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No es la primera vez que tiene esa sensación triste cuando las filmaciones entran en recta final. No es su primera película, ni es la primera gente con la que se encariña al trabajar por meses juntos.
En otras circunstancias estaría descontando las horas para subir al avión rumbo a Shanghai, esconderse en casa del horrible golpe de calor en Hengdian. Tomaría fotos con toda la gente posible, saldría a alguna cena con su coprotagonista a modo de despedida, con todo su staff y la gente del elenco que quisiera unirse a la fiesta. Planificaría un viaje para deshacerse del personaje y regresar a ser sólo Zhang Zhehan.
Sí, sólo Zhang Zhehan; un hombre de carne y hueso, lleno de defectos y virtudes, sencillo y sin tantas complicaciones, alguien con sueños y ganas de perseguirlos hasta alcanzarlos.
La brisa desordena sus cabellos y ondea sus vestidos largos, enredándolos con las ramas de los arbustos en los que se fue a esconder de la gente, del trabajo… de todo. Simplemente sintió que necesitaba algo de espacio y terminó caminando lejos toda la producción, aun vistiendo el atuendo que jamás olvidaría. Jamás olvidaría nada de lo que vivió durante esos días, lo recordaría de una forma especial.
Pero es esa sensación de que todo terminaría pronto y siente como si fuera a perder algo de sí.
Hace poco empezó a sentir una presión horrible en el pecho, como si su corazón no pudiera latir cómodamente y le costara ingresar oxígeno a sus pulmones, como si sus entrañas se hubieran reducido y apenas aceptaban un poco de comida.
Últimamente es una bola de nervios, una masa amorfa de cortocircuitos que explotan cada tanto, cada que se distrae del trabajo y deja que su mente divague y lo torture un poco más en lo que ha estado viviendo ese último tiempo.
—¡Ey! —la voz de Xiaoyu lo sobresalta— Las grabaciones reiniciarán, todos te han estado buscando.
—Como nos dimos un descanso… —se queja mientras se pone de pie y alisa sus largos vestidos.
Xiaoyu, su mejor amigo, son mejores amigos desde la universidad, o mucho antes, quién sabe. Rechaza el ofrecimiento de agua, porque no es el calor que lo hizo escapar. Simplemente quería huir de sí mismo.
Detesta el golpe de calor. Odia ponerse tan mal cuando los veranos no tienen piedad, pero adora su trabajo. Ama actuar con todo su ser. Adora las grabaciones y todas las tonterías que ocurren mientras la cinta avanza. Es sólo que, esta vez, el estado físico en el que debe mantenerse significa una desventaja porque se indispone fácilmente.
—¡Zhang laoshi!
Y ahí está él.
Él.
—Lao Gong —una sonrisa pícara se le escapa cuando el aludido pone una expresión que le revuelve las entrañas.
Se siente como si fuera un maldito quinceañero. De esos seres hormonales que alguna vez fue y, después de todas las tonterías que hizo, creyó que no volvería a experimentar jamás.
—¿Estás bien? —inquiere el hombre vestido de rojo, al que llama como si fuera su marido.
Ojalá lo fuera.
—Sí, es sólo el calor —explica acompañado de un ademán de sus manos para intentar minimizar su problema. Mentía, le duele hacerlo, pero es mejor que decirle por qué últimamente le da por huir de todo—; lo de cada día.
Al final se encuentran y Gong Jun, su coprotagonista, le ofrece una botella de agua. Zhehan acepta sin dudar, ganándose una mirada suspicaz de Xiaoyu.
—Un par de escenas más y podremos retirarnos —consuela el alto mientras le observa beber el agua helada.
Eso fácilmente podría llevarles horas, un par en el mejor de los casos. Sin embargo, no es el trabajo lo que lo tiene extenuado, ni siquiera el clima que ha estado haciendo estragos en su salud; es Gong Jun que tiene esa mirada de cachorro perdido cada que le mira.
—Sólo intenta no equivocarte mucho —exige en tono de broma y Gong Jun ríe pegándole un codazo en las costillas.
—Deberías decirlo mirándote a un espejo.
—¡¿Qué intentas decir?!
Se hace al ofendido, tiene ganas de pelearle y discutir mientras intenta borrar esa estúpida sonrisa de autosuficiencia de esa cara bonita; sin embargo, el culpable de que sus entrañas estén nuevamente agitándose como si fuera un adolescente hormonal, huye después de hacer sus fechorías y se pierde entre las personas que lo persiguen mientras le arreglan el cabello y revisan su maquillaje por milésima vez en el día.
Dios. Podría jurar que un huracán pasó por sus órganos y todo estaba hecho un desastre en su interior.
—También podrías ser menos evidente —lo molesta Xiaoyu al recibir la botella de agua ajena.
—¿Eso es posible con alguien como él?
No finge que no le afecta, no delante de su mejor amigo. Xiaoyu, mejor que nadie, sabe que algo ha estado pasando entre los dos, aunque no lo hayan hablado, porque Zhehan parece un colegial descubriendo el amor.
El resto del tiempo no solamente pasa, sino que lo atraviesa como esa espada que su personaje tanto utiliza. Es Gong Jun a la izquierda, a la derecha, arriba, abajo, adelante y detrás, adentro, muy adentro, atravesándolo de formas que no es capaz de explicar. No es sólo el personaje que interpreta, lo puede distinguir fácilmente.
Y es que Wen Kexing es diferente de Gong Jun, pero al derecho y al revés; son todo lo contrario.
Gong Jun es suave, una vez que lo dejó atravesar su caparazón, quedó completamente hundido en él, en su amabilidad, en esas formas dulces que tiene de ser.
Zhehan cree que el calor y todo el trabajo lo absorbieron hasta no dejar más que un saco de sus restos mientras se desploma en la cama. Ni siquiera la ducha lo revivió como solía hacer. Sería cosa de su estado de ánimo cambiante, fluctuante y algo volátil. Sería el constante pensamiento de Gong Jun, en todas las presentaciones que vio hasta ese momento, pululante, haciéndole pensar que está perdiendo algo más que la poca cordura que le deja el horrible calor del verano.
Calor. Sí. Son esos momentos en los que siente que está asfixiándose estando debajo de todas esas capas, capas y más capas de ropa con las que debe actuar, pero Gong Jun aparece y empiezan a parlotear o practicar sus líneas entre chistes y sonrisitas; bueno, es Zhehan quien se aprovecha de un Gong Jun que tarda en entender sus chistes y, sinceramente (ojalá el cielo le perdonase), es el momento cuando en ese rostro bonito se refleja que apenas caía en cuenta de que era otro de sus chistes, lo que hace que sus entrañas se revuelvan y termine por querer gritar que su risa lo enloquece mientras las miles de mariposas alborotadas escapan de su cuerpo. Gong Jun es así de refrescante, tanto que olvida que debajo de tanta ropa ya es un estofado de Zhehan, sólo faltaba echarle condimentos y verduras.
Escucha golpes sobre la hoja de la puerta de su coche casa, pero no quiere abrir los ojos, sólo balbucea dando permiso al que cree que es Xiaoyu para ir a recordarle lo que tenían que hacer al día siguiente, además de asegurarse de que repase sus diálogos.
—Zhang laoshi —al escuchar la grave voz abre los ojos y se sienta como poseso sobre el borde de su cama.
No es una alucinación, tampoco es la primera vez que él lo visita. Es sólo que nunca antes vio a un Gong Jun así: con el pelo húmedo, una toalla colgando de su cuello, una remera que tiene el cuello algo desgastado, unos cortos negros muy holgados, y sujetando un envase con lo que supone que es comida. No es el Gong Jun con el que estuvo regodeándose en su imaginación, porque ése tenía pelo largo y la ropa elegante de color rojo pasión con el que filman las últimas escenas.
Mierda. No quería pensar en eso, pero era inevitable, ¿no?
Gong Jun ríe, claro, de haberlo pillado en semejante situación. Zhehan reza en su interior; que Gong Jun no se diera cuenta de que toda su sangre pasó a enrojecer sus mejillas, toda su cara, hasta la punta de sus orejas.
—¿Y esa cara, Zhang laoshi? —el alto y delgado Gong Jun deja el envase sobre la pequeña mesa, con confianza y seguridad empieza a buscar palillos y platillos para cenar— siento como si hubiera pillado a un Zhang laoshi adolescente viendo algo prohibido.
Bueno, no estaba lejos de lo que estuvo sucediendo, pero mentalmente. Aunque no es como que le hubiera estado quitando la ropa, o soñando con que hacían otras cosas con sus trajes puestos, es sólo que bastaba con pensarle para pensar que estuvo haciendo cosas malas o prohibidas.
—¿Lao Gong pensando en cosas prohibidas?
Agradece que todavía su conexión cerebro boca esté intacta. Adora cómo las mejillas de su autoinvitado se colorean por el sobrenombre. Sabe que no es por el tema que abordan. Le fascina que se ponga así y disimule su vergüenza mientras sirve el kimchi del envase en los tazones.
—Ese fuiste tu —se defiende mirándole al fin—. Yo no veo o pienso en cosas prohibidas.
Zhehan siente una leve punzada en el corazón. Es frustrante (sólo un poco) saber que el objeto de sus fantasías no lo piensa de ese modo. Y es mejor pasar de página antes de que su libido crea que tiene oportunidad de salir a flote. Porque sí. Es Gong Jun y no tiene permiso para fantasear en ese nivel con él.
—Oh por dios, Lao Gong, ¿actúas como una quinceañera virgen?
Gong Jun ríe divertido intentando tapar su rostro con su guion, mientras busca dónde dejar su guion lejos de la mesa. Pero no donde fuera, busca un lugar donde parezca no desordenar el (poco) orden que hay en su coche casa.
—Aquí —sujeta el guion sin poder evitar rozar los dedos de su dueño, lo pone sobre el suyo que está sobre su almohada, para que en la mente ordenada de Gong Jun no signifique alterar el orden ajeno—. Además, eres Lao Gong, ¿no se supone que cumples con tus deberes maritales?
—Nunca dije que fuera virgen —se defiende el “manos bonitas” mientras acomoda el milímetro que se encuentran separados sus palillos, antes de sentarse—. Sólo que no es el momento para pensar en esas cosas, porque obviamente te descubrí justo en eso, ¿no?
La cara que pone hace que Zhehan se encoja en su silla. Más cuando las huesudas rodillas rozan las suyas por debajo de la mesa y cree que, además de ponerse rojo por el contacto, terminará gritando exactamente como si fuera una loca quinceañera enamorada por estar en una cita con el chico que le gusta.
La piel se le eriza y no es por el frío de la piel ajena, es porque su estúpido cerebro no puede dejar de pensar en que realmente adora la forma en la que Gong Jun es. No es sólo su piel, ni su cara bonita o esas hermosas manos, menos el largo interminable de sus piernas; es la sinceridad extrema en sus ojos y esa picardía que (según todos) sólo sale a relucir cuando están juntos y los ojos ajenos pueden observar esa faceta en él.
—Gracias por la comida —inicia al sujetar sus palillos, esperando que su cerebro atontado al menos recuerde comer como se debía—. Y no me pillaste así, sólo estaba quedándome dormido.
Gong Jun sabe que ganó. Zhehan hace una mueca de disgusto, porque apenas pudo molestarle.
—Dije que te preparé la cena y que vendría —comenta mientras pulcramente acomoda una servilleta al costado del plato de Zhehan—; no me tomas en cuenta ¿verdad?
El estómago de Zhehan da un vuelco al ver un sentimiento de decepción pintándose levemente en la faz ajena.
—¡No, no, no! —suelta los palillos y pierde el control de sus manos que intentan ayudar a la explicación que pronto daría— ¡Es sólo que seguro me lo dijiste cuando estábamos terminando y, sinceramente, estaba a punto de desmayarme!
Cuando Gong Jun empieza a reír a carcajadas, Zhehan entiende que fue una broma, una que se tomó tan en serio que creyó que realmente lo hirió. ¿Podía ser más idiota?
—Era una broma, no te dije nada cuando nos fuimos —dijo utilizando la servilleta para cubrir su risa con ella—. Te vi así de mal, por eso preparé la cena y vine sin avisar.
No es alguien que haga pucheros normalmente, pero no puede evitarlo. Cayó en la broma y además la explicación le hace sentir que realmente es el mejor verano de su vida. Y eso que cuando fue un tonto universitario e hizo todas las idioteces que pudo en uno de esos últimos veranos, creyó que lo había sido. Sinceramente, ahora ni siquiera recuerda lo que pasó para que pensara de ese modo. De lo que está completamente seguro es de que jamás olvidará el cuidado e interés genuino de ese Gong Jun que tiene en frente, con quien tiene las piernas enredadas debajo de la mesa y no hay ni un atisbo de incomodidad.
Maldita sea. Quería llorar.
Qué ganas de decirle todo lo que siente. Y no lo hace, no por temor al rechazo, sino porque teme que le dirá lo que cree que dirá. Es tan evidente en él, en alguien como Gong Jun, alguien con los pies bien firmes sobre la tierra.
Qué ganas de sujetarle la cara y besarle hasta ahogarse y morir (de ser posible) derretido, sin remedio ni vuelta atrás.
—¿Cómo haces para ser tan… así? —dijo frustrado, muerto de ganas de poder besarle la boca, toda la cara y más, mucho más.
—¿Hacer bromas así? —oh, dios, y podía ser tan… ¡así! — Lo aprendí de usted Zhang laoshi.
Ahora quiere llorar más, mucho más que hace un momento atrás.
No se trataba de un estado de ánimo volátil ni cambiante porque sí, la razón está en sus narices y ahora se siente flotar, volar siendo manejado por el viento, como esas semillas de diente de león buscando tierra fértil para florecer, aunque él fuera a terminar clavado en la camiseta desgastada de Gong Jun.
—No te había visto esta camiseta —comenta pensando en el par de hilos colgando y el tejido desgastado del cuello de esa camiseta blanca—, ¿es tu acto de rebeldía?
Gong Jun le mira con esa cara de perrito mojado y extraviado antes de responder ante la severa acusación.
—Es el obsequio de mamá y me gusta llevarlo conmigo, es muy cómoda.
Y ahí estaba la razón por la que Gong jun podía aguantar que algo vaya fuera de lugar en sus vestidos; el cariño por ser un obsequio preciado.
—No me mires así —exige al verlo triste, como si a Zhehan le ofendiera que lleve un par de hilos colgando y el tejido desgastado (seguramente porque fue lavada miles de veces)— como si algo estuviera mal, santo cielo —puso los ojos en blanco para restarle importancia—; hasta se ve sexi en ti.
Pues, le gusta más que Gong Jun tenga cara de desconcierto e interrogantes explotando a su alrededor, que esa cara triste que le hacía doler el corazón.
Puede notar el cambio de humor rápidamente cuando Gong Jun deja un poco más de kimchi en su platillo. A buen entendedor, pocas palabras.
El tiempo pasó, no tiene ni idea de cuánto, de si fueron sólo minutos, horas o lustros enteros, porque siente la eternidad estando a su lado, existiendo en su presencia, lavando la loza, equivocándose a propósito para molestarle con las gotitas de agua salpicando la cara de Gong Jun, porque Zhehan es torpe al enjuagar los platillos (a propósito). Ojalá el amanecer jamás llegara, el sol decidiera marcharse a otra galaxia y esa noche se hiciera eterna, mientras practican sus líneas entre chistes y consejos que vienen y van para mejorar la escena que pronto grabarían.
La mirada de su coprotagonista es significativa, de repente, como si estuviera debatiéndose entre decir algo o no. Tiene esa mirada seria, ese ceño fruncido y las cejas casi unidas, otros pensarían que incluso está molesto, pero no Zhehan.
—Es mejor que me vaya —se pone de pie mientras cierra su guion sin volver a mirarle—. Deberías descansar.
Zhehan sabe que eso no es lo que quiso decir, porque nadie pondría una cara así, mucho menos si se tratara sólo de decidir que era demasiado tarde para seguir despiertos. Bueno, podía ser una posibilidad siendo Gong Jun, pero algo visceral le dice que no, que hubo algo más en esa cabeza que, quizá, jamás tenga la oportunidad de saber, tristemente. Dios, ¿acaso ese hombre podía ser tan dramático y verse tan sexi una noche cualquiera como esa, sólo para decir adiós hasta el día siguiente?
Ve cómo acomoda perfectamente la silla y revisa no haber dejado nada fuera de lugar antes de dirigirse a la puerta y abrirla para marcharse, indiferente ante lo que se cocinaba en la cabeza de Zhehan. Pero es Gong Jun deteniéndose al abrir la puerta, mirando el sereno panorama nocturno, porque para esa hora seguramente todos se fueron a descansar. Su perfil se ve increíble, esa mirada llena de indecisión brillando junto a su rostro iluminado por las luces amarillas de las viejas farolas de las calles falsas del gigantesco set de filmación.
Qué ganas de tomarle una foto.
—En realidad sí pienso en cosas prohibidas—dice casualmente mientras sostiene la puerta de la casa rodante, sin mirarle—, pero no en general —Zhehan no sabe qué decir, quiere fastidiarle o picarle con algún comentario picante, pero su boca no responde, pese a que cientos de oraciones se forman en su hilo de pensamientos algo desordenados—. Estos días las pensé, pero… —Gong Jun deja de mirar el horizonte que hace segundos parecía muy entretenido, baja la mirada a sus pies, como buscando algo que le diera valor para terminar de expresar sus ideas, y parece hallarlas cuando su ceño se vuelve a fruncir y su mirada se hace intensa—, pero es por ti o contigo.
La puerta se cierra y Zhehan está seguro que murió la última neurona que tenía existiendo y sosteniéndole cuerdo en el infierno veraniego a más de cuarenta grados de Hengdian. Y, extrañamente, no fue el sofocante calor que terminó por hervirlo como si estuviera repentinamente a más de cien grados; fueron las palabras de un Gong Jun que no sabía mentir, mucho menos disimular.
En medio de su felicidad, su sonrisa boba bailando en su cara, está consciente de que su cerebro está fundido dentro de su cráneo, si alguien lo abriera, seguramente encontrarían algo así como queso fundido.
Y qué importaba, si es feliz rememorando (quién sabe por cuánto tiempo) lo que dijo Gong Jun, esos ojos que no se atrevieron a mirarle y ese rostro serio que no daba lugar a que pensase que le estuvo jugando alguna broma en la estuvo pensando, la que estuvo planificando durante todo el día para molestarle. Además, el tema surgió de manera tan casual que, aunque quisiera, no podría pensar que fue algo muy planificado de confesar.
¿Y qué se suponía que significaba?
Era sólo una broma más, de esas con las que tanto se molestaban, ¿verdad?
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Están con sus atuendos bien arreglados, con sus cabellos recién peinados —por milésima vez— en ese día, más maquillaje para quitar el brillo del sudor excesivo por el calor abrasador, incluso por la noche.
La brisa suave y fresca es su amiga esa noche, cuando tiene moretones en la cara y su ropa está desordenada por la pelea que su personaje tuvo con Ye Baiyi. La alegría todavía zumba en él, las tantas risas y fallas en la grabación, esa tonta fijación que desarrolló por molestar a Huang Ming.
Quizá fue porque un buen día Huang Ming lo pilló mirando demasiado a un Gong Jun que estaba perdido en su teléfono móvil, mientras él se perdía en su rostro serio, como si estuviera resolviendo la vida allí en ese estúpido aparato que él no termina de aprender a manejar, y Gong Jun le molestaba tanto con eso.
—Bonito día, ¿no? —dijo clavándole el huesudo codo en sus costillas, con esa sonrisa pícara y esa mirada (de quien no aceptaría excusas de ningún tipo) que señalaba al objeto de su máxima contemplación.
—No le veo lo bonito —se quejó intentando escapar de la inquisición que brillaba en los ojos y la sonrisa de Huang Ming.
—¿Ah no? —le dirige una mirada suspicaz sonriendo de costado— por la forma en la que lo observabas, parecía que sí.
—Pues no —insistió, aunque era una batalla perdida.
Jamás se lo perdonaría. Verse expuesto ante un Gong Jun que levanta la mirada sorprendida con tintes de tristeza. Qué idiota fue. Y es que su tonto orgullo le hizo olvidar que, momentos antes de que Gong Jun se sumergiera en su teléfono móvil para resolver unos problemas, estuvieron tonteando, pellizcándose y riendo como un par de idiotas molestándose por tonterías y, a modo de broma, llamándose por sobrenombres cariñosos.
Mierda.
—¿No? —cuestionó el triste y contrariado Gong Jun— Pensé, bueno, a mí si me lo pareció.
La mirada herida y algo confundida se voltea hacia un tonto Ye Baiyi que se encogía de hombros y empatizaba con él.
—Y a mí.
Zhehan tuvo que contener las ganas de desear que el hombre desapareciera y se llevara consigo esa vergüenza que tiñe sus mejillas, y esa creciente sensación de haber estropeado algo sin querer, por tonto.
Y ahí está, con el corazón contento (agradecido en cierto modo) por la compincharía que desarrolló con Huang Ming que, además, le guardaba el secreto. A veces le sonreía con empatía y, muchas otras veces, le molestaba haciéndole sentir como si estuviera todavía en la preparatoria.
Había sido un buen día, las escenas se filmaron sin la necesidad de repetirlas en una cantidad exagerada. El director decía que las escenas entre ambos simplemente surgían, todo fluía de forma natural; ellos estaban encantados con las felicitaciones.
Tenían un descanso y Gong Jun está a su lado intentando repasar sus líneas por milésima vez, pero Zhehan sabe que es más su culpa por estar riendo, que porque Gong Jun realmente fallara en algo.
—Ya casi terminamos —le dijo para que no fuera a estresarse.
—Estuvo muy entretenido ¿no? —Gong Jun tiene una sonrisa bailando en la cara y un brillo extraño en sus ojos al mirar a Huang Ming que estaba charlando con el director.
—Perdóname, Lao Gong —susurró para que sólo él escuchara y se conmoviera por la sinceridad con la que se disculpa y le hace ojitos—. Ya no haré tantas bromas y así terminaremos de filmar.
Gong Jun se le queda mirando algo sorprendido, con sus labios separados, como si quisiera decir algo, pero sus miradas golpearon y Zhehan no sabe si le pasa lo mismo, pero él cree tener la mente en blanco, como si alguien hubiera reiniciado el ordenador en su cerebro, o como si tuviera un virus, sí, de esos que te muestran una foto parpadeante mientras te dice que tu equipo tiene virus; sólo que es la expresión en la cara de Gong Jun la que parpadea, con esa mirada que le revuelve las entrañas.
—¡A filmar!
La burbuja explota y ambos sólo sonríen, porque de repente parece incómodo.
Es la milésima vez en la que deben repetir la escena, porque a él le va bien fallar y olvidar sus líneas. La última mirada compartida con Gong Jun lo perturbó y gracias al agua helada que le ofrece Xiaoyu, puede hallar la concentración que se le escapó. Gong Jun no parece enfadarse, en absoluto, sólo le mira y termina riendo cuando se equivoca. A decir verdad, Zhehan tuvo miedo de que se molestara, no tiene idea de porqué, pero se alegra de que no fuera así. Porque no sabe lo que sentiría si le mostrara un rostro molesto o algo parecido.
Es feliz cuando consigue repetir perfectamente las líneas y Gong Jun es su pareja de baile perfecto en esa escena. Es sólo que, cuando se supone que Wen Kexing se avergüenza y debe ponerse de pie para luego ayudarle, ve la mano ajena acercarse y sujetarle la barbilla…
Zhehan despierta y la sensación hormigueante en sus labios es tan real, como si Gong Jun lo acabara de besar delante de las cámaras y de todo el mundo.
¿Cómo se suponía que olvidase semejante momento?
Porque es el director diciendo corte y Gong Jun sonriendo algo tímido mirando al director que tiene cara de necesitar explicaciones urgentes.
—No estaba en el guion —dijo sorprendido, quizá más por el cansancio que por el beso en sí.
—Sucede que sentí que la escena lo ameritaba —dijo Gong Jun intentando explicarse desde el piso—, sentí que era el momento perfecto para algo… así.
Algo así. Mientras ellos charlaban sobre la perfección del momento, la historia y la fotografía en esa escena, Zhehan intenta respirar para controlarse y poder expresar sus líneas por millonésima vez esa noche, sin parecer que tuviera un derrame cerebral in situ.
—Estuvo perfecta, debo admitir —comenta el director suspirando como el resto de la gente—, pero no pasará la censura.
Zhehan cree que pronto reirá, llorará o algo. Parece una bomba de tiempo, una olla a presión a punto de explotar, porque nadie allí parece interesarse en uno de los protagonistas que parece estar entrando en coma por la sorpresa de aquel beso, pero no, todos hablan de lo hermosa y perfecta que fue la escena improvisada.
Y, estando enredado todavía entre sus sábanas, escuchando el paisaje increíble del cantar de los pájaros e insectos de la región, todavía lo recuerda perfectamente; el cosquilleo en sus manos, esas malditas ganas de sujetar la cara de Gong Jun y comérselo a besos. Pero no, se suponía que era Wen Kexing el que lo besó, no Gong Jun. Y Zhehan se debate entre la cordura y la locura, porque en el momento en el que sintió ese beso, dejó de ser el personaje y se lo tomó tan a pecho que, está seguro, jamás lo olvidará.
Siente el típico nudo en la garganta, esas ganas de llorar irracionales que se acumulan en su pecho, que pronto explotarían, porque cualquiera le diría que sólo está confundido, por su contexto, por su trabajo, por los personajes y un montón de cosas que sí tienen sentido. Pero para Zhehan no.
Tenía que hablarlo, con él, con Gong Jun. Está seguro de que lo hará, pero ojalá la valentía le dure tanto que no termine vomitando por lo ansioso que se pone cada que piensa en hablar de sus sentimientos.
Está (casi) seguro de que Gong Jun le dirá que está confundido, como todos, como su maldita consciencia que le advierte que no debe hacerse ilusiones, pero ¿cuándo le hacía caso, de todos modos?
Las manos le sudan más de los habitual, agradece poder culpar al golpe de calor veraniego por ser su perfecta tapadera. Empeora con el pasar de los días, porque ya casi terminará, su fantasía terminará y, sinceramente, no cree ser capaz de aguantar el marcharse sin haberlo hablado.
Y es que esa imagen, de Gong Jun alejándose del beso, con las mejillas sonrosadas y una sonrisa tímida, quedaría tatuada en los pliegues más densos de su cerebro. ¿Un beso podría ser así de alucinante?
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Notes:
Es un capítulo algo corto, pero contiene un dulce que no fue muy comentado en las redes, pero salió en weibo. Fue un dulce que nos tuvo pensando por días en qué escena se suponía que aquello sucedería.
Espero lo hayan disfrutado ;)
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—¿Qué haces? —dijo la bonita voz grave.
—Una canción —contesta cerrando su cuadernillo, para mirar finalmente al intruso.
—¿Para mí? —coquetea la voz grave y sedosa, tentadora.
¿No debía ser evidente para el resto que Zhehan tenía una especie de paro cardiaco al ser descubierto en su intento de sacar de su pecho todo lo que sentía por ese Gong Jun impiadoso?
—Sí —esconder la verdad entre bromas era su especialidad, ¿por qué no decírsela sabiendo que Gong Jun no le creería? Nadie lo haría, ¿verdad?
Ve la enorme sonrisa dibujarse en esa boca que probó una vez, una.
—Entonces enséñamela, quiero saber —exigió.
Zhehan pudo verlo, pudo ahogarse en esa mirada cristalina y honesta. Si con alguien no funcionarían sus especialidades, ese sería Gong Jun; su enemigo natural. Porque le creyó y pudo ver el brillo especial en sus ojos ilusionados. Qué malditas ganas de besarle, de recorrer toda su cara y abrazarle, jamás soltarle, porque siente que morirá si lo hace.
—Cuando esté terminada, Lao Gong —tuvo que seguir (y al menos molestarle), porque no halló el coraje suficiente para decirle que era una broma (porque no lo era) y romperle el corazón. ¿Quién podría? Sería un desalmado si lo hiciera—. Es casi como querer ver a la novia con el vestido antes del matrimonio.
Gong Jun le clavó un codazo en las costillas. Zhehan pellizcó su brazo hasta hacerle gritar y terminaron jugando sin importar que los demás los vieran hacer el tonto en su hora de descanso.
Porque no hace falta estar a solas, aunque lo agradecería mucho, pero cuando están juntos el resto simplemente deja de importar. Se pierden en su mundo de conversaciones que parecen bromas y confesiones que hacen que el corazón de Zhehan tenga que latir de forma arrítmica, como si fuera el corazón de un anciano de noventa años con marcapasos.
—Entonces, yo también debería escribirte una canción —comenta casual un Gong Jun con la mirada perdida en el ocaso, con una pequeña sonrisa bailando en su rostro, soltando un suave suspiro.
—No debes —se apiadó del pobre hombre.
Gong Jun dejó de observar el paisaje y miró a Zhehan del mismo modo, como si estuviera contemplando el mismo paisaje salvaje; casual y hermoso.
—Corrección: no debo, quiero.
¡Oh, por Dios! ¿Cuánto más resistiría su viejo y cansado corazón? Esa cantidad de ataques al corazón no era normal, porque debe aguantar que se muere de ganas por besarle por enésima vez en el día.
—¿En serio, lo harás? —de repente su sonrisa se desvanece, porque ya no aguanta esas ganas de contarle sobre lo que siente— ¿Siquiera tienes algo que decir sobre mí?
Gong Jun desvía la mirada. Nuevamente enfocado en ese atardecer cada vez más oscuro y suspirando extrañamente. Zhehan no puede dejar de mirarle, porque es hermoso, y porque tienen el tiempo escaso.
—Podría hablar de ti por años —sonrió sin mirarle, como si no quisiera revelar más de lo que sus palabras revelaban de por sí—; no me cansaría de hacerlo.
Zhehan tiene un cúmulo de emociones en el pecho que apacigua con agua helada, bueno que terminó calentándose entre sus manos, mientras conversaba con un Gong Jun que parece extrañamente taciturno últimamente. (O es que sólo son ideas suyas, sí, proyecciones diría el viejo Freud hablándole a su consciencia, sujetando un habano entre sus dientes, vistiendo un traje pulcro, mirándole como si fuera un ser inmerecedor de sus conocimientos, un miserable insecto, un mosquito aplastado por el amor.)
—Programaré un concierto más adelante —comentó casual al acercarse a un Gong Jun que dejaba a las estilistas arreglarlo para grabar la siguiente escena—, supongo que podremos cantar estas canciones allí.
Los ojos de Gong Jun se hacen enormes, casi como si los orbes fueran a salir y a rodar hasta el riachuelo. Ya podía imaginarlo y le hizo gracia.
—¡¿Qué?! —pues acababan de llamar la atención de todo el mundo con el alarido de Gong Jun— ¡¿Yo cantar… concierto?!
Oh, parecía que algunas neuronas fallecieron en ese cerebro y su dueño apenas podía pronunciar una oración con sentido.
—Por supuesto —Zhehan tuvo que aprovecharse del estado desesperado y desaliñado de ese Gong Jun que siempre está en perfecto estado—. Tengo que alardear mi nuevo mini álbum y la canción que me escribirás.
—¿Qué canción? —interrumpe el director intentando refrescarse con el guion que tiene entre sus dedos— ¿Las que cantarán para el soundtrack?
Gong Jun parecía haber dejado de existir, como si su alma hubiera abandonado su cuerpo. Mientras Zhehan se regodeaba a sus anchas al saber que estaba en su caldo.
—No se preocupe, Lao Gong —susurra suavecito para que sólo él alcance a escuchar—. Le ofrezco mi ayuda incondicional para practicar.
Tuvo que ser así de idiota y engreído, ofreciéndose como si fuera el Luciano Pavarotti chino; ahora no sabe qué hacer consigo mismo cada que Gong Jun se toma en serio sus sesiones de canto, deslumbrándole con su seguridad, esas ganas de cantar y mejorar, aun sabiendo lo terrible que es. La sinceridad con que intenta cantar termina por derretir a un Zhehan que siempre se ríe de él, con él, conmovido hasta los huesos, adorando esos errores de un modo que no supo que haría alguna vez. Su corazón parece desangrarse cada que Gong Jun desentona y terminan riendo como si no hubiera un mañana. Gong Jun se siente seguro con él, confía en él, sin un atisbo de duda, como si fuera capaz de desnudarse y mostrarse tal cual era, sabiendo que Zhehan lo cuidaría y atesoraría. Y lo hace. Lo hace.
(Si el cielo fuera real y el ángel que cuidaba la entrada le preguntaría qué había hecho para merecer su ingreso allí, Zhehan le contaría que protegió con todo su cariño ese corazón, y el ángel le dejaría pasar conmovido.)
Y el pecho le duele porque Gong Jun sea así, de ese modo, sí, de ese modo que no puede explicar, porque parece simplemente demasiado.
Y es cuando Gong Jun se ausenta por un momento de su vida, un mediodía cualquiera y la asistente se acerca y le saluda con una reverencia. Zhehan tiene la intención de imitarle y seguir su camino, pero ella se detuvo y sonriente dijo: él suele ser más reservado. Luego desaparece entre la gente seguramente buscando a su jefe y Zhehan se queda como si hubiera olvidado todo lo que tenía planificado en su trabajo el resto de la tarde.
¿Qué se supone que haga con esa información? ¿Morir de amor? Pues sí. Murió y volvió a nacer.
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Notes:
Siempre pensamos que Zang ZheHan escribió Sorround pensando en su enamoramiento por Gong Jun, ¿quién no? xD y es a partir de esta idea que también esperé (aún lo hago) el concierto de zzh :')
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Está recostado contra una columna de madera enorme del set de actuación en Hengdian. Admira la hermosa infraestructura mientras la música alegre le ayuda a relajarse un poco. A veces sólo necesita un poco de aire y algo de espacio para que su salud se recomponga del calor extremo de ese extraño verano.
Cierra los ojos cuando el sonido dulce del chachachá empieza a sonar en su reproductor de música. Adora esa canción. Qué ganas de teletransportarse a aquellas tierras que la voz perfecta, de su artista favorito, describe al ritmo de la música alegre originaria de esas tierras calientes.
—Olvida las preocupaciones en este país donde el amor no termina, la soledad será conquistada dondequiera que estés —tararea feliz— una carta de amor de la ciudad al cielo…
—Los carteles ruidosos se acuestan, en el balcón del ático —Zhehan abre los ojos al escuchar la voz que tanto le arranca suspiros últimamente— y tú eres el mar descrito por los escritores.
Pues el objeto de su atención y amor se sienta a su lado, con una sonrisa mientras tararea la canción, cantando sólo partes que conoce mientras cierra los ojos. Le encanta que Gong Jun no se dé cuenta de que lo observa y se dé cuenta de que esa canción lo describe a él, porque la letra describe un gran y dulce amor.
Se incorpora y ofrece uno de los auriculares, no sin antes limpiarlo, como el mismo Gong Jun hizo varias veces antes. Era un fanático de la limpieza y él lo respeta.
Gong Jun lo acepta y Zhehan siente que ese pequeño espacio (de apenas centímetros) es demasiado para estar a su lado, con el sol de mediodía alegrando el hermoso paraje del estudio, y esa música que le hace dar ganas de bailar, no sabe cómo, ni siquiera se atreve a poner la invitación en voz alta. Sólo se recorre y acaba con el espacio entre ellos, y no le interesa nada más que buscar esa cercanía por la que últimamente su corazón ruega.
No teme el rechazo, simplemente apoya la cabeza sobre el hombro ajeno y decide que le robará este momento a la vida, le dedicará estas canciones de amor en secreto.
—Tenerte es tener el mundo entero —canta inmerso en su sueño, protegido por esa burbuja de seguridad extraña que encontró cuando Gong Jun simplemente decidió existir en su compañía sin decir nada más que reconocer la canción de su artista favorito y hacerle compañía.
—Dices que eres difícil de conquistar quieres que sepa que es difícil y que me retire…
—No necesitas regalos caros…
—Sólo con la fragancia de hojas secas en un patio para crear una cita romántica, sin miedo de arruinarlo todo.
No era una competencia ni mucho menos. Pocas veces podía compartir con alguien canciones que ama y cantarlas de ese modo, recordando esas épocas de su juventud en la preparatoria y la universidad, cuando hacer amigos y divertirse (mientras estudian y se preparan para la vida) es lo más importante. Gong Jun le hace sentir de ese modo, le hace sentir nostalgia por esos tiempos que creyó que eran sólo parte de una época, pero ahora lo vive y comprende que no es la época ni la edad, es la persona que le hace compañía que hace que la vida sea mucho mejor. Y es tan simple.
—Cariño no seas caprichosa, tus ojos están diciendo que me aceptas.
No puede decir que cantó como cuando está en la ducha, o como cuando una mañana algo lenta canta mientras prepara el desayuno y luffy está dormitando en su pequeña cama, seguro de que su dueño le alimentará pronto. Cantó poseído por el sentimiento de esas estrofas poéticas que expresan perfectamente lo que siente en ese momento, lo que quiere hacer y debe aguantar, si no quiere arruinar las cosas.
Otra melodía empieza a tocar en los auriculares y Gong Jun todavía le mira sonriente. Están tan apegados, Zhehan jura que es la primera vez que están así y no es parte de una escena que deben filmar. Puede sentir el calor del cuerpo de Gong jun emanando a través de la tela de su ropa. Hombro a hombro, tan cerca que podría…
—Santo cielo, basta Lao Gong —se queja Zhehan, empujándole con el hombro, sintiéndose de repente observado—, no me mires así.
—¿Y por qué? —cuestiona un Gong Jun que hace un puchero triste.
—Porque podría querer besarte.
Su corazón sufre un paro cardiaco. Su conexión cerebro boca parece haberse atrofiado y soltó semejante estupidez. No es que fuera mentira, pero tampoco era una broma. ¡Una broma!
Ríe nervioso y Gong Jun ríe también empujándole con el hombro.
No está seguro, pero no recuerda haber visto las mejillas sonrosadas de Gong Jun al llegar. Son un panorama que no olvidaría, porque sí. Atesoraría su reacción avergonzada.
Tenían unos minutos más antes de volver al trabajo, minutos que juntos, meciendo los pies como si fueran pequeños niños, disfrutan al son de la música de su artista favorito. Gong Jun repite un par de canciones que dice que adora en el reproductor de Zhehan, presionando el corazón para que se guarde en su lista de canciones favoritas. Para Zhehan lo serían en adelante.
—Jura que iremos juntos a un concierto de Jay Chou —pidió Gong Jun cuando su asistente les hacía señales para que volvieran al trabajo, al menos no se acercó e interrumpió su burbuja de descanso.
—A todos los que podamos.
Y volvieron al set empujándose con los hombros, con Zhehan siempre terminando por estrellarse en algún poste cercano. Por todos los cielos, debía empezar a poner atención en su entorno, y no sólo enfocarse en su acompañante.
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Notes:
Sabiendo que Zhang Zhehan y Gong Jun aman a Jay Chou, quise aprovechar esas bellas canciones que creo que van perfectamente con ellos; la primera es Mojito y la segunda es Love Confession.
Gracias por seguir aquí <3
Chapter Text
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Normalmente no es de las personas que piensa demasiado en lo que ponerse, sobre todo cuando no se trata de asistir a un programa. Mientras se sienta cómodo suele ser suficiente. Sin embargo, aunque sabe que no es una cita como tal, pues se queda mirando las opciones para ir al cine con Gong Jun, y en ese estado de ánimo algo estúpido y cambiante (casi delirante), siente que no debe verse muy arreglado, pero tampoco demasiado normal, como si no fuera importante salir con él. Después de todo, ésta salida significa que su amistad no se reduce al trabajo. No lo es y le cuesta creerlo aún.
No es su primer coprotagonista, tuvo bastantes antes, pero pocas veces tenían algo más de lo que hablar cuando el tema de sus filmaciones terminaba, o el chisme o el error del día que terminaba en comentarios entre todos, un par de chistes y eso era todo. Ni qué decir de los chats, terminaban con ambos sin saber que más decir, al final del día todo se reducía a los guiones y el trabajo.
Con Gong Jun es distinto, ¿cuál distinto? Ni siquiera existe punto de comparación. A veces las horas para charlar parecen insuficientes, incluso cuando estuvieron todo el día juntos en las filmaciones. O cuando Zhehan iba a su coche casa, o viceversa, y los guiones terminaban a un lado y hablaban de comida, sus (terribles) técnicas culinarias, música o películas, hacer planes para probar cosas juntos, para llevarse a conocer el mundo del otro, invitaciones que no tienen fecha, pero que se sienten importantes, como promesas que parecen una vida más allá de la fecha límite de su trabajo que cada día se acerca más.
El estómago se le revuelve al pensar en ello. No quería, era horrible, estaba aterrado. La sensación se asemejaba a esa misma que sintió cuando supo que ya no volvería a ver a sus amigos de su escuela y estaría solo en su nueva escuela. Era ese mismo sentimiento, miedo mezclado con terror por el futuro en el que no sabría qué hacer sin esa gente que llegó a querer tanto.
El golpe en la hoja de la puerta anuncia que llegó el momento. Zhehan termina por sujetar su billetera y marcharse con lo que fuera que tuviera encima. Ya no había tiempo para alimentar sus inseguridades recién descubiertas por un Gong Jun que viste una pulcra sudadera negra con huevitos estrellados y unos jeans celestes desgastados, todo en orden.
—Bonita sudadera —halaga al que le espera sonriente.
—Gracias —se aclara la garganta ese Gong Jun todavía muy sonriente—. Bonito peinado.
Zhehan ríe con ganas empujándole con el hombro. Acababa de bañarse y sus cabellos estaban desordenados y tuvo que sujetarlos con una liga que halló por ahí sobre su mesa, sabiendo que lo molestaría si el viento soplaba muy fuerte. De todos modos, no estaba muy acostumbrado a llevar cabello largo y a veces era como molesto (aunque le gustaba mucho, la verdad).
—¿Trajiste las entradas? —inquiere un Gong Jun que camina a su lado.
—¡Espera!
Volvió sobre sus pasos corriendo y entró ágilmente a su coche casa a buscarlas.
Una noche, mientras cenaban y practicaban sus líneas, se quejó de no tener tiempo para ir a ver la nueva película de uno de sus cineastas favoritos.
—¿Y qué película es?
—TENET —dijo todavía con un puchero triste, ya eran varias semanas hace que se estrenó y Zhehan apenas tenía tiempo para respirar fuera del trabajo, un par de semanas más y seguramente la quitarían de la cartelera— ya está en cartelera bastante tiempo, según sé, estará sólo dos semanas más.
Y el idiota de Xiaoyu lo dejo solo en su melodrama. No quiso ni siquiera acompañarlo por pena, y no le ofrecería dinero, no le daría el gusto de ser molestado.
—No me importa cómo, o dónde, saldré de aquí y entraré al primero que encuentre este fin de semana, solo, no importa, ¡el punto es ir!
Gong Jun terminó riéndose de él, a Zhehan no le hizo gracia, pero no le culpó. Él mismo se reía de sus planes desesperados. Estaba haciendo el ridículo, pero realmente amaba ese director y deseaba ver su película. Estaba volviéndose loco escapando de las redes sociales para no terminar arruinando su experiencia en el cine.
—Si tu quisieras, podríamos ir juntos —dijo el alto mirando todavía su guion, tan casual—. Conseguiría entradas en un cine IMAX, soy miembro VIP.
Zhehan quedó en blanco por un momento. Al parecer lo que sus oídos captaron no terminaron de pasar a ser procesados por su cerebro, mucho menos parecían oraciones con sentido, porque Gong Jun le estaba invitando a ir al cine, así, tan casual que quiere pegarle. Porque Zhehan estuvo quebrándose la cabeza para invitarle a tomar un helado a las afueras del set en Hengdian, y hasta ese mismo instante no supo cómo abordarle sin derretirse por la vergüenza, por temor a delatar sus sentimientos y que Gong Junl se diera cuenta. Termina riéndose con ganas y a carcajadas, porque era un ridículo y patético ser enamorado, retrocediendo su evolución de un adulto a la de un adolescente hormonal que no sabe ni cómo hablar con la persona que le gusta sin terminar con las manos sudando, la cara roja y mareos por la emoción extrema.
¿Hace cuánto tiempo que no se sentía de ese modo? ¿siquiera había experimentado algo similar antes?
—¿Estás alardeando? —sí, tenía que molestarle de algún modo, vengarse porque él era un desastre y Gong Jun parece tan estoico y casual, como si estuviera hablando de comida.
—No —dijo entristeciendo de repente. Oh, Zhehan se da cuenta de que a veces no podía molestarle pensando que Gong Jun podría seguirle fácilmente—, pero si te molesta, yo no…
—¡No! —puso los ojos en blanco— ¡La idea es grandiosa! —abre los brazos en toda su extensión para que comprendiera— sólo quería molestarte.
Gong Jun vuelve a sonreír, pero esta vez hay un brillo especial en sus ojos, sí.
—Lo sé, sólo estaba molestándote, por molestarme.
Pero no pudo quejarse, ni mucho menos, porque Gong Jun sacó el móvil y empezaron a buscar horarios y a planificar su salida.
Cómo se quejaría si el hombre estaba tan dispuesto y alegre por hacer exactamente lo que Zhehan tanto quería. Lo adora cuando Gong Jun se pierde mirando la pantalla de su teléfono móvil, con un rostro serio, buscando concienzudamente el cine IMAX más cercano. Qué ganas de acariciar su rostro, o de besarle la mejilla cuando sonríe porque halló la sala más cercana y empezaba a revisar los horarios.
Qué ganas de quedarse así el resto de su vida. No cambiaría nada de ese momento, ni siquiera le espantaría el calor y la humedad que parecían sus enemigos esos días.
Y todavía siente la emoción burbujeando en su estómago, como si Gong Jun estuviera invitándole a salir otra vez, con esa sonrisa casual, con esos aires llenos de ingenuidad.
Sujeta las entradas y después de guardarlas sale rápidamente, encontrándose a Gong Jun esperando con la puerta abierta del automóvil.
—¿No te lastimaste? —pregunta al verle saltar del coche casa.
A veces Gong Jun parece más consciente del cuidado de su rodilla que él mismo. recibe regaños y siempre le ayuda a levantar cosas del piso, cosas que caen de sus manos algo torpes. Como si se pusiera en la tarea de adueñarse de su corazón, de cada latido, con sus atenciones, con sus manzanas que lo vuelven loco.
¿Cómo alguien podría volverse loco por una manzana?
Pues, tendrían que diseccionar su cerebro para entender, porque ni siquiera él mismo sabe. Sólo atesora con cariño, desde la primera vez, cada que Gong Jun llega con una manzana verde y se la entrega cuando toca descanso. Desde aquella vez, Zhehan no deja de preguntarse si es así de atento con toda la gente con la que trabaja, si se roba el corazón de todos y todos terminan adorándolo de ese modo que él hace.
—Descuida, Lao Gong.
Podría llamarle Jun Jun como la mayoría hace, sin embargo, le gusta molestarle y que se sienta especial (para ambos). Llamarle de una forma única, como si nadie más tuviera derecho a llamarle así.
Ojalá pudiera ganarse ese puesto para llamarle de ese modo con todas las de la ley. Podía seguir soñando, ¿no?
Además, le gusta que se avergüence y ponga esa cara, como si quisiera esconderse en algún lugar, o pellizcarle el brazo como a veces hace cuando lo molesta delante de la gente y no puede más con la vergüenza.
El día es perfecto (aunque es igual que los días pasados). La brisa fresca le ayuda a sobrellevar el calor y le permite concentrarse en la fotografía que su cerebro capta al acercarse y Gong Jun todavía está apoyado en el automóvil y le mira sonriente, con la cabeza a un costado. Por dios. Qué ganas de poder sacar su cámara desvergonzadamente y tomarle una foto como a veces hace en las filmaciones. O como cuando Gong Jun saca su teléfono móvil y le toma fotos sin mayor explicación que la de pasar el momento y sonreírle (como si fuera normal tomarle fotos sólo para guardarlas, sin disimulo alguno decirle que no las publicaría).
La voz de la gente que todavía camina por ahí saludándole interrumpe su hilo de pensamiento, pero lo agradece, en cierto modo, no podía quedarse mirándole toda la noche, aunque ganas no le faltaban. Tenían entradas para el cine y no podían llegar tarde.
La poca gente que todavía sigue andando por las calles falsas del set, no dice nada al verlos salir juntos, sólo saludan y ni siquiera se voltean a ver si realmente salen juntos, no como Zhehan creyó que harían. ¿Podría ser mejor?
La música de Jay Chou toca mientras Gong Jun conduce. Al principio creyó que sería incómodo que no hablaran de nada, pero sinceramente le gusta que él esté al mando y Zhehan pueda mirarle descaradamente de vez en cuando, cuando el semáforo está en verde y Gong Jun no puede ponerle toda su atención.
Su rostro bañado con las luces amarillas de las calles le fascina, le favorece mucho más cuando se voltea y le sonríe antes de continuar mirando adelante. Porque así es Gong Jun cuando conduce, es atento y cuidadoso, como con cada cosa que hace; ahora lo sabe. No podrían mantener una charla, aunque quisiera o insistiera.
Cierra los ojos y se siente completamente rodeado de él, con su colonia llenando el ambiente dentro del automóvil con sus suaves notas amaderadas, como si lo arrullaran y envolvieran en una cálida sensación de seguridad, como si estuviera flotando en una burbuja encantada.
—Zhang Laoshi —llama la voz suave de Gong Jun.
—¿Mn? —todavía tiene los ojos cerrados, sin ganas de perderse esa sensación que ojalá se hiciera infinita.
—No duermas, llegaremos pronto.
—Claro.
No dormía, se sentía flotar en una burbuja llena del aroma delicioso, de sus propias hormonas que parecen acumularse en su estómago y cosquillean en su pecho, como si las mariposas despertaran y le hicieran sentir que está enamorado, revolviendo sus entrañas por el temor. Porque el amor da miedo.
Cuando salen del estacionamiento, Zhehan no quiere perderse ni siquiera la sección inicial de comerciales y avances de otras películas, parece haber recuperado sus energías y camina a toda velocidad buscando la sala de cine de los tickets de entradas, arrastrando a un Gong Jun que se queja porque quiere palomitas de maíz.
—Sin palomitas de maíz no tendría sentido —dijo frunciendo el ceño y Zhehan se dio cuenta de que lo tenía sujetado por la muñeca como un prisionero. Gong Jun ni siquiera hizo el esfuerzo por soltarse (como si no pudiera), sólo se quejaba como un niño al que sus padres lo arrastraban a la sala de cine sin preguntarle lo que quería. Tenía esa expresión.
¿Acaso los hombres de la edad de ambos podían tener esas expresiones aún? ¿Reflejar esa sensación de tristeza en sus ojos sin siquiera intentar esconderlo?
—Está bien, yo busco la sala, mientras tú compra tus palomitas.
Zhehan siente que su alma volvió a su cuerpo cuando el rostro de Gong Jun vuelve a brillar con una sonrisa mostrando la hilera de dientes perfectamente blancos.
Encuentra el pasillo que lleva a la sala, se voltea a ver a Gong Jun terminando sus compras; un vaso con imagen 3D de la película rebalsando de palomitas de maíz e intentando no ensuciar el piso y comiéndoselas cuando intentan escapar de sus largos y ágiles dedos.
Qué ganas de ser una palomita de maíz.
—¿Feliz? —molesta a un Gong Jun que asiente sonriendo mucho más mientras Zhehan lo empuja dentro de la sala y entrega los tickets.
Es por el horario nocturno, de casi medianoche, que la sala está vacía y son los únicos que quiebran el silencio de la sala con sus risitas mientras buscan sus butacas y se acomodan en sus asientos.
—No reservaste toda la sala sólo para nosotros, ¿o sí?
Gong Jun clava uno de sus huesudos codos en las costillas de un Zhehan que ya está acostumbrándose a ese golpe, ese que llega cada que le molesta demasiado y le avergüenza.
A Zhehan, inesperadamente, le encanta que Gong Jun esté atento a la película y ambos se miren cuando las balas se invierten en el tiempo y la acción los hace alucinar, con el sonido envolvente que los mantiene atentos y viviendo la tensión de los personajes. Sinceramente, en algún momento, creyó que estaría solo metido en la película, y Gong Jun hasta se aburriría, porque no se conocían en ese aspecto, pero fue una agradable sorpresa que terminó por ser la compañía perfecta en el cine.
Maldita sea, cuando al final de la película el Protagonista se da cuenta de que su mejor amigo morirá por él, siente las lágrimas llenar sus ojos, porque es demasiado. Se voltea a ver a Gong Jun y tiene los ojos cristalinos como él, sufriendo del mismo modo. Dios. Qué ganas de sujetarle la cara y besarle, porque están tan conectados y jamás había disfrutado tanto una película y Gong Jun tan inmerso en la fantasía como él, le hizo decidir que no hay en su memoria una mejor cita en el cine que esa.
Su consciencia empieza a molestarle cuando cae en cuenta; podría haber pedido ver una película idiota y aprovechar para tontear con él, aprovechar la sala privada sólo para los dos, intentar abrazarle, intentar alguna movida que normalmente se hace entre parejas.
Qué idiota.
Bueno, al menos estuvo molestándole cuando le robó algunas palomitas que terminaron de antojársele, porque Gong Jun las comía con mucho gusto. Al menos sus dedos rozaron y no hubo incomodidad alguna cuando o Gong Jun o Zhehan se sujetaban sus dedos como si fueran palomitas de maíz, sólo fluyeron con la película sumergidos en las emociones de la cinta cinematográfica.
Las letras salen en el fondo de pantalla negro y Zhehan cierra los ojos intentando apaciguar esa marea de emociones por el final triste entre los dos amigos protagonistas. El director simplemente terminó por tocar la fibra sensible en su corazón… y con una película de acción. No podía pedir nada más en esa vida, salvo Gong Jun llegase a enamorarse también de él.
—No me lo esperaba —la voz de Gong Jun rompe el silencio con un largo suspiro.
—Ni yo, eran perfectos juntos.
Sin poder hacer mucho con sus emociones salen de la sala y los pasillos principales del cine estaban casi vacíos, sólo un par de almas vagabundas como ellos porque es más allá de la media noche.
—No sé qué hacer conmigo mismo —dijo sintiendo que tenía ganas de arrancarse esa emoción del pecho a cualquier costo.
—Podemos hablar de las escenas de acción —sugiere un Gong Jun que le mira con cierta preocupación—. ¡La escena del avión!
—¡La emboscada!
Es mágico, cómo Gong Jun le envuelve con la explicación de lo que más le gustó, quebrándose la cabeza al intentar adivinar cómo rayos hicieron esos efectos que los dejaron alucinados desde el inicio de la película. Estuvieron de acuerdo en que quedarían como un par de idiotas intentando explicar la inversión del tiempo, lo de la temperatura invertida y la vida que parece demasiado para el par de almas desveladas y emocionadas.
Si el viaje de ida fue tranquilo, Zhehan puede decir que, el viaje de regreso fue un intento de sacar todas esas emociones que experimentaron hasta quedar satisfechos y no tener nada más que decir (por el momento).  Parlotearon tanto, sobre tantas cosas que no creyó que hablaría con Gong Jun, pero ahí está, adorando la pasión con la que intenta explicar los giros de trama que le encantaron, preguntándose si usaron efectos prácticos o CGI en la escena del avión. Adora sus ojos abrirse sorprendidos, sonriendo y riendo mientras intenta no perderse el camino y olvidar el volante, cuando terminaron de hablar de James Bond y el tiempo se hizo demasiado corto.
Muy corto.
—Gracias.
Suspiró y quedó con una sonrisa bailando en su rostro, observando el set desértico de Hengdian, iluminado hermosamente por esas viejas farolas de luz amarilla, alumbrando más que la luna escondida por las densas nubes. Feliz es como se siente por ese tiempo y la compañía tan agradable, tanto que desea (por enésima vez en ese día) que se eternice hasta el infinito. Y le alerta pensar y sentir que jamás, antes, sintió una conexión así, así, con nadie. Su ex novia se descartaba por sí sola, y si sintió esa conexión con algunos de sus amigos, jamás tuvo esa sensación cálida ni mariposas en el estómago cuando estuvo con ellos, ni ganas de volverlos pequeños y guardarlos en el bolsillo de su camiseta, justo al lado de su corazón, para que sintieran de cerca la calidez de su amor. Porque él sabe que es amor, lo que han estado haciendo, lo que han estado construyendo, no es nada más ni nada menos que amor.
Gong Jun sólo le sonríe, un poco engreído, claro. De haber ido a cualquier otro lugar, hora, con otra persona, nada habría sido lo mismo y él no estaría sintiéndose como si estuviera a punto de tomar la decisión más importante de esa etapa de su vida. Si no hacía algo, pronto explotaría o peor, podría quedarse sin hacer nada, como un vil cobarde.
Siente que su corazón late tan rápido, como si estuviera terminando un partido de basquetbol, casi llegando al final, cuando el aire es insuficiente y debe realizar su último tiro, la adrenalina lo tiene en pie, firme, apuntando a la canasta, esperando hacer un Buzzer Beat en el último segundo. Las manos le tiemblan levemente y están sudadas. Sus entrañas se revuelven, no es por las palomitas ni por comer fuera de horario. El miedo parece reunirse en la boca del estómago y un nudo se forma en la garganta, como si estuviera a punto de llorar.
¿Y si lo arruinaba?
¿Y si a Gong Jun no le interesa de ese modo y estropea su amistad?
Y es que tiene tanto, pero tanto, demasiado, que perder.
El automóvil se detiene y Zhehan todavía no está decidido, todavía siente que no tiene dónde pisar, como si el piso debajo suyo se hubiera derrumbado por completo y el vértigo lo azota estremeciéndole completo.
—Ya llegamos —la gruesa voz quiebra el silencio tranquilo, pateando la última roca debajo de los pies de un Zhehan que casi se sobresalta cuando los seguros automáticos de las puertas saltan.
Quería llorar.
El amor jamás le dio tanto miedo. O perder lo poco que tenía entre sus manos.
Cuando se da cuenta de que decide que ese amor debería devolverse a su dueño, está fuera del automóvil, sin saber si se despidió y ya había perdido su oportunidad. Pero es grata la sorpresa cuando escucha la otra puerta cerrarse y ve a Gong Jun bordear el coche.
¿Cómo podía sentir todo tan especial? Si sólo son los dos, rodeados de un set falso donde trabajaban todos los días, por las mañanas, en las tardes y muchas veces en las noches, con tanta gente a su alrededor trabajando con cámaras, sets de maquillaje, gente vistiéndolos y sujetando todo tipo de artefactos que, acompañados de su alma de actores, hacen magia. Sí, es mágico. Aunque no hay nadie y puede ver ese algo más (que Zhehan también siente bombear en su torrente sanguíneo) en los ojos brillosos de su coprotagonista.
¿Y si estaba equivocado y era sólo el brillo especial de la luna que acababa de huir lejos de las nubes, iluminando el hermoso rostro, reflejándose en los negros y cortos cabellos que se mecen con la brisa nocturna?
—Entonces nos vemos mañana —dijo Gong Jun parado a pocos centímetros, recordándole que él solía hacer lo mismo con alguna novia o pretendiente.
Y no le importa el papel que tiene ahora mismo, le importa que le importe, que Gong Jun sea tan maldita y hermosamente responsable, como si hubiera salido con la novia y la dejara en la casa a la hora acordada con los padres. Por todos los cielos. Se siente avergonzado y ridículo, pero le mata que Gong Jun sea de ese modo. Le mata que exista.
Los cielos estaban hermosamente estrellados, con algunas nubes densas todavía intentando ocultarlas, la luna espantándolas para poder iluminar ese instante, derramar un poco de esa magia nocturna, convenciéndole, a través del susurro del suave viento hablándole al oído, de que es mejor dar el paso y saltar al vacío, que seguir pasando noches en vela pensando en lo que podría ser, sin llegar a ninguna conclusión.
Vuelve la mirada hacia el dueño de todas esas dudas existenciales que ahora mismo lo carcomen y empujan al precipicio. Y es que jamás antes estuvo tan convencido de sus sentimientos. Podía dudar del futuro, de lo que Gong Jun siente, pero no existía ni un ápice de duda sobre el sentimiento que lo recorre cada que lo piensa y su existencia es el motivo principal de que ande suspirando como un adolescente enamorado.
¿Y qué más daba? El Titanic de su película personal se hundiría de todos modos, sólo que, tal vez, en esta versión, no habría sobrevivientes; todos naufragarían con él.
—Hasta mañana.
No era bueno con las palabras (como todo el mundo pensaba al verlo parlotear en sus entrevistas). La elocuencia parece esfumarse, y junto a ella las palabras que, segundos antes, tenía en mente para contarle cómo se sentía. En ese instante no es más que una masa de hormonas, adrenalina y miedo mezclándose terriblemente, obnubilando su mente y pisoteando su orgullo de adulto capaz de comunicarse coherentemente con otras personas.
La mutación de esas emociones le impulsan a avanzar. Un paso. Un poco más. Gong Jun no se aleja y Zhehan rápidamente se acerca poniéndose de puntillas para dejar un beso suave en la mejilla ajena, lo más cerca posible de sus labios entreabiertos.
Gong Jun no reacciona, Zhehan se muerde el rabillo del labio inferior. Tiene tantas cosas que decir, pero su cerebro no conecta con el área del lenguaje, tiene cortocircuitos que le obligan a voltearse, abrir la puerta de su coche casa y entrar sin mirarle una última vez. No quería que viera que es un desastre.
Quería encender el coche casa y largarse de allí. Que la tierra se lo tragase y no tener que enterarse de que perdió lo más hermoso que pudo conocer en toda su vida.
Resignado a que no podía hacer algo así, se mete a la cama con la firme intención de dormir, pero su cabeza sólo le mortifica con las probabilidades, con las peores haciéndose realidad. Hecho bolita en la esquina de su cama, sin haber pegado el ojo el resto de la madrugada, es distraído por la pantalla de su teléfono móvil que se enciende repentinamente.
Seguramente era Xiaoyu para recordarle que debía levantarse temprano, sabiendo que salió hasta la madrugada la noche pasada y cabía la posibilidad de que se quedase dormido.
Estira la mano y con las pocas energías que le quedan de la noche que pasó en vela y torturándose, desbloquea la pantalla para contestar el chat y decirle a Xiaoyu que no se preocupara, pero que necesitaba terapia (es decir, necesitaba charlar urgentemente durante el desayuno).
Es sólo que cuando se abre la aplicación nota que el chat de Xiaoyu no tiene mensajes nuevos, pero hay un chat que sí; tiene la cara de Gong Jun y en su identificación dice: Lao Gong. El miedo lo invade, siente que quiere desaparecer por millonésima vez en esa hora y retroceder el tiempo para no haberse atrevido a tanto.
¡Maldita sea!
Enojado consigo mismo, dolido por verse reducido a un ser cobarde y débil, sujeta el teléfono móvil, y cual enemigo, presiona con todas sus fuerzas para abrir el chat y ver lo que, seguramente, sería el mensaje en el que Gong Jun lo rechazaría.
No pude dormir, ¿te pasa lo mismo? :(
Claro que le pasaba lo mismo.
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Notes:
Aquí el dulce del cine. Fervientemente creo que sí fueron juntos. Me hizo tanta ilusión escribir esta parte. Espero también les guste <3
Agradecimiento especial a Patty (ojalá lo leas) por los datos exactos del dulce y otros datos más<3
Chapter Text
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Xiaoyu prepara las verduras, mientras Zhehan lava el arroz, porque en ese momento no está en todos sus sentidos para sujetar algo tan peligroso, ni hacer cosas así, porque su motricidad fina estaba siendo afectada.
—¿Se besaron o algo así?
Por el sonido hueco y fuerte de los músculos del cuello de Zhehan, ambos temen que se hubiera quebrado el cuello, pero, menos mal, respira profundo y se da unos masajes antes de confesarse.
Xiaoyu podía ser como su consciencia, pero sin filtros.
—No, yo lo besé —dijo derrumbándose en la silla, mirando a Xiaoyu como si fuera su verdugo—, ¡pero no en la boca! —intentó defenderse— No me atrevería.
Si Xiaoyu le miraba con esa expresión en la cara, esa que siempre usaba cuando se burlaba de él, terminaría destruido al iniciar el día nada más, sin embargo, al final terminó con una risa que, gracias a los cielos, no era de burla.
—Creo que jamás te vi así —dijo señalándole con la zanahoria a medio pelar—: con esa cara de idiota enamorado.
Zhehan frunce el ceño. Xiaoyu no tenía que decirlo, ya era suficiente con su propia consciencia que se burlaba de él. Su mente está las veinticuatro horas en modo poeta, tejiendo frases románticas y bonitas cada que Gong Jun llega a su mente con esa mirada tan bonita que tenía reservada sólo para él. Porque, es cierto, hasta ese instante no logró a ver que alguien más sea merecedor de esa cara de cachorro con ojitos llenos de ternura.
—Es que jamás me pasó algo así, jamás antes conocí a alguien así, ¡así! —se sujeta los cabellos desordenados y continúa su queja— Jamás pensé siquiera que alguien así existiría. Alguien que me deshace, que me derrite sin piedad.
Y es que cuando está con Gong Jun siente que puede ser capaz de todo, capaz de ser genuino y existir libre, ser simplemente, sin temor al rechazo o la crítica mal intencionada. En sus ojos puede ver el genuino interés cuando hablan y Zhehan le cuenta sobre alguna inquietud y ambos conversan, expresándose sin miedo y sinceramente. Adora la sinceridad y la malicia inexistente en él. Es tan transparente que Zhehan cree poder ver a través de sus ojos, tal como dicen los dichos: los ojos son la ventana de alma. Siempre le pareció tan cliché cuando escuchaba hablar de ello, imposible hasta que conoció a Gong Jun. Cada que sus miradas golpean, siente que quien inventó aquella frase, seguramente conoció a alguien como Gong Jun, un alma sincera. Un alma tan escasa en ese mundo que a veces simplemente es tan tétrico, pero en su mirada puede entender que puede ser sin temor a nada.
—¿Estás pensando en él? —Xiaoyu ríe nuevamente con ganas, sacudiendo su cuerpo entero, pero sin malicia (lo cual agradece) — Ni siquiera debería preguntar, eres tan evidente.
Zhehan suspira mientras apaga la arrocera eléctrica y saca un par de tazones para servir. Necesitaba ocuparse en algo, porque estaba perdiendo el horizonte. Estaba tan enamorado y todo era demasiado romántico, hasta cocinar arroz le arrancaba un par de suspiros. La comida en sí era un tema importante. Gong Jun es alucinante en la cocina, es tan cuidadoso y atento, preparándole comida deliciosa con los alimentos necesarios por su dieta rigurosa.
Al principio se preguntó por qué lo hacía, pero era simplemente un alma que estaba en resonancia con la suya, lo intuyó y las miradas significativas de Xiaoyu lo confirmaron. Aquella mañana, Zhehan se acercó a él cuando tenía problemas con la interpretación de una escena, no estaba seguro de cuál sería la interpretación correcta de las emociones de Wen Kexing. No pidió ayuda, es sólo que estaba algo conflictuado por lo que pedía el director. Sin embargo, Zhehan no lo sabe, no entiende cómo ni por qué, sólo empezó a explicarle un par de sugerencias, unos tip, que él utilizaba en su actuación. Claro, lo recuerda perfectamente, porque es a partir de aquel día que el hielo entre ambos terminó derritiéndose.
Aquella noche Gong Jun le invitó a cenar. Zhehan no sabía que él era fabuloso en la cocina, y que empezó a ser simplemente Gong Jun cuando estaban juntos. Se acercaba más y pronto descubrieron que tenían mucho de lo que conversar, entre cosas serias, molestarse en el trabajo y fuera de él, construyendo de forma natural esa relación que ahora lo tiene sin escapatoria.
Y las manzanas.
Cada que Gong Jun llega con una entre sus largos y finos dedos, su corazón no hace más que derretirse y rezar a los dioses, que siempre mantuvieran a salvo ese corazón tan sincero y dulce.
—Como sea —dijo un Xiaoyu que estuvo parloteando, pero Zhehan apenas aterrizaba—, creo que incluso deberías decirle lo que sientes, porque falta poco tiempo y no sé —se encogió de hombros— no es como que quieras tenerlo sólo como amigo, ¿o sí?
—No.
No cabía la menor duda. En el fondo, en el caldo primigenio de su existencia, Zhehan sabe que Gong Jun no es un amigo más, no es un amante más que llegaría a su vida y después de aprender un par de lecciones lo dejaría. Sabe que es él, así de simple, sin tanta complicación, es él.
—Además tienes mucha ventaja —dijo recogiendo los platos—, creo que puedes tener esperanza.
Agradeció tener a Xiaoyu en ese momento. Desde siempre le obligaba a poner los pies sobre el suelo, le obligaba a no volar tan alto para luego caer de bruces sobre el frío cemento de la realidad. Y tenía razón, él también lo sentía de ese modo.
Cuando llega a la sala de maquillaje escucha la música alegre de Jay Chou y ve a un Gong Jun que le sonríe a través del reflejo del espejo al verlo llegar. Agradece que no haya incomodidad o lo haya ignorado. Lo había estado anticipando con un nudo en el estómago que, ahora que le sonrió, se afloja y empieza su trabajo de digestión alegremente.
—¿Dormiste algo? —pregunta un Gong Jun preocupado.
—Cero. Nada de nada.
—¿Todavía pensando en Neil?
Pues, ahora que lo piensa, a saber, por qué Gong Jun perdió el sueño. ¿Acaso su beso en la mejilla no significó nada? ¿El desenlace de los protagonistas de la película le quitaron el sueño?
¿Era algo bueno, malo, qué se suponía que significaba eso?
Esa tarde le toca salir para la revisión de un contrato, al menos no tendría que romperse la cabeza delante del culpable de su insomnio.
—Creo que, tal vez, realmente tenga que decirle lo que siento —Xiaoyu le mira despegándose de su teléfono móvil por un momento—. Las sutilezas están fuera de juego.
—O besarle en la boca —se encoge de hombros como si hablara de algo fácil como respirar, y hasta respirar era complicado para Zhehan.
La mirada de Xiaoyu es significativa, silenciosa, pero torturante, como empujándole a saltar de una maldita vez. 
—En unos días tendremos que asistir a un programa, podría decirle durante la cena.
—O podrías decirle hoy al volver —el golpe que recibe en el hombro no es fuerte, pero le obliga a pisar tierra—. No planifiques demasiado, podría ser peor.
Tenía razón, buscar el momento perfecto sería, de lejos, el peor error, sabiendo que sus horarios y el trabajo era (la mayor parte del tiempo) impredecible, por lo que sus planes se verían abajo y él terminaría destrozado.
—A veces eres de ayuda —y Xiaoyu terminó por pegarle un puñetazo en el brazo—. Sólo a veces, que conste.
Bueno, tocaba estar listo siempre.
La brisa nocturna es refrescante. Adora cómo lo despeina mientras camina un poco por el set. Estar mucho tiempo en el automóvil resultó pesado con la humedad por los cielos. Agita su camiseta para permitir el paso de la brisa hacia su piel, qué ganas de desnudarse y no tener que sentir la horrible tela pegándose a su piel.
No es que alardeara de su suerte, a veces solía huir de él, pero esta vez parece estar de su lado. Gong Jun está sentado en la grada de su coche casa, apoyando la cabeza en la hoja de la puerta y con los ojos cerrados. Es el ángulo, es perfecto, porque su rostro se baña hermosamente de la luz amarilla de las farolas y la luz de la luna. No está durmiendo, pero tiene el semblante plácido, el pecho subiendo y bajando constantemente, elevando la vieja camiseta húmeda que, puede notar desde allí, se pega a su piel. Gong Jun es víctima de la humedad y el calor, tiene la piel perlada de sudor y, aun así, se ve tan guapo.
Qué noche tan hermosa.
En otro momento le habría agradado quedarse donde está, a unas casas de allí, mirando y observando el hermoso cuadro, romantizando al guapo hombre, suspirando por él, con su cerebro inyectado en exceso de serotoninas y dopaminas que no hacen otra cosa que hacerle fantasear con una vida feliz a su lado.
Pero tampoco puede dejarlo esperando.
—Ey —saluda sonriendo ante la pintura que empieza a moverse, como si perteneciera a las películas de Harry Potter; así de increíble.
—Zhang Laoshi.
—¿Qué haces aquí? —preguntó apoyándose al lado de la puerta, intentando no mirarle, pero fracasando en ello, porque él se pone de pie y pone cara de cachorro perdido— ¿Te sientes bien?
—Eh, sí, yo sólo… —cuando desvía la mirada y oculta las manos en los bolsillos de sus pantalones deportivos, a Zhehan le parece que Gong Jun simplemente es demasiado para su corazón— necesitaba verte —y cuando se voltea y ve esa expresión en su rostro, como si fuera un cachorro perdido, se convence una vez más de que no sólo lo quiere como amigo, pero tampoco lo quiere perder.
¿Qué hacer?
Es el brillo de sus ojos bonitos iluminados por la luz de la luna, es el ángulo perfecto de su rostro y de su ceño triste y bastante preocupado. Siente los dedos de las manos hormiguear, apenas puede ignorar las ganas que tiene de sujetar su rostro y decirle que es él, él.
—Necesito que hablemos —dijo un Gong Jun con un tono seguro y nada dubitativo.
Bien. Ahí estaba lo que estuvo esperando para la madrugada de ese día. Siente que un enorme tsunami azotará con toda su fuerza su corazón, sus cimientos y todo en lo que creyó alguna vez. Sus ojos sinceros lo dicen cuando le ofrece que caminen o busquen algún lugar donde poder conversar con tranquilidad.
Es el dolor en su pecho que no sabe cómo disimular, porque no quiere hacerlo, pero tampoco quiere que Gong Jun lo vea afectado por un posible rechazo. Desea que la situación fuera diferente, quizá con los dos tonteando y besándose casualmente mientras confiesan sus sentimientos, como en las novelas. Sin embargo, están caminando uno al lado del otro sin decir nada, sintiendo la incomodidad y el miedo en el aire, con el ambiente pesado, con la tristeza y el miedo tiñendo ambos semblantes.
Al ver la vieja casa de madera más alejada del set, y con los pocos pasos que faltan para sentarse en el porche, siente que no se reconoce a sí mismo, menos a Gong Jun. En esos días tan caóticos pudo verlo resplandeciente, sonriente y alegre, tan reservado y algo atrevido cuando están juntos; como si fueran la chispa y el combustible, listos para explotar. Ahora lo ve triste y preocupado, le escucha suspirar mientras se acomodan sobre la madera del piso y sus pies quedan colgando y prefieren sentarse mirando hacia el paisaje nocturno del set poco iluminado. Esta vez hay espacio entre ellos, sus hombros no están juntos, ni sus muslos se rozan casualmente. Parecen kilómetros de distancia entre ambos, como si estuvieran cada uno al otro lado del planeta, incapaces de alcanzarse y rozarse.
Instintivamente Zhehan comprende que está en el punto de quiebre de su vida, como si todo lo que aprendió desde que nació, cada error, cada acierto y cada cicatriz, cada caída, cada frustración, cada vez que tuvo que renunciar (con todo el dolor de su corazón) y cada vez que tuvo que ponerse de pie, parece haberlo preparado pare quedarse y afrontar lo que fuera a suceder. Tenía que ser fuerte y seguir de pie hasta que la gigante ola lo golpeara, quedarse a recoger lo que quedaría del impacto.
—Lo de ayer no fue un error —su boca se mueve por sí sola, porque era mejor afrontar la realidad y morir de una vez; una sola vez—. En realidad, estuve deseando besarte y contarte lo que siento estos días.
Espera un momento, respira hondo para que las ganas de morir bajaran y no terminara atragantándose con ese nudo en la garganta. Se voltea a ver a quien su corazón añora como el compañero de su vida.
Y no es condescendencia lo que ve en sus ojos, es ternura, es su mano bonita que atrapa la suya. El temblor empieza a menguar, ese del que no se dio cuenta. Estaba temblando como si estuviera enfrentando su peor terror.
Es inesperado que Gong Jun se acerque y termine con la distancia entre ambos, besándole (y no en la mejilla como hizo él). Son suaves, sus labios son suaves y el beso es electrizante. Cuando el contacto termina, Zhehan recuerda que debe respirar. Abre los ojos y Gong Jun continúa con la misma mirada llena de ternura y una sonrisa tímida adornando sus labios.
Oh. La consciencia de Zhehan parece retornar y sonríe como idiota, porque no sabe qué más hacer, porque parece que se le reinició la vida y el cerebro. Si estuviera conectado a esas máquinas en los hospitales, seguramente estaría escuchando el bip constante, como si hubiera muerto… pero está ahí, su corazón late y con más fuerza que antes, hace tanto ruido como nunca antes.
—En realidad, yo también llevo un tiempo deseando lo mismo —Gong Jun rompe el silencio desviando la mirada, borrando su sonrisa, repentinamente poniéndose triste, demasiado triste como para hacer que el corazón de Zhehan se estruje junto a sus entrañas por el miedo—. Pero tuve miedo y todavía lo siento así.
La hermosa manzana de adán sube y baja cuando Gong Jun se detiene y le mira con los ojos cristalinos, como si fuera a romper en llanto en cualquier momento. Pero su mano continúa sobre la suya, sujetándola con fuerza. Como si buscara fuerzas y seguridad en el contacto.
—La verdad es que estoy muy enamorado de ti. No hago otra cosa que no sea despertar y desear poder pasar el día entero contigo, conversar sobre lo que sea, porque todo es interesante e importante contigo; desde el trabajo hasta sentarnos a escuchar a Jay Chou mientras descansamos; desde tu completa falta de adaptación con la tecnología y esas ganas que nacen en mi corazón de querer escucharte hablar sobre tus libros favoritos las horas que el trabajo nos permita; hasta verte cocinar y pensar que terminarás incendiando todo; observarte cuando tienes ese semblante taciturno cada que hablas de basquetbol y no puedes esconder que todavía te frustra, mientras me hablas de tu nueva afición y tus ganas de llevarme contigo al campo de golf —dijo desviando nuevamente la mirada, suspirando mientras mira el panorama que se empieza a teñir con nubes traviesas cubriendo la luz de las estrellas y la luna—. No puedo imaginar lo que será de mi vida cuando esto termine y ya no tenga tu bonita risa envolviéndome, alegrando mi día, tus chistes y esa forma tan desastrosa y salvaje que tienes de molestarme siempre —terminó riendo y suspirando—, pero jamás con una mala intención, siempre protegiéndome a tu modo. Cielos, ya no sé qué hacer conmigo mismo —su voz se terminó quebrando.
Hasta ese momento Zhehan estuvo pensando exactamente lo mismo, cada día que pasaba se sentía desesperado, sentía la presión del reloj avanzando en su contra, porque no imagina el resto de su vida sin la compañía de ese Gong Jun que es tan Gong Jun que le derrite, que lo deja como si fuera arcilla, listo para que lo sujetara y le diera la forma que quisiera, con sus bonitas, sinceras y traviesas formas de ser.
Su corazón se estruja al verle voltear la mirada y limpiar con la otra mano las lágrimas. Lágrimas. Qué se suponía que debía hacer consigo mismo, ahora que Gong Jun está mostrándose tal cual se siente, sin intentar pretender que no le afecta de ningún modo, siendo él mismo, genuino y honesto, íntimo como la hermosa noche que los rodea.
Con todo, aguantando las ganas de derrumbarle y envolverle en un fuerte abrazo, llenarlo de besos y recoger cada lágrima, es incapaz de interrumpir ese momento, casi parece un sacrilegio romper ese ambiente.
—No me había pasado algo así —dijo volviendo a mirarle, Zhehan adoró esos ojos de cachorro, siente que sus huesos se derriten al ver pequeñas gotas de lágrimas atrapadas entre sus bonitas pestañas—. Jamás sentí esta conexión con nadie más, es como si te conectaras directamente con mi alma, e instintivamente puedo sentir que haga lo que haga, diga lo que diga, siempre estaré seguro contigo.
Zhehan cierra los ojos cuando otro beso casto y delicado roza sus labios, es tan efímero, tan sólo le queda el sabor salado de esas lágrimas que Gong Jun ni siquiera intenta contener, lágrimas que seca torpemente con la manga de su camiseta. Zhehan se siente quebrado, hecho polvo, con sus partículas esparciéndose por el aire, sintiendo, finalmente, que es parte de ese mundo mágico al que jamás antes tuvo acceso.
No pudo evitarlo, las lágrimas simplemente caen, porque su sentir y su corazón resuena con cada palabra dicha, escogida y en el tono perfecto por el compañero de su vida. Porque lo es, y se regocija al saber que se siente del mismo modo. El amor se desborda y no saben qué hacer con él.
—Pero tienes dudas —Zhehan afirma, porque se torturó bastante tiempo con lo mismo.
Pasó tantas horas de su vida preguntándose lo que seguramente Gong Jun también se preguntaba, sintiéndose un adolescente en el cuerpo de un adulto, ilusionado y asustado por lo que significaba encontrar al dulce compañero de su vida en un momento así, cuando el mundo entero se replanteaba el significado de su existencia.
—¿Y si no somos nosotros?
El suspiro es largo y pesado, inunda su realidad con la incertidumbre que tanto querían negar que estaba ahí, siempre latente dado el tipo de trabajo que tenían y la forma en la que se conocieron.
En la ficción terminarían juntos de cualquier modo, desarrollando sentimientos porque así está escrito en el guion. Pero, ¿y en la vida real?
—¿Y si nos enamoramos sólo del personaje? —el temor ensombrece su semblante, y lágrimas vuelven a caer hasta la madera del porche de la casa antigua.
Zhehan comprende. Él estuvo mortificándose, rompiéndose la cabeza cuando dejaban de actuar y Gong Jun era mil veces mejor que el personaje que representaba; era atento, dulce y siempre revoloteando a su alrededor con las tonterías que los hacían felices, haciéndose compañía, mejorándolo como ser humano.
—Lo pensé también —es su turno para suspirar y limpiar las lágrimas que se llevaban consigo el miedo que todavía está latente en su torrente sanguíneo—. Pero he pasado horas y horas distinguiéndote de Wen Kexing —tenía que decirlo, era ese momento o nunca—. Tú eres dulce, él jamás me miraría de la forma en la que tú haces; eres coqueto y travieso cuando resonamos y todo lo demás deja de importar, él coquetea todo el tiempo; tú me enamoras con tu forma de ser tan sincera y simple, tienes tus secretos como todos, pero no eres un enigma, al contrario, puedo ver tus ojos honestos cuando me cuentas sobre tu vida y siento que puedo ver que desnudas tu alma conmigo; él jamás sería tan estricto con el orden y la limpieza, no me traería una manzana cada día, menos recogería por mí todo lo que resbala de mis manos; en tus ojos he encontrado la dulzura que jamás creí poder encontrar, que llegué a pensar que no existía en este mundo —Zhehan desvía la mirada, porque la forma en la que Gong Jun le mira provoca que su corazón se salte un par de latidos, provocándole arritmia—. Además, tú me haces ser mejor, me haces querer ser mejor, me haces querer dar lo mejor de mí, ser de un modo que ni siquiera sabía que podía. En tus ojos he descubierto que el mundo puede llegar a ser un buen lugar para vivir, que todavía hay lugar para las buenas intenciones, la sinceridad y para … el amor.
La congoja lo sacude, pero Gong Jun lo disipa mágicamente con un beso.
Si alguien le hubiera contado que esta noche estaría besándose de ese modo con Gong Jun, se habría muerto de risa, porque horas antes se sentía cobarde e incapaz de decir todo lo que acababa de soltar, mucho menos esperaba que Gong Jun le dijera todo eso y lo derritiera de ese modo, más, como si fuera posible.
Gong Jun es suave, le sujeta el rostro con ambas manos, sus labios se mueven lentamente, como si fueran inexpertos, fundiendo esa confusión con el amor que estaba palpable ahí, tan real, tan suave como los cabellos cortos que Zhehan desordena con sus manos.
Son torpes, caen sobre el piso de madera del porche, la mano de Gong Jun evita que la cabeza se Zhehan termine golpeándose. Enredan las piernas mientras comparten otro beso mágico. Ruedan por el piso del porche riéndose entre besos, abrazándose todo lo que estuvieron deseando hacer por tanto tiempo. Zhehan arregla la tela de la camiseta de un Gong Jun que le sonríe, prometiéndole que el mundo era todavía un buen lugar en el que podían existir y respirar sin miedo, juntos.
No era la locura de sus labios probando sus besos, era sólo la gota extra de todo ese amor que estuvieron conteniendo. Ese amor se siente como una hoguera cálida en su pecho, acariciar su rostro, enredar sus cabellos entre sus dedos, entrelazar sus dedos mientras se miran y escuchan el sonido bonito de las cigarras cantando a su amor junto a una orquesta de árboles que tocan música con sus hojas de todos los tamaños y formas, suenan melodías armoniosas para que ellos pudieran sentirse flotar sobre esas nubes blancas y traviesas que viajan libremente por el mundo al ritmo de la suave brisa de verano.
Caminaron sobre un piso de tierra humedecida por la neblina que baja levemente sobre todo el set de filmación. Sus dedos entrelazados, sus manos balanceándose mientras se sonríen, sintiéndose flotar habiéndose quitado el temor y el miedo a la vida y al amor.
Cuando están en la puerta del coche casa de Zhehan, ambos saben que todavía habría más cosas que superar, muchas más. Apenas era el inicio de todo. Era instintivo, parecía estar escrito en la historia de ambos.
—Si al terminar las filmaciones y después de que ambos nos despidamos de nuestros personajes, si todavía sigo en tu corazón, llámame, escríbeme, búscame —las lágrimas se reúnen fácilmente en los ojos de Zhehan, porque sabe que será una de las pruebas más difíciles. Puede decir que lo esperará, porque está completamente seguro de que es él con quien desea vivir su vida, pero eso sólo lo sabrán más adelante.
—Tú también, ¿es una promesa?
Una promesa que sellan con un suave beso.
Fuera cual fuera el futuro, esa noche Gong Jun y Zhang Zhehan se quedaron juntos, tendidos sobre la cama, conversando sobre cómo el amor nació en sus corazones, bromeando y burlándose el uno del otro, hablaron sobre el tiempo que todavía quedaba y que disfrutarían, confiando en la pureza de ese amor que nació de la sinceridad de ambos corazones. No fue una atracción fatal como ocurría en las novelas fantásticas y llenas de pasión, quizá su amor se asemejaba más a las novelas románticas, de esas que arrancan suspiros y alegran la vida, de esas que devuelven la fe en el amor, en la vida y en el mundo.
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Notes:
Largas charlas, horas y horas de imaginar cómo fue, reconstruyendo situaciones a base de dulces (muy dulces) y terminamos en este corto fanfic. Espero haber logrado transmitir las emociones dulces y traviesas que Zhang Zhehan y Gong Jun nos obsequiaron. Dejo aquí todo mi cariño por ellos y deseando que sean felices<3
Gracias por seguir hasta aquí <3

LittleQiuqiu on Chapter 6 Mon 25 Jul 2022 12:13PM UTC
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Mysoulmate on Chapter 6 Wed 27 Jul 2022 10:35PM UTC
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