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Ella es

Summary:

Cuando tenía once años, Harry Potter rechazó a un chico.

Cuatro años después y en la cúspide de la adolescencia, Harry descubrió que ese chico era, en realidad, una chica.

Notes:

Hay tan poco contenido de Fem Draco que me vi obligadx a escribir esto y complacer a esa pequeña audiencia que también esta enamorada de Female!Draco (︡❛ ‿‿❛︠)

Chapter Text

Harry nunca había sido alguien dotado de inteligencia, los últimos cinco años de su vida los había pasado luchando contra la realidad de saber que un mago oscuro buscaba asesinarlo, tan solo el año anterior uno de sus amigos había muerto en manos de quien no debe ser nombrado, y nadie en el mundo mágico parecía querer creer en sus palabras.

Su quinto año en Hogwarts había comenzado de la forma más caótica posible. Creyó que lo habían expulsado de la escuela por el uso de magia, descubrió la existencia de la orden del Fénix y lo habían enjuiciado por salvar al primo que realmente deseaba atacar.

Muchas cosas rondaban su cabeza cuando iniciaba el año, e incluso así, sus ojos podrían notar la presencia de una misteriosa chica de cabello platino y ojos grisáceos azules sentada en la mesa de Slytherin durante la cena de bienvenida.

 

Habría asumido, en ese momento, que se transportaron de una chica nueva, una hermosa jovencita que acababa de entrar a la escuela, pero, estando junto a los de quinto año, hablando con naturalidad y siendo alabada cual diosa, Harry Potter solo pudo preguntarse cómo no había visto antes a tal belleza, de su generación, entre los Slytherin. y aunque se le hizo completamente conocido, no podía recordar el lugar donde había visto esa tez tan blanca como la nieve que su piel parecía tornarse casi traslúcida bajo la luz de las velas que iluminaban el gran comedor.

Sus cejas estaban perfectamente definidas con un suave arco casi al final, sus ojos eran preciosas joyas florecientes de color grisaseo amoroso que parecían derretirse a la luz de las velas, suaves y con un toque de infantilismo helado, y debido a su tez tan blanca como la nieve, su piel se tornaba casi traslúcida, suave y delicada, nariz recta y pequeña, así como los labios más rojos que pudiera haber visto antes, lindos, pequeños y llenos, como una cereza mojada con las gotas del rocío de la mañana.

Entonces, Harry se dio cuenta de que estaba sonrojado bajo las intensas miradas de los Weasley, Hermione y los Gryffindors más cercanos.

Había una sola persona en esa escuela que atraía tan intensamente la mirada de Harry Potter, y era esa persona que siempre parecía estar detrás de él, uniendo miradas entre clases y subiéndose a árboles solo para molestarlo. Siempre planeando algo entre las sombras y molestando acompañado de sus secuaces, y esa persona era Draco Malfoy, a quien no había visto al llegar ni en la cena de bienvenida, ni siquiera en el expreso de Hogwarts ¿Acaso ese año no asistirá a clases? ¿Había decidido al fin dejar de molestarlo y cambiarse a Durmstrang o Beauxbatons? Eso seria realmente triste para el pobre Harry Potter, que al menos esperaba una despedida digna.

Estaba tan perdido en sus pensamientos, que apenas pudo reaccionar cuando Ron, su mejor amigo, le dio un codazo e hizo descubrir aquello lo que le dejó helado cuál hielo .

— Harry, hermano ¿Qué tanto ves a los Slytherin?... — Cuestiono Ron Weasley, intentando seguir la verde mirada intensa y distraída de su amigo. Compartió una mirada curiosa y desentendida con Hermione.

—… ¿Es posible que entre un nuevo alumno a un grado al azar?— Su mirada estaba perdida en el movimiento lejano de labios cereza que había al otro lado del salón, estaba completamente ajeno a las miradas y conversaciones de sus compañeros. Había algo en esa chica que le hipnotizaba tal y como su némesis lo había hecho desde el primer año.

—Harry… No se ha inscrito nadie nuevo este año aparte de los de primero, además, Hogwarts no acepta cambios de otras escuelas…— explicó Hermione, lanzando una fugaz mirada hacia quien miró a su amigo. Hizo una mueca, chocando miradas con Ron antes de aclarar su garganta y volver a hablar. —Harry, esa chica es… Esa chica es Draco…— admitió con una amarga sorpresa que todos se habían llevado ese año.

-¿Qué?  ́Mione no juegues, se como es Malfoy, y estoy completamente seguro que ella… ella no es.— vacilante y negando a la mirada que sus amigos le daban —Malfoy es un chico, lleva siendo mi némesis desde que lo rechace en primero, llevamos peleando desde entonces, es imposible que esa chica sea él

—Hermione tiene razón, hermano, por más que lo odie, Malfoy… Draco es mi prima, aunque siempre pensé que era niño… ¡Nosotros también nos sorprendimos cuando la vimos! Pensamos qué tu ya lo sabías, con todo lo que se pelean— Admitió un avergonzado y rendido Ron, todos ellos habían jurado que Draco Malfoy era un chico, pero ahora, en quinto año, resulta que llega utilizar el uniforme femenino y con una larga cabellera plateada perfectamente peinada.

 

Entonces, todo el mundo de Harry se puso de cabeza y dio vueltas.

Quinto año sería, definitivamente, su año más caótico y dado vueltas. 

Chapter Text

Lucius Malfoy siempre había querido ser padre de un niño que fuera tan brillante y perfecto como él. Había soñado con ser padre y criar a un hijo con los mismos ideales que él. Por lo mismo, cuando su esposa, Narcissa Malfoy, anunció estar embarazada, él fue el hombre más feliz y atento que podía existir.

Ellos se habían casado por beneficio de la sangre, y aunque al inicio no eran más que conocidos compañeros de escuela, con los años aprendieron a amarse y respetarse como esposos. Lucius la amaba y adoraba tanto como hacía con el bebé que crecía en el vientre de Narcissa, deseando que dios le bendijera con un varón.

Pero, un 5 de junio de 1980, bajo las lágrimas de la luna y el manto de las estrellas, nació una niña tan blanca como la luna misma, con ojos tan grises y brillantes que las estrellas sintieron celos.

Lucius Malfoy soñaba con tener un hijo, un varón que siguiera con la grandeza del apellido Malfoy y portará con orgullo el nombre planeado. Entonces, cuando nació su hija, lo primero que Lucius sintió fue decepción y enojo. Al contrario, nunca espero que, cuando los sanadores le entregaron a la pequeña niña envuelta en mantas y los ojos de Lucius chocaron con esas profundas flores grisáceas que dejaron de llorar, algo dentro de su duro corazón de hierro le hizo entender que no habría persona en el mundo que amara tanto a una mujer como el amaba a su hija. En ese momento, Lucius Malfoy se dio cuenta de que sería capaz de comprar el mundo y asesinar en nombre del honor de su princesita dragón.

Esa niña fue bautizada bajo el nombre de Draco Cordelia Malfoy .

Tristemente, tan solo un año después del nacimiento de la pequeña adoración de Lucius, la primera guerra mágica llegó a su fin con la caída del señor tenebroso, Lord Voldemort. Y con él, con el seguimiento y seguridad que en algún momento regresaría al poder, la mente de padre atento que Lucius pudo tener, también se desvaneció.

 

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Draco creció persiguiendo la atención y aprobación de su padre.

Aprendió a caminar con gracia, a mantener la elegancia helada en su mirada ya honrar el apellido Malfoy con sus palabras. Aprendió a vestir y organizar sus cosas tal y como una señorita perfecta debía hacer, sin tocar la voz, hablando por la mirada y sin muecas en su rostro que perturbaran su belleza natural.

Aprendió también a montar una escoba, a depende en el aire ya humillar a todos esos niños sangre pura que no lograron alcanzar su ritmo incluso siendo más grandes que ella.

Leyó tantos libros como la biblioteca familiar se lo permitió. Se informó de tantos temas democráticos como su corta edad le permitía entender. Pasó horas y días enteros estudiando junto a su padrino, Severus Snape, para aprender hechizos y pociones desde mucho antes de los once años.

Se obligó a ser perfecta, a imitar a su padre una y otra vez con la falsa esperanza de algún día recibir su favor, su mirada y su orgullo. Dijo cosas que su corazón no aceptaba, insulto sin querer hacer a quienes pudieran ser sus primos, y todo bajo la nube que la presionaba a ser la Malfoy perfecta para quien no la miraba y solo le dirigía la palabra cuando acertaba en perfecto actuar

Y entonces, una noche días después de su onceavo cumpleaños, escuchó a su madre hablar con su padrino. Escondida tras la puerta, descubrió que su padre había deseado un niño, y cegada por el deseo de ser vista y elogiada por su progenitor, Draco corrió a su habitación, tomando un cristal mágico que le habían regalado el día de su cumpleaños. No pensó ni reaccionó, solo actuó, sosteniendo con una mano la hermosa melena de cabello que caía por sus hombros y llegaba a su cintura.

Para cuando su madre entró al cuarto, Draco estaba con una mirada petrificada frente al espejo de su habitación. En una mano apretaba el cristal que amenazaba cortar la piel suave de su mano, y en la otra, sostenía los largos mechones de cabello que acaba de cortar sin pensar. Su cuerpo temblaba, sus luceros lloraban y su mano empezaba a gotear lo que el dolor de su corazón opacaba. Narcissa, madre atenta y preocupada, entendió lo que su hija había hecho, y no tardó en darse cuenta de que la pobre niña oído había su conversación con Snape.

 

Lucius no dijo nada cuando, a la mañana siguiente, su princesa ya no tenía su cabello largo, y tampoco dijo nada cuando la acompañó al Callejón Diagon y su niña decidió tomar el uniforme de varones y no aclarar cuando la llamaron ''Niño encantador' '.

Lucius estaba, tal vez, muy ocupado ayudando a que el señor tenebroso regresará como para notar que su princesita dragón se había perdido a sí mismo para conseguir tan solo un par de palabras que la felicitaran.

 

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Draco había tratado de estabilizarse como un varón por la mayor cantidad de tiempo posible. Había luchado por ocultar los cambios físicos que su cuerpo había comenzado a tener desde el tercer año, había tomado posiciones y se había hechizado a sí mismo para que los demás no escucharan como su voz se agudizaba y suavizaba con el pasar de los años, por no agregar aquellos misteriosos desapariciones cada mes y sin falta, por 5 días que la privacidad prenden encerrada en esa habitación privada que Dumbledor, anciano amable y considerado, había ofrecido y entregado por voluntad propia cuando aún iba en primer año, otorgando la que una chica necesitaría al pasar de los años.

Aunque, claro, siempre estarán aquellos de su generación que alegaban solo era favoritismo generado por las amenazas de su estrafalario padre hacia la mayor comodidad y cuidado de su único hijo y heredero.

Albus Dumbledore había actuado por su cuenta y sin amenazas de ningún tipo, entregando por voluntad propia aquella habitación perfectamente acomodada para una niña que se ocultó tras el falso aspecto andrógino masculino.

Para suerte de Draco, en aquel primer viaje en el expreso de Hogwarts se encontró, por azares del destino, con Pansy Parkinson y Blaise Zabini, las dos personas quienes se dijeron en sus mejores amigos y confidentes por el resto de su escolaridad en Hogwarts . sabían su verdad, más no la razón, y nunca preguntaron ni indagaron más allá de lo que Draco podía decirles, aceptando que quien era en realidad una señorita de la más alta sociedad, se vestía con pantalones y usaba el cabello corto, bebiendo pociones y hechizando para ocultar su, a palabras de Pansy, hermoso cuerpo esbelto y juvenil en pleno desarrollo. 

Por la misma razón, cuando en quinto año entraron al vagón que ya habían denominado como suyo y, lo primero que vieron fue un par de piernas cruzadas, largas, delgadas y firmes, vestidas con las oscuras medias con borde verde del uniforme Slytherin. Iban a reclamar, exigir a la chica que abandonara el vagón y buscará otro lugar para sentarse, que aquel era, a viva voz, el lugar especial de Draco Malfoy, Pansy Parkinson y Blaise Zabine. Pero, de no ser por los largos cabellos plateados perfectamente peinados y ese par de joyas florecientes tan grises como las mismas estrellas que los miraban con desconcierto, jamás habrían reconocido a la hermosa chica como aquella que se vestía de hombre y era su ''amigo ''.

 

Pansy estaba encantada, Blaise estaba celoso.

 

Desde que bajaron del tren y pusieron un pie dentro de la escuela, las miradas masculinas, tan salvajes cual bestia que planeaba lanzarse contra su presa, los habían rodeado. Draco lo noto, Pansy lo noto y Blaise, siendo el único hombre en aquel grupo de tres, se obligó y mentalizó a sí mismo, preparándose para tener que espantar a quien fuera que intentara acercarse al nuevo Draco.

Estaba claro que Draco no necesitaba protección, era una bruja perfectamente capaz de cuidar de sí misma, era inteligente y poderosa, podía manejar hechizos y pociones complicadas desde que entraron a la escuela, pero había algo que tanto Pansy como Blaise estaban seguros que Draco no sabia hacer, y era vivir socialmente como una mujer. Había pasado los inicios de su adolescencia oculta como un varón, no había vivido lo que era ser perseguida por chicos que alabaran su belleza ni por mujeres que envidiaran su figura. Una mirada cómplice a espaldas de Draco fue lo que bastó para crear el silencioso pacto de acompañar y defender cual víboras a la serpiente reina Draco Narcissa Malfoy ( Un nombre tan imponente como ella, esperaban ambos slytherin )

 

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Harry Potter estaba destruido mentalmente, simplemente no podía, se negaba a aceptar que esa atractiva joven que caminaba de un lado a otro por los pasillos con gracia y elegancia digna de una diosa fuera Draco Malfoy, su némesis, su enemigo y con quien no quería tener nada que ver.
Draco le había hecho pasar unos años horribles, molestando y molestando sin cansancio hasta solo aburrirse y dejarlo, pero ahora, con esta nueva imagen femenina que, al parecer, era su verdadero yo, con suerte se detenía para verlo. Era como si Harry hubiera desaparecido completamente del mundo de Daco, y secretamente en el fondo de su corazón, eso le desesperaba, al final del día, seguía siendo un chico de 15 años que estaba siendo rechazado por la chica más hermosa que podía haber en su generación, y eso a cualquiera le dolía. 

 

Y qué decir cómo se sentía su mente con la llegada de esta nueva profesora, Dolores Umbridge. 

 

No reciben clases de magia ni hechizos, rechazaban la verdad del regreso de Voldemort y la gente hablaba a sus espaldas no solo por el reciente interés y rechazo silencioso por la Slytherin. 

Eran torturados de las peores formas, con castigos sin sentido que marcaban su piel, el mismo Potter portaba una marca aún no cicatrizada en su mano ¡Y apenas eran las primeras semanas!


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Harry amaba estar en Hogwarts, pero se sentía más solo que nunca en esa inmensidad, vagaba por los campos alrededor del colegio y se perdia en sus horas libres recorriendo los bosques e incluso la rivera del algo negro. Adoraba a sus amigos y había empezado a hablar con Luna Lovegood, pero la soledad empezaba a cubrir su mente y cuerpo, sus pensamientos se nublaban…


Se había escapado pocas horas antes de su última clase, su cuerpo se movía en automático y su mente viajaba en escribir mentalmente una carta que enviara a su padrino. Claramente no estaba viendo el camino y mucho menos era consciente de su alrededor, no esperaba encontrarse con alguien a esas horas y por esas tierras, simplemente, era imposible creer que otro loco se alejará lo suficiente para llegar hasta ahí.

Y entonces, chocó con un cuerpo más pequeño que el suyo.

La vio tambalear y sus brazos se movieron solos, lo suficientemente rápido para evitar que cayera. No lo pensó, todo había sucedido demasiado rápido y apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando su brazo ya se había enredado alrededor de la fina cintura vestida. Sintió la piel helada y como la mujer más pequeña temblaba ante su agarre.

—¿Potter?

Aquella voz hizo temblar al más alto, una corriente eléctrica lo recorrió de pies a cabeza, y, cuando iba a responder, una punta de varita estaba contra su mejilla. 

Chapter 3

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Era la voz más encantadora que alguna vez podría escuchar Harry. Suave cual terciopelo, acariciando sus oídos y haciendo que su cuerpo reaccione con un ligero temblor. Era dulce, pero no tímida. Era fuerte, poderosa. Haría a cualquier chico doblegarse ante sus peticiones, y Potter no era la excepción a esa regla. Draco lo miró con incredulidad y molestia, empujándolo en un vago intento de liberarse de su agarre. No esperaba que Potter fuera tan fuerte, pero creía saber el porqué, algo había cambiado en su cuerpo tras exponerse al torneo de los tres magos y salir victorioso de este mismo. 

La rubia no podía permitirse mentir, si alguien de confianza cercana le llegaba preguntaba, muy a su pesar, tendría que admitir que aquel agarre firme alrededor de su cintura le reconfortaba de una forma inexplicable, como si fuera eso lo que su corazón buscaba sentir al perderse y permitir que sus pies se movieran solos por el camino. Pero, como no había nadie preguntando, lo único que atinó a hacer fue a levantar la varita y golpear la punta contra la mejilla del moreno, obligándolo a soltarla y alejarse, una reacción normal viniendo de quienes se habían odiado desde primer año.

—¿¡Qué te pasa, Potter!? ¿Acaso planeas ir agarrando a la primera chica que apareció frente a ti? ¡Eres un enfermo!


Sin siquiera dar tiempo de reacción, la rubia lanzó un hechizo simple de empuje ''¡Fluctus!'' exclamo, sacando a Harry de su camino para poder caminar, a un paso bastante apresurado, de regreso al castillo. 

Detrás de ella y con una mano extendida, se quedó el chico. No se movió de su lugar, pero su mano se perjudicó en un intento inútil de alcanzar a la chica que huía de su agarre y compañía ¿Acaso había hecho mal? ¿Debió haber permitido que Malfoy cayera al suelo? Era, en primer lugar, su culpa aquel choque accidental, y como buen Gryffindor, se haría cargo de lo que a él lo esencial. 

 

Estuvo a segundos de correr tras la chica, insistir en recibir su perdón y cuestionarle el ''porqué'' de su aparición femenina, el porque lo oculto y el porqué apareció como la Señorita Malfoy específicamente ese año. Pero la voz del viento lo detuvo, y como si un hechizo de amor se rompiera, Harry reaccionó, jadeando y golpeándose a sí mismo por lo que estuvo a segundos de hacer ¿Por qué iría tras Malfoy? ¡No era problema suyo que esa idiota se enojara solo por intentar ayudar y evitar cayera al suelo! —Ni siquiera es un chico ahora! Grito Potter a sus propios pensamientos, pateando una piedra y caminando de regreso al castillo.

Nunca lo fue de todos modos, llego a pensar.

Cuando volvieron al castillo, sus amigos lo esperaban en el gran comedor, o al menos eso querían creer cuando al llegar los vio sentados en la gran mesa comiendo, dejando siempre aquel espacio vacío que Harry tomaría habitualmente. Estuvo por sentarse, cuando la voz de Umbridge perturbó su calma y lo obligó a girar en su eje para caminar fuera del gran comedor en compañía de sus amigos y compañeros de casa.

Ambas profesoras, Dolores Umbridge y Minerva McGonagall, discutían algo que a todo alumno que deseara aprender magia le incumbía, ellos querían volver a usar sus varitas, querían volver a usar magia en los pasillos y divertirse como los adolescentes que eran. 

Si Harry seguía escuchando sobre el ministerio, definitivamente odiaba todo lo que tenía que ver con él.

Harry no volvió a ver a Draco (ni a sus amigos) por el resto del día.

Y realmente no hubiera deseado volver a verla en lo que quedara de la semana.


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Fuera donde fuera Draco, nunca estaba sola, siempre la acompañaban sus amigos. 

¿Iba al baño? Pansy se quedó de pie fuera de su puerta hablando sobre cualquier tema interesante.

¿Iba al campo de Quidditch? Blaise volaba a su lado y alejaba a cualquiera que sobre la escoba se intentará acercar.

¿Se alejaba de sus amigos y se perdía por el casillo? Harry Potter tomó la misma ruta y terminó chocando el uno con el otro.


Una vez fue casualidad, dos fue accidente, y tres ya era planeado. 


O al menos eso era lo que podía pensar Malfoy, apresurando cada vez más su andar por aquellos pasadizos que usaba para escaparse de vez en cuando. Potter la seguía o al menos parecía haber decidido específicamente las esquinas que la rubia doblaba para chocar con ella. —¿¡Acaso estás loco!? ¡Deja de seguirme!— Exclamó en un momento la rubia, desesperada de sentir como sus pasos eran observados y seguidos por ''el elegido''. Nunca se había tan perseguida, siempre era ella quien andaba detrás de Potter para poder molestarlo y conseguir su sentido tras el rechazo ¡Y ahora era ese loco quien la seguía de un lado a otro!



—¿¡Quién te está siguiendo a ti!?— Completamente a la defensiva, Harry Potter alzó los brazos y se hizo hacia atrás cuando una varita apuntaba amenazante su rostro. Cualquier otro día habría levantado la propia para defenderse e iniciar un duelo, lamentablemente, ahora escapaba de sus amigos y de cualquier persona que quisiera hablarle.

—Deja de caminar por aquí entonces! ¡No quiero vert- — Lo último que Draco había esperado sentir, era como su cuerpo era empujado contra una de las paredes y su boca era cubierta por la mano tibia de su némesis. Quiso e intentó responder como normalmente habría hecho, pero, con el corazón subido hasta la garganta, vibrando en su pecho cual snitch dorada y su rostro a pocos centímetros del hombro Gryffindor, simplemente pudo rendirse, quedando cubierto por el cuerpo más alto y ancho ¿ ¿En qué momento Potter había crecido tanto? ¿Acaso había cambiado de perfume? ¿Sus manos siempre habían sido tan grandes? ¿Se había dejado crecer el pelo? Ya estaba divagando… 

—No hagas ruido— Murmuraron los labios de Potter de una forma tan íntima que los huesos de Draco temblaron. —Es Umbridge, está en el pasillo, si nos ve nos va a castigar...— Las pupilas grises se movieron con obviedad viendo hacia otro lado, y Potter no pudo sentirse más tonto. Era obvio que si Umbridge los vieron con las varitas los iba a castigar, y era mucho más obvio que ninguno de ellos quería ser castigado por la cara de sapo , como la llamaba Ron.

—Mnph— Fue lo que pudo responder Draco, esperando que el moreno le quitara la mano de la boca. Si, fue un manojo de nervios por, tal vez, cinco minutos, pero sabía mentir. Era Draco Malfoy, el mejor Slytherin de su generación, y orgullosamente había fingido su género los últimos cinco años de su vida. Al tener la boca libre, tomo una bocanada de aire, y, contra todo pronóstico, se carcajeo. —Eres un loco, Potter.

Sonaba tan… sincero. Sin malas intenciones ni burlas en su voz. Solo era ella, riendo de forma genuina, riendo por algo que Potter había hecho sin reprochar o burlar. Harry nunca la había escuchado reír, nunca la había visto de esa manera tan íntima. Era la primera vez que eran solo ellos dos, a espaldas de sus amigos, a espaldas de sus casas, riendo e interactuando como nunca antes habían imaginado hacer, ignorando los colores de sus uniformes y olvidando el odio que expresaban desde primer año ¿Realmente se odiaban? ¿Realmente querían pasar el resto de su escolaridad peleando cuando había cosas mucho más importantes afuera? En un punto ambos habían comenzado a reír de forma sincera, especial, como si no hubiera nadie más en el colegio, como si por un momento solo ellos dos y nadie los molestara. 

Draco era distinto, y Harry había sido, tal vez, el primero en notarlo. Desde el primer año buscaba su presencia, buscaba sus ojos profundos y su piel helada. Nunca se había hablado de una forma que no fuera discutiendo o molestando al otro, pero Harry sabía cuál era el postre favorito de Draco y que era lo primero que comería en el banquete de la cena cada noche. Sabía que primero abría sus libros y pergaminos encuadernados por la parte de atrás para acariciar las páginas en blanco. Sabía, también, que le gustaba detenerse en el patio a ver las flores y que por las noches buscaba una ventana a la cual ver antes de irse a las mazmorras. 

No le gustó el muffin de manzana, pero siempre pidió uno de más para dárselo a Blaise. No le gustó cerrar su túnica y el año anterior se había enfermado por eso. Tampoco le gustaban los bailes de navidad, sabía bailar pero no iba, y la vez que fue, quedó única en el rincón más solitario tomando ponche de frutas junto a las cosas de sus amigos. 

Draco siempre había tenido algo que atraía la mirada de Harry, siempre asumió que era el mal presentimiento de encontrarlo planeando algo o molestando a alguien por no tener pureza de sangre. Ahora, tal vez, Harry estaba dando una segunda respuesta a su atención constante.

—Tienes… Tienes completamente prohibido contarle a alguien de esto.— Fue lo que dijo Draco antes de solo desvanecerse en el pasillo. Caminaba con tanta gracia que los ojos de Harry siguieron cada paso que ella daba hasta que ya le era imposible verla y seguir sus movimientos. Cuando llegó a su habitación, Draco chillo y abrazó su almohada intentando cubrir sus mejillas rojas.


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Para sorpresa de muchos, secreto de todos. Esa no fue la única ni la última vez que ambos enemigos tuvieron tiempo a solas. Más de una vez se detenían a hablar en los pasillos, se alejaban del mundo y se perdían en los senderos del bosque o hacia el lago negro. Discutían, se reían y se atacaban con sus varitas como si de un juego de niños se tratara. Harry extendía su mano, Draco la sostenía y la usaba como soporte para caminar sobre las piedras sin caerse. Draco escalaba un árbol para sentarse en las ramas, Harry, con los impulsos de un adolescente tonto, evitaba mirarla y terminaba escuchando su risa especial, una risa que parecía usar solo con él.

 

Pero Harry era un tonto, un idiota distraído que no podía ver lo que su corazón gritaba. Cada que sostenía su mano, cada que la sujetaba por la cintura para ayudarla y al separarse se quedarían con el deseo de seguir tocándola. Cada que se despedían y sufría por tener que recibir sus miradas heladas y ajenas cada que estaban en público. Harry era una idiota, una idiota que tenía a las chicas detrás y solo pensaba en eso. Tal vez Draco era una de esas chicas, Potter nunca lo notaría. Malfoy nunca podría decirlo en voz alta.


La clase de Transformaciones acababa de terminar, los estudiantes hablaban por los pasillos y todos se empujaban por salir de una vez y llegar al patio, desde alumnos de último año hasta niños de segundo, Harry no entendía nada, y cuando a la mitad del pasillo se encontró a Draco, no dudo en acercarse a ella. —Malfoy ¿Qué está pasando? —La profesora Trelawney… La rubia no dijo nada, y con una mueca en el rostro, ambos adolescentes se hicieron camino entre los demás para salir primero. Draco lo modificó con tan solo dar una mirada y chasquear la lengua, Harry tenía que arreglárselas para empujar y pedir perdón.


En medio del patio inferior y con las maletas junto a ella, estaba la Profesora Trelawney, se le veía angustiada, nerviosa y al borde del llanto. En los alrededores y viendo lo que sucedió, había una gran cantidad de alumnos, alumnos entre los cuales pasillos claramente estaba el trío de oro. Harry dejó atrás a Draco y Draco se movió hasta llegar junto a su propio par de amigos. Al parecer, Umbridge al fin había hecho algo que llevaba tiempo deseando hacer.

La profesora de adivinación lloraba pidiendo que la comprendieran. No tenía donde ir, llevaba los últimos dieciséis enseñando y viviendo en Hogwarts, pero, a la odiada Dolores Umbridge, no parecía importarle, y poco le dolió despedirla y desterrarla con todo el alumnado como testigos. Para suerte de muchos y molestias de pocos, Dumbledore hizo acto de presencia, alegando su aún vigente puesto de director y evitando que la profesora fuera desterrada. No podía evitar que la despidieran, pero sí evitaría que la dejaran sin techo.

Estaba claro que ellos necesitaban una forma de defenderse, de aprender todo lo que esas aburridas clases teóricas no enseñaban. Eran magos, brujas, necesitaban saber a controlar su poder y lanzar hechizos con seguridad. Necesitaban saber defenderse y prepararse para el peligro inminente que era el regreso de Voldemort. 

Pero, sin profesores y el ministerio controlando todo lo que sucedía en el colegio, era imposible preparar, no había forma que lograran algo sin ser descubiertos y amenazados con la expulsión del colegio. O al menos así era, hasta que tras una charla con Sirius Black, Hermione no encontró la mejor solución que ofrecer al mismísimo Harry Potter como guía y profesor de defensa contra las artes oscuras. No podrían hacer mucho, eran un grupo reducido de estudiantes que creían las palabras de Harry y apoyaron su búsqueda por derrotar al señor tenebroso con o sin ayuda del ministerio.


A Harry le ponía nervioso todo lo que estaba sucediendo, no confiaba en sus propias habilidades y experiencias, en los traumas y dolores de su pasado. Pero no estaba solo, y esos chicos, sus propios amigos, lo necesitaban, necesitaban un profesor que les enseñara y los guiará a estar a salvo, a ser fuertes. El ejército de Dumbledor fue formado, y Draco, rechazada por las miradas de aquellos que lo conformaban, dio un paso atrás y no habló con Harry por dos días,

Notes:

Te amo, Fem!Draco

Los amo, lectores <3

Chapter 4

Notes:

** Contenido no explicito **
** Mención de abuso **

 

EDIT 20/01/2023 02:51AM

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Draco lo sabía desde que había dejado la mansión Malfoy y había subido al tren ese año. No quería seguir siendo parte de los planes de su padre, no quería seguir los ideales y perseguir el poder junto a Lord Voldemort. 

Su vida ya se había arruinado pocos días antes del inicio escolar ese año, y se había vuelto a arruinar cuando escuchó, por boca de su madre, que su propio padre había entregado la mansión para el regreso de Voldemort.

La rubia estaba muerta de miedo la primera vez que el mago tenebroso puso un pie en su hogar cuatro días antes que ella huyera a Hogwarts. Había soportado verlo llegar, adueñarse de la sala de estar y entrometerse en su propia habitación más de una noche. No le hacía nada, nunca le hablo, pero la miraba, la miraba de una forma en la que Draco sentía su cuerpo herido, solo podía temblar bajo sus sábanas y rogar por quedarse dormida, rogar porque Riddel se fuera y no se acercara más a su cama. Por más que deseara, no podía atacar, no podía alzar la varita y revelar estar en contra a lo que su padre perseguía, no podía revelar su miedo, incluso sabiendo que posiblemente el otro lo sabía, lo sentía, y tal vez planeaba usarla a su favor.

Abandonar la Mansión Malfoy fue lo mejor que Draco pudo hacer, era un consuelo propio, a sí misma. No planeaba regresar en navidad, y si era posible, tampoco planeaba regresar al finalizar el año escolar. No sabía qué decir o cómo excusarse, pero se las arreglaría para quedarse en casa de uno de sus amigos, si es que no convencía a Dumbledore o incluso a su padrino de permitirle quedarse en el colegio todas las vacaciones… Ellos la entenderían, la ayudarían, confiaba en ellos, y esperaba recibir su consuelo.

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El dolor que se implantaba en sus huesos, en su carne. Quemando incluso si no había fuego alrededor, rasgando su interior para deformar el exterior. Cada que su cuerpo era hechizado de tales formas el dolor que ocultaba bajo la seriedad la carcomía viva.

Sus pechos se tiraban y aplastaban, sus caderas eran apretadas y su cintura cubierta. Su carne quemaba y las marcas no vistas que quedaban bajo su ropa los primeros días le aterraba.

No había forma que siguiera soportando tales torturas con el desarrollo que su cuerpo había sufrido esas vacaciones. 

Pero, y sin haberlo admitido, esa no eres la única razón de su repentino cambio y aceptación. 

Su padre, hombre que de pequeña admiro y ahora odiaba, la había llamado una tarde, a pocos días de su regreso a Hogwarts. El corazón de Draco brincó y vibró dentro de su pecho, ansiosa de, tal vez, recibir aquello que había perseguido por años. 
Se puso linda, arreglo su cabello que había descuidado sin cortar, se vistió con un par de pantalones "mom jeans" (o al menos asi habia leido que se llamaban en una revista muggle) y una camisa blanca con adornos en hilo de oro. 
Se plantó en el estudio de su padre, esperando ser halagada o mimada como siempre soñó.

 

...

 

Lo único que por sus mejillas corría eran lágrimas, una tras otra y sin aires de detenerse. Sus ojos eran cascadas brillantes que humedecian el charco en su almohada. Había gritado, se había enojado y había destruido su habitación del enojo. Su varita había volado a algún lugar en su armario y sus labios temblaban con marcas rojas en su carne rosada. Se había mordido hasta hacerse sangre, intentando retener aquel incesable llanto y aquellos gimoteos de dolor. Se consumía en tristeza y desesperación, lo único que quería era salir de aquel lugar, tomar sus cosas y simplemente irse lejos, a donde fuera que la recibieran.

Podría enviar una carta a Pansy y llegar a su hogar por red Flu. Podría simplemente tomar su escoba y volar a Casa de Blaise. Pero tendría mucho que explicar y su padre la detendría "por el bien de la familia".

 

Draco era consciente de ello, desde pequeña su madre le había contado historias, historias tan mágicas como lo era que una princesa fuera rescatada por un príncipe y vivieran felices por siempre. Pero, Narcissa también le había hecho entender que su destino no era ser una princesa enamorada. Draco era la única hija de la familia Malfoy, y tendría que dar honor a su apellido y su sangre como era debido. De haber sido un varón, lo habrían comprometido con Astoria Greengras al llegar a cierta edad. Al contrario, siendo una dama, sus padres, por no decir solamente a Lucius, habían tenido difícil el encontrar una buena familia de sangre pura que desposara a su hija. Años le tomó a Lucius hacerlo, y cuando lo hizo, no tomó mejor decisión de acordar todo sin siquiera comentar nada a su hija.

 

Aquello era lo que Lucius debía decirle a su hija cuando la mandó a llamar esa tarde. No la preparó ni espero su opinión, simplemente hablo y ordeno lo que todo padre haría en su situación ¿Verdad?

 

—Padre ¿Me haz llamado?— había dicho Draco al entrar al estudio, sin pociones ni hechizos en su cuerpo y voz. Era esa hermosa muchacha de quince años que no se ocultaba con la fachada de un chico imperfecto, a ojos de Lucius. 

 

—Te casarás con el heredero Nott cuando cumplas 17.— Informo Lucius, leyendo unos pergaminos que tenía en sus manos. No levantó la vista, pero sus manos temblaron al oír cómo su hija gritaba. Se obligó a regañarla. Desde hace años no tenía una relación estrecha con ella, no sabía que le gustaba ni que pedía cada navidad o cumpleaños. —Una señorita no alza la voz, Draco.—

 

—¿¡Casarme con el imbécil de Nott!? ¿¡Estas loco, padre!? ¡Me niego! ¡No pienso poner un pie cerca de Nott, mucho menos casarme! Además ¿¡Con 17!? ¡Aún no habre terminado la escuela!— Poco le había importado a la rubia el regaño de su padre. Su voz solo salia cual bomba. Se negaba, no iba a aceptar. Era imposible que ella siquiera respirara el mismo aire que Theodore Nott. Lo había detestado puramente desde el primer año, desde que lo rechazó. Él intentó seguirla y hacerse de su favor, la halagó y actuó cual perro rastrero, pero cuando Draco rechazó ser su amigo, mostró ser alguien extremadamente molesto y egocéntrico, incluso más que el mismo Malfoy. Pudieron haber sido amigos, incluso había llegado a considerar la oportunidad de arreglar su relación y hablar como si nada de los primeros años hubieran conocido, ambos ya habían empezado a madurar, ya no eran niños, y con una mente más abierta, a Draco no le molestaría tener un amigo más en su pandilla.

 

—¡Draco! Los acuerdos ya están hechos, no tienes voz ni voto en esta decisión, Draco, eres una mujer, y como tal debes guardar silencio y aceptar el matrimonio. Lo hacemos por tu bien, ya has jugado lo suficiente en esa escoba tuya y con las pociones. — Entonces, Draco se rompió, y lo último que Lucius vio antes que su hija dejara la habitación, fue como un hechizo explosivo destruyó el orden del lugar.

 

Draco nunca había sido tratado de esa forma y no lo entendía. Su padre siempre le había comprado la última escoba que saliera al mercado, su padre fue quien le pidió a su padrino que le enseñara sobre pociones cuando aún no entraba al colegio. Había sido él quien fomento su yo actual, por él había entrado al equipo de quidditch y por él mantenía el primer puesto en la clase de pociones. 
Nadie nunca le había echado en cara que era una mujer, nadie había usado eso jamás. Y estaba bien, tenía sentido, nadie aparte de los profesores y sus amigos la conocían como mujer. Pero en Hogwarts nunca había escuchado que insultaran a una de las alumnas o las hicieran menos como brujas por ser mujer ¡Incluso ella debía admitir que Hermione era la mejor bruja de Gryffindor! Y más de una vez había oído a los profesores felicitar a quienes lo merecían, ya fueran hombres o mujeres, en la magia todos eran iguales ¿O no? ¿Acaso ella no podía querer decidir por su vida? No quería casarse con Theodore Nott, mucho menos quería hacerlo estando aún en clases, en la escuela. Casarse, significaba dejar sus estudios, no terminar los ocho años de Hogwarts y simplemente mudarse a la casa Nott para ser una esposa, una esposa que no podría divertirse en su escoba y mucho menos hacer explotar calderos con pociones. 

 

Ella quería enamorarse, pero el peso de ser una Malfoy aplastaba sus hombros ¿Debía rendirse? ¿Borrarse aún más a sí misma para aceptar un futuro que no quería?


Esa noche no se presentó a cenar y lloró hasta que su garganta se secó y sus ojos se cerraron. Los elfos de la casa llamaron a su puerta y su madre fue a buscarla. No salió, no le abrió a nadie y no se presentó a ninguna comida que compartiera con sus padres.

 

No odiaba a su madre, nunca podría hacerlo, pero saber que ella no pudo evitar la decisión de su padre le dolía. Su mamá era una mujer fuerte e inteligente, que la apoyó y acompañó en todo lo que quiso y necesitó. Nunca la dejo sola y respeto sus decisiones, siempre ¿Ahora no podía hacer algo para evitar el matrimonio? ¿No podía convencer a su padre de romper el compromiso?

 

Cuando armó sus maletas el último día, se encontró que su uniforme masculino había desaparecido y en su lugar estaban las blusas y faldas de Slytherin. Su boca se amargo, pero cuando unas manos pusieron ante sus ojos su uniforme de Quidditch, aún del equipo masculino, rompió en llanto nuevamente.

 

—Draco, mi pequeña princesa Dragon…—La llamó con voz amorosa su madre, abrazándola y consolando su llanto. La rubia menor no podía hablar, y la mujer lo entendía. —Eres la chica más hermosa que puede existir a tu edad… Mirate, mi niña, tus ojos son preciosos, tu cabello siempre se ha visto mejor largo y te ves como una princesa cuando usas tus vestidos y faldas.— La voz de Narcissa era suave, maternal. Lo único que buscaba era consolar el llanto de su hija. Ella no estuvo presente cuando Lucius anunció el matrimonio, pero las paredes hablaban y las palabras que su esposo había usado también llegaron a sus oídos. Estaba claro que ella se enojo, su sangre hirvió al enterarse, y de no ser por la repentina llegada de Lord Voldemort, la discusión inminente entre ella y su marido ya habría sucedido. Esperaba, entonces, hacerlo mientras su hija estuviera en el colegio, no deseaba arruinar aún más sus vacaciones. —En Hogwarts serás la mejor bruja de tu generación, la mejor haciendo pociones y la mejor volando en la escoba, no dudes eso, hija… 

 

Entonces, Draco lloró hasta calmarse mientras su madre deshacía todos los hechizos y pociones que la rubia usaba sobre sí misma y recorrían su sangre, cepillando y peinado su cabello en una hermosa trenza que caía por sobre su hombro.
Al día siguiente, Narcissa la acompañó y despidió en el tren, recordando a la chica que estaría para ella en cada situación o emergencia que Draco tuviera.

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Harry estaba demasiado ocupado con el ejército de Dumbledore, incluso cuando Draco había vuelto a cruzar palabras con él entre clases y por los pasillos, ya no había oportunidad de aquellas escapadas silenciosas e íntimas que hacían hasta perderse entre los árboles del bosque o entre los cuadros del castillo. 
Draco nunca los molesto ni intentó ir en su contra, incluso a sabiendas que un grupo de Slytherin estaba reclutando gente para descubrir lo que ‘‘Loco Potter y sus estúpidos amigos’’ hacían. Intento advertirles, claro, pero cuando se acercó a hablar con la chica Weasley para preguntarle por Harry, lo único que recibió fue un rechazo y un ‘‘—Pierdete Malfoy, Harry no necesita a una molestia como tu ahora—’’, entonces, Draco yo no insistió. 


 
. . .

 

Solo las paredes eran testigos de lo que en ese pasillo cercano a las mazmorras había sucedido. Los cuadros jadeaban sorprendidos y una cabellera rubia luchaba por cubrirse y limpiarse a sí misma entre llantos y rastros leves de su propio líquido rojo. No entendía lo que había sucedido, porque le había sucedido ¿Acaso era su destino? ¿Era lo que recibía por ser mujer, como su padre dijo?
Nadie la había escuchado gritar, nadie acudió a sus llantos y su varita había caído demasiado lejos cuando la atacaron por la espalda. Cuando tiraron de su cabello y desordenaron su blusa. 

Quien la atacó no hizo más que eso. La toco con los dedos y tiró de su ropa, la empujo contra una pared y la obligó a entregar sus labios por primera vez. No eran besos suaves y cariñosos como una vez soñó, eran salvajes, ásperos y dolorosos. Ese chico le rompió el labio y la golpeó cuando ella intentó defenderse. Le arrancó los gritos y la insultó de una forma que no quería recordar. Sus manos la intentaron tocar en partes que no debían, y aunque ni siquiera hubo contacto directo, el miedo en los ojos de la rubia no desapareció hasta quedarse sola y abandonada bajo el cuadro de una mujer que deseaba protegerla con su espectro. 

 

—Dicen, mi niña… Que cuando pasen siete años, ya no habrá rastro de esas manos en ti…— Hablo la mujer del cuadro, escuchando como los sollozos ahogados en una garganta herida empezaban a detenerse. 

 

—En… en siete años… ese imbécil… ese imbécil será mi esposo…— Dijo con amargura y pesar la chica Malfoy, acunandose a sí misma en la túnica Slytherin que por primera vez había cerrado completamente sobre su cuerpo y rostro.

 

. . .

 

Ron Weasley no debía estar ahí, nunca le había gustado acercarse siquiera un poco a las mazmorras, siempre tan lúgubres, heladas y con esas luces verdes que por la noche hacían a sus ojos pesar. Con suerte, se movía por la zona cuando tenían clase de pociones, y definitivamente no entendía cómo los Slytherin podían estar ahí sin sentir miedo de las esquinas con poca luz y los ruidos que salían de las paredes. 

 

Se había ofrecido a encontrar al gato de Hermione luego de haberlo visto correr a las mazmorras cuando salieron de la sala de menesteres pocos minutos atrás. Era un cobarde de primera, y lo sabía, pero algo lo había impulsado a ir de todos modos, ignorando por completo como Harry también se había ofrecido a ir a la zona Slytherin, dando a Ron la opción de ir hacia el patio, o hacia su propia sala común, que habría sido mejor.

 

—Eres un tonto, Ron, siempre yendo a los lugares oscuros que dan miedo ¡Harry habria venido más rápido!

 

Caminaba hablando consigo mismo el pelirrojo, y habría seguido así de no escuchar a lo lejos como un leve y suave sollozo era empujado por la helada brisa que reinaba en el lugar. Dudo, pero ese impulso Gryffindor lo empujó a avanzar a paso cauteloso, encendido la punta de su varita con Lumos, lo suficientemente fuerte para alumbrar su camino, lo suficientemente débil para no alertar a quien fuera que lloraba.

 

—Que carajos… ¿Malfoy?

 

Lo odiaba, siempre lo había odiado. Hablando por sobre el hombro con la barbilla en alto, insultándolo a él y a sus amigos hasta el cansancio, siempre interrumpiendo o arruinando todo, alegando una y otra vez que ‘‘Su padre iba a saber de ello’’. Y aunque ese año, desde que repentinamente apareció como una chica, Draco no había hecho ni intentado nada, Ron siempre tendría ese mal presentimiento, más de una vez la descubrió a ella y a Harry intercambiando miradas, miradas que no entendía y asumió eran de desagrado, como siempre habían hecho.
Pero, incluso así, lo que menos esperaba Ron al entrometerse en territorio de serpientes era como la chica Malfoy temblaba y sollozaba ahogada en lágrimas bajo su túnica, con rastros de sangre a su alrededor y su varita demasiado lejos ¿Qué le había sucedido? ¿La atacó una criatura mágica? ¿Había perdido un duelo? Imposible, un duelo no la habría dejado en tal estado,  mucho menos habría dejado a los cuadros con rostros entristecidos.

 

—¿Malfoy? ¿Malfoy puedes oírme?— Sin saber si era buena idea o no acercarse, Ron preguntaba con la varita en alto, nervioso.

 

—Weasley… — dijo la muchacha de rubio cabello ante la insistencia del Gryffindor. Estaba inclinada en cuclillas, haciéndose bolita en su lugar y abrazándose a sí misma. —¿Qué tanto quieres?...—

 

—¿Qué?... ¿Qué te sucedió?— preguntó esta vez Weasley, atreviéndose a acercarse, chillando para sí mismo al ver las marcas que se asomaban en la piel de la chica. Parecían moretones que iniciaban su formación, golpes recientes.

 

—Nada que te interese.— Respondió intentando sonar arrogante, recordando todo lo que sucedió aproximadamente una hora antes —¿Acaso te quedaras ahí parado? ¡Vete!— exclamó Malfoy, riendo amargamente como el otro solo respondía rápido, nervioso. Ella misma no podía ponerse de pie, sus piernas temblaban y los moratones en formación a lo largo de su piel quemaban tanto como los hechizos de transformación física que usaba en sí misma. 

 

—Lo siento pero… eh… Malfoy ¿En verdad puedes?... ¿Puedes estar sola?— Ron se estaba cuestionando muchas cosas, estaba completamente seguro que Draco no se encontraba en el mejor estado, y lo pudo confirmar más rápido de lo que pensó al verla ponerse de pie apoyada en la pared, y caer al suelo nada más intentar dar un paso. 

 

Ron se movió más rápido de lo que pudo calcular, estuvo por tropezar con sus propios pies cuando sus brazos se alzaron y atrapó a la rubia con ellos. Evitó que ella tocara el suelo y, haciendo uso de su maravillosa condición física, la levantó en sus brazos cual princesa herida -¿acaso no era eso?- ignoró completamente las quejas de la chica y se esforzó por no ver más de lo que debía bajo la ropa de la chica. Uso Accio para atrapar la varita de Draco y, antes de notarlo, ella ya se había desmayado, cansada, en sus brazos. Como pudo corrió hacia la enfermería. En el camino chocó con algunos estudiantes, pero para su suerte, nadie pareció interesarse o reconocer a la persona que llevaba en brazos.

 

A pocos metros de llegar con Madam Pomfrey, Hermione lo vio y llamó a su nombre. No supo cómo responder, y lo único que atino a hacer fue gritar.

 

—¡Llama a Harry!— Rogó el pelirrojo, empujando las puertas de la enfermería para alertar a la enfermera.

 

No se atrevió a explicar nada, no quiso hablar, y lo único que hizo fue decir lo que sucedió, como la había encontrado temblando a mitad de un pasillo de las mazmorras, como no podía ponerse de pie y las marcas en su rostro empezaban a delatar obvios golpes hechos con maldad.
Madame Pomfrey le indico donde recostarla, y tras cerrar con magia todas las cortinas que rodeaban la camilla de la chica, lo hizo salir sin dar ella ningún diagnóstico o dato. Claro, también agradeció lo comprometido y atento que había sido al llevar a Draco en brazos desde las mazmorras hasta la enfermería. 

Cuando abandonó la enfermería, Ron estaba temblando, sus manos tenías leves rastros de la sangre de Malfoy y en su cabeza se reproducen cual disco rayado las marcas que el cuerpo pálido retrataba ¿Uno de los compañeros de Malfoy la había dejado así? Ninguna otra casa se atrevía a cruzar las mazmorras en horas fuera de clase de pociones ¿La habían golpeado hasta hacerla sangrar? No podía ser solo eso… Su falda estaba desordenada y su blusa algo abierta (Debía disculparse por verla cuando despertara), no era tan tonto como parecia, habia notado lo que posiblemente sucedio, y rogaba no fuera verdad. Le daban nauseas solo imaginarlo, solo llegar pensarlo. Sabía que la sociedad mágica era injusta con las mujeres, en especial aquellos que tenían sangre pura, pero ¿Llegar a hacerle eso a una chica? Él tenía una mejor amiga y una hermana menor, solo pensar que podrían llegar a hacerles algo a ellas hacia su sangre hervir. 

Cuando Harry y Hermione llegaron, no supo cómo responderles y Madame Pomfrey no le había dicho nada, aunque tal vez olvidó decir que sinceramente quería saber el estado de la chica que odiaba. 
Terminaron yéndose a la sala común de Gryffindor, donde, tal vez, se sentiría un poco más cómodo de contar lo que vio y descubrió. 

 

—Malfoy está en la enfermería…— Empezó diciendo, pero al notar como ninguno de sus amigos parecía entender el porqué de que le afectara tanto, se obligó a beber un vaso de agua y continuar hablando. —Cuando fui a buscar al gato de Hermione lo.. La escuché llorar, cuando llegué donde estaba, no podía moverse, estaba agachada y temblando— Sus manos temblaron y se mordió el labio —Estaba… Por Merlin, creo que un chico la atacó.— Soltó entonces, recibiendo un jadeo sorprendido por parte de ambos. Cubrió su rostro con ambas manos y se mordió la lengua.

 

—¿Estás diciendo que un chico… Que un chico abusó de ella?— preguntó sorprendida y preocupada Hermione.

 

—Su falda estaba descolocada y su blusa estaba algo abierta ¡Además tenía moretones y golpes por todas partes!… Merlín, recuerdenme disculparme con ella por haberla visto.

 

Hermione quiso vomitar, Ron estaba al borde del llanto y, contra todo pronóstico, Harry estaba enojado, enfurecido.

 

Era un secreto que hasta antes de crear el ejército de Dumbledor él y la chica Malfoy se encontraban y escapaban entre risas y charlas. Nadie le creería si de la nada decía que Malfoy había cambiado y que en realidad nunca había sido malo, mala. Lo tacharían aún más de loco y pensarían que solo estaba siendo manipulado por la que claramente debía tener padres mortifagos y que, por consecuencia, también lo era.
Tal vez se había enloquecido, tal vez había algo ahí que él no notaba, pero confiaba en Malfoy, y, si hasta el año pasado le hubieran dicho que en quinto año serían confidentes, se habría reído. Pero, tal y como dijo el primer día, Quinto año iba a ser un completo caos.

 

Notes:

Este a sido el capito más largo que escribo desde el momento. Tenía planeado un capitulo así, mucho más explicito, desde que inicie a escribir la historia

¿Por qué? Porque la sociedad mágica es extremadamente machista, y Fem!Draco, es todo lo que un hombre de sangre pura y de la época odiaría.

Luego de este capitulo la relación Harco se profundizara aún más ¿Creen que Draco pueda dejar la Mansión Malfoy y vivir su cuento?

Chapter 5

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Lo primero que vio al despertar fue como una suave y parpadeante luz de vela blanca iluminaba a su alrededor sin perturbar su sueño. A lo lejos, las voces de madame Pomfrey y la profesora McGonagall parecieron discutir algo que realmente no entendía ni escuchaba del todo bien. Tardó un par de segundos en reaccionar, en despertar por completo y recordar, recuperar la conciencia de lo sucedido la noche anterior. Se sintió asqueada, humillada y herida. Todo su orgullo había sido pisoteado y tirado a la basura en cuestión de ¿Cuánto? ¿media hora, tal vez?

Su cuerpo se sintió pesado, podía recordar como una lluvia de golpes había caído sobre su persona al intentar resistir las pecaminosas manos de Theodore Nott, y aunque ahora le cobran factura, lo había logrado, se había salvado de algo que realmente no quería experimentar con No. Y, si, era consciente que en tan solo dos años tendría que entregarse a él, pero, aquella relación que podría haber profundizado sanamente, ahora solo era odio puro. Le daba vomito de solo pensarlo, imaginarse intercambiando nupcias con él.

 

—Accio cubeta…

 

Murmuró la rubia al alcanzar su varita y poder reunir la fuerza suficiente para mover su mano y conjurar un hechizo. No esperaba que, nada más tener entre sus manos el objeto, el ácido estomacal se batiera y subiera por su garganta haciendo que devolviera todo lo que no había comido desde el almuerzo del día anterior. Al acabar y con pequeños rastros de lágrimas en sus ojos, alzó la vista, encontrándose con ambas mujeres viéndola de una forma lamentable. El asco y odio a sí mismo volvió a su persona.


—Señorita Malfoy ¿Ya se encuentra mejor?— preguntó la doctora, entregando un vaso de agua y un pañuelo de seda a la recién despertada. Recibió una mirada desconcertada, tal vez molesta.

 

—¿Qué hora es?— devolvió la pregunta, bebiendo el vaso y limpiándose con el pañuelo. Tras esa mirada que denotaba cansancio, seguía siendo ella, no se atrevió a ver a ninguna de las mujeres, y solo su mirada llevó sin brillo a la ventana más cercana.


 

—Las seis y treinta, Draco.— Respondió esta vez McGonagall , pudo notar un asombro en la joven, pero, incluso bajo la preocupación, no comentó nada al respecto. 

 

—Uno de sus compañeros la trajo anoche, señorita, un joven de la casa Gryffindor.— Empezó a contar la doctora, que también era matrona antes de entrar a trabajar al colegio. —Por suerte, no hubo interacciones más profundas aparte de los golpes. No tienes heridas internas y lo externo ya fue tratado mientras estabas inconsciente.

 

—Por protocolo, debemos informar de esto a tus padres para que, de ser necesario te asistan en San Mungo, esperábamos estar despiertos para poder informarte y enviar la carta a tus padres, señorita Malfoy.— Volvió a hablar McGonagall, pero el movimiento drástico y la mirada aterrada en el fino rostro de la niña le hizo duda.

 

-¡No! ¡No pueden avisar de esto a padre!— Declaro y seguramente la joven que años atrás se pavoneaba y defendía con el nombre y mención de su padre. Su voz había temblado, e incluso alzándola, no sonaba confiada. —Me encuentro en perfecto estado, y definitivamente no necesito que padre y madre vengan aquí. — Mintió, y ambas mujeres parecían saberlo. Aún así, no la contradijeron y McGonagall solo dio una mirada preocupada a la más joven.



—Es una maravilla que ya se encontró mejor, pero le pido que por hoy se quede descansando aquí… pesado, cuando la trajeron, su ropa no se encontró en el… mejor estado… y tuve que cambiarla mientras dormía. Si me lo permite, solicitare a uno de sus compañeros que le traiga un uniforme.— a ojos de los demás alumnos, madame Pomfrey no era alguien amable o fácil de tratar, siempre los regañaba al llegar heridos, pero para Draco y aquellas chicas que habían acudido a ella más de una vez por su periodo menstrual, madame Pomfrey no era más que una mujer atenta y preocupada que las acompañó y les explico, tal vez, por haber trabajado solo con mujeres antes de entrar al colegio.

 

—Parkinson o Zabini, cualquiera de esos dos… aunque si le dice a uno vendrá el otro de todos modos. quiero hablar con ellos.— sin rodeos, la rubia dio los apellidos de sus confidentes, y sin dar tiempo a respondedor, se recostó dando la espalda a ambas mujeres y se cubrió con las mantas hasta la nariz, dejando fuera únicamente aquella larga cabellera rubia que llegaba a recaer con levedad a un borde de la cama. No dijo más, pero el amargo sabor en su garganta seguía ahí.


Las mujeres mayores no dijeron más y apagaron la vela que iluminaba a la jovencita, cerraron las cortinas y la dejaron seguir durmiendo hasta medio día

 

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Pansy y Blaise estaban aterrados cuando Draco no llegó a la sala común esa noche. Confiaban en ella, eran conscientes de que algunas veces se alejaba a pensar, a recorrer los pasillos de sus pensamientos y filosofar sobre su realidad actual, adaptándose a la vida como una chica. Nunca supieron ni esperaron que hablara con alguien o hiciera algo en especial, mucho menos si planeaba no regresar a su habitación esa noche. Habían hablado con ella quince minutos antes de ir a la biblioteca por unos libros para estudiar juntos, cuando regresaron, nadie la había visto ni escuchado de ella, preguntaron a sus compañeros de casa e incluso hablaron con cierto par de gemelos pelirrojos que parecían siempre estar enterados de todos. Lo único que fueron negativos y encogimientos de hombros.



Aún así, ambos decidieron confiar, esperar que Draco solo hubiera llegado más tarde y que solo se había distraído caminando por las tierras de la escuela. 

 

A la mañana siguiente no la vieron salir de su cuarto privado, y con un nudo en el estómago, tampoco se atrevieron a entrar a este para seguro de que ahí estaría, aún deseosos de que solo se hubiera quedado dormida y se tomará el día para saltar clases. Ellos, por su parte, intentaron asistir al desayuno ya la primera clase, la favorita de Draco y que al parecer perdería: Pociones. 

Nada más entrar, el ambiente era tenso. El profesor Snape tenia las cejas mas arrugadas y molesta que de costumbre. El chico Weasley parecía querer vomitar por algo que pasaba por su cabeza. La chica Granger solo anotó en sus pergaminos y leía algo a escondidas. El chico Potter estaba ansioso, movía la pierna de forma rápida y constante. Ninguno de esos tres parecía haber dormido, y Pansy, acostumbrada a molestarlos -aunque ese año no lo hicieron ni una sola vez- se quiso burlar, pero ella misma no había dormido bien, y solo camino a su asiento para murmurar algo con Blaise. 

 

Detrás de ellos y hablando con otro par de chicos Slytherin, estaba Theodore Nott, riéndose de algo al parecer bastante divertido y hablando de alguna chica que Blaise no escucharía quién era. Tenía sospechas, pero sin oír específicamente de qué '' Rubia bien desarrollada '' hablaban, no podía solo lanzarse a duelo.

 

La clase fue una tortura, y cuando acababa, siendo de los pocos que aun quedaban en el salón, vieron a la profesora McGonagall hablando con el profesor Snape, quisieron a escondidas, pero no fue para nada necesario, pues no tardaron en llamarlos bajo la disimulada mirada del trio de oro que siguio sin salir.

—Señorita Parkinson, señor Zabini.— Saludo la profesora —Lamento esto, pero la señorita Malfoy solicita y necesita que le lleven una muda de ropa completa al ala de enfermería.

 

Ambos profesores pueden ver cómo los rostros de los alumnos se deformaban en desconcierto, era obvio que necesitaban mayores apoyos, pero el mismo Snape no sabía qué decir, y McGonagall realmente no quería hacerlo, confiando en que ambos chicos lograron recibir información por parte de la directora afectada. Harry no era alguien que se detuviera a pensar antes de actuar. Era un Gryffindor idiota con complejo de heroe que siemplemente se entrometia en lo que claramente no le inconvenia. Parte de él era tan imprudente como valiente, cumpliendo al pie de la letra la propaganda de su casa: un montón de leones idiotas que solo se tiraban a la acción sin pensar si eran realmente necesarios o no.



Para ese punto, a nadie pareció sorprenderle que el niño que usaron se entrometieron donde no lo invitaban, y aunque las demás casas ya estaban acostumbradas, Slytherin, o al menos ese grupito de Slytherin, no eran los más abiertos a recibirlo. Era obvio que la reina de su generación parecía odiarlo y solo molestarlo, y era correspondida por él elegido, discuten, se pelean y muchos grababan más de un puñetazo que había hecho sangrar a la heredera Malfoy antes que se hubiera paseado por el castillo con esa imagen femenina. Muchos se preguntaban si, acaso, las cosas comenzaron de igual forma si Malfoy llegaba en primer año como una niña, y otros muchos solo podrían ignorarlos, ese año estaba una tortura, y ni los propios enemigos habían tenido tiempo de pelear en lo que se llevaba de año.

Los rumores se esparcen como pólvora por cada rincón del colegio, y la boca a boca había llevado a que parte del colegio se viera creyendo que, al verso como señorita expuesta, Malfoy ya no tenía su interés puesto sobre Potter. Al contrario, otra gran parte del colegio creían que, en realidad, era Harry quien ya no estaba interesado en ella, y estaba mucho más preocupado por divertirse escondido de la mirada pública, o mejor dicho, en la sala de menesteres para quienes sabían, charlando con chicas interesadas en '' el elegido ''.

Harry se niega a oír la voz de sus amigos, aprovechando el desconcierto en ambos slytherin para moverse hacia la enfermería, ignorando los apresurados pasos de Ron y Hermione detrás de él. -¡Harry! ¡Harry Potter distensión!— Lo llamó Hermione, siendo ignorada y rechazada ¿Acaso ya no había demostrado el año anterior su capacidad de gritar y exigir que le obedecieran? —¡Harry James Potter! ¡Escúchame!— Y, cuando creyó al fin recibir atención del llamado, una puerta estuvo a centímetros de golpear su nariz. Se tambaleó hacia atrás, terminando por chocar con Ron, que solo negaba y se la llevaba a la concurrida sala de menesteres, necesitado de huir.



 

Por otro lado y dentro de la enfermería solitaria, Harry, preocupó por la que había sido su confidente durante los inicios de año, se acercó a la única camilla rodeada por cortinas cerradas y velas apagadas. Podía oírla aún dormitar, tal vez a minutos de despertar, o tal vez ya despertando. Movió la cortina de forma lenta, alzó cuidadosamente su mano y, lo primero que recibió, fue una almohada impactando contra su rostro, acompañada de un chillido de sorpresa.




—Vete de aquí, Theo !— Grito la rubia, y es que apenas despertando, lo primero que sus ojos enfocaron fue ese desordenado cabello castaño. Aunque el de Nott era mejor peinado…

 

—¿Draco? Soy yo.— bajando la almohada que había alcanzado a sostener, los ojos verdes de Harry chocaron con la mirada gélida de Malfoy. —¿Por qué Theodore Nott, si es que te refieres a él, vendría a verte?— cuestionó el entrometido, con recelo en su voz, demasiado idiota era como para notar la obvia reacción de Draco.

 

—Potter, eres tú…— un aliviado suspiro escapó de los finos labios cereza. —No es nada que te importe.— asegurado, sin atreverse a hablar de lo ocurrido la noche anterior. Había comenzado a confiar en él, sabía que Harry podría ayudarla en todo lo que le aterraba, pero eso… eso no era algo que pudiera hablar tan fácil, no con otro chico que no fuera de sus mejores amigos, claro.




—Pero…

 

—¿¡Qué crees que haces aquí!?— Se escuchó un grito femenino. Era Pansy, que acababa de abrir la puerta con la varita alzada, sosteniendo en su otra mano un elegante bolso que contenía la ropa de Malfoy. Era una muda de ropa común, pero también sus uniformes y ropa interior. No sabía realmente qué era lo que ella quería vestir.

 

—¿¡Acaso vienes a burlarte!? ¡Fuera de aquí!— Esta vez fue Blaise quien alzaba la voz, caminando a pasos firmes hasta donde Potter estaba, le apuntó con la varita y la pego a la mejilla del otro, amenazando con maldecir si no se iba.

 

—¡E-esperan! Yo… Yo no…— intenté excusarse el Gryffindor, sin tener el atrevimiento ni tiempo cuando ya lo habían sacado suficiente de la enfermería. Debería tener más en cuenta que Zabini, quien normalmente se perdería al margen, daba más miedo de lo que pensaba al proponérselo.

 

Con Potter fuera de la enfermería, el trío de serpientes podría permitirse hablar y aclarar las dudas que ambas partes tuvieran. Draco tenía mucho que decir, Pansy mucho que preguntar, pero hasta el momento, lo único que habían hecho nada más entrar había sido descubierto del león intruso, entonces, cuando los dos pares de ojos se posaron sobre el cuerpo pálido en la camilla blanca, los jadeos de sorpresa y las manos temblorosas no tardaron en hacer presencia. 

Draco se veía hermosa en cualquier estado. ya la habían visto dormir, y si ellos podrían darle una imagen, sería la de una princesa, una princesa hermosa que brillaba a la luz de la luna falsa y las velas que decoran su habitación, también la había visto bajarse de su escoba luego de un partido de quidditch, bañada en sudor, jadeando con el uniforme desordenado y masculino, con las mejillas sonrojadas y el cabello completamente descuidado, y aún así, se veía preciosa, aún más cuando sonreía y celebraba la victoria con el resto del equipo. 

Pansy la amaba, adoraba y valoraba su amistad desde primer año ¡Pero realmente la envidiaba! No en mal o con malas intenciones, obviamente, era una envidia cómica, que, en realidad, Draco sabía. Era imposible que una persona se viera perfecta incluso en el peor estado, y muchas veces, tanto Pansy como Blaise habían intentado encontrarla en alguna situación desfavorecedora, lamentablemente, incluido ahí, en la camilla del hospital, bañada en moratones, con un ojo morado y el labio roto, Draco se vio como una imagen etérea, como alguna diosa o estrella que abandonó el cielo para acompañar sus vidas mortales.

 

—Que… ¿Qué te pasó? — el primero en hablar fue Blaise, su voz temblaba y su cuerpo se movió torpe a un lado de la camilla, Draco se carcajeó con pesadez.

 

—Ser mujer es una mierda ¿No crees?— fue lo que dijo, usando accio para atraer la ropa que Pansy le había llevado, se vistió con otro hechizo, impidiendo levantarse y ser vista en paños menores por sus amigos. Se puso, con tranquilidad, su uniforme pulcramente limpio y sin rastros de lo que la noche anterior había sucedido.

 

—¿¡Quien fue!?— Dijo esta vez Pansy, corriendo a la camilla y sujetando de los hombros a la rubia. Estaba furiosa con ella misma, por no haber cuidado a Draco, y estaba furiosa con quien fuera que la dejó así. — ¿¡Quien fue el imbécil que te dejó así!? ¡Lo mataré! — todos los que la conocían sabían que era ambas caras de la moneda, Pansy podía ser la chica más animada y coqueta que podía existir, pero, también era una bestia. Pocas veces la podrian hacer enojar como para reaccionar de forma salvaje, una reducida de personas la habian visto en ese estado, y quienes lo habian hecho, sabian que no era buena idea meterse con ella. Era una bruja inteligente, astuta y realmente fuerte, no le importaba tirarse a pelear con las manos y poco menos le importaría lanzar hechizos y maleficios a su favor, y Draco reconocía su potencial. 

 

—Pansy, calmate!— Sosteniéndola por la cintura, Blaise la arrastró lejos de la camilla, conteniendo a la víbora que amenazaba con lanzar veneno.

 

—Papá me comprometió a inicios de año, en séptimo año abandonaré el colegio y me obligaran a casarme con Nott… Theodore Nott, triste, su hermano menos es más agradable.— intentó bromear, hacerse reír a sí mismo, lastima que lo único que la modificación era querer llorar de nuevo. —Anoche él… anoche él me encontró en el pasillo y… y me obligo a besarlo… me intento tocar y me golpeo…— no podía mentir, no podía resistirse y evadir la voz de Pansy. Tenía miedo, estaba muerto de miedo y pánico, no quería estar en la misma sala común que Nott, no quería cruzarse con él en los pasillos, mucho menos en clase. 

 

—¡Ese maldito! ¡Voy a matarlo!— Entonces, fue imposible intentar detenerla.

 

Pansy pataleo y dio golpes al aire, se soltó del agarre de Blaise y corrió fuera de la enfermería, poco le importó oír los gritos de sus amigos detrás de ella o darse cuenta que ambos, incluido Draco, la siguió a paso rápido llamando a su nombre. Ella iba con una sola idea en mente y nadie la iba a detener, iba a hacer temblar a Theodore Nott, iba a defender a su amiga e iba a alegar, a abogar por ella, gritaria con fuerza e incendiaria con su voz, nadie la iba a callar o evitar que lo hiciera. Que tocaran a Draco, era como si la tocaran a ella misma, y juró con su alma que nunca le tendría miedo o sería menos que un hombre. —Eres

 

—Eres un maldito hijo de perra, Nott!— Caminando a pasos largos y fuertes, con la varita en alto y la rabia en sus ojos, gritó Pansy Parkinson cuando sus ojos habían divisado al culpable de su enojo.

 

Ni siquiera le había importado o le importaría llamar la atención a la mitad del pasillo, alzando la voz con arrogancia y empujando, sin fuerza real, a los demás estudiantes -la mayoría de primero y segundo- que rodeaban al heredero Nott. Ellos solo observarán desde fuera, no lo notarán ni entenderán.

 

—¿Q-qué? ¿Qué te pasa Pansy?— Theo se había sorprendido, no esperaba ser tomado, a mitad de un pasillo, por Pansy. No tenían una mala relación hasta el momento, se soportaban y, si tenían que hablar, lo harían.

 

—No vuelvas a hablarme, maldito acosador se mierda!— Pansy estaba que echaba fuego por la boca, y nadie podía detenerla, era una bruja fuerte, y si tenía que iniciar una movilización, un revuelo, de brujas durante ese año, en ese pasillo, poco le importaba comerse el castigo que le darían —No vuelvas a acercarte a mi oa Draco! ¡Te veo un maldito centímetro cerca de ella, y te arrepentirás de pisar el colegio!

 

Pocos metros detras de ella, estaba la nombrada y otro de sus amigos. Habían corrido tanto detrás de ella, que la pobre rubia no sentía ya las piernas, bañadas en moretones y protegidas por las opcionales gruesas medias negras del uniforme que utilizaba para, normalmente, refugiarse del frío invernal.

 

Blaise abrazaba a Draco, la escondió y protegió entre sus brazos. Draco, cansada y herida, cubría su rostro con ambas manos, estaba al borde del llanto ansioso. Incluso conociéndola, no esperaba que Pansy reaccionara así, tampoco esperaba que el mismo Blaise hubiera casi roto su varita al apretarla en su puño. Y, aunque sentía miedo estando cerca de Theo, la seguridad que el cuerpo moreno de Blaise y la voz furiosa de Pansy le daban, acunaban su corazón.

 

—¿Draco? ¿Esa tonta acaso no les dijo? ¡Que todo el colegio se entere, entonces! ¡En menos de dos años estaremos casan-!

 

No pudo terminar de hablar cuando un puñetazo golpeó contra su rostro, un puñetazo lo suficientemente fuerte como para haber sentido uno de sus dientes soltarse y caer al suelo. Se quejó, y estuvo por devolverlo, de no ser por la lluvia de golpes que cayeron contra su rostro. Era imposible que una chica fuera capaz de tal atrocidad, pero ahí estaba, y todos lo estaban viendo. Pansy arremango las mangas de su túnica, acomodo su cabello y se lanzó sobre Theodore Nott a golpearlo como si su vida dependiera de ello. Lo empujó al suelo y lo golpeó tanto, o incluso más, como él había golpeado a Draco, lo hizo gritar del dolor, le soltó algunos dientes y le rasguño el rostro con sus uñas perfectas, le pisoteó la entrepierna y el estómago, pateó sus costillas y sus uñas tienen leves rastros de sangre ¿Que si acaso le habia roto algun hueso? Que importaba,

 

—Y no vuelvas a hablar de ella tan a la ligera. El día en que alguien se case contigo, será por pena y vergüenza.— escupió sus palabras cual veneno, y escuchó una última pisada en el estómago, Pansy Parkinson se acomodo tan digna, caminando hacia sus amigos y yéndose junto a ellos tan campante como si solo hubiera matado a una mosca.

 

Ese día, a las 13:21 de la tarde, todos los que estuvieron presentes en la escena fueron testigos de cómo una serpiente casi asesinó a otra, y se dio cuenta que, tal vez, era mala idea intentar acercarse a la reina blanca y sus caballeros. 

 

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Fue una cuestión de horas para que la noticia llegara a los oídos del trigo de oro y el ejército de Dumbledore.

 

Las noticias y chismes se esparcían como pólvora a punto de prender y, aunque Luna no lo vio como tal un chisme, fue la primera en llegar a la sala de Menesteres contando lo sucedido, seguida de Ginny Weasley.



—Oh... Escuchamos que una chica de Slytherin golpeó a uno de sus compañeros y tuvieron que enviarlo a enfermería.... Yo creo que fue a Theo, el no me agrada, ya inicios del semestre vi a Draco llorar por su culpa , no me quiso contar, pero me dio tristeza verla, como si un dementor estuviera ahí.

 

Explicaba la calmada Luna a las cinco personas que mejoraron sus amigos, aunque ante la incomodidad del trío de oro, volvió a hablar.

 

—Oh... No fue Draco quien lo golpeó, Draco también estaba en la enfermería... Según los cuadros, anoche sucedió algo, debería ir a verla.

 

En cierto punto Luna había comenzado a divagar en sus propios pensamientos. A ella le agradaba Draco, había sido, desde el inicio, una de las pocas personas que no se había burlado de ella y que, en realidad, la había defendido más de una vez. Eran primos, y aunque en vacaciones no se hablaron ni sabían del otro, Luna estaba segura que Draco no la odiaba, Draco incluso la había ayudado a encontrar sus cosas cuando los Nargles se las habían robado.

 

Ginny, al contrario, y quien odiaba a Draco -ya los Slytherin en general- no entendió porque su hermano, Ron, Hermione y Harry, parecían tan incómodos y atentos a las palabras de Luna, nunca antes les había visto tan interesados y afectados por algo que le sucediera a Malfoy.

 

—Luna ¿Sabes si Draco sigue en la enfermería?— preguntó Harry.

 

—Creo que no, escuche de unos chicos que ella también estaba cuando golpeó al chico Slytherin...

 

—Pansy Parkinson golpeó a Theodore Nott.— intervino esta vez Ginny, quien había escuchado un poco más de lo sucedido. —Le grito en la mitad del pasillo y lo molió a golpes. Escuché que tal vez tengan que enviarlo a San Mungo, no podía ni levantarse del suelo.

 

Un escalofrío helado recorrió la espalda de Harry, comprendiendo cómo habría terminado él si no hubiera dejado la enfermería, aunque dudaba, él no había ido a molestar a Draco, eran amigos ahora, ella le gustaba... como amigos ...

 

La conversación se dejó hasta ahí, no siguió tocando el tema y las clases y "entrenamientos" del ejército de Dumbledor continuaron hasta la hora habitual a poco tiempo del toque de queda. Para todos fue normal, pero Harry estaba incómodo y ansioso, casi deseando que la puerta de la sala de Menesteres se abriera y por ella entrara Malfoy.

 

Lastima que eso no sucedió, y al día siguiente él volvió corriendo cual perro faldero detrás de Malfoy, buscándola a ella ya su atención. Ahora, tal vez, sería el doble de difícil acercarse a ella con su par de “guardias” acompañándola a todas partes.

Notes:

Este no es realmente mi capitulo favorito...
Pero amamos a Pansy <3
y es el pase a iniciar ya con el Harco ;)

 

RECUERDEN este fic esta basado en la película NO EL LIBRO
Me harían un favor comentando y compartiendo con más personas
¡Gracias por leer!

Chapter 6

Notes:

Escrito en una noche y sin dormir <3
algo para calentar el corazón.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Harry estaba insoportable, y era algo que nadie de la sala común, o del ejército de Dumbledore, podía ignorar. Suspiraba tras las esquinas, arrastraba los pies y se confundía al hacer sus propios hechizos. No había nada de sentido en su actuar y parecía delirante a cada segundo que cierta chica rubia de verde vestiría se paseaba por delante de sus ojos. 

 

No se había acercado más de la cuenta, y aunque quisiera, no había forma de que pudiera atravesar el muro invisible y psicológico creado alrededor de la rubia. No solo era seguido por su par de amistades, aquellos que los primeros dos años del colegio la siguieron cual sirvientes, volvían a sus espaldas, siguiendo sus pisadas y movimientos. Para cualquiera que intentara acercarse, le perseguía un destino, posiblemente, idénticos al de Theodore Nott, quien tras ser dejado molido por los golpes de Pansy, había tenido que ser llevado no solo a la enfermería, por la noche lo habían enviado a San Mungo , y los alumnos murmuraban que habian tenido que ser puesto bajo cuidados intensivos. ¿Quién intentaría acercarse a Draco con esa información tan caliente? Nadie que tuviera dos dedos de frente y la capacidad de pensar antes de actuar.

 

Por suerte, Harry no tenía ninguna de las dos. 

 

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La principal cualidad de los Gryffindor siempre había sido su valentía, su orgulloso pecho hinchado por los retos difíciles y su fuerte coraje, su capacidad de nunca darse cuenta por vencido. Pero, desde que Pansy había convertido a Nott en carne molida y Draco había comenzado a caminar como una auténtica reina, rodeado de sus guardias que amenazaban con atacar y dar su vida bajo el nombre de Draco Malfoy, un mes atrás, Harry estaba siendo un completo cobarde. 

 

El primer día, había perseguido a Draco cual perro faldero con la cola entre las patas, sin hacer ruido, pero sin esconderse. No quería llegar a asustarla, hacerla creer que alguien volvería a atacar por la espalda como había hecho Nott, pero tampoco quería pasar desapercibido para ella, quería gritar su presencia, quería correr y perderse juntos en el bosque como habían hecho tiempo atrás, antes que el ejército de Dumbledor se formará. Pero a la lejanía solo había sido empujado con Blaise, quien nada dijo, pero tampoco le dejó hablar, para su propio consuelo, en la clase de pociones que compartieron aquel día, la última de la jornada, intercambiaron miradas, y una tímida sonrisa de Draco le consoló la culpa.

 

No quería culparse, no quería adueñarse de la culpa y del mal sabor de boca al pensar que tal vez , en realidad, era culpa suya que Draco hubiera sido atacada por la espalda. Supo que ella lo había ido a buscar a la sala de menesteres, supo también que Ginny le había echado sin siquiera preguntar que buscaba, se molesto, pero incluso molesto, no podía exigir nada, la extraña relación que llevaba con Malfoy era secreta, clandestina, y exponerla sin permiso de Draco sería faltar a la confianza que en algún momento se prometieron. Tal vez no habían hablado aquel tiempo en que todo empezó, tal vez ella no podía entrar a la sala de menesteres ni acercarse sin ser juzgada, pero Draco nunca abandonó la mente y las memorias de Harry, y, tal vez, tampoco abandonó su corazón.

 

Había una única persona que sabía de aquella relacion, y era su Padrino, quien aquel mes en que Harry persiguió a Draco cual perro herido, no solo le había hablado y lo había apoyado, también le había hecho notar lo que corazón gritaba y su mente negaba: Estaba enamorado, le gustaba Draco, y por más que quiso hacerse a la idea de que solo era un gusto pasajero, una caricia a la mirada por el repentino aspecto femenino, un par de horas recostado en su cama con los ojos en el techo, vagando en sus memorias, le bastó para notar que, en realidad, Draco le gustaba desde mucho antes, desde que su cabello aún era corto y su pecho plano ¿Desde tercer año, tal vez? ¿O durante el torneo de los tres magos, cuando un odio inexplicable se llenaba en su pecho cuando lo veía hablando con un chico de Durmstrang o una chica de Beauxbatons? Ahora podía comprender porque, desde inicios de aquel año, cuando ella no lo rechazó, una seguridad que ahora se convertia en cobardía se había hecho lugar en su pecho.

 

La seguía por los pasillos y se escondía tras los pilares cuando ella se giraba a su encuentro, suspiraba por su atención cada que compartían clase, y aunque ella no se diera ni cuenta de sus suspiros callados se quemaban en su pecho con tan solo verla a lo lejos. Sus ojos brillaban cuando chocaban por segundos y su corazón cobarde le hacía huir, regresar la mirada al pergamino o girarse a ver a Ron en un vago intento de apaciguar el calor que quemaba su garganta. 

Estaba siendo un completo cobarde y ella no se da ni cuenta, no lo sabía y no lo esperaba, ella era la dueña del amor que despertaba en su pecho, y cada vez la veía más lejos en la inmensidad, corriendo tras ella sin esperar poderla alcanzar. 

 

Intento hacer de todo para que ella volviera a notarlo, de cualquier forma, en cualquier situación. Se equivocó a propósito y se cayó de la escoba por voluntad. Quería ser el sol que entra por su ventana y lo primero que sus ojos vieran, pero, sin importar lo que hiciera y cuando la persiguiera, ella no se giraba a su encuentro ni movía los labios por él ¿Acaso era un castigo divino? ¿Acaso era el odio de algún dios lo que lo alejaba de ella? ¿O tan solo el destino se burlaba de él, ahora que se apasionaba por una mujer y buscaba su cariño? No lo sabía, y tal vez solo era un drama adolecente, un revuelo de emociones y hormonas, pero vivir así era morir de amor, y ya no podía seguir así.

Cuando sus labios ardían deseando besarla y se había levantado de la cama a mitad de la noche soñando con tenerla entre los brazos, se deslizó por los pasillos bajo la capa de la invisibilidad, abriendo la sala de menesteres ante él y, a la luz de la luna, se encontró con una larga y suave cabellera rubia que brillaba al centro de la sala, observando con fascinación su alrededor. Intentó huir con esa cobardía de amor, su cuerpo tembló y sus mejillas se sonrojaron, entonces, ella se giró sobre sus talones, y cuando la capa de invisibilidad se deslizó por la cabeza y hombros de Harry, sus ojos se encontraron, y el anterior brillo de los ojos grises se convirtió en pánico, en vergüenza.

 

—Yo… Lo siento… Ya me iba.— Se apresuró en responder Draco, moviéndose cual serpiente para huir.

 

—Quédate… por favor…— Rogó Harry, cerrando la puerta que amenazaba con delatarlos tras de él. Sus ojos brillaron y su cuerpo tembló, pero no la dejó irse. —¿Comó…? ¿Tu aqui?...

 

—¿La sala de menesteres?— Harry asintió, y Draco vio hacia la ventana que mostraba una perfecta luna llena. —Apareció, a mitad del pasillo… No podía dormir y simplemente… vine aquí.— admitió la rubia, respirando con profundidad.

 

—Yo tampoco pude dormir.— una sonrisa se filtró en los labios nerviosos, y caminando tras ella, se acercó por la espalda de la rubia, más se puso a su lado.

 

—Con que… ¿El ejército de Dumbledor?

 

—Un nombre perfecto ¿No crees? A los demás les gusta.

 

—Es pesimo.— dijo sin más, de forma molesta

 

—¿Qué? ¿Por qué?— preguntó alarmado.

 

—Dumbledor ya es investigado por el ministerio ¿Y ponen su nombre a un ejército que él no mandó a preparar? ¡Es ridículo! ¿Acaso buscan que lo acusen y manden a azkaban de una vez por todas?— ahí estaba la Draco de siempre, ajena a esa mirada melancólica. Harry quiso tocarla. 

 

—Err… Nos parecía un buen nombre… aunque cambiarlo no estaría tan mal…

 

—¿Acaso tomarás en cuenta mi opinión? Wow Potter, te volviste loco.

 

—Algo que diría cualquiera que nos vea así, Malfoy…

 

Un silencio se formó entre ellos, y aunque no fuera incómodo, se sentía incompleto. Mucho tienen que hablar, que aclarar, y aunque ninguno parecía saber por dónde empezar, ambos sabían que era necesario. Era la primera vez que estaban completamente solos desde que todo había empezado, y sus corazones parecían extrañarse.

Draco tembló y Harry notó que, como siempre, solo vestía la blusa del uniforme. Ella se abrazó a sí misma y cerró sus ojos, sin esperar que un cardigan rojo se posara sobre sus hombros y un calor suave, acompañado de un aroma conocido, la rodearan y acunan. Ella alzó la mirada, sus labios rieron y sus manos acomodaron el cardigan de Gryffindor en su cuerpo, no lo rechazó ni devolvió, pero cuando sus ojos se encontraron con los de Potter, algo vibró en sus pecho.

 

—Sabes… Desde lo de Theo, realmente no me siento cómoda junto a los chicos que no sean, pues mis chicos, pero… contigo es diferente.— avergonzada, agacho la mirada, perdida en la forma de sus propios zapatos.

 

—Draco, yo…

 

—Dejame hablar, Potter.— se apresuró a responder, aclarando su propia garganta. —Es tu maldito aire de Héroe ¿sabes? No se como lo haces, no tengo idea de cómo lo logras, pero no me da miedo estar aquí, a solas… Tu eres tan…

 

—Me gustas.

 

—¡A eso iba! Me gusta estar contigo… espera ¿Te gusto?

 

—Eso, me gustas… pero me gustas como chica, como mujer…

 

—Esto es tan… ¿Loco? es imposible.

 

—Draco… Mírame, por favor…— él la llamó y ella cumplió su pedido. —Eres… llevó delirando por ti desde hace un mes, llevo siendo un cobarde, siguiéndote en los pasillos y escapando cada que me mirabas… Draco, eres como una estrella, una hermosa estrella que cada vez se aleja más de mí, intento alcanzarte, pero… no lo notas…

 

Quería llorar, era la primera vez que se sentía tan puro, tan sí mismo, capaz de expresarse de tal forma que sus hombros perdieran un peso enorme. No esperaba ser correspondido ni nada, al contrario, se estaba preparando para ser hechizado, golpeado y enviado a la enfermería. Pero nada de eso pasó, y cuando iba a volver a hablar, un par de labios helados chocaron con los suyos. Su mente quedo en blanco, sus ojos se secaron y, sin saber que hacer, solo lo correspondió más pronto que tarde, de forma torpe, pero pura, expresando y recibiendo todos los sentimientos que las palabras no podían decir. 

No era su primer beso, pero si era el mejor, y era el que atesoraria por el resto de sus días, el que recordaría como el verdadero primero.

Sus manos se movieron tímidas, se apoyaron alrededor de la pequeña cintura de Draco, y aunque ella dio un pequeño salto ante su tacto, no lo alejó, y como respuesta, alzó sus propias manos, enredando sus dedos en los salvajes mechones de Potter. 

 

Se separaron al rato, cuando ambos consideraron y necesitaron respirar. Sus mejillas estaban sonrojadas y sus respiraciones nerviosas. Draco no lo miró, pero tampoco se alejó del extraño abrazo que tenían. Se quedaron abrazados un par de minutos más, hasta que el pecho de Harry se levantó un poco más en un profundo suspiro que le intentaba dar confianza.

 

—Sal conmigo.— pidió, entonces

 

—¿Qué?

 

—Sal conmigo, se mi novia, por favor.— rogó

 

—Por merlín… Yo,,, Harry, no… no puedo…— nerviosa, Draco se separó, usando las mangas del cardigan, que claramente le quedaba grande, para ocultar su rostro.

 

—Draco… Por favor… Te ruego con cada latido de mi corazón que seas mi novia… No me importa si tus padres te comprometieron con alguien, no me importa si tu padre intenta matarme por esto… De verdad, quiero que seas mi novia…

 

—Mi padre se enterara de esto… y va a matarnos…

 

—Si es necesario ponerme de rodillas lo haré, Malfoy…— dijo esta vez, impaciente

 

—No, no lo hagas, te verás ridículo, y mi novio no puede hacer el ridículo.

 

Harry jadeo, y antes de poder hablar de nuevo, Draco asiento, aclarando que si había aceptado salir con él. Podrían hacerlo a escondidas de sus padres, aunque no quería que fuera a escondidas del mundo. Sería algo que deben planificar mejor, después…

Harry gritó, saltó y se emocionó, antes de lanzarse a abrazarla de nuevo, volviendo a besarla con las emociones revoloteando en todo su ser. Draco no lo rechazó, pero si lo alejó en su debido momento, aun sin sentirse tan cómoda al contacto físico. No desconfiaba de Harry, pero se sentía impura luego de lo sucedido.

 

—Potter, es tarde, regresamos a nuestra habitaciones…

 

—¡Ah! Déjame llevarte hasta las mazmorras… 

 

—Pansy y Blaise podrían verse, son de sueño ligero, puedo irme sola.

 

—¿Estás segura…?

 

—Completamente ~ Tu igual deberías irte yendo, ya.— Ella lo burló caminando a la puerta que se habló por su cuenta, acomodando el cardigan y despidiéndose con la mano. —Hasta mañana, Potter…

 

—Hasta mañana…— embobado, Harry se quedó solo, olvidando completamente que ella se llevó su cardigan de Gryffindor. No le importo, y gritando para sus adentros, bañado de emoción, vuelto a su habitación bajo la capa de invisibilidad.

 

Poco le importó si Ron estaba despierto o no, nada más cayó en su cama, respiró profundamente y agradeció en voz alta. Quería gritarlo a los cuatro vientos, contarle a todos que tenía novia y que era la mismísima Draco Malfoy.

 

No durmió esa noche, pero valió completamente la pena.

 

Notes:

Algo cortito para sanar el corazón ~ ❤️🐍

Bajo mi propia experiencia como mujer, Draco, si bien, no quedo del todo traumatizada como para odiar a los hombres, no confía en ellos, y si, Harry es la excepción, porque a ella le gustaba y confiaba en él desde antes (Lo mismo con Blaise, que lo ve como un hermano).

¡¡Todo esto se desarrollara mejor en futuros capítulos!!

Chapter 7

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Aunque lo último que Draco podría esperar sería el contarle a sus amigos de su reciente y nueva relación, nunca espero que, a la misma mañana siguiente, ellos lo descubrieran más pronto que tarde, interrumpiendo en su habitación sin siquiera avisar y encontrándola, completamente dormida, utilizando un cardigán rojo que claramente no le pertenecía.

 

No era un secreto para nadie que desde lo sucedido con el heredero Nott, tanto Pansy como Blaise tenían su atención aún más puesta sobre Draco, la seguían y acompañaban a clases que ni compartían. Y, aunque Malfoy les llegara a pedir a gritos que la dejaran sola, ellos no lo harían. Le daban espacio, claro, se alejaban si ella lo pedía, la dejaban pensar en silenciosa soledad, pero no la dejaban, se mantenían a su alrededor, marcando esquinas u observando a cualquiera que intentara acercarse, por suerte, Goyle y Crabbe también se habían vuelto a unir a la pandilla, y con ellos ahí, podían tener más puntos bajo la mira y cuidado, evitando que personas no dignas se acercaran (entre los cuales, claramente, estaba cualquier Gryffindor que intentara siquiera respirar cerca de Draco).

 

Draco era alguien que acostumbraba despertarse más temprano de lo normal, o que sus amigos, al menos, y no dudaba en esperar a sus amigos y compañeros sentada ante la siempre encendida chimenea de la sala común, algunas veces leyendo, otras tantas solo observando el movimiento de las aterradoras corrientes del lago negro que golpeaban contra las ventanas de las mazmorras, ventanas que, ante la seguida presencia del aterrador calamar gigante, se mantenían cubiertas por pesadas cortinas de color esmeralda y cuerdas de plata serpenteante. 

Para Pansy y Blaise, verla ahí, siempre tan solitaria y altiva, era un consuelo al miedo de no volver a encontrarla por las mañanas. Era una promesa silenciosa, un juramento inquebrantable que los obligaba y daba el permiso a interrumpir la habitación privada de Malfoy cuando no la vieran sentada ante la chimenea por la mañana, o cuando no la vieran entrar y encerrarse en su habitación por la noche, perseguidos por el recuerdo helado de no haberla buscado el único día en que no la vieron salir primero o después que ellos.

 

Su primera clase era a las nueve de la mañana, y cuando a las siete con treinta Draco aún no había salido de su habitación, Pansy sintió que algo no iba bien. Si bien no era obligatorio, era un ritual que nadie se saltaba, desde las ocho en punto, cada grupo de estudiantes entraba al gran comedor y se disponía a desayunar en compañía de amigos y compañeros, ellos no eran la excepción, Draco nunca había perdido la oportunidad de desayunar los elegantes y ligeros platillos servidos especialmente y por petición de ella misma, en su mesa.

 

—Ella aún no sale, Blaise, tenemos que ir a verla.— dijo Pansy cuando ya no se creía capaz de esperar la aparición de Draco.

 

Blaise, que era el más calmado de ese grupo, y también el más orgulloso de la sangre, acababa de acomodar su túnica exterior cuando Pansy le habló y lo sacudió con desesperada confianza, desordenando su perfecta tela planchada. La entendía, y no dudaba en acompañarla de ser necesario, igualmente preocupado por cómo podría estar su otra amiga.

 

—En cualquier caso, deberías entrar primero, Pansy, ya sabes, por si está durmiendo en ropa interior o su camisón es… muy translúcido.— aunque, a esas alturas de la amistad, a él ya no le avergonzara la confianza que ellas podían tomar a su alrededor, seguía siendo un joven caballero bien criado por su madre, la señora Zabini, que había vuelto a enviudar pocos años atrás, y realmente se negaba a interrumpir el cuarto de una chica dormida sin su permiso y sin atreverse a descubrir cómo es que ella podía dormir.

 

—Ridículo ¿Recuerdas que el año pasado dormimos los tres en su habitación? Sabes que las mazmorras son tan heladas que ella duerme con suéter y pijama de invierno ¡Solo en las vacaciones la he visto en ropa interior o con camisón! y no te hagas Zabini, tu igual la has visto.—  

 

Pansy señalaba cual víbora, caminando a la única puerta que estaba bloqueada por una doble contraseña que nadie podía atravesar. ‘‘ Estúpido Potter ’’ y ‘‘ Lirio blanco ’’ salió entre murmullos de sus labios, contemplando como la puerta se desbloqueaba y abría lentamente ante ella. No dudo ni espero para entrar, caminando a paso ligero hacia la cama al centro de la habitación, suspirando agradecida de que el bulto en la cama siguiera ahí, respirando tan plácidamente que le dio dolor en el pecho tener que despertarla. Llamó a Blaise antes de hacerlo, claro, esperando que la puerta se cerrara tras el moreno cuando ya debían despertar a la única rubia platino del grupo y la generación. 

 

—¿Se habrá quedado despierta hasta tarde?— preguntó sin esperar respuestas Blaise.

 

Desde inicios de año, se habían dado cuenta de un repentino cambio en la rutina de Draco. No solo se mantenía despierta hasta más tarde, también se desviaba lentamente del camino y se perdía sola en la lejanía de los jardines y alrededores del colegio. Al inicio no le habían dado importancia, solo era Draco, posiblemente, buscándose a sí misma, pensando en la comodidad y el cambio, el dejar de ocultarse bajo hechizos y pociones. No entendían su dolor, posiblemente nunca lo harían, pero si habían sido testigos de cómo sufría, de cómo en tercer año, luego de ser golpeada por Hermione, los efectos del hechizo transfigurador se alteraban. Nunca podrían olvidar cómo la encontraron, en el abandonado baño que usaban como guarida en las mazmorras, cubierta de heridas punzantes y quemaduras hirvientes, esa había sido la primera vez que la vieron sin el hechizo encima, con un cuerpo apenas empezando a desarrollarse con heridas marcadas y oculto bajo la camisa de su uniforme. La intentaron ayudar y apoyar, pero cuando ella misma se hechizo ante ellos y su cuerpo empezó a cambiar de una forma dolorosa, como si sus huesos se derritieran y sus músculos se aplastaran a la vez que se moldeaban, no pudieron seguir viendo, todo empeoro cuando, dándole la espalda, la escucharon gimotear, gritar del dolor que ni ella misma, luego de tanto tiempo hechizando de esa forma, podía soportar. Entonces, obviamente pensaron que aquel cambio se debía a la ausencia de dolor e incomodidad en su cuerpo, en la libertad de poder mostrarse tal y como era naturalmente. Ahora, su rutina había vuelto a cambiar, y aunque les doliera, sabían la pura y real razón: Miedo, vergüenza. 

Draco había dejado de dormir a su hora luego de lo sucedido tiempo atrás, las velas de su habitación se mantienen prendidas hasta pasadas las cuatro de la mañana, bajo sus ojos se pintaban pequeñas bolsas oscuras que cada vez se notaban más y, simplemente, aquel brillo infantil que sus ojos alguna vez tuvieron ya había desaparecido, su mirada se nublaba en melancólica distracción, caminando por caminar, sin seguir un camino fijó, sin un rumbo concreto, viendo sobre su hombro, buscando sombras en las esquinas y temblando por cualquiera que le hablara por la espalda.

Por suerte y alivio general, esto último se había controlado, sus ojos aún vivían apagados, pero la conciencia regresaba a su persona, había vuelto a seguir caminos determinados, a hablar con normalidad. Había dejado de asustarse cuando la llamaban o le hablaban desde la espalda, sin que sus pupilas se movieran nerviosas cada que veía a lo lejos una sombra tras las esquinas y muros. De a poco volvía a ser ella, pero su sueño se alteraba cada vez más, y poco les sorprendería escuchar que Draco, en realidad, se acababa de dormir minutos atrás.

 

—¿Qué...? ¿Qué hacen aquí?— Se escuchó desde la cama, y una recién despertada Draco se sentaba lentamente, estirando los brazos y bostezando de forma pesada, aún adormilada. 

 

—¡Draco! Son poco más de las siete con treinta y tú sigues dormida.— Recalcó Pansy, rodando la mirada a la vez que se sentaba al borde de la enorme cama y Blaise se sentaba en el sofá de doble plaza y terciopelo verde oscuro. Siempre iban a envidiar, sin malas intenciones, la habitación privada de la rubia.

 

Aparte de ser casi del mismo tamaño de las compartidas que usaban todos, posiblemente más grande, estaba decorada de una forma pulcra y elegante. Su cama era enorme, enorme, cómoda y rodeada por un dosel negro por dentro, con cortinas de tul blanco por fuera. El año anterior habían dormido más de una vez los tres juntos, y siempre extrañaran y recordarán con añoranza la comodidad del colchón y la suavidad de las sábanas que acariciaba sus pieles como si se tratara de suaves plumas de Augurey (como el plumón de un cisne, para los muggles). Estaba hechizada para mantener un ambiente cálido sin la necesidad de una chimenea constantemente encendida, tenía su propio sofá y mesita del té, al igual que su propia zona donde estudiar en privacidad, con escritorio, estantería e incluso un tocadiscos eternamente encendido con una tranquila melodía que acariciaba los oídos de quien entrara a la habitación. Tenía acceso a su propio baño, y un propio armario hechizado para poder guardar toda la ropa y accesorios que necesitará.

Cualquiera soñaría con ello, y ellos no eran la excepción, aunque, al contrario del resto de la casa Slytherin, ellos si podían entrar a la privacidad y comodidad de la habitación cada que quisieran.

 

—¿ah? ¿¡Las siete con treinta!? ¡Por Salazar! ¡Llegaremos tarde al desayuno!— Despertando de golpe y tal vez demasiado rápido, Draco se deslizó y levantó de la cama, lanzándose al armario para alcanzar su uniforme.

 

Pansy se carcajeó, pero siguiendo la mirada y el carraspeo de Blaise, quien acababa de levantarse lentamente del sofá, no tardó en observar la… especial forma de dormir de Draco. Estaba, como era de esperarse, con unos holgados pantalones para dormir invernales, grises que se abultaban en sus pies y se ajustaban a su cintura. Suponían, que debajo de aquel suéter llevaba una camisa de dormir de igual tela invernal, pero eso no era lo que los hacía observar, era, especialmente, ese Cárdigan. Rojo, holgado, con detalles amarillos y un notorio escudo de León en el pecho izquierdo. No era de ella, eso era obvio, se abultaba en sus muñecas, caía atractivamente por su hombro y llegaba un poco más abajo de la curva de su cadera, posiblemente, usándolo junto al uniforme, llegaría a cubrir la corta y estilizada falda que Draco usaba. 

 

—Hey hey hey, quieta Malfoy.— siseó Pansy, levantándose de la cama y siendo seguida por Blaise, quien se atrevió a hablar por primera vez desde que entraban al cuarto.

 

—¿Qué se supone que estas usando, mujer?— interrogó directamente, alzando una ceja y haciendo una mueca con los labios.

 

—¿Eh? Mi pijama ¿Qué más? Ustedes entraron a mi cuarto mientras dormía ¿Qué les sorprende? Saben que soy friolenta por la noche.— extrañada y sin entenderlos, Draco lanzó el uniforme a la cama, dispuesta a empezar a cambiarse.

 

—No nos referimos a tu Pijama, Draco.— Pansy se acercó a paso lento, cual serpiente rodeando a su presa. Por obviedad, Draco retrocede, y antes de notarlo ya había caído sentada en su cama desordenada.

 

—¿Entonces a qué? Chicos, llegaremos tarde, tengo que cambiarme.— hablo rápido, incapaz de entender a que se refieren, debían entenderla, acababa de despertar y su estómago ya temblaba del hambre acumulada.

 

—De donde sacaste ese chándal.— no era una pregunta, era una orden, y la obligarían a responder si era necesario. Cruzado de brazos, Blaise analizó la habitación, en busca de alguna otra cosa perteneciente a la casa del León. Por suerte, para Draco, no había nada más.

 

—¿Qué chándal?... oh… El chándal …— reaccionando al fin, Draco inclinó su mirada y se vio a sí misma, vistiendo aquel cálido chándal de Gryffindor por sobre su pijama.

 

Recordaba haber llegado a su cuarto la noche anterior, emocionada por lo recién sucedido, chillando en silencio cada que el burbujeo regresaba a su estómago y sus labios temblaban al recordar el beso compartido con Potter.

Se había cambiado de ropa nada más llegar, vistiéndose con aquel cómodo y cálido pijama que la acompañaba cada noche en las mazmorras, aunque solía cambiar de vez en cuando, le gustaba siempre verse limpia y perfecta, incluso durmiendo. 

 

Primero, había dejado el chándal a un lado en la cama, sobre una almohada alargada que solía usar para abrazar, esperanzada de sentir que era el pecho de Potter lo que sentía bajo su cabeza para poder dormir, pero, luego de, tal vez, diez minutos recostada en su cama intentando dormir, llego a la conclusión de no sentir nada con esa almohada ahí, incluso cuando el embriagador perfume la arrullaba. Entonces, se sentó, levantó el chándal, y volvió a colocárselo a sí misma, recostándose nuevamente junto a la almohada, pero sintiendo que eran los brazos de Potter quienes la sostenían y arrullaban al dormir.

 

Luego de eso, no recordaba nada más hasta esa mañana, donde Pansy interrumpe su sueño reparador para informarle que iban tarde, haciéndola levantarse sin siquiera recordar que pijama llevaba o cómo estaba su cabello.

 

—¿De quién es? ¿Alguien te hizo algo?— Volvió a preguntar, bastante invasivo y preocupado, Blaise, inclinándose ante Draco.

 

—¿Alguien pudo meterse a la habitación? ¿Debemos cambiar las contraseñas?— preguntaba también Pansy

 

—¿Qué? Claro que no chicos ¿Se encuentran bien?— Draco se apresuró a negar todo, quitándose aquel chándal a la par que usaba un hechizo para vestirse y arreglarse rápido, sin perder tiempo para hablar con sus amigos. —No me hicieron nada, nadie entró al cuarto, solo...— una sonrisa tímida apareció en sus labios, y con un suave sonrojo en sus mejillas, volvió a hablar. —Lo conseguí por ahí..— dijo con voz endulzada.

 

Oh.Por.Merlín … — murmuró Blaise, aterrado de lo que creía haber descubierto,

 

—¿Draco? ¿¡Acaso te escuchas a ti misma!?— esta vez fue Pansy, apoyando ambas manos en los hombros de Draco, obligando a que la rubia tenga que verla.

 

—¿Chicos? Venga, que no he dicho nada malo ¿Acaso los dos enloquecieron? Solo es un tonto chándal que encontré por ahí, y anoche tenia frio, solo es eso.— intento mentir, pero ellos la conocían desde primero, y aunque no hubiera rastro físico que expresara su mentira, ninguno de ellos le creía ¿Cómo hacerlo si Draco siempre burló a los Gryffindor?

 

—¡Por Merlín, Draco! ¡Tienes todo tu maldito armario lleno de suéteres para escoger! ¿Y tomas un chándal de Gryffindor que no es tuyo?— Pansy estaba casi desesperada, más no molesta.

 

—¡Ya vasta, Pansy!— era esa, tal vez, una de las pocas veces en que Draco había llegado al borde de la paciencia con sus amigos, con Pansy especialmente, que había sido la primera en descubrirla y apoyarla como mujer oculta en la ilusión masculina. Entendía que ellos reaccionaran así, que buscarán saber de dónde había sacado aquella pieza de ropa, pero, sintiendo las manos de Pansy en sus hombros, viendo a Blaise solo explorar la habitación en silencio, y su propio corazón palpitando tan rápido que en cualquier momento saltaba de entre su pecho, ella ya no daba más. —¡Me lo dio un chico! ¿Están contentos ahora? Anoche no podía dormir y quería ver la luna, salí de las mazmorras y un chico me ofreció su chándal para el frío.

 

No era del todo una mentira, ella si había salido para poder perderse en los pasillos bajo el claro de la luna, más no había sido un chico cualquiera quien le dio aquel chándal ¿Cómo decirles? ¿Cómo contarles quién era el dueño del chándal? ¿Cómo reaccionarían al saber que era Potter con quien había estado? Claro que quería contarles, quería que fueran ellos los primeros en saber y los primeros en apoyarla, eran sus mejores amigos, sus confidentes y a quienes veía como hermanos. Pero, también era completamente del profundo desagrado y odio que se tenía hacia la casa del León.

No era secreto para nadie que eran aquellos de valiente y leal corazón, los que más juzgan sin siquiera ver detrás de las personas. Hablaban y actuaban sin preguntar, sin esperar explicaciones, y los tres eran conscientes de ello, los tres lo habían sufrido, y no solo ellos, toda la casa de la serpiente lo sabía bajó experiencias. Los tachaban de siempre ser los malos de la historia, los villanos egoístas que solo pensaban en ellos y en su propia victoria, y, aunque no fuera del todo mentira, no era algo que los amarrara a todos en el mismo saco. 

 

La misma Pansy lo sabía, ella había sido catalogada directamente como la contraparte femenina de Draco -aunque, ahora que ambas eran abiertamente mujeres, muchos entendían porque se llevaban tan bien- ella era, entonces, todo lo contrario a lo que había oído de Granger. Le gustaban las cosas bonitas y caras, era hija única. Era algo tonta en clases, pero era extremadamente inteligente para analizar y molestar a las personas, era una chismosa de primera que sabía de primera mano todo lo hubiera sucedido al día, sin mencionar su clara inteligencia financiera como para manejar desde bastante pequeña una bóveda en Gringotts a su nombre. 

Pero, incluso así, era extremadamente sentimental y fiel, sin miedo ni vergüenza a actuar por quienes valoraba en el fondo de su corazón, nunca dejaría a sus amigos atrás, y nunca permitirá que algo malo sucediera con quienes apreciara, incluso si eso significaba arriesgarse a ser acusada por intento de homicidio sin magia o pasar las siguientes noches planeando el ataque perfecto, la venganza segura y sin dejar rastros de sus actos -aún no estaba del todo satisfecha con lo hecho a Theodore Nott, cabe recalcar, también, que se arrepentia de haberlo atacado tan ruidosamente, y estaba segura que, de no haber reaccionado tan explosiva, posiblemente Theo ya no tendría siquiera oportunidades de regresar a retomar sus clases- 

 

Blaise no era un caso aparte, él lo sabía, él había oído a los demás alumnos hablar, tanto de su casa como de las otras  ‘‘ Su madre se ha casado y quedado viuda al poco tiempo siete veces ¡Incluso si sus esposos estaban saludables! ¿Cómo es que puede caminar tan orgulloso sabiendo eso? ’’ eran palabras que ya estaba acostumbrado a oír, ya se había hecho idea a nunca quitarse de encima los rumores sobre su madre ¿Le importaban? No realmente, su madre era una bruja  hermosa y famosa, y él, único hijo, era heredero de toda la fortuna que su madre tenía a su nombre, poco podía importarle lo que había llegado a suceder con su padre, padrastros y anteriores esposos de su madre. Estaba orgulloso de sí mismo, de su familia y de su sangre, pero eso no quitaba que fuera un joven atento y caballeroso, dispuesto a, incluso con tan solo trece años, empezar a entrar a las tiendas, sin vergüenza expuesta, para brujas solo para conseguir algo que sus amigas o madre necesitaran. Nunca se atrevería a tocar a una mujer de forma indebida y nunca le faltaría el respeto a quien también lo mantuviera a su nombre y cercanos, tal y como su madre, quien supuestamente había matado a sus maridos -Blaise no negaría ni asegurar nada- lo había  criado. 

 

Ambos lo sabían, ambos eran conscientes de lo que era ser juzgado sin siquiera preguntar, entonces, cuando Draco les acababa de gritar, les acababa de decir que era lo que sucedía con aquel cardigan, solo les quedó suspirar en silencio y con ansia, con preocupación. No les agradaba la casa de león y posiblemente nunca lo haría, pero ¿Qué podrían hacer ellos? 

Los ojos de Draco brillaban de solo recordar viendo aquella pieza de ropa, sus labios reían nerviosos y sus mejillas saludaban al cálido sol de verano en aquella fría habitación. Y ellos estarían eternamente felices por lo que fuera que hiciera reír a Draco con tal pureza e inocencia, que todo trauma o recuerdo oscuro fuera borrado de sus pensamientos por unos segundos.

 

Tras un impenetrable silencio, silencio que duró, tal vez cuatro minutos, y en el cual solo se escucho el movimiento de telas y pasos de Draco por la habitación, Finalmente Pansy volvió a retomar la palabra, respirando de forma profunda y aclarando su garganta, a la par que era sujeta por los hombros, cortesía de Blaise.



—Entonces… ¿Es un chico guapo?— pregunto, riendo por el repentino detenimiento de Draco, la cual estaba terminando de acomodar sus cosas para partir al comedor. 

 

—¡No molestes Pansy!— Gritó Draco, y saliendo de la habitación a pasos firmes, escucho las carcajadas de sus amigos detrás de ella, trotando levemente para alcanzarla

 

—¡Tienes que decirnos quién es!— esta vez fue Blaise, quien hizo un hechizo pequeño para cerrar la puerta y evitar que algún otro se colara en esta.

 

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Por suerte, o tal vez desgracia, Harry recibió, incluso aún más, comprensión y apoyo que Draco. 

 

Debía admitir que, nada más sentir el sol golpear su ventana, un grito pesado escapó de sus labios. No había dormido nada, y el enrojecimiento en sus ojos lo demostraba, pero ¿Cómo podía dormir si lo único que cruzaba por su mente era el rostro de Malfoy? Su cuerpo parecía reaccionar a cualquier caricia de las sabanas, haciéndolo recordar cada caricia que pudo haber sentido por parte de Draco, sus dedos, sus labios, incluso su cabello picando contra su barbilla al abrazarla ¿Acaso ella también lo recordaría? ¿Ella también quedó tan embobada como él? Esperaba que sí, pero, también deseaba que ella hubiera podido dormir, preocupado por las notorias bolsas debajo de sus preciosos ojos sin brillo.

 

Estaba perdido en sus pensamientos cuando sintió una almohada golpear su rostro y algo pesado caer sobre su estómago. Se quejó, como era de esperarse, y luego de ser aplastado por unos segundos, pudo volver a respirar, sentándose rápido en su propia cama.

 

—¿¡Estás loco, Ronald!?— Levantándose casi de un salto, Harry escuchaba las sonoras risas de su amigo desde la cama contigua, lugar donde se había sentado al dejar libre al de Lentes.

 

—¡Bueno! ¡Al menos yo no me pase la noche delirando por una chica!— Respondió entre risas burlonas, levantándose lentamente para poder empezar a cambiarse de ropa. No era la primera ni sería la última vez que se cambiaban en la misma habitación.

 

—¿Qué?... ¿Tu… me escuchaste?— viéndose descubierto, no tardó en ponerse nervioso, colocándose el uniforme de igual forma, algo torpe.

 

—¿Él? ¡Todos lo hicimos!— Dijo esta vez Neville, seguido de Seamus, quienes entraban a la habitación al asegurarse que tanto Ron como Harry ya estaban vestidos,

 

—¿Quién es la chica, eh? ¿Tan guapa como para tenerte suspirando y hablando como un loco toda la noche?— Cuestiono Ron, completamente interesado en lo que Harry podría decir como defensa.

 

Siendo seguido por los recién llegados, tanto Ron, como Neville y Seamus, se sentaron al borde de la cama de Harry, observando como este se perdía en sus pensamientos y terminaba apoyándose en la radiante ventana que hacía brillar aún más sus verdes ojos enamorados. Entonces, comprendieron que lo habían perdido por completo.

 

—Ella es… Dios, ella es preciosa.— empezó a hablar, acariciando con su mano el delicado cristal de la ventana tibia frente a él, en un vago intento de volver a sentir la helada y delicada piel de Draco bajó sus dedos. —Es la bruja más hermosa que podría haber en el colegio, Ella… Ella pareciera ser la única, en realidad.— No sabía del todo bien como expresar con palabras todo aquello que sentía, todo aquello que revoloteaba en su estómago y quería salir cual bomba de sus labios. No había forma que pudiera resistir no gritarlo a los cuatro vientos, pero, en un pequeño soplido de compromiso y conciencia, sabía que no podía decirlo sin los permisos, sin la opinión y aceptación, o negación, de Draco. —¡Parece una Diosa! Caminando tan elegante, tan superior a todos. Parece cada vez más lejana a mi, pero a la vez… Tan mía… Y sus ojos… Por Merlin, sus ojos son un par de joyas que brillan por su cuenta, un par de lunas apagadas que hipnotizan a quien los vea.— Ya estaban arrepentidos de haber preguntado, nunca esperaron llegar a ver a Harry tan expresivo, tan específico a la hora de mencionar a alguien que definitivamente no podía dibujarse en sus mentes, no creían conocer a nadie con tal poética descripción. —Su cabello es tan suave, tan largo y atractivo, cada que camina parece brillar como la luna. Es imposible no mirarla a ella, a sus pestañas casi blancas, a su cuerpo único…— Y Harry habría seguido hablando, de no ser por el molesto grito de Hermione al otro lado de la puerta, que les exige salir de una vez.

 

Seamus y Neville escaparon primero, corriendo fuera del cuarto tan pronto como tuvieron oportunidad, agobiados por todo el repentino romanticismo que salía de la boca de Harry, quien parecía adorar de una forma casi religiosa a aquella que lo había enamorado ¿Acaso había bebido alguna especie de amortentia? Imposible, aún ni aprendieron a prepararla como tal… Ron, resignado al estado de su amigo, lo abrazó por los hombros, palmeando su espalda.

 

—Hermano, definitivamente ella te gusta.— declara lo obvio, suspirando de forma pesada para después reír. —Sabes ¡Realmente pensé que te gustaba mi hermana! A ella le gustas, aunque definitivamente ella no es nada de lo que dices. 

 

—¿Qué? ¿Gustarme Ginny? ¿Estas loco? ¡Es como una hermana para mí!— se defendió, tal vez, demasiado rápido. —Ella es muchisimo, mejor que Ginny…— dijo con un suspiro enamorado, sonriendo bobamente al caminar junto a Ron.

 

—Hey, sigue siendo mi hermana.— falsamente molesto, le dio un puño en el brazo, sin fuerza claro. —Tienes que decirme quien es esa ‘‘Perfecta y maravillosa’’ bruja ¡A este paso te casas sin decirnos nada! — Ron se burlaba, Harry lo consideraba.

 

Realmente podría casarse ese mismo día, aunque Draco posiblemente lo insultaría y rechazaría diciéndole que se había vuelto loco y que no pensaba casarse hasta acabar la escuela, cosa que tenía total sentido. Claro, Harry era un tonto y no pensaba con sentido Comun.

 

Esperandolos en la sala común y junto a Ginny, Hermione no tenía idea de todo lo que estaba sucediendo, y, como era de esperarse, no entendió cuando los vio salir y Harry siquiera se giró a saludarlas antes de salir en dirección al gran comedor, lugar donde podría observar desde su mesa a la perfecta Draco Malfoy, deseando ir con ella, pero con una barrera de realidad que no se lo permitía ni de lejos.

Notes:

No saben la cantidad de veces que escribí y reescribí este capitulo, cambie mil y un cosas, y al fin pude publicarlo.

No quería centrarme tanto en lo que los chicos Gryffindor piensas de la relación, pero si poner como Harry ADORA de manera excesiva a Draco, aunque su relación apenas empieza, estoy segura que él sería de esos novios ''Mandoneados'' que hacen todo por la novia por mera voluntad y adoración.

Se supone que en este historia también habrá sexo ¿Quieren que lo incluya pronto? ¿Tal vez el próximo capitulo? (¡No se preocupen por Draco, tengo todo planeado para que ella no lo pase mal!)

Chapter 8

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Cuando se propusieron descubrir quién era el novio -si es que podían llamarlo así- de Draco, no esperaron que, casi dos meses después, no hubieran conseguido nada de información relevante.

 

Sabían, con suerte, que era un Gryffindor, más alto que Draco, pero de entre la generación anterior, la misma y la siguiente que ellos. Sabían, también, que tenía el cabello oscuro y que practicaba Quidditch ¿Acaso no habían muchos alumnos con esa descripción? ¡Podría ser cualquiera! -Menos Weasley, había agregado Blaise, cuando, junto a Pansy, se reunieron en la biblioteca para poder hablar de todo eso sin que nadie los interrumpiera- 

Casi todos los chicos de su generación, de la anterior y la siguiente, podían quedar en esa descripción tan superficial, no conocían su color de ojos o si acaso tenía cicatrices o marcas de nacimiento. Tampoco habían recibido señales, por más que acompañaran a Draco, por más que la siguieran en los pasillos e intentarán observar en secreto, no veían a nadie junto a ella, no la veían intercambiar miradas ni alejarse en compañía de un chico.

 

Y, si tan solo la perdían de vista un mísero segundo, ella desaparecía como si una pared se la tragara o como si un manto desconocido la consumiera ¿Era posible? Las reliquias de la muerte solo eran un viejo cuento de niños, y definitivamente era imposible que un alumno cualquiera, en especial de Gryffindor, tuviera alguna, o al menos así pensaban ellos, quienes veían a los Gryffindor como un simple grupo de idiotas con demasiada energía -¿Mentían?-

 

Habían intentado de todo, habían usado sus mejores cartas en vagos intentos de sacarle mayor información, pero Draco simplemente se reía y cambiaba de tema o les respondía con datos tan innecesarios que ya les iba a explotar la cabeza con datos sin sentido de una persona que no creían conocer ¿Era eso siquiera posible? Pansy estaba segura de haber chismoseando hasta de la persona menos conocida del colegio, era imposible que algo se le pasara por encima.

 

Pero ahí estaban, persiguiendo sin resultado alguno a la reina de las serpientes. Intentando oír a través de las paredes y ver por entre la nada 

 

—¡ESTO YA ES RIDÍCULO!— Dijo entonces Pansy, rendida de todos los esfuerzos sin frutos. Se dejó caer en el sofá de la sala común de Slytherin, prácticamente echada en el mueble de terciopelo y cuero siendo seguida de Blaise, quien se permitió sentarse más digno. —¡Es injusto! La hemos seguido por semanas ¡Y aún no la vemos con nadie!— Lloriqueaba la bruja.

 

—Podríamos... Ya sabes, preguntarle a é l.— Ofreció entonces, una medida desesperada, algo que claramente no quería usar, pero ¿Como seguir aplazando?

 

— ¿ Él ? ¿Crees que nos volverá a dar información?— Entonces, el foco en la cabeza de Pansy se prendió, y no dudó ni un segundo en sentarse correctamente. —Digo, chismear con él ... Ellos , era bastante entretenidos, pero... No creo que nos quieran ayudar, es algo que incumbe a su casa también..—

 

—¿No crees que eso les interesa más? Imaginate, podrían ayudarnos y sacar un escándalo para el periodico escolar “ ULTIMO MINUTO, UNA SERPIENTE Y UN LEÓN EN UNA RELACIÓN ”...

 

—Blaise... Sabes que no podemos exponer a Draco así, ella nos odiaría, y no me perdonaría si algo le sucediera...

 

—Es la única opción para siquiera conseguir algo... Aunque, no tenemos para que darles nombres...—

 

—¡Err! Tenemos que pensarlo bien…

 

Y la conversación siguió fluyendo por aquel globo de desesperadas ideas para descubrir quién era aquel que robaba el corazón de su amiga.

 

Sabían bien que debían dejarla ser feliz, que ella se veía mucho más viva y brillante ahora que había amor en su corazón, pero ¿Simplemente hacerlo? No podía, por más que desearan hacerlo, simplemente no podían. Ellos tres eran como hermanos, se conocían y llevaban juntos desde primer año, y saber que el corazón helado de Draco estaba colgando del hilo de otro hombre, simplemente les hacía temblar de pánico ¿Y si la engañaban? ¿Y si la herían? ¿Y si solo la estaban usando?

 

Sabían, también, que se trataba de un Gryffindor, y lamentablemente, debían aceptar que ellos actuaban bajo el corazón antes que el cerebro, y eso destruia muchos de sus miedos ante la relación de Draco, y sabían bien que tarde o temprano tendrían que aceptarlo, ella se veía enamorada, la veían reír y sonreír de la nada, incluso si no la habían visto aún con el chico de su corazón ¿Debían rendirse? ¿Debían dejarla de una vez por todas? 

 

—¿No crees que Draco ya ha tardado demasiado?...

 

—Iba a quedarse en la biblioteca a estudiar hasta tarde, aunque no creo que llegue luego del toque de queda...

 

—Vamos a buscarle algo de comer para cuando regrese entonces…

 

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Por más que se hubieran dado espacio, tiempo y compañía, Draco no parecía preparada ni cómoda con todo eso. Lo deseaba tanto como le temía, y aunque su corazón estuviera dispuesto a abrirse y entregarse a las manos de Potter, sus piernas temblaban y su cuerpo se alejaba cual gato asustado. 

Había intentado mil y un veces expresar la seguridad que su corazón sentía, podía caminar por los pasillos, claramente bajo la capa de invisibilidad, con él, podía hablar y reír sin contenerse, pero, cuando él la tocaba de más, cuando se sentaban al fondo de la biblioteca y su mano atrevida se apoyaba en su pierna, cuando se besaban y sus cuerpos adolescentes estaban tan juntos que llegaban a sentir el latir del otro, simplemente, se alejaba. Su cuerpo reaccionaba solo, sus memorias borrosas la engañaban y, disculpándose con la mirada, se separaba y terminaba siempre en lo mismo: Ella, al borde del llanto ansioso, cubriendo su rostro con sus finas manos a la par que los brazos de Harry la atraían a su pecho y él la consolaban en cariño y comprensión.

 

Esta vez no era distinto, habían estado besándose en la sala de menesteres cuando la práctica y enseñanzas en este acabaron con la emocionante noticia de no volverse a reunir hasta después de las fiestas navideñas, y Draco, quien se había quedado estudiando en la biblioteca, se escabullo usando la capa de invisibilidad -la cual Harry había insistido en dejarle noches atrás- para poder entrar sin ser vista por el ejército del dragón , nombre, claramente, propuesto por Draco, y el cual Harry no dudó en tomar y poner para complacer la vasta inteligencia de su novia, si ella decía que era un mejor nombre, debía ser un mejor nombre, y poco le habían importado las dudas o quejas de los miembros cuando simplemente lo cambio y descolgó la lista de nombres que ‘‘ estúpidamente y sin siquiera pensar ’’ habían puesto, a palabras de Draco.

 

Draco entró a la sala de Menesteres, vio como Cho Chang era la última en salir casi al borde del llanto. No quiso preguntar, pero al quitarse la capa de invisibilidad y abrazar a Harry por la espalda, este no dudó en responder por su propia cuenta.

 

—Cho intentó besarme.— explicó Harry, antes de guardar su propia varita y moverse lentamente para atrapar a Draco.

 

La rubia dio un pequeño brinco de sorpresa y desconcierto en su lugar, alejando sus manos del torso firme de Harry, iba a dejar de abrazarlo y posiblemente le iba a pedir mayor contexto de escena antes de hablar o volver a abrazarlo, pero fue lenta, y cuando dio un paso atrás, los fuertes brazos de Harry ya la habían abrazado por la cintura y la habían levantado con levedad del suelo, evitando su escape.

 

—La rechace, Draco, le explique que no sentía nada, ella solo se fue diciendo que se sentía mal.— decía cuál cachorro obediente, apretando a Draco contra él, sin dejarla aún tocar el suelo.

 

—Realmente no me agrada que todas esas chicas te estén viendo la mayoría del tiempo, es molesto, y no intentas ni por asomo detenerlas...— se quejó Draco, apoyando sus brazos alrededor del cuello de Potter para poder darle un suave beso de saludo. Suave y corto, pues tan pronto como inicio, se detuvo, y ella exigió regresar al suelo. —Por suerte, aún te puedo besar sin hacer que tengas que lavarte la boca con poción pimentónica. Ahora bájame de una vez.— 

 

Claramente Harry obedeció, no sin antes robar un segundo beso. 

 

No intentó defenderse, pero su complejo de adoración dejaba clara su opinión, él sería el más emocionado de gritar al mundo mágico su relación, el pasearse sin secretos por los pasillos sujetando su mano, por Merlin , estaba dispuesto a besa el suelo por donde ella pasara con tal de expresar su devoción.

 

Draco se sentó pacientemente en un sofá que la sala misma hizo aparecer, observando cómo su novio, acostumbrado a la limpieza muggle, se movía por la sala recogiendo papeles o trozos de algún material que los miembros de aquel club habían dejado sin cuidado alguno. Draco no lo entendía, y posiblemente nunca lo haría, ella no había limpiado de tal forma nunca en su vida, y no estaba dispuesta a llegar a hacerlo alguna vez. En casa, tenía una elfina doméstica que limpiaba por ella cada que se lo pedía, y en el colegio todo solía limpiarse con magia ¿para qué molestarse en hacerlo ella por su cuenta?

Estaba tan perdida en sus propios pensamientos, que no noto cuando Harry se acercó a ella de una forma tan calmada que no pudo reaccionar hasta que lo sintió contra ella, acariciando desde su muñeca hasta su hombro, inclinándose delicadamente y sin siquiera apoyarse en ella para poder besarla de forma necesitada. Eran adolescentes, estaban en la cúspide del desarrollo físico y hormonal ¿Acaso no era normal? ellos se deseaban, y lo sabían más que nadie. Sus almas parecían gritar por estar unidas, pero sus cuerpos con suerte se rozaban con besos. 

 

No notaron como un muérdago crecio sobre ellos, no necesitaban el impulso, pero el romanticismo tradicional nunca estaría de más.

 

Harry, por más que deseara consumar aquel amor de forma sexual, nunca se atrevió a tocar a Draco más allá de lo que ella se lo permitía. Aunque fuera un tonto entrometido y de poco cuidado, cada vez que la besaba pedia permiso, cada que tomaba su mano o tocaba su cuerpo, incluso de la forma más puritana posible, lo hacía de forma consensuada, preocupado de llegar a hacerla pasar un mal rato, asustado de recordarle aquello que aún la asustaba cuando se abrazaban de forma intima.

Esta vez se dejó llevar más de lo que tenía planeado, sus manos, ambas, bajaron acariciando los brazos de la rubia, a la par que sus labios se separaban por un par de segundos antes de volver a besarla. Acaricio su cuerpo, bajó por su torso y, cuando estaba apoyándose en sus muslos, Draco lo empujo. No se enojó cuando su cuerpo tocó el suelo, al contrario, se quedó ahí, viendo como Draco se recogía en el sofá, abrazándose a sí misma y disculpándose una y otra vez como siempre hacía.

 

—Por Salazar, Harry… Lo siento, en verdad, yo… yo solo… mi cuerpo se movió solo…— se disculpaba la rubia, ocultando su entristecido y oscuro rostro apagado.

 

—Hey hey, Draco…— él la llamó, y obteniendo su atención, se acercó al sofá aún sentado en el suelo. No se acercó de más, dejando el prudente, pero diminuto, espacio entre ellos, esperando la señal directa para poder abrazarla. —Sabes que no estas obligada a esto, tal vez aún es pronto, podemos esperar hasta que te sientas segura.— él, que normalmente era un idiota entrometido, resultaba ser un novio extremadamente atento, y Draco lo adoraba. No importaba lo que ella dijera o pidiera, él lo cumpliría, la ayudaría y acompañaría en todo lo que pudiera en aquella relación secreta. —Si no quieres, dilo, tal vez aún no es tiempo de hacerlo…—

 

—¡Ese es el problema, Potter! ¡Si quiero hacerlo!— admitió entonces, con lágrimas acumuladas en sus ojos y las mejillas enrojecidas. No era mentira, ella si lo deseaba, lo deseaba de una forma que no podía explicar, y era frustrante no poder dejarse llevar por las reacciones que se habían grabado instintivamente en su cuerpo. —Es solo que… Odio esto, me siento bien contigo, me siento segura, y aún así… ¡Me está volviendo loca!—

 

Una suave risa contenida y convertida en suspiro escapó de los labios de Harry, a la par que, arrodillado ante el sofa, movía sus manos y bajaba las piernas de Draco con tal suavidad que ella solo lo miro extrañada, desentendida y dudosa. 

 

—Estaré enamorado de tí aunque te vuelvas loca…— Murmuró, quitando lentamente los zapatos de la rubia. Los dejo a un lado. —Intenta… intenta pensar solo en nosotros … no hay nadie más aquí, y no permitiré que nadie vuelva a acercarse a ti.— hablaba a la par que tiraba de las medias y calcetas de ella, dejando aquellas blancas y suaves piernas al descubierto. Se acomodo entre ambas, besando la piel del tobillo izquierdo, subiendo con un camino de besos que lo dejaron con el rostro contra el muslo de ella, pero por delante de su falda, sin levantarla ni moverla. Resultaba ser más posesivo, más celoso de lo que creía ser, y se estaba consumiendo por dentro cada vez que no podía expresarlo ante el público. —Te quiero niña hermosa… y te entrego en este beso, la vida que me pueda quedar…

 

Draco, que no había entendido las repentinas acciones de Harry, pero tampoco llegó a rechazarlas, terminó cediendo a las caricias suaves, a las palabras acarameladas y al inexplicable ambiente de velas entre apagadas que los rodeaba. Le aterraba la cercanía, pero la voz del moreno la acunaba en seguridad, le recordaba quién era él que besaba su piel, y le recordaba que todo estaría bien, que si ella no quería seguir, podrían detenerse sin rencor alguno. No estaba sola, no la estaban forzando y puramente, su corazón se entregaba bañado en seguridad.

 

Harry, quien observaba con admiración plasmada en los ojos, había iniciado de forma suave, claramente inexperta, incluso algo tímida, pero dispuesto a aprender y a adorar a Draco en el acto. Ella lo necesitaba tanto como él la necesitaba a ella, y era algo que sin necesidad de palabras podían asegurarse.

No solo eran besos, eran muestras de un siguiente nivel de confianza, era el entregarse mutuamente el uno al otro, apoyándose y dándose la seguridad que ambos parecían necesitar. Cariños del alma, caricias de labio contra los atractivos muslos de Draco, los cuales se abrían como pétalos en primavera únicamente para ser acariciados por Potter, quien había logrado exitosamente colarse entre sus piernas y su corazón, acariciando con sus manos su piel, subiendo y bajando a lo largo de sus piernas heladas, suaves. 

 

Ella gimió cuando sintió un beso húmedo contra un punto demasiado alto de su muslo, y él, excitado por la directa cercanía con la vagina cubierta de su novia, no se resistió a quitarse torpemente la corbata y desordenar su, en ese momento, apretado pantalón ¿Siempre le había quedado tan ajustado? ¿O acaso también era obra del hechizo de mujer que Draco podía poner sobre él?

 

—Draco... Tu falda...— le llamó, alzando un poco la cabeza, lo suficiente como para que su verde mirada desaliñada chocará con la gris temblorosa, pero sin llegar a abandonar aquel caliente lugar que besaba su aliento.

 

—Mierda... Solo quitala... Hazla a un lado, no se...— le dio el permiso, y para Harry fue suficiente.

 

Aprovecho, entonces, el tener que alejarse, a la fuerza, para alzarse a besar los labios helados de la rubia, más no tardó en volver a su posición en el suelo cuando ella le murmuró un “ te amo ”, palabras demasiado fuertes, pero que estaba dispuesto a devolver, a valorar. Respiro de forma profunda, inflando su pecho con orgullo silencioso. Movió sus manos cual caricia de mariposa a la cintura de ella buscando desabrochar aquella elegante y planchada falda de atablonado negro, tiro de ella, deslizandola por las piernas que seguia bañando en besos romanticos, confiados y humedos.

 

La tela fue doblada y dejada a un lado de ellos, en el suelo, con el descuido que un adolecente ansioso usaria, a la par que las piernas pálidas y heladas eran puestas sutilmente sobre los hombros aún vestidos de Harry, el rostro de este mismo, ardiendo de una forma que ninguno parecía notar, se enterraba entre los muslos delicados de Draco. Su piel rozaba las orejas del moreno y, cuando finalmente se atrevió a exponer su lengua contra la ropa interior, curiosamente húmeda, de ella, su rostro fue apretado por las piernas de Draco, aprisionandolo contra ella y evitando cualquier nula intención que pudiera llegar a separarlo del capullo acaramelado.

 

El cabello de Draco, hilos de oro blanco sedoso, recaía por el respaldo del sofá cual manto divino, brillando a la luz lunar que se filtraba por la única ventana descubierta que quedaba en la sala. Su rostro, entre avergonzado y sonrojado, se había inclinado a un lado, apoyado su cabeza en el respaldo del sofá, viendo al cielo, nerviosa de llegar a ver las acciones de su novio y, sin controlar su cuerpo inexperto, mojarse más de lo que ya estaba quedando tan solo por los besos tibios que subían por sus piernas desde el empeine de sus pies pequeños. 

Gimió, y lentamente empezaba a perder el control de su propia voz. Se intentó retener, cubrir su boca y morder la manga de su propio suéter, pero le era imposible, no podía contenerse mucho cuando la lengua caliente de su novio se  empujaba contra el desastre de ropa interior que llevaba puesta.

 

Harry la estaba comiendo, por así decirlo, sobre su vagina, pero separados por la fina tela de blanco color que aún protegía su descuidada intimidad goteante.

 

—Déjame hacerlo... Por favor...— rogó el necesitado Harry, alzando la mirada con los ojos de cachorro más lamentable, pero a la vez la más enternecida, que Draco podria llegar a ver en alguien. —Necesito hacerlo...— no mentía para nada, no podría hacerlo, de todos modos. Llevaba semanas soñando con aquel encuentro, fantaseando en lo que era la intimidad con Malfoy, en cómo la besaría, en que sentía. Y definitivamente un tonto sueño humedo no se comparaba para nada con lo que estaba experimentando.

 

—¿En verdad… te estás poniendo a preguntar ahora?— cuestionó con desesperación Draco, apoyándose en su propia cadera para poder impulsarse y acomodarse a ver los ojos de cachorro que la devoraban con la mirada. Su voz tembló, y antes de notarlo, ya se había puesto de pie de forma torpe, tambaleándose, pero apoyándose en la tibia mano que amablemente se alzó a sostenerla. —Voy a matarte cuando acabemos… Juro que voy a hacerlo.— amenazaba de forma burda, solo palabras que no tendrían final. Se las arregló para quitarse la única prenda de ropa que la protegía y separaba de Harry, dejándola caer por sus piernas hasta el suelo, donde creyó llegar a oír su propia humedad.

 

Harry, quien no esperaba tal atrevimiento de la, comúnmente, sería y calmada Draco, no dudó ni un segundo en lanzarse a devorar lo que, en ese momento, era el premio mayor. De algún modo, y sin pasar por el respeto de su novia, poco le llegó a importar que su chica estuviera de pie, pues nada más tener la oportunidad, la sostuvo de forma firme, dándole la seguridad que merecía, la compañía y el apoyo que ella parecía necesitar.

La rubia gimió, y el moreno no se detuvo a mirar. Al contrario, aquello fue un desencadenante, una bomba de tiempo que acababa de explotar. Su boca, abierta a la perfección, se cerraba alrededor del bulto de mujer que resaltaba entre los labios vaginales de la rubia, rosados y calientes, todo lo contrario a aquella helada piel que parecía extenderse totalmente por el cuerpo de la rubia. Su lengua, nerviosa, se movió por la extensión entre los labios inferiores de ella, y ante los espasmos que Draco experimento, Harry le permitió caer en sus propios brazos, no dudo en atraparla, en acunar de forma romántica y en, con delicadeza, guiarla a sentarse nuevamente en el sofá que los esperaba a nulos metros de distancia. Ella aceptó gustosa, semi recostandose en el cómodo sofá que la sala de menesteres parecía haber hecho aparecer con conocimiento de lo que llegaría a suceder ¿Acaso eran tan obvios, que una sala hechizada los había descubierto antes que ellos mismos?

 

Sosteniéndola por las piernas, Harry se inclinó sobre ella, la besó, sintió su aliento y su respiración, se los robó de la forma más romántica y pasional que podía existir ¿Sabía lo que estaba haciendo? Para nada, tenia la teoria, no la practica, pero si había algo que con un desesperante orgullo Gryffindor demostraba, era su osadía y su caballerosidad, y se iba a blandir de ambas para hacer de ese momento, la mejor noche que ambos podrían llegar a experimentar. 

Bajo por su cuerpo, en una extensión de besos que iban desabrochando la blusa de la rubia por cada ruido húmedo que salía de entre ambos labios, boton por boton, hasta dejarla con la blusa completamente expuesta, entonces, beso su estómago, y siguió bajando más allá, sintió su abdomen suave y pasó sus labios por el monte de venus antes de volver a hundirse entre las piernas que lo abrazaban. Lamió su vagina con intriga, curiosidad y valentía, extrañamente encantado por la sensación que nublaba sus sentidos y por los agudos alaridos de placer inexperto que su novia soltaba. 

 

Sabía… extraño , no había más palabras para explicarlo, pero no era un extraño desagradable, al contrario, era un extraño que lo enloquecía del gusto. No era amarga, pero tampoco dulce. Una extraña, pero deliciosa, mezclada de, posiblemente, menta y canela, que era lo único que podía llegar a sus pensamientos en esa situación. Era una zona especialmente húmeda, y aunque fuera algo bastante curioso , le gustaba el aroma que golpeaba sus fosas nasales. Se notaba limpio, suave y bien cuidado, no era molesto ni desagradable, como podría haber imaginado en su inexperiencia de adolecente, pero tampoco olía a perfume y flores, simplemente, era natural, tal y como podría imaginar que olía Draco en su estado más íntimo: Dulce y Suave.

 

La lengua de Potter se movía con basta inexperiencia, haciéndose de un camino mojado en almíbar de miel, lo sorbía con gusto, lo saboreaba y pasaba por su garganta. Todo lo contrario a Malfoy, que había empezado a acariciarse a sí misma en un vago intento de bajar el calor que golpeaba su cuerpo helado. Una de sus manos, la diestra, estaba aferrada al respaldo del sofá, la zurda, en atrevimiento íntimo, masajeaba su propio seno de igual lado, jugaba con su propia carne como si de una pelota antiestrés se tratara, sus dedos frotaban el rosado y delicado pezón que se levantaba como reacción a los espasmos que la lengua entre sus piernas temblorosas generaba. 

 

No podía mentir, había estado completamente aterrada al dar su consentimiento en esa situación, su mente estaba reacia a que su cuerpo superara el miedo generado por culpa de quien no quería ni recordar. Le asustaba la idea de dar aquel paso, de llegar a tercera base y arrepentirse a mitad del acto ¿Y si no era como esperaba? ¿Y si no se sentía tan mágico como ella creía? Esas dudas habían volado tan rápido por su mente que apenas pudo reaccionar cuando las manos ásperas de Harry la tocaban de una forma tan suave que se sorprendida de no sentir aquellos cayos que estaba segura había visto en sus manos luego de tanto tiempo practicando con la varita -todo lo contrario a ella, que mantenía su piel cuidada incluso jugando quidditch y, en realidad, era mayor fan de las pociones- 

Y qué decir cuando lo único que empezó a sentir fueron besos y lamidas que expusieron su cuerpo y la empujaron al borde de la locura excitante. Sus piernas estaban apoyadas en los hombros de Harry, dándole el pase libre, la libertad de devorarla cual lobo hambriento, y era obvio que él no desaprovechó, la estaba lamiendo como si su vida dependiera de ello, y Draco ya no podía soportarlo.

 

—¡H-Harry, espera! — Lo llamó alarmada, sintiendo una corriente eléctrica recorrer su espalda y como si un barril de vino burbujeara en su vientre. —Estoy por… Por Salazar… ¡Harry estoy por acabar!— informó entonces.

 

Y tal vez fue demasiado tarde, o Harry estaba lo suficientemente metido en su trabajo para oírla o alejarse, pues, a la par que un sonoro gemido resonó en las paredes cercanas de la sala de menesteres, y la boca del moreno se ahuecaba alrededor del montículo asomado de Draco, una húmeda y pequeña cascada golpeó la garganta de Harry, quien encantado se encargó de mantenerla en su boca antes de pasarla y saciar su sed.

 

—Eres… definitivamente dulce .— la alago quien había aparentado ser tímido hasta hace tan solo un par de minutos. Se volvió a inclinar sobre ella, dándole un cálido beso de consuelo.

 

Ella había empezado a sollozar avergonzada tras llegar a su propio clímax, eran muchas emociones las que su cuerpo y mente experimentaron en tan poco tiempo; placer; libertad; relajación; cariño; calentura… Ninguna de ellas le desagradaba, ninguna le daba miedo, era simple placer al alma que acunaban sus temores y la convierten en un manojo de nervios y vergüenza confiada, ya lo había experimentado,  había vivido lo que era ser tocada por Harry y, aunque los nervios no abandonaran su cuerpo, podía confiar en que no dejaría su corazón caer.

 

—No puedo resistirlo, mi pequeña dragón … Necesito hacerlo.— Dijo, el único que parecía tener capacidad de hablar con coherencia en esa caliente situación.

Desentendida, Draco lo observó desde su posición, intentando regular su propia respiración a la par que sus ojos seguían al otro. Harry, con el calor aumentado, tiró de su propio uniforme, lo arrugó, soltó y dejó caer sin cuidado alguno. Confiaba en que la sala los resguardará de cualquier intruso que quisiera aparecer a importunar.

 

Entonces, lo que anteriormente era un sofá, se transformó en una perfecta cama de doble plaza ¿Eso era lo que sus corazones deseaban y rogaban a la sala hacer aparecer? No lo sabían, ninguno de los dos estaba con la conciencia realmente funcional, y, siendo guiados por el calor del momento y los deseos que dejaban de ser reprimidos, simplemente aceptaron y se dejaron llevar.

Ambos sobre aquella cama que no tardaría en ser desordenada, a medio vestir. Ella, jadeando bajo el tacto tibio, él, mostrando aquel comportamiento para nada tímido.

 

Harry, habiendo iniciado una relación romántica, se había expresado como un cachorro que perseguía y adoraba a su ama con cada simple paso que ella diera. La adoraba, y no lo ocultaba, todo lo que ella le pidiera lo cumpliria, todo lo que ella dijera tenía razón, sin importar si era la cosa más estúpidamente más difícil de conseguir, él se lo daría, lo que le pidiera podía, y si no podía, era porque no existía aquello que le pedía, entonces, él lo inventaria. Tal vez podía llegar a sonar, a verse algo intenso, pero a Draco no le molestaba, y Harry seguiría besando el suelo que ella pisara, seguiría hablando de ella con sus amigos como si hablara de una diosa, de una musa, su musa .

 

Pero ahora, bañado en su propio sudor, estaba siendo una bestia, un lobo hambriento que quería devorar a la pobre caperucita.

 

Se deshizo de su propia ropa, se acomodo entre las piernas de Draco, y observó con gula aquel cuerpo pálido que pronto lo recibiría en su interior. Se inclinó a besarla, le dio el tiempo de corresponder y, al sentir como la rubia se relajaba, no detuvo más sus movimientos.

 

Sus manos viajaron a los senos de Draco, los atrapó con cuidado y jugó con ellos cual gato en confianza. Los apretó y masajeó, se entretuvo frotando sus pezones con dos dedos, tirando de ellos hasta sentirlos endurecer bajo su tacto. Era una persona completamente diferente al Harry que besaba sus manos y le pedía permiso para besarla, pero a Draco no parecía molestarle, y contrario a lo que ella misma esperaba, no podía retener los gemidos y temblores que su cuerpo soltaba como reacción a las tan íntimas atenciones que recibía.

 

Volvió a mojarse con ligeros chorros que mojaban la cama debajo de ellos, Harry, no dudo en tomarlo como una aprobación, un permiso a dar aquel siguiente paso que tanto llevaba esperando.

Primero, se alejó para poder verla, sostuvo con su propia mano su pene necesitado de atención más allá de ligeros roces superficiales. lo alineó con cuidado, apoyando su glande goteante e inexperta contra los cálidos labios vaginales de la rubia. Entonces, se puso nervioso, estúpidamente nervioso ¿Era simplemente meterlo y ya? ¿Y si lo hacía mal? Sentía que estaba por explotar, era, obviamente, también su primera vez, y aunque ya se había tocado antes a sí mismo, como cualquier adolecente de quince años, nada se comparaba con estar haciéndolo con una mujer de verdad, con alguien que no era parte de su imaginación y que, por mínimo error que él cometiera, ella también lo sentía, y lo último que Harry quería era darle una mala experiencia a Draco.

 

Su propia mano tembló, su cuerpo se congeló, no se atrevió a volver a tocarla y, cuando estaba a segundos de alejarse hecho un manojo de nervios, un par de manos finas se deslizaron por sus mejillas y lo atrajeron hacia sí. Draco besó sus labios, su mejilla y nariz, le acarició el cabello desordenado y difícil de peinar, y no dudo en consolarlo tanto como él había hecho mil veces atrás con ella, le hablaba entre suspiros suaves, lo empujaba a continuar, a hacerlo.

 

—Harry… Está bien… puedes hacerlo… Confío en tí.— acunaba entre sus manos el cabello deshecho, y recibiendo una lluvia de besos como respuesta, se permitió soltar una risa cariñosa. Al final, Harry seguía siendo Harry .

 

Sus cuerpos se fundieron en un acto de adultez, se deseaban y se habían esperado lo suficiente. Ambos eran inexpertos, pero no ignorantes, y en la cúspide de su desarrollo hormonal, incluso con un mago tenebroso rondando las tierras tenían tiempo de sentir y compartir calor en una helada noche cercana a navidad.

 

Harry fue torpe, pero Draco supo disfrutarlo, supo derretirse bajo las caricias y los besos, deleitándose por aquellos movimientos que, en realidad, eran eternamente suaves, ninguno sabía moverse, pero ambos aprendieron juntos, y el deleite de la primera vez valio mucho más que cualquier placer experto, no necesitaba ser bastos conocedores para disfrutar, simplemente eran ellos, besandose y acariciandose en la intimidad caliente.

 

Lamentablemente, incluso cuando ellos sentían la eternidad del placer, su roce secreto entre gemidos y besos no se extendió por la eternidad de las estrellas. Derretido entre sus virginales paredes cálidas, Harry no tardó en sentir su su propia extensión de carne palpitar apretado, aflojando aquel lugar que lo recibió gustoso. Gimió y Draco lo recibió en sus brazos.

 

—Cariño yo.. ah… lo siento, lo siento… estoy por correrme…— Hablaba el mareado Harry, derretido en el placer. Se inclinó sobre el cuerpo de ella, su rostro fue acunado contra los suaves senos de su amada y, antes de poder alejarse, ella lo detuvo con el talón, empujando su cuerpo a su calor. —¿Draco…?

 

—Hazlo… quiero sentirte… no te alejes por favor…— Rogó ella, aferrándose al cuerpo del moreno en un vago intento de evitar se alejara.

 

Harry no pudo contenerse y, cuando una corriente eléctrica recorrió su espalda, dio una última embestida que lo empujó a las profundidades de la rubia. Tembló y sintió sus propios ojos lagrimear cuando la carga tibia de semen explotó y pintó de blanco el cuerpo interior de Draco. 

Aprendo, no hizo más que besarla y adorarla, la nombró su musa, su vida y su diosa, dijo mil veces te amo y dio mil besos desde sus senos hasta sus labios.

 

Para cuando ambos reaccionaron, el muérdago se había convertido en copos y las ventanas se habían cubierto por completo. Un reloj flotante apareció a pocos metros de ellos y, con el cu-cu sonando, ya se habían hecho las 12 de medianoche.  Entre risas nerviosas se besaron y se vistieron, se enredaron entre abrazos y, dejándole la capa de invisibilidad, Harry acompañó a Draco hasta la entrada de Slytherin, donde la despidió con una lluvia de besos y se las arregló para escabullirse sin nada que lo protegiera.

 

Si le hubieran dicho que dejaría tan fácil el único regalo de su padre por complacer a una mujer, no se lo habría creído, mucho menos sabiendo quien era esa mujer .

 

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Cuando Pansy y Blaise reaccionaron, se habían quedado dormidos en el sofá de la sala común.

 

Ante ellos la chimenea se mantenía eternamente encendida y las velas ya se encontraban completamente apagadas, suponían entonces que Draco ya había regresado, pues las mantas sobre ellos estaban perfectamente tejidas y, creían haberla visto tejiendo entre sus horas libres días atrás.

 

Él primero en levantarse fue Blaise, quien camino a recoger las cosas de ambos para enviarlas con magia a sus habitaciones, se movió por la sala común y, preso de la curiosidad, se adentro a la habitación de Draco, aliviado de simplemente verla dormir profundamente en su cama. La iba a dejar tranquila, de no ser por la arrugada y desordenada ropa a pocos metros en el suelo, no era algo que Draco solía hacer, ella era pulcra y ordenada, más no quiso darle más vueltas y asumió que era cosa del cansancio.

 

La dejó dormir y se deslizó sin hacer el ruido necesario para despertarla fuera de la habitación. Pansy ya se había levantado para irse a la cama, y él no dudó en imitarla, cada quien por su lado, ambos llevando una manta nueva entre sus brazos.

 

Tal vez sabrían la verdad más pronto que tarde, más nunca esperaba que fuera tan obvio como para llegar a saberlo el mismísimo día siguiente… 

Notes:

Llevo muchos días escribiendo esto...
Un poco de pornografia con MUUUCHO sentimiento
No será la unica escena de sexo, pero si de la más sentimentales <3

Lamento tardar ;´( pero Harry y Draco cada vez más cerca de ser padres jajaja

Chapter 9

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Harry se deslizó por entre los pasillos y rincones, esquivando velas y al celador hasta llegar a la sala común de gryffindor. Si alguien le hubiera dicho que dejaría tan fácil el único regalo de su padre por complacer a una mujer, no se lo habría creído, mucho menos sabiendo quien era esa mujer. Estaba completamente seguro que sus amigos lo condenarían de saber la razón por la que se movía por el castillo sin su capa, su reliquia, pero en ese momento, embobado por el placer y complicidad que recorrían su cuerpo, no podía importarle menos lo que sus amigos pensaran de él. 

Con el cabello desordenado y la corbata mal puesta, entró a la sala común, sin esperar encontrar personas aun despiertas, mucho menos esperando para hablar con él, eran ya pasadas las 12:40 de la noche y asumió que todos dormían.

 

Todos menos Ron y Hermione, que aparentemente lo esperaban para hablar de lo que había hecho en la sala de menesteres

 

—Cuéntanos… ¿Cómo estuvo?—

 

—Húmedo… digo… Dios, nunca había experimentado algo así.—

 

—¿Húmedo? ¿Acaso Cho estaba llorando?— Cuestionó Hermione, viendo a ambos chicos junto a ella. No podía imaginar ni una otra situación que llegara a formarse entre Harry y Cho.

 

—¿Qué tan mal besas, hermano?— Bromeó Ron, riendo y siendo regañado con uno que otro codazo proporcionados por Hermione

 

—El beso de Harry debió ser más que satisfactorio… Cho se la pasa llorando todo el día.—

 

—Unos besos apasionados tendrían que alegrarla.—

 

—¿No entiendes cómo se debe estar sintiendo? Pues… Obviamente triste por Cedric y confundida por Harry, culpable por besarlo… Conflictuada porque Umbridge quiere despedir a su mamá del ministerio y asustada de reprobar en sus TIMO porque le preocupa todo lo demás…—

 

—Una persona no puede sentir todo eso, explotaría…—

 

Completamente desentendido y sin haber dicho ni una sola palabra durante la conversación, Harry negó abruptamente al oír reír a sus amigos. Se puso de pie y, haciendo una mueca, habló.

 

—¿Pero qué dicen, chicos? No estaba con Cho.— Se apresuró en decir dispuesto a irse a la habitación para dormir, aunque ante la sorpresa de sus amigos, retomo el hilo de palabra. —Digo, Cho definitivamente intento besarme, fue… incómodo, no puedo imaginarme besándola ¿Saben? es asqueroso de solo hacerlo.— 

 

—Espera espera, si no estabas con Cho ¿Con quien estabas? Cuando nos fuimos Cho se quedó contigo… — 

 

Desconcertado, Ron igualmente se levantó de donde estaba sentado. El año anterior había aprendido que algunas veces Harry ocultaba detalles por alguna razón en específico, superior a lo que podía controlar, pero ¿Por qué les ocultaría que se había encontrado con alguien? ¿Por qué no les contaría a ellos, sus únicos mejores amigos, que había alguien, aparte de Cho, suficientemente interesada en él como para buscarlo estando a solas?

 

—Claro, Cho se quedó, pero la rechace y se fue llorando porque no quise besarla ¿Qué les pasa? —

 

Sin querer continuar la conversación, y con un tono de voz molesto que nunca antes había usado con sus amigos, una adquisición reciente tras pasar tanto tiempo revoloteando alrededor de Draco, solo les pidió dejar el tema de lado y camino a la habitación que, lamentablemente, en ese momento, compartía Con Ron. Más no le esperó, y tan pronto como entró, se cambió de ropa y se metió a su cama para dormir hasta el día siguiente.

 

Esa noche, que parecía ser perfecta, terminó con él teniendo una pesadilla y siendo llevado a hablar con Dumbledore, descubriendo también que Arthur Weasley, el padre de su mejor amigo, estaba herido.

 

 

 

 

 

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Cuando despertó, los primeros a los que Draco esperaba encontrarse, eran, claramente, Pansy y Blaise. Esperaba que, aquellos que se habían vuelto sus amigos inseparables desde primer año, fueran quienes la descubrieran llegando tarde y desordenada a su habitación, se había preparado mentalmente desde el minuto uno que abrió sus ojos para el interrogatorio criminal

 

Pero no, ahí, sentados a pocos metros de la cama, dándole la privacidad que creían necesitaba, estaban Crabble y Goyle, tal vez algo incómodos de interrumpir la habitación de una chica luego de pasar tantos años viéndola como un chico, como ellos. No podían permitirse mentir, ellos la conocían desde hace mucho antes, desde niños, ellos la habían visto reír y corretear con su vestido al viento sobre la escoba, pero, también la habían visto apagarse de tal manera que su cabello ya no era largo y sus ojos no brillaban. 

 

Habían estado ahí, acompañándola en su onceavo cumpleaños antes de la tragedia, la habían visto reir con su cabello ondeando en viento, volando por todo el jardín de la mansión malfoy sin preocuparse de estar usando un vestido precioso que combinaba con sus ojos grises. Esa Draco de recién cumplidos once años era completamente distinta a la Draco que vieron en el andén 9 ¾. Esa Draco reía jugando con su cabello, volaba en su escoba con una sonrisa en el rostro, la que vieron en el tren tenía el cabello corto, perfectamente peinados y con una mueca imperturbable en sus labios.

La saludaron, pero no se atrevieron a acompañarla, era como ver a un completo desconocido y, siendo un par de niños torpes, la vergüenza se apoderó de ellos y rápidamente otro par de niños se hicieron con la amistad y compañía de Draco. Más, ellos, una vez acostumbrados a la imagen masculina y a tener que tratarla como ‘‘él’’, no tardaron en unirse nuevamente a ella, a ser sus escoltas que la seguían de aquí para allá incluso cuando Zabini y Parkinson lo hacían.

 

El primero en verla despertar fue Goyle, quien decidió rápidamente darse vuelta en su lugar en el momento preciso, cuando Draco ya había abandonado su cama y se había deslizado hacia la puerta más cercana, el baño, debían asumir.

 

Draco, que solía levantarse temprano únicamente para estar perfecta e imperturbable. Tardó, como mucho, 20 minutos en salir del baño, completamente limpia, vestida y perfumada, arreglada. Nadie nunca la había visto mal, nunca la habían visto desarreglada, y luego de sentirla huir de su presencia minutos atrás, debían aceptar que ella definitivamente siempre sería una persona perfecta que atraía miradas.

 

—¿Qué hacen aquí?

 

Fue lo primero que preguntó la rubia, acomodando su cabello a la par que caminaba, descalza aunque con los zapatos flotando detrás de ella, a ponerse de pie ante ese par de chicos que la observaban. Se sintió, ligeramente, juzgada, analizada, pero no en mal sentido, no de mala forma, solo era... Como ser presionada por una manta pesada y cálida a la vez, la agobiaba, pero a su vez la reconfortaba.

 

—Te gusta Potter, verdad.— Dijo Crabbe, y Draco sintió su propia mandíbula soltarse.

 

Estaba confiada, segura de que lo había ocultado bien. No había manera que ellos lo supieran, que ellos la hubieran descubierto tan rápido. Nunca dio el nombre o algún dato de importancia cuando jugueteaba y se burlaba de Pansy, tampoco dio señales y se aseguró de esconderse bien bajo la capa de invisibilidad cuando huía junto a Harry a mitad de algún pasillo. No se daban miradas entre clases y, la noche anterior cuando llegaron juntos, todos dormían ya en sus habitaciones, sin incluir a Blaise y Pansy, claro, que dormían ante la chimenea de la sala común.

 

—¿Cómo?...— Con el corazón en la garganta, se apresuró a reaccionar, riendo y alzando las manos en señal de confianza, falsa confianza. — ¿Cómo creen? ¿Yo y el estupido Potter? Es… simplemente ridículo, imposible.— 

 

Mentía de una forma casi profesional, ella misma era la viva imagen de la mentira, de la falsedad que cargó por años, y ahí, intentando ocultar la mentira más simple en su registro, se sentía como una tonta, como si no supiera mentir y envenenar con sus palabras.

 

—Draco… — La llamó Crabble, respirando de forma fuerte antes de, nerviosamente, ver toda la habitación. 

 

No habían palabras que ellos pudieran usar para expresar lo que pensaban y habían descubierto. A sus ojos, fue tan fácil como volver a ver a la niña de recién cumplidos once años que reía feliz con su escoba nueva, era como si volvieran a ver a su amiga y a la vez no. 

 

—Draco, te conocemos desde que somos niños, crecimos juntos y… Tal vez nos equivoquemos pero… Hay algo entre tu y Potter, estoy seguro…— Hablo esta vez Goyle, haciéndose a un lado en el sofá que ocupaban, viendo como Draco se sentaba entre ambos.

 

Los ojos de la chica viajaron por la habitación, su cuerpo lentamente se deslizó entre ambos chicos y, suspirando, se rindió. Ellos tenían razón, no había forma de ocultarles algo, no después de haberlos tenido revoloteando a su alrededor antes y después de ingresar a Hogwarts. Los conocía y ellos la conocían como si fueran hermanos, nunca la juzgaron al verla aparecer como chico y nunca la rechazaron cuando volvió a tomar su imagen femenina. Tampoco se alejaron cuando sucedió lo de Theodore Nott, ni cuando, en secreto, la vieron intentando leer el futuro para saber si Harry ganaría o no el torneo de los tres magos el año anterior, rogando que ganara él y no Diggory, incluso cuando mintió descaradamente diciendo, y aceptando, apostar con su padre por cuánto tiempo duraría en la competencia. 

 

Su diestra, sosteniendo la varita, se extendió hacia adelante, y batiendo con lentitud, una lluvia de estrellas falsas y en miniatura apareció frente a ellos.

 

—¿Hace cuanto lo saben? ¿Les fue, siquiera… difícil saberlo?—

 

Su voz rendida, se derretía en palabras nerviosas. Tal vez era una conversación que debía tener con otra chica, expresar lo que sentía por un chico y cuánto había tardado en darse cuenta era vergonzosos, algo que solo podría ser comprendido por otra joven de su edad. Pero ahí, sentada entre la calidad de Goyle y Crabble, podía sentir la confidencialidad y seguridad de hablar sin temor a ser juzgada, a ser rechazada.

 

—Tuvimos nuestras dudas, pero… en realidad no fue difícil.— La cabeza de Draco lentamente golpeó el hombro de Goyle, y riendo nervioso, este continuó hablando. —Te vi, intercambiando miradas con él más de una vez entre clases, y… Después que Pansy enviará a Theo a San Mungo, vi como Potter buscaba tu atención casi todo el día, parecía un-... —

 

—Un perro faldero.— Draco completó la frase, y las risas no tardaron en oírse en la habitación.

 

Risas que fueron acompañadas de una larga, pero cómoda, conversación en la que tanto Crabble como Goyle explicaban la forma en que se habían dado cuenta de lo que Draco sentía, y para sorpresa de la rubia, había señales que ni ella misma podía recordar, cosas que había hecho años anteriores, desde tercer año, y que ella, hasta ese momento, no había tomado en cuenta para dar razonamiento a su cercanía con Potter. 

 

Hablaron como los viejos amigos que siempre fueron. Volvieron a ser ese grupo confidente que se susurraban tras los pasillos, que se acompañaban y se reían del mundo, sujetos del brazo cual muro que nadie podría atravesar.

 

Se rieron, se abrazaron y jugaron tontamente, hasta que la puerta se abrió y una pila de libros golpearon estrepitosamente el suelo. Sus miradas inocentes viajaron a la puerta y el grito silencioso de Pansy Parkinson llenó las paredes de la habitación privada Malfoy.

 

La chica de cabello negro corrio hacia el sofá a la par que Zabini cerraba la puerta tras de él. Se escucharon ruidos, cosas cayendo y a la bruja tropezando, hasta que saltó al sofá y sus manos acabaron en los hombros de la rubia, viéndola aterrada.

 

—¿¡Estás saliendo con Potter!? ¿¡CON POTTER!?—

 

Rugió, apretando los hombros de la rubia hasta oír un quejido de esta misma, y, ansiosas, ambas se miraron con un rechazó que nunca habían usado.

 

—Pansy, déjame... Me estas haciendo daño.—

 

Ordenó esta vez la rubia, empujando a la otra para poder quitársela de encima, pero no pudo, y aunque al agarre se hizo más firme,  Goyle no tardó en levantarse del sofá para liberar a la líder de aquella pandilla. Pansy pataleo, agitó sus brazos y golpeo al aire con sus piernas, pero no logro nada, no golpeo a nadie, y cuando se canso, vio desde su lugar, pocos metros alejada de Malfoy, como esta misma acomodaba su ropa y acariciaba sus hombros.

 

Entonces, Pansy reaccionó.

 

—Por Merlin... Draco lo siento, lo siento tanto, en verdad...—

 

Se apresuró en hablar, palmeando su propio rostro para quitarse el calor molesto que la lleno. Su sangre ardía en llamas de solo oir quien era el dichoso chico misterioso que traía enamorada a su amiga, pero, ella no era nadie para hablar, no era nada más que una buena amiga, ella solo había sido una más de las tantas personas que alguna vez estuvieron detrás de Draco, incluso sabiendo que era una chica, y como una buena amiga, casi hermana, debía apoyarla, no lanzarse a gritarle y apretar su cuerpo buscando respuestas.

 

—No es la primera vez que discutimos, Pansy.— 

 

Una mirada cansada y una negativa con los labios apretados hicieron caer en cuantas a Pansy, haciéndola temblar avergonzada. No era mentira, más de una vez habían discutido en el pasado, por cosas incluso más mundanas y simples que la persona con quien se besaba la otra, pero siempre terminaban haciendo las paces más rápido de lo que tardaron en gritarse. Eran amigas, las mejores amigas que podían haber, y claro, ambas tenían más amigos detrás, personas que conocían de antes y con quienes llegaron al colegio, incluso su misma pandilla o al mismo Blaise, todos eran amigos en conjunto, pero la amistad entre mujeres que ellas tenían, su confidencialidad para hablar de intimidad sin vergüenza y la facilidad para tratar la una con la otra, era distinta, era... Especial, algo que toda joven, bruja o muggle, debería experimentar en su vida.

 

—Ahora, explícame porque te lanzaste como una loca desquiciada ¿Qué problema tiene que esté saliendo con el estúpido Potter? Digo, aparte de que sea Potter.—

 

Con un leve chasquido de lengua, las risas volvieron a estallar en la habitación, y antes de darse cuenta, Pansy volvía a estar sentada junto a Draco, abrazándola mientras reía.

 

—Bueno, es Potter, sabes, llevamos haciendo su vida imposible desde primer año, pensé que lo odiabas.—

 

—Si... La verdad yo también lo pensaba, es raro darse cuenta que ya no es... Odio, realmente.—

 

La conversación siguió, se extendió por los siguientes minutos. No tenían "clases" como tal ese día, y siendo el último antes de que cada bruja y mago regresará a sus hogares por la semana de vacaciones navideñas y de fin de año, podían permitirse el no asistir las primeras horas. Ellos estaban a salvo, estaban protegidos de lo que fuera que sucediera fuera de las mazmorras, eran, en su mayoría, hijos de mortífagos, hijos de sangre pura que tenían santos en la corte tras su protección. Mortífagos que nunca harían daño a sus propios hijos ¿Verdad?

 

 

 

 

- . . -  °  - . . - 

 

 

 

 

La semana de navidad no tardó en llegar, y Draco nunca hizo las maletas de regreso a casa. 

 

Ayudó a sus amigos, paseó por los pasillos cada vez más desolados y, el último día que tenía para poder regresar a su hogar, lo único que envió fue una carta, una única y pequeña carta disculpándose, excusándose y deseándole feliz navidad a su madre, solo a ella. No pide regalos, y tampoco los esperaba de todas formas, lo único que deseaba era estar lejos de casa, evitar el mayor tiempo posible regresar y volver a tener que vivir bajo el mismo techo que Voldemort, le aterraba la misera idea de tener que hacerlo.

 

Entre esos días, con el colegio prácticamente vacío, se acompañaba de Harry, quien, incluso habiendo enviado una maleta junto a los Weasley, regresaba a acompañarla, a abrazarla y protegerla.

 

Él la oía, la acariciaba y adoraba. Besaba el camino por el que caminaba y la llevaba en sus brazos con orgullo, incluso si eso había significado quedarse en el colegio un par de días más de lo esperado, cuando Weasley y Granger ya estaban en donde fuera que estuviera el primero y su familia.

 

—Ven conmigo…— Pidió cual perro abandonado una noche, inclinándose sobre el cuerpo recostado de la rubia. Besaba lentamente su cuello y acariciaba sus costados al calor de la chimenea que decoraba la habitación privada de Malfoy. —Ven a celebrar navidad conmigo…—

 

—¿Qué?... Imposible, Potter, los Weasley me odian a mi y a mi sangre.— Voz de la razón, enredó sus dedos en el desordenado cabello del chico sobre ella. Se acomodo en la cama, viendo al moreno alejarse de su cuerpo y empezar a desabrochar su blusa. —Ellos no me dejarían entrar.—

 

—Que importan ellos… Solo ven conmigo…— Rogó cual cachorro, desabrochando ansiosamente los botones de plata que decoraban la blusa verde albahaca de la rubia. Se la quitó y la lanzó a alguna silla cercana, seguida del sujetador de seda que rápidamente quitó, admirándola. —Están en el número 12 de Grimmauld Place, es la sede de la orden del fénix y ellos… ellos definitivamente te dejarán entrar…—

 

—La orden del fénix…— Murmuró al aire, gimiendo al momento de sentir la callosidad de las manos contra su pecho descubierto. Tembló por la estimulación, tirando del cabello de Potter para atraerlo a su cuerpo, a su suavidad y calor. —Tal vez… podría ir.— ´´No quiero estar lejos de ti´´ pensó, acariciando el cabello desordenado.

 

—Te necesito conmigo…— Respondió el chico, dejándose atraer por su mujer, chocando su rostro con la suavidad abultada de sus pechos, y ahí se quedó unos segundos, oyendo su corazón calmado y disfrutando de su aroma natural. Sus manos la tocaban, pero le daban el espacio para prepararse en el acto que más de una vez habían hecho antes.

 

Esa última noche en el castillo se consumieron en el calor de sus cuerpos, entre besos y caricias, romance y adoración. Sin ser la primera vez, y como jóvenes que experimentaban juntos, la protección, que si bien habían empezado a usar por petición de Malfoy, no siempre era la mejor y algunas veces la olvidaban, pero ¿Qué podría pasar? Ella se hechizaba a sí misma, se aseguraba de, la mayoría de mañanas siguientes, beber una poción anticonceptiva, y se confiaba de ello.

 

A la mañana siguiente, vestida con lo más simple que pudo encontrar en su extravagante closet y cubierta por un abrigo de capucha largo, fue junto a Potter, quien en todo momento sostuvo su mano y la guío hasta el número 12 de Grimmauld Place, donde ella decidió quedarse atrás.

 

¿Cómo entraría? ¿Cómo los interrumpiría y se presentaría ante aquellos que años atrás burlo y acoso? Estaba medianamente arrepentida, claro, todo lo que alguna vez hizo fue persiguiendo la aprobación de su padre, y ahora se presentaba ahí como una extraña, cubierta de pies a cabeza por un abrigo de Harry que la llenaba de tranquilidad y seguridad. 

 

Quiso huir, escapar del lugar, y levantando su varita, estuvo a segundos de hacerlo, de no ser por el hombre al final del pasillo que la vio y se acercó a ella. Lo conocía más de lo que a sus padres podría gustarle, lo había investigado y había leído los registros de la familia Black cuando era niña, y aunque debía admitir que intento no interesarse en él, Sirius era un hombre realmente amable.

 

—No sabía que Harry traería un invitado. Debió avisarle a Molly para que preparara un lugar extra en la mesa.—

 

—No es necesario, yo… ya me iba…—

 

Dispuesta a irse, se ocultó bajo el abrigo y se dispuso a girar sobre sus talones, más una mano amable en su hombro la detuvo, y no le quedó más que ver al hombre más alto, alzando la mirada y dejando caer la capucha que cubría su rostro y cabello.

 

—Draco Malfoy.—

 

—Sirius Black.— 

 

Se saludaron con cortesía, sin disgusto ni incomodidad. Él le acomodó el cabello y ella lo abrazó. Eran familia al final del día, y recordaba a su madre Narcissa hablarle, con bastante cariño, una vez de él.

 

—Ve con Harry a la cocina donde los demás comen.—

 

La invito quien había pasado todo ese año leyendo las cartas y mensajes de Harry donde glorificaba y alababa a la chica. Nunca espero llegar a encontrarse con ella tan pronto, mucho menos que fuera una Malfoy, pero debía darle un aplauso a su ahijado. Era una linda chica, y si había cambiado tanto como Harry mencionaba en las cartas, también sería una agradable compañía, especialmente si se trataba de la novia de Harry, tal vez posible futura señora de esa casa.

 

—Preferiría… Esperar que él viniera por mí. No soy una persona del agrado Wesley y Granger me odia.— Hablo con clase y delicadeza la chica, quitándose cuidadosamente el abrigo para entregarlo al hombre delante de ella, quien lo colgó en una pechera que giraba y se acomodaba sola. 

 

Sirius no la juzgo y, dejándola en el pasillo, camino a la puerta de la cocina, encontrándose a medio camino con Harry, quien iba a buscar a la rubia y se aprovechaba de la celebración para escapar sin ser seguido. Se quedarían, en el mejor de los casos, un par de días ahí. En el peor y más realista, Draco se iría a terminar de pasar las vacaciones en el colegio, junto a Snape, posiblemente. 

 

Harry la abrazó, la acunó en sus brazos con un suave beso en los labios, y caminó con su brazo rodeando la cintura de la chica. La guío silenciosamente por el pasillo, y una vez entraron donde la familia celebraba, todos se quedaron en silencio. El primero en hacer una mueca fue Arthur, seguido por las miradas de Molly y los gemelos. Ginny soltó un bufido molesto y Hermione dejó caer el plato, por suerte vacío, que sostenía en sus manos. Ron no dijo nada, pero movió su mirada entre su mejor amigo y la rubia Malfoy que lo acompañaba.

 

—¿Qué hace ella aquí, Harry?— preguntó Molly, dejando lo que fuera que sostenía sobre la mesa, apoyando ambas manos en los hombros de su esposo.

 

—Yo… La invite a celebrar navidad conmigo.— dijo, aunque ante el desconcierto de las miradas, planeo volver a hablar, explicar el porqué y presentarla como su novia. 

 

—Soy su novia, Señora Wesley.—

 

Draco se adelantó a las palabras de Harry, y escuchando un jadeo general, solo pudo hacer una mueca, reafirmando en su cabeza que acceder a ir y celebrar con los Weasley había sido la peor decisión de su fin de año.

Notes:

Ehe

¡Espero que disfruten el capitulo! Me tomo demasiado tiempo escribirlo, y realmente no estoy del todo convencida con la parte final, pero aquí les traigo la actualización, es un capitulo, a mi parecer, de relleno. Iba a ser de como los grupos de amigos se enteraban de quien era la pareja del otro, pero al final agregue que todos los Weasley lo descubrían a la vez jaj

Intentare no tardar tanto en la próxima actualización, aunque me disculpo desde ya si sucede

Chapter 10

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

A un lado de la sala, el árbol de Navidad alto y recargado por los adornos que Weasley y Black habían compartido se alza con luces parpadeantes que parecen un latido inquietante en la penumbra. Los pocos regalos, perfectamente envueltos, descansan al pie del árbol, pero nadie los mira. En el aire flota un aroma a pino mezclado con el leve dulzor del ponche de calabaza que nadie se ha atrevido a probar.

 

La habitación está decorada con detalles navideños: una guirnalda de hojas verdes y bayas rojas cuelga sobre la chimenea, donde un fuego tímido chisporrotea, incapaz de disipar el frío que emana de los presentes. En la mesa, un plato de galletas de jengibre permanece intacto, sus figuras sonrientes contrastan cruelmente con los semblantes serios que los rodean.

 

Las diez personas presentes están repartidas entre las sillas y de pie alrededor de la sala, pero ninguno cruza miradas. Draco se mantiene cruzada de brazos a un lado de Harry, con la mirada fija en un punto entre las plantas miradas Weasley que la aplastan desde sus lugares. Al otro lado de la habitación, la única hija de los Weasley parece romper el borde de su propio suéter con sus manos, apretando y tirando de el en un vago intento de mantenerlo acomodado, ansiosa por alzar la voz y mordiendo sus labios como si esperara que eso rompiera el hechizo opresivo del silencio. En la esquina, Ron, que se mantiene con el ceño fruncido, tamborilea los dedos sobre su rodilla.

 

El reloj de pared marca cada segundo con una claridad casi insultante, amplificando el vacío entre ellos. Afuera, la nieve cae en copos suaves, apagando cualquier ruido externo, como si incluso el mundo exterior conspirara para mantener intacta esa atmósfera. Una radio muggle olvidada en la cocina emite lejanamente un villancico, pero su tono alegre suena fuera de lugar, como una burla sutil al estado de ánimo sombrío.

 

De repente, el fuego en la chimenea chisporrotea más fuerte de lo habitual, y todos levantan la vista, sorprendidos por un instante. Pero, al darse cuenta de que no hay nada significativo en el sonido, sus miradas vuelven a perderse en sus propios pensamientos, reforzando el muro invisible que los separa.

Ginny estaba echando humo de la rabia.

 

Hermione estaba completamente decepcionada.

 

Harry no sabía qué decir.

 

Y Draco cruzaba orgullosamente los brazos por delante de su pecho. Alzando la barbilla y viendo por encima a los Weasley. No lo hacía a propósito, la habían criado para actuar así, para ocultar su miedo tras una máscara de superioridad y no permitir que nadie nunca la pasara a llevar. Ella era la cúspide de la pirámide, y nunca nadie la haría bajar de su torre. Y en ese momento, siendo amenazada en silencio, lo único que le quedaba era hacer frente con orgullo y romper el manto de incomodidad que la cubría a ella y a los demás en la sala.

 

—¡¿ Qué clase de poción le diste ?!—

 

Rugió Ginny cual león enjaulado cuando el silencio era insoportable. Orgullosa y celosa, actuando como nunca antes la habían visto actuar sus familiares, más nadie dudaba que pudiera ser así tras las puertas del hogar. Se levantó de su silla y sin detenerse al oír la madera golpeando el suelo bajo sus pies, caminó a pasos largos, pesados.

 

—¡¿ Qué maldito hechizo usaste ?! ¡ Eres una bruja cualquiera ! ¿¡ Primero te las arreglaste para que discutieran la plaza de Nott y ahora con Harry !? —

 

Gritaba con furia la pelirroja. No le habría importado nada si la novia que Harry presentaba hubiera sido Cho, Luna, o cualquier otra chica que se le ocurriera cortejar durante ese año, pero el mero hecho que fuera Draco, el mero hecho de verla, de tenerla frente a sus ojos y que fuera ella quien sostuviera la mano de Harry, le hacía sentir la sangre hervir de la rabia a lo largo de sus venas.

 

Esa no era Ginny, Ginny era miembro del club clandestino, recientemente creado bajo la excusa de lo sucedido con Theodore Nott, que defendía los derechos de las brujas y jovencitas de la escuela. Ginny era la amiga de todas, la bruja con quien podías sentarte a contar tus problemas amorosos. Ginny era eso, el hombro amigo que ayudaría a cualquier chica en cualquier lugar, No quien gritaba e insultaba a otra bruja por salir con alguien, mucho menos por ser Harry ese alguien, incluso había sido ella quien apoyó y empujo a Cho a intentar besar a Harry, pero ¿Por qué? ¿Por qué con Draco estaba reaccionando así?

 

Cuando Draco era un chico, a Ginny ya le desagradaba, pero nunca le dio la importancia suficiente a su existencia, nunca le interesó desafiarlo o siquiera mirarlo, y estaba completamente bien con ello, Draco no era un factor importante en la ecuación de su vida y su odio hacia él se basaba netamente en el odio que su familia ya tenía en contra de los Malfoy -Y Black, de alguna forma- pero, ahora que Draco había aparecido, por más gracioso que sonara, mágicamente como una mujer, y resultaba que siempre lo había sido, su desagrado se deformo en odio. Un odio desesperado, desalmado. Un odio basado en la envidia.

 

Draco era una chica linda. Era alta, rubia, delgada y con piel prácticamente perfecta, sin manchas ni imperfecciones, sin pecas ni las claras marcas que la adolescencia debería dejar en su rostro. Todos los chicos andaban detrás de ella y ella no parecía notarlo, como si no le importara ser el centro de las miradas. Las chicas Slytherin, desde primer hasta último año, hablaban de cómo reía y se levantaba, cada maldita mañana desde que inició ese año, dos horas antes únicamente para mantener arreglada su imagen ya perfecta.

 

Y no solo era linda físicamente, había demostrado, muy en el fondo y sin que nadie la mirara y alabara, ser atenta, amable y realmente cuidadosa con otras chicas, en especial con las pequeñas de cursos más jóvenes que le pedían ayuda en la biblioteca o entre los pasillos.  Incluso Luna, la que supuestamente era amiga de Ginny, había hablado de cómo Draco se había acercado a ella y la había ayudado a encontrar las cosas que le habían robado

 

Se robaba las miradas en las clases compartidas y se robaba los suspiros durante partidos de quidditch, partidos en los cuales, bajo el atento odio de Ginny, seguía jugando en el equipo masculino 

 

¿Por qué era así? ¿Por qué seguía codeándose con los chicos luego de lo sucedido con Theodore Nott? ¿Acaso no le había bastado ser tocada por él? ¿Acaso realmente había sido como Umbridge había dicho, y fue Draco quien se lo ofreció en primer lugar?

 

No lo sabía, y fue cuando un expelliarmus chocó contra ella, que reaccionó, con su propia mano alzada y viendo como Draco acariciaba suavemente uno de los brazos de Harry, detrás de él. Ginny había estado a segundos de atacar a la rubia y, de no ser por la repentina intervención de Potter, posiblemente Ginny la habría atacado con uno de los tantos hechizos que aprendió en la Orden.

 

Si me lo permiten, me retiro.— Fueron las palabras de Draco, quien con gracia ignoró completamente el ataque interrumpido contra su persona. Alejó su mano del hombro de Potter y se dio media vuelta sobre su propio eje.

 

Era el escenario esperado que Draco ya había dibujado en su mente. La mera idea de poder pasar la navidad junto a quienes tomaban el papel familiar de Harry, y ser aceptada por ellos luego de lo que su familia y ella misma habían hecho tantos años antes,  ya era una completa fantasía. Habría estado feliz de pasar aquella navidad lejos de casa entre los brazos de Potter, acurrucados ante la chimenea con sonidos familiares a su alrededor, pero no era bienvenida ahí, y lo sabía. 

 

¿Qué? ¡Draco, espera!— Harry la llamo, pero cuando se dispuso a ir tras ella, la mano firme de Ginny sujetándolo por el brazo lo detuvo, intentó soltarse, pero la puerta que los separaba del pasillo se cerró tan rápido como se abrió, y tan rápido como llegó, Draco se fue.

 

La habitación se mantuvo en silencio, pero al menos estaba calda por la chimenea que los calentaba. Todo lo contrario al pasillo que recibió a Draco en una penumbra helada. Los candelabros estaban encendidos, pero no parecían iluminar su camino hacia la salida, tan cercana y lejana a la vez.

Sirius observó desde su lugar, al final del pasillo, como Draco salía apresurada de la habitación. La había esperado ahí, en silencio y contemplando el caer de la nieve a través de una ventana. 

 

El desenlace de aquella repentina visita navideña había sido exactamente como lo había pensado al ver llegar a la joven heredera Malfoy. Si las cosas eran tal como Harry le había contado en cartas, ella parecía haber dejado atrás los pensamientos de superioridad que los sangre pura como los Malfoy solían seguir, pero haberlos dejado atrás no bastaba para sanar las heridas y pensamientos ya arraigados en la mente de personas como los Weasley, que por años habían sufrido la burla y abuso de otras familias purasangre. Aquel desenlace era exactamente el mismo que él había vivido varios años atrás, cuando aún vivía junto a sus padres y haber quedado seleccionado en Gryffindor había sido el inicio de todo su decadencia como un Black.

 

Sirius descolgó cuidadosamente el abrigo con el que Draco había llegado, e inclinándose un poco cuando ella llegó a su lado, se lo ofreció.

 

Una jovencita como tu no debería estar llorando.— Comentó Sirius con voz amable, casi paternal. 

 

No estoy llorando.— 

 

Afuera hace frío, aún está nevando... Abrígate bien antes de salir, el camino hacía hogwarts es largo y helado sin un traslador.— Advirtió esta vez, sin tocar el tema de las ligeras perlas brillantes que decoraban las pestañas de la rubia. —Puedes tomar una de las escobas, cualquiera, Harry la traerá de vuelta la próxima vez.

 

No fueron necesarias palabras cuando Draco volvió a ceder a la emocionalidad, siendo abrazada por Sirius antes de, tal como él dijo, cubrirse con el abrigó y salir, tomando la primera escoba que encontró a su alcance y montándose en ella, necesitada del largo y solitario viaje que sería regresar a Hogwarts en la víspera del 24 de diciembre.

 

Por el resto del día, Draco no supo nada de Harry.

Y Harry no supo nada de Draco.

 

 

 

 

 

 

- . . -  °  - . . - 

 

 

 

 

 

El ambiente que había quedado en el comedor del número 12 de Grimmauld Place era tan denso que podía cortarse con el filo de un pergamino. Lo que había empezado bajo la idea de una cálida navidad junto a los seres queridos, se trastornó rápidamente en lo que podría  ser un complicado y duro fin de las fiestas.

 

Ginny, en algún momento entre su amenaza contra Draco y la huida de esta última, había empezado a llorar, y todos, o al menos Hermione junto el señor y a señora Weasley, parecían mucho más preocupados de consolar a la chica Weasley que saber qué era lo que realmente pensaba Harry al haber llegado tan orgulloso junto a Draco Malfoy a lo que debía ser una maravillosa cena navideña.

Harry intentó correr tras Draco, pero Sirius, su padrino, lo detuvo en la puerta del comedor, sonriéndole con cariño e invitandolo a charlar de forma más privada.

 

Harry se movió primero por la casa, en silencio, siguiendo el curso de los pasillos hasta una habitación decorada con un tapiz familiar mágico. Estaba intentando huir del claro interrogatorio con el que sus amigos lo bombardearian, y aunque era plenamente consciente de que en algún momento sucedería, no deseaba que ese momento fuera ahí y ahora. Lo único que realmente quería era ir tras Draco, alcanzarla y disculparse por lo que él no hizo.

 

Feo mocoso ahí parado como un temerario. Harry Potter, el niño que detuvo al señor tenebroso, amigo de los sangre sucia y de los traidores de la sangre… Si mi pobre ama lo supiera… — Un elfo doméstico que se encontraba de pie en la puerta de aquella habitación habló, ante el desconcierto y duda de Harry, el elfo no pudo continuar su monólogo.

 

¡Kreacher! Ya es suficiente, retirate.— 

 

Tras la orden de Sirius, el elfo que solo vivía para servir a la noble casa de los Black, se retiró, dando paso a la privada conversación que Sirius deseaba tener con Harry.

Harry, supo entonces que Sirius había crecido en aquella casa, y que tras huir de su hogar su imagen en el tapiz familiar había sido quemada. Pero, esa no era la única conversación que Harry necesitaba. 

 

Siempre fui bienvenido con los Potter, en tí, veo mucho de tu padre, Harry. Tu te pareces mucho a él, desde la valentía que corre en tí hasta la absurda devoción a la persona que ama…

 

No estoy tan seguro… Sirius, cuando estaba… Cuando vi el ataque al señor Weasley, no solo lo miraba, yo era la serpiente. Y después, en la oficina de Dumbledore, lo único en que podía pensar era en Draco, en como estaría pasando la noche ella. En cómo estaba siendo todo esto de… el regreso de Voldemort para ella. En el cementerio, cuando murió Cedric, estaba Lucius Malfoy ahí, él… él podría simplemente dejar a Voldemort entrar en su hogar y no sabes cuanto me aterra pensar que Draco podría estar en peligro por culpa de eso… Además, toda esta conexión entre Voldemort y yo ¿Qué tal si eso se debe a que estoy volviendo como él? Es que estoy sintiendo tanta ira todo el tiempo… Me aterra pensar en que yo también podría hacerles daño, que Draco pudiera llegar a salir herida de nuevo y que esta vez sea mi culpa… ¿Y si después de todo lo que me ha pasado algo está mal dentro de mi y si me estoy volviendo malo? Con suerte pude detener a Ginny cuando iba a atacar a Draco, y fue mi culpa traerla aqui sin siquiera pensar en como reaccionarian, en qué dirían sobre ella…

 

Harry, que había empezado a divagar en sus propias emociones y pensamientos, sentía su garganta secarse por cada palabra que salía de entre sus labios, cegado por el miedo de estarse convirtiendo en alguien como Voldemort y arrullandose a sí mismo en la falsa sensación de calma que quedaba en sus hombros ante el recuerdo de la calidez de las caricias de Draco contra su cuerpo al fundirse en un solo latido. 

 

Quiero que me escuches con mucha atención, Harry. No eres una mala persona… Eres una buena persona a quien le han pasado cosas malas ¿Está claro?— Sirius, en algún momento, había presionado sus manos contra los hombros de Harry, buscando calmar el creciente ataque de ansiedad que golpeaba el pecho de su ahijado. —Además, el mundo no se divide entre buenas personas y mortifagos. Todos tenemos luz y oscuridad en el interior. Lo que importa, son los caminos que tomamos, eso somos en realidad… Si no ¿Cómo explicar todas esas cartas en las que hablabas de la joven Malfoy? De la forma en que ella había cambiado al inicio de este año a tal punto de ni siquiera tomarse el tiempo de molestar a tus amigos ¿O de aquellas en la que mencionabas lo cálido que era dormir entre sus brazos? Harry, las personas cambian, algunas para bien, otras para mal, pero no por que sucediera algo que tú no podías prever, significa que no puedas cuidar de quienes amas…

 

Harry no tuvo la oportunidad de responder cuando Hermione se asomó por el borde de la puerta, anunciando, con algo de incomodidad, que ya era momento de irse. Sirius abrazo a Harry en un acto de despedida, prometiendo así que cuando todo eso acabara serían una familia, y que Draco podría unirse a ellos si así lo deseaba la rubia.

 

 

 

 

 

- . . -  °  - . . - 

 

 

 

 

 

El regreso de Harry a Hogwarts estuvo cargado del pesado ambiente que lo rodeaba. Era obvio que su regreso sería junto a sus dos mejores amigos, pero a ellos se había unido Ginny, y por más que Ron quisiera hablar sobre todo lo sucedido, las mortificas miradas tan filosas como una cuchilla lanzadas por ambas chicas, lo hacían mantenerse en silencio y aferrado a su propio asiento, sin tocar el tema ni tener la oportunidad de conversar.

 

Las primeras horas del día en que llegaron, Harry se vio acompañado la mayoría del tiempo por Cho Chang, lo cual no le molestaba, ella era una buena amiga con la cual podía mantener una charla amena. Pero desde su llegada, Harry no había visto a Draco, en ninguna situación.

No la vio presentarse al gran comedor durante el desayuno y tampoco la vio moviéndose por entre los pasillos. No se habría mostrado ansioso si al menos hubiera visto al resto del grupo Slytherin, pero no había nadie, ni una sola alma. Ninguno de ellos parecía haber salido de la sala común y ninguno de ellos parecía dar indicios de presentarse a clases.

 

Esa mañana el trío de oro supo que Hagrid había regresado a Hogwarts, pero también presenciaron como Umbridge lo amenazaba con echarlo.

Notes:

Hola, sigo con viva

Actualización cortita, solo para terminar con lo sucedido durante la navidad de ese año.

Escribí la interacción Sirius con Draco pensando en una extraña mezcla entre él y el abuelo de juego de Gemelas

No se asusten, la siguiente parte ya esta en proceso, posiblemente sea sobre el descubrimiento de la orden por parte de Umbridge y... tal vez haya intervención de Lucius (preparen el odio)