Actions

Work Header

Rating:
Archive Warning:
Category:
Fandom:
Relationship:
Characters:
Additional Tags:
Language:
Español
Series:
Part 5 of mprdbl
Stats:
Published:
2024-08-20
Completed:
2024-09-17
Words:
12,300
Chapters:
8/8
Comments:
20
Kudos:
3
Hits:
196

mprdbl parte V: 18:05

Summary:

El día que estuvimos a punto de perdernos

Chapter 1: MATEMÁTICA DE LO NO VIVO

Chapter Text

 

Georgetown, Washington, D.C.

01/01/2000

 

 

Tu saliva todavía me baila en los labios como una invitación y ya estoy cansada de tomármelo como algo diferente. He tenido 38 millas flanqueadas por gasolineras y moteles adornados con luces cutres que celebran el año nuevo a ambos lados de la autopista para dejar de pensarlo. No en el beso. No en ti. Sino en todo lo demás.

 

Propósito para el año, la década, el siglo y el milenio. Aunque realmente no sea el nuevo milenio…

 

Buena pregunta y difícil respuesta el desde cuándo estoy enamorada de ti. Depende también de a qué versión de mi se lo preguntes.

 

Si lo haces a la rígida, perfecta y extremadamente controladora Dana Scully, esa que siempre está bien y no soporta que se cuele un bote de kétchup en la balda de los yogures, seguramente porque ni siquiera soporta que similar aberración de colorante y azúcar entre en su casa, te dirá que hasta hoy no.

 

No podemos engañarnos… esa Scully nos ha salvado de la catástrofe. Es dura y me cuesta. Pero ha hecho su función.

 

Si se lo preguntas a mi pequeña, diminuta, parte naïve te diría que desde Bellefleur. Cuando me quedé en ropa interior delante tuya. ¡Oh, Dios! Lo he pensado muchas veces en retrospectiva y no me puedo creer que yo hiciera eso a los dos días de conocerte. Esa noche me contaste tus secretos y bañado por el reflejo de la lluvia, me pareciste el ser más bello y más roto que había visto nunca. El más sincero. No he venido a espiarte.

 

Después de ellas, por el camino he quedado yo. Y me he enamorado de ti tantas veces que ya estoy harta de negármelo. Porque nos hemos abrazado decenas de veces, Mulder. He sentido tu calor y tu refugio en tantas ocasiones que te tengo marcado en cada milímetro de mi. El pasillo de tu apartamento. He reconstruido en mi cabeza la escena cientos de miles de veces.

 

-Puedes llevarme a mi apartamento, no quiero molestar.

 

La honestidad taladra los cristales del coche y desde que he girado la llave del contacto y el motor se ha parado, el silencio es odiosamente impertinente. ¿Tan hartos de evitarnos estamos que hasta hemos estado pensando lo mismo? Ni siquiera creo que ese casto beso bajo los comentarios de Kirk Clarke haya sido un detonante bestial, es el cansancio de este baile que nos hace estar absolutamente juntos, pero siempre con la ropa puesta.

 

Aún así tu nobleza me asusta. Sin querer, en mi cabeza, imagino cómo sería ayudarte a desvestirte. Pienso por un lado: No puedo dejarte ir a casa, tienes el brazo hecho polvo, es el derecho… al segundo siguiente creo que es solo una excusa para no dejarte marchar. Al final queda una idea bailando en mi cabeza, escueta, fácil, final. ¿Sería capaz de dormir hoy sabiendo que estás a metros de distancia?

 

-Mulder… creo que necesitas compañía, esa herida tenía un aspecto cuestionable.- Me limito a contestar volviendo a mirarte, pero esta vez sólo a los labios.

 

-¿Te estás insinuando? Porque creo que me costaría hasta desvestirme.

 

Es una broma. Muy clásico en ti. Tu forma favorita de quitarle hierro al asunto.

 

-No sería la primera vez que te quito la ropa.

 

Cuando me escucho decirlo, me doy cuenta de que suena absolutamente igual que el curso de mis pensamientos, pero no me arrepiento. Filtrar todo eso es agotador. Ya vale.

 

Recuerdo ese momento, cuando apareciste en mi piso delirando y roto por dentro. Amasijo de locura y cansancio. Los botones de tu camisa de cuadros y lo que pesabas. Desvariando a la vez que te quitaba los pantalones en mi cama. De todos modos nunca has sido especialmente pudoroso. A veces he podido llegar a sentirme incómoda y decepcionada ante esa falta de necesidad de intimidad. En moteles, tu casa, el culo del mundo… Me han dado ganas de gritarte… ¿¡Sabes que tengo hormonas!?

 

-Touché… Espero que la próxima sea en mejores circunstancias.

 

 Se acelera mi ritmo cardiaco mientras noto esa sensación en el pecho que se extiende desde el esternón hasta la espalda. Me sujeta las entrañas por dentro y me hace estar un poco mareada. Es miedo. A la vez noto la misma sensación en la parte baja del abdomen que cuando Missy hacía que el estar montada en un columpio pareciera volar, como un espagueti que subía y bajaba en mi interior… pero no… esta vez no es vértigo. Esta vez es primario y sexual, se cuela entre mis piernas y mi ropa interior. Lo he intentado sofocar demasiadas veces. Es deseo.

 

De que me toques. En todas partes. Aunque me de miedo y tenga un nudo en la garganta. Es necesidad de saberlo. Lo que siento físicamente por ti.

 

Emocionalmente es todo. Aunque todavía no voy a decírtelo.

 

Que me complementas. Que no quiero imaginarme mi vida con nadie más. Ni puedo. Aunque no sea perfecta ni tengamos una casa unifamiliar a las afueras, un perro y tres niños parecidos a nosotros.

 

Hoy es físico, Fox Mulder.

 

Quiero saber qué pasará cuando choquemos y todo se junte. Si somos torpes, si es magia pura o un desastre. Si besas bien. Tu cara al tener un orgasmo. Cómo huele tu sudor al tenerte encima. A qué sabe la flexura de tus codos.

 

Quien soy cuando estoy contigo y no tenemos ropa.

 

Sé quiénes somos en un coche de alquiler, o por las mañanas en una reunión soporífera con Skinner. Sé incluso quiénes somos cuando discutimos de un caso o almorzamos juntos cualquier cosa de la cafetería. Pero no tengo ni idea de quién eres cuando sólo tienes encima la piel y mucho menos si me tienes encima a mi.

 

Quiero saberlo. Quiero saberlo tanto que tengo ganas de llorar.

 

Me acaricias la cara con la única mano que tienes operativa y por un momento pienso que te vas a echar atrás, así que no me quedo mucho en el momento, salgo del coche para que me sigas. Es exactamente lo que haces, acelerando el paso hasta que casi al llegar al portal, con un falso tropiezo encajas tu barbilla en mi hombro, a mi espalda, me agarras por la cintura con el brazo que no llevas en el cabestrillo mientras abro la puerta.

¿De veras vamos a borrar ese límite?

 

Es nochevieja. Hemos parado el fin del mundo. Necesitamos dormir, pero no podemos hacerlo hasta que arreglemos lo del beso del hospital. Ha sido demasiado...platónico. Por eso vuelvo a besarte al entrar al portal. Lo hago como si nunca antes hubiera besado a nadie porque eres tú. Además hace demasiado desde la última vez que le di un beso de verdad a alguien. Siento que no es suficiente. Con todos los labios mientras me correspondes y atrapo tu labio inferior entre los míos como llevaba años queriendo hacer. Resbala, es lo mejor que he tenido en la boca probablemente en toda mi vida. Mejor que el chocolate caliente. Helado italiano en una tarde de julio, con cuerpo. Melón en verano. Tú unido a tus labios, por supuesto. Mi lengua que tienta y se encuentra con la tuya. Todo es muy lento menos la sangre que me hace sentir viva en cada célula porque recorre mi cuerpo a la velocidad de la luz.

 

-Supongo que esto sí que ha sido un buen beso.

 

Tu voz tiene ese matiz rasposo en el que me iría a vivir para siempre, te brillan los ojos mientras que tu sonrisa me hace saber que existe un sitio en el mundo que es para mi.

 

No hay nadie por los pasillos de edificio, por eso cuando la llave da tres vueltas en la cerradura, los resortes que abren mi apartamento resuenan contra ese vacío. Al entrar y cerrar la puerta detrás nuestro ya solo quedamos nosotros dos. Tu cabestrillo, unas cuantas horas por delante hasta que se haga de día y una situación que no tenemos ni idea de cómo manejar.

 

Por unos segundos vamos a la deriva en una penumbra y un silencio incómodos. Esto es un tira y afloja entre el miedo y las ganas. No sé qué hacer y tú tampoco. No sé si aguantaré el momento en el que uno de los dos encienda la luz y las ondas electromagnéticas nos devuelvan con colores su interpretación de la realidad.

 

Pero la enciendo. Yo. Me quito el abrigo bajo tu mirada atenta que no sabe no mirarme. Te ayudo a quitarte la cazadora y finges una mueca de dolor que me hace reír. Aún así no te atreves a besarme de nuevo.

 

-¿Tienes miedo?- Allá voy. Hemos tenido conversaciones extrañas y profundas en medio de lagos con criaturas críptidas, en coches de alquiler en medio de ninguna parte, en bancos en plazas en pueblos diminutos… Pues ésta es la conversación de Mulder y Scully saben que seguramente van a acostarse.

 

-Sí, de convertirme en zombi dentro de unas horas.- ¿Y si ni siquiera pasa nada hoy? Podemos seguir jugando a esto cuanto nos de la gana. De hecho somos unos putos maestros en hacerlo.

 

-Pensé que no eran zombis al uso.- Vamos… en la morgue uno de ellos podía haberme devorado hasta dejarme sin un solo miligramo de sustancia gris, y aquí estoy, con el cuello magullado, pero viva.

 

-Eso espero… no me gustaría que alguien acabara entrando aquí en unos días y nos pillara desmembrados y gritando ¡BRAINS!-  Aunque mirándolo desde cierta perspectiva la duda mulderiana se instala en algún lugar recóndito de mi subconsciente.

 

Y lo imagino. Todo. Desde a ti y a mi en la cama hasta tu versión zombi. Una pintoresca escena que no iría tan desacorde con lo birrazo de nuestras vidas. Sería un interesante giro de nuestra historia… perturbador… prefiero no pensarlo mucho… es… como… mezclar pollo asado y gofres. Lo que me hace darme cuenta de que no hemos cenado, y, en tu caso creo que es muy a tener en cuenta ya que tienes una sutura de unos 15 puntos en el brazo.

 

-Por cierto…¿Qué te apetece comer?- Te dejo parado en el recibidor, creo que el giro argumental te descoloca y que te sientes tan fuera de lugar con todo esto como yo.

 

Tu suspiro se hace palpable en el aire que baila mi apartamento, mezclado con el último ambientador de jengibre y vainilla y el reflejo del árbol de Navidad. Creo que te has frustrado.

 

-¡Por Dios, Scully! No me lo pongas tan fácil y tan difícil a la vez. Fácil para seguir con el chiste zombi, fácil para la insinuación… difícil…

 

Meneo la cabeza porque estoy empezando a perderme en la paranoia. Creo que es el cansancio. Me acerco al frigorífico, lo abro, me sumerjo en él. Agradezco el frío que reina entre las baldas, pese a ser el primer día del año. Son las dos de la mañana, estamos magullados, un poco asqueados, perdidos en el guion. No hay guion para esta situación de nos hemos besado porque es nochevieja, nos hemos besado en el portal y ahora estamos solos y con toda la noche por delante, pero no tenemos ni puñetera idea de qué hacer el uno con el otro.

 

-Elijo…fácil para seguir con el chiste zombi.-Intento seguir tu hilo, por desubicarte un poco más hasta que estemos tan cansados que nos dejemos llevar y porque creo que el par de neuronas que me quedan despiertas han elegido. Saco ingredientes para dos sándwiches y un par de cervezas.

 

Te acercas para intentar ayudarme, buscas en el cajón el abrebotellas, pero al intentar abrir la primera, con el brazo en cabestrillo te es muy difícil. Te quito la botella, la abro y te la devuelvo. Echas un buen trago mientras me diseccionas con ojos de zorro.

 

-Bien, pues… imagínate… al filo de las 4 o 5 de la mañana comenzarás a escuchar extraños sonidos provenientes de…

 

Te corto, para desubicarte de nuevo y jugar un poco contigo. El beso del portal juega en mis labios.

 

-Piénsate muy bien de dónde…

 

Puede que sea una declaración de intenciones. La apuesta arriesgada del escenario de tú y yo en dos o tres horas ha sido tuya, no mía. Allá vamos… ¿En qué estás pensando? ¿Demasiado cansado para enrollarnos? ¿Demasiado harto para no hacerlo? ¿Demasiado nosotros?

 

-A ver, Scully, lo menos que podría hacer si hemos hecho el amor un rato antes y noto que me estoy convirtiendo en un zombi es alejarme todo lo posible de ti. -Literalmente me da un vuelco el corazón. Por si todavía me existía la más mínima duda de en lo que estás pensando, lo dejas bien claro. Pero no… no utilizas algo neutral como sexo, o acostarnos, o dormir juntos… Como estoy oficialmente muerta de miedo, sólo puedo salirme por la tangente, así que a modo de acto reflejo me empiezo a reír mucho. Me ha parecido demasiado ñoño. ¿Así es como nos ves? ¿Te refieres de verdad a la posibilidad de que nosotros acabemos en la cama así? - ¿De qué te ríes tanto?- Pues me río porque ni de coña voy a atreverme a dejarme pensar en lo enamorada que estoy de ti y en que sea recíproco. Te acercas. Mucho. Mientras sigo aguantando la risa y colocando las lonchas de queso. Cierro con una rebanada de pan encima y te ofrezco uno. No hay tiempo para sandwichera. Tenemos algo pendiente si sobrevivimos al surrealismo del comienzo del siglo.

 

-¡Dios, Mulder! Ha sonado tan plasta… -Veo cierta.. ¿decepción? en tu cara. Te recompones en milésimas de segundo.

 

-En primer lugar… Oye, Scully… ¿Hace frío en el monte Crumpit?...Y para continuar…Vale… Pues… Tenemos sexo… ¿Mejor así? -Sigo sin poder dejar de reírme, creo que es tu proximidad, lo surrealista de la situación, lo nerviosa que estoy o una suma de todo. Tengo tus labios a unos diez centímetros de los míos por lo que aprovecho para echar un trago de mi cerveza.

 

-Demasiado políticamente correcto. -Sólo quiero ser yo la que lleva el control de las insinuaciones esta noche, me hace sentir diferente y mucho más segura de mi misma, aunque en el fondo siento un sinfín de emociones dentro que no tengo ni idea de cómo manejar.

 

-Bien, bien…Follamos tanto que me convierto en zombi mientras estamos FOLLANDO y sin remilgos ni remordimientos te muerdo para que vaguemos durante la eternidad como no vivos comiéndole los sesos a cualquiera con el que nos topemos. -Te chispean los ojos de creatividad y de deseo. Total y genuinamente Fox Mulder.

 

-Pensé que los no vivos eran los vampiros, estoy denotando ciertas incoherencias en su discurso, Señor Mulder.- No puedo evitar tocar tu barbilla con mi pulgar.

 

-No me pidas tanto, Scully. Yo quiero comportarme como un caballero incluso en un supuesto planteamiento de tú y yo, hoy como protagonistas de una peli de serie B, y tú me haces utilizar la palabra follar. Creo que me merezco ciertas licencias.

 

Definitivamente, estoy locamente enamorada de ti.

 

-Uhhhh…Los agentes Mulder y Scully hablando de sexo y zombis, bebiendo cerveza y lo que es todavía más extraño… él está comiéndose sin rechistar algo con pan integral.

 

Casi devoras el sándwich, diría que con ansiedad. Pero es la misma conducta que tienes cuando hay un expediente X esperándote encima de la mesa y engulles lo que sea casi encima porque tienes la sensación de que alimentarte es algo superfluo.

 

-No sé si estamos hablando de sexo… estamos hablando de tener sexo

 

Gracias por la puntualización, por si no me había quedado lo suficientemente claro. Tu mirada es serena a menos de un metro de mi, envuelto en cómo no, una de tus camisetas grises y tus iris a juego. Mi cocina me parece el lugar más interesante del sistema solar ahora mismo.

 

-Decías algo de hacer el amor.

 

-Que me ha llevado a aguantar una mofa y a sentirme ridículo, porque oh, sí… inocente de mi; mi compañera quiere que follemos.

 

Dios, esto es tensión sexual hecha conversación. Desafiando cualquier sistema de cortejo preexistente, como no podía ser de otro modo, siempre nos empeñamos en traspasar los límites de lo estrictamente normal y del raciocinio.

 

-Yo no he dicho eso. Y… además… ¿cuál sería la diferencia en este caso?

 

-El sentimiento.

 

-¿Quieres decir que empotrar a alguien contra la pared seguiría siendo hacer el amor?

 

Fantasía número uno. Mis piernas enredadas en ti, en el despacho, probablemente, con casi toda la ropa. Sin tu brazo hecho trizas, claro. Sujetándome. Sería rápido, sería inconsciente, sería…

 

-En serio, Scully, nunca pensé que un casto beso de principio de año fuera a derivar en una conversación así. Depende de a qué alguien.

 

¿Es decir? ¿Que así es como me ves? ¿Una princesita católica que no se merece un buen polvo?

 

-A mi.

 

-Si quieres llegar a saber qué siento por ti…

 

Instintivamente me levanto. Como si tuviera un resorte. Ha sido como ese arco involuntario reflejo cuando te quemas, cuando apartas la mano y el impulso no ha llegado ni al cerebro.

 

-¿De qué tienes miedo? Ahora en serio…

 

Pero esta vez no vas a dejarlo pasar, ni me vas a permitir esconderme y, por supuesto, no va a aparecer ningún himenóptero para sabotear la fiesta o para rescatarme, dependiendo de por dónde se mire.

 

Así que soy sincera.

 

-Precisamente de dejarte ver la parte que nunca te he dejado ver.

 

Esa yo que es capaz de sentirse sexy, de correrse sin remedio, de perder los papeles en una discusión o de pedir que la abracen para llorar con hipo. La yo que está pensando en que ojalá su sujetador y sus bragas fueran a juego, pero que en realidad sólo quiere que se las quites de una puta vez.

 

Sonríes. Te acercas. Me ablando.

 

-Pues mira… yo tengo miedo a que definitivamente pienses que necesitas algo más en tu vida y que ese algo no soy yo… No, mejor… a que la fiesta se acabe demasiado rápido… no, espera, espera… a que mires al techo mientras lo hacemos y pienses… por favor, que se acabe ya… o… que cuando me veas desnudo entornes los ojos en plan Oh, Dios, qué desgracia de la naturaleza… ¡Es minúscula!...

 

No puedo evitar sentir cierta ternura porque estás intentando que me sienta mejor exponiéndote a ti mismo. Aunque evidentemente exceptuando la primera premisa todo lo demás es manifiestamente hilarante… Sabes perfectamente que estás por encima de la media. No sé qué rollo obsesivo tenéis los hombres con el tamaño de vuestros genitales y el pánico escénico, pero creo que ni siquiera es tu caso. En cambio, me creo mucho más que el resto de argumentos tengan una pequeña proporción de temor real.

 

-No… en serio… Mulder… Creo que todo lo que has dicho después de ese algo no soy yo sólo intenta esconder precisamente eso. Y si te sirve de algo… ahora mismo no estaría en ningún otro sitio con nadie más.

 

-Vale…Me asusta que a mi me encante y que tú pienses… No es para tanto… Me gustaba más como amigo… y mi corazón se rompa en cien mil pedazos.

 

No pienso ponerme a pensar en las implicaciones de todo esto. Especialmente de ese me gustaba más como amigo, porque si lo hago me va a entrar un ataque de pánico.

 

-Das por hecho que a ti te va a encantar.

 

-Porque me va a encantar. Y si consigo que no pienses en nada más… en las implicaciones, en mañana, en ponerle un nombre… Estoy casi seguro de que a ti también.

 

Te cojo de la mano y te llevo a mi habitación. Listo. Ya está. No quiero pensar más.

 

Al entrar enciendo la luz y parecemos dos colegiales que van a perder la virginidad. Mulder… somos personas maduras de treinta y tantos que se quieren muchísimo y tienen, la mayor parte del tiempo, dos dedos de frente. Esto no debería de ser tan difícil.

 

Despego los velcros de tu cabestrillo y te lo quito bajo tu mirada atenta, mucho más seria que hace unos minutos. Me asusta. Me quito los zapatos. Me cuesta mucho llegar a besarte por lo que por la falta se sincronía me quedo a medio camino y mis labios rozan tu cuello. Sólo eso.

 

Me atrapas en un abrazo incluso con el bíceps magullado y notas que tiemblo. Después de lo que se estira como una eternidad tu corazón contra mi mejilla me ha calmado. Me meces un poco y por fin te sale la voz.

 

-Quítame la camiseta, Dana Scully. Ya noto cómo el veneno de ese ser que me mordió está queriendo apoderarse de mi sistema nervioso. Tenemos poco tiempo. El plan 9 será infalible. Luego sólo quedará una versión descerebrada de aquel tío al que amaste y un cuerpo casi putrefacto.

 

Te miro y te veo a ti. Dios, cómo te veo. No querría estar con nadie más en este puto mundo. Eres el único en cinco mil millones que puede hacerme sentir así. Te diría que te quiero, pero no puedo. De verdad. No hoy.

 

Así que me río. Y el movimiento de traslación terrestre continúa. Seguramente en el medio oeste estén pendientes del reloj y todavía vivan literalmente en otro siglo, en la bahía Sídney esté amaneciendo y en Centroeuropa estén desempolvando los violines, pero tú, aquí y ahora me estás pidiendo que te desvista.

 

-Eso era lo que yo quería, que te rieras.

 

Así que te coloco en el borde de mi cama y me siento sobre ti. Los pulpejos de mis dedos rozan la piel limítrofe entre el borde de tus pantalones y el resto de tu cuerpo cuando te saco la camiseta. Me ayudas como puedes, levantando los brazos, aunque te duele. Te beso y me juntas con el brazo bueno. Noto tu erección contra mi. Llevo mi mano al botón de tus pantalones, a la cremallera, a quitártelos y a ayudarte con mis pies a desterrar a tus zapatos, que estoy descubriendo que te quedan grandes, para acabar viéndote casi totalmente desnudo sobre la colcha de mi cama.

 

Me miras y es totalmente indescifrable. Nunca te había visto mirarme así. Tiras de mi mano. Me metes entre tus piernas y con absoluta fascinación y sin dejar de mirarme, deslizas tu mano debajo de mi camiseta, en el ombligo, en el borde de mis pantalones, sobre la tela del sujetador. Me paraliza.

 

-¿Te puedo decir que estoy asustada?

 

Tienes que notarlo. Vuelvo a temblar. Mi aorta late fuerte en el abdomen y yo misma noto el golpe insistente contra mis entrañas. Como un imán dejas tus labios en el borde de mis pantalones, pidiendo permiso para conquistar mi fosa iliaca izquierda. Desabrochas el botón, pero luego paras y me miras desde abajo, te revuelvo el pelo. Me revuelves la cordura con el color hecho pupilas.  

 

-Me puedes decir lo que quieras y si quieres podemos parar ahora mismo y tumbarnos en el sofá a ver cualquier reposición de cualquier peli de Hallmark realmente mala.

 

Y aunque me sienta como si lo hubiera sabido todo sobre mi hasta este preciso momento, desabrocho el botón por ti, me quito los pantalones y me siento de nuevo sobre ti guiando tu mano, que seguía inmóvil justo debajo de mi ombligo, hasta dentro de mi ropa interior demasiado aburrida. Viendo tu cara de asombro y notando cómo te pones imposiblemente duro.

 

-No, Mulder es sólo que…-Te conduzco hasta que tu dedo corazón comienza a entrar dentro de mi y luego te dejo a ti mientras respiro profundamente, cierro los ojos y echo la cabeza hacia atrás. Me muevo sobre la palma de tu mano y entonces, casi siete años después de conocerte, sé que estoy totalmente perdida.

 

-Pufff… ¿Está mal si te confieso que llevo años sin quitarme la idea de la cabeza de cómo sería tocarte así?.

 

Sales y entras. Deslizas tus dedos por mi humedad, tanteas el clítoris. Sé que me miras y por eso no puedo mirarte.

 

-¿Años?

 

-Eones.

 

Me buscas y nos besamos. Sin prisa. Con tu lengua y la mía. Me juntas a ti. Buscas mis pechos. Te cuesta mantener el equilibrio porque el brazo del mordisco no puede sujetarte.

 

-Oh… Acabo de regalarte mi primera confesión. Ayúdame a quitarte la camiseta.

 

No sé si es por un pudor estúpido, pero hay demasiada luz, así que me tumbo sobre la cama, reptando hasta conseguir llegar a la mesita y te arrastro debajo de mi hasta alcanzar la luz de una pequeña lámpara y apagar la del techo. Es más… íntimo. Me siento menos expuesta.

 

Sonríes y me miras como si fueras Han Solo y acabaras de recuperar en Halcón Milenario en una timba ilegal con cualquier bicho raro de un planeta innombrable y además te hubieras llevado a la chica. Me siento a horcajadas sobre ti mordiéndome el labio inferior sin romper el contacto visual. Siempre has tenido un poco de contrabandista y un mucho de ir a contracorriente, y para colmo a mi me pone tremendamente que en vez de ser un pulcro jedi, seas un paria. ¿Un momento? ¿Yo soy más el Wookie o la generala Organa?

 

Me quito la camiseta, desabrocho mi sujetador y tú haces el resto, te ayudo con los calzoncillos y me deshago de mis bragas. Todo en una rápida secuencia sin pensar, pero mirándote. No puedes evitar flexionar la cadera derecha como si fueras finalmente consciente más de tu desnudez que de la mía. Nunca lo hubiera dicho. Te miro como si estuviera en Honeydukes con una mochila llena de galeones, pero no… esto es la bodega de una nave destartalada que recorre el corredor de Kessel en menos de trece parsecs y sólo hay alcohol galáctico de contrabando, tu brazo vendado, tu abdomen de nadador, tu labia y el ángel que emanas, yo sin brújula, música en la calle, mi taquicardia de QRS estrecho, nuestra ropa interior en el suelo, tú, yo y nada más. Me tumbo de espaldas, tiro de ti hasta tenerte exactamente entre mis piernas, pero casi no nos tocamos.

 

-Wow… y tenías miedo por si me parecía que no cumplías los estándares. Vas de víctima. Lo sabes.

 

Acaricio toda la longitud de tu polla. Está tan dura que se junta con tu estómago. Sensible, dorada y tuya. Y madre mía, te importa mi opinión. ¿Hasta este punto se esta tambaleando la seguridad en ti mismo? ¿Tú que recitas teorías conspiranóicas delante de cualquiera sea quien sea? ¿De verdad te importa lo que yo opine de tu erección?

 

-¿Mejor o peor?

 

Que suena exactamente como… El mundo no se acabó. Como si con papel de calco alguien hubiera captado el soniquete, el modo de mirarme y tu sonrisa para traerla hasta aquí.

 

-Exactamente lo que me esperaba. Te empalmas muchas veces y los pantalones de traje no son precisamente un cinturón de castidad. 

 

Digo con toda sinceridad, aunque esté reconociéndote que me llevo fijando mucho, mucho tiempo en tu entrepierna. Mientras, acaricio de abajo a arriba para quedarme en la punta y hacer círculos con mi pulgar.

 

-No te pases o esto se acaba pronto. ¿Confías en mi como para que me dejes llevarte al mejor orgasmo de tu vida?

 

Supongo que lo estás diciendo de broma, pero tu fanfarronería a veces llega a la tropopausa, me puedo esperar cualquier cosa. Besas los arañazos de mi cuello, queriendo sanarlos con saliva. Estoy tan sensible… Siento el roce del fantasma de tu barba en la clavícula, en la piel de mis pechos hinchados por un síndrome premenstrual de dimensiones titánicas del que no voy a hablarte, y dos días de retraso que realmente no importan mucho más allá de lo que me estresan las Navidades con los Scully.

 

-Engreído…

 

Ahora te cebas con el otro pecho y yo sólo quiero que me beses otra vez, poder mirarte a la cara más de cerca. No separarme nunca de ti. Ombligo con ombligo.

 

-Y sólo sería el preludio del que vendría después, que sí que sería el mejor.

 

Toda tu longitud se desliza entre los pliegues de mi sexo para hacer el momento demencialmente imposible. Pero siento mi duda. Me estoy asustando. Nos veo, te quiero tanto que me doy miedo. Porque… ¿cómo reaccionaré la próxima vez que tenga miedo de perderte si alguien quiere hacerte carbonita? Ahora, ahora, ahora. Esto es ahora.

 

-Mulder, no es por cortar el rollo, pero dudo mucho que haya un solo preservativo no caducado en el cajón de la mesita.- Me cuesta decirlo. Pero tengo que parar esto. Un poco. Miedo toma el control de mando de mi cerebro, inseguridad es la segunda de abordo. Y pienso… joder, Dana… ¿Qué estás haciendo? Os vais a destrozar emocionalmente, es imposible que salga bien. Pero te quiero tanto… y ahora mismo ahí adentro… juntarme tanto a ti como sea posible. Dejar de preguntarme qué sentiría si…

 

-Si quieres hay uno en mi cartera. Sabes mejor que yo los resultados de mis análisis, tiene que estar al bajarte la regla y…- ¿Cómo puedes saber eso? Me miras intentando entender. Te cuesta frenar. Te cuesta hablar. Pero intentas acoger mi feroz lado racional. Al fin y al cabo es un ingrediente tan fundamental de mi que creo que casi lo ves como mi seña de identidad. Tengo la sensación de que realmente estás enamorado de mi como un conjunto y Dios… eso me fascina tanto. Estás amamantando hasta a mi versión desesperante. Esa que piensa que hace dos meses te pedí que eyacularas en un vaso de plástico porque quería que fueras el padre de mi hijo y que tiene miedo y esperanza, en el fondo, de que un día consiga ser la madre de un niño tuyo. Esperanza que duele. Miedo a que no quieras.- …Dana…-Me sujetas la barbilla para mirarme y que te mire. No quiero que me lo digas. De verdad. Menos si me llamas por mi nombre.- Si quedara un solo óvulo milagroso escondido en alguna parte de tu cuerpo esperando a juntarse con mis espermatozoides zombis y de ahí saliera nuestro pequeño y perfecto súper-Scully, sería el tío más feliz sobre la faz de la Tierra. Así que no… no queremos condones.

 

Asiento. Nuestro. Joder. La emoción me recorre como el relámpago de una tormenta de verano. Noto cómo la lluvia chispea en mis ojos. Incoercible, potente, imparable.

 

Irracional.

 

Dejo que eso llegue a cada milímetro cúbico de materia de mi.

 

O lo intento, de verdad. Pero es demasiado. Todo esto lo es.

 

Te posicionas del todo entre mis piernas y te acercas a la entrada. Muy suave. Cojo aire. Instintivamente me contraigo. Estoy jodidamente nerviosa. Quiero esto muchísimo, pero… Las implicaciones…

 

Tus dedos me buscan. Me relajo un poco. Pero tengo tanto miedo de que la caguemos…

 

-Relájate, ¿De acuerdo? Soy yo…

 

¿Cómo decirte que ese es el jodido problema?

 

-Hace demasiado tiempo.

 

No es ninguna confesión. Lo sabes. Claro que lo sabes.

 

Bajas a mi ombligo con la lengua y sigues tu camino hasta que tus labios se juntan con mi sexo casi sin esperármelo. Eres tú buceando en mi core sin excusas ni una ducha de por medio. Me da vergüenza. Este no es el tipo de relación al que estoy acostumbrada.

 

Y lo entiendo.

 

No es que tenga miedo a que descubras quién soy. Es que tengo miedo de descubrirlo yo.

 

-Muld…

 

Levantas tu cabeza para mirarme desde ahí y mordisquear la piel que recubre mi hueso iliaco. Para sisear un cuéntame algo, Scully, casi inteligible y volver a besarme entre las piernas como nadie me lo ha hecho en mi vida.

 

-Hay un tal Wooley en la Universidad de Cardiff que ha publicado un artículo llamado Las matemáticas de sobrevivir a los zombis.- apuesto a que gimo como una de las chicas de tus pelis porno, pero creo que eso ha sido tu lengua justo en mi entrada y voy a morirme- Y apuesto a que esto no está contemplado. Pues uno de los argumentos de… peso… es… que los zombis se mueven más despacio, así que lo más importante es alejarse de ellos, no rodearlos… -me voy a correr. Ya. Sin dignidad.- En principio de tu interacción con un zombi pueden derivar tres escenarios… A…te lo cargas…B… te mata él a ti… C… tú también acabas siendo un zombi. Realmente es epidemiología… wow…Casi…est… -Y cuando simplemente el orgasmo está ahí. Ahí… Paras y parece que te pones en plan seminario torre de muebles. Podría matarte. 

 

-Lo sé. Peeeero… Vale, ahora quiero que te pongas encima.

 

Te tumbas de espaldas esperando a que te obedezca. Odio obedecerte. Por eso tiras de mi con bastante dificultad porque lo intentas con ambos brazos, pero te duele.

 

-¿Crees que es legal lo que acabas de hacer?- Pruebas con tus dedos y los introduces con una facilidad pasmosa. Triunfal.

 

-Necesitaba más cabrearte que excitarte, sabía que eso te relajaría.

 

Y tienes razón. Odio justo pensar que tienes razón cuando me coloco sobre tu erección y me penetras. Porque sabes qué… ¿Que no me gusta darte la razón? Pero esto, sentirte dentro como una invasión atacando a mi raciocinio es el punto justo en el que yo de verdad soy yo.

 

Dándote la razón. Mierda. Follando o haciendo el amor contigo. Me muevo mientras tu mano me abarca desde la cadera hasta el culo e intenta guiarme. ¿No estarás osando a querer marcar el ritmo?  

 

-Necesito un poco de tiempo para… Uffff… se me había olvidado lo bien que puede hacerme sentir…

 

La sensación de no ser yo la que se toca, si no yo envolviéndote. Casi dejándote salir para luego atraparte y contraerme sobre ti. Ese… calor. Cómo me llenas con esa presión en el suelo pélvico, sintiendo que cada vez duele menos el que estés ahí llenándome. Ahora es sólo placer. Puro y duro. Muy duro.

 

-…hacer el amor…

 

-Joder, Mulder.

 

Esto, sin tapujos. Yo desnuda gimiendo porque estoy echando un polvo contigo. Ya me dará miedo después. Ahora… ahora me da igual.

 

Y empiezas a hablar. ¿Tienes justo ahora que soltarme uno de tus putos soliloquios? Porque estás hablando solo, que lo sepas… Yo me encuentro en otra puñetera dimensión.

 

-Vale… verás… Ese tío de Cardiff no ha contemplado una situación totalmente ilógica como la posible existencia de un compuesto llamado solaronita y la vital importancia de que el apocalipsis zombi llegue a buen puerto para impedir que nuestro planeta Tierra se vaya a tomar por el culo bien por una catástrofe nuclear o bien porque destruyamos el sol.

 

Cállate, por Dios. Subo el ritmo. De verdad. Quieres frenar un poco, pero no me da la real gana. No todo tiene que ver contigo.

 

-Sé que estás intentado aguantar más y por eso piensas cosas estúpidas. -Digo como puedo. Me precipito yo qué sé a dónde. Lo único que tengo claro es que me da igual lo lejos que esté de cualquier preconcepción que cualquiera haya tenido de mi en cualquier momento de mi antes insulsa vida. Incluso tú. El mismo que ahora agónicamente quiere sentarse y apoyarse contra el cabecero de mi pobre cama y arrastrarme contigo con un solo brazo porque el otro está poseído por babas de nigromante.

 

-Te he prometido un orgasmo.

 

Y a mi eso me da exactamente igual porque quiero que te desconectes tú también, pero tu vis romántica y servicial curiosamente opina lo contrario. Maldito el día que ingresaste en los putos guías indios.

 

En otra batalla de Fox Mulder el tullido versus la postura inadecuada reptas de un modo tan intangible queriéndome llevar contigo que acabamos cayéndonos al suelo. Pero lejos de parar, seguimos y sin parar de reírnos.

 

Esto es un puto desastre.

 

El mejor desastre de toda mi vida. Así que por fin tengo un orgasmo, no mundial, pero sí totalmente único y parece que te das por satisfecho porque por fin dejas de aguantar y te corres con un espasmo caliente que me llena y recordaré el resto de mi vida.  

 

-No, me has prometido el mejor orgasmo de mi vida.

 

Digo jadeando debajo de ti, en el suelo de mi cuarto. Total y absolutamente dolorida y exhausta.

 

-Lo siento.

 

-Pero acabo de echar contigo…- lo recalco, mientras me río y ya no tengo ni pizca de miedo- el mejor y más peculiar polvo de mi vida.

 

-¿Ahora lo que hemos hecho es echar un polvo?- vuelve la mirada al limite de la vergüenza de el mundo no se acabó, me derrito. Simplemente. Te adoro, zombi contrabandista.- Vamos de mal en peor…

 

-Pues yo creo que vamos de bien a mejor- Digo guiñándote un ojo y saliendo de debajo de ti para ir al baño.

 

-El dicho no es así.- Oigo desde el baño mientras me siento en el váter. Todo mi cuerpo está pegajoso por el sudor y entre mis muslos rojos por la fricción se mezclan nuestros fluidos. Carnal y profundamente animal. Ni un atisbo de arrepentimiento. Me miro en el espejo. Hacía mucho que el reflejo no era el que veo. Tan… yo.

 

No sé si te has quedado dormido.

 

Cuando vuelvo justo te desplomas en el colchón con un suspiro quejicoso.

 

-¿Otra ronda?-

 

Te digo mientras recojo tu camiseta del suelo y me la pongo. Siempre había querido hacer eso. Ponerme tu camiseta sudada después de haber follado contigo.

 

-Pufff…

 

-Creo que estás entrando en estado vegetativo. Bien merecido, agente Mulder. No he mirado al techo ni una sola vez, has aguantado decentemente y has superado la media del tamaño de los penes de los otros tíos con los que me he acostado.

 

-Para otro día, por Dios, Scully. No me hagas pensar en algo así ahora.-Dices prácticamente dormido. Para rematar con un… Con otros te has acostado y conmigo sólo has echado el más peculiar y mejor… que ni siquiera terminas.

 

Me duermo a tu lado.

 

A las siete de la mañana todavía es de noche. Tiemblas y te castañetean los dientes por la bacteriemia. El termómetro marca más de 40° C y me cuesta reaccionar más de la cuenta mientras llamo a 911 porque todo lo que dices no tiene sentido y sigues bromeando con un apocalipsis zombi, pero casi no te encuentro el pulso y tu taquicardia es demencial.

 

Te pasas 48 horas en la UCI por un shock séptico por un puto bacilo gram negativo con foco en la herida de tu brazo que ni siquiera vi venir.

 

Y es entonces cuando me asusto y me protejo otra vez.

 

Por la carbonita. Por la solaronita. Porque mi raciocinio nos hace falta a los dos.

 

Cuando te dan el alta, estoy tan enfadada conmigo misma que me castigo no dejando que te acerques.

 

Y la noche que pasamos juntos se queda en algún lugar, entre tú, yo y un guion de Ed Wood.

Chapter 2: OXITOCINA

Summary:

Creo que siempre estaré parada en ese momento

Chapter Text

Stafford, VA

01/01/2019

 

 

De Scully a Jackson

 

 

 

A veces sueño que me despierto y estoy contigo.

 

Diferentes edades. Misma sensación.

 

La de estar completa.

 

A veces sueño que nunca te di en adopción. Y hay otras veces en las que me conformaría con que al igual que yo entro en los tuyos, en tus sueños, tú pudieras entrar en esos míos. Los que son bonitos y brillantes.

 

Nada es mejor que los sueños con tu cara muy cerca, sacudida por la luz que juega con el vello de tus mejillas. Es paz, es luz. Es mi sitio tranquilo y resguardado. En mis sueños nunca dejé que te fueras a vivir una vida diferente. Nos reímos juntos y te hago cosquillas. Me miras con devoción y el mundo es blandito, amable, suave. Tu mano me acaricia la cara y juro que si pudiera quedarme en ese momento, en ese preciso instante, sólo sentiría que he llegado a ser feliz. Todo lo demás… todo lo malo, simplemente no tiene esa fuerza.

 

Durante nueve meses he llevado a tu hermano dentro de mi y te he recordado vívidamente. Nauseas, patadas, tus movimientos dentro.

 

Ya antes de que él haya salido, sé que sois personas totalmente diferentes. A Emeth no le gustan las patatas fritas como a ti, tiene más hipo, estoy segura de que los pies más grandes. Y duerme mucho más. Nada que ver con tu rebuscar frenético en el líquido amniótico, como si ya hubieras estado buscando respuestas.

 

Como tu padre. El de verdad. El que te ha soñado tanto como yo.

 

Por eso a las cuatro de la mañana del primer día del año me levanto de la cama como mis dimensiones me lo permiten y le digo a un insomne Mulder que tengo contracciones cada seis minutos y medio y tu hermano quiere salir.

 

Me ducho todo lo tranquila que puedo mientras sigue ese horrible dolor intermitente y tu padre mira asustado desde la puerta del baño.

 

-¡Vámonos ya!- Me dice.

 

Y yo le respondo que todavía es pronto.

 

Me visto aprovechando los periodos refractarios entre ola y ola de dolor y le robo un barquillo relleno de nata del paquete que lleva devorando compulsivamente los últimos cinco minutos.

 

Intento mantener la calma. Más que nada porque él no lo hace. Llevo veintitantos años de entrenamiento para centrarle. Lo puedo hacer incluso rompiendo aguas.

 

Agradezco profundamente que esta vez sí que esté aquí conmigo. Con nosotros. Pese a sus comentarios tontos, el temblor de su voz y los chistes poco acertados que hace cada vez que tengo una contracción y me duele tanto que no puedo hablar.

 

Las calles están nevadas y todavía hay mucha gente con lentejuelas y serpentinas a los que no les importa el frío. El 2019 empieza pisando fuerte, con una promesa hecha oxitocina y un virus en Wuhan sobre el que tu padre tiene mil teorías. No puedo evitar preguntarme si también estás celebrando el año nuevo en algún lugar. Me gusta imaginarte con amigos, pero sé que es poco probable que tu vida sea algo similar a la normalidad.

 

Hay aviso de peligro por temporal en toda la costa este y la ventisca y la nieve son imposibles.

 

Conduce nervioso preguntándome cada dos por tres si me encuentro bien. Si en condiciones normales me saca de mis casillas, imagínate con un bebé de 3 kg en la barriga queriendo salir por un sitio que, aunque fascinantemente flexible, es insultantemente pequeño. Me dan ganas de hacerle parar, ponerle en el asiento del copiloto, cerrarle la boca con cinta americana y conducir yo misma hasta el hospital.

 

Pero me ahorro el intentarlo porque las descargas de dolor ahora son cada cinco minutos escasos y me tumban hasta que se pasan. Ah, sí… Parir era esto.

 

Para cuando llegamos a la puerta de urgencias está realmente asustado y llega a ser impertinente. Mulder, los hospitales y yo necesitándolos suele ser muy mala mezcla. Siempre se ha creído que estamos los dos solos en el mundo y que nadie más necesita un médico.

 

Lo entiendo, ¿vale? Hemos pasado por muchas situaciones horribles, pero esta no es una de ellas.

 

Le cuesta salir de la habitación para que me exploren. Cuello borrado. Dilatada de 3 cm.

 

¡Qué extraña sensación no estar en un pueblo de Georgia totalmente aislado del mundo! Curioso tener una matrona y dos residentes de obstetricia midiendo la abertura del cuello de mi útero.

 

Por eso, un rato después, cuando por fin he podido instruir *de nuevo* a tu padre en el arte de dar masajes en las lumbares cuando me deshago por las contracciones y he dilatado un poco más, no me lo pienso mucho al decir que sí cuando me ofrecen la epidural.

 

Duele, Jackson. Tener un bebé duele mucho. Te lo aseguro.

 

El bendito milagro de la medicina y del progreso hace que gracias a las manos duchas y cariñosas del anestesista (que parece que salió del parvulario ayer) el perfecto coctel analgésico entre por el catéter que reposa entre mis meninges y bañe mi sistema nervioso central con paz y calma.

 

Es entonces cuando Mulder también parece relajarse.

 

Mi pobre Mulder gracias al que me volví a meter en este lío. ¡Y con unos cuántos años de más!

 

Nos aventuran que a las cinco de la tarde tendremos bebé, pero tu hermano no acaba de salir y yo me pego con las manecillas del reloj que está en la pared y con los pies de tu padre en el suelo de linóleo. Creo que puedo ver la senda exacta por la que pasa una y otra vez, una y otra vez. Intento entenderlo. Lo cierto es que como ahora el dolor es mucho menor, no me importa tanto. Puede, por mi, hacer un agujero en el suelo.

 

El lado izquierdo no está dormido del todo, así que noto las contracciones, aunque amortiguadas, en la mitad de mi cuerpo.

 

Dilatada de 10 cm, parece que por fin Emeth se va a dignar a salir y enfundan a tu padre en una bata verde que me haría reír si no estuviera tan jodida. Eres mayor de edad, puedo decir tacos. Y lo cierto es que digo alguno en la sala de dilatación. No seré ni la primera ni la última.  

 

Empujo cuando me dicen hasta que ya no tengo fuerzas y él me coge la mano. Le han prometido dejar acabar de sacar a tu hermano cuando ya tenga los hombros fuera y es adorable.

 

Emeth no sabe salir.

 

Intentan que su cráneo se alinee con mi pelvis, pero no sabe salir…

 

Y es entonces cuando me empiezo a asustar y todo empieza a ir vertiginosamente rápido.

 

Es ahí cuando me separan de Mulder y tengo que hacerme la fuerte todo lo que puedo. Cuando me da un beso en los labios y no le dejan pasar al quirófano, nos despedimos sin abrazarnos y no le da tiempo a decirme que todo va a salir bien.

 

Tenemos tanto miedo…

 

De perderle.

 

De perdernos.

 

De no volver a verte.

 

Me abren la boca para saber qué laringoscopio haría falta si tuvieran que anestesiarme del todo. Me llenan de cables mientras no sé si tu hermano está bien y Mulder no está conmigo.

 

No me dejo sentir el miedo cuando sé que empiezan a cortar y a buscarle dentro de mi y me consuelo contando los segundos para escucharle llorar.

 

A ti te escuché llorar.

 

Fuerte, en mis oídos. Mientras supersoldados nos rodeaban y Mónica te ayudaba a salir.

 

Pero a Emeth no.

 

Noté cómo le sacaban de mi interior, pero no le oí llorar y quise morirme.

 

Pregunté una y otra vez que por qué no lloraba y supliqué verlo, pero no dejaba de entrar gente, de cogerme vías, de pasarme sueros a chorro.

 

Nada de lo que me pasara a mi llegaba a importarme tanto como no haberle oído llorar.

 

¿Por qué no lloraba? ¿Por qué no me lo habían puesto encima si era lo que habían prometido?

 

Me hipotensaba. Les escuchaba hablar en un idioma que ese día no era mío. Y Emeth no lloraba.

 

Y pensé por un momento que se había muerto, tan silencioso y tan vacío que por no saber cómo seguir viviendo si él no lo hacía, sólo me dejé mecer por todas las veces que tu padre me había mirado en su vida y por sentirte contra mi pecho en el momento en el que naciste.

Chapter 3: Y... ERAS TÚ

Chapter Text

 

 

 

De Mulder a Emeth

 

 

Me separaron de vosotros y tampoco te vi nacer a ti.

 

Me llamaron corriendo a la puerta del quirófano porque seguías con vida, pero tenían miedo de que no me diera tiempo a conocerte. No quería conocerte sin tu madre al lado. Pensaba que nos merecíamos nuestro momento feliz.

 

Te toqué la mano mientras los pediatras te ventilaban y tu nido volaba por los pasillos del hospital hasta la UCI neonatal. Estabas azul y no te movías. Creo que no he pasado más miedo en toda mi vida. No sabía dónde estaba tu madre, tú no te movías y te ayudaban a respirar.

 

¿Cómo se llama?

 

Me preguntó una enfermera cuando te metieron dentro de la UCI y no me dejaron seguirte pese a que no quería dejarte sólo. Pese a que casi tienen que llamar a seguridad mientras veía por un cristal cómo te pinchaban y te llenaban de cables.

 

Emeth. Emeth Scully.

 

Mis dos personas favoritas del mundo.

 

Las mismas a las que no podía abrazar ni tocar, ni siquiera saber si respiraban.

 

Me quedé pegado al cristal durante dos eternidades, rezando a tu madre, para que le diera un mensaje a su dios de mi parte. Con su cruz colgada del cuello y la palma de mi mano apretándola.

 

Los nudillos blancos. Un nudo en las arterias de mi cuello. Y mi corazón de verdad, no el de músculo, en asistolia.

 

Finalmente te metieron en una incubadora y por fin pude ver tu latido en el monitor, desde el otro lado de la puerta acristalada.

 

Entonces me preguntaron que si era tu padre y me sentí así con cada una de mis células.    

 

Me dejaron entrar a verte sin saber si ella seguía viva. Las instrucciones habían sido claras: No le dejes, por favor. Aunque nunca llegué a dejarle decir cual era la condición para que yo tuviera que hacer eso porque no quería oírla.

 

Y fue entonces, cuando me acerqué a la incubadora y me sorprendió tu fragilidad, cuando te dije; Hola, soy papá.

 

Y empecé a hablarte de ella.

Chapter 4: Sí, A TI, TORMENTA

Chapter Text

Oh, tormenta de nieve, te reto a que acabes con nosotros.

 

El sistema de emergencia de energía del hospital se pone en marcha cuando las luces titilan. Lo sé por el cambio en los pitidos de los respiradores y porque se apagan las luces del techo y sólo quedan las imprescindibles.

 

Toda la secuencia está aderezada con el miedo y los calmantes que recorren mi sangre como una invasión de química y emociones que comienzan a crecer, pero se evaporan y se pierden antes de que pueda reconocerlas.

 

Los copos violentos se pegan contra los cristales de la rea y la enfermera me acaba de meter más fentanilo para que mi raquis se sumerja en él.

 

Todavía no soy capaz de mover ni sentir las piernas y todo se abotarga en mi cerebro por la oxitocina y las medicinas.

 

Siento un vacío en el abdomen por el que no me atrevo a preguntar y un miedo atroz que evado porque no puedo hacer mucho más.

 

La parte de mi cerebro que sigue activa se pierde en la nevada y sólo quiere pensar en que no hay otra opción diferente a que Emeth esté bien.

 

Estoy absolutamente mareada y la sensación de irrealidad me lleva casi a verles a los dos a mi lado.

 

¿Es esto real?

 

Pienso en su nombre.

 

Sé que se lo llevaron a la uci neonatal. Un alma caritativa me lo dijo ante mi súplica animal. Tampoco se paró a explicarme mucho, como si decirme dónde estaba mi hijo supusiera un sobresueldo. Sé también que Mulder se fue con él.

 

Y lo peor de todo ahora, más allá de que no sé lo que me ha pasado a mi, es el miedo a preguntar lo que le ha pasado a él.

 

La nevisca sigue y creo que es mi amiga. Vaticina un final del mundo premeditado o lo único que quiere es sepultar al hospital en sus entrañas con todos nosotros dentro. Y con nuestras historias. El susurro del viento es un reto para los cristales. Se oyen ambulancias a lo lejos, escucho el asma de los respiradores de los pacientes que me rodean.

 

Entonces creo que él se acerca. Seguramente después de un rifirrafe por no dejarle entrar. Posiblemente después de haber enseñado su placa abusando de su autoridad.

 

Mulder.

 

Mis seis letras. Mi casa. Mi mejor amigo.

 

El único en ocho mil millones de personas. 

 

Primero me busca cuando la enfermera le deja pasar tras levantar las manos en son de paz. En el momento en el que me localiza creo que no habría nada en el mundo que le hubiera impedido llegar a mi.

 

Me besa en la frente y me agarra la mano. Creo que desde que le he visto en la puerta he comenzado a decir Emeth una y otra vez porque ya no hay donde esconderse, pero no lo sé. ¿Es esto real? De veras. ¿Lo es?

 

-Está bien, Scully.-

 

Lágrimas en mi frente porque alarga el beso y está llorando. Llorando de verdad. Cogiendo todo lo que somos. Sanador. Es lo único que entiendo, aunque dice más cosas cuando se separa, creo que me mira, que me da un beso en los labios, que no me suelta la mano, que me dice que el tío Walter vigila detrás del cristal de la UCI neonatal.

 

Te quiero.

 

O él, o yo, o los dos.

 

Luego se va alargando su mano todo lo que puede para mantener el contacto.

 

La ventisca arrecia de nuevo y por fin dejo que mi cuerpo se duerma.

 

Chapter 5: MARAVILLOSO Y ESPELUZNANTE

Chapter Text

Despierto en otra habitación y tengo menos cables.

 

Los recuerdos vagos se agolpan. El deslizar del catéter epidural saliendo de mi cuerpo, Skinner y su cojera acompañando mi cama por los pasillos. No sé si es real o lo he soñado. No sé tampoco si es real Mulder a mi lado diciéndome que pase lo que pase ayudaremos a Emeth, que siempre nos ha costado un poco más de la cuenta todo en la vida, pero que seguiremos luchando juntos.

 

Abro los ojos y sigue siendo de noche. El dolor me ha despertado y siento como que todo mi cuerpo hubiera sido vapuleado, como si un monster truck hubiera pasado por cada uno de los huesos, de mis músculos. Duele respirar. Esa sensación en las costillas. Como que hubieran vuelto a su sitio y no supieran cómo sentirse. Me llevo las manos a la barriga como parte de un ritual protector y me cuesta lo que creo varios minutos entender que mi bebé ya no está ahí. Le echo de menos profundamente mientras que siento un dolor en el pecho que me traspasa y me ahoga. Puedo mover un poco la pierna derecha, pero la izquierda es un peso muerto. Me levantaría si pudiera. Pero no puedo.

 

Es entonces cuando me doy cuenta de que no estoy sola.

 

Sentado, en la penumbra, a un lado de la cama está Jackson.

 

Es de verdad. No está lejos, ni es un sueño, ni se ha metido en mi cabeza. Pero noto la energía que emana.

 

No puedo decir nada. Sólo lloro. Él se acerca a la cama y me deja abrazarle. Siento cómo se rellena el vacío más allá de lo que podía imaginar. Y ya no pesa. Mi hijo pródigo ha vuelto a casa. Las lágrimas sobre él limpian todos los cumpleaños que me he perdido, los partidos de béisbol, las vacaciones en la playa. Huele a chicle de fresa y colonia de supermercado. Abraza con miedo, pero se deja. Y sobre todo; está aquí.

 

En medio de la ventisca y en la habitación sin número de este hospital. En la noche en la que ha nacido su hermano. Creo que está aquí para redimirme. Como un punto en el que volver a empezar sin eso que tanto pesaba. Y entiendo la metáfora, aunque me cueste y mi química postparto esté rehaciéndose. Él también necesita pertenecer a este momento de alguna forma. A modo de pertenencia.

 

Si está aquí, sólo quiere significar una cosa.

 

Quiere que me perdone a mi misma.

 

Y si él quiere eso, todo se ilumina para hacerme entender que él no siente el rencor al que yo me agarraba. Ahora es sólo la culpa que yo quería seguir sintiendo para creer que él seguía dentro de mi, en algún lugar. Atado con una cuerda como las de las barcas abandonadas en las playas, corroída por el salitre y sepultada por pequeños moluscos y algas. Yo atada a mi culpa, que inexorablemente creía que me unía a él.

 

-Nada de lo que hubieras hecho, hubiera cambiado mi vida. -Me dice al separarse un poco- estoy destinado a ser quién soy. Y tú estabas destinada a darme la vida y a dejarme ir. Aún así… todos estos meses he sentido que todavía pertenezco a alguien, a algo… y eso me ha dado fuerza para seguir. Y creo que para tomar la decisión correcta. A través de vosotros he sentido un cariño feroz que puede con todo. Y creo, de verdad lo creo… que Emeth es el niño más afortunado de este mundo porque tú eres su madre.

 

Le miro sin creérmelo. Remendando todo lo invisible, los surcos, los baches, los gritos ahogados de mi culpa. Extinguiéndola.

 

-Puedo ser tu madre también… si me dejas…

 

Le cojo la mano, acaricio su cara con barba incipiente, todavía algo suave dejando salir un poco el fantasma de su niñez al que tanto me gustaría acurrucar en mis brazos.

 

-No creo que nunca dejaras de serlo. Siempre te he sentido ahí, en un lugar de mi mente, guardada en mi subconsciente. Sólo que yo no lo sabía.

 

Tiene una mirada totalmente triste que se arrastra por sus palabras. Sinceras. Tristes, pero con luz. Una combinación imposible. Es oscuro y luminoso. Limpia una de mis lágrimas con su dedo índice. Se levanta y sale de la habitación. Me ahoga la despedida, pero la acepto.

 

Treinta segundos después se desliza por la puerta con una silla de ruedas y la sonrisa de un niño de diez años.

 

-Ahora vamos a conocer a mi hermano. Todo el mundo pensará que soy un celador.

 

Pero yo le sigo viendo como es. Sonrío. Entre lágrimas, miedo, esperanza y una debacle hormonal inmanejable. Me coge con sus brazos y le agarro del cuello. Es alto y delgado. Con movimientos poco precisos por los estirones de los últimos tiempos. Todavía no se ha acostumbrado del todo a haber crecido tan rápido. Me sienta en la silla y comienza a canturrear.

 

El tiempo contra la mañana se evapora entre el techo acristalado del hall del hospital. Nos cruzamos con gente por los pasillos. Noto hormigueo en la pierna, pero todavía no tengo fuerza para moverla. Se mueve entre los médicos, las enfermeras, saluda al personal. Ha hecho esto muchas veces evidentemente. Hacemos el camino en silencio. Nuestro primer paseo juntos desde la última vez, hace una vida de distancia, en DC, mientras le decía adiós.

 

Un cartelito reza UCI neonatal al lado de una puerta semitranslúcida y llama al timbre.

 

-¿Si?

 

Contesta una voz anónima al otro lado del interfono.

 

-Soy el celador de la planta de obstetricia, traigo a una paciente a conocer a su bebé, se llama Emeth.

 

El zumbido del portero automático me asusta y la puerta se entreabre por la descarga. Jackson abre la puerta mientras que la voz nos indica que se encuentra en la Jirafa número 3.

 

-Ahora quiero que por fin puedas verle. Te prometo, de verdad, que no estaré lejos, pero quiero que esto sea vuestro.

 

Me dices al oído.

 

No quiero que te vayas. Pero para cuando miro hacia atrás sólo veo a personal de la UCI neonatal y te has disuelto entre ellos. Sigo llorando, pero son unas lágrimas totalmente diferentes a las que he llorado en los últimos dieciocho años.

 

Entonces los veo.

 

Mulder.

 

Mi antihéroe con alas, tropiezos y cicatrices. Con nuestro hijo en brazos. Mirándole con una ternura inverosímil. Acunándolo mientras cables salen a través de la mantita con la que lo envuelve. Intento levantarme para acercarme, pero no puedo. Entonces Mulder me ve, estamos a tres metros. Me sonríe y quiere venir a ayudarme, pero los cables de Emeth no son tan largos.

 

Una enfermera agarra mi silla y me acerca.

 

-Ha llegado la hora de conocer a tu pequeño.- Me dice.

 

Mulder sonríe. Tiene a Emeth contra el pecho. Resguardado de todo lo malo del mundo. Es pequeño, indefenso, suave. Sus pies se asoman entre la manta. Abre los ojitos y me mira. Está lleno de cables que le están ayudando a mejorar cuando su padre se agacha para ponérmelo en los brazos y creo que mi corazón va a explotar de amor y miedo.

 

Maravilloso y espeluznante.

 

-Emeth, esta es tu mamá. Ya te he contado muchas cosas de ella.- Dice mientras le da un beso en la cabeza y uno a mi en los labios atrapando las lágrimas que allí se arremolinan. Lloro sin remedio. Sin importarme. De alegría. De alivio.

 

Es precioso. Pesa. Late. Emana calor y vida. Busca instintivamente mi pecho entre los botones del camisón como si hubiera estado esperándome.

 

-Hey, Emeth… Hola… Hola mi niño pequeño.

 

Destruiré monstruos por ti. A los míos propios en primer lugar. Con espadas de goma eva y sombreros de barcos de papel. Encenderé la oscuridad si hace falta, para verte llorar de alegría y de tristeza y recordarte que las lágrimas también te pueden hacer libre. Abrazaré tus ideas y tu espalda. Las ideas buenas y las malas. Oleré tu pelo sudado de tanto jugar y de los momentos de fiebre inacabable y demonios que quieren hacer explotar tu oído. A veces me equivocaré, y me perdonaré para enseñarte a que te perdones, a que siempre hay una oportunidad. Besaré a tu padre delante de ti siempre que quiera para que sepas que quererse y demostrarlo es lo más bonito de este mundo. Te contaré que existen gasolineras con azulejos raídos, moteles en ninguna parte, un sótano en medio de Washington D.C, zombis que acaban en la UCI, abuelos capitanes de barco, héroes como tu hermano que se llaman Jackson. Te querré seas como seas, aunque me saques de mis casillas y hagas la misma pregunta una y otra vez. Sonreiré desde el quicio de la puerta cuando tu padre te lea historias antes de dormir. Dejaré que nos quiera, a los dos, incondicionalmente y que me vuelva loca con solo mirarme como sólo él sabe.

 

Y, algún día, soltaré tu mano para que veas el mundo, fabriques tu traje de astronauta y seas tu mismo, explorando exoplanetas imposibles, enamorándote de quién te de la gana, llevándome la contraria si quieres…

 

Porque soy tu madre…

Chapter 6: ÉREBO, NO NIX

Chapter Text

Fue entonces cuando ocurrió.

 

Una UCI neonatal. Dejé a Ginger justo tres pasos más allá del umbral de la puerta. Preciosa y completa sintiéndome respirar a mi, y a mi hermano también. Aunque conectado a un monitor, también latía, al igual que yo, al igual que Mulder, al igual que ella.

 

La estancia estaba en penumbra y con el calor que deberían de tener los úteros, pues sus diminutos pacientes habían sido arrancados desde su lecho de cariño y bombeo de fluidos hasta este mundo sin miramientos.

 

Esperanza y miniaturas. Fisiología casi inefectiva porque la mayoría de ellos todavía pertenecían a barrigas ahora casi vacías, con vísceras buscando su sitio dentro, reubicándose, preguntándose por qué. Barrigas unidas a corazones de madres puérperas sin sus bebés en los nidos al lado de sus camas de hospital, pero con esperanzas desmedidas volcadas en incubadoras y ciencia.

 

Como ellos con Emeth.

 

Solo estaba viendo el vértice de su historia cuando me di cuenta de que Ginger se iba a dar la vuelta y yo quería que esto fuera solo de ellos. Y boom, invertí la fuerza de mi mente necesaria para que no percibiera mi rostro real. Es engañar a la mente de los demás. Un disfraz de energía, confusión y guarida muy mío. Es un proceso, en realidad que me deja exhausto, que bombea mil litros por minuto a todo mi córtex cerebral y me atonta. Al principio dolía. Ahora sólo es similar al efecto de esas pastillas que los médicos se han empeñado en darme toda la vida. Pasa y punto. Lo controlo como un mutante de comic y me hace sentir triste y oscuro como cuando me metía debajo de la cama y la proximidad del somier a mi nariz y a mi pecho subiendo y bajando me resguardaba del mundo. Un muro. Un ataúd. Mi guarida.

 

Pero no.

 

Esta vez no.

 

¿Era esto de lo que Gibson me hablaba?

 

Durante los últimos meses, desde que nos dio la llave esa verdad que nos iba a salvar, no había dejado de aparecerse. En azoteas, bajo las alcantarillas, sentado en mi camastro del bunker de los knockout. Sibilino y escalofriante. Con putas y rancias enseñanzas jedi bajo el brazo. A veces me recordaba a un predicador charlatán subido en el púlpito de una iglesia con religión inventada. Tus decisiones salvarán al mundo, Jackson, has de hacer lo correcto, Jackson, todo esto tiene mucha más transcendencia de la que nunca has llegado a imaginar, Jackson.

 

Como si mi oscuridad desgastada, envolvente como  un cáncer imposible, sin lustre, lo que la hace no ser digna de un flamante villano, pudiera realmente salvar a nadie. No puedo engañar a quienquiera que ideó el plan, mucho menos puedo engañarme a mi. Muchas veces lo único que quiero es que los cuerpos estallen literalmente y respirar el olor de la sangre. Tener ese poder. Hacer estallar cajas craneales y que sus cerebros salten por los aires escupiendo un confeti de esquirlas de hueso y líquido cefalorraquídeo. A veces me imagino a mi mismo sentado en medio de todo ese batiburrillo de tejidos riendo como un loco. Nerón viendo arder a Roma. Yo ebrio de lo que se alimentan los psicópatas. Sin nada que me importe.

 

Soy oscuridad. Erebo, no Nix. Nix podía adornarse con estrellas. En cambio el otro se lo comía todo, el hijo del caos. El padre del sueño y de la muerte. ¿A quién coño trato de engañar?

 

Chasquido de dedos. Sólo un segundo, no más. No es ya que no me vieran. Y que conste que el ala de neonatología se abría ante mis ojos exactamente igual, pero el aire se volvió irrespirable. La luz tenue que envolvía a los bebés dentro de sus incubadoras se convirtió en una cegadora y potente, irrumpiendo entre las ventanas sin cristales. El suelo, cubierto de vidrio, polvo y casquetes, viales vacíos por el suelo. Una enredadera colándose entre el cemento agrietado de una de las paredes. Todo en silencio, penetrándome los tímpanos. Y un olor que no era de este mundo.

 

Un minuto después, a lo lejos algo se desplomaba gritando la sensación sonora de la derrota, llenado el cielo de polvo. Un espectáculo envidiable, solo para mi, para dejarme ver, cuando me acerqué a la ventana, el cielo  antes conquistado que tapaba el gran edificio ahora derruido, como si fuera el telón de la obra de teatro de instituto.

 

La nave era grande, amenazadora, negra. Atorando mis oídos en una frecuencia que arrodillaba mi psique.

 

Entonces lo supe. Tal vez me lo dijeron ellos.

 

Estaba en el futuro.

 

Pero de verdad, palpable. No era uno de esos sueños, no era nada premonitorio. Realmente estaba allí.

 

 

Chapter 7: DE ATACAMA AL CIELO

Notes:

Según G.Cantor no todos los infinitos son igual de infinitos...

w1 ···wln+1 = (w1 ···wln)(wln+1 ···w2ln)···(wln+1−ln+1 ···wln+1)

Chapter Text

01/01/2037

 

-¿Cómo puedes decir que papá era tan guay?

 

El suelo del desierto es una alegoría a mi lema de resiste o sirve. Como pipas y echo las cáscaras al suelo mientras una brisa casi imperceptible quiere levantarlas y arremolinarlas, pero le cuesta. Es un viejo hábito que también me acabó pegando él. Adicción al triptófano y el chasquido al doblegar la cáscara.

 

-Porque lo era…

 

Estamos escondidos en lo que antes era Chile y el calor es imposible. Verano austral. Le doblo la edad exactamente, pero sigue buscándome las vueltas como el primer día. Pequeño mocoso resabiado.

 

No es que sea especialmente fácil vivir aquí, pero tampoco es imposible. Después del virus, todo cambió. El clima, la atmósfera, nosotros. Murió gente. Luchamos la lucha y gracias a muchas personas, la raza humana sigue respirando en este planeta que ahora compartimos con ese atajo de extraterrestres.

 

-Emeth… tu viejo no solo era guay, es guay.

 

La voz de nuestro padre nos sorprende detrás del banco del porche y mi hermano le mira con ojos superlativos. Son radioactivamente azules, insultantemente verdes cuando les da el sol de Atacama. Es un zoquete adolescente que nos pide que le dejemos formar parte de la resistencia día sí, día también. Curiosamente no tiene ni dos dedos de frente, pero insiste en tener su propio arma. Creo que habernos tenido como modelos de conducta ha borrado los límites de su sentido común.

 

-Papá… tienes… ¿noventa mil años?

 

Le doy una pequeña colleja, aunque lo dice desde el cariño y la confianza.

 

-Y estoy en plena forma, como Harrison Ford en la última peli de Indiana Jones.

 

Me aclaro la garganta, no queriendo recordarle que tuvieron que utilizar la inteligencia artificial para recrear ciertas escenas de acción. Pero es cierto, para tener la edad que tiene sigue ágil y con una mente envidiable. Al fin y al cabo, es el Han Solo de la resistencia contra los bichos que quieren quedarse la Tierra.

 

-Que fue hace dos mil años.

 

Y está mi madre, definitivamente una versión terrícola de la Generala Organa por mucho que bromee con que es el Wookie… chiquita e incansable en las tripas del bunker, coordinando todavía el desarrollo de vacunas y sueros contra el virus.

 

Nuestros alteregos postapocalípticos. Mi hogar. Mi familia. El Mad Max de Jackson Van de Kamp.

 

-Tu madre sigue devanándose los sesos ahí abajo para conseguir la ultraversión de la vacuna que acabará definitivamente con esos cabrones, ha encontrado… algo nuevo… ¡Por cierto! hoy cocinan los knockout.

 

Coge unas cuantas pipas de la bolsa que sujeto y las disecciona compulsivamente.

 

-Padre, ese lenguaje malsonante no será tolerado en nuestro apacible refugio del desierto. Y… preparaos para hacer cola en el baño. Los ingeniosos guisos de los knockout tienen su lado oscuro.- Bromea Emeth.     

 

Breakfast in America suena cuando se abre la puerta del bunker unos instantes, para dejar de escucharse tras el precinto del refugio, y sale ella. Ginger. Mi madre. La persona más especial de mi vida. Quien hizo el sacrificio más grande por protegerme.

 

Dejarme ir.

 

Afortunadamente hemos pasado dieciocho años recuperando el tiempo, de algún modo. Desde que nació mi hermano nunca más perdimos el contacto. En el momento justo de la lucha entre la luz y la oscuridad, ella y mi padre me dieron toda la fuerza que necesité para posicionarme del lado de la resistencia y…

 

Aquí estamos.

 

Mi padre la sigue mirando como si nunca la hubiera visto y se volviera a enamorar. Supongo que es su forma de conseguir que ella no se cabree a diario porque… es alguien muy difícil de aguantar. Encantador, de acuerdo… Absolutamente brillante, vale… Con esa memoria eidética que nos desbanca a todos y sus estúpidas teorías que siguen haciendo que la ceja de Ginger se eleve hasta el infinito.

 

Los tres nos quedamos en silencio por un momento mientras la miramos.

 

Somos sus tres chicos problemáticos. Por eso sus dos cromosomas X han tenido que aprender a mantenernos a raya.

 

-Generala Organa, no estamos tramando nada raro. -Se levanta Emeth y finge un saludo militar.

 

-Nunca puedo estar segura y menos si el contrabandista está comiendo pipas en medio de los dos. -Mi padre alarga el brazo hasta atraparla y abrazarla. Nunca he conocido a alguien como ellos dos. Ni creo que lo haga. Ni una historia de amor como la suya.

 

Me llamo Jackson Van de Kamp y lucho para que la humanidad tenga un mañana. A veces ellos me siguen llamando William y, lejos de importarme, me recreo en la idea de que no importa la vida que no viví, sino el haber llegado hasta aquí. 

 

Justo cuando estaba de pie al borde del agujero negro, en la línea del punto de no retorno y éste engullía vorazmente toda la luz porque ni siquiera ella era tan veloz como para escapar, todo lo que ellos sentían, recordaban y soñaban me unió a algo más poderoso y luminoso con la fuerza de la suma de dos infinitos. La suma de todos los números ordinales. Amor incondicional.

 

Omega.

 

 

Y supe que era imperdible. Que mi reflejo a través de ellos haría que siempre encontrara el camino a mi.

 

A quien soy de verdad.

 

Con mis sombras y toda mi luz.

 

Sobre todo con toda mi luz.

Chapter 8: OAZ

Summary:

Pero respiramos y nos abrazamos. Somos cachalotes astronautas bailando entre exoplanetas.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Comandante Scully pide permiso para iniciar la aproximación.

 

Alguien al otro lado, en la Tierra, repite la frase para que resuene en toda la nave. La expectación es enorme y los corazones laten con fuerza.

 

El sistema Trappist-1 brilla al fondo. Es precioso. Tiene siete planetas en el área ricitos de oro.

 

*Las estrellas no están tan lejos como parece, sólo tenemos que tener el coraje de alzar la mirada.*

 

-¿Parafraseando a tu bisabuelo?

 

Con tono superlativo, mira al segundo de abordo, el cual acaba de dejar que las palabras se entremezclen con la gravedad cero de la nave.  

 

-Oaz, Todos llevamos en nuestro dna incrustada la resistencia genética Scully, deberías de hacerme alguna pequeña concesión… Al fin y al cabo mi bisabuelo pisó la Luna, danos un poco de crédito.

 

Mira a la comandante pelirroja con una sonrisa de medio lado que podría sonar a flirteo si no fuera porque en el fondo, está asustado por la cercanía del nuevo sistema estelar. Pero su compañera le encanta…

 

Claro que le encanta.

 

-Está bien, Aldrin, pero no te acostumbres.

 

Dice seria, sin perder de vista el panel de mando donde lucen una miríada de colores y datos.  

 

-¡Y nuestra nave se llama Pequod! ¿Qué más quieres?

 

Si consiguen un planeta B, si de verdad es habitable, habrá una esperanza. Y se agarra a ella con todas sus fuerzas, con todo lo que creer.

 

-Quiero que de verdad esto funcione.

 

Se toca el bolsillo de su traje espacial donde sabe que está la foto de ella con sus abuelos el día que nació. Su legado no sólo es genético. Es la lucha, es la resistencia.

 

Es creer…

 

-Funcionará.

 

De verdad…

 

Quiere creer.

 

 

 

FIN

Notes:

EPÍLOGO. CACHALOTES ESPACIALES

El viaje de escribir me ha llevado a saber que soy imperdible.

He navegado por el dolor con un corazón roto a medio gas, he descubierto que mis latidos son prematuros desde que nací y que los cables que unen mi cerebro y mis piernas, mi corazón y mi razón, mi piel y mi sustancia gris, están mal conectados.

Una noche, creo que a finales de enero, se obró el milagro y empecé a leer fanfic. Entonces recordé. Me recordé. Releí los mejores, de todas mis autoras favoritas, hasta que al final me topé con los míos. Recordé entonces mis sueños de hace años, mis secretos, aspiraciones, las lágrimas que lloraba.

Todo estaba ahí.

Entonces supe por qué los había escrito, aunque en su momento lo hiciera sin saberlo.

Buceé también en mis cuadernos, mis diarios, dibujos, las entradas de livejournal… Hasta que volví a enamorarme un poco de mi misma y hasta a darme cuenta de que alguien se podía enamorar de mi.

Entonces me percaté de que me merecía más. Más de mi misma.

Abrazarme más. Dejar que Ahab Aldrin me abrazara más. Sin quintales de arena dentro, sin estar fusionada con el escollo.

Acabé de romper mi corazón a martillazos un domingo de primeros de mayo, cuando la historia estaba a la mitad. Pensé entonces que era imposible que llegara a acabarla porque no me creía que yo fuera capaz de volver a escribir una puta letra. Dentro de mi cabía a malas penas, solo la sensación de no poder respirar.

Pensaba que, aunque había aire, no había aire. No era para mi. Que nunca lo habría.

Pero sí que hay aire.

Incluso a las dos de la mañana mientras estoy de guardia. Imperdible.

Estoy volviendo a creer.

Sé que amé mucho. Y me siento profundamente orgullosa de haberlo hecho. He entendido que a veces no se necesitan nombres, ni adjetivos. He hecho las paces conmigo, con la situación. Con las banderas. QPR. Con el dolor incluso.

¿Por qué imperdible?

Porque me lo enseñó una canción. Unas letras que creía que hablaban de amor entre dos personas, y en realidad hablar de amor entre las versiones de uno mismo. A veces quererse es el mejor camino para ser capaz de querer a los demás y dejarte querer.

Suena Cosquilleo de Diego Ojeda y Rayden.

Toco el imperdible de mi muñeca, marcado y recordándomelo. Que está ahí.

Mañana seguiré reparándome. Revolcándome en mi adolescencia tardía y dejándome enamorarme. Queda un largo trecho. Hablaré de exoplanetas con mi príncipe, montaremos la Milky Way en piezas de Lego, bailaremos hasta marearnos mientras hacemos que tocamos la batería de Thunderstruck y nos miraremos maravillados.

Él sí que me ve.

Vaya que si me ve…

 

REFERENCIAS Y FUENTES DE INSPIRACIÓN

 

-The X-Files: Pilot, En Ami, My Struggle IV, Plus One, Millennium, Ghouli, William, Per Manum, I want to Believe, Fight the future, Small Potatoes, Redux, Emily, Christmas Carol, Beyond the sea, Never again, Anasazi, Musings of a cigarrete smoking man, Deadalive, My struggle I, Founder`s Mutation, the lost art of forehead sweat, Nothing last forever, Redux II, Tithonus, Piper Maru, Tunguska, Amor Fati, The end, the gift, Within, Without, Roadrunners, Travellers, all things, Folie a deux, Seinz und zeit, Requiem, Essence, Existence, Nothing important happened today, trust no 1, The truth. Y Seguro que me he dejado alguno. Los comics y los dos libros de Origins; Devil’s advocate y Agent of chaos. Y el blog de Ghouli.net.

-Me ha ayudado mucho esta página: www.eatthecorn.com Ha sido un soplo de aire fresco para entender toda la mitología.

-Mis agradecimientos a beyondthesea.it por recuperar el blog de Jackson.

-Creo que Gibson es éste hombre: www.thisman.org

 

Nota de la autora:

*Me he tomado la libertad de cambiar algunas fechas en la vida del Capitán Scully, de lo contrario es imposible cuadrarlo (hay un traspiés temporal en la serie).

*Si están muy out-character es porque yo estoy muy in-character. Mis disculpas.

*Disculpas también por los tacos.

*Ideas prestadas: Se habrán colado decenas de parafraseos de mis autoras favoritas, esto pretende ser un compendio de todo el fanfiction que he leído en mi vida. Ha sido genial.

*Gracias eternia_on_mars por seguir creyendo, por tus letras y magia y por la idea de; en cualquier sitio, pero no en nuestra cama. Es estupenda. Recomiendo su fanfic a todo X-Phile que siga ahí afuera, si es que queda alguno :*)

*Yo no acuñé la genial frase Maravilloso y Espeluznante, fue R, agosto de 2018. R fue mi beta durante veinte años y mi soulmate. Ojalá en ese a medio camino llegue a leerse esta historia. Echo de menos cuando leía mis fics.

*Los títulos de las partes están en: japonés, francés, hebreo e idioma básico galáctico.

*18:05 es la hora en la que estuvimos a punto de perdernos.

León, 9 julio de 2024

Series this work belongs to: