Chapter 1: ¿Celos?
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Draco estaba enamorado de su profesor de artes oscuras, como la mitad de Hogwarts por supuesto. No es que eso le causara ninguna incomodidad, claro que no.
Cientos de adolescentes hormonales coqueteando con su crush no le molestaba en lo absoluto. De todas formas, Draco sabía que no tenía ningún derecho a sentir celos, porque de alguna forma él también formaba parte del club de admiradores del Gran Harry Potter.
Algunas personas (Pansy) dirían que podría ser el mismísimo presidente del club, Draco piensa que es una exageración.
Él no está tan obsesionado con su profesor, simplemente lo admira un poco. Draco aprecia con frecuencia las clases didácticas que siempre se esfuerza en dar, su amabilidad, sus pestañas ridículamente largas e incluso se encuentra detallando más tiempo del necesario su cuerpo, tan esbelto pero musculoso en los lugares perfectos.
No pueden culparlo, su profesor era demasiado atractivo.
- Estás babeando - la voz juguetona de su amiga sonando demasiado cerca - Ni siquiera estas disimulando un poco.
- Ellos tampoco - contestó sin ganas, fingiendo que no era consciente del sonrojo que decoraba la mayor parte de su rostro para apuntar con su barbilla al grupo desorganizado de Gryffindors con el que compartían clase.
- Ni siquiera es tan guapo - susurro Theo desde su izquierda, ganando miradas incrédulas por Malfoy y Pansy - Bueno tal vez sí, pero que lo vean así es una exageración.
- Yo creo que usa esencia de amortentia - opinó Blaise.
- Yo digo que es un descendiente veela - siguió Draco.
- Yo digo que hay hombres más guapos - dijo Theo totalmente seguro e ignorando las burlas exasperadas de las demás serpientes.
- ¿Te imaginas como sería besarlo? ¿Será del tipo que muerde o será dulce? - susurro Pansy en su oído con una sonrisa juguetona, tocando con dedos suaves la barbilla de Draco y girando su rostro para que sus ojos conectaran, rozando ligeramente la punta de sus narices - Tal vez te tomaría del pelo y te besaría con violencia, ¿Cómo te gustaría más, Draquito?
Malfoy tragó saliva audiblemente, dejando volar su imaginación con cada escenario que su amiga había planteado, alimentando su gusto culposo y de alguna manera, haciéndolo desear más, ignorando que si movía ligeramente su rostro estaría besando a Pansy, totalmente acostumbrado a la cercanía exagerada de su amiga.
Cualquier opción sería maravillosa, pensó, sonriendo apenas un poco cuando alguien aclaró su garganta de manera brusca a un lado de ellos. Draco se tensó al instante. Podría reconocer ese sonido en cualquier lugar, bajo cualquier circunstancia.
- Señorita Parkinson, le recuerdo estamos en horario de clase y que las muestras de afecto no están permitidas - la voz de Potter resonó por la sala, tan firme como inconfundible. Draco sintió un vuelco en el estómago y sin pensarlo dos veces, se apartó de Pansy de inmediato, obligando a su rostro a mantener una compostura serena, aunque por dentro su interior se incendiaba de vergüenza y de incomodidad, sintiéndose totalmente regañado. Sin embargo, Pansy no se inmutó, al contrario, esbozó una sonrisa tan amplia y despreocupada que Draco apenas pudo entender cómo podía estar tan tranquila.
- Lo siento profesor, es solo que, vi a Draco y me dieron muchas ganas de besarlo - contestó animada. ¿Quién en su sano juicio se veía tan feliz cuando lo regañan? - Es que es demasiado bonito, ¿no lo cree?
El silencio que se había creado en el aula fue rápidamente remplazado por una risa disfrazada de tos por parte de Blaise, que terminó convirtiéndose en tos real y con su amigo haciendo una escena totalmente indecorosa. Sin poder evitarlo Malfoy estalló en risas, burlándose de su amigo junto con los demás, dejando que la tensión inicial se esfumara y siendo totalmente ignorante del aura victoriosa de Pansy y los puños furiosamente apretados de Potter, que, observaba la escena con una mezcla de frustración y.… algo más.
- Les recuerdo, no sé permiten ese tipo de muestras de afecto - continuó el profesor dirigiéndose a todo el salón antes de conectar su mirada verdosa con la plata de Draco - evítenme la pena de separarlos.
- Lo sentimos - dijo con voz suave, tratando y fallando miserablemente en mantener el contacto visual.
- Haré lo que pueda, profesor - contestó Pansy.
- No lo sé, me cuesta creer eso - siguió Blaise, compartiendo una sonrisa con su amiga antes se centrar toda su atención en Potter - no sabe lo difícil que es separarlos profesor, todo el tiempo juntos como un par de puffskeins enredados. Literalmente, siempre pegados, rodando uno sobre el otro.
Draco se vio tentado a golpear la parte trasera de la cabeza del moreno, aunque intentó ignorar el comentario, pero la comparación hizo que Pansy riera suavemente, visiblemente satisfecha con la imagen. Potter, sin embargo, se limitó a fruncir el ceño aún más, claramente luchando por mantener la compostura.
El rubio apretó los puños bajo la mesa, intentando mantener la expresión neutral, pero notaba cómo el calor subía a su rostro. Lo que más le irritaba no era el comentario en sí, sino el ceño de Potter, la mirada verdosa que se mantenía fija en él, como si el profesor intentara averiguar si lo que decían las serpientes era verdad. Por un segundo, Draco se vio tentado a explicar que en realidad siempre habían sido así, Pansy más empalagosa de lo necesario y el aceptando su cariño, porque estaba totalmente acostumbrado a él, porque desde niños era totalmente normal demostrarse su amistad de esa manera y que la veía solo como una hermana.
¿Pero por qué tendría que explicarle algo así a su profesor?
- Si han terminado, quizá podamos continuar con la clase - dijo Potter al fin, con una dureza que Draco notó más dirigida a él que a los demás. Blaise murmuró algo sobre "aguafiestas", lo que provocó otra risa sofocada de Pansy, pero Draco apenas lo escuchó. Toda su atención estaba centrada en esa mirada.
Se sentía como si acabara de decepcionarlo, como si hubiera hecho algo terriblemente mal. No le gustaba sentirse así.
Pansy, aún con su sonrisa traviesa, se inclinó hacia Draco, susurrando lo suficientemente bajo para que solo él escuchara.
- Parece que alguien está celoso - entonó en un tono cantarín. Draco le lanzó una mirada severa, pero el brillo en los ojos de Pansy solo aumentó - ¿Lo ves? Me agradeces luego.
Draco no pudo evitar mirar de reojo a Potter. ¿Celoso? Eso era ridículo... ¿no?
Una parte de él deseo con todas sus fuerzas que fuera verdad, incluso si era imposible, después de todo, ¿quién no quiere gustarle a su crush?
El rubio ignoró tranquilamente a los leones chismosos y esperó que todo volviera a la normalidad, pero la tensión en el aire no se disipó, y mientras la clase continuaba, Draco se sentía cada vez más consciente de la presencia del profesor, de sus movimientos y, especialmente, de cómo su mirada seguía cayendo sobre él más veces de lo necesario.
Su mente empezó a maquinar rápidamente que tan probable sería gustarle a Harry Potter.
Draco trató de concentrarse en la lección, pero la idea se había implantado firmemente en su mente. ¿Y si Pansy tenía razón? ¿Y si Potter estaba celoso? El simple pensamiento hizo que su corazón latiera más rápido de lo que le gustaría admitir.
¿Qué posibilidades había de que el famoso Harry Potter, ex auror y ahora profesor, sintiera algo por él? Ninguna, claro... pero entonces, ¿por qué esa mirada insistente? ¿Por qué ese ceño fruncido cada vez que estaba cerca de Pansy? O el modo en que Harry parecía posicionarse siempre cerca de él durante las clases, como si fuera casualidad. Incluso su voz se volvía más suave cuando le dirigía la palabra, y estaban esos pequeños gestos, como acomodarse el cabello cada vez que Draco lo miraba directamente, en un intento de acomodar esos rizos despeinados que el rubio siempre deseo acariciar.
Tal vez...
Estas imaginando cosas, se regañó a sí mismo, dibujando con desgana una mariposa en su pergamino mientras su cabeza maquinaba velozmente, recordando cada interacción que había tenido con su profesor desde que había empezado su séptimo año. Pequeñas cosas como el modo en que Potter parecía siempre más estricto con él, la ligera tensión en su mandíbula cuando Draco bromeaba con sus amigos, o cómo a veces podía empezar conversaciones triviales solo con él, como si el resto de la clase desapareciera. Eso sin olvidar las notas que siempre dejaba en sus ensayos, más allá de simples correcciones, eran comentarios personales y algo juguetones
Es una locura, pensó Draco, pero al mismo tiempo, una parte de él no podía dejar de aferrarse a esa posibilidad. Quizás, solo quizás, Potter no era tan indiferente.
- Quiero que estudien y busquen su mejor recuerdo, el que más felicidad les cause. La próxima clase empezaremos con el encantamiento Patronus - la voz fuerte de Harry lo sacó de su cabeza, dándose cuenta de que todos estaban guardando sus cosas para la siguiente clase - Los veo la próxima clase. Señor Malfoy, me gustaría hablar un momento con usted.
Draco sintió su corazón detenerse por un segundo, y luego empezar a latir con fuerza mientras asentía con una calma fingida. Intentó ignorar las miradas que sus amigos le dedicaron mientras guardaba sus cosas con lentitud, hasta que la mano de Pansy en su hombro lo obligó a mirarla.
- Ya me cansé de ver que ninguno de los dos hace algo - dijo en voz baja solo para que el escuchara - eres una serpiente Draco, y sé que tu instinto de preservación es alto, pero deberías arriesgarte un poco.
- ¿De qué mierda hablas ahora?
- Es una pena que seas tan inteligente para algunas cosas, pero para el amor solo tengas la delicadeza de un gnomo. Pero yo te ayudaré - Pansy besó una última vez su mejilla antes de volver a hablar en voz alta - te guardaré un asiento, cariño.
Draco simplemente observó con malhumor el andar elegante de su amiga hasta que desapareció de su vista. Potter esperó hasta que el aula quedó vacía, su postura relajada, pero con esa mirada verdosa fija en Draco, haciéndolo sentir atrapado. El rubio mantuvo la cabeza en alto, fingiendo la indiferencia habitual, aunque sus manos sudorosas se aferraban con fuerza al borde de su bolso mientras un nudo ansioso se formaba en su estómago.
- Señor Malfoy - comenzó Potter mientras el aula finalmente quedaba en silencio, su voz más baja y cuidadosa de lo usual - solo quiero recordarle que el ambiente de Hogwarts es… riguroso con ciertas conductas, especialmente en público.
- Lo sé, profesor - respondió Draco, su tono deliberadamente calmado - No es como si nos tomáramos muchas libertades.
Harry mantuvo la mirada fija en Draco, sus ojos verdosos llenos de escepticismo mientras su ceja se levantaba de forma casi burlona. Una inconfundible mirada que quería decir tienes que mejorar tu respuesta.
Malfoy agradeció en ese momento a su madre, por darle una perfecta vista y poder apreciar lo atractivo que se veía su profesor.
Es tan perfecto, pensó, aunque rápidamente reemplazo ese pensamiento. Se supone que me está regañando, no tengo que comérmelo con la mirada.
- ¿Entonces, besarse en medio de mi clase cuenta como no tomarse tanta libertad? Señor Malfoy, me preocupa un poco su definición de libertad - Harry entrecerró los ojos, observándolo con una seriedad que hizo que Draco se sintiera diminuto por un instante.
- Le puedo asegurar, profesor, que mi definición es la misma que la de cualquier otra persona - respondió Draco, intentando ignorar el calor en sus mejillas - Y cabe aclarar, que no nos besamos.
- ¿No se besaron? - repitió Harry, con una ceja arqueada. ¿Por qué su profesor lo hacía sentir mentiroso incluso si decía la verdad?
- No nos besamos - aseguró - sólo estábamos... demasiado cerca. Pansy es así ¿sabe? Su lenguaje del amor es el contacto físico.
Un silencio incómodo llenó el aula mientras Harry continuaba evaluándolo, sus ojos atrapados en los de Draco de una forma que lo hacía sentirse expuesto.
Arriésgate, susurró una voz particularmente parecida a la de su amiga en su mente.
- Así que, el contacto físico. Entonces señor Malfoy ¿por qué sólo se comporta de esa manera con usted? Por lo que veo, la señorita Parkinson tiene bastantes amigos y sin embargo, solo es así con usted.
¿Y por qué debo darle tantas explicaciones profesor? Draco tuvo que morder su lengua para evitar que la pregunta saliera por sus labios, aunque, una parte de él se encontraba totalmente encantada ante el interrogatorio del hombre. Lo hacía sentir importante, como si toda la atención de Harry perteneciera sólo a él, como si estuviera celándolo.
Arriésgate.
- Pansy es diferente con cada persona - dijo finalmente, con voz suave - usted podrá abrazar y besar a algún familiar porque es su forma de demostrarle cariño, pero no hará lo mismo con su elfo doméstico ¿verdad? Es exactamente lo mismo con Pansy, ella es cariñosa conmigo, pero siempre les regala dulces lujosos a Crabbe y Goyle, le obsequia libros bizarros y de dudosa procedencia a Theo y tiene un lenguaje único con Blaise, ambos se regalan flores ignorando su significado original y creando uno nuevo - Malfoy explicó con rapidez - ella se comporta así con cada uno para demostrarnos su amor y a mí me encanta que me de cariño. Soy una persona bastante mimada profesor, me encanta que me adoren y me quieran, pero no sabía que eso rompía las reglas.
El silencio entre ellos fue distinto esta vez, pesado e íntimo, mientras la expresión de Harry suavizaba y la tensión de sus hombros desaparecía poco a poco.
- Ser mimado no va contra las reglas, señor Malfoy - dijo Harry, conteniendo una pequeña sonrisa.
Vamos Draco, hazlo.
- Podría jurar que esa es la razón por la que me está reprendiendo, profesor - contestó el rubio, siendo consciente del latido furioso de su corazón - o no me diga que he perdido el hilo. Ha sido un día largo, y estoy un poco agotado. Quizá, en lugar de entender su regaño, mi cabeza haya interpretado que no debería ser mimado por Pansy… sino por alguien más - Draco sabía que iba a arrepentirse después, pero siguió hablando - Tal vez, usted profesor.
Los ojos de Harry se abrieron ligeramente por la sorpresa antes de oscurecerse por un instante que para el rubio se sintió como horas, y una sonrisa reprimida apareció en la comisura de sus labios.
- Eso, señor Malfoy, también podría romper algunas reglas - contestó Harry en un susurro, sin apartar la mirada - Pero… - hizo una pausa, inclinándose un poco más hacia él - si alguna vez rompiera una regla, solo sería por alguien como usted. Por nadie más.
Pansy se va a volver loca.
Chapter 2: Más contras que pros
Summary:
Avergonzarse a sí mismo delante de su profesor es su pasión.
Notes:
Estaba tan emocionada por la idea de escribir este ff después de planear cada escena hot, que se me olvido por completo de que debía existir una historia fuera de eso, y todo se vino abajo. En fin, toca improvisar c:
(See the end of the chapter for more notes.)
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- Del uno al diez, ¿Cuánto te gusta?
- Once
-Draco estoy hablando enserio.
- Yo también.
Pansy suspiró con exasperación, dibujando una división en un pergamino antes de empezar a escribir con una mirada decidida en los ojos. Blaise, a su lado, ni siquiera levantó la mirada, demasiado ocupado trenzando con cuidado el cabello oscuro y brillante de su amiga.
- Es vergonzoso el simple hecho de escucharte hablar - dijo Blaise ajustando la trenza con un movimiento experto.
- Lo sé, ya no quiero que me guste.
Draco se desplomó contra el respaldo del sofá de la sala común de Slytherin, dejando caer su cabeza hacia atrás. Las luces verdes y doradas reflejadas en las aguas del lago daban un aire etéreo al espacio, pero él estaba demasiado ensimismado en su propio drama para notarlo. Draco ladeó la cabeza hacia Blaise, buscando respaldo.
- ¿No vas a decir nada?
- Solo diré esto: si quieres atención, deja de actuar como si no la quisieras - la voz de Blaise apenas escuchándose mientras terminaba la última trenza con un nudo hábil antes de alzar las manos como si estuviera admirando una obra maestra.
- Qué filosófico de tu parte, Zabini. Quizá deberías considerar escribir un libro, sería todo un éxito.
- Estoy diciendo que si sigues con este jueguito de mirarlo desde lejos, te vas a quedar ahí para siempre. ¿Por qué no haces algo que lo deje intrigado? Un comentario, un gesto... lo que sea.
- Ya lo hice.
- Ah, sí ¿Y cómo salió? - intervino Pansy, sin levantar la mirada de su pergamino - Porque, hasta donde sé, huiste despavorido en cuanto el profesor te dijo que se arriesgaría por ti - Blaise soltó una risa breve, claramente disfrutando el recordatorio. Draco gruñó algo ininteligible - Perfecto, entonces quedamos en esto: paso uno, no huyas de él y deja de evitarlo como lo has estado haciendo los últimos días. Paso dos, actúa como la persona encantadora que afirmas ser. Paso tres, confía en Blaise y en mí. Entre los dos, haremos que Potter caiga a tus pies.
- Ya está a sus pies - murmuró Blaise con una sonrisa, lo suficientemente bajo como para que solo Pansy lo escuchara. Ella sonrió de vuelta, pero no contestó nada.
Pansy levantó la vista de su pergamino y lo sostuvo frente a Draco con aire triunfal.
- Bien, querido, he estado trabajando en una lista que seguramente será tu biblia en este proceso - Draco alzó una ceja, enderezándose en el sofá mientras tomaba el pergamino.
- ¿Qué demonios es esto?
- Los pros y los contras de Harry Potter. No digas que no hago nada por ti.
- Esto va a ser bueno - Blaise soltó una risa contenida, sacudiendo la cabeza mientras se acomodaba en un sillón cercano.
Draco recorrió el pergamino con la mirada, una mezcla de incredulidad y curiosidad en su rostro.
Pros:
* Es guapo
* Tiene ese aire heroico que inexplicablemente atrae a la gente
* Su cabello despeinado casi tiene encanto
* Es soltero.
- Gracias por los datos que todos saben, Pansy. Esto me ayudará muchísimo - murmuró el rubio, pero siguió leyendo.
- Es mayor que tú, lo cual casi siempre es un punto a favor si quieres afecto monetario, y, lo más importante, parece que no te odia - continuó Parkinson sin prestar atención a su sarcasmo.
- Bueno, lo he ignorado bastante estos días, no me sorprendería si empezara a hacerlo - dijo Draco en voz baja, frunciendo el ceño.
- ¿Odiarte? - Blaise se inclinó hacia adelante, con una sonrisa burlona - Draco, le importa tanto lo que haces que no pasa un día sin que te dirija la palabra o te siga a todos lados con la mirada. Créeme, si te odiara, serías irrelevante - Draco abrió la boca para replicar, pero decidió quedarse callado. Blaise tenía un punto.
- ¿Y los contras? - preguntó, tratando de no sonar demasiado interesado.
Pansy volvió a tomar el pergamino y lo dobló entre sus manos, como si estuviera evaluando cómo entregarle la información más delicada.
- Los contras son obvios - Pansy rasco de forma inconsciente su cabeza, de la misma forma que hacía cuando había algo que no le gustaba - Para empezar, es tu profesor. Si alguien se entera, podrías terminar expulsado y Potter sin trabajo. También es mayor y probablemente solo te quiere por un rato - la peli negra enumero cada aspecto con sus dedos - Sin contar que el profesor tiene un historial de elegir el deber por encima de cualquier otra cosa, ¿Estás seguro de que no te apartaría para proteger su puesto?
El silencio lleno el lugar por un momento, solo siendo interrumpido por el crujido del fuego en la chimenea y el movimiento del pergamino siendo doblado de distintas maneras por Pansy, sin llegar a una figura en específico.
Está ansiosa, razonó, observando los dedos largos y delicados de su amiga sobre el papel.
- Ah, y el pequeño detalle de que, si sale mal, ¿podrás cargar con la culpa? Porque Potter perdería más que tú - terminó por hablar
- Eso sin contar la manera en que reaccionarían tus padres - continuó Blaise - Lucius Malfoy sería una perra con el tema... Sin ofender.
Draco suspiró con frustración, sus ojos evitando cruzarse por más tiempo de lo necesario con alguno de sus amigos. Todo lo que habían dicho era verdad y Draco ya había gastado una ridícula cantidad de tiempo pensando en eso. El objetivo de hacer pros y contras era dejar ir a esa persona si los contras eran mayores, pero Draco no quería olvidarse de Potter.
¿Por qué me tenía que gustar alguien tan complicado?
- ¿No quieren decirme algo más alentador? Porque, honestamente, esto parece más un manifiesto para olvidarme de él que una estrategia para conquistarlo.
- A veces necesitas saber lo malo para apreciar lo bueno, querido. Además, No estoy diciendo que sea imposible, solo que te prepares para el desastre emocional que puede ser perseguir algo así - aclaró su amiga, sonriendo con dulzura.
- Y si no quieres arriesgarte - intervino Blaise desde su rincón - puedes sentarte aquí y seguir suspirando como un niño de primer año.
Draco apretó los labios, su mirada alternando entre Blaise y Pansy. Finalmente, suspiró y dejó caer la cabeza hacia atrás en el sofá.
- Lo odio. Lo odio por hacerme sentir así.
- Sería más sencillo que siguieras enamorado de Goldstein - añadió Blaise desde su sillón - pero no es así, y cuanto mayor sea el riesgo, mayor será la recompensa.
- ¿Por qué de repente hablas como si esto fuera una estrategia de inversiones?
- Porque lo es. Pero no es oro lo que estás buscando, es Potter, y te aseguro que será mucho más complicado.
Pansy rodó los ojos y se levantó, caminando hacia él con determinación.
- Escucha, si no vas a intentar nada, entonces deja de hablar de él. Pero si realmente te importa, empieza a jugar con las cartas que tienes - Draco no tuvo tiempo de responder antes de que Pansy lo envolviera en un abrazo. El rubio, que al principio se tensó, pronto se rindió al gesto, hundiéndose en los brazos de su amiga y perdiéndose en la comodidad de estos. Todo lo malo se sentía menos real. - De cualquier manera, sea lo que decidas, nosotros te vamos a apoyar.
- Para cualquier cosa - complemento el moreno, acariciando suavemente el cabello rubio, su gesto lleno de una calidez poco habitual en él.
Draco, atrapado entre el apoyo de sus amigos, dejó escapar un suspiro. Probablemente, cualquier estudiante que entrara a la sala común en ese momento se habría sorprendido al ver al trío de plata, usualmente compuesto y reservado, acurrucado en un rincón como si el mundo fuera solo suyo. El zumbido casi imperceptible de un hechizo Muffliato los rodeaba, garantizando que nadie más escuchara su conversación.
Draco permaneció en silencio por un momento, sus ojos fijos en las aguas que brillaban más allá de las ventanas de la sala común. Finalmente, se puso de pie, separándose suavemente del abrazo y alisándose la túnica con un gesto mecánico.
- De acuerdo. Paso uno: dejar de evitarlo. ¿Feliz?
Blaise y Pansy intercambiaron una mirada llena de complicidad, sus labios curvándose en sonrisas idénticas que decían mucho más de lo que necesitaban expresar con palabras, antes de asentir al unísono.
- No te preocupes, estamos aquí para asegurarnos de que lo hagas bien.
Draco bufó, pero había una chispa de determinación en sus ojos. Era hora de dejar de mirar desde lejos.
Esta vez no iba a huir.
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Draco camino con tranquilidad por los pasillos de Hogwarts, sus pasos rompiendo el murmullo distante de los estudiantes, sin tener un lugar al que podría ir en mente. Había salido tan rápido de su sala común que jamás pensó porque salió en realidad, pero volver no era una opción, no cuando sabía que sí regresaba sería como renunciar.
El plan era dejar de huir, eso no significaba que iría directamente a buscar a Potter, ¿verdad?
Sería algo incómodo como: Hola profesor, me di cuenta de que incluso con todo lo malo que pudiera pasar quiero intentarlo. No me importa si solo quiere usarme para coger, de todas maneras, eso sería maravilloso para mí.
Draco descartó la idea de inmediato, el calor subiendo a su rostro. Caminó más rápido, como si pudiera escapar de su propia vergüenza, hasta que dobló una esquina y lo vio.
Harry caminaba por el pasillo con un par de libros bajo el brazo, despeinado como siempre, y con esa expresión de aburrimiento que Draco había aprendido a reconocer. A su lado la profesora Trelawney gesticulaba exageradamente, absorta en alguna conversación que el hombre no parecía escuchar.
Por un momento, su cerebro se apagó. Todas las posibles estrategias, los pasos que Blaise y Pansy habían recitado, se desvanecieron. Solo quedaba él y Potter, avanzando en su dirección.
También la profesora de adivinación, pero eso no tenía importancia.
Deberías irte , susurró una vocecita en su mente. Aún estás a tiempo de evitarlo y ser el heredero ejemplar que todos esperan que seas.
Pero no lo hizo. No esta vez. Draco dio una respiración profunda y, antes de que pudiera detenerse, se movió hacia Potter.
- Profesor - llamó, su voz sonando más alegre de lo que esperaba.
Harry levantó la vista, sorprendido al principio, pero luego relajándose con una ligera sonrisa.
- ¿Malfoy? - preguntó, deteniéndose en seco.
Draco tragó saliva, sintiendo cómo su garganta se cerraba momentáneamente. La profesora Trelawney siguió hablando como si nada, agitando las manos y murmurando algo sobre "auras" y "destinos entrelazados", sin haber notado su presencia.
- Buenos días, profesora, ¿ha visto algo en la bola de cristal? - preguntó con cortesía, sin ningún deseo real de saber la respuesta, sonriendo suavemente a Potter.
- De hecho, lo vio en mis hojas de té - corrigió Harry con una chispa de humor en sus ojos. Draco sabía que no estaba bien, que no debería disfrutar de la cercanía de su profesor de esa manera, pero no podía evitarlo. Había extrañado estar tan cerca de él, incluso si la mirada cálida que recordaba ahora había sido sustituida por una inquisitiva y ligeramente tensa.
Seguramente está enojado conmigo, pensó con ansiedad, sintiendo cómo la duda se retorcía en su interior.
- ¡Un maravilloso destino puedo decir! - habló Trelawney siendo ignorante del intercambio de miradas de ambos - no todos los días se puede ver un animal tan bello como un cisne en la taza de té. Aunque tal vez usted no lo experimente nunca señor Malfoy, no con su carente habilidad para la adivinación.
La indignación explotó en el pecho de Draco. No era tan malo en Adivinación... ¿o sí? Lo cierto era que era difícil tratar de descubrir alguna pista del futuro solo con ver una esfera llena de humo y había inventado la mayoría de sus visiones, pero después de todo, ¿no era eso lo que todos los estudiantes de adivinación hacían? Antes de que pudiera responder, la risa de Harry desarmó cualquier pensamiento defensivo. La calidez del sonido, y el pequeño hoyuelo en su mejilla, lo dejaron momentáneamente paralizado y anhelando poder escuchar ese sonido todo el tiempo, solo siendo consciente del calor en sus mejillas.
- No debería burlarse de las carencias de los demás, señor Potter - regaño Trelawney con desdén.
- Por supuesto, profesora — dijo Harry con una sonrisa desvergonzada - No tener el don de la Adivinación es verdaderamente lamentable.
La profesora bufó, pero Harry ya no le prestaba atención.
- Creo que la dejaré seguir con su camino - continuó Harry - Malfoy y yo habíamos quedado en una sesión de estudio.
Draco lo miró, desconcertado por la improvisación, pero sin negar nada. En cambio, se enderezó, ajustándose la túnica con calma, agradeciéndole a Hécate que sus dedos no estuvieran temblando ridículamente.
- Es cierto, profesor. Hay varios temas con los que tengo duda - Su voz sonando tranquila, incluso si su corazón palpitaba con fuerza.
Trelawney miró a ambos con curiosidad, sus ojos brillando como si estuviera viendo algo más allá - Las energías en esta sala son tan... fascinantes. - Dio un paso hacia Draco y murmuró con gravedad - Tenga cuidado con los pavos reales, señor Malfoy.
Draco apenas contuvo un bufido mientras la mujer se alejaba, dejándolos solos.
- Así que... ¿qué temas te están costando? - preguntó Harry con una mezcla de diversión y escepticismo mientras comenzaban a caminar juntos. Draco apretó los labios, buscando una respuesta convincente. Pero al final, soltó algo mucho más honesto de lo que había planeado.
- Aprenderme la jodida receta de wolfsbane, buscar un recuerdo lo suficientemente bueno para invocar más que una simple barrera de patronus y usted, Profesor - contestó suavemente - no es justo que me guste tanto. Así que, por favor contésteme esto porque solo se lo preguntaré una vez, ¿Debo dejar que mis sentimientos sigan creciendo o debo ahogarlos hasta que dejen de existir?
El silencio que siguió fue pesado, pero Draco se negó a apartar la mirada. Y por primera vez, vio a Harry titubear.
Draco lo miró fijamente, ignorando sin ningún cuidado por donde caminaba, su pregunta flotando en el aire entre ellos. Harry se pasó una mano por el cabello, evitando la mirada directa del rubio por un momento.
- No sé, Malfoy... - dijo finalmente, con una risa nerviosa, tratando de restarle gravedad a la situación - Esto es complicado. Quiero decir... ¿qué estamos haciendo aquí? ¿Realmente quieres saber lo que pienso? Porque lo cierto es que los últimos días me han hecho dudar suficiente.
Draco frunció el ceño, una sombra de frustración cruzando su rostro. Antes de que pudiera contestar, un grupo de alumnas de Hufflepuff pasó a su lado, riendo y charlando sin prestarles mucha atención, pero recordándole que estaban en un lugar público.
Los chismes viajan rápido en Hogwarts y no necesito eso, pensó.
- Sí, profesor, quiero saberlo - La voz de Draco sonando suave, escondiendo todo lo que estaba en su interior justo como había aprendido a hacerlo, a guardarse lo que sentía tras una máscara de indiferencia. Sin detenerse, cambió su rumbo, guiando a Harry hacia un atajo que conocía bien. Las paredes del pasillo eran más estrechas, adornadas con cuadros cuyos habitantes parecían demasiado absortos en sus propias actividades como para prestar atención a los dos magos. A medida que avanzaban, el ambiente se volvía más frío y oscuro, con la luz del sol apenas colándose entre los vitrales empolvados.
Draco era consciente de los ojos verdes del hombre sobre él de forma insistente, pero se negó a mirarlo de vuelta, en su lugar, siguió caminando hasta que encontró su destino: un aula olvidada que llevaba años sin usarse. Al abrir la puerta, el chirrido de las bisagras resonó en el aire, y entraron en una estancia llena de mesas y bancas viejas, algunas rotas, otras cubiertas de telarañas. Las motas de polvo flotaban a la luz de un único rayo de sol que entraba por una ventana alta y sucia, iluminando el lugar con un aire de abandono y melancolía.
Draco cruzó el aula con pasos seguros, aunque su corazón latía con fuerza. Se apoyó contra una mesa medio rota, cruzando los brazos mientras miraba a Harry con expectación.
- Se que no debería exigir una respuesta cuando mi comportamiento no ha sido el mejor, pero no quiero guardar esperanzas si esto no me va a llevar a ningún lugar.
A pesar del desorden del aula, Harry parecía perfectamente centrado en él, en sus palabras, en su presencia.
- Yo... - Harry vaciló - Me importa lo que está pasando, y sé que tendré que poner mucho en riesgo.
- Dijiste que valía la pena romper las reglas - Draco odio lo pequeña que había sonado su voz, tan indefensa y débil como si se tratara de un niño pequeño.
- Pero esto no es algo que podamos hacer a la ligera. No es solo entre nosotros dos, hay consecuencias. No puedo prometerte que esto sea fácil. No sé ni siquiera si está bien.
Draco respiró hondo, como si todo lo que había esperado en los últimos minutos hubiera sido finalmente pronunciado en palabras. El silencio que siguió se sentía casi palpable, pesado, pero de alguna manera necesario.
Draco alzó la vista, obligándose a sostener la mirada de Harry.
- Pero... - dijo el mayor, esta vez con una mirada más clara - No quiero seguir ignorando lo que siento solo porque me da miedo.
- Es usted todo un Gryffindor, profesor - Draco levantó una ceja casi con escepticismo, la sombra de una sonrisa asomándose por sus labios, dejando que su sarcasmo habitual suavizara la tensión.
Harry dejó escapar una risa suave, pero antes de que pudiera responder, Draco inclinó ligeramente la cabeza.
- Entonces, ¿qué es lo que propone? - preguntó con una suavidad que contradecía la intensidad de su mirada.
Harry avanzó otro paso, ahora lo suficientemente cerca como para que Draco pudiera sentir el calor de su presencia.
- Lo que quiero es intentarlo - respondió finalmente, y un suspiro salió de su boca como si estuviera dejando ir algo que lo había estado agobiando - Pero necesitamos ser inteligentes. Necesitamos ser cuidadosos.
Puedo ser todo lo que necesite, por favor solo deme una oportunidad. Las palabras casi escapándose de su boca.
- ¿Y cómo planea hacer eso? Porque déjeme decirle, que caminar juntos por los pasillos con tremendo tema de conversación no es tan "cuidadoso" - el rubio movió sus dedos simulando las comillas, logrando que Harry le dedicara una pequeña sonrisa, dejando el hoyuelo de su mejilla al descubierto haciéndolo sentir victorioso.
Potter se movió a través del aula, y con un simple movimiento de su varita, dos sillas rotas y desgastadas por los años comenzaron a repararse. El crujido de la madera recompuesta resonó suavemente en el espacio vacío, mientras las telarañas que colgaban entre las patas desaparecían como si nunca hubieran estado allí. Con la misma eficiencia, su profesor acomodó las sillas frente a frente, creando un pequeño oasis de orden en medio del caos del aula. Una vez que estuvo satisfecho, hizo un gesto invitando a Draco a tomar asiento.
- Primero, vamos a hacer esto bien - Harry se inclinó hacia atrás en la silla, proyectando autoridad natural, sus dedos tamborilearon brevemente sobre el brazo de la silla antes de detenerse, como si estuviera reflexionando - Vamos a establecer algunas reglas. Empezando con que nadie puede saber de esto. Nadie. Ni un alma. Si alguien se entera, es el final.
Draco asintió, sus ojos brillando con curiosidad, sin dejar de observar cada movimiento de Harry, recordando tardíamente que había rotó la primera regla sin planearlo.
- Hmmmm... ¿Profesor?
- ¿Sí?
- Puede que tal vez, haya una mínima posibilidad, no tan mínima, de que alguien ya lo sepa.
-... ¿Qué? - preguntó Harry, observándolo totalmente desconcertado. En ese momento, Draco deseo con todas sus fuerzas meter su cabeza en la tierra como un avestruz y fingir que no existía.
- Pansy lo sabe. Ella me incitó en que me confesara en primer lugar - murmuró, evitando los ojos verdes de Potter -... Y Blaise también lo sabe.
Contrario a lo que esperaba, la risa cantarina y risueña de Harry resonó por el lugar, atrayendo su mirada de forma magnética para admirar el rostro sonriente de su profesor.
- Realmente eres impredecible - dijo risueño - está bien, espero que tus amigos sepan guardar un secreto sino quieren que su lengua desaparezca o termine derritiéndose.
- ¿Sabe qué? Retiro lo dicho, ya no creo que sea tan Gryffindor.
- Señor Malfoy, por favor ponga atención - ordenó con voz seria, aunque con un brillo de diversión en sus ojos. El rubio se enderezó automáticamente en su lugar, sintiendo una ola de emoción recorrerlo desde la parte baja del estómago - Segundo, tenemos que ser discretos. Lo que pase entre nosotros tiene que quedarse entre nosotros. Sin filtraciones, sin chismes. Y tercero: honestidad. Si algo te incomoda, me lo dices y lo arreglamos. Y si en algún momento esto deja de funcionar, lo hablamos. Nada de silencios incómodos ni dudas.
Draco permaneció en silencio por un momento, siendo incapaz de creer lo que estaba pasando. Era tan irreal. Su corazón latía con más fuerza al darse cuenta de lo que eso significaba. Harry estaba dispuesto a intentarlo.
- ¿Podremos agregar cosas si es necesario?
- Por supuesto, ¿Tienes algo en mente?
Muchas cosas profesor, la mayoría sin nada de ropa.
- Unas pocas - contestó, ignorando como su rostro empezaba a sonrojarse - debe recordar que le comenté que puedo llegar a ser un poco consentido, ¿eso será un problema?
- Para nada - dijo Harry con voz segura, recargando su cara sobre su mano y observándolo con tanta intensidad que Draco sintió que el aire escapaba de sus pulmones - De hecho, me emociona la idea de poder consentirte.
Oh, dios.
No bajes la mirada, no lo hagas.
- ¡Maravilloso! - Draco alejo sus ojos de los verdes, incapaz de soportar el peso de lo que transmitían - también quiero fidelidad, profesor. No sé cómo será exactamente nuestra relación, pero no quiero compartir su atención.
- Draco, si estoy haciendo esto contigo, entonces no habrá nadie más. Mi atención será completamente tuya.
Las palabras resonaron en el aula como un eco, rebotando entre los pupitres vacíos y colándose en cada rincón del espacio silencioso. Draco sintió que algo en su interior se acomodaba, una sensación cálida y reconfortante que hacía tiempo no experimentaba. Asintió lentamente, sus ojos grises brillando con una mezcla de incredulidad y gratitud. La tenue luz que entraba por las ventanas haciendo que su cabello rubio pareciera casi blanco.
- Entonces, creo que tenemos un acuerdo - dijo Harry, su voz baja pero firme - Vamos a hacerlo bien, y si en el camino cometemos errores, los corregiremos. Pero no vamos a dejarnos vencer por el miedo.
Draco se perdió brevemente en los ojos verdes, apreciando las pequeñas motas doradas que los decoraban, casi imperceptibles pero presentes, antes de sonreír con apenas emoción contenida.
- Me parece genial. Ha sido un placer llegar a un acuerdo con usted, profesor - el rubio estiró la mano, simulando un apretón formal, pero sus labios ya formaban una ligera sonrisa burlona. Sin embargo, Harry no tomó su mano como él esperaba. En cambio, la sostuvo con cuidado, sus dedos rozando la piel de Draco con una calidez inesperada. Luego, inclinó la cabeza y dejó un beso suave en el dorso de su mano, apenas un roce, pero lo suficiente para hacer que el aire pareciera más denso en el aula.
- Digo lo mismo, Malfoy - respondió Harry con una sonrisa ladeada, una que Draco nunca había visto en él antes, y que hacía que su corazón latiera un poco más rápido.
- ¿Pero sabe que cerraría este trato de verdad? - el rubio preguntó, su tono ligero, aunque el rubor en sus mejillas traicionaba su intento de parecer casual, recordando el paso dos: ser encantador - Un beso.
La sorpresa se instaló rápidamente por el rostro de Potter, pero en lugar de retroceder, se inclinó ligeramente hacia él, sus ojos fijos en los de Draco.
- ¿Un beso? - repitió Harry, su voz cargada de una mezcla de curiosidad y diversión - ¿Así sellas tus acuerdos, Malfoy?
Draco alzó una ceja con fingida indiferencia, aunque por dentro su corazón martilleaba con fuerza.
- Solo los importantes.
El silencio entre ellos volvió a caer, pero esta vez estaba cargado de una tensión electrizante, expectante. Harry no rompió el contacto visual, sus ojos brillando con algo que Draco no pudo identificar del todo, pero que lo hacía sentir expuesto y, al mismo tiempo, emocionado.
- Está bien - dijo Harry finalmente, con un susurro que hizo que el corazón de Draco saltara en su pecho - Un beso, pero nada más. Por ahora.
Antes de que Draco pudiera procesar lo que estaba pasando, Harry se inclinó hacia él, despacio, como si estuviera dándole tiempo para retroceder si cambiaba de opinión. Pero Draco no se movió. Al contrario, cerró ligeramente los ojos cuando sintió la calidez de los labios de su profesor sobre los suyos.
El beso era suave, apenas un roce, pero envió una descarga eléctrica a través del rubio. No era apasionado ni apresurado; era delicado, cuidadoso, y estaba lleno de promesas silenciosas. Cuando Harry se apartó, sus rostros quedaron a pocos centímetros de distancia, y ambos parecían compartir el mismo aire, como si hubieran olvidado cómo respirar.
- ¿Así? - preguntó Harry, su voz un poco ronca, con una sonrisa que Draco jamás habría asociado con su profesor hasta ese momento.
El rubio tragó saliva, intentando recuperar la compostura, aunque su corazón seguía latiendo descontrolado.
- Servirá por ahora - respondió, aunque su voz no fue tan firme como esperaba, y el leve temblor en sus labios lo delató.
Harry se recostó nuevamente en su silla, pero su sonrisa satisfecha no desapareció.
- Entonces, trato hecho.
Draco desvió la mirada hacia la ventana, sintiendo su corazón latir con una intensidad nueva y desconocida. Nunca había experimentado algo así, una mezcla de vértigo y emoción que lo hacía sentir atrapado entre el miedo y la anticipación. Era extraño, pero no desagradable. Al contrario, le resultaba peligrosamente adictivo.
- ¿Así que ahora somos novios? - preguntó, con un tono que intentaba ser despreocupado pero que no lograba ocultar su genuina curiosidad.
Harry lo observó con atención, como si midiera la mejor manera de responder. Finalmente, ladeó la cabeza y sonrió con suavidad.
- Si así quieres llamarlo, sí - dijo, con una tranquilidad que solo hizo que Draco sintiera aún más calor en su rostro.
El rubio frunció el ceño, sin estar del todo convencido con la respuesta. ¿Si así quería llamarlo? ¿Y si hubiera dicho amigos con beneficio o asociación estratégica Gryffindor-Slytherin? ¿Aun así habría aceptado?
- ¿Y usted? ¿Cómo lo llamaría? - insistió, queriendo que Harry lo dijera con todas sus letras, queriendo escuchar esas palabras salir de su boca.
El Gryffindor dejó escapar una pequeña risa antes de encogerse de hombros.
- Creo que "novios" funciona bastante bien, ¿no? - respondió con ligereza, pero sus ojos brillaban con una ternura que hizo que Draco desviara la vista de nuevo.
Notes:
¿No les pasa que entre más avanza su carrera de la universidad más cuenta se dan que no quieren dedicarse a eso? Finanzas me demuestra todo el tiempo que mi destino era ser un pez luna y no un ingeniero.
Chapter 3: Galette de frutas
Summary:
- ¿Prehispánico? Por Merlín, Draco, ¡no soy tan viejo!
- Por supuesto que no, estás en los primeros treinta años de tu infancia.
Notes:
Conforme sigo escribiendo, me voy dando cuenta que hay o podrían haber huecos en la historia, entonceeees, toca ir editando cada cierto tiempo. Si sienten que algo no cuadra, díganme pls <3
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
- ¿Por qué cuando nos gusta algo o felicitamos a alguien, nos golpeamos a nosotros mismos? - preguntó Draco con fingida inocencia, cruzando una pierna sobre la otra y jugueteando con la pluma que el Gryffindor le había regalado esa mañana de forma teatral.
- Draco, no sé de qué estás hablando, y creo que prefiero seguir así - respondió Harry sin apartar la vista del ensayo que corregía, el ceño fruncido como si estuviera descifrando una profecía.
- Solo digo, debería existir una mejor manera de demostrar nuestro gusto sin golpearnos, ¿no cree? - continuó Draco - Aplaudir está sobrevalorado.
Una sonrisa suave decoró los labios de Harry, mientras levantaba la pluma para tachar otra línea con la misma brutalidad con la que uno aplastaría una araña.
- Draco, deja de procrastinar. No importa cuántas excusas busques, de todas maneras, terminarás haciendo la tarea.
El rubio dejó escapar un exagerado suspiro de resignación mientras se recostaba contra la silla. Cuando habían acordado verse en privado, Draco había imaginado cientos de escenarios. Algunos románticos, otros no tanto, con la imagen de su profesor encima de él.
¡Incluso se había tomado la molestia de arreglarse más de lo habitual!
No porque lo necesitara, claro está. Pero porque le gustaba cuando Harry lo miraba.
Llevaba el anillo de plata con delicados grabados que el moreno le había dado una semana atrás, un obsequio que había recibido con una sonrisa que intentó ocultar tras un comentario sarcástico. Pero la verdad era que le había encantado. Se lo había puesto al instante y no se lo había quitado desde entonces. En su muñeca descansaba la pulsera de cuero negro de dragón que Harry le había dado días después, diciendo que le recordaba a él.
Y, por supuesto, llevaba su nuevo perfume favorito. No porque lo hubiera elegido él, sino porque Harry lo había comprado para él al día siguiente de que Draco mencionara cuánto le gustaban los aromas frescos, como el de ciertas flores. El moreno apareció con una botella de perfume con notas sutiles de lirio y madera, diciendo con un encogimiento de hombros que "este debería gustarte". Draco casi se atragantó con la sorpresa y la emoción.
Desde entonces, lo usaba con gusto cada día, disfrutando secretamente de cómo el aroma parecía envolverlo.
Pero no.
Harry James Potter, su profesor, lo había puesto a hacer tarea.
Era decepcionante, casi como una traición.
Me va a dar una embolia, pensó, notando cómo un mechón rebelde caía sobre la frente de Harry mientras seguía inmerso en su trabajo.
- Profesor... - susurró con complicidad, inclinándose lo suficiente para interrumpir la concentración de Harry.
- ¿Sí? - respondió él, levantando la mirada, sus ojos llenos de curiosidad y paciencia, como si esperara alguna otra pregunta como las últimas.
¿Por qué los plátanos son curvos hacia arriba, y no hacia abajo como la mayoría de las frutas?
Si una palabra está mal escrita en el diccionario, ¿cómo lo sabríamos?
¿Cómo saben los ciegos cuándo han dejado de limpiarse después de ir al baño?
Draco sonrió con suficiencia, teniendo una mejor en mente.
- ¿Ya le dije lo guapo que se ve hoy?
Harry parpadeó, visiblemente desconcertado por un instante. Un leve rubor extendiéndose por sus mejillas mientras bajaba rápidamente la mirada hacia el ensayo frente a él, intentando aparentar indiferencia.
- Eso no va a funcionar. Mejor sigue con tu tarea.
- ¿Por qué no? Es un cumplido sincero. Se supone que uno debe recompensar la sinceridad - dijo inclinándose un poco más, apoyando un codo en la mesa para acortar la distancia entre ellos.
Harry no respondió de inmediato. Parecía extremadamente concentrado en descifrar lo que estaba escrito en el pergamino, pero sus orejas seguían notablemente rojas. Draco reprimió una risa y se puso de pie, rodeando el escritorio con una calma exasperante.
- Harry - canturreó con una dulzura burlona, saboreando el nombre de su profesor en la boca mientras se detenía a su lado. Por un segundo, se preguntó a sí mismo porque nunca llamaba a su profesor por su nombre y si debía empezar a hacerlo. Ya llevaban dos semanas siendo novios y seguían actuando como profesor-alumno incluso si estaban solos
Harry finalmente levantó la vista, claramente al borde de protestar, pero las palabras se quedaron atoradas en su garganta cuando Draco alzó una mano, sus dedos rozando con suavidad el mechón rebelde que caía sobre su frente, cubriendo distraídamente la cicatriz inusual que el rubio había deseado delinear con la punta de su dedo desde la primera vez que la había visto.
- Esto me estaba distrayendo- murmuró Draco, apartándolo con un cuidado casi reverente.
Antes de que Harry pudiera reaccionar, Draco aprovechó la cercanía y presionó un beso suave en sus labios. Un contacto breve, un instante tan corto como un pestañeo.
Apenas se separaron, los labios de Harry permanecieron peligrosamente cerca, como si estuviera considerando si debía hacerlo de nuevo. Desde esa distancia, el rubio podía percibir el tenue aroma a menta que siempre parecía rodear a Harry, mezclado con algo más, algo únicamente suyo, tan embriagador y cada vez más familiar.
Con una expresión de satisfacción, Draco regresó a su asiento, tomando la pluma como si nada hubiera pasado. Harry por otro lado, seguía en silencio, su rostro coloreado de un bonito rosa y sus ojos fijos en el escritorio como si este contuviera todas las respuestas del universo.
Días atrás, había actuado totalmente seguro cuando se habían besado, sin embargo, en ese momento parecía que le daría un ataque.
Creo que lo descompuse, pensó con diversión.
- Está bien, profesor. Haré la tarea - declaró Draco con un tono inocente mientras dibujaba una flor en la esquina de su pergamino, donde se suponía debía estar el avance de su investigación, pero en su lugar, solo estaba un intento de poema al cabello de Filch, producto de su aburrimiento.
Oh, cabellera de misterio y pecado, más
grasienta que sartén de elfo maltratado.
¿Será que te bañas con aceite de calamar?
¿O usas manteca en vez de enjuagar?
Quizás algún encantamiento rebelde y travieso
te dejó así... tan aceitoso y espeso.
Oh, Filch, con tu cabellera tan singular, te
dedico este poema para inmortalizar
ese brillo, ese esplendor tan único y cruel...
Aunque, honestamente, ¿has probado el gel?
El silencio que siguió era tan denso que Draco podía escuchar el leve crujido de las velas consumiéndose en la oficina. Se permitió alzar la vista con cautela cuando no se le ocurrió nada más que escribir, tratando de medir la reacción del hombre frente a él y si había sobrepasado algún límite. Pero antes de que pudiera formarse una opinión, su profesor se levantó abruptamente, rodeando el escritorio con pasos rápidos y seguros.
Draco parpadeó sorprendido cuando Harry tomó su rostro entre sus manos con una delicadeza que contrastaba con la determinación en sus ojos. Su corazón dio un vuelco justo antes de que los labios de su profesor encontraran los suyos.
El beso era más firme que el anterior, cargado de tensión y hambre que hizo que la mente de Draco se desconectara por completo. La calidez de los labios de Harry era embriagante, su movimiento lento pero seguro, dejando un rastro de pura electricidad en cada roce.
Draco dejó escapar un pequeño sonido ahogado, una mezcla de sorpresa y deleite, mientras se rendía por completo a la sensación. Podía escuchar el suave sonido que hacían sus bocas al moverse juntas, y cada pequeño roce enviaba un escalofrío por su columna.
Era maravilloso.
El beso se profundizó apenas un instante, cuando la lengua de Harry rozó la suya en una caricia breve, tan inesperada como devastadora. Draco apenas tuvo tiempo de corresponder antes de que su profesor se separara con un movimiento abrupto, el sonido húmedo de su separación resonando en la oficina.
El rubio parpadeó, aturdido, sus labios aún hormigueando por el contacto, y estuvo a punto de exigirle una explicación cuando Harry habló primero.
- Me rindo, Draco - confesó Harry, sus ojos verdes intensos y cargados de algo que Draco no supo descifrar del todo - No puedo concentrarme en nada cuando estás aquí. Y, para ser sincero, ya no quiero intentarlo.
Draco levantó una ceja, su mente todavía aturdida por el beso, pero una sonrisa empezó a formarse en sus labios.
- ¿Eso significa que ya no tengo que hacer la tarea? - preguntó con falsa inocencia. La risa suave de Harry, casi un suspiro, llenó el espacio entre ellos, y su expresión se suavizó mientras se pasaba una mano por el cabello desordenado.
-No. Eso significa que vamos a dejar esto por ahora. Tenía una cita planeada para nosotros en el mundo muggle, pero pensé que sería mejor adelantar trabajo antes de irnos. Gran error, al parecer.
Los ojos de Draco se iluminaron con genuino interés, incluso si trato de forzarse a mantener una fachada tranquila.
- ¿Una cita? - repitió, saboreando la palabra - Qué inesperado de su parte, profesor.
Harry rodó los ojos con una mezcla de diversión y resignación, el leve rubor en sus mejillas llenando de satisfacción el interior del rubio. Draco era consciente de que su propio rostro también debía estar ardiendo, pero ver a su profesor en el mismo estado solo hizo que su ego se disparara.
- Sí, una cita. Así que recoge tus cosas. Y si te portas bien, tal vez podamos seguir con esto - su profesor movió su dedo en un círculo, señalándolos a los dos.
¿Seguir con la tarea o con una sesión de besos? ¿O a hacer la tarea mientras nos besamos?
Draco decidió no preguntar, de todas maneras, ambas opciones sonaban tentadoras.
- Le pediré a Dobby que se encargue de mis pendientes.
Draco frunció el ceño, confundido.
-¿Dobby? ¿Quién es Dobby? - preguntó con genuina curiosidad mientras se cruzaba de brazos, observando cómo Harry organizaba los pergaminos con movimientos eficaces.
- Mi elfo doméstico - respondió con naturalidad - no es la primera vez que le encargo algo así, sé que lo hará bien. Simplemente debo recordarle no dibujar caritas alado de la calificación o corregir faltas de ortografía. La última vez, salvó a quince estudiantes de hacer cien planas de una palabra. Es bastante bondadoso.
- ¿Me estás diciendo que tu elfo ha corregido ensayos antes? - preguntó Draco con un dejo de incredulidad en la voz - ¿Acaso todas esas notas alentadoras en mis pergaminos eran cosa suya?
Harry dejó escapar una risa suave, negando con la cabeza mientras finalmente levantaba la mirada para encontrar los ojos grises de Draco.
- No, Draco. Solo yo veo tus ensayos. Y solo yo los califico, escribo en ellos y los corrijo. Ni siquiera dejó que Dobby se acerque a tus pergaminos.
Draco frunció el ceño, reflexionando sobre las palabras de Harry mientras su mente trabajaba a toda velocidad para procesar la confesión. Finalmente, un brillo astuto cruzó sus ojos y ladeó la cabeza con una sonrisa desvergonzada.
- ¿Así que toda esa atención a los detalles, esas palabras alentadoras y correcciones casi poéticas... ¿Son suyas? - preguntó con un tono que oscilaba entre el sarcasmo y una genuina curiosidad.
Harry asintió con calma, aunque había un leve rubor en sus mejillas.
- ¿Por qué te sorprende tanto? Eres uno de mis mejores estudiantes. Si no lo valorara, sería un mal profesor.
Draco desvió la mirada por un instante, procesando sus palabras. Porque nadie más que usted lo ha hecho, pensó, recordando los ensayos que había entregado en otras materias. Por más impecables que fueran, nunca habían merecido algo más que una calificación sobresaliente, miradas aprobatorias, o, en el mejor de los casos, una felicitación puntual de Flitwick. Nada se parecía a las notas cuidadosamente escritas de Harry.
- Entonces dígame, ¿Cuánto tiempo pasa leyéndome? ¿Guarda todos mis ensayos en una caja bajo su cama, Profesor?
La risa sincera de Harry llenó la habitación, sacudiendo ligeramente la cabeza mientras se dirigía hacia el extremo de su oficina. Con un gesto aparentemente casual, tocó un panel de piedra, y una puerta de roble pesado apareció, haciendo que Draco parpadeara sorprendido.
- No seas ridículo. Solo guardo algunos... los más impresionantes. Y los tengo perfectamente archivados en mi oficina, no bajo mi cama. Sígueme.
Draco lo miró fijamente, como si intentara descubrir si estaba bromeando, pero Harry ya se había perdido en la profundidad de la puerta. El rubio dudo si debía seguirlo por apenas unos segundos antes de que la curiosidad terminará por impulsarlo, moviendo sus pies casi de forma automática hacia la puerta, cruzando el umbral. El interior se veía diferente al aspecto viejo de la pequeña oficina. La habitación era más grande de lo que esperaba, cálida y ordenada, con las paredes, aunque de piedra, decoradas con estanterías llenas de libros de diferentes colores, pergaminos y pequeños objetos mágicos que parecían cuidadosamente seleccionados.
Draco dejó que su mirada vagara por el espacio, notando un escritorio pulcro en un extremo, un par de sillones junto a una chimenea y finalmente, una cama colocada en un rincón, junto a una pequeña ventana. La colcha era de un verde oscuro, simple, pero de buena calidad, y sobre ella descansaban un par de almohadas que parecían mullidas. Draco sintió una repentina necesidad de abalanzarse sobre ella, queriendo descubrir cómo se sentía el lugar donde Harry dormía, si se sentiría tan suave como se veía o si tendría el mismo aroma que él.
Tal vez otro día lo haga.
- ¿Archivados? - repitió, arrastrando la palabra mientras observaba todo sin disimulo. Se detuvo cerca de una de las estanterías y dejó que su voz adquiriera una nota burlona - Eso suena a que son muchos ensayos los que tiene guardados, profesor. Por cierto, linda habitación.
Harry se encogió de hombros despreocupadamente desde el armario empotrado, mientras buscaba algo entre las prendas - Algunos son demasiado buenos como para simplemente devolverlos. Así que los guardo. Me gusta releerlos de vez en cuando. Inspiran nuevas ideas para clases o incluso para debates - dijo tranquilamente, acercándose a él con un abrigo oscuro entre sus manos - La investigación que hiciste de los squibs me pareció particularmente fenomenal.
Draco, sorprendido y profundamente halagado, se tomó un momento para procesar lo que acababa de escuchar. Era extraño que el Gryffindor hubiese leído aquel trabajo sobre los squibs, especialmente porque había sido una protesta directa contra el sistema educativo de Hogwarts. Lo había entregado únicamente a la profesora McGonagall, con la esperanza de que llegara al director, pero no esperaba que terminara en manos de Harry.
¿Cómo demonios había llegado a él?
- No sé si esto me da miedo o me halaga - dijo finalmente, esforzándose por sonar indiferente. Sin embargo, en su interior, la idea de que su profesor, esa persona a la que admiraba y que le gustaba tanto, valorara su trabajo le provocaba una sensación cálida que no sabía cómo manejar.
Harry dejó escapar un resoplido suave y, para sorpresa de Draco, levantó una mano, tomando con cuidado su barbilla. La calidez de los dedos sobre su piel hizo que el corazón del rubio diera un vuelco, notando la ternura en el gesto.
- Quiero que sepas que me encanta la manera en que te ves, de verdad que sí, incluso podría pasarme toda la vida mirándote - dijo Harry, su voz baja y serena, con un tono que parecía deslizarse directamente al pecho de Draco - Pero si queremos pasar desapercibidos entre muggles, no creo que andar en túnicas sea lo mejor.
Draco, recuperando apenas su compostura, arqueó una ceja y dejó que una sonrisa cargada de sarcasmo se formara lentamente en sus labios.
- ¿Entonces quiere que me la quite, profesor?
El aire en la habitación pareció volverse más denso, y durante unos segundos que parecieron eternos, el silencio los envolvió. Draco sintió cómo una punzada de vergüenza lo atravesaba. ¿Por qué había dicho eso? ¿Por qué siempre tenía que insinuar cosas sin pensar?
Fácilmente pudo imaginar a Blaise aplaudiendo su provocación de forma orgullosa.
Harry lo miró, sus ojos brillando con una intensidad que hizo que Draco contuviera el aliento. Una sonrisa, casi traviesa, curvó sus labios mientras respondía:
- Por supuesto, me encantaría.
Draco se quedó inmóvil, su corazón acelerándose en su pecho. Durante un segundo, esperó que Harry rompiera la tensión con una risa o un comentario sarcástico, pero eso no ocurrió. Su rostro, sin embargo, no mostraba ninguna señal clara. A pesar del calor que subía lentamente por su cuello, el Slytherin optó por no retroceder.
Con un movimiento deliberado, el rubio comenzó a desabrochar los broches de su túnica gris, esa que Pansy había escogido exclusivamente para él en esa ocasión. Sus dedos temblando ligeramente, y aunque su mandíbula estaba tensa, se obligó a sí mismo a mantener su mirada tranquila sobre la de Harry. Era como si la intensidad de esos ojos verdes, ahora oscuros y de pupilas dilatadas, lo mantuviera anclado.
Tragó saliva y dejó caer la túnica por sus hombros, el roce de la tela pareciendo más notorio en el pesado silencio que los envolvía.
- ¿Así está bien? - preguntó Draco más bajo de lo que esperaba, su voz traicionando su nerviosismo, dejando que la túnica se deslizara por sus brazos, quedando únicamente con la camisa blanca perfectamente ajustada.
Harry no respondió de inmediato, en lugar de ello, una sonrisa leve, casi imperceptible, curvó sus labios mientras le extendía el abrigo oscuro que tenía doblado sobre el brazo.
- Ponte esto - Su tono era despreocupado, como si el intercambio anterior no hubiese tenido ningún peso, descolocando un poco al rubio. Draco tomó el abrigo y se lo puso torpemente, notando el peso de la tela y el inesperado calor que ofrecía. Una vez que estuvo acomodado, levantó la vista hacia Harry, sus mejillas todavía enrojecidas.
- Supongo que ahora me veo suficientemente presentable para su misteriosa cita.
Harry lo miró de arriba abajo, dejando que un destello de aprobación cruzara sus ojos antes de asentir.
- Perfecto, vamos - dijo con calma mientras tomaba una gabardina del respaldo del sillón y luego un pergamino viejo de su escritorio. La emoción en su rostro contrastaba con su habitual serenidad mientras se lo extendía a Draco - esto nos ayudará a salir del castillo sin que nadie sé de cuenta.
Draco detalló el papel intrigado, tratando de imaginar como algo tan viejo y marchito podría ayudarles. Incluso podía jurar que el pergamino tenía una mancha de café en una esquina. Su ceja se alzó con escepticismo, aunque una chispa de interés se instaló en su mirada.
- Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas - habló Harry con un aire juguetón, sus ojos verdes atentos a cada reacción de Draco.
Bueno, el pergamino había resultado ser más interesante de lo que esperaba.
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No era la primera vez que Draco visitaba Londres muggle, de hecho, se había relacionado tanto con el gracias a los constantes negocios de su padre y el hambre de Pansy por la moda, que recorrer las transitadas calles de la ciudad se había vuelto casi una rutina para él. Sin embargo, caminar por esas mismas calles tomado de la mano de su profesor era, sin duda, una experiencia completamente diferente.
Harry lo guiaba con firmeza pero suavidad, sus dedos largos entrelazados con los de Draco. Se sentía tan natural, tan cálido, que el rubio no pudo evitar que una sonrisa tonta se instalará en su rostro, sintiéndose completamente presuntuoso, casi altanero, al sostener la mano de alguien como Harry en medio de tanta gente.
- ¿Siempre atrae tantas miradas, profesor? - murmuró Draco, sintiendo el peso de algunos ojos, varios de ellos llenos de desagrado a su paso.
- Es más fácil que te vean a ti que a mí, tu eres más llamativo - contestó Harry, mirándolo de reojo con una sonrisa ladeada - Aunque es posible que no estén acostumbrados a ver a dos hombres tomados de la mano - siguió hablando, encogiéndose de hombros - Si te sientes incómodo, puedo soltar tu mano.
¿Y perderme la oportunidad de estar a su lado de esa forma?
- No quiero - Draco apretó ligeramente sus dedos en respuesta, dejando en claro su punto - No me importa si me ven mal.
- ¿En serio? Juraría que esa señora incluso se persignó al vernos - comentó Harry, con un tono de falsa preocupación.
Draco, reaccionando al instante, giró la cabeza bruscamente para encontrar a la mujer. Frunciendo el ceño, ya preparando una réplica mordaz, solo para encontrarse con el rostro de Harry iluminado por una sonrisa traviesa.
- ¿Me está tomando el pelo? - exclamó Draco, entre indignado y divertido.
- Yo jamás haría eso - incluso si su rostro estaba serio, el sarcasmo llenaba su voz - Por cierto, cuando estemos fuera de la escuela, preferiría que no me llames "profesor".
- ¿Y cómo debería llamarlo, entonces?
- Harry estaría bien.
- ¿Y dónde queda el encanto? - replicó Draco con una expresión traviesa - no todos los días surge la oportunidad de estar con la persona que te gusta tanto.
- Tienes razón - Su sonrisa, más cálida esta vez, mientras su mirada bajaba fugazmente a sus manos entrelazadas antes de volver a los ojos grises del rubio - ¿Qué tienes en mente?
- Cariño, bebé, mi precioso como dice Gollum... - enumeró Draco, disfrutando de cómo Harry fruncía el ceño y negaba divertido con la cabeza - ¿Biscochito prehispánico?
Harry se detuvo en seco, su boca entreabierta por la sorpresa antes de soltar una carcajada que hizo que varias personas los miraran.
- ¿Prehispánico? Por Merlín, Draco, ¡no soy tan viejo!
- Por supuesto que no, estás en los primeros treinta años de tu infancia.
- ¿Treinta? ¡Ni siquiera he llegado a ese número! - replicó Harry entre risas - Llámame como quieras... menos eso. Y no me hables tan formal, siento que envejeceré mágicamente cada vez que lo haces.
Draco giro los ojos ante la exageración, acercándose un poco más, inclinándose hacia él, con una sonrisa astuta.
- Tengo uno, muy bueno considerando lo bien que me cuidas y cómo me has estado malcriando estos días, creo que encaja perfectamente contigo.
- ¿Ah, sí? - Harry lo miró con recelo, aunque sus labios aún temblaban por la risa contenida - ¿Y cuál es?
Draco recordó las veces que Pansy, burlándose de él, llamaba a Harry con ese apodo (el otro además de guzarajo, el rubio se lanzaría una imperdonable antes de llamarlo así). Aunque fingía molestarse, la verdad era que desde la primera vez que lo había escuchado, no había podido sacárselo de la cabeza. Le parecía fascinante y divertido. Así que tomó aire dramáticamente antes de soltar con suavidad:
- Papi.
Harry parpadeó, y por un segundo, la sorpresa cruzó su rostro, aunque de forma breve; su expresión se suavizó casi de inmediato, sus ojos brillando con una chispa de emoción antes de que retirara la mirada, decidiendo que la cabeza calva de un hombre delante de ellos era más interesante. Una risa terminó por escapar de sus labios, más baja, como si intentara contenerla.
- ¿"Papi"? - repitió Harry, llevándose una mano al puente de la nariz para cubrir la sonrisa que se negaba a desaparecer - Por favor, dime que no estás hablando en serio.
- Oh, lo hago, totalmente en serio.
Harry sacudió la cabeza, pero apretó la mano de Draco ligeramente mientras cruzaban la calle, con el rubor asomándose en sus mejillas. Un sentimiento de alivio instalándose en el pecho del rubio ante la vista de un Harry divertido y no uno asqueado.
- Si me vuelves a llamar así en público, te juro que te haré escribir "No provocaré a mi pareja" en pergaminos interminables.
- ¿Eso quiere decir que en privado está permitido? - replicó Draco, triunfante, mientras Harry desviaba la mirada, con una sonrisa complacida en sus labios.
- ¿Qué podrías pedirme que pueda negarte? - Harry soltó un suspiró derrotado, deteniéndose frente a un edificio acogedor con un gran cartel en la entrada que decía: "Clases de Cocina para Todos: Sabores del Mundo" - Ya llegamos.
Draco levantó una ceja, mirando a Harry con una mezcla de curiosidad y escepticismo.
- ¿Aquí?
- Aquí - confirmó Harry con una sonrisa tímida, tirando suavemente de la mano del rubio para entrar.
En cuanto Draco puso un pie dentro del edificio, se dio cuenta de que el interior era cálido y acogedor, iluminado por luces suaves, decorado con plantas verdes y utensilios de cocina que colgaban en las paredes. Había varias estaciones de cocina dispuestas en filas, cada una equipada con ingredientes frescos y utensilios. Un grupo de personas ya estaba acomodándose en sus lugares, charlando animadamente mientras esperaban que la clase comenzara.
-¿Por qué un lugar de cocina, Papi? - preguntó Draco en voz baja, su mirada deteniéndose con interés en las estaciones, siendo ignorante de cómo Harry escondía su rostro sonriente entre sus manos.
- Parkinson me dijo que te gusta cocinar. Pensé que sería una buena idea para nuestra primera cita - contestó, encogiéndose de hombros, quitándose la gabardina y colocándola sobre una silla cercana.
Draco entrecerró los ojos con sospecha. ¿En qué momento habían hablado esos dos?
- ¿Pansy te lo dijo? ¿Y le creíste?
Harry inclinó ligeramente la cabeza, sus ojos brillando con diversión.
- Bueno, también dijo que eras horrible cocinando, pero que te gusta intentarlo. Pensé que aquí podrías mejorar tus habilidades... y yo podría sobrevivir si decides cocinarme algo en el futuro. Zabini también me contó sobre tu famoso éclair.
Draco sintió cómo su expresión se endurecía. Oh, Blaise, no debiste hacer eso.
- Voy a matarlo - murmuró para sí mismo, sin ninguna duda. La simple mención de ese éclair encendió una alarma en su mente. Era un tema prohibido. Incluso sus padres sabían que era mejor no tocar ese asunto - Oh, sí, lúgubre historia. No hay que mencionarla - soltó con rapidez, su tono impregnado de una urgencia cómica, intentando cambiar el tema de la conversación.
Todos cometían errores y tenían experiencias que era mejor mantener en secreto o fingir que jamás habían pasado. El èclair era, simplemente una mancha en el pasado.
Antes de que Harry pudiera responder, una mujer de mediana edad con un delantal de cuadros, se acercó a ellos con una sonrisa cálida. Draco agradeció a los dioses la repentina distracción.
- ¡Bienvenidos! Soy la instructora, Emily. Pueden elegir cualquier estación que esté libre, la clase está por comenzar.
Harry y Draco intercambiaron una breve mirada cargada de entendimiento silencioso y se dirigieron juntos hacia una estación vacía cerca del centro de la sala, junto a una pareja joven que parecía nerviosa.
- Bien, vamos a empezar - Emily aplaudió suavemente, llamando la atención de todos en el lugar - Hoy haremos una receta tan sencilla como deliciosa: galette de frutas. Es fácil, pero requiere paciencia y mucha atención
Draco giró hacia Harry con una sonrisa astuta.
- Espero que no estés apostando a que voy a quemar algo, porque no pienso darte esa satisfacción.
Harry se inclinó ligeramente hacia él, sus ojos brillando de diversión.
- No hace falta apostar. Parkinson me dijo que eso es una certeza.
Bueno, Draco iba a demostrar que tan equivocados estaban.
Notes:
Traté de hacer un separador para no poner simplemente los puntitos, pero jamás supe como centrar la fucking imagen. Anyways, si se ve muy feo simplemente lo quitare y ya c:
Pdta: Si la quité.
Chapter 4: Galette de frutas (Segunda parte)
Summary:
- Sí, lo hiciste muy bien - contestó Harry, comenzando a acortar la distancia entre ellos.
- Juraría que casi te envenené con mi galette.
- Cariño, ser envenenado por ti sería un privilegio - dijo Harry con una sonrisa ligera antes de inclinarse y besar ambas mejillas de Draco con ternura.
Chapter Text
Draco ni siquiera había aprendido a caminar cuando su padrino ya lo trataba como un aprendiz de pociones. Severus Snape, siempre exigente, lo sometía a un régimen implacable: enseñándole cada ingrediente y fórmula, desde las más sencillas hasta las más complejas. Debía memorizar cada pequeño detalle, desde la precisión de los movimientos hasta la intensidad exacta del fuego y la duración perfecta de cada paso.
Y lo había logrado.
Draco había memorizado y preparado cada poción con una perfección absoluta. Como se esperaba del sobrino de Severus Snape, por supuesto.
Incluso su más reciente logro, el Wolfsbane, se había convertido en motivo de orgullo. Una poción avanzada que ni siquiera figuraba en el currículo de Hogwarts, pero que, según Snape, demostraría que Draco no era uno más de los ineptos que infestaban el mundo mágico. Al ver su resultado, impecable, Snape, poco dado a muestras de afecto, le dedicó un leve asentimiento acompañado por un brillo casi imperceptible de aprobación en los ojos. Para Draco, aquello había sido equivalente a una ovación de pie.
Entonces, si cocinar era tan parecido a hacer una poción, ¿por qué era tan endemoniadamente complicado?
Había seguido cada instrucción al pie de la letra, incluso había comparado su galette, antes de hornearla, con la de Harry y la pareja que estaba cerca de ellos. (La suya era, por supuesto, infinitamente más bonita).
Y, aun así, cuando llegó el momento de admirar su obra maestra tras largos y tediosos treinta minutos, su galette era la única que parecía vómito de gato.
Draco estaba completamente indignado.
Las frutas se habían deformado por completo, mezclándose entre sí como si conspiraran en su contra. La masa, por otro lado, se había extendido demasiado, resultando en un borde quemado y un centro aguado y crudo.
- No se ve tan mal - comentó el Gryffindor, intentando consolarlo, aunque la sonrisa divertida en su rostro lo traicionaba mientras observaba el desastre.
Draco decidió ignorarlo. Tomando los cubiertos y cortando un trozo de su "galette", revelando una masa gelatinosa con un aroma que no prometía nada bueno, una mezcla de huevo crudo con fresas quemadas. Una sonrisa maliciosa comenzó a curvar sus labios.
- Tienes razón, cariño, de hecho, se ve estupenda - dijo con tono venenoso, mientras tomaba un generoso pedazo del desastre y lo remojaba en la masa pegajosa del centro, acercándoselo a Harry con el tenedor - Vamos, no seas tímido y abre la boca.
Harry abrió los ojos con sorpresa combinada con terror, negando con pánico su cabeza mientras la pareja a su lado se reía con disimulo, observando la situación completamente entretenidos.
- Si, bueno, bebé no creo que esto sea lo mejor. Soy alérgico a las frambuesas, ya sabes - dijo Harry, su voz llena de pánico mientras el tenedor se acercaba a él.
Draco hizo un momento, el apodo cariñoso navegando por su ser, causándole una taquicardia agradable que incendió sus mejillas con gusto. Pero no se puede vivir solo de apodos bonitos, ¿verdad?
- Pero cariño, esto no es una frambuesa, es una fresa - contestó Draco, su sonrisa volviéndose más ancha - Vamos, prueba mi galette.
Harry lo miró con una mezcla de resignación y pavor, y Draco pudo notar cómo tragaba con dificultad antes de abrir la boca, solo lo suficiente para que el tenedor pasara. Draco sonrió con autosuficiencia, empujando el desastre de su "galette" hacia los labios de Harry.
- Eso es, sé valiente - murmuró el rubio con tono burlón.
¿Quién diría que su crush imposible no sólo le había hecho caso, sino que ahora podía vivir esto con él?
Definitivamente soy alguien afortunado, pensó Draco, sintiendo una extraña satisfacción mientras observaba a Harry lidiar con la situación.
Harry mordió el trozo con un ligero temblor en la mandíbula, su expresión cambiando de curiosidad a una absoluta lucha interna por no escupirlo en ese mismo momento. Masticar parecía un esfuerzo titánico, y la rigidez de sus hombros revelaba más de lo que sus palabras podrían.
- ¿Y bien? - presionó Draco, cruzándose de brazos y arqueando una ceja mientras el mayor tragaba con un esfuerzo casi audible.
Harry respiró profundamente, su sonrisa forzada apareciendo mientras asentía lentamente.
- Es... - dijo, dudando por unos segundos. El rubio podría jurar que estaba buscando palabras que no fueran un insulto directo - único.
Draco entrecerró los ojos, pero antes de poder responder, Emily, golpeó suavemente la mesa para llamar la atención de todos.
- Bueno, eso es todo por hoy, chicos - Su voz era cálida y serena, lo suficientemente fuerte como para llegar a cada rincón - ¡Han hecho un gran trabajo! Algunos de ustedes han demostrado ser auténticos artistas culinarios - hizo una pausa, y Draco no pudo evitar notar cómo sus ojos se posaron brevemente en su desastre de galette antes de desviar la mirada con una sonrisa educada - Y otros... han sido muy creativos.
Draco sintió una punzada de indignación al escuchar las risitas contenidas de la pareja de al lado, pero mantuvo la cabeza en alto. Él era un Malfoy, y los Malfoy no se doblegaban ante críticas implícitas.
Emily continuó dando indicaciones sobre cómo recoger las estaciones de trabajo, pero Draco apenas prestaba atención. Su mirada estaba fija en Harry, quien todavía parecía estar procesando la experiencia de haber probado su creación. Una leve mancha de masa pegajosa adornaba la comisura de sus labios, y por alguna razón, Draco no pudo evitar sentir una pequeña punzada de ternura.
- ¿Ves? No fue tan terrible - dijo Draco finalmente, con una sonrisa medio divertida, medio orgullosa.
Harry lo miró con incredulidad y luego, para sorpresa de Draco, comenzó a reír. Una risa suave al principio que pronto se convirtió en carcajadas genuinas, contagiando incluso a la pareja cercana.
Draco, frunció el ceño y lanzó una mirada helada hacia los intrusos risueños.
¿No tienen nada más que hacer?, pensó con irritación, sus ojos fríos como el hielo.
La pareja, sintiendo el cambio en el aire, dejó de reír abruptamente y desvió la mirada, fingiendo estar ocupados con cualquier cosa que no fuera el rubio indignado frente a ellos. Draco soltó un resoplido y volvió su atención a Harry, que seguía riéndose, ajeno a todo el drama.
- Draco, eso fue... - Harry se inclinó hacia él, aun riendo - posiblemente lo peor que he probado en mi vida. Pero - hizo una pausa, limpiándose la boca con la servilleta - me alegra haberlo hecho. Estoy seguro de que no cualquiera tiene el privilegio de probar tu obra maestra culinaria.
Draco parpadeó, sorprendido por la sinceridad en su tono. Su primer instinto fue replicar algo mordaz, algo afilado que restableciera el equilibrio, pero las palabras no llegaron. En cambio, sintió una extraña ligereza en el pecho, como si algo dentro de él se desanudara.
- Eres un grosero - murmuró finalmente, pero había un rastro de afecto en su voz que no pudo ocultar.
Harry le sonrió, esa sonrisa cálida y despreocupada que Draco comenzaba a reconocer como peligrosa. Peligrosa porque hacía que su corazón latiera más rápido de lo que le gustaría admitir.
Emily interrumpió el momento al pasar cerca de ellos.
- Draco, Harry, buen trabajo hoy - Su tono era neutral, pero había una chispa de diversión en sus ojos mientras miraba la galette destrozada - Tal vez la próxima vez será menos... explosivo.
- Tal vez - respondió Draco, con una ligera sonrisa que, en realidad, prometía más travesuras que progreso.
Mientras comenzaban a recoger sus cosas, Draco no pudo evitar echar una última mirada a su "galette". Era un desastre absoluto, una burla a sus años de perfección en pociones. Pero luego, sus ojos se posaron en Harry, que sonreía con ese hoyuelo adorable marcando su rostro, mientras se limpiaba la boca con un gesto tan exagerado que Draco no pudo evitar sentir que algo en su pecho se apretaba, decidió que tal vez, solo tal vez, no había sido un fracaso total.
Después de todo, las pociones nunca lo habían hecho sentir así.
El aula empezó a llenarse del murmullo de las demás personas mientras recogían utensilios y limpiaban sus estaciones. Draco trabajó en silencio, repasando mentalmente la receta, buscando desesperadamente dónde había cometido el error.
Harry, por su parte, estaba completamente enfocado en guardar ambas galettes en las cajas que Emily les había proporcionado. Su propia galette, dorada y perfecta, fue acomodada cuidadosamente sobre la base. La de Draco, un caos colapsado, había comenzado a derramarse. El rubio observó cómo Harry, con un movimiento rápido y casual, lanzaba un hechizo de conservación a la galette sin usar su varita. Cuando se dio cuenta de que el rubio lo miraba, le guiñó un ojo con descaro.
Draco desvió la mirada sin poder evitarlo, sintiendo sus mejillas arder.
Ambos terminaron de recoger rápidamente, y Harry insistió en llevar las cajas mientras se dirigían a la salida del taller, tomando su mano entre la suya y dándole un apretón suave. La tardé londinense los recibió con una brisa fría y ligera humedad en el aire mientras caminaban en silencio.
- Te ves muy contento - comentó Draco, sin poder ocultar su curiosidad, aunque intentó sonar indiferente.
- Por supuesto - respondió Harry con naturalidad, con una sonrisa que lo hacía ver aún más encantador - Hoy tuve mi primera cita con el chico que me gusta. Y probé lo que cocinó... casi muero, pero creo que valió la pena. Ahora entiendo lo del éclair.
- Por Merlín, no - exclamó Draco, casi rogando, llevando una mano a su rostro en un gesto de desesperación - Olvida esa historia. Probablemente ni siquiera sea del todo cierta, considerando que fue Blaise quien te la contó.
Draco aún no terminaba de entender en qué momento sus amigos se habían reunido con Harry si la mayoría del tiempo estaban juntos.
De seguro fue Pansy la de la idea, razonó.
- Pero es fascinante - replicó Harry con una chispa de diversión en los ojos - La forma en la que hiciste que ese hombre - Antes de que pudiera terminar, Draco levantó una mano y tapó la boca de Harry, interrumpiendo cualquier cosa que estuviera a punto de decir.
- ¡Papi! - regaño, disfrutando como las pupilas de su profesor se dilataban al instante.
El beso que Harry dejó caer en la palma de su mano fue tan inesperado como íntimo. Draco se alejó de inmediato, agradeciendo que, al menos, su profesor tenía algo de decencia. Pansy, en su lugar, probablemente habría lamido su mano solo para fastidiarlo.
- Solo digo, que me la pase muy bien - finalizó Harry, su tono cargado de significado, mientras lo miraba con esa sonrisa traviesa - Y ahora, vamos a cenar. ¿Quieres algo en particular?
Por supuesto, a usted, pensó mordiéndose la lengua para evitar que el pensamiento se escapara en voz alta, pero decidiendo que ya había jugado mucho con su profesor ese día. ¡Pero es que, era tan sencillo! Draco jamás habría imaginado que estar con Harry se sentiría tan cómodo, eso sí ignoraba los nervios iniciales, pero todo parecía estar fluyendo tan... Bien.
Conociendo mi suerte, algo malo va a pasar.
- Una hamburguesa - contestó en su lugar con un tono casual.
- ¿Una hamburguesa? Draco, hay al menos cincuenta restaurantes de cinco estrellas en Londres y... ¿Quieres una hamburguesa?
Draco bufó, revisando sus uñas con una indiferencia estudiada.
- Papi, me he pasado toda mi vida comiendo en esos restaurantes, con el meñique arriba y comiendo platillos ridículamente caros que apenas sabían a algo. Mi elfo doméstico cocina mejor que cualquiera de esos chefs pretenciosos - respondió con una sonrisa ladeada - Siempre quise probar otras cosas, pero mis padres... bueno, se lanzarían un crucio a sí mismos antes de pisar un McDonald's.
Harry lo miró en silencio durante unos segundos, como si tratara de decidir si hablaba en serio. Finalmente, asintió, una chispa divertida bailando en sus ojos. Sin decir nada más, se movió detrás de Draco y lo giró ligeramente, empujándolo suavemente para que empezara a caminar en dirección contraria, encogiendo y guardando sus postres en el bolsillo de su abrigo.
- Está bien, si quieres ir a McDonald's, entonces así será - respondió con una sonrisa juguetona - estoy seguro de que te encantará la Big Mac.
Draco siguió a Harry por las calles de la ciudad, escuchando todo lo que él tenía que decir, desde sus experiencias por perderse en esas mismas calles o como había sido su vida como auror.
¿Quién diría que el profesor Potter, ese héroe que todos veían, realmente odiaba su trabajo?
- ¿Y qué tal te sientes siendo profesor? - preguntó Draco, el cansancio comenzando a apoderarse de sus pies mientras miraba con alivio el resplandor de las luces del restaurante a pocos metros - Porque, sinceramente, creo que eres bastante bueno.
- ¿Dices eso genuinamente o solo porque te guste? - preguntó, pinchándolo en la mejilla con un dedo.
- Lo digo en serio. Obviamente noté lo guapo que eres desde el principio, también lo inteligente... Y tus pestañas - Draco se permitió una sonrisa ligera, mientras sus palabras se deslizaban de manera casi despreocupada - Pero la forma en que enseñas me hizo amar la materia. Siempre tuvimos maestros deficientes, pero tú realmente pareces comprometido. El hecho de que hicieras espacio en el temario para enseñarnos a hacer un patronus, dice mucho de ti.
- Me alegra saber que no lo estoy haciendo tan mal - dijo Harry con una mirada sincera, apretando su mano con una calidez inesperada.
Al entrar al McDonald's, el aire grasiento y salado golpeó a Draco de inmediato, haciendo que su estómago gruñera en protesta. Observó el lugar con cierta fascinación y desprecio al mismo tiempo: mesas baratas, gente comiendo sin ningún tipo de elegancia, el bullicio de niños corriendo y gritando... Un caos de lo más mundano.
- ¿Qué te parece? - preguntó Harry, mirando la reacción de Draco.
Draco echó un vistazo a su alrededor, deteniéndose en una escena que le resultó incómodamente familiar: un hombre mayor discutía acaloradamente con una cajera, que tenía los ojos llenos de lágrimas. Esa imagen, esa irritación innecesaria, le recordó a su padre. La misma arrogancia que él mostraba al regañar a sus elfos domésticos, en especial cuando no cuidaban estrictamente de los pavos reales.
- Pintoresco.
- Sí, supongo que sí. Puedo apostar a que hay mejores hamburguesas que estas, así que podríamos hacer un itinerario - Harry dijo mientras se ponía en fila detrás de una mujer bajita.
- ¿Y eso para qué? - preguntó Draco, observando las opciones con fingido desinterés, decidiendo qué opción se veía mejor.
- Para probar todas las hamburguesas de Londres y decidir en dónde son mejores.
- Es una idea brillante - contestó con genuina emoción, aunque tratando de disimularla, imaginando todo el tiempo que eso significaba juntos - estoy dentro.
- ¿Y qué vas a pedir? - preguntó, Harry, mirando las pantallas de menú junto a él
El rubio frunció el ceño al ver las opciones. Estaba claro que esto no sería tan sencillo.
Si pido todo el menú, va a pensar que como demasiado, y después no querrá invitarme a salir otra vez. Pero si pido poco, pensará que no me gustó y arruinaré todo. ¡Ay, Merlín, ayúdame!
- Quiero un doble cuarto de libra con papas y hmmmm, no conozco ninguna de las bebidas. ¿Aquí no venden Château Margaux?
Harry soltó una risita, cubriendo su rostro, y el sonido hizo que Draco se permitiera una pequeña sonrisa.
- Lo dudo mucho, pero te conseguiré algo igual de bueno, ve a sentarte.
El rubio asintió, aunque no sin inclinarse antes para dejar un beso fugaz en los labios de Harry. Fue un gesto rápido, casi instintivo, pero tan pronto como lo hizo, se arrepintió. Si incluso tomarse de las manos les había costado malas miradas, no quería imaginar la reacción de un beso, por más inocente que fuera.
Sin embargo, antes de que pudiera retroceder del todo, Harry sujetó su barbilla con firmeza y lo atrajo de nuevo, dejando un beso más prolongado, cálido y tranquilizador. Fue como si con ese simple gesto le asegurara que todo estaba bien.
- Ve - murmuró cerca de sus labios, su voz suave como un susurro, mientras acariciaba la línea de su mandíbula con la yema de los dedos antes de separarse.
Con el rostro ardiendo, Draco obedeció, buscando una mesa lo más alejada posible de la ruidosa familia con varios niños que se peleaban por un juguete en la esquina.
Sentado, dejó que su mirada vagara por el lugar, observando a cada persona con una precisión casi analítica. Algunos masticaban con la boca abierta, otros hablaban con demasiada efusividad, y un par de adolescentes en la mesa contigua destacaron rápidamente.
- ¿Su novio la engañó con su prima? - murmuró para sí mismo, alzando una ceja con evidente diversión.
Pansy amaría este lugar, pensó, casi riendo en voz baja. La forma en que una de la chica reprendía a la otra por perdonar la infidelidad era, en su opinión, la perfecta combinación de indignación y espectáculo.
- Aquí está tu hamburguesa - dijo la voz repentina de Harry, sacándolo de sus pensamientos. Draco dio un leve respingo al notar cómo el moreno colocaba una bandeja frente a él con una sonrisa satisfecha - Y el elixir de los dioses.
Draco bajó la mirada hacia el vaso de refresco y luego volvió a alzarla, arqueando una ceja con escepticismo.
- ¿Esto es tu versión de un Château Margaux?
- Y más barato. Come antes de que se enfríe.
Draco observó la hamburguesa con cierto recelo. Era enorme, mucho más de lo que había imaginado, y el aroma que desprendía hacía que se le hiciera agua la boca. Sin embargo, había un pequeño problema.
- Papi, esto está muy grande, ¿cómo va a entrar a mi boca? - preguntó, examinándola desde todos los ángulos, como si fuera un artefacto extraño que necesitara descifrar. La idea de abrir la boca tanto como lo había visto hacer a otros en el restaurante lo llenó de horror. ¡Probablemente parecería un dementor alimentándose!
Me niego a verme en ese estado tan indigno, pensó con desagrado, la imagen mental de sí mismo que su cabeza había trabajado repitiéndose en su mente como un bucle.
Pero curiosamente, Harry tampoco había hecho un movimiento por comer. Draco dejó de detallar su comida para observarlo con curiosidad, esperando a que contestará y lo guiará para verse menos ridículo, sin embargo, las mejillas de su profesor estaban pintadas de un leve rosa, mientras un lado de su boca se levantaba ligeramente en una sonrisa ladeada.
- Tienes una lengua peligrosa, ¿lo sabías? - comentó Harry, con esa chispa de humor travieso
- Un poco, si - contestó con desconcierto, bajando su hamburguesa. No había ofendido a nadie, ¿verdad? Ni siquiera había dicho algo venenoso o sarcástico en los últimos minutos. Entonces, ¿a qué se referí... Oh.
Una sonrisa malévola nació en sus labios, soltando una risita a la que su profesor simplemente asintió.
- Papi, eres un pervertido.
Harry solo negó con la cabeza, riendo mientras tomaba un sorbo de su refresco.
- Vamos, se un buen niño y come.
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- ¿No hay moros en la costa? - preguntó el rubio en un susurro, inclinándose ligeramente hacia Harry mientras este estudiaba el mapa del merodeador con concentración.
- Solo un grupo de Ravenclaws.
- Hay que noquearlos y huir - contestó con falsa seriedad, siendo regañado por la ceja arqueada de su profesor - Está bien, está bien - cedió, alzando las manos en señal de rendición - Solo era una idea.
Harry dejó escapar un suspiro mientras el grupo de Ravenclaws permanecía inmóvil, conversando y riendo despreocupadamente. El espacio estrecho del pasadizo comenzaba a sentirse cada vez más sofocante. Draco, incómodo, alternaba el peso entre un pie y otro, buscando un descanso momentáneo para sus piernas.
- ¿Te duelen los pies? - preguntó Harry de repente, sin apartar la vista del mapa.
Sí, incluso creo que se caerán.
- No, pero me da ansiedad no moverme - se excusó.
Harry apenas sonrió, como si no se creyera ni una palabra. Bajó el mapa y lo enrolló con calma antes de mirarlo directamente.
- Ven aquí - dijo, su voz tranquila pero firme.
Draco frunció el ceño, descolocado.
- ¿Por qué?
- Solo ven.
Draco vaciló, pero finalmente dio un paso hacia él, sus ojos grises estudiándolo con curiosidad. Harry dejó el mapa a un lado, como si todo lo demás hubiese perdido importancia, alzando una mano para tocar suavemente la barbilla de Draco
- Papi... - comenzó a decir Draco, pero las palabras murieron en su garganta cuando los labios de Harry se encontraron con los suyos.
A diferencia de todos los besos que se habían dado por el momento, en este había urgencia, una pasión contenida demasiado tiempo que ahora explotaba en cada roce. Harry lo sostuvo con firmeza, una mano deslizándose hasta la nuca de Draco, enredando los dedos en su cabello rubio, mientras la otra se apoyaba en su cintura, atrayéndolo más cerca.
El rubio respondió al instante, aceptando con gusto lo que tanto había esperado. Sus manos subiendo hasta los hombros de Harry, aferrándose a su abrigo como si temiera que pudiera escaparse. El beso se volvió más intenso, un intercambio donde las respiraciones se entremezclaban y el aire se volvía denso, cargado de electricidad.
El roce de sus labios se transformó en algo más hambriento, más desesperado. Draco dejó escapar un leve gemido cuando Harry mordió suavemente su labio inferior antes de recorrer con su lengua el borde de su boca, exigiendo más. Draco no dudó en concederlo, abriendo sus labios para profundizar el contacto, sus cuerpos encajando como si fueran dos piezas de un rompecabezas.
Harry presionó a Draco contra la pared del pasadizo, dejando que el frío de la roca contrastara con el calor que crepitaba entre ellos.
- ¿Crees que ya se hayan ido? - preguntó Harry en un susurro, dejando un suave beso en el pómulo del rubio.
Draco tuvo que parpadear varias veces, tratando de recuperar el aliento y recomponerse. Su mente todavía giraba en torno a lo que acababa de suceder, su cuerpo aún temblando por la intensidad del momento.
- Tal vez deberías revisar el mapa otra vez.
- Si, tal vez debería - Sin embargo, en lugar de hacer eso, volvió a unir sus labios por unos segundos, robándole el aliento una vez más. Cuando finalmente se separaron, Harry revisó el mapa con una expresión satisfecha.
- Está despejado - anunció, tomando la mano de Draco antes de que este pudiera decir algo más.
Lo guió rápidamente fuera del pasadizo, moviéndose con la precisión de alguien que conocía cada rincón del castillo. Sus pasos eran calculados, esquivando corredores con cuadros y cualquier otro riesgo que pudiera delatarlos. Su destino claro desde el principio.
Cuando llegaron a la oficina de Harry, este cerró la puerta con un hechizo, asegurándose de que nadie pudiera interrumpirlo. Draco, aún con las mejillas encendidas y el corazón latiendo con fuerza, lo observó, sintiendo que el ambiente se volvía más cargado a cada segundo.
- Entonces supongo que fui un niño bueno, ¿no? - comentó Draco aunque la emoción que sentía actuaba como un vértigo en su estómago. Su mirada se desvió al escritorio, donde los ensayos que Harry había estado revisando, ahora estaban perfectamente apilados. Entre ellos, su poema, calificado con una cara sonriente, llamó su atención. Una sonrisa esperanzada se dibujó en sus labios - ya que vamos a seguir con esto.
Draco movió su dedo en un círculo, señalándolos a ambos, imitando el gesto que Harry había hecho horas antes.
- Sí, lo hiciste muy bien - contestó Harry, comenzando a acortar la distancia entre ellos.
- Juraría que casi te envenené con mi galette.
- Cariño, ser envenenado por ti sería un privilegio - dijo Harry con una sonrisa ligera antes de inclinarse y besar ambas mejillas de Draco con ternura.
Sin darle tiempo para responder, volvió a capturar sus labios, esta vez con la misma pasión que minutos antes en el pasadizo. El beso era profundo, saboreando cada rincón de su boca, dejando que la intensidad del momento hablara por ellos. Draco respondió al instante, su cuerpo relajándose y adaptándose a la cercanía de Harry, sus manos deslizándose instintivamente por los costados de su profesor hasta aferrarse a la tela de su ropa.
El espacio entre ellos dejó de existir mientras el beso se volvía más hambriento, una lucha silenciosa donde ambos se exigían más. El calor que se había encendido en el pasadizo ahora ardía con fuerza, como si no hubiera forma de detenerlo.
El escritorio chocó contra la parte trasera de las piernas de Draco, sorprendiendo al rubio por un momento.
- Escucha, Draco, no quiero hacer nada que no estés seguro de querer. ¿Entiendes?
- ¿Y si yo quiero hacer todo? - respondió, con voz baja, casi un susurro.
Harry soltó una risita suave, negando con la cabeza.
- Creo que eso es más complicado de lo que crees.
- ¿Complicado? Papi, tú quieres y yo quiero, ¿no funcionan las cosas así? - continuó el rubio, restregando con timidez la dureza entre sus pantalones contra el muslo de Harry para demostrar su punto.
Su profesor suspiró, dejando caer la frente contra la de Draco, sus manos todavía firmes en sus caderas.
Draco no sabía qué lo ponía más nervioso: el peso de las manos de Harry en sus caderas o el modo en que sus ojos verdes lo estudiaban, buscando algo que el rubio no estaba seguro de poder darle.
El silencio se volvió casi insoportable, y Draco pensó por un momento que Harry se había arrepentido. Pero entonces sintió el roce suave de unos labios contra los suyos, apenas un toque, como si le dieran la oportunidad de retroceder.
- Dime si quieres que pare.
Draco negó con la cabeza, sin levantar la vista. Su mano, temblorosa, subió hasta el rostro de Harry, acariciando la piel levemente áspera por la barba.
- No quiero que pares - confesó Draco, apenas audible, sintiendo cómo el calor se acumulaba en sus mejillas al hablar.
Harry sonrió suavemente, dejando un beso ligero en su sien, como si estuviera reconociendo la valentía detrás de esas palabras.
- Está bien. Vamos despacio - respondió con tranquilidad, sus manos firmes pero gentiles mientras rodeaban la cintura de Draco y lo levantaban para sentarlo en el escritorio. La cercanía entre ellos creció cuando Harry se colocó entre sus piernas, manteniendo sus manos sobre sus muslos, sus ojos verdes fijos en los del rubio.
Draco apenas tuvo tiempo de procesar la cercanía antes de que Harry bajara la mirada, inclinándose ligeramente hacia su cintura.
- Primero hay que atender el pequeño problema entre tus pantalones - murmuró Harry, con una sonrisa juguetona.
El rubio se quedó helado por un momento, pero luego frunció el ceño con evidente indignación.
- ¡No es pequeño! - se defendió mientras sus orejas adquirían un rubor casi adorable. Sus manos alejándose del cuello de su profesor para cruzarse sobre su pecho - De hecho, es mucho más grande que -
Harry lo interrumpió con una carcajada, inclinándose hacia él hasta que sus labios quedaron peligrosamente cerca de los suyos.
- Por favor, cariño - dijo entre risas - No menciones el pene de alguien más cuando lo único que quiero es centrarme en el tuyo.
Draco se quedó sin palabras, su boca entreabierta en una mezcla de sorpresa y vergüenza. No sabía si quería esconder el rostro entre sus manos o lanzarse a besar a Harry para acallarlo. Finalmente optó por lo segundo, tirando de la camisa del moreno para cerrar la distancia entre ellos.
He besado más a Harry en una noche que a nadie más en toda mi vida, pensó Draco, sintiendo cómo una corriente cálida recorría cada fibra de su ser con el roce de la lengua del moreno contra la suya. No sabía si era la intensidad del momento o el hecho de que estaba perdiéndose por completo, pero no quería que terminara.
Las manos de Draco se aferraron con más fuerza a la nuca de Harry, sus dedos entrelazándose con los mechones desordenados que tanto le habían fascinado. Por su parte, su profesor dejó que sus dedos subieran lentamente por las piernas del rubio, trazando líneas invisibles sobre la tela de su pantalón, como si estuviera memorizando cada movimiento que provocaba un escalofrío en Draco.
La habitación estaba envuelta en un silencio cargado de tensión, roto únicamente por el sonido húmedo de sus besos y las respiraciones entrecortadas que llenaban el aire. Sin separar sus bocas, el Gryffindor comenzó a deslizar su abrigo de sus hombros, dejándolo caer al suelo con un movimiento fluido. No pasó mucho tiempo antes de que el abrigo de Draco siguiera el mismo destino, exponiéndolo al aire fresco.
El moreno tanteo el botón en el pantalón del rubio, esperando una señal que lo hiciera detenerse, una que nunca llegó. El sonido del botón desabrochándose y la cremallera bajando rompió el silencio, seguido del alivio repentino cuando la tela cedió y la presión disminuyó. Draco jadeó involuntariamente, cerrando los ojos con fuerza al sentir cómo la mano de Harry se deslizaba con una lentitud casi tortuosa hacia la tela de su ropa interior. La calidez de su palma contra su cuerpo envió un nuevo escalofrío por su piel, haciéndolo arquear ligeramente la espalda sin siquiera darse cuenta.
El contacto directo llegó como un rayo. El rubio sintió cómo los dedos de Harry cruzaban la barrera de tela y lo tocaban directamente, liberándolo con cuidado. Su primer instinto fue cerrar las piernas alrededor de la cintura de Harry, como una manera desesperada de aferrarse a algo en medio de las sensaciones.
Draco bajó la mirada por un instante, el rubor en sus mejillas intensificándose al darse cuenta de que el moreno lo observaba. No de una forma juzgadora ni incómoda, sino con una fascinación que lo hacía sentirse más expuesto y más querido de lo que jamás había imaginado posible. Cada caricia en su miembro era meticulosa, como si el moreno estuviera aprendiendo cada línea, cada detalle.
Y entonces, cuando sintió la mano de Harry cerrarse completamente alrededor de él y empezar a moverse con una firmeza que le quitó el aliento, no pudo contener el gemido que escapó de sus labios. Su cuerpo tembló ligeramente ante la intensidad del momento, y sus manos se aferraron aún más fuerte a los hombros del moreno, apenas siendo consciente de los sonidos que hacía, de la forma en que sus piernas apretaban la cintura de Harry, o de cómo su pecho subía y bajaba rápidamente. Todo lo que podía percibir era la mano de Harry moviéndose sobre su pene, y el calor abrumador que envolvía cada rincón de su cuerpo.
- Necesito hacerlo más fácil, ¿entiendes? - preguntó Harry, su voz grave y cargada de intención.
Draco frunció el ceño por un instante, sin entender del todo a qué se refería, pero aun así asintió, confiando ciegamente en él. Cuando la mano de Harry se alejó de su cuerpo, un gruñido de protesta casi escapó de sus labios, pero antes de que pudiera quejarse, escuchó el suave murmullo de un hechizo.
De repente, la mano de Harry volvió a él, esta vez cubierta de lubricante cálido y resbaladizo que amplificó la sensación. Draco jadeó con fuerza al sentir el cambio, su espalda arqueándose ligeramente mientras las caricias del moreno se volvieron más fluidas y placenteras.
- Así está mejor, ¿no crees? - murmuró Harry con una sonrisa traviesa, deteniéndose brevemente para jugar con la punta sensible de su miembro, arrancándole un suspiro entrecortado.
Y sí, ciertamente era muchísimo mejor. Pero a pesar del placer que recorría su cuerpo, algo seguía faltando, algo que Draco no podía ignorar.
- Papi - su voz salió apenas como un susurro, casi inaudible - Quiero sentirte yo también. Déjame sentirte, por favor.
Por un momento, vio la duda cruzar los ojos verdes de Harry, pero esta desapareció casi de inmediato, reemplazada por una sonrisa ladeada que hizo que el corazón de Draco se acelerara aún más.
- Entonces hazlo. Mi cuerpo es tuyo, Draco. Puedes hacer lo que tú quieras - respondió con una confianza casi descarada, mientras su mano bajaba para acariciar los testículos del rubio, ahora también resbaladizos por el lubricante, arrancándole otro gemido involuntario.
Draco no estaba seguro de si el ritmo errático de su corazón era por las palabras de Harry o por lo que sus manos estaban provocando en su cuerpo. Quizá era por ambas cosas.
- Entonces... deja de hacer eso - pidió Draco con un tono casi suplicante, sintiendo que estaba peligrosamente cerca de venirse - Si sigues, voy a venirme antes de que pueda hacer algo.
Harry soltó una leve carcajada, una mezcla de diversión y complicidad, mientras sus dedos seguían trazando círculos lentos y deliberados sobre la piel pálida.
- Si lo haces, puedo ponerte duro de nuevo - dijo con confianza.
Draco no respondió; sabía que Harry tenía razón. En lugar de decir algo, llevó sus temblorosas manos desde el cuello del moreno hacia su pantalón, donde el bulto de su erección era claramente visible.
Merlín, no sé qué hice para merecer esto, pero gracias, pensó mientras sus dedos intentaban, con cierta torpeza, desabrochar el botón, ansioso por hacer sentir bien a su profesor.
Cuando finalmente logró bajar el cierre y deslizar sus dedos hasta el borde de la ropa interior de Harry, listo para bajarla, una duda momentánea lo detuvo, y sus manos se quedaron inmóviles por un instante.
Draco levantó la mirada y se encontró con los ojos verdes de Harry, que lo observaban con una mezcla de paciencia y deseo. Y así, mirándolo a los ojos, el rubio liberó la erección pesada del moreno.
Draco tragó saliva, los ojos fijos en la imagen frente a él, incapaz de apartar la mirada. Su mano, ligeramente temblorosa, se extendió hacia el miembro de Harry, admirando cada detalle con una mezcla de fascinación y deseo. La dureza bajo sus dedos le envió una oleada de calor, notando las venas que se marcaban sobre su piel, recorriéndolas con la yema de los dedos. Una gota de líquido preseminal apareció en la punta, resbalando lentamente por el glande. Draco vaciló por un momento, pero la necesidad de tocarlo fue más fuerte, y con un movimiento lento pero decidido, envolvió el miembro de Harry con su mano, sintiendo la calidez de su piel, suave y tensa al mismo tiempo. El rubio casi se estremeció al escuchar el pequeño suspiro que escapó de los labios de Harry, un sonido que parecía ser tanto una confirmación como una invitación para continuar.
Draco comenzó a moverse lentamente, sus dedos explorando cada centímetro con una mezcla de curiosidad y deseo. Nunca había hecho algo así, pero algo en la forma en que el cuerpo de Harry respondía le dio la confianza para seguir adelante. Los dedos del moreno se aferraron al pene de Draco, masturbándolo de nuevo.
El rubio sintió el rubor en sus mejillas intensificarse, pero no dejó de moverse. En cambio, inclinó ligeramente su cabeza, dejando que su cabello rubio cayera sobre su rostro, como si quisiera ocultar su vulnerabilidad mientras seguía explorando. Sin embargo, la sonrisa suave de Harry y el toque de su mano en su mejilla lo hicieron levantar la vista.
- No te escondas de mí, Draco - dijo Harry en un susurro, acariciando su piel con la misma ternura con la que hablaba - Quiero verte.
El rubio asintió débilmente, apretando el pene del moreno, siguiendo el mismo ritmo que Harry había marcado, sus movimientos más seguros. Cada jadeo que escapaba de los labios del moreno lo llenaba de una extraña mezcla de orgullo y deseo.
Creo que lo estoy haciendo bien, pensó, cuando Harry lo tomó por la cintura y lo atrajo hacia él, obligándolo a dejar de moverse. El rubio jadeó al sentir el choque de sus penes, una mezcla de calidez y presión que lo hizo cerrar los ojos por un momento, completamente perdido en la sensación.
- ¿Papi?
De repente, las manos de Harry, grandes y firmes, bajaron hacia la unión de sus cuerpos. Draco jadeó al sentir cómo el moreno envolvía ambos miembros con sus manos, uniéndolos con un toque cálido y preciso. La sensación lo golpeó con una intensidad que nunca antes había experimentado. El calor, la fricción, la presión... era abrumadora.
- Merlín... - jadeó Draco, inclinando la cabeza hacia atrás, su cabello rubio cayendo sobre su frente mientras sus labios se entreabrían en busca de aire, apoyando sus manos sobre el escritorio detrás de él.
Harry, con una sonrisa satisfecha, comenzó a moverse con un ritmo lento pero firme, masajeando ambos miembros al mismo tiempo, su lubricante haciendo que cada caricia se sintiera más placentera, inclinando ligeramente su cadera, marcando un ritmo que imitaba un embiste, sus movimientos profundos y calculados creando un compás que resonaba en la oficina.
Draco no pudo evitar apretar los muslos alrededor de la cintura de Harry, buscando más contacto, más fricción, mientras pequeños sonidos escapaban de sus labios sin que pudiera controlarlos. En su interior sabía que después se arrepentiría por el ruido que estaba haciendo, pero se preocuparía por eso después.
- Mírame, Draco - pidió Harry, su voz ronca y cargada de intensidad.
El rubio, aunque le costaba abrir los ojos, obedeció. Al encontrar la mirada verdosa de Harry, sintió una nueva oleada de calor recorrer su cuerpo.
El ritmo de las manos de Harry y su cadera aumentó, sus movimientos cada vez más seguros, y Draco sintió cómo su pene empezaba a tensarse, la parte baja de su estómago hormigueando con anticipación. Las sensaciones eran demasiado intensas y cada movimiento de Harry lo acercaba más a su orgasmo.
- Papi, no... no puedo más... - admitió con un gemido, su voz temblorosa mientras se aferraba al escritorio detrás de él como si su vida dependiera de ello.
- Entonces déjate ir, Draco - susurró Harry, inclinándose para dejar un beso en su cuello, justo donde podía sentir el latido frenético del rubio.
Y eso fue todo lo que necesitó. Draco dejó escapar un gemido bajo y prolongado mientras su cuerpo se sacudía con fuerza, sintiendo como su semen escapaba de su miembro en pulsaciones cálidas manchando al moreno, alcanzando su clímax con una intensidad que lo dejó temblando en los brazos de Harry. Su mente quedó en blanco por un momento, incapaz de procesar otra cosa que no fuera el placer abrumador que recorría cada fibra de su ser.
Harry no se detuvo de inmediato; continuó moviéndose con cuidado, ayudándolo a pasar por las últimas oleadas de placer mientras su propia respiración se volvía más irregular. El rubio, todavía intentando recuperar el aliento, sintió cómo el miembro de Harry junto al suyo comenzaba a tensarse. Apenas tuvo tiempo de asimilarlo cuando el moreno dejó escapar un gemido bajo y gutural, hundiendo el rostro en el hueco de su cuello mientras alcanzaba su propio orgasmo, sus manos aún envolviendo ambos cuerpos y mezclando su esencia.
Por un momento, el tiempo pareció detenerse. Ambos permanecieron quietos, respirando con dificultad, sus cuerpos aún temblando ligeramente por el esfuerzo y la intensidad de lo que acababa de suceder. Draco apoyó la frente en el hombro de Harry, cerrando los ojos mientras sentía como el ritmo de su corazón se calmaba.
- Papi - comenzó Draco, pero se detuvo, incapaz de encontrar las palabras adecuadas.
- Eres maravilloso, Draco - susurró Harry, dejando un beso suave en la sien del rubio, una acción tan tierna que casi hizo que Draco se sonrojara nuevamente.
El rubio asintió débilmente, dejando escapar una risa nerviosa mientras aflojaba el agarre de sus piernas en la cintura de su profesor, notando lo cansadas que se sentían. Estaba agotado, pero al mismo tiempo, se sentía increíblemente ligero.
- Debemos limpiar esto - murmuró Harry, señalando el caos de fluidos que había quedado en medio de ellos, pero sin hacer nada realmente, en su lugar, acercándose al rubio para abrazarlo, su mano acariciando la espalda de Draco con calma.
Draco cerró los ojos y dejó que el moreno lo sostuviera un poco más. Hasta que quiso mover su mano para abrazar su cuello y descubrió que algo se había pegado a ella.
El rubio soltó una carcajada al darse cuenta de que había apoyado su mano, llena de lubricante y posiblemente otra cosa, sobre un ensayo, dejando una mancha notablemente pegajosa.
- Bueno... parece que Zacharias Smith va a llevarse una sorpresa cuando reciba su ensayo.
Notes:
¿Han visto ese capítulo de Bob Esponja donde calamardo prueba las cangreburgers? Lit, imagine a Draco así.
Chapter 5: Cayendo con gracia (o algo así)
Summary:
Si Draco terminó en el suelo, con la espalda tronándole y la mitad de Hogwarts gritando a su alrededor, fue porque así lo planeó… o al menos, esa es la versión oficial.
Notes:
¿Vieron cómo Sam Laporta atrapo el balón en el partido de los commanders vs lions? Bueno, pues eso inspiro este capítulo.
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
El murmullo del Gran Comedor flotaba a su alrededor mientras los platos se llenaban con la comida matutina. Las copas de jugo de calabaza brillaban bajo la luz de los candelabros flotantes, y el aroma a pan recién horneado se mezclaba con el del café caliente. Draco, sin embargo, solo prestaba atención a su tostada, deslizando la mermelada con absoluta calma, incluso si su estómago pedía a gritos un poco de comida.
- Tienes un chupetón en el cuello - comentó la rubia con un tono que pretendía ser casual, pero que no ocultaba su desaprobación.
- Y tu una frente particularmente grande, pero no me ves señalándolo, ¿verdad? - Draco respondió sin siquiera dignarse a mirarla, demasiado concentrado en darle un mordisco a su tostada.
Daphne frunció los labios con visible molestia, pero rápidamente recobró la compostura.
- Solo digo que deberías tener más cuidado - prosiguió con su tono meloso, revolviendo su té con una calma exagerada - Las negociaciones para tu matrimonio ya han comenzado, y una imagen tan... inapropiada - señaló con desdén la marca en su cuello - podría no ser del agrado de tu padre.
Draco sonrió con burla, aunque sintió la irritación treparle por la espalda. ¿Y a ti qué te importa? pensó con fastidio, pero antes de que pudiera responder, Pansy dejó su taza sobre la mesa con un golpe seco y elegante, interviniendo en su lugar.
- Qué curioso que menciones eso, Daphne, querida - dijo con dulzura envenenada - considerando que los Malfoy tienen estándares bastante elevados. Ya sabes, a la hora de elegir compromisos.
Ladeó la cabeza con fingida inocencia, jugueteando con su cuchillo de plata mientras sus ojos verdes se posaban en la rubia.
- Y, hasta donde tengo entendido, ni tú ni tu familia han sido jamás la primera opción... ni la segunda... ni la tercera.
Daphne mantuvo su sonrisa con esfuerzo, aunque la ligera rigidez en su postura la delataba.
Draco tomó otro sorbo de su café, fingiendo indiferencia, aunque en realidad estaba disfrutando del espectáculo. Sin embargo, Pansy aún no había terminado.
- De hecho, si alguien debiese estar preocupada por la reputación de Draco, debería ser yo - continuó con la misma amabilidad envenenada - Después de todo, desde mi nacimiento he sido la candidata favorita para casarme con él.
Pansy se inclinó apenas hacia él y deslizó los dedos por su hombro con una confianza casi territorial, como si estuviera dejando una marca invisible.
Un deja vú lo golpeó de repente. Instintivamente, su mirada vagó hacia la mesa de los profesores, buscando a Harry. Lo encontró conversando animadamente con Hagrid, gesticulando con entusiasmo. Draco no pudo descifrar el significado de sus movimientos, pero fueran lo que fueran, lograron que el semigigante soltara una carcajada estruendosa.
Es tan lindo, pensó, apartando la mirada de inmediato, aunque una sonrisa suave se mantenía en su rostro.
- Y si yo no tengo problema con los chupetones en su cuello... del que, por cierto, es muy probable que yo misma haya sido la responsable... dime, ¿por qué tu sí, querida?
Daphne parpadeó, atrapada entre la duda y la indignación. Al final, sin encontrar una respuesta lo suficientemente mordaz, optó por regresar su atención a su desayuno.
Draco, por su parte, no pudo evitar que su mente se desviara por un instante, recordando la oficina de su profesor. La puerta cerrada con un hechizo silenciador. Sus labios marcando su piel, recorriendo su cuello con un hambre apenas contenida. Los dedos del moreno sujetándolo con firmeza, atrayéndolo más cerca mientras su boca dejaba un rastro de besos húmedos hasta detenerse en su clavícula.
Carraspeó y tomó un sorbo de su café para disimular el repentino calor que subió a sus mejillas.
- Quiero todos los detalles - susurró Pansy en su oído, antes de alejarse para seguir con tranquilidad con su propio desayuno.
- Y yo quiero saber en qué momento hablaron con él - contestó con genuina curiosidad - podría jurar que tu diste la idea.
La pelinegra simplemente sonrió, sin aceptar ni negar nada. Antes de que pudiera insistir, algo captó su atención, haciéndola desviar la mirada con una expresión que el rubio ya conocía demasiado bien. Draco siguió su línea de visión y encontró a Blaise, avanzando por el comedor con un ramo de campanillas azules, sosteniéndolo con la elegancia de alguien que estaba a punto de declamar una tragedia shakesperiana.
- Fiore mio - saludo el moreno, entregándole el ramo a Pansy inclinándose ligeramente, como si estuviera ofreciendo su corazón en bandeja de plata - para ti.
Draco, sin sorprenderse en lo absoluto, se recostó en su asiento y observó la escena con una mezcla de curiosidad y entretenimiento.
Pansy arqueó una ceja, tomando el ramo con delicadeza, como si evaluara su calidad antes de siquiera considerar su significado.
- ¿Y bien? - preguntó, esperando la explicación del día.
Draco no sabía con exactitud en qué momento habían empezado a intercambiar flores, pero podía jurar que para cuarto o quinto año ya era un hábito inquebrantable. Una vez por semana, sin falta, ambos llegaban con un nuevo ramo y una historia ridícula para justificarlo. Los demás Slytherin estaban tan acostumbrados que apenas le prestaban atención. Solo Theo, sentado unos asientos más allá, observaba con diversión.
- Te espero, cariño - dijo la pelinegra, acercando las flores a su nariz con una expresión indescifrable.
Blaise suspiró, poniéndose una mano en el pecho como si el dolor fuera insoportable.
- El azul simboliza la tristeza desgarradora que me consume cada vez que te niegas a prestarme dinero - levantó la mirada al techo, como si estuviera pidiendo a los dioses que intervinieran en su desgracia - Cada galeón rechazado es un puñal en mi alma, Pansy. Un puñal de plata que podría haber sido mío si hubieras sido más generosa.
Pansy resopló, divertida, y agitó el ramo frente a su cara.
- ¿Y qué simboliza el verde de los tallos? ¿Tu envidia porque tengo más dinero que tú?
Blaise sonrió de lado.
- No, simboliza la esperanza inquebrantable de que algún día cambiarás de opinión.
Pansy rió suavemente, apreciando las flores antes de dejarlas en la mesa.
- Sigue soñando, Zabini.
- Siempre - respondió con seguridad el moreno.
Draco observó el intercambio con el ceño apenas fruncido. Para cualquier otro, aquello era solo una de tantas interacciones entre ellos. Para él, sin embargo, algo parecía... distinto. Había una seguridad particular en la forma en que Blaise la miraba, y Pansy, aunque tan serena como siempre, tenía un brillo en la mirada que Draco no supo si quería analizar demasiado.
Oh no.
Intercambio miradas con Theo que simplemente alzó los hombros, como si entendiera sus pensamientos, pero tampoco pudiera asegurar nada.
- Linda marca rubio, eso significa que todo salió bien, ¿no? - preguntó el moreno con una sonrisa coqueta, arqueando las cejas de manera exagerada.
Draco no tuvo oportunidad de responder. Viendo como justo cuando Blaise estaba a punto de morder su tostada, una chica de Hufflepuff apareció a su lado tocándole el hombro. El rubio observó casi como si fuera en cámara lenta como Blaise se giraba para mirarla, solo para recibir una bofetada que resonó por todo el comedor, silenciando el bullicio matutino por unos segundos.
- Que mierda- murmuró Draco.
- ¡Eres un idiota! - sollozó la chica antes de girar sobre sus talones y salir del comedor
Blaise, con una mano en la mejilla, ni siquiera se veía particularmente afectado.
- ¿Debería ir tras ella o algo así? - preguntó con un tono que dejaba claro que realmente no le importaba la respuesta.
Pansy le lanzó una mirada que, al parecer, dijo suficiente, porque Blaise suspiró con exasperación antes de levantarse con toda la paciencia del mundo.
- ¿Alguien sabe cómo se llamaba?- Draco y Pansy suspiraron al unísono y se llevaron una mano a la frente con resignación - Bueno como sea, espero mi ramo esta tarde, Fiorellina - añadió Blaise con diversión antes de desaparecer tras la chica, ignorando por completo las miradas curiosas que lo seguían.
Draco desvió la vista de forma automática hacia la mesa de los profesores, encontrándose con los ojos verdes de su Papi. Solo hizo falta un leve movimiento para que Draco entendiera su pregunta implícita.
No, él no tenía idea de qué acababa de pasar.
- ¿Quién era ella? - preguntó Draco, notando la postura tensa de Pansy mientras terminaban de desayunar y se levantaban para ir a su primera clase.
- Una chica con la que se acuesta.
- ¿No tenía algo con una de Ravenclaw?
- Si, también con la Hufflepuff - su tono se tornó más agrio, la mirada suave que había tenido al recibir el ramo reemplazada por una amarga - Y en Gryffindor tuvo algo con un gemelo pelirrojo. Incluso quedó de verse este fin de semana con un chico de Durmstrang.
- ¿El de la nariz grande? - preguntó.
- No, el otro. El que tenía una cicatriz en la ceja - respondió ella con sequedad, lanzando un pequeño hechizo sobre las flores para mantenerlas intactas antes de guardarlas en su mochila con un movimiento brusco.
- ¿En qué momento pasó todo eso?
- En el mismo en el que tú babeabas por el guzarajo. Mientras lo mirabas y te perdías en cualquier cosa que hacía, Blaise se ha estado cogiendo a la mitad de la escuela.
Draco ladeó la cabeza, analizándolo el rostro en blanco de su amiga.
- Y eso te molesta.
- No, no lo hace. No me importa en qué lugares pone su pene - respondió Pansy con frialdad, manteniendo su expresión neutra. Luego, como si el tema ya no mereciera más de su atención, agregó con aparente indiferencia - Mejor dime, ¿cómo estuvo tu cita? Guzarajo casi tenía un ojo en ti y el otro en su comida.
Draco soltó una risa divertida, imaginándose a su Papi con los ojos bizcos.
Oh Pansy, caíste en los encantos de un Zabini.
No estaba seguro de si eso era bueno. De hecho, estaba casi convencido de que era malo. Blaise rara vez se tomaba a alguien en serio; Para él, las relaciones eran poco más que un entretenimiento pasajero. Pero si había algo que Draco sí podía afirmar, era que su amigo siempre se había comportado diferente con Pansy: más suave, más cuidadoso, sin el descarado coqueteo con el que seducía a sus demás conquistas.
Tal vez...
.
.
.
La silueta brillante de su Patronus apenas comenzaba a tomar forma, dejando tras de sí un rastro de plumas plateadas. Draco dirigió sus ojos grises a los verdes de Harry, buscando confirmar si había notado su progreso. El brillo en la mirada de su profesor fue suficiente respuesta.
- Bien hecho, Malfoy. Cada vez falta menos para un Patronus corpóreo - dijo Harry, con una sonrisa satisfecha.
- Gracias, profesor - Draco sintió sus mejillas arder junto con un calor inexplicable recorrerle el cuerpo ante la aprobación
- Apuesto cinco galeones a que es una lechuza - soltó Pansy con diversión.
- Diez a que es un pato - siguió Theo, observando con interés las plumas flotantes.
- Yo digo que es una gallina - opino Lavander cruzándose de brazos con confianza.
Draco la miró con absoluto desprecio antes de soltar, con su mejor tono mordaz:
- Brown, en algún lugar existe un árbol cuyo único propósito es producir el oxígeno que tu desperdicias en decir tanta estupidez. Ve, lo encuentralo y te disculpas con él.
Las risas estallaron a su alrededor, pero Lavender ni se inmutó. En cambio, inclinó la cabeza con fingida inocencia y replicó con una sonrisa desafiante.
- ¿No crees que sea una gallina, Malfoy? Yo estoy segura a que sí.
- Cincuenta galeones a que no es una estúpida gallina - contestó con indignación.
Había miles de animales en el mundo y esa mujer osaba comparar su Patronus con una miserable y malvada gallina.
Está loca, pensó, cruzándose de brazos mientras la observaba con sorna.
- No hagan apuestas durante la clase - intervino Harry con un suspiro, fingiendo indiferencia mientras retomaba la corrección del movimiento de varita de Seamus.
Lavender soltó un exagerado bufido antes de girarse nuevamente hacia Draco, con una mirada que decía que no iba a soltar el tema.
- Pfff, ¿nada más eso, Draco? Apuesto 150 galeones a que tu Patronus es una jodida gallina.
- 500 galeones a que no.
Lavender sonrió como si acabara de atrapar a su presa.
- Si es una gallina, me pagarás esos mismos quinientos galeones y me llevarás a una cita - negoció con naturalidad - ¿Trato?
Draco parpadeó, incrédulo, antes de soltar una carcajada. Por Merlín, Brown iba a perder tan espectacularmente que hasta sentiría pena por ella. Estaba a punto de aceptar cuando Harry aplaudió en medio del aula, llamando la atención de todos.
- Nada de citas, señorita Brown. No en mi clase por lo menos - dijo con un tono más serio de lo necesario, su mandíbula tensándose levemente - terminaremos la sesión de hoy por ahora, parece que están bastante distraídos.
Draco frunció el ceño, sorprendido por la reacción. Desde su lugar, escuchó cómo Blaise susurraba algo al oído de Pansy, quien soltó una risita.
Lavender arrugó el ceño, fulminándolo con fingida indignación antes de recoger sus cosas. Cuando pasó junto a Draco, este le dio un pequeño tirón en uno de sus rizos caramelo antes de apartarse rápidamente de su camino, evitando cualquier contraataque de la leona.
Ella le dedicó una sonrisa burlona antes de marcharse, pero Draco no estaba mirando. Su atención había vuelto a fijarse en su profesor.
- Profesor, ¿cuándo nos enseñará su Patronus? - preguntó de repente Parvati, con los ojos brillando de emoción.
Draco aguzó el oído, esperando la respuesta con genuina curiosidad. Nunca había visto el Patronus de Harry. La única vez que había enseñado como hacerlo, había llevado a la profesora McGonagall para hacer la demostración. Pero él mismo jamás había conjurado el suyo frente a la clase.
Al principio, Draco había considerado la posibilidad de que simplemente no pudiera conjurarlo, pero eso era absurdo. El Patronus era un hechizo estándar en el currículo de los aurores. Su Papi definitivamente debía ser capaz de hacerlo.
¿Entonces cual era la razón?
Tal vez sea un caracol. O una cucaracha.
Draco entrecerró los ojos, tratando de contener una sonrisa burlona.
Si fuera un caracol y tuviera que mandar un mensaje de emergencia ¿llegaría a velocidad normal o tan lento como un caracol?
Concéntrate Draco.
- Cuando cada uno de ustedes sea capaz de invocar un Patronus corpóreo con facilidad - respondió el moreno con serenidad - Pero no pensé que les llamaría tanto la atención ver el mío.
- Por supuesto que si profesor - intervino Dean - A Parvati le emocionaría ver cada aspecto de usted.
Algunas risitas se escucharon en el aula, pero antes de que la broma pudiera ir más lejos, Harry habló, su tono lo suficientemente firme como para cortar el ambiente de golpe.
- Este es un salón de clases, Thomas, no una reunión en la Sala Común. Te pediré que mantengas el respeto y evites esa clase de comentarios.
El silencio fue inmediato. Dean carraspeó y asintió con la cabeza, sin rastro de molestia, pero claramente consciente de que había cruzado un límite. Parvati por otro lado, bajó la mirada, avergonzada.
Draco, en cambio, apenas pudo contener la satisfacción que le recorrió el cuerpo. Harry no solía ser tan tajante a menos que algo realmente le molestara, y el hecho de que no hubiera reaccionado así con él, ni una sola vez, sin importar lo mordaz o descarado que fuera, le provocaba un retorcido sentido de triunfo.
Porque Harry nunca lo corregía.
Nunca le decía que parara.
Jamás ponía barreras entre ellos.
- Si, lo siento, profesor.
- Nos vemos en la próxima clase, espero su tarea bien redactada. Ya no son de primer año.
Finalmente, el aula cobró vida con el ruido de bancas arrastrándose y mochilas cerrándose de golpe. Los estudiantes salían en grupos, inmersos en conversaciones animadas. Draco, sin prisa, giró sobre sus talones y, con una sonrisa suave, le guiñó ambos ojos a Harry, con ese gesto juguetón que sabía que lo desarmaba. No se perdió la reacción de su profesor: los hombros rígidos relajándose, la mirada verde suavizándose y la comisura de sus labios temblando con la amenaza de una sonrisa. Sintiéndose satisfecho, el rubio siguió su camino, notando como Lavander lo esperaba en la puerta.
- Hey rubia, ¿te veo en el campo?
Draco alzó una ceja hacia Lavender, que lo miraba con una sonrisa retadora.
- Esta mujer está loca - murmuró apenas para que sus amigos escucharan, aunque una chispa de emoción se encendió en el - Eso si quieres volver a perder, por supuesto.
- La última vez te deje ganar - se defendió, alzando la barbilla - esta vez será diferente.
- Lavander, cariño, ¿no puedes esperar simplemente al próximo partido de Quidditch? - intervino Pansy con diversión, cruzándose de brazos.
- ¿Y por qué no competir ahora? - replicó la Gryffindor con una sonrisa maliciosa, pasando un brazo por los hombros de Draco - Solo es atrapar una Snitch, después de todo. No me digas que te vas a negar, ¿verdad, Malfoy?
Draco sonrió de lado, sintiendo como la mirada verdosa de su profesor taladraba su nuca con insistencia.
¿Debería aceptar o no?
Por un segundo, consideró ignorarlo y seguir su camino. Pero entonces, Lavender abrió la boca de nuevo.
- O no me digas que harás honor a tu patronus, gallina.
Las risas a su alrededor no tardaron en aparecer.
- En cinco minutos. Espero que esta vez no culpes a tu escoba, Brown - sin esperar respuesta, el rubio comenzó a caminar por los pasillos con el mentón en alto. A su alrededor, los murmullos creciendo con rapidez; la noticia de un nuevo enfrentamiento entre él y la Gryffindor empezando a esparcerce por el castillo como pólvora.
- Eres tan fácil de manipular, cariño - dijo Pansy a su lado, aunque una sonrisa emocionada decoraba su cara - La próxima vez, simplemente tendré que llamarte gallina para convencerte de comprarme toda la colección de Chanel.
- O para hacer mi tarea - añadió Blaise con una sonrisa burlona - De haberlo sabido antes, me habría ahorrado una fortuna en sobornos.
Draco les dirigió una mirada gélida, pero la diversión en sus ojos los traicionaba.
Ciertamente, competir con la leona se había convertido en uno de sus pasatiempos favoritos. Ninguno de los dos sabía retroceder ante un desafío, y aunque la temporada de Quidditch aún no comenzaba, la necesidad de demostrar quién era el mejor buscador nunca se apagaba. Ambos estaban hambrientos de victoria, demasiado orgullosos como para ceder, demasiado tercos como para ignorar la oportunidad de aplastar al otro en cualquier enfrentamiento.
Y si sus cálculos no le fallaban (sabía que no lo hacían), Draco tenía dos victorias de ventaja sobre Lavender.
- Esa mujer - murmuró con exasperación, empezando a quitarse la túnica de la escuela tan pronto el campo de Quidditch apareció ante su vista. No pasó desapercibido cómo decenas de estudiantes comenzaban a reunirse alrededor, expectantes. Incluso la profesora Sprout se encontraba entre ellos, fingiendo desinterés mientras acomodaba su sombrero con aire despreocupado - Se la pasa más tiempo retándome que cuidando su imagen.
Pansy soltó una risa ligera, mientras Blaise le daba una palmada en el hombro.
- Tal vez le importas más que su imagen, Draco.
Él bufó.
- No me hagas vomitar.
Justo en ese momento, Lavender Brown apareció desde el otro extremo del campo, caminando con la misma seguridad que él. Draco notó cómo se recogía el cabello en una alta cola de caballo, su uniforme perfectamente acomodado, pero sin la túnica reglamentaria, igual que él.
Los susurros entre los espectadores se hicieron más evidentes, algunos señalando lo sincronizados que parecían, como si hubieran planeado llegar al mismo tiempo.
Pansy rodó los ojos, divertida, cuando un pequeño estudiante de Slytherin corrió hacia Draco con la emoción chispeando en su mirada.
- ¡Draco! ¡Draco! Tu escoba - dijo el niño, extendiéndosela con una mezcla de orgullo y admiración.
Draco frunció el ceño. ¿Cómo sabía cuál era su escoba? Alzó los hombros con indiferencia, asintiendo en señal de agradecimiento antes de comenzar a caminar hacia el centro del campo. Su mirada cruzandose con la de Lavender.
Había algo en su sonrisa, algo peligroso y burlón.
Draco apretó los dientes.
Sabía que tenía dos victorias de ventaja. Sabía que era mejor que ella.
Pero Lavender Brown no era alguien que se dejara vencer sin pelear.
- Si ganó me llevaras a una cita - declaró la leona con descaro.
El campo estalló en chiflidos y exclamaciones de apoyo, especialmente desde la zona de Gryffindor.
Draco puso los ojos en blanco.
- Por el amor de Salazar, deja de decir incoherencias. Incluso si estuviera intoxicado de Amortentia, no te llevaría a una.
Lavender sonrió, divertida, sin rastro de molestia.
- Tenía que intentarlo.
Extendió la mano, ofreciéndosela como símbolo de paz antes del partido. Draco la tomó con firmeza, casi con aburrimiento antes de alejarse.
- Que gane el mejor - dijo ella.
- O sea, yo.
Ambos tomaron distancia, enfocándose en Dean Thomas, que sostenía la pequeña pelota dorada por encima de su cabeza.
El bullicio de la multitud se apagó levemente mientras los jugadores se preparaban.
- En sus marcas… listos - Dean elevó la voz, dándoles un segundo para acomodarse sobre sus escobas - ¡Fuera!
Draco golpeó el suelo con el pie, elevándose en cuanto la Snitch escapó de la mano de Dean.
El viento azotó su rostro mientras inclinaba el cuerpo hacia adelante, acelerando su escoba con destreza. A su lado, Lavender hacía exactamente lo mismo, su mirada clavada en el mismo objetivo.
La caza había comenzado.
Los gritos de los espectadores resonaron en el campo de Quidditch cuando ambos se lanzaron a la persecución de la Snitch.
La pequeña esfera dorada zigzagueaba con rapidez, deslizándose entre corrientes de aire impredecibles, pero ninguno de los dos la perdía de vista. Draco sintió el latido acelerado en su pecho mientras se inclinaba aún más sobre su escoba, exigiéndole la máxima velocidad.
Lavender, con la misma destreza que había demostrado en cada uno de sus encuentros anteriores, no se quedó atrás, girando bruscamente a la izquierda para evitar una caída en picada de Draco, ganando terreno con una maniobra arriesgada.
- ¡Maldición! - gruñó el rubio entre dientes, corrigiendo su trayectoria en el último momento y acelerando nuevamente.
La Snitch descendió repentinamente hacia el suelo, obligándolos a lanzarse en una caída casi vertical. La multitud contuvo la respiración al verlos rozar el césped antes de recuperar altura en el último segundo.
Los gritos de emoción eran ensordecedores.
En un parpadeo, la Snitch cambió de dirección de manera abrupta, obligándolos a dar un giro de 180 grados en el aire. Draco apenas teniendo tiempo de esquivar a Lavender, quien casi chocó contra él en la maniobra.
Ambos estaban a la par, sus escobas rugiendo por la velocidad. Draco podía sentir su cabello golpeándole el rostro, la adrenalina quemando en sus venas.
De repente, la Snitch se elevó bruscamente, como si intentara escapar de sus cazadores.
- ¡No la pierdas! - escuchó gritar a alguien en la multitud, pero no prestó atención.
Su instinto se activó antes que su mente.
El rubio se inclinó hacia adelante, aumentando la velocidad en un último intento desesperado. Lavender hizo lo mismo, alargando una mano hacia la Snitch.
Pero Draco fue más rápido.
Como si fuera un pase de fútbol americano antes de un touchdown, soltó una mano del mango de su escoba en el último instante y estiró el brazo por completo, impulsándose hacia adelante. Su cuerpo se arqueó en el aire mientras sus dedos se abrían, y con una precisión casi imposible, atrapó la Snitch con una sola mano, cerrando los dedos alrededor de su aleteo frenético.
El impulso lo desequilibró más de lo que habría querido. Sin un agarre firme en la escoba, sintió el vacío bajo él mientras su cuerpo se alejaba de su montura.
Y luego cayó.
Los gritos de la multitud se ahogaron en jadeos de sorpresa cuando el rubio descendió a toda velocidad.
Sin tener tiempo de corregir su caída, Draco golpeó el césped con fuerza, con un sonido seco. El impacto sacándole el aire de los pulmones y nublando su vista unos segundos.
El silencio rodeo momentáneamente el lugar.
Draco, todavía en el suelo, levantó su mano con la Snitch atrapada entre sus dedos, demostrando su victoria.
Había ganado.
El campo explotó en vítores.
El rubio apenas los escuchó.
Su cuerpo dolía.
No un dolor sordo o tolerable, sino un latigazo punzante que recorrió su espalda hasta la punta de los dedos. Cuando intentó moverse, un crujido inquietante resonó desde su costado. Pudo jurar que aquello no era normal.
- ¡Merlín! - exclamó la profesora Sprout, apresurándose hacia él con su varita en alto - ¡No te muevas demasiado, querido!
Demasiado tarde.
Draco ya estaba girando sobre su costado, ignorando el malestar en sus extremidades. No iba a quedarse en el suelo como un maldito inválido. Con un esfuerzo considerable, se incorporó hasta quedar medio arrodillado.
- ¡Por las barbas de Merlín, Malfoy! - Lavender apareció en su rango de visión, con las manos en la cintura y una expresión entre diversión y genuina preocupación - ¡eso fue una gran altura!
- No seas exagerada - gruñó él, obligándose a ponerse de pie, negando la ayuda de la profesora Sprout.
Otro crujido en su espalda. Un dolor punzante. Sí, definitivamente eso no era normal.
Pero no iba a mostrar debilidad. Un Malfoy nunca lo hacia.
Inspiró profundamente, enderezó los hombros y levantó la mano con la Snitch atrapada entre sus dedos.
El rugido de los estudiantes se elevó con más fuerza, una ola de aplausos y gritos que hicieron temblar el aire.
Fue entonces cuando, más allá de todos los demás, lo vio. Harry Potter.
No estaba vitoreando, no se movía. Su rostro estaba pálido, los labios presionados en una línea tensa, y su mirada...
Draco sintió un escalofrío recorrerle la nuca.
Los ojos verdes de su Papi estaban fijos en él, oscuros de angustia, como si la caída le hubiese dolido más a él que al propio Draco. Pero luego, casi tan rápido como había aparecido, el miedo se desvaneció.
Los músculos de su rostro se tensaron y sus ojos, antes abiertos de preocupación, se estrecharon en una sombra de enojo contenido. Draco vio la furia encenderse en su mirada como una chispa en un barril de pólvora.
Harry apretó la mandíbula, sus manos cerradas en puños a los lados de su túnica.
Y luego, frunció el ceño con furia.
Notes:
Dato curioso: La campanilla azul, o jacinto silvestre, en el lenguaje de las flores es un símbolo de humildad, constancia, gratitud y amor eterno.
Chapter 6: Verdades qué preferiría callar
Summary:
-Me preguntó cómo sería eso. ¿Cómo debería presentarme? ¿Cómo tú Papi, tú novio o tu profesor? - la sonrisa de Harry se ladeó, haciendo que su hoyuelo se marcara y volviéndolo absurdamente atractivo para su pobre corazón - curiosamente, resulta que soy los tres.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
- ¿Otra vez aquí, señor Malfoy? - explotó Madam Pomfrey tan pronto piso la enfermería - ¿Es que acaso le gusta venir aquí por diversión?
Draco apenas parpadeó, sintiendo cómo una punzada de dolor agudo le atravesaba el torso al intentar acomodarse en la cama. Era consciente de muchas cosas: de la mirada divertida y preocupada de sus amigos antes de que los echaran de la enfermería, de la profesora Sprout regañándolo por no dar una buena imagen como prefecto y quitándole puntos a su casa, incluso del ceño fruncido de Slughorn, preocupado por lo que podrían decir sus padres.
Pero no le importaba.
Draco no estaba prestando atención.
Sí, dolía. Bastante, de hecho. Pero su mente no estaba ahí, ni en la enfermería, ni en la varita de Pomfrey que hacía brillar su costado con un hormigueo desagradable. Estaba con Harry. Con el hecho de que no estaba ahí. Ni una sombra de su túnica, ni un susurro de su voz.
- ¿Me está escuchando, joven? - la voz de Madam Pomfrey sacándolo bruscamente de sus pensamientos - ¡Si sigue descuidando su cuerpo de esta manera, terminará con secuelas permanentes!
-Estoy bien - murmuró sin pensar.
Madame Pomfrey bufó, indignada.
- ¿Bien? Bien sería no tener dos costillas rotas, un esguince en la muñeca y una buena docena de moretones.
Draco apenas reaccionó. Solo podía pensar en una cosa. Harry no estaba. Y siendo conciente de la reacción que había tenido, eso solo podía significar una cosa: estaba enojado con él.
No había hecho nada malo, ¿cierto? No había sido grosero con Brown, ni había hecho trampa en la competencia, ni siquiera había correspondido su coqueteo. Sólo había atrapado la Snitch. Había ganado.
¿Eso era lo que le molestaba? ¿Qué le hubiera ganado a alguien de su antigua casa?
El pensamiento lo hizo estremecer.
No, no era eso. Harry no era así. Fuera lo que fuera, Draco no soportaba la idea de que Harry estuviera molesto con él. Se sentía extraño. Una inquietud punzante se instaló en su pecho, creciendo con cada segundo que pasaba sin verlo aparecer por la puerta.
- Bien, señor Malfoy - suspiró Madame Pomfrey tras unos minutos más de revisión - Ya está curado. Las costillas han sanado correctamente, pero después de semejante golpe, lo mínimo que puede hacer es quedarse aquí hasta la cena.
Draco arrugó la nariz, y Pomfrey chasqueó la lengua antes de que pudiera protestar.
- Podría tener una contusión leve por la caída, y aunque su cabeza parece estar intacta - añadió con escepticismo - quiero que repose antes de salir corriendo a hacer más tonterías.
Draco asintió con un leve movimiento de cabeza, aunque ambos sabían que en cuanto ella se diera la vuelta, él se marcharía, como había hecho todas las veces anteriores. Pomfrey lo miró con el ceño fruncido, sin molestarse en ocultar su escepticismo.
- No quiero verlo desmayado en un pasillo dentro de una hora - advirtió, estrechando los ojos - Pero conociéndolo, sé que no va a escucharme, así que al menos tómese esto antes de hacer alguna locura.
Draco obedeció sin rechistar, aunque apenas sintió el alivio en sus músculos.
Horas antes, se había jactado con orgullo de que su Papi nunca se había enfadado con él. Había sonreído con suficiencia, casi pavoneándose ante la idea de que, pasara lo que pasara, siempre lograba salirse con la suya. Ahora, no podía evitar maldecir su propia arrogancia.
Estúpido karma.
Suspiró y se recostó por completo en la cama, ignorando la mirada sorprendida de la enfermera. Tal vez, solo esta vez, estaba bien quedarse ahí.
Tal vez venga a verme después, pensó con esperanza. Después de todo, Harry no podía mostrar su cercanía frente a los demás, ¿verdad?
Sí, seguramente es eso, se convenció, ignorando la opresión en su pecho.
Las horas pasaron lentamente, cada minuto pesando sobre su pecho como una losa. La enfermería estaba en silencio, apenas interrumpido por el leve tic-tac del reloj en la pared. Harry no había ido.
Draco miró el reloj. La hora de la cena había pasado hace rato, pero no se movió. No tenía ganas de salir, de enfrentarse a las miradas preocupadas o las preguntas de sus compañeros. Cuando el reloj marcó más de la medianoche, finalmente se dio por vencido. No suspiró, no hizo ningún gesto de resignación. Simplemente aceptó que su profesor no iba a ir.
Que patético.
Cerró las cortinas de su cama con una brusquedad que resonó en la enfermería y dejó que la oscuridad lo envolviera. No quería pensar más. Antes de acomodarse, sus dedos encontraron el pequeño colgante en su cuello, el que Harry le había dado. Lo sostuvo con fuerza, como si el metal encantado pudiera tranquilizarlo. Lo deslizó entre sus dedos, sintiendo su calidez familiar, y solo entonces permitió que su cuerpo se relajara.
Finalmente, tras lo que parecieron horas, cayó en un sueño profundo.
.
.
.
El sonido de la cortina abriéndose interrumpió su descanso.
Despertó sobresaltado, su cuerpo tensándose de inmediato. Sus ojos se abrieron con rapidez, encontrando la cortina apenas meciéndose, como si alguien acabara de apartarla.
No pudo ser el viento, razonó frunciendo el ceño con sospecha. Tomó su varita con cautela, listo para defenderse en caso de un ataque, pero entonces... Un rostro familiar emergió de la oscuridad.
¿Qué mierda?
- No quería despertarte - susurró Harry - solo quería verte.
- Profesor - tan pronto su voz salió de su boca, Draco deseo golpearse a sí mismo, notando lo emocionado que había sonado. El rubio cuadro los hombros, tratando de verse bien incluso si tenía el pijama de la enfermería y seguramente parecía zombi. ¿Su cabello estaría despeinado?
¿Me veré mal si me peino ahora mismo?, pensó contemplando seriamente la idea de hacerlo, pero descartándola tan pronto Harry tomó asiento en los pies de la cama, cerrando la cortina a su paso y lanzando un mufliato a su alrededor.
- Tienes el sueño bastante liviano.
- Si - contestó. Había estado esperando con ansias que su Papi fuera a verlo, y ahora simplemente se encontraba sin palabras. El semblante serio de Harry tampoco ayudaba. Draco no sabía si quería desaparecer en ese mismo instante
Quería preguntarle por qué había tardado tanto, por qué lo miraba de esa manera o si, en realidad, estaba tan molesto. Pero ninguna de esas preguntas llegó a sus labios. En su lugar, solo bajó la mirada y fijó la vista en sus propias manos, entrelazadas en su regazo. El silencio que se instaló entre ellos era espeso, casi sofocante. Solo el suave tic-tac del reloj y el zumbido tenue del hechizo rompían la quietud.
¿Qué digo? ¿Un chiste serviría para aliviar la atención?
- ¿Qué haces aquí? - dijo en su lugar.
Harry no respondió de inmediato. En su lugar, sacó algo de su túnica y lo sostuvo frente a él. Un archivo. El Slytherin sintió un escalofrío recorrerle la espalda en cuanto lo reconoció.
- No puedes estar hablando en serio.
Harry suspiró, con cansancio.
- Lo tomé prestado.
- Eso es privado.
- Lo sé - respondió Harry, y su voz era tan calmada que Draco no supo si eso lo tranquilizaba o lo inquietaba más - Es un historial largo - el moreno deslizó un dedo por las páginas del expediente.
Draco desvió la mirada con el ceño ligeramente fruncido, centrando su atención en la capa que Harry había dejado descuidadamente sobre la cama. La tela se deslizaba lentamente hacia el suelo, como si tuviera vida propia. Era la primera vez que veía una capa de invisibilidad. Había oído hablar de ellas, sabía lo raras y valiosas que eran, pero por alguna razón, el hecho de que Harry poseyera una no le sorprendía en absoluto. Algo en la forma en que la luz parecía resbalar sobre su superficie lo hipnotizaba. Draco tuvo la extraña certeza de que, si la tocaba, se sentiría etérea, más suave que la seda, como agua escapando entre sus dedos.
- Por supuesto, han sido siete años en el mismo lugar, sería extraño si no lo fuera ¿no?
- ¿Sabes cuántas veces has estado aquí?
- No, ¿por qué lo haría?
- Veintisiete - El rubio se tensó - Eres bastante joven para tener un historial médico tan largo, ¿no crees?
- No creo que sea diferente al tuyo - murmuró Draco, sin querer ceder terreno, conociendo anécdotas de su profesor de como había atrapado la Snitch con su boca una vez, o como había enfrentado a un mago oscuro en el departamento de misterios poco tiempo después de convertirse en auror, había salido la noticia durante varios días en el periódico. Alguien así de seguro visitaba la enfermería con la misma facilidad que él, ¿no?
Pero Harry no sonrió. Ni siquiera lo contradijo. Solo lo miró.
¿Esto iba a ser su primera pelea o algo así? Lo único que el rubio quería era que le preguntara si estaba bien, tal vez mimarlo un poco, no quería pelear con él. Aunque, eso no significaba que se iba a quedar sin decir nada.
- ¿Por qué haces esto?
La pregunta lo tomó desprevenido.
- ¿Hacer qué?
- Descuidarte así.
No había juicio en su voz, solo una preocupación que Draco no estaba seguro de cómo manejar. O de querer hacerlo.
- No me descuido - respondió, incómodo, preguntándose como el moreno había llegado a esa conclusión. Draco era meticuloso en cada aspecto de su vida: su higiene, su educación, su imagen frente a los demás. Cada detalle estaba bajo su control. Que el Gryffindor insinuara lo contrario le resultaba casi insultante.
Harry alzó una ceja y hojeó el expediente en silencio, su mirada recorriendo cada página con una mezcla de incredulidad y resignación. Draco se removió en su asiento, cruzando los brazos con más fuerza de la necesaria mientras desviaba la mirada, fingiendo un desinterés que se desmoronaba por segundos. Su mandíbula se tensó, y sus dedos tamborilearon con nerviosismo contra su propio antebrazo antes de entrelazarlos para detener el movimiento.
No entendía por qué se sentía así. No era la primera vez que alguien lo regañaría, y ciertamente no sería la última. Pero la idea de que fuera él quien estuviera molesto le hacía sentir un nudo extraño en el estómago. No quería ver su ceño fruncido por su culpa, ni escuchar el tono cortante de su voz dirigido a él. Era absurdo, pero lo inquietaba más de lo que estaba dispuesto a admitir.
Por Salazar, ¿desde cuándo le importaba tanto que alguien estuviera decepcionado de él?
- "Segundo año: afectado por hechizo de transfiguración fallido, resultado: orejas de murciélago" - habló Harry, frunciendo el ceño tan pronto siguió leyendo - ¿Desapareciste la boca de Seamus Finnigan?
- Él se lo buscó.
- Draco, eso es una maldición oscura.
- Y muy bien merecida, ¿sabes lo ridículo que me veía? - el rubio negó con la cabeza como si quisiera eliminar el recuerdo - Se lo devolví. Técnicamente, le hice un favor. Así no diría más tonterías.
Harry simplemente negó con la cabeza, pero la esquina de su boca se había levantado por unos segundos, tan breves que por un momento Draco se preguntó si de verdad había pasado.
- "Tercer año: fractura en el brazo derecho por impacto con objeto contundente."
- Un infortunio.
- Aquí dice que estabas jugando a atrapar comida con la boca... en las escaleras.
- Casi lo logro.
Harry lo miró por encima del expediente con desaprobación antes de continuar.
- "Cuarto año: pérdida temporal de la visión en el ojo izquierdo."
- No fue nada.
- Te lanzaste un hechizo de aumento de visión para espiar a un estudiante de Durmstrang y te salió mal.
- Un desafortunado error de cálculo.
El crujido del papel bajo los dedos de Harry fue sutil, pero Draco lo notó. También notó la forma en que el moreno apretó la mandíbula por un segundo antes de pasar la página con más fuerza de la necesaria.
- ¿"Quinto año: crisis respiratoria por inhalación de humo"?
Draco carraspeó con incomodidad. Ya había pasado tiempo desde aquello; si Harry no lo hubiera mencionado, probablemente ni lo recordaría.
Sin embargo, una sonrisa traviesa apareció en sus labios al rememorar el caos que había seguido. La evacuación de todas las mazmorras, los gritos de alarma, el humo espeso llenando los pasillos... Todo porque su amigo, con una confianza desmedida, se había empeñado en crear una nueva poción.
- Eso fue culpa de Crabbe - el moreno lo miró con escepticismo por un momento antes de suspirar y volver la vista al libro. Conforme leía, su expresión pasó de la duda a la exasperación, hasta que finalmente asintió con la cabeza, como si, a regañadientes, admitiera que Draco tenía razón. Sin más, pasó a la siguiente página, dejando claro que no pensaba perder más tiempo en ese tema.
- "Sexto año: Afectado por maldición cortante." - Harry leyó en silencio con las manos aferradas con fuerza al expediente. Draco esperó, observándolo con paciencia, aunque no pasó por alto la forma en que los ojos verdes de su profesor recorrían su cuello y su pecho, buscándolo. Como si necesitara asegurarse de que aquellas heridas ya no estaban ahí, como si temiera descubrir que aún quedaban rastros de ellas. -Draco...
- No estaba alerta.
Harry lo miró con incredulidad unos segundos, su rostro repentinamente pálido hasta que soltó un suspiró.
- No puedes decir que te cuidas después de leer todo esto - murmuró Harry, su voz más suave ahora.
- Son accidentes - respondió el Slytherin, encogiéndose de hombros - No es tan grave como lo haces ver.
- ¿No es tan grave? - Harry deslizó los dedos por la portada del expediente - Tienes aquí suficiente historial como para que Madam Pomfrey te dé una tarjeta de cliente frecuente.
- Ah, ¿eso existe? - bromeó Draco, pero Harry no sonrió.
El silencio entre ellos pesó, tenso, hasta que Harry volvió a hablar, con voz más baja.
- Lo que más me preocupa es que ni siquiera pareces importarte a ti mismo.
Draco sintió algo removerse en su pecho.
- Eso no es cierto.
- ¿No? - Harry inclinó la cabeza - Entonces dime, si vieras este expediente con otro nombre, ¿qué pensarías?
- Que es un idiota - dijo el rubio, sin pensarlo demasiado, apretando la mandíbula.
- Exactamente.
Draco desvió la mirada, sintiendo cómo un nudo incómodo se formaba en su estómago. No le gustaba hacia dónde iba esa conversación, no le gustaba la forma en que Harry lo miraba, con esa mezcla de exasperación y preocupación que le hacía sentir el pecho pesado, incómodo. Como si algo dentro de él se retorciera.
Ahora, la persona que le gustaba pensaba que era un completo idiota. Y lo peor era que, tal vez, tenía razón.
Solo tal vez.
- ¿Sabes qué es lo peor? Que casi todas estas lesiones fueron porque hiciste estupideces por diversión.
Draco fingió indignación.
- No eran por diversión. Eran por ciencia.
Harry masajeó su sien, visiblemente agotado.
- Si sigues "experimentando", vas a terminar con tu propia ala en la enfermería.
El rubio abrió la boca, dispuesto a soltar un comentario mordaz, pero la mirada de Harry lo detuvo. No había juicio, ni reproche. Solo esa condenada preocupación que Draco no sabía cómo manejar.
El silencio volvió a instalarse entre ellos, cargado de algo difícil de definir. Algo que Draco no quería analizar demasiado.
- ¿Vas a seguir leyendo mi historial o me vas a mimar? - murmuró, decidiendo romper la tensión, esperando con todo su ser no ser rechazado - realmente tuve una caída dura, ¿sabes?
Harry cerró el expediente y lo dejó a un lado.
- Draco - repitió Harry, su tono más suave ahora, como si dudara en cómo seguir.
El rubio ladeó la cabeza con curiosidad, pero no insistió. Harry rara vez se mostraba tan contenido con él, en su lugar, observó en silencio como su profesor se recostaba sobre la pequeña cama de la enfermería, acomodándose al lado de Draco, aunque sin mirarlo directamente. En su lugar, fijando la vista en el techo, sus pensamientos claramente atrapados en otro tiempo.
Draco podría jurar que, con un solo movimiento, podría empujar a Harry y hacerlo caer al suelo. Pero en lugar de eso, simplemente se acomodó a su lado, apoyando la cabeza en la almohada y dejando los brazos descansando sobre su estómago. Podía sentir el roce sutil de sus brazos y piernas, el calor de su piel filtrándose a través de la tela, y por alguna razón, aquello lo tranquilizó. El Slytherin no dijo nada al principio. En su mente, aún resonaba la conversación anterior. No estaba seguro de cómo sentirse al respecto, por un lado, era extraño que a Harry le preocupara tanto lo que le pasara, y por otro... bueno, era agradable. Un poco sofocante, pero agradable.
Ni siquiera mi padre me ha sermoneado por mis visitas a la enfermería, pensó Draco, recordando cómo Lucius siempre había acudido a verlo cada vez que se lastimaba, incluso por la más mínima herida, pero nunca lo había regañado. Su madre, en cambio, siempre reaccionaba con una calma engañosa: su rostro permanecía sereno, impecable, pero en cuanto nadie más miraba, examinaba cada centímetro de su cuerpo con una minuciosidad inquietante, buscando cualquier señal de daño.Y cuando la encontraba, su mirada le lanzaba dagas silenciosas, cargadas de reproche y preocupación.
Distraídamente, se le cruzó por la mente que Harry y Narcisa Malfoy probablemente se llevarían bien. La idea lo incomodó, así que la apartó de inmediato.
Probablemente esto termine cuando acabe el año escolar. Tal vez incluso antes, razonó, sintiendo un leve nudo en el pecho. No valía la pena imaginar escenarios que, aunque aceleraban su corazón y le agradaban, no tenían muchas probabilidades de convertirse en realidad.
Era mejor no ilusionarse. Así dolería menos cuando llegara el final.
El silencio entre ellos se alargó. Era denso y cargado de algo que ambos podían sentir, pero que ninguno nombraba. Draco mantenía la vista fija en el techo, trazando en su mente las constelaciones en la piedra, sintiéndose cada vez más adormilado.
- Draco - la voz del moreno rompió la quietud, profunda, suave, como si dudara en preguntar - ¿Qué pasó realmente aquella vez?
El rubio parpadeó con sueño, pero no giró el rostro, sabiendo perfectamente a que se refería. Durante un momento, pensó en hacer una broma, en quitarle importancia como solía hacer con todo, pero algo en su pecho se negó.
- Me peleé con un Slytherin mayor - dijo al final, su tono inusualmente sereno, aunque si era sincero, no quería hablar de eso.
Sintió el peso de los ojos de Harry sobre él, pero no lo miró.
- ¿Por qué?
Draco exhaló lentamente.
- Sus padres eran socios importantes del mío. Hubo un tiempo en el que incluso tuvieron más poder que el - el sonido de su propia voz le resultó casi ajeno - Él pensaba que tenía poder sobre mí y decidió que podía tocarme. - terminó diciendo, logrando que Harry suspirara bruscamente, como si la ira hubiera entrado en su cuerpo de golpe.
- Draco…
- No lo dejé, estaba demasiado enojado - continuó él, con calma - y empezamos a pelear, pero no salió tan bien, terminé recibiendo la maldición de lleno.
Un escalofrío recorrió su piel al recordar la sensación de cientos de cortes en su pecho al mismo tiempo, el ardor, la sangre empapando su ropa.
- Si mi padrino no hubiera estado en la escuela esa vez, probablemente habría muerto - dijo, en un intento pobre de que su profesor se centrará en otra cosa.
El silencio volvió. Draco no necesitaba mirar a Harry para saber que lo estaba viendo. Lo sentía. Sentía su respiración contenida, la tensión en sus músculos, el fuego en su mirada.
- ¿Quién era? - preguntó Harry, su voz inexpresiva.
Draco parpadeó, fijando los ojos en el techo, agradeciendo que toda la ira contenida, no era hacia él.
- No importa.
- Importa.
El tono de Harry era bajo, firme. Draco giró la cabeza apenas, lo suficiente para verlo. Su rostro era neutral, controlado… pero sus ojos. Sus ojos estaban llenos de furia.
- Papi... - empezó, pero el moreno no desvió la mirada.
- Dime su nombre, Draco.
El rubio sintió un escalofrío recorrerle la espalda, no por miedo, sino por algo más profundo, más íntimo. Harry lo miraba como si estuviera listo para desatar una guerra en su nombre. Como si el simple hecho de que alguien le hubiera hecho daño fuera suficiente para hacerlo arder en cólera. Draco tragó saliva, desviando la vista de nuevo al techo.
- No tiene sentido ahora. Ya pasó - el rubio paso saliva, repentinamente nervioso - Mi papá, el real… ya sabes, el biológico, se encargó de eso.
Su voz sonó más firme de lo que esperaba, aunque por dentro sentía cómo su corazón martillaba contra su pecho.
- Incluso si te digo su nombre, no podrás hacer absolutamente nada, porque ya no está en el mapa. Ni él, ni ningún miembro de su familia. Aunque tal vez podrías encontrar a su perro… mi papá es débil con los animales.
Su Pansy interna bufó en su cabeza. Eso, si quieres que se aleje de ti, vas por buen camino. Que se dé cuenta de lo problemático que puedes llegar a ser.
Pero Draco no quería mentir. No esta vez. En realidad, prefería que Harry supiera todo.
Harry no respondió de inmediato. Sus dedos se crisparon sobre la tela de la manta, sus nudillos tensándose levemente.
- ¿Qué quieres decir con que ya no está en el mapa? - su voz sonaba baja, controlada, pero Draco, supo que estaba lejos de estar calmado.
El rubio ladeó la cabeza con una sonrisa sin humor.
- Quiero decir que mi padre no deja cabos sueltos.
Harry lo miró en silencio. Draco sintió el peso de su escrutinio, la forma en la que parecía estar analizando cada una de sus palabras, buscando algo más allá de lo que decía.
- ¿Estas sorprendido? Pensé que mi papá era bastante conocido - continuó el rubio, esta vez girando sobre su costado, incluso si sus costillas aún dolían, simplemente para estar frente a su profesor - será un golpe en su ego si se entera que el gran auror, Harry Potter, no conocía de lo que era capaz.
Harry no apartó la mirada.
- No me sorprende - dijo al fin, su tono neutro, pero sus ojos brillaban con algo oscuro - Sé perfectamente de lo que son capaces los Malfoy.
Draco sonrió, ladeando la cabeza con diversión fingida, aunque está vez si sintió miedo. Miedo de lo que su profesor pudiera pensar de él, de su familia. Ciertamente no eran seres de luz y probablemente habían hecho algunas cosas malas, pero el rubio no quería que su profesor terminará alejándose. ¡Iban tan bien!
- Y sin embargo, preguntas como si no lo supieras.
Harry no respondió de inmediato. Se limitó a observarlo, su mirada recorriendo cada centímetro de su rostro como si estuviera grabándolo en su memoria.
- Curiosidad profesional.
Draco dejó escapar una risa seca.
- Papi, si te da tanta curiosidad, fácilmente podrías preguntarle a mi papá - el rubio frunció el ceño - Okey eso sonó raro, pero se entendió, ¿no? El tema aquí, es que seguramente mis padres estén en la enfermería a primera hora para verme, podrías aprovechar la oportunidad.
El moreno se inclinó apenas, apoyando el codo en la cama y descansando la barbilla sobre su mano. Su cercanía no era invasiva, pero Draco sintió la gravedad de su presencia jalándolo como si fuera inevitable.
- Me preguntó cómo sería eso. ¿Cómo debería presentarme? ¿Cómo tú Papi, tú novio o tu profesor? - la sonrisa de Harry se ladeó, haciendo que su hoyuelo se marcara y volviéndolo absurdamente atractivo para su pobre corazón. Draco sintió un anhelo repentino y casi doloroso de besarlo - curiosamente, resulta que soy los tres.
Draco puso los ojos en blanco, pero la sombra de una sonrisa genuina tiró de sus labios.
- No lo sé, profesor, usa tu inteligencia legendaria y descúbrelo.
- Creo que empezaré como tu profesor. No quiero que tu padre me mate… todavía - Harry chasqueó la lengua, fingiendo estar pensativo.
Draco bufó, pero la calidez en su pecho lo tomó por sorpresa. El moreno tenía una forma extraña de hacer que todo pareciera más ligero, incluso cuando hablaban de cosas que no deberían serlo.
Harry lo estudió por un momento antes de estirarse ligeramente y dejar un beso en su frente. Fue un gesto breve, pero Draco lo sintió hasta los huesos.
- Hablando de eso - murmuró Harry, apoyando la cabeza en su mano nuevamente - Quiero que me prometas algo.
- Eso suena peligroso.
- Lo es.
- Está bien. ¿Qué quieres? - el rubio cerro por ojos por un momento, sintiendo la curiosidad recorrerlo.
- Que te cuides más - hablo Harry sin dudar. Draco abrió los ojos y lo encontró mirándolo con esa intensidad que lo hacía sentirse desnudo - No quiero que vuelvas a la enfermería.
Draco apartó la mirada hacia el techo, su pecho pesando con algo que no estaba acostumbrado a sentir. La culpa en su interior no se sentía bien.
- Lo siento - dijo al fin, su voz más baja, pero genuina - Siento haberte preocupado, te aseguro que esa no era mi intención.
- Mírame - Harry ordenó con firmeza, sujetando su barbilla y obligándolo a mirarlo. Su agarre no era brusco, pero tampoco daba margen a la resistencia. Draco estaría mintiendo si dijera que esa simple acción no lo había desarmado por completo, su corazón latiendo con fuerza mientras los ojos verdes de su profesor lo perforaban con seriedad. La reacción en su cuerpo fue inmediata y traicionera, completamente fuera de lugar en ese momento.
Estúpidas hormonas, pensó con frustración, desviando la mirada apenas un segundo antes de obligarse a regresar. Su rostro ardía, pero no se permitió apartarse.
No sabía qué era peor, si Harry no tenía ni idea del efecto que tenía sobre él o si, por el contrario, lo sabía perfectamente y disfrutaba jugando con eso. De cualquier modo, Draco suspiró y se obligó a mantener el contacto visual, atrapado en el reflejo de sí mismo en las oscuras pupilas de su profesor.
- Sé que mi historial médico es un poco largo - añadió Draco, pero Harry arqueó una ceja, haciéndolo carraspear - Pero en serio, puedo prometerte ser más cuidadoso. Nada de lanzar maldiciones oscuras, incluso si muero de ganas por hacerlo, o estar cerca de Crabbe durante sus experimentos. Tampoco haré cosas estúpidas durante el Quidditch.
Los dedos de Harry comenzaron a deslizarse lentamente por su barbilla, trazando pequeñas caricias, casi como si lo alentaran a continuar. El contacto era ligero, intencional, enviando un cosquilleo placentero por su piel.
- Sé que la temporada está por empezar y sería estúpido prometer que no voy a lastimarme, porque eso sería imposible, pero seré más cuidadoso - continuó Draco, sintiendo alivio cuando los ojos de Harry se suavizaron, brillando en aprobación - Incluso puedo prometerte que no tendré otro accidente de ceguera, porque esta vez, al único al que me gustaría espiar es a ti, y es una fortuna que ni siquiera tengo que hacerlo, porque puedo verte cada que quiera. Ya sabes, privilegios de novios.
Harry lo miró con las cejas alzadas, su boca curvándose lentamente en una sonrisa. El beso que deposito en los labios del rubio fue muy bien recibido, dejándolo con ganas de más, pero cuando Draco quiso profundizar, el moreno se alejo con una sonrisa ladeada.
- ¿Por qué eres así?
Draco inclinó la cabeza con una sonrisa aturdida, como si la atención de su profesor lo envolviera y embriagara más que cualquier licor.
- ¿Cómo? ¿Encantador?
Harry no respondió, solo lo observó un momento más antes de suspirar, su expresión relajándose del todo. Draco sintió que podía respirar de nuevo.
- Gracias, por la disculpa y tu sinceridad - alabó el moreno, aun acariciando el rostro del rubio con cuidado, apenas pasando las llemas de sus dedos por su piel - Realmente lo aprecio, eres un buen chico.
- ¿Eso significa que puedo tener un premio?
- Eso significa que recibirás tu castigo sin quejarte.
Draco abrió la boca, entre sorprendido e indignado.
- ¿Castigo dices? Pero ya me disculpe y prometí no hacerlo de nuevo. Ni siquiera hice algo malo si tomas en cuenta que gane.
- Si, pero eso no quita el hecho que hiciste que me preocupara - Draco frunció el ceño, alejando los ojos de su maestro, un pequeño puchero apenas percibible apareció en sus labios, que el moreno no dudo en besar rápidamente, una vez, dos veces, tres hasta que una sonrisa volvió aparecer en el rostro del rubio - Necesito que te pelees o hagas algo malo. Así tengo excusa de enojarme contigo.
- Pero Papi, eso puede terminar conmigo en la enfermería otra vez y rompiendo la promesa que acabo de hacer - murmuró, confundido, sucumbiendo a la tentación cuando la punta de su dedo rozó el pequeño hoyuelo en la mejilla de Harry. El moreno no se apartó; al contrario, se inclinó sutilmente hacia su caricia. - Además, yo no quiero que te enojes conmigo.
Harry asintió, tomando su muñeca vendada con delicadeza antes de dejar un beso suave sobre su piel, acariciando la zona con el pulgar.
- Lo sé. Y esta será la última vez que te pida algo así. Solo… necesito una excusa para darte detención y pasar tiempo contigo sin que te desveles o desperdicies demasiado tiempo.
Draco arqueó una ceja, una sonrisa traviesa asomando en sus labios.
- Oh, en ese caso, te haré enojar mucho.
.
.
.
La calidez fue lo primero que sintió. Su cuerpo estaba pesado, aún atrapado en ese delicioso letargo entre el sueño y la vigilia. Algo suave acariciaba su cabello, enredando sus dedos con una ternura que casi lo hacía suspirar. Qué agradable…
Se acurrucó un poco más en los brazos de Harry, disfrutando del contacto. Porque era Harry, tenía que serlo. ¿Quién más podría estar tocándolo así?
Pero algo no encajaba.
La textura bajo su mejilla no era la tela de la túnica de su profesor, sino algo más fino, más... lujoso. El olor tampoco era el de Harry, no había ni rastro de su colonia ni de la esencia cálida que siempre llevaba consigo. Draco parpadeó con pesadez, su mente todavía nublada por el sueño. Algo estaba mal. Y entonces, el horror lo golpeó.
¡Mierda!
¡Estaba despeinado! ¡Hinchado por dormir! ¡Seguramente con el rostro marcado por la almohada y el peor aliento de su vida!
El pánico lo despertó por completo. Su espalda se tensó y, en un movimiento torpe, se alejó del contacto, dándose la vuelta con brusquedad para que Harry no lo viera en semejante estado de decadencia.
- ¡No mires! - murmuró, su voz rasposa por el sueño.
Pero no hubo ninguna carcajada divertida ni un comentario arrogante por parte del moreno.
En su lugar, su madre lo miraba con dulzura desde el borde de la cama, su mano aún extendida donde antes había estado su cabello. Y junto a ella, de pie y con los brazos cruzados, su padre lo observaba con una expresión inescrutable, sus ojos fríos recorriéndolo como si estuviera resolviendo un acertijo particularmente frustrante.
Draco parpadeó. Luego, otra vez.
- Buenos días cariño - saludo su madre, una sonrisa suave en su rostro.
- Sigues babeando mientras duermes - comentó su padre con tono serio, aunque la ligera elevación de su ceja delataba su diversión.
Draco no conocía a nadie que se burlara con tanta sutileza y precisión como Lucius Malfoy. Siguió la dirección de su mano y, para su horror, descubrió que, en efecto, su almohada estaba húmeda.
- Oh, Salazar - Draco escondió su rostro entre sus manos, escuchando distraídamente como su madre se reía con delicadeza, agradeciendo a todos los dioses y magos por haber, que Harry no lo había visto en ese estado. El Slytherin soltó un gruñido, todavía con la cara enterrada en sus manos.
- Es demasiado temprano para esto.
- Son las diez, Draco - apuntó su madre con su tono impecable - la hora perfecta para explicarnos que hiciste ahora.
El rubio no respondió, no quería hacerlo. Además, no había respuesta posible cuando uno acababa de despertarse despeinado, babeado y bajo el escrutinio de sus padres.
Madam Pomfrey apareció entonces, caminando con su característico aire de eficiencia.
- Bien, señor Malfoy, déjeme hacer una última revisión rápida antes de darle el alta.
Draco se obligó a bajar las manos y enderezarse, evitando la mirada inquisitiva de su padre mientras la enfermera agitaba su varita sobre él.
- Mmm. Todo en orden - determinó ella tras un momento - Pero recuerda lo que te dije sobre no forzar demasiado tu cuerpo.
Draco asintió con un leve suspiro de alivio, listo para salir de ahí lo antes posible. Pero su alivio duró exactamente tres segundos. Justo cuando Madame Pomfrey se alejaba, la puerta de la enfermería se abrió y una figura familiar cruzó el umbral. Draco no necesitó ver su rostro para saber quién era, el alboroto de su corazón fue suficiente para confirmarlo.
Por Salazar, ¿Enserio va a presentarse? El rubio deseo que la tierra se lo tragara.
Draco, sintió el impulso irracional de lanzarse sobre Harry y esconderlo antes de que hiciera algo estúpido. Como, por ejemplo, abrir la boca. Porque claro, el universo no podía simplemente dejarlo en paz.
El moreno caminó hasta ellos con paso seguro, aunque Draco notó el leve fruncimiento en su ceño y la forma en que se frotaba la sien con aire distraído, como si tuviera dolor de cabeza.
Madam Pomfrey chasqueó la lengua.
- ¿Otra vez, Potter?
Harry suspiró pesadamente.
- Sí. Creo que corregir ensayos está acabando conmigo.
Draco casi puso los ojos en blanco. Qué dramático. Como si no supiera que, cuando estaba demasiado cansado, le pasaba las tareas a Dobby para que las calificara.
Si alguien le preguntaba, él mismo le daría un aumento al elfo. Se lo tenía bien merecido.
- Usted debe ser el nuevo profesor - saludo Narcissa suavemente, con la misma sonrisa educada que usaba en eventos sociales.
Draco sintió su estómago caer hasta sus rodillas.
Harry, maldito Gryffindor suicida, extendió una mano.
- Harry Potter, un placer.
Lucius bajó la mirada a la mano extendida como si acabaran de ofrecerle un calcetín sucio. Narcissa, en cambio, la estrechó con gracia.
- Narcissa Malfoy - dijo, inclinando la cabeza levemente - El placer es nuestro, profesor Potter.
Lucius, finalmente, estrechó la mano de Harry con la menor cantidad de contacto físico posible antes de soltarla. Draco, mientras tanto, estaba teniendo una crisis existencial. Debía hacer algo, algo que no fuera quedarse ahí parado como un idiota mientras su novio, su padre y su madre compartían el mismo maldito aire.
Entonces, su mirada cayó sobre su almohada. Más específicamente, sobre la mancha de baba aún visible en la tela.
Oh, por Merlín.
Su cerebro entró en pánico.
Antes de que Harry pudiera siquiera mirarla, Draco giró sobre sí mismo y agarró la almohada con rapidez, volteándola de forma que la mancha quedara oculta. Pero no fue suficiente. No. Porque seguía sintiéndose como un desastre.
Estaba despeinado, su ropa arrugada y, lo peor de todo, su rostro de seguro seguía hinchado por el sueño. Decisión tomada, el Slytherin se levantó de la cama con una rapidez que casi lo mareó.
- Voy al baño - anunció, ignorando la forma en que Harry alzó una ceja ante su comportamiento sospechoso o como su madre se alteraba ante su comportamiento. No esperó respuesta, simplemente cruzó la enfermería con pasos apresurados, cerrando la puerta tras de sí y apoyándose contra ella, dejando escapar el aire en un largo suspiro.
Merlín, eso estuvo cerca.
Se frotó el rostro con ambas manos, tratando de despejarse, antes de dirigirse al espejo.
Horrible.
Horrible con H mayúscula.
Bufó y abrió el grifo, salpicándose la cara con agua fría mientras su mente corría a toda velocidad.
¿Por qué Harry se había tomado en serio lo de presentarse a sus padres? ¿Qué necesidad tenía? ¿Y si se le escapaba algo?
No, Harry no es idiota, se dijo, aunque la ansiedad seguía en su estómago. Pero luego, una imagen cruzó su mente.
Harry, con su sonrisa descarada, estrechando la mano de su padre y diciendo algo como: "Hola, su hijo también me dice papi."
Draco tosió, ahogándose con su propia saliva.
Esto me pasa por hormonal.
Notes:
Lo iba a subir el 14, pero bueno...no se pudo.
Chapter 7: Detención
Summary:
- Eres un desgraciado.
Harry sonrió, ladeando la cabeza con una expresión descarada.
- Y tú demasiado lindo. ¿Pero ya perdimos mucho tiempo, no crees?
Chapter Text
Pansy, con la varita en alto y el ceño fruncido, deslizó un hechizo sobre el labio partido de Blaise, quien se retorcía con dramatismo y soltaba quejas exageradas, como si estuviera al borde de la muerte. Sus protestas perdiéndose entre los murmullos y risas ahogadas de los estudiantes que aprovechaban los últimos minutos antes de que comenzara la clase de Defensa.
- Por favor, deja de moverte - bufó Pansy, exasperada - No te arrancó la mandíbula, solo te partió el labio.
- ¡Eso crees tú! - se quejó Blaise, tocándose la herida con delicadeza - Esa tejona tiene manos de troll.
- Si sigues revolviéndote, Pansy va a terminar empeorándolo a propósito - comentó Theodore, entretenido.
- ¿Y arruinar este rostro? Lo dudo - Blaise le lanzó una sonrisa ladeada a Pansy - Aunque si eso significa que me siga tocando, tal vez no me quejaría tanto.
Pansy le dio un golpecito en la mejilla antes de guardar su varita, rodando los ojos con fastidio.
- Eres un imbécil.
- Sí, pero un imbécil guapo.
- Ni tanto.
Blaise y Theo hicieron sonidos sorprendidos que resonaron en el aula, el tipo de sorpresa que te llevabas cuando alguien te golpeaba directamente en la cara.
- Por cierto - Theo apoyó los codos en la mesa y miró a Blaise, sus ojos azules brillando con curiosidad - ¿qué hiciste para que la misma Hufflepuff que te abofeteó en el Gran Comedor te rompiera el labio días después?
Blaise sonrió con suficiencia, como si estuviera especialmente orgulloso de su hazaña.
- Simplemente le dije que nunca iba a estar al nivel de mi Fiorella - señaló, inclinando la cabeza hacia Pansy - Que ni siquiera debería esforzarse porque jamás la trataría igual.
Theo arqueó una ceja, inclinándose hacia delante con curiosidad.
- ¿Y qué pasó?
- Enloqueció y se lanzó sobre mí.
Hubo un momento de silencio antes de que Theodore soltara una risita, asintiendo con la cabeza mientras picaba con su codo a Draco, el rubio asintiendo distraídamente.
- Te lo merecías.
- ¡Oye! ¿De qué lado estás?
- Del lado de la Hufflepuff, claramente - respondió con diversión.
- Traición - murmuró Blaise con fingido dramatismo - No esperaba esto de ti, Nott.
Theo se limitó a sonreír, observando con una chispa de interés la forma en que Blaise volvía a fijar su atención en Pansy, ladeando la cabeza con esa confianza que usaba con todas, pero que con ella se tornaba más paciente. Más genuina.
- ¿Celosa, Fiorella? - inquirió de pronto, su voz arrastrando cada sílaba con estudiada lentitud.
Pansy ni siquiera parpadeó.
- Sí, claro. Estoy devastada.
- ¿Lo estás? - Blaise apoyó un codo en la mesa, acercándose apenas a ella - Porque si quieres golpearme también, no voy a detenerte.
Pansy le sostuvo la mirada un segundo antes de soltar un bufido y girarse hacia Theo.
- Podrías dejar de mirarnos como si fuéramos un maldito experimento, Nott.
- ¿Y arruinar la diversión? Ni loco.
Pansy rodó los ojos, pero Theo apenas le prestó atención. Su mirada se desvió por instinto hacia Draco, quien, observaba la escena con un aire de indiferencia ensayada. Sus ojos se encontraron por un breve instante. Un intercambio mudo que no necesitaba palabras. Theo, con su expresión siempre analítica, alzó una ceja con curiosidad, como preguntando sin preguntar si también lo notaba. Draco, en respuesta, dejó escapar una exhalación corta, casi imperceptible, antes de apartar la mirada con un ligero encogimiento de hombros.
Había algo entre sus amigos, un tipo de tensión.
Luego, simplemente los ignoró.
Estaba demasiado ocupado en su propia misión, aún recuperándose del encuentro con sus padres esa mañana. Con movimientos calculados, estiró la mano y atrapó un rizo castaño de Lavender Brown, dándole un pequeño tirón. Lo suficiente para llamar su atención sin ser agresivo.
- Oye rizada - susurró, inclinándose hacia ella con aire conspirador.
Lavender se giró con una ceja arqueada y una sonrisa coqueta, dejando de hablar con Parvati. Draco no supo de qué hablaban, pero algo le decía que era un chisme jugoso.
Necesito ponerme al día.
- ¿Qué pasa, rubia? ¿vas a llevarme a mi tan esperada cita?
- Casi - Draco se inclinó hacia ella, la leona haciendo lo mismo que él, dando un aire como si le estuviera contando un secreto - Necesito que me ayudes a pelearme con Finnigan.
- Eso es fácil - contesto Lavander con una sonrisa traviesa, antes de gritar con indignación fingida - ¡Oye Seamus, dice Draco que tienes un trasero enorme!
El aula quedó en silencio por una fracción de segundo.
Luego, explotó.
Las risas se extendieron como pólvora, mezclándose con murmullos sorprendidos y miradas curiosas. Seamus, que estaba en medio de una conversación con Dean, se giró de golpe con una expresión que oscilaba entre la indignación y la confusión.
- ¿Qué?
Draco sonrió con suficiencia, recargándose en su asiento como si estuviera perfectamente cómodo con la atención.
- No hay necesidad de repetirlo, Finnigan - dijo con una falsa amabilidad - Todos lo escuchamos.
El Gryffindor parpadeó, su cerebro claramente procesando la situación, antes de que su ceño se frunciera peligrosamente.
- ¿Y por qué demonios estás hablando de mi trasero, Malfoy?
Lavender, con la barbilla apoyada en sus manos, miraba el intercambio con el mismo entusiasmo que si estuviera viendo la mejor telenovela de su vida. Parvati, a su lado, murmuró algo que hizo que ambas soltasen una risita, pero Draco apenas les prestó atención.
- Solo comentaba que me parece impresionante cómo logras encajar en los pupitres - continuó el rubio con inocencia fingida - Siempre pensé que Hogwarts debería invertir en sillas más grandes, especialmente para estudiantes con... dimensiones tan destacadas.
Hubo un sonido ahogado proveniente de Blaise, que claramente intentaba contener la risa. Theo simplemente se pasó una mano por la cara, como si no pudiera creer lo que estaba presenciando. Pansy, por su parte, entrecerró los ojos con suspicacia.
El Gryffindor apretó los dientes.
- Vete al infierno, Malfoy.
Draco chasqueó la lengua con fingida lástima.
- ¿En serio, Finnigan? ¿Eso es lo mejor que tienes? Qué decepción. Y yo que esperaba al menos un insulto creativo.
- ¿Quieres que sea creativo? - preguntó Seamus, apretando los puños, Deán a su lado matando con la mirada al rubio.
- No, quiero que uses las dos neuronas que tienes y me sorprendas. Pero supongo que eso es pedir demasiado.
Seamus sacó su varita con un gruñido y Draco supo en ese instante que lo tenía. Todo sea por una detención.
- Eso, Finnigan. Usa la cabeza. O al menos intenta hacerlo.
El primer hechizo salió disparado con furia, pero Draco se movió con la elegancia de alguien que había esperado esto toda su vida. Lo bloqueó con facilidad y lo desvió a una pared, fingiendo revisar sus uñas mientras lo hacía.
- Vamos, Finnigan, no seas tímido. Seguro que puedes hacerlo mejor.
- ¡Cierra la maldita boca, Malfoy!
Otro hechizo. Otro bloqueo impecable. Draco giró su varita entre los dedos, disfrutando cada segundo.
Seamus parecía a punto de explotar. Su varita temblando en su agarre mientras lanzaba otro hechizo, más fuerte, más rápido. Draco lo bloqueó sin siquiera despeinarse.
Una parte de él, muy en el fondo, se sentía un poquito culpable por usar al Gryffindor de esa manera y por lo que había dicho. Pero solo un poquito, porque, siendo sinceros, estaba disfrutando demasiado la situación, sobre todo la forma en que la cara de Seamus se estaba poniendo roja y sus fosas nasales se ensanchaban con cada respiración.
Además, siendo completamente honestos, el irlandés tenía el trasero más pequeño que había visto en su vida. Draco sospechaba que lo que Lavender había gritado era algo que llevaba años queriendo decir, y simplemente aprovechó la oportunidad.
Si, por eso le caía bien.
El rubio estaba disfrutando demasiado esto. Seamus, por otro lado, tenía el rostro completamente rojo, sus cejas fruncidas con frustración.
- ¡Deja de esquivar, cobarde!
- Deja de fallar, inepto - replicó Draco con diversión.
Seamus gritó algo ininteligible antes de lanzar un hechizo más potente. Draco lo bloqueó nuevamente con un elegante giro de muñeca. Los estudiantes se habían replegado contra las paredes, algunos con varitas en mano por si el duelo se salía de control. Blaise y Theo, aún junto a Pansy, miraban el espectáculo con una mezcla de incredulidad y entretenimiento.
- Voy a matarlo - murmuró Pansy - Lo juro, Zabini. Si el guzarajo no lo castiga, yo lo haré. Acaba de salir de la enfermería, ¡y lo primero que hace es meterse en una pelea!
- Nah, esto es oro puro - respondió Blaise, recargándose en su asiento como si estuviera viendo un partido.
Draco sonrió con malicia.
- Bien, Finnigan, ha sido un placer, pero -
Giró su varita con rapidez y lanzó el primer hechizo que se le ocurrió. El destello de luz naranja impactando en el Gryffindor justo cuando la puerta del aula se abrió de golpe.
Y frente a todos, Seamus Finnigan envejeció unos ochenta años en un instante. Su piel se arrugó como si hubiera pasado demasiado tiempo bajo el sol, su cabello se volvió blanco y ralo, y su espalda se encorvó con un crujido poco prometedor.
Hubo un segundo de absoluto silencio. Luego, el grito de horror de Dean.
- ¡¿QUÉ CARAJOS LE HICISTE, MALFOY?!
Lavender se llevó ambas manos a la boca, sus hombros temblando con la fuerza con la que intentaba contener la risa. Blaise dejó caer la cabeza sobre su escritorio, soltando una carcajada que resonó por el lugar, mientras Theo murmuraba un "esto es arte" con voz reverente.
Harry entró al aula con paso firme, su túnica ondeando tras él. Y lo primero que vio fue a Seamus Finnigan tocándose las arrugas profundas de la cara y a Draco Malfoy guardando su varita con una sonrisa satisfecha.
Oh, sí.
Definitivamente iba a conseguir esa detención.
.
.
- Así que, ¿era un plan? - preguntó Pansy, sujetando su brazo con familiaridad - Draco, cariño, debiste advertirme primero, estuve a nada de insultar al guzarajo cuando solo te regaño a ti.
Draco bufó, pero no se molestó en responder de inmediato. Los pasillos estaban llenos de estudiantes que regresaban a sus salas comunes o a la biblioteca después de la cena. Algunos caminaban con pesadez, agotados tras un día de clases; otros conversaban animadamente, todavía con la energía suficiente para bromear o discutir sobre los deberes pendientes. La atmósfera tenía un tono más relajado que durante el día, con menos prisas y más risas dispersas por los corredores.
Blaise, como siempre, se separó de ellos con naturalidad, desviándose hacia una Gryffindor con una sonrisa encantadora y una postura despreocupada, sin importarle que había estado actuando de la misma forma con Pansy horas antes.
¿No se cansaba?
Draco miró de reojo a Pansy, esperando algún signo de fastidio o celos. Pero ella solo sonrió con suavidad, sin una pizca de incomodidad. ¿Dejó de gustarle? ¿Si quiera le gustaba de verdad?
- ¿No te molesta que Blaise coquetee con todos? - terminó por preguntar, sin soportar la curiosidad.
- ¿Por qué me molestaría? Es Blaise, siempre ha sido así.
Sí, pero a ti te gusta, ¿no?
Era frustrante que Draco llevaba años conociéndola y, aun así, a veces le resultaba imposible descifrarla. Con un suspiro un tanto teatral, el rubio decidió cambiar de tema, decidiendo enfrentar a su amiga más tarde, con más pruebas que pudieran secundar sus sospechas.
- Y la cereza del pastel es que ya conoció a mis padres.
Pansy frenó en seco y lo miró con sorpresa, como si intentara detectar alguna broma. Pero Draco solo asintió con calma. Su amiga soltó un silbido bajo, como si aquello fuera un acontecimiento digno de admiración.
- Vaya, realmente quiere ir enserio, ¿eh?
- No lo creo - respondió Draco con desdén, agradeciendo que el pasillo comenzaba a despejarse - Creo que solo es un Gryffindor atolondrado.
Pansy rió entre dientes y le apretó el brazo con complicidad.
- ¿Y entonces? ¿Qué pasó? ¿Qué dijo tu padre? Según sé, James Potter y él se odiaban, ¿o me equivoco?
- No sé los detalles - admitió Draco, haciendo una mueca - Cuando volví del baño, el guzarajo ya no estaba y mi padre tenía cara de querer cometer un asesinato. Pero mamá estaba divertida, así que no pudo haber sido tan malo... ¿o sí?
El Slytherin se detuvo justo frente a la puerta del aula de Defensa Contra las Artes Oscuras, contarle a Pansy sobre su "plan", si es que se podía llamar así, había resultado ser bastante fácil. No es que hubiera planeado exactamente lo que había hecho con Finnigan, pero funcionó, ¿no? Había conseguido su detención, y con ella, su excusa para pasar tiempo con Harry sin levantar sospechas.
Draco estaba a punto de tocar la puerta cuando una figura conocida llamó su atención. Desde el otro extremo del pasillo, Harry caminaba en su dirección, con su capa ondeando levemente con cada paso. Junto a él, la profesora McGonagall hablaba en voz baja, con su expresión severa pero calmada, mientras el moreno asentía ocasionalmente.
Draco tragó saliva, el sentimiento de déjà vu golpeándolo. Pansy, por su parte, sonrió con diversión.
- Hablando del Gryffindor atolondrado.
Cuando ambos llegaron a donde estaban Draco y Pansy, la profesora McGonagall le dedicó al rubio una mirada severa, con los labios apretados como si estuviera reprimiendo un comentario mordaz.
- He escuchado sobre tu pequeña competencia con la señorita Brown... y sobre la pelea con el señor Finnigan - dijo con tono medido, ajustándose las gafas - Diría que su castigo está bien merecido. Quizá deberías considerar dejar de causar problemas, señor Malfoy.
Draco le sostuvo la mirada con una expresión completamente serena, inclinando la cabeza con fingida humildad.
- Profesora, me sorprende que piense eso de mí. Yo no causo problemas, los problemas me encuentran. Es un talento natural, realmente. Si pudiera embotellarlo, sería más rico de lo que ya soy.
Pansy sofocó una risa y McGonagall exhaló con cansancio, como si estuviera cuestionándose todas sus decisiones de vida.
-Solo... intenta no hacer de esto un hábito, señor Malfoy.
Y con eso, McGonagall se marchó con la dignidad de siempre, dejando tras de sí la sensación de que su paciencia con él estaba peligrosamente cerca de agotarse. Draco suspiró y bajó la vista un instante, listo para hacer algún comentario sarcástico sobre la injusticia del mundo, cuando una presencia familiar se detuvo justo frente a ellos.
- Señorita Parkinson, Malfoy - su tono era formal, apropiado para un profesor, pero sus ojos hicieron una pequeña pausa en Draco, apenas un segundo más de lo necesario. Suficiente para que el rubio lo notara. Suficiente para que su estómago hiciera un molesto y traicionero vuelco.
Pansy, que jamás perdía detalle, alzó una ceja con diversión y ocultó una sonrisita tras una expresión impecablemente educada.
- Profesor Potter - respondió con cortesía, aunque con un destello de burla en la mirada - Lo dejo en sus manos. Trátelo con cuidado, es más sensible de lo que parece.
Draco le dirigió una mirada gélida, prometiéndole venganza silenciosa, pero Pansy solo le devolvió un guiño descarado antes de estirarse para darle un beso sonoro en la mejilla. Con una elegancia innata, se giró y se alejó con paso grácil, perdiéndose entre los estudiantes que aún deambulaban por los pasillos.
Draco suspiró pesadamente y cruzó los brazos, dirigiéndole a su Papi una mirada expectante.
- Bueno, aquí estoy -dijo, alzando una ceja- Vamos, dame tu mejor castigo, profesor.
Harry exhaló un suspiro, pero en lugar de molestarse, sus labios se curvaron en esa maldita sonrisa de medio lado que hacía que a Draco le costara recordar cómo funcionaba el aire. Draco se quedó mirándolo un segundo, su mente recordándole de golpe que esto era una mala idea. Muy mala idea. Estar a solas con Potter en un aula cerrada. Que varios estudiantes, incluida la mismísima McGonagall, hubieran sido testigos de cómo lo llevaba a detención. Que los rumores empezaran a circular antes de que siquiera entraran.
Oh, sí. Todo esto tenía un gran y brillante letrero de "pésima decisión" escrito en luces de neón. Pero claro, Harry tenía que ser un Gryffindor.
"A veces, esconder algo a simple vista es lo mejor", le había dicho la noche anterior, con su molesto tono confiado y esa mirada que sugería que sabía exactamente lo que hacía. "Sí, claro. Que todo el mundo sepa que vamos a estar juntos, completamente solos en un aula. Gran plan, profesor", había respondido Draco con sarcasmo.
Harry solo se había reído. Y ahora aquí estaban. Suspirando de nuevo, Draco decidió que, si iba a ser una mala idea, al menos lo haría con estilo. Alzó la barbilla y se adentró en el aula, sintiendo los ojos de Harry sobre él mientras pasaba.
- Recuerdas que, si algo te incomoda, ¿me lo dices? - la voz de Harry resonó por el aula mientras la puerta se cerraba con un leve chasquido tras él, un sonido que Draco reconoció bien. Ya lo había escuchado antes, en encuentros furtivos que terminaban con su espalda contra la madera y los labios de Harry devorándolo como si fuera su única salvación.
Ocurría cada vez que tenían la oportunidad, aunque, en realidad, nunca habían ido demasiado lejos. Lo más que habían hecho fue después de su cita; luego, sus encuentros se habían limitado a sesiones de besos en las que el Slytherin siempre intentaba avanzar un poco más, buscando el mismo contacto (o más) que días anteriores, pero Harry siempre lo detenía antes de que sucediera.
Aprovechaban los recorridos de prefecto, de los que Draco solía escaparse, dejándole todo el trabajo a Pansy a cambio de algún favor que ella quisiera. Se estaba llenando de deudas con su amiga, pero valía la pena.
O al menos, eso se repetía a sí mismo cada vez que se encontraba solo en su dormitorio, con los labios enrojecidos y un hormigueo frustrante recorriéndole el cuerpo. No ayudaba que su entrepierna protestara por la falta de atención, recordándole que no importaba cuánto lo intentara, siempre terminaba en el mismo punto: con Harry alejándose, mirándolo con ojos oscuros pero firmes, como si estuviera conteniéndose de algo.
Y Draco no podía evitar frustrarse.
No es que quisiera apresurarse ni que estuviera desesperado... Bueno, tal vez sí estaba un poco desesperado. Pero por el amor de Salazar, sus hormonas parecían haber entrado en una especie de motín cada vez que Harry estaba cerca, brincando y exigiendo atención como si estuviera en celo. Era ridículo.
Pero más ridículo aún era el rechazo constante.
Cada vez que Harry lo apartaba con suavidad, murmurando un "no ahora" o un "tenemos que irnos", una punzada incómoda se instalaba en su pecho. Y su mente (su maldita, insoportable y sobreanalizadora mente) se ponía a trabajar. ¿Harry se arrepentía de lo que hicieron después de la cita? ¿Lo encontraba molesto? ¿Solo lo besaba porque era lo que se esperaba de él?
Sabía que no debía pensar así. Sabía que Harry lo quería o le tenía ganas, al menos lo suficiente como para poner en riesgo su trabajo. Pero había algo en esos rechazos constantes que lo hacía sentirse insuficiente. Como sí, al final del día, no le gustara tanto como Draco quería creer.
Y eso lo asustaba más de lo que estaba dispuesto a admitir.
Al menos, ahora le daba un poco de alivio al saber que ya no terminaría por irse a la cama tan tarde esos días, la detención cumpliendo con su propósito. Igual se había ganado miradas y comentarios burlones por parte de Finnigan y una cantidad ridícula de Gryffindors descerebrados al ser el único castigado, pero Draco estaba feliz.
- Papi, me lo has repetido tanto que, en este momento de la vida, fácilmente podría ser como tu mantra - contestó el rubio, su interior revolviéndose con emoción, sin saber que era exactamente lo que su profesor quería hacer con él.
Él podría hacerme lo que quisiera. Podría desarmarme, quebrarme, llevarme al límite... y yo lo dejaría.
Que patético.
En lugar de acortar la distancia entre ellos, Harry caminó con calma hasta su escritorio y tomó asiento en la silla, apoyando los antebrazos en los descansabrazos con una expresión que Draco no supo descifrar del todo.
El moreno sonrió, de esa forma que siempre lograba ponerle los nervios de punta. No la sonrisa dulce con la que solía mirarlo cuando creía que Draco no lo notaba, ni la divertida que aparecía cuando intercambiaban comentarios mordaces. No. Era la sonrisa que prometía problemas, la que hacía que su pecho se apretara y su piel se erizaría de anticipación.
- Solo quiero asegurarme - respondió con calma - de que estamos en la misma página.
Draco frunció el ceño, claramente confundido.
- ¿Página?
Harry inclinó ligeramente la cabeza, como si estuviera evaluando su reacción antes de continuar.
- Quiero llevar esto más allá. No solo besarte en rincones oscuros entre clases o robar minutos en los pasillos cuando nadie está mirando. Quiero tocarte, Draco. Quiero explorar cada parte de ti, verte reaccionar bajo mis manos, escucharte - su voz bajó una octava, ronca, envolvente - Pero quiero hacerlo cuando estés listo. Cuando lo desees tanto como yo.
Draco sintió cómo su piel se erizaba ante la confesión, el calor subiéndole hasta las orejas.
Oh, dulce Salazar, por fin.
Una emoción burbujeante le recorrió el pecho, tan intensa que casi sintió ganas de alzar los brazos en victoria. En su mente, podía imaginarse dándole los cinco al mismísimo Salazar Slytherin, o al menos a la versión que él se imaginaba de él.
Draco ladeó la cabeza, observándolo desde su posición. Harry aún estaba sentado en la silla, su postura relajada pero con una intensidad en la mirada que lo hacía sentir como si estuviera totalmente indefenso. Lo odiaba un poco por eso. Por cómo lo hacía sentirse sin siquiera tocarlo.
Avanzó lo suficiente para sentarse frente a él en el escritorio, con movimientos pausados, apoyando las manos a los costados mientras cruzaba una pierna sobre la otra con toda la elegancia que podía reunir. Desde esa posición, Harry quedaba mucho más abajo que él, pero no parecía importarle. Si acaso, la ligera inclinación de su cabeza dejaba en claro que le gustaba.
- ¿En serio me estás preguntando eso? ¿Crees que todo este tiempo estuve jugando? - Draco chasqueó la lengua, exasperado - Por favor, Papi. Llevo deseándolo desde la primera vez que me besaste.
El moreno sonrió con diversión.
- Lo sé - admitió, sin un ápice de vergüenza - Pero quería escucharlo de ti.
- Me lo hubieras pedido antes, de esa manera hace tiempo habríamos estado de acuerdo - dijo Draco, jugando con la cadena que llevaba al cuello, la misma que Harry le había regalado semanas atrás. Un detalle discreto, un colgante pequeño con un encantamiento protector, lo suficientemente sutil como para que nadie sospechara su verdadero significado. Siempre lo llevaba consigo.
Los ojos de Harry se desviaron por un instante al movimiento de sus dedos antes de regresar a su rostro.
- Si lo pensé, pero no quería acelerar nada.
Profesor, esto ya va demasiado rápido, quiso decir, pero decidió no hacerlo. No tenía sentido decir en voz alta lo que ambos ya sabían.
- Y entonces, ¿Por qué ahora? Suena como si estuvieras planeando algo.
Harry apoyó un codo en el brazo de la silla, descansando el rostro en su mano mientras lo observaba con calma.
- Tu castigo, por supuesto.
Draco se tensó sutilmente, entrecerrando los ojos con recelo. ¿Qué tenía que ver el castigo con empezar a coger?
Definitivamente no estamos en la misma página. ¡Ni si quiera se usa esa expresión hoy en día!
- Okey, acabas de matar el ambiente, algo que debo confesar, pensé sería completamente difícil. Tienes talento, papi.
- Sigue así y tal vez el castigo duré lo mismo que tu detención.
- Un mes.
No era una pregunta. Lo sabía. ¡Pero eso era ridículo! ¡Ni siquiera había hecho algo tan malo! Ni siquiera era malo, simplemente se había caído de la escoba.
Oh, Salazar, algo estoy pagando, ¿verdad?
Pero más allá de la cantidad obscena de tiempo, lo que realmente lo inquietaba era la falta de detalles. Harry no había especificado en qué consistía su castigo, ¿qué demonios pensaba hacerle?
El moreno sonrió apenas, pero no dijo nada más. Draco entrecerró los ojos, analizándolo con sospecha.
- ¿Voy a odiarlo?
- Tal vez.
- ¿Voy a disfrutarlo?
Harry se inclinó un poco hacia adelante, su mirada atrapando la suya con facilidad.
- Eso depende de ti.
Draco sintió un escalofrío recorrer su columna. Harry no apartó la mirada, su intensidad lo mantenía atrapado, y por un segundo, Draco se sintió como una presa.
Podía jugar con la idea de que tenía el control, con su postura relajada sobre el escritorio, sus piernas elegantemente cruzadas, su porte altivo. Pero en realidad, no lo tenía. Nunca lo había tenido cuando se trataba de Harry.
Apretó los labios un instante, su mente trabajando rápido. Un mes era demasiado tiempo. Pero quizás...
- Podemos negociar.
Harry levantó una ceja, luciendo particularmente divertido.
- ¿Negociar?
- Un mes es excesivo - dijo Draco con un encogimiento de hombros fingidamente indiferente - podría aceptarlo sin duda, si hubiera hecho algo particularmente malo, pero Papi, no es así. ¿Qué te parecen dos días?
Harry dejó escapar una risa baja, inclinándose sobre el escritorio con los codos apoyados en la superficie, a cada lado de las piernas de Draco, encerrándolo sutilmente entre sus brazos. El rubio, apenas tuvo espacio para moverse, sintiendo el calor que el cuerpo de su novio proporcionaba.
- ¿Dos días? - repitió, como si estuviera probando el sonido de las palabras. Alzó una ceja, claramente entretenido - Sigues siendo optimista.
Draco alzó la barbilla, su sonrisa ladina apareciendo con facilidad.
- Solo estoy siendo justo.
Harry lo miró en silencio durante unos segundos, evaluándolo. Luego, con una calma calculada, se echó ligeramente hacia atrás, alejándose del escritorio varios centímetros sin dejar de observarlo, haciendo que el Slytherin extrañara automáticamente el calor y el pequeño roce que le proporcionaba. El moreno cruzó una pierna sobre la otra con naturalidad, su postura relajada pero firme, irradiando una autoridad tranquila que hizo que Draco apretara inconscientemente los labios. El rubio sostuvo su mirada, acostumbrado a ese tipo de juegos entre ellos, esa dinámica donde siempre intentaban ver quién cedería primero.
- Tres semanas - dijo Harry finalmente, la diversión brillando en sus ojos.
Draco resopló.
- Quince días.
- Veinte.
- Diez.
- No funciona así, Draco - Harry frunció los labios, reprimiendo una sonrisa.
- Oh, ¿no? ¿Desde cuándo?
El moreno suspiró, dándole una mirada exasperada, pero era un gesto familiar, de esos que Draco ya reconocía como una mezcla de diversión y rendición. Llámenlo presumido, pero el rubio sabía que había ganado cuando esa mirada aparecía en los ojos de Harry.
- Catorce días.
Draco se cruzo de brazos, inclinándose apenas hacia el moreno, su perfume sutil mezclándose con el aroma a pergamino y madera del aula. Ladeó la cabeza, como si estuviera considerando la oferta con seriedad.
- Siete.
Harry negó con la cabeza, soltando una risa.
- ¿Siete días? Qué número tan espeluznante, ¿Estás seguro de esto, bonito?
Draco parpadeó. El apodo golpeándolo como un hechizo aturdidor.
Bonito.
Su corazón dio un vuelco tan ridículo que casi se preocupó por su propia salud. Sintió un calor repentino extendiéndose por su pecho y rostro. Tuvo que obligarse a recuperar la compostura antes de que su cara traicionara lo que sentía.
- Sí, estoy seguro - dijo, en un tono que pretendía ser digno, pero que probablemente no ocultaba del todo su emoción - Una semana.
Harry suspiró, pero no parecía molesto.
- Está bien, siete días - aceptó - No voy a cambiarlo otra vez.
Draco sonrió, satisfecho. Pero justo cuando estaba por deleitarse en su victoria, Harry inclinó la cabeza y añadió, con absoluta calma:
- Aunque... ya que insististe tanto, creo que es justo. Solo dije que duraría un mes para ver tu reacción, originalmente solo iba a darte tres días. Esos habrían sido suficientes.
- ¿Perdón? - Draco sintió cómo su felicidad se evaporaba en un instante.
Harry sonrió de lado, con esa expresión de suficiencia que Draco conocía demasiado bien.
- Tres días. Ese era el plan. Pero tú tenías que negociar.
Draco lo miró con la boca ligeramente abierta, traicionado.
- ¡Eso es jugar sucio!
- No fue mi idea - Harry se encogió de hombros.
Draco le dedicó una mirada homicida antes de resoplar y cubrirse la cara con las manos, deslizando los dedos por su piel como si intentara borrar su propia estupidez. Entre las pequeñas ranuras que se formaban entre ellos, observó al Gryffindor con una mezcla de indignación y rendición.
- Eres un desgraciado.
Harry sonrió, ladeando la cabeza con una expresión descarada.
- Y tú demasiado lindo. ¿Pero ya perdimos mucho tiempo, no crees?
Draco apenas tuvo tiempo de procesar la frase antes de que Harry hablara de nuevo.
- ¿Empezamos?
Su voz era baja, grave, arrastrando la palabra con una calma estudiada que le puso la piel de gallina. Draco lo miró con atención, la lengua asomando apenas entre sus labios al humedecerlos. El rubio ni siquiera tuvo que pensarlo. La ansiedad y la anticipación le impedían dudar; quería saber qué tenía planeado Harry. Además, sabía que él nunca haría algo que no quisiera, incluso si se trataba de su castigo por haberlo preocupado y lastimado a sí mismo.
Draco confiaba en él.
- Cuando quieras.
La expresión de Harry no cambió, pero algo en su mirada se encendió. Un brillo feroz, como el de un depredador que acababa de conseguir justo lo que quería. Draco sintió que le fallaba el aire.
Harry se enderezó en la silla, sin romper el contacto visual.
- Bien - murmuró, escaneándolo con sus ojos verdes antes de asentir, volviendo su mirada hasta sus ojos - entonces, quítate los pantalones.
Draco parpadeó. Un latido sordo retumbó en sus oídos.
- ¿Qué? - preguntó, con una media sonrisa de incredulidad, aunque su cuerpo entero se tensó de anticipación.
Harry no repitió la orden. Solo lo miró. Paciente. Seguro. Con esa calma exasperante que Draco odiaba tanto como amaba. Él podría hacer una escena. Soltar un comentario mordaz, desafiarlo como solía hacer cuando quería irritarlo. Pero algo en la postura de Harry, en la forma en que simplemente esperaba, le dejó claro que eso no serviría de nada.
Porque Harry sabía. Sabía que Draco lo haría.
Gryffindor arrogante.
Draco chasqueó la lengua, haciendo un puchero exagerado mientras sus dedos se deslizaban hasta el broche de su cinturón.
- Eres un pervertido.
- Y tú eres muy obediente. - Harry apoyó el codo en el brazo de la silla y dejó caer el rostro sobre su mano, como si estuviera disfrutando cada segundo de su lucha interna.
Draco bufó, pero no se detuvo, aunque su rostro ardía y la vergüenza lo consumía al saber que Harry lo observaba así. No era como aquella vez, cuando la oscuridad de la noche los envolvía por completo, ocultando detalles, suavizando todo con sombras. Ahora, la luz de varias velas en cada rincón del aula lo iluminaban, dejándolo más expuesto de lo que le gustaría. Esta vez, no habría nada que lo ocultara.
¿Y si no soy lo suficientemente atractivo? ¿Y si no le gusto?
Draco mordió su labio e ignorando sus pensamientos, soltó el broche del cinturón con calma, luego el botón de su pantalón, bajando la cremallera con movimientos lentos, probando, provocando, esperando que Harry reaccionara de alguna forma.
Pero el muy maldito no se movió.
Draco sintió que su piel se erizaba cuando deslizó la prenda por sus caderas y la dejó caer al suelo con un movimiento perezoso. Se quedó solo en su camisa y su ropa interior, y por primera vez, sintió el aire del aula más frío de lo que era en realidad.
Harry lo recorrió con la mirada, tan lento y descarado que Draco sintió que su cuerpo entero ardía.
- Bien - murmuró el moreno finalmente, sin apartar la vista de él - Ahora, ven aquí.
Draco entrecerró los ojos.
- Estoy justo enfrente de ti, Papi.
Harry esbozó una media sonrisa.
- No lo suficiente. Ven.
Draco sostuvo su mirada por un segundo, buscando algo, algún indicio de lo que Harry estaba pensando. Pero solo encontró paciencia. Expectativa. Y algo más.
El rubio humedeció sus labios y, sin apartar la mirada fingiendo seguridad que no sentía en lo absoluto, empezó a moverse. Dos pasos pequeños fueron más que suficiente para que sus piernas desnudas rozaran las rodillas de su profesor. El moreno no reaccionó de inmediato. Solo deslizó sus manos hasta sus muslos, acariciándolos con una calma irritante. El cuerpo de Draco se tenso ligeramente, el contacto cálido de Harry mandando electricidad por su cuerpo, haciendo que empezará a reaccionar.
Los ojos verdes de Harry se movían por toda su piel, detallándolo antes de que sus manos empezarán a subir, rozando apenas su trasero antes de que sus dedos se engancharan en el borde de su ropa interior, moviéndola apenas como si estuviera advirtiéndole de lo que estaba a punto de hacer.
- ¿Puedo? - preguntó, viéndolo directamente.
Draco paso saliva con dificultad, asintiendo afirmativamente sin poder hallar su voz.
- Draco, necesito palabras.
El rubio sintió su garganta seca, la anticipación vibrando en cada centímetro de su piel. El calor de las manos de Harry, firmes pero pacientes, lo mantenía anclado a la realidad, incluso cuando su mente se nublaba por la expectativa.
- Sí - su voz sonó más grave de lo habitual, casi un susurro - Quiero que lo hagas.
Y eso fue todo lo que Harry necesitó.

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