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Language:
Español
Series:
Part 22 of Ikezura (en español) , Part 2 of Ikezura: Universos Alternos
Stats:
Published:
2025-02-03
Completed:
2025-02-14
Words:
17,613
Chapters:
6/6
Comments:
30
Kudos:
2
Hits:
68

Rescate en el desierto

Summary:

Una singular criatura ha desaparecido; temiendo lo peor, su mejor amiga, una hermosa cantante, solicita la ayuda de un solitario mercenario, para localizarla y, en el proceso, descubre que una conexión inesperada puede florecer en el lugar más inesperado… como en el desierto.

Notes:

¡Te doy la bienvenida a este fic! ¡Muchas gracias por tu apoyo!
Para tener contexto de algunos detalles importantes en la historia, por favor consulta la serie completa.

(See the end of the work for more notes.)

Chapter 1: Solicitud

Summary:

En momentos de dificultad, es mejor pedir la ayuda de un profesional.

Notes:

¡Feliz año nuevo (aunque sea febrero)!

Estaba trabajando en otro fic, cuando IS tuvo la brillante idea de agregar un nuevo alt de Ike a Fire Emblem Heroes... uno que iba perfecto con un alt de Azura que ya existía. Gracias a eso, escribí este fic.

¡Disfrútalo!

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

El aislado reino desértico de Jehanna, al este del continente de Magvel, era conocido por ser un lugar en el que se podía contratar todo tipo de mercenarios, tanto individuos como grupos; su fama era tal que, en ocasiones, los extranjeros también acudían a ese país para ofrecer sus servicios, que incluían labores tan simples como cuidar mascotas, hasta misiones de alto riesgo.

 

Uno de esos mercenarios extranjeros era Ike, un hombre joven que atravesó el mar para llegar hasta allá. Su padre le había enseñado el oficio, así como el manejo de diferentes armas, por lo que, cuando estuvo listo, y deseando buscar su propio destino, emprendió un viaje sin retorno ni final, visitando diferentes naciones, en varios continentes. Tenía un par de meses de haberse instalado en Jehanna, en donde atendió un encargo relativamente sencillo, pero prolongado.

 

Un par de días después de haber concluido esa misión, en la que estuvo acompañado por un casi silente hechicero mercenario llamado Byleth, quien también fue contratado por el cliente, el joven de cabellera cerúlea ya estaba planeando cuál sería su siguiente destino; había escuchado que, al norte de su ubicación, existía un país llamado Rausten, el cual estaba plagado de monstruos, por lo que, pensó, podría ser un lugar en el que sería fácil conseguir un nuevo trabajo.

 

Sin embargo, esa tranquila mañana, cuando salía de la posada en la que estaba hospedado para conseguir provisiones que utilizaría en su próximo viaje, se encontró con algo que alteraría completamente sus planes.

   - ¡Es usted! ¡Usted es Ike! ¿Sí es usted? – una melodiosa voz femenina lo llamó, haciéndolo voltear.

   - ¿Quién…? – su mirada se encontró con una hermosa joven de apariencia delicada, largo cabello celeste y ojos dorados, quien vestía una corta blusa ombliguera en color negro, una larga falda azul, un velo del mismo color, y una sola media en una de sus torneadas piernas. – ¿Quién… quién le dio mi nombre, señorita? – suavizó el tono que iba a usar con su interlocutor.

   - Nino, una de las discípulas del profesor Byleth. Él le está enseñando a leer. – le respondió. – Ella me dijo que el profesor Byleth le contó que estuvieron trabajando juntos hace poco, y que usted es un mercenario de buen corazón. Es poco usual que alguien en su profesión, sea llamado así por uno de sus colegas. – sus ojos lucían decaídos. – Y, por esa recomendación, he venido a solicitar su ayuda.

   - … Acompáñeme. Hablemos de esto en el bar de la posada.

   - Seguro, pero ¿no cree que sea muy temprano para comenzar a beber? – alzó su ceja izquierda.

   - No beberé, señorita. Yo no bebo alcohol, de hecho. – aclaró. – Sólo necesito un lugar para que discutamos su solicitud, bajo qué términos trabajaré, y si mi propuesta de trabajo le parece justa. A esta hora, el bar es un buen lugar para tener una reunión de negocios.

   - ¡Ah! De acuerdo, vayamos. – empezaron a caminar hacia el interior del inmueble.

 

En el rústico y solitario bar, el mercenario y la doncella se acomodaron en una mesa y, para no meterse en problemas con el gerente, ella pidió dos limonadas minerales, las cuales pagó en efectivo.

   - Gracias. – Ike le dijo al mesero, quien se alejó de ahí. – Ahora sí, señorita…

   - Azura. – completó su enunciado. – Mi nombre es Azura, y soy cantante.

   - Muy bien, señorita Azura. – dio un sorbo a su bebida. – ¿Cómo puedo ayudarle?

   - Hace tres días, mi mejor amiga desapareció sin dejar rastro, pero sospecho que no se ha ido por voluntad propia.

   - ¿Por qué sospecha eso?

   - Porque Leanne, mi amiga, también es cantante, pero tiene una cualidad única. – acercó su rostro al de él. – Leanne es una laguz. – susurró.

   - ¿Laguz? ¿Qué es eso?

   - Un laguz es un ser que, aunque tiene apariencia humana, se puede convertir en una criatura parecida a un animal. – le explicó. – En el caso de Leanne, ella es una laguz garza y, en su forma humana, conserva en su espalda sus enormes blancas alas. Se ve como un ángel.

   - … Nunca había escuchado de seres que pudieran hacer eso, pero he visto cosas inusuales en estos años, así que, tiene sentido que también existan. – suspiró. – ¿Y por qué cree que la condición de laguz de Leanne sea un factor determinante en su desaparición?

   - Porque me contó algo inquietante. – tomó un poco de su limonada. – Hace como un mes, Leanne y yo nos presentamos en un teatro de la capital, como parte de una gira de artistas independientes, y uno de los asistentes más sobresalientes ese día, era el duque Oliver, acompañado de una mujer de cabello oscuro.

   - ¿Y él quién es?

   - Es un obeso y petulante duque que reside en la capital. Según se dice, admira la belleza, y cumple todo lo que se propone, sin importar quién pueda verse afectado. – juntó sus manos, y cerró los ojos. – Durante la presentación, recuerdo que esa mujer apuntó hacia Leanne, como si estuviera escogiéndola. Y, cuando terminamos, mi amiga me contó que sintió que esa pareja la contemplaba de una manera espeluznante, como si quisieran hacerle daño. Leanne es bastante sensible respecto a las intenciones de los demás, y acierta sobre ellas casi todo el tiempo. – abrió los ojos. – Ésa es la razón por la que pienso que él pudo haberla secuestrado, tal vez por capricho de esa mujer.

   - … – analizó toda la situación. – Está haciendo una acusación muy seria, y es un caso complejo, pero, suponiendo que Leanne sí fue secuestrada por ese hombre, significaría que, esencialmente, lo que usted necesita es una misión de rescate. – bebió las últimas gotas de su bebida. – He realizado varias misiones de rescate en el pasado, así que puedo cumplir con su encargo, por supuesto, pero mis tarifas no son económicas, así que…

   - No se preocupe por sus honorarios, señor Ike. – de su bolsa, sacó un pesado saco con monedas de oro. – Pagaré el precio que sea necesario.

   - … – nunca había visto tanto dinero junto. – Señorita Azura…

   - Éstos son los ahorros de mi vida. Planeaba ahorrar un par de años más, y comprar un teatro. Sin embargo, el bienestar de Leanne es mucho más importante. – puso su mano derecha sobre el elegante dije que colgaba de su cuello. – Y si no es suficiente, puedo entregarle mi medallón. Es de oro, tiene un zafiro incrustado en él, y…

   - Eso no será necesario. – la interrumpió, impresionado por su genuina preocupación. – Le propongo lo siguiente, señorita Azura.

   - Lo escucho, señor Ike.

   - Aceptaré la misión de ir a rescatar a su amiga en la capital, y cobraré el trabajo hasta que Leanne vuelva sana y salva con usted, a este pueblo.

   - ¡¿Me cobrará hasta el final de la misión?!

   - Es mi forma de trabajar, y así me aseguro de completar el trabajo. – aclaró.

   - Ya veo.

   - Y, ya que usted me ha caído bien, le haré un descuento.

   - ¡¿Un descuento?! ¡Qué maravilla!

   - Pero sólo con una condición.

   - ¿Una condición? ¿Qué condición? – frunció el rostro, y pensó que su propuesta podría ser indecorosa. – ¡Oiga! ¡Si piensa que, por ser cantante y vestir de esta manera, yo…!

   - ¡¿Qué?! ¡No! – un furioso rubor subió por sus mejillas. – ¡Jamás le pediría hacer algo inapropiado! ¡Por todo lo divino, no soy un pervertido! – aclaró su garganta. – Además, mis ropas tampoco son muy discretas que digamos. – apuntó a su musculoso abdomen, el cual era visible gracias a la ligera y vaporosa tela que lo envolvía.

   - … Sí, ya me di cuenta. – un pequeño sonrojo también pintó su rostro. – Lo siento.

   - Está bien, ya aclaramos ese malentendido. – dio un suspiro profundo. – La condición que iba a pedirle es que me acompañe en el viaje a la capital.

   - … ¿Yo? ¿Con usted?

   - Así es. – asintió. – Aunque prefiero trabajar solo, creo que su ayuda sería muy útil. – suspiró. – De inicio, no sé cómo se ve Leanne, y una misión de rescate puede requerir que haya más de una persona involucrada, ya sea para conseguir información, crear una distracción o, incluso pelear.

   - … Pero yo no sé pelear. Sólo sé cantar, y un poco de magia defensiva. – con su mano derecha, creó una pequeña flama verde. – ¿Lo ve?

   - Es mucho más de lo que yo puedo hacer. No tengo potencial mágico, así que no puedo usar magia. – la contempló con una mirada empática. – No desestime sus habilidades, señorita Azura.

   - … Gracias, señor Ike. – por primera vez, desde que Leanne desapareció, sonrió. – Siendo ése el caso, hagamos el viaje juntos. No importa que no pueda pelear. Le prometo que daré lo mejor de mí, con tal de salvar a mi amiga.

   - Sé que así será.

   - ¿Cuándo nos vamos?

   - Mañana en la mañana, partiendo desde aquí. El día de hoy, individualmente, nos dedicaremos a conseguir provisiones para una semana, una tienda de campaña para cada uno, y algunas otras cosas que pudiésemos necesitar.

   - La capital no está tan lejos. ¿Para qué necesitamos tantas provisiones?

   - Para el viaje de ida, y el de regreso. – indicó. – Aunque nuestro destino es la capital, no podemos arriesgarnos a esperar encontrar comida y agua por allá. Además, puede que ocurra algo en el camino que nos retrase un día o dos, y el desierto que vamos a atravesar para llegar, es bastante hostil.

   - Ya veo. – asintió determinada. – Muy bien. Entonces, ya debo prepararme, y conseguir lo que necesito. – se levantó de su asiento. – ¡Muchas gracias, señor Ike! – le ofreció un apretón de manos.

   - Gracias a usted, señorita Azura. – se puso de pie, y correspondió a su gesto. – La acompaño a la salida.

   - ¡Gracias! – dejó una propina y, en compañía del mercenario, salió del bar.

 

A la salida de la posada, ambos se despidieron, y se fueron por direcciones opuestas, para buscar lo que requerirían para su expedición. Ike no podía dejar de considerar que su nueva clienta era bastante sincera y gentil, y Azura no paraba de pensar que lo que Nino le dijo parecía ser verdad: el hombre de mirada cerúlea estaba interesado en ayudarla, y no sólo por el dinero. Ambos habían decidido confiar en el otro, y esperaban que ese salto de fe, no los fuera a decepcionar.

 

Notes:

Un capítulo corto, pero el siguiente será un poco más largo.

¡Nos vemos en el siguiente capítulo!

Chapter 2: Travesía

Summary:

No hay mucho para hacer en el desierto… salvo hablar.

Notes:

¡Te doy la bienvenida a este capítulo! ¡Muchas gracias por tu apoyo!

¡Mira la preciosa comisión que Arikirinn hizo para mí. Si tienes oportunidad, ¡pídele una comisión!

¡Disfrútalo!

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

A la mañana siguiente, cuando el alba emergió, el mercenario y la cantante, ya equipados con todo lo necesario para emprender su viaje, se encontraron a la salida de la posada en la que él se había hospedado. Antes de siquiera pensar en rescatar a Leanne, debían atravesar el extenso desierto que separaba al pequeño pueblo en el que se encontraban, de la bulliciosa capital de Jehanna.

 

Asegurándose que estaban listos para partir, Ike y Azura comenzaron a caminar hacia el sur; el método ideal para llegar hacia aquella ciudad era surcar los cielos con una montura voladora, pero, ya que ninguno de los dos contaba con una, tendrían que desplazarse por su propio pie. Sería un trayecto más o menos largo, tomándoles, aproximadamente, dos días y medio para llegar hasta allá; afortunadamente, al ser invierno, las temperaturas habían bajado un poco, y las horas de sol también eran más cortas.

 

Los primeros kilómetros fueron silenciosos, pues apenas estaban saliendo del pueblo; cuando dejaron de ver rastros de civilización, sintieron suficiente comodidad como para iniciar una pequeña y trivial conversación, buscando que, así, el tiempo y la distancia se acortaran.

   - Noté que lleva una lanza. – Azura comentó, viendo la pica que su acompañante llevaba en la espalda. – No me lo tome a mal, pero, por alguna razón, pensé que usted sería un espadachín.

   - En realidad, lo soy. – Ike aclaró. – Generalmente, mi arma de elección es la espada, pero, en el último trabajo que realicé, el cliente me pidió que utilizase esta lanza, la cual me permitió conservar. – paró un momento, la tomó con su mano derecha, y siguió caminando. – Nunca había manejado una lanza, pero no ha sido tan difícil como esperaba.

   - Creo que es un arma muy elegante. – la cantante admitió. – Entonces, en este momento, podríamos decir que usted es un lancero.

   - Por ahora sí. Aunque también cargo con mi espada, y un hacha que mi padre me obsequió, por si acaso. – había una pizca de nostalgia en su mirada. – Él también es un mercenario… era, porque ahora está semiretirado, y se quedó con mi madre y mi hermana menor en Gallia, mi país.

   - Eso explica por qué trae esa otra maleta, que se ve tan pesada. – sus ojos saltaron hacia el largo bolso que el mercenario llevaba en su hombro izquierdo. – ¿No se cansa de ir de un lugar a otro, con todas sus pertenencias, todo el tiempo?

   - No realmente. Recorro muchas naciones, conozco gente nueva, hago numerosos y variados trabajos, y soy dueño de mi tiempo. Eso me gusta. – enumeró.

   - Debe ser bastante emocionante llevar una vida así.

   - Al principio lo era, pero, como ya han pasado unos años desde que empecé a vivir así, dejó de ser algo tan glamoroso.

   - Es entendible. – asintió. – Lo único adverso que le veo a ese estilo de vida, es que no tiene un hogar al cual regresar cuando termina con sus misiones. – sus miradas se encontraron. – ¿No le gustaría tener un hogar, señor Ike?

   - … – reflexionó sus palabras. – Creo, señorita Azura, que un hogar no es necesariamente un espacio específico. Cualquier lugar del mundo es mi hogar, si así lo decido.

   - … Supongo que es una forma de verlo, y es bastante respetable. – le sonrió sutilmente. – Lo que me dijeron sobre usted, parece ser verdad. Antes de conocerle, sólo había escuchado de mercenarios agresivos e implacables, pero usted, aunque determinado, no parece ser así. ¡Es un mercenario extraordinario! – su sonrisa se hizo más grande.

   - … Gracias. – por alguna razón que no pudo identificar, sus sencillas palabras le provocaron un inusual cosquilleo en el pecho.

 

Nuevamente, avanzaron un trecho largo sin decir una palabra, deteniéndose ocasionalmente para consultar el mapa, y descansar por unos minutos. El sol ya se encontraba en el punto más alto del cielo, así que acordaron buscar un lugar para sentarse, comer un poco, y continuar cuando terminasen; afortunadamente, encontraron un amplio pináculo de piedra caliza que comenzaba a generar sombra.

   - ¿Cómo se siente, señorita Azura? – Ike le preguntó, mientras sacaba una cantimplora. – ¿El viaje no ha sido demasiado difícil para usted? – bebió un sorbo de agua.

   - Estoy bien. – ella respondió, después de haber saciado su sed con su propia cantimplora. – Es una distancia larga, pero no es el viaje más largo que he hecho.

   - ¿A dónde más ha ido?

   - Más bien, a dónde llegué. – de su equipaje, sacó una hogaza de pan. – Yo también provengo de otro reino, llamado Valla, que está significativamente lejos de aquí.

   - Una vez leí sobre ese lugar. – su semblante lucía confundido. – Pero pensé que nadie fuera de sus fronteras podía decir el nombre de esa nación, sin que ocurriera algo terrible.

   - Descuide, ése es sólo un mito que inventó un tonto rey que tuvimos hace muchos años. – partió un pedazo de pan con su mano derecha. – No es como que me pasará algo malo por decir Valla. – pausó un instante. – ¡Valla! ¡Valla! ¡Valla! – exclamó, mientras partía otro pedazo. – ¿Ya vio? Sigo aquí. – le ofreció el segundo trozo. – Tenga.

   - Gracias. – comió el pan, y lo tragó. – ¿Y por qué está en Jehanna?

   - Vine a probar suerte con el canto. – masticó el otro pedazo. – Había escuchado que este reino era un gran lugar para que bailarines y cantantes florecieran. Le conté a mi madre sobre mi deseo de ser cantante, me dio su bendición para que fuera a buscar mi destino, y por eso estoy aquí. – dio otro trago de agua. – Y, aunque me ha ido bien, ahora que conozco este país, hay algo más que quiero hacer.

   - ¿Comprar el teatro que comentó ayer?

   - Sí. Quiero comprar un viejo teatro que está en el centro del pueblo, y renovarlo. – asintió animadamente. – Pero ese teatro no sólo sería para presentar conciertos, obras de teatro, y espectáculos de todo tipo. – sus ojos parecieron hacerse más brillantes. – En ese lugar, podría enseñarles a los niños del pueblo sobre arte.

   - ¿Qué clase de arte?

   - ¡Toda clase de arte! Baile, canto, actuación, poesía, composición, música, incluso dibujo y escritura creativa. – enlistó emocionada. – Y todo sería gratis para los niños. Sustentaría ese programa con lo que generasen los espectáculos y rentas del teatro.

   - … – no pudo evitar sentirse impresionado con las claras y nobles metas que su acompañante había planeado.

   - ¿Sabe, señor Ike…?

   - Ike. – corrigió con prontitud. – Si lo prefiere, puede… puedes llamarme sólo Ike. Y, si estás de acuerdo, te llamaré sólo por tu nombre, Azura. – su mirada se suavizó un poco. – ¿Te parece bien?

   - Por supuesto… Ike. – le sonrió. – ¿Sabes, Ike? Siempre he pensado que el arte puede mejorar las vidas que toca, además de unir a aquellos que, de otra forma, nunca se hubieran conocido. – su semblante se tornó nostálgico. – Así fue como conocí a Leanne.

   - ¿Te importaría contarme?

   - Te contaré. – aclaró su garganta. – Un tiempo después de haber llegado a Jehanna, me sentía sola. Extrañaba a mi madre, y nunca he sido buena para hacer amigos, así que, perdida en mi tristeza, comencé a cantar mientras estaba recargada sobre la ventana de la habitación que rentaba en ese entonces, viendo hacia afuera. Era una noche de verano, y la ventana estaba abierta. – narró. – De repente, escuché un sollozo, saqué mi cabeza para ver quién estaba llorando, y me di cuenta de que el llanto provenía de una enorme ave de plumas blancas, que estaba en el techo, justo debajo de mi habitación.

   - ¡Leanne!

   - Así es. – siguió contando. – Le hice un gesto para que se acercara, voló hacia mí, entró a mi habitación, y le pregunté, sin esperar respuesta, por qué estaba llorando. – soltó una risita. – Seguro adivinarás lo grande que fue mi sorpresa cuando, con dificultad, el ave contestó que mi canción era hermosa, pero muy triste, y se “contagió” de mi tristeza.

   - ¿Los laguz pueden hablar, aunque estén transformados?

   - Leanne sí, al menos. No conozco otros laguz. – suspiró. – Luego, tomó su forma humana y, con su limitado vocabulario, me dijo su nombre, me explicó que era una laguz, y me pidió que fuéramos amigas, para que pudiéramos cantar juntas. – volvió a sonreír. – Acepté su propuesta, y se puso muy contenta. Cantó para mí en el idioma de las garzas, y su voz me impresionó.

   - ¿Cómo es el idioma de las garzas?

   - Es difícil de explicar o comparar con otro sonido, pero te aseguro que es muy hermoso. – aunque tenía una sonrisa en los labios, sus ojos lucían decaídos. – Leanne es muy querida para mí, y por eso, si el precio que debo pagar para rescatarla es gastar todos mis ahorros, lo haré gustosa. – sonaba determinada.

   - … Recuerda que te haré un descuento. Esta misión no te va a costar todos tus ahorros, Azura. – él intentó aligerar el ambiente.

   - ¡Jejeje! Es verdad. – suspiró aliviada. – ¡Gracias, Ike!

   - Todavía no he hecho nada. – señaló con humildad. – Agradéceme hasta que encontremos y rescatemos a tu amiga.

   - ¡Sí! – alzó su mirada al cielo. – Resiste un poco más, Leanne. Muy pronto te salvaremos. – susurró esperanzada.

   - … – volvió a sentir ese cosquilleo en el pecho, con un poco más de fuerza.

 

Tras terminar su almuerzo, siguieron avanzando por el desierto, ya con el sol acuestas, por momentos en silencio, y por momentos conversando de trivialidades, como anécdotas relacionadas a sus trabajos, gente interesante que habían conocido en el pasado, información personal básica, como sus edades y fechas de cumpleaños, así como sus gustos culinarios; se sorprendieron al enterarse que Ike sólo era unos meses mayor que Azura, con él habiendo nacido en octubre, y ella en marzo, teniendo, respectivamente, diecinueve y dieciocho años.

 

Cuando la luz de la tarde empezaba a agonizar, el lancero y la cantante acordaron establecer un campamento, ya que, en el desierto, la temperatura descendía drásticamente en la noche, sobre todo en invierno, por lo que no era recomendable viajar después de la puesta del sol. Buscaron un buen lugar para armar sus tiendas de campaña, y encender una fogata para cenar algo caliente.

 

A una hora prudente, la doncella de ojos dorados se despidió de su acompañante por esa noche, entró a su tienda de campaña, y se dispuso a dormir todo lo que pudiera; él siguió su ejemplo un rato después, apagando la fogata con un poco de la abundante arena que había a su alrededor, para concluir el primer día del viaje.

 


 

La noche transcurrió sin sobresaltos, con cada uno de los viajeros durmiendo en sus respectivas tiendas de campaña.

 

Cuando los rayos del sol comenzaban a salir por el este, Azura, todavía vistiendo la ropa que había portado la jornada anterior, despertó revitalizada, peinó su desastroso cabello matutino, sacó una olla pequeña que llevaba en su equipaje, vertió un poco de agua en ella, salió de la tienda de campaña y, usando su magia con cuidado, encendió la fogata nuevamente, colocando la olla sobre una rejilla alta que Ike había dejado ahí la noche anterior; mientras esperaba a que el agua hirviera, empezó a cantar, a bajo volumen, una canción romántica.

 

El sutil sonido de su voz llegó hasta la tienda de campaña que seguía ocupada. Ahí, Ike, en un estado intermedio entre estar dormido y despertar, escuchó una encantadora melodía que decía que el sol brillaba a través de la lluvia; unos segundos después, finalmente despertó, inquieto porque la música de la última parte de su sueño seguía sonando. Ataviado con el mismo atuendo que había vestido el día anterior, el cual no se había quitado para dormir, salió de su tienda de campaña, determinado a localizar de dónde venía ese precioso sonido; para su buena suerte, lo encontró muy cerca de él.

   - Wow. – al ver que era Azura quien cantaba, susurró para sí mismo.

   - ¿Eh? – el fino oído de la cantante le avisó que ya no estaba sola, haciéndola voltear. – ¡Ah! ¡Buenos días, Ike! – señaló la fogata. – Estoy hirviendo agua, para que tomemos una bebida caliente antes de continuar con nuestra travesía. Descuida, hay suficiente agua para ambos. – le sonrió. – ¿Quieres un café, o prefieres un té?

   - … Buenos días, Azura. – no terminaba de salir de su asombro. – Qué hermoso cantas. – le habló con absoluta sinceridad.

   - … Oh. – sintió cómo el rubor invadía su rostro. – Te desperté, ¿verdad? ¡Lo siento! ¡No fue…!

   - ¡No! – negó con la cabeza. – No me despertaste. Es que… no te había escuchado cantar. – inconscientemente, acarició su mejilla derecha, como siempre lo hacía cuando algo le daba pena. – Tu voz es maravillosa, y ahora entiendo por qué eres una cantante. – le sonrió suavemente. – Tienes un talento muy especial.

   - … – su sonrojo sólo aumentó. – Gracias, Ike. – le devolvió la sonrisa. – Aunque soy una profesional, muy rara vez alguien me hace un cumplido así de genuino. – sus ojos resplandecieron. – ¡Muchas gracias!

   - No… no me agradezcas. – con una pizca de rojo salpicando sus mejillas, aclaró su garganta. – Entonces… estás hirviendo agua.

   - … ¡Sí! – asintió. – Voy a tomar un té. ¿Quieres acompañarme?

   - Tomaré un café negro. Gracias.

 

En silencio, el lancero bebió una taza de café, y la cantante, una de té verde con frambuesa. Mientras las cálidas infusiones recorrían sus gargantas, ambos empezaban a ser conscientes de un hecho que, si se descuidaban, podría volverse peligroso: se gustaban física y emocionalmente.

 

Azura se sentía cautivada por su sinceridad y su amabilidad, sin mencionar que sus ojos cerúleos, aunque casi siempre con una mirada seria, eran cálidos y atrayentes, como un tranquilo lago; por su parte, Ike estaba fascinado por su preciosa cara, su brillante cabello, sus resplandecientes ojos dorados, su gentil corazón, y su dulce voz.

 

Sin embargo, en lo individual, sabían que, una vez que rescatasen a Leanne, se separarían, él volvería a recorrer el mundo, ella se quedaría en el pueblo, y no volverían a verse. Esa verdad los entristecía, pero no tenía caso lamentarse por el futuro; todavía les quedaba cerca de día y medio de viaje, más el tiempo que les tomase encontrar a la laguz, así que, aunque fuera por un breve periodo, preferían alegrarse por la oportunidad de estar juntos, y conocerse mejor.

 

Notes:

Algo está floreciendo en el desierto 👀

¡Nos vemos en el próximo capítulo!

Chapter 3: Cuidado

Summary:

Una herida no siempre tiene consecuencias negativas.

Notes:

¡Te doy la bienvenida a este capítulo! ¡Muchas gracias por tu apoyo!

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Habiendo terminado de desmontar el campamento, los viajeros continuaron por la ruta más segura y rápida que su mapa les ofrecía para llegar a la capital de Jehanna sin dificultades. El cielo estaba ligeramente nublado, lo que ayudó a que su paso pudiera acelerarse un poco más y, así ganar tiempo.

 

Durante el camino, sintiendo más confianza y atracción mutua, el lancero y la cantante continuaron conversando de toda clase de temas, yendo desde historias sobres sus familias, hasta relatos legendarios de sus respectivos países. Era claro que, pese a que tenían menos de una semana de haberse puesto en contacto por primera vez, ambos estaban interesados en conocerse mejor, incluso sabiendo que, probablemente, no volverían a verse tras cumplir el objetivo que los había unido.

 

Para sorpresa de ambos, el día avanzó a gran velocidad, con pocas y rápidas paradas para descansar y comer.

   - Si nos apresuramos, esta noche podríamos acampar muy cerca de la capital, y entraríamos ahí antes de que amanezca. – Ike comentó, notando que faltaba mucho menos de lo que había calculado para llegar a su destino.

   - Eso estaría muy bien, aunque, ¿no sería mejor avanzar durante la noche, y entrar a la ciudad en la madrugada? – Azura sugirió.

   - Podría ser, pero también necesitamos descansar. – señaló. – Después de todo, cuando lleguemos a la capital, tendremos que investigar dónde vive Oliver, y si es que Leanne está ahí. – sus miradas se encontraron. – Aún tenemos mucho por hacer.

   - ¡Es cierto! No lo había considerado. – suspiró. – En ese caso, hagámoslo como tú propones. – le sonrió. – Tú eres el experto.

   - … Más o menos. – respondió, halagado por su cumplido.

 

Siguieron avanzando, a veces en silencio, y a veces platicando, por un tiempo indeterminado. Cuando faltaba cerca de una hora y media para el atardecer, los viajeros se encontraron con la primera señal de vida que habían visto en todo su recorrido: una larga serpiente de anillos negros y blancos.

 

Al principio, trataron de ignorar su presencia, caminando como si no estuviera ahí; sin embargo, el reptil continuaba arrastrándose de manera paralela a ellos, cosa que incomodó particularmente al lancero.

   - Calma, Ike. – Azura le habló en voz baja, notando que estaba tenso. – Ya había visto una serpiente como ésta antes. Se llama serpiente real común, y no es una especie venenosa.

   - ¿Cómo lo sabes?

   - Una vez vi a Leanne, transformada en garza, comiéndose una de ésas. Ella me explicó que los laguz garzas podían comer serpientes, pero sólo si no eran venenosas, así que ella lo confirmó. – le contó. – Recuerdo que sus anillos eran iguales a los de ésta.

   - Tal vez, pero no deja de ser un animal peligroso. – observó que la criatura continuaba siguiéndolos. – Además, sin importar si es venenosa o no, seguro es igual de escurridiza que cualquier otra especie. Esta cosa podría meterse a una de las tiendas de campaña, e intentar ahorcarnos, o cortarnos la circulación en una pierna o brazo, hasta hacerlos gangrenar. – su respiración se agitaba

   - Ike, eso no… – vio cómo, lentamente, tomaba su lanza. – ¡¿Qué haces?! ¡Espera! ¡No vayas a…!

   - ¡Muere, serpiente! – por puro impulso, el mercenario apuntó a la cabeza del animal, fallando en darle el golpe mortal. – ¡Maldita sea! – vio cómo el reptil saltó del susto, abrió su hocico para defenderse, y mordió la parte inferior de su pantorrilla derecha, la cual, por el tipo de pantalón que vestía, estaba expuesta. – ¡Agh! – la fuerza de la mordida lo hizo caer de rodillas.

   - ¡Ike! – la cantante, desesperada, conjuró una flama verde, lanzándola hacia la serpiente. – ¡Fuera de aquí! ¡Vete ya, por favor!

 

Tras ver que la criatura reptó a toda velocidad para alejarse de ellos, Azura, en una voz firme, le pidió a Ike que se acostase en la arena, para que fuera más fácil para ella observar su pierna, solicitud que cumplió en el instante. Con cuidado, inspeccionó su herida, la cual estaba sangrando, y se había inflamado un poco; rápidamente, de su equipaje, tomó un poco de agua limpia, un par de bolitas de algodón, y una gasa limpia, para curar la mordida.

   - ¡¿En qué demonios pensabas?! ¡Jamás debes enfrentarte así a una serpiente, no importa si no es venenosa! ¡No vuelvas a hacer eso, por favor! – la doncella de ojos dorados lo reprendió severamente, mientras limpiaba la mordida, con un algodón humedecido. – Tuviste mucha suerte de que la serpiente fuera una serpiente real común. – tomó la gasa, y comenzó a envolver su peluda pantorrilla. – De haber sido una serpiente coralillo, o una víbora de cascabel, ya estarías muerto. – su respiración indicaba que estaba luchando para contener las lágrimas. – ¡Eres… eres un tonto! – terminó de envolver su herida, y sollozó en voz baja.

   - … – levantó su cabeza, sintiendo una enorme culpa al escuchar su llanto. – Lo soy. Soy más que un tonto. Soy un idiota. – su voz reflejaba su sentir. – Lo lamento mucho, Azura. No era mi intención que esto pasara. Ni la mordedura, ni hacerte llorar, ni provocar que nos retrasemos en llegar a la capital. – se enderezó, para sentarse y verla a los ojos.

   - … – sus miradas se encontraron. – Sé que no era tu intención, pero las tres cosas sucedieron de todos modos. – tratando de calmarse, suspiró profundamente. – Lo importante es que, aunque herido, estás vivo. La herida podría dolerte y seguir inflamada por un par de días. Quizá te quede una cicatriz pequeña en la pantorrilla, pero será todo. Vas a estar bien.

   - … – alzó sus palmas y, delicadamente, secó las lágrimas que quedaban en sus ojos y mejillas. – Si estaré bien, será gracias a ti. Gracias por haber atendido mi herida con tal prontitud y cuidado. Lo recordaré por siempre. – sus palabras filtraban humildad y gratitud genuinas. – De verdad, muchas gracias.

   - … – se sorprendió de lo cálidas que eran sus manos. – De nada, Ike. – suspiró, y se puso de pie. – Ahora, hay que buscar un lugar para acampar esta noche. Así como estás, no será posible avanzar más, y no falta mucho para el anochecer.

   - No creo que… – se levantó, y dio un par de pasos. – ¡Ouch! – sobó la zona cercana a su herida.

   - ¿Aún duele mucho?

   - Algo.

   - … – vio a su alrededor, y encontró una superficie plana, similar a la que habían utilizado la noche anterior, a una distancia relativamente corta. – ¿Crees que, si te ayudo a caminar, puedas llegar hasta allá? – señaló el punto al que se refería.

   - No está lejos. – asintió. – Vamos.

   - Vamos. – tomó su brazo derecho, y lo puso sobre sus hombros, para que, con su pierna izquierda, pudieran avanzar hasta allá.

 

Despacio, los viajeros caminaron hasta el espacio que habían escogido y, al llegar, la cantante le pidió al lancero que se quedara sentado, cuidando los equipajes, mientras ella armaba las tiendas de campaña, orden que, al no tener más alternativa, obedeció sin objetar. Cuando terminó, usando su magia, la doncella encendió una fogata y, para la cena, cocinó un platillo de carne seca, tomate deshidratado, y una pizca de pimiento en polvo.

   - Muchas gracias por la cena. – Ike asintió, sosteniendo su plato vacío.

   - Gracias a ti, por traer esa carne. – Azura recogió su plato. – Ahora, por favor, tómate esto. – le mostró una pequeña pastilla blanca. – Te ayudará con el dolor.

   - Gracias. – tomó la pastilla, la puso en su boca, dio un sorbo de agua, y la tragó. – Listo.

   - ¡Muy bien! Si el dolor persiste, te daré otra en la mañana. – con una mezcla de agua y jabón, empezó a lavar las vasijas que utilizaron para la cena.

   - Yo puedo lavar los platos. – le ofreció. – No me duelen las manos.

   - … Está bien. – le sonrió sutilmente, y le entregó la olla, los platos, los tenedores, y la pala de madera que usó para mezclar los ingredientes, así como la mezcla de agua y jabón. – ¡Gracias!

   - Gracias a ti. – le devolvió el gesto, y empezó a trabajar.

 

Un rato después, cuando la temperatura comenzó a descender, la doncella de ojos dorados y el joven de cabello cerúleo apagaron la fogata, y se despidieron por esa noche; sin embargo, cuando estaba terminando de prepararse para dormir, la intuición de la muchacha le decía que, probablemente, su acompañante no estaría muy cómodo ahí.

   - Ike, ¿puedo entrar? – Azura, ya sin su velo y la media que adornaba una de sus piernas, preguntó a la entrada de su tienda de campaña. – Vine a dejarte una almohada.

   - Pasa. – respondió, y ella lo obedeció, encendiendo una minúscula flama con su mano libre para poder ver con claridad.

   - Gracias. – observó que él ya se había recostado, sobre su espalda, y sin una manta que lo cubriera, además de que ya no portaba la banda de su cabeza, su capa, ni el adorno que llevaba en su cintura. – ¿No usas una cobija?

   - No, hoy no.

   - Está bien. – le ofreció la almohada. – Usa esto para dejar en alto tu pantorrilla durante la noche. Quizá eso ayude a que te recuperes más rápido.

   - Tal vez sí. – tomó la almohada, y la acomodó debajo de su pierna derecha. – Gracias. – aunque había una educada sonrisa en sus labios, sus ojos seguían reflejando molestia.

   - … ¿Te gustaría oírme cantar? – pensó en la única cosa que podía hacer para distraerlo del dolor.

   - … ¡Por supuesto! – la mera sugerencia pareció aligerar su dolencia.

   - ¡Magnífico! – sonrió encantada, y se sentó a medio metro de él. – Esta canción se llama…

 

Su dulce voz entonó una tranquila melodía, haciendo que el lancero, lentamente, empezara a relajarse, olvidándose de su constante aflicción, hasta que cerró los ojos, y sucumbió al sueño; sin darse cuenta de lo que había logrado, la cantante, por el cansancio acumulado de ese día, fue víctima de su propio talento, comenzando a perder la conciencia mientras su canto se hacía más inteligible, a la vez que la flama que tenía en su palma se extinguía, apagándose por completo cuando, profundamente dormida, ella terminó recostada sobre su costado.

 


 

No habían pasado ni dos horas cuando, todavía dormido, la mano derecha del lancero encontró, tras haberse estirado, algo que se sentía agradable, suave, y cálido; esa inusual sensación fue suficientemente fuerte para hacerlo despertar.

   - “¿Qué…?” – el adormilado joven pensaba, mientras volvía en sí, cuando notó, gracias a la luz lunar que se filtraba por su tienda de campaña, qué era lo que estaba tocando. – “¡Ah!” – al instante, soltó un discreto jadeo y, todavía adolorido, salió de ahí tan rápido como pudo, sobando su herida. – “¡Estaba tomando la mano de Azura!” – sintió cómo el calor se agolpaba en su rostro y orejas. – “¡Azura estaba durmiendo a mi lado! Probablemente, mientras cantaba para mí, se quedó dormida sin darse cuenta.” – asintió con desesperación. – “¡Sí, eso fue lo que pasó! ¡Seguro fue un accidente!” – en el silencio nocturnal, podía escuchar sus agitados latidos. – “Pero, de todos modos… ésta es una situación escandalosa.” – tragó saliva y suspiró, todavía sobresaltado. – “Azura es mi clienta y, pese a que me agrada bastante, no es apropiado que interactuemos de esa manera. La profesionalidad es lo que distingue a los mercenarios confiables de los que no lo son.” – con su mano izquierda, acarició su palma derecha. – “Aunque… me es imposible negar que fue un momento muy placentero y, objetivamente, no hicimos nada cuestionable. Ambos estábamos dormidos, y sólo tomé su mano. Fue todo lo que pasó. No toqué alguna otra parte de su cuerpo, ni hice algo indecente. Entonces… ¡¿por qué me siento así?!” – cerró su puño, y soltó un frustrado gruñido.

 

Su exclamación fue lo suficientemente sonora para despertar a quien todavía yacía en la tienda de campaña. La doncella abrió sus ojos dorados y recordó lo que estaba haciendo antes de sucumbir al sueño, sintiéndose un poco avergonzada por haberse dormido mientras cantaba para su acompañante herido… a quien encontró, cuando asomó su cabeza por la entrada de la tienda de campaña.

   - ¿Ike? – ella le preguntó, mientras lo veía de espaldas.

   - ¡Azura! – giró para verla, notando que su largo cabello celeste estaba un poco despeinado. – Lo siento, te desperté. – puso su mano derecha detrás de su nuca.

   - No, yo lo siento. – al acercarse a él, la luz lunar hacía notar que sus mejillas se habían tornado rojizas. – No quería quedarme dormida en tu tienda de campaña, pero estaba muy cansada y…

   - No necesitas disculparte. – le aseguró al instante. – Sólo habías pasado a dejarme una almohada y, cuando viste que todavía seguía adolorido, quisiste ayudarme a sentirme mejor, cantándome una canción. – asintió con lentitud. – Esto pasó por mi culpa.

   - No fue culpa de nadie. Ha sido un día muy largo, y es normal que estuviéramos cansados. – suspiró, y bajó su mirada hacia la pantorrilla derecha del lancero, todavía vendada. – Hablando de eso, ¿cómo sigues?

   - Ya casi no duele. – bajó su mano para acariciar el punto exacto donde se localizaba la herida. – Seguro para mañana en la mañana estaré restablecido por completo. – soltó una casi silente risa. – Y, con toda sinceridad, creo que tu canto fue lo que más me ayudó. – sus orejas estaban en llamas, y ese particular cosquilleo en el pecho volvió a manifestarse.

   - … – sus palabras hicieron que el rubor volviera a salpicar su rostro. – Me alegra mucho haber podido ayudar. – le ofreció una complacida sonrisa. – Siendo ése el caso, seguiré ayudándote.

   - ¿Eh?

   - Por favor, vuelve a tu tienda. – insistió gentilmente. – Me quedaré afuera, y cantaré para ti un poco más.

   - ¿Qué? ¡No! – negó con la cabeza. – ¡No puedo permitir que te quedes afuera! ¡Podrías volver a quedarte dormida! – sintió el toque del viento sobre sus brazos. – Además, ya empieza a hacer frío.

   - ¿Entonces no quieres que cante más para ti?

   - … Sí quiero que cantes, pero no en esas condiciones. – dio un suspiro profundo. – ¿Tendrías inconveniente en… quedarte conmigo esta noche? – su voz era casi un tímido susurro.

   - Ningún inconveniente. Y no veo por qué debería haberlo, porque sólo voy a cantar un poco más, y dormiremos lo que resta de la noche. – respondió con seguridad, sorprendiendo a su interlocutor. – Ven, entremos ya. – hizo un gesto con su mano para que la siguiera, y regresó al interior de la tienda de campaña.

   - … Me parece bien. – contestó, anonadado por su determinación, o extrema inocencia, no estaba seguro de cuál de las dos era.

 

Guardando casi un metro de distancia entre ellos, la cantante y el lancero se recostaron boca arriba, casi llegando a los extremos de la no tan amplia tienda de campaña. Él le prestó la cobija que no iba a usar esa noche, y ella se aseguró que mantuviera su herida sobre la almohada que le había traído un poco antes. Envueltos en la oscuridad nocturnal, Ike y Azura se despidieron por el resto de la noche, y ella, en voz baja, comenzó a cantar una serena balada; como la última vez, ambos cayeron rendidos en unos minutos, sin hacer un escándalo por estar durmiendo en el mismo lugar, ahora de manera consciente, a unos centímetros de distancia.

 


 

Al amanecer, la doncella fue la primera que despertó, apreciando cómo el joven de cabello cerúleo seguía dormido. En silencio, notó lo tranquilo que lucía en ese estado, sintiéndose enternecida al ver cómo ese formidable mercenario descansaba. Tras la encantadora primera vista del día, sigilosamente, se estiró, salió de la tienda, y repitió la rutina que había realizado la mañana anterior, no sin antes peinar su descontrolado cabello matutino.

   - Buenos días, Azura. – el lancero, caminando mucho mejor que el día anterior, se acercó a ella, mientras seguía hirviendo agua para sus bebidas. – ¡Mira, ya estoy bien!

   - ¡Buenos días, Ike! – la cantante respondió animada. – ¡Déjame inspeccionar! Siéntate, por favor. – ambos tomaron asiento, y ella desenvolvió su vendaje. – ¡Sí! Tu pantorrilla ya está desinflamada, y parece que tu herida ha iniciado a cicatrizar. – sus miradas se encontraron, y le sonrió. – ¡Qué maravilla!

   - Muchas gracias por todos tus cuidados. – sus ojos eran sinceros y agradecidos. – Mi recuperación fue casi instantánea gracias a ti. Y, por esa razón, ya estoy listo para continuar con el viaje. – asintió. – Estamos muy cerca. Quizá podamos llegar a la capital antes del mediodía.

   - ¡Fantástico! Pero no necesitas agradecerme. No hice nada extraordinario. – soltó una risita nerviosa, y contempló que el agua ya estaba lista. – ¿Café o té?

   - Café negro, por favor.

 

Tras haber tomado sus cálidas infusiones, desmontar el campamento, y prepararse para retomar el camino, Ike y Azura, siguiendo la ruta que el mapa que llevaban les indicaba, comenzaron a caminar a paso acelerado, cubriéndose del brillante y ardiente sol del desierto. Conforme avanzaban, diferentes señales de civilización empezaban a aparecer en su trayecto, hasta que, finalmente, entraron a la capital de Jehanna, cerca de las once de la mañana.

 

La primera fase de la misión para rescatar a Leanne había terminado; ahora, el lancero y la cantante debían iniciar la segunda fase, consistente en localizar la mansión de Oliver, confirmar que la laguz estaba retenida en ese lugar, infiltrarse ahí para rescatarla, y liberarla. Sabían que no sería fácil, pero debían hacerlo; después de todo, ya habían completado la primera mitad de la encomienda y, por su determinación, nada los detendrían hasta que cumplieran su cometido.

 

Notes:

La serpiente real común es una especie real que, como lo dije en el fic, no es venenosa 🐍

¡Ya vamos a la mitad! ¡Nos vemos pronto! 💖

Chapter 4: Planeación

Summary:

La inteligencia es la más poderosa arma.

Notes:

¡Te doy la bienvenida a este capítulo! ¡Muchas gracias por tu apoyo!

¡Disfrútalo!

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Como era de esperarse, la capital de Jehanna era una ciudad enorme y sobrepoblada, habitada por gente de todos los niveles socioeconómicos, con notorias discrepancias entre las zonas más acaudaladas, y los barrios más humildes. Y fueron esos mismos contrastes los que ayudaron a que el lancero y la cantante pudieran ubicar la más probable localización de la mansión de Oliver.

 

Llegaron a un bonito vecindario, hacia el suroeste de la ciudad, en el cual se erigían fastuosas residencias que, por su tamaño y esplendor, podían confundirse con pequeños palacios, todas formando una fila que parecía no tener fin. Hacia el este de ese elegante sector, había un amplio mercado, en el cual se ofrecían toda clase de bienes de lujo, traídos desde los rincones más recónditos del mundo, disponibles para quienes pudieran pagarlos.

   - Los empleados de quienes viven por aquí, seguro acuden a este mercado para comprar artículos como carne fresca e ingredientes finos. – Ike señaló, casi susurrando, mientras se adentraban a ese lugar. – Es probable que alguien por aquí conozca a Oliver, o a alguno de sus sirvientes. Si es así, podremos averiguar en cuál de todas esas mansiones vive, e investigar si Leanne está ahí. – los ojos azules se encontraron con los dorados. – Hay que separarnos, para intentar conseguir algo de información.

   - ¿Y cómo puedo conseguirla? – Azura le preguntó, algo ansiosa. – No creo que pueda ir por ahí preguntando “¿sabes cuál es la mansión del Duque Oliver?”, sin parecer sospechosa.

   - Obviamente no. – algo de lo que dijo, le pareció adorable. – Escucha a tu alrededor, y presta atención a las personas en el entorno. Casi siempre, la gente podrá darte información sobre ellos con algo simple y que está a la vista, como su apariencia o sus compras. – le sonrió. – No tengas miedo. Sé que vas a hacerlo muy bien.

   - ¡Gracias! – ella reflejó su gesto. – ¿A qué hora nos reuniremos para compartir nuestros hallazgos?

   - En una hora, en la fuente que tiene forma de peces. Pasamos por ahí hace un rato. ¿La recuerdas?

   - Sí. – asintió con seguridad. – ¡Mucha suerte!

   - Igualmente. – también asintió, y ambos tomaron diferentes direcciones.

 

La doncella de mirada dorada, recordando lo que su acompañante le dijo, trató de filtrar las múltiples voces que se escuchaban en el mercado. Cuando se detuvo en un puesto de frutas importadas, entre las que se destacaban manzanas, duraznos, fresas, y naranjas, vio llegar a una joven mujer de cabello rosado, recogido en una larga coleta, cuyo semblante lucía preocupado. Para intentar pasar desapercibida, se puso a seleccionar unas pocas piezas de fruta.

   - ¡Buenas tardes, Felicia! – la amable mujer que atendía el puesto la saludó. – ¡Qué inusual verte a esta hora! Pensé que no vendrías hoy.

   - ¡Hola! Sí, se me hizo un poco tarde. El jefe está furioso, y apenas hace rato, se calmó un poco. – le respondió algo estresada.

   - ¿Y qué aqueja a Lord Oliver hoy? ¿Una de sus esculturas tiene una grieta? – la vendedora soltó una risita.

   - … – Azura escuchó atentamente lo que estaba por salir de la boca de la chica.

   - Ojalá. – suspiró decaída. – ¿Recuerda que le conté que ha estado cortejando a una mujer llamada Sonia? Es muy hermosa, pero parece que no cede ante la insistencia del jefe.

   - Sí, lo recuerdo.

   - Bueno, mañana dará una fiesta en honor a ella, por su cumpleaños. Él espera que, por fin, ella lo acepte y, en unos meses, pueda desposarla. – señaló una manzana roja, y alzó los tres dedos centrales de su mano derecha tres veces, indicando que quería nueve piezas. – El jefe se ha esmerado mucho en esto. ¡Incluso le consiguió regalos muy exóticos, como un cuervo y una garza que se pueden convertir en humanos!

   - … – los ojos de la cantante resplandecieron al confirmar que sus sospechas sobre el paradero de Leanne eran reales.

   - El problema es que… – recibió una bolsa con nueve manzanas. – ¡Gracias! El problema es que, esta mañana, la persona que cantaría en la fiesta del jefe, vino a la mansión a cancelar su participación, porque le dio un terrible resfriado, y se quedó afónica.

   - ¡Ya veo por qué Lord Oliver estaba tan molesto! ¿Y qué harán ahora?

   - Pues…

   - Disculpe, señorita… – la doncella de cabello celeste, con una amable sonrisa en el rostro, tocó el hombro de la sirvienta. – No fue mi intención escuchar su predicamento, pero le agradará saber que tengo una solución para el problema de su jefe.

   - ¿Eh? – volteó. – Disculpe, ¿quién es usted?

   - Mi nombre es Aqua, y soy cantante. – hizo una pequeña reverencia. – Sé que es muy atrevido de mi parte, pero siempre he admirado a Lord Oliver, y me encantaría trabajar para él, especialmente en un evento tan importante.

   - Es muy amable, señorita Aqua, pero…

   - ¡Trabajaría gratis! – exclamó con falso entusiasmo.

   - … ¿Gratis?

   - ¡Por supuesto! ¡Y por todo el tiempo que necesite! – asintió animada. – No podría permitir que la fiesta que Lord Oliver ha organizado con tanto esmero se arruine por no contar con alguien que cante, especialmente si yo misma puedo evitarlo.

   - … Es que…

   - Sé que no está convencida, pero le mostraré mi canto. – dio un suspiro, y comenzó a cantar una canción que hablaba sobre las grises olas del mar.

 

Felicia, impresionada por el maravilloso canto de la “señorita Aqua”, entendió que tenía una gran oportunidad frente a ella: una cantante de magnífica voz, ofreciendo sus servicios gratuitamente, para salvar el importante evento de su exigente jefe. Llevar a esa joven dama a la fiesta podría significar que la estima que Oliver sentía por ella creciese y, de igual forma, sus oportunidades de ascender entre los sirvientes de su mansión.

   - … Está bien, señorita Aqua. Me ha convencido. – al ver que podía sacarle provecho a esa situación, la muchacha de cabello rosa finalmente cedió. – Estoy segura de que Lord Oliver estará encantado de que alguien tan talentosa y desinteresada como usted, amenice la fiesta que ha organizado tan meticulosamente para Lady Sonia. – de su bolso, sacó una pequeña hoja de papel y un lápiz, anotando algo ahí. – Ésta es la dirección de Lord Oliver. La fiesta arrancará mañana a las seis de la tarde, pero usted debe venir dos horas antes, para que conozca el escenario que utilizará. En el itinerario, se estima que la participación del entretenimiento iniciará a las siete y media, y concluirá a las nueve, para continuar con el postre. – le entregó el papel. – Busque la puerta de servicio, que es la de la cocina, ya que ésa sólo se puede abrir por adentro y, cuando llegue, pregunte por mí, Felicia.

   - ¡Muchísimas gracias por la oportunidad, señorita Felicia! – hizo una amplia reverencia. – ¡Le prometo que no decepcionaré a nadie!

   - Confío en usted. – le sonrió, pagó las manzanas que había pedido, y se fue muy contenta de ahí. – ¡Nos vemos mañana!

   - … ¡Nos vemos mañana! – la cantante vio cómo se iba alejando, y giró su rostro hacia la vendedora de fruta, con una gran sonrisa en los labios. – ¡Me llevaré esta canastilla de fresas, por favor! – guardó la dirección de la mansión, y sacó un poco de dinero. – ¡Tenga!

   - Gracias, señorita. – la mujer recibió el pago, y la doncella se fue de ahí.

 

Unos veinte minutos después, acercándose a la fuente con forma de peces, Ike, con un semblante serio, notó que Azura ya lo estaba esperando, con una canastilla de fresas en la mano izquierda; cuando sus miradas se encontraron, ella, con innegable alegría en su rostro, corrió hacia él y, para su sorpresa, lo rodeó con sus brazos.

   - ¡Ah! – el lancero, sonrojándose ligeramente, exclamó en voz baja. – ¿Qué…?

   - La encontré. – casi susurrando, la cantante declaró. – La encontré. ¡La encontré! – apoyando su cabeza contra su pecho, comenzó a sollozar.

   - … – no tenía idea de qué significaban esas lágrimas, pero, presintiendo que eso podría consolarla, le devolvió el abrazo. – Tranquila, Azura. No llores, por favor. No me gusta verte llorar, no importa la razón.

   - Lo… lo siento. – se soltaron, para verse a los ojos. – Es que… ¡estoy muy feliz! – suspiró para calmarse. – Pero no es seguro hablar de eso aquí. – limpió las lágrimas que quedaban en sus ojos. – Vayamos al centro de la ciudad. Ahí podré expresarme mejor. – impulsivamente, lo tomó de la mano, y empezaron a caminar.

   - … Sí. – ser consciente de que estaban tomados de las manos, le impidió decir algo más.

 

Caminaron juntos por unos minutos, hasta que llegaron a un pequeño parque, en el cual crecían árboles oriundos de la región, resistentes a la sequía y al calor; los viajeros se sentaron a la sombra de uno de éstos y, mientras compartían la canastilla de frutos rojos, la doncella de ojos dorados le contaba al joven de cabello cerúleo todo lo que había averiguado y logrado.

   - … Y así está la situación actual. – Azura terminó de explicarle.

   - … – masticó y tragó la fresa que tenía en la boca. – Ya veo. Esto significa que Leanne debe estar a salvo, y llegamos justo a tiempo para rescatarla. – le sonrió orgulloso. – Te felicito por haber confirmado quién la secuestró, en dónde se encuentra, y cuánto tiempo tenemos para actuar. – sus ojos azules la veían con una profunda admiración. – Incluso encontraste la forma de infiltrarnos ahí, a una hora en la que podría ser fácil hacerlo. – asintió, y puso su mano derecha sobre su hombro. – ¡Eres excepcional, Azura!

   - … – una humilde sonrisa se dibujó en sus labios, adornada por una pizca de rubor en sus mejillas. – Muchas gracias por tus palabras, pero sólo tuve mucha suerte. De no haber sido porque esa chica se puso a conversar con la vendedora de frutas, no me hubiera enterado de nada de esto. – su mirada filtraba gratitud. – Logré esto cuando hice lo que me sugeriste hacer. ¡Gracias!

   - ¡Yo no hice nada! – negó efusivamente con sus manos. – Tú encontraste toda la información, y tú convenciste a la sirvienta de Oliver que te dejara trabajar en la fiesta. El mérito es tuyo.

   - … Supongo que tienes razón. – suspiró complacida, y comió la última fresa que quedaba.

   - Ahora, necesitamos planear cómo vamos a realizar el rescate. – se puso de pie. – Por suerte, tenemos todo lo que resta del día, y parte del de mañana, para hacerlo, pero, primero, debemos conseguir hospedaje. – le ofreció su mano para ayudarla a levantarse. – Sería muy sospechoso que llegues a la fiesta con todo tu equipaje.

   - Es cierto. – tomó su mano, y se paró. – También necesito un atuendo elegante para “trabajar”, pues no traje ropa lo suficientemente bonita. ¡Y también necesito un baño!

   - Ambas cuestiones se pueden arreglar fácilmente. Empecemos con tu vestuario para la fiesta. Vamos. – comenzaron a moverse hacia el distrito comercial de la capital, inadvertidamente tomados de las manos.

 

El lancero y la cantante llegaron a una elegante boutique, repleta de toda clase de vestidos y conjuntos únicos. Unos minutos después de inspeccionar la tienda, la doncella de cabello celeste encontró uno que llamó su atención, y le pareció el indicado para la ocasión: un elegante vestido violeta oscuro, ceñido al cuerpo, con una larga y amplia falda, decorado con aplicaciones doradas y magenta oscuro, así como listones ligeramente más claros, que iban desde la parte inferior de su busto, hasta su cadera. El vestido incluía un par de largos guantes del mismo color, un velo para cubrir su cabeza y, la pieza que consideraba la más importante de todo el conjunto: un segundo velo, más pequeño, que le permitiría cubrir su nariz y boca.

   - También voy a necesitar una media larga, como la que estoy usando, pero en el color del vestido, por favor. – Azura indicó amablemente a la empleada que estaba ayudándola.

   - ¡Claro que sí, señorita! Aunque sólo las vendemos en pares. ¿Está bien para usted?

   - Está bien. – asintió. – Y también quería saber si, de casualidad, tienen un atuendo que se parezca un poco al vestido que voy a comprar, pero para hombre.

   - ¿Qué? – Ike, que estaba a lado de ella, se sorprendió por su pregunta.

   - Veré qué opciones hay. – le aseguró. – Volveré enseguida con lo que solicitó. – se retiró de ahí.

   - ¡Gracias!

   - ¿Para qué quieres un traje que combine con tu vestido? – el lancero cuestionó.

   - ¿Acaso no lo adivinas? – soltó una risita. – ¡Es un conjunto para ti!

   - … ¿Para mí? – se apuntó con su índice derecho. – ¿Por qué?

   - Porque tú serás mi asistente, obviamente. – le sonrió confiada. – Las grandes cantantes no pueden ir solas a sus presentaciones, y sus asistentes deben verse a la altura. – volvió a reír. – Necesito que alguien se encargue de mis pendientes mientras estoy trabajando, y sé que ésa es tu especialidad. – le guiñó el ojo derecho.

   - … Así es. – asintió, entendiendo a lo que se refería. – Pero no necesito usar algo tan elegante.

   - Tal vez, pero…

   - ¡Señorita, sí contamos con un traje que hace juego con su vestido! – la vendedora le mostró el atuendo, del mismo tono de violeta oscuro, consistente en una apretada camiseta con una manga larga, y una corta, repleto de las mismas aplicaciones doradas y magenta oscuro, un pantalón adornado por un excedente de tela que parecía un medio mandil, en el costado derecho de la cintura, así como un ancho listón lavanda que podía utilizarse en la cabeza, y un velo para cubrir la mitad de su rostro. – Y también traje las medias que necesitaba.

   - ¡Excelente! – exclamó entusiasmada. – Vamos a pagar.

   - ¡Sí, señorita! – los llevó hacia la caja.

   - Yo pagaré. – él insistió.

   - ¡Ni hablar! ¡Yo lo haré! ¡Es algo que necesito y…!

   - Pero conseguir esta ropa es parte de…

   - ¡Awww! ¡Qué dulces son! – la empleada de la boutique señaló encantada. – Una joven pareja comprando atuendos que combinan, y ambos quieren pagarlos. ¡Son adorables!

   - … – los rostros del lancero y la cantante se tornaron carmesí.

   - Yo pagaré. – Azura susurró, todavía apenada. – Tú te encargarás de pagar el hospedaje, ¿está bien?

   - … Sí. – después de lo ocurrido, eso fue todo lo que Ike pudo responder.

 

Tras haber comprado los atuendos, y haber salido de la boutique lo más rápido que pudieron, los viajeros se dispusieron a buscar un lugar para pasar la noche. Ya no podían acampar, y necesitaban de un lugar que fuera cómodo, en donde pudieran asearse y descansar para prepararse para el día siguiente.

 

El mejor lugar que encontraron para alojarse fue una pequeña posada, no muy lejos del mercado al que iban los sirvientes de los habitantes de la zona opulenta de la capital; ahí, la recepcionista les advirtió que los únicos cuartos que estaban disponibles eran aquellos con sólo una cama y, en casi todos los casos, eran camas de tamaño matrimonial. Sin más alternativas a su disposición, el lancero y la cantante tomaron la habitación.

   - Yo dormiré en el piso. – Ike le ofreció, mientras se instalaban en la recámara que habían alquilado.

   - No será necesario. – Azura colgó los atuendos nuevos en un pequeño armario. – Después de todo, dormimos en la misma tienda de campaña anoche, y no nos pasó nada. Esto no es muy diferente que digamos.

   - … Está bien. ¡Pero pondré un muro de almohadas entre nosotros! – insistió enérgicamente.

   - Como tú quieras. – se sentó en el borde de la cama. – Bien, son las cuatro de la tarde. En veinticuatro horas más, estaremos entrando a la mansión de Oliver, así que hay que planear cómo vamos a rescatar a Leanne y, si es posible, al otro laguz capturado.

   - Muy bien. – se sentó a su lado. – Tu rol en esta fase será fungir como la distracción. Mientras cantas, iré a recorrer la mansión, buscaré a Leanne…

   - Y al otro laguz. – agregó.

   - Sí, a todos los otros laguz secuestrados, y los liberaré. – asintió. – Tengo sólo hora y media para lograrlo.

   - ¿Será suficiente tiempo? Puedo intentar distraerlos por un poco más y…

   - No. – negó con la cabeza. – La fiesta lleva un itinerario muy apretado, y sería sospechoso si extiendes tu presentación por más tiempo del debido.

   - Entiendo.

   - Cuando termines, debes ir a la cocina, y salir por la puerta de servicio. Ahí, te dejaré una señal para avisarte que cumplí con mi cometido.

   - ¿Qué señal sería ésa?

   - Iré a la cocina de la mansión, le diré al líder de la cocina que tuve que irme temprano, le pediré que te avise que “llevaré pollo rostizado para cenar”. Así sabrás que Leanne fue liberada con éxito, y vamos rumbo a la posada, para que te reencuentres con ella.

   - ¡Qué ingenioso! – rio sutilmente. – ¿Y cómo la vas a liberar?

   - Eso dependerá de las condiciones en las que esté. Descuida, encontraré la manera.

   - Siempre la encuentras, ¿verdad? – sus ojos dorados lo contemplaban con tierna gratitud. – Muchas gracias por todo, Ike. Estamos muy cerca de liberar a Leanne de ese maldito, y todo gracias a ti.

   - Esta misión ha sido un trabajo en equipo. Tu determinación por encontrarla es lo que nos ha llevado hasta aquí. – le aseguró humildemente. – Leanne es muy afortunada de tener una amiga tan maravillosa como tú.

   - ¡Y yo soy muy afortunada de haberte conocido! – le contestó con absoluta sinceridad. – Estos días contigo… han sido inolvidables. Los atesoraré por siempre.

   - … El sentimiento es mutuo. – asintió, sonriéndole. – Me alegra mucho haberte conocido. – aunque deseaba expresarle una infinidad de pensamientos más, se contuvo, pues no quería que el ambiente se sintiera raro. – Entonces… ¿qué repertorio cantarás en la fiesta? Que conozcas, al menos, hora y media de canciones, también es una parte importante del plan. – se justificó. – ¿Podrías mostrarme qué vas a cantar, por favor?

   - ¡Claro! – soltó una risita. – Ya que es una fiesta de cumpleaños muy elegante, pienso en usar canciones como…

 


 

La noche llegó a la capital de Jehanna, siendo casi tan bulliciosa como lo era en el día. El lancero y la cantante, después de haber cenado y tomado un baño, se preparaban para dormir; el día siguiente sería muy importante y agitado, así que era imperativo que descansasen todo lo posible.

 

Como lo había prometido unas horas antes, el joven de ojos azules, usando un par de almohadas, dividió la única cama de la habitación en dos sectores, para que tanto él como la doncella de ojos dorados durmieran con la mayor distancia posible; pese a que ella le dijo que no era necesario, insistió en hacerlo.

 

Azura, usando un holgado conjunto de camiseta y pantalones celestes como pijama para esa noche, se recostó en el lado derecho de la ya reducida cama, sobre su costado, dirigiendo su cabeza hacia la ventana; Ike, quien vestía un simple atuendo consistente en una camiseta y pantalones negros, hizo lo mismo, pero en sentido contrario, viendo hacia la pared.

   - Buenas noches, Ike. – ella se despidió, en una voz cansada. – Gracias por el día de hoy. Nos vemos en la mañana.

   - Buenas noches, Azura. – le respondió en un tono similar. – Gracias a ti. Nos vemos en la mañana.

 

Los viajeros estaban tan cerca y, al mismo tiempo, tan lejos el uno del otro. En sus respectivas cabezas, estaban luchando para aceptar que aquella inocente atracción que comenzaron a sentir cuando iniciaron su travesía, estaba transformándose en una emoción más fuerte… así como las consecuencias que ésta traería a sus vidas.

   - “Me estoy enamorando de Ike.” – con pesar, Azura aceptó en su mente. – “Pero es imposible pensar en que podamos iniciar una relación. Él es un mercenario errante, y yo soy una cantante que está radicada en un pueblo pequeño. Nuestros estilos de vida son incompatibles.” – dio un profundo suspiro. – “Es muy probable que, cuando termine la misión, no vuelva a ver a Ike. Y es una lástima, porque disfruto mucho de su compañía, y me gustaría pasar más tiempo con él. Es amable, cálido, y muy atractivo.” – cerró los ojos. – “¿Qué pensará de mí? Seguro que sólo me ve como una clienta, y lo entendería por completo. Esto empezó como una relación laboral, y supongo que así terminará. ¡Qué tonta soy por enamorarme de alguien con quien no tengo oportunidad!” – fue su último pensamiento antes de sucumbir al sueño.

   - “¿Qué pasa conmigo?” – silente, el lancero se preguntaba. – “¿Por qué no quiero que esta misión termine?” – reflexionó qué diferencia había en su actual encomienda, comparada con otras. – “Es por Azura. No quiero que esta misión termine porque, cuando lo haga, Azura volverá al pueblo, y yo me iré a trabajar a Rausten. ¡No quiero dejar de verla!” – siguió pensando. – “¿Y si le pido que venga conmigo? ¡Así podríamos estar juntos por más tiempo! Pero… no creo que acepte. Ella quiere comprar ese teatro para ayudar a los niños de su pueblo.” – una sutil sonrisa se dibujó en sus labios. – “Su sueño es muy bello, igual que ella. Y no sólo es hermosa por fuera. Es paciente, dulce, inteligente, y valiente.” – se dio cuenta de algo inquietante. – “¡Ay no! ¡No sólo me gusta! ¡Estoy enamorado de ella! ¡Maldita sea!” – agitó su cabeza en negación. – “¡No puedo enamorarme de Azura! Ella es mi clienta y, además, no creo que corresponda a mis sentimientos. ¿Por qué habría de corresponderme? No tengo nada que ofrecerle…” – el sueño lo venció.

 

Notes:

¡Ya se dieron cuenta! ¡Y no les tomó cuatro meses como a cierta otra pareja de moras azules! 🫐🫐

¿Qué pasará ahora? ¡Quédate para averiguarlo!

¡Nos vemos!

Chapter 5: Actuación

Summary:

¡Doble espectáculo!

Notes:

¡Te doy la bienvenida a este capítulo! ¡Muchas gracias por tu apoyo!

¡Disfrútalo!

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

La noche le dio paso al día, el cual, en su primera mitad, pareció irse en un instante. Faltaba poco más de hora y media para que el lancero y la cantante acudieran a la mansión de Oliver, con el fin de completar la última parte de la misión para rescatar a Leanne, y a cualquier otro laguz que estuviera retenido ahí.

 

Ike, habiéndose puesto el elegante conjunto que Azura insistió en regalarle, se contemplaba en el espejo de la habitación que se había convertido en su refugio; le resultaba extraño vestir esa clase de ropa, y se sentía un poco expuesto, aunque lo único que realmente estaba mostrando, era la piel de su musculoso brazo derecho.

   - ¿Cómo me veo? – una melodiosa voz rompió su concentración, haciéndolo girar.

 

Los ojos azules encontraron una visión maravillosa: la dama del cabello celeste estaba portando el precioso vestido que había comprado el día anterior, así como la mayoría de sus accesorios, salvo por el velo que cubriría la mitad de su rostro. Aunque, en su opinión, los colores claros, como el blanco, le quedaban mucho mejor, la intensidad del violeta oscuro acentuaba su belleza, especialmente su mirada dorada, que parecía resplandecer con mayor fuerza.

   - ¡Wow! – sintió que su corazón se aceleraba. – Te ves espectacular. Serás la más hermo… serás la mejor vestida de toda la fiesta. – aclaró su garganta, algo apenado por lo que estuvo a punto de decir.

   - ¡Gracias! – sonrió encantada. – Pero sólo voy a trabajar. Seguro nadie notará mi atuendo. – soltó una risita. – El traje te queda bastante bien. ¡No vayas a olvidar ponerte tu velo!

   - Por supuesto, pero eso será hasta que nos vayamos. – suspiró. – ¿Tienes la dirección?

   - Sí. – tomó el papel que Felicia le dio, y se lo entregó. – ¿A qué hora debemos irnos?

   - En un rato más. No está tan lejos de aquí. – sin que ella se lo pidiera, ajustó el velo que llevaba en la cabeza. – Lo siento, es que estaba un poco chueco. Ya lo arreglé.

   - Te lo agradezco. – notó que aquel ancho listón lavanda reemplazó a la cinta negra que había estado usando durante todo el viaje. – Es muy curioso que a los dos nos gusta usar accesorios en la cabeza. Una linda coincidencia, ¿no crees? – lo contempló con admiración.

   - … Sí. Es una linda coincidencia. – asintió suavemente.

   - …

   - …

   - … ¡Ah, casi lo olvido! – exclamó, tras haberse perdido en sus ojos. – ¿Recuerdas que me voy a presentar en la fiesta como “Aqua”?

   - Sí. Me explicaste que ése es el nombre que usas cuando no quieres dar tu nombre real, especialmente si te presentarás en un evento en el que no quieres que los asistentes sepan quién eres en verdad.

   - Correcto. – tomó el velo para cubrir su rostro. – Por esa razón, necesito que tú también uses otro nombre al llegar a la mansión.

   - ¿Otro nombre? – puso su dedo índice derecho sobre su barbilla. – ¿Qué nombre podría ser?

   - El que prefieras, menos el tuyo. – empezó a ponerse el velo. – ¿Cómo se llama tu padre?

   - Greil, aunque, antes de casarse, se hacía llamar “Gawain.” – torció ligeramente su boca. – No, mejor usaré otro nombre.

   - ¿Qué tal Paris? – sugirió. – Era el nombre del deuteragonista de una obra de teatro que vi hace mucho.

   - ¿Qué es un deuteragonista?

   - Es una forma elegante de llamarle al segundo personaje más importante de una obra. – le explicó. – La protagonista se llamaba Clara.

   - Ya veo. – reflexionó un momento. – Sí, es un buen nombre. Hasta que terminemos la misión, me presentaré como Paris, el leal asistente de la talentosa señorita Aqua. – se arrodilló ante ella, como si estuviera en presencia de una princesa.

   - ¡¿Qué haces?! – el velo en su cara ocultaba un poco de su sonrojo. – No necesitas hacer eso.

   - … – no pudo evitar sonreír al ver su tímida reacción. – Está bien. – se puso su propio velo, y tomó una bolsa con algunos artículos que podría necesitar. – Creo que estamos listos. – le ofreció su mano. – Vayamos a rescatar a Leanne.

   - ¡Vamos! – tomó su mano, y las entrelazó.

 

Con determinación y esperanza, el lancero y la cantante salieron de la posada, con rumbo a la mansión del malvado que había secuestrado a la inocente laguz. Atravesaron el mercado, y buscaron la dirección que la sirvienta de cabello rosa había escrito. No tardaron mucho en encontrar la opulenta residencia de cuatro pisos, cuya fachada estaba adornada por extravagantes detalles dorados; confianzudamente, le preguntaron a un guardia la ubicación de la puerta de servicio, ya que la señorita Felicia estaba esperándolos, a lo que el trabajador les indicó que debían pasar por un estrecho sendero para llegar ahí.

 

La humilde puerta de servicio era bastante simple comparada con la entrada principal, pero, por suerte para ellos, contaba con una gran ventaja: a unos pasos de ahí, comenzaba un bosque de palmeras, por donde sería fácil escabullirse en la oscuridad de la noche.

   - ¡Sí vino, señorita Aqua! – exclamó Felicia al ver a la cantante. – ¡Pensé que no vendría!

   - Le dije que no la decepcionaría, señorita Felicia. Ni a usted, ni a Lord Oliver. – contestó en una voz encantadora.

   - ¡Muchas gracias! – notó al hombre de cabello cerúleo que estaba detrás de ella. – ¿Y él quién es?

   - Mi nombre es Paris, señorita Felicia. – asintió solemnemente. – Soy el asistente de la señorita Aqua. – le mostró el bolso que llevaba con él. – Traigo algunas cosas que la señorita podría necesitar durante su presentación.

   - Ya veo. ¿Está de acuerdo en quedarse detrás del escenario durante la presentación?

   - Sin problema.

   - ¡Gracias! – parecía muy contenta. – Ahora, por favor, síganme para mostrarles el escenario. – comenzó a caminar, y ellos la siguieron. – Como recordará, señorita Aqua, su intervención será de siete y media a nueve, mientras se sirve la cena. Cinco minutos después, arrancará la hora del postre, con el pastel de cumpleaños de Lady Sonia. Y, el gran final de la noche será cuando, por fin, Lord Oliver le entregue los seis exóticos regalos que consiguió para ella, a las nueve y media.

   - ¿Qué regalos le entregará Lord Oliver, si puedo preguntar? – la cantante intentó sacarle la mayor información posible.

   - Son seis criaturas mágicas, que tienen la increíble habilidad de convertirse en humanos y bestias a voluntad. – contestó confiadamente. – Lord Oliver dijo que todos ellos serán mascotas para Lady Sonia, esperando que, finalmente, mi jefe gane su favor, y pueda casarse con ella el próximo verano.

   - … – sabiendo que Azura debía sentirse enfurecida por haber escuchado esas imprudentes palabras, Ike, de forma sutil, tomó su mano, y dejó que ella la apretase tanto como quisiera. – Fascinante. ¿Son criaturas pesadas?

   - ¡Sí! Aunque sus apariencias humanas lucen esbeltas, pesan tanto o más que cualquier bestia. – pasaron frente a una puerta que tenía una señal de “precaución”. – Están en esta habitación, por cierto. Por suerte para los mozos que vendrán por ellos, a las nueve y veinticinco de la noche, las criaturas están enjauladas.

   - Veo que todo está meticulosamente organizado. – él señaló, todavía sintiendo el furioso toque de su acompañante. – Los felicito por su excelente planeación.

   - ¡Muchas gracias, señor Paris! – con una delgada llave, abrió una amplia puerta, mostrando una enorme habitación que empezaba a ser adornada para la ocasión. – ¡Llegamos al salón de baile! – señaló un foro al fondo. – Ése es el escenario. Puede inspeccionarlo ahora, si lo desea.

   - … Gracias. – ya calmada, la cantante soltó su mano, y se acercó ahí. – Es un buen escenario. Le prometo que daré un espectáculo digno.

   - Sé que lo hará, señorita Aqua. – sonrió. – Si, antes de empezar con la presentación, necesitan utilizar el sanitario, detrás del escenario hay una puerta por donde pueden salir. El tocador está en la segunda puerta a la derecha, a lado del cuarto donde están los obsequios de Lady Sonia. No hay pierde.

   - Le agradecemos mucho. – ambos hicieron una reverencia. – Mientras siguen preparando el salón de baile, probaré qué tan buena es la acústica.

   - ¡Claro que sí! Ahora, debo irme, para revisar que…

   - No se preocupe. – él le aseguró. – Sabemos lo ocupada que está, y no queremos quitarle más tiempo. Estaremos bien.

   - ¡Gracias, y mucho éxito! – se fue tan rápido como un relámpago.

 

Durante los siguientes noventa minutos, Azura se dedicó a practicar su espectáculo, recibiendo aplausos de quienes continuaban alistando el salón. Por su parte, Ike fue un par de veces “al baño”, para inspeccionar la zona; notó que la puerta donde Leanne y el resto de los laguz permanecían, no estaba cerrada con llave, ya que hizo girar la perilla por completo, además que, al estar en la parte “oculta” de la mansión, carecía de seguridad y vigilancia. En cuanto el reloj marcó las seis, la doncella de ojos dorados se recluyó detrás del escenario, esperando que llegara la hora de participar en la fiesta.

   - La situación no puede ser más perfecta. – el lancero, con la más extrema discreción, conversaba tras bambalinas con la cantante, mientras un cuarteto de cuerdas amenizaba la llegada de los invitados. – Vamos a lograrlo.

   - Sé en mi corazón que lo lograremos. Confío en ti completamente. – sus ojos filtraban esperanza. – Nos esforzaremos en nuestro deber, y cumpliremos nuestras metas. – tiernamente, lo rodeó con sus brazos. – Gracias, “Paris”.

   - No necesitas agradecerme, “Aqua”. – correspondió a su cálido abrazo. – Ahora, por favor, termina de prepararte. Tu espectáculo empieza en quince minutos.

   - Sí. – lo soltó, y él hizo lo mismo. – No te preocupes por mí. Estaré cantando, tal y como me lo han pedido.

   - Yo sé que sí. – asintió.

 


 

El reloj marcaba las siete y media, y las luces del salón de baile se apagaron. De repente, una luz apuntó al centro del escenario, mostrando la delicada silueta de una hermosa joven de largo cabello celeste.

   - ¡Buenas noches! – la doncella exclamó, viendo, casi enfrente de ella, la mesa de honor, donde el calvo y obeso Oliver estaba sentado a la derecha de una seductora mujer de cabello oscuro, y mirada agresiva. – Es un honor para mí estar aquí, en presencia de tan distinguida audiencia, para conmemorar el cumpleaños de una dama extremadamente especial. ¡Demos una ronda de aplausos a Lady Sonia! – haciéndole caso, los asistentes a la fiesta aplaudieron, y las luces apuntaron a la festejada, quien se levantó de su asiento, sonriendo orgullosa. – ¡Bravo! ¡Bravo, Lady Sonia! – las luces volvieron a apuntar a la cantante. – Lord Oliver, Lady Sonia, apreciables invitados, espero que disfruten del maravilloso espectáculo que he preparado para esta noche. ¡Mi nombre es Aqua, e iniciaré con esta canción…!

 

Con su cautivadora voz y energía desbordándose en el escenario, Azura inició la fase de distracción; ahora era el turno de Ike para actuar. De forma sigilosa, el lancero volvió a cruzar por la pequeña salida que lo llevaría al sanitario; asegurándose de que nadie más pudiera verlo, giró la perilla de la puerta que resguardaba a los “obsequios” y, tras cerrar silenciosamente la puerta detrás de él, lo que encontró al interior del cuarto, llenó sus ojos de asombro y furia: los seis seres, en su forma humana, estaban encerrados en enormes jaulas doradas, atados de manos y pies.

   - ¡Ah! ¡Ese hombre va a llevarnos con la mujer demonio! – una pequeña de cabello rosa exclamó asustada. – ¡Se acabó! ¡Vamos a morir!

   - ¡Shhh! ¡Guarden silencio, por favor! – Ike insistió. – No he venido a llevarlos con esa mujer. – sacó una pequeña daga que tenía en su bolsa. – Vengo a liberarlos.

   - ¿Liberarnos? – una chica con orejas y cola de zorro lo contempló con curiosidad. – ¿Por qué quieres liberarnos?

   - Una persona muy especial me pidió que los rescatara.

   - ¿Quién es esa persona? – un niño de ojos color rubí y orejas puntiagudas cuestionó.

   - Su nombre es Azura y, en este instante…

   - ¡Azura! ¡Mi amiga! – una preciosa voz se destacó, haciendo que el lancero alzara su vista, para encontrarse con una doncella de cabello rubio, y alas blancas en su espalda.

   - ¿Leanne? – necesitaba una confirmación.

   - ¡Sí! ¡Soy… Leanne! – le sonrió cálidamente. – Azura… vino a salvarme. ¿Verdad?

   - Así es. – se acercó a su jaula, y trató de abrir el cerrojo con su daga. – Azura estaba preocupada por ti, y acudió a mí para rescatarte.

   - ¡Lo sabía! ¡Mi amiga… no me olvidó! Y… ¿tú quién eres?

   - Mi nombre es Ike, y…

   - ¿Eres… amigo de Azura? – le preguntó inocentemente. – Azura… casi no tiene amigos. – su sonrisa creció. – ¡Qué bueno que… tiene otro amigo!

   - … Sí. Es mi amiga. – asintió, sonriendo suavemente. – Le tengo mucho aprecio, y…

   - ¿Le vas a pedir que sea tu novia? – una presumida voz masculina lo cuestionó sarcásticamente.

   - ¿Ehhh…? – notó que, en la jaula a lado de la de la garza, había un hombre joven con alas negras, quien lo veía con desdén. – ¿Quién diablos eres tú?

   - Naesala, un placer para ti. – hizo una mueca. – Leanne me ha contado mucho de su amiga Azura, pero nunca habló sobre ti. ¿La conociste hoy, o algo así?

   - Soy mercenario, y Azura solicitó mi ayuda para rescatar a Leanne. – le explicó, todavía tratando de liberar a la garza. – La conocí hace cinco días, y he estado viajando con ella por cuatro.

   - ¡Ahhh! Fascinante. ¿Entonces no le vas a pedir que sea tu novia? Porque…

   - ¡Ya cállate! ¡No es momento para pensar en eso! Azura está distrayendo a los asistentes de la fiesta para… – por fin, abrió el cerrojo. – ¡Listo! – abrió la jaula de Leanne y, con la misma navaja, cortó cuidadosamente las cuerdas en sus manos y pies. – Ya puedes salir.

   - ¡Muchas gracias! – dio un paso fuera de la jaula y, al instante, se transformó en una hermosa garza de plumas blancas. – ¡Ayudaré a Ike! – exclamó entusiasmada. – ¡Cortaré… cuerdas de manos y pies… con mi pico!

   - Excelente idea. – le sonrió, y ella empezó a cortar las ataduras del cuervo. –  Ahora, ¿quién será el siguiente?

   - ¡Yo, señor Ike! – el muchacho de mirada carmesí le pidió. – Soy un dragón de hielo y, si me libera pronto, romperé las jaulas con mis dientes dragontinos. Cuando tengo la apariencia de un dragón, puedo romper un diamante de una sola mordida. – le explicó. – No podemos transformarnos mientras estemos encerrados en estas jaulas mágicas, así que…

   - Está bien, está bien. Te creo. – se acercó a su jaula. – Vamos a ver…

 

Después de unos minutos, el lancero liberó al chiquillo, quien se presentó como Nils, un dragón de hielo. Cumpliendo su promesa, el jovencito, ya transformado en un dragón de tamaño mediano, dada su juventud, dio una mordida a los cuatro cerrojos de las jaulas que faltaban por abrir.

   - … Listo, Selkie. – el hombre de mirada azul cortó la última soga que ataba a esa chica, quien se identificó como una kitsune.

   - ¡Hurra! ¡Muchas gracias! – saltó hacia el círculo que sus amigos habían formado. – ¡Ya somos libres!

   - Todavía no. – un corpulento hombre con características felinas, llamado Mordecai, señaló con seriedad. – Seguimos encerrados en esta habitación, y no podemos salir así nada más.

   - ¿Cómo vamos a irnos de aquí, señor Ike? – Fae, la infantil dragona de cabello rosa, lo veía con expectativa.

   - Yo… – sus ojos cerúleos, al dirigirse al piso, notaron algo. – La luz de la luna puede entrar a este cuarto, y eso significa que… – giró hacia arriba, y encontró la respuesta a su predicamento. – ¡Hay una ventana grande allá arriba! Pero…

   - ¡Te ayudaré! – Leanne, todavía transformada en garza, tomó, con su pico, al lancero, levantándolo gracias a la banda de su cabeza.

   - ¡Wow! – por la sorpresa inicial, movió un poco sus pies. – Gracias. – estiró sus brazos y, tras quitar el seguro de la ventana, ésta se abrió. – Creo que pueden salir por aquí. – volteó hacia abajo, para ver qué tan largo sería el salto que tendrían que dar. – Es una caída de unos tres metros. – pensó por un momento más. – Leanne, ¿te puedo pedir un favor?

   - … – como su pico estaba ocupado, sólo asintió.

   - Por favor, bájame y, entre Naesala y tú, ayuden a todos a subir y salir de aquí. Cuando todos estén afuera, vayan lo más rápido que puedan a la entrada del bosque de palmeras. Ahí me despediré de todos, y te llevaré a la posada, para que veas a Azura.

   - Señor Ike, no podemos despedirnos ahí. Yo quiero conocer a Azura. – Fae comentó. – Ella también nos está salvando, y quiero agradecerle.

   - Yo también. – Nils la secundó.

   - ¡Y yo! – Selkie añadió.

   - Todos queremos. – Mordecai afirmó.

   - Incluso yo quiero conocerla. – Naesala admitió. – Azura es importante para Leanne, y hay algo de lo que quiero hablar con ella.

   - … Está bien. – terminó cediendo, mientras la garza lo llevaba al suelo. – Todos me acompañarán. – de su bolsa, sacó tres capas negras, con capuchas. – Pero, si vamos a hacerlo, debemos ser discretos. – le entregó las capuchas a la kitsune, al laguz tigre, y al dragón de hielo. – Pónganse estas capas, y no se las quiten hasta que lleguemos a la posada. Me falta una para Fae, Naesala y Leanne, pero…

   - ¡No se preocupe por Fae, señor Ike! – el niño de ojos carmín le aseguró. – La llevaré en mi espalda todo el tiempo.

   - ¡Muchas gracias, Nils! – le sonrió amistosamente.

   - Yo tampoco requiero una capa, pues mis plumas son negras, y volaré bajo el oscuro cielo nocturno, tan alto como pueda. – el cuervo indicó.

   - ¡Yo también volaré! – la garza, transformada en humana de nuevo, insistió. – Volaré junto con… Naesala. – las miradas de las aves se encontraron, viéndose afectuosamente.

   - … – el humano supo que estaba pasando algo entre ellos, pero guardó silencio. – Está bien. Así lo haremos. – se acercó a la puerta y, con precaución, se asomó, escuchando la voz de la cantante por unos segundos. – Azura me dijo que presentaría esa canción cuando faltara media hora para terminar su espectáculo. Hay que apurarnos.

 

Uno a uno, Naesala y Leanne comenzaron a sacar al resto de sus amigos por la ventana, dejándolos cuidadosamente en el suelo; cuando los seis estuvieron afuera, todos corrieron hacia donde habían acordado reunirse para emprender el camino hacia la posada. Mientras tanto, el joven de ojos cerúleos salió del cuarto cautelosamente, dirigiéndose a la cocina.

   - ¡Ah, señor Paris! – la jefa de la cocina, Flora, lo reconoció. – ¿Se encuentra bien? Faltan diez minutos para que la señorita Aqua termine su presentación.

   - Sí, estoy bien. – asintió. – Me adelantaré para llegar al hotel en el que nos estamos alojando, y llevaré algo para cenar.

   - ¿Gusta que le preparemos algo? Es lo mínimo que podemos hacer por ustedes, después de haber salvado la fiesta de Lord Oliver.

   - Agradezco sus buenas intenciones, pero no será necesario. – insistió. – La cena favorita de la señorita Aqua es el pollo rostizado, así que iré a buscar uno. – la vio a los ojos. – ¿Podría avisarle que llevaré la cena, por favor?

   - Con mucho gusto. – la joven le sonrió.

   - Le agradezco. – hizo una pequeña reverencia. – Con permiso. – sin más, salió tranquilamente por la puerta de servicio, para dirigirse al bosque de palmeras, donde agruparía a los recién liberados, y partirían rumbo a la posada.

 

Pasaron los diez minutos que le quedaban al recital, cuando todos los invitados, siguiendo la voz de la doncella de cabello celeste, entonaron un tradicional canto para honrar a quien estuviera cumpliendo años, culminando con un estruendoso aplauso.

   - ¡Muchísimas gracias! ¡Son un público maravilloso! – la cantante hizo una reverencia. – En cinco minutos iniciarán a repartir el pastel. ¡Buenas noches a todos! ¡Síganla pasando bien! – la luz que la iluminaba se apagó, y salió por la pequeña puerta detrás del escenario.

 

Al llegar a la cocina, vio cómo se llevaban el enorme pastel de chocolate oscuro, decorado con brillos dorados, al salón de baile, preguntándose si Ike logró su cometido.

   - ¡Excelente espectáculo, señorita Aqua! – Flora, que estaba coordinando a los meseros, la felicitó. – Usted es realmente talentosa.

   - ¡Muchas gracias por sus palabras! – respondió con amabilidad, ocultando su incipiente ansiedad. – ¿Ha visto a mi asistente? Hace rato que no lo veo.

   - No se preocupe por él. El señor Paris vino hace unos diez o quince minutos, y luego se fue. – le sonrió. – Dijo que se adelantaría, y que llevaría pollo rostizado para la cena.

   - … – sus ojos resplandecieron. – ¿Pollo rostizado?

   - ¡Sí! – asintió. – Me contó que era su cena favorita.

   - … Lo es. ¡Claro que lo es! – su velo ocultaba su radiante sonrisa. – ¡Qué maravilla! ¡Pollo rostizado! – su entusiasmo era genuino. – Iré a alcanzarlo. ¡Muchas gracias por todo! ¡Ha sido un día increíble! – se fue a una velocidad moderada.

   - ¡Gracias a usted! – vio cómo salía de la mansión, y volvió a dirigirse a los meseros. – Muy bien, ahora…

 

Nada de lo que pasara afuera de la majestuosa mansión de Oliver era relevante para quienes celebraban el cumpleaños de Sonia. Comían pastel, bebían champagne, criticaban jocosamente los atuendos de otros invitados, y presumían cosas que, al final del día, no eran importantes.

 

A las nueve y veinticinco, un grupo de mozos que también servían al obeso duque, se dirigieron a la habitación que resguardaba los exóticos obsequios para la cumpleañera… sólo para darse cuenta de que las jaulas estaban abiertas y vacías. Con discreción, uno de los empleados se acercó discretamente a su jefe, y le notificó de la situación.

   - ¡¿Cómo que las bestias se escaparon?! – exclamó Oliver, haciendo callar a todos los invitados. – ¡¿Cómo pasó esto?! ¡¿Por qué nadie se dio cuenta?!

   - Usted dijo que quería a todo el personal de seguridad y vigilancia en la entrada principal, señor. – el pobre mensajero le recordó. – Nadie estaba vigilando esa zona…

   - ¡Esto es una desgracia! – lloriqueó frustrado. – Me esforcé tanto en conseguir a esos magníficos seres para dárselos a mi querida Sonia, pero ahora… – vio que, de repente, la mujer de cabello oscuro se levantó. – ¡Querida Sonia! ¿A dónde…?

   - Me largo. – lo contempló con aversión.

   - ¡No te vayas, por favor! ¡Ya verás que…!

   - No pudiste controlar a seis laguz que estaban encerrados en jaulas mágicas, ¡que yo preparé para que los mantuvieras ahí! – gruñó agresiva. – Ni eso pudiste hacer.

   - Pero, mi preciosa…

   - No importan los lujos que puedas ofrecerme, un hombre tan descuidado y patético como tú, no merece estar en la misma habitación que una mujer perfecta como yo. – se dirigió a la salida. – No vuelvas a buscarme. – en sepulcral silencio, salió del salón de baile, y azotó su enorme puerta.

   - ¡Querida Sonia! – el obeso duque no pudo hacer más que gritar su nombre. – ¡Por favor…! – bramó con furia. – ¡¿Quién hizo esto?! ¡¿Quién arruinó mi vida y planes?! – empezó a sollozar, haciendo que, incómodamente, los invitados salieran de ahí. – ¡Seguro que esa cantante es responsable por esto! ¡Ella hizo esto!

   - Jefe, usted vio a Aqua. Estuvo cantando y bailando por hora y media. – Felicia, comenzando a recoger los platos, señaló un hecho innegable. – Obviamente no fue ella, ni su asistente. Él estuvo detrás de bambalinas todo el tiempo.

   - ¡¿Entonces quién fue?! ¡¿Quién fue, Felicia?!

   - Nunca lo sabremos, supongo. No vale la pena llorar por la leche derramada. – soltó un suspiro, mientras seguía escuchando los lastimeros lamentos de su patrón, sabiendo, en su corazón, que ese misterioso par evitó que seis inocentes existencias sufrieran un cruel destino.

 

Notes:

¡Sorpresa! ¡Felicia quería que pasara esto! ¿Pensaste que Felicia estaba siendo en extremo descuidada? ¡Pues no! ¡Lo hizo a propósito! 🎉

Ella escuchó que Leanne hablaba con Naesala de su amiga de cabello celeste y ojos dorados, así que, cuando vio a la “señorita Aqua” (y su determinación para trabajar en la fiesta de Oliver, haciéndolo, incluso, gratis), supo que era la persona de la que la garza estaba hablando.

¡Estamos por terminar! ¡Nos vemos muy pronto!

Chapter 6: Reinicio

Summary:

Un ciclo se cierra, pero otro se abre… siempre y cuando, así lo quieras.

Notes:

¡Te doy la bienvenida al último capítulo de este fic! ¡Muchas gracias por tu apoyo!

Como hoy es Día de San Valentín, quiero aprovechar para mostrarte la hermosa comisión que Kyirasm hizo para mí. ¡Muchas gracias!

¡Disfruta mucho este capítulo!

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Pese a que la distancia entre la mansión de Oliver, y la posada en la que Ike y Azura se estaban hospedando, no era realmente larga, tanto para el lancero como para la cantante, llegar hasta allá, después de haber logrado sus respectivos cometidos, se sintió como una eternidad.

 

Agotada por el esfuerzo físico que representó bailar y cantar sin parar por hora y media, la doncella de ojos dorados, ya sin el velo de su rostro, siguió caminando por las calles de la capital de Jehanna, casi de manera mecánica, hasta que, al acercarse al exterior del establo de la posada, en la parte posterior de ésta, lugar donde los viajeros dejaban sus monturas para que descansaran en la noche, su vista encontró aquello que más anhelaba ver.

   - ¡Ike! ¡Leanne! – llena de renovados ánimos, corrió hacia ellos.

   - ¡Azura! – los siete seres reunidos ahí, exclamaron al verla llegar.

   - ¡Lo lograste! – sin pensar, se lanzó a los fuertes brazos del joven de cabello azul, quien la sostuvo cerca de él. – ¡De verdad lo lograste! – lo abrazó con todas sus fuerzas. – ¡Liberaste a Leanne!

   - Liberamos a Leanne. – se sintió ligero. – Los dos lo hicimos. – la luz de la luna les permitió verse a los ojos, dedicándose tiernas sonrisas. – Y no sólo fue a Leanne. – con su rostro, apuntó al resto del grupo. – Todos ellos también eran prisioneros de Oliver.

   - ¡¿Todos ellos?! ¡Cielos! – lo soltó, y se acercó al grupo. – ¿Ustedes también son laguz?

   - Yo soy una dragona desértica. – Fae declaró.

   - Y yo, un dragón de hielo. – Nils señaló.

   - ¡Soy una kitsune! – Selkie indicó alegremente.

   - Mordecai sí es un laguz, pero no como Leanne. – el felino aclaró. – Mordecai es un laguz tigre.

   - Y yo soy un laguz cuervo. – Naesala hizo una reverencia. – Es un placer por fin conocerte, Azura. Leanne me hablado mucho de ti.

   - Leanne… – volteó a ver a su amiga, con incipientes lágrimas en los ojos. – ¡Oh, Leanne! ¡Estoy tan feliz de que estés a salvo!

   - ¡Estoy a salvo… gracias a ti… y a Ike! – la abrazó, y envolvió con sus alas. – Gracias por… no olvidarme.

   - Jamás podría olvidarte. – le sonrió. – Eres mi mejor amiga.

   - Y ahora… tienes otro. – la garza asintió. – Ike nos dijo que… eran amigos.

   - Ah, ¿sí? – volteó a verlo.

   - Ehhh… – sintió que su ya descubierto rostro comenzaba a calentarse. – Leanne me preguntó si éramos amigos y…

   - Le dijiste la verdad. – su sonrisa era pacífica. – Ike es mi amigo, y estoy muy orgullosa de ser su amiga.

   - ¡Ay, qué bueno! – la joven rubia se alegró mucho, soltándola.

   - Azura, ¿podemos abrazarte? – la niña de cabello rosa preguntó.

   - ¿Eh?

   - ¡Esperen! Abracémosla estando transformados. – la kitsune propuso, convirtiéndose en un zorro gigante.

   - ¡Sí! – los demás la secundaron y, en un instante, rodearon a la cantante.

   - ¡Jejeje! – sintió el suave pelaje de Selkie, las esponjosas plumas de Fae, las lisas escamas de Nils, el cálido pelaje de Mordecai, y las delicadas plumas de Naesala y Leanne. – Gracias. Son muy amables.

   - ¡Gracias a ti! – le respondieron, quedándose con ella un poco más.

 

Unos minutos después, al ver que no había mucho más por hacer o decir, el grupo, naturalmente, comenzó a separarse. Nils y Fae, originarios del mismo continente, decidieron, esa misma noche, viajar hacia el puerto principal de Jehanna, para buscar un barco que los pudiera llevar hasta Elibe. Selkie, quien extrañaba muchísimo a su padre, viajaría hacia el este, esperando volver a su país; Mordecai, no muy seguro hacia dónde debía dirigirse, se ofreció a acompañar a la kitsune, y se fueron juntos.

   - ¿A dónde irás tú, Naesala? – Ike le preguntó.

   - A mi país, Kilvia. – el cuervo respondió. – Pero, antes de eso, hay algo que necesito hacer. – con elegancia, se puso enfrente de la garza, y tomó su mano. – Querida Leanne, sé que las circunstancias en las que nos conocimos fueron inusuales, y hasta dolorosas. – admitió. – Pero, el haber pasado ese suplicio contigo, lo hizo mucho más llevadero, y me mostró lo que realmente deseo.

   - ¿Qué deseas? – ella preguntó, sin darse cuenta lo que estaba pasando.

   - Quiero llevarte a mi patria, y que vivamos juntos, tú y yo. – declaró, con absoluta sinceridad. – Cuidaría de ti por el resto de mi vida, y vivirías rodeada de laguz, como nosotros. Nunca volverías a estar expuesta a que un maldito te haga daño, y compartirías tu canto con quienes genuinamente lo apreciarían. – besó su mano. – Te amo Leanne. ¿Te gustaría ser mi pareja, y vivir conmigo?

   - … Yo. – estaba conmocionada. – Yo… también te amo… pero… – volteó a ver a Azura. – No quiero dejar… a mi amiga.

   - Leanne. – la cantante le habló con dulce firmeza. – No te detengas por mí, por favor.

   - Pero…

   - Leanne, tu corazón es puro, y puedes ver las verdaderas intenciones de los demás. – le recordó. – ¿Naesala tiene malas intenciones?

   - ¡Oye! – el joven alado exclamó, ligeramente ofendido.

   - No. – negó suavemente con la cabeza. – Naesala… es sincero. Él… me ama… de verdad.

   - ¿Y tú sientes lo mismo por él?

   - … Sí. – asintió.

   - Entonces, ¿qué estás esperando? – le ofreció una brillante sonrisa. – Ve con él, y vive muy feliz a su lado. – acarició cariñosamente su cabeza. – Mereces la dicha de compartir tu vida con alguien que te ama.

   - ¿Y tú…?

   - Yo voy a estar bien. – le aseguró, determinada. – No importa qué tan lejos estemos la una de la otra, siempre estaremos unidas por nuestro cariño. Además, el que estemos separadas no significa que jamás volveremos a saber la una de la otra.

   - ¿Y cómo…?

   - ¡Nos comunicaremos a través de cartas! – le propuso. – Cuando llegues a Kilvia, mándame una carta, para saber que llegaste con bien.

   - ¿Se pueden… enviar cartas… en Kilvia? – preguntó a Naesala.

   - ¡Claro! Tenemos mensajeros que recorren todo el mundo, enviando misivas a otras naciones. – señaló como si nada. – De hecho, siendo el rey de Kilvia, puedo designar a un mensajero especial, que sólo reparta cartas entre Azura y tú, no importa que Azura esté en otro lado diferente a su pueblo. Ese mensajero siempre la encontrará.

   - Gra… ¡¿Rey?! – la garza se sorprendió. – ¡¿Tú… eres rey?!

   - … Sí. – soltó una incómoda risita. – Creo que había olvidado mencionarlo. – aclaró su garganta. – Pero, conocer esa información… no cambia lo que sientes por mí, ¿verdad?

   - ¡No! – le sonrió, y le plantó un beso en la mejilla. – Yo te quiero… no me importa… quien seas.

   - … – correspondió a su beso. – Gracias, Leanne. Yo también te quiero.

   - ¡Jejeje! – volvió su vista hacia a su amiga. – Entonces… ¿estarás bien si… me voy con Naesala?

   - ¡Por supuesto! Estaré muy feliz por ti, porque sé que serás feliz a su lado. – su sonrisa seguía resplandeciendo. – Y más ahora que sé que nunca dejaremos de comunicarnos. ¡Incluso podría visitarte un día… futura reina de Kilvia!

   - … ¡Muchas gracias, Azura! – la abrazó de nuevo. – ¡Te quiero mucho!

   - Y yo a ti, Leanne.

 

Tras asegurarse de que su mejor amiga estaba de acuerdo con su decisión, la garza y el cuervo acordaron que debían volar esa noche, para salir de las fronteras de Magvel lo más pronto posible; asumieron que su escape ya era del dominio público, así que la probabilidad de que Oliver los estuviera buscando, era factible. Aunque el lancero y la cantante intentaron darles comida para su viaje, los laguz declinaron su amable ofrecimiento pues, al haber estado encerrados durante días, tenían energía de sobra para emprender el viaje.

   - Creo que el momento llegó. – Naesala hizo una reverencia ante Ike y Azura. – Muchas gracias por toda su ayuda. Son bienvenidos a visitar Kilvia, y se les tratará con los más altos honores.

   - Gracias a ti, por hacer feliz a Leanne. – la doncella de ojos dorados le sonrió. – Ya verán que pronto iré a visitarlos.

   - ¡Te esperaré! – la garza abrazó a su amiga por última vez. – ¡Y… te enviaré la carta… cuando llegue!

   - Ya la espero. – se soltaron, y asintieron. – Cuídate mucho, por favor.

   - Tú también.

   - Que tengan un viaje seguro. – el joven de cabello cerúleo les deseó, con un semblante tranquilo.

   - Lo tendremos. – los laguz tomaron su forma animal, y emprendieron el vuelo. – ¡Adiós!

   - ¡Adiós! – el lancero y la cantante alzaron sus miradas, y movieron sus manos, despidiéndose de ellos.

 

El cielo nocturno hizo que perderlos de vista ocurriera más pronto de lo que hubiera pasado a plena luz del día; cuando ya no fue posible verlos, Ike escuchó un débil sollozo de una voz que ya conocía bien. Sin decir una palabra, tomó a Azura en sus brazos, y la sostuvo cerca de él, dejándola llorar todo lo que quisiera.

   - ¡Lo siento! – todavía con su húmedo rostro sobre su pecho, ella por fin habló. – No debería estar llorando. Leanne va a ser muy feliz, vivirá con alguien que la ama, estará en un lugar seguro, e incluso se convertirá en reina de todo un país. – respiró profundamente. – Estoy feliz por ella. ¡De verdad lo estoy! – su voz se quebraba. – Sólo que… aunque seguiremos en contacto… ¡voy a extrañarla mucho! – rompió en llanto. – ¡Lo siento! ¡Soy egoísta, y una terrible amiga!

   - No vuelvas a decir eso, por favor. – la fuerza de su abrazo aumentó. – No eres egoísta. Eres la mujer menos egoísta que conozco. – empezó a mecerse, para intentar calmarla. – Le pediste a un mercenario que te ayudara a rescatar a tu mejor amiga, incluso sin tener certeza de dónde estaba. Estuviste dispuesta a usar los ahorros de tu vida para asegurar su bienestar, renunciando a tu sueño. Confiaste en un extraño que te pidió viajar con él, sin tener más información que su nombre y una referencia. Cantaste frente a un grupo de personas despreciables, sólo para tener una oportunidad de liberarla. Y, con una sonrisa, le aseguraste a tu amiga que su felicidad era importante. – sus miradas se encontraron. – ¿Cómo puedes pensar que eres egoísta? – le sonrió cálidamente. – Tu corazón es noble y desinteresado. Es un corazón hermoso… igual que tú.

   - Ike… – de repente, una fría ráfaga de viento agitó sus cabelleras.

   - Está empezando a hacer frío. – la soltó, y le ofreció su mano. – Entremos a la posada. En lo que llegas a la habitación, y te das un baño, te conseguiré algo de comer. – se tomaron de las manos. – Seguro que, después este día pesado, estás exhausta y hambrienta, ¿verdad?

   - … Sí, un poco. – se dirigieron a la entrada de la posada. – Vamos.

 

Unos minutos después, Azura, ya bañada y usando el cómodo conjunto de pijama que vistió la noche anterior, estaba secándose el cabello con la toalla que había utilizado para secar su cuerpo. En eso, Ike entró a la habitación, con un sándwich de carne y queso, el cual le ofreció para cenar; por su parte, la doncella le preguntó si ya había comido algo, pero la respuesta que recibió fue negativa, por lo que ella insistió en compartirlo. Aunque el joven de ojos cerúleos se negaba, la persistencia de la cantante fue lo suficientemente fuerte para hacerlo ceder, no sin antes ducharse.

   - Muchas gracias por la cena, Ike. – más tranquila, Azura le agradeció. – Estaba delicioso.

   - Gracias a ti, por compartir. – ya usando su holgado atuendo para dormir, sacudió las migajas que pudieron haber quedado en la cama, lugar donde comieron. – Aunque tal vez fue poca comida. Debí haber traído algo más.

   - Fue suficiente. – le aseguró, sonriéndole sutilmente. – Gracias por todo lo que has hecho. Todo. – se levantó, yendo hacia su equipaje. – Como la misión ya terminó, ya puedo pagarte, y…

   - No te voy a cobrar.

   - … ¿Qué? – volteó a verlo. – ¿Por qué dices eso? ¿Te refieres a que no me cobrarás esta noche o…?

   - No voy a cobrarte por la misión.

   - Pero tú dijiste que…

   - Dije que cobraría el trabajo hasta que Leanne volviera sana y salva contigo, al pueblo. – le recordó. – Ya que Leanne se ha ido con Naesala a Kilvia, técnicamente no puedo cobrar por lo que hice.

   - ¡No digas tonterías! ¡No permitiré que hagas eso! – la desesperación fluía por su voz. – ¡Completaste la misión! ¡Cumpliste más allá del deber! ¡¿Por qué no me quieres cobrar?!

   - Ya te lo expliqué. – notó el irritado semblante de Azura. – Aunque hay otro motivo.

   - ¿Qué motivo es ése?

   - Sería incapaz de cobrarle a la mujer de la que me he enamorado, por el inolvidable tiempo que hemos pasado juntos, mientras trabajábamos para lograr un noble objetivo.

   - … – impactada, abrió la boca. – ¿Quieres decir que…?

   - Estoy enamorado de ti. – sentía que el corazón se le saldría del pecho. – No puedo decir que fue amor a primera vista, porque eso no existe. Fue hasta que comencé a viajar contigo, que caí rendido ante ti. ¡Me tomó por sorpresa! – sus mejillas estaban en llamas. – Tu calidez, tu dulzura, tu belleza, tu voz… todo sobre ti, me tiene cautivado. – sus ojos se entristecieron. – Pero, por desgracia, no podemos estar juntos. Tu sueño es comprar ese teatro para ayudar a los niños, y no puedo pedirte que vengas conmigo a recorrer el mundo, por mucho que quisiera viajar en tu compañía, pero…

   - Mi sueño… – lo interrumpió. – Mi sueño no estaría completo, si no estamos juntos. – aunque sonreía, sus ojos estaban vidriosos. – Yo también… yo también estoy enamorada de ti. Mucho. – el rubor también se había esparcido en su rostro.

   - … – nunca esperó que ese sentimiento fuera mutuo.

   - Tu gentileza, tu sinceridad, tu valentía, tus ojos serenos… todo eso y más, me atrae mucho de ti. – limpió sus incipientes lágrimas. – Me siento en paz cuando estamos juntos, como nunca me había sentido con alguien más. Incluso un lugar tan inhóspito y cruel como el desierto de Jehanna, se sintió como un hogar contigo a mi lado. – suspiró. – Así que, mientras estemos juntos, estaremos bien.

   - Azura… – por un instante, todo le parecía un sueño. – Eso significa que… ¿te gustaría acompañarme en mi viaje?

   - ¡Por supuesto! – asintió sonriente. – ¡Me encantaría ver el mundo contigo!

   - … ¡Sí! ¡Dijiste que sí! – exclamó eufórico, tomándola en sus brazos, y haciéndola girar un poco. – ¡Vamos a recorrer el mundo juntos! – recordó algo importante. – ¿Y el teatro que…?

   - Quiero ese teatro para que los niños del pueblo tengan un lugar para aprender sobre las artes. ¿Pero qué es un teatro, comparado con el escenario más grande del mundo?

   - ¿El mundo mismo?

   - ¡Correcto! – soltó una risita. – Además, ¡así podría llevar el arte a muchos más niños! ¡Y yo podría ayudarte en las misiones que consigas!

   - Eso lo veremos en su momento. – sus miradas se encontraron, viéndose con ternura. – Azura…

   - ¿Sí, Ike?

   - Ya que estamos enamorados, y vamos a viajar juntos… ¿te gustaría ser mi novia?

   - ¡Pensé que nunca lo preguntarías! – plantó un beso en su mejilla derecha. – Claro que acepto, querido novio.

   - ¡Jejeje! – no estaba acostumbrado a recibir esa clase de muestras de afecto. – Te prometo que cuidaré de ti en todo momento…

   - Y yo haré lo mismo por ti. – ahora besó su mejilla izquierda. – Sólo que, antes de irnos a otro lugar, hay algo que necesito pedirte.

   - Pídeme lo que quieras.

   - ¿Podemos volver al pueblo, por favor? Necesito recoger mis artículos personales, y resolver algunos pendientes, como la cancelación del contrato de renta y…

   - Iremos para allá mañana. Nos tomará más o menos el mismo tiempo que nos tomó venir a la capital. – le sonrió. – Resuelve todo lo que necesites y, cuando estés lista, emprenderemos nuestro viaje.

   - ¡Gracias! – su dicha era palpable. – Ike…

   - Dime.

   - Ahora que somos novios… ¿podríamos besarnos, por favor? – un sonrojo volvió a pintar su cara. – Aunque te advierto que nunca he besado a alguien en la boca, así que…

   - No te preocupes. – su rostro hacía juego con el de ella. – Éste también será mi primer beso. – lentamente, acercaron sus rostros, hasta que sus labios se encontraron, compartiendo un instante de inocente cariño.

 

Un par de minutos después, sus labios se separaron y terminaron su largo abrazo, sin dejar de verse a los ojos; su cómodo silencio era la prueba de que estaban dichosos de haberse encontrado, de que sus sentimientos fueran correspondidos por la persona de quien se habían enamorado, y de saber que los novios estarían juntos, mientras así lo decidiesen. Repentinamente, el cansancio acumulado comenzó a pasarles factura, haciéndolos bostezar, clara señal de que era el momento de irse de dormir.

 

Se prepararon para acostarse, lavándose los dientes y destendiendo la cama que compartirían esa noche; ya que ahora eran una pareja, decidieron hacer algo nuevo para ambos: acostados sobre sus costados, el lancero y la cantante estiraron sus brazos y, arrastrándose hacia el centro del lecho, se abrazaron. Al estar tan cerca uno del otro, sintieron una agradable calidez y una profunda calma, relajándose rápidamente y, en un instante, sucumbiendo al sueño.

 

No sabían lo que el futuro les aguardaba, si podrían sostener ese estilo de vida por siempre, o si se establecerían en algún lugar, tal y como el padre del joven de ojos cerúleos lo hizo cuando se casó; nada de eso importaba esa noche. Lo único que realmente importaba, era que se tenían el uno al otro, y su amor, recién formado y apenas creciendo, los impulsaría a seguir adelante, sin importar dónde estuvieran.

 


 

Epílogo:

 

   - … Y ésa es la historia del primer viaje que tu mamá y yo hicimos juntos. – Ike, siete años después de esa noche, terminó de relatar.

   - Luego de eso, hicimos muchos más viajes juntos. – Azura añadió. – Pero, como te habrás dado cuenta, el primero fue muy especial, porque fue cuando nos conocimos y nos enamoramos.

   - ¿Y qué pasó después? – una pequeña voz, en medio de ambos, preguntó con curiosidad.

   - Volvimos al pueblo, arreglé mis pendientes, y emprendimos el viaje a un país llamado Rausten. – la cantante agregó. – Fue ahí donde tu papá me enseñó a usar el hacha.

   - Y tu mamá me enseñó a cabalgar sobre una montura voladora.

   - ¿No sabías cabalgar, papi?

   - No sabía. – negó con la cabeza. – Pero tu mamá sí y, gracias a ella, es que conseguimos a Seiya y Ladybird.

   - ¿Y luego? ¿Siguieron viajando?

   - ¡Sí! – ella asintió. – Un año después de empezar a viajar juntos, tu papá me preguntó si quería casarme con él. – le mostró su mano izquierda, en cuyo dedo anular estaba un hermoso anillo dorado, con una banda plateada sobre ella, en cuyo centro descansaba un zafiro octagonal. – Ése fue el día en el que tu papá me regaló esta sortija.

   - ¿Y les contaron a mis abuelos que se iban a casar?

   - ¡Claro! – Ike sonrió. – Les mandamos cartas a todos los que eran importantes para nosotros y, aunque no pudieron venir a la boda, sabíamos que nos acompañaban en nuestra felicidad.

   - ¡Qué bonito! – el pequeño ser se acurrucó en el costado de su madre. – ¿Cuándo se casaron?

   - El 20 de mayo, de hace seis años. Era un día precioso, y aunque fue una ceremonia sencilla, mi boda fue todo lo que quería. – le acarició el cabello.

   - ¿Y siguieron viajando después de eso?

   - Así fue. – su mirada se tornó nostálgica. – Hasta que, un día, cuando estábamos trabajando en la isla de Novis, tu mamá comenzó a sentirse mal. – suspiró. – Una amigable sacerdotisa la revisó, y lo que nos dijo, cambió nuestras vidas para siempre.

   - ¿Qué les dijo?

   - ¡Nos dijo que estabas en mi pancita, Shigure! – su madre besó su frente. – Nos pusimos muy felices porque, finalmente, íbamos a tener el bebé que habíamos deseado por tanto tiempo.

   - Como la sacerdotisa nos dijo que era más seguro para tu mamá, y para ti, que estuvieran en un solo lugar, le pedimos a mis padres que nos dejaran quedarnos con ellos un tiempo.

   - Le avisé a mi madre que estaríamos en Gallia durante mi embarazo, y fue para allá. – soltó una risita. – Se llevó sorprendentemente bien con tu abuela Elena.

   - Mis dos abuelitas son muy lindas. – el pequeño declaró. – ¿Y qué pasó cuando nací?

   - Tu papá estaba muy nervioso, y eso que era yo quien te iba a tener. – rio sutilmente.

   - ¡Es que no sabía cómo ayudar!

   - Y por eso la partera, tu madre, tu hermana, y mi madre fueron quienes me ayudaron. – le dio palmaditas en la cabeza. – Tú te quedaste con tu padre en la otra habitación.

   - ¡Jejeje! ¿Y luego, mami?

   - Después de que te revisó, la partera le dijo a tu papá que entrara para conocerte.

   - ¿Y qué pensaste cuando me viste, papi?

   - … Que eras lo más hermoso que había en el mundo. – acarició su suave cabello azul medio. – Te cargué, le agradecí al universo por tu existencia, y te prometí que daría mi vida por ti.

   - ¿Y qué pensaste cuando viste que tenía un ojo dorado, y otro azul? – el pequeño levantó el fleco que ocultaba su ojo cerúleo. – Los gatos tienen ojos así, pero la gente no tanto. – bajó su mechón de cabello.

   - Pensamos que eran los ojos más hermosos del mundo, porque eran tus ojos. – Azura indicó cariñosamente. – ¡Estábamos dichosos por tu llegada!

   - ¿Y cuánto tiempo nos quedamos con mis abuelos?

   - Un par de meses más. Y, en ese tiempo, tomamos una decisión.

   - ¿Venir a este pueblo?

   - Correcto. – su padre asintió. – Queríamos que tuvieras un hogar fijo, uno donde pudieras crecer feliz y bien atendido.

   - ¿Fue ahí cuando mami compró el teatro?

   - Exactamente. – ella confirmó. – Tener el teatro nos ayudó a comprar esta casa, y tener una vida tranquila.

   - Y todo es para ti, mi querido hijito.

   - ¡Gracias! – les sonrió. – Mami, papi, cuando crezca, quiero ser mercenario y cantante, igual que ustedes. Y también quiero pintar obras de arte. – bostezó. – Sí, eso es lo que quiero hacer.

   - Serás todo lo que quieras ser. Apenas tienes cuatro años, y tienes mucho tiempo para decidir qué quieres ser cuando crezcas. – Ike y Azura se levantaron de las esquinas de la diminuta cama. – Tu mamá y yo te apoyaremos.

   - Gracias. – su voz filtraba cansancio.

   - Hasta mañana, Shi. – su madre lo besó en la mejilla. – Descansa, mi bebé.

   - Ya no soy bebé.

   - Sabemos que no, pero siempre serás nuestro bebé, no importa cuánto crezcas. – su padre lo besó en la frente. – Buenas noches, mi niño.

   - Buenas noches, mami. – se acurrucó en su cama. – Buenas noches, papi. – estaba por quedarse dormido. – Nos vemos en la mañana. Los quiero mucho.

   - Y nosotros a ti, Shigure. – dijeron al unísono. – Nos vemos en la mañana. – apagaron la luz de la pequeña habitación y, en silencio, salieron de ahí, viendo afectuosamente cómo la prueba viviente de su amor sucumbía al sueño.

 

Fin.

 

Notes:

¡Sorpresa! ¡Shigure ya existe (al menos en este AU)! 💙🩵🩵

¡Me divertí mucho escribiendo este fic! ¡Si llegaste hasta aquí, te agradezco por tu apoyo! 💖

¡Feliz Día de San Valentín! ¡Nos vemos pronto! 💖

Notes:

¡Muchas gracias por leer!
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Ike and Azura, from Fire Emblem, in pixel art. They’re holding red roses in their hands. Suddenly, Azura kisses Ike in the cheek, and he blushes.