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De ojos rojos y obsesiones

Summary:

Aislar a Tobirama del mundo genera consecuencias impredecibles tanto para los Senju como para los Uchiha.

(O, donde Tobirama, cansado de vivir bajo el temor constante de que los espeluznantes Uchihas lo secuestren por sus ojos rojos, decide, por primera vez, tomar el control de su destino.)

Notes:

Este trope me tiene atrapada desde hace AÑOS, así que ya era hora de que haga un fic sobre esto.

Espero lo disfruten, nos leemos💗

Chapter 1: Butsuma

Chapter Text

 

 

En momentos como estos, en los que la luz del radiante sol enrojece su pálida piel y el agua del río es su compañera más reconfortante, a Tobirama le gustaba pensar, dejarse llevar por los confines de su mente mientras sus pies eran suavemente mecidos por la corriente del río Senju.

Nunca ha sido particularmente filosófico ni reflexivo en los pocos años que lleva con vida, pero estos momentos de soledad plácida son cuando su mente lo ataca con recuerdos de Itama y Kawarama. Sus pequeños hermanos, que en paz descansen, no podían salir de su cabeza. Tobirama no puede evitar extrañarlos, no cuando el sol le recordaba la sonrisa radiante de su adorable Itama, o cuando el agua, tranquila pero a la vez indómita, reflejaba la personalidad de su querido Kawarama.

Son estos momentos en los que su odio por todos evoluciona a límites retorcidos. Odia a los Uchiha por matar a sus hermanos, odia a los Senju por no protegerlos, odia a su familia, a su padre por enviar a sus pequeños hermanos a una guerra por motivos tan estúpidos como el honor y el orgullo.

Pero, por encima de todo, se desprecia a sí mismo por no haber podido protegerlos. Si tan solo no hubiera nacido vil, con esos ojos rojos que aquella bastarda diosa le obsequió, habría ido al campo de batalla sin dudarlo, habría tomado el lugar de sus hermanos. Los habría cuidado.

Esa estúpida diosa debe haber leído sus pensamientos, porque un rayo de sol se posó en su rostro, estando oculto entre la refrescante sombra de los árboles, como señal de regaño. Tch, qué bastarda.

El río sigue fluyendo, balanceando sus pies cada minuto. Su padre debe estar mordiéndose las uñas e interrogando a su séquito de guardias que hace horas lo perdió. Tobirama no puede entender a Butsuma, un padre que dice amarlo, pero que no dudaría ni por un segundo en enviar a sus otros hijos en favor de su lucha.

¿Qué clase de padre colma a un hijo de guardaespaldas pero sacrifica a otros sin piedad? ¿Por qué preferir a uno y ser indiferente con los demás?

Tobirama sabe la respuesta, pero no quiere ni siquiera pensarlo.

Las horas pasan, y cuando la bastarda diosa al fin se oculta tras su hermano para dar paso a la brillante luna de Tsukuyomi, es cuando Tobirama se mueve. Sus pasos, siempre silenciosos, no generan un solo ruido, un signo de que, a pesar del encierro impuesto por el clan, todavía fue criado como un ninja.

Sigue el incierto camino del bosque con calma. Tobirama ve a lo lejos las casas y campamentos de los Senju, junto con varios ninjas corriendo de aquí para allá, sin duda buscándolo.

Solo cuando la distancia se acorta unos pocos metros, es cuando empiezan a notar su presencia. Es fácil hacerlo, con su piel tan blanca como un invierno cruel y el cabello plateado de los Hatake. Es un desagradable punto blanco.

Tobirama, a veces, se pregunta qué hubiese pasado si se hubiera criado como Hatake, si en vez de portar el símbolo del bosque, portara el símbolo de la tierra fértil. "Los Hatake hubiesen tenido piedad y me habrían matado en cuanto vieran mis ojos rojos." es el pensamiento certero de Tobirama.

Sus guardias lo inspeccionan por unos segundos, buscando heridas en su cuerpo, y cuando finalmente no encuentran nada, lo alzan por el cuello de su yukata y lo llevan a la oficina de su padre, como a un cachorro regañado.

Yuta lo sostiene con rudeza, no queriendo que Tobirama escape y tengan que buscarlo otra vez durante horas en la noche. Maiko le da una mirada exasperante, suspirando con resignación.

Cuando llegan al lugar en donde se encuentra Butsuma, Tobirama lo encuentra puliendo sus armas con rigidez, un hábito nervioso que reconoce al instante.

Lo depositan con cuidado en el suelo. Tobirama solo mira con una expresión impasible lo que está por venir.

Butsuma deja caer las armas con un sonoro ruido, dándole una seña a los guardias para que salgan. Cuando finalmente son solo ellos dos, su padre suelta la máscara.

—¿Dónde creés que estabas? —Butsuma avanza con pasos duros, agarrando los brazos delgados de Tobirama con sus manos llenas de cicatrices—. ¿Acaso no he sido lo suficientemente claro? No entiendo cómo puedo hacerte entender el peligro que corres cada vez que sales del recinto y te escabulles sin más.

La expresión de total desesperación en el rostro de Butsuma despierta sentimientos de culpabilidad en Tobirama, pero él los aplasta rápidamente.

—Si alguno de esos roba niños te ve, no dudarían en llevarte lejos de tu familia, de mí —Butsuma afloja el agarre; sus arrugas parecen haberse acentuado una década más. Se ve cansado.

Los roba niños, como su padre siempre llama a los Uchiha, han sido vistos secuestrando a cualquier persona con ojos rojos en Tierra del Fuego, ya sea hombre, mujer, niño o adulto. Nadie escapa de su tiranía. Pero estas personas, según los Uchiha, bendecidas por su diosa bastarda, eran en su mayoría civiles, y por lo tanto, a los demás clanes no podían importarles menos las "curiosas tradiciones" Uchiha.

Su padre pensaba lo mismo, hasta que él nació. Desde entonces, ha denunciado el comportamiento de los Uchiha ante el señor feudal en repetidas ocasiones, calificándolo de inmoral y abominable. Por supuesto, los rumores sobre el nuevo sentido de justicia de su padre no tardaron en surgir, junto con las batallas cada vez más sangrientas entre los Senju y los Uchiha.

Rumores absurdos, como que Butsuma había encontrado una amante de ojos rojos, hasta especulaciones de que escondía ojos rojos tras un poderoso genjutsu, hicieron que los Uchiha prestaran especial atención al jefe Senju.

Su madre, luego de una gran pelea con Butsuma por ser tan descuidado, resolvió el problema con más rumores. Esparció la historia de que Butsuma tuvo alguna vez un amigo en su niñez, un hermano jurado al que apreció enormemente, pero que un día desapareció para nunca volver a ser visto. Este ficticio amigo, por supuesto, tenía ojos rojos. De ahí, según ella, provenía su insistencia en denunciar los actos atroces de los Uchiha.

Ese pequeño rumor, como dijo su madre con un guiño astuto años después, hizo que los civiles miraran con buenos ojos a Butsuma. Después de todo, "alguien finalmente les prestaba atención a los humildes", consolidando la imagen de un líder justo.

Por supuesto, las negociaciones con ricos comerciantes fueron el objetivo secundario de su madre. ¿El principal? Proteger a su recién nacido bebé.

Tobirama no entiende cómo una mujer tan letal e inteligente se casó con su padre. Si viera que de los cuatro hijos que alumbró en su vientre solo quedan dos, no dudaría en arremeter contra el clan Senju.

Butsuma se arrodilla frente a su hijo, depositando sus manos en ambos lados del rostro de Tobirama con una suavidad no acorde con alguien como él, un jefe endurecido de uno de los clanes más poderosos de la tierra.

—Sé que odias esto. Yo también odio que tengas que vivir así. Pero, hijo mío, es la única forma —dice Butsuma mientras acaricia su corto cabello.

Tobirama quiere morder su mano hasta que sangre, quiere acurrucarse en sus cálidos mimos. Pero al final, solo se limita a observarlo con sus asquerosos ojos benditos.

Al no escuchar respuesta alguna de su hijo, Butsuma rodea el cuerpo más pequeño con fuerza.

—¿Alguna vez perdonarás a este padre? —Butsuma aprieta sus brazos; ambos saben la respuesta a esa pregunta—. Por favor, hijo, háblame.

Tobirama desvía la mirada, encontrando fascinantes los papeles esparcidos por el escritorio. Sabe que, si expresa algo, cualquier cosa, no podrá parar y hará algo loco como gritarle con ira a su padre. O, peor, llorar.

Es mejor el silencio, no decir nada y seguir adelante.

—Al menos no te alejes demasiado del bosque —dice Butsuma finalmente. Un beso cariñoso es depositado en la cabeza de Tobirama. Su padre lo mira con cansancio, pero sin resignación. Nunca con resignación.

Tobirama reconoce esto como un despido. Le asiente a su padre y sale de la habitación rumbo a su cuarto.

Al día siguiente, Taiga, un primo lejano, se une a su séquito de guardias.

 

 

 

Chapter 2: Hashirama

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Tobirama peina el largo cabello de Hashirama con suavidad, pasando el peine por cada mechón con movimientos lentos. Hay un ambiente de tranquilidad entre ellos.

 

Mañana sería otra batalla contra los Uchiha, y, como siempre, todo empezó por una disputa absurda. Una Uchiha acusó a uno de sus primos de haber saboteado una misión que el mismo señor feudal le había encomendado, y su primo, ante la acusación, solo se rió en su cara, provocando que la mujer Uchiha entrara en cólera y atacara.

 

Ambos terminaron muertos.

 

Sigue pasando el peine hasta desenredar las puntas. Hashirama tiene un cabello liso como la seda y tan suave como el algodón. Tobirama nunca se cansará de esta rutina que ambos comparten. 

 

Puede ver en el espejo a Hashirama con los ojos cerrados, relajado. El peso de ser el heredero de un clan en continua disputa parece desaparecer de sus hombros momentáneamente.

 

—Escuché que padre te ha estado vigilando últimamente. —Hashirama mantiene los ojos cerrados mientras le habla. Tobirama solo tararea en reconocimiento, aplicando el aceite de lavanda por todo el cabello castaño.

 

Tobirama se aleja, observando su trabajo finalizado. Pronto le da la espalda para guardar todos los utensilios que ha utilizado en el gran armario de su hermano.

 

—Estás dejando crecer tu cabello. —La voz de Tobirama está áspera por el desuso; puede sentir cómo su hermano se pone rígido por un momento antes de obligarse a relajarse—. Me gusta.

 

Hashirama abre los ojos, mirándolo con una sonrisa ligera. Tobirama recuerda la envidia que sintió y que a veces siente al ver los ojos marrones de su hermano. Son encantadores, expresivos, de un marrón tan rico como la tierra fértil y tan dulces como el chocolate. Son normales.

 

—Entonces me lo dejaré crecer aún más, si te gusta tanto, así sigues peinándome. —Hashirama nunca lo presiona para que hable, no como su padre. Su hermano espera paciente a que él mismo dé el primer paso, aunque solo sean frases o conversaciones cortas. Es el efecto que tiene Hashirama en él; es la presencia reconfortante que solo su hermano puede lograr.

 

—Incluso si tienes el cabello tan corto como en nuestra infancia, te peinaré. —Tobirama vuelve junto a su hermano, abrazándolo por detrás mientras apoya su barbilla en uno de sus hombros. Hashirama toma sus manos y las aprieta con suavidad. Ambos miran el espejo, bebiendo de la imagen del otro.

 

—Si mañana he de morir en el campo de batalla, te imploro, Tobirama, cumplir mi sueño. —Hashirama repite las mismas palabras cada vez que va al campo de batalla, y Tobirama siempre responde con lo mismo:

 

—No morirás, porque sabes que jamás haré cumplir esa promesa.

 

Hashirama solo le da una sonrisa triste. Luego, como es de costumbre, besa una de sus manos.

 

Ambos se alejan del tocador para dirigirse a la cama. Primero entra Hashirama; siempre le ha gustado el lado de la pared. Luego, Tobirama se acurruca a su lado. Los dos hermanos duermen abrazados, temerosos de que esta sea la última vez.

 

En la mañana, cuando Tobirama despierta, encuentra el otro lado de la cama frío.

 

::

 

Taiga se remueve en su sitio. Tobirama tendrá que mejorar su entrenamiento si quiere ser un ninja por unos cuantos años más; su primo aún es joven, le falta aprender. Pero por ahora, puede comprenderlo, fue la muerte de su hermano la causa de otra batalla entre Uchiha y Senju.

 

Él y su séquito esperan en la puerta del recinto la llegada de los que hoy fueron a participar en la batalla.

 

Los curanderos se han dispersado en dos grupos: los que estaban cerca del campo de batalla para asistir y los que permanecen en el clan para curar heridas más graves. Tobirama, obviamente, pertenece al segundo grupo.

 

Se está arriesgando a la ira de su padre otra vez al permanecer tan cerca de la puerta; sin embargo, no puede evitarlo. Mirar aquella puerta, que en su niñez parecía más grande que la vida, evoca sentimientos contradictorios.

 

Por un lado, es un vistazo a la libertad que se le fue arrebatada por nacer vil. ¿Qué tan grande era el mundo? Desde la puerta parecía una tierra sin fin, una línea interminable. Quiere cruzar desesperadamente esa enorme puerta.

 

Pero, por otro lado, esta puerta solo era la portadora de su ansiedad. Por esta puerta habían salido sus hermanos pequeños, ambos temerosos por la batalla, con una espada en sus manitas temblorosas. Salieron por esta maldita puerta, y Tobirama nunca los volvió a ver.

 

Si bien por fuera parece la personificación de la calma, por dentro está maquinando escenarios cada vez más atroces. ¿Y si Hashirama fallaba en algún movimiento? ¿Y si Uchiha Madara al fin se cansa de ese acuerdo tácito de no herir? ¿Y si hoy era el turno de su padre para entrar a las tierras puras? Siente que su interior se remueve de incomodidad, como si fuese a vomitar de los nervios.

 

"Tendría que haberlo sedado, romperle las piernas y esconderlo de los ojos de padre". Pensamientos oscuros rondan su mente, pero sabe que son inútiles. Hashirama iría al campo de batalla hasta con fiebre y cojo; su lealtad al clan es admirable y a la vez tan equivocada.

 

El rayo del sol es fuerte en su frente; es como si intentara consolarlo. Diosa tonta, no caerá ante sus artimañas.

 

Finalmente, pequeños puntos comienzan a aparecer a lo lejos, junto con los sonidos de armas y cuerpos arrastrándose. Tobirama aprieta sutilmente un dedo en su uña, excavando y sacando la sensible piel sin darse cuenta.

 

No puede localizar a Hashirama ni a su padre.

 

Hay otros Senju junto a él: niños que esperan a un padre, madres esperando a sus propias madres y padres esperando a sus hijos. El sentimiento de ansiedad es casi palpable en el aire.

 

Siente cómo Maiko agarra una de sus manos. Tobirama baja la mirada, encontrando sus uñas hechas un desastre sangriento. Yuta le da un pañuelo para que limpie su inmundicia. Tobirama solo les da un rápido asentimiento en señal de agradecimiento, concentrándose en los puntos lejanos.

 

"Te odio, diosa bastarda, pero por favor, te suplico el regreso de mi familia". Reza sin esperanza a Amaterasu, sus ojos rojos buscando desesperadamente alguna señal de cabello largo y castaño.

 

Ahí.

 

Justo detrás de una curandera, puede ver a Hashirama cargando junto a su padre a una anciana del clan. Yoshiko-sama parece haber recibido una herida en su costado, por la forma en que se agarra la cintura, pero, a pesar del visible dolor, lleva una sonrisa depredadora en su cara. Mujer loca.

 

Hashirama deposita con cuidado en la cama de traslado a Yoshiko-sama. Su padre da órdenes sobre quiénes atender y cuáles son los heridos graves. Pronto Tobirama se mueve hacia donde está su hermano.

 

Los repentinos brazos alrededor de su cuello sobresaltan a Hashirama por un segundo, solo para envolver a su hermano con los suyos al percibir el cabello plateado de Tobirama, abrazándolo fuerte.

 

—Estoy aquí, hermanito. No te dejaré. —Los susurros en su oreja parecen calmar al fin el interior de Tobirama.

 

Ambos se quedan así, fundidos en el abrazo del otro durante un largo tiempo.

 

Cuando su padre grita a lo lejos para que Tobirama se aleje de la puerta, es cuando se separan. Hashirama solo suelta una risa, arrastrando a Tobirama con un brazo en sus hombros mientras le cuenta las hazañas de hoy a todo pulmón.

 

Tobirama se permite mirar al cielo y soltar un silencioso "gracias".

 

 

 

 

Notes:

¡Hola, aquí devuelta!

En este capitulo vemos un poco de la dinámica entre Tobirama y Hashirama, así como indicios bastante claros sobre la rebeldía de Tobirama ante el encierro. Por Dios, ese muchacho solo quiere salir a dar un paseo decente.

Espero que les haya gustado, disfruten💗

Chapter 3: Amaterasu. Kagami

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

 

Tobirama, al estar recluido toda su vida, tenía pocas cosas las cuales hacer. Si no era entrenar con su padre o la tía Hanae, era escabullirse por los bosques detrás del recinto. Pero incluso ese ir y venir de ambas cosas terminaba cansando y aburriendo a Tobirama. Así que buscaba algo para hacer, cualquier cosa disponible.

 

Si había niños a los cuales cuidar, bebés huérfanos a quienes alimentar o cualquier cosa que reparar dentro del clan, él era el principal miembro entusiasta en levantar la mano. Era lo mínimo que podía hacer mientras otros arriesgaban su cuello en la guerra.

 

Por eso, cuando su tía Hanae depositó a la pequeña Momo en sus brazos, él la acomodó de forma instintiva.

 

—Hoy es mi turno de participar en la batalla, cuida a mi bebé, sobrino. —La tía Hanae le revolvió el cabello con cariño y dio un pequeño beso en la frente de Momo.

 

Y si Tobirama sintió las manos temblorosas en su cabeza, no dijo nada.

 

Momo se acurrucó en su cuello, sus ojos estaban pesados y se movía somnolienta. Tobirama tarareó para que volviera a dormir.

 

Tobirama le dio un asentimiento a Hanae, quien le dio una pequeña sonrisa antes de partir hacia las puertas. Espera con toda el alma que ella vuelva a cruzar esas puertas.

 

Hoy el único guardia que estaría vigilándolo sería Taiga. Su padre ordenó que Yuta y Maiko participaran esta vez. Lo más probable es que él le haya dicho a la tía Hanae que Tobirama cuide a su hija para que no sienta la necesidad de burlar a Taiga y escaparse. No es que Tobirama se queje, le gusta cuidar a los niños, ellos son inocentes, tal y como fueron alguna vez Itama y Kawarama.

 

Tobirama echa una última mirada a la puerta, donde su padre y varios miembros del clan empiezan a marchar. Momo emite un pequeño quejido somnoliento, Tobirama rápidamente la mece.

 

—Vamos. —Le dijo sin pensar a Taiga, concentrándose en la pequeña en sus brazos. Las mañanas siempre eran frías en los bosques Senju, es mejor volver a la cálida casa principal.

 

Tobirama se pierde la mirada de sorpresa y ligera alegría de su primo.

 

"Tobi está cómodo", piensa Taiga mientras iguala su caminata.

 

Al poco tiempo, llegan a la casa y son recibidos por un agradable aroma. Al parecer, su padre entró en uno de esos episodios nerviosos en donde no podía dejar las manos quietas. Todo estaba limpio, ni una mota de polvo en las ventanas, la alacena llena por las creaciones de su padre. Ah, tendrán que comer rápido todo lo que haya preparado su padre antes de que se desperdicie.

 

Tobirama mece a Momo mientras prepara dos tazas de su caro té Oolong. Más le valía que Taiga aprecie esta buena infusión. En dos pequeños platos de porcelana sirve el pastel de durazno que su padre preparó la anterior noche. Tobirama le hace una seña a Taiga para traer el desayuno a la mesa.

 

El sabor del té es exquisito, el pastel lo es aún más. Taiga saborea ambas cosas en silencio con una sonrisa.

 

—Cocinas increíble, Tobi. —Taiga adula a Tobirama mientras mete un gran trozo de pastel a su boca.

 

Tobirama resopla, divertido por las suposiciones de su primo. —No podría cocinar ni aunque mi vida dependiera de ello. Lo que estás comiendo fue hecho por las propias manos de Senju Butsuma. —Tobirama bebe su té mientras Taiga se ahoga.

 

—¡¿Qué?! —El escándalo surca la expresión de Taiga, mirando el lindo pastel de durazno y recordando el ceño fruncido del jefe del clan cada vez que pierden a Tobirama. Ambas cosas no concuerdan.

 

Tobirama le lanza una mirada de advertencia ante el grito. Momo se había movido para dar un bostezo.

 

—Mm, es tiempo de mejorar tu entrenamiento ninja. —Taiga abre los ojos como gato ante las palabras de Tobirama. —Es lo que tu hermano hubiese querido.

 

Ante eso, Taiga aprieta sus manos, pero luego le asiente a Tobirama con determinación.

 

::

 

—Estira más tus rodillas, tienes que sentir la tensión. —La cara de Taiga está roja, un ceño fruncido de concentración asoma en su rostro. Tobirama está recostado de un árbol, sosteniendo un juguete frente a una muy despierta Momo, quien ríe ante el peluche de rana.

 

—Tu postura está mal, debes tener un pie un poco más atrás que el otro. Vuelve a hacerlo. —Taiga suelta un suspiro, pero hace lo que Tobirama le dice. Han estado así desde hace horas, con solo pausas para darle de tomar el biberón a Momo o para que Taiga se hidrate y continúen con el entrenamiento.

 

Taiga sabe que Tobirama es duro como profesor, pero es eficaz. Muchos de los niños del clan han comenzado a entrenar con él y han excedido las expectativas de los miembros más viejos. También han disminuido las muertes de los pequeños en el campo de batalla. Taiga comprende que Tobirama es así de estricto porque cada niño que toma bajo su ala se vuelve personal.

 

Él recuerda los susurros de las damas mayores con respecto al modo de enseñanza de su primo: Tobirama tiene debilidad por los niños, le recuerdan a sus hermanos fallecidos; por lo tanto, les enseña a pelear sucio y a escabullirse si es necesario. Enseña la manera tradicional, sí, pero también enseña a sobrevivir.

 

Tobirama aprieta los labios al notar la desconcentración en Taiga. —Tu mente divaga mucho, haré una dieta para mejorar tu concentración. —Las mejillas de Taiga se enrojecen al ser atrapado.

 

Tobirama solo suelta un suspiro; la ansiedad ha vuelto a su estómago, haciendo que lance miradas discretas hacia el camino donde está la puerta. Aún es temprano para que los curanderos comiencen a llegar para asistir a los posibles heridos de la nueva batalla; sin embargo, puede sentir el chakra de quienes ya están merodeando la puerta principal.

 

Todavía es temprano para que la batalla finalice; en las temporadas de verano, siempre se alargan.

 

Momo se agita cuando un rayo de sol pasa por su blanca carita hasta posarse en la de Tobirama, quien frunce el ceño hacia el cielo.

 

Bendito.

 

Tobirama ignora el susurro del viento, mirando solamente a Taiga hacer los ejercicios mientras mueve el juguete frente a la pequeña Momo.

 

Bendito, mi amado, ven.

 

—Basta. —Dijo en voz baja, rehusándose a prestar atención a la voz hipnotizante de aquella diosa bastarda.

 

Momo muerde una pata del peluche, riendo mientras rebota en los brazos de Tobirama. Tobirama ve cómo un rayo de sol intenso se posa sobre Taiga y Momo; es amenazante.

 

Ven.

 

Tobirama frunce los labios con disgusto, toma el biberón vacío de Momo y se dirige junto a Taiga. —Ahora, la otra parte de tu entrenamiento es cuidar a Momo mientras yo caliento la leche. —Tobirama usa la cantidad exacta de veracidad y fiereza para que Taiga no lo contradiga. La distracción funciona, porque Taiga agarra a Momo con un asentimiento para luego dirigirse a la sombra del árbol.

 

Tobirama entra a la casa para salir por el otro lado. No sabe dónde lo guiará la diosa bastarda, pero debe tener cuidado. Puede contar con los dedos de una mano cuántas veces la diosa ha sido así de impaciente y amenazante. Algo debe haber ocurrido.

 

Los rayos del sol parecen guiarlo por el bosque. El camino de tierra es fangoso por esta parte. Generalmente tiene cuidado de ir por este camino ya que conecta con una entrada fuertemente custodiada por los Uchiha. Tobirama se muerde el labio; es peligroso seguir así sin más. Puede que los Uchiha estén en la batalla, pero aún deben quedar algunos rondando por estos lares.

 

Al ver que el rayo del sol sigue moviéndose, Tobirama desata la parte superior de su yukata para ponerla sobre su cabeza. No le da demasiado margen para ocultarse, pero es mejor que nada.

 

Camina y camina siguiendo las señales por lo que podrían haber sido horas hasta que, por fin, desaparece esa luz maldita. Amaterasu, diosa bastarda, lo ha traído a un prado vacío.

 

Tobirama respira hondo; la frustración por ser engañado y la ansiedad de saber que su gente está batallando hacen que su ira se acumule.

 

Lo más probable es que Amaterasu no vuelva a hablarle hasta que él adivine qué es lo que quiere exactamente. Qué reina del drama es esa maldita diosa.

 

Deambula por el bosque un rato más, buscando alguna planta exótica, un animal herido, cualquier cosa que indique la insistencia de Amaterasu al traerlo aquí.

 

Cuando estaba a punto de darse por vencido, es cuando escucha los susurros a lo lejos. Bingo.

 

Tobirama emprende camino con sus pies bañados en chakra; quiere llegar lo más pronto posible, así termina con todo esto. Los sonidos de forcejeos y puñetazos se escuchan cuando está más cerca.

 

Sube a una rama escondida mientras observa la escena. Hay un niño pequeño, apenas de la altura del hermano de Touka: pequeño, inocente, luchando contra tres hombres. Dos parecen posibles ninjas y el último es claramente un civil.

 

Tobirama se prepara para saltar hasta que ve el emblema cosido en la camisa del niño: Uchiha. Todo movimiento se frena en Tobirama al saber que el niño no es cualquier persona; es del clan de esos salvajes.

 

Tobirama ve cómo el niño muerde el brazo del civil, pero rápidamente es neutralizado por el ninja con una cicatriz en la cara. Aprieta sus manos, su mente en un dilema. Si salva al niño, lo más probable es que le cuente a su clan sobre él, sin contar que el mismo niño es un vil Uchiha.

 

'Pero es solo un niño, es inocente'. Su mente razona, y ese parece ser el clavo en el ataúd. Es un niño, no importa que sea Uchiha; es una criatura inocente en malas circunstancias.

 

Sin pensarlo mucho, Tobirama desciende del árbol hasta saltar sobre los hombros del ninja más cercano, rompiendo su cuello con las piernas y matándolo al instante.

 

Si bien no sabe por qué exactamente están atacando al niño, tiene algunas suposiciones. ¿Un niño Uchiha solo en medio del bosque, alejado del recinto de su clan, rodeado de tres hombres sospechosos? Solo indica una cosa: trata de personas o ladrones de dōjutsu.

 

Tobirama nunca sentirá piedad por esa clase de gente.

 

El otro ninja lo embiste al suelo. Tobirama lo deja; en esta posición es más fácil llegar a la garganta del enemigo. Tobirama muerde hasta arrancarle un pedazo de piel.

 

El ninja se agarra la garganta con ambas manos para intentar detener el sangrado. Tobirama usa esa distracción para agarrar la katana del hombre, enterrando con fuerza la espada en el ojo del enemigo.

 

Tobirama ahora dirige toda su atención al civil tembloroso que lo observa con horror.

 

El civil, al notar su inminente muerte, hace un movimiento arriesgado: agarra al niño y le pone un cuchillo en el cuello.

 

—¡Quédate ahí o lo mato! —Tobirama deja de avanzar, consciente del peligro en el que puso al niño por su descuido. El civil sonríe con una cruel euforia—. Sí, mierda, no te muevas o le rajo el puto cuello.

 

Tobirama mira al niño, quien ya estaba observándolo con grandes ojos aterrorizados; luego vuelve a mirar al civil, que aprieta su agarre en el cuello del pequeño, sacándole un hilo de sangre. Imperdonable.

 

—Él es inocente, pelea conmigo, cobarde —incita Tobirama al civil para distraerlo. Es una táctica riesgosa, pero es la única que tiene más probabilidades de funcionar. Funciona, porque al momento siguiente el civil grita:

 

—¡CÁLLATE! —Tobirama usa esa distracción para llevar sus manos a la espalda sutilmente, haciendo una serie de sellos hasta finalmente soltar un jutsu de agua que crece a espaldas del civil.

 

El civil no tiene ninguna oportunidad cuando el agua pesada lo azota al suelo, obligándolo a soltar su agarre de hierro sobre el niño, junto con su arma.

 

Tobirama lo intercepta con brutalidad, agarrando el cabello del civil. En un acto de mezquindad, toma el kunai que llevaba guardado y lo pasa por el cuello del hombre. Tobirama tira el cuerpo sin vida con desagrado. Luego, gira su cabeza para mirar al niño, que se había escondido detrás de un árbol. Cosita inteligente.

 

—El peligro ha cesado, vuelve a tu hogar —le dice con suavidad. Atrás queda el sanguinario que mató a tres personas sin dudarlo.

 

El niño parece dudar un poco, pero finalmente sale de detrás del árbol.

 

Tobirama da un paso atrás al verlo. El niño, que antes tenía los ojos negros como la noche, ahora los tiene rojos, girando con un tomoe negro en cada lado.

 

—... Bendito —dice el niño sin aliento, su expresión llena de asombro infantil. Tobirama traga saliva, pero se enfrenta a la situación sin dudarlo.

 

—Estás confundido, pequeño. Es el shock de la situación —responde Tobirama, preparándose para abandonar el lugar. Pero el niño parece percibirlo, y de repente salta de su posición para abrazar a Tobirama por la cintura, envolviendo sus bracitos alrededor de él.

 

—¡No! Bendito —insiste, frotando su cara contra su estómago mientras lo agarra con fuerza—. Tus ojos son rojos como los bendecidos por Amaterasu-Ōmikami. Debes volver conmigo para ser correctamente homenajeado.

 

Tobirama siente que la bilis le sube por la garganta. ¿Qué clase de cosas les enseñan los Uchihas a sus niños? Tan pequeño y diciendo cosas de adultos. Niega con la cabeza.

 

—Estás delirando, te has golpeado fuerte la cabeza. Solo soy un humilde viajero —miente descaradamente mientras se desenreda fácilmente de los pequeños brazos.

 

Tobirama aparta al niño, alejándose un poco y preparándose para saltar. Solo que no contó con lo insistente y valiente que podía ser el niño.

 

—Lo siento, Bendito de Amaterasu-Ōmikami, pero es mi deber llevarte a mi clan.

 

Tobirama permite que el niño agarre uno de sus brazos, de lo contrario, podría haber caído sobre un no muy agradable arbusto de espinas venenosas.

 

El niño intenta con todas sus fuerzas arrastrarlo en la dirección equivocada, lejos de donde se encuentra el clan Uchiha. Es, al mismo tiempo, lindo y patético.

 

Tobirama suelta un suspiro de resignación y, con un movimiento preciso, noquea al niño.

 

Lo alza en sus brazos mientras se dirige a dejarlo cerca del recinto Uchiha. Seguramente algún miembro del clan debe estar buscando a su mocoso, ¿no es así?

 

Solo espera que esto no le explote en la cara.

 

 

Notes:

Tobirama: Los Uchihas son viles, salvajes.

Tobirama cinco minutos después, asesinando de forma brutal a 3 personas: Nadie toca al niño inocente😡

Kagami:🥺 🔴👄🔴.

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Espero y les haya gustado el capítulo, cada vez nos acercamos a la trama principal!!🤭💗

Chapter 4: Tobirama.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

El sol estaba completamente oculto y la luna brillaba orgullosa cuando Tobirama al fin llegó al complejo Senju.

 

Tobirama usó la entrada trasera, custodiada por los gemelos Inu y Komi, para ingresar al clan. Ambos no dijeron nada, pero le lanzaron miradas preocupadas. Tobirama debía haberlos asustado con toda la sangre que llevaba encima. Él les dio un asentimiento y se alejó rumbo a la casa principal.

 

El camino estaba espeluznantemente silencioso. No se escuchaba ningún sonido, ni siquiera el de Yoshiko-sama quejándose de los jóvenes que jugaban frente a su casa, ni las risas siempre presentes en la casa del tío Hisahito. Nada.

 

Tobirama tragó su nerviosismo y se coló por la puerta del patio trasero de la casa principal. Abrió lentamente el shōji, procurando no hacer ruido que alertara de su presencia a los otros residentes de su hogar. Con pasos suaves, pasó de largo las cocinas, teniendo cuidado de que su yukata no rozara los objetos esparcidos por la sala.

 

Su habitación estaba al final del pasillo, al lado de las habitaciones de Hashirama y su padre. Pero antes de llegar, debía pasar frente a la oficina de Butsuma.

 

Tobirama contuvo la respiración, dejó de respirar por completo mientras caminaba paso a paso frente al obstáculo más difícil. Si lo atrapaban, estaba frito.

 

Bien, pasó el estudio de su padre sin problemas. Ahora solo quedaban las habitaciones. Tobirama ahogó un suspiro y siguió adelante. Hoy tenía suerte de llevar medias; sin duda, facilitaban que sus pisadas fueran amortiguadas por la fina tela ante el duro suelo de madera.

 

Solo le quedaban unos pocos pasos para llegar a su habitación. Si lograba llegar sin alertar a nadie, podría cambiarse de ropa y evitar preocupar a su padre o a Hashirama por un simple descuido.

 

Tobirama, como en ocasiones anteriores, abrió despacio la puerta de su habitación, mordiendo su labio hasta dejarlo pálido. Y cuando por fin abrió el shōji lo suficiente para pasar, se escuchó un sonoro crack de la puerta. Mierda.

 

—Tobirama —llamó la voz proveniente de la oficina de su padre. Tobirama maldijo a todos los dioses que recordaba y luego se preparó para enfrentar el castigo que, sin duda, le impondría su padre.

 

Tobirama entró en la oficina con la cabeza baja, mirando al suelo. No se atrevía a alzar la mirada y ver la decepción de su padre.

 

El silencio era insoportable. Tobirama no sabía qué era diferente hoy. Normalmente, su padre despotricaría sobre el peligro del exterior y luego lo mandaría a limpiar algún lugar sucio del recinto como castigo.

 

Pero hoy era diferente. Su padre solo estaba leyendo y firmando papeleo. Parecía ido.

 

Tobirama se apoyó ligeramente en su pierna izquierda cuando su padre, de repente, comenzó a hablar. Tobirama no pudo evitar mirarlo, y lo que encontró lo dejó atónito. Su padre se veía roto, destrozado.

 

—Desde tiempos inmemoriales, los Uchiha han capturado y privado de la libertad a incalculables personas. Ningún hombre, ya sea el cultivador más humilde, o ninguna mujer, aunque sea la comerciante más rica, ha podido escapar del complejo Uchiha y su tiranía. —Butsuma siguió firmando unos papeles. La tinta parecía haberse desparramado sobre la mesa; gotas del negro más puro caían al oscuro suelo de madera. —Ellos afirman que tratan a los que secuestran con la más alta estima, pero, ¿podemos confiar en ellos? ¿Qué tan verídicas podrían ser las palabras de quienes no dejan que sus objetivos de rapto hablen? Por lo que sabemos, esas personas podrían ser utilizadas como sacrificios para su diosa o como alguna retorcida forma de concubinato público.

 

Butsuma se levantó de su silla, recogió los papeles e ignoró la tinta esparcida que manchaba sus pies. Colocó los papeles en un armario de roble. Al lado del armario estaba una pintura de su madre.

 

Butsuma miró atentamente la pintura; sus ojos siguieron cada pincelada cuidadosamente delineada en el rostro de su mujer. Hatake Osamu fue una persona valerosa, con una belleza recatada que ocultaba su gran corazón. Ella era cruel y despiadada con quienes herían a los que consideraba suyos, pero amorosa y protectora con sus hijos y esposo. Butsuma aún recordaba el primer regalo de cortejo que ella le dedicó: un hermoso libro de cocina donde estaban anotadas todas las recetas que podía imaginar. Osamu misma había escrito ese libro para regalárselo y expresar su interés en él.

 

Ella fue quien lo motivó a practicar sus habilidades culinarias, a pesar de que su abuelo y jefe del clan en ese entonces veía esas prácticas como algo solamente para mujeres.

 

Las idas y venidas de ambos continuaron durante mucho tiempo. Llegaron a conocerse por completo, y Butsuma no podía evitar enamorarse de ella. Osamu era su todo: su amiga, su compañera y su esposa.

 

Él recuerda cómo ella misma le pidió matrimonio, mirándolo con nervios en sus hermosos ojos violetas, a pesar de que su expresión facial fuera de una calma total. Él la había observado embelesado; los fuegos artificiales del festival hacían que sus ojos brillaran como el cielo estrellado.

 

Al poco tiempo, Butsuma se unió a Osamu en sagrado matrimonio.

 

De su unión nacieron sus cuatro hijos. Su heredero Hashirama, quien parecía haberse llevado esa parte amorosa de su esposa en su personalidad, su heredero que era un prodigio y en quien veía un futuro buen líder (si tan solo dejara esa ilusión de paz... morir).

 

Su serio Kawarama, tan tranquilo como la caída de copos de nieve en un invierno suave. Su Kawarama, que había muerto antes de siquiera llegar a la pubertad, destrozado por esos mil veces desgraciados Uchihas. Su Kawarama, al que aún llora desesperadamente en su tumba durante sus noches más terribles, cuando la culpa golpea su corazón sin cesar.

 

Itama, oh, su pequeño y tímido Itama. Butsuma no entendía cómo alguien tan dulce como él podía haber salido de su sangre. Butsuma recuerda las noches en las que lo mecía suavemente, mirando con fascinación el cabello bicolor que había heredado de Osamu y de él. Itama era la perfecta combinación de ambos.

 

Su Itama, que se le fue arrebatado como todas las cosas buenas en su vida.

 

Y luego está Tobirama, su segundo hijo, el calco de su amada Osamu. Su Tobirama, que nació en el día más caluroso del verano, con el cabello tan blanco y los ojos violetas de su madre, apenas respirando con su débil pecho. Los curanderos, los mejores del clan, le dijeron a él y a su esposa que su niño no pasaría la noche.

 

Su Osamu estaba devastada cuando escuchó eso. Sus ojos violetas se cerraron para ocultar sus lágrimas saladas. Butsuma no podía permitírselo.

 

Tomó a su recién nacido e hizo algo desesperado: llevó a Tobirama a los límites del clan, donde estaba ubicado el templo de Amaterasu, construido por los Uchihas hace mucho tiempo.

 

Butsuma confiaba en que los Uchihas estarían celebrando aún el nacimiento de su segundo heredero, y cuando llegó al templo, sus suposiciones fueron correctas. No había ningún Uchiha para ver cómo se arrodillaba y rogaba con desesperación a su diosa, pidiendo por la salud de su hijo.

 

Nunca le contó a nadie lo que vio esa noche. Lo único que supo su esposa fue que su marido volvió completamente exhausto, pero con su hijo vivo. Un hijo que ya no tenía los ojos de su madre, sino que ahora portaba los ojos de un dios.

 

Butsuma aún se debate si fue correcto condenar la vida de su hijo por su propio egoísmo.

 

Pero al mirar el rostro de su pequeño, tan pálido como la leche, con sus mejillas dejando atrás esa grasa de bebé que lo hacía lucir tan adorable cuando era niño, dando paso a la adultez; su cabello plateado y revuelto, con suaves ondas que le recordaban a Osamu, y sus ojos, esos ojos que había llegado a amar a pesar de su destino, todo lo que podía pensar era que había valido la pena. Todo.

 

Conoce a su hijo, sabe que este cautiverio algún día lo marchitará, lo hará querer irse lejos de los brazos del clan, lejos del cuidado de Butsuma.

 

No puede permitirlo.

 

—¿Sabes por qué paró la batalla hoy? Un Uchiha vino gritando que uno de sus mocosos fue salvado por un bendito. —Butsuma deja de mirar la pintura para girar su cuerpo en dirección a su hijo—. Un bendito pálido, de cabello tan rubio como la plata. Tú.

 

Tobirama se mueve nervioso. Hay algo en el tono de su padre que no presagia nada bueno. Sabía que salvar a ese niño sería su condena, pero no pensó que el niño se despertaría tan rápido para advertir a todo su clan.

 

—Ellos pararon al instante la batalla, buscando con desesperación al bendito por todos lados. Y yo me sentí morir, Tobirama. Sentí que finalmente iba a perder otro hijo.

 

Butsuma lleva sus manos a su rostro, frotándose sin parar hasta finalmente recuperar algo de compostura. Luego mira a Tobirama con ojos vacíos.

 

—Te he protegido una y otra vez, a costa de miembros del clan, de ancianos y niños, de tus propios hermanos. ¿Y así es como me pagas? ¿Escabulléndote y haciendo que los Uchihas se den cuenta de tu presencia? —Los puños de su padre se aprietan, pero Tobirama no teme recibir violencia. Su padre nunca lo golpeó. Lo que sí teme es lo que va a decir en momentos donde su furia lo domina.

 

—Te he protegido mucho, Tobirama, pero ahora veo que eso solo hizo que creciera en ti una rebeldía insostenible.

 

Tobirama respira hondo. Siente que sus ojos se humedecen. Se siente como un niño otra vez, queriendo estar en los brazos de su padre ante el más mínimo inconveniente en su vida. Pero no puede. Ya es un ninja de pleno derecho; ya no puede estar bajo el ala de su padre.

 

—Por favor... —le susurra con agonía Tobirama, porque es débil, débil ante su familia, débil ante su padre, débil ante las injusticias que sufren niños de la edad de Kawarama e Itama.

 

Butsuma cierra los ojos, murmurando algo inentendible. Luego los posa en los de Tobirama. Marrón y rojo, rojo y marrón.

 

—Serás castigado. Desde hoy, no tienes permitido salir de esta casa hasta nuevo aviso. Desde hoy, para el mundo, solo tengo un hijo.

 

Butsuma se acerca a Tobirama y, en una parodia lastimera, abraza a su hijo para colocar un sello que llevaba tiempo acumulando polvo en su escritorio. Un sello que sabía que iba a utilizar algún día, y ese día llegó.

 

—Papá, por favor, no, te lo suplico. —Tobirama no puede aguantar más. Comienza a llorar mientras siente que el sello suprime su chakra, mientras percibe una especie de electricidad en el aire que lo mantiene lejos del exterior, encerrado para siempre.

 

—No podrás salir. Este sello prohíbe que pongas un pie fuera de la casa. —Butsuma, a pesar de haber colocado el sello, continúa abrazando a su hijo. Sabe que Tobirama lo odiará, si es que ya no lo odia. Pero Butsuma es un padre antes que un jefe de clan, y no le importa cargar con el odio de su hijo con tal de que *viva.

 

—Por favor, hijo, entiende a tu padre.

 

Y con esas sentenciadas palabras, el negro comenzó a llenar la vista de Tobirama, desmayándose en el acto.

 

::

 

Los días se convirtieron en semanas, las semanas en meses, y para cuando Tobirama se dio cuenta, ya habían pasado seis meses desde que su padre lo selló en la casa.

 

Su hermano había intentado dialogar con su padre, diciéndole que era inhumano mantener a Tobirama tanto tiempo encerrado en la casa, pero nada sirvió para disuadir a Butsuma. Incluso miembros del clan habían mostrado su descontento ante la situación, citando que este encierro no era diferente al que los brutales Uchihas cometían. Aunque otros creían que era mejor así; la seguridad del segundo hijo de la cabeza del clan debía ser lo primordial.

 

Después de todo, los Uchihas estaban como unos locos buscando al bendito. Los Senju habían tenido que ahuyentar a varios Uchihas que cruzaban su territorio en busca de Tobirama. En una ocasión, durante el festival de fin de verano, un Uchiha logró burlar la seguridad del complejo, buscando alguna señal de ojos rojos. Por suerte para el clan Senju, Touka lo encontró antes de que el valeroso Uchiha intentara entrar a la casa principal.

 

Era una cacería, y los Uchihas no tenían reparos en ocultarlo.

 

Hashirama intentaba quedarse el mayor tiempo posible en la casa, acompañando a Tobirama en su soledad. Lamentablemente, no podía permitirse estar todo el día con su hermano; sus deberes como heredero lo dificultaban. Su mayoría de edad estaba a la vuelta de la esquina, y los ancianos del clan rondaban sobre él, ansiosos por enseñarle el manejo de los asuntos que algún día tendría que liderar.

 

Cuando no podía pasar mucho tiempo con Tobirama, Hashirama le traía todo tipo de cosas para alegrarlo: desde dulces hasta sellos misteriosos con los que ocupar su mente.

 

Tobirama no entendía cómo pudo tener un hermano tan bueno. Si Hashirama no hubiese existido, habría enloquecido.

 

Su padre intentaba hablar con él, pero Tobirama no le dedicaba ni una sola mirada. Podía ser totalmente mezquino cuando lo deseaba. Cada vez que Butsuma entraba a la casa, Tobirama se iba a su habitación para no tener que enfrentarlo.

 

Extrañaba salir, sentir el pasto bajo sus pies y el sol besando su piel. Extrañaba tocar el río con las puntas de sus dedos, tumbarse bajo la sombra de un árbol mientras meditaba. Todas esas pequeñas cosas que tenía y que tan cruelmente le habían sido arrebatadas.

 

Los primeros días se los pasó en una ráfaga de negaciones, repitiéndose mantras como: "Mi padre no haría esto" o "Él me dejará salir mañana". Día tras día esas frases lo acompañaban como una ilusión desesperada. Solo cuando el primer mes terminó y no pudo asistir al festival de despedida del verano fue que lo aceptó.

 

Su padre no lo dejaría salir.

 

Solo entonces se puso manos a la obra. Buscó en todos los libros de la biblioteca familiar alguna forma de liberarse del sello. Entrenó como nunca en el patio de la casa hasta sentir sus huesos arder. Revisó cada rincón en busca de una laguna en el sello, algún fallo que pudiera permitirle escapar.

 

Tobirama ya había decidido: una vez que se liberara, escaparía de este país del terror. Iría a cualquier lugar donde no hubiera Uchihas ni padres carceleros. Puede que el País del Fuego haga oídos sordos ante los secuestros de los Uchihas, pero otros países se oponían fervientemente a estas prácticas.

 

El País del Viento parecía una opción. O quizá algo más discreto, como el País del Té.

 

No importaba cuál. Lo único que tenía claro era que se iría. Los meses de encierro le abrieron los ojos. Porque prefería morir antes que vivir sin vivir.

 

Notes:

Les gusta? que les pareció? disculpen la tardanza, me he estado poniendo al día con algunos exámenes pero ya esta aquí el capítulo 4😊💗