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Es en su lecho de muerte cuando los recuerdos la inundan como el impacto de uno de los golpes directos de su shishou a la cara.
Es el eco desenfrenado de las voces y pensamientos finales de sus vidas pasadas lo que la mantienen aún consiente, su lucidez pendiendo de un hilo delgado, está lo suficientemente lejos de la muerte como para maldecir el nombre de Kaguya, pero igualmente cerca para sentir el como sus extremidades arrugadas se enfriaban en el polvoriento tatami que había logrado encontrar en una casa abandonada.
En esta ocasión su vida había sido larga, pero no plácida. Vivir cincuenta y nueve años como la loca de la aldea no parecía ser una tarea fácil de asumir, sin la oportunidad de relacionarse con nadie y siendo una paria, no dejaba mucha oportunidad para estrechar lazos verdaderos con sus vecinos de por sí ya reservados.
La cacofonía de sus anteriores reencarnaciones tenía algo que decir al respecto, era que todas sus vidas habían apestado, y mucho.
Si su ya trastornada memoria no le jugaba en contra, entonces esta era su vida número siete en un ciclo de reencarnación desesperante y turbulenta en un universo que se parecía en todo y nada al suyo. Quería fruncir el ceño ante eso.
¿Cómo es que incluso había logrado sobrevivir tanto? Para su creciente consternación, mientras más y más recuerdos se asentaban, cayó en cuenta, en ninguna de sus vidas en este nuevo mundo había sido una luchadora.
En esta impropia tierra, los demonios corrían libres durante la noche masacrando aldeas enteras sin una segunda contemplación.
Que manera más ruin de manchar el nombre de lo que en su mundo fueron deidades mismas capaces de razonar y proteger, rebajando su estirpe a meros masas sin control que solo mataban por hambre.
Cada una de las Sakuras anteriores que habían vivido antes que ella, habían sido encadenadas a vivir la misma época con pocos o ningún cambio, solo, desesperación y el sentimiento de no pertenecer. Como un cuco tratando de vivir una vida robada, tratando de encajar, tratando de creer, tratando y tratando hasta no poder más, pero era solo eso, un intento logrado y destinado a nunca encajar.
¿Esta era su recompensa por golpear a una Diosa directo en la cara? De haberlo sabido la habría golpeado más fuerte.
Ahora que la consciencia sobre su vida abrían su mente , solo podía llorar impotente mientras lo que por un momento creía eran sus últimos momentos de vida se reducían a una falacia repulsiva, instandola a reconocer que su muerte no duraría mucho y sería obligada a vivir una vez más con los mismos sentimientos desalentadores que la obligarían a desperdiciar una vez más otra oportunidad.
Era imposible encontrar a su familia en este mundo ¿No? Pero como le explicaba a su vieja alma que el vacío en su corazón nunca sería llenado, no mientras los nombres de sus chicos estuvieran grabados en oro en sus huesos.
Un nudo se formó en su garganta consciente del origen de sus desesperación, nunca volvería a bromear con Naruto en el Ichiraku, nunca recibiría elogios cada vez más sinceros de Kakashi, nunca escucharía los agradecimientos de Sasuke, nunca… nunca estarían juntos de nuevo.
Si esta era su muerte número siete ¿Sería demasiado egoísta olvidar todos sus lazos con su antiguo equipo?
Lo que una vez la lleno de dicha y satisfacción, hoy solo le traía una insertidumbre casi ciega.
... Quería dejar de sentirse como un cuco.
Y con ese último deseo, Sakura cerró sus ojos al mundo una vez más.
Pero los hilos atascados en los engranajes que obligaban al reloj del destino a repetirse una y otra vez, por manipulación de una Diosa rencorosa y celosa, fueron cortados abruptamente, quizás por el desgaste impredecible por el uso, tal vez por un error de cálculo de Kaguya, o podría ser, por la voluntad férrea de un buen amigo.
“¡Jodete Kaguya, Sakura-chan tendrá una buena vida!”
Y así, dejando atrás cualquier recuerdo de un antiguo mundo, pueda ser libre.
“¡Yo Haruno Sakura! ¡Aceptó formalmente las responsabilidades de proteger y salvar a las personas como la recién nombrada Hashira de la Hoja!”
Con el pecho hinchado por el nerviosismo y orgullo, Sakura encaró a sus nuevos compañeros presentes en la finca, dudosa de cómo sería su relación con ellos, solo había podido hablar con un par de ellos y nunca había profundizado en más allá de una pequeña charla educada, realmente quería llevarse bien con la mayor cantidad posible.
Además quería demostrar que la decisión de Kagaya-sama de creer en ella había sido la correcta, no solo era una enfermera autoglorificada, podía luchar igual de buen.
“¡Por favor, cuiden de mi!”.
Y con una última reverencia observo las caras de los demás Hashiras que la miraban con diversas expresiones que iban desde la diversión, a la indiferencia y molestia.
¡Ella demostraría de que era capaz Shannaro!