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Fictober 2020 - Multishipper.

Summary:

Recopilación de intentos de Drabbles y one shot de diversas parejas del mundo de Harry Potter, para el fictober 2020.
All x All.

Fictober 2020

Wizarding Shippers

Notes:

Dia I : Snarry - Harry x Snape
Dia II: George x Draco x Fred
Dia III: Remus x Lucius
Dia IV: Remus x Draco
Dia V: Tom x Draco
Dia VI: Harry x Ron
Dia VI: Draco x Lucius
Dia VIII: Remus x Harry
Dia IX: Sirius x Regulus
Dia X: Severus x Regulus
Dia XVII : Sirius x Remus

(See the end of the work for more notes.)

Chapter 1: Tormenta de invierno.

Summary:

Dia I: Lluvia.

Pareja: Snarry.

Chapter Text

  

    Corrí fuera, sopesando las densas gotas de lluvia, ignorando el torrencial tanto de emociones como la tormentosa agua. Centrado en mí objetivo, apure los pies dejando que fueran mis pulmones, el odio y el dolor los único combustible de mí mente ya fragmentada y el alma ya desgarrada; simplemente no había otro camino, ya no. Sólo en el camino recto que recorrían mis pies podía encontrarme a mí, los unilaterales sentimientos y el corazón cercenado. Nunca pensé que fuese fácil eso de amar, mucho menos en las circunstancias actuales, pero por una jodida vez, por una maldita vez quise pensar que sería sencillo, que la vida me daría una indulgencia después de tanto caos; qué iluso. Nada era fácil en la vida del niño que vivió.

Ignore el hecho que la ropa húmeda se pegaba a mis huesos y la huracanadas agujas acuosas de lluvia penetran mi alma maltrecha, pestañee ignorando también el castañear de los dientes debido al frío y visualice mejor a la persona que perseguía con tanto ahínco, una sombra negra en medio de la noche; tan vivida e intocable como siempre. Apuré los pasos cuando ya casi lo perdía de vista, mis labios fueron más rápidos que los pasos estruendosos y el hechizo viajó con el viento con rapidez hasta rebotar contra la nada. A Pesar de las actuales condiciones, el mortifago seguía siendo inteligente.

-¿Te atreves a usar mis propios hechizos contra mí, Potter?- Con malicia e ironía el profesor vuelto un manojo de ropa húmeda y miradas reprobatorias, alzó su varita con saña.

Esquive su hechizo con maestría, la poca que conservaba después de ver cómo el alma me caía a los pies; el muy hijo de puta sabía qué estaba allí, él mismo me hechizo; el dolor me embriago nuevamente, esto ya no se podía justificar, simplemente no podía sólo mirar hacia otro lado y hacer como que nada había pasado. Dejé escapar un grito que se perdió en la noche y las maldiciones de la loca de Bellatrix a la lejanía. Alce la varita mucho más frustrado y dolido con el peso de la realidad sobre mí espaldas. Tenía la certeza que nunca podría ganarle en un duelo al maldito mortifago. Furioso, me precipite hasta su cuerpo y antes que este pudiera reaccionar entre la penumbrosa tormenta, me lleve su cuerpo por delante, empujando toda su anatomía hacia la frondosa y húmeda hierba de la ladera.

El golpe fue limpio y agradecí infinitamente que aunque lo lentes me estorbaran, podía enfocar medianamente bien al pelinegro bajo mi cuerpo; quería golpearlo, maldecirlo, follarlo y quitarle esa maldita sonrisa superior, torturarlo, besarlo; que fuese su cuerpo el que me sirviera de desahogo llevando entre sus dedos, el caos que sentía ahora, después de todo era su culpa mi descontrol de emociones. Me reprendí por tan adolescente y patético pensamiento. Frustrado con el remolino de sensaciones, no pude más que gritar, necesitaba sacarlo o me arrancaría el cabello a trozos.

- ¡¿Por qué mierdas tienes que gustarme? ¿ Porque Merlín me castiga amándote, no era suficiente con un lunático detrás de mí culo buscando asesinarme?!- Grité todo lo que daban mis pulmones, reteniendo apenas las lágrimas empañando mis aún más que empapadas gafas. Mis ojos apenas podían enfocar ahora.

Sólo el sonido de la lluvia caldeando la tierra nos acompañó, ninguno de los dos emitió una sola palabra; limpie furioso los lentes queriendo mi respuesta, no obstante estos se encharcaron nuevamente a los segundos, frustrado quería romper el aparato. Si tan sólo pudiera ver más allá de mis dedos. La imagen diluida de Severus, era lo poco que podía ver; pálido y mortalmente callado. Furioso conmigo mismo y con él por su mutismo, me separe de mí varita tirándola a un lado, tomando a dos manos las solapas de su oscura túnica. Zarandeando de manera poco gracial su cuerpo, el cual sólo se movía como la lluvia a los árboles.

- Por un demonio responda... ¡¿Ya no tiene los huevos que tuvo para matar a Dumbledore?! - La ira sólo acrecentaba con su extendido mutismo, el pálido Snape no era útil para nada. Frustrado y a sabiendas que era mi única oportunidad de poder estar sobre el profesor, me atreví a hacer lo más anhelado y prohibido en todos mis años en Hogwarts.

Choque mis labios con los suyos con furia, mucho más rabia que beso. Nuestros titilantes y fríos labios se juntaron y para sorpresivamente, todo desapareció a mí alrededor. La lluvia, el frío, la cabaña en cenizas de Hagrid, la gran calavera sobre el cielo, la inminente guerra; todo carece de sentido una vez pude beber de la misma saliva de Snape, su boca impresionada se abrió de par en par para recibir mi ansiosa lengua; el calor azota cada célula de mí cuerpo adolescente, llenándome de un calor inexplicable. Simplemente divino. Los dedos flaquearon contra sus ropajes y nuestro cuerpos fundidos fueron a parar al suelo por completo.

Seguí el beso, cómo no hacerlo. Había soñado con esto desde que tenía memoria y abrazaba todo el desprecio de Snape como lo más puro de su alma, corrompiendo a la vez la mía; succione sus labios hambriento y bebí de su saliva caliente y espesa, jadeando furioso por tan embriagante sabor. Estaba en mi paraíso personal, no obstante y para mí desgracia, Snape no se movía. Estático cual muerto entre mis dedos.

Me separe jadeante del sabor de mí deseo, enfocando lo mejor que podía al profesor, con sus ojos abiertos y una mueca extraña en los labios húmedos y rojizos. Totalmente impávido y monótonamente serio. Me reí de mí estupidez cruelmente, al descubrir que mi arrebatada confesión, en realidad era una nimiedad más en la vida del profesor; el dolor regresó pero esta vez mucho más lacerante y abrumador. Me separe de su cuerpo, dejando caer por completo las manos ajustadas a sus ropajes, hice el amago de levantarme, demasiada humillación por un día; era hora de superar estos absurdos sentimientos y seguir. Dejar de lado este absurdo enamoramiento de puberto cachondo con su profesor. Mi mano fue sujetada con medida fuerza logrando que una vez más girase el cuerpo que había rehuido, en mi premeditada partida. No pude maldecir a Snape, sus labios chocaron de nueva cuenta con los míos.

Sorprendido me resistí, sin embargo no perdí segundo exacto en que los ojos del profesor de pociones se cerraron lentamente y sus manos se aferraron a mis caderas, acercando muchísimo más su cuerpo con el mío; fundiéndonos en un abrasador contacto. Jadeé contra sus labios cuando su participación en el beso fue avasalladora, sus dientes entraron en contacto con mis húmedos labios, tirando de estos con maestría, cerré los ojos maravillado por la nueva sensación. En mí oídos estallaron fuegos artificiales y debajo de los ojos una lluvia de colores saltaba entre mis conos oculares. Succionaba sus labios con algo de torpeza, nunca antes había sentido la sensación de extrema euforia, menos por un beso pero esto era diferente; era simplemente mágico.

Mis manos se ajustaron a su cuello, sostenido de este como una ancla para no caer en el torbellino de cálidas sensaciones que se arremolinaban en mi abdomen bajo y retorcía todo dentro de mí pecho. Gemí despacio y a conciencia cuando sus manos se ajustaron con más ahínco a mí cabello, buscando una profundidad que no demore en darle, recorriendo con la lengua cada recóndito centímetro de su cavidad, bebiendo su saliva caliente y respirando su mismo aire. Sonreí como un idiota con la consigna que simplemente ahora, se sentía miles de veces mejor, conservando una calma pasión que llenaba mi torrente sanguíneo de tibia sangre. Sin embargo, la vida bastante acostumbrada a recordar mi cruenta realidad, no permitió que más aire entre a mis pulmones, rompiendo con la espesa burbuja dónde me había marchado de la mano de mi pragmático profesor. Jadee al separarme, bebiendo de los suspiros de Snape con deleite; este ya había recobrado el color en el rostro y para mí sorpresa me regalaba una sonrisa, una escueta, magnánima y perfecta sonrisa que por primera vez en la vida veía. Todo para mi. Definitivamente el cielo se había abierto sobre la cabeza de Severus porque parecía brillar en medio de la oscuridad con su increíble sonrisa.

No puede absorber por completo la plenitud de su gesto, el profesor se recompone mucho mejor que yo y de un movimiento calculado, ya nos tenía a ambos de pie; con los cuerpos separados por unos cuantiosos centímetros, un beso más rompió el aire a nuestro alrededor; fugaz y certero, apenas lo pude saborear cuando Snape ya se alejaba a paso rápido de mi cuerpo, que parado en medio de la lluvia aún no podía entender todo lo sucedido. Llevé una mano a mis labios, hinchados y palpitantes, perdido en la gran sombra de la espalda de Severus. La cual se detuvo abruptamente en medio de la nada, con las gotas espesas sobre su ya chorreante ropa pegada exquisitamente a su anatomía.

- Le prometo señor Potter, que cuando acabe la guerra volveremos a tocar este tema - Su voz sonó en medio de la noche al igual que un trueno, luego sólo desapareció en medio del bosque prohibido.

Me quede viendo los matorrales y pinos gigantes, aún con los dedos sobre los hinchados labios. Una sonrisa escapó de estos al tener un poco de conciencia de que todo lo que había sentido anteriormente, había escapado de mí cuerpo diluyéndose en medio de oleajes de calor, ni siquiera sentía la tormentosa tempestad en mi corazón o la helada lluvia agujereando mis huesos entumecidos. Sólo la plenitud abrasadora caliente y espesa; el peso sobre mi espalda había desaparecido por completo gracias a la esperanza de un futuro incierto pero sumamente esperado, ahora tenía una razón por la cual luchar y seguir. Una verdadera razón para empujar toda la mierda a mí alrededor, todo gracias a una promesa silenciosa de un amor correspondido. 

 

Chapter 2: Doppio rosso

Summary:

Dia II: Peeves

Pareja: George x Draco x Fred - Draco center.

Chapter Text

 

  Ser un león, era toda una hazaña; se nos permite ser más valientes que los débiles y estirados Slytherins, mucho más divertidos que los estudiosos y raros Ravenclaws y definitivamente mucho más traviesos que los bien portados Hufflepuff. Definitivamente la mejor casa era la Gryffindor; una llena de leones, caos, risas y muchas, muchas travesuras. Esa era la especialidad de mí hermano y mi maestría, después del delicado arte de crear, la locura era nuestra segunda alma mater. Éramos traviesos, alocados y sumamente divertidos, era cierto, aunque muchas veces se nos escapasen de las manos dichas jugarretas y terminamos en problemas, un nuevo día, era un pobre diablo al que fastidiar y un nuevo castigo por evadir, siempre al mejor estilo del león.

Por ello al despertar, lo hacía con una gigantesca sonrisa; no sólo por el hecho de haber dormido bien o estar inventando hasta tarde, sino, por la gracia de despertar y encontrar el vívido reflejo de mí mata rojiza al lado, pegado a mí pecho roncando débilmente. Fred se aferraba a mí con insulsa fuerza, soñando con quién sabe qué disparate que lo hace pestañear de más y arrugar la nariz de forma divertida, la mejor imagen con la cual abrir los ojos, el pelirrojo se removía con gracia, empujando los dedos de sus pies entre las sábanas y arrastrando los dedos por mis brazos ajustados a su cadera, luego me llamaba con una perfecta sonrisa coqueta y sabía, era tiempo de intervenir en sus plácidos sueños.

Lo empujé despacio, removiendo hasta que la inconsciencia dejó su cuerpo y este se incorporó sobre la cama, dejando mi brazos atrapado en su cintura caer hasta su regazo, su pecho estaba agitado y apenas notaba la imperceptible capa de sudor surcando su cuerpo con pequeñas pecas rojizas. Encarne una ceja ante tanto alboroto, Fred en realidad era un gran torbellino, pero no por las mañanas, de ambos. Era el más calmado y dormilón.

- Soñé que te follabas a una serpiente y te enamorabas de ella...Tanto como de mi - Pestañee sin entender qué demonios quería decirme ahora y una vez lo comprendí, solté una gran carcajada estruendosa mofándome de sus estupideces por la mañana.

Decidí empezar el día, no fuera que a Fred se le ocurriera reñirme por sus fantasiosas alucinaciones que por cómo las expresaba con tanta ahínco sobre la realidad, empezaba a creer que las tomaba como premonición. Con un beso rápido sobre sus esponjosos labios salí de su cama. Media hora después, ya devoraba el desayuno con gracial lentitud, Fred devoraba por completo su plato mientras a nuestro alrededor una apenas perturbable paz nos envolvía con los cubiertos y cuchillos chocando contra los platos de plata. Para mí gemelo, la idea había abandonado su sistema apenas tocó el primer bocadillo, por mí parte y extrañamente; la idea bailaba sobre las neuronas torturándome en un inicio, ahora simplemente me llenaba de curiosidad, según el relato de Fred era una serpiente de culo redondo, pálido y con unos labios tan rosados que eran la invitación intrínseca a probarlos.

Escudriñe la mesa de las serpientes buscando una con todas las características, algo sumamente difícil casi todos esos estirados, tenían la misma contextura y color de piel, tan pálidos por andar en las mazmorras, arrastrándose entre los pasillos húmedos planeando o quién sabe qué jodida cosa de serpiente; me reí de mí mismo al dejar escapar libre ese pensamiento, era un vicioso, nunca reconocería al menos no en voz alta que en realidad cómo magnetismo natural, las serpientes tenían su encanto, tan respingados y altivos que valía la pena joderlos hasta que se convirtieran en meros desquiciados pidiendo por más, porque según la teoría construida por nuestras almas gemelas, lo prohibido, banal y sucio siempre era lo más atrayente, una muestra, nuestra prohibida, escandalosa pero sumamente candente relación.

Deje a las serpientes con el llamado de mi alma gemela que apuraba los restos de su desayuno, nos esperaba un gran día; con obviedad saltamos las clases de la mañana y mediodía; escurriendo nuestra alma libre y traviesa por los pasillos, escapando con ayuda de los patentados artilugios Weasley de los prefectos insoportables como nuestro hermano mayor que aún soñaba con atraparnos por los solitarios pasillos, para fortuna de mi gemelo y mi propia persona, éramos mucho más listos. Viramos a la izquierda exaltados, escapando de otro prefecto que nos perseguía por casi medio colegio ya; nos internamos en los oscuros corredores con la tarde cernida sobre nuestras pelirrojas melenas alborotadas, Fred se pegó a mi cuello cual vampiro al verse libre de odiosos magos, retomando con gula nuestra libertina actividad de la tarde. Al caer la noche, los instintos despiertan y los de mi hermano, no era la excepción. Después de un agitado día , no había nada mejor que una buena follada para acabar una espléndida semana.

Con las manos sobre Fred, empuje su cuerpo contra el escritorio más próximo, bebiendo de sus labios cual sediento, arañando los lumbares de su fuerte espalda allá dónde la camisa se levantaba, dónde su pálida y pecosa piel se alzaba firme y apetecible para que fuesen mis labios la que la marcaran una nueva vez. Estaba por ello, cuando el estruendoso sonido de unas sillas cayéndose a nuestra espalda descolo por completo con la atmósfera caliente que construimos entre besos furiosos. Ambos nos giramos exaltados, con las mejillas furiosamente rojas y la varita entre los dedos.

Para nuestra desgracia, el maldito Peeves saltaba de un lado a otro sobre las sillas desperdigadas sobre el suelo, con una mofa clara de nuestra exaltada respiración y nuestra tensa mirada. El poltergeist se reía a carcajada limpia acercándose a nosotros entre tumbos felices, macabramente feliz. Eso solo significaba dos cosas, problemas en algún lado que conlleva a una futura travesura, o tenía antojo de alguna de sus mórbidas fantasías. En cualquiera de los dos casos, estaba más entretenido con Fred. Solté la varita y volví a relajar el cuerpo al comprobar que sólo era el bastardo, precipite mis labios hasta el cuello estirado de Fred, el cual recorrí con malsana lujuria, apresando su fina piel con los dientes.

 

Los leones quieren jugar nuevamente a fornicar, sin importarles lo que pueda a su alrededor pasar; al menos espero que al bueno de Peeves esta vez dejen observar.

 

Fred estalló en carcajadas con la cancioncita del Poltergeist, mandando al traste toda la buena atmosfera que me moleste en crear para ambos, aún prendado cual vampiro de su cuello ahora rojizo de mí gemelo, le dedique una furibunda mirada a Peeves, no era posible que nuevamente me jodiera los planes de sexo casual con Fred. Si pudiera, lo hechizaría pero el ente podía vanagloriarse de ser casi indestructible. Frustrado y con las bolas azules, decidí darme por vencido y prestarle la debida atención al degenerado, entre más rápido descubriera su capricho, más rápido me podía hundir en el interior de Fred, y por supuesto que sin ojos saltones persiguiéndonos en cada embestida.

- ¿Qué quieres Peeves?... ¿Ya te cansaste de atormentar a los niños de primero? - Pregunte recargado contra el pecho de Fred mirando al ente sobre su hombro. Mi hermano guardó silencio, esperando también la respuesta que no llevara un poltergeist voyerista.

 

El león sacó garras y dientes, cuando lo único que quiere el poltergeist sonriente; es entregarle un trato complaciente.

 

Ahora interesado, deje escapar una sonrisa abiertamente traviesa, el demonio tenía toda mi atención; incluso deje los besos sobre el cuello de Fred. Cómo suponía el poltergeist nos traía una tarde entretenida, que no estaba llena de jadeos ahogados de mi gemelo, pero al menos esperaba fuese lo mínimamente aceptable para no encerrar nuevamente al poltergeist la próxima vez que se descuidara. Fred ya no miraba a la puerta cerrada a mi espalda. Con el cuerpo medianamente girado entre mis brazos, ambos prestaremos toda la atención necesaria mientras el pelirrojo se acomodaba la ropa, dispuesto a dejarse embriagar por la curiosidad.

 

Sí la respuesta quieres encontrar, al poltergeist debes escuchar, y un trato debes aceptar. La puerta de la sala común de los leones de par en par debe estar, para que así la diversión nunca vaya a parar. Mientras los niños he de atormentar, un baño ustedes dos deben encontrar.

 

Anote mentalmente su prosa, acostumbrado a hacer tratos con el tormentoso ente maquiavélico frente a mí, Fred a mi lado ya estaba listo para emprender la marcha, no obstante, necesitábamos aún el destino y saber sí la aventura valía el pago que exigía, sí se sabía que nosotros habíamos permitido la entrada del poltergeist a la sala común para atormentar a los pobres niños. Un mes de castigo sería poco. Moví la mano en círculos apremiando el resto de discurso que sabía se guardaba para cerrar nuestro trato, la parte más jugosa del mismo, aquella que ya llenaba mi cuerpo de adrenalina por develar que deparaba este nueva travesura.

 

Peeves los pasillos recorrió, dando tumbos lo encontró. A una encantadora serpiente escucho, gritando entre jadeos sus nombres lo sorprendió... ¡Oh Fred, Oh George! bramó, ciego de la lujuria no comprendió, que Peeves todo lo vio.

 

Justo cuando empezaba a olvidar el tema con la serpiente, Peeves volvía a traer el tema sobre la mesa. Fred me miró por unos grandes minutos, sin emitir palabra, pero éramos gemelos lo conocía bien, casi podía leer su mente. Negué, era imposible que yo me enamorase de alguien que no fuera mi hermano, simplemente imposible. No obstante, mi respuesta silenciosa no lo dejó satisfecho, enarcó una ceja y contra todo pronóstico sonrió, tan deslumbrante que quede en mi lugar sin entender un carajo por bastante rato. Hasta que lo comprendí, se reía de mí al saberse con la razón. Me encogí de hombros, aún no sabíamos si la información era verídica; aunque el poltergeist nunca había mentido, no se podía confiar en estas cosas. Fred aceptó el trato antes que yo pudiera razonar por completo; corrimos hacia el baño de quinto, donde después de una rápida apertura de la sala común dorada, nos liberamos del poltergeist.

Al llegar todo estaba tan silencioso como lo supuse, incluso debajo de la puerta no se proyectaban luces algunas; estaba por saberme el ganador de este treta, no obstante Fred no estaba dispuesto a darme la razón y a pesar de todo pronóstico, abrió la puerta con un simple Alohomora, la cerradura cedió y con mucha cautela ambos ingresamos. Dentro, el baño por completo estaba en silencio, la gran tina que fungía casi como una piscina muggle, estaba rebosante de agua, burbujas y un olor a vainilla difícil de digerir. Dentro, una cabellera platinada chorreaba agua, su dueño completamente desnudo, nos miraba más pálido de lo que era, con los labios rosados abiertos de forma casi vulgar. Tenía que darle crédito al lunático de mí hermano y sus predicciones, ciertamente esos labios, llamaban a ser destrozados y succionados.

De un salto la escurridiza serpiente se sumergió dentro del agua especiada, cubriendo incluso su cabello. Mire a Fred, sin entender que pasaría luego, según las palabras de Peeves, Draco, nos llamaba entre jadeos haciendo quién sabe qué cosa con su pálido cuerpo, lo creí exageración; ahora tenía certeza de ello. Pero de ser así, estaba en un aprieto, según los retazos de sueño de Fred que sólo alimentan la inquietud en mi pecho, terminaba sumergido en el interior de ese lechoso cuerpo, luego simplemente lo desperté, así que no había continuación. Incómodo con la situación, el silencio y la plena lujuria que se respiraba en el lugar, decidí que era mejor retirarme aún con la cordura intacta. Esto era demasiado peligroso para mí, la curiosidad era el peor de mis atributos y justo ahora, esté bailaba en mis costillas, empujando los pies hacia adelante, buscando alguna morbosa certeza de todo lo que pasaba por mi cabeza. Una jodida mala idea; aún en mis pensamientos, apenas percate el fugaz movimiento de Fred echando a andar, caminando directo a la tina.

A paso acompasado, llegó hasta el borde de la inmensa tina y sin medir palabra alguna, el demente se lanzó con aún la ropa puesta, el agua abrazo su cuerpo y al igual que la serpiente sumergida hacía ya un par de minutos, desapareció de mi vista. Espere paciente sabiendo que tenía que salir en algún momento, no era una de las sirenas plasmadas en los grandes ventanales del lugar. No obstante este no salía y bastante inquieto, decidí acercarme, justo al momento mi gemelo salía dentro de las fauces de la gran tina, chorreando agua y con un cuerpo pálido entre los brazos, el cual se removía inquieto como un pez. Con el cuerpo al borde de la tina y sin zapatos ya, el agua me salpicó la túnica y el uniforme.

- Nos contaron por allí, que una traviesa serpiente andaba de juguetona en estos baños... Al parecer no nos mintieron - El primero en hablar fue Fred, Draco dejó de removerse al instante, pegando sus grises pupilas a mis pozos azules. Pude apreciar el miedo en estos, supe enseguida que Peeves en verdad no estaba mintiendo.

- Fred - Lo llame serio, como pocas veces sucedía entre nosotros, pero esta situación ya se nos había salido con insultante facilidad de las manos y llevábamos menos de cinco minutos en la sala.

Fred por supuesto que no atendió mi llamado, es más, lo ignoró por completo ajustando el agarre que sostenía sobre la piel de la serpiente que con el mejor toque ya se volvió tan rojiza como nuestro cabello, aparte la vista. Sí Fred quería tener la razón se la daría, pero esto iba mucho más allá de lo humanamente soportable, si no se detenía no sólo le daría la razón sino que terminaría por cumplir su fantasiosa pesadilla. Mi hermano no cedía, molestando a la serpiente que se había girado para encararlo sin varita, insultando al pelirrojo y amenazándolo de una muerte segura y dolorosa, Fred sólo se reía enredando más al rubio en su juego. Sabía qué estaba haciendo, bajando sus defensas para después atacar, esa misma táctica era utilizada en nuestras insufribles bromas. Para mí por otro lado, estaba siendo una jodida broma también, pero una de muy mal gusto, con el giro enrabietado de Draco su trasero quedó a la vista, apetecible, blanquecino y regordete. La imagen de este saltando sobre mí pelvis, atacó demasiado rápido mi ingle, incluso mucho antes de que pudiera detener el fugaz pensamiento.

- Fred vamos, como ya quedó al descubierto... Las serpientes siempre serán estiradas y escurridizas- Brame buscando la atención de mi gemelo, el cual sostenía los brazos de Draco en una de sus manos, detrás de su espalda. Al tener mayor estatura que el peliplata, poco esfuerzo le costó someterlo. Este me dedicó una significativa mirada y luego otra a Draco.

- Tienes razón hermano, a pesar de lo que ellas mismas quieren creer... Las serpientes no son más que unas cobardes rastreras- Mi hermano soltó los brazos del rubio, separándose de su cuerpo, saliendo aún mojado de la tina, creando un charco de agua con cada uno de sus pasos.

Yo había olvidado hace mucho que intentaba entrar en el agua y de pie, miraba toda la escena, así que cuando mi hermano llegó hasta mí, le sostuve la cintura con la certeza de lo que hacía; no quería sobreactuación. Nunca había visto la manipulación tan certeza en los labios sabor paraíso de mí gemelo, este que se quejaba de las serpientes y resultó tener su misma manipulación llena de falso convencimiento. La carnada fue absorbida por el orgulloso Slytherin que en menos de nada, ya salía del agua con el cuerpo erguido, húmedo y malditamente provocador.

Camino a paso lento, acentuando el tamborileo de sus caderas donde sabía estaban posados mis ojos llenos de morboso deseo, esto estaba jodidamente mal, pero que no lo estaba con mi forma de amar y follar con mi propia sangre, mi hermoso gemelo. Mordí el labio inferior cuando recorriendo su albina piel, los pezones rosados y dolorosamente erguidos me recibieron, dando la primera sacudida a mí mente, baje con descaro la mirada ahora que en plenitud podía jactarme de esta piel llena de pecado; sus estilizadas piernas, los músculos apenas mercados de su abdomen; el grueso, largo y bonito pene que se balanceaba con elegancia entre sus piernas, cubierto casi por completo, húmedo y sonrosado, dejando apenas un vestigio de su rojiza punta visible. Nunca había conocido un ser tan perversamente hermoso.

Su cuerpo se ajustó al de Fred primero, este se encontraba en una situación parecida a la mía, embelesado con el perfecto cuerpo delante de nuestros ojos, en el mejor de los malditos espectáculos. Beso su boca y a pesar de lo que creí, no sentí celo alguno es más, la manera dura y húmeda en que ambos se devoraban los labios, retándose a desfallecer primero estaban mandando gruesas descargas a mí felizmente despierta verga. Malditamente sofocado, lleve la mano hasta esta, sosteniendo la carne que comenzaba a hincharse con toda la sangre de mi cuerpo concentrada en esta parte de mi anatomía. Debieron sentir la mirada hambrienta porque separaron sus hinchados labios para verme, dos pares de hermosos ojos, sentí las mejillas irradiar calor.

Draco se acercó, besando con una elegancia devastadora el labio aún enterrado entre mis dientes, logrando liberar este de la prisión de fuerza y dientes en el cual lo tenía prisionero. Bebió la saliva que escapó de este, al igual que las escuetas góticas de sangre debido a tanta fuerza. A conciencia pego su cuerpo húmedo al mío, iniciando la más devastadora muestra de lujuria, poco adjudicada a su siempre altiva actitud, las manos volaron hasta su cadera, sosteniéndolo con fuerza bebiendo de sus labios toda la vehemente locura que me esperaba, acaba de tocar el paraíso de la mano de este ángel caído pero igual de celestial. Entre jadeos, bebía cada uno de sus gemidos cuando lo sostenía con más fuerza de la piel hasta dejar este marcada con unos espesos cardenales vino tintos. El cuerpo de Fred entró a la ecuación, también desnudo y húmedo, terminó por enloquecer mis poco cuerdos sentido; sentí las manos de Fred escalar por mí ropa, alejando del camino con magistral facilidad, conociendo la ruta de memoria. En un abrir y cerrar de ojos, los pantalones cayeron sobre mis tobillos y me descubrí totalmente desnudo a merced de ese par de manos y ese par de bocas que martilleaba con deliciosa fuerza sus dientes por mí piel, Fred en mi nuca y Draco en el cuello.

- ¿Quieres ver todo lo estirado que puedo ser? - Conjuro el peliplata y bajo un imperius, asentí despacio, sintiendo sus manos vagar a las mías, envolviendo los dedos con los propios. Fred me dio una sonora nalgada que rebotó en las paredes del baño, esto logró espabilarme y echar a andar mis pies.

El agua de la bañera me recibió tibia y perfumada, el olor denso a vainilla y quién sabe qué mierda elegante que había bebido de los labios de Draco, ahora reinan todo el lugar con sus densos vapores, lo que sólo abochornaba aún más mi piel caliente. La espalda dio contra el respaldo de azulejos y condenadamente relajado estire las piernas debajo del agua, esperando; Draco se atrevió a sentarse por completo sobre mí regazo, ajustando su perfecto culo contra mi entrepierna ya despierta después de semejante espectáculo. Detrás de la rubia cabeza apareció el encendido cabello de Fred, sus ojos azules perversos, con las pupilas dilatadas y una sonrisa que presagiaba los más dulces de los orgasmos.

La aventura dio inicio, con morbosa sensualidad aprecie el intercambio de lengua y fluidos entre Fred y Draco terminando de endurecer mi hinchada polla, chorreante y dolorida en la punta debido a la poca atención que le brindaba. La serpiente empezó a gemir cuando el perverso de mí hermano le mordió el lóbulo de la oreja tirando de este, llevando su mano hasta las gloriosas caderas ajustándolo también a su entrepierna supuse, dando unos lentos vaivenes que apenas lograban mover el agua a nuestro alrededor. Totalmente desconectado me anime a participar en el libidinoso intercambio, atacando los puntiagudos pezones que me moría por probar, la piel rosada me atrajo como un pecador al pecado, bebiendo el agua de estos, atrapándolos entre mis dientes, rodeándolos con la lengua en círculos aún dentro de mi caliente boca, Draco gimió y esta vez vi el verdadero temor de Fred, claro que podría enamorarme de ese sonido.

Desesperado y con la lujuria instaurada nuevamente en los huesos después de la pérdida prematura por toda esta bizarra situación, baje a las turgentes nalgas pálidas que desde el primer momento habían despertado los más absurdos y viciosos pensamientos en mi. Tantee sin soltar su pezón, torturando esta vez el derecho, Draco se había unido al vaivén de Fred restregándose de manera sucia y acuosa contra mí cuerpo, caldeando aún la piel que a pesar de agua, estaba sudada e hirviendo. Mordí con más saña, cuando la mano de Fred se frenó en mi entrepierna dolorosamente erguida, sin dejar de atacar el cuello de la serpiente entre nuestros dedos, le dio toda la atención que mí necesitada polla rogaba. Fred no era el único, ahora dos manos jugaban con mi verga y bolas, apretando en los lugares justos y acariciando en los más sensibles. Una explosión de desenfreno consumió hasta mis células; enterré dos par de dedos en la entrada recién descubierta, perlada y suave. Draco gritó contra mí oído insonorizando mis sentidos, no me moleste en ser delicado al ver la facilidad con la que mis dedos entraban y salían, no sabía sí era el agua o su juego previo, pero mis dedos se deslizaban con tanta facilidad que no me detuve en meter otro. Sus caricias sobre mi entrepierna sólo aumentaban el obsceno desenfreno.

La serpiente dando salticos vuelto una bestia sedienta de placer era una obra de arte, todo decoro en su cuerpo quedó a segundo plano mientras se atragantaba con la lengua de Fred; pidiendo a gritos ser empalado hasta el fondo, así vocalmente. Susurrando cuando tocaba su esponjoso interior aquel punto que lo volvía un maníaco desenfrenado, sí, justo eso quería ver. Un estirado levantando el culo para que lo penetrara con más fuerza, no pude con tanto; saque los dedos reemplazándolo con lo que tanto quería. Draco se subió por completo sobre mí regazo, gritando al techo con los ojos cerrados y las uñas encajadas en mis hombros. No deslice mi cabeza hacia atrás como tanto quería, no, me centre en los perfectos pozos inundados de sensuales porquerías de Fred, una de mis manos voló hasta sus labios, enterrando los dos mismos dedos que antes estuvieron dentro de Draco, este jugo con ellos, llenándolos de caliente y espesa saliva. Me quería mover en el infierno malditamente hirviendo de la serpiente, pero sólo estaba estático mirando como Fred se follaba la boca obscenamente con mis dedos. El rubio sin perder un segundo de la escena, sonrió acercándose a la boca de Fred, siendo ahora dos las lenguas que jugaban con mis dedos, No aguantaría mucho sí esos dos seguían así.

-Fred, entra- Ordenó la serpiente y dejó un beso en la comisura de sus labios, dispuesto a salir y tomar turnos con Fred; el movimiento frenó en seco, Draco cierne con fuerza las paredes de su infernal cavidad, manteniendo mi lugar-... Quieto, George… - Su súplica en realidad era una orden implícita, quería renegar que estaba loco, no obstante, Draco me dedicó una devastadora sonrisa, el rubio sabía lo que hacía o eso quería creer. No estaba listo para que mi amante prematuro se desangre por sobrepasar sus límites.

Fred con las mismas dudas pero mas solicito, apuro el paso y con sumo cuidado fue entrando en el agujero hambriento, abierto y sedoso del Slytherin. Cerré los ojos de puro gusto al sentir la erección viciosa y dura de Fred chocar con la mía, cerniéndose sobre la espalda de Draco, tirando a este sobre mi pecho, uniéndonos por completo. Asfixiado, tome aire cómo pude, sintiendo todo mi cuerpo temblar de puro placer, Draco no se movió. Estoico, con las mejillas encendidas, su labio maltratado bajo los dientes, la cabeza sobre el hombro de mi gemelo y las uñas corrompiendo la piel llena de pecas de su cuello colindante era la perfecta apología de una estatua de mármol. Unas cuantas lágrimas surcaban sus mejillas, mientras este intentaba respirar. Se sentía mortalmente estrecho. Cuando estaba por retirarme, este se movió por fin. Retirándose por su propia cuenta, tomando aire muy despacio, para volver a bajar enterrándose la mayor longitud de las dos erecciones dentro, sacando un par de jadeos de todos. Ajuste las manos a su abultado culo, Fred a sus caderas, sosteniéndonos; Draco había enloquecido, arrastrándonos a su inhumano ritmo.

- Ustedes dos, yo me preparé... Pero... Son tan grandes- Comunicó en medio de jadeos, acoplándonos apenas a un desvariante ritmo entre los tres, dónde podía sentir el interior estrecho de Draco asfixiarme la polla, la cual se deslizaba al compás del falo de Fred, embarrando mucho más el tormentoso recorrido.

- Estás tan jodidamente estrecho y totalmente demente por recibirnos a ambos- Encaje los dientes en la pálida piel mordiendo su hombro con sevicia esperando liberar un poco del enloquecedor calor que atizaba mis entrañas. Ni siquiera estaba por completo dentro y estaba temblando de pies a cabeza.

- Los quería a ambos, añoraba esto... La manera dolorosamente placentera en que me rompen a la mitad... Abriendo mi agujero para satisfacerse- La ninfómana manera en la que nos montaba me acercaba a pasos agigantados al final, encogiendo el abdomen con fuerza para no acabar de una sola vez.

- Ahógate en la pornososa sensación de lo moralmente inaceptable... - Hablo Fred y supe que estaba cerca, siempre lo estaba cuando perdía los sentidos en el léxico más sucio que se le ocurría, aquel que sólo lograba que me hinchara hasta el doloroso límite -... Disfruta de dos buenas vergas perforando tus sentidos- El desequilibrado Fred se sumió en un bestial vaivén arrastrándome a él y por consiguiente a Draco.

Los ventanales temblaron ante toda la magia vibrando en la caliente habitación llena de vainilla y sexo. Fred sostuvo con malicia el cabello platinado de Draco estirando su cuello hasta lo imposible, encajando los dientes en su más que maltratado cuello, dónde marcas violáceas comenzaban a adornarle la piel, con gusto ajuste los dedos en sus nalgas sabiendo que allí también quedaban marcas; unas densas y oscuras marcas que le recordaran lo bien jodido que había quedado por dos leones hambrientos. Draco se ahogaba con su propia saliva y aire, gritando como un demente cuanta obscenidad se le cruzaba por los labios, apurando el bestial ritmo, encogí la punta de mi pies sintiendo el inminente final. El cuerpo de Draco se contrajo en convulsiones furiosas y sentí la humedad mucho más cruda bañarme el abdomen a pesar de agua tibia. Fred vibró junto a mí, derramándose sobre mi polla, la tibieza de su semen arrastró al mío, dejando mi cabeza en la locura, gritando el nombre de ambos como un mantra, cerrando los ojos hasta que fue doloroso.

Busqué desesperado los labios de Fred, siendo recibidos por estos con premura, bebiendo de la saliva y el agua olor vainilla que bajaba de mi cabello empapado. Draco sin poder soportar ser dejado de lado y en una incómoda posición se unió al beso, convirtiéndolo en una pelea de lenguas y saliva chorreando más que un beso propiamente dicho, pero que nos satisfizo a todos. Draco se removió, encogiéndose contra mí pecho, rendido totalmente sobre mí hombro. Más allá, Fred me miraba con una sonrisa satisfecha y triunfante, con el cabello revuelto y las gotas de sudor bañando toda su piel, sus hermosas pecas rosas resaltan contra la escasa luz de lugar, al igual que sus perfectos ojos azules, tan iguales a los míos, pero tan diferentes a la vez; mucho más traviesos y encantadores. Aún teniendo cuidado con la delicadez del cuerpo tan suave como un durazno sobre mí, atraje a mí hermano de cuello besando una última vez sus corrompidos labios hinchados. El beso se prolongó hasta pequeños y fugaces acercamientos que nos llenaron de pestañeos divertidos y sonrisas coquetas, moví a Draco, queriendo unirlo al juego, me moría por probar el delicioso fruto de su boca, le di un leve estremecimiento pero este no se movió, probé con uno más fuerte, dio el mismo resultado.

Fred curioso salió del cuerpo lechoso de la serpiente, más no hubo ningún cambio; en pánico mí gemelo separo su cuerpo de mi hombro, este tenía los ojos cerrados y los labios en una mueca satisfecha, los ojos de Fred conectaron con los míos y antes que mi paranoico hermano saliera gritando y desnudo a buscar la enfermera, lleve los dedos hasta el cuello de Draco tanteando su pulso, allí estaba sereno y acompasado.

- Sólo se desmayó, amor... Ya despertara- Intentó infundir calma, sabía cómo hacerlo. Este suspiro asintiendo, tomando el lugar a mí lado, encogiéndose contra lo poco que Draco no ocupaba de mi pecho. Envolví su cadera en un a pesar de la posición, cálido abrazo.

- Aquí fue donde desperté esta mañana... Por eso estaba jadeando, me acaba de correr- Comunicó con los minutos Fred con nuestras respiraciones acompasadas. Lo mire burlón, me había escondido parte del sueño a propósito. Negué infantilmente ante su pura, traviesa y con cierto toque coqueto sonrisa. Sonrisas marca Fred.

- En ese caso, ya quiero saber con qué magnífico sueño despiertas mañana... Avísame con antelación hermanito, así me preparo mentalmente para la proeza de satisfacer a dos insaciables boquitas- Cómo supuse, Fred me golpeo con juguetona fuerza el pecho logrando que riera con más ahínco.

-Te dije que ibas a enamorarte - Me recordó, sin pizca de miedo o celos, sólo una gigantesca sonrisa, algo me decía qué a mí hermano no le importaba en lo más mínimo compartir con el rubio nuestro turbio amor.

- Estoy fascinado, es cierto - Le concedo por fin todos sus deseos, saliendo del rubio cuerpo para acomodarme mejor. La serpiente se acurruco mucho más contra Fred creando una maraña de piel y agua entre los dos sobre mí.

Hasta que el agua no empezó a enfriar y recordé los peligros de quedarse dormido en una tina, no decidí levantar a los dos bellos durmientes a mí lado. Primero despertó Fred con sus perfectos ojos azules y el cabello pegado a su frente, totalmente infantil y despreocupado, me beso la comisura de los labios. Luego lo hizo Draco bajó la burla del pelirrojo que se veía precioso durmiendo, esto entibio las mejillas de la serpiente, que a pesar de las actividades previas salto de mi regazo hacia Fred intentando ahogarlo, no sin antes recibir mi correspondiente beso sobre la otra comisura de mi boca, un toque sensual y cálido. Completamente extasiado contemple la lucha en agua de esos dos y cómo jugueteaban a salpicarse o hundirse en la gran tina. Me mantuve lejos de sus furiosos embates y sus caricias furtivas, deleitado con la vista. Fred tenía toda la jodida razón, sí que podía a llegar a enamorarme de esta rara convivencia, de la piel exquisita de Draco y sus nalgas redondas. En la mañana, me reí de la estupidez de mi hermano y su premonición de que yo me enamoraría de una serpiente, ahora le daba espacio a la duda. Había probado que tan estiradas podían ser las serpientes y me había encantado.

 

Peeves después de niños atormentar, una ducha se quiso dar; al baño de quinto fue a parar. Los leones y la serpiente sin vigilar, a Peeves dejaron entrar. Los gritos, jadeos y gemidos sin par; por fin, el poltergeist pudo grabar, en sus pupilas sin carne para la larga eternidad. 

 

Chapter 3: Chocolate Ambarino

Summary:

Dia III: Chocolate caliente

Pareja: Remus x Lucius

Chapter Text

 

   Cuando el patronus de mi esposo hizo acto de presencia en la oficina, supuse que algo pasaba; quizás Draco había sido encontrando nuevamente en algún acto indecoroso con Potter, tal vez uno de sus quejumbrosos y estúpidos niños a los que dictaba clase quiso nuevamente robarle un beso; deseche la idea, sí alguno nuevamente se acercaba ya habíamos quedado en que lo torturaría por siquiera atreverse a pensar en semejante cosa, ninguno de esos pre pubertos era competencia a mí lado. Deseche el pensamiento por el bien de mi cabeza neurótica. Me centre en que serían buenas noticias, el lobo en ocasiones llegaba a mí oficina simplemente para charlar de su día o contarme sobre alguna nueva y rara criatura que le gustaba, en el mejor de los casos, siempre venía por una buena follada antes de la cena, sí, debía ser algo como eso. Más alegre y menos preocupado, decidí que sólo debía pensar cosas buenas, Remus no se molestaría en mandarme un patronus si algo malo pasaba, simplemente hubiese entrado echando tumbos furiosos por la oficina.

Me permití soñar despierto con la idea, una buena follada me vendría de maravilla después del día tan ocupado en la oficina. Estaba exhausto y extraña a mí pareja, aunque este pensamiento nunca conocería la vida más allá de mí subconsciente, por el bien de mí impecable imagen. Ahora de buen humor y siendo totalmente permisivo, decidí ir más allá de sólo ideas banales o carnales en todo caso; si tenía suerte quizás Remus cruzaría la puerta y me relataría como su mejor amigo, el pulgoso de Black se había caído por las escaleras y se había roto el cuello, con lo patoso que era no faltaba mucho para eso, quizás hoy sí se cumplía mí macabro deseo; lo único malo en la ecuación sería que mi esposo lloraría pero bueno, un lunático Black menos en el mundo, era para festejar, lastima que Remus no pensase así. Todos estaban tan lunáticos que llegaba a ser macabro andar con ellos, y mira que yo sabía de gente desquiciada y lunática; no obstante en el podio de la locura, los Black siempre se llevarían todos los lugares.

Así me encontró Remus, imaginando una muerte venidera por parte de los Black, o al menos del pulgoso que siempre me robaba una gran parte del tiempo de mi pareja; mucho más desde que trabajaba en el jodido castillo junto a él. Me enfurece, pero no me molestaría en rebajaría a comentarlo, en absoluto; después de todo Remus; mi Remus, era precisamente eso, todo mío. Esos habían sido nuestros votos, unos que cumplía a cabalidad. Era leal, mucho más con el licántropo. Le dediqué una gran sonrisa cuando su fornido cuerpo penetró el despacho, entrando por la chimenea. Este se limpio la ropa y me dedicó una fría mirada dorada, todos mis planes de follar o alguna mierda parecida, quedaron enterrados en el acto. Era una mala noticia la que me traía. Me erguí sobre la gran silla de cuero detrás del escritorio, un Malfoy nunca escapa de las malas noticias.

- Malfoy- Siseo y supe que no sólo eran malas noticias, el lobo estaba cabreadísimo. Su llamado me lo dijo todo, no estaba triste o serio; era molestia dura y pura. Por su semblante supe enseguida que era contra mí persona. Algo había, pero se escapaba de mí comprensión el qué.

-Cariño- Intenté relajar el ambiente, la calma siempre era la mejor opción, no era de sabios hacer enojar a un hombre lobo. Aunque tenía su misma estatura e incluso más. Su fuerza era otra historia, una en la que para mí fastidio terminaba perdiendo.

Mi apodo fue ignorado deliberadamente, mientras el lobo caminaba con parsimonia, demasiado lento para mí gusto, Sabía lo que tramaba, intimidarme, al igual que un gran depredador a una presa; no obstante se necesitaba mucho más que eso para hacer temblar a un Malfoy y estaba consiente que mi esposo conocía ese detalle. Enarque una ceja ignorando el deje burlón de mi boca, recordando que debía calmar al hombre lobo. Este al no ver cambio en mi relajada actitud se acercó hasta sentarse sobre una de las ostentosas sillas frente al escritorio. Cruzó uno de sus tobillos sobre la rodilla, viéndome de brazos cruzados.

-Remus …¿Acaso debo usar la legeremancia para saber que te sucede?- Pregunté tentativo, su mirada me incomodaba en cierta medida, no saber qué pensaba o quería siempre me pondría nervioso, no por su licantropía; simplemente me gustaba controlar todo el panorama a mi alrededor. Cosas de un patriarca.

-Quizás si deberías echar mano de la legeremancia, así vieses en primera plana lo que yo acabe de presenciar en un jodido pasillo- Respondió y yo ahora totalmente intrigado quise levantar la varita y apuntar a su cabeza, pero sabía qué Remus sólo me estaba probando, si veía un sólo vestigio de mí varita cerca de su cabeza, no le faltarían ni dos segundos para someterme contra el escritorio y no de placentera manera. Su jodida super fuerza no venía sola.

- Deberías ser mas comunicativo Lupin, a pesar de lo que dicen por los pasillos...Las serpientes aunque listas, no podemos leer la mente sin varita... Carecemos de dicho don- Intente por las buenas, pero dejándole en claro que comenzaba a impacientarme de tanto misterio. Odiaba el misterio tanto como las sorpresas y los dulces malditos.

-¿Qué has hecho esta semana Lucius?- Preguntó ignorando mí advertencia y justo en ese momento me desconecte de toda realidad, rendido en el arte de entender a las personas. A los hombres lobos en este caso.

Hice memoria, porque sí, creía que en mis actividades de la semana podría estar la piedra angular de toda esta tensa conversación. Recordé todo desde el fastidiado lunes hasta el agotador viernes en la tarde, es decir, hacia menos de diez minutos. Sin embargo, no obtuve ninguna respuesta, había sido otro día normal en mí vida; trabajo, cartas con Remus, más trabajo, firma de contratos, cartas con Draco; la rutina de mí vida. Totalmente perdido me encogí de hombros, no entendía qué se suponía debía ver en la rutina normativa. Incluso llegaba a ser tediosa, no se que esperaba que viera entre tanta aburrida normalidad.

-Te pregunto nuevamente …¿Qué jodidos hiciste esta semana Malfoy?- Fruncí el ceño, Remus no maldecía a menos que estuviera perdiendo el control por completo. Abandoné mi plan de calmarlo, el lobo estaba tan cabreado que necesitaba el plan de emergencia. Alce la varita, la cual duró un segundo entre mis dedos.

El lobo me arrebató la varita en un abrir y cerrar de ojos, inclinándose obscenamente contra el escritorio, tanto que podía oler su delicioso aliento achocolatado. Me mordí el labio inferior recordando que no estaba en posición de envolverme en la belleza mortífera de mí pareja, que estaba en problemas si no lograba hacerme con la varita nuevamente. Remus se dio cuenta que estaba perdiendo los estribos con mucha premura, así que solo soltó mi muñeca antes de romperla, sus ojos dorados furiosos vibraron con mortífera insistencia; podía ver en ellos la pelea del hombre y el lobo, luchando por dominar al otro. Al final ganó el hombre por muy poco, recordando quizás la sortija que descansaba en su dedo al igual que en el mío. Con un fuerte y profundo suspiro, volvió a su asiento; pasando una mano insistentemente por el cabello frustrado. Repase más a fondo las actividades de estos días, buscando en verdad una razón por la que Remus pudiera perder de esta manera los estribos. No encontré nada. Un incómodo silencio nos envolvió hasta que el lobo decidió romperlo.

-Encontré a mis alumnos de Gryffindor masturbándose en los desolados pasillos del quinto piso- Comunicó el profesor y casi me echo a reír ante tanta desfachatez. Era sumamente normal masturbarse, no veía el escándalo en ello; quizás no estaba tan genial que tu profesor se diera cuenta de ello, pero daños colaterales de masturbarte a la intemperie. No obstante no encontraba que tenía que ver yo en todo eso, abrí la boca dispuesto a hablar, pero Remus me callo con un solo movimiento de su mano.

-Era la hora libre, ya casi anochecía por ello fui a hacer mi ronda normativa... Halle un ruido extraño en el pasillo del quinto piso, fui a investigar y los hallé en medio de su agitada actividad... Eran los de cuarto y tercero...- Sí se escandalizaba por ver a esos calentones pre pubertos masturbándose en conjunto tenía que renunciar inmediatamente a ese colegio de locos. Hogwarts daba los mejores magos, no obstante tanta represión los llevaba a estar medio dementes; todos pasamos por ello. Inclusive yo estuve en un par de orgias en este caótico colegio-... Todo estaba bien hasta que escuche un jodido nombre que recitaban y vanagloriaban como un mantra- Acoto y yo comencé a atar cabos y no me gusto el resultado para nada, menos con el vestigio de su lobo en la superficie; los dorados ojos intentaba aplacar a los azules y mandar la cabeza de Remus por el camino de la desenfrenada locura.

-No los puedes culpar por masturbarse en grupo Remus, todos son unos impúdicos niños que …- Mis palabras fueron interrumpidas en un nuevo arrebato del lobo que posó ambas manos sobre la fina madera de mi escritorio, asesinándome con la mirada, casi sobre mí.

- Se estaban masturbando con tu maldita foto, Malfoy- Lo que no quise escuchar pero supuse me golpeó de frente en la cara, quise mostrar asco; en verdad lo sentía sólo de imaginar la escena, no obstante una folclórica sonrisa apareció en mis labios ante la premisa; mí orgullo se elevó por los cielos.

- ¡No te rías con un jodido carajo! ¡Era tu puta foto la que estrujaban mientras sacudían sus malditas vergas, llamándote con sus putas voces aún sin madurar!- El lobo había explotado furioso y aunque me divertía en sobre manera al tener la situación ya es clarificada, intente hacer memoria de qué fotografía mía pudieran tener esos malditos pervertidos para tal menester. Gasté al menos dos preciosos minutos hasta que Remus tiró una revista sobre mis manos.

- No necesitas recordar nada, esa puta foto era la que tenían- El lobo enjaulado volvió a sentarse hecho una vivida fiera. Respirando entrecortado incluso.

Tome la revista observando el encabezado y la portada; bueno eso explicaba muchas cosas. En la gran revista magazine favorita del último siglo, Corazón de bruja, en primera plana aparecía mi perfecto retrato, había sido una mera propaganda por el tema de san Valentín y ese asunto. Se me había entregado una gran barra de chocolate y dado la siguiente premisa -Haz que se enamoren del chocolate-, el resultado; Mi foto en primera plana, con el cabello desperdigado por todo el rostro, dejando sólo las facciones necesarias a la vista, los ojos mirando fijamente a la cámara y en una de mis pálidas manos, una gran barra de chocolate; los estilizados dedos la envolvían por completo, acercándola a mis labios, le daba un mordisco a la susodicha y esta se derrite lentamente entre mis labios, manchando de chocolatoso pecado los mismos, hasta que una fina capa los cubría, la cual recogía con la lengua, sonriendo. Al igual que un video en cámara lenta, se reproducía la imagen móvil. Debía darle crédito, se veía terriblemente morbosa sin rayar en lo vulgar. Además había sido todo un boom la jodida cosa, se habían triplicado las ventas de la revista y del chocolate que comía.

- No es la primera vez que soy la portada de Corazón de bruja, Remus- Intente llevar por la paz el asunto, en primer lugar había hecho la campaña por Remus, este amaba el chocolate.

- Nunca habías hecho tal desvarío de propaganda- Reclamo aún de brazos cruzados y mirada furiosa viendo con asco la portada de la revista, sólo esperaba que ni fuese la misma que los calientes adolescentes hubiesen estado magreando. Por las dudas, decidí no tocarla.

- No puedo controlar lo que suceda con mi imagen impresa en una revista …- Intente explicarle, en verdad que había dado el visto bueno para la maldita cosa, pero aunque reconoció mí alto morbo y la aura caliente que me cargaba, nunca pensé que la mente creativa de los jóvenes le diera para tanto, empezando porque podría ser su jodido padre-... En todo caso, pensé que ya la habías visto. Fue hace tanto- Hable despacio dándome por vencido, dispuesto a girar la situación. Basta de pelear con Remus por unos malditos niños.

Me levanté de la silla, caminando despacio hasta Remus, sentándome sobre el escritorio y su cuerpo embutido en la silla frente a mí. Deje caer el cabello desatado hacia atrás, sosteniendo una pierna sobre la otra, aprovechando la carencia de túnica para que mis estilizadas piernas queden bajo la fina tela del traje torneando muy bien toda la masa corporal; trabajada y fina. Echó los brazos hacia atrás, sostenido de estos, mirando férreamente a mi esposo, seduciéndolo vilmente gracias a los indudables encantos. Sonriéndole de manera coqueta, el lobo se removió girando la mirada para no verme. Totalmente cabreado todavía, compuse un mohín terriblemente caliente. Sabía que el lobo me miraba por el rabillo del ojo gracias a su agudizada vista y que por supuesto no soportaba mí seducción innata.

- Deja eso Lucius, estoy muy cabreado...- Amenazó el lobo levantándose de su asiento, sabiendo a la perfección que no podía resistirse por mucho a los encantos que en primer lugar lo habían hecho caer en mis brazos -... En todo caso, lleva dos malditos días la jodida revista, no puedo ver todo lo que haces en el acto- El lobo se alejó mucho más, a una distancia prudencial dónde el perfume de mi piel no se filtraba por su agudizado olfato y las manos no lo podían tocar. Crucé los brazos dejando la seducción de lado, ahora yo era el que empezaba a cabrearse.

- Es sólo una maldita pieza de chocolate- Repuse irritado con tanto problema por un chocolate, claro que sabía lo que parecía, mucho más cuando la punta del tablón de chocolate se derretía sobre mis labios creando un hilito hasta mi fuerte quijada. Lo sabía a la perfección pero no daría mi brazo a torcer, primero muerto antes de ceder en una pelea. Mucho menos si dicha pelea involucra a mí perfectos labios y mi deseado rostro.

-¡Parece una puta polla!- Atacó nuevamente el mago, lo sabía pero sólo era marketing, por ello me habían pagado una cantidad razonable de galeones. Era sólo una maldita fotografía con un no tan sutil mensaje sexual. Nada más, nada para perder la cabeza.

-Eres un pervertido al igual que los pubertos a los que les das clases... Es una barra de chocolate y eso es todo …- Comunique, no daría el brazo a torcer, menos ahora que también me había cabreado-... No tengo culpa de ser el mago más deseado de todo el jodido mundo mágico, Lupin- Estaba perdiendo los estribos y lo sabía, me tenía que calmar, pero simplemente me parecía irreal que mi esposo me estuviera jodiendo por esto.

-La pregunta aquí es a cuántos de ellos deseas tu, Lucius...- Remus le había dado por completo un giro a la conversación dejándome sin palabras, su semblante radiante de rabia todavía se mantiene, pero era notable lo afectado que estaba más allá del enojo. No caería en su maldito juego, no en el estado de alteración que estaba también.

-Jodete Remus- Compuse, enojado, sin siquiera bajarme del escritorio, no podía creer que me hiciera esa pregunta, por algo tenía su puto anillo en el dedo; por algo me había casado con él a pesar de toda la mierda que nos había llovido por ello. Escoger a un impuro a la casta como él no había sido fácil, pero aún así lo había escogido por sobre todo eso. Incluso mis propios prejuicios.

Remus absorbió mis palabras pero no las devolvió, se mordió la mejilla con fuerza para no hacerlo; veía cómo se contenía desde mi lugar pero no iría a consolarlo, estaba muy cabreado para ello. El lobo se descruzo de brazos, hechizándome con la mirada. Abrió la boca un par de veces, pero sólo terminó cerrándola al final, tomando aire con fuerza y luego repetía el ciclo. Dorado contra gris. Esperando quién cedía primero, en este caso fue el lobo quien se dirigió a la chimenea a grandes zancadas, dándome la espalda para mayor cabreo, nadie ignoraba a Lucius Malfoy.

-Sólo venía a decirte que no iré a cenar hoy... Me quedaré el fin de semana en el colegio- Dictó el lobo a un paso de la chimenea, logrando así que todo el enojo explotase. Ya no estaba cabreado, estaba totalmente colérico.

-¡Qué te follen a ti y a tu colegio, Remus!- Por fin grité, perdiendo los estribos. Un Malfoy no gritaba o alzaba la voz siquiera, pero estaba muy cabreado para recordar los modales.

Nadie en su puta vida me había rechazado una sola cena, todos querían estar conmigo y yo los ignoraba a todos por estar con el lobo y este, simplemente se recluía en su mundo. Inaudito, inaceptable, inadmisible. Esto iba contra toda lógica del mundo. Me negué a ver cómo se iba todavía sentado sobre el gran escritorio, sólo al escuchar el sonido de la desaparición en la chimenea, me atreví a echar un ojo sobre ella comprobando si de verdad Remus se había largado y me había dejado sólo, por una puta fotografía. La respuesta era un definitivo sí, esto más que enojarme, me dolió. Pero no lo demostraría, un Malfoy no se dejaba derrotar así de fácil. Tome mis cosas bajando por fin del jodido escritorio, me arregle lo mejor que pude y salí a cenar solo, me valía de mi propia persona para satisfacerme. No necesitaba un lobo media casta, para ser feliz. Qué le dieran a él y sus pubertos alumnos.

Toda una gran falacia, en realidad sí lo necesitaba, al llegar esa noche con algunos whiskys de fuego encima y una agridulce cena; sabía que necesitaba a mi esposo cuando me arrastre a nuestra cama y no lo vi allí esperándome con los brazos abiertos, riéndose de lo descuidado que había sido. Esta noche casi me entrego al llanto, odiaba pelear con Remus, muchísimo más por tonterías cómo esas. ¿Qué cuantos magos deseaba?, sólo uno, a él. Sólo Remus me bastaba para ser feliz y estar satisfecho en todos los sentidos. Su timidez de la que siempre me podía aprovechar, sus grandes sonrisas en las mañanas incluso después de una agotadora luna llena, el espléndido cuerpo lleno de hermosas cicatrices que me desvelaba por besar, los labios que podía jurar le sabían a chocolate, su rubio cabello deslumbrante y perfectamente liso; sí hablamos menos poéticamente y con más malicia, también me sentía satisfecho; Remus tenía un gran vigor en la cama, una incalculable fuerza, un morbo tan grande como el propio y qué decir de lo bien dotado que estaba; la maldita cosa ni siquiera me cabía en la boca con facilidad y me hacía ver estrellas cada vez que entraba en mí. No cambiaría nada de eso por un mago normal, corriente y mediocre. Yo tenía mi propia divinidad durmiendo al lado.

Frustrado y caliente ahora, no me queda más que entregarme a los brazos de Morfeo para no hacer una estupidez cómo masturbarme pensando en mí esposo cabreado. Emprendí mejor los esfuerzos en buscar una solución al problema, ambos habíamos extrapolado la situación hasta el punto de la introspección. Entendí, más bien acepte su punto, sí, la jodida cosa parecía una polla y el chocolate derretido semen de la mejor calidad gracias al precio de la fina dulcería. Lo entendía, pero nunca lo hice con esta intención, es más, sólo lo hice para ver la cara de Remus y lo caliente que se pondría con la jodida cosa, eso sin contar los muchos galeones de más en nuestra arca. Todo parecía estar bien para mí, pero al parecer con el hombre lobo, todo se le salió de las manos gracias a los niños pubertos y calientes. Hice un puchero infantil y bastante propio de cuando estaba frustrado hasta la médula, necesitaba arreglar todo con Remus. Con la idea en la cabeza empecé a tejer una solución, después de todo era un gran estratega, por fin con la llegada de la madrugada, había dado con mis respuestas. Ya se enteraría Remus.

A la mañana siguiente, despeje toda mi agenda, no quería interrupciones; no cuando se trataba de mí esposo. Me aliste lo mejor que pude y me arrepentí en sobremanera por no haber ni siquiera desenredado la mata de pelo platinado que cargaba, dure al menos dos horas para dejarlo listo; las bolsas bajo mis ojos formaron otro tanto de horas, necesitaba verme irresistiblemente perfecto. Al estar satisfecho con el resultado. Tome la chimenea directamente al castillo, aterrice sobre la chimenea de Draco, no quería sólo llegar a la de Remus, tenía que ser una sorpresa; ignore Draco y sus estupideces con Potter, así cómo el cierre de los pantalones abiertos de ambos. Tenía mejores cosas que hacer que eso. Me encamine hacia el despacho del profesor de criaturas mágicas, me tomó un par de minutos y al llegar, estaba por tocar cuando escuche las voces amortiguadas dentro. Mire a los desolados pasillos, no se diría que Lucius Malfoy estaba espiando detrás de una puerta, al comprobar que estaba sólo, me acerque a la gran puerta de roble, amplificando el sonido dentro de este, me reí al escuchar la primera tanda de súplicas.

 

-Pero profesor, eso es injusto... Con esta cantidad de puntos podríamos perder la copa de la casa-

-Tiene razón, Señor James... Que sean cien puntos menos cada uno, así me aseguro que no tengan posibilidad alguna de ganar la copa, quizás eso les enseñara a tener más coherencia la próxima vez-

-¡Le digo que es injusto, no sólo vamos a perder la copa de este año si no del siguiente!... ¡Es Gryffindor, debería entender!-

-Con mucha más razón, está en un Gryffindor ser valiente y coherente con sus actos; ustedes cometieron una falta y ahora la tendrán que pagar... En todo caso, deberían estar satisfechos, la próxima vez, Mcgonagall personalmente se enterara de esto; les aseguro que la expulsión será el menor de sus problemas, la directora adora la pulcritud y decencia-

-¡Sólo nos baja tantos puntos porque era la fotografía del Malfoy!-

-Tiene mucha razón señor James, por ese detalle es que son cien puntos y no veinte o treinta. Aunque le doy la razón en el exquisito gusto que tiene, para su desdicha esta persona es mi jodido esposo, y sí veo aunque sea un indicio nuevamente de esta impura actividad, les juro que el menor de sus problemas será una maldita expulsión. No creo que sea de su agrado ver cabreado a un hombre lobo-

Escuche un grito contenido después de eso y más intensificado el olor a chocolate de Remus, supuse que era la hora de dejar de espiar y entrar; aunque me jactaba del espanto de los mocosos sabiendo que eso le enseñaría un elección, sí estos se quejaban podrían echar a Remus del colegio, cosa que no permitiría, mucho menos por unos infantiles celos. Di un toque suave a la puerta, a sabiendas que se escucharía con bastante eco del otro lado. Cómo supuse el sonido rompió la densidad del ambiente y alguno de los mocosos dentro dejó ir un jadeo ahogado, totalmente asustado.

-Ya pueden retirarse y recuerden, aléjense de las cosas plateadas... Déjenle eso a las serpientes, después de todo son dorados leones-

La puerta se abrió después de eso y ocho pares de ojos me miraron aterrorizados, de pies a cabeza la mirada de los mocosos viajó, tan blancos como un papel. Se inclinaron reverenciando con terrible pánico y luego se perdieron por el pasillo con un gruñido por parte de mi cabreado esposo. Cerré la puerta detrás de mí al entrar, asegurando con descaro, lo que tenía por hacer se necesitaba mucha privacidad, sobre todo en las alteradas situaciones del hombre lobo sobre la silla del escritorio. Remus me recibió en silencio, mirándome con calma al igual que los despavoridos magos, pero esta vez incluso infle el pecho altivo y moví imperceptiblemente las caderas, sabiendo que los ojos del lobos fueron a parar a estas gracias a la entallada túnica negra que cargaba encima. Me adelante sin pedir permiso, no lo necesitaba en todo caso.

-Eres toda una eminencia con los adolescentes- Me burle aún bajo su escrutinio. El lobo intentaba alisar su ropa y acomodar su túnica, sin saber que con esa formas despeinadas y rebeldes me enloquecía más. Yo era perfección, Remus era caos, por eso lo amaba.

-Sólo con los que se quieren pasar de listos, Lucius- Primer paso favorable, me llamaba por mi nombre. Eso era algo. Deje salir todas las armas bien aprendidas de seducción en mí. Cruzando las piernas para darle una mejor vista de estas al castaño-... ¿A qué debo tu magnífica visita?- Segundo paso bien, sabía cómo adoraba la adulación, mucho más sí tenía ese tono coqueto de Remus. Sonreí satisfecho con la vía libre para mis planes.

- Vine a compartir un chocolate caliente, aún tengo sobre mi el frío de dormir en una cama helada... Además, se que es tu favorito- No perdí tiempo de esparcir un poco de veneno, después de todo era una serpiente. El lobo mordió un poco su labio nervioso y me rehuyó la mirada culpable, al menos se arrepentía tanto como yo de esta tonta pelea sin sentido alguno.

El hombre lobo asintió, intentando llamar a los elfos, no obstante con un chasquido los llame primero, pidiendo la orden que ya había dejado clara en la cocina en primer lugar. El elfo entró con todo el juego de té para mí, chocolate para Remus; no quería saber nada del maldito chocolate al menos por los próximos cinco minutos. El elfo desapareció todo objeto sobre el gran escritorio de Remus lleno de papeles, sirvió el juego de maravilloso té en mí parte y el más costoso chocolate frente a Remus; una gran taza, con espumante chocolate sabor canela, malvaviscos y hasta crema batida encima. No sabía cómo podía siquiera entrar eso en su organismo, pero por cómo salivo sabía que había ganado esta partida desde ya. Conocía muy bien a mí esposo para saber que no se resistía a un buen chocolate caliente con malvaviscos. Con la despedida del elfo di un par de sorbos gustosos a mí té mientras Remus devoraba con bastante premura su chocolate. Decidí actuar después de diez minutos y los líquidos a la mitad. Me levanté de mi asiento, aún con té en mano. Di un sorbito tentativo.

- Lo de ayer... Fue una gran estupidez- Comunique, porque así lo creía, dos magos demasiado estúpidos cegados por los celos y la rabia para ceder el asunto por la paz. El lobo dejó su bebida, asintiendo despacio, con la crema en los labios, me contuve apenas de besarlo dando otro sorbo al té.

- Reconozco que estuve un poco cabreado y que fue estúpido la escena de celos - Me reí en medio de su escritorio a un palmo de su cuerpo. El lobo giró su silla, dejando el asunto mucho más fácil. Para ser un hombre lobo, sus sentidos le fallaban en ocasiones.

- Sí, una puesta en escena memorable- Apoye, mientras este dejaba su vaso vacío sobre el escritorio, inclinándose hacia adelante. Apresure el paso evitando que se levante. Dejando la taza de té sobre el escritorio. Arrodillándome sobre el suelo.

- En serio bebé, yo no quería sólo fue una extraña mezcla de celos e inseguridad, simplemente perdí los …¿Lucius qué haces?- Por fin de rodillas, el lobo se había callado, me hice espacio entre sus piernas moviendo la cabeza, recordando que lo escuchaba, pero este ya no hablaba más.

Metí las manos entre los pliegues de toda la ropa que llevaba el castaño encima, dando con rapidez con los botones y el cierre de pantalón, sacando el gran trozo de carne flácida de sus pantalones, el lobo no me detenía sólo me miraba con el fuego comenzando acrecentar en sus pupilas, lo sentía en la nuca. Me quede viendo un rato su anatomía aún dormida.

-Bebé, si quieres puedes sacarle una fotografía- Se mofó el malnacido y levanté mi cabeza sólo para mirarlo de mala manera, con ganas de morderle la punta para ver si se reía tanto, pero eso sólo agraria nuestra encuentro, decidido; con un pase de varita elimine toda la ropa del castaño.

Dejándolo completamente desnudo sobre la silla y mucho más satisfecho, me hice espacio entre sus piernas, abriendo estás mucho más hasta que entre en totalidad envuelto entre sus muslos. Me relamí los labios con sorna viendo la erección flácida comenzando a endurecerse, sólo por la mirada sobre ella. Me acerqué por fin, dejando un beso sobre los rubios vellos que le adornaban la potente y bonita polla. Succionando algunos para mí diversión y su siseo contenido, buen comienzo. La tomé entre mis largos dedos. Masajeando despacio, de arriba a abajo, ajustando con contenida vehemencia los dedos, pasando el pulgar sedoso por la cabeza rosada.

-Cómo le decía Señor Lupin, una escena de celos memorable, teniendo en cuenta que ni siquiera sabía qué utilizaban mi imagen para estos menesteres- Comunique con un giro del pulgar sobre la apertura de la punta, deseando que desde allí fluya el manantial del líquido que deseaba probar.

-Joder Lucius …¿Acaso quieres una disculpa?- Preguntó el lobo ido, con los ojos desenfocados, conteniendo sus dedos en los brazos de la silla, dejándome jugar a gusto consigo. La erección tomó mucho más vigor; deje de mirar al lobo para acercarme a su pene, dando pequeños besos por toda su extensión.

-No quiero una disculpa, quiero que mi esposo recuerde el porqué me case con él- Hable sobre su erección dejando que mi aliento caliente chocará contra la sensible piel, recorriendo con la lengua sus bolas, sintiendo el estremecimiento en el hombre. Metí una a la boca, saboreando su salado sabor y el olor enloquecedor que desprendía.

-D-Demonios Lucius... - El hombre lobo ya comenzaba a volverse resbaladizo, caliente y mucho más duro. Deje su testículo lleno de saliva para centrarme en el otro, recorriendo con suma tranquilidad su perineo; el cuerpo de Remus tembló de pies a cabeza y una traviesa mano fue a parar a mí hombro. Siseo extasiado-... Lo recuerdo, era el mejor partido que tenías - Sin detenerme a pesar de su ironía, besé la base hinchada de su pene, saboreando directamente de allí el pre semen que ya corría libre por toda la longitud de Remus gracias a mis buenas manualidades. Me acerqué a su cadera, lamiendo para luego morder con fuerza, al señor comedia.

-De acuerdo, de acuerdo... Te casaste conmigo porque me amas, tanto como yo te amo...- Pronuncio con mi lengua recorriendo la herida, un perfecto moretón se dibujaba en su bronceada piel. Bese la herida volviendo a bajar, jugando ahora con los dedos en sus bolas, llevando la boca hasta la punta metiendo un par de centímetros en mí boca. Succionando despacio, con demencia -... Sí eso bebé, cómetela toda- Con las mejillas rojas y una sonrisa triunfal, me separe de su gran erección rojiza, dura y palpitante.

- ¿Por qué más me case contigo, Remus?- Pregunté apartando de su necesitada erección para su desacuerdo, ignore incluso el tirón que dieron sus dedos sobre mi hombro. Las manos volaron hasta la base rígida, masturbandolo con demencial lentitud, torturándolo en silencio.

- Porque me amas, deseas y te vuelvo loco...- Conjuro el lobo con los ojos cerrados intentando no tirarme por completo a su erección disfrutando de la tortura, como todo un gran mago. Un punto más a su favor-... Porque soy atractivo como el demonio y te fascinan mis ojos miel, te encantan mis cicatrices y te pongo como un loco gracias a la fuerza que uso para joderte...- El castaño empujo su cadera contra mi mano para terminar con su tortura, pero aún faltaba un poco, lo tenía bien sujeto mientras con la otra mano la deslizaba con demasiada delicadeza por sus bolas, enloqueciéndolo por el leve roce -... Amas mí licantropía y el tamaño de mi verga- Completo y complacido, solté un poco el feroz agarre, moviendo la mano verticalmente logrando que la sangre circule mejor y los fluidos comienzan a bañar nuevamente la erección.

- Muy bien Señor Lupin, espero que la próxima vez antes de contemplar estupideces... Recuerde porque lo escogí entre todos los magos mediocres, normativos y aburridos; que aunque tenga a mil magos detrás y sea el hombre más codiciado del mundo mágico, sólo me interesa un mago; que en realidad, es mucho más bestia que mago- Por fin le di el descanso que quería, me incline sobre su erección y aflojando lo más qué podía la garganta, metí todo lo que cupo de su longitud. No exageraba cuando decía que el lobo era grande.

Lupin lo agradeció tomando a dos manos mi cabeza, empujando vulgarmente las caderas contra mi estrecha cavidad, su longitud y anchura me quemó la garganta y tuve que hacer un gigantesco esfuerzo para alejar las arcadas; al sentirla al tope de mí garganta la saque de un mismo empujón. La saliva acompañó el sucio movimiento regada por completo sobre toda la grandiosa extensión y mis labios, respire un par de veces sobre la caliente polla, metiendo sólo la punta para volverla a sacar sin llegar a estar tan profundo, la quería por completo húmeda y dura para lo que seguiría. Una de mis manos jugaba con los testículos y otra la sostenía con delicada firmeza de la base, creando un frote constante de arriba a abajo en aquella parte que no podía meter a la garganta, al menos no aún; ya sentía la quijada aflojarse. Mire hacia arriba, encontrando los ojos dorados de Remus encendidos, con los labios abiertos y las mejillas rojizas por el esfuerzo, con una escueta capa de sudor, se veía tan jodidamente sexy. El nudo de su anatomía mitad lobo se comenzaba a formar en la base, deliciosamente hinchado y rojizo. Era la hora, conjure despacio el hechizo que me había tomado aprender toda la mañana, al segundo una gruesa capa de tibio chocolate caía como una fuente desde el abdomen de Remus hasta regarse en medio de sus bolas, cayendo sobre la silla, empapándome las manos e incluso la túnica. Poco me importaba, estaba de lleno concentrado en Remus.

- Cómo se dará cuenta señor Lupin... Sólo me gusta el amargo chocolate que recorre un gran falo; uno que posee nudo y siempre hace arder mi garganta...- Remus dejó escapar una pequeña risilla asintiendo; peinando mis cabellos-... Ahora sí me permite, quiero comer mi chocolate- No espere su respuesta engullendo con verdadera gula la carne achocolatada entre mis dedos. Hasta el tope.

El nudo de Remus tocó la punta de mis labios y cerré los ojos con fuerza, sentía las lágrimas comenzar a salir debido a la presión sobre la garganta y lo estrecha que estaba. Me agarre de su cadera, llenando está de chocolate. Empecé un vaivén lento, acostumbrándome por completo a la longitud de mí esposo que tanto me encantaba pero qué tan poco podía meter por completo, sin embargo hoy lo conseguiría, la quería por completo; tome aire al sacar toda la longitud entera, lamiendo el chocolate desde el inicio de su ombligo hasta sus marcados abdominales, mordiendo estos mientras chupaba con vulgar ahínco, dejando tras de mí un sonido de succión acuoso que lograba que el castaño entierre sus dedos con más fuerza en mi larga cabellera, apremiando que no me detuviese, recorrí su ombligo con la punta de la lengua en círculos, quitando en su mayoría en chocolate tibio de esta parte, el mismo comenzaba a espesar sobre la piel del licántropo.

No me basto y no estuve satisfecho hasta que la inmensa capa se redujo a pequeños manchones de color café por la suave y mojada piel de Remus, el cual se deshacía en jadeos y gruñidos cada vez que pasaba la lengua por sus sensibles bolas o succionaba de su pelvis bien marcada, su polla estaba por completa limpia y chorreante debido a tantas vuelta que le había dado con la lengua, absorbiendo de ella todo el café liquido, hasta dejarla hinchada y con el nudo en su totalidad. Mi paladar se sentía pegajoso y mantecoso debido a tanto chocolate, pero la sensación de la polla de Remus deslizándose con suma facilidad por la garganta se sentía en un paraíso. Sabiendo que ya había hecho sufrir suficiente al mago, decidí terminar con mi golosa comida. Metiendo despacio su polla en mi boca, succionando cada delicioso centímetro que entraba en la cavidad, no pare hasta que el nudo cosquilleo mi nariz, la cual deslice por este aún con toda la longitud dentro, moví la cabeza con gracial rapidez hacia arriba para luego volver a bajar de golpe creando así el patrón rápido, certero y duro que tanto le fascinaba a mi esposo. Dejando que fuesen sus caderas y espíritu el que me follase la boca con ganas, entrando y saliendo con fuerza y rapidez; hinchando mis labios y perforándome la garganta hasta la saciedad.

- Tan profundo como me encanta...Maldición Lucius, se desliza por completo dentro de tu delgada garganta- Me sostuve de su cadera con deliciosa fuerza cuando el lobo se metió de golpe, follando la totalidad de mí garganta, sin salir siquiera, moviéndose poco pero desesperado. Tirando del cabello hasta convertirlo en una masa de hilos plateados sin orden entre sus dedos.

Las gruesas lágrimas corrían por mis mejillas mezclados con los restos de chocolate, manteniendo a raya las arcadas por tanta vejación en la pobre garganta, Remus estaba en su propio mundo lleno de fantasiosas mamadas llenas de chocolate y precisamente esta era la idea, que se abstrajera y follara mí boca con este ímpetu hasta volverse loco y me llenase la boca de leche; lo que por sus frenéticas y erráticas embestidas no faltaba mucho, solté una mano para masturbar su nudo rojizo y brillante, envolviéndolo en el embriagante calor de mis sedosos dedos, ajustándolo lo suficiente para hacer temblar toda la polla de Remus, saque la lengua a pesar de tener la boca llena, maniobrando con milagro de no arañar a Remus con los dientes, la punta de mi lengua alcanzó a tocar el rojizo nudo y cómo si de un interruptor se tratase, la polla de Remus convulsionó contra mí paladar, dejando sólo la punta dentro, sacando toda la viscosa y sucia longitud restante.

Bebí todo el líquido espeso sintiendo su amargor arder la garganta lastimada y bien cogida, no lo solté hasta asegurarme que nada se iba a desperdiciar; lo retire con lentitud intentando acostumbrar a mi quijada a la nueva medida, la maldita cosa me dolía con un demonio. Pero valió totalmente la pena. Al estar completamente fuera, la gruesa polla seguía dura gracias al nudo en la base de la misma, no obstante sabía que de ella no saldría ni una sola gota de semen más. Levanté la mirada a mi fatigado esposo, que desparramado sobre la silla intentaba meter algo de oxígeno a sus maltrechos pulmones.

- Me encanta su chocolate con leche, Señor Lupin- Compuse con una sonrisa alisando mí túnica desecha y manchada. Limpiando con un hechizo todo el chocolate regado por toda la tela hasta dejarla como si nada. La carcajada ahogada de Remus ya la esperaba, me hacía feliz verlo reír así, el incidente con la portada había quedado en el olvido.

Con un poco de dificultad me levanté del suelo, con todo el culo dormido y las rodillas ardiendo por tanto tumbos y roces, seguramente tendría uno que otro raspón gracias al suelo de piedra; me limpie lo mejor que pude ignorando el temblor en las piernas, no sólo por la posición si no por la erección tamaño campeonato que tenía escondida en medio de los finos ropajes. Tome nuevamente la taza de té olvidado, lanzando un hechizo para volver a entibiarla, calmando con este el ardor de la garganta que volvía mí voz ronca. No me moleste en cruzar las piernas, dolía demasiado con la erección tan dura, sólo me limité a sonreír detrás de la taza, viendo a mi esposo encaminarse con rapidez y posarse detrás de mí cuerpo, paseando con sus hábiles dedos mi cabello desordenado. Dejando un beso sobre mi cabeza.

- Lo amo Señor Malfoy de Lupin- Murmuró deslizando las manos por terrenos prohibidos más allá de mí ingle, una vez mi cabello estaba atado y limpio.

- Lo amo Señor Lupin de Malfoy - Con una sonrisa amplia bebí otro sorbo del té, consciente que ahora sí, tendría la tarde llena de orgasmos y folladas magníficas. Sin mocosos, masturbaciones o portadas de por medio.

Definitivamente, empezaba a amar el chocolate. El delicioso y espeso chocolate con leche. 

 

 

 

Chapter 4: Juguemos en el bosque

Summary:

Dia IV: Bosque

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     Estaba demente, tenia bastante conciencia de ello. Ningún mago o criatura cuerda se internaría en un bosque tan tenebroso como aquel, menos sabiendo a ciencia cierta la clase de peligros que en dicho bosque habitaban; peor aún, internarse entre las inmensas enredaderas, troncos caídos y árboles sinuosos, sólo para encontrar una de las criaturas más letales según el ministerio, que lo ponía a prueba aún incrédulo, dispuesto a creer que el calmado y amable Remus fuese una bestia sanguinaria que bebía del cuello de criaturas moribundas o lamia la médula de los huesos de sus víctimas; simplemente todo era demasiado irreal para ser cierto. Por ello me internaba, por ello exponía a semejante peligro a mí integridad. Tenía certeza que en el bosque no sólo se hallaba el lobo, por lo cual todo se volvía mucho más escabroso, pero aunque la gente lo pensara, los Malfoy, no éramos unos cobardes que huían a la primera.

Mire la varita nuevamente dónde la plateada luz brillaba, indicando el camino hacia el profesor. Le había puesto un rastreador, un gran falta a la integridad de cualquiera; pero en la guerra y en amor cualquier cosa se valía y resulta en que en este caso esas dos fuerzas conviven en una masa llena de caos e incertidumbre, necesitaba medidas desesperadas para problemas desesperados, no me disculparé por ello. No, sí no se daba cuenta siquiera que tenía el rastreador que por cómo brillaba la varita, aún no se percataba del rastreador en sus ropas. No había sido un plan tan elaborado, solo había puesto todo mi empeño cómo Slytherin en resolver la incógnita y la respuesta surgió sola; aproveche mí arrebatadora confesión para implantar el hechizo, si el hombre lobo acaso lo había notado, no tenía certeza alguna

Me detuve un momento en medio del espeso bosque, escuchando con atención cualquier sonido, incluso el silbido del aire sobre mi nuca; era de vital importancia para que saliera vivo de esta estar atento a esos pequeños detalles; registre en mi cabeza cada sonido intentando encontrar el dueño de este en la misma, recordando las pocas clases de cuidado de criaturas mágicas en las que no me había burlado del profesor o cara rajada. Para mí fortuna, sólo fueron algunos animalillos corriendo por aquí y por allá; nada de qué preocuparse por ahora al menos. Retome el camino con mucho cuidado, sabiendo perfectamente dónde pisar y siempre mirando al frente. Tenía dos protegos poderosos encima, pero no sabía si esto sería suficiente si un hombre lobo en plena transformación se sentía acorralado. Mejor sería, irme con cuidado, No estaba entre mis planes ser desgarrado por el que creía podía ser el amor de mi vida, al menos lo era por ahora. Amaba, deseaba y necesitaba con locura al profesor, pero que diría, tenía quince años; era consiente que esto podría cambiar en el futuro, no obstante justo ahora estos eran mis sentimientos, el objeto de mi lujuria mal contenida y mí amor mal direccionado. Daria todo por ello, sin importarme las consecuencias o el mañana lejano.

Amargamente vino a mi la confesión de los días pasados; un completo desastre. Sabía que podía terminar mal, quizás fui bastante ingenuo y espere un poco más; en mí defensa había notado las señales y las intensas miradas sobre mi persona, llenas de ira cuando uno de mis idiotas compañeros se le ocurriría llevar sus manos más allá de lo políticamente correcto, sostenerme de la cintura o tocarme las manos; llenas de deseo cuando por un descuido termine con la túnica chorreando agua y sin camisa debido al barro del campo de quidditch, aún podía sentir sus ojos azules refulgir con una fuerza arrebatadora, la conocía a la perfección era la misma mirada que le dedicaba al profesor, por eso no me amedrenta y sabiéndome observado, deslice la túnica por mis brazos hasta dejar los pezones rosados al descubiertos, duros por el jodido frío que hacía; al final Remus había huido, pero había notado el bulto entre sus pantalones. Miradas llenas de culpabilidad cuando teníamos clase junto a los leones, miradas llenas de remordimiento después de una gran luna llena. Ya las sabía todas de memoria y después de un mes siguiendo sus pasos como un acosador, había descubierto su pequeño secreto.

No fue fácil digerirlo, si antes era un escándalo que me gustase un profesor pobretón, con el doble de mi edad; descubrir su licantropía puso un verdadero alto al asunto, planteandome mejor que demonios estaba haciendo; era un Malfoy en toda la extensión de la palabra, cuando padre falleciera, yo heredaría todo lo que el apellido me brindaba por derecho, nunca en ningún libro de la familia, había visto una mezcla de sangre; menos con criaturas que ellos reconocían como bestias sangrientas que devoraban niños o alguna mierda así. Una una semana complicada, llena de prejuicios por remover y sentimientos que aclarar, reconocí que no está dispuesto a ceder; no al menos en esto, era casi un capricho que tenía con el profesor, un amor juvenil lo había definido él, aún así lo que fuese quemaba el pecho con cada una de sus miradas; humedece partes que no podía controlar y ponía a mí estomago a revolverse furioso si es que acaso algún otro alumno tenía al menos un segundo más de su tiempo que yo. Era la primera vez que el amor me tocaba y me había golpeado con bastante fuerza, incluso me revise si no tenía en mí sangre una amortentia, todo fue en vano, de verdad estaba enamorado puramente.

Por ello con la cabeza despejada, y siendo bastante valiente me había lanzado por ello, teniendo un plan claro en la cabeza, después de todo el rastreador estaría o estaría en su ropa. No fue románticamente apestoso, aún tenía dignidad. Sólo expuse de la manera más coherente los sentimientos y lo que había notado en este, intente seducirlo; quizás fue mucho, el hombre lobo salió disparado con ayuda de su gran agilidad. Había dicho textualmente: <sólo estás confundido con tu amor juvenil. Puedo ser tu padre>. Claro que era consciente de ello, pero no lo era. Una semana después sabía que era debido a su media casta, algo que sí yo había podía superar, no había necesidad que él se preocupara; pero los adultos son extremadamente estúpidos e irremediablemente razonables hasta que era agotador, prefería en todo caso la irreverencia bien meditada y la valentía desbordante. No llore por el amor no correspondido, claro que no, le enseñaría a Lupin, cómo en verdad sí podíamos estar juntos. No tenía problema con su lobo, era hora que este también dejará ese problema consigo mismo. Si esto salía bien, no sólo sería correspondido, ayudaría a la persona que amaba. Dos aciertos en un solo movimiento, era de sabios mi gran intelecto, por ello me había escurrido al bosque prohibido. Ahora no había vuelta atrás.

Sentí la varita entre los dedos, estaba cerca. De hecho no la necesitaba, lo sabía. El grito desgarrador me llamaba al igual que un embrujo. Lupin estaba cerca, apure el paso, sin querer perderme la transformación, que me viera cuando aún era un hombre y se diera cuenta, que no me importaba verlo mutar. Entre a un claro, a lo lejos podía ver el lago, mientras que en la pradera llena de hierba húmeda y flores silvestres; un fornido hombre se erguía entre jadeos y gruñidos. La luna llenaba por completo el claro con su luz y supuse enseguida porque Lupin escogió este lugar para transformarse. Di un paso tentativo, entrando en el claro; un par de ojos ambarino siguieron mi paso, el hombre era más lobo que hombre. Los colmillo ya le rompían las encías, mientras las garras se clavaban en la densa hierba.

Asombrado vi los pedazos de su piel ser desgarrada y el pelo comenzar a florecer por entre los restos de piel levemente bronceada, los músculos cedieron ocultándose bajo una espesa mata de pelo, los huesos se rompían para volver a formarse más angulosos y largos; la mandíbula se alargaba y su fina nariz se convirtió en una gran nariz negra y húmeda, las orejas alcanzaron un lugar superior en su cráneo, los colmillos salieron por completo y vi el último retazo del hombre que amaba convertirse en una bestia. Tarde me di cuenta, que quizás Lupin, ya no estaba dentro. Tuve miedo, como era normal, alce la varita como acto reflejo y al segundo mi cabeza rebotó contra el suelo. El golpe me hizo jadear sorprendido, la varita se escurre de los dedos, el gran animal tenía una pata en mí estomago oprimiendo el mismo, sus dientes refulgían amenazantes fuera de su hocico. Sus pupilas se habían convertido en dos finas líneas puntiagudas de un mortífero color amarillento. Tragué saliva con el cuerpo sudando a mares, así no fue como pensé que sería. Sin varita sólo me queda echar mano de los conjuros no verbales. No obstante, en medio de esas poderosas aspas y los mortíferos dientes, sabía que se encontraba Lupin, decidido, lo sacaría de su recóndito lugar.

Alce las manos vacías, en el rango de vista del animal pero lejos de sus incisivos, Mostrando que ya no poseía varita, que no lo podía lastimar. Este le gruño a los dedos estilizados, pero sin dejar de regar baba encima de la túnica ya revuelta encima de mí piel. Me moví lentamente, sabiendo que un brusco movimiento y terminaría sin cabeza. Moví los pies primero, luego las piernas, por último el torso intentando salir de debajo del gran lodo de pelo ambarino y gris. Este al ver el movimiento sumamente lento, levantó la pata del estómago, posándola sobre las costillas, dejando para mi fortuna de gruñir. Viendo las feroces garras más cerca en la garganta me repetí que todo esto era por Lupin, por él y por mí. Levanté aún más las manos intentando tocar su pelaje, lejos de los furiosos dientes, rindiéndome por el pelaje del pecho, sumamente más suave de los que pensé, recorrí su espesor y jugué con los músculos que conformaban todo el torso, despacio, siempre atento al menor índice de furia.

- Soy yo Remus, Draco.. No te haré daño- El lobo dejó por completo de mostrar sus dientes, es más ahora sólo respira calmado mientras me entretengo peinando el abundante pelo de su pecho, dejando que fueran los dedos los que conectaran con el gigantesco lobo sobre mí. Dio resultado.

El lobo soltó por completo mi pecho, colocando ambas patas delanteras sobre mi cabeza, hundiendo su gran hocico en el cuello, al principio salte desprevenido, su inmensa nariz húmeda se sentía extraña, demasiado fría. No obstante el lobo seguía queriendo ir al cuello, así que respirando hondo y sabiendo que un mal movimiento; sólo un aruño y terminaría con el mismo problema licántropo en las venas. Me deje hacer, estirando lo más que podía el cuello, dejando que oliera al igual que un perro. Este olisqueó con sumo entusiasmo la parte libre del cuello que la túnica no cubría, bajando con renovada energía por la clavícula, el pecho y más abajo, cuando llegó al estómago me removí divertido; sabía que dentro, estaba Remus. Enrede las manos en el pelaje de su cráneo, jugando con los dedos cerca de sus orejas, dejando al lobo llenarse de lo que sea que oliera además de perfume costoso y hierba gracias a dónde estaba. Por unos minutos le bastó, el lobo absorbió cada traza de mí olor desde el rostro hasta los zapatos encerados. No obstante, parece no bastar cuando empezó a gruñir a la túnica. Intentando morder la misma, apenas podía evitar que rasgué la ropa.

Empuje su cabeza hacia atrás cuando logre quitarle el pedazo de la costosa tela del hocico; el lobo me gruño mientras a pesar de saber que era estúpido, le hablaba llamando al hombre dentro de la bestia. Al final me rendí, el lobo rasgaría la ropa si no cedía. Aplicando un hechizo para mantenerme caliente sintiendo desde ya el frío que me envolvería al ser despojado de la ropa. Me incorpore lo poco que el gran lobo sobre mí dejaba, deshice la túnica por completo, dejándola hacia un lado. El lobo pareció satisfecho, empujando su nariz detrás de la corbata verde que colgaba del uniforme. Sonreí cuando le gruño; amplio y burlón, la bestia era más sincera que el hombre. Obedecí, despojando la corbata del cuerpo. A la corbata le siguió la camisa, los zapatos, los calcetines; cuando fue consciente de lo que hacía, tenía al lobo moviendo la jodida cola y sólo tenía los pantalones puestos.

El lobo feliz, atacó mi cuello, oliendo profundo, dejando su espesa baba traspasar sus dientes y regarse por toda la piel blanca; la sensación era extraña. Demasiado frío y pegajoso, pero aceptado, no me molestaba en absoluto. Su aliento en contraparte era caliente, creando una sensación difícil de digerir en el pecho, extrañamente excitante. Eso sin contar el peligro que laceraba los sentidos al sentir una sola caricia lenta de sus dientes o garras, la sensación hormigueante del peligro nunca había sido tan obsesiva. El lobo siguió con su juego de babearme hasta la médula con su raposa y caliente lengua adueñándose por completo del pecho, lamiendo los pezones erguidos gracias al frío y la vertiginosa sensación del lobo sobre mí. No obstante al llegar a los pantalones, los gruñidos volvieron mirando la tela, para luego buscar mis ojos, empujando con su hocico la prenda, sin ser consciente que debido a su fuerza, también me movía a mí, deslizando mi espalda desnuda por la fina hierba que me acariciaba la misma.

Mordí el labio inferior con bastante conciencia de que quería el lobo, sin embargo esto era indigno, extremadamente extraño e indigno. Comenzaba a tener la vertiginosa sensación que el lobo no sólo hacia este extraño ritual en reconocimiento; no sabía cómo sentirme con eso. Se suponía que estaba buscando a Remus en el lobo, que cómo resultó todo, era mucho más manso de lo que creía. No obstante, era autoritario, quería cumplidos sus caprichos y lo quería enseguida, que se cumplieran sus órdenes como un mocoso revoltoso y caprichoso. Mi propia personalidad se me vino a la cabeza, reí. Estaba demente. Con el hombre lobo tirando del límite de los pantalones, supuse que nuevamente a pesar de tener otra opción, sólo seguí adelante, enseñándole al Remus dentro del hombre lobo que tenía razón; no me importaba en absoluto su licantropía, podía con ambas cosas. Con todo, la edad que nos separaba, su bestia, su inferioridad monetaria, las casas desiguales; todo lo podría por él. Con un suspiro que me inspiro valor, desate el cinturón, bajando luego el pantalón, quedando en la holgada ropa interior verdosa.

El lobo retrocedió unos cuantos centímetros, viendo erguido la pálida piel. Gruño a la ropa interior con la serpiente estampada y no pude evitar reír a pesar de la bizarra situación, un león era un león incluso transformado. Sin pensarlo mucho esta vez, total, que mas podía descender mi apellido en la vorágine de oscuridad donde ya me encontraba, seguro que no podría hacer algo mucho más inmoralmente perturbador; baje la ropa interior, quedando por completo desnudo ante la ambarina mirada del hombre lobo, la bestia me observó durante unos largos minutos; antes de acercarse, con el estómago deshecho de anticipación, espere; el primer y lánguido lengüetazo llegó sobre uno de los duros pezones, la sensación era diferente, se sentía caliente y extrañamente rasposa, al igual que una fina lija pasando por el cuerpo, jadee por lo sorpresivo de la sensación. El lobo siguió su juego, atacando el otro pezón, bajando malditamente rápido por todo el abdomen llenando todo de mucha más espesa baba. Al llegar a la entrepierna, me remuevo incómodo mientras siento la rasposa lengua llenar de un solo lametón toda la extensión de la anatomía, la sensación vertiginosamente prohibida atacó mi columna vertebral, la piel ardió.

No me moleste en quitarlo, estaba muy pasmado para ello con mis propias reacciones ante la violenta sensación, el lobo sólo seguía en ello, lamiendo incluso los testículos; llenando todo de una espesa y caliente baba. Chocando su tibio aliento contra la piel que dejaba de ser helada; no es que antes no hubiese tenido un par de lenguas en esa parte de la anatomía, pero esto escalaba a un nuevo nivel de oscura lujuria mal controlada. No veía a un hombre lobo frente a mí, un animal, una criatura de la noche; no, sólo veía la parte más primitiva de Remus, mí Remus. Totalmente loco, alcé las caderas instintivamente para acrecentar la curiosa sensación, no obstante el lobo se detuvo, sacándome de la nube de morboso placer donde interne no sólo el sentido común, sino también el apellido, la sangre pura y cualquier otro prejuicio que tuviera, al igual que escupí sobre la moral instaurada en mí mente, aplastando la decencia de paso. Busque sus grandes ojos amarillo, encontrándolos con la pupila dilatada, totalmente en frenesí.

Volvió al ataque, esta vez con mucho más ahínco, internando directamente entre mis piernas, alcé las caderas, y el lobo bajó su gran hocico, estaba casi encima suyo, este olía de manera morbosa la entrada fruncida y contraída, revolviendo el estómago una vez que su lengua volvió al ataque, rompiendo con todo sentido incluso humano que se pasó por mí cabeza. La baba llenaba incluso las piernas, no sabía cómo carajos detenerme, esta sí era un aparte que nunca antes había sido tocada por otro ser humano, criatura, ni siquiera yo la había tocado más allá de un dedo, pensando obscenamente en Remus. La sensación caló con fuerza entre la médula de mis huesos.

-Remus...- Lo llame entre jadeos, con las mejillas rojizas y el exceso de saliva envuelto entre los labios. Un minuto después exactamente, sentía entre las piernas mucho más que baba o una lengua rasposa al contacto.

Rehuí del trozo exageradamente grande, caliente y palpitante de carne que rozó la entrada cerrada; la erección murió al acto. Con miedo me separe del contacto del hombre lobo, aprovechando mi cuerpo sumamente más pequeño, me puse en pie de un salto. Mientras el lobo desenfrenado me intentaba volver a capturar, el miedo había paralizado todo sentido más que el de supervivencia, sabía que era Remus, mí Remus, pero ese sería el límite. No podía hacerle esto al hombre, no por un desenfreno de la bestia. Remus nunca se perdonaría si cedía ante esta libidinosa sensación y terminaba muriendo por un desgarre interno, eso sin contar que sería la primera vez con Remus; no lo quería así, quería un jodida polla normal; no cometería esta injuria contra el profesor, no sin su consentimiento, no sin mi pleno acuerdo.

Claro, que las cuestiones morales de un profesor, las virginidades intactas y las negativas no iban con la bestia frente a mí. Cuando vi su rápido movimiento convoque la varita olvidada, a la vez que gritaba el hechizo que mantendrá la cabeza sobre mis hombros. Un lazo del diablo emana desde la calma pradera, capturando entre sus fuertes agarraderas al lobo. Este se removió furioso mientras yo salí disparado hacia la ropa desperdigada por el suelo, alcancé a ponerme la ropa interior y embutirme en los pantalones cuando el desgarrador sonido de un animal en plena lucha llegó hasta los perturbados oídos. Remus, el lobo, peleaba contra el lazo del diablo, el cual cernía con mucha más fuerza sus poderosos brazos por el cuerpo del hombre lobo, ahogándolo. Estaba aterrado ahora por Remus, mordí hasta desgarrar la mejilla sin saber que hacer, lo podía soltar, no obstante, había una posibilidad de salir herido, otra cosa que Remus seguramente no se perdonaría.

Viendo al lobo aullar adolorido, no lo pensé dos veces. Convoque un nuevo hechizo y el lazo del diablo cedió, revolviéndose de manera furiosa hasta desaparecer. El lobo cayó sobre su lomo, aullando agitado, me precipite nuevamente contra este, viendo un hilo de sangre cruzar su estómago, seguramente una herida creada por las espinas del lazo. Con premura sane la herida, el lobo se estaba ahogando, sin carnosas erecciones de por medio. Aún sin estar seguro, coloque una mano sobre el pelaje de su cráneo, esperando en silencio; con la varita fuertemente agarrada, pero para mi alivio el lobo sólo dio un resoplido, lamiendo el brazo dónde se hallaba la varita, restregando su cabeza contra el costado, chillando desconsolado. Esperando entender bien y con el subconsciente gritando lo estúpido que estaba siendo, solté la varita para sostener al lobo a dos manos; acariciando sus orejas. El lobo después de unos largos minutos dejó de llorar, tumbándose sobre uno de sus costados, atrayendo mi cuerpo a su lado con una de sus poderosas patas. Sí, yo también estaba exhausto. Convocando un nuevo hechizo para mantenernos tibios a ambos, deje caer el cansado cuerpo sobre el lomo del lobo, sintiendo cómo la suavidad de su pelaje me calmaba por completo, llevándose las últimas trazas de miedo, angustia o cualquier otra sensación que no fuera al innegable tranquilidad. Bese la húmeda nariz, despacio; mi primer beso con Remus, al menos eso le regalaría a la bestia. Sólo esperaba, que el hombre no me asesinara mañana por lo que le había dejado hacer a la bestia.

Me desperté de súbito ante las fuertes sacudidas, aún medio dormido abrí perezosamente los ojos, pestañeando para poder ver algo, el sol naciente me jodía la retina. Unos fuertes brazos me envolvían el cuerpo helado, gritándome, lo sentía por la vibración en el abrazo, despeje los sentidos intentando entender qué era lo que me gritaban y quién. La grave voz de Remus taladraba hasta el cerebro. Sonreí a pesar de que sabía que estaba en problemas. Remus, mí Remus me abrazaba. Que bien se sentía.

-¡Es un insensato Sr. Malfoy... ¿ No ve el peligro que corrió?!- Remus estaba colérico, con las mejillas inundadas en un fuerte rojo y una vena palpitante sobre el frente, nunca había visto más allá de la calma en el profesor, así que esto me tenía en las nubes, un trocito más de Remus -... ¡No te rías niño, te pude matar, morder y convertir; te pude violar!- A pesar de sus duras palabras, el castaño no dejaba de abrazarme, es más cuando el horror le cubrió el rostro por la última consigna, me sostuvo mucho más ahínco. Idiotizado y queriendo callarlo, me apresure por sus labios.

El beso, el bendito beso; lo tomo desprevenido y a mitad de una nueva reprimenda, pero al ver que simplemente tenía los labios abiertos esperándolo, me concedió por fin un poco de indulgencia; me sostuve de sus brazos acercándolo mucho más cuando en un acto totalmente valiente, succione despacio su labio superior; esto despertó un pozo negro bajo los pies del profesor, el cual tomo mis platinados cabellos y los jalo con fuerza, pegando sus labios a los míos; metió su lengua en mi boca, apropiándose de esta cavidad a su antojo, nunca me habían besado de aquella manera tan impositiva, tan increíble, tan mágica. Me separe cuando el aire me falta en demasía en los pulmones juveniles, jadeando con ganas; su lengua estaba suave y tibia; escurridiza y certeza, todo lo opuesto a su contraparte. Lo mire enternecido cuando el castaño, dejó de lado lo que sea que lo atormenta y me abrazó con fuerza renovada, descansando su rostro en mi cuello, aspirando el olor de este. Esto era igual a su contraparte.

- Por favor, no vuelvas a hacer algo tan descuidado sin que yo sepa antes... Te concederé toda la atención que quieras, pero no quedes a merced de una bestia como yo... Si algo te pasa, yo nunca me lo perdonaría- La mejillas se me tiñeron en un furioso borgoña, mientras fruncí el ceño, la declaración por fin de los sentimientos que ambos teníamos era para perder el aliento, llamarse bestia a sí mismo, no tanto.

- No eres una bestia Remus, anoche te lo demostré; el lobo y tú son uno... Y los quiero a ambos- No sabía cómo consolar o manejar sentimientos a decir verdad, pero necesitaba que el lobo, lo entendiera. Que lo amaba, con o sin licantropía.

- No será fácil Draco, tengo la mitad y poco más años que tú, soy tu profesor, tengo sangre maldita entre mis venas... Allá afuera, la gente simplemente no lo permitirá- El adulto estaba cumpliendo su papel de hacerme retroceder, yo como el adolescente valeroso, también tenía que cumplir el mío. Conecte nuestros ojos.

- Entonces juguemos en el bosque, contigo o con tu lobo... Que sea el bosque nuestro morboso refugio, porque no pienso renunciar a ti- Con toda la cabezonería y la adultez que no tenía, le sonreí, dejando el corazón en sus manos.

El lobo no dijo más al respecto, sólo me brindó un nuevo beso adulto, profundo y sedoso. Cerré los ojos lleno de gusto, envuelto por completo. Si no lo podía tener allá afuera, en el mundo de magos moralistas, lo tendría aquí dónde las criaturas de la noche nos acompañan y hierba húmeda acariciaba mi espalda. Dónde gustoso, recibiría a la bestia y al hombre. Solo el bosque sería testigo de nuestro ilícito amor. 

 

Chapter 5: Nuestra causa

Summary:

Dia V: Plateado

Chapter Text

 

    Bebí con soltura la copa de vino entre los dedos, tomando un pequeño sorbo sin hacer ruido más allá del líquido contenido unos segundos en la parte posterior del paladar hasta bajarlo por la garganta. Sólo un poco, no quería estropear el sabor del helado de vainilla que descansaba en el cuenco de oro; me inclino con elegancia hacia el postre aún sabiendo que esto desde ya era una afrenta a la etiqueta misma, pero que era sumamente eficaz en la treta montada en el salón. La cucharilla también de oro, bailo un poco entre el denso y platinado helado, tan perlado y sedoso que era casi un pecado profanarlo, claro que no sería el único pecado cometido en la tarde. Este a comparación, sólo era una morbosa gula. Introduje la cucharilla entre los labios, jadeando en silencio ante lo delicioso del postre, una verdadera maravilla al paladar. Lo mejor probado en mucho tiempo y lo mejor del asunto. Sólo para mí, los demás podrían seguir con su sopa de tomate, yo disfrutaría de tan maravillosa delicia.

Una cucharadita más y sabía que tenía los ojos de todo el comedor sobre mí, a pesar de aparentar tomar sopa, podía notar las miradas lacerantes penetrar hasta la dermis. Una en especial, quería llevar su perpetuidad mucho más allá; quizás hasta los huesos. Así dejaba de pasear la punta del zapato lejos de su pierna; el pantalón bajo la túnica debía estar bastante arrugado para este punto de la velada, aunque recién apenas había pasado la entrada. Severus frente a mi carraspea reprendiendo sutilmente, nuestros ojos se conectan tras las largas y plateadas pestañas; lo reto a que diga algo en el tétrico y mortal silencio. Sólo una palabra, tenía la seguridad que algún Crucio surcaría su pálida piel grasienta. Aún así, le accedí la indulgencia, seguramente ya había notado mi perverso juego y quería detener todo antes de comenzar. Una verdadera pena, ya nada tenía retroceso. No desde hacía años.

Di un sorbito más de vino, el vino ciertamente no era la mejor combinación con helado, pero qué más daba, podía hacerlo que quisiera. Estaba protegido y no por cualquier mago; la maldad misma hacía de mi Cerbero personal dispuesto a arrancar la cabeza de quién se le ocurriera incluso murmurar alguna estupidez sobre la mala elección de mi cena. No quería comida; no, hoy tenía hambre de algo mucho más dictatorial. Un dictador, sí, justo de eso tenía hambre. Le dedique una sonrisa apenas visible tras la copa a dicho dictador, este a pesar de estar bebiendo con elegancia de su copa de vino, no perdía detalle de los movimientos de mi cuerpo en armonía con el viento. Tan perfectos que escandalizaban, en especial el zapato subiendo por la pierna del mago bajo la fina mesa. El oscuro mantel y Severus eran testigos de nuestro encuentro. Aunque estaba seguro que todos presienten que algo pasaba, sólo que no sabían el qué. Sólo Severus era testigo del furtivo encuentro. El de Tom y yo.

Cuando su imagen apareció frente a mí, pase los ojos con rapidez bajo un apenas disimulado escaneo; absorbiendo apropiadamente todo lo que podía sin aparente interés, aunque esto sólo fuese una pantomima, claro que tenía curiosidad aunque esta no era propia de mi casa, mucho menos de mi apellido. No obstante, cuando el escaneo rápido terminó, la decepción baño la pupilas grises y frías, apartando la mira lejos contra la pared para evitar regaños innecesarios o maldiciones contra la cabeza apenas cuerda de papá. Se suponía en síntesis, que este era el gallardo, horroroso y poderoso mago que gobernaría el mundo mágico; aquella bestia de increíble poder y liderazgo que nos guiaría por las oscuras tinieblas, rompiendo las gruesas defensas de la luz. Le di otro repaso rápido, pecando de mal educado y sin prestar mínima atención a las palabras que en el exterior se decían, se suponía que debía prestar atención, no obstante, no podía apartar la mirada del mago, sí es que eso lo era.

Se me había vendido desde pequeño la imagen casi idílica de un hombre gallardo, alto, malditamente atractivo y altivo; un ser que con una mirada impregnaba de terror a quien la viese, tanto como un basilisco paraliza hasta los huesos a sus receptores. De impecable vestiduras y expeliendo poder al igual que un farol expelía luz. Sin embargo, el hombre frente a mí, tenía apenas más garbo que una pared, completamente soso tanto que era doloroso; me pregunté en silencio sí es qué acaso padre no había tenido una imagen idealizada del hombre frente a mí, sí es qué acaso, lo estaba confundiendo, se suponía que era imposible; pero no encontraba otra respuesta lógica a tales extremismos. El hombre al frente, si bien era alto, no imprimía más temor que un farol en la calle, apenas alumbraba el lugar. Calvo, sin nariz, apenas labios, piel letrina y escamosa, túnicas oscuras, uñas largas, dientes blanquecinos y puntiagudos y claro cómo obviar la suciedad en todo él. Este no era el Voldemort del cual se me había hablado.

Incluso cuando alzó la varita y adiestró a uno de los pobres diablos de subordinados que tenía, la imagen del gran y poderoso mago no encajaba con el hombre pálido. Los gritos fueron la sinfonía del resto de la tarde, aquella donde aún no comprendía a cabalidad el cambio drástico que acababa de dar mi vida, apenas me hacía una idea totalmente prendado de la horrorosa imagen del ser todopoderoso que se suponía tenía al frente; este al menos era hábil con la varita, era bueno doblegando magos y qué decir de la legeremancia o las maldiciones; los hermanos Carrow todavía chillan como puercos sobre el suelo al ser torturados. Un punto a su favor al menos, no es que mi opinión tuviese alguna importancia, de hecho era todo lo contrario, aunque el mago viviese en mi casa, bebiera de las reservas de padre y comiera la comida de nuestras alacenas, era muy obvio que no éramos los favoritos del lord; un par de errores manchan la dudosa lealtad de padre.

Cucharee el postre con un ojo sobre el helado medio derretido y otro sobre el lord, la piel brillaba de un platinado tétrico incluso a pesar de la escasez de luz; este dedico una mirada fugaz sobre mí, intensa a pesar del clímax tan prematuro. Aparte la vista directo al postre, quizás había sido descubierto; por la risa desdeñosa y mortalmente agria del lord, ese quizás, era un sí definitivo. Si pudiera derretir objetos con la mirada, definitivamente la cucharilla de oro entre mis pálidos dedos estuviese hecha polvo. No temblaba de miedo, pero sin duda estaba aguantando el aire, todos notaron el extraño silencio reinante ya que por el rabillo del ojo todos miraban al lord, el cual al igual que una serpiente y olvidándose por un momento de los modales inculcados dolorosamente en la raíz de nuestra psique, lamia la cucharilla de oro con una tétrica sonrisa. Todos tragaron escandalosamente, pero nuevamente, no había horror o miedo en mí, quizás era estúpido, pero este hombre aburrido y sucio, no era el lord al cual le temía en más de una pesadilla. Simplemente tenía una fijación diferente, la cual, no estaba llenando las expectativas, era obvio el desistimiento por el gran lord Voldemort.

- Tienes una gran pieza aquí, Lucius... Exquisita en verdad - Habló alto y grave el lord, mirando la cucharilla con restos de helado. Ahora sí que tenía la atención de todos, muchos pares de ojos sobre el hombre, todos menos el mío. Seguía atento a mi helado, como si esto fuese lo más exquisito del mundo.

Esta noche, sin saberlo en absoluto mi vida fue decidida por tres magos en el estudios de Lucius; sin padre de por medio, la maldita serpiente no merecía tal distinción. No carecía de importancia descubrir que se me había dado una misión o que el patriarca de los Malfoy había decidido en mi nombre, no era la primera vez y dudaba que fuese la última. No obstante, saber que había sido vendido al igual que una puta para limpiar el nombre tambaleante de Lucius con el lord, eso sí que fue una mierda. El peli plateado, siempre me había inculcado el respeto por la causa, la supremacía de la sangre mágica sobre la muggle, y por sobre todo el respeto hacia nuestro líder. Sin embargo, sus idílicas locuras habían traspasado el límite; no sólo el hombre frente a mi no genera el mínimo de respeto o intriga, sino que era mortalmente asqueroso y horroroso. Ni en un millón de años, un Malfoy con mi sangre, accedería de buena fe a ser rebajado de semejante manera. Lucius me había inculcado el respeto por mi apellido, cosa que hacía mejor que él según la situación actual.

Por primera vez, no acepté las órdenes de Lucius ni siquiera con el lord en medio de la discusión que infructuosamente el patriarca quería menguar, es que no lo podía entender siquiera. Era verdad que había notado el ferviente bombardeo de Lucius por el nombre de aquel mago reconocido cómo oscuro; incluso mediante crecía creía que Abraxas no sólo estaba obsesionado, sino que su atracción era peligrosamente afectiva o sexual, nunca había tenido certeza de ello, pero ahora era tan claro como los grises ojos en sus cuencas. No sólo era el deseo por el hombre, era la necesidad que aceptara a ese hombre; que lo ansiara incluso, así se aseguraba la perpetuidad de sus desdeñosos deseos. Un camino asegurado hacia la gloria personal del peli plateado.

Lo reconocía al menos, ahora de pie en medio de los magos oscuros y Narcisa. Con los ojos fijos en las pupilas rojizas, aceptaba de muy mala gana qué tanto esfuerzo había dado resultado ciertamente, pero al conocer al lord, dicha cosa se había desinflado en la peor de las decepciones. Ese hombre, no era el lord ilustrado por Lucius, ni siquiera lo reconocía cómo un hombre, menos la mitad de uno. Sabía que el lord versado en Legeremancia, leía a la perfección mis pensamientos, tan claros que era sencilla la lectura. Incluso podía jurar que conocía la respuesta a su absurda propuesta de ser el concubino personal del lord.

Se suponía que los Malfoy's merecemos lo mejor y estaba claro que el mago oscuro y calvo, no era lo mejor. Si Lucius quería el apellido Malfoy en los libros de historia, tendría que hacerlo por sus propios medios después de todo, a pesar de la edad sabía que el mago podía fingir algunos orgasmos. Si el apellido Malfoy pretendía brillar junto a las constelaciones, buscaría otra manera; incluso podía recurrir al bando de la luz; ni bajo tortura dejaría que el sucio mago metiera su polla en mí, sí es qué acaso tenía una.

- Claro que tengo una, rubio presuntuoso - El silencio tenso en el lugar, fue roto por el lord. Retrocedí pasos en el espiral tormentoso de pensamientos sin sentido que atacaban mi mente por segundo, mismos dónde ahora tenía la certeza que el lord hurgaba.

No me moleste en aparentar extrañeza, sabía que era peligroso todo el testamento de repulsión que adjuntaba al lado del nombre del lord; pero no los detendría. El mago oscuro se levantó del gran sillón, haciendo el primer movimiento desde que estaba en el lugar. Avanzo seguro, deslizándose al igual que una serpiente contra el marmolado suelo, sin hacer una mínima clase de ruido. Se irguió seguro de sí mismo, una mano en la varita y otra a su costado. Trague saliva tenso, la valentía que poseía al inicio de la conversación fluctúa con ímpetu fuera de mi cuerpo. El mago nuevamente, se dio cuenta levantando el rostro sin forma con malicia.

Narcisa y Lucius se tensaron de pies a cabeza ahora sin poder ocultarlo, dejando de lado los exagerados modales al estar casi temblando de miedo. Ese mismo sentimiento comenzaba a bañar cada terminación nerviosa, me atreví en un acto ciertamente estúpido a hacerle frente al mago aparentando mejor soltura que mis progenitores; sin tocarlo en absoluto; conocía el límite. Que tuviera polla, no permea la respuesta inalterable. El mago tuvo certeza de esto, la primera y tétrica sonrisa de la noche apareció en su boca sin labios. En un pestañeo sentí las uñas sucias y largas clavarse dolorosamente en la mejilla, deformando mi rostro aparentemente serio, acercando nuestros pechos mucho más.

- No - Aclare alto, aún con el miedo mezclado con la sangre. Las uñas entraron en contacto con más peligrosidad en la piel blanca, encajando de manera dolorosa contra esta, tanto; que las podía sentir perforando la carne. Mordí los labios para no gritar, tiemblo imperceptiblemente sin dejar de mirar al mago, pupilas rojas contra grises.

- Te prometo rubio, que todo ese miedo que ansías tenerme se va a hacer realidad; lo juro …- Abrí la boca dejando escapar un débil jadeo ahogado al sentir la sangre abandonar la herida recién hecha. El loco, introdujo con más ahínco las uñas sucias, salpicando toda la extensión de estas con mi sangre. La boca se me seco -... Ahora, sí lo que te impide aceptarme es una burda apariencia. Me haré cargo - No supe cómo responder por primera vez desde que había ingresado en el estudio en medio del dolor sordo y el entendimiento repentino. Este hombre, en verdad quería esto, no sólo era el plan retorcido de Lucius y haría todo lo necesario para cumplir su capricho.

- ¿Por qué? - Pregunté buscando en la turbada cabeza, algo sutil ahora que me sentía caminar sobre hielo. Mitigue las ganas que tenía de alejarme del mago y su dolorosa reprimenda. Limitándome a sostenerle la mirada al lord. El mago se acercó otro poco, esta vez sentí la larga lengua bifurcada lamer la sangre de las heridas, dejando las uñas fuera de la ecuación, siendo los dedos helados los que acarician la carne cercenada. Me tense de pies a cabeza.

- Es una pregunta estúpida …- Ensanche los ojos, al sentir el trozo de carne limpiar hábilmente la sangre de la mejilla; su otra mano tomo el cuello de la túnica manteniéndome firme cuando intente escapar del extraño contacto. Un primer vestigio de lo que aquel sucio mago escondía, una locura mucho más perversa de la mostrada en primer lugar. La seguridad de que había juzgado mal al calvo mago me azotó con firmeza -... Eres una preciosidad platinada, joven, con hermosos ojos grises y una lengua demasiado impertinente; orgulloso, ambicioso y vicioso; eres exactamente lo que estoy buscando. Ese es tu por que - El tipo deliraba, lo supe con seguridad al sentir la lengua fría nuevamente lamer las gotas de sangre apenas visibles hasta dejar la mejilla herida tensa, caliente y húmeda.

Me pregunté si es que acaso la forma de la serpiente que se cargaba también se extendía a su lengua, sentía que un jodido veneno me consumía todo el cuerpo calentando morbosamente las arterias, dilatando todos los poros de la piel y erizando el cuerpo. El mago, es decir Tom, se alejó después de comprobar que las heridas ya no sangraban retirándose con aún la sonrisa maliciosa y ahora la extensión de piel dónde debían ir sus labios, manchada de sangre. Tenso de pies a cabeza, con la mente en blanco no desviaba la mirada del mago, por ello no pude más que aguantar la respiración cuando de un elegante movimiento levantó la varita, apenas movió la boca para pronunciar el movimiento, casi un susurro; cerré los ojos sabiendo lo que venía. Espere el impacto, procurando no gritar.

Para mí fortuna, no grité; claro que hubo un grito, pero no salió de mí boca sellada. Lucius cayó al suelo convulsionando entre gritos lastimeros que intentaba contener patéticamente, rápidamente vire hacia el mago, sosteniéndose de la túnica, las consternación dolorosa en su rostro perdía sus perfectas facciones en muecas desgastadas, viejas y tensas. Mire a mamá, el miedo y el horror bañan su sublime rostro pálido, por último mire al mago perpetrador de todo el asunto con la varita en alto, retorciendo la misma con un insano gusto, sin perder una pizca de su jodida sonrisa. Definitivamente, ese era el horroroso, imponente y poderoso mago del cual se me había hablado. La máscara de soso y aburrido cayó a los pies del lord que con calma, guardaba la varita hastiado de los gritos del hombre sobre el suelo, irguiéndose cuan alto era.

- El próximo, eres tú - Advirtió girándose para salir del despacho personal de Lucius. Calmo y silencioso; una maldita serpiente en todo su mortífero esplendor. Ese era Lord Voldemort.

Al día siguiente, aún en shock por la escena del día anterior, una más potente me recibió a la hora del desayuno. No sólo se me informo que mi lugar en la mesa había cambiado de la mitad de la ostentosa mesa hasta la cabecera, justo a la diestra del lord; frente a Severus - un lugar privilegiado y ansiado por muchos - sino que el propio lord en sí fue una sorpresa tan grande que por poco me caigo de culo con poco decoro, estaba seguro que el mago había disfrutado en sobremanera mi exagerada interpretación de boca abierta sin modales, seca y temblorosa; qué decir del venidero tartamudeo, todo un teatro para los ojos ahora verdes. Voldemort, había pasado de ser un hombre sin garbo alguno, casi esquelético, sin facciones en el rostro, clavo y mortalmente pálido a un brujo con grandes rizos castaños, ojos esmeraldas, facciones definidas y mucha más carne en los huesos. Me sonrió con los perfectos dientes blancos, ahora coronados por un par de labios rosados, aunque pálidos.

Desde ese día, mi vida había cambiado en todos los ámbitos posibles; de ser sólo un muchacho con una misión peculiar, había pasado a ser el mortifago numero uno entre las filas del demente y caliente lord a pesar de la reducida edad tras mi espalda. Fue muy obvio para los implicado en aquel espantoso trato que no se necesito una tortura para aceptar de buena gana al lord; después del despliegue tan magnánimo de poder y la nueva forma tomada por el mago, pocas fueron las protestas que mi encantada mente pudo tener. El trato se consumó unas semanas después por voluntad propia, pero no se quedó allí, viendo a través de las pupilas verdes de Tom, se me enseñaron deseos, delirios y placeres más allá de la propia locura. Placeres que ansié hacer míos, profecías que desee cumplir y luchas que nunca antes había sentido tan mías; lentamente me deje consumir por la ambición, el poder y la maldad, de la mano de Tom, todo el camino había sido sencillo de trazar.

Pero había un problema en tan majestuoso lineamientos, creía en nuestra causa, en mí causa. Creía que los magos oscuros podían gobernar por los enclenques enviados de la luz, era casi una seguridad saboreada con perversión; pero entre más llegaba ese momento la necesidad de aún más poder crecía, ya no era suficiente el poco que tenía. Fue allí donde un viejo deseo incrustado por Lucius tomó fuerza junto al odio que le profesaba al platinado mago. Mi apellido brillando en las estrellas y en los libros de historia. Ya no satisfacía tenerle la cama tibia a Tom a puertas cerradas, no me llenaba simplemente ser un subordinado más en la ecuación; no quería el puesto del mago, pero sí uno similar. Uno que dejara a mi pútrida alma, satisfecha y mansa. Por supuesto, el oscuro mago tomo las ansias de poder como un juego, a pesar de haber pasado ya un largo año desde aquel tormentoso primer encuentro, a pesar de las misiones, logros y sangre derramada; el mago se negaba a verme como un igual, como lo que era. No por falta de poder, simplemente era un maldito capricho incrustado en su psique. Tal como lo era todo en el mago.

Le demostraría que ese juego, lo podían manejar dos personas. El lord buscaba aquella valentía que había tenido para hacerle frente hace tantos meses y justo eso le daría. El lord carraspeo al verse ignorado de mi atención sacando mi cabeza del mundo de los pensamientos dispersos. Lo miré de soslayo, con aún la copa entre los dedos, el vino se había acabado. El mago también poseía una copa vacía, bueno; eso ponía las cosas más interesantes. Toda la noche había reparado en el lord, más por morbo que otra cosa y justo cuando el pie había escalado debajo de la mesa tensando por escasos momentos al lord, sabía que tenía una oportunidad. Le enseñaría, la ambición que él mismo había ayudado a construir, que tanto había aprendido del maestro. Tom carraspeo nuevamente sin poder concebir no tener toda la atención del lugar; no tener mi atención. Sus pupilas se movieron hacia la copa en mi mano, estaba llena de nuevo.

Mire a los magos a nuestro alrededor mortalmente serios terminando su sopa, al menos no me había perdido en los recuerdos tanto tiempo. Olvide al mago que tan fervientemente quería mi atención, con la mirada nuevamente sobre la cucharilla de oro, extraje el frío postre otra vez, con modales impecables. Lucius a mi lado, tuvo la osadía de empujar imperceptiblemente el codo contra mi costado, ignore tanta desfachatez. El mago siquiera podía tocarme, órdenes expresas de Tom. Los Malfoy, nunca olvidamos. Tom hizo una pregunta al aire que apenas oí, tomando la cucharilla llevándola nuevamente a los labios. La peor de mis armas; una sosa cucharilla. Repase con la lengua el objeto, tomando una mínima cantidad del postre a mitad de camino hacia mi boca. Todos se tensaron, esperando en silencio, les sonreí debajo de las grandes pestañas plateadas. Era un Malfoy, la atención era algo de lo que gozaba a diario y siempre se sentía tan bien. No era estúpido por otro lado, sabía que tenía los ojos más importantes del siglo después de cara rajada sobre el pálido cuerpo, recorriendo la fina piel que la vestimenta negra deja ver.

Alcé los ojos por fin después de unos largos y tensos minutos, dónde morbosamente absorbí a lametones controlados todo el contenido de la cucharilla de oro. La mirada de Tom quemaba sobre la piel, este había notado la diferencia en la forma de ingerir el postre e intentaba buscar en mi cabeza que tramaba. Le sonreí amplio metiendo por completo la cuchara a la boca, haciendo un sonido de succión al sacarlo, casi vulgar. Tom intentó nuevamente revolotear en mis sesos, afortunadamente para ambos, había aprendido hábilmente la legeremancia. Pedí disculpas por mi terrible despiste pidiendo con fingida inocencia que repitiera su pregunta; Mi lord. A estas alturas hasta el mismísimo Lucius sabía que tramaba algo, subí con poco decoro el pie por la pierna de Tom, este lo tomo perspicaz; pero no detuvo el movimiento, incitando al acariciar más que la pierna sobre la ropa. Dándome un permiso poco necesario pero apreciado para seguir con el jugueteo.

Pestañeo aburrido tomando una nueva porción de helado, embarrando el pringoso postre por los labios abiertos antes de empujarlo por la garganta, cerrando los ojos con placer; murmure el hechizo mentalmente mientras sentía el perlado sabor del helado bajar por la garganta húmeda. Tanto los zapatos como los calcetines desaparecen, Tom notó el cambio al instante, afianzando las uñas - ahora limpias - y largas por la piel descubierta, el lord tuvo la desfachatez de reírse débilmente tras la copa, acomodando el pie de tal manera que estaba en contacto con la erección a la mitad de su auge, teniendo mortal cuidado de no chocar mi rodilla contra la mesa, sin duda aprovechando el juego tras esta. Mire a Severus, Tom también lo hizo; ambos nos preguntamos si movíamos al mago para que fuese menos evidente la situación. Nuevamente nos miramos sutilmente entre ambos. Ni bajo tortura Tom dejaría en la cabecera de su mesa al pelinegro. Era el poder implícito en la acción lo que lo detenía.

Moví de derecha a izquierda el pie con la llegada de los elfos y el segundo plato de la noche, el Helado fue llenado nuevamente; justo para mi morboso gusto. La cucharilla viajó nuevamente al plato, pero esta vez el juego terminaría para ambos, poco sorpresivamente sentí la polla encerrada y dura del mago había despertado la propia. El helado se acercó una tentativa vez más, con tan mala suerte que la mitad de su contenido cayó sobre la sedosa ropa negra; maldije sin hacer el mínimo intento por limpiarlo, atrayendo la mirada de todos; justo a tiempo para aplastar con verdadera saña la polla de Tom con la suficiente fuerza para hacer remover al mago y que detuviera el gemido al morder con saña los labios hasta romperlos. No baje la para nada sutil intensidad, frotando con descaro la sensibilidad del pelinegro. Lleve la cucharilla por fin hasta los labios sonrientes, lamiendo con gula el pequeño objeto, delineando toda su extensión con la lengua y succionando escandalosamente. El derretido helado viajó por la manga de la camisa, empapando los dedos y la muñeca.

- Que torpe soy - Con una especie de mohín inocente, me removí sin dejar de martillear la entrepierna de Tom, jugando con su poca paciencia y su alto libido. Lamí la muñeca y los dedos, despacio; uno por uno.

Teatralmente lleve el dedo húmedo hasta recoger las gotas de helado manchando la fina túnica negra, chupe el dedo ahuecando las mejillas; haciendo un jadeo bajo de verdad encantado con el sabor del delicado helado. Con atrevimiento alce una ceja al ver las pupilas verdosas fijas en mí a pesar de la dilatación en ellas; no debía, de verdad que no debía, pero era tan fantástico el camino sinuoso hacia el peligro, nadie en su sano juicio se atrevería a jugar con el gran Voldemort, no obstante, era un Malfoy, para mi no había sanos juicios, puertas cerradas o prohibiciones, hacia lo que quería y obtenía lo que deseaba. Tan simple como ello. Por ello no me amedrento cuando el gran mago murmuró despacio, sólo para ambos que dejará su polla en paz. Severus frente a nosotros se ahogó estúpidamente con la bebida; un idiota más allá hizo lo propio tosiendo sin decoro, al parecer todos los magos tenían buen oído.

Apretuje aún más el pie descalzo contra la erección escondida tras capas y capas de ropa sin atender a su amenaza. Tom sostuvo la varita sobre la mesa con ímpetu, una advertencia más implícita. Bajo la cucharilla tomando un nuevo trozo de helado, levantando el instrumento con delicadeza, llevándolo hasta los labios rojizos y fríos, saboreando el helado con perversa calma, empujando la lengua fuera para recoger el prohibido postre y meterlo dentro de la boca, dejando que un poco del delicioso helado se riegue por dónde quiera, empapando el paladar, la lengua y los labios; llenando el blanquecino líquido todo el camino a su paso. La mirada nunca dejó la del lord. Mordí el labio inferior, Tom tembló, lo tenía donde quería. Suspiro profundo, mirando a todos sus subordinados, ninguno lo miraba concentrado en cómo lamia obscenamente la cucharilla de oro; mala idea, sobre todo el hambre en sus ojos. Tom era tan jodidamente poderoso como posesivo. Eso sin contar creerse el amo y señor de la atención siempre.

- Todos salgan del comedor …- Ordenó, sacando a los magos del libidinoso teatro que había montado con algo tan simple como el helado de vainilla; plateado y esponjoso. Los subordinados de Tom se atrevieron a mirarlo fijamente, el mago rompió todas las copas sobre la mesa para repetir sin palabras su orden -... Ahora - Esta vez las palabras contenían mucha más amenaza, una gran promesa de dolor y torturas.

Todos los magos a pesar de los modales inculcados desde pequeños, se levantaron con un ruido sordo logrando que las sillas chirríen al chocar las patas de las mismas con el suelo. En una estampida ruidosa salieron del salón, como ratones escapando de un gran gato. El gato en cuestión ni siquiera miraba la furiosa horda de magos temblorosos, la mirada estaba fija en mí, esperando en silencio que haría. El mago bajo una de sus manos acariciando el pie desnudo que le masajeaba la polla, llevando este mucho más arriba hasta casi tirarme de la silla, teniendo parte de la extensión de su anatomía bajo la planta del pie supuse que no había vuelta atrás, tampoco es que lo necesitara, sólo esperaba que el plan diera resultado.

Tom esperaba paciente casi sin respirar, jugueteando con la varita en la mano libre, danzando los dedos arriba y abajo de la madera, justo como había hecho con su polla durante toda la cena. Absorbí las pocas gotas que aún quedaban de helado sacando la cucharilla por fin de los labios, limpia y húmeda; la lleve a lado con elegancia, dejando que esta se escapase de los resbaladizos dedos, pringosos y llenos de leche. La cuchara hizo un tintineo débil al chocar con el piso, un mínimo ruido que sonó como un estruendo en el consumido silencio del salón. Tom miró el oro sin entender, intentando hacerlo pero sin resultados esperando a merced del mago frente a él. Pocas cosas me encendían tanto, pero ver a Tom esperando con la espalda tensa, las pupilas dilatadas, la boca un poco abierta y la polla dura, era de los mejores incentivos para que los pantalones tiren hacia arriba vulgarmente.

- Hoy la torpeza está haciendo estragos en mí …- Me atrevo a hablar, aunque sabiendo a la perfección que todo era una vil mentira -... Supongo que debo recogerla - Acote sin ver el objeto en absoluto, siempre con la mirada al frente. Tom abrió la boca, pero no escuche lo que salía de sus labios.

Me levanté de la silla, haciendo mucho menos escándalo que los despavoridos magos escapando. De pie me saque la túnica, esta cayó al suelo revelando la escueta camisa casi transparente debajo, el cuerpo se adivinaba con divinidad debajo de la frágil tela, Tom aguantando la respiración y me lamí los labios al verlo, el deseo era palpitante en ambos; una mezcla de poder, lujuria y respeto por el otro que nos encendía como una vela en un candelabro, majestuosa y ardiente. Me arrodille ceremonioso, gateando con el culo arriba por la pequeña extensión que me separaba de la cucharilla y el pesado mantel sobre la mesa, ignore el oro brillando en la nada e ingrese debajo de la mesa. Casi a ciegas y con cuidado de no golpear mi cabeza contra la pesada mesa, busque las piernas de Tom, acariciando a ambos lados aprovechando la manera tan obscena en la que estaban abiertas, Tom conocía a la perfección lo que haría.

El mago echó hacia atrás su propia silla, dejando el espacio suficiente para que mi cabeza se agazapé entre el edredón y su pelvis. Tire de su túnica, abriendo esta con un movimiento conocido de memoria; botón a botón la túnica se abrió con una rapidez abrumadora y morbosa; el gran cuerpo curado por los años del mago salta a la vista, aunque no lo pudiera ver, sabía exactamente cómo se veía con la luz reflejando en los duros músculos, cómo rebota entre las sombras y le brindaba al mago un vista carnalmente divina. Aprovechando esta capa de ropa extra fuera, juego con el cierre y los botones de sus pantalones, dejando que se desesperara en su propia anticipación, la desesperante sensación de tener el poder en la punta de los dedos pero aún no poder poseerlo. Con la paciencia que no tenía en realidad, absorbí cada espasmo y cada viaje de su mano para sostenerme el rostro y empezar por fin con la faena. Conté hasta diez antes de acercarme por completo y con suma lentitud desprender la hilera de botones, hasta romper el cierre de sus pantalones, había sido suficiente espera.

Saqué la erección de la última capa de ropa, sintiendo el calor avasallante del trozo de carne contra los dedos, le di un suave toque, enredando los finos dedos en toda su extensión; lamí los labios humedecidos gracias al helado y mi propia anticipación. Era ciertamente una degradación ansiar esto, estar a los pies del mago y que fuese su indulgencia la que decidiera el rumbo, sin embargo a veces en los negocios se tenía que embarrar un poco las manos; sangre, sudor, semen, todo corría por la misma vertiente. Acaricie la polla un poco más, vanagloriando mi propio ego con cada jadeo ahogado del mago tras el oscuro mantel, sonriendo con orgullo cuando mi nombre acarició la nada del salón, antes de perder la conciencia en el morboso juego, decidí que era hora de negociar.

Metí la erección dentro de la boca sin advertencia, la respuesta del mago fue exquisita; nuevamente las manos vagaron ansiosas en la oscuridad buscando el cabello platinado, esta vez le facilite el trabajo, que nos llevará a su propio y sombrío ritmo, buscando exclusivamente su placer. La polla embiste contra las perladas mejillas húmedas y sedosas, la hinchada cabeza penetrando con decisión, buscando el mejor ángulo en el cual perderse, relajé la garganta cuando ese camino indiscutiblemente llevó a que la gruesa polla bajara tentativamente contra la resbaladiza cavidad. Contraje las mejillas aprisionando asfixiantemente la erección, dejando que el mago tirase de mi cabello con saña hasta que las uñas se clavaron en el cuero cabelludo y las finas hebras de cabello dejaron la pulcritud que siempre las caracterizaba.

El vaivén tormentoso cobró vida, llenando el comedor de succiones, maldiciones bajas, espasmos y el obsceno cántico de los testículos de Tom chocando contra los labios ya hinchados que lo esperaban y devoran con gracial ímpetu, teniendo cuidado de no sacar los dientes contra la sensible piel. Una mano se aferró a los pantalones, siendo estos el único soporte que tenía, la otra mano descansa sobre la base de la húmeda polla erguida, dando de vez en cuando masajes leves, apenas roces que delinean las dilatadas arterias que apenas podían bombear sangre a la erección, estas trazan pequeños caminitos por toda la erección que con gusto recorrí con el pulgar; la frialdad del helado y la saliva era un fuerte contraste contra la caliente piel que temblaba ante el mínimo toque.

Cerré los ojos cuando las lágrimas se agruparon en las esquinas de los ojos, Tom tomó un vaivén mucho más inestable, respirando entrecortadamente maldiciendo en parsel; todo un espectáculo que guardaba en la mente llena de bruma, intento no ahogarme ante el ímpetu del nuevo ritmo pero fue imposible, sentía el constante martilleo de la polla por todo el cuerpo, logrando que el estómago se tense y la polla húmeda entre los pantalones, choque con más ahínco contra la tela, tan dolorosamente que me llame a la silenciosa calma. Manteniendo a raya las arcadas aguante la respiración otro poco, con una nueva y seca embestida, los labios chocaron por completo contra la pelvis de Tom y el poco vello en la base de su polla. Saque la lengua traviesa sabiendo que el mago estaba pronto a correrse, no esperaba sentir la corrida en la garganta, pero nuevamente en los negocios se ensuciaba las manos, en este caso la garganta.

Tom, sacó por completo la polla justo cuando pensé que se corría, cerré los ojos esperando la descarga en el húmedo rostro por sus fluidos y las lágrimas. No obstante, el mago se quedó mortalmente quieto, todo lo que su respiración errática y el vaivén furioso de su pecho le permitió. Un minuto después, mi cuerpo era tirado de los hombros por sus largas uñas, la mesa sobre mi cabeza se echó hacia atrás gracias a la magia del pelinegro, lo suficiente para que mi cuerpo entumecido por la incómoda posición proteste al salir del oscuro escondite, la espalda chocó contra la mesa de madera; las piernas abiertas y en medio de estas, el enloquecido mago. Las pupilas verdes, dilatadas y sedientas en lujuria recorrían mi cuerpo vestido con desdeñosa desaprobación. Lleve las manos a la camisa desajustando los botones hasta que estos cedieron, la piel blanca salió a flote mientras Tom se hacía cargo de los pantalones. Lamí los labios con el presemen de Riddle afianzado al paladar.

- ¿Qué quieres Draco ?, no te arrodillas sólo por el amor que le tienes a mi polla - Solté una risa cruelmente divertida. El mago, no tenía un sólo cabello de idiota; recorrí el cuerpo torneado y pálido que tanto ponía al lord. Este tentado, pasó una de sus largas uñas por el pezón erguido, tan pálido como el resto de la piel platinada.

- Claro que no quiero algo Tom, me gusta tu polla - Murmuré mordiendo el labio inferior al sentir el tirón en el pezón en reprimenda, este ardió en combustión instantánea en la mezcla delirante de dolor y placer. La otra mano del mago se ajustó a la polla húmeda.

- Pídelo de una vez rubio, así te puedo follar sin preámbulos …- El mago tiro la polla hacia arriba, arqueando mi espalda, por fin tenía un poco de acción sobrepuesto sobre el dolor. Detrás de las largas pestañas, los ojos se fijaron en el mago, la sonrisa aumentó -... Me va a reventar la polla con tan magistral trabajo de tu boca - Apuro el mago; me erguí, sólo para acortar la distancia entre ambos, tomando su polla nuevamente, esta vez una débil caricia. 

- Sí Tom, quiero algo …- El mago asintió con la cabeza echada hacia atrás al bajar la débil caricia hacia los duros testículos, empujando imperceptiblemente la cadera para generar más contacto -... No quiero ser mas tu puta Riddle - Seguro, con sólo la osadía que mi apellido podría brindarme, ajuste un poco más los dedos sobre la piel delicada que temblaba entre los dedos. Tom se limitó a reír bajo, sin volverse o mirarme; demasiado a gusto en el movimiento de la mano sobre su sensibilidad.

- Pensé que estabas feliz en la posición que tus impresionantes logros habían conseguido …- Detuve todo movimiento sobre su piel al conectar con la ironía en las palabras, no tenía que hacer un gran análisis sobre estas, conocía al mago a la perfección para saber a qué se refería. Nuevamente tome su erección, esta vez con mucha más fuerza de la necesaria, crispando los vellos en su cuerpo ante el leve dolor, el mago se removió -... Me refiero a la sutileza con la que dejaba en claro que me pertenecías - Se corrigió, bastante tarde y con poco convencimiento, pero fue suficiente a pesar de tener la polla del mago en la mano; era claro quién de los dos tenía el poder. El vaivén volvió a la sutil caricia, el mago se relajo nuevamente, aún sin levantar la cabeza envolvió los dedos con más saña en mi pezón.

- No quiero más sutileza …- Afirme claro, removiendo el pecho contra sus dedos y la caricia tosca. El mago dejó mi polla libre para subir los dedos hasta mi cabello tirando de las finas hebras hacia atrás queriendo volver a la misma posición de antes -... No soy uno de tus esbirros; patéticos y que te esperan de rodillas. Sabes lo poco que me gusta la posición - Murmure a pesar de dejarlo moldear mi cuerpo, el mago levantó la cabeza por fin, arqueando una ceja divertido al nombrar a sus tropas, la burla bañada con desesperación apareció nuevamente. Esta vez, abrí las piernas aprovechando la falta de pantalones que el hábil mago había desaparecido, los dedos de Tom se ajustaron bajo los muslos.

- Por amor a Merlín, tengo la polla hinchada …- Rogó el mago una vez que puestos en marcha, empuje el cuerpo al filo de la mesa justo contra su polla gruesa dándole una última caricia en la rosada coronilla hinchada y chorreante; el mago se posicionó sin perder el tiempo, buscando el mejor ángulo para clavar la jodida varita en la entrada cerrada; gemí cuando la suave madera entró en contacto fría y dura, era innecesario pero el morbo en ello era lo que encendía a Tom -... Dilo de una vez, Draco - Apuro impaciente, moviendo en pequeños círculos la varita, con apenas unos pocos centímetros dentro pero aún así sentía la madera perforar mi carne mientras la humedece con el arrullo de Tom; era innecesario que estuviese dentro para efectuar el hechizo, pero todo era mejor que las uñas de Tom abriéndome. No quería sangre en medio de la negociación.

- Quiero estar en las mismas condiciones que el gran Lord Voldemort …- Jadee las palabras contras los espasmos de Tom y la rígida varita. La mano del mago contra la piel sensible de los músculos se aferró con más fuerza, clavando incluso las uñas; quizás sí habría un poco de sangre en la negociación -... El mismo poder, el mismo terror; la misma maldad - Sí sangraría bajo el toque furioso de Tom, al menos lo haría con los detalles escabrosos de mi deseo por completo.

Tom sacó la varita de un empujón, al estar la abertura ahora húmeda la madera se deslizó fuera con facilidad; el mago murmuró el mismo hechizo sobre su polla, masajeando obscenamente mientras podía ver en sus ojos mis palabras recorrer furiosas a la velocidad de una snitch, el mago mordió la esquina de su labio inferior; una maña que apenas componía el lord pero qué significaba que estaba sumamente concentrado en lo que hubiese en su cabeza, todo a pesar de tenerme de piernas abiertas y con su anatomía erguida a punto de entrar en mi, el mago empujo la hinchada polla dentro; al menos ya estaba en su lugar. Gemí arqueando la espalda, a pesar de la humedad extra, las paredes no habían sido dilatadas, los anillos carnosos abrazaron a Tom con fuerza, robándonos el alientos a ambos; el lord empujó con decisión traspasando los anillos de la entrada, estos cedieron ante su tamaño dilatándose sin opción.

Me aferre a una de las esquinas de la mesa, sintiendo la rojez de la agitación bañar las pálidas mejillas, el sudor recorrerme el cuerpo en una oleada fría contra el viento del comedor; gemí alto acompañando a Tom cuando estuvo por fin dentro, por completo. El mago no tenía el tamaño de una jodida varita, dolía tanto cómo satisfacía, un regusto extraño pero no desconocido para mi cuerpo acostumbrado al mago desde hacía muchos meses como para contarlos. Moví la cadera hacia atrás para sacar los primeros centímetros, sintiendo el cuerpo protestar, el mago hizo el trabajo de vuelta al ingresar hasta el fondo nuevamente. Se aferró a los muslos con verdadera saña, abriendo las piernas a su antojo para tomar una pose mucho más recta; con la espalda erguida y la túnica abierta. Me recordó vagamente, que estamos en medio de una conversación, no podía perderme en el sudor bajando por su pecho o el apenas ondulado cabello pegado a su frente.

- Está en tu poder aceptar o negarte; pero cómo sea el caso. Esto se acaba hoy - Le advertí antes de cerrar los ojos ante lo bien que se sentía el lento pero acompasado compás que había tomado el mago; dicha cosa se perdió al conectar su cabeza con mis palabras. Tom frunció el ceño, llevando las piernas aferradas al pecho desnudo, inclinándose sobre mi cuerpo; soltando una de sus manos para sostenerme el rostro con sus largas uñas. Nuevamente volví a tener quince.

- ¿Me estás dejando? …- Preguntó mostrando un gran temple al seguir con el furioso vaivén que llenaba de nuevos sonidos húmedos el aire, azotando el trasero al ritmo de su pelvis. Las uñas como hacía tiempo, rasgaron la piel de la mejilla, esta vez con menos fuerza que en antaño a sabiendas que no podía intimidarme con eso aunque lo intentara -... No me gustan las amenazas rubio, bien lo sabes - Lo sabía a cabalidad, los pocos que lo habían intentado habían terminado muertos; pero era un Malfoy, conocía cómo flexionar los rígidos límites. Además hablaba en serio, muy en serio.

- No soy una jodida concubina …- Le recordé que, a pesar de estar siendo penetrado por el mago, era su igual y era hora de tomar mi lugar legítimo -... Es tu decisión si esta será nuestra última audiencia, Mí lord - Abrí la boca deteniendo todo movimiento contra el mago, dejando su polla aún dentro; a la deriva y aprisionada. Metí el pulgar que me pretendía amedrentar en la boca, lamiendo con fuerza y con las mejillas huecas para imitar una muy buena succión, Tom hizo lo propio por penetrar la boca húmeda. Analizando las palabras con la gloriosa vista de sus dedos jugando con mi lengua.

- Bien, bien …Veo que tomaste en serio mi consejo sobre la iniciativa …- Un poco más de burla, típico de Tom; mordí el pulgar húmedo con astucia, la suficiente fuerza para que ardiera pero no doliera. El mago flexiona casi a la mitad mi cuerpo al acercar la lengua a las heridas que había provocado, el cuerpo tembló por completo ante el perverso gesto, algunas cosas no cambiaban; cómo su lengua bifurcada -... Aceptó el trato pero mueve ese culo ambicioso que tienes - Sonreí triunfante, que bien se me daba negociar. Sin duda sería un gran hombre de negocios al morir Lucius y poder hacerme cargo de las empresas familiares. Una última succión sobre del dedo de Tom y este volvió a su lugar aferrando los músculos.

El ritmo furioso de antes se retomó en ambas caderas, cada uno haciendo su parte para que los tormentosos segundos dónde nos separábamos se acortan cada vez más. Tom jadea, gruñe y gime mi nombre en parsel junto a palabras que sabe no puedo comprender por completo pero que después de meses reconozco cómo maldiciones. Eso ensancha la sonrisa en mi rostro que ahora con la negociación pronto a terminar, ansío poder correrme, la polla dolía por el nulo desahogo de los testículos rígidos y cargados. Apuro las caderas sintiendo el húmedo y oscuro frote que hace mi culo contra la húmeda tela del mantel sabiendo de memoria que la piel ya debería estar rojiza e irritada, pero claramente, estaba mucho mejor que la violácea zona donde Tom araña a gusto con los dedos adicto a la suavidad extrema de los muslos pálidos. Todos su músculos se contraen y tensan al penetrar mi cuerpo, el mago estaba pronto a terminar también.

- ¿A quién llamo? - La pregunta tomó unos parpadeos y gemidos para ser comprensible, el cerebro se revolvía entre la sombría satisfacción por ver los caprichos satisfechos y el placer de una buena cogida sobre la mesa, Tom había encontrado la próstata sacando un fuerte grito de mi garganta, todo para su oscuro placer personal.

- A Luc-cius - Tartamudee sin poder creer la habilidad del mago de estar tan agitado pero no perder la sedosidad ni coherencia en la voz. A pesar del sudor corriendo por su frente, el mago seguía poderoso y erguido, devorando la masa sudorosa en la que había convertido mi cuerpo. La respuesta por otro lado, no debí pensarla mucho.

- En verdad, lo odias - Acotó el mago y sólo me encogí de hombros ante la premisa, el mago empujo un poco más las piernas contra mi pecho dividiéndome entre la hipersensibilidad de la entrada siendo jodida y el tirón en los músculos en protesta.

El mago enfocó la vista, agudizando tanto los sentidos que podía escuchar los pensamientos retumbar contra las paredes del salón; buscando una forma en la cual no tuviera que sostener la varita para no dejar la tibia piel que coronaba sus manos, ciertamente tampoco quería sus manos lejos, ya suficiente tenemos con las mías con los nudillos blancos de tanto sostener la mesa. Tom al final, soltó una de las piernas, empujando mi cuerpo mucho más al filo de la mesa, hasta que sentía el aire frío en las nalgas. La pierna libre fue a parar a su cadera, mientras la otra se erguía a lo largo del torso de Tom flexionada apenas en su hombro.

El mago llamó su varita sin detener el ritmo ahora más fluido empujando mi cuerpo hacia arriba y arrastrándolo hacia abajo gracias a la bestialidad de las embestidas. Sentía todo el cuerpo ardiendo en deseo y carnalidad. Una vez con la varita entre los dedos convocó un tartamudeado Patronus, haciendo el movimiento de la varita apenas aceptable; me burlaría sin duda, si no estuviera con la cabeza a la deriva, totalmente abrumada del aroma y fuerza de Tom. Lucius debía llegar ipso facto, sino no podría terminar el trato exitosamente. Intente disminuir la intensidad de la faena mientras la gran serpiente de Tom se materializaba en el comedor, el mago gruño en desaprobación, mordiendo la pantorrilla sobre su hombro, chille más de sorpresa que otra cosa, no fue terriblemente doloroso cómo espere; al contrario un beso helado en medio de una ventisca cálida, no se sentía solo bien, se sentía increíblemente caliente. 

 - Ve, busca a Lucius - Ordenó a la serpiente, la cual silbo al desaparecer de la habitación. Sin perder detalle de la magistral e única imagen frente a mí, vi con diversión como el mago más poderoso de Inglaterra y quizás de toda Gran Bretaña, se metió la varita a la boca para poder sostenerla, una de sus manos me aferro el abdomen como soporte por dos embestidas más y luego tiro de mi brazo, aferrando los dedos al codo aún enjaulado de negro. La mano libre se aferró a la pierna flexionada en su cadera, de no ser nuestro soporte ambos iríamos a parar al suelo.

- Mi lord - La voz de Lucius nos desconectó de nuestra burbuja de sudor, gemidos y furiosas penetraciones; sentía la entrada quemar irritada y húmeda, las pequeñas gotas ahora caían de la polla de Tom hacia el piso, un nuevo sonido obsceno para la lista. Ambos miramos al mago sin saber cuándo había entrado. El mago nos miraba atónito, incluso tenso con los fríos ojos grises buscando con ahínco que hacía en medio de una cogida magistral entre su hijo y su lord.

- Lucius, estás aquí en calidad de testigo …- Aclare dado que Tom no podía, el mago y yo conectamos silencio, al ver el horror que pasaba por los ojos pálidos al creerse con la suficiente suerte para que lo invitáramos al encuentro. Burlón grité más fuerte el nombre de Tom al aire, no tuve que fingir en absoluto, el mago en verdad me estaba cogiendo con más fuerza si era posible -... Espero que e-estés a la altura de tu m-misión. Mierd-da Tom - El inevitable temblor apareció en la voz al sentir el toque furioso nuevamente contra la próstata suave, las lágrimas inundaron las pestañas plateadas; llenas de infinito placer. Tom escupió su varita sobre el suelo, carraspeando.

- Yo Tom Marvolo Riddle futuro ministro mágico, me comprometo a cumplir todos caprichos y deseos de …- El mago empezó el juramento mientras hilos plateados y verdes unían nuestros brazos ya sostenidos por el otro, unos cuantos jadeos acompañaron sus palabras hasta que fue inevitable que el mago se detuviera, incluso las furiosas embestidas cesaron hasta ser una mero vaivén, abrí los ojos que ni sabía había cerrado en medio del placer -... ¿Cómo quieres ser llamado rubio? - Preguntó, saliendo sumamente lento, tanto que podía sentir su grueso miembro palpitar furioso por todas las entrañas antes de salir; patalee cómo el mago caprichoso que era, nunca era divertido que jueguen con tus sesos, apure las caderas pero el mago anticipando el movimiento, subió la mano libre hasta la cadera impidiendo el movimiento. Me echaría a llorar si no volvía a joderme con fuerza pronto.

- ¿Pareja? …- Pregunté más que afirmar, sólo por molestar al mago como este me estaba torturando al salir tan lento; sabía que esto era importante mucho más para mi que para Tom, pero ahora sinceramente sólo quería que se moviera. Un jadeo diferente a la ecuación perfecta de Tom y yo logro que gire el rostro hasta el qué suponía debía respetar como padre -... Lucius debes ver al frente si quieres cumplir tu papel - Reprendí tal como lo hizo en su tiempo el mago, disfrutando de su mirada asesina. Me permití burlarme aunque salió más como un jadeo ahogado que propia risa. Esto era lo que el mago quería en primer lugar, estar entre las piernas del lord, lo que nunca pudo prever su ego quebradizo y su burdo racionamiento, es que terminaría cómo mucho más que una simple puta.

- Todos los caprichos de mi pareja Draco Lucius Malfoy, serle leal a su nombre y magia; por mi vida, magia y sangre - Con la voz grave, Tom me atrajo a lo importante, lo que sucedía entre ambos; el mago nuevamente era el caprichoso ser que no permitía que nadie le robara la atención, no cuando tenía la polla en mi interior, muchos menos al ser su pareja.

- Yo Draco Lucius Malfoy me comprometo a cumplir todos los deseos de mi pareja y lord Tom Marvolo Riddle …- Recite diligente ante la mirada de Tom, el regaño silencioso por que me diera prisa, el orgasmo en pausa en sus testículos lo debía estar matando tanto cómo lo hacía el propio. Sin embargo su voz interrumpió lo poco que pudo rememorar mi cabeza de su juramento. 

- Incluye que si me traicionas Draco, mataré al estúpido con que oses cometer tal injuria y te torturare hasta que esté satisfecho - Murmuro con las pupilas verdes bailando en locura, asentí pero sin duda no repetiría esta verborrea.

- De no cumplir mi palabra, Tom puede hacer lo que mejor le plazca conmigo; por mi vida, magia y sangre - Finitique el juramento, no pensaba traicionarlo sólo flexionaba un poco mis propios límites. Draco Malfoy merecía lo mejor y ciertamente el lord al frente, lo era. Lo supo, hasta Lucius lo supo por el hambre en la mirada del mago que satisfecho de la entrega empujaba las caderas nuevamente; cambiando abruptamente el ritmo a nuestra brutal faena. Bien, estaba hecho. Hora de dejar los negocios y perseguir el orgasmo que pujaba por salir de mi cuerpo desde hacía tiempo. El juramento fue sellado y ambos brazos de Tom se aferraron a las esbeltas piernas.

- Lucius, no sabía que tenías tendencias Voyeristas con tu lord - Pronunció el mago después de unos largos minutos, en los cuales el ritmo había sido retomado y la sinfonía discordante de gemidos y jadeos había llenado el lugar; me había olvidado de Lucius al lado. El mago enrojeció de pies a cabeza, no sabía de sí de rabia o vergüenza; pero en todo caso lo disfrute como nunca riendo a carcajada limpia empujando con más fuerza las caderas contra la pelvis del pelinegro; el obsceno sonido carnal aumento.

- Lárgate Lucius - Amenazó Tom ahora sin una pizca de humor viendo al mago igual que una estatua quedarse en su lugar. El pelinegro después de escupir la orden volvió a mí, totalmente centrado en la forma magistral que su polla salía del enrojecido agujero de mi entrada e ingresaba de nuevo con la misma fuerza que salía. Ajusto los brazos bajo las piernas, manteniendo dolorosamente aferrada mi carne.

El sonido de los pasos retumbantes contra las baldosas de mármol, apenas me distrajo en el furioso vaivén que había montado sobre la mesa, agradeciendo la resistencia de esta sino ya estaríamos en el suelo con el animal ritmo que habían tomado ambos cuerpos sudados y apenas vestidos, la ropa raspaba a pesar de ser de la mas fina tela, el calor era sofocante y las manos de Tom dolosamente ásperas contra la pálida piel ya marmoleada de rojo y violeta. El cabello platinado pegado a la frente componía la perfecta masa desprolija, burda y caliente que le encantaba al mago, el cual se prendió de mi hombro coronando mi orgasmo en medio de ambos, lo más cercano a un beso que ambos teníamos; la mayor forma de cariño y respeto, a base de sangre y sudor, como mejor nos define a ambos.

Grité tan fuerte su nombre, que este resonó contra las paredes de piedra y mármol, el tibio semen corrió por el abdomen mientras otra una ráfaga diferente de tibia simiente se estampaba contra mi pecho. Tom con la polla en la mano, me mira detrás de sus pestañas oscuras, sonriendo como un verdadero demente; malicioso y perverso. Le devolví el gesto ya afianzado en mis perfectas facciones, un hábito aprendido del lord. Guiñe un ojo, había sido un gran trato. El mejor pacto entre dos fuerzas espantosamente iguales. Desde hoy, su lucha, era la mía.

Al día siguiente, a la hora de la cena; Tom tomaba su puesto en la larga mesa de madera en la cabecera del grupo de magos oscuros, sin embargo ninguno miraba al lord, esta vez no obstante, el mago no parecía irritado por ello, es más aprovechaba la terrible fijación de los magos con mi persona para levantar su copa de vino hacia mí, brindando a mi salud en silencio, sumando mucho más murmullos a la masa de magos murmurando entre ellos. El secreto gritado a viva voz en la antigüedad, la mayor de las obviedades susurradas por los pasillos; ahora era una realidad. Nagini se retorció en mi regazo, agregando un detalle más al que hablar en la pantomima creada por Tom, de la cual por supuesto que no me negué a participar.

Al extremo de Tom, en la otra cabecera de la mesa para evitar accidentes de pies furtivos y descalzos. Mi perfecto cuerpo se erguía con elegancia sobre la otra silla, proclamando a gritos lo que el mundo apenas susurraba por miedo, sólo que ahora no era el desahogo del lord, era su igual; eso significaba aquella solitaria silla en la cabecera de la mesa, reservaba sólo para el consorte del lord, su contraparte, la mano derecha, su pareja. El cambio de título, me iba de maravilla; justo dónde debía ir mi apellido, al lado del hombre más poderoso del mundo mágico. Lucius tenía razón en sus divagaciones mientras crecía, el apellido Malfoy estaría plasmado en el firmamento lleno de estrellas fugaces y en los libros de historia; claro, que estaría al lado de mi nombre. Tome la copa de vino, devolviendo el brindis silencioso al lord; acariciando la cabeza de Nagini envuelta en mi mano. Era oficial, la luz caería bajo el pie de nuestra lucha. La de Tom, la mía; la nuestra. 

 

 

Chapter 6: Señor Potter

Summary:

Dia VI: Velas

Chapter Text

 

  Desperté con un gran suspiro, quitando de los ojos todo rastro de sueño perezoso; removiendo el cuerpo bajo un culposo gusto en la gran cama, acolchonada y encantadoramente suave, con las sábanas limpias y un gran olor al dueño de la casa impregnadas como un bálsamo, revitalizante y adictivo; respire profundo de ese néctar, necesitaba todo lo idílico que tenía esta casa y las jodidas cobijas, si quería salir vivo del día que me esperaba. Abrí los ojos después de mil fantasías sobre las suaves cobijas, sabía que nadie me esperaba; muy temprano en la mañana lo había escuchado salir quién sabe a hacer qué, no me moleste en moverme demasiado cómodo en la tibia cama, pero lo había escuchado al fin de cuentas. Eso era lo importante. Me replanteo el itinerario, sabiendo desde ya que tendría un aburrido día en la oficina.

Me había convertido en auror; mi sueño desde Hogwarts y que fue fácil conseguir gracias a toda la experiencia que ya tenía de la guerra pasada, una que había marcado tanto la familia como mi propia vida; no obstante tome lo bueno de ella si es que al final del túnel quedaba algo, me había convertido en un gran auror. Un héroe de guerra siendo auror, nadie imaginó tal hazaña hasta que tuve el primer día en el trabajo. Era bueno en el trabajo, con la justa disciplina que la madurez me había brindado y los sentidos alertas a cualquier imprevisto, todo parecía ir bien en realidad, tanto que asustaba tanta normalidad después de una gran guerra y tantas bajas; no obstante echándole ganas a la vida, siempre atento al cambiar del viento o una marca gris en el cielo, avance como todos de lo mi generación. Pero, al ser humano le gusta complicar todo lo simple, destruir lo estable y joderse la existencia; yo no era la excepción.

Mis días de austero peligro, persiguiendo a magos delincuentes y asesinos, habían quedado sosegados bajo la sombra del gran salvador del mundo mágico; al principio me había reído de semejante estupidez, estaba bastante grandecito para que se me riñera por alguna herida o raspón, daños colaterales del peligroso trabajo, es más; era una nimiedad. No obstante Harry no lo veía así y una vez que llegue con el brazo roto y en un exagerado cabestrillo mientras la poción hacía efecto, los días de gloria del héroe de guerra y experto auror habían acabado; al menos los emocionantes, condenándome a días tediosos resolviendo papeleo y misiones de rutina, toda la adrenalina ínfima y exuberante del trabajo de mis sueños, se había ido de un sólo jalón. Trabajaba aún con ello, intentado hacer entender al furioso mago, que sólo era un trabajo, que necesitaba de aquella adrenalina que adormeciera los oscuros pensamientos en los que a veces me internaba.

Mientras eso sucedía, podía sobornar algún compañero por una misión mucho más riesgosa sí Harry; el jefe de toda la militancia de los aurores no estuviese cerca, nadie quería tener una varita en la garganta, menos del colérico niño que vivió y venció; intentaba entenderlo, después de todo ya había perdido muchos seres amados, no quería otro deceso. Por ello intentaba tener la paciencia de la cual había muy poco en mi pelirrojo ser; todo por ese cuatro ojos, de pupilas esmeraldas. Con el apodo saboreado entre los labios, perdiéndose bajo el paladar, decidí que había sido mucho autocomplacencia tan temprano en la mañana. Debía avanzar; tenía el suplicio de un almuerzo familiar para ver a mi nuevo sobrino o una jodida cosa as, la verdad carecía de significado ya, la gran familia amorosa y unida que siempre nos había caracterizado se había desmoronado bajo nuestros dedos con la muerte de Fred, la redención de Percy, la transformación de Charles y cómo no, el rompimiento del noviazgo de Ginny, en este en especial había tenía mucha participación.

No se que pensaba Harry al intentar ligarse a mi hermana menor y llegar a intentar comprometerse con ella, y claro, sólo intentar; al final nada sucedió, pero si alguien le importase a veces Harry llevaba más de la casa de las serpientes en él de lo que todos creían, cosas cómo estas le daban soporte a la teoría; no me molestaba de todos modos, siempre podía volverlo a su cauce. Cómo fuese, que yo un varón le hubiese robado el prospecto de prometido a mi querida hermana menor, no fue visto bien por nadie; rompiendo así con la tensa calma en la cual bailaba la familia desde hacía mucho, los medios amarillistas ayudaron bastante a nuestra causa, dando como resultado el rompimiento total de la gran y alegre familia Weasley; quería decir que me sentía mortalmente fatal, de verdad, no obstante, por primera vez en la vida, había sido egoísta, por primera vez había pensando en mi y lo que yo quería; no lo que me tocase hacer o a quien debía complacer o seguir. Por primera vez era lo que Ron Weasley quería.

No fue fácil, las críticas fueron escabrosas llenando de odio no sólo el corazón de Ginny sí no de nuestra gran amiga de la infancia; Hermione, la cual apenas nos hablaba ya, según ella por tener demasiado trabajo, pero Harry y yo la conocíamos, dolía, pero lo hacíamos; el mago intentaba restarle atención al asunto, pero también lo conocía, sabía que le dolía pero que como buen Gryffindor valiente, lo intentaba cubrir bajo la sombra de la indiferencia, si solo así esto no nos afectaba a ambos. Pero era nuestra realidad y nos enfrentaremos a ella cada día. Nunca me arrepentiría de amar a Harry, mi mejor amigo, el niño que vivió, el héroe de guerra paranoico y sumamente suspicaz, el cuatro ojos que odiaba levantarse temprano y siempre parecía tener un nido de pájaros en el cabello; de hermosos ojos y risa contagiosa. Lo amaba desde que acepte a mi mismo que lo hacía, un par de años habían pasado desde aquello y no me arrepentía en absoluto; cuando por fin lo acepte, todos los pequeños detalles que antes había ignorado en la negación tomaban sentido; los celos irracionales, la sobreprotección, la necesidad por siempre salvarle el culo de su desastrosa vida, todo encajaba a la perfección en un puzle que groseramente me gritaba en el rostro lo idiota que había sido, pero joder, los sentimientos no eran lo mío; ni siquiera tenía la sensibilidad aún de hacerlo.

Cómo una vez lo había dicho mi queridísima amiga, tenía la sensibilidad de una roca y no mentía, era el tipo más tosco que conocía. El eterno enamorado era Harry, el de los chocolates a escondidas, la excesiva preocupación, las extrañas notas para cenar o almorzar juntos valiéndole tres demonios lo que otros pensaran de nuestras relación; me presumía en cenas elegantes y restaurantes costosos. Siempre con mucha pena aceptaba ser arrastrado a su locura, después de todo incluso había leído una nota que sólo iba detrás del millonario bolsillo del mago. Falacia tras falacia, me reía en la solitaria habitación, para cuando acabe la última semana Potter: Auror, promiscuo y descarriado, ya estaba listo para ir al ministerio, pensando en que ingeniosa nota sacarían esta semana, definitivamente la prensa adoraba a Harry; a pesar que este les había salvado el culo, la hipocresía abunda en la sociedad mágica de Gran Bretaña.

Aparecí directamente en la red flú del ostentoso despacho, era uno de los autores más condecorados de la élite después de todo, regaños de Harry en medio y baja de misiones peligrosas incluidas. Dejando de lado la prensa, centrado en el trabajo por completo corrí al despacho de mi jefe inmediato, el viejo y gordo mago ya me esperaba en medio de la gran oficina con todos los demás aurores, repartiendo las misiones del día; cómo no, me dio una carpeta chica, con sólo dos misiones; protocolariamente aburridas. El maldito viejo, me miraba con una sonrisa superior, le regale una llena de hipocresía, ya quería ver qué hacía cuando tomara su trabajo en unos pocos meses. Me gire sin esperar a caer en sus sedosas provocaciones, era el novio del salvador del mundo mágico, un mero descuido y sería comida de la prensa; no había que exponerse estúpidamente, eso me había enseñado la experiencia luego de tres años de la gran guerra.

De camino a la oficina, lance una bolsita con una cuantiosa cantidad de galeones de oro sobre un escritorio vecino, el mago sobre este la alcanzó al vuelo, guardándola en el acto; la carpeta entre mis dedos muto, ahora tenía que irrumpir en un festival lleno de magos y dragones, eso si que era mucho más divertido, me reí en voz baja, totalmente burlón del viejo y gordo mago a mi espalda. Al llegar al lugar, para mí nada sorpresiva mente, el lugar estaba encausado en una furiosa disputa entre los dragones y los magos; con hechizos, fuegos y garras por doquier, sonríe amplio esquivando una gran garra, esto definitivamente era vida. Cuatro horas después, ya había pasado la hora de almuerzo, pero tenía una enorme sonrisa en el rostro gracias a las terribles y peligrosas misiones que había llevado a cabo; tenía un par de rasguños, heridas en los brazos y un leve raspón en un pómulo. Nada de qué preocuparse, no obstante iba tarde a la dichosa reunión familiar, eso sí era de preocupar.

Me aparecí sin más en la gigantesca y renovada madriguera; con casi todos sus hijos como héroes de guerra, lo último que le faltaba a mamá era dinero, los días dónde está escaseaba en su casa, habían quedado sesgados bajo una pequeña mina de oro de la cual podía aprovechar a sus anchas ya con todos sus hijos crecidos. Después de todo, la única que vivía en la madriguera con mamá, era Ginny, la menor de todos. Caminé hacia la gran carpa ya montada en medio del extenso matorral que colindaba con la casa, pasando con agilidad los niños corriendo entre las piernas, todos mis sobrinos, éramos una numerosa familia después de todo. Al llegar, preferí hacerme en las últimas mesas, más cerca de la salida que otra cosa, no estaría mucho en la reunión, tenía misiones a las cuales acudir. A lo lejos podía escuchar la risa de mamá charlando con todas las pomposas damas de sangre pura y riquezas incalculables, mi madre había retomado su lugar en la sociedad, uno que siempre tuvo que tener gracias a la pureza en sus venas y buen linaje. También anote a Ginny, Charles y su esposa con el bebé en sus brazos. Este me saludó desde la lejanía y asentí con la cabeza viendo la sangre manchando la camisa blanca del día, sería mejor arreglar ese desvarío antes de llegar a casa.

En ello, remangue la camisa blanca con la túnica aún puesta, empezando a curar las superficiales heridas, esperando que estás cerrarán para cuando cayera la noche y viera a Harry; tan centrado estaba en ello, que no note la persona que se acercó con mucha soltura hasta sentarse frente a mi con un risueño niño en brazos. Alce la mirada afable al ver a Andrómeda con un alegre Teddy en los brazos. El niño se revolvía dándole grandes lamidas a la manzana de caramelo entre sus labios ya a la mitad, apunte a la manzana y esta se agrando, dándole mucho más dulce al eufórico niño, el cual rio alegre. Le guiñe un ojo divertido, aún había bastante del buen humor del día.

- Eso en tus brazos se ve serio...- Dijo la mujer alargando uno de sus brazos, pasando la varita por la herida más abierta. Me encogí de hombros sabiendo que no podía negarme a que me curase -... ¿Cómo está Harry?, no ha ido esta semana a visitar a Teddy, el niño pregunta todas las noches por su padrino - Comunicó la mujer y le hice muecas al niño hasta hacerlo reír nuevamente. La herida ya estaba cerrada, sólo quedaba buscar una nueva camisa y no había pasado nada.

- A Harry no le ha quedado tiempo …- ironice, con la calmada sonrisa de Andrómeda -... Está detrás de mi trasero todo el día, buscando que no me haga un sólo rasguño, ya sabe lo paranoico que e s- Comenté señalando la pequeña cicatriz resultante de la pequeña herida, Andrómeda río; sabiendo a la perfección lo extremista de Harry cuando de cuidar a los suyos se trataba. Era igual con el pequeño Teddy.

- Escuche que Harry sólo está detrás de tu culo todo el día, debe ser agotador hermano - La no apreciada voz de Ginny rompió nuestra amena conversación y le dedique una mala mirada, había niños.

- Ginny...- Reprendí viendo a Andrómeda ahora bastante seria, levantarse de la silla despidiéndose con una mirada. Me disculpe con el mismo pestañeo que me dedico, simplemente no se podía hacer nada con Ginny -... Había un niño aquí Ginny, modera tu vocabulario - Reprendí de nueva cuenta. La presencia de la pelirroja sólo avecinaba problemas, pero intentaba entenderla. Era mi hermana menor.

- No te escandalices Ronald, no es cómo si eso no fuese verdad... Apuesto a que Harry está detrás de tu culo todo el día, la fogosidad en el león es impresionante- Suspire muy despacio por la nariz; recordando que Ginny sólo estaba dolida, que en realidad cuando su corazón se reparara, sería la misma chiquilla de siempre. Que su novio, ahora era el mío. Debía tener empatía.

- Ginny...- Siseé sintiendo en pleno veneno sus palabras, la pelirroja se desentendió de la advertencia, sentándose en la vacía silla que dejó Andrómeda. La rete con la mirada, era así en cada reunión familiar, no perdía tiempo de intentar pelear por lo que ya no tenía entre los dedos -... No compartiré mi vida sexual, ni la de mi pareja contigo- Aclare cruzado de brazos, dispuesto a entenderla, pero ponerle un alto sí era necesario. Era su hermano mayor en todo caso.

- No tienes que comentarlo hermanito... Yo lo se a la perfección, sólo estoy esperando la mañana que vengas a casa llorando porque Harry se canso de tu culo - La viperina lengua de Ginny no se detenía; si solo tuviese una mínima duda sobre la relación con el mago, me hubiese sentido mal. Pero no era así, confiaba en lo que había construido con Harry -... Entonces seré yo, la que te quite a la persona que amas- Suspiré con fuerza, sintiendo cómo la poca paciencia que tenía, fluctuaba con demasiada rapidez fuera de la cabeza. La maldita niña me exasperaba.

- Qué sabes tú de amor, eres un jodida niña... No tienes edad ni para irte de la casa de nuestros padres - Ataque viendo las pecas rosadas en sus mejillas teñirse del mismo furioso rojo de su cabello, yo también estaba irritado para este momento.

- Aunque sea una niña, eso nunca le importó a Harry para estar conmigo …- Atacó furiosa y con una sonrisa tan engreída en la boca, que sabía que lo siguiente que saliera de esta, iba a desatar el pandemonio entre nosotros, pero ya estaba demasiado cabreado para salir por la puerta -... De hecho hermanito, son las juveniles proporciones; delgadas y turgentes lo que atrae al mago; cómo la estrechez del jovial y enérgico cuerpo se aprieta a su falo y lo vuelve loco …- Una a una absorbía las balas arrogante, sabiendo la maldad detrás de las palabras de Ginny, era todo lo contrario a ella. Pero también sabía los gustos de mi pareja y no eran ni por asomo estos -... Dile que te cuente Ronald, cómo después de la guerra corrió a mis brazos y follamos en su recamara, que te cuenta cómo logró que gritara su nombre entre las paredes débiles y decadentes- Ginny había perdido toda la jodida cabeza, mientras yo intentaba quitar de la mente la imagen del bastardo de Harry follando con Ginny. Me envalentoné de furia mal contenida, maldita mocosa.

- Yo era feliz Ronald, pero tenías que joderlo todo tu y tus desviados sentimientos …- La pelirroja estaba yendo muy lejos, ya no me importaba una mierda dónde estaba, yo mismo le enseñaría su maldito lugar -... Pero no me preocupo, sé a la perfección que sólo eres un reemplazo mío; siempre el pobretón y olvidado Ronald... No te hagas ilusiones hermano, cuando te ve, no es tu imagen con la que se desvive - Me reí, de la manera más jodidamente cruel que pude, disfrutando del rostro bermellón de Ginny, la idiota aún se aferraba a ese sentimiento, que en primer lugar, nunca había existido. Pobre ingenua.

- No te mientas Ginny, sabes a la perfección quién fue el reemplazo de quién …- Era hora de regalarle un poco de su veneno, los leones también tenían garras -... Yo soy al que ama, con el que duerme todas las noches en su cama y llama entre sueños; lo tengo todos los días desde el alba hasta el anochecer, tú sólo eres un desvío que tomó, un maldito camino equivocado de una tonta niña, ingenua que creyó que porque un chico le dio atención, ya estarían eternamente enamorados- Ginny suspiro furiosa con las lágrimas aglomeradas en la comisura de los ojos, pero simplemente no podía sentirme mal, la maldita mocosa había atacado peor.

- ¡Él era mi amor platónico desde que tenía memoria, Él era mío!- Me enfurecí por completo, Harry odiaba que se le tratase como una propiedad, un objeto para un fin común; no era un arma, no era una propiedad, era un mago.

- ¡No es un puto objeto con dueño, es un mago! …- Colérico, ni siquiera había sido consciente que estaba de pie frente a Ginny, retando con la mirada -... ¡No es una puta arma, ni una propiedad; Harry odia que lo utilicen, lo manejen a su antojo, que puedan decidir por él, no es una mascota a la cual puedes poner un collar y decir algo tan estúpido como que es tuyo; él está cansado de eso... Él es libre, no es de nadie! …- Sentía las mejillas arder de enojo puro, mientras apretaba con fuerza las manos a la túnica sintiendo las cosas vibrar alrededor -... Pero eso es una mierda que una mocosa caprichosa como tu, no puede entender porque lo idealizaste, quitaste su pertenencia como persona y lo reemplazaste por la mórbida posesión, por un maldito título que ni siquiera él quiere- Ginny no se rendía, alzando el pecho, recibiendo cada una de las balas como una buena Gryffindor.

- ¡Me importa una mierda Ronald! ¡Tu maldito bastardo me lo quitaste, a mi tu hermanita menor, te robaste a mi novio para desviarlo cómo tu! …- Ginny comenzó a llorar, poco me importaba, con los instintos a flor de piel y la sangre hirviendo en las venas. Las copas a mi alrededor vibraron furiosas a punto de romperse -... Tu crees que puedes vivir a su lado y ser feliz, pero eres igual de ingenuo que yo, tu nunca vas a poder ser feliz porque no eres nada... Sólo eres el bastardo invisible del medio entre una gran familia, al que le toca usar las cosas de sus hermanos mayores, el que tiene que compartir con los menores, el invisible que nadie quiere y se rebajó a robarle el novio a la hermana para poder ser feliz …- Ginny estaba impugnada en lágrimas, con las mejillas rojas y los mocos chorreando asquerosamente hasta sus labios. Sentía mis propios ojos aguarse y no sabía si de furia o dolor. Pero no me rendiría, no le daría ese gusto.

- ¡No te robe nada!... ¡Harry no es una puta cosa y si esta conmigo es porque me ama, a mí, un maldito varón y no a una tonta niña que cree que el hombre al cual idolatra, sólo está con su hermano porque le levanta el culo y le abre las piernas! …- No sólo estaba gritando, claro que no, estaba sacando toda la frustración del sistema. No me dejaría joder mas, Ginny no sería una mancha negra en medio de Harry y yo, no mas, mi hermana debía parar o yo la detendría -... De ser así, aún estaría contigo, porque hermana, es lo único que le brindaste; un buen polvo para olvidarse de mi maldita cara... Yo puedo con certeza decir que es a mí al que besa y se jode todas las noches, tu por otro lado, no puedes soñar ni con eso - Oficialmente había explotado, sacando toda la mierda que Ginny me había dado, devolviéndole de la misma manera; tosca y directa. No espere los vidrios saltar a mi alrededor, tampoco la bofetada de Ginny en mi rostro. Fuerte y dura, tanto, que la piel me arde. Endemoniadamente colérico la asesine con la mirada.

- ¡Harry no es un maldito maricon como tu! …Tú sólo eres el mediocre reemplazo que consiguió en un ataque de confusión, a él no le gustan las pollas, sólo a ti maldito puto …- Ginny ya con torrenciales lágrimas en los ojos dejaba ir todo su odio hacia mi nombre, llenado de más mórbida oscuridad mi propio odio -... ¡Solo está contigo porque le levantas el culo y dejas que te monte como la mujer que no eres! ¡Ni siquiera le puedes dar hijos maldito marica... Él es el salvador del mundo mágico, necesita algo mejor que tú! ¡Hasta madre cree que eres una zorra!- No frene los impulsos, simplemente los deje fluir. La mano estampo contra la mejilla de Ginny, pegando con mucha más fuerza que ella, hasta que el rostro se giró y sus endemoniados ojos se llenaron de aún más lágrimas.

La pelirroja escupió y la sangre rojiza baño su boca, llorando a cataratas; pero yo sólo podía pensar en que mordiera la lengua para ver si se ahogaba con su propio veneno. Ginny se había convertido en una auténtica serpiente, llena de odio y resentimiento y yo no podía hacer nada para ayudarla, no cuando quería el precio de mi felicidad para obtener la suya. Busqué con los ojos llenos de lágrimas sin derramar a mi madre y alcance a ver cómo desviaba el rostro apenada, las palabras de Ginny eran verdaderas. Algo se rompió dentro del pecho, cómo cada vez que venía a la maldita madriguera. Busque con los ojos empañados a Charles con su hijo entre brazos, este me regaló un asentimiento con la cabeza y una disculpa por todo; no la necesitaba, sólo quería irme. Me gire, no podía seguir aquí, es más, no podía volver aquí.

- No te hagas ilusiones Ronald, nadie aceptara su desviado y podrido amor; él es el salvador del mundo mágico y de toda Gran Bretaña, siempre tendrá que estar a la altura del cargo, simplemente los viejos moralistas nunca aceptaran que su caudillo sea un puto maricon, ni siquiera tu sangre pura te salvará de su escrutinio... Harry, se dará cuenta de ello y volverá a mí, porque a él... No le gustan las vergas y quiere una familia; una que no le puedes dar …- Ginny seguía hablando, pero ya no sentía sus palabras, sólo había dolor. Ni siquiera sabía porque aún la escuchaba; sí, al ser humano le gusta complicarse la vida -... Tiene más de dónde escoger, eres igual a mí, Percy, George... Todos somos iguales; los mismos ojos azules, la misma piel blanca y el cabello rojizo- Ya no quise escuchar más, contaminaría peor el alma.

Me desaparecí de la madriguera, sabiendo que no podría volver; no mientras Ginny estuviera allí. Aparecí al otro lado de la ciudad, justo en la mansión que compartía con Harry, totalmente abatido. Me aparecí justo en el sótano, tenía tanta rabia que rompería todo y no era justo deshacer nuestra habitación, aunque luego dejase todo como si nada, Harry se daría cuenta, no quería un problema más sobre sus hombros, era el jefe de aurores de toda Gran Bretaña, con eso y los escrutinios públicos, era suficiente. Deje salir toda la rabia contenida, sin llorar; era muy fuerte para esa mierda, sabía que sí lo hacía los elfos se lo dirían a Harry, no cometería ese error; me llevó mucho pero al final logré calmarme, repitiendo las palabras que Harry me dedicaba todas las noches. El mago me amaba, siempre me aferraba a eso. Era quizás caprichoso pero no entregaría mi felicidad ni la de Harry por los demás, ya lo habíamos hecho, peleando su puta guerra y matando a sus putos enemigos; merecíamos ser felices nosotros.

Cuando ya estaba por irme a trabajar, evitando así pensar más en todo el asunto. Una carta entró por la ventana, a pesar de estar en el sótano, vi con gracia el vociferador que levito hasta quedar a un palmo de mi, este dejó su contenido empezando a hablar, era la voz de Harry, con cada una de sus palabras me sentía mucho mejor y al terminar de devorarse a sí mismo. Ya tenía nueva energía instaurada en el cuerpo, esta era una de las habilidades del mago, romper con toda la tormentosa oscuridad que a veces parecía rodearnos, con renovadas fuerzas, avance a nuestra habitación, cambiando apenas de ropa para salir disparado hacia la chimenea y aparecerme dónde indicaba el vociferador. Sentí la magia rodearme y luego de una fuerte succión bajo los pies, ya tenía el aire frío de la tarde sobre la nariz. Embarrando esta parte de la piel de un rojizo tono debido al frío.

Cariño, sé que ha sido un día duro. Ven al callejón Diagon, prometo que te haré sentir mejor.  HP.

Repetí más veces de lo normal la nota, planteándome si en la fría tarde podría encontrar a la causa de todos los desvaríos en mi vida; dichos que amaba tanto. No obstante, aunque creí que sería recibido por él, sólo encontré el callejón completamente sólo, desierto incluso; con todos los locales de vitrinas coloridas en penumbras. Espere cinco minutos, la poca paciencia volvió al cuerpo, planteándome si esto en verdad no sería una emboscada o algo parecido, viejos recuerdos de guerras pasadas lograban un gen paranoico en mí. Espere un inminente ataque, más lo único que apareció fue otro vociferador. La carta esta vez con los mismos lentes sobre el fino papel, me regaló una dirección a la cual ir, aún sin confiar por completo a pesar de ser la voz de Harry, me encamine hasta la dichosa dirección. Al cruzar la esquina cercana a la tienda de Fred y George, quede pasmado, completamente extrañado. Un camino de pequeñas velas levitando me recibieron casi a la altura de los ojos, eche un vistazo. La fila no parecía tener fin y perderse en el callejón siguiente. Succione el labio inferior pensante, al final, decidí confiar; la parte curiosa de mi sistema nervioso, empujaba con premura los pies hacia la dirección que marcaban las velas flotantes; estas expedían un delicioso olor a cereza o algo sumamente dulce que cosquillea mi nariz y adormece los sentidos, calmándolos por completo; incitando a seguir el camino sinuoso de flamas amarillas y bases hechas de parafina roja. Con cada paso la excitante curiosidad embriagaba todos los sentidos.

A mitad de camino, dicha curiosidad había hecho un tormentoso camino en la psique excitada, ahora corría a todo lo que daban mis piernas por todo el callejón Diagon, saltando las equinas y enredándome en los cruces, siempre atento a las velas flotantes que parecían nunca acabar. Cerca de media hora vague sin rumbo, pero con una gran sonrisa; esto tenía el sello lleno de travesuras de Harry por todo lados. Ya casi perdiendo el aliento, había tomado nuevamente la calle principal, encaminándome hacia el gran banco de gringotts, cerca de la entrada en los blancos peldaños, por fin la imagen de Harry apareció; disminuí el paso. El mago iba exquisitamente vestido; la túnica casi arrastraba bajos su rodillas, tenía la camisa perfectamente limpia y casi reluciente a la luz naranja de la tarde, chaleco, corbata, chaqueta, gabardina; Harry tenía todo en su lugar e incluso podía jurar que había intentando acomodar su cabello, sus ojos esmeraldas refulgiendo con una gran sonrisa, esperándome.

Incómodo me removí, había tomado la primera túnica que había visto en el armario; aplaste el cabello sudado después de la monumental caminata, intentando darle forma al menos un poco, acomode la corbata y alise la túnica; mi jodido novio se veía perfecto y yo parecía un loco acabado de egresar de San mungo, un tormentoso rojo me atacó las mejillas avanzando hasta llegar a unos centímetros de Harry.

- Hola Harry …- El saludo quedo sesgado bajo los imperiosos labios de Harry atacando los míos, succionando con aprendida maestría la piel sensible y jadeante de los labios abiertos; cerré los ojos entregándome por completo al beso.

Sus manos atacaron la cintura pegada a la escueta túnica, enrede los dedos en sus espesos cabellos, disfrutando del olor que desprendían estos; definitivamente se había dado un baño, olía a la misma intoxicante e intensa cereza de las velas. Los dedos bajando a lugares más peligrosos para el ojo público, me recordaron dónde estábamos. Me separe despacio, bebiendo de los últimos vestigios de caricias que me brindaban los tibios labios empapados de nuestra saliva compartida, Harry anclo con nueva fuerza las manos a la cintura, manteniéndome cerca; muy cerca, disfrutaba la cercanía después del espantoso día vivido. Por esas sonrisas traviesas, los labios tibios y las luces de la tarde chocando con sus verdes ojos, era que podía vivir, era que no me alejaba del salvador del mundo mágico como todos tenían la ferviente necesidad de repetir. El mago junto nuestras frentes, aprovechando la diferencias de estaturas, pude perderme en sus pozos verdes y bailar en ellos, cómo los amaba.

- Hola Ronald...- Mí nombre de pila logró que aflore una risa baja en la garganta, algo tramaba Harry, cuando usaba mi nombre y no el conjunto de apodos cursis que se había inventado para llamarme, tenía la certeza que algo tramaba -... ¿Te acuerdas del lugar dónde estamos?- No tenía que alzar la mirada, sabía dónde estaba perfectamente y lo que significaba para ambos el lugar.

Asentí recordando el sorpresivo y magnánimo día que subidos en el lomo de un dragón sabiendo que podía haber una inminente muerte tras nuestro talones; fue el día que reconocí que lo amaba, demasiado, era doloroso sólo imaginar que Harry ya no estuviese; sí Voldemort hubiera vencido, yo mismo lo hubiera matado, sólo por Harry, siempre sería su fiero león cuidando su trasero lleno de mala suerte. Un largo año después en este mismo lugar, sobre los peldaños tras su espalda, el pelinegro había gritado para todo el que quisiese escuchar que me amaba y le importaba una reverenda mierda, si el mundo no estaba de acuerdo con ello; era su mejor amigo, casi hermano, su compañero y ese día en medio de furiosos besos, me había convertido en su amante.

- Parece que hoy no estas tan suspicaz como siempre, amor …- Sin entender sus susurros ahogados sobre mi oído busque las esmeraldas; sus gruesas cejas saltaron hacia arriba, las seguí, quedando sin aliento en el acto.

No sabía cómo era físicamente posible, pero no había visto el cartel hecho de preciosas velas sobre su cabeza, brillando con incandescente fuego ya entrada la tarde atrás en el horizonte, una sola palabra formaban las velas, la cual repetí una y otra vez con demencia; sin poder creerlo, con el cúmulo de sentimientos en el estómago como nunca antes, quería vomitar lleno de efusivos fuegos artificiales en los sentidos, toda la materia gris del cerebro se había fundido. El mago viendo el estado de alteración en el cual me encontraba, no se le ocurrió otra cosa que separar nuestros cuerpos, dejando mi alma a la deriva de la fría tarde y la sensación vertiginosa de mareo. Harry se hinco a mis pies, manchando su perfecto traje con la suciedad del suelo, sacando del bolsillo de su túnica una pequeña caja de terciopelo rojo. Deje de respirar al ver su contenido.

- Amor, se la tarde de mierda que tuviste, prometo hacerme cargo de ella... Se también que no debería hacer esto el día de hoy, pero me es tan imposible resistir un momento más, que haciendo acopio de la valentía que siempre ha corrido en mis venas, me atreví a hacerlo, hoy, con las velas y la luna siendo nuestros testigos …- Quería llorar, estático, casi sin respirar viendo las orbes esmeraldas temblar, sin saber cómo proseguir; ni siquiera yo sabía que saldría de los labios -... Te amo Ronald, cómo nunca espere hacerlo y cómo nunca me arrepentiré en un futuro; sólo tú, no necesito más. Eres mí perfecto complemento, podría incluso dar mi alma por ti, eres el perfecto pelirrojo que se coló en mi vida para hacerse con ella, hasta transformarla en el hombre que soy ahora, sin ti...  Me hubiese perecido a la mitad del tormentoso camino...- Emocionado, Harry seguía hablando, dejando fluir el mar de sentimientos que parecía tener atorados en el pecho -... Por ello y mucho más, Ronald; amor mío... ¿Quieres casarte conmigo? - No respire después de eso, físicamente no podía, toda mi caja torácica estaba demasiado comprimida para ello.

Me quedé en silencio apreciando el ostentoso anillo dentro de la caja, de un refulgente oro; dorado y redondo, con lo que creía eran rubíes pegados a la preciosa capa de oro; tan impoluto, extravagante y precioso. Nunca había ambicionado la riquezas de Harry, no era de joyas o regalos costosos como si lo era el mago, algo de la sangre Black y Potter tenía; por ello el anillo entre sus dedos me tomaba por sorpresa, a mí un mago pobre y feliz con lo poco que tenía, una pieza de ostentosas proporciones, me dejaba sin aliento. Yo que nunca había tenido todo lo que quería, siempre había compartido con mis hermanos, siempre relegado al del medio cómo con tanta verdad me había gritado Ginny; un simple mago pelirrojo como las copias de sus hermanos. Tenía al hombre más importante de nuestro mundo, postrado con un costosísimo y lujoso anillo, esperando una respuesta que conocía desde que la propuesta había adornado el cielo gracias a las velas modeladas, pero que no sabía cómo sacar de los labios; un simple y mundano mago, elegido de entre todos los mejores prospectos, dándole un lugar sobre todos ellos. Amado hasta los huesos, deseado hasta desfallecer; con el mundo mágico a los pies, simplemente no lo podía procesar todo.

- Amor …- Murmuró Harry, incómodo con mi silencio extendido, como si hubiese una ínfima posibilidad de que me negara a sus sentimientos; después de todo, el mago aún tenía la duda que podía negarme -... Me estás asustando- Reconoció y vi como la caja abierta, bailaba un poco en los nerviosos dedos. Qué demonios hacía, Harry me estaba esperando.

Tembloroso di un largo suspiro, el cual fue absorbido por un nervioso Harry casi con desespero; despacio alce la temblorosa mano hacia el mago aún hincado, asintiendo con efusividad con la cabeza, físicamente no podía hablar. Harry sacó el anillo de la costosa caja, dejando caer está contra el suelo, sin pena ni gloria, deslizando con las mismas manos temblorosas el anillo por el dedo imperceptiblemente extendido. Un quemonaso de fuego me atizo el corazón al ver sus esmeraldas brillosas, totalmente eufórico. El mago se levantó de un poderoso salto, levantando todo mi cuerpo más allá de lo posible, girando su cuerpo atrayendo el mío en el furioso terremoto en el que parecía estar consumida su alma en estos momentos, con verdadero temor a caerme, ajuste las piernas en su pecho, abrazándome a su cuerpo; acompañando su risa en extremo feliz. Yo también lo estaba, como nunca lo estuve en la vida; ni antes, ni nunca.

Harry buscó mis labios, los cuales no pude negarle importando una mierda quién nos veía, ahora sólo existía el pelinegro y yo en el mundo. Bebí de los hinchados labios con gula, despojado de otro sentimiento que no fuese la infinita felicidad lacerante. Aún enredados entre besos, con la lengua en la cavidad del otro y sus manos peligrosamente tocando la piel cubierta, Harry nos desapareció de lugar, la vertiginosa sensación quedó eclipsada por las succiones furiosas de Harry contra mis labios abiertos y dispuestos, la espalda me tocó la suave tela de una cama y el olor de Harry me llenó las fosas nasales. Estábamos en nuestra habitación. El niño que vivió, separó sus hinchados y rojizos labios, llevando estos a la sortija que descansaba entre mis dedos. La besó con devoción y ternura y supe, que no había un lugar más dónde quisiera estar, el hombre bajaría el mismo cielo si se lo pedía. Demasiado pasionales y eufóricos, dimos rienda suelta a nuestros desbordantes sentimientos. La ropa voló de ambos cuerpos con un pase de varita de Harry dejándonos desnudos en el acto, piel con piel.

- Se supone que habría una cena... Pero supongo que pasaré directamente al postre- Murmuró ronco contra la piel del cuello que tan bien era atacada bajo sus feroces besos, las manos juguetonas e inquietas, empezaron a maltratar los pezones, sensibles y rosas, tan pálidos y exquisitos para el paladar de mi ahora prometido.

Los besos fueron subiendo de intensidad, quemando la piel expuesta mientras que con devoción entregada Harry besaba cada recoveco de mi piel desnuda, pronunciando morbosas palabras que cada vez ponían peor nuestras cabezas y entrepiernas, La del mago ya se movía con un imperceptible vaivén sobre mi muslo, mientras la mía le atacaba el abdomen expuesto. Estábamos en nuestro limite, con demasiados sentimientos a flor de piel para ir lento y pausado cómo sabía a Harry le gustaba follarme, hoy quería al pasional y arrebatador remolino que podía llegar a ser el mago; yo mismo me prepare ante su cadente mirada tras las gafas, lo veía masturbarse la polla de arriba a abajo, sin querer ayudar, dejándome a la deriva mientras el disfrutaba el espectáculo. Uno a uno fueron introducidos los dedos en medio de mis nalgas; el agujero fruncido y entallado apenas cedía a la cuenta de dos dedos, pero me esforzaba con la ayuda del lubricante que Harry convocó; al tercero el nombre del mago era un mantra en mis labios. Las protuberancias rígidas en mi pecho picaban con deliciosa saña, Harry se había concentrado en estos con gula. Recordando lo mucho que le gustaban los pequeñitos y rosados pezones, lo mucho que amaba mi polla erguida y dura. A la mitad de los tres dedos me detuve, seguro que no podía seguir solo, necesitaba a mí prometido.

Harry entro despacio, calculando la fuerza exacta para no desgarrarme por dentro, pero entrando seguro y sin pausa hasta que estuvo por completo dentro de las tibias paredes, me enganche a su cuerpo, pasando ambos brazos por su cuello sudado y resbaladizo, cerrando las piernas en sus caderas; abrazado cual vil perezoso a su cuerpo, el mago tomó las nalgas a dos manos, alzando el trasero para volverlo a bajar a su gusto; a nuestro gusto. Besaba su boca y marcaba sus hombros mientras este se perdía en el mundo de las pecas rojizas en mi pecho. Deje que lleve las riendas él, sólo por esta noche, me sentía demasiado sensible y amado para otra cosa; sólo quería ser amado por mi intrépido prometido. Harry aumentó el ritmo haciéndolo mucho más constante, sin pausas para acostumbrarnos al otro, sólo jugando con el límite de nuestra humanidad contaminada de magia del otro y sudor. Las embestidas aumentaron furiosamente, el mago me abrió de piernas con bruta vulgaridad, jactándose del falo entre mis piernas moviéndose al ritmo de su morboso juego, coloque los pies sobre el colchón y los brazos hacia atrás ayudándolo a penetrarme, acotando el tiempo que pasaba fuera las cavernosas paredes entre mis nalgas. Gimiendo el nombre del otro, gritando todo el amor que sentíamos en el pecho entre alaridos.

- Amo ver tu polla rebotar furiosa cada vez que entro en ti... Tu rosado agujero me está absorbiendo todo el pene- Rojo hasta la médula, quería patearlo para que se callara, Harry sabía lo que provocaba esa maldita retahíla de suciedades.

Con un par de empujones directos a la machacada próstata en mi interior, me empale yo mismo hasta el fondo, ajustando todo el cuerpo que convulsionaba entre temblores y gemidos, Harry al verse atrapado en el interior sofocante, sin poder moverse a conciencia, penetró los pocos centímetros que lo deje salir del ajustado interior, chocando sus testículos con fuerza contra las redondas nalgas, corriéndose entre fuertes gemidos. Sus labios buscaron a los míos y nos entregamos a un último y sedante beso, con los últimos trozos de la pasión en nosotros; reconociendo el cuerpo ajeno, fibrado, musculoso, lleno de cicatrices y sumamente perfecto. Harry repartió besos por toda la quijada definida, por la nariz perfilada, las pecas en las mejillas, las pestañas húmedas y la frente llena de sudor, deteniéndose justo allí. Diciendo lo mucho que amaba a su esposo, desde ya me reconocía como tal, sólo por el lazo mágico que nos unió al entregar el anillo en mi dedo; brillantemente imponente en medio de la escasa luz de la habitación.

- Bienvenido a casa, Señor Potter- Murmuró Harry contra los labios, logrando que una gigantesca sonrisa adorne mis facciones.

Bebí de sus labios con el calor impregnado en el pecho, sintiéndome querido, pleno, valiente, lleno, amado; jodidamente amado. Estas razones eran las que me llevaban a hacer oídos sordos, a ser el valiente león que necesitaba Harry, porque tenía certeza que el león que murmuraba palabras contra mi cuello, mataría hasta los que intentarán detenernos de amarnos, porque nadie podía con nosotros; mi madre, Ginny, el ministro mágico, Hermione, los tormentosos jefes calvos y gordos, lo aurores, la prensa amarillista, los sangre pura de élite y mente cerrada, nadie podía entrometerse en el camino que Harry y yo construimos juntos; ni siquiera Voldemort había podido. Era su mejor amigo, familia, confidente, amante, protector, compañero y ahora, esposo. Lo era todo, era el Señor Potter. 

 

 

 

 

Chapter 7: Perpetuo linaje

Summary:

Dia VI: Descendencia.

Chapter Text

 

   Moví los hielos en el vaso, creando un débil tintineo; sutil y refrescante, una apremiante indirecta. El locutor frente a mi la entendió a la perfección, experto en el fino arte del entendimiento y el lenguaje corporal no dudó en detener su parloteo apenas constante sobre temas por supuesto, de carácter estratégico, político y económico; éramos eso, magos versados en el arte de la manipulación y la fluctuante economía, siempre con las riquezas a tope en las arcas a pesar de las circunstancias actuales. Sólo ver sus ojos sabía que había entendido el débil cambio de tema y ahora, como buen interpretador intentaba descubrir cuál era; no se lo haría difícil después de todo, también necesitaba su ayuda aunque nunca la pediría directamente; Lucius Malfoy no se rebajaría a eso, no nuevamente.

La charla siguió, amena y tranquila, ya dejado atrás el tono de negocios y las arcas llenas de galeones, lentamente nos íbamos sumergiendo en el tema importante en todo este asunto; cruce las piernas de manera imperceptible detrás del escritorio, una detrás de la otra, jugando aún con los hielos dentro del vaso, sonriendo de manera ladina y sensual; Rodolphus frente a mí, acercó con igual sutileza el cuerpo hacia delante, esperando indicaciones. No necesitábamos palabras, sólo el silencio colindante a nuestras intenciones, ni siquiera necesitábamos legeremancia para averiguar los pensamientos del otro, eran más que claros.

Después de la guerra y con nuestro lado cómo el perdedor, se nos llamó a pagar nuestra supuesta deuda con la sociedad debido a tantos crímenes y vejaciones; sin arrepentimiento verdadero, siempre seguros de nuestros ideales mal gestionados por el inepto de Voldemort; comparamos con la justicia, el Wizengamot nos había dado una pena altísima en Azkaban, no obstante y con la ayuda de Harry Potter, el salvador del mundo mágico, la antigua y ahora apenas poderosa familia Malfoy salió libre de casi todos los cargos, para vivir la vida nuevamente; con nuevas perspectiva, activos y toda esa mierda, una parafernalia completa para decirnos que nos respiraban en la nuca y a cualquier pequeño error nos esperaba Azkaban o en el mejor de los casos, el beso del dementor. Por otro lado el hombre fornido y sutilmente pelirrojo, sentado con la más costosas de las túnicas y la barba pulcramente estilizada, había escapado en peores circunstancias, arrastrándose como la serpiente que era, buscando un hueco por el cual escabullirse y sí que lo encontró; ahora era un respetable mago, restaurando la vieja gloria de los Lestrange tan corrompida después de la guerra. Dos grandes magos, con los apellidos intactos después del escabroso pasado en la guerra, las arcas llenas de galeones y el mundo a sus pies nuevamente; pero hacía falta un punto importante en toda buena familia de magos sangre pura. La descendencia.

No éramos estúpidos, ni siquiera un gramo de eso en nuestras cabezas, por eso teníamos certeza que por más oro, joyas, poder y buena vida; este se acaba, se extingue con un soplo de aire, para luego perderse en el infinito nada; por eso se necesitaba descendencia para perpetuar el linaje de la casa y así, seguir fuerte cómo debía ser por los siglos de los siglos; extinguiéndose cuando el mundo mismo lo hiciese, así funcionan nuestras casas, linajes y apellidos llenos de poder por generaciones. Yo tenía un vástago, un precioso hijo; Draco, pero pensar en él, hacía mucho más escabroso el asunto de la descendencia, por ello prefería a un mago, un conocido con ideales parecidos y necesidades complementarias. Ambos necesitábamos un hijo o dos para mayor factibilidad, sangre pura, gran intelecto, criado a nuestra imagen y semejanza, con los mismos ideales y por supuesto respetando las mismas costumbres, porque era allí donde nuestra descendencia estaba asegurada, todo un linaje puro por la eternidad.

Ambos nos saltábamos los protocolos inculcados por nuestros padres, costumbres de un pasado perfecto, no obstante era nuestra única opción; por ello abría las piernas con seducción por ello Rodolphus se erguía complaciente, por ello bebía el whisky de fuego con soltura y Rodolphus apuraba el de él con energía; encarnó una ceja y asentí, claro que estaba preparado, era mi casa después de todo. Rodolphus se levantó, acercando más de lo permitido su cuerpo al mío por encima de la mesa, me levanté también del cómodo asiento, acercándome hasta sus labios abiertos y esperando deseosos. Un toque en la puerta nos detuvo a centímetros de nuestro objetivo, ambos miramos la puerta cerrada. Esperamos un par de segundos, irritados que se nos interrumpa; la puerta volvió a ser tocada y esta vez sin previo aviso una cabellera platinada apareció tras la puerta. Vestido totalmente de negro de pies a cabeza, Draco aparecía con su porte elegante y la fina manera de caminar; el negro sólo acentuaba aún más la pálida piel y el cabello pulcramente peinado. Rodolphus cómo no, no se movió de su lugar escaneando con maldita morbosidad a mi precioso hijo, intenté no hacer lo mismo, aunque en verdad se veía exquisitamente prohibido.

Draco carraspeo al ver la cercanía del mago con la mía, tome prudencial espacio de Rodolphus ante la gélida mirada de mi vástago; Rodolphus sabiendo que hoy nuestros planes de linaje puro no se podrían, acepta en silencio la derrota. Irguiéndose en su lugar del escritorio, tendiéndome la mano de manera bastante pragmática, esperando el apretón, le concedí eso al menos, el nuestro era un trato sin concluir aún; pero tenía la esperanza de que se cerraría de manera exitosa, ambos lo necesitábamos, no podríamos dejar nuestra descendencia en manos de una sola persona, era un camino muy peligroso para cualquier casa, dos hijos; eso ya sería mucha más seguridad.

- Espero vernos pronto Lucius, y concluir este trato- Comunico Rodolphus, regalándome una última mirada coqueta, apremiante. Sabía lo que quería, asentí con la misma confianza, casi burlón de su poco decoro.

El mago salió por la puerta del despacho y no me moleste en correrlo formalmente, podía vagar todo lo que quisiera por la mansión, todo lo importante, estaba resguardado. Draco al estar por fin solos, tomó asiento frente a mí, ocupando el lugar que antes había ocupado el desaparecido mago; su mirada quemaba mi cuerpo de arriba a abajo, buscando indicios de que algo había pasado, sabía a la perfección que buscaba alguna prueba para hacerse una idea de cuánto habíamos avanzado con Rodolphus, sonreí burlón ante su escrutinio; apareciendo otro vaso de Whisky, saboreando el fuerte y quemante sabor del licor bajar por la garganta.

- Sigues con esto Lucius, que terquedad tan grande la tuya- Sin respeto alguno el maldito niño me retó con la mirada, burlón al ver mi claro fastidio; sirviéndose también un whisky como el hombre que ya era.

- Draco - Amenace, a pesar de las circunstancias actuales, era su maldito padre merecía respeto, las demás cosas ya ni me molestaba en pedirlas; obediencia, disciplina, buenos modales, ya no me molestaba en pedirlos, Draco había escupido sobre ellos.

Fue una tarde hacía no más de un mes, tenía ya en la cabeza la idea de la fuerte descendencia y en marcha, busque el mejor mago candidato, no regaría mi sangre por allí, mezclándola con cualquier mago de cuarta, a pesar de la guerra mi apellido era importante y mi sangre bastante apreciada, casi que idolatrada, no podía darme el lujo de regarla como un inconsciente, mezclarme con algún bastardo, ni siquiera lo podía pensar. Tan centrado en eso estaba que no note a Draco llegar, hasta que este ya estaba frente a mí, con un pergamino viejísimo entre los dedos, no lo reconocía por lo cual de momento no le di importancia; que grave error.

Su primera pregunta casi hace que me atragante con el whisky de ese día ¿Cómo se hacen los bebés? me reí nervioso, nunca había preparado a Draco en esos menesteres, pero tenía certeza que con veinticinco años, sabía bastante bien cómo se hacían los bebés, es más podría jurar que no sólo por su hermosa cabeza, tenía tantos pretendientes tras de sí, Claro que Draco sabía como se hacían los bebés, al menos como se tenía sexo. Intente entre palabras tensas explicar la anatomía básica y los conceptos del sexo, no obstante a la mitad de la explicación, vi su sonrisa burlona y me calle abruptamente, a punto de echarlo del despacho; Draco me miro serio, cuadrando los hombros tenso, dejando la infantil sonrisa de lado, bebiendo de su trago demasiado centrado. Tuve un mal presentimiento, era la misma expresión que ponía cuando tenía la certeza de una información que yo desconocía y eso ciertamente era de temer, siempre tenía que tenerlo todo bajo control.

Draco, lanzó sobre el escritorio el finísimo pergamino, un acta de nacimiento; aún más confundido leí a cabalidad el documento, podía jurar que perdí el poco color que tenía en el cuerpo; tome el pergamino guardándolo con premura. Draco, no debía enterarse de ello, al menos no así. Pregunté mal padre, se corrigió el cabrón demasiado listo, ¿Cómo nacen nuestros bebés? no sabía cómo responderle, se suponía que esta información debía estar resguardada en la habitación de la familia, recóndita hasta para Draco, pero el curioso, la había descubierto, hallando así que su linaje; mi linaje, nuestro perfecto linaje estaba completamente basado en el incesto; hermanos con hermanos, padres con hijos, primos; lo que fuese necesario para perpetuar nuestra descendencia pura, limpia y perfecta. Sólo uno de mis antepasados había roto aquella cadena, casándose con una Veela, una preciosa criatura que nos había dado los genes casi divinos que tenía nuestra sangre. No obstante, aunque se perdono su falta, desde allí no había excepciones, todos venimos de la misma linea, tanto sanguínea como genéticamente, todos perfectos del casi mismo molde.

No me moleste en responder eso, como tampoco me lo explicaron a mi en su tiempo; sólo le dije lo que mi padre me había comunicado a mí, es sólo para la preservación de la familia, nuestro ancestral apellido y la perfección de nuestra sangre; había cosas que sólo se debían hacer y eso era todo. Claro que Draco no era mi persona, no se quedó con las palabras azucaradas de su padre; ese día no refuto o preguntó más, pero el siguiente sí y el siguiente a ese, y el siguiente del siguiente a ese. Todo un maldito mes preguntando sobre nuestro linaje, armando en su cabeza todo nuestra árbol genealógico a la perfección y no me refería al colgado en una de las habitaciones de la casa, no, aquel árbol genealógico encerrado en una habitación prohibida de la casa, ese donde la perversión de nuestra sangre pura era infinita y vanagloriada. Al no obtener respuestas de mí, las obtuvo por sí mismo, sabiendo así, que la próxima generación de Malfoy's tenían que salir de mis entrañas o las suyas, no podía ser de otra manera si queríamos mantener la pureza de sangre. El cómo era lo de menos, ni siquiera él quién importaba si no, el porque, ese sí era importante. Porque causa haríamos semejante desvarío, la preservación de la sangre, parecía una causa estúpida para este tiempo.

- Una nueva generación, mi abuelo Abraxas y su hermano, clasificado en el ministerio cómo bruja no identificada... Me preguntó cuánto dinero pagó el abuelo para que se nombrara a su propia sangre de esta manera …- Mordí el interior de mi mejilla intentando respirar mientras veía el pergamino que nuevamente Draco había lanzado sobre el escritorio, uno a uno había traído las actas de nacimiento de toda la familia, las verdaderas.

- Draco... Hay otras opciones …- Intente persuadir a Draco, no por qué no consintiera su interés en procrear, es más, estaba más que seducido por esto, no obstante, no quería que fuese una obligación. No lo fue para mí, no lo sería para mi hijo, demasiado daño le había hecho ya con decisiones estúpidas, esta no sería una de ellas.

- Claro, cómo la procreación de tu padre con una bruja tiempo después... Abraxas intento hacer otra rama en el árbol genealógico, algo que no tuviera que ver con los Malfoy, ya sabes cómo terminó eso …- Me recordó de mala manera Draco, claro que recordaba mi hermano no nato, un suplicio para mis padres, medio padre/tío incluido. Esta absurda decisión casi acaba con la familia. La traición no era algo que los Malfoy's sabemos perdonar a ciencia cierta.

- Los Black... Tu madre no era Malfoy …- Sí, había sido el único bastardo que había roto con la tradición familiar, tenía de dónde escoger; varios primos, primas, tíos, tías. Mi padre nunca fue una opción, aún no se le perdonaba su descarriado intento de hundir la familia; no obstante, sin hermano o hermana, desistí de la idea fácilmente buscando una familia con la cual poder engendrar la siguiente generación de Malfoy's; los Lestrange y los Black aparecieron en la penumbra.

- Los Black, están extintos al menos los interesantes... Los Potter, Weasley, Greengrass; todos están mezclados con sangre impura... Los zabini, Parkinson, Nott... Todos esos bastardos son amigos, no pienso entrelazar mis buenos genes con los suyos... Ni siquiera pienses en los Lestrange, ni tu ni yo nos emparentamos con ese lunático- Abrí la boca con poca gracia, el hombre frente a mi era el lunático caprichoso.

No quería, no por las falta de ganas o experiencia, claro que no, Draco era una preciosura que había visto nacer, crecer y volverse el espécimen casi perfecto que tenía enfrente; alto, de piel pálida e impoluta, buena complexión y masa muscular, facciones exquisitas, duras y filosas, labios rosados atrayentes, cabello fino, ojos espléndidamente grises, un culo de campeonato que bien se le marcaba bajo los trajes y el bulto escondido entre sus pantalones, me decía que estaba bastante bien en ese aspecto; no obstante, por mera terquedad quería que Draco dejará las viejas tradiciones familiares atrás y forjará su propio camino, yo engendraría otro hijo, este sería el encargado del resto de protocolo. Mi hijo era dios en la tierra y aunque me moría por mancillar, debía ser fuerte lo había hecho por largos veinticinco años, ya tenía un buen prospecto con Lestrange en cualquier caso.

- Mezclaré nuestra sangre con la Lestrange, saldrán unos buenos hijos y el linaje Malfoy perdurará... Tu podrás tener tu propia descendencia. Cuando el poder se nos brinda Draco, no escupes sobre el- Draco me dedico una mirada enrabietada, totalmente caprichosa, levantándose de su asiento dejando ambas manos sobre el escritorio.

- No permitiré que te revuelques como una cualquiera con ese bastardo... Has pensado en lo que sus genes nos harán, lo que faltaría... Un Malfoy de melena oscura y esa horrible barba, para nada tenemos sangre Veela si piensas echarlo a perder así …- Boquiabierto, vi cómo el malcriado hijo que tenía, avanzó furioso hasta posarse frente a mí, echando con magia la silla del escritorio hacia atrás con mi cuerpo incluido, haciéndose espacio entre este y el escritorio -... Nunca permitiré que dañes los magníficos genes de nuestra descendencia, querido padre- La última palabra salió de sus labios tan perturbadoramente caliente, que casi estaba sorprendido, casi. Draco era un Malfoy después de todo.

Bebí el resto del acuoso alcohol que gracias a los hielos se había disuelto en gran medida, dejando el vaso sobre el escritorio con una sonrisa sumamente burlona; los ojos de Draco siempre habían sido bastante delatores, acuosos cuando no quería comer sus verduras, desenfocados cuando se sentía mal, irritados y rojos cuando quería llorar, furiosamente afilados cuando estaba celoso. Entendí entonces, que en realidad a Draco le valía la misma mierda que nuestra sangre estuviese mezclada con magos puros o no, le importaba el apellido Malfoy y su perfecto linaje sí, pero no le quitaba el sueño, lo verdaderamente difícil era mantenerse cuerdo cuando le quitaban lo que era suyo. Los ojos de Draco afilados y centelleante de rabia era la muestra más patética de celos que había presenciado en la vida, no sólo estaba colérico; estaba listo para matar si alguien se me acercaba. Claro, ahora entendía su ferviente necesidad porque aceptara esto.

- ¿Celoso pequeño dragón?... Que alguien más tome a tu padre y le haga las perversidades que están pasando por tu cabeza …- Draco supo que lo sabía, pero le valió lo mismo, sin amedrentar su tosco gesto, levantando el escultural trasero del escritorio; acercándose peligrosamente -... Te daré hermanos Draco, dos o tres... Ellos llevarán el linaje Malfoy pero también el Lestrange - Sentencie con malicia, probando a la serpiente, jugando con ella en mí mano ahora que había entendido porqué tanta insistencia en la preservación de nuestra pureza, me deseaba; más que eso, lo volvía mentalmente loco. A mí hermoso y caliente hijo.

Cómo lo espere, Draco se acercó lo suficiente, para sostener mi quijada entre sus largos y estilizados dedos, enredando los finos dígitos en el cabello largo, pulcramente peinado y suelto para su insana satisfacción ahora que tira de ese con fuerza, sacando un poco de la rabia contenida en su ser; estampa con suma fuerza su boca contra la mía que encontrando el deseo y sucia lujuria entre tanta insistencia por preservar la sangre, se siente enloquecida, besando con vehemencia y fuerza sus labios delgados y rojizos, bebiendo del mismo licor que impregnaba los míos. Succionando del dulce placer de sus dientes imponiéndose entre la fina capa de los míos, respondiendo con furia. Un Malfoy nunca se deja amedrentar, ni siquiera por su propia sangre y Draco, mi perfecto Draco, me había dado un arma para joderle la cabeza hasta hacerlo enloquecer, porque lo enloquecería, dejando que fuese la locura, la que desbordara la suciedad en su mirar, imprimiendo en su cuerpo la mórbida y vulgar decadencia, eso era lo que necesita, lo que ambos necesitábamos para engendrar nuestra propia generación de nuevos Malfoy's. Agitado, me separe de sus pecaminosos labios, respirando con indecencia aún sobre su boca abierta.

- Eres mío Lucius, por derecho me perteneces sólo a mí …- Compuso aún con la rabia refulgiendo sus celosos ojos, tirando con maldita delicia del cabello hacia atrás, hasta tener todo el cuello a su disposición-... Eres jodidamente mío... Y vas a parir mis hijos, a dar a luz a nuestros hijos; unos perfectos Malfoy de sangre pura, insanamente pura- Sus labios tomaron los míos con nueva fuerza, tirando del cabello hasta la extenuación, para mí gracia e indecencia, la posición no era la correcta, pero Draco sabía cómo dominar. Las piernas temblaron de gusto, intentando mantener algo de dignidad y no ponerme duro de un solo, aunque ya sentía la sangre correr hacia ese lugar.

- Mi pequeño y caprichoso hijo esta celoso que su padre desee a otros hombres, despreciando su atención...- Mordaz me reí de Draco, simplemente por el gusto de ver sus pupilas encogerse de cólera, las manos deslizaban la ropa sobre su perfecto cuerpo, negra; tanto como nuestra alma -... ¿Qué vas a hacer Draco? Permitirás tal falta de desprecio o sólo tomarás lo que es tuyo cómo un Malfoy- Sonsaque con malicia, sintiendo sus uñas encajarse en el cuero cabelludo con doloroso placer; no espere sin embargo, su fuerte bofetada.

- Con un carajo, cállate Lucius...- Draco estaba totalmente perdido intentando controlarse, mientras yo con aún el rostro girado por la brusquedad de su bofetada sentía el cuerpo arder. Las nalgas se estremecieron, mientras el agujero en medio de estas templo de gusto -... Si no te callas Padre, terminare abriéndote de piernas con fuerza y follandote con bestialidad, hasta que yo mismo consiga callarte- Amenazo y sentí el escalofrío de su voz contra la piel sensible de la mejilla lastimada.

- Hazlo - Rete buscando sus ojos grises tan iguales a los míos. Los de Draco temblaron con fuerza, dejando que una oscura capa de algo prohibido lo bañase; lo había descubierto, cómo hacer feliz a su inmoral padre. Las manos sobre su cuerpo ya lo habían despojado de toda ropa más allá de los costosos pantalones y la fina camisa. Besó la mejilla con gentileza y gruñí en desaprobación, claramente estaba jugando conmigo.

- No, esta vez no lo haré …- Decidió mi destino, levantándome de la silla empujándome con calma sobre el escritorio, tirando con escandalosa fuerza todo en el -... Esta vez voy a hacerte mis bebes, crear nuestra perfecta descendencia …- Aplastó sus labios contra la nuca expuesta, regando todo el cabello como una catarata sobre la fina madera, despojándome con calma de la túnica, dejando que sus hábiles dedos jueguen con mi desesperación -... Mis hijos no sabrán que los hice follando como un animal, porque su otro padre... Es un patológico morboso que le gusta el sexo duro y fuerte …- Toda la anatomía de Draco estaba en contacto con la mía, sobre mi, imponiéndose a pesar de la excesiva dulzura con la cual me desnudaba.

- No habrá niños a los que les comentes nada... Si no sabes follar, mucho menos me vas a embarazar …- Draco tenía temple, sabía cómo jugar; pero yo era mucho más versado en esos menesteres. Obtendría lo que quería y sabía dónde pujar para conseguirlo -... Me aburres Dragón, si me permites... Me iré a buscar a un hombre, no un niño- Amenace haciendo el amago de levantarme del escritorio, toda una pantomima, pero que cómo sabía dio resultado.

Draco perdió los estribos por completo; siseando en mi oído que era una enfermiza puta, me reí de sus desvaríos sintiendo la ropa ser arrancada de mi cremosa piel, empujando el cuerpo contra el fino mobiliario, hasta que la mejilla no estuvo pegada con fuerza al escritorio y Draco abría las piernas con pura brusquedad, no me sentí pleno. Mi entrepierna fue machacada contra el escritorio, a la vez que Draco desesperado por mostrarme cómo follaba un hombre, se internaba entre mis nalgas, lamiendo con gula y succionando con mucha maestría; me sentí enfermizamente celoso, que alguno disfrutase esas caricias de mi precioso hijo, me enfermaba. Draco era mío, completamente mío.

Me gire en un arrebato, perdiendo los sentidos también; el peli plateado se levantó del suelo con soltura, justo a tiempo para que marcara sus labios en el más vicioso y furioso beso, rompiendo estos a mí antojo, bebiendo de su sangre que era la misma mía. Nuestra morbosa y podrida sangre. Draco entendió los celos sin nombrar y se río en mi cara, rebajado mucho más por mi propio hijo. Se sentía malditamente bien. El Malfoy desatado, no podía volver a ser encapsulado, el escritorio me volvía a abrazar cuando Draco me tiro sobre el escritorio con desatada fuerza; esta vez boca arriba vi el maniaco en el cual se había convertido mi propia sangre, subí las torneadas piernas sobre el escritorio; dándole una vista plena de todo lo que quiera de mí, mostrándome abierto, como un gran prospecto y cómo la madre de sus hijos. Draco se ajustó entre ellas, colocando sus finos dedos en mi cuello, torturando los pezones ya erectos.

La maestría con la cual estaba torturando los pezones era exquisita, sus dedos se ajustaban al fino cuello con fuerza, imponiéndose sobre mi cuerpo a su antojo; dominando por completo todo el febril cuerpo que se deshacía entre jadeos ahogados y gemidos rechistando su delicadeza cuando esta aparecía. Draco se había despojado de su camisa, dejando por fin ver la piel que tanto tiempo había deseado y sólo había aguardando en silencio por ser la burla de un buen padre, su cuerpo era un paraíso; perfectamente musculado, mortalmente blanco y fibroso, mi boca se volvió agua vulgarmente, la marca tenebrosa marcaba el antebrazo de Draco y aunque esto debía detenerme sólo me encendió mas, mi precioso hijo mancillado, llenándose de la inmundicia que le podía mostrar su padre. La serpiente volvió a sumergirse entre mis piernas está vez mucho menos cálido, mordiendo los sensibles muslos con saña, marcándolos ante su delirante gusto, la piel rápidamente tomaba un color rojo furioso que ya tenía duro el miembro en sus pantalones. Las succiones en la contraída entrada comenzaron nuevamente, Draco jugaba con mi flexibilidad, martillando la espalda manejándome en sus sedosos labios, logrando que arquease la espalda con cada una de sus furiosas succiones y sus dedos que comenzaban a martillear el estrecho agujero, basto, furioso, rudo; malditamente fuerte que sentía el escozor aumentar cada vez mientras era dilatado casi a la fuerza.

Llevé un pie hasta su oculta polla, masajeando con libidinosa sensualidad, llamando su atención, me importaba una mierda si estaba entretenido en mi agujero, estaba hambriento y tenía ganas de ser saciado. Draco se detuvo en medio de su exorbitante pero rápida preparación, con dos dedos dentro y la lengua recorriendo los extremos de la rosada entrada. Aún desde su lugar me sonrió, ignorando mí llamado; el caprichoso hombre se negaba a hacer feliz a su padre. Suponía su juego, pero aún caliente y deseoso, no pensaba pedirlo, nunca en mí vida había rogado por sexo; todos sabían exactamente qué era lo qué debían darme. Con más insistencia roce el pie con la dureza que podía delinear bajo el pantalón negro, pero este terco, tomo el pie separándolo de su entrepierna, aplastando el muslo contra el escritorio, ordenándome que lo dejase quieto, todo con una puta sonrisa de superioridad que me estaba volviendo loco. Draco se levantó sin sacar los dedos del interior, penetrándome con cuatro largas y finas falanges, estaba en mi propio y jodido mundo de corrompido placer. Quería su verga ya, y él lo sabía. Qué me estaba volviendo demente por tenerlo.

- Draco …- Rogué con el rostro rojo, la saliva regándose por la comisura de los labios y el interior de las nalgas tan húmedo por su saliva y mi sudor que era mortalmente sucio. Él también estaba desesperado, con los labios desgastados, la piel blanca agitada y llena de sudor. El cabello pulcramente arreglado era una maraña de cabello rubio sin dirección -... Dame lo que quiero …- Otro poco de mi dignidad se fue a la mierda cuando su sonrisa sólo agrandó, el cabrón se abrió el pantalón, mostrando su cómo ya esperaba, gran verga; húmeda, hinchada y exquisitamente rojiza. Estaba desesperado -... Ya Dragoncito, dale tu verga a papá, quiero gritar cómo la impúdica puta que tienes la certeza que soy …- Draco jadeó aumentando la fuerza de su mano en mi interior, desesperado le di dos embestidas más antes de sacar por completo sus dedos, dejando abierto el agujero vacío, me removí queriendo algo más duro y grueso en la brevedad.

Draco no me hizo esperar más, para su favor; estaba apunto de hechizarlo y follarme yo sólo con su cuerpo; dio unas buenas sacudidas a su verga, posicionándose mejor entre la piernas abiertas, dejó ir la gran e hinchada cabeza, el agujero hambriento la rodeo enseguida sacando un gemido de sus labios, empuje la cadera penetrándome yo sólo hasta la mitad, Draco furioso, empujó con rabia la otra mitad. Cuando estuvo por completo dentro, las lágrimas saltaron a mis ojos, dolía; ardía y quemaba al rededor del tamaño prominente de mi hijo. Bebí aire cómo pude antes de sentir los finos dedos en el cuello, rodeándolo con gula, sin decir más empezó a penetrar, sosteniéndose del cuello como único punto de apoyo para tan malsano vaivén, salía por completo para volver a entrar con fuerza, marcando un furioso embiste dónde apenas podía pensar en algo que no fuera el fuego extendiéndose en las entrañas maltratadas. Despojado de toda humanidad, sentí los dedos de la mano libre de Draco penetrar mis labios a su furioso vaivén, jugando con la lengua y esparciendo toda la sucia saliva con más empeño por todo el rostro, hasta que un camino de este se regaba por el cuello, el cual mordía y marcaba repitiendo mío en una enrabietada posesión.

- ¿D-dónde está? …- Preguntó sobre el sonido de sus testículos chocando contra la piel destrozada de los muslos internos y furiosamente rojos, estaba en el puto paraíso, entre folladas furiosas y con un orgasmo a la puerta de la esquina. No estaba para preguntas estúpidas que Draco me quisiese hacer, simplemente lo ignore, ahogándome con sus dedos dentro de los labios. Chupando como si fuese su polla la que tuviera en la boca, Draco gritó sabiendo este podrido detalle, con la cabeza plenamente en la locura -... Joder padre dónde esta …- Preguntó nuevamente, deteniéndose de súbito con una fuerte embestida, quedando por completo dentro. Me removí de la espesa bruma de deseo mal contenido, riñendo con la mirada, pero este sólo me miraba suplicante, queriendo correrse.

Pestañee un par de veces completamente denso, sin entender qué jodida mierda esperaba de mí, Draco fastidiado y desesperado, llevo su mano libre a mí polla apretando con tanta fuerza que vi estrellas del dolor, intentando en un acertado movimiento, despejar un poco del fuego en las venas. Su tibia mano se deslizó de la maltratada polla hasta el plano estómago; expuesto en su totalidad, la serpiente me miraba esperando, pero esta vez sabía a qué se refería, con temblores en las piernas al estar tanto tiempo abiertas y expuestas, patee con el talón el primer cajón del escritorio. Draco se apuro, sacando del cajón un vial redondo lleno de un líquido rojizo, lo tomó entre sus labios sin siquiera preguntar, luego unió sus labios con los míos en un húmedo beso, dejando caer todo el líquido por mi garganta, antes de penetrar la boca con la lengua, me apure en tragar todo el líquido, correspondiendo el fogoso beso, con una sonrisa que no me moleste en evitar ocultar, mezclándose con la de Draco. El joven mago apuró nuevamente el movimiento, frotando nuestros cuerpos en el mismo furioso y austero vaivén, despojándonos de toda humanidad entre enajenadas penetraciones.

Bebí de sus labios como un sediento, chupando y succionando su lengua y labios, las últimas gotas de aquella poción que nos permitiría engendrar nuestra descendencia. Sofocados, sudados, llenos de la demencial necesidad, Draco taladro con perfecta maestría el agujero abierto. Jodiendose con impetuosa fuerza todas las entrañas, sabiendo que la poción también lo afectaba a él, sentí las piernas tronar y algún hueso resentirse cuando Draco abrió hasta lo imposible estas, entrando por completo dentro, ni un milímetro fuera del escabroso interior palpitante. Me corrí cuando sus dedos se ajustaron de más sobre mi cuello catapultado al torrencial orgasmo, la simiente se esparció por las tonificadas pieles y me reí en mi cabeza, pronto habría una gran panza entre nosotros, al menos en mí, toque está; jugando con el semen. Draco se había corrido llenando de abundante y exagerada cantidad de semen el interior, producto de la poción y ahora me veía agitado jugar con el semen entre mis dedos, sentí su polla sacudirse furiosa e hincharse. Lamí los dedos con juguetona obscenidad, para su desesperado morbo.

El mago respiraba agitado sobre mi cuello ya liberado, sin palabras románticas, estupideces cursis o promesas venideras; nada de eso cabía entre ambos, no al menos por ahora. Sólo el cómodo silencio, nos conocíamos tan bien que sabíamos lo que el otro necesitaba y quería. La conciencia del ilícito acto que acabamos de efectuar cayó sobre ambos; no había arrepentimiento, lágrimas o miedo, sólo la grandiosa sensación de paz entre ambos. Nunca me había planteado esto, siempre riéndome de los maniacos Black que tenían esta práctica en sus filas para perpetuar su linaje, ahora tenía la misma moral podrida y nula, con mí hijo entre las piernas y su verga flácida adormecida en el interior. Y me sentía jodidamente bien. Me cogí a mí hijo porque se sentía bien, lo abrazaba cuando buscaba el cuello sudado besando quedamente; porque se sentía bien, lo bese con locura y suciedad cuando lo pidió; porque se sentía malditamente bien. Draco respiró por última vez, saliendo del interior, chorreando todo el espeso y exageradamente abundante semen sobre el escritorio, beso mi abdomen liso con devoción.

- ¿Crees qué con eso sea suficiente para ver pequeños rubios en nueve meses corriendo por la mansión? - Preguntó sentado sobre mi silla.

Lo mire sudado, despeinado, apuesto, con la verga dormida sobre los pantalones negros, los labios hechos un desastre y un vaso de carísimo whisky entre los dedos, tomando este de pequeños sorbos. Se veía imponente y malditamente pornográfico. Mi pene dio un salto gustoso. Me levanté obviando el temblor furioso en las piernas, apenas podía ponerme en pie, al hacerlo un grueso rio de semen corrió bajo los muslos del agujero profanado; a horcajadas me subí sobre su regazo, buscando un nuevo beso que concienzudamente recibí, sus manos se ajustaron al culo blanco y perfectamente redondo que tanto presumía tener. Delirios de muchos, hasta de mi propio hijo. Sólo que mi precioso dragón, se había convertido en el inigualable ganador de este.

- No lo se... Pero podríamos seguir intentándolo - Propuse moviendo las caderas en un nuevo y renovado vaivén, siendo seguido por un risueño Draco.

- Te amo padre - Compuso Draco con una nueva erección rogando por entrar en la ya abierta y ansiosa entrada con aún su semen dentro. Bese su frente cómo el padre amoroso que era con mi perfecto hijo.

- Y yo a ti mi hermoso Dragón... Papá te ama - La voz se entrecorta a la mitad de la frase, Draco volvió a usurpar las tibias carnes con su gran vigor. Me abracé a este para no soltarlo jamás. Era completamente mío, y yo de él.

 

Nueve meses después, dos perfectos rubios casi albinos, gritaban al unísono llenos de sangre y fluidos; mientras un primerizo padre lloraba después de ver sus recién nacidos hijos; sus hermosos ángeles de cabello plateado y piel cremosamente blanca. El otro padre, sudado y casi en el colapso, recibe los dos angelitos que no sabían quienes eran sus padres, cómo fueron concedidos o todo la tormentosa verdad detrás de su sangre malditamente pura. Draco, besó a su padre importando una mierda el medimago que los veía; le roba el aliento a su progenitor y besa a sus preciosos gemelos. Sabiendo que dentro de esa mansión exuberante, nadie podía juzgarlos o si quiera señalarlos, eran sólo ellos dos y sus criaturas. Su imperturbable linaje. 

 

Chapter 8: Irisación

Summary:

Dia VIII: Gafas

Chapter Text

 

      La vida nunca había sido fácil conmigo, aunque tenía la certeza y lo había comprobado; no era buena con nadie. Sin embargo, conmigo la vida era mucho más que injusta, era cruel incluso. Con pocos años de edad, había sido mordido por un lunático gracias a un error de mis padre, luego, cuando aprendí a superar la extenuante prueba, cuando había encontrado por fin amigos, uno de ellos había muerto y con otro, si no hubiese actuado antes, lo hubieran llevado a Azkaban, al menos era un punto bueno, había salvado a Sirius de caer en la locura o alguna jodida cosa así, al menos sabía que el mago estaba vivo, en otro país pero vivo; su nombre se limpio más tarde que temprano, retornando ese amigo a mi; buenos tiempos se avecinan, Sirius se hizo cargo de Harry, el precioso hijo de James y fue allí, donde descubrí que estaba jodido hasta el cuello, la vida nuevamente me recordaba que tenía muy mal sentido de humor y que yo era su obra principal.

Ignore el sentimiento a toda costa, era inadmisible mente enfermo; podría ser su padre, tenía la edad del suyo. Intente por otros medios olvidarme de sus preciosos ojos esmeraldas detrás de los gruesos lentes de sus gafas, la maraña de cabello indomable, la boca que año con año se volvía más rosada y apetecible, el trasero que empezaba a moldearse detrás de los negros jeans que le compraba Sirius para estar a la moda; justo allí me detenía, o más bien, detenía al lobo en pleno éxtasis en el interior; Harry era prohibido para ambos. Aunque este lo quisiese convertir en su hembra; Sirius me castraría si se entera que sólo un jodido pensamiento de estos le dedicaba al que en síntesis también era mi ahijado. Su hijo, para mi alguna clase de morbosa burla de la vida, sobrino, porque Sirius me amaba y yo lo amaba como tal, hermanos, no sanguíneamente pero eso importaba poco. Harry el prohibido niño, era toda la vida de Sirius; me di por vencido antes de empezar. La vida había ganado, contrarreste el impulso por años, viéndolo crecer feliz, conociendo chicas y chicos, ganando torneos de Quidditch, siendo el orgullo de Sirius, desgraciadamente incluso lo había escuchado follar; era normativamente feliz.

Pero la vida, no se quedaría con la partida ganada, simplemente tenía que encontrar alguna forma de follarme; Harry, el precioso hijo de Sirius, de James, de Lily; casi lo había mordido. El pelinegro desde siempre supo de mi licantropía y de cómo yo me iba al patio de la estrambótica mansión Black a transformarse mientras él y Sirius se quedaban resguardados en casa, era peligroso en cierta medida pero tanto Sirius como yo, creíamos en los poderosos hechizos sobre la casa; la mayor estupidez de nuestra vida. Harry había tenido la gran idea de en luna llena, acercarse al lobo, no fue el único; habían muchos más con él, incluso Sirius cuando salió lleno de terror de la casa. Me había lanzado sobre Harry, un maldito lobo de casi tres metros sobre su hijo que no alcanzaba ni el metro ochenta, sería una presa fácil. Me acerqué a su garganta y cuando todos creían que arrancaría la cabeza a Harry de un bocado, simplemente había olfateado su cuello, aspirando su aroma según sus propias palabras, colocando una gran pata en su abdomen, lamiendo su pecho; Sirius me había noqueado después de eso. No supe cómo explicarme, pero no fue necesario, todos hicieron como que el animal sólo había actuado por instinto ante la primera persona que había acertado; pero yo sabía la razón y para mí desgracia, Harry también la había notado.

En su cumpleaños dieciocho, había traído a su novio, una jodida maldición directa en el corazón quebradizo; aguarde el maleficio con soltura, como todo un león dorado. Felicitándolo incluso, a pesar que en toda la velada los ojos se habían refugiado de una delicada rabia dorada. Fue en la noche, cuando todo se había salido de control. Decidí no ir a casa; error uno, olvide resguardar mejor la puerta; error dos, subestime a Harry y su propio poder de conservación; error tres y el más garrafal, el chico era un Gryffindor el poder de conservación sencillamente no existía para nosotros. Entró en medio de la madrugada, por supuesto que lo note, mi lobo primero que yo; adjudique sus actos a la borrachera que tenía encima, pero el mago ni estaba borracho ni había venido a jugarme una broma, aunque así lo sentía. Se subió sobre mi pelvis, exigiendo su regalo de cumpleaños, aturdido me di cuenta tarde, que Harry no sólo estaba sobre mi pelvis, me estaba cabalgando como un animal, gritando obscenidad y media; perdí los sentidos, Harry obtuvo lo que quiso esa noche de mí, y yo me vanaglorie de follarmelo estando su novio durmiendo al lado. 

Mi lobo se sintió poderoso, reconocido, aceptado por su pareja; me dejé embriagar el pecho de aquel tibio sentimiento; error cuatro, cinco, seis y todos los malditos números; ese simple y llano sentimiento de plenitud había arrastrado con toda la razón en mi, lo había anudado, aunque el cuerpo de Harry no estaba hecho para soportar tal cosa; un estiramiento de ese tamaño lo podía desgarrar, pero el mago parecía no ser consciente de eso, mi instinto de preservación tampoco funcionó, termine dentro del mago, nudo incluido; a pesar de lo que creí, lo acepto todo, incluso esa parte de mi anatomía mezclada con el lobo, gritando lo bien que se sentía y lo lleno que lo había dejado, obscenidades que sólo encendieron a un estado peligroso al lobo. Me detuve apenas antes de clavarle los dientes en el cuello y convertirlo por completo en mío. Al caer el alba, con los tres satisfechos; el lobo se durmió primero encantado de haber obtenido su pareja, Harry durmió feliz después de la tercera corrida, mientras yo me debatía en que mierdas había hecho; adjudique el error a una noche. Sólo era eso para el lobo y para Harry, yo me acoplaría a ambos.

No obstante, no fue ni una sola noche ni una sola vez; mi lobo estaba casi hechizado por su pareja y la correspondencia ferviente de este, Harry estaba aún más subyugado con el lobo y locamente enamorado con el hombre, por primera vez nos amaban a los dos; me olvide incluso de mis propios valores cuando Harry abría la boca. Estaba jodidamente enamorado. Salir con un chico era ya un conflicto, salir con un chico que además era casi tu sobrino, era peor; pero todo eso valía la pena porque salía con un chico que usaba gafas. La vida es mucho más tranquila y divertida, con un novio con gafas.

Salir con Harry, era ir por un café a escondidas, pedir un chocolate para mí y un café para él; en un burdo intento por creerse mayor e interesante. Era, que cuando este quisiese tomar su bebida caliente, las gafas se le empañaron hasta que sus mejillas se tornaron rosadas y de la risa ambos nos echarán de la cafetería; desde ese día, sólo consumimos cosas frías.

Salir con Harry era correr bajo la lluvia, que este intentase darme un beso debajo de la torrencial tormenta y que sus lentes estuviesen tan empapados que apenas veía dónde iba, un frenazo después, ambos estábamos sobre el suelo llenos de barro; al final recibió su beso, pero mi espalda agradece no volver a intentarlo.

Salir con Harry era follar hasta la extenuación, quitándose los estorbosos lentes que no lo dejan besarme adecuadamente, era comenzar a cabalgarme y que se escuchara un crack al minuto, luego, la sangre inundaba su mano y mi pierna. Las cicatrices, nos enseñaron que no debíamos quitar el aparato, ni siquiera para darnos un beso; mucho menos para follar.

Salir con Harry era saber de memoria y a la perfección el oculus reparo, era ver caer las gafas desde el escritorio, la mesa de noche de mi habitación; desde su escoba cuando se caía en un torneo, desde las escaleras cuando termina de romperse la cabeza al caer; recogerlas del piso cuando se golpeaba con otros aurores.

Salir con Harry era sencillamente, verlo intentar enfocar sin ellas; en medio de una magistral corrida dónde mi rostro era sólo manchas para él, enfocar cuando quería besarme sin ellas, enfocar cuando no quería que estas cayeran sobre mi estomago al intentar darme una felación; nunca lo volvimos a intentar, Harry estaba rojo hasta la orejas.

Después de la desastrosa noche y sin el aparato del mal sobre el puente de su nariz, a pesar de saber que sólo vislumbraba penumbra y sombras, intentó enfocarse en mis dorados ojos mutados por el lobo cerca; sus ojos entrecerrados me causaron ternura, lo que salió de sus labios no. ¿Tu tienes una vista perfecta y mejorada, no amor?, asentí, la tenía gracias a los genes del lobo en mí; nunca tienes que usar estúpidos y estorbosos lentes; asentí nuevamente, no me gustaba la conversación porque sabía dónde terminaría, pero no la pude detener a tiempo; Si fuese un lobo, no tendría que usar lentes, podría verte a la perfección; negué, era uno de sus caprichos que nunca le concedería. Error número mil en la vida, decidir por ambos.

Dos meses pasaron, nuestra vida era pacíficamente perfecta, Harry apenas tocaba esa espantosa conversación, rindiéndose desde el primer momento; fácil y sencillo, un nuevo error. Harry, mi Harry, no era ni fácil ni sencillo y menos se rendía a la primera. Fue al mundo muggle intentando arreglar su problema, la solución no estuvo allí pero tampoco en el mundo mágico; me entere una tarde, Harry se quería traspasar ojos de otro mago, sus perfectos ojos esmeraldas serán reemplazado por unos ojos mucho más oscuros, según sus absurdos conocimientos, estos tenían mejor tolerancia a la luz, tenían estructuras más fuertes y por supuestos los nuevos ojos, no sufrían de su ceguera; nuevo error, volví a decidir por ambos, le conté a Sirius, este me agradeció el favor lanzando un Avada Kedavra directo al corazón.

 

Gracias Moony, por eso tienes toda mi confianza, nunca harás nada que le haga daño a Harry o a mí. Somos tu hermosa familia; yo tu hermano y Harry, tu bonito sobrino. Eres el mejor tío, que mi niño pudiese tener.

 

No quise pensar en ello, pero el remordimiento que había tenido por los dos últimos meses donde engañaba a Sirius para poderme ver con Harry cayeron como un balde de agua fría sobre la caliente cabeza llena de Harry, enfriando todo en un pestañeo. Qué demonios estaba haciendo. Sirius era mi mejor amigo, mi hermano; Harry aún tenía mucho por madurar, el tema con los lentes era uno de ellos; No podía creer que un mago experimentado cómo yo hubiese caído tan bajo, dejándole las responsabilidades a un niño; yo era el adulto, el que decidía qué era lo bueno y lo malo, y esto definitivamente estaba terriblemente mal, me había dejado embriagar por completo de un cálido amor, que había olvidado hasta cual era mi identidad; Era un lobo, media casta, no era pobre pero tampoco podía darle la vida extravagante de las fortunas Black, era el hijo de mi mejor amigo fallecido y mi mejor amigo vivo, tenía sólo 18 años. Al día siguiente de la conversación con Sirius, cite a Harry, llegó echando tumbos nuevamente con sus empañas gafas, había estado llorando; ignore esto, corte con rapidez el asunto. Volvió a llorar, sus gafas se empañan, ese día descubrí que salir con Harry, era que se quitaba las gafas para llorar y se restregaba los ojos con furia.

Después de eso, desaparecí de la vida de Harry y Sirius, centrándome en no extrañarlo, olvidando todo lo que era salir con él y sus divertidas gafas, su patosidad o energía valientemente estúpida; me centre en avanzar, olvidando incluso mi lobo aullando por su pareja desaparecida en las noches de luna llena; sólo habían sido dos lunas, pero eran las que importaban. Dos años después, Sirius había aparecido, blanco ni un papel, ojeroso y demacrado; estábamos en guerra. Corrí sin alma con la noticia, apenas logré contenerme gruñendo y corriendo detrás de Sirius apareciendo en su mansión, espere verlo con ansias, aunque estaba mal, aunque no debía; al final no lo vi, estaba peleando la guerra de alguien más. El inmaduro niño, estaba salvando al mundo mágico; fueron los meses más tensos que viví, con su fantasma carcomiendo hasta los huesos, pero era lo correcto, yo era el adulto, el que debía tomar las decisiones difíciles.

Cuando se me llamó a pelear en la batalla de Hogwarts, no lo pensé dos veces; precipitándome incluso a la inminente muerte. No me reconoció cuando me vio, al menos yo no lo hice con él; mucho más alto, fuerte, lleno de sangre, magia residual, polvo y mugre. Se lanzó a mis brazos en medio de los destruidos dormitorios; sucumbí al olor del mugre y sudor entremezclado con su propio perfume corporal, mi lobo absorbió este de su cuello como un hambriento; Harry besó mis labios abiertos y rotos, yo me fundí con su cuerpo, ignorando las torcidas gafas tallar nuestro beso; pero justo eso era salir con Harry. Cuando quiso tirarme sobre una de las camas destrozadas, a pesar de no haber paredes, el hechizo se rompió, me separe recordando su lugar, el mío y dónde estábamos; me gritó, mucho más grave que en antaño casi a punto de golpearme. Hacía esfuerzos para poder enfocarme, mientras me gritaba; No eres el único adulto aquí, gane una puta guerra, no podía refutar, no podía hacer nada más que recordar a Sirius para poder largarme, ahora para siempre. No obstante, la vida y su sentido de humor, no me dejaba de sorprender; dos meses después, estaba en el comedor de la cocina Black, con dos magos frente a mí, una súplica en sus labios y una respuesta sin siquiera pensarla en los míos.

- No - Fue la escasa y concisa respuesta, aquella idea que un día había planteado Harry, ahora era resucitada; esperando cómo no, que los años me hubiesen ablandado y ahora le diera otra respuesta. Sin embargo, no lo haría.

Sirius me dedicó una mirada de cordero a medio degollar, lo conocía, intentaba suplicarme con la mirada que entrase en razón y accediera a su disparate; pero conocía sus trucos de memoria, así como los de Harry; no había mirada, lamento, gesto o súplica que pudiese hacerme cambiar de idea; los magos no sabían que me estaban pidiendo, convertir a Harry en un lobo, era sin duda lo primero en mi escala de pésimas ideas. No quería que el mago pasase por todo lo que viví; el celo incontrolable que me fracturaba los huesos cuando llegaba la época de apareamiento y el lobo quería crías, las heridas profundas y dolorosas de la transformación, la soledad de no encontrar pareja, la carencia de sentido alguno de la vida, el miedo de herir a otros en medio de una luna llena; definitivamente estos dos no sabían lo que pedían.

- Te dije que no nos ayudaría …- Aspecto Harry molesto, recargado contra la pared aledaña a la mesa, evitando mirarme; supuse que aún resentido por el fugaz beso compartido y que no terminó como ninguno de los dos quería -... Remus es un cobarde - Afirmó con rabia, intente que sus palabras no fluctúen en mi. Esas palabras, de esa boca; era un incendiario directo a mi hombría, cosas de lobos. Le gruñí en advertencia, este, me retó con la mirada.

- No me importa si no nos ayudas Lupin, lo haré …- Harry había avanzado, hasta retarme con las manos en la mesa, intentando ser amenazante; él olvidaba que era un hombre lobo, necesitaría más que eso para intimidarme; no obstante sus palabras si tuvieron más peso, nunca me había llamado por el apellido y ciertamente, no me gustaba -... Buscaré a otro lobo, aunque ambos sabemos lo que significa esto para ambos …- Ignore su premisa, intentando calmarme, podía sentir al lobo furioso querer empotrar a Harry contra la pared por semejante osadía; otro lobo, estaba demente, cómo sí lo fuese a permitir.

- Canuto, deberías hacer razonar a tu hijo …- Desvié la mirada hacia el patriarca de la familia, sí seguía hablando con Harry perdería los estribos por completo; Sirius, al menos él tenía que entender, sus irises grises se encogieron, penumbrosos y casi acuosos; Sirius no lloraba, algo había que aún no me decían esos dos y eso sólo me hacía irritar más.

- Remus, Harry se queda sin vista …- Dijo por fin toda la tétrica verdad, la taza en mis dedos quedó suspendida en el aire por un segundo, luego se estampó contra el suelo rompiéndose, mire a Harry, este cómo el chico rebelde que conocía la apartó -... Sí no accedes a esto …No podrá ver jamás - Comunicó apesadumbrado y en sus ojos vi que tampoco era fácil para él, sólo estaba recurriendo a su último recurso; las ojeras debajo de sus ojos se acrecentaron.

- ¡¿Y cuando se suponía que me dirías esto… Cuando Harry yaciera en un charco de sangre porque el lobo le desgarró la garganta?! - Estaba furioso, asustado y en crisis; mala combinación para mi maldita sangre, no quería perder los estribos, pero esto me supera.

- ¡Tu lobo no me hará nada! …- Gritó el menor de los Black, le dedique una mirada furiosa ante su terquedad; porque no veía que lo estaba protegiendo, que si algo le pasaba por mi culpa, nunca me lo perdonaría -... ¡Pero nunca sabrás eso, ya que sólo te revuelcas en tu propia mierda moralista y te largas! …- Aguante el aire intentando no gritar, de verdad lo hice, pero la algarabía de los dos llenó la cocina -... ¡Porque siempre decides por ambos! - Un nuevo grito y sentía la cabeza querer estallar de la rabia.

- ¡Soy el maldito adulto aquí, yo soy el que debe tomar las decisiones difíciles! …- Grite, sacando un poco de todo el peso que llevaba sobre los hombros, si Harry sería caprichoso, ambos lo seríamos -… ¡Si algo te pasa, va a ser mi culpa… ¿Has pensado en lo que esta mierda pueda hacerle a mi cabeza?! …- Pregunté, Harry se quedo callado, planteando la idea; sí le dio algo de remordimiento lo aplastó bajo una capa de irritación mal contenida -... No, no lo hiciste porque sólo eres un niño inmaduro - Sabía que no era sí, Harry era todo lo contrario a eso, pero por la manera cómo me miraba, no hacía falta mucho para que el odio titilara en sus pupilas, eso sería lo suficiente fuerte para separarnos esta vez.

- Y te lo tiraste por dos meses …- Murmuró Sirius lo suficientemente alto para que ambos lo escucháramos sobre los gritos; un solo susurro pero nos hizo callar a ambos y mirarlo sorprendido -... Esto al lado de eso es una nimiedad - Comunicó dándole un sorbo a su té, como si nada. Comenzaba a creer que el único cuerdo aquí era yo. A Sirius parecía valerle una mierda, que me haya tirado a su hijo.

- No fueron muy precavidos …- Comunicó el mago con la taza en los labios, logrando palidecer el rostro de Harry y el propio. Me dedico una gélida mirada, me retire tenso. Mierda, lo sabía todo -... Besos en la lluvia, idas a la cafetería, compras juntos… Los gritos de Harry desde tu habitación …- Enumero nuestros errores, el malnacido lo sabía desde el inicio y me había soltado aquella gilipollez del tío de Harry y la confianza -... Me tomó dos días descubrirlo, no soy un mago tan idiota cómo los dos creen - Sus gélidas pupilas sabían lo que pensaba pero sólo me regalo una sonrisa marca Black, sólo había jugado conmigo todo este tiempo; por primera vez me pregunté si Sirius de verdad no era una serpiente; era cruel como una.

- Es una solución extrema …- Mire a Harry ya sin la sombra de la apariencia que tan mal se nos daba mantener en medio de gritos; intentando hablarle no como el maldito adulto qué me jactaba de ser, sólo cómo el hombre que lo amaba detrás de sus lentes con los cuales sólo veía sombras -... Te lo dije aquella vez y lo sostengo, los riesgos de que algo salga mal, son altísimos - Pero Harry era terco e inflexible, sobre todo cuando estaba tan desesperado.

- Es la única solución, si me hubieras escuchado esa vez en vez de ir con Sirius… Supieras que estaba mal desde entonces …- Hundiéndome mucho más en el pozo de la culpa, repase el cabello castaño con ambas manos, entre la espada y la pared. La maldita vida no podía ser fácil para mí, atormentándome en cada decisión -... Deja de decidir por ambos y esta vez, deja que yo decida lo que quiero… Quiero verte Remus, no en malditas sombras distorsionadas, en la oscuridad incluso; quiero aprender cada una de esas facciones y gestos que perdí por los malditos lentes - La fina línea entre la manipulación y los deseos profundos de Harry se volvió tan distorsionada como su vista, algo de ambos había. El mago sabía cómo hacerme ceder.

Harry salió de la cocina, llevándose con él, el gran huracán que arrastra a todas partes. Sirius y yo tomamos asiento uno al lado del otro, cómo cada vez que metimos la pata y nos regañaban y callados debíamos resistir; siempre eran sus estupideces las que nos metían en problemas, era justo que esta vez fueses las mías. Una nueva taza se me tendió en las manos, pero ni siquiera podía mirar el líquido tibio del té; demasiado internado en los pensamientos, sin escapatoria alguna; si no accedía a convertir a Harry, este conseguiría a otro hombre lobo no por malicia, simplemente por osadía de su cabeza y desesperación; el mago no tenía la calma de buscar nuevas soluciones, el quería algo y lo conseguía. No obstante morderlo, sonaba demente incluso en mi cabeza. La sola mordida en sí traía demasiados problemas, si el lobo se encapricha con él, ya no podría separarme de Harry, si lo convertía en uno de los suyos; los dos años que me repetí a mi mismo que esto estaba mal se irían a la basura.

- Déjalo tomar sus propias decisiones, Moony …- Rompió el hielo Sirius, dando un leve sorbo a su té. Revolví el mío, sin ganas. Más consciente de la inminente verdad delante de los dedos.

- Sirius, esto implica mucho más que una mordida, el lobo reacciona a Harry y sí lo muerde, lo marcará cómo suyo… Ya no podría separarme nunca más de él …- Le recordé, Sirius debía saber lo que ello significaba a cabalidad, toda la amalgama de repercusiones en cadena -... Y-yo y Harry, no podría renunciar nuevamente a él - Deje todas las cartas sobre la mesa, sí los Black's me orillarían a esto. Debían hacerse cargo de todo lo que conllevaba. Sirius se quedó en silencio.

- Lunático, esto no tiene retroceso desde el día que lo vi escabullirse a tu habitación en su cumpleaños …- Comunicó el maldito loco de mi mejor amigo, lo maldije con la mirada; él lo sabía todo y había dejado que me consumiera en la culpabilidad, el desespero y la tristeza -... Tenía que saber, a quién le permitía salir con Harry; mí niño no merece a un cobarde Lupin …- La oscuridad en sus palabras, sólo me dejaba ver lo serio que estaba, asentí, ya no había vuelta atrás -... Tengo la certeza que harás las cosas bien esta vez, como el león dorado que eres - Volví a asentir despacio con los ojos fijos en el té ya frío. Sin emitir una sola palabra.

Tres semanas habían pasado de aquello, los primeros días todo era caos; la malograda vista de Harry era peor de lo que creí en un principio, entendí enseguida su desesperación. Los oculus reparo eran más necesarios que nunca; una noche se escabulló de muy mala manera a mi habitación, lo había escuchado desde el pasillo y cómo nuestra primera vez, lo deje hacer hasta que estuvo sobre mí. Me gritó, insultó y luego lloro; pedir perdón era lo mínimo que debía hacer, pero las palabras sólo estaban atoradas en la garganta sin querer salir; te extraño, una escueta frase que se llevó todo, derrumbando las paredes entre ambos, recordando cómo era salir con ese desastroso Harry Potter; sucumbí a su mirada acuosa y a su perfecta sonrisa. Tres semanas llenas de dudas, preguntas, reencuentros, promesas rotas, verdades y reconocimientos; la cama era nuestro conductor, allí pasamos casi la mayoría del tiempo. Entre besos y caricias, descubriendo que el deseo entre ambos no había menguado ni una onza, seguía intacto; esperando ser tomado nuevamente por nosotros. Descubrí porque amaba mi nombre entre los labios de Harry, porque la noche era más perfecta al tocar su piel desnuda; recordé porque el mago, era mi propia locura y paz. Noche tras noche, los besos fueron aumentando, el lobo posesivo lo marcaba como suyo, con dientes y uñas, importando poco ahora dejar una marca; incitando a dejarla, eso no mutará la licantropía en su organismo, no por completo; pero era un interludio a la verdadera noche. Esta noche.

Temprano fuimos echados de casa por Sirius, el cual se había ido de la misma, adjudicando que no quería ver ni escuchar la ejecución de plan, sólo el resultado del mismo. Corrimos a los matorrales y gran bosque de la mansión Black, encontrándonos en nuestro propio mundo. La noche cayó sobre nosotros y cómo en aquellas lejanas lunas que Harry me acompaño, me desvestí por completo dejándola absorber mi calma y penetrar las venas.

- Te amo Remus - Fue lo último que escuche de sus labios. Pestañee furioso intentando grabar su cuerpo desnudo en mi retina una última vez; por si algo no salía bien. Le respondí como pude entre alaridos; este me sonrió y sentí al lobo adueñarse de casi todo mi raciocinio.

Una vez transformado los instintos dominaban sobre la razón, no obstante allí estaba, mínima y refulgiendo para no ser opacada; recordando que el chico bonito frente a mí, era Harry, mi pareja; nuestra pareja. Sus ojos esmeraldas me sedaron el alma y su piel de porcelana activaron todos los instintos en mí, los incisivos en las encías querían morderla, sentía el cuerpo despertar en más de un sentido; ahogándose con su propia saliva, completamente dominado por una fuerza bruta. El bonito hombre frente a mí, movió su cuello, tendiendo su desnudez sobre la hierba fresca del lugar, la boca salivo y la lengua lasciva salió a flote, recorrí aquel pedazo de piel; recordando vagamente no morder el estómago, el pecho, brazos o piernas; podría desgarrarlo. La caliente y rasposa lengua pasó por la tibia piel, apenas recobre los sentidos con el grito ensordecedor de Harry y la sangre bañándome todo el paladar; absorbía de la expuesta vena como un demente saciando de aquel vital líquido. Luego de eso, la poca conciencia se durmió y la oscuridad tragó el resto de mí.

La conciencia despertó antes que mi adolorido cuerpo, la cabeza me daba vueltas, mientras intentaba hacer memoria; me sentía muy caliente y casi afiebrado, espero no tener una infección o haber comido un animal en mal estado; jadee mucho antes de sentir la presión sobre la cadera, llevando las manos instintivamente hasta la presión, encontrando una maraña de pelo en el camino, tire de éste con fuerza; moviendo las caderas en el lento compás, queriendo más profundidad de esta cavidad tibia y estrecha; escuche una risita ahogada, al menos seguía vivo. El sonido obsceno de una succión taladro todos los sentidos recién despiertos y me obligue a mí mismo a abrir los ojos, la divina imagen de Harry entre las piernas con toda mi polla dura y chorreante quedó grabada en mi subconsciente. El león la envuelve con maestría, hundiendo su cabeza por completo en la pelvis, hasta que las bolas chocan con su mentón, sólo ahí la volvía a sacar; succionando la punta y luego el rojizo nudo que hinchado ya se había formado en la base. Rechistando cuando quería mover las caderas con más temple, este sin duda era la mejor mañana que había tenido. El mejor despertar después de una luna.

Lo llame entre alaridos cuando intento meter el nudo y la polla por completo, toque más allá de lo permitido su garganta y escuche sus arcadas; me jacte de ellas completamente loco ahora, sus manos se envolvieron por completo en el sensible nudo, exprimiendo este, llenándolo de densa saliva; la polla seguía en su garganta martillando está a un furioso compás; sus ojos nunca me dejaron de ver ni siquiera estando llenos de lágrimas por la presión en su garganta. Sabía lo que hacía, siempre quiso hacer esto sin fastidiosos lentes en medio, grabarse cada una de las facciones que hacía al estar incinerado en placer y totalmente loco por él. Le guiñe un ojo y pude ver su sonrisa ahogada; eso decía que podía ver a la perfección, mejor que nunca en su vida. Con un par de sacudidas más y apretones en el sensible nudo, me corrí en sus labios; llenando todo su rostro del espeso líquido blanco. Este se lamia los dedos llenos de semen, chupando uno por uno, supe enseguida que esto apenas había empezando. Lo jale con fuerza, sabiendo que ahora ya no me debía medir con ella, ahora era completamente mío; en todos los sentidos de la palabra, era como yo.

- No sabes lo perfecto que te ves con el sol brillando en tu dorado cabello …- Me reí de tal cursilería, sabiendo que esto sería nuestra nueva realidad; lo acomode mucho mejor sobre el pecho, viendo la cruenta cicatriz de los dientes en su hombro. Ya estaba cicatrizada -... Tus ojos miel, son hermosos - Compuso cómo aquel niño que ve por primera vez el mundo y se maravilla de este.

Busque sus labios probando mi propia esencia mañanera en estos, bebiendo de su boca, lamiendo los restos de semen de sus abultados labios; escuchando la nueva tanda de cursilerías que pronunciaba como un demente, ajuste su cuerpo al mío restregando la aún dura erección y el nudo, jadeando como un animal, lamiendo la cicatriz de los dientes sobre su tostada piel bronceada. La vida nunca había sido justa conmigo, pero toda la mierda que había pasado, no valía en nada a comparación de este sublime momento. Era su obra de teatro personal, pero ahora; tenía un nuevo co-protagonista; sabiendo que si olvidaba el libreto de mí vida, este me lo recordaría. El pelinegro buscó mis ojos, bebiendo de la pupila clara de estos, pestañeando más veces de las necesarias, haciendo una prueba que en verdad podía ver bien; sólo me reí, esto era salir con Harry y ahora sin manchas sin sentido; le había regalado su caleidoscopio personal, sin cristal de por medio. 

 

Chapter 9: Entre bodas y truenos

Summary:

Dia IX: Trueno

Chapter Text

   

   Me remuevo inquieto en la cama, afuera el gran torrencial baña a la ciudad de rayos y estruendosos truenos; puedo ver cómo estos brillan contra el vidrio de la ventana empañada y cómo, esta refleja mi demacrado rostro; perfecto y cansado. Me muevo dándole la espalda al gran chaparrón, no puedo pensar en eso ahora, contraería matrimonio mañana y eso era lo único que debía importarme justo ahora, la bruja que me estaba esperando en algún lugar de la mansión donde nos casaremos. Una bruja linda, de impecables modales, un cuerpo de infarto y el carisma de toda una diosa; eso era en lo que debía pensar, cómo por fin después de meses iba a ser feliz, regalándole la ansiada boda que quería. No obstante, dos toques en mi puerta sonaron y aguante el aire. No, me había prometido que esto no sucedería; los ignore con ahínco, cerrando los ojos incluso, aunque esto era bastante estúpido.

- Sirius... Se que estas despierto - Comunicó la sedosa voz detrás de la puerta y aunque quería, un escandaloso trueno chocó contra la ventana, dando así un nuevo peso a la tormenta afuera. Una tormenta empezaría dentro.

Dos minutos, dos míseros minutos era lo que había aguantado, cada vez estaba peor. Camine despacio deteniéndome a unos pasos de la puerta, filosofando sí debía abrir la puerta en la pijama de seda; sí no era muy peligroso, me convencí que no; mañana era mi boda y debía aceptarlo. Abrí seguro que nada pasaría, que era un error del pasado, que sólo era gracias a su fobia; el miedo irracional de un hermoso hermanito menor. Reg, me recibió como siempre envuelto en una gigante manta verduzca que yo mismo le había regalado; con una inmensa serpiente en uno de sus lados. Me aparté de la puerta, dándole vía libre a entrar, apartando los ojos de lo que no debía ver, mire hacia el techo; había cero peligro allí. Con Regulus una vez dentro de la habitación, el mismo se dirigió a la cama, envolviéndose en medio de su manta y los cobertores rojos de la cama, suspiro profundo cuando un nuevo trueno penetró la habitación; Regulus se envolvió por completo.

Me adelante casi con necesidad hasta la cama, ingresando bajo las cobijas rojas, entrando por completo con el pandemonio afuera y la tibieza dentro. Adentro era sofocantemente tibio, Regulus me daba la espalda envuelto en la manta, me mordí el labio inferior al pasar el fugaz pensamiento que quizás, quería lejos esa cobija. Me reprendí con más ahínco, enterrando las uñas en la palma de la mano, estas pican por tocarlo; le di la espada, era lo mejor, ya estaba aquí, ya se podría calmar. Aunque muy en el mórbido y sucio interior, esperaba que no fuese así, que se gire y me abrace, que demostrara que me necesitaba tanto como yo a él; aunque era estúpido, inmoral, malditamente turbio, lo necesitaba.

- Sirius …- Llamo otra vez, con su maldita voz; sabía lo que lograban ese par de labios cuando se separaban y formaban mi nombre en ese tono. Intente ser determinante cuando otro trueno surca los cielos y maldije las temporadas de lluvia.

Regulus se movió y sabía que no me buscaría, demasiado orgulloso para eso, aunque siempre iba a tocar mi puerta y desatar la caja de pandora en mis pantalones; para sentarse sobre mi verga y hablarme sucio al oído, para eso carecía de orgullo o dignidad, para arrastrarse por mi atención, para ello no tenía ni un gramo de orgullo; pero para pedir que lo consolara porque le daban pavor los truenos, su boca se cerraba por completo. Pero no me rendiría, si quiera que lo abrazara, tenía que acercarse él, también soy orgulloso; eso sin contar la culpabilidad que taladra la conciencia por estar a menos de un metro de él, escuchando su lenta respiración tras mi espalda. Ya era muy tarde para echarlo y yo muy blando cuando se trata de Regulus. Unos minutos pasaron y un nuevo trueno rompió con el repiquetear de la madera en la chimenea. Sentí movimiento tras la espalda y supuse que había ganado; Regulus cero, Sirius uno. Deje libre las manos, dispuesto siempre a envolverlo en brazos y decirle que todo iba a estar bien.

- Sirius - Murmuró despacio Regulus, mortalmente despacio. Trague seco. Esto definitivamente había sido una terrible idea.

El pecho desnudo, sí, malditamente desnudo de Reg se pego en mi espalda cubierta de seda; sus manos ágiles se adentraron a los abdominales dónde la tela corrida no cubría, dejando sus manos abiertas y malditamente caliente sobre estos, delineando con sus escasas uñas, tan bien cuidadas y perfectas. Pego por completo su cuerpo al mío y descubrí que su pecho no era lo único desnudo, una de sus estilizadas piernas se escabulle entre las mías, separando estas de manera bastante hábil. Su infernal boca, se posó justo detrás de la oreja, lamiendo con maestría, exagerando los sonidos en cada uno de sus pecadores labios que succionaba la extensión de la caliente oreja. Atrapado, no me resistí, no es que quisiese tampoco, era un hipócrita al creer que si quería resistirme a Regulus, debía, claro que si; querer que dejara de besarme el cuello de manera tan exquisita, era otra cosa. Sus manos al no ver resistencia bajaron con ahogada sensualidad, entrando al terreno prohibido de mis pantalones; buscando su objetivo desde el inicio.

El pene saltó fuera de la costosa seda, en un obsceno rebote; no estaba al límite de su anchura ni largo, pero sabía que Regulus se haría cargo de ello, sabiendo a la perfección cómo volverme loco, ajustó sus dedos a la base, bombeando con deliberada fuerza y lentitud, extrayendo la sangre de todo el cuerpo centrándola en esta parte de mi anatomía; sus labios entraron en contacto con la pálida piel de mi cuello y aunque sabía que no debía dejar marcas, Reg, siempre hacia lo que mejor le viniera en gana; dejando morbosas marcas para que todo el mundo que sabía nuestra historia supiera que estuvo en mi cuerpo, que me había follado su increíble agujero, que le pertenecía a él antes que a cualquier mago en el mundo. Era celoso, avasallador, dominante, le gustaba imponerse y que todo el mundo callara y le siguiera, para mi fortuna yo era su mundo; Reg era patológicamente infantil, malditamente ágil al moverse y una sucia puta en la cama; su cara bonita, las finas piernas, el trasero respingón, los labios prohibidamente calientes y delgados, los preciosos ojos grises, el suave cabello negro, los abdominales perfectamente perfilados y duros, la bonita polla; todo era perfecto en él y lo sabía, lo usaba para engatusarme entre sus manos y bajarme al infierno del mejor de los orgasmos.

Eche hacia atrás la cabeza sobre su hombro, bebiendo de su respiración entre cada exhalación de las mías; su mano había encontrado el punto justo para volverme loco, para chorrear tanto que toda la costosa seda se empapara; lleve la mano a su pierna delineando con tremendo gusto, otra exquisitez de Regulus, era malditamente lampiño; recorrí toda su extensión, bailando con los dedos por toda la suave piel, escuchando sus jadeos y cómo su cuerpo se acercaba mucho más al mío; sentí su verga pegada a los lumbares y el siguiente en jadear fui yo. A pesar de la incómoda posición lleve las manos hacia atrás, tanteando con desesperación su gran trasero, desviando de azotar esas blancas nalgas, no había tiempo para ello, estaba demasiado desesperado. Separándolas con agilidad tantee su entrada, estrechamente cerrada, arrugada y fruncida. Jugué con los bordes, sintiendo la mano de Regulus tomar un nuevo y más agitado ritmo, masturbándome desesperado; siempre era el primero en perder los estribos.

Lleve los dedos hasta sus labios abiertos, jugando con su lengua, llenándolos de saliva hasta sentir esta regarse por completo en la mano hasta la muñeca ya sudada, los lleve hasta que no cupieron más en su garganta, imitando embestidas al sacarlos; Reg podría ser una cosita preciosa pero yo era un animal. Cuando sus dedos ya se apretaban con mucha más fuerza de la que quería sobre la cabeza de la verga, deje de torturarlo; los dedos tomaron rumbo a su entrada nuevamente; metí dos sin amedrentar de su quejido furiosamente alto, no había en esta casa alguien que no nos hubiese escuchado ya; poca mierda me valía, sólo quería embriagarme mucho más con esos jadeos entrecortados con mi nombre y su boca abriéndose vulgarmente ante cada movimiento de los dedos enterrados en su culo; los introduje con asesina lentitud desesperante, Regulus ya casi estaba sobre mí, empujando los dedos mucho más en su interior, hasta que incluso los anillos que llevaba en la mano, se los tragó su hambriento agujero. Tiraba de mi oreja con furia, dejando los labios encajados allí sobre los argollas que descansaban en esta.

- Sirius, consuela a tu hermanito que le tiene miedo a los rayos - Murmuró sobre mi oído y perdí todo el norte o alguna pizca de demencial decencia que quedaba en el cuerpo.

Saque los dedos de un empujón fuerte, incluso lo sentí chillar de dolor, poca mierda importaba nuevamente; él se lo había buscado. Nos gire enredándome en el proceso por la ropa interior abajo, la patee junto a los pantalones deshaciéndome de ellos; me arranque la parte de arriba de la pijama quedando totalmente desnudo ante la mirada de mi impúdico hermano, que sobre su manta verdosa me mira con las piernas morbosamente abiertas; dejando a la vista la entrada profanada, invitando a seguir mancillando; porque sí, eso hacía con la pureza y perfección de Reg, la mancillo entre los sucios y gruesos dedos que tantos gritos le sacan. Vuelvo a meter los dedos con furiosa dureza, Regulus alza las caderas y el trasero recibiendo, sosteniéndose sobre la planta de sus pies para darme una vista completa de toda su preciosa polla, las suaves bolas y la follable entrada.

- Mételos por completo Siri... Con los anillos, se sienten fríos contra lo caliente de los gruesos dedos …- Pronunció su maldita boca, indecente y vulgarmente sensual.

Perdí los estribos con tanta facilidad, que me grité estúpido al creer que podía resistirme a semejante manjar. Le concedo su deseo, metiéndolos hasta que los nudillos se interpusieron en el camino de avance; bebí la imagen de su cuerpo muriendo entre espasmos, sus piernas temblar y cómo echaba la cabeza hacia atrás; lamiéndose los labios provocativo a sabiendas que lo estaba viendo con detalle, grabando en la pupila cada uno de sus gestos; intentando convencerme que en verdad, esta sería la última vez que podía hacer esto con mi hermano. Llevé la mano libre a su cuello, viendo cómo se mordía los labios y tiraba sus duros pezones entre furiosos gritos con mi nombre. Era definitivo, sí no lo habían escuchado antes, ahora sí lo hicieron; seguía importando una mierda. Ajuste los dígitos en su fina piel sabiendo cómo esto ponía mentalmente loco a Regulus, sin dejar de penetrar su agujero, sabiendo que tenía que hacerme espacio o iba a quemar; aquí lo importante era Regulus, yo sólo era su amaestrado vasallo que le hacía gritar en la escala que él escogiera. Acerqué la boca a sus sucios e hinchados labios, bebiendo la saliva que se escapa de estos.

- Estás jugando con fuego Regulus - Sisee con las pupilas inyectadas en un gris metálico debido a tanta excitación, con los truenos resonando a la lejanía para iluminarlas. Las de Reg, estaban igual de oscuras.

Bese sus labios con gula, queriendo arrancarlos en medio de succiones furiosas y una pelea digna de enemigos dentro de su boca, sin querer ninguno rebajarse al otro, imponiéndose, retando al otro a ir mucho más allá. Metí un dedo más conjurando el hechizo de lubricación que con tanto esmero aprendimos ambos; bebí el gemido lloroso de Reg con mi nombre. Estaba por correrme por sólo verlo, mientras intentaba hacer espacio en sus tibias carnes que estrangulaban los dedos; Reg penetraba al aire por alguna fresca brisa que lo aliviara, lo ayude presionando mucho mas mi cuerpo con el suyo, creando una fricción mucho más placentera en nuestras húmedas pieles. Lo agradeció enterrando las uñas en mi tatuada espalda, creando surcos que luego tendría que curar, una nueva marca de Regulus sobre mí; su propiedad.

- Sirius... Quiero quemarme - Besando su cuello lo escuche gemir, dejando las marcas correspondientes; porque quería, debía y podía. Regulus también era mío en el sentido más posesivo, animal y celoso de la palabra. Me detuve sobre su manzana de Adán lamiendo entre mis dedos, era tiempo; me levanté de su cuerpo para ello.

Con tres dedos moviéndose dentro de sus entrañas, jodiendo con saña mientras él me recibía con gula, supuse que era lo más que podía dilatarlo sin correrme antes; tampoco aguantaría mucho. Lo saque despacio, viendo la viscosidad en estos impregnada en los anillos, gracias al lubricante y la saliva; malditamente indecente. Los lleve a la polla dolorosamente dura, dando un par de furiosos movimientos, respirando entrecortado; agregándole mucha más viscosidad para que pudiera deslizarse sin lastimar a Regulus, de momento no lo quería; sólo de momento. De rodillas y a dos manos, tome el culo de Reg, acercándolo a la gruesa erección, levantando incluso su espalda; Reg apuntó a la dirección correcta con una de sus manos; la verga se deslizó por sus carnes con algo de resistencia, deliciosa resistencia. Mi hermano cerró los ojos desgarrándose la garganta en un escandaloso gemido que se mezcló con el trueno de turno, iluminando para mí, por completo el deseo hecho materia. El pelinegro había tomado los tubos metálicos de la cama, agarrándose a ellos, arqueando de manera exagerada la espalda y yo no pude evitar reírme ahogadamente por su posición, siempre tomando unas posiciones tan estrambótica como nuestros gusto al follar.

Dentro de su cuerpo se sentía el infierno, abrazando todo el pene hinchado que ansioso quería mover, pero debía esperar a Reg, que se acostumbrara a mi tamaño antes de seguir. Cuando sus caderas se balancearon hacia delante, fue mi señal; salí de su cuerpo despacio, viendo la resistencia persistir asfixiando mi carne dura, volví a entrar jadeando el nombre de Reg al aire; después de la quinta embestida, me posicione mejor encontrando el punto donde quería follar a mi hermano; entré y salí como un jodido animal bastante seguro que le había dado el tiempo a Reg para recomponerse, no estaba para ser buen hermano, estaba para joderlo tan fuerte que sintiera un vacío cuando no estuviera mi verga dentro. El sonido más perfecto lleno la habitación, la garganta de Reg se desgarra entre gemidos con mi nombre ahogado, moviendo la cadera a la par que me follaba su interior con fuerza, llegando hasta el fondo para volver a salir al segundo; hasta que las bolas chocaban con sus perfectas nalgas. Cómo extrañaría esto, pero no me permití pensar en nada más que no fuese Reg, nadie me podía robar un solo segundo con mi hermano; ni siquiera la conciencia.

Reaccione al escuchar el estruendoso rugido de un trueno sobre la cabeza, acompañado de los dulces hipidos de Reg, mucho más acuosos de lo normal. Abrí los ojos y me enderece mejor, enfocando los ojos, ignorando incluso la tormenta sobre mi cabeza que lograba iluminar la habitación por intervalos cortos de tiempo, en uno de esos intervalos de tiempo pude apreciar los ojitos grises de Reg inundados en lágrimas, detuve todo tamborileo de cadera; absorbiendo las lágrimas del pelinegro, intentando descubrir gracias a que eran; no era por el pene perforando sus entrañas, le había dado mucho más fuerte en otras ocasiones y este sólo gritaba por mucho más; algo diferente era. Baje su cuerpo de la incómoda posición, mi hermano me rodeo la cadera con las largas piernas, separándose también de la cabecera de la cama para abrazarme y echarse a llorar en mi cuello. En silencio imaginando que era ahora, abrace su sudado cuerpo, sosteniendo sus caderas con delicada dulzura, internado el rostro en su revuelto cabello. En silencio esperé que dejara el orgullo, su hermano estaba aquí.

- Y-yo... Mierda, no lo quería arruinar, yo sólo …- Reg lloraba chorreando incluso sus mocos en mi cuello, sin poder formar una frase sin derramarse nuevamente, se sostuvo con más fuerza -... Sirius, por favor... Dime que todo va a estar bien - Rogó cual niño pequeño, replanteando sus diecinueve años. Bese su cabello, con una jodida mierda; sí era lo que creía.

- Todo va a estar bien Reg …- Prometí mirando a la pared, intentando respirar con normalidad y que mi voz no desatara las lágrimas traicioneras que ponen vidriosos mis ojos. Reg al escuchar la grave voz, me sostiene con más fuerza, aferrándose a mi como cuando era chico y corría a mi habitación lleno de miedo. No obstante ahora además de los truenos había una moral y una bruja que también lo aterraba -... Aquí estoy amor, tu hermano está aquí... Todo va a estar bien- Bese con mucho más cariño su cabello, en verdad lo amaba, de manera incluso enfermiza.

Cerré los ojos sabiendo que Regulus se había tragado la mentira a medias y cómo espere, sus manos tiraban del rostro para intentar ver mis ojos y descubrir si le mentía; tome sus labios aún con los ojos cerrados, si veía las irises acuosas sabría que la promesa era una completa falacia. Lentamente lo acosté sobre la cama, dispuesto a venerar cada parte de su cuerpo, dejando de lado el animal en el interior; aproveche que la polla aún estaba despierta a pesar de las lágrimas de Reg, introduciéndola con suma calma, tomando un ritmo acompasado; el interior de Regulus todavía seguía abierto y perlado de lubricante, haciendo mucho más fácil todo. Bese sus mejillas ahora rosadas, ignorando sus ojos llenos de lágrimas, odiaba llorar tanto como yo odiaba verlo llorar. Regulus nunca me soltó, aferrado a mi como un pequeño Demiguise, con su cabello sedoso y sus hermosos ojos; jadeando en mi cuello, bebiendo del sudor de este, dejando muchas más marcas, moviendo las caderas a la par mía, encontrándonos a mitad del camino de la penetración.

Regulus nunca me soltó ni yo a él, mientras nuestro compás perfecto, inundaba la habitación del acuoso e impúdico sonido de su interior siendo perforado con rapidez y  nuestros cuerpos chocando al unísono, conociendo a la perfección el vertiginoso camino del placer entre nosotros; nuestros labios se atacaron nuevamente con renovada fuerza y fogosidad. Ya no había salvajismo, coquetería o obscenidad; sólo éramos dos magos entregados al placer pasional, sentimentalista e intenso. Rogando por estirar un poco más el momento que pasábamos juntos, dejando en el otro marcas que ni la mejor de las posiciones podría barrer. Cuando llegué al glorioso éxtasis, grité el nombre de Regulus, comiéndome su boca con gula y necesidad, bebiendo mi nombre en ellos al sentir la humedad extra en el abdomen. Los minutos se alargaban, nuestras respiraciones se normalizaron, pero aún así, no nos separamos. Sin importarnos la suciedad del otro, besándonos en silencio, alejando ambos las lágrimas traicioneras que querían salir. Salí despacio de él, envolviéndolo en aquella manta marca Slytherin que siempre traía; este se dejó manipular a mi antojo, cubriendo por completo su cuerpo desnudo. Lo abrace por la espalda, dejando que enrolle sus dedos con los míos y descanse su cabeza en uno de mis brazos flexionados. Así me dormí, exhausto, con una tormenta eléctrica afuera y el tibio cuerpo de Reg en los brazos. Dejando que fuese la conciencia la que me consumiera.

Desperté tarde, como siempre; por algo mi boda era de tarde. Mí hermano ya no estaba cómo era obvio, y sin querer mover un sólo cabello, encendí un cigarrillo preguntándome en qué etapa del camino me había desviado tanto para terminar no sólo amando a mi hermano más allá de lo filial sí no follandolo como un demente.

No siempre fui esa clase de hermano, es verdad que desde pequeño había visto la belleza extraordinaria de Reg, lo bonito que era y lo encantadora y manipulable que era su sonrisa. Pero éramos hermanos normales hasta esta etapa, siempre lo cuidaba demás y este siempre se pegaba a mi cuando tenía miedo. Un dúo dinámico. La primera vez que llegó a mi habitación tenía ocho y Reg siete, este arrastraba la gran manta que le había comprado con la mesada del mes seguro que ambos iríamos a Slytherin, abrí la puerta en medio de la tormenta eléctrica; los truenos fuertes lo hacían ponerse a llorar, mientras envueltos ambos en la manta, le susurraba que todo estaría bien, que su hermano siempre lo protegería incluso de los truenos; la verdad era que lo tenía que proteger de su demente cabeza y de la mía, sobre todo de la mía.

Para este punto, ya había fumado toda la caja completa y los dedos picaban por otra más, pero no, no podía llegar oliendo a cigarrillos a mi propia boda. Tire la caja y sólo tome uno más, al envolverlo entre los labios salí a paso trémulo hacia la tina, necesitaba un baño de horas.

El patrón se formó y Reg siempre que había una tormenta llena de rayos, centellas y truenos corría a mi habitación envuelto en su manta de Slytherin; cumplimos los onces, al menos yo y todo se fue al demonio. Entre a la casa de los leones, no entendía porque, estaba seguro que sería un Slytherin cómo toda la familia, pero no fue así. Fue un shock para todos menos para Reg, este seguía yendo a mi habitación con su enorme manta, diciendo que no importaba que él también sería un león; la dulce voz de mi hermano era todo lo que necesitaba para ser feliz. No obstante, la promesa duró un año, cuando Regulus entró en Slytherin, todo se rompió entre ambos; los primeros meses fueron iguales, ambos unidos como siempre, pero luego de navidad nada nunca lo fue, lo último que hablé con mi hermano, fue un dulce beso en una de sus mejillas y este uno cerca de mis labios; me reía de eso, Reg siempre mostró primero lo que sucedería con nuestra vida. Él debía ser adivinador en secreto porque predijo con solo esta acción todo nuestro futuro.

Después de un baño de horas, por fin estaba lo suficiente mojado y arrugado para parecer una pasa; me había afeitado el poco vello que me salía, al menos eso seguía compartiendo con Regulus, ambos éramos mortalmente lampiños en el rostro en mi caso, en todo el cuerpo para mi hermano menor; recorte un poco el largo cabello hasta los hombros y no pude evitar imaginar el de Reg, sí se lo recogerá o si lo dejaría tan exquisitamente suelto; suelto definitivamente, tenía el largo perfecto para ser bellamente masculino. Decidí recoger el mío en una coleta mal hecha, alta y que recogiera lo suficiente para no tenerlo en el rostro, apure los pasos hacia el armario, el traje de novio me miró desde el armario revolviendo las tripas. Lo tomé antes de pensar en algo más.

Tres años habían pasado de ello, con catorce, ya tenía la vida resulta en el colegio. Había formado una pequeña banda de revoltosos como yo, Cornamenta se había convertido en casi mi hermano; casi, nadie podía igualarse a mi precioso Reg, el cual veía esporádicamente en los pasillos, él también había avanzado, tenía una pandilla de ricachones de los cuales me ría con mis amigos; todos estirados y bien portados mientras que yo sólo quería vivir aventuras y conocer chicas. Una de esas noches de invierno, un furioso trueno me despertó en medio de la noche, mi primer pensamiento fue Reg, pero lo descarte, llevábamos tres años sin hablar más allá que en las reuniones familiares. No tenía sentido, pero dos toques en mi puerta, me despertaron por completo mostrándome que no era tan imposible, Reg y su gran manta me esperaban fuera de la puerta; no sabía cómo demonios había entrado en nuestra sala ni cómo había encontrado nuestra habitación pero allí estaba y sabiendo que rompería todas las reglas de mi pequeña pandilla secreta, lo metí a escondidas en mi cama. Esa noche Reg hizo su primer acercamiento directo, me di un gran beso en los labios, atónito lo aleje, pero el dijo que los besos lo calmaban mucho más rápido; sólo tenía catorce y Reg trece, no vi nada de malo en ello, en muchas culturas muggle se hacía. Besé a Reg superficialmente, muchas veces hasta que sus bonitos labios quedaron rojos, fue esa vez que me di cuenta que mi hermano tenía labios bonitos y abultados.

Con parte del traje en su lugar y un nuevo cigarrillo que jure no fumar pero que termine fumando - típico, nunca cumplía las promesas qué me hacía; no fumaré más, no beberé más, no besare más a Reg o me lo follare; nunca cumplía con mis obsesiones-, me sumergí en esos recuerdos viendo en retrospectiva que siempre había estado mal de la cabeza, había deseado esos bonitos labios rojos por muchos años. Tres toques en la puerta y supe que no era Reg; Mis padrinos y mejores amigos entraban para intentar ayudarme a vestir, todos ellos vieron las ojeras, los mordiscos de Reg en el cuello y los labios destrozados, pero sólo lo ignoraron apremiando con una gran sonrisa a que avanzara. Tenía que cambiarme, no podía llegar tarde, era el novio.

Desde ese escabroso momento, suponía que algo mal había; soñar con los labios de Reg no se suponía que era de hermano normales, no es que tuviera referente alguno, todos mis amigos eran hijos únicos al menos. Lo ignore deliberadamente, al cumplir los dieciséis y con las hormonas a estallar en los pantalones, ya tenía certeza que soñar con los labios de Reg en lugares más morbosos no era sano. Me aleje aún más de él, sin embargo en cada tormenta, lo tenía en la puerta esperándome e incluso cuando no era así, los demás me ayudaban a escabullirme al dormitorio de las serpientes para proteger a mi hermano, siempre era divertido ver su pánico al vernos a los cuatro; los otros tres se esfumaron y yo me quedé abrazado a la cintura de Reg hasta dormir. Repitiendo una y otra vez, que todo iba a estar bien, era nuestro lema; mi hermano ya no lloraba, pero siempre era bueno decírselo, los besos habían acabado así que era bueno tener un respaldo más vocal por sí Reg lo necesitaba. Pequeños cambios surgieron y a pesar de la gran perspicacia que tenía, no me di cuenta de ellos hasta que tenía a Reg con el esponjoso trasero pegado a la pelvis y yo tenía una erección de campeonato. No me moví horrorizado, era mi hermano, no obstante Reg nos arrastró a ambos; movió el trasero consciente de lo que tenía pegado a su carne, fue la primera vez que lo escuche gemir, en un arrebato había jugado con su boca rosada y sus pezones sonrosados; al acabar ambos, no se sentía sucio, sólo dormimos con el sonido de los truenos sobre nuestra cabeza.

Ya listo, nos encaminamos a la boda, debía ser el primero en llegar. Todo estaba pulcramente ordenado y malditamente angelical lleno de blanco; odiaba el blanco sólo porque Reg lo odiaba, muy puro para ambos. Ignore mi cabeza desvariante y nostálgica; no me debía perturbar, era el día de mi boda. Sólo un fugaz pensamiento vino a mi cabeza, todo se vería mucho más lindo de perfecto gris. Minutos después la sala se llena de brujas y magos que poco o nada conocía, poco o nada me importa. Parado sobre el altar esperando a la novia, no me desvié a buscar a Regulus, por su bien mental no debería venir, pero claro, era Reg; nunca sabía que era preservación, sólo conocía la locura. Así cómo también conocía que nadie podría verse mejor que él en ningún lugar. Llevaba un ajustado traje negro, con la corbata gris, la túnica llena de plata y oro, el cabello hermosamente suelto; Ni siquiera cuando entro la novia, esta se veía tan perfecta como mi hermano. No lo mire a los ojos, era pedir mucho y arriesgar todo, sólo me quedé estático en las marcas de succiones en su cuello, el mal nacido las portaba con orgullo. Aunque esto fuera impúdico en público.

Un año más pasó, ya estaba casi fuera de Hogwarts. No había vuelto a ver a Reg consiente ahora de lo jodidamente mal que estaba todo entre ambos; era incesto puro y duro. Ya no lo cuidaba en las noches llenas de tormentas y pesadillas, mi hermoso y prohibido hermano estaba fuera del rango a quien me podía coger, porque eso era exactamente lo que quería hacer, follarmelo como un animal hasta hacerlo gritar mi nombre; había tenido más pajas con eso que con todo los culos bonitos que traía arrastrando los pies. Al igual que Reg, también mi belleza había crecido y ahora ambos éramos los magos más codiciados del colegio, a pesar que Reg sólo tenía dieciséis era el delirio de todos los cursos; suerte para él me tenía de hermano, con un pase de varita, hechizaba a todos los que se le acercaban en especial a Quejicus, malnacida sanguijuela que siempre estaba pegado a mi perfecto chico. Pero todo explotó en una noche de travesuras, en el mapa del merodeador, salía Reg y Quejicus muy cerca, y mi adorado hermano de rodillas; sumé dos más dos y salí corriendo, al llegar, mi temor era realidad; casi mato a Snape a golpes, días después la venganza fue peor. Por su lado Reg, mi adorado Reg; perdí los estribos y este ayudó a ello, no todos los días tu bonito hermano menor te pregunta si tu serías el reemplazo con los labios hinchados y las pupilas grises dilatadas.

Ese día aprendí muchas cosas, mi hermano me ponía y muchísimo; gemía cómo los mismos ángeles, su rostro al correrse era desvergonzadamente travieso, que era virgen y yo un animal, y claro, que estaba enfermo. Ese día no sólo me cogí a mi hermano, también me folle su virginidad y nos proclame a ambos enfermos mentales. Los encuentros no pararon, sólo aumentaron; ese año fue de auténtico caos, mis amigos lo sabían por vernos follar en mi habitación; mi madre lo sabía porque nos escuchó discutir en su habitación por el patán de turno; todas las personas cercanas lo sabían y le valían la misma mierda. Los Black están dementes canuto, está en sus genes; en todo caso, todos los magos venimos del incesto.

Esta excusa me sirvió otro año, con dieciocho fuera de la casa y trabajando para ser auror, me di cuenta que no sólo amaba a Reg más allá de lo que un hermano debería hacerlo, si no que era patológicamente demente cuando de él se trataba, todos los instintos básicos salían cuando estaba cerca. Claro que no estaba bien, para ninguno de los dos; Regulus era un impúdico coqueto, que se divertía jugando con hombres, aunque sabía que sólo se amaba a mi, sólo se entrega a mi y sólo era mío. Pero no fue suficiente, un año más una bruja me decía lo enfermo que era que saliera con mi hermano; fue el primer balde agua fría sobre la dormida conciencia. Reg no lo aceptó cuando quise terminar, sólo se follo mis buenas intenciones y logró que yo me lo folle a él, pero fue la última vez, con una idea en la cabeza, me había ido de la casa; muy lejos, sólo mi pequeña pandilla sabía a donde y había encapsulado el recuerdo en un vial por protección; Reg era hábil con la legeremancia, había intentado acabar con todo, me intente reformar al no estar cerca de Reg, nada sirvió por supuesto, amaba demasiado a Reg en todos los aspectos de la vida. Pero conocí a una bruja, pelinegra y de ojos grises, vi el patrón y preferí no desaprovecharlo. Cuando llegue a casa para contarlo con mi futura esposa, Reg me había roto la nariz delante de todos; esa noche intentó entrar a mi habitación, encontró a mi novia dormida al lado, lo vi llorar después de un año separados. Desde allí había sido un auténtico calvario, y veía porque amaba a mi hermano más que nada en la vida, incluso mi propia vida. Cuando lo sostuve anoche, me sentí nuevamente yo, pero ahora, no sabía cómo carajos salirme de esta.

- Señor Black …- Carraspeo el mago que auspicia la boda, parpadeó confundido sumergido de lleno en los recuerdos, Miro al cura todavía en otro planeta, la bruja delante de mí me miraba confundida, miré a todos los invitados confundidos; el cura me mira confundido, carraspeó -... Señor Black, ¿usted acepta a la Señorita James, como su futura esposa?- La pregunta me carcome por dentro.

De piedra repetía la pregunta en mi cabeza casi hasta marearme todo en un segundo, todo era silencio; Aceptar a alguien que no fuese Reg, la pregunta era estúpidamente clara; mire a la bruja y este me miro a mí, un tenso silencio entre ambos, mire al público que empezaba a murmurar, busque a la única persona que me importaba; sus ojos estaban rojos, el gris casi perdido en su totalidad. Quería llorar, lo podía ver, lo conocía a la perfección. No tuve que abrir la boca, este leyó mi mente sin necesidad de varita; negó, pestañee despacio, este vuelve a negar con miedo. Qué mierda estaba haciendo. Mire a la bruja y esta lo supo antes que lo dijera.

- No, no me quiero casar contigo, no puedo casarme contigo... En serio, lo siento muñeca- Dije soltando sus sudadas manos, bajando del altar.

Todos estaban atónitos y un mundo de caos se instaló entre toda la reunión; magos peleando, gritando y maldiciendo, la bruja me golpeaba con las manos abiertas, me importaba una mierda. Sólo tenía ojos para Regulus que me miraba pálido, sin creerse que de verdad había tirado por la borda miles de galeones, miles de planes y miles de esas infructuosas cosas; pero sí, lo hice, era sólo estúpido pensar que podría estar con alguien que no fuese Reg, que me casaría delante de sus ojos rompiendo su frágil corazón. Sí un año no me había servido para olvidarme de mi hermano dudaba que mil lo hiciesen. No importaba el psicomago, psiquimago, sanador o brujo; simplemente era algo en mi podrida sangre, algo que tenía ya previsto desde la barriga de Walburga, amar a mi precioso hermano. Lastima que me tuviera que enterar y aceptar a ello después de una nariz rota y una casi boda. La bruja seguía golpeándome e incluso me había intentando patear las bolas, las cubrí como pude ante los magistrales reflejos de auror; agradecí en el alma al maldito genio que había desencantado el cielo. Ahora la torrencial lluvia caía con nosotros, los truenos se llevaban los gritos de la demencial bruja que quería matarme en medio de maldición y media.

Avance seguro, ignorando a la bruja loca. Con cada paso, el estático Regulus perdía más color, sabiéndose el dueño de mi destino; en más de un aspecto. Chorreando agua hasta el piso y con los huesos entumecidos, me planté frente a mi hermano; Reg me miraba ya sin querer llorar, pestañeando de más para que la lluvia no le nublara la vista. Muchos de los magos corrían a resguardarse de los truenos y la lluvia, pero Regulus y yo sólo nos miramos en silencio. Con cada trueno su cuerpo se encogía, divertido; tanto como lo recordaba. Me quité la túnica empapada cuando lo vi empezar a temblar a causa del frío. A pesar de lo estúpido que era, le coloque la empapada cosa sobre los hombros, cubriéndolo vergonzosamente mal con ella. Me acerque, le deje un beso en la mejilla y me contamine de su perfecta sonrisa y sus mejillas rosadas. Desaparecí del lugar.

Aparecí en la habitación donde hacía sólo unas horas había tenido a Reg, sonreí ante tal premisa y me deshice por completo de la ropa húmeda, estático en la cama, recordando todos los años que lo había tenido sobre ella, gritando mi nombre y una incoherencia más grande que la anterior. Casi había cambiado eso, por una moral intachable, a la mierda eso. Amaba a mi hermano; como un hermano no debía hacerlo, pero me tenía sin cuidado. Regulus era mío y yo de él, en cuerpo y alma. Escuche una aparición detrás de la espalda y no me moleste en girarme sabía quién era, también sentí su mirada pasearse con demencia por mi cuerpo, un escalofrío me recorrió. Sentí a mi hermano aproximarse y una costosa tela cubrirme los hombres; el verde de las serpiente me baño. Regulus me rodeo hasta encoger su cuerpo con el mío, abrazándome. Lo abrace con la misma intensidad.

- Esta lloviendo afuera, no me gustan los truenos - Dijo y podía jurar que estaba haciendo un puchero contra mi cuello, sonreí ante esto, abrazándolo con más fuerza con el estallido de un trueno tras nosotros -... Dime qué todo va a estar bien, Siri- Murmuró contra la piel sensible. Lo levanté del suelo en medio de un abrazo.

- Todo va a estar bien amor, siempre te lo he prometido - Le juré, porque así sería. Yo le podría dar el mundo a Regulus. Reg envolvió las piernas a mis caderas desnudas, sosteniendo la sábana sobre nuestras cabezas, envolviéndonos con ellas.

Reg arrebatado, como la primera vez, me beso. Uno superficial, luego sentí la explosiva lengua entrar en juego. Aún envuelto en la manta avance sin ver realmente hacia dónde iba, lo arroje a la cama; totalmente intoxicado con el tono de su voz y la forma en la que el agua le caía del hermoso cabello negro. Lo bese sin certeza, sin un mañana o sin promesas. Lo bese porque quería, lo bese porque lo amaba, lo bese porque era mi precioso hermanito; blanco como la leche y tan adictivo como los cigarrillos. Le bese, porque había dejado todo por él y lo volvería a hacer, lo bese porque desde el día que le había regalado ese beso sin sentido en sus abultados labios, supe que, me volvería adicto a ellos. Estaba jodidamente enfermo, lo aceptaba; me importaba una mierda siempre que pudiera tener a Regulus. En las noches de Truenos o sin ellos. Su hermano siempre estaría bajo esa costosa manta, esperándolo. 

 

Chapter 10: Memoria perpetúa

Summary:

Dia X: Fantasma.

Chapter Text

     Los pies resuenan en medio del oscuro pasillo donde paso con parsimonia, despacio y casi contando los pasos ante la lentitud de los mismos. Giró por un pasillo que aparece de la nada al cambiar las escaleras que descienden haciendo la ruta que ya conozco de memoria. Arriba, abajo, a la derecha o izquierda, ya no tiene sentido alguno para mí; las escaleras podrían cambiar mil veces y mil veces podía reconocer el patrón y a dónde me llevarían ese pequeño fragmento en el inmenso castillo que he habitado desde los once años. Con casi cuarenta años encima; amargados y melancólicos años pero sabiamente aprovechados al aprender todos los recovecos del castillo; nada podía pasar desapercibido sin que lo notara. El tiempo que empleé en aprender esos pequeños detalles sobre lo que constituía mi hogar y las pociones, era lo único que me ha mantenido a flote durante todos estos años. 

Un soplo apremiantemente helado, me recuerda que tengo que ver la hora. Muevo las piernas con un poco más de rapidez a sabiendas que ese pequeño huracán no sólo es constituido por aire, muchos años he sentido la sensación familiar para confundirla con algo tan banal cómo el clima. El frío electrizante de uno de los fantasmas habitantes del oscuro Hogwarts, me saluda haciendo acto de presencia, pero cómo de costumbre sólo asiento en silencio, el fantasma acostumbrado al trato tosco recibe el escueto saludo y avanza saludando algunos cuadros y otros fantasmas de alrededor; ignoro su parloteo y verifico la hora con un Tempo, aquel viejo hechizo que al igual que los pasillos movedizos de Hogwarts me ha acompañado durante años, al menos el hechizo sólo cuenta minutos, horas y segundos; no años, meses o décadas.

El hechizo de mi invención, brilla en medio de la escasa y oscura nada, frunzo el ceño al ver lo poco que falta para medianoche. Los pies toman un vertiginoso y más serio andar, logrando que los zapatos de tacón suenen con más ahínco por las frías paredes de piedra.

Poco o nada me importa, mi turno cómo profesor acaba a medianoche, desde hace años es así y ahora no cambiaría; mucho menos cuando ese fantasma indeseado hace su entrada magistral, justo cuando las campanas sobre mi cabeza chocan unas con otras marcando las doce. Medianoche, la perfecta representación del limbo en el universo, muere un día y otro más da su primer soplo de vida; el tenue equilibrio entre la muerte y la vida, ese mismo que había aprovechado años atrás y ahora me mantiene patéticamente recluido en mi habitación para evitar un encuentro prematuro, uno que a pesar de las décadas no puedo controlar por completo. 

Avanzo rumbo a la mazmorra, casi corriendo escuchando la campana dar con la tormentosa medianoche de la cual me escondo cómo un niño, teniendo miedo a la oscuridad. Para mi desgracia, mi oscuridad no sólo es una sombra en una esquina del castillo, un murmullo ahogado o el reflejo en una ventana; nimiedades que hacen temblar a los niños de primero. No, mi oscuridad era mucho más viciosa y retorcida, creada especialmente para adultos melancólicos cómo yo. Un monstruo bajo la cama tan tétrico y doloroso, que me obliga en los días más tormentosos a empinar una botella completa de Whisky de fuego para poder consolidar unos pocos minutos de sueño, o en el mejor de los casos, negar mi amargada realidad compuesta por malas decisiones y la locura agónica de un alma desgarrada. 

Una vez dentro, cierro la puerta con seguro aunque sabe de memoria que no importa cuantas veces cierre la puerta, al final terminaría abriéndola sin tener que mover un sólo dedo; sólo es necesaria una aceptación para que mi calvario personal se repita una y otra vez en un eterno bucle que gobierna mis días desde los diecinueve. Me despojo de la túnica tirándola contra la silla más próxima, sin ver en realidad conociendo de memoria todo el recinto, los zapatos también sufren el mismo destino desperdigados bajo la cama que nuevamente no veía, pero tengo certeza de dónde se encuentra. Ese era mi calvario, la buena memoria, los recuerdos, la clarificación de todo lo que me rodea, lo que me rodeó y también, aunque fuera muy osado, lo que me rodearía. En el ciclo de la vida, la mía se consume despacio, sin alteraciones ni cambios; sólo respirando para aumentar la pena y el suplicio. Martirizando la conciencia sin contemplaciones. 

Ahora descalzo sobre el frío piso de piedra, me despojo de la poca ropa que llevo encima; sólo la fina camisa y los pantalones de vestir son mis compañeros, tan desnudo cómo nuestros encuentros me dejan. A merced de que las campanas suenen al siguiente día a la misma hora para poder seguir respirando. Tomo la botella del escritorio, a plena vista recordando la cita todas las madrugadas aunque dicha cosa la había recordado por más de dieciséis años. Dos toques en la puerta y el familiar sentimiento de frialdad me abraza, recorriendo desde los pies descalzos hasta la columna tensa, aún no empieza pero ya me siento fatigado y dolorido; sirvo el primer gran trago de whisky y lo empujó por la garganta seca, hago una mueca despectiva ante el líquido ambarino, a pesar de las tantas botellas ingeridas, el sabor aún quema.

Un nuevo toque y cómo siempre, me permito dudar un poco, pensando fugazmente en lo que esto me hará, en lo que nos hará a ambos. Al final terminó cediendo, porque así debe ser; porque es el único soplo de vida. Mí vida, la nuestra. Aquella que quisimos pero nunca pudimos tener, aquella perfecta vida que se nos arrancó de las manos, en medio de la más horrorosa tormenta, la guerra afianzada desde los cimientos; eso sin contar el caos referente a esos últimos días. Las peores decisiones que ambos tomamos, mis ansias de poder y demostrarle que era más de lo que él creía, sus ansias por demostrar que era mejor de lo que creía, ambos mártires de un juego que nos envolvió a ambos, sin ser nuestra lucha. Una guerra en la que no debimos estar. Tomo un vaso más de whisky sintiendo el primero calentar el estómago y murmuro un lento y bajo pase. La llave de mi infierno personal; tan doloroso cómo necesario. 

- Puedes pasar Regulus, te dejó ingresar en la habitación - Una ráfaga de viento helado cala hasta los cimientos de mi cuerpo tambaleante, consumiendo por un momento el tibio whisky en el estómago. El fantasma de Regulus, mi Regulus; traspasa la pared.

Regulus, aquel altivo mago de ondulados cabellos negros, ojos grises y coquetería intrínseca en cada poro de la piel, traspasa la pared de piedra adentrándose con la misma soltura que lo hacia en vida, entrando en mi habitación sin preguntar alumbrando todo a su alrededor y ahora cómo en antaño, ilumina toda la estancia; no por la gracial tibieza de su piel o lo esplendido en sus ojos; no, era algo mucho más muerto y banal, la esperanza de un inferi en vida. Regulus me da la vida que murió cuando el mago decidió hacerlo. Nada queda de aquella piel sedosa, el lustroso cabello negruzco, la confianza en su andar presuntuoso o el camino sinuoso de las torneadas caderas aún sin madurar. Ahora era una masa viscosa de plasma, flotante y fría. Una especie de fantasma diferente; dedicado sólo a vagar en la simple nada, atormentado y aparentando una arrogancia que hace muchos años no tenía. 

El mago recorre la habitación que ha aprendido de memoria, componiendo el mismo gesto descompuesto al comprobar que cada mueble y cada vicio sigue en su lugar, mueve la boca hacia arriba en desaprobación y siento temblar de pies a cabeza con ese pequeño gesto, eso sigue intacto; la debilidad que aparece en mi cuerpo con sólo un pestañeo del mago. Regulus sigue conservando aquella perfección de su cuerpo aún en pleno crecimiento, inmaduro y prolijo. Ese del que me había enamorado tanto cómo para soñar con ser mejor, mucho mejor de la pantomima que era, sólo para Regulus. Los labios pálidos y grises se mueven exigiendo atención; pasando otro gran vaso de Whisky se la concedo demasiado débil para negarme a algo que el mago quisiese. 

- Debes dejar el whisky, Severus - Reprende cómo desde hace años, ignoró su comentario con la misma soltura; aunque el mago insiste mucho más en estos días, el resultado es el mismo.

- Debo - Concedo porque se que es así, sin embargo el vicio seguiría vivo, acompañándome en los últimos soplos de vida que doy. El mago fijo los ahora muertos y transparentes ojos, componiendo la misma divina mueca de desaprobación. Levanto el vaso ahora nuevamente lleno hasta su espectro, brindando en silencio con su molestia, bebo el nuevo vaso de golpe; el alcohol surge efecto, el mundo demasiado pesado comienza a aligerarse.

Nos quedamos en un incómodo silencio cómo era nuestro andar juntos, cuando ninguno de los dos sabe que decir, lo que últimamente surge a menudo entre ambos; quizás los años nos pasan facturas a ambos, sobre todo a mi. Regulus sigue con sus espléndidos dieciocho estáticos y muertos años, yo envejezco con cada suspiro; con un poco de esfuerzo lograría llegar a los cuarenta, quizás menos. Nos miramos en silencio cómo en antaño, reconociendo el problema de estos encuentros continuos desde hacía dieciséis años; no sé cómo surgieron sólo lo hicieron en un día de auténtica locura a causa del dolor, en un pestañeo Regulus estaba frente a mi; helado, transparente y carente de vida. No sólo tuve la jodida confirmación que me negué a creer, sino que obtuve una compañía de por vida, justo cuando un día moría y otro más tomaba su lugar. Empuje otro vaso del ambarino líquido por la garganta. Regulus decide romper el silencio, así es nuestra relación. Yo callo, él llena los vacíos. 

- ¿Cómo estuvo hoy tu día? - Pregunta el mago, encojo los hombros sin querer responder esa burda pregunta; ambos somos serpientes, sabemos cuando los intentos de conversación son infructuosos y vacíos. Prefiero hablar del fantasma, mi vida, simplemente está en la más absoluta decadencia y no quiero otra reprimenda de Regulus, mucho menos su rostro desfigurado por la pena o la lástima. Sólo quiero a mi Regulus, el amor de mi vida.

- ¿Qué país visitaste hoy? - Pregunto de vuelta, sabiendo que el espectro siempre se distrae al hablar de él, aún conserva el espíritu aventurero de sus años de juventud; después de todo al mago no se le permitió madurar. Regulus entendiendo el cambio de tema, asiente en silencio a la súplica silenciosa.

 A pesar de no poseer la capacidad de sentarse, el mago se acerca a mis piernas cómo siempre; tenso la espalda al sentir el frío lacerante de lo que compone su cuerpo pegado a los huesos; tomando un vaso lleno del añejado líquido puedo conseguir algo de tibieza, este se asienta en el estómago antes de vagar por el resto del cuerpo adueñándose de las terminaciones nerviosa, arrullando estas bajo sus viciosos labios llenos de alcohol. Regulus tiene la libertad de pegarse mucho más al pecho, cómo en vida, teniendo cuidado de no traspasar mi cuerpo y sólo flotar en armonía en el espacio brindado. El fantasma comienza a relatar su día, en cómo ha viajado a algún país sumamente lejano y remoto en el cual ha encontrado quién sabe qué cosas interesantes; muevo la cabeza con cada indicación perdido en mis propios pensamientos. Es una habilidad apreciada poder estar en mi propio mundo y aún así estar conectado al de Regulus. 

- ¿Qué? - Pregunto al notar al segundo el cambio en el modular entusiasmado de Regulus y el silencio colindante a su última frase, la cual he entendido a la perfección, pero sólo lo considero una irrealidad; una mentira de los sentidos divididos. Una injuria sin sentido.

- Qué conocí a alguien - El mago no se desentiende de la pregunta, sin moverse siquiera del lugar en que se ha afianzado. Tome un vaso más, esta vez con todo el contenido que el cuerpo puede ingerir en una sola dosis. La cabeza está ahora nublada, adormeciendo los sentidos. A pesar de ello, no están lo suficientemente apagados para no entender la connotación en la boca de Regulus sobre conocer a alguien.

- ¿Qué se supone que debo decir a eso? - Pregunto ofuscado, viendo el inicio del pandemonio en ambos, cómo todos los días sin falta; alguna palabra mal dicha es el detonante de la locura entre ambos. Sin embargo, las palabras sedosas del mago, sí que han sido escogidas. Me levanto de mi lugar, atravesando el espectro, sintiendo las náuseas debido al punzante helaje en el cuerpo apenas cubierto.

- Qué me deseas suerte, cómo un ex amable y comprensivo - El espectro tiene la osadía de cruzarse de brazos sin verme, con los apagados ojos fijos en algún punto muerto del piso; flotando sobre el sofá hasta parece pensativo sabiendo a la perfección lo que vendría. El mago tiene que recalibrar sus jodidas palabras. Alguien, suena morbosamente estúpido. Aferro los dedos a la botella. 

- Con un demonio diré eso Regulus ... - Me empino lo poco que queda de la botella repitiendo las palabras del pelinegro y egocéntrico Black, maldigo el día en que se me ocurrió posar la mirada en su preciosa cara de angel. Simplemente no quiero comprender las palabras del mago, debe ser una jodida broma de mal gusto; para mi tormento se lo poco que le gusta bromear a Regulus -... Estas muerto Black, eres un jodido fantasma lleno de vomitivo plasma que no puede descansar en paz - Ataco sintiéndome propiamente atacado, después de años juntos; el fantasma sale con semejante idiotez. La botella escapa de los dedos estampándose contra el piso al no poder ser sostenida. 

- Ya sé que estoy muerto Severus, por eso hago esto... para descansar por fin en paz... - Sí el pelinegro pudiera sentir, esa mirada que se carga debe ser sin duda de dolor, y eso que apenas veo el vestigio de eso con el mago rehuyendo la vista -... El chico es muggle, poco sabe de quién soy o dónde pertenezco; es un fantasma igual que yo, ambos sin duda tenemos más en común que esta pantomima que somos tu y yo Snape... - Dolor contra dolor, ese es nuestro juego, muerdo los labios intentando enfocar debido a las exageradas ingestas de alcohol -... Necesitamos avanzar Severus, tanto tu cómo yo; no seas cobarde y acéptalo - El fantasma se levanta de su calma levitación, los ojos por fin conectaron con los propios. Ahora no queda duda que hay dolor, pero no sólo es eso; también hay furia y un cúmulo de sentimientos, que no me molesto en buscar en la bruma desdeñosa del alcohol. Ahora en esta, sólo existe la escena de Regulus dejándome, por segunda vez; todo por sus malditos caprichos. 

- Cómo siempre el egoísmo propio de tu aberrante apellido sale a flote. Siempre creyéndote con la última palabra... Regulus el que se sacrifica después de una burda pelea, Regulus siendo un inútil héroe de pacotilla, Regulus decidiendo nuestra historia. Siempre el egoísta Regulus ... - Las palabras desdeñosas fluctúan con ahínco, muchos años guardando los mismos rencores llenos de dolor. Amo a Regulus, pero empiezo a creer que lo odio por igual por lo que hizo con nosotros, no puedo contemplar su nobleza cegado por el dolor; mucho menos ahora que me cambiaba por quién sabe qué estúpido fantasma, a mí, el proclamado amor de su vida mucho más allá de la muerte misma -... No piensas en mí, simplemente estás teniendo la última palabra nuevamente. Tu complejo de diva es impresionante - Ataco cuando el mago pretende hablar, se que ese es el argumento para este teatro; el bienestar inestable de mi alma, una jodida mentira de pies a cabeza, lo único que pretende el mago es no tener que lidiar con su propia mierda, siempre saliendo de los temas complicados por la tangente. 

- Eres sólo un alcohólico Severus ... - Justo a la yugular cómo la serpiente que es, Regulus además de componer la perfección hecha carne; también sabe cómo usar la lengua, dedicado en el arte de herir por su maldita madre loca -... Consumiéndote en la miseria de tu propia decadente alma; lleno de miedo, culpabilidad y tormentos, eres patético en todos los ámbitos. Un humano así, no puede estar a mi lado, eternamente... - Siento cada palabra encajar en la piel cómo el peor de los Crucios, había pasado por una docena de ellos y nada dolió tanto cómo ver a Regulus, reconociendo lo que era; el sedimento sucio tras la alfombra, el impuro mestizo que su madre nunca aceptó y su hermano odio. No demostré sin embargo el dolor, sosteniendo los filosos ojos, Regulus sin embargo, escarba en mi conciencia, sólo dos segundos pero supo de aquel resguardado dolor. Su mueca cambia nuevamente -... Nos estoy dando una salida a ambos Severus - Vuelvo a ser Severus, Regulus vuelve a sentirse culpable y yo me siento una mierda mareada por los desbordantes sentimientos y el alcohol cobrando neuronas con cada respiro.

- Eres un puto egoísta Black, tan parecido al pulgoso de Sirius... - Contraataco con la lengua envenenada, esperando que la bruma escandalosa de las lágrimas cubriendo los ojos desaparezca, una serpiente no llora. Regulus se muerde una de las perfectas mejillas afilando la mirada hasta que se torna negruzca, odia ser comparado con Sirius -... Te largas con un maldito muggle, dejándome a la deriva cómo aquella maldita vez... cuantos malditos años tienen que pasar para que en verdad pienses en mí, en el alma errante que quedará después que el cascarón vacío dónde habito se rompa - Ya no puedo comprender las palabras que salen de mi boca dolida y amargada, aunque siempre he tenido el don de la palabra, este ahora muere en la basura junto al autocontrol del que siempre me jacto. La respiración es tan irregular que por momentos pierdo el aire, pero me niego a estar callado, no esta vez. 

 - Qué jodido que me cambies nuevamente Regulus; siempre por otro, una causa, la venganza, tu madre... tu hermano. Me arrepiento de haberme enamorado de ti; sí sólo me hubiera fijado en otro, ahora no sentiría esta... - Las lágrimas que aguante con desesperación comienzan a desbordarse, una gruesa gota recorre la mejilla tensa, los ojos de Regulus centellean un poco más; si pudiera llorar, el Black sin duda lo estaría haciendo, sólo sí pudiera -... No sentiría nada en absoluto, ni siquiera la locura en que estoy consumiendo. Pero es lo que hay, lo que dejaste atrás; un alma cercenada desde la raíz - Las miradas se tragan entre sí, mientras apenas puedo mantenerme en pie gracias a las luces bailando bajo los ojos. Regulus, se queda en silencio un rato largo, ya no sabe cómo llenar los vacíos que dejó. 

- Severus, es necesario - Fijo en sus convicciones hasta el final, el mago no se quiebra cómo sin duda estoy haciendo patéticamente. El golpe de alcohol sin duda no fue de mis mejores decisiones, lo nublado de la cabeza sólo es contrastado con el veneno que expulsa la boca con la leve insinuación del cambio por otro, después de tanto tiempo.

- Debiste pensar eso antes de amarrarme hace veinte años a tus caderas, condenándome al martirizante suplicio al no tenerte... - Si me estoy repitiendo, no lo se. Sólo quiero meter en su cabeza despejada de toda racionalidad lo que esto nos hará, lo qué me haría al verlo sólo cómo un amigo mientras es feliz con algún otro; es física y mentalmente imposible -... ¡Debiste pensarlo al morir, dejarme sólo en este maldito mundo y sobre todo venir a atormentarme después por años y años; todos los días a la misma puta hora! - Estoy seguro ahora que arrastro las palabras, la estela de Regulus parece ahora lejana entre los tumbos que doy al intentar gritar pero mantenerme quieto; una botella completa es un auténtico desastre para las neuronas. Quiero vomitar. Una lágrima más baja por la mejilla al aguantar las ganas de vaciar el estómago en el piso. 

- Sólo vine a decirte que este será nuestro último encuentro - Sin perder un poco la calma, Regulus sigue impávido, los filosos ojos se estremecen pero sólo es eso, la inferencia que algo le pasa a su plasmático cuerpo; no muestra nada más allá. Sus palabras son el peor de los maleficios; si creerme cambiado es un tormento, saber que no lo volveré a ver es una muerte lenta y dolorosa; la desesperación me sobrecoge tensando mi cuerpo lleno de miedo, uno tan lacerante que me cierra la garganta.

- Cariño, estarás mejor sin mí. Estoy muerto y tu vivo, aunque te mueras en vida - Regulus se acerca cuando patéticamente retrocedo, cómo sí el fantasma me hubiese golpeado, aunque sólo eran sus palabras. 

Quiere una última expiación a sus pecados y culpabilidad, una última caricia por cómo levanta las manos aunque no puedan tocarme. Me alejo todo lo que el patético cuerpo puede arrastrarse fuera; irremediablemente me enredo con los pies y doy contra el suelo, de rodillas. El vómito escala por la garganta furiosamente, me contengo por poco de vomitar debido al golpe tan brusco. La cabeza da vueltas junto a la habitación. Respiro entrecortado intentando sostener por los bordes un poco de mi dignidad ahora tan rota cómo yo, cambiado por un fantasma mucho peor por un muggle; con las creencias de Regulus sobre la pureza de sangre es más que patético el cambio, valgo tan poco para el mago que prefiere la escoria antes de seguir conmigo; un alcohólico consumido por la pena. Todo sin duda fue muy diferente a cómo planeé que fuera nuestra vida, de rodillas en el suelo el lacerante sentimiento de perdida me azota tal como la muerte de Lily me golpeó en su momento. Las personas que amo, siempre prefieren a otros. Me giro al borde del precipicio cuando el frío de la habitación se consume en un suspiro.

- ¡Regulus! - Grito al ser consciente que el fantasma ha desaparecido de la habitación, ni siquiera pude levantarme para ir corriendo detrás del espectro; quedo anclado al suelo con la vista fija en la puerta cerrada. 

La sensación de vacío fue tan abrumadora que me pregunto si acaso he sentido tal desolación antes; lo creí haber sentido cuando Lily murió, la desolación fue tal que sólo Regulus pudo llenar el vacío, pero luego cuando este también murió y mi alma se fragmentó el dolor por poco me vuelve loco; pero de rodillas en la fría piedra con los ojos apenas fijos en un lugar, mareado y abstraído del mundo, supe que nunca antes había sentido tal vacío, uno que incluso me carcome los huesos dejando una estela helada detrás; nunca había sentido la enloquecedora sensación de perder para siempre algo tan valioso, que nunca mas lo podría tener de nuevo, supe enseguida que esta pelea no sería cómo las otras, Regulus ya no volvería; nunca más. El último vestigio de mi vida, se ha ido con el espectro. Rompo a llorar cómo no lo hacía desde que era un niño asustadizo, uno que se escondía de su padre alcohólico y maltratador, siento asco de mí mismo al saber que ahora sólo soy una pantomima de lo que fue ese bastardo; borracho, solo y vacío, en eso me he convertido, arrastrando a mi propia Eileen hasta la demencia; sólo que este fue más lista que mi madre, yo, no fui más listo que Tobías. Lloro y grito, hasta que la garganta resentida por tanto alcohol, se rompe por completo. El nombre de Regulus, resuena toda la noche contra la piedra del castillo. 

El despertar después de una cruda borrachera es tan crudo cómo la borrachera misma, la cabeza palpita incesantemente cómo sí hubiera un maldito duendecillo jugando con las pocas neuronas que no murieron la noche anterior, sólo cuando la cabeza toma un respiro de palpitar, los otros síntomas que indican que estoy verdadero jodido, aparecen. La sed desesperante es el menor de los problemas, la cabeza deja de tener completo sentido al descubrir el dolor en el cuerpo por dormir en un frío y duro piso, abrir los ojos desde luego, es el verdadero suplicio; todo da vueltas y los reflejos más lentos de lo normal mandan mi cuerpo patéticamente contra el suelo, nuevamente. Uno o dos tragos están bien, una botella entera es la vivida muerte. Inevitablemente aunque me niegue, los recuerdos atacan tan lacerantes cómo los fríos ojos de Regulus la noche anterior.

Ese es el verdadero golpe, el vacío reinante de la noche anterior, ahora toma completa posesión del cuerpo. No hay peor martirio que este, o al menos, eso pienso antes de ser consciente del porque estoy despierto; los golpes en la puerta constituyen la mayor parte de los golpeteos en mi cabeza, maldigo en voz baja. De muy mala gana, me levanto cómo puedo del suelo, recogiendo los pedazos que quedan de mi, ahora con la certeza que nunca más, podré romper el suplicio de mi vacía vida al ver el ceño fruncido de Regulus, ya no hay más nada de ello. Serpenteo los pedazos rotos tanto del alma cómo de la botella en pedazos a mi lado, abro la puerta de un empujón nada amistoso. Un cabello rizado me recibe del otro lado del umbral, perfecto, lo que me falta. Pocas veces me quejo de mi destino, esta es una de esas pocas veces. 

- Severus - La loca de Trelawney me mira con los ojos hinchados, unos centímetros más abajo, los ojos apagados ni siquiera me perturban. De hecho, ni siquiera la enfocó correctamente. La incomodidad me recorre por completo, soy un asco literalmente hablando, no necesito colegas cerca ahora. Los chismes en Hogwarts, corren tan rápido cómo el viento.

-Trelaw... - Intento planeando una escapada rápida, echarla con mi muy visible mal humor. Después de todo soy el murciélago de las mazmorras; sin embargo el plan se resquebraja en el aire, la bruja frente a mí, estalla a llorar sin razón aparente, absorbiendo incluso los mocos de manera asquerosa, doy un paso hacia atrás aún en el umbral. La incomodidad aumenta. 

- Tengo que irme, las clases me esperan - Miento, esperando que note la incomodidad, pero la bruja sólo rompe a llorar con más fuerza. La loca, se ha vuelto completamente demente. Apenas lo noto con los reflejos adormecidos, la bruja se aferra a mi cómo sí su vida dependiera de ello.

- Severus... - Grazna pesadamente sin dejar de llorar, paso por alto el hecho de que ahora, sus lágrimas están en mi escasa camisa, tan fina que me humedece el pecho y no sólo de lágrimas. No sé cómo he terminado en tal situación, pero tengo claro cómo va a acabar en este momento, la sostengo con fuerza de los hombros intentando apartarla; la bruja demuestra un despliegue de fuerza superior a la esperada aferrándose a mí.

- Sybill - La llamo con más insistencia al sentir cómo la bruja me empuja dentro de la habitación, aún sin separarse de la camisa dónde ha hecho un desastre. No parece satisfecha hasta estar por completo dentro del despacho. Además de incómodo estoy nervioso, la última mujer que se aferró a mi con tanta insistencia, ahora está muerta. El augurio me carcome.

- Yo... Lo he visto Severus, lo he visto todo... - Aclara la loca sin aclarar nada en realidad, aún demasiado denso por el alcohol no logro conectar sus palabras incoherentes con el llanto sobre la camisa; intento con más ahínco liberarme de su toque -... Lo que te sucede, no... Severus, no tu Severus - Lentamente, las neuronas se activan en mi cabeza, el genio del que he sido dotado desde el nacimiento despierta después de la comatosa noche. Dejo de apartarme de la mujer.

- Me dirás ahora que un Grim custodia mi espalda - Nervioso uso la ironía para escarbar en la premisa que lentamente se mueve debajo de la piel. Los nervios aumentan, la bruja rompe a llorar con más fuerza, gimoteando escandalosamente; nuevamente el recuerdo de Lily me azota. La necesidad de obtener respuestas y escapar es tangible.

- Peor, la muerte misma te acecha... - Me tenso por completo viendo reflejado mi destino, lo que antes eran suposiciones se convierten en verdades. No le temo a la muerte, no más que cualquier mago o bruja, pero saberlo es... extraño -... Severus tú, tienes que vivir... Tienes que escapar - Compone la bruja por fin dejando de humedecerme el pecho, sus manos tiemblan y podría pasar por ebria, sí sólo, no supiera de su don en la magia.

- Sybill - Necesito respuestas, tengo mucho sobre los hombros para sólo dejarme guiar de sus premoniciones y profecías; no puedo escapar sólo porque tuvo una visión. Ahora sin Regulus, incluso la muerte parece benevolente con mi vida, pero, no es el momento, tengo una misión. 

- ¡Tienes que irte Severus! ¡Lo he visto!... - Sacudo a la mujer sin mucho cuidado, desesperado incluso; necesito despertarle de su absorta conmoción.

- Sangre, mucha sangre... - La bruja se da cuenta de lo que necesito, quizás es la dureza en los ónices que la miran, pero asiente comenzando a decir algo coherente -... El veneno de una serpiente y tu dolor, Él  te matara Severus - Dejo de respirar incluso, siento que así es. Un escalofrío me recorre la espalda; mierda, así que es él. Miles de preguntas sin respuestas me atacan al mismo tiempo, sí él sabe algo... definitivamente estoy muerto. 

- Por favor, debes irte... - Me empuja la bruja, separándose por fin de mí, veo la fragilidad en su mirar; demasiada para ser esto una jugarreta o una simple profecía, es una realidad lo que me dice, el destino nuevamente atacándome -... Toma a tu bonito muchacho y vete de aquí, lejos, muy lejos... ahora que puedes - Me he quedado de piedra, ni siquiera la moción de que Voldemort pueda atraparme es tan perturbadora cómo el nombrar de el bonito muchacho. Sin palabras se a que se refiere, ahora nervioso incluso sudo frío. Mi secreto, no lo es tanto para la bruja.

- ¿Qué muchacho?... - Pregunto con cautela dando unos hábiles pasos hacia atrás, tomando espacio entre ambos. La imagen de Regulus se instala en la córnea, su reflejo muerto y espectral, la pelea de anoche; quizás en verdad no vuelva a mí -... No hay muchacho alguno, Trelawney - Con amargura lo reconozco; Regulus es tan impulsivo cómo el pulgoso de su hermano, en todo caso, ni siquiera está vivo aunque me duela la premisa.

- El pelinegro, la serpiente pelinegra... - Habla la mujer con convicción, sólo para asegurar a mi mente lo que ya sé, definitivamente habla de Black -... Lo he visto, él es el único que te salvará. Incluso de ti mismo... sus destinos están unidos. Él te salvará - Estoy tan tenso, que puedo romperme un hueso y desde hace mucho tiempo, no se si respiro. La burla del destino frente a mí, él no me salvará, porque no puede.

- Él está muerto - La afirmación que tanto tiempo he sabido pero que sólo ahora, me atrevo a decirlo en voz alta; después de tantos años se siente incluso real. Dolorosamente real.

- No está muerto, aún te aferras a él, eso no lo deja morir... lo puedes salvar, cómo él te salvará - La iluminación de esas palabras me azota primero, con algo de incomodidad; sí, me aferro a su fantasma así cómo una vez me aferre al cuerpo frío de Lily. Sin embargo, hay algo más, algo en el tono de la bruja que me hace verla fijamente.

La bruja me devuelve la mirada, hablando sin hacerlo, dejando desnuda su alma junto a la propia; sabe de Regulus, no hay nada más efectivo para dejarme al descubierto, cómo los libros en la biblioteca me puede leer a conciencia, incluso el lord nunca ha podido; nunca ha sabido cómo, pero esto, es muy diferente. Bailo entre las palabras, se que apenas gesticulo, un cubo de hielo, tétrico e inamovible en medio de la habitación, la bruja me incita a preguntar, moviendo los dedos cómo sí de una coreografía se tratase para darle más peso a sus gestos y palabras mudas, todo me consume. Por primera vez en muchos años, el aire vuelve a entrar en los pulmones, desde los diecinueve nunca he escuchado latir el corazón con tanta fuerza recordándome que estoy vivo. Me tambaleo patéticamente, el alma en la mano de la bruja; quiero creer que la he entendido mal,  lo que prometen esos acuosos ojos es imposible; pero niega ante mí infantil duda. La miro casi desgatando su cuerpo, la bruja sabe algo que yo desconozco, algo que creí imposible; algo a lo que me aferre desde que el mago murió pero nunca pensé llevar a cabo. Regulus, podría volver; según la opinión de la bruja, podía hacerlo no cómo un inferi desorientado, no cómo un errante fantasma ;sino cómo un mago. Me pregunto si acaso, no estoy soñando.

- Tu... - Acuso, buscando una confirmación verbal que me indique que en verdad no sueño, me esta diciendo la verdad; aún puedo rescatar su alma, mi alma. 

- Lo he visto Severus, lo que te sucede. Lo que nos sucede a todos... - Reanuda su charlatanería, obviando el tema entre ambos; ahora que me ha dado esperanza quiere ignorarla volviendo a su maldito monólogo sobre mi muerte -... Tu debes escapar, ya entregaste mucho por esta guerra - Reconoce, tengo conciencia de ello; he entregado mucho por ello, quiero saber cómo revivir a mi pareja.

- Vete lejos Severus, él no te buscara. Pronto se acerca el peligro junto al muchacho Malfoy, Él creerá que moriste... no te encontrara - Despejado en su gran mayoría por el golpe del descubrimiento, la borrachera de la noche anterior se esfuma, me acerco con el valor que desde hace años creí perdido. El cabello negro azabache esta ribeteado en mi cabeza danzando y llevándose toda la atención.

- Es imposible. Primero debo saber como recuperar al bonito muchacho - Estoy a un palmo de la bruja, me impongo sobre ella gracias a la estatura; tomándola nuevamente por los hombros, no importa lo que tenga que hacer o sí tengo que meterme en su cabeza. Hallare la forma de traer de vuelta a mi Regulus.

- Hay manera Severus... - La bruja ha leído el ambiente, me ha leído, sabe que estoy a punto de torturarla por una respuesta -... Medios para que lo puedas tener, para que se quede contigo... - Ambos estamos en la misma sintonía, sin embargo aún es reticente; algo me oculta, más bien, algo le preocupa y no me lo quiere decir -... Pero no podrás volver sí te ayudo - Amenaza levantando sutilmente la varita cuando he convocado la mía una vez que la paciencia se me ha agotado; no necesito misticismos.

La bruja deja de lado el misterio cuando la sacudo con fuerza esperando así que deje las trabas y empiece a hablar; todo esto es su culpa, de no decirme nada, no estaría aferrado a esta vana esperanza. Minutos después, entiendo el porque no quiere decirme por completo la forma de salvar a Regulus, es un alto precio por pagar. Poco a poco me siento sobre una silla que la bruja ha acercado, ella sigue de pie; impávida. Sus ojos centellean no sólo en seriedad, una extraña sabiduría parece cobijarla, misma que la realidad le ha otorgado. Nunca he escuchado de dicho ritual, mucho menos del conjuro y qué decir del hechizo, simplemente es un mundo nuevo; uno que se ha llevado el aire de los pulmones. Mueve los labios, pero ahora sólo el peso sordo es escuchado por mí, sólo hasta que veo el movimiento, ha terminado de darme las indicaciones y el proceso, incluso lo puedo sentir en el aire, esperando que lo tome. Que muestre mi valía.

- Debes encontrarte a ti mismo... - Sentencia, cómo última indicación, se a que se refiere; sus ojos vagan por la habitación señalando la botella aún rota en el suelo, desvío la mirada por primera vez en la vida, me siento un patético alcohólico -... Él vendrá a ti - Conjura nuevamente, se lo que hace, me muestra la eficacia del hechizo, se pavonea del resultado.

- Lo que harás por él. Fragmentara tu alma - Sólo cuando han pasado minutos, me atrevo a mirar a la bruja, está en el umbral de la puerta, sin mirarme; sólo se larga dejándome en un estado peor al que ha encontrado, uno que contrario a todo, me hace vivir.

Respiro con lentitud cuando me doy cuenta no sólo que llevo horas en el mismo sitio;  la camisa fina hace tiempo se seco, al igual que los leños en la escueta chimenea que la loca bruja ha encendido ante de irse, sólo soy consciente de mi alrededor con el sonido quedo en la puerta; casi un susurro con poco eco entre las paredes de piedra, convoco un tempo tan desgastado en los labios, procurando no moverme mucho; aún cuesta una tortura poder moverme, simplemente he quedado por completo absorbido por las esperanzas, el miedo y la locura. Una decisión sin embargo esta pululando en la fría habitación, una que se acrecienta con el débil sonido sobre la puerta.

- Severus - Casi puedo delinear en mi mente, la forma en que los delgados pero hinchados labios se abren para dar paso a mi nombre cómo tantas veces en antaño, lo ignoro; no puedo desequilibrar aún más mi cabeza, no esta noche. Necesito pensar.

- Severus, sabes que no puedo pasar si no me lo permites... - Me recuerda cómo el niño mimado que es, la forma en que me llama zumba en su fantasmagórica garganta, sabe lo que hace, cómo provocarme -... Snape - Un poco más alto, un poco más serio. Sabe que lo oigo, sólo lo ignoro; lo odia.

- Cariño, lo eche... al muggle... - Cree equivocadamente que por ello no quiero hablar; me pongo de pie al moverme, el rumbo inevitablemente  termina sobre el estante dónde guardo el licor. Miro el ambarino líquido arrullado por mi nombre en sus labios prohibidos -... Sólo déjame entrar, Severus - Se impacienta, incluso creo que se ha preocupado. El sonido de las botellas siendo rotas, nos alarma a ambos. El licor, se drena al igual que mi magia al romper cada botella.

No puedo verlo, ni esa noche ni la siguiente, ni la siguiente a esa; sí lo veo, sí lo escucho, la balanza de por sí ya inclinada a su favor, terminaría por desbordarse. Lo ignoro por completo aunque se que justo a medianoche aparece en el umbral de la puerta, se queda allí hasta el tardío amanecer; no me llama, es muy orgulloso para eso después de la primera noche, pero lo siento; el frío agujereando mi piel y huesos, la necesidad de dejarlo pasar y dejarme consumir por él. Pocos días me lleva tomar la decisión más difícil de mi vida, con un último vistazo a la gran habitación casi llena, se que he tomado la decisión correcta; encojo el baúl con lo poco que he tomado sabiamente, sólo lo importante, su recuerdo, nuestro retrato y algunas posiciones de recetas; me voy antes de que la campana toque la media noche, sigiloso cómo una serpiente rumbo a mi destino; uno escogido por mi en toda la vida. La aparición me lleva a la mitad de un bosque; uno un poco pantanoso para los zapatos de tacón, pero se que aquí es, la loca bruja me lo ha indicado al menos una docena de veces. Justo veo a la lejanía una fugaz luz, antes de seguirla me saco el recuerdo de cómo he llegado hasta aquí, es la única manera de borrar mis pasos y lo que estoy por hacer. La luz se acerca cada vez más mientras guardo el recuerdo, por fin soy recibido.

- Soy un amigo de Sybill... - Es el saludo escueto que propongo, el chico; es mayor que Regulus en su perpetua forma de fantasma, servirá; no lo veré a él de todos modos en medio del conjuro -... Me ha comentado de tus dotes. Necesito despedirme de alguien que murió hace mucho tiempo - Comunico directo, el chico está cubierto de cabeza a pies por un manto blanco, pero al menos puedo ver una sonrisa en su boca, se que me ha entendido.

Nos adentramos en el pantanoso bosque hasta una cabaña igual de pantanosa, construida sobre la escueta agua del pantano, apenas veo gracias a la oscuridad que me absorbe tan azabache cómo mi cabello; la luz de la lámpara llevada por el chico frente a mí, apenas me toca, cómo la luz en mi vida. Al llegar, la madera es fría y me doy cuenta que más que mago, el hombre parece chamán, un brujo vudú quizás. Ignoró los huesos colgados en las paredes. Dejó la capa dónde se me indica, al igual que los zapatos y la ropa innecesaria; sólo con los escuetos pantalones y la fina camisa de lino, avanzo por la cabaña de una sola pieza. No demoramos en el intercambio, la sustancial bolsa de oro es sostenía por sus finos dedos, una vez que la cuenta sin siquiera abrirla; me empuja más cerca del fuego, mismo que ha encendido con un chasquido atronador de dedos. La espalda da contra la delgada alfombra con olor a tabaco e incienso, se que no hay vuelta atrás, mucho menos cuando el mago se descubre por completo; cómo lo supuse, es mucho mayor que mi Regulus, pero creo en Sybill, esto funcionara. El mago se sienta a horcajadas sobre mis caderas aún vestidas, busca mi mano con sus titilantes ojos violetas. 

- Tome mi mano, piense en el mago o bruja... yo haré el resto - Asiento, ya sé de memoria el protocolo, la bruja me ha recalcado cada paso a dar. Ha vendido a un conocido, pero ha salvado a un amigo. Supongo que eso purgara su alma, la mía, está pronto a corromperse.

Sostengo sus dedos, son tan diferentes a los de Regulus; mucho más ásperos y con las uñas descuidadas y largas; Black siempre ha sido cuidadoso con los detalles, supongo que algo de eso fue lo que me enloqueció de él, con el recuerdo de su cabello negro, cierro los ojos cómo se me ha indicado. Todo comienza por fin, siento el movimiento sobre la cadera aún cubierta, los muslos se afianzan a cada lado de esta, tomando un vaivén lento mientras un idioma extraño se enreda en la lengua que me recorre el cuello, vibrando cada sílaba con la piel desnuda. Cierro con más fuerza los ojos, no por la vertiginosa sensación de placer que me estoy obligando a sentir; sino por mi propio conjuro procesando en la cabeza. El hombre ronronea mi nombre cómo un astuto felino, las manos libres viajan una a su cadera para indicar el ritmo correcto y otra, la suya, viaja a la semi erección debajo del escueto trasero que poco a poco empieza a hincharse signo inequívoco que el ritual funciona;  la erección da un salto gustoso al ser enjaulada entre sus nalgas, frotándose hasta que me absorbe por completo, transportándome hasta los días de gloria en la mansión Black. Siento el olor de su cabello y las hebras bailando en mi nariz a pesar de estar húmedas; los labios han atrapado los míos, su aliento almizclado con las cerezas que a veces le gusta comer, dulces cómo un buen postre. Ronronea mi nombre coqueto; tengo que abrir los ojos y ver las orbes grises.

- Severus - Me llama necesitado, la erección hasta ahora a la mitad, se llena por completo; la voz de Regulus después de tanto tiempo, me corta la respiración, dejando todo de lado, entreabro los ojos, las sombras me reciben. Me han cubierto los ojos.

- No, no los abra. No pierda su objetivo - Me reprende el muchacho, que cada vez va ganando más altura, encanto y delicadeza. La ropa empieza a estorbar, me remuevo aún sin soltar la mano. Abro la boca cuando se me indica entregándome por completo a esta locura.

Cariño - Respiro profundo para no abrir los ojos, es mi chico, mi Regulus el que me llama; nunca pensé tenerlo de nuevo entre los brazos, ansiando mi nombre en ese todo tan seductor.

Todo comienza a ponerse mucho más tibio, asfixiante casi. El Hombre sobre mí ha conseguido lo que quiere, una gruesa erección que martilla el valle entre sus nalgas, mismas que abre a una sola mano buscando que toque justo su intimidad, me remuevo cuando lo hago, está tibia y caliente; para un hombre que no ha follado en casi veinte años, es el paraíso. La delicada boca muerde mis labios, fragmentado los sentidos, quiere atención; tan demandante cómo en antaño. Se la entrego como el resto de mí, moviendo hábilmente la boca contra los delgados e hinchados labios, he olvidado besar, pero hago el mayor esfuerzo. Una sonrisa pícara sale de su boca, un ronroneo que me incita a ir más allá; ya sin tener que marcar el ritmo que el chico sobre mi ha aprendido, muevo la mano hacia su nuca, demando un poco más de esos labios y esa lengua que juguetona derrite el interior de mi boca; jadeando y gimiendo unos decibeles inconexos, cómo un gramófono siendo preparado. Los dedos se enredan en las hebras lisas y suaves, es mi perdición.

A pesar de que se me indica que no me mueva, es inevitable no hacerlo. Nos muevo de lado, dos piernas se anclan a mi cadera, mientras aunque se que es peligroso; suelto la mano que me incomoda, no me deja tocar la tersa piel que ha resurgido en las caderas. Me reprenden bajo con una mordida, la mano vuelve a otra parte de mí, sin poder estar lejos o el ritual se rompe. A dos manos, ahora tengo la libertad que necesito; bajo por completo los pantalones con prisa, mientras el encantador cuerpo sobre mí, desprende los botones con la misma rapidez, hasta casi romperlos, pero nada importa ahora; sólo el sentir la húmeda lengua que recorre cada recoveco de mi cavidad, la misma que lo recibe encantado intoxicándose con la saliva de Regulus; las manos viajan por recovecos más oscuros, delineando las formas del cuerpo juvenil y aún sin madurar que conozco de memoria; la curva de su espalda al arquearse cuando la yema de los dedos la tocan, la curva de los escasos abdominales junto a los propios, mismos que sólo conservo porque se que le gusta agarrarlos, justo cómo hace ahora, recorriendo desde la pelvis hasta el inicio de los pectorales, dejando las uñas cuidadas y escasamente largas, vagar por toda la extensión de piel. La piel se eriza, no me quedo atrás en enardecer la piel húmeda, bajo a la curva de su trasero, masajeando a dos manos la buena porción de carne, agradezco a la demente de Walburga, en el purgatorio dónde esta tal pedazo de paraíso.

Totalmente loco, necesito más contacto; necesito la piel que se me fue privada por mucho tiempo; necesito escucharlo gemir y no sólo los jadeos quedos que mueren en mi boca; busco el interior de su paraíso, encontrándolo excesivamente húmedo y caliente, lo justo para colarme dentro. Introduzco dos dedos de un sólo empujón, desesperado en cuestiones mucho más importantes que abrirlo adecuadamente; el hechizo en la brumada cabeza comienza a temblar. Para mi fortuna, los dedos se deslizan por completo, humedeciéndose casi exageradamente cómo si el agujero fuera una fuente rota; no presto atención, seguramente sólo es otro plus del ritual. Muevo los dedos para hacerme espacio ahora con la consigna, fuerte llego hasta los nudillos imitando las tormentosas embestidas que vuelven loco a Regulus, funciona; escucho los audibles y dulces gemidos de su boca coqueta. Se estremece cuando lo abro morbosamente de lado a lado, el agujero se mueve en contrataciones, me vanaglorio de aún poder enloquecer al Black. Un nuevo dedo no demora en escabullirse por la húmeda cavidad, ahora con tres es mucho más fácil abrirlo y enloquecerlo, chilla mi nombre bajo, antes de romper a gemir enloquecido. Se que esta listo, levanto una de sus piernas por la rodilla, acercando mucho más su trasero a mi pelvis, la erección escupe en anticipación antes de deslizarme dentro de la suave carne; por poco pierdo no sólo la conexión con el conjuro en la cabeza, sino con mi alma.

Es extremadamente tibio, me absorbe por completo enganchándose a mi carne sin dejar una mínima tregua para no ahogarme con la saliva de su boca. Se enrolla a mi alrededor, mientras me hago espacio en el interior, lento pero sin descansar, sólo hasta que estoy por completo dentro y siento que me puedo correr, doy un devastador suspiro lleno de fuego; necesito resistir, no sólo ya casi acabo el conjuro sino, sería tremendamente patético llenarlo tan pronto, Regulus se reiría por largos siglos de ser así. La base choca contra las nalgas húmedas llenando de liquido mi pelvis, la fuerte erección entre ambos, se mueve cuando doy la primera estocada. Su boca se curva junto al cuello, dejando una de sus indecentes marcas de amor, que constituyen más una marca de propiedad; le pertenezco desde el primer momento en que me hundí en él hace tantas décadas. Agarro su trasero, cómo soporte y para tenerlo bien abierto. La posición es incómoda, pero necesito joderlo hasta enloquecernos.

El vaivén se torna desesperado, incluso enloquecido; la hinchada erección choca bestialmente con el agujero chorreante y abierto, los gemidos nacen de la perfecta boca que muerde mis labios. Lo sostengo con fuerza, sintiendo el sudor resbalar en ocasiones los dedos, hace demasiado calor, es incluso sofocante, no sólo por la chimenea encendida a nuestro lado sino todo el ambiente caldeado lleno de respiraciones entrecortada; apenas respiro mientras me empujo con decisión dentro de él, el conjuro en la mente es dicho con la mayor de las urgencias, casi trabándome en las orillas de las palabras al fragmentar la cabeza entre el interior que palpita contra la gruesa erección y el conjuro casi hecho. Regulus me llama desde lo más profundo, incitándome a ir más rápido, lo complazco cómo todo en la vida, murmuro su perfecto nombre enredado en su cabello. Todo me da vueltas, incluso el cuerpo que es movido sin contemplación, una nueva posición y se que es el fin; con un último empuje, dejó toda la polla dentro, hasta que puedo jurar que siento los testículos dentro. Contemplo su cuerpo agitado sobre el propio, las manos toman las caderas, ahora es su turno, es parte del ritual; Trelawney me lo ha especificado, con el clímax, todo acaba. Siento el viento helado que me recorre la espalda, tan conocido que se que esta en la habitación, cerca, viendo cómo me follo a otro imaginando su cuerpo. Un último beso y siento la presión en la garganta.

- Respire profundo... - Las manos se anclan al cuello, exprimiendo no sólo el aire sino nublando un poco la vista; respiro profundo todo lo que puedo, esto es necesario -... Abra los ojos ahora - Me ordena, siendo su vasallo me rindo a la orden. El cuerpo de Regulus, me recibe por completo, su fuerte porte, la forma de mover la boca incitándome; el azabache cabello, todo me envuelve.

- Regulus - Lo llamo desesperado, con la bruma de una lágrima traicionera que quiere caer, es un vívido sueño poder tenerlo encima, aspirar su aire y respirar el embriagante olor de su piel; pero no puedo abducirme por su perfección. Necesito terminar, en más de un sentido.

A pesar de la falta de aire, sigo adelante sosteniéndolo con fuerza para tener el impulso necesario y retomar el tormentoso vaivén. Ahora me sostiene cómo en antaño, su punto de apoyo me corta la respiración con cada exhalación sobre mi boca. Desenfocado por completo echo la cabeza hacia atrás, sintiendo las uñas encaramarse en el cuello; sabiendo que no puedo retener por mucho el orgasmo, lo incito vocalmente a terminar, es toda una gran hazaña, apenas vocalizo. La erección chorrea por acabar dentro de su apretado agujero, este tiembla desesperado casi chillando sobre mí, incitándome a acabar, debo aprovechar el momento justo. Abro escandalosamente las piernas, dejando los pies sobre sus plantas para tener un punto de agarre verdadero; las manos tiemblan para componer tal cosa. Empujo con decisión, penetrando el estrecho cuerpo a mis perversos antojos, a media asta; veo su perfección. Me sonríe, me llama una última vez con su voz juvenil; me convenzo en ese instante no hay vuelta atrás. Su esperma me llena el estómago resbaladizo y yo hago lo propio con el suyo.

Mi lengua se enreda en la última palabras del conjuro; convoco la varita mientras el pelinegro está en su propio universo y los testículos se vacían copiosamente. No puedo permitir que se esfume su esencia, aún corriéndose y cortándome por completo la respiración, le doy un último vistazo al rostro húmedo. Es un corte preciso, cerceno las arterias en un jadeo; me baño en su sangre y el cuerpo aún tibio cae encima de mí. Cierro los ojos para no verlo morir, aunque tengo la certeza que nuevamente respirara, no concibo ver dejar la vida de ese par de ojos grises. Lo sostengo con fuerza, besando los labios abiertos, ignorando el sabor de la sangre en ellos; toda la luz a mi alrededor muere. Los dedos en mi cuello, quedan laxos a los lados, su cuerpo cae sobre el mío; beso el cabello húmedo. Cierro los ojos ignorando el dolor en el pecho de mi alma fragmentándose en al menos dos pedazos; lo que nunca jure hacer, aquello por lo cual Voldemort me parece tan patético, lo hago ahora, no para preservar mi vida por la eternidad, sino para rescatar otra, eso al menos, me da un poco de esperanza. Tomo una bocanada de aire intentando regular la respiración, mientras siento una bocanada similar junto al cuello, donde su sangre acabo goteando.

- ¡Severus, estas demente! - Fue su grito lo que me reconforto por completo aún jadeando; todo ha salido a la perfección, todo lo necesario. Le regalo una sonrisa medio ahogado.

- ¡Qué hiciste!… - Parece conmocionado, escandalizado incluso si no supiera su verdadera personalidad que no le permite tal comportamiento -... ¡Qué demonios hiciste! - Toco su cuello, deslizando los dedos por la fina línea rosácea que compone la perfecta cicatriz, ignorando deliberadamente el parloteo.

- Te libere, nos libere… nosotros … yo, nunca…Tu alma... - Desesperado se mueve sobre mis caderas, hago una mueca aún dentro de él; la gravedad actúa inevitablemente ante tanto movimiento, sin embargo, disfruto lo rosa y tibio que se vuelven sus mejillas -... Tu nunca podrás volver a ser el mismo, tu alma ahora está fragmentada - Me acusa astutamente, ignorando el fluir de mi corrida de su cuerpo a la alfombra. Me irgo un poco, abrazándolo con fuerza, sintiendo la tibieza de su cuerpo, que sea eso lo que me confirme que en verdad entra entre mis brazos.

- ¡Tu, maldito bastardo... Todo lo que hice por ti! ¡Me enfrente al lord por ti!… - No se separa, sólo sigue gritando, teniendo la esperanza que responda, pero estoy abstraído en contemplar cada parte de su cuerpo; por fin ha vuelto a mi -... Por ser mejor para ti - Lo último que dice, se cuela entre ambos, por fin decido darle la atención que merece el hombre.

- Te amo maldita diva… - Ignoro su parloteo anterior, buscando los labios que se abren indignados al nombrarlo de esa forma que tanto lo irrita -... Siempre has sido perfecto para mi - Compongo, besándolo por fin, forzando su boca hasta que esta cede ante el imperioso ritmo que le exijo.

- Esta vez, decidí por ambos… - Murmuro entre beso y beso, enredando los dedos en su cabello que comienza a dejar la humedad de lado -... No siempre puedes tener la razón por completo, Regulus - Con una risa morbosa, muerdo su labio inferior. El mago por fin se rinde, acurrucándose en el abrazo, descansando la cabeza revuelta en mi hombro.

- No podré volver, lo sabes… a lo que fui, no puedo volver. Ya no soy ese Regulus - Murmura por lo bajo contra mi cuello después de un par de minutos, dónde somos envueltos en una densa bruma de sentimentalismo aunque ninguno lo quiera reconocer; son muchos años separados.

- Nunca pensaría semejante barbarie... - Lo remuevo un poco buscando su rostro, al igual que el niño mimado que recuerdo, se resiste al principio sólo para ceder por mera terquedad. Lo sostengo del rostro para que su mirada no pueda escapar cómo intenta -... Mi alma perpetua está unida a la tuya, por siempre - Le recuerdo la cruda verdad; estamos unidos desde el momento en que me pose en sus perfectos ojos grises. Gracias a ello lo puedo sostener entre los brazos; tibio y sonrosado.

- Debemos salir de aquí - Desvía la mirada al final, pestañeando exageradamente para no derramar una sola lágrima; orgulloso hasta el final. Beso su frente. Tiene razón.

Tomo la varita olvidada a un lado y limpio el desastre de la sangre del mago que nos ha envuelto a ambos, una vez limpios; me visto apresurado convocando ropa para el mago. El negro lo cubre por completo, fue una buena elección sin duda. Tomo el pequeño saco de monedas que he entregado por esta locura y dejó atrás la cabaña. Apago el fuego y borro cualquier evidencia sobre la alfombra, nadie puede enterarse de mi visita a la cabaña. Una vez satisfecho, tomo mis cosas olvidadas en un rincón y acercó al impávido mago que estático me espera en el umbral de la puerta. Con todo en completa penumbra, sólo un lumos me sirve de luz en el camino. Sostengo su mano con fuerza cuando el mago no avanza.

- Severus - Me llama despacio, casi con miedo sin moverse un solo centímetro. El par de perlas grises, me desnudan en medio de la oscuridad. Dejo la escapada de lado, Regulus quiere decirme algo. Toda mi atención esta con él.

- Hemos estado juntos durante más de veinte años, claro que estoy malditamente seguro Black - No lo dice, pero se que eso es lo que teme; incluso al final, siempre piensa por ambos. Tiro con más ahínco de su mano separándolo de la perpetua cabaña.

Sin demora, lo sostengo más cerca entregándole lo que ansía pero no se atreve a pedir, la confirmación que una vez más lo escojo a él, incluso después de la muerte. Nos adentramos en el pantano en casi completo silencio, todo el mutismo muere cuando lo oigo maldecir con cada paso en el lodoso camino, una sonrisa aflora en mi boca, tan extraña que muchos dirían que es una alucinación, pero es inevitable, a pesar de los años Regulus sigue siendo el mismo chico. Mismo que no lo sabe, pero me ha salvado la vida. Con el horizonte por delante, se que he escogido bien, por primera vez, estoy trazando mi camino; uno que he escogido junto a la insoportable serpiente que amo y por la cual sin duda, entregaría hasta mi carcomida alma. Regulus no es mi Eileen; es la magia misma que me salvo una vez y ahora, lo hace de nuevo. Es mi salvación. Mi perpetua salvación. 

Chapter 11: Con crema, chocolate y dos terrones de azúcar

Notes:

CAPÍTULO XVII : Café
Pareja: Sirius x Remus
Advertencias: Celos, Contenido explicito.

Chapter Text

 

         La familia es una realidad que no se puede escoger, un grupo de personas con las cuales te ha tocado vivir, por designios divinos; la familia no se puede cambiar, se debe adorar, respetar e incluso de llegar el momento debes dar la vida por la familia y el apellido que portas con orgullo, no sólo porque te pertenece sino porque lo ha hecho en individuos casi iguales a ti durante siglos; las tradiciones de la familia se siguen y cuidan como la vida misma, mejor que dicha cosa, si se requiere. Te debes sentir orgulloso de tu familia, exaltarla en cada momento y cumplir con tu deber con ella, cuando se necesite. La familia es poder, éxtasis y gloria, la familia lo es todo; no eres nada sin ella, mucho menos el apellido que portas.

Estas son las palabras que mi madre, día con día, me ha repetido hasta la saciedad; corroyendo mi psique desde que tengo memoria. La familia debe ser lo más importante para mí, es una realidad que ha quedado intrínsecamente arraigada a mi psique hasta que es obsceno, sin embargo, aditamentos como obligarme a respetar a la familia que me ha tocado, se han perdido en el curso del tiempo, desde que dicha familia no sólo ha escupido sobre mi nombre, sino condenado el mismo a pesar de tener el apellido que todos ellos exaltan. No es un secreto para nadie que he sido, la ruina de la familia, mucho más del apellido Black, incluso sobre mis primas que han escogido muggles como pareja, ganando el desprecio y destierro de toda la familia.

Incluso sobre dicho paradigma, se me ha despreciado mucho más, por un crimen tan perpetuo como quedar en una casa diferente a las serpientes, misma que ha sido nuestra insignia durante siglos. He sentido su asco, resentimiento e incluso odio en ciertos casos desde allí; sólo por ser diferente a ellos y no adecuarme a las tradiciones que me imponen, aunque no haya sido mi decisión primaria. Al sentir su rabia, abandonando a mi suerte, sin quitarme el apellido pero sin distinción alguna por el mismo, descubro que todas sus palabras han sido mentira, si que puedo elegir la familia que quiero; sin duda puedo escoger con quién ser feliz.

En mi familia de nacimiento, sólo he podido ser feliz junto a mi hermano, pero al quedar este en la casa de las serpientes, nos hemos separado inevitablemente, aunque siempre he velado en las sombras por su integridad, tal parece que la pequeña figura que una vez ame, ahora a sido corrompida por nuestra madre; mi hermano se pierde entre recuerdos y añoranzas, Regulus deja de ser el pequeño niño que iba a mi habitación con miedo por las noches a convertirse en una auténtica serpiente, digno del apellido Black. Me separo de mis raíces, pero sobre todo de la concepción que ellos quieren que sean, busco mí propio rumbo, mucho más mi propia familia.

No me cuesta mucho como muchos me condenan, en realidad es realmente sencillo, sólo con un par de presentaciones, una que otra jugarreta y la comodidad que comienza a cimentarse en la costumbre, complicidad y compañía. Quizás sea porque compartimos la misma habitación o una forma similar de ver el mundo, como fuese en el abandono dónde me encuentro, no hago más que aferrarme a mis nuevos amigos, mismos que me enseñan la vida desde otra perspectiva; una dónde el hogar no es lúgubre, sino cálido, dónde puedo ser yo mismo sin tener que ser reprendido, dónde se me permite la libertad de mi sangre pura, respaldada por el poder de los galeones en mi bóveda.

Descubro que la familia puede componerse de miembros poco perfectos, llenos de cosas por mejorar y la naturaleza rebelde de su sangre; puedo no ser juzgado sino adorado por mis habilidades y la individualidad de mi mente, incluso puedo ser querido por simplemente ser quién soy. Así la vida comienza a llenarse de imágenes cálidas, sonidos divertidos como la risa y aromas añorantes como el regaliz, el té e incluso el café tan poco patriótico que le gusta consumir a uno de esos miembros que exalto como mi familia. Desde que he empezado a vivir de verdad, no como me han indicado que debo hacerlo, me he encontrado con los que serían mis mejores amigos, un trío de magos tan excéntricos como mi propia persona; las auténticas almas gemelas que siempre me han confortado.

Remus, Peter y James, se han convertido en la familia que se me fue negada, en los hermanos que ahora no me hablan y los cómplices de unos gemelos que nunca tuve; su oscuridad es similar a la propia, sus ganas de aventuras que siempre nos meten en problemas, la sangre que corre por nuestras venas y la manera de ver la vida, se asemeja hasta la extenuidad; quizás por ello no sólo mis instintos, sino mi cuerpo los reconoce con la complicidad calida de una familia, misma que me ha enseñado James al invitarme a su casa; desde allí, tomo todos los aditamentos que me hacen crecer pero también todas las costumbres que me forman como un individuo, alejándome lo más que puedo del apellido Black, aunque use los fondos bajo tal apellido aún así.

Es hipócrita de mi parte, pero incluso he encontrado que en el camino de poder vivir como yo mismo sin importar las habladurías, no sólo la luz baña mi nombre, también motas de oscuridad que son bien recibidas por mi pequeña familia. He aprendido a amoldarme a ellos, tanto como ellos a mí, extrañarlos cuando no están en vacaciones y encontrarlos en aromas, sonidos e incluso sabores que me hacen echarlos de menos con un poco menos de fuerza. James con su indómito gusto por el té inglés, el aroma de la madera de su escoba y los costosos perfumes que usa para atraer a las brujas; Pete con su gusto por el regaliz aunque ya no sea un niño, el aroma del pasto al siempre correr y los costosos ropajes que siempre porta. Remus con su gusto por el café tan costoso en nuestra sociedad al ser un gusto adquirido y extranjero, el aroma al fuerte chocolate amargo que adora y el aroma perpetuo de los pergaminos que siempre ha adorado.

Sus aromas y gustos, todo me recuerda a un hogar, pero mucho más al amor que jamás encontré en mi mansión lleno de lujos, oscuridad y perpetuidad de la sangre. No puedo encontrar nada allí que me cause, un atisbo siquiera de cariño a excepción de mi hermano menor, e incluso en dicho paradigma, la carencia de sentimientos es abrumadora, tan diferente a todos los tipos de amor y complicidad que he hallado junto al pequeño trío de amigos. Siempre he creído que esa es mi verdadera familia, los Potter el hogar que nunca tuve; Peter el calor del hermano menor que perdí y Remus, un tipo de amor diferente que sólo con los años me he dado cuenta de ello.

Ha sido de a poco, casi mágico e inentendible, han pasado miles de cosas en mi vida; acusaciones, traiciones, muerte y desolación, he ganado más de lo que jamás llegue a pensar en mi vida, pero también he perdido todo lo que me ha atado a la misma, lo cual era mi sinónimo de felicidad. He perdido a una buena amiga como Lily, he sentido incluso la muerte de James, he sentido la necesidad de venganza hacia Pete, siendo mi hermano menor y he exaltado el dolor perpetuo de perder a Remus entre engaños y juicios que me han enviado directo a la locura y Azkaban. Allí dónde he perseguido sus aromas como propios, sus recuerdos como mi único consuelo, y la necesidad de escapar como mi absoluta certeza.

La remembranza de dicha cosa, me trastoca los sentidos después de tanto tiempo; he podido superar todas estas cosas, he podido volver a vivir, pero mucho más a rodearme del calor de la familia que creí perdida para siempre; ahora no está Peter, sin paradero aparente aunque por Harry se que esta en las filas de Voldemort. No esta James ni Lily, pero ambos me han dejado un valioso regalo, como lo es mi ahijado; Harry es la representación de la adoración tal como he adorado a sus padres; sólo me queda Remus, mi más fiel compañero, el único al que he podido acudir al salir de Azkaban, el único que me ha devuelto a la vida, con sólo tenderme una simple taza de café, sonreirme y asegurarme al sostener mi mano que todo va a estar bien, justo como siempre ha estado todo al estar juntos.

He creído en su palabras, como muchas veces antes, tal cómo el hombre lobo ha creído en la mía, desde esta noche hacía tantos años cuando me ha descubierto abrazando el cuerpo de nuestros mejores amigos muertos, lleno de lágrimas y desolación. Remus siempre lo ha sabido todo, creyendo en mí, incluso cuando todo el mundo me desprecio. Es imposible, no caer malditamente rendido a los pies del licántropo. No sé desde cuando lo amo, pero es imposible no acotar un sólo recuerdo en mi mente, sin la presencia de Remus en este; el rubio sentado leyendo contra un árbol, el rubio tomando con parsimonia su chocolate con un pergamino en la mano, el rubio furioso por una broma que se nos ha salido de control junto a James; el rubio recibiendo mi café después de una dura noche de licantropía.

Siempre he estado allí para el rubio, incluso antes de que me dijera que era un hombre lobo, tal como el mago siempre ha estado para mí, incluso después de Azkaban. He notado mis sentimientos, cuando me he convertido en un animago para poder acompañarlo en sus noches de tortura que tan mal le hacen, cuando pierde los estribos, muchas veces he dado mi integridad en post de que el lobo, no haga algo que atormente al mago; lo haría muchas veces más es lo que le susurro a Remus después de la luna llena, al ver su sonrisa calma, recibiendo el poderoso café de mis manos, se que en verdad podria incluso dar mi vida por él, una realidad con tonos romanticos que no he tenido con los otros a los que llamo familia. Entiendo entonces quizás con la precariedad de la edad y la poca madurez que amo al rubio, aunque no lo reconozca directamente.

Se que me atrae, eso lo puedo consignar antes de siquiera salir de Hogwarts, Remus se vuelve tan malditamente atractivo que es imposible no querer consumirme en su presencia; el rubio a pesar de las cicatrices que porta, es excéntricamente hermoso, desde su cabello combinado a veces con el color chocolate que ama, otras veces con los destellos del sol hasta su cuerpo fino en musculatura, pero grande en altura; su boca rosa, expresiva y delgada, sus ojos azul verdoso que mutan a dorado cuando el lobo está demasiado cerca; su piel pálida y su amabilidad encantadora, todo me llama con ansiedad. Sé que soy un esclavo de su figura, cuando he comenzado a soñar con él, tomándolo hasta la saciedad, hasta que el mago quiebra mi nombre entre sus labios.

Desde allí se que no lo puedo considerar mi familia, al menos no de la manera como he guardado el difunto nombre de James. Remus compone otro tipo de paradigma, uno que no me he lanzado a descubrir, sólo por la amistad que nos une, misma en la que el rubio parece cómodo, incluso disfruta cada vez que llegó a su lado con su chocolate, café e incluso pergaminos; desde que tengo memoria, el mago no sólo ha sido el sensato de los dos, sino que me ha cobijado a su lado con la misma entrega con la cual un alma reconoce a otra, incluso en medio de la oscuridad. Andando por tales recovecos en esta mañana de soledad e intrusión de la melancolía, no tengo un recuerdo que no sea mi cuerpo andando hacia Remus, con un café en la mano después de cada luna llena.

El rubio siempre toma café, pero mucho más en la mañana después de una luna llena, a veces con chocolate cuando la luna llena ha sido realmente fuerte, ha herido a alguna persona sin querer o ha luchado conmigo evitando así que hiera a algún ser vivo que quedará en su memoria; a veces con leche cuando necesita dormir después de una luna muy agitada, llena de correteadas a mi perro y a la noche; a veces con azúcar o crema cuando tiene un día duro por delante, y no puede darse el lujo de dormir; a veces muy cargado cuando debe beberlo con pociones curativas. Siempre ha sido el café, lo que nos une, en un país como Inglaterra dónde todos prefieren tomar té; somos los extraños al tomar café, como alguna vez fui un extraño en mi propia familia.

Encontrar a alguien con las mismas inclinaciones que las propias, aunque estas sean extrañas aunque a simple vista no lo sean, es lo que me ata al rubio; incluso sobre la certeza que Remus es complicado, tanto como lo soy a la simple vista, sigo a su lado después de tantos años, intentando recuperar el tiempo que he perdido en Azkaban, dónde el aroma al café en su diferente representaciones es lo que más he ansiado, sólo por casi invocar a Remus, abstrayendo su imagen de los recuerdos, mismos que los dementores no pudieron arrancarme. Ahora a pesar de la guerra que se cierne sobre nosotros una vez más, seguimos juntos; sigo preparando su café e incluso un té para Harry cuando el chico está con nosotros en las vacaciones; esta es la nueva definición de mi familia, la que ansío y daría la vida por conservar.

Gracias a esto, es justo que me sienta tan atacado, cuando un nuevo integrante intenta introducirse en mi pequeña rutina, una que he llevado a cabo hasta con Remus siendo maestro de Hogwarts, mucho más ahora que ha salido de la escuela y vivimos cómodamente en la mansión Black, a servicio de la Orden del Fénix y teniendo la vida que siempre debió ser a pesar de vivir del apellido que siempre me desprecio, eso no sólo es irónico, sino que se vuelve incluso sublime cuando es una media casta como Remus, el hombre que amo y por el cual daría toda la fortuna Black, para mantenerlo feliz y a salvo. Por esta devoción, es que casi gruño a la intrusa en mi casa, misma que se sienta en mi cocina con confianza, sólo por la complicidad que el lobo le ha entregado.

Ha empezado desde abajo, al menos eso le debo reconocer; seduciendo al lobo desde las reuniones de la orden, sonriendo cuando el mago ha parecido cansado después de una luna y acompañándolo con una simple conversación cuando el rubio parece abatido; he estado desde lejos observando su treta, no obstante he creído que como en todas las veces anteriores, el rubio no entendería que tal amabilidad, sólo es producto de la seducción innata que busca atraparlo, tal cual ha pasado incontables veces antes en Hogwarts; he pensado tontamente que saldrá de la conversación con un simple muchas gracias e irá a mi lado, para comentarme el avance del nuevo libro que devora al fuego de un buen café y la chimenea en la mansión.

He sido un completo tonto, no sólo porque la nueva bruja en cuestión no cede ante la amabilidad del lobo, sino porque también es media casta, al ser una metamorfomaga; lo cual para mi horror le da una complicidad con Remus que jamás pense observar en alguien lejano a nuestra pequeña pandilla. Tal consideración ha sido como un balde de agua fría, uno que me ha despertado de la cómoda ensoñación que he construido por tanto tiempo, es la primera vez que en verdad me siento amenazado, sabiendo que puedo ser reemplazado, una consideración que jamás había acotado, no en la manera en la que mi corazón se encoge ante la presencia de la bruja de cabello escandaloso; sus sonrisas, la manera en que sostiene el brazo de Remus, la forma en que susurra en su oído, todo me remueve las entrañas, sin embargo, es sólo el inicio de mi pesadilla.

Me he perdido en el tiempo sin duda, de otra manera no se como es que la bruja ha pasado de sonreírle en las reuniones de la orden, a acompañar al lobo un par de noches a la semana; sentándose en mi sala, comiendo en mi cocina y durmiendo en la habitación de Remus, una que he compartido tantas veces que me resulta vomitiva la mera consideración de la bruja durmiendo junto al rubio. Intento no pensar en ello, no coaccionar mi mente a la peor consideración, ni el peor resultado, es verdad que ahora la bruja lo acompaña en sus noches de lucha llena junto a mí, incluso parece estar mucho más tiempo en casa, pero intento creer que no todo está perdido al no verla por las mañanas en mi cocina, al menos eso me repito al bajar después de una noche de luna especialmente fuerte, intentando hacer el café del lobo aún durmiendo; la bruja está en mi cocina.

- ¿Qué haces aquí? - Cuestiono sin un poco de tacto, aunque no sea mi intención, sin embargo no es propio encontrarme a la chica después de una luna, en mi cocina luchando con la cafetera.

- Es una cocina... Preparo café... - Murmura un poco irritada, aún sin poder encender la cafetera; una realidad que le tomará toda la vida, al ser el único a excepción de Remus que sabe el hechizo para echarla a andar -... Uno para Remus - Acota en un siseo, al tanto de la mala mirada que le envió, aunque en otro momento sin duda me causaría gracia su pequeña lucha y mal humor.

- Siempre he preparado su café - Declaro dando un par de pasos hacia al frente, yendo a la estufa dónde la cafetera sólo con tocarla no sólo se activa sola, sino que comienza a llenarse de igual manera; escucho mascullar a la metamorfomaga pero ni siquiera esto me causa placer al ir por el café, el chocolate y la crema. Hoy el rubio necesita todo por completo.

- Ya no tienes porqué hacerlo, se que has sido su amigo leal por años... - Comenta la bruja con aparente sinceridad, pero en la soledad de nuestra comunión, la misma no necesita ser hipócrita, se que lo sabe perfectamente ante el tono burlón de su premisa.

-... Pero ahora tu amigo, ha encontrado a alguien quién pueda hacerlo; puedes dejarlo todo en mis manos - Designa la maldita mocosa, creyendo que puede hacerse cargo de Remus, cuando ni siquiera sabe cómo hacer su café.

- Dejarlo todo en tus manos - Rechisto sin aparentar ahora que el lobo no está con nosotros; no me gusta el tono ajeno, la niña no sabe cómo levantarle el ánimo verdaderamente al rubio, no sabe cómo ahuyentar sus pesadillas; no es la pareja que necesita Remus.

- Si tienes algo que decir sólo dilo - Escupe ya con todo el desdén que sentimos por el otro, la chica es susceptible al menos a mi necesidad de echarla no sólo de la cocina, sino de la vida del lobo que compone mi adoración. La bruja incluso se atreve a enfrentarme de brazos cruzados, cuando podría hechizarla antes de que parpadee nuevamente.

- Tengo mucho por decir, pero no en la mañana en la cual mi amigo ha terminado su luna... - Mascullo con el mismo tono ajeno, un siseo peligroso que parece más el cantar de dos bestias que dos magos funcionales; lo único que me detiene de estrangularla, es el sonido de la cafetera anunciando que debo echar el café en la misma.

-... Sólo te pido que te alejes de mi cocina - Siseo observando con ojo crítico mi trabajo para el lobo aún durmiendo; la bruja a mi lado vale poco en comparación de tal tarea, sin embargo una vez terminó la misma, no sólo preparó la taza del café, sino mis ojos irritados, persiguen unos similares. La chica ha cambiado de color su jodido cabello.

Su cocina... Remus también vive aquí... - Rechista la bruja, corrigiendo con obscenidad, cuando es obvio que la única que estorba en la ecuación es la mocosa de cabello furioso; dejó la parsimonia de lado cuando he tenido suficiente de su irreverencia en mi mansión.

-... Aunque no por mucho... - Comenta la bruja con toda la saña posible, levantando la varita cuando acoto un movimiento similar; ambas magias chocan estrepitosamente, hasta que incluso el café de Remus queda en segundo plano.

-... Será de las últimas mañanas que lo veas, se irá a vivir conmigo - Decreta una seguridad que me deja sin aire, una realidad que jamás me plantee; el rubio no puede dejarme, mucho menos por ella, hemos construido un mundo juntos, mismo que se derrumba ante las palabras ajenas.

- Buenos días... - Expresa un poco cansado el susodicho de nuestra pelea, la bruja acotando el comportamiento hipócrita que el lobo no parece notar, baja la varita de inmediato, yendo en su búsqueda; bajo la varita con coacción, sintiendo la furia hirviendo en mí sangre.

-... ¿Canuto? - Inquiere el lobo, al tanto de mi furia; Remus siempre me ha conocido a la perfección, a excepción de los sentimientos que guardó por él, mismos que duelen hasta la saciedad cuando la maldita niña se ata a su costado y el lobo, la acuna; el aroma del café quemado es tan extravagante como mi sentir.

- Lupin - Siseo devuelta sin poder componer mucho más, el lobo sabe que pasa algo de inmediato, aún así, no puedo quedarme a comprobarlo; salgo casi corriendo de la cocina.

El cúmulo de sentimientos y emociones que he contenido por mucho tiempo, explotan todas a la vez; todo lo que he sentido durante años, me satura hasta que es inhumano. El dolor sordo de perder a un amigo, no se asemeja a perder la que hasta ahora he considerado mi alma gemela; mi familia, la única que me queda junto a Harry. Apenas noto cuando llegó a la habitación, después de trotar por toda la mansión, sólo me despierta el estallido a la puerta detrás de mi cuerpo, sólo para sentir al segundo como todas las emociones salen de mi cuerpo en siseos y dolor consumiendo mi magia, misma que quiebra todo el vidrio a mi alrededor, mis venas vibran y la furia es un descanso perpetuo para mi alma, ni siquiera tengo que usar la varita, solos mis dedos se encargan de convertir mi habitación en una zona de guerra.

Las lágrimas no tardan en caer de mis ojos, hasta que los hipidos son incontenibles, mi mente tal como mis ojos se nublan; nuevamente me siento sólo, tal cual cuando me han llevado a Azkaban, sin una prórroga siquiera. Amo a Remus es tan obsceno que duele, pero ahora hay alguien más a su lado, hay una tonta bruja que se sienta a su lado, esperando el calor que me ha envuelto por años; hay una maldita metamorfomaga que anda a su lado en la luna llena y le prepara su jodido café por la mañana; hay alguien que ha podido reemplazarme en la vida del rubio. El dolor de semejante premisa me ciega por completo, tanto que apenas siento que no estoy sólo en la habitación, hasta que siento las manos del lobo atándose a mi cuerpo, tomando mi cintura y echándome hacia un lado para ver mis ojos envueltos en densas lágrimas; su reacción es inmediata.

- ¿Sirius qué sucede?... - Cuestiona con el ceño ligeramente fruncido el rubio, sin duda preocupado por mi estado, pero en mi consumido dolor, procuro alejarme de su toque -... ¿Acaso te has enloquecido? - Inquiere con un tono más alto de voz, al verme alejar de su cuerpo como si el mismo quemase; aún así, el lobo aún me sostiene de la cintura, impidiendo que escape por completo de su mano.

- Suéltame, Lupin... - Ordeno con la voz rota y húmeda por las lágrimas, mismas que no han dejado de caer, no me importa ahora en realidad, permitiendo que todo lo que siento, salga de mi cuerpo antes de ahogarme -... Vuelve con la jodida bruja; espero que seas feliz en tu nueva vida - Siseo luchando contra la mano de Lunatico, sus dedos se aferran aún más un momento antes de soltarme, sin duda al tanto del resentimiento en mi voz.

- ¿De qué hablas?... - Escupe con una notoria irritación el rubio, ahora que su preocupación ha sido despreciada; el lobo se levanta en su suprema altura, una que siempre me ha gustado, pero ahora me carcome ante la diferencia con la propia, aunque sea mínima la maldita cosa.

-... No voy a tener una nueva vida, Sirius - Masculla sin entender mi perorata, no obstante, no estoy para sus mentiras, mucho menos para que parezca sorprendido ahora que se su maldito secreto.

- No me mientas, Lupin... La metamorfomaga me lo ha contado... Te iras con ella - Declaro con dolor y un nuevo río de mis lágrimas; me duele el corazón roto simplemente con observar sus ojos mutando peligrosamente a ámbar. El lobo ajeno aún está firme en la superficie.

- No me iré con ella, sólo pasaré un par de días junto a la bruja... - Explica el mago, cruzándose de brazos, tal cual cuando nos regañaba a James y a mí, por alguna broma que se nos ha salido de control.

-... Ha dicho que no te sientes cómodo con ambos aquí en la casa... Me ha parecido lo más sensato... Al menos por un tiempo... - Prosigue el rubio, sin embargo, sus palabras sólo me consumen en un estado más precario, al saber que la bruja ha usado mentiras para alejar a Lunatico de mi costado; no me siento cómodo, es verdad, pero con la mocosa cerca de Remus.

-... La bruja es sólo una amiga, Sirius - Comunica con toda la seguridad que puede reunir, pero el mago jamás ha podido mentirme, entiendo perfectamente que Lunatico, no es tan ignorante de los afectos ajenos.

- Ella no te ve sólo como un amigo, Lupin... - Siseo para componer la verdad que tanto me ahoga, mi tono no sólo es de reproche sino totalmente acusatorio; una realidad de la que no puedo escapar el rubio, mucho menos cuando sus ojos me dicen todo lo que necesito saber.

-... No eres estupido, lo sabes - Acoto alejándome un par de pasos, al apenas poder respirar totalmente consumido en mi dolor, el pecho me duele vívidamente, mientras el aire me falta y la rabia por las mentiras dichas por la bruja me carcome hasta la médula.

- Estamos grandes para esto, Black... - Aspecta el rubio, dejando en claro que ha escalado su límite, uno peligroso con el lobo demasiado sensible por la luna; poco me importa la concisa amenaza; Lunatico sólo me nombra por mi apellido, cuando está verdaderamente enojado.

-... No puedes simplemente celarme como cuando éramos jóvenes, por otra posible amistad que pueda tener... - Farfulla aunque sabe que la bruja no sólo quiere su amistad; es hipócrita al ignorar tal cosa con obscenidad. Esto me hace perder los sentidos, de otra manera no se como me acercó con tanta rapidez y poco sentido de la precaución, hasta el lobo furioso.

-... Necesito hacer amigos, crear una vida alejado de tu costado... - Declara como si esto fuese no sólo una mentira que le cuesta decir, sino que ha ensayado sin duda, me preguntó hace cuánto tiempo, el lobo ha planeado alejarme de su lado.

-... No puedo darte la carga de cuidarme toda la vida - Explica con lo que creo que es un vestigio de culpabilidad, pero no puedo rendirme a la misma, al saber que es mi momento; debo decirle todo lo que siento a Remus, es la única forma de poder con mi alma; si decide irse después de eso, el dolor me devastara, pero al menos sabrá que lo amo.

- Toda mi vida, eres tu - Aseguro con toda la certeza que no te tenido en décadas, sin poder estar nervioso sí quiera ante todo el cúmulo de emociones que me consumen, sin dejar tregua a algo tan básico como los nervios; la mirada ajena apenas se apacigua.

- Tu la mia, amigo... Pero hay que avanzar... - Susurra consumido por la misma densidad que me deja sin aire; el lobo da un paso al frente intentando tocarme una vez más, a pesar de lo crudo de sus palabras -... Ya somos dos hombres mayores, merecemos un hogar, uno que sea más que Harry y nuestra compañía - Decanta todas mis emociones con tanta facilidad que abruma, se perfectamente que Remu no ha captado la indirecta en mis palabras, declinando todo a la emoción de un amigos que adora a otro.

- No me entiendes como siempre, Lunatico... - Exalto sin poder creer lo ciego que parece estar con mi querer, pero tan preciso con los sentimientos de los demás; no me muevo, siquiera parpadeo a pesar de las lágrimas, entregando toda mi vida en sus manos.

-... Desde que tengo algún recuerdo de lo que es una vida, un amor o una familia estás tú... Estás en mi memoria desde que aprendí a vivir... - Explico a media voz, siendo tan sincero que todas las confesiones que he recibido palidecen ante mi entrega. Somos dos hombres mayores, pero me siento como un adolecente, jodidamente enamorado pero sin ser correspondido desde el momento.

-... Nuestras pequeñas charlas junto al café por la mañana, son mi aliento para seguir con esta vida que a veces se torna agotadora... - Masculló con claridad, sin dejar espacio a las dudas, incluso en el rubio que me observa detenidamente tanto que parece ahogado con cada una de mis palabras -... Nuestros desayunos, solos o junto a Harry; es todo lo que aprecio con el alma - Declaro como la peor pero más sensible confesión que puedo hacer, absorbiendo de mi nariz como un patetico adolecente rechazado, aunque Lunatico no haya emitido una sola palabra.

- Sirius... Tu... - Tartamudea el rubio, entendiendo por fin la inclemencia de mis sentimientos, el porque me he perdido en la locura al saber que se irá de mi lado; Remus por fin entiende que lo amo.

Sus ojos aún ámbar, no sólo están confundidos sino totalmente perdidos en la incredulidad, tanto como la certeza, una mezcla que lo vuelve loco sin tregua, mucho más cuando sin poder pasar un segundo más lejos de su mano; me lanzó por completo al abismo que nos separa, acercándome a paso rápido aprovechando que los instintos del lobo están consumidos por mi declaración. Es demasiado tarde cuando reacciona, mi cuerpo ya está sobre el suyo, mis manos atadas a sus hombros, empujándolo conmigo; su boca sobre la mía que la busca con añoranza, ligero miedo pero una gran necesidad al querer demostrar lo que por años mantuve en silencio, creyendo que siempre lo tendría egoístamente a mi lado. Doy por completo con una fuerte pared al estar el lobo estoico.

Aún así no me doy por vencido, moviendo los labios para despertarlo, conociendo para este momento a la perfección sus labios rosáceos, incluso debajo del bigote que se ha dejado crecer, uno que roza con el propio recordandome que ninguno de los dos, somos ya los mismos jóvenes que alguna vez fuimos, cuando lo empecé a amar. No me molesta en absoluto la nueva consideración, Remus lo ha dicho, somos dos adultos mayores casi en sus cuarentas, no empero menos de la boca ajena; su sabor extrañamente achocolatado, su humedad que siempre he perseguido en silencio, todo me eleva hasta divinidades que no pensé acotar; mucho más cuando Lunatico despierta de su letargo, enredando sus manos en mis caderas atrayendome mucho más, respondiendo el beso que con tanta necesidad le brindo.

No hay una sola palabra que podamos decir, para alejarnos de este momento; uno que nos funde en una misma amalgama, uno que he añorado durante décadas, y ahora que lo puedo sostener, dejó de lado todas las dudas por la seguridad que siempre me ha definido, incluso lleno de lágrimas. Me ato al lobo como nunca antes, bebiendo con más avidez de su boca, buscando los recovecos que siempre quise andar, derritiendome ante la fuerza contenida de la mitad de su casta llena de instintos, tomando entre mis dedos su cabello rubio que siempre me ha vuelto loco; usando ligeramente la lengua para abrir su boca, cuando los roces superficiales me superan, Lunatico me brinda la plenitud de su cavidad, bebiendo la saliva de los recovecos de mi boca, persiguiendo mi lengua con la suya.

Nos envolvemos en un abrasador beso que me funde los sentidos, mientras por primera vez en mi vida, entiendo por completo lo que es el amor, el dolor y el deseo, conviviendo juntos, en una danza que me deja sin aire en los pulmones, pero de la cual no me deja retroceder al empujar con más ahínco los labios el rubio en mi boca, sin dejar espacio para la tregua, siendo mucho más impositivo de lo que pude imaginar antes, pero es eso mismo lo que funde en fuego no sólo los pulmones, sino el resto de mi cuerpo, hasta que no puedo pensar en nada más que no sea el lobo. Me entrego por completo a su delirio de lengua, labios y gemidos quedos que comienzan a adornar la impúdica entrega, hasta que las manos no se pueden quedar quietas.

Ansiosas como nunca antes, toman todo lo que necesitan para vivir, frotando, acariciando y reconociendo por primera vez el cuerpo ajeno, bajo una luz diferente a la amistad. Conozco el cuerpo de Lunatico por completo, incluso las partes que me genera más morbo observar, pero es la primera vez que puedo acariciar todas ellas; pasando de su pecho ligeramente consumido pero fuerte debido al lobo a pesar de los años, las costados firmes, el abdomen tenso debido a aguantar la respiración gracias a mis dedos; las caderas afiladas debajo del traje de tres piezas que siempre porta incluso en casa, teniendo esa aura de adulto bien portado, uno que he conocido enloquecer hasta la demencia, como ahora que me sostiene con fuerza, tomando mi trasero en sus manos sin siquiera preguntar, dejando en claro que caeremos al mismísimo averno, pero nos encontraremos hasta la saciedad.

No importa otra consideración que tal cosa, dejando entrever el parametro de nuestra comunión, me adapto al mismo, con la consigna que siempre lo he deseado, incluso cuando he buscado su aroma y gracia, en otros cuerpos que por poco nombro como el rubio al ser tomado con intensidad y locura; una que promete el lobo en cada uno de sus besos, lametones a lo largo de mi garganta y mordidas ligeras en mi mandíbula, poco importando las consecuencias no sólo de las marcas sino del lobo bajo su piel; no tengo miedo en absoluto cuando es Remus quién me acuna hasta echarme sobre la alfombra llena de vidrios rotos, sin poder entretener nuestras ansias lo suficiente para llegar a la cama.

Siento ligeramente los pinchazos de vidrio contra mi piel, incluso cuando Lunatico los empuja con su magia lejos de mi cuerpo; poco importa cortarme con los mismos, cuando se que sangrare mucho más al consumir por completo mis ansias del amor de mi vida. Me entrego al delirio de sus manos desnudandome, mientras las propias no pierden el tiempo, tirando del chaleco tejido del lobo, incluso con demencia, arrancando la camisa fuera de sus pantalones, sólo para colmar de atenciones las cicatrices del lobo, incluso las más recientes, el rubio jadea con cada repaso de mis dedos, a la vez que siento la dureza que se forma al sur de su cuerpo, golpeando mi pierna; una similar golpea el estómago ajeno.

No tenemos tiempo de una romántica concepción, cuando nos debemos esto desde hacía décadas; al menos eso acota mi mente, empujando a Remus hacia un lado, importando poco los vidrios u otras banalidades, centrándonos en nuestro sentir con ahínco. El lobo parece actuar en mi consecuencia, siendo guiado por mí, sentándose sobre la alfombra, cuando entiende que necesito hacerme espacio en medio de sus piernas; a medio vestir, con desesperación y unas ansias que jamás había tenido por algún ser, busco su obvia erección, una que choca con mis dedos en cuestión de segundos, después de pelearme con su cinturón. El rubio ayuda levantando la cadera, hasta que me hago con su polla, misma que he deseado hasta la locura desde que tengo memoria.

No hay tiempo para sutilezas, mucho menos para caricias llenas de reconocimiento, apenas una de arriba a abajo, acoplandome al tamaño ajeno, uno totalmente obsceno debido a su media casta; nunca había visto la polla ajena tan endurecida y caliente, pero poco importa al llevarla a mis labios abiertos, mismos que hambrientos la esperan. Los dedos se aferran con ahínco al lobo, endiosando su carne entre mis labios humedos, bebiendo hábilmente de su caliente humedad, misma que me llena la lengua hasta que es obsceno; repaso todo su tamaño con el húmedo órgano a la vez que masturbo con intensidad su erección, los jadeos del lobo me incitan como nunca nada lo ha hecho antes, hasta que puedo correrme con la imagen desecha del hombre que amo, totalmente loco por mis caricias.

Una que se queda impregnada en mis pupilas, mucho más la manera tan perversa en la que la mirada ajena muta al mismo ambarino color pero esta vez consumido en la oscuridad del deseo. Remus no me permite seguir con mi manual consideración, empujando considerablemente la misma entre mis labios, hasta que adoro su carne en lo profundo de mi cavidad; su tamaño obsceno apenas cabe entre mis labios, pero ejecuto toda la habilidad aprendida en décadas deseando tal cosa, para empujarla lo más profundo que puedo en mi garganta hasta sentir su sabor corroyendo la misma. Apenas puedo adaptarme a la invasión, mucho menos a las arcadas consiguientes, las caderas ajenas se mueven de inmediato, mientras procuro seguirle su ritmo, uno que me desconecta de mis sentidos, presto solamente a la cálida piel ajena.

Empuje tras empuje, mi garganta se funde en fuego, mientras la hinchada punta se hace espacio, hasta lograr ahogarme y que la saliva sea el lubricante perpetuo del empuje ajeno; Remus completamente consumido en rojizo e instintos me folla la garganta a su sucio antojo, hasta que sus pesadas cargas se empujan contra mis labios, lo profundo que va en mi garganta equivale a la necesidad en el sur de mi cuerpo; mis entrañas se contraen con cada embiste, hasta que quiero sentirlo en mi interior, mi piel quema por sentirlo, sellando por fin el salto casi suicida que hemos dado. El rubio parece entender en mis ojos desenfocados, la necesidad que me quema la sangre; el lobo se detiene saliendo una última vez de mi cavidad, su sabor envuelve totalmente mi paladar hasta que mi saliva tiene su esencia impregnada.

Es el acuoso líquido el que se riega en finos hilos en el revoltijo de tela sobre la cadera ajena, este nos conecta de una manera perversa hasta que son los instintos los que nos empujan; la ropa es rasgada, mi cuerpo movido de un lado a otro, los dedos se aferran a la piel ajena y la locura nos consume cuando la piel desnuda puede encontrarse a la otra; el tiempo parece andar en nuestra contra, ante la desesperación que nos empuja hacia adelante, llevándose consigo todo nuestro sentido común; los labios no dan tregua, los dedos salen como soporte de las piernas que se abren y las caderas chocan, después de un precario juego con mi interior ansioso, consumido en el lubricante que Lunatico convoca para ayudar a la inclemente penetración de sus caderas, el movimiento es fluido, hasta el fondo y dolorosamente placentero.

Las caderas se amoldan a las ajenas, empujando y siendo empujadas cuando se requiere, chocando en una sinfonía sin igual, pero mucho más encontrándonos a medio camino, sólo para hacer más corta nuestra espera; nos entregamos al vaivén enloquecedor, hasta que las lágrimas que apenas han retrocedido ante las primeras embestidas, vuelven a emerger pero por una consideración diferente; me aferro a la espalda del rubio, dejando un par de marcas indelebles que siempre quemaran en su piel; escondo mí rostro en su cuello cuando sus besos me saben a despedida, su aliento eleva mí nombre y la pasión llega al éxtasis perpetuo. Es tanto el placer que me entrega el el lobo que caigo en la inconsciencia entre sus brazos, al despertar al siguiente día, no sólo me encuentro en una habitación totalmente reparada, sino que sólo el vestigio del aroma del rubio, prevalece en el aire.

Entiendo sin palabras su noción, mucho más cuando nos cruzamos en el pasillo y el tormento en sus ojos es peor que la noción que la bruja mentirosa e irritante me espera en la cocina junto a la cafetera ahora funcionando a su antojo; la mocosa prepara un café para Lunatico, uno para mi y un té cargado para ella, el café es un asco, pero no es comparable a la incomodidad en el aire; Remus no me dedica una sola palabra, sólo me mira desde la lejanía casi ido, mientras somos adornados por los murmullos de la bruja sobre su nueva vida junto al rubio, puedo casi palpar la culpabilidad en el cuerpo ajeno. No puedo siquiera acotar el delirio de hablar primero, cuando el hombre es tan esquivo como el lobo al sol.

Para terminar de joder no sólo mi conciencia, sino la ajena; la bruja atada al cuerpo del rubio, al tanto que algo ha pasado entre el lobo y yo, por la obvia lejania, hace su gracial movimiento con el cual se asegura al menos en su mente discordante, el amor de Lunatico. La metamorfomaga se le confiesa a Remus con la misa cursilería con la cual se han confesado anteriormente una fila de magos y brujas; solíamos reírnos sin duda cruelmente de tales consideraciones al ser tan pasionales y románticas, ahora me pierdo en mi soledad, sin una risa en mis labios, no me gusta en absoluto la confesión ajena, mucho más cuando no me quedo a escuchar la respuesta ajena.

Gracias a esto, no sólo el cúmulo de ansias, necesidades, verdades y culpabilidad me carcome, sino que mi café preparado por la bruja, ahora contiene una adicción de alcohol que consumo como un verdadero problema, sólo para dopar las emociones lo suficiente para el momento dónde debo enfrentarme a los ojos culpables de Remus, es inevitable que a dicha adicción, lo acompañe un cigarrillo muggle; mi duo infaltable para poder sobrevivir una mañana junto al par de tortolitos, incluso cuando he tenido al otro en mi cama, peor aún, cuando el rubio me ha tomado con tanta pasión que ha sido asfixiante. La bruja a pesar de ser mi casa, mucho más mi cocina; escupe, masculla y reniega de mis modales, modismos y evasores, acotando un sin fin de peroratas que no me molesto en escuchar a cabalidad.

- ¿Podrías apagar eso? - Cuestiona la bruja con un tono que está lejos de la amabilidad; después de la última conversación que hemos tenido todo se ha terminado de quebrar, la tolerancia entre ambos es nula, conviviendo por pocos minutos por conveniencia; ambos con ansias de ver a Lunatico al despertar.

- No lo haré - Aclaro de inmediato, siendo mi pequeña adicción calmante lo único que no me empuja a estrangular a la mocosa, mientras hace su insípido café, masculla nuevamente y me gruñe al igual que un animal su descontento.

- No extrañare tus pésimos modales - Escupe con su taza de té sobre los labios, por supuesto yo no extrañare su sombra merodeando; tomo mi cargado café sin un atisbo de felicidad, sintiendo el fuerte sabor del whisky preguntando cuándo aparecerá el rubio, para darle el vistazo del día antes de desaparecer aunque ansie estar a su lado.

- Aunque te has llevado a Lunatico con mañas... - Establezco una verdad obvia para ambos, cuando la chica quiere parecer ofendida por mis palabras; sin duda su actuación es exquisita para embaucar a Remus.

-... Espero que le sirvas de algo, ya sea en tu forma metamorfomaga o como animaga... Necesita a alguien en las lunas venideras... - Acoto con toda la pesadez que la premisa me causa, aún sin poder procesar la misma, menos aún, después de lo que he pasado junto al rubio y la necesidad mostrada por ambos. El verlo en silencio y casi con indiferencia me está matando hasta la locura, pero así lo ha decidido el lobo.

-... No sólo a una insufrible bruja que interrumpa sus mañanas, con su café deplorable, preguntas tontas y amabilidad aburrida... Remus no necesita eso - Decreto con desdén, rebajandome demasiados años, a la misma altura de la bruja que muta su cabello, demostrando su irritación con mis palabras.

- ¿Tu sabes lo que necesita?... - Rechista la bruja, exaltando una seguridad de papel en la qué se cree alguna extraña pareja de Lunatico, cuando su amor no sólo es unilateral sino que carece de toda lógica -... Sólo intento que el hombre esté en mayor sintonía con el lobo - Masculla al ver mi silencio, uno del cual se rie hasta la saciedad, sin embargo, sus burlas apenas me tocan, cuando mi lado ha sido dejado por el rubio, eso si que duele en verdad.

- Remus es perfecto como es con su licantropía incluida... ¿A quién le importa si es más hombre o más lobo? - Cuestiono dejando mis obvios sentimientos a simple vista, no obstante, no es algo que todo el mundo que me rodea no sepa, incluido el precepto de mis deseos. Por algo la bruja me ve como su problemática competencia.

- A mí... Vamos a tener bebés, quiero asegurarme... - Exalta un futuro que no sólo me parece demasiado idílica, sino jodidamente improbable, conociendo los deseos de uno de mis mejores amigos. Ni siquiera dejó que termine su verborrea antes de interrumpirla, tan irritado que siento peligrosamente el alcohol, junto a la furia subiendo a mi cabeza.

- Es patética la codencencencia con la cual lo tratas, sólo para tener su maldito semen para tus absurdos bebés... - Maldigo con todas las letras, haciendole frente a la bruja, entregandonos a esta absurda danza en la cual siempre caemos, enfrentándonos hasta los gritos.

-... Lunatico nunca ha querido tener hijos propios - Siseo una verdad que al parecer el lobo no le ha comentado a la ilusa bruja, una que desprecia sin duda los deseos del lobo, mucho más su tormento de tener descendencia para evitar que hereden su licantropía.

- ¡¿Tu cómo sabes?!... - Cuestiona a los gritos la bruja como lo supe, sus ojos cambiando de color como su cabello, me dejan ver que quizas mis palabras si que han sido dichas antes, sólo que la bruja las ha ignorado deliberadamente, hasta que se ha golpeado con ellas directamente.

-... ¡Deja de decidir por él! - Explota dando concisos pasos hacia delante, intentando hechizarme; una realidad que acoto con la misma simpleza, sacando la varita directamente, hasta que la amenaza queda implícita en el aire. La niña tonta parece olvidar que soy un héroe de guerra, he peleado con algo mucho mejor que ella.

- No decido por él, niña tonta; lo conozco de toda una vida - Le recuerdo una verdad que la bruja odia escuchar, pero que siempre se interpondrá entre sus deseos y los de Lupin; la cuestión por la que siempre termina en enojo sus consignas.

- Sólo eres su amigo - Establece sardónica cuando logro desviar su hechizo, a pesar de lo supuestamente hábil que es en la magia; esto sólo enfurece más a la misma, volviendo nuevamente a los sucios gruñidos atacando sin cuartel.

- Sólo soy su amigo - Rechisto divertido, aunque mis propias palabras duelen como nunca antes, sabiendo que a pesar de usar esto para herir a la bruja, la verdad se tambalea ahora, mi posición al lado de Lunatico parece pender de un hilo.

La bruja lo suficientemente irritada, no mide su fuerza, mucho menos todo lo que se expone al atacarme directamente, cuando con una floritura la desarmo de inmediato; las ansias de golpearla me consumen hasta la saciedad, aún así, evito la tentación recordando que soy un caballero, no puedo rebajarme a tal cosa, aunque lo desee con el alma. A pesar de mi decisión, levantó una vez más la varita para darle un pequeño escarmiento a la chica ahora sin varita, no obstante un cuerpo que reconocería incluso en la oscuridad, se atraviesa en mi minúscula venganza.

Remus como es obvio, cubre todo el cuerpo ajeno, hasta que la chica se pierde en la inmensidad de la espalda ajena, por supuesto esto no evita que escuché su suspiro al sentirse salvada, pero mucho más, su risa al saber que Lunatico se ha interpuesto en medio de ambos, echando por el suelo nuestra lucha de orgullos; el lobo ha hecho su decisión, con sólo un paso que ha dado en medio de ambos, es mucho más de lo que puedo soportar. Bajo la varita, sintiendo el corazón golpear mi pecho, totalmente roto, me duele hasta que siento un brillo insano en mis ojos, advirtiendo de la humedad que se avecina; con la poca dignidad que aún me queda, me alejo del par, andando casi corriendo hacia mi habitación.

- Sirius espera - Acota la voz atronadora del rubio, siguiendome por alguna extraña razón que no quiero entrever, mucho más cuando tengo la obvia certeza que me ha alcanzado en un par de patéticas zancadas.

- Veo que te acuerdas de mi nombre - Siseo con el dolor que ya no puedo ocultar en la voz, sin detenerme en absoluto en medio de las escaleras, mi cabeza sólo anda con un sólo objetivo; esperando dar con el mismo antes de romper en el sórdido llanto.

- Canuto detente - Ordena como nunca antes mi amigo, al besar los primeros peldaños de la escalera que me ha parecido kilométrica, sin embargo tambaleo en la misma al perder el equilibrio gracias a la absurda fuerza del lobo a mi espalda, quién me sostiene del brazo.

- Vuelve con ella Lunático - Ordeno de vuelta, sabiendo que ha tomado su decisión, una dónde yo no habito, aunque mi mente quiera regalarme un atisbo de esperanza por tal incursión. Niego pesimista, soltandome de su brazo, andando por fin por el pasillo de mi habitación.

- Black detente... - Ruge el lobo como pocas veces lo he escuchado antes, hasta que el peligro es inminente en sus siseos, unos que apenas atiendo, acotando con perversión mi poco instinto de preservación -... No huyas más, ya lo hice por ambos... - Exalta casi con pena el rubio, aunque su voz aún conserva su tono malhumorado y siseante; sus palabras son las que me detienen de súbito.

-... Y-yo quiero... Tu... - Intenta medio ahogado, sin saber a qué emoción debe hacerle caso, con tal pérdida de estribos; pero como he dicho antes, poco me importa si es el lobo o el hombre, yo los amo por igual, por ello, evitó el martirio de ambos.

- ¿Qué quieres Lunatico? - Inquiero aún de espaldas, pero quieto como el lobo quiere; por al menos un largo minuto sólo nuestras respiraciones entrecortadas son las que rompen el silencio de la estancia, cuando creo que lo mejor es retomar mi marcha, los pasos de Lunatico son más cercanos.

- ¿Tú me amas?... - Pregunta dudoso el rubio, su voz aunque intenta sonar segura es un atisbo de tal cosa, mientras mi corazón roto parece latir en pedazos por el simple sonido de su voz -... Sirius... ¿Tu en verdad me amas?... No sólo como tu amigo o familia - Acota el lobo, su tono desesperado no me pasa desapercibido; pidiendo incluso en el mismo una respuesta, una que busca con ahínco al girarme ante la flaqueza de mis sentidos y cuerpo.

- Te amo tanto que te quiero todos los días a mi lado... - Susurro con la mitad de la seguridad que espere tener, cuando he repasado este momento miles de veces antes en mi cabeza, imaginando posibles fantasías idílicas; los ojos ajenos totalmente consumidos me reciben de frente.

-... Te amo tanto que te deseo con locura hasta ahogarme en ella... - Murmuro sin aire, al ver incluso las mejillas rojas del lobo, una imagen que creí imposible a nuestra edad, mucho más por algo tan simple como el amor. Estamos viejos para estas nociones.

-... Te amo tanto que no veo una vida sin ti... Mi realidad es tan gris sin ti... - Prosigo tomando un poco más de seguridad, aunque siento el calor propio de la vergüenza en mis mejillas, por tan cursi confesión; a pesar del consumado coqueto que todo el mundo dice que soy, me cuesta hasta la locura ver a los ojos a Lunatico.

-... Te amo tanto que duele saber que te irás con ella, harás tu vida y tendrás los cachorros que nunca has querido... Serás feliz... Sin mí - Finalizo mi fatídica certeza, una que no he querido ver hasta ahora pero duele hasta que es obsceno; no obstante, no espero que mis palabras casi son interrumpidas, por el lobo quién me empuja hasta que su cuerpo choca con el propio.

- Nunca podría hacer una vida dónde no estés tú, Sirius... - Comunica con una seguridad incluso abrumadora el rubio, ajustando sus manos a mis caderas, susurrando sus palabras casi sobre mis labios -... Eres todo lo que necesito... Mi amigo, mi alma gemela, mi familia... Lo eres todo para mí - Murmura directamente sobre mi carne, casi estrangulado por la necesidad que es compartida, una de entregarnos a la locura en los brazos ajenos como ya lo hemos hecho antes.

- Ella... - Intento recordarle, el lobo simplemente niega, haciendo un ademán sin importancia con la mano; por un momento veo el mismo adolecente que me ha seguido todas las travesuras incluso las más sucias, tal como James en su tiempo.

- Ella cree que tiene mi corazón, pero ese sólo te pertenece a ti - Acota tomando mis besos sin precaución alguna, pero esta vez no sólo es la pasión la que nos mueve, sino el bambolear constante de nuestros corazones juntos, hasta que nos deja sin aire.

- ¿Remus? - Cuestiona una vez que ambos reconocemos de inmediato; intento empujar el cuerpo del lobo al tanto de la niña en la ecuación, Lunatico aún así, se toma el tiempo de soltarme con una ligera crudeza que no he visto en mucho tiempo.

Al soltarme sólo lo hace por conveniencia, susurrando que volverá pronto; intenta darme otro beso rápido pero lo esquivo hasta que sus labios golpean mi mejilla, sólo por la bruja que nos observa, misma que aunque me ha hecho la vida imposible en tantos niveles diferentes, incluso cuando he querido golpearla, no merece la crueldad que ella ha querido para mí; no soy altruista en absoluto, pero se lo que es tener el corazón roto, sobretodo por el mismo hombre que la guia a la cocina en el primer piso, misma que he dejado casi en el llanto, ahora aunque no tengo edad para tal cosa, me siento como un maldito adolecente con las mariposas y todo revoloteando en las entrañas. Me echo sobre el primer peldaño de las escaleras esperando el retorno de Lunatico.

Los gritos no se hacen esperar, incluso aunque no los quiera oír; exigencias son dichas, ilusiones son rotas, ansias son intentadas explicar y no debo esperar mucho para el llanto, las malas palabras y los gritos de vuelta, incluso una que otra burla de la bruja dolida, todo termina abruptamente en una concisa bofetada que resuena en toda la mansión, instantes después escuchó el sonido de una aparición. Espero pacientemente, aunque nunca ha sido mi estilo, sin embargo Lunatico nunca aparece, lo único que escucho es el sonido de la cafetera mágica que ambos hemos aprendido a usar, sólo por el capricho de Remus, espero un poco más antes de decidirme a aparecer en la cocina, cuando el olor a café inunda toda la mansión. Es mi señal, sin duda alguna.

- ¿Me preparas uno? - Susurro al ingresar en la cocina, ambos ignoramos el desorden de la misma, después de las batallas que se han librado en esta, espero que Krecher pueda hacer algo con el estropicio más tarde.

- ¿Noche pesada? - Cuestiona Lunático, en un acuerdo táctico de olvidar todo lo pasado; su sonrisa calma de siempre me deja en claro que sólo nuestra confesión es lo que debe prevalecer en nuestra mente.

- Más bien ligera... - Siguiendo con la ignorancia por conveniencia, una que me sabe a gloria cuando el rubio dirige sus ojos brillantemente seductores y sus labios mutan ligeramente a la consideración coqueta que he visto incontables veces antes, cuando el lobo ha intentando seducir a algún ser, siento en las entrañas la debilidad propia de tal consigna.

-... Solo un poco desolada - Comunicó fijandome en la maestría con la cual el lobo, prepara el café e incluso las tazas, dejando en claro que lo sabe hacer perfectamente; sólo ha permitido que yo lo haga para él, el corazón consumido vibrando en su dirección, sólo palpita con mayor fuerza.

- Siempre te lo he dicho, Canuto... - Susurra dejando de preparar el café, el mismo toma un aroma increíble, mientras el lobo se acerca a mi cuerpo, rodeandome hasta que sus brazos envuelven la mitad de mi pecho.

-... Todo va a estar bien, si estamos juntos... - Murmura una realidad que me ha dicho años atrás, cuando me han dado el juicio para Azkaban e incluso cuando he salido de la cárcel y él ha sido el único que he buscado. Quizás no me he dado cuenta en un par de cosas con el tiempo.

-... ¿Café con crema, chocolate y dos terrones de azúcar? - Inquiere una respuesta que ya conoce contra mi cuello, hasta que la piel se me eriza; su húmedad me adora el cuello sobre la camisa, antes de retroceder.

- Perfecto - Casi jadeo intentando encontrar mi voz, mientras el lobo sólo ríe como recuerdo lo hace después de hacer alguna travesura.

Siento de inmediato el peso de ser conocido de tal manera por otra persona, la complicidad, el amor, la emoción de la compañía ajena, todo me toma si bien no desprevenido, sí por primera vez en tal proporción, hasta dejarme sin aire. Se siente exactamente como siempre he esperado que se sienta el amor, mucho más que el que siento por el rubio; la amistad entre ambos es mi adoración, pero este nivel de complicidad, me gusta más. Remus no sólo es mi amigo, sino mi alma gemela, mi fantasía más exquisita, el placer que me consume, y por supuesto mi familia; los recuerdos más hermosos, las travesuras más obscenas, las ansias de tocar su piel, mi eterno amor, las lunas llenas completamente sumergidas en aullidos y mi café por las mañanas; lo es todo

Notes:

° Las etiquetas, personajes y parejas se irán actualizando, mediante pasen los días. Al igual que las advertencias en cada capítulo.

Trabajo re subido, fecha original de publicación: Octubre 1, 2020. Los personajes no me pertenecen, son propiedad de JK Rowling. Los uso sin animo de lucro, solo por diversión.

PK.