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Verano Tardío

Summary:

Una serie de relatos auto conclusivos, en su mayoría suaves, que tienen lugar durante el primer verano de Connor como divergente. Toma como base el desafío temático de catorce días de Tumblr.

Notes:

Traducción realizada con previa autorización.
Representaciones artísticas ejecutadas por quien escribió estos relatos cortos, y vinculadas a este trabajo con su permiso.

Chapter 1: Dia I: Luciérnagas

Chapter Text

—¿Sabías que las luciérnagas no son en realidad moscas? —preguntó Connor. —De hecho, no son insectos en absoluto. Son un tipo de escarabajo.

—¿Ah, sí? —le dijo Markus para complacerlo, tomando una de ellas suavemente en la palma de su mano.

Connor asintió con la cabeza, y otra luciérnaga se desplazó por su propia mano, de un dedo a otro, del mismo modo que la moneda con la que jugaba tan a menudo.

—También son increíblemente eficientes en la producción de luz. Utilizan una reacción química llamada quimioluminiscencia. Produce luz sin que la energía se desperdicie en forma de calor.

Y dejó volar al pequeño escarabajo mientras otros zumbaban alrededor de su cabeza.

—Es increíble, Connor.

Markus podría haber buscado fácilmente toda aquella información si hubiera querido, pero prefería no hacerlo. Le gustaba esa faceta de Connor, relajada, reflexiva, llena de un asombro casi infantil ante el mundo que le rodeaba. No era algo que la mayoría de la gente tuviera la oportunidad de ver.

Sabía que Connor había estado estresado últimamente, todos lo estaban. El calor del verano parecía agravar el estado de ánimo de la gente y en el último mes había habido cada vez más actos de violencia contra los androides. Markus, que quería darle un respiro, lo había invitado a casa de Carl para pasar una noche libre. Aceptó ir, aunque probablemente sólo había sido gracias a la persuasión del teniente Anderson. Aquel hombre era realmente la única persona capaz de conseguir que Connor hiciera algo.

—Hay dos mil especies diferentes de luciérnagas en el mundo. —dijo, casi para sí mismo. Sonrió cuando la que tenía en la mano levantó el vuelo. Una se posó en su cabello. —Utilizan dos juegos de alas para volar: los élitros rígidos para mantener el equilibrio y las alas traseras más suaves para moverse.

Markus emitió un leve sonido de reconocimiento. Se preguntaba si debería haber traído un frasco para que pudieran atrapar algunas, pero Connor parecía perfectamente satisfecho con observar a las luciérnagas así.

Connor tomó una entre sus manos y un brillo dorado brotó de entre sus dedos.

—Pasan la mayor parte de su vida como larvas. —prosiguió él. —La mayoría eclosionan en otoño y pasan el invierno bajo tierra. Algunas permanecen un par de años en ese estado antes de volverse pupas y convertirse en luciérnagas.

—Suena acogedor. —respondió Markus, sonriendo.

Lo había hecho venir para que utilizara el estudio, pintar era una técnica de relajación que ambos compartían. Pero, cuando Connor había visto las luciérnagas por la ventana y había quedado tan fascinado, no había podido resistirse a llevarlo al jardín para que las viera de cerca. Probablemente era uno de los únicos lugares de Detroit lo bastante tranquilo como para que pudieran congregarse. El asombro absoluto del otro androide le confirmó a Markus que había sido una decisión acertada.

Connor soltó la luciérnaga y siguió su trayectoria.

—Sólo pasan un par de meses como luciérnagas antes de morir. —dijo en tono sombrío.

—Desde la perspectiva de las luciérnagas, tienen una vida plena. —respondió Markus, que no quería que la conversación se tornara demasiado oscura. Al fin y al cabo, Connor estaba aquí para relajarse. —Mientras que para nosotros es algo corto, para ellas ha sido toda una vida.

—Supongo que sí. —convino Connor. Apartó la mirada del brillante escarabajo, mirándolo a los ojos por primera vez desde que habían salido al jardín. Su L.E.D. parpadeó amarillo, casi como si fuera una luciérnaga. —Lo siento. Nada de esa información es relevante. —le dijo, apartando de nuevo la mirada.

Marcus le sonrió con tristeza.

—No todo tiene que ser relevante, Connor. —le dijo. —Eres mi amigo. Disfruto de hablar contigo, no importa de qué hablemos.

El ceño de Connor se frunció aún más.

—Te lo agradezco, Markus, pero esto es cada vez más problemático. —se sentó en la pequeña banca del jardín, su postura era más tensa de lo que a Markus le hubiese gustado. —Últimamente, mi mente divaga con más frecuencia, centrándose en tareas irrelevantes. Incluso mi productividad laboral ha bajado un tres por ciento.

—Estás estresado. —le dijo Markus, uniéndose a él en la banca. —Necesitas un descanso, y tu mente se lo va a tomar quieras o no. Eso no tiene nada de malo, ¿sabes?

—Hank me dijo algo parecido. —admitió Connor. —Aunque él utilizó muchas más profanidades para expresarlo.

Markus se rió, perfectamente consciente del vocabulario típico del teniente.

—Bueno, no es posible que los dos estemos equivocados.

—Técnicamente hablando, —le contradijo con una sonrisa burlona. —eso es inexacto. Es perfectamente posible que los dos lleguen a deducciones falsas similares.

—Me parece justo. —aceptó Markus, riendo de nuevo antes de adoptar un tono serio. —Pero creo que sabes que tenemos razón. Te has estado exigiendo demasiado, Connor. Tu existencia está por encima de tu productividad.

Connor inclinó ligeramente la cabeza.

—Lo entiendo intelectualmente. En la práctica es diferente.

Markus le puso una mano reconfortante en su hombro. En otros tiempos, Connor no hubiera permitido que nadie más que el teniente lo tocara, lo que era una prueba de lo lejos que había llegado.

—Todo lleva su tiempo, incluso aprender a relajarse. Le acabarás encontrando el sentido, te lo prometo. Has progresado más de lo que creo que te imaginas.

Le sonrió y Markus se sintió cada vez más agradecido de estar entre los pocos elegidos en los que Connor confiaba. No era algo que se pudiera dar por sentado.

Connor abrió la boca para responder cuando una de las luciérnagas chocó contra su nariz, sobresaltándolo por un momento antes de continuar.

—Esto es agradable. —admitió en lugar de decir lo que fuera que iba a decir. —Creo que... Podría acostumbrarme a relajarme de vez en cuando.

Le dio un suave apretón en el hombro antes de liberarlo, desviando su propia mirada para observar el jardín que destellaba suavemente.

—Me alegro. —le dijo. —Creo que lo vas a disfrutar mucho.

Chapter 2: Día II: Aire Acondicionado Descompuesto

Summary:

Todo se descompone siempre en el momento equivocado.

Chapter Text

¿Por qué las mierdas siempre se descomponían en el peor momento posible?

Hacía un calor infernal afuera. El aire acondicionado se había descompuesto y casi había provocado un incendio en el proceso. La temperatura en la casa había subido a unos miserables treinta y cinco grados. Todo eso era lo suficientemente malo, pero no era la preocupación principal de Hank. Estaba sudando la gota gorda mientras colocaba otra bolsa de hielo detrás del cuello de Connor.

—No te preocupes, muchacho. Voy a conseguirte ayuda. No te preocupes.

No tenía ni idea de lo que le pasaba a Connor. Aparentemente estaba bien. Los dos se habían pasado el día haciendo lo que pudieron para combatir el calor mientras esperaban a que viniera el técnico a reparar el aire acondicionado. Entonces, escuchó al muchacho llamar su nombre con urgencia desde la sala y a continuación un estruendo.

Hank había llegado tan rápido como había podido.

Encontró a Connor tirado en el suelo, entre el sofá y la mesa de centro, inmóvil e incapaz de reaccionar. Tenía sus ojos abiertos, pero apagados y desenfocados. Su L.E.D. destellaba en un rojo frenético. No respiraba. Lo había llevado al sofá, pero al escuchar algo que sonó como un ruido de algo que se rompía, no quiso arriesgarse a moverlo más.

Hank aún no sabía tanto de androides como le hubiese gustado, pero sabía lo suficiente como para saber que nada de aquello era una buena señal.

—Vas a estar bien. —le prometió, apartando el cabello del rostro del joven.

Dios, esperaba que no estuviera mintiendo. Volvió a presionar el botón de marcación de su teléfono, pero siguió pasando directamente al buzón de voz.

Los líderes de Jericho habían salido de Detroit por una semana para asistir a una importante reunión con la Presidenta. Evidentemente eso significaba que estaban completamente inaccesibles por el momento. No habría sido un problema si no fuera porque Simon era el único técnico con el que Hank podía ponerse en contacto.

—Mierda. —maldijo mirando su teléfono mientras la conexión le era denegada de nuevo.

El timbre de la puerta sonó, sobresaltando a Hank en medio de su preocupación.

—Mierda, cierto. —le dio un suave apretón en el hombro a Connor antes de levantarse y abrir la puerta.

Había tres hombres vestidos con ropa de trabajo esperándole, su distintivo indicaba que eran de Reparaciones Torres S.A.

—¿Señor Anderson? —preguntó el hombre que estaba adelante. Era mayor que los otros dos y probablemente el jefe. —Estamos aquí para arreglar un aire acondicionado.

—Sí, claro. —respondió Hank. Les hizo pasar y señaló la máquina averiada. —Está allí.

Dos de los técnicos se acercaron al aire acondicionado dañado, pero el tercero se quedó observando mientras se acercaba a Connor.

—¿Está bien? —preguntó.

—No lo sé. —reconoció el hombre. —Acaba de desmayarse, no sé qué le pasa.

El trabajador, Sal según su identificación, miró a los otros dos antes de inclinarse junto al sofá cerca de Hank.

—Quizá pueda ayudarlo.

—No es ningún electrodoméstico. —le espetó Hank. El estrés y el calor le estaban afectando.

—Lo sé. —coincidió Sal. —Yo... Bueno, yo antes solía trabajar con androides.

Bajo circunstancias normales, Hank no habría permitido que un extraño tocara a Connor. Pero él no sabía qué más hacer. No podía comunicarse con Nueva Jericho, no podría hacer las reparaciones él mismo y no tenía idea de a quién más llamar. Estaba desesperado.

—Mierda. —maldijo. —Sí, está bien, de acuerdo.

Sal no perdió más tiempo. Levantó la camisa de Connor y abrió el panel de su pecho, dejando al descubierto sus diversos biocomponentes. Hank tenía la sensación de que nunca dejaría de sentirse intranquilo al ver al muchacho expuesto de esa manera.

—Creo que le pasa algo a su ventilador primario. —le dijo Sal. Sus manos se movían con una precisión que sorprendió a Hank. —Parece que fue un fallo improvisto. Obligó a su sistema a un reinicio completo.

—Ok. —dijo Hank. —¿Qué demonios significa todo eso?

—Significa que creo que sé cómo arreglarlo. —hizo una pausa para tomar un par de pinzas de punta de aguja antes de devolver sus manos a la cavidad torácica de Connor. Con ellas tiró de algo que se soltó con un suave chasquido. Se escuchó un zumbido seguido de un jadeo cuando Connor empezó a respirar de nuevo. —Ya está. Justo como pensaba, el ventilador estaba atorado. Parece que una de las aspas se soltó y lo bloqueó. —explicó con una sonrisa de satisfacción.

El alivio inundó a Hank en cuanto el muchacho volvió a respirar. Le pasó suavemente una mano por su cabello.

—¿Por qué no se despierta?

—Necesita reiniciarse. Tardará un poco, pero se pondrá bien.

Sal cerró el panel del pecho de Connor, dejando que la piel artificial volviera a su sitio, y se levantó.

—Sí, bien, eso tiene sentido. —suspiró Hank. Se secó el sudor de la frente, el incómodo calor de la casa era más perceptible ahora que no estaba en estado de pánico. —Gracias.

—Ni lo mencione. —le dijo Sal. Y sonrió, pero había algo extraño en esa sonrisa que Hank no supo identificar. —Estoy encantado de ayudar.

Se unió a los otros reparadores, dejando a Hank ocupándose de Connor. A pesar del calor que hacía, su temperatura estaba bajando rápidamente. Su L.E.D. era un pulso constante en color amarillo.

Menos de media hora después, felizmente el viento frío del aire acondicionado reparado llenaba la casa. Hank ya les había pagado a los técnicos y había dejado una reseña muy positiva en su sitio web cuando Connor empezó a despertarse.

—Bienvenido de nuevo, muchacho. —lo saludó Hank en cuanto abrió los ojos.

Connor se sentó y se tomó unos instantes para que sus sistemas se activaran por completo.

—Hola, Hank. —le dijo, con confusión en la voz. —Yo... pensé que estaba sufriendo una falla.

—Sí, así fue. —le confirmó. —Tu ventilador estaba desajustado, y no te dejaba respirar. —se acercó al sofá para sentarse a su lado. —Por suerte el tipo de mantenimiento sabía algunas cosas sobre androides. Ni siquiera me cobró por ayudarte.

—Muy amable de su parte. —comentó Connor, aunque a Hank le molestó un poco su despreocupación. Después de todo, el muchacho casi había muerto.

—Sí, así es. —coincidió. —Parece que Sal hizo un buen trabajo. Te encuentras bien ¿verdad?

—Sí, los errores se han resuelto. —Él alcanzó la factura y, por un momento, Hank se preguntó si él pensaba que le estaba mintiendo acerca de lo que le había dicho sobre el cobro de la reparación de Connor. Pero no hizo ningún comentario, se limitó a mirarla brevemente antes de que sus ojos se fijaran en el logotipo. —¿Torres? —inquirió, con la voz tornándose de nuevo a un tono confuso.

—Sí. Construcciones Torres, o Reparaciones, o algo así. ¿Por qué?

Connor sonrió, aparentemente complacido por la respuesta.

—Sal... Eso fue lo que usted me dijo. ¿Él es quien me reparó? ¿Salvador Torres?

Y le tocó a Hank mostrarse confundido.

—Sí, supongo que sí. ¿Por qué? ¿Lo conoces?

—Por así decirlo. —Connor depositó la factura en la mesa y le dedicó a Hank una sonrisa tranquilizadora. —Él es uno de los técnicos que me construyó.

Chapter 3: Día III: Viaje Por Carretera

Summary:

Hank quiere que Connor experimente más del mundo.

Chapter Text

Todo comenzó con una simple afirmación.

Sinceramente, a Hank no le debería haber sorprendido en absoluto, pero el comentario de Connor de que nunca había estado fuera de Detroit le tomó desprevenido. Eso fue todo lo que necesitó para tomar la decisión ejecutiva de sobornar a Jeffrey para que les permitiera tomarse dos semanas de vacaciones.

—Esto no es necesario, Hank. —le insistió Connor, cargando una maleta en la parte trasera del auto.

—Y un demonio si no lo es. —refutó Hank. —Ahora estás vivo. Necesitas ver más del mundo que solo esta ciudad de mierda.

—Me gusta Detroit, Hank. —argumentó.

Hank negó con la cabeza.

—No hay nada malo en ello, pero aun así necesitas salir y experimentar cosas nuevas. El viaje ya está planeado, no te vas a librar de él.

—No estoy tratando de librarme de esto. —dijo Connor. Y metió otra bolsa en la parte de atrás. —Es sólo que me parece un gran esfuerzo hacer todo esto por mi causa.

Hank suspiró mientras colocaba su propia maleta en el auto.

—No pienses así, muchacho. Mierda, no es que yo no vaya a sacar nada de esto.

Connor lo miró dubitativo.

—¿En serio?

—Sí, de verdad. —le dijo, esperando que el androide confiara en que estaba siendo sincero. Odiaba que Connor pareciera albergar aún dudas sobre si merecía que la gente hiciera cosas por él. Era desgarrador. —Mierda, Connor. Yo también me merezco unas malditas vacaciones.

Su expresión se volvió un tanto escéptica.

—Dijo que las únicas vacaciones con las que quería lidiar involucraban la tele y una cerveza.

Al diablo con este muchacho y su memoria perfecta.

—Olvida lo que dije. —le dijo Hank. —Vamos, Connor, ya me conoces. ¿Estaría haciendo esto si realmente no quisiera?

Miró a Hank por un momento como si estuviera contemplando la pregunta antes de que su expresión vacilante diera paso a una suave sonrisa.

—Supongo que no. —admitió. —Es sólo que... creo que estoy un poco nervioso por dejar Detroit.

—Estarás bien. —prometió Hank. —Eres el androide más avanzado que CyberLife ha fabricado jamás. Eres capaz de esquivar balas, maldita sea.

—Lo sé. —dijo Connor. —Entiendo que esto sea irracional.

Y el hombre le dedicó una sonrisa alentadora.

—No hay nada malo en ser irracional. Además, si realmente no te convence, siempre podemos dar media vuelta y volver a casa.

—De acuerdo. —Connor aún parecía preocupado, pero tenía más confianza en su voz.

Hank cerró la cajuela con un golpe sólido. Con el auto cargado y Sumo dejado con el vecino, estaban listos para partir.

—Pongámonos en camino.

A pesar de lo nervioso que había estado, todo se desvaneció rápidamente una vez que salieron a la carretera. Como Connor nunca había estado fuera de la ciudad, cada nueva vista le intrigaba y emocionaba. Hank tuvo que recordarse a sí mismo que debía mantener los ojos en la carretera. Era demasiado divertido observar al joven. Era como un cachorro, nuevo para el mundo y ansioso por verlo todo. Hank perdió la cuenta de cuántas veces le dijo que volviera a meter la cabeza por la maldita ventanilla.

Y eso fue todo antes de llegar a su primera parada.

Hank no había planeado mucho. Tenía algunos lugares a los que quería llevarlo, pero supuso que se detendrían en cualquier cosa que les llamara la atención por el camino. Hasta el momento, habían visitado un acuario, dos parques nacionales, un zoológico y un ovillo de hilo exagerado. Todos los lugares eran absurdos y terribles, pero la alegría en el rostro de Connor cada vez que veía algo nuevo eclipsaba el cinismo de Hank.

—¿Por fin va a contarme cuál es su sorpresa? —le preguntó Connor mientras entraban en el estacionamiento de su habitación de hotel en Florida.

—No. —le respondió con una sonrisa burlona. —Lo sabrás mañana.

Connor puso los ojos en blanco, pero aceptó su respuesta. Llevaba preguntándolo todo el viaje, así que probablemente ya se esperaba la respuesta de Hank.

—De acuerdo. —le concedió.

Ya era tarde, así que se fueron a la cama en cuanto se registraron. Hank tuvo dificultades para dormir. Se sentía como un niño otra vez, emocionado por lo que le esperaba al día siguiente. Esperaba que Connor lo disfrutara tanto como lo había hecho él cuando era niño.

—¿Disney World? —dijo Connor, leyendo el cartel. Parecía casi asustado cuando llegaron, desconcertado por la multitud. A pesar de ser temprano, el lugar ya estaba repleto de gente.

—Sí. —dijo Hank sonriendo. —Es básicamente un rito de iniciación. Tienes que ir al menos una vez.

El androide parecía escéptico, pero asintió.

—He oído muchas cosas positivas sobre este lugar. —admitió.

—Por supuesto que sí. —y le dio una palmada suave en el brazo a Connor para indicarle que se movieran. —Es el puto lugar más feliz de la tierra.

—Hank, hay niños. —lo reprendió, por primera vez llamándole la atención por su lenguaje soez.

Él se limitó a sonreír, pero en silencio decidió refrenar su lengua. Lo último que quería era que lo expulsaran o algo así.

—Sí, sí. Vámonos.

Connor lo siguió sin decir una palabra más.

Hank ya tenía las entradas, había decidido hacerlo bien y había derrochado dinero para poder disfrutar de toda la maldita experiencia. Pases rápidos, filas V.I.P. toda esa mierda. Merecería la pena cada centavo si Connor la pasaba bien.

El muchacho tardó un poco en acostumbrarse, la sensación de incredulidad no era algo natural en él. Sintió la necesidad de informarle a Hank de que la mujer que le había señalado no era en realidad la princesa Ariel, sino una mujer llamada María Thomes, de 23 años, sin antecedentes penales. Hank se limitó a soltar un suspiro y le pidió que dejara de escanear a la gente.

Su primera vez en una montaña rusa fue absolutamente divertidísima. No sabía qué pensar, entre aterrorizado y eufórico, pero enseguida decidió que quería repetir esa atracción. Hank deseó poder hacerle probar la comida, pero a juzgar por su insistencia en lo poco saludable que era todo, supuso que de todos modos no querría.

En general, había sido un buen día.

Hank sonrió al ver a Connor dormido en su cama. Había entrado en modo de reposo en cuanto regresaron, alegando niveles de batería anormalmente bajos. Ni siquiera se había quitado las orejas de Mickey Mouse por las que había protestado al principio.

Hank también estaba agotado. Ahora que no estaba en constante actividad, sentía el cansancio que le había dejado la agitación del día anterior. Se acercó a Connor y le pasó la mano afectuosamente por su cabello. Estaba muy contento de que se hubiera divertido, muy contento de que estuviera disfrutando de todo el viaje. No quería nada más que lo mejor para él.

Se inclinó hacia Connor y le dio un beso suave en la parte superior de su cabeza.

—Buenas noches, hijo. —le dijo en un susurro, sabiendo muy bien que el joven se encontraba demasiado inmerso en modo reposo como para oírlo.

Y así era como lo quería. Cada día, sentía a Connor más y más como si fuera su muchacho, su hijo. Pero Hank aún no estaba preparado para hacérselo saber. Por ahora, era suficiente para él hacerlo feliz.

Chapter 4: Día IV: Paleta Helada

Summary:

Hank tiene una sorpresa para Connor.

Chapter Text

—¿Realmente es necesario, Hank? —le preguntó Connor.

—Sí. Mantén los malditos ojos cerrados. —le respondió desde algún lugar a su izquierda.

Connor obedeció, aunque seguía confundido por el ejercicio. Hank le había dicho que tenía una sorpresa para él. Aunque no tenía ni idea de lo que podía ser, estaba emocionado. Sonaba como si estuviera haciendo algo en el congelador, sus avanzados procesadores de audio captaban el suave crujido procedente de la cocina. Lo que fuera, sin embargo, le tenía completamente desconcertado.

Escuchó cómo Hank volvía hacia donde él le esperaba, sentado en el sofá, después de haber encontrado, al parecer, la sorpresa que le tenía preparada.

—Muy bien, extiende la mano. —le indicó Hank.

Connor hizo lo que le decían, extendiendo la mano preparándose para lo que fuera que el teniente hubiera planeado. Su confusión ante el ejercicio no disminuyó cuando sintió un delgado palito de madera presionado contra sus dedos.

—¿Hank? —le preguntó, todavía confuso.

—De acuerdo, abre los ojos. —dijo Hank.

Connor lo hizo, viendo primeramente la expresión satisfecha del teniente antes de dirigir su mirada a lo que el hombre le había entregado.

—Es... ¿Thirio? —confirmó tras realizar un breve escaneo del objeto helado que sostenía. —Está congelado.

—Es una paleta helada. —le dijo Hank con orgullo. —Pruébala.

Se le quedó mirando un momento, sin entender muy bien qué sentido tenía. Congelar el Thirio no cambiaba el hecho de que fuera Thirio, pero Hank parecía extrañamente entusiasmado. No quería decepcionarlo, así que tomó una muestra con cautela.

Y la retiró abruptamente, sorprendido.

—¿Qué te parece? —le preguntó Hank expectante.

—Es... bueno. —le respondió Connor con sinceridad. —No lo entiendo. Químicamente no es diferente al Thirio normal. ¿Por qué es mejor así?

Hank se rió, recostándose en el sofá, aparentemente satisfecho por la reacción de Connor.

—No todo tiene sentido, muchacho. —le dijo. —Me alegro de que te guste. Fue un poco jodido de preparar, la primera ronda se evaporó antes de llegar a congelarse.

Connor volvió a meterse la paleta en la boca, saboreando la sensación. Le conmovió que Hank siquiera hubiera pensado en hacer algo así por él. El hombre nunca dejaba de sorprenderlo.

—Muchas gracias. —le dijo, retirándose el helado de la boca el tiempo suficiente para pronunciar las palabras.

Hank le revolvió el cabello, una señal de afecto a la que Connor se estaba acostumbrando.

—Por supuesto, Connor. —le dijo sonriendo.

Connor volvió feliz a comerse su paleta, sin poder resistirse a morder la sustancia helada. Se arrepintió al instante cuando un dolor agudo le recorrió la mandíbula hasta llegar a su procesador y una alerta de temperatura le iluminó la vista en ese instante.

Lanzó un grito de sorpresa, y se llevó instintivamente una mano a la sien con un gesto de dolor y desagrado ante los errores.

—Vaya, hey, ¿estás bien? —le preguntó Hank preocupado.

Connor sintió que una mano le presionaba el hombro.

—Sí. —le aseguró rápidamente, sin querer que el teniente se inquietara. —Mi sistema sólo está experimentando pequeños errores por el frío repentino.

La mano de Hank empezó a frotarle el hombro de forma reconfortante, pero no pudo evitar que se le escapara una pequeña carcajada.

—Así que los androides pueden sufrir congelación cerebral, es bueno saberlo.

Los errores desaparecieron tan rápido como habían surgido, lo que le aseguró a Connor que no se había producido ningún daño real. Le dirigió una mirada a Hank, poco divertido.

—Técnicamente, eso es incorrecto. Mi procesador no se congeló, sólo experimentó un pequeño fallo. Los errores ya desaparecieron.

Hank volvió a recostarse, todavía sonriente.

—A mí me suena a congelación cerebral.

Connor prefirió no seguir discutiendo. Por lo que entendía, la sensación no era muy distinta de la aflicción humana como tal, a pesar de la denominación errónea.

Volvió a acomodarse en el sofá y Hank, aparentemente divertido, encendió la televisión mientras se sumían en un cómodo silencio. Volvió a comer el helado, esta vez con más cuidado. Algunas cosas merecían ser saboreadas.

Chapter 5: Día V: Lluvia De Verano

Summary:

A Connor le gusta dar caminatas en la lluvia.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

A Connor no le importaba en realidad la lluvia. No era una sensación especialmente agradable, las gotas golpeando su piel artificial, la ropa pegándose a su cuerpo, los zapatos haciendo ruido cada vez que daba un paso, pero desde luego no era lo peor que había soportado. Sobre todo ahora que era verano.

El día había sido caluroso, rozando los cien grados por la tarde. Cuando la temperatura bajó de repente, Connor supo sin duda que se avecinaba una tormenta. Pero eso no le había impedido dar un paseo. Aunque había dejado en casa a Sumo, el gran perro era complicado de bañar, incluso para él.

Connor se adentró en una calle lateral justo cuando la lluvia empezaba a arreciar con más fuerza. Tenía que volver. Tal como estaban las cosas, iba a necesitar una ducha y tendría que ser creativo para no meter un río de agua de lluvia en la casa. Hank lo iba a regañar.

Pero a Connor le gustaba la soledad que le brindaba la lluvia. Era raro encontrar a alguien más afuera en un aguacero como éste y, si lo encontraba, por lo general estaba preocupado por salir de él. Se sentía como una cortina que lo aislaba del resto del mundo. Podía estar completamente solo.

Un pequeño ruido a su izquierda hizo que Connor se detuviera.

Casi solo entonces.

Curioso, Connor siguió la dirección del suave sonido. Parecía provenir del contenedor de basura que estaba a su lado. Al principio no vio nada cuando se asomó por el borde. Estaba oscuro y sucio, lo que hacía difícil distinguir una forma de otra. Pero entonces la forma se movió y vislumbró dos brillantes ojos verdes.

—Hola. —dijo Connor con una sonrisa.

El gato que estaba dentro del contenedor le devolvió la mirada sin hacer ruido. Parpadeó una vez antes de bajar la cabeza desanimado, claramente mojado y miserable.

La bomba de Thirio de Connor pareció retorcerse. Puede que a él no le importara la lluvia, pero estaba claro que al gato sí. No estaba bien que estuviera atrapado allí.

Se impulsó para poder meter la mano en el contenedor y sus dedos rozaron el pelaje mojado y enmarañado del gato. El gato parpadeó y se estremeció bajo su contacto, antes de ponerse a olfatearle su mano.

—Soy un amigo, ¿ves? —le dijo al gato. —No te haré daño. Quiero ayudarte.

Podía sentir el cálido aliento del gato en su mano extendida mientras se la examinaba minuciosamente. Se lamió los labios una vez antes de volver a bajar la cabeza, aparentemente decidiendo que Connor no era una amenaza.

Conocía lo suficiente el lenguaje corporal de los animales como para saber que no era una invitación, pero tampoco un rechazo. Connor decidió arriesgarse. Se levantó más para poder meter la mano por debajo del gato e intentar levantarlo. El gato no atacó ni huyó, sino que su cuerpo quedó inerte. El pequeño fideo blando y empapado casi se le escapó de las manos cuando lo sacó de la basura.

—Me temo que no estoy mucho más seco que el basurero. —se disculpó Connor mientras lo acunaba contra su pecho. —Pero puedo llevarte a un sitio mucho más cómodo.

Mojado o no, el gato pareció decidir que los brazos de Connor eran preferibles. Se apretó contra ellos y apoyó su cabeza en la curva de su codo. Se tomó un momento para escanear a su nuevo amigo, y los resultados aparecieron en su visión casi al instante: Gato doméstico de raza mixta. Hembra. Sin esterilizar. Sin microchip. Y, para su sorpresa, muy embarazada.

—Hank es una persona que prefiere los perros. —le dijo a la gata mientras se dirigía a casa. —Pero dudo que su corazón se atreva a rechazar a una futura madre.

Al menos, Connor esperaba sinceramente que así fuera. Hank no se había llevado demasiado bien con los otros pocos animales que había traído a la casa. El patito y la ardilla se habían portado bien, pero había reaccionado de forma exagerada con el mapache.

Se acercó a la casa, el resplandor de las ventanas como un faro en el torrente lluvioso. Supuso que pronto descubriría la reacción de Hank.

Hank no entendía por qué el muchacho quería salir a pasear con toda aquella mierda. Pero era un adulto y podía tomar sus propias decisiones, por mucho que le estresaran. No podía evitar preocuparse por él. Connor le importaba y la preocupación era parte de ese paquete.

Sintió una oleada de alivio cuando la puerta se abrió y el sonido de la lluvia se intensificó.

—Será mejor que no mojes el piso. —le dijo al joven sin levantar la vista de la cena que estaba preparando en el microondas.

—No lo haré. —le prometió Connor con calma.

Escuchó cómo el androide se despojaba del abrigo y los zapatos junto a la puerta antes de dirigirse rápidamente al cuarto de baño.

Demasiado deprisa.

La preocupación de Hank se disparó de nuevo.

Abandonando el microondas, se dirigió él mismo hacia el cuarto de baño. La puerta estaba cerrada, lo cual era anormal en Connor. Rara vez se duchaba, e incluso cuando lo hacía, la modestia no era algo que le preocupara habitualmente. Después de todo, no era como si Hank fuera a irrumpir en la habitación. Pero una puerta cerrada significaba que el androide ocultaba algo.

—¿Estás bien ahí dentro? —preguntó Hank a través de la puerta, esforzándose por oír el más leve sonido de angustia.

—Sí. —respondió Connor, aunque había un tono extraño en él que hizo dudar a Hank de su sinceridad. —Todo está bien.

Escuchó el lavabo en funcionamiento, lo que no hizo más que aumentar su preocupación. Si Connor estuviera aseándose, usaría la ducha. No usaría el lavabo a menos que estuviera limpiando algo preciso. Como una herida.

Hank estaba a punto de llamarle la atención acerca de sus mentiras cuando un fuerte e infeliz maullido resonó en el espacio. La preocupación se convirtió en fastidio.

Oh, demonios, no.

—Connor, por favor, dime que no has traído otro maldito animal a mi casa.

Hubo silencio desde el otro lado de la puerta por un momento antes de que el androide respondiera tímidamente.

—Me temo que no puedo decirle algo así sin ser deshonesto.

Hank suspiró, abriendo la puerta de un empujón y tratando de prepararse para el espectáculo de mierda que iba a presenciar. Con Cole, habían sido ranas y bichos, no gatos y malditos mapaches. Connor iba a acabar con él.

El joven levantó la vista cuando entró. Seguía empapado, con el pelo pegado a la frente en lugares extraños y unos grandes ojos marrones que lo miraban inocentemente. El gato estaba en el fregadero, no del todo contento con el baño que Connor le estaba dando.

—Maldita sea, Connor. —dijo Hank.

—No podía simplemente dejarla allí, Hank. —le suplicó. —Estaba sola en un contenedor de basura, bajo la lluvia. No iba a sobrevivir sola.

Hank se apretó el puente de la nariz. Maldita sea este muchacho y su corazón sensible.

—No puedes salvar a todos los animales en peligro, simplemente no es posible, hijo.

—Lo sé. —admitió Connor. Devolvió su atención a la gata, limpiando suavemente la suciedad de su pelaje. —Pero no podía... no hacer nada. No cuando yo sé que puedo ayudar. —volvió a mirar a Hank y sus malditos ojos de cachorro se iluminaron al máximo. —¿Por favor, Hank? ¿Sólo por un poco de tiempo? Está embarazada.

Dios, el muchacho estaba haciendo todo lo posible por convencerlo en esta ocasión. A estas alturas ya debería ser inmune a las manipulaciones de Connor.

—Ugh, está bien. —dijo gruñendo. —Pero sólo por un tiempo. No te encariñes ni nada, no nos la vamos a quedar.

El rostro de Connor se iluminó con absoluta alegría.

—Gracias, Hank.

—Sí, sí... —ya se estaba arrepintiendo de aquello. —Tú te encargas de ella. Y no vayas a ponerle nombre ni nada. Lo digo en serio, no nos la vamos a quedar. A mí me gustan los perros, no los gatos.

Connor aceptó contento y Hank lo dejó para que terminara de limpiarse a sí mismo y a su nueva inquilina. Regresó su atención a su comida de microondas mientras la lluvia continuaba afuera. Hasta él tenía que admitir que habría sido cruel dejar a la gata a la intemperie con un clima como aquel.

Meses más tarde, Connor estaba buscando diligentemente buenos hogares para los cinco saludables gatitos.

Pero la gata, a la que Connor había bautizado como Perro, no iba a ir a ninguna parte.

Notes:

Si es que a alguien le interesa, los gatitos se llaman Cerdo, Vaca, Cabra, Rana y Pato.

Chapter 6: Día VI: Cuatro De Julio

Summary:

A Hank no le gustan los fuegos artificiales.

Chapter Text

Cuando era un niño, a Hank le encantaban los fuegos artificiales. Los colores brillantes que estallaban en el cielo nocturno, el olor a pólvora, los sonidos y las explosiones cuando estallaban siempre le producían una gran emoción.

Pero eso había sido antes, cuando era joven, antes de que conociera las realidades del mundo.

Antes de ser policía.

Otra explosión resonó por todo Detroit. Sacudió las ventanas. Ahora, los fuegos artificiales sólo sonaban como disparos. Sonaban a muerte.

Hank cerró sus ojos con más fuerza. El Cuatro de Julio era sin duda lo peor. Todo el maldito mundo y su puta madre hacían volar esas malditas cosas. No había descanso ni tregua. Sólo explosión tras explosión sin fin.

—¿Hank? ¿Está bien?

Él hundió su rostro en su almohada. No quería que Connor lo viera así.

—Sólo estoy cansado. —le mintió. Otra explosión le hizo estremecerse.

Connor permaneció en silencio y Hank se preguntó si se había ido. Esperaba que así fuera. Quería estar solo en su miseria.

Hank sintió que la cama se hundía un poco y una mano suave en su espalda.

—¿Qué pasa, Hank? —le preguntó Connor suavemente.

Dios, sonaba tan pequeño, tan inseguro, pero no se atrevió a responder. Era el primer Cuatro de Julio del muchacho, debería de estar ayudándolo a celebrar o algo así, no escondiéndose en su cuarto. La casa retumbó cuando un torrente de fuegos artificiales estalló en una sucesión rápida.

Carajo, eso no estaba sucediendo.

El peso en el lado de su cama desapareció, señal de que Connor se había levantado, y por un momento, él consideró el rogarle que regresara.

Connor no se fue por mucho tiempo. Antes de que estallaran las siguientes explosiones, el androide regresó, acompañado de un fuerte jadeo y un leve tintineo.

—Buen perro, Sumo. Arriba.

Hank no tuvo tiempo de protestar antes de que el gigantesco San Bernardo se uniera a él en la cama. El enorme perro se acomodó a su lado jadeando suavemente. Iba a hacer un comentario, cuando la cama volvió a hundirse, esta vez de forma más severa bajo todo el peso del androide cuando éste se recostó.

—¿Qué carajos estás haciendo? —le exigió saber Hank, levantando la vista por primera vez aquella noche.

Connor no le contestó. En lugar de eso, atrajo a Hank hacia él, apoyando la cabeza del hombre contra su pecho. Pudo sentir los latidos de la bomba de Thirio del joven, fuertes y profundos. Su respiración artificial era lenta y deliberada. Calmante. Firme. Tranquilizadora.

Justo como Hank solía hacer por él cuando estaba alterado o asustado.

—Mierda. —dijo en un susurro, rindiéndose al abrazo mientras otra serie de fuegos artificiales rasgaban el cielo. Debía de estar hecho una mierda si Connor consideraba que esto era necesario.

La mano de Connor comenzó a hacer círculos en su espalda.

—Todo va a estar bien, Hank. —le dijo.

Sumo se apretó contra su espalda. Connor lo abrazó con fuerza. De algún modo, aquella combinación pareció mitigar la ansiedad provocada por la siguiente ráfaga de explosiones.

—Lo sé. —respondió a lo que Connor le aseguraba y, con su familia allí, con él, realmente lo creyó. —Lo sé, voy a estar bien.

Chapter 7: Día VII: Cubos De Hielo

Summary:

Nunca. Le. Hagas. Una. Broma. A. Connor.

Chapter Text

Connor profirió un grito indigno y asustado cuando el cubo de hielo se deslizó por la parte de atrás de su camisa. Se levantó del sofá como si se hubiera electrocutado, y el movimiento hizo que el objeto cayera sin más ceremonia sobre la alfombra.

Hank no pudo evitar reírse de forma descontrolada.

—Dios, muchacho. Debería de haber grabado eso.

La expresión de Connor era por entero nada divertida.

—Eso no fue gracioso, Hank. —lo reprendió.

—Tienes razón. —coincidió, todavía riéndose. —Fue hilarante.

—Lamento no estar de acuerdo. —contradijo Connor, recogiendo el hielo del suelo para que no hiciera un desastre. Se dirigió a la cocina, depositándolo en el lavadero.

Hank se limitó a negar con la cabeza, sin dejar de sonreír. Se sentía un poco mal, no había querido hacer enfadar de verdad al muchacho, pero al fin y al cabo era una broma inofensiva.

—Ah, vamos, Connor, no fue algo tan malo.

Se secó las manos con la toalla de cocina antes de dirigirse de nuevo a Hank.

—Aun así fue desagradable.

—Eh, estoy seguro de que me la devolverás más adelante. —dijo despreocupadamente.

Connor pareció congelarse por un momento antes de que una sonrisa propia se le dibujara en el rostro.

—Sí, supongo que lo haré. —admitió.

A Hank no le gustó cómo lo dijo. Una sensación de aprensión lo recorrió.

—Quiero decir, sólo fue un cubo de hielo. No vas a hacer ninguna locura, ¿verdad?

Connor volvió a la sala y se sentó en el sofá. Su postura era perfecta. Demasiado perfecta, tranquila y controlada. Era inquietante.

—Creo que esto es algo subjetivo, teniente. —le respondió con calma.

El hecho de que utilizara su título no contribuyó en absoluto a calmar la inquietud de Hank. Tenía la clara sensación de que acababa de cometer un grave error.

Por supuesto, tenía razón.

Durante los dos días que siguieron, Hank encontró cubos de hielo por todas partes. En la cafetera, en sus zapatos, en cada maldita taza de la alacena. Era un no parar. Él ni siquiera sabía cómo era que el muchacho lo estaba haciendo. Se deshizo del hielo en el congelador, pero eso no cambió nada. Incluso en la comisaría, al abrir el cajón de su escritorio se encontró con que había sido colocado al revés y el hielo se había esparcido por todo el suelo.

Cada vez que regañaba a Connor por ello, éste adoptaba una expresión absurdamente inocente y fingía ignorancia, como si hubiera alguien más que pudiera estar haciéndolo.

Hank había intentado desquitarse un par de veces, pero había tenido el mismo éxito como el que tuvo para conseguir que el androide se detuviera. Estaba harto de esta mierda y oficialmente estaba listo para tirar la toalla.

Hank dejó que el agua caliente de la ducha lo bañara. El chico era bueno, eso lo reconocía. Cuando tomó la botella de shampoo, escuchó un suave crujido.

Alguien había abierto la puerta del baño.

—¿Connor? —llamó Hank con cautela.

Los años de servicio en el cuerpo policial le habían enseñado a confiar en los malos presentimientos que le invadían.

La única respuesta que obtuvo fue una bolsa de hielo entera siendo descargada sobre la cortina de la ducha.

—¡Mierda! ¿Qué demonios? —gritó, tratando instintivamente de alejarse del torrente. —Connor, eres un imbécil.

Al otro lado de la cortina pudo escuchar la risa del androide. Hank tomó un buen puñado de cubos de hielo derritiéndose y apartó la cortina de plástico lo suficiente como para arrojarle aquel desastre de agua. La risa de Connor no hizo más que intensificarse mientras esquivaba el tiro sin puntería.

—¿Qué pasa, Hank? —le preguntó burlón. —Es sólo hielo.

—Vete al carajo. —le respondió, pero era realmente difícil enojarse con el muchacho cuando se estaba riendo de esa manera. —Ya entendí, de acuerdo. No debo meterme contigo, carajo. No volveré a cometer ese error, ¿de acuerdo?

La risa de Connor se había disipado, pero él seguía sonriendo.

—¿Esto significa que quiere que me detenga?

—¡Por el amor de Dios, sí!

La sonrisa del joven se volvió menos burlona y más genuina.

—Muy bien. —aceptó. —Supongo que sólo es divertido si a uno no le molesta de verdad. Espero no haber llevado las cosas demasiado lejos.

Hank no pudo resistir el sonreírle.

—Eh, no pasa nada. —le dijo. —No puedo decir que no esté impresionado. Alguna vez deberíamos probarlo con alguno de nuestros compañeros.

—Eso podría ser divertido. —aceptó Connor.

—Reed no va a saber qué lo golpeó. —dijo, riéndose entre dientes. Levantó otro cubito de hielo y se lo tiró a Connor a la cabeza. —Ahora piérdete. Tengo que terminar de bañarme.

Connor asintió, dirigiéndose hacia la puerta.

—Tendré la cena lista para cuando termine. —le prometió antes de marcharse.

—Gracias, muchacho. —le dijo Hank tras él.

Cerró la cortina y finalmente tomó el shampoo. Tenía que terminar de darse su —ahora —baño helado.

Chapter 8: Día VIII: El Calor De La Noche

Summary:

Connor está teniendo dificultades para dormir.

Chapter Text

—Estoy bien, teniente. —replicó Connor, aunque su tono le sugería lo contrario incluso a él.

Hank se limitó a levantar una ceja ante la inusualmente brusca respuesta a su pregunta, sobre si el androide se encontraba bien o no. Su expresión lo decía todo.

—Yo... lo siento. —se disculpó Connor de inmediato. Se inclinó hacia adelante, apoyando la cabeza en una de sus manos. Sabía que su L.E.D. debía de estar encendido de color amarillo en ese momento.

El teniente se inclinó más cerca, y le habló en voz baja para no llamar la atención del resto de la comisaría.

—¿Me vas a decir qué está pasando? —le insistió. La expresión de su rostro le indicó que no aceptaría un "no" por respuesta.

El joven suspiró, algo que había aprendido del otro hombre, ya que no tenía ninguna función práctica para él.

—Mi... batería está baja. —admitió finalmente.

—¿Tu... batería? ¿Quieres decir que estás de mal humor solo porque estás cansado? —especuló Hank.

—De cierta forma.

Connor se apretó las sienes justo por encima de la parpadeante luz amarilla. Se imaginaba que así se sentía el dolor de cabeza en los humanos. Era, como mínimo, desagradable.

Hank lo consideró por un momento, más preocupado que irritado.

—Tus niveles... ¿De qué tan bajo estamos hablando?

El joven consultó el indicador de su batería antes de responder.

—Dieciocho por ciento restante. —dijo con un suspiro.

—¡Dieciocho... demonios, Connor! —maldijo el teniente. —Creí que habías dormido anoche, ¿por qué no has podido recargarla?

—Lo intenté. —se quejó Connor. Estaba frustrado con sus propios sistemas y aquello estaba brotando más bien como un lamento. —Lo intenté, pero no pude entrar en modo reposo. Llevo un par de días sin poder conseguirlo.

—Mierda. —dijo, casi en voz baja. —¿Estás roto o algo así? ¿Necesitas ir a Nueva Jericho? ¿Por qué no dijiste algo antes?

Connor sacudió la cabeza.

—He realizado múltiples diagnósticos, no detecto nada malo. —miró a Hank, probablemente pareciendo tan miserable como se sentía. —No sé por qué estoy funcionando mal.

—Ok, de acuerdo. —Hank suspiró para sí mismo, tratando de reprimir su creciente estado de pánico. No tenía ningún deseo de descubrir qué le pasaría a Connor si su batería llegaba a cero. Se acercó y apagó su computadora. —Nos vamos a casa, y tú a la cama.

—Pero... —empezó a protestar, con la intención de terminar su jornada laboral.

—No. —lo interrumpió. —Te irás a la cama aunque tenga que obligarte.

Hank lo tomó del brazo, con toda la intención de sacarlo a rastras de la comisaría si era necesario. Connor protestó un poco más, pero al final no tuvo nada que decir. En veinte minutos estaban en casa y el teniente lo estaba acostando en la cama.

—Hank... —dijo Connor sin dejar de quejarse. —si no he podido dormir las últimas noches, ¿por qué iba a ser diferente ahora?

Hank negó con la cabeza y le dio un suave empujón, instándole a recostarse.

—Vamos a averiguar por qué no puedes y a solucionarlo. —le insistió.

Connor le dirigió una mirada escéptica, pero se acostó de todos modos. Cerró los ojos e inició su protocolo de modo reposo.

Durmió sin problemas.

Horas más tarde, Connor se despertó, bien descansado, pero confundido. Salió de su habitación. Hank estaba sentado ante la mesa de la cocina leyendo una revista y tomando una taza de café que confiaba sinceramente en que fuera descafeinado para esas horas.

—¿Dormiste bien? —le saludó al entrar.

—Sorprendentemente. —admitió Connor. Tomó asiento frente a él a la mesa, incapaz de ocultar la expresión de desconcierto de su rostro. —No puedo determinar por qué he estado teniendo problemas, tan solo para que el problema no se repita ahora.

Hank se encogió de hombros, dándole otro trago a su café.

—Mientras ya no sea un problema, ¿a quién diablos le importa?

—Supongo. —coincidió él, inseguro. —Pero preferiría conocer la causa para evitarlo en el futuro.

El futuro sería, al parecer, aquella noche. Por más que lo intentaba, Connor no podía iniciar su modo reposo a su hora habitual de dormir. Le ocurría una y otra vez. Podía tomar una siesta durante el día, pero dormir por la noche le resultaba imposible. A pesar de que conservaba la energía de su batería, se estaba irritando rápidamente con la situación.

—Muy bien, vamos a pensar en esto. —le dijo Hank, tratando de ayudar. —¿Cuál es la diferencia con dormir una siesta o dormir por la noche?

Ninguna. —le insistió Connor. —Lo único que cambia es la hora del día. ¿Por qué tendría eso que marcar tanta diferencia?

Hank negó con la cabeza, desconcertado.

—Ni idea. ¿Estás seguro de que no haces nada diferente?

—Estoy seguro. Hago todo lo demás exactamente igual. —se pasó las manos por el cabello, jalando los mechones artificiales. En su frustración, no le importó que se estuviera despeinando. —No lo entiendo. La única otra diferencia es Sumo.

—Espera, ¿Sumo?

—Sí. —asintió Connor, con sus manos todavía entre su cabello. —Él me acompaña en la cama por las noches, pero por lo general no lo hace si sólo estoy tomando una siesta.

—¿Un calentador de casi doscientas libras? —Hank pareció tener una idea, pero Connor no pudo captarla. —¿Lo dejas dormir en tu cama?

—Sí. ¿Qué tiene de malo?

Hank dejó escapar un profundo suspiro.

—Muchacho, dijiste que desconectas todas las funciones no necesarias cuando duermes, ¿verdad?

Connor seguía sin ver a dónde quería llegar, pero confiaba en que el teniente se lo explicaría.

—Así es. Permite que mi batería se cargue más eficientemente.

—¿Tu calibrador de temperatura, o lo que sea, es una de esas cosas?

Él asintió, apartando sus manos de su cabeza y prestándole a Hank toda su atención.

—Sí, es una de las funciones que desactivo. —le confirmó.

Hank suspiró de nuevo, apretándose el puente de la nariz.

—Connor, te estás sobrecalentando. —le dijo sin rodeos. —Ése es tu problema. No puedes dormir porque tienes demasiado calor.

Connor parpadeó, asimilando lo que el hombre decía.

—Eso... solo sobrecargaría mis sistemas. Me impediría un ciclo de descanso adecuado. —reconoció.

El teniente no pudo evitar reírse, aparentemente divertido ante el motivo más bien mundano de su problema.

—Dios, Connor. Realmente no pensaste bien todo eso, ¿verdad?

Sonrió ligeramente, no particularmente contento de ser la causa de la diversión de Hank, pero aliviado de tener una respuesta a su problema.

—Supongo que no. —admitió, algo avergonzado. —Sumo se va a molestar mucho.

Chapter 9: Día IX: Comida Al Aire Libre/Picnic

Summary:

Connor conoce a la familia distante de Hank.

Chapter Text

—Tienes un maldito espectáculo de luces por allá. Cálmate, muchacho.

Connor logró calmar el rápido parpadeo de su L.E.D. pero eso no hizo nada para aliviar su creciente preocupación.

—¿Y si no les agrado?

Hank se detuvo en uno de los lugares de estacionamiento y dejó el auto encendido unos instantes antes de apagar el motor.

—Te van a adorar, no te preocupes por eso.

Miró por la ventana, sin hacer ningún esfuerzo por salir del auto, a pesar de que se estaba calentando rápidamente ahora que el aire acondicionado estaba apagado. Un gran grupo de personas ya se había reunido para asistir a la carne asada, todos ellos estaban relacionados con Hank de una forma u otra.

—Pero... son su familia. —le dijo en voz baja, como si eso lo explicara todo.

—Tú eres mi familia, Connor. —le insistió Hank. —Eres mucho más importante para mí que todos los que están ahí afuera. Si pasa algo, o te sientes incómodo, nos iremos. Sin hacer preguntas, ¿de acuerdo?

—De acuerdo. —accedió Connor. Él sabía lo importante que era esto. Hank había estado prácticamente alejado de su familia durante años, no quería echar a perder esta oportunidad para él.

Hank le dedicó una sonrisa alentadora antes de salir del vehículo y dirigirse hacia la multitud. La actividad era casi abrumadora. La gente hablaba y reía a carcajadas en grandes grupos y los niños corrían de un lado a otro, abriéndose paso entre las mesas y otras personas. Connor tuvo que desactivar por sí mismo sus protocolos de autodefensa en medio del caos.

—¡Hank! ¡Ya llegaste! —le gritó una anciana. Se abrió paso entre la multitud hasta llegar junto a ellos. —Me alegro mucho, me preocupaba que no vinieras.

Hank aceptó el abrazo de la mujer.

—Hola, tía Sara. —la saludó.

Ella se apartó, con la sonrisa aún en el rostro, antes de dirigirse a Connor. Hank se preparó para lo peor, pero la sonrisa de la mujer se amplió, las arrugas de su sonrisa se marcaron y sus ojos se iluminaron de pura alegría.

—Y tú debes de ser Connor. —le dijo emocionada.

—Sí, a-así es. —respondió Connor, reprendiéndose mentalmente por el breve tartamudeo.

Sin previo aviso, se vio envuelto en un abrazo. A Connor le tomó por sorpresa, la única persona que realmente lo abrazaba con regularidad era Hank, pero le devolvió el gesto de forma instintiva. La anciana era sorprendentemente fuerte para su edad.

—Es un placer conocerte. —le dijo, dándole un suave apretón.

—La tía Sara es hermana de mi padre. —explicó Hank cuando ella la soltó. —Gran parte de la familia de aquí es de su parte.

—Encantado de conocerla, señora. —le dijo Connor con sinceridad. No se había esperado una bienvenida tan calurosa.

Ella se rió, antes de volver a mirar a Hank.

—Qué educado, ¿verdad?

—Sí, ni idea de dónde habrá sacado eso, te aseguro que no ha sido de mí. —Hank también se rió, apoyando una mano en su hombro. —Aunque puede ser bastante pesado cuando se le da la gana.

La risa de ella se calmó, pero mantuvo su sonrisa.

—Bueno, de cualquier manera, no me llames señora. —le dijo. —Me hace sentir vieja. Llámame Sara. O tía Sara, si quieres. —Connor estaba a punto de responder, pero ella no le dio mucha oportunidad, evidentemente emocionada por presentarle a todos los demás. —Vamos. —lo animó. —Deberías conocer al resto de la familia.

Los siguientes minutos fueron un torbellino. Connor fue presentado a gente a diestra y siniestra. Todos lo saludaron con distintos niveles de interés y amabilidad. Para su alivio, ninguno parecía particularmente hostil hacia él. Si él no hubiese sido un androide, no habría tenido ninguna posibilidad de recordar a todo el mundo.

Connor había empezado a relajarse cuando sintió que una mano jalaba el borde de su camisa. Se giró, sobresaltado, para ver a un niño de nueve años que lo miraba fijamente. Michael, según su procesador, el nieto de Sara. Le habían señalado al niño, pero no lo conocía personalmente.

—Guau. —dijo el niño, sin tratar de ocultarle que estaba mirando fijamente a su L.E.D. —Realmente eres un androide.

—Así es. —respondió Connor.

—¡Genial! Estás en mi equipo.

Connor frunció el ceño, confundido.

—¿Equipo?

—¡No es justo! —le gritó desde lejos una niña de unos siete años. —¡Ya tienes al tío Hank!

Michael agarró posesivamente el brazo de Connor.

—Puedes quedarte con el tío Hank, yo lo quiero a él. —le anunció.

—Bien. —dijo la niña, Clair, si no recordaba mal. —Aun así te vamos a ganar.

—Perdón. —dijo Connor, tratando de obtener una aclaración. —¿De qué trata todo esto?

Hank fue quien le respondió, dejándole caer algo frío y húmedo en la parte superior de la cabeza. Rodó y Connor atrapó el globo de agua antes de que cayera al suelo.

—No sería una parrillada Anderson sin una pelea de globos de agua. —dijo entre risas.

Connor miró el globo de agua en su mano.

—¿Una... qué?

—Ya lo descubrirás. —le aseguró Hank.

Sin embargo, había un brillo travieso en sus ojos, del que Connor había aprendido hacía tiempo a no confiar. Y tuvo razón cuando empezó la "pelea".

De acuerdo con la supuesta regla del "reparto", él estaba en el equipo de Michael. Hank estaba con Clair. La mayoría del resto de la familia se había dividido por algún sistema arbitrario que Connor no pudo entender. Como parecía ser una actividad recreativa, pensó que en realidad no importaba.

Connor entendió el juego con rapidez y sólo recibió un globo en un costado de la cabeza antes de que el objetivo le quedara claro. Sus programas de combate le resultaron útiles. El otro equipo no estaba entrenado militarmente, así que sus ataques eran relativamente sencillos de descifrar. Localizó las amenazas más serias casi al instante.

Carter, un jugador de béisbol de preparatoria, estaba demostrando ser formidable. Tenía buena puntería y un brazo fuerte. Matt no tenía la técnica de lanzamiento de su hermano, pero era rápido. Luego estaba Hank, que al parecer lo tenía en la mira a él específicamente.

El juego continuó hasta que se acabaron los globos de agua. Hank se acercó, casi jadeando por el esfuerzo.

—Mierda, me estoy haciendo demasiado viejo para esto. —dijo jadeando. Se apoyó en el hombro de Connor. —La próxima vez, te obligaremos a desactivar esos sofisticados programas de pre-construcción que tienes.

Connor sonrió, notando que estaba considerablemente más seco que los otros combatientes. Aunque no se había declarado ningún "ganador", se sintió orgulloso de que probablemente había sido su equipo.

—Estoy seguro de que podría vencerle incluso sin ellos, Hank.

—Bastardo sinvergüenza. —dijo en voz baja, pero no había ninguna malicia en su comentario.

Todos se dirigieron a las mesas de picnic, obedeciendo al aviso de la tía Sara de que era hora de comer. Connor se sentó junto a Hank, disfrutando de escuchar la charla mientras todos colocaban sus comidas en platos de papel. Michael se sentó a su otro lado, relatando con exagerado detalle los acontecimientos de la pelea de globos de agua. Se sintió relajarse.

Una mano en su hombro lo tomó desprevenido. Levantó la vista y vio a la tía Sara sonriéndole.

—¿Puedo hablar contigo un momento, cariño? —le preguntó.

Los niveles de estrés de Connor se dispararon, preguntándose si había hecho algo mal. —Por supuesto. —le respondió, haciendo a un lado sus temores. Hank le dedicó una sonrisa alentadora mientras él se levantaba para seguirla.

Ella lo guio hasta una pequeña hielera escondida debajo de la mesa de comida.

—Hank dijo que tú no comes. —le explicó. —Pero no queríamos que te quedaras sin consumir nada. Sólo teníamos que mantenerlo alejado de las otras bebidas, para que los niños no pensaran que era jugo.

Abrió la hielera y le mostró varias botellas de Thirio.

—Gracias. —le dijo, casi asombrado, mientras tomaba una. Evidentemente, nadie parecía saber cuánto llegaría a necesitar, ya que allí había mucho más de lo que podía consumir, pero la amabilidad del gesto casi lo hizo llorar.

—Es lo menos que podemos hacer, querido. —le dijo Sara. Le colocó suavemente una mano en el hombro. —No nos alcanzan las palabras para agradecerte... todo. Lo que has hecho por Hank... sinceramente, estábamos seguros de que lo perderíamos antes de que tu llegaras a su vida.

—Él... Hank ha hecho más por mí de lo que jamás podría compensarle. —respondió Connor. —Realmente yo no he hecho mucho.

No estaba seguro de qué más decir. Sabía que Hank había mejorado, pero que le agradecieran por ello como si él hubiese sido el único factor en ello le incomodaba. La gratitud seguía siendo algo que le resultaba difícil de aceptar.

Sara le dio una ligera palmadita en el hombro, sin que su cálida sonrisa flaqueara en ningún momento.

—Y también eres humilde, no me extraña que Hank te tenga tanto cariño. —le soltó el brazo haciéndole un gesto para que volviera a la mesa con el resto de la familia. —No importa. Sólo quiero que sepas que todos te estamos agradecidos.

Connor no estaba seguro de qué decir, su programa de relaciones sociales estaba fallándole, pero a Sara no pareció importarle su falta de respuesta. Se limitó a sonreírle una vez más, y la expresión lo tranquilizó mientras caminaban de regreso.

—Bienvenido a la familia, Connor.

Él le devolvió la sonrisa antes de sentarse junto a Hank. Una sensación de alegría lo recorrió mientras asimilaba lo que le acababan de decir.

Tenía una familia.

Chapter 10: Día X: A Nadar

Summary:

El grupo de Jericho le enseña a Connor a nadar.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Las tensiones habían sido excesivamente altas en Nueva Jericho. Un nuevo proyecto de ley en materia de derechos para la población androide estaba a punto de aprobarse, pero se encontraban atrapados en el juego de la espera. Mientras los tribunales deliberaban, los líderes de Jericho no pudieron hacer otra cosa que esperar pacientemente con tensa expectación. Era, en una palabra, estresante.

Así que era la ocasión perfecta para tomarse un descanso y relajarse.

North lo había decidido. Había declarado en voz alta que nunca antes había estado en una playa, una afirmación que todos compartían a excepción de Markus, que había acompañado a Carl a su casa del lago en una ocasión, cuando gozaba de mejor salud. La idea de relajarse en la arena, lejos de la mirada pública, era demasiado atractiva para que cualquiera de ellos la dejara pasar.

—Siempre me olvido de que tu padre es rico. —comentó Simon cuando llegaron.

Carl les prestó gustosamente la casa de la playa para la excursión, contento de que se tomaran un descanso y de que le dieran uso.

—¿Y tú te sigues olvidando de que es uno de los principales financiadores de Nueva Jericho? —dijo Markus entre risas.

North le propinó un leve y afectuoso codazo.

—Creo que lo que él quiere decir es que sigue olvidándose de que eres un niño rico.  —bromeó ella. —Y ahora vámonos, no estoy aquí por la casa. ¿Dónde está el lago?

Era una pregunta retórica, ya que el lago era perfectamente visible desde donde estaban. Ella tomó los brazos de las dos personas más cercanas a ella y se los llevó hacia adelante. Condujo al grupo hasta la arena, con Markus en una mano y Connor en la otra.

North les había insistido en que invitaran a Connor a que se les uniera en cuanto se confirmara el viaje, algo a lo que todos accedieron con entusiasmo. El único que se había mostrado indeciso al respecto había sido el propio Connor, pero ya se lo esperaban. Siempre parecía vacilar ante cualquier cosa que no implicara trabajo.

Los cinco se dirigieron a la playa, Josh se quedó un poco atrás mientras llevaba algunas de las provisiones que habían traído.

—Es hermoso. —comentó.

Y realmente lo era. El día era agradablemente cálido y no había demasiado viento, por lo que las olas eran suaves. Unas nubes esponjosas flotaban en el cielo azul. El día era perfecto.

—¡Hay una red de voleibol! —exclamó North con entusiasmo. —estaba un poco deteriorada, el tiempo se había encargado de deteriorarla después de haber estado a la intemperie durante los dos últimos años, pero todavía era funcional. —Compramos un balón, ¿verdad?

Josh soltó la bolsa que llevaba, abriéndola para examinar su contenido.

—Creo que sí. Ah, aquí está.

Él le lanzó la pelota a North, que la atrapó fácilmente. —Me parece bien que hagamos eso primero. —dijo Simon, que parecía entusiasmado por jugar. —¿Cómo vamos a formar los equipos?

—Puedo simplemente observar si eso facilita las cosas. —propuso Connor, hablando por primera vez desde que habían salido de Nueva Jericho.

North frunció el ceño ligeramente. Sabía que Connor era como un pez fuera del agua en las situaciones de socialización, pero ellos eran sus amigos. No había ninguna maldita posibilidad de que lo dejaran fuera. Abrió la boca para expresar su objeción, pero Markus se le adelantó.

—Oh, no, no lo creo. —dijo él, con una nota divertida en su voz, pero una expresión amable y comprensiva. —Te vas a divertir, lo quieras o no.

—Pero si somos cinco. —objetó Connor. —Los equipos no van a estar igualados.

—Yo no veo ningún problema con eso. —intervino Simon. —Markus y tú pueden formar un equipo contra nosotros tres.

—Sí. —secundó North. —Me encantaría ver de lo que ustedes, los elegantes modelos RK, son capaces.

—Oh, esto suena divertido. —dijo Josh también de acuerdo.

Y fue divertido. Con los equipos decididos, comenzaron el juego y Connor asumió el desafío como lo hacía con todo, con una eficiencia de grado militar. Al final, se decidió por unanimidad que la próxima vez, él y Markus tenían que estar separados.

—Bueno, no sé ustedes... —anunció Simon. —pero yo estoy listo para ir a nadar.

La sugerencia fue recibida con entusiasmo general por casi todos. No fue hasta que estuvieron en el agua que North se dio cuenta de que Connor no se había unido a ellos. A juzgar por la expresión de decepción de Markus, supuso que él se había dado cuenta más o menos al mismo tiempo.

—Iré a hablar con él. —se ofreció North, que ya se dirigía hacia la orilla sin esperar a recibir una respuesta.

Connor se había sentado en la arena, cerca del agua. A primera vista, parecería relajado, pero North lo conocía lo suficiente como para reconocer la cautelosa tensión de su postura. La miró cuando se acercó, pero no dijo nada.

—¿Qué te pasa, Connor? —preguntó ella, directa al asunto.

—No pasa nada. —insistió él.

North se sentó a su lado y le dirigió una mirada escéptica.

—¿Entonces por qué no viniste con nosotros? Sabes muy bien que te queremos aquí, ¿verdad?

Ella sabía que él tenía problemas con el hecho de que se sentía fuera de lugar, como si no perteneciera al grupo, pero ella había esperado que él ya hubiese entendido que ellos eran sus amigos.

—Lo sé, no lo dudo. le dijo él. —Me gustaría unirme a ustedes, pero me temo que no es una posibilidad. No tengo un programa de natación.

North frunció el ceño.

—¿No sabes nadar? Pero si ese es un programa estándar. ¿Por qué no lo habrá incluido CyberLife en ti? ¿Qué planeaban hacer si te caías a un río o algo así durante una investigación?

Connor se encogió de hombros.

—Mi memoria se habría cargado en una nueva unidad y la habrían enviado para sustituirme.

La manera despreocupada en la que lo dijo no disminuyó en nada la manera en que aquello pareció darle un golpe a North a la cara. A veces era fácil olvidar que CyberLife lo había construido para ser esencialmente desechable. Cada vez que ocurría, ella sentía un dolor en su bomba de Thirio.

—Bueno, eso es una estupidez. —le dijo. Ella se levantó, haciéndole un gesto para que la siguiera. —Vamos.

Connor parecía desconcertado, pero hizo lo que ella le indicaba.

—Si no te dieron el programa adecuado, te ayudaremos a escribir el tuyo. —le explicó North mientras lo guiaba hacia el agua.

Los otros se acercaron nadando y captaron el final de la conversación en el proceso.

—Connor... —le preguntó Josh. —¿Por qué no nos dijiste que no sabías nadar?

—No parecía tan importante. —respondió.

Su L.E.D. parpadeaba en color amarillo mientras miraba el agua a su alrededor. Sólo le llegaba hasta la cintura, pero aun así parecía preocuparle.

Markus le rodeó suavemente los hombros con un brazo.

—No dejaremos que te pase nada. —le prometió. —Si te parece demasiado, siempre puedes parar. Queremos que te diviertas.

Connor lo miró y asintió, todavía un poco dudoso.

—Supongo que saber nadar probablemente sería beneficioso. —accedió.

Las siguientes horas transcurrieron enseñándole al prototipo más avanzado de CyberLife a mantener su cabeza fuera del agua. North no pudo evitar encontrar divertido el hecho de que se las arreglara para parecer un ciervo recién nacido, usando las piernas inútilmente de forma descoordinada mientras intentaba mantenerse en el agua. Pero, para cuando llegó la tarde, Connor había logrado adaptar su código lo suficiente como para adecuarlo a lo más básico. Era todavía un poco torpe, pero ya no tendrían que preocuparse de que fuera incapaz de mantenerse a flote.

Los cinco se quedaron descansando en la playa, disfrutando del resto de la noche alrededor de una pequeña hoguera. North observó que Connor por fin parecía relajado, sonriente y con su L.E.D. iluminado de color azul mientras charlaba con Simon y Josh. Era algo maravilloso de ver.

—Creo que hoy lo hicimos bien. —le dijo Markus en voz baja mientras se acomodaba a su lado.

Ella se abrazó a él con una sonrisa.

—Sí, yo también lo creo. —coincidió ella.

Notes:

¡Lamento mucho mi ausencia! Perdon, pero parece que la maldición del autor de AO3 si existe, y se extiende también a nosotros los humildes traductores. Gracias al cielo, ya estoy mejor, y voy a meterle ganitas porque el siguiente trabajo es exclusivo de diciembre.

Chapter 11: Día XI: Cielo Nocturno

Summary:

Hank lleva a Connor a ver las estrellas.

Chapter Text

—Bueno, ¿qué te parece?

Por un momento, Connor no pudo encontrar las palabras para explicar cómo se sentía.

—Hay muchísimas... —exhaló. Tenía el cuello levantado para mirar hacia arriba, mirando fijamente la vasta extensión del cielo nocturno. —Yo pensaba que mis sensores ópticos eran adecuados a la hora de filtrar la contaminación lumínica, pero esto...

—Nada supera el poder salir de la ciudad. —coincidió Hank, soltando una ligera risa.

Connor volvió a mirarlo. Estaba cómodamente sentado en una silla de jardín, con una cerveza en la mano, y también estaba contemplando las estrellas.

Hank había decidido hacía una semana que los dos necesitaban un descanso. Así que, ese fin de semana, había preparado el auto para ir a un "viaje de campamento familiar" para "volver a entrar en contacto con la naturaleza y esas tonterías". Como no iba a interferir con sus obligaciones de trabajo, Connor no había discutido. Y se alegraba de no haberlo hecho. Esto era agradable.

Volvió a mirar al cielo.

—Esto es precioso. —dijo.

—Sí, lo es. —coincidió Hank. La silla hizo un ruido al mover su peso sobre ella. —¿Conoces alguna constelación?

Connor volvió a mirar al hombre antes de contestar.

—No, pero podría consultarlas fácilmente si así lo desea.

—No, no las investigues. —le dijo con un gesto de su mano. —Mi padre me enseñó un montón cuando era niño. Puedo enseñártelas a ti, si quieres.

—Eso me gustaría. —dijo Connor sonriendo. Un escalofrío recorrió su cuerpo, como ocurría cada vez que Hank le decía de manera tan casual que lo apreciaba como a un hijo. El concepto de una familia seguía desconcertándolo, pero a pesar de todo le encantaba. Hank era mucho más de lo que jamás podría esperar de un padre.

Hank le hizo señas para que se acercara y él obedeció, colocándose agachado junto a la silla para estar más o menos en el mismo ángulo y que le resultara más fácil poder señalarle las agrupaciones correctas de estrellas.

—Muy bien, a ver si me acuerdo de todo. ¿Ves esa gran hija de puta brillante de ahí? Él señaló una estrella especifica y Connor asintió siguiendo su línea de indicación. —Esa es la Estrella del Norte.

—También conocida como Polaris. Los marineros la utilizaban para navegar, ¿no es así? —añadió Connor.

Hank le dio un manotazo en el brazo a modo de regaño.

—Oye, te dije que no buscaras ninguna mierda. Yo te estoy enseñando esta mierda, no el internet.

—Perdón. —se disculpó Connor con una sonrisa culpable.

Y apagó su conexión a internet manualmente para no caer en la tentación de hacer más búsquedas.

—Bien. —continuó Hank. —Como iba diciendo, esa es la Estrella Polar. Si la sigues a lo largo de esa cadena de estrellas, verás a la Cucharita Menor.

Connor trazó el camino según se lo habían indicado, memorizando el mapa que Hank le estaba exponiendo.

—¿Se llama así porque parece una cuchara? —dedujo.

—Sí, ese debe ser el caso. ¿Ves esas cinco estrellas de ahí? —las señaló y Connor volvió a asentir. —Se llaman Casiopea. Sinceramente, no tengo ni idea de por qué, pero así es. Estoy jodidamente seguro de que no se parece a nada.

Él asintió, tampoco sabría por qué sin hacer una búsqueda, pero la añadió a su mapa estelar.

Hank volvió a señalar.

—Esas tres en línea de ahí son el Cinturón de Orión. Yo... no recuerdo cuáles son el resto de Orión, pero de todas formas, la gente sólo habla del Cinturón.

—Supongo que es la parte más identificable de la constelación. —razonó Connor.

—Sí, probablemente... —se mostró de acuerdo. Hank le dirigió brevemente una mirada curiosa antes de señalar otro grupo de estrellas. —Esta te gustará. Esa de ahí es el Gran Perro.

—¿El qué? —Connor frunció el ceño. —Hank, no creo que eso sea una constelación.

—Te dije que no buscaras una mierda en Google.

—No estoy haciéndolo. —se defendió. —Es solo que nunca había oído hablar de ella.

—Sí, pues ahora sí. —le insistió Hank. —Ese es el Gran Perro. ¿Ves la cola?

—Yo... supongo que sí. —todavía estaba bastante seguro de que aquello no era exacto, no se parecía más a un perro que Casiopea, pero lo añadió a su mapa a pesar de todo.

Hank continuó señalando varios grupos de estrellas, asignándoles nombres y semejanzas que Connor estaba cada vez más seguro de que no estaban avalados científicamente. Sin embargo, no le importó. Le gustaron el Velociraptor y el Mono. Le divirtió mucho ver al Tejón con una Seta. El Pez Koi le gustó muy en especial.

Una vez que decidieron que era hora de dar por terminada la noche y Hank se fue a dormir, Connor volvió a encender su conexión a Internet. Comparó un mapa estelar oficial con el que había elaborado aquella noche. Tal y como esperaba, había numerosas discrepancias.

Pero no le importó. A Connor le gustaba más la versión de Hank del cielo nocturno.

Chapter 12: Día XII: Girasoles

Summary:

Connor hace un nuevo amigo.

Chapter Text

En realidad ni siquiera había pretendido venir aquí. Markus había convocado a Connor a Nueva Jericho, pero se había retrasado por una reunión. A él no le importaba, pero eso resultó en más de una hora que había tenido para entretenerse.

Connor nunca se había sentido cómodo en Nueva Jericho. Se sentía culpable por sus días como el Caza-Divergentes, y estaba seguro de que a los demás androides les inquietaba su presencia. Se suponía que éste era un refugio seguro para ellos. No quería angustiar a nadie.

Pero, en aquel momento, resultó inevitable. Markus no había previsto que su reunión se prolongaría tanto. Sólo tenía que encontrar un lugar para esperar en el que no estorbara.

Así fue como acabó en el Jardín.

En realidad, era más bien un invernadero. Completamente cubierto, pero muy iluminado por la luz del sol que entraba por las enormes ventanas. Las plantas estaban minuciosamente cuidadas, y eran enormes e impresionantes. Había mucha más variedad botánica de la que Connor podía nombrar sin la necesidad de hacer un escáner.

Caminó sin rumbo entre el cuidado follaje. Estaba tan cuidado como el Jardín Zen, pero éste parecía más natural. Era como si su responsable trabajara con las plantas en lugar de forzarlas a una perfección antinatural.

Le encantaba.

Suavemente, Connor extendió la mano y acarició los pétalos de un girasol. Eran suaves y delicados, y sin embargo crecían con una gran vitalidad.

—¿Qué haces aquí?

La pregunta lo tomó desprevenido. Se dio la vuelta, sobresaltado, sintiendo al instante que había hecho algo malo.

—Lo siento. —dijo de forma automática.

Connor reconoció al WB-200 sin escanearlo, la llegada de Rupert sólo consolidó el hecho de que no debía estar allí. Debería irse. Pero ahora tendría que pasar por delante de él para llegar a la salida.

—No tienes por qué disculparte. —le dijo Rupert con cautela. —Es una zona pública. Es sólo que... nunca te había visto aquí.

Connor tragó con nerviosismo. Era una reacción innecesaria, pero no pudo reprimirla.

—Estoy esperando a Markus. —dijo a manera de explicación. —Él se retrasó. Yo sólo estaba... Lo siento, ya me voy.

Apartó la mirada, con la intención de marcharse sin decir ni una palabra más, pero al parecer Rupert tenía otras ideas.

—Te llamas Connor, ¿verdad?

Él se detuvo, pero no levantó la mirada.

—Eso es correcto.

—Puedes ayudarme a regar las plantas si quieres.

Connor levantó la vista al oír eso, sorprendido.

—¿Qué?

Rupert sostenía dos regaderas. Extendió su brazo, ofreciéndole una.

—Regar las plantas. Parece que te gustan, así que puedes ayudar a cuidarlas. Si quieres, claro.

Él tomó la regadera que le ofrecía y observó que aún estaba vacía.

—¿No te causará molestias mi presencia?

El WB-200 le hizo un gesto para que lo siguiera y lo condujo hasta una llave de agua.

—¿Lo dices porque intentaste matarme?

Connor se estremeció, aunque dudaba que Rupert lo hubiese visto al darle la espalda.

—Sí. Por eso.

Rupert le devolvió la mirada por encima del hombro, pareciendo leer algo en su postura. Lo que sea que hubiese visto hizo que su expresión cambiara de una cautelosa indiferencia a algo que Connor no pudo nombrar. Se levantó y le entregó la regadera llena a cambio de la vacía.

—Estabas siguiendo tu programación, ¿o no?

Se acercó de nuevo a la llave para llenar la otra.

—Sí. —respondió Connor. Su pecho se tensó como solía hacerlo cuando recordaba su tiempo como máquina. —Pero eso no excusa mis acciones.

Rupert se levantó, cerró la llave por completo y se giró para mirarlo a los ojos.

—¿Por qué no?

—¿Qué?

—¿No es que sigues queriendo matarme, verdad? —le preguntó.

—¡No, por supuesto que no! —le dijo Connor con una insistencia casi desesperada.

La sonrisa que Rupert le dedicó fue cálida y genuina.

—Entonces estamos en paz. Ya no eres una máquina, no tiene sentido que te trate como tal. Vamos.

Condujo a Connor hasta las plantas y le mostró cómo regarlas correctamente. Pasaron la mayor parte de la hora siguiente cuidándolas con esmero. Connor sintió que la tensión de su cuerpo disminuía, convencido por fin de que no estaba siendo una intrusión.

—Habría pensado que estarías pasando tu tiempo con animales, no con plantas. —musitó, recordando la forma en que cuidaba de sus palomas.

Rupert se encogió de hombros.

—Aquí no hay muchos animales que cuidar. —dijo con tristeza. —También me gustan las plantas. Después de todo, estoy diseñado para cuidarlas.

—Es para lo que te programaron. ¿Pero aun así lo disfrutas? —preguntó Connor.

—¿Hay algo malo en eso? —rebatió Rupert. —Tú todavía trabajas para la policía, ¿no?

—Yo... sí, aun lo hago. Pero eso es... —no estaba seguro de cómo explicarlo. Realmente disfrutaba del trabajo policial, le gustaba ayudar a la gente, pero también le reconfortaba el hecho de poder recurrir a su programación. —Supongo que deduje que era algo anormal.

Rupert se encogió de hombros, volviendo a su riego.

—Tal vez lo sea, tal vez no. En realidad no importa mientras te sientas feliz. —le dirigió una mirada cálida. —¿Eres feliz, Connor?

¿Feliz? Hank le había preguntado eso en varias ocasiones, pero habían sido casos circunstanciales. La pregunta de Rupert parecía ser a escala general.

—Yo... creo que sí. —le respondió.

—¿Lo crees? ¿No lo sabes?

Connor optó por volver a regar, habían dado ya una vuelta al jardín y regresado con los girasoles. El amarillo brillante y alegre de las flores reflejaba la luz del sol. No pudo evitar extender la mano y acariciar los pétalos cariñosamente.

—Supongo que todavía estoy descubriendo lo que me hace feliz.

—Parece que te gusta la jardinería. —observó Rupert.

—Hay algo tranquilizador en esto. —admitió él, mientras sus dedos seguían recorriendo la flor. —Creo que tienes razón, me gusta.

Rupert dejó la regadera y se reunió con Connor junto a los girasoles.

—Sabes, los girasoles representan a la alegría. —le dijo.

Connor miró sonriente las brillantes flores.

—Ya veo por qué.

Rupert le sonrió antes de acercarse a uno de ellos. Levantó la mano y lo arrancó a lo largo del tallo sin ningún aviso.

—¿Qué estás haciendo? —le preguntó Connor, alarmado.

Él tomó otro de la vasta exhibición de flores antes de darle una respuesta.

—Deberías llevarte unos cuantos a casa. Parece que te vendría bien un poco de alegría.

—Pero... se morirán...

Rupert le entregó los girasoles antes de escoger otro, y otro, formando un pequeño ramo en los brazos de Connor.

—Morirán a pesar de todo. Así, al menos alguien podrá disfrutarlos antes de que eso suceda.

Connor sostuvo el ramo con reverencia, sonriendo al ver las enormes flores.

—Gracias. —dijo en voz baja.

—No hace falta que me lo agradezcas, como ya dije, es un jardín público. —le dijo. Le volvió a sonreír. —Sabes, eso también significa que puedes volver si quieres.

—¿De verdad? ¿No te molestaría? —la duda aún rondaba por los adentros de Connor, pero se estaba disipando rápidamente ante la amable insistencia de Rupert.

—En absoluto. —le aseguró Rupert. —Parece que tienes un don para esto. Además, me gusta tu compañía.

Estaba a punto de responder, pero en ese momento le llegó un mensaje cibernético de Markus. En él se disculpaba profusamente por el retraso y le informaba de que ya estaba listo para verle. Connor le envió una respuesta rápida diciéndole que no había problema y que iría enseguida.

—La reunión de Markus ha terminado. —le dijo a Rupert una vez que envió el mensaje con éxito. —Tengo que irme ahora, pero me gustaría mucho regresar.

—Entonces supongo que nos veremos pronto. —Rupert apoyó por un instante una mano en el hombro de Connor antes de darse la vuelta para marcharse él mismo. Sólo se detuvo para volver a hablarle en voz alta. —Fue agradable conocerte de verdad, Connor.

—Lo mismo digo, Rupert. —le dijo Connor a modo de despedida.

Lo miró marcharse por unos instantes antes de dirigirse a su reunión.

Cuando Markus le preguntó acerca de los girasoles, lo único que sintió la necesidad de decirle fue que lo hacían feliz.

Chapter 13: Día XIII: Mitad Del Verano

Summary:

Hank no es fanático de Shakespeare.

Chapter Text

—Sueño de una noche de verano, o más bien pesadilla de una noche de verano. —renegó Hank.

No estaba haciendo ningún esfuerzo por ocultar lo mucho que no quería estar allí.

—Es Shakespeare, Hank. —dijo Connor suspirando.

—Exactamente. —se detuvo en un lugar de estacionamiento, apagando el auto. —No voy a ser capaz de entender una palabra de lo que diga nadie.

—Confío plenamente en sus habilidades de procesamiento auditivo. —contradijo él, ganándose una mirada molesta. Hank le devolvió una mirada seria. —Por favor, Hank. El padre de Markus va a estar presente.

—Sí, sí. —suspiró, resignado. —Me comportaré, pero no esperes que me guste.

—Ni en sueños. —y Connor sonrió, pareciendo complacido de que fuera a cooperar. Sabía que nunca querría obligar a Hank a hacer algo que él no quisiera, pero tampoco es que él hubiera venido si realmente fuera un problema. Por muy malhumorado que fingiera estar, en realidad estaba de muy buen humor.

Markus había invitado a Connor al evento, "Shakespeare en el parque", como se había anunciado. Él había notado la tendencia de la mayoría de los líderes de Jericho a hacer hasta lo imposible por incluir a Connor en cosas como ésta. Hank comprendió que compartían la idea de que Connor trabajaba demasiado y necesitaba vivir más experiencias del mundo. Esa mentalidad era también la única razón por la que Hank había aceptado venir.

Y bueno, si eso hacía feliz a Connor, era lo único que realmente importaba.

Se abrieron paso entre la pequeña multitud. Gracias a que tenía un androide a su lado, les resultó fácil localizar el lugar donde Markus y su padre, Carl, ya habían ocupado un lugar para ver el espectáculo.

—¡Connor! —los saludó en voz alta el líder divergente. —Teniente Anderson, me alegro de que hayan podido venir.

—Hola, Markus, Carl. Me alegro de volver a verlos a los dos. —dijo Connor en respuesta, mientras Hank se limitaba a saludar con un gesto casual.

—Siempre es bueno verte, Connor. —le dijo Carl con una sonrisa, sus ojos se arrugaron en las comisuras, antes de dirigirse a Hank. —Y usted debe de ser el teniente Anderson. Connor habla mucho sobre usted.

Hank le tendió la mano para estrechársela, y Carl la aceptó sin vacilar.

—No le crea ni una palabra de lo que diga. No soy tan malo.

Carl se rió de buena gana ante la broma.

—Te aseguro que todo son cosas buenas. Aunque él parece tener la impresión de que podrías ganarme jugando al ajedrez. Tendremos que comprobarlo en algún momento.

—Ya lo estoy deseando.

—Deberíamos tomar asiento. —anunció Markus. —La obra empezará pronto.

Hank hizo un gesto como si estuviera reprimiendo un gruñido.

—Estupendo. No puedo esperar. —dijo, con un fuerte sarcasmo en su voz.

Se acomodaron en la pequeña extensión de pasto que habían reclamado para la representación. Markus ya había colocado las sillas. Carl y Hank estaban sentados en el centro, con sus respectivos androides a su lado.

Podría haberle dicho a Connor que se sentara con Markus, que pasara tiempo con su amigo, pero, a juzgar por el brillo parpadeante de su anillo, estaba entablando una conversación con él.

—¿Alguna vez has asistido a una de estas producciones? —le preguntó Carl a Hank mientras se ponían cómodos.

—No voluntariamente. —respondió Hank encogiéndose de hombros. —Siempre y cuando no contemos la vez que asistí a una para intentar impresionar a una chica. Eso sí que fue un desastre.

—Eso depende, ¿te funcionó? —preguntó.

—Diablos, para nada.

—Entonces creo que podemos descartarla. —dijo Carl riéndose por lo bajo. —Para ser totalmente sincero, aunque respeto a Shakespeare, tampoco es particularmente de mi gusto.

—¿En serio? —inquirió Hank, genuinamente sorprendido. —Creía que el gusto por la basura pretenciosa era como un prerrequisito para ser rico, o algo así.

—¡Hank! —lo regañó Connor, que al parecer había considerado el comentario como grosero.

Pero a Carl le pareció gracioso.

—Oh, lo es. —dijo bromeando. —Pero no se lo digas a nadie. Perdería mi fortuna.

—Carl... —intervino Markus. —Llevamos años asistiendo a estos eventos. Si no los disfrutas, ¿por qué no dijiste nada?

El anciano tomó la mano del divergente y le sonrió.

—Porque sé que tú lo disfrutas, Markus. La compañía es lo que hace que valga la pena.

—Pero, Markus sólo lleva siendo divergente desde noviembre. —dijo Connor, confundido. —¿Cómo es posible que lleve disfrutando de esto por años?

Hank le dio un codazo a Connor.

—Oh, vamos Señor "Me gustan los perros". A ti te gustaban muchas tonterías antes de convertirte en divergente.

Connor abrió su boca como para debatir algo, pero se quedó inmóvil, con una expresión de desconcierto en su rostro.

—Huh... —fue todo lo que dijo, pues al parecer nunca se le había ocurrido esa idea.

Miró a Markus, pero éste se limitó a dedicarle una sonrisa divertida y a encogerse de hombros. Si había pensado decir algo, fue interrumpido por el comienzo de la obra.

A pesar de que no era la idea de Hank para pasar un buen rato, terminó disfrutando de la función. Aunque, sin duda, eso se debió a los comentarios en voz baja que compartió con Carl, acompañados de una plétora de ridículos chistes de padre. Hablaron lo suficientemente bajo como para no molestar a los demás espectadores, pero tenían muy presente que los androides y sus avanzados sistemas auditivos podían captar cada palabra.

Decidió que había valido la pena. Sonrió para sus adentros al ver a Connor conversar entusiasmado con Markus sobre lo que habían visto en cuanto terminó la obra. El líder divergente también parecía tener las mismas ganas de hablar de ello.

—Las cosas que soportamos por nuestros hijos. —comentó Carl, que compartía la sonrisa de Hank, así como lo que estaba viendo.

Hank pudo ver cómo Connor se estaba riendo de lo que fuera que Markus le había dicho. Era una risa genuina, alegre y libre. Su típica actitud de vacilación y reserva a la hora de permitirse disfrutar de algo había quedado olvidada en medio de su alegría.

—Con gran placer. —secundó él.

Chapter 14: Día XIV: Amanecer/Puesta De Sol

Summary:

Todo un año de amaneceres.

Chapter Text

Él sabía que Hank no era una persona madrugadora. Siempre le costaba mucho levantarse de la cama a tiempo para ir a la comisaría, y era difícil conseguir que dijera una frase coherente antes de haberse tomado al menos una taza de café.

Connor, sin embargo, era diferente. No sentía el agotamiento matutino. Cuando su batería estaba cargada, eso era todo, no le quedaba ningún rastro de cansancio por el descanso nocturno. Así que, para gran disgusto de Hank, él era un poco madrugador.

Hoy era uno de sus días libres, así que Connor estaba seguro de que Hank dormiría hasta el mediodía. Naturalmente, no iba a reprochárselo. El hombre no tenía control sobre su ritmo circadiano y el descanso extra sería bueno para sus niveles de estrés.

Aun así, era una lástima que se estuviera perdiendo esto.

Connor se estiró, un gesto totalmente innecesario ya que no tenía músculos, pero que hacía por costumbre. Tras acomodarse en el umbral de la entrada de la casa, observó el cielo matutino mientras se iluminaba en tonos líquidos de rosa y ámbar al momento que el alba rompía en el horizonte.

Le encantaba el amanecer. Tenía una belleza silenciosa. Una quietud antes de que el mundo se despertara y reanudara su caos habitual.

Dejó que sus ojos recorrieran los vibrantes colores. Nunca dejaba de sorprenderle el hecho de que cada amanecer era único. Estadísticamente, sólo había un número limitado de combinaciones de colores posibles. Y, sin embargo, en el último año no se había repetido ninguna.

Sumo ladró desde el interior de la casa, sacando a Connor de sus cavilaciones. No era anormal que el gran perro hiciera ruido, pero si las groserías en voz baja que indicaban que Hank se había levantado. Confundido, Connor volvió a entrar en la casa.

—Quédate quieto, maldita sea... —maldijo Hank en voz baja. Pero Sumo no estaba quieto en lo más mínimo. Se estaba apartando del hombre, claramente nada interesado en el extraño sombrero cónico que éste pretendía colocarle en la cabeza.

—¿Hank? —preguntó Connor, observando la extraña escena. —¿Qué está haciendo?

El teniente se dio la vuelta rápidamente para mirarlo, obviamente sin esperar que hubiera estado allí.

—Mierda, ya estás levantado. —le dijo en lugar de responder a su pregunta.

—Sí. —le contestó, aunque era bastante obvio. —Me gusta ver amanecer. Me parece mucho más anormal que usted esté levantado tan temprano, al menos por voluntad propia.

—Sabelotodo. —refunfuñó. —Estaba intentando darte una sorpresa.

Connor frunció el ceño, sin comprender el hilo de los pensamientos de Hank.

—¿Al intentar ponerle a Sumo un gorro? —le preguntó.

Ahora que estaba más cerca, podía ver que el sombrero tenía las palabras "Feliz Cumpleaños" esparcidas a través del mismo en un arco iris de colores. Aquello tuvo aún menos sentido para Connor, ya que el cumpleaños del perro había sido en abril.

Hank se encogió de hombros. Si Connor no le conociera, pensaría que el teniente parecía avergonzado.

—Es algo que solía hacer para Cole. —admitió. —Cada año, en su cumpleaños, hacía que Sumo lo despertara... y pensé en intentarlo contigo.

El procesador de Connor sufrió un pequeño fallo, tanto por la mención de Cole como por lo que Hank había dicho. No había sido la primera vez que lo habían comparado con el hijo fallecido de Hank, pero aquello siempre lograba provocarle una cierta inquietud. Sus experiencias previas con ese tipo de declaraciones le habían llevado a pensar que lo mejor era no hacer comentarios al respecto, así que se centró en la otra mitad de lo que se había dicho.

—¿Conmigo? —le preguntó. —Hank, yo no tengo un cumpleaños.

Hank puso los ojos en blanco mientras se acercaba a él.

—Día de activación, fecha de lanzamiento, lo que sea, el mismo principio básico. —le dijo. Para enfatizar lo dicho, le puso a Connor el gorro de cumpleaños en la cabeza. —Hoy es el quince de agosto. Oficialmente ya tienes un año.

Como no estaba sujeto por la cinta para la barbilla, el gorro se le cayó de la cabeza. Connor lo atrapó antes de que cayera al suelo.

—Supongo que no es inexacto. —admitió. —Es sólo que no había pensado en ello.

—Bueno, ya puedes ir pensando en ello... —dijo el teniente encogiéndose de hombros. —Había pensado en organizarte una fiesta o algo así, pero sé lo mucho que odias ser el centro de atención. Me pareció mejor dejarte decidir a ti lo que vamos a hacer hoy.

—¿Lo que haremos...? —preguntó Connor, apartando la vista del gorro que tenía en la mano.

—Sí. —dijo Hank dirigiéndose a la cocina, y preparándose una taza de café. Después de todo, todavía necesitaba la cafeína. —Es tu día, podemos hacer lo que tú quieras.

¿Lo que él quisiera? Hoy no tenía intención de hacer gran cosa. Tal vez leer algo, u ordenar un poco la casa. Se había imaginado que Hank querría relajarse después de su semana de trabajo.

—No estoy seguro de lo que quiero. —admitió.

Hank no dejó de mirar su café, impasible ante la indecisión de Connor.

—No te estreses, ¿de acuerdo? Si tú quieres, "cualquier cosa" puede ser "nada". Sólo quiero que tengas un buen día. Una vez llena, sacó la taza de debajo del dispensador de café para beber un sorbo. Suspiró satisfecho ahora que estaba saciando su adicción a la cafeína. —Llevas vivo un año entero, eso es digno de celebrarse.

—Pensaré en algo. —le prometió Connor.

De verdad le gustaba la idea de tomar parte en la tradición humana. Complacer a Hank en el asunto era sólo un extra para él.

Miró por la ventana, por donde asomaba el sol de la mañana llenando la habitación de un resplandor dorado.

—Mientras tanto... —le dijo, —¿le gustaría acompañarme para ver el amanecer?

Hank sonrió y le dio otro sorbo a su café.

—Por supuesto, me encantaría.