Actions

Work Header

ÉRASE UNA VEZ: UN JODIDO ESCARABAJO

Summary:

Tras el último exterminio, Adam despierta como un ángel caído, atrapado en el infierno y sin contacto con el cielo. Los pecadores lo ven como una presa fácil, pero Adam les demuestra lo equivocados que están.

Mientras una corrupción oscura lo consume lentamente, recuerdos de su vida en el Edén y en la Tierra primitiva resurgen, y con ellos, se revelan secretos profundos del infierno que el cielo siempre le ocultó, entre ellos, el destino de Eva.

Sin saberlo, su caída ha desatado una profecía que podría cambiarlo todo. Un destino que siempre estuvo escrito.

Notes:

Espero no estar pisando demasiado alto con esto, me refiero a la idea que tengo en mente. Así que simplemente intentaré divertirme en el camino.

Los eventos siguen el canon de la serie como tal, pero se agregará un transfondo más. ¿Complejo? No sé si llamarlo así ^^"

(See the end of the work for more notes.)

Chapter 1: PROLOGO

Chapter Text

“Y entonces vi un vasto bosque en el corazón del universo, donde un árbol gigantesco se alzaba majestuoso. Sus raíces, entrelazadas en las profundidades de la realidad, son el principio primordial de toda vida en ese lugar. Pero este árbol unido en uno solo era imperfecto, con sus nudos y torceduras que reflejaban la complejidad de la existencia misma. Desde esas raíces, como si fueran los hilos de un destino ya escrito, se desencadenó el final de un todo.”


Hubo una pregunta inquietante que había estado rondando en su mente desde que lo escuchó hablar: ¿Se había equivocado en confiar en él? No, no podía haberse equivocado; ambos eran ángeles, después de todo. De seguro, de seguro lo ayudaria como lo había prometido. ¿Verdad? Además, nunca había tenido problemas con él, no que Adam recordara.

“Oh, mierda” De hecho, sí. 

Uriel era uno de los ángeles que se había opuesto a la idea de los exterminios, pero él no era rencoroso. ¿Verdad? 

“Oh, por el amor de Dios, que no sea rencoroso”, pensó Adam.

“Solía tener visiones. ¿Alguna vez te lo dije?” La pregunta lo sacó de sus pensamientos. Adam parpadeó, sintiendo que su curiosidad se convertía en una especie de pesadez. "Ah," suspiró el otro ángel, con un aire nostálgico como si recordara mejores tiempos. “Nunca supe el origen de esas visiones, o si tenían una razón de ser. Por mucho tiempo pensé que eran enviados por el Bien como tal, que ella me había escogido por alguna razón, y que esa razón era profetizar las buenas nuevas.”, extendiendo sus manos teatralmente, como si estuviera predicando ante un público invisible. “Solía correr donde mis hermanos con cada pequeña revelación. Tenía la certeza de que podría evitar alguna catástrofe con mi don. Después de todo, ese era mi propósito, ¿Verdad?” Su voz era seria, pero pronto se quebró en una amarga carcajada.

No, no estaba actuando como él normalmente lo haría; ese fue el pensamiento de Adam. No lo recordaba de esa forma. Él era más como un puto ciervo, reservado y silencioso, melancólico por naturaleza. Él era el sol, literal e irónicamente.

Sus ojos se fijaron en la llave que Uriel sostenía entre los dedos.

“Pero si esas visiones fueron enviadas por El bien como tal. ¿Por qué se contradijo con sus acciones? Esa pregunta siempre me carcomió la mente. Quizá nunca fueron enviadas por ella. O quizá yo no era especial, al final del día” Dio un paso adelante, su mirada clavándose en la de Adam. Haciendo que este retrocediera instintivamente. “Y cuando tuve esa visión… Por qué tuve que revelárselo a mis hermanos ¿Habría cambiado algo si no lo hubiera hecho?” dijo con su rostro angustiado “En fin siempre me arrepentiré de haberlo divulgado” 

"Ja, ¿no pudiste dormir otra vez?" dijo el primer hombre, apartándose e intentando ocultar la creciente desconfianza que había surgido dentro de él. "¿Por qué diablos me dices todo esto?" continuó con una risa nerviosa. "No es el puto momento para eso, tenemos que volver. Luego, si quieres, escucharé la triste historia de tu vida", haciendo un gesto de aburrimiento.

Uriel bajó la mirada hacia la llave, acariciándola como si fuera un amuleto.

“¿Del por qué te cuento esto? Supongo que es por la ironía de los acontecimientos”, murmuró, como si hablara consigo mismo. Luego alzó la vista. “Adam, el primer ser humano creado en la faz de la Tierra, ha caído. Qué curioso resultado.” Pausó por un segundo, dejándolo asimilar sus palabras. “Lo hiciste bien. Felicitaciones.” Giró sobre sí y desplegó sus alas, levantando vuelo hacia el cielo cubierto por el tinte rojizo del infierno.

La mandíbula de Adam se tensó. Su cuerpo reaccionó antes que su mente. "¡¿Qué carajos haces?!" gritó, elevándose tras él, el miedo transformándose en desesperación. “¡Cumplí mi parte del trato! ¡Prometiste que me ayudarías a regresar al cielo!” El pánico se apoderaba de su garganta. No podía quedarse allí, no en el infierno, no por más tiempo. "¡Uriel!" Suplicó, su grito perforando el aire entre ellos.

Uriel, justo antes de cruzar el portal que había abierto, lo miró de reojo. “No te preocupes. La paciencia es una virtud, Adam.” Su voz sonaba distante, como si ya hubiera decidido que lo que decía el otro no importaba. “Esto también te beneficiará, de alguna forma.” Sonrió débilmente. “Al final del día, ¿no es lo que siempre has querido?” Y con eso, Uriel cruzó el umbral, cerrando el portal tras de sí, dejando a Adam flotando solo bajo el cielo rojizo.

Adam estaba solo, de nuevo.

Chapter 2: CAPITULO 1

Notes:

Generalmente, cuando escribo, suelo tener claro cómo es que se llamará el capítulo, pero esta vez no, no se me ocurre nada... Bueno, ya le pondré uno posteriormente, o quizá lo deje así, quien sabe.

Por cierto quiero dar una advertencia de contenido gráfico de violencia. Realmente no se si esto puede ser calificado de esa forma, quiza no. Solo por si acaso ^^

Chapter Text

RECUERDOS EN ROJO

 

Cada aliento era un esfuerzo, cada movimiento un recordatorio punzante. Puñalada tras puñalada, sus recuerdos se mezclaban con un dolor agudo que recorría su cuerpo hasta que todo se adormeció. Y luego, esa sensación de paz, un sentimiento ya conocido; con eso supo que estaba jodido.

Abrió débilmente los ojos al sentir que lo movían, y pudo distinguir el rostro desesperado de Lute. ¿Esa perra mala estaba preocupada por él? No tuvo fuerzas para responderle sarcásticamente, pero le estaba agradecido, agradecido de que al menos en esta muerte no le permitiera morir solo.


La sensación de escuchar un estruendo, como si fuera el redoble de un campanario que hacía temblar la tierra, lo dejó aturdido.

Entonces despertó. Sus ojos se abrieron con dificultad intentando adaptarse a la luz, como si hubiera estado privado de ella durante mucho tiempo. Notó que el cielo era rojizo, parpadeó débilmente. Observó las puertas del cielo en la lejanía, como si fuera un pequeño planeta, aún lo observó confundido, sin poder asimilar lo que veía.

Hasta que un dolor punzante lo hizo arquearse y gritar de dolor, sacudiéndolo de su letargo. Ahora era más consciente de lo que ocurría a su alrededor. Un hombre de ojos totalmente oscuros, sin muestra de pupilas en ellos, y de dientes afilados, similar a los que defendieron el hotel junto a la mocosa de Lucifer, estiraba una de sus heridas ensangrentadas cubiertas de tierra y algunos coágulos, mientras que en la otra mano sostenía una lanza angelical. Sus pupilas se agudizaban al ver tal acto.

"¿Qué demonios?" gesticuló débilmente, empujándolo en un acto instintivo y estrellándolo contra uno de los edificios aledaños.

Se levantó rápidamente en modo de defensa, pero pronto se arrepintió de ello. Una nueva oleada de dolor provocó que un grito escapara de sus labios. Presionó su tórax sin poder detener el sangrado que sobresalía entre sus dedos. Observó a su alrededor con la respiración acelerada, sintiendo que se estaba desvaneciendo, pero el sentimiento desapareció momentáneamente cuando vio los cadáveres de sus exterminadoras apilados unos sobre otros con expresiones sin vida. Sintió una punzada en el corazón. Intentó mirar al otro lado y se percató de la presencia de varios pecadores con la misma apariencia del que había empujado.

Estaba en una jodida plaza, en una bandeja de plata como si fuera el plato principal. "Asquerosos caníbales", murmuró jadeante. ¿Estaban intentando cortarlo en partes para repartirse entre todos? "¡Cómo se atreven!", el miedo fue reemplazado por la ira. "¿Saben quién soy? ¡Soy el puto Adam!"

Los caníbales que hace un segundo lo miraron sorprendidos, tanto como él los observó, no perdieron el tiempo "¡AHH!", gritaron en coro, abalanzándose hacia él. Adam se estremeció, y con una mueca de dolor, pulverizó a una porción de ellos con su luz angelical antes de elevar sus alas y salir volando.

“Vaya, no esperaba que esto ocurriera”, dijo la Overlord caníbal, mirando en la dirección en la que el primer hombre había escapado.

"¿Ven? ¡Les dije que teníamos que desplumarlo primero!", se escuchó el grito de una anciana.


"Era un reloj detenido, todos pensaron que su tiempo se había acabado, pero en realidad solo esperaba el momento de volver a marcar las horas", murmuró, acomodando nerviosamente las hojas sobre la mesa de presentación. "Era un reloj detenido. Todos pensaron que su tiempo..." se detuvo pensativo.

Tom Trench tenía la sensación de que todo sería caótico a partir de ahora. Quizás no tanto para el Infierno, sino para él.


Pasado

Eva había desarrollado una habilidad extraña: presentir cuando algo desafortunado iba a ocurrir. La frecuencia con la que sus advertencias se cumplían a veces le generaba cierto temor. Ella lo describía como una opresión en el pecho, un dolor que no la dejaba respirar, y una sensación de angustia. Entonces, la paranoia crecía en ella, intentando controlar todo para evitar que ese mal se produjera.

"Algo malo va a pasar".

Como ocurrió esa mañana, Adam recuerda que ella le rogó que ese día no saliera y se quedara en casa ayudando con los sembradíos. Pero él simplemente no podía quedarse en casa cada vez que ella presentía algo.

Y como lo había predicho, ahora avanzaba con paso lento y vacilante, marcando el ritmo de su agónico recorrido. Cada paso parecía un esfuerzo sobrehumano. Sus manos temblorosas se aferraban débilmente a la tela de su ropa, ya manchada de un rojo oscuro que marcaba el rastro de su vida escapándose. Cada vez que sus dedos se cerraban sobre la tela, sentía la humanidad pegajosa recordándole su mortalidad, y el temor lo invadía, no por él exactamente, sino por Eva y su hijo Caín.

"Por favor, no digas: Te lo dije", murmuró dejándose caer al suelo cuando se encontró con ella. Eva había estado caminando de un lado a otro murmurando palabras incomprensibles mientras observaba el camino esperando su regreso, preocupada.

"Te dije que hoy no salieras, ¡hombre terco!", corrió a su encuentro, entendiendo la situación al instante, arrancándole la ropa en donde se encontraba la herida, destapando el odre y preparando las telas.

"¿De verdad trajiste todo esto?", murmuró Adam, con una risa débil.

"Oh, vaya, veo que estás bien, si aún puedes hacerte el gracioso en una situación como esta", respondió Eva derramando el jugo de uva fermentada en la herida de su esposo, provocando que él pegara un grito.

"Pero, ¡Cuál es el mal que te hice, mujer!"

"No haberme escuchado esta mañana", respondió, concentrada. "Está bien. Está bien, no parece mortal. Debo detener el líquido rojo primero", presionó la herida, pero el sangrado no se detenía. Entonces comenzó a introducir la tela dentro de la herida, a manera de generar un tapón en donde quiera que se encontrara el origen del sangrado, provocando que Adam se retorciera del dolor.

"No te preocupes, todo estará bien."


Presente

Dolía, dolía demasiado.

Había olvidado lo que era el dolor físico desde su ascensión como ángel. Al igual que sus recuerdos como mortal en la tierra primitiva, y sobre todo su vida con Eva. ¿Por qué le vino todo eso de repente? Hizo una mueca al recordarla. Probablemente se debía a que estaba enfrentando un dolor físico agudo, tan agudo que le hizo recordar cosas que debía haber olvidado.

Recordó su mano sosteniendo la suya, cuando deliraba debido a la fiebre que le causaba sus heridas, o cuando ella le hacía comer panecillos con moho. Eso era realmente asqueroso, pero Eva decía que eso evitaría que sus heridas se infectaran.

Por un breve instante se sintió nostálgico. Sacudió la cabeza y suspiró débilmente, intentando analizar su situación.

Había huido del barrio caníbal. Sabía que no aguantaría por mucho tiempo antes de desvanecerse, por lo que voló lo más lejos posible hasta que su vista se nubló y terminó estrellándose sobre el pavimento. Por suerte, había escogido la periferia de la ciudad pentagrama.

Estaba agradecido de que su condición de ángel le hiciera resistente a la caída. No había sufrido más daño que algunos raspones, exceptuando por el dolor que le provocó el impacto sobre sus heridas lo que le hizo desmayarse. No supo por cuánto tiempo.

Y ahora se encontraba ahí, tendido entre los escombros de un edificio derrumbado, con un charco formado de su propia sangre, y sus respiraciones rápidas intentando capturar todo el aire posible para sus pulmones. Un nudo se formó en su garganta y las lágrimas amenazaron con salir de su rostro. Quería creer que esto era una pesadilla y que en realidad estaba en el cielo, festejando otro exitoso exterminio. Pero no era así.

Entonces rompió una de las mangas de su hermosa túnica. Debía parar el sangrado o perdería nuevamente el conocimiento, y en el peor de los casos no volvería a despertar.

Se detuvo vacilante, inspiro todo lo que sus pulmones adoloridos le permitieron, y metió la tela dentro de sus heridas.

"¡Carajo!", murmuró, junto a gemidos ahogados, mientras se retorcía del dolor, un dolor que por un instante le hizo perder la vista. Finalmente logró detener la hemorragia, o al menos momentáneamente. Eso le daría tiempo de reunir energía, y así sanar las heridas con su poder angelical. Mientras caía nuevamente inconsciente.

Chapter 3: CAPITULO 2

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

CAIDO

 

No había manera de acostumbrarse a eso. No importaba el tiempo transcurrido, él no podía adaptarse al ambiente rojizo que le hacía perder la percepción de los otros colores ni al olor a azufre mezclado con cuerpos en putrefacción que le mareaba por momentos. Aunque los demonios no eran un obstáculo para él en el día del exterminio, cada vez que descendía al infierno despertaba en él un sentimiento familiar, un mecanismo de lucha y huida experimentado en su vida humana. Hasta cierto punto, el infierno se parecía a la tierra primitiva.

"¿Cuánto tiempo llevo liderando los exterminios? ¿Miles de años? ¿O quizás más?", murmuró para sí mismo, apenas susurrando.

El tiempo ya no era importante; había transcurrido tanto que era irrelevante para él. Además, odiaba las matemáticas y calcular, pero si le preguntaran, pensar en el número de sus tenientes sería inevitable. ¿Qué número de teniente era Lute?

"Novecientos, sí", tosió, sintiendo el sabor metálico de su propia sangre. "Me gusta ese número. ¿Pero por qué?". Divagaba para evitar quedarse dormido. "Es par, redondo excepto por el 9, grande pero no demasiado. Es divisible entre 1, 2, 3, 4, 5, 6... eh, eh, 9, eh, ¿10? ¡Ay!", se sobresaltó. "¡Carajo! ¿Cuánto tiempo tardarán en cerrarse estas putas heridas?" Se apoyó en la pared, intentando relajarse.

No tenía idea de que las heridas hechas por acero angelical dolieran tanto. Una, dos o incluso tres eran aceptables, pero la ráfaga de puñaladas que recibió fue el peor dolor físico que había experimentado. Al menos, ya no sentía que se estaba muriendo.

¿Morir? Realmente no entendía lo que estaba pasando; estaba seguro de que acababa de morir. Y luego abrió los ojos. ¿Y luego qué? ¿Qué pasó con Lute y el resto de sus damas?

"No, mi teniente no moriría tan fácilmente", intentó apartar la imagen de sus exterminadoras apiladas en una montaña cuando despertó en el barrio Canibal.

La sangre le hervía al recordarlo; la sola idea de que uno de esos cuerpos fuera Lute lo enfurecía.

"Deben haber sido devoradas por esos demonios asquerosos", dijo con tristeza. "¡Mierda! Eran mi mejor escuadrón de exorcistas. Debí haberles pateado más fuerte el trasero", continuó, sintiéndose culpable por dejarlas entrenar solas, con Lute a cargo. "No se preocupen, las vengaré".

Volvería al cielo, rearmaría su ejército y arrasaría con todo. No esperaría otros estúpidos seis meses. Esos idiotas merecían morir por atreverse a herir al primer hombre y a sus exorcistas.

Pero había un problema: no pudo comunicarse con el cielo al faltarle su aureola. ¿La habría perdido en el campo de batalla? Era imposible; solo había tres formas de perder una aureola: cuando un ángel cae, muere o renuncia voluntariamente a ella.

"¿Quién sería tan idiota como para renunciar voluntariamente a ser un ángel?", pensó cuando lo leyó por primera vez.

En fin. Aparentemente no estaba muerto, por lo que sería una especie de ángel caído. Detestó la idea ni bien se le pasó por la mente. Y por alguna razón pensó en Vaggie; tenía que ser una jodida broma.

"Es hora de moverme".

Respiró hondo y se levantó con cuidado. Una mueca de dolor se dibujó en su rostro y una pequeña cantidad de sangre empezó a derramarse de sus heridas, manchando las vendas improvisadas que envolvió en su pecho. Pese a que las heridas se abrían constantemente, ya no eran mortales, así que pudo reunir la suficiente energía para invocar un portal.

"Volveré a casa, y estas perras lo lamentarán", murmuró, con una sonrisa maliciosa, antes de chasquear sus dedos. Nada ocurrió. Volvió a chasquearlos. Nada. "¿Era debido a que no tenía su aureola?" Frunció el ceño, pensativo. Avanzó tambaleante hacia adelante y chasqueó nuevamente sus dedos; un portal se abrió frente a él, que conducía más allá de donde se encontraba. "No es la aureola; algo sucedió en el cielo. Debe ser por mi ausencia, no hay otra explicación", dijo con cierta esperanza, que luego por alguna razón se convirtió en angustia.

Decidió no pensar en ello; lo único que le quedaba ahora era la embajada del cielo. Tenía una idea de dónde se encontraba, y aunque no era bueno con los mapas, los exterminios anuales hicieron que lo aprendiera inconscientemente. Estaba en la periferia de la ciudad abandonada, así que no debería costarle mucho, y así abrió un portal directo al interior de la embajada.

Su vista pasó de un paisaje rojizo a uno brillante y colorido; hizo una mueca cerrando los ojos debido a la inmensa cantidad de luz. Caminó tambaleante sujetándose el pecho, aun doliendo; ya se liberaría de ese dolor en cuanto llegase al cielo.

Sabía lo que tenía que hacer. Se acercó al escritorio y tocó el timbre. Este sonó fuerte e irritante, pero no hubo respuesta. Volvió a hacerlo, nada. Estaba comenzando a impacientarse.

"Vamos... vamos. No pueden dejarme aquí, soy yo. Adam." Golpeó rápidamente el timbre. "Por favor, alguien".

La idea de quedarse atrapado en el infierno, de perder nuevamente su hogar y todo lo conocido, hizo que perdiera el control.

"¡Carajo!".

Levantó el escritorio con una mano y lo impactó contra la pared, provocando que dos ventanas se rompieran. Lo que aumentó el dolor punzante que sentía, un aullido ahogado escapó desde su pecho, mientras sus músculos se contraían por el dolor, intensificando su malestar. Se sentó con precaución, apoyando las manos a los costados para reducir el dolor, inclinando su pecho hacia adelante en un intento por calmar la molestia.

"¿Qué debo hacer ahora?", murmuró, con un nudo en la garganta y enterrando la cabeza entre sus manos.

 


 

"Querida, no esperaba verte aquí. De hecho, es la primera vez que vienes. Me alegra tenerte conmigo", dijo Alastor, dando un sorbo a su café. "¿Qué opinas de este lugar?"

"Oh, Alastor. Es un placer oírte decir eso", mostrando sus dientes afilados. "Me sorprende cómo ha quedado el nuevo hotel. Aunque soy alguien que prefiere las cosas antiguas, no puedo ignorar lo que veo ante mí. Es encantador".

"Fue construido por Lucifer".

Hubo un silencio entre ambos.

"Como mencioné, este lugar es horrible. Claramente se veía mejor antes", respondió Rosie asintiendo. "Pero no vine por eso". Tocando el borde de su taza de café. "Lamento ser portadora de malas noticias. O no, depende de cómo lo veas. Tú y la princesa Charlie".

"¿Qué podría ser tan malo, para que involucre incluso a la princesa del Infierno?"

"Quizá un cierto ángel", Alastor arqueó una ceja. "Uno llamado Adam".

Entonces, el silencio se apoderó de la habitación. Los recuerdos de su enfrentamiento con el primer hombre cruzaron por su mente, oscureciendo sus ojos.

"Eso es imposible", respondió con interferencia en su voz.

"Así es. También pensé lo mismo. Hasta que despertó y atacó a una parte de mis caníbales. Aunque existe la posibilidad de que haya muerto debido a la gravedad de sus heridas, y si es así, debo encontrar su cuerpo antes de que Susan lo haga", dijo, entrecerrando los ojos. "Pero si sigue vivo, es probable que ya haya llegado al cielo. ¿Y a quién crees que atacará primero? Pensé que debía informar de esto a ti y a la princesa".

"Qué información tan interesante", respondió Alastor, pensativo. "No es necesario preocupar a Charlie. Podríamos mantener esta información entre nosotros"

"¿No es arriesgado, querido? Si realmente llegó al cielo, los tomará por sorpresa, y con Lucifer ausente, ni siquiera tendrán oportunidad de defenderse", observó a Alastor con su sonrisa de siempre. Hubo un silencio en el que se miraron fijamente. "Ah, tú ganas", apoyando la cabeza en una mano. "Siento que ya tienes algo en mente. Está bien, esto se quedará entre nosotros".

 


 

Hubo un hecho que casi lo hizo arrancarse los pelos de la cabeza: y ese hecho fue darse cuenta de que se había construido un nuevo hotel bajo los escombros del último, uno más grande y lujoso, visible desde la embajada.

Pero encontrar la mitad de una hamburguesa en su almacén de conjuros lo calmó; tenía hambre. Agradeció al Adam del pasado por no haberse terminado esa hamburguesa. Sintió cómo el bocado tocaba su garganta seca y cómo al pasar por su pecho, se disipaba el dolor, aliviándole.

"Cuando salga de esto, debo hacer un protocolo de emergencia que indique qué hacer en caso de quedar atrapado en el Infierno", murmuró, dando otro bocado a su comida.

Aunque había cumplido su misión de destruir el hotel, no había servido de nada. Por lo tanto, había fracasado. La angustia volvió a invadirlo; sacudió la cabeza.

"¿En qué demonios fallé?", dijo con el ceño fruncido, mordiendo otra vez.

Había atacado personalmente a los objetivos que creía que eran una amenaza: el demonio de la barrera creada alrededor del hotel, la mocosa mitad ángel e incluso al mismo Lucifer. Todo para igualar las probabilidades de sus exorcistas. Pero no fue suficiente.

"¿Qué demonios? Yo no cometo errores, soy perfecto, soy Adam. Si tan solo la perra de Lucifer no hubiera aparecido, habría terminado con esto", pero entonces se quedó pensativo.

Si se hubiera tomado las cosas en serio desde el principio, y no hubiera actuado tan confiado, habría terminado más rápido. Incluso habría logrado matar a la mocosa, antes de la aparición de su puto padre. Claro, luego Lucifer lo habría asesinado, pero al menos habría cumplido con su cometido. Rodó los ojos.

"Que se jodan, no me equivoqué", murmuró para sí mismo. "Ow, quizá debí guardar un poco de la hamburguesa para más tarde".

Observó con tristeza el envoltorio de su comida, deseando retroceder el tiempo para saborearla de nuevo.

"En todo caso, me quedaré aquí por el momento".

No supo cuán cansado estaba hasta que apoyó su cuerpo contra el suelo, quedándose dormido al instante, ignorando incluso el dolor que le provocaba esto debido a sus heridas, que le hicieron soltar pequeños quejidos de vez en cuando. Todo bajo la mirada de un ojo que lo observó desde su llegada a la embajada del cielo.

Notes:

:)
No es mucho, pero es trabajo honesto.
Gracias por leer ^^

Chapter 4: CAPITULO 3

Chapter Text

ROJO Y ORO

 

Pasado

Gotas de sangre dorada salpicaban el lavabo, como lágrimas de un metal precioso. Adam las contemplaba, absorto en sus pensamientos. Recuerda lo difícil que fue acostumbrarse a ese color, como si no perteneciera a él, en contraste con el tinte rojo que había marcado su existencia humana. Desde su partida del Edén, aprendió que la sangre representaba la pérdida de vida.

Lo recuerda en los animales que cazó para alimentarse, en los monstruos que derrotó para sobrevivir, en Eva cuando dio a luz a sus hijos. Nunca olvidaría el terror que le provocó al ver el charco de sangre debajo de ella. Eva era fuerte, más que él; con esa cantidad de sangre perdida, él estaría muerto. Su respiración se entrecortó al recordar eso.

También recuerda la sangre que brotaba de la cabeza de su hijo Abel y las manos ensangrentadas de su primogénito Caín. El líquido rojo había sido un recordatorio constante, y doloroso, de todo lo malo que le había pasado. Y ahora ya no estaba. ¿Cómo podría aceptar que la sangre dorada era ahora parte de él?

Uriel le había explicado que era normal, que indicaba su transformación de humano a ángel. Por alguna razón, eso lo entristeció; una parte de él añoraba su humanidad. ¿Era eso correcto? Ya no importaba. Pasaron miles de años y el color dorado se volvió parte de él. Y aunque no era común que los ángeles sangraran en el cielo, para Adam era algo del que ya se había acostumbrado.

"Señor, ¿se encuentra bien?" La voz de su teniente Lute se escuchó al otro lado de la puerta.

Adam se cubrió la nariz con un pañuelo, observando su reflejo demacrado en el espejo, más de lo habitual. Los exterminios lo afectaban, o al menos eso se creía.

"Mejor que nunca, perra", respondió con el mismo ánimo de siempre. "¿De qué crees que estoy hecho? Esto no es nada".

La primera vez que ocurrió fue extraño. Los ángeles, que generalmente lo ignoraban, se reunieron a su alrededor cuando se informó que sangraba por la nariz después de haber descendido al infierno por primera vez. Rafael, en particular, se encargó de examinarlo, lo cual le pareció exagerado, considerando las heridas que había sufrido en vida.

El "Síndrome de caída y ascenso", como lo llamaron, resultó ser una dolencia que sufrían las almas humanas que pasaban por un tiempo prolongado en el infierno. Teniendo a Adam como el único caso registrado, irónicamente autorizado para descender. Desde entonces, se prohibió que cualquier otra alma humana en el cielo fuera al infierno.

Por otro lado, él comparaba sus síntomas con una gripe, aunque leve en comparación a los que tuvo en los inviernos terrenales. A veces se presentaba como debilidad, seguida de agitación y fiebre; otras veces, como un dolor en los huesos. El sangrado de nariz parecía ser un síntoma constante. En esta ocasión, era dolor en los huesos, nada que un descanso no pueda aliviar.

"¿Ya decidieron cómo celebrar otro exitoso exterminio?" Se unió a Lute. "Podríamos hacer una competencia de bebidas. Estoy seguro que tú ganarías. Eres la perra más malota que conozco".

"En el cielo no está permitido consumir bebidas alcohólicas, señor", respondió Lute.

"Ah, joder. Es cierto, que aburrido es aquí arriba", murmuró Adam, resignado.

 


 

Presente

Los intentos de comunicarse con el cielo seguían sin respuesta, lo que frustró a Adam. Tenía la sensación de que nadie escucharía su llamado, ¿quién prestaría atención al infierno? Ni siquiera él lo haría. Y ahora estaba pagando el precio por ese pensamiento. Hizo una mueca; jamás admitiría que se arrepentía de eso.

No podía quedarse mucho tiempo en un mismo lugar. Por eso, salir a inspeccionar era la mejor opción por el momento. Necesitaba buscar alimentos, ropa y un nuevo refugio.

"¿Qué diablos está pasando en el cielo?", murmuró, levantando la vista hacia arriba.

Observó el destello de luz en el horizonte rojizo a lo lejos. Parecía tan pequeño desde ahí, como una versión celestial de la luna en la tierra. A diferencia de este satélite, el cielo estaba adornado con hermosos orbes dorados que giraban sobre sí mismos, rodeados de nubes que se asemejaban a enormes alas. ¿Siempre se vio tan lejano?

Chasqueó los dedos y un suave viento formó una especie de espejo, mostrándole a la persona en la que pensaba. Intentó ver a Sera, pero el espejo no mostró nada; lo mismo ocurrió con Emily. Sintió un leve temor al pensar en Lute; aún no estaba seguro de qué le había sucedido. La falta de respuesta lo desconcertaba. Quizás había regresado al cielo, lo cual sería lo más acertado, aunque no podía evitar sentirse un poco molesto de que lo hubiera dejado ahí.

También existía la posibilidad de que sus poderes estuvieran fallando. Sin embargo, eso parecía contradictorio, ya que los había estado utilizando con normalidad, aunque no todos, debido al agotamiento que le provocaba utilizar su poder angelical en su estado actual. Pero para asegurarse:

"Muéstrame a la pollita de Lilith", ordenó.

Charlie apareció reflejada en el espejo, con un gesto sonriente, junto con otros pecadores que reconoció por el enfrentamiento que habían tenido. Era casi irritante verlos, un recordatorio de su fracaso.

"No, aún no he fracasado", se dijo a sí mismo.

El cielo nunca había fallado en un exterminio ni había sufrido una derrota. Este era el primero. Podía ver la decepción en los rostros de Sera y los demás. Negó con la cabeza, tratando de apartar esos pensamientos que lo atormentaban. Aún podía arreglarlo; solo tenía que encontrar una forma de regresar al cielo. Pero ¿cómo? Esa era el mayor problema ahora.

 


 

Sigue siendo el presente :)

Adam notó que su agitación había disminuido, así que se levantó del sillón y comenzó a caminar alrededor. En el suelo yacía el cadáver de un pecador, el dueño de esa casa. Se sintió asqueado y sorprendido por las condiciones insalubres en las que vivía el pecador, tanto que casi se sintió culpable por haberlo asesinado.

"Deberías agradecerme", murmuró mirando al cadáver. "Tú y los tuyos. Los exterminios los liberan de su jodido sufrimiento. Es como una especie de compasión, ¿no? ¿Qué más quieren?" dijo, encogiendo los hombros.

Realmente no había mucho que ver. Era solo una habitación mediana, con una pequeña ventana que iluminaba con sus luces rojizas la oscuridad del lugar. Canalizó una pequeña parte de su poder angelical en forma de esfera para que sirviera de lámpara mientras observaba con más detenimiento.

Había un colchón viejo en el suelo con algunas sábanas desordenadas, el sillón en el que había estado sentado, unas cuantas cajas de cartón, un pequeño estante con algunos platos y utensilios desgastados, y una pequeña cocina de dos hornillas colocada sobre una mesa. En una esquina más allá, había un pequeño bañador con una manguera que simulaba ser la ducha.

"Que jodido. ¿Es todo lo que tenía?", se preguntó con los ojos muy abiertos.

Se acercó lentamente al pequeño estante. Sus movimientos eran torpes y pausados. Cualquiera podría pensar que uno se sentiría mejor después de una siesta y con su curación activada, pero no fue así. Despertó sudando frío, quizás debido al dolor que le impedía respirar, tosiendo coágulos de sangre que lo hicieron estremecerse y comenzar a llamar desesperadamente al cielo. Hubo dos preguntas que le surgieron en ese momento: ¿Podían los ángeles sufrir de una embolia pulmonar? ¿Y cómo había sobrevivido en la tierra primordial sin sufrir una? Quizás fue la voluntad de alguien, o simplemente suerte.

Suspiró agotado, y observó la pequeña bañera. Lo que hizo que unas palabras le vinieran a la mente. No recordaba exactamente de dónde había escuchado, si fue en su vida terrenal o celestial. Había recuerdos y palabras que estaban ahí, pero no sabía a quién pertenecían. Incluso a veces no estaba seguro si eran recuerdos o simplemente sueños. Era un efecto común entre las almas más antiguas del cielo.

Recordaba que le decían que se aseara, aunque se sintiera enfermo, ya que sentirse limpio también ayudaba a mejorar el estado de ánimo. Ni siquiera sabía si eso era cierto, pero lo hacía, como si esperara que el agua se llevara todas sus preocupaciones. Era algo tonto.

Con la pequeña esfera de luz angelical a modo de lámpara, observó sus heridas. Algunas eran más grandes que otras, con los bordes sobreelevados y rodeadas de un halo rojizo. Se preguntó si alguna vez sanarían por completo. Entonces se dio cuenta de que no sabía nada acerca de las heridas causadas por el acero angelical en los ángeles.

"¿Por qué nunca se me informó que esas malditas armas podían matar a mis jodidas exorcistas?", murmuró, tocando suavemente sus heridas. "Maldita sea. Si lo hubiera sabido, no habría permitido que mis chicas dejasen sus armas tiradas por ahí. Ahora cualquier estúpido pecador cree que puede desafiar al cielo."

La razón principal por la que permitió que sus exorcistas dejaran sus armas después de los exterminios era para que esos tontos pecadores hicieran parte del trabajo. Matarse entre ellos aumentaba el porcentaje del exterminio. Pero luego ocurrió lo de su exorcista fallecida. Si no hubiera encontrado el cadáver, no lo habría creído. Se había dado cuenta de la gravedad de la situación desde entonces, de ahí la urgencia de hacer que los exterminios se realizaran cada seis meses. Si esos perdedores ya habían encontrado una forma de matar a un ángel, era mejor ser más estrictos con los exterminios. Nunca imaginó que la forma de asesinarlos sería con las propias armas angelicales. Si tan solo Sera o incluso Miguel, quien tenía más experiencia en combate, le hubieran advertido de esto.

"¿Qué demonios?", recordó que nunca había leído algo así en la historia del cielo, que por cierto lo obligaron a aprender de memoria. "¿El cielo tampoco sabía de esto?"

Por alguna razón, la idea de que los propios ángeles nativos desconocieran tantas cosas le parecía divertido.

"Quizás Sera pueda beneficiarse de esto; el consejo podría darle la razón", dijo, encogiéndose por reflejo al recordar el juicio de Sera. "Con esto podría demostrar que su suposición fue correcta", continuó, agarrando un paño húmedo y limpiando sus heridas, lo que provocó un ardor que lo hizo soltar un jadeo. "El infierno podría levantarse en cualquier momento, incluso con la ausencia de Lilith."

Se formó una mueca en su rostro. Algo no le gustaba de todo esto. La idea de que Sera utilizara su desgracia como una forma de restablecer su autoridad, ¿dolía? No estaba seguro de ello. ¿O era el hecho de que, contra todo pronóstico, Lilith se hubiera salido con la suya? Al final, él no pudo aprovechar el beneficio del trato que hizo con ella, y que esta había pospuesto por casi siete años. Se tocó la frente; eso realmente lo enfadaba.

"Ah, mierda. Estuve tan cerca", susurró para sí mismo. "Quizás ella no tenía la respuesta", intentó animarse. "Y simplemente fui utilizado", sonrió agotado. Esa era una posibilidad, por eso se aseguró de que el cielo también se beneficiara de ese trato. Y así fue de alguna forma.

 


 

Pasado

 

Adam caminaba de un lado a otro, aún incrédulo por lo que le habían comentado hace un tiempo. Miraba el camino por donde solía aparecer Uriel y volvía a caminar impaciente.

"No, no lo creo. No creo que el cielo permita esto", murmuró, observando de reojo el camino. Las palabras de Uriel seguían resonando en su mente, llenándolo de incertidumbre y expectativa.

Uriel le había prometido mostrarle el infierno. Realmente le sorprendió que él se ofreciera a llevarle. Cuando le contó lo enfadada que se puso Sera al mencionarle tan solo la idea, exigiéndole una explicación del porqué quería hacer algo tan estúpido, pensó que Uriel también lo regañaría por lo mismo. Pero no fue así.

Finalmente, divisó la figura imponente de Uriel acercándose por el camino. Adam levantó vuelo, impaciente por llegar hasta él.

"Veo que estás impaciente", dijo Uriel, dibujando una sonrisa en su rostro. "Bien, vámonos".

"Espera", dijo Adam, observándolo con incredulidad. "¿En serio? ¿En serio Sera permitió esto?"

"Así es".

"¡¿Cómo?!"

"Solo había que convencerla", respondió Uriel, abriendo un portal que mostraba un paisaje rojizo. "Recuerda no alejarte de mí, Adam, esto puede ser peligroso".

Adam tragó saliva al ver detrás del portal. El aire caliente y sofocante del infierno lo golpeó de inmediato, haciéndole sentir una presión en el pecho que nunca había experimentado.

"Está bien. Será divertido", dijo, con una sonrisa, adentrándose junto a Uriel.

A diferencia del cielo siempre brillante al que estaba acostumbrado, el infierno era un contraste absoluto, teñido de un rojo intenso. Adam hizo una mueca; el rojo nunca fue su color favorito. Podía sentir un aire espeso y cargado que le daba la sensación de querer alejarse, muy probablemente debido a su condición de ángel.

Observó el enorme pentagrama que se divisaba en el cielo, no entendía qué era exactamente, pero podía sentir que sus líneas desprendían un fulgor siniestro. Observó a Uriel por instinto. Este lo calmó con una suave sonrisa.

Las tierras del infierno estaban plagadas de paisajes desolados y torturados, donde ríos de lava ardiente serpentean entre montañas de huesos calcinados y campos de ceniza. Gemidos de almas condenadas resonaban por todas partes, lo cual le hacía estremecer. Por un instante sintió temor de que su familia estuviera por ahí en alguna parte. Imaginar a Eva y a sus hijos en aquel siniestro lugar le hizo doler el pecho, quería rogarle a Uriel que le ayudara a encontrarlos. Negó con la cabeza, alejando esos pensamientos.

Adam, angustiado, descendió a la tierra y observó a su alrededor sin saber a dónde dirigirse. Observó a dos almas humanas acuchillándose entre sí, volteando hacia su dirección como si nada hubiera pasado. Adam vio la sangre roja, lo que lo sobresaltó. La sangre le recordaba a todo lo malo. Giró sobre sí mismo para alejarse del lugar. Observó los cadáveres colgados de lo que parecían ser farolas que alumbraban las calles, más sangre chorreando de ellos, su respiración se tornó entrecortada. Intentó buscar a Uriel pisando accidentalmente los intestinos de otro pecador que yacía en el suelo. Exasperado, abrió sus alas, listo para echar vuelo, pero un ser rojizo con cuernos se arrojó sobre sus alas, no era un alma humana, no sabía qué eran exactamente. Sus ojos se agudizaron al escucharlo hablar.

"Oigan, es un ángel", rio a carcajadas. "¿Por qué observas con desagrado? ¿Soy impuro para la realeza angelical?" Clavando las garras entre sus plumas. No le causaba daño alguno, pero le hacía sentir incómodo, casi asqueado.

Más de ellos aparecieron y comenzaron a treparse sobre él. En este punto ya estaba enfadado. Una ráfaga de viento los mandó a volar lejos, haciendo que incluso Adam retrocediera un poco. Cuando levantó la vista, vio a Uriel; los había golpeado con una ráfaga de aire formada con una de sus alas.

"¿Te encuentras bien?", preguntó este.

"Sí", respondió Adam, sacudiéndose antes de elevarse al cielo. Uriel lo siguió. "¿Las almas humanas que no son dignas terminan en este lugar?"

"Sí", respondió Uriel, observándolo inquisitivamente.

"Es horrible", murmuró Adam con voz temblorosa.

Después de su caída del jardín del Edén, toda su vida terrenal vivió con las consecuencias que trajo el fruto del conocimiento del bien y del mal. Lo terminó de entender a cabalidad con su hijo Caín y la muerte de su menor Abel. Pero nunca se imaginó que, así como su descendencia se había extendido, la maldad también lo había hecho. Esa idea simplemente dolía. Le dolía el dolor de Eva; ella nunca logró perdonarse a sí misma por haber mordido esa maldita manzana. Y estaba seguro de que no se perdonaría que toda su descendencia se viera afectada por ello. No era culpa de Eva; todo el mal provino de Lucifer. Todas sus desgracias se iniciaron por él.

Tanto Adam como Uriel se detuvieron afuera de un enorme palacio similar a las construcciones que Adam vio en el cielo. Era extraño que algo así estuviera en el infierno, rodeado de toda la vulgaridad; era el único que brillaba. Preso de su curiosidad, intentó adentrarse a él.

"Espera", le detuvo Uriel. "No estamos autorizados para ir ahí. Retirémonos, fue suficiente", tocándole suavemente del hombro.

Este siguió sus órdenes decaído. Giró sobre sí. Cuando escuchó pasos apresurados detrás suyo, volteó por curiosidad, pero se detuvo en seco al ver a Lilith y a Lucifer intentando detenerla. No los había visto desde el juicio de Eva, cuando ambos fueron desterrados a ese lugar. Por unos instantes, Adam sintió como si estuviera en el Edén, como si volviera al lugar donde alguna vez fue feliz, al lado de ellos.

Por un instante, Adam tuvo el impulso de volar hacia ellos, pero el cambio en la mirada de Lilith le hizo retroceder. Una mirada sombría que hizo marchitar su corazón. Las cosas eran así, ahora.

Volteó buscando a Uriel, quien tenía el rostro serio. Era la primera vez que lo veía así, con una mirada fulminante hacia Lucifer. En cambio, la mirada de Lucifer era neutral, colocándose delante de Lilith protegiéndola instintivamente.

"Sé lo que hiciste. Y estoy muy decepcionado de ti, hermano mío", la mirada de Lucifer cambió, ahora mostraba culpa y dolor. Adam, por su parte, no entendía a lo que se refería. “Espero que puedas vivir en paz, aún con tu pecado” dijo Uriel, levantando vuelo.

Adam lo siguió, sin antes dar una última mirada a los que alguna vez formaron parte del Edén

Días después, se informó que Adam había sangrado por la nariz y que se encontraba gravemente enfermo, rehusándose a hablar con los demás, incluido Uriel y Sera. La experiencia en el infierno había dejado una marca indeleble en su alma, una sombra que le costaba disipar.


 

Presente 

Fue la primera vez desde que despertó en el infierno que se vio reflejado en el espejo. No pudo reconocerse. Se veía más decaído de lo habitual. El moretón en su ojo derecho, del cual ni siquiera podía abrirlo en un principio debido a la hinchazón, ya estaba disminuyendo; eso era algo. Pero el observarse hizo que su mente fuera invadida por los recuerdos de los sucesos ocurridos hasta la fecha.

Vio a sus exorcistas muertas frente a él. El dolor de perderlas aún palpitaba en su pecho. No entendía por qué él no había muerto junto a ellas.

Nuevamente esa agitación, ya le resultaba molesta. Se sentó en el sillón, tratando de regular su respiración, utilizar sus músculos accesorios dolía. Entonces, sintió un líquido saliendo de su nariz. Con un gesto de confusión, llevó la mano a su rostro y la observó por reflejo. Era su sangre dorada de siempre, esa que solía fluir después de cada exterminio cuando volvía al cielo. Pero esta vez estaba mezclada con manchas de sangre roja.

"¿Qué carajos...?" dijo, con los ojos muy abiertos, apenas podía creer lo que veía.

Fue desde ese momento que Adam supo que algo no estaba bien en él.

Chapter 5: CAPITULO 4

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

SOMBRAS DEL EXTERMINIO

 

Pasado

Era inusual que un ángel lo llamara, y aún más que ese ángel fuera Sera. Adam nunca había formado parte de las reuniones importantes ni había sido convocado antes, así que la curiosidad lo invadía. A decir verdad, estaba nervioso; las pocas visitas de los ángeles siempre lo estresaban. Intentar no cometer errores era agotador, era como si estuvieran evaluándolo constantemente.

"La situación en el infierno se ha vuelto insostenible." Adam salió bruscamente de sus pensamientos al escuchar esas palabras. "La sobrepoblación está causando un caos que no habíamos previsto; las almas condenadas están comenzando a organizarse bajo el liderazgo de Lilith. Tememos un levantamiento."

Los recuerdos de Lilith y el infierno empezaron a inundar su mente. Frunció el ceño, llevándose una mano a la frente, con sus dedos temblando ligeramente. ¿Por qué le contaban esto a él? No formaba parte del Consejo y no tenía autoridad en esos asuntos.

"Suena grave," respondió Adam, sintiendo un nudo en el estómago. "¿Quieren que hable con Lilith? Temo que no funcionará. Lilith es..." elevó los hombros en un gesto de impotencia. "¿No es suficiente con que Miguel resguarde el cielo? Aunque podríamos intentar un diálogo con..." Hizo una mueca de disgusto. "Con Lucifer."

Sera negó con la cabeza. "Esas medidas podrían funcionar a corto plazo, pero no resuelven el problema de raíz. Además, Miguel tiene prohibido intervenir en lo referente a las almas humanas. Necesitamos una solución más drástica, y pensé que quizás tú podrías ayudarnos a encontrarla."

Adam la miró fijamente, empezando a entender donde quería llegar. Sera le estaba diciendo, indirectamente, que la responsabilidad recaía en él, como uno de los autores intelectuales del primer acto de desobediencia que trajo el mal al mundo. Incluso después de la muerte, sus actos seguían presentes, como una herida supurante que infectaba más y más. Y que ahora ponían en peligro al cielo y a las almas humanas que habitaban en él.

"Medidas drásticas como... ¿eliminar almas humanas con acero angelical?" preguntó Adam, su voz apenas un susurro. Un tenso silencio se instaló entre ellos. "Pero eso va en contra de nuestras leyes, de nuestra misma naturaleza. Supongo que no es correcto proponer algo así."

Esperaba que Sera lo reprendiera por sugerir algo tan cruel. ¿Podría ser llamado cruel? No estaba seguro. Sabía que matar era malo; Caín fue castigado por ello. Entonces, ¿esto no sería considerado también un pecado? Pero Sera permaneció en silencio, analizando sus palabras, considerando realmente su propuesta.

Si Sera terminaba aprobando los exterminios, Adam se ofrecería como voluntario para liderarlos, quizá como un intento de deshacer el daño causado durante su caída en la tierra. Trayendo así la paz que el cielo necesitaba.


 

Pasado: poco después de que se revelaran los exterminios.

El Gran Salón del Consejo Celestial estaba sumido en una inquietante calma. La vastedad del espacio, con sus altas columnas y vitrales resplandecientes, contrastaban con la gravedad del juicio que estaba a punto de realizarse. En los estrados dorados se erguían imponentes los ángeles que conformaban el consejo.

En el centro del salón yacían los acusados: Sera, un serafín de alas radiantes y cabello blanquecino, y Adam, el primer ser humano y comandante de los exterminios.

Para Adam, ningún juicio lo había hecho sentir tan ansioso desde su caída en el pasado. Fue precisamente ese recuerdo, en la lejanía, que le hacía poner un poco nervioso.

“Serafín Sera y Adam el primer hombre,” dijo uno de los antiguos ángeles del Consejo Celestial. “Se les acusa de llevar a cabo el asesinato de almas humanas en el infierno, una acción que va en contra de las leyes del Reino Celestial y del orden natural establecido por el Bien Como Tal. ¿Qué tienen que decir en su defensa?”

“Estimados ángeles,” comenzó Adam, dando un paso adelante. “Todo esto se debe a que la sobrepoblación en el infierno comenzó a causar un caos sin precedentes. Los pecadores no solo se niegan a obedecer a su rey, Lucifer, lo cual no es de extrañar, ¿Quién obedecería a Lucifer?,” tosió al notar el silencio incómodo, “sino que también amenazan con un levantamiento. Por tal razón propuse la eliminación de estas almas, a través de un exterminio anual, para evitar una catástrofe mayor.”

Quería dejar en claro que él era el responsable de todo, aunque no entendía por qué. Tener a Sera involucrada en esto le dejaba un mal sabor de boca. Era estúpido, lo sabía, lo más acertado sería intentar salvar su pellejo primero.

“Tengo una pregunta,” alzó la mano Emily, desde el estrado opuesto. Rael, un antiguo ángel, le concedió la palabra. “Adam, ellos son tu descendencia,” continuó Emily. “¿Por qué tomar una decisión tan radical?”

Adam frunció los labios ante la pregunta, notando la decepción en los ojos de Emily. Tan inocente y crédula. Esa fue la razón por la que estuvo de acuerdo en no revelar los exterminios; pensó que no podría soportar esa mirada. Ahora estaba allí, irónicamente, porque se dejó llevar en su momento. Maldijo entre dientes a la mocosa de Lucifer.

“Ellos tuvieron su oportunidad y la desperdiciaron,” respondió, evitando su mirada. “Soy Adam, como el primer ser humano es mi deber proteger a las almas humanas de este lugar, que también son mi descendencia. Y si eso incluye tomar medidas radicales, no tengo ningún puto problema en tomarlas.”

Emily no parecía convencida, pero permaneció en silencio con el ceño fruncido. Un murmullo recorrió la sala mientras los miembros del Consejo discutían entre ellos. Rael levantó una mano para silenciarlos y miró a Sera.

“¿Y tú, Sera?” se giró hacia ella “¿Por qué accediste a este plan y por qué insististe en mantenerlo en secreto del Consejo?”

“Porque era una amenaza real y debía tomarse una acción inmediata. No hubo otra elección,” dijo Sera, dando un paso adelante. “Es mi deber como serafín principal proteger siempre a nuestra gente.” Sus alas, habitualmente irradiando luz celestial, ahora se mantenían plegadas en señal de respeto y solemnidad. “Sin embargo, mi condición fue que no se mencionara nada de esto al Cielo porque temía la reacción del Consejo. Sé que las leyes son claras, pero también veía la urgencia de la situación y sentí que el silencio era necesario para evitar el pánico y la oposición.”

“Objeción,” dijo la serafín menor.

“¡Emily!” susurró Sera.

“No se buscaron alternativas. Demonios o no, hablamos del asesinato de almas humanas. ¿Se dan cuenta de la magnitud de este problema? Fue el mismo infierno, a través de su princesa, quien propuso una salida para ello. ¿No se supone que somos nosotros, el cielo, quienes debemos mostrar compasión? Aun así, se rechazó la propuesta,” dijo, abrazándose a sí misma con tristeza.

“El consejo concluyó que las pruebas no eran suficientes para determinar que un alma podía redimirse,” respondió Sera. “Es mucho más complejo de lo que parece. No podemos simplemente traer pecadores; eso va en contra del orden natural. Tampoco podemos pasar por alto lo que el juicio divino determinó para esas almas. Ni siquiera se nos permite juzgarlos. La primera vez que lo hicimos, El Bien Como Tal intervino, y la segunda vez... Ella prohibió a los Primordiales tomar decisiones e intervenir en asuntos referentes a almas humanas, a no ser que ella lo ordenase.”

Adam, quien se había limitado a escuchar en silencio, sintió como se le revolvía el estómago. Sabía a qué se refería Sera. La primera vez fue en el juicio de Eva; fue la única vez que escuchó la voz del Bien Como Tal. La segunda vez fue en el juicio de Caín. Recordó el pensamiento que cruzó su mente entonces: “Ese Ser fue más bondadoso que los mismos ángeles.” Los ángeles fueron estrictos con Lilith al desterrarla al infierno, pero aún más con Eva. Fue la intervención de ese Ser lo que hizo que el castigo no fuera tan severo. Por lo tanto, siempre se preguntó: ¿Cuál hubiera sido el destino de Caín si ese Ser amable también hubiera intervenido?

“Sí se buscaron otras opciones,” Sera lo devolvió de sus pensamientos. “Y nos encontramos con un callejón sin salida.”

Un silencio absoluto reinó en los púlpitos del consejo angelical. Rael, uno de los ángeles más antiguos, volvió a interceder.

“¿Tienen pruebas de que realmente el infierno busca un levantamiento? Porque sin ellas, sus palabras son solo suposiciones.”

Adam miró a Sera, quien asintió con la cabeza. Entonces llamó a Lute, quien ingresó a la sala empujando una camilla.

“Estimados ángeles,” dijo Adam con voz apagada, algo poco común en él. “En el último exterminio se reportó el deceso de una de mis exorcistas.” Destapó el cadáver sobre la camilla, provocando conmoción en el consejo y horror en Emily, que se tapó los ojos. “Nunca antes un demonio había logrado matar a un ángel,” dijo Adam con enojo. “¿Qué más prueba se necesita? Esas perras ya encontraron una manera de matarnos. Imaginen lo que puede suceder si son liderados por Lucifer. ¿Podríamos proteger a todas las almas del cielo?” dijo con una expresión seria. “Mi exorcista merece justicia; murió cumpliendo con su deber, en protección del cielo.”

El silencio que siguió fue profundo y reflexivo. Rael cerró los ojos un momento, meditando en las palabras del primer hombre. Finalmente, habló con voz cargada de autoridad: “El Consejo debe deliberar. Pero recordemos que nuestras leyes están hechas para proteger y guiar, no para ahogar la justicia y la compasión. Que la deliberación sea justa en sintonía con la verdadera naturaleza de nuestro propósito celestial.”


 

La atmósfera en el Gran Salón del Consejo Celestial estaba cargada de tensión. Las deliberaciones habían sido extensas y acaloradas, con opiniones divididas entre la severidad de la ley y la necesidad de justicia y compasión. Finalmente, Rael se levantó, señalando el fin de la discusión. La mirada de todos los presentes se centró en él, esperando el veredicto.

“Sera y Adam,” comenzó Rael con su voz resonante y firme, “el Consejo ha escuchado sus argumentos, ha considerado las circunstancias y ha reflexionado sobre la naturaleza de sus acciones.” Hizo una pausa para dejar que sus palabras calaran hondo. “La amenaza de un levantamiento en el Infierno y la muerte de un ángel son cuestiones graves que no pueden ser ignoradas.”

Rael miró a los miembros del Consejo y luego a los acusados. Adam contuvo la respiración, sintiendo el peso del momento.

“Después de una cuidadosa deliberación, el Consejo ha decidido lo siguiente: dado el riesgo continuo que representa la sobrepoblación del infierno y la amenaza de un levantamiento, se autoriza la continuación del exterminio.”

“¡Sí, carajo!” exclamó Adam, sin poder contenerse. El consejo lo observó con reproche y él se encorvó sobre sí mismo, avergonzado. “Lo siento,” murmuró.

“Sin embargo,” continuó Rael, “esta medida se tomará como una acción temporal hasta que se pueda encontrar una solución más permanente y justa.” Un murmullo de asombro recorrió la sala. Sera y Adam intercambiaron miradas, sorprendidos. Rael levantó una mano para silenciar a todos y continuó: “La ocultación de este hecho tan importante al Consejo no puede ser pasada por alto. La transparencia y la confianza son esenciales para mantener el orden y la justicia en el Reino Celestial. Por lo tanto, Sera, serás destituida de tu cargo como Delegada del Consejo Celestial. En tu lugar, Emily, la serafín, tomará el cargo de Delegada.”

Los murmullos no tardaron en aparecer nuevamente. Adam observó a Sera, notando su tranquilidad a pesar del veredicto, pero él sabía que no lo estaba. Se cruzó de brazos nervioso.

Emily, sorprendida por los acontecimientos, avanzó para ponerse junto a Adam y Sera.

“Entiendo y acepto el veredicto del Consejo. Confío en que Emily desempeñará su papel y estará a la altura del cargo que se le fue encomendado,” dijo Sera, mostrando una suave sonrisa cuando su mirada se encontró con la de Emily.

Rael miró ahora a Adam. “Adam, dado que fuiste tú quien inicialmente propuso el plan y actuaste con la intención de proteger el equilibrio, no serás destituido. Sin embargo, estarás bajo nuestra vigilancia durante el tiempo que duren los exterminios en el Infierno.”

“Ah, acepto la decisión del consejo,” respondió Adam.

Con un gesto final, Rael cerró el juicio. “Que esta decisión nos sirva de lección a todos. La justicia y la compasión deben ir de la mano, y nuestras leyes deben reflejar la verdadera naturaleza del bien. Que la luz del Bien como tal nos guíe siempre.”

El Gran Salón se llenó de un silencio reverente mientras los miembros del Consejo se dispersaban, dejando únicamente a Sera y Adam.

“Más te vale no fallar, Adam,” dijo Sera con un tono firme antes de retirarse, haciendo que Adam se encogiera sobre sí mismo y la observara con tristeza.

“Claro, no fallaré”


 

Presente: Horas después del último exterminio.

Emily caminaba tarareando, casi dando pequeños saltitos, mientras se dirigía por los pasillos del Sectum Celestial el lugar donde se tomaban las decisiones cruciales. Había dejado en el ala este a Sir Pentius, la primera alma redimida del infierno.

Ni ella ni Sera entendieron completamente lo sucedido. Probablemente este hecho provocaría una reunión de emergencia. Hasta entonces, debían proteger a la nueva alma redimida.

Sir Pentius, al igual que ella, no tenía muy claro qué había pasado, salvo que fue alcanzado por la luz angelical de Adam. Lo que despertaba aún más dudas, y si eso es cierto ¿Por qué el pecador seguía con vida?

Emily sintió una punzada en el corazón al escuchar la historia de Sir Pentius sobre el último exterminio. Apenas podía reconocerlo, era como si aquel Adam que estuvo presente desde su nacimiento hubiera desaparecido. Ya se había percatado de que él no era el mismo de antes, nunca entendió el por qué. Ahora ya lo sabía, y no lo aprobaba.

Pronto tendría que escuchar el reporte sobre el exterminio. Pensar en eso hizo que su buen humor desapareciera. Sacudió la cabeza, tratando de recuperar el ánimo.

“Lo importante es que ya se encontró una salida. Ya no serán necesarios los exterminios,” se dijo a sí misma con emoción. “Charlie debe enterarse de esto. ¡Oh, cielos! Un alma redimida, realmente puedo detener los exterminios.” Observó el cielo con determinación, sintiendo una renovada esperanza.

Pero el repique de campanas la trajo de vuelta a la realidad. Eran las campanas del Sectum Celestial, reservadas para eventos de gran importancia y gravedad, y habían permanecido en silencio por milenios. Pero ahora, con un sonido profundo y resonante comenzó a llenar el aire por todo el Reino Celestial.

El rostro de Emily reflejó una mezcla de preocupación y asombro. “Algo grave ha sucedido,” pensó, elevando sus alas y dirigiéndose al Salón del Consejo Celestial. Su corazón latía acelerado mientras se acercaba. Al llegar, vio que el Consejo ya estaba reunido. Murmullos de horror y consternación llenaban el salón. Emily observó a Sera, quien cerraba los ojos, luchando por mantener la compostura.

En el medio del salón yacía la teniente Lute, su uniforme manchado de sangre dorada. Emily observó con horror la carne mutilada y el hueso expuesto en su brazo derecho. Mientras que el otro sostenía un halo opaco y sin vida, también manchado de sangre dorada.

“Sir Adam ha muerto,” anunció el ángel exorcista con voz firme, pero teñida de tristeza.

Notes:

Tengo muchas cosas que decir, pero no soy bueno expresándome. Así que aquí va:

El juicio de Sera y Adam surgió a partir de una duda que me quedó tras el capítulo 6 de la serie: ¿No hubo ninguna consecuencia para Adam y Sera tras revelarse los exterminios?

Aunque se podría decir que las consecuencias no durarán mucho (Si es que eso fueron consecuensias ^^"), pues ya sabemos lo que pasó después. Me pregunto si Emily podrá manejar esto, o si todo se le saldrá de control, devolviendo el liderazgo a Sera. Quién sabe.

Por otro lado, debo explicar acerca de los "Primordiales". Creo que vi en algún lugar una jerarquía del cielo y me gustó. Los Primordiales son un grupo de siete ángeles conformados por serafines y arcángeles (probablemente en la serie será diferente). Como ya se mencionó, estos tienen prohibido tomar decisiones y acciones respecto a las almas humanas, todo esto por órdenes del Bien Como Tal (que es el ente que apareció en el capítulo 1 de la serie).

Excepto por Sera y Emily, que también forman parte de este grupo. Al igual que Lucifer en su momento.

Vaya... parece que tengo problemas con crear capítulos largos ^^"

Chapter 6: CAPITULO 5

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Adán comenzó a sentir una mejoría en su condición. La agitación y el cansancio que lo acompañaron el primer día empezaron a disiparse, y aunque el dolor en su pecho persistía, se había vuelto más tolerable. Su cuerpo se adaptaba, y la fiebre que lo había atormentado empezaba a ceder.

No sabía si su condición mejoraría a partir de ahora o si los síntomas volverían, por lo tanto, vio que lo mejor era salir a reconocer el territorio. Tenía una idea general, pero eso no le servía. Sobre todo, cuando no logró comunicarse con el cielo. Necesitaba conocer el lugar y encontrar posibles refugios mientras su cuerpo lo permitiera. Sabía que esas malditas heridas le seguirían causando problemas.

No quería pensar, no quería afligirse. No quería asimilar que probablemente se quedó atrapado en el infierno sin esperanza de volver. No quería pensar en el rastro de sangre roja mezclada con la dorada. Si podía ignorarlo, lo haría. Solo quería actuar con precaución hasta encontrar una posible salida, sobre todo por su condición, que era una putada.

Sabía que había pecadores caníbales buscándolo. Esos mismos cabrones que intentaron devorarlo cuando pensaron que estaba muerto. Asumió que aún no revelaron que se encontraba con vida. No quería admitirlo, pero realmente habría sido jodido, una patada en el trasero, si una multitud de pecadores hubiera ido tras de él, cuando se encontraba en un estado lamentable.

Escuchó voces, eran nuevamente esos putos caníbales. Frunció el ceño. Avanzó en silencio con sus sentidos agudizados. Y cuando estaba a unos pocos pasos, el pecador lo notó, pero fue demasiado tarde.

“Hora de morir, perra” susurró, con una sonrisa oscura.

La guitarra-hacha cortó el aire con un zumbido mortal, y en un instante, el pecador cayó al suelo, sus ojos abiertos en un último destello de sorpresa. Levantando una mano, Adán dejó que la luz angelical emane de sus dedos, envolviendo el cuerpo del pecador. En segundos, la luz lo consumió y lo desvaneció en el aire, sin dejar rastro. Los había visto regenerarse, fue algo asqueroso, por lo tanto, debía asegurarse de matarlos definitivamente, con su arma para luego eliminar la evidencia con su luz angelical. Y no, nuevamente no iba encontrar una explicación del porque él si había sobrevivido a ese acero, porque simplemente no lo sabía, esto era nuevo para él. 

En una plaza más amplia, encontró varios pecadores reunidos. Adán los irrumpió, su presencia era como un relámpago en la oscuridad.

"¡Hey, mierdas! ¿Me estaban buscando?" Su voz resuena, atrayendo la atención de todos.

Los pecadores se giran, con el miedo reflejado en sus rostros. Adán ataca sin piedad, cortando el aire con furia.

"¡Coman mierda y mueran!" exclama mientras el filo mortal encuentra su marca.

Cada cuerpo que cae es envuelto por la luz angelical, desapareciendo en un destello de pureza destructiva.

"Pensaron que podían conmigo," dijo Adán, con su voz llena de desprecio. "Idiotas."

Entonces cuando el último pecador cayó ante él, Adam bajó lentamente al suelo, sus alas extendidas con majestuosidad detrás de él.

Respiró profundamente, sintiendo el sudor en su frente y el dolor punzante en su pecho. Aunque sus heridas aún le pesaban, su agilidad seguía siendo superior a la de cualquier demonio promedio.


 

Fue realmente fastidioso, por momentos creyó que su alma había sido cortada por la mitad, y probablemente así fue. Esa sensación no desapareció lo que le llevó a observarse constantemente en el espejo, como ahora. Sus vendas nuevamente manchadas de sangre. Pese a las suturas realizadas, su herida parecía no tener la intención de sanar.

Sobrevivió, pero la pregunta era: ¿Cómo? Había muchos factores que podrían haberlo ayudado. Las almas que había recolectado sirvieron como escudo, antes de que el acero angelical llegase a su propia alma, lo que aminoró el impacto. Quizá también fue el trato que hizo, aunque debilitado, y finalmente la persona que tenía interés en él, a quien había vendido su alma; ese ser se había reusado a romper el contrato aun con Alastor estando al borde de la muerte, impidiendo que su alma se evapore al contacto con el acero, y otorgándole parte de su energía en ese momento, lo que le dio fuerzas para escapar.

“Que interesante” Murmuró “Ningún ser aquí en el infierno sacrificaría su propio bienestar por un alma inferior a él. Eso significa que aún le sirvo. Lo que no es nada alentador”

Gimió, apoyándose en el lavabo y colocando su cabeza en el. Dolía, dolía demasiado. Tanto que tenía el impulso de querer arrancarse la piel con tal de parar el dolor. Estaba consumiendo analgésicos para hacerlo más tolerable y disimularlo frente a los demás. La inflamación, el aumento del dolor y la fiebre en un principio, le indicaron que algo no estaba bien. No eran síntomas que un alma en el infierno experimentaría. Ellos normalmente sangraban y se regeneraban sin ningún otro problema.

Fue Nifty quien lo ayudó a curarse. Cuando vieron la herida, notaron que las suturas no habían logrado detener la hemorragia por lo que en su interior siguió acumulándose sangre, ahora coagulada. El proceso para sacar toda esa sangre, fue el peor dolor que pudo experimentar alguna vez. Quería revolcarse cada que Nifty apretaba la herida, coágulos salían a través de la sutura cortada, y tenía que contenerse de no gritar para no llamar la atención del resto. Nifty tuvo que dejar sin cerrar una de sus suturas y colocar como una especie de drenaje para que toda la sangre saliese y no volviese a acumularse en su interior, junto a un vendaje más apretado con la misma finalidad, y curaciones que ella hacía por día. Todas estas sin éxito: la herida no sanaba. Y si Nifty, con su propio poder, no había logrado cerrar la cortadura, no había mucho que hacer.

De ahí su curiosidad por Adam. Rosie había mencionado la desaparición de caníbales, aquellos que habían salido en busca del cuerpo de Adam, con la esperanza de que había muerto en algún lugar.

“Adam logró sobrevivir a sus heridas mortales. Pero no volvió al cielo” sonrió, mostrando sus dientes afilados.

 “Alastor”, lo llamaron desde la puerta. Era Charlie. Alastor volteó a su dirección “Haremos una reunión en la sala. Tengo ideas que compartir, así que te espero. ¡Estoy tan emocionada!”, habló tan efusiva como siempre.

“En un momento bajo, querida”, Respondió, intentando no demostrar su dolor y volviendo a observar su reflejo en el espejo.

Sospechaba que era necesario la energía angelical para sanar este tipo de heridas. Por lo tanto, tenía que encontrar a Adam primero, antes de que los otros Overlord se dieran cuenta, y fueran tras él. Y para eso, estaba recibiendo la ayuda de Rosie.

Lucifer no era una opción, su orgullo era demasiado grande para pedirle que le ayudara. Y Vaggie..Sabía que no era de su agrado, por lo tanto, no aceptaría ayudarle. Al menos que le ofreciera un trato, lo mismo tendría que hacer con Adam, lo que resultaba complicado. En un principio pensó que podría aprovecharse de la situación, encontraría a Adam moribundo y podría adueñarse de su alma. Lamentablemente no fue así.

“Tener el alma de un ángel fue tan tentador, es una lástima que no resultara como esperaba”

Pero quizá solo tenía que esperar un poco, antes de que Adam lo necesitara realmente, hasta que su resistencia se agotara.


“¿Dónde estoy?”

La oscuridad lo envolvía, pesada y sofocante, como si el mismo cielo se hubiera cerrado sobre él. De repente, Adán se encontró en el claro del jardín, rodeado por la vegetación exuberante que ahora parecía lúgubre y sombría. Los árboles, que antes ofrecían sombra y consuelo, ahora proyectaban sombras inquietantes.

En medio de ese paisaje, vio a Eva, su figura temblorosa y desdibujada por las lágrimas. Era la segunda vez que la veía llorar. La primera había sido cuando su tercer hijo Set nació prematuro, y el miedo a perderlo la había sumido en un llanto desesperado. Eva siempre tuvo una fortaleza mental; no lloró cuando se fracturó el brazo, ni cuando perdió a su hijo Abel, ni mucho menos cuando Caín fue desterrado. Por lo que verla llorar le resultaba desgarrador. Las sombras parecían intensificarse con cada sollozo, envolviendo el jardín en un manto de tristeza y culpa.

Adán intentó moverse, pero sus pies estaban clavados al suelo, como si raíces invisibles lo mantuvieran atrapado en ese momento. Sus propios gritos resonaban en sus oídos, los ecos de su ira y sus palabras crueles llenando el aire. Había despertado a Set, y vio a Eva apresurarse a calmar al niño. La imagen de ella, tomando al pequeño en brazos, aun llorando mientras se alejaba, se repetía una y otra vez.

Quería correr hacia ella, abrazarla, pedirle perdón por su estupidez. Pero no podía. Su orgullo, su rencor.

El jardín se llenó de un silencio ensordecedor, la quietud solo rota por los suaves sollozos de Eva, que resonaban como un eco lejano. Intentó gritar, pero no salió ningún sonido. Intentó moverse, pero sus pies seguían atrapados. La vio alejarse, desaparecer entre los árboles con su hijo en brazos, y supo que había fallado. Había fallado en protegerla, en amarla como debía.

Y entonces, la oscuridad lo devoró, dejándolo solo con su culpa, reviviendo ese momento una y otra vez, atrapado en la pesadilla de su propio arrepentimiento.

 

Adán despertó de golpe, su cuerpo temblando y empapado en sudor. Su corazón latía con fuerza descontrolada, cada pulso retumbando en sus oídos. Abrió los ojos, encontrándose en la penumbra de su refugio, las sombras danzando alrededor como si aún estuviera atrapado en su pesadilla.

Llevó una mano temblorosa a su frente y sintió el calor abrasador de la fiebre. Su respiración era entrecortada, y la confusión lo envolvía. Las imágenes de su sueño aún resonaban en su mente: Eva llorando, alejándose con su hijo en brazos, el dolor y la culpa aplastándolo.

Se incorporó sentándose lentamente, los músculos de su pecho protestando con cada movimiento. Todo a su alrededor parecía extraño, distorsionado por el sudor que le nublaba la vista y la fiebre que le ardía en la piel.

De repente, un estruendo sacudió la habitación. Las ventanas estallaron en mil pedazos y una oleada de calor y luz cegadora lo envolvió. Bombas explotaban alrededor, llenando el aire con el sonido ensordecedor de la destrucción. Adán, instintivamente, se protegió el pecho donde sus heridas palpitaban con un dolor agudo.

"¡Carajo!", murmuró Adán, comprendiendo al instante lo que estaba sucediendo. Se levantó rápidamente, su mente aún nublada por la fiebre y el sueño, y abrió un portal. Y luego se encontró en una calle desierta, iluminada por las pantallas de varios televisores encendidos en las vitrinas de las tiendas. En cada pantalla, el noticiero 666 transmitía una noticia urgente, con la conductora Kitie Killoj anunciando:

"Última hora: el cielo ha roto relaciones con el infierno. Los acuerdos milenarios han sido anulados, ¿Estamos al borde de una guerra celestial? Ya saben lo que deben hacer. ¡Abandonen toda esperanza y mueran!"

Adán, aun jadeando y con el dolor latiendo en su pecho, miró las pantallas con incredulidad. Entonces era eso. Que él no pudiera abrir un portal hacia cielo, pero si hacía otras partes del infierno, lo mismo con su espejo que no le permitió ver a Sera ni Emily, pero si a esa mocosa. Era porque el cielo rompió comunicación con el infierno.

“Debieron colocar un encantamiento angelical para evitar todo tipo de contacto con el infierno. ¡Mierda!” dijo lanzando un golpe hacia las pantallas de los televisores, destruyéndolos a su paso.

Era claro lo que pasó en la embajada. Fue destruida por pecadores. Al no tener ya relación con el cielo, ellos vieron que ya no era necesario tener una embajada ¿Se estaban burlando?

“Como se atreven”

Y ahora tenía menos posibilidades de volver al cielo. Si es que alguna vez la tuvo.

 


 

Todos se quedaron con los ojos muy abiertos al recibir la noticia. Charlie se levantó intentando comunicarse con su padre, para confirmar si era cierto. Una presión sutil pero persistente se asentó en su estómago y se irradió hacia su corazón.

“Por favor, padre, contesta”, murmuró para sí. Caminando de un lado para el otro.

“¿Qué significa que el cielo rompió relaciones con el infierno?” escuchó decir a Angel Dust 

“Significa que el cielo ya no hará tratos con el infierno, como solía hacerlo, ni pedirá permisos”, respondió Husk. “Podrían bajar a exterminarnos sin previo aviso. Y en el peor de los casos desencadenar una guerra”.

“¡Husk!”, gritó Vaggie

“Es una suposición. ¿Crees que el cielo se quedará de brazos cruzados después de matar a su querido primer humano?”

Charlie se encogió de hombros.

“¿Podría venir un ángel mucho más poderoso que Adam? Uno de la misma jerarquía de Lucifer en el cielo”. Hubo un total silencio “Qué, yo solo digo”, dijo Cherry Boom, elevando los hombros “¡Digan algo, me están asustando!”

Todos procedieron a observar a Vaggie, quien se había percatado que Charlie no se encontraba bien. Y se levantó a consolarla.

“Qué reunión tan productiva” dijo entre dientes Alastor sin dejar de mostrar su sonrisa. “Pero que curioso resultaron los acontecimientos” 

“Ah, Alastor cállate”, dijo Vaggie tocándose la cabeza. “Escuchen, es muy poco probable que los Primordiales se involucren en esto. Ellos no pueden intervenir con respecto a las almas humanas. A menos que El Bien Como Tal lo ordene. Pero ella ha guardado silencio por miles de años. Y si fuera poco, el arcángel Miguel que es el ángel especializado en guerras y combates, no está en el cielo. Él salió a una misión hace algunos años, al igual que el resto de los Primordiales. Así que tranquilos”, dijo intentando consolar a Charlie ”Lo más probable es que Lute tome el cargo de comandante”, respondió casi en un susurro.

“Y eso es bueno o malo”, dijo Ángel Dust

“No estoy segura”, bajó la mirada “Pero tenemos tiempo”, dijo con determinación “El cielo perdió a gran parte de sus ángeles exorcistas. Y el arcángel Miguel que es quien los crea, no está. Y si por azares del destino llegase”, todos sintieron un escalofrío pasar por su espalda “Necesitará tiempo para crear y entrenar a una nueva generación de ángeles exorcistas. Y a parte del Argangel Miguel y las exorcistas, no hay otros ángeles especializados en combate. Así que no entren en pánico, encontraremos una solución”

Sus palabras lograron de alguna forma tranquilizar al grupo, incluyendo a Charlie, que observó con una leve sonrisa.

“¿Papá? Se dio la vuelta cuando logró comunicarse con él.

“Entonces… ¿El arcángel Miguel es como tu padre?”, preguntó con una sonrisa Angel Dust a Vaggie. Quien puso los ojos en blanco y volvió a su lugar. “Oh, daddy issues”

“¡Ah!” gritó Vaggie fastidiada

Lucifer apareció abriendo un portal. Lo que hizo que todos se sobresaltaran.

“Papá, llegaste” dijo Charlie, recibiéndolo con un abrazo “¿Es verdad que el cielo rompió relación con el infierno?”

“No puedo confirmarlo todavía. Si bien no he podido comunicarme con el cielo. Ellos no han mandado ningún comunicado todavía. No sé de dónde sacaron esa noticia.” Miró con mala cara al canal en la televisión “Voy a multarlos por dar especulaciones, y causar pánico”, dijo señalando la televisión.

“Ese canal nunca ha dado noticias falsas” dijo Cherry Boom. Llamando la atención de Lucifer “Podría no ser solo una especulación.”

“¿Enserio?” mirando nuevamente el noticiero 666 “Eso no suena muy creíble”.

“Si, ellos fueron los primeros en informar que el exterminio de este año se adelantó. Antes incluso que usted lo informara, señor” Dijo Husk “Siempre me pregunte como lo hacían”

La incertidumbre volvió a envolver el lugar. Charlie sintió como su corazón se hundía. Si el cielo realmente rompió relación con el infierno, eso significaba que su posibilidad de redimir a los pecadores una vez más tenía un retroceso.


 

“Excelente, volvimos a ser el primer canal en dar primicias” Dijo Katie Killjoy, dándole un enorme sorbo a la botella que sostenía “Aunque después todos nos iremos al carajo”, agregó con mirada aburrida. Observó a Tom Trench en una esquina “¿Por qué estás ahí? Ven, acércate “¿Estas molesto por haberte echado café encima?” 

Tom murmuraba palabras incomprensibles, sumido en sus pensamientos, lo que formó una enorme sonrisa en el rostro de Katie Killjoy.

“¿Estás viendo algo nuevo? ¡Otra primicia!” acercándose a él y dándole otro enorme sorbo a su bebida. “Anda, dinos cuál es”.

Tom Trench se quedó en silencio por unos instantes que parecieron una eternidad, como si de debatiera entre decirlo o no. Entonces se giró lentamente hacia ella, y con su voz apenas en un susurro dijo:

“Adam está vivo”

El estudio se sumió en un silencio sepulcral. Katie parpadeó, incrédula. Tom nunca se equivocaba cuando tenía esas visiones extrañas.

“Lo vi”, continuó Tom, su mirada perdida en algo que solo él podía ver. “Adam está vivo. Y algo más.. algo grande. Se está moviendo entre las sombras”. Su seriedad hizo que Katie se estremeciera, no era común ese comportamiento.

“¿Qué diablos significa eso?”, preguntó ella.

“Significa que nada volverá a ser igual”



Notes:

Es gracioso, siempre me olvido de lo que tenía que decir ^^"
Bueno...
Armas angelicales: Como se leyó, las heridas causadas por acero angelical, solo sanan con energía angelical, pero tardan mucho en hacerlo. Y quedan con una secuela, el dolor.
Resistencia al dolor: Adam tiene una gran resitencia a ello.
La pesadilla con Eva: No estaba seguro de colocar esto aún. Me parecía un poco apresurado, curiosamente terminé haciéndolo jsjsjs
Bien, veamos qué sucede :)

Chapter 7: CAPITULO 6

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Era el día del exterminio, de su primer exterminio. Después de un arduo entrenamiento al lado del arcángel Miguel, y cuando este determinó que ya se encontraba listo, llegó el día. Con paso firme y con una mirada que transmitía determinación y confianza, Adam se colocó frente a su escuadrón y alzó la voz para asegurarse de que todos pudieran escuchar cada palabra que tenía para decir.

“¡Valientes exorcistas, guerreras del cielo! Hoy nos enfrentamos a una misión que determinará el destino de nuestro reino y la seguridad de todo lo que apreciamos.” Dirigió su mirada a cada uno de ellas “Vamos al infierno no por placer ni por venganza, sino para eliminar una amenaza que, de no ser contenida, podría poner en peligro la seguridad del cielo.”

Sin palabras vulgares, intentaba mostrarse lo más serio posible. Notó que Sera lo observaba de lejos; eso lo hizo sentir reconfortado y, a la vez, ansioso. “Que extraño sentir”, es lo que pensó. ¿Quería que se sintiera orgullosa de él? Y si eso era verdad, ¿Por qué? Negó con la cabeza.

Mas no vio a Uriel en ninguna parte. Hubiera querido que él también estuviese allí, deseándole éxitos en su misión actual. Después de todo, Uriel fue lo más cercano a un amigo que tuvo en todos esos años. Uriel no estuvo de acuerdo con el asesinato de almas humanas, por lo que desaprobó el actuar de Adam.

 “Recuerden que con cada golpe que demos, con cada alma que derrotemos, estamos protegiendo lo que es correcto y necesario” dijo, intentando convencerse de sus propias palabras “No debe haber duda en nuestros corazones, porque sabemos que lo que hacemos es para el bien mayor. Todo sea por la paz del cielo”

Él sabía que eso era incorrecto. Algo dentro de él se lo decía, lo que estaba a punto de hacer era asesinato; y estaba arrastrando consigo a ángeles que aún eran unas niñas si lo comparaba con la edad que él tenía. No importó que fuera aprobado por el cielo, era incorrecto. No importó que sus intenciones fueran “buenas”, estaba a punto de cometer un genocidio. Estaba a punto de matar a sus hijos, a su descendencia. A lo que posiblemente le quedaba de Eva.  

Y en su pensamiento confuso y culpable se preguntó si ella si quiera llegaría a perdonarlo, recordando la discusión que tuvo con Uriel cuando tocó ese punto. Pero ahora ya no había vuelta atrás…

Llegó el momento, abrió un portal. Sintió un nudo en el estómago, una mezcla de náuseas y ansiedad.

“Deja de ser un cobarde, Adam”, pensó, reprendiéndose a sí mismo.

No había espacio para la debilidad, él debía dar el ejemplo. Fue el primero en cruzar el portal.

Nuevamente ese ambiente rojizo, que lo perturbó la primera vez que descendió. Observó a la gran cantidad de almas humanas. Sera no mentía, la población en el infierno se había disparado. Vio a los pecadores observar el cielo con asombro, sin entender lo que sucedía. Cerró sus ojos por un instante. Sus exorcistas observaban, sabía que no debía mostrar debilidad, visualizó en su mente a uno de los monstruos que mató en su vida pasada, era lo más parecido a lo que estaba a punto de hacer.

Con un movimiento fluido, invocó su hacha celestial, que apareció en su mano con un destello de luz sagrada. Y descendió en picado, girando y lanzando el hacha con una precisión mortal. El filo sagrado cortó a través de la carne demoniaca con una facilidad sorprendente que le hizo estremecer, era demasiado fácil matar a los pecadores. La sangre salpicó revelando su mortalidad. Los gritos de pánico no tardaron en aparecer, Almas humanas corrían desesperados huyendo de la gran oleada de ángeles que se lanzaron siguiendo el ejemplo de su líder.

“Lo siento. De verdad, lo siento”, murmuró, y se lanzó asesinando a más pecadores. A medida que el hacha cortaba, la sangre de los pecadores salpicaba en todas direcciones, formando charcos que se fundían con el paisaje infernal, manchando su rostro y su ropa, de ese color que tanto detestaba, de sangre roja. En ese momento, su visión se nubló, y la realidad del Infierno se entremezcló con los fantasmas de su pasado.

Era su propia sangre cuando resultó herido en su vida humana, era la sangre de su hijo Abel, eran las manos ensangrentadas de su primogénito Caín y del caos que había en la tierra primitiva en donde era matar o morir. Era la sangre de Eva…

Sus gritos de agonía y desesperación, el olor a sangre y muerte, todo regresaba con una intensidad abrumadora. Se detuvo en seco. Su respiración se volvió rápida y superficial, sus palpitaciones ya presentes se intensificaron, golpeando su pecho como si fueran tambores de guerra. El sudor comenzó a formase en su frente y su espalda, pegando su túnica celestial a su piel.

“No, maldita sea. No ahora”, murmuró entre dientes.

No podía mostrarse de esa forma, sabía que lo observaban desde el cielo. Trataba de concentrarse, de recordar su entrenamiento, de enfocarse en su objetivo y no en los recuerdos oscuros. Pero cada nueva salpicadura de sangre roja sobre su piel lo hacía retroceder mentalmente a esos días de dolor y angustia.

“¡Debo salir de aquí.. debo..!” Tuvo el impulso de abrir un portal para volver al cielo “¡Basta!” escuchó una voz dentro de él “Eres el primer ser humano. Eres Adam y estas a cargo de estos ángeles. Deja de ser tan patético, y haz lo que siempre has hecho: aguantar los golpes como vienen. Porque eres tú, el primer ser humano, no un humano corriente, ¡Si no Adam, el primer hombre en la faz de la tierra!!

Respiró hondo, abrió sus ojos con determinación, elevándose por encima de los pecadores. Ya había dado el ejemplo, ahora debía estar pendiente de sus exorcistas y eliminar cualquier amenaza mayor que las rebasara. Y así lo hizo.

 Y como debía de ser, todo salió bien. Recibió las felicitaciones de Sera y de Rafael quienes lo esperaban del otro lado.

No tardó en aparecer la hemorragia nasal, acompañado de la debilidad, la agitación y la fiebre que nuevamente lo llevaron a la cama. Sus síntomas eran reales, pero también le servían de excusa, pues su mente seguía recordando lo sucedido. Y cada vez que lo hacía, la una sensación de no poder respirar se apoderaba de él, haciéndolo temblar visiblemente. Sus alas, se movían de manera errática. Sentía como si cada poro de su piel estuviera abierto con una sensación de sudor frio recorriéndolo.

No iba contárselo a nadie, simplemente prefería que los demás pensaran que todo eso se debía al “Síndrome de caída y descenso”, lo cual no era mentira del todo.  


 

Presente

Entre gritos y gruñidos de pecadores, Adam, con sus alas doradas y majestuosas, se movía con gran agilidad, esquivando los ataques que llovían sobre él.

“¡¿Cómo diablos supieron que estaba aquí?!”, dijo, girando en el aire y evitando una lanza que pasó rozando su costado, “¿Fueron los caníbales? ¡¿Cómo carajos encontraron mi ubicación?!”

Sus pensamientos corrían tan rápido como su cuerpo, su mente analizando y descartando posibilidades mientras sus enemigos se amontonaban a su alrededor. Eran demasiados, pero no tenía problemas con ello; podía eliminarlos con facilidad. El hecho era que no importaba cuantos pecadores matara, ni cuantas veces cambiara de posición, más de ellos aparecían siempre encontrándolo ¡Esto ya era un jodido fastidio!

“¡Como carajos me encontraron!”, le dijo al pecador que había alzado del suelo, antes de aplastarlo contra la pared, tomar un impulso y volver a arrojarse hacia otros pecadores.

Las alas de Adam batían con fuerza, impulsando en giros y volteretas que desafiaban la gravedad, formándose una mueca en su rostro ante la punzada de dolor que le levantaba ese movimiento. Ignorando el dolor, disparó su luz angelical, arrasando con un gran número de pecadores. Aquella luz envolvía a sus atacantes, sus cuerpos se disolvían en aquella luz, sus formas se retorcían y desvanecían, sus alaridos de agonía resonaban en el aire mientras eran consumidos por la luminosidad divina.

“¿Enserio creyeron que podrían contra mí?” Una sonrisa burlona se dibujó en su rostro “Asquerosos pecad... ¡AH!”, pegó un gritó. Con los ojos muy abiertos

Una bomba hecha de acero angelical por poco lo alcanza. Estaba complemente seguro que si no lo esquivaba una de sus alas habría resultado herido ¿Ese era su objetivo? ¿Herir sus alas? Frunció el ceño, chasqueando su lengua.

“Esto es como una patada en el trasero”, pensó mientras ascendía rápidamente. Notó que algunos traían armas angelicales. Su enfado no había más que crecer “¡Acabaré con esto ahora!”

Pero el cansancio invadía nuevamente su cuerpo. A pesar del dolor punzante que había en su pecho y la espalda, un recordatorio de las heridas mortales infringidas no hace mucho, se esforzaba por mantenerse en el aire. Desde su posición elevada impulsó sus manos hacia adelante. Un zumbido creciente, agudo y electrizante, llenó el aire. De repente, una luz estalló en una explosión cegadora que se había proyectado desde sus manos. El sonido que lo acompañó después era un rugido ensordecedor, un eco del poder divino que hizo temblar la tierra.

La luz incineró a la gran parte de los demonios al instante. Sus gritos se desvanecieron en un susurro de cenizas antes de que pudieras siquiera comprender lo que había sucedido. Y la tierra debajo de ellos se abrió, fragmentada por la fuerza del rayo, dejando hendiduras profundas y ardientes.

Pero el costo para Adam de tal despliegue de poder fue alto. La nariz comenzó a sangrar y el dolor en su pecho y espalda se intensificó como si nuevamente hubiera recibido las puñaladas con el arma angelical, irradiándose a sus alas, que se paralizaron por la tortura. Con un alarido desgarrador, perdió el control y cayó a la tierra, dejando un cráter a su alrededor.  

“¡Mierda! Porque ahora”, jadeó Adam, sintiendo como el dolor le cortaba el aliento “¡Carajo!”, un gemido ahogado “Esto duele como el infierno”, dijo entre dientes.

Intentó ponerse de pie, pero el dolor le había paralizado el cuerpo. El mundo a su alrededor se tambaleaba. No podía respirar, jadeaba intentando recobrar su respiración, lo que intensificaba el dolor. Los pocos pecadores que quedaban aprovecharon su debilidad para atacarlo. Uno de ellos, con una mirada de odio, se lanzó hacia él, casi alcanzándolo.

“¡Por fin acabaremos con este maldito ángel!” dijo con una sonrisa sádica.

Con un último esfuerzo, Adam conjuró su hacha – guitarra, que apareció en su mano, y en un movimiento desesperado, cortó al pecador por la mitad. La sangre del pecador salpicó el suelo, y su ropa. Entonces, apoyándose de su arma, se incorporó mostrando una mueca de dolor al hacerlo.

“¡Atrévanse a atacarme, bastardos! ¡Los acabaré al instante!” Gritó con furia.

Los pecadores restantes lo rodearon, sus ojos llenos de malicia y sed de venganza. A pesar de su agotamiento, Adam, iracundo, se limpió el sangrado de la nariz con el manga de su ropa y se lanzó al combate. Su hacha – guitarra se convirtió en una extensión de su voluntad, cortando a través de la carne demoniaca con un sonido sordo y húmedo. Más sangre roja llenaba el aire con su olor acre, mezclándose con el aroma metálico de su propia sangre. Eso no era bueno.

“¡Has llegado a tu limite! ¡No puedes con todos nosotros!, escuchó decir a uno.

“¡Te arrancaremos las alas y las usaremos como trofeo!”, se burló otro, antes de ser decapitado por un golpe certero.

“¡Cómo se atreven a subestimarme! No soy débil. Soy el put…”

El suelo se movió, junto con todo a su alrededor. Esta vez no estaba seguro si fue debido a sus heridas o al agotamiento intenso que sentía. Solo podía ver una cosa: la visión de la sangre roja de los pecadores, fresca y vibrante, salpicando el suelo.

“¿Qué… carajo…?” Soltó con voz ronca. Esas manchas de sangre lo impactaron de una manera que no esperaba. Después de prácticamente milenios que no pasaba.

Sintió cómo el sudor frío le recorría la espalda. Su respiración se volvió rápida y superficial, su pecho subiendo y bajando frenéticamente. Esto aumentó el dolor en su espalda, y como producto de ello sus alas se retorcieron agonizantes, que amenazaron con paralizarlo.  

“¡Maldita sangre roja!” Lanzó un corte proyectando luz angelical con ella.

En medio de la masacre, y de una fiebre alta que comenzaba a marearle, la mente de Adam comenzó a delirar. La sangre roja, brillando intensamente bajo la luz rojiza, era un recordatorio doloroso y hasta cierto punto aterrador. Odiaba eso.

Entonces el suelo se volvió un lago rojo, y de él emergieron manos ensangrentadas que intentaban agarrarlo y arrastrarlo con ellas. La alucinación lo sumergió en un terror antiguo, paralizándolo por un momento.

“No… No otra vez…”, murmuró. Sus ojos se abrieron en estado de shock.

Una flecha de acero angelical, lanzada desde una ballesta, se clavó a su costado, sacándolo de su trance con un dolor agudo. Con un grito de rabia y dolor, localizó al atacante.

“¡Hijo de puta!, rugió, lanzándose hacia él con una furia desatada. Ignorando el dolor que yacía en su pecho y ahora en su costado.

Antes de que el pecador pudiera si quiera reaccionar, con un golpe brutal de su puño, lo abatió. El cuerpo cayó en un charco de sangre. Los restos del pecador soltaron un último grito agónico, antes de que Adam lo terminara de cortar con su hacha – guitarra.

Temblando, con la respiración entrecortada y el corazón palpitando furiosamente, Adam se quedó de pie, tambaleante, en medio de la devastación. El sudor le corría por la frente y el terrible dolor en el pecho lo atravesaba.

“¡Mierda, mierda, mierda!, murmuraba, intentado controlar el temblor en sus manos y el dolor lacerante en su pecho. “Esto no ha terminado… aún no...”

Miró a su alrededor, consciente de que, aunque había ganado la batalla, la guerra dentro de su propia mente apenas había comenzado. Los ecos de su pasado humano seguían persiguiéndolo, y cada gota de sangre era un recordatorio de las cicatrices invisibles que llevaba dentro. Tenía que sumergirlas en lo más profundo de su ser, como lo había hecho todos esos años.

Y así lo haría.




Se sentía agotado.

Se sentía agotado, tan agotado, que tuvo que sacar fuerzas de donde no las tenía para evitar caer en el mismo lugar en donde se llevaron los acontecimientos. Su cabeza aún daba vueltas, confundido, repitiendo esa alucinación en su mente una y otra vez, lo que le hacía temblar sus manos ligeramente y le retorcía el corazón.

Y el dolor, nuevamente ese maldito dolor, que por un instante le nubló la mente, y le hizo perder el control de sus alas. Desde entonces no intentó volar de nuevo por temor a repetir lo sucedido. Es mas no era necesario, pues sentía que su pecho, su espalda y ahora sus alas estaban demasiado sensibles, reaccionando al mínimo contacto. Lo cual era irritante, porque realmente anhelaba dar una pequeña siesta, su cuerpo le imploraba eso, pero sus heridas no se lo permitían. Por lo tanto, se limitó a sentarse en el suelo y a apoyar sus codos en sus muslos como una especie de palanca.

Él solo quería volver a casa. Gimió al recordar el cielo.

Se dice que uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Que frase tan curiosa. Adam recuerda que añoró el Edén cuando estaba en la tierra primitiva, después de su caída. Añoró sus verdes praderas y la tranquilidad que reinaba en ella. Irónicamente milenios después, cuando ascendió al cielo, añoró esa tierra primitiva

“Ah, que contradictorio” pensó ¿Añorar un lugar tan terrible? Qué patético. Y ahora que estaba en el infierno, añorando el cielo. “Que sigue después” murmuró débilmente para sí “¿Qué termine añorando el infierno?” sonrió débilmente.

Tenía cosas más urgentes al cual dirigir su atención, como atender el sangrado de su costado que había ignorado debido a que el dolor su pecho y espalda superaban al dolor de la nueva herida. Se tocó su costado y observó con cierto temor su mano ahora manchado de sangre dorada, y nuevamente con manchas rojizas. Sus labios temblaron ligeramente, dejó caer su cabeza hacia adelante, y cerró los ojos con fuerza. No entendía lo que estaba pasando, pero sabía que debía volver urgentemente al cielo.

“No hay forma de comunicarse con el cielo” dijo, con una voz que amenazaba con quebrarse. “No una del que pueda hacerlo por mí mismo”

Solo había una forma, y eso era a través de Lucifer. Una mueca de disgusto se formó en su rostro.

“Sera parece albergar cierto cariño por esa perra” refiriéndose al rey del infierno “Cada vez que él solicitaba una reunión, Sera no tenía problemas con aceptar ello. Como lo hizo con la princesa arco iris, por petición de ese bastardo” poniendo sus ojos en blanco.  

Pero también había otro inconveniente, notó que su luz angelical había perdido fuerza, una ligera, pero el debilitamiento ya estaba presente, lo que le hizo preocuparse, temeroso de que ese suceso siguiera avanzando. ¿Qué haría si terminaba perdiendo todos sus poderes? Suspiró agotado, dibujando una mueca de dolor en su rostro por el movimiento.

“Y mis putas heridas insisten en no sanar completamente” observó un punto fijo, con cansancio. “¿Y si nunca lo hacen?”

Nuevamente, la única salida era Lucifer y aquel estúpido hotel.

“No, definitivamente no” Su orgullo se lo impedía. Además, no era tonto, sabía que esa perra se negaría. ¡Demonios, era lo más lógico! “A estas alturas, él ya debe de saber que estoy con vida. Lo único bueno es que a él poco le importan los pecadores, y mientras no intente tocar a su pequeña princesita, no tendré problemas” cerró los ojos de impotencia “Ah, maldita sea, y si se diera el caso ¿Cómo carajos me enfrentaré a Lucifer en mi condición actual? Estoy jodido. Todo por culpa de esa mocosa”

Precisamente, era esa mocosa la que había provocado que él se encontrara atrapado en el puto infierno en primer lugar.

“Me conformaría con poder acabar con ella. Perder un hijo es el peor dolor que un padre puede experimentar. Lucifer nunca conoció ese dolor”

Y ahora otro problema.

Tenía la sospecha de que lo estaban observando. Los pecadores no tenían problemas para encontrarlo, y eso se estaba tornando en un puto fastidio. La sombra sonriente era la prueba de ello.

Adam mostró sus dientes irritado, cuando supo de quien de quien se trataba, tomando su hacha – guitarra.

“Eres tú. Los putos tiburones siempre huelen la sangre. Es lo que dicen. No aparentabas ser uno”

Notes:

:)

Con este capítulo y el anterior, podemos darnos cuenta de una cosa: describir escenas de acción no es lo mío, pero soy terco y lo seguiré intentando de todas formas ;)

Gracias por leer. En serio, muchísimas gracias. Me sorprendió la cantidad de lecturas; eso realmente me agarró desprevenido. Estoy feliz y un poco nervioso, jsjsjs

Chapter 8: CAPITULO 7

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Érase una vez un cántico que resonó en el fondo de la oscuridad...

 

Un corte en el alma,

Donde la esperanza se desvanece…

¿Por qué lloras?

 

En la oscuridad, las sombras nos abrazan,

La existencia no tan fugaz se ha consumido,

Pide un deseo con tu último suspiro,

Deja que las lágrimas se fundan con las estrellas.

 

Fuiste dejado atrás, como un eco,

Siento tu dolor en mi propio lamento.

¿Temes desaparecer?

 

No temas, en mi canto hallarás refugio,

Conmigo permanecerás, jamás te perderé.

Dame tus recuerdos, tus pesares,

Entrégame los fragmentos de tu alma herida.

 

Fuiste dejado atrás, como una sombra,

Comprendo tu dolor, lo llevo en mi pecho.

Seré tú, y tú serás yo,

Conmigo permanecerás, y yo jamás te perderé…

 


 

Desde su trono, el demonio de la televisión observaba con una sonrisa maliciosa. Su rostro, iluminado por la luz espectral de las pantallas que lo rodeaban, reflejaba una mezcla de satisfacción y expectativa.

Cuando el noticiero “666” anunció que el primer hombre había sobrevivido, no lo creyó; incluso estaba a punto de descuartizarlos por dar una noticia tan ridícula. Todo cambió cuando uno de sus drones lo encontró. Una sensación de cosquilleo se formó en su estómago con tan solo imaginar la infinidad de posibilidades. Una de ellas: ser el poseedor del alma de nada menos que Adam.

“Hagamos esto más divertido”, murmuró para sí.

Las cámaras de más drones transmitieron cada movimiento del ángel atrapado en el infierno, cada grito de dolor de los pecadores que se atrevieron a atacar al comandante de los exorcistas. Esto mantuvo a millones de almas condenadas pegadas a sus pantallas infernales. Al igual que la llegada, casi a tropezones, de los otros dos integrantes de los V´s conmocionados por lo que vieron sus ojos.

“¡Miren cómo lucha!”, exclamó Vox, eufórico.

Sus ojos brillaron con un destello complaciente mientras observaba a Adam, con sus alas doradas extendidas, esquivar lanzas y cortar a través de la horda de pecadores. La agilidad del ángel era impresionante, tanto que a veces sus drones lo perdían de vista, pero nuevamente lo encontraban.

“¿Cómo pudo caer tan bajo? De ángel glorioso a un mero entretenimiento para pecadores”, dijo Valentino con su sonrisa burlesca en su rostro.

“Es el entretenimiento que nos dará más dinero, y posiblemente el alma de un ángel. ¿Te lo imaginas? Ah, no me quiero emocionar todavía.” Continuó “El idiota no se ha dado cuenta que soy yo quien revela su ubicación. No lo dejaré en paz”

Los pecadores se amontonaron alrededor de Adam, pero el ángel los eliminó con facilidad. Vox sabía que no sería fácil, pero no tenía prisa. Con un gesto, envió más drones, armados con bombas de acero angelical, para mantener la presión sobre el primer hombre.

“¡Miren como se desespera!”, dijo con un tono triunfante mientras veía a Adam evitar una bomba por poco. “Incluso las armas de su propio reino ahora se vuelven contra él. ¿Qué harás primer hombre?”

 

“¡Acabaré con esto ahora!” gritó Adam, su voz resonando en la transmisión.

 

Vox no pudo evitar soltar una carcajada, junto a Valentino.

“Adelante, primer hombre. ¡Despliega todo tu poder!”, dijo el demonio de la televisión, confiado.

“Oh, mierda, si”. le siguió Valentino.

La explosión de una luz cegadora, se transmitió por todos los televisores del infierno.   “AHHHH”, gritaron los V´s, cuando aquella luz llegó a sus ojos, iluminando bruscamente la sala de trabajo del demonio de la televisión, para luego cortarse la transmisión, ahora con las pantallas en negro.

Esa luz angelical también había destruido los drones de Vox.

 “¡¿Qué demonios?! Gritó este.

“¡Mis ojos! ¡No puedo ver nada!”, se quejó Valentino, revolcándose en el suelo.

Vox se llevó las manos a la cara, tropezando con los cables y artilugios a su alrededor. Sus ojos aún veían manchas de luz, y en medio de su confusión, un pensamiento perturbador inundó su mente.

“Si Adam realmente hubiera querido... podría haber destruido a una gran parte de la población infernal en los días del exterminio” murmuró, sus ojos aún entrecerrados por el resplandor, “¿Por qué no lo hizo?”

“Es por el tratado del cielo y el infierno”, respondió Velvette. Arrodillada en el suelo, tapando su rostro “Esos angelitos de mierda acordaron eliminar el 20% de la población infernal cada año. Y con ello creyeron que estaban mostrando misericordia”

“Esa perrita es un monstruo. Lo quiero” dijo Valentino con voz sombría.

 “¿Tienes la grabación de esta cámara”, señaló la pantalla Velvette “Reprodúcela de nuevo, creo que escuché algo”

Vox así lo hizo, llegando al momento antes de la explosión con Valentino observando detenidamente la pantalla. El demonio de la televisión observó a la más menor, esta asintió con la cabeza, entonces dejó que la grabación se reprodujera con él y Veldette dándose la vuelta al momento de la explosión.

“¡Ah! Se escuchó nuevamente caer a Valentino al suelo “¡Mierda, otra vez mis ojos! ¡Velvette!”

“¡Ahí!”, dijo ella “¿Escuchan eso?”

Un alarido se oyó en el fondo, antes de que algo se estrellara en el pavimento.

“Es su grito. Llegó a su límite. Sigue con las secuelas de su anterior enfrentamiento. Tenemos que encontrarlo. ¡Es nuestra oportunidad!”, exclamó Veldette

De esa forma, Vox liberó un nuevo grupo de drones desde la base de los V´s en búsqueda del ángel caído.


 

Vaggie se quedó en un estado de incredulidad cuando revelaron las imágenes que indicaban que Adam estaba vivo. Su mente intentaba darle una explicación lógica del porque eso sería posible.

¿Y Por qué no?

Como ex exorcista, creía que lo sabía todo con respecto al cielo, pero con la reciente noticia de que se podía matar a un ángel con acero angelical supo que había muchas cosas que ella aún desconocía. ¿Era solo ella, o el cielo también lo desconocía?

Observó su mano envuelto con un vendaje; esa herida tardaría en sanar como había tardado en hacerlo su ojo izquierdo.

“Ah, esto es un desastre”

Gruñó rascándose la cabeza. La idea de que ese cabrón de verdad siguiera con vida la enfadaba. Ya tenían suficientes problemas con que Lucifer no pudiera comunicarse con el cielo, y la intriga de no saber lo que podría pasar después le había levantado una terrible migraña.

Unos pasos la alertaron por lo que se apresuró en apagar el televisor.

“Que bien. Estas aquí”, dijo Charlie entusiasmada.

Charlie se mantenía optimista, haciendo propuestas para que nuevos pecadores se unieran en el hotel.

Pero Vaggie sabía que en el fondo Charlie estaba angustiada. No, no la molestaría con una noticia que podría ser una simple especulación; ella misma se aseguraría de investigar para descartarlo. Iría al barrio caníbal para estar segura.

“Quiero que revises este informe. Es como un programa de rehabilitación para los nuevos integrantes del hotel. Dime que te parece ¿Si?”, comentó la princesa del infierno, dibujando una sonrisa en sus labios.

“Bien, lo haré”, respondió Vaggie “Estoy segura que este programa funcionará. Solo intenta no estresarte demasiado ¿Está bien?” acariciándole la mejilla.

Husk llegó a la sala casi a tropezones, con los ojos muy abiertos, Vaggie supo que también él se había enterado de la noticia.

“Oh, ahí está Husk. Bien”, dijo Vaggie, tomando un montón de los papeles que Charlie había traído “Tu relájate, yo iré con Husk y entregaré esto a los demás. Para que también nos den su opinión. Ya vuelvo”

Se acercó a Husk entregándole la mitad de los papeles y despidiéndose de Charlie con una sonrisa.

“No digas nada. Y sígueme”, murmuró, Husk así lo hizo “Es por el noticiero 666 ¿Verdad?”

“Si”, respondió Husk con cierta sospecha en su mirada “¿Le ocultaras esto a Charlie? Está en todos lados, no tardará en enterarse”

“Lo sé” suspiró “No quiero que se preocupe más de lo que ya está. Primero voy asegurarme que sea cierto. Aunque yo creo que es imposible”

“Yo no diría eso. No es necesario que vayas a investigar. Adam está vivo”

“No podemos creer lo que un noticiero dice, las imágenes están claramente editadas. Ellos solo quieren crear un caos.”

El resonar de un estruendo hizo retumbar los vidrios, seguido de una luz intensa, que por un momento los cegó. Vaggie frotándose los ojos, corrió hacia la ventana.

“Es lo que quería decir”, suspiró cansado Husk. Sacando su celular. “Oh, se cortó la transmisión”

“¿Qué transmisión?” Se giró Vaggie

“Vox hizo una transmisión en todos los canales de la televisora de Adam enfrentándose a pecadores. Ese cretino no se veía para nada muerto” ahora tecleaba su celular “Aquí esta”

Fragmentos de la transmisión ya se encontraban en las redes sociales, con millones de reacciones. La mirada de Vaggie se oscureció levemente.

Vio cuando la daga celestial perforó su pecho, y cuando más de ellos se clavaron en su espalda. Lo vio en el suelo desangrándose. ¿Cómo diablos podía seguir vivo?

“Ah, mierda”, dijo finalmente, llevándose la mano a la frente.


 

“Lo acepto, esto realmente no lo vi venir”, dijo Angel Dust “Como esa zorra pudo sobrevivir a esas heridas”

“¿No qué esos maricas podían morir con acero angelical?”, preguntó Cherri Bomb, “¿Por qué sigue vivo?”

“No lo sé, no me miren a mi” respondió Vaggie, tocándose la cabeza. “Simplemente no tiene sentido”

“Debemos prepararnos por si nos ataca”, dijo Husk.

“Ah, Husk. Por favor” gimió Vaggie

“No esta demás hacerlo. Probablemente no actuó por la presencia de Lucifer. Ahora él no esta”

“Eso. Esa es la respuesta. Que Charlie llame a Lucifer. Él lo hará cagar de miedo”, dijo Cherri Bomb, con su voz teñida de satisfacción.

“Ah, Charlie se negará” gimió Angel Dust “La adoro, pero ya la conoces. Ella querrá traerlo al hotel para…”, encogiéndose en hombros, “¿Redimirlo? Vaggie, debes hablar con ella. Charlie debe entender que Adam es peligroso ¿Por cierto dónde está?”, mirando en diferentes direcciones.

“Chico malo” escucharon decir a Nifty acariciando la pantalla del televisor. Voltearon a su dirección y junto a ella estaba Charlie.

Sentada en el suelo, observando la retransmisión de lo ocurrido antes de la explosión de luz divina enviada por el primer hombre, sus ojos nublados, carentes de luz. Todos se miraron entre ellos, no era el actuar común de la princesa del infierno.

“Amor ¿Estas bien?”, preguntó Vaggie preocupada, acercándose a ella.

“Si, estoy bien”, respondió, intentando mantener la actitud de siempre y fallando en el proceso “¿Quieren que llame a mi padre?”, cruzando los brazos sobre su pecho. “Si, creo que eso sería lo más acertado”, murmuró, cerrando sus ojos por un instante, como si intentara ordenar sus pensamientos “Lo haré más tarde”, levantándose del suelo y caminando hacía la salida, pensativa. Ante el silencio del resto de los huéspedes.

Alastor inclinó su cabeza hacia un lado, torciendo aún más la sonrisa de su rostro, antes de desaparecer sin que el resto se diera cuenta.


 

Los drones volaron por el cielo rojizo del infierno, escaneando las ruinas y las ciudades aledañas por donde se había llevado la batalla, en busca del primer hombre. No pasó mucho tiempo antes de que lo localizaran: Adam, tambaleante y cubierto de sudor y sangre, moviéndose con dificultad entre las sombras. Era evidente que el ángel estaba al límite de sus fuerzas.

“Tenías razón, llegó a su límite”, exclamó Vox, con una sonrisa retorcida curvando sus labios

Pero, para la sorpresa de los V´s, otra figura ya estaba allí: el demonio de la radio, con su presencia envolvente y su sonrisa maliciosa.

“¡Maldición! Ese entrometido de nuevo”, gruñó Vox, observando con furia cómo su rival se adelantaba.

Una barrera en forma de círculo, como la que formó en el hotel, comenzó a levantarse alrededor de Adam y Alastor. Vox tuvo el impulso de correr hacía el lugar, mas no era tonto; no apartó la mirada. Las ondas sonoras del demonio de la radio crearon un campo impenetrable provocando interferencia a sus drones siéndole imposible acercarse, ver ni mucho menos escuchar lo que ocurría en el interior de la barrera.

“Tiene que ser una broma. Ese espectáculo era mío” dijo Vox, cruzando los brazos. ¿había perdido su oportunidad?

Finalmente, la barrera comenzó a desvanecerse, pero no sin dejar un rastro de su poder y Alastor se desvaneció mediante su sombra oscura. Adam ahora observaba directamente a la cámara, lo que por unos breves instantes les hizo sobresaltar. Y a continuación, una neblina surgió de la nada, envolviendo al ángel caído. Y dejando en completo silencio el estudio de Vox.


 

“No importa lo que Alastor le haya dicho a Adam. Es imposible que ese ángel aceptara vender su alma. No así de fácil. Así que aún tenemos oportunidad” Veldette intentaba calmar a Vox “Esta herido, solo debemos agotarlo; es cuestión de tiempo para que caiga. Entonces lo tomaremos”

“Entiendo” respondió Vox “Seguiré presionándolo con los drones, puedo hipnotizar a mas pecadores para que lo sigan atacándolo, pero no podré mantenerlo por mucho tiempo” observó las pantallas con una mirada sombría.

 “Tengo una idea para eso”, dijo Valentino, observando la retransmisión de la batalla “¿Por qué no recompensarlos por luchar?”, ahora volviéndose hacia sus compañeros.

Las miradas confusas de Vox y Velvette provocaron una sonrisa en el rostro de Valentino.

“Recompensémosles con dinero o con liberación de sus almas.”

Notes:

:)

Hola a todos. Espero que hayan disfrutado el capítulo.

Que creen que sea el cantico del principio ¿Esto podría ser equivalente a un canto de sirena? Me he hecho esa pregunta. Curiosamente, es lo que mas se me dificultó escribir en este capítulo. Espero que no ser tan malo escribiendo letras de canciones jsjsjs.

Había un trato que estipulaba que los exorcistas eliminarían al 20% de la población, y Adam cumplió esa parte del trato hasta cierto punto. Él dejaba las armas angelicales a propósito para que este porcentaje aumentara. Qué astuto resultó Adam; sin embargo, al final, las consecuencias lo alcanzaron.

Por cierto, la aparición de neblina es uno de los poderes de Adam: la nefoquinesis, que es el control de las nubes. ¿Recuerdan cuando en el capítulo 1 Adam formó nubes sobre las cuales podía caminar a voluntad? Pues las apliqué aqui :°

Chapter 9: CAPITULO 8

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

EL SOL QUE NOS SALVÓ

 

Adam observaba el débil fuego que apenas lograba mantenerse vivo. Afuera la ventisca rugía con una furia indomable, impidiéndole salir en búsqueda de alimentos. Cada vez que se asomaba a la entrada de la cueva, la tormenta lo empujaba hacia atrás, negándole cualquier esperanza de encontrar sustento.

El niño, acurrucado entre mantas de piel, jadeaba y lloraba débilmente. Eva, sentada junto a él, intentaba calmarlo, su propio cuerpo estaba delgado y agotado por la falta de comida. Sin embargo, su mirada no mostraba el mismo temor que Adam sentía en su corazón.

“¿Cómo llegamos a esto?”, se preguntó Adam en silencio, sus pensamientos eran una mezcla de desesperación y culpa.

 

“El invierno se adelantará”, dijo Eva en su momento.

“¿Cómo lo sabes?”

“Mira el cielo, está cargado y con el frio que se ha levantado, vendrá una ventisca y luego nevará. Los animales también están apurados, ellos saben…”

 

Y como ella lo había predicho, el invierno llegó mucho antes de lo esperado, y antes de que pudieran prepararse adecuadamente, el frio había comenzado a invadir su refugio. Adam y Eva hicieron todo lo posible para abastecerse de alimentos y pieles, pero la caza se había vuelto escasa rápidamente. Ellos eran jóvenes, fuertes, y trabajaban todos los días, mas no prosperaban.

“El sol nos ayudará”, dijo Eva intentado calmar a su esposo.

“¿Cómo puedes estar tan segura?, preguntó él, su voz cargada de preocupación.

“Lo siento en mi corazón. El sol volverá”

Adam no sabía que pensar. Cada día que pasaba, su esperanza se desvanecía un poco más. Intentaba mantenerse fuerte, pero el llanto de su hijo y la debilidad de su esposa lo atormentaban. No quería pensar en lo peor, pero cada vez era difícil ignorar la realidad.

Sabía que salir a buscar alimento era una sentencia de muerte, pero quedarse dentro sin provisiones era igualmente fatal. Su corazón se apretaba al escuchar los débiles jadeos de su hijo, que, a tan solo tres años, había sido golpeado por la fiebre y el hambre. Eva, a pesar de su delgadez y la palidez que había invadido su rostro, se mantenía firme. Pasaba horas acurrucada junto a Caín, lo cuidaba con ternura, susurrándole palabras de consuelo mientras Adam la observaba con una mezcla de admiración y dolor. Admiración por su fortaleza y su fe inquebrantable, y dolor por no poder hacer más para aliviar su sufrimiento.

 “No puedo soportar verte a ti y Caín sufrir de esta manera”, gimió Adam.

“Adam, esto está fuera de nuestro control”, Eva le tomó de la mano y la apretó suavemente. “Confía en mí, el sol nos salvará”, cerró sus ojos brevemente, como si estuviera haciendo una plegaria y acercando a Caín a su cuerpo.

Los días avanzaron, y la comida se había agotado hacía ya demasiado tiempo. Caín, frágil y con fiebre, apenas tenía fuerzas para llorar. Su cuerpecito temblaba de frío y su respiración era un eco doloroso en la cueva. Eva, sin pensar en su propia necesidad, le daba las pocas gotas de agua que conseguían derretir del hielo que el niño apenas podía tragar.

Una noche, mientras la ventisca rugía afuera, Adam se dejó caer al suelo, derrotado. Cerró los ojos, temiendo que, al abrirlos, lo único que encontrase sería la muerte reclamando a su familia. Esa noche, Eva le abrazó con fuerza, su cuerpo temblando no solo por el frío sino también por el esfuerzo físico y mental que le suponía todo esto.

Una mañana, cuando el viento dejó de aullar, Adam se levantó decidido. No podía quedarse más tiempo en la cueva sin hacer nada. Sabía que debía intentar una vez más salir en busca de alimentos, aunque las probabilidades estuvieran en su contra. Se acercó a Eva y le susurró al oído:

“Voy a salir. Necesito encontrar algo, lo que sea”

Eva asintió lentamente, sus ojos con notable preocupación.

“Ten cuidado Adam”

Adam se envolvió en todas las pieles que pudo encontrar y se dirigió hacia la entrada de la cueva. El frio era tan intenso que cada respiración se sentía como agujas en sus pulmones.

Su experiencia le había enseñado a temer a las tempestades de nieve. Él sabía bien que, en estas montañas de aire seco y helado, nieva rara vez y cuando cae una tempestad de nieve, es sencillamente aterradora. No es comparable a una tempestad de granizo, en la que las pequeñas bolas de hielo que caen del cielo danzan sacudidas por ráfagas de viento que se llevan la tempestad entera y acaban por disolverla.

Con las tempestades de nieve es otra cosa. Entonces se pierde el viento, como si hubiese ido a descansar de su fatiga eterna. El aire se vuelve denso y pesado. Y la nieve cae. Cae sin cesar día tras día, ocultando todo, poniéndose una interminable camisa blanca a la desnudez de la montaña. No es posible orientarse porque no se ve. Los finos copos que caen se introducen a los ojos, a la boca, a cuanta abertura pueden encontrar en la ropa. Su contacto suave produce escalofríos.

No hay otro camino, simplemente debe intentarlo.

Durante horas, Adam vagó por el paisaje helado, buscando cualquier signo de vida. Los árboles desnudos y las rocas cubiertas de nieve eran las únicas testigos de su lucha. Finalmente, exhausto y al borde de la desesperación, cayó de rodillas en la nieve.

“Ayúdennos” murmuró, con la mirada vacía. Su cuerpo temblaba incontrolablemente “Estamos al borde de la muerte, y ustedes solo nos muestran su silencio”

Desde su salida del Edén Adam nunca más volvió a saber de los ángeles, tanto que empezaba a creer que esos hermosos seres habían sido producto de un sueño. Un sueño lejano.

 

“El sol nos ayudará”

 

Cerró sus ojos, intentando recobrar sus fuerzas. Debía creer en ella, sus palabras siempre se cumplían, si, solo debía creer en ella. Con un último esfuerzo, Adam se levantó y comenzó a regresar a la cueva. Cuando finalmente llegó, apenas podía mantenerse en pie. Eva corrió hacia él, sus manos temblorosas tocaron su rostro congelado.

“No encontré nada”, susurró Adam, derrotado. “Lo siento mucho”, cerrando sus ojos bruscamente.

“Hiciste todo lo que pudiste”, respondió Eva, abrazándolo con fuerza “Todo estará bien, ya lo veras” acariciando su cabello “Todo estará bien”

Los días siguientes fueron los más oscuros para Adam. La nevada no cedía, y la salud de Caín empeoraba. Cada vez que miraba a su hijo, sentía una punzada de desesperación en su corazón. Los gemidos de Caín se volvían más débiles con cada hora que pasaba. Eva intentaba despertarlo con el temor de que el pequeño ya no abriera mas los ojos.

Finalmente, llegó un día en que Adam sintió que todo estaba perdido. El niño apenas podía respirar, y Eva estaba visiblemente más débil. Adam salió una vez más a la entrada de la cueva, dispuesto a enfrentarse al crudo clima en un intento desesperado. Pero justo cuando estaba a punto de salir, algo cambió.

Un destello de luz se filtró a través de la pared de nubes y el cielo gris se aclaró. El sol, que había estado oculto por tanto tiempo, apareció en el horizonte, sus rayos cálidos tocando la nieve y el hielo. El hielo comenzó a derretirse, y el aire, aunque aún frio, se volvió más soportable.

Adam regresó a la cueva, su corazón latiendo con esperanza. Eva, al ver la luz del sol, sonrió débilmente y abrazó a su hijo.

“Te lo dije” murmuró “El sol nos ayudaría” observando a Adam

Con la luz del día, y a pesar del debilitamiento, Adam salió en busca de alimentos, encontró pequeñas reservas de bayas y raíces que el sol había empezado a desenterrar de su prisión helada. Volvió a la cueva con el poco alimento que había encontrado, y Eva, con el mismo espíritu sacrificado de siempre, se aseguró de que Caín comiera primero.

“Primero Caín”, dijo Eva, dándole de comer al niño “Necesita recuperar fuerzas”

Eva buscó hierbas y preparó una infusión para bajar la fiebre de su hijo.

“Estas hierbas deberían ayudar”, continuó, concentrada en su tarea “Caín estará mejor pronto, ya no preocupes”

Los días siguientes fueron un respiro para la familia. Adam aprovechó cada momento de claridad para salir a cazar y recolectar lo que pudiera. La caza no fue fácil, pero el sol había comenzado a derretir parte de la nieve, revelando pequeños rastros de vida en el paisaje. Encontró rastros de animales, y con paciencia y destreza, logró atrapar suficientes presas para alimentar a su familia.

Con el tiempo, la cueva se volvió menos fría y más acogedora. El fuego, alimentado por la madera que Adam lograba encontrar, ardía más brillante y cálido. Caín comenzó a recuperar su apetito, y su risa débil pero genuina llenó la cueva por primera vez en semanas. Adam y Eva trabajaron juntos para asegurar que su hijo tuviera todo lo que necesitaba para recuperarse.

Una mañana, mientras Adam y Eva estaban sentados fuera de la cueva, observando a Caín jugar en la nieve derretida, Adam tomó la mano de su esposa y la miró a los ojos.

“Gracias, Eva”, dijo con sinceridad “Tu fe nos mantuvo vivos.”

Eva sonrió y apretó su mano.

“Siempre supe que el sol regresaría. La oscuridad no puede durar para siempre. Ahora lo sabes”

Adam asintió, sintiendo una profunda gratitud por la fuerza y la esperanza de su esposa. Juntos, habían superado el invierno más duro que jamás habían enfrentado, y sabían que, sin importar lo que el futuro les deparara, podían enfrentar cualquier adversidad mientras estuvieran juntos. Después de todo es lo único sólido que poseían en un mundo tan cambiante.

Se tenían el uno al otro.

 


 

Adam estaba sentado en la banca de un parque moderno y bullicioso. El lugar donde antes había estado su cueva, ahora era un rincón tranquilo de una ciudad que no dormía. Sostenía una botella de cerveza en la mano, la fría bebida era una amarga compañía mientras sus pensamientos viajaban a tiempos remotos.

Observó el cielo despejado, el sol brillando sin obstáculos. Pero para Adam, ese sol no era más que un recordatorio de un tiempo pasado, de una esperanza que una vez lo salvó, pero que ahora parecía tan distante como las estrellas.

“El sol nos ayudará”, había dicho Eva. Y tuvo razón. El sol los había salvado, pero ahora ese mismo sol no podía aliviar su dolor.

Adam cerró los ojos, dejando que los recuerdos inundaran su mente. Podía ver a Eva, delgada pero fuerte, con una luz en los ojos que nunca se apagaban. Podía sentir el calor de su abrazo, escuchar el susurro de su voz asegurándole que todo estaría bien.

“¿Están en paz?”, murmuró al viento, esperando, aunque sabía que no recibiría respuesta. “¿Saben cuánto los extraño?”

El sol comenzó a ponerse, bañando el parque en tonos dorados y naranjas. Las sombras se alargaban, y la brisa se volvía más fresca. Adam se levantó de la banca, su figura solitaria recortada contra el horizonte. Miró una vez más el lugar donde antes había estado la cueva, ahora un simple punto en el vasto paisaje de su vida.

Notes:

Hola :)
Espero que les haya gustado el capítulo de hoy. ^^

Chapter 10: CAPITULO 9

Notes:

ADVERTENCIA

Posibles errores, lo corregiré después. Gracias por su comprensión :)

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

En el eterno dominio del cielo, un ciclo se repetía cada 2.5 millones de años. Los ejércitos de ángeles, guerreros celestiales de pureza y fuerza eran creados a partir de las plumas del Arcángel Miguel, el ángel guerrero por excelencia, que bajo las ordenes de este y en años posteriores también bajo la orden del ángel Adam, se encargaban de servir y proteger el cielo.

 

Adam, el primer hombre, recibía a su nuevo ejército a los que llamaba “exorcistas” cada 5 millones de años, lo que era la edad aproximada del que estos vivían, sirviendo con devoción hasta su eventual retorno a la luz.

 

En uno de estos ciclos, de esas plumas majestuosas, emergieron partículas de luz que se reunieron para formar figuras etéreas. La sala resonaba con un coro celestial, una melodía que daba la bienvenida a los “recién nacidos”. Cada ángel emergió con un aura distintiva, y una en particular quien a medida que su forma se solidificaba, abrió los ojos, fue la primera en hacerlo, y reveló una feroz determinación, incluso desde su primer aliento.

 

Sus ojos, afilados y penetrantes, recorrieron el salón con una curiosidad serena pero aguda, registrando cada detalle. Frente a ella, en un pedestal de luz, se erguía su creador. Su presencia irradiaba una autoridad indiscutible. Al observarlo, sintió una mezcla de admiración y profundo respeto.

 

Sin embargo, los ojos del Arcángel mostraron una dureza que la hizo tensarse ligeramente.

 

“Son defectuosas”, dijo el arcángel Miguel. Sus palabras resonaron con la fuerza de un trueno, “Serán eliminadas antes de que adquieran plena conciencia”

 

Un silencio sepulcral reinó sobre la sala.

 

Miguel no sabía, o quizás no quería admitir, que estos ángeles ya tenían conciencia. Habían sentido, pensado y entendido desde el momento de su creación. Entre miradas “las nacidas” intercambiaron pensamientos, sintiendo el peso de su existencia y el temor a su inminente destrucción.

 

Hasta que aquella que mostró una mirada feroz, dio un paso al frente “¿Por qué somos considerados defectuosas?”, preguntó con firmeza en su voz.

 

Miguel, sorprendido por la intromisión, frunció el ceño, interpretando su pregunta como una falta de respeto “¿Me estas cuestionando?”, dijo volviendo a su rostro inexpresivo, pero aun así respondiendo “No son como los demás. Hay una falla en ustedes, una imperfección que no puedo permitir”

 

Pero este ángel no se dejó intimidar, miró a sus hermanas quienes la observaban con incertidumbre y temor, la idea de que fueran eliminadas le resultó intolerable.

 

“Me disculpo si mi pregunta y lo que vaya a decir sea una falta de respeto, Señor. Pero exijo saber por qué seremos eliminados. ¿Cuál fue nuestro error? Si ni siquiera se nos ha dado la oportunidad de hacer algo.”

 

“Como su creador, tengo el conocimiento de sus destinos. Como si fuera un sueño borroso” respondió el Arcángel Miguel, con una mirada severa, “En su línea del destino, está escrito que fallaran. Por eso son defectuosas. Es mejor que sean eliminados ahora a que traigan consecuencias nefastas después”

 

Los nuevos ángeles se quedaron en silencio, asimilando las palabras del Arcangel Miguel. Para el primer ángel, la sentencia pesaba como una losa sobre su ser, ella nunca olvidaría como le hicieron sentir: débil e insignificante, pero también una chispa de desafío surgió dentro de ella. Lo que era estúpido, cuando su destino ya estaba predicho.

 

Entonces el sonido de pasos apresurados captó su atención.

 

Era Adam, un alma virtuosa, pero su llegada fue un tanto caótica. Apareció con un ligero retraso, aun acomodándose la máscara, un artefacto con cuernos que ocultaba sus rasgos, pero imitaba a la perfección sus expresiones. Murmuraba algo inaudible para sí mismo, lo que le hizo parecer aún más distraído.

 

Al notar el ambiente tenso, Adam miró alrededor. La máscara replicaba una expresión de aburrimiento, como si todo esto fuera una molestia menor en su día. Sin entender completamente lo que estaba sucediendo, señaló a un ángel cualquiera en la fila y dijo:

 

“Tú, cuéntame que está pasando aquí”

 

El ángel elegido, nervioso, comenzó a explicar la situación. Ella observo cómo sus palabras temblaban al relatar la sentencia de Miguel, la declaración de que eran defectuosas y que serían eliminadas. Miguel, por su parte, cerró sus ojos en un gesto de desaprobación.

 

Adam escuchó con atención, y su máscara pasó de una expresión de aburrimiento a una de sorpresa al comprender la gravedad de la situación.

 

“Oh”, exclamó, girando su mirada hacia el nuevo escuadrón, suavizándola por unos instantes “Pobrecillas. Están en un jodido aprieto”. Se llevó el dedo al mentón, observándolas detenidamente una por una.

 

Cuando los ojos de Adam se posaron sobre ella, sintió que la observaba con lástima. Esa sensación la irritó profundamente. Prefería morir con orgullo que vivir por misericordia de alguien, incluso de un ser como Adam, del cual no tenía idea de quien se trataba. Hubo algo en aquella mirada a través de la máscara que le hizo sentirse vulnerable, una sensación que detestaba.

 

Mantuvo su mirada desafiante. Adam soltó una carcajada ante la actitud de la más pequeña. Para después perderse en sus pensamientos, mirando el cielo desde los ventanales del salón.

 

“Las acepto”, anunció Adam, señalando a los ángeles nacidos con su mano enguantada.

 

“No, no será así. Estos ángeles serán eliminados, Adam” Respondió inexpresivo el arcángel Miguel.

 

Adam consideró las palabras del mayor, observó nuevamente a la camada de ángeles y respondió:

 

“Estos ángeles fueron creados para mí. No puedo detener los exterminios por 2.5 jodidos millones de años esperando otro ciclo de creación.” Formando un arco iris con sus manos “Mis chicas ya están de salida, si las obligo a quedarse más tiempo, la efectividad de los exterminios disminuirá. Y no, mis abuelitas merecen su retiro. Sin ofender Miel, tu eres la abuela más ruda que conozco”, girándose hacía su teniente que se encontraba parada detrás de él. “A menos que puedas crear otro ejercito de ángeles en tiempo récord”

 

En el cielo se sabía que cuando una idea se plantaba en Adam, no había nada que lo hiciera cambiar de opinión, a menos que se demostrara lo contrario. El arcángel Miguel lo supo por experiencia propia, por lo cual terminó accediendo al capricho de Adam.

 


 

En el campo de entrenamiento de la Academia de Ángeles guerreros, bajo la supervisión de los maestros, el ángel A – 900 – 01 dirigía a sus hermanas con mano rígida.

 

Habían sido bautizadas con ese código por el Arcángel Miguel. “A” un indicativo de que pertenecían al ejército del ángel Adam, 900 su número escuadrón, y el número del final, el orden en el cual habían sido creados.

 

“¡02, mantén tu postura! ¡No dejes que te tome ventaja!”, ordenó 01

 

02, con su habitual calma, respondió con movimientos calculados, parando cada embate de 01, en particular, era la única que más o menos podía hacerle frente. A su alrededor 03 y 04 luchaban por seguir el ritmo impuesto por la hermana mayor, mientras 01 corría de una a otra corrigiendo cada error con dureza.

 

“03 ¡¿Qué haces?!, ¡si no puedes mantener la guardia, serás una carga para el equipo!”, mientras 03 tambaleaba bajo un golpe mal dirigido, “Hazlo bien o te dejaré atrás en la próxima misión real” continuó, “¡04, necesitas ser más rápida!”, embistiendo con rudeza y haciéndola caer al suelo, “Un ataque lento es un ataque fallido!”

 

01 se había ganado el respeto de sus hermanas, por lo tanto, ninguna la cuestionaba. Pero sus intervenciones no pasaron desapercibidas para los maestros, y con cada exhortación intensa y cada llamado al perfeccionismo, acumulaba llamadas de atención y advertencias.

 

01 realmente intentaba cumplir con las órdenes de sus maestros, mas no podía permitir que su escuadrón fuera mediocre. No, ellas tenían que demostrar que esa tonta línea del destino estaba equivocada. Y borrar esa mirada de lastima en el rostro del que sería su comandante.

 

“Adam, es único entre nosotros. Fue el primer hombre en ser creado, y también fue la primera alma en ascender, y siendo un alma virtuosa como tal, fue el primero en liderar un ejército de ángeles.” Recordó esas palabras “Adam sobrevivió a un entrenamiento extremadamente riguroso bajo la tutela del Arcángel Miguel, superando incluso a muchos ángeles nativos en resistencia y habilidad”

 

Le resultaba difícil relacionar al Adam del que los maestros hablaban, con la imagen desganada del ángel enmascarado aquella vez en el salón, y peor aún, siendo un alma humana, no era común que fueran tan fuertes como los escritos describieron a Adam.

 

“Fue durante este entrenamiento que la primera teniente de Adam le juró lealtad, impresionada por su fortaleza y su valentía. Por lo tanto, no deben olvidar que este juramento no es solo un formalismo; es un vínculo sagrado de confianza y devoción que debe ser genuino y sincero”

 

01 No pudo evitar sentirse incómoda por la idea de jurar lealtad basada en la lástima percibido en él. No podría hacerlo, lo que sería un problema.

 

“¿Creen que Sir Adam realmente nos ve como soldados competentes o cree que al menos alguna vez lo seremos?”, preguntó 02, lanzando un golpe de entrenamiento contra un maniquí “A veces siento que solo estamos aquí porque él no tenía otra opción”

 

010 frunció el ceño, “Yo creo que Sir. Adam no habría intervenido si no creyera en nuestra capacidad para ser guerreras fuertes” ajustando su postura de combate “Además, parece ser alguien genial, es el número 1 en todo”

 

“¡03 dirige bien esa estocada!”

 

Fuera lo que fuera, ellas no tenían permitido fallar, o eso es lo que pensó 01, quien continuó corrigiendo a sus hermanas, mientras apuntaba con su espada al maniquí.

 


 

Y el tiempo transcurrió.

 

01 y sus hermanas estaban entusiasmadas por la ceremonia, con la culminación de su educación en la academia, ellas estaban listas para el siguiente paso, un acto por el cual habían entrenado arduamente.

 

Como si de un rito se tratase los ángeles que habían acabado su educación se enfrentaban a los ángeles del escuadrón actual. Si el ángel del cual tomarían su lugar, los aceptaba, se graduaban oficialmente como ángeles guerreros. Sin embargo, esta vez fue diferente. Sin explicaciones ni ceremonias, fueron formados en fila.

 

¿No les permitirían graduarse?

 

El malestar fue palpable entre ellas, pero ninguna se atrevió a cuestionar las órdenes. La tensión se hizo aún más evidente cuando Adam apareció frente a ellas.

 

“Bien, acabemos con esto de una vez”, dijo bostezando “¿Dulzura que número de escuadrón es este?”, preguntó a Miel, su teniente.

 

“900 Señor”

 

“Estás medio feliz hoy ¿No es así? Te alegra estar a punto de deshacerte de mí ¿Verdad?”, entrecerró sus ojos, “Pues no, no te desharás de mi tan fácilmente. Bien…” aclarándose la garganta “Escuadrón 900. Aww tan pequeñas” haciendo un puchero “Buenas noticias nenas. Hoy se convertirán en guerreras. Sin ceremonias ni rituales.”

 

Los ángeles se miraron entre sí, confusas y preocupadas, mientras Adam continuaba hablando.

 

“Sin embargo tengo una advertencia: no sientan lástima alguna por esos asquerosos pecadores. No se lo merecen," añadió, su voz cargada de desdén. "Esos perdedores no son dignos de su compasión. Su misión es clara: eliminarlos sin piedad.”

 

Su mirada recorrió al grupo, deteniéndose un momento en 01, quien mantenía una expresión estoica. Sin más palabras, Adam hizo un gesto y un portal se abrió rápidamente sobre ellas. Y en un parpadeo, el infierno se desplegó ante ellas como un paisaje de tonos rojizos, donde el calor abrasador y el hedor a azufre impregnaban cada rincón. Había estructuras que alguna vez pudieron haber sido casas, ahora en ruinas, y calles que se extendían en un laberinto caótico.

 

 El olor a cuerpos en putrefacción emanaba de ciertos lugares, mezclándose con el aire caliente y denso. Su primera reacción fue de sorpresa y confusión, no se imaginaron que el infierno fuera así.

 

01 no podía creerlo. Adam no estaba ahí, dejando a su escuadrón sin guía en un entorno completamente nuevo y hostil.

 

Los pecadores, al verlas, comenzaron a huir despavoridos. 01 sintió una mezcla de sorpresa y desdén ¿Cómo podía ser que estos seres tan despreciables, que habían cometido atrocidades en vida, ahora se acobardaran tan fácilmente? Pero no dejó que su sorpresa la desviara de su misión.

 

“¡Formación!”, gritó.

 

Al no haber un líder, ella como futura teniente debía tomar ese lugar. Sus hermanas antes confundidas al igual que ella se reagruparon rápidamente. 01 Lideró al escuadrón.

 

 Los pecadores cayeron bajo su espada, uno tras otro. Y cuando mataron al 20% de la población de pecadores, Adam apareció aplaudiendo con una enorme sonrisa en su máscara, abriendo un portal frente a ellas. ¿Siempre había estado ahi?

 

01 furiosa estaba a punto de levantar su espada contra su comandante cuando, de repente, del otro lado vio al arcángel Miguel y a otros dos ángeles a su lado. Más tarde sabría que eran Sera y Rafael.

 

“Aprobaron”, dijo Adam, caminando alrededor de Miguel, “Han demostrado estar al nivel de un ángel guerrero.”

 

Miguel, sin embargo, las observaba con severidad. Sus ojos eran duros, 01 sintió un escalofrío recorrer por su espalda.

 

“Fallarán”, dijo Miguel, con su voz fría, “Eso no ha cambiado. En el pasado, se crearon seres defectuosos, destinados a fallar. Se hizo todo lo posible para que eso no ocurriera, pero aun así fallaron. El resto es historia”, y sin decir más procedió a retirarse.

 

01 no entendió sus palabras, pero notó que Adam se incomodó visiblemente.

 

Miel, teniente de Adam llamó a todos los ángeles guerreros a formar fila. Y mientras las nuevas guerreras se alineaban, 02 se acercó a Adam.

 

“Señor, ¿Por qué nos permitió vivir?”, preguntó.

 

Adam observó al cielo en un gesto pensativo. 01 y 02 pensaron que realmente no había una razón en particular, simplemente fue un capricho.

 

“Los seres que ya son perfectos no buscan mejorar. Pero aquellos que son considerados defectuosos luchan por alcanzar esa perfección. Tengo el presentimiento que ustedes serán un escuadrón fuerte precisamente por eso.”, respondió Adam, “Ey, eso salió muy sabiundo de mi parte, Miel regístralo lo diré en una reunión importante”

 

“Señor, a partir de hoy yo ya no seré su teniente”

 

“Eh. Pero no lo digas con tanto entusiasmo, dulzura”, recibiendo un golpe por parte de ella, “Lo ven, ¿No es una dulzura?”, frotándose el hombro. “Bien, empiecen con la ceremonia”

 

Todos los ángeles actuales se pararon frente a las nuevas para entregarles sus armas, un acto simbólico. Y Adam, para sorpresa del escuadrón 900, comenzó a darles nombres. Esto era inaudito para ellas, ya que los ángeles guerreros no recibían un nombre.

 

“Escuchen detesto los números, y me gusta nombrar. Así que les daré uno a cada uno de ustedes. Uno especial y único. Joder, ya me emocioné, no nombraba algo desde hace 5 putos millones de años”

 

Uno a uno fueron nombrados, empezando desde el último hasta llegar a los primeros. Nombró al ángel 02 como Vaggie, en honor a lo que él considera lo mejor creado. Vaggie no lo entendió al principio, pero cuando lo hizo, echó un grito de sorpresa.

 

“¡Vaggie!”, exclamó, “¡Eso es tan inapropiado!”

 

Adam se encogió de hombros, indiferente a su reacción.

 

“Eres la segunda al mando”, dijo, “Demostraste una fuerza ,uf, cuando apuñalaste a 3 pecadores de una sola estocada, fue jodidamente genial, tu serenidad, dios, incluso a mi me dio miedo. Además, tu capacidad para calmar y alentar al resto fue notable. Felicidades Vaaaggi”, 01 sabía que Vaggie se estaba conteniendo de golpearlo. Luego él se dirigió hacia ella.

 

“Tú serás Lute”, anunció, “En cuanto te vi la primera vez, sabía que ese sería tu nombre” continuó “Eres rígida, estoica y directa. Lute, como una verdadera teniente”

 

01, cruzó sus brazos sobre el pecho, Lute, ese era su nombre ahora, nunca pensó en tener uno. No se sintió mal.

 

Con eso, el escuadrón 899 entró en su retiro, y el escuadrón 900 tomó su lugar, con Lute como la nueva teniente.

 


 

El ambiente estaba lleno de una mezcla entre júbilo y melancolía. El escuadrón 899 celebraba su retiro, mientras el escuadrón 900 recibía la bienvenida. Lute observaba todo con mirada analítica. Sus hermanas estaban felices, riendo y compartiendo historias con las veteranas.

 

De repente, Lute notó a Adam, su comandante, empezar a maldecir en voz baja antes de retirarse apresuradamente. La exteniente Miel lo siguió de inmediato, y aunque Lute no era particularmente curiosa, como nueva teniente sintió la necesidad de seguirlos.

 

Adam y Miel se dirigieron a un pasillo apartado, donde el arcángel Rafael los esperaba. Lute, manteniéndose a una distancia prudente, observó a Adam dirigirse junto a Rafael al templo de curación. Mientras tanto, gotas de un líquido dorado yacían en el suelo ¿Sangre?

 

Miel se quedó afuera y Lute, algo nerviosa, se acercó a ella. La ex teniente, notando su presencia, sonrió ligeramente.

 

“Miren quien está aquí, la teniente Lute”, dándole un puñetazo en el hombro, que casi le hizo tambalear. “Hay algo que necesitas saber, como su teniente”, continuó con voz seria ahora, “Sir Adam sufre de una enfermedad llamada Síndrome de Caída y Ascenso, una patología que afecta a las almas humanas que descienden al infierno por tiempos prolongados.”

 

Lute frunció el ceño, tratando de comprender.

 

“¿Por qué sigue haciendo esto si le hace daño?”, preguntó, “¿Realmente busca el bienestar del cielo?”

 

Miel asintió, con una expresión de respeto en su rostro.

 

“Es lo que más admiro de Sir. Adam”, respondió Miel, “Estará bien, está acostumbrado, ha vivido con eso ya millones de años. Pero no está demás que estés pendiente a si sus síntomas empeoran. De ser así, repórtalo al arcángel Rafael. Como nueva teniente debes cuidar de él, y tenerle paciencia, es un idiota a veces, pero en el fondo es un ser solitario y algo melancólico, te darás cuenta de ello. Yo diría hasta algo trágico, siempre me ha dado esa impresión”

 

Lute permaneció en silencio, procesando la información.

 

“Sobretodo debes serle leal. Sé que puedes sentir dudas, es natural. Con el Arcángel Miguel no es así. Al ser nuestro creador y un arcángel poderoso, mostramos respeto y admiración de inmediato. Con Sir Adam es diferente. Como alma humana, es inevitable tener la creencia de que no esté a la altura”

 

Lute no supo que responder. Se sintió un poco avergonzada.

 

“No te preocupes si no quieres jurarle lealtad de inmediato. Si, ese voto de lealtad nos tiene preocupados a todos al principio” añadió Miel “Sir. Adam no se molestará. La teniente antes de mí no lo hizo, y a sus palabras Sir Adam nunca la trató diferente por ello, ni la obligó. Solo dijo: “Tú te lo pierdes, perra”” Imitando su habla, y riéndose en el proceso “Se sabe que algunas tenientes le juraron lealtad el mismo día que lo conocieron, otros durante el transcurso, otros al final, casi en el momento de su muerte, y otro tanto nunca lo hizo.”

 

Lute asintió lentamente. Aunque no lo admitiera, la dedicación y el sacrificio de Adam, a pesar de ser un alma humana vulnerable, empezaban a ganarse su respeto. Fue Adam quien creyó en ella y en sus hermanas desde el principio, quien les dio nombres y quien, a pesar de todo, seguía luchando por el cielo.

 

Entonces decidió en ese momento, sin necesidad de palabras grandiosas ni ceremonias, que como nueva teniente se comprometía a proteger y apoyar siempre a su comandante. No necesitaba decirlo en voz alta; su lealtad se demostraría a través de sus acciones, de su dedicación y de su propia búsqueda de la perfección, inspirada por el ejemplo de Adam.

 


 

Y como lo predijo el arcángel Miguel, ellas fallaron…

 

Las campanas resonaron en el cielo, anunciando la muerte de Adam en el último exterminio, a manos de una pecadora. La noticia sacudió al consejo celestial, convocando una reunión de emergencia en el salón principal.

 

 El consejo ya había decidido previamente que la redención de los pecadores era un ideal lejano y que los exterminios debían continuar temporalmente para contener la sobrepoblación. Sin embargo, la aparición de Sir Pentius, que era un pecador redimido, cambió el tono de la discusión.

 

Emily, la serafín menor y nueva delegada, aprovechó esta oportunidad única para plantear una nueva perspectiva.

 

“Evitemos más derramamiento de sangre, primero fue el ángel exorcista muerto, y ahora es Adam el primer hombre.”, exclamó, con dolor en su voz “Miembros del consejo, fuimos testigos que la violencia trae más violencia. Pero ahora tenemos la oportunidad de corregirlo, la redención es posible, el alma redimida Sir Pentius es la prueba.”, observando al consejo, “Propongo que reconsideremos nuestra postura sobre los exterminios.” Instó Emily.

 

“Emily, entiendo tu punto de vista, pero debemos ser prudentes”, dijo Sera, la serafín mayor destituida de su cargo, “Los exterminios son necesarios para proteger nuestro reino. Adam bien lo dijo, y tuvo razón, los pecadores ya encontraron la forma de asesinarnos”, argumentó Sera.

 

Lute, yacía parada en el centro de la sala, con el corazón roto por la pérdida de Adam y sus hermanas.

 

“Entiendo el deseo de compasión de la serafín menor”, exclamó Lute, “Pero no podemos ignorar el sacrificio de Sir Adam y el de mis camaradas en batalla. El mal debe ser castigado. No podemos permitir que sus acciones queden impunes”, exclamó con voz firme y fría, que en realidad escondían una furia contenida.

 

El debate en el consejo estuvo lleno de tensión. Las opiniones se dividieron entre aquellos que apoyaban la visión compasiva de Emily y aquellos que defendían la necesidad implacable de Sera y Lute por la seguridad y el orden.

 

“El consejo a decidido que los exterminios quedan anulados”, Exclamó Emily, "Ademas se cortará temporalmente la comunicación con el infierno", tomando en cuenta la sugerencia de los ángeles antiguos del consejo.

 

Con el ceño fruncido y labios apretados, Lute abandonó el salón, reflejando su indignación y frustración ante la resolución del consejo. La indiferencia mostrada hacia sus hermanas y hacia el sacrificio de Adam la llenó de enojo. No acabaría ahí.

 

Entonces se dirigió a la playa donde una hermosa mujer de cabello rubio con piel de melocotón, tomaba el sol a orillas del mar.

Notes:

Vaya este capítulo me salió medio largo. Espero que se haya entendido ^^"

Chapter 11: CAPITULO 10

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Adam caminaba con paso lento hacia la cueva. Ese día tuvo suerte con la caza, por lo tanto, pudo volver mucho más temprano de lo usual. A medida que se acercaba, un aroma familiar a hierbas le llegaba con la brisa, confirmándole que Eva había estado preparando medicinas.

 

Caín era inquieto, golpeándose con frecuencia, por lo tanto, había que aplicarle la pomada casi constantemente. Y también él, el frío en las madrugadas y en las noches le provocaban un dolor en las articulaciones y en su costado. No era de extrañar que se hubieran agotado. Además, ese aroma ayudaba a mantener alejado a los animales salvajes, lo cual era un beneficio adicional.

 

Desde la entrada de la cueva, Adam vio a Eva inmersa en su labor, acompañada de su hijo Caín, de cuatro años. Ella se encontraba sentada en el suelo, rodeada de pequeñas vasijas de barro y ramilletes de hierbas secas y frescas. Las largas trenzas de su cabello colgaban en cascada sobre su espalda, moviéndose suavemente con cada movimiento de sus manos. Eva tarareaba una canción, una melodía suave que parecía sincronizarse con el ritmo de su trabajo.

 

Entonces por un instante, Adam la vio en el Edén, jugueteando con las plantas y las flores, siempre experimentando, intentando averiguar su utilidad. Al final ella seguía manteniendo fragmentos de su ser en el Jardín.

 

Caín, sentado a su lado, ayudaba triturando las hierbas con una pequeña piedra. Su rostro se iluminaba de orgullo cada vez que lograba reducir una hoja a polvo fino.

 

"¡Muy bien! Lo hiciste muy bien, cariño", decía ella, volviendo a cantar.

 

Eva recogía ese polvo y lo mezclaba en una vasija de barro, agregaba la cera de abejas y otros ingredientes naturales, mientras se derretían por el fuego, moviendo la mezcla con una rama hasta obtener una pasta homogénea y aromática.

 

Adam se quedó en silencio, hipnotizado por la escena. Su melodía parecía envolverlo, brindándole una extraña sensación de paz y tristeza. Era en esos momentos, viendo a Eva tan concentrada junto a su hijo y oyendo su melodía, cuando sentía que todo valía la pena.

 

 

"Esa criatura de tu mente que despierta,

No le temas a ella ni a su hambre,

Oh, si su voz no fuera tan hermosa,

Tal vez hubiera respondido mis propias dudas.

 

Pero no lo olvides, eres humano,

Vete con cuidado.

Perdona a tu reflejo, oh niño curioso,

Y ella vivirá sin ti,

Y tú vivirás sin ella, en el Edén, el dulce Edén."

 

 

Cantaba Eva, levantando en brazos a su hijo, girando con él como si estuviera bailando. El niño reía alegremente, sus risas se mezclaban con la melodía.

 

Pero en cuanto ella notó su presencia, dejó de cantar. Adam sintió una punzada de tristeza al darse cuenta de que ella no cantaba frente a él. No lo hacía desde el Edén.

 

"Hoy llegaste temprano" Eva sonrió, bajó a Caín al suelo y se acercó a Adam, saludándole con un beso en los labios. "¿Tienes hambre? Terminaré pronto", dijo antes de regresar a su trabajo "Ah, sí. Olvidé mencionarlo. Ya vuelvo. Mueve la vasija que está en el fuego o se quemará".

 

Eva salió corriendo fuera de la cueva, mientras él cargaba en brazos a su hijo y movía la vasija de barro. Poco después, ella regresó sosteniendo un escarabajo entre sus manos.

 

“Mira, encontré esto en los sembradíos. ¿No es hermosos?, dijo con los ojos emocionados.

 

"Oh, Eva. Eres tan rara." Su fascinación por ese tipo de insectos siempre le pareció extraña.

 

"Que... ¿Por qué?"

 

Más tarde, cuando el sol comenzaba a descender y el aire se enfriaba. Adam, aun pensando en el día, rompió el silencio mientras se recostaba junto al fuego.

 

"Eva, ¿por qué me llamabas escarabajo en el Edén? Te vi jugando con ellos hoy, y me hizo recordar eso."

 

Recordó como ella pasaba corriendo y se detenía justo donde él descansaba bajo el árbol, lo miraba con detenimiento y decía: “Si, eres un escarabajo”, para luego salir corriendo nuevamente.

 

Eva, que estaba cosiendo aprovechando la luz del fuego, se giró hacia él con una expresión pensativa, pero no respondió de inmediato. Su silencio le hizo entrecerrar los ojos.

 

"Te estabas burlando de mi ¿Verdad?"

 

"No, para nada", respondió ella, dejando a un costado la prenda que costuraba. Adam notó sus ojos verdes observarlo con detenimiento, "Sigues siendo un escarabajo, solo que antes eras un escarabajo bebé y ahora eres un escarabajo adulto", dijo ella entre risas juguetonas.

 

"Te sigues burlando de mi", respondió Adam, dándole la espalda.

 

"Que no es así", dijo Eva suspirando, "Los escarabajos trabajan arduamente" la escuchó decir, entonces se dio la vuelta para prestarle más atención, "Tienen la capacidad de adaptarse a entornos difíciles, son perseverantes, son guardianes, o al menos yo los veo así", mirando al techo, y llevándose un dedo en el mentón "También son fuertes y con una gran determinación, son hermosos, pero no de una manera ostentosa. Sí" Asintió con la cabeza, "Eres un escarabajo, y a mí me gustan los escarabajos"

 

Eva sonrió y se sentó más cerca de él. Adam la miró a los ojos, buscando la verdad en sus palabras. La calidez y sinceridad en la mirada de Eva, hicieron que se sonrojara levemente.

 

"Ah, sí. Este ungüento ya está", dijo Eva, sosteniendo la vasija que tenía a un lado, "Dijiste que te dolía tu costado ¿Verdad? Descúbrete las costillas", le pidió suavemente.

 

Adam obedeció, revelando la cicatriz de su costado, el lugar de donde fue creada Eva. Con ternura, ella acarició la cicatriz antes de aplicar el ungüento con movimientos cuidadosos. Adam sintió como si la calidez de sus manos y la suavidad del ungüento le proporcionaran un alivio inmediato, mientras sus parpados se cerraban lentamente para caer en un sueño profundo.

 


 

Era un manto denso y oscuro que cubría las calles desoladas de un distrito de la ciudad Pentagrama. Un grupo de pecadores se adentraba en la bruma con armas de acero angelical, dispuestos a enfrentar a Adam, el hombre que había despertado entre los muertos. Nadie entendía la lógica de ello, pero la propuesta que habían lanzado los V´s era demasiado tentadora como para dejarlo pasar, así que muchos lo intentaron.

 

Nadie sabía si el primer hombre realmente podía morir, pero al menos tenían la certeza de que podían herirlo. Rumores circulaban diciendo que aún se encontraba herido y que el cansancio empezaba a debilitarlo, alimentando aún más el deseo de derrotarlo. Por lo que algunos pecadores se adentraron con arrogancia, confiados en su superioridad numérica y armas de acero angelical. Otros mostraban un miedo palpable, titubeantes, revelando su temor a enfrentarse al comandante de los exorcistas.

 

Ahora era el turno de estos pecadores. Sus pasos resonaron sordamente en el silencio, y sus sombras se movían con ellos, con formas desdibujadas por la bruma.

 

“¡Adam! ¡Sabemos que estás ahí! ¡No puedes esconderte para siempre!, gritó uno de ellos.

 

La risa oscura de Adam se mezcló con el susurro de la neblina a su alrededor, provocando que un frio recorriera por sus espaldas.

 

“No estoy escondido, simplemente están tan jodidamente ciegos que no pueden verme., perras”, dijo Adam, emergiendo de la neblina.

 

Su figura imponente, hizo acelerar sus corazones, ¿Debilitado? ¿Agotado? Ese ángel no estaba para nada debilitado. Y antes de que pudieran reaccionar, un destello de luz blanca y el retumbar de su hacha - guitarra resonaron en el aire, y los cuerpos cayeron en el suelo.

 

Ya se hablaba del extraño patrón de matanza de Adam. Algunos eran decapitados de un solo movimiento certero, mientras que otros sufrían muertes más dolorosas, sus cuerpos eran despedazados por el poder desmedido del ángel.

 

Los pecadores aledaños retrocedieron al escuchar los gritos agónicos junto al sonido húmedo de la carne desgarrada. Uno tras otro, los gritos se multiplicaron, mezclándose con el ruido sordo de cuerpos cayendo en el suelo.

 

“¡Es una sombra! ¡No podemos verlo!”, gritó uno de los pecadores, su voz llena de pánico “¡Nos está matando a t…” su voz quedó en el aire, siempre quedaban en el aire.

 

Finalmente, la neblina comenzó a disiparse. Adam se había retirado, llevándose consigo la neblina que había sido su manto. Y todo quedó en silencio, roto sólo por un leve sonido del viento.

 

Los pocos pecadores sobrevivientes se quedaron paralizados, contemplando el devastador paisaje que los rodeaba. Cadáveres desmembrados yacían por doquier, con los ojos abiertos en expresiones de horror eterno.

 


 

Sin tregua, ni descanso.

 

Así fue desde que lo atacaron en masa. Apenas podía dar un respiro antes de que los malditos drones lo encontraran de nuevo; era una maldita patada en el trasero. Además, detestaba el hecho de que alguien se estuviera divirtiendo a su costa.

 

Entonces, un pensamiento amargo se abrió en su mente. ¿Era un castigo? ¿Era su karma por las vidas que había tomado con tanta ligereza en el pasado? La ironía lo golpeaba de sobremanera, recordándole sus propias palabras sobre la diversión de matar pecadores.

 

"Tiene que ser una jodida broma. ¿Karma por matar a la escoria de la humanidad?", dijo levantando una mano al pecho, notando la sangre que manchaba su ropa. "Ja." Estaba cansado. "Malditos drones, malditos pecadores. Si tan solo no estuviera con este dolor, podría pulverizar a esas perras con mi luz angelical."

 

Pero ahí estaba, jodiéndole la vida.

 

Entonces, se desquitaría con los pecadores que se atrevían siquiera a pensar que podían hacerle frente.

 

Sus ataques estaban determinados por el estado del dolor en el que se encontraba. Si este se intensificaba hasta alcanzar picos de agonía, que le querían hacer gritar, arrancarse las alas, y que le impedían pensar con claridad; atacaría con una furia desmedida, les arrancaría las extremidades y cortaría sus cuerpos hasta que no quedara nada de ellos. Pero si el dolor bajaba a un nivel soportable, los asesinaría con un corte certero que acabaría con sus tristes vidas al instante.

 

"Voy a hacerlos mierda, uno por uno. ¡Malditos perdedores!", gruñó entre dientes, apretando los puños.

 

Lo único bueno de esto era que ahora podía entender mejor su cuerpo. Este le enviaba señales. Luces danzantes en los bordes de su visión o sonidos que se intensificaban, como un grito de advertencia. Eran señales premonitorias. Entonces, se obligaba a moderar su furia y a ajustar su estrategia o retirarse. Recordó con claridad las veces en que ignoró estas señales y en consecuencia despertó un dolor aún más agudo que le paralizó el cuerpo, una experiencia que prefería evitar a toda costa.

 

"Ah, mierda," dijo, viendo la gran masa de cuerpos tirados a su alrededor. Cambió de punto, activando su portal. "Esto es un puto infierno."

 

Mantener por mucho tiempo su nefoquinesis requería una cantidad excesiva de energía angelical que ya no podía sostener indefinidamente. Con su respiración agitada y el sudor frío que recorría su frente, y cada vez que la energía angelical se agotaba, sentía como si fuera a desmayarse, dejándolo vulnerable ante los ataques que se intensificaban a su alrededor.

 

"Joder, tengo que encontrar otra estrategia para evitar a esos malditos drones. Algo que no requiera tanta energía angelical. Mierda, necesito algo para curarme," se dijo, tocándose el pecho herido.

 

Creación, crearía algo.

 

Cerró los ojos, concentrándose en su poder de creación. Escarabajos. La imagen surgió en su mente sin esfuerzo. Abrió los ojos de golpe por el significado que tenían estos para él.

 

"Esto es tan jodidamente estúpido," murmuró para sí, con melancolía.

 

Entonces, canalizó su energía, unos pequeños portales se abrieron y, de estos, emergieron escarabajos, sus cuerpos brillando con un resplandor tenue antes de dispersarse en todas direcciones. Adam los observó mientras se alejaban, asegurándose de que vigilasen su entorno, especialmente de los drones.

 

"Vamos, escarabajos, hagan su jodido trabajo," murmuró con una sonrisa amarga. Ahora, podía dar un respiro.

 


 

Hubo un hecho que le llamó la atención desde que se estrelló en aquel lugar, la ciudad abandonada, cuando huyó del barrio caníbal. Una extraña familiaridad que ignoró por estar más pendiente a sus heridas, creyendo que simplemente lo había imaginado.

 

“¿Qué carajos?”, murmuró, entrecerrando los ojos cuando tomo un poco de la arena de aquel lugar. “¿Energía angelical?”

 

La arena estaba impregnada de energía angelical, algo tan descabellado e imposible de creer que apenas podía procesarlo. Pero era real. Y a medida que se acercaba al centro de la ciudad, la energía se hacía más evidente. La primera vez, él había caído en la periferia, en donde la energía que se sentía era casi nula; quizá por eso creyó que simplemente era parte de su imaginación.

 

¿Era una tierra santa?  ¿En el infierno? no lo creería si no lo estuviera viendo con sus propios ojos.

 

Para su sorpresa, sus dolencias habían disminuido significativamente y su poder de curación se había reactivado. Esto provocó que su cuerpo se sintiera tan relajado que quería desplomarse en aquel lugar debido al cansancio.

 

“Qué carajo” fue lo único que pudo decir. Era demasiado bueno para ser verdad.

 

 Observó con cautela alrededor, notando la presencia de pecadores que se acercaban al centro, a una especie de circulo hecho de piedras, y dejaban ofrendas a su alrededor.

 

No tenía ganas de atacarlos; era como si toda su ira se hubiera desvanecido. ¿Esto también era producto de aquella energía? Se quedó observando en silencio.

 

Y al observar con más detenimiento, se percató de que esas piedras estaban pintadas con diseños de hojas diferentes.

 

 

“No es un circulo de piedras. Es un púlpito de baile”

 

 

Se estremeció al recordar esas palabras.

 

Se tocó la frente sentándose en el suelo, mientras se apoyaba en la pared de una de las viejas casas. “Un púlpito de baile”

 

Eso era lo que le dijo Eva en el pasado. Ella solía bailar como una ofrenda al cielo, como una plegaria para tener buenas cosechas ese año.

 

 

“Es lo único que se me da más o menos bien. Y lo único que le puedo ofrecer al cielo.”, le había dicho una vez.

 

 

Adam podía pasar horas viéndola bailar, fascinado por la manera en que sus pies descalzos apenas tocaban el suelo, como si flotara en una danza etérea. Sus brazos se alzaban con gracia, describiendo arcos suaves en el aire, sus dedos extendiéndose como ramas delicadas hacia el cielo, mientras él creaba música con las cuerdas.

 

“Ya se fueron, ya se fueron. Es tu turno”

 

Perdido en sus recuerdos, Adam se sobresaltó al escuchar otras voces. Era de unos diablillos que merodeaban arriba de las casas cerca del centro de la ciudad.

 

Vio a uno que, a regañadientes, saltó hacia la arena corriendo de puntillas con la intención de recoger lo que los pecadores habían dejado. Ni si quiera llegó a la mitad y se dio la vuelta para trepar nuevamente por la casa.

 

“Ah, eres un cobarde”, dijo el otro.

 

“Mierda, esto quema. Inténtalo tú a ver si lo logras”

 

Si, si la tierra quemaba a los demonios nativos, era porque estaba impregnada de energía angelical. En otras palabras, era tierra santa.

 

Intrigado, Adam se acercó a los diablillos.

 

“Oigan, perras ¿Qué es este lugar y por qué intentas recoger esas cosas?”

 

“¡Ah, un ángel!”, dijo uno “¿Un ángel?”

 

“Si”, comenzó a reírse a carcajadas el otro “De seguro es el que se quedó atrapado en el infierno. ¿Qué se siente estar atrapado con todo lo profano aquí abajo? Ahora es un perdedor como los demás”

 

Una luz angelical lo evaporó al instante. El otro que observaba a su compañero, volteó rígido hacia Adam.

 

“No se sabe con exactitud qué es este lugar” respondió “Existen leyendas que dicen que un ángel caído, al ver que nunca podría regresar al cielo, dejo toda su esencia en este lugar. Otros dicen que es de una deidad tan antigua como la tierra. Ahora se ha convertido en una especie de lugar sagrado; los pecadores vienen a aquí a dejar ofrendas y a recibir un poco de paz”

 

Adam frunció el ceño, ¿Podría si quiera un ángel dejar su esencia y que perdurara tanto tiempo?

 


 

Él abrió los ojos.

 

Los abrió tan lentamente, aún adormilado, por fin había logrado tener un verdadero descanso desde que despertó. Incluso ya podía mover sus alas, sin que estos se retorcieran por el dolor. La ciudad abandonada, dejando de lado de que posiblemente contenía la esencia de un ángel caído, fue lo mejor que le sucedió hasta el momento.

 

Adam se movió lentamente, evaluando las heridas de su pecho. Estos parecían ir bien. Era hora de prestar atención a la herida de su costado. Al inspeccionarla, notó algo que le hizo detenerse. Se dio cuenta que lo habían herido justa en la cicatriz que tenía en su costado, de donde había sido creada su segunda esposa. Y alrededor de ella, ahora había una mancha oscura que se había expandido por su costado. Sobre la herida, salía como una especia de llaman negra.

 

“¡Que mierda! ¿Eva?”

Notes:

:)

Siempre tengo cosas que decir, pero soy malísimo expresándome. Además, soy olvidadizo, así que hice una lista mientras escribía. Ah, dioses, estoy lleno de listas jajaja.

1. Qué creen que significa la canción de Eva.

2. Pasaron eones de años, me pregunto si Adam seguirá siendo un escarabajo.

3. ¿Alguien recuerda el episodio 1? En la parte de la canción, cuando se abrieron portales y de ellos emergieron otras exorcistas, pero eran de color dorado. Me gusta pensar que ese era otro de sus poderes, la creación. Pues aquí creó unos escarabajos.

4. ¿Creen que la "tierra santa" sea la última esencia angelical de Lucifer? ¿O será de otro ángel o deidad?

5. Con respecto a Eva, me gusta pensar que si Lilith tiene el poder en el canto y Adam es bueno con la guitarra, ¿Por qué no poner a una Eva que es buena bailando? Tengo que recordarles esto más tarde nuevamente, ya que será importante en el futuro, eso espero 0_0

6. Con respecto a la costilla, mmm por el momento se los dejaré a su imaginación.

Espero que les haya gustado el capitulo de hoy ^^

Chapter 12: CAPITULO 11

Chapter Text

Entre las profundidades del anillo del orgullo, una noticia se extiende rápidamente entre los pecadores. Después de que el noticiero “666” revelara que el primer hombre, Adam, aún se encontraba con vida, y que el Overlord Vox, con su red de drones equipados con cámaras, confirmara que era cierto, una propuesta hecha por los V´s. salió a la luz.

 

¡Gran Evento!

¡Adam, el Comandante de los Exorcistas, está vivo!

Atrapado en el infierno y gravemente herido, el ángel caído ha sido localizado. Los V's, en su incansable búsqueda de entretenimiento y caos, presentan:

"El Torneo de la Agonía".

¿Te atreves a enfrentar al legendario comandante y reclamar tu destino?

Incentivos:

  1. Derrota a Adam : Si logras derrotar al ángel caído Adam, serás liberado de tu contrato infernal en caso de que esta pertenezca a alguno de los V´s
  2. Resiste 5 minutos: Si logras sobrevivir 5 minutos a partir del primer contacto con Adam, ganarás una suma de dinero. La cantidad acumulada, durante el día, será tuya.

Reglas:

  1. Inscripción Obligatoria: Todos los participantes deben pagar el costo de inscripción para tener el privilegio de participar en el evento.
  2. Transmisión Obligatoria : Los participantes deben portar cámaras en su vestimenta, asegurando la transmisión en vivo de cada encuentro. Estas serán entregadas por el equipo Vox.
  3. Uso de Armamento: Se permite el uso de armamento angelical y cualquier otro método disponible. No hay límite en el número de participantes que pueden unirse a un encuentro.
  4. Restricciones de Participación: Entes sobrenaturales como demonios nativos, pecados capitales o el mismo Lucifer no pueden participar en el evento.

 

¡Inscríbete ahora y reclama tu oportunidad de gloria o riqueza en el infierno!

 


 

 

En un rincón desolado de un distrito del anillo del orgullo, donde los callejones se entrelazaban como venas oscuras y la basura acumulada era el único tesoro de los desposeídos, un pecador de nombre desconocido buscaba entre los desechos con manos temblorosas. Cada movimiento levantaba polvo y el eco metálico de objetos rotos resonaba como único lamento.

 

“Malditos sean los V´s y su torneo de la agonía”, su voz cargada de amargura mientras buscaba algo de valor entre los despojos.

 

El pecador, se agachó para revisar un montón de chatarra. Sus dedos sucios exploraban trozos de metal y restos de telas en busca de algo útil, algo que pudiera mejorar su suerte. De repente, un cambio en el ambiente lo hizo erguirse de golpe. Un frio repentino descendió sobre el lugar, seguido de una neblina densa que se deslizaba entre callejones anunciando muerte y destrucción.

 

“No puede ser”, susurró el pecador, sus ojos llenos de temor mientras la neblina se extendía implacablemente.

 

Desde los límites de la pequeña ciudad, resonaron gritos y estruendos de batalla. Era el “Torneo de la agonía”. El pecador dejó caer lo que había encontrado, un insignificante trozo de metal oxidado, y comenzó a correr tan rápido como sus piernas le permitían.

 

Mientras huía, el suelo temblaba bajo sus pies por la furia del ángel caído. Las explosiones destrozaban edificios y abrían grietas en el suelo negro. El pecador se volvió una vez para ver cómo la neblina devoraba todo, y supo que aquel lugar no sería más que un montón de cenizas cuando terminara el enfrentamiento.

 

“¡Maldito seas Adam!”, gritó, sabiendo que no escucharía su lamento entre el caos y la destrucción.

 


 

 

En el set del canal 666, Katie Killjoy daba la noticia del momento.

 

“¡Y aquí estamos de nuevo, queridos espectadores del infierno! ¡Otra jornada de caos cortesía del buen chico Adam!”, exclamó, apuntando con gesto dramático hacia las imágenes que se proyectaban en las pantallas detrás de ella.

 

Las cámaras mostraban vistas aéreas de ciudades de distritos en ruinas, donde edificios carbonizados alzaban como monumentos de destrucción. Calles que antes estaban llenas de actividad ahora eran meros escombros humeantes.

 

“Miren esto, Tom, ¿Ves eso?”, dijo Katie, volviéndose hacia su colega con una sonrisa burlona mientras señalaba las imágenes, “¿Acaso este chico totalmente follable no se cansa nunca? Parece que no encuentra aquí una pelea decente. ¿Qué opinas Tom?”

 

“Gracias Katie, parece que hay…

 

“¡A ver si algún pecador tiene los huevos de hacerle frente de una buena vez!”, interrumpió Katie. Con un Tom que se encogía desganado, “¡Estamos esperando ver un verdadero espectáculo!, dijo Katie, “No olviden que se seguirá transmitiendo los enfrentamientos, sin descaso. Si, sin descanso”

 


 

 

Las cámaras trasmitían en directo la batalla entre Adam, y los pecadores que intentaban desafiarlo. Desde la perspectiva de una de las cámaras instaladas en el casco de un pecador, la escena era una mezcla de terror y crueldad.

 

La neblina oscura se arrastraba como un manto de muerte entre los edificios en ruinas y las calles desiertas. La cámara temblaba mientras su portador intentaba desesperadamente adivinar cada movimiento de Adam a través de las sombras. Las explosiones distantes y los gritos resonaban en el aire, mientras los drones zumbaban por encima, capturando imágenes desde distintos ángulos.

 

De repente, Adam, con sus hermosas alas doradas extendidas y su mirada color miel, se detuvo abruptamente. La cámara del pecador captó el momento en que sus ojos brillaron con una intensidad sobrenatural, como si se hubiera percatado de la intromisión de las cámaras. Un destello de ira cruzó su rostro, haciendo que sus labios se torcieran en una mueca de enfado antes de que, con un gesto rápido y certero, destruyera el dron que lo vigilaba.

 

La cámara giró bruscamente, captando solo las garras brillantes de Adam y el destello de luz angelical que envolvió al dron antes de que desapareciera en una llamarada de luz. Y en cuanto a la cámara del pecador, este se cortó instantáneamente en cuanto Adam puso sus ojos en él. 

 


 

 

Carmila observaba desde su sala de control la transmisión del “Torneo de la Agonía”. A su lado, sus hijas seguían cada movimiento del espectáculo sangriento que se desarrollaba en las calles del anillo del orgullo.

 

“¡Mamá, mira cómo se incrementaron las ventas! ¡Gracias al torneo, estamos ganando más dinero que nunca!”, exclamó una de sus hijas, mientras señalaba los gráficos que mostraban un aumento significativo en las compras de armamento angelical.

 

Carmila asintió con satisfacción, pero en el fondo, una sombra de preocupación cruzó por su mente. Adam estaba en el infierno asesinando demonios sin los límites impuestos por el cielo y el infierno, que era el 20% de la población. Y la idea de que él pudiera acercarse a su dominio no era algo que debía tomarse a la ligera.

 

Ella sabía bien el riesgo que corría. Carmila fue la primera en matar a un ángel, descubriendo así que el acero angelical, podía acabar con ellos. Esa revelación había cambiado el equilibrio de poder en el infierno, pero también la colocaba en una posición vulnerable. Si Adam se enteraba de su papel en esa revelación, su furia podría caer no solo sobre ella, si no sobre sus hijas.

 

Por lo que, si bien el “Torneo de la Agonía” les había brindado una oportunidad lucrativa, también traía consigo el riesgo de atraer la atención indeseada del ángel caído.

 


 

 

En el barrio caníbal, Rosie, otra Overlord, supervisaba el último botín. Esos últimos días, desde la caída de Adam, fueron de gran celebración para los suyos; primero los exorcistas muertos y ahora los pecadores. Los cuerpos de los pecadores derrotados en el “Torneo de la Agonía” eran llevados a su territorio. Una montonera de cadáveres yacía apilada, listos para ser devorados.

 

“¡Qué día tan maravilloso!”, exclamó, “No todos los días estamos repletos de carne ¡Es un banquete tan espléndido!”

 

Un grupo de caníbales, todos con dientes afilados y escleróticas negras, se lanzaron sobre los cuerpos, desgarrando la carne con avidez. El sonido de huesos rompiéndose y la carne siendo arrancada llenaba el aire.

 

“Vaya”, dijo un poco desganada “¿Alguna vez han probado algo tan delicioso?”, preguntó Rosie a los caníbales cercanos, “Desde que probamos la carne proveniente de los ángeles, nada sabe igual. Esa carne es un manjar. Se necesita una voluntad fuerte para no comerse las reservas guardadas”, tocandose la mejilla con la palma de su mano.

 

“¡Bah!”, gruñó Susan, escupiendo al suelo, “Los ángeles no son tan especiales. En mis tiempos, comíamos lo que encontrábamos y no nos quejábamos”, dijo, dándole un bastonazo a uno de los caníbales que le impedía tomar una porción de los cuerpos. 

 

“Si, Susan. Lo que tú digas”, Rosie reprimió un suspiro, “Pero Adam... Su carne debe ser exquisita.”, continuó, “Que los caníbales estén atentos. Si Adam cae, seremos los primeros en llegar a su cuerpo”

 

Sus palabras resonaron en el aire, los caníbales a su alrededor gritaron en aprobación, ansiosos por el festín prometido.

 

“Pronto”, susurró, saboreando la idea, “Muy pronto”

 


 

 

Charlie observaba desde su ventana los rastros de humo que se elevaban desde algunos distritos del anillo del orgullo. Su rostro, usualmente radiante y alegre, ahora estaba marcado por la preocupación y la tristeza. Las palabras de su padre y sus amigos resonaban sin cesar. “No fue tu culpa, Charlie”, decían. Pero a pesar de sus intentos por consolarla, la culpa seguía allí, persistente y amarga. Primero fue Sir Pentius y ahora esto.

 

Se apartó de la ventana y se dejó caer en una silla, cubriéndose el rostro con las manos.

 

“Todo esto es mi culpa”, susurró, con su voz quebrada.

 

Sabía que Adam estaba desatando un infierno dentro del mismo infierno. El “Torneos de la Agonía” era su escenario, y él, el verdugo. Pecadores, almas que quizás merecían una segunda oportunidad, caían bajo su mano. Y ella se sentía responsable de cada muerte.

 

“Intenté hacer lo correcto. Pensé que darles una oportunidad de redención era lo mejor. Pero ahora... ahora todo está peor. ¿Qué bebo hacer?”, se preguntó con voz baja, “¿Debo ayudar a Adam?”

 

Aunque en el fondo ya conocía la respuesta. Su mente volvía a la última vez que vio a Adam. El odio en sus ojos, la violencia en sus acciones. No, no quería tenerlo en su hotel, no quería ayudarlo. Se levantó y comenzó a pasear por la habitación, con sus pensamientos enredados.

 

“Si no quiero ayudar... ¿eso me convierte en una mala persona?”, murmuró, sintiendo una punzada de culpa. “Siempre he creído en la redención, en dar segundas oportunidades. Pero Adam... Adam no es como Emily. El es diferente.”

 

Pero traer a Adam al hotel era la solución que estaban buscando. Su presencia, aunque incómoda e incluso peligrosa, podría ser el único puente para restaurar algún tipo de diálogo con el Cielo.

 


 

 

“Charlie, esto es una locura. No podemos traer a Adam aquí. ¿Has pensado en las consecuencias?”, dijo Vaggie, con tono desesperado.

 

“Lo sé, Vaggie, pero… ¿Qué puedo hacer? ¿Llamar a mi padre? Eso solo empeorará las cosas. Tu viste que es lo que pasó la última vez.”

 

“Pero él es el único que puede controlar a Adam”, replicó Vaggie, cruzando los brazos, “Si lo dejamos entrar aquí, podría atacarnos directamente. Ya sabemos de lo que es capaz. Charlie, Adam casi te mata. No quiero que eso vuelva a pasar”

 

“Lo pensó, Vaggie. Pero el Cielo cortó relaciones con nosotros tras la muerte de Adam. Si logramos mantener una salva y devolverlo, tal vez evitemos un desastre mayor”

 

Vaggie negó con la cabeza, claramente frustrada y antes de que pudiera continuar, la puerta de la habitación se abrió de golpe. Husk, con su apariencia desaliñada y una expresión de preocupación inusual en su rostro, entró rápidamente.

 

“Charlie, tenemos un problema”, dijo Husk, sin rodeos, “Angel Dust se inscribió en el Torneo de la Agonía. Está entrando ahora mismo.”

 

Charlie se quedó boquiabierta, y Vaggie dio un paso hacia adelante, incrédula.

 

"¿What? ¿Por qué haría algo tan estúpido? “, exclamó Vaggie.

 

"Intenté detenerlo, pero ya sabes cómo es Angel. No escucha a nadie cuando se le mete algo en la cabeza.”

 

Charlie sintió una oleada de desesperación. El “Torneo de la Agonía”, representaba un peligro mortal para cualquier participante, y había visto a través de las transmisiones la monstruosidad de Adam, Angel Dust no sobreviviría.

 

“¡Mierda! Esto no puede estar pasando ahora”, murmuró Charlie, frotándose las sienes, “Prepárense, debemos alcanzar a Angel Dust. Antes que se adentre a la neblina”

Chapter 13: CAPITULO 12

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Hace siete años atrás, durante el exterminio.

 

Lute se movía a través del infierno, atravesando pecadores, perforando sus cuerpos como si fueran de papel. Le resultaba gracioso lo fácil con la que estos caían después de haber causado tanto dolor a personas inocentes. La hoja afilada de su espada era como el juicio; no dudaría en atravesar a través de sus carnes y huesos emergiendo por el otro lado con un destello de acero y un estallido de sangre. Entonces, sostenía el cuerpo un momento, disfrutando de la sensación del último aliento de vida dejando el cuerpo antes de liberarlo con un empujón despectivo.

 

Mentiría si dijera que no amaba el día del exterminio; realmente se había convertido en su día favorito. Estar todo el año simplemente vigilando el cielo, poniendo orden en un lugar donde no ocurre nada interesante, era aburrido. Como teniente ese era su deber, y lo haría sin rechistar, todos los días distribuiría a sus hermanas por diferentes puntos de la ciudadela del cielo con fin de proteger a sus habitantes, pero esperaría casi impaciente porque llegase el día del exterminio. Ese día volvería a superar su propia marca de pecadores caídos del año anterior, o ese era el objetivo, hasta que los vio a ellos dos.

 

La reina, de la cual no se sabía nada durante los exterminios, estaba afuera, hablando con Sir Adam, Lute frunció el ceño, empujó el último cuerpo separándolo de su espada y se dirigió hacia ellos. A medida que se aproximaba, divisó un portal hacia el cielo, Lute apresuró su vuelo, ¿Lilith había manipulado a Sir Adam? Eso era estúpido. Vio el descontento en el rostro de su comandante mientras Lilith ingresaba por el portal.

 

“¡Señor!”

 

Lute quiso intervenir, impedir que Sir Adam se reuniera con esa mujer. Sabía que nada bueno podría venir de ello, pero las ordenes que le dio antes de desaparecer por el portal fueron claras: reunir a todas las exorcistas una vez terminado el exterminio y llevarlas al cuartel. Ordenes que cumplió, a regañadientes.

 

Más tarde, después de pasar horas buscándolo, se enteró del trato que este hizo con Lilith. La mera idea de hacer tratos con demonios le parecía inaceptable ¿Cómo podía Sir Adam caer tan bajo? Pero el ser aprobado por la serafín Sera le hizo comerse sus palabras. No le quedó de otra que soportar la presencia de Lilith por siete años que le parecieron una eternidad.

 

“Y ahora, por fin, puedo terminar con esto”

 

Apretaba los puños mientras se dirigía a la playa, recordando con amargura cómo el consejo celestial había anulado los exterminios sin tomar en cuenta el sacrificio de Sir Adam. Él, un alma humana, había soportado el infierno por el bien del cielo, solo para que su sacrificio fuera desechado sin más, al igual que el de sus hermanas.

 

“¡Redención!” murmuró con desdén. “Al diablo con la redención.”

 

El hecho de que la putita demoniaca hubiera logrado redimir a un pecador alteraba todo el equilibrio entre el cielo y el infierno, y algo así debería poner en alerta al cielo. Pero ¿Qué hizo el cielo? Hablar de lo injusto que era asesinar pecadores inocentes. Casi puso los ojos en blanco cuando oyó eso. Era evidente que los ángeles del consejo vivían en su propia burbuja sin estar conscientes de lo que realmente ocurría a su alrededor. Un consejo así no servía para nada, se necesitaba una mano rígida dispuesto a tomar decisiones con el fin de proteger siempre a su propia gente.

 

Con una mueca de enojo, caminó más rápido, dejando que la brisa marina azotara su cabello. En el horizonte, vio una figura familiar. Ahí estaba. Su corazón se aceleró al reconocer a la mujer rubia con piel de melocotón tomando el sol. Era Lilith, la reina del infierno.

 

"Al menos el cielo debería tener una maldita carta ganadora sobre el infierno. No pienso dejar que esos perdedores se salgan con la suya”, pensó.

 

Lanzó la aureola sin vida de Adam a la arena y se paró frente a Lilith.

 

“Adam está muerto. Y yo estoy a cargo ahora.”, dijo con desdén “Tu mocosa está amenazando los cimientos del cielo. Y si quieres quedarte aquí, bajaras al infierno y detendrás a esa maldita perra ¿Me entendiste, Lilith?”

 

Lilith con el ceño fruncido apenas notorio al ver la aureola de Adam en la arena, alzó la mirada y observó al ángel intruso con indiferencia. Sus labios oscuros se curvaron en una sonrisa apenas perceptible.

 

“Seguir tus órdenes?, respondió, con voz gélida que cortaba como filo de un cuchillo, “¿Un ángel como tú me da órdenes a mí?, dijo, ahora con una risa suave, “Soy la reina del infierno, por qué debería obedecer a un ser que ni si quiera pudo ser útil a su comandante”.

 

Lute frunció el ceño. Más se contuvo de hacer algo.

"Fallaron", continuó Lilith, llevándose la mano a los labios mientras su risa crecía en intensidad. "Y lo hicieron estrepitosamente.”

 

Los ojos del ángel exorcista se abrieron de par en par, mientras su respiración se aceleraba en ira contenida. No necesitaba que esa perra le recordara que había fallado. Tuvo el impulso de querer cubrirse los oídos, gritar y sacar toda la rabia contenida. No era el momento.

 

“¿Qué ocurrió con su cuerpo? ¿Acaso lo abandonaron en el infierno? Pensaba que los tenientes eran fieles a su comandante.”, dijo, sacándose los lentes y mirando de pies a cabeza al ángel frente a ella “¿Es este el famoso ejército del cielo? No, no lo creo. Esto es simplemente una burla.”

 

“¿Me juzgas por abandonar?", respondió Lute con voz áspera, su tono mezclado con satisfacción y desprecio. "No fui yo quien abandonó a su primer esposo y huyó ¿El Edén fue demasiado para ti? Y luego, ¿Qué pasó? Ah, sí. Volviste a abandonar a tu familia. Al final, el problema siempre fuiste tú, una perra inconforme”

 

¡Mierda!, todo se estaba yendo al carajo, pero decir lo que realmente pensaba sobre ella después de haberse mordido la lengua en innumerables veces durante esos 7 años realmente fue tan gratificante.  Lilith se levantó lentamente, permitiendo que su altura y porte impusieran su autoridad sobre el ángel insolente. Sus ojos brillaban con un ira fría y controlada mientras daba un paso hacia ella. Lute, esbozó una sonrisa, sin intimidarse.

 

“Que dirás ahora”, continuo, “¿Qué eres la reina del infierno? Nadie habla de ti en el infierno. Eres irrelevante. Te largaste y ese lugar siguió su curso dejándote atrás. Los únicos que tal vez te extrañan son tu jodida familia, a quienes, por cierto, lo vuelvo a repetir, abandonaste sin mirar atrás. Incluso siento un poco de lastima por ellos.”

 

Recibiendo una bofetada por parte de Lilith. Lute estaba segura que Lilith se había contenido. De seguir así, provocaría que la ira de la reina de infierno cayera sobre ella. 

 

“Que triste es ver a un ser tan insignificante morder más de lo que puede masticar. ¿Crees que tus palabras tienen algún peso aquí? Ja ¿Irrelevante?”, respondió Lilith.

 

Unos grandes cuernos se rizaron desde su cabeza, y sus conillos salieron al descubierto. Mostrando su verdadera forma.

 

“Cada sombra en ese abismo, cada susurro en la oscuridad, conoce mi nombre y tiembla al mencionarlo. El infierno sigue su curso porque yo lo moldeé así.” continúo, “Ten cuidado con lo que dices, porque la piedad no es una virtud que poseo, y mi paciencia tiene límites. Recuerda tu lugar antes de que te enseñe lo que realmente significa ser irrelevante en mi dominio”

 

Lute sintió su enorme energía demoniaca que casi le hizo arrodillarse instintivamente. Pero aun así no lo hizo. Tenía su mirada fija en los colmillos y cuernos que ahora se mostraban y, sin retroceder ni un ápice, colocó su único brazo a la cintura y soltó una risa seca.

 

“Tu forma demoniaca es tan vil y asquerosa. ¿Cada sombra y cada susurro conocen tu jodido nombre? Felicidades, Lilith. Pero eso no cambia el hecho de que te largaste y dejaste que otros hicieran tu trabajo”, dando un paso hacia adelante, acercándose aún más a Lilith, sin mostrar ni una pizca de miedo. “¿Mi lugar? Mi lugar está en el frente de batalla, enfrentado el peligro cara a cara, no escondiéndome en el cielo detrás de títulos y amenazas vacías. Así que haz lo que quieras, pero no te equivoques: Adam se ha ido, y el cielo ya no está en la obligación de ocultar tu ubicación al infierno, ni mucho menos ocultar que los traicionaste. ¿Qué pensaran tu hija y Lucif…

 

Las garras de Lilith se entrecerraron en su cuello, amenazando con quebrarlo. De esa forma, Lute supo que había pisado un nervio, un punto débil, aun así, no cambió su mirada, no le daría el gusto de mostrarle temor.

 


 

¿Por qué pensó que podía estar a su altura? ¿Cómo se le paso si quiera por la mente creer que incluso podía ser más fuerte que él? Lo subestimó, creyendo que, por ser un alma virtuosa, podría vencerlo. Que equivocada estaba, y ahora estaba recibiendo una paliza.

 

Sir Adam se lanzó hacia ella con una velocidad asombrosa. Sus movimientos eran fluidos, cada paso calculado para desequilibrar a su oponente. Lute respondió con agilidad, bloqueando sus golpes, pero con cada bloqueo, sentía la abrumadora fuerza de Sir Adam, que la lanzaba metros más allá.

 

“Señor, necesito mejorar en combate. Así podré entrenar a mis camaradas. Por favor, entrene conmigo”, es lo que había dicho.

 

El sonido metálico del entrenamiento resonaba en la sala mientras Lute luchaba por mantener el ritmo. Sir Adam no parecía hacer ningún esfuerzo. Pero sus golpes eran devastadores. Después de varios ataques, él finalmente detuvo su combate, con una Lute completamente derrotada.

 


 

Lo sabía, por supuesto que lo sabía. Se había imaginado que el poder de Lilith sería semejante al de Adam. Supo desde el principio que no tenía ninguna oportunidad frente a ella, por eso, aún con toda su rabia, evitó atacar primero. Y se contuvo cuando Lilith le dio una bofetada.

 

No era justo. Ella había perdido a los suyos, y Lilith, ya sin un contrato vigente, simplemente volvería al infierno. Al final se había salido con la suya. Nunca cumplió la parte del trato con Adam, fuera lo que fuera, recordando la frustración de este. Aun así él le ordenó que no mencionará nada de eso a Sera.

 

“Ah, sucio. Esto es tan sucio”, pensó, sintiendo que le faltaba el aire en sus pulmones. Pero ese era el plan: Una carta ganadora para el cielo entre todo ese fracaso desastroso. Y por supuesto, poner en aprietos a Emily y al consejo, con eso ganaría tiempo.

 

"S-Sarelael... en... endovaer... a-anuvriel..." logró articular, con su voz temblorosa. El aliento se le escapaba entre jadeos irregulares, pero continuó, con su determinación visible a pesar del dolor. "V-venisara... luhriel... A... avathiel... aethan...”

 

("Rafael, sanador de almas y cuerpos, ven con tu luz, guía y consuelo.")

 

De repente, un ojo apareció en medio de la escena, flotando en el aire como una presencia omnisciente. Este ojo, grande y brillante, parpadeó lentamente, su pupila dilatándose mientras escaneaba el entorno. Su mirada se detuvo primero en la aureola sin vida de Adam, que yacía inerte en la arena. Luego, el ojo se giró hacia Lilith, observando con intensidad la manera en que su mano apretaba el cuello de Lute.

 

Lilith se quedó estática al notar la mirada del ojo. Lentamente, sus dedos se relajaron y soltaron al ángel, que cayó al suelo con un golpe sordo, tosiendo y jadeando mientras trataba de llenar sus pulmones de aire. El ojo no perdió de vista a Lilith, y de él comenzaron a emerger pequeños orbes con ojos que giraban en todas direcciones, creando una atmósfera siniestra.

 

Los orbes comenzaron a fusionarse, sus formas giratorias creando un vórtice de luz y energía. Del centro de esta manifestación emergió un arcángel, sus tres alas desplegadas con majestuosidad, irradiando una luz celestial que contrastaba con la luz de la playa. Su rostro, sorprendido, observaba la escena. Su aura era tan imponente que hizo que ambas se quedaran en el suelo.

 

Lute, aun recuperándose, se levantó con esfuerzo, sosteniendo con su único brazo un pergamino que conjuró desde el aire, el contrato de Adam y Lilith.

 

"Lilith," dijo con una voz firme, "has infringido el punto dos del contrato."

 

El arcángel tomó el contrato y luego observó con una mirada fija a Lilith.

 

“Cómo te atreves a herir a un ángel mientras estás de estadía en el cielo”

 


 

Lute se detuvo sobre el Sectum Celestial después de buscar a Sir Adam en todos lados. Lo encontró sentado en las gradas, perdido en sus pensamientos, con un pañuel apoyado sobre su nariz. Se veía tan distraído que no notó su presencia.

 

“Señor ¿Se encuentra bien?”

 

Adam, sobresaltado por su voz, levantó la mirada con una expresión sombría. Mirada que la preocupó.

 

“Ah, tetas chiquitas. Aquí estas”, murmuró casi par sí mismo mientras conjuraba un documento. Extendió el pergamino hacia ella con gesto grave. “Es mejor que tú guardes esto”

 

Lute tomó el documento y lo leyó con detenimiento. Era un contrato sellado con un sello de cera negra con el emblema de Lilith, reina del infierno, el sello de Sera, simbolizando la aprobación celestial, y el sello de Adam. Lute parpadeó varias veces dudando de lo que sus ojos veían.

 

Si, era un contrato con términos claros:

 

 

Contrato entre Adam, Comandante de los Ángeles Exorcistas, y Lilith, Reina del Infierno.

 

Partes Contratantes:

  1. Adam, en su calidad de Comandante de los Ángeles Exorcistas del Cielo.
  2. Lilith, en su calidad de Reina del Infierno.

 

Cláusulas:

  1. Extensión de los Exterminios:

Lilith, en su calidad de Reina del Infierno, otorga su consentimiento para la extensión de los exterminios a los demonios nativos y otros seres que habiten en el Anillo del Orgullo. Esta autorización es válida durante su estancia en el Cielo por un periodo de siete (7) años. Lilith exime al Cielo de toda responsabilidad por las acciones llevadas a cabo en virtud de esta extensión.

  1. Compromiso de No Daño:

Durante todo el tiempo de su estadía en el Cielo, Lilith se compromete a no causar daño alguno a las almas virtuosas ni a los ángeles nativos. Este compromiso es vinculante y su incumplimiento será considerado una violación grave de este contrato.

  1. Confidencialidad sobre el Paradero de Lilith:

El Cielo, representado por Adam, se compromete a guardar absoluto silencio y mantener en total confidencialidad el paradero de Lilith durante la duración de su estancia en el Cielo. Cualquier divulgación de esta información por parte del Cielo será considerada una violación de este contrato y estará sujeta a las sanciones correspondientes.

 

Duración del Contrato:

Este contrato entra en vigor a partir de la firma del mismo por ambas partes y tendrá una duración de siete (7) años, coincidiendo con el periodo de estancia de Lilith en el Cielo. El presente contrato puede renovarse una vez cumplido el período de vigencia establecido.

 

 

Lute levantó la vista hacia Sir Adam, asimilando la gravedad de lo que sostenía en sus manos. ¿Este era el trato que Lilith quería hacer con Sir Adam?

 

“Señor ¿Qué significa esto?”, preguntó con seriedad.

 

Sir Adam suspiró, frotándose la sien con una mano.

 

"Significa que he perdido la puta cabeza”, dijo con una sonrisa amarga, “Y que tenemos siete años para hacer lo que queramos en los exterminios, sin que esa cabrona de Lilith y el puto Lucifer, nos jodan con sus acuerdos. Pero hay un precio, Lute. Siempre hay un jodido precio. Ella estará aquí”

 

Lute asintió lentamente.

 

"Entiendo, señor. Haré lo necesario para asegurarme de que se cumpla."

 

Sir Adam la observó, sus ojos a través de su máscara revelaban una mezcla de cansancio y tristeza. Tanto que Lute hizo que se preguntara que sucedió durante su ausencia. Pregunta que no se atrevió a realizar ya que él se mostraba reacio a responderle.

 

"Cuida bien ese puto contrato, Lute. En algún momento podría ser nos util.”

 


 

En la oscura sala de control del noticiero 666, Tom Trench observaba las pantallas que transmitían las escenas del caos desatado por Adam en las ciudades del anillo del orgullo. El tumulto y la destrucción eran evidentes, y Tom seguía cada movimiento con una intensidad casi palpable detrás de su máscara de gas. Aún le costaba creer el rumbo que tomaron las cosas ¿Adam atrapado en el infierno? Era lo último que se imaginó que ocurriría.

 

De repente, Tom comenzó a murmurar palabras incompresibles a través del filtro de la máscara. Transmisiones del infierno y ahora del cielo que se entrelazaron en su mente, mostrándole imágenes que solo él podía ver.

 

Sus labios temblaban ligeramente bajo el respirador, y luego, de la más leve de las vibraciones, una risa empezó a brotar, baja y contenida que fue incrementando gradualmente, cada vez más fuerte hasta que convertirse en una risa maniática que llenó la sala de control, distorsionada por la máscara de gas.

 

“Fue atrapada”, murmuró entre risas, su voz quebrada y teñida de un odio profundo, “Lilith, esa perra. ¡No puede ser!, esto es la mejor noticia que recibí en años. Primero Adam y ahora Lilith, es como si el karma al fin los hubiera encontrado.”

 

Pero recordó algo de sus observaciones anteriores y frunció el ceño, volviendo a su actitud más analítica.

 

“Yo ya había visto ese ojo en este lugar. Lo recuerdo. Entonces también era un ángel.”, Tom se detuvo, su mente trabajando a toda velocidad para conectar los puntos, “¿Por qué un ángel estaba siguiendo a Adam?”.

 

Notes:

Hola, espero que les haya gustado el capítulo.

Bueno, ya sabemos cuál fue el trato entre Lilith y Adam para el cielo. Ahora falta ver cuál fue el trato entre ellos.

Gracias por leer :)

Chapter 14: CAPITULO 13

Notes:

ADVERTENCIA
Posibles errores, lo corregiré después. Gracias por su comprensión.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

En el pecado se envuelve su existencia, 

personifica al mal en su esencia. 

Su ser exhala maldición y muerte, 

y sus enfados abren el inframundo impaciente.

 

Ellos, extensiones de su propio ser, 

aprendices involuntarios de su caos y su destrucción. 

Inconscientes hasta que se reflejaron, 

pero no desearon ser proyección suya. 

Ni ella deseó que se proyectaran.

 

Anhelan domar la furia que los consume, 

sanar las grietas que se extienden, 

y como meras extensiones dominados por una ira impetuosa, 

les surgió una interrogante:

 

¿Habrá un ser en el cielo o en el infierno 

que se apiade de su alma y nos dé esperanza?

 

No lo hubo, no lo hay y no lo habrá.

 

Caín.

 


 

El sol se ocultaba detrás de las colinas, mostrando sombras alargadas sobre el suelo rocoso cubierto de musgo y pequeñas flores silvestres. En la entrada, una fogata ardía con fuerza, sus llamas crepitaban, enviando chispas al aire que se perdían rápidamente en la inmensidad del cielo. Estas llamas proyectaban sombras danzantes de dos personas que se observaban seriamente.

 

Adam observó la mirada penetrante de Eva sobre él. Sus ojos reflejaban una mezcla de molestia y descontento, como si lo estuviera regañando sin decir ninguna palabra. Esa mirada lo inquietaba, hasta el punto de angustiarlo.

 

“Lo eché a perder de nuevo”, pensó arrepentido por haberse dejado llevar.

 

Entonces su mirada se suavizaría, por el temor de molestarla. Pero no la soltaría por miedo a que al soltarla ella se desvaneciera como lo habían hecho las personas que apreció algunas vez: Lilith, Lucifer y los ángeles.

 

Había sido una discusión tonta en primer lugar. Ambos estaban estresados lo que llevó a que la discusión escalara. Generalmente Eva era la que cedía o hallaba una solución, pero ese día no se encontraba con su habitual paciencia de siempre, probablemente por el dolor de cabeza del cual había mencionado en la mañana.

 

Y en esas situaciones era él quien terminaba cediendo, pero como habían resultado las cosas, no logró ceder o darle su espacio cuando ella se lo pidió. Ahora era castigado con su silencio. O eso creyó.

 

“¿Alguna vez has pensado que nosotros éramos como ellos en el jardín, solo que con cuerpos de adultos?”, preguntó Eva.

 

“¿Eh?”

 

La pregunta lo tomó desprevenido. Adam arqueó una ceja, confundido y siguiendo la dirección de la mirada de Eva hacia sus hijos.

 

Caín y Abel estaban sentados alrededor del fuego, colocando con cuidado las puntas de unas ramas largas en la fogata, observando cómo el extremo comenzaba a arder con un pequeño fuego. Ambos niños reían y se miraban, sus ojos reflejando el resplandor del fuego. Luego, con movimientos cuidadosos, retiraban las ramas de la fogata, sosteniendo en sus manos pequeñas antorchas improvisadas.

 

“¡Mira, Abel!”, exclamó Caín, girando la rama en el aire con un movimiento circular.

 

El último rasgo de la llama dejaba un rastro luminoso, creando un circulo de luz que parecía flotar en el aire. Abel imitó a su hermano, moviendo su rama en círculos, y pronto, ambos estaban dibujando figuras luminosas en la oscuridad, entre risas, ajenos a la seriedad de la conversión de sus padres. Eva se suavizó, y sus ojos se llenaron de ternura mientras observaba a sus hijos.

 

“He estado pensando en esto desde que Abel lastimó a Caín ¿Lo recuerdas?”, continuó ella, con su voz temblando ligeramente.

 

Adam recordó vívidamente aquel momento. Abel, con su rostro inocente, había levantado una piedra y lo había arrojado hacia Caín, hiriéndolo en la frente, simplemente porque su hermano mayor no quiso compartir su juguete de madera, la misma que Adam había hecho para cada uno. La piedra había golpeado a Caín con fuerza, abriéndole una herida que comenzó a sangrar rápidamente, cubriéndole la mitad del rostro, sus gritos desconsolados alertaron a sus padres. Adam y Eva corrieron hacia sus hijos, con el corazón palpitando en el pecho y observaron sorprendidos tal escena. Eva limpió la herida de su primogénito y la suturó, mientras Adam intentaba calmarlo. Fue una experiencia traumática para Caín, quien aún se frotaba la cicatriz que le había quedado, como un recuerdo amargo de aquel día.

 

Los ojos de Adam se llenaron de tristeza al recordar el llanto desconsolado de su hijo. Era mas doloroso ver a su familia sufrir, que sufrir él cualquier herida. Ese día quiso que el dolor de Caín pasase hacia él, si así su hijo dejaba de mirarlo con sus ojitos tristes, era muy pequeño para experimentar un dolor así.

 

“Si, lo recuerdo”, respondió Adam, aún confundido.

 

“Bien, te tengo una pregunta ¿La maldad de Abel al herir a su hermano podría considerarse maldad?”, Eva observó curiosa a su esposo. “Abel tenía tres años en ese entonces”

 

“¿La maldad de Abel? No lo había pensado de esa manera”, admitió Adam. “Abel era muy pequeño en aquel entonces, él ni siquiera entendió lo que sucedió”, respondió Adam, recordando la confusión y el temor en los ojos de su hijo menor, que también rompió en llanto.

 

“Eso me hizo recordar a nosotros en el jardín. Podría ser un equivalente, aunque es una suposición mía.”

 

“En que sentido”, dijo Adam

 

“En que actuábamos como él en el jardín, éramos impulsivos sin tener una idea de las consecuencias o el daño que le causábamos a los demás porque no éramos conscientes de lo que era bueno y malo. Nadie nos enseñó o nos corrigió cuando actuábamos mal.”

 

Entonces Adam recordó con claridad los momentos de tensión con Lilith. Había ocasiones en que su frustración lo llevaba a tratarla con brusquedad. Cuando Lilith no quería hacer lo que él deseaba, su paciencia se agotaba y las discusiones se volvían intensas. Pero Lilith no se quedaba atrás; ella respondía con igual violencia. Sus uñas afiladas dejaban marcas en la piel de Adam, marcas que tardaban días en sanar. En una ocasión, cuando él se negó rotundamente a cumplir una de sus peticiones, Lilith le golpeó la espalda con una rama, y luego salió corriendo, desapareciendo durante días, dejándolo solo con la frustración de no poder entenderse.

 

Luego estaba Eva. Recordó las veces que, en su impaciencia y molestia, la empujaba. Su presencia constante le irritaba, y su incapacidad para manejar sus emociones lo llevaba a actuar de manera cruel. Cada empujón venía acompañado de un sentimiento de culpa casi inmediato, pero en aquel entonces, no comprendía del todo por qué se sentía así. Nadie le había dicho que estaba mal hasta que Lilith se fue y Eva mordió la manzana, que es cuando lo culparon y le reprendieron por todos sus errores. Los ángeles supusieron que él ya debía ser consiente de lo que hizo. Por lo tanto él era el culpable. Y él así lo creyó.

 

Y aunque el tiempo pasó, esas emociones seguían siendo confusas. La culpa y la vergüenza se mezclaban en su interior cada vez que pensaba en esos momentos, y se prometía mejorar, pero no podía evitar sentirse perdido al discernir lo bueno de lo malo. Lo malo era lo que hacia poner tristes a los demás. Si Eva estaba triste, era porque había hecho algo malo. Entonces se rompería la cabeza intentando entender que fue lo que hizo. Hasta que Eva se sentaría a su lado y le explicara pacientemente, y se mostraría avergonzado e inferior, pensamientos que intentaría sumergir rápidamente.

 

La manzana... Era un símbolo de conocimiento, pero para Adam, también representaba una división. Eva y Lilith habían mordido la manzana, adquiriendo una comprensión que él aún no alcanzaba. A veces sentía envidia de ambas por haber dado ese paso, pero también temía a la manzana por lo que le hizo a Eva.

 

“Me pregunto si esa maldad de en ese entonces puede considerarse maldad.”, dijo Eva, trayéndolo de sus pensamientos, “No éramos conscientes, pero hicimos daño. Y Caín… él ya era mas consciente de lo sucedido en ese entonces, y por eso supo que su hermano había obrado mal, guardándole rencor. Y ahora cuando él le cuenta esa experiencia y le muestra la cicatriz, Abel se siente avergonzado y termina disculpándose con su hermano. Abel es adorable.” dijo Eva riéndose.

 

Quizás Lilith también se llenó de rencor hacia él tras morder la manzana, una vez adquirido el conocimiento que le hizo darse cuenta de que él había actuado mal, lo que resultó en que lo detestestara con todo su ser.

 

“Eva…

 

“Adam”, dijo suavemente ella interrumpiéndolo, “Me estas lastimando”

 

Eva bajó la mirada hacía su brazo al que Adam le sujetaba con mas fuerza de la necesaria. La incomodidad se había transformado en dolor, y ella decidió decírselo.

 

Adam la miró, confundido por un momento, pero pronto vio la expresión de dolor en el rostro de Eva. Sus ojos se abrieron de par en par al darse cuenta de lo que estaba haciendo. Soltó su brazo rápidamente, dando un paso atrás. Y Eva se acunó el brazo con su mirada hacia el suelo.

 

“¡Lo siento mucho, Eva!”, exclamó, su voz llena de arrepentimiento y desesperación. “No quería… no me di cuenta”

 

“Eso es lo que quería decirte, Adam. A veces cuando discutimos, sin darte cuenta, me haces daño con tus acciones impulsivas como cuando estábamos en el Jardín.”, observando los ojos tristes de su esposo, “Esta bien, solo no lo vuelvas hacer. Oh te morderé” sonrió volviendo a la cueva.

 

Mas tarde cuando la luna brillaba con suavidad, Eva acomodaba cuidadosamente las pieles que cubrían a los niños, asegurándose de que estuvieran cómodos y abrigados. Los pequeños respiraban de manera rítmica, profundamente dormidos después de un día lleno de risas y juegos.

 

Adam observaba en silencio desde la entrada de la cueva, sus ojos fijos en Eva mientras ella cuidaba de Caín y Abel. Su corazón se apretaba con culpa al ver el moretón en el brazo de Eva, recordándole la fuerza descontrolada con la que la había sujetado antes.

 

Con manos temblorosas, Adam sacó uno de los ungüentos que Eva había preparado. El aroma a hierbas llenó el aire, calmándolo un poco. Se acercó a ella, pero sus palabras se atascaron en su garganta. No era bueno expresándose, y menos aún en momentos como ese.

 

"Eva," extendiendo torpemente la mano. "Déjame... déjame ayudarte con eso."

 

Eva levantó la mirada, sus ojos encontrándose con los de Adam. Un brillo de sorpresa y ternura iluminó su rostro. Sin decir nada, se sentó a su lado y extendió el brazo, provocando que Adam mirara hacia otro lado un poco apenado.

 

Entonces él tomó su mano con cuidado, aplicando el ungüento en el moretón del brazo con movimientos suaves.

 

“Eva”, al fin se animó a preguntarle “¿Tú alguna vez sentiste rencor hacia mí después de morder la manzana?”, preguntó con cautela, deseando entender más sobre sus propios sentimientos y los de ella.

 

Eva lo miró a los ojos dubitativa y asintió lentamente.

 

Su respuesta fue como una daga en el corazón . Sintió un dolor agudo al ver la confirmación en sus ojos, que le resultaba difícil de soportar. Su pecho se apretó, y una sensación de culpa lo invadió. Era compresible, no la culparía si ella decidiera irse.

 

“¿Aún me guardas rencor?”

 

“No”, respondió, “En un principio todo era confuso, era como si se me hubiera quitado una venda de los ojos, como si los recuerdos ya tuvieran un significado, y al entenderlas me llené de enojo, tristeza y dolor.”, observando la pequeña fogata, “Y una y otra vez me preguntaba ¿Que me detenía?, ¿Por qué insistía en quedarme aquí? . ¿Realmente quería permanecer a tu lado?, la respuesta siempre era la misma. Si.”, observó tímidamente los ojos color miel de su esposo, “Me resultó aún mas doloroso pensar que si me iba quisá nunca más te volvería a ver. Aún ahora siento que eso sería demasiado doloroso. Y no soy tan fuerte como para soportarlo”, sonrió.

 

Los ojos de Adam se suavizaron, tenía tanto que decir, pero no sabía como expresarse.

 

“En fin, en resumen. Todo quedó en el pasado.”, continuó Eva balanceando lo pies, “Ah sí, cúrame aquí también, señalando otra herida producto de las picaduras que recibió en los sembradíos. “Sanarán más rápido porque tú los estás aplicando.”

 

“¿Enserio? ¿Por qué?”

 

“Porque vienen con mucho amor”

 

Adam se puso rígido.

 

“No… no te acostumbres”, respondió.

 

Cuando Adam terminó de aplicar el ungüento, se sentó junto a Eva, tomando su mano con un gesto de ternura, ella se inclinó hacia él, apoyando la cabeza en su hombro mientras él envolvía su brazo en un abrazo reconfortante. Y en silencio, compartieron la tranquilidad de la noche.

 

“Eva”, murmuró Adam, su voz casi en un susurro, “lo siento por todo lo que te he hecho pasar. Por favor, perdóname si alguna vez te hice sentir menos de lo que mereces.”

 

Ella lo miró, su sonrisa triste pero sincera.

 

“Adam”, dijo suavemente, “hemos atravesado mucho juntos. Creo que lo importante es que estamos aquí, intentando mejorar. Cometimos errores, quizá demasiados ahora que lo pienso”, haciendo una mueca, “Pero lo que cuenta es que aprendimos y crecimos a partir de ellos.” Adam asintió

 

Así ambos se quedaron en silencio, simplemente disfrutando de la compañía del otro. Y finalmente, cuando el sueño comenzó a reclamar sus cuerpos, Adam y Eva se acomodaron bajo las pieles, rodeados por el calor de su hogar y el amor que se habían prometido mutuamente. Los problemas del pasado parecían desvanecerse en el aire fresco de la noche, dejando lugar a una esperanza renovada para el futuro.

 


 

Sumergido en las profundidades de aguas oscuras, un ser cantaba suavemente. Su voz resonaba en la negrura, con un eco melódico que brindaba consuelo y esperanza a los fragmentos de almas que acudían de manera prematura atraídos por su canto. La llegada de fragmentos luminosos y celestiales, era algo que no esperaba ver, flotando suavemente y brillando como pequeñas estrellas en la oscuridad. Los ángeles solían ser raros visitantes de estos dominios, lo que llamó la atención de la figura que cantaba.

 

Los ojos del ser, cuyo nombre había sido olvidado por el tiempo, brillaron con una luz propia al observar estas almas inusuales, contiendo la esencia de un anhelo antiguo, pero jamás olvidado: Justicia.

 

Poco después, un torrente de fragmentos de almas de pecadores invadió el lugar, triplicando el número habitual con la que solían aparecer, flotando el agua con su esencia corrupta. El ser alzó la vista hacia el cielo, sus ojos penetrando la negrura. 

 

“Mmm… Alguien se está divirtiendo allá arriba”, pensó, reconociendo la burla implícita en esta inundación de almas. 

 

Decidido, extendió sus manos y abrazó a todos los fragmentos de almas, tanto de ángeles como de pecadores. Los sumergió en la oscuridad con ella, sintiendo cómo la luz que emanaban comenzaba a apagarse. Su canto nunca cesó; sus notas resonaron con una melancolía que entristeció a los mismos fragmentos. Y las estrellas celestiales se desvanecieron lentamente, absorbidas por el abismo hasta desaparecer por completo. De repente, una voz suave rompió el silencio. 

 

“¿Por qué has tomado nuestras almas?”, preguntó uno de los fragmentos angelicales, apenas audible. 

 

“¿Por qué no deberia?”, susurró con ternura, “La luz y la oscuridad están en eterna danza. Esta vez, la oscuridad ha prevalecido. Pero tomen consuelo su memoria perdurará en mí” 

 

Los fragmentos aceptaron su destino en un resignado silencio. El ser, sumido en la negrura, continuó su canto. Las aguas oscuras, ahora privadas de las estrellas angelicales, se agitaron levemente, como si compartieran el dolor de aquellas almas perdidas, aunque sabían que nunca serían olvidadas. Esa era su promesa.

 


 

Lucifer se encontraba en un lugar gélido, donde el lago helado de Cocito reflejaba un brillo lúgubre bajo la luz tenue que apenas lograba filtrarse. Los vientos cortantes y helados azotaban el lugar, haciendo que el ambiente fuera insoportablemente frío. A pesar de su poder Lucifer se cubría con una capa gruesa, intentando protegerse del implacable viento.

 

Se acercó lentamente a una estructura y, con un suspiro profundo y exagerado se desplomó.

 

“Bueno… el último exterminio fue cancelado. Pero no nos hagamos ilusiones. Probablemente habrá uno nuevo. El Cielo no dejaría algo tan serio a la deriva, asi que no tienes que preocuparte por ello”

 

Lucifer hizo una pausa; su expresión cambió de la melancolía a una sombría seriedad. Bajó la mirada, jugando distraídamente con un patito de goma que había sacado de su bolsillo.

 

“Adam esta muerto”, anunció con una voz más baja y cuidadosa. “Sé que esto es difícil de procesar”

 

Hubo un silencio que le pareció una eternidad.

 

“Debes sentirte complacido. Parecías estar empeñado en arruinar su vida”, respondió una voz distorsionada.

 

Esas palabras resonaron en el aire helado, golpeando a Lucifer con una fuerza inesperada. El rey del infierno cerró los ojos por un momento, como si las palabras lo hubieran herido físicamente.

 

“Sabes, me lastima que tengas ese concepto de mi”

 

Un silencio nuevamente.

 

Lucifer se quedó observando la nada por un momento; la melancolía en sus ojos se acentuaba por la luz tenue que apenas lograba filtrarse en ese lugar. El viento helado seguía soplando, cortando el aire y arrastrando pequeños copos de nieve que parecían danzar a su alrededor. Entonces, se giró lentamente, no sin antes dejar el patito de goma, que tenia una corona de flores, en el suelo.

Notes:

Hola, espero que les haya gustado el capitulo ^^"

Este capítulo es el que más me costó escribir, sobre todo el recuerdo de Adán y Eva. Tenia la idea, pero el escribirlo fue complicado.

Aun así, dudé bastante en publicarlo; también dudé si sería del agrado de los demás, pero bueno... Si bien escribiré fragmentos del Edén más adelante, quería hablar de la manzana después del Edén desde la perspectiva de Eva, en un recuerdo de Adán, ya que Eva es quien mordió la manzana en primer lugar.

Vaya no quiero leer este capítulo por un buen tiempo, jajaja

Chapter 15: CAPITULO 14

Chapter Text

Vaggie estaba de pie junto a una mesa de madera, rodeada de todo el arsenal angelical que había conseguido. No era mucho, ya que los caníbales se habían llevado gran parte de él tras el último exterminio.

 

Las lámparas de cristal emitían una luz cálida que contrastaba con el tono rojizo del ambiente infernal. 

 

“¡Ah, Angel Dust!” pensó, con irritación palpable. Lo ahorcaría cuando todo esto acabase “¿Cómo pudo ser tan estúpido como para inscribirse en el Torneo de la Agonía? Ahora todos estamos en peligro por su culpa.”

 

Estaba preocupada, un sentimiento que intentó reprimir rápidamente. No podía permitirse mostrar miedo; eso solo disminuiría la moral y la confianza del equipo. Pero cuanto más lo pensaba, más estúpido le resultaba. ¿Por qué ir solo? ¿Por qué hacer algo tan imprudente como el enfrentarse a Adam?

 

“Está bien. Todavía podemos hacer algo,” dijo, zapateando con uno de sus pies con evidente nerviosismo.

 

Un frío inusual y una densidad creciente en el aire le hicieron levantar la cabeza. Ya conocía esa sensación, y eso no era nada bueno. Corrió hacia la ventana y miró hacia afuera. Una neblina espesa se formó no muy lejos de ahí, moviéndose de manera antinatural. Vaggie frunció el ceño lanzando una maldición al aire.

 

El torneo había comenzado.

 

Y Husk aún no se había comunicado con ellos. Tenía la esperanza de que él alcanzara a detener a Angel Dust, mientras el resto conseguía las armas. No fue así, y ahora ellos tendrían que ingresar a la neblina.

 

“Está aquí. Charlie, debemos irnos ahora mismo. ¡Todos recuerden el plan!”

 

Detestaba la idea, realmente lo detestaba. Temía poner en peligro la vida de Charlie y el resto del hotel. Hubiera preferido mil veces llamar a Lucifer y esperar a que él se encargara de todo. Pero, obviamente, Charlie no estuvo de acuerdo con eso.

 

“Escuchen bien, todos”

 

Es lo que había dicho antes de que todos se dispersaran en busca de armas y que Husk saliera tras Angel Dust.

 

“Sé que Adam es fuerte. Lo hemos visto en acción y sabemos de lo que es capaz.”, recordó cada una de las transmisiones que vio. “Pero esta vez, tenemos una ventaja que no teníamos antes. Él está herido y está solo. No tenemos a las exorcistas persiguiéndonos, ni mucho menos a Lute,” hizo una pausa, observando a cada miembro del grupo, entre ellos, Charlie que la observaba con preocupación, “Nuestro objetivo no es matar a Adam. Ser demasiado codiciosos podría costarnos caro. Nuestro objetivo es sacar a Angel Dust de ahí y escapar con vida.” continuó “La neblina es una desventaja, lo sé, pero Adam estará ocupado enfrentándose a otros pecadores, y eso nos dará una oportunidad. Debemos ser rápidos y prudentes.”

 

Vaggie no estaba dispuesta a perder a otro integrante más. No después del vacío y la tristeza que causó la partida de Sir Pentious al hotel en los primeros días después del exterminio.

 


 

Los letreros de neón del Distrito del Entretenimiento brillaban con una intensidad cegadora, anunciando la entrada de nuevos participantes al “Torneo de la agonía”. Pecadores de todos los rincones del infierno se reunieron para presenciar la batalla desde las grandes televisoras del distrito. Angel Dust estaba nervioso, más nervioso de lo que quería admitir.

 

Mientras el equipo Vox ajustaba la cámara en su pecho, los pensamientos se arremolinaban en su mente. Sabía que enfrentarse a Adam era prácticamente un suicidio. Ya lo habían intentado antes y, de no ser por Lucifer, ahora estarían muertos. Pero la promesa de liberarse de su contrato con Valentino era demasiado tentadora como para ignorarla.

 

Horas antes, en el Hotel Hazbin, la araña había tenido una conversación con Husk que, a pesar de la fachada dura y sarcástica, lo consideraba uno de sus amigos más cercanos y sinceros.

 

 

“¿Te has vuelto loco, Angel?”, gruñó Husk, “No vale la pena arriesgar tu vida por esto. Es una idea estúpida”

 

“Vamos, Husk. Si hay alguien que puede entender esto, eres tú. Ambos estamos atados a alguien. ¿No harías lo mismo si tuvieras la puta oportunidad de liberarte?” esperaba que Husk lo comprendiera, que le dijera que su idea no era totalmente descabellada.

 

“Antes lo habría hecho, sin pensarlo”, suspiró Husk, “Estaba resignado y cansado de vivir. Pero ahora…” miró alrededor del Hotel, “Ahora siento que he encontrado un lugar. No quiero que alguno de nosotros muera Angel Dust. Enfrentarse a Adam… tu solo... Ya perdimos a Sir Pentious. Y si algo te sucede, todos lo lamentaremos”

 

“Entiendo tu punto. Y tienes razón. Pero…”, sus ojos reflejaban un claro temor, “Tengo que intentarlo. Prefiero morir intentando ser libre que seguir siendo una puta marioneta de por vida. ¿Y si esto es una oportunidad? ¿Y si por pura suerte Adam cae? jajaja ¡Por qué esto suena como un puto chiste!”, tocándose la cabeza, “No les pediré que arriesguen sus vidas por mí. No quiero que algo malo les suceda a causa de mis decisiones”

 

 

La voz de uno de los drones de Vox lo sacó de sus pensamientos. Con una voz robótica, el dron informó que Adam había sido encontrado, mostrando a través de sus cámaras, en las grandes pantallas, la neblina y la presencia de una figura amarilla que se deslizaba alrededor. Angel Dust sintió que el estómago se le revolvía. Entonces se percató que eso era un cambio; a su yo de antes no le importaría ingresar a la neblina, morir sería como una especie de liberación, pero ahora…

 

Y mientras se dirigía al lugar junto a otros pecadores, se dio cuenta de que esta neblina estaba cerca del Hotel Hazbin. Frunció el ceño, el pensamiento de que la batalla pudiera alcanzar al hotel no le agradaba, solo esperaba que esa neblina no avanzara en esa dirección.

 


 

Niffty se adentró en la neblina con la agilidad de una serpiente, sus pasos ligeros y rápidos apenas tocaban el suelo. Su ojo cíclope escaneaba el terreno, buscando cualquier indicio de movimiento. De repente, vislumbró una figura imponente en la distancia, rodeado de sombras que se movían erráticamente, y emitían gritos agónicos. Era Adam, enfrentándose a pecadores.

 

 

“Niffty, utilizaremos tu tamaño y tu agilidad. Evalúa el terreno rápidamente. Cada vez que encuentres a Adam, enciende una antorcha y corre. También debes buscar a Angel Dust y Husk. Avísanos cuando los encuentres para que podamos retirarnos,” eso fue el papel que le dio Vaggie

 

 

Mientras se acercaba sigilosamente, vio cómo Adam abatía a varios pecadores. La sangre manchaba el suelo, y los gritos resonaban en el aire. Niffty no pudo evitar dibujar una sonrisa torcida en su rostro.

 

“Uh, chico malo”, murmuró para si misma.

 

La emoción y el peligro la llenaban de una adrenalina casi adictiva.

 

Sin perder un segundo, sacó una antorcha de su cinturón y la encendió. La llama azul parpadeó en la neblina, titilando. Con un rápido movimiento, Niffty clavó la antorcha en la tierra, asegurándose de que la luz brillara lo suficiente como para ser vista desde lejos.

 

“Buena suerte, grandote”, susurró antes de desaparecer de nuevo en la neblina con la misma rapidez con la que había llegado.

 

No hizo falta explicar a los demás pecadores; muchos dedujeron que la antorcha azul era una señal de la ubicación de Adam. Una táctica que resultó curiosa al resto de espectadores, que se emocionaron e impacientaron por ver la caída de Adam. Algunos participantes se alzaron en armas y se arrojaron contra él, otros huyeron cobardemente en el último momento.

 

Cherri Bomb, otra integrante del hotel, también había ingresado a la neblina. Con sus bombas en mano, y con una sonrisa en su rostro se movía con agilidad, pero a su vez con precaución, en busca de la llama azul, atenta por si Adam había cambiado de dirección.

 

Cada vez que veía una llama azul, arrojaba sus bombas de acero angelical sin consideración alguna antes de cambiar de posición. La explosión que seguía era un caos, esparciendo escombros y llamas por todos lados, abatiendo a pecadores cercanos, y manteniendo ocupado a Adam, mientras el resto del equipo buscaba a Angel Dust.

 

Vaggie ya había advertido al resto que nadie debía acercase a la llama azul, para evitar ser alcanzados por las bombas de Cherri Bomb.

 

“Puta madre, esto es tan divertido”, murmuró para sí misma Cherri Bomb. Deseaba que una de sus bombas si lograse herir a Adam. O, en el mejor de los casos, acabar con su vida. No era malo soñar, ¿No?

 

Mientras tanto, Niffty continuaba con su misión, corriendo a toda velocidad, buscando a Angel Dust y Husk. Cada vez que encontraba a Adam, repetía el procedimiento, manteniéndolo ocupado.

 


 

Adam se recargó pesadamente en su hacha - guitarra, un arma que sus días celestiales fue una reliquia de poder, pero ahora parecía una carga. Había permitido que los drones lo encontraran y había liberado su nefoquinesis, transformando el paisaje infernal en un mar de nubes densas que ocultaban todo a su alrededor.

 

Su mente estaba absorta en la espera, mientras la fatiga le daba un peso insoportable en los hombros. El dolor en su pecho había disminuido más de lo esperado, lo cual era bueno, pero había sido reemplazado por una nueva agonía. Su costado ardía como si un fuego infernal estuviera devorando su interior. Cada vez que este se intensificaba, sentía que le cortaban la respiración, que le hacía olvidar como meter el aire a sus pulmones, arrancándole jadeos agonizantes.

 

“Mierda, esto es una puta pesadilla.”, murmuró con voz ronca, intentando ignorar la fiebre que le nublaba la mente, en contraste con la frialdad de la neblina que lo rodeaba “¿Qué demonios están haciendo esos hijos de perra? Carajo, ¿Tanto les cuesta llegar?”

 

Adam dejó que la neblina se disipara lentamente, abriendo un claro en la niebla opaca que lo rodeaba. Su mente se fijó en un pensamiento inquietante.

 

Su espejo, uno de los poderes más valiosos que poseía, estaba fallando. Las imágenes se desvanecieron en cuestión de minutos, sin poder mantenerlas. La idea de perder completamente sus poderes lo aterraba. Había intentado descansar y recuperar su energía, pero los resultados eran escasos. El deterioro de sus habilidades lo hacía sentir como si estuviera a punto de desmoronarse. Pero no era el lugar ni era el momento.

 

Con el espejo había descubierto que Angel Dust, el actor porno y el ejemplo de redención que mostró la mocosa en el cielo, se había registrado en el “Torneo de la Agonia”. La revelación le irritó profundamente. ¿Un torneo? Como si todo esto fuera un maldito espectáculo para la diversión de los pecadores. Tenía que ser una jodida broma, una sonrisa amarga se dibujó en su rostro.

 

El punto era que Angel Dust vendría por sus propios pies, lo que significaba que la princesita arco iris también lo haría. Su mirada se tornó sombría. Esa fue la razón del porque dejó que los drones lo encontraran en primer lugar.

 

Uno de los pecadores se lanzó hacia él, con una furia descontrolada, sacándolo de sus pensamientos. A veces sentía que estos tipos estaban tan jodidos que buscaba esto como una manera de liberación. Claro que él no sería ese tipo de mesías, liberando a sus jodidas almas de sus deprimentes vidas. Esa etapa había terminado cuando una maldita enana lo atravesó en reiteradas ocasiones en el pecho.

 

Optaría por desintegrarlos con su luz angelical. No, no los dejaría morir así de fácil. Aunque, a veces, entre todo el tumulto, no podía aplicar esta regla ya que era difícil diferenciar quienes realmente buscaban esa liberación y quienes simplemente fueron arrastrados allí por la multitud. Qué desafortunados. ¡Que se jodan!

 

Finalmente, cuando el último pecador cayó, Adam se recargó de nuevo en su hacha - guitarra, esperando otra tanda de pecadores y preguntándose qué tan lejos estaba de enfrentarse a los verdaderos jugadores de ese ´espectáculo´.

 

Y de nuevo, otro grupo de pecadores. Cada corte, cada giro de su arma, era una explosión de furia y sangre. No pudo evitar fijarse en el parpadeo de luz azul a través de la neblina, que algún pecador debió poner.  Adam miró la antorcha con un atisbo de desdén y exasperación.

 

“¿En serio, una puta antorcha azul? ¡Qué gran idea, joder! Parece que estos imbéciles piensan que encender un fósforo va a hacerme sudar frío.”

 

De repente, algo llamó su atención. Una pequeña figura que se movía rápidamente a través de la neblina, casi imperceptible. Algo en su manera de moverse, en su agilidad, le resultaba perturbadoramente familiar. Instintivamente, sus alas se erizaron, y una oleada de recuerdos dolorosos lo golpeó como un martillo. Instintivamente, se llevó una mano al lugar donde había sido apuñalado antes de morir y despertar como un ángel caído.

 

"Esa pequeña hija de puta”, entrecerró los ojos. Sus escarabajos que volaban alrededor de la neblina, acataron sus órdenes y se dispersaron.

 

Los pecadores seguían acercándose, atraídos por la luz de la antorcha, entonces Adam se dio cuenta de la estrategia. No era para distraerlo; era para atraer más enemigos y mantenerlo ocupado. Maldijo entre dientes, su voz cargada de frustración con la agitación que lo hacía sentir aún más cansado.

 

“¡Claro, porque lo que necesitaba era más jodidos pecadores en mi camino! ¡Como si no tuviera suficiente con estos pedazos de mierda!”

 

Mientras luchaba, no perdía de vista a la enana que corría rápidamente, moviéndose con una agilidad serpenteante. Cada vez que encendía una nueva antorcha, Adam sentía una nueva oleada de rabia. Tenía que contenerse, no era el momento.

 

Las explosiones de las bombas estallaban a su alrededor, lanzando escombros y llamas que lo rodeaban. Aunque el calor y la presión lo irritaban profundamente, Adam se mantenía ágil, moviéndose de un lado a otro para evitar el impacto directo. Observó con disgusto cómo algunas de sus hermosas plumas doradas se quemaron por el fuego.

 

“¡Genial, ahora soy un ángel chamuscado! ¡Esto es una mierda!”, exclamó Adam cambiando de dirección y aprovechando que una tanda de pecadores se había reunido en un solo lugar más adelante.

 


 

La neblina era tan espesa que apenas podía verse sus manos frente a su rostro. Husk se vio obligado en varias ocasiones a disiparlas con el aleteo de sus alas, avanzando con su usual mal humor intensificado por la preocupación que sentía por Angel Dust. Con cada paso, o cada aleteo sus sentidos se agudizaban, escuchando susurros y gemidos distantes, como recordatorio de la amenaza que acechaba bajo el manto blanco.

 

Un destello rosado rompió la monotonía blanca de la neblina. Husk se apresuró hacia adelante, casi chocando con Angel Dust, quien parecía estar buscando algo desesperadamente. Este giró asustado por el contacto.

 

“¿Husk? ¿Qué mierdas haces aquí?”, dijo con sus ojos bien abiertos. “Eres un idiota. ¿Acaso vienes a morir aquí?”

 

“Lo mismo iba a preguntarte, ‘idiota’”, bufó, “Angel no tienes que hacer esto, podemos encontrar otra salida.”

 

“Genial, mi día no estaría completo sin una charla optimista de un gato borracho.” dijo con sarcasmo, “¿Qué más da, Husk?” Estamos en el infierno, ya estoy muerto, ¿recuerdas?”

 

Husk notó el nerviosismo de Angel Dust detrás de esa fachada de bravuconería que lo hacía ponerse a la defensiva. Tuvo que reprimir el impulso de querer lanzarle un puñete en el rostro. Era como si Angel Dust hubiera optado por colocarse esa armadura que lo irritaba, solo que esa armadura no le serviría en una situación como esta.

 

Husk observó con cautela hacía la dirección del gemido agónico, y volteó nuevamente hacia Angel Dust.

 

“Angel esto no es un puto juego”, intentó suavizar su voz, respirando profundamente para calmarse y manteniendo su tono firme pero lleno de preocupación, “Si mueres aquí, no hay vuelta atrás. Y todos te necesitamos vivo.”, Además, si tú ya no estas ¿Quién cuidará de Patitas gordas? ¿Y cómo crees que se sentirá Charlie? Ella aún esta dolida por la pérdida de Sir Pentious”

 

Angel Dust desvió la mirada, sus labios curvándose en una sonrisa amarga mientras sus ojos se nublaban con un rastro de tristeza. Husk, notando su conflicto, le dio unas palmadas en el hombro, un gesto breve pero reconfortante. Luego, con un suspiro resignado, sacó su comunicador.

 

"He encontrado a Angel Dust, pero la neblina es tan densa que no puedo ver más allá de unos putos metros.”, informó Husk.

 

“Perfecto, intenten salir de la neblina y avísennos cuando estén fuera de peligro. Nosotros los seguiremos”, dijo Vaggie con interferencia en su voz, notándose el alivio y la alegría.

 

“¡¿Qué ustedes qué?!”, dijo Angel Dust, su voz templó de sorpresa y preocupación mientras sus ojos se agrandaban en incredulidad y culpa. “¿Todos están en la neblina?”

 

“Así es. Cuanto más rápido salgamos de aquí, menor será el peligro”, respondió Husk. Mirando a su alrededor como si intentara descubrir en qué lugar se encontraban exactamente.

 

“Pero que mierda”

 

“La antorcha azul…”

 

Antes de que Angel Dust pudiera abrir otra discusión, Husk lo interrumpió al divisar una luz azul titilando a lo lejos. Era una señal clara, en su parpadeo urgente que era como un recordatorio de la gravedad de la situación.

 

“Nifty debe haberla colocado. Ese cretino está cerca. Tenemos que salir de aquí, ahora.”

 

Un rugido ensordecedor en el aire, seguido de explosiones hicieron temblar el suelo bajo sus pies. Los gritos agónicos se filtraban a través de la neblina, cada vez más cerca, llenando el ambiente de una creciente sensación de desesperación.

 

“¡Vamos, no hay tiempo que perder!”, exclamó Husk.

 

Ambos empezaron a correr desesperadamente, sus pasos resonando sobre el suelo tembloroso. Sin embargo, una horda de pecadores, atraída por el estruendo y el brillo de la luz, los rodeó en un abrir y cerrar de ojos. Ambos lucharon por salir de entre la multitud que se empujaba y chocaba, arrastrándolos hacia el peligro. Husk, esforzándose por mantenerse en el aire, batía sus alas con fuerza, tratando de elevarse, pero la neblina densa y los golpes constantes de la multitud lo desequilibraban. Con un esfuerzo por mantener a Angel Dust a salvo, logró elevarlo parcialmente, o al menos lo intentó, hasta que una fuerza inesperada lo detuvo en seco. Angel Dust, cegado por la neblina, sintió un tirón brusco que lo separó de Husk, dejándolo perdido y vulnerables en medio del caos.

 

“¡No! ¡Angel!” gritó Husk con desesperación mientras buscaba a su amigo en medio del caos. La neblina densa y los cuerpos en movimiento hacían casi imposible distinguir algo.

 

Con la respiración entrecortada y el corazón latiendo con fuerza, sacó su radio y trató de comunicarse con el equipo, su voz temblando con frustración.

 

“Perdí a Angel Dust. La multitud… la neblina… lo perdí,” dijo, sintiendo una ola abrumadora de culpa e impotencia. Siguió la dirección de la luz azul y, tratando de no perderse entre los pecadores, se lanzó de nuevo a la maraña caótica.

Chapter 16: CAPITULO 15

Notes:

ADVERTENCIA:
Contenido gráfico de violencia o un intento de ella.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Adam se despertó antes del amanecer, y notó que a su lado, en la cama de pieles, no había nadie. Sus ojos se acostumbraron lentamente a la falta de luz, y vio la figura de Eva moviéndose silenciosamente por la cueva. Sus manos envolvían pequeños trozos de carne y vegetales cocidos en hojas y cuero de animal. Adam la observó en silencio, notando la tensión en sus hombros y la rigidez en su mandíbula. Cada vez que el viento se colocaba por la entrada de la cueva, Eva se detenía un instante, como si esperara escuchar algo más que el simple aullido de la brisa.

 

“¿Hay algo que te preocupa?”, preguntó, con su voz ronca por el sueño y el frio.

 

Eva se sobresaltó al escuchar su voz, pero no respondió de inmediato. Continuó con su tarea, aunque más lentamente, como si sus pensamientos estuvieran muy lejos. Finalmente, suspiró y lo miró, sus ojos oscuros llenos de una preocupación que ella intentaba, sin éxito, disimular.

 

“Me duele el pecho desde anoche”, colocando su mano en este, “Y hace poco escuché el canto del Urutau”, dijo en voz baja, casi como si temiera que el mencionarlo atrajera algo indeseado “Es de mal augurio. Algo malo sucederá… Y estoy un poco preocupada por eso”, ahora evitando la mirada de su esposo.

 

No era la primera vez que la veía así, inquieta por lo que siente o escucha. Siempre hubo esa conexion, lo recuerda desde el jardín, y tras su expulsión, esa conexion se transformó en una habilidad que le resultaba difícil de entender, esa unión con la tierra y los animales, que él no había alcanzado, no a tal grado. Eva podía predecir tormentas con solo mirar el vuelo de los pájaros o anticipar sequías observando a las hormigas en su marcha. Y por supuesto también predecir cuando algo malo iba a suceder.

 

Adam se levantó con pesadez, sacudiéndose del sueño de encima. Sabía que discutir con Eva sobre sus creencias sería inútil. Era obstinada en sus convicciones, y a veces, para su consternación, tenía razón.

 

“No te preocupes. Solo es un ave”, murmuró, más para sí mismo que para ella, mientras se dirigía al rincon donde dormían sus hijos.

 

Los pequeños cuerpos de Caín y Abel estaban arropados bajo gruesas pieles, respirando profundamente en su sueño. Adam se agachó y colocó una mano en el hombro de Caín, sacudiéndolo suavemente hasta que el niño entreabrió los ojos. Caín lo miró con una mezcla de somnolencia y confusión.

 

“Es hora de levantarse”, dijo Adam con suavidad. “Vamos a los sembradíos. Necesito que te prepares”

 

Caín asintió, frotándose los ojos con los nudillos antes de sentarse. Adam le paso una túnica de lana y lo ayudó a ponerse las botas de cuero, asegurándose de que los nudos estuvieran bien apretados para mantener el frio a raya. Luego, se volvió hacia Abel, que aún dormía profundamente.

 

Abel siempre había sido difícil de despertar, pero Adam tenía paciencia con él. Lo levantó con cuidado, sosteniendolo entre sus brazos hasta que el niño comenzó a moverse y a protestar suavemente.

 

“No quiero ir…” murmuró Abel, enterrando la cabeza en el pecho de su padre.

 

Adam sonrió levemente. Con delicadeza, lo vistió y lo envolvió en pieles, asegurándose de que estuviera bien abrigado antes de dejarlo en el suelo.

 

Adam volvió a mirar a Eva, quien ahora estaba frente a la pequeña fogata, cocinando lo que sería su desayuno. Notó como sus manos, normalmente firmes, temblaban ligeramente al mover las ollas de barro. Tomo su mano en silencio y la apretó intentando calmarla, recibiendo una suave sonrisa por parte de ella.

 

El sol aún no se había asomado por el horizonte cuando comenzaron su caminata hacía los sembradíos. Eva iba delante, llevando la cesta con la comida y el agua, cargando a Abel en una especie de tela a sus espaldas. Adam caminaba detrás de ella, con las herramientas para la cosecha, mientras Caín lo seguía de cerca, sujetando su mano.

 

El camino hacía los sembradíos era empinado y rocoso, pero Adam lo conocía bien. ¿Por qué había escogido un lugar tan alejado de la cueva? Cualquiera pensaría que era algo estúpido caminar largas distancias cuando podían haber sembrado sus alimentos cerca de su hogar.

 

La respuesta era para no atraer a otros animales. Los cultivos atraían a animales herbívoros, que se comían las cosechas, y a su vez, a los carnívoros que los cazaban.

 

Habían aprendido ese detalle a las malas.

 

Era realmente fastidioso que los animales se robaran sus cosechas, ya que no había sido fácil hacer brotar vida en esa tierra. Recuerda los primeros intentos fallidos, cuando la aridez del suelo y la falta de nutrientes habían frustrado sus esfuerzos. Pero Adam era persistente y terco, no se rendiría fácilmente, él estudiaría la tierra y a partir de su propia observación crearía lo que denominaría terrazas, en las laderas de la montaña. De tal forma que cada sembradío estaba ubicado de manera que aprovecharan al máximo el agua de lluvia, y las plantas crecían fuertes bajo su cuidado.

 

Tampoco puede olvidar la gran ayuda que fue Eva para él.

 

 

“¿Lo oíste?”, dijo Eva en su momento con gran entusiasmo. “Ese canto”

“Oír que canto”, respondió Adam confundido. “¿Del Yaca Yaca?”

“Si. Su chirrido es constante y fuerte. Ella está anunciando la lluvia”, dando pequeños saltitos, “¿Sabes qué significa? Que es el momento indicado para sembrar”

Y tuvo razón, la lluvia llegó. Lo que resultó en una buena cosecha.

 

 

O sus experimentos con pequeñas tierras durante el invierno, sembrando en distintos momentos de la estación para prever el comportamiento del clima. Sabía con precisión cuando debían empezar a sembrar para maximizar la producción. Su método era simple pero efectivo: tres tierras sembradas en tres momentos distintos del invierno. Los resultados de estos pequeños sembradíos le permitían predecir si debían sembrar temprano, intermedio o tarde. Como había ocurrido ese año.

 

Las primeras tierras habían sido destruidas por las heladas, indicando que una siembra temprana habría sido desastrosa. Las segundas habían sobrevivido, pero apenas habían crecido, lo que señalaba que una siembra intermedia tampoco sería ideal. Solo la tercera tierra había florecido, lo que le había dado a Eva la certeza de que debían esperar hasta el último momento posible antes de sembrar, pero no tanto como para que las lluvias los tomaran por sorpresa.

 

Para ese año ella ya había anunciado que esa cosecha sería buena, pero hoy, su silencio y su mirada perdida le hacían reconsiderar el éxito de tal cosecha.

 

El sol ya estaba en lo alto del cielo cuando Adam y su familia finalmente llegaron a las terrazas. Desde lejos, algo en el ambiente le había inquietado; el silencio inusual, la ausencia de los cantos de las aves que solían rondar los sembradíos, e incluso el aire parecía estar cargado de una pesadez que no pudo ignorar. Cuando divisó las terrazas desde la distancia, su corazón se hundió.

 

Los sembradíos estaban destruidos.

 

Las hileras cuidadosas de papas y maíz estaban aplastadas, la tierra desordenada y las plantas arrancadas de raíz. Era un escenario de devastación total. Adam se adelantó, sus pasos acelerados, sus manos apretadas en puños. La furia comenzó a hervir en su interior, pero se obligó a detenerse, a respirar, a observar con atención. Sabía que la ira no lo llevaría a ninguna parte, al menos no hasta que entendiera qué había sucedido.

 

Se agachó junto a las plantas destrozadas, su mirada barría el terreno buscando respuestas. Los rastros estaban ahí, aunque sutiles, huellas de animales, el podía distinguirlos a todos gracias a sus días en el Edén. Era evidente que había habido una lucha feroz. Las huellas en la tierra, profundas y dispersas, le contaron la historia.

 

Notó primero las marcas largas y estrechas de un herbívoro grande, probablemente un ciervo adulto, al menos por el tamaño de las pisadas. Pero había algo más: rastros más pequeños y ágiles rodeaban las marcas del ciervo, indicios claros de un depredador que lo había acechado. La forma en que la tierra estaba rasgada en algunas áreas, junto con las manchas oscuras que ahora reconocía como sangre seca, le dieron la certeza de que el depredador había atacado, y el ciervo, en su desesperación por escapar, había destruido el sembradío.

 

La furia que había contenido comenzó a desbordarse. Adam se levantó de un salto, su pecho agitado por la rabia. Habían trabajado tanto, y todo parecía perdido en un solo momento caótico. Su respiración se hizo más pesada, más rápida, y antes de poder contenerse, golpeó con fuerza un árbol cercano. El tronco tembló con el impacto, y con un segundo golpe, más violento que el primero, se partió, cayendo al suelo con un estruendo sordo.

 

Eva observó en silencio, con sus ojos recorriendo la escena, mientras Adam dejaba salir su frustración. Quizá ella ya lo sabía. Quizá esto era parte de su presentimiento. Y quizá el canto del Urutau que ella mencionó haber escuchado les estaba avisando que algo así ocurriría.

 

“Está bien”, rompió finalmente el silencio, Eva. Quien consoló a sus hijos que se acercaron a ella al ver el comportamiento de su padre. Eva los abrazó, sus manos acariciando sus cabecitas mientras los niños miraban la escena con tristeza “Al menos ya tenemos leña para el fuego”

 

Adam se detuvo en seco y se giró hacia Eva al escuchar eso.

 

Eva se agachó y comenzó a recoger las pocas verduras que habían quedado intactas, metiéndolas en una cesta. Caín la imitó, mientras Abel, demasiado pequeño para entender del todo lo que sucedía, seguía su ejemplo y colocaba las verduras en la cesta con manos temblorosas.

 

Adam no podía entender cómo Eva podía estar tan tranquila, tan… indiferente, al menos eso era lo que sentía en ese momento. Los sembradíos, su trabajo duro, habían sido destrozados, y allí estaba ella, recogiendo lo poco que quedaba con una serenidad que le resultaba insoportable.

 

Finalmente, no pudo contenerse más. Se acercó a ella, sus pasos pesados resonando en la tierra seca.

 

“¿Es que no te importa?” Su voz salió más áspera de lo que pretendía, cargada con el peso de su frustración. “¿Es que no te importa que seamos miserables? Todo lo que hemos trabajado, todo lo que hemos construido… ¡mira lo que queda de ello!”

 

Eva se detuvo en su tarea, levantando la mirada hacia él. Sus ojos eran profundos, llenos de una calma que solo lograba encender aún más la ira de Adam. Pero en lugar de responder inmediatamente, dejó que el silencio se extendiera entre ellos, como si estuviera decidiendo qué palabras decir.

 

“Lo siento. Todo esto es mi culpa”, murmuró Eva.

 

Detestaba que ella siempre estuviera disculpándose cuando algo malo ocurría.

 

“¿Pero crees que no me importa?” continuó, su voz suave pero firme. “Estoy tan enfadada como tú, Adam. Mis manos me duelen por los callos, mi espalda por estar agachada todo el día, y mis pies están llenos de picaduras. Pero…”, soltando un suspiro cansado, “Pero esto es algo que no podíamos controlar, ni mucho menos evitar.”

 

Adam sintió que la furia burbujeaba de nuevo en su pecho, pero antes de que pudiera responder, Eva continuó.

 

“¿Qué si somos miserables? Si, lo somos”

 

Haciendo que Adam se encogiera de hombros. Era una frustración contaste sentir que no podía darle a Eva una vida sin dolor, ni constante cansancio. Que sus manos antes suaves, ahora estén llenas de callos y cicatrices, eso le lastimaba.

 

“Pero no tanto después de todo. Aún no. Uno siempre puede seguir cayendo”, continuó Eva “Y solo me queda estar agradecida al cielo o a nuestra suerte. Agradecida porque esto haya sucedido cuando no estábamos, porque si hubiera estado, y tu hubieras ido de caza…” Sus ojos mostraron por fin un atisbo de miedo, que probablemente estaba intentado ocultar “Adam, de seguro no habría podido con ello. No habría podido salvar a nuestros hijos”

 

Sus palabras perforaron la coraza de ira que Adam había construido alrededor de sí mismo. Se sintió expuesto, vulnerable, como si el peso de lo que podría haber sido se desplomara sobre él de repente. Si Eva o sus hijos hubieran estado aquí, si algo les hubiera pasado… no, no podía ni siquiera imaginarlo. El pensamiento de perderlos era insoportable.

 

Eva continuó, sus palabras ahora teñidas de un dolor que él no había reconocido antes.

 

“Es verdad, las cosas podrían ser mejores, pero también podrían ser peores. Estoy agradecida de que todos estemos bien, de que aún tengamos un futuro, aunque sea incierto. Somos jóvenes, Adam. Y ser jóvenes significa que podemos empezar de nuevo, aunque sea doloroso. Maldición, esto es tan doloroso. Que rabia”, lanzando una piedra más allá.

 

Adam la miró fijamente, tratando de encontrar alguna falla en lo que decía, algo con lo que pudiera contraatacar, pero no había nada. Tenía razón. Él lo sabía, y eso era lo que más le dolía. Su ira se disipaba lentamente, dejando en su lugar un vacío, una sensación de impotencia que no sabía cómo manejar.

 

“Yo no puedo evitar que los animales ataquen y destrocen los sembradíos,” dijo Eva, su voz ahora más suave, como un bálsamo sobre una herida abierta. “No puedo controlar eso… Pero puedo hacer lo que está a mi alcance, como salvar lo que queda, para asegurarnos de que tengamos algo con lo que empezar de nuevo. Y aún nos queda el sembradío en el lago o la tierra que dejamos descansar para la siguiente siembra… y si no, nos las arreglaremos. Lo hemos hecho antes, lo haremos de nuevo.”

 

¿Qué haría él sin sus palabras de consuelo y sabiduría? Si perdía a Eva o a sus hijos, si algo les sucedía… eso sería un verdadero desastre. No podría soportarlo. Lo que había sucedido aquí era malo, sí, pero no era lo peor que podría pasarles.

 

Asintió lentamente, como si con ese gesto estuviera reconociendo la verdad de sus palabras, cediendo a la realidad que él había intentado negar. Se agachó junto a ella, sus manos temblando ligeramente mientras alcanzaba las verduras que aún quedaban.

 

“No puedo perderte, Eva,” murmuró, sus palabras apenas audibles, como si le costara admitirlo. “No puedo perderlos. No lo vuelvas a mencionar”

 

Eva le sonrió, una sonrisa triste pero llena de amor.

 

“No nos perderás, Adam. Mientras estemos juntos, podremos superar cualquier cosa. Yo creo eso”

 

Adam, aún respirando con dificultad, miró el árbol caído ante él. La ira aún estaba presente, pero ver a su familia trabajando juntos, sin quejas, sin reproches, le dio una pausa. Se sintió agotado, no solo físicamente, sino emocionalmente, como si la energía que había volcado en su arrebato se hubiera drenado de él. Miró a Eva, que estaba enfocada en rescatar lo que quedaba, y una sensación de culpa comenzó a mezclarse con su enojo.

 

Eva se acercó a él en silencio, con una suavidad que contrastaba con la brutalidad del paisaje. Adam la sintió antes de verla, el calor de su cuerpo irradiando una calma que él no podía encontrar en sí mismo. Levantó la vista, y sus ojos se encontraron con los de ella. Sin decir una palabra, Eva levantó sus manos y tomó el rostro de Adam entre ellas, sus dedos rozando su piel con una ternura que lo desarmó. Su mirada, sin embargo, no reflejaba la rabia que él aún sentía, sino una especie de determinación y optimismo, como si nada en el mundo pudiera perturbarla realmente. Contradictorio a lo que había sucedido en esa madrugada.

 

"Sabes," dijo Eva suavemente, "los zorros son buenos para predecir el clima. Cuando aúllan fuerte y claro, normalmente es una señal de que el año será bueno. Y acabo de escuchar uno. ¿También lo oíste?"

 

Adam la miró, tratando de absorber lo que ella decía. No podía evitar sentir una punzada de incredulidad. ¿Cómo podía estar hablando de zorros y cosechas en un momento como este? Pero había algo en su voz, algo que le decía que debía escucharla.

 

“La próxima cosecha será buena,” continuó Eva con su tono firme. “He visto muchos sapos y lagartijas anoche. Eso significa que habrá lluvia abundante.” Su pulgar trazó un suave círculo en la mejilla de Adam mientras hablaba, un gesto tan natural y tranquilizador que casi lo hizo olvidar el caos a su alrededor.

 

Adam tragó saliva, sintiendo la pesadez de sus emociones comenzar a aflojarse, aunque no desaparecían del todo. Miró a Eva, buscando algo en ella, una respuesta, una certeza que él mismo no podía encontrar. Sabía que ella tenía razón en cierto modo; los animales siempre habían sido sus guías, sus señales de lo que estaba por venir. Pero en ese momento, se le hacía difícil creer en esos pequeños indicios cuando todo a su alrededor parecía estar en ruinas.

 

Eva, como si leyera sus pensamientos, añadió suavemente: “Si no estás seguro, puedo bajar esta tarde al lago y ver cómo han construido sus nidos los pájaros. Pero estoy segura que están lejos del agua y que construyeron sus nidos con techo. Definitivamente lloverá”

 

Adam respiró hondo, su pecho subiendo y bajando con el peso de todo lo que sentía. La idea de que Eva tuviera que hacer más, que tuviera que preocuparse aún más, lo hizo sentirse aún peor. Quería protegerla, proteger a sus hijos, pero todo lo que había hecho parecía haber sido en vano.

 

Eva, sin embargo, no se detuvo. “Y si aún no estás convencido,” dijo con una pequeña sonrisa, “puedo bailar con todas mis fuerzas para atraer buenas cosechas.”

 

Fue esa última frase la que rompió algo en Adam. El absurdo de la imagen, Eva bailando en medio de los sembradíos destruidos, lo hizo comprender lo que ella realmente intentaba decir. No se trataba solo de zorros, sapos o aves.

 

Adam levantó una mano, colocando sus dedos sobre los de Eva, deteniéndola antes de que pudiera decir algo más. “No, Eva,” murmuró, su voz quebrada, pero llena de una nueva comprensión. “No necesitas hacer nada de eso. Entiendo tu punto.”

 

Eva sonrió. “Todo estará bien,” susurró, acariciando su mejilla con un toque que prometía que, sin importar lo que pasara, siempre estarían juntos en esto.

 

Adam cerró los ojos, permitiendo que las palabras de Eva lo envolvieran, dejando que su rabia se disipara, reemplazada por una calma que no había sentido en mucho tiempo.

 

El resto del día fue agotador, algo ya común en su vida cotidiana. Se quedaron trabajando en la tierra destruida, preparándola para que descanse y este lista para la siguiente siembra. Y cuando el sol comenzaba a ponerse Adam y Eva emprendieron el camino de regreso a la cueva, cargando con lo poco que habían podido salvar de la cosecha.

 

El ambiente era pesado, el cansancio de un día difícil se sentía en cada paso que daban. Los niños, exhaustos, caminaban en silencio, sus pequeñas manos aferradas a las de sus padres.

 

Adam sentía un peso en el pecho, una mezcla de culpa y frustración que no podía sacudirse. A medida que avanzaban, la mente de Adam volvía una y otra vez a la conversación que había tenido con Eva en los sembradíos. Su esposa había sido fuerte, mucho más de lo que él se sentía en ese momento, y eso le dolía.

 

Cuando llegaron a la cueva, Adam se sentó frente al fuego, observando cómo Eva preparaba la comida con los escasos ingredientes que les quedaban. Los niños se acomodaron junto a él, acurrucándose en su regazo mientras él les acariciaba el cabello.

 

Esa noche, después de que los niños se durmieron, Adam salió de la cueva, sintiendo la necesidad de estar solo por un momento. El cielo estaba despejado, las estrellas brillaban con una intensidad que contrastaba con la oscuridad de su ánimo.

 

Adam respiró hondo, sintiendo cómo el aire fresco de la noche llenaba sus pulmones. Tal vez no podría cambiar lo que había sucedido, pero aún tenía a Eva y a sus hijos. Y mientras los tuviera, había algo por lo que luchar.

 

Probablemente no sería la última vez que escucharían el canto del Urutau, y aunque el futuro era incierto, al menos sabía que no estaba solo. Regresó a la cueva, donde Eva lo esperaba en silencio. Se acostó a su lado, sintiendo el calor de su cuerpo contra el suyo. Y aunque las palabras no se dijeron, ambos sabían que el camino sería difícil, pero lo enfrentarían juntos, como siempre lo habían hecho.

 


 

Presente.

 

Angel Dust y Husk corrían, con sus sentidos agudizados por el peligro que representaba estar en el torneo. Había decidido retirarse, la locura de enfrentar a Adam no valía el riesgo. Sus amigos eran más importantes que cualquier recompensa o maldito torneo.

 

Pero justo cuando estaban a punto de salir, un rugido colectivo se levantó delante de ellos. Una masa de pecadores, atraídos por las explosiones y la antorcha azul que les marcó la presa, se lanzó sobre ellos. Angel Dust sintió cómo sus piernas eran engullidas por esa ola de cuerpos desesperados, y en un parpadeo, fue arrastrado con ellos.

 

“¡Mierda, no, no, no!”, gritó Angel Dust, luchando por liberarse, sus múltiples brazos disparando en todas direcciones, pero los pecadores seguían apretando y tirando.

 

Husk agarró a Angel por los brazos, intentando levantarlo en medio del caos. Y por un momento, pareció que podrían escapar. Pero entonces, algo frío y fuerte agarró la pierna de Angel Dust. Una garra o una cadena, él no podía saberlo, pero sintió el tirón brutal que lo hizo perder el equilibrio y soltarse de su amigo.

 

“¡Noooo!”, exclamó mientras caía, su cuerpo girando en el aire antes de impactar contra el suelo con un crujido seco.

 

Sintió como él dolor explotó sobre su espalda y sus extremidades. Dejando escapar un grito desgarrador mientras su cuerpo rebotaba y rodaba por el terreno antes de detenerse, arrastrado unos metros más allá.

 

Temblando y jadeando, Angel Dust se forzó a ponerse de pie. Su cabeza zumbaba, y todo su cuerpo protestaba con dolor. Su mente, nublada por el miedo y la confusión, apenas podía enfocarse en lo que acababa de pasar.

 

"¿Qué demonios fue eso...?" pensó, intentando sacudir la niebla de su mente.

 

De repente, un portal dorado se abrió frente a él, y su corazón dio un vuelco cuando vio a Adam emerger de este. Con una silueta imponente, cubierto de sangre y polvo, lo hacía parecer más una bestia que un ángel.

 

“Oh, mierda... “, susurró Angel Dust, el terror inundando cada fibra de su ser.

 

El instinto de supervivencia lo empujó a sacar sus armas, los seis brazos apuntando en todas direcciones mientras intentaba mantener la calma.

 

Pero Adam se movió como un rayo. Antes de que Angel pudiera siquiera apuntar, perdió de vista a su enemigo. En un parpadeo, Adam estaba sobre él, el filo de su hacha-guitarra destellando en la penumbra.

 

“¡Espera! ¡No!”, no pudo terminar la frase.

 

Sintió un calor punzante en su tercer brazo izquierdo. Un segundo después, el brazo ya no estaba, cortado limpiamente de su cuerpo. La sangre brotó en un chorro violento, salpicando el suelo y la ropa de Adam.

 

El dolor fue inmediato y cegador. Gritó, sus ojos llenándose de lágrimas mientras la sensación ardiente lo consumía. Era como si su carne hubiera sido rasgada por fuego líquido. Por instinto se tocó el brazo como si con eso pudiera detener la hemorragia.

 

"¡No, no, no, esto no puede estar pasando!", pensó frenéticamente, luchando contra el mareo que amenazaba con consumirlo.

 

“Oh, vaya… parece que ese jodido brazo no era tan fuerte como pensabas”, dijo Adam con una sonrisa torcida, su tono burlón, casi juguetón. Sin embargo, su mirada era vacía, no mostraba rastro de compasión o satisfacción, solo un abismo de indiferencia.

 

Con un grito de furia y desesperación, intentó atacar con sus otros brazos, disparando balas al azar mientras su visión se empañaba. Pero Adam era implacable. En un movimiento brutal, el ángel agarró los dos brazos superiores derechos de Angel Dust y, con una fuerza inhumana, los arrancó de su cuerpo como si fueran ramas secas.

 

El sonido del desgarramiento fue horrible. El chasquido de los tendones y la ruptura de los huesos se mezclaron con el repugnante sonido húmedo de la carne siendo separada. Los dos brazos fueron lanzados lejos, describiendo un arco sangriento antes de caer al suelo. La sangre salpicó en todas direcciones, empapando a Angel y a Adam, mientras los músculos colgaban inertes, balanceándose con la gravedad.

 

“dios, Angel, ¿acaso no te enseñaron a mantener tus extremidades en su lugar?”, se burló Adam, inclinando la cabeza hacia un lado mientras observaba la escena.

 

La expresión en su rostro seguía siendo la misma: vacía, sin emoción real, como si estuviera actuando en un juego del que ya estaba aburrido.

 

Angel Dust gritó, su voz ronca y desgarrada por el dolor insoportable. Sentía que el mundo giraba fuera de control, el dolor era tan intenso que apenas podía respirar. Sus ojos estaban empañados por las lágrimas, su visión era borrosa, y la sangre caliente seguía fluyendo en torrentes desde sus heridas, creando charcos en el suelo.

 

“Deberías haberte quedado fuera del torneo, perra… “, continuó Adam mientras levantaba el mango de su hacha-guitarra.

 

Con un movimiento rápido y decidido, golpeó a Angel Dust en la cabeza. El cráneo de Angel resonó con un sonido sordo, como un tambor roto, antes de que la oscuridad lo envolviera.

 



La cámara en el pecho de Angel Dust capturaba una visión inquietante y caótica de la batalla en el Torneo de la Agonía. La niebla espesa envolvía la escena en una opaca bruma gris. Las imágenes se movían erráticamente, con vibraciones bruscas y flashes de luz que revelaban fragmentos de un combate desesperado.

 

El sonido del tumulto con el crujido de cuerpos aplastándose y el alboroto de la masa de pecadores amenazaban con llevarse a la araña, mientras él intentaba liberarse. Luego vino la sacudida, con interferencia, y cuando volvió la señal la pantalla se encontraba quebrada, se podía escuchar a Angel quejándose e intentando levantarse.

 

De repente, la visión se tornó más borrosa cuando un portal dorado apareció, y la figura de Adam emergió con una presencia imponente y amenazante. Los espectadores sintieron un frio recorrer sus espaldas, surgiéndoles una sensación primitiva de huida, comprendiendo perfectamente la desesperación de Angel Dust, mas no apartaron la mirada.

 

El primer impacto fue brutal: el sonido del acero cortando carne, seguido de un grito desgarrador de Angel Dust, mientras su tercer brazo izquierdo era cercenado limpiamente y la sangre brotaba en un chorro violento.

 

La visión se volvió más errática cuando Adam se movió rápidamente, la cámara apenas logrando captar los movimientos veloces del ángel caido. El sonido de los tendones desgarrándose y los huesos rompiéndose resonó a través del micrófono de la cámara. Los gritos de Angel Dust fueron escalofriantes, su voz llena de agonía mientras los dos brazos eran arrancados de su cuerpo, salpicando sangre en todas direcciones. La cámara capturó el arco sangriento de los brazos volando por el aire antes de caer al suelo.

 

Finalmente, el grito de furia y desesperación de Angel Dust se vio eclipsado por el sonido sordo del golpe final de Adam con el mango de su hacha-guitarra. La cámara captó el momento en que el cráneo de Angel resonó con un sonido roto, y luego, la imagen se volvió completamente borrosa y la transmisión se cortó abruptamente en medio de la oscuridad. De la misma que el de los drones que merodeaban en el lugar.

 

Tanto Alastor como Rosie se quedaron petrificados al ver la brutal escena que se mostró en la televisión, pero lo que realmente perturbó a Alastor fue la mención de que Charlie estaba en la niebla. Un tic nervioso comenzó a formarse en su ojo derecho, un signo sutil pero revelador. Charlie, la encantadora y testaruda princesa del Infierno, podría estar en un peligro mortal.

 

La mera idea de que ese maniático emplumado pudiera poner fin a la vida de Charlie, de quien aún no había podido reclamar el trato, lo llenó de una ira fría que burbujeaba bajo la superficie.

 

Alastor y Rosie intercambiaron una mirada cargada de tensión. Sin decir una palabra, Alastor comenzó a retirar la intravenosa que le suministraba sangre fresca. Que le daba una sensación de alivio contrarrestando los escalofríos, la piel fría y sudorosa, junto a la ansiedad, que lo había asaltado antes, como síntomas a la pérdida de sangre.

 

Rosie, siempre perceptiva, se apresuró a ayudarlo, sus dedos ágiles retirando la vía con cuidado pero con rapidez.

 

“Vaya, veo que la princesa del Infierno es muy importante para ti,” comentó Rosie con una sonrisa ligera pero inquisitiva, mientras limpiaba con delicadeza la pequeña herida en el brazo de Alastor.

 

Alastor soltó una carcajada suave, aunque algo forzada.

 

“Ya sabes, es una muchachita tan talentosa, sería un desperdicio que muriera,” respondió con su característico tono de locutor, pero había un filo en sus palabras, una preocupación latente que trataba de ocultar bajo su habitual fachada.

 

Rosie lo observó por un momento, percibiendo la dualidad en sus palabras. Luego, una sonrisa comprensiva se dibujó en su rostro.

 

“Está bien, como cortesía por las jugosas carnes de ángeles que recibí, le enviaré algunos de mis caníbales. Harán lo que puedan para intentar sacarla de ahí,” ofreció con voz suave.

 

Alastor inclinó ligeramente la cabeza en señal de agradecimiento, su sonrisa volviendo a su lugar habitual, pero sus ojos seguían enfocados en la pantalla, donde la transmisión había dejado de emitir.

 


Valentino observaba la escena desde la televisión sus ojos entrecerrados en un gesto de ligera molestia. Al sentir la conexión que lo unía a Angel Dust tambalearse, reaccionó de inmediato. El alma de Angel Dust no podía ser destruida por el acero angelical porque ya no le pertenecía por completo, y Valentino siendo su dueño debía elegir. Ladeó ligeramente la cabeza hacia un lado, pensativo, y con una sonrisa cínica en sus labios, murmuró para si mismo.

 

“Esta bien putita, solo porque me haces ganar mucho dinero”

 

Y a través del poder que le concedía el contrato, Valentino realizó un intercambio: eligió otra alma de su dominio, sacrificando a otro pecador para que el acero angelical lo destruyera en lugar de Angel Dust. Manteniendo su alma intacta, pero marcada por la cicatriz de la herida.

 


 

Charlie corría a través de la niebla densa, su respiración acelerada sincronizándose con los latidos de su corazón, que retumbaban con fuerza en su pecho. A pesar de las advertencias de Vaggie, había insistido en que se separaran, creyendo firmemente que si todos buscaban en diferentes direcciones, encontrarían a Angel Dust más rápido. Pero ahora, no podía evitar sentir una punzada de arrepentimiento.

 

En un movimiento rápido y casi automático, se detuvo en seco al sentir algo en su espalda. Miró por encima del hombro y vio un pequeño escarabajo, sus patas diminutas moviéndose lentamente sobre la tela de su chaqueta.

 

“Todo estará bien”, sonrió débilmente al insecto, tratando de tranquilizarse. Aunque la duda persistía en su mente.

 

Fue entonces cuando la voz de Adam rompió el silencio. Era profunda y teñida de burla, resonando a través de la niebla como si proviniera de todas partes a la vez.

 

“¿Qué hace la princesita arco iris en un lugar como este?”

 

Charlie se quedó helada, sus músculos tensándose por el miedo. El sonido de su voz le hizo recordar el dolor, el terror de su último encuentro, y la pérdida de su amigo Sir Pentious. Pero rápidamente, se obligó a recordar por qué estaba allí. No podía dejar que el miedo la paralizara.

 

Entonces comenzó a moverse en la dirección de la voz, aunque con pasos cautelosos.

 

“Adam, lo siento” su voz, llevaba un rastro de la vulnerabilidad que trataba de ocultar. “No quería que esto terminara así. No quería que Niffty te apuñalara. Fue un accidente, pero eso fue porque tú insististe en atacar el hotel.” Hizo una pausa, como si esperara que sus palabras encontraran algún eco en él, algo que indicara que la estaba escuchando.

 

La risa de Adam resonó de nuevo, una mezcla de humor oscuro y cinismo que hizo que un escalofrío recorriera la espalda de Charlie. No podía verlo, pero sentía su presencia cada vez más cerca.

 

“¿En serio viniste hasta aquí para disculparte? ¡Qué perra tan jodidamente adorable!”

 

El miedo golpeó a Charlie, haciéndole tambalearse por un momento, pero se obligó a seguir hablando.

 

“Adam, empecemos de nuevo. No tienes que seguir haciendo esto. No tienes que matar a más pecadores,” dijo con voz más suave, llena de compasión. “Puedes venir conmigo al hotel. Mi padre... mi padre puede hablar con el Cielo, puede decirles que estas aqui y llevarte de vuelta. Es como una segunda oportunidad”

 

Hubo un silencio, pero no uno pacífico. Era un silencio cargado, tenso, como el momento justo antes de que una tormenta se desatara. Charlie sostenía el escudo de acero angelical con fuerza, listo para defenderse, pero una parte de ella, la que siempre veía lo mejor en los demás, seguía esperando que las cosas no llegaran a eso.

 

De repente, la niebla pareció moverse como si algo grande se deslizara a través de ella. Charlie levantó su escudo instintivamente, sus ojos escaneando frenéticamente la espesa bruma a su alrededor.

 

“Una segunda oportunidad…” murmuró Adam, casi para sí mismo. Luego, la burla regresó con fuerza. “Eres jodidamente buena para este lugar, perra. Demasiado buena… y demasiado tonta.”

 

Charlie sintió una punzada de dolor ante sus palabras. El sonido de un movimiento repentino cortó el aire, y Charlie se preparó para lo peor. Pero en lugar de un ataque, todo quedó en un extraño silencio. Siguió avanzando lentamente, con su corazón acelerado y su mente llena de preguntas. ¿Podía realmente ayudar a Adam? ¿O estaba condenada a fracasar, como tantas veces antes?

 

Pero no importaba, pensó. Porque si había siquiera una mínima posibilidad de que pudiera salvarlo, de redimirlo, entonces valía la pena intentarlo.

 

De repente, algo atravesó la neblina. El cuerpo de Ángel Dust cayó frente a ella con un sonido sordo y espeluznante, como un saco de carne que se desmoronaba. El grito que salió de la boca de Charlie fue desgarrador, una mezcla de horror y desesperación.

 

Angel Dust estaba reducido en un estado lamentable. Su brazo izquierdo inferior sangraba profusamente. Los dos brazos derechos superiores estaban en un estado aún peor, colgando inútilmente, con músculos desgarrados y huesos expuestos que asomaban grotescamente entre la carne rota. La visión era un golpe directo a su estómago, un recordatorio crudo de la brutalidad de Adam.

 

Charlie sintió que su mundo se desmoronaba en ese instante. La culpabilidad la golpeó con la fuerza de un huracán. ¿Cómo había permitido que esto sucediera? El terror por su amigo la consumió, haciendo que su cuerpo se moviera casi por instinto, arrojando su escudo al suelo y corriendo hacia él. Todo lo demás desapareció en su mente; solo importaba llegar a Ángel Dust, ayudarlo y salvarlo.

 

Justo cuando estaba a punto de tomar el cuerpo de su amigo, la niebla se abrió de golpe, revelando a Adam. Su figura imponente emergió como una sombra oscura en medio de la bruma, y por un momento, el corazón de Charlie pareció detenerse. La neblina no se apartó por el poder de Adam, sino por la fuerza bruta que impulsaba su hacha-guitarra, que venía directamente hacia su cuello.

 

Charlie sintió el aire cortar alrededor de ella, y su mente se llenó de un solo pensamiento: Lo arruiné. Había dejado su escudo, se había expuesto, y ahora iba a pagar el precio. Iba a morir, y no había nada que pudiera hacer para evitarlo. Todo lo que había intentado, toda su lucha, se desmoronaba en un segundo. La desesperación se apoderó de su corazón mientras veía la hoja acercarse, y por un instante, se resignó a su destino, sabiendo que no tenía tiempo suficiente para escapar.

 

 

Notes:

:)
Hola. Espero que les haya gustado el capítulo.

Gracias por el apoyo, los kudos y los comentarios. Realmente son una motivación para seguir escribiendo esta historia. ¡Diablos, capítulo 15! Yo juraba que iba a llegar como máximo al capítulo 5, y eso es gracias a ustedes. ^^

Me sentí mal por Angel Dust en este capítulo. Sigue, Adam, tu sigue y ya no van a querer recibirte en el hotel. ^^”

Ahora sí, a lo que vine. Algunas explicaciones sencillas:

El Urutau es un ave considerada de mal augurio en algunos lugares, con un canto melancólico a mi parecer.

Explicándolo de forma sencilla, las terrazas son un método de cultivo antiguo, como cultivos en graderías hechas en montañas.

Animales como el Yaca Yaca, el zorro, el sapo, la lagartija, etc., son indicadores biológicos utilizados en la agricultura empírica en algunos lugares. Investigar un poco sobre esto fue interesante.

Con respecto a la otra parte de la historia:

Como ya se mencionó en el capítulo, aquellos pecadores que son alcanzados por acero angelical, pero que vendieron sus almas, no pueden ser destruidos fácilmente, porque sus almas no les pertenecen. El dueño de esa alma puede ofrecer otra alma equivalente para que esta sea destruida en lugar del pecador, pero obviamente quedarán las secuelas, como la herida, el dolor, etc. Lo que sucede es que ningún Overlord haría algo así por un alma inferior, así que simplemente los dejan morir.
Esa respuesta estuvo frente a mí todo el tiempo, y me costó 15 capítulos poder establecerla. Soy bastante lento.

Chapter 17: CAPITULO 16

Chapter Text

Adam prefería no pensar en la sangre roja que se derramaba sobre él y que amenazaba con ponerlo nervioso. Pero, ¿qué importaba? ¿No? Adam apenas sentía el dolor en su costado, la fiebre que le quemaba las entrañas o el latido punzante que amenazaba con hacer estallar su cabeza. Esos eran solo detalles insignificantes, zumbidos en el fondo de su mente mientras se preparaba para su pequeño espectáculo.

 

Porque, claro, no era solo un ángel caído y hecho mierda. No, Adam también era un artista, un maldito showman. Y tenía una audiencia muy especial hoy.

 

Con un movimiento brusco, casi casual, lanzó el cuerpo de Ángel Dust hacia adelante, dejándolo caer como un saco de carne rota justo frente a Charlie.

 

El sonido del impacto fue perfecto. Ni demasiado fuerte ni demasiado suave, justo lo suficiente para que el corazón de la princesita saltara en su pecho como un conejo asustado. Lo vio todo, esos grandes ojos llenándose de terror y tristeza al instante. Exactamente como él lo había planeado. Y ahí estaba la reacción que esperaba: Charlie, la estúpida idealista, dejó caer su escudo y corrió hacia su amigo caído. Se olvidó de todo, excepto de él.

 

Patético.

 

Adam sintió un retorcido placer al ver la angustia en el rostro de Charlie. Pero no era suficiente. El juego no había terminado. No, ni por asomo. Alzó su hacha-guitarra, y la lanzó hacia el cuello de la mocosa, con un impulso que hizo que la niebla se apartara como si tuviera miedo. Porque esto iba a ser rápido, iba a ser brutal, y maldita sea iba a disfrutarlo.

 

"¡Sorpresa, cariño!" gritó Adam, con ese tono burlón tan característico suyo. "¿De verdad pensaste que íbamos a tener una charla tranquila sobre tus sueños de paz y amor?”

 

Pero justo en ese momento, como el jodido guardián que era, Vaggie apareció de la nada. Se abalanzó con su lanza, intentando detener lo inevitable. La punta de la lanza chocó con su hacha, y por un segundo, solo un segundo, logró frenar el golpe mortal.

 

"¡No la toques, cabrón!" gruñó Vaggie, su voz llena de furia. Estaba claramente dispuesta a hacer cualquier cosa para proteger a Charlie, y eso la hacía peligrosa.

 

Adam, por supuesto, no estaba impresionado. Con un empujón brutal, liberó su hacha, enviando a Vaggie volando hacia atrás como si no fuera más que una hoja en el viento. El golpe resonó en su costado herido, pero Adam ignoró el dolor, concentrado en su objetivo.

 

“Adam por favor detén esto”, dijo Charlie, agachándose justo a tiempo para evitar que su cabeza rodara por el suelo.

 

Y ahí estaba, todavía respirando, todavía viva, y maldita sea, todavía aferrada a sus ridículos sueños.

 

“¿De verdad crees que puedes salvar a estas personas, perra?” La voz de Adam salió rasposa, cargada de sarcasmo y dolor reprimido.

 

Porque el dolor estaba ahí, golpeando su cuerpo como un martillo, pero no podía permitirse caer. No todavía.

 

Adam miró a su costado, gruñendo. Una nueva tanda de pecadores se divisó a través de la niebla. Su molestia no era debido a los pecadores si no al tipo de pecadores que se acercaban. Eran del tipo que no sentía nada, ni si quiera el miedo, por lo que nunca se detenían. Siempre apareciendo en monstruosas cantidades. Eran como unos jodidos muñecos de carne sin emociones, controlados por algo. Adam había aprendido a tener más cuidado con estos tipos.

 

“Oh, genial. Aquí vienen los muñecos de carne. Justo lo que necesitaba para alegrar mi maldito día”

 

Y en medio de ese lío, Adam notó algo que se había pasado por alto: una antorcha roja. Si, lo habían encontrado por eso. ¡Carajo!

 

 Con un rugido, Adam golpeó el piso con su puño, haciendo temblar el suelo como si hubiera provocado un terremoto infernal. La tierra se rompió, enviando fragmentos y escombros volando en todas direcciones. Se podía escuchar los gritos de Charlie en el fondo.

 

“¡Eso es para que se queden quietos, perras!” gritó Adam, mientras los pecadores se tambaleaban, cayendo en las grietas recién abiertas.

 

Y para cerrar el espectáculo, Adam desató un rayo de luz angelical desde su hacha, desintegrando a un montón de esos malditos en un solo destello. La luz amarillenta cortó a través de la niebla, reflejándose en las cámaras de los pecadores. Para los drones que transmitían la carnicería en vivo, fue como si una tormenta con relámpagos se desarrollara debajo de ellos.

 

Pero su diversión se desvaneció cuando un dolor ardiente lo atravesó, aún más intenso en su costado. Y no solo allí, ahora sentía una punzada abrasadora en el pecho. ¿Era eso siquiera posible? Lo fuera o no, lo estaba sintiendo. El temor de reavivar ese dolor paralizante en su pecho y alas se instaló en él como una advertencia. Un recordatorio desagradable de que, aunque era el maldito Adam, con todo el paquete, no estaba en su mejor forma.

 

“¡Mierda, mierda, mierda!” masculló entre dientes, mientras sentía cómo la fiebre le consumía el cerebro.

 


 

Vaggie sintió el impacto como una explosión que sacudió todo su ser. El golpe de Adam fue tan potente que la lanzó por los aires, haciendo que perdiera el control.  La niebla, antes espesa y sofocante, se dispersó bruscamente, como si la violencia del golpe hubiera abierto un camino en medio de su trayectoria.

 

El impacto fue brutal. Vaggie se estrelló contra la fachada del hotel con un crujido sordo, sintiendo cómo el dolor se extendía por todo su cuerpo. Su espalda y hombros recibieron el golpe más fuerte, y el aire fue expulsado de sus pulmones con violencia. Una punzada aguda le atravesó el costado, y un sabor metálico inundó su boca. Por un instante, su visión se nubló, y todo lo que pudo hacer fue quedarse allí, atrapada contra la pared del hotel, jadeando mientras su cuerpo intentaba procesar el dolor.

 

Cuando finalmente su visión se aclaró, notó que el hotel estaba envuelto en la niebla. Frunciendo el ceño, Vaggie se obligó a levantarse, sacudiendo la cabeza para despejar el aturdimiento. Tenía que moverse, tenía que encontrar a Charlie.

 

Pero antes de que pudiera siquiera pensar en su siguiente movimiento, algo captó su atención. Una onda de luz angelical, brillante y afilada como una cuchilla, que cortaba a través de la distancia. Vaggie apenas tuvo tiempo de reaccionar; sus instintos de soldado se activaron y se lanzó hacia un lado, rodando por el suelo mientras la luz atravesaba el espacio que había ocupado segundos antes. El corte impactó contra el hotel, y un estallido de energía sacudió la estructura. Vaggie sintió una mezcla de enfado y temor. Sabía que ese ataque provenía de Adam. Solo él podía manipular la luz de esa manera, cortando a través de la niebla.

 

“Maldito seas, Adam”, murmuró Vaggie entre dientes, levantándose de nuevo.

 

Con un movimiento rápido, activó su comunicador. La urgencia en su voz era palpable mientras informaba a los demás.

 

“¡Adam ha encontrado a Charlie!” gritó, con la respiración aún entrecortada por el dolor. No podía permitir que Adam lastimara a Charlie más de lo que ya lo había hecho. Tenía que detenerlo, a cualquier costo.

 

Se preparó para lanzarse de nuevo hacia el caos, pero algo en el borde de su visión la hizo detenerse. Escarabajos. Varios de ellos descansaban en la fachada del hotel, pequeños y casi imperceptibles, pero Vaggie los reconoció de inmediato. Sabía que esos escarabajos no eran simples insectos. La alarma resonó en su mente, pero Charlie era su prioridad. Los escarabajos eran una amenaza, sí, pero ahora no podía distraerse con ellos.

 


 

Entre todo el caos, Charlie vio una oportunidad y no la desperdició. Aprovechando la distracción, corrió hacia Angel Dust. Si lograba sacarlo de allí, podría poner fin a toda esa operación de rescate.

 

Cuando finalmente llegó a su lado, ignoró el hedor a sangre y la visión desgarradora de sus heridas abiertas. Lo levantó como pudo, sosteniendo su cuerpo con todas sus fuerzas, y comenzó a correr, luchando por mantener el equilibrio mientras arrastraba su escudo. Pero el impacto del golpe de Adam la hizo tambalearse, casi perdiendo el control.

 

Sin embargo, Charlie no estaba dispuesta a abandonar a Angel Dust. Con un gesto desesperado, lo abrazó con más fuerza, determinada a protegerlo a toda costa. No importaba lo que sucediera, no lo dejaría atrás.

 


 

Adam observó como Charlie se aferraba a Angel Dust como si su vida dependiera de ello,  y le pareció tan ridículo que no pudo evitar sonreír. La maldita heroína estaba cubierta de polvo y escombros, protegiendo a su amigo con su escudo, como si eso fuera suficiente.

 

Adam no estaba dispuesto a dejar que Charlie saliera con vida. Sus alas, aunque quemadas en algunos puntos, se desplegaron con un brillo que atravesaba la niebla como un par de faros en la oscuridad.

 

Pero antes de que pudiera hacer más, algo saltó por su espalda. Era la enana.

 

“¡Apuñalar, apuñalar!”, gritó la pequeña en tono maniático, blandiendo una daga de acero angelical.

 

Adam sintió un escalofrío recorrer sus plumas, erizándolas instintivamente. Él reaccionó con rapidez. En un movimiento tan fluido como violento, agarró a la pequeña demonio por el brazo y la lanzó al suelo con tal fuerza que la tierra se agrietó bajo ella.

 

“¡Vaya! ¡Eso debió doler! Nah la perra se lo merecía”, dijo Adam, observando el crater que se había formado.

 

“¡Niffty! ¡No!” Los gritos de Charlie se alzaron por encima del caos.

 

Caos que fue aprovechado por el gato volador, quien se lanzó desde el cielo para recoger el cuerpo de Angel Dust, y con un movimiento preciso, se lo llevó, perdiéndose en la niebla.

 

Adam estaba apunto de volar hacia Husk alistando su hacha - guitarra para partirlos por la mitad junto a la araña. Quería hacerlo frente a la mocosa, para causarle mas sufrimiento. Maldita sea, eso seria jodidamente placentero. Pero antes de que pudiera actuar, las bombas de Cherri Bomb explotaron en el aire, arrojando su hacha por la fuerza de la explosión.  Con un gruñido, y la paciencia al límite, Adam disparó un rayo de luz angelical, desintegrando a Cherri Bomb sin darle la oportunidad de huir, y dejando a Charlie horrorizada quien estaba a punto de escapar.

 

Por su parte Niffty aún el suelo, medio consciente. Como último recurso, tomó el arma de Adam que yacía en el suelo y corrió con todas sus fuerzas, perdiéndose en la niebla. Pero lo que ella no pudo prever es que unos pequeños escarabajos ya estaban posados en el arma y en su brazo. Su única pupila se agudizó al percatarse de ello. Los escarabajos brillaron inocentemente, pero un instante después emitieron un chirrido seguido de una explosión de luz y carne. Los restos de Niffty volaron por los aires, con su extremidad superior derecha esparcida en una nube de sangre y vísceras. La carne y los huesos quedaron dispersos por todas partes, y parte de su rostro fue desintegrado, revelando fragmentos de cráneo y tejido cerebral en una visión grotesca.

 

Niffty yacía en el suelo con la mirada vacía, su cuerpo destrozado e irreconocible.

 


 

La niebla comenzaba a disiparse, revelando la devastación que Adam había dejado a su paso. Los gritos de dolor y el olor a sangre saturaban el aire, creando un escenario que solo podría describirse como el infierno en la Tierra, o mejor dicho, el infierno en el infierno. Vaggie había llegado justo a tiempo para presenciar el caos. Su corazón latía con fuerza mientras sus ojos recorrían la escena, sabiendo que debía intervenir, pero lo que veía superaba cualquier expectativa.

 

Sin su hacha-guitarra, Adam contraatacó con un golpe dirigido a Charlie. La joven princesa, sin más opciones, liberó su forma demoníaca. Cuernos rojizos y oscuros emergieron de su cabeza, mientras la esclerótica de sus ojos se teñían de un rojo brillante y sus pupilas se rasgaban. Con su brazo demoníaco, detuvo el golpe de Adam, pero apenas lo logró.

 

Porque Adam no era un enemigo cualquiera. Era un comandante, y aunque Charlie quiza podría igualarlo en poder, carecía de la experiencia y el control necesario para enfrentarlo. Adam observó el brazo demoníaco de Charlie con una mezcla de rabia y desprecio. Era el mismo brazo que lo había detenido en su último exterminio, la misma fuerza que había llevado a su caída. Y eso lo enfureció aún más.

 

“¿De verdad crees que puedes detenerme con esa maldita cosa?”, gruñó Adam, sus ojos ardiendo con una luz peligrosa.

 

Charlie intentó mantener la guardia, pero Adam fue implacable. Con un movimiento rápido, desvió el brazo demoníaco de Charlie y utilizó la inercia de su propio cuerpo para someterla al suelo. Charlie cayó con un estruendo que hizo temblar el suelo. Sin perder un segundo, Adam se lanzó sobre ella, decidido a arrancar ese brazo demoníaco de su cuerpo de una vez por todas.

 

Charlie luchaba con todas sus fuerzas, pero el peso de Adam y su brutal experiencia la superaban. Con una sonrisa cruel, Adam se preparó para dar el golpe final.

 

Fue en ese momento cuando Vaggie decidió actuar. No podía quedarse de brazos cruzados mientras su amada era destrozada. Con la rapidez y precisión de una soldado, se lanzó hacia Adam. Sabía que la fuerza bruta no sería suficiente; debía que usar su habilidad y experiencia para desviar la atención de Adam y salvar a Charlie.

 

“¡Charlie!”, gritó Vaggie, su voz cortando a través del caos mientras cargaba hacia ellos.

 

Adam se giró, apenas registrando la amenaza. Vaggie usó su agilidad para esquivar un golpe de Adam y lanzó una patada rápida a su costado, obligándolo a soltar a Charlie. Seguido a ello un estruendo y una sombra gigante atrapó a Charlie y se la llevó desapareciendo tras la niebla.

 

Adam retrocedió, más sorprendido que herido, mientras Vaggie se colocaba entre él y por donde Charlie había desaparecido, su lanza en alto, lista para defenderla si es necesario.

 

Adam gruñó, irritado por la interrupción.

 

“¿Ustedes dos también quieren morir, perras?”, espetó, preparándose para otro ataque.

 

Vaggie no retrocedió. Sabía que no podía igualar a Adam en fuerza, era demasiado tonto pensar que si.

 

“¡Eres un maldito idiota orgulloso!”, gritó Vaggie, con su voz temblando de rabia, “¡No sabes cuándo alguien intenta ayudarte! ¡Tu enfermedad no te permitirá soportar tanto y terminarás muriendo!”

 

Vaggie supo que sus palabras habían atravesado a Adam como una flecha. Ya que este se detuvo en seco, sorprendido, su cuerpo aún en posición de ataque, pero con una vacilación visible.

 

Vaggie no lo dejaría reaccionar.

 

“Te ves terrible, Adam”, dijo Vaggie, su voz ahora más suave, pero cargada de gravedad “Has estado en el infierno demasiado tiempo, y tu enfermedad está empeorando. Si sigues así, morirás. No tienes a dónde ir, más que al hotel, pero nadie, ni siquiera Charlie, te quiere ahí. Y con el daño que le estás causando ahora... menos. ¡Morirás solo, como un perro abandonado!”, escupió las últimas palabras con desdén.

 

Por un instante, Vaggie creyó que Adam reaccionaria con ira ante sus palabras, pero en cambio, su mirada se suavizó, su expresión cambió de furia a confusión. Era como si la realidad de su situación lo golpeara como un martillo. Entonces la rabia de Adam se desvaneció lentamente de sus ojos, reemplazada por un cansancio profundo y una tristeza que ya no pudo ocultar.

 

Oportunidad que fue aprovechada por los caníbales, quienes agarraron a Niffty, y poco después a Vaggie, perdiéndose en la niebla. Adam no hizo nada al respecto, en cambio, dejó que el manto blanco lo cubriera. Finalizando el Torneo de la Agonía por ese día.

 


 

El aire era denso, tan cargado que parecía querer ahogarlo, aunque claro, el verdadero asesino no era el aire, sino su propia mente.

 

Adam estaba hecho un ovillo sobre las sábanas andrajosas que lo envolvían. Sus alas lo abrazaban con fuerza, como una manta cálida, pero no había suficiente calor en el universo que pudiera disipar el frío que sentía dentro.

 

Su respiración era un desastre, entrecortada y temblorosa. No podía concentrarse en nada más que en la sangre, esa maldita sangre roja que le recordaba cada desgracias, cada pérdida.

 

“Vamos, imagina que es verde… o azul… ¡Qué más da, que sea un puto arco iris si eso te ayuda!”, apretando los ojos con fuerza.

 

Su truco era eficiente en el momento de la batalla, pero después, ese truco fallaba. Las emociones reprimidas se desbordaban, arrastrándolo hacia un abismo de terror y angustia que lo ahogaba lentamente.

 

“Morirás solo, como un perro abandonado”

 

Esa maldita voz resonaba en su mente, cruda, burlona, una sentencia que lo golpeaba sin piedad. Apretó los dientes, pero no pudo evitar que sus labios temblaran al recordar esas palabras.

 

Siempre terminaba solo y abandonado. Era una maldición que lo seguía, un eco interminable que perforaba su alma ya de por sí rota. Una risa amarga y sin alegría escapó de su garganta, tan rota como él.

 

“Quizá tenga razón. Quizá… sí, ¿Por qué no morir ahora? Dejar de luchar, dejar de pretender que aún tengo fuerzas cuando no queda nada en este miserable cascarón” Se apretó las alas contra sí mismo, buscando un consuelo que sabía que no iba a encontrar.

 

El cansancio era abrumador, más allá de lo físico. Era un agotamiento que calaba en sus huesos, en su alma ¿Cómo era posible estar tan cansado, sentirse muerto, y seguir respirando?

 

Con un esfuerzo doloroso, aún temblando, se levantó. Cada músculo dolía, cada movimiento era una lucha contra el agotamiento que lo devoraba por dentro. Se quitó el camisón, dejando caer la prenda al suelo. Se obligó a mirarse al espejo. Allí estaba. Las heridas en su pecho, algunas aún frescas, con coágulos oscuros en las más profundas.

 

La mancha negra que había empezado en su costado ahora se extendía como una plaga en su pecho, contaminando las heridas hechas por acero angelical. No pudo evitar temblar en respuesta, apoyándose en el espejo derrotado.

 

“El Síndrome de caída y ascenso… Vaggie tiene razón, ¿no? Terminaré como un perro, muriendo solo, en este maldito lugar." Sus dedos rozaron la mancha, con una mezcla de asco y resignación. "¿Qué se siente estar tan jodido, Adam? ¿Tan roto que ni siquiera puedes odiarte a ti mismo con propiedad?"

 

Ojalá hubiera muerto antes. Ese pensamiento lo golpeo con fuerza.

 

“Si… Ojalá hubiera muerto aquella vez que perdí ante Lucifer. Al menos, Lute habría estado ahí. Al menos, alguien habría llorado por mí. Y no se habría sentido tan solitario” Cerró los ojos, luchando contra las lágrimas que amenazaban con salir. “Pero no. Aquí estoy solo, como siempre”

 

El nudo en su garganta se hizo casi insoportable. "¿Crees que a alguien le importará cuando mueras de verdad? ¿Crees que el cielo siquiera lo notará? ¿Sera...? Nah, a ella siempre le importé un carajo. Nunca fui suficiente, ¿verdad?" Se rió de nuevo, un sonido hueco y vacío que no hacía más que aumentar el peso en su pecho.

 

"¿Y Uriel? No, tampoco. Él debe estar decepcionado conmigo ahora. Qué sorpresa, ¿eh?” Se tapó la boca, intentado no soltar los quejidos que se acumulaban en su garganta. “Y si muero, ¿Eva estará ahí? ¿Alguno de mis hijos?" El dolor en su pecho se hizo aún más agudo. Le dolía el corazón.

 

*“No nos perderás, Adam. Mientras estemos juntos, podremos superar cualquier cosa. Yo creo eso”*

 

Pero nunca mas volvieron a estar juntos…

 

Las lágrimas se asomaron por sus mejillas. ¿Por qué tenía que recordar justo esas palabras? Detestaba el infierno por despertar esos recuerdos en él. Recuerdos que le llenaban de dolor como un recordatorio de que alguna vez no estuvo solo. Cuan miserable se sentía ahora.

 

Se dejó caer de nuevo en las sábanas, sus alas envolviéndolo en un intento desesperado de protegerlo de su propia mente.

 

"Al final... no soy más que eso, ¿verdad? Un perro, sin hogar, esperando el final... nuevamente solo."

Chapter 18: CAPITULO 17

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Pasado: Después del juicio de Adam y Sera

 

Lute esperaba fuera del Sectum Celestial con sus brazos cruzados y su postura rígida como siempre. Si bien su rostro permanecía neutral, casi inalterable, el juicio resonaba en su mente una y otra vez. Su alteza Sera y Sir Adam habían sido juzgados por el Consejo Celestial tras la revelación de los exterminios. Para su suerte, aunque temporalmente, los exterminios no fueron anulados.

 

Ahora Lute esperaba que su comandante saliera de la reunión que tenía con Sera. Y cuando las puertas se abrieron y Sir Adam apareció, algo en su semblante estaba apagado. Caminaba en silencio, con la cabeza ligeramente inclinada, y con una expresión que rozaba la tristeza. Sus ojos se encontraron brevemente con los de Lute, pero no intercambiaron palabras. Era como si el peso de todo lo que había sucedido los hubiera vuelto mudos.

 

Entonces Adam se dirigió a un rincón apartado, donde el cuerpo de la exorcista fallecida yacía envuelto en sábanas blancas. Sin decir nada, la levantó con cuidado, y sin previo aviso, desplegó sus alas elevandose en el aire. Lute lo siguió inmediatamente. Sus pensamientos eran una maraña de emociones que no se permitía sentir por completo.

 

La muerte de su hermana exorcista era un dolor que no podía, o no quería, procesar. Su entrenamiento la había moldeado para ser implacable, para no ceder ante las emociones. Y así había sido: severa y estricta. No dudaba castigar y dejar atrás a cualquiera de las exorcistas que desobedeciera sus órdenes o las de Sir Adam.

 

Pero ahora, algo se agitaba en su interior.

 

“Qué diablos es esto ¿Sentimentalismo? ¡Qué ridículo!”, se reprendió a si misma, “Deja de verte tan débil Lute”

 

Finalmente, sus pies se posaron en el vasto jardín de Sir Adam, un lugar que, a pesar de su belleza, se sentía impregnado de una melancolía que Lute no podía comprender del todo.  Sin una palabra, Adam comenzó a cavar en la tierra, sus manos trabajando con una fuerza que solo podía ser impulsada por una profunda necesidad de hacer algo, cualquier cosa, para dar sentido a lo que había ocurrido.

 

Lute se quedó de pie a un lado, observando.

 

“Comandante,” dijo finalmente, rompiendo el silencio, “esto podría traerle problemas. No estoy segura de que sea… permitido.”

 

Sir Adam se detuvo por un momento, limpiando el sudor de su frente con el dorso de la mano, y luego la miró, con una chispa de su viejo yo regresando a sus ojos.

 

“Estas son mis putas tierras, Lute. A nadie le interesa lo que haga con ellas. Y ella fue mi jodida exorcista, lo que yo haga con sus restos a nadie le incumbe” Su tono era firme, con una especie de desafío que ella conocía bien.

 

Lute asintió, observando cada uno de sus movimientos con una mezcla de curiosidad y desconcierto. Luego, fijó su mirada en el cadáver de su hermana. Era extraño ver el cuerpo de un ángel muerto, todavía intacto. Quizás era debido a que no había culminado su ciclo, por tal razón, su cuerpo no se había desvanecido. Se había ido prematuramente. Prematuramente… ¿Por qué eso se sentía tan triste?

 

Finalmente, cuando Sir Adam terminó de hacer el hueco, bajó el cuerpo de su hermana con cuidado al suelo y, sin mirarla, comenzó a hablar.

 

“No se ha podido encontrar la maldita cabeza de Candy Butt,” gruñó con su voz cargada de frustración. “Al menos, aquí, nadie le verá así.”

 

Lute se mantuvo en silencio, observando cómo el ángel se inclinaba sobre el cuerpo y comenzaba a arreglar las sábanas alrededor de la exorcista. Había una ternura en sus movimientos que no esperaba de alguien como él, alguien tan tosco y malhablado, alguien que siempre parecía estar a la defensiva.

 

Sir Adam era una caja de sorpresas.

 

Entonces, él alzó la vista y le hizo un gesto para que se acercara.

 

“Vamos, tetas chiquitas,” dijo, su tono más suave, aunque aún impregnado de su habitual actitud. “Ayúdame con las flores.”

 

Lute obedeció, pero mientras comenzaba a colocar las flores alrededor del cuerpo, no pudo evitar sentir cierta incomodidad. Ella había sido creada como un ángel guerrero, un soldado, y nunca había entendido las costumbres humanas sobre la muerte. Para ella, los ángeles cumplían su ciclo y se desintegraban, regresando la energía al núcleo del cielo. Pero esta exorcista... Candy Butt... había sido diferente. Había servido a Sir Adam durante aproximadamente un millón de años, un vínculo que, aunque ella no podía comprender en su totalidad, parecía ser significativo para él. Tal vez ella también sentía lo mismo después de todo eran hermanas que nacieron de un mismo ser.

 

“¿Por qué hace esto, Comandante?” preguntó con cautela, no por curiosidad, sino para entender algo que parecía escapar de su comprensión.

 

Adam no respondió de inmediato. Continuó colocando flores, su expresión ensombrecida por algo más que el cansancio. Cuando finalmente habló, su voz era más suave, casi introspectiva. Como si se lo dijera a si mismo.

 

“No lo sé, Lute. Tal vez es una forma de respetar lo que fue, lo que hizo… o tal vez es solo un capricho humano que aún no he dejado atrás. Pero merecía algo más que ser olvidada en un jodido cuarto vacio.”

 

Lute asintió lentamente, aunque no estaba segura de comprender del todo. Las emociones humanas siempre le habían parecido complicadas, pero había algo en la manera en que Adam arreglaba cada flor, en cómo cuidadosamente colocaba una cruz de madera sencilla sobre la tumba improvisada, que le tocaba de una manera que no esperaba

 

“Coloca las flores como te dije, Lute,”

 

Mientras continuaban trabajando en silencio, Lute se permitió un pequeño pensamiento, uno que nunca antes había tenido. No era algo que los ángeles guerreros solían hacer. Eran soldados, entrenados para luchar y morir, no para detenerse a honrar a los caídos. Pero la idea de que, si algún día muriera, alguien se tomara el tiempo de hacer esto por ella… era reconfortante, incluso si jamás llegara a enterarse.

 

Porque, aunque eran soldados, aunque estaban hechos para luchar y morir, había algo profundamente hermoso en la idea de ser recordado con tanto cariño.

 

Y en silencio, sin que nadie más lo supiera, Lute se permitió esperar que, si alguna vez llegaba su momento y se iba prematuramente, Sir Adam hiciera lo mismo por ella.

 


 

Pasado. Después del último exterminio.

 

Lute permaneció sentada, con su figura firme, en una sala de mármol blanco. El aire estaba cargado con esencias herbales, y alrededor, las piedras angelicales brillaban con la misma intensidad que la luz verde que emanaba del Arcángel Rafael.

 

Él estaba frente a ella, observando con detenimiento su brazo mutilado. Para Lute, resultaba extraño ser atendida directamente por el Arcángel, un honor reservado para pocos. Sabía bien que su autoridad y poder lo convertían en una de las figuras más veneradas del cielo, conocido por su gran bondad y dedicación al servicio de los ángeles nativos y las almas virtuosas. Rafael, quien había enviado a sus mejores sanadores al cuartel para atender a las exorcistas heridas, ahora se tomaba el tiempo para curar su brazo personalmente.

 

“Qué interesante... la situación se tornó tan inesperada”, comentó el Arcángel Rafael, con un toque de ironía en su voz, refiriéndose a la intervención con Lilith. “Lamentablemente, no está en mis manos decidir el destino de la primera mujer humana. Eso le corresponde al consejo celestial.”

 

Ese era el mayor problema para Lute: el consejo celestial. El mismo que, sin un discernimiento más profundo, había optado por anular los exterminios. Tenía que ser una maldita broma. Ahora, seguramente, estarían entretenidos decidiendo el futuro de la reina del infierno.

 

“Esto puede causar algo de incomodidad,” advirtió Rafael, con una sonrisa que intentaba ofrecer un consuelo más calculado que genuino.

 

Lute era un soldado. No necesitaba todo ese protocolo. Aun así, asintió, apretando la mandíbula en anticipación al dolor. Rafael colocó una mano sobre su brazo mutilado, y de inmediato, Lute sintió una corriente de energía cálida fluir desde las piedras angelicales, llenando el aire con un zumbido suave. El dolor inicial fue como una explosión de fuego a través de sus nervios, pero Lute se obligó a mantenerse inmóvil, dejando que su disciplina militar superara la reacción natural de retirarse ante el dolor.

 

Mientras observaba cómo el arcángel Rafael reconstruía su brazo con meticulosa precisión, Lute se sintió atrapada en un torbellino de pensamientos. Cada fibra de músculo, cada hilo de nervio, se entrelazaba bajo los dedos de Rafael, regenerando lo que había sido destrozado. Sin embargo, a pesar del dolor latente en su cuerpo, lo que más la atormentaba era la revelación que acababa de sacudir su entendimiento: los ángeles podían morir por acero angelical.

 

La rigidez de su postura reflejaba la tormenta interior. No podía enfrentarse a la idea de que los suyos pudieran ser tan vulnerables como los pecadores que cazaban. Sabía que los ángeles podían herirse entre sí, que podían lastimarse por su propia mano o por la hoja de acero forjada en el mismo cielo, pero jamás imaginó que estas opciones podían desencadenar la muerte.

 

Recordó con dolor la última batalla, cuando Sir Adam había caído. El acero angelical había sobrepasado su resistencia, y el pensamiento de lo que podría haber hecho para evitarlo la asfixiaba.

 

"Si hubiese sabido...", se reprendió a sí misma, los dientes apretados con frustración. "Si hubiese sido más diligente, más rápida...". La tristeza que Rafael notó en sus ojos se mezclaba con una furia latente, una furia dirigida hacia sí misma por haber fallado en su deber.

 

“Su Alteza, con todo respeto, ¿por qué nadie nos informó que el acero angelical podía matar a los ángeles?” La pregunta escapó de sus labios en un tono que intentaba mantener la compostura, pero que no podía ocultar del todo la amargura que la inundaba.

 

Rafael hizo una pausa en su trabajo, su expresión cambiando a una contemplativa. Sus ojos, normalmente cálidos, adoptaron un matiz más frío mientras consideraba la respuesta.

 

“Sabíamos que el acero angelical podía causar heridas,” comenzó, su voz suave pero con una firmeza calculada. “Pero nunca pensamos que podría llevar a la muerte.”

 

Había en su tono una serenidad inquietante, como si estuviera revelando una verdad que él mismo apenas estaba procesando. Lute frunció el ceño.

 

"¿Cómo es posible que los Primordiales no lo supieran?", pensó, pero antes de que pudiera formular la pregunta, Rafael continuó.

 

"Hubo pruebas…" admitió con su voz teñida de una leve duda. "Un ángel fue herido múltiples veces, pero nunca murió. Y por eso, el armamento angelical avanzó a grandes pasos.  Nunca pensamos que… bueno, que la muerte fuera una posibilidad."

 

El silencio que siguió se volvió pesado, casi opresivo. Era como si el suelo se desmoronara bajo sus pies ante las palabras de Rafael: ¿usar a un ángel como conejillo de indias para probar armamento de acero angelical? ¿Eso era siquiera aceptable?

 

"Entonces... no puede morir," murmuró Rafael con un tono de estupefacción en su voz.

 

Por primera vez desde que comenzó a curarla, el arcángel parecía genuinamente sorprendido. Su rostro mostraba preocupación, pero también algo más: una especie de admiración silenciosa.

 

"Ah, qué fascinante. Las almas realmente tienen un misterio profundo," concluyó finalmente.

 

Pero Lute estaba acostumbrada a la lógica y la disciplina, por lo que encontró esa reacción desconcertante. ¿Fascinante? Estaba habituada a la dureza, incluso a la crueldad, pero no a la incertidumbre, especialmente cuando se trataba de su misión y deber.

 

"Bien... ahora yo preguntaré," interrumpió Rafael, cortando cualquier intento de réplica. "¿Qué fue lo que sucedió exactamente?" Sus ojos verdes se alzaron para encontrarse con los de ella, su voz mantenía una calma alarmante.

 

Lute inhaló profundamente, esforzándose por mantener un tono controlado mientras el dolor y la tristeza se filtraban en sus palabras.

 

"Su Alteza... Sir Adam fue... derrotado." Hizo una pausa, sintiendo el peso aplastante de esas palabras. "Todo a causa de la hija de Lucifer y Lilith, Charlie. Ella creó un hotel con el propósito de redimir a los pecadores. Al principio, parecía un proyecto insignificante, pero resultó ser el preludio de algo mucho más grande, y con ello la aparición de la primera exorcista muerta, y el adelanto del exterminio en seis meses."

 

Mientras hablaba, Rafael continuaba trabajando, canalizando ahora su energía angelical que se fusionaba con la de las piedras circundantes.

 

"En el último exterminio," prosiguió, "el infierno, liderado por Charlie, se alzó contra nosotros utilizando nuestras propias armas. A pesar de eso, logramos contenerlos, pero entonces Lucifer intervino justo cuando el comandante estaba a punto de neutralizar a la líder del levantamiento. Fue en ese momento que... Sir Adam murió en batalla a manos de una vil pecadora." Lute apretó su único puño, luchando contra la oleada de emociones que amenazaba con abrumarla.

 

"Es una lástima que Adam haya muerto," murmuró Rafael sin desviar la vista de su trabajo. "Estaba muy interesado en su enfermedad, pero ahora... no hay nada que se pueda hacer."

 

La indiferencia en el tono de Rafael hizo que Lute se sintiera incómoda. Lo miró directamente, y esa breve conexión visual fue suficiente para que el arcángel notara su reacción, era como si la estuviera evaluando, aunque su rostro permaneció imperturbable.

 

"Al final, el consejo celestial decidió anular los exterminios por la aparición de la primera alma redimida del infierno," continuó Lute, desviando la mirada en señal de respeto.

 

"¿Un redimido?" respondió Rafael. Su expresión se endureció, volviéndose más severa, casi fría. "Entonces Miguel tenía razón. Fallaste," declaró, ahora mirando fijamente a Lute.

 

Las palabras del arcángel hicieron que se sobresaltara. Su cuerpo se tensó y sus ojos se abrieron con sorpresa. Por un instante, olvidó el dolor físico, reemplazado por una mezcla de vergüenza y rabia. Apretó la mandíbula con fuerza, sintiendo el amargo sabor del fracaso. Sabía que Rafael tenía razón y por lo tanto también el Arcangel Miguel, siempre lo tubo; había fallado en proteger a Sir Adam, en guiar a sus hermanas, y en cumplir con su deber. Ella se había dejado llevar por su rencor hacía Vaggie.

 

"Entiendo," dijo Rafael, cerrando los ojos brevemente antes de continuar con su trabajo de sanación.

 

"¡Mi deber no ha terminado, Su Alteza!" exclamó Lute con firmeza. "Los exterminios fueron anulados, y el infierno ha demostrado que no necesita a su reina para levantarse contra el cielo. El hotel es una amenaza. Se levantaron una vez, lo harán de nuevo, más ahora que han descubierto cómo matarnos”, golpeó la mesa en un puño cerrado, “Mi deber es proteger el cielo, y haré todo lo posible para que los exterminios vuelvan. Y una vez que logre eso… aceptaré mi destino junto con el de mi escuadrón en manos del arcángel Miguel."

 

Claro que también buscaba venganza, pero en la situación que se encontraban… Se conformaría con que los exterminios volvieran. Debía asegurarse de ello. Ella era reemplazable, y como tantas que hubo antes de su existencia, sabía que otra exorcista continuaría con su trabajo.

 

Rafael la observó con renovado interés, su rostro recuperando una expresión cálida y curiosa.

 

"¿Y qué planeas hacer al respecto?"

 

"Tengo una idea, Su Alteza. Pero necesito que usted no se vaya."

 

Las manos Rafael se detuvieron por un instante casi imperceptible antes de reanudar su tarea.

 

"Dime, Lute... ¿Cuál es exactamente mi papel en tu plan? O, mejor dicho, ¿por qué me necesitas?"

 

"Porque usted, al igual que su alteza Sera, es de los pocos que no viven en una burbuja, ignorando una realidad que es evidente. No es mi intención faltar al respeto al Consejo Celestial, pero ellos desconocen lo que sucede más allá de su vida cómoda. Ignoran lo que ocurre abajo."

 

Rafael no respondió.

 

"Tu brazo está listo," anunció finalmente, recuperando su tono habitual y calmado. "Pero necesitarás algunas revisiones adicionales para asegurarnos de que todo esté en orden."

 

No había logrado convencer a Rafael, eso la entristeció, pero no se detendría por ello. Cuando ambos salieron del templo de la sanación, Lute notó el cambio en el aire. El aroma a hierbas y medicinas se desvaneció, dando paso al aire fresco y puro del cielo, cargado con la esencia celestial que siempre había conocido.

 

"En cuanto al fracaso del escuadrón 900," comenzó a hablar Rafael, su mirada dirigida a los ángeles que se acercaban a lo lejos. "Por ahora, no le informaré a Miguel. Si logras que los exterminios se reanuden, hablaré con él sobre reconsiderar la eliminación de tu escuadrón."

 

Lute frunció el ceño. La lástima era lo que más aborrecía aparte de los pecadores.

 

"No hago todo esto para ganar favoritismo ni para inspirar lástima, Su Alteza," respondió con firmeza, aunque con un respeto palpable en su voz. “Lo hago porque es mi deber hacía el cielo. Al final, yo soy un soldado”

 

Rafael se detuvo, inclinando la cabeza hacia Lute. Sus ojos, habitualmente cálidos, parecían evaluar cada palabra que ella había dicho.

 

"No es lástima," replicó él, con una pequeña sonrisa asomando en sus labios. "Es recompensa."

 

Finalmente, el grupo de ángeles, compuesto por jóvenes y niños, llegaron al encuentro del arcangel, saludándolo entre sonrisas y reverencias. Un niño, apenas un aprendiz, corrió hacia él, y el arcángel lo alzó en brazos, su sonrisa transformándose en una cálida expresión de ternura.

 

"Gracias, Su Alteza. Esta vez no fallaré," prometió Lute.

 

Rafael asintió antes de seguir adelante, acompañado por el grupo de ángeles.

 


 

Rafael esperaba fuera del gran salón del consejo celestial, su figura alta y serena destacando contra las columnas doradas que adornaban el vasto vestíbulo. Los ecos de voces acaloradas se filtraban por las paredes, y aunque el sonido era lejano, la tensión que se respiraba en el ambiente era palpable.

 

Finalmente, las puertas del salón se abrieron y los ángeles del consejo salieron, inclinándose al notar la imponente presencia del arcángel. Al ver a Rafael, los ojos de Emily, la pequeña serafín, se iluminaron de alegría. Sin dudarlo, corrió hacia él y lo envolvió en un cálido y efusivo abrazo.

 

“Rafael!”, exclamó con alegría genuina, “Me alegra tanto verte de vuelta.”

 

Rafael correspondió al abrazo con una suave sonrisa, sintiendo cómo su corazón se suavizaba ante la dulzura del joven serafín. Había algo casi infantil en su alegría, una pureza que siempre había admirado en ella.

 

“Es bueno verte, Emi“ respondió con suavidad, “Pero parece que estas reuniones te están agotando.”

 

Emily asintió ligeramente, soltando un suspiro que parecía contener todo el peso del consejo sobre sus frágiles hombros.

 

“Hay tantas cosas que resolver, tantos desacuerdos...” , dijo, negando con la cabeza. “Pero no te preocupes, estaré bien. Lamento no poder quedarme más tiempo, pero tengo otras cosas que hacer.”

 

"Tan dulce y aún tan inocente..." pensó, aunque una parte de él no podía evitar preguntarse cuánto tiempo más duraría esa dulzura antes de que la realidad del cielo la endureciera por completo.

 

Poco después, Sera salió del salón. A diferencia de Emily, su rostro estaba marcado por el cansancio y el estrés. Sus alas, normalmente impecables, parecían más desordenadas, y su caminar era lento, casi derrotado. Rafael sintió un nudo formarse en su pecho al verla así, pero lo disimuló con una sonrisa socarrona cuando ella se acercó.

 

“¿Ni siquiera una llamada, Sera?” dijo Rafael, con tono juguetón, pero con un trasfondo de reproche genuino. “Me siento un poco herido, debo admitir. Pensé que al menos te acordarías de tu viejo hermano cuando las cosas empezaran a complicarse.”

 

Sera lo miró con ojos cansados, pero en su expresión había una mezcla de culpa y terquedad. Se conocían demasiado bien, Rafael podía ver el peso que ella cargaba, la responsabilidad que sentía de proteger el cielo a toda costa. En ese aspecto se parecían tanto.

 

“Es tan fácil y a la vez tan difícil tomar una decisión”, comentó Sera. Volviendo al salón donde anteriormente se había llevado la reunión entre los grandes del consejo. “La situación con Lilith es… complicada. Ninguno de los del consejo quiere juzgarla. Los ángeles antiguos, encabezados por Rael, se niegan a actuar. Todo por la prohibición del “Bien como tal” que solo aplica a los primordiales. Es casi irónico, considerando que juzgaron a Adam sin dudarlo, pero Lilith…”, Sera hizo una pausa, un suspiro pesado escapó de sus labios, “Parece que, ser la reina del infierno les infundió miedo. Emily y yo, como primordiales, no podemos juzgarla, y creo que es mejor así. Emily seguramente la enviaría de vuelta al infierno con un ramo de rosas”

 

Rafael observó cómo Sera intentaba mantener la compostura, pero él podía ver la grieta en su fachada.

 

"Entiendo. Es curioso cómo la muerte de Adam ha dejado un vacío tan grande en el consejo. Él hubiera juzgado a Lilith sin vacilar." Notó el leve temblor en la expresión de Sera al mencionar a Adam, una tristeza que ella trataba de reprimir pero que era evidente para él. "¿Por qué aceptaste el trato entre Adam y Lilith en primer lugar?"

 

“Lo acepté por las ventajas que ofrecía, claro está”, respondió Sera, con una fría honestidad, pero en sus ojos había una verdad más profunda, “Pero también fue porque… tenía la esperanza de que ambos reconectaran. Si lo lograban, tal vez Adam dejaría de buscar desesperadamente respuestas sobre Eva y sus hijos. Después de todo, Adam y Lilith fueron hechos el uno para el otro”

 

Rafael inclinó la cabeza ligeramente, evaluando sus palabras.

 

"¿Y funcionó?"

 

“No estoy segura”, suspiró Será con su expresión endureciéndose levemente.

 

Rafael asintió lentamente, su mirada contemplativa fijándose en el asiento vacío de Adam. Sus ojos se entrecerraron levemente al recordar la aureola con machas de sangre, pero alejó rápidamente esos pensamientos.

 

“Es una lástima”, comentó, mas para si mismo que para Sera, “Aunque ahora ya no tenemos que preocuparnos por eso”

 

“Asi es”

 

Un silencio incómodo cayó entre ellos, roto solo por la respiración pesada de Sera. Finalmente, Rafael habló, su voz era suave, pero cada palabra cargada con un significado más profundo.

 

"Es algo decepcionante que Adam haya muerto a manos de una simple pecadora. Es irónico, ¿no? El primer humano, asesinado por lo más insignificante del infierno."

 

Sera trató de mantener la compostura, pero Rafael notó su incomodidad al mencionar la muerte de Adam.

 

"Emily ha crecido mucho," dijo Rafael, cambiando de tema mientras dirigía su mirada hacia la entrada del salón. "Me ha sorprendido gratamente ver cómo ha tomado el control del consejo. Su capacidad para dirigir es verdaderamente notable."

 

“A si es. Admito que a mi también me ha sorprendido”

 

“Ya es tiempo de que Emily elija una facción. Después de todo, ella también es una primordial. Bueno… ya es hora”, acercándose un poco más. "No quiero quitarte más tiempo. Debes descansar. Todo esto..." hizo un gesto amplio con la mano, abarcando el salón y el peso de las decisiones que pendían en el aire, "es mucho para cualquiera. No estás sola. Si en algún momento necesitas consejo o simplemente alguien que te escuche, estaré aquí."

 

Sera levantó la mirada, su rostro se suavizó ligeramente ante las palabras gentiles de Rafael. Asintió levemente, sus labios esbozando una sonrisa agradecida, aunque cansada.

 

Rafael inclinó la cabeza, y con una sonrisa en su rostro comenzó a dar unos pasos hacia la salida. Pero justo antes de llegar a la puerta, se detuvo. La suavidad en sus ojos se endureció momentaneamente, y cuando habló de nuevo, su voz tenía un tono más frío, más serio.

 

"Sera," comenzó, sin volverse del todo hacia ella, pero con suficiente giro para que sus palabras se dirigieran directamente a su corazón. "Hay algo que debes recordar. No solo para ti, sino también para Emily... y para la teniente."

 

El silencio en el salón pareció hacerse más pesado, como si incluso las estrellas en el techo dejaran de brillar tanto para escuchar lo que Rafael iba a decir.

 

"Debes enseñar a Emily lo que significa ser un ángel. Y recordarle a la exorcista 01, y a ti misma, lo que sucede cuando uno de nosotros se encariña demasiado con un alma humana."

 

La palabra "humana" salió de sus labios con un matiz de desaprobación. No era el tono dulce y complaciente que Sera estaba acostumbrada a escuchar de él. Entonces Rafael se giró completamente hacia ella, su mirada ahora más penetrante, sus ojos verduzcos reflejando una seriedad que rara vez mostraba hacia sus hermanos.

 

"Lo sabes bien. Aquellos que se encariñan con un alma humana terminan malditos" continuó, con una frialdad que no dejaba lugar a dudas, "No quiero perderte a ti también, querida hermana."

 

Hubo un peso en esas palabras, como un recordatorio del destino trágico del serafín caído. Rafael la miró por un instante más, permitiendo que el impacto de sus palabras calara en su conciencia, antes de finalmente girarse y salir del salón. Sabía que su comentario había sido cruel, pero también sabía que a veces era necesario recordar las realidades incómodas, incluso en el paraíso.

 


 

Presente.

 

La atmósfera en el cielo había cambiado desde la muerte de Adam. Los ángeles nativos, aquellos que nunca habían sido humanos, sentían un peso sobre ellos que no podían ignorar. Se reunían en pequeños grupos, en rincones apartados, donde podían hablar sin ser escuchados por las almas virtuosas, quienes no estaban enterados de nada.

 

En un jardín suspendido, dos ángeles nativos conversaban en voz baja, sus alas blancas apenas rozando el suelo. Sus rostros, normalmente serenos, mostraban una mezcla de desconcierto y preocupación.

 

“Es tan... inusual, todo esto”, dijo uno de ellos, un ángel de cabello blanco como la nieve y ojos de zafiro, mirando a su compañero con inquietud. “Primero la muerte de Adam, el primer hombre... ¿Morir por acero angelical? jamás pensamos que algo así podría suceder.”

 

“Y después... el resonar de las campanas del Sectum Celestial,” respondió el otro ángel, cuyos rizos dorados caían suavemente sobre sus hombros. “No lo habían hecho en milenios, desde tiempos que ya nadie recuerda. ¿Qué significa todo esto?”

 

El primer ángel asintió, su mirada perdida en el horizonte. Había algo inquietante en el aire, una sensación de que el equilibrio se había roto. Recordó el juicio de Lilith, la primera mujer, aún envuelto en incertidumbre. Nadie sabía qué destino le esperaba, y el solo hecho de que su juicio se estuviera llevando a cabo era un signo de tiempos extraños.

 

“¿Y qué me dices de los ángeles exorcistas?” susurró el ángel de cabellos dorados, bajando aún más la voz “He oído rumores de que se les ha visto llorando desconsoladamente. Soldados llorando…eso no es algo que se vea todos los días.”

 

“Es cierto”, respondió el otro ángel, con un tono sombrío. “Es como si hubieran perdido algo más que a su comandante. Es como si hubieran perdido su propósito.”

 

Ambos se quedaron en silencio por un momento, meditando las palabras. No sabían qué hacer con esa información. Sabían que no debían compartirla con las almas virtuosas. Ellos ya se habían percatado de la ausencia de Adam, y mantener la calma era crucial.

 

“He oído que Lute ha estado clavando cruces en la colina de Adam”, dijo finalmente el ángel de ojos de zafiro, rompiendo el silencio. “Ha hecho un cementerio para las exorcistas fallecidas. Es una costumbre humana ¿Un ángel nativo siguiendo costumbres humanas?

 

“¿Lo has visto con tus propios ojos?”, preguntó su compañero, con un destello de temor en su voz.

 

El ángel asintió lentamente. Levantó la mano y señaló hacia una colina distante, donde se veía la figura solitaria de Lute. Con manos firmes, pero con una mirada vacía, clavaba una cruz grande en el centro de las otras, como si intentara anclar algo perdido en su corazón.

 

“Mírala... ahí está otra vez” murmuró, “Dicen que está maldita.”

 

El otro ángel se llevó las manos a la boca, estar maldito para un ángel nativo era tan trágico que no se lo deseaban a nadie.

 

Los dos ángeles se quedaron mirando a Lute, su figura recortada contra el cielo grisáceo. No podían discernir si su expresión era de dolor o de indiferencia, pero había algo profundamente perturbador en su presencia.

 

“Tal vez Adam la maldijo antes de morir”, dijo el ángel de cabellos dorados en un susurro, como si temiera que Lute pudiera oírlo desde la distancia, “O tal vez el cielo mismo lo hizo, como castigo por adoptar costumbres humanas.”

 

El otro ángel no respondió. No había respuesta que pudiera aliviar la inquietud que sentían. Ambos sabían que algo oscuro se cernía sobre ellos, algo que no podían comprender. Y mientras observaban a Lute en la colina, sintieron que el cielo ya no era el refugio seguro que siempre habían conocido.

 


 

Presente. En el infierno.

 

Adam tenía la vista perdida, fija en un punto indeterminado del suelo, pero realmente no veía nada. Solo se sentía vacío, un vacío que lo consumía lentamente desde dentro.

 

Torneo de la agonía.

 

Junto a él yacía un panfleto arrugado, con las letras destacándose en la penumbra. Un panfleto que uno de sus escarabajos le había traído. Al verlo, no sintió nada. No había rabia en él, solo un cansancio tan profundo que las palabras parecían desvanecerse antes de llegar a su mente.

 

Adam, el comandante de los Exorcistas

 

El titulo resonaba en su cabeza, pero no le traía el orgullo de antaño. Ahora solo era un recordatorio cruel de lo que había sido, de lo que ya no era. ¿Comandante? No se sentía como tal. No sentía nada. No tenía fuerzas para reaccionar, para preocuparse.

 

Sobrevive cinco minutos y ganarás dinero

 

Qué patético. Qué irónico. Él, quien había liderado legiones, reducido a un espectáculo de feria. Arrojó el panfleto más allá, sin ganas de leer más.

 

Un pequeño escarabajo, uno de los seres que había creado, trepó por su pierna, haciendo cosquillas con sus diminutas patas. Adam parpadeó, y la conexión con el escarabajo lo devolvió al presente.

 

Con un esfuerzo que casi lo dejó sin aliento, estiró la mano y tomó su hacha - guitarra, que reposaba a su lado. Se apoyó en ella para levantarse, sus músculos protestando, pero finalmente logró ponerse de pie. No había palabras de consuelo, no había promesas de victoria. Solo había la necesidad de seguir adelante, de hacer lo único que sabía hacer: luchar.

 

El escarabajo salió volando, y Adam lo siguió con la mirada, su expresión se endureció lentamente, su cuerpo tenso, preparandose para lo que vendría después.

 

Había encontrado a su próximo objetivo.

 


 

Fecha: - - /- - / - - - -

 

Ubicación: Anillo del Orgullo y dominios de Carmilla Carmine

 

Asunto: Recuperación de Armas de Acero Angelical

 

En las últimas 24 horas se ha producido un evento significativo en la gestión de armas de acero angelical:

 

  1. Recuperación Masiva:

   

Se ha llevado a cabo una operación de recuperación masiva de armas de acero angelical que previamente fueron vendidas por Carmilla Carmine a pecadores del Anillo del Orgullo. La magnitud de esta operación es notablemente inusual.

   

  1. Orden de la Overlord:

   

La recuperación ha sido confirmada como una orden directa de la Overlord. Esta intervención de alto nivel destaca la importancia y la urgencia del operativo.

   

  1. Destino de las Armas:

   

Las armas recuperadas han sido trasladadas de vuelta a los dominios de Carmilla Carmine. La razón detrás de este movimiento es desconocida, pero sugiere que las armas están destinadas a un propósito específico.

   

Se recomienda monitorear de cerca los acontecimientos para entender mejor las intenciones detrás de esta operación.

Notes:

Hola :)
Espero que les haya gustado el capitulo de hoy.
Datos importantes que deben recordar mas adelante:
1. El ángel que recibiendo heridas mortales por acero angelical y no murió. La explicación es compleja asi que... confien en el proceso ^^"
2. Presentación de los cristales angelicales.

Lo de la maldición no lo considero un dato importante como tal, pero si curioso de alguna forma.

Chapter 19: CAPITULO 18

Notes:

ADVERTENCIA:

Posibles errores lo corregiré después. Gracias por su comprensión.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Caín miraba a sus padres desde la distancia, observando cómo se movían con prisa entre las herramientas, la leña y las pieles extendidas para secarse al sol. El cielo empezaba a teñirse de un gris pálido que anunciaba la llegada del invierno, y él sabía que ese cambio significaba más trabajo para su familia.

 

"¿Por qué mamá y papá no juegan con nosotros?" preguntó Abel, mientras moldeaba figuras de barro con sus manos pequeñas y sucias.

 

Caín, que había estado concentrado en sus pensamientos, levantó la mirada hacia sus padres y luego volvió a su hermano menor. Abel aún no entendía la urgencia de sus padres, ni por qué todo se había vuelto tan serio de repente.

 

"Están ocupados preparando todo para el invierno" dijo Caín, su voz intentando sonar tranquila y sabia. "El invierno es frío y duro, y tenemos que estar listos. Mamá y papá me contaron que una vez casi no sobrevivieron a uno. Por eso, ahora se aseguran de que tengamos suficiente comida y abrigo. Y... también dijeron que mi trabajo es cuidar de ti."

 

Abel frunció el ceño, no del todo convencido, pero aceptó la explicación con la misma facilidad con la que un niño acepta una historia de buenas noches.

 

"Pero yo quería jugar con ellos..." murmuró Abel, su voz apagada por una tristeza que no entendía del todo.

 

Caín suspiró suavemente, dándole una palmadita en su espalda, intentando consolarlo de la mejor manera que sabía. Sabía que Abel aún era muy pequeño para comprender completamente lo que sucedía a su alrededor. Pero él, en cambio, comenzaba a entender que el mundo no era tan simple ni tan seguro como había pensado.

 

Mientras Abel seguía entretenido con sus figuras de barro, Caín volvió a observar a sus padres. La manera en que su madre se movía, con una especie de fuerza contenida, como si llevara un peso invisible en sus hombros. O la manera en que su padre volvía de la caza, con manchas de sangre que no siempre pertenecían a los animales que cazaba.

 

Había escuchado historias sobre un jardín donde todo era hermoso y seguro, un lugar donde no existía el dolor ni el hambre. Pero para Caín, esas historias ya no eran más que cuentos. No podía imaginar un mundo donde los animales no se cazaban unos a otros, donde el invierno no era algo que temer y donde la vida no dependía de la constante lucha por sobrevivir.

 

Recordó la veces en que había visto a su madre derrumbarse en medio de los sembradíos, agotada. Había corrido hacia ella, asustado, pero ella le había sonreído débilmente y le aseguró que todo estaba bien. Sin embargo, Caín no era tan ingenuo. Veía el cansancio en sus ojos. Sentía el dolor que ella intentaba ocultar. Y él ayudaba, claro, en lo que podía. Pero, al final, solo era un niño. Un niño que empezaba a entender la crueldad del mundo en el que vivían.

 

Y luego estaba su padre. Caín también recordó aquella noche con claridad, una de tantas en las que había visto a su padre desmoronarse por el miedo. Su madre había caído enferma tras la mordedura de algún animal venenoso, y su padre, siempre tan fuerte y estoico, había pasado las horas en vela, con los ojos fijos en el rostro pálido de su madre. Él no lo entendía entonces, pero el sonido de sus sollozos, apenas audibles en la oscuridad de la cueva, se le quedaron grabados en la mente. Era la primera vez que Caín comprendía que su padre no era invencible.

 

Pero esa revelación no había sido la única. Con el tiempo, también lo había visto regresar de las tierras salvajes, herido y tambaleante. Su cuerpo, normalmente imponente, mostraba cortes profundos y cicatrices que hablaban de batallas contra bestias que ni él ni Abel podían imaginar. Caín observaba cómo su padre, postrado en cama, luchaba contra la fiebre, temblando y delirando, murmurando nombres que le eran extraños, mientras su madre permanecía a su lado, sosteniéndole la mano cada vez que él la llamaba. Esos momentos le aterraban, pero nunca se lo dijo a Abel, que aún veía a su padre como un héroe indestructible.

 

Caín no podía evitar sentir una tristeza creciente en su pecho, una tristeza que no comprendía del todo pero que lo invadía cada vez que pensaba en lo mucho que sus padres sufrían para mantenerlos a salvo. Y también le asustaba lo que eso significaba para él y Abel. ¿Qué pasaría si algún día sus padres no regresaban? ¿Quién los protegería entonces?

 

Entonces una sensación de vacío y ansiedad se apoderaban de él, algo que no sabía cómo expresar. Había días en que se despertaba en medio de la noche, sudando frío, con el miedo de que sus padres no estuvieran ahí al amanecer. Es un miedo tonto, pensaba, pero no podía deshacerse de él.

 

"Caín, ¿jugamos?" la voz de Abel lo sacó de sus pensamientos.

 

Caín giró la cabeza y vio a su hermano menor, sosteniendo una ramita en la mano. Le sonrió, intentando ocultar su preocupación, y asintió. Aunque su mente estaba llena de pensamientos oscuros, sabía que tenía que ser fuerte por Abel. Sus padres confiaban en él para cuidar de su hermano, y no quería decepcionarlos.

 

"Sí, juguemos, Abel. Pero no vayamos muy lejos, ¿de acuerdo?"

 

Mientras jugaban, Caín se esforzaba por mantener a Abel distraído, alejándolo de la entrada de la cueva para que no viera cuán ocupados y preocupados estaban sus padres. Sentía que esa era su responsabilidad, proteger a Abel no solo de los peligros externos, sino también de las preocupaciones que él mismo empezaba a entender. Sabía que Abel aún no comprendía la magnitud de las cosas. Y por un lado, envidiaba esa inocencia que él ya sentía que estaba perdiendo.

 

Las horas pasaron, y Caín ya no pudo ignorar la insistencia de su hermano sobre una cosa: los duraznos. Abel había visto los frutos madurar en un árbol cercano a la montaña, y desde entonces no había dejado de hablar sobre ellos.

 

"Quiero un durazno, Caín. ¿Podemos ir por unos?" preguntaba el pequeño casi todos los días, con la obstinación típica de un niño.

 

Caín también deseaba esos duraznos, los había visto en sus sueños, casi podía saborearlos. Sin embargo, sabía que el viaje a la montaña no era algo que sus padres aprobarían en ese momento, especialmente con todo el trabajo que tenían. Y la preocupación en sus rostros le había hecho sentir que no podía pedirles algo tan trivial como un paseo para recoger aquellos frutos.

 

Finalmente, cuando Abel volvió a pedirle, aún con mas insistencia, Caín se rindió. Había intentado convencer a su hermano de esperar, pero Abel no quería esperar. Sabía que de seguir así, comenzaría a molestar a sus padres con berrinches para que lo llevasen donde la fruta. Y Caín no quería eso. Por lo tanto, decidió que podían ir rápidamente y regresar antes de que sus padres lo notaran. Para su suerte el árbol no se encontraba lejos de la cueva, y aún era de día. Si no hacían mucho ruido, de seguro no llamarían la atención de los animales. Solo debían ser precavidos.

 

"Está bien, pero solo vamos a buscar unos pocos y regresamos rápido, ¿Entendido?" dijo Caín, tratando de sonar seguro.

 

Abel asintió con entusiasmo, y juntos comenzaron su caminata hacia la montaña. El viaje fue fácil, el aire estaba lleno del aroma de la fruta madura, y cuando llegaron al árbol de durazno, ambos niños se llenaron de felicidad. Abel corrió hacia el fruto, y Caín no pudo evitar sonreír al ver la alegría de su hermano. Comieron, rieron y jugaron bajo la sombra del árbol, sintiéndose por un momento lejos de las preocupaciones que normalmente los rodeaban.

 

El tiempo pasó sin que Caín lo notara, y cuando finalmente miró al cielo, se dio cuenta de que el sol estaba desapareciendo detrás de las montañas. Su corazón dio un vuelco, sabiendo que habían tardado demasiado.

 

"Abel, despierta. Tenemos que irnos" dijo, sacudiendo suavemente a su hermano, que se había quedado dormido bajo el árbol.

 

El viaje de regreso fue rápido al principio, pero la noche los atrapó en el camino. Sin luna que iluminara su sendero, el miedo empezó a crecer en el pecho de Caín. Abel también comenzó a asustarse, y el pánico infantil de su hermano solo hizo que Caín se sintiera más responsable, más asustado.

 

Los sonidos del bosque, normalmente tranquilos, comenzaron a parecerles amenazantes. Entonces, un crujido de ramas quebrándose resonó a su alrededor, haciendo que ambos niños se detuvieran en seco. Los gruñidos bajos y amenazantes que venían desde la oscuridad no dejaban lugar a dudas: un oso los estaba acechando. Caín con el corazón acelerado recordó lo que su madre le había enseñado.

 

"¡Sube al árbol, Abel!" habló en voz baja Caín, agarrando a su hermano por la muñeca y empujándolo hacia el tronco más cercano.

 

Abel, temblando de miedo, comenzó a trepar, pero sus manos pequeñas resbalaban en la corteza rugosa. Caín lo siguió de cerca, sus dedos se clavaron en la madera mientras intentaba subir más alto. El rugido del oso resonó a sus espaldas, y solamente el terror puro los impulsó a seguir subiendo, sin mirar atrás.

 

Justo cuando Caín estaba levantando su pierna para subir más alto, sintió un dolor intenso y agudo en su tobillo. Miró hacia abajo y vio las garras del oso hundiéndose en su piel, desgarrando carne y tela por igual.

 

Caín gritó de dolor y terror, pero hizo todo lo posible por no soltar a Abel, empujándolo más arriba mientras el dolor paralizaba su pierna momentáneamente.

 

Sintió como si el agua emanara de su tobillo, y aunque él quería llorar, sabía que debía mostrarse fuerte delante de su hermano. Con un último esfuerzo, Caín logró sacar su pierna de las garras del oso, dejando que su sangre manchara la corteza del árbol mientras ambos subían más alto, alejándose del peligro inmediato.

 

Aún aferrado al tronco del árbol, escuchaban el gruñido amenazante del oso debajo de ellos. Abel, asustado y temblando, se acurrucaba llorando en silencio. Caín hizo lo posible por mantener la calma, aunque las lágrimas ya rodaban por su rostro. No quería alarmar más a su hermano, pero el miedo era abrumador. De repente, un sonido familiar rompió el silencio del bosque: era la voz de su madre.

 

"¡Caín! ¡Abel!" gritaba Eva, y el corazón de Caín dio un vuelco.

 

"¡Estamos aquí arriba!" gritó con todas sus fuerzas, su voz quebrándose por la emoción.

 

Estaban a salvo. Ella estaba cerca. Sin embargo, antes de que pudiera seguir hablando, un ruido sordo resonó desde abajo. Caín miró hacia la dirección del ruido y vio a su madre lanzándose desde lo alto de una roca directamente sobre el oso, blandiendo una afilada lanza. La punta se clavó en el costado de la bestia, arrancándole un rugido de dolor.

 

Eva no dudó. Se interpuso entre el oso y el árbol donde estaban sus hijos, empuñando la lanza con ambas manos, su rostro tenso y concentrado. Cada vez que el oso intentaba acercarse, ella lo detenía con un golpe rápido. La bestia, ahora más enfurecida, arremetió contra Eva, quien esquivó el ataque con agilidad, intentando mantener la distancia, pero el animal era fuerte, y la batalla estaba lejos de ser ganada.

 

Caín, con los ojos ya acostumbrados a la oscuridad, observaba con desesperación, incapaz de hacer nada más que apretar los dientes y rezar para que su madre pudiera con el animal. Sin embargo, la situación parecía empeorar cuando el oso, furioso, lanzó un golpe que desarmó a Eva, enviando la lanza a volar y dejándola indefensa. El pánico invadió a Caín, quien se sintió más impotente que nunca.

 

Justo en ese momento, un rugido aún más fuerte resonó en el bosque. Adam, su padre, apareció corriendo desde la espesura, su figura alta e imponente chocando contra el oso con una fuerza increíble. El impacto fue tan grande que el oso retrocedió, tambaleándose. Adam, con una habilidad asombrosa, comenzó a luchar con el oso, con un hacha en sus manos, mientras golpeaba al animal, llevándolo al borde de la derrota.

 

"¡Eva, lleva a los niños a un lugar seguro!" gritó su padre con voz firme.

 

Su madre, aprovechando la distracción, corrió hacia el árbol donde estaban sus hijos. Sus manos temblaban mientras extendía los brazos hacia ellos.

 

"¡Rápido, bajen!" exclamó, su mirada llena de urgencia.

 

Caín, a pesar del dolor en su tobillo, ayudó a Abel a descender primero, asegurándose de que su hermano menor estuviera a salvo en los brazos de su madre. Cuando llegó su turno, intentó bajar lo más rápido que pudo, pero un dolor agudo lo atravesó al poner el peso sobre su pie herido, haciéndolo caer del árbol con un grito ahogado.

 

"Tranquilo, hijo. Te tengo" dijo con voz suave su madre, levantándolo con cuidado y apoyándolo contra su cuerpo. Sus ojos se llenaron de preocupación al ver la sangre que manchaba su pierna.

 

Entonces le apartó rápidamente del lugar, llevándolo junto a su hermano a una zona mas segura. Se arrancó un trozo de su vestido y lo ató alrededor del tobillo de Caín, apretando con fuerza para detener la hemorragía. Caín gritó de dolor, pero ela lo abrazó, acunando su cabeza contra su pecho.

 

"Todo estará bien, hijo mío. Ya casi termina," le susurró con una voz calmada en medio del caos.

 

Detrás de ellos, los sonidos de la lucha entre Adam y el oso eran ensordecedores. Gruñidos, golpes y rugidos llenaban el aire, creando una atmósfera de tensión y peligro inminente. Hasta que los ruidos cesaron. Y ahora el sonido de pasos pesados acercándose hizo que los tres se tensaran. Abel se escondió detrás de su madre, aferrándose a su ropa. Mientras ella se ponía delante de ellos, en posición de ataque. Pero pronto, la figura de Adam emergió de entre los árboles, cubierto de arañazos y con la respiración agitada, pero vivo y entero.

 

"¿Están bien?" preguntó, su voz profunda cargada de preocupación mientras se acercaba a ellos.

 

Eva corrió hacia él, abrazándolo con fuerza. Adam la envolvió en sus brazos, cerrando los ojos por un momento en señal de alivio.

 

"Estamos bien, gracias a ti" respondió Eva, apartándose ligeramente.

 

Ya dentro de la cueva, el ambiente se sentía más seguro, pero Caín aún temblaba de sueño. Sus padres lo colocaron en una piel junto al fuego, y Eva, con manos firmes pero cuidadosas, comenzó a limpiar la herida en su tobillo. Caín apretaba los labios, llorando y soltando gemidos de dolor mientras su madre trabajaba.

 

Eva desinfectó la herida con agua y hiervas. Durante todo el proceso, Adam permaneció a su lado, asistiendo a Eva, manteniendo contacto visual, mientras su madre murmuraba palabras de consuelo. Abel observaba desde el fondo de la cueva, acurrucado, sus ojos aún rojos por el llanto.

 

"No mires, hijo," dijo su padre mientras su madre comenzaba a suturar la herida.

 

Caín obedeció, cerró los ojos con fuerza, aunque las lágrimas seguían cayendo. Cada puntada era como un nuevo golpe. Y en medio de eso, el rugido del oso seguía resonando en su cabeza, el sonido de las garras rasgando su piel y el miedo en los ojos de Abel se repetían sin cesar en su mente. Había sido imprudente, había llevado a su hermano al peligro sin pensar en las consecuencias. Ahora, sus padres estaban heridos y agotados por haber tenido que enfrentarse a la bestia para salvarlos.

 

Se veía a sí mismo como una carga, alguien que solo causaba problemas y dolor a los que más amaba. Mas lágrimas emergieron de él.

 

"Ya esta, Caín. Ya puedes abrir los ojos", dijo su madre con voz suave.

 

Caín abrió los ojos y vio la expresión seria de su padre, se formó un nudo en su garganta. Buscó la mirada de su madre, esperando ver enojo o decepción en sus ojos, pero lo único que encontró fue una profunda tristeza. Entonces sintió que no merecía la preocupación de sus padres. Se sentía pequeño, insignificante, incapaz de redimirse por lo que había hecho.

 

"Has sido muy valiente, hijo" dijo su padre, acariciándole la cabeza. "Lamento que hayas tenido que pasar por todo esto."

 

Las palabras de su padre desataron algo dentro de él. Y sus ojos se volvieron a llenar de lágrimas, lágrimas que no paraban de salir.

 

"Lo siento, papá... lo siento mucho. Fue mi culpa... quise traer duraznos para Abel y... ahora los hice preocuparse y...", su voz salía entrecortada, apenas entendible.

 

"Esta bien, Caín. Fuiste un gran hermano al proteger a Abel. Estoy orgulloso de ti." continuó su padre, con su expresión suavizandose. "Ya aprendiste. No vuelvas a salir sin ninguno de nosostros otra vez"

 

Abel, que había estado observando en silencio, se acercó lentamente y le acarició el cabello, imitando a su padre.

 

"Perdón hermano..." murmuró con su vocecita temblorosa, sus ojos también llenándose de lágrimas.

 

Caín, todavía con los ojos hinchados por el llanto, esbozó una pequeña sonrisa.

 

Esa noche, Adam y Eva decidieron que sería mejor dormir cerca de sus hijos, para brindarles seguridad y consuelo después de la experiencia traumática. Adam acomodó un lugar junto a Abel, asegurándose de que el pequeño estuviera cómodo y abrigado. Eva se acostó junto a Caín, envolviéndolo con sus brazos, tarareando una suave melodía que solía cantarles cuando eran más pequeños.

 

"Eres un hijo maravilloso", le susurraba su madre de vez en cuando, besándole la frente, provocando que sus ojos se humedecieran de nuevo.

 

Finalmente Caín, sintiendo el calor de su madre y el sonido tranquilizador de su voz, dejó que las últimas lágrimas se desvanecieran. Miró hacia el techo de la cueva, imaginando el cielo estrellado más allá de la roca. Por primera vez en lo que le pareció mucho tiempo, se sintió a salvo, rodeado por el amor de su familia. Y, poco a poco, el sueño lo fue envolviendo, mientras su madre lo arropaba con cuidado, protegiéndolo del frío y de las sombras que esperaban más allá.

 


 

 

Presente.

Las pantallas de todas las televisoras del Anillo del Orgullo se iluminaron con imágenes de un infierno nuevamente envuelto en caos, algo común en los últimos días. Pero con una particularidad en especial. La cámara enfocaba los restos humeantes del Hotel Hazbin, ahora reducido a escombros por segunda vez, una ruina que parecía confirmar su destino. Entonces la voz aguda y sarcástica de Katie Killoy resonó en la transmisión, cortando el aire como un cuchillo.

 

"¡Bienvenidos de nuevo a 666 News! ¡Soy Katie Killjoy!"

 

"Y yo soy Tom Trench"

 

"Si, si a nadie le importa. Tom", dijo Katie, con una sonrisa afilada, volviendo su mirada nuevamente a la cámara. "Hoy tenemos un tema candente, cortesía de nuestra querida princesita del infierno Charlie Morningstar. Si, adivinaron: ¡El hotel Hazbin ha sido destruido de nuevo! ¿Sorprendidos? No lo creo. Parece que hasta el infierno tiene sentido del humor y está de acuerdo en que ese lugar es una pérdida de tiempo y recursos. Dos veces destruido... dos Tom.

 

"Así es Katie. Y todo en menos de un mes"

 

"¿Debería quedarse así? ¡Por su puesto que sí! Como una advertencia para cualquiera lo suficientemente tonto como para seguir a esa ilusa", dijo Katie, arrojando los papeles de Tom al suelo.

 

"Con lo que me había costado entender el orden de esas hojas", comentó Tom inclinándose para recoger lo que se había caído.

 

"Y hablando de desastres", continuó Katie, "¿Qué tal la actuación en el último Torneo de la Agonía? Nuestra princesita decidió jugar a ser heroína y se enfrentó nada menos que a Adam. Si, ese Adam. ¿Qué pasa con ese tipo? Ese cabrón totalmente follable es más difícil de matar que una cucaracha. Alguien por el amor a satanás ¿Puede hacer algo mas que morir antes de los 5 minutos?"

 

"De hecho la princesa si aguanto mas de 5 minutos. Pero es invalido por no estar inscrita al torneo", respondió Tom, golpeando suavemente el borde de las hojas contra la mesa, y dejándola caer de nuevo cuando notó el leve temblor en el párpado de su co - presentadora.

 

"Esperen. Nuestro equipo nos reporta una primicia", colocando el dedo índice en su oído, "¡Una luxación de hombro! Nada grave...", dijo desanimada.

 

Las imágenes cambiaron, mostrando a Charlie con un cabestrillo, mientras Vaggie, furiosa, alejaba a los reporteros con su lanza angelical. Katie soltó una risa burlona, disfrutando del espectáculo.

 

"¡Ay, pero miren qué cuadro más conmovedor!" comentó, con una mueca exagerada. "La princesita, con el brazo colgando como si hubiera hecho algo importante. Pero, oye, al menos nos entretuvo con su pequeño juego de equipo. Todo sin la ayuda de su papi. Ah, y con un muerto más para la lista de mártires de ese sueño ridículo de redención. Y... dos heridos que seamos honestos, a nadie le importan. Excepto a Tom ya que no habrá contenido del actor porno Angel Dust por un buen tiempo"

 

Tom hizo un esfuerzo por hablar, levantando la mano ligeramente. Pero Katie lo interrumpió.

 

"Oh, ¿perdón, Tom? ¿Querías agregar algo útil? Oh, espera... claro que no. Porque, ¿qué hay realmente para agregar aquí? El rey del infierno está desaparecido. ¡Bravo, Lucifer! Gran trabajo en no hacer nada, como siempre. Mientras tanto, aquí estamos, jugando a las casitas con una princesa que ni siquiera puede mantener su propio hotel en pie. ¿No es así Tom?

 

Tom solo asintió, comprendiendo que no valía la pena intentar hablar más.

 

"Y así concluye otra brillante transmisión llena de catástrofes", remató Katie con sarcasmo afilado. "Nos vemos en la próxima destrucción del Hotel Hazbin"

 


 

 

El estudio cayó en una tensa calma, donde solo los ecos de la voz de Katie Killjoy y los monitores parpadeando mantenían un tenue pulso de vida. Katie, como era su costumbre, se desplomó en su silla, claramente harta. Miró a Tom Trench, que aún ajustaba sus papeles con meticulosa calma.

 

"Bueno, Tom," su tono arrastrado y condescendiente, "¿tienes algo emocionante que agregar? ¿Quizá sobre el cielo.?"

 

Tom levantó ligeramente la cabeza, sin apuro, como si procesara cada palabra antes de dejar que saliera. Con la misma tranquilidad con la que movía sus papeles, respondió:

 

"Lo que sucede en el cielo no es tan simple de entender, Katie. Hay cosas que prefieren mantenerse ocultas... incluso para aquellos que creen estar viéndolo todo."

 

Katie frunció el ceño, su paciencia desvaneciéndose como el humo. "No me vengas con tus putas metáforas. Avísame cuando veas algo que importe."

 

Los tacones resonantes de Katie fueron lo único que llenó el vacío cuando salió del estudio, dejando a Tom solo, como tantas veces antes. Y en esa calma, Tom se permitió una leve sonrisa tras su máscara. Había visto cosas, más de las que cualquiera podría imaginar, y algunas verdades no estaban listas para revelarse. Podría haber mencionado lo de Lilith, habría sido el centro de atención, y sin duda Katie habría explotado de emoción. Pero Tom no era tan impulsivo, ni tan tonto. Sabía lo que esa información implicaría: la intervención de Lucifer, y sinceramente prefería que Lilith se quedara más tiempo en el cielo. Había algo casi poético en ver a Lucifer solo, creando patitos de goma y consumido por la incertidumbre del paradero de su reina. Pero, por otro lado, enterarse de que Lilith estuvo todo ese tiempo en el cielo también lo lastimaría. Ah, la linea era tan delgada.

 

"Aunque la intervención de Lucifer en todo esto no sería tan mala", murmuró mientras tocaba su mentón pensativo. "Probablemente amenazaría al cielo con liberar a la Segunda Reina... Pero, ¿realmente querría arriesgar la vida de Charlie en el proceso?"

 

La posibilidad lo hizo fruncir el ceño. Lucifer podría ser un monstruo, pero ¿arriesgar a su hija por Lilith?. Con un suspiro leve, Trench se permitió hundirse un poco más en su silla. Esa información era poder. Poder que él, con su peculiar cautela, prefería manejar a su manera. No todo debía ser revelado, y a veces las mejores noticias eran las que nunca se contaban.

 


 

 

Carmilla Carmine estaba en la oficina de una de sus bodegas, una habitación oscura, iluminada solo por una lámpara tenue en el escritorio. Las paredes estaban decoradas de dibujos de diferentes tipos de armamento angelical y estantes llenos de pergaminos y registros. Frente a ella, apilados de manera ordenada, se encontraban los registros contables y el inventario de armas angelicales que estaban a punto de ser enviadas para la venta en el próximo Torneo de la Agonía.

Había apagado el televisor segundos después de que 666 News confirmara lo que ya sabía: Charlie y los suyos habían vuelto a enfrentar

 

se a Adam. Su rostro permaneció serio e impasible, pero su mente trabajaba sin descanso. Si bien el torneo de la agonía había sido lucrativo para su negocio, la presencia persistente de Adam en el infierno era un problema, uno que, como madre y líder, no podía ignorar.

 

"Ningún pecador ha sido capaz de derribarlo todavía," pensó Carmilla, sintiendo la frustración formarse en su pecho.

 

Adam, a pesar de sus heridas, seguía siendo una amenaza. ¿Qué pasaría si él decidía voltear su atención hacia ella o hacia sus hijas? Esa posibilidad no la dejaba en paz. La idea de atacarlo primero cruzó por su mente más de una vez, pero siempre la desechaba, no por miedo, sino por estrategia. Era un riesgo que debía considerar, pero aún no era tiempo de dar ese paso.

 

Giró su atención nuevamente a los papeles frente a ella, agradeciendo en silencio su propia astucia. No había puesto su nombre en ningún armamento angelical que vendía a los pecadores. Así los ángeles si descubrían a los pecadores con armas angelicales pensarían que aquellas armas habían sido tomadas de pecadores caídos en el día del exterminio. Pero una cosa era vender a escondidas del cielo, y otra muy diferente era tener a Adam como enemigo personal.

 

"Madre, mira esto", dijo Odette, una de sus hijas, rompiendo la concentración de Carmilla. La joven sostenía un escarabajo en la palma de su mano. "No había visto uno así desde... bueno desde que morimos. Es hermoso, ¿no lo crees?"

 

Carmilla levantó la mirada, sus pensamientos aún cargados con el peso del conflicto. Al principio, no le prestó mucha atención al insecto, hasta que algo en su forma le hizo fruncir el ceño.

 

"Qué asco, Odette, suéltalo" bufó Clara, otra de sus hijas, con el rostro torcido en disgusto.

 

El corazón de Carmilla dio un vuelco. Ese escarabajo no era un simple insecto, lo sentía. El leve resplandor que emanaba desde su caparazón la delataba. Un espía. No había tiempo que perder. Sin decir una palabra, Carmilla tomó una pequeña daga, de acero angelical y, en un movimiento veloz y preciso, clavó el insecto en la mesa.

 

El escarabajo se desintegró al contacto con la hoja, liberando un tenue flujo de energía angelical antes de desaparecer por completo.

 

"¡Mierda!", murmuró Carmilla, con sus ojos llenos de preocupación. Se levantó rápidamente y miró a sus hijas. "Debemos movernos. Nos han encontrado."

 

Odette, aún sorprendida, asintió mientras Clara recogía los registros de acero angelical que habían estado revisando. El ambiente se llenó de tensión, y el miedo, aunque apenas perceptible en el rostro de Carmilla, era innegable. Tenían que actuar rápido antes de que la situación empeorara.

 

Pero antes de si quiera pudieran salir del lugar, un estruendo de metales cayendo resonó por la habitación. Carmilla giró violentamente hacia el sonido, junto a sus hijas, todas con el mismo sentimiento de alarma. Frente a ellas, entre las cajas de armamento angelical estaba Adam, su figura imponente proyectando una sombra que llenaba el espacio con una presión sofocante. Sostenía un puñado de armas angelicales y, con una calma perturbadora, las dejaba caer de nuevo en la caja de donde las había tomado. El eco metálico resonó como una sentencia en la habitación.

 

"Así que... este es el lugar donde juegan a ser putos dioses, ¿eh? Vendiendo sus juguetitos peligrosos a los pecadores... Solo que ahora el chico nuevo trae cuchillos al recreo. Y créanme, nadie sale de aquí entero."

Notes:

Hola, espero que les haya gustado el capítulo de hoy.

Bueno, pensé: ¿por qué no mostrar la crueldad del universo de Adam y Eva desde la perspectiva de uno de sus hijos? Y aquí está, mi humilde intento. Soy nuevo escribiendo, así que todo lo que ven en esta historia es experimentación. Además, necesitaba introducir a Caín para... ya saben :(

Chapter 20: CAPITULO 19

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

PLUMA Y ACERO

 

Futuro.

Tom Trench estaba sentado en su silla habitual en el estudio de 666 News, pero ni la presión del ambiente ni el caos en las pantallas alrededor lograban perturbarlo. Las escenas de destrucción que se desarrollaban en el distrito de Carmilla Carmine eran meramente paisajes que desfilaban ante sus ojos. Bodegas cerradas, calles desiertas y una tensión palpable que, para cualquiera, sería motivo de alarma. Pero para Tom, era como ver la lluvia caer en una tarde gris: predecible, monótona y casi relajante.

 

El estudio vibraba con energía, los técnicos murmuraban entre ellos, las luces de las cámaras zumbaban, y Katie Killjoy... bueno, ella era una tormenta gritando de aquí para allá. Su mirada ardía mientras buscaba desesperadamente algo con lo que alimentar su rabia.

 

"¿Cómo se atreve esa perra a negarnos el acceso?" rugió, ahora parada frente a una de las pantallas secundarias, sus brazos cruzados en una postura que irradiaba impaciencia. "¿Tom?" espetó, el tono seco, casi hiriente, como un maestro exasperado por un alumno incompetente.

 

Tom, sin embargo, no se inmutó. "Nada", murmuró, sin apartar la vista de las pantallas, aunque su atención estaba en otro lugar muy lejano. . Él veía más allá de las imágenes proyectadas frente a él, mucho más allá.

 

"¡Carajo! Vox nos va a pisar el cuello si no le damos resultados pronto." bufó Katie

 

Tom no le prestó atención. En la superficie, su expresión era la de siempre: tímido, reservado. Pero lo que pasaba en su mente era otra cosa. Esas visiones lo tenían inmerso en una enigmática secuencia de símbolos que solo él entendía.

 

Sabía lo que estaba pasando con Carmilla Carmine. Lo supo antes de que las cámaras lo captaran. Lo había visto todo desarrollarse, y aún así, había elegido no decir nada. Porque a veces, dejar que el fuego ardiera por su cuenta era más interesante que intentar apagarlo.

 

Una pluma dorada y brillante, 

descendió en su vuelo confiado, 

serena, pero con destino sellado. 

Debajo, el acero, inamovible, 

esperaba su encuentro inevitable.

 

La pluma, enredada en lanzas de viento, 

se dejó caer entre sombras y tormento. 

Y luego, el acero, imponente, cedió, 

agrietado, oxidado...

 

Recitó el verso en su mente, sus pensamientos siempre en capas más profundas. Su mente conectaba imágenes, recuerdos, posibilidades. Todo se entrelazaba en su visión del presente.

 

Tenía que intervenir...

 

Con un suspiro leve, casi imperceptible, Tom levantó la mano. Nadie notó el movimiento, pequeño pero significativo. Un humo oscuro brotó lentamente de entre sus dedos, retorciéndose en el aire antes de deslizarse hacia la pantalla principal, rodeando las imágenes de Carmine con una sutil neblina. Para los demás, esto sería un acto inofensivo, quizás incluso irrelevante. Para Tom, era un ajuste calculado. El humo envolvió las imágenes y, al desvanecerse, la transmisión cambió.

 

Ahora, las pantallas mostraban algo completamente diferente. La batalla, hasta ese momento oculta, se reveló con claridad. Destellos de energía, choques violentos de luz y sombra. Los contendientes eran visibles ahora, como peones en una partida de ajedrez que solo él sabía que se estaba jugando.

 

"Es Adam," dijo Tom finalmente, su voz suave, como si mencionara un hecho irrelevante. "Atacó a Carmilla. Están enfrentándose ahora mismo."

 

Katie se detuvo en seco, el silencio llenando el estudio por un instante. La sorpresa se dibujó brevemente en su rostro, antes de que una sonrisa lenta y siniestra lo reemplazara. Por fin, algo que podía elevar el rating.


 

Presente.

El aire estaba cargado. No solo era el habitual hedor a azufre del infierno, sino algo más. Algo que picaba, un puto cosquilleo que hacía que los pelos se te erizaran como si estuvieras caminando descalzo por una mierda eléctrica. Adam, lo notaba. Pero intentaba no demostrarlo, en cambio, se paseaba alrededor mientras veía los diferentes diseños de armamento angelical pegados en las pared. "Oh, no jodas, ¿Eso es una puta daga?", pensó. Si, una maldita daga, igual a la que lo había mandado a la mierda en primer lugar. Frente a él, Carmilla con su cara de póker, y sus dos hijas, trataban de no perder la compostura. Esa perra había estado rodeada de todo el arsenal angelical, una jodida exhibición de armas que debieron volver al cielo en primer lugar.

 

Adam no admitiría que tenía gran parte de la culpa, por qué de hacerlo, sería doloroso, sobre todo por sus exorcistas fallecidas. Ah, joder. Apartó esos pensamientos. 

 

"Sabes, especie de... de... ¿vampira demoniaca?", ladeando su cabeza a un lado, "Hay dos cosas que me han estado pateando el trasero últimamente. Y no me refiero a los malditos pecadores que siguen apuñalándome en la espalda." Su voz goteaba sarcasmo mientras caminaba alrededor de ellas como un depredador al acecho. "Uno, el torneo de la agonía. Ya sabes, esa pequeña reunión de perdedores con sed de sangre. Y dos, el uso de armamento angelical en esos mismos perdedores." 

 

Apuntó directo a Carmilla, con la ballesta que estaba en la mesa, la flecha salió disparada y, por reflejo, Carmilla y sus hijas se agacharon esquivandolo. 

 

"Oh, no se preocupen, chicas, solo es un poco de ejercicio para el cuello." Adam tiró la ballesta sobre la mesa con un golpe seco y con los dedos tamborileando en el borde, dijo "Mira, no soy el tipo más perspicaz del mundo. De hecho, me la paso más tiempo persiguiendo sombras que conectando puntos, pero... había algo que me estuvo jodiendo el puto cerebro, hasta que finalmente lo vi. Ustedes... su almacén de acero angelical tiene una energía tenue, como un pequeño puto faro de neón gritando: '¡Oye, ángeles, vengan a cazarme!'". Frunció el ceño, sus palabras ahora teñidas de un tono más serio, pero no menos burlón. "Y luego me topo con esto. El infierno armado hasta los putos dientes con nuestras propias herramientas. ¡Que jodida sorpresa!"

 

Era sabido que las armas de acero angelical cargaban con una tenue energía angelical. No era algo evidente, pero ahí estaba, flotando justo en el límite de lo perceptible, como una molestia que te susurra al oído. Y cuando acumulas suficiente de esa mierda en un solo lugar, se vuelve sospechoso. Quizá por eso había sentido ese cosquilleo extraño al darse cuenta. 

 

Por qué no se había percatado de esto durante los exterminios ¿Quién podría hacerlo en medio de la matanza y el caos con tantas armas de acero angelical a su alrededor en ese instante?. Pero después de pasar unos días en ese maldito agujero, uno descubría cosas, y de una forma jodidamente perturbadora. Como esa ciudad abandonada que emanaba energía angelical, brillando como si fuera una maldita ciudad santa en medio del infierno. Era obvio que algo no cuadraba, y todo apestaba a secretos. Y ahora esto. Lucrando con las malditas armas, pero eso no era lo peor. Lo peor fue descubrir la fabricación de nuevo armamento a partir del acero recolectado de esas armas. Adam sentía cómo la frustración le subía por la espina dorsal, apretándole como un nudo imposible de deshacer. 

 

"¡Joder, carajo!", pensó, dándose cuenta de que apenas estaba empezando a rascar la superficie de la mierda en la que se habían metido. Todo se estaba armando en contra de ellos, y no de la manera buena. El cielo probablemente tomaría esto como una emergencia. El cielo...

 

Por un instante, la mente de Adam vagó. Pensar en el cielo era como un golpe bajo en las entrañas. Le hacía sentir agotado, triste, como si llevara un peso que no podía soltar. "¿Volver al cielo?" pensó, un destello de desesperanza atravesó sus pensamientos. "Ni siquiera sé si esa mierda es posible a estas alturas", pero era lo único que lo mantenía en pie. Esa pequeña posibilidad. Y con eso, tenía suficiente por ahora. "Escucha, vampira demoniaca," dijo Adam, frunciendo el ceño.

 

Carmilla no había dicho ni una sola palabra en todo ese tiempo. Estaba alerta, colocándose entre Adam y sus hijas, como una leona protegiendo a sus crías. Un escenario algo familiar.

 

"Si juegas bonito, tal vez, y solo tal vez, me apiade de ellas y las deje correr de vuelta a su cálida e insignificante vida. Pero vas a tener que traerme todas las armas de acero angelical de Ciudad Pentagrama. Cada. Una. De. Ellas.", su voz era fría, tan fría que daba miedo oírla. 

 

Con un movimiento rápido, abrió un portal dorado ante ellos y, sin una pizca de duda, agarró a una de las hijas de Carmilla por el brazo y la tiró hacia él, como si fuera una muñeca rota. La chica, claro, se tensó, pero ¿quién va a resistirse cuando el monstruo en la habitación sonríe como si estuviera decidiendo si te vas a quedar con todos tus dedos o no? 

 

Carmilla permaneció quieta por un momento, mirando a Adam con esos ojos que parecían ser capaces de perforar el acero. 

 

"No tienes que usar la fuerza, Adam," dijo finalmente, su voz tan fría como sus palabras. "Podemos resolver esto como personas civilizadas. Pero si crees que puedes manipularme utilizando a mis hijas como moneda de cambio, te advierto que estás jugando con fuego." Su tono no flaqueó, aunque era evidente que estaba midiendo cada palabra con precisión. "Haré lo que pides, no por miedo, sino porque valoro a las míos. Pero si no cumples con tu palabra, te arrepentirás." Su mirada se desvió por un segundo hacia su hija en manos de Adam, y luego volvió a clavar los ojos en él. "Traeré esas malditas armas"

 

Con un suspiro cargado de frustración, se dio la vuelta hacia su otra hija. "Buena chica," murmuró Adam mientras las veía marcharse. "Y ahora, todo está en marcha."


 

"¡Bienvenidos de nuevo, malditos pecadores! Soy su fabulosa, talentosa y completamente indispensable Katie Killjoy, trayéndoles las noticias que realmente importan. Y para aquellos que aún no lo han escuchado, vayan ajustando esos oídos sucios, porque Carmilla Carmine, nuestra querida traficante de acero angelical, ha decidido mover sus piezas." 

 

La pantalla cambió rápidamente a imágenes de los pecadores armados marchando bajo las órdenes de Carmilla. Un enjambre de seres desfigurados y demonios se desplegaba por las calles de Ciudad Pentagrama, irrumpiendo en almacenes y bodegas, desarmando a cualquier pobre desgraciado que osara poner resistencia. Cuerpos siendo lanzados contra las paredes, demonios luchando por retener sus armas, y pecadores aterrados escondiendo lo que podían.

 

 "No saben cuánto me costó comprar esta arma. ¡No pueden quitármelo! ¿Cómo se supone que nos enfrenteramos a Adam sin una de estas?", dijo un pecador. 

 

"Así es," continuó Killjoy, con una ceja alzada en un gesto de absoluto desdén, "Carmilla ha ordenado la recuperación de TODO el armamento angelical en la ciudad. ¡Sí, todo! Como si ya no fuera suficiente caos en este agujero infernal, ahora tenemos a pecadores arrancándose entre si sus preciadas armas de las manos como si fueran los últimos juguetes de edición limitada. ¿Verdad Tom?" 

 

"Asi es Katie. Parece que la situación está escalando rápidamente, y muchos pecadores están realmente preocupados. Sin sus armas angelicales, enfrentar a Adam en el torneo podría ser..."

 

"¡Oh, por favor, Tom!" interrumpió Killjoy, girándose hacia la cámara con un gesto exagerado. "¿Preocupados? Están jodidos. En fin, ¡si eres uno de esos perdedores que perdió su arma, mala suerte! Pero no se preocupen, siempre pueden contar con el 666 News para mantenerlos al tanto de cómo este basurero se desmorona aún más." 

 

Katie lanzó una última mirada desdeñosa a la cámara, mientras Tom intentaba, sin éxito, añadir algo más. 

 

"¡Y eso es todo, chicos! ¡Hasta la próxima, si es que alguno de ustedes sigue vivo para entonces!"

  


 

Carmilla recorrió la bodega con la mirada, observando las cajas de armamento que llenaban cada rincón. ¿Qué haría Adam con todo eso? No se le ocurriría una respuesta lógica. Ni siquiera alguien como él podría ocultar semejante arsenal, ni mucho menos regresarlo al cielo. Fuera lo que fuera tenía que estar alerta.

 

"Ya esta. Cumplí mi parte ", dijo en voz alta, mientras los trabajadores terminaban de marcharse, cerrando tras ellos las grandes puertas de la bodega.

 

Entonces el aire se rasgó ante ella. Adam surgió del portal con la misma arrogancia contenida que siempre lo había definido. Pero esta vez, su seriedad, esa expresión fría y controlada, desarmó por completo las expectativas de Carmilla. Observó la escena, escudriñando cada detalle, esperando el ataque que nunca llegaba. Y, de la manera más inesperada, Adam soltó a Clara sin resistencia alguna.

 

El corazón de Carmilla se detuvo por un segundo, su mente en blanco. No lo anticipó. Había estado lista para lanzarse al ataque, para luchar hasta la muerte si era necesario, pero ahí estaba él, tan relajado, tan seguro de sí mismo, como si liberar a su hija fuera apenas un detalle sin importancia.

 

Clara corrió hacia ella, y Carmilla la envolvió en sus brazos con fuerza, sin dejar que sus ojos se apartaran de Adam. Aun así, su cuerpo no se relajó, no completamente. Adam nunca daba nada sin motivo.

 

"¿Qué quieres?", preguntó Carmilla, su tono bajo pero firme, los ojos clavados en los de Adam, buscando cualquier indicio de traición.

 

Adam que hasta entonces había estado observando la bodega repleta de cajas. Se volteó hacia ella, con su voz ahora cargada de una ira reprimida.

 

"¿Sabes qué es lo gracioso, vampira demoniaca? Mis exorcistas describieron a la pecadora que mandó a Candy Butt a estirar la pata. Vamos a ver... estatura promedio, cabello blanco, y lo mejor de todo: ¡caminaba de puntillas! Como si estuviera en una jodida clase de ballet infernal."

 

El impacto de las palabras de Adam cayó como una tormenta helada sobre Carmilla y sus hijas. Odette, siempre alerta, se tensó y retrocedió un paso, mientras Clara se aferraba a su madre con fuerza. Pero Carmilla no se movió. Permaneció inmóvil, con la mandíbula apretada, sentía el frío recorrer su espalda, congelando cada fibra de su ser.

 

"Fuiste tú, ¿verdad?" continuó Adam. Sus ojos centelleaban con un brillo asesino, como si dentro de él se estuviera desatando una tormenta. "Tú provocaste todo esto."

 

Carmilla no dudó ni un segundo. Se colocó inmediatamente delante de sus hijas, protegiéndolas con su propio cuerpo, su mente ajustándose al modo de combate en un parpadeo. Sabía que Adam era peligroso, mucho más de lo que aparentaba con su postura relajada.

 

"Así que...." dijo Adam, y su sonrisa torcida se dibujó lentamente en su rostro, pero el destello de furia no desapareció de sus ojos. "¿Qué vamos hacer? ¿Bailar?"

 

"Si es lo que deseas", respondió Carmilla con su tono frío, sus músculos listos para la acción. "Pero te advierto, no será fácil."

 

Una risa suave escapó de los labios del ángel, apenas un susurro, pero cargada con una malicia latente.

 

"Me encanta cuando se ponen difíciles." invocando su hacha - guitarra.


 

Adam estaba en el centro de la bodega, su hacha - guitarra reposando sobre su hombro como si fuera una extensión de su ira. No era su día más glorioso, maldita sea, no lo había sido desde que despertó con el título de "caído". Su cabeza palpitaba como si alguien estuviera montando un concierto de heavy metal dentro de su cráneo, y su costado... bueno, dolía como si hubiese sido el escenario de un mal show de cuchillos.

 

Y frente a él, como una perra callejera a punto de morder, estaba ella. Carmilla. La culpable de que sus exorcistas acabaran convertidas en costillas a la barbacoa, de que los pecadores jugaran a ser dioses, y, por qué no, también de su jodida caída. ¡Bravo! La zorra caminaba alrededor de él, con esos tacones metálicos resonando en el suelo, con una calma tan molesta como quien acepta su destino, pero antes quiere dar su última patada en la entrepierna de la vida.

 

"¡Oh, genial!", pensó Adam. "Una wannabe vampira con zapatillas metálicas. Lo que el infierno necesitaba: una fusión entre Drácula y el Lago de los cisnes."

 

De repente, Carmilla desapareció. Y en menos de lo que uno tarda en decir "mierda", apareció justo en frente de él, con la velocidad de un murciélago con cafeína. Su zapatilla afilada como una cuchilla fue directa al pecho de Adam. El golpe fue tan fuerte que el sonido del acero contra acero resonó en la bodega como si alguien hubiera encendido un trueno en miniatura.

 

"¡Carajo! Eso sí que es un saludo," soltó Adam, desviando el ataque con su hacha - guitarra. El dolor en su pecho le recordó que el acero angelical se había convertido en una jodida porquería. "¿Estoy aquí para un masaje o qué?", murmuró intentando sacudirse el dolor.

 

Carmilla no perdió el tiempo. Se desvaneció de nuevo y apareció en otro ángulo, lanzando una patada a su omóplato. Adam bloqueó el ataque, sin inconvenientes, como si fuera lo mas fácil del mundo.

 

"¡Ay, pobre de mí! ¿Te dieron unas clases de kung fu de oferta o qué? Porque a juzgar por tu técnica, te fuiste a la verga antes de aprobar el curso," dijo Adam, burlándose mientras desviaba otro ataque. El metal resonanaba con la colisión.

 

Pero a pesar de la velocidad infernal de Carmilla, Adam podía seguirla. Cada paso, cada salto era como una jodida película en cámara lenta. No tardó en darse cuenta el por qué de su agilidad era superior al de un pecador promedio. Eran sus saltos y pasos largos que le permitían acercarse y alejarse rápidamente, como una bailarina de ballet, atacando en ángulos estratégicos, buscando romperlo por completo, directo a las zonas donde ya estaba hecho un asco.

 

"¿Qué, olvidaste los básicos o te lanzaste a improvisar tu propio baile del caos?" dijo Adam, esquivando con gracia. "¿Qué sigue? ¿Un tango con lava?"

 

Carmilla, que no era precisamente estúpida, se dio cuenta de que Adam ya había empezado a anticipar sus movimientos. Se apartó un par de pasos, pero solo para lanzarse de nuevo. Adam lo bloqueó con facilidad, convencido de que ya tenía el control... hasta que la otra pierna de Carmilla apareció de la nada, cortando el aire como una guillotina, que rozó su cuello con el filo de la punta de las zapatillas.

 

"¡Eso estuvo cerca, perra! ¿Tienes algún truco más bajo la manga o es todo lo que sabes hacer?" rugió Adam, mientras se frotaba el cuello.

 

Carmilla parecía haber sacado un combo de videojuego infernal. La rotación. Donde si fallaba en una patada o Adam lo bloqueaba, la siguiente patada venía casi de inmediato, donde cada golpe solo cargaba más energía para el siguiente, ya que se impulsaba de este. Adam estaba harto de su mierda, pero las patadas de la vampira no se detenían. Cada bloqueo le daba más fuerza, y cuanto más rápido giraba, más molesto era para Adam.

 

Finalmente, Carmilla lanzó una patada de talón desde arriba, impactando la cabeza de Adam como si fuera un martillo directo al cráneo.

 

"Mierda..." murmuró Adam tambaleándose. Como si no tuviera suficiente con el dolor de cabeza que ya traía, ese golpe lo dejó viendo estrellas. "¡Ya estoy hasta los huevos de esta mierda!" gritó, furioso. Bloqueó el siguiente ataque de Carmilla con su mano y la lanzó por los aires como un muñeco de trapo. "¡Nunca tuviste una jodida oportunidad, perra!", alcanzándola en el aire. Listo para el golpe final.

 

¡CLANG!

 

Justo cuando su hacha estaba a punto de cortar a Carmilla en dos, algo se interpuso. El cuerpo de Carmilla se envolvió en una armadura improvisada de metal que bloqueó el golpe. Adam, con los ojos abiertos como platos, vio cómo el hacha rebotaba contra el blindaje.

 

"¿Qué carajos?" exclamó, incrédulo.

 

El golpe la mandó al suelo de manera violenta, pero no lo suficiente como para acabar con ella. Adam estaba listo para terminar el trabajo, cuando de la nada, su hacha fue arrancada de sus manos. Un látigo de acero angelical se enrolló alrededor de su pierna, y antes de que pudiera reaccionar, fue arrojado contra la pared con tanta brutalidad que sintió que todo su maldito cuerpo crujía.

 

"Mierda," pensó Adam, mientras el dolor de sus viejas heridas resurgía con toda su intensidad.

 

Apenas pudo enfocar su vista antes de ver cómo Carmilla, con un gesto suave y fluido, extendía su brazo y arrastraba una enorme hoja de acero angelical. Y antes de que pudiera procesarlo, el metal lo atrapó contra la pared aplastándolo como si fuera un insecto. Y, como si el infierno tuviera sentido del humor, una ráfaga de lanzas de acero angelical atravesó el aire, incrustándose en la hoja que lo aprisionaba, perforando el metal.

 

Entonces, todo quedó en completo silencio.

Notes:

Se que lo dije en un comentario, pero aqui va de nuevo. Uno de los poderes de Tom Trench es ver el presente ya sea mediante imagenes o visiones ¿Qué util verdad? ^^

Chapter 21: CAPITULO 20

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

PLUMA Y ACERO II

 

Carmilla respiraba con dificultad, sintiendo el dolor que irradiaba su cuerpo tras el golpe brutal que había recibido de Adam. Aunque su armadura improvisada de metal la había protegido de un destino peor, su cuerpo estaba resentido debido a la fuerza del impacto que la envió violentamente contra el suelo. Las costillas le dolían cada vez que intentaba respirar, y su piel probablemente estaba magullada. Pero aún con el dolor agudo, no bajó la guardia.

 

"¡Odette te dije que huyeras con tu hermana!", reprendió entre dientes, con su voz llena de preocupación. Sin perder de vista el lugar donde había aplastado a Adam. "¡No es un enemigo al que puedan enfrentar!"

 

Antes de que las hijas pudieran si quiera responder, una luz dorada se abrió detrás de Carmilla. Ella apenas tuvo tiempo de girar su cuerpo cuando Adam apareció de golpe, atravesando el portal angelical con una velocidad aterradora. Sin previo aviso, conectó su pie contra el torso de Carmilla, lanzándola contra la pared. El impacto resonó con un estruendo metálico y un grito ahogado escapó de sus labios, cayendo al suelo. Carmilla intentó levantarse desesperadamente, pero su cuerpo no le respondía.

 

Adam no perdió el tiempo. Extendió su mano hacia un portal que había abierto en el aire, y tomó su hacha - guitarra que se encontraba más allá en la bodega. Batió sus alas y se lanzó directo hacia Carmilla, con la intención de acabarlo todo de un solo golpe.

 

"¡Maldita perra! ¿Cómo te atreves? ¡No, en serio. Como te atreves a clavarme con las putas lanzas de mis exorcistas!" gritó Adam, su voz retumbando con furia mientras sus ojos brillaban con una intensidad peligrosa.

 

Clara fue la primera en reaccionar. Con un gesto rápido, extendió sus manos hacia adelante. Las lanzas y otras armas punzocortantes que habían permanecido apiladas en las cajas cercanas se alzaron y volaron hacia Adam. Cada una de ellas buscando atravesar su piel angelical, pero Adam con una agilidad sobrehumana, esquivó la segunda lluvia de armas. Odette, aprovechado la distracción, lanzó su látigo de acero angelical, envolviendo el tobillo de Adam con la intención de derribarlo nuevamente, pero el ángel con un rápido movimiento, cortó el látigo con su hacha de un solo golpe . Un destello de ira cruzó por su rostro. No estaba dispuesto a subestimar a las hijas de Carmilla como la última vez.

 

"¿Saben qué es lo que deberían haber hecho?", Su voz fría, al igual que su mirada. "Escuchar a su madre y salir corriendo cuando les dio la maldita oportunidad. Pero, eh, ¿Quién necesita su cerebro cuando puedes quedarte a jugar al héroe con el puto ángel, verdad?

 

Ambas tensaron la mandíbula, pero persistieron en su ofensiva. Sabían que si le daban un respiro, Adam, contraatacaría con una furia devastadora, tan devastadora que ellas no podrían contrarrestarlo. El objetivo de las hermanas Carmine era claro: evitar que el ángel se centrara en su madre herida y darle tiempo para recuperarse.

 

Clara con un gesto rápido y preciso, alzó su mano derecha, extendiendo los dedos como una orden silenciosa. La tapa de otra de las cajas se abrió de golpe, lanzando una ráfaga de flechas al aire, todas dirigidas hacia Adam con una precisión mortal, porque de no ser así corría el riesgo de herir a Carmilla en el proceso.

 

Adam anticipó la tormenta de metal que venía. Sus alas se desplegaron, y con un giro en zigzag, comenzó a esquivar los proyectiles. Sin embargo, Clara no se detuvo allí. Lanzas, cuchillos y dagas giraron en el aire. No solo caían en línea recta; se movían en patrones impredecibles, como si tuvieran vida propia, forzando a Adam a mantener movimiento constante, quien desviaba las armas con su hacha - guitarra con movimientos rápidos y calculados.

 

Odette por su parte, lanzó su látigo de acero angelical, que serpenteó por el aire, buscando atrapar a Adam por sorpresa. Adam esquivó el primer latigazo, el cual paso por su rostro, el segundo se enredó alrededor de su muñeca, pero antes de que pudiera apretar y tirarlo al suelo Adam cortó el látigo con un movimiento rápido.

 

"¿Por qué aún no has captado que esto no va a funcionar, perra?", exclamó Adam, su risa burlona resonando en el aire mientras sus ojos chispeaban con un aire de superioridad. "¿Te hace falta un puto cartel que lo diga?"

 

Odette sonrió, sabiendo que había logrado su primer paso. Con un simple pensamiento, canalizó su poder hacia el pedazo del látigo que continuaba enredado en la muñeca, y con un gesto en sus manos hizo que el acero angelical se aferrara al suelo como un ancla imposible de mover. Adam sintió su brazo ser arrastrado hacia abajo, atrapado por la fuerza del magnetismo que ahora lo sujetaba al suelo.

 

"¡Clara, ahora!", gritó Odette. Con Clara aprovechando la oportunidad.

 

Con una serie de patadas giratorias, Clara lanzó una lluvia aún más densa de armas desde las cajas restantes. Pero Adam no era alguien que se rindiera con facilidad. Con rugido, extendió sus alas con fuerza que formó una ráfaga de viento tan intensa que las armas que Clara había manipulado se desviaron de su trayectoria, siendo lanzadas hacia las paredes y el suelo con estruendo. He inmediatamente se liberó del magnetismo que lo sujetaba en el suelo, con una fuerza sobrehumanas que hizo que Odette se tambaleara.

 

Sin darles tiempo para recuperarse, Adam, canalizó un destello de luz cortante a través de la hoja de su hacha impactando contra las hermanas Carmine, que no tuvieron tiempo para esquivarlo, ni para formar una barrera.

 

"¡Eso les pasa por meterse donde no las llaman! ¿Qué esperaban, una fiesta de bienvenida? ¡No jodan!", gritó Adam, mientras el eco de su ataque resonaba en el aire.

 

Sin embargo, en el mismo instante en que el hacha aún seguía su trayectoria, un destello metálico apareció desde abajo.

 

Carmilla, aprovechando la distracción y el caos causado por sus hijas, atacó con una velocidad vertiginosa. Su pie, se dirigió hacia el cuello de Adam desde una posición baja. Adam, más serio ahora, anticipó el golpe, y esquivó la patada de Carmilla, girando su cuerpo hacia un lado.

 

Carmilla, rápida y astuta, no desperdició ni un segundo. Mientras Adam esquivaba su ataque, ella sabía que él estaría esperando su segunda patada. Con un gesto sutil de sus manos, desprendió uno de los discos de acero angelical que ahora flotaban alrededor de su cintura como un tutú metálico. Estos discos eran parte de la armadura mejorada que había creado mientras se reponía. En cuestión de un parpadeo, el disco fue disparado directamente al corazón de Adam.

 

Adam apenas tuvo tiempo para reaccionar. Con un movimiento veloz, levantó su hacha y desvió el disco, que rebotó en su arma y regresó a flotar alrededor de la cintura de Carmilla como si nunca hubiera salido de su lugar. Sin embargo, Adam notó que faltaban otros dos discos.

 

Antes de que pudiera procesarlo del todo, Carmilla, con rápidos movimientos de sus dedos, envolvió uno de los discos en la muñeca de Adam y el otro en su pierna, también aprovechando los pedazos del látigo de Odette aún envueltos en ambas extremidades, que le dio mas potencia. Con un tirón de su control magnético, tumbó a Adam al suelo con una maniobra experta. Carmilla no le dio oportunidad. Se lanzó hacia él, dando un paso rápido y gritando con furia mientras intentaba clavar su pie de acero directamente en el cuello de Adam.

 

Adam rodó sobre sí mismo en el último segundo, esquivando el golpe, pero Carmilla ya estaba lista para dar su segunda patada. Adam, previniendo el ataque, desplegó una de sus alas con una fuerza devastadora, golpeando a Carmilla como si fuera un látigo celestial. El impacto fue tan potente que la lanzó hacia adelante cayendo de pie, preparada y alerta.

 

"¿En serio? ¿Ese es tu gran plan? Patadas y discos como si estuviéramos en un pésimo videojuego. ¡Qué original! Pero oye, sigue así, tal vez la próxima vez te salga mejor... o no. Spoiler: no lo hará."

 

Ahora Adam se lanzó hacia Carmilla. Ella respondió de inmediato, moviendo sus dedos para lanzar más discos de acero angelical, pero Adam los esquivó moviéndose en el aire de manera precisa.

 

Finalmente, Adam llegó a ella y arremetió con su hacha-guitarra con una fuerza sobrehumana. Carmilla, en un rápido reflejo, despegó una hoja de metal del suelo para defenderse. Sin embargo, el poder de Adam era tan abrumador que su golpe abolló la hoja de metal, superando la resistencia de Carmilla. Ella, rápida, esquivó el metal que venía con fuerza hacia ella y lo volvió a moldear, empujando la masa de metal ahora hacia Adam.

 

Adam, viendo el peligro, se elevó en el aire para evitar ser arrastrado por la ola de metal que Carmilla controlaba. Sin perder el impulso, lanzó su hacha-guitarra directamente hacia Carmilla.

 

Carmilla con sus pasos largos logró esquivar el hacha en el último segundo, pero Adam ya había descendido con velocidad, inmovilizándola en el suelo. Su peso y fuerza aplastaron a Carmilla, quien apenas podía moverse. En un movimiento rápido, Adam tomó su hacha y la levantó, apuntando hacia el cuello de Carmilla, listo para terminar la pelea de una vez por todas.

 

Sin embargo, justo cuando estaba a punto de clavar el hacha, fue interrumpido por las hermanas Carmine. Clara y Odette, utilizando su poder conjunto, invocaron el hacha-guitarra de Adam, haciendo que se deslizara de sus manos, alejándose de él. En ese instante, Carmilla, con un gesto rápido, lanzó más discos de acero angelical hacia las costillas de Adam. Los discos se clavaron en su cuerpo, haciéndolo gruñir de dolor.

 

"Si lo hizo", murmuró Adam furioso, cansado de las interrupciones.

 

La combinación de ataques obligó a Adam a soltar a Carmilla y retroceder.

 

Entonces chasqueó los dedos. Un portal se abrió detrás de las hermanas Carmine. En un solo movimiento, le dio una patada a Odette, lanzándola violentamente hacia la pared al otro lado de la bodega. El impacto fue tan fuerte que Odette cayó inconsciente al instante. Clara intentó reaccionar, pero Adam la agarró del cuello y la lanzó al suelo con una fuerza brutal. La golpeó con tal potencia que, a pesar de su armadura de acero angelical, Clara quedó inconsciente también.

 

"¡Odette¡, ¡Clara!" se escuchó el grito de preocupación de Carmilla, incapaz de impedir lo que acababa de suceder.

 

Adam, recuperando su hacha, la colocó en uno de sus hombros, sus ojos dorados observaron a Carmilla con una mezcla de desafío y control absoluto.

 

"¡Vaya, creo que me pasé de la raya, eh!", murmuró Adam, sonriendo con un aire burlón. "¡Perdón, no pude evitarlo! Bueno, en realidad, sí. Ya sabes. Soy un profesional, después de todo"

 

Carmilla, con los dientes rechinando, hizo un gesto con sus manos con la intención de cubrir a ambas hijas con una hoja de acero angelical. A continuación, desató una tormenta de armas cortopunzantes en dirección a Adam.

 

Sin inmutarse, Adam abrió un portal detrás de ella, las armas angelicales atravesaron el portal y emergieron justo a espaldas de Carmilla. Con un elegante giro esquivó las hojas, su flexibilidad salvándola por un margen casi imposible.

 

Pero Adam, quien al abrir el portal había salido en un vuelo hacia arriba, ya se encontraba listo para su ataque, con su hacha apuntando directamente a su corazón. Ella se retorció en el último segundo, pero no fue suficiente. Salió volando, por el fuerte golpe de Adam, que rasgo su armadura.

 

"¿Eso es todo lo que tienes? Vaya, qué decepcionante", se burló Adam, cruzando los brazos con una sonrisa traviesa. "El sacrificio de tus hijas fue tan inútil. ¡Qué mal plan, perra!"

 

Los ojos de Carmilla chispearon con rabia, mientras se levantaba tambaleante. En lugar de responder, hizo un gesto que desconcertó a Adam. Tocó el suelo con la punta de sus pies, sus movimientos elegantes y calculados, como si ejecutara un delicado paso de ballet.

 

De repente, los discos de acero que flotaban en su cintura cayeron al suelo, haciendo eco en la bodega. Las armas y hojas de acero angelical que yacían alrededor comenzaron a elevarse, flotando como si fueran plumas.

 

El acero comenzó a retorcerse, combinándose en una forma grotesca y bella al mismo tiempo. Una enorme rosa se formó del metal, como un espectáculo visual casi hipnótico. Adam observó la estructura, con curiosidad, mientras cruzaba los brazos con fingida indiferencia.

 

"¿Eso es todo?", se burló, manteniendo su actitud arrogante, pero sin bajar la guardia esta vez.

 

Carmilla, con un movimiento suave y preciso, levantó una mano al aire y comenzó a danzar, su figura moviéndose en lo que parecía una coreografía perfectamente ejecutada de ballet que se fue tornando oscuro por la forma en que sus movimientos se torcían. De repente, el tallo de la rosa metálica se sacudió y se retorció con un crujido espeluznante. Las primeras espinas brotaron de manera abrupta, afiladas y mortales, pero aún parecían controladas, casi inofensivas. Carmilla giró en el aire, la rosa respondió a sus movimientos, como si fuera una extensión de su propia voluntad.

 

Y de repente con un chillido metalico, las espinas comenzaron a dispararse en todas direcciones. Adam apenas tuvo tiempo de procesarlo antes de que las primeras ráfagas se precipitaran hacia él como cuchillas voladoras. El sonido de las espinas cortando el aire era brutal, una explosión de caos que rasgaba la bodega, arrancando fragmentos del suelo y las paredes mientras el viento se llenaba de esquirlas metálicas.

 

"¡Mierda!" gritó Adam, su expresión de sorpresa se transformó en una mezcla de adrenalina.

 

Reaccionó por instinto, lanzándose al aire a gran velocidad, desviando las espinas con su hacha - guitarra. Pero la rosa no era solo un adorno. De repente, se cerró y con toda su fuerza, apuntó a Adam con una precisión devastadora. Adam abrió su portal a manera de escudo para protegerse de las espinas, mientras interceptaba la rosa con su hacha guitarra, pero el poder de esa planta fue tal que le creo una abolladura en el arma, no tuvo mas opción que volar rápidamente hacia arriba, para evitar el impacto directo de la rosa. Como resultado: su hacha quedo clavada en la pared.

 

"Que mierda", gruñó, señalando el agujero con incredulidad. Desde el aire, abrió otro portal, recuperando su hacha con un destello mágico. "¡Esto es metal celestial, maldita sea! ¿Quién usa una flor como arma? ¡Estamos en el infierno, no en una puta tienda de jardinería!

 

Sonrió ante el espectáculo que tenía frente a él, con una mezcla de admiración por el poder de Carmilla y una sed insaciable de acabar con todo de una vez.

 

"¡Impresionante! Pero esto se acaba aquí, perra," murmuró, su tono cargado de desafío

 

Con una fuerza sobrehumana, Adam embistió la rosa metálica, esquivando las espinas y aplastando la estructura con su poder. En un momento, apareció justo sobre Carmilla, cayendo con un portal para aterrizar con fuerza sobre su armadura metálica, pero ella la esquivo con su baile, que dirigió nuevamente la rosa hacia él.

 

"Lo encontré. Es suficiente"Murmuró Adam para sí mismo, ya había encontrado la forma.

 

Lanzó su hacha guitarra por un hueco en la defensa de Carmilla. Simultáneamente, imitando el poder de las Carmine, manipuló a voluntad uno de los escarabajos que habían sido lanzados por pequeños portales cuando Carmilla se concentraba en atacarlo, atrapando el pie de la bailarina y haciendo que esta se tambaleara.

 

Y al detener su danza, el tallo con espinas y la rosa metálica también se detuvieron, comenzando a desmoronarse, dejando el campo abierto para Adam. Quien aprovechó la oportunidad, con un ataque de cuerpo a cuerpo. Carmilla reaccionó rápidamente, lanzando ya su característica patada, pero Adam la esquivó con facilidad, contraatacando con un golpe directo a su cuello, con su fuerza sobrehumana.

 

La confusión invadió la mente de Carmilla, esto debido a la abolladura en el cuello de su armadura que cortó flujo de sangre en el cerebro. Eso hizo que se tambaleara. Y en su estado de confusión se escuchó un chirrido agudo, seguido de dos explosiones. Uno justo bajo su axila y la otra en su fosa poplítea. Adam había encontrado zonas sin la protección del acero angelical en su armadura.

 

Y con ello Carmilla cayó al suelo.


 

La imagen, cortesía de uno de los drones de Vox que se transmitió a traves de las pantallas, fue tan impactante. El bullicio del anillo del orgullo, normalmente caótico, se redujo a un silencio absoluto.

 

Nadie se movía, nadie parpadeaba. Los murmullos se acallaron como si todos hubieran contenido el aliento. Carmilla, una de las Overlords más poderosas y temidas, había caído.

 

Una mezcla de incredulidad y miedo se extendió entre la multitud, sabiendo lo que eso significaba. El invencible Adam, aquel comandante de los exorcistas y ángel caído, había derrotado a una de las figuras más prominentes del Infierno.

 

Desde la torre de los V's, Veldette observaba la transmisión en su televisor junto a sus compañeros. El reflejo de la batalla bailaba en sus ojos mientras veía la caida de Carmilla. Y en voz baja, Veldette murmuró:

 

" Nosotros seremos los siguientes."

Notes:

:)
Hola, espero que les haya gustado el capitulo de hoy.
Sufrí escribiendo este combate, pero fue divertido y me siento satisfecho. ¡Lo intenté! ^^

Chapter 22: CAPITULO 21

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

PLUMA Y ACERO III

 

Adam permanecía de pie frente a Carmilla, quien respiraba débilmente. La Overlord había sido un rival formidable, más de lo que esperaba, y eso era algo que Adam no podía ignorar.

 

"Maldita sea... Lo diste todo", murmuró Adam, su voz áspera por el esfuerzo. "Me pateaste el trasero mejor que muchos en el torneo... Pero, al final del día, sólo hay espacio para uno"

 

Se había ganado su respeto, aunque eso era algo que no lo admitía abiertamente.

 

De la abolladura cercana a la axila, producto de la explosión del escarabajo, desprendió la pieza de su armadura con un crujido violento, dejando al descubierto su torso y revelando el desastre que había debajo.

 

La explosión había destrozado parte del brazo izquierdo de Carmilla, que colgaba inerte, apenas sostenido por tendones destrozados. Las quemaduras se extendían desde la base de su axila hasta la parte de su pecho, donde la piel estaba ennengrecida y desgarrada, exponiendo el tejido muscular subyacente.

 

Adam no vaciló ni por un segundo. Tomó su hacha guitarra y la incrustó en el pecho de Carmilla. La hoja angelical atravesó la carne con gran facilidad, mientras la overlord soltaba un suspiro ahogado.

 

"Bien. Ahora que sigue "dijo Adam desganado, sintiéndose como la mierda.

 

La furia de la batalla, el desgaste físico y mental se acumulaban, volviendo todo más pesado. Se tocó la cabeza, que de por sí ya dolía, pero ahora con una intensidad creciente. Su cuerpo estaba a punto de llegar a su límite, lo sabía. Lo sentía.

 

Pero el infierno no lo dejaría descansar. Ni por un segundo.

 

El sonido de golpes y patadas llegó a sus oídos desde el otro lado de la puerta. Sabía lo que significaban: los pecadores del Torneo de la Agonia esperaban su turno.

 

"¡Carajo! ¿Por qué tiene que ser así...?" masculló, frustrado y agotado. Siempre había algo más, siempre había otro enemigo. Empezaba a cuestionarse si esto continuaría.

 

Por primera vez, se permitió contemplar la idea de descansar... sólo unos minutos. Después de todo, no romperían la puerta, no fácilmente.

 

Con un gruñido, se dejó caer al suelo, apoyando su espalda contra la pared metálica de la bodega. Sus dedos rozaron las nuevas heridas en sus costados, cortesía de la vampira demoniaca.

 

"Genial, es como si estuviera sangrando oro. Lindo detalle, pero preferiría una puñalada menos" se quejó con una sonrisa torcida, intentando apartar la agitación.

 

Sin embargo, debajo de ese brillo celestial, había algo que lo inquietaba. Rojo. La sorpresa lo hizo fruncir el ceño. Había más rojo de lo que recordaba. Mucho más. Y eso... no estaba bien.

 

¿Qué mierda...?" murmuró, observando la mezcla celestial y mortal.

 

Algo andaba mal, y estaba relacionado con su enfermedad. Cada vez que su mente pensaba en ello, el cansancio que lo envolvía era distinto. No era físico, no era mental. Era un agotamiento del alma. Algo difícil de explicar.

 

Antes de que pudiera seguir divagando en su propia desgracia, un ruido de metal, uno casi imperceptible, lo sacó de sus pensamientos. Giró la cabeza, notando que se había olvidado de las hijas de Carmilla.

 

Una de ellas, con una mueca de dolor y sangre en sus labios, extendió su mano temblorosa y jaló la puerta de la bodega. Antes de que Adam pudiera comprender el objetivo de la mocosa, una horda de pecadores, los "muñecos de carne" a los que tanto aborrecía, irrumpieron en la bodega armados con armas angelicales. ¿Cómo carajos las consiguieron? No importaba. Ahora estaban ahí.

 

Adam se puso en posición de ataque y miró de reojo a Carmilla. O más bien, a su cuerpo, siendo arrastrado por sus hijas. Aún quedaban piezas de la armadura, y con ese vínculo, las hijas lograron invocar lo que quedaba del cuerpo de su madre, escabulléndose a través de un agujero en la pared que probablemente ellas mismas habían desprendido.

 

Adam no intentó detenerlas. No podía. Y, honestamente, tampoco tenía ganas de ir tras de ellas. Estaba agotado. Molesto, sí. Pero no por su escape. Estaba molesto por lo que tenía frente a él.

 

"Malditos muñecos de carne. Son como el herpes. Nunca desaparecen"

 

Con un gruñido bajo, extendió sus alas y se lanzó hacia ellos. El dolor en su costado se intensificó, pero lo ignoró. No había tiempo para el dolor. Si esos pecadores no sentían, él tampoco lo haría.


 

Su visión era borrosa, como si estuviera mirando a través de un velo de lágrimas. Sentía las contusiones punzando en todo su cuerpo y cada movimiento era un recordatorio del caos que había estallado momentos antes.

 

A pesar del agotamiento y el dolor, cargaba a su madre sobre su espalda, luchando por mantenerse de pie mientras tomaba la mano de su hermana para ayudarla a moverse.

 

"Solo un poco más, Clara... solo un poco más..." murmuró Odette con la voz cargada de desesperación.

 

Sentía el temblor en los dedos de su hermana, como si en cualquier momento fuera a soltarse y caer. Clara era la que más daño había recibido por parte de Adam. Odette tiraba de ella, obligándola a seguir, consciente del sufrimiento de su hermana. Las lágrimas rodaron por sus mejillas; no podía abandonarlas.

 

Odette sabía que los pecadores heridos por acero angelical rara vez sobrevivían. La muerte era inevitable... a menos que tu alma no te perteneciera. Lo mismo ocurría con los Overlords. Estos podían sacrificar las almas bajo su control y así evitar su propia muerte.

 

Carmilla había recolectado y controlado a muchos durante su vida en el infierno. Y ahora que estaba gravemente herida, sabía que había una posibilidad, una pequeña pero real posibilidad de que su madre pudiera salvarse.

 

Si Carmilla sacrificaba suficientes almas, alcanzando una equivalencia con la suya, podría salir de esto, podría seguir con vida. Solo tenían que alejarse del peligro y encontrar a Zestial mientras su madre luchaba por mantenerse con vida.

 

Entonces lo escuchó. Un chirrido agudo, seguido de una explosión. La onda expansiva la hizo tambalearse, soltando la mano de Clara por el impacto, mientras intentaba mantener el equilibrio. Su corazón se detuvo por un segundo, y cuando giró la cabeza, observó con gran terror la escena.

 

Clara. Su hermana. Se había desplomado. La armadura de acero angelical era inservible en las articulaciones, dejando expuesto su fosa poplítea, se podían ver tiras de piel quemada y carne destrozada. No había sangre, solo tejidos negros y chamuscados por la explosión. O eso era lo que se alcanzaba ver por la hendidura.

 

"¡Clara!" El grito de Odette salió ahogado por el nudo que se formaba en su garganta, pero Clara no respondió. Su cuerpo estaba inmóvil, sus ojos parecían sin vida.

 

Otro chirrido.

 

Otra explosión.

 

Su mente no logró asimilar lo que sucedía alrededor. Todo pasó en cámara lenta mientras ella caía al suelo. Entonces sintió un dolor insoportable. Una ola de calor y presión que le golpeó en la axila y la rodilla, como si estuvieran arrancando su carne desde dentro.

 

Un pequeño escarabajo se posó en el suelo cerca de ella. Brillaba tan inocente, casi juguetón. Entonces lo comprendió. Los escarabajos de Adam eran explosivos.

 

El escarabajo chirrió. Era el final. Cerró los ojos, esperando la explosión. Pero no llegó. El brillo del insecto se desvaneció y el sonido desapareció.

 

Odette entreabrió los ojos, su visión distorsionada por el dolor, la fatiga y las lágrimas. Frente a ella, una figura envuelta en una capa negra, que había atravesado al escarabajo con un arma. La silueta se volvió hacia ella, y unos ojos dorados y fríos la miraron. No se podía ver su rostro, solo una mirada que parecía escrutar su alma.

 

"¿Quién...?" Intentó preguntar, pero su voz era apenas un susurro, ahogado por el agotamiento. No sabía si aquel ser estaba allí para ayudarla o para acabar con lo que Adam había comenzado.

 

Y entonces, todo se volvió negro.


 

"Oh, claro, respira, Adam. Solo un par de jodidas nuevas heridas, un par de jodidos pecadores queriendo arrancarte la cabeza... lo normal. Pero, por supuesto, mi cuerpo decidió que ahora era el momento perfecto para volverse un drama queen." dijo Adam con la respiración entrecortada, mientras se apoyaba sobre la fría pared de la bodega.

 

Su curación estaba aún más lenta que la última vez, y las luces danzantes comenzaban a rodear los bordes de su visión, como un aura. Indicándole que no debería esforzarse más. No sabía si su agitación se debía a los dos enfrentamientos que tuvo anteriormente o era debido a su enfermedad. Realmente prefería que fuera lo primero. Aunque la posibilidad de que sean ambas, no era nula.

 

"Vamos, eres el puto Adam, deja de ser tan sensible. Unos cuantos litros de sangre menos no son el fin del mundo... bueno, para mí, al menos."

 

Alrededor de él, los cuerpos de los pecadores que había asesinado yacían inmóviles, bañados en la sangre y acero angelical.

 

"Ah, mierda", intentando meter el aire a sus pulmones para calmar su respiración.

 

Había subestimado a Carmilla, como lo había hecho con otros antes. Y ahora, como ángel caído, no podía permitirse gastar más energía angelical de la necesaria. No había previsto a los muñecos de carne, y ese gasto adicional de poder, que estaba reservado para sellar las armas angelicales, le estaba pasando factura. Pero no fue solo eso; también había desperdiciado una enorme cantidad de energía durante su pelea con las Carmine. Si tan solo hubiera ido directamente por el cuello de Carmilla en un principio... ahora se arrepentía.

 

"Fantástico, Adam, otra jugada maestra. ¿Por qué ir por el cuello cuando puedes gastar energía en trucos baratos? Brillante. Eres el mejor." se dijo a sí mismo, haciendo una mueca de dolor "Y como toque final, el aura que tanto me encanta... esas luces y sonidos que susurran: 'Oye, si no paras, te vas a quedar más tieso que una estatua.'"

 

Sonrió amargamente, encontrando una pizca de humor en la ironía de la situación. Tenía que terminar lo que había comenzado, aunque su cuerpo estuviera colapsando. Si no sellaba esas malditas armas ahora, esos idiotas las dispersarían por toda Ciudad Pentagrama y todo habría sido en vano.

 

"Bien" intentó relajarse, ignorando el dolor que su cuerpo insistía en recordarle. "Ok, ¿cómo era lo del sello? Ah, sí, claro. Lo tengo." Respiró hondo, como si fuera algo sencillo.

 

Dibujó un pentagrama en el aire con precisión, las líneas doradas de energía angelical se trazaban sin esfuerzo. Luego, como si arrancara el símbolo del aire, lo lanzó al suelo. El pentagrama brilló y, con un gesto dramático, Adam expandió el sello hasta cubrir todo el terreno, incluidas las cajas de acero angelical y las armas esparcidas. Murmuró unas palabras en el antiguo lenguaje angelical, con su voz ronca por el cansancio:

 

"Aren'var loxar seraphim, valzara cendras aenor, teraviel lotharim lerathin, thar'mel oracum."

(En el nombre de la luz perpetua, las tinieblas deben ser consumidas, el arca de los cielos se cierra y el metal prohibido queda sellado.)

 

Ni siquiera había terminado de activar el sello cuando sintió el familiar calor de la sangre deslizándose por su nariz. Como si eso no fuera suficiente, las luces en los bordes de su visión se intensificaron. No necesitaba ser un genio para saber que todo esto era una pésima idea.

 

Adam exhaló con un quejido, anticipando el dolor que estaba por venir.

 

"Ah, maldita sea... esto va a doler más que la última vez.", murmuró, forzando una sonrisa a través de sus labios agrietados. "Eres un puto idiota, Adam."

 

Con un último esfuerzo, consciente de que su cuerpo le pasaría factura, pronunció las palabras finales del conjuro. El pentagrama brilló con una luz cegadora, rasgando el cielo del Infierno con un destello celestial. La luz envolvió las armas y las cajas, y luego, como una marea que retrocede, comenzó a desvanecerse lentamente, desde los bordes hasta el centro, hasta que todo desapareció en un destello final.

 

Esta luz fue vista por todos los pecadores del Anillo del Orgullo, como un faro en medio de su caos. Y mucho más abajo, en los anillos infernales más profundos, un serafín caído sintió el poder de aquel sello.


 

Susan bufaba mientras terminaba de retocar las viejas pinturas en las piedras del círculo. Sus manos, temblorosas por la edad, aún mantenían firme el pincel, trazando las figuras grotescas que habían resistido el paso de los siglos. El aire en esa parte de la ciudad abandonada era extraño, limpio y calmado. Se respiraba una paz casi irritante, y aunque no encajaba con su naturaleza, Susan lo aceptaba como parte de ese lugar. En ese rincón sagrado, el tiempo parecía detenerse, un recuerdo a veces melancólico de lo glorioso que fue en su momento.

 

"Mierda de flores, se están pudriendo", masculló entre los dientes mientras tiraba una de las flores secas al suelo. Para colocar unas nuevas.

 

Fue entonces cuando lo vio. Una luz, brillante, emergiendo de uno de los distritos lejanos. Primero un suave resplandor, luego un estallido que se expande desde la periferia hasta el centro, como si el aire mismo se llenara de vida por un instante. Susan entrecerró los ojos, deteniéndose en su tarea. Una luz como esa... no era común.

 

"¿Energía angelical?" murmuró, con su voz rasposa "Qué demonios..."

 

De pronto, un portal se abrió en el aire. El resplandor se retorció, y del portal cayó una figura que Susan conocía demasiado bien. Adam descendió pesadamente, estrellándose en la tierra santa. Sus alas, temblorosas, intentaron aletear con desesperación, como si cobraran vida por su cuenta, pero fallaron, dando un último espasmo errático, y luego... silencio. El cuerpo de Adam quedó inerte.

 

Susan observó con cautela, y lo empujó con el bastón. El ángel no reaccionó. Nada. Susan dejó escapar una risa ronca, un sonido bajo y seco que se desvaneció rápidamente en la quietud.

 

"¡Gane!" exclamó con satisfacción, una sonrisa torcida en su rostro arrugado. "Este grandísimo hijo de puta se sirvió solo en bandeja de plata."

 

Habían sido muchos los eventos que condujeron a este acontecimiento. El torneo de la agonía, su enfrentamiento con una de las Overlords más poderosas de Ciudad Pentagrama, y ​​finalmente, el sello celestial que él mismo había colocado en las armas de acero angelical. Un poder que, al final, terminó volviéndose en su contra.

 

Todo ese esfuerzo, todas esas batallas, culminaron en esto: la caída de Adam, tan esperada por las criaturas del infierno. Y allí estaba, inerte, como un trofeo silencioso.

 

Sin embargo, en el aire flotaba una incertidumbre inquietante.

 

¿De verdad todo había terminado?

 

Notes:

Hola, espero que hayan disfrutado el capítulo de hoy.

Como recordarán, fue Tom Trench quien trajo el torneo de la agonía donde estaban Adam y Carmilla. Pero la pregunta es: ¿por qué lo hizo?

¿Y qué hay del misterioso ser que apareció frente a Odette? ¿Será un aliado... o un enemigo?

Además, ¿Qué sabe Susan sobre la ciudad santa? Y lo más importante, ¿qué piensa hacer con Adam ahora que ha encontrado su cuerpo antes que los caníbales? Rosie no estará contento con esto Jejeje.

Chapter 23: CAPITULO 22

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

CICATRICES DEL PRIMER CRIMEN 

 

El cielo comenzaba a desvanecer su negrura mientras los primeros destellos del amanecer se asomaban tímidamente por la empinada ladera de la montaña. Eva iba al frente, envuelta en pieles que la protegían del frío. Cada respiración suya era visible, formando pequeñas nubes de vapor en el aire gélido, mientras la neblina se alzaba lentamente alrededor de ellos.

Ese día no habría trabajo, no habría caza ni cosecha. Ese día lo dedicarían a la ceremonia de ofrendas. Pero ese día en particular era especial. La razón: sus hijos harían su primera ofrenda.

Adam alzó la vista hacía sus hijos.

Caín y Abel caminaban delante de él, en silencio, cargando canastas con frutas, verduras, y carne envueltas con esmero. Caín, el mayor, avanzaba con pasos decididos, siempre serio, con una concentración que Adam veía en su propio andar. ¿Era normal que fuese tan... serio? ¿Tan centrado en lo que debía hacer? No lo sabía.

Abel, por otro lado, era como una ráfaga de aire fresco. Caminaba junto a su hermano con una sonrisa despreocupada, moviendo la cabeza de un lado a otro. De vez en cuando dejaba escapar un suspiro, o hacía girar una piedra con el pie, como si no pudiera mantener la atención en una sola cosa por demasiado tiempo. Era extrovertido, vivaz, y a veces tan despreocupado que Adam no sabía si preocuparse o no.

No tenía manera de saberlo. Ni él ni Eva habían sido niños alguna vez. Quizá tuvieron la mentalidad de uno, como Eva lo había mencionado, pero vivieron en un contexto diferente. Por lo que era complicado deducirlo.

"Están cerca," murmuró Adam, aunque no estaba seguro de si lo decía para sí mismo o para que los demás lo escucharan.

Cada respiración suya era profunda, como si quisiera capturar algo más que aire: una conexión, una señal, una respuesta del cielo que tanto anhelaba. Y quizá, solo quizá, ese día la obtendrían.

¿Por qué iban a la montaña con ofrendas?

La tradición de subir a la montaña más alta comenzó cuando solo eran Adam y Eva. Habían aprendido, a través de sus propias vivencias y fracasos, que el mundo en el que ahora vivían era salvaje e implacable. Cada año, en la misma fecha, subían para dar gracias por la vida, por la comida que lograban obtener y por la posibilidad de seguir adelante, pese a las adversidades. Con la esperanza de que algún día puedan conectar nuevamente con el cielo.

En un principio, las ofrendas consistían simplemente en colocar algunos vegetales en un altar rudimentario que construían con piedras. Con el tiempo, esa ceremonia se convirtió en una celebración donde comían y bailaban. Adam sabía que, para Eva, el baile era su forma de pedir al cielo que no los olviden, que ellos seguían allí y que necesitaban su protección.

Cada movimiento de Eva era fluido, su cabello largo y oscuro se balanceaba con el viento mientras giraba, sus pies deslizándose por el suelo con suavidad. Los pliegues de su vestido se elevaban y descendían, y sus brazos se alzaban al cielo como si intentara alcanzar algo que no se veía. Adam, y ahora también sus hijos, quedaban hipnotizados por su danza. Mientras ellos creaban música con instrumentos rústicos hechos de hueso y madera.

"Es como si el cielo respondiera a cada uno de sus pasos", murmuró Adam.

Un paisaje tan azul y tan soleado, se cernía sobre ellos en esos días, como si también estuvieran atentos a su danza.

Para él, las ofrendas eran más que una tradición: eran un lazo con su origen celestial, una conexión con los ángeles que lo habían creado, aunque ese vínculo se sentía cada vez más lejano con el paso del tiempo.

La vida en la Tierra era dura. El sustento no siempre llegaba fácilmente, y las cosechas y cacerías a menudo fallaban. Con el nacimiento de Caín y Abel, esa carga comenzó a aliviarse un poco. Caín, siendo el mayor, había asumido el trabajo de la agricultura, una tarea que le costaba físicamente debido a una lesión en la infancia. Un ataque de oso le había herido en el tendón y dejado una cojera que, aunque no lo incapacitaba del todo, le causaba un dolor intermitente. Sin embargo, Caín nunca se quejaba. Había asumido la agricultura en parte para ayudar a Eva, considerando que el trabajo en la tierra era demasiado para que su madre lo hiciera sola.

Por otro lado, Abel se inclinaba más hacia la caza. Desde pequeño había demostrado ser un cazador nato, acompañando a Adam en sus expediciones por los alrededores. Era ágil, astuto y parecía tener un talento innato para cualquier cosa que intentara. De alguna manera le recordaba a Eva en sus primeros años en la Tierra, con ese espíritu curioso y explorador que la caracterizaron en el Edén.

"Estoy seguro que si te propusieras ser un agricultor. Aprenderías en corto tiempo, y serías mejor que yo" Decía Caín, halagando el talento de Abel. Ese que le permitía aprender rápidamente.

"¿Y perderme las cacerías? No, gracias", respondió Abel con esa misma ligereza con la que enfrentaba todo.

Ambos padres se sentían orgullosos de sus hijos, y de lo que se habían convertido. De ahí que Adam guardaba grandes expectativas sobre ese día. No solo porque Caín y Abel harían sus primeras ofrendas, sino porque los ángeles, después de tanto tiempo, volverían a aparecer ante ellos. ¿Cómo lo sabía? Sera se lo había dicho.

Días antes, mientras cazaba, había sentido una presencia y, al girar, la vio. La misma Sera que había sido su guía en el Edén. El encuentro había sido breve, pero suficiente para encender su esperanza.

Poco después, Adam llegó a los sembradíos con una energía tan vibrante que parecía iluminar todo a su alrededor. Sin contenerse, corrió hacia Eva y, en un impulso lleno de emoción, la besó. La levantó con facilidad, girando con ella en el aire mientras reía. Eva, sorprendida, se sonrojó ligeramente por el contacto de sus labios, pero pronto se dejó llevar por la calidez de su entusiasmo.

"Nos visitarán", dijo Adam con un brillo alegre en los ojos. "¡Sera apareció!"

Era la prueba de que no habían sido olvidados, que los seres que los habían creado aún estaban observándolos. Eva lo había mirado con incredulidad, pero también con esperanza. Ver la chispa de alegría en sus ojos le devolvió a su esposa esa misma luz.

"Llegamos", dijo Eva al llegar a la meseta donde siempre construían el altar de ofrendas.

El viento en la cima de la montaña era más frío, levantando pequeñas nubes de polvo y hojas secas que danzaban a su alrededor. Adam y Eva observaron en silencio cómo sus hijos comenzaban a preparar sus propios altares. Caín y Abel, trabajaban sin hablar, cada uno colocando las piedras como Adam les había enseñado en ceremonias anteriores.

El tiempo siguió su curso, pero la ausencia de respuesta por parte de los ángeles comenzó a inquietar a Adam. Poco a poco, una sensación familiar se apoderó de él, aquella misma que había sentido al abandonar el Edén: desamparo.

"Me pregunto ¿Qué estará pasando por la mente de mi esposo para tener esa expresión tan preocupada?", dijo Eva, colocando una mano cálida y firme en su rostro, obligándolo a mirarla a los ojos. "¿Por qué estás tan triste?"

Adam dudó, intentando mantener la calma por el bien de Eva y sus hijos, pero su corazón lo traicionó, como siempre le ocurría cuando se trataba de ella.

"¿Y si fue un sueño? ¿Y si Sera nunca estuvo aquí? ¿Y si el cielo... ya no nos mira?" Bajó la mirada, incapaz de esconder el temor que lo consumía.

Eva frunció el ceño ligeramente, dirigiendo su vista al cielo. "Adam", susurró con suavidad, sin dejar de contemplar el horizonte. "No creo que el cielo nos haya olvidado". Sus palabras eran tranquilas, pero cargadas de una certeza que parecía haber llevado consigo por mucho tiempo. "Más allá de los ángeles, yo creo en algo más grande. El bien como tal... lo siento en las pequeñas cosas. En el calor del sol, en la lluvia en tiempo de siembra, en el viento que nos acaricia por las noches".

Para Adam, los ángeles siempre habían sido algo tangible, visibles, seres que lo habían guiado en el Edén. Pero para Eva, El bien como tal era una presencia constante, que no necesitaba mostrarse para ser sentida.

"Si hoy no aparecen", continuó ella, volviendo su mirada hacia él, "quizás es porque no es el momento. Pero eso no cambia lo que es importante. Hoy estamos aquí, los cuatro, juntos. Eso es motivo de celebración. Nosotros no nos hemos olvidado del cielo. Y ellos lo saben"

Adam sonrió levemente.

En ese instante, el cielo comenzó a brillar con una luz suave pero creciente. Los canticos celestiales se escucharon a lo lejos, y ambos hermanos miraron al cielo con asombro. Las figuras angelicales comenzaron a descender, rodeadas por un resplandor que los hizo caer al suelo de rodillas, abrumados por lo que veían. Los ángeles eran seres majestuosos, de alas brillantes, y sus rostros irradiaban una belleza imposible de describir con palabras humanas.

El corazón de Adam latió con fuerza, mientras la nostalgia lo invadía, recordándole el día en que abrió los ojos por primera vez en el Edén, rodeado de esa misma luz y paz. Todo parecía estar en su lugar... hasta que un ligero temblor en la mano de Eva lo sacó de sus pensamientos. Giró la cabeza y la vio retroceder, sus ojos llenos de terror. Su respiración se volvió errática, y su cuerpo entero temblaba. Eva se ocultó detrás de Adam, aferrándose a su brazo con desesperación, como si temiera perderse en las sombras si lo soltaba.

Sintiendo su miedo, Adam la rodeó con su brazo, atrayéndola con cuidado a su lado. A él los ángeles le traían consuelo, pero a Eva le provocaban un temor primitivo. Adam lo entendía.

Fue un ángel que le ofreció la fruta prohibida, uno que parecía tan perfecto como estos. Fueron también los ángeles los que la expulsaron del lugar en el que había nacido.

Para Eva los ángeles eran como emisarios de su caída.

"Estoy aquí", le susurró Adam suavemente. "No te pasará nada, Eva"

Eva respiró hondo, refugiándose en el pecho de Adam, mientras él la abrazaba. Su calidez la tranquilizaba, recordándole que, a pesar de todo, no estaba sola. Entonces se incorporó nuevamente, tomando su lugar a su lado, aunque aún cautelosa. Sera fue la primera en dar un paso adelante.

"Adam, Eva," comenzó, inclinando ligeramente la cabeza, con un atisbo de tristeza en su mirada, "ha pasado mucho tiempo desde que nos presentamos ante ustedes, nuestras primeras creaciones. Hoy vengo no solo como mensajera del cielo, sino como alguien que jamás los ha olvidado."

La mirada de Sera se suavizó cuando sus ojos cayeron sobre los hijos, Caín y Abel, quienes, aún sorprendidos, la miraban con fascinación. Una sonrisa tenue apareció en su rostro.

"Y veo que su viaje no ha sido en vano," continuó, "Han traído vida a este mundo, y sus hijos son el testimonio de su esfuerzo, de su amor y de su lucha. Cada paso que dieron desde aquel día en el Edén ha sido observado, cada lágrima que derramaron ha sido sentida, y cada sacrificio que hicieron no ha pasado desapercibido."

Adam sintió la suave presión de los dedos de Eva entrelazándose con los suyos. Ese gesto sencillo, pero lleno de significado, le habló más que cualquier palabra: ella estaba orgullosa de él. Adam bajó la mirada hacia ella y, no pudo evitar sonreír, sintiendo cómo esa conexión silenciosa los mantenía unidos, aún en los momentos más inciertos.

"Caín, Abel. Me presento ante ustedes. Mi nombre es Sera, soy la serafín mayor. Hoy conocerán a mis hermanos, aquellos que han velado por la creación durante siglos. Este es Miguel, el eterno protector del cielo. Rafael, el sanador y guardián de las plantas medicinales. Thalior y Thalira, los mellizos que custodian los secretos del universo. Y Uriel, el guardián del sol y la llama sagrada." A medida que Sera los nombraba, los ángeles inclinaban ligeramente la cabeza, cada uno irradiando una presencia que hablaba de la inmensidad de sus responsabilidades.

"Es un honor que mis hijos puedan estar en su presencia" dijo Adam, dando un paso al frente. "Ellos han trabajado arduamente, siempre agradeciendo por lo que el cielo nos ha brindado. Caín, mi primogénito, es agricultor y ha traído los frutos de su trabajo. Abel, mi segundo hijo, es cazador y hoy nos ofrece lo mejor de su caza."

Los ángeles observaron en silencio, con expresiones serenas, dejando su bendición en las ofrendas, pero fue Uriel quien dio un paso más allá. Su mirada profunda se detuvo, evaluándolas con cuidado. Con un gesto deliberado, se agachó frente a los frutos de Caín y trazó un símbolo en el aire sobre ellos. Luego, tocó suavemente los frutos con sus dedos antes de probar un pequeño bocado.

Sin prisa, Uriel se giró hacia la ofrenda de Abel, la carne cruda frente a él, y repitió el mismo ritual, tocándola con igual reverencia. Entonces, sin vacilar, levantó ambas manos al cielo, y una suave llama divina envolvió las ofrendas, purificándolas en silencio y llenando el aire con una luz sagrada.

"Sus ofrendas han sido recibidas", anunció Uriel. "Que ambos sean bendecidos con abundancia en sus trabajos. Que la caza sea fructífera y que la tierra dé sus frutos."

Con un gesto paternal, Uriel se acercó a Caín y Abel, colocando sus manos sobre sus cabezas. El rostro de Abel se iluminó con una sonrisa amplia, mientras Caín esbozaba una ligera pero contenida sonrisa. Sin más palabras, los ángeles extendieron sus alas, dejando una estela de luz mientras se desvanecía en el cielo. Sera fue la última en irse, inclinándose suavemente antes de despedirse, y con eso, se desvaneció en la luz.

Caín y Abel no podían contener su entusiasmo. Sus ojos brillaban con asombro mientras comentaban emocionados lo que acababan de presenciar.

"Increíble ¿Viste cómo volaban? Era como si estuvieran danzando entre las nubes", exclamó Caín, con una sonrisa de admiración en su rostro.

"¡Totalmente!" respondió Abel, quien era el más emocionado. "Sus alas brillaban como si llevaran la luz del sol. Me pregunto qué tan alto podrían llegar... Sería emocionante poder hacer eso. Volar"

Adam, sintiéndose aún un poco abrumado por lo sucedido, se acercó a Caín con el ceño fruncido, la decepción surgiendo en su pecho. El hecho de que no hubiera recibido todas las bendiciones del cielo lo hacía sentir incómodo.

"Deberías haberlo hecho mejor, Caín. Eres mi primogénito. Se espera más de ti."

Caín bajó la mirada, su rostro mostrando una mezcla de sorpresa y confusión.

"Lo siento padre", murmuró.

"Hicieron un buen trabajo," dijo Eva al acercarse, buscando aliviar el corazón de su hijo. "Ambos lo hicieron," añadió, dirigiendo una mirada significativa a su esposo, que la observaba con severidad. Cediendo finalmente ante ella.

Mientras Caín sonreía débilmente. Un Uratau, con su plumaje gris y ojos inquietantes, se posó en una rama cercana. Su canto tan triste resonó en el aire, y Adam sintió un escalofrío recorrer su espalda.

Buscando a Eva, la encontró observando al ave, con su mano tocando suavemente su pecho. El brillo de su mirada había cambiado; había algo en su expresión que lo hizo fruncir el ceño.

"¿Eva?" la llamó Adam, acercándose un paso.

Al escuchar su voz, Eva se volvió hacia él. Sus ojos, que reflejaban un leve temor, se encontraron con los de Adam, entonces él sintió un nudo formarse en su estómago.

"¿Qué sucede?" preguntó él, buscando una respuesta en su mirada.

Eva esbozó una sonrisa, aún con la sombra de ese sentimiento extraño en su interior.

"Nada", murmuró.

Se unió a él y a sus hijos, dejando atrás sus dudas mientras caminaba a su lado.

Ambos padres sintieron que ese día marcaría el comienzo de algo importante, aunque no pudieron prever lo que el destino les deparaba a ellos y a sus hijos.

 


 

Vaggie observaba a los médicos de la familia Morningstar, pero su mente estaba muy lejos, en el enfrentamiento. Todo lo que podía pensar era en lo mal que había salido todo.

El hotel Hazbin, había sido reducido a escombros, otra vez. Los malditos escarabajos de Adam lo habían volado en pedazos. Era evidente que Adam no quería simplemente destruir el edificio. No. Su objetivo era Charlie, él quería destruir su espíritu, y lo había logrado.

Si bien Charlie se había rehusado a descansar debido a Angel Dust y Niffty. Vaggie la había convencido de descansar, asegurandole de que ella se encargaría de los demás. Charlie, ahora, apenas se movía, dormía mucho, y el cabestrillo en su brazo era un recordatorio constante de su encuentro con Adam. Realmente era doloroso verla de esa forma.

"Maldito Adam," murmuró Vaggie entre dientes, apretando los puños.

Como exorcista, solía tener las respuestas, el control. Pero ahora... Sentía que había fallado en su propósito. Eso le provocaba un vacío en el estómago, una mezcla de impotencia y rabia que la consumía lentamente.

Habían sido afortunados de encontrar un refugio temporal en el barrio Canibal, que era sorprendentemente civilizado para lo que uno esperaba de Ciudad Pentagrama. Las calles estaban limpias y la gente parecía, en su mayoría, mantener una especie de orden que le parecía macabro.

"Angel está jodido. Está perdiendo sangre como un maldito grifo roto, y los doctores no pueden hacer nada. ¿Qué demonios vamos a hacer?", dijo Husk con su usual gesto de irritación en el rostro.

Angel Dust había sido el primero en caer. Dos de sus brazos derechos habían sido arrancados, pero esos ya se estaban regenerando. Lo que realmente le preocupaba era su mano izquierda, aquel que había sido cortado por el arma de Adam. Seguía sangrando sin parar, y el dolor lo mantenía despierto, tenso, irritable. Los doctores le tuvieron que realizar un torniquete y poner líquidos y analgésicos para aliviar un poco los síntomas. Ahora este yacía dormido.

"¿Por qué no está muerto?", esa fue la pregunta que se le escapó a Vaggie, casi en un susurro.

"Probablemente porque ese malnacido de Valentino no lo dejó morir. Seguro que otro pobre diablo mordió el polvo en su lugar.", respondió Husk, dándole un trago a su botella, ahora con una expresión de cansancio. Vaggie se quedó en silencio, ese era un dato que no conocía. "Angel ya pasó lo peor", continuó Husk, "¿Entonces por qué demonios esa mano no se regenera como las otras heridas?"

Vaggie soltó un suspiro profundo y dijo: "Las heridas hechas por acero angelical, solo pueden curarse con energía angelical. Los líquidos y transfusiones no sirven de nada, solo alivian los síntomas momentáneamente"

¿Qué pasaría después? ¿Angel Dust lograría eventualmente regenerar su mano? No pudo evitar tocar su ojo, la que fue herida por Lute. Vaggie pudo curar la herida en su ojo con energía angelical, deteniendo el sangrado y cerrando la herida, aunque nunca pudo regenerarlo. Sospechaba que los ángeles nativos no tenían la capacidad de hacerlo, o al menos los ángeles exorcistas. Solo los pecadores y quizás las almas virtuosas tenían esa cualidad. No pudo evitar pensar en el brazo de Lute.

"Y no puedes simplemente hacer tu magia angelical y arreglarlo? Pensé que todas las exorcistas sabían esas mierdas", dijo Husk alzando una ceja. Vaggie hizo una mueca de agotamiento.

"Vaggie... ¿puedes curar el brazo de Angel?" preguntó Charlie con una esperanza rota en la voz, ingresando por la puerta. Sus ojos estaban llenos de dolor y preocupación.

Vaggie negó con la cabeza, su mirada se suavizó al ver a Charlie. Odiaba tener que decir esto.

"No puedo. Fui entrenada en lo básico del uso de energía angelical, pero no tengo el poder para curar a otros. Solo unos pocos pueden hacer eso." Hizo una pausa y luego agregó "Angel Dust está fuera de peligro. Y el tratamiento que le aplicaron los médicos servirá momentáneamente hasta que tu padre llegué. Probablemente él si pueda curar la mano de Angel".

Pensó la posibilidad de usar cristales angelicales. En teoría, si podrían usarse para sanar heridas causadas por acero angelical. Pero era estúpido creer que podría conseguirlo en el infierno.

Por otro lado, Niffty también yacía inconsciente. Ella había sido alcanzada por los escarabajos de Adam. Por suerte se estaba regenerando, pero a un ritmo desesperadamente lento. Los médicos le habían puesto suero para evitar la deshidratación y otros medicamentos, ayudando a acelerar el proceso de regeneración, pero eso no era suficiente.

"Al menos sigue vivía", pensó Vaggie, aunque esa pequeña victoria no hacía que se sintiera mejor.

Lo sucedido con Cherri Bomb dejaba con otra pérdida más para el hotel. Vaggie tragó saliva, sintiendo una mezcla de rabia y tristeza. Mientras miraba a su novia, se prometió a sí misma que no dejaría que esto terminara así. Habían perdido mucho, pero aún tenían algo que salvar.

"Lo reconstruiremos" dijo en voz baja, más para sí misma que para los demás. "Todo." 

 


 

Charlie estaba sentada en el borde de la cama destartalada, mirando la pantalla rota del televisor mientras las transmisiones de Vox continuaban. Su mano izquierda sostenía su brazo derecho, aún inmovilizado por el cabestrillo. Su mente no dejaba de girar alrededor de los eventos recientes, en lo que había ocurrido, en lo que ella había permitido.

El rostro sonriente de Angel Dust apareció brevemente en su mente, sus bromas, su desfachatez. Ahora, estaba herido, mutilado, y su mano seguía sangrando por culpa de ese maldito acero angelical. Niffty, por otro lado seguía sin despertar, y Cherri Bomb... ella estaba muerta.

"Todo esto es mi culpa.", pensó.

Apretó los dientes, sus ojos humedecidos, mientras la luz tenue del barrio caníbal se colaba por las ventanas de la habitación. Había un bullicio constante afuera, pero Charlie apenas lo notaba. El hotel Hazbin había sido reducido a escombros, pero eso no importaba tanto como la pérdida de Cherri Bomb. Había fallado otra vez. ¿Cuántas veces más fallaría?

News 666 acababa de anunciar la caída de Carmilla a manos de Adam. En la pantalla, la batalla de Adam contra los pecadores del Torneo de la Agonía se desarrollaba con brutal claridad. Cada movimiento, cada destello de luz angelical, era un recordatorio de lo pequeña que era su esperanza de redención.

Vaggie, de pie junto a la ventana, tensó la mandíbula.

"Maldito bastardo... No puedo creerlo. Adam selló las armas de acero angelical. Nunca pensé que un alma virtuosa pudiera ejecutar algo tan complejo. Y menos él", dijo con rabia contenida.

Husk, desde el sillón al otro lado de la habitación, soltó una carcajada amarga, con su habitual botella en la mano. "Bueno, eso nos jodió. Ahora Ciudad Pentagrama no tiene la única herramienta capaz de matar ángeles. Es como si hubieran derribado nuestra mejor defensa", comentó antes de darle un gran trago a su bebida.

"¿Qué estoy intentando realmente? ¿De verdad todos merecen una segunda oportunidad?" El pensamiento cruzaba la mente de Charlie una y otra vez.

Ese era su sueño. Redimir a los pecadores, darles una segunda oportunidad de ser algo mejor. Pero Adam... Adam parecía más allá de la redención. Su poder, su frialdad, su capacidad de destruir con tal precisión y crueldad la habían dejado sin palabras.

"Soy tan ingenua", murmuró, con la voz quebrada. El silencio que siguió a su confesión la aplastó. Ni siquiera quería mirar a Vaggie; sabía que ella pensaba lo mismo, aunque nunca lo diría en voz alta. Charlie había creído que podía salvar a cualquiera, incluso a alguien como Adam. Ahora veía lo ridículo de esa idea.

Vaggie se acercó a ella y su mano se posó suavemente en el hombro de Charlie.

"No eres ingenua, Charlie. Solo eres... demasiado buena para este maldito lugar. Pero Adam... Adam no es alguien que puedas salvar."

"Bienvenida a la realidad, princesa. No todos quieren un final feliz. Algunos solo quieren ver el mundo arder." dijo Husk desde el fondo, con su habitual sarcasmo.

Alastor, que había permanecido en silencio hasta ahora, sonrió con esa expresión perturbadora de siempre, pero no dijo nada. Charlie sabía que estaba de acuerdo con Husk, su sonrisa lo decía todo.

Con una suave sonrisa, miró por la ventana, viendo la luz angelical que iluminó el cielo desvanecerse. Rosie, que había permanecido observando desde un rincón, se levantó con calma.

"Con el sello que realizó Adam, es imposible que esté bien, considerando las heridas que tiene", dijo sin perder tiempo, dirigiéndose hacia la ventana. Sacó su megáfono y, con una voz que resonó por todo el lugar, dio la orden: "¡Atención! Quiero a todos movilizados, ahora. Encuentren el cuerpo de Adam, y no lo dejen escapar".

El eco de su comando se disipó tan rápido como los caníbales se pusieron en marcha. Era como si la fuerza en la voz de Rosie fuera imposible de ignorar. O quizá era el deseo de probar la carne del ángel caído.

"Y alguien, por lo que más quieran, ¡Que no deje salir a Susan!" añadió. El bullicio de los caníbales se detuvo por un momento.

"Rosie... Susan no está", dijo uno de los caníbales.

La sorpresa cruzó fugazmente el rostro de Rosie, "Carajo", murmuró. "¡Muévanse! Si Susan encuentra el cuerpo antes, se lo quedará todo para ella."

La overlord se volvió hacia Charlie con una sonrisa suave, pero con el peso del apuro en sus palabras.

"Lo siento, queridos. Los dejaré un momento. Una jugosa carne de ángel me espera. Deséenme suerte". Y con eso, salió apresurada.

Alastor, desde su rincón, soltó un murmuro cargado de diversión. "Que te vaya bien, querida".

Husk, como de costumbre, no perdió la oportunidad de añadir su toque ácido. "Suerte matando a ese idiota"

Rosie, Vaggie, Husk... todos habían hecho lo que debían, y ella aún dudaba. Vaggie tuvo razón desde el principio. Debió haber recurrido a su padre antes de que todo esto se saliera de control. Y ese error le había costado caro. Le había costado la vida de Cherri Bomb.

Y era aún más frustrante y doloroso saber que Cherri Bomb había perecido intentando salvarla.

Entonces su mirada vagó hacia el teléfono. Sabía lo que tenía que hacer. Se levantó con pesadez, sus dedos temblando ligeramente mientras tomaba su celular.

Era hora de llamar a su padre.

Notes:

La verdad no pensé llegar a esta parte. Me pregunto si eventualmente llegaré al Edén 🤔
Gracias a todos los que han llegado a esta parte de la historia conmigo.

Chapter 24: CAPITULO 23

Summary:

ADVERTENCIA:
Esta historia es una obra de ficción inspirada en la narrativa de Caín y Abel. No pretendo representar los eventos reales de la Biblia ni cuestionar la interpretación de estos relatos, mucho menos faltar al respeto al texto sagrado o a las creencias de quienes lo valoran. Agradezco su comprensión y espero que disfruten de este capitulo.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

CICATRICES DEL PRIMER CRIMEN II 

El frío cortaba el rostro de Caín mientras ascendía la montaña. Sus pasos resonaban pesados en el silencio, roto solo por la respiración agitada de su familia delante de él. Cada año, este ascenso se volvía más pesado, no por la dificultad del camino, sino por lo que representaba. En otros tiempos, antes de la llegada de los ángeles, este día era especial, una celebración. Los recuerdos de entonces eran cálidos. Pero ahora, todo parecía un juicio constante. Las expectativas habían cambiado, especialmente las de su padre, que siempre le exigía más de lo que podía soportar. Si tan solo los ángeles nunca hubieran aparecido...

El pensamiento le aterrorizó. ¿Estaba culpando a los ángeles? Sacudió la cabeza, tratando de apartarlo. Pero la angustia seguía ahí, pesándole en el pecho. Deseaba que el día acabara ya. Sus ojos se deslizaron hacia su hermano, que caminaba tranquilo, mirando la ladera como si no sintiera el mismo peso que él. ¿Había sentido Abel alguna vez esa presión sofocante? Probablemente no. Abel era el favorito de los ángeles, y de su padre. Mientras que Caín... solo encontraba la decepción reflejada en los ojos de Adam.

"Extraño los días cálidos", murmuró Caín para sí mismo.

La llegada de los ángeles había sido un milagro, algo que inicialmente le llenó de felicidad. Pero junto a esa felicidad, se instaló un temor que no había podido ignorar: ya no era el ser perfecto que solía ser. Hacía tiempo que había dejado de serlo. Adam recordaba sus primeros días en el Edén, cuando sus palabras eran cánticos de alabanza. Se suponía que él, el primer hombre, era el más fuerte, el más sabio. Pero esa imagen se había desmoronado. Los ángeles se encargaron de ello cuando lo reprendieron por lo de Lilith y Eva en el pasado, haciéndole cuestionar si alguna vez fue realmente perfecto.

Miró sus manos, marcadas por cicatrices y callos. La tierra primitiva le había dejado sucio, desgastado. Ya no era el hombre impecable que una vez fue. Las arrugas asomaban en su piel y, aunque los ángeles no decían nada, Adam sabía que lo notaban. Ya no podía negar lo evidente: su tiempo de perfección había pasado. Pero en vez de mostrar su dolor, Adam lo escondía detrás de una obsesiva necesidad de perfección en sus hijos. Ellos no fallarían como él. No lo permitiría.

Caín fue el primero en sentir ese peso. Como primogénito, debía ser el mejor en todo. Adam lo empujaba a ser el más fuerte, el más hábil en la caza, el más eficiente agricultor. No había margen para errores. Los errores, para Adam, eran un eco de su propia imperfección. Abel, en cambio, parecía tenerlo todo sin esfuerzo. Y Adam lo veía como el modelo a seguir, lo que solo hacía más evidente cada falla de Caín.

"Apresúrense" gruñó Adam, incapaz de ocultar su irritación.

Caín levantó la mirada, triste. En sus ojos, Adam vio una súplica muda, una desesperación por ser aceptado. Pero en lugar de sentir compasión, Adam solo sintió incomodidad. Era como si un peso invisible presionara sobre su pecho. Y en lo profundo de su ser, una voz susurrante le dijera que había algo malo en lo que hacía. Sin embargo, rápidamente desechó esa idea, convencido de que esa incomodidad era solo una reacción inesperada, un capricho de su mente que no merecía atención.

"Siempre es igual," pensó Caín. "No importa cuánto me esfuerce, nunca será suficiente."

La primera vez que su padre le reprendió por no recibir todas las bendiciones, Caín sintió un dolor que nunca olvidaría. Se prometió mejorar, trabajar más duro, pero cada vez que fallaba, ese dolor volvía, más intenso. No importaba cuánto sudara en el campo o cuánto perfeccionara sus técnicas agrícolas. Incluso cuando hizo brotar semillas que su madre había traído del lugar en el que había nacido, algo que nadie más había logrado, el orgullo que sintió en ese momento fue aplastado en un instante.

"¿Eso es todo?" le había dicho su padre. "Mira las cosechas de Abel. El doble que las tuyas, y ni siquiera quería dedicarse a esto."

Caín apretó los puños, la frustración ardía en su interior. No era justo. Abel, a quien nunca le interesó la agricultura, siempre lograba mejores resultados. Todo lo que tocaba florecía, mientras que los esfuerzos de Caín siempre parecían insuficientes.

No siempre había sido así. En algún punto, se alegraba de los logros de Abel, aunque sus propios intentos a menudo terminaran en fracaso. Pero con el tiempo, algo había comenzado a cambiar dentro de él. Sin darse cuenta, la pequeña chispa de admiración se fue transformando en otra cosa. Era lento, imperceptible, pero constante. Cada vez que Abel lograba algo con facilidad, Caín sentía esa presión en su pecho, como si le estuvieran echando sal en una herida que nunca se cerraba.

A pesar de todo, Caín no era incompetente. Había demostrado su habilidad en la caza y la agricultura, aunque una lesión en su pie le impedía ser tan rápido como Abel. Esa vieja herida era un recordatorio constante de sus limitaciones. Pero Adam no mostraba piedad. En una ocasión, durante un entrenamiento de combate, Adam lo derribó sin miramientos.

"El mundo no tendrá piedad de ti, por tu cojera, Caín" le había dicho, con frialdad "Levántate"

Caín intentó levantarse, pero el miedo y el dolor lo paralizaron. En los ojos de Adam no veía un atisbo de compasión, solo la expectativa implacable de que debía ser perfecto... algo que, para su padre, él jamás sería.

Y sin darse cuenta, ya había sembrado la semilla del resentimiento. Un resentimiento que, para cuando se percató, ya se había convertido en un gran árbol, cuyas raíces lo aprisionaban. Entonces lo entendió: les guardaba rencor. No solo a Abel, sino también a su padre. Abel por su facilidad, su talento innato, y su despreocupación. Adán, por siempre destacar lo que su hermano hacía bien, por siempre señalar la diferencia entre ellos.

Y no sabía cómo lidiar con ello.

Lo que antes era una simple molestia se había convertido en una sensación constante, una espina que no podía ignorar. Cada elogio de su padre a Abel era una bofetada silenciosa. "Caín, mira cómo lo hace tu hermano", "Aprende de Abel". Esas palabras lo quemaban por dentro. No lo había pensado mucho al principio, pero ahora, cada vez que Abel lograba algo sin esfuerzo, la rabia que se acumulaba en su pecho lo sobrepasaba.

Con el tiempo, empezó a distanciarse. No lo planeó, simplemente sucedió. Cuando Abel lo buscaba para compartir algún hallazgo o simplemente para hablar, Caín encontraba alguna excusa para irse. Le pesaba la presencia de su hermano, su facilidad para todo, su manera despreocupada de vivir, como si todo fuera un juego que siempre terminaba a su favor.

"¿Por qué tiene que ser tan fácil para él?", se repetía Caín mientras tallaba la madera, con los dedos tensos y los nudillos blancos de apretar las herramientas.

Abel, claro, notó el cambio. Al principio, parecía no darse cuenta de la distancia creciente entre ellos, pero eventualmente, su hermano lo confrontó. Una tarde, después de otro largo día de trabajo, Abel se le acercó, sus ojos llenos de preocupación.

"Oye, Caín." lo llamó con una sonrisa nerviosa "¿Todo bien? Hace un buen rato que no hablamos. Y no sé, siento que te has estado alejando... No es que me preocupe, claro. Pero, ya sabes, si necesitas hablar... aquí estoy."

Caín, sin mirarlo, mantuvo su vista fija en la tierra, arrugando el ceño. Quería decirle que no había nada, que simplemente estaba cansado, pero las palabras se atoraron en su garganta. El resentimiento que había crecido dentro de él se sentía como una carga pesada, que lo empujaba a alejarse, incluso si en el fondo no entendía por qué. No era solo envidia; era algo más profundo. No podía soportar la idea de ser siempre el segundo, de nunca recibir la misma atención que Abel.

"No es nada" dijo finalmente, aunque la sequedad en su voz desmentía sus palabras. "Solo tengo cosas que hacer."

Esa sensación de vacío seguía acechándolo. Horas antes de la ceremonia, había estado de pie, el sudor deslizándose por su frente. No había dormido; su mente estaba atrapada en un ciclo repetitivo, practicando movimientos y técnicas en las que constantemente fallaba en el combate. Cada golpe al aire, cada recuerdo de sus intentos fallidos lo mantenía en marcha, incluso cuando el dolor se convertía en una punzada insoportable. A veces, la intensidad era tal que se sentía al borde de la locura, deseando arrancarse esa extremidad enferma.

Fue en ese momento, cuando el dolor alcanzó su clímax, que sintió que el mundo se tornaba en rojo. La idea de liberarse de su tormento se apoderó de él. Tomó una piedra afilada y la sostuvo con firmeza, el frío del objeto contra su piel le dio una extraña sensación de control. Se imaginó dejando atrás el dolor, la cojera, la envidia que lo consumía. Eliminar lo que lo hacía imperfecto. En su mente, esa acción parecía ser el camino hacia la libertad, la única forma de salir de la sombra de su hermano y reclamar su lugar.

Pero antes de que pudiera hacer algo irreversible, una mano se cerró sobre su muñeca.

"Caín, suéltalo", dijo alguien suavemente.

Caín volteó en su dirección aturdido. Era su madre. Y luego volvió hacia lo que estaba haciendo, sus ojos se abrieron de par en par. Con una mezcla de miedo y vergüenza Caín soltó la piedra y su madre la pateo lejos de ellos. Entonces Caín temió la reacción, que lo regañara, que hablara con su padre y lo señalara como un loco ¿Quién en su sano juicio se cortaría el pie? Esa idea lo asustó y estuvo a punto de soltar un grito de frustración, pero cuando abrió la boca, su madre le metió un trozo de pan.

"Quería que probaras lo que hemos cosechado", dijo, sonriendo a pesar de la tensión en el aire. "Este trigo que lograste hacer brotar es el fruto de tu esfuerzo, y he hecho pan con él. ¡Buen trabajo!" Miró los sembradíos de Caín con admiración. "Con tanta abundancia, me siento como si fuera rica", añadió, dejando escapar una risita alegre, como si fuera una niña emocionada.

Las palabras de su madre le golpearon de sobremanera. El sabor del pan, cálido y reconfortante, llenó su boca, mientras masticaba luchando contra el nudo que se formaba en su garganta. Se sentía insignificante y, al mismo tiempo, profundamente conmovido.

"Sientete orgulloso. Esto es gracias a ti. Y yo estoy muy orgullosa de ti, hijo mío"

El nudo se hizo más intenso, y sintió que las lágrimas amenazaban con brotar. Comía en silencio con los pensamientos dándole vueltas, mientras Eva se arrodillaba a su lado y comenzaba a aplicar ungüento sobre su pierna.

"Te has estado exigiendo demasiado. Es por eso que el dolor es cada vez mas fuerte. Debes descansar", dijo suavemente, pero Caín frunció el ceño.

¿Descansar? ¿Y dejar que su hermano lo dejara atrás?

"Caín es normal sentir envidia" dijo su madre como si pudiera leer sus pensamientos "Despues de todo somos humanos. Pero no dejes que esa envidia te frene ni mucho menos te empuje a hacer algo de lo que podrías arrepentirte"

Finalmente, Caín se atrevió a mirar a su madre. Aquellos ojos verdes, al igual que los suyos, reflejaban un amor profundo y preocupación genuina.

"Oh, hijo, te ves tan agotado", dijo ella, tocándole suavemente las ojeras. "No puedes ver todo lo que has logrado. Detrás de ti hay un gran recorrido. No tienes que demostrar que eres el mejor ni competir con nadie." ahora tomándole de ambas mejillas "No eres Abel, no necesitas serlo, porque hay virtud en ser tu. Yo lo veo, y lo admiro profundamente"

Entonces sus ojos se humedecieron. Se sintió pequeño, como el niño que una vez fue, y el peso del dolor por ser el primogénito se desvaneció, dejándole solo con la vulnerabilidad. En un instante, las lágrimas brotaron de sus ojos, y se sintió impotente, deseando que su madre pudiera llevarse su carga.

Eva acarició su cabello con ternura, y Caín sintió que el agotamiento lo envolvía. Finalmente, su cuerpo cedió, y se quedó dormido, mientras Eva lo cubría con pieles.

Un tiempo después, Adam apareció desde la entrada de la cueva, su voz resonando en el aire frío.

"¿Por qué no están listos para ascender a la montaña?" preguntó, con un tono que sugería impaciencia.

Eva lo miró con el ceño fruncido, pero él la ignoró. Caín, aún medio dormido, sintió una punzada de rencor, pero en ese instante, todo lo que deseaba era aferrarse a la calidez de su madre. Se quedó quieto un momento más, inhalando profundamente, como si quisiera retener ese calor.

Pero afuera, la calma estaba a punto de romperse.

La montaña estaba en silencio, excepto por el murmullo de los ángeles que se acercaban. Caín mantenía la vista fija en el suelo, evitando el destello de las alas y el brillo de sus miradas. Su mente era un torbellino de pensamientos sombríos, como lo había sido últimamente, dominados por el miedo a la ira de su padre, a la decepción que seguiría si no recibía todas las bendiciones.

"¿Cómo enfrentaré su rabia?", se preguntó, su mente agotado por la presión constante.

Todo lo que anhelaba era ser visto, pero no a través de la lente de perfección que los ángeles y su padre exigían.

Caín suspiró agotado, ¿Era normal sentirse tan cansado? Dormir, pero que ni si quiera el descanso pudiera aliviar su agotamiento. Ya no esperaba que todos los ángeles le dieran sus bendiciones; la esperanza se había desvanecido, reemplazada por una resignación amarga.

Pero entonces, una mano suave tocó su cabeza, rompiendo el curso de sus pensamientos. Caín levantó la vista, encontrándose con el rostro sereno de Uriel, cuyos ojos parecían contener una profunda tristeza. Frunció el ceño, confundido por la emoción que vio en ellos.

"Caín, no juzgues tu valor por las ofrendas de otros. Tu valor proviene de dentro. "dijo el arcángel.

Caín no supo que decir. Uriel, era el único que se tomaba el tiempo de probar las ofrendas, de degustar su esencia, de entender el alma detrás de cada una. Caín sentía un extraño cariño por él, una conexión que no podía explicar. Algo similar ocurría con la serafín Sera, aunque ella se mantenía más distante que Uriel.

"¡Abel! Tu ofrenda no fue sincera." se escuchó decir. Rompiendo la calma.

Los ángeles se volvieron hacia su hermano, y Caín sintió una punzada de sorpresa. ¿Lo estaban regañando? Abel, el favorito, del que dijeron que era el verdadero sucesor del primer hombre, el que siempre se acercaba a la perfección que el cielo tanto exigía.

"Es todo lo que pude conseguir en la cacería," respondió Abel, su voz firme, sin titubeos. "No puedo ofrendar lo que no tengo." Las palabras resonaron en la montaña, llenas de desafío.

Adam y Eva intercambiaron miradas atónitas. Caín entrecerró los ojos, escéptico.

Y contra toda su expectativa, Caín recibió todas las bendiciones. La victoria, que debería ser motivo de celebración, le sabía a cenizas. La luz de los ángeles había brillado sobre él, llenándolo de bendiciones, pero en su corazón solo había un vacío profundo, una sensación de fracaso que le carcomía el alma.

"¿Para qué sirve todo esto?" pensó, bajando la cabeza con resignación. "No siento nada."

"¿En qué estabas pensando, Abel?, dijo Adam, rompiendo el silencio después de la culminación de la ceremonia, ¿Por qué no pudiste ofrecer algo digno? con decepción en su voz.

"Ah, lo siento, padre..." dijo el menor, con una media sonrisa despreocupada. "Es solo que, ya sabes, extraño esos viejos tiempos cuando estábamos más unidos, cuando este día realmente significaba algo de celebración." Luego se encogió de hombros, como si no le importara el impacto de sus palabras. "Ahora todo es tan... rígido y aburrido. Lo detesto, en serio."

La expresión de Adam se endureció.

"¿Cómo puedes cuestionar la voluntad del cielo? ¿No entiendes que es por nuestro bien?", replicó Adam, levantando la voz.

"¿Nuestro bien? ¿En serio? ¿Es este el 'bien' que ellos creen que queremos?" dijo, alzando una ceja. "No es que esté cuestionando al cielo, claro, pero..." bajó la mirada, como si estuviera recordando algo más simple. "Extraño esos días cálidos," añadió, casi en un susurro.

Eva se llevó la mano a la boca, dolida por la revelación de Abel, observando también con tristeza a su hijo mayor y luego a su esposo. Pero Adam no entendía, y su ira creció, volviéndose hacia Caín.

"¿Y tú? ¿Por qué no dijiste nada? ¿Por qué permitiste que tu hermano menor se comportara de esta manera?", preguntó Adam, acusándolo.

Caín, agotado y abrumado, se quedó en silencio, sin fuerzas para discutir. Lo que provocó aún mas la ira de su padre.

"¡No puedes hacer nada bien, Caín! ¡Nunca puedes guiar a tu hermano!", exclamó, dándose la vuelta, y abandonando la montaña con Eva siguiéndolo.

Caín, sin decir una palabra, se agachó junto al altar y comenzó a desarmarlo en silencio. Sus manos se movían mecánicamente, recogiendo las piedras una a una. Abel, que había estado observándolo a cierta distancia, dio un paso hacia él, con el rostro lleno de preocupación. Extendió la mano e intentó posar su palma sobre el hombro de su hermano. Pero antes de que pudiera tocarlo, Caín se apartó bruscamente, como si el contacto lo quemara.

"¿Por qué tuviste que hacer eso?" murmuró Caín, su mandíbula tensa mientras trataba de mantener la calma. "Te dije que no te entrometieras," añadió, su voz temblando ligeramente, casi como si estuviera a punto de romperse bajo el peso de la frustración contenida.

Abel frunció el ceño, claramente herido, pero no se echó atrás.

"No puedo quedarme de brazos cruzados mientras te hundes en la oscuridad," dijo Abel, como si fuera lo más obvio del mundo. "Necesito entenderte, Caín. Siempre estás tan... enojado. ¿Qué tal si, no sé, simplemente lo hablas? Vamos, no puede ser tan difícil."

"¿De verdad crees que es tan fácil? No es como si pudiera simplemente... hablarlo," dijo Caín, con su voz tensa, como si cada palabra le costara. "Estoy cansado. Solo... déjame en paz."

"¿Y qué sigue después? ¿Vas a seguir evitándome?" respondió Abel, arqueando una ceja, mientras sus ojos reflejaban seriedad, algo poco común en él. "¿No puedes dejar de lado esa competitividad? Pareces empeñado en superarme. Creí que, si lo hacías, todo esto terminaría. Vamos, Caín, eres increíble en lo que haces, incluso con ese pie. Nunca podré igualarte en eso, y sinceramente, eso está bien. Eres genial, y te admiro por eso."

"¿Admiras eso de mí?" se rió amargamente. "Lo que soy es mediocre. Siempre estás un paso por delante de mí. Nunca voy a alcanzarte. ¡Estoy cansado de sentirme como una sombra!"

"No es mi culpa. Yo no quería que esto fuera así, Caín"

"Pero así fue. Tuviste que fallar a propósito para que ellos me vieran," replicó Caín, su voz llena de desdén. "Y recibí todas las bendiciones, porque era lo único que había. Arruinaste mi esfuerzo."

"Hice esto por ti, por todos nosotros."

"¡No lo haces!" estalló Caín. "No pensaste en lo humillado que me sentiría. ¡No quiero tus buenas intenciones ni tu lástima! Solo... ¡vete! Quiero estar solo." Sus ojos destellaron con una mezcla de dolor y cansancio, evidenciando lo cerca que estaba de su límite.

"Caín, por favor," suplicó Abel, levantando una mano, tratando de calmar a su hermano.

"¡Vete!", gritó Caín una vez más. Tocándose la frente.

Abel dolido, agachó la cabeza.

"¿No lo hago? ¿Eso es lo que parece?," respondió el menor con una sonrisa torcida, "Tan orgulloso como siempre, ¿verdad? Pero mira dónde estás, Caín. Te crees fuerte, pero solo estás escondiéndote detrás de esa rabia. Si realmente no quisieras que me importara no lo estarías diciendo a gritos." Hizo una pausa. "Tal vez deberías dejar de intentar ser el chico duro y admitir que necesitas ayuda. Pero, claro, eso sería pedirle mucho a un ser 'perfecto' como tú."

Los ojos de Caín se abrieron de golpe, y una oleada de rabia lo consumió, como lava burbujeante dispuesta a desbordarse, adueñándose de él, desdibujando los límites de su razón. Con un impulso irrefrenable, levantó la mano, con una fuerza oscura surgiendo desde su interior. Todo parecía detenerse, y un instante se transformó en una eternidad. En ese momento la historia de su acto se inscribió en el tejido del tiempo, una cicatriz imborrable que resonaría a través de las generaciones.

Los humanos recordarían por siempre el eco de su pecado.

En ese mismo momento Adam bajaba de la montaña con pasos pesados, su rostro endurecido por la molestia. Sentía cómo el aire frío de la tarde se mezclaba con su frustración, agitando su pecho con cada respiración. Llegó a la orilla del río y se dejó caer sobre una roca plana, mirando el agua deslizarse lentamente ante sus pies. Su mente bullía con pensamientos, cuestionándose cómo las cosas habían llegado a este punto.

El crujido de ramas detrás de él anunció la presencia de Eva. Ella no dijo nada al principio, solo se sentó a su lado, respetando su espacio, como solía hacer cuando sabía que estaba molesto. Adam evitó mirarla, su mirada seguía fija en el río, aunque era imposible ignorar su presencia. Sabía que ella esperaba que se calmara, que soltara el peso de su ira, pero hoy era diferente. Algo oscuro latía en su pecho, algo que ni las aguas tranquilas podían apaciguar.

Adam notó que Eva se movía de manera inquieta, llevando una mano a su pecho, como si algo le doliera. Miraba hacia atrás, hacia la montaña, con una expresión que lo perturbó. Un débil estruendo se oyó desde lo alto, no lo suficiente como para alarmarlo, pero Eva reaccionó de inmediato, levantándose con rapidez.

"¿Qué sucede?" preguntó Adam, aún sin apartar la vista del río, pero con la tensión acumulándose en su voz.

"Me duele el pecho" respondió Eva en voz baja. "Y... me cuesta respirar."

"¿Tienes un mal presentimiento?" preguntó, tratando de mantener su tono sereno, aunque su preocupación comenzaba a filtrarse.

Eva asintió lentamente, sus ojos todavía mirando la distancia.

"Sí" susurró. "Lo he tenido por años, Adam. Desde que los ángeles llegaron. Algo no está bien... con todo esto. Y ahora es más fuerte."

Adam tensó la mandíbula, sintiendo el peso de sus palabras como si lo acusaran. Sabía lo que ella insinuaba, aunque nunca lo había dicho abiertamente. Eva nunca estuvo de acuerdo con la manera en que los ángeles influenciaban a sus hijos, la manera en que fomentaban la competencia, el constante medir de habilidades, y la exigencia de la perfección. Pero nunca se atrevió a contradecirlos. Él, sin embargo, había sido firme: ellos debían ser fuertes, buenos en todo. Eran sus hijos, la descendencia del primer hombre.

"Lo que está dañando a nuestros hijos es la comparación constante, la exigencia a la perfección" dijo Eva de repente, con una mezcla de angustia y tristeza en su voz. "Está bien no recibir todas las bendiciones. Al final siempre nos la hemos arreglado con lo poco que teníamos"

"¡Debemos ser los mejores!" replicó Adam, su voz saliendo más fuerte de lo que pretendía. "Ellos deben ser buenos en todo. Porque son nuestros hijos. ¡Mis hijos! Yo soy el primer hombre, Eva. ¿Cómo podría ser de otra manera?"

"¿Has visto a Caín últimamente?" preguntó, su voz ahora en un tono más bajo, casi suplicante. "Está llegando a su límite. No es el mismo. Se está sobre exigiendo demasiado. Temo que uno de estos días haga una estupidez. Él no está bien, Adam."

Adam bufó, girándose por fin para mirarla con una mezcla de enojo y desafío.

"Tú los sobreproteges demasiado. Especialmente a Caín. Siempre estás buscando excusas para él."

Eva sacudió la cabeza con una expresión de dolor.

"No es eso. Es que... es doloroso que te comparen con alguien. Entiendo cómo se siente Caín. Y eso está creando una brecha entre él y Abel. Ya no son cercanos como antes. Tú lo estás fomentando, sin darte cuenta. Estás cometiendo un error, Adam."

Esa última frase fue la que lo hizo explotar. Se levantó de golpe, enfadado, su cuerpo tenso de ira.

"¡Yo no cometo errores!" gritó, alejándose de ella con pasos bruscos. El eco de sus palabras rebotó entre los árboles, "Soy el primer hombre. No puedo cometer errores. Y mis hijos tampoco"

Pero Eva no lo dejó ir tan fácilmente. Se levantó tras él, siguiéndolo con firmeza, pero sin levantar la voz.

"Por favor, Adam" le rogó. "Piensa en Caín y Abel. Tú puedes detener esto antes de que todo empeore."

Adam se detuvo de golpe, girando hacia ella con el rostro enrojecido de furia.

"¡Tú no lo entiendes, Eva!" su voz era como un trueno, potente, desesperada. "¡No eres la primera mujer!"

Eva se sintió dolida, mas no se detuvo.

"Tú sabes que no podemos controlarlo todo, Adam", dijo con una calma temblorosa. "A veces, aunque hagamos todo bien, la caza falla, la tierra no da fruto... No depende solo de nosotros."

Adam cerró los ojos, la mandíbula tensa, resistiéndose a sus palabras, como si admitirlas significara aceptar una debilidad que no podía permitirse.

"Si tan solo Caín fuera como Abel" murmuró Adam, el enojo filtrándose entre sus dientes apretados. "Nada de esto pasaría."

Eva lo miró, sorprendida por la crudeza de sus palabras.

"Caín no tuvo la culpa de que lo atacara un oso. Esa herida no fue su culpa."

Adam apretó los puños, su furia ahora canalizada, buscando algo o alguien a quien culpar.

"No me refiero a eso. Abel... todo lo que toca, lo hace bien. Es fuerte, es capaz, es un digno hijo. Pero Caín..." su voz se tornó amarga. "Caín se equivoca demasiado. Y eso es por tu culpa."

Las palabras cayeron como piedras entre ambos, llenando el aire de un peso insoportable. Eva lo miró, incrédula, sus ojos comenzando a llenarse de una confusión que atravesaba el dolor.

"¿Qué...? ¿Qué intentas decir?" su voz apenas fue un susurro.

Adam, enceguecido por la rabia que no lograba controlar, dejó escapar lo que llevaba tiempo albergando en lo más profundo.

"Es tu culpa" dijo, cada palabra impregnada de resentimiento. Se suponía que él no sabía reconocer esa emoción, pero ahí estaba, creciendo en su pecho. "Mordiste la manzana. Arruinaste tu cuerpo. Eso afectó a Caín. Lo hiciste defectuoso."

Eva lo miró con el corazón roto, pero antes de que pudiera responder, Adam continuó, sumido en una amargura que ni él mismo entendía por completo.

"Lilith habría traído mejores hijos al mundo." La imagen de Lilith con su cabellera rubia y ojos morados se deslizó por su mente como un sueño. "Ella no habría fallado." Pero también vino otra imagen, la de Lilith huyendo del Edén, dejándolo solo. Y la de Eva quedándose a su lado.

Fue como despertar de golpe, al darse cuenta de lo que había dicho. Y al mirar los ojos de Eva, sintió un golpe en el estómago, como si una daga le hubiera atravesado. El dolor reflejado en los ojos de Eva, lo sacudió. Su garganta se cerró de inmediato, y el arrepentimiento lo inundó con una fuerza devastadora.

Eva no dijo nada. Bajó la mirada, sus ojos que parecían empezar a humedecerse buscaron refugio en el suelo. La herida que acababa de abrir en su corazón era visible. Un abismo se había formado entre ambos, y él sabía que había sido su culpa.

"Eva..." murmuró, sin saber qué decir para remediarlo.

Ella se giró lentamente, dándole la espalda. Su silencio era más doloroso que cualquier reproche. Mientras empezaba a caminar, Adam, impulsado por la desesperación, la tomó del antebrazo, con un agarre que reflejaba no solo el miedo a perderla, sino la culpa que lo consumía. Eva no se movió, pero tampoco lo miró. Su voz, baja y rota, fue casi inaudible, pero sus palabras atravesaron el corazón de Adam como una estaca.

"Entonces debiste luchar más e ir tras de ella" murmuró, "Quizá así habrías tenido hijos dignos de los perfectos primeros humanos. Y no te sentirías tan miserable ahora."

Adam sintió un nudo formarse en su garganta, con la vergüenza y el arrepentimiento sofocándolo. Quería decirle que no, que no era lo que había querido decir, que era ella, solo ella, la que había elegido. Pero las palabras se ahogaban en su pecho.

El silencio se volvió aún más pesado cuando Caín apareció ante ellos, rompiendo la tensión que los había atrapado en una prisión invisible. Adam, con la mano aun aferrando el antebrazo de Eva, lo vio al principio con alivio, creyendo que había llegado para poner fin a la confrontación. Pero en cuanto su mirada descendió, todo cambió. Y ambos padres se quedaron paralizados.

La imagen de Caín sosteniendo el cuerpo de Abel, con sus manos manchadas de sangre, quedó grabada para siempre en la memoria de Adam. Era un recuerdo que jamás lo abandonaría. Una herida que nunca sanaría.

 


 

Pasado: Día de exterminio, hace tres años.

Adam se encontraba de pie, observando a sus exorcistas desplegadas por el terreno infernal. El exterminio, ese día glorioso donde los pecadores corrían como cucarachas bajo las luces celestiales, era la única distracción después de interminables días monótonos en el paraíso. Sus exorcistas se lanzaban sobre ellos como una jauría celestial de lobas con espadas. Eran su mayor orgullo, presumiría de ellas en el cielo si los exterminios no fueran un secreto.

Lute, feroz como un huracán, ya estaba arrancándole la cabeza a un pecador. Cada ataque suyo era una mezcla de precisión y brutalidad que a veces hasta a él le sorprendía. Y, como siempre, tras terminar, volvía a su lado, respirando con fuerza, lista para volver a la carga.

"¡Mira esos brazotes, tetas chiquitas! Si sigues apuñalando así, voy a tener que llamarte 'Brazo de plata'... o mejor aún, 'Dama del apocalipsis'", dijo Adam con una actitud tan relajada que parecía más un espectador de una comedia que el supervisor de una masacre infernal. "Ahora ve, allá hay más. ¡Patéales el trasero, nena!"

Todo parecía marchar según lo previsto. O eso pensaba él, hasta que dobló una esquina y la vio. Vaggie, su segundo al mando después de Lute, dejaba escapar deliberadamente a un pecador. Era un niño, y eso siempre complicaba las cosas, ¿no? Pero las órdenes eran claras, y lo que Vaggie había hecho rozaba la traición. Adam frunció el ceño, y lo vio, lo sintió. Y, peor aún, Lute también lo notó.

Antes de que pudiera procesar del todo lo que estaba ocurriendo, Lute se movió. Sin una palabra, con esa eficiencia brutal que la caracterizaba, tomó a Vaggie por la mano y le arrancó el ojo como si estuviera deshaciéndose de una hoja de papel mal doblada. El grito de Vaggie resonó en las paredes del callejón, un eco dorado que quedó flotando en el aire. La sangre de los ángeles no era común, pero cuando fluía, era de un dorado cegador que te hacía querer mirar hacia otro lado, y a la vez, no podías dejar de mirar.

Adam se quedó paralizado. No por la posible rebelión de una exorcista, algo inédito. ¿Era el dolor de Vaggie? ¿O la crueldad con la que Lute había actuado? Quizás un poco de ambas cosas.

"Una pecadora inmunda como tú no tiene lugar en el cielo," dijo Lute, antes de arrancarle las alas a Vaggie. Adam vio el horror en el ojo de la ex exorcista, y por un segundo, fue como si todo el maldito Infierno desapareciera.

Un eco retorcido surgió en su mente: las imágenes de Caín y Abel, las manos de su primogénito cubiertas de sangre, el cuerpo inerte de Abel. Se suponía que Lute y Vaggie eran hermanas ¿Verdad? entonces ¿por qué...? No era exigente con sus exorcistas. Tampoco fomentaba la competitividad; de hecho, les lanzaba cumplidos de vez en cuando para motivarlas a mejorar. ¿Había vuelto a fallar? ¿Había permitido que esto pasara de nuevo?

Su respiración se volvió superficial, su corazón latía con esa intensidad dolorosa que sólo podía provenir de una herida que nunca sanó del todo. Pero no era el momento, ni el lugar, para mostrarse así. No podía, no debía. Era un jodido comandante.

Se recompuso, forzando sus pensamientos a la realidad del presente, caminó hacía Lute con la mayor neutralidad posible y tomó la aureola de Vaggie. Y sin mirar atrás, se marchó.

"No vuelvas hacer eso sin mi permiso, perra" murmuró a Lute mientras regresaban al cielo.

En el cielo, la atmosfera era diferente, aunque no menos intensa. Adam se preparaba para un concierto que tenía programado. El rumor había extendido: Adam había escrito una nueva canción. Almas virtuosas se reunieron emocionados. Era un evento que no se veía todos los días; después de todo, Adam no tocaba por simple entretenimiento. Cada acorde, cada riff, era una extensión de él mismo, de sus pensamientos reprimidos, de sus emociones que no podía expresar de otra manera.

Cuando Adam tomó su guitarra, el cielo brilló más intensamente. Sus dedos comenzaron a moverse, liberando una explosión de luz angelical con cada nota. Las almas se balanceaban al ritmo de la melodía, como si sus corazones latieran al compás de cada acorde.

El peso del exterminio, las imágenes de Vaggie y Lute, el eco de Caín y Abel, todo estaba incrustado en su garganta como un nudo imposible de deshacer. Y así comenzó su canción, con un riff pesado que sacudió los cielos:

 

"Marqué mi huella en la tierra con mis manos,

Aún huele a sangre, oh joder, qué maldito lugar.

Una risa, un grito... todo suena igual,

¿Rompí las reglas? Ja, tal vez una vez, tal vez dos,

Y construí reinos de polvo, con sangre y mierda como cemento."

 

Las almas se quedaron inmóviles, fascinadas, mientras la voz de Adam rompía el aire con fuerza. Su guitarra rugía, y cada acorde resonaba con la rabia y el remordimiento que sentía en lo más profundo de su ser.

 

"Y me quedé solo, contando piedras,

Si, el rey de las ruinas,

de huesos que se quedaron para siempre.

¿Dónde están ahora? Los pasos se desvanecen,

Uno corría libre, el otro arrastraba cadenas.

Ambos se alejaron del ruido que yo mismo provoqué."

 

El solo de guitarra que vino a continuación fue rápido, caótico, un reflejo de la confusión en su alma, como si sus dedos no pudieran seguir el ritmo de sus propios pensamientos.

 

"Soy el rey de cenizas, buscando lo que no fue,

¿Quién carajos decide qué luz debe brillar o apagarse?

Le di brillo a una estrella, dejé que la otra se apagara,

Pero dime, ¿Quién decide qué luz importa más, en la oscuridad?

 

Un ojo en el suelo, aplastado,

el juicio fue rápido, el perdón... ni lo vi pasar.

Vi sus alas desgarradas volar,

¿Quién carajo soy yo para decirles quién ser?

Si la sangre ya dejó de correr."

 

Adam continuó, su voz rompiéndose levemente, mientras el ambiente se volvía más melancólico, más introspectivo. La luz que lo rodeaba comenzó a menguar, como si el peso de sus palabras apagara las estrellas mismas.

 

"Cenizas de lo que fui, polvo en un cielo gris,

Busco entre sombras lo que dejé ir.

Uno voló lejos, el otro se hundió en la tierra.

Y yo... me quedé aquí, mirando al viento llevárselo todo."

 

La canción terminó, y el silencio reinó. Los aplausos llegaron después, pero Adam solo miraba las luces apagarse lentamente. Entre el eco de las almas emocionadas, sabía que había dejado caer más de lo que jamás admitiría.

Notes:

Hola :)
Espero que el capitulo no haya resultado pesado o confuso. Tenía que mostrar ciertos puntos.
Gracias por los comentarios, intentaré mejorar.
Me di cuenta de que, sin querer, incluí un spoiler. Ya saben lo que dicen: "la boca tiene poder". Lo entenderán más adelante. Si llegamos a esa parte ^^"

Chapter 25: CAPITULO 24

Notes:

ADVERTENCIA:
Esta historia es una obra de ficción inspirada en la narrativa de Caín y Abel. No pretendo representar los eventos reales de la Biblia ni cuestionar la interpretación de estos relatos, mucho menos faltar al respeto al texto sagrado o a las creencias de quienes lo valoran. Agradezco su comprensión y espero que disfruten de este capitulo.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

CICATRICES DEL PRIMER CRIMEN III

Caín estaba acurrucado en la entrada de la cueva, con la vista fija en algún punto más allá de la noche. No sabía cuánto tiempo había transcurrido. Parecía una eternidad de días sin horas, como si estuviera suspendido, girando alrededor de un miedo que dolía en su pecho: el miedo de que Abel no volviera nunca mas.

"Tienes que volver… por favor hermano regresa", murmuró débilmente.

Había una sombra de muerte en el aire, un manto invisible que se espesaba. Él intentaba ignorar esa sensación, en cambio, se aferraba a la esperanza de que su madre pudiera salvar a su hermano.

Levantó la vista hacía él, verlo dolía. Había algo inhumano en su mirada, era como si este mirara sin ver, como si observara desde un sitio lejano, ajeno a este mundo.

"Abel... hijo, ¿Me recuerdas?, háblame... Aquí estoy... no te vayas, hijo mío." murmuró Eva en voz baja. Como si con sus palabras intentara retener el espíritu de Abel en este mundo, como si lo aferrara con un hilo invisible.

Pero Abel no respondía.

Adam, por su parte, permanecía de pie, observando a su hijo con los brazos cruzados y los labios apretados en una mueca de dureza. Pero en esos ojos dorados, Caín podía ver el brillo de algo roto, algo que no se permitiría mostrar. Cada vez que Abel se desvanecía en ese terrible sueño, Adam respiraba con más fuerza, como si él mismo fuera a quebrarse.

¿Cómo habían llegado a esto?

El caos había comenzado poco antes, cuando en un arrebato de ira Caín lanzó su puño hacia Abel. Si tan solo no lo hubiera hecho, si tan solo se hubiera alejado él.

Recuerda como Abel lo esquivó con una inclinación precisa de su cabeza, dando un paso hacia atrás e intentando crear un poco de distancia.

Caín debió parar en ese instante. Debió haber dado el ejemplo como hermano mayor, y no haberse dejado llevar por su rabia, y su resentimiento, pero en cambio, no permitió que se formara esa distancia. Se giró con rapidez y soltó una patada hacía su pecho, patada que Abel bloqueó con su brazo, aunque sintió el impacto por todo su cuerpo.

"¡Pelea en serio!", gritó Caín.

“Esta bien”, respondió Abel, lanzándose hacia su hermano.

Atrapó el brazo de Caín en el aire, para girarlo con fuerza hacia su espalda, rodear su torso, sujetarlo con firmeza e inmovilizarlo. Sin embargo, Caín se retorció violentamente, logrando liberarse.

Una serie de puños rápidos, casi descuidados, pero con suficiente fuerza y velocidad hicieron retroceder a Abel. Cada golpe que Caín lanzaba era mas potente, demostrando la fuerza bruta que había heredado de su padre. Abel seguía bloqueando, absorbiendo cada impacto, aunque varios puñetazos lograron atravesar su guardia, golpeándolo en el rostro y el torso. Entonces Abel poco a poco dejó de esquivar y comenzó a devolverle los golpes que impactaron en el estómago y en el hombro, logrando desestabilizar a su hermano.

Con una habilidad que demostraba su superioridad, aprovechó el momento de desequilibrio, y lanzó una patada baja que hizo que Caín perdiera el equilibrio, derribandolo al suelo.

"Quédate ahí, Caín. Sabes que esto no saldrá bien para ti."

Pero eso solo hizo que la furia de Caín se intensificara. Con un grito de rabia, giró sobre el suelo y utilizó su pierna para barrer las piernas de su hermano en un movimiento explosivo. Abel incapaz de anticipar la velocidad del movimiento cayó al suelo, y en un abrir y cerrar de ojos, Caín ya estaba sobre él. Sus golpes cayeron con fuerza sobre su hermano, uno tras otro, directo en el rostro y el pecho, sin descanso.

Abel, a pesar del dolor, se defendió de los golpes, bloqueando y devolviendo otros con una precisión que Caín no lograba esquivar del todo. Ambos intercambiaron golpes en el suelo, cada uno con la furia y la intensidad, hasta que Caín, en un impulso, extendió la mano hacia lo que encontró mas cerca, una piedra. Sin pensar, la tomó y la estrelló contra la cabeza de su hermano. Abel no logró esquivarlo del todo recibiendo el impacto detras de su oreja derecha.

Ese golpe fue contundente; Caín escuchó algo quebrase, Abel sintió una punzada de dolor y, en segundos, la sangre comenzó a brotar, cálida y espesa, bajando por su cuello.

En ese momento, Caín detuvo su ataque, jadeando, y observando a Abel. Su mano que aún sujetaba la piedra, comenzó a temblar, y la rabia a desvanecerse, sustituida por la horrorizada comprensión de lo que había hecho.

Entonces despertó de su ensoñación, nuevamente en la entrada de la cueva. En la penumbra, observó a su hermano, tendido en esa cama. Luego miró sus manos, que temblaban cada vez que recordaba lo que hizo. No era la primera vez que estaban cubiertas de sangre, él tambien era un cazador, pero esta... era distinta; era sangre de su hermano, de quien ahora yacía como una sombra rota por su culpa.

Jamás olvidaría las miradas de sus padres cuando lo vieron con a Abel en brazos. Aún sentía en su cabeza el eco de la pregunta de su padre, resonando, casi como el golpe seco de la piedra que había usado.

"¿Qué has hecho, Caín?" dijo su padre, con una voz claramente dolida y confundida.

Quiso hablar, pero sólo balbuceó “Padre. Yo… yo no quise…” murmuró en voz baja, con un nudo en su garganta, mientras sus ojos amenazaban con humedecerse.

"Me duele... la cabeza", susurró Abel, su voz quebrada y perdida.

Esas palabras se llenaron de un dolor silencioso, como si cada sílaba hiciera doler el corazón de quienes lo escuchaban.

"¡Llévenlo a la cueva!”, gritó Eva. Su voz era una orden que venía del fondo de su corazón desgarrado.

Su madre ahora era quien le pedía una explicación, con sus ojos entre la súplica y el temor, como si ya supiera lo que él había hecho, pero necesitara oírlo para creerlo.

"Peleamos… Le di con una piedra en la cabeza." sus labios comenzaron a temblar, y sintió que se quedaba sin voz "¡Yo… Yo lo siento, lo siento tanto!", soltó en un quejido. "Pero el estaba bien... él se levantó"

Esa imagen se dibujaba en su mente: Abel, sorprendido, sentándose mientras se tocaba con su mano la herida que no dejaba de sangrar.

“Eso fue trampa”, le dijo. Levantándose a dolorido, y confundido. “Padre nos regañará por esto”, murmuró, descendiendo la montaña sin mirar atrás.

Lo siguió, sin poder creer lo que había hecho, sin poder apartar la vista de la mancha rojiza que empapaba la mano de su hermano y también la suya. No tardó mucho en percatarse que los pasos de Abel empezaban a desacelerarse, tambaleantes. Vio la forma en que su cuerpo se doblaba, el temblor en sus piernas. Y cuando este vomitó comprendió, en ese mismo instante, que el golpe no había sido leve. Para cuando llegaron a la cueva Abel parecía atrapado en un trance profundo, con la mirada perdida, como si el mundo a su alrededor se hubiera desvanecido.

"Caín…" murmuró Adam, la palabra cargada de una tristeza indescriptible, que rápidamente se convirtió en rabia.

"Necesito agua, savia de pino y vendas de piel. Rápido. ¡Tráiganlo!", dijo Eva, no era momento para enfrentamientos y discusiones.

Y así lo hicieron.

Se suturó la herida, se la cubrió con savia de pino, esto según su madre para evitar que se infectara, y se vendó la cabeza con tiras de piel.

Había una marca peculiar y grisácea alrededor de los ojos de Abel, que a Caín le recordaban a las manchas en los ojos de los mapaches. Este era diferente a los moretones que aparecieron debido a la pelea. Este era parecido a las ojeras, pero no eran ojeras. Y nadie, ni su madre, tenían la explicación del por qué habían aparecido.

El tiempo transcurrió y Abel se quejaba, sus labios formando palabras rotas, fragmentos de frases que no tenían sentido.

"Cazaremos... esas bestias... allá... entre las sombras" murmuraba, con su voz entrecortada. El jadeo era irregular, casi sofocado por el dolor que cada vez parecía cernirse en él.

"Abel… Abel, no te muevas. Si te mueves, la herida se agravará" Adam sujetaba a Abel para evitar que este se moviera tan bruscamente.

Pero Abel no parecía escuchar; su respiración era errática, sus movimientos torpes y desesperados, como si buscara escapar de algo. Sus ojos desorbitados miraban sin reconocer a quienes lo rodeaban. Caín apenas soportaba estar allí, el peso de su pecado aumentaba con cada segundo.

Eva intentó todo lo que sabía. Preparó una infusión de manzanilla y obligó a Abel a tomarla en pequeños sorbos acercando el cuenco en sus labios secos. Esto para calmarlo. Aplicaba paños fríos en su frente y detrás de su oído.

"El frío tendría que disminuir el hinchazon" dijo su madre, con un temblor en su voz que delataba su propia incertidumbre.

Abel se calmaba a ratos, como si el alivio fuera una tregua efímera en esa batalla. Pero los momentos de paz eran breves; pronto volvía a agitarse, vomitando y quejándose, y luego caía en un letargo del cual apenas despertaba. Pasaron los días, y cada vez parecía que su espíritu se deslizaba más lejos de ellos. Cuando Eva le alzaba los párpados, veía que sus pupilas ya no eran iguales: una, dilatada y perdida; la otra, apenas un punto negro.

"Esto no es bueno… no es bueno, Adam" susurró ella, apretando los labios para no romper en llanto. "Esto no estaba allí" murmuró Eva con la voz rota, cuando descubrió una mancha oscura detrás de la oreja de Abel, como una sombra tenebrosa que apenas había empezado a marcar su piel.

Tanto Adam como Caín percibían su angustia. Los síntomas eran desconocidos, y todo cuanto hacía era un intento desesperado por salvar a su hijo de algo que parecía inevitable.

Adam por su parte, clamaba por ayuda, levantando la vista al cielo.

"¡Sera…!" la llamaba, con su voz quebrándose con la súplica. "¡Ten misericordia! ¡Por favor, salva a mi hijo!"

Caín sentía el peso de la oración en el pecho, un golpe sordo y constante que le recordaba su culpa. Deseaba lanzarse contra el suelo, golpearse hasta borrar el recuerdo de aquella piedra, de aquel instante de furia ciega. Ahora veía a Abel consumirse, como si su vida escapara gota a gota de su cuerpo.

El llamado de su madre, le devolvió una vez mas a la realidad. Caín observó el cielo, seguía siendo de noche, y él se sentía agotado, pero eso no impidió que se acercara a la cama cauteloso. Entonces sus ojos se abrieron como platos, y apenas creyó lo que vio: Abel, que hace un momento estaba débil y marchito ahora abría los ojos con una claridad que no había tenido en días.

Eva acercó un poco de agua a sus labios y él bebió con ansias. Su respiración se suavizó, y sus ojos oscuros vagaron por el rostro de su madre, fijándose en ella como si realmente pudiera verla, como si finalmente regresara de un lugar lejano. Abel la reconoció, y en esos momentos fugaces pareció que el Abel de antes, su hijo fuerte y lleno de vida, había vuelto.

Eva soltó una risa ahogada y acarició su rostro, sintiendo su piel tibia. Adam también se acercó, con sus ojos húmedos y llenos de alivio. Se inclinó hacia Abel y le susurró palabras de aliento, palabras que Abel parecía entender; sus ojos se iluminaron y sus labios esbozaron una pequeña sonrisa temblorosa. La familia se reunió en torno a él, y por primera vez en varios días, la cueva pareció llenarse de luz y calor.

Caín observó desde una distancia prudente, con el corazón lleno de alegría, pero tambien de miedo, y finalmente se atrevió a acercarse. Abel lo miró, y sus ojos se llenaron de un brillo casi infantil, puro y sincero. La sonrisa de Abel era suave y reconfortante, como si quisiera tranquilizarlo, como si supiera algo que los demás no podían ver.

Caín sintió que sus ojos se humedecían y que por fin podía respirar. Viviría el resto de su vida recompensando su error, pidiéndole perdón.

Pero todas esas ilusiones se desvanecieron…

En un instante tan breve como un parpadeo, la calidez en los ojos de Abel se apagó. Su cabeza cayó suavemente al costado, y el último aliento escapó de su pecho como un susurro.

La sonrisa de Abel siguió ahí, aún suave y dirigida a su hermano, como si no quisiera que sufriera por él. Pero el silencio que dejó fue devastador. Caín apenas podía sostenerse. La cueva ahora se sentía ajena, como si ya no fuera el refugio de siempre, sino una tumba abierta.

Su madre, con el cuerpo tembloroso, abrazó a Abel con sus manos en un apretón tenso y desesperado, sus ojos perdidos en la sombra que ahora habitaba el cuerpo de su hijo menor. Adam intentó, en un susurro quebrado, llamar a Abel.

"Abel… despierta…" repetía su padre, como si ese nombre pudiera devolverlo. Pero Abel no se movía, y el eco de su nombre resonaba sin respuesta.

Caín sintió un nudo en el pecho, algo que le estrangulaba el aire hasta dejarlo sin aliento. Salió tambaleante de la cueva, incapaz de soportar la escena, y empezó a caminar en círculos, su respiración agitada, sus manos temblorosas. Había matado a Abel. La idea se estampó contra sus pensamientos como un grito. Se llevó las manos a la cabeza y, sin control, se balanceó de un lado a otro, deseando que todo fuera una pesadilla.

Entonces, Adam salió, y con pasos frenéticos y furia incontrolable, lo tomó por la ropa, sacudiéndolo con fuerza.

"¡¿Qué has hecho, Caín?! ¡¿Qué has hecho?!" le gritó, sus ojos llenos de una furia tan intensa que apenas reconoció.

Caín, presa del pánico, apenas pudo articular palabras entre lágrimas que caían como una confesión muda, un lamento torpe que se entrecortaba.

"¡Yo… yo no quería! No fue mi intención… ¡No quería matarlo!" balbuceó, sintiendo su cuerpo temblar bajo la mirada de su padre. “También fue culpa tuya…” pero una voz que apenas reconocía salió desde lo mas profundo de su ser.

Los ojos de su padre se agudizaron mostrando una mezcla de dolor y cólera. Sujetándolo mas fuerte como si fuera solo un muñeco.

En un último intento de consuelo, Caín volvió la vista hacia su madre. Eva, con la mirada perdida, acariciaba el cabello de Abel. Le dio un beso en la frente, con la ternura de quien sabe que es la última vez, y cubrió su cuerpo con pieles, con una reverencia rota.

Cuando salió de la cueva, caminó lentamente hasta él, su rostro crispado en un odio que él nunca había visto. Con un movimiento rápido, le dio una bofetada que lo dejó paralizado. Caín se llevó la mano a la mejilla, sintiendo el ardor de la cachetada como si fuera la marca imborrable de lo que había hecho. En ese instante, las lágrimas brotaron incontenibles, y él, incapaz de resistir, se dejó llevar por el llanto.

Eva alzó la mano otra vez, con su rabia aún no saciada, pero cuando sus miradas se cruzaron, él vio un atisbo de dolor en su mirada. Ella bajó lentamente la mano, apretando los dientes, y empezó a golpearse a sí misma, su puño descargado contra su propio pecho y rostro, como si quisiera castigar su dolor, como si se culpara por haber fallado en protegerlos.

"¡Madre, no…! ¡No!" gimió Caín, y, temblando, cayó de rodillas a sus pies, aferrándose a su cintura mientras lloraba en un ruego de perdón. "Por favor… ¡perdóname! No quise… ¡no quise que esto pasara!"

Adam, consternado, tomó a Eva por los hombros para detenerla, y Caín se aferró a ella, con el peso de una culpa que ya nunca podría borrar.

Entonces el cielo se abrió. Aquel cielo que hasta entonces se había mantenido en silencio. Caín, aún tembloroso, sintió como se le helaba la espalda cuando vio descender a las figuras celestiales.

Miguel fue el primero en hablar. Su voz, firme y afilada, resonó como si juzgara cada rincón de Caín.

"Caín, tus manos se han alzado contra tu hermano. Has roto el vínculo sagrado que une a los hijos de la misma sangre. ¿Qué tienes para decir en tu defensa?"

"Y-yo... no quise… yo no quería que muriera. Fue mi error”, murmuró sabiendo que no tenia excusa.

Mas Miguel lo observó sin rastro de compasión en ella.

"Caín, asesino de Abel, escucha bien: tu castigo será el destierro eterno. Nunca conocerás el consuelo del descanso; vagarás sin rumbo, y la tierra que intentes cultivar no dará frutos. Además, llevarás una marca visible de tu condena, una señal que recordará a los demas que tú eres Caín, el que mató a su hermano.”

Caín bajó la mirada resignado. Tendría que abandonar su hogar. Como sus padres lo habían hecho en su tiempo.

"Caín, hijo de Adam y Eva.” habló Uriel, dando un paso al frente. “Llevarás la marca de tu crimen, una llama que vivirá en ti para recordarte lo que has hecho. Será tu carga, y allá donde vayas, te seguirá."

Uriel levantó su mano, donde comenzó a formarse una llama dorada. Caín se quedó petrificado. Eva, que había guardado silencio, soltó un grito desgarrador cuando vio que Uriel se acercaba a su hijo. Empezó a forcejear, luchando por soltarse de los brazos de su esposo.

"¡Déjenlo!" gritó con un dolor desgarrador "¡Es mi hijo! ¡Suéltenlo!"

Caín observaba el brillo inminente de la llama acercarse a él. Intentó retroceder, pero Uriel lo tomó por los hombros con una fuerza irrompible. Y en un susurro, Uriel murmuró:

"Perdóname, Caín."

Entonces los ojos de Caín se agudizaron. El fuego le atravesó la piel como un hierro caliente, quemándole hasta lo más profundo. Caín gritó, un grito desgarrador que resonó y se fundió con el eco de los gritos de Eva. Sus ojos se llenaron de lágrimas de pura agonía, sus manos temblaban mientras intentaba cubrirse la herida, pero no había alivio. La marca se había sellado en su carne, ardiendo incluso cuando la llama de Uriel desapareció. El dolor no se apagaba, sino que parecía incrustarse más hondo, como si sus propios huesos llevaran el peso de su castigo.

Sin otras palabras, los ángeles retrocedieron con un halo de luz, que desapareció en el cielo. Entonces, Eva se soltó de Adam y corrió hacia su hijo. Se arrodilló junto a él, y lo abrazó con sus manos temblorosas, mientras Caín, se cubría el rostro, temblando de dolor. A su lado, Adam observaba impotente con la vista perdida hacia el cielo.

Más tarde, Caín y sus padres se reunieron en la penumbra del campo, para enterrar el cuerpo de Abel.

Caín observó por última vez el rostro de su hermano, y un torrente de recuerdos atravesaron su mente: los juegos de su infancia, las conversaciones al final de un día de trabajo, el apoyo silencioso de Abel cada vez que su padre lo reprendía. Ahora todo eso se había ido. Su hermano se había ido. Entonces Caín se dio cuenta, que nunca volvería a verlo ni mucho menos escucharlo decir, “Yo te veo, hermano.” Peor, no podría disculparse. Terminaría olvidando su rostro, al igual que el de sus padres. Y eso era doloroso.

Caín se arrodilló junto a la tumba de su hermano, inclinando la cabeza con un último susurro de despedida, un adiós quebrado que probablemente se perdió entre la brisa.

El futuro de Caín era incierto, y el miedo a lo desconocido, a un mundo hostil y solitario, lo invadió.

Y al retirarse, miró por última vez a sus padres: su madre estaba con su rostro marcado por el cansancio y dolor, y su padre que estaba mas alejado tenía una expresión cerrada, pero también dolorosa. Ninguno de los dos se había despedido. En cambió se grabó en el alma las últimas palabras de su madre:

 

“Tú vas a estar bien. Vas a evolucionar. Vas a cambiar. Vas a empezar de nuevo… Tú vas a estar muy bien.”

 

Con esas palabras como único consuelo, Caín emprendió su camino, dejando atrás todo lo que conocía, llevándose consigo el peso de su arrepentimiento.

 


 

Pasado.

El cielo estaba inmerso en un silencio, un silencio casi sepulcral que ni siquiera los coros angelicales se atrevieron a romper. Una quietud que para Sera nacía de un dolor nuevo y extraño, uno que aún no sabía cómo nombrar, pero que palpitaba en su pecho.

Cuando Samael fue desterrado, había sentido una punzada parecida, pero esto era distinto. Era un dolor más oscuro, tan intenso que su pecho dolía y su garganta se cerraba. Miró hacia abajo, hacia la tierra que había visto con tanta esperanza, esa tierra donde Caín y Abel, los hijos de Adam y Eva, habían jugado y crecido bajo el sol. Ella había observado el primer aliento, sus primeros pasos.

¿Y ahora? Negó con la cabeza.

La muerte era una realidad, ella lo sabía, pero esa muerte se había apoderado de ellos de la forma más cruel: de la mano de su propio hermano.

Un pensamiento fugaz cruzó por su mente: “¿Era este el precio de la manzana?”

Los había visto suplicar. Las plegarias de Adam, Caín y Eva resonaban todavía en sus oídos, sus ruegos por salvar a Abel. Recordó cómo Thalira, con su rostro sereno pero con un atisbo de impotencia y tristeza, la detuvo al ver su impulso por intervenir. "Ese es su final, así está escrito," había dicho, mientras el registro de Abel que yacía en sus manos se cerraba con un punto final y el sello de Thalira, siendo ahora guardado en los dominios de la primordial.

Sera miró a sus hermanos. Los Primordiales permanecían impasibles, su decepción era clara, pero sólo eso. Para ellos, esto era otra falla de la humanidad. Rafael, siempre tan neutral, simplemente había dicho: "Tomémoslo como una oportunidad para corregir un error en el futuro."

Sera, en cambio, se sintió fuera de lugar, un bicho raro en medio de esa indiferencia. Como si lo que estaba sintiendo era algo prohibido. Con el pecho oprimido, se levantó y caminó apresuradamente hacia los jardines, buscando el aire que en ese momento le faltaba.

Bajo la luz dorada de uno de los jardines, sus ojos encontraron una figura acurrucada en la lejanía. Era Uriel, el más joven de los Primordiales junto a Samael. Se abrazaba a sí mismo con un semblante quebrado por el dolor. Cuando notó su presencia, levantó la vista y la miró con los ojos aún húmedos.

“Hermana”, la llamó, como si fuera un niño pequeño. "¿Por qué nuestra presencia siempre los lastima?" murmuró, y su voz se quebró en un sollozo. "Primero fue en el Jardín, y ahora esto. Es como si sólo lleváramos desgracia a sus vidas. Nunca debimos intervenir."

Las palabras de Uriel desgarraron aún más el corazón de Sera, y en aquel instante, ya no se sintió tan sola en su tristeza. Se sentó junto a él, tomando su mano en un gesto de consuelo silencioso. Ambos permanecieron allí, compartiendo el peso de sus lágrimas, unidos en un dolor que por alguna razón comprendían demasiado bien.

Hasta que percibieron algo nuevo. Una especie de cambio en el aire. No solo ellos lo sintieron sino el resto de primordiales.

Mas tarde se informó que Thalior, el mellizo de Thalira, había abierto un nuevo registro para segundo hijo de Adam y Eva.

 


 

Presente.

En la sala de reuniones del edificio de los V´s, Velvette, Vox y Valentino observaban con atención la transmisión 666 News.

“Aquí Katie Killjoy, trayéndoles el chisme más candente de este lado del abismo. ¡Y vaya que es jugoso! La imparable Carmilla Carmine... sí, esa misma que todos creían invencible, ha caído. Pero no se emocionen demasiado, porque, como siempre, las cosas se complican cuando se trata de poder y tragedia en el Infierno.", dijo haciendo una pausa para disfrutar del suspenso, “Carmilla fue vencida por nada más y nada menos que el famoso Adam ¡sí, el chico ángel de moda! y desde entonces... ¡No se ha sabido NADA de ella ni de sus adorables hijas! Ni un solo rastro. Nada. Ni cuerpo, ni alma, ni siquiera una sombra. Desaparecida. ¿Esta muerta? Bueno, eso es lo que todos están murmurando." La pantalla mostró imágenes del territorio de Carmilla. "Ahora, lo realmente interesante es este pequeño detalle: la mayoría de sus trabajadores están muertos de la nada. Sí, así como lo escuchan. Y la pequeña porción que sobrevivió ha quedado completamente libre de sus contratos infernales, lo que ha hecho que más de uno levante las cejas. ¿Será que la gran Carmilla ha abandonado este plano para siempre?" ladeando la cabeza con su sonrisa sardónica “ Y si pensaban que la desaparición de la Overlord era suficiente para hoy... ¡esperen a escuchar esto!" dijo, con un brillo perverso en los ojos. "Nuestro no tan querido corresponsal, Tom Trench, está en el lugar de los hechos, investigando el incidente con armamento angelical. ¡Tom, no te pongas tan nervioso! No vas a morir... probablemente."

La pantalla cambió de la sonriente Katie al caótico escenario donde se encontraba Tom Trench, rodeado de pequeños destellos de luz angelical que iban flotando por el aire como si fuera nieve. Tom parecía incómodo, visiblemente nervioso. Las cámaras lo seguían de cerca mientras se desplaza torpemente entre los escombros.

"Eh... sí, aquí estamos, eh... en lo que parece ser un sitio de un sellado angelical," su voz tiembla ligeramente mientras mira a su alrededor con evidente temor. "Estas... estas armas parecen estar protegidas por algún tipo de magia divina... o algo así." Las armas celestiales descansan en el suelo, emitiendo un suave resplandor que apenas iluminaba el ambiente rojizo del infierno. “Otros… otros pecadores han reportado que es imposible levantarlas, es como si una fuerza indescriptible las mantuviera anclada al suelo”

Mientras hablaba, la cámara lo sigue cuando se inclina e intenta tomar una de las armas angelicales. En cuanto sus dedos rozan el mango del arma, una explosión de fuego dorado y abrasador envuelve su mano.

"¡AHH! ¡OH, DIOSES!" grita Tom, soltando el arma de inmediato y agitando la mano en el aire, con un fuego ardiendo en su mano. "¡Está caliente, está caliente! ¡Por qué no me informaron de esto!"

El grito de Tom es tan ridículamente exagerado que, a pesar del peligro, la situación se vuelve cómica. Salta hacia atrás mientras su mano sigue ardiendo, dando pequeños saltos ridículos tratando de apagar las llamas.

Katie aparece de nuevo en la pantalla, riéndose descaradamente.

"Bueno, bueno, parece que nuestro adorable Trench ha descubierto algo fascinante... ¡Los pecadores y demonios NO pueden tocar armamento angelical!" dice con un tono de burla absoluta. "Aunque... lo de gritar como una niña no era necesario, Tom."

 

Vox, sentado en un sillón extravagante, se removió inquieto. Cambió de canal, ahora con imágenes de alrededores de la bodega de Carmilla. Sus dedos tamborilearon, pensativo.

“Tenemos dos opciones”, anunció Vox, finalmente. “O nos detenemos ahora y desaparecemos por un tiempo… o nos enfrentamos a Adam.”

El silencio fue roto de golpe por la risa burlona de Velvette. Sentada en el borde de la mesa, con las piernas cruzadas.

“¿Detenernos? ¿Después de todo este lío que armamos?” se burló, su tono era tan cortante como sus palabras. “Ya es tarde para eso. Ese angelito de mierda nos va a encontrar, nos guste o no. Lo jodimos lo suficiente como para que no se olvide de nosotros. Hicimos un torneo, lo provocamos. Ahora tenemos que acabar con esto.” Golpeó la mesa con el dedo índice, el sonido seco y rápido del impacto resonando en la habitación. “Si no lo encontramos primero, él se recuperará. Y si llega a eso, estamos muertos.”

“Tienes razón.” suspiró Vox “La situación ha cambiado. No queda mucho acero angelical sin el estúpido sello. Sin eso será difícil enfrentarse a un puto ángel recuperado”

“¡Lo planeó todo, todo!” vociferó Valentino, señalando a Vox y luego a Velvette como si ambos fueran los culpables. “¡Sabía lo que hacía desde el principio! Atacó la distribuidora de armas primero, ¡sabía dónde golpear! ¡Nos jodió!¡Nos jodió bien!”

“Lo sé,” respondió Vox, sin poder ocultar su frustración, “Sin embargo, el plan funcionó. Lo acorralamos, y lo que hizo Adam fue un movimiento suicida. Está herido, y aun así logró sellar esas armas. No pudo salir bien de esta... por eso debemos encontrarlo a como dé lugar.”

Sin más, un enjambre de drones y pecadores fueron desplegados, rastreando cada rincón en busca del ángel caído. Las horas se convirtieron en dos días. Y aún no había señales de Adam. Vox comenzaba a sentir el peso de la incertidumbre.

Control, atención, resultados: todo lo que necesitaba para mantener su reputación intacta, y ahora estaba fallando. Con cada momento que pasaba, la presión aumentaba. Pero ahí estaba Velvette, quien, para su creciente irritación, permanecía completamente indiferente, cosiendo con tranquilidad como si nada estuviera fuera de lugar.

“Le propuse un trato a Rosie”, dijo ella como si supiera que ya tenía la atención de Vox, mientras cosía adornos en sus telas, con aguja e hilo de acero angelical. “El trato consiste en que nos ayuden a detener a ese santurron a cambio de que nosotros nos quedemos con su alma y ellos obtengan partes de su cuerpo”

“¿Rosie? ¿La que está ligada a ese venado sonriente?”, preguntó con un toque de desaprobación. “Sabes que no confío en él. Podría adelantarse y tomar el alma de Adam antes que nosotros”

“¿Y qué importa? Tu viste lo que ese santurron hizo”, replicó Velvette “A estas alturas, no interesa si Rosie mata a Adam o si tomamos su alma. Por supuesto, obtener su alma, es el resultado ideal. Pero lo importante ahora es detenerlo o estamos jodidos. Además, dudo que si quiera alguien pueda tomar su alma. Ese idiota parece más decidido a morir antes que venderse a un pecador”

Valentino soltó una risita, aunque no había alegría en sus ojos. Vox, por su parte, frunció el ceño, inquieto, pero dejó que Veldette continuara.

“Rosie aún no ha respondido. Quizá ni siquiera acepte el trato “, añadió Velvette, levantando los ojos de su costura para mirar a Vox. “Ahora mueve tu trasero cuadrado de aquí y encuentra a ese santurron con tus drones de mierda.”

 


 

Érase una vez:

En los profundos abismos del Infierno, en el anillo destinados a los soberbios. Un alma en pena vagaba condenada por sus actos en vida. Aquella alma se arrastraba entre sombras, envuelta en una bruma etérea, donde ni el viento ni el fuego traían consuelo. El bullicio de los condenados retumbaba en sus oídos, pero fue allí, en aquel mar de angustia inconsolable, donde escuchó por primera vez un susurro.

El susurro, más parecido a un canto tenue, se deslizó en su mente, sutil y persistente. No tenía origen claro, ni voz precisa, pero se adentraba en su ser como un veneno dulce, provocando una curiosidad que crecía de sobremanera. El alma, o lo que quedaba de ella, recordó vagamente una figura... ¿podría ser? ¿Acaso esa voz pertenecía a alguien conocido, alguien perdido en el abismo?

La duda, tejida en los hilos de la desesperación de tener algo conocido, lo empujó a buscar.

Así, movido por una fuerza inexplicable, decidió descender. Cada capa del Infierno lo llamaba hacia más abajo. Pasaba por paisajes que le provocaban agonía, por tormentos que hacían vibrar el suelo, pero la voz, aquella melodía sin dueño, siempre lo instaba a seguir. "Más abajo," parecía decir, "aún no has llegado". Así fue que el alma siguió, hasta llegar a los confines de un páramo gélido, un rincón del Infierno donde el calor no osaba reinar.

El viento en aquel lugar aullaba como si fuera el dolor de las almas perdidas, y la escarcha se aferraba a su carne marchita como si fuera una criatura con vida propia. Manos invisibles lo retenían, lo frenaban, pero su impulso por descubrir la verdad lo arrastraba sin piedad. En el centro de aquel vasto y desolado paisaje, se alzaba un lago congelado. Sus aguas eran espejos rotos solo por la imagen de un cubo negro que yacía bajo la superficie, emitiendo una vibración tenue, como el latido de algo maligno.

El susurro ya no era un eco lejano. Era un llamado insistente, cercano: "Acércate, acércate." La mente del alma, ya desquiciada, luchaba por comprender de dónde provenía esa voz. Pero sus ojos se fijaron en el cubo. Dos figuras colosales de hielo lo flanqueaban: guardianes grotescos. Sus ojos, como cuchillas de cristal, brillaban con una luz que hería.

Y entonces, en un gesto macabro y solemne, los guardianes se inclinaron ante él.

“Tal vez seas una llave” susurraron en coro. “Pero no la definitiva. Solo puedes abrir una rendija…” dijeron

Con manos temblorosas, y una inquietud que se volvía insostenible, el alma extendió sus dedos hacia el cubo. Una luz dorada surgió primero de su frente y luego de su palma, dibujando un símbolo que resplandeció con una energía luminosa. Al rozar el cubo, este giró con un crujido, y una pequeña rendija se abrió. El suelo tembló bajo sus pies, y del interior del cubo brotó un líquido espeso y oscuro, como la brea, y de su interior emergió un sonido: un susurro que se transformó en un rugido voraz.

Era como si todas las almas condenadas en el Infierno gritaran al unísono, atrapadas en ese pequeño contenedor, clamando por liberación.

De las profundidades del cubo surgió una nueva voz, distorsionada, horrenda.

“¿Por qué estás aquí?” preguntó, el eco resonando en cada rincón del páramo gélido.

Aturdido, el alma cayó de rodillas, sin fuerzas. El horror lo consumía. No sabía quien era, pero era evidente que sentía una familiaridad. Algo que entendería mucho tiempo después.

“¿Qué deseas que haga?” gritó, con la voz quebrada por el terror. “¡Solo dilo, y yo lo cumpliré!”

El silencio lo envolvió como si nunca hubiera escuchado esos lamentos, hasta que, lentamente, la voz emergió de nuevo, oscura y hambrienta.

“Almas…”, respondió la entidad, en un susurro lleno de desesperación. “Tráeme almas...”

Desde aquel maldito día, se dice que esa alma liberó al mal y se convirtió en su cazador. Recorrió los rincones más oscuros del Infierno, atrapando demonios y pecadores por igual, entregándolos al cubo insaciable. Las víctimas que caían en sus garras jamás volvíeron a ver la luz. Porque ese ente en el cubo era la segunda muerte, la muerte definitiva, la que ni siquiera el Infierno podía revertir…

 

“Y así fue como ese pobre desgraciado, movido por su curiosidad, se convirtió en un ser horripilante, condenado a arrastrar almas perdidas por toda la eternidad,” exclamó Susan, con una risa siniestra que resonó en la penumbra de la habitación. Los niños la miraban, con los ojos tan grandes como platos, sus pequeños cuerpos encogidos en la esquina más oscura, sintiendo el frío recorrerles la espalda.

“Uh, cada vez que escucho esa historia se me eriza la piel” dijo Rosie, tratando de mantener la calma, aunque su voz temblaba. “Deja de contárselo a los niños.”

“¡Por qué! Estos niños necesitan un poco de miedo en sus vidas. Quizás así dejen de robarse mi puta comida,” gruñó “malditos escuincles si siguen robándose mis ojos entregaré sus almas al cazador para que ese ser en el cubo los devore”

Los niños, aterrados empezaron a correr, mientras Susan reia a carcajadas, disfrutando de la escena.

“¿Y tú qué haces aquí, eh? No deberías andar buscando a ese pajarraco celestial.” dijo volteando ahora su atención hacia Rosie “¡Ve a hacer algo útil en vez de quedarte aquí a que te ganen esos tontos de los V's!”

Rosie, con una sonrisa encantadora pero con su paciencia al límite, se acercó a Susan, que se acababa de sentar en su vieja silla mecedora.

“Ah, precisamente de eso quería hablar,” dijo, acercándose un poco más. “Los V's me han propuesto un trato. Quieren que nos unamos a ellos para derrotar a Adam. No es un mal trato, considerando que Adam debe estar más débil. Piensa, Susan, ¿la carne de Adam no suena tentadora?”

Afuera, los caníbales se juntaban, asomando la cabeza para mirar a través de los cristales, con curiosidad mientras esperaban la respuesta de Susan. Ella entrecerró los ojos, mientras reflexionaba sobre la propuesta. Finalmente, se cubrió las piernas con una manta, cruzó los brazos y con un gesto desafiante dijo:

“¿Unirme a esos idiotas? ¡No! ¡Que se metan sus planes por donde no brilla el sol!”

Los murmullos de los caníbales afuera se apagaron de inmediato, como si su decisión fuera suficiente para disuadir cualquier pensamiento. Rosie bufó decepcionada.

“Desapareciste por casi dos días. ¿Dónde estuviste? ¿No encontraste a Adam tú sola, verdad?” preguntó Rosie, arqueando una ceja con curiosidad.

“Claro que no,” respondió Susan, con un tono despectivo. “No soy una cazadora de pajarracos celestiales. Si lo fuera, lo habría aplastado como a una maldita cucaracha.”

Con un ligero movimiento, Susan giró hacia la ventana, sus ojos escudriñando el paisaje exterior. Allí, los drones de Vox revoloteaban en círculos, zumbando como insectos enloquecidos, buscando desesperadamente al ángel caído. La visión de su frenética búsqueda le provocó una sonrisa. Había algo cómico en la desesperación de esos idiotas que le llenaba de satisfacción.

Notes:

Hola :)
Nuevamente, espero que el capitulo no haya resultado pesado o confuso. Tenía que mostrar ciertos puntos.

Algunos datos:
- Aqui va mi investigación básica para esta ocasión.
Lo que le sucedió a Abel fue un traumatismo craneoencefálico una lesión que afecta tanto al cráneo como al cerebro. Como respuesta a la lesión, el cerebro produce una inflamación que comprime los vasos sanguíneos y, al impedir el flujo normal de sangre, provoca la muerte del tejido cerebral. Por eso presentó esos síntomas (vómito, palabras incoherentes, confusión, etc.) y se deterioró rápidamente.

Lo que Caín describe como "ojos de mapache" en Abel es conocido como el signo de ojos de mapache, y lo que Eva nota detrás de su oído es el signo de Battle. Ambos son indicios de fractura del cráneo.

Lo que Abel experimentó casi al final se conoce como lucidez terminal, una mejoría momentánea que algunas personas presentan antes de morir, durante el cual pueden hablar, reconocer a sus familiares y despedirse, esto suele dar una falsa esperanza de recuperación.

Intenté que esta investigación se viera reflejado en la narrativa de Caín y Abel. Espero que les haya gustado.

- Por otro lado, lo que la abuela Susan contó es una leyenda. El infierno esta repleta de ellas.

- Por último, aún queda una historia mas antes de culminar este arco.

Chapter 26: CAPITULO 25

Notes:

ADVERTENCIA:
Esta historia es una obra de ficción inspirada en la narrativa de Caín y Abel. No pretendo representar los eventos reales de la Biblia ni cuestionar la interpretación de estos relatos, mucho menos faltar al respeto al texto sagrado o a las creencias de quienes lo valoran. Agradezco su comprensión y espero que disfruten de este capitulo.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

CICATRICES DEL PRIMER CRIMEN IV

 

He parido el abismo con mis manos:

mis hijos, mis sueños, mi carne caída.

Ya no hay canto en el viento,

ni rumor en los árboles,

solo este silencio,

un pozo que grita en el vacío.

 

Soy madre, pero el nombre se pudre.

Soy madre, pero mis hijos son sombras.

¿Debería llorar? ¿Debería gritar?

No hay voces, no hay risas,

solo el silencio, y este hueco que no duele.

Aún no.

Quieta, como un muñeco de cera

que el fuego no quiere consumir.

 

¿Dónde está el dolor?

¿Por qué mi pecho no arde?

¿Por qué mis lágrimas son un río seco?

Tal vez he dejado de ser.

Tal vez la manzana no mordió mi carne,

sino mi alma.

Ahora solo soy eco,

un cuerpo vacío que el tiempo apuñala.

 

De repente, lo sé.

Siempre lo supe.

La herida estaba ahí, dormida,

esperando a que la calma le diera nombre.

Entonces el agua sube,

sube desde mi garganta,

sube como un río que despierta.

Una lágrima,

un torrente,

un grito que rompe los huesos del aire.

 

Era madre.

Sigo siendo madre.

Pero no hay brazos para sostener el llanto.

Es mi culpa, toda mi culpa,

porque morder la manzana

no fue abrir el mundo,

sino cerrarlo en este hueco,

donde todo se pierde,

incluso Adam.

 

Y si él también se va,

¿quién será el testigo de este duelo?

¿Quién recogerá los fragmentos del jardín

cuando yo me haya convertido en ceniza

y el cielo me escupa con desprecio?

 

Madre de nadie. Madre del polvo.

Hoy solo soy eso:

una culpa que respira,

un incendio que no quema.

Eva.

 


 

Pasado

Adam observaba el horizonte desde el borde de un acantilado. El lago, a lo lejos, reflejaba un cielo cubierto por nubes densas y amenazantes, como un presagio de que el invierno estaba cerca. Desde allí, podía ver la cueva donde él y Eva se habían refugiado, un lugar que había sido testigo de sus primeros intentos de construir algo propio.

En cada rincón veía momentos felices que ahora se sentían lejanos e inalcanzables. Recordó los días en que Caín corría entre los sembradíos con su risa resonando por todo el campo. Abel, pequeño y curioso, señalando las aves que volaban sobre el lago con su voz llena de asombro. Aquellos momentos de felicidad parecían de otro tiempo, de otra vida, y ahora todo estaba marcado por una ausencia insoportable. Se tocó el pecho por la punzada que le provocaba esos recuerdos.

“Adam…”

Un susurro detrás de él lo sacó de su trance. Una voz suave, pero llena de familiaridad. Adam no se giró inmediatamente. En cambio, sus manos se apretaron en puños a sus costados, como si intentara evitar que las lágrimas cayeran de nuevo.

Tras la muerte de Abel y la partida de Caín, cada amanecer parecía un nuevo peso. La imagen de su hijo menor, inerte y sin vida, aún lo asaltaba por las noches. Fue la primera vez que vio a uno de su propia sangre morir. El brillo en sus ojos apagándose, tan similar al de los animales que cazaba para alimentarse, pero infinitamente más doloroso. Era su hijo; verlo así rompió algo dentro de él.

Tampoco podía olvidar la acusación de su primogénito. El resentimiento que vio en su mirada al confrontarlo después de la muerte de Abel. ¿Acaso no fue él quien forjó el resentimiento de su hijo mayor? Sus comparaciones constantes, sus exigencias. Cada uno de esos errores retumbaban en su mente, forzándolo a aceptar que él mismo había sido el causante de esa tragedia.

Pero había algo más que le pesaba tanto como la pérdida de Abel o la angustia por Caín. Era el silencio de Eva. Ella estaba a su lado, pero era como si no estuviera allí. No lo miraba. No le hablaba. No lo tocaba. Ni siquiera parecía darse cuenta de su presencia. Sus ojos, usualmente brillantes y llenos de vida, ahora estaban apagados. Pasaba su tiempo mirando el horizonte donde Caín había desaparecido, y en otras ocasiones se sentaba junto a la tumba de Abel.

Adam descubrió que ese silencio era más doloroso que las palabras hirientes. Odiaba ese silencio.

¿Qué podía hacer para alcanzar su dolor? ¿Qué podía decir para romper ese muro que lo separaba de ella?

Pero a la vez temía que, al romper ese silencio, Eva lo mirara con reproche, que lo odiara, que lo culpara por todo lo que había sucedido, y esa posibilidad lo paralizaba. Temía que, al hablar, la perdiera para siempre. Pero también cada momento que pasaba, sin que nada cambiara, lo hundía más en la miseria.

Una mañana Adam la encontró frente al fuego, cortando zanahorias sin prisa. Sus movimientos eran lentos, como si cada acción fuera una rutina ajena a la dolorosa quietud que se había instalado entre ellos. Adam se acercó en silencio, sabiendo que, como había ocurrido en los días anteriores, todo lo que podía esperar era más silencio de su parte. Se agachó junto al pequeño rincón donde guardaban la leña, y comenzó a organizarla para avivar el fuego.

“¿Sabes, Adam? Tenías razón sobre la manzana.”

Adam se detuvo, el corazón se le aceleró de inmediato. Alzó la mirada hacia ella, pero ella no lo miraba. Siguió cortando las zanahorias con una calma inquietante, como si no estuviera hablando de lo que acababa de suceder con sus hijos, como si el peso de esas palabras no tuviera el poder de hacer temblar el suelo debajo de ellos.

“¿Qué?” logró decir, aunque su voz sonaba temblorosa, como si no hubiera certeza en lo que estaba oyendo.

Eva continuó, con la misma calma indiferente.

“Lo de haber comido la manzana… Si no lo hubiera hecho, Caín no habría sido tan… imperfecto. No fue su culpa ser así, sino mía.” hubo un ligero silencio en la que Eva miró al frente, pensativa “Si te hubieras quedado con Lilith nada de esto habría pasado”

El silencio se extendió entre ellos de nuevo, pero esta vez no fue el mismo vacío. La acusación en sus palabras hizo que Adam sintiera que el aire se le escapaba de los pulmones. Sus propias palabras ahora regresaban a él, como una cachetada, ojalá nunca las hubiera dicho.

“Mi vientre… está maldito” dijo ella, centrando su vista otra vez en lo que estaba haciendo. “Lo supe desde el primer instante en que vi a Caín y también cuando vi a Abel. Sabía que mi existencia solo provocaría sufrimiento. Yo los maldije.”

Hablaba como si no tuviera esperanza, como si ya no quedara nada de la Eva que había conocido. Y él… Él había hecho esto. Él había permitido que todo esto sucediera. Se acercó lentamente hacia ella con el corazón dolido.

“Abel está muerto y Caín se ha ido. Ya nada nos ata.” Adam se detuvo en seco “Tú, sin embargo, eres apreciado por el cielo. Eres el primer hombre. Tienes derecho a pedir al cielo una nueva esposa.”

¿Qué estaba diciendo Eva? No podía creer lo que escuchaba, no podía entender cómo estaba reaccionando tan… distante, tan fría, tan ajena a todo. Quería sujetarle por los hombros y sacudirla, para que entrara en razón, para que lo mirara a los ojos. Pero ella seguía cocinando como si lo que decía no tuviera ningún peso en la conversación, como si su vida ya no estuviera allí.

“¿Aún quieres que me quede a tu lado?”, preguntó ella “Si así lo deseas me quedaré. Pero si ya no quieres saber nada de mí, me iré. Cualquier decisión que tomes estará bien”

Adam parpadeó, la sorpresa lo golpeó en pleno rostro. ¿Cómo podía preguntar algo así? El dolor en su pecho se profundizó y la ansiedad lo envolvió como un manto pesado cuando pensó en la posibilidad de que Eva se marchara.

“Haz lo que quieras”, balbuceó, la única respuesta que le salió en ese instante.

Sin esperar que ella contestara dio un paso hacia atrás y se apresuró a salir de la cueva. Incapaz de aceptar que su propia falta de palabras había herido a la única persona que le quedaba.

Esa noche, llegó tarde. Quizás para evitar encontrarse con la ausencia que temía, o tal vez para postergar la certeza de que lo había perdido todo. Cuando regresó la encontró recostada en el rincón, con las pieles enredadas a su alrededor. Al verla allí, Adam se sintió aliviado.

Pensó que podía descansar, que podía cerrar los ojos, y por un momento, sentir que todo estaba bien. Que mientras se acostara a su lado, el sonido de su respiración le daría consuelo, pero cuando sus ojos se cerraron, el descanso no vino hasta ya de madrugada.

A la mañana siguiente Adam se despertó con una sensación de vacío abrumador. Se giró, buscando a Eva, pero el lugar junto a él estaba vacío. Salió afuera, buscando algún indicio, algo que le indicara que ella estaba cerca. Nada.

Al volver al interior de la cueva, descubrió en el pequeño mesón, un envoltorio de comida, cuidadosamente preparado. Adam se dejó caer junto a el, sintiéndose inexplicablemente pesado. A través de la entrada de la cueva, el cielo se veía claro y pacífico, curiosamente contrastando con lo que sentía en su interior.

Eva lo había abandonado.

Tomó el envoltorio en sus manos, y, tras un largo momento de contemplación, empezó a comer, tomó el primer bocado llenando su boca con un sabor que le recordaba la calidez de Eva, su dedicación, su constancia.

Entonces sintió que sus ojos se humedecían. Trató de contenerse, de limpiarse rápidamente, pero las lágrimas comenzaron a fluir, rompiendo la barrera que había mantenido erguido por tanto tiempo. Era como si su pecho, ya roto, se abriera totalmente. Ya conocía ese sentimiento. Sintió algo parecido cuando se dio cuenta de que probablemente Lilith nunca volvería, pero por alguna razón este era mucho más doloroso. Se cubrió el rostro con ambas manos, dejándose caer con sus propias emociones.

Sollozaba con una intensidad que no creía posible, cada lágrima llevaba consigo una gran culpa. Sentía que todo aquello que había intentado construir, todo lo que había querido proteger, se le había escapado entre los dedos. Y ahora, sin ella, sin Abel, sin Caín… solo quedaba él, enfrentándose a la desgarradora realidad de que, en su afán por guiar y buscar la perfección había destruido todo lo que tanto amaba.

No intentó comunicarse con el cielo. No quería una nueva compañera. Sólo quería hundirse en la oscuridad.

Volvió a enfocarse en el paisaje que se extendía bajo el acantilado. Se acercó al borde, sintiendo el viento empujar su cuerpo hacia el vacío, entonces cerró los ojos, listo para dar el paso.

Una voz.

“Adam…”

El sonido de su nombre, débil, lleno de desesperación, hizo que Adam se detuviera en seco. Su corazón dio un vuelco, como si el peso de la culpa lo hubiera aplastado aún más, pero esa voz, esa voz familiar, era todo lo que necesitaba para regresar del borde de la locura. Tardó en girarse, quizá por el miedo de que solo fuera parte de su imaginación, pero allí estaba Eva, de pie a unos metros. Su rostro marcado por el cansancio con los ojos hinchados, como si hubiera estado llorando. La sorpresa y la confusión lo invadieron, pero lo que más le sorprendió fue la mezcla de miedo y súplica en sus ojos.

“Eva…” Su voz salió quebrada, casi inaudible. No esperaba verla nunca más. Pero ella estaba allí, y él no podía entender por qué.

Eva avanzó unos pasos hacia él, las lágrimas amenazando con caer.

“Por favor… no lo hagas,” dijo con voz rota, como si su alma estuviera a punto de desmoronarse. Las lágrimas ya no se contenían. Eva lloraba sin consuelo, como si todo lo que había callado se hubiera desbordado de golpe. “Por favor,” suplicó, “No me dejes sola… no podría soportarlo. No sin ti...” Las palabras salieron entrecortadas, ahogadas por el llanto que le sacudía el pecho. “Perdóname… todo esto es mi culpa. Si alguien tiene que pagar… soy yo… yo debí… Debí morir en lugar de Abel. Yo… yo debía pagar por mis errores. No él. Nunca él.” Alzó la mirada, con los ojos enrojecidos, suplicantes. “Pero tú… tú no, Adam. Por favor… no me dejes sola.”

Muy pocas veces la había visto llorar, y cada lágrima que caía de sus ojos era como una espina clavándose en su pecho. Su respiración se volvió pesada e irregular, mientras el dolor en su interior crecía como una tormenta. Sus manos temblaron ligeramente al bajar la mirada hacia ella, y sintió un nudo en la garganta, apretando hasta que sus propios ojos comenzaron a humedecerse.

“Si realmente… si realmente vas a saltar…” se detuvo para contener un sollozo “entonces, espérame. Yo saltaré contigo”

Eva se acercó rápidamente, sin dudar. Adam sintió cómo el pánico lo atravesaba como una llama ardiente al verla tan cerca del borde del acantilado. Su corazón pareció detenerse por un instante, luego latió con fuerza descontrolada, impulsándolo a dar un paso hacia ella. Desde lo profundo de su ser brotó un grito, fuerte y desgarrador, cargado de miedo.

“¡EVA!”

Las palabras y las emociones que guardó todo este tiempo de ella se desbordaron en un torrente de lágrimas mientras la abrazaba, sosteniéndola con una intensidad que nunca había mostrado. Las lágrimas que ambos habían contenido fluyeron en ese abrazo, liberando una pena que parecía no tener fin.

“Perdóname…” susurró Adam, su voz rota por el dolor. “Es mi culpa… sigo cometiendo errores… sigo haciéndote sufrir. Tú no tienes la culpa de nada.”

“Yo no te culpo, Adam… pero no lo hagas.”, dijo Eva y entre lágrimas, lo miró y comenzó a secarle el rostro, besando cada lágrima con ternura. Era como si intentara consolarlo de todas las heridas invisibles que él llevaba, como si quisiera borrar cada uno de sus lamentos. “No me dejes…” susurró, temblando, pero su voz era más suave ahora, más tranquila.

Cuando finalmente se separaron, ambos estaban arrodillados en el suelo.

“Siempre supe que algo malo podía venir de mí, porque fui yo quien mordió la fruta. Si no lo hubiera hecho, tal vez Caín no habría desarrollado ese resentimiento. “dijo Eva mirando el suelo. “Entonces pensé que tú ya no querías estar a mi lado. Que me odiarías por ello. Lo siento, Adam. Lamento todo el sufrimiento que te cause, por mi culpa Abel…” sus labios temblaron.

“Yo lamento haber dicho esas palabras. Soy un tonto, solo digo estupideces. Tu no tuviste la culpa.” Respondió, secándole ahora él las lágrimas. “Yo fallé, Eva. No quise escucharte. Tuve miedo de que los ángeles ya no me vieran como un ser perfecto y reflejé ese temor en nuestros hijos.” sus ojos de nuevo comenzaron a llenarse de lágrimas. “Nunca quise lastimarte con mis palabras, ni empujar a Caín hasta el borde, pero lo hice, y lo siento.” comenzó a sollozar. Eva lo acunó sobre su pecho, mientras ambos volvían a llorar en silencio.

Para cuando el sol empezó a ocultarse. Ambos comenzaron el camino de vuelta a la cueva. El aire seguía frío, la nieve comenzaba a caer, pero esta vez no parecía tan implacable. Adam notó que Eva cojeaba levemente y que su pierna estaba herida.

“¿Qué te pasó?” preguntó, preocupado.

Eva sonrió débilmente “Me caí…” murmuró.

Adam la levantó en sus brazos sin decir palabra, llevando la carga que no era solo suya. “Te busqué…” dijo con su voz ronca. “Pensé que te había perdido.”

Eva descansó su cabeza en su pecho, y Adam pudo sentir cómo su corazón latía con fuerza.

“No me he ido…” susurró ella. “Nunca me iré. A menos que tú quieras que me vaya.” Ahora ella miraba el cielo “No podía sentir nada. Era como si estuviera sumergida en el fondo del lago, sin realmente escuchar algo. Pero de repente… comencé a sentir el dolor por todo lo sucedido, y… no quería que me vieras llorar, no quería angustiarte más.” sonrió amargamente. “Si hubiera llegado más tarde, y tú…” sus palabras se quebraron y ocultó su rostro en el pecho de Adam sin decir una palabra, pero él notó que sus manos temblaban.

Finalmente, cuando llegaron a la cueva, Adam la sentó y comenzó a curar su herida en silencio. Eva lo miraba con los ojos enrojecidos e hinchadas por el llanto.

“Lo siento,” susurró una vez más, “no debí… no debí haber llegado tan lejos.” dijo Adam tocando la mejilla de su esposa con suavidad.

Eva cerró los ojos, apoyándose en su mano.

“Yo también lo siento” murmuró.

Exhaustos, dejaron que sus cuerpos se buscaran, abrazándose el uno en el otro con la urgencia tranquila de quien sabe que el frío del invierno sólo puede enfrentarse juntos.

En ese momento, no había nada más. Sólo ellos dos, aferrándose como lo habían hecho en los primeros días tras ser expulsados del Edén, cuando la inmensidad del mundo parecía más oscura y hostil. Y ahora, una vez más, se tenían únicamente el uno al otro y eso era suficiente.


 

Pasado: Antes de que se establezcan los exterminios.

Adam caminaba con paso incierto, sosteniendo libros que no terminaban de satisfacer su búsqueda. La biblioteca celestial, en donde se encontraba, era un espacio otorgado a las almas virtuosas que buscaban expandir sus conocimientos. A pesar de la paz aparente, Adam no podía ignorar el remolino de frustración formándose en su interior.

Es una simple pregunta, Adam. Es lo que le había dicho Sera.

“Solo me equivoque en una. No tenía por qué mandarme esta tarea” murmuró, con la mirada fija en los estantes interminables que lo rodeaban.

Cada pasillo era idéntico, como un laberinto que jugaba con su orientación. Todo parecía diseñado para probar su paciencia, si es que aún le quedaba algo. Pero no era solamente eso. Sino también la idea de que lo que estaba buscando pudiera estar en el idioma angelical, un lenguaje que solo los ángeles de más alto rango dominaban. Y que, a él, aún le costaba entender del todo.

“Esto tomará tiempo” suspiró, mientras recorría una nueva sección. Sección que capto su atención.

En un rincón apartado, un libro desgastado y cubierto de polvo descansaba olvidado. Pero no fue el estado del libro que llamó su atención, sino el título, inscrito en lenguaje angelical, que le resultaba apenas legible, pero suficiente para hacer que su corazón diera un vuelco.

“Caín y Abel”.

Adam se inclinó, limpiando el polvo con cuidado, sus dedos deslizándose sobre la inscripción desgastada. Leyó en voz baja, como si temiera que alguien más lo escuchara:

“Intervención de los Primordiales en Asuntos Humanos. Caso Caín y Abel.”

Frunció el ceño, extrañado. El libro parecía tan antiguo que incluso el material se sentía frágil, casi deshaciéndose bajo su tacto. Por lo que, lo abrió con cautela, pero el texto estaba sellado por algún tipo de magia angelical.

“¡Maldita sea!” murmuró, mirando rápidamente a su alrededor para asegurarse de que nadie lo escuchara.

Sosteniendo el libro contra su pecho, decidió buscar ayuda. La única opción sensata era Uriel. No podía arriesgarse a que Sera lo descubriera; conocía su carácter, y la posibilidad de un castigo por intentar acceder a un texto claramente prohibido, era más que real. Uriel, en cambio, era razonable.

Salió de la biblioteca con prisa, dirigiéndose a los jardines donde Uriel solía estar. Conocido en el primer cielo como 'El ángel en llamas', un apodo que le habían dado las almas virtuosas, porque destacaba por su cabello y sus alas rojizas, que recordaban al fuego cuando estas se iluminaban. Su naturaleza solitaria reforzaba esa imagen, alejándolo aún más del resto.

Quizá por eso él y Uriel habían congeniado de alguna forma.

Y como era de esperarse, lo encontró junto a una fuente rodeada de flores que parecían arder bajo la luz celestial. El arcángel estaba inclinado, observando el agua con expresión tranquila.

“Uriel.” lo saludó Adam con un toque de nerviosismo en su voz.

El ángel levantó la vista, sonriendo con calidez.

“Adam. ¿Qué te trae por aquí?”

“Necesito tu ayuda con un libro” respondió, mostrándole el texto. Lo sostuvo con cuidado, como si fuera algo demasiado frágil. “Es sobre... Caín y Abel. Está sellado, y no puedo abrirlo.”

Uriel tomó el libro entre sus manos, sus ojos escudriñando la cubierta.

“¿Cómo lo conseguiste?” preguntó, levantando la vista hacia Adam.

“Estaba en la biblioteca. Sera me mandó a investigar algo, pero...” Adam hizo una pausa, dejando que su frustración se asomara brevemente. “¿Podrías ayudarme?”

Uriel alzó una ceja, pero su mirada no era de reproche.

“Sabes que no deberías estar tocando esto, ¿verdad?”

Adam asintió, bajando la mirada.

“Lo sé, pero siento que... necesito saber.”

El silencio entre ambos se extendió mientras Uriel evaluaba el libro, para luego quedarse pensativo. Y tras un silencio que a Adán le pareció eterno, finalmente suspiró.

“Tienes razón. Quizás sea mejor que lo sepas.”

Con un movimiento de su mano, Uriel rompió el sello. La energía que se liberó fue sutil, como un susurro que se desvanecía en el aire. Entonces le devolvió el libro a Adam, quien lo abrió con cautela.

El libro parecía ser un registro con una serie de notas en el antiguo idioma angelical, escrito tras la tragedia de Caín y Abel. Adam leyó en voz baja, cada palabra pesando más que la anterior. Allí, mencionaba que ‘El bien como tal’, al observar la influencia de los Primordiales sobre los humanos, decidió prohibirles cualquier intervención sobre ellos. Las notas no eran explícitas, pero mencionaban lo sucedido entre los primeros hijos de Adam y Eva y la necesidad de que la humanidad encontrara su propia esencia, lejos de la influencia de los ángeles. También hacía mención a lo ocurrido en el Edén con la intervención directa de un primordial como antecedente.

"¿No fue porque ustedes juzgaron a Caín y Eva que el Bien como tal les prohibió intervenir con los humanos?”, preguntó Adam, con su voz temblando entre la curiosidad y el dolor.

Uriel asintió con expresión sombría.

“Sí, fue una de las razones. Pero no la principal. Este libro documenta el juicio que ‘El Bien como tal’ llevó a cabo contra los Primordiales. Nuestra intervención, aunque bien intencionada, tuvo consecuencias desastrosas. Comenzando en el Jardín del Edén y culminando en la tragedia de Caín y Abel” explicó Uriel, con un dejo de tristeza en su voz.

“¿La muerte de Abel fue culpa de ustedes…?”

Uriel apartó la mirada, su voz cargada de pesar.

“No. Al menos no lo fue por malicia, sino por incomprensión. Pensamos que estábamos ayudando, pero los humanos son más complejos de lo que imaginabamos. El bien como tal vio eso… y entendió que el verdadero poder de la humanidad reside en su libertad para elegir, sin ninguna intervención. Eso es lo que se les fue otorgado con la manzana después de todo. Aunque de manera incorrecta a mi parecer”

Hasta ese momento Adam creyó que había superado las preguntas de “que hubiera pasado...” Pero ahora esas dudas volvían a asaltarlo.

¿Qué hubiera pasado si los ángeles no hubieran intervenido? ¿No habría muerto Abel, y Caín no habría sido desterrado?

La culpa se arrastró dentro de su ser rápidamente, sabía que no podía culpar a los ángeles por lo que esas preguntas le generaron miedo.

“Lo siento mucho Adam. Por lo del Edén, y lo de Caín y Abel”, dijo Uriel.

Adam apartó la vista, su voz apenas un susurro.

“No importa. Lo hecho, hecho esta. Así que supongo que está bien”

Uriel no respondió de inmediato, pero su mirada irradiaba empatía. Adam, sin embargo, no necesitaba consuelo.

Solo quería sumergir en lo más profundo de su ser todo lo que había descubierto, dejar que se ahogara y desapareciera.

Y así lo hizo.


 

Presente.

Adam se encontraba en un estado de seminconsciencia. Con una fiebre que le quemaba la piel, y un dolor que le consumía, como si las heridas de acero angelical que una vez había soportado ahora se mezclaran con el ardor de su corrupción.

Cada quejido que escapaba de sus labios era más fuerte que el anterior. Sus alas, que apenas habían logrado levantarse del suelo ahora aleteaban descontroladamente, como si lucharan contra un dolor imposible de contener. De pronto, un impulso violento lo sacudió, y un líquido espeso y oscuro brotó de su garganta, salpicando el suelo a su alrededor. Arrastrando consigo la última pizca de dignidad que le quedaba.

“Por poco y también escupes tu estómago”, se oyó una voz, áspera y cargada de desdén.

Adam abrió los ojos con esfuerzo, pestañeando mientras la visión se le aclaraba. Frente a él, se encontraba una figura encorvada: una anciana caníbal de aspecto agrio y con unos ojos oscuros que reflejaban malicia. Sostenía un cuenco lleno de una infusión que despedía un aroma terroso y amargo, como si estuviera hecho de raíces secas y polvo infernal.

“¿Qué… qué es esto?”, susurró, con su voz ronca y débil, sintiendo cómo cada movimiento le recordaba que su cuerpo estaba en un estado lamentable.

“Es una hierba de Salvia Negra. Nada más exótico que esto” replicó la anciana con una risa seca, agitando el cuenco para que él pudiera ver las hojas moradas flotando en el líquido oscuro. "Son para que no andes quejándote tanto. Calman el dolor y la fiebre de esa peste que tienes.”

Adam miró el cuenco con recelo, levantando una ceja, mientras emitía quejidos dolor.

“¿Qué? ¿Te vas a poner con pendejadas de desconfianza ahora? Llevas tragándote esto días enteros, así que no vengas con niñerías y bébetelo de una vez, ¡Anda!”

“¿Días? ¿Peste?” repitió Adam, con el ceño fruncido. Intentaba aclarar su mente, tocándose la cabeza como si eso pudiera ayudarlo a enfocar sus recuerdos. “¿Cuántos días estuve inconsciente?”

El sello angelical, ya recordaba, esa mierda lo había llevado a una convulsión. Por un instante creyó que moriría.

Con resignación, acercó el cuenco a sus labios, y al primer sorbo sintió el sabor amargo y ácido quemar su garganta y descender hasta su estómago con una pesadez sofocante.

"¡Tres malditos días! Ahí estabas, gimiendo y murmurando como un cachorrito abandonado: ‘Caín, Abel, Eva…’" escupió la anciana "¿Quién lo diría? El pajarraco celestial tiene sus penas bien guardadas, ¡Ay, qué ternurita!”

La mujer soltó una risa sarcástica, disfrutando de la vergüenza que comenzaba a asomarse en el rostro de Adam. Quien se atragantó con la infusión, tosiendo mientras miraba con incomodidad hacia un lado, intentando sin éxito despejar su mente de los recuerdos. No era momento para remordimientos ni para echarse a llorar por un pasado que ya no podía cambiar.

"Muchos han estado buscándote, incluyendo los cabrones de los V’s.” continuó la abuela, “Tienes suerte de haberte topado conmigo, de lo contrario ya estarías hecho pedacitos.”

Adam la miró con los ojos entrecerrados, el dolor comenzaba a disiparse lo suficiente como para que su habitual carácter emergiera.

“¿Y cómo, oh sabia anciana del infierno, es que esos perdedores no me han encontrado? Digo, si eres tan jodidamente lista, ¿cómo lograste ocultarme de todos esos idiotas?”

"Ah, ya te está pegando el matecito, ¿Verdad? Ya empiezas a hacerte al idiota,” respondió, también entrecerrando los ojos “Porque esta tierra santa jode cualquier truquito barato de los pecadores, ¡Así que relaja el trasero! Además, estas cubierto con una manta encantada que te hace invisible hasta para el más metiche. Así que no me vengas con tus desconfianzas.”

Adam suspiró, rodando los ojos al notar el desdén en su tono.

“Claro, una manta mágica... ¿por qué no? Aquí nada tiene sentido de todos modos.” No preguntaría de donde lo había adquirido. “Sobre la enfermedad. ¿Qué demonios va a saber una vieja come-carne como tú de eso? ¿Me estás tomando por idiota, o sólo te diviertes viendo si el 'angelito' cae en tu puto jueguito de pociones caseras?”

"¡Pues claro que me divierto con esta mierda! ¡Es tan inesperado!” escupió, señalándolo con ese dedo huesudo y feo, sin una pizca de delicadeza. “He visto esta maldita enfermedad antes, y esas heridas también, ¡así que no te creas tan especial!”

Adam se dio cuenta que estaba sin camisón y que sus nuevas heridas habían sido vendadas. Y en cambio, las antiguas que hace poco estaban cubiertas de manchas oscuras, ahora lo estaban de escamas. Los ojos de Adam se abrieron de par en par soltando el cuenco y derramando el líquido.

“¡Qué mierda! ¿Me estoy convirtiendo en un puto pez?” Se tocó su pecho sintiendo la textura de las escamas, provocando que sus alas se erizaran.

¿Era eso una especie de nuevo síntoma? Que haría ahora. La embajada ya no existía y el cielo seguía sin respuesta. Ya había intentado llamar a Rafael, pero era claro que el llamado no llegaba por la protección que se había colocado contra el infierno.

"¿Cómo demonios podrías saberlo si esta enfermedad solo afecta a los ángeles? ¡Soy un jodido ángel, soy perfecto, y ahora estoy cubierto de escamas como un puto pez!" dijo, su tono entre la desesperación y la rabia. "¿Y tú estás diciéndome que hay otros como yo... o peor aún, que tú has estado viendo esto? ¡Esto es una puta locura! ¿Me estás tomando el pelo, vieja… arrugada?”

La anciana lo observó con una sonrisa torcida, como si disfrutara del espectáculo.

"Ay, pajarraco, ¿de verdad crees que eres el primero en pasar por esto? He visto esta maldición antes en otros desgraciados,” replicó con tono seco, afilando la mirada como un cuchillo “¿Una enfermedad de ángeles? ¡Ja! No me hagas reír. ¿No era que el cielo es el gran paraíso donde no existen enfermedades ni dolencias? Aquí esa peste se lo conoce como Nigrum infestus. La gracia de esta enfermedad es que, los pecadores se arrastraron hasta el infierno con su forma humana intacta. Así como tú”

“¡Estás mintiendo!,” replicó, con un tono que denotaba incredulidad. “¿Por qué carajos el cielo escondería algo así? ¿Crees que tienen un club exclusivo de ángeles escamosos? ¡Vamos! Si esto fuera cierto, me lo hubieran advertido. Espera, creo que si hay un club asi.”

Todas las almas virtuosas tenían una característica animal, pero él no. Es lo que le hacía especial. Era el primer hombre, y el único en el cielo que había conservado su forma humanoide, incluso se había enorgullecido de eso cuando supo que Lilith había adquirido esos rasgos demoniacos.

"No tengo la más mínima idea. Y francamente, no es mi maldito problema," respondió Susan, acomodando unos cristales cerca de él. Uno de ellos comenzó a oscurecerse lentamente. "Mira, hasta los cristales saben que estás lleno de mierda," añadió con una sonrisa burlona.

“¿Son cristales angelicales? ¡También están traficando cristales angelicales!”, sintió como su parpado comenzaba a temblar.

“Son cristales demoniacos”, respondió, disfrutando de su paranoia “Absorben la energía demoníaca. Es parte del tratamiento. Se purifican en la tierra santa, y están listas para chupar toda esa energía oscura que te está pudriendo por dentro.”

Adam suspiró con frustración. La última cosa que necesitaba era que una abuela caníbal le explicara cómo salvar su trasero.

“Mierda. ¿Qué se supone que debo hacer ahora?” preguntó, mirando al techo como si esperara que algún dios benevolente le diera una respuesta. “Porque, sinceramente, no tengo ni idea. ¿Acaso hay un manual de instrucciones para esto? ¿Un ‘Cómo sobrevivir a ser un ángel caído y con escamas en cinco pasos’? ¡Porque me vendría de perlas, joder!”

"Debes volver al cielo o ir al hotel por el tratamiento, pero la verdad, dudo que el cielo te responda. ¡Con la suerte que tienes, la tienes más jodida que un perro en una tienda de cristales!" soltó con una carcajada amarga, disfrutando de su propia crueldad. "Así que, mejor ve pensando en un plan B, porque no creo que tengas muchas opciones, pajarraco."

“Ya no puedo más con esto. Es la tercera vez que alguien me dice lo mismo. Esa tonta de Vaggie, ese bambi sonriente, y ahora tú ¡Váyanse todos a la verga!” gruñó, girando los ojos “¿Por qué tendría que escuchar a una pasa malhablada?”

“Porque ya has pasado a otra etapa, puto sushimi sagrado,” dijo la abuela. “Si no recibes tratamiento, morirás. Estas hiervas y los cristales no servirán de mucho. Y créeme, será un dolor que te hará desear no haber nacido. Tal vez me siente aquí a observar cómo te retuerces, ¡sería un espectáculo que no me perdería por nada!”

Adam que miraba a todos lados, echó un vistazo a su brazo vendado, incapaz de recordar cuando se había herido allí.

“¿Y yo cuándo me herí este brazo?” murmuró, sin dirigirle la pregunta a nadie en particular.

“Ah, eso…” la vieja sonrió, mostrando sus dientes afilados. “No me pude resistir, le di un mordisco a tu carne. Por cierto, sabe a pollo,” añadió con un guiño, provocando que Adam le lanzara el cuenco. “¡Ey! ¡Soy una abuela dulce y delicada, maldita sea!” replicó esta “¡Así que respeta a tus mayores, carajo!”

“¡Soy mayor que tú, puta momia! ¿Y por qué carajo me ayudas?” preguntó Adam, sintiéndose horrorizado. “¿Ahora van a convencerme de que en el infierno hay personas buenas? ¡Puf, por favor! Me arrancaste un pedazo de carne del brazo. No voy a preguntar cómo porque, sinceramente, ya me lo imagino. ¡Y no quiero esa imagen asquerosa en mi cabeza! ¡No gracias! Ahora por tu culpa me dará rabia ¡Mierda!”

“No intento convencerte de nada. Ah, que pajarraco. Es solo por curiosidad, claro”, contestó Susan, acariciándose la barbilla. “A todos aquí nos interesa ver a un dios sangrar. O mejor dicho a un serafín. O lo que sea que sea ese otro pajarraco payaso.” mirándolo ahora de pies a cabeza. “Es más probable que mueras como una cucaracha aplastada, como la gran mayoría de los desgraciados que tuvieron tu peste, pero si sobrevives, te convertirás en un puto monstruo. Y créeme, si yo fuera ellos, te mandaría a volar ahora que estás vulnerable. Después va a ser un dolor de cabeza, serás como un maldito tejón de miel. Y la verdad, me genera curiosidad saber si lograras alcanzar a ese pajarraco. ¡Sería un espectáculo! Ya después puedes morirte, nadie te extrañará”

“¿Tejón de Miel? Eso suena doloroso. Todos ustedes son unos jodidos oportunistas. Siempre disfrutando del dolor ajeno”

“¿Qué te puedo decir…? Somos pecadores, la peor escoria y la inmundicia de aquí abajo. Nos encanta el caos y el sufrimiento ajeno. Y, mira que tú, cada día te vas pareciendo más a nosotros,” soltó una carcajada rasposa. “Ya, ya te despertaste, así que lo que te pase ya no es mi maldito problema. Toma los cristales” dijo, quitándole la manta con un gesto brusco “A mí me sirves vivo o muerto, así que, ¡a joderse y a aguantarse!”.

Adam frunció el ceño. ¿Parecerse a uno de ellos? Jamás sería como la escoria que deambulaba allí abajo.

“Oye, perra” pero tenía curiosidad “¿Cuál es tu nombre?”

“Susan” respondió ella sin inmutarse “y no me llames perra, colador celestial”

“Por qué colador celestial”

“Porque eres un puto ángel con múltiples agujeros” Señalando su pecho con una sonrisa burlona.

“Ah, maldita vieja cascarrabias”, murmuró Adam, entrecerrando los ojos con exasperación.

Suspiró y, con algo de esfuerzo, se levantó del lecho improvisado. Mientras se colocaba el camisón, una sensación familiar lo envolvió, esa urgencia desesperada de regresar al cielo, como en aquellos primeros días después de su caída.

Sus pensamientos eran un torbellino. Había tanto que procesar, tantas incógnitas que lo atormentaban: ¿qué había sido de los otros que llegaron antes que él? ¿Aquellos que no eran ángeles y sufrieron como él esa enfermedad que parecía consumirlo desde dentro?

Pero no podía perderse del todo en sus reflexiones. Había cosas que atender. Su mirada cayó sobre el panfleto que había dejado a un lado: el “Torneo de la Agonía”. Lo tomó entre las manos, los bordes del papel estaban ligeramente desgastados, y lo estudió con detenimiento.

“¿Cuánto tiempo dura el puto analgésico?”, preguntó.

“Depende del organismo. Tal vez seis horas… pero en tu cuerpo durará menos,” dijo la vieja, cruzando los brazos. “No es por la dosis, no creas. Es porque ya no me quedaban muchos de esos, y no voy a malgastar mi buena medicina en un pajarraco como tú. Así que prepárate, porque vas a sentir como si te pasara un tren por encima.”

“Es suficiente tiempo,” respondió Adam, con una sonrisa cargada de desafío. “Tengo un asunto pendiente con unos perdedores. Y luego pensaré en lo que me dijiste, perra”

Mientras hablaba, sacó su hacha en forma de guitarra del almacén de conjuros, el arma resonando con un leve zumbido metálico al materializarse en sus manos. Se dirigió hacia la puerta del cuarto destartalado, pero antes de salir, echó un vistazo rápido alrededor. La plaza de la ciudad santa no estaba lejos, apenas a unos metros.

Sin embargo, antes de retirarse del todo, giró la cabeza para mirar de reojo a la abuela que seguía apoyada en la esquina, con su sonrisa cínica intacta.

“No creas que me he olvidado de ustedes, putos caníbales,” dijo en voz baja, pero cargada de amenaza. “Me deben algo, y créeme que voy a cobrarlo.”

“Nah, nos la arreglaremos,” soltó Susan, riendo entre dientes como si sus palabras fueran un chiste privado. “Buena suerte, pajarraco. Pero recuerda, si llegas a morir, asegúrate de morir en un lugar apartado” La vieja le lanzó una mirada burlona, afilada como un cuchillo. “Porque luego me va a tocar pelearme con un montón de idiotas por un bocado de tu pellejo.”

Adam respondió con una sonrisa torcida, dejando claro que las amenazas de Susan le divertían más de lo que le preocupaban. Sin decir nada más, extendió sus alas y se impulsó en el aire, su figura perdiéndose rápidamente mientras dejaba atrás la ciudad santa y todo lo que habitaba en ella.

Notes:

Hola :)

Bueno, hemos llegado al final de este arco. Espero que les haya gustado y muchas gracias por leer hasta aquí.

Algunos datos interesantes:

- Este arco está narrado desde la perspectiva de Adam y Caín, pero quise mostrar cómo se sintió Eva respecto a todo lo ocurrido a través de un poema.
- Ahora sabemos por qué "El Bien como tal" prohibió la intervención de los primordiales en asuntos relacionados con las almas humanas.
- También empezamos a descubrir más detalles sobre la enfermedad de Adam: el Síndrome de Caída y Ascenso para el cielo, y el Nigrum Infestus para el infierno.
- Esta abuela Susan me recordó a la abuelita de Madagascar. ^^" Me gusta.

Chapter 27: CAPITULO 26

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

CUANDO EL ACERO TOCA EL ALMA

 

Adam se detuvo abruptamente en el aire, a pesar de lo que su orgullo le gritaba, no pudo evitarlo. Había volado tan rápido, tan alto, que ahora el aire escaso lo asfixiaba, pero eso no era suficiente para despejar la niebla que se había instalado en su mente.

Escamas. Escamas.

Estaba cambiando. El pensamiento le revoloteaba en la cabeza como un enjambre de abejas, cada una picándole con una verdad amarga: estaba convirtiéndose en uno de ellos.

"Maldita sea, maldita sea" murmuró, dejándose caer sobre un edificio abandonado, un lugar en las afueras de la ciudad donde nadie lo encontraría, al menos no por un rato. Perfecto. Podía permitirse ser vulnerable, aunque odiara admitirlo.

Sacó el cristal demoníaco de su bolsillo, ese pedazo de mierda que ahora parecía pulsar como si tuviera vida propia. Lo giró entre sus dedos, sus ojos dorados brillando con algo entre curiosidad y repulsión.

Con los dientes apretados, se llevó una mano a su pecho, tratando de aliviar el temor que se revolvía, acompañado por el picor casi insoportable de las escamas que crecían bajo su ropa. Quería arrancárselos de la piel.

¿Qué pasaría si se quedaba ahí, atrapado en esa maldita ciudad, convirtiéndose en una cosa repugnante y sin esperanza? ¿Y si el cielo nunca lo aceptaba así? Adam apretó la mandíbula y desvió la mirada, incapaz de sostenerla por mucho tiempo.

"Un ángel caído y corrupto... ¿regresando al cielo? Por favor, eso es como esperar que un puto pecador te devuelva la billetera con todo y efectivo. Y Sera..." un destello de vergüenza cruzó por sus ojos "Oh, ella me mirará como si fuera un maldito experimento fallido. Y además...fracasé con el exterminio." forzando una sonrisa amarga. Nadie en el Cielo podría aceptarlo ahora, ni siquiera sus exorcistas.

¿Y si... me rindo? La idea pasó como una sombra, rápida y tentadora.

"¿Y si simplemente me dejo caer? ¿Qué pasaría si digo 'a la mierda' y dejo que esta maldita peste me devore como una zorra hambrienta?"

Pero entonces algo se retorció dentro de él. No, no podía. No quería hacerlo solo. No otra vez. No sin que alguien le sostuviera la mano. No sin saber que le ocurrió a...

Negó con la cabeza. Tomando una respiración profunda.

"Solo necesito un poco de tiempo, ¿vale? Nada del drama celestial ni los putos violines tristes. Solo un jodido respiro." Las palabras salieron entrecortadas, arrastradas por un tono más áspero de lo que pretendía. "Y entonces volveré a ser yo: el puto Adam al que nada ni nadie puede tocar, el cabrón al que nada le afecta." Cerró los ojos por un instante, con una respiración profunda "Bien"

Se obligó a pensar con claridad. No debería ser tan pesimista ¿Verdad? Esa vieja caníbal mencionó un tratamiento, lo que significaba que había una cura. Después de todo, Rafael y sus sanadores ya habían trabajado con él, cada vez que regresaba del infierno. Si lograba volver, él podría arreglar esto.

Sí, no estaba todo perdido.

El pensamiento le dio un atisbo de esperanza, pero fue fugaz. Abrió los ojos y su mirada se posó en lo que quedaba del hotel: solo escombros y ruinas. Lo sabía. La única salida era esa. La única forma de regresar era con ese hotel. Pero ¿estaba dispuesto a arrastrarse hasta allí? ¿A depender de esos perdedores?

No.

La palabra resonó en su mente, cargada de obstinación. No quería aceptarlo. Pero incluso él no podía negar lo inevitable. Lo necesitaba.

"Joder." chitó con su lengua.

Guardó el cristal demoniaco y ahora pasó su atención al arma que yacía a su lado: su hacha guitarra. Una vez gloriosa, resonante y letal, ahora tenía un agujero en el medio y una abolladura que le hacía parecer un instrumento de juguete. La miró con tristeza, como si fuera una de sus chicas heridas.

"Tú también, ¿eh? ¡Maldita vampira demoníaca de mierda! ¿No podrías haberte cargado otra cosa?" gruñó, pasando los dedos por la abolladura con frustración.

Al bajar al suelo, algo extraño lo detuvo. Un tirón invisible, sutil al principio, que lo sacudió desde el núcleo de su ser, escalando rápidamente hasta convertirse en un zumbido incómodo que lo atrapaba como una red invisible. Sus alas reaccionaron antes que él, erizándose en un reflejo instintivo, como si una corriente de agua helada se derramara sobre su espalda.

"Que carajos. Muy bien, ¿Quién es el idiota que me está mirando como si fuera un filete jugoso?" murmuró, girando la cabeza con lentitud. No se equivocaba.

A lo lejos, un ser encapuchado caminaba con calma. Llevaba una capa café desgastada, las puntas rotas bailaban al compás de la brisa que parecía venir de ningún lado. Su rostro estaba oculto por una máscara, un accesorio con rajaduras verticales que dejaban ver un brillo verduzco dentro de él. Las líneas pintadas en rojo sobre la máscara parecían una advertencia, como señales de peligro.

Adam frunció el ceño. El tipo no solo lo miraba; lo perforaba con la mirada. En su mano sostenía algo, no podía distinguirlo con claridad, pero parecía una piedrita oscura que lanzaba al aire y volvía a atrapar sin esfuerzo. Adam alzó la ceja, confundido.

"¿Qué clase de puto cosplay barato es este?, soltó Adam, pero su instinto no le dejaba relajarse. "Mira, perra, tengo cosas más importantes que hacer que lidiar con tus trucos de circo"

El encapuchado no respondió, en cambio, dejó caer la piedra al suelo, y de ella brotó una pequeña planta negra. Adam observó, con una ligera sensación de incomodidad ¿Esa piedra... era una semilla?

Fue un cambio sutil, pero él lo sintió. El aire se volvió más denso, cargado de algo que no podía identificar, como si el mundo alrededor se hubiera tomado un descanso para simplemente observar.

"Genial. Otro puto jardinero demoniaco. ¿La jardinería es algo común aquí?" Recordando esa rosa metálica gigantesca de su anterior oponente. "¡Joder!, está bien, aquí vamos de nuevo"

El extraño comenzó a moverse, rodeándolo con pasos medidos, manteniendo una distancia calculada. Cada gesto suyo parecía meticulosamente planeado, y eso activó las alarmas en la mente de Adam. Algo en su instinto le ordenaba no subestimar a este rival. O tal vez eran las lecciones aprendidas a las malas: no siempre el contrincante es más fuerte, pero pueden traer sorpresas y complicarte las cosas.

Su oponente desapareció de su vista, y Adam se puso en guardia. Una hoz, brillante y con espigas de trigo grabadas en su superficie, voló directamente hacía él. Adam dio un salto hacia un lado, esquivándola por los pelos, mientras la hoz se incrustaba en el suelo, arrancando chispas y dejando una grieta profunda.

"¿Un agricultor homicida? Esto es tan irónico" dijo Adam, sin poder evitar soltar una risa amarga.

Antes de que pudiera reaccionar, la sombra reapareció frente a él, blandiendo una segunda hoz con fuerza arrolladora. Adam levantó su hacha guitarra justo a tiempo para bloquear el golpe. El impacto resonó como un trueno, enviando ondas de choque que destrozaron el terreno bajo sus pies. Fragmentos de roca y ceniza volaron por el aire, formando una nube de polvo.

La fuerza del golpe no movió a Adam ni un centímetro, pero el impacto recorrió sus brazos como una descarga eléctrica. Aunque no se movió, todo a su alrededor parecía ceder ante la brutalidad de ese ataque.

"¡Mierda! ¿Te alimentas de esteroides o qué?" gruñó Adam. Este tipo no era un pecador cualquiera.

Ambos levantaron sus armas, creando espacio entre ellos. Adam se impulsó hacia atrás con un potente aleteo y cargó contra su adversario. El otro retrocedió con un salto, recuperando su arma y cruzando ambas hoces para bloquear el ataque de Adam. El choque generó una onda que destrozó las ventanas de los edificios cercanos, lanzando más escombros al aire. Ambos se separaron de nuevo.

"¿Quién vergas eres tú?" preguntó Adam. "Un pecador con esta fuerza... ¿Dónde diablos estabas durante los exterminios? ¿Escondido bajo una roca, o acabas de llegar a este maravilloso lugar de mierda?"

No hubo respuesta. En lugar de eso, el otro se lanzó de nuevo, las hoces cortando el aire con un silbido mortal. Adam levantó su hacha-guitarra para bloquear uno de los ataques, mientras esquivaba el otro con un movimiento ágil hacia un costado.

Entonces Adam decidió tomar la ofensiva. Con un giro fluido, balanceó su hacha hacia el torso del encapuchado, quien saltó hacia atrás con una agilidad que Adam no esperaba. Sin embargo, no lo dejó respirar. Aprovechó su vuelo para elevarse rápidamente, y luego descendió como un rayo, blandiendo su arma hacia la cabeza del oponente. El encapuchado cruzó sus hoces para bloquear, pero el impacto fue tan fuerte que el suelo bajo ellos cedió, creando un cráter.

"No deberías estar aquí" finalmente, el contrincante habló con su voz amortiguada y grave.

Adam se rió, una carcajada estridente que reverberó en el paisaje infernal.

"¡Oh, claro, ¡porque tú eres el encargado de darme direcciones! Escucha, chico misterioso, aquí nadie está donde debería. Yo debería estar en el cielo festejando, y ustedes deberían estar muertos. Es una puta lastima ¿Verdad?"

Ambos elevaron sus armas hacia arriba, rompiendo el contacto en un destello de chispas. La liberación de fuerza empujó a Adam hacia atrás, quien se dejó caer para impulsarse con un salto hacia el aire. Sus alas se desplegaron con un "whoosh" poderoso, lanzándolo hacia atrás mientras evaluaba rápidamente su próximo movimiento, intercambiando golpes furiosamente, cada impacto sacado destellos que iluminaban la zona como fuegos artificiales.

"No puedo seguir con esta mierda todo el día," pensó, esquivando por poco un corte que le habría separado la cabeza del cuello. "Esto es una pérdida de tiempo. No vine aquí para medir fuerzas con este pendejo." Pero parte de él quería hacerlo. Oh, vaya que si quería. "¿Cómo te atreves a enfrentarte a mí así, tan descaradamente?" gruñó entre dientes, bloqueando otro ataque. Si estuviera al cien por ciento, este bastardo no duraría ni dos minutos. Pero no lo estaba.

No tardó en encontrar un hueco en la defensa de su enemigo y lanzó su hacha con un grito de furia. El arma cortó el aire como un relámpago y se estrelló contra las hoces del otro, que logró bloquearla a tiempo. Pero eso era lo que Adam quería. En un movimiento rápido, giró y plantó una patada en el pecho de su oponente. La fuerza del impacto lo envió volando hacia atrás, pero Adam no le dio tiempo para recuperarse. Extendiendo una mano, convocó un rayo de luz angelical que golpeó al otro como un cañón.

Adam bajó la mano, ladeando su cabeza. "Eso debería ser todo. Juego terminado, perra."

Pero no lo era. Por supuesto que no lo era.

Cuando el humo comenzó a disiparse, la figura seguía allí, de pie. Intacta. Su máscara echaba humo, pero ni su ropa ni su cuerpo mostraban signos de daño. Adam parpadeó, incapaz de procesar lo que acababa de ver.

"¿Qué carajos?" murmuró. "No, en serio, ¿QUÉ CARAJOS?"

El otro ladeó ligeramente la cabeza, como burlándose de él. Adam dio un paso hacia atrás, apretando su hacha con tanta fuerza que sus nudillos probablemente estaban blancos. Su luz angelical no fue capaz de hacerle daño. Este era el tipo de sorpresas que quería evitar en primer lugar.

Ahora era el turno del encapuchado, que se lanzó hacia él con una velocidad abrumadora. Ahora se veía más intimidante. Sus hoces se movían en arcos mortales, creando destellos oscuros en el aire mientras atacaba una y otra vez. Adam bloqueó los golpes con su hacha, pero cada impacto le hacía retroceder. Los edificios a su alrededor temblaban con el eco de la batalla, y fragmentos de escombros caían al suelo.

"¡Joder! ¡Deja de moverte perra!", gritó Adam mientras daba un giro brusco y alzaba el vuelo para poner distancia entre él y su enemigo. Tenía que comprobarlo de nuevo.

Desde el aire, Adam canalizó su luz angelical en un rayo más concentrado. La energía brilló intensamente mientras la dirigía hacia el encapuchado. La explosión de luz iluminó el paisaje infernal, arrancando sombras grotescas de los edificios cercanos. Pero el encapuchado esquivó con una agilidad inhumana, corriendo entre los escombros con movimientos fluidos y calculados. Adam frunció el ceño, concentrándose mientras disparaba más rayos en un intento desesperado por acertar.

"¡Mantente quieto, maldita cabra de circo! ¡Tengo cosas que hacer y pecadores que aplastar!" vociferó mientras descendía para mantener el ritmo del encapuchado.

El aire se llenó del estruendo de las armas chocando cuando Adam finalmente alcanzó a su oponente. Su hacha guitarra impactó contra una de las hoces, generando una fuerza tan grande que el enmascarado salió disparado hacia un edificio cercano. El muro no pudo soportar el impacto, y una nube de polvo y escombros cubrió la escena.

"¡Sí, así es como se hace!" gritó Adam, triunfante. Pero su alegría fue fugaz.

Desde el interior del edificio, el otro se movía rápidamente, esquivando los ataques de Adam que ahora intentaba clavarlo con su hacha. Cada golpe del arma dejaba un agujero profundo en las paredes, pero el ser seguía avanzando, como un espectro.

"¡Quédate quieto, pedazo de mierda! No eres un maldito ratón, ¡esto no es un jodido laberinto!" gritó, su voz llena de exasperación.

Ambos volvieron a chocar armas de vez en cuando. Adam vio una oportunidad y lanzó otro rayo de luz angelical. Esta vez, el rayo golpeó al encapuchado, quien también lanzó una de sus hoces hacia Adam. La hoja rozó su mejilla, pero no le hizo nada en absoluto, entonces se dio cuenta que aquella arma no era de acero angelical.

"¡Qué!" exclamó Adam.

Por su parte, la luz angelical había golpeado de lleno al otro, pero nuevamente, no mostraba signos de daño. Este sin previo aviso, saltó desde el edificio hacia Adam, empuñando su otra hoz. La hoja se dobló sobre sí misma simulando una manopla metálica y golpeó a Adam con una fuerza devastadora, obligándolo a usar su hacha guitarra como escudo. El impacto lo lanzó hacia abajo, golpeando el suelo con un estruendo que sacudió el terreno.

Adam gruñó mientras se levantaba intacto. Antes de que pudiera recuperarse por completo, el encapuchado lanzó su otra hoz hacia el hacha guitarra de Adam. La hoja se clavó en el hueco del arma y, con un movimiento violento, la arrancó de las manos de Adam, arrojándola lejos junto con su propia hoz.

"¿Qué mierda haces? Tus armas no pueden matarme, pero sigues intentándolo. ¿Qué carajo estás planeando?" exclamó Adam.

Podía sentir como la sangre le hervía, el otro solo parecía estar ahí para divertirse. Todos ahí estuvieron divirtiéndose a costa suya.

El otro en lugar de responder avanzó con una lentitud calculada. Adam tensó los puños, sus nudillos brillando ligeramente con el remanente de su luz angelical, ahora tan inútil como una linterna en un apocalipsis nuclear.

"Será una pelea cuerpo a cuerpo entonces. Está bien, maldita perra"

Sus puños colisionaron con un estruendo. El suelo bajo ellos se resquebrajó como si la tierra misma intentara huir del impacto.

Adam bloqueó la patada que apuntaba a su cuello, atrapando la pierna del rival con ambas manos y empujándolo hacia adelante con fuerza. Pero su oponente, ágil como una bestia en plena caza, giró en el aire con una fluidez que desafiaba la gravedad. El giro culminó en una patada giratoria que pasó a milímetros de la sien de Adam. Sintiendo el viento cortar su rostro antes de retroceder.

Sin pausa, Adam avanzó con un puñetazo dirigido al rostro del otro. Este levantó su antebrazo para bloquear, y respondió con un golpe directo al pecho de Adam. El impacto lo hizo tambalearse; sintió un dolor ardiente en las heridas en su torso. Si no fuera por la infusión de aquella vieja caníbal, probablemente ya estaría de rodillas.

El encapuchado aprovechó la desestabilización de Adam y lo sujetó por el cuello con una sola mano, apretando como si intentara estrangular la vida de un mortal. Adam gruñó, llevando una mano al antebrazo de su enemigo, y contraatacando con un golpe directo a la articulación de su rival. Un crujido seco rompió el aire, y el encapuchado aflojó su agarre. Sin dudarlo, Adam encajó un puñetazo en el estómago, sintiendo el impacto reverberar por el cuerpo del otro, seguido de un gancho ascendente que conectó directamente con su mandíbula. Sin darle un segundo para recuperarse, se deslizó detrás de él, torciendo su brazo hacia la espalda en un ángulo antinatural.

Otro crujido resonó. Pero el contrincante no mostró ni una pizca de dolor. En lugar de eso, contraatacó con un codazo hacia atrás, con el otro brazo, conectando con el pecho de Adam y forzándolo a soltarlo. Para luego dejarse caer al suelo con una velocidad desconcertante, barriendo las piernas de Adam con una patada giratoria. Adam, en respuesta, desplegó sus alas en el último instante, creando un impulso que lo elevó apenas unos centímetros del suelo, lo suficiente para evitar la caída.

Sus miradas se cruzaron, y ambos atacaron al unísono. Los golpes intercambiados eran un borrón de movimiento y fuerza, como dos relámpagos chocando en una tormenta. Adam, notando un pequeño desliz en la postura de su oponente, dirigió una patada hacia el tobillo del otro. El impacto lo desestabilizó, obligándolo a arrodillarse. Entonces el ángel dirigió su puño directo a la máscara del otro. El golpe fue devastador, una explosión de poder que sacudió el aire y arrancó fragmentos de las paredes cercanas. Pero la máscara permaneció intacta, como si fuera una extensión del cuerpo de su enemigo.

"¿Qué mierdas eres?" gruñó Adam, retrocediendo un paso mientras evaluaba la situación.

Entonces, su mirada aterrizó en su hacha-guitarra, tirada a unos metros de distancia como si fuera un maldito juguete olvidado.

"Perfecto", pensó Adam, con un toque de resignación mezclada con las ganas de arrancarse los cabellos.

Esta pelea era una jodida pérdida de tiempo. El problema no era solo que el tipo frente a él fuera un tanque andante; no, eso habría sido demasiado simple. Este cabrón ni siquiera tenía las armas o armaduras de acero angelical que usualmente lo ponían en jaque. Pero, por algún milagro del puto infierno, seguía siendo indestructible. Eso lo irritaba.

"Bien, basta de mierdas", pensó.

Ir directo al grano, darle un buen golpe con el acero, y dejar de perder el tiempo parecía la única opción razonable.

Adam alcanzó su hacha-guitarra en un abrir y cerrar de ojos, y en ese mismo instante lanzó un ataque a su adversario que venía detrás de él. Un sonido metálico resonó en el aire. Adam frunció el ceño. Ese maldito tenía una especie de metal envuelto en su antebrazo, su impaciencia crecía mientras el otro mantenía la distancia. Cada movimiento del enemigo, preciso y calculado, lo exasperaba más. Notó que el otro observaba de reojo a la planta que había cultivado anteriormente, ahora era un árbol que comenzaba a marchitarse.

"Maldita perra, no me subestimes" habló Adam bajando la voz, en un tono amenazante.

Con un rugido, levantó el pie y lo estampó contra el suelo, haciendo que un fragmento de tierra volara y luego lo tiró hacia el otro. Pero su oponente no retrocedió. Al contrario, extendió su brazo, y con un golpe seco de su puño, destrozó el fragmento de tierra, como si fuera polvo ante su fuerza. Entonces Adam apareció desde el cielo, dispuesto a dar el golpe definitivo.

El corte fue en diagonal desde uno de los hombros hasta el ombligo. La herida fue masiva, profunda, dejando al enemigo casi partido en dos. El torso del ser se separó, los pulmones y el corazón expuestos, colapsando en una masa sangrienta, los órganos desbordando su cavidad como si intentaran escapar de la herida.

Adam retrocedió, pensando que todo había terminado. Pero entonces, vio algo que lo hizo parar en seco.

El cuerpo del ser encapuchado comenzó a recomponerse. La carne se estiraba, los órganos se recolocaban, como si nunca hubiera recibido ese golpe. Adam dio un paso atrás, los ojos entrecerrados.

"¿Qué mierda...?"

¿No se suponía que las heridas hechas por acero angelical, solo podían sanar con energía angelical? Y cómo mierdas podía regenerarse tan rápido, no había visto eso en ningún pecador.

Antes de que pudiera comprender lo que estaba sucediendo, el ser estiró sus manos hacia los lados, como si invocara algo, aun cuando la herida de su cuerpo ni si quiera se había cerrado por completo. De inmediato, dos hoces brillaron en el aire y una de ellas pasó por detrás de Adam. Este sintió el filo de la hoz, pero esta no cortó su carne. En cambio, sintió un profundo frío. No hubo dolor físico, pero si algo mucho peor: una sensación de vació, como si alguien estuviera extrayendo algo especial, algo que no debería dejar de estar dentro de él. Entonces su cuerpo se paralizó.

La hoz se deslizó hacia adelante, y su oponente ahora totalmente recuperado, avanzó hacía Adam, tomó el mango del arma y tiró de él. Entonces algo emergió del pecho de Adam. Primero fue una luz, tenue y parpadeante. Pero conforme salió, se definió, y lo que Adam vio lo dejó atrapado entre la incredulidad y el horror.

Era algo brillante, pero roto, como una esfera que hubiera sido golpeado con brutalidad. Con fragmentos incompletos que ardían con un fuego rojo intenso como brasas recién avivadas. Cada flama parecía chisporrotear con rabia, retorciéndose como si intentaran liberarse de una prisión invisible.

Y en medio de ese caos ardiente, una mancha perturbadora rompía la incandescencia. Negra como la arena del abismo, la mancha parecía devorar la luz que la rodeaba, pero no era un vacío total. En su interior, pequeñas brasas titilaban débilmente, agonizantes. Parecían luchas desesperadas por permanecer encendidas, presas de un sufrimiento eterno.

Adam intentó hablar, pero las palabras salieron apenas como un murmullo, sofocadas por el esfuerzo de su garganta paralizada.

"¿Q... qué coño es esto?"

La cadena que, conectada la esfera, o lo que fuera esa cosa, al cuerpo comenzó a tensarse. El tirón del oponente que sostenía la hoz la arrastraba lentamente hacia él. Adam, con un esfuerzo casi sobrehumano, levantó las manos temblorosas.

Con un grito sofocado de frustración, consiguió sujetar la cadena, aferrándose con todas sus fuerzas para impedir que lo despojaran de aquello.

"No es divertido atacar cuando no estás completo," dijo su oponente, ladeando la cabeza.

Entonces, sin previo aviso, soltó la cadena. La esfera se precipitó de regreso al cuerpo de Adam como si estuviera ligada por una fuerza magnética.

Apenas tuvo tiempo de procesar lo que había sucedido cuando el extraño dio un paso al frente y, como si el aire fuera agua, se sumergió en él y desapareció.

Adam quedó inmóvil, jadeando con fuerza. Su respiración era irregular, y el eco de su furia comenzaba a tomar forma dentro de él, creciendo como una tormenta incontrolable. Miró a su alrededor, los ojos encendidos de rabia, pero el lugar estaba desierto. Nadie parecía haber presenciado lo ocurrido. Sólo quedaban los gemidos de los heridos y un paisaje destrozado. El árbol en el centro del campo de batalla, ahora no era más que un tronco marchito que se desvaneció en el suelo reseco.

Adam se llevó una mano al pecho, intentando llenar sus pulmones de aire, aunque sentía que no era suficiente.

"¿Qué carajo era eso? ¿Mi... alma?"

La sorpresa fue rápidamente desplazada por una furia abrasadora.

"¡Hijo de puta!" rugió, su grito retumbando por las ruinas.

Avanzó hacia adelante y, sin pensarlo dos veces, descargó su ira contra un edificio cercano. Su golpe fue devastador, desmoronando la estructura como si estuviera hecha de papel. Los escombros llovieron por toda la zona, llenando el aire con el ruido ensordecedor del colapso y una nube de polvo que se alzó en el horizonte, tan violenta como su cólera.

 


 

La azotea del edificio, situada en una de las tantas urbes decadentes de Ciudad Pentagrama, ofrecía una vista que solo a alguien como Tom Trench podría considerar interesante. Un cielo perpetuamente teñido de rojo, surcado por las espirales de humo tóxico que escapaban de edificios en llamas. A sus pies, una tablet proyectaba imágenes en bucle, mostrando las últimas transmisiones del noticiero 666.

Pero sus ojos no estaban en la pantalla, sino en el horizonte.

"Curioso" comentó Tom, sin volverse. Su voz llevaba un tono de despreocupación deliberada, como quien sabe más de lo que dice. "No esperaba que apenas regresando de tu viaje te lanzaras directo contra Adam." dijo, sacando una botella de agua de su chaqueta que ofreció al ser detrás de él.

La figura que lo acompañaba permaneció inmóvil por un momento, tocándose el hombro con lentitud, rotando el brazo como si evaluara los daños de una pelea reciente.

"No pensé que te mostrarías tan de frente... y mucho menos que te dejarías herir a propósito. Imprudente, si me preguntas." continuó.

El encapuchado tomó la botella sin pronunciar palabra. La máscara que cubría su rostro se retrajo en la parte inferior, bebiendo un sorbo lento antes de finalmente responder.

"Tenía que comprobar si podía hacerle frente a un ángel"

Tom Trench lo observó desde la distancia. No era fácil intimidar a alguien como él, y sin embargo, había algo en aquel hombre que merecía su atención. Las pequeñas quemaduras en su ropa y las marcas de humo en su capucha eran testigos mudos del reciente enfrentamiento.

"¿Y? ¿Valió la pena?", preguntó Tom.

El encapuchado cerró la botella con calma, girándola entre sus dedos como si meditara.

"No importa. Lo averiguaré eventualmente."

"Ah, pero qué notable habilidad tienes para las respuestas ambiguas, ¿lo sabías? Podrías hacerte un lugar en el ilustre gremio de políticos infernales." Tom exhaló con una leve sonrisa.

No tenía que fingir delante de él. Y eso era tan liberador. Dio un paso adelante, dejando que su tablet levitara a su lado con un leve movimiento de su mano.

"Mientras estabas fuera, las cosas se pusieron... bastante interesantes." dijo, con un tono de intriga en sus palabras. Una ligera sonrisa se formó en sus labios, como si disfrutara del caos que estaba a punto de describir. "Supongo que no es casualidad que estés aquí ahora. Ya debes haber escuchado algo, ¿verdad?"

Se llevó una mano a la barbilla, su mirada perdida por un momento, como si ordenara sus pensamientos.

"Para empezar: los pecadores finalmente descubrieron cómo matar a los ángeles. Increíble, ¿no? Algo que una vez fue símbolo de temor y poder, ahora convertido en el arma perfecta contra ellos mismos. Da qué pensar, ¿no te parece?"

El encapuchado no respondió. Sus ojos, ocultos tras la máscara, permanecieron fijos en el horizonte, pero el leve arqueo de una ceja reveló su atención.

"Luego está la princesa del infierno. Ella decidió levantarse contra los exterminios. Una decisión valiente, aunque... imprudente. El resultado fue claro: Adam murió... o al menos lo intentó. Porque, como bien sabes, no pasó mucho tiempo antes de que abriera los ojos otra vez. Eso, incluso para alguien como él, es... intrigante."

El enmascarado permaneció inmóvil, su figura rígida como una estatua, pero algo en su postura cambió. Fue mínimo, apenas un temblor casi imperceptible en los dedos que descansaban sobre la barandilla, como si la mención de la muerte, y resurrección, de Adam hubiera desatado una corriente de emociones contenidas. No interrumpió, su silencio era un escudo.

"Por otro lado, más hacia el cielo: Anularon los exterminios. Fue inesperado. Aunque, también colocaron un encantamiento sobre el infierno, ¿lo sentiste? Es... difícil ignorarlo, incluso para alguien como tú. Supongo que es como precaución después de todo lo sucedido."

"Anularon los exterminios" repitió el otro.

Su voz tenía un matiz de incredulidad, pero no lo suficiente como para parecer sorprendido. Bajó un poco la mirada, como si reflexionara sobre las implicaciones, antes de levantarla de nuevo.

"No mencionaste eso en tu noticiero." dijo con una calma fría, encendiendo un cigarrillo y apoyándose sobre la barandilla.

Tom soltó una risa suave, pero en ella había algo oscuro, casi inhumano. "A veces, un ligero empujón al caos es todo lo que necesitas para inclinar el tablero a tu favor." Encogió los hombros con un aire despreocupado, como si estuviera explicando algo trivial. "Lo que buscaba era simple: un efecto en cadena. La noticia de que el cielo rompió sus tratos con el infierno... ¿Quién no entraría en pánico? La desesperación es una herramienta preciosa, ¿sabes? Los pecadores creyeron que, sin negociaciones, el caos era su única opción. De cualquier manera, morirían."

La sonrisa de Tom se amplió, transformándose en una mueca maliciosa.

"Y en su desesperación, destruyeron la embajada celestial, la única comunicación con el cielo. Se lanzaron directamente contra Adam, como un rebaño de corderos hacia el lobo. Y así nació el Torneo de la Agonía. Un espectáculo sangriento que desató muertes masivas bajo su mano. Cada alma que cayó..." Tom inclinó ligeramente la cabeza, juntando sus manos como si estuviera rezando, "...fue una ofrenda para la Segunda Reina."

"¿Usaste esa estrategia como una medida por la anulación de los exterminios? Fue bastante acertada." dijo el otro observando el paisaje mientras exhalaba el humo de tabaco. "Ya que los exterminios fueron anulados, es mejor alimentarla ahora. Lo hiciste bien."

Un ligero brillo se formó en los ojos de Tom, tras la aprobación del mayor, respondiendo con un asentimiento apenas perceptible.

"¿Por qué los anularon?" La voz fue cortante, sin un atisbo de emoción, como siempre.

Pero sus dedos, golpeando con ritmo lento sobre el muslo, delataban el proceso en su mente. Era una costumbre, algo que Tom reconocía bien, sabía que el otro no se esperaría la respuesta que estaba a punto de dar.

"Porque un alma fue redimida."

"¿Un alma? ¿Del infierno?"

Giró hacia Tom con calma, como si nada pudiera perturbar su paso, pero la sorpresa estaba ahí. Con una expresión de ligera incredulidad, dejó caer el cigarrillo, aplastándolo con un movimiento rápido y sin esfuerzo.

"Así es. Lo irónico está en la razón. La hija de Lilith y Lucifer, con su idea de la rehabilitación de pecadores, logró que un alma se redimiera. No cambiará el panorama de inmediato, pero el infierno tiene su primer caso de éxito. Bastante emblemático, ¿no lo crees?" habló Tom, sus ojos entrecerrados como si todo aquello fuera solo un curioso entretenimiento para él.

El mayor, en cambio, sacó un panfleto con un movimiento lento y calculado, desplegándolo ante él. El folleto, hecho a mano por la misma princesa, mostraba el logo del Hotel Hazbin, un recuerdo de lo que alguna vez fue. Lo miró por un momento, su rostro inexpresivo, antes de dirigir la vista hacia el lugar donde el hotel había estado, ahora solo escombros. La ligera mueca en sus labios reflejaba desinterés, pero la sorpresa aún flotaba en su rostro. No era alguien que se dejara impresionar fácilmente, pero esta vez la ironía de la situación lo alcanzaba.

"Y hablando de Lilith..." ahora el mayor dirigió su mirada hacia Tom, cuando este continuó "Quedó atrapada en el cielo. Eso juega a nuestro favor. Ah, y Adam... selló la mayor parte del armamento angelical en el anillo del orgullo. Una jugada interesante. Eso ha desajustado bastante las cosas, sobre todo para el torneo."

"¿Sellado de armamento angelical? Eso solo va a desencadenar un nuevo conflicto." La voz del mayor era tranquilo, casi indiferente, como si el caos fuera una constante que ya no merecía su atención. "Sin armas, el Torneo de la Agonía terminará pronto. Y cuando eso suceda... será nuestro turno." El último comentario llegó como una promesa oscura que apenas necesitaba palabras.

Era la respuesta que Tom esperaba, aunque no por ello dejó de provocarle cierta inquietud. Con una sonrisa irónica jugando en sus labios, lanzó una última pregunta al aire como si fuera lo único que le quedaba por decir.

"Por cierto, ¿Qué se sintió enfrentarte a un ángel?"

El hombre se detuvo en seco. Un silencio espeso se extendió entre ellos, como si el tiempo mismo hubiera contenido el aliento. Durante un instante, Tom creyó que no respondería, que simplemente desaparecería en la penumbra, dejando la pregunta en el aire. Pero entonces, el mayor giró la cabeza, apenas lo suficiente para que su voz alcanzara con claridad.

"Esa alma... no era el alma de un ángel."

La frase flotó entre ellos como un eco. Y con una última mirada el hombre desapareció, como si nunca hubiera estado allí.

Tom permaneció en su lugar, inmóvil, con la sonrisa desvaneciéndose lentamente de su rostro y con las palabras resonando en su mente, aun buscando su propio significado.

"¡Pero qué coño!"

 

Notes:

:)

Hola. Espero que les haya gustado el capítulo.
Bien, algunas cosas que quiero comentar:

→ ¿Qué creen que sea este nuevo personaje?

¿Podría ser aquel ángel del que se mencionó que no murió, a pesar de recibir heridas graves con acero angelical? Porque nunca se especificó si era un ángel nativo o un alma virtuosa. Quizá por eso los ángeles se confiaron.

¿Tendrá que ver con lo que dijo la abuela Susan, y este personaje es un sobreviviente de la enfermedad? Si ella estaba segura de lo que se convertiria Adam, quizá sea porque hubo sobrevivientes.

¿Podrían ser ambos casos? O solo soy yo, intentando causar confusión :°

→ Ahora, con respecto a la apariencia del alma de Adam, quizá sea una pista de por qué Adam sobrevivió después de recibir todas esas heridas con acero angelical.

Feliz año nuevo ^^

Chapter 28: CAPITULO 27

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

LO QUE QUEDA DESPUÉS

 

Día 1 de la desaparición de Adam.

El pasillo crujía bajo las pisadas de Charlie. Cada crujido resonaba como un recordatorio de que ese lugar no era su hogar, sino un refugio temporal. Como si cada vieja tabla tratara de distraerla de sus pensamientos.

"No pasa nada, Charlie, todo estará bien," se repetía una y otra vez.

Pero ese optimismo que usualmente brillaba como un sol en sus ojos, ahora se sentía como un esfuerzo titánico. Como si estuviera intentando sujetar una pared de ladrillos con un hilito de tela. Algo imposible. Aun así, cruzaba el pasillo con una sonrisa dolorosamente fija en su rostro.

Entonces se detuvo en la puerta de Angel Dust. Husk estaba ahí, apoyado contra el marco, en su eterna pose de me importa una mierda, pero aquí estoy igual. Pero su rostro reflejaba una ligera sombra de preocupación. Charlie sintió un pinchazo de tristeza en el pecho. Forzó una sonrisa cálida y levantó una mano en un saludo.

"¡Hola, Husk! ¿Cómo esta Angel?", preguntó con un tono animado, aunque su voz le traicionó un poco.

Husk la miró de reojo, mascullando algo entre dientes, y luego se apartó para dejarla pasar.

"Respirando.” dijo sarcásticamente “Pero al menos esta más tranquilo que esta mañana"

Charlie se asomó hacia adentro y vio a Angel Dust en la cama, con Fat Nuggets acurrucado como una bolita sobre su pecho. Él deslizaba su mano por el lomo del cerdo, mientras miraba fijamente el techo.

Era una imagen desgarradora, y Charlie no pudo apartarla de su mente.

Esa misma mañana, la escena había sido aún más dolorosa. Charlie recordó cómo, al entrar en la habitación de Angel, su corazón se detuvo por un instante. La cama estaba desordenada, las sábanas manchadas con rastros de sangre. Angel estaba encorvado, con una expresión vacía, mientras los médicos trabajaban frenéticamente a su alrededor. Sus venas habían colapsado, obligándolos a buscar un nuevo lugar para colocar la vía. Los líquidos que administraban eran un intento por estabilizarlo, por reponer la sangre que se perdía y aliviar los síntomas.

"Qué alivio, al menos ya no se está arrancando la vía", pensó Charlie. Era un progreso. Pequeño, sí, pero progreso, al fin y al cabo.

Aun así, no pudo evitar notar cómo los hombros de Angel temblaban ligeramente. No decía nada, solo mantenía su mano mutilada apretada contra el pecho, como si ese gesto pudiera sostenerlo de alguna forma.

Doloroso. La princesa negó de inmediato con la cabeza.

“Sonríe, Charlie. Tienes que ser positiva. Siempre positiva.” pensó respirando profundo, esforzándose por mantener una sonrisa firme y no dejar que la tristeza se reflejara en su rostro.

"¡Hey, Angel!" saludó con exagerada alegría, su voz cargada de un entusiasmo que no sentía. "¿Cómo está mi estrella favorita? ¿Listo para otro día fabuloso de ser tú?"

Angel levantó la mirada lentamente. Sus ojos opacos brillaron con un destello de reconocimiento que casi hizo que Charlie se echara a llorar de alivio.

El tratamiento sintomático parecía ya estar haciendo efecto.

"No estamos en el hotel, ¿verdad?" murmuró Angel, su voz quebrada, como si la pregunta le costara más de lo que quería admitir. "Porque, vaya, me encantaría estar allí ahora... aunque no sé si lo merezco", añadió, forzando una sonrisa nerviosa.

"Ehh, no." Asintió, buscando acomodarse en el sillón junto a su cama, pero su brazo con el cabestrillo no ayudó mucho a ocultar la torpeza del gesto. "Pero no te preocupes, ¡todo está bajo control! Esto es solo un pequeño contratiempo. Ya sabes cómo son las cosas con nosotros: un paso adelante, dos atrás, y luego... ¡boom! ¡Saltamos hacia el éxito como cohetes!" Exageró la última parte, haciendo una mueca cómica para acompañar sus palabras.

Angel ladeó la cabeza, su mirada estaba vacía, claramente poco impresionado. Pero Charlie, decidida a levantar el ánimo, continuó con una chispa más de energía:

"¡Pero adivina qué! Estamos en el barrio Caníbal. ¿Qué tal una nueva decoración, eh? Algo más... ¿caníbal-chic?"

Angel soltó una risa amarga, la cual rápidamente se desvaneció. Su mirada cayó sobre el brazo donde se mantenía conectada la vía intravenosa, como si la respuesta a todo lo que le aquejaba estuviera ahí.

"Adam destruyó el hotel de nuevo, ¿cierto?"

Charlie tragó saliva, sintiendo el peso de esas palabras. Su sonrisa, aunque aún presente, perdió la exageración, volviéndose más suave, casi como un reflejo de la tristeza que intentaba esconder.

"Sí... pero eso no importa ahora. Lo importante es que estamos juntos, y vamos a salir adelante."

Angel Dust en un gesto involuntario, se abrazó así mismo, como si intentara detener algo que luchaba por salir. En sus ojos ahora brillaban una culpa tan pesada que Charlie la sintió como un golpe directo en el estómago.

"Soy un idiota…" murmuró Angel, sus palabras saliendo en un suspiro. “Todo esto… es culpa mía, ¿no?" Se rio sin mucho humor. "¿Por qué demonios me metí en ese maldito torneo? Los puse en peligro a todos. Brillante, Angel Dust. Eres simplemente brillante" Miró hacia otro lado, evitando la mirada de Charlie, como si no pudiera soportar ver la decepción en sus ojos. "Lo siento… o algo así.”

"¡Hey, hey, hey!" Charlie se levantó rápidamente, moviendo su mano en un intento de suavizar la situación. "Esto no es tu culpa, ¿vale? No te sientas así... Ya sabes que… bueno, hubiéramos terminado ahí, con o sin ti. Adam… tenía sus propios planes. No lo podías evitar, no lo podías saber. Solo... por favor, no te hagas más daño con esto."

Angel le lanzó una mirada escéptica "¿Y tú brazo?" preguntó, señalando el cabestrillo que lo mantenía confinado. "¿Eso tampoco fue mi culpa?”

"¿Esto? ¡Oh, no te preocupes!" Charlie sonrió, con una actitud relajada, como si tratara de mostrar que todo está bien, a pesar de lo que realmente sentía. "Mi cuerpo se recupera rápido. Ya pronto dejaré de usarlo."

Angel no respondió de inmediato. Su mirada se mantenía fija hasta que estos se iluminaron.

"Fat Nuggets… ¿Está bien? Él estaba en el hotel ¡Dime que está bien!" La ansiedad asomó en su voz. "No me jodas, Charlie. No puede estar… no puede estar…”

Ella sonrió con un poco más de sinceridad esta vez. Se acercó a la puerta, y dejó entrar a Vaggie, quien cargaba a Fat Nuggets en brazos. El cerdito chilló apenas vio a Angel y, con rapidez, saltó hacia la cama, acurrucándose contra él. Angel lo recibió con los brazos abiertos, y por primera vez en lo que parecían siglos, una sonrisa genuina se dibujó en su rostro.

"¡Ahí lo tienes! Está sano y salvo, igual que Razzle y KeeKee." Charlie se quedó allí, observando cómo el cerdito llenaba a Angel de mimos, y cómo, poco a poco, él empezaba a relajarse.

Sin embargo, había más cosas que Charlie tenía que contarle, y no eran buenas.

"Angel… sobre los demás…" comenzó, su voz un poco más suave, como si dudara en decirlo. "Niffty resultó herida por una explosión de Adam" Su sonrisa vaciló. "Aún no ha despertado, pero estoy segura de que lo hará pronto."

Pero el cambio en la expresión de Angel fue de inmediato. Sus ojos, antes relajados, se llenaron de un miedo que era difícil de disimular. No hubo palabras durante un instante, solo la tensión que llenaba el aire.

Charlie, viendo el efecto de sus palabras, se apresuró a agregar con más firmeza: "¡Ella va a estar bien! Lo sabemos. No te preocupes por eso."

"Tengo que disculparme con Niffty… fue mi culpa," murmuró Angel, su tono mucho más grave de lo habitual. "¿Explosión? Si no me hubiera metido en esa mierda, ella no estaría… así. Es toda mi maldita culpa.”, intentando levantarse.

"No, Angel." Charlie se inclinó hacia él, tomando una de sus manos entre la suya con suavidad. "No te muevas, por favor. Nifty entenderá. Pero ahora mismo, necesitas descansar.”

Angel Dust hizo una mueca, intentando apartarla.

“Charlie tiene razón,” habló Vaggie “Así que, si intentas levantarte, no voy a tener más remedio que atarte a la cama”

Angel soltó una risita amarga, un sonido hueco que murió casi tan rápido como nació. Charlie, en cambio, intercambió una mirada con Vaggie. Ambas sabían que Angel estaba usando su humor habitual como un escudo.

“Angel…”

Charlie apretó los labios, dudando por un instante. ¿Debería decírselo ahora? ¿Podría soportarlo en su estado? Pero también sabía que, si no lo hacía, la pregunta llegaría eventualmente… y sería más dolorosa.

Mierda, como detestaba ser portadora de malas noticias.

"Angel… Cherry…" Las palabras se atoraron en su garganta. Cerró los ojos, deseando no tener que decirlo. Pero la verdad no podía esconderse. "Fue alcanzada por la luz angelical de Adam… no lo logró.”

El silencio que sigue es espeso, roto solo por el sonido de la respiración irregular de Ángel Dust.

“No… no, estás equivocada,” dijo, riéndose de forma nerviosa, sus manos temblando mientras las pasa por su cabello. “Esa idiota es invencible, ¿sabes? ¿Y tú vienes a decirme que…?” Las palabras se quedaron atrapadas en su garganta. Su risa se quebró en un gemido desesperado. Antes de que pudiera contenerse, su cuerpo se desplomó, doblándose sobre sí mismo.

"Lo siento, Angel. Lo siento tanto." La voz de Charlie tembló mientras lo rodeaba con su único brazo disponible, dejando que Angel llorara en su hombro. "Esto no debería haber pasado. Se supone que… que todos estaríamos bien. Se supone que ella estaría aquí contigo."

"¡Mierda, Charlie!" La voz de Angel se quebró mientras alzaba la vista. "¡La llevé a la muerte! ¿Qué clase de idiota hace eso?"

"No fue tu culpa, Angel. Adam nos forzó a esto. Nadie podía haberlo detenido. Pero escúchame, vamos a superar esto… juntos. Por ella." contestó Charlie, mientras le acariciaba la espalda, como un intento desesperado por consolarlo.

Angel no respondió; simplemente continuó llorando sobre su hombro. Mientras Fat Nuggets, acurrucado contra su abdomen, emitía pequeños chillidos, tratando de consolarlo a su manera.

Desde la puerta, Husk quien observaba en silencio, se acercó a Angel, colocándole una mano firme en el hombro.

"Cálmate, Angel," dijo con su característico tono áspero, pero con un atisbo de tristeza en su voz. "No es el momento de jugar a la culpa. Estás vivo, ¿no? Eso ya es un maldito milagro. Tú no la mataste. Ese cabrón lo hizo. Y si te derrumbas ahora, estás dejándole ganar."

Esas palabras aún estaban en la mente de Charlie. Desde la puerta, volvió a mirar a Angel Dust, quería hacer algo, cualquier cosa para aliviar su dolor. Pero una mano en su hombro, como si supiera lo que intentaba hacer, la detuvo.

"Dale su espacio, princesa," dijo Husk, sin molestarse en mirarla directamente. "Yo me quedaré aquí. Tú... ve, haz lo que tengas que hacer o lo que sea. Te hace falta un respiro.” Se detuvo por un momento, como si estuviera eligiendo con cuidado sus siguientes palabras, y añadió con un encogimiento de hombros: "No soy bueno con esas mierdas de consuelo, pero tampoco eres de piedra, ¿sabes? Anda, toma un descanso.”

¿Tomar un descanso? ¿En serio? Charlie apretó los labios. ¿Cómo podía siquiera pensar en descansar cuando toda Ciudad Pentagrama estaba hecha un caos?

Sin embargo, Husk tenía un punto, Angel necesitaba espacio. ¿Y quién mejor para cuidarlo en ese momento que uno de sus amigos más cercanos? Cerró los ojos, dejando escapar un suspiro pesado, y se giró hacia el pasillo.

"Gracias, Husk. De verdad," dijo con voz baja.

El gato demoníaco se limitó a asentir con la cabeza. Su mirada, sin embargo, se mantuvo fija en la puerta entreabierta, como si a su manera estuviera asegurándose de que Angel no estuviera del todo solo.


Día 2.

“¡Ah, no puede ser! ¿Justo ahora? ¡Papá!”

Charlie caminaba de un lado a otro en su habitación, sus manos apretaban el teléfono contra su oído, esperando alguna señal, una voz familiar que pudiera calmar su mente.

"¡Vamos, vamos, contesta papá!" farfulló, frustrada. Pero nada. Solo un molesto pitido que le confirmaba que la señal no llegaba. Dio media vuelta, tropezando con una mesita que no recordaba haber visto ahí. "Mierda..." murmuró entre dientes.

Aunque Angel Dust había mejorado gracias al tratamiento sintomático, no podía seguir conectado eternamente a esas molestas vías. Necesitaba a su padre; él sabría cómo cerrar la herida.

“Y justo ahora no puedo contactarlo”

Desde la ventana, el panorama de ciudad Pentagrama se desplegaba con su habitual caos: drones zumbando frenéticos, como si buscaran algo con desesperación; grupos de caníbales desplazándose en masa, organizados como colonias de hormigas; pecadores trabajando en la reconstrucción de edificios reducidos a escombros tras el Torneo de la Agonía.

Charlie observó la escena por un momento antes de apartar la mirada. Y con un movimiento lento, se deslizó hasta la alfombra frente a la cama y apoyó la espalda contra ella.

Angel Dust estaba estable, lo cual definitivamente era algo bueno. Al menos, eso quería creer. Y Niffty… ¡ella incluso había hablado! Aunque su vocecita apenas alcanzó a decir un débil "¡Hola!" antes de caer en ese silencio que parecía tragárselo todo. Pero, ¡eh!, eso era progreso, ¿verdad? Mejor que nada. Mejor que los días anteriores.

Sin embargo, por mucho que intentara convencerse, el nudo en su pecho seguía ahí. La culpa se colaba recordándole cosas que no podía cambiar. A su alrededor, el mundo seguía girando: Angel mejoraba, Niffty respondía… todo parecía avanzar. Todos menos ella.

Quería sacudirse esa sensación, quería pensar que podía con esto, que debería poder con esto. Pero ese desánimo la envolvía por completo, tan pesada que incluso su optimismo parecía haberse quedado sin fuerza para luchar.

Un suave golpe en la puerta la sacó de sus pensamientos, seguido por la inconfundible voz de Vaggie.

"Charlie, ¿puedo entrar?", preguntó.

"Sí, claro," respondió rápidamente, esforzándose por sonar animada.

Vaggie entró, equilibrando cuidadosamente dos tazas humeantes en sus manos.

"Traje chocolate caliente. O bueno, lo más cercano a chocolate que puedes conseguir aquí abajo," comentó mientras se sentaba junto a Charlie en la alfombra, ofreciéndole una de las tazas con un pequeño movimiento que parecía decir: Tómalo, te hará bien.

Charlie aceptó con una leve sonrisa. No bebió de inmediato; en su lugar, su mirada volvió a la ventana, perdida en el paisaje infernal que se extendía más allá.

"Es curioso, ¿sabes?" comenzó, rompiendo el silencio. “A pesar de todo… los caníbales, los drones, el ruido y el caos... el infierno se siente extrañamente tranquilo. Caótico, claro, como siempre. Pero también… familiar. Lo extrañaba, de alguna manera."

Vaggie, que había estado tomando pequeños sorbos de su taza, inclinó ligeramente la cabeza. No dijo nada, dejando que Charlie continuara.

"Es como si, por un instante, todo estuviera volviendo a la normalidad… o al menos a lo que solía ser antes de que… ya sabes.”

"¿Normalidad?" repitió Vaggie, arqueando una ceja. "No sé si ‘normal’ y el ‘infierno’ deberían ir en la misma frase."

Charlie soltó una risa suave, casi sin ganas, que se desvaneció tan rápido como había surgido.

“Sí, bueno… míralos," dijo, señalando con un leve movimiento de cabeza hacia la ventana. "Algunos ya están reconstruyendo las casas dañadas por el Torneo de la Agonía. Todavía les queda un enorme trabajo, pero ya empezaron. Es como si nada pudiera detenerlos.”

Hizo una pausa. Su expresión cambió mientras apretaba la taza con más fuerza, sus nudillos poniéndose blancos.

"Y aquí estoy yo... siendo inútil."

Vaggie la miró con intensidad, pero no interrumpió. En lugar de responder de inmediato, extendió una mano y la colocó suavemente sobre el hombro de Charlie, ofreciéndole un apoyo silencioso. Charlie no dijo nada, pero esa simple acción pareció aflojar un poco el nudo que llevaba en el pecho.

"No eres inútil, Charlie. Has pasado por una mierda tras otra, ¿y esperas estar bien como si nada hubiera pasado?”

“No... no debería ser así," murmuró, su mano frotándose la cara. "No debí haberlos decepcionado otra vez... Ya lo hice antes, ¿por qué tenía que pasar de nuevo? Ni siquiera puedo encontrar a mi padre..." continuó, su voz quebrándose. “No puedo ayudar a Angel ni al resto. Es como si todo lo que hiciera fuera una pérdida de tiempo. Sin avance. Sin sentido.”

"¡Charlie!” agarrando su mano. “No eres consciente de lo que has logrado, ¿verdad?”

La princesa se quedó en silencio por un momento, confundida, sin saber qué responder. No era como si no agradeciera lo que Vaggie estaba intentando hacer, pero no podía evitar sentirse como si todo su esfuerzo hubiera sido en vano.

“Los pecadores son la peor escoria que existe", escupió Vaggie, dejando en sus palabras el amargo desdén que sentía. “Egoístas, malvados, siempre buscando cómo aprovecharse de los demás. Ni si quiera se arrepienten del sufrimiento que causaron en vida.”

Las palabras de su novia la descolocaron de inmediato. Había algo en su postura, algo en su mirada, que solo podía describirse como odio. Por un momento, esa actitud le recordó a Lute. No por el sadismo o la satisfacción al asesinato de pecadores, sino por la forma en que Lute hablaba sobre aquellos que ella consideraba débiles o indignos.

“¿Es así?” dijo Charlie, frunciendo el ceño.

“Si, se que suena horrible, pero espera” contestó Vaggie “Lo que lograste es… impresionante. Sé que no salió como esperabas y que hubo daños colaterales, pero… ¿Pecadores eligiendo quedarse a pelear por un hotel? Sabían que era un suicidio, y aun así lo hicieron. Y luego, Sir Pentious, sacrificándose por todos nosotros… Fue algo que no muchos serían capaces de hacer y lo respeto por eso.” inclinando su cabeza como una leve reverencia “Y no sólo se quedaron después de ello; se volvieron a enfrentar a Adam en el Torneo de la Agonía, por otro pecador sin pensar en sí mismos. Eso es ser desinteresado.” juntó ambas manos y las acercó a su nariz, pensativa “¿Entiendes lo que eso significa, Charlie? Nadie espera eso de ellos. Tú encontraste lo que el cielo creía imposible: bondad. Y aunque todo esto parezca una mierda, no lo es. Es un gran paso, y ese paso lo diste tú. Eres increíble Charlie.”

“Vaggie…” dijo Charlie con su voz temblando. Bajó la mirada, jugando con el borde de la taza como si intentara encontrar las palabras correctas. “No sé qué decir. Siempre estoy pensando en todo lo que salió mal, en todo lo que podría haber hecho mejor, pero… escuchar esto… escuchar que algo bueno salió de todo esto, y que lo digas tú… Gracias Vaggie”, respondió secándose las lágrimas que se avecinaron por su rostro.

"Esto no es un fracaso, Charlie, solo un obstáculo. Y sé que encontrarás la forma de superarlo." La voz de Vaggie se suavizó. "Eso es lo que me encanta de ti.”

"Pero Adam…"

El nombre apenas salió de los labios de Charlie, pero el simple sonido pareció absorber la poca energía que le quedaba. Él seguía allí, como una sombra.

"No tienes que preocuparte por él," dijo Vaggie, su tono tan directo como siempre. "Probablemente ya murió, y si no es así, lo hará pronto.”

"¡Vaggie!" Charlie la miró con los ojos muy abiertos, sorprendida por la frialdad de sus palabras.

"¿Qué tiene? ¿Por qué desperdiciar energía preocupándote por alguien que eligió su camino?" Su voz no era cruel, pero sí cortante, como si estuviera simplificando las cosas a su manera. "Cuando todo esto pase, todo volverá a ser como antes. El hotel guiando a los demás hacia algo mejor y tú demostrando al cielo que estaban equivocados.”

Eso debería haberla hecho sentir mejor, pero, algo no encajaba. Como si, al simplificarlo todo, hubiese dejado de lado una pieza importante del rompecabezas. Pensar en Adam, en su destino, le dejaba un sabor amargo en la boca. No quería tenerlo cerca, eso estaba claro. Su mera presencia traía caos, pero tampoco deseaba que muriera. ¿Qué significaba eso?

Recordó las palabras de Vaggie durante su enfrentamiento con él. Ella dijo que Adam estaba enfermo y que terminaría muriendo ¿Era eso cierto?

Había algo en él, algo tan trágico, tan… humano. Algo que no podía sacudirse, no importaba cuanto lo intentara. Entonces, sin querer, recordó su rostro humano, agotado, pálido junto a las muecas de dolor. En ese momento no le había prestado atención, ahora, al recordarlo, todo se sintió diferente.

"Cuando... cuando dijiste que moriría... ¿Eso es cierto?" preguntó, su tono más suave de lo que pretendía, "¿Está enfermo?”

El aire en la habitación cambió en un instante. Vaggie, que hasta ese momento había estado tranquila, se tensó ligeramente. No apartó la mirada de Charlie, pero su rostro, antes tan confiado y directo, ahora mostraba una expresión más calculadora.

"Sí." soltó la palabra con frialdad, como si no tuviera paciencia para eso. “Las almas virtuosas no están hechas para el infierno. Estar aquí mucho tiempo... las enferma. Poco a poco." Hizo una pausa, mirando a Charlie como si quisiera medir su reacción. "Y Adam... ese cabrón es la definición de una ‘alma virtuosa’. Era algo que el Arcángel Rafael y sus sanadores tomaban muy enserio. Incluso cuando el idiota no quería, ellos lo obligaban a ser atendido cada vez que él regresaba del infierno.”

Charlie se quedó en silencio, procesando la información. Le sorprendía que incluso en el cielo existieran enfermedades. Algo en esa idea le parecía... injusto. Era como si hasta el paraíso tuviera sus propias mierdas con las que lidiar.

“Si sabían que el infierno le hacía daño... ¿Por qué nombraron a Adam comandante de las exorcistas?" preguntó, su tono lleno de incredulidad.

"No lo sé con certeza. Se dice que Adam fue el único aprobado por el Arcángel Miguel. Y ese maldito es meticuloso... cruelmente meticuloso." Su tono se endureció al mencionar a Miguel, como si el solo nombre de ese arcángel le llenara de rabia. "Supongo que pensó que Adam era el adecuado para ese trabajo, o tal vez porque era el único idiota dispuesto a hacerlo. Al fin y al cabo, fue su estúpida idea.”

"No tiene sentido. Si sabía que estar aquí le hacía daño ¿por qué él aceptó?" preguntó Charlie, como si aún intentara encontrar una lógica en todo eso.

"Porque está loco, Charlie." Vaggie soltó las palabras con desprecio, casi como si no pudiera creer que tuviera que explicarlo. "Es un psicópata genocida que se divierte matando pecadores. Lo ha dicho antes, que prefería los exterminios que al cielo porque al menos aquí había 'acción'." Su voz se tornó más mordaz, como si se estuviera acordando de cada maldita cosa que había dicho Adam. "Eso es irónico, ahora que lo pienso... No creo que se esté divirtiendo mucho ahora. Se lo merece” esbozando una sonrisa en su rostro.

Charlie, en cambio, guardó silencio. Sus pensamientos seguían dando vueltas. Había algo que seguía sin tener sentido. ¿Eso era todo? ¿Y si había algo más?

Vaggie, siempre tan perceptiva, tomó su mano nuevamente, un gesto sencillo pero cargado de intención. Como un ancla en medio del torbellino de pensamientos de Charlie.

"Mira, sé que eres compasiva, y eso es una de las cosas que me amo de ti. Pero no pierdas el tiempo en alguien como él. No vale la pena. ¿Recuerdas cuando se dijo que había personas que simplemente no podían redimirse? Pues Adam es una de esas personas." Su voz se endureció. "Tú intentaste ayudarlo, y él lo rechazó. Así que no tienes que cargar con eso. No te hagas más daño por un orgulloso que ni siquiera puede aceptar la ayuda de alguien.”

Vaggie tenía razón. Lo había intentado, sí. Le había extendido la mano ofreciéndole su ayuda, en cambio, él la torció, literalmente.

Se tocó el hombro de manera inconsciente, quizá ese hombro era su recordatorio de que no podría ayudar a Adam y que no debería sentirse culpable por ello.

"Lo sé," murmuró Charlie. "Ya lo había decidido. Es mejor que mi padre se encargue de él."

Había otras cosas más importantes que atender, más allá de un ángel, que de por sí, era una causa perdida.

“Esa es mi chica”


Día 3

Vaggie observaba el hotel en ruinas. Los escombros esparcidos por el suelo eran testigos del enfrentamiento que hubo contra Adam, con solo recordarlo Vaggie sintió que le hervía la sangre.

A su lado, Charlie no decía nada, su mirada se mantenía fija en el desastre. Vaggie lo sabía bien: el hotel no era solo un edificio para Charlie. La princesa del Infierno había insistido en que no era importante, que lo material no tenía valor, pero Vaggie lo comprendía. Era mucho más que eso. El hotel representaba su creencia en la redención, su sueño. Razón por la que prefirió no traerla, pero ella había insistido en que quería ver el hotel.

Esa mañana, Charlie se despertó con una energía que hacía tiempo no mostraba, con una sonrisa más genuina y una chispa en sus ojos. Vaggie la observó de reojo mientras Charlie se ponía a diseñar panfletos a mano. El título, escrito con letras rojas brillantes, decía:

El Hotel Hazbin: Donde los pecadores encuentran la redención.

Y alrededor, había dibujos de colores, sencillos pero llenos de vida, que solo Charlie podría haber dibujado. Vaggie no pudo evitar sonreír involuntariamente cuando vio los panfletos. Era reconfortante ver a Charlie tan… ella otra vez.

Pero no tardó mucho en que esa pequeña chispa de alivio se viera opacada por la preocupación.

“No, no, no...” pensó cuando Charlie anunció que ella misma iría a repartir los panfletos por los distritos.

Si bien, El Infierno nunca fue un lugar seguro, era mucho peor ahora. Adam seguía siendo una amenaza, y aunque Vaggie estaba casi segura de que ese maldito ya estaba muerto, bajar la guardia no era parte de su naturaleza. Y mucho menos con Charlie metida en ese tipo de tareas. No importaba lo que dijera, ni cómo lo dijera: no la dejaría ir sola.

Por desgracia, el distrito que Charlie eligió era caos, un desastre absoluto, consecuencia del Torneo de la Agonía. Edificios derrumbados por aquí, otros en llamas por allá. Pecadores corriendo en todas direcciones, algunos chillando, otros riendo maniáticamente. Si, era el caos que había en el infierno, pero mucho peor.

“Charlie, este lugar es un desastre,” gruñó Vaggie, caminando detrás de ella con los brazos cruzados y una ceja arqueada. “Deberíamos probar en otro distrito. Este… no vale la pena.”

Charlie giró la cabeza “¡Oh, vamos, Vaggie! Desastre es solo otra forma de decir ¡potencial sin explotar!” agitó los panfletos en el aire como si fuera una bandera de victoria. “Además, ¿Qué clase de mensaje estaríamos dando si solo elegimos los distritos bonitos?”

“No creo que haya un distrito con esa descripción”, respondió Vaggie.

Charlie se quedó en silencio por un momento.

“Es cierto que hay pecadores que no pueden redimirse... pero hay otros que sí. ¡Debemos encontrarlos Vaggie!" contestó Charlie, esquivando a un par de ellos que discutían acaloradamente mientras uno intentaba venderle su alma al otro por un cigarrillo. "¿Y si... están en este distrito? ¡No podemos dejarlos escapar!” exclamó con una sonrisa brillante.

“Está bien” murmuró Vaggie. No podía evitarlo, Charlie simplemente era Charlie.

“¡Hola! ¿Alguien está interesado en la redención? ¡Es totalmente gratis!” anunció la princesa con una sonrisa en su rostro.

La mayoría de los pecadores ni siquiera se molestaron en mirarla. Otros la miraron con escepticismo, demasiado ocupados con en su propio caos. Mas Charlie no se dio por vencida, primero con uno, luego con otro, y después con otro más. Hasta que un grupo particularmente ruidoso se burló abiertamente.

“¿Unirme al hotel de la princesita del Infierno? ¡Ja! Ni loco. ¿En serio crees que alguien se metería en un lugar que ha sido reducido a escombros dos veces? ¿Qué, quieres que me maten a la tercera? dijo uno.

“Mira, princesa, no sé qué fantasía te has inventado en esa cabecita tuya, pero aquí abajo las cosas no funcionan así. Aquí no tenemos tiempo para tus jueguitos de redención. Yo tengo lo que realmente importa: deudas, una adicción, y un montón de cabrones que estarían felices de verme muerto. ¿Tú crees que voy a dejar todo eso por unirme a tu club de buenas personas?” escupió otro.

No necesitaron decir más, pues, Vaggie apareció detrás de Charlie, dando un paso al frente, señalando con su lanza de acero angelical brillando peligrosamente.

"¡Basta!" Vaggie casi gritó, ya cansada de la falta de respeto. Los pecadores retrocedieron ante la amenaza evidente, y ella, sin dejar de ser feroz, arrojó un panfleto de la manera más precisa que podía. "Tomen el panfleto y cierren la maldita boca," dijo, su tono helado, pero furioso. "O les daré algo más que un poco de papel."

Los pecadores, visiblemente incómodos, levantaron las manos con gestos sarcásticos, pero no tardaron en desaparecer entre la multitud, dejando los panfletos de Charlie tirados en el suelo.

Vaggie aún recordaba esa escena, realmente fue doloroso ver la reacción de Charlie. Por eso detestaba a esos sucios pecadores ¿Cómo se atrevían a hablarle así a la princesa del infierno? Si tan solo Charlie se diera su lugar.

“¿Estas bien?” Volvió a preguntar. No supo cuántas veces ya lo había hecho durante el día.

Charlie simplemente asintió, “Dicen que la tercera es la vencida”, dijo ella, inclinándose para empezar a limpiar los escombros del hotel.

Vaggie, siempre buscando el bienestar de Charlie, se acercó rápidamente y tomó la mano de la princesa.

"Déjalo, Charlie. Yo lo haré. No deberías esforzarte tanto, aún estás curándote." Sus ojos se posaron en el cabestrillo que sujetaba el hombro de la princesa, una sombra de preocupación cruzando su rostro antes de suavizarse en una leve sonrisa.

Vaggie no le dio tiempo de protestar a su novia. Ella ya estaba usando su lanza con precisión, rompiendo las piezas más grandes para poder moverlas más fácilmente. Charlie permaneció cerca, ahora mirando el celular, y Vaggie no tuvo que ver mucho para saber que algo no estaba bien.

"¿Todavía no te contesta?" preguntó, sin apartar la vista del trabajo que tenía entre manos.

Charlie soltó un suspiro tan bajo que casi pasó desapercibido. Sin decir palabra, intentó una vez más llamar a su padre. Vaggie, en silencio, continuó con su labor, pero su mirada se mantenía fija en ella, atenta a cualquier cambio en el ambiente.

El tiempo pasó en esa especie de quietud, hasta que, de repente, el teléfono de Charlie comenzó a sonar. Vaggie sintió una ligera sensación de alivio, pero ese respiro se desvaneció al instante. Un portal apareció frente a ellas, y sin pensarlo, la lanza de Vaggie apuntó hacia él con rapidez. Estaba lista, sus sentidos agudizados, esperando lo que fuera que surgiera del otro lado.

“¡Charlie! Vi que me llamaste... bastantes veces, de hecho. Lo siento cariño, no pude contestar”, dijo Lucifer, emergiendo del portal, sin mucha prisa, como si simplemente se hubiera distraído con otra cosa antes de aparecer. Luego, sus ojos se posaron en el hotel. "¡Ah! ¡Pero por los anillos del infierno!” sobresaltándose “¿Qué pasó aquí?" miró a Charlie, su atención ahora centrándose en el cabestrillo de su hija. "¿Quién te hizo eso?" Su voz, descendió a un tono más bajo, casi sombrío.

Pero antes de que Charlie pudiera si quiera articular una palabra un zumbido agudo seguido de un apagón repentino envolvió el área. La tenue luz natural fue reemplazada por un destello azul brillante que emanaba del distante distrito del entretenimiento. Era una onda eléctrica. Lucifer se giró hacia el origen del destello, frunciendo el ceño. Charlie y Vaggie intercambiaron miradas antes de volver la vista hacia la fuente de la conmoción.

“¡Mierda!” exclamó Vaggie “Es él.”

Notes:

Hola, espero que les haya gustado el capítulo. Y muchas gracias por los comentarios ^^
Perdón son muy lento :)

Chapter 29: CAPITULO 28

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Erase una vez…

 

De la tierra, negra y húmeda, surgió algo que no debía existir: oscuridad con voluntad propia, hambre antigua que se alzaba aprovechando el puente que los ángeles de luz habían construido, un camino entre la tierra y los cielos. La sombra ascendía con un rugido silencioso, dejando tras de sí un rastro de grietas y polvo. No era simplemente ausencia de luz: era la venganza del abismo, un aliento que olía a muerte y a memoria, a secretos guardados en los huesos del planeta.

 

Desde el cielo descendió otra fuerza, brillante y cortante como la primera luz del amanecer. Su resplandor no solo iluminaba, quemaba. Era pura claridad concentrada, un cuerpo que llevaba siglos vigilando, preparado para equilibrar aquello que jamás debía escapar de su prisión. Y allí estaban, el puente entre la tierra y el cielo, la oscuridad subiendo, la luz bajando, y todo se detuvo un instante.

 

El choque fue un estallido que nadie podía ver directamente. Montañas enteras se quebraron como vidrio. Ríos se evaporaron antes de tocar la tierra. Vientos invisibles arrancaban hojas y animales con igual indiferencia. Los dos seres giraban, golpeaban, se deshacían y recomponían en segundos. La oscuridad golpeaba con la densidad del abismo, y la luz respondía con puños de calor capaz de fundir piedra.

 

Por un instante, el combate se hizo físico. La oscuridad atravesó la luz con un golpe que quemaba por dentro, y la luz cortó la sombra con un destello que hizo arder su propia esencia. Las heridas quedaron marcadas en los costados de ambos, sangrando energía, memoria y tiempo. Una cicatriz que sería eterna, la prueba de que ningún choque podía terminar sin dejar huella.

 

Y entonces todo explotó. No hubo cielo, ni tierra, ni polvo. Todo se deshizo en un destello que borró hasta la noción del tiempo. Cuando la luz y la oscuridad se encontraron de nuevo, era como si nada hubiera pasado, pero la herida seguía allí, indeleble. El reloj del mundo giró otra vez, y la batalla comenzó de nuevo.

 

 

 

Uriel despertó con el corazón en la garganta. Fragmentos de esa visión lo perseguían: la sombra que subía, la luz que bajaba, la cicatriz que unía ambos destinos como prueba de lo que había sucedio, sin importar que el ciclo comenzara de nuevo. Sabía que no era un sueño común: cada fragmento era una advertencia, un mensaje cifrado. La luz y la oscuridad no eran solo opuestos; eran dos fuerzas atadas a un ciclo que nadie más podía percibir, un combate que redefinía la existencia misma cada vez que se repetía.

 

Y mientras el mundo volvía a comenzar, Uriel sabía que sería testigo de ese choque otra vez. La visión volvería, fragmentada y cruel, recordándole que la batalla era eterna y que la memoria de las heridas marcaba el destino de todo lo creado. Cada fragmento era un aviso: el reloj giraba y giraría, y la luz y la oscuridad, aunque opuestas, estaban destinadas a encontrarse, una y otra vez, por siempre y comenzar de nuevo.

 

Debía ser detenido, por lo que Uriel se levantó y dijo:

 

“Y entonces vi un vasto bosque en el corazón del universo…”

 


 

El paraíso estaba detenido en un silencio mortal. El hielo cubría todo, extendiéndose como un espejo roto hasta donde la vista podía alcanzar, reflejando un cielo gris azulado que no prometía calor ni consuelo. Y dentro de un cubo, la superficie del agua parcialmente congelada, brillaba como obsidiana rota, y los cristales de hielo que se alzaban a su alrededor parecían guardianes silenciosos de un reino detenido.

 

Ella estaba allí, atrapada entre el hielo y la oscuridad del agua, la mitad de su cuerpo sumergido en el líquido gélido que lamía sus piernas y su torso. Cadenas de acero angelical surgían del fondo helado, arrastrándose hacia sus pies y rodeando sus muñecas con un frío mordaz. No había posibilidad de escapar, no había fuerza capaz de liberarla; los grilletes eran tanto prisión como recordatorio de su propio poder contenido. Cada movimiento que hacía hacía crujir el hielo bajo sus manos, resonando en el vacío como un lamento silencioso.

 

Su canto se elevó sobre la superficie del agua, quebrando el silencio como una cuchilla de cristal. Era un sonido prohibido, antiguo, que no debía existir en el mundo. Cada nota ondulaba sobre el hielo, atravesando el aire como un hilo de plata y sombra, tocando las almas fragmentadas que flotaban alrededor, atrayéndolas con una fuerza que nadie podía resistir. Era un canto de sirena, hermoso y letal, capaz de curvar la memoria y el deseo de quienes lo escuchaban.

 

Y entonces sintió el dolor. Uno diferente, punzante, violento, inesperado en el costado. Tocó su costado, una herida, y el calor de la sangre le recordó su propia vulnerabilidad, una verdad que las cadenas no podían ocultar: aunque su canto llamara a las almas y su cuerpo flotara con gracia sobrenatural, podía sangrar, pero esta no era su herida, sin embargo de ella emanaba el flujo constante que parecía alimentarse de su propia esencia.

 


 

Vox tamborileaba los dedos sobre la mesa con un ritmo mecánico. La luz de las pantallas bañaba su rostro en tonos cian; detrás de él, en la penumbra, las antenas y drones se dibujaban como esqueletos tecnológicos.

 

En el centro de la mesa descansaba una pluma: dorada, extraña, sin brillo natural —como si hubiera absorbido luz ajena—. Velvette y Valentino permanecían inmóviles, mirando la pluma como si fuera el detonador de algo inevitable.

 

“¿Nadie va a hablar del elefante en la pared?” dijo Vox, la frase explotó en la habitación con una mezcla de sarcasmo y alarma.

 

Valentino soltó una risa corta, áspera. Se recostó en su silla, cruzando una pierna sobre la otra, con esa pose de quien está demasiado cómodo para no estar preocupado.

 

“Estamos jodidos. “ No añadió más, pero la gravedad de la frase llenó el hueco que había dejado Vox.

 

Velvette inclinó la cabeza, la mandíbula apretada. Sus dedos juguetearon con la cadena que colgaba de su abrigo, como quien cuenta las opciones una por una.

 

“La pluma fue encontrada en las afueras de la ciudad pentagrama” dijo. “Uno de los drones de Vox la localizó. Sitio hecho mierda. Parece que hubo una pelea grande. Mucha destrucción. Mucha sangre. Mucho… destrozo bonito.”

 

Vox apretó los dedos.

 

“¿Cómo carajos” dijo con palabras mecánicas “puede pasar algo así y que nadie nos lo detecte? Mis cámaras… mis drones…

 

Valentino se llevó una mano al cuello, juguetón, pero con la tensión de quien mide peligro y ganancia a la vez.

 

“Eso no importa ahora” intervino Velvette antes de que él hablara. “Ese santurron está vivo y vendrá por nosotros. Tenemos que hacer un plan. No vamos simplemente a cargarnos contra él como idiotas”

 

Valentino alzó una ceja, el gesto más cálido que le permitía su cinismo.

 

“No podremos matarlo” dijo Velvette, con la voz dura. “Seamos realistas, mucho menos obtener su alma”

 

Valentino soltó una risita nasal y se inclinó hacia adelante como quien ofrece un dulce envenenado. Era inusual su tranquilidad.

 

“¿Matarlo?” repitió. “No, no. Podemos someterlo. Joderle la cabeza. Romperle por dentro.” Se relamió con la idea. “Hacer que se vuelva contra lo suyo, que se autoaniquile. Más entretenodo y rentable que ensuciarse las manos.”

 

Tanto Velvette como Vox miraron desconcertados a Valentino. ¿Era aquel Valentino que días anteriores hablaba desesperado?

 

“O quizá” continuo este, “quizá estamos haciendo una montaña de un grano de arena. Quizá nos creemos el centro del universo y ese putito ni sabe que existimos.” Sus ojos pasaron a la pluma, la luz rebotando en su superficie.

 

Entonces el techo explotó hacia adentro, astillas de metal y cemento lloviendo sobre ellos. Polvo, cables rotos, vidrios…

 

“¡Que carajos…!”

 

No hubo tiempo para gritos ni respuestas. Adam cayó con tal fuerza que Vox no tuvo ni chance de pestañear; el peso y la velocidad lo aplastaron contra el piso de abajo como un insecto aplastado en una ventanilla de auto. Vox chilló, su voz entrecortada y saturada de estática, mientras Valentino intentaba recomponerse… demasiado tarde.

 

Adam se giró, con su hacha-guitarra en mano, la punta rozando la garganta de Valentino. El filo brillaba bajo la luz de los monitores. Velvette gritó, lanzándose hacia él para ayudar a sus compañeros, pero antes de que pudiera llegar, un escarabajo ya se encontraba en su rostro. Chirrió y explotó en un estallido sónico, Velvette cayó, sangrando y desorientada, mientras su grito se perdía entre polvo y escombros.

 

Adam no esperó a que Valentino dijera nada. Blandió el hacha-guitarra con un zumbido que cortó el aire y, en un solo golpe, atravesó su cuello. Pero no hubo sangre. El cuerpo de Valentino se desvaneció al instante, disolviéndose en una nube espesa de humo rosado.

Notes:

Perdí la practica:)

Notes:

Gracias por leer :)