarse de él, pero tropezó ¡cayendo contra el suelo! Baji se acercó preocupado.

 

—¡Ay! —grito cuando su mano inspeccionó su tobillo. Le dolía horrores a tal punto que empezó a respirar agitadamente, sin dejar de maldecir internamente.

 

—Debe ser sólo una torcedura, nada de qué preocuparse. —Por un instante, otra vez tuvo miedo… ¿y si mañana no podría bailar en el estreno de la obra? Mierda—. Te dije que debía cuidarte, Bonito... —perfiló su mejilla con la yema de sus dedos y no fue una, fueron miles las descargas eléctricas que le recorrieron por completo, albergándose en su centro y liberando una curiosa sensación la cual era completamente conocida para él y había anhelado tanto volver a sentir. Levanto su vista y se encontré con dos esferas, hermosas y penetrantes que lo miraban fijamente, examinando su cuerpo, nuevamente cubierto por ligera ropa deportiva.

 

—¡Oh no! — Lo levantó y acogió entre sus brazos, quemaban como fuego vivo. Recordó que se derretía como si nada cada vez que Baji lo cargaba en sus brazos. Era como una corriente eléctrica que lo traspasaba, lo magnetizaba y atraía hacia él. Autocontrol, Chifuyu—. ¡Bájame!

 

—¿Te dije alguna vez que me encanta cómo combina todo lo que usas con tus ojos y tu piel?

 

Paso saliva.

 

—Aunque lo mejor es cuando no llevas nada. —Le guiñó el ojo.

 

—Pero ¿qué le pasa, agente? —Exclamo “indignado” el omega—. ¡Déjeme bajar!

 

—No reacciones como si no supieras de qué hablo, puedo saber fácilmente lo que sientes por tu aroma. —era cierto, inconscientemente Chifuyu había estado soltado sus feromonas cuando Baji estaba cerca suyo, el aroma para el alfa era sublime, ámbar y cerezas combinadas hacían un olor tan deliciosamente dulce pero fresco al mismo tiempo—  El viernes lo dejé pasar, hoy no. Sé muy bien que te acuerdas de mí. Te tuve desnudo en mis brazos muchas veces.

 

—¿¡Qué!?                                                                                                                                      

 

—No lo niegues, Chifuyu.

 

Frunciendo los labios, aparto la mirada, negándose a darle pruebas del caos que sentía por dentro por mucho que su aroma lo delatara.

 

Sí, claro que se acordaba, pero él no tenía por qué mencionarlo. Aunque eso demostraba que lo tenía muy presente a pesar del tiempo... ¿será que habrá sentido lo mismo que el omega? ¿O se estaba aprovechando de su vulnerabilidad? ¡¿Y por qué lo estaba llevando cargada hacia el teleférico?!

 

Gruño.

 

Bajaron en silencio. La pareja que los acompañaba sí iba abrazada y seguramente feliz de haber llegado a la cima y haber visto todo el skyline de Tokio. Era una bonita vista, impresionante cuando el día estaba soleado pues el majestuoso Monte Fuji podía verse a lo lejos, en el horizonte. Y hoy fue uno de esos días…

 

Cuando llegaron a la parte baja, quiso levantarse y salir disparado pero el punzante dolor en su tobillo le recordó que no podía, que tendría que estar a la merced del Alfa, que volvió a tomarlo en sus brazos llevándolo fuera de la cabina del teleférico.

 

—Vamos a cambiarte y luego iremos a la clínica —afirmó.

 

—¡Pero tengo mi cita en las aguas termales!

 

—No en ese estado, Chifuyu.

 

En omega inflo los cachetes y adopto la pose de un niño engreída. El Alfa no podía culparlo tampoco, era hijo único de un matrimonio espectacular, pero cuando su padre falleció la mama del omega lo había consentido bastante y aunque sus ataques estilo Matsuno eran pocos, a veces sí, parecía muy infantil.

 

Y al parecer eso le gustaba al detective Baji pues volvió a regalarle una sonrisa ladina muy seductora mientras lo acomodaba en sus brazos. El calor de su cuerpo no se iba, estaba ahí y su aroma seguía intacto y ya no pudo hacer nada, solo dejarse llevar por él y su atractivo voraz.

 

Atrás quedó su reserva en el Onsen de aguas termales y su recorrido por las ruinas del Castillo Takiyama. Su maravilloso fin de semana se había visto obstruido por un tobillo adolorido y un detective, arrogante y vanidoso; sobreprotector idiota y arrebatadoramente sexy.

 

Y bien, ¿a estas alturas no le quedaba alguna duda? Baji Keisuke era puro atractivo sexual.

(…)

 

—¿Crees que esto funcione? —pregunto sin quitar la mirada de su tobillo. Mientras más pasaba el tiempo, más dolor sentía y lo veía más inflamado. Sólo rogaba que las pastillas hicieran efecto y estar listo para mañana.

 

—Si seguimos las instrucciones, claro que sí —le respondió Baji sin desviar su mirada de la carretera. En vez de ir al hotel, decidió manejar hasta el hospital, tomando la ruta alterna, que era, dada la casualidad, más rápida si salían de la misma Estación Takao. Por más que intentó disuadirlo, alegando que su propio coche se quedaría en custodia del hotel, no logro más que una carcajada por parte de él; pues resultaba que había venido hasta aquí en un remisse. O se había vuelto muy hábil o más idiota. El omega asumió que era lo primero porque, a estas alturas, no tenía duda alguna que él sabía lo frágil que era minar sus defensas con sólo tocarlo.

 

La doctora Sasaki fue muy amable, le indicó reposo absoluto, mantener la zona afectada usando compresas frías por veinte minutos cada cuatro horas y una pomadita a base de aines para disminuir la inflamación y el dolor. Como tenía que actuar al día siguiente, le sugirió utilizar medias de compresión durante la función y luego repetir las indicaciones hasta por cinco días. Se sentía más tranquilo y no tuvo tiempo que llamar a Takemichi para contarle. Ya se lo diría en la noche.

 

—Vamos a tomar desayuno, uno como Dios manda. —Volvió a cargarlo como si fueran una pareja de recién casados y entraron así a una bonita cafetería tradicional, de aquellas que te transportaban al Japón antiguo. Mientras el omega moría de vergüenza, sobre todo cuando los camareros los miraban como si fueran en realidad una pareja de recién casados.

 

Tomaron asiento en una pintoresca mesita para dos, al frente de un ventanal por el cual se podía observar los exteriores, un campo lleno de flores de cerezo.

 

—Quieres ¿Salmón yakijake?

 

Chifuyu asintiendo lentamente, aparto la mirada y elegio en su lugar centrarla en los niños que jugaban en la terraza mientras reían estruendosamente. La última vez que salieron juntos, habían ido al parque acuático y él le comentó que le gustaría tener niños antes de cumplir los treinta y cinco para poder jugar con ellos. Ya pasaron varios años y no sabía si seguía con la misma opinión… pero, ¿por qué estaba recordando esto? ¿Y por qué su corazón dio un salto? ¡Traidor!

 

Realmente le estaba afectando permanecer tanto tiempo con él, pero debía reconocer también que se había ganado un par de créditos al ayudarlo y mostrar su preocupación por el.

 

—Y bien, ahora sí podrás responder mis preguntas.

 

—Bien, detective, ¿qué quiere saber?

 

—¿Has tenido algún problema con alguien del teatro? Digo, en los últimos meses, ¿alguna riña o malentendido con el director u otro bailarín o algún actor?

 

Alzo una ceja y decidió examinarlo con pereza con sus lindos ojos celestes. ¿En verdad le preguntaba eso? ¡Cómo si no lo conociera! Y así decía que lo había tenido desnudo, ¡Ja! Ahora pondría en tela de juicio aquello.

 

—Me podrías haber preguntado esto por teléfono —dijo finalmente—. No creo que sea difícil para ti, ubicar mi nuevo número —observo, con tono mordaz.

 

Le dio un largo sorbo a su te.

 

—¿Y perderme este bello paisaje que tengo al frente? —movió ambas cejas hacia arriba, coqueto.

 

De pronto, el sonido de su iPhone nos alertó de una llamada entrante. Él vio la pantalla y se puso tenso de inmediato. ¿Quién podría ser? ¿Tenía alguna novia encubierta? ¡¿Sería capaz de engañarlo?! ¡Bueno no, porque ni siquiera están saliendo en realidad! Dudó un par de segundos en contestar, quizá quería privacidad, pero estando con el omega al lado, eso no habría. Cuando alguien quiere conquistar a un chico, en este caso reconquistarlo, debe mostrar sus mejores armas y una de ellas es saber quién tiene la prioridad y darle su lugar.

 

A no ser que sea una emergencia… Como anunciaron sus pupilas dilatadas y su aroma más intenso de lo habitual.

 

—Agente Baji —dijo al contestar con voz severa, dando pase a un silencio perturbador, inquietante, ¿qué carajos estaba pasando? — ¡No te muevas de ahí, Kazutora! Llama a Mikey. Necesitamos un análisis del ADN encontrado —hizo otra pausa—. Sí, urgente.

 

Y colgó.

 

—¿Qué pasó? —quiso saber, angustiado, pero él alfa le respondió con otra pregunta:

 

—¿Dejaste la alarma de tu departamento encendida? ¿Tus guardaespaldas donde están, son personas de confianza?

 

—Sí, creo que sí, ¿por qué?

 

—Alguien la desactivó entonces.

 

—¡¿Qué?! ¿De qué hablas?

 

Exhaló el aire contenido. Eso no podía ser nada bueno.

 

Una punzada terrible se instaló en su pecho, preparándolo para lo peor.

 

—Han intentado entrar en tu departamento. No sabemos qué buscaban, pero no robaron nada, ya está mi gente ahí. Al parecer hay restos de pólvora también.

Chapter 2: Imprevistos

Notes:

Espero que disfruten la lectura.
Perdón por cualquier error ortográfico.

Chapter Text

—¡Les dije que alguien vigilaba mi casa! —exclamó sintiendo aún la piel de gallina. Baji no lo miró, pero pudo notar la presión que ejercía sobre el volante, era tan fuerte que sus nudillos se habían tornado de un color blanco. — Y Peke J, él estaba solito en mi departamento. —Chifuyu estaba a punto de hiperventilar cuando cayó en cuenta que podía pasarle algo malo a su gato. 

El beeper del policía no dejaba de sonar y eso lo perturbaba. Manejó como un loco, se pasó el semáforo dos veces y tuvo suerte que no había nadie en la calle un domingo al mediodía. Aquella avenida era de las más concurridas de Tokio.

Atravesó Shinjuku en diez minutos y sin mirar el GPS ni una vez, llegó al complejo de apartamentos donde vivía Chifuyu. No debía sorprenderlo, era policía y seguro que antes de ir a buscarlo al monte Takao, había ido a buscarlo a su casa.

Se detuvo a una cuadra del departamento del omega y lo ayudó a bajar del auto. Chifuyu no entendía por qué estaciono lejos, hasta que estuvo al frente de la escena más rara que haya podido observar: su bonito edificio, estaba hecho un caos, rodeado de coches patrulla, policías y cintas de seguridad...Y algo más importante aún, su gatito Peke J estaba en su departamento solo, seguro se asustó por la intromisión de los extraños, quería correr a su departamento a buscarlo, pero su tobillo malherido se lo impedía. Aquellas desagradables y terribles tiras amarillas que sólo le traían malos recuerdos de cuando era niño.

¡Mierda!

Y ahí fue cuando cayó de bruces al piso, cuando la realidad lo asaltó y le golpeó rotundamente. ¿Qué había pasado realmente? ¡¿Por qué tantos policías si había sido un simple robo?!

Ante su nerviosismo, Baji lo tomó de la mano, se había mostrado muy reservado durante todo el trayecto y solo le había explicado lo mínimo; sin embargo, su rostro era de entera preocupación, como si sintiera lo que el omega sentía, como si los malhechores se hubiesen metido con él y no con el rubio, y eso le reconfortaba a tal punto que sentía que no estaba solo… al menos no por el momento.

—Baji —le saludó el mismo oficial de ayer, el de cabellos teñidos, solo que ahora estaba vestido de civil y casi irreconocible pues tenía el pelo desordenado y una libreta entre sus manos.

—Chifuyu, este es el oficial Kazutora, quien me avisó del robo. —Lo miro y correspondió a su saludo formal inclinando la cabeza que le daba el alfa—. Kazutora, él es Chifuyu.

—Mucho gusto.

—El placer es mío.

—Y bien, ¿qué lograron recabar? — Baji adoptó una seriedad escalofriante.

—Cuando llegamos no encontramos rastros del ladrón, ni tampoco estaba forzada la entrada; lo que es extraño pues la alarma sonó dando aviso de la irrupción. —Hizo una pausa—. Senju llegó hace diez minutos, inspeccionó la parte trasera y se percató que la puerta estaba abierta.

—Imposible —Chifuyu se apresuró a decir—. Siempre que salgo, cierro todas las puertas con llave y confirmó que la alarma esté activada.

—No existe, entonces, la posibilidad de que te hayas olvidado de...

—Jamás —respondió Chifuyu sin titubeos. Él asintió y tomó nota. Ahora que lo veía mejor, tenía un bonito perfil, que, conjuntamente con sus ojos ámbar, lo hacían un hombre atractivo.

—Creo que —habló Baji—, alguien, que conoce la casa y que estuvo vigilando a Chifuyu de cerca, pudo manipular la alarma para revisar a su antojo y luego la activó, justo antes de salir y darse a la fuga.

—Entonces, el ladrón quiso confundirnos. —Baji asintió—. Lo raro es que no se llevó nada.

Hubo un breve silencio, intercambiaron miradas sospechosas.

A Chifuyu también le pareció rarísimo que no se hubieran llevado ni el televisor ni la laptop, ni nada de la Sala de Cinema… ¿Quién no quisiera un equipo de grabación y fotografía de última generación? Podría venderlo en el mercado negro a un muy buen precio. Un momento… ¿Alguien que conociera su casa? ¿Alguien que tuviera una copia de la llave y entrara sigilosamente? ¿¡Pero quién!? Y lo peor ¿para qué? ¿Y peke j, donde estaba su gato?

Si no era un robo, entonces…

—Venían por mí, ¿cierto? —pregunto nervioso.

Su silencio fue peor que mil palabras. Por desgracia, ciertas cosas son decididamente demasiado evidentes como para ignorarlas.

—¿Quisieron secuestrarme? O… —analizo fríamente sin perder el miedo aún—. ¡Quisieron matarme! ¿No es cierto? ¡Querían matarme!

Grité tan fuerte que los peritos que tomaban fotografías levantaron la cabeza y lo miraron.

—Tranquilo, Chifuyu. —Con dulzura, Baji se le acercó y lo abrazó, transmitiendo su calor—. Respira.

Le empezó a sonar un silbido en los oídos, aturdiendolo; y supo que estaba a punto de entrar en un ataque de pánico como la última vez.

—Todo estará bien, bonito —susurró en su oído.

No. No podía calmarse. Jamás había vivido una experiencia como ésta. Las piezas de teatro que interpreta estaban cargadas de drama y comedia; e incluso del escepticismo de las leyendas modernas… obras que las llevaba en su piel y alma, y que habían generado en él cientos de sensaciones.

Pero jamás había vivido algo así, como lo que estaba viviendo. Ni sus mejores armas de actuación ni baile podrían haberlo preparado para enfrentarse ante el peligro y el miedo. ¡Podría haber estado en las manos de un asesino! ¡Su gato podría haber estado en las manos de un asesino!

—Registro completo, detective —dijo una voz que no conocía—. La agente Akashi quiere hablar con usted.

—Ahora mismo —respondió.

—Baji…—Apenas y salió su voz y el omega solo esperaba que el alfa entendiera lo que quería.

—Tranquilo, traeré a peke contigo.

 

No noto cuando otro oficial lo llevó hasta el auto. Realmente estaba aturdido y demasiado atontado para reaccionar; no fue hasta que un aire frío le dio en la cara y tuve la necesidad de abrazarse para darse calor, que se percató que estaba sentado en el asiento delantero de un coche patrulla muriéndose de frío por el aire acondicionado. Cuanto tiempo estuve allí, no lo sabía; ni tenía energía para apagar el aparato o bajar del auto, sólo el miedo y el pánico eran los únicos dueños de él.

— Así que tú eres el famoso Chifuyu

El omega se exaltó con esa voz, no lo había notado pero el oficial que le presentó Baji hace poco estaba parado cerca suyo, suponía que él fue quien lo guió hasta ahí. 

— ¿Me conoces?

—Estoy seguro que muchos de los idiotas que están por aquí saben perfectamente quién eres, ellos no quieren admitirlo pero son muy fans tuyos.

 Chifuyu un poco más calmado se puso a mirar a su alrededor, de vez en cuando los policías y peritos que estaban en la escena volteaban a verlo.

—También Baji me habló mucho sobre ti, creí que era un mentiroso y solo quería presumir, pero ya veo que no.

Las palabras del alfa llamaron su atención, distrayéndolo de la horrible situación en la que se encontraba. 

— ¿Baji habla de mí? 

— Si, a veces demasiado…

El alfa acercó su rostro al suyo mirándolo fijamente por unos segundos, algo invasivo, Chifuyu incómodo desvió la mirada.

—Ahora tiene sentido, tus ojos…

—¿Eh? — Chifuyu no entendía de qué hablaba ¿Será que aún no salía de su aturdimiento?

—Sí, ahora tiene sentido porque Baji pintó todas sus paredes de ese color…

—Cierra la boca, Kazutora — Baji apareció tras ellos, golpeándolo en la cabeza con un rollo de hojas que traía, avergonzado por las cosas que su amigo le contaba a Chifuyu, además no pintó todas sus paredes del color de los ojos de Chifuyu, solo una la de su dormitorio

Cerró la puerta de la patrulla dejando al omega dentro, mientras regañaba a su amigo afuera, además de darle los papeles e indicarle algunas órdenes que Chifuyu no pudo escuchar.

Al cabo de un rato Baji se acercó y abrió la puerta. Encontrándolo acurrucado y de seguro sucumbió a su mirada de corderito porque sin pensarlo dos veces, se quitó la chaqueta y se inclinó hacia adentro para abrigarlo con ella. La tela estaba tibia por el calor de su cuerpo y fue una alegría sentirlo, más porque estaba impregnada con el aroma del alfa,  aquel acto le transmitió ternura y protección; y aunque se hiciera el difícil, era lo que necesitaba. Se arropó con ella y decidió escuchar con cautela lo que tenía que decirle.

—Ya coordiné todo. Senju va a identificar el rastro de calzado que encontró en la parte trasera y Kazutora recolectara las muestras de ADN encontrado, además hará un rastreo de todas las superficies en las que hayan podido dejar huellas —puntualizó, pero su expresión no era tan esperanzadora—. Si son inexpertos, no dudo que encontraremos alguna evidencia que los incrimine.

Chifuyu trago en seco y empezó a morderse los labios.

—Y peke — Y como si el destino lo llamara, un policía se acercó, con un transportador celeste en manos. Chifuyu bajó el vidrio de la ventana recibiendolo con brazos abiertos, efectivamente en el transportador traían a su gato que maullo en cuanto reconoció a su dueño. 

—Toma, te traje esto — Baji sacó de su bolsillo un paquetito dorado ofreciéndole, lo abrió y encontró dos chocolates con licor. — Pensaba dártelo en el hotel, recuerdo que te gustaban mucho los chocolates. Y en estas circunstancias, te hará bien.

¿Cómo podía recordar aquellos detalles? Bueno, no era que el omega no recordara cómo le gustaba el yakisoba, ni tampoco la extraña costumbre de quemar autos… Lo que sí debía decir, es que, en aquel momento se sentía realmente reconfortado, ojalá que así de fácil fuera olvidar que había estado a punto de ser secuestrado, o peor aún, asesinado.

—¿Hasta cuándo podré entrar a mi casa? —pregunto saboreando la intensidad del cacao ofreciéndole el otro chocolate a Baji.

—Un par de días, hasta que termine la diligencia.

—Necesito estar en mi casa —exhaló pesadamente.

—Créeme, el peor lugar donde puedes estar ahora es justamente éste.

No replicó. Realmente quería olvidar todo, que fuese una pesadilla, un sueño; abrir los ojos y despertar en el Monte Takao, en las aguas termales o en su dormitorio… ¡Eso! Necesitaba su cama, una ducha, una buena siesta.

—Sé que estás resentido por lo que pasó entre nosotros —dijo de pronto.

Chifuyu no le hizo caso. Prefirió jugar con sus dedos y masticar silenciosamente el resto de chocolate que le quedaba

—Chifuyu… —Con sus dedos, levantó el mentón del omega y lo instó a verlo—. Déjame cuidarte. Vamos a mi departamento, te quedarás conmigo.

—¿Ah? —¿ acaso estaba loco ?—. No, gracias. Tengo buenos amigos que me dejaran quedar con ellos o si no, iré a un hotel. —Tenía que estar en un lugar neutro, no podía de buenas a primeras irse con el alfa a casa, era demasiada tentación para el deseoso omega—. Además, pueden deducir que estoy contigo, pueden indagar en el pasado y…

—Y nada. Iremos a mi casa. No podrán dar conmigo, no sabrán con cuál de todos los policías estás, y tampoco podrán encontrar mi teléfono, no figura en la guía y te aseguro que nadie en el departamento daría información sobre mí u otro agente.

—¿Cómo sé que puedo confiar en ti? —Lo miro desafiante, ya con más seguridad.

—Porque soy el único que puede protegerte —finalizó con su profunda mirada que te transmitía mil cosas, la sólida certeza de que cumpliría su palabra.

Suspiro cediendo. Cuando Baji Keisuke lo observaba así, no podía negarle nada. ¿Y él? No es que dejara de estar molesto con él, pero de alguna forma, su corazón y su mente se pusieron de acuerdo por una sola vez para decirle que él podría realmente cuidarlo. Después de todo su omega interno no dejaba de susurrar Mi Alfa cada vez que este estaba cerca de él. Traicioneros. Aunque, esta fugaz decisión podría deberse también al efecto del chocolate en él.

—Tengo que sacar unas cuantas cosas de aquí.

—Te compro lo que quieras, pero nos vamos ya, ¿sí? —dijo, cogiéndole la cara con las dos manos y rozándole los labios con el pulgar. Chfuyu desbloqueó sus defensas una vez más.

—¿Así sean mis pantuflas de gatito?

—¿Qué? —Le miró aturdido, como si le hablara en otro idioma —, bueno, sí. Hasta tus pantuflas de gatos.

—¿Y las croquetas de pollo para Peke J?

Entonces rió y con su exquisita y devastadora sonrisa ladina le respondió, fue un gesto que llegó hasta su corazón.

—Si. Hasta sus croquetas de pollo.

Sonrió internamente. Un alivio tan grande y una ternura increíble lo invadió ¡que podría haberlo besado!

(…)

 

—Te dije que no combinaba el animal print con las rayas —le reclamo ni bien ingresaron a su sala. Era amplia, moderna pero acogedora, con una bonita terraza americana y una excelente vista a la Torre de Tokyo; era una muy buena ubicación pero tenía unos horribles cojines a rayas y otros con estampado de animal print que le quitaba personalidad y no combinaban con nada—. Para que soluciones esto, necesitas comprar nuevos muebles.

—No las elegí yo, Mikey y Kazutora arruinaron mis antiguos cojines y los reemplazaron por estas cosas —rió—. Pensé que daba igual cómo lucían, no pasó mucho tiempo en casa.

El omega rodo los ojos, seguro Baji debe pasar buenos ratos con sus amigos. Prendió el resto de las luces con el codo y con mucha sutileza lo dejó sentado en el sofá para salir hacia la entrada. Al cabo de un rato, regresó con el maletín deportivo del omega y dos bolsas con las compras del supermercado. Y no, no compro sus pantuflas de gatitos, pero sí unas riquísimas croquetas de pollo para su gatito.

—¡¿Qué crees que estás haciendo?! —Estaba parado a mitad de la sala, tratando de llegar a su bolso. Para su tobillo era una misión suicida, la analgesia ya había perdido su efecto, y aunque le dolía horrores, realmente quería llamar a Takemichi.

—Voy a llamar a mi amigo —contestó con naturalidad.

—No puedes hablar con nadie sobre esto —señaló con seriedad—. La policía lo está manejando con prudencia. Y más, siendo tú, tan reconocido en Japón.

—¡Ja! Esas bonitas cintas amarillas llamarán la atención de todo el barrio, detective—refuto mordaz—. Es cuestión de horas que salga en los noticieros. Además Michi pasaría a ver cómo está peke mientras yo no estaba así que es imposible que no se entere, y no quiero que le dé un infarto cuando vea mi departamento como la zona de un crímen. 

Sin dejar de sonreír triunfante, siguió en su fiel misión de llegar hasta la silla del comedor y sacar su celular, pero sus brazos lo rodearon y levantaron en el aire.

—Tengo que cambiarte la venda y aplicar el ungüento. —Su voz parecía una reprimenda—. Bueno, vamos a la ducha.

—¿Qué? ¡No! —se removió en sus brazos y su mirada se deslizó por todo el cuerpo del omega—. ¡No lo haré!

Sin embargo, nada funcionó, todo él ejercía poder sobre Chifuyu… su piel, su aliento, sus labios, sus tan delineados labios que cada vez que los movía, lo hipnotizaba. Aunque se negara a reconocerlo, el calor de su cuerpo se seguía sintiendo como en casa. Entraron a su dormitorio, y lo depositó en la cama con cuidado y volvió a insistir en que se bañara. Lo haría, claro, pero solo. Jamás con él. ¡O dejaría de lado todo su autocontrol!

—Con tú permiso, bonito, pero yo sí suelo bañarme después de hacer ejercicio o llegar del trabajo.

Y se metió al baño. ¡Qué abusivo y antipático! Dos cargos más a su lista de denuncias contra él.

Mientras esperaba no podía dejar de sentir el profundo aroma del alfa en la habitación, sería extraño si hunde su rostro en una de las almohadas como lo quería hacer ¿Luciría muy necesitado?... Bueno podría hacerlo, al fin que nadie lo veía, solo estaban él y su gatito curioso que exploraba esquina a esquina del cuarto de Baji, ¿En que momento lo sacó del transportador?, bueno en este punto ya daba igual. Se acomodo en la cama buscando encontrar un poco de paz en medio de todo el caos que está viviendo. 

 

Cuando salió, veinte minutos después, decidió encararlo, sin embargo… el aire se le atascó en la garganta. Estaba desnudo de la cintura para arriba. Se quedó mirando su espalda fibrosa y sus brazos musculosos, la profunda marca de la columna y la ligera hendidura en ambos lados, justo por encima de la toalla que lo cubría y el corazón volvió a darle un vuelco. Su figura parecía cincelada a mano, como un David posmoderno. Estaba más perfecto de lo que recordaba. 

 

―¿Estás bien? ―preguntó, alzando una ceja con mucha picardía.

—Sí —afirmó; de pronto, se sentía como la mantequilla derretida en una tostada caliente. ¿Ya mencionó que sus largos colmillos formaban una sonrisa perfecta? —Ah no. No lo estoy —se cruzó de brazos.

—¿No? —se acercó lentamente.

—Quiero llamar a Takemichi y no me dejas hacerlo —seguía sin hacerle caso, él caminaba hacia el omega como un león a punto de atacar—. ¿Siempre eres así de abusivo?

—¿Abusivo? —preguntó.

Y presumido, arrogante y…

—¿Te parezco abusivo, joven Matsuno? —susurró sobre sus labios. Tragó en seco por la sensualidad que exhibió su tono de voz y tuvo que hacer presión en los músculos de su entrepierna para calmar su deseo. Estaba inclinado sobre la cama y él a centímetros suyo, que, si dejaba caer la toalla, no creía poder resistir más…Este hombre es tan caliente.

Sus ojos eran fuego líquido.

El omega rogaba por mantener un poco de cordura. Sino se dejaría llevar por el delicioso hombre frente a él y su exquisito aroma, y sus músculos, y esos colmillos tan tentadores…

Y como enviado por los dioses Peke J lanzó una lámpara del buró, por fortuna no la rompió,  llamando la atención de ambos hombres, el felino caminaba de un lado a otro exigiendo atención y seguro algo de comida.

—¡¿Qué?! —el alfa se extrañó tanto que se retiró

— Creo que naturalmente mi peke tiene hambre, después de todo lo que pasó mi lindo gatito — estiró su mano y el felino se acarició en ella. 

— Ya que debo estar en reposo, Baji debes darle su comida — Chifuyu le pidió, no más bien ordenó que atendieran a su gatito. El alfa arqueó una ceja, la dureza de sus ojos era realmente excitante, más para un oficial como él.

—Lo sigues consintiendo demasiado  ¿no? Te lo expliqué hace varios años que lo malcrías mucho.

—Podría haberme olvidado lo que dijiste hace años —respondió mordaz, el descaro de acusarlo a él cuando Baji es el que más consentía a Peke J desde pequeño. 

—No lo creo, él ya era así desde que nos conocimos. —volvió a acercarse.

Sí… cuando se conocieron Peke parecía estar completamente familiarizado con Baji y solo comía los bocadillos que el Alfa le daba, así que definitivamente era culpa suya que el felino fuera tan mimado. Chifuyu no era famoso por aquellos tiempos y nunca se imaginó serlo, disfrutaba muchísimo sus andanzas por Tokio, todo lo que hacía con el alfa lo disfrutaba… hasta que él decidió irse sin ninguna explicación.

Y claro, dejando su corazón hecho trizas. Baji debió notar que el resentimiento volvió al cuerpo de Chifuyu porque se alejó de nuevo.

 

—Olvídalo.

Caminó hacia su clóset y empezó a buscar en sus cajones. Encontró lo que quiso con rapidez porque... ¡el muy sinvergüenza se empezó a vestir delante del omega! Si sus brazos ya eran un deleite a la vista, sus piernas y muslos eran una apología a la perfección, ¿qué no podría hacer con ese cuerpo? La sangre se le subió a la cabeza y le dieron ganas de montarse en él y ocuparse del asunto.

—¿Te suena el nombre de Kojiro Hishi?

—¿Kojiro? —parpadeo, no se había dado cuenta que Baji observaba su celular. En su mundo, su corazón aún latía como loco por la forma en que se desnudó—. No… no realmente.

Se mantuvo callado, con el ceño fruncido.

—Es él —puntualizó, enseñándole una foto. Era un chico joven, por los veinte años, con cabello rubio platinado y mechones verdes.

—Ah sí, claro. Ya lo recuerdo. En cada una de las funciones siempre lo he visto en las primeras filas. Y una vez me regaló mis flores favoritas. Lo recuerdo bien porque ese mismo día recibí este collar. —Le señalo la bonita joya que colgaba de su cuello, la piedra era hermosa, de un azul intenso.

—Mmmm… Osea que es tu fan.

—No lo sé… supongo, ¿por qué me preguntas? ¿Qué pasó con él?

Agudizó sus facciones.

—Es nuestro sospechoso. Dos de las huellas halladas en el manubrio de la puerta trasera son de él, sólo que… —ladeó la cabeza.

—Dilo de una vez.

—La imagen que aparece en AFIS es distinta, mírala.

—Pero ¡¿qué es esto?!

Mierda. El hombre de la foto tenía las mismas facciones del tal Kojiro, salvo por el cabello castaño y corto. ¿Era su gemelo? ¿Su hermano? Lo que fuere, Baji ya se estaba encargando de conseguir a primera hora, una orden de detención por parte del fiscal. Aún faltaba analizar más pruebas, claro, pero esa evidencia era para él suficiente para saber que ese chico había sido el causante de todo esto. 

—Iré a darle comida a peke, descansa un poco.

(...)

 

Cuando despertó, la habitación tenía un tenue aroma a vainilla y café. Al parecer el alfa se había despertado temprano y había hecho el desayuno. Anoche, después de cenar, Baji se portó como todo un caballero, no había intentado nada con él e incluso sugirió dormir en los sofás de la sala, lo que le ayudó a tener por fin un momento a solas, el cual aprovechó muy bien para llamar a Takemichi y contarle lo ocurrido.

Tomó una ducha y decidió alistarse. Faltaban varias horas para el mediodía, pero quería estar listo para cuando llegara Baji a recogerlo e ir juntos al teatro. Fue un pedido expreso de él, no quería que ni el chofer lo recogiera y el omega no pudo protestar porque aún no podía manejar. Tampoco es que tuviera un dolor terrible, pues las pastillas y la pomadita le ayudaron mucho, pero… dejarse mimar por el alfa era una de sus pasiones y si él quería hacerlo, ¿por qué no?

Cuando ingresó a la cocina, había una notita en la encimera al lado de un té de matcha con leche fría, se acercó y lo que leyó le arrebató una sonrisa: «Espero esté a su altura, joven Matsuno». ¡Y me saltó el corazón! Su caligrafía le recordó al Baji que él conoce, para nada pulcra de trazos poco definidos.

Contento por su té lo acompañó con unos tamagoyakis y un filete de salmón salado. Tampoco podría abandonar sus hábitos saludables, así un asesino estuviera detrás de él. Además, un buen desayuno lo mantendría alerta durante todo el día y libre de malos pensamientos. 

 

—¿Listo? —Asintió una hora después, mientras veía televisión con peke j dormido en su regazo—. Un minuto.

Bien, el detective había llegado puntual, pero el omega no se sentía tan listo pues toda su ropa estaba en su casa y sólo cargaba con unos vaqueros, una camiseta azul sencilla y uno de sus suéteres de lana beige aunque el calor estaba tremendo como para usar algo tan abrigado. Felizmente tenía sus gafas de sol, un brazalete de perlas divino y la fastuosa joya celeste que resaltaba en la tela.

Algo decente para ir a un ensayo.

En cambio, él… Cuando lo vió ingresar a la cocina, bajo la tenue luz del corredor, se quedó sin aliento, con el corazón desbocado por la impresión de verlo tan hermoso e imponente frente a él. La piel de su rostro, en perfecto contraste con el color de su corbata y de sus ojos, hizo que nacieran en el omega unas ansias por besarlo, arrinconarlo contra la pared y no dejarlo escapar hasta el día siguiente. ¿¡Qué le estaba pasando!?

Seguro el estar permanentemente bombardeado del aroma del alfa en las últimas horas lo estaba afectando, perdiendo la cordura, cediendo a la necesidad de su omega por el deseo de querer a SU Alfa cerca. No llevaba su típico uniforme, no, portaba un elegante terno azul noche.

—No creías que iría con mezclillas, ¿no?

—No pensé que quisieras asistir a la función 

—¿Y dejarte en manos de otro loco fan tuyo? ¡Imposible!

Rodó los ojos. Ya le dijo que ese hombre no podía ser fan suyo.

Durante el trayecto le contó lo que descubrió en la estación de policía y cómo eso afectó a su plan inicial. Primero, el susodicho parecía un fantasma, no solo por su look distinto sino porque era inubicable. No había rastros de él en la dirección que figuraba, ni nadie en su barrio lo reconocía con el cabello oscuro…

Segundo, el fiscal adjunto de crimen organizado se había interesado en el caso y quería dar con el responsable antes que su detective presumido. ¡Y para qué mencionarlo! El alfa es un hombre que tiene una vena competitiva y una astucia magnífica que logró convencer a Akashi de conseguir una orden de allanamiento por delito flagrante en cuestión de horas. Eso, o hacía trampas, al final no le importaba, sólo quería que atraparan al tipo ese.

—Vamos, Chifuyu. Es la hora decisiva —le tendió la mano y le hizo descender del auto con sumo cuidado.

El Nuevo Teatro Nacional de Shibuya se encontraba a exactamente treinta minutos en auto desde el departamento de Baji. Era un lugar ejemplar por su diseño acústico y arquitectónico contemporáneo y Chifuyu amaba tener que actuar aquí y no en Chiyoda.

Cuando llegaron, Takemichi ya estaba esperando, muy inquieto. Ni bien lo vio ingresar con Baji, sus ojos azules brillaron y se emocionaron por mil y eso que no le había hablado mucho de él, ni tampoco le dijo que ahora vivía con él y peke j, bueno momentáneamente, pero Baji le dijo que no podría decirle absolutamente a nadie sobre su ubicación. 

—¿Trajiste lo que te pedí? —le pregunto después de que Baji los dejó solos, en búsqueda del administrador y el jefe de seguridad.

—Sí, todo está en mi auto. —Movió su cabellera azabache a ambos lados y cuando no vio a nadie cerca le preguntó con voz baja—: ¿Ahora si me contarás todo sobre el sexy detective?

—No hay nada que contar.

—¡Pero sí te miró con mucha dulzura antes de irse!

El omega esbozo una media sonrisa y trato por todos los medios de que el rubor no empañase sus mejillas. Fue en vano. Por suerte para él estaba con Takemichi a quien no temía esconderle nada. 

 

— Por lo menos te dignaste a venir a tiempo.— La inconfundible voz de su publicista se hizo presente, molesto por supuesto, ya que Chifuyu había estado evitando contestar sus llamadas. — Takemichi ya están listas las cámaras. ¿Y tú? Debes tener una buena excusa para no comunicarte 

Kokonoi se hizo presente, era el mejor publicista de todos y conseguía los mejores contratos con las mejores ganancias para Chifuyu.

 

—Si te diste cuenta que estuve a punto de ser secuestrado, Koko. 

—Sí y con mayor razón tenía que estar yo tu publicista al tanto de todo esto ¿No crees?—

Tenía razón, mucha razón, pero Chifuyu no quería sufrir un interrogatorio más por parte de Koko, suficiente ya tuvo con todas las preguntas de los polis. Además había luchado mucho por solo tener guardaespaldas presentes cuando tenía presentaciones o eventos públicos, y aunque Koko se opuso al principio terminó cediendo, respetando el deseo del  omega, estaba seguro que esta vez le impondrán tener guardaespaldas tras el 24/7.  Más creía que Kokonoi no merecía recibir más estrés de por sí el Alfa andaba tenso desde que hace poco su esposo Inui dio a luz a su primer hijo.  

— Lo siento.

 

El alfa soltó el aire que contenía, un poco más relajado — De acuerdo, me alegra que estés bien, pero en otra asegurate de informarme todo, la prensa podría estallar por noticias así y alguien debe contener a esos buitres. 

 

—Bien, bien, si pasa cualquier cosa importante lo diré , pero creo que debo hablar con Baji de esto

 

— ¿Baji?

 

—Si, él es el detective a cargo de mi caso.

 

— Bien, coordinaremos los detalles luego. Ahora ¡Hora de alistarse! — Kokonoi hizo unas señas y su equipo de vestuario y maquillaje se pusieron en marcha hacia su camerino para arreglar al omega. 

 Que empiece la función. 

 

(...)

 

Supo el momento en que Baji lo notó, porque su voz se fue apagando. Lo esperaba en la puerta de su camerino mientras conversaba con el feje de sus guardaespaldas, quien vestía un elegante traje negro, sin corbata. Takemichi sonrió nuevamente al verlo y finalmente logró presentarlo.

—¿Cómo estás, Bonito? —le preguntó su alfa, abriéndole la puerta.

—Bien, un poco adolorido —hizo una mueca—, pero puedo apañármelas.

Ni bien tomó asiento, Baji se arrodilló y con su tacto sutil, le sacó la compresa para examinar su tobillo. Fue un gesto tan dulce que derrumbó sus defensas ya debilitadas. Se sentía  especial. ¡Tanto que quiso darle un beso!

Como tenía una hora de descanso entre funciones, aprovecho para ir a descansar y colocar hielo en su tobillo. La media compresora hizo su trabajo, claro que sí, pero actuar en comedia musical era estar en constante movimiento y ya lo notaba inflamado. Agradecía que no era una de sus presentaciones de Ballet, su tobillo no aguantaría tanto.

—Hemos desplegado media docena de hombres en los alrededores del teatro y un par de infiltrados entre el gentío —dijo minutos después, acomodándose la cola alta en la que sujetó su cabello. Su tono fue serio y parecía dirigirse más a Kokonoi que al resto de los presentes. Parece que los dos alfas tuvieron una buena charla mientras su primera función se daba.

—¿Crees que funcione?

—Debería. Es un aficionado que no tiene idea de que lo estamos buscando, así que... —Chifuyu lanzó  un sonoro gruñido de protesta, ese loco no podría ser fan suyo,  Baji entrecerró los ojos—. Chifuyu, es el estreno de la obra y todo aquel que se diga fan, no puede dejar pasar una oportunidad así.

El omega dudo un poco. En su cabeza no cabía razón del porqué una fan quería atentar contra él.

—Si vemos algún indicio o algo que llame la atención, ordenamos reducirlo en dos segundos —acotó Koko—. Así que descuida, Chifuyu, desde cualquier ángulo, estás seguro también di órdenes a los de nuestra seguridad de actuar. 

—Además, en el vestíbulo, hay un lector biométrico. Sabremos a qué hora ingresó.

—¡Wow! ¡Me siento en un episodio de esos programas de detectives! —exclamó Tamekichi llamando la atención de todos. Él se ruborizó de inmediato y quiso balbucear una disculpa avergonzado—. No fue mi intención…

 

Los alfas continuaron brindándoles los detalles sobre el plan y, en un par de veces, cuando la pantalla de sus celulares se iluminaba, Chifuyu vio que intercambiaban miradas sospechosas. Presentía que había algo más, que le ocultaban información, pero ¿qué? ¿Qué más podría esperar de todo esto?

Su respuesta la obtuvo cerca de las diez de la noche, cuando las dos funciones de estreno acabaron y estaba sentado en el asiento de copiloto del auto de Baji: no había rastros del tal Kojiro Hishi. Seguía siendo un fantasma… era como el agua que se escurría entre tus dedos... ¿acaso, ya se había enterado del operativo? Si fuera así, ¿quién sería su cómplice?

—Alguien que esté dentro de la policía —musito con un hilo de voz.

—No… no hay motivo. —Tomó aire—, pero dime, ¿no hay nadie que pueda tramar una venganza en tu contra? —le miró de soslayo—, sé sincero.

—¡Soy sincero! ¿Por qué no me crees?

Idiota.

—Te creo, lo... ¡Mierda!

—¿¡Qué pasa!?

La pista vibró y el retumbar de los motores encendidos fue atroz.

Un par de autos pasaron por ambos costados, totalmente descontrolados, fuera de sí, zigzagueando en la pista y acelerando como si fueran extraídos de la película de pandilleros.

Atrás un tercero obligó a Baji a voltear el timón a la derecha y luego a la izquierda con rapidez. Sus buenos reflejos no permitieron que salieran desbocados de la pista, pero el chillido agudo de las llantas fue tremendo que asustó al omega y pensó que moriría en ese instante.

—Pero ¡¿qué les pasa?! —grito, asustado. Nunca Tokio le había parecido tan peligroso.

—¡Estúpidos! —bramó y tomó la radio de su coche—: Código 1, 10-15, ¡urgente! Envíen unidades a Minato, altura del colegio Nishimachi, con rumbo a la 105, repito (...)

A los cinco minutos estuvieron en su departamento y esta vez sus ojos mostraban algo más. No le dejó en la sala, lo llevó directamente al cuarto. Los autos que los emboscaron desaparecieron en cuanto notaron que Baji era un policía, tal vez eran solo unos delincuentes estúpidos que los querían molestar.

Si no era en su casa, podía ser en el teatro o en la calle, en cualquier momento podría perder la vida… y eso le puso la piel de gallina todo el cuerpo, temblando de miedo, todo su mundo se estaba desmoronado, haciéndole sentir vulnerable, pequeñito, alguien insignificante…

—Podrían habernos hecho daño —manifestó el alfa.

—Lo sé.

—No, no lo sabes, Chifuyu—le refutó con un ligero tono de reproche—, prometí cuidarte y te estoy exponiendo al peligro. Si te pasara algo… —se acercó pausadamente a su rostro y lo acarició con la punta de su nariz para luego darle un besito en la mejilla—, no puedo cometer errores… no.

—No te culpes, Baji-san. —Cerró los ojos, sintiendo sus labios en su piel. Eran tan electrizantes.

—Sé que te lastimé y sé también que no debería insistir, pero soy incapaz de mantenerme lejos de ti —confesó con voz dulce.

Entonces le regaló aquella mirada imposible de rechazar, aquella que exponía todos sus anhelos, aquella que reflejaba el profundo cariño que sentía por su omega, aquella que activó todos sus sentidos de pertenencia que pedía a gritos disiparse en el aire para al menos rozar su inaudita piel en un suspiro.

Otra ráfaga suave de calor se impuso en su rostro, haciendo que sus piernas flaquearan. Lo tenía a milímetros, podía aún percibir su delicioso aroma tan atrayente, y lejos de rehusarse, quiso con todas sus fuerzas, dejarse arrastrar por él...

—No te olvidé en estos dos años y sé que tú tampoco —susurró, erizandole la piel.

Quiso articular una respuesta, quiso negarse y decirle que no…

Que no lo había olvidado, que aún recordaba su tacto en él, pero su cuerpo y sus labios no esperaron a nada y engañaron a sus sentidos, confundiéndolos con las ansias del placer.

Lo besó.

Y el omega le respondió como jamás pensó que lo haría.

Se había propuesto no ceder en esta ocasión, pero estaba perdiendo la partida. Su sabor, su aroma, su piel… Todo converge en una melodía sensual y estimulante que hacía que a cada segundo perdiera más la razón.

Como detonante a su deseo, mordisqueó suavemente su cuello y trazó un camino ascendente de besos hasta llegar a su glándula de aroma, la cual lamió. Sin duda, él recordaba cada uno de sus puntos débiles, aquellos que con su suave boca los activaba al cien por ciento para hacerlo vibrar.

Debío prohibirle, negarle su piel, pero el control y el pudor ya no eran parte de él, habían desaparecido como una nube volátil, convirtiéndolo en prisionero de lo que estaba sintiendo.

—La vida me ha dado otra oportunidad y no quiero perderla, Chifuyu. —Levantó su mentón y noto sus órbitas oscurecidas por el deseo; él estaba ardiendo por dentro, pero a su vez, le pedía permiso, solicitaba acceso que sólo el omega le podía otorgar.

Había tanto amor, tanta intensidad... Nunca antes había sido así.

Entonces…

¡A la mierda sus convicciones!

Se levantó y se afianzó a su espalda, enrollando sus piernas en su cadera para seguir besándose furiosamente.

El reconocer que podía haber muerto, que podían haberse estrellado o que alguien intentaba matarlo fue su inusual afrodisiaco para desenterrar los más oscuros deseos y sentimientos que pensé se habían apagado hacía años.

Con su boca, tentó su cuello mientras que su mano se deslizaba por el centro de su cuerpo en busca de los botones de la blusa, los pezones del omega se endurecieron a su suave toque dispuestos a todo. Con una sutil rapidez, logró quitarle la prenda dejándola caer por sus brazos. Inclinó la cabeza y succionó. La humedad de su boca se clavó en sus  pezones excitados haciéndole arquear la espalda, ofreciéndole con más convicción para que él los recorriera con los labios y la lengua.

—Había extrañado esto —volvió a susurrar, y Chifuyu se estremeció aún más cuando retornó a su faena.

¿Cómo era posible aquel grado de conexión tan íntima que tenía con él? Habían pasado años y aún no entendía qué efecto tenía este hombre en él que hacía que desfalleciera en sus brazos y estuviese perdida de deseo por él. ¿Su conexión entre alfa y omega podia ser tan profunda?

Baji lo acomodo en el suave colchón de su dormitorio y Chifuyu ya no quiso esperar más, lo apresó con fuerza y lo instó a colocarse encima de él.

Él entendió el mensaje y se desnudó con total prontitud. Debería estar avergonzado por comportarse así, pero se hallaba absorto en una bruma sensual y apasionada donde lo único que le importaba era fundirse en uno solo con su alfa y calmar el ardor de su interior.

Su magnetismo sexual era evidente y el poder de sus ojos lo tenía totalmente desinhibido. Le hacía querer más… Pedir más… Necesitar más.

El alfa ya desnudo empezó a quitar la poca ropa que le quedaba al omega, introduciendo un dedo en su interior para humedecerlo más. Volver a escuchar los leves gemidos de Chifuyu eran un deleite para él. 

—¡Baji! —exclamó cuando lo sintió invadir su interior. Jamás en la vida hubiera podido olvidar esa sensación tan placentera de complementarse con él.

Su corazón latía furioso y el nudo de placer en su vientre se estaba convirtiendo en un remolino fortuito de sensaciones excitantes y deliciosas, a punto de explotar.

Baji gruño de placer dentro de él, le sujetó por las caderas con muchísima más fuerza e intensificó sus penetraciones a la vez que murmuraba su nombre. Lo recordaba así, apasionado, dulce y demandante.

Agarro las piernas del omega acomodandolas sobre sus hombros, Chifuyu es tan flexible el alfa entendía porqué tenía tanto talento para el baile, dejó un dulce beso sobre el tobillo lastimado, tenía enormes deseos por devorar todo su pequeño cuerpo a besos pero era algo que podía dejar para después, profundizó sus embestidas hasta dar con la prostata del omega, el omega empezó a soltar fuertes gemidos en cuanto Baji le dio en su punto dulce, enloquecido por el placer, Baji elevo las caderas de su omega embistiendolo más fuerte, había pasado tanto tiempo deseando a su omega que no creía poder durar más tiempo, no cuando el rubio lo apretaba de manera tan deliciosa.

Chifuyu largó un fuerte gemido al mismo tiempo que una oleada de calor poderosa cubría su cuerpo entero y daba paso a un maravilloso orgasmo. Era consciente de cómo se contraría en torno al alfa. Segundos después, el alfa se derrumbó sobre él estremeciéndose, tensando sus músculos del cuerpo y explotando en su propio nirvana, llenando su interior por completo con su líquido blanco. 

Chifuyu se sintió indeleblemente marcado por su posesión, supo que desde ese día nunca más volvería a hacer la misma. 

Baji se relajo apartando sus bonitas piernas de sus hombros dejando que el omega las estire y se relaje.

—Eso fue maravilloso... —susurró contra su piel. Se apoyó en el delicado hombro repartiendo besos hasta llegar a la base del fragil cuello donde estaban sus glandulas de olor que emanaban un olor exquisito, sus respiraciones fueron regresando a su curso normal mientras aún disfrutaba del erótico hormigueo que provocaba su unión con Baji aun dentro del omega.

Repartió pequeños besos en su cuello y paulatinamente fue subiendo por su mentón, por sus mejillas hasta llegar a su boca, explorando con delicadeza, con un sentimiento que no podía descifrar.

—Tal como lo recordaba. —Sonrió en sus labios. Todo su teatro mental de negarse a su seducción se había ido al tacho. Negó con la cabeza y abrió sus ojos lentamente.

Sentía la mente extrañamente desconectada al sumergirse en sus ojos tan intensos y sólo podía asimilar la vulnerabilidad existente dentro de él que siempre terminaba mostrando al alfa, rígido y capaz de tener todo bajo control. Nadie podría imaginarse que dentro de esa apariencia se ocultaba un alfa tan dulce y sutilmente seductor.

Ante eso, no tuvo fuerzas para negarse. 

Baji empezó a repartir dulces besos por todo su cuerpo, consintiendo a su omega con cada caricia de sus labios, saliendo de su interior una vez que Chifuyu estaba relajado.

—Quiero contarte algo —dijo, haciendo círculos en su espalda—. Recibí una llamada de Akashi antes de que finalizara la función.

—¡Sospechaba que me escondías algo! —se mordió los labios y el más pequeño lanzó un manotazo en su pecho por ocultarle las cosas—. ¿Qué fue? ¿Lo encontraron?

—No…, pero sí lograron ingresar a su casa con ayuda del fiscal de turno.

—¡Es en serio! ¡Ese hombre es increíble! ¿No les era más fácil ubicarla por su tipo de auto? Debe tener alguna infracción.

—Espera, Chifuyu, ¿A qué auto te refieres?

—Del Honda blanco, con una mancha café al costado, por supuesto.

—¿Qué Honda?

—¿Cómo de qué Honda? —Rodó los ojos con cara de aburrido—. Del auto que me estaba siguiendo. Se lo comenté al oficial Akashi el día que fui a la comisaría.

—¿Por qué no lo mencionaste antes? —se levantó aturdido.

—Porque se supone que tú, detective, lo sabes todo. Akashi te lo escribió en el papel.

—No hizo nada de eso.

—¿Cómo que no lo hizo? ¡Pero si lo repetí un montón de veces! Entonces sí me llamó loco, ¿cierto? —Entrecerró los ojos. ¡Demonios! Sabía que ese viejo le miraba como si tuviera dos cabezas, pero de ahí a realmente llamarle loco y de paso no escribir nada de lo que le contó en su reporte, eso ya es demasiada negligencia…

Un aire tenso se coló en el ambiente desde ese momento, incluso sintió frío y temor, uno que llegó hasta su corazón cuando Baji se levantó de la cama para agarrar su celular y hacer una llamada.

Fueron los segundos más largos de la historia. Maldita sea ¡¿cómo no pudo darse cuenta antes?! El viernes en su oficina no lo volvió a mencionar por dos razones: estaba harto de hacerlo y confío en el viejo canoso, y segundo, el look de Baji, tan de detective, con aquellos tirantes de cuero y su camisa remangada, le hicieron perder cualquier atisbo de cordura.

—... averigua entonces, urgente —colgó la llamada y giró a verlo— Él no tiene auto, es más no tiene licencia ni ningún permiso especial para conducir.

—¿Entonces quién me está siguiendo? ¡Hay alguien más, Baji!

En eso, aquel ruido sonó. Aquel ruido que Chifuyu ya no quería escuchar jamás porque siempre traía problemas.

Vio la pantalla de su beeper y el omega volvió a tener un mal presentimiento: ¿quién o quiénes eran los del Honda?

Todo estaba en cero, regresando al punto de partida, desmantelando todo lo averiguado hasta hoy; lo único que sí sabían era que, allá afuera, había alguien que no era Kojiro que quería hacerle daño al omega.

—Mikey acaba de enviarme un mensaje, ¿en dónde es, Kazutora? —preguntó a su interlocutor—. Voy para allá —hizo una pausa—. No, él está conmigo.

Y colgó.

Le tomó un segundo, el omega lo miró con preocupación, él alfa destilando terror.