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Daemon dice: te lo dije

Summary:

- Esp: La batalla de Reposo del Grajo sucede diferente, pero Team Black gana. Para tener todo más claro mira las etiquetas.

 

- Eng: The battle of Rook's Rest happens differently, but Team Black wins. To have everything clearer, look at the tags.

Notes:

Edades de niños (no son relevantes los niños más pequeños pero quería que Daemyra tenga más hijos):
Jace 15,
Luke 14,
Baela y Rhaena 13,
Joffrey 12,
AegonIII 10,
Viserys 8,
Visenya 6,
Aemma 3,
Daella por nacer.

Chapter 1

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

El cielo sobre Reposo del Grajo, el asentamiento de la Casa Staunton, se había convertido en un campo de batalla. El ejército verde, leal a Aegon II y comandado por Sir Criston Cole, había cercado la fortaleza, dispuesto a sofocar cualquier resistencia. Lord Staunton, un leal vasallo de la Reina Rhaenyra y su casa, observaba con angustia cómo sus tierras ardían.

Desde las almenas, los arqueros de Staunton descargaron una lluvia de flechas sobre las tropas enemigas, pero su número era escaso. Los escorpiones, armas diseñadas para derribar a los dragones, se erguían amenazantes en el campo, esperando la llegada de un enemigo alado. La suerte de Reposo del Grajo pendía de un hilo.

De repente, un rugido ensordecedor sacudió los cimientos de la fortaleza. Un grito unánime se alzó entre los defensores y los asaltantes, mientras sus miradas se dirigieron hacia el horizonte.

Allí, surcando el cielo como una llamada, se aproximaba Meleys, la Reina Roja. El dragón más veloz de los Targaryen, montado por la pelinegra Rhaenys Targaryen. Sus escamas, de un rojo intenso, brillaban bajo la luz del sol, mientras sus alas batían el aire con una fuerza descomunal.

El aliento de fuego de Meleys se abalanzó sobre las tropas enemigas, convirtiéndolas en cenizas en un instante. Los escorpiones, inútiles ante tal poderío, fueron reducidos a chatarra. Los hombres de Criston Cole, aterrorizados ante la visión de la Reina Roja, retrocedieron en desorden, presos del pánico.

La batalla había cambiado de rumbo en un abrir y cerrar de ojos. La esperanza, que parecía haberse extinguido, renació en los corazones de los defensores. Lord Staunton y sus hombres vieron como llegó la princesa que había llegado para salvarlos.

Pero otro rugido volvió a aparecer, era Sunfyre, el dragón dorado que montaba Aegon.

La Reina Roja, con su experiencia en combate y su tamaño imponente, se lanzó al ataque contra Sunfyre. Rhaenys, sin embargo, tenía un objetivo claro: no quería matar al dragón, sino neutralizarlo. Sabía que Sunfyre solo obedecía las órdenes de su jinete.

Aegon, confiado en su juventud y en el poder de su dragón, se enfrentó a Rhaenys en un duelo aéreo. Ambos dragones escupieron fuego, creando una cortina de llamas que oscurecía el cielo. En medio de la confusión, Rhaenys aprovechó el descubrimiento de Aegon para ordenar a Meleys que se alejara y volviera a atacar por detrás.

El fuego de Meleys envolvió a Sunfyre, quemando sus alas y su cuerpo. Aegon, atrapado en el infierno de llamas, no pudo hacer nada para evitarlo. Cuando el humo se disipó, el joven rey usurpador yacía casi carbonizado dentro de su armadura sobre el lomo de su dragón, sin vida. Meleys, con un último rugido triunfante, infligió unas heridas superficiales a Sunfyre en el estómago. El dragón dorado, debilitado por la muerte de su jinete, comenzó a descender, su rugido ahora era un lamento desgarrador.

La caída de Aegon sembró el caos en el ejército verde, que no sabían si estaba muerto o no, pero su dragón no parecía querer volver a levantarse. Algunos soldados, especialmente aquellos que habían sido obligados a jurar lealtad a Aegon, dudaban en seguir luchando. Otros, cegados por el odio, buscaban venganza y proponían usar los escorpiones restantes para acabar con Meleys. Mientras tanto, los hombres de Lord Staunton, exultantes por la victoria, se preparaban para lo que vendría.

Pero la tregua sería breve. Un nuevo rugido, más grave y profundo que los anteriores, resonó en el horizonte. Vhagar, la dragona más grande y antigua, se acercaba, montada por Aemond Targaryen, el hermano menor de Aegon. La batalla aún no había terminado.

Rhaenys, con el corazón palpitante, contempló la escena que se desarrollaba ante sus ojos. Había tenido la oportunidad de huir, pero su orgullo y su sentido del deber la habían impulsado a permanecer y luchar. El descomunal Vhagar se abalanzó sobre Meleys, dando inicio a un duelo épico entre las dos dragonas, una era la más grande y la otra la más veloz.

En medio del caos, Rhaenys perdió de vista a Vhagar. La densa cortina de humo y fuego que envolvía a los dragones hacía imposible seguir sus movimientos. La reina roja se elevó por encima del campo de batalla, buscando una posición ventajosa desde la cual evaluar la situación. Sin embargo, por más que escudriñó el cielo, no logró encontrar a su némesis.

Desconocido para Rhaenys, Aemond y Vhagar se habían ocultado en un despeñadero cercano, esperando el momento oportuno para atacar. La estrategia de Aemond era clara: emboscar a Rhaenys y acabar con ella de un solo mordisco. Pero no contaba con la presencia de Daemon Targaryen, que había llegado en secreto para ayudar a su prima.

Montado en Caraxes, Daemon se había acercado sigilosamente por el suelo, en el fondo del desfiladero. Cuando vio la oportunidad, atacó. Caraxes mordió una de las patas traseras de Vhagar, arrastrándola hacia abajo y obligando a Aemond a revelar su posición.

En ese momento, Daemon se dirigió a Rhaenys, su voz resonando a través del viento: "Aléjate, Rhaenys. Déjame esto a mí". La reina que no fue, sorprendida por la aparición de su primo, obedeció y se alejó.

Daemon, con una sonrisa malvada en el rostro, comenzó a elevarse cada vez más alto con Caraxes, seguido de cerca por Vhagar. Rhaenys observaba la escena con incredulidad, sin entender la estrategia de su primo. A medida que ascendían, Daemon lanzó una mirada burlona a Aemond, quien lo perseguía con furia.

Al alcanzar una altura considerable, Daemon ordenó a Caraxes morder a Vhagar nuevamente, pero esta vez en un punto que la desestabilizaría sin causarle una herida mortal. Con Vhagar tambaleándose, Daemon aprovechó para saltar de su dragón, el tuerto lo miró con terror y con una precisión mortal, clavó su espada de acero valyrio, Hermana Oscura, en el único ojo que le quedaba a Aemond. Fue un acto de justicia por el de asesinato de Lucerys, la venganza fue quitarle la vida al hijo del usurpador, además arrancó el zafiro del ojo de Aemond y se lo llevó como trofeo.

Con Vhagar descontrolada, empezó a caer y Daemon quedó en el aire al no estar sujeto a nada. Caraxes, fiel a su jinete, lo atrapó en el aire antes de que se estrellara contra el suelo.

Vhagar, por su parte, se estrelló contra el bosque, provocando una gran devastación entre las tropas verdes. Aemond, sin embargo, ya había muerto y seguía atrapado entre las riendas.

Daemon hizo descender a Caraxes cerca de Meleys, donde Rhaenys lo esperaba. Con un gesto de la cabeza, saludó a su prima. "Te lo dije" afirmó con una sonrisa satisfecha. "Te dije que teníamos que enfrentar a Vhagar juntos. Mira lo que casi sucede: los dos usurpadores casi te hacen perder en una trampa si no fuera por mí".

Rhaenys se acerca con su orgullo intacto, aunque no del todo queriendo admitirlo. "Quizás tenías razón." admitió. Pero su mente estaba en otra cosa. "¿Qué haces aquí? Se supone que deberías estar en Harrenhal".

Daemon esbozó una sonrisa enigmática. "Supuse que te tenderían una emboscada". Se detuvo un momento, como si dudara en decir algo más. Luego, en un susurro, añadió: "Me di cuenta cuando me liberé de esa maldita prisión mental".

Rhaenys frunció el ceño, sin entender del todo a qué se refería su primo. "Perdona, no te oí bien".

Daemon negó con la cabeza. "No importa".

La conversación fue interrumpida por el sonido de los pasos que se acercaban. Ambos Targaryen miraron hacia abajo y vieron a un grupo de hombres saliendo del bosque. Eran los restos del ejército verde, derrotados y humillados. A la cabeza del grupo se encontraba Lord Stokeworth, un antiguo aliado de Rhaenyra que había sido obligado a unirse al bando de los verdes.

Con la cabeza gacha, Lord Stokeworth se dirigió a Daemon. "Su Majestad", comenzó, "soy Lord Stokeworth. Siempre he sido leal a la Reina Rhaenyra. Me obligaron a seguir a estos traidores. Siento una gran vergüenza por haber roto mi juramento y las palabras de mi casa, 'Orgullosos de Ser Leales'. Pero suplico su clemencia, tanto para mí como para mis hombres".

"Si se arrodillan ahora mismo ante la Reina, vuestras vidas quedarán a salvo, al menos hasta que ella decida qué hacer con ustedes." Ordeno Daemon. Los hombres de las casas Stokeworth, Rosby y Darklyn siguieron el ejemplo del señor y se arrodillaron. Sin embargo, un pequeño grupo de hombres, entre ellos Criston Cole y Gwayne Hightower, se mantuvo en pie, desafiante.

Daemon, con una sonrisa maliciosa, se dirigió a Criston Cole, a quien llamaba burlonamente "Crispin". "¿Te niegas a arrodillarte ante la legitima reina?" preguntó con voz burlona. Criston, enfurecido, escupió un insulto hacia Rhaenyra. Daemon, sin inmutarse, ordenó a sus hombres que se llevaran a Criston y Gwayne Hightower como prisioneros, a los demás que no se arrodillaron a Caraxes los quemo.

Rhaenys, con voz firme, anunció a los hombres que se habían arrodillado que podían regresar a sus hogares, pero que si eran encontrados traicionando nuevamente a la Reina, serían castigados con una muerte atroz. Luego, ordenó que se enviara un pequeño barco a Dragonstone con Criston y Gwayne, para que Rhaenyra los viera y dictara sentencia.

Cuando todos se habían dispersado, Rhaenys se volvió hacia Daemon y le preguntó qué harían con Vhagar y Sunfyre. Daemon se acercó cautelosamente a Sunfyre, el dragón más joven. Con una voz suave, le habló en Alto Valyrio, explicándole quién era y asegurándole que no le haría daño. "Tu jinete quería que su casa, la Hightowe, tomara el trono y que los dragones desaparecieran", dijo Daemon. "Pero tú puedes volver a Dragonstone y vivir en paz". Sunfyre, aún conmovido por la muerte de su jinete, rugió en respuesta, un sonido que era tanto de dolor como de aceptación.

Luego, Daemon se dirigió hacia Vhagar, la antigua montura de Visenya Targaryen. "Sé que me reconoces" le dijo, su voz llena de respeto. "Fuiste la compañera de mi padre y de mi difunta esposa." Sin embargo, su tono cambió de repente a enojo. "Pero esto fue una gran decepción. ¿Cómo pudiste elegir a un jinete como el tuerto?". A pesar de su ira, Daemon no atacó a Vhagar. "No te mataré por respeto a los que te montaron antes." dijo. "Pero si me atacas, no dudaré en acabar contigo." Vhagar, que parecía comprender las palabras de Daemon, se quedó quieta, observándolo con sus grandes ojos oscuros recordando que él era así de valiente igual que su padre.

Rhaenys, que había estado observando a Daemon con asombro, finalmente habló. "¿Qué haremos con los cuerpos de Aegon y Aemond?" preguntó. Daemon respondió con una sonrisa sardónica: "Quedaran sobre los dragones amarrados como están, seguro el cuerpo quemado de Aegon soportara el viaje. Es para que todos los vean. Especialmente a Aemond, con mi espada clavada en el ojo. Volveré a buscarla después." Rhaenys rodó los ojos ante el dramatismo de su primo.

Después de tomar estas decisiones, Rhaenys se despidió de Daemon y se dirigió a Driftmark junto a Meleys. Daemon, por su parte, regresó a Harrenhal para ocuparse de los asuntos pendientes. Sunfyre y Vhagar, con sus jinetes muertos a bordo, volvieron a Dragonstone.

Notes:

En el próximo capitulo llegara Laenor a Driftmark de ESSOS, estoy pensando en sacar a Qarl y poner a otro enamorado, pero no estoy segura.
Y Daemon volverá a ver a Harwin después de tantos años.

Chapter 2

Summary:

Laenor se reencuentra con Seasmoke, luego lo hace con Corlys y Rhaenys. Daemon y los señores de las Tierras de los Ríos en Harrenhal. Daemon y Harwin tienen una charla a solas. Llegan dos dragones.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Un leve rumor había llegado alos oídos de los habitantes de Driftmark. Una noticia tan inverosímil como un kraken surcando los cielos: Laenor Velaryon, el heredero de la Serpiente Marina, estaba vivo. La noticia se propagó como un reguero de pólvora, suscitando incredulidad y asombro a partes iguales. ¿Cómo era posible que el príncipe, cuyo cuerpo se suponía yacía en las profundidades del mar, hubiera regresado? Muchos recordaban con claridad las lágrimas derramadas por la familia Velaryon. No obstante, un puñado de pescadores juraba haber visto a Laenor y a su supuesto amante, Ser Qarl Correy, desembarcar de una pequeña embarcación en la costa norte.

La imagen de Laenor, pálido y de cabello plateado, había quedado grabada en la memoria de todos los habitantes de Driftmark. Y aunque los años habían pasado, su rostro, tan delicado como cualquiera de sangre valyria, era inconfundible.

Qarl, por su parte, se movía con una falsa seguridad. Creía que el paso del tiempo y el cambio en su apariencia lo habían vuelto irreconocible. Pero en Driftmark, todos se conocían. Y la figura alta y esbelta de Qarl, junto a su cicatriz en la mejilla, era una marca inconfundible.

 

Mientras tanto, en la playa, Corlys Velaryon supervisaba los preparativos para la guerra. A su lado, estaban los más leales a él, entre ellos estaba Addam y Alyn, sus bastardos no reconocidos, escuchaban atentamente lo que le informaban a su señor. Ellos fueron llamados por Corlys, él quería que tuvieran un poco más de poder y prestigio, por que sabia que nunca los podría reconocer, ya que eso implicaría admitir públicamente que le fue infiel a su amada esposa Rhaenys. De hecho, Rhaenys lo sabía, Corlys no sabia que ella lo sabía hasta ayer que ella le dijo que sus hijos bastardos deberían tener más reconocimiento, porque se lo merecían.

Por supuesto seria para eso, ya que dinero no necesitaban, su madre Marilda, la sagaz mercader y osada capitana, tenia a Ratón, su embarcación comercial pequeña.

 

Un rugido profundo y resonante sacudió el aire de la playa, rompiendo la tranquila mañana en Driftmark. Corlys Velaryon, junto a sus bastardos Addam y Alyn, alzó la vista hacia la costa. Allá, emergiendo de su cueva, se encontraba Seasmoke, el majestuoso dragón de mar, su escamas plateadas brillando bajo el sol. Pero lo que más llamó la atención de Corlys fue la figura encapuchada que se acercaba al dragón.

Al principio, Corlys pensó que se trataba de algún loco, atraído por la leyenda del dragón. Muchos habían intentado acercarse a Seasmoke en el pasado, y todos habían pagado con su vida. Sin embargo, algo en la postura de aquella figura, en la forma en que se movía, le resultó familiar. El dragón, en lugar de atacar, parecía reconocer a su visitante.

Laenor, oculto bajo la capucha, sintió la emoción de Seasmoke a través de su vínculo. El dragón estaba furioso por su ausencia, pero también estaba aliviado de verlo de nuevo. Con voz suave, Laenor trató de calmar a su compañero. "Lo siento, Seasmoke," murmuró. "Te extrañé mucho, más de lo que puedes imaginar." Pero el dragón, en un gesto casi humano, golpeó suavemente a Laenor con su cabeza.

A pesar del rechazo inicial, Laenor no se dio por vencido. "He vuelto," prometió. "Y no te dejaré nunca más. Volveremos a surcar los cielos juntos." Las palabras de Laenor parecieron calmar a Seasmoke. El dragón inclinó la cabeza y permitió que Laenor lo acariciara. Con un rugido triunfal, Laenor montó a Seasmoke y se elevó hacia el cielo, desapareciendo entre las nubes.

 

Laenor aterrizó con suavidad en la arena, la emoción vibrando por todo su cuerpo. No se percató de inmediato de la figura que se aproximaba a él, cegado por la alegría de reunirse con su dragón. Su padre se detuvo a una distancia prudente, su rostro contorsionado por la furia.

"¡Cómo te atreves a acercarte al dragón!" bramó Corlys, su voz resonando en el aire. "Ese dragón era de mi hijo, mandare a matarte!"

Laenor giró lentamente, encontrándose con la mirada acusadora de su padre. Por un instante, el miedo se apoderó de él. Pero luego, con una determinación firme, se quitó la capucha y reveló su rostro. "Padre," dijo con voz suave. "soy yo."

Corlys se quedó petrificado. Sus ojos se agrandaron y su mandíbula se tensó. Los hombres que lo acompañaban intercambiaron miradas incrédulas.

"Imposible," murmuró Corlys, negando con la cabeza.

"No lo es," respondió Laenor con una sonrisa débil. "Tuve que fingir mi muerte para poder vivir en paz."

"Pero... ¿Rhaenyra?" Corlys estaba confundido, aturdido.

"Ella lo sabía," respondió Laenor. "Daemon nos ayudaron a planear todo."

"Pero... ¿por qué?" Corlys estaba cada vez más desconcertado. "¿Por qué harías eso? Tú eras el heredero, el futuro rey consorte."

Laenor soltó una carcajada sin humor. "Tú lo sabes bien, padre. Nos obligaron a casarnos a Rhaenyra y a mí. Intentamos ser amigos, pero nuestros corazones pertenecían a otros."

Corlys frunció el ceño. "Tus... preferencias... no eran un obstáculo."

"Si, si lo fueron. Tú y tus ambiciones. Me obligaste a casarme con Rhaenyra, a pesar de que ambos sabíamos que no funcionaría. Laena no solo se fue a Essos por el exilio de Daemon, sino para alejarse de ti. Casi la casas con un borracho solo por poder."

Corlys se quedó en silencio, pero sus ojos reflejaban una profunda culpa.

"Y ahora," continuó Laenor, "he vuelto. Me enteré de la muerte de Lucerys, y no pude quedarme de brazos cruzados. Vengo a ayudar a mi familia."

Corlys quedo sin palabras. La noticia de la muerte de Lucerys lo había golpeado con fuerza.

"Me haré pasar por un bastardo de Vaemond," anunció Laenor. "Así podré proteger a mi familia sin levantar sospechas."

"Vaemond está muerto." le avisó Corlys.

"Lo sé," dijo Laenor con una sonrisa irónica. "Fue Daemon quien lo mató, después de que llamara bastardos a mis hijos."

El aire se llenó de tensión. Seasmoke, sintiendo el enojo de su jinete, rugió amenazadoramente. Laenor acarició el cuello de su montura tranquilizándolo. "No te preocupes, Seasmoke." dijo. "Todo estará bien."

 

Llegó el rugido de un dragón a sus oídos, Laenor se dio cuenta que era Meleys, quien venia volando dejando caer sangre de heridas en su cuerpo, Laenor notó que una gran multitud observaba a lo lejos, que de seguro los estaba viendo desde hace un buen rato, debería preocuparse pero lo más importante en este momento era su madre.

Rhaenys, aún montada en Meleys, parecía cansada y abatida. Su cabeza descansaba sobre su cuello, como si quisiera fundirse con su dragón. Laenor se acercó con cautela, mientras los demás mantenían una distancia prudente.

"Meleys," llamó en alto valyrio, "soy yo. Laenor."

La dragona lo miró fijamente durante unos instantes, como si estuviera escaneando su alma. Luego, con un movimiento lento, acercó su cabeza para que Laenor pudiera acariciarla. A través de su vínculo, Rhaenys sintió el reconocimiento de su dragón, abrió los ojos y los fijó en su hijo, incrédula.

Sus ojos se llenaron de lágrimas al reconocer a Laenor. Saltó de Meleys, sus piernas temblorosas por el cansancio.

"Laenor," susurró, su voz apenas audible. Extendió una mano temblorosa y tocó su rostro, como si quisiera asegurarse de que no fuera una ilusión.

"Sí, madre," respondió él, acercándose a ella. "He vuelto."

Rhaenys lo abrazó con fuerza, como si temiera que se desvaneciera en cualquier momento. "Cómo... cómo es posible?" preguntó, su voz entrecortada por las lágrimas.

"Fingí mi muerte," explicó Laenor. "Tuve que hacerlo para ser libre." Le cuenta como fue que ocurrió su huida.

Rhaenys se separó de él y lo miró con alegría y enojo. "Nunca debiste hacerme eso," dijo, su voz firme. "Me destrozaste el corazón."

Laenor asintió, sintiendo el peso de sus emociones. "Lo sé," dijo. "Pero no podía vivir una vida que no era mía."

Corlys se acercó a ellos, los abrazó, seguía enojado pero la alegría le ganó. "Rhaenys," dijo, su voz ronca. "Estás herida."

Rhaenys se apoyo en el brazo de su marido, sus ojos estaban llenos de cansancio. "Fui a proteger a los aliados de Rhaenyra, y me encontré con Sunfyre y Vhagar. Quemé a Aegon, pero Vhagar casi me mata. Si no hubiera sido por Daemon..." Su voz se apagó.

"Daemon," repitió Corlys, intrigado.

"Sí," dijo Rhaenys. "Llegó justo a tiempo. Se enfrentó a Aemond y le quitó el ojo que le quedaba."

Una oleada de alivio recorrió a los presentes. "¿Y Sunfyre y Vhagar?" preguntó Laenor.

"Daemon los mandó a Dragonstone," respondió Rhaenys con una sonrisa irónica. "Y para que nadie se olvidara de lo que había ocurrido, dejó los cuerpos de sus jinetes encima de los dragones."

Corlys y Laenor no pudieron evitar reír. "Siempre tan teatral," comentó Corlys.

"Y Aemond," agregó Rhaenys, "tiene la espada de Daemon clavada en el ojo."

La risa se convirtió en una carcajada general. A pesar de la tragedia y el peligro que habían enfrentado, no podían evitar encontrar humor y alivio en la situación.

"Creo que lo mejor será que vaya a Dragonstone y me presente ante Rhaenyra" habló Laenor.

Rhaenys lo pensó un momento y finalmente contesto. "No, yo me encargare de informarle, lo mejor será que tu vayas a Harrenhal, Daemon tiene que enfrentarse a los Lannister y el Dominio también rodea la Tierra de los Ríos, tu podrás ayudarlo."

"Pero primero podría pasar a ver a Rhaenyra y los niños."

"No, yo hablare con ella del asunto. Quiero que se diga públicamente que tu eres Laenor y no un bastardo."

"Madre..."

Ella lo interrumpió. "Daemon y Rhaenyra se casarón con la tradición valyria por lo que no habrá problema con los hijos que ellos tuvieron. Y la decisión de mentir y fingir una muerte seguro será callada con todo lo que acontece en estos momentos, y sino, bueno, Rhaenyra ya es la reina, su palabra es la ley."

"Esta bien madre, hare lo que dice." Aunque no del todo convencido. "Pero eso si, informa que de las Ciudades Libres hay rumores que los verdes buscan una alianza con la Triarquia."

"Esos malditos verdes." maldijo Corlys. "Seguro ofrecerán algo de los Peldaños de Piedra, que acto más tonto."

"Esta bien, ahora que sabemos eso, no estaremos desprevenidos. No quiero alejarte de mi lado pero tienes que irte, Laenor y tengo que descansar."

Se abrazaron nuevamente y Laenor se puso sobre Seasmoke. "Nos veremos luego." Con un poco de timidez a pesar de ser ya un adulto, agregó. "No vine solo, Qarl esta en una posada, si podrían..."

Corlys se enfureció de escuchar el nombre pero Rhaenys lo tomo del brazo para que no hablara. "Esta bien, yo me encargare de él, haré que vaya a Dragonstone."

"Gracias madre."

Laenor y Seasmoke se dirigieron a Harrenhal.

 


 

Caraxes descendió sobre el espacio libre cerca del castillo de Harrenhal. Al aterrizar, el dragón exhaló un rugido gutural que sacudió los cimientos del castillo, esparciendo una lluvia de sangre sobre las carpas del campamento.

Daemon Targaryen saltó de la espalda de su dragón, su figura imponente contrastando con la silueta del castillo en ruinas. Se acercó a Caraxes y comenzó a acariciar su cuello, examinando las heridas. "Buen trabajo, viejo amigo." murmuró. Las heridas, aunque profundas, no parecían poner en peligro la vida del dragón. Los dragones eran criaturas resilientes, capaces de sanar de las heridas más graves.

Ordenó a sus hombres que trajeran comida y bebida en abundancia para Caraxes. El dragón, agradecido, se dedicó a devorar la carne y el vino que le ofrecían. Daemon, satisfecho, se dirigió hacia el castillo. A su paso, los caballeros y sirvientes se inclinaban en señal de respeto. 

Se dirigió directamente a la sala de reuniones, y lo primero que vio al entrar fue a su antiguo compañero, Harwin Strong. La sala estaba llena de importantes señores que habían acudido para apoyar a Rhaenyra en su lucha, vieron entrara a Daemon con sangre y cenizas sobre él. Estaban presentes la Casa Blackwood, liderada por su señor Samwell Blackwood y sus hermanos Willem y Lady Alysanne Blackwood. También estaban la Casa Bracken, representada por Amos Bracken, la Casa Tully, representada por Elmo Tully, la Casa Frey, con Forrest Frey y su esposa Lady Sabitha Vypren, la Casa Mallister, con Jorah Mallister, la Casa Darry, la Casa Piper, la Casa Woode y la Casa Vance. Harwin Strong con quemaduras en el cuello y brazos estaba allí junto a su esposa Larissa, de la Casa Farman de Torrelabella, una noble casa de las Tierras del Oeste.

Daemon no había visto a Harwin desde la boda de Laenor y Rhaenyra, hace alrededor de 16 años. Harwin había sido su mano derecha cuando era Comandante de la Ciudad, y había confiado en él lo suficiente como para cederle el puesto cuando fue exiliado. Aunque Harwin era el verdadero padre de los tres primeros hijos de Rhaenyra, Laenor los había legitimado como propios. Sin embargo, Daemon no sentía celos de Harwin ahora que él era el esposo de Rhaenyra y habían formado una familia juntos. Aunque era extraño volver a ver a Harwin, Daemon se alegraba de hacerlo. Harwin también se había casado y tenía sus propios hijos. Aunque Daemon sentía cierta pena por el hecho de que Harwin no hubiera podido estar con los hijos de él y Rhaenyra todos esos años, también sabía que él mismo se había convertido en el padre que los niños necesitaban y amaban, y ya eran suyos, así que tanta pena no le dio.

Daemon se dio cuenta de que había varios hombres en la sala que alguna vez habían pretendido la mano de Rhaenyra.

Daemon se sentó en su lugar correspondiente, su mirada recorrió la sala, deteniéndose en cada rostro. "Mis señores," comenzó, su voz resonando en la gran sala, "Junto a mi prima la princesa Rhaenys luchamos contra Aegon el usurpador y Aemond el mata parientes." Daemon hizo un pequeño silencio para formar intrigar pero continuo. "Ahora ambos están muertos."

"Tenemos las ventaja," afirmó Lord Samwell Blackwood, su voz resonando con una calma que contradecía la gravedad de la situación. "Con ellos dos muertos los Verdes estarán desmoralizados cuando se enteren."

"Pero no derrotados," advirtió Lord Jorah Mallister, con su rostro endurecido. "Quedan dos dragones más: Dreamfyre y Tessarion."

"Helaena Targaryen no parece inclinada a unirse a la batalla," intervino Lady Alysanne Blackwood, su mirada penetrante recorriendo la sala intentando parecer dura. "Pero no sabemos qué intenciones tiene Daeron con Tessarion."

Alysanne Blackwood, una joven de tan solo 16 años, observaba la sala de reuniones de Harrenhal emocionada por dentro pero por fuera mantenía el rostro neutro. Había insistido mucho a su hermano Samwell para que la dejara venir, y aunque su sobrino Benjicot de 11 años no había sido autorizado a asistir por ser considerado demasiado joven, ella sabía que era solo para mantener a un Blackwood en sus tierras. Benjicot, a pesar de su edad y timidez, era un guerrero feroz.

Ella estaba feliz de poder estar aquí. En las Tierras de los Ríos, las mujeres están más dispuestas a participar en las batallas en comparación con las Tierras de la Corona. Se alegraba que el príncipe Daemon no la haya excluido de estas reuniones. Es lógico, después de todo, había oído que entrena a sus propias hijas. Ella ya l levaba una semana en Harrenhal y había conocido a Sabitha Vypren. Se hicieron buenas amigas, tal vez más de la cuenta. 

 

"Y los Lannister," agregó Lord Elmo Tully, su voz ronca. "Seguramente seguirán luchando por los Verdes, a pesar de la muerte del usurpador."

Elmo Tully, Señor de Aguasdulces y Señor Supremo del Tridente, había asumido su posición tras la reciente muerte de su abuelo. Aunque su abuelo había apoyado al bando verde, Elmo había decidido apoyar a Rhaenyra. Recordaba claramente cómo, hace un mes, sus vasallos en las Tierras de los Ríos comenzaron a disputar sobre a quién apoyar. Los Blackwood y Bracken e staban listos para matarse entre ellos, pero la aparición del príncipe Daemon en su dragón Caraxes cambió todo. Su amenaza fue suficiente para mantener la paz, al menos por ahora.

 

"Y los Baratheon," añadió Lord Forrest Frey, su rostro serio. "No podemos confiar en ellos después de que permitieran la muerte del príncipe Lucerys."

Forrest Frey, Señor de Los Gemelos y del Cruce, observaba la sala con una sonrisa confiada, sabia que esto era una guerra ganada. Había pedido la mano de Rhaenyra en el pasado, pero terminó casándose con Sabitha Vypren. Aunque fue una alianza política, su relación había florecido, y ambos disfrutaban de cazar y cabalgar juntos. Ahora estaban en esta guerra como iguales, apoyando al bando de la reina Rhaenyra. A él le encanta que Sabitha no sea una doncella en apuros, aunque siempre estaba listo para cumplir todas sus necesidades. Era despiadada, ambiciosa y de temible coraje. 

 

Lord Humfrey Bracken, con su característico tono arrogante, interrumpió. "Y mientras tanto, nosotros nos encargaremos de los Lannister. Mis hombres están ansiosos por vengar la afrenta que sufrieron."

Alysanne Blackwood, con su habitual franqueza, soltó una carcajada. "No te hagas el valiente, Humfrey. Recuerdo muy bien cómo temblabas cuando él príncipe Daemon apareció sobre Caraxes."

Humfrey se ruborizó, pero no respondió.

Alys Rivers, se acerco sigilosamente a Daemon y habló para que solo él escuchara. "He visto en las llamas," dijo ella con voz suave, "veo un conflicto en el Dominio, Tessarion y su jinete aparecerán para destruir al los aliados negros. Por otro lado, veo dos dragones recuperándose."

Daemon asintió. "Confío en tus visiones, Alys." Aunque de hecho él no entendía nada, Alys tampoco daba muchas explicaciones. Aunque de apoco ella se volvió un poco más comunicativa.

Harwin Strong, que había estado escuchando en silencio, intervino. "Debemos atacar mientras tienen la guardia baja. Pero antes ver si alguna casa se cambia de bando luego de la muerte del usurpador."

La discusión continuó durante horas, hasta que finalmente se llegó a un acuerdo. Se decidiría atacar por varios frentes, aprovechando la sorpresa y la superioridad numérica.

Mientras tanto, en un rincón de la sala, Alysanne Blackwood y Lady Sabitha Vypren se susurraban al oído. "Esa mujer," dijo Alysanne señalando a Alys Rivers, "¿quién es y qué hace aquí?"

"No lo sé," respondió Sabitha, "pero me da recelo."

"A mi también," dijo Alysanne. "Pero mientras esté de nuestro lado, no me importan sus misterios."

 


 

Daemon y Harwin se encontraban en una de las cámaras privadas de Harrenhal.

Daemon rompió el silencio. "Sé que quieres preguntar por Lucerys. Todos lo queríamos. Era un buen muchacho."

Harwin con voz temblorosa preguntó "¿Cómo está Rhaenyra luego de su muerte?"

"Está devastada. Aún no puede creerlo. Aemond no le dio oportunidad de luchar. Persiguió a Luke y Vhagar lo devoró. Rhaenyra lo buscó en el mar, pero no encontró ni rastro de él.

Harwin sintió una mezcla de dolor y rabia al escuchar esas palabras. Quería saber más sobre su hijo, pero las palabras se le atragantaban.

Harwin Strong, conocido como el Rompehuesos, se sentía impotente y lleno de dolor al escuchar las palabras de Daemon. Había pasado tantos años lejos de Rhaenyra y sus hijos, y ahora, enfrentaba la pérdida de uno de ellos sin poder hacer nada al respecto.

Harwin con voz entrecortada habló. "Luke... ¿cómo fue su vida estos años? No pude estar allí para verlo crecer."

Daemon lo miró con compasión. "Luke fue muy feliz. Mejoró mucho con las armas y Corlys le enseñó sobre su futuro papel como Señor de Driftmark. Estaba comprometido con mi hija, Rhaena, y se querían mucho."

Harwin sintió una mezcla de alivio y tristeza al escuchar eso. Al menos, Luke había vivido una vida plena y feliz, rodeado de amor y cariño.

"Me alegra saber eso. Rhaenyra y tú han hecho un buen trabajo criándolos. ¿Y los otros niños?"

Daemon sonrió. "Jace es fornido y apuesto, su presencia impone respeto. Tiene un carisma natural que le permite ganarse la confianza y el respeto de quienes lo rodean. Sabe cuándo mostrar fuerza y cuándo usar la diplomacia para alcanzar sus objetivos."

"Sin duda será un gran rey."

"Corwyn tiene solo 12 años pero ha demostrado ser un guerrero nato, con una habilidad innata para manejar diversas armas. Su temperamento es fogoso y se ofende con facilidad, lo que a veces lo lleva a actuar impulsivamente. La política no le interesa en absoluto. Su verdadera pasión es volar en su dragón, Tyraxes, que crece exponencialmente cada año."

Daemon sentía tristeza al mirar a Harwin. Sabía lo difícil que había sido para él estar lejos de sus hijos y de Rhaenyra. Aunque Daemon ahora era el esposo de Rhaenyra y el padre de sus hijos, nunca había olvidado el papel crucial que Harwin había jugado en sus vidas.

"Pero dime, Harwin, ¿cómo ha sido tu vida estos años?" pregunto Daemon con interés.

Harwin respiró hondo. "He sido muy feliz con mi esposa Larissa. Tiene un ingenio afilado y una lengua aún más afilada." dijo con una sonrisa. "Además, es una excelente cantante. Tuvimos dos hijos, Duncan, que es igual a mí físicamente, y Lara, que es igual a Larissa."

"Me alegra sinceramente que hayas podido tener una buena vida."

"Daemon, ¿mis hijos... te consideran como su padre?" pregunto ocultando su vergüenza.

Daemon medio sonrió. "No te preocupes, Harwin. Me consideran como si fuera su padre, así como yo los considero mis hijos. Pero también saben que tú eres su padre biológico y les hablamos de ti."

Él sintió una mezcla de alivio y gratitud. "Me reconforta saber eso. No puedo reclamarlos, pero agradezco que les hayas hablado de mí."

 

La conversación fue interrumpida cuando se escucho un rugido de dragón que no era el característico de Caraxes. Todos en el campamento se pusieron en alerta. Otro rugido diferente se volvió a escuchar. Habían dos dragones desconocidos cerca. Daemon estaba listo para ir hacia Caraxes cuando vio por la ventana a los dragones y los reconoció. Uno era gris plateado y era montado por un peliblanco, el otro era una mezcla que iba del rojo purpura y amarillo montado por un castaño.

Un castaño que por supuesto jamás tendría una orden de venir a este lugar donde se formaría una batalla. Por el reflejo de la luz solar Daemon pudo llegar a notar que este jinete también llevaba a Hermana Oscura, la que había dejado sobre la cuenca del mata parientes encima de Vhagar.

Notes:

¿Qué les pareció?
¿Quedo muy largo o muy corto?
¿Creen que le falto algo o se puede mejorar?