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El murmullo de las voces venía de todas direcciones, llenando la amplia habitación y mezclándose hasta que ninguna fue del todo distinguible. Hombres y mujeres discutían entre ellos, algunos con las manos apoyadas sobre la gran mesa de audiencia, otros jugando con el borde de sus elegantes vestiduras. Pánico y confusión se reflejaba en cada rostro, los ojos perdiéndose entre cada interlocutor cuando su voz alcanzaba sus oídos. El motivo de tanto revuelo era uno solo, un rumor que se convirtió en hecho con la llegada de la más reciente noticia.
El príncipe Ephraim iba a casarse… con el príncipe heredero de Grado.
—¡Esto es inaudito!—dijo uno de los ministros—. Grado estuvo atacando la frontera por meses y ahora ¿el príncipe está de su lado?
Con motivos desconocidos, Grado había movilizado sus tropas para aterrorizar aldeas colindantes con la frontera de Renais. Algunos todavía lamentaban las pérdidas y consideraban las acciones del imperio como un agravio. Con solo ese hecho, el príncipe bien podría etiquetarse como traidor, pero una nueva duda se hizo presente.
—¿Cómo pudo suceder? ¿Esa fue siempre su intención al renunciar al trono?
—Es imposible, ha estado luchando sin descanso en la frontera…
—Lleva años fuera del país, sus lealtades deben haber cambiado…
Las acusaciones iban y venían, pero el príncipe no estaba presente para responder por ellas. Incluso si lo hubiera estado, el panorama no sería muy diferente. Muchos de los ministros tenían sus reservas ante el comportamiento de Ephraim, nunca demostró interés por los asuntos oficiales del gobierno o el protocolo real. Aunque algunos confiaban que con el tiempo llegaría a tomarse más en serio su título, ninguna de esas expectativas le impidió renunciar al trono cuando cumplió los dieciocho años. Cuatro años después del suceso, muchas cosas habían cambiado, pero nadie de los presentes esperaba ese desenlace.
La desconfianza ante las acciones del príncipe no era la única perspectiva presente en el gran salón, porque la lástima se abrió paso en algunas de las voces.
—Pero Grado ha retirado sus tropas, si fue gracias a su intervención, ¿no es esto un enorme sacrificio?
La mayoría entendió de dónde venía tal afirmación y compartieron el sentimiento como si la sospecha anterior nunca hubiera existido.
—Es cierto—expresó uno de ellos, su semblante arrugado con consternación—. Humillarse de esa manera y todo para complacer a un imperio tan cruel…
Porque todo el continente conocía la reputación de Grado, lo que habían hecho para amasar todo su poder, y la sangre derramada en las fronteras de Renais solo sirvió para reforzar esta idea. Pero también había algo más, un secreto a voces del que nadie se atrevería a hablar. Lo único que quedaba claro era que el príncipe Ephraim no estaba en una situación favorable y que las malas lenguas terminarían por acecharlo también; tan sutiles como un paulatino envenenamiento. De pronto, una nueva voz se sumó al bullicio, desviando la atención de los presentes.
—Silencio, por favor.
Dicha petición, tan amable como firme, no podría venir de otra persona que no fuera la princesa Eirika. Ingresó al salón con calma, apenas afectada por la situación. Algunos ministros apartaron la mirada, avergonzados ante la posibilidad de que sus duras palabras hayan sido escuchadas por la princesa. Con su largo cabello verde y ojos del mismo color, la belleza de la joven era etérea y deslumbrante. Siguiendo sus pasos a una distancia prudente estada el General Seth, su escolta personal. Todos los ministros solo pudieron observar en silencio mientras ella tomaba lugar en el asiento principal, el caballero permaneció de pie a su lado con el semblante impasible. La princesa alzó la mirada hacia los presentes. A pesar de que su aspecto era muy similar al de su gemelo, las diferencias más evidentes yacían en sus personalidades y como tal, la princesa Eirika había formado una impresión mucho más favorable de parte de los nobles hacia ella. Pero en ese momento, poco le importaba mantener una imagen de heredera ideal, nada la detendría para hablar a favor de su hermano.
Se aclaró la garganta antes de iniciar con su intervención.
—Es de mi agrado informarles que Grado ha accedido a retirar sus tropas y planean compensar los daños causados. La negociación por la paz ha sido todo un éxito—habló con soltura y su mirada compasiva se paseaba entre cada rostro presente, sin dejar a nadie desatendido—. El emperador Vigarde expresó sus disculpas formales en la frontera hace unos días, espera que el matrimonio de entre mi hermano y su hijo pueda iniciar con buen pie; libre de conflictos.
Algunos nobles tenían sus dudas al respecto, lo cierto es que habían permanecido muy al margen durante todo lo sucedido y las noticias alcanzaron la capital antes de que la princesa pudiera informar la situación. Sin embargo, había algo de verdad en sus afirmaciones. Ella misma y el General Seth, se había retirado al límite de la frontera una semana atrás. Lo que sucedió en esos días seguía siendo un misterio y solo ahora podían obtener respuestas. Uno de los ministros se atrevió a hablar.
—Su alteza, ¿está segura de esta decisión? Esto ha escalado más allá de una simple disputa.
Incluso con la promesa de una disculpa, Grado había atacado sin motivo y no podía pasarse por alto. La princesa asintió, la dulce sonrisa nunca abandonó su rostro.
—Es el deseo de mi hermano unir su vida con el príncipe Lyon—explicó Eirika, colocando una mano en su pecho. Su franqueza sorprendió a todos los presentes—. Está haciendo todo lo posible por resolver este conflicto y tiene toda mi confianza.
Ninguno de los presentes tenía razones para dudar de las palabras de la princesa, incluso si la idea de la unión les pareciera, cuanto mucho, descabellada. Eirika mantuvo la compostura, esperando una siguiente intervención. Al no obtener más palabras de objeción, entrelazó sus manos sobre la mesa de juntas y sin perder el tono cordial, dijo:
—Si no hay otro asunto que discutir, doy por finalizada esta reunión.
(…)
Una vez terminada la junta, Eirika dejó caer los hombros y soltó un suspiro lastimero. Fue agotador mantenerse en calma durante todo ese tiempo y aunque en el fondo agradecía que las cosas terminaran bien, todavía fue capaz de percibir las dudas de los nobles. La hacían preguntarse si alguno tomaría cartas en el asunto, si las quejas reprimidas en sus rostros terminarían manifestándose de formas en que ella no pudiera controlar. Seth seguía de pie a su lado, aunque lo disimulaba muy bien, había una sombra de preocupación en su semblante. Una vez que la habitación se despejó y solo quedaron ellos dos, se atrevió a expresar sus dudas.
—Princesa, perdone el atrevimiento, pero ¿no ha considerado una misión de rescate? Esta clase de acciones no son propias del príncipe.
Eirika hizo una mueca.
—Pensé lo mismo, mi hermano no se comprometería con alguien a quien apenas conoce y mucho menos sin decírselo a nadie—expresó, dejando salir su preocupación—. Pero recibí una carta suya, junto con la invitación.
Seth arqueó las cejas con sorpresa, era la primera vez que escuchaba eso.
—¿Una carta? ¿Qué decía?
La princesa extrajo del borde de su guante un trozo de pergamino doblado en varias partes, lo había ocultado apresuradamente antes de asistir a la reunión. Desdobló la hoja y se la entregó a Seth, la caligrafía era desordenada y con algunos manchones de tinta como si hubiera presionado la pluma con demasiada fuerza. Sin lugar a dudas pertenecía al príncipe Ephraim, eso o estaban ante un imitador muy preciso. El mensaje para la princesa decía así:
Querida hermana,
Ya has de estar enterada de las noticias, lamento no habértelo comunicado yo mismo de antemano, muchas cosas pasaron en el campo de batalla y perdí la oportunidad. No tienes que preocuparte por nada, me encuentro bien y confío en que este matrimonio podrá fin a la hostilidad entre Grado y Renais. Por favor, cuídate y mantén el reino a salvo, que la promesa que le hicimos a padre se mantenga. Esperaré tu visita con ansias e intentaré escribirte otra vez para compensar la ausencia.
Hasta entonces,
Príncipe Ephraim de Renais
Seth escaneó la carta varias veces. Mientras más la leía, menos seguro estaba de que se tratara de una falsificación, pero la vaguedad de sus afirmaciones provocaba un sentimiento de sospecha en su interior. No podía apresurarse a sacar conclusiones por su cuenta, así que prefirió discutirlo con la princesa
—¿Cree que el príncipe decidió esto por su propia cuenta?
—Debe haberlo hecho y entiendo sus motivos—murmuró Eirika, sujetando su mentón con aire pensativo—. Una alianza con Grado detendría los disturbios en la frontera y Ephraim renunció al trono, es el más indicado para convertirse en consorte del emperador.
Aunque le preocupaba que haya sido obligado a aceptar el compromiso, conocía a su hermano y sabía que él nunca tomaría una decisión así tan a la ligera. Debía tener un motivo, uno que no podía compartir por carta. Había estado muy angustiada cuando el mensajero le informó de su desaparición en el campo de batalla, temía por su seguridad y todo lo que pudo hacer fue poner una buena cara mientras el emisario de Grado informaba toda la situación. Recibir esa carta fue el impulso que necesitó para actuar con precaución. Seth asintió ante su explicación, visto desde una perspectiva técnica tenía mucho sentido.
—También menciona la promesa de su padre—comentó Seth, uno de los manchones de tinta estaba cerca de esa frase y no parecía un accidente—. ¿A qué se refiere con eso?
Eirika lo observó de reojo, su bello rostro se mantenía serio.
—Padre dijo «Apóyense entre ustedes, sostengan el reino y mantengan la piedra oculta»—Distraídamente tocó su brazalete, la promesa de cuando fueron jóvenes y empezaron a entrenar, nunca había tenido tanto peso como ahora. Un momento tan crítico y donde su padre ya no estaba. Alejó ese pensamiento de su mente y centró en el tema principal—. Recuerdo que Tana mencionó que la piedra de Frelia había desaparecido y justo después Grado empezó a invadir las fronteras aprovechando la muerte de padre. No quiero pensar lo peor, pero… tal vez Grado esté intentando recolectar las piedras.
Seth apretó los puños, había una razón por la que las piedras debían permanecer separadas y aun así era el origen de muchos conflictos. Ojalá hubiera una solución más permanente.
—Si eso es verdad, entonces el príncipe ahora está en una mejor posición para detener sus planes.
—Correcto—asintió Eirika—. Por eso será mejor si hacemos todo lo posible por apoyar su fachada.
Ya habría tiempo para aclarar todo, comprobar por su cuenta el estado de su hermano. Cruzando los brazos, Seth soltó un suspiro:
—Entonces, ¿hay que preparar un regalo de bodas?
No supo si fue la expresión en su rostro, contrariada y a la vez confusa, o el tono que utilizó. Pero por primera vez desde la desaparición de su hermano, Eirika soltó una risa.
—Creo que sí—respondió, una sonrisa decoraba su rostro, mucho más deslumbrante que las anteriores—. Espero que puedas ayudarme, Seth.
Un ligero rubor cubrió las mejillas del caballero y desviando la mirada del alegre rostro de la princesa, se aclaró la garganta.
—Haré lo que pueda, su alteza.[1]
Y así el asunto fue cerrado, dejando en el aire las dudas sobre cómo resultaría el matrimonio del príncipe Ephraim.
Notes:
[1] Creo que no existe traducción oficial de Sacred Stones, así que me baso mucho en la versión inglés para algunas cosas. En este caso, Seth suele llamar a Eirika "My lady" "Princess" "Princess o Lady Eirika" y "Your Highness" y aunque de verdad quiero usar el My lady, no me gusta como suena Milady jajaja. Entonces creo que lo dejaré con el "Su alteza" para distinguir.
¡AH! Debería estar terminando otras cosas, pero hace mucho que quiero hacer esto. Veré como sale.
Y bueno, la trama de esta historia será básicamente "matrimonio", matrimonio y algo sobre unas piedras, jeje. Es que de verdad, muchas veces me he puesto a pensar que Sacred Stones habría arreglado su conflicto si Lyon se casara con Ephraim (yo sé, es más complicado, pero por el ship acéptelo T_T). Pero bueno, lo único que puedo dar como contexto por ahora es que será un AU, tomaré prestados algunos personajes y tal vez me desvíe un poco de sus personalidades (si no lo hago me volveré loca con la investigación). Espero que todo salga bien y gracias por darle una oportunidad a la historia ;)
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1 semana atrás
Para Ephraim las acciones valían mucho más que las palabras. Aunque muchos lo acusaran de distraído o incapaz de captar las indirectas, en realidad era muy perspicaz para notar el significado de ciertos movimientos. Por desgracia, esto se aplicaba más que todo en el campo de batalla. Cuando peleaba se sentía como tener una charla con el oponente, algunas eran más cortas y otras tan largas que le permitían descifrar los objetivos de la otra persona. Desesperación u orgullo, lealtad o autopreservación. Había visto mucho de ellos en todos esos años que llevaba luchando y aun así, era la primera vez que se topaba con una imagen semejante.
Se había acostumbrado a contemplar la fila de cadáveres recientes todas las mañanas, era casi un recordatorio constante de cómo las cosas habían cambiado tanto en los últimos años. La primera vez que observó la escena fue el día que llegó al frente, el ataque había llegado en el momento menos esperado y no dudo en acudir cuando las cosas se salieron de control. Su regreso a casa estuvo cubierto por una nube negra de desgracias, pero no podía permitir que siguiera creciendo.
—Alteza—escuchó la voz de Kyle llamándolo, apartó su mirada de la imagen frente a él para recibirlo—. El grupo de exploración ha vuelto.
Cuando empezó a fungir como general en el puesto de la frontera, Kyle se había unido a su lado de inmediato como su segundo al mando. Fue de gran ayuda debido a que con su ausencia en los últimos años temía no poder ganar la confianza de las tropas, por fortuna las cosas marchaban bien y han sabido coordinarse para planear las estrategias. Ephraim pidió su reporte con tono amable.
—¿Ha habido algún cambio en sus movimientos?
—No—Kyle sacudió la cabeza—. Sufrieron muchas bajas durante el ataque, se mantienen acuartelados en su campamento a la espera de nuevas órdenes.
Ephraim no pudo contener su suspiro, pronto ese pequeño grupo recibiría refuerzos y tendrían que lidiar con un segundo ataque. Llevaban semanas en la misma rutina.
—Organiza un grupo para recoger los cadáveres, yo acompañaré a otros para peinar la zona y luego podremos prepararnos para el siguiente encuentro.
Kyle no asintió de inmediato ante sus indicaciones, de hecho separó los labios para decir algo, pero falló y tuvo que intentar de nuevo. Ephraim lo observó alzando las cejas, expectante.
—Alteza, vi que lo hirieron durante el ataque de anoche—murmuró, arrugando el ceño con preocupación—. Debería ir con un clérigo antes de hacer nada.
Ephraim se encogió de hombros y esbozó una pequeña sonrisa confiaba, pasó casi cuatro años sin escuchar las observaciones de Kyle, de alguna manera se sentía nostálgico.
—Fue solo un rasguño, no pasa nada.
Sonó todo lo despreocupado que pudo y de hecho estaba hablando en serio; sin embargo, sus respuestas siempre eran iguales, así estuviera a punto de colapsar. No podía culpar a Kyle por desconfiar o seguir insistiendo, como en ese momento.
—Aun así, tomar precauciones nunca está de más—recalcó, ya había entrado un poco más en confianza, desde su regreso a Renais no podía evitar adoptar la actitud de subordinado—. Especialmente si insiste en tomar tantos riesgos.
—Ahora suenas como Eirika—comentó Ephraim, conteniendo una carcajada.
Kyle se enfurruñó ante su falta de seriedad, pero eventualmente logró convencerlo de que estaba bien y pudieron retirarse a sus tareas del día. Mientras cabalgaba por los alrededores de su zona, el buen humor que había conseguido con aquella conversación se esfumó con el viento. Un hormigueo familiar recorría sus manos mientras sostenía las riendas y tuvo que tomar un respiro profundo para mantenerse tranquilo. No lo admitiría en voz alta, pero estaba harto de esa rutina. Desde que Grado había empezado sus ataques en el borde, su única estrategia había sido mantener un frente firme y centrarse en la defensa. Pero empezaba a preguntarse por cuánto tiempo podrían mantenerse así. Él no tenía problemas en dirigir un ataque, por su cuenta podía dañar la defensa del enemigo y meterlos en un aprieto, pero eso significaba abandonar su propio puesto y dejar las aldeas cercanas vulnerables. Grado estaba jugando con ellos, los superaban en número y practicaban nigromancia. Hasta el momento habían sido demasiado cautelosos, atacando y reagrupándose ante la menor desventaja. Su objetivo, por otra parte, era incierto. Con ese panorama, tenía las manos atadas, pero lo que le impedía actuar definitivamente era que se sentía incapaz de ignorar los deseos de su hermana. Eirika estaba preocupada por la seguridad de los ciudadanos, por eso su primera orden fue reforzar la defensa y además de ello quería negociar, llegar a un acuerdo con el emperador Vigarde o quien sea que estuviera dando la orden. Por desgracia, sus misivas habían sido ignoradas por completo, así que se le acababan las opciones. Esa fue la razón por la que él tuvo que reemplazar a Seth como general en el puesto, si las cosas iban a peor Eirika tendría el apoyo necesario en el palacio.
Su mente se mantuvo ocupada con todo eso y estaba a punto de regresar al campamento, cuando el sonido de pasos en la linde del bosque llamó su atención. Por instinto, bajó del caballo y puso una mano en Reginleif, preparado para defenderse. Fue entonces cuando una voz familiar llegó a sus oídos.
—Vaya, un segundo más y mi flecha estaría en tu hombro, ¿desde cuándo eres tan despistado?
—También me alegra verte, James—respondió Ephraim con una sonrisa e ignorando su comentario provocador.
James avanzó a su encuentro con paso firme y seguro, no había cambiado mucho desde la última vez que lo vio. Encabezaba un pequeño grupo de arqueros de Frelia, supuso que era una de sus tropas, pero no tenía idea de qué hacían tan lejos de la frontera entre ambos reinos.
—¿Qué te trae por aquí?—preguntó, recorrió con la mirada los alrededores para comprobar que seguían solos—. No sé si lo notaste, pero ahora no es un buen momento para recibir visitas.
—Claro que lo sé—masculló, poniendo los ojos en blanco—, precisamente por eso he venido. Les echaré una mano.
Ephraim enarcó las cejas, sorprendido. El conflicto era entre Grado y Renais, aunque ya hubiera durado varias semanas, no era prudente involucrar a otras naciones. Pero la idea de tener más personal, lo hacía pensar en varias formas en que pudiera aprovechar la situación y realizar un ataque como el que había pensado anteriormente. Demasiado rápido para su gusto, el ceño fruncido de Eirika apareció en su mente, haciendo que descartara la idea de inmediato. Tenía que ser responsable, aunque sea por un momento.
—¿El rey Hayden está de acuerdo con esto?—inquirió—. No queremos traerles problemas a Frelia con Grado.
James chasqueó la lengua.
—Extraoficialmente, nos mantendremos neutrales para que esto no escale más—admitió, su ceño estaba fruncido y apartó la mirada de él—. Pero padre no tiene problemas con que viaje y si en medio de eso, termino encontrándome con alguna pelea… ¿Qué opción me queda?
Ephraim asintió, era una buena excusa mientras mantuvieran la discreción, hizo que una sonrisa divertida se formara en su rostro.
—Gracias por preocuparte por nosotros.
No lo había dicho, pero podía percibir sus buenas intenciones. Habían sido amigos por muchos años, tanto él como Eirika harían lo mismo si estuvieran en su posición. Al escuchar lo que dijo, James hizo un sonido como si se hubiera atragantado y agregó con rapidez.
—Qué no se te suba a la cabeza—murmuró, tropezando con las palabras. Ephraim ladeó el rostro, sin entender su nerviosismo o por qué empezaba a ruborizarse—. Todavía me debes una revancha… Además, tengo asuntos pendientes con Grado y con su príncipe maligno.
—¿Príncipe maligno?—repitió Ephraim, el resto de palabras eran clásicas de James y solo eso llamó su atención.
Dejando su repentina vergüenza de lado, James se enderezó y preguntó.
—¿Qué? ¿No has escuchado de…?
Las palabras de James fueron ahogadas por el sonido de una repentina explosión. El suelo tembló un poco bajo sus pies, no lo suficiente para hacerlos tambalearse, siendo así era difícil saber desde qué distancia había provenido o a quienes habían atacado. Ephraim le dirigió una mirada a James antes de maldecir.
—Se recuperaron más pronto de lo esperado—Casualmente tomó su lanza, tantos años portándola y ya se sentía como otra parte de su cuerpo—. Me adelantaré.
James asintió y empezó a preparar su arco.
—Voy también.
—¿Crees poder seguirme el paso?—preguntó Ephraim, tenía que cobrársela por el comentario anterior.
—¿A ti? Seguro no es tan difícil—resopló, malhumorado. Aunque no lo siguió de inmediato, se quedó atrás dándole indicaciones a su tropa mientras Ephraim echaba a correr por su caballo y dirigirse en dirección al sonido de la explosión.
Y así, mientras el caos volvía a formarse a su alrededor, mientras sentía el hormigueo familiar recorrer su cuerpo; pensó una vez más en el significado de esos ataques. La idea llevaba tiempo dando vueltas en su cabeza y no quiso compartirla con nadie. Puede que sonara demasiado descabellado, pero cada vez que se adentraba en el campo de batalla, no podía dejar de verlo. No podía sino buscar el mensaje que su oponente quería brindarle, fuera quien fuera.
« Ven por mí »
Era lo que repetía una y otra vez. Con una petición tan clara, ¿cómo podría negarse?
Notes:
*Cosas que pueden esperar de la historia*
Ephraim: demasiado denso para su propio bien.
Lyon: demasiado (spoiler) para el propio bien de Ephraim.
_________________________Creo que con esto ya crucé lo que yo llamo "mi puente de inseguridad", mientras me mantenga así puede que alcance el capítulo que más ganas tengo de escribir :D.
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No creyó que su último día en Renais sería de esa forma, empezó a preguntarse si estaría tomando la decisión correcta.
Salieron ilesos del ataque esta vez, la intervención de James fue de mucha ayuda y pudieron mantener su frente intacto. Lastimosamente, no podía decirse lo mismo de los otros puestos en la frontera. Un mensajero llegó cuando estaban reorganizándose y al recibir la noticia Ephraim tuvo que acudir al puesto de avanzada para una reunión de emergencia con el resto de los generales. Todos tenían un punto clave en la frontera y ahora que el general Flandre fue herido necesitaban reagruparse para cubrir el área vulnerable. Sin embargo, el tema de conversación que tuvo más protagónico fueron las circunstancias que rodearon el ataque. Los hechiceros de Grado habían empezado a usar magia sospechosa y con esa amenaza todavía presente tenían que discutir si era buena idea traspasar la frontera para tomar los puestos del enemigo. Después de finalizar sus discusiones con los otros generales, ya era muy tarde, pero aun así hizo su camino de regreso por su cuenta.
« Tendré que consultarlo con Eirika » pensó mientras seguía caminando, dudaba que le agradara la idea, pero se estaban quedando sin muchas opciones. Aún no había escrito la carta, pero y a era capaz de imaginar la respuesta de su hermana y lo mucho que la entristecería tener que recurrir a más violencia. Ephraim tenía que mantener la calma hasta que ese momento llegara, asegurarse de que nadie más saliera herido y pudieran terminar el conflicto sin más bajas. Aunque antes de todo eso tenía que arreglar un nuevo inconveniente. Rodeado por la oscuridad del bosque, tomó su lanza con una mano y habló en voz alta para su invitado.
—Estaba preguntándome por cuánto tiempo me seguirías.
El silencio fue la única respuesta que recibió, no esperaba menos, fue lo bastante discreto como para camuflar su presencia durante todo ese tiempo. Ephraim mantuvo su posición, a donde quiera que mirara todo lo que encontraba era el bosque, así que no podía confiarse demasiado.
—¿No era esto lo que querías?—Continuó hablando, los sonidos del bosque y el viento soplando no eran suficientes para aplacar su voz—. Heriste al general para atraernos a todos hasta aquí, pero soy yo a quien estás siguiendo. ¿Qué estás esperando?
No creía estar equivocado, había pasado todas esas semanas pensando en ello. La persona tras esos mensajes no tardaría en aparecer y el momento llegó. En cuestión de segundos, tomó un impulso y dirigió su primer ataque hacia el punto del bosque que no dejaba de molestarlo. El desconocido fue ágil al esquivar, salvándose por tan solo unos centímetros. Por primera vez, Ephraim tuvo una imagen clara de la persona. Era tan solo un poco más bajo que él, pero todo su cuerpo estaba cubierto por una capa oscura, el mentón pálido era apenas visible. Aunque el primer ataque lo tomó por sorpresa, estuvo preparado para el segundo y mientras esquivaba de nuevo alcanzó a lanzar un hechizo con el tomo que tenía en sus manos. Fue una batalla pareja, tenía experiencia luchando contra magos y sabía que eventualmente obtendría la ventaja. Pero al mismo tiempo notó algo extraño en sus movimientos, no le quedaban claras sus intenciones y también era evidente que no tenía mucha experiencia en la lucha. ¿Quería derrotarlo o había algo más? Entrecerró los ojos, intentando mantener su concentración en la pelea, incluso si no sabía lo que esa persona buscaba, él sí tenía claro lo que quería. Si lo derrotaba obtendría respuestas.
Eventualmente, consiguió arrinconarlo, lo empujó contra el grueso tronco de un árbol y antes de que tuviera oportunidad de lanzar un nuevo hechizo, presionó su lanza contra su pecho para inmovilizarlo. Su oponente soltó un jadeo, era una voz masculina. Ephraim tomó una respiración pesada, gotas de sudor corrían por su frente.
—Ríndete—dijo, su voz calmada y conciliadora—. Será más fácil para ti si lo haces.
No tenía razones para acabar con su vida y tampoco era él quien debía decidir su destino, incluso si fuera el mismo emperador Vigarde lo trataría de la misma manera. El desconocido siguió fiel a su silencio, pero pudo ver una pequeña sonrisa formarse en sus labios. No tuvo tiempo de reaccionar cuando un mareo lo asaltó, empezó a ver borroso y lo que sea que le afectó hizo que su agarre contra él se aflojara un poco. Lo siguiente que sucedió fue una sorpresa mayor que la anterior. En vez de escapar, el desconocido acercó su rostro al suyo, el roce de sus labios fue inevitable. Ephraim se tensó ante el contacto y sus manos soltaron la lanza por error, que cayó con un sonido sordo en el suelo. No fue capaz de hacer sentido a lo que estaba pasando y la bruma en su mente aumentó cuando sintió una intrusión desconocida en su boca.
—Te confiaste demasiado—murmuró el hombre contra sus labios, pudo sentir el golpe de su aliento en cada palabra.
Frunció el ceño, la voz se le hacía conocida o eso creía, era difícil recordar cuando se sentía tan extraño. Sin embargo, el tiempo se le acabó demasiado rápido. Perdió la conciencia antes de poder pensar en nada más.
(...)
Cuando Ephraim volvió a despertar, estaba en un sitio que no fue capaz de reconocer. Sus alrededores empezaron a tomar forma poco a poco cuando logró despertar, escuchó la gotera en el techo y luego el tintineo de las cadenas cuando movió un poco los brazos. Estos se encontraban suspendidos en horizontal, la posición era bastante incómoda. Entreabrió los ojos, no había demasiada luz en el lugar y el brillo amarillo de los candiles era demasiado débil, apenas podía distinguir las paredes de piedra o los barrotes más oscuros frente a él. No necesitaba mucho más para saber que estaba en un calabozo, pero ¿dónde? Se removió un poco más, todo su cuerpo se sentía pesado y sintió un leve hormigueo en sus brazos. Lo más probable era que haya permanecido inconsciente por demasiado tiempo, aunque en ese calabozo no podía saber si era de noche o de día; cuánto había pasado desde que fue capturado.
Capturado.
Le sabía mal tener que reconocerlo, pero jamás habría imaginado un desenlace así. ¿Fue demasiado benevolente? Sea como sea, lo importante era encontrar una manera de salir de ahí. Su mente se aclaró mucho más, aunque no tuvo tiempo de aprovechar esa lucidez, ya que la puerta de la celda se abrió y una persona entró en la habitación. Sus ojos se abrieron de la impresión, a pesar de la oscuridad pudo reconocer al hombre. Antes de renunciar al trono había asistido a una infinidad de eventos, por lo que llegó a conocer a distintos miembros de la realeza de varias naciones. Sin embargo, no esperaba encontrarse con el príncipe Lyon de Grado en persona por primera vez. Ephraim no sabía cómo tratar con él, mucho menos qué esperar. Observó su rostro gentil encararlo con tranquilidad, no había rastro de emoción en sus ojos violetas. Ninguno dijo nada por varios segundos.
—Bienvenido a Grado—lo saludó con un tono formal, que desentonaba totalmente con la situación en la que se encontraban. Ephraim se sorprendió aún más al reconocer su voz como la de su atacante—. Lamento las molestias, pero hace tiempo que necesitaba un momento a solas contigo.
Ephraim no respondió, tan solo le echó un vistazo de reojo a las cadenas en sus muñecas. Sus pensamientos debieron de ser muy evidentes, porque Lyon soltó una risa.
—No eres alguien fácil de localizar—comentó, ahora sonaba más despreocupado y hablaba de una forma casi familiar, como si charlara con un viejo amigo—. Has estado correteando por todo Magvel durante años, supuse que si te daba el incentivo correcto, eventualmente caerías…
—Basta de eso—masculló Ephraim, interrumpiéndolo. No le gustaba el rumbo de la conversación, las sombras del calabozo le dieron a su molestia un aspecto feroz—. ¿Qué es lo que quieres?
Lyon avanzó un par de pasos más cerca de él, seguía manteniendo la calma y parecía poco afectado por su interrupción.
—Directo al grano. Bien—Se encogió de hombros—. Tengo entendido que la piedra sagrada de Renais está guardada bajo llave y que tú y tu hermana poseen ambas partes. Mi petición es simple: entrégame el brazalete solar.
La confusión hizo flaquear su molestia, aunque solo por un breve momento, ¿en verdad ese era el motivo de todo esto? Sin poder contenerse, soltó una risa. No había nada de humor en ella.
—Estás loco si crees que haré algo así—respondió, la molestia en su voz era palpable, incluso intimidante, pero Lyon no varió su semblante.
—Lo supuse, pero no saldrás de aquí hasta que me digas dónde está.
El semblante de Ephraim cambió y esbozó una sonrisa confiada. Tanto él como Eirika sabían de la importancia de cuidar esos brazaletes, su padre se los había encomendado, por esa razón estaba aliviado de que Lyon no haya sido capaz de encontrarlo. La ubicación no solo era su secreto mejor guardado, también podría convertirse en una ventaja. Por eso tenía que avanzar con cuidado desde ahí. Pudo notar un destello de confusión cruzar la mirada del príncipe ante su gesto, aunque fue capaz de disimularlo.
—¿Dónde está?—repitió Ephraim—. Está en un lugar seguro y planeo que se mantenga ahí.
—No hagas las cosas más difíciles, Ephraim—dijo Lyon y por alguna razón, escucharlo pronunciar su nombre, envió un cosquilleo por su cuerpo—. Podemos llegar a un acuerdo si cooperas, incluso le ahorrarías mucho dolor a tu hermana, Eirika.
Ante la mención de su gemela, Ephraim se incorporó con un movimiento brusco que hizo tintinear las cadenas. Borrando su sonrisa, masculló entre dientes.
—Mantén a Eirika fuera de esto.
Podía hacer lo que quisiera con él, pero jamás permitiría que su hermana sufriera algún daño por su culpa. Lyon sonrió, satisfecho de haber recuperado la ventaja, y continuó hablando.
—Recibí sus cartas—Volvió a acercarse un poco más, de pronto se sentía como su encuentro anterior, pero los papeles estaban intercambiados. Era Lyon quien lo tenía a su merced, en más de un sentido—, puedo ver que haría lo que fuera por proteger a los ciudadanos de Renais y comparto ese sentimiento. Pero también haría lo que fuera por traerte de regreso en una pieza. ¿Entiendes lo que quiero decir?
Ephraim mantuvo la tensión, tanto que su mandíbula empezaba a doler y sus brazos a temblar. El plan de Lyon estaba muy claro, sabía exactamente cómo manejarlos a ambos y su situación era difícil. ¿Qué otra opción le quedaba? Tomó un respiro profundo para calmarse, esos ojos violetas siguieron cada movimiento con atención.
—Incluso si te lo doy, nunca lograrás que Eirika te ceda su parte—explicó, intentó camuflar lo derrotado que se sentía por dentro, porque realmente quería salir de esa. Tenía que lograrlo—. No va a confiar en ti y si me usas como cebo, puedes olvidarlo también.
No quería imaginar los posibles escenarios, pero estaba muy seguro que entregarle la piedra sería una mala decisión y Eirika coincidiría con él, podía presentirlo. Solo tenía que arriesgarse.
—Puedo ayudarte…—se forzó a decir, encontrando su mirada y sin ser capaz de descifrarla—. Si quieres que coopere, bien, pero será bajo mis términos.
El silencio que siguió sus palabras fue el más tenso hasta el momento, Ephraim mantuvo su cabeza en alto mientras Lyon se limitaba a observarlo. No podía echarse para atrás ahora, aunque existía la posibilidad de que se estuviera precipitando demasiado y que muchas cosas podrían terminar mal.
—¿Qué tienes en mente?
No esperaba una respuesta tan cercana a una aceptación, pero siguió la corriente, así solo fuese para conseguir un mejor trato.
—Podemos hacer una… alianza—Vaciló al entregar su respuesta, quería sonar más diplomático, aunque sabía que esos asuntos nunca se le dieron bien. Tragó saliva, su boca se sentía mucho más seca que antes—. Si me mantienes a tu lado, será más fácil conseguir lo que quieres.
Ahora que lo decía en voz alta, sonaba mucho más absurdo. Toda la situación era demasiado absurda en realidad. A Lyon, por otra parte, debió parecerle muy divertido. Había alzado las cejas e inclinado la cabeza un poco más cerca de él.
—¿Tienes idea de lo que estás proponiendo?
Ephraim lo pensó por unos segundos, estaba apostando su propia vida y arriesgando la piedra de Renais. Pero si eso le garantizaba un alto al fuego con Grado y le daba más tiempo para evitar un mal peor, asumiría las consecuencias. Asintió.
—Totalmente.
—Muy bien—Lyon asintió a su vez y agregó—: Espero que seas un buen consorte.
La mente de Ephraim quedó en blanco, ¿había escuchado consorte? ¿De dónde salió esa conclusión?
—Espera…—balbuceó con torpeza—. ¿De qué hablas? ¿Quién dijo algo sobre matrimonio?
Lyon lo miró con los labios apretados, conteniendo una risa.
—¿Cómo esperas mantenerte a mi lado entonces?—preguntó, recalcando sus palabras anteriores—. No puedo dejarte marchar así sin más y solo así podré asegurarme de que mantengas tu palabra.
Ephraim se quedó mudo, incapaz de refutar una lógica tan retorcida. Y encima de todo, jamás creyó que alguien como él estaría tan abierto a la idea de tomarlo como esposo. Sin previo aviso, el recuerdo de sus labios forzándose sobre él en el bosque apareció en su mente. En su posición actual se sentía casi tan vulnerable como en ese momento, puede que un poco más. El calor subió por su rostro, ¿por qué haría algo como eso cuando ni siquiera se conocían?
—No es necesario tomar una medida tan drástica…
—Tal vez no—admitió Lyon y como si fuera lo más natural tomó su mentón entre sus dedos, fue bastante sugestivo, Ephraim ni siquiera podía recordar cuándo fue la última vez que alguien se le acercó así—. Pero siempre podemos volver a mi plan original…
Ephraim entrecerró los ojos, ¿acaso intentaba hacerlo cambiar de opinión? Eso tenía más sentido a que de verdad quisiera casarse con él. No dejaría que se saliera con la suya.
—No—Echó la cabeza hacia atrás para liberarse de su agarre, sus dedos estaban fríos y todavía pudo sentir el tacto grabado ahí en su piel—. Me casaré contigo.
Era algo que podía soportar, un matrimonio por conveniencia era algo esperable entre la realeza, ¿cuántas veces se lo recalcaron en su juventud? No creyó que sería así para él, pero ya era demasiado tarde para retractarse. Le habría gustado entender mejor el razonamiento de Lyon, no se veía demasiado perturbado por su declaración. Lo único que le quedaba claro era que lo tenía en sus manos y que no dudaría en utilizarlo para alcanzar su objetivo. Sin embargo, no esperaba el brillo malicioso en sus ojos cuando volvió a hablar.
—No deberías decirlo así—murmuró en tono burlón—. Harás que piensen que te estoy forzando.
Ephraim se contuvo de bufar, claramente nada de lo que estaba pasando en esa habitación era su decisión. El enojo anterior volvió a tomar forma, odiaba esa clase de confrontaciones, se sentiría más en control si volvieran a luchar como antes.
—Es la única forma que tengo para decirlo—respondió con frialdad.
—Entonces tendré que enseñarte.
—¿Qué…?
Ni siquiera lo dejó terminar de hablar, porque una vez más presionó sus labios contra él. Su boca ya estaba abierta, así que no tuvo dificultad en introducir la lengua para entrelazarla con la suya. Ephraim estaba demasiado pasmado para responder y ni siquiera sabría hacerlo, contando la última vez, a eso se reducía toda su experiencia. Mantuvo los ojos abiertos, con la cercanía apenas podía distinguir algo que no fuera el rostro del príncipe. Lyon tuvo que alzarse un poco para alcanzarlo y apoyó las manos a ambos lados de su cabeza, sin rozarlo en ninguna parte más allá de sus labios. Ephraim soltó un quejido entrecortado, esta vez no se sentía mareado y podía percibir con mayor claridad cada sensación. La suavidad de sus labios, la seguridad en sus movimientos y el calor de su aliento sobrepasando la frialdad en su piel. Era demasiado, pero ¿por qué estaba sucediendo? Lyon no dejó que fuera él quien se apartara primero, robó su oportunidad echándose para atrás lentamente.
—Justo así—susurró, lamiéndose los labios y entrecerrando los ojos con satisfacción. Pudo ser por efecto de los candiles, pero un destello rojo apareció en ellos por unos segundos—. Si pudieras ver tu cara… hasta parece que lo deseas.
Ephraim palideció, sintiéndose agraviado y avergonzado en partes iguales. Si todavía intentaba intimidarlo, se estaba pasando de la raya. Apretó los puños, las cadenas volvieron a tintinear desviando la atención de Lyon.
—Vaya, qué descuido—dijo, su gesto avergonzado fue demasiado poco creíble. No había forma en que se haya dado cuanta hasta ahora—. Debes estar muy incómodo.
Se acercó al grillete que aprisionaba su muñeca izquierda, con bastante lentitud, y mientras se tomaba su tiempo para abrirlo continuó hablando.
—Ahora que estamos de acuerdo, haré los arreglos necesarios—habló con el mismo tono despreocupado, actuando como si nada hubiera pasado. La muñeca de Ephraim fue liberada y Lyon se detuvo un momento, esperando algún movimiento de su parte. El príncipe de Renais se mantuvo quieto, no confiaba en sus propias reacciones, temía hacer algo impulsivo. Cuando ya fue seguro, continuó con el otro brazo—. Puedes tomarte unos segundos antes de salir, pero no intentes nada raro. Escapar te pondría en una peor posición.
Ephraim asintió, captó la amenaza implícita en sus palabras. Si faltaba a su palabra no estaría solo él en riesgo, Renais y Eirika también lo estarían. Las cadenas ya no lo aprisionaban, pero las marcas violetas en su piel resaltaban como un recordatorio de ellas y empezaba pensar que incluso cuando desaparecieran, todavía se sentiría atrapado. Encontró la mirada de Lyon y así, en aquel sofocante espacio reducido, los príncipes de dos naciones unieron sus destinos. ¿Era una victoria o una derrota? Ephraim no estaba seguro, pero no iba a ponérsela fácil para la siguiente.
Notes:
Ephraim cuando Lyon le pide que le entregue la piedra de Renais: ¡Ni hablar! ¡No lo haré!
Ephraim cuando Lyon le pide que se case con él: *surprise pikachu face*Me gusta pensar que Ephraim sería lo suficientemente despistado como para pedir matrimonio por accidente. Por eso hay que cuidar bien sus palabras jajaja. Y ¿es idea mía o Lyon se comporta algo extraño? Aprovechó muy rápido el despiste de Ephraim lol. Pero bueno, veremos qué les espera en este arreglo *guiño*
____________________Y me alegra haber terminado el "capítulo del trato", decidí subirlo hoy porque estaré muy ocupada :'D. Aunque creo que la rutina de cada dos semanas me está sentando bien, tal vez la mantenga juju.
Chapter 4: Capítulo IV. Las piedras sagradas restantes
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Pasaron dos semanas antes de que pudiera ver a Lyon de nuevo, no estaba seguro de cómo sentirse al respecto. Después de lo que sucedió en el calabozo fue instalado en el palacio, tan rápido que lo hizo pensar en si estuvo planeado con antelación. Fue una idea un tanto incómoda, ¿qué otras cosas habría previsto? Intentó no darle demasiadas vueltas, ahora tenía que concentrarse en impedir que robara la piedra. Y así, el tiempo siguió avanzando, sin que él estuviera muy enterado de lo que sucedía fuera del lugar. Pasó la mayor parte de esos días encerrado en el palacio, no tenía guardias hostigándolo todo el tiempo, pero podía notar cómo sus movimientos eran restringidos y no tenía más opción que conformarse. Aunque ya podía notar la inquietud creciendo con cada segundo. Para su fortuna, pronto encontró varias formas de despejar su mente, aparte de entrenar en el patio de armas terminó entablando varias conversaciones con los visitantes del castillo. Le dieron un panorama de la situación y descubrió una que otra cosa.
En ese momento estaba en el templo, era el lugar donde los clérigos de Grado se reunían y desde el primer día, fue uno de los sitios a los que Ephraim sí tenía permitido ir. Lyon había dado órdenes de que lo llevaran para curar sus muñecas y eliminar cualquier rastro del hechizo que lo noqueó. Ephraim se rehusó, asegurando que no era necesario, pero sus protestas fueron ignoradas, justo como ahora.
—De verdad no es nada, Natasha—volvió a repetir, no estaba seguro de querer dar su brazo a torcer.
La mujer entrecerró sus ojos azules y respondió con tono severo.
—Tienes dos costillas rotas y un corte que es un milagro no se haya infectado todavía—tomó su brazo para dejar el camino libre y acercar el bastón a su costado—. ¿Cómo pudiste dejar que pasaran dos semanas?
No se le ocurrió ninguna excusa, así que optó por guardar silencio. Fue Natasha quien curó sus muñecas la última vez que vino al templo, su hechizo había abarcado solo esa área, pues no creyó que tuviera algún daño aparte de ese. Sin embargo, cuando lo examinó después pudo notar algunas de sus cicatrices. Ephraim era consciente de que solían verse bastante mal, eran heridas que en su momento no se había preocupado por tratar correctamente y en realidad no valía la pena preocuparse por ellas ahora. Natasha no lo pensó así y, con algo de timidez, le ofreció hacer un chequeo general para asegurarse que todo estuviera en orden. El príncipe le dio largas, no quería ser descortés y negarse de inmediato, pero le parecía innecesario y creyó que ella lo olvidaría eventualmente. Si no se hubieran cruzado por casualidad esa mañana, tal vez ni siquiera estuviera ahí. Debió ser más prudente. Hace tiempo que nadie lo reñía de esa manera, puede que Eirika haya sido la última.
La luz brilló en la pequeña clínica mientras curaban sus heridas. Ephraim no se sentía diferente después de que sus costillas fueran curadas, solo reforzó su punto de que era innecesario desperdiciar magia en él.
—¿Ninguna molestia?—inquirió ella, ahora estaba limpiando el corte de su pierna. No consideró necesario utilizar su bastón para esa herida, así que tardaría un poco más hacerlo de la forma tradicional.
—No. Todo en orden.
Natasha pareció debatirse entre el alivio y las ganas de regañarlo otra vez, la primera fue la vencedora, así que asintió y continuó su tarea con la misma delicadeza de siempre. Ephraim no estaba seguro cuando recibió la puñalada, debió ser mientras luchaba en el frente antes de ser capturado por Lyon. Por lo general, podía acabar con sus enemigos antes de que tuvieran la oportunidad de rozarlo, pero los cadáveres resucitados eran bastante engañosos y los soldados de Grado estuvieron usándolos demasiado durante esas semanas. Recordó la forma en que se levantaban de entre la tierra, podía ser en cualquier instante y durante los ataques nocturnos que recibieron era aún más difícil distinguirlos. Cuando todo acababa ya podía concentrarse en el estado de su cuerpo, nunca era algo demasiado grave: rasguños, cortes que podía limpiar y vendar para que no se infectaran o golpes que eventualmente desaparecerían. El dolor era solo una pequeña molestia, nada que lo detuviera por demasiado tiempo.
Llevaban solo unos minutos en silencio, cuando Ephraim se atrevió a hablar.
—Este lugar…—vaciló, Natasha le dio una mirada—. Parece tranquilo.
No era muy buen conversador, así que no se le ocurrió nada mejor. A Natasha no pareció importarle, porque respondió con amabilidad.
—Creo que sí, el templo de la capital siempre ha sido muy tranquilo. Aquí nos iniciamos, luego podemos servir donde haya mayor necesidad—le contó, sus dedos sostenían la aguja mientras suturaba el corte con experticia—. Muchos necesitan ayuda.
Pudo notar la melancolía en sus palabras. Ephraim compartía el sentimiento, cada reino tenía sus problemas, pero también lo hizo preguntarse si ella sabía lo que estuvo sucediendo en la frontera. ¿Qué pensaría de todas esas vidas perdidas? No parecía buena idea tocar el tema ahora, podría incomodarla si no elegía bien sus palabras. Optó por decir algo diferente.
—Ya veo, es una suerte que los tengan a ustedes para ayudar.
A pesar de sus reservas o dudas, podía respetar a cualquiera que se preocupara así por ayudar a los demás. Era mucho más de lo que había hecho en esos años. Natasha sonrió.
—No sería posible sin el apoyo de Su Majestad—admitió, hablaba con mucho respeto y consideración—. Ayudar a la gente del imperio siempre ha sido una prioridad, con el apoyo de los tres generales imperiales se asegura de mantener todo en orden.
A Ephraim le sorprendió ese comentario. No estaba seguro si alguna vez interactuó con el emperador Vigarde y desde que llegó tampoco lo había visto. Ni siquiera sabía cuál era su opinión sobre el compromiso, aunque hasta el momento Lyon parecía ser quien tomaba todas las decisiones.
—¿Y qué piensas de Lyon?
No se detuvo a pensar en si Natasha encontraría demasiado extraño que él preguntara eso. No sabía todo lo que se decía de su relación con él por el castillo, o cuál de todas esas versiones conocía ella. La mujer parecía un poco vacilante cuando respondió.
—Es muy amable—dijo en un hilo de voz, luego echó un vistazo a la puerta abierta. Algunos de sus compañeros del templo pasaban de vez en cuando, pero tenían la cortesía suficiente de no fisgonear o interrumpirlos. Finalmente, Natasha decidió que era seguro decir sus pensamientos con libertad—. Al menos lo ha sido cuando he ido al palacio, por eso… Por eso no entiendo por qué nadie aquí lo quiere cerca.
Ella soltó un suspiro y sacudió la cabeza.
—Lo siento, alteza, hablé de más…
—Está bien—Ephraim se apresuró a responder—. Aprecio tu honestidad.
Lo decía en serio, se sentía bastante cómodo poder hablar con alguien después de todos esos días en soledad, incluso si una parte de su consciencia punzara al pensar en que sus intenciones no fueron del todo honestas. Cuando salió del templo pudo permitirse analizar sus palabras. Al parecer, esa opinión sobre Lyon solo venía de parte de los clérigos. Supuso que tal vez no aprobaban el tipo de magia que usaban, pero en esos días también había visto magos o chamanes rondar por ahí y sin que hubiera problemas. Vagamente, recordó las palabras de James antes del último asalto, después ya no tuvo tiempo de preguntarle al respecto. ¿Qué habría querido decir con “príncipe maligno”? Ahora lamentaba un poco no haber tenido la oportunidad de ponerse al día sobre esos años que estuvo lejos de casa, mientras trabajaba como mercenario era raro que se enterara sobre algo de la realeza y nunca se le habría ocurrido preguntarle a Erika en sus cartas.
Otra vez volvía a sentirse inquieto. En momentos como esos, lo mejor era volver a entrenar. Le devolvieron su lanza tan pronto lo dejaron salir del calabozo, así que practicar era una rutina que no había perdido ahora que estaba ahí. Lo ayudaba a despejar su mente, ahora saturada con todos esos nuevos conocimientos. Había estado funcionando durante todo ese tiempo, aunque no esperaba encontrarse con una cara conocida en su camino hacia allí.
—¡Duessel!—exclamó con emoción al reconocer su armadura.
Se le acercó rápido mientras él volteaba para encontrarlo. El hombre no había cambiado demasiado desde la última vez que se vieron, solo algunas canas decoraban su cabello y barba.
—Príncipe Ephraim—lo saludó, ofreciéndole una sonrisa. Lo observó de pies a cabeza, ahora ya no tenía que mirar tan abajo para encontrar su rostro, desde su adolescencia que no se veían—. Ha pasado mucho tiempo.
—Lo sé, lo sé—asintió Ephraim y de inmediato agregó—. Tengamos un duelo ahora, quiero mostrarte cuánto he mejorado con la lanza.
Duessel se quedó pasmado por unos segundos, pero al ver la mirada expectante del joven, no pudo evitar soltar una carcajada.
—Debí esperar que eso sería lo primero que pedirías, no has cambiado nada—comentó con el humor de la risa anterior todavía impregnado en su tono—. Bien, que esta sea tu bienvenida.
Ephraim apenas prestó atención a todo lo que dijo, la emoción por tener algo interesante que hacer después de todas esas semanas de tensión y aburrimiento nublaba todos sus sentidos. Asintió varias veces diciendo.
—Genial, iré por Reginleif.
Y así fue como pasó el resto de la mañana. Duessel se convirtió en su instructor de lanza cuando llegó a Grado por primera vez. Fue una visita diplomática muy corta, aunque su padre habría querido que él y Eirika pudieran permanecer más tiempo ahí para estudiar, por alguna razón el emperador Vigarde no aceptaba visitas ni estadías demasiado largas. Ephraim no le prestó demasiada atención a ese detalle en su momento y durante esa semana solo alcanzaron a tomar un par de lecciones con los tutores imperiales. Su visita coincidió con la de Duessel, los Tres generales imperiales de Grado solo asistían a la capital para asuntos oficiales, pero Ephraim ya había escuchado sobre su habilidad con la lanza, así que tan pronto se cruzó con él, le pidió que le enseñara. Fue un maestro bastante estricto y sus enseñanzas las tuvo presentes por varios años, por desgracia seguía sin estar a su nivel. La lanza del general acabó a centímetros de su cuello, solo pudo observarla con el ceño fruncido mientras permanecía sin aliento en el suelo.
—Has mejorado bastante—lo elogió Duessel, tendiéndole una mano para ayudarlo a levantarse—. Todavía eres bastante imprudente, pero tu técnica está más definida.
—Gracias—murmuró, aún herido por la derrota. Tomó su mano para ponerse de pie—. La siguiente vez lo haré mejor. Ya verás.
—Creo que he escuchado eso antes—señaló, el enfrentamiento lo había dejado un poco cansado, aunque no lo suficiente para hacerlo perder el buen humor.
Ephraim empezó a sentirse bastante cómodo, Duessel era uno de los pocos que no lo reñía por su falta de decoro y malos modales. Puede que esa fuera una de las razones por las que se desentendió de sus lecciones en aquel tiempo, los estudios no lo motivaban tanto como sostener una lanza. Sin embargo, había algo en lo que Duessel sí coincidía con el resto de las personas y eso era las expectativas que depositaba en él.
—Me sorprendió mucho escuchar que renunciaste al trono, chico—dijo, sonaba más serio, pero no lo suficiente como para que pareciera un regaño.
Ephraim suspiró, aunque ese no era su tema favorito de conversación, no era un asunto que pudiera zanjar tan fácilmente. A los ojos de muchos, fue una decisión bastante repentina y él mismo no estaba seguro qué lo motivó a luchar por su deseo más egoísta.
—Era algo que tenía que hacer—murmuró al final, rascándose la nuca—. El reino está en mejores manos con alguien a quien le interese gobernar y Eirika es la más indicada para eso.
Duessel lo observó con una mirada contemplativa, no dijo nada por varios segundos. Su padre lo vio de esa manera cuando le dijo lo mismo cuatro años atrás, pero incluso así fue fácil intuir lo decepcionado que estaba con él. Le causó una punzada de culpa y aun así no fue suficiente para hacerlo echarse para atrás. No creía estar equivocado. Se preocupaba por los ciudadanos de Renais, aunque no fuera de la forma en que su padre aprobara, siempre era el primero en llegar cuando había disturbios provocados por bandidos o piratas. No le importaba abandonar la capital por días si así podía darle uso a su lanza. Era en esos momentos cuando la línea entre su deseo por luchar y su propio altruísmo empezaba a difuminarse. Servía para confirmar su creencia: no era la persona apropiada para tomar el trono, no mientras esa parte de él existiera.
—Todavía creo que habrías sido un excelente rey, pero si esa es tu perspectiva no pienso hacerte cambiar de opinión—dijo, siendo todo lo franco y honesto posible—. Aunque… Supongo que no has descartado la idea por completo, te casarás con nuestro príncipe después de todo.
No esperaba que fuera a tocar el tema de forma tan casual, lo hizo tensarse.
—Oh, sí. Es cierto…
Con la ausencia de Lyon era muy fácil olvidarse de que eso en realidad estaba pasando, que su estadía en Grado tenía un motivo diferente al de detener los planes del príncipe. Duessel pareció percibir su incomodidad y puede que la haya malinterpretado porque comentó algo en un intento de relajarlo.
—No te sientas tan nervioso, chico, tal vez solo hable por mí, pero será un honor servir bajo tu mando cuando te conviertas en emperador al lado de Su alteza.
Ephraim soltó una risa.
—Creo que es demasiado pronto para pensar en eso.
De hecho, ni siquiera estaba seguro si llegarían a la ceremonia, mucho menos a una coronación. No creía que Lyon en verdad fuera capaz de desposarlo, aunque habían hecho un trato, seguía sin entender cómo eso lo ayudaría con su plan. Parecía un paso innecesario o una excusa para hacerlo cumplir su palabra de permanecer a su lado y ayudarlo a robar la piedra de Renais.
Duessel enarcó las cejas.
—¿No te has enterado?
Ephraim negó con la cabeza, confundido. Volvió a lamentar no haber podido ponerse al día con algunas cosas, debió conversar más con Kyle. El semblante de Duessel se tornó apesadumbrado cuando continuó hablando.
—El emperador Vigarde ha estado enfermo por un tiempo, no debió estar en sus cabales cuando ordenó la invasión a tu reino—le explicó, Ephraim tuvo que contenerse para no contradecirlo—. El príncipe ha hecho lo posible por aligerar su carga y darle tiempo de descansar. Si las cosas marchan así, es cuestión de tiempo que asuma el cargo.
—Es así, entonces…
Escuchar esa explicación lo hizo sentirse un poco contrariado. No podía creer que Lyon haya pasado la culpa a su padre, que estuviera conspirando de esa forma y aun así pudiera quedar en buenos términos frente a los demás. Ajeno a sus pensamientos, Duessel continuó hablando.
—Tal vez es una suerte que ahora te tenga a su lado para apoyarlo—agregó—. Han sido tiempos difíciles, encargarse de todo es mucha presión y siempre ha sido un chico solitario. Le vendría bien alguien con quien contar.
La última frase le recordó a lo que dijo Natasha, por alguna razón, y no pudo contenerse al preguntar—: ¿Solitario? ¿Tiene que ver con que no sea bien recibido en el templo?
—¿Qué? No me digas que siguen esparciéndose esos rumores.
—No sabría decir, en realidad no escuché mucho.
Duessel tenía el ceño fruncido, su molestia era evidente. Pero como no detectó más que curiosidad en el rostro de Epraim, tomó un respiro y le explicó.
—Llevan tiempo diciéndose cosas de su alteza, los clérigos se pasan de supersticiosos—sacudió la cabeza, disgustado—. No es apropiado que yo hable de la intimidad de su Majestad, pero cualquiera que insinúe que su hijo tiene algo que ver con el rey demonio, está fuera de lugar.
Ephraim no supo qué responder, pero al escuchar eso un escalofrío recorrió su cuerpo. Empezaba a tener un mal presentimiento.
—Intenta no dejarte llevar por eso, chico, son solo palabras.
—Sí, tienes razón.
En realidad, solo estaba de acuerdo a medias. Sabía que no podía fiarse de lo que los demás decían, prefería creer en lo que podía confirmar. Pero lo que había visto hasta el momento empezaba a formar su juicio, no era demasiado favorable por el momento. Volvieron a practicar hasta que Duessel tuvo que retirarse.
(...)
Llegó la tarde y la conversación con Duessel lo había dejado muy pensativo, todo lo que había descubierto hasta entonces en realidad. Pensó en todo lo que había escuchado en esos dias, intentando darle sentido. Todos en el palacio parecían tener una buena impresión de Lyon, hablaban tanto de su altruismo y amabilidad; incluso lo hizo dudar de los eventos recientes. ¿Cómo encajaba el príncipe que lo amenazó en aquel calabozo con la imagen que pintaban todos esos testimonios? Necesitaba más información. Era una lástima que la principal fuente de ella no se atreviera a darle la cara durante todas esas semanas. Fue eso lo que lo impulsó a buscarlo, caminó por los pasillos del lugar intentando encontrar a Lyon. No estaba seguro de qué explicaciones pedirle, pero no podían seguir evitándose de esa forma.
Ya había recorrido el palacio varias veces, no había sitio al que no le permitieran entrar y trató de adivinar dónde podría encontrarse Lyon. El sol estaba a punto de ocultarse, haciendo que todo se viera oscuro. El estudio en el que entró no era la excepción. Había varios tomos y pergaminos bien ordenados en el escritorio, las estanterías también tenían ese aspecto impoluto. Le pareció extraño no encontrar ningún guardia cerca, tanto el pasillo como el jardín estaban vacíos. Estaba a punto de irse para buscar en otro lado cuando escuchó un ruido. Fue como un chisporroteo y provenía de la puerta más cercana. Se aproximó para abrirla y lo que vio fue bastante impactante.
El cuarto no tenía muebles ni ventanas, solo una estructura de piedra en el centro, semejante a una mesa. Lyon estaba dándole la espalda, un aura oscura manaba de su cuerpo y enviaba descargas a la piedra circular que flotaba sobre la mesa. Reconoció el objeto de inmediato, era una de las piedras sagradas. Aunque no sabía lo que estaba sucediendo, intervino para detenerlo. El príncipe estaba demasiado inmerso en su tarea que no notó su presencia hasta que Ephraim sujetó su brazo, el contacto con esa aura oscura fue como hundir la mano en agua helada. Esta se disipó cuando tiró de él con brusquedad y la piedra cayó de vuelta a la mesa emitiendo un repiqueteo, su color estaba más opaco.
—¿Qué…?—murmuró Lyon, como si acabara de recuperar la consciencia. Luego un ataque de tos lo asaltó, haciendo que se doblara hacia adelante y cubriera su boca con la mano libre.
Ephraim percibió el aroma a sangre llenar la habitación, pero no fue capaz de sentirse culpable al respecto. Solo pudo observar la piedra—las piedras, ahora que se fijaba mejor— descansar sobre la mesa. Su semblante se ensombreció, lo que sucedía en esa habitación tal vez era más grave de lo que imaginó.
—¿Qué estás haciendo aquí?—le preguntó Lyon cuando ya fue capaz de hablar. Estaba más pálido que nunca y eso resaltaba el color rojo que manchaba su boca.
Ephraim ignoró su pregunta.
—¿Qué estabas haciéndole a la piedra?
No conocía a gran detalle ese asunto y recordaba vagamente las leyendas, aparte de la piedra de Renais, no sabía cómo se gestionaba en cada reino la protección de las mismas. En ese cuarto solo había dos a la vista, en verdad no tenía forma de saber a qué nación pertenecían. Su tono no lo hizo intimidarse en lo más mínimo. Lyon parecía muy irritado cuando respondió y con un movimiento brusco se liberó de su agarre.
—No es asunto tuyo.
—Y una mierda—masculló, la molestia en su interior creciendo cada vez más—. Lo que sea que hagas, tienes que detenerte.
Razonar parecía un esfuerzo inútil, más aún con su propio temperamento, y estaba claro que él tenía la desventaja ahí. Pero Ephraim no podía quedarse callado o abstenerse de intervenir.
—No es asunto tuyo—volvió a repetir Lyon, enfatizando cada palabra con frialdad—. Fui lo bastante benevolente al aceptar tu trato, pero no tengo por qué darte explicaciones.
—Tú…—Tuvo que tomar un respiro, recuperar la calma. Aunque Lyon no lo dejó volver a hablar.
—Basta. Hablo en serio—dijo de forma tajante. Por la forma en la que se comportaba, hacía sentir a Ephraim como si fuera él quien hizo algo malo, cuando era todo lo contrario—. Encárgate de tus asuntos y yo de los míos. Solo así haremos que esto funcione.
Y sin darle la oportunidad de replicar salió de la habitación, Ephraim estaba demasiado confundido como para hacer el intento de detenerlo. ¿Cuál era su problema de todas maneras? Tan solo lo dejó ahí, con las quejas y dudas sin resolver quemando en su garganta. No esperaba que fuera cooperativo, tampoco que cambiara su actitud tan drásticamente desde que estuvieron en el calabozo. Observó las piedras una vez más, la inquietud que llevaba sintiendo los últimos días volvió a hacerse presente. Si antes tenía sus dudas, aquella conversación bastó para enterrarlas todas. Tenía que detenerlo a como diera lugar.
Notes:
Se realizó un test en este capítulo y Ephraim obtuvo un “deficiente” en buenos modales.
Ephraim: ¿Qué? ¡No es posible que haya sido tan bajo!
Evaluador: ¿cómo que no? *saca la lista* Olvidar usar títulos al dirigirse a alguien, ignorar las indicaciones médicas, pedir una pelea antes de dar los buenos días y entrar a una habitación ajena sin pedir permiso. ¡Todas faltas!
Ephraim: …La recomendación del evaluador fue que el príncipe Lyon debería conseguirse un mejor esposo. *Aunque por alguna razón inexplicable, los puntos de support subieron bastante en este capítulo.
***
¡Hoy hay dos capítulos! Sigan, sigan ;)
Chapter Text
Después de la discusión, Ephraim creyó que le esperarían otras dos semanas de silencio. Por eso se sorprendió bastante cuando Lyon apareció para buscarlo en el patio de armas tres días después. Ahora que los soldados del palacio habían entrado un poco en confianza con él, pasaba más tiempo ahí entrenando con ellos. Ephraim seguía molesto por lo que había pasado, pero siguió al príncipe sin protestar. No es que pudiera hacer otra cosa aparte de eso. Lyon parecía estar en la misma sintonía, porque no tocó el tema y tampoco hizo el intento de charlar con él después de hacer su petición. Puede que eso volviera el ambiente del carruaje bastante tenso.
—¿A dónde vamos?—preguntó Ephraim después de un tiempo en silencio, por más fastidiado que estuviera con él, seguía siendo el único que tenía las respuestas. No podía evitarlo por siempre.
Lyon fijó sus ojos en él, estaban sentados frente a frente y él se había apoyado contra la ventana, en una postura bastante desinteresada.
—Hay un problema y necesito apoyo—respondió sin escatimar en detalles, su voz sonaba menos enojada que antes, aunque igual de distante—. Dejarte en el castillo sin hacer nada no es de mucha utilidad.
Tan pronto terminó de hablar, devolvió la mirada a la ventana, dando por zanjada la conversación e ignorándolo de nuevo. Ephraim estaba tentado a replicar, incluso presionar por más detalles, pero contuvo el impulso y se removió en el asiento. Lo cierto era que no quería recibir otro “no es asunto tuyo” de su parte, podría hacerlo perder la calma de nuevo. Viajaron hasta una aldea cercana al palacio, les tomó alrededor de una hora llegar hasta ahí. De inmediato empezó a notar los problemas. El lugar estaba desierto, aunque esa ausencia podría ser reciente, ya que las casas y edificios estaban bien cuidados, cerrados a cal y canto. Lyon y él caminaron hasta llegar al centro, el murmullo de voces se hizo más intenso cuando alcanzaron ese punto y fue entonces cuando Ephraim se dio cuenta dónde estaban todos los habitantes de la aldea. Los guardias de Grado habían establecido un perímetro con barricadas en toda la plaza, las personas se mantenían reunidas por grupos y si el ambiente en el carruaje con Lyon había sido tenso, la atmósfera de ese lugar lo superaba con creces. La confusión de Ephraim aumentó, aunque se esforzó porque no se notara mientras mantenía su expresión en blanco. Cualquiera pensaría que estaba a punto de ocurrir una tragedia.
Pudo sentir los ojos curiosos de la multitud observándolos, probablemente se fijaban más en Lyon, tener a su príncipe heredero tan cerca debía ser una ocurrencia inusual. Ephraim estuvo tentado a preguntar lo que sucedía varias veces, en ninguna tuvo la oportunidad y tampoco quería demostrar lo fuera de lugar que se sentía. Entraron a uno de los edificios, donde un noble, que debía ser el gobernador del territorio, los estaba esperando.
—Alteza—lo saludó el hombre, haciendo una reverencia—. Ya hemos reunido a todos.
Lyon correspondió el saludo.
—Muy bien—asintió, su tono fue bastante amable, hasta sorprendió a Ephraim que era la primera vez que lo escuchaba hablar así—. Estas medidas son solo preventivas, nos aseguraremos que las criaturas no lleguen a la aldea, pero hay que estar preparados para cualquier contratiempo.
Ephraim solo podía observar, quedándose al margen de la conversación. Ante la mención de “criaturas”, recordó algunos de sus trabajos en los últimos años. Muchos monstruos habían empezado a aparecer en el continente, nadie tenía idea de dónde venían. Algunos lo contratarían para protegerse durante los viajes, pasar por bosques, montañas o pantanos solía ser muy peligroso con las criaturas rondando por ahí. A veces también los nobles necesitaban ayuda adicional para proteger sus territorios, más aún cuando la situación se salía de control. Debió imaginar que algo así podría estar sucediendo también en Grado, aunque no creyó que sería Lyon quien interviniera personalmente.
—Cuando terminemos, revisaré el alcance de los daños y me aseguraré que tengan los recursos necesarios para recuperarse—continuó Lyon, frunció un poco las cejas con una expresión apenada—. Sé que ha sido difícil, no esperábamos que aparecieran por aquí de nuevo tan pronto. Pero le aseguro que todo saldrá bien y que recibirán el apoyo necesario.
El hombre tenía unas arrugas de preocupación en la frente, pero se fue relajando con las consoladoras palabras del príncipe. Inclinó la cabeza ligeramente antes de decir:
—Muchísimas gracias, Su Alteza.
Lyon sonrió, el gesto suavizó sus facciones. Incluso Ephraim pudo sentir la calma y seguridad que transmitía, la certeza de que todo estaría bien. Se despidieron del gobernador y fueron hacia la parte de atrás, en el camino Lyon le dio algunas indicaciones a los soldados que estaban ahí, manteniendo el tono cordial. Fue hasta que se perdieron de la vista de los demás que volvió a dirigirse a Ephraim, serio y sin sonrisas para ofrecerle.
Tuvo la ligera esperanza de que por fin resolvería sus dudas o que al menos lo dejaría hablar. Pero no sucedió nada de eso, solo le tendió la mano y dijo:
—Vamos.
Ephraim observó de su mano a su rostro, sería muy irracional de su parte ponerse a discutir con una amenaza tan cercana. Así que accedió, tomando la mano con un apretón suave. Lyon se mantuvo impasible y sin agregar nada más —ni siquiera para decirle que se preparara—, hizo un hechizo de teletransportación. Ephraim se tambaleó cuando aterrizaron, era la primera vez que experimentaba uno de esos y el mundo le dio vueltas por unos segundos. Lyon no soltó su mano hasta que el príncipe superó el efecto, estabilizándose un poco más sobre el suelo de tierra.
—Mantente alerta—le indicó y echó un vistazo a la espesura del bosque, más adelante los troncos largos de los árboles estaban envueltos en una niebla blanca y densa. Era imposible ver más allá de ella—. No queda mucho tiempo, tenemos que hacerlo rápido.
—¿Qué cosa? ¿Qué hay ahí?
No pudo contener sus preguntas esta vez, tomó la lanza de su espalda, presintiendo que la iba a necesitar. Puede que Lyon pensara que mantenerlo al margen del asunto solo entorpecería el trabajo, así que respondió con calma.
—Más adelante hay una brecha, las criaturas están saliendo de ahí—Señaló el camino tragado por la niebla con un gesto de la cabeza—. Por ahora no hay muchas fuera, quiero que las venzas mientras yo cierro la brecha.
—Entiendo—murmuró, todavía tenía dudas, pero podía dejarlas para después. Empezó a caminar hacia la niebla—. Andando entonces.
Lyon no comentó nada sobre su iniciativa, era como si ya estuviera acostumbrado a su comportamiento y eso fuera una acción esperable. Por eso siguió sus pasos. Una vez traspasado el límite donde iniciaba la niebla, el ecosistema empezó a cambiar. Los árboles seguían siendo los mismos, pero gruesas capas de moho cubrían los troncos, la cantidad era demasiada como para ser natural. La humedad y la temperatura también eran mayores, podía sentirlo cada vez que respiraba. Aunque Ephraim encabezaba la marcha, no tenía idea de hasta dónde llegar, pero como Lyon no dijo nada, supuso que iban por el rumbo correcto. Cuando ya estuvieron bastante adentrados y sin haberse topado con ningún enemigo, una voz familiar llegó a sus oídos.
—¿Hermano?
Ephraim se tensó, su mente quedando en blanco por unos segundos y terminó hablando sin querer—: ¿Eirika?
Lyon lo sostuvo por el hombro antes de que se acercara a la voz, sacudió la cabeza con una expresión severa.
—No es real—advirtió y, aunque parecía muy tranquilo, Ephraim pudo notar unas gotas de sudor cayendo por su frente—. Tienes que tener cuidado, no dejes que te distraigan.
Ephraim parpadeó, haber escuchado una voz tan parecida a la de su hermana lo había sorprendido. Tuvo que recordarse a sí mismo que era imposible, Eirika estaba en Renais, muy lejos de ahí, no había forma de que hubiera llegado hasta ese sitio. Respiró profundo, no sirvió de mucho con toda esa niebla, y asintió para Lyon. Sin embargo, igual corrió en dirección a la voz.
—¡Ephraim! ¿No acabo de decirte que…?
Sus palabras fueron ahogadas por golpe de la lanza, Ephraim encontró a la planta demoniaca con mucha facilidad y de un tajo rápido y certero, hizo que se desprendiera de sus raíces en el suelo. El cadáver, si es que se podría llamar así, se tornó negro antes de convertirse en cenizas y desaparecer, varias enredaderas que envolvían los árboles cercanos se fueron también. La calma siniestra del bosque volvió a envolverlos.
—La voz venía desde aquí—dijo Ephraim, observó a Lyon por encima del hombro, la expresión en su rostro podría describirse como aburrida, haber vencido una cosa así no lo emocionó demasiado. Lyon mantuvo su silencio, no parecía estarlo juzgando, así que agregó—: Creo que estamos cerca.
Si las plantas estaban tomando el bosque poco a poco significaba que no podían moverse con facilidad, esparcirse tomaba tiempo y tenían que tener un origen que las conectara a todas. Ahora debían encontrarse frente a los brotes más recientes, seguir las enredaderas más grandes y antiguas lo llevarían a la principal. Y Ephraim acabaría con todas ellas en el camino. Lyon se limitó a seguir sus pasos, cuando empezaron a toparse con los brotes más grandes y agresivos, lo asistía con algunos hechizos. A veces escuchaba otras voces familiares, pero ya no volvió a caer como la primera vez. Mantuvo toda su concentración en la lucha y proteger a Lyon. De esa forma, no tardaron en encontrar la brecha. Estaba en medio de un pequeño estanque, el agua había adquirido una tonalidad verdosa y toda el área se asemejaba más a un pantano. Ephraim no estaba muy seguro de cómo imaginó la brecha cuando se la mencionaron, pensó que podría tratarse de una apertura en el suelo y lo que encontró fue totalmente diferente. Sí era una apertura, pero estaba en medio de la nada, casi como una puerta que refulgía con un color que le pareció bastante familiar. Las raíces oscuras con espinas salían de ella, hundiéndose en el estanque y saliendo de los bordes hacia el resto del bosque. Cuando se acercaron al perímetro, unos pequeños brotes aparecieron en los tallos más gruesos y dejaron salir más de la niebla que los rodeaba. Ambos empezaron a toser, Ephraim incluso se sintió algo mareado por la falta de oxígeno. Lyon rebuscó algo en los bolsillos de su túnica y le tendió una botella con líquido transparente.
—Es… antídoto—dijo entre toses—. No durará… mucho… tómalo.
Ephraim lo recibió y tomó la botella. Su mente se aclaró con cada trago, pero la niebla seguía estando presente. De reojo vio como Lyon tomaba también el antídoto. Después de eso, cada uno ya pudo concentrarse en sus tareas. Ephraim cortó el resto de las raíces, las plantas seguían floreciendo, pero fue fácil acabar con ellas. No supo cuánto tiempo pasó mientras cada brote era cortado y desaparecía, ninguno fue rival para él. Cuando todo terminó, Ephraim pudo notar que el lugar estaba cambiando. Se limpió el sudor de la frente, la lucha no fue tan exhaustiva, pero el clima húmedo de lo que antes era un pantano empezaba a sofocarlo. Lyon parecía estar en las mismas condiciones cuando llegó a su lado, su semblante estaba crispado mientras mantenía su atención en la brecha. Esta vez, Ephraim no se atrevió a interrumpirlo, lo dejó continuar con su trabajo sin comentar nada. Al terminar, se tambaleó un poco y estuvo a punto de caer. Ephraim se le acercó casi por instinto, sosteniéndolo de los antebrazos mientras dejaba que se recostara contra él.
—¿Ya me dirás qué fue todo eso?
Esa parte del bosque estaba volviendo a la normalidad poco a poco, la niebla se disipaba, los árboles conservaban un poco de moho y el agua estancada del estanque se aclaró. Como se había deshecho de la mayoría de las plantas, no había nada que siguiera interfiriendo con el ecosistema y la energía maligna se había desvanecido junto con la brecha. Era demasiado extraño. Lyon se tomó unos segundos para espabilarse, debía de estar muy agotado, porque no se apartó de sus brazos y tampoco parecía tan disgustado como antes. Fue como si bajara la guardia por un momento, aunque no tardó en recuperar su actitud anterior.
—¿No es obvio?—masculló, enderezándose y tomando distancia con un par de pasos—. Si esas plantas llegaban a la aldea, habría sido una catástrofe.
Ephraim puso los ojos en blanco, no entendía por qué estaba desviando el tema así, ¿tan difícil era responder una simple pregunta? Como estaban los dos solos otra vez, no encontraba una razón para contener su mal humor y por eso siguió presionando.
—Solo responde—exigió, cerró la distancia que él había marcado, pero Lyon seguía retrocediendo—. ¿Qué eran esas cosas? ¿Por qué están apareciendo esas brechas?
Ahora que podía pensarlo con más calma, recordó por qué el color de la brecha se le hizo tan familiar. El aura que rodeaba a Lyon aquella tarde era exactamente igual. ¿Estarían relacionados? Porque si era así, lo que estaba sucediendo con las piedras podría tener consecuencia que jamás imaginó. ¿Sería él consciente de ello? Por desgracia, Lyon no estaba dispuesto a ser cooperativo, lo observó frunciendo el ceño.
—No tengo idea.
—Deja de mentir, es imposible que no sepas nada—masculló Ephraim, de pronto la distancia entre ambos era menor, la espalda del príncipe había chocado contra un árbol y Ephraim se cernió sobre él impidiéndole escapar—. Supiste dónde y cuándo aparecerían, no puedes predecir eso de la nada.
Hasta él sabía que necesitaba de investigación previa para organizar esa clase de defensa, de lo contrario, el comportamiento de los oponentes sería un misterio y eso les traería muchas más bajas. Todavía era de día, así que aunque en el bosque no llegara mucha luz, tenía una visión mucho más clara del rostro de Lyon. No entendía como un rostro tan bello podía expresar tanto disgusto, y solo dirigido a él.
—Siempre eres tan insistente—masculló en voz baja, Ephraim estuvo a punto de preguntarle por eso también, pero no le dio la oportunidad—. Las brechas aparecen en Grado y criaturas diferentes brotan de ellas cada vez. Yo y los tres generales imperiales nos encargamos de cerrarlas. Eso es todo lo que necesitas saber.
Aunque al fin había tenido una respuesta, no se sentía conforme y por eso no se retiró de donde estaban. Lyon estaba a punto de pedirle que se alejara cuando Ephraim hizo la pregunta que llevaba conteniendo.
—¿Esto tiene que ver con lo que le hiciste a la piedra sagrada?
Lyon no hizo ningún gesto de sorpresa, ni siquiera apartó la mirada.
—No hagas preguntas de las que no quieres saber la respuesta—respondió con simpleza, no había emoción en su tono o expresión.
No fue una confirmación y tampoco una negativa, tardó varios segundos en notar que habría deseado recibir la última. Solo eso explicaría por qué se sintió como si acabara de darle un golpe en el abdomen. Después de todo, no había razón para estar afectado. No se conocían, no le había mostrado nada más que hostilidad y tampoco podría confiar en él si lo mantenía al margen de todo, usándolo como un peón más en su juego. Pero aun así, no podía dejar de recordar la expresión en su rostro mientras tranquilizaba al gobernador, fue mucho más honesta que cualquiera que le haya visto con anterioridad. Y si fuera tan malvado, Duessel desconfiaría de él, incluso si pusiera a prueba su lealtad. Todas esas ideas se arremolinaron en su interior, formando otro tipo de sentimientos que se encajaban como espinas en su corazón. Estaba tan molesto, con él y consigo mismo, por tener todas esas dudas y no ser capaz de hacer nada con ellas. Se dejó envolver muy fácilmente, no tenía idea de cómo proseguir. Y luego estaba esa otra cosa, que no sabía de dónde venía, pero ponía un nudo en su garganta, imaginar lo que estaba planeando con las piedras y que no sintiera ningún remordimiento por el daño que pudiera provocar. ¿Era decepción?
Por desgracia, no pudo seguir pensando en ello. Una de las plantas había aparecido de la nada, brotó en el tronco del árbol cerca de la cabeza de Lyon. Fue tan repentino que Lyon solo alcanzó a empujarlo lejos de él, recibiendo de lleno una nube de esporas en el rostro. Ephraim alcanzó a evitarla por el empujón, había aflojado su agarre un poco y fue fácil moverlo. Se recuperó rápido de esa impresión y arrancó con la mano a la pequeña planta, conteniendo la respiración para que las esporas no lo afectaran.
Lyon empezó a toser y con las manos temblorosas intentó empinar otra botella de antídoto. Ephraim se acercó a él para agarrarlo de los hombros, intentando enderezarlo y que no cayera al suelo.
—No… funciona… demasiado… las esporas…
Lyon alcanzó a murmurar palabras sueltas con la voz entrecortada, se estaba poniendo muy pálido, su cuerpo temblaba y se sacudía con brusquedad. Ephraim se paralizó, no tenía idea de qué hacer. No podía usar magia curativa y tampoco vio clérigos entre el grupo de soldados que había traído Lyon, ni siquiera a alguno que estuviera en el pueblo. Lo único que podía hacer era llevarlo al palacio lo más rápido posible. Y aun así, no pudo moverse. Un pensamiento intrusivo apareció de repente, algo que ni él mismo supo de dónde vino. Envió un escalofrío por todo su cuerpo.
¿Qué pasaría si no podía salvarlo?
Notes:
Bueno, dos capítulos y un cliffhanger. No me pude resistir lo siento XD
Volviendo al tema, estos serían los “capítulos del compromiso” (me estoy dando cuenta que en inglés queda como una referencia a Engage que acaba de salir, jajaja, fue eso y que Fomortiis apareció en FEH lo que me presionó para actualizar). Poco a poco el plan de Lyon va tomando forma y las cosas entre ellos se pondrán… interesantes. No adelanto mucho ;)
Y como aviso, ¿recuerdan que dije que estaría ocupada? Bueno, pues… se está prolongando bastante:´D. Por eso estaré tardando un poco, pero como no quiero bloquearme tengo que seguir presionándome para escribir. Mi motivación es que quiero llegar al “capítulo de la boda” XD. Me despido espero que no sea por tanto tiempo.
Chapter 6: Capítulo VI. Un lado diferente
Notes:
Advierto: el tag de smut empieza a tener validez a partir de este capítulo u.u
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Llevó a Lyon de vuelta al palacio lo más rápido que pudo, dedicó toda su concentración a la tarea, eliminando cualquier duda anterior. El chico tenía la respiración pesada y entrecortada, el veneno estaba actuando con suma lentitud aunque no podía confiarse. Ya había desperdiciado mucho tiempo. Consiguió llegar hasta el templo, la luz del sol todavía brillaba por ser poco más tarde del medio día y sin pensarlo demasiado, corrió hasta la oficina de Natasha. Fue una suerte que ella sí se encontrara ahí para atenderlo.
—¿Tienes idea de qué tipo de veneno era?—preguntó, movía su bastón sobre el cuerpo de Lyon con el entrecejo fruncido. A pesar de su sorpresa inicial, consiguió ponerse en movimiento y empezar a curarlo.
Ephraim sacudió la cabeza.
—Eran esporas, provenían de unas flores—explicó, tratando de dar todos los detalles posibles—. Intenté darle algo de antídoto, pero no hizo ningún efecto.
La mujer asintió, sus manos y bastón seguían imbuyendo una energía luminosa en el cuerpo de Lyon. Ephraim no sabía qué más hacer, solo podía observar y asistir a Natasha cuando ella lo indicaba. Mantuvieron esa rutina por un largo rato, pronto el semblante de Lyon cambió a uno más relajado. Seguía sudando y su respiración era errática, ni siquiera sus labios tenían color. Natasha se limpió el sudor de la frente, agotada por el esfuerzo.
—Está fuera de peligro por ahora—murmuró, sus ojos azules recorriendo el cuerpo del chico, analizando la situación—. Conseguí evitar que el veneno se esparciera, al menos la parte que afecta sus funciones vitales. Pero creo que tiene un efecto adicional que está corrompiendo su consciencia.
—¿Sabes cómo detenerlo?
Nunca había escuchado algo así, por un momento pensó en el efecto alucinógeno de la niebla del bosque y si estaba relacionado, aunque como Natasha había dicho puede que fuera un poco más complejo. Lo suficiente como para que los antídotos o su magia no resultaran efectivos para eliminarlo en su totalidad. La mujer cruzó los brazos, apretó los labios en gesto pensativo.
—Revisaré algunos tomos en la biblioteca, puede que encuentre algo con qué preparar el antídoto—dijo, acomodó la capucha de su hábito y volteó a verlo antes de decir—: ¿Puedes vigilarlo mientras no estoy? Quiero trabajar tan rápido como pueda.
Ephraim se sobresaltó.
—No… no sé usar magia, ¿qué hago si se pone mal mientras no estás?
—Su vida no corre peligro—aseguró Natasha para tranquilizarlo—. Si sucede algo puedes tratarlo con un elíxir.
Le echó un vistazo a Lyon, que seguía inmóvil en la camilla, y no muy convencido asintió.
—Está bien, esperaré aquí.
Natasha tomó sus cosas y salió a toda prisa del cuarto, Ephraim la vio marchar apoyándose junto a la cama de Lyon. El silencio inundó la habitación poco después, con ello los pensamientos anteriores empezaron a asaltarlo. Se puso una mano en la frente, antes se había forzado a mantener la calma y en consecuencia podía sentir el peso de la tensión en sus hombros. Las manos le temblaban, tuvo que tomar un respiro profundo para tranquilizarse. No dejaba de pensar en que por un momento consideró dejar a Lyon ahí, tenía buenas razones para hacerlo y en ocasiones anteriores nunca había dudado en el momento de acabar con un enemigo. Pero al verlo colapsar, ver cómo su cuerpo se contrajo en una postura tan indefensa. No se sintió correcto. Él no quería ser esa clase de persona.
La camilla crujió, haciéndolo salir de sus pensamientos. Volteó hacia el chico inconsciente, estaba empezando a moverse inquieto.
—¿Lyon?
Probó suerte, en caso de que pudiera escucharlo y decirle cómo ayudarlo. La única respuesta que recibió fue un quejido, el rostro de Lyon se contrajo con dolor. En pánico, Ephraim fue a tomar una botella de elixir que Natasha dejó en el escritorio. Volvió a acercarse a Lyon, agachándose para alcanzar su rostro y llevar la botella a sus labios. El príncipe recibió el líquido con más facilidad de la que imaginó, esperaba que se resistiera. Sin embargo, seguía sin relajarse y con sus alternativas agotadas, Ephraim sintió que el alma se le venía a los pies.
« Genial, ¿qué hago ahora? » pensó y luego intentó retirarse para ir por otra botella. Esperaba que pasarse de la dosis de elixir no fuera una mala decisión. Sin embargo, sus movimientos fueron detenidos por el firme agarre de Lyon en su brazo.
—¿Qué…?—empezó a decir, bajando la guardia al suponer que por fin podía hablar. Su pregunta fue interrumpida cuando la otra mano del chico lo sujetó de la nuca, atrayéndolo hacia él sin darle una oportunidad de pensar o reaccionar—. ¡Hmf!
Las bocas de ambos se unieron, Ephraim estaba demasiado conmocionado para resistirse y un tanto asustado de lastimarlo, así que solo pudo dejarlo mientras separaba sus labios para introducir la lengua en su boca. Entrecerró un poco los ojos, los párpados de Lyon permanecían cerrados y no se separó de él ni siquiera para permitirle tomar un respiro. Estaba devorándolo, solo alcanzó a apoyar sus antebrazos a ambos lados de la cabeza de él, como si el gesto pudiera darle algo más de estabilidad. Al final su vista empezó a nublarse, se sintió mareado, el efecto fue similar al de su paso por el bosque, aunque ni él mismo entendió a qué se debía. Todo desapareció en un parpadeo, dejándolo con el hormigueo que provocaron los labios de Lyon sobre él.
(...)
Al despertar se encontró en los pasillos del palacio de Grado, los había recorrido tantas veces en las últimas semanas que ya se le hacían bastante familiares y no tardó en reconocerlos. Aunque en ese momento percibió un aire diferente, todavía se preguntaba cómo llegó ahí desde el templo, por qué todo estaba más desierto que de costumbre. Dio unos pasos, el eco de sus pisadas resonó con fuerza.
—¿Lyon?
De alguna manera, presentía que lo sucedido en la enfermería tenía relación con su estado actual, así que no pudo evitar llamarlo a él de entre todas las personas. El sonido de su voz flotó por el pasillo, perdiéndose sin recibir respuesta. Pasaron varios minutos en absoluto silencio, tanto así que el sonido de unas pisadas corretear tras él lo hicieron ponerse en guardia de inmediato. Giró para encontrarse con el mismo pasillo, nadie en los alrededores. Apretó los puños contra sus costados, sin armas estaba en desventaja, pero era lo suficientemente hábil para sobrevivir si la situación lo ameritaba. O eso fue lo que pensó, porque nada lo preparó para un repentino tirón de su ropa. Se tensó y con el corazón en la garganta alzó el brazo para atacar.
—¡Oye, no!
Sus movimientos se detuvieron en seco al escuchar la voz, el sonido era agudo e infantil. Se trataba de un niño pequeño, volteó para encontrarse con unos ojos violetas bien abiertos por el pánico. Ephraim tenía el codo suspendido, un poco más y le habría dado en el rostro con un golpe, el niño tenía los brazos alzados para impedirlo. El calor se le subió al rostro.
—Lo siento—murmuró, dio la vuelta por completo y se acuclilló frente al niño—. Me sorprendiste, ¿estás herido?
El niño bajó los brazos despacio, el miedo todavía estaba presente, aunque consiguió bajar la guardia al escuchar su tono amable.
—No…—respondió a su pregunta con un hilo de voz, luego le echó un vistazo al pasillo—. ¿Quién eres? ¿Por qué estás aquí?
Ephraim no respondió de inmediato, ni siquiera tenía una buena respuesta.
—Me llamo Ephraim—dijo, siendo eso lo único que podía afirmar con seguridad—. Pero no sé por qué estoy aquí.
—Ephra.. im—repitió su nombre, cavilando entre cada sílaba como si tuviera un significado especial. Lo observó con el ceño fruncido sin agregar nada más.
Ephraim permaneció acuclillado, sentía una ligera presión en su pecho, aunque en ese lugar era difícil distinguir qué la causaba. Ser honesto era todo lo que se le ocurría para decir, no sabía qué esperar de ese niño o de toda la situación. Pero si Lyon lo había enviado ahí, debía tener una razón. « Está corrompiendo su consciencia » . Recordó las palabras de Natasha, ¿era ese un efecto del veneno? El niño frente a él era idéntico a Lyon, ¿qué tal si la forma de detener el veneno fuera actuando desde su raíz? Sus pensamientos fueron interrumpidos por un potente estruendo, el suelo tembló bajo sus pies y sintió las manos del niño sujetarse a él para recuperar la estabilidad.
—Algo malo está pasando—dijo el pequeño, su rostro pálido con terror—. No va a resistir…
—¿Quién?—preguntó Ephraim, intentó no sonar tan ansioso, pero tenía un muy mal presentimiento—. ¿Quién no va a resistir?
El niño se encogió y bajó la mirada, no se separó de él, pero tampoco parecía muy seguro de compartir sus preocupaciones con él. Al parecer, incluso esa versión de Lyon iba a cerrarse, negándose a ser honesto y Ephraim no podía permitirlo.
—Puedo ayudar, Lyon—aseguró, el niño se sobresaltó al escuchar su nombre—. Estoy contigo. Déjame ayudarte, ¿sí?
Lyon lo observó, la incredulidad cubriendo sus facciones. A pesar de sus diferencias, Ephraim jamás se atrevería a dejarlo a su suerte. No supo qué fue lo que vio en su rostro, fuera lo que fuera, debió convencerlo, porque se separó de él y señaló al pasillo.
—Está por aquí.
Ephraim no desperdició ningún segundo y se levantó, siguiendo al niño hacia dondequiera que fuera. Conforme más avanzaba por el pasillo, mayor era la conmoción. El suelo retumbaba y un chisporroteo se escuchó a lo lejos. Poco después pudo tener la imagen completa del asunto. El niño lo guió hasta un salón, el salón del trono que conocía, aunque ahora se encontraba cubierto por enredaderas oscuras en todas partes, provenientes de una vaina oscura similar a las que derrotó en el bosque. Envuelto en un destello violeta estaba Lyon, una versión mayor al del que estaba a su lado. Él y la vaina estaban en medio de una pelea, las raíces puntiagudas intentaban alcanzarlo, mientras él esquivaba y los hechizos de su tomo impactaban a su enemigo. Ephraim solo pudo observar la escena, aunque había prometido ayudar, luchar contra eso requeriría de algo más que sus manos. Tal vez si rompía alguno de los candelabros podría servirle como arma. El niño tiró de su ropa de nuevo, interrumpiendo sus pensamientos.
—¿Con qué luchas?—hizo la pregunta en voz baja, no supo distinguir si se encontraba asustado por la situación.
—Una lanza—respondió Ephraim y frunció el ceño, como deseaba tener a Reginleif con él.
El niño asintió y señaló la pared tras él.
—¿Esa te sirve?
—¿Cuál…?—siguió la dirección de su mirada y ahí encontró su lanza, o al menos una imitación—. ¿Cómo supiste?
Lyon solo sacudió la cabeza, no dispuesto a compartir nada más. Ephraim tampoco quiso darle demasiadas vueltas, así que tomó la lanza y entró a la habitación. Cortó las enredaderas con las que se cruzó, no tardó en darse cuenta de que solo perseguían a Lyon y por eso sostuvo al niño entre sus brazos para protegerlo.
—No te sueltes—le indicó, era difícil luchar con solo una mano, pero podía manejarlo. El niño se acurrucó contra él, aferrándose a su cuerpo con fuerza.
El Lyon mayor advirtió la presencia de ambos, había estado viéndolos por el rabillo del ojo, pero con la pelea no tuvo oportunidad de hablar hasta ahora. A Ephraim no le sorprendió que lo primero que dijera fuera una queja.
—¿Qué crees que haces? ¿Por qué lo trajiste aquí?
Como no fue tan específico, los dos respondieron al mismo tiempo.
—Puede ayudar.
—Puedo ayudar.
Y para probar su punto, cortó una de las nuevas enredaderas que se lanzaron contra él. Lyon frunció el ceño, inconforme.
—Esto es peligroso para él, Ephraim—respondió Lyon, lanzó una nueva ráfaga de cuchillas que cortaron las enredaderas más recientes—. Llévalo a un lugar seguro.
Ephraim siguió cortando, era extraño que incluso con la intensidad de los movimientos no se sentía cansado.
—Está a mi lado—atajó él, con una media sonrisa. La batalla con esa planta extraña lo estaba emocionado más de lo que debía, los retoños del bosque no se le comparaban y sentía un cosquilleo agradable en todo el cuerpo—. No hay lugar más seguro que ese.
—...
Escuchó al niño resoplar, sus labios estaban apretados como si contuviera una risa. El otro Lyon se quedó callado y puso los ojos en blanco, al parecer la arrogancia de Ephraim tuvo reacciones muy diferentes en ambos. La planta, por otra parte, no disminuyó la intensidad de sus ataques y al verse superada volvió a cambiar con un chillido que hizo sacudir el cuarto de nuevo. Sus espinas se agrandaron y empezó a exudar una energía oscura, mucho más densa que la niebla del bosque. Por alguna razón, el ataque no le hizo efecto, aparte de disminuir un poco su visión, no le hizo ningún daño. Los otros dos Lyon también permanecieron intactos, aunque pudo sentir al pequeño tensarse por unos segundos. Tenía que terminar con eso rápido.
—Está en su límite—le indicó a Lyon, con la oscuridad rodándolos apenas podía distinguir su rostro—. Despejaré el camino, apunta a su núcleo.
Tan pronto terminó de hablar, se puso manos a la obra. Había notado que sus ataques no estaban siendo del todo efectivos, podía cortar y evitar que siguiera acercándose, pero dudaba que su lanza ilusoria fuera suficiente para acabar con la planta. Lyon tenía que ser quien diera el golpe final. Así que se apresuró a atacar, manteniendo al pequeño Lyon bien sujeto. Consiguió despejar el camino y cuando estuvo frente a la gran vaina encajó su lanza para abrirla. Esta vez sí resintió el esfuerzo, así que con la mandíbula apretada por la tensión alcanzó a mascullar.
—¡Ahora!
Logró apartarse cuando el hechizo de Lyon impactó contra la vaina, fue bastante arriesgado, pero tenía que mantener su núcleo expuesto. Siempre se aseguró de apuntar a ellos cuando estaban en el bosque, le alegró saber que funcionaría igual ahí adentro. La planta se marchitó en cuestión de segundos, era difícil de distinguir por lo oscura que era, y sus enredaderas empezaron a desaparecer. Al igual que sucedió con el bosque, cuando la vaina fue derrotada, toda la habitación volvió a su estado original. El salón del trono seguía manteniendo esa apariencia etérea y desolada como el resto del castillo, pero ya no había rastros de alteraciones, o al menos alguna que Ephraim pudiera notar. Sintió el agarre del pequeño Lyon aflojarse de sus hombros, ahora que todo había terminado por fin pudo relajar su postura, aunque sus ojos permanecían bien abiertos mientras lo observaba. El Lyon mayor, por otra parte, parecía un poco más agotado. Seguía de pie, sosteniendo su tomo con los hombros caídos. Les dirigió una mirada a ambos, poco menos que amigable, antes de decir.
—Todo terminó, ya puedes irte.
Ephraim no esperaba un agradecimiento, así que solo asintió con desinterés y puso al niño con cuidado en el suelo. Le ofreció una pequeña sonrisa, antes de volver a encarar a Lyon con más seriedad.
—Me alegra haber podido ayudar—comentó, incluso si seguía confundido por lo que pasaba y que recibir la actitud habitual del Lyon adulto no le agradaba del todo, estaba conforme con haberlo ayudado. Era un hecho que no podía negar—. ¿Seguro que estarás bien?
Lyon no respondió de inmediato y su expresión era bastante difícil de descifrar. Habría deseado tener alguna idea de lo que estaba pensando. El Lyon más pequeño se limitó a verlos conversar, retorciendo sus mangas con gesto nervioso.
—Sí—murmuró Lyon al final, igual de serio y distante—. No tardaré en despertar.
—Bien.
La charla llegó a su final definitivo, ninguno de los príncipes parecía tener nada más que agregar. Lyon le echó un vistazo a su versión más joven y le dijo:
—Muéstrale la salida.
El niño le devolvió la mirada, algo sorprendido, se enderezó por instinto y asintió. Luego se acercó a Ephraim con pasos cortos.
—Vamos, te mostraré la salida—dijo, su voz fue clara y elocuente, tenía el mentón alzado para verlo desde abajo. En su forma adulta se vería formal, pero Ephraim no pudo evitar pensar en que lucía adorable con su comportamiento tan educado.
—De acuerdo, te sigo—Ephraim apenas pudo contener su sonrisa cuando respondió y, dándole un último vistazo al otro Lyon, siguió los pasos del pequeño hasta abandonar la habitación.
Lyon los vio marchar y en el momento en que se perdieron de vista, la sala del trono empezó a cambiar. Los colores tenues se oscurecieron y una nube de humo oscuro cubrió el techo de toda la estancia. El príncipe permaneció impasible ante ese cambio, como si fuera algo esperable. Mantuvo esa actitud incluso cuando una voz grave empezó a hablar.
—No salió como esperabas, ¿verdad?—el tono era casi burlón, pero cargaba con una frialdad tan intensa que haría estremecer a cualquiera—. No tienes ninguna oportunidad…
Lyon hizo caso omiso a las palabras, o al menos lo intentó, ya que para la voz no pasó desapercibida la forma en que el rostro del príncipe se ensombreció. Esa reacción debió parecerle muy divertida porque hizo reír a la voz, mientras repetía su funesta declaración.
—No tienes ninguna oportunidad.
Ya lejos en el pasillo, Ephraim no pudo ser testigo de aquella escena y siguió avanzando sin notar nada fuera de lo ordinario. No estaba muy seguro de cómo funcionaba eso, le costaba creer que estuviera en la mente de Lyon. Todo se veía tan… solitario. El niño no habló con él durante todo el camino, supuso que fue más por nerviosismo que por desinterés. Seguía retorciendo las mangas de su túnica, aunque su forma de caminar era menos ansiosa que antes. Solo se atrevió a decir algo cuando llegaron al gran portón del palacio, una elección de salida bastante práctica y simple.
—Aquí es.
La puerta empezó a abrirse sin que la tocaran cuando dijo eso, en un murmullo tímido.
—Nos vemos después, entonces—se despidió Ephraim, manteniendo el tono amigable. Tal vez no fuera una oración correcta, aunque para él Lyon era Lyon, sin importar con que versión interactuara. No podía estar del todo seguro de dónde venía esa sensación.
Cuando estaba a punto de dar un paso fuera, sintió un tirón en su túnica. Esta vez no reaccionó con brusquedad, volteó a ver al niño. Él tenía la mirada puesta en sus propias manos como si apenas se diera cuenta de lo que acababa de hacer.
—¿Qué sucede?—preguntó Ephraim, algo preocupado, el pequeño Lyon se veía un poco pálido.
—Ephraim…
No fue capaz de continuar, el nombre fue pronunciado con indecisión. Ephraim no quiso decirle nada más, esperó a que él se sintiera listo para hablar. Lyon tomó una bocanada de aire y alzó el rostro para verlo directo a los ojos. Su mirada era decidida, pero lo que más le sorprendió a Ephraim fue notar lo familiar que le resultaba. No pudo pensar demasiado en ello y esa determinación fue interrumpida sin previo aviso. De repente, una luz cegadora los envolvió a ambos, Ephraim solo pudo captar esa imagen y el sonido de su voz infantil hablándole por última vez.
—Ephraim, no dejes que te engañe. Por favor.
(...)
Las palabras del pequeño Lyon fueron como un susurro lejano, audibles hasta perderse en el silencio, pero fijas en su mente cuando logró darles sentido. Por desgracia, no tuvo la oportunidad de pensar de nuevo en ellas, pues la voz de Natasha se escuchó en la habitación.
—¡Oh! Lo-Lo siento…
Fue ahí cuando cayó en cuenta que seguía sobre Lyon, su suave respiración le golpeó el rostro. Aparte de sus labios hinchados por los besos, ya se veía en mejor estado. Su rostro estaba menos pálido y le devolvió la mirada con el semblante serio. No necesitaba palabras para transmitir que quería que se alejara de él, los ojos entrecerrados hablaban por sí solos, por ello cumplió su deseo y se retiró dando un paso lejos de la cama. Natasha los observó a ambos con las mejillas sonrojadas de vergüenza, tenía un libro y algunos pergaminos en los brazos, los apretó contra su pecho mientras daba pasos tentativos hacia adentro. Ephraim sintió las orejas calientes y se llevó una mano a la boca para cubrirla, Lyon se sentó en la camilla con tranquilidad, apenas afectado por el bochorno de los otros dos.
—Me alegra que esté mejor, alteza—murmuró Natasha, aclarándose la garganta y tomando su bastón—. Aunque tal vez no sea muy recomendable que haga esa clase de… ejem, esfuerzo en estos momentos.
Le echó una mirada a Ephraim, bastante severa, recalcando la información para ambos. El chico sacudió la cabeza varias veces.
—No estábamos…—intentó decir, pero Lyon lo interrumpió.
—Me siento mucho mejor, pero está bien. Seguiré tu recomendación—dijo, usando su tono formal y resoluto. Ephraim tuvo deseos de decirle que dejara de decir cosas que podrían malinterpretarse. Aunque sabía que Natasha no los juzgaría de mala manera, seguía siendo vergonzoso para él ser encontrado en esa posición.
—Lo aprecio—agradeció ella y se acercó a la camilla—. Permítame revisar que todo esté en orden, tal vez todavía necesite preparar el antídoto si hay rastros del veneno.
—Adelante.
Lyon le ofreció una pequeña sonrisa educada y se mantuvo inmóvil mientras ella realizaba su examen. Ephraim se limitó a observar, no tardó mucho recuperar la compostura y centrarse en la situación actual. Según Natasha, los rastros del veneno habían sido eliminados por completo y Lyon le explicó a grandes rasgos sobre lo que había sucedido. Aunque sabía que no iban dirigidas para él, las palabras de Lyon resultaron muy esclarecedoras y lo ayudaron a entender los efectos de aquellas plantas. Era la primera vez que no sentía aburrimiento al escuchar explicaciones tan técnicas.
Poco después, se despidieron de Natasha y salieron juntos del templo. Mientras avanzaban sin dirigirse la palabra, Ephraim pudo notar a algunos de los clérigos manteniendo su distancia. Al parecer, Natasha no exageraba con lo de que él no era bien recibido. A pesar de eso, el chico mantuvo la sonrisa gentil. Era increíble cuantas caras podía tener una persona y Ephraim había visto muchas de ellas ese día. Seguía sin saber qué pensar.
(...)
Esa noche fue la primera vez que Lyon llegó a visitarlo a su cuarto. Ephraim no lo esperaba, después de que se separaron en la salida del templo no le dijo nada más y aunque quiso sentirse ofendido por ello, una extraña pesadez lo abrumó y ya no tuvo la cabeza para pensar en otras cosas. Estado a punto de ir a dormir cuando escuchó los golpes en su puerta, era más temprano de lo que acostumbraba, si Lyon hubiera tocado la puerta algunos segundos después es posible que no lo hubiera escuchado. No distinguió ninguna emoción en su rostro cuando lo encontró ahí de pie, ni siquiera el disgusto mal disimulado con el que lo estuvo recibiendo los últimos días. Mientras se apoyaba contra el marco de la puerta, entreabriendo el espacio solo un poco, lo único que alcanzó a preguntar fue.
—¿Sucedió algo?
A Ephraim no se le ocurría otra razón, estaba bastante acostumbrado a recibir visitas nocturnas solo durante emergencias, así fue en el campo de batalla o en sus días como mercenario. Lyon no respondió a su pregunta de inmediato, tan solo extendió la mano y tocó su frente. Ephraim amplió los ojos, su cuerpo se tensó ante el contacto, aunque no tuvo la necesidad de retirarse mientras el chico pasaba las puntas de sus dedos por la piel de su frente.
—No dijiste que el veneno también te había afectado—dijo Lyon, la piel que alcanzaba a tocar estaba tan pálida como la suya, diferenciándose solo con una ligera capa de sudor—. ¿Hasta cuándo pensabas ocultarlo?
Ephraim tragó saliva y con la voz ronca respondió.
—No es nada, ya tomé un elíxir—se retiró un paso para evitar el toque de Lyon—. Si seguía sintiéndome así mañana, pensaba volver con Natasha.
No lo había notado hasta tiempo después, pero cuando apartó la planta del árbol, una espina se había clavado en su guante y alcanzó a rozar la piel de su palma. En realidad no lo estaba ocultando, empezó a notar que algo estaba mal cuando salió del templo. Sus síntomas fueron más leves que los de Lyon conforme pasó el tiempo, por suerte no perdió la consciencia y solo se sentía pesado, con un hormigueo molesto recorriendo su cuerpo. No era nada que no pudiera manejar, había sufrido heridas peores. Lyon bajó el brazo, sus ojos violetas seguían fijos en él con una mirada evaluadora.
—Estás siendo imprudente—masculló, el tono le recordó un poco a la forma en que Eirika solía regañarlo cuando hacía algo riesgoso—. Traje algo para curar los síntomas, ¿puedo pasar?
Por unos segundos, Ephraim no dio crédito a lo que escuchaba y lo único que pudo hacer fue observarlo con los ojos bien abiertos. Después de todo lo que había pasado y de su rara distancia, ese gesto era lo último que habría imaginado, ni siquiera esperaba que tuviera que verlo de nuevo hasta que él solicitara su presencia. Lyon entrecerró los ojos.
—¿Sí o no?
Ephraim dio un respingo, pero sabía que no podía evitar responder por demasiado tiempo. No sería muy educado de su parte. Retrocedió un par de pasos más y murmuró.
—Adelante…
No tenía nada que perder de todas maneras, no estaba en posición de negarse a él, considerando el trato que habían hecho, y si decía la verdad se recuperaría pronto. El dormitorio estaba oscuro cuando pasó, pero con un gesto de la mano Lyon encendió los candelabros. No era un brillo tan intenso, aunque sí hizo que Ephraim sintiera una punzada de dolor en las sienes. Se acostumbró a ello tan pronto siguió los pasos de Lyon, se dirigía hacia su cama y él solo podía mantenerse tenso, sin saber qué esperar. El príncipe se sentó en su cama, todavía usaba sus largas túnicas de la mañana y de ellas extrajo una caja simple. Cuando fijó sus ojos en él, quien seguía de pie viéndolo sin moverse, soltó un suspiro.
—Siéntate.
Ephraim obedeció, odiando un poco la reacción inmediata de su cuerpo ante aquel tono demandante. Lyon no parecía estar de ánimos para criticar su actitud, así que solo se centró en la caja de su regazo, abriéndola para extraer un par de panecillos dulces. Tomó uno y se lo tendió.
—Primero come algo, me enteré de que no cenaste.
Ephraim se removió un poco, por supuesto que no podía sorprenderse de que supiera eso. No quiso bajar al comedor debido al malestar y cuando uno de los sirvientes se ofreció a traerle una bandeja decidió declinar la oferta. En ese momento también sentía su estómago cerrado, la vista de los panecillos, por más apetitosos que lucían, no le provocaba nada.
—No tenía hambre—se excusó él, aunque de igual forma tomó el panecillo. Era suave al tacto y lo sintió esponjoso cuando se lo llevó a la boca, masticó lentamente mientras sentía el dulzor esparcirse por su lengua—. Sabe bien.
Lyon asintió, haciendo un sonido de afirmación con los labios cerrados. Ephraim quería comentar algo más, pero cualquier idea que venía a su mente le resultó demasiado banal y por alguna razón no se sentía cómodo. Debía ser el veneno haciendo su efecto o su mente, que era incapaz de olvidar la advertencia de Lyon. ¿Quién lo estaba engañando? ¿Podía confiar en él?
—¿Por qué no me dejaste en el bosque?
—¿Eh?
Hasta entonces habían estado muy callados, no esperaba esa clase de pregunta en ese momento y por unos segundos se sintió bastante perdido. Lyon no repitió la pregunta, esperó con las manos descansando en su regazo y la mirada afilada clavada en él. Demasiada presión, Ephraim tragó grueso y decidió responder con honestidad.
—No me pareció correcto.
—Lo fuera o no, podría ser la solución a todos tus problemas—dijo él, a pesar de sus palabras duras, lucía más contemplativo que otra cosa—. ¿Por qué no tomar la oportunidad?
—No es tan simple como lo pones—masculló, de pronto no se sentía capaz de abandonar la conversación y solo quería dar a entender su punto—. No mataría a alguien indefenso y dudo mucho que sin ti aquí mis “problemas” vayan a resolverse.
Lyon enarcó las cejas.
—No creí que pudieras ser tan calculador…
Ephraim sacudió la cabeza, lo cierto es que esas consideraciones las había tenido mucho tiempo después. Dejar morir a Lyon solo traería inestabilidad a Grado, ya presenció el panorama y su pueblo lo necesitaba, además tampoco podía involucrar a Renais en el asunto. Las disputas estaban resueltas, pero un paso en falso podía costarles esa tregua. Nociones como esas eran las que quería mantener en su mente, todo con tal de olvidar la verdadera razón de su actuar. Porque cuando estuvieron ahí solos en ese lugar, tomó una decisión y el único pensamiento en su mente fue: no puedo dejarlo ahí. Qué produjo ese sentimiento era algo en lo que no quería profundizar. Lyon le dio la botella de medicina, pero siguió hablando.
—Te equivocas en una cosa—señaló—. Conmigo fuera del camino ya no tendrás que preocuparte por las piedras o mantener la paz. Si no vas a actuar por tu bien, ¿por qué no por el de los demás?
El rumbo de esas extrañas preguntas empezaba a preocuparlo, no entendía cómo Lyon podía tratar con tanta ligereza su propia vida.
—Podría decir lo mismo de ti—dio un par de tragos a la medicina, apenas haciendo gestos por su sabor amargo y lo encaró—. ¿Por qué te preocupas por el veneno en mí? Sabes que no moriré por esto.
Lyon no hizo ningún gesto, poco afectado por el cuestionamiento, y respondió con simpleza:
—Me salvaste y estoy devolviendo el favor.
Una vez más lo dejó sin palabras, en realidad no podía esperar que Lyon estuviera de verdad preocupado por él. Todas sus acciones hasta el momento lo demostraban, pero cuando estuvieron en su mente no podía dejar de preguntarse si había algo más de lo que se estuviera perdiendo. Había mucha diferencia entre la persona que lo alejaba y le mentía, con la de aquel niño que, incluso si tenía miedo, aceptó el apoyo que le ofrecía. ¿Cuál era el engaño? ¿Podía confiar en él? Las preguntas no dejaban de dar vueltas en su cabeza, afectando un poco el alivio provocado por la medicina.
—Bien, estamos a mano—murmuró, sintiendo una molestia en el pecho—. Ya puedes irte.
No sentía que llegarían a ningún lado en esa conversación, como todas las veces anteriores, tenía que dejar de esperar algo más de él. Olvidar sus dudas y centrarse en la realidad. Creyó que Lyon le haría caso, que se iría para dejarlo solo, sin molestarse por hacer nada más. Pero él siguió sentado, con ningún indicio de querer retirarse.
—¿Estás molesto?
—No.
Su tono fue el mismo de siempre, todavía fue capaz de disimular el deje amargo ¿Qué le estaba pasando? Hace mucho que no tenía una actitud semejante, le recordó un poco a las discusiones que tuvo con su padre respecto a la sucesión del trono. La necesidad de expresar algo, pero no tener las palabras correctas terminaba por frustrarlo.
—Deberías tener las cosas más claras—murmuró Lyon, sonaba muy calmado—. Si vamos a casarnos y extender la farsa hasta donde sea que nos lleve, tienes que tener claro lo que puede pasar. No te desvíes de tu objetivo.
—Es difícil de hacer cuando tú no dejas de confundirme—soltó sin poder contenerse, y ojalá lo hubiera hecho porque eso solo dio pie a otro tema de conversación.
Lyon frunció el ceño.
—¿Lo dices por el beso?
—¿Qué?—se enderezó, frunciendo el ceño también—. No entiendo por qué lo hiciste, pero no me refería a eso.
Quiso decir más, mencionar muchas más cosas: cómo odiaba la forma en que lo ignoraba para luego aparecer sin previo aviso, lo confundido que estaba al ver su máscara de cordialidad frente a todos menos él, el cuidado que le dedicó a la protección de aquella aldea, alguien desinteresado no tomaría en cuenta tantos detalles para garantizar la protección de los demás. Por eso estaba tan confundido y aunque quiso seguir desentrañándolo, ya no tuvo la oportunidad. Lyon se encogió de hombros.
—No hay razón, solo pasó—Se veía muy tranquilo, como si no fuera un asunto tan importante—. Además, es lo que toda pareja hace, ya deberías estar acostumbrado.
—¿En serio?
Sonaba como una excusa muy pobre, pero no tenía con que refutarla. Él no sabría si era cierto de todas maneras, nunca le interesaron ese tipo de cosas y como jamás consideró la opción del matrimonio hasta que conoció a Lyon, tampoco estaba muy familiarizado con esa clase de acciones. Pero incluso así, ellos distaban mucho de ser una pareja normal, casarse era un mero tecnicismo para alcanzar sus fines. ¿En verdad tenía que ser así de íntimo con él? Su confusión interna debió ser muy evidente, porque Lyon volvió a interrogarlo.
—¿Qué? ¿Acaso nunca has estado con nadie así?
Por la forma en que expresó la pregunta, tan incrédulo y socarrón, Ephraim imaginó que ya estaba dando por hecha una respuesta, asumiendo cosas que no estaban ahí. Con el cansancio que sentía y la espina de la molestia encajada en su corazón, no pudo evitar sentirse más enojado.
—No—admitió, le sostuvo la mirada, aunque no quería que notara lo molesto que estaba—. Eres el primero con quien he estado, lo que sea que signifique.
—Ya veo—asintió, no parecía muy satisfecho por la confirmación.
No agregó nada más y eso lo hizo sentir bastante ansioso. Quería que Lyon dejara de guardarse las cosas para sí mismo, quería que le hablara; se conformaría con cualquier cosa en ese momento. Fue impulsivo cuando se acercó, habían estado sentados lado a lado sin tocarse hasta entonces y ahora Ephraim se había apoyado contra él, sus dos costados rozándose. Lyon abrió los ojos un poco al ver su expresión, estaba serio, pero lucía menos intimidante que cuando lo acorraló en el bosque, así que no se apartó.
—Dime por qué lo haces—exigió con la voz grave, analizó las facciones de su rostro, atento a cualquier cambio—. Si de verdad quieres que me comporte como tu pareja, bien. Pídelo. Si no, deja de jugar y sé honesto por una vez.
La frustración contendida era demasiado fuerte, ya no podía callarse o dar marcha atrás, y que Lyon mantuviera su silencio no lo ayudaba en nada.
—Responde—insistió, sonó casi como una súplica y bien pudo haberlo sido.
—No creo que quier…—Un beso cayó en la comisura de su boca, interrumpiendo la frase. Sucedió tan rápido que hasta pudo ser parte de su imaginación, pero Ephraim era muy consciente de lo que había hecho y mantuvo su rostro cerca, percibiendo el ligero aroma de su piel.
Su gesto había provocado una reacción distinta en Lyon, la sorpresa de antes se acentuó y el rubor cubrió sus mejillas. Incluso lo sintió temblar cuando se dio cuenta de lo cerca que estaban, las palabras para alejarlo ya no tenían oportunidad de salir. Empezó a preguntarse dónde había quedado su seguridad anterior, era como si los papeles estuvieran invertidos, ¿así se habría sentido Lyon cuando lo tuvo a su merced? No podía saberlo, solo devolverle el favor a su propia manera. Alzó la mano para apartar el cabello de su rostro, su piel era bastante suave, en las ocasiones anteriores no se había dado el tiempo para notarlo y demoró la caricia por todo el tiempo posible.
—No lo repetiré de nuevo—murmuró con suavidad, había algo de molestia contenida en su tono, pero ya no creía que tuviera mucho sentido cargar con ella—. Dime qué es lo que pretendes con esto.
—¿Qué es lo que pretendes tú?—refutó, con la voz temblorosa. Sus barreras estaban volviendo a alzarse, si seguían por ese camino tal vez podría arrancar más respuestas y él era demasiado testarudo como para dejarlo salirse con la suya.
Ephraim suspiró, en verdad era frustrante y aunque toda la situación lo hacía tener deseos de apartarse, simplemente no podía hacerlo. Alejó cualquier pensamiento racional y cerrando la distancia besó los labios del príncipe. Fue un mero roce, no mentía cuando dijo que nunca había estado así con nadie, era todo lo que podía hacer. Sintió la tensión inicial en el cuerpo de Lyon, fue una reacción más expresiva que antes, y aun así parecía igual de perdido que él. Ephraim intentó separar sus labios, imitando el movimiento que Lyon había hecho antes con él, no era un recuerdo especialmente agradable, pero tenía curiosidad por ver qué se sentía hacerlo él mismo por su propia voluntad. Y cuando lo logró, cuando tuvo su sabor en la punta de la lengua, no se parecía en nada a las veces anteriores. La medicina no estaba funcionando correctamente, porque se sentía mareado de nuevo. Era eso, o podría ser efecto del mismo Lyon, de él y sus labios, que volvían a nublar su mente. También podía hacerlo responsable por su propio comportamiento, por estar disfrutando tanto la sensación que ya no quería apartarse.
—¿Qué pasa contigo?—consiguió mascullar Lyon, tenía la respiración pesada igual que él y cuando lo vio a los ojos, pudo notar un anhelo desconocido brillar en ellos. Envió un cosquilleo por todo su cuerpo—. ¿Por qué de repente… haces esto?
Ephraim sacudió su cabeza, no se sentía capaz de dar una respuesta razonable, y todo lo que pudo decir fue—: No hay razón.
Lyon pareció un poco sorprendido porque usó sus palabras en su contra, aunque Ephraim no lo hacía con mala intención. De cualquier manera, ya no pudo decir nada más cuando volvió a besarlo. Lo sujetó de la cintura para atraerlo hacia él, rozar solo sus labios ya no era suficiente, quería sentirlo más cerca. Lyon no lo rechazó, recibió el beso con más seguridad, la sorpresa de antes desapareció junto con la racionalidad de Ephraim. Y ninguno de los dos pudo parar.
El calor subió por su cuerpo, cada vez más intenso, incluso con el mínimo roce. Nunca se había sentido así de descontrolado, y cuando Lyon llevó las caricias más allá, tocando la piel de su pecho y torso, ya no fue capaz de refrenar su propio deseo. Jadeó y, puede que con algo de brusquedad, empujó a Lyon contra el colchón. No había querido ver su rostro hasta entonces, temía sus reacciones más de lo que estaba dispuesto a admitir. La imagen que lo recibió no fue cómo esperaba, no esperó ver su rostro así de ruborizado, su pecho subir y bajar a un ritmo irregular mientras exhalaba por los labios entreabiertos o la forma en que lo miraba, el deseo ardiente en unos ojos que habían sido tan fríos momentos atrás. Probablemente, él mismo tenía un aspecto similar. Se mantuvo suspendido sobre el chico, la duda empezó a asomarse. No podía creer que en verdad estaba haciendo eso. Esa vacilación no duró demasiado, fue fulminada con las siguientes palabras de Lyon.
—No te contengas ahora.
Como si fuera capaz, estaba totalmente perdido.
Fue por sus labios de nuevo, por ahora no había parte que le interesara más que esa. El movimiento hizo que sus cuerpos estuvieran más conectados que antes, Lyon soltó un gemido ante aquel roce accidental a su parte más sensible. Escucharlo hizo estragos en la cabeza de Ephraim y envió un cosquilleo de lo más placentero. Esas sensaciones se acrecentaron cuando Lyon coló la mano dentro de sus pantalones, acariciando su miembro ya endurecido. Esta vez fue el turno de Ephraim para gemir, sus músculos se tensaron, pues era la primera vez que alguien más lo tocaba así. No quiso quedarse atrás y se apresuró a rebuscar entre la túnica de Lyon para poder tocarlo también, cuando lo logró, sintió la forma en que su aliento se entrecortó sin que dejara de besarlo. Si los besos, profundos y feroces, ya lo tenían al límite, el calor provocado por los hábiles movimientos de su mano, lo hicieron perderse mucho más. No había nada más que Lyon inundando sus sentidos, en su cabeza no había lugar para nadie más en ese momento. Pronto, la tensión en su cuerpo desapareció cuando se vino en la mano de Lyon, unos segundos después pudo sentir al chico estremecerse bajo él; algo húmedo y espeso manchar su palma. Los dos tenían la respiración pesada, Ephraim podía sentir su corazón latiendo con fuerza. No imaginó que podría sentirse así alguna vez, estar tan cerca y sin ser capaz de alcanzarlo realmente. Fue demasiado doloroso reconocerlo, por eso mantuvo la cabeza hundida en el hueco de su hombro, palpando con los labios aquel punto donde el frenético latido del corazón de Lyon se percibía con más intensidad. Tal vez de esa manera podría grabar el recuerdo de su tacto. No se separaron por un largo rato.
Notes:
Ephraim y Lyon han alcanzado el nivel de apoyo B y al ritmo que van no tardarán en llegar al A *guiño guiño*. Probablemente, ellos le echarán la culpa al veneno de las esporas, pero ¿habrá algo más? Lo dejo en el aire, jaja.
Y bueno, siempre tengo que aclarar que mi smut no es tan bueno T_T, pero hice lo mejor que pude. En temas más positivos, en el siguiente capítulo aparecerán algunas caras conocidas, pero no adelanto mucho más ;) (Corregiré las erratas después, me urgia un poco terminar :´D)
Chapter Text
—¿De verdad tenemos que hacer esto?
—Deja de quejarte, suenas como un niño.
Ephraim resopló, hasta entonces había estado bastante ajeno a los preparativos de la boda, pero seguían habiendo tareas que requerían su atención, por lo que no podía ocultarse en el patio de armas y desentenderse de ellas. Lyon lo arrastró a su habitación, donde ajustarían los últimos detalles de los trajes para la boda. Lo que tuvo que probarse no se diferenciaba mucho de cualquier atuendo formal que había utilizado con anterioridad, observó desde las mangas hasta los pantalones, no tenía muchos comentarios al respecto. Lyon lo miraba con la misma expresión indiferente de siempre.
—Todo se ve bien—murmuró, no era un elogio tal cual, más bien se refería a que las medidas eran correctas—. Ponte el velo.
Le tendió una corona de la que pendía el velo, como consorte a él le correspondía usarlo y al igual que con el resto de todo el atuendo, en realidad no tenía nada que decir al respecto. Se lo puso sin decir nada más. Lyon se posicionó frente a él para acomodarlo de la forma correcta, Ephraim inclinó un poco la cabeza, con tal de facilitar su tarea. Estando en esa postura imaginó que algo así se vería cuando sucediera la ceremonia, le era difícil de creer que estuviera a tan solo una semana de distancia. Lyon soltó un sonido de apreciación con los labios cerrados.
—Le diré al sastre que no hay que hacer más ajustes—le informó, alejándose.
—¿Vas a probarte algo tú también?
No supo de dónde vino la pregunta, puede que en el fondo tuviera el deseo de ver a Lyon vestido con algo así. El chico sacudió la cabeza.
—No—respondió—. El mío ya está listo, hice la última prueba hace unos días.
—Ya veo—dijo como respuesta, llevó las manos al cuello de su camisa para empezar a desvestirse—. Me lo quitaré ahora entonces.
Lyon no le dio privacidad y se apoyó contra la pared mientras esperaba que le devolviera el traje. Ephraim sintió una ligera presión en su pecho, ahora se arrepentía un poco por no involucrarse más en la planeación de la boda, le habría gustado ver el traje de Lyon y ahora solo tendría oportunidad hasta la ceremonia. Admitirlo para sus adentros era lo único que se atrevería a hacer. Cuando estaba poniéndose su ropa de vuelta, Lyon volvió a hablar, dejando de doblar el traje de boda.
—No te olvides de recibir a tu hermana, estarán llegando alrededor del medio día.
Ephraim se quedó a medias con su ropa y abrió los ojos con sorpresa.
—¿Eirika viene hoy?—repitió, incrédulo—. ¿Por qué no me dijiste antes?
—Lo hice—aclaró Lyon, entrecerrando los ojos como si empezara a disgustarse—. Hace dos noches, de hecho.
—Pero hace dos noches estábamos…—detuvo su oración, recordando vagamente las palabras que intercambiaron en la habitación—. Ya recordé, lo siento.
Lyon relajó el gesto al escuchar su respuesta, aunque sus cejas temblaron un poco al adivinar el rumbo de sus pensamientos y el posible final de la oración. Desde que aquella noche en su cuarto, no habían detenido las visitas nocturnas. En el calor del momento, Ephraim no se había tomado la molestia de pensar en sus propias acciones y como Lyon no le reclamó por ello, tampoco pudo sentirse avergonzado por su arrebato. Luego sucedió otra vez y otra, las veces suficientes como para que él dejara de cuestionarse al respecto. Para que dejara de preguntarse por qué estar de esa forma con él empezara a resultarle tan natural. En definitiva, habían sido unos meses extraños y aunque logró sentirse menos inquieto que en sus primeras semanas, no estaba seguro de cuánto durarían en esa rutina. Puede que no lo dijeran, pero estaba claro que ninguno había renunciado por completo a sus planes. El chico terminó de doblar el traje y se dirigió hacia la puerta.
—Recuerda no dejar escapar nada cuando ella esté aquí—le recordó Lyon, estaba dándole la espalda y su tono sonaba más tranquilo que frío. Era uno de los cambios que había notado en él. Empezó a tratarlo de una forma más amable—. No quiero que divulgues mis planes.
—No lo haré—aseguró, directo y sin vacilación—. Te di mi palabra.
Más que eso, tampoco quería involucrar a Eirika en el asunto de las piedras, todavía recordaba las amenazas de Lyon el primer día que lo capturó. Incluso si no conectaba del todo con la persona que estuvo conociendo en esos meses, no estaba dispuesto a arriesgarse. Sus palabras eran honestas a pesar de todo y supo que Lyon lo notó, aunque todo lo que hizo fue soltar una risa seca y murmurar.
—Ya veremos…
Salió de la habitación sin darle oportunidad de replicar, a Ephraim le sorprendió lo acostumbrado que estaba a esa clase de actitud y de alguna manera le alegraba haber conseguido el beneficio de la duda con él. Pasó el resto de la mañana atendiendo algunos pendientes, ahora Lyon lo había dejado involucrarse más en los asuntos del gobierno y sus días se mantenían ocupados entre esas tareas y su rutina de entrenamiento. Tener algo que hacer lo tendría distraído y en verdad necesitaba mantener su temple cuando Eirika llegara. Sopesó muchas opciones para despejar las dudas de ella sin revelar los planes de Lyon, ya se había arriesgado demasiado con advertirle sobre la piedra de Renais en su primera carta. Al final tuvo que contentarse con resolverlo cuando el momento llegara y eso no tardó en pasar. Se dirigió a la entrada un poco antes de la hora pactada, quería acercarse al puesto de vigía para comprobar si la caravana estaba cerca. No tardó en reconocer a Eirika y el resto, una sonrisa instintiva se formó en su rostro, de pronto se sentía como si hubieran pasado años desde que se reunían. Bajó hasta el portón principal para recibirlos, su hermana fue la primera en reparar en su presencia.
—¡Ephraim!
Eirika saltó del caballo sin ningún cuidado, aunque eso no le quitó la gracia a su aterrizaje. Corrió hacia él, que se preparó para recibir el abrazo cuando lo alcanzó. No pudo evitar pensar en lo diferente que fue a su reencuentro anterior, el día en que llegó apresuradamente tan pronto recibió la noticia del deceso de su padre. Su hermana estaba devastada y ni siquiera tuvieron la oportunidad de lidiar con el dolor porque la invasión de Grado escaló demasiado rápido. Todavía era algo que le pesaba, pero al ver el rostro sonriente de Eirika cuando se separó de él, ayudó a que dejara de lado esa inquietud. No era el momento de pensamientos tristes.
—Prometiste escribir seguido, ¿cómo es que solo mandaste dos cartas?—inquirió, tuvo dificultad para disimular el tono de reprimenda.
Ephraim soltó una risa.
—Sí, sí. Lo siento—murmuró—. Estuve algo ocupado.
Ya habían tenido conversaciones similares antes, Ephraim no era muy comunicativo y por eso sus cartas solían ser escuetas y cortas. Dejaba pasar el tiempo para tener más cosas que decir en vez de mandar a un mensajero todo el camino hacia Renais con un mensaje tan corto. Eirika entendía un poco su razonamiento, pero a veces le habría gustado tener más noticias de él cuando había pasado tanto tiempo sin verlo. En este caso, Ephraim no veía sentido a escribir tan seguido si no podía decirle la verdad, aunque podía usar la excusa de la distancia y el viaje para evitar que hiciera más preguntas al respecto.
Eirika torció los labios, decidiendo internamente guardarse sus comentarios. Lo había estado mirando con suspicacia, intentando descubrir algo fuera de lo normal. Ephraim no quería que tuviera tiempo de hacerse ideas, así que cuando vio a Seth acercarse, comentó casualmente:
—¿Cómo va la apuesta?
Su hermana lo observó con confusión por unos segundos, el cambio de tema la hizo salir de sus pensamientos.
—¡Oh! Ochenta y seis, a Ochenta y tres, a mi favor—respondió, haciendo gestos con las manos y sonriendo otra vez—. Había muchos monstruos en el camino, creo que eso influyó.
—Vaya, sí que han avanzado…
“La apuesta” de la que hablaban era una especie de juego que iniciaron ella y Seth hace algunos años, Eirika se lo había mencionado hace tiempo sin darle muchos detalles más allá de contar los puntos. Ephraim tampoco quiso preguntarle mucho al respecto, ya que si ella no lo compartió de inmediato con él, tal vez era un tema más personal de lo que pensaba. Eirika se sonrojó, por alguna razón, y murmuró:
—N-no lo digas de esa manera…
Ephraim frunció un poco el ceño, confundido, pero antes de que pudiera preguntarle a qué se refería, Seth los alcanzó. El hombre inclinó la cabeza en una ligera reverencia.
—Es bueno verlo de nuevo, Su alteza.
Todavía usaba ese tono respetuoso cuando se dirigía a él, lo recordaba desde sus días entrenando juntos en el castillo hasta el momento en que abandonó Renais; al parecer pocas cosas habían cambiado en esos años. Aunque un detalle en el que no pudo evitar fijarse fue que Seth estaba justo al lado del Eirika, en vez de posicionarse unos pasos atrás de ella, como solía hacer antes. Ephraim no creyó que fuera algo digno de comentar, así que optó por corresponder el saludo de Seth con una sonrisa cortés.
—Es bueno verte también—dijo, y en algún lado de su mente imaginó que Lyon sacudiría la cabeza en negación. Últimamente, le había señalado mucho su comportamiento tan informal—. Y gracias por apoyar tanto a Eirika, me alegra que te tenga a su lado.
Una vez más, lo que dijo tuvo una reacción inesperada. Seth le echó un vistazo fugaz a Eirika, quien lucía igual de avergonzada que antes. Parecía estar intentando recuperar la compostura, pero falló en responderle y solo se aclaró la garganta.
—Ay, hermano…
Eirika se lamentó mientras sacudía la cabeza, de no ser por el rubor de sus mejillas y el tono de resignación, Ephraim creería que lo estaba regañando.
—¿Pero qué dije…?
Ninguno de los dos parecía muy dispuesto a explicarle por qué sus palabras les habían afectado tanto, aunque ya no tuvo tiempo de seguir pensando en ello porque más personas se unieron a la bienvenida.
—¡Príncipe Ephraim!
La voz alegre de Forde fue fácil de ubicar, se le acercó con una sonrisa. Se veía igual que siempre, no tuvieron la oportunidad de verse antes porque estaba asignado a otro de los puntos claves de la frontera. Detrás de él estaban Kyle y Franz. El hermano pequeño de Forde sí que había cambiado, estaba más alto de lo que recordaba.
—Es bueno verlo en una pieza, las noticias sobre usted siempre son muy vagas—comentó Forde, dándole un medio abrazo—. Debería escribir más cartas.
—¿Cuántos más de ustedes criticarán mis cartas?—murmuró por lo bajo, con una sonrisa divertida—. Pero bien, tomaré en cuenta la sugerencia.
—Nada nos haría más felices, su alteza.
Esta vez, el comentario del rubio le hizo ganarse un empujón amistoso de parte Ephraim. Por entonces, Forde había sido el único que había accedido a su petición de dejar el protocolo a un lado y tratarlo con más confianza. Al menos en un ambiente privado, en la corte o frente a los generales, se comportaba con la misma propiedad que Kyle. Y hablando de Kyle, él parecía tener deseos de decirle algo más que un saludo, la tensión en sus hombros lo delataba.
—Me alegra verlo a salvo, alteza, pero…—Hizo una pausa, eligiendo bien sus palabras—. No debió irse sin avisar.
Ephraim hizo una mueca, esta vez Kyle sí tenía razones de peso para sentirse preocupado. Se sintió mal por no ser capaz de explicarles el motivo de su desaparición a él y James. Con la situación actual, ese momento tardaría en llegar. Por eso agradeció la repentina intervención de Forde.
—Bueno, uno no piensa bien las cosas cuando está enamorado—dijo, el tono pretendía ser serio, pero ninguno podía tomarlo como tal viniendo de él y su sonrisa burlona—. Aunque sí que lo tenía bien escondido, ¿verdad, alteza?
Ahora ya no agradecía tanto la intervención de Forde, lo hizo más consciente de la forma en que todos lo miraban. Probablemente, ya habían escuchado los rumores faltos que esparció Lyon. Eran tan variados que podrían desviar la atención, pero la mayoría parecía llegar a conclusión de que habían formado una alianza tan repentina por amor al otro. A veces Ephraim no sabía si sentirse admirado o molesto porque Lyon fuera capaz de convencer a tantos, incluso con su mala fama fuera de Grado. Sin embargo, al tener a sus personas más cercanas ahí frente a él, podía ver que ninguno de ellos creía del todo que Ephraim fuera capaz de hacer algo así. Tenía que encontrar una forma de convencerlos o de evitar el tema, de lo contrario ellos empezarían a hacer las preguntas correctas.
—No voy a hablar de eso—respondió, de la misma forma en que habría cortado con cualquier otra broma de Forde.
—De acuerdo, ya nos enteraremos después.
Fue bueno que no insistieran de más, probablemente intuyeron que lo mejor era seguir disimulando.
—Parece que será una boda grande—señaló Franz, había estado viendo con curiosidad los muros del castillo.
El castillo de Renais era igual de suntuoso, pero la arquitectura de Grado era muy distinta y hacía resaltar aún más lo grande que era. Muchas personas, tanto de Grado como de otros reinos, asistirían a la boda. Sin duda necesitarán el espacio.
—Yo solo me alegro de tener por fin unas vacaciones—Forde se encogió de hombros.
Kyle le dirigió una mirada severa antes de decir—: ¿De verdad te quejarás sobre eso frente a Su Alteza y el General Seth?
—No es para tanto, el príncipe y la princesa lo entienden. Además, Seth firmó el permiso.
—Y estoy bastante tentado a levantarlo, ahora que lo mencionas—intervino Seth, aunque no sonaba tan serio como de costumbre—. Necesitamos reforzar la seguridad.
—No puede estar hablando en serio…
Eirika, ya recuperada de su bochorno anterior, soltó una risa y luego volvió a hablarle a su hermano.
—Franz tiene razón y seguro habrá sido mucho trabajo. Espero que hayas ayudado un poco al príncipe Lyon, hermano.
—Oh, sí. Totalmente—respondió Ephraim, pasándose una mano por la nuca con gesto nervioso.
Desde esa mañana estuvo pensándolo y lo cierto es que su aporte fue mínimo. Solo accedió a las pocas peticiones de Lyon. Tenía la sensación de que solo acudía a él cuando eran asuntos que no podían resolverse sin su intervención. Eirika entrecerró los ojos, intuyendo el alcance de su apoyo tan solo con esas palabras.
—Hmm… Lo dejaré pasar solo por esta vez. Ya es muy tarde para hacer algo de todos modos—dijo al final, negando con la cabeza. Luego, una idea iluminó su rostro y la compartió con entusiasmo—: ¡Ya sé! Podríamos planificar una ceremonia corta en Renais también. Tal vez algo así los ayude a relajarse un poco más sin tantos protocolos.
Ephraim apenas estaba procesando la inminente ceremonia, la idea de otra más era lo último que querría. Sin embargo, el engaño estaba en pie y él, el príncipe que estaba tan enamorado como para decidir casarse sin vacilación, estaría muy agradecido con Eirika por tomar esas consideraciones con él. Y de hecho lo estaba, aunque no por las razones que su hermana o los demás imaginarían. Por eso, asintió con una sonrisa.
—Ya tendremos tiempo para hablar de eso.
Después de esa conversación, se dedicaron por el resto del día a recorrer el palacio y ponerse al día sobre los eventos recientes. Eirika no dejaba de sonreír mientras hablaba con él, la felicidad que emanaba por su reencuentro era brillante y contagiosa. A Ephraim también le alegraba tener ese momento después del caos de los últimos meses. Se enteró de que las cosas marchaban bien en Renais, aún había ciertas tensiones por el intento de invasión y las vidas perdidas, pero ambos bandos estaban trabajando para solucionar el daño provocado. El príncipe intentó evitar el tema de su estadía en Grado a consciencia, al menos las partes que no podía compartir, a veces tenía la suerte de toparse con una cara conocida y en medio de las presentaciones podía desviar la atención de su hermana hacia un tema nuevo. Por desgracia, esa estrategia no fue infalible y eventualmente su hermana consiguió acorralarlo.
—Hermano—lo llamó con tono serio, deteniéndose en un rincón del pasillo para encararlo—. Tenemos que hablar de lo que pasó, ¿de verdad estás bien?
En ese momento estaban solo ellos dos, Forde había arrastrado a Kyle a alguna parte y Franz los siguió. Creyó escuchar algo sobre una “sorpresa” mientras se retiraban con excusas pobres. Y Seth se quedó algunos pasos atrás conversando con Natasha, estaban bastante cerca de su clínica en el templo, por lo que Ephraim aprovechó para presentársela. Debió presentir que los dos encontrarían una manera para tocar el tema. Ahora tenía que ver cómo manejar el asunto.
—No hay nada que temer, Eirika—aseguró, estaba siendo honesto al menos—. Lo tengo todo bajo control.
Su hermana hizo un mohín, había escuchado esas palabras demasiadas veces y la mayoría de ellas venía seguida de alguna imprudencia de su parte. No iba a estar contenta hasta obtener la verdad.
—Ephraim, no te lo tomes a mal, pero… ¿Estás seguro de que lo pensaste bien? Vas a casarte, ¡en una semana! No es una decisión que deberías tomar a la ligera. Además, nunca habías mencionado a Lyon y que desaparecieras así fue muy extraño, ¿hay algo que no me estás diciendo?
Eirika soltó todo de golpe, tan rápido que apenas le dio tiempo de respirar. Puede que no quisiera ser interrumpida por él o que zanjara la conversación antes de poder expresar todas sus dudas, dudas que debió estar conteniendo desde que recibió la noticia. Sintió una punzada en su pecho ante la idea de tener que mentirle, pero estando en Grado el riesgo era demasiado y una parte de él, esa pequeña y egoísta parte, no quería romper la promesa que le hizo a Lyon. Tomó un respiro profundo, antes de encontrarse con la mirada de la chica, la preocupación se reflejaba en sus ojos, que eran casi una copia de los suyos.
—Sé que todo pasó muy rápido. Conocerlo y venir aquí… No sé cómo explicarlo, Eirika—dijo, intentó aparentar su seguridad habitual, aunque se sintiera un desastre por dentro. Sabía que seguir con la mentira del romance clandestino no funcionaría con ella, lo conocía demasiado bien. Por eso solo podía distorsionar un poco la verdad—. Pero yo elegí estar con él y quiero permanecer a su lado.
Las mentiras sabían algo amargas en su boca, fue capaz de soltarlas sin vacilar y aun así, empezó a cuestionarse lo que había dicho. Era cierto que él no eligió nada de eso, fue Lyon el que lo amenazó y propuso la boda. Pero las intenciones de Ephraim eran detenerlo desde el principio y estando a su lado era la mejor manera de lograrlo. Quería estar ahí, como un oponente o un guardián. No como un esposo. Y de alguna manera, todas esas relaciones se habían deformado convertirse en algo que a él le costaba entender. Después de todo, no ibas a la cama de alguien a quien se supone debes derrotar o vigilar.
—Ya veo…—murmuró Eirika, sus palabras fueron suficiente para calmarla. Pero la sombra de la duda se asomaba por su rostro y tomó una de sus manos entre las de ella, estrechándola con firmeza—. Aun así, prométeme que si necesitas ayuda, acudirás a mí. ¿De acuerdo?
Ephraim amplió los ojos, observando sus manos entrelazadas. Eirika siempre había tenido tacto delicado, que transmitía fortaleza y compasión a lo demás. Podía sentirlo en ese momento, conmoviéndolo. Devolvió su apretón y estiró la mano libre para darle unas palmadas en la cabeza, ella dio un respingo que lo hizo sonreír.
—Por supuesto—respondió, su mano seguía en la cabeza de Eirika, alborotando un poco el cabello de la chica—. Contamos el uno con el otro, ¿no es cierto?
Aunque no pudiera decirle la verdad y aunque sus decisiones por el momento no fueran las más confiables; Ephraim siempre se aseguraría de velar por el bien de Eirika, y ella haría lo mismo. Nadie podía hacerlo dudar de ello. Su hermana dio un paso hacia atrás, apartando su mano fuera de su cabeza. Esta vez sus palabras sí lograron animarla, pudo ver una chispa de diversión en sus ojos, reemplazando la angustia pasada.
—Es cierto—asintió—, y por eso debo insistir, hermano: ¿estás completamente seguro de este matrimonio?
Ephraim no lo pensó dos veces antes de decir—: Sí.
Puede que hubiese dudas en alguna parte de su mente, pero esas ninguna de ellas apareció en el momento correcto y hasta él terminó por olvidarlas mientras continuaban su recorrido por el castillo.
(...)
La noche siguiente, Ephraim salió del palacio por primera vez en varias semanas. Por lo general, sus actividades diarias estaban restringidas a los límites del castillo. Al principio había supuesto que esa era la forma de Lyon para mantenerlo vigilado, y aunque esa bien podría ser la razón principal, con el tiempo se dio cuenta de que en realidad sí había mucho que hacer dentro del castillo. Sea como sea, no esperaba terminar siguiendo a Forde, Kyle y Franz a donde sea que se estuvieran dirigiendo.
—¿A dónde vamos?—preguntó Ephraim, observando los alrededores.
Las calles de la ciudadela estaban poco concurridas, se entretuvo mirando los puestos de ventas iluminados por las antorchas. No recordaba haber visitado Grado en sus viajes, pero cuando estaba en medio de un encargo usualmente no le daba demasiado tiempo de recorrer las ciudades que visitaba. Forde le respondió cuando se detuvieron frente a una enorme construcción que Ephraim no tardó en reconocer.
—Decidimos celebrar su futuro matrimonio, alteza, y como primer punto de la noche…—Señaló la entrada del coliseo, en el interior se escuchaba una multitud aclamando—, lo inscribimos en las peleas de esta noche.
Ephraim amplió los ojos, sorprendido. No era la primera vez que participaba en esas peleas, lo había hecho cuando estaba corto de dinero o por el simple placer de pelear. Solo pudo experimentar eso cuando estuvo lejos de Renais, donde el título de príncipe ya no tenía poder para frenarlo. Por eso, no podía creer que Forde propusiera eso, mucho menos que Kyle estuviera de acuerdo.
—¿En serio puedo?—inquirió, tentativamente, alternado la mirada entre el rostro relajado de Forde y la mueca seria de Kyle.
Forde le echó una mirada a su compañero con las cejas alzadas.
—Parece que le hace mucha ilusión, su alteza—Kyle suspiró, relajando el rostro—. Claro que puede.
Ephraim sonrió y asintió, aunque había pasado mucho tiempo haciendo lo que le apetecía, se sentía extrañamente reconfortante recibir ese apoyo. Forde soltó una risa y abrazó a Kyle por los hombros.
—¡Qué bien que no lo desanimaste! Aposté mucho dinero por él.
—Forde…—masculló Kyle, ya preparando el regaño.
—Con eso pagaremos las bebidas, será la segunda parte de la noche—aclaró de inmediato, no lucía avergonzado ni por asomo. Luego, guiñándole un ojo a Ephraim, agregó—: Sin presiones, Su alteza.
Ephraim sacudió la cabeza.
—Para nada. Ganaré.
Y sin decir más entraron al recinto. Las horas pasaron y después de unas cuantas rondas, Ephraim ya había acumulado suficientes victorias para multiplicar la apuesta de Forde considerablemente. Tal y como prometió, invitó las bebidas en una taberna cercana. El príncipe estaba mucho más tranquilo y relajado, desde su duelo con Duessel hace semanas, no había tenido la oportunidad de pelear contra alguien usando toda su energía.
—Debo admitir que no fue un plan tan malo como imaginaba—dijo Kyle, también parecía estarse relajando.
—”No tan malo”, vamos. Seguro puedes decir un mejor halago que eso—se burló Forde, sacándole una media sonrisa a su compañero.
Ephraim se dio cuenta de lo mucho que había extrañado todo eso en realidad. Se llevaba bastante bien con sus compañeros del gremio, pero nunca pudo volver a experimentar lo que tenía en Renais, cuando era el príncipe heredero. Estando ahí con sus viejos amigos, era como si esa brecha de cuatro años empezara a hacerse más corta, incluso con todos los cambios que había experimentado desde entonces. Mientras bebían, pudo enterarse de varias cosas que solo conocía superficialmente por las cartas que había recibido con anterioridad. Franz se sonrojó bastante cuando recibió los halagos por su buen desempeño desde sus días como novato. Forde seguía igual que siempre y cuando Ephraim le preguntó por sus cuadros, prometió hacerle uno como regalo de bodas. “Piense en un lugar especial, ¿de acuerdo?” Le había dicho, haciéndolo atragantarse con su trago. El único que tenía algo nuevo que compartir era Kyle.
—¿General? ¡Felicidades!—Ephraim sonrió y se estiró para darle unas palmadas en la espalda.
Kyle siempre había sido un excelente soldado, el haber sido nombrado como el guardia de Ephraim había sido todo un honor y era solo cuestión de tiempo para que siguiera ascendiendo.
—Sí, gracias. Su alteza—asintió él, bajó la mirada luciendo un poco avergonzado—. Cuando las cosas se estabilicen en el reino, se volverá oficial.
La sonrisa de Ephraim flaqueó. Hace mucho que tocaban el tema de la muerte de su padre, ni siquiera de forma indirecta como ahora. Lo hizo ser más consciente de lo mucho que se había esforzado por no pensar en ello. Su humor pareció propagarse por la mesa, sumiéndolos en un silencio tenso. No pudo evitar preguntarse, ¿qué pensaría su padre de todo eso? Probablemente, estaría orgulloso de ceder su lugar a Eirika, no recordaba que hayan tenido desacuerdos tan grandes, pero con Ephraim… sí, ya imaginaba su reacción, lo mucho que desaprobaría su forma de actuar.
—Hablando de generales. Intenté invitar a Seth, pero dijo que ya tenía planes—comentó Forde, tratando de aligerar el ambiente.
—Pero acaban de llegar, ¿cómo puede hacer planes tan rápido?—preguntó Ephraim, saliendo de sus pensamientos.
Forde se encogió de hombros y respondió con una media sonrisa.
—Siempre puedes encontrar tiempo para tu persona especial.
—Forde… No digas ninguna indiscreción—intervino Kyle, dándole una mala mirada al hombre.
—Vamos, Kyle. Podría ser más obvio y ni siquiera así Su Alteza lo captaría—respondió él, conservaba el tono relajado. Luego, se dirigió a Ephraim, que no estaba entendiendo nada—. No se lo tome personal, Alteza.
—Ni siquiera sé de qué hablas…
Podía ser bastante despistado a veces, pero hasta entonces había estado pendiente de la conversación, ¿se estaba perdiendo de algo? Forde esbozó una sonrisa, mucho más maliciosa, e ignorando las miradas de Kyle, soltó una pregunta que Ephraim no se esperaba.
—Alteza, ¿cree que Seth y la princesa Eirika harían una buena pareja?
Con cualquier otra persona, la respuesta habría sido bastante obvia. Pero los pensamientos de Ephraim fueron a otra parte, una que le pareció más lógica.
—Sus técnicas de espada se complementan muy bien, supongo que serían un buen duo en batalla.
Los tres caballeros en la mesa permanecieron en silencio, observándolo con miradas ilegibles. Ephraim era muy ajeno a sus pensamientos, no sintió que hubiera dicho algo incorrecto y tampoco notó lo mucho que había malinterpretado una pregunta tan simple. Forde tuvo que contener una risa y codeó a Kyle.
—¿Ves? Te lo dije.
—Sigue sin parecerme bien que le tomes el pelo a Su Alteza—masculló Kyle, su ceño fruncido se hizo más pronunciado, claramente reprobando la actitud de Forde.
—Bien. Ya no lo haré más, cariño.
Kyle se paralizó y luego un ligero rubor cubrió sus mejillas.
—Te-te dije que no me digas así.
—Lo siento, lo siento. Se me escapó—Forde se encogió de hombros, a pesar de sus palabras era evidente que no lo sentía ni un poco.
Ephraim los observó a ambos sin inmutarse, luego habló de forma casual.
—Así que ya están juntos, debieron mencionarlo antes.
Kyle tenía cara de querer ahogarse en su jarra de cerveza, apenas pudo balbucear unos “¿Como…?”, sin llegar a completar ninguna oración. Forde se miraba más tranquilo y tal vez un poco divertido por la reacción de Kyle.
—Oh, sí. También es bastante reciente.
—Ya veo…
Había convivido lo suficiente con ellos como para notarlo, aunque no creyó que tardarían tanto tiempo en esa misma rutina. Decidió no seguir atormentando a Kyle al darle más material a Forde para molestarlo y cambió de tema.
—¿Debí haber invitado a Lyon también?—preguntó, tomando otro trago de su bebida.
No estaba seguro de qué implicaba esa celebración, pero si estaba relacionado con la boda puede que haya sido prudente invitarlo, incluso si lo más probable era que fuera a negarse. Forde negó con la cabeza.
—Estas celebraciones suelen ser con amigos, para despedir los últimos días de soltería de los novios—explicó—. Considerando que pasarán el resto de sus vidas juntos, no creo que le moleste perderse una noche.
Ephraim lo pensó por unos segundos. Sacando la parte romántica y que nada de eso aplicara a ellos dos en realidad, no estaba seguro de si Lyon tendría una noche así con sus amigos. Siempre estaba muy ocupado: en audiencias, juntas, papeleo y las limpiezas. Era un milagro que consiguiera tiempo para planificar la boda. Y luego, estaba el hecho de que nadie parecía ser muy cercano a él. El emperador Vigarde no había puesto un pie fuera de su alcoba durante todas su estancia y Lyon no hablaba más de lo necesario con cualquiera que interactuara, siempre igual de amable. Luego, estaba una persona que había sido mencionada varias veces cuando intentó indagar sobre el pasado de Lyon: Knoll. Sin embargo, nunca lo había visto en el palacio.
Retomó la conversación, sabiendo que no podía zanjar el tema después de mencionarlo así.
—No creo que él vaya a poder celebrar—murmuró, distraídamente—. Ha estado muy ocupado con todo, rara vez toma un respiro.
No podía negar que había preocupación real en sus palabras, Lyon se forzaba bastante a sí mismo. No siempre con buenas intenciones, su experimento con las piedras todavía estaba presente en su memoria. Pero cada vez que notaba su rostro más pálido de lo usual o las ojeras oscuras cuando se acercaba para besarlo, no podía dejar de preguntarse cuánto de ello era resultado de sus malas acciones. En verdad estaba perdiendo el enfoque.
—Bueno, siendo así, quedará en sus manos relajarlo, Alteza. Seguro han tenido bastante tiempo solos para…
—Forde, estás hablando de la intimidad el príncipe. No seas irrespetuoso—lo interrumpió Kyle, ya había conseguido recuperar su temple y miró a su compañero con el ceño fruncido.
—Está bien, amor.
—¡Te dije que no me…!—farfulló, volviendo a sonrojarse. Forde lo miró con las cejas alzadas, Kyle no había dicho nada sobre “amor” solo “cariño”. Él mismo pareció darse cuenta de ello y tomó un respiro profundo—: Está bien, tú ganas. Di lo que quieras.
Volvió a tomar su jarra de cerveza para darle un largo trago, Franz le ofreció una sonrisa de disculpa y Ephraim sacudió la cabeza, su amigo ya estaba en el límite.
—Bien. Como decía, no se preocupe demasiado. Ya podrá compensarlo durante la noche de bodas, Alteza—dijo Forde de forma despreocupada. Sin embargo, a último momento volteó a ver a Kyle y agregó—: Justo como Kyle me compensará a mí esta noche cuando…
—¡Suficiente!—zanjó Kyle, dejando con brusquedad su vaso sobre la mesa—. Si tienes algún problema conmigo, solo dilo.
—¿Problema? ¿Yo?
Mientras ellos dos seguían con su discusión, Franz se acercó más para hablarle a Ephraim. Sostenía su vaso con agua, la única bebida que Forde le había permitido tomar.
—Pasamos por una aldea de camino hacia aquí, estaba invadida por monstruos. Cuando acabamos con ellos, una de las doncellas le regaló una canasta a Kyle como agradecimiento por salvarla—explicó el chico, hizo una mueca al mirar a su hermano mayor—. Forde no ha dejado de molestarlo desde entonces.
Ephraim asintió, lo cierto era que estaba algo acostumbrado a esa dinámica entre ellos. En el pasado, Forde siempre parecía estar buscando la atención de Kyle, incluso si fuera en forma de regaños. Pero ahora, había cierta complicidad entre ellos. Podía notar con facilidad que Forde no estaba tan molesto en realidad y que Kyle, a pesar de lucir bastante exasperado, quería reconfortarlo de alguna manera. Aunque nunca se había sentido especialmente interesado en tener una relación, verlos así hizo que se preguntara si alguna vez podría tener algo como eso. Esa conexión con alguien más. Considerando como estaban las cosas, puede que fuera una realidad muy improbable.
(…)
De noche, el castillo era bastante desierto. Eso no había cambiado con los visitantes recientes. Lyon caminó por los pasillos con rumbo a su habitación, sus pasos eran tan ligeros que apenas hacían ruido contra la baldosa. Tal vez fue por eso que le sorprendió escuchar un murmullo proveniente de uno de los salones, era sutil y cuando lo siguió pudo reconocerlo con más claridad: música. Alguien estaba tocando un vals. Se acercó hasta la puerta y la empujó solo un poco, lo suficiente para ver a través de la ranura. Lo que se encontró fue incluso más sorprendente.
Ephraim estaba ahí.
Tardó unos segundos en recuperarse de la impresión, algo extraño porque no era la primera vez que se cruzaba con él así. Lo había visto a lo lejos, charlando con los soldados durante los entrenamientos. También cuando estaba entrenando solo, con el cabello desordenado y el sudor empapando su camisa. Y por último, lo había visto en la biblioteca con la cabeza hundida en un tomo abierto, dormido, para variar. Observarlo sin acercarse era lo único que podía permitirse hacer.
—No, no… demonios—masculló Ephraim para sí mismo.
Miraba sus pies y luego al frente con el ceño fruncido, los brazos extendidos al sostener una figura invisible. Eso y la música sonando, de dondequiera que viniera, fueron suficiente pista para indicarle lo que estaba haciendo. Sus pasos de baile eran bastante bruscos, casi torpes, la coordinación que manejaba con su lanza no parecía trasladarse igual a esa nueva tarea. Tal vez por eso se veía tan frustrado.
Lyon dio un paso inconsciente, pero se detuvo cerrando la mano contra el borde de la puerta. ¿Sería buena idea entrar? Tener esas dudas ahora sonaba ridículo, considerando que había hecho lo que quería con él sin preocuparse demasiado. Pero tenía que seguir intentando. Abrió la puerta del todo y entró en el salón. Los sentidos de Ephraim eran bastante agudos, advirtió su presencia de inmediato, incluso si la música camuflaba sus pisadas.
—¡Lyon! Bu-buenas noches—tropezó con sus palabras de una forma poco propia de él, eran raras las ocasiones en que lo había visto así de nervioso—. ¿Qué haces aquí?
Lyon no respondió de inmediato, y solo se acercó hasta la mesa con el libro abierto. Pasó la mano por la página, un ligero brillo emanaba de las letras y la música provenía de ahí, el sonido era tan claro que bien podría estar frente a los músicos. A Lyon no se le habría ocurrido hacer algo así.
—Es un hechizo curioso—comentó sin dejar de ver el libro, podía sentir la mirada de Ephraim atenta a sus movimientos.
—Sí… Eirika tenía uno en casa, se lo describí a Selena para que me hiciera uno igual—explicó, todavía con un timbre nervioso en su voz. Seguía avergonzado por ser descubierto en sus prácticas secretas—. Pensé en una caja de música, pero tampoco sabía si la conseguiría.
Lyon asintió.
—¿Así que no sabes bailar?—preguntó al final, aunque sonaba más como una afirmación.
Ephraim no captó humor o desdén en sus palabras, así que se relajó un poco, aunque se pasó una mano por la nuca mientras respondía.
—Sí, no se me da muy bien—admitió, no parecía muy conforme al respecto—. Creí que podría practicar un poco, al menos para no tropezar frente a todos.
Lyon no se esperaba eso. Lo mantuvo informado de todos los detalles sobre la ceremonia, lo que tendría que preparar o hacer. Cuando surgió el tema del baile, Ephraim solo accedió sin mencionar nada sobre su falta de práctica. Supuso que para él era solo una tarea más y que la haría con resignación.
—Pudiste pedir un instructor, todavía quedaba tiempo para hacer los arreglos—señaló Lyon, pero ya intuía cuál sería su reacción ante esa propuesta.
—No, no… Está bien. Puedo arreglármelas solo—repuso de inmediato, negando con la cabeza.
Ante eso, un viejo recuerdo se abrió paso por la mente de Lyon. En ese entonces, las palabras del niño habían sido más amargas al expresar su queja. Puede que le afectara más lo que los instructores opinaran de él, pero no revelaría nada de ello y preferiría seguir adelante. Despertó en Lyon un deseo de ayudar, hacer cualquier cosa que estuviera en sus manos. Ahora solo quedaba saber qué haría él esta vez. Puede que no hubiera mucha diferencia. Caminó hasta estar frente a él, Ephraim lo miró con la misma mezcla de curiosidad y extrañeza.
—Será más fácil si tienes con quién practicar—Extendió la mano hacia él—. ¿Te importa?
Ephraim vio su mano, esta vez sí fue capaz de ocultar su incredulidad y aceptó con menos dudas que antes.
—Claro…—murmuró él, parecía querer agregar algo más, pero lo descartó y se limitó a tomar su mano.
Las palmas del príncipe estaban calientes, toda su piel lo estaba, pudo sentirlo cuando apoyó la mano en su hombro y también cuando él lo sujetó por la cintura. Con el tiempo habían perdido la timidez al tocarse, aquellos roces eran incluso más inocentes que los que intercambiaban en el dormitorio, así que a Lyon le resultó mucho más fácil disimular su reacción. Que estuviera acostumbrado no quería decir que no siguiera afectándole, pero Ephraim no tenía que saberlo.
—Y un, dos, tres…
La música no había dejado de sonar, así que tuvo que buscar una forma de retomar el ritmo y guiar a Ephraim. Los movimientos de su prometido eran bastante rígidos, evitaba mirar su rostro, aunque no apropósito. Estaba demasiado enfocado en tratar de no pisarlo por accidente. La cercanía le resultó agradable, demasiado quizás, estando así era demasiado fácil olvidar que su relación estaba lejos de ser una ideal.
—De verdad no te entiendo—musitó Ephraim, fue demasiado deliberado como para tratarse de un desliz de su parte.
Lyon lo encaró, esperando encontrar los nervios de quien ha dicho algo que no debería decir, pero todo lo que obtuvo fueron esos ojos verdes, profundos e intensos, observándolo con una arrolladora determinación. Lo hacían vacilar, solo un poco, todavía era capaz de eludirlo.
—No tienes que hacerlo—repuso, con suavidad—. Concéntrate en lo que tienes que hacer, ten cuidado con los pies.
A pesar de la advertencia, el príncipe trastabilló por un segundo. Sacudió la cabeza con el ceño fruncido y Lyon tuvo que contener un gesto burlón al verlo así, desvió el tema a propósito. Sin embargo, aquella inevitable melancolía empezó a surgir poco a poco. Las cosas entre ellos siempre tendrían que ser así, sus esfuerzos por hacer que Ephraim lo odie parecían bastante inútiles. Tenía que conformarse con esa poca distancia que había logrado formar entre ellos. Era su única esperanza y aun así, no estaba seguro de qué tan válido era eso. No cuando Ephraim parecía cada vez más cerca de romper esa barrera. Tal vez él estaba en lo cierto, no tenía ninguna oportunidad contra él. Su plan estaba destinado al fracaso.
Siguió moviéndose, incluso cuando todo empezó a cambiar, cuando el calor dejó de estar presente y cuando sus manos no agarraban nada más que el aire. Un salón vacío fue lo que quedó de la ilusión.
No había luz. Ephraim no estaba ahí.
Notes:
El tema de hoy es, ¿quién ha sido más desatendido?
Ephraim: mi prometido siempre está trabajando.
Lyon: mi prometido siempre está entrenando.
Eirika: mi futuro novio ni siquiera se ha dado cuenta de mis sentimientos.
James: mi crush está a punto de casarse con alguien más… ¡Y yo no he vuelto a aparecer desde el capítulo 2!***
Perdooon, tuve algunas complicaciones (falta de ánimo, falta de tiempo) y aunque quisiera mantener un ritmo más constante, esto es lo mejor que puedo hacer con como estoy ahora T_T.
Fuera de eso. Sí, el tiempo pasó demasiado rápido y estamos muy cerca de la boda. Tengo que hacer valer el “esposo” del título, nada me lo va a impedir XD. Ephraim sigue igual de denso (lo advertí u.u) y ya empezamos con estos vistazos a la mente enredada de Lyon, espero que todo esto les ayude a llegar al support "A" pronto XD.
Chapter Text
El día previo a la boda, el castillo de Grado empezó a verse más concurrido. Nobles de las zonas más prominentes del imperio habían sido invitados al evento y a ellos se les sumaban visitantes extranjeros, la mayoría de ellos entrando al territorio por primera vez en muchos años. La ocasión lo ameritaba y por ello representantes de Frelia, Rausten, Carcino y Jehanna fueron recibidos en el palacio.
—No puede ser…—masculló el príncipe James, desde que llegó había estado viendo los alrededores, mientras trataba de no lucir tan mortificado—. ¿De verdad se va a casar?
—James, llevas repitiéndolo durante todo el camino—respondió Tana, observando a su hermano con preocupación.
No muy lejos de ellos, una joven de cabello verde comentó en voz alta para su acompañante:
—¡Qué maravillosa ocasión!—una sonrisa confiada acompañaba sus palabras—. El destino debió traerme aquí por un motivo. Me aseguraré de darle a la feliz pareja mis más altas bendiciones.
La mayor parte de la escolta de la princesa asintió cortésmente, ninguno se atrevía a resaltar que “el destino” había tenido muy poco que ver, pues el pedido había venido en representación del emperador Divino de Rausten.
Mientras eso sucedía, Lyon paseaba por el jardín cerca de su estudio. El vestíbulo estaba empezando a mantenerse muy concurrido y aunque en las últimas horas había hecho lo propio por atender a todos los invitados, necesitaba un descanso. Se tomó ese tiempo para respirar el aire fresco de la mañana, y de pronto por su mente cruzó la mirada mortificada de Ephraim. No pudo evitar encontrar divertido lo mucho que le costaba seguir el protocolo real, pero tenía que empezar a acostumbrarse a ello y por eso decidió dejar en sus manos el resto de recibimientos. De alguna forma, sabía que se las arreglaría sin él, además le serviría de castigo por desentenderse de casi todas las preparaciones de la boda.
“Al final llegó el día, ¿eh?” el pensamiento fue fugaz, pero ya llevaba varios días cavilando sobre el mismo asunto. Si las cosas marchaban bien podría lograr su objetivo, Ephraim era una pieza clave y se aseguraría de que cumpliera su papel de la mejor manera posible, incluso si tenía que mantener su farsa. Estaba bastante distraído con eso, cuando una voz sorprendida se escuchó en el jardín.
—¡Oh! Lyon, qué sorpresa encontrarte aquí.
Viniendo de cualquier otra persona, aquellas palabras le habrían parecido falsas. No era la primera vez que alguien intentaba abordarlo a solas para discutir cualquier asunto, incluso cuando ya había dejado claro que la conversación había terminado. Sin embargo, su interlocutor era la princesa Eirika y su presencia le hizo pensar que, en realidad, una mera casualidad sería la única forma de que se encontraran de nuevo. Justo como sucedió con Ephraim.
La chica se acercó hasta donde estaba, iba acompañada el General Seth. No habían interactuado mucho desde su recibimiento hace una semana y aunque había hecho un buen trabajo por disimularlo, la falta de contacto había sido totalmente a propósito. Algunos viejos hábitos nunca mueren. Le ofreció una sonrisa amable, antes de corresponder su saludo.
—Me da gusto verlos, princesa Eirika. General Seth—asintió para cada uno, su tono fue más formal de lo que debería, todavía no se acostumbraba del todo a la familiaridad con la que ella lo trataba y terminó marcando la distancia.
—Solo Eirika está bien—lo corrigió ella sin perder la cortesía—. También me alegra verte, hace tiempo que quería poder conversar contigo.
Lyon quería sentirse sorprendido por su franqueza, pero dadas las circunstancias ese sonaba como el desenlace más probable. Por lo tanto, no podía hacer más que disimular y seguir la corriente.
—Vaya, espero que no sea por nada malo.
Ella captó bastante rápido el humor en su tono y sonrió.
—Claro que no, puedes estar tranquilo—respondió, luego volteó hacia su acompañante—. Seth, ¿nos darías un momento?
“Mala decisión” dijo Lyon para sus adentros, sintiendo una ligera presión por siquiera atreverse a pensar en eso. Después de todo, esa preocupación no surgió ante la posibilidad de que Eirika pudiera ver a través de sus mentiras. No. La verdadera razón era una que no podía admitir ni siquiera a sí mismo.
—Por supuesto, la esperaré por allá, Su Alteza—la voz calmada del caballero lo sacó de sus pensamientos.
Lyon se fijó bien en ambos y no pudo dejar de notar los cambios en su expresión. A diferencia de la afabilidad honesta de Eirika, la forma en que el General Seth lo observó fue mucho más cautelosa, como si estuviera atento ante cualquier gesto sospechoso de su parte, incluso si lograba disimularlo a la perfección. Puede que por eso contrastaba enormemente con la forma en que se dirigió a la princesa. ¿Acaso se daba cuenta cómo su gesto se suavizaba cuando le hablaba?
El caballero murmuró unas palabras de despedida e hizo una reverencia antes de retirarse fuera del jardín. Eirika lo vio marchar y luego le dedicó toda su atención.
—No esperaba que fueras tan difícil de abordar, ¿sabes?—comentó ella, no sonaba como un reproche—. Nunca pude encontrarte en todos estos días.
—Lo siento, he estado un poco atareado con todos los preparativos.
Esbozó una sonrisa apenada para darle énfasis a sus palabras, fue bastante fácil considerando que todo lo que dijo era verdad.
—Lo sé, Ephraim me lo mencionó—respondió con tono consolador—. Y no te preocupes, me aseguré de reñirlo por no ser más atento contigo y ayudarte un poco más.
Lyon soltó una risa.
—En realidad sí fue de mucha ayuda.
Su actuación debió ser muy convincente, porque pudo notar cierta ternura en el rostro de la princesa. Sabía de dónde venía, ya que era muy común escuchar a los nobles hablar sobre el comportamiento de Ephraim, nunca de forma positiva. Cualquiera estaría indignado por su falta de decoro, pero Lyon era capaz de dejarlo pasar. Esto aplicaba a ambas versiones de sí mismo. Por mucho que quisiera negarlo, su versión enamorada y la verdadera que solo pretendía utilizarlo, compartían ese punto en común.
—Eres muy amable.
La conversación estaba siendo muy amena, era fácil sentirse cómodo con Eirika. Tal vez era un buen momento para indagar un poco. Tenían cierto grado de privacidad ahora, aunque podía sentir la mirada vigilante del caballero, dudaba que pudiera advertir algo fuera de lo ordinario a esa distancia. No tendría una mejor oportunidad que esa, así que hizo la pregunta que llevaba rondando por su cabeza durante mucho tiempo.
—¿Sabes dónde escondió Ephraim el brazalete solar?
Eirika no reaccionó a su pregunta, seguía sonriendo con amabilidad como si siguieran hablando del mismo tema. Era poco probable que alguien fuera capaz de notar la forma en que los ojos de ella se opacaron, la única señal del trance en el que se encontraba.
—Ephraim lo guardó en un lugar seguro—respondió, su voz mantenía el timbre alegre, pero pudo detectar cierta renuencia a seguir hablando, como si inconscientemente estuviera luchando contra su influencia.
Lyon sopesó aquellas palabras. Ya había utilizado ese mismo método con Ephraim cuando lo capturó, fue mucho más fácil de hechizar que Eirika, y, aun así, la respuesta fue idéntica. Palabra por palabra. Necesitaba más tiempo para descubrir el motivo de esa interferencia y no disponía de mucho en ese momento. En parte, esa era la razón por la que las cosas terminaron así con Ephraim. Le habría gustado tener una mejor alternativa. Sacó a la princesa del hechizo con un gesto de la cabeza, intentó aparentar que solo asentía a lo que ella le dijo.
—¿Está disfrutando su estancia aquí?—preguntó para desviar su atención, no quería subestimarla al pensar que ella no notaría nada raro a menos que la distrajera.
Eirika parpadeó, salió del trance de un segundo a otro y al escuchar la pregunta de Lyon no tuvo oportunidad de reflexionar sobre ello. Respondió con la misma gentileza de siempre.
—Sí, es agradable volver después de todo este tiempo—le echó un vistazo a los alrededores—. Todavía recuerdo la lección que tomamos juntos.
Lyon no fue capaz de ocultar su sorpresa.
—¿Lo recuerdas?
—Por supuesto—Eirika asintió—. Mis lecciones en Renais siempre fueron muy completas, pero en ese entonces aún no tuve la oportunidad de practicar magia. Tus consejos me ayudaron mucho.
Lyon no supo qué responder, no esperaba que ella recordara algo que pasó hace casi una década. Incluso cuando él mismo era incapaz de borrar su primer encuentro con los gemelos. Fue la primera vez que estuvo cerca de alguien de su edad, la primera vez que creyó que podía encajar en un lugar a pesar de todo lo que era. Eirika fue la causante… y también Ephraim, el único de los tres que parecía haber olvidado por completo aquel recuerdo. Fue un poco vergonzoso admitir que todavía le afectaba.
—Ya veo, me alegra saber que guarda buenos recuerdos de su visita—consiguió responder, volviendo al tono formal. No podía permitir que el sentimentalismo lo embargara, había muchas cosas en juego como para distraerse más de lo que debería.
—Lo fueron, sí—confirmó la princesa, su tono fue afectuoso. Sin embargo, su semblante cambió rápidamente, adoptando una postura más seria. Tomó un respiro antes de continuar—: Lyon, espero no estar siendo impertinente, pero en verdad necesito ser clara contigo sobre lo que pienso de todo esto.
Lyon no respondió de inmediato, ni siquiera trató de fingir sorpresa para mantener su aparente inocencia. Estaba preparado para una confrontación directa de Eirika, era fácil adivinar sus dudas sobre toda la situación de su hermano. Por eso, aquella charla era necesaria. De eso quiso convencerse.
Asintió con cortesía y dijo:
—Te escucho.
—De acuerdo—Fue más rápida de lo que esperó, supuso que llevaba preparando sus palabras por bastante tiempo—. No quiero hablar de política, conozco los beneficios de esta alianza y estuve de acuerdo con las disposiciones de tu padre, el emperador. Sé cómo son las cosas y aun así… aun así, no creo que nada de eso deba ir por encima del bienestar de Ephraim.
La chica pausó y agachó la mirada, a Lyon le pareció curioso cómo alguien podía lucir tan fuerte, pero tan vulnerable a la vez. También le resultó extraño la forma en que fue capaz de compartir sus preocupaciones así con él, alguien a quien apenas conocía. Eirika continuó hablando.
—Tal vez ya lo sabes, pero cuando Ephraim decidió irse de casa hace cuatro años, respeté su decisión e incluso intenté convencer a padre de dejarlo partir—su voz adquirió un matiz triste ante la mención del difunto rey—. Lo hice porque entendía lo que significaba para él. Y ahora, después de pasar estos días a su lado, se siente igual que entonces. Por eso quiero que lo sepas.
—¿Qué cosa?—preguntó Lyon, su desconcierto era real, pero trató de disimularlo.
Eirika volvió a mirarlo, con sus ojos verdes llenos de calidez.
—Que mi hermano te eligió a ti—declaró ella, las palabras hicieron que su corazón saltara de repente, una punzada casi dolorosa—. Te eligió y si eres consciente de ello, espero que puedas velar por su bienestar.
El silencio los envolvió, Lyon sabía que tenía que responder con algo apropiado, pero se había quedado sin palabras. Era obvio que la princesa sería capaz de ver más allá de aquella farsa de compromiso, lo que jamás imaginó fue que sacaría tales conclusiones. Era absurdo y aun así, ¿cómo podía esperar que pensara algo diferente? Eirika no tenía idea de nada. Si supiera la verdad, no podría verlo y hablarle con aquella amabilidad. Si ella supiera lo que había hecho, todo el daño que causó… Sí, era mejor no pensar en ello tampoco. Tenía que dar una respuesta, mantenerse centrado.
—Gracias por confiarme esto—respondió, tratando de ignorar la presión en su pecho—, no sé si mi palabra sea suficiente para ti, pero… me aseguraré de cuidarlo bien.
Porque eso era todo lo que podía ofrecer, necesitaba a Ephraim después de todo. Sin él, todos sus esfuerzos serían inútiles, lo demás era secundario, ¿verdad? No supo qué fue lo que Eirika vio en su rostro, pero eso debió ser suficiente porque esbozó una sonrisa suave y dijo:
—Gracias, lo aprecio mucho.
La conversación pudo terminar ahí; sin embargo, sería muy extraño solo partir cada uno por su lado después de aquella seriedad. La brisa en el jardín era muy agradable y el rumor de las voces a lo lejos sonaba animado. Era un buen día, tenía que ponerse a la altura. Así que se aclaró la garganta y, tratando de sonar casual, murmuró:
—Prin… Eirika—alcanzó a corregirse a tiempo—, ¿puedo pedir tu opinión sobre algo? Espero que pueda quedar entre nosotros por el momento.
La princesa asintió, con una expresión atenta.
—Claro, ¿de qué se trata?
Lyon esbozó una sonrisa tímida y compartió su idea solo para los oídos de la princesa. Supo que aprobó la idea, por la forma en que sus ojos brillaron. Casi lo hizo sentir culpable ver que otras de sus artimañas podía causar una emoción tan pura y honesta. Ahora Eirika sonreía, y al hacerlo parecía resplandecer. Mientras la miraba, no pudo enviar compararla con su hermano. Ephraim también era brillante, casi tanto como el sol. Podría quemarlo con su luz algún día, mientras más se acercara. Y aunque una parte de él jamás se atrevería a decirlo, estaba listo para cuando ese momento llegara.
(...)
Ephraim llegó justo al final de la conversación, había terminado de recibir a los invitados y tan pronto se aseguró que no faltara ninguno, tomó la oportunidad para escabullirse sin parecer demasiado grosero. Desde donde estaba alcanzó a ver la sonrisa cordial que Lyon le dedicaba a su hermana. Por un momento le sorprendió ver lo bien que se veía, tranquilo como pocas veces. Mientras se acercaba la voz de Eirika llegó a sus oídos:
—...espero que podamos reunirnos más seguido—decía, con su característico tono afectuoso—. Serás parte de la familia y me gustaría conocerte mejor.
—Espero lo mismo y lo agradezco mucho, su alteza—respondió Lyon, sus palabras educadas y encantadoras.
Advirtió la presencia de Ephraim poco después, fijando los ojos en él, su máscara de amabilidad intacta frente a su hermana. Eirika volteó también, su rostro se iluminó.
—Hermano—saludó, sonriéndole—. Estaba poniéndome al día con Lyon y felicitándolo por la boda.
Ephraim asintió, tomando lugar a su lado.
—¿No me habrás hecho quedar mal, eh? —bromeó, poniendo una mano en su cabeza de forma afectuosa.
Eirika alzó el mentón.
—Si alguna de mis anécdotas te hace quedar mal, será solo por tus acciones. Yo solo soy la relatora—fingió seriedad, pero la sonrisa traviesa hacía menos creíble su acto.
—Listilla...
Lyon observó a los gemelos interactuar, parecía encontrarlos entretenidos. Finalmente, Eirika se aclaró la garganta.
—Escuché que la delegación de Frelia ya había llegado, iré a saludar a Tana—informó para ambos, realizó una breve reverencia y se despidió—: Me retiro, fue un placer hablar.
La vieron alejarse hacia los pasillos fuera del jardín, la sombra de Seth se unió a ella cuando se adentró mucho más.
—¿Cómo estuvo el recibimiento de los invitados?—preguntó Lyon con tono casual.
Ephraim no esperaba esa pregunta, imaginó que se retiraría de inmediato. De hecho, ya llevaba varios días sin estar a solas con Lyon, supuso que estaría muy ocupado con los preparativos. Que fuera él quien iniciara la conversación sonaba muy ajeno a su persona, aunque con la ausencia de su hermana volvió a adoptar esa postura desinteresada e indiferente, no más sonrisas amables. Respondió, aprovecharía esa rara oportunidad si la tenía.
—Me entretuve bastante con Rausten.
—Así que ya conociste a L'Arachel.
—Creo que conocí hasta a sus ancestros—suspiró, recordando la larga conversación—. Habla hasta por los codos, estoy impresionado.
—Te acostumbrarás—una pequeña sonrisa se formó en sus labios, Ephraim se sintió satisfecho por lograrlo y sin poder contenerlo comentó:
—Entonces sí que puedes poner esa clase de expresiones—quería evitar sonar sorprendido, temiendo fastidiar a Lyon—. Ojalá me sonrieras así como lo haces con Eirika.
No se sintió avergonzado por su comentario, aunque fuese algo que habría gustado guardar para sí mismo. Lyon le dedicó una mirada, evaluándolo. Terminó soltando lo primero que se le ocurrió.
—¿Estás celoso?
Lastimosamente, ni con toda su inteligencia era capaz de descifrar a Ephraim y solo llegó a la conclusión equivocada. El joven frunció el ceño, confundido.
—¿Celos? —repitió Ephraim la palabra como si fuera ajena a su vocabulario—. ¿Por qué los sentiría?
Lyon resopló, no tenía deseos de continuar por ese rumbo y explicarle algo como eso.
—Por nada—rodó los ojos—. Olvida que dije algo.
Sin embargo, Ephraim no podía olvidarlo y en unos segundos cientos de pensamientos cruzaron por su mente. Pensó en las veces que se habría sentido así, entre ellos solo identificó la envidia, como cuando era niño y no lo dejaban practicar con la lanza, insistiendo con el florete. Veía a los otros soldados practicar hasta que le permitieron hacerlo, una ligera molestia nublando su juicio infantil. Ya mayor envidió la vida fuera del palacio, quería viajar, explorar y luchar; como rey no podría hacerlo y cuando ese futuro título estaba atado a él, se llenó de esa desagradable sensación de nuevo. Los celos tendrían que ser diferentes, lo asociaba a parejas y eso le hizo reflexionar en la escena anterior. Sabía que Lyon era hermoso, Eirika debió notarlo también, pero no podía imaginar a su hermana teniendo interés por Lyon o viceversa. No veía razón para estar celoso.
—Te dije que lo olvidaras—habló Lyon, con tono hastiado—. ¿En qué estás pensando ahora?
Ephraim dijo lo primero que se le venía a la mente, justo en la misma sintonía con su línea de pensamiento.
—Pensaba en si a mi hermana le molestaría verme muy cerca de Seth—murmuró, sujetando su mentón y sin borrar la expresión pensativa.
La cara de Lyon era todo un poema, en verdad no sabía qué decir. En el caso de Ephraim, incluso sin la intervención de Lyon, todavía sopesó la repuesta. No creía que Eirika se molestaría. Pero, ¿qué le molestaría a él? Vio el rostro definido de Lyon y una imagen se formó en su cabeza. Pensó en él siendo sostenido por algún sujeto desconocido, tocándolo como lo hacía con él. La expresión de placer en su rostro provocada por alguien más, incluso si era una imaginación, lo hizo sentir contrariado. La molestia ardía en el centro de su pecho, quería alejar esas imágenes, por más absurdas o irreales que fueran.
—Lyon... —llamó haciendo que él lo viera de nuevo.
Lyon hizo el intento de hablar, preparado para responder a otra de sus ocurrencias. Pero los dedos ásperos de Ephraim sostuvieron su mentón y las palabras quedaron atascadas en su garganta cuando los labios de ambos se unieron. Todavía no perdía la torpeza de las primeras veces, aunque pudo establecer un ritmo sin muchos problemas. Le hizo preguntarse desde cuando los besos se sentían tan natural. Se separó con la respiración pesada, Lyon apenas reaccionó.
—Creo que sí estoy celoso—musitó.
—¿Ah, sí?—respondió él, alzando las cejas con diversión— ¿De quién?
Deseaba cualquier reacción que pudiera obtener, incluso si fuera para burlarse, así que tragó y soltó sin ninguna vergüenza.
—Nadie, acabo de imaginarlo.
—De verdad que no tienes remedio—Lyon sacudió la cabeza, soltando una risa seca—. Tengo otras cosas que hacer, hasta pronto.
Giró sobre sí mismo, dándole la espalda para avanzar hacia el interior del palacio. Ephraim lo vio marcharse, se pasó una mano por el cabello. No sabía por qué esos sentimientos empezaban a crecer dentro de él, puede que con la boda a menos de un día de distancia empezara a ver las cosas en una perspectiva distinta.
(...)
La cena de ensayo era el principal evento de la noche, no solo fungía como el recibimiento de los invitados extranjeros, también sería la primera presentación formal de la alianza entre Grado y Renais. Ephraim esperó afuera del salón, todos los invitados ya estaban en el interior, identificó varios rostros que recordaba vagamente de los recibimientos de aquella mañana. Todavía le costaba creer que lograran reunir a tantas personas, hace años que no participaba en un evento así y que fuese por él, le sonaba bastante extraño.
Lyon todavía no llegaba, tenía que esperarlo para que pudieran entrar juntos. Se acomodó las mangas de su traje de gala como si eso fuera lo más interesante que pudiera hacer para matar el tiempo. Creyó que se sentiría extraño utilizando algo que no fuera sus túnicas o armadura habitual, especialmente porque hace mucho que no se vestía así de formal. Pero, para su sorpresa, no notaba mucha diferencia.
Escuchó los pasos de Lyon acercándose poco después, no podía tratarse de nadie más. Volteó para recibirlo, al igual que él usaba un traje formal en vez de su túnica de mago, aunque con los mismos colores oscuros típicos de Grado. A Ephraim le pareció que se veía deslumbrante, tanto que estuvo a punto de elogiarlo sin pensar. Por desgracia, antes de que pudiera decir nada, Lyon se fijó en él y se detuvo con una expresión pasmada en su rostro.
—¿Qué sucede? ¿Me equivoqué de traje?—preguntó Ephraim, no se le ocurría otra razón por la que Lyon estuviera viéndolo con ese detenimiento—. Las doncellas me dijeron que esto debía usar.
También recordó que pese a su renuencia, incluso lo ayudaron a arreglarse, como si él fuese incapaz de hacerlo solo. Tuvo que ceder, Eirika siempre estaba recordándole la diferencia entre arreglarse para eventos importantes a solo vestir como si fuera cualquier otro día. Supuso que aquello sería lo apropiado, no imaginó que tuviera un efecto tan inusual en Lyon.
El joven volvió en sí y sacudió la cabeza, se aclaró la garganta antes de responderle.
—No. Estás… Te ves bien—murmuró, fue algo vacilante y por alguna razón evitó su mirada.
Ephraim se le acercó, la respuesta lo había tranquilizado un poco, pero todavía lo notaba ausente. Tomó su mano, el gesto hizo que Lyon diera un respingo y fue suficiente para hacer que lo mirara de nuevo. Estaba algo ruborizado, Ephraim no imaginaba por qué, si en lo que respectaba a su falso compromiso, Lyon parecía ser el más seguro de los dos. Entrelazó sus dedos con los de él, teniendo guantes puestos, apenas podía sentir su calor.
—De acuerdo. Tú también te ves bien—respondió, mientras con su otra mano acomodaba uno de los mechones de Lyon. Últimamente, parecía que buscaba cualquier excusa para tocarlo, por breve que fuera, y no estaba seguro de querer evitarlo—. ¿Entramos ya?
Lyon no tardó en recuperar la compostura, dio un paso hacia atrás para marcar la distancia y su rostro recuperó la expresión impasible. Aun así no soltó su mano, ni hizo el intento de liberarla. Asintió, devolviendo la mirada a la puerta.
—Sí, vamos.
Ephraim asintió también y juntos avanzaron al interior del salón. Los guardias anunciaron su entrada, haciendo que el murmullo de voces se convirtiera en un coro de aplausos. Era una aglomeración muy variada, el príncipe podía notar con facilidad lo que pensaban los invitados de todo lo que sucedía. Realmente no había nada de lo que alarmarse, Ephraim sabía que incluso si no lograban convencer a los más escépticos, nada de eso detendría los planes de Lyon. Trató de ignorar esos pensamientos, siempre se le había dado bien lo de despejar su mente y centrarse en lo que tenía que hacer.
Se fijó en las caras más conocidas, Duessel estaba presente, sentado en la misma mesa que Selena y Glenn; a él sí le habían permitido conservar una de sus armaduras que, aunque encajaba con la ocasión, hizo que Ephraim se sintiera ligeramente indignado por no tener el mismo privilegio. Aparte de los tres generales, no reconocía a nadie más de Grado, el resto eran nobles cuyos nombres no valía la pena recordar y con quienes solo había intercambiado unas cuantas palabras, la mayoría con cierta animosidad. En el lado de los visitantes extranjeros, primero se fijó en la delegación de Frelia. Cuando saludó a Tana y James en la mañana, trató de no entretenerse mucho, temiendo la reacción de James. Justo ahora parecía mucho más tranquilo, pero la hostilidad no abandonaba sus ojos. Ephraim supuso que era algo con lo que tendría que lidiar tarde o temprano. Otro encuentro curioso fue con la reina Ismaire, cuando la saludó, pudo notar cierta cautela. Los ojos carmesí de la reina seguían analizándolo con desconfianza, incluso ahora. No estaba seguro de qué había hecho para ofenderla, aunque si lo hablaba con Eirika probablemente encontraría la respuesta después de un par de regaños.
Llegaron a la mesa principal, donde Eirika estaba sentada. Seth y los demás estaban en otra de las mesas cerca de ellos, Ephraim volvió a sentirse inconforme. Le habría gustado compartir mesa con ellos también, en vez de seguir esas distinciones que había ignorado en sus años como mercenario. Al menos podía tranquilizarse al pensar en que como nada de eso era real, no tenía que significar demasiado, incluso si le dejaba un mal sabor de boca.
Eirika le ofreció una sonrisa alentadora cuando se sentó a su lado. En la mesa solo había cuatro sillas, la del otro lado junto a Lyon se encontraba vacía. Al parecer, el emperador Vigarde tampoco aparecería esta noche.
O eso fue lo que creyó.
El primero en hablar no fue Lyon para decir las palabras de bienvenida y agradecimiento que seguramente encantarían a todos. No, quien rompió el silencio fue el guardia de la puerta, que anunció al último invitado de la noche.
—Su Majestad, el Emperador Vigarde.
Ephraim no fue el único sorprendido por aquel anuncio, todos en la sala guardaron silencio por unos breves segundos, antes de ponerse de pie en señal de respeto. Alcanzó a notar algunas expresiones anonadas, después de tantos días de ausencia, verlo aparecer así, sin duda causaría una gran impresión. Para Ephraim fue muy distinto, especialmente cuando se acercó más y pudo verlo con claridad. A pesar de que su aspecto encajaba con los vagos recuerdos que tenía de él, su piel estaba muy pálida y cualquiera que lo observara notaría con facilidad que su salud no estaba en el mejor momento. Pero también había algo más, un pensamiento que hizo que la inquietud serpenteara por su cuerpo como un desagradable escalofrío.
El emperador llegó hasta donde estaban ellos, pero no tomó asiento al lado de su hijo, sino que permaneció de pie frente a la mesa y le dirigió una mirada. Ephraim vio que Lyon le sonrió al hombre, pero la felicidad no llegó a sus ojos. Después de aquel intercambio, Vigarde empezó a hablar.
—Buenas noches a todos—empezó, su voz fue profunda y clara—. Debo empezar disculpándome por mi larga ausencia, me hubiera gustado poder recibirlos a todos con el respeto ya atención que merecen. Pero ahora no es momento de lamentarse, la alianza que formaremos junto a Renais será eterna y un motivo de dicha. Espero que mi hijo y el príncipe Ephraim sean capaces de construir juntos un futuro más brillante, que pueda enmendar los errores del pasado—tomó una copa llena de la mesa y la elevó—. Brindo por esta unión, por la prosperidad de nuestras naciones y por la felicidad de nuestras familias.
Con esas últimas palabras, llegó el momento de que todos alzaran sus copas para el brindis. Ephraim tardó en reaccionar, porque apenas estaba prestando atención. Durante todo el discurso no dejó de pensar y por fin había caído en cuenta de qué era lo que estaba mal con el emperador. Su aspecto, aunque ahora no parecía tan evidente, le recordaba demasiado a los soldados resurrectos con los que había luchado en la frontera. Mientras más lo miraba, más sentido tenía y el significado de aquello lo dejó helado, ¿acaso…?
La mano de Lyon se posó sobre la suya, deteniendo aquel pensamiento y Ephraim tuvo que verlo. Percibió algo extraño e inusual, por unos segundos fue incapaz de conciliar al Lyon que conocía con la persona que tenía a su lado. Aun así, el príncipe no tuvo que decir nada para transmitir su mensaje, una simple mirada bastó para que Ephraim lo entendiera. Tomó su propia copa y, rehuyendo el contacto de la mano de su prometido, trató de fingir que todo estaba en orden.
(...)
Ephraim no supo cómo logró disimular su desconcierto por el resto de la noche. Vigarde se retiró casi de inmediato, solo se quedó para escuchar las palabras de agradecimiento de Eirika, quien fue la siguiente en felicitarlos por el compromiso. Lyon lo acompaño hasta la salida del salón, donde se entretuvieron un momento hablando con los Tres generales imperiales. Había escuchado de Duessel que ni siquiera ellos habían tenido oportunidad de hablar con el emperador cara a cara desde hace meses. Luego de que padre e hijo se retiraran, los invitados se dispersaron de nuevo para conversar por el salón, a la espera de que Lyon volviera para dar inicio a la cena.
—¿Notaste algo raro con el emperador?—preguntó Ephraim por lo bajo a su hermana.
Sabía que era un poco arriesgado hacer una pregunta tan directa, pero no podía guardárselo por mucho tiempo. Eirika mantuvo una expresión tranquila y eligió sus palabras con cuidado.
—Creo que solo confirmó lo que todos ya sabemos, nada adicional.
Ephraim resopló con disconformidad, no le agradaba tener que ser tan ambiguo, incluso si la situación lo ameritaba. Eirika tenía razón al decir que la aparición de Vigarde había confirmado los rumores sobre su mala salud. Hablar sobre otro motivo sería cruzar la línea y exponer a Lyon. Volvía a sentirse molesto por tener todas esas limitaciones, le gustaría poder tener un plan más sólido para detenerlo. Cuando se disponía a decir algo más, una voz interrumpió la conversación.
—Ephraim. Vamos a hablar.
De un momento a otro, James había abandonado su asiento y fue directo hacia él. Tana también se acercó, les sonrió como disculpándose por la rudeza de su hermano.
—¡Hola!—ondeó la mano y murmuró entre susurros para su hermano—. Solo tenías que decirles hola, James, ¡dijiste que te comportarías!
—Claro que no. Tengo que hablar con él.
Ephraim se puso de pie, mientras más rápido resolviera las cosas con James, menos riesgoso sería.
—Está bien, Tana, solo vamos a conversar.
Su promesa no parecía inspirar mucha confianza tratándose de ellos dos, pero fue suficiente para dejarlos marchar. Se alejaron de la mesa y cuando estuvieron fuera de la vista, James lo arrinconó en el pasillo más vacío que pudo encontrar. El murmullo del salón se escuchaba a través del arco de la puerta, todos estaban demasiado ocupados en sus propios asuntos como para fijarse en ellos dos. Ephraim trató de mantenerse en calma, conocía a James y sabía que él no sería tan considerado como lo fueron Eirika o Kyle. De hecho, ya era bastante remarcable que consiguiera contenerse por todo ese tiempo, en vez de exigirle explicaciones tan pronto puso un pie en el palacio.
—¿Has perdido la cabeza?—preguntó con voz áspera y contenida—. ¿Qué crees que estás haciendo?
Ephraim respiró hondo, tenía que elegir bien sus palabras si quería convencerlo.
—James, sé qué estás confundido, pero si me escuchas…
—No, no. Escúchame tú a mí—lo cortó, bruscamente. Ephraim lo dejó ser, no esperaba nada diferente tratándose de él—. Primero desapareces y ahora resulta que estás comprometido, ¿con él? Después de todo lo que ha hecho, no puedes estar hablando en serio…
Las palabras fueron más acertadas de lo que debieron ser, James no tenía idea de todo lo que él había descubierto en los últimos meses. Ephraim sacudió la cabeza.
—Es complicado, no lo entiendes…
No le sentaba bien tener que poner excusas para el comportamiento de Lyon, mucho menos después de lo que vio en la cena, pero tampoco podía desvelar la farsa. James negó también y con el ceño fruncido se acercó un paso más hacia él.
—Tú eres el que no entiende—Echó un vistazo rápido al salón, nadie parecía fijarse en ellos todavía, pero, aun así, al príncipe le costó soltar sus siguientes palabras—. Él está tramando algo malo, robó… robó la piedra de Frelia.
Ephraim apenas reaccionó ante aquella información, no imaginó que James sería capaz de confiarle algo así, al menos no en esas circunstancias. Él continuó hablando, había bajado la voz, pero seguía sonando bastante exaltado.
—Lo vi en la torre de Valni, justo antes de que huyera. Si lo hubiera atrapado entonces…—Chasqueó la lengua y cerró los ojos en un gesto de disgusto—. Ya no importa. El punto es que no puedes seguir adelante con esto, ¡debe ser alguna trampa!
Ephraim no estaba seguro de qué podía decir. Nada de lo que dijo James estaba alejado de la realidad, él mismo podía dar fe de que todas sus conjeturas eran bastante acertadas. Su voz fue grave cuando consiguió dar una respuesta, una que le pesó tanto como todas las mentiras que tuvo que decir desde que llegó a ese punto.
—James… eso no cambia nada. Ya tomé una decisión.
El sentimiento de impotencia nunca se había sentido tan grande como en ese momento, pero era lo mejor que podía hacer. James no detendría sus cuestionamientos a menos que él fuese más tajante. Su amigo retrocedió un paso, con una mirada de incredulidad.
—No seas idiota. ¿Cómo demonios crees que casarte con él resuelve algo?
Era una buena pregunta y sin importar por dónde lo mirara, seguía sin encontrar una respuesta que tuviera sentido. Esbozó una sonrisa amarga.
—Sé lo que hago.
—¡Claro que no! Tú…
—James—esta vez fue su turno de interrumpirlo—. Entiendo lo que sientes y me gustaría darte una mejor respuesta, pero yo… Tengo que hacer esto.
Estuvo a punto de hablar de más, decir que detendría a Lyon y evitaría sus planes con las piedras, pero pudo contenerse a tiempo. Y por la forma en que James seguía mirándolo, como si no pudiera creer en él ni en sus palabras, supo que había fallado en convencerlo. ¿Decir la verdad sería la única salida? No tuvo oportunidad de descubrirlo, porque de repente escucharon la voz de Lyon.
—Príncipe James, ¿puedo preguntar que asuntos tiene con mi prometido para discutirlos en un lugar tan apartado?—habló con la misma amabilidad de siempre, una sonrisa cortes adornaba su rostro mientras se acercaba—. Algunas cosas pueden malinterpretarse.
Sus palabras provocaron que James retrocediera de golpe, alejándose de él, la exasperación en su rostro se transformó en disgusto. Ephraim no entendió por qué James reaccionó de esa manera o qué intentaba insinuar Lyon, ¿acaso adivinó que estaba a punto de ceder y decirle la verdad a James? Tratándose de él, sonaba muy probable. Con la llegada de Lyon, su amigo perdió todas las intenciones de seguir discutiendo, tomó una respiración profunda y con el mentón alzado, masculló:
—Espero que estés contento con tu decisión.
Ephraim asintió, tratando de no verse muy afectado cuando notó la decepción en sus ojos. James se fue de inmediato, pisando fuerte e ignorando a Lyon. Su disgusto era tan grande que ni siquiera le importaba estar siendo grosero. Lyon tampoco le dio importancia y cuando se quedaron solos, preguntó:
—¿Interrumpí algo?
—Nada que no pudiera manejar—respondió Ephraim, sonando un poco seco. No quería ventilar su mal genio, pero de pronto se sentía demasiado cansado por toda la situación.
—Sí, lo noté—asintió él, seguía sin borrar su sonrisa—. ¿Aclaraste sus dudas? ¿Le diste paz a su corazón?
El deje burlón en sus preguntas lo desconcertó por unos segundos, hace mucho que no se comportaba de esa manera. Le dirigió una mirada, tratando de distinguir qué era lo que había cambiado. Lyon soltó un suspiro, luciendo desalentado por su falta de respuesta, como si hubiera esperado una reacción más entretenida.
—Supongo que no se puede evitar—reflexionó para sí mismo—. Aunque podrías poner de tu parte y no alimentar sus ilusiones.
—¿Qué?
Hasta dónde él sabía, hizo lo que pudo para que James no descubriera el tema de las piedras. ¿De qué ilusiones hablaba? Lyon se animó al percibir su confusión, obtuvo la reacción que había estado esperando.
—No tengo por qué explicártelo, ¿o sí? Si prestaras más atención, tal vez notarías un par de cosas—respondió con simpleza, dejándolo todavía más confundido. Ni siquiera le dio tiempo de procesarlo, porque cambió de tema—: Ya es hora de regresar, ¿vamos?
Le tendió la mano, esperando que Ephraim la tomara, justo como lo había hecho antes de entrar al salón. Ephraim dudó en tomarla y fue extraño. El contacto que inconscientemente parecía buscar ya no se encontraba presente, solo quedaba un profundo rechazo. Desde el brindis se sentía así, aunque no alcanzaba a entender por qué. ¿Qué era esa inquietud? ¿Qué eran esos sentimientos? Las dudas solo se volvieron más pesadas cuando, sin decir nada, tomó su mano para volver al salón y seguir con la farsa.
Notas:
Por desgracia, esta vez no se me ocurrió ninguna interacción para compartir :(, así que los dejo con este meme tonto que también resulta ser un adelanto del siguiente capítulo:
Notes:
Una pequeña explicación :´D
Sin entrar en muchos detalles diré que no estuve muy bien emocionalmente durante gran parte del año y aparte estuve en un ambiente que agravó ese malestar. Eso afectó mis ganas de hacer muchas cosas, entre ellas escribir, y aunque traté varias de veces de retomar el fic no lo lograba :(. Pero ahora estoy un poco mejor y quiero tratar de recuperar el ritmo.
En fin, basta de mí. Todo lo que puedo decir es que la boda está a nada de pasar y me estoy divirtiendo mucho con lo que vendrá :D

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