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Burn it All (SwissxSodo)

Summary:

En los oscuros pasillos del ministerio, dónde las sombras del poder se arrastran más rápido que la luz de la devoción, Dewdrop y Swiss encuentran un consuelo improbable uno en el otro. Unidos por un amor silencioso y profundo, su vinculo florece en secreto mientras el clero (la figura que juró protegerlos) se convierte en su mayor amenaza.

Chapter 1: El susurro antes del grito.

Summary:

—¡¿Y ya está!? ¿Nos subimos al puto bus y eso es todo? ¿Nadie va a decir nada?
Ifrit, su voz explotó al igual que un incendio, rompiendo la tensión como un hacha.
—¡¿Dónde está Terzo?! ¡¿Por qué no lo seguimos?! ¡¿Qué mierda fue eso en el escenario?!

Nadie respondió.

Ifrit se puso de pie, tambaleándose por el movimiento del vehículo, los puños apretados, el pecho subiendo y bajando como un combustible encendido.
—¡Nosotros no somos soldados del Clero! —escupió— ¡Somos su banda! ¡Somos su gente! ¡Y lo dejamos ahí como si nada!

El autobús siguió avanzando. El conductor, uno de los silenciosos del Clero no volteó.

—¡¿Y ustedes?! —Ifrit señaló con furia, uno por uno— ¿Tan fácil fue? ¿Tan rápido se olvidaron de todo?

Notes:

Hola a todos! este es mi primer Fic, es un proyecto en el que he estado trabajando con mucho cariño, la meta es sacar un capitulo ilustrado al mes, además de las animaciones de Tiktok y los dibujos interactivos en Instagram, así que si les gusta el contenido por favor apóyenme con sus agradecimientos y comentando, esto me ayuda a mantener vivo el proyecto. Les dejo por aquí mis diseños de los ghouls que aparecerán estos primeros caps y espero pronto traer a la familia Emeritus. Sin más que decir pasemos al cap.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

 

El camerino estaba helado.

No era por falta de calefacción, el lugar estaba bien aislado, decorado con terciopelo oscuro, velas aromáticas y ceniceros llenos de colillas a medio consumir, un lugar agradable para los miembros del grupo regularmente, sin embargo, en esta ocasión el aire era distinto, se sentía denso. Como si algo invisible flotara en el ambiente, enredándose entre los Ghouls mientras se preparaban para salir al escenario.

Dewdrop estaba frente a un espejo manchado de sombras y tiempo, ajustando los cierres de su traje con manos firmes, aunque su respiración traicionaba un leve temblor en sus dedos. El vinilo negro brillaba bajo la luz tenue, sus ojos, detrás de la máscara aún a medio colocar, estaban clavados en su propio reflejo, reflejo cuyo cual, parecía opaco gracias a la superficie desgastada.

Detrás de él, Mountain hablaba en voz baja con Air, intercambiando frases cortas y miradas cargadas de preocupación. Nadie se reía. Nadie hacía bromas. Ifrit afinaba su guitarra por quinta vez, aunque sabía que estaba perfecta desde la primera.

—¿Ya escuchaste? —murmuró Aether, apenas audible sobre el zumbido de los ventiladores—. Dicen que Sister no está contenta con Terzo. Parece que algo se está cocinando…

Swiss ascendiendo con lentitud, cruzado de brazos, como si llevara horas escuchando lo mismo desde diferentes bocas.

—He oído cosas... nombres... incluso un reemplazo —agregó Ifrit, sin apartar la vista de las cuerdas.

Dewdrop dejó de ajustar su traje por un segundo, sus dedos quedaron suspendidos en el aire, y luego reanudó el movimiento, más lento, como si de pronto todo el proceso se hubiera vuelto ceremonial. Su pecho se sentía apretado, no le gustaban los rumores, mucho menos cuando venían con el peso de la verdad mal disimulada.

Fue entonces cuando se abrió la puerta con el chirrido más teatral que pudo haber escuchado esa noche haciendo que las orejas de los Ghouls se alzarán ante el sonido,

Terzo, vestido con su traje de gala papal, maquillaje perfectamente aplicado, y esa sonrisa encantadora que siempre parecía decir: "Yo tengo todo bajo control". Su presencia llenó la habitación como un perfume denso, envolviendo a todos con una falsa sensación de calma.

— ¿Otra vez con las conspiraciones? —dijo con una risa suave, paseándose entre ellos—. ¿No se puede intentar adivinar el futuro como si fueran pitonisas de circo?

Dewdrop se volvió para encararlo, la máscara aún sostenida en su mano. —No son conspiraciones, sí Sister ha mandado a cerrar las puertas del segundo camerino, mucho menos sí ella está en el recinto desde esta mañana y no ha venido a verte.

Terzo alzó una ceja, teatrero como siempre. —Hermana siempre ha sido… intensa. Pero sin mí, no hay ritual y ustedes lo saben. Yo soy el corazón de este acto, nadie destituye un corazón así como así.

El silencio en la sala fue brutal.

Mountain bajó la mirada, Aether susspiró, Swiss lo miró directamente, por primera vez sin sarcasmo.

—Y si estás equivocado, ¿qué haremos? —preguntó Aether finalmente, su voz era un susurro grave.

Terzo no respondió al instante. Se acercó al espejo, se acomodó el cuello con dedos impecables y se observó por unos segundos eternos. —Entonces… ustedes harán historia conmigo. Oh sin mí. Pero hasta que llegue ese momento…— Se volvió hacia ellos, con una sonrisa tan segura que por un instante pareció tener razón. —Salgan ahí fuera y denles el mejor maldito ritual de sus vidas.

El reloj marcaba diez minutos para el inicio. Afuera, el público rugía como una bestia despierta y aunque todos se movieron para alistarse… la tensión no se desvaneció, solo se hundió más hondo mientras el camerino comenzaba a vaciarse. Algunos Ghouls ya estaban siendo llamados para posicionarse tras el escenario, la energía del público comenzando a filtrarse como un zumbido constante a través de las paredes. Aun así, Dewdrop se había quedado un momento más, ajustando el último broche de su traje frente al espejo, con la mirada clavada en su propio reflejo.

—Estás frunciendo el ceño otra vez, Dew —dijo una voz grave y melódica a su izquierda.

Swiss quien apareció a su lado como una sombra con brillo. Se encontraba apoyando un codo en la mesa del tocador, con la máscara ya puesta, aunque ladeada con cierto descuido intencional. Tenía esa sonrisa traviesa que siempre traía problemas junto a una energía más inquieta de lo normal, su cola se meneaba de un lado a otro como si algo lo estuviera empujando por dentro.

— Es mi cara —respondió Dewdrop, seco, aunque sin verdadera dureza.

—No, no. Tu cara de “algo malo va a pasar y voy a tener que matar a alguien”. Te la conozco —Swiss se inclinó más cerca, bajando la voz—. Es tierna, la verdad, me da ganas de lamerte la mandíbula.
Dew le lanzó una mirada lenta, decidiendose en sí valía la pena responder o simplemente empujarlo al suelo. Swiss entonces, soltó una risita y se enderezó, jugueteando con el cierre de su chaqueta.

—Relájate, gotita —continuó—. El Papa es un idiota encantador, el publico lo ama, además Sister vive disgustada desde 1969, y nosotros seguimos aquí. Esto es solo otro capítulo de la telenovela infernal que llamamos "el Clero".

Dew no respondió de inmediato. Concentrando su mirada a través de la puerta entreabierta, podía ver hacia el pasillo que llevaba al escenario. Allí, bajo una de las luces blancas del pasillo, estaba Terzo, ajustando sus guantes con movimientos estudiadamente dramáticos.
Y junto a él… Ifrit.
Pegado como una sombra. Demasiado cerca, con la cabeza inclinada como si estuviera esperando órdenes, atención, o (más probablemente) afectado. Terzo, sin siquiera mirar, le hizo un gesto con la mano como quien espanta una mosca.
Ifrit no se movió.
Eso hizo que Terzo girará, frunciendo los labios, y le dijo algo con el tono exagerado de quien está al borde de hacer una escena.

—¡Por Satán, Ifrit! ¡Vete a revisar tu guitarra o algo! ¡No necesito un maldito abrazo antes del Apocalipsis!

Ifrit parpadeó… y dio un pasito más cerca, como si eso fuera exactamente lo que necesitaba hacer.

Swiss soltó una carcajada baja y ronca, su hombro rozando la de Dew mientras ambos observaban la escena.
—¿Ves? No somos los únicos tensos. Ifrit está al borde de pedirle a Terzo que le firme el pecho —dijo, empujando juguetonamente a Dew con la cadera—. ¿Quieres apostar cuánto dura antes de que Terzo le tire algo?

Dew susspiró, pero una sonrisa contenida le curvó los labios por primera vez en toda la noche.
—No apuesto en cosas seguras.

Dew observó a Swiss un momento más, el lenguaje corporal del Ghoul múltiple más inquieto que de costumbre, como si contuviera una energía que no sabía a dónde dirigir.
—Lo que pase allá afuera, no importa. Yo me quedo contigo. ¿Si? —dijo Swiss con calma pero aún con algo de burla, intentando calmar la tensión de su compañero.

Dew lo escuchó, y por un segundo, entre las luces tenues, el eco de la música y la sensación de algo inminente. La ansiedad se volvió un poco más llevadera.
—Sí —dijo, y fue suficiente.

Una llamada de voz desde el pasillo: "¡Cinco minutos para el Ritual!"

El momento se deshizo como humo. El Water tomó su máscara, ajustándola con movimientos calculados, Swiss le dio una palmada rápida en el trasero y se fue con una risa contenida antes de que Dew pudiera golpearlo.
Ifrit seguía detrás de Terzo, que ahora sostenía un incienso en una mano y una expresión de profunda resignación.
—¡Te lo juro, Ifrit! ¡Voy a rociarte agua bendita!

 

...

 

La oscuridad detrás del escenario era espesa, apenas iluminada por luces rojas de seguridad y el tenue resplandor de las velas ceremoniales colocadas en los altares laterales. El sonido del público era un murmullo constante, como el mar, creciendo en intensidad, hambriento por el inicio del ritual.


Los Ghouls estaban en posición.
Cada uno en su marca, respirando al unísono, alineados en una mezcla perfecta de precisión y nervios. Las máscaras y puestas. Las manos en sus instrumentos. Las espaldas rectas. Pero el aire... el aire estaba distinto.

Cada uno en su marca, respirando al unísono, alineados en una mezcla perfecta de precisión y nervios. Las máscaras y puestas. Las manos en sus instrumentos. Las espaldas rectas. Pero el aire... el aire estaba distinto.
Dewdrop, desde su lugar, alzó la vista por un momento, a través de una cortina de humo y penumbra, lo vio: Terzo, parado a unos pasos del ascenso al escenario.

Dewdrop, desde su lugar, alzó la vista por un momento, a través de una cortina de humo y penumbra, lo vio: Terzo, parado a unos pasos del ascenso al escenario yY junto a él, otra figura: Ifrit.
El ghoul de la guitarra estaba rígido, el cuerpo tenso, los dedos apretados alrededor del mástil de su instrumento, pero lo que le robó la respiración a Dew fue la mano izquierda de Ifrit, que temblaba… buscando lentamente la de Terzo, como si temiera ser rechazado. Al igual que un niño que no quiere quedarse atrás.
Por un segundo que pareció eterno, Terzo no reaccionó. Su rostro, cubierto de maquillaje blanco, líneas negras impecables, ojos delineados con precisión demoníaca… él estaba serio. Cansado. Casi distante.
Pero entonces algo cambió.

Pero entonces algo cambió.
Su mirada se suavizó, apenas un poco, subió la vista hacia Ifrit, y sus labios se curvaron en una sonrisa pequeña, frágil. Con un gesto lento tomó la mano temblorosa del ghoul y la presionada. No como líder, no como Papa… sino como alguien que, por primera vez en mucho tiempo, entendía el miedo de otro ser.

Su mirada se suavizó, apenas un poco, subió la vista hacia Ifrit, y sus labios se curvaron en una sonrisa pequeña, frágil. Con un gesto lento tomó la mano temblorosa del ghoul y la presionada. No como líder, no como Papa… sino como alguien que, por primera vez en mucho tiempo, entendía el miedo de otro ser.
—Tranquilo, Piccolino —susurró, lo suficientemente cerca como para que solo Ifrit lo oyera—. Todavía no me han quemado en la hoguera.
Ifrit soltó una risa entrecortada, los ojos brillando detrás de la máscara. Se inclinó levemente, como si pudiera esconderse en ese pequeño gesto de consuelo.
Dewdrop bajó la mirada, sintiendo que había presenciado algo que no estaba destinado a nadie más y sin embargo, le dio una nueva fuerza. Un recordatorio de que más allá del caos y las máscaras, todos eran una familia. Destrozada, sí. Disfuncional. Pero familia al fin.

Dewdrop bajó la mirada, sintiendo que había presenciado algo que no estaba destinado a nadie más y sin embargo, le dio una nueva fuerza, era un recordatorio de que más allá del caos y las máscaras, todos eran una familia. Destrozada, sí. Disfuncional. Pero familia al fin.


Del otro lado del escenario, Swiss también observaba. Y cuando Terzo levantó la mano para dar la señal, su sonrisa volvió pero esta vez… cargada de algo más. No sabía de qué o por qué. Tal vez porque ver a Terzo… así… le recordó que todo lo que estaba por suceder esa noche no era solo un espectáculo.
Ya estaba todo listo. Las luces, el sonido, el incienso cargando el aire con el aroma de mirra y anticipación. La multitud rugía como una criatura ancestral, esperando su alimento espiritual.

Ya estaba todo listo. Las luces, el sonido, el incienso cargando el aire con el aroma de mirra y anticipación. La multitud rugía como una criatura ancestral, esperando su alimento espiritual.
Y entonces, las luces se apagaron.
El Ritual había comenzado.

 

...

 

Desde el primer acorde, Swiss sintió la electricidad metros por debajo de la piel.
El estruendo de la multitud, el golpe seco de la batería, la vibración del bajo... lo atravesaban como rayos. Y de pronto, ya no era el músico suizo. Era algo más. Algo salvaje.
Cada nota que tocaba lo arrastraba más lejos del presente, se movía por el escenario como un depredador con elegancia caótica. Su cuerpo ondulando al ritmo del riff, su respiración cada vez más rápida, con el sudor resbalando por el cuello bajo la máscara, los ojos brillaban bajo la luz estroboscópica. Él sabía que el público gritaba, pero ya no distinguía voces. Solo un chillar colectivo, como el del infierno abriéndose.


En algún punto, se acercó a Dewdrop… Demasiado cerca.
Lo rozó, lo provocó. Un roce de cadera, un giro que casi los hace chocar, una sonrisa que era más una amenaza que un gesto amistoso.
Dewdrop lo empujó sin dejar de tocar, serio, concentrado. Pero el río suizo. No por diversión, por necesidad de no explotar, para no morir.
Terzo, al frente, reinaba sobre la escena. Su voz era fuego, su figura era una sombra alargada entre las llamas y los rayos. Detrás de él, como un perro fiel que no sabía si estaba invitado o condenado, Ifrit estaba quieto… pero con la mirada fija en su líder, una mirada que parecía esperar que todo fuera a desmoronarse en cualquier segundo.


“Algo viene.”

Pero la música era demasiado fuerte, la adrenalina demasiado dulce y Swiss estaba demasiado lejos de sí mismo para parar.
Así que siguió tocando.
Más rápido. Más intenso. Más profundo.
Porque si todo iba a arder… él pensaba bailar en las llamas.

 


Luces rojas pintaban el escenario y la multitud coreaba con una entrega religiosa. En cuanto a Swiss… Swiss seguía en otro plano, la música atravesaba su cuerpo como un rayo interminable, lo hacía vibrar, moverse, devorar el espacio con una intensidad que rayaba en lo animal.

Sus pies no tocaban el suelo: lo golpeaban.

Sus manos ya no tocaban cuerdas: las desgarraban.

El público rugía y él rugía con ellos.


Dewdrop estaba a su izquierda, inquebrantable como siempre, aunque algo en su mirada había cambiado. Un peso. Una sospecha. Una tensión que Swiss ignoró (o se obligó a ignorar) porque si la reconocía, todo se vendría abajo, Swiss lo miró, y por un instante, quiso creer que todo estaba bien.
Hasta que no lo estuvo.


Los vio antes de que el público reaccionara, dos figuras vestidas de negro, sin máscara, sin símbolos, sin ruido. Aparecieron desde el lado del escenario como una sombra partida en dos, caminando con seguridad como si nadie pudiera detenerlos o como si ya supieran que esto iba a pasar.
Swiss entrecerró los ojos, sin dejar de tocar pensando que tal vez era parte del espectáculo, algún número nuevo o una aparición dramática.


Hasta que uno de ellos tocó a Terzo.
Y entonces lo sintieron. 
El silencio.


No en el sonido, la música seguía igual que el público, pero algo en el aire se rompió, como una cuerda tirante que finalmente cede, la voz de Terzo se apagó, no se desmayó, no tropezó como en alguno de los rituales pasados, esta vez simplemente… fue silenciado.


Swiss dio un paso hacia adelante, los dedos aún corriendo sobre las cuerdas, su mente atrapada entre la música y la incredulidad, incapaz de dejar de tocar, pero sus ojos estaban clavados en la figura de su Papa, ahora sostenido por los brazos por esos dos desconocidos.
Terzo forcejeó, pero débil, más confundido que enojado, Gritó algo, el micrófono ya no lo captó, y su mirada recorrió al público, al escenario, a sus Ghouls.

A ellos.

Swiss sintió que le faltaba el aire.
Dew dejó de tocar.
Air se giró sin entender qué estaba viendo, Mountain estaba igual que un ciervo deslumbrado. Ifrit… Ifrit dio un paso hacia adelante, sin pensar al igual que un perro viendo cómo arrastran a su amo, Aether intentó correr tras él, reaccionando antes que los demás.


Entonces, desde la oscuridad lateral, como salido del mismísimo inframundo…
Papa Nihil.
Sostenía su bastón, su mirada antigua, con el peso de mil rituales sobre los hombros ni siquiera se posó en ellos, alzó una sola mano huesuda, un orden muda.

Tranquilos.

Y el mundo se detuvo en seco... los Ghouls obedecieron.

Swiss sintió su cuerpo anclarse al escenario, aunque por dentro la euforia aún ardía, descontrolada, atrapada sin salida, sintiendo que cada músculo quería correr, gritar, romper algo… Pero no pudo moverse, solo obtuvo a Terzo siendo arrastrado hacia la oscuridad, un rey vencido en su propio trono.
La música cayó en falsos acompañada de los gritos del público y Swiss… no sabía si quería arrancarse la máscara o arrancarse la piel.

“No te muevas.”

La orden silenciosa de Papa Nihil resonaba en su cuerpo como un eco inquebrantable, como una maldición clavada en los huesos. No era una amenaza, era un comando que iba más allá de lo físico, algo más profundo, un peso atado al alma.

“No te muevas.”

Su mente vibraba, como una radio mal sintonizada, un lamento atrapado entre las rejas de su cráneo. El instinto, ese fuego salvaje que lo guiaba en el escenario lo empujaba hacia el borde. Su cuerpo, aún quieto, quería rebelarse pero nada se movía más allá del temblor en sus dedos.
Su mirada giró rápida, desesperada, buscando algo que lo hiciera sentir real.
Y ahí estaba Dew.
A unos pasos de distancia quieto también casi como si estuviera congelado en una pintura rota, su bajo aún colgando de su pecho, las luces le rebotaban sobre la máscara metálica… pero no ocultaban sus ojos.

Swiss sintió que algo dentro de él colapsaba, porque los ojos de Dew no eran de un guerrero. No eran los de un compañero firme como una roca, eran los ojos de alguien que tenía miedo y no del público. No del Ritual. No de Nihil.


De lo que acababa de pasar.

La euforia que lo había arrastrado minutos antes se apagó de golpe. Lo que quedaba era frío, grietas y el crujido interno de una lealtad resquebrajada.

“¿Qué estaba haciendo ahí?”

“¿Qué estaban haciendo todos?”

Esas preguntas se repetían en su cabeza mientras sus músculos ardían por el esfuerzo de contenerse, pero su pecho dolía aún más por no haber hecho nada. No corras. No grité. No luchó. Y Terzo… ¿Dónde estaba Terzo ahora?


A lo lejos, la voz de Papa Nihil retumbaba, hablando de la “gloria restaurada”, de un “nuevo ciclo”, de cómo “el Clero no se detiene”. La multitud lo adoraba.

Suiza olfateó náuseas.

...

Tras escuchar un sermón ecleciástico…tras el abandono de un ídolo y el lamento interno que cada Ghoul sintió contracturar su pecho…el ritual incompleto, acabó. Así de sencillo. Como si no hubiera valido la pena presentarse ante el público…Como si los últimos momentos con Terzo no hubieran tenido valor.


El autobús avanzaba por la autopista negra como brea, con las luces de otros carros escoltando desde lejos, silenciosas e impersonales figuras del clero. Los Ghouls estaban demasiado aturdidos como para ni siquiera recordar el camino de regreso al vehículo que se vieron obligados a emprender sin su líder.

Swiss estaba sentado en el fondo, la cabeza apoyada contra la ventana, el vidrio frío templando el calor que aún ardía bajo su piel. No podía dejar de pensar en las últimas palabras de Terzo. En esa sonrisa fugaz o en la mano temblorosa de Ifrit intentando aferrarse a él.

A su lado, Dewdrop no se movía, con la orden de Nihil aún resonando en sus aletas. Había dejado el bajo sobre el asiento, tenía los brazos cruzados, los ojos clavados al frente como si mirar otra cosa lo fuera a quebrar. No hablaba. Ni siquiera parpadea.

Y entonces, el silencio se rompió.

—¡¿Y ya estás!? ¿Nos subimos al puto bus y eso es todo? ¿Nadie va a decir nada?
Ifrit, su voz explotó al igual que un incendio, rompiendo la tensión como un hacha.
—¡¿Dónde está Terzo?! ¡¿Por qué no lo seguimos?! ¡¿Qué mierda fue eso en el escenario?!

Nadie respondió.

Ifrit se puso de pie, tambaleándose por el movimiento del vehículo, los puños apretados, el pecho subiendo y bajando como un combustible encendido.
—¡Nosotros no somos soldados del Clero! —escupió— ¡Somos su banda! ¡Somos su gente! ¡Y lo dejamos ahí como si nada!

El autobús siguió avanzando. El conductor, uno de los silenciosos del Clero no volteó.

—¡¿Y ustedes?! —Ifrit señaló con furia, uno por uno— ¿Tan fácil fue? ¿Tan rápido se olvidaron de todo?
Su mirada cayó sobre Swiss
—¡Tú! ¡Tú lo viste! ¡Tú estabas ahí cuando él—!

—¡Cállate! —rugió Dewdrop, poniéndose de pie también, con el cuerpo temblando, el rostro deformado por algo que no sabía si era culpa, rabia o miedo— ¡No sabes lo que estás diciendo!
Ifrit lo empujó con el antebrazo, apenas un roce, pero suficiente para que la tensión estallara.


—¡Claro que sé! ¡Sé que nos quitaron a Terzo frente a todos y nadie hizo una mierda!
Antes de que Ifrit pudiera siquiera volver a levantar el brazo Swiss lo agarró de la muñeca. Firme. Feroz. Ifrit giró la cabeza con furia, pero al ver a Swiss tan cerca, tan tenso, tan peligroso, algo en su mirada titubeó.

No toques a Dew otra vez . —repitió, por lo bajo, enseñando a los colmillos a modo de una advertencia silenciosa.
Pero Ifrit no bajó la guardia, sus ojos brillaban al igual que una fogata en medio de la noche, no de furia, era algo mucho más profundo, respiraba como un animal herido, sudoroso, desequilibrado, al borde del llanto o de la violencia.


—¡Era Terzo! —dijo, la voz quebrándose por fin— ¡Él...él era el único que!...—silencio, una mirada de dolor cruzó los ojos de Ifrit antes de recomponerse—Él me miró. —dijo más bajo, la voz rota— Me miró a mí, antes de que se lo llevaran. Y no hice nada. nada ...

El autobús parecía enfriarse. Nadie volvió a hablar.


Ifrit volvió a su asiento, lento, como si acabaría de pelear contra un huracán, se encorvó, con la cabeza entre las manos, y no volvió a levantarla.
Swiss se dejó caer en su asiento con un golpe seco, sintiendo cómo todo el peso de la noche le caía encima de golpe. Su respiración temblaba. Y por primera vez desde el Ritual, no tenía fuerzas para ser feroz.

Dewdrop, a su lado, seguía callado pero Swiss sintió cómo su rodilla rozó la suya. Una presión mínima. Como si le dijera sin palabras:
“Todavía estamos aquí”.
Aunque no sabían por cuánto tiempo más.

 

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Notes:

Obviamente tenía que iniciar con el evento canónico de todo fan de Ghost y creo que hablo por todos al decir que está ausencia de Terzo dolerá toda la vida, quería representar un poco de eso en los miembros de la banda y en como debieron sentirlo, por favor no olviden votar y comentar lo que sea, en verdad me ayuda a seguir con esto, nos vemos pronto!

Chapter 2: Habitaciones selladas

Summary:

El camino de regreso a casa es más largo de lo habitual y esta vez el grupo deberá emprenderlo en soledad, como si las cosas no pudieran ponerse más tensas una desagradable sorpresa espera a nuestros Ghouls.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

El motor del autobús rugía bajo un cielo gris dejando atrás las luces apagadas de la ciudad, el aire estaba cargado de silencio, ese que no necesita palabras para pesar sobre los hombros, tras la pelea con Ifrit y la ausencia palpable de Terzo, el regreso al Clero se sentía más frío que de costumbre y ahí estaba Swiss en medio de ese caos, sentado junto a la ventana, sus codos permanecían apoyados en sus muslos con los dedos entrelazados por la tensión, el Ghoul estaba demasiado absorto en sus pensamientos, reviviendo una y otra vez el doloroso final del ritual.

Mientras tanto a su lado, Dewdrop dormitaba con una calma contrastante a la situación actual. Dew no había hablado desde el altercado; solo había soltado un par de bufidos o dado algunos azotes de cola antes de dejar que el sueño lo venciera, su cabeza había terminado por caer, casi sin permiso, sobre el hombro de Swiss que no se movió ante el repentino contacto, en cambio, decidió enfocarse en el pequeño Ghoul sobre su hombro; Podía sentir el leve calor del cuerpo delgado del agua, su respiración pausada a través de las branquias, el suave aroma de un lago en medio del campo, la piel apenas salpicada de humedad como si hubiera estado bajo la lluvia... o como si cargara consigo una tormenta contenida, un par de mechones de su cabello permanentemente húmedo le rozaban el cuello causándole un agradable cosquilleo, había algo en él... en Dewdrop... que calmaba el caos que llevaba creciendo dentro desde que todo empezó a romperse. Tal vez era su forma de existir con suavidad, casi como agua entre las piedras, adaptándose sin perder su esencia.

El resto de los ghouls también parecía estarla pasando mal, Mountain miraba por la ventana opuesta, Aether tenía los auriculares puestos pero no escuchaba nada, nadie quería hablar de lo que había pasado, nadie quería pronunciar el nombre de Terzo como si hacerlo fuera a confirmarlo todo: que ya no estaba, y aun así, ahí seguían ellos. En un intento para intentar bloquear el dolor Swiss cerró los ojos, dejó que el peso de Dewdrop sobre su hombro lo anclara a algo real, algo que aún quedaba y sin darse cuenta, apoyó su mejilla contra el cabello rubio de su compañero, dejando que, por primera vez en mucho tiempo, el silencio no fuera tan insoportable.

Afuera, la lluvia empezó a caer y las gotas repicaban sobre el techo del autobús, suaves, regulares, arrullando al multi ghoul al igual que una suave melodía de cuna, aislandolo del mundo a su alrededor, encerrandolo en una burbuja donde el tiempo no tenía sentido, una donde el dolor no penetraba, un lugar donde solo existía él acompañado de Dewdrop.



El traqueteo del bus sobre el asfalto mojado había comenzado a mezclarse con los latidos lentos de un sueño que Dewdrop no recordaba haber comenzado, algo cálido lo rodeaba, firme pero cómodo. El olor —una mezcla de cuero, humo y algo terroso— rápidamente llegó a sus fosas nasales, ese aroma no era suyo, pero tampoco era desconocido; le tomó unos segundos abrir sus ojos con pereza, notando el peso de una cabeza contra la suya seguida de un brazo cruzado a medio camino entre la distancia y la protección, apenas rozándole la espalda, pero lo siguiente que descubrió fue quizás lo más desconcertante para el bajista, esa cercanía realmente no le molestaba.

Dewdrop alzó la vista, la tela oscura de la chaqueta de Swiss le llenó el campo visual, el ghoul más alto dormía, o al menos descansaba con los ojos cerrados, la mandíbula relajada y los labios entreabiertos, su aliento cálido le rozaba la frente de vez en cuando, causándole un agradable cosquilleo, por un momento, Dew no supo si moverse o dejarse caer de nuevo, pero el autobús dio un pequeño salto sobre un bache tomando la decisión por él y Swiss exhaló con fuerza, despertando apenas lo suficiente para murmurar:

—Mmm... Sigues aquí, gotita.

La palabra colgó en el aire sostenido de un hilo invisible pero ninguna la recogió de inmediato, dejando que el silencio se alargara entre ambos, tratando de ignorar el elefante en la habitación, hasta que fue imposible hacerlo.

Dewdrop se incorporó un poco, buscando no romper del todo el contacto, se frotó los ojos, todavía medio perdido entre la calma de su descanso y la tensión que sentía en los hombros del resto como un peso compartido.

—¿Han dicho algo? —preguntó Dew en voz baja, refiriéndose a Terzo, negocio suizo con un movimiento leve.

—Nada.— El silencio volvió a instalarse entre ambos, solo siendo interrumpido por el sonido de las gotas cayendo contra el metal del autobús y sus respiraciones sincronizadas —Pero yo... necesitaba esto — agregó, mirando directamente a Dewdrop su mano entrelazada con la más pequeña, dejando suaves caricias en el dorso.

Dew se encogió de hombros, sin saber qué decir, había algo quebrado en todos ellos, y tal vez por eso el calor de Swiss había sido tan fácil de aceptar.

—Tienes el aura más tranquila de todos —le dijo Swiss, medio en broma, medio en verdad lo que hizo que Dew alzara una ceja en respuesta, sin saber si el otro necrofago estaba bromeando.

—¿En serio? Pensé que era el ghoul más insoportable.

Swiss suena de lado al escuchar las palabras del Water, negando suavemente antes de volver a hablar —UN poco, pero a lo que me refiero es… eres como el agua. No se nota cuando empieza a calarte... pero cuando lo hace, ya es tarde para escapar.—

—Eso sonó demasiado cursi, incluso para ti. — Dew rodó los ojos, reprimiendo una pequeña sonrisa

—Talvez. Pero sigue siendo cierto.

Y esta vez, fue Dewdrop quien apoyó la cabeza en el hombro de Swiss. No por sueño. Solo...por estar...



El autobús redujo la velocidad con un chirrido suave, las luces del Clero parpadeaban a lo lejos, familiares y ajenas a la vez, dando la misma sensación de una casa que ha cambiado de cerradura en su ausencia.

Dewdrop se enderezó del todo, alzando levemente sus orejas, estando atento al más mínimo cambio en el ambiente y Swiss se desperezó con un suspiro, haciendo tronar los huesos de su espalda, asegurándose de mantener al rubio cerca, el resto de los ghouls imitaron sus acciones, todos sabían que estaban llegando, lo sentían en el estómago.

Cuando el autobús se detuvo en su lugar habitual, al lado de los portones laterales del Clero, los que usaban para evitar la entrada principal, notaron algo diferente, figuras borrosas que se movían a través del estacionamiento… no eran humanos, no era la servidumbre de bienvenida que solía recibirlos luego de una gira agotada… está vez eran ghouls —no los suyos— caminaban de un lado a otro en el perímetro, personal de seguridad, unos cuantos asistentes de rangos bajos y de los hermanos que casi nunca salían de las sombras. El ambiente tenía un ritmo desordenado, como un nido agitado.

—¿Qué carajos...? —murmuró Air, mirando por la ventana.

La puerta del vehículo se abrió con un silbido agudo mientras el conductor se levantaba con movimientos mecánicos, caminando a la salida con una seguridad que le hacía pensar al resto de la banda que todo esto estaba previamente orquestado… fue al único al que dejaron bajar lo que solo empeoro la desagradable sensación de la jauría, un grupo de figuras con sotanas oscuras se acercó para recibir al empleado del clero, escoltandolo dentro de las instalaciones, nadie se dirigió al autobús, dejándolos solos mientras las puertas regresaban a cerrarse.

—Esto no me gusta —gruñó Ifrit desde el fondo, era obvio que estaba intentando contenerse, se notaba en los chispazos que salían ocasionalmente de su cuerpo, pareciendo un encendedor listo para incendiar todo a la más mínima provocación.

Dewdrop se giró para mirarlo, notando como el Fire tamborileaba los dedos contra el metal del asiento, los ojos encendidos con una tensión latente, Swiss también lo observó de reojo, reconociendo las señales de peligro.

—Ifrit, tranquilo —dijo Aero con voz baja, casi como un canto, pero el efecto fue mínimo.

—¿Por qué no nos hacen bajar? ¿Por qué están esos ahí afuera? ¿Dónde mierda está Terzo?— Ifrit se levantó a medias pero Aether fue rápido en ponerse de pie, bloqueándole el paso sin tocarlo.

—No sabemos qué está pasando —dijo Aether con ese tono que usaba cuando quería sonar razonable y fuerte al mismo tiempo—. Pero no vas a cruzar esa puerta hermano.

Mountain se incorporó también, despacio, como si su altura pudiera servir para calmar en vez de intimidar. —Tal vez están decidiendo cómo nos van a recibir— intentó sonar calmado, pero el nudo en su garganta lo traicionaba—. No es la primera vez que los altos cargos se demoran en bajar de su torre.

Dewdrop no dijo nada, se dedicaba a mirar por la ventana con sus dedos apoyados contra el vidrio empañado aparentando no escuchar aquella discusión entre sus hermanos, como si eso pudiera brindar alguna respuesta de lo que sucedía fuera, hasta que su espera rindió sus frutos, pudo visualizar como algo se movía más allá del portón, los ghouls desconocidos reaccionando a cierta presencia, agrupandose y tomando posiciones, aún con todo eso, nadie fue a verlos.

La tensión se espesaba con cada segundo de silencio, el motor apagado dejaba oír los latidos acelerados de los ghouls resaltando por encima de los demás la respiración errática de Ifrit cuya aura comenzaba a calentar el interior en respuesta a sus emociones desbordadas, el metal crujía bajo sus pies, expandiéndose por el intenso calor que emanaba de su cuerpo.

—Me largo. Si no vienen por nosotros, saldré yo —dijo él, con los colmillos apenas a la vista, incapaz de quedarse un segundo más ahí dentro pretendiendo que todo estaba bien.

—¡Ifrit, no! —Swiss dio un paso al frente con fuerza esta vez, colocandose entre el ghoul enfurecido y la puerta—. Escúchame. Lo que sea que esté pasando, no lo empeores. No ahora.

Ifrit se quedó quieto con los ojos ardientes y los colmillos expuestos, pero no avanzó, por unos segundos, solo hubo respiraciones contenidas hasta que de pronto, sin aviso ni sonido previo, la puerta del autobús volvió a abrirse, llenando el aire reciclado de la cabina con un perfume antiguo, elegante y frío, tras él, la figura que todos reconocieron al instante, aunque no habían oído de ella en semanas.

Hermana Imperator.

Sus tacones resonaron con precisión matemática sobre el metal del pasillo, impecable como siempre, envuelta en tela negra ajustada al cuerpo, los labios carmesí curvados en una sonrisa sin calidez, no traía papeles, ni escolta. No los necesitaba. La sola presencia de su sombra bastaba para enderezar la columna de cualquiera que tuviera el valor de sostenerle la mirada.

—Por fin despiertos —dijo con un dejo teatral, como si los hubieran sorprendido en medio de una siesta colectiva—. Qué adorables se ven... tan desconcertados.

Aether se adelantó como de costumbre, pero su voz titubeaba, como si no estuviera seguro de estar autorizado para hablar.

—¿Dónde está Terzo?...

La sonrisa de Sister no se movió, su mirada se posó sobre él Kinestesia frente a ella y ese solo gesto bastó para que el ghoul bajará la cabeza. —¿Siempre tan directo? Qué poco ha cambiado este grupo. — dijo ella con voz cantarina ignorando el gruñido de Ifrit que resonó desde el fondo.

—Nos tienen encerrados ¿por qué? ¿Qué pasa allá afuera?— preguntó Mountain sin alzar la mirada del suelo, encogiéndose en su lugar deseando poder desaparecer a pesar de su altura.

—Y ¿por qué nos mira todo el Clero como si hubiéramos cometido alta traición? —añadió Swiss con voz dura, siendo el único que no pasó ante la mirada de aquella mujer, por mucho que su cabeza le gritara que mostrará sumisión. 

La mirada de Sister Imperator se deslizó por ellos juzgandolos en silencio uno a uno, sin prisa, deteniéndose especialmente sobre la mirada de Swiss. Cuando habló, lo hizo como si fuera la única persona en toda la habitación merecedora de respuestas… y la única que no iba a darlas.

—Oh, pequeños demonios... siempre tan impacientes, vengan conmigo, ya han descansado bastante. — Se dio media vuelta con un movimiento elegante y bajó del autobús sin esperar reacción.

Los ghouls se quedaron unos segundos en silencio hasta que, a regañadientes, Swiss tomó el mando del grupo, siendo el primero en ponerse de pie y salir del lugar, sus compañeros no tardaron en seguirlo siendo recibidos por un pasillo de ghouls desconocidos, todos vestidos con túnicas oscuras e insignias plateadas sobre el pecho, ni uno provocando, sus ojos ocultos tras máscaras los seguían con una hostilidad apenas disimulada, decidiendo que eran una amenaza y debían ser tratados como tal, no como manada.

Mountain caminó detrás de Dewdrop, y podía sentir cómo sus dedos querían cerrarse en puños, no por miedo, sino por instinto. —¿Desde cuándo hay tantos nuevos? —preguntó en voz baja, esperando que eso pudiera evitar que el resto de los Ghouls fuera a escucharlos.

—No son nuevos. Solo no los habíamos visto antes —respondió Dew con los hombros tensos, pareciendo una presa lista para correr al más mínimo movimiento.

Sister Imperator los esperaba al final del corredor de piedra, bajo el gran arco que daba a los niveles interiores, está vez escoltada por dos demonios encapuchados que cerraban las puertas a medida que ellos entraban. 

—Sigan caminando —dijo sin volverse a mirarlos—. El Clero ha cambiado, hijos míos y ustedes... tendrán que decidir si cambian con él o se quedan atrás.

Nadie se atrevió a preguntar más.

El sonido de los tacones resonaban hueco en los corredores de piedra, seguido de las botas inseguras contra las baldosas, los pasillos eran los mismos de siempre —adornados con vitrales góticos y candelabros encendidos al igual que centinelas—, pero todo se sentía fuera de lugar, el recorrido antes familiar ahora parecía un camino por el corredor de la muerte siendo escoltados como prisioneros disfrazados de hijos pródigos, dieron un giro en el ala estaban sus habitaciones, sin dar explicación, sin pausa, sin derecho a moverse libremente por las áreas que habían sido construidas para ellos.

Finalmente Sister se detuvo frente a las puertas individuales.

—Aquí se quedarán —anunció con voz firme—. Se les pedirá permanecer en sus aposentos hasta nuevo aviso. Recibirán instrucciones mañana al amanecer.

Las órdenes cayeron en los ghouls como un balde de agua helada, haciendo que se dedicaran miradas confundidas entre ellos, era la primera vez que recibían una instrucción de ese tipo, desde el momento de su invocación siempre habían tenido la libertad de moverse por la planta inferior del clero.

—¿Encerrados? —soltó Aether poniendo en palabras la confusión de su grupo—. ¿Por qué? ¿Qué hicimos?...

—Eso es todo por hoy —dijo Sister, ignorando la pregunta mientras empezaba a girarse, pero Ifrit ya no aguantaba más.

—¡¿Y Terzo?! —espetó, con la voz rompiéndose entre rabia y angustia—. ¡¿Qué pasó con él?! ¡Sabemos que no está muerto! ¡¿Lo encerraron?! ¡¿Fue tu decisión?!— El pasillo se congeló, nadie se movió.

Sister Imperator lo miró, despacio, decidiendo que disponía de todo el tiempo del mundo para elegir las palabras más crueles y exactas:

—No deberías preocuparte tanto por alguien que no supiste proteger —respondió con calma quirúrgica y por primera vez, la sonrisa llegó a sus ojos, disfrutando del dolor grabado en el rostro de los Ghouls.

Ifrit rugió. Un chispazo literal emergió de su brazo cuando dio un paso adelante, los ojos encendidos, el pecho agitado como un volcán en erupción, dispuesto a acabar con aquella mujer que no se inmuto ante la reacción del enorme demonio frente a ella, Mountain y Aether se tensaron al instante, listos para intervenir, pero no se movieron. Dewdrop retrocedió un poco, la mirada fija en la chispa que crepitaba en el puño de Ifrit.

Y fue entonces cuando Swiss dio un paso al frente.

No gritó, no enseñó a los colmillos, no nos fuerza, solo extendiendo una mano, firme, entre Ifrit y Sister, su cuerpo bloqueaba el paso, pero su voz fue lo que detuvo el fuego.

—Hermano —dijo, suave pero autoritario—. Mírala todo lo que quieras… pero no le des lo que vino a buscar.

Ifrit lo miró, jadeante, estando al borde de estallar, notando algo en la postura de Swiss, en su tono... que lo obligó a frenar, no era una orden. Era un lazo.

Swiss bajó la mano lentamente, sin romper el contacto visual. —No vale la pena…— Ifrit apretó los dientes, el fuego en sus venas ardía todavía, pero no avanzó. Dio un paso atrás, apenas, pero fue suficiente, sabía que el Multi tenía razón… si se atrevía a hacer algo, el castigo no recaería directamente sobre él.

Sister los observaba con una expresión difícil de leer, a mitad de camino entre aprobación y desprecio. —Qué conmovedor —dijo—. La unidad siempre ha sido su mayor debilidad. Buenas noches, mis pequeños monstruos. —Y sin más, se marchó. Sus pasos se alejaron como el final de un réquiem, dejando a los ghouls en silencio frente a sus puertas.

Swiss soltó el aire que había contenido, cerrando los ojos un segundo. —Entra, Ifrit —dijo con voz más baja—. Intenta descansar…

Ifrit no dijo nada. Solo se pasó una mano por la cara, frustrado, y finalmente entró a su habitación sin mirar a nadie.

Uno a uno, el resto lo siguió. Éter, Aire, Montaña, Gota de rocío.

Pero antes de cerrar la puerta, Dew se giró hacia Swiss. —Gracias... por pararlo. Y por no dejar que ella gane. — la voz el ghoul era suave a pesar de todo el desastre de la situación, un reconocimiento silencioso al que Swiss no respondió de inmediato, lo miró con la mandíbula aún tensa, pero los ojos menos oscuros.

—Solo intento mantenernos a flote. — Swiss se quedó al último, solo un momento más en el pasillo observando las puertas cerradas y escuchando el eco de los pasos de Sister alejándose, pensando en Terzo, en lo que sabían, En lo que no y en lo que aún podía perderse.

Entonces entró a su habitación, cerró su puerta con más fuerza de la necesaria dejando que el quejido de la madera resonara en las paredes de piedra.

Las luces estaban encendidas, pero frías, demasiado blancas, más de lo que recordaba, nunca le habían gustado esas luces, eran extrañas, una invención humana para alejar la oscuridad, así que en un intento de sentir que tenía algo de control en su vida, apagó las luces que el personal había encendido en su ausencia, esperando que sus ojos se adaptaran a la oscuridad de la habitación. Swiss sacó sus fósforos para comenzar a encender sus velas, dejando que la cálida iluminación le diera la bienvenida, sentándose al borde de la cama, con los codos sobre las rodillas y las manos entrelazadas contra la frente. El ghoul respiraba con dificultad, no por falta de aire, sino porque cada pensamiento lo asfixiaba más que el anterior.

¿Dónde está Terzo? ¿Por qué los miraban como enemigos? ¿Qué sabían los otros que ellos no? ¿Por qué los habían silenciado...?

El corazón le golpeaba las costillas. El control que había mantenido todo el día —ese rol de equilibrio, de voz calmada, de escudo para Ifrit— empezaba a agrietarse, su mandíbula temblaba apenas, sentía un ardor detrás de los ojos.

No ahora. No todavía.

Y entonces lo escuchó, apenas un sonido, un movimiento seco, como un cuerpo girando con fuerza en una cama o una respiración que se escapaba entre dientes, vino de la pared a su derecha, la que compartía con Dewdrop.

Se quedó quieto, conteniendo el aliento sin estar seguro sobre haber escuchado bien, y ahí estuvo de nuevo: un jadeo contenido, casi imperceptible, y luego una tos leve. Siguió un murmullo ininteligible. Un sonido ahogado por una almohada, quizás, pero estaba claro: Dew no estaba bien.

Swiss se levantó con paso lento. dirigiéndose hasta la pared para apoyar la palma contra la superficie. El frío de la piedra contrastaba con el calor de su mano, dudó un segundo, no quería irrumpir el duelo del ghoul al otro lado, pero el eco de su propio temblor lo convenció de que estar solos los estaba quebrando a los dos.

—Dew —susurró, sin alzar mucho la voz, inclinándose sobre la pared hasta que su mejilla rozó con la dura superficie —. ¿Estás despierto?

Silencio al inicio, luego, del otro lado, una respuesta apagada:

-...Si.

Swiss cerró los ojos. Su voz le tembló un poco, pero la suavizó para no parecer débil. —Te escuché. ¿Estás bien?

Una pausa, casi pudo visualizar el ceño fruncido del Agua, el mismo gesto que hacía cuando pensaba.

—No lo sé —respondió Dewdrop, sincero y sin defensas.

Swiss suena con tristeza, entendiendo la confusión compartida del giro de los acontecimientos. —Yo tampoco.

Dew volvió a hablar, la voz amortiguada por la pared: —Siento que... que todo está colapsando. Que no sabemos nada. Que ya no sé ni si Terzo está vivo. O si va a volver. No confies en nadie allá afuera. Y me duele el pecho, Swiss... desde que subimos a ese autobús—

Swiss apoyó la mano abierta contra la pared. queriendo alcanzarlo a través de la piedra. —No estás solo —dijo, con una firmeza distinta ahora, sin máscaras—

Dew no respondió al instante, pero después, llegó un leve roce, como si él también hubiera apoyado la mano al otro lado. respondiendo al gesto sin necesidad de palabras, Swiss se dejó caer sentado junto a la pared, cruzando las piernas, aún en contacto con el muro.

— ¿Quieres que te able hasta que te duermas? —preguntó, medio en broma, medio en serio, buscando ahogar las voces furiosas de su cabeza en el elemento de su compañero 

—¿Qué me contarías?

-Nariz. Algo estúpido. Como aquella vez que Terzo cayó del escenario y tuvieron que ir a levantarlo

Una risa corta se escapó de Dew. Rota, pero real.

—Está bien. Cuéntame eso.

Swiss sonriendo mientras comenzaba a relatar la historia —exagerada, absurda y con voces falsas— el peso en su pecho aflojó un poco, porque aunque no podía tocarlo, aunque no podía verlo, sentía a Dew del otro lado, presente, por prohibido que fuera… se sentía humano, y eso era suficiente para no derrumbarse.

 

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Notes:

Hola chicuelos, lo prometido es deuda... a medias, les dejo aquí el segundo capitulo de esta cosa yyy, esta vez no hay ilustración del cap (por el momento) pero si les dejo aquí un adelanto de la habitación que tiene el clero para los Ghouls de agua, supongo que Dew tiene algunos posters pegados a las paredes o recuerdos de rituales pasados.

Ayudenme compartiendo la historia, votando y comentando para no sentir que le hablo a una pared jajaja.

Chapter 3: Nadie a quien rezar

Summary:

Swiss no la hagas de comediante, te vas a morir de hambre.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

La luz de la mañana era distinta, no era la luz suave y sagrada de los vitrales del Clero, ni el cálido resplandor de los candelabros antiguos, era blanca, sin alma, filtrada desde lo alto por debajo de las puertas cerradas que parecían diseñadas más para vigilar que para iluminar.

Swiss despertó de golpe a pesar del silencio absoluto, un silencio que marcaba la falta de rutina habitual, el se sentó en la cama escuchando la madera crujir bajo su peso, en cualquier momento debería llegar alguno de los novicios del clero encargado de dar las noticias matutinas e indicarles que era hora del desayuno, pero nada llegó, solo el zumbido lejano del sistema de ventilación y el gruñido apagado de su estómago vacío.

Era el segundo día sin noticias de Terzo, el segundo día donde todo parecía suspendido entre órdenes no dadas y respuestas nunca ofrecidas.

Con pesar, Swiss se puso de pie, estirando los músculos rígidos por el mal descanso antes de acercarse nuevamente a la pared compartida con Dew, guardando silencio para escuchar atentamente.

Nada.

Eso disparó su ansiedad, así que tocó suavemente la superficie con sus nudillos. Un tap tap sutil, unos segundos eternos después, una respuesta: dos golpecitos suaves . Estaba despierto.

Swiss dejó escapar un suspiro, siguió ahí, así que luego de ese inusual saludo de buenos días se dirigió a la puerta como de costumbre, intentando abrirla con la esperanza de poder pedir algo de comida antes de volver a su encierro, la mayoría de sus compañeros no había probado bocado desde antes del ritual la noche pasada, demasiado nerviosos con los rumores como para poder llenar sus estómagos… pero cuando intento girar la manija, esta no cedió.

Swiss frunció el ceño antes de volver a intentarlo, esta vez con más fuerza. La manija giraba solo hasta cierto punto pero la puerta no estaba simplemente cerrada... estaba bloqueada. —¿Qué mierda...? —murmuró confundido, tocando la madera con los nudillos.

—Hola? ¿Hay alguien?— de nuevo lo único que le respondió fue el vacío, sus golpes resonaban en los rocosos pasillos de fuera, esta vez más fuerte.

Silencio.

Retrocedió, mirando la puerta como si pudiera desencriptarla con los ojos, dio una vuelta rápida por la habitación para intentar calmarse, pareciendo un animal enjaulado, no había comida ni agua nueva, no había indicios de que alguien hubiera entrado desde la noche anterior, las únicas cosas que quedaban eran las paredes, su cama, y ​​él acompañado de sus instrumentos.

Luego de unos minutos de pasear en círculos el Ghoul volvió a su puerta, golpeando con más fuerza que antes, sus garras arañando la gruesa superficie finamente tallada y acompañado de los horribles zarpazos están vez estaban sus gritos.

—¡¿Hay alguien afuera?! ¡¿Nihil?! ¡¿Imperador?! ¡¿Nos van a dejar aquí?!

Nada.

Se quedó allí con la frente apoyada en la puerta, las manos abiertas contra la madera, los colmillos peligrosamente expuestos acompañados de su respiración acelerada, se quedó ahí sumido en la furia hasta que su oreja captó un ligero sonido a su derecha, dos pequeños golpes, seguidos de un silencio, luego tres como si intentara decirle algo. Swiss se separó de la puerta y volvió a la pared de Dew.

—Estoy aquí —dijo, fuerte, para que lo oyera—. ¿También estás encerrado?

Un golpe de confirmación, como si el ghoul no confiara en su propia voz para responder aquella pregunta sin romperse.

Swiss apoyó ambas manos contra la piedra, impotente de no poder hacer más —No nos van a romper —dijo, más para sí mismo que para Dew, sintiendo como la rabia empezaba a hervirle en la garganta, dejandole un amargo sabor en la lengua.

-No. Pero están probando cuánto aguantamos.

Swiss se sentó otra vez contra la pared finciendo no haber notado la ruptura en la voz de su compañero, el silencio volvió a caer, más denso ahora al igual que un manto que envolvía todo el ala del Clero donde alguna vez durmieron, vivieron y rieron, ahora ya no quedaba risa, ni el canto de sus compañeros o los pasos en los pasillos.

Solo seis habitaciones bloqueadas junto a la sensación de que allá afuera… ya no eran bienvenidos.

Las horas pasaban sin anuncio, el tiempo se deshacía como cera en una vela que nadie había encendido, el encierro no era físico únicamente, se volvía mental, Swiss se había resignado, ya no esperaba respuestas, en cambio, había permanecido en el rincón más cercano a la habitación de Dewdrop, como si el contacto a través del muro fuera de su única ancla, la conversación se había extinto rato atrás, ambos demasiado cansados ​​como para mantener las palabras a flote, las paredes gruesas hacían que los latidos eran imposibles de oír por mucho que el Multi lo intentará, hasta que luego de todo su esfuerzo lo escuchó, pero no exactamente lo que buscaba.

Primero fue el chirrido de un grifo seguido de un goteo para finalmente diferenciar el flujo constante del agua llenando el pequeño estanque que cada ghoul acuático tenía en su habitación: un lujo personalizado que el Clero le había concedido a Dewdrop para evitar que su energía se secara en climas artificiales.

Swiss se quedó quieto, escuchando el agua fluir suavemente como un canto contenido seguido del sonido sordo que debía ser el cuerpo de Dew sumergiéndose en el pequeño estanque, despacio, buscando refugio, esperando que el agua pudiera absorber la ansiedad que la piedra no dejaba escapar.

Swiss cerró los ojos, el sonido del estanque era más que ruido en ese momento, era vida. Movimiento. Algo verdadero en medio del control forzado y mientras sus orejas captaron los pequeños sonidos ahogados su mente podía imaginarlo: Dewdrop flotando apenas bajo la superficie, los ojos cerrados, el cabello ondulado como algas suaves, la respiración contenida. en paz 

El multi apoyó la frente contra la pared, dejando que la imagen mental lo calmara antes de hablar sin levantar mucha la voz:

—Sigue ahí si eso te ayuda.

Swiss logró captar una pequeña risa del otro lado de la habitación seguido de un movimiento en el agua, como si Dew hubiera recargado sus brazos en la orilla pegada a su muro. —Lo único que me calma ahora es esto... sentir que todavía puedo disolverme y no pensar.

Swiss suena con tristeza. —A mí me ayuda a escucharlo. Me hace recordar que el Clero aún no puede quitarnos todo.

Hubo otra risa corta, suave, casi un suspiro en el agua. —Me estás diciendo que un estanque es tu ancla?

—Tu estanque —corrigió Swiss— y tú, nadando en él como un pez en un acuario.

Swiss casi pudo sentir la sonrisa de Dew en el agradable silencio que siguió y cuando el Dew volvió a hablar, su voz sonaba más sincera. —Si algún día escapamos de aquí, te debo un chapuzón.

—Con gusto, pero que sepas que nadó como una piedra —bromeó el moreno, agitando su cola con calma mientras luchaba por captar hasta el más pequeño sonido en la voz de su compañero.

—No me molesta, así tendré una excusa para salvarte.— Dijo Dewdrop, dejando que el sonido de su cola removiendo el agua llenara la habitación por un segundo, manteniendo su vista fija en sus propias aletas.

Al otro lado del muro Swiss apoyó la espalda contra la división, relajándose apenas, por unos minutos, no hubo plan de escape, ni preguntas sobre Terzo, ni vigilancia silenciosa.

—Dime algo —dijo Swiss con tono teatral, dejando que su personalidad juguetona saliera a flote nuevamente—. ¿Los Waters también lloran? ¿O simplemente se vuelve líquido cuando están tristes?

-Suizo...

El multi suena con malicia, no podía ver a Dew, pero eso no significaba que no pudiera molestarlo. — ¿Cómo sabes si un agua está mintiendo?

—No empieces...

—¡Porque algo huele a pescado!

Una burbuja se estalló al otro lado. ¿Risa o frustración?

—Voy a fingir que no escuché eso —murmuró Dewdrop con su voz cargada de indignación.

—¡Uno más! Este te va a gustar. ¿Qué hace un Ghoul acuático cuando se va de vacaciones?

-No.

—¡Nada!

Ahora sí, Dewdrop soltó un lamento ahogado, el sonido del agua chapoteando le siguió, como si se hubiera sumergido de nuevo para ocultarlo o bloquear sus palabras, lo que ocasionó que Swiss soltara una carcajada victoriosa, imaginando claramente la expresión horrorizada del Ghoul a su lado.

—cambio de aviones, te voy a arrastrar a mi estanque solo para callarte.

—Lo acepto. Pero solo si me dejas ponerme una colita de sirena.

-Suizo.

—Una de lentejuelas, edición limitada. Azul metálico.

SUIZA.

Swiss sonando, no solo por la respuesta, sino porque esa risa, aunque breve, sonaba a él mismo , por un segundo, todo lo demás desaparecía: el encierro, el vacío, la duda. Solo estaban ellos dos, separados por una pared, compartiendo algo que tenían prohibido.

Y entonces...

CHARLA.

Swiss se puso de pie al instante, el sonido fue seco y fuerte: el seguro de la puerta liberándose sin previo aviso replicándose en eco una tras otra, las puertas de los demás ghouls también se abrirían, como una reacción en cadena.

El Multi no se movió al principio, solo controlar la atención con manija, sus garras preparadas para atacar en caso necesario, pero la puerta sólo se entreabrió unos centímetros, lo suficiente para dejar entrar una mano enguantada —gris, sin insignias, sin rostro— que deslizó una bandeja metálica dentro del cuarto.

Y desapareció, volviendo a dejar la puerta cerrada con un clic preciso.

El desayuno consistía en una taza de líquido tibio sin olor, una rodaja de pan duro, y algo que se suponía era fruta, pero parecía más una ofrenda marchita.

Swiss no tocó la bandeja, la miraba como si fuera algún tipo de acertijo o un mal chiste, del otro lado de la pared, escuchó a Dew moverse, su cuerpo nadando ligero hasta la orilla antes de hablar en un susurro. —¿También lo hicieron contigo?

—Sí— Swiss se agachó, examinando la bandeja pero sin tocarla, apenas olisqueando el aire. —Ni siquiera llamaron a la puerta. Abren, meten la comida, cierran. Ni una palabra.

—Como si fuimos... —empezó Dewdrop aún en voz baja, pero no se atrevió a terminar la frase.

—Animales —completó Swiss, con la voz cargada de resentimiento. 

Del otro lado del muro, el agua se agitó, Dewdrop emergió del estanque con un suspiro húmedo, el cabello pegado al cuello y la espalda, respirando profundo como si al salir dejara parte de sí atrás, el sonido de sus pies descalzos siguió su camino hasta la bandeja grabada con el símbolo de su elemento, que también había sido deslizada sin una palabra. El rubio se arrodilló frente a ella, imitando sin saberlo la acción de Swiss al examinar la bandeja sin decir palabra.

Era diferente. No por mejor, sino por diseño.

En vez de pan, tenía una masa gelatinosa de algas prensadas, el líquido tibio sin olor que Swiss había recibido había sido sustituido por una bebida salina turbia, apenas aromática. No era agua, pero tampoco algo que pudiera llamarse comida con entusiasmo, una dieta especial para ghouls acuáticos. Lo sabían. Se había “tomado el tiempo” de personalizar su ración.

Y aún así, era tan miserable como la de los demás.

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Swiss sintió su resignación incluso sin verlo. ¿Te dejó lo tuyo? —preguntó desde el otro lado.

Dewdrop tardó en responder. —Sí —dijo finalmente en voz baja—. Parece una “Dieta especial”... pero yo soy de agua dulce.

Swiss sintió el veneno en ese tono, la rabia no abierta, sino silenciosa. Más peligroso. —Y?— El ghoul preguntó con calma, manteniendo una sonrisa, como si reírse de la situación pudiera mejorar algo.

—Huele a sal y resentimiento..

El Ghoul más grande avanzando lentamente, aunque no podía ser visto. —Esto no es una pausa. Es una jaula.

El rubio dejó la bandeja intacta por un momento, con las manos húmedas aún abiertas a los lados, el reflejo plateado en la superficie metálica le devolvía la mirada con burla y por más que la examinara buscando respuestas, no había nada. Solo esa presentación cuidadosamente miserable. —¿Sabes lo peor? —dijo finalmente.

—¿Qué?

—Que sé que tengo que comérmelo, porque si me debilito... les hará el trabajo más fácil.

Swiss miró su propio pan duro y el líquido tibio, empujándolo a un lado con asco. —Entonces ven, yo me indignaré por ambos.— se cruzó de brazos, mirando fijamente la puerta, todos sus sentidos alerta, sabía perfectamente que Dew estaba del otro lado del muro y que si algo pasaba no podría hacer nada, pero aún así había algo tranquilizador en la idea de montar guardia, como si pudiera proteger al Ghoul más pequeño mientras este comía… estúpidos instintos.

Dewdrop se obligó a probar bocado, la textura gelatinosa se pegaba a su paladar y la bebida salada le quemaba la garganta causándole arcadas, pero lo peor no era el sabor, lo peor fue el silencio que siguió, llegó un punto en el que Swiss ya no respondía, no escuchaba una risa burlona o algún comentario sarcástico, ni siquiera un respiro audible.

El bajista tragó con dificultad el pedazo de gelatina, tratando de quitar los trozos pegados a sus colmillos mientras limpiaba su boca con el dorso de la mano, dejando a un lado la bandeja para acercarse nuevamente a la pared, aún húmeda, dejando una marca de agua contra la piedra fría.

-¿Suizo? —preguntó, sin urgencia, pero con firmeza, pero la respuesta no llegó, eso hizo que el rubio se preocupara, dejando dos golpes en la pared, leves, sin prisa. Segundos después, escuchó un golpecito de vuelta. No era ausencia. Era otra cosa.

Swiss no estaba lejos. Sólo… hundido.

Dew se apoyó contra el muro con el hombro desnudo, dejando que la piedra se enfríe su piel, pensando de alguna manera en levantar el ánimo de su compañero. —Ey —dijo con voz más suave—. Apostemos algo.

Un silencio expectante seguido de un “¿Qué cosa?” amortiguado por el muro.

Dew sonriendo con un poco más de vida. — ¿Qué asco le habrán servido a los otros?

El silencio se hizo presente entre ambos, largo y pesado, por un momento el rubio pensó que la respuesta nunca llegaría y justo cuando pensó en volver a su bandeja escucho una risa baja, contenida, apenas un resoplido. Swiss estaba empezando a seguirle el juego. —Montaña primero —dijo Dew de forma apresurada, temeroso de que esa risa se extinguiera tan rápido como había llegado—. ¿Qué crees que le dieron? ¿Un bol de tierra con una zanahoria mal lavada?

Swiss suspir, esta vez con un dejo de humor. —No, peor. Cáscaras de papa crudas y un trozo de musgo seco, dirán que es “orgánico”.

Dewdrop dejó escapar un leve resoplido. —Bien. Ahora Éter. ¿Aire?

—¿Comida etérea? —dijo el Multi un poco más animado—. Probablemente le dejó un plato vacío y una nota que decía “imagina lo que más te gusta”.

—Cruel —rió Dewdrop, peinando uno de sus mechones medio húmedos detrás de su oreja—. Aunque a Aether le gustan esas cosas metafísicas. Capaz lo agradece.

—O se lo traga con una crisis existencial. 

Dew apoyó la frente contra la pared, más tranquilo, casi riendo ya. —Ifrit debe haber recibido algo picante. 

—Un chile. Uno solo. En un platito dorado

Los dos rieron. No fuerte. No como antes. Pero era una risa real.

—Gracias —dijo Swiss después de un momento, su voz sonaba suave, melódica, casi como sus coros en los rituales de la noche pasada—. Por eso.

Dewdrop no respondió al instante, permaneció su frente contra la piedra, cerrando los ojos. —Solo estoy devolviéndote el favor... sirenita..

Eso hizo que el Ghoul del otro lado soltara una carcajada volviendo a la vida por completa, la sonrisa en su rostro era audible —¡Lo sabías! ¡Lo guardaste!

—No me olvido de tus crímenes verbales tan fácilmente.

La conversación se diluyó en sonrisas silenciosas y respiraciones sincronizadas, la comida seguía allí, miserable y sosa, pero ya no dolía tanto, porque en esa conversación absurda, habían vuelto a afirmarse: todavía estamos aquí .

Todavía estaban ellos.

Swiss se quedó un rato más apoyado en la pared, sintiendo cómo el aire en su pecho se volvía menos pesado, aún tenía hambre, su estómago no lo dejaba olvidarlo, pero después de hablar con Dewdrop, la bandeja ya no le parecía un castigo.

Era miserable. Si. Pero también era algo.

“Comer es otra forma de seguir aquí”. Se repitió eso como un mantra mientras se acercaba lentamente a la bandeja.

Se sentó con las piernas cruzadas frente a ella, la taza de líquido tibio le devolvía un reflejo gris, el pan parecía haber sido horneado en el siglo pasado, intentó no pensarlo mucho, tomando un pedazo, olisqueando con curiosidad, nada. Ni siquiera moho. Lo más triste era que estaba bien hecho para durar , no para alimentar.

Le dio un mordisco y la mueca fue automática. —Parece que estoy comiendo un bloque de altar reciclado —murmuró, apenas audible.

Otro mordisco, pequeño, después de un sorbo a la taza, que no supo si era caldo, té o castigo líquido, entonces, desde alguna habitación más adelante en el pasillo, se escuchó:

—¡Qué demonios es esto!?

Swiss no pudo evitar sonreír con la boca llena, la voz de Aether, fuerte y melodramática, rebotó por las paredes de piedra mientras el moreno limpiaba su boca, escuchando con atención.—¿Es aire sólido? ¿Soplidos enlatados? ¿Una burla cósmica servida en bandeja?

—¡Esto ni siquiera es comida simbólica! ¡Esto es un insulto a la digestión!— Un golpe metálico resonó en el aire, probablemente un manotazo a la bandeja. —¡¿Se supone que medite con esto en el estómago?! ¡Voy a tener visiones de desnutrición!

Swiss rió, ahora con ganas, llevándose una mano a la cara para intentar ahogar el sonido, del otro lado de la pared, Dewdrop lo escuchó.

—Aether, ¿no?— preguntó Dew con una sonrisa, sin estar muy seguro de la voz lejana que se filtraba a través de las paredes de Swiss.

—Aether —confirmó Swiss con un suspiro.

A lo lejos, aún se oían más inadecuados espirituales y acusaciones dramáticas.

—¡Esto debe ser una prueba de fe! ¡Un ayuno disfrazado de banquete absurdo!

Dewdrop soltó una carcajada amortiguada. —Al menos sigue siendo él.

—Y todavía tiene fuerzas para quejarse... eso me tranquiliza —dijo Swiss.

La risa suave entre ellos quedó flotando un momento. Swiss volvió a mirar su bandeja. Más animado. Más presente. Tomó otro trozo del pan y lo masticó despacio, como si la miseria ya no supiera tan mal si estaba compartida.

Allá afuera, el Clero no respondió. Nadie les hablaba. Nadie se mostró.

Pero ellos seguían hablando entre sí.

Y por ahora, eso era más poderoso que cualquier silencio.

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Notes:

Hay apoyo Swiss, lo que te falta es talento.

Hola chicuelos! espero que les guste este cap, creí que necesitábamos algo más lindo después de nuestros primeros caps más intensos, está es una pequeña calma antes de la tormenta, por favor ayudenme con sus kuddos y dejando algún comentario ya que eso me ayuda a seguir escribiendo, los quiero mucho, nos leemos pronto.

Chapter 4: Nidos de piedra

Summary:

Esa noche el clero fue arrullado con los lamentos de los Ghouls, canciones de cuna sobre perdida y luto en cada sollozo… sin saber que metros más arriba, Imperator se deleitaba con aquellas dulces melodías.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

 

 

Las habitaciones habían quedado a oscuras hace tiempo pero Dewdrop y Swiss ya habían aprendido a distinguir el paso del día por el ritmo de sus propios cuerpos, era de noche, o al menos lo más cercano a ella que les permitía el encierro.

Ambos se habían rendido ante la idea de una  comodidad improvisada: nidos de mantas revueltas, almohadas arrastradas cerca de la pared que los separaba, buscando el calor del otro a través de la piedra fría, no podían tocarse, pero estaban alineados, codo con codo, hueso contra muro, simplemente escuchándose respirar.

La cena había llegado sin aviso, dos nuevas bandejas empujadas con indiferencia por la ranura baja de sus puertas, el contenido era igual de miserable que el desayuno del día anterior pero esta vez el hambre no era lo que los sostenía, era la risa.

—¿Recuerdas cuando Terzo se quedó dormido en medio del ritual de otoño? —dijo Dewdrop, masticando con resignación una pastilla de proteínas de sabor dudoso.

Swiss soltó una risa áspera ante el recuerdo. —¿Dormido? ¡Se quedó roncando en el altar mayor! Y luego juró que era parte del acto.

—“Una conexión directa con la tierra,” dijo. “Como un árbol. Santo y arraigado.” — imitó Dew, en un tono exageradamente meloso mientras hacía un ademán extraño con las manos.

—Sí, claro, raíces de vino tinto y cigarros —añadió Swiss, echándose hacia atrás en su nido, sonriendo con los ojos cerrados.

Dew rió por lo bajo, el sonido resonó suave contra la piedra. —Me acuerdo que tú le lanzaste una uva en la frente.

—Y él pensó que era una bendición del abismo. ¡Se la comió sin abrir los ojos!

Ambos estallaron en una carcajada breve pero sincera, atrapados en ese momento de nostalgia.

Swiss tomó un sorbo del líquido sin nombre de su bandeja y lo apartó con una mueca. —No sé qué intentan darnos con esto… pero cada trago me acerca a una experiencia extracorporal.

—Tal vez esa es la intención —dijo Dew—. Que nos elevemos del cuerpo... por rechazo.

Swiss se rió de nuevo, más suave para luego dejó caer su cabeza contra la pared, buscando ese punto donde el eco del otro lo alcanzaba mejor. —¿Sabes? Creo que Terzo sabía que todo esto iba a volverse una locura, pero se reía igual como si ya hubiera asumido que el mundo estaba roto y que su trabajo era simplemente hacerlo más bonito mientras tanto.

Dewdrop no respondió de inmediato, masticaba lentamente un bocado que no le gustaba, pero no soltaba. —Sí. Terzo... no arregla las cosas, las hace llevaderas. Eso también es un tipo de magia.

Swiss asintió, dejando que esa verdad se asentara en el aire, ambos se quedaron así unos minutos. Dos sombras apoyadas en lados opuestos del mismo muro, un pedazo de piedra entre ellos. Pero todo lo demás, compartido: el recuerdo, el sabor amargo de la cena, la risa que aún ardía en el pecho.

Swiss giró su bandeja con el dedo, observando la ración insípida con una ceja arqueada. —Dime, Dew... ¿qué basura creativa te sirvieron esta vez?

Del otro lado, Dew suspiró, el sonido del metal contra cerámica indicaba que aún no había terminado. —Un bloque de proteínas marinas... rehidratado. Tiene la textura de una esponja de baño y sabe peor.

Swiss sonrió divertido ante la voz asqueada de su compañero  —¿Y de tomar?

—Una bebida salina con trozos de alga, está fría, aparentemente es “refrescante”.

Swiss tomó su propia bebida amarga y la levantó en el aire como si Dew pudiera verla. —Brindo por nuestras dietas científicamente optimizadas para mantenernos apenas vivos.

—Salud —dijo Dewdrop, con ironía, antes de darle otro sorbo a su gelatina líquida.

El silencio que siguió no fue incómodo, sino cómplice, sintiéndose como dos veteranos en los libros de Mountain, compartiendo raciones en trincheras diferentes.

—Oye —dijo Swiss luego, apoyando la cabeza en la pared—. Hablando en serio… ¿te acuerdas de cuando pensábamos que Terzo era solo otro Papa que nos iba a usar como herramientas?

Dew dejó la cuchara con calma contra la bandeja, el metal hizo un pequeño clic. —Sí. Lo pensé por meses, que éramos solo instrumentos, adornos para sus shows, carne de ritual.

—Yo también —admitió Swiss—. Pero… ahora que lo pienso bien… no lo eramos, ¿verdad?

Dewdrop no respondió al instante, pero Swiss lo sintió respirar más hondo. —No. Él nunca fue así.

Swiss frunció el ceño suavemente. —Recuerdo una vez después de un ritual en el norte, nos habíamos desmayado casi todos del frío. Ifrit casi no podía moverse.

—Aether me tuvo que sacar cargando, estaba medio congelado.

—Terzo se quedó después, sentado en ese camerino helado con nosotros, sin maquillaje, sin su traje papal, solo con ese abrigo horrible de lana… ¿te acuerdas?

—¿El de cuadros? —preguntó Dewdrop, con una leve sonrisa en la voz al recordar el desagrado irracional que tenía su compañero por una simple prenda.

—Ese, feísimo. Pero… Él nos tapó a todos, uno por uno. Como si fuéramos… no sé,hijos quizás o hermanos menores.

Dewdrop murmuró algo incomprensible, como si lo recordara al mismo tiempo —Me acarició el cabello, pensé que estaba alucinando.

—No lo estabas.

El silencio volvió, más pesado esta vez pero no amargo, era un duelo suave, el que nace de haber tenido algo bueno y haberlo perdido.

Swiss se pasó una mano por la cara, tragando el nudo en la garganta antes de que se hiciera visible. —Nunca nos lo dijo directamente, nunca lo mostró con palabras.

—Pero lo sabíamos —completó Dew—. Siempre lo supimos.

Y en medio de la comida miserable, del encierro y la incertidumbre, los dos ghouls se quedaron ahí reunidos por las memorias y por el calor invisible de alguien que, pese a todo, sí los había amado.

Dewdrop giraba su vaso entre los dedos, la bebida salina moviéndose en pequeños círculos sin que la bebiera,  Swiss seguía recostado junto a la pared, con las manos cruzadas bajo la nuca, de vez en cuando murmuraba algún pensamiento suelto sin preocuparse por llenar los huecos entre las frases.

Fue entonces que Dew, sin levantar la voz, sin adornar la pregunta, lo dijo. —¿Tú crees… que Ifrit y Terzo estaban realmente… “ cerca” ?

El aire pareció vaciarse, la piedra entre ellos se volvió más gruesa, más fría, era una pregunta que nunca se hacía,no entre ellos, no en voz alta. Porque en el Clero, entre los Ghouls, una regla era clara: no hay lazos. No hay vínculos más allá del deber, la devoción del ritual, la funcionalidad escénica.

Y menos aún con el Papa… pero todos eran conscientes de que Terzo había cruzado esa línea más de una vez, incluso muchísimo antes de sus invocaciones, cuando Terzo tenía otro pequeño grupo de Ghouls al mando… aunque nadie los mencionará ya, como si sus nombres fuesen prohibidos, aún así todos lo sabían, los rumores corrían rápido dentro de aquel recinto y el dolor en los ojos de su amado Papa cada que veía la habitación de Aether solo era la confirmación silenciosa de un secreto a voces que se había intentado enterrar vivo.

Swiss se incorporó un poco. No por alarma, sino porque la pregunta le caló en el pecho. —¿Por qué preguntas eso?

Dew se encogió de hombros sabiendo que Swiss no podía verlo. —Siempre lo intuí, Ifrit era diferente con él, no se le cuadraba como al resto, no lo obedecía… lo escuchaba . Y Terzo… lo miraba distinto.

Swiss se pasó una mano por la boca, pensativo. No podía negar lo que Dew decía, él también lo había visto, todos lo habían visto. Pero como tantas otras cosas en el Clero, había sido más fácil fingir que no estaba ahí. —Sí —dijo al fin—. Lo eran.

Dew dejó de girar el vaso. —¿Lo sabías?

—No con certeza, pero sí… en los gestos, en el silencio, en cómo Ifrit lo defendía en privado y en cómo Terzo… lo dejaba ser, cuando a cualquiera de nosotros nos habría puesto en nuestro lugar.

—¿Crees que lo amaba? —preguntó Dew, bajando aún más la voz.

Swiss tragó saliva no porque dudara de la respuesta, sino porque decirla era como arriesgarse a romper algo frágil que habían mantenido suspendido en el aire durante años. —Sí. A su manera, sí. Y creo que Ifrit también lo amaba, aunque jamás lo admitiría, ni bajo tortura.

Dew cerró los ojos, apoyando la frente contra la piedra. —¿Entonces por eso está tan...?? —susurró incapaz de terminar aquella frase.

—Claro, todos compartimos un lazo con Terzo... pero el suyo era más que espiritual o más que un ritual. Era real, Íntimo, prohibido. Y ahora está roto.—  Swiss apretó los puños suavemente sobre las mantas. —Y nadie lo va a decir, nadie lo va a reconocer, porque si lo hacen, tienen que aceptar que el Clero los traicionó a ambos.

Dew dejó escapar un suspiro, largo, contenido. —¿Y tú? ¿Estás enojado con él?

Swiss se quedó en silencio por un instante más largo, luego, con una voz baja pero firme, respondió —No. Estoy enojado con todos los que fingieron no verlo, con todos los que lo sabían… y lo dejaron pasar como si no fuese importante.

Ambos se quedaron en sus nidos improvisados, el muro entre ellos ya no parecía una barrera sino un hilo delgado que sostenía una conversación demasiado pesada para mirarla de frente.

Dewdrop no hablaba, solo respiraba muy bajo,  esperando algo que no terminaba de formarse entre ambos hasta que entonces, casi como quien lanza una piedra a un lago congelado solo para ver si se rompe, lo dijo —¿Tú crees… que los ghouls podemos amar?

Swiss parpadeó, el aire se le fue de los pulmones, esa pregunta, tan simple en apariencia, le había golpeado en el pecho con toda su fuerza pues no era una provocación ni una curiosidad, era una confesión disfrazada de pregunta.

Swiss se incorporó un poco, apoyando los codos sobre las mantas, su voz sonó más baja que nunca. —¿Eso piensas? ¿Que no podemos?

Dew dudó. —A veces… siento que lo que sentimos no es igual, que no es lo mismo que ellos.

—¿"Ellos"?

—Los humanos. —Hizo una pausa—. Ellos tienen libertad, historia, sangre que los ata a otros, nosotros fuimos creados para obedecer y servir, hasta nuestros nombres nos los dieron otros.

Swiss se quedó pensativo mirando al alto techo de su cuarto como si pudiera ver las estrellas desde ahí dentro. —Sí, nos hicieron para algo… pero eso no significa que no seamos reales.

—Entonces, ¿qué somos cuando sentimos cosas que no deberíamos sentir?

Swiss se pasó la lengua por los dientes, pensativo. —Somos peligrosos. —Dijo con un dejo de burla amarga—. Por eso no quieren que sintamos porque si sentimos, dejamos de obedecer ciegamente.

Dew no respondió y Swiss, por primera vez en mucho tiempo, se permitió hablar desde el centro.

—Yo creo que podemos amar. —Su voz era firme ahora, sin teatralidad—. No como los humanos,lo hacemos de formas más… viscerales, más profundas porque no tenemos otra cosa, porque no se nos permite tener nada más.

Por primera vez desde la conversación el silencio dolió, Swiss se apoyó contra la pared de nuevo, buscando con su cuerpo el reflejo del otro. —Tú amas a Terzo —susurró.

Dew no negó, sólo respiró.

—Y yo también.

En ese momento, no fue necesario aclarar más, no era el mismo amor ni era el mismo vínculo pero era verdadero, contra todo y pese a todo, ese lazo los volvía más que herramientas o carne ritual, los volvía más que Ghouls.

Eso los volvía reales.

La piedra había guardado su silencio durante toda la conversación, Swiss y Dewdrop seguían cerca de la pared, envueltos en sus mantas, las bandejas olvidadas a un costado con las palabras aún flotando en el aire, frágiles pero verdaderas, cuando algo cambió.

Fue tan sutil al inicio que ninguno supo cómo nombrarlo, al inicio fue un zumbido, no un sonido externo o un murmullo que llegara por los pasillos y se filtrara debajo de las puertas, no, esto venía desde adentro, desde lo más profundo del cráneo justo donde antes habían sentido el vínculo con Terzo.

Era como un escalofrío atrapado bajo la piel, una electricidad estática vibrando apenas, pero con intención, u na nota sostenida sin cuerda.

Swiss se incorporó primero. —¿Lo sientes?

Dewdrop no respondió, estaba inmóvil, con los ojos bien abiertos sin atreverse a pensar en nada más que no fuera en aquella cuerda desgarrándose lentamente en el fondo de su cabeza.  

—Dew...

—Sí. Lo siento.

Era desagradablemente invasivo, no era dolor, pero si una presión sorda que parecía hundirse en la base del cráneo, un hilo que estaba siendo cortado… y ahora intentaba reconectarse.

Lejos, muy lejos en el pasillo, se escuchó una bandeja metálica caer al suelo con un estrépito. —¿¡Qué mierda es esto!?— Aether chillo. Su voz sonaba alterada, y no en su forma usual de dramatismo.

Después, un golpe seco contra la pared, Mountain seguramente había perdido el equilibrio

Un jadeo rasgado, Ifrit al otro lado de la habitación.

Swiss apretó la mandíbula, su cuerpo estaba rígido por instinto preparandose para una pelea que no era capaz de ver, la ansiedad crecía sin permiso escalando por su espalda hasta tensarle la garganta. —Esto no es normal —dijo, apenas audible.

—¿Crees que están... intentando algo? —preguntó Dew, su tono era un susurro.

—No sé. Pero no es natural.

Antes que el dolor llegó el frío, no un frío físico, era uno que brotaba desde dentro, helando la médula de cada uno de los ghouls confinados en sus cuartos, Swiss se dejó caer contra la pared, con los ojos abiertos, pero ausentes, algo se le había roto en el pecho, algo que no podía tocar, ni gritar, ni arreglar. Sentía que se deshacía por dentro, lentamente, como si el tiempo hubiera decidido tomar revancha y pasar factura por cada instante de fe ciega que había depositado en Terzo, cada mirada, cada nota, cada gesto paternal del Papa se repetía en su cabeza como fragmentos de un espejo roto, brillando solo para recordarle lo perdido.

En el silencio de las habitaciones sin entender lo que estaba pasando todos sintieron un fuerte tirón desgarrando sus cabezas causando un dolor agónico en las bases de sus cráneos, el lazo había sido arrancado dolorosamente, dejando un montón de conexiones rotas.

Y ahí todo estalló.

Sodo se cubría los oídos, no quería escucharlos pero no eran sus pensamientos lo que intentaba silenciar, era un grito desgarrador que no tardó en inundar toda el ala de los Ghouls, cada rincón resonando bajo aquel lamento prolongado e infernal que salía de Ifrit.

Swiss empezó a llorar sin darse cuenta, lágrimas silenciosas caían por su rostro mientras sus labios se movían, pronunciando un nombre que ya no podía invocar.

Terzo, el nombre sabía a ceniza y sangre

Los gritos de Ifrit seguían cada vez más frecuentes guiando el sonido de su agonía compartida, acompañado de golpes contra las paredes, sus gritos eran tan puros y viscerales que parecían salir del centro del infierno, cada alarido de Ifrit era como una mano invisible rasgando el alma de sus hermanos, atravesando la piedra, el concreto, el encierro y el dolor que se filtraba como una niebla amarga.

Dewdrop se acercó a la puerta en un intento de estar más cerca de él, su frente colocada contra la madera, sus ojos cerrados, los dientes apretados, no dijo nada no porque no quisiera, sino porque sabía que nada que saliera de sus labios podría consolar aquel terrible vacío en el interior del Fire.

Lo último que se escuchó esa noche fue un gemido largo y quebrado que dejó a todos en un estado de letargo inmóvil, fue como si Ifrit en ese instante hubiera agotado lo último que le quedaba de espíritu llevandose consigo la energía de sus hermanos quedando nada.

Esa nada inmensa y oscura que los forzaba a mirar hacia dentro, a enfrentarse a lo que quedaba cuando ya no eran ghouls al servicio de un Papa, cuando ya no quedaba voz que los guiara, solo el eco de su propia tristeza.

Swiss no supo cuándo dejó de llorar el dolor de su interior nunca cedió pero si que se convirtió en otra cosa, algo más hondo y silencioso, su rostro en algún punto se había secado pero sus ojos seguían abiertos, fijos en un punto invisible frente a él con el grito final de Ifrit aún vibrando en su cabeza, una frecuencia baja que ya no oía con los oídos, sino con los huesos.

El cuarto se sentía mil veces más pequeño dando la sensación de estar enjaulado, aun podía sentir al resto en sus habitaciones, moviéndose como sombras distorsionadas, en ese momento nada tenía forma.

El dolor no era uniforme, en Swiss nunca lo era, lo sentía desde distintas voces que pugnaban por comprender, por aferrarse a una lógica que no existía, su mente siempre compleja, flexible, a veces contradictoria, ahora era un campo de batalla, no por ideas, sino por fragmentos de sí mismo intentando sobrevivir al colapso.

Una parte de él, suave y cálida, seguía llamando a Terzo con ternura, como si el Papa aún pudiera aparecer y tomarle la mano, sonreírle con esa media sonrisa que lo tranquilizaba todo.

Otra parte —más fría, más analítica— buscaba explicación en cada detalle. ¿Dónde estuvo la señal? ¿Cómo lo permitieron? ¿Cómo él , Swiss, con todos sus sentidos abiertos al mundo, no lo había previsto?

Una voz más oscura, grave, hablaba con sarcasmo. Claro. Porque esperabas que todo durara. Qué ingenuo fuiste. ¿Y ahora? ¿Quién eres sin él?

Y luego otra. Una que no hablaba, solo gritaba.

El pecho de Swiss subía y bajaba de forma errática, la presión en su cabeza era insoportable, en algún punto se agarró el rostro, hundiendo los dedos en su piel, ya no respiraba, jadeaba, los bordes de su visión temblaban.

El vínculo había muerto.

No era una suposición, no era miedo no eran rumores o ansiedades mientras jugaban a ser “pitonisas de circo” , era un hecho y Swiss lo sintió con la misma certeza con la que sabía que sus propios pulmones funcionaban, Terzo ya no estaba. Lo que gritaba Ifrit al otro lado del muro no era dolor por una herida… era duelo. Un llanto puro por un cadáver aún sin cuerpo.

Swiss gritó pero no como Ifrit, no fue un grito de furia o desesperación.

Fue un grito descompuesto rasgando su garganta desde dentro. Se dejó caer de lado, encorvado, temblando con sus pensamientos multiplicándose, se empujaban, se cruzaban como corrientes opuestas, se oía a sí mismo desde dentro, hablando en distintos tonos, con distintas intenciones. Discusiones internas. Suplicas cruzadas.

La identidad, ya siempre porosa en él, ahora se fragmentaba sin control, no había un Swiss, había muchos, todos solos y todos sin guía.

“Terzo… nos dejaste… me dejaste… ¿por qué nos soltaste?” susurró, y su voz cambió de timbre con cada palabra.

Sus manos se aferraron al suelo como si pudiera agarrarse al plano material para no hundirse. Porque eso era lo que sentía: que caía. Que su alma se quebraba como vidrio bajo el peso de una verdad demasiado grande.

Y en el fondo de su pecho… una parte de él —la más pequeña, la más silenciosa— comenzó a apagarse.

Porque si Terzo estaba muerto…
entonces el propósito había muerto con él.

Esa noche el clero fue arrullado con los lamentos de los Ghouls, canciones de cuna sobre perdida y luto en cada sollozo… sin saber que metros más arriba, Imperator se deleitaba con aquellas dulces melodías.

Notes:

Hola chicos! que bueno leernos de nuevo este fue el cap que más me costo escribir hasta el momento, por cuestiones de tiempo no pude terminar la ilustración pero les dejo por aquí los diseños de Terzo y Omega en los que estuve trabajando, espero les gusten, nos leemos el siguiente mes.

Chapter 5: Banquete para los vivos

Summary:

Nihil deja en paz al pobre niño

Chapter Text

La habitación estaba sumida en una penumbra densa, apenas atravesada por la débil luz rojiza de un candelabro encendido a medias y las luces teñidas filtradas a través del vitral, Dewdrop, aún con su camiseta de pijama a medio quitar, se encontraba acurrucado en una esquina, sus ojos permanecían abiertos como dos pozos brillantes y húmedos, clavados en la puerta cerrada, las paredes, cubiertas con símbolos grabados por él mismo en noches de insomnio parecían temblar al igual que su cuerpo.

Nadie le había dicho nada, ningún Cardenal, ningún Ghoul, ningún Sacerdote de la Sombra, pero lo sabía, cada ghoul lo sabía, lo sintió como una punzada en el pecho horas antes, una cadena invisible rota dentro de su cabeza, esa desconexión había arrancando consigo una parte de su esencia, era imposible explicar cómo lo sabía. Solo... lo sabía

Papa Terzo estaba muerto.

La risa juguetona y carismática del tercer Papa Emeritus, aquella que siempre se colaba entre la solemnidad del culto, ya no resonaría más por los pasillos del Ministerio, esa presencia tan viva, tan deliciosamente corrupta que lograba sacarle canas verdes a Sister imperator, se había desvanecido del tejido espiritual que los conectaba a todos ellos.

Dew por fin se levantó para caminar de un lado a otro, frenético, los pies descalzos arrastrándose por las frías baldosas mientras sus pensamientos giraban como un vendaval, las voces en su cabeza —las que solían ser susurros de inspiración o lujuria— ahora eran un coro de lamentos distorsionados, como si desde el otro lado alguien estuviera intentando hablarle, intentando despedirse de un fantasma.

Miró la pared a su izquierda, la delgada capa de piedra separaba su habitación de la de Swiss, su compañero, su hermano en el caos y si alguien podía ayudarle a poner en orden aquel torbellino, era él, así que se acercó con cautela, apoyando la frente contra el muro, buscando fundirse con él para alcanzar el otro lado, golpeó tres veces con los nudillos cerrados como ya era costumbre entre ellos, lo suficiente para hacerse notar pero sin romper el silencio del monasterio.

—Swiss... ¿estás ahí? —dijo en voz baja pero clara, como si la pared fuera una puerta de confesionario.

Nada.

Dewdrop esperó, conteniendo el aliento, las últimas veces Swiss había respondido con un golpe, con un tarareo burlón, con una palabra arrastrada como un gato perezoso. Hoy... silencio.

Volvió a golpear, esta vez con más fuerza.

—¡Swiss! ¡Respóndeme, por favor!

Un crujido sordo respondió del otro lado, pero no era un golpe de vuelta, era algo... más lejano, solo pudo compararlo con algo pesado siendo movido al otro lado de la habitación por accidente o por voluntad propia, Dew aguzó el oído, con el pecho tenso imaginando lo peor.

—Te necesito... algo está mal. —Su voz se quebró, y la furia dio paso al miedo. Apoyó ambas palmas en la pared, buscando con todas sus fuerzas alcanzar a su compañero del otro lado. —¿No lo sientes tú también? Se ha ido. Papa se ha ido.

Del otro lado, Swiss no escuchaba, no realmente.

Estaba allí, sí, sentado en el suelo de su habitación, con la espalda apoyada contra la pared y los ojos fijos en un punto inexistente frente a él, su cuerpo permanecía inmóvil, pero su mente flotaba a kilómetros de distancia... en un lugar donde las voces eran demasiado fuertes y los recuerdos demasiado nítidos. Swiss también lo había sentido, la desconexión, la caída y el estremecimiento repentino en el alma, pero a diferencia de Dew, él no tenía palabras para ello, solo vacío.

En su regazo, el crucifijo de Papa Terzo colgaba entre sus dedos, frío y sin vida, la voz de Dewdrop seguía sonando desde la otra habitación, amortiguada por la piedra, pero clara para quien supiera escuchar.

Swiss no respondió, no podía.

Sus labios se movieron apenas, musitando una oración que no recordaba haber aprendido, dirigida a un Dios que nunca había prometido responder. Mientras tanto, Dewdrop se deslizaba lentamente por la pared, dejando que su espalda cayera hasta quedar sentado en el suelo, al otro lado, hundido, desesperado, aislado por centímetros de piedra y kilómetros de dolor.

—No me dejes solo, Swiss... —susurró una última vez, con los ojos cerrados y el corazón encogido,pero del otro lado, solo el silencio, un silencio que empezaba a parecerse demasiado a la muerte.

El bajista respiraba con dificultad, apoyado contra la pared, las rodillas encogidas contra el pecho, las palabras no dichas se acumulaban en su garganta al igual que un grito enjaulado a punto de estallar. Si Swiss no quería hablar, entonces le gritaría. Lo sacaría de su trance o lo arrastraría de las rastas si era necesario, no podía quedarse solo con esto.

Se irguió de golpe, la boca abierta, los ojos incendiados por la mezcla de frustración, miedo y rabia. —¡Swiss, por el amor del Infierno, contéstame de una puta vez!

Y entonces sucedió.

Clac.

El sonido mecánico de las puertas de ambas habitaciones se abrieron de golpe, como lo hacían cada mañana en el Ministerio, no con violencia, sino con la familiaridad ensayada de la rutina, una rutina que, hasta hacía unos días, marcaba el inicio de un nuevo día entre liturgias blasfemas, ensayos infernales y risas a media voz en los pasillos.

Dewdrop se quedó congelado, sus palabras colgando en el aire como un eco que no alcanzó a nacer, el viento frío se coló desde el pasillo principal, la normalidad había vuelto sin pedir permiso, pero no era la normalidad acostumbrada, era un recordatorio cruel de lo que se había roto.

Poco a poco, otras puertas comenzaron a abrirse a lo largo del corredor, el resto de los Ghouls, aún aturdidos, salieron tambaleándose como si acabaran de despertar de un sueño demasiado largo o demasiado profundo, nadie hablaba al principio, solo se miraban entre sí, con los ojos turbios, buscando algo que confirmar, algo que negar.

Mountain fue el primero en fruncir el ceño, Aether frotaba sus sienes de la misma forma en que se intenta ahuyentar una migraña antigua, Air caminaba lento, como flotando, con la expresión distante, no decía nada, pero su mirada se desvió al final del pasillo esperando ver una figura inconfundible que no llegó.

Un eco los sacó de su aturdimiento, era el ritmo seco del bastón del clérigo golpeando el suelo de piedra. Tac. Tac. Tac. Tac. El sonido habitual con el que cada mañana eran convocados al vestíbulo central, donde se anunciaban los eventos, los ritos, las directrices del día, un sonido tan común... que dolía.

El hermano apareció al final del pasillo, encapuchado, tan solemne como siempre, aunque esta vez sin el pergamino en mano, sus pasos eran lentos, su rostro, oculto por completo bajo la sombra de la capucha, una presencia extrañamente distante, incluso para ellos, que estaban acostumbrados a la frialdad del clero.

Ninguno de los Ghouls dijo nada, solo se alinearon por inercia, obedeciendo más al reflejo de la costumbre que a una verdadera voluntad. Todos... menos dos. Swiss seguía sentado en su habitación, el medallón de Terzo entre sus dedos aún inmóviles, sus ojos no parpadeaban, no se había movido siquiera cuando la puerta se abrió y más al fondo, en una habitación siempre más oscura, Ifrit tampoco salió

Dew miró a su alrededor, el murmullo creciente de los Ghouls comenzaba a encenderse, preguntas al aire, miradas inquietas pero aún no había confirmaciones,volteó hacia la habitación de Swiss, el Ghoul seguía allí al igual que una estatua viva.

—Cobarde —susurró Dew con amargura sntes de centrar su atención en el humano, no lo hizo con desprecio, sino con el dolor de quien se siente abandonado por el único que podría entenderlo.

Al quedar en el centro de aquel pasillo el clérigo se detuvo frente a ellos como cada mañana, con el rostro oculto bajo su capucha negra y las manos juntas sobre el mango de su bastón, el grupo de Ghouls, alineados con la precisión inconsciente del hábito, lo observaban en un silencio que no era respeto, Dewdrop se mantenía ligeramente al margen, el cuerpo rígido y los ojos fijos en el rostro invisible del clérigo, esperaba oírlo, el nombre. Papa Terzo, las palabras que lo liberarían o lo hundirían. Pero no llegaron.

—En el nombre de la Sombra, buenos días —inició el clérigo con su tono habitual, neutro, imperturbable. —Que el Caos los sostenga en sus pensamientos y mantenga sus manos limpias de intención.

Un murmullo ceremonial fue la única respuesta.

—Hoy, el Ministerio ha emitido nuevas instrucciones —continuó, desplegando un pequeño rollo de pergamino sellado con el símbolo de la Hermandad. —Todos los miembros del séquito musical deben presentarse en uniforme ceremonial completo. Deberán dirigirse al comedor principal a la séptima campanada. Ninguna otra actividad tiene prioridad. La asistencia es obligatoria.

Un silencio palpable cayó sobre el grupo, las palabras del clérigo no parecían inusuales... pero lo eran. Profundamente. El comedor principal era un lugar prohibido para los Ghouls. Un espacio reservado únicamente para la alta cúpula clerical, donde ni siquiera los cardenales solían sentarse salvo en momentos especiales, o audiencias con Papa o Sister Imperator, que ahora se les convocará allí, vestidos con sus ropajes de ritual, solo significaba una cosa.

Ella iba a presentarse y si Sister Imperator bajaba personalmente al plano de los Ghouls, no era por simple cortesía.

—¿Y qué hay de Papa Terzo? —se atrevió a preguntar Aether, su voz rasgando el aire como un cuchillo lanzado al vacío.

El clérigo bajó ligeramente la cabeza para pasar a un silencio cuidadosamente medido.

—No hay novedades al respecto, vistan sus túnicas y mantengan la compostura —respondió sin inflexión alguna, se giró y se alejó, el bastón marcando de nuevo su marcha. Tac. Tac. Tac.

Dewdrop apretó los puños sintiendo un zumbido en sus oídos, acompañado esta vez por una furia que comenzaba a arder en su interior. ¿"No hay novedades"? El aire olía a incienso rancio y mentira.

Uno a uno, los Ghouls comenzaron a dispersarse hacia sus habitaciones, la orden aún resonando en sus cabezas, la tensión se convertía en un abrigo que todos llevaban encima, apretado contra los hombros, el water se quedó unos segundos más, mirando el pasillo donde Swiss seguía sin aparecer, la puerta de su habitación permanecía abierta... y oscura. Igual que la de Ifrit, Dew giró sobre sus talones y se dirigió a su habitación para vestirse.

El aire en su habitación se sentía más denso que nunca dando la impresión de que la piedra misma hubiese absorbido la angustia y ahora la exhalara lentamente, envolviéndolo todo, las sombras bailaban perezosas a la luz de una vela, alargando sus dedos sobre el suelo mientras él se vestía en silencio con el uniforme ceremonial que descansaba sobre la silla desde hacía días, impecable, intacto... en el fondo sabía que iba a necesitarlo, así que simplemente lo dejo ahí, listo para cuando llegará el momento. Con manos mecánicas, Dew fue colocándose cada pieza, sintiendo cómo cada capa lo alejaba más de sí mismo. Las botas altas, la sotana oscura con bordados en plateado profundo, el collar con el símbolo del Ministerio enmarcado en metal brillante, finalmente tomó su máscara.

La sostuvo un momento entre las manos, mirándose reflejado en el brillo frío de sus cuernos curvos, su rostro, aún descubierto, mostraba algo poco común en él: vulnerabilidad. Los ojos, inyectados y tensos, ya no brillaban con la picardía habitual, ahora estaban apagados. —No soy nada sin esto... ¿cierto? —murmuró, casi con asco antes de colocarse el pesado metal en el rostro.

El clic seco al ajustarla fue como un disparo silenciado, en el instante en que su rostro quedó cubierto, algo en él se cerró. El dolor se hundió más profundo, oculto detrás del metal y la tradición, no podía desaparecer tan fácil, pero sí podía disfrazarlo.

Salió al pasillo con pasos decididos, aunque su pecho seguía latiendo con la urgencia del que aún espera una respuesta que no llega. Mountain, Aether y Air ya estaban allí, alineados, impecables, con sus máscaras también colocadas, la tensión en sus posturas era palpable. Aether, en especial, su cola se movía de un lado a otro intentando contener una energía que no sabía a dónde dirigir.

Dew asintió hacia ellos, sin palabras, solo un leve gesto de presencia compartida hasta que algo llamó la atención del grupo, desde la habitación vecina, Swiss emergió uniformado al igual que sus hermanos, su máscara firmemente colocada, reflejando la luz con un brillo siniestro. Caminaba recto, con el porte que todos conocían tan bien... pero algo estaba mal... Muy mal.

Sus movimientos eran demasiado calculados, demasiado precisos, cada paso una orden ejecutada y no una decisión tomada, su cabeza no giraba hacia ninguno de ellos. Ni un saludo, ni una inclinación de hombros, ni siquiera una señal de que los reconociera. Dewdrop se tensó. Lo observó con una mezcla de alivio y alarma. Por fin había salido. Pero... ¿salido de qué?

—¿Swiss? —preguntó, rompiendo el silencio.

Nada.

—¿Lo ven? —susurró Dew, sin apartar los ojos de él. —Está aquí... pero no está.

Aether dio un paso hacia Swiss, levantando la mano como para tocar su hombro, pero se detuvo a medio camino, algo lo detuvo, tal vez el frío en el aire o tal vez el instinto, daba igual, ninguno dijo nada más.

Las campanas comenzaron a sonar, una tras otra, rompiendo el silencio con su eco grave.

Una.

Dos.

Tres...

La séptima se acercaba y con ella, los Ghouls comenzaron a avanzar por los pasillos del Ministerio como un cortejo espectral, colas arrastrándose, las máscaras impasibles, todo era un desfile silencioso hacia el comedor prohibido.

Dewdrop caminaba en medio de la formación, sintiendo a Swiss detrás como una sombra. No sabía si debía sentir consuelo o miedo, así que se limitó a mantener la mirada al frente, a pesar de tener su mente en otra parte. Pensaba en Ifrit y en su ausencia, en la última vez que lo había visto, derrotado en su cuarto, tan silencioso como Swiss... pero distinto, mientras que la ausencia de Swiss parecía un colapso interno la de Ifrit parecía más una combustión contenida y eso lo preocupaba aún más.

—¿Creen que lo castiguen por faltar al comedor? —murmuró Air, lo justo para que solo los más cercanos lo oyeran.

—Quizá solo lo dejen sin comer—dijo Aether, con voz grave. —eso comparado a las bandejas de los últimos días no hace mucha diferencia

Mountain caminaba con los hombros hundidos, cargando el peso de todos los acontecimientos recientes en silencio, estaba preocupado por Ifrit, si, pero también entendía el duelo del Fire, lo mejor que podían hacer por él en ese momento era darle algo de espacio.

Las puertas dobles del comedor principal se alzaban al final del corredor, altas y negras como el portal de una catedral infernal, siempre cerradas tan fuera de su alcance, pero hoy, estaban abiertas, el grupo hubiera preferido que no fuera así, pues al cruzarlas los recibió una visión más que desconcertante.

Imagen

El comedor era una enorme habitación iluminada por vitrales de colores, la mesa estaba finamente tallada, las baldosas del piso eran toda una obra de arte sin contar las estatuas que descansaban contra las paredes, estatuas que similaban Ghouls sosteniendo caros floreros, toda esa belleza se opacaba por los anfitriones ya colocados en la mesa central, en una de las sillas principales estaba sentado Papa Nihil Inmóvil, no como las estatuas... sino como alguien aburrido hasta los huesos.

Llevaba sus ropajes tradicionales, desgastados por los siglos y las malas decisiones, su bastón decorado con huesos falsos estaba recargado contra su silla, sus ojos ocultos tras gafas oscuras escrutaban la sala sin demasiado interés dando la misma impresión que Terzo daba luego de una buena borrachera, lo único que parecía mantenerlo entretenido era la copa de vino a medio terminar en su mano derecha.

—Ya era hora —rezongó en voz baja al ver entrar a los Ghouls.

Junto a él, reinando como un eclipse sonriente, estaba ella vestida con un atuendo ceremonial que combinaba la rigidez del clero con un descarado sentido del espectáculo, la figura de Sister Imperator era tan majestuosa como intimidante ahí sentada con la espalda recta, una pierna cruzada con elegancia y una copa de licor en mano, los observaba como si estuviera a punto de dar una bienvenida... o una sentencia.

—Mis queridos, queridos Ghouls —dijo con su voz aterciopelada, saboreando cada una de sus palabras. —Qué placer tan extraño verlos en esta mesa. ¿Quién diría que harían falta tantas... ausencias para que se nos permitiera compartir el pan?

La palabra "ausencias" cayó como una daga sobre el grupo, todos la sintieron, ninguno la comentó, pero fue la tercera figura en la mesa la que los hizo detenerse en seco.

Al principio, apenas lo notaron, estaba parcialmente escondido, encogido casi como un niño tras el faldón de una madre severa pero cuando los ojos de los Ghouls lo encontraron, no hubo duda.

Copia.

El Cardenal Copia, el mismo al que habían visto juguetear con su triciclo en los pasillos, el que bailaba a escondidas, el que correteaba a Terzo con papeleo en mano.

Estaba allí... Con ellos... En esa mesa.

Vestido con una versión más formal de su habitual indumentaria, pero sin mitra, sin autoridad declarada. Solo él... con una expresión de culpa tan evidente que se sentía como una confesión muda. No dijo ni una palabra, se limitó a mirar a los Ghouls por encima de sus ojeras pintadas, encorvado, casi esperando que los ghouls lo abofetearan con la mirada.

Dewdrop lo miró fijo, no con odio... sino con desconcierto, sabía que Copia no era un traidor, no podía serlo pero entonces... ¿por qué estaba allí, mientras Terzo estaba ausente, mientras Swiss estaba roto, e Ifrit... lo que sea que estuviera siendo Ifrit?

Sister Imperator no tardó en notar aquella mirada helada, sonrió con esa teatralidad deliciosa que reservaba para los momentos de verdadero caos. —¿Qué es esa cara, Agua? —preguntó con sorna. —¿Esperabas encontrar a alguien más en esa silla?

Dew no respondió, no hacía falta.

Imperator alzó su copa y Papa Nihil la imitó con una exhalación cansada listo para el discurso de la matriarca. —Bienvenidos al nuevo día —anunció ella.

Un sirviente del clero apareció para acomodar las sillas, un desayuno como si todo fuera normal, como si nadie hubiera muerto, como si Copia no estuviera a punto de heredar un trono cubierto de silencio y sangre.

Los Ghouls avanzaron con cautela hacia la mesa, guiados por el miedo de desobedecer aquella orden muda, la mesa era larga, decorada con símbolos del Ministerio, candelabros oscuros y copas de vino dispuestas con una perfección casi ofensiva, pero lo que verdaderamente atrajo su atención fueron los lugares asignados que el clérigo había acomodado para ellos.

Cada asiento tenía grabado un símbolo distinto inconfundible, sus símbolos alquímicos.

Dewdrop encontró su lugar marcado por el triángulo invertido y se sentó sin decir palabra, sintiendo una punzada incómoda recorrerle la columna al notar que el asiento a su derecha —el del fuego mayor— permanecía vacío.

Todos los demás Ghouls tomaron asiento lentamente, en silencio, intercambiando miradas nerviosas, incluso Swiss, aún mecánico en sus movimientos, se sentó en el lugar correspondiente al multi elemento sin dudar, no se había desviado ni un centímetro del guión invisible que parecía dictar cada paso, pero su grupo podía jurar que debajo de esa máscara Swiss debía tener los colmillos expuestos.

Cuándo los ojos de la banda recorrieron uno a uno los asientos del lugar, notando de inmediato que no solo faltaba Terzo. Faltaban dos más.

A las cabeceras laterales de la mesa, donde usualmente se sentaban Papa Primo y Papa Secondo —cuando, rara vez, hacían acto de presencia durante rituales mayores— no había nadie. Sus sillas, talladas con emblemas ancestrales, estaban desaparecidas sin dejar rastro de su existencia.

Dew sintió cómo el estómago se le contraría, miró a Aether, que a su vez miraba a Mountain.... entonces, Sister Imperator se levantó con el rostro iluminado por la llama de los candelabros y la sonrisa de una loba bien alimentada, su copa aún sostenida en alto, haciendo que todos los ojos e incluso los silencios se centraran en ella.

—Queridos hijos del Ministerio —dijo, con una alegría genuina que contrastaba con la rigidez de la situación, se notaba que había pasado una muy buena noche—, qué glorioso es poder compartir el pan y la sangre en este espacio sagrado, todos juntos. Bueno... —añadió, haciendo una pausa cargada—, casi todos.

Los Ghouls no pestañearon estaban demasiado concentrados en no quebrarse.

—Hoy es un día especial. Un día de transición, de renovación y para ello, es justo y necesario presentarles formalmente a un miembro de esta congregación... aunque sospecho que ya lo conocen —dijo, girando levemente hacia su izquierda.

Copia aún estaba encorvado en su asiento, visiblemente incomodo, Imperator en medio de su euforia extendió una mano hacia él, como quien presenta una estatua recién desenterrada.

—Cardenal Copia ha sido un servidor fiel del Ministerio desde antes de que muchos de ustedes supieran cómo caminar sin tropezarse con sus colas —dijo con una risa ligera rayando en lo burlona. —Ha estudiado, servido, observado. Ha crecido entre notas y sombras y finalmente, ha demostrado ser digno de... más.

Ningún Ghoul se movió, incluso el vino en las copas parecía no atreverse a agitarse.

Papa Nihil resopló desde su asiento, claramente hastiado hizo girar su copa con desgano, sin mirar a Copia. —Más, dices —murmuró con desprecio audible—. Apenas y puede leer un grimorio sin invertir las palabras.

Sister fingió no escucharlo. Sonrió aún más. —Y como símbolo de esta nueva era... es justo que hoy lo reciban como lo que verdaderamente es: un futuro pilar del linaje. Un hermano de ustedes, y pronto... algo más.

Copia no alzó la vista, solo se limitó a juntar las manos sobre la mesa y respirar hondo, tenía más el aspecto de estar siendo juzgado en una corte que el de un homenajeado en su banquete.

Dewdrop apretó los puños bajo la mesa. Las palabras eran suaves, pero el subtexto lo golpeaba como un tambor de guerra: Terzo no volverá. Secondo y Primo están fuera del tablero. Y Copia... Copia lo reemplazará todo. Nadie había dicho "muerte", "sucesión". Pero los símbolos, los silencios, las sillas vacías... hablaban por sí mismos.

Y lo peor era que Sister sonreía como si estuviera disfrutando de cada segundo de esa agonía colectiva.

El banquete apenas comenzaba.

Pero la digestión... sería eterna.

Chapter 6: Marcas de lo que queda

Summary:

Pobre Cardi el solo quiere amigar.

Chapter Text

ADVERTENCIA, este capitulo contiene muestras graficas de violencia.

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Un repiqueteo sutil rompió el aire tenso de la sala, no venía de campanas ni de voces, sino de la vajilla: platos de porcelana oscura pintados con los mismos símbolos de sus bandejas, copas de cristal oscuro, cubiertos ornamentados con garras plateadas. Las Hermanas del Pecado habían comenzado a entrar, una a una, como una procesión silenciosa, vestidas de rojo y negro (un ropaje ceremonial que solo usaban en rituales apropiados), con sus rostros ocultos bajo velos translúcidos, avanzaban entre los Ghouls con movimientos ensayados hasta el detalle, cada una con una indicación de exactamente a quién servir.

No había bandejas baratas ni tazones miserables. No. Esta vez, cada Ghoul recibía un plato individual diseñado específicamente para ellos, uno verdaderamente diseñado para nutrir, alimentar y complacer.

Dew observó el suyo en cuanto lo colocaron frente a él, se trataba de un filete de trucha, dorado, perfectamente sellado, acompañado de un delicado puré de raíces oscuras y una guarnición de flores comestibles, el aroma era cálido, casi reconfortante y se deslizaba por sus sentidos como una caricia cruel, nada que ver con las raciones insípidas que les habían arrojado en las últimas tres jornadas. Pan viejo, caldo aguado o gelatina servida con desdén. Pero ahora... esto era una ofrenda, un regalo, un anzuelo disfrazado de agasajo.

Alrededor de él, los demás Ghouls miraban sus platos con la misma mezcla de sorpresa, sospecha y hambre contenida.

Air tenía una ensalada con frutas cristalizadas y nueces negras.

Aether, un corte de cordero bañado en vino oscuro.

Mountain recibió un guiso espeso, humeante, cargado de especias.

Incluso Swiss, aún robótico, miraba su comida con la cabeza ligeramente inclinada, como si algo en su interior intentara recordar qué era tener apetito.

Pero ninguno se atrevió a moverse, mucho menos a tocar nada, la desconfianza era un nuevo invitado en la mesa y Sister por supuesto que lo notó.

Sentada con una copa entre los dedos, se rió con esa musicalidad venenosa que llenaba todos los espacios como incienso pesado.

-¿Pero qué es esto? -dijo con fingida inocencia, cruzando las piernas con elegancia. -¿Acaso la cocina de nuestras hermanas no es lo suficientemente buena para nuestros pequeños demonios?

El silencio colectivo fue la única respuesta, así que ella sonrió aún más.

-Vamos, queridos. No me digan que le temen a un poco de alimento, pan y vino... después de todo lo que se han metido en la boca por voluntad propia.

Nihil soltó una tos seca que sonó casi como una risa.

-¿Se preguntan por qué de pronto los estamos tratando como si fueran invitados en vez de peones?-añadió Imperator girando la copa en su mano -Yo también lo haría si fuera ustedes. Pero no es una trampa, lo prometo. Hoy es una celebración.

Aún así nadie se movió, Dewdrop sentía el aroma clavarse en su estómago, recordándole cuán vacía había estado su alma (y su cuerpo) desde que todo comenzó, pero no se atrevía, no todavía...

Sister inclinó la cabeza, teatral, divertida, soltando una frase a la que todos temían.

-No podrán comer con esas máscaras puestas, claro. ¿Qué sentido tiene ofrecerles manjares si no los saborean como quienes son?

Un escalofrío recorrió la mesa, no solo a los ghouls.

Dewdrop giró la cabeza hacia Aether, luego hacia Mountain, todos pensaban lo mismo, quitarse la máscara durante un ritual era impensable, impuro, altamente condenado por las reglas que la misma mujer había impuesto, pero Sister seguía sonriendo, con los ojos bien abiertos, saboreando cada segundo de su manipulación.

-Hoy no son Ghouls -dijo suavemente. -Hoy son testigos y los testigos deben ver y ser vistos.

Dew bajó lentamente la mirada hacia su plato, el pescado humeaba con perfección blasfema, una parte de él temblaba de hambre y la otra... de miedo.

El silencio se había convertido en un personaje más en la sala, vivo, presente, una criatura invisible que se colaba entre los cubiertos de plata, las copas temblorosas y los platos aún humeantes.

Pero, sin más remedio uno a uno, los Ghouls comenzaron a quitarse las máscaras siguiendo la orden directa de Imperator.

No hubo palabras, no hubo miradas cómplices, repentinamente estaban desnudos en alma, todo un entretenimiento para los humanos de la habitación.

Air fue el primero, luego Aether que dejó su máscara sobre la mesa como si acabara de arrancarse la piel, Dewdrop lo hizo en último lugar sintiendo que se desnudaba mientras el metal abandonaba su rostro, dejando a la vista sus ojos cansados, ojerosos por las ultimas noches sin descanso, estos brillaban más de rabia contenida que de vulnerabilidad.

Sister sonrió satisfecha al igual que una madre viendo a sus hijos aceptar la lección sin tener que repetirla.

-Eso está mucho mejor -murmuró. Y, sin más ceremonia, tomó el tenedor y dio el primer bocado de su plato, un delicado filete oscuro, bañado en una salsa que olía vagamente a vino y poder.

Ese simple gesto fue la señal, los Ghouls comenzaron a comer procurando ser lo más silenciosos posible, como si masticar demasiado fuerte pudiera desatar una tormenta.

Dewdrop probó su trucha, estaba deliciosa, un plato que habría considerado un lujo en cualquier otro momento pero ahora sabía a traición, un banquete funerario disfrazado de fiesta.

Frente a el Swiss aún permanecía con los ojos vidriosos, sólo se dedicaba a mirar fijamente el plato servido, sin probar bocado.

En una de las sillas principales estaba Copia sentado con las manos entrelazadas sobre la mesa, compartiendo el mismo ayuno mental que Swiss, su rostro estaba sudoroso y el labio inferior le temblaba apenas. A pesar de sus usuales payasadas, ahora parecía un niño en un juicio, rodeado de rostros conocidos que ya no lo miraban igual.

Quiso hablar, el silencio lo asfixiaba más que cualquier juicio así que se giró hacia Mountain, el más tranquilo de todos. El más grande, sí, pero también el más sereno. Si alguien podía, tal vez, romper la barrera, era él.

-Mountain... -comenzó, con voz baja pero temblorosa, captando de inmediato la atención del gigante que giro lentamente su rostro hacía el-. La... la luna de ciervo está cerca ¿cierto? Escuche que mudas las astas... y pensé...-

-Seguro se las arrancá alguien por piedad -interrumpió Nihil sin levantar la mirada de su plato, sorbiendo el vino con desdén. -O quizá se las arranqué el mismo para tener una excusa y salir de aquí, así no te escucha hablar.

Unas risas cortas brotaron de algún rincón oscuro del comedor, tal vez de alguna hermana del pecado que no recordaba su lugar.

Copia se calló de inmediato claramente avergonzado

Mountain lo miró fijo, no mostraba enojo... pero tampoco simpatía, solo una calma inquietante, terminó asintiendo con lentitud a su duda inicial para volver a centrarse en su comida.

Copia tragó saliva y bajó la vista, intentando recomponerse, un minuto después, lo intentó otra vez.

-El otro día encontré unas partituras antiguas de Secondo... no sabía que escribía para órgano también. Tal vez podríamos-

-¿Y tú sabes leer partituras? -interrumpió de nuevo Nihil, esta vez clavando su mirada tras las gafas oscuras. -Qué interesante. Yo pensaba que solo sabías lamer botas.

El tenedor de Dewdrop se detuvo en el aire, Swiss apartó la mirada del plato por primera vez para mirar incrédulo a Nihil, Air soltó un suspiro lento y largo por la nariz, no estaban felices con Copia, pero eso no significaba que encontrarán placentera aquella humillación al pobre chico rata.

-Intento... ayudar. Ser útil.- dijo Copia con una sonrisa forzada en el rostro

-Ah, sí. Claro. Útil -repitió Nihil, inclinándose hacia Sister con media sonrisa. -Como una vela en el fondo del mar.

Sister, en lugar de frenar la humillación, tomó un sorbo largo de su copa y observó a Copia con una mezcla de cariño burlón y fría indiferencia. -Déjalo, Nihil -dijo al fin. -El pobre está intentando socializar. No todos pueden nacer con la lengua afilada como la tuya, querido.

-No, pero nacer con la lengua dentro de la boca ya sería suficiente -gruñó el anciano Papa, volviendo a su copa.

Copia se encogió un poco más en su asiento. Trató de volver a intentarlo, de decir algo más pero las palabras murieron antes de salir.

Y así, el desayuno siguió, masticado en silencio, deglutido con miedo, adornado con un banquete que sabía a despedida...

Swiss seguía con la mirada fija en Nihil ignorando el plato frente a él que permanecía impecable y perfectamente caliente. Su comida consistía en un medallón de ciervo bañado en reducción de frutos oscuros, acompañado por brotes tiernos y una salsa que olía vagamente a humo y tierra húmeda, todo dispuesto con precisión quirúrgica, una obra de arte que Swiss no llegó a tocar.

Su mano derecha sostenía el cuchillo, la izquierda el tenedor, los dedos cerrados con firmeza, esperando una orden desde algún lugar de su mente, pero no llegaba, al menos no la adecuada... su mundo seguía fragmentado.

Había pasado las ultimas horas sin hablar, sin moverse, sin pensar con claridad, su mente se había escondido en una esquina, acurrucada, dejando al cuerpo operar en piloto automático.

Caminar. Sentarse. Vestirse. Matar. Comer.

Comer...

El suave "clink" de los tenedores tocando los platos a su alrededor comenzó a filtrarse por las rendijas de su entumecimiento.

Al principio, era solo ruido pero luego se convirtió en ritmo, una especie de sinfonía silenciosa y familiar. Era como estar escuchando una canción sin melodía... solo estructura, eso, de algún modo, le resultaba tranquilizador.

Swiss bajó lentamente la mirada hacia su plato nuevamente por fin apartándola de los altos mandos, el aroma del platillo lo alcanzó con más claridad, su apetito dormido comenzó a removerse dentro de su estómago, no porque tuviera hambre en realidad, sino porque su cuerpo empezaba a recordarle que estaba vivo.

Algo en su interior -un eco, una chispa- comenzó a agitarse, exigiendo que buscará con su mirada al Ghoul que tenía frente a él.

Dewdrop.

Sentado con la espalda tensa, los labios apretados, las aletas escondidas en su cabello, cortando su trucha con movimientos rápidos y precisos. Comía con la misma furia contenida con la que tocaba en las giras y Swiss sintió de regreso el mismo dolor que experimentó en el escenario al ver cómo se llevaban a Terzo... Culpa

En un intento por arreglar la situación movió su cola buscando la del rubio, lenta, torpe, como quien no ha usado un músculo en mucho tiempo, la extendió temblorosa hacia el frente. Era un gesto automático entre Ghouls, uno Íntimo, no sexual pero cargado de afecto, un "estoy aquí" silencioso.

La punta de su cola rozó apenas la aleta de Dewdrop y por un segundo, Swiss creyó que había conexión, hasta que Dew se apartó con sequedad, rechazando el contacto como si hubiese sido tocado por una hoja afilada, ni siquiera volteó a verlo. Solo retiró la cola, la envolvió en torno a la pierna de su silla y continuó comiendo.

Swiss se quedó quieto, el pequeño hilo de conexión se cortó antes de poder anudarse, esa simple acción fue un golpe de realidad para Swiss, un golpe seco que lo hizo despertar. No del todo aún, pero el mundo se volvió un poco más nítido. La mesa, las copas, el peso de la mirada de Copia desde el otro extremo, la rabia oculta en el rostro de Aether, el vacío al otro lado del fuego: el asiento de Ifrit, aún sin ocupar.

Swiss tragó saliva, buscando aferrarse a esos pequeños momentos de claridad, su aclaró extrañamente fue Nihil en el otro extremo de la mesa, masticaba como si el mundo no estuviera cayéndose a pedazos.

Con los codos apoyados en la mesa (cosa que seguramente alguna Hermana del Pecado había anotado mentalmente con horror), se llevaba trozos generosos de carne a la boca y rumiaba como un crítico gastronómico en plena venganza.

-¿Ciervo? ¿Otra vez? -bufó con la boca llena-. No sé cuántos de estos bichos nos quedan en el bosque, para la próxima podrían servirme algo de lo que le sirven a las mascotas callejeras de Terzo.- El comentario no provocó risa, pero su tos seca posterior sí.

Sister Imperator se limitó a girar los ojos con elegancia y tomar otro sorbo de vino. Copia, mientras tanto, se removía en su asiento con la espalda encorvada, los labios apretados y los ojos mirando a la servilleta como si contuviera respuestas a un examen que claramente estaba reprobando.

-Al menos este desayuno tiene sabor -continuó Nihil, cortando otro trozo con energía exagerada-. A diferencia de algunos en esta mesa. ¿Verdad, Copia?

El Cardenal levantó la vista con la velocidad de un gato asustado, sus ojos se abrieron más de lo necesario, parpadeó un par de veces, luego bajó la mirada otra vez al igual que un niño regañado. -Yo solo quería intentar conversar un poco...

-Intentar es la palabra clave, sí -gruñó Nihil, ahora sorbiendo el vino con un ruido ofensivamente innecesario-. Nunca falta el niño que quiere jugar con los instrumentos aunque no sepa cuál es el lado correcto de la flauta.

-¡Nihil! -interrumpió Sister, con tono agudo, sin levantar mucho la voz pero con la autoridad de alguien que no necesita hacerlo-. ¿Podrías comportarte como el relicario viviente que se supone que eres?

Nihil alzó las cejas, teatral al igual que su hijo. -¿Relicario viviente? ¿Eso fue un cumplido o estás preparando el terreno para meterme en un ataúd de cristal?

Sister apoyó la copa con elegancia sobre la mesa, sin dejar de mirarlo.
-Si no fueras una figura histórica andante y el último bastón de esta Iglesia con más memoria que dirección, hace rato estarías durmiendo con los murciélagos del sótano.

Nihil soltó una carcajada seca, que se convirtió en tos manteniendo a los Ghouls tensos, por mucho que Nihil no fuera de su agrado debían admitir que era impresionante como podía molestar a Sister sin sufrir consecuencias.

Copia, por su parte, intentó no parecer visiblemente agradecido por la defensa... y fracasó rotundamente. -Lo lamento, Sister... no era mi intención causar tensión -murmuró, su voz arrastrándose como si pidiera permiso para existir.

-Oh, por Satanás, deja de disculparte cada tres segundos -resopló Nihil-. ¿Cómo esperas liderar un rebaño si tiemblas cada vez que alguien frunce el ceño?

-No está aquí para liderar un rebaño, todavía -corrigió Sister con una sonrisa afilada-. Está para aprender, observar, servir a esta congregación y a su futuro como corresponde.

Dewdrop cruzó los brazos, mirando fijamente su plato ahora vacío, Aether soltó un suspiro contenido, Swiss aún no había tocado el tenedor y Mountain... simplemente masticaba.

Copia se aclaró la garganta, alzó tímidamente la cabeza y dijo, con toda la solemnidad de quien está a punto de arruinarlo todo otra vez: -Quizás... después del desayuno podríamos ensayar juntos. Digo... si quieren... como antes, un poco de música podría ayudarnos a... unirnos.

El silencio fue tan cortante como un platillo roto lo que solo empeoro los nervios del cardenal.

Nihil lo miró fijamente, luego sonrió. -Claro. Ensayar. ¿Por qué no? Tal vez hasta podamos tocar una misa fúnebre, ya que estamos en ambiente.

Sister suspiró, cerró los ojos y apretó los dedos sobre el puente de su nariz. -Por el amor de Lucifer, qué paciencia tengo...

Cuando el último tenedor chocó contra el plato vacío, el silencio regresó como un telón pesado cayendo sobre el acto final. Las Hermanas del Pecado comenzaron a moverse sin emitir palabra, retiraron los platos con la misma ceremonia con la que se cubre un cadáver con una sábana: con respeto, pero también con premura, buscando borrar la escena lo antes posible.

El único plato que quedó intacto fue el de Swiss, no fue retirado, nadie se atrevió a tocarlo por alguna razón que ninguno entendía.

Una vez que la mesa estuvo recogida, Sister Imperator giró apenas el rostro hacia Copia. Su sonrisa seguía tallada con precisión, pero sus ojos lo apuñalaron con un mensaje claro: Ahora.

Un pequeño codazo, elegante pero firme, lo sacó de su trance, Copia carraspeó mientras se sentaba más derecho, había practicado ese discurso por horas en su habitación, pero una cosa era decirlo a sus queridas ratas y otra muy distinta decirlo a aquellas criaturas que por muy nobles que fuesen fácilmente podrían eliminarlo con un chasquido de dientes.

-E-hem... queridos... Ghouls -su voz ya temblaba en la primera palabra-. Yo... este... gracias por venir esta mañana.... Es un día... bueno, no un día común. Nada ha sido común estos días, en realidad, y...

Los ojos de Dewdrop comenzaron a entrecerrarse con pereza.

Air entrelazó los dedos con fuerza.

Aether miraba a la pared como si quisiera traspasarla con la mente.

Mountain ni parpadeaba.

Swiss intentaba no desnudar sus colmillos.

-...verán, hay... hay noticias muy importantes que deben saber... Que merecen saber por respeto y por... por transparencia institucional. Y... bueno, espiritual también -continuó Copia, cuanto más hablaba, más se enredaba-. Porque cuando uno... cuando alguien parte... o mejor dicho, cuando varios alguienes...

-Por Satanás, basta. -La voz de Papa Nihil cortó como una guadaña.

Todos se giraron hacia él al unísono.

Nihil se levantó con cierta dificultad, empujando la silla hacia atrás con un chirrido innecesariamente ruidoso, dejó la copa sobre la mesa con un golpe seco y se pasó una mano por la cara. Por un segundo, pareció mucho más viejo que nunca.

-No puedo ver cómo este idiota sigue escupiéndose encima con cada sílaba -dijo, sin suavidad, pero con menos veneno que antes-. Así que se los diré yo como debe hacerse. Con claridad.

Nihil levantó la cabeza, sus gafas oscuras ocultaban sus ojos, pero no la pausa que vino después, ni la sequedad en su garganta. -Primo. Secondo. Terzo -dijo, una palabra por cada nombre-. No van a volver. Murieron. -La palabra cayó con brutal sencillez-. Los tres, no al mismo tiempo ni de la misma forma pero están muertos y nadie va a sacar sus cadáveres de la cripta para cantar una última misa.

Dewdrop bajó la mirada, cerrando los ojos con fuerza, sus dedos apretaron los bordes de la mesa para intentar aferrarse a algo que no fuese el multi, Aether se llevó una mano al rostro para ahogar un llanto, Air giró el rostro hacia el suelo, Mountain, inmutable, solo respiró más hondo.

Swiss... fue el único que no apartó la mirada del anciano, incluso se atrevió a gruñirle por prohibido que fuese a lo que Nihil solo chasqueó la lengua.

-No pregunten cómo ni por qué, no hay una razón cómoda. No hay un cuento reconfortante que les vamos a contar como si fueran novicios, las cosas pasan y este ministerio devora a los suyos más rápido de lo que aprendemos sus nombres.

Y luego, lo dijo casi en un murmullo. Un susurro que pareció escapársele sin querer:

-...Y ellos... no eran tan distintos a ustedes.

El silencio volvió a instalarse en la sala, un minuto de silencio por cada perdida, lo sabían, claro que lo sabían pero al menos ahora alguien lo decía en voz alta, tenían la dolorosa confirmación, una que por momentos pensaron que nunca llegaría, y por un segundo, solo un segundo, detrás de los lentes oscuros de Nihil... los Ghouls jurarían haber sentido tristeza real cruda, un momento de luto compartido.

Pero fue solo un segundo, Nihil se aclaró la garganta, se acomodó la túnica y volvió a sentarse.

-Así están las cosas -gruñó-. Y así seguirán.

Copia lo miró con los ojos abiertos de par en par asintiendo lentamente, no había nada más que decir, no había otra forma de decirlo por mucho que doliese.

Sister en cambio nunca borró su sonrisa, esa sonrisa que nunca parecía auténtica del todo.

-Bueno. Qué manera tan... efectiva de decirlo, ¿no creen?

Nadie respondió.

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La caminata de regreso fue lo más cercano que tendrían a un funeral.

Copia, sin saber qué más decir, les permitió retirarse con un par de gestos torpes, olvidando que no estaba despidiendo a novicios, sino a los mismísimos ghouls que habían estado con Terzo hasta su último día.

-Pueden... ya saben... descansar -balbuceó, sin sostenerle la mirada a ninguno-. Yo... les agradezco que... hayan venido.

Sister no corrigió su patetismo, Nihil ya había desaparecido, tan silencioso como un humo denso que deja la habitación cuando se ha quemado todo lo que podía.

Los Ghouls caminaron en formación apretada, sin palabras, con el lenguaje de la pena hablándoles al ritmo de sus pasos, un paso detrás del otro, colas entrelazadas, no había prisa, pero tampoco pausa, nadie se atrevió a interrumpir su luto, de repente era como si todos en esos pasillos los mirasen con miedo.

Ni siquiera se les había permitido tomar sus máscaras de la mesa, caminaban con los rostros expuestos, sin esforzarse ya por contener las lágrimas, cada uno de ellos tan absorto en su sufrimiento que no notaron el caos al llegar al pasillo de sus habitaciones.

Fue Dew quien se detuvo primero, el hedor llegó antes que cualquier palabra.

Carbonizado. Ferroso. Humedad y sangre.

-¿Qué demonios...? -murmuró Aether.

Las puertas estaban astilladas, algunas abiertas de par en par, el pasillo parecía una zona de combate: trozos de madera quemada, cenizas aún flotando en el aire, las paredes estaban ennegrecidas por llamas recientes. Había zarpazos profundos, algunos tan violentos que habían atravesado el concreto hasta exponer los ladrillos.

Y la sangre roja rociada en líneas salvajes contra las paredes demostrando su origen humano, la forma en la que estaba salpicada contaba una historia, una en la que el dueño de aquel líquido había sido rebanado por la mitad.

Los Ghouls quedaron congelados

-Humana -confirmó Mointain, con un dejo de horror-.

-No es solo humana, Ifrit está aquí también, su esencia es inconfundible.- murmuro Aether que había tocado un poco de la sangre negra esparcida por los pasillos, olfateando la mancha en sus dedos.

Dew se adelantó con furia, empujando a un Swiss aturdido fuera de su camino. -¡¿Ifrit?! -gritó con todas sus fuerzas esperando con todo su corazón recibir respuesta.

Esa respuesta nunca llegó, pero el aire aún ardía, era reciente, demasiado.

Dewdrop inspeccionó el suelo,más zarpazos de Ifrit. Garras contra los azulejos, la marca de una mano claramente ensangrentada que había sido arrastrada a lo largo del pasillo, dejando un rastro largo hasta perderse en el suelo ennegrecido...

Gruñir estaba prohibido, un simple bufido podría meter a cualquier Ghoul en problemas por insubordinación, pero ¿atacar a los hermanos?... todos sabían la consecuencia de aquel acto, la sangre de Ifrit era la prueba viviente de ello.

Chapter 7: no me dejes también

Summary:

Yo... no puedo hacerlo todo ni puedo pelear por todos. ¡ya lo intenté, y mira cómo acabó todo!—chasqueó los dedos hacia el vacío, hacia la nada donde deberían estar Terzo, Ifrit...

—Dew...

—Si empiezo a hacer preguntas, si dejo de obedecer, si me salgo un poco del maldito guión... van a hacerme lo mismo que a ellos. —El temblor en su voz fue apenas perceptible, pero ahí estaba—. ¿Y entonces qué? ¿Te vas a apagar de nuevo? ¡¿Te vas a quedar ahí mirando cómo arrastran mi cuerpo?!

Chapter Text

El hedor persistía.

Ninguno se atrevía a hablar primero, poner en palabras lo evidente solo lo haría más real.

Dewdrop respiraba agitado, sus puños cerrados a los lados, la mirada clavada en la puerta marcada por fuego y garras.

Mountain mantenía su cuerpo al frente del grupo como un escudo natural, sin moverse, sin pestañear.

Aether miraba en todas direcciones esperando que alguien o algo, saliera de las sombras para ofrecer una explicación. Pero no la había.

Swiss se había quedado ligeramente rezagado, mirando la sangre en la pared con los ojos muy abiertos, se sentía como despertar en medio de una pesadilla que no recordaba haber comenzado.

Air fue quien rompió el silencio con tono culpable. —Esto... no lo podemos ignorar.

Dew lo fulminó con la mirada. —¿Ignorar? ¡¿Qué parte de esto se puede ignorar?!

Señaló el desastre a su alrededor: los restos calcinados, las manchas de sangre aún frescas, la madera astillada, el aire denso con olor a carne quemada.

—¿Creen que ellos no lo saben ya?— escupió Air con rabia contenida—. ¡Esto ocurrió hace nada!

—No podemos gritar —susurró Aether, con el ceño fruncido—. Ya sabes lo que pasa cuando uno levanta la voz...

Y sí, lo sabían, era un error muy común de novicios, alzar la voz en los pasillos, el castigo no era físico al menos no al principio. Era algo más perverso: el aislamiento junto a la represión simbólica, quitarles la música, privarlos de su elemento, castigar a los seres que apreciaban, volverlos sombras de sí mismos.

Swiss tragó saliva con dificultad. —Esto no fue un accidente —murmuró, hablando por primera vez desde la desconexión de Terzo—. Ifrit estaba herido, pero no iniciaría una pelea...

—No. —Dew dio un paso al frente sin apartar la vista de las inquietantes marcas del suelo. —puede que intentarán obligarlo a salir... todos los vimos en la habitación, parecía estar usando toda su energía en reprimirse...

Aether asintió lentamente. —Y si hay sangre humana... entonces alguien hizo algo que no debía.

Se hizo un breve silencio, todos pensaban lo mismo pero nadie lo decía.

Mountain miró hacia el final del pasillo, como si temiera ver aparecer a una Hermana del Pecado o a uno de los clérigos inquisidores, esos que limpiaban sin dejar rastros.

—Van a ocultarlo como lo hacen con todo. Como lo hicieron con ellos —susurró con un hilo de voz, tembloroso.

La palabra flotó en el aire sin ser dicha: los Papas.

Dew apretó los dientes. —Entonces no vamos a esperar a que nos lo digan.

Swiss dio un paso al frente para acercarse a la pared más quemada, pasando su mano por la piedra aún caliente sin importarle que el hollín se pegará a su piel, era lo más cercano que le quedaba de Ifrit en ese instante... necesitaba un momento, un momento para entender cómo, cuándo y porqué estaba pasando eso... pero no pudo tener su luto sin ser interrumpido por el sonido de pasos avecinándose por el pasillo.

El ritmo pausado del bastón que reconocieron de inmediato, el mismo clérigo anciano de esa mañana apareció en el pasillo como si los hubiera estado esperando justo al otro lado. Su túnica estaba impecable, sin que el caos del fuego lo afectara. Tenía las manos juntas, como si rezara en silencio, y una sonrisa educada, casi paternal, que contrastaba con la rigidez de su mirada.

—Mis queridos Ghouls —dijo con tono afable—. Entendemos que este... hallazgo... puede resultar perturbador. Por eso, se les concede el resto del día libre para... despejar sus mentes.

Los Ghouls lo miraron con odio, ni siquiera se esforzaron por disimular esta vez, no había preocupación en su rostro, ni sorpresa, era puro protocolo. Esa clase de frialdad medida que usaban para disfrazar órdenes con una falsa cortesía.

—Por supuesto —añadió—, sería conveniente que abandonen esta sección del pasillo de inmediato. Hay que... restaurar la integridad del templo.

Detrás de él, se alineaban al menos seis novicios. Jóvenes, con delantales blancos ya manchados con productos de limpieza, dos de ellos portaban cubetas, uno llevaba un incensario, los otros tres, palas y cepillos.

Uno de los chicos miró el pasillo con una expresión que se transformó rápidamente de curiosidad a horror, otro le susurró algo al oído, y bajaron la mirada con respeto forzado... pero también con miedo.

Miedo a los Ghouls.

Como si fueran los causantes del desastre, como si fueran bestias sueltas, apenas contenidas por la autoridad del clero.

El clérigo sonrió, aún con las manos juntas.

—¿Entonces...? ¿Podemos contar con su colaboración, hermanos?

Dew apretó los puños tan fuerte que los nudillos crujieron, por un segundo pareció que iba a lanzarse contra él pero en lugar de eso, se giró.

—Vamos —dijo con voz seca.

Aether frunció el ceño claramente disgustado por la repentina docilidad del Water frente a el.

—¿Solo así?

—No vamos a encontrarlo aquí —gruñó Dew, saliendo del cuarto con pasos pesados—. Pero esto no ha terminado.

Los demás lo siguieron, uno a uno retomando aquella marcha fúnebre y al pasar frente al clérigo, ni uno solo de ellos bajó la mirada como solían hacerlo

Porque si querían guerra... la estaban gestando.

.......................... .......... .......

Los pasos de los Ghouls hacían eco por los pasillos extrañamente silenciosos, no se molestaron por interrumpirlo, pero cada uno de ellos irradiaba una tensión que podía sentirse en el aire.

Dew iba al frente, cola tensa, garras de fuera, emitiendo un gruñido bajo que hasta ese momento no sabía que era capaz de hacer, Swiss cerraba el grupo, aún silencioso, pero con la mirada cada vez más presente.

Primero intentaron con Nihil, al llegar a su oficina se toparon con la puerta cerrada, más de ese silencio absoluto, lo único que los recibió fue un incienso apagado en el marco, y el vago sonido de un órgano lejano, desentonado.

Luego, fue imperator.

Nada. Su despacho estaba oscuro, vacío, sin un solo papel sobre la mesa, ni siquiera había rastro de sus perfumes o de sus comentarios burlones, solo un espejo cubierto con un paño rojo.

—Cobardes —masculló Aether, girando sobre sus talones.

Fue Mountain quien sugirió intentsr buscar a Copia, el silencio con el que los demás lo aprobaron decía más que cualquier palabra.

................ ... ..

La caminata hasta el despacho del cardenal fue lenta, cargada de rabia.

El grupo no hablaban entre sí, no necesitaban hacerlo, el lenguaje estaba en las miradas, en los puños apretados, en las colas que se movían con brusquedad tras cada paso. La sangre aún fresca en los pasillos, la ausencia de Ifrit, la cobardía del clero... todo hervía bajo sus uniformes pulcramente arreglados.

Cuando llegaron frente a la oficina del nuevo remplazo, la puerta ya estaba abierta y Copia, sentado al fondo tras un escritorio desbordado de documentos, alzó la vista al sentir su presencia.

Su rostro cambió al instante adquiriendo esa misma expresión de antes: culpa, vergüenza... y miedo.

Pero antes de que cualquiera pudiera siquiera dar un paso al interior, dos guardias emergieron desde el marco como columnas vivas de músculo y metal. No llevaban sotanas, sino uniformes oscuros con símbolos bordados del Ministerio, ambos se cruzaron en la entrada como si sus cuerpos fueran parte de la arquitectura.

Uno de ellos habló, con la voz ronca, áspera:

—El cardenal está ocupado. Piérdanse.

Y esas palabras fueron el disparador para que la poca paciencia de los necrófagos se fuera al carajo.

Swiss dio un paso al frente sin pensarlo, mostrando los colmillos de forma amenazante. —¿Desde cuándo se necesita seguridad para hablar con un hermano?

El otro guardia esbozó una sonrisa torcida, divertido por la acción del Ghoul. —Desde que los "hermanos" no supieron como comportarse.

—¿Y tú sí? —gruñó Air, imitando la acción del Multi.

Dew no dijo nada, pero su cola ya estaba enrollándose con lentitud, reptando por el suelo como una serpiente a punto de atacar.

Copia al ver como la situación escalaba rápidamente se puso de pie detrás del escritorio, visiblemente nervioso, buscando alguna forma de mediar el conflicto antes de que terminase en tragedia.

—Está bien, déjenlos pasar —dijo con la voz tensa, obligándose a sonar más firme de lo que se sentía.

Pero los guardias no se movieron.

—Tenemos órdenes —respondió el más grande—. Nadie entra sin autorización directa de Sister.

Dew dejó escapar una risa seca. —¿Ah, sí? ¿Y tú crees que ella puede protegerte cuando uno de nosotros se canse de preguntar?

Aquellas palabras fueron terminadas con un gruñido bajo, gutural. El sonido de un Ghoul perdiendo la paciencia.

Aether dio un paso adelante con una mueca extrañamente serena, casi educada. —Muévanse.

Los guardias, por puro instinto, pusieron manos sobre los mangos de las armas en sus cinturones pero no llegaron a desenfundarlas porque Mountain dio un solo golpe en el suelo con su pie, haciendo que el pasillo entero temblara.

La tierra debajo de ellos crujió con fuerza, doblegándose al capricho de aquel Earth, las antorchas titilaron y el polvo cayó del techo desconcertando momentáneamente a los dos guardias.

Swiss sacó las garras y justo cuando estaba por abalanzarse sobre ellos Copia al fondo, levantó ambas manos, pálido como una vela a punto de apagarse.

—¡Ya basta! ¡Por favor! No peleen aquí. ¡Se los ruego!

Dew clavó los ojos en Copia, por encima del hombro de los guardias.

—Dinos dónde está Ifrit —exigió—. Una sola palabra. ¿Vivo o muerto?

El silencio que siguió fue peor que una respuesta,  Copia bajó la cabeza claramente apenado y los Ghouls no necesitaban más. La rabia no se apagó, pero cambió de dirección, ahora almenos sabían que ahí no encontrarían nada.

Con un bufido final, Dew se giró y se marchó. Los demás lo siguieron sin decir palabra pero al pasar junto a los guardias, más de un hombro rozó con intención, más de una cola azotó el aire a centímetros de los guardias aún desconcertados.

Copia no decía nada, ni una palabra, su respiración agitada era lo único que los Ghouls escuchaban mientras se alejaban por las escaleras del pasillo, verlos así, tan rotos, tan al borde, a pesar de todo intentando contenerse... lo impulso a cometer un acto de traición contra su obediencia silenciosa.

—¡Esperen!

El grupo se detuvo en seco sin voltear a verlo.

Copia se había escabullido entre sus escoltas, apenas una silueta flaca y temblorosa asomada entre los cuerpos enormes que intentaban bloquearlo con torpeza, sus ojos brillaban de culpa, sabiendo perfectamente que estaba por hacer algo prohibido.

Y aún así, lo dijo:

Vivo.

Una sola palabra, un susurro casi inaudible, pero fue suficiente.

El rubio se giró despacio, sus ojos se clavaron en Copia como cuchillas, pero no eran los de un depredador dispuesto a matar, eran los de alguien que, por un instante, había recuperado una chispa de esperanza.

Copia tragó saliva y bajó la mirada, antes de obligarse a seguir hablando

—No sé dónde o cómo. Pero no... no está muerto.

El más alto de los guardias intentó empujarlo de nuevo hacia atrás pero esta vez Copia no se dejó, no con violencia, la palabra adecuada sería "firmeza", a pesar de no añadir ni una palabra más lo que dejó en el aire fue suficiente: esa confesión no era una ordenno era parte del guiónno era del clero, era solo él, Cardi, el mismo cardenal tonto que molestaba a Terzo, que rescataba a las ratas solitarias de las garras de Swiss, el que luego de las giras dejaba notas amigables en las puertas de sus habitaciones... ese Cardi.

La disculpa estaba en sus ojos y eso, aunque no reparaba nada, logró algo inesperado:

Los Ghouls se calmaron, o al menos lo que podían calmarse estando en esa situación, lo suficiente para no derramar sangre en ese pasillo.

Dew asintió con lentitud, una señal muda de que si bien, aún había rabia en su interior... apreciaba sus palabras, con esa información ahora rondando en sus cabezas, salieron de ese pasillo sintiéndose derrotados pero al menor ahora un poco más tranquilos, porque ahora sabían algo que antes no tenían:

Ifrit seguía con vida.

............................ .......... ......

La biblioteca estaba vieja,  olía a polvo, incienso seco y secretos olvidados.
Apenas una docena de velas titilaban en las esquinas, lanzando sombras que se estiraban como dedos por los estantes de madera oscura que sostenían antiguos libros olvidados, no era un lugar abierto al público. Nunca lo fue, pero Terzo había sido el favorito de Nihil y ser su Ghoul significaba heredar ciertas puertas abiertas.

Los cinco entraron en silencio instintivamente más juntos de lo habitual, como si temieran que el calor de su propia presencia se desvaneciera si se separaban. No sabían cuánto tiempo les quedaba con ese acceso, así que lo aprovecharían mientras pudieran.

La mayoría se quedo en el centro del salón, acurrucados en uno de los sillones aterciopelados frente a la chimenea observando las llamas con tristeza, de algún modo el fuego les permitía imaginar que Ifrit estaba con ellos, pero no Dew, el se deslizó a un rincón entre estantes, donde las cortinas polvorientas y una pila de libros caídos creaban un escondite improvisado, en cuanto se recostó sobre los pliegos de la cortina un suspiro se le escapó de los labios.

Quería estar solo, pensar en Terzo sin que nadie lo mirara con lástima, aquella soledad tan codiciada no le duró mucho tiempo, los pasos suaves de Swiss no tardaron en alcanzarlo.

Dewdropfrunció el ceño antes de que siquiera el otro dijera una palabra. —¿No te quedó claro en el comedor? —masculló sin mirarlo.

Swiss se detuvo a unos pasos del rubio, no se atrevió a sentarse, pero tampoco quería irse. —Sí —respondió con calma, aunque su voz estaba levemente quebrada—. Pero... me quedo de todas formas.

Dew bufó, azotando la cola contra el piso con desdén. —Debiste quedarte en tu habitación si ibas a actuar como un maldito cadáver.

Esas palabras afectaron más al multi de lo que esperaba, apretó sus puños sin darse cuenta —¿Tú crees que fue fácil para mí?— murmuró ahora con la voz tensa.

—¿Desaparecer en medio de todo? ¿quedarte ahí gruñéndole a Nihil en el comedor? Sí, seguro —escupió Dew, ahora sí levantando la vista—. No tenías ni que hablar, solo estar ahí y ni eso pudiste hacer.

Swiss tragó saliva, su cola se enroscó y desenroscó tras él, inquieta.

—Estaba roto, Dew. Todavía lo estoy...— No recibió respuesta de su compañero. —No vine a pedirte perdón —continuó Swiss, con la voz más firme ahora—. Vine porque... si vamos a seguir con esto , no pienso quedarme atrás otra vez.

Dew lo observó unos segundos, había fuego en sus ojos, pero también cansancio, las ojeras bajo su ojos lo delataban, dándole un aspecto acabado. —¿Y qué? —gruñó al fin—. ¿Quieres que te dé una palmada por eso?

Swiss se encogió de hombros —No. Solo quería que supieras que, si volvemos a entrar al fuego... entraré contigo.

El Water lo sostuvo con la mirada unos segundos más—Tarde —musitó apartando por fin la vista.

Pero esta vez no lo echó, solo se acomodo más entre las pesadas telas ,Swiss lo tomó como lo más cercano a una tregua que podía obtener.

Se sentó en el suelo, no muy cerca, pero tampoco lejos., sin hablar más, sin tocarlo, solo estando ahí  disfrutando de la presencia del ghoul más bajito,  dejando que el aire polvoriento y cargado de libros hiciera lo suyo. El silencio entre ellos no era cómodo, pero tampoco era tan hostil como antes.

Pasaron los minutos,  Dew seguía encogido en su rincón, los brazos cruzados, el ceño firme pero ya no estaba gruñendo, más bien parecía adormilado, eso era progreso. Swiss, que nunca supo quedarse quieto por mucho tiempo, empezó a balancear su cola de un lado al otro, distraído... y luego, no tan distraído.

Dewdrop levantó una ceja al notar cómo la punta de la cola de Swiss se deslizaba casualmente hacia su espacio personal, al principio la ignoró , luego la maldita cosa empezó a golpearle suavemente el muslo al igual que un gato juguetón y descarado.

—¿Qué haces? —soltó Dew, mirando de reojo.

—¿Qué? Nada —respondió Swiss con la voz más inocente que pudo fingir.—. Solo me acomodo.

La cola dio otro latigazo juguetón totalmente intencionado a lo que Dew respondió dando un manotazo sin mucho esfuerzo.

—Párale.

Swiss no lo hizo, ahora intentaba enroscar la punta de su cola con la aleta de su compañero, que, por instinto, se desenrollaba y se alejaba como una culebra ofendida.

—¡¿Estás bromeando?! —resopló Dew, medio escandalizado.

—¿Qué? ¿Esto? —ronroneó Swiss, claramente disfrutando cada segundo—. Esto es comportamiento de reconciliación, lo leí en un libro de leones.

—No somos malditos leones, Swiss.

—Casi —murmuró él, ronroneando más fuerte ahora, dejando que su cabeza se apoyara descaradamente en el hombro de Dew.

—¡Quita eso! —bufó Dew, empujándole la cabeza como quien aparta a un gato pesado a las tres de la mañana—. Tienes el cráneo más grande de la banda.

—Eso no es verdad. Mountain me gana por poco.

—Y tú ganas en terquedad.

Swiss dejó escapar una risita, y su cola se volvió a colar, esta vez quedándose quieta al lado de la de Dew, apenas rozándola, tentando los limites del bajista.

Dew la miró de reojo, bufándole de nuevo.

—Estás tan desesperado que da pena—murmuró.

—Un poquito —admitió Swiss sin vergüenza—. ¿Está funcionando?

Dew no respondió a su pregunta, solo dejó la cola donde estaba.

Swiss sonrió para sí mismo.

No era perdón.
No era olvido.
Pero era algo.

En medio de ese día de caos, secretos y sangre... ese pequeño momento ridículo, con ronroneos y colas enredadas, era lo más cercano a una sensación de paz que podrían tener.

El multi se acomodó mejor, sin pedir permiso, ya se había deslizado hasta quedar sentado junto a Dew bajo aquella carpa improvisada, con los muslos apenas rozándose y la cabeza echada hacia atrás contra la estantería, decir que se sentía victorioso era quedarse corto pues había logrado lo imposible: que Dew no lo echara a patadas... todavía.

Así que siguió con su táctica silenciosa: pequeños roces de la cola, susurros de ronroneo, un hombro apenas recargado, todo en modo casual, como si no estuviera arriesgándose a que le volaran los colmillos de un zarpazo.

Algo en la mirada de Dewdrop había cambiado, ya no brillaba con furia, sino con ese tipo de tormenta que se acumula muy, muy adentro. Su cuerpo seguía tenso, delatando que estaba intentando con todas sus fuerzas no quebrar en llanto.

—No puedes hacer eso otra vez —soltó de repente sin mirarlo, su voz era un susurro tenso, quebrándose al final de su petición. 

Swiss parpadeó confundido—¿qué?

—Desaparecer, apagarte, volverte un maldito cascarón —dijo Dew, las palabras saliendo con filo, pero no para herir, más bien como quien se corta a sí mismo sin querer—. No puedes dejarme solo. No ahora. No con esto.

Swiss se enderezó un poco y su expresión cambió al instante, dejó los juegos de lado, entendía lo mucho que le costaba al hombre abrirse de esa forma, debía tomar el asunto con madurez.

—Yo... no puedo hacerlo todo ni puedo pelear por todos. ¡ya lo intenté, y mira cómo acabó todo!—chasqueó los dedos hacia el vacío, hacia la nada donde deberían estar Terzo, Ifrit...

—Dew...

—Si empiezo a hacer preguntas, si dejo de obedecer, si me salgo un poco del maldito guión... van a hacerme lo mismo que a ellos. —El temblor en su voz fue apenas perceptible, pero ahí estaba—. ¿Y entonces qué? ¿Te vas a apagar de nuevo? ¡¿Te vas a quedar ahí mirando cómo arrastran mi cuerpo?!

Swiss abrió la boca para responder, pero Dew se le adelantó.

—No me sirve un Ghoul que está presente en cuerpo, ya tenemos uno de esos en el sótano —añadió, más con tristeza que con rabia.

Eso lo hizo cerrar la boca de nuevo, no podía negarlo, pero podía demostrar que estaba ahí, su cola se deslizó muy lentamente hasta enredarse de nuevo con la de Dew, esta vez sin jugar, solo entrelazando. Sosteniendo.

—No me voy a ir a ningún lado gotita —dijo en voz baja, casi en un susurro ronco—. Ni voy a dejar que te pase nada. Si nos van a aplastar, me voy contigo.

Dew bufó por milésima vez en el día. —Eso es lo más estúpido y romántico que has dicho.

Y oh vaya, como sonrió Swiss —No es lo más romántico. Todavía.

La rendición por fin alcanzó al rubio, dejando que esa cola idiota siguiera enredada con la suya, no agradeció, no dijo que le creía, pero su sola presencia funciono para calmar el dolor de su interior, entonces, sin decir nada, Dew enroscó su rabo del todo, despacio, con decisión. Una declaración muda, un acto de entrega que lo decía todo sin una sola palabra.

Swiss parpadeó sorprendido, era definitivamente mucho más de lo que esperaba recibir esa noche, su mirada descendió,  sus ojos ahora fijos en la unión de sus colas sin creer que lo había hecho, tuvo que cerrar sus ojos un segundo, tragar saliva y exhalar largo.

Lo siguiente que llegó a sus oídos fue otra cosa que definitivamente no se había atrevido ni a soñar, no era un ronroneo como los que el solía producir, este era un sonido extraño, suave, como un gorgoteo profundamente burbujeante que parecía surgir desde lo más hondo de su pecho. Como si su alma estuviera hablándole en un idioma antiguo y líquido, propio de su elemento.

Swiss no podía dejar de verlo, sus orejas se alzaron buscando captar los ecos de ese pequeño milagro, guardar esa bella melodía en lo más profundo de su corazón .

Dew se inclinó un poco y fue él quien alzó la mano esta vez, llevándola al rostro de Swiss, con dedos aún temblorosos, pero decididos lo tocó de verdad por primera vez, acaricio sus labios, paso su pulgar por la mejilla, dejó que la barba le cosquilleara en la palma de su mano, trazando un mapa mental de aquel tesoro que tenía frente a el, no solo quería conocerlo de vista, quería conocer cada detalle de memoria.

Swiss, por una vez en su vida, no sonrió, no bromeó, solo lo dejó ser, mirándolo fijo, casi sin respirar.

—No sé si voy a perdonarte —susurró Dew al fin con su voz ronca—. Pero no quiero perderte también.

Swiss asintió, los ojos húmedos bajo la mascará de bufón que solía poner para el grupo, no se atrevía a corresponder las caricias, temía que un simple movimiento pudiera romper el momento que Dew le estaba regalando.

—No me voy a ir —prometió otra vez, esta vez más bajo—. Aunque me muera aquí, contigo, no me voy a ir.

Dew no respondió, solo apoyó su frente contra la de él.

Y así se quedaron, entre los libros polvorientos y las sombras largas de la tarde, dos llamas apagadas intentando volver a encenderse la una a la otra con sus alientos chocando por la cercanía.

Chapter 8: Buenas noches Air

Summary:

—¿Ya terminaron de revolcarse o les ponemos música de fondo?

Dew soltó un gruñido bajo. Swiss ahogó una risa contra su piel.

—Buenas noches para ti también, Air —respondió Dew, sin moverse.

—¡Buenas noches, tortolitos! ¡Usen protección! —respondió Air desde su lado, justo antes de alejarse silbando hacia su cama.

Dew apretó los ojos, entre fastidiado y divertido.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

El silencio seguía reinando en la vieja biblioteca, lo único que lo quebraba era el leve murmullo de papeles revoloteando a lo lejos, algún estante crujiendo por el peso de los años... y ellos.

Un ronroneo grave, constante, rítmico, que salía del pecho de Swiss.
Un gorgoteo suave, extraño y acuático, vibrando desde lo profundo de Dew.

Sus frentes aún permanecían juntas, las respiraciones entrecortadas y sus narices apenas rozándose como si aún dudaran si dar el siguiente paso, pero llegó un punto en el que Swiss no pudo evitarlo.

Le rodeó la cintura con los brazos, primero con timidez, temiendo que Dew se disolviera entre sus manos al igual que el agua, cuando el otro no se apartó se atrevió a más: subió una mano por su espalda, lenta, cuidadosa, explorando la línea de huesos, la tensión bajo la piel, como si pudiera aprender su dolor con los dedos.

Dew no reaccionó al instante, estaba demasiado concentrado en la tarea de memorizar su rostro, en seguir el trazo de sus cejas con el pulgar, en tocar la curva de su mandíbula como si estuviera redescubriendo algo sagrado.

—Tienes... pecas. —murmuró de pronto.

Swiss parpadeó confundido por la declaración tan espontánea.

—¿Qué?

—En la nariz, nunca me había fijado. Parecen... polvo de estrellas mal puesto.

Swiss soltó una risita breve, el sonido vibró contra Dew, que apenas lo soportó.

—¿Y tú qué sabes de estrellas? No eres un Ether.

—Sé que te crees una.

—No me creo —corrigió él, ronroneando más fuerte lleno de orgullo—. Soy.

Dew bufó, pero no lo apartó, al contrario, apoyó la frente de nuevo, ahora con más peso, buscando más de ese contacto. La tensión que lo había mantenido firme durante días empezó a escurrirse por sus hombros, a medida que las manos de Swiss seguían subiendo por su espalda, masajeando con ternura, acariciando cada nudo emocional convertido en músculo apretado.

—Deberías dormir —murmuró Swiss.

—No puedo.

—Yo tampoco, ¿Y si cerramos los ojos y fingimos que no está pasando nada? Solo por un rato.

El rubio no respondió, pero su cola se enredó más fuerte con la de Swiss y su gorgoteo, aunque bajo, continuó constante, como un canto de cuna bajo el agua.

Swiss lo abrazó más fuerte, sus manos alcanzando el final de su nuca, pasó los dedos por la curva de sus branquias sin decir nada, solo observando lo que había tenido frente a él todo ese tiempo pero recién comprendiéndolo.

Su mirada recorría el rostro de Dew con una paciencia nueva, sin la urgencia de quien desea, sino con la devoción de quien ama en silencio.
Las pestañas húmedas, las marcas de cansancio que deseaba poder borrar, la comisura tensa de sus labios, las aletas de sus orejas reposando, rendidas. Cada detalle de él estaba grabado en su mente desde hacía años, pero ahora... ahora dolía y sanaba al mismo tiempo.

Dew seguía con los ojos entrecerrados, los dedos aún en la mandíbula de Swiss, respirando con dificultad, como si no supiera cómo seguir, cómo pedir aquello que anhelaba, así que Swiss fue el que se inclinó.

Despacito, lleno de Inseguridades, en el fondo todavía esperaba un bufido, una mordida o un portazo emocional en la cara.

No llegó, Dew lo miró de frente, serio al igual que siempre, sabiendo exactamente lo que estaba por ocurrir y no pensaba detenerlo.

Y así, entre el gorgoteo bajo de uno y el ronroneo tembloroso del otro, sus labios se encontraron en un beso sencillo y profundo, descubriendo el uno en el otro un lugar donde podrían estar a salvo.

Los labios de Swiss eran cálidos, casi temblorosos y Dew se rindió a ellos con una suavidad que nadie habría imaginado en él. Su mano, aún en su rostro, bajó hasta su cuello para buscar un soporte, Swiss le sostuvo la espalda con una mano firme, asegurándose de que el Water no se arrepintiera en el último segundo.

En ese momento, en ese rincón oscuro de la biblioteca, rompieron todas las reglas.

Porque no estaban hechos para amarse.
No debían crear lazos fuera del ritual, fuera del escenario.
Los ghouls eran armas vivas, criaturas moldeadas para servir.

Demonios.

Pero en ese beso no hubo obediencia ni deber, solo eran ellos dos.

Dos seres rotos, fundiéndose en algo suave, algo real, algo casi humano.

Cuando se separaron, apenas un centímetro, Dew mantuvo los ojos cerrados por unos segundos, le costó encontrar su voz, pero cuando volvió a hablar sonó ronca y baja:

—Esto va a meternos en problemas.

Swiss sonrió con ganas mostrando todos sus dientes mientras rozaba su nariz con la del rubio otra vez.

—Sí... pero por una vez, valdrá la pena.

Dew ya no pensaba, solo sentía el calor de Swiss entre sus manos, la forma en que sus labios se amoldaron a los suyos como si siempre hubieran pertenecido allí.

El segundo beso fue más decidido, el tercero más lento, el cuarto más prolongado, cada uno robaba un poco más de aire, un poco más de juicio.

Swiss tenía una mano en la nuca de Dew, enredando los dedos en su cabello blanquecino, lo acariciaba con una ternura feroz, temiendo que alguien entrara y pudiera arrebatarselo en cualquier segundo, pero con cada caricia sus los labios se volvían más hambrientos, más profundos, más cargados de ese amor contenido durante años.

Dew emitió un pequeño gorgoteo entre beso y beso, uno que a Swiss le hizo sonreír contra su boca.

—¿Estás... cantando? —susurró, divertido.

—Cállate —bufó Dew, mordiéndole el labio inferior apenas, siendo incapaz de contener aquellos sonidos—. O te meto la lengua tan hondo hasta que te salga por una oreja.

—Promesas, promesas...

Lamentablemente no llegaron mucho más lejos que eso.

—¡Por Satán, al menos vayan a una habitación si van a comerse vivos! —soltó de pronto una voz desde fuera de su pequeño escondite.

Ambos ghouls se separaron de golpe como si los hubieran arrojado al agua helada. Dew se enderezó con el rostro oscuro de vergüenza. Swiss, por su parte, simplemente apoyó la frente en el hombro de Dew y soltó un largo suspiro derrotado.

Aether los miraba apoyado en uno de los estantes, tenía una ceja levantada y una sonrisa burlona en los labios, por un segundo parecía haber olvidado la enorme pena que los atormentaba,

—Podrían haber dejado una nota o algo, no es que la biblioteca sea tan grande como para no oír el gorgoteo... y otras cosas.

—¿no estabas frente a la chimenea con el resto? —gruñó Dew, con las mejillas encendidas.

—Nos pidieron que desalojemos el lugar, venía a quejarme pero... bueno, supongo que si les urge moverse a un cuarto.

Swiss solo se rió, bajo y ronco, aún pegado al hombro de Dew.

—Los alcanzamos en un minuto.

—¿Y dejarlos seguir? Ni en sueños. Voy por Air y Mountain, esto merece público.

AETHER.— Bramó Dew claramente escandalizado.

—Ya, ya, ya... solo bromeaba.
Más o menos.

El ghoul salió riendo del pasillo, dejando que el eco de su diversión resonara en la biblioteca.

—Nos van a moler a preguntas.— Dijo Swiss con una sonrisa
—Y a bromas.
—Mmm. Vale la pena.

Se quedaron un momento más así, enredados otra vez, compartiendo una risa suave entre el caos.

Por ahora, eso era suficiente.

El resto del día pasó como en un extraño estado de suspensión, vagando sin rumbo claro por el recinto, pero la noche siempre cae, y con ella llegó el momento de regresar a las habitaciones.

Dew fue el primero en cruzar el pasillo con Swiss siguiéndolo de cerca, el resto de los ghouls avanzaban en grupo, sin hablar, conteniendo la respiración sin saber por qué, hasta que lo vieron... o, mejor dicho, no vieron nada.

El pasillo que había estado horas antes marcado con fuego, garras y sangre... ahora lucía impecable, las paredes limpias y el suelo reluciente, cada baldosa pulida con tanta fuerza que parecían recién construidas.

No quedaba ni una sola mancha, ni un solo rastro de quemaduras, ni un trozo de tela, ni un aroma persistente de azufre o metal oxidado, en ese pasillo, nada había pasado.

Dew caminó en silencio hasta su habitación, sintiéndose nuevamente derrotado por el encubrimiento silencioso del clero, sus dedos temblaban notoriamente cuando giro la perilla de su habitación.

También allí, todo estaba en su lugar, sus mantas dobladas, su bajo colgado en la pared, la máscara que había abandonado en el comedor ahora puesta y reluciente dentro de su armario.

Mientras tanto la habitación de Ifrit permanecía con la puerta abierta invitando a echar un vistazo, no quedaba nada, habían vaciado cada mueble, cada objeto personal, ahora era como si jamás hubiera pertenecido a nadie, ni siquiera quedaba el leve aroma a humo que siempre anunciaba su presencia.

Swiss apretó los puños ante la falta del aroma de su compañero, no sabía que era posible borrar un rastro así, definitivamente no era la primera vez que lo hacían, su cola vibraba a su espalda, delatando su frustración. Salió de la habitación, ya tenía la mano en el pomo de su puerta cuando una mano se cerró sobre su muñeca.

—No.— La voz del Water fue baja, no una orden, pero tampoco una petición.

Swiss giró el rostro para encontrarse con que Dew estaba ahí con la mirada gacha, sus ojos esquivos como si estuviera peleando contra cada fibra de orgullo en su interior.

—Quédate conmigo esta noche... —La frase salió entre dientes, pero clara.

Swiss no respondió de inmediato aturdido por la invitación, asintió una vez, y esa fue toda la respuesta que Dew permitió recibir antes de girarse hacia su puerta.

Pero, por supuesto, los otros ghouls no iban a dejarlo pasar tan fácilmente.

—¡Ah, pero qué tierno! Con razón limpiaron tan bien el pasillo... estaban preparando la suite nupcial ¿O es un ritual de apareamiento postpérdida? —canturreó Aether, apoyado en su marco como si presenciara una comedia romántica.—¿van a compartir traumas bajo la sabana?

—Se toman una siesta en la biblioteca y de pronto ya comparten habitación... Qué velocidad —añadió Air, con media sonrisa cansada.

Mountain no dijo nada, pero soltó una exhalación que perfectamente podría interpretarse como una carcajada muda.

Dew ni siquiera se giró pero su tono emanaba indignación.

—Pueden irse todos al infierno —masculló, abriendo su puerta de golpe.

—Ya estamos en él —dijo Aether, alzando las manos—. Solo tratamos de hacer la estancia más llevadera.

Swiss, detrás de él, no podía ocultar la sonrisa que se le colaba entre los colmillos, a comparación de su compañero más bajito, a el si que le divertían las ocurrencias de sus hermanos.

—Gracias.— Dijo Swiss antes de entrar tras su anfitrión, su voz fue apenas un susurro al aire.

Aether alzó una ceja. —¿Por qué? ¿Por dejarte compartir cama con el más gruñón de nosotros?

—No. Por hacer chistes —dijo Swiss, en un murmullo que si bien aún reflejaba la sonrisa de su rostro, no pretendía ser una burla—. Es mejor que el silencio.

Y con eso entró a la habitación, la puerta se cerro con un golpe seco que lo hizo saltar para alejarse de la entrada, tomando su cola por instinto al darse cuanta lo cerca que había quedado de ser aplastada con la pesada madera, no tuvo tiempo de quejarse, pues al alzar la mirada se encontró con un pequeño Dew furioso, conteniendo un gruñido desde el fondo de la garganta,

¿Te parece gracioso?

Swiss parpadeó, sus orejas girando hacia él con sorpresa.

—¿Qué?

—"Gracias por hacer chistes" —repitió Dew, imitando su tono con burla mal disimulada—. ¿Crees que fue fácil pedirte que te quedaras? ¿Después de cómo te comportaste?

Swiss ladeó la cabeza como un cachorro confundido, si bien si sentía algo de culpa, la reacción enrabiada de su gotita siempre le sacaba una sonrisa.

—Dew, no me estaba burlando de ti —dijo, con suavidad—. Lo decía en serio, todos lo necesitábamos, yo también.

Pero Dew ya se había cruzado de brazos, la cola golpeando el suelo como un látigo inquieto y su ceño fruncido con desdén. —Tsk. Lo olvido, a ti te encanta hablar, a mí me cuesta abrir la boca, y cuando lo hago... terminas riéndote igual que los demás.

Swiss no respondió al drama de su compañero, en vez de eso, comenzó a mirar a su alrededor, apenas dándose cuenta de dónde estaba realmente.

Era la primera vez que entraba en la habitación de Dewdrop, era pequeña, funcional, como el resto de las habitaciones. Un tapete grueso ocupaba buena parte del suelo, con marcas de garras en una de las esquinas, la cama estaba impecablemente hecha, de sábanas grises y sin un solo adorno.

Un ropero demasiado alto para el dueño de la habitación, una mesita de noche con velas encima y lo más llamativo: un vitral incrustado en la pared que dejaba pasar una luz teñida de azul marino y verde pálido, pero lo que realmente captó la atención del Multi fue algo al fondo, en una pequeña cavidad de piedra... el sonido suave del agua.

Swiss se acercó meneando su cola con emoción, asomó la cabeza por encima del borde y vio el pequeño estanque, poco profundo pero con el fondo trabajado en mosaicos.
Allí estaba el origen del agua que había escuchado tantas veces a través de la pared que los separaba.

—¿Aquí nadas tú? —preguntó, volviendo a mirar a Dew con una expresión mezcla de ternura y curiosidad.

Dew resopló aún metido en su teatralidad —No nado. Me hundo. Es distinto.

Swiss sonrió escuchando de nuevo el dulce gorgoteo que producía el rubio. —Y haces ese sonido... ¿a propósito?

—¿Quieres dormir aquí o que te saque de una patada? —masculló Dew, aunque sin el filo real de una amenaza.

Swiss levantó las manos en son de paz. —Ok, ok... sólo preguntaba.

Observó como el Water se sentaba al filo de la cama visiblemente molesto, pero no tanto como antes, sus hombros ya no estaban tan tensos, ya no le dedicaba una mirada de querer ahogarlo, decidió darle un poco más de espacio y se acercó al estanque una vez más, dejando caer una de sus garras dentro del agua, moviéndola con suavidad.

—Supongo que esto también rompe las reglas.— Dijo Dew por fin, mirando al multi desde su cama.

Swiss se giró hacia él, dejando que una sonrisa sincera se asomara por sus labios. —Bueno, ya rompimos una hoy. ¿Por qué no otra?

Dicho esto volvió a centrarse en el bonito estanque frente a él, se inclinó sobre el agua, los brazos cruzados sobre el borde, la mirada fija en los mosaicos que brillaban con reflejos acuáticos de azul profundo, esmeralda y ámbar.

—Esto es... —susurró— mucho más bonito de lo que imaginaba, siempre pensé que era solo una pileta. Pero parece un lugar secreto... como si escondieras parte de ti aquí.

Dew lo observó desde la cama, con una ceja alzada, la expresión absorta de Swiss era casi infantil, como un gato mirando una pecera.

Y entonces se le ocurrió.

Se levantó en silencio, como solo él sabía hacerlo, sus pies apenas tocando el tapete, acercándose lento hasta quedar justo detrás del multi que seguía inclinado sobre el agua, completamente ajeno a la emboscada.

—¿Bonito, eh? —murmuró Dew, justo junto a su oreja.

Swiss apenas alcanzó a girarse sobresaltado por la repentina cercanía antes de que Dew empujara con ambas manos su espalda.

Un chapoteo abrupto sacudió el aire y el agua voló por todas partes.

Swiss desapareció bajo la superficie con un grito ahogado y luego emergió de golpe, escupiendo agua como un cachorro empapado, las rastas desordenadas pegadas contra su rostro.

—¡¿DEW?! —bufó, sacudiéndose el cabello mojado, los cuernos chorreando— ¡¿Estás loco?!

Pero Dew no podía responder, estaba de pie al borde del estanque, sujetándose el estómago mientras reía a carcajadas, sin contenerse por primera vez en días.

El sonido fue áspero, lleno de burla, pero genuino. Una risa con años de resentimiento y tristeza debajo, que esta vez había encontrado una grieta para colarse.

Swiss lo miró con una expresión mezcla de indignación... y rendición.
Después de un segundo, se hundió un poco más en el agua, y con una sonrisa torcida dijo:

—Ah, bueno. Supongo que ya estoy oficialmente dentro de tu espacio.

—Quisieras —se burló Dew entre risas, limpiándose una lágrima que no supo si era de risa o de agotamiento.

—¡Voy a vengarme por esto! —gritó Swiss desde el estanque.

—Claro que sí —contestó Dew con una sonrisa torcida, ofreciéndole una garra para ayudarlo a salir.

Swiss se quedó mirando un segundo antes de tomarla aún con agua goteando de su frente y en lugar de dejarse ayudar, dio un fuerte tirón hacia abajo.

—¡Eh!— fue lo único que alcanzó a decir Dew antes de ser arrastrado al agua con un chapoteo sonoro.

El líquido envolvió su cuerpo como un hogar antiguo, familiar, y aunque lo habían sorprendido, no hubo resistencia, Dew se sumergió con una burbuja de risa escapando de sus labios, sus branquias latiendo contra su cuello, abiertas y palpitantes como flores submarinas.

Cuando reapareció a la superficie, estaba justo frente a Swiss, el cabello flotando como algas de un blanco brillante, los ojos entrecerrados pero aún curvados por la risa.
Ambos se quedaron ahí, suspendidos en el agua, el calor del cuerpo de Swiss mezclándose con la frescura del estanque.

Dew se dejó llevar por la corriente mínima hasta quedar pegado a él, sus brazos deslizándose por instinto alrededor de su cuello, su frente apoyada suavemente contra la clavícula del Multi.

—Estás loco —susurró, con una última risa más apagada, ya sin burlas.

—¿Yo? —replicó Swiss, rodeándolo por la cintura—. Solo estoy aprendiendo a nadar.

Dew cerró los ojos, su respiración volviéndose pausada bajo el agua, sus branquias trabajando con calma y su cola agitándose sutilmente produciendo ondas en la superficie.
El estanque ya no era solo su refugio, por primera vez, alguien más estaba dentro y no lo quería fuera.

El agua los cubría como un velo líquido, tibia por el calor de Swiss, burbujeante por la respiración de Dew. La superficie solo temblaba de vez en cuando, con una caricia, una risa suave, un suspiro que no lograba convertirse en palabra.

En algún punto, la ropa había dejado de importar, quedaban solo ellos dos, piel contra piel, en el refugio secreto que Dew había construido para sí mismo... y que ahora compartía sin reservas.

Las aletas del Water lo tocaban como si intentara memorizar cada centímetro de su cuerpo, sus garras trazaban líneas suaves sobre la espalda de Swiss, se enredaban en su cabello, acariciaban su rostro como si temiera que pudiera desvanecerse si lo soltaba.

Swiss, en cambio, lo sostenía con fuerza contenida, con ese instinto feroz de protección que había estado callado en su pecho desde tiempo atrás, apretaba la cintura de Dew con ambas manos, lo mantenía cerca, lo envolvía con su cola bajo el agua, como un escudo que nadie podría atravesar.

Sus besos eran lentos, repetidos, una promesa susurrada sin palabras, en uno de esos silencios largos, Dew apoyó su frente contra la de él, las branquias abiertas suavemente al contacto.
Sus ojos entrecerrados reflejaban el brillo de las pequeñas luces sumergidas en el estanque, y había algo en su expresión que Swiss no supo leer del todo.

—No esperaba esto —murmuró Dew al fin, apenas un susurro que rozó los labios de Swiss.

—Yo tampoco. Pero ahora no pienso soltarlo.

El agua goteaba de sus cuerpos cuando salieron del estanque, sin prisas, aún con los dedos entrelazados.

Dew buscó una toalla con flojera disimulada, secándose solo lo justo antes de desplomarse sobre la cama con una exhalación pesada, la piel aún húmeda, Swiss lo imitó poco después, sacudiendo el cabello como un perro mojado y cubriéndose con las sábanas sin mucha elegancia.

El silencio era diferente ahora, no había tensión ni incomodidad, sino ese tipo de tranquilidad que llega cuando uno sabe que está justo donde debería estar.

—Tu estanque es mejor que cualquier sauna del clero —murmuró Swiss, apoyando la cabeza sobre el pequeño pecho de Dew—. No pensé que me dejarías entrar, pensé que me ibas a volver a bufar en la cara.

—Todavía puedo hacerlo si me provocas —respondió Dew, acariciando distraídamente el cabello de Swiss—. Pero estás caliente, sirves de cobija.

Swiss rió por lo bajo y rodeó su cintura, hundiendo el rostro en su cuello.

Dew cerró los ojos, la sonrisa curvando apenas sus labios, lo abrazó sin decir nada, su cola enroscándose de nuevo con la de él bajo las sábanas, dormir sin tocarlo ya no era una opción.

La calma se mantuvo unos minutos más... hasta que una mano golpeó secamente la pared compartida, seguida de una voz perezosa y cargada de sarcasmo:

—¿Ya terminaron de revolcarse o les ponemos música de fondo?

Dew soltó un gruñido bajo. Swiss ahogó una risa contra su piel.

—Buenas noches para ti también, Air —respondió Dew, sin moverse.

—¡Buenas noches, tortolitos! ¡Usen protección! —respondió Air desde su lado, justo antes de alejarse silbando hacia su cama.

Dew apretó los ojos, entre fastidiado y divertido.

—Juro que mañana lo ahogo —murmuró.

Swiss besó su hombro, tranquilo y así, entre quejas y risas, el silencio volvió. Dew se dejó caer completamente contra el colchón, sintiendo el peso cálido de Swiss a su lado.
Por primera vez en días, no soñó con fuego ni sangre.

Solo con agua.

Notes:

Solo puedo dedicarte Dew una frase que dijo mi abuelo.

"Pobre del hombre que tenga que aguantarte"

Cap dedicado a mi primer lector Tanzomat

Chapter 9: Gato mojado, ghoul feliz (NSFW)

Summary:

Advertencia, este capitulo contiene contenido sexual explicito, si no eres fan de este contenido puedes saltarte este capitulo ya que no es fundamental para la trama.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

La madrugada había caído pesada sobre el ministerio, empapándolo en un silencio espeso, solo roto por el ocasional crujido de los candelabros antiguos o el suave murmullo del viento colándose por el vitral.

En la habitación de Dewdrop, sin embargo, el silencio tenía una batalla perdida desde hacía rato. Swiss permanecía acurrucado como un felino satisfecho contra el pecho de Dew, fingía dormir pero la sonrisa apenas contenida en su rostro lo traicionaba.

Su cola se enroscaba perezosamente alrededor de la de Dew y una de sus manos descansaba peligrosamente cerca del costado del ghoul de agua, donde una de sus branquias laterales palpitaba, aún húmeda por el reciente baño nocturno.

—¿Estás despierto? —murmuró Swiss con tono inocente, aunque sus dedos ya comenzaban a deslizarse centímetro a centímetro hacia su objetivo.

Dew no respondió, quizás porque no quería o quizás porque lo conocía demasiado bien y estaba intentando ignorarlo.

Swiss sonrió ante su silencio —Mmm... supongo que no te molestará si... — antes de terminar la frase, rozó con la yema del dedo una de las branquias del cuello de Dew.

El salto involuntario del otro ghoul fue inmediato, su espalda se arqueó como si lo hubieran tocado con electricidad, delatando al instante su farsa de estar dormido.

—¡Swiss! —gruñó en voz baja, dándole un empujón que no sirvió de nada. El ghoul ya estaba riéndose en voz baja, victorioso.

—¿Qué? Solo quería ver si estaban funcionando bien... ya sabes, por si te estabas asfixiando en tierra firme. Qué clase de pareja sería si no me preocupara por tu... ¿respiración?

—No somos pareja

—Auch, tus palabras me lastiman—susurró, y volvió a tocar la branquia, esta vez con un poco más de presión para intentar abrirla un poco, provocando que Dew soltara un bufido medio ahogado.

Intentó zafarse, pero Swiss ya estaba sobre él. Ahora su otra mano se había movido hasta una de las aletas más pequeñas de Dew, la que solía plegar contra su rostro cuando estaba tenso. Swiss la acarició con la reverencia de quien toca un instrumento precioso... o una trampa mortal.

—¿Sabías que se mueven cuando estás nervioso? Como orejitas de pez, son adorables—murmuró, cada palabra acompañada de una caricia precisa.

—No son orejitas. Y no son para que juegues con ellas.

—¿Ah, no? —Swiss ronroneó, pegando su cuerpo al de Dew—. Porque parecen hechas para eso.

Dew, con la cara parcialmente escondida entre las sábanas, murmuró algo ininteligible.

—¿Qué dijiste? —preguntó Swiss con voz melosa, fingiendo que no había oído nada mientras sus dedos seguían trazando líneas lentas.

Dew lo miró de reojo, rojo hasta las branquias. —Dije que me vas a pagar esto. No hoy. Pero te va a costar.

Swiss soltó una carcajada grave, agitando ligeramente el agua del ambiente con su risa.

—Prometedor. ¿Puedo pagar en caricias?

—No.

—¿Besos?

—Tampoco.

—¿En aletazos?

—¡Swiss!

Pero ya era tarde, Swiss se lanzó a besar una de las aletas con un dramatismo absurdo, como si pidiera perdón a un dios marino ofendido. Dew no pudo evitarlo: soltó una carcajada muda, vibrante, que lo estremeció entero, y  por fin, como una presa que se rinde con dignidad, lo abrazó por completo.

—Eres insoportable...

—Pero soy irresistible.

Dew solo resopló, ocultando la sonrisa que se le formaba en los labios.

—De verdad, Swiss —gruñó Dew sin mucha convicción, su voz ahogada entre las sábanas y la risa disimulada—. ¿No te cansas de ser tan... idiota?

Swiss apoyó la barbilla en su pecho, los ojos brillando con una mezcla entre adoración y pura travesura.


—Nunca. ¿Y tú no te cansas de hacerte el difícil cuando sé perfectamente que te derrites cuando te toco aquí...? —deslizó los dedos nuevamente sobre la base de una branquia, esta vez más lento, más intencional.

El estremecimiento que recorrió el cuerpo de Dew fue imposible de ocultar, apretó los dientes, sus garras clavándose ligeramente en la espalda de Swiss.

—No es justo... —murmuró.

—¿Qué no es justo? ¿Que te quiera tanto? —susurró Swiss con fingida inocencia, acercándose hasta que sus labios rozaron los de Dew sin terminar de besarlo.
—O que sepas que cada centímetro tuyo me vuelve completamente loco...

Dew abrió los ojos, apenas una rendija entre las pestañas húmedas sin darse cuenta en qué momento los había cerrado, el calor se acumulaba en su cuerpo con rapidez, y el tono de Swiss... ese maldito tono bajo y ronco que usaba cuando realmente quería que perdiera la cabeza... estaba logrando su cometido.

Y Swiss lo sabía, porque no tardó en lamer suavemente una de sus branquias, con la misma devoción de quien limpia un talismán sagrado. El gemido ahogado que Dew dejó escapar fue suficiente para inflar el ego del otro ghoul como un globo.

—¿Ves? Si me dejaras adorarte más seguido, serías mucho menos gruñón —murmuró contra su cuello—. Mira, hasta estás temblando.

—Estoy temblando por el coraje... —intentó defenderse Dew, su voz ronca y cargada de algo que ya no era exactamente molestia lo delataba por completo.

—Claro que sí —dijo Swiss, con una sonrisa descarada antes de deslizar los labios por su clavícula, bajando en besos lentos por su pecho, sus manos, grandes y suaves, se movían con una mezcla letal de ternura y deseo, tocando solo lo necesario para hacer arder, sin calmar nada.

Dew lo miró desde arriba con una mezcla de rendición y desesperación.

—No sé si quiero besarte o golpearte con la lámpara.

—¿Por qué no ambas? —respondió Swiss, antes de atrapar con sus labios uno de los pezones de Dew, jugueteando con la fría perforación que descansaba ahí.

Las branquias de Dew palpitaban como si buscarán recuperar el aire que su NO pareja le robaba con cada toque.

—Te odio —musitó Dew, pero sus manos ya estaban enredadas en el cabello de Swiss, tirando de él para guiarlo justo donde lo quería.

—Te encanta que te adore —susurró él, esta vez sí besándolo con intensidad, dejando que el calor atrapado bajo la piel hiciera el resto.

Las sábanas se enredaron en piernas, colas y garras, los besos ya no eran lentos, sino urgentes, las caricias dejaron de explorar para iniciar a reclamar, los suspiros se perdieron entre mordidas y risas bajas, a veces un bufido de Dew, a veces una ronroneante provocación de Swiss.

La sonrisa burlona del multi se había esfumado, ahora sus labios estaban entreabiertos, la mirada oscura, hambrienta, había algo en Dew que lo desarmaba y lo incendiaba al mismo tiempo y ahora, bajo él, con las branquias palpitando con la piel húmeda y caliente, no pensaba dejarlo escapar sin arrancarle cada sonido que pudiera darle.

—Haz ruido para mí... —susurró contra su oído, la voz tan grave que vibró en el pecho de Dew—. No te escondas esta vez.

Dew no respondió, solo apretó los dientes como si aún pudiera ganar esa pequeña guerra de orgullo que quedaba, no pensaba regalar sus gemidos tan fácilmente, no era una maldita estrella porno para hacer tal barbaridad, pero Swiss parecía conocer cada rincón de él, sabía exactamente dónde acariciar, dónde presionar, dónde morder con suavidad hasta que la contención se rompiera.

Sus labios descendieron por su vientre, dejando un rastro de calor húmedo hasta el tatuaje de “Sodomizer” que descansaba tranquilamente sobre su piel, allí, dejó un mordisco más fuerte, marcado, sus manos acariciaban lento, bajando por los costados de Dew, buscando cada línea, cada temblor, cada estremecimiento.

Cuando sus dedos rozaron de nuevo las branquias (esta vez las de sus costillas), ahora más sensibles que nunca, Dew se arqueó de inmediato, su cola azotó contra el colchón, y dejó escapar un sonido contenido, apenas un jadeo ahogado que Swiss no desaprovecho.

—Ah, ahí estás… —ronroneó Swiss, su voz goteando satisfacción—. Dámelo gotita. Quiero escuchar lo que te hago.

Una de sus manos se aferró a la cadera de Dew para mantenerlo fijo en su lugar mientras que la otra la otra se dedicó a deslizarse con maestría entre piel mojada y músculo tenso, explorando más profundo, entonces sin advertencia, su mano se aferró al firme muslo, abriendo lentamente las piernas del Ghoul.

El gemido que Dew soltó esta vez fue imposible de disfrazar, grave, húmedo, jodidamente necesitado arrancado desde el centro de su pecho. Swiss lo devoró con una sonrisa apenas contenida.

—Eso, así, justo así mi niño

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Dew jalo con fuerza de sus rastas y por un segundo Swiss pensó que sería brutalmente apartado del cálido cuerpo, pero no paso, en cambio, Dew lo presiono contra su entrepierna con urgencia, su cuerpo se frotaba con una desesperación que nada tenía de suave y Swiss en lugar de quejarse o burlarse, dejo ser al Water, las manos se buscaban, los gemidos del rubio ya no dejaban ocultar nada.

Swiss no lo hizo esperar más,su lengua salió disparada para dar una larga lamida desde la base del miembro erecto de su pareja hasta llegar a la sensible punta, quería oírlo, quería sentir cómo temblaba por él y cuando lo tuvo gimiendo su nombre con la voz entre rota y suplicante, supo que había ganado.

Los dedos de Dew se clavaban en las sábanas, en los hombros de Swiss, en cualquier cosa que pudiera anclarlo mientras el calor lo consumía desde dentro hacia afuera, sus branquias palpitaban con violencia, agitadas por el aire cargado de vapor, mientras su espalda se arqueaba en cada oleada de placer contenida apenas por el orgullo que aún resistía… por poco.

Swiss estaba completamente concentrado en él, como si leer cada uno de sus espasmos, sus sonidos, fuera una misión sagrada. Lo adoraba con la boca, con cada beso en el glande húmedo, con cada movimiento lento pero devastadoramente calculado, lo sostuvo con ambas manos por las caderas y no se detuvo, abrió su boca, calida, ansiosa, tragando con entrega la erección de su compañero.

Dew lo miró con los ojos entrecerrados, húmedos, brillando bajo la tenue luz azulada del vitral, sus caderas embistiendo lentamente el rostro del multi, gimiendo con fuerza cada que golpeaba el fondo de la garganta ajena, cada que la nariz de Swiss cosquillear agradablemente contra su vello pubico, cada segundo le costaba más respirar y Swiss lo sabía.

En un último movimiento, Swiss alzó sus caderas, lo sostuvo como si fuera de cristal y al mismo tiempo como si no pudiera tener suficiente de él, sus mejillas se ahuecaron alrededor del pene de Dew, su garganta vibraba con cada ronroneo alrededor de la intrusión, desesperado por probar a su compañero, y fue ahí, en ese instante donde Dew finalmente se desbordó.

El gemido ahogado resonó en la habitación, su semen tibio saliendo a chorros líquidos en la garganta del Multi, obligándolo a tragar cada gota para evitar atragantarse, claramente no fue ninguna molestia para Swiss que parecía verdaderamente gustoso ordeñando cada segundo del orgasmo, el calor entre ellos estallando en una tormenta de placer compartido. Dew temblaba, aferrado a él como si pudiera desaparecer, Swiss lo sostenía firme, dejando apartándose con un sonido húmedo y una enorme sonrisa, embriagándose con la imagen frente a el. 

Dew temblando, el rostro sonrojado, la mirada perdida, el pene flácido cubierto de saliva y algunos hilos aún conectando con sus labios, la respiración agitada… 

—Eres hermoso… así… tan jodidamente perfecto…

Tardaron varios minutos en calmar la respiración, el cuarto apestaba a sexo, estaba en silencio, salvo por el goteo ocasional del agua en el estanque y el ronroneo bajo y constante que brotaba del pecho de Swiss, como una promesa de que seguiría ahí. Que siempre estaría ahí.

Dew bajó la mirada, avergonzado pero satisfecho, con las mejillas  aún encendidas y una mano aún temblorosa sobre el pecho de su compañero.

—No digas nada cursi… o te lanzo otra vez al estanque —murmuró, sin poder evitar la sonrisa rota en sus labios.

Swiss se rió en voz baja, besando la punta de su nariz con ternura felina.

—Entonces tendré sueños húmedos

El calor aún se sentía en el aire, no el de la pasión inmediata, sino ese que permanece en la piel después de una tormenta eléctrica, tibio y envolvente como una manta suave. 

Dew yacía sobre Swiss, la cabeza apoyada en su pecho desnudo, escuchando los latidos acompasados que poco a poco volvían a su ritmo natural, sus dedos trazaban círculos distraídos sobre la piel morena.

Swiss tenía una mano enredada en el cabello aún húmedo de Dew, acariciando con un ritmo lento para arrullarlo.

Ninguno hablaba y no hacía falta.

—No ronques —murmuró Dew finalmente, sin alzar la vista.

Swiss soltó una risa nasal, ese era su Dew,

.
—¿Eso fue un “gracias” o un “te quiero”? Porque suena mucho como “calla y duerme”.
 

—Fue un “no ronques”. Y si lo haces, duermes en el tapete.

—Mmm… si me prometes repetir lo de hace un rato, duermo donde quieras —susurró Swiss, ronroneando perezoso, con una sonrisa idiota en los labios.

Dew le dio un leve zarpazo con las uñas en el pecho, apenas un rasguño simbólico.

—No hagas que me arrepienta.

—Ya es tarde —dijo Swiss, girándose un poco para besarlo en la frente—. Estás jodido, Dewdrop, me tienes donde quieres. Soy tuyo.

Dew se quedó en silencio ante esas palabras, no porque lo incomodaran… sino porque dolían un poco al igual que una herida que sana con ardor, porque no sabía cuánto tiempo podían tener algo tan frágil en medio de ese lugar, de ese caos, pero al menos por esa noche, lo tenía. Tenía a Swiss, en su cama, en su estanque, entre sus sábanas y eso era más de lo que había tenido en semanas.

—Duerme. Antes de que cambie de opinión y te eche. —Su voz sonaba más suave ahora, más apagada, como si el agua misma hablara a través de él.

Swiss obedeció, cerrando los ojos con una última sonrisa satisfecha y Dew, acurrucado aún contra su pecho, permitió que el ritmo constante del otro ghoul lo llevara, por fin, al descanso.

Por primera vez en días, durmieron sin miedo.

Notes:

Por aquí mis disculpas por tanto trauma apenas iniciando la historia, es momento de un poco de calma, los que ven las animaciones saben lo que se viene JAJAJA

PORFA ayudenme a comentar y compartir la historia, estoy planeando varias cosas, eso me ayudaría mucho, perdón por la hora!

Chapter 10: Que la sombra encuentre paz

Summary:

Los Ghouls lo rodearon sin decir palabra. Primero fue Mountain, sólido y cálido, seguido de Aether, Air, Dew y finalmente Swiss, cerrando el círculo como si aquello fuera un ritual propio. Un abrazo torpe, desequilibrado, con colas entrelazándose, una branquia que rozó su mejilla, un abrazo sincero, una iniciación silenciosa, era uno más.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

—Esto no es un ensayo, es un chiste con amplificadores —murmuró Air mientras daba vueltas sobre su taburete, soltando un acorde disonante en su teclado solo para fastidiar.

La sala de ensayo estaba cargada de tensión y polvo, Aether había estado afinando su guitarra durante los últimos veinte minutos con una expresión de aburrimiento asesino, Mountain ya se había acomodado tres veces en su asiento, golpeando suavemente un tambor con los dedos para no quedarse dormido del todo y Dew... bueno, Dew estaba siendo acosado por una enorme cola que no dejaba de enredarse juguetonamente con la suya.

—¿Te puedes estar quieto? —le gruñó, pero su tono no tenía filo.


—¿Eso es un no a mi ternura matutina? —respondió Swiss con una sonrisa felina llena de migajas, apoyando la barbilla en el hombro del otro, sin ninguna vergüenza.

La mirada de Dew fue una mezcla perfecta entre un "te odio" y un "no pares", las aletas de sus orejas temblaron apenas al sentir el aliento de Swiss y este claro que lo notó,, volvió a enroscar su cola con la del Water Ghoul de una forma aparentemente distraída, lo que le consiguió un suave codazo por parte de su pareja.

El ensayo según Sister era "una oportunidad preciosa para reconectar espiritualmente como banda" y "fortalecer el lazo con su santidad el Cardenal Copia ahora que se encuentra bajo tanta presión". Una oración cargada de buenas intenciones que, como casi todo lo que decía Sister, ocultaba algo más: control.

Claro que todo se fue al carajo cuando Nihil, decidió hacer acto de presencia esa mañana sin invitación previa.

—¡¿Sabes cuántos ensayos hacía yo a esta edad, Copia?! ¡Con velas reales y látigos de disciplina espiritual!


—¡No puedes latigar a nadie Nihil! ¡Los tiempos cambiaron! ¡Tenemos un código de ética ahora!

Desde la sala de ensayo, las voces se colaban por las paredes, la puerta que daba al pasillo estaba cerrada, pero no aislaba absolutamente nada de aquella discusión.

—¿Quién los mandó a nacer con ética, entonces? ¡Si le preguntas a esa Ghoulette con cara de pescado te dirá que le gustan los látigos!

Swiss soltó una carcajada fuerte de esas que te obligan a inclinar la cabeza hacia atrás.

—Dew, ¿eres tú la Ghoulette con cara de pescado o es Air?


—Sigue hablando y verás cómo sí uso un látigo —gruñó Dew totalmente ofendido por las palabras del viejo decrépito.

Aether dejó de afinar y tocó una nota grave—Esto es una pérdida de tiempo... ya llevamos media hora aquí y lo único que fortalecimos fue la certeza de que Mocoso y Abuelo necesitan una pelea a puño limpio.

Mountain levantó una ceja, iniciando a formar un pensamiento no muy claro en su cabeza.—¿Crees que si les apagamos la luz se callen?

Air suspiró, deslizando los dedos sobre las teclas de su sintetizador. —Yo creo que Sister nos odia y esta es su venganza por todos los chistes que hacíamos en misa con Terzo.

—Pobre tipo —dijo Aether sacudiendo la cabeza con fingida lástima al escuchar los chillidos desesperados de Copia, chillidos que solo podía comparar a los de una rata siendo apuñalada por un tenedor—. Tan cerca del trono y tan lejos del respeto.

Swiss se estiró y se dejó caer en un sofá cercano, jalando a Dew consigo para que descansará en su pecho. —Pues si vamos a esperar... —dijo con tono travieso— al menos quiero estar bien acompañado.

Dew bufó, pero no se movió. De hecho, se acomodó con el hombro de Swiss bajo su mentón, dejando que sus colas siguieran enredadas.

Aether alzó una ceja, como quien presencia un milagro o una catástrofe inminente. —¿Ustedes dos ya firmaron contrato o todavía están en el periodo de prueba?

Dew levantó el dedo medio sin decir nada, demasiado cómodo contra el cuerpo cálido del multi, Swiss simplemente se rió encantado, más concentrado en relamerse los dedos con un deleite descarado mientras mordía una galleta de mantequilla con forma de cruz invertida.

La bandeja de bocadillos (otra idea brillante de Sister para fomentar "un espacio de trabajo armonioso y bien alimentado") había sido lo único que realmente funcionó esa mañana.

—¿Esto es mermelada de cereza o del alma de un hereje arrepentido? —murmuró Swiss, con la boca llena.


—Lo segundo, definitivamente —le respondió Air sin levantar la vista del teclado—. Tiene ese retrogusto a culpa y azúcar.

Dew, aún enredado con la cola de Swiss, se estiró desde el sillón para alcanzar una servilleta y se la lanzó al pecho. —Al menos finge que no te estás relamiendo los dedos en voz alta.


—No puedo evitarlo, es un talento natural. —Swiss le guiñó un ojo mientras tomaba otro bocadillo con forma de tridente.

Ninguno mencionó la guitarra vacía en la esquina. Nadie comentó que faltaba un instrumento ni el fuego que normalmente lo envolvía, tampoco el lugar que había quedado vacío entre Aether y Mountain, como si Ifrit simplemente hubiera salido a fumar y no hubiera regresado hace días.

El silencio sobre él era ensordecedor.

—¿Te estás escuchando? ¡Es ridículo! ¡Es absurdo! ¡Es—!


—¡Es martes, Nihil! ¡Y tú dijiste que no ibas a venir los martes! ¡Lo dijiste con una copa en la mano y un testigo presente!

Las voces de Copia y Nihil resonaban como si se encontraran en el mismo cuarto y de alguna forma, ese caos ajeno resultaba tranquilizador, si ellos seguían gritándose entre sí, estarían muy ocupados como para joderles más la vida.

—Deberíamos empezar sin ellos —propuso Aether finalmente, dando un par de acordes suaves—. Si ensayamos muy fuerte, tal vez no escuchemos sus gritos de divorcio eclesiástico.

Mountain asintió lentamente, levantando las baquetas. —Estoy dispuesto a tocar tan fuerte hasta que sangren.

—Swiss no puede tocar hasta que termine de tragarse la mesa entera —señaló Air, cruzando una pierna por encima de la otra.

—Puedo masticar y tocar —replicó Swiss con la boca llena, alzando las cejas como si hubiera ganado un premio.

Dew simplemente soltó un bufido entre risas suaves, apoyando la cabeza en el hombro de Swiss, estaba claro que su resistencia se había derretido en algún punto de la noche anterior, reemplazada por una tolerancia... incluso una ligera ternura, miró a Swiss con algo cálido en los ojos y le quitó la última galleta de la mano sin permiso.


—Ya tuviste suficiente, glotón.

—¡Esa tiene forma de pentagrama! ¡Es mi favorita!

La puerta de la sala de ensayo se abrió con un ligero chirrido, Copia apareció en el umbral con una sonrisa amplia y un brillo de energía forzada que parecía demasiado brillante para un martes cualquiera.

—¡Buenos días, equipo! —exclamó con un entusiasmo demasiado forzado—. Espero que estén listos para fortalecer ese espíritu de banda, porque hoy va a ser un día fantástico. ¡Con energía positiva, todo es posible!

Swiss lo observó desde el sofá, con la galleta (aún en mano de Dew) a medio camino hacia su boca, Dew se limitó a rodar los ojos, aunque su cola se entrelazaba más firmemente con la de Swiss buscando refugio.

Aether dejó de tocar por un instante, sin poder contener una sonrisa burlona. —Vaya, Copia, ¿tomaste un curso intensivo de "optimismo tóxico" o simplemente naciste así?

—¡Claro que no! —respondió Copia, sin perder ni una pizca de su brillo—. Solo creo que mantener la moral alta es esencial en estos tiempos difíciles. ¿No están de acuerdo?

Justo en ese momento, la puerta volvió a abrirse con un golpe seco, una voz grave y sarcástica se filtró en la habitación.

—Por favor, que alguien me salve de esta clínica de motivación barata.

Nihil apareció en la puerta, con las cejas fruncidas y una expresión que combinaba el fastidio y el cansancio existencial.

Apenas el viejo cruzó el umbral, la atmósfera en la sala cambió como si alguien hubiese bajado de golpe la temperatura. Los Ghouls, que hasta hacía unos segundos estaban relajados, bromeando o enredando colas ajenas, se enderezaron instintivamente. Swiss incluso dejó de masticar a mitad de un bocado, con una expresión culpable.

Nihil lo notó, claro que sí y lo disfrutó más que un buen whisky añejo.

—Ajá, ahí está, eso me gusta —dijo, levantando la barbilla con aire satisfecho mientras daba un par de pasos teatrales al centro de la sala—. Ya estaba empezando a pensar que me habían mimado de más a este grupo de alimañas.

Copia, incómodo, intentó hacer una mueca de desaprobación, pero Nihil lo ignoró por completo y extendió los brazos como si se dispusiera a dar misa.

—A ver, tú —le dijo a Aether, señalándole con un dedo enguantado—, el de los ojos brillantes. Sí, el... ¿Ghoul de... aire? ¿Humo? ¿Esencia de perfume barato? Acércame una silla, esta espalda ya no se sostiene sola.

Aether frunció el ceño, pero obedeció en silencio, tomando una de las sencillas sillas del estudio para acercarla al patriarca.

—Y tú —dijo mirando a Mountain con expresión crítica—, el de tierra, ¿Dónde está mi copa? El vino no se sirve solo, roca con patas.

Mountain parpadeó, visiblemente confundido, pero terminó caminando hacia la mesa de bocadillos para buscar algo que pudiera convencer a Nihil de que no le arrojará la copa apenas se la entregará.

—¡Y el de las llamas! —exclamó, mirando directamente a Dew—. ¿No? ¿Tampoco? Bueno, tienes pinta de estar ardiendo por dentro. ¿Qué estás esperando para encender algo de incienso? Esto huele a feromonas reprimidas.

Swiss apretó los dientes, claramente conteniendo una carcajada mientras Dew le dedicaba una mirada de muerte por reírse de su sufrimiento.

—Tú cállate, rubio —continuó Nihil sin perder el ritmo a lo que Dew lo miro confundido, él ni siquiera había abierto la boca—. Si te sigo viendo meter cosas a la boca sin compartir, voy a pensar que ese estómago tuyo es un portal al infierno.

Ahí Swiss captó que ese último comentario era para el, lo que lo hizo sonreír y agitar sus oscuras rastas con burla.

Copia en cambio estaba desesperado por recuperar algo de control, se acercó a Nihil con una sonrisa nerviosa. —Tal vez podríamos... empezar con una dinámica grupal para integrar a los Ghouls y a—

—¿Una dinámica? —Nihil lo interrumpió, mirando a Copia como si acabara de sugerir que se sentaran a ver telenovelas—. ¿Qué sigue? ¿Un círculo de confianza? ¿Un juego de sillas mientras ustedes siguen llorando la pérdida del guitarrista desaparecido?

El silencio cayó como una losa sobre el grupo, todos los demonios tuvieron que reprimir un jadeo de dolor ante el nombre no dicho: Ifrit.

Pero Nihil no se inmutó. Solo tomó asiento cuando finalmente Mountain le acercó una copa y Aether, con una reverencia sarcástica, le sirvió vino. —Perfecto ahora sí. Muestren lo que saben hacer —dijo con un tono que no admitía discusión—. Y hagan que valga la pena. No tengo tiempo para los ensayos de una boyband con colas.

Todos se colocaron en posición, echando un vistazo cuando Copia claramente apenado se acerco al multi con la guitarra de Ifrit en manos, su mirada era un "puedes?" tan suplicante que Swiss solo pudo soltar un suspiro largo y dramático mientras se colgaba la guitarra al hombro, la pandereta encajada entre el codo y la cadera, y el micrófono a la altura de su boca.

Parecía más un espectáculo circense que un ensayo musical. —¿Algo más? ¿Quizá el triángulo? ¿Unos malabares mientras canto? —murmuró, más para Dew que para nadie, con una media sonrisa torcida.

—Podrías mover la cola en ritmo —susurró Dew de vuelta, sin mirarlo, con una expresión completamente seria que duró exactamente tres segundos antes de que la comisura de sus labios se curvaran.

Swiss se atragantó con una risa contenida justo cuando todos los ojos comenzaron a girarse lentamente hacia una sola persona.

Copia.

Estaba de pie frente al atril, las partituras en blanco, las manos colgando a los costados como si no supiera qué hacer con ellas, el Cardenal se sintió observado de una manera que no ocurría desde que Sister lo obligó a dar la misa frente a los 3 papas difuntos.

El peso de la mirada colectiva le cayó como una capa mojada, olvidando momentáneamente que él tenía las decisiones finales ahí.

—¿Y bien, Cardenal? —preguntó Nihil desde su trono improvisado con la copa ya medio vacía—. ¿O debo elegir yo el repertorio y cantar también?

Copia carraspeó, visiblemente incómodo, miró a los Ghouls expectantes, luego a su carpeta vacía, luego a los Ghouls otra vez, era como si esperara que uno de ellos leyera su mente. No lo hicieron.

—Uh... bueno —dijo finalmente, limpiándose las manos con nerviosismo en los pantalones—. Podemos empezar con... "Elizabeth", ¿verdad? Esa está afinada, todos la conocen y... y no hay solos de guitarra complicados.

Todos asintieron con cierto alivio, excepto Swiss, que levantó la guitarra con una ceja arqueada.

—Claro. No es complicado, solo debes hacer tres armonías, un puente instrumental y cantar un coro en falsete mientras agito esta cosa —sacudió la pandereta con el codo—. Facilito.

—Gracias Multi—dijo Copia con una sonrisa que temblaba en los bordes sin entender el obvio sarcasmo del más alto.

—Gracias Multi—dijo Copia con una sonrisa que temblaba en los bordes sin entender el obvio sarcasmo del más alto

(Swiss)

Nihil levantó su copa en dirección a Swiss, brindando por su martirio.

—Siempre supe que uno de ustedes terminaría convertido en esclavo musical. Lástima que sea el "errores múltiples".

Swiss le respondió con un falso saludo militar, mientras el resto de los Ghouls comenzaban a acomodarse en sus lugares. Air afinaba su teclado, Mountain ajustaba la batería sin mirar a nadie, y Aether se ocultaba detrás de su guitarra, Dew en cambio se inclinó un poco hacia Swiss, dejando el humor de lado para mirarlo con preocupación.

—¿Estás bien?

—¿Yo? Estoy en mi elemento, sufriendo en silencio como todo buen artista.

Mountain marcó el compás con la punta del pie y la pandereta de Swiss tintineó con precisión, la banda lo siguió como si se hubieran sincronizado mentalmente, Air se deslizó por las teclas con facilidad, Aether acompañó con su guitarra rítmica firme, intentando cubrir al multi lo mejor posible y Dew hizo rugir el bajo con su característico tono grave.

Copia tomó aire y soltó la primera línea con entrega, su voz clara y poderosa resonando por el salón, estaba completamente concentrado... hasta que todo se detuvo.

—¡ALTO! —gritó Nihil desde su trono improvisado, con una mano en alto como si dirigiera una ópera demente.

El silencio fue inmediato, incluso el eco de la batería se esfumó ante la orden del anciano, Copia se quedó con la boca entreabierta a mitad de una nota.

—¿Qué demonios fue eso? ¿Ensayo musical o un accidente ferroviario con maracas y complejos de inferioridad?

—Estábamos solo en el primer verso...— Dijo copia con la voz tensa, luchando por mantener la poca paciencia que le quedaba con el Papa regente.

—Y eso fue suficiente, voz de ukelele mojado. —Nihil chasqueó los dedos sin mirarlo—. Pero, ¡La mula de carga! —declaró con teatralidad repentina, recargándose en su silla como si observara un espectáculo fascinante, señalando con su mano al pobre Multi Ghou atiborrado de tareas—. ¡Combo barato! El verdadero show de la noche. Toca la guitarra, canta, sacude la pandereta, probablemente también trapea el piso y sirve los canapés si se lo pido. Una criatura multifuncional, con cara de calendario y alma de burro apaleado. ¡Es arte!

—Gracias... supongo —masculló Swiss, secándose el sudor de la frente con el brazo sin saber si debía sentirse halagado u ofendido, daba igual, Dew estaba lo suficientemente ofendido por ambos.

—¡Oh, no me des las gracias minion con esteroides! —siguió Nihil, girando sobre sí mismo con una risa exagerada—. ¡Solo continúa sufriendo con esa elegancia tuya! Te queda divino.

Dew ahora si que soltó un gruñido profundo, Swiss apenas le lanzó una mirada nerviosa, como diciendo "sí, lo sé, es un imbécil, pero ¿qué le vamos a hacer?" a esas alturas realmente le preocupaba que su gotita se abalanzará contra Nihil y que fuera reprendido por eso.

—¿Y el resto qué? —interrumpió Copia nervioso, buscando algo de reconocimiento para sus otros ghouls, cosa que el grupo claramente no aprecio, comenzando a negar disimuladamente en dirección al cardenal—. También están tocando.

—Sí, sí, los que hacen "tum, pa, tum" y "clink, clink", muy útil todo eso —replicó Nihil, moviendo las manos con dramatismo—. Pero ustedes no tienen esa carita de tragedia que tiene el Multi aquí presente.

Air soltó una carcajada ahogada, dándole un pequeño codazo juguetón a Aether

—Me preocupa que en cualquier momento intente que Swiss baile tap o algo peor —susurró Aether mortificado ante la risa de su compañero.

—¡Y tú! —espetó Nihil, señalando a Copia—. ¿Qué estás haciendo parado ahí como si supieras lo que haces? ¡Canta algo que no me den ganas de arrancarme los oídos!

Copia tomó aire, claramente conteniéndose, y murmuró entre dientes:

—Bueno, al menos no pidió una coreografía...

—¡He oído eso, desgracia andante! —saltó Nihil sin moverse un centímetro de su trono—. Ahora desde el principio. Suavicrema, si no haces malabares mientras cantas, me decepcionaré muchísimo.

El ensayo se había detenido por completo, ahora los Ghouls miraban desde una esquina con horror como Nihil había convertido ese espacio en su entretenimiento personal, siendo el único bufón el pobre Swiss que a estas alturas si que tenía una expresión de mortificado en el rostro, intentando acatar órdenes cada vez más absurdas en medio del solitario escenario

—Primero: quiero que esa guitarra la toques al revés, con las cuerdas mirando al cielo. Como si estuvieras invocando a Satanás a través de una antena.

—¿Qué? —balbuceó Swiss, ya sujetando tres instrumentos distintos.

—¡Y ahora, mientras haces eso, mueve las caderas! ¡Con ritmo, con pasión! ¡Como si estuvieras en un ritual de apareamiento! ¡Vamos, joven! ¡Dame energía sexual!

—¡Y ahora, mientras haces eso, mueve las caderas! ¡Con ritmo, con pasión! ¡Como si estuvieras en un ritual de apareamiento! ¡Vamos, joven! ¡Dame energía sexual!

Los demás Ghouls se quedaron congelados, en parte horrorizados, en parte fascinados.

—Esto es increíble —murmuró Air, comiéndose una galleta sin dejar de mirar.

—Swiss parece un pulpo en un terremoto —añadió Aether con los ojos entrecerrados.

Dew en cambio mantenía su mano ocultando los colmillos descubiertos en su boca, tragándose un gruñido cada que el estupido viejo abría la boca solo para humillar más a SU pareja.

—¡Y ahora la pandereta en la rodilla Navaja suiza! ¡Pero que suene como lluvia ligera! ¡No tormenta! ¡Tormenta es para los jueves!

Swiss intentó balancear la pandereta sobre una rodilla mientras rasgueaba la guitarra con la otra mano y giraba las caderas como si tuviera un GPS defectuoso.

—¡Ahora! ¡Coros en falsete! ¡Quiero oír esa voz angelical, pero con un toque de abandono emocional! ¡Eres un ángel despedido de su trabajo celestial!

Swiss soltó un pequeño "aaaaaaa" agudo, que sonó más a lamento existencial que a nota musical.

—¡Hermoso! ¡Casi me haces llorar! —Nihil aplaudió con entusiasmo fingido, como si estuviera disfrutando de una tragicomedia de marionetas—. ¡Eres mi favorito! ¡Mi pequeña orquesta personal de sufrimiento!

Swiss giró lentamente la cabeza hacia Copia con una expresión entre homicida y suplicante.

Copia, hasta ese momento, había estado mordiéndose los labios, observando todo con los ojos entrecerrados y el alma arrugada junto a el resto de su banda mortificada, junto en el momento en que Dew dio un paso furioso hacía adelante, algo en copia se quebró.

—¡YA BASTA!

El grito rebotó en las paredes del salón al igual que un trueno inesperado, captando la atención de todos pero sobre todo de Nihil.

—¿Perdón?

—Dije que basta. Swiss no es tu juguete, no estamos aquí para entretener tu ego ni para recrear un número de circo medieval. Este es un ensayo, no tu terapia de control —Copia caminó hacia él, firme por primera vez—. Si no puedes respetar eso, puedes irte.

—¡Soy el Papa Emérito! ¡No puedes echarme!

—Claro que puedo. Porque este es mi ensayo. Mi banda. Mis Ghouls. —Y luego añadió, con una sonrisa filosa—. Y tú ya tuviste tu turno.

El silencio fue absoluto. Todos los Ghouls se quedaron mirando con la boca entreabierta. Incluso Swiss dejó caer la pandereta, que dio un golpe seco en el suelo como un punto final, no solo por la repentina valentía de Copia frente a ellos, no, fue ese simple nombre salido de sus labios, ninguno de ellos tenía derecho a su nombre en ese lugar y la única persona que se había tomado la molestia de aprenderlos había sido arrancado de su lado,

Nihil, ofendido como una diva, se puso de pie con teatralidad y se dirigió a la salida murmurando improperios, entre ellos algo sobre "malcriados con peinados modernos" y "falta de visión artística", el portazo que dio al salir hizo vibrar las paredes.

Un silencio espeso se instaló por un par de segundos.

—...¿soy el único que siente que presenciamos algo histórico? —murmuró Air, medio en broma, medio serio.

—¿Eso fue sexy o fue aterrador? —susurró Aether hacia Mountain.

—Sí —respondió Mountain sin más.

Todos los ojos estaban fijos en su líder que se dedicó a respirar hondo antes de girar hacía el grupo

—¿Desde el puente de la segunda canción?— les preguntó con voz mucho más suave, más suya.

—Desde el puente —repitió Dew, acomodando el bajo con una sonrisa apenas perceptible.

Mountain asintió con una sonrisa apenas visible, Air soltó un pequeño silbido aprobatorio. Swiss, por su parte, solo se sentó por fin exhausto, sacudiéndose el hombro y murmurando:

—Si vuelvo a bailar como un marsupial en celo, que sea porque yo lo elegí.

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El ensayo terminó sin mayores sobresaltos, Aether dejó su guitarra con suavidad sobre su funda; Mountain enrollaba los cables con una paciencia metódica, Dew limpiaba el mástil de su bajo con cuidado mientras Air ajustaba algunos micrófonos con un movimiento automático de manos. A Swiss se le había permitido permanecer sentado el resto de la sesión ya que parecía más agotado por el número de circo que por la música y Copia no había tenido el corazón para ponerlo en pie nuevamente, los Ghouls comenzaban a mirarlo con incertidumbre, una pregunta silenciosa para poder retirarse, pero el cardenal aún no terminaba, tenía un último acto planeado para las tareas del día.

—Un momento... ¿Podrían acompañarme a la capilla?

Todos lo miraron, su tono era distinto. Sin su torpeza habitual, sin esa energía nerviosa que usaba para llenar silencios incómodos o aparentar control. Solo... suavidad, uno por uno, los Ghouls lo siguieron.

.......................................................................

El pasillo estaba silencioso, todos los hermanos y hermanas despachados de sus tareas vespertinas dándole al entorno un ambiente extrañamente íntimo, al llegar a la capilla, el corazón de cada uno se detuvo un instante.

El espacio había sido transformado.

Las velas estaban encendidas, los incensarios desprendían un humo delicado que olía a mirra y copal, en el centro sobre el altar, descansaba una percha de madera negra con un traje impecablemente colgado: el atuendo de Terzo. Negro, dorado, con su capa ceremonial extendida detrás al igual que alas rotas.

No había cuerpo pero no hacía falta, su presencia estaba ahí.

Los Ghouls se quedaron quietos, incapaces de entender que pasaba del todo, solo aferrándose a la presencia sagrada del traje que simbolizaba todo lo que había sido Terzo.

—No pude sacar su cuerpo... —murmuró Copia, rompiendo el silencio—. Lo intenté. Creanme que lo intenté pero al menos... pensé que esto les daría algo de paz.

Todos lo miraron, la forma en que sus dedos se apretaban, la curvatura de sus hombros, la culpa evidente en la mirada.

—Sé que no tuvieron su luto, que no hubo justicia. Que... que ni siquiera hubo una despedida y eso está mal. No deberían cargar con eso. No solos.

Hubo un momento de pausa, el traje de Terzo parecía mirarlos con ese cariño tosco al que tanto estaban acostumbrados.

—Sé que no he sido bueno para ustedes, que probablemente me odien y quizás lo merezca pero no quiero ser su enemigo. No quiero ser... otra herida más. —Los ojos de Copia brillaron, conteniendo las lágrimas—. Terzo no querría eso para ustedes... y yo tampoco.

Uno a uno, los Ghouls se permitieron lo que hasta ese momento les había sido negado: un momento para decir adiós y Copia, a unos pasos de distancia, cerró los ojos y se prometió que haría todo lo que estuviera en sus manos para no fallarles otra vez.

El silencio que siguió fue casi sagrado, nadie habló mientras Copia se acercaba al altar y abría el pequeño misal ennegrecido que alguna vez perteneció a su predecesor.

Encendió el incensario con manos firmes y lo balanceó tres veces sobre el traje de Terzo, murmurando en latín antiguo. El humo denso subía en espirales que parecían abrazar el vacío donde debía estar un cuerpo, pero no lo necesitaban. El recuerdo pesaba más.

—Requiem aeternam dona ei, Domine... —empezó Copia, su voz resonando suave en la bóveda.

(Concédele, Señor, el descanso eterno.)

Los Ghouls se colocaron detrás de él, formando una línea silenciosa, atentos, respetuosos. Cada uno portando su duelo a su manera, con las manos entrelazadas, con la cabeza baja, con los ojos cerrados.

—...Et lux perpetua luceat ei.

(Y brille para él la luz perpetua.)

El rito continuó con las palabras de la misa oscura tan conocidas pero esta vez se sentían diferentes, menos ceremoniales, más verdaderas. Un rezo nacido de la pena compartida, una despedida retrasada que por fin encontraba lugar.

Copia terminó con una señal invertida de la cruz, inclinándose ante el traje vacío con reverencia.

—Que su espíritu encuentre la paz que este mundo le negó. Y que su legado... —tragó saliva— ...nos recuerde que nosotros también merecemos un lugar.

Los suaves sollozos de los Ghouls llenaron la capilla, aún de pie frente al cuerpo faltante, Copia cerró el libro con cuidado para no interrumpir y dio un paso atrás, dispuesto a retirarse sin decir más, sin esperar nada.

Pero antes de que pudiera girarse por completo, lo sintió.

Un brazo, luego otro, dos cuerpos más.

Los Ghouls lo rodearon sin decir palabra. Primero fue Mountain, sólido y cálido, seguido de Aether, Air, Dew y finalmente Swiss, cerrando el círculo como si aquello fuera un ritual propio. Un abrazo torpe, desequilibrado, con colas entrelazándose, una branquia que rozó su mejilla, un abrazo sincero, una iniciación silenciosa, era uno más.

Copia se quedó quieto, hasta que, como si se le rompiera algo muy dentro del pecho, alzó sus brazos y los rodeó también, dejándose sostener.

Por primera vez desde que recibió la corona negra, Copia sintió que quizás —solo quizás— no estaba completamente solo.

Notes:

alguien meta al asilo a Nihil porfa

Chapter 11: Swiss Deluxe Midnight Surprise

Summary:

—E-es cierto... —respondió, la voz le salió más grave de lo que esperaba—. Los Water Ghouls... son más fáciles de invocar, su elemento los hace... maleables. Adaptables a distintos entornos, suelen responder con rapidez a rituales, y... y sí, son más comunes en el foso porque se reproducen en grandes cantidades...

Sister levantó las cejas con fingida sorpresa, como si cada palabra la fascinara.

—Oh, qué práctico, ¿no? Imagino que no debe ser tan complicado reemplazar a uno si se extravía... o se daña. ¿Verdad?

Swiss sintió que algo se rompía por dentro, una astilla de rabia, una punzada de horror.
Sus manos temblaban apenas, disimuladas bajo sus mangas, sabía que cada palabra que dijera sería una herramienta en su contra pero quedarse callado sería igual de peligroso.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

La cocina estaba en penumbras solo siendo iluminada por la luz amarillenta del refrigerador cuando Swiss abrió la puerta como si estuviera descubriendo un tesoro maldito..

Ah, el botín prohibido... —susurró con tono dramático, como si estuviera frente a una reliquia sagrada y no a un tupper con pasta del día anterior.

Dewdrop estaba apoyado contra el marco de la puerta, en algún punto había entendido que era imposible frenar al enorme Ghoul frente a él así que solo alzó una ceja mientras sus branquias se movían suavemente.

—Botín prohibido dices... Si Nihil nos ve aquí a esta hora, nos va a colgar del campanario.

Swiss sonrió de lado y empezó a sacar envases sin siquiera comprobar el contenido de su interior.

—Por eso hay que ser eficientes, Gotita. Entras, comes, desapareces, fácil, cero huellas, cero pruebas.

—Tú de eficiente no tienes nada —bufó Dew, avanzando para rescatar un refractario con un pedazo de pastel que Swiss intentaba agarrar con las manos—. Y deja de meter la mano ahí, hay un cuchillo.

—¿Temes por mi integridad física o porque arruine tu postre? —le guiñó un ojo, acercándose un poco más de lo necesario.

—...Ambas.

En menos de un minuto, la encimera quedó convertida en un caos organizado: pasta, pan, queso, pastel, frutas y algo que podría o no ser comida pero qué Swiss insistía en probar, el tiempo en silencio era cómodo, Dew se limitó a ayudar a preparar algunos bocadillos improvisados, las colas de ambos se enredaban de forma casi automática, un gesto inconsciente que acompañaba las risas y comentarios absurdos.

—¿Y si mañana inventamos qué Mountain se comió todo? —propuso Swiss con la boca llena de pastel— Nadie sospecharía de nosotros, suena como algo que él haría.

—Suena como algo que  harías... lo cual lo hace sospechoso. —Dew sonrió, robándole de golpe la mitad del sándwich de sardinas que Swiss acababa de armar, sabía que Swiss aunque era capaz de comerse hasta una lata caducada, no era fan del sabor de pescado en lata, así que solo asumió que ese sandwich iba dirigido a él de todas formas.

Swiss puso su mejor cara de ofendido cuando Dew "robo" la mitad de su comida, pero la sonrisa en la comisura de sus labios lo delató, no puso resistencia, en cambio bajó la mirada al medio del caos en la mesa, mirando todo como un artista que analiza un lienzo en blanco.


—Bien, Dew... es hora de crear la obra maestra.

—Lo que sea que estés planeando, suena como algo que me va a quitar el apetito.

Con una sonrisa casi diabólica Swiss comenzó su experimento, sus manos mezclaron en un tazón, queso crema, un plátano cortado en rodajas, sardinas, crema de cacahuate y mermelada de fresa, revolviendo todo con tal energía que solo se podía comparar a la de un chef en plena hora pico.

Dew parpadeó, horrorizado ante la grotesca masa frente a él mientras que Swiss servía sin cuidado alguno en medio de dos rodajas de pan, untando generosas porciones en ambas capas.

—Eso es ilegal en al menos seis países.

—Es fusión culinaria, cariño —dijo Swiss con una seriedad digna de un programa de cocina—. El contraste dulce-salado, la textura cremosa con el toque afrutado... un manjar para paladares atrevidos.

—Mierda querrás decir.

Como si no fuera suficiente, Swiss añadió un chorrito de salsa picante por encima del pan, en la cabeza del Multi eso ayudaría al "emplatado" pero lo único que consiguió fue darle un aspecto que parecía más un accidente químico que un platillo de estrella Michelin.

Voilà, el "Swiss Deluxe Midnight Surprise".

Dew se cruzó de brazos mirando totalmente asqueado aquel insulto culinario, incluso sus branquias se cerraron y su nariz se arrugó como si el olor le desagradara.

—Ese nombre ya me da miedo.

—Eso es porque no entiendes la genialidad —contestó Swiss, partiendo el sándwich por la mitad y ofreciéndole un pedazo—. Prueba.

Dew lo miró, luego miró el sándwich, y de nuevo a Swiss.

—Prefiero la gelatina de algas.

—tu te lo pierdes... —respondió Swiss, dándole un mordisco enorme con una expresión de placer exagerada. —Mmm... exquisito.

—Eres un desastre —sentenció Dew, aunque no pudo evitar reír cuando Swiss intentó acercarle el sándwich a la boca como si estuviera alimentando a un gatito rebelde.

—Solo un bocado Gotita... o voy a tener que usar las tácticas de seducción que aprendí hoy.— Swiss enfatizó sus palabras moviendo las caderas en pequeños círculos, imitando el baile estupido que Nihil lo obligó a realizar esa mañana.

—Y así es como muere un ghoul —gruñó Dew, empujándolo suavemente, aunque con una sonrisa traicionera. —¿Sabes qué? —dijo de pronto—. Si vas a obligarme a comer contigo, al menos que sea algo que no parezca un error de laboratorio.

Swiss levantó una ceja, fingiendo ofensa ante la forma en la que su genialidad había sido insultada.

—Oye, esto es arte.

—Arte abstracto tal vez. —Dew tomó una manzana de la alacena y la lanzó al aire, jugando a lanzarla y atraparla—. ¿Qué te parece si salimos? Los jardines del clero están desiertos a estas horas... podemos llevar algo comestible y comer bajo la luna.

La sonrisa de Swiss se suavizó, dejando ver ese lado cómplice que reservaba sólo para él. —Un picnic a medianoche, ¿eh? ¿Es tu forma sutil de invitarme a una cita?

—Es mi forma sutil de salvarme de una intoxicación —replicó Dew, aunque las comisuras de sus labios se curvaron con diversión.

Swiss sostenía su creación culinaria con una sonrisa traviesa y orgullosa. Dew, aunque todavía escandalizado por la combinación, ya había cedido, robando el emparedado monstruoso de las manos de su autor con una carcajada breve y resignada.


—Vamos, antes de que el universo se rebele contra ese crimen alimenticio y nos caiga un rayo en la cocina —bromeó, dándole un suave empujón a Swiss con la cadera mientras se encaminaban a hurtadillas hacia la puerta trasera.

Pero apenas dieron unos pasos fuera del resguardo de la mesa central, una sombra bloqueó la salida en seco, Sister Imperator estaba allí, de pie, como si hubiera sido conjurada desde la misma oscuridad. Su silueta se recortaba contra el umbral con esa presencia imponente que no necesitaba levantar la voz para poner a cualquiera en alerta. Su rostro estaba bañado por una expresión fría, impenetrable, con una leve curva en los labios que no era una sonrisa, sino algo más retorcido.

—Vaya, vaya —musitó, con voz sedosa pero cargada de hiel—. Qué conmovedor ver que los instintos de nuestros queridos Ghouls los arrastran a la cocina como ratoncillos hambrientos... Aunque claro, no todos los ratones saben mantener las patas fuera del queso ajeno.

Swiss se irguió al instante, su cuerpo rígido como si cada músculo gritara alerta. Dew, que aún sostenía la mitad del sándwich en la mano, bajó el brazo lentamente sin apartar los ojos de ella, ninguno se atrevió a responder de inmediato, no por falta de coraje, sino porque sabían que cualquier palabra sería medida, analizada y archivada para futuras consecuencias.

La tensión era palpable igualando una correa invisible que se estrechaba alrededor de sus gargantas. Sister no avanzó ni un paso, no necesitaba hacerlo. Su presencia bastaba para congelar la escena en una instantánea de duda y amenaza velada.

—¿No es encantador encontrar a dos ghouls románticamente inspirados cuando deberían estar descansando para el ensayo de mañana? —continuó, paseando la mirada entre ambos—. Aunque supongo que la noche invita a... pequeños excesos.

Swiss no contestó, no aún, pero algo en su expresión cambió, una chispa de rebeldía contenida ardía en su mirada justo detrás de esa sonrisa neutra que intentaba mantener, Imperator observó ese pequeño gesto, y aunque no dijo nada, el filo de su sonrisa se acentuó.

—No los detendré —dijo al fin, como si les estuviera concediendo un favor desde su trono de control—. Después de todo, los animales siempre terminan volviendo a su madriguera... ¿no?

Con eso, se giró con la misma elegancia controlada con la que había llegado, dejando tras de sí un silencio tan tenso que casi se podía palpar.

Dew tragó saliva aliviado con la aparente partida de la mujer y Swiss soltó el aire que no sabía que estaba conteniendo pero la noche ya no era la misma.

—A la mierda el picnic... —murmuró Dew, más serio ahora.

—...Sí —respondió Swiss, sin dejar de mirar el pasillo por el cual la mujer se alejaba—. Pero me llevo el sándwich. No pienso morir con hambre.

Dicho eso el multi soltó un largo suspiro, lleno de tensión contenida y tras mirar de reojo hacia donde Sister caminaba ya lejos de ellos, murmuró en voz baja, apenas lo justo para que Dew lo escuchara:

—¿Crees que si sonríe más fuerte se le cae la cara de cera que lleva puesta...? Porque juraría que escuché algo crujir cuando parpadeó.

Dew soltó una carcajada contenida, sorprendido por la osadía de Swiss y agradecido por el intento de romper la tensión, se llevó una mano a la boca para no soltar una carcajada completa dandole un empujón con el hombro, negando con la cabeza.

—Estás buscando que te exorcicen, ¿no?

—Solo si ella lo hace con ese tono de voz tan maternal que hace que me entren ganas de prenderle fuego a su túnica.

Pero no tuvieron tiempo de reír más porque una voz suave, gélida y venenosa se deslizó por el pasillo como una daga envuelta en terciopelo.

—¿Perdón?

Ambos se detuvieron en seco, Swiss sintió como si el estómago se le hundiera hasta los pies. Sister Imperator estaba allí al final del pasillo, no se había ido del todo, los observaba desde el final del pasillo con esa sonrisa que ya no era sonrisa, con esos ojos entrecerrados como una hiena acechando a una presa que se cree a salvo.

—¿Podrían repetir eso? —preguntó, con ese tono amable que no engañaba a nadie.

Swiss tragó saliva, pero no dio un paso atrás, no iba a mostrar miedo... aunque el frío en la nuca le recorría la espalda como una tormenta eléctrica.

—¿Acaso ahora no solo se alimentan a deshoras, sino que también practican el arte del chisme? —prosiguió ella, su voz aún mansa, pero cada palabra sonaba más filosa—. Qué hermoso es ver cómo el pecado del descaro florece entre nuestros pequeños monstruos.

Levantó un dedo con autoridad, señalando directamente hacía Swiss.

—Deténganse.

El aire del pasillo se volvió más pesado mientras Swiss y Dew se quedaban quietos, tensos, como dos niños atrapados en medio de una travesura que había dejado de ser divertida. La sonrisa de Swiss desapareció. Sus ojos se entrecerraron, desafiantes, pero su cuerpo hablaba otro idioma: alerta, rígido, preparado para cualquier cosa.

Sister dio un paso más, con sus manos entrelazadas frente al pecho, y el sonido de sus tacones sobre la piedra era como el eco de una sentencia inminente.

—Vuelvan. Ahora.

La orden no daba lugar a protestas así que ambos ghouls obedecieron al instante, Dewdrop fue el primero en moverse, su cabeza aún baja, sus aletas temblando apenas en su cuello mientras sus ojos se mantenían fijos en el suelo, era un gesto aprendido, uno que hablaba de supervivencia. Sabía que cualquier chispa podría encender el incendio que Sister siempre parecía contener bajo su superficie pulida. Sus dedos se apretaron en puños junto a su cuerpo, y su cola se enrolló discretamente alrededor de su tobillo, conteniéndose.

Swiss, en cambio, no se movió, no bajó la cabeza, no desvió la mirada, en cambio la sostuvo, sus ojos plateados como la luna chocando contra la mirada venenosa de aquella arpía que se hacía llamar mujer,

No había arrogancia en su expresión, sino algo más peligroso: integridad. El tipo de determinación que se vuelve insoportable para aquellos que necesitan controlar y Sister Imperator lo notó. Oh, claro que lo notó.

Durante un largo segundo, no dijo nada, solo lo observó con desprecio, midiendo cuánto costaría romperlo, o mejor aún, qué tan divertido sería hacerlo. La sonrisa que curvaba sus labios era una trampa elegante, una que anunciaba tormenta con la dulzura de una misa, y< entonces, simplemente se aclaró la garganta, un sonido pequeño, delicado. Más cortante que un latigazo.

—Dime, Multi —dijo con esa voz cálida que sabía usar como cuchillo de plata—. Ya que estás tan... despierto esta noche, ¿podrías ilustrarme con lo que sabes sobre los Water Ghouls?

El silencio que siguió fue tan espeso como plomo.

Dew alzó lentamente la cabeza, parpadeando confundido ante la mención de su elemento, Swiss por otro lado no respondió de inmediato, el aire parecía haber huido de los pulmones, su mandíbula se tensó, los dientes apretados con tanta fuerza que sus colmillos dolían contra las encías.

Era una trampa, una provocación disfrazada de simple curiosidad, pero peor aún: era un veneno dirigido. Porque en esa pregunta había algo más... Una amenaza.

Dew no entendía, no todavía, su frente se fruncía, intentando atar cabos, buscando comprender por qué esa simple frase había arrancado toda expresión del rostro de su pareja.

Swiss no quería responder. No debía responder.

Pero Sister solo ladeó la cabeza divertida ante aquella reacción. —¿O acaso debo suponer que tus conocimientos están limitados al contenido de una despensa?

El desafío era claro y la oscuridad del pasillo se volvió un escenario donde el juego de poder solo tenía un ganador por ahora.

Swiss apretó los puños, la rabia hervía pero no podía cederla y aún así... aún así, con todo lo que temía, algo en él se rehusaba a retroceder, no por orgullo. Por él. Por Dew.

Su lengua se pegaba al paladar, cada palabra se resistía a salir pero no podía quedarse en silencio, no con esa mirada encima, no con Dew parado junto a él, confundido, inocente, mirando de reojo como si intentara entender por qué su compañero, tan seguro siempre, se desmoronaba lentamente por dentro.

—L-los Water Ghouls... —empezó Swiss, con un hilo de voz más ronco de lo normal. Se aclaró la garganta, deseando no sonar como si cada palabra le costara sangre— ...Son una subespecie de los Ghouls elementales, conectados al agua. Pueden vivir tanto dentro como fuera del foso, aunque su... su comportamiento tiende a variar según el tipo.

Sister cruzó las manos sobre su regazo y asintió con fingida cortesía, como una dama en misa. —Continúa, por favor. Es fascinante.

Swiss tragó saliva. —Tienen dos pares de branquias en el cuello, justo bajo la línea mandibular... —dijo, sus dedos crispándose—. Y otro par en los costados. Respiran en el agua... pero fuera de ella tienden a usar los pulmones como cualquier otra criatura. Algunos... algunos mantienen las branquias activas todo el tiempo, en especial si están nerviosos.

Su voz empezaba a quebrarse por la rabia contenida, porque cada frase que decía era como traicionar algo sagrado, cada dato, cada "dato frío", convertido en una daga y aún así, Sister sonreía, su expresión no era de interés académico, sino de una diversión casi infantil.

—También tienen aletas... dorsales, caudales, y en algunos casos pequeñas membranas en brazos o piernas. Su diseño varía según el agua que los vio nacer, los de agua salada suelen tener bordes más afilados, colores más intensos. Los de agua dulce tienden a tener formas más suaves... menos agresivas.

Desvió por un segundo la mirada, buscando a Dew.

Su Dew.

Su gotita.

Su criatura brillante y feroz.

Dew lo miraba con el ceño fruncido, los ojos escudriñando su rostro buscando algo más que Swiss no entendía del todo, así que desvío la mirada del rubio, temeroso que su rabia lo delatara frente a él.


—Algunos presentan patrones en la piel —continuó, con voz apagada—. Ondas, manchas, marcas que pueden cambiar con el estado emocional o su linaje. Algunos de esos patrones brillan bajo el agua, se cree que es una forma de comunicación o... de atracción durante el apareamiento.

Las últimas palabras se le atragantaron, su mandíbula volvió a tensarse y Sister se inclinó hacia adelante apenas un poco, como si saboreara cada segundo de su tensión.

—Interesante... muy interesante.

Aún no había terminado, él lo sabía. Aún faltaba el golpe verdadero, el motivo real de esa pregunta no estaba en los datos, estaba en lo que ella sabía, en lo que había visto, en lo que iba a usar

—¿Y no es cierto también, Multi, que los Water Ghouls son los más... dóciles? Los más fáciles de invocar. Los más abundantes.

Silencio.

Un abismo se abrió en el pecho de Swiss, su lengua se sintió como un trapo seco, su visión se desenfocó por un segundo pero Sister seguía hablando.

—Algunos clérigos juran que basta con un cántico mal entonado y una piedra sumergida en salmuera para atraer a una docena. Que se reproducen tan rápido que se vuelven una molestia en el foso. ¿Verdad que sí, cariño?

Sus palabras eran cuchillas envueltas en terciopelo.

—E-es cierto... —respondió, la voz le salió más grave de lo que esperaba—. Los Water Ghouls... son más fáciles de invocar, su elemento los hace... maleables. Adaptables a distintos entornos, suelen responder con rapidez a rituales, y... y sí, son más comunes en el foso porque se reproducen en grandes cantidades...

Sister levantó las cejas con fingida sorpresa, como si cada palabra la fascinara.

—Oh, qué práctico, ¿no? Imagino que no debe ser tan complicado reemplazar a uno si se extravía... o se daña. ¿Verdad?

Swiss sintió que algo se rompía por dentro, una astilla de rabia, una punzada de horror.
Sus manos temblaban apenas, disimuladas bajo sus mangas, sabía que cada palabra que dijera sería una herramienta en su contra pero quedarse callado sería igual de peligroso.

Su mirada, sin quererlo, se deslizó hacia Dew.

El pequeño bajó un poco más la cabeza, sabía que se hablaba de el sin mencionarlo, los hombros le temblaban, las branquias palpitaban nerviosamente contra su cuello sin atreverse a decir una sola palabra más.

—No son reemplazables —murmuró con el veneno contenido entre las costillas—. Son únicos, no importa cuán abundantes sean.

Sister soltó una risita, un sonido seco como cristales rotos.
—Oh, claro que no, mi querido Multi, qué romántico me encanta tu devoción.

Dew, a su lado, parecía más y más incómodo, como si cada palabra dicha hubiera tallado una herida invisible en su espalda, aunque no comprendía del todo el peso de la conversación, sabía que todo lo dicho —todo ese catálogo de términos impersonales sobre los Water Ghouls— lo había despojado poco a poco de algo que no sabía nombrar.

—Y dime, Swiss... —dijo con una calma escalofriante— ¿cómo funcionan sus ciclos de reproducción?

Dew se removió de inmediato, lo sintió como una punzada directa, avergonzado, sin saber exactamente por qué. Su mirada se desvió hacia el suelo, sus aletas se replegaron con una incomodidad casi infantil.

Swiss abrió la boca pero no salió sonido alguno, por primera vez en esa conversación, no podía improvisar.

—Hermana... —murmuró con la garganta cerrada, dando un paso al frente, su tono un ruego débil—... por favor... podemos retirarnos, ya es tarde.

Pero Sister solo ladeó la cabeza, como si acabara de ver algo especialmente entretenido.

—Oh, no. Qué falta de cortesía. No me niegues el placer de una última curiosidad académica.

Swiss bajó la vista por un segundo en un intento de recomponerse pero en cuanto volvió a alzarla, la mujer seguía allí. Imperturbable. Exigiendo respuesta con la firmeza silenciosa de un martillo.

—Los Water Ghouls... entran en celo con el cambio de mareas.

Dew alzó la cabeza de golpe al escucharlo, los ojos entreabiertos, su rostro congelado en la incredulidad.

—Los de agua dulce, como Dew... tienen rituales de apareamiento distintos, nadan alrededor de su pareja, marcando círculos, generando vibraciones sutiles en el agua, como una danza. A veces emiten gorgoteos, sonidos que sólo ellos entienden, también tienden a morder suavemente, las aletas del otro durante el apareamiento. Cada fase... se repite durante horas.

Su garganta se cerraba más con cada palabra, asqueado de como Imperator podía convertir algo tan natural e íntimo en un espectáculo para su propia diversión.

—Una sola puesta puede variar... entre cuatro crías o hasta doscientas, dependiendo de la especie.

El silencio que siguió fue absoluto, Sister observaba con una sonrisa serena la forma en la que ambos ghouls permanecían ahora dociles frente a ella, sobre todo el multi que ahora no se atrevía a sostenerle la mirada.

—Gracias. Puedes llevarte a tu "gotita" ahora y procura que no se te pierda en el foso.

Swiss no respondió, solo giró para tomar a Dew por la mano con un cuidado que contrastaba brutalmente con la violencia que palpitaba en su pecho, Dew no se resistió pero su mirada seguía clavada en el suelo, sus mejillas permanecían encendidas y su alma hecha un nudo.

Ambos salieron en silencio, como si sus sombras cargaran con una amenaza que aún no terminaba de gestarse, el sonido de sus pasos era lo único que llenaba el pasillo, lentos, controlados con una disciplina sobrehumana porque sí Swiss cedía un milímetro, todo lo que llevaba reprimiendo se desbordaría.

Su mano aún sostenía la de Dew, pero no era como antes, no había dedos juguetones acariciando los suyos, ni la presión suave de su compañero apretando en complicidad, era una mano floja e Inerte, apenas aferrada a la suya por pura inercia.

Swiss no necesitaba mirar a Dew para saber cómo se sentía pero aún así lo hizo y el golpe fue seco, como un puñetazo en el estómago.

Dew caminaba con la mirada baja, las branquias apenas palpitando, su expresión no era triste exactamente, pero sí vacía. Como si algo se le hubiera apagado por dentro, como si las palabras de Sister le hubieran arrancado una parte que Swiss no podía volver a colocar.

Él lo conocía, sabía cuándo Dew fingía estar bien, pero esta vez no había ni siquiera una máscara, solo silencio, fue entonces cuando la rabia encontró otra forma de dolerle.

Porque el veneno no había sido para él, no realmente por mucho que también le hubiera afectado, había sido para Dew, Sister no lo había hecho solo para incomodarlo, lo había hecho para rebajarlo, para convertir a su compañero en un número más, un dato, un ejemplar entre cientos.


"Abundantes", "manejables", "dóciles", "fáciles".

Cada palabra que Swiss había pronunciado aún lo atormentaba, lo había dicho con su propia boca frente a él y ahora Dew caminaba como si todo eso fuera verdad, como si ya no fuera único, como si no valiera más que el agua sucia del foso.

Swiss apretó la mandíbula hasta que crujió, sentía el ardor detrás de los ojos, el impulso brutal de girar, romper algo, gritarle a Sister hasta que la piedra de su sonrisa se hiciera trizas.

Pero no lo hizo porque el cuerpo a su lado era más importante, porque el alma de Dew valía más que su orgullo.

Al llegar frente a las habitaciones, Swiss se detuvo, respiró hondo, una vez. Dos.

—Vamos —murmuró, abriendo la puerta de su habitación. No dijo nada más. Solo tiró suavemente de su mano.

Dew entró sin rechistar, sin siquiera mirar alrededor. Swiss cerró la puerta con cuidado y prometió, sin palabras, que si Sister se atrevía a intentarlo una vez más, ya no se limitaría a mirar

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Miren! un Sodo bonito! Swiss dejá de comer porquerías o te vas a enfermar, si tenías hambre hubieras cenado pescado y así te ahorrabas el regaño

 

Notes:

Miren! un Sodo bonito! Swiss dejá de comer porquerías o te vas a enfermar, si tenías hambre hubieras cenado pescado y así te ahorrabas el regaño.

Chapter 12: y no pude salvarlo

Summary:

—¿Quieres que hablemos de comida fea otra vez? Todavía tengo ideas, ¿eh? Pensaba en hacer un pastel salado con... mmm... mermelada de pimientos y chispas de chocolate. ¿Eso ayudaría?

Del otro lado, una leve risa nasal.

—Eres un asco... —susurró Dew, apenas audible.

Swiss cerró los ojos, aliviado de escucharlo responder con algo que se pareciera, aunque fuera remotamente, al Dew de siempre. Pero el siguiente susurro lo volvió a encoger por dentro.

—Solo... hubiera querido poder besarte antes de dormir.

El silencio que siguió se sintió como un puñetazo suave, Swiss se acomodó en la cama presionando una mano contra la pared como si pudiera alcanzar la piel de Dew a través de ella.

Notes:

Advertencia, el siguiente capitulo contiene descripción grafica de violencia y escenas que podría afectar a ciertos lectores.

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Chapter Text

 

La luz de la mañana apenas se filtraba por los vitrales opacos de la habitación lanzando reflejos apagados sobre la piel húmeda de Dewdrop, el mundo afuera despertaba en su rutina de siempre, pero dentro de ese cuarto, el tiempo parecía haberse estancado.

Dew estaba acurrucado contra el pecho de Swiss, sus dedos delgados se aferraban al borde de la camiseta ajena como si temiera soltarse y caer a algún lugar aún más oscuro, su rostro estaba parcialmente oculto hundido entre el cuello y el hombro del multi-ghoul, pero Swiss sentía cada sacudida leve, cada estremecimiento silencioso.

Las lágrimas no hacían ruido al caer, solo se deslizaban como finos ríos, tibias y persistentes, mojando la clavícula y el pecho de Swiss con una pena que no sabía cómo curar.

Swiss no había dormido en absoluto, había pasado la noche acariciando suavemente el cabello de Dew, esperando que el consuelo físico bastará, obviamente no fue así, había considerado hablar pero ¿qué podía decir que no lo destrozara más? Nada de lo que pronunciara podía borrar las palabras que Sister le había obligado a escupir la noche anterior, nada podía arrancar de la mente de Dew esa imagen de ser uno más entre cientos. Uno más entre miles.

Swiss tragó saliva, sintiendo que una piedra se expandía lentamente en su garganta, sus dedos se deslizaron con sumo cuidado por las aletas retraídas de Dew, notó la textura tensa, crispada. Incluso en su sueño—o lo más cercano a uno—el cuerpo de Dew se sentía en guardia.

Un gorgoteo sutil vibró en su pecho, un sonido triste, ronco, casi imperceptible, Swiss bajó la mirada y notó que Dew aún tenía los ojos cerrados, pero su ceño estaba fruncido, su mandíbula apretada, como si hasta en su descanso estuviera defendiéndose.

—Lo siento... —susurró Swiss, sin esperar que el rubio le escuchara, la voz le salió rasposa, quebrada, lo suficientemente baja como para no romper el frágil equilibrio que tenían.

Le dejó un beso en la frente, otro en la sien. Su respiración tibia rozó la piel fría de Dew. No recibió respuesta, la respuesta fue otro gorgoteo, más ahogado.

Swiss no quería apurarlo o forzar palabras, solo quería estar ahí y aun así, su corazón dolía por no saber cómo reparar lo que le habían hecho, habían intentado romperlo, no con cadenas, sino con definiciones y lo peor de todo era que lo habían hecho usando su voz.

En algún punto Dew abrió los ojos, el gorgoteo bajo su pecho cesó por un instante antes de sentarse torpemente sobre el colchón, limpiando las lágrimas caídas con el dorso de su mano.

—¿Ya amaneció? —murmuró Dew con una voz ronca, no era una verdadera pregunta, sonaba más a una necesidad de decir algo, cualquier cosa.

Swiss asintió en silencio, acariciándole la mejilla con la punta de los dedos pero Dew no reaccionó, solo parpadeó lentamente, esa acción costandole más de lo que debía.

—Lo que dijiste... no estaba mal —añadió después de unos segundos eternos, sus ojos estaban fijos en algún punto en el techo—. No mentiste. Somos así.

El ceño del Muti se frunció de inmediato, pero no interrumpió, lo dejó hablar, aunque las palabras de Dew se le clavaran como agujas bajo la piel.

—Abundantes. Fáciles. Adaptables.

—Dew...

—Y maleables —lo cortó con una media sonrisa cansada—. Esa es mi favorita, somos como plastilina, puedes moldearnos según lo que necesites. ¿No? después de todo el agua se adapta.

—No vuelvas a repetir eso —dijo al fin, su voz áspera, pero cargada de miedo y culpa—. Ni en broma. No tú.

Dew bajó la mirada, cerrándola por completo, de repente el cansancio volvió a golpearlo.

—Tú sabes mucho sobre los Waters —murmuró, sin reproche, sin enojo—. Más de lo que yo sé sobre cualquier otro.

—Eso no...

—¿Cómo? —preguntó, girando apenas el rostro hacia él—. ¿Cómo lo sabes? Si no somos importantes, si somos comunes.

Swiss tragó saliva, quería mentir, decir algo rápido, evasivo pero no podía hacerlo, no con él mirándolo de esa forma.

—Porque desde el primer día que te vi... supe que eras todo lo contrario.

Dew parpadeó no muy convencido de sus palabras.

Swiss apretó más el cuerpo contra el suyo, acunándolo como si eso pudiera resguardar lo poco que quedaba ileso.

—Porque quería entenderte... cuidarte, quería saber cómo tocar tus aletas sin lastimarte, qué sonidos hacías al dormir, qué patrones tiene tu piel cuando te da la luna, quería saber si el agua dulce te hacía bien, o si preferías el calor húmedo de las costas centroamericanas.

Dew lo observó silencioso mientras sus branquias se agitaban levemente.

—No estudié tu especie, Dew... te estudié a ti.

Swiss no dijo nada más, sólo mantuvo los brazos alrededor del cuerpo frágil de Dew, acariciándole la espalda con movimientos lentos y acompasados, buscando con eso calmar la tormenta que llevaba dentro, pero algo en la mirada del acuático seguía distante. Sus pupilas temblaban, como si rebobinaran imágenes demasiado viejas y dolorosas.

—Swiss... —susurró de pronto, apenas un murmullo húmedo contra su pecho.

Swiss bajó la vista, atento, aunque sin presionar. Dew solía hablar a su ritmo al igual que las corrientes de su elemento.

—Soy el más pequeño de mi puesta...

Swiss ya lo había sospechado desde hace tiempo, lo había intuido por la manera en la que Dew era más pequeño que el promedio, más ligero, más... ofensivo en sus movimientos cuando se sentía observado, aun así, el oírlo en voz alta fue como una cuchillada inesperada.

—¿Lo sabías? —preguntó Dew, sin levantar la vista.

—Lo imaginé —respondió Swiss, con suavidad—. Pero no quise asumirlo, por si era algo que no querías decirme.

Dew soltó una risa baja, sin humor, sus dedos se apretaron con más fuerza en la tela de la camiseta de Swiss.

—Éramos ciento veinte —dijo, como quien recita un número maldito—. Huevecillos, quiero decir, de esos al menos cuarenta nunca eclosionaron, otros veinte... no duraron ni el primer ciclo.

Dew se tomó un momento antes de seguir hablando, era extraño, nadie hablaba de sus vidas en el "Infierno", era como si todos al llegar prefirieran evitar esas partes de sus existencias a modo de acoplarse con el entorno desconocido, de adaptarse... a Ifrit le había costado más que al resto, quizá por la naturaleza de su elemento.

—Yo fui el último, el más chico, salí con los colores apagados, las branquias pequeñas... y la piel demasiado delgada. Apenas una cosa huesuda que chillaba. —Su voz se volvió aún más baja—. Mamá intentó comerme tres veces, las otras ghoulettes la detuvieron... las primeras dos.

Swiss apretó los ojos, conteniendo la maldición que le ardía en la lengua, Dew no necesitaba rabia ahora, necesitaba consuelo y allá abajo las cosas no eran como en el plano terrenal, te movía el instinto, en un lugar como en las profundidades del abismo entendía que entre tantos la única ley aplicable era la del más fuerte.

—Siempre estaba luchando por las sobras, siempre en el borde incluso cuando aprendí a nadar bien, nunca fui el más rápido... ni el más fuerte. En los inviernos me escondía entre los restos de coral viejo, esperando que nadie me notara porque si no me veían, no me tocaban y si no me tocaban, no dolía.

Swiss dejó caer la frente contra la coronilla de Dew, cerrando los ojos con fuerza.

—Nunca fuiste del montón, Dew, no lo digas más, no te lo creas más.

—Lo soy, Swiss. Yo... lo soy, solo aprendí a hacerme pequeño para sobrevivir. Como ahora. Como siempre.

Swiss lo sostuvo más fuerte, temiendo que si lo soltaba, Dew se volvería agua entre sus manos.

—Entonces permíteme ser el que se quede contigo para recordarte lo que eres, lo que vales.

Dew no respondió de inmediato, solo suspiró dejándose envolver por aquellos brazos, por un instante no era el más pequeño del banco, solo era él siendo escuchado, siendo "humano" estando a salvo.

El silencio de la habitación pesaba como una losa apenas roto por el sonido sutil de las respiraciones entrecortadas de Dew, que no había dejado de abrazarse a Swiss como si temiera que el mundo volviera a intentar arrancárselo, por un momento, Swiss creyó que su pareja por fin había logrado calmarse... hasta que sintió una humedad tibia derramarse sobre su pecho desnudo.

Las lágrimas de Dew, que antes se escurrían en silencio, ahora caían sin control, su cuerpo temblaba con pequeñas sacudidas contenidas, el orgullo negandose a dejarlo llorar abiertamente... pero el alma ya no podía más, se llevó una mano al rostro con torpeza, intentando ocultarse, escondiendo los sollozos en la piel de Swiss, en su calor, en la seguridad efímera que ese abrazo le ofrecía.

—Lo siento... —susurró pidiendo perdón por romperse—. No debería...

Swiss sintió cómo algo en su interior se rompía, algo visceral, oscuro. Una furia primitiva que no tenía lugar en ese instante pero que lo calcinaba por dentro, por Sister, por esa mirada burlona, por cada palabra cuidadosamente envenenada, por haber convertido a Dew en un objeto de burla, de estudio, de desprecio.

Y también, por él mismo porque si él no lo hubiese arrastrado a la cocina, si no hubiera bromeado, si no hubiese querido robarle una noche más de su atención... nada de esto habría ocurrido, Dew estaría durmiendo tranquilo y a salvo, no con los ojos hinchados y el pecho roto convenciéndose de que no merecía ser amado, sin pensarlo, con la garganta apretada y el corazón en un puño, dejó escapar unas palabras que no había planeado decir en voz alta:

—Tal vez... sería mejor si no compartimos habitación un tiempo —murmuró, apenas por encima de un susurro—. Solo hasta que las cosas se calmen... por precaución.

El rubio se tensó ligeramente entre sus brazos, no se apartó ni dijo nada, solo permaneció allí, quieto, con los ojos cerrados pero claramente despierto, hubo un segundo en el que Swiss sintió el remordimiento crecer, como una espina clavándosele en el pecho pero entonces, Dew asintió una sola vez, más resignado que convencido.

No protestó, no lo miró, solo se aferró un poco más a él, como si estuviera grabando su calor para los días en que no podría tenerlo.

El Multi tragó saliva deseando poder retractarse, quería prometerle que todo estaría bien, que nada lo separaría de su lado, pero sabía que esas promesas eran peligrosas, más aún si no podía cumplirlas y él no podía protegerlo si Sister decidía convertir a Dew en un blanco otra vez.

Así que lo abrazó fuerte hasta que la respiración de Dew volvió a hacerse pausada. En la penumbra, Swiss solo deseó que algún día esa distancia que ahora parecía necesaria no fuera el precio que pagaran por amarse.

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Los días que siguieron se parecieron tanto entre sí que podrían haberse apilado como hojas idénticas de un mismo cuaderno, escritas con caligrafía cansada.

Desayuno. Ensayo. Comida. Misa. Dormitorio.

Así, en ese orden, con una precisión que rozaba lo obsesivo, no hubo ningún cambio de horario, ninguna novedad, el Clero intentaba convencerlos —o más bien entrenarlos— para aceptar esa nueva versión de la realidad como la única posible.

Por las mañanas las Hermanas del Pecado los despertaban con una puntualidad cruel, las campanillas repicaban, las órdenes eran las mismas, y el desayuno llegaba con platos tibios, apenas pensados para alimentar lo justo y mantenerlos en pie, nadie se quejaba ya, luego de Ifrit, nadie se atrevía.

Los ensayos transcurrían como coreografías gastadas, Copia intentaba tomar la iniciativa, con sus usuales titubeos y chistes fuera de lugar que sólo Mountain encontraba graciosos por razones desconocidas, Nihil había desaparecido momentáneamente del cuadro, quizás ocupado, quizás castigado, quizás por puro aburrimiento y eso les dejaba cierto aire para respirar.

Swiss, por su parte, cada día se convencía un poco más de que aquella serie de desafíos silenciosos que le había lanzado a Sister Imperator... habían sido ignorados, tal vez olvidados, tal vez perdonados.

No había recibido castigos, no lo habían mandado a limpiar las catacumbas, ni lo habían hecho dormir en la celda de penitencia, Sister no lo había vuelto a mirar. O eso se decía a sí mismo porque cuando caminaba por los pasillos, aún sentía a veces la piel erizándose sin razón aparente.

Dew, por otro lado, era otra historia, había vuelto a sonreír, no tan grande como antes, no tan frecuente pero ahí estaba, a veces hacía un comentario mordaz durante los ensayos, otras compartía un chiste malicioso con Aether o una mirada de complicidad con Air.

Y por las noches aunque dormían en habitaciones separadas, Swiss sabía que Dew estaba mejor, ya no había tanto silencio detrás de su muro, a veces lo escuchaba tararear mientras se preparaba para dormir o lo escuchaba tocar el bajo.

El dolor no se había ido pero estaba comenzando a sanar, Swiss lo celebraba en secreto, cada pequeño avance, cada día que Dew se acercaba más al ghoul que él amaba, incluso si eso significaba seguir viéndolo desde una distancia prudente, seguir hablando con él a través de muros, aunque esa distancia le doliera más de lo que admitiría.

La rutina era una prisión pero también era una tregua y en esos días idénticos, el silencio les dio un respiro.

El ensayo había terminado hacía unos minutos, pero el eco de la última nota aún vibraba en las paredes del salón, los ghouls comenzaban a dispersarse poco a poco, cada uno arrastrando los pies hacia la promesa de una comida tibia o el vacío reparador de sus habitaciones, todos menos Dew y Swiss.

—¡¿Otra vez?! —exclamó Swiss, sobresaltado al sentir un mordisco travieso en su costado izquierdo, justo en el punto más vulnerable donde sabía que Dew siempre apuntaba—. ¡¿Cuántas veces van hoy, eh?! ¡¿Cinco?! ¡¿Seis?!

Dew soltó una carcajada contenida entre dientes y salió disparado por el pasillo dejando sus instrumentos atrás, apenas un destello blanco y azul desapareciendo entre esquinas como una sombra juguetona. Era la tercera vez que hacía eso esa semana, el mismo juego, el mismo mordisco, la misma invitación a una persecución que terminaba en risas o en un leve manoseo rápido en los pasillos si nadie miraba.

Pero esta vez, algo no era igual, Swiss se quedó en su sitio, sin ir tras él de inmediato sintiendo el cosquilleo del mordisco aún latiendo en su piel, pero su mente no estaba completamente conectada a ese instante, había sido el mismo gesto de siempre, la misma travesura. Pero no... No era la misma mirada.

Había algo en los ojos de Dewdrop que se le clavó como una espina bajo la piel, Swiss ladeó un poco la cabeza, aún de pie junto a los amplificadores, el resto del salón estaba casi vacío, solo se escuchaban pasos lejanos y los ecos amortiguados de Copia discutiendo con alguna hermana del pecado más allá de las puertas.

—Dew... —murmuró, sin que nadie pudiera escucharlo.

Apretó los dientes, sacudió la cabeza y entonces corrió tras él, no porque quisiera seguir jugando, sino porque algo en su pecho le gritaba que tenía que encontrarlo antes de que se rompiera del todo.

Siguió los suaves ecos de risas y pasos veloces que se desvanecían en el pasillo, a esas alturas ya conocía demasiado bien el patrón de juego de Dewdrop que había pasado la última semana mordiéndolo por sorpresa y luego huyendo con la risa flotándo al igual que espuma marina.

Lo encontró finalmente tal como lo había sospechado de pie frente a una de las enormes ventanas de piedra que daban al exterior del Clero, el paisaje era oscuro cortado por la luz pálida de la luna, Dew no se movía, no reía, no se escondía entre sombras como un cazador travieso. Solo estaba ahí, estático, con las manos unidas tras la espalda y la mirada fija en el más allá.

Swiss frunció el ceño, sus pasos se detuvieron apenas a un metro de distancia.

—¿Ya te cansaste de huir? —bromeó en voz baja, esperando alguna réplica mordaz, un bufido o al menos esa media sonrisa con la que Dew solía acompañar sus travesuras.

Pero no hubo respuesta, el multi-ghoul se acercó con más cautela, ladeando la cabeza mientras trataba de leer la expresión de su pareja, no había enojo ni diversión, solo una quietud densa difícil de romper.

—Dew... ¿qué pasa? —preguntó finalmente, esta vez en un tono más suave, más real.

Dew tardó un par de segundos en reaccionar, parpadeó un par de veces y recién entonces giró el rostro, apenas lo suficiente como para que Swiss pudiera ver su perfil.

—Nada, todo está bien —respondió con calma, con esa sonrisa que le derretía el corazón y aunque la respuesta parecía sincera Swiss lo conocía demasiado bien.

No lo presionó de inmediato, en lugar de eso se colocó a su lado, hombro con hombro, dejando que el silencio se instalará entre los dos, a veces Dew hablaba cuando se sentía listo. Otras, solo necesitaba estar acompañado.

—Dew —insistió Swiss, sin mirarlo esta vez—. Puedes decirme si algo no está bien. No voy a dejar que nada te pase, ¿lo sabes?

Dew asintió... pero sin decir nada, como si bastara con fingir que le creía para no preocuparlo más y eso fue lo que más dolió a Swiss, que su pareja estuviera tan acostumbrado a tragarse las emociones, a negar que le afectaba lo que otros decían o hacían, que incluso con él, con quien compartía tanto, se encerrara en sí mismo.

Apretó los labios, sintiendo ese nudo en el estómago que ya se había vuelto demasiado familiar desde el incidente con Sister.

—Bueno... si todo está bien, entonces ven —dijo al fin, y estiró la mano con una sonrisa forzada—. Aún me debes una mordida.

Dew lo miró, y aunque su sonrisa fue tenue... la aceptó. Tomó su mano, enredó su cola un poco más firme alrededor de la suya y caminó a su lado.

Swiss no insistió más, se inclinó suavemente, sus labios rozando la frente de Dew con una ternura cuidadosamente medida, fue un beso lento, casi ritual, queriendo dejarle una promesa muda estampada en la piel, la yema de sus dedos todavía atrapaba los de Dew, pero ya comenzaba a soltarlos, retrocediendo apenas para girarse hacia su propia puerta.

—Descansa, gotita —murmuró, con una sonrisa baja, melancólica.

Pero antes de que pudiera siquiera soltar del todo su mano, sintió cómo los dedos de Dew se aferraban con súbita fuerza, temblorosos, como si la simple idea de dejarlo ir fuese demasiado para soportar.

—No... —la voz de Dew apenas fue un susurro, un ruego empapado de algo más profundo que miedo—. Quédate conmigo esta noche... por favor.

Swiss se congeló.

El pasillo pareció volverse más estrecho, las paredes más frías, todo el aire de esa noche que hasta hace unos segundos olía a calma post-ensayo ahora tenía el sabor metálico de la tensión, no por Dew, jamás por Dew, por la amenaza latente que se escondía tras los ojos de Sister, tras cada sonrisa envenenada que la mujer les había lanzado desde aquel día en la cocina.

Swiss giró apenas el rostro, suficiente para ver la súplica en los ojos grandes de Dew, en esa mirada rota que intentaba parecer fuerte pero no lo lograba del todo. Su primera reacción fue querer decir que sí por instinto, por amor, porque si pudiera, lo cargaría en brazos toda la noche con tal de evitarle otra lágrima.

Pero no podían seguir tentando al destino.

—Dew... —dijo con cuidado, tomando con ambas manos las de su pareja—. Sabes que yo quiero, más que nada. Pero... si alguien más nos ve... si Sister se entera que aún estamos durmiendo juntos...

Dew bajó la mirada, tragando con dificultad.

—Pero podemos seguir hablando por la pared como cada noche—intentó suavizar Swiss, acariciando la mejilla húmeda con la punta de su dedo—. Me quedo despierto un rato más, ¿sí? Te hago compañía con la voz.

—Pero no es lo mismo... —susurró Dew, casi para sí mismo.

—Lo sé... —respondió Swiss, y sus labios se apretaron en una línea delgada, luego le ofreció una sonrisa torcida, forzada pero cargada de afecto—. Podemos hablar de comida horrible, o de lo mucho que Aether desafina cuando no pone atención... o de lo bien que hueles cuando estás recién salido del agua. Lo que tú quieras.

Dew soltó una pequeña risa entre dientes, apagada, pero risa al fin. No era mucho pero era algo.

Swiss aprovechó el momento para estampar otro beso, esta vez en el dorso de su mano, antes de soltarla lentamente.

—Nos vemos al otro lado de la pared, gotita.

El ghoul acuático observó cómo Swiss se deslizaba hacia su puerta con un último vistazo sobre el hombro y cuando la cerró, Dew quedó de pie un par de segundos, antes de entrar también a su habitación.

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La noche había traído consigo un silencio espeso, uno que no se rompía ni con el zumbido del sistema de ventilación ni con los suaves crujidos de los muros del Clero, solo existían ellos dos, uno a cada lado de la delgada pared, tendidos en sus respectivas camas, con las luces apagadas y el corazón cargado.

Swiss había estado haciendo su mejor esfuerzo por mantener el ambiente ligero, desde que se metió en su cama no había parado de lanzar comentarios burlones entre susurros, uno tras otro, esperando alguna risa apagada o un insulto juguetón de regreso.

—...Y entonces Mountain miraba a Copia con esa sonrisa de "CHLC" ¿puedes creerlo? Lo esperaría de Aether, incluso de Air, pero ¡¿Mountain?!

Nada.

El silencio del otro lado fue más pesado que cualquier respuesta sarcástica, Swiss frunció el ceño, girando sobre el colchón con un leve crujido de sábanas.

—¿Gotita? ¿Te dormiste?

Tardó varios segundos, pero la voz de Dew finalmente emergió apagada, Suavemente dolorosa.

—No... solo estaba... pensando.

Swiss se mordió el interior de la mejilla inquieto de a donde podrían llevarlo aquellos pensamientos.

—¿Quieres que hablemos de comida fea otra vez? Todavía tengo ideas, ¿eh? Pensaba en hacer un pastel salado con... mmm... mermelada de pimientos y chispas de chocolate. ¿Eso ayudaría?

Del otro lado, una leve risa nasal.

—Eres un asco... —susurró Dew, apenas audible.

Swiss cerró los ojos, aliviado de escucharlo responder con algo que se pareciera, aunque fuera remotamente, al Dew de siempre. Pero el siguiente susurro lo volvió a encoger por dentro.

—Solo... hubiera querido poder besarte antes de dormir.

El silencio que siguió se sintió como un puñetazo suave, Swiss se acomodó en la cama presionando una mano contra la pared como si pudiera alcanzar la piel de Dew a través de ella.

—Ay, no me digas que te pusiste melancólico —respondió en voz baja, con tono burlón y cariñoso a la vez—. Mira que eres cursi, gotita. Si me sigues hablando así me voy a derretir y tendré que nadar hasta tu cama.

Hubo una pausa, y luego, con un poco más de ternura:

—Tranquilo, te lo doy en la mañana, uno largo, pegajoso, ¿quien sabe? quizá hasta te meta la lengua a la garganta y si no me detienes, uno en la frente para que no digas que no te trato con respeto.

Del otro lado, un pequeño sonido de alivio.

—Prometido... —murmuró Dew con una sonrisa en su rostro.

—Prometido —repitió Swiss, acariciando la pared con los nudillos, justo donde imaginaba que estaba el pecho de Dew.

Dew intentaba seguir el juego, aunque sus palabras eran suaves, arrastradas por la somnolencia, había una chispa de esfuerzo en cada broma que lanzaba, un intento por arrancarse a sí mismo del pozo emocional de los días anteriores, desde el otro lado de la pared, su voz se filtraba entre susurros.

—¿Y si en lugar de besarme por la mañana... Te dejo preparar uno de esos desayunos horribles que tanto amas? Solo si no lleva sardinas con mermelada, claro...

Swiss sonrió, una risa nasal breve escapándole por la nariz, le habría respondido con alguna exageración absurda —quizá incluir chocolate derretido sobre cebolla— pero no lo hizo.

No podía.

Porque en el pasillo, lejos, muy lejos, pero no tanto como para que su oído lo ignorara, un sonido se había repetido.

Pasos.

Lentos, varios pares merodeando por los pasillos.

Swiss se tensó, sus músculos endureciéndose bajo las sábanas, se sentó con lentitud, clavando la mirada hacia la puerta cerrada de su habitación queriendo atravesarla con los ojos, cada nuevo paso era un aguijón directo a su nuca.

—¿Swiss? —La voz de Dew vino como un susurro inquieto—. ¿Sigues ahí?

El multi-ghoul tragó saliva.

—Sí, sí... solo pensaba en lo del desayuno —respondió, intentando mantener el tono ligero, pero ya no le salía tan natural—. Nada que involucre mermelada, lo juro por Satán.

Dew rio bajito, pero no con la misma soltura de antes.

Swiss se levantó en silencio, descalzo, y caminó con sigilo hacia la pared compartida, apoyando una mano en ella, le ardía la idea de haberse separado esa noche, cada crujido del suelo, cada roce suave, se sentía como una amenaza. Y si ella —Sister— estaba detrás de esto... cerró los ojos, se sintió tonto por haberse creído, aunque fuera por unos días, que tal vez lo habían perdonado. Que sus miradas desafiantes, su lenguaje corporal, sus gruñidos, no habían sido registrados como ofensas.

—Dew... —susurró con más seriedad esta vez, la frente apoyada en la pared.

—¿Mmm?

—Solo... mantenme despierto un poco más, ¿sí?

—¿Estás bien?

—Claro. Es solo que... no me gusta el silencio.

Del otro lado, Dew se removió entre las sábanas, inquieto.

—Entonces quédate hablando —dijo con un bostezo que intentó sonar casual—. Te diré cuál sería mi desayuno ideal... y me vas a juzgar.

Swiss murmuró un agradecimiento en voz baja, aunque la sonrisa no le llegó a los labios.

Él no lo sabía con certeza aún. Pero algo estaba muy, muy mal.

—Mañana —susurró Dew con una pizca de alegría que le producía el estar en contacto con su elemento—. Me llevas a nadar, ¿sí?

Swiss apoyó la frente en la pared, los ojos entrecerrados mientras sonreía apenas con ternura al escuchar a Dew hablar sobre nadar juntos al día siguiente, su voz era suave, reconfortante... pero Swiss ya no la oía del todo, los pasos seguían ahí, coordinados

—Pero no en mi estanque, vayamos a la alberca grande, seguro que Copia no dejá salir un rato

Swiss no alcanzó a contestar, lo siguiente que escuchó fue un fuerte crujido que llenó por completo sus sentidos.

La puerta de la habitación de su pareja fue violentada con una fuerza brutal, no sonó como una puerta abriéndose, sino como huesos partiéndose, como un cerrojo arrancado a mordidas.

—¿¡Dew!? —chilló Swiss, dando un paso atrás con el alma en la garganta, se lanzó contra su propia puerta, girando el picaporte, nada. No se movía.

Luego llegaron los golpes, una sinfonía de cuerpos cayendo y muebles siendo desplazados con brusquedad, los fuertes gruñidos combinados con arañazos hacían que Swiss sólo pudiera imaginar las garras, los dientes.

—¡SUÉLTENME! ¡NO! ¡NO TOQUEN—!

La voz de Dew se quebró en un chillido agudo y lastimero que cortó el alma de Swiss como una navaja oxidada, otro gruñido seco, animal, inhumano de una criatura grande, acompañado por lo que parecía una risa asfixiada.. Ghouls... pero no de su grupo...

Swiss lanzó su cuerpo contra la puerta desesperado por abrirla.

—¡BASTARDOS! ¡SALGAN DE AHÍ! ¡DEJENLO EN PAZ!

El chapoteo fue claro, el estanque... Dew se había lanzado al agua. ¿Para huir? ¿Para esconderse? ¿Para respirar?, otro par de chapoteos no tardaron en seguirlo, seguramente los intrusos buscando arrastrarlo fuera del agua.

Swiss cerró los ojos con fuerza, golpeando con ambas manos la madera sólida. Sus garras se enterraban en la superficie, dejando arañazos como huellas de su impotencia, golpeó con el hombro. Una. Otra. Otra vez.

—¡DEWDROP! ¡DEW, RESPÓNDEME!

Vidrios. El sonido agudo de una lámpara estallando, de cerámica cayendo, el grito ahogado de Dew, otro gruñido, un golpe sordo.

Swiss se quedó paralizado por una fracción de segundo, luego rugió:

—¡VOY A ARRANCARLES LA PUTA CABEZA! ¡Juro que no saldrán vivos! ¡NI UNO!

Pero sus palabras eran aire, huecas, no podía hacer nada más que escuchar, más que oír cómo la persona que más amaba se deshacía al otro lado de la pared entre forcejeos, gemidos apagados, salpicaduras, muebles arrastrados, gritos de agonía.

Y luego, el silencio, no total, aún escuchaba las respiraciones jadeantes del grupo al otro lado.

Swiss retrocedió con la respiración acelerada, el pecho subiendo y bajando como si se estuviera ahogando fuera del agua.

—No... no... —susurró, con la voz rota.

Y entonces, volvió a gritar:

—¡YA ENTENDÍ! !JURO QUE LO ENTENDÍ! ¡VOY A COMPORTARME PERO NO LO LASTIMES A EL!

Nadie apareció, nadie lo oía o peor... nadie quería escuchar.

Swiss seguía golpeando la puerta con los hombros, con las garras, con los puños cerrados hasta hacerse daño, el silencio que se había instaurado en el cuarto de Dew era peor que los chillidos, peor que los golpes, peor que el agua salpicando porque significaba que algo se había terminado... o estaba a punto de comenzar.

Y entonces lo escuchóel arrastre, si eran multis como él creía no les costaría ningún esfuerzo alzar a Dew... pero las risas y el sonido solo lo hacían imaginar el cuerpo de su pareja siendo arrastrado por el suelo al igual que un juguete viejo.

—¡NO! —rugió, desesperado, arremetiendo con todo su peso contra la puerta.

Pero seguía sin ceder.

—¡SUÉLTENLO! ¡NO LO TOQUEN! ¡VOY A MATARLOS!

La respiración de Dew sonaba entrecortada, entre alaridos de dolor, súplicas y gemidos, un sollozo desfigurado rasgó el pasillo sus garras arañando el piso mientras gritaba el nombre de su pareja, no para pedir ayuda, eran gritos de advertencia, gritos para que se alejará de aquel desastre

—¡SWISS! ¡SWI—!

Su nombre se perdió entre el eco, tapado por un portazo más adelante o quizá sólo era la distancia, la oscuridad, la injusticia.

Swiss cayó de rodillas frente a su puerta, jadeando, con la frente apoyada en la madera, las lágrimas calientes bajaban por su rostro, mezcladas con sudor, con furia, con impotencia... era un Ghoul, un monstruo, se suponía que no debía llorar... pero lo único que podía pensar era en las palabras que Dew le había dicho momentos antes, esa vocecita cansada, temblorosa, rogándole dormir juntos... y él lo había rechazado por protegerlo, por no querer arriesgarlo. Por estúpido.

No había podido darle ese último beso que Dew deseaba, no había podido abrazarlo cuando más lo necesitaba, no había podido hacer nada, no pudo darle esa noche en el agua, No pudo salvarlo...

Swiss apretó los dientes tan fuerte que crujieron.

—Te voy a encontrar... —susurró con la voz temblorosa—. Lo juro por todo lo que soy. Te voy a encontrar.

Y los que se lo llevaron... Van a suplicar por el mismo infierno.

Chapter 13: Demasiado tarde para besarte

Summary:

Advertencia, el siguiente capitulo contiene escenas explicitas, si no eres fan de este contenido puedes saltarte este cap ya que no es fundamental para la trama.

Chapter Text

Los amplificadores vibraban suavemente con la prueba de sonido, la batería de Mountain marcaba el ritmo de una pieza que aún no tenía nombre y Copia en una esquina tarareaba distraído mientras intentaba escribir algo en su libreta. Swiss estaba concentrado afinando una de sus guitarras, su cola moviéndose con pereza detrás de él, relajado... o eso aparentaba porque hacía rato que sabía que lo observaban.

Sabía perfectamente que Dewdrop estaba allí, escondido como una sombra traviesa entre los cables y los amplificadores, con esa mirada felina que siempre anunciaba caos, Swiss no dijo nada, ni una palabra, no dio ninguna señal, solo siguió tocando unas notas suaves pretendiendo que el calor de esa mirada no le erizaba la piel bajo la chaqueta negra.

Y entonces, sin previo aviso, lo sintió.

Un mordisco justo en el costado, juguetón, directo y por supuesto, lo suficientemente fuerte como para que Swiss dejara salir un ruido entre sorpresa y risa nerviosa.

—¡Hijo de...! —soltó, girando sobre sí mismo para atrapar al culpable que ya se escabullía con una risita entre dientes, su sonrisa mostrando los colmillos de forma orgullosa.

Dew no dijo nada al principio, solo se apoyó con descaro en uno de los bafles, moviendo la punta de su cola como si fuera un gato que acababa de romper una lámpara por diversión.

—¿Te asusté? —preguntó, ladeando la cabeza pretendiendo no conocer la respuesta.

Swiss soltó una risa baja rascándose el lugar del mordisco con exageración dramática.

—Te juro que un día de estos te muerdo de vuelta y no te vas a reír tanto.

—Promesas, promesas... —canturreó Dew, caminando a su alrededor con la lentitud de un depredador domesticado.

Swiss lo observó un poco divertido y a su vez un poco desesperado, había algo hipnótico en ese Ghoul acuático, en la manera en que desafiaba las reglas sin levantar la voz, cómo usaba el silencio a su favor, era el tipo de criatura que se colaba bajo la piel sin pedir permiso, al final termino regresando su mirada a la guitarra, estaba a mitad de un riff cuando algo lo hizo errar una nota, un segundo mordisco exacto, en el mismo punto que el anterior, hizo que se sobresaltara con un gruñido contenido, su cuerpo entero tensándose como un resorte.

—¡¿De nuevo?! —espetó, girándose con la guitarra aún colgada al cuello.

Pero esta vez Dew ya no estaba en el mismo lugar, había desaparecido como una sombra marina, escabulléndose con una agilidad casi sobrenatural.

—¿Alguien vio a un maldito pez con dientes? —preguntó Swiss en voz alta, haciendo reír a Air que estaba ajustando unos cables cerca.

Mountain levantó ambas manos como diciendo "yo no vi nada", sin apartar los ojos de su batería, Aether, por otro lado, miró a Swiss con una sonrisa forzada, dándose cuenta demasiado tarde de que Dew se estaba escondiendo justo detrás de él, usando su espalda como escudo.

—No cuentes conmigo, si alguien me muerde a mí yo sí lo muerdo de vuelta —dijo Aether, echando el cuerpo hacia el lado opuesto para dejar escapar una aleta azulada que sobresalía por detrás.

Dew asomó solo media cara, mostrando la comisura de una sonrisa peligrosa, su cola se agitaba con descaro detrás de él, trazando ondas burlonas en el aire desafiando a Swiss a atraparlo si podía.

Swiss lo miró fijamente entre molesto y encantado, el costado aún palpitaba por la sorpresa del último mordisco, haciendo que no se decidiera en si quería regañarlo o agarrarlo del pescuezo y besarlo hasta que olvidara cómo usar esos colmillos.

—Estás buscando que te arrastre por el suelo del ensayo, gotita —gruñó, medio en broma medio en serio, apuntando con el mástil de la guitarra hacia él a modo de advertencia.

Dew no respondió con palabras, solo sacó la lengua con descaro antes de esconderse otra vez, Swiss respiró hondo. Si lo atrapaba, ese ghoul no iba a volver a sentarse bien en un mes.

El multi apenas se giró a tiempo para atrapar con los ojos la sombra de Dew justo cuando un tercer mordisco, directo al mismo costado, le sacó un gruñido ahogado. Esta vez no fue una carcajada lo que escapó de su garganta, sino un sonido gutural, mezcla de sorpresa, indignación y una amenaza inminente.

—¡¡Eso es todo!! —bramó con el ceño fruncido, soltando la guitarra sin siquiera colgarla como era debido y saliendo disparado detrás de Dew sin preocuparse por los cables, los pedales o los pies de sus compañeros.

Aether dio un brinco hacia un lado para no ser arrollado, sosteniendo su guitarra en alto como un escudo.

—¡¿Pero qué demonios?! ¡No soy parte del circuito de obstáculos!

—¡Ten cuidado con los pedales! —gritó Air con fastidio cuando el pie de Swiss casi derribó la consola de efectos.

Mountain rodó los ojos resignado mientras Dew se escabullía detrás de él, usando su ancha figura como cobertura temporal antes de lanzarse a la carrera con una risa ahogada que vibraba como burbujas escapando de una grieta, Swiss ya no escuchaba nada más que el eco de esa maldita risa.

Copia, que hasta entonces había estado revisando unas partituras en una esquina, se puso de pie con un manotazo nervioso.

—¡Nonononono! ¡Ragazzi, basta! ¡¡Deténganse!! ¡Este no es un circo! ¡¡Es un ensayo!! —agitó los papeles en el aire como si fueran suficientes para detener la marea de caos que se avecinaba.

Nadie lo escuchó.

Swiss y Dew ya se habían lanzado al pasillo como dos meteoritos escapando de la órbita, uno chillando con risa contenida y el otro lanzando maldiciones que parecían salidas de una lengua infernal, la puerta del salón quedó tambaleándose tras ellos dejando escuchar los gritos de Swiss

—¡Juro que te voy a freír como a una trucha si te alcanzo! —vociferó Swiss, esquivando a un novicio que justo salía de una habitación con una caja de incienso.

Dew solo dejó escapar un gorgoteo burlón, ese que Swiss ya conocía demasiado bien, y por un instante mientras el pasillo se llenaba del eco de pasos veloces, chillidos, bufidos y carcajadas, el clero volvió a sentir lo que era tener verdaderos ghouls sueltos por los corredores.

Detrás, en la sala de ensayo, Copia se dejó caer en su asiento con un suspiro desgastado, tapándose el rostro con ambas manos.

—Satanás, llévame... o llévatelos a ellos —murmuró, Aether le dio una palmadita comprensiva en la espalda mientras Mountain soltaba una carcajada contenida.

El eco de la persecución seguía resonando por los pasillos del clero, Dew zigzagueaba como una criatura del agua en tierra firme, ágil y resbaladizo, riendo bajo entre jadeos mientras esquivaba estanterías, cortinas y novicios con rostros horrorizados. Swiss, por su parte, era una tormenta de pasos apresurados y gruñidos decidido a no dejar impune la provocación.

—¡¡Me las vas a pagar!! —bramó, los ojos encendidos, la cola ondeando como látigo a su paso.

—¡Tienes que atraparme primero! —replicó Dew, lanzándole un beso al aire antes de doblar por un pasillo lateral.

Pero cometió un error, Swiss conocía ese atajo, lo había usado muchas veces para llegar más rápido al comedor y justo al doblar la esquina, con un rugido triunfal, estiró la mano y atrapó la aleta de la cola de Dew con fuerza, haciendo que el otro ghoul soltara un quejido de sorpresa.

—¡No! ¡No-no-no espera, Swiss—!

No le dio oportunidad, en un movimiento rápido y casi feroz, Swiss tiró de su pareja hacia un armario de servicio a medio abrir, lo empujó dentro y cerró la puerta con un golpe sordo, dejándolos envueltos en la oscuridad con el aroma a incienso viejo, sábanas limpias y desinfectante.

Dew apenas tuvo tiempo de parpadear antes de ser empujado suavemente contra la pared, los ojos abiertos, la respiración agitada.

—¿Te parece gracioso morderme tres veces? —gruñó Swiss, aunque su voz se quebró por la risa contenida y algo mucho más primitivo.

—...un poco —susurró Dew, con una sonrisa ladeada que no ocultaba el brillo emocionado en sus ojos.

Swiss se inclinó hacia él, rozando apenas su rostro, su nariz, su frente, su mandíbula.

—Vas a pagarme todos y cada uno de esos mordiscos —murmuró, antes de fundirse con él en un beso impetuoso, profundo, cargado de furia fingida y deseo acumulado.

Dew no protestó, su risa vibró entre sus labios mientras correspondía con igual intensidad, aferrándose a su camisa, dejando que sus garras se deslizaran por la nuca de su pareja. El armario era pequeño, apenas podían moverse sin tocarse por completo, y eso solo aceleró el ritmo con el que sus manos recorrían piel, con el que sus bocas se encontraban una y otra vez, con una mezcla de impaciencia y necesidad.

—Eres insoportable —susurró Swiss contra su cuello, donde las branquias palpitaban con violencia.

—Y tú demasiado lento —replicó Dew, riendo entre jadeos.

Lo que comenzó como una venganza juguetona se convirtió en una sesión de caricias desesperadas, besos que quemaban más que los mordiscos previos, susurrándose entre dientes promesas, amenazas y palabras dulces a la vez.

Swiss soltó momentáneamente a Dew para poder trabar la puerta, el sonido del seguro cerrándose resonó en la habitación mientras aún sostenía la cola de Dew entre sus dedos, firme pero sin lastimar, sus respiraciones eran jadeos suaves, entrecortados por la risa nerviosa de Dewdrop y el gruñido frustrado de Swiss.

Dew estaba encajonado entre el cuerpo caliente de su pareja y un estante lleno de telas viejas y cajas con incienso, las aletas de sus orejas temblaban aún con la adrenalina de la persecución, su sonrisa juguetona se mantenía, pero ahora había algo más en sus ojos: una chispa de expectativa, de curiosidad ardiente.

Swiss se acercó lentamente al cierre de su pantalón saboreando el momento, no había prisa, solo tensión acumulada, su frente rozó el mentón de Dew, sus labios contra el cuello, depositando besos firmes en la zona, la mano libre del multighoul se deslizó por la cintura de Dew, sujetándolo por los costados con un anhelo contenido.

—Esto es por el primer mordisco —susurró, dejando que sus labios se entretuvieran justo sobre la piel.

Dew soltó una risa entrecortada, cerrando los ojos al sentir los besos en su cuello transformarse en una ruta de caricias pausadas,. la tensión en su cuerpo se deshacía lentamente bajo el calor de aquellas atenciones, las caderas de Swiss, inevitablemente, comenzaron a buscar las suyas en un ritmo contenido, uno que no pedía permiso pero sí respuesta.

—¿Y por el segundo? —preguntó Dew con voz baja, ligeramente ronca, casi desafiando.

Swiss no respondió con palabras, se limitó a apoyar las manos a cada lado de su cabeza, arrinconándolo aún más contra la pared del armario, y besarlo con lentitud, con hambre. Un beso que empezó con ternura pero fue ganando profundidad, intensidad, una necesidad que hablaba más que cualquier frase.

Dew tembló un poco, sus manos se aferraron al cuello de Swiss respondiendo al beso con igual fervor, su cola enroscándose entre las piernas del otro negándose a soltarlo.

El estante crujió con su peso, pero ninguno prestó atención, solo estaban ellos dos, en esa burbuja entre polvo, sombras y deseo silenciado. Swiss acariciaba la espalda de Dew como si memorizara el mapa de su piel, besando con devoción, adorando sin palabras. Cada gemido ahogado, cada respiración acelerada creaba un lenguaje sólo suyo.

—¿Todavía me vas a morder si intento tocarte de nuevo? —murmuró Swiss con un dejo de risa en la voz, sus labios apenas apartándose de la piel de Dew.

—Tal vez... si lo haces mal.

La respuesta de Dew, entre juguetona y vulnerable hizo que el corazón de Swiss tambaleara, sus manos recorrieron el cuerpo de Dew con lentitud, con reverencia,regresando su atención a la prenda desabrochada que colgaba flojamente sobre las caderas de su compañero, sus dedos bajaron por su espalda húmeda hasta el borde de su cadera, donde la piel se volvía más suave, casi perlada por el sudor y la emoción, comenzando a deslizar lentamente la tela fuera del cuerpo de su propietario. Dew le respondió con un pequeño suspiro, arqueando la espalda apenas para buscar más.

El aire en el armario estaba más denso ahora, cargado con el calor de sus cuerpos, con la humedad que comenzaba a pegarse en sus pieles y la tensión que ya no tenía nada de contenida. Swiss mantenía a Dew contra el estante, una mano firmemente apoyada junto a su cabeza y la otra jugueteando con el borde del boxer oscuro.

Dew jadeaba suavemente, con el rostro encendido y las branquias palpitando, su cuerpo vibrando con cada nuevo roce, la manera en que Swiss lo miraba —como si estuviera a punto de perder el control, pero se obligara a no hacerlo— lo hacía estremecer desde dentro. El ghoul de múltiples talentos se inclinó sobre él, rozando con los labios su mandíbula, apenas un roce eléctrico que bajó hasta el cuello.

—Estás tan callado ahora... —murmuró Swiss con voz ronca, entre beso y mordida suave—. ¿Se te acabaron los mordiscos?

Dew soltó una risa breve, nerviosa y excitada, pero sus manos se aferraban con firmeza a los hombros de su pareja, arrastrándolo más cerca, la cercanía que tenían ya no era suficiente y cuando Swiss porfin lo desnudó de la cintura para abajo no protestó en absoluto, sus caderas se alinearon sin esfuerzo, encajando como dos piezas que ya sabían a dónde ir.

Swiss presionó contra él con un vaivén suave que provocó que Dew emitiera un gemido agudo contra su oído.

El sonido fue casi más de lo que Swiss podía soportar combinado a la fuerte sensación de estar hundido en Dew, la forma en la que las paredes internas del Water se abrían con esfuerzo dándole la bienvenida, la forma en que el calor exageradamente húmedo lo abrazaba creando sonidos de chapoteo cada que sus cuerpos se encontraban...

—Relajate Dew... estás muy apretado...— Susurró Swiss contra su oreja, maravillandose por la cara de placer y dolor que tenía su pareja en ese momento...

Sus labios bajaron lentamente por su rostro hasta llegar al cuello, besando el contorno de las branquias con un cuidado reverencial, sintiendo cómo temblaban bajo su aliento, Dew se arqueó con un sobresalto suave, su cuerpo cediendo, dejando claro que esos puntos seguían siendo sensibles hasta el extremo.

—No juegues ahí —susurró entre dientes, aunque sin convicción—. Me haces temblar.

—Eso es justo lo que quiero, gotita.

Swiss volvió a besar la zona con más lentitud, disfrutando cada espasmo que provocaba, cada sonido húmedo de su miembro en el interior de Dew, el cuerpo del rubio ya no se limitaba a responder: se ofrecía, se entregaba en pequeños impulsos, en las formas en que sus piernas se enredaban, en cómo sus dedos se deslizaban por la espalda de Swiss arañando, buscando más contacto, más piel, más él.

No hacían falta palabras ni declaraciones, todo lo que uno sentía por el otro estaba en cada empuje de caderas, en cada aliento entrecortado, en la manera en que sus frentes se unían entre beso y beso, como si con eso pudieran anclar el mundo.

Y por un momento, lo hacían.

Ahí, entre escobas olvidadas y olor a madera vieja, el clero desaparecía, la rutina, los castigos, las jerarquías, solo quedaban dos ghouls enamorados que se buscaban como si no existiera un después, como si ese momento fuese su única certeza.

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El silencio dentro del armario era espeso, cálido y húmedo, ambos ghouls estaban recostados entre el desorden de cajas y productos de limpieza olvidados,sus ropas habían vuelto a colocarse torpemente en su lugar, el pecho de Swiss subiendo y bajando con lentitud mientras acariciaba el cabello húmedo de Dew que seguía acurrucado a su lado con los ojos entrecerrados.

Besos suaves se intercambiaban en medio de suspiros satisfechos, pequeños toques como recordatorios de que todavía estaban ahí, que todavía se tenían.

Dew dejó escapar un pequeño gorgoteo, ese sonido suave y líquido que sólo aparecía cuando se sentía totalmente en paz, Swiss sonrió, inclinándose para dejar un beso en la punta de su nariz.

—¿Qué pasa, gotita? —murmuró, apenas rozando los labios del otro.

Dew dudó, sus dedos jugaban con los del ghoul mayor como si eso le ayudará a poner claridad en su cabeza aún en blanco.

—¿Alguna vez... has pensado en tener crías?

El silencio se extendió por un segundo que se sintió eterno. Swiss parpadeó, como si sus pensamientos tardaran en alcanzar el peso real de la pregunta, el calor de sus mejillas se disparó y su mirada bajó hasta encontrarse con los ojos serios, aunque tímidos, de Dew.

—¿Crías? —repitió, sin burla, solo con sorpresa—. ¿Tú... quieres eso?

Dew se encogió de hombros lentamente, la vulnerabilidad escrita en cada pliegue de su expresión, no parecía una pregunta cargada de una decisión inmediata, era más una duda vieja, un anhelo enterrado que acababa de aflorar al sentirse, por fin, querido de verdad.

—No lo sé —respondió con sinceridad—. Solo... a veces lo pienso. Me imagino cómo serían, si serían más como tú o como yo, si gruñirían como tú cuando los despiertan... o si también tendrían aletas en las orejas.

Swiss tragó saliva, su corazón dio un vuelco extraño, no era algo que hubiese considerado jamás, al menos no en serio. No en un mundo donde solo existía el deber, el Clero, la obediencia, la represión, pero ahí, en ese pequeño escondite donde por un momento todo parecía posible, la idea no sonaba del todo absurda.

Y lo más importante: no le asustaba porque venía de Dew.

—Creo que si alguien me hubiera preguntado eso antes de ti, habría huido a la otra punta del foso —dijo al fin, sonriendo suavemente—. Pero ahora... ahora no me parece tan descabellado.

Dew bajó la mirada, una pequeña sonrisa le curvó los labios.

—No dije que quisiera tener una—aclaró, casi en un murmullo—. Solo... quería saber si tú... si alguna vez lo habías imaginado.

Swiss lo atrajo más cerca, apoyando su frente contra la suya.

—Con cualquier otro, no. Contigo... quizás.

El silencio volvió, pero esta vez era cálido, una promesa que no necesitaba cumplirse mañana, pero que podía flotar entre ellos con una posibilidad dulce y lejana.

El recuerdo se desvaneció como un sueño dulce cortado de raíz.

El frío del pasillo era una bofetada cruel en comparación con el calor de aquella memoria, Swiss seguía sentado frente a la puerta que no había podido abrir, con las uñas marcadas en la madera y la frente aún apoyada contra ella, sus mejillas estaban húmedas, ya no intentaba ocultarlo, no tenía a quién fingirle fuerza.

Sus hombros temblaban en silencio con el eco del grito de Dew aún sonando en su cabeza. Lo había escuchado tan claro, tan desgarrador... y ahora, nada. Solo el vacío, sólo su propio jadeo entrecortado y el dolor punzante en el pecho que no aflojaba.

Recordó el armario, el gorgoteo feliz, el peso de Dew sobre él, riéndose, mordiendo sus labios entre risas y susurros y luego recordó el temblor de esa misma voz, unas horas atrás, pidiéndole dormir juntos, esa voz que él había rechazado con ternura pensando que era lo correcto. Que era lo seguro.

Y ahora no sabía si volvería a escucharla.

Swiss alzó una mano temblorosa y la apoyó sobre la puerta, deseando poder tocar a Dew al otro lado del recuerdo, del dolor, queriendo aferrarse a esa risa, a esas palabras.

—Lo siento... —susurró, rompiéndose—. Lo siento, gotita. Perdóname.

Pero el pasillo no respondió, ni siquiera el eco quiso consolarlo, solo el crujir distante de alguna cañería en las entrañas del Clero, solo su llanto cada vez más ahogado, más niño, más perdido.

Y el peso terrible de no saber si ese recuerdo feliz... había sido el último.

Chapter 14: Todos lo sabían, nadie lo dijo

Summary:

Mountain ahora necesita terapia

Chapter Text

El comedor principal amaneció silencioso, ahogado por una atmósfera espesa que ni los cubiertos ni los murmullos se atrevían a cortar, Copia estaba sentado en su sitio habitual, visiblemente incómodo, con la mirada baja sobre un plato intacto. A su lado, Sister Imperator revolvía su té con calma enfermiza, su sonrisa apenas curvada, como si disfrutara de una broma interna.

Nihil, en cambio, lucía aburrido hasta la médula, su bastón descansaba contra la mesa, y con un suspiro exasperado empujaba trozos de fruta seca con su tenedor, en silencio, esperando que alguien (quien fuera) hiciera algo remotamente entretenido.

Mountain, Aether y Air estaban alineados al otro extremo de la mesa, la ausencia de Dewdrop era tan notoria como el frío en el mármol. Nadie la mencionaba pero todos la sentían. Los tres ghouls comían poco y hablaban menos, los ojos de Aether repasando a Copia con desconfianza, Air haciendo malabares con una uva, y Mountain simplemente apretando la mandíbula.

Entonces, se abrieron las puertas del comedor con un estruendo.

—¿Dónde está? —escupió Swiss, entrando como una llamarada, sus pasos fuertes resonando en las paredes—. ¡¿Dónde está Dew?!

Sus ojos, encendidos de furia, escanearon la habitación hasta encontrar la mirada congelante de Sister Imperator, no esperó protocolo ni permiso: caminó hasta el borde de la mesa sin siquiera inclinar la cabeza, las manos permanecían aún con heridas abiertas debido a la lucha perdida contra la puerta.

Imperator lo observó como si fuera un insecto que se le había colado al desayuno antes de bajar delicadamente la bonita taza de porcelana entre sus manos.

—Buenos días para ti también, polizón de medianoche. —Su tono era suave, casi cantado, muy diferente al apodo venenoso que flotó como incienso en el aire, envolviendo a Swiss con burla—. Qué temprano para tanto... dramatismo.

—¡No me vengas con estupideces! —rugió el multi-ghoul, golpeando la mesa con ambos puños—. ¡Lo escuché! ¡Lo escuché gritar! ¡¿Qué le hicieron?!

Nihil dejó escapar un largo bostezo.

—¿Otra vez con esto? A estas horas uno ya debería estar trabajando, no escuchando a un perrito rabioso…

Pero Swiss no lo miró, toda su furia estaba dirigida a Sister, que seguía con su maldito té sin siquiera pestañear.

—Si estás buscando respuestas —murmuró ella, girando delicadamente la cucharita una vez más—, tal vez deberías empezar por hacer mejores preguntas.

El silencio se volvió aún más denso, Air bajó la vista, Aether tensó los hombros, Mountain ni parpadeó.

Swiss entrecerró los ojos, su voz reducida a un gruñido.

—Solo quiero saber si está vivo…

—¿Y qué harías con esa información, querido? —preguntó Sister con una sonrisa cruel, apoyando su mentón sobre una mano—. ¿Cantarías mejor? ¿Comerías mejor? ¿Te comportarías mejor?

Swiss estaba a un paso de perder los estribos, las manos crispadas a los lados, Copia intentó decir algo, pero su garganta se cerró antes de que pudiera hablar.

—Déjalo —añadió Nihil, entre risas—. Mira qué bonito se pone cuando se enoja. Hasta parece que le importa de verdad.

El multi dio un paso hacia adelante, colmillos expuestos, garras al aire… pero la voz glacial de Sister lo detuvo.

—Un paso más, y te dejo sin lengua. — La taza de té tintineó suavemente contra el platillo.

Los tres ghouls al fondo tragaron saliva al mismo tiempo.

Swiss… Swiss se obligó a respirar, a dar un paso atrás, no porque sintiera miedo, sino porque si caía ahora, nadie más preguntaría por Dew.

Lo único que pudo hacer fue quedarse quieto a modo de protesta, no se movió cuando Sister terminó su té, no se movió cuando Nihil lanzó otra carcajada baja y seca divertida por el espectáculo del Ghoul que seguía temblando de rabia contenida.

No se movió… hasta que la desesperación le cayó encima como una losa, dejándolo sin más armas que sus propias palabras.

—Por favor…—  Su voz se quebró en la última sílaba, apenas audible sobre el crujido de su garganta…. Nadie en esa sala lo había escuchado nunca hablar así.

—Sólo… sólo díganme si está vivo. Eso es todo. —Tragó saliva, humillado, pero siguió—. No tienen que decirme dónde está… no tienen que darme nada más… solo… por favor.

El silencio fue más ofensivo que cualquier grito y más cruel que cualquier castigo.

Sister ladeó el rostro, sus ojos eran esmeraldas frías tallando la forma rota de Swiss frente a ella, la comisura de sus labios se alzó, apenas.

—Mira lo que ha hecho el amor con nuestro multiinstrumentista. — Su voz se deslizó como un cuchillo envuelto en seda. —Tanta furia... y tan poca utilidad.

—Qué asco —murmuró Nihil, limpiándose las uñas con la punta del tenedor—. Nunca confíes en un Ghoul que suplica, menos aún si toca la pandereta.

Swiss apretó los dientes, pero no replicó, ya no podía hacerlo, su orgullo estaba hecho trizas, disperso sobre el suelo del comedor como las migas del desayuno de Nihil. No había nada más que pudiera decir sin romperse por completo.

Aether bajó la vista al plato, Mountain dejó de masticar, Air clavó los ojos en la mesa con la mandíbula tensa.

Pero ninguno se atrevió a moverse.

—¿Terminaste tu numerito? —preguntó Sister, en tono amable, al igual que lo haría si hablara con un niño. Su voz contenía algo peor que rabia, contenía diversión.  —Si es así, puedes irte, Multo. Hay cosas más importantes que atender que tus emociones desbordadas.

No se lo pensó dos veces, dio media vuelta con el rostro cubierto en sombras, abandonó el comedor con los puños apretados y las lágrimas agolpadas, sabiendo que no había conseguido nada.

Nada... salvo dejarles ver cuánto podía llegar a sangrar por Dew.

La puerta del comedor aún se balanceaba cuando el eco de los pasos de Swiss se desvaneció en el pasillo, nadie habló, ni siquiera se escuchó un suspiro, solo el rechinar de los cubiertos de Nihil al seguir comiendo como si nada.

Mountain fue el primero en mover los ojos, luego Air, finalmente Aether, los tres, casi al unísono, voltearon hacia Copia.

El cardenal tenía la vista clavada en la taza que Sister le había obligado a tomar, sus dedos tamborileaban el asa con una inquietud que no podía ocultar, la súplica estaba en el aire, muda, desesperada.

¿Está bien?

¿Dónde está?

¿Podemos hacer algo?

Copia alzó la mirada, su gesto era el de un hombre que llevaba demasiados secretos a cuestas, que habría preferido cualquier castigo a la mordida de esa culpa que ahora se convertía en dagas con los ojos de sus Ghouls, pero cuando abrió los labios, fue otro quien habló por él.

—No les debe ninguna respuesta —anunció Sister, limpiándose delicadamente los labios con una servilleta bordada, su voz sonaba suave, casi maternal. Pero el hielo que escondía podía quebrar huesos.

Copia tragó saliva, sus labios temblaron, pero al final solo apretó los dientes y giró la mirada al plato.

—Miren qué escena tan conmovedora —siguió Sister, apoyando los codos en la mesa y entrelazando los dedos frente a su rostro. —. Tres Ghouls con los ojos aguados por un hermano... y por un bufón que se arrastra.

—Él no es... —intentó Aether, pero las palabras se le quebraron en la garganta.

—¿Qué no es qué? —interrumpió Sister, con tono dulce como la miel—. ¿Un rebelde sin causa? ¿Un amante trágico? ¿Una molestia innecesaria? Porque en esta sala, niños míos, todo lo que no es útil... es prescindible.

Los ojos de los Ghouls seguían fijos en ella, pero ya no con respeto o atención, ahora era un miedo resignado lo que se había instalado en sus miradas… la confirmación de que en ese lugar no valían nada.

—Coman —ordenó Sister sin delicadeza alguna, a sus ojos solo eran un grupo de perros hambrientos. —La comida se enfría, y las emociones vacías no alimentan a nadie.

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La habitación olía a sal y metal, Swiss no sabía cuánto tiempo llevaba allí, no había relojes, el vitral había sido cubierto, no había sonido más allá de su propia respiración agitada… y del goteo suave, intermitente, que aún caía de un jarrón roto al suelo.

Estaba sentado al borde del estanque vacío, el agua se había teñido de rojo en los bordes y la limpieza que el clero había intentado hacer del lugar había sido descuidada, como si quisieran borrar una escena sin borrar el crimen.

Los rasguños en las paredes hablaban solos: marcas de uñas, de garras, desesperación latiente en cada zarpada. El estante junto a la cama estaba volcado, la lámpara hecha pedazos, había huellas de arrastre cerca de la puerta, trozos de una aleta destrozada en el umbral…. 

Pero Swiss no se movía, tenía entre las manos una camisa, la había encontrado a medio camino entre el ropero y la cama, arrugada, todavía con el aroma de algas dulces y bruma, la apretaba contra el rostro como si pudiera hacerla parte de él, deseando que al respirarla lo suficiente, Dew volvería a materializarse desde el aire.

Pero no lo hacía y el miedo seguía creciendo.

Las lágrimas no salían, ya no, se habían secado después del tercer sollozo, ahora sólo temblaba, sus manos habían dejado de ser fuertes. Ya no era como en el escenario o cuando defendía con gruñidos a su banda, no como cuando enfrentaba a Sister con la espalda recta.

Ahora… sólo eran dos puños aferrados a la prenda de alguien que tal vez ya no estaba.

¿Dónde estás, Dew?
¿Estás herido?
¿Estás respirando?
¿Estás… vivo?

Swiss tragó saliva, le dolía, de repente cada fibra de su garganta quemaba como si estuviera cubierta de espinas.

Solo quería robar una maldita manzana contigo…

Susurró apenas audible, la voz quebrada y llena de una culpa que lo consumía, entonces escuchó el goteo de nuevo. Una gota espesa, densa, que se estrellaba en el azulejo con un sonido más fuerte del que debería, no sabía si venía del estanque… o de sus propias sienes, donde la presión ya no lo dejaba pensar, porque lo único que podía hacer era quedarse allí, aferrado a lo último que le quedaba de Dewdrop.

Esperando…

La poca luz del lugar se había ido marchando sin pedir permiso, Swiss no lo notó al principio, el día se filtró entre los pliegues de las cortinas oscureciendo el vitral, tiñendolas de un color ámbar sucio,luego el cielo viró hacia el gris y, más tarde, se apagó del todo, las luces del pasillo parpadearon una vez, luego otra… hasta apagarse también.

Pero él seguía ahí.

El cuarto de Dew se sentía cada vez más pequeño, más oscuro, más húmedo, el aire parecía ser lentamente succionado por el estanque teñido de carmesí, ese hueco silente que parecía suplicar por su dueño con la misma tristeza que él.

Aún apretaba la camisa entre los puños, el temblor se había vuelto un tic permanente, a veces pensaba que estaba dejando de ser él mismo, convirtiéndose en una estatua rota, en una cosa que alguna vez amó tanto, que ahora ya no podía moverse.

Entonces en medio de su dolor, los sintió… Tres pares de ojos miirándolo desde la puerta medio entreabierta. No necesitaba voltear para saber quiénes eran, podía reconocer el ritmo de su respiración, el peso de su presencia en la madera.

Aether.
Air.
Mountain.

Ahí estaban, silenciosos contra el marco, sus hermanos, pero no dijeron nada, no hicieron ni un solo maldito sonido, se dedicaron a estar ahí observando, con esa expresión que le revolvió el estómago: lástima.

Swiss no se levantó al instante, dejó que su cuerpo ardiera en rabia, pero cuando finalmente se giró, sus ojos brillaban como brasas.

—¿Qué miran? —gruñó, con la voz grave y áspera, rompiendo el silencio como una piedra contra un cristal.

Air parpadeó, incómodo, Aether desvió la mirada, Mountain simplemente frunció el ceño con pesar, pero nadie respondió.

—¿Van a decir algo o solo vinieron a ver cómo me deshago?

El silencio siguió cómo la única respuesta posible.

Swiss avanzó con pasos pesados, sintiendo el dolor en cada pisada, su pecho subía y bajaba con violencia, estaba harto. Harto del miedo. Harto del silencio. Harto de la complicidad pasiva.

—¿No tienen nada para decirme? ¿Nada para decir sobre lo que le hicieron? —explotó finalmente, señalando con el brazo hacia el caos del cuarto detrás de él—. ¡Ese estanque todavía tiene su sangre! ¡Y ustedes están ahí como si no doliera!

—Swiss… —comenzó Aether, en un susurro, pero el multi-ghoul alzó la mano.

—¡No me digas nada si vas a hablar así de bajo! —gritó, su garganta ardía, pero el enojo lo empujaba a seguir—. ¡Díganme algo con huevos! ¡¿Ustedes lo dejaron también?! ¡¿Van a hacer lo mismo que Copia?! ¡¿Van a dejar que Sister se lo lleve y nadie haga nada?!

El silencio que se instaló entre sus hermanos junto a sus miradas bajas hicieron que Swiss se sintiera más solo que nunca.

—¡Claro! ¡Nadie va a decir nada, por supuesto que no! —soltó con un bufido, el rostro enrojecido por la ira—. ¡Porque es más fácil mirar a otro lado, ¿no?! ¡Más fácil tragarse la lengua que admitir que estamos jodidos hasta los huesos!

Aether frunció el ceño antes las palabras del multi que dio un paso más cerca de ellos, la camisa de Dew aún arrugada en su puño, su único ancla que le impedía desmoronarse por completo.

—¡Terzo está muerto! ¡Ifrit desaparecido! ¡Y ahora Dew! ¡¿Y qué hemos hecho?! ¡Nada! ¡Ni mierda! —bramó golpeando su propio pecho con fuerza—. ¡Y yo me incluyo! ¡Yo también he sido un cobarde más!

Sus palabras rebotaron en las paredes del pasillo como cuchillas, por un momento, Aether pareció estremecerse pero lo que emergió de él no fue compasión, fue furia.

—¡¿Y qué carajos quieres que hagamos, Swiss?! —estalló, dando un paso al frente con el rostro contraído—. ¡¿Quieres que nos lancemos al cuello de Sister? ¿De Nihil? ¿Con qué, huh?! ¡¿Con las garras al descubierto y los colmillos al aire?!

Swiss retrocedió un poco, el quintil tenía razón, no podían simplemente alzarse así como así, no cuando habían ataduras más allá de las físicas que los restringían, esa lógica no ayudó a que el fuego se disipara,pero  la ira ardía al igual que un carbón encendida por el viento.

—¡Quiero que hagamos algo! ¡Lo que sea! ¡No podemos seguir comiendo, ensayando y durmiendo como si no hubieran arrancado a Dew y a Ifrit de sus habitaciones entre chillidos!

—¡¿Y tú crees que yo no lo escuché?! —gruñó Aether, acercándose aún más. Sus ojos se encendieron con una rabia que Swiss no había visto antes—. ¡¿Tú crees que no me despierto con ese sonido metido en la cabeza?! ¡¿Que no me carcome pensar que pude haber hecho algo?! —Todos hemos perdido, Swiss —continuó Aether, la voz más baja ahora, cargada de un dolor tan real que casi dolía verlo—. Pero no puedes gritarnos como si tú fueras el único que ama.

Swiss bajó la mirada por un segundo, temblando. Su corazón se había quebrado en mil pedazos esparcidos por la habitación mediocremente limpiada y no estaba seguro de poder volver a juntar todos los fragmentos.

—No soy el único que ama —susurró, apenas audible—. Solo soy el único que lo perdió ayer.

Air cerró los ojos con fuerza,Mountain apretó la mandíbula presintiendo la pelea que se avecinaba, la grieta entre ellos invisible hasta ahora, parecía haberse vuelto un abismo.

El silencio posterior a la confesión de Swiss era espeso como alquitrán, y Aether lo rompió con una risa breve, amarga, que se le escapó del pecho sin permiso.

—¿El único que lo perdió ayer? —repitió con sorna, dando un paso más al frente—. ¿En serio?

Swiss levantó la vista de golpe, ya alerta otra vez pero no alcanzó a responder antes de que Aether siguiera, con la mandíbula tensa y el rostro pálido de rabia contenida.

—¿Te crees especial solo porque te metías en su cama? ¿Solo porque te dejaba morderle la cola o robarle un beso? ¿Tú crees que lo amabas más que nadie? ¿Más que yo?

Las palabras salieron sin permiso, demasiado tiempo reprimidas en el interior, ahora eran derramadas como una cascada incapaz de ser frenadas.

—¿Sabes cuántas veces me quedé callado? ¿Cuántas veces vi cómo lo buscabas y él te dejaba pasar todas sus barreras? —La voz se le quebró, pero no retrocedió—. Yo también escuchaba sus pasos en la madrugada! Yo también sabía cuándo estaba triste, cuándo se metía en el estanque a llorar. Solo que yo no era suficiente.

Swiss dio un paso hacia él, con los ojos encendidos de furia, el pecho subiendo y bajando con violencia.

—No te atrevas…

—¡¿No me atreva a qué?! —rugió Aether, alzando los brazos—. ¿A admitir que también lo quería? ¿Que cada vez que tú lo tocabas yo tenía que pretender que me daba igual?

—No eras su pareja —escupió entre dientes, dando otro paso—. ¡Tú no eras su nido!

—¡Y tú no eres el único que está sufriendo! —replicó Aether, acercándose también, ahora frente a frente, a escasos centímetros—. ¡Deja de actuar como si tu dolor fuera más legítimo que el de los demás!

Un gruñido bajo escapó de Swiss, profundo, casi animal. Aether respiraba por la boca, temblando, ambos tenían el aspecto de dos depredadores a punto de iniciar una pelea, colmillos al aire, garras crispadas, colas agitándose con violencia esperando la más mínima provocación.

—¡No tienes idea de lo que siento! —soltó Swiss—. ¡No lo viste! ¡No lo escuchaste como yo!

¡Tampoco tú sabes lo que era amarle desde el fondo del silencio! —rugió Aether.

El eco de su grito se perdió en los muros del pasillo,  el zumbido lejano de una lámpara y los gruñidos amenazadores de ambos Ghouls llenaban el espacio. Fue entonces cuando Mountain, con esa calma casi sobrenatural que siempre lo caracterizaba, alzó la voz por primera vez:

Basta ya.

No lo gritó, con él nunca era necesario hacerlo, su voz profunda y firme bastó para cortar el ambiente en dos, Aether se giró hacia él primero, aún con el rostro encendido de rabia, Swiss tardó unos segundos más en apartar su mirada.

—No sirve de nada pelear entre nosotros —dijo Mountain, su tono suave pero irrompible—. No lo va a traer de vuelta.

Swiss soltó una risa breve, incrédula, más dolorosa que divertida.

—¿Y tú qué sabes de lo que sirve? —espetó—. Si lo único que haces es quedarte callado, comer en silencio, tocar la batería y actuar como si todo esto fuera normal, como si no hubieran desaparecido tres de nosotros y eso fuera parte del maldito calendario del clero.

—No estoy fingiendo que todo esté bien —replicó Mountain, más bajo esta vez—. Pero no voy a destruir lo que queda.

—¿Lo que queda? —Aether se metió de nuevo—. ¡¿Eso crees que somos?! ¿Lo que queda?

—Cállate —gruñó Swiss—. No lo entiendes. Él... él está cómodo con esto, con el nuevo orden, con el Cardenal Copia al frente, no se queja, no pelea, se ríe de los chistes de Copia.

Mountain bajó la mirada por un momento, pero no dijo nada.

—Claro —continuó Swiss, escupiendo un veneno que ya no podía contener—. Es fácil sonreír cuando no eres tú el que pierde nada, no eras cercano a Terzo, o a Ifrit... o a Dew. Tú solo estás ahí, presente, como una puta sombra.

—¡No digas eso! —interrumpió Aether, aunque ya no con la furia de antes, sino con una mezcla de desconcierto y vergüenza.

Mountain no se defendió, se quedó allí, en medio de la habitación rota, de los pedazos del estanque y la sangre seca, con una expresión estoica que ocultaba apenas el temblor en sus ojos.

—¿Y qué propones tú entonces? —preguntó por fin, sin levantar la voz—. ¿Que incendiemos todo? ¿Que ataquemos al clero sin plan ni aliados? ¿Para que tú seas el siguiente en desaparecer?

—¡Al menos no moriría lamiéndole las botas al verdugo! —bramó Swiss, con el rostro rojo, los ojos húmedos, la camisa de Dew aún en el puño.

Mountain parpadeó, y por un instante la culpa se le asomó por la comisura de los labios, tragó saliva y salió del cuarto sin mirar atrás.

Los Ghouls que previamente estaban peleando se quedaron congelados en sus lugares en el momento en que aquel gigante salió del cuarto, ninguno supo en qué momento sus lágrimas se mezclaron con el hedor de la sangre seca y el miedo.

Aether aún jadeaba por los restos de la discusión, su pecho subiendo y bajando como si hubiese corrido una maratón. Swiss seguía ahí, arrodillado junto al estanque seco, sin más fuerza que la rabia ahogada en su pecho, la camisa de Dew seguía en su puño, arrugada, húmeda de lágrimas.

Entonces, un suave carraspeo rompió la tensión, ambos Ghouls alzaron la vista despertando del trance, solo para encontrar la silueta del Cardenal Copia en el umbral.

 Estaba quieto, su postura delataba que llevaba ahí más tiempo del que estaba permitido a admitir, mirándolos con esa mezcla entre pesar y derrota que se había vuelto cada vez más frecuente en sus ojos.

Sus lentes colgaban torcidos de su nariz y el borde de su sotana parecía más desordenado de lo habitual.

—Basta por hoy… —murmuró con voz rasposa—. Váyanse a descansar.

Ni Aether ni Swiss lo desafiaron, nadie discutió, la furia se había apagado como una vela expuesta al viento, dejando solo el humo amargo del agotamiento.

Swiss se puso de pie con movimientos lentos, cada hueso le pesaba el doble, Aether le siguió poco después, sin mirarlo a los ojos.

Copia no se movió del marco de la puerta, sólo se hizo a un lado, lo justo para que pudieran salir de aquel cuarto cargado de pena y sangre seca, mientras pasaban junto a él, ninguno dijo nada, pero ambos sintieron el peso invisible del remordimiento en su postura, tal vez no fue él quien alzó la mano, pero tampoco la detuvo.

En la oscuridad vacía del cuarto de Dewdrop, Copia se quedó solo por unos segundos más, observando el caos que quedaba detrás, al final, suspiró y cerró la puerta con una suavidad que dolía más que cualquier grito.

Chapter 15: cena con sentencia

Summary:

—No supe cómo protegerlos… ni a él —continuó Copia, su voz baja, honesta, sin rastros de su usual torpeza fingida—. Intenté todo lo que estaba en mis manos, pero Sister… Nihil… yo… no tengo el poder que creen que tengo.

Se acercó un poco a la mesa, apoyando las palmas con delicadeza sobre la madera.

—No puedo traerlo de vuelta. —Las palabras cayeron como plomo—. Dew no va a volver.

Air ahogó un sollozo que se le escapó por los labios, presionando aún más el tenedor contra el plato, Aether apretó los dientes, Copia cerró los ojos con fuerza, dolía decirlo en voz alta.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

La atmósfera del comedor estaba lejos de ser acogedora esa noche, la larga mesa estaba bien servida, los platos perfectamente dispuestos, el candelabro central bañando de luz cálida los rostros de los tres ghouls presentes, pero el calor no alcanzaba a las miradas, mucho menos a las voces

Sister Imperator y Nihil estaban ausentes, detalle que no pasaba desapercibido, no era queja, la ausencia de ambos era más que bienvenida a esas alturas. En esta ocasión la cena había sido organizada por Copia, un intento torpe pero sincero de reparar las grietas crecientes en su pequeño círculo, quería reunirlos, ofrecerles un espacio sin vigilancia, sin evaluaciones, una tregua después de las numerosas pérdidas que habían sufrido como grupo.

Pero el vacío de la silla de Mountain lo decía todo, su ausencia era tan sonora como la batería que tocaba con devoción en cada ritual. Aether, que en otras noches solía llegar con una sonrisa cínica o un chiste listo, estaba serio, casi cabizbajo, había llegado puntual, en silencio, y desde entonces no se había movido más que para servirse un poco de agua que aún no bebía, lo único más inmóvil que su postura era la mirada clavada en el plato, como si pudiera atravesarlo con suficiente concentración.

Swiss estaba sentado frente a él, parecía igual de incómodo, jugaba con su cuchillo, deslizándolo por la mesa con ansiedad reprimida, cada raspón del metal contra la madera más fuerte que el anterior, su ceño fruncido no era de enojo, sino de culpa, una culpa que no sabía como comenzar a aliviar.

Air, por su parte, estaba a un costado, pálido, más silencioso que nunca, tenía un trozo de pan entre los dedos que no se decidía a morder, lo había girado varias veces, arrancado pedacitos mínimos que no comía, pero necesitaba algo entre sus manos para no romperse del todo.

La mesa crujía bajo el peso de la incomodidad, el lugar de Mountain seguía cubierto con vajilla y cubiertos perfectamente alineados, nadie había tenido el valor de retirarlos, tocar su puesto era aceptar que no vendría, Aether lo había mirado un par de veces, esperando verlo entrar en cualquier momento con una broma sarcástica o su típico andar pesado, pero nunca apareció, dejando su lugar intacto.

Copia había servido la comida él mismo, rechazando las insistencias de las hermanas sobre atender la mesa, lo había hecho con cuidado, con manos nerviosas pero bienintencionadas, ahora se encontraba en la cabecera, observándolos con expresión agotada y un nudo en la garganta que no lograba disolver ni con el vino ni con su intento de sonrisa.

—Bueno... —intentó, alzando levemente la voz— ¿Qué tal si... bendecimos los alimentos?

No obtuvo respuesta, Swiss levantó los ojos y clavó la mirada en el rostro del Cardenal, había algo en ella que no era odio, pero tampoco perdón. Aether desvió la mirada y Air rompió finalmente un pedazo del pan y se lo llevó a la boca, aunque no lo masticó.

Una cena sin enemigos presentes, pero también, sin aliados reales.

Copia tragó saliva ante la falta de respuesta, las manos permanecían apoyadas en el borde de la mesa, observaba con creciente incomodidad a sus ghouls, en ese momento ya no eran un equipo, eran un puñado de criaturas rotas, cada uno encerrado en su propio infierno.

M-Mountain me escribió esta tarde —dijo de pronto, intentando que su tono fuese natural, aunque sonó casi artificial—. Me dijo que no se sentía bien para venir esta noche…

Una pausa se adueñó del cardenal, demasiado breve para llamarse silencio respetuoso, demasiado larga para considerarse casualidad.

Aether no reaccionó, se limitó a seguir mirando su copa con los ojos entornados, Swiss apretó la mandíbula y bajó la mirada a su plato, sin siquiera fingir que creía en aquella pobre excusa, Air, por su parte, soltó un leve suspiro, sin levantar la cabeza, nadie cuestionó la mentira, pero el ambiente se volvió aún más denso.

Porque era eso, una mentira, una tan torpe, tan mal tejida, que ni siquiera necesitaba ser desmentida para dejar en evidencia a todos.

Copia forzó una sonrisa.

Le dije que lo entendía. Que a veces… todos necesitamos espacio.

El Cardenal intentaba sonar conciliador, pero su voz tenía grietas, sabía que los había fallado, no solo con lo de Dewdrop ausente, silenciado, imposible de nombrar sin despertar una tormenta, sino también con Mountain, el más estable de todos o al menos, lo había sido.

Y pensé que... quizá esta cena podría ser una forma de... reconectar. —continuó, su tono ahora más bajo, más honesto— Volver a compartir al menos algo, un poco de lo que solían tener.

La frase colgó en el aire, buscando asirse de algún gesto de acuerdo pero nadie se lo ofreció.

Swiss soltó un leve resoplido, irónico, aunque no dijo nada.
Aether por fin habló, pero solo para murmurar:

A veces el silencio también es una forma de reconectar, ¿no?

Copia bajó la vista asintiendo muy levemente, derrotado, en este punto prefería seguir la corriente de sus Ghouls antes que ocasionar otra pelea, el único sonido fue el de la vela más cercana consumiéndose.

En esa cena, no faltaban solo Mountain y Dew, faltaban también las risas, los chistes, la confianza, y el calor y aunque Copia intentara disfrazarlo con comida y palabras, los Ghouls sabían que aquel comedor era solo una tumba adornada.

 

Swiss giró la copa entre sus dedos sin beber, atrapado en el vaivén del reflejo rojo del vino, llevaba ya varios minutos tragando sus pensamientos, miradas ocasionales lanzadas a Aether sin atreverse a sostenerlas, finalmente, soltó un suspiro cansado, esa clase de exhalación que arrastra días sin dormir y el veneno de un arrepentimiento mal digerido.

Aether... —murmuró con voz ronca— Sobre anoche... fui un imbécil.

Aether levantó apenas la mirada, confundido, aún no preparado para que Swiss iniciara conversación, mucho menos para que la abriera con una disculpa, el Multi-Ghoul evitaba mirarlo de frente, encorvado sobre su silla como si quisiera tragarse el propio cuerpo.

No estaba pensando… O sí, pero estaba pensando con rabia y tú no tenías la culpa.— Swiss continuó, arrastrando las palabras con esfuerzo— Nada justifica que te haya gritado así, lo que dije de Dew… de ti... fue cruel. Y lo siento.

El quintil frunció el ceño, claramente incómodo, su tenedor dando vueltas lentas sobre una papa que no pensaba comerse, tardó en contestar, no porque no tuviera nada que decir, sino porque no sabía por dónde empezar.

No estás equivocado del todo, —dijo al fin, sin mirarlo tampoco— yo también debí haber dicho algo, haber hecho algo en vez de sentarme a ver cómo se desmoronaba todo.

El silencio volvió, esta vez diferente, no era una ausencia de sonido, sino una pausa respetuosa, ambos Ghouls caminando con cuidado por sobre los vidrios rotos de su relación.

Swiss se frotó la nuca, incómodo. —Lo sé... pero igual me pasé. Tú fuiste de los pocos que no se rindió con Dew cuando llegó, no puedo olvidar eso.

No lo hice por ti, —replicó Aether con una sonrisa muy leve, casi irónica— Lo hice por él.

Swiss soltó una risa nasal, muy débil, pero sincera. —Sí. Lo sé.

 —Y tú eras el imbécil que se le tiraba encima cada ensayo como si fuera un premio de feria. 

 —No puedo decir que no lo sea todavía, —dijo Swiss, y por fin se atrevió a mirarlo.

Aether alzó la mirada en respuesta, y por un momento se encontraron, el tono era menos agresivo, menos filoso, más como dos soldados lamiéndose las heridas tras una batalla que no ganaron.

¿Crees que Mountain aparezca mañana? —preguntó Aether en voz baja y Swiss se encogió de hombros.

No lo sé. Pero si lo hace… creo que nosotros somos los que tenemos que pedirle perdón esta vez.

Ambos asintieron, en sincronía, y el silencio volvió a caer entre ellos solo que menos doloroso.

Las sombras de la noche se arrastraban por los rincones, apenas empujadas por la cálida luz de los candelabros colgantes, Copia se mantenía callado.

Había escuchado en silencio la reconciliación entre Swiss y Aether, los ojos bajos y los dedos tamborileando con insistencia nerviosa sobre la mesa, marcando un ritmo que no pertenecía a ninguna canción, no era raro que el Cardenal se mostrara inquieto, pero esta vez su incomodidad era más... íntima, más profunda, llevando un secreto encima que no sabía dónde poner.

Se aclaró la garganta, el gesto hizo que los Ghouls presentes levantaran la mirada con atención, había una extraña expectativa flotando, todos esperaban algo que ninguno se atrevía a decir.

Pero Copia no dijo nada, su garganta se cerró a medio camino de las palabras, su mirada titubeó entre los platos medio vacíos, la servilleta arrugada entre sus dedos y los ojos interrogantes de sus Ghouls, sus hijos, no podía verlos sin que le doliera el pecho, cada uno de ellos estaba roto a su manera, agrietado por la pérdida, la culpa y la tensión que él no había podido evitar.

Y ahora iba a herirlos más…

Apretó los labios, intentó forzar una sonrisa, pero fue más una mueca dolorosa, volvió a tamborilear sobre la madera, esta vez más despacio, buscando alinear sus pensamientos.

Yo... —empezó, la voz baja, insegura— hay algo que debo decirles.

Se detuvo otra vez, el aire se espesó.

Aether frunció el ceño, Swiss se tensó, Air dejó su tenedor en el plato, en completo silencio.

Copia tragó saliva, no los miraba, no podía hacerlo cuando sabía que los estaba traicionando, había llevado esa carga consigo durante días, esperando encontrar el momento, la forma correcta, pero el clero nunca ofrecía ternura y las cosas importantes rara vez tenían una forma correcta de ser dichas.

No es fácil... —murmuró, aún sin levantar la vista— pero necesito que escuchen, por favor solo escuchen.

La habitación se hundió en un silencio contenido, Copia aún no había terminado de hablar y sin embargo, las emociones ya comenzaban a desbordarse.

El cardenal mantuvo la mirada baja unos segundos más, como si las palabras que estaba a punto de pronunciar le costaran más de lo que cualquiera pudiera imaginar, tragó saliva, apenas audible en la quietud.

—En dos días… habrá una invocación.

Aether se irguió de golpe, Swiss se congeló con los ojos aterrados clavados en su plato donde la comida se había enfriado hacía rato, Air dejó de mover los guisantes con el tenedor, el ambiente había cambiado por completo, como si un trueno hubiese estallado dentro del comedor.

La palabra “invocación” nunca llegaba sin peso, era un cambio, un reemplazo, una pieza que se había ido… y una nueva que tomaba su lugar.

—¿Fire? —preguntó Aether, seco, la voz tan baja que casi fue un susurro.

—No —contestó Copia, casi de inmediato, pero su voz tembló, quebrándose un poco al final.

Swiss parpadeó.

—Será… un Water.

Por un segundo, nadie reaccionó, la mente se negaba a procesarlo, hasta que Swiss se echó hacia atrás, la silla raspando violentamente el suelo, sus pulmones olvidando cómo respirar, el corazón martillando en su pecho como un tambor de guerra.

—¿Qué…? —su voz se quebró, apenas audible, no estaba seguro si los Ghouls tenían alma, pero estaba seguro que la suya había abandonado su cuerpo.

Copia alzó una mano pidiendo calma.

—No es lo que creen, no es un reemplazo, no es… yo no…

Pero Swiss no podía escucharlo, el mundo se le comprimió, no veía el rostro de Copia, ni los gestos de sus hermanos, solo podía ver la imagen de Dew, escuchar su voz, su risa mordaz, su terror, su ausencia.

Un Water. Uno nuevo. Uno más.

Era como si estuvieran enterrándolo sin decirlo en voz alta, como si lo hubiesen dado por perdido.

Sus manos temblaban sobre sus piernas, los nudillos blancos por la fuerza con la que se aferraba a sí mismo, la culpa lo ahogaba, su garganta ardía de contener los gritos, las súplicas, las maldiciones.

—No… no puede ser —murmuró con la voz ahogada.

Copia lo miraba, intentando acercarse.

—Swiss… escúchame. No es…

¡No puedes reemplazarlo! —gritó, por fin, levantándose de golpe, sus ojos enrojecidos, desbordados de rabia, miedo y algo aún más profundo—. ¡No puedes traer a otro y fingir que no importa! ¡No puedes hacer como si Dew fuera… fuera prescindible!

El eco de sus palabras rebotó contra las paredes del comedor.

Air se cubrió la boca con una mano, visiblemente perturbado, Aether miraba al suelo, Copia parecía más viejo de lo que había parecido nunca.

Nadie intentó detener a Swiss cuando salió corriendo del comedor, su silla cayó con fuerza contra el suelo, las puertas se cerraron de golpe tras él.

Solo entonces Copia dejó caer la mirada al mantel y murmuró para sí mismo, lo suficientemente bajo como para que nadie pudiera oírlo, pero con todo el dolor del mundo:

No estoy reemplazando a nadie… solo estoy tratando de salvar lo que queda.

El comedor se sentía demasiado grande, demasiado vacío tras la salida violenta de Swiss, la silla caída frente a su plato seguía en el suelo, un recordatorio físico de todo lo que nadie se atrevía a decir.

Air bajó la cabeza más aún, como si pudiera esconderse en su propio reflejo en el plato, Aether cerró los ojos con fuerza, respirando por la nariz, conteniendo el temblor en sus manos.

Los dedos de Copia se crispaban sobre el respaldo de la silla más cercana, tragó saliva, el nudo en su garganta era casi insoportable, miró a los dos ghouls que aún lo acompañaban y por primera vez desde que inició esa maldita cena, les sostuvo la mirada.

—Yo… —empezó, y su voz sonó más rota de lo que pensaba—. Yo les fallé.

Aether alzó la vista con lentitud, sorprendido por el tono.

—No supe cómo protegerlos… ni a él —continuó Copia, su voz baja, honesta, sin rastros de su usual torpeza fingida—. Intenté todo lo que estaba en mis manos, pero Sister… Nihil… yo… no tengo el poder que creen que tengo.

Se acercó un poco a la mesa, apoyando las palmas con delicadeza sobre la madera.

—No puedo traerlo de vuelta. —Las palabras cayeron como plomo—. Dew no va a volver.

Air ahogó un sollozo que se le escapó por los labios, presionando aún más el tenedor contra el plato, Aether apretó los dientes, Copia cerró los ojos con fuerza, dolía decirlo en voz alta.

—No está muerto —aclaró, apenas un susurro—. Pero tampoco está libre y yo… no puedo prometer que lo estará pronto, ni siquiera sé dónde lo tienen, solo sé que lo han apartado, encerrado y que no tengo permitido preguntar.

El silencio fue sepulcral.

Entonces Copia se irguió, con una decisión temblorosa en la mirada, sus manos apretaron los bordes de su sotana y dijo, con voz firme aunque le temblaran los labios:

—Por eso… si ya no quieren seguir aquí. Si esto… esto ya no es un hogar para ustedes, yo puedo hacer que regresen al foso, puedo sellar la salida con mis propios medios, sin castigos o consecuencias, sin que Sister pueda tocarlos.

La oferta flotaba en el aire como una última puerta de escape.

—Lo entiendo si quieren irse —agregó Copia, y esta vez su voz se quebró del todo—. Lo entenderé porque yo también quisiera hacerlo, si pudiera.

Y con eso, el silencio volvió. Un silencio lleno de culpa, de amor perdido, de miedo, de decisiones imposibles, una noche más, los ghouls cenaban con la sombra de sus hermanos ausentes sentadas entre ellos.

Copia se acercó a la mesa, extendiendo los brazos para recoger los platos intactos frente a Aether y Air, no había necesidad de preguntar si iban a comer, sus miradas, clavadas en la madera, lo decían todo.

Así que los retiró con un gesto cuidadoso, casi reverente, dando por concluida la cena, su voz volvió a sonar, más suave esta vez:

—Pueden retirarse si así lo desean, no están obligados a quedarse aquí esta noche.

Aether levantó apenas la mirada, sin palabras, y asintió una vez, corto, se levantó de su asiento, su silueta más encorvada de lo habitual, Air, en cambio, se levantó con movimientos ligeros, aliviado, había estado esperando esa liberación desde el primer minuto, su mirada no se posó en Copia, ni en Aether, simplemente caminó hacia la salida, ligero y sin ruido.

Copia los observó alejarse con la vajilla aún en las manos, clavando los ojos en las espaldas de los ghouls mientras el eco de sus pasos se perdía en los pasillos, cuando la puerta se cerró detrás de ellos, soltó un suspiro, tan quebrado que parecía arrancado del alma, atormentado por las verdades a medias reveladas.


Aether caminaba con paso incierto, pero decidido, Air iba un par de pasos detrás, sus ojos brillando con una mezcla de miedo y algo que se acercaba peligrosamente a la resignación.

—¿Crees que Swiss…? —preguntó Air en voz baja, como si temiera decirlo en voz alta.

Aether no respondió. No tenía una certeza que ofrecerle, solo sabía que necesitaban verlo, que tenían que intentarlo, plantear la idea de acabar con todo… pero ambos sabían la respuesta, no se iría sin Dew.

Notes:

waaaaa en el siguiente cap tenemos a Rain! que emoción!!!! espero leerlos pronto, porfa no olviden comentar o dejar Kudos así no siento que hablo con la pared

Chapter 16: fumando en tu funeral

Summary:

—¿Y bien? —preguntó, su voz rasposa y cargada de autoridad—. ¿Tienes nombre?

El Ghoul dudó, tragó saliva, sus dedos se crisparon sobre la tela húmeda de la túnica, y su mirada (todavía desorientada por el cambio de plano) se alzó con dificultad para enfrentarlo.

—Rain… mi nombre es Rain… —murmuró, con voz temblorosa, tan débil que apenas se escuchó.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Los dedos de Swiss temblaban levemente mientras abotonaba el cuello de su camisa ceremonial, no era nerviosismo, era rabia, una furia tan sorda y pesada que parecía hervirle bajo la piel.

La tela negra del uniforme ceremonial era demasiado ajustada esa noche, su cuerpo mismo rechazaba llevarla, apretó los puños, alisando con torpeza las costuras del saco antes de pasar los dedos por los broches metálicos que cruzaban su pecho, cada uno de ellos brillaba con el mismo reflejo del símbolo de la Hermandad, cada uno de ellos le recordaba lo que estaba a punto de ocurrir.

Una invocación, un nuevo Ghoul, no cualquiera, uno de agua.

Swiss sintió que la bilis se le trepaba por la garganta, la invocación era obligatoria, todos debían asistir, ver el nacimiento del nuevo hermano con fe, con devoción, con aceptación, pero lo único que Swiss podía sentir era traición.

Dew aún no estaba frío… y ya pensaban remplazarlo.

Se acercó al espejo y, con manos tensas, ajustó la correa de su máscara, el reflejo no lo convencía, el Ghoul que lo miraba desde el cristal tenía los ojos vacíos, sin alma.

Una máscara… sobre otra máscara, ahí dentro le costaba respirar, cada hebilla, cada guante, cada símbolo bordado, parecía cosido con desprecio, para él, esa ceremonia no era una bienvenida… era un maldito entierro y el muerto era su Dew.

Pasó los dedos por la hebilla del cinturón con fuerza, buscando que la fuerza lo ayudará a retener el volcán de emociones que amenazaba con estallar en su interior pero nada lo calmaba, ni siquiera imaginar la posibilidad de que el nuevo Water no tuviera nada que ver con Dewdrop.

No es él... nunca podrá ser él... —murmuró sin voz, sin aire.

Y aún así, debía ir, debía marchar junto al resto, fingir obediencia, mirar cómo salía de la niebla otro rostro desconocido con aletas suaves y branquias relucientes… Otro cuerpo moldeado por las manos del Clero, un Water más, un reemplazo más.

Su estómago se contrajo ante la idea, sintió que iba a vomitar, pero no podía, más bien no debía hacerlo, se giró hacia la puerta, respirando hondo, sabía que en cuanto cruzara ese umbral, tendría que tragarse toda su furia, tendría que ser un Ghoul más en una sala llena de aplausos, incienso y falsos rezos.

Pero mientras se ponía los guantes y alisaba el último pliegue del uniforme, su mente solo repetía una palabra: "Traición."

Swiss cerró la puerta de su habitación con un clic sordo, el pasillo, estrecho y alfombrado, lo recibió con un silencio artificial que no engañaba a nadie, no tardó en oír los pasos.

Uno, dos, cinco, ocho… gente del clero vestidos con túnicas limpias, bordadas con símbolos del elemento agua, algunos portaban cuencos de cristal, otros recipientes con sal marina, incienso de algas, plumas de garza, todos caminaban en la misma dirección.

Como si asistieran a un festival, como si aquello no fuera una condena, sino un espectáculo.

Swiss bajó la mirada, los dientes apretados tras la máscara, cada paso que daba tras ellos lo hacía sentirse más sucio, más traidor hacía su Dew.

Porque esas manos que cargaban artefactos con tanto cuidado, esas bocas que murmuraban cánticos rituales, esos ojos brillando con emoción contenida eran los mismos que lo dejaron ir.

Nadie lo buscó, nadie lo lloró, ahora caminaban con júbilo, como si el hueco que dejó fuera una simple formalidad que se podía llenar.

Un nuevo Water para el círculo, un nuevo cuerpo para el bajo, un nuevo rostro que atormentar.

Swiss tragó saliva con dificultad, el uniforme comenzando a apretarle el pecho al igual que una soga, sentía las náuseas subirle por la garganta, la voz de un clérigo más joven lo sacó de sus pensamientos por un instante

—¿Será uno dulce o uno de los fieros? Siempre he querido ver de cerca uno de los de río... los de escamas opalescentes.

—Dicen que los de aguas saladas brillan bajo la luz como perlas —contestó otro con una risa baja—. Este será el más hermoso de todos, las visiones así lo indicaron.

Hermoso.

Swiss sintió su estómago contraído con asco. Dew también era hermoso, no solo por su cuerpo, sino por su voz cuando tarareaba sin pensar, por el modo en que lo mordía sin razón, por la forma en que sus branquias se abrían cuando se reía fuerte.

Ninguno de esos clérigos había visto eso, no sabían cómo sus aletas se ondulaban en sueños, ni la forma en que sus dedos siempre buscaban tocar algo incluso dormido, para ellos solo era “un Water” y ahora, otro más ocuparía su sitio.

Swiss se detuvo un momento, el pasillo continuaba hacia la sala central, pero sus pies se anclaron al suelo, todo su cuerpo temblaba, no estaba listo.

No para ver esa niebla espesa abrirse, no para ver otra figura acuática salir del estanque sagrado, no para ver al Clero sonreír, no para ver la tumba simbólica de su pareja llenarse con otro nombre.

Apretó los puños, la mandíbula rígida, respirando tan hondo como pudo.

No grites, se dijo.
No llores.
No les des ese poder.

La puerta del salón de invocación era alta, decorada con símbolos del Clero tallados en madera ennegrecida por el incienso de décadas, Swiss empujó las puertas con una lentitud deliberada, esperando que el suelo se abriera y se lo tragara antes de tener que cruzar el umbral, pero el destino no era tan amable.

La sala ya estaba llena, el aire espeso, cargado de sal marina, polvo de nácar y un leve aroma a violetas negras, sus hermanos estaban ahí, arrodillados sobre los círculos rituales que delineaban el símbolo del agua en el centro del suelo.

Air parecía pálido, el rostro oculto tras la máscara mientras sus dedos entrelazados descansaban sobre sus rodillas.
Aether, siempre firme, tenía los ojos cerrados con fuerza, como si aquello fuera una penitencia.
Mountain, el más callado, mantenía la espalda recta, la cola pegada al suelo aferrandose a una pared invisible para no colapsar.

Swiss no los culpaba, el apenas podía respirar.

El símbolo del agua brillaba con un tenue resplandor azul, alimentado por la energía acumulada de los objetos rituales que rodeaban la figura: vasijas con agua de distintos ríos, perlas rotas, conchas abiertas, cristales flotando sobre hilos transparentes.

Y al frente, de pie junto al pedestal, Copia, pero no al que estaban acostumbrados, aquel Cardenal estaba vestido con una túnica más elaborada que de costumbre: hilos plateados marcaban constelaciones sobre el negro del tejido, y en el pecho relucía una insignia que nunca habían visto, parecida a un tridente envuelto en llamas invertidas.

Un paso más allá, como una sombra que nunca desaparece, estaba Papa Nihil, sentado con una mano sosteniéndole la cabeza, como si todo aquello le resultara insoportablemente aburrido, junto a él, como un espectro encantado con su obra, estaba Sister Imperator.

Sonriente, orgullosa, brillante, elogiando al Cardenal con voz melodiosa

—Mira qué bien te sienta ese nuevo atuendo, Copia, casi pareces alguien con autoridad.
¿No es así, Nihil?

El viejo Papa murmuró algo ininteligible, sin levantar la vista, pero fue al ver entrar a Swiss cuando Sister cambió de tono.

Su sonrisa permaneció, pero los ojos —esos ojos fríos, de asesina ceremonial— se afilaron como cuchillas de cristal.

—Oh... qué sorpresa. El rebelde puntual, ¿Te costó mucho elegir un atuendo que hiciera juego con tu desprecio, o solo fue cuestión de encontrar algo sin la sangre de tu difunto amante?

El golpe fue seco, certero, Swiss no reaccionó no porque no quisiera… sino porque si lo hacía, la mataba ahí mismo.

Solo avanzó, un paso, luego otro, decidido a ignorar las miradas y el dolor punzante que le subía por la garganta

Se arrodilló junto a sus hermanos, sin rezar, sin cerrar los ojos, sin tocar el suelo, solo temblando, como si estuviera sentado sobre los restos aún calientes de un cuerpo que todos decían ya no existía.

Sister Imperator rio por lo bajo, un sonido seco, como vidrio quebrándose.

—Adelante, Cardenal. Comencemos, no queremos que el alma nueva espere, los que fueron reemplazados, después de todo… ya no sienten.

Swiss cerró los ojos por primera vez desde que había entrado y deseó no volver a abrirlos, no escuchaba la voz de Copia recitando los primeros versos del conjuro, no escuchaba el crepitar del incienso ni los cánticos suaves de los clérigos rodeando el símbolo.

Solo oía un zumbido, agudo, vibrante, clavado como una espina en la base de su cráneo.

“¿Te costó mucho elegir un atuendo que hiciera juego con tu desprecio, o solo fue cuestión de encontrar algo sin la sangre de tu difunto amante?”

Aquella frase resonaba como un eco maldito dentro de su cabeza, Sister lo había dicho con naturalidad, con gracia incluso, como si hablara de un mueble viejo arrojado al fuego, pero para Swiss… esas palabras eran un martillazo directo a la esperanza, una que Copia había intentado mantener viva durante la cena.

Dew está vivo.

Eso les había dicho, con la voz rota, con las manos temblando mientras retiraba los platos que nadie quiso comer, Swiss lo había creído, necesitaba hacerlo ¿Y ahora…?

La mujer que controlaba todo, la misma que lo había mirado durante semanas como si fuera una plaga adherida al templo… ¿acababa de confesar lo impensable?

Swiss tragó saliva con fuerza, pero su garganta estaba seca, el sudor bajo su máscara le empapaba las mejillas, y por un segundo sintió que iba a vomitar.

Cerró los ojos, quiso respirar pero en su mente no había más que imágenes de la sangre empapando el estanque, el eco del grito que Dew lanzó antes de perder su voz en los pasillos, aquella ultima vez que no lo besó.

Se inclinó levemente hacia adelante, apoyando los codos sobre las rodillas, lo hacía parecer alguien entregado al rezo pero por dentro, Swiss estaba colapsando. ¿Y si Copia mintió? ¿Y si Sister solo acababa de soltar la verdad en voz baja, sabiendo que él era el único lo suficientemente herido como para captarla?

Sus ojos buscaron los de Aether, luego los de Air, ero ninguno de ellos levantó la vista, no porque no quisieran, sino porque tenían el mismo miedo.

Porque todos lo pensaban y aún así, ninguno lo decía.

El suelo comenzó a vibrar suavemente cuando el círculo ritual se activó por completo, el agua dentro de las vasijas levitó en finas gotas, danzando en el aire mientras las conchas brillaban con una luz turquesa.

Copia alzó una mano y entonces, lo inevitable comenzó.

Una nueva vida, un nuevo Water, una herida más.

Swiss apretó los puños con tanta fuerza que sus garras se clavaron en la palma de su mano, el peso del incienso era abrumador.

 Copia apenas podía respirar bajo la tela densa de su sotana oscura, su voz temblaba, aunque se obligaba a mantener el ritmo de la invocación, sabía que no podía dudar, no delante de ellos, no frente a los Ghouls que lo miraban con mezcla de dolor, decepción y temor.

Alzó una mano y sostuvo el cáliz con agua del pozo infernal, la superficie líquida vibró con su energía, danzando sutilmente bajo el resplandor del círculo ritual, las conchas dispuestas a su alrededor chispeaban con pequeños destellos mágicos.

Copia recitó el siguiente verso, y notó cómo el aire se tornaba más denso, funcionaba, el ritual estaba respondiendo, la puerta entre dimensiones comenzaba a abrirse, pero no podía alegrarse, no cuando Swiss lo miraba con un odio tan palpable que dolía, no cuando Aether y Air evitaban sus ojos, no cuando él mismo tenía que invocar un reemplazo… por alguien que aún podría estar respirando.

Su pulso se aceleró al recitar el último tramo del conjuro, la luz en el centro del símbolo ritual se elevó con fuerza, formando una espiral de agua que giraba sobre sí misma, gotas flotaban en el aire como luciérnagas, el murmullo de voces antiguas resonó por las paredes.

"Inundatio abysso. Inundatio spiritu. Inundatio carne."

Copia cerró los ojos un instante y pidió perdón en silencio, a Dew, a Swiss, a sí mismo.

Cuando volvió a abrirlos, la forma se estaba materializando, era una silueta acuática, firme, elegante, un cuerpo andrógino delineado por escamas que brillaban con tonos marinos, las branquias en su cuello se abrían como alas en flor, los ojos aún cerrados… pero la vida ya estaba ahí.

Copia bajó los brazos, su garganta se sentía seca y su pecho ardía con fuerza, no se atrevía a mirar a Swiss.

El corazón de Swiss latía con fuerza, pulsando como un tambor roto en su pecho, el ritual había concluido, la figura se mantenía de pie en el centro del círculo, aún temblorosa, goteando, el agua caía en finos hilos desde su cuerpo recién formado, encharcando el suelo, el silencio en la sala era sepulcral, solo interrumpido por las gotas que caían una tras otra.

Y ahí estaba el nuevo Water, Swiss alzó la mirada lentamente, resistiéndose a aceptar lo que su alma ya sabía, el Ghoul frente a él no podía tener más de unos minutos de existencia en el plano terrenal y sin embargo, irradiaba fuerza y belleza.


Tenía el cuerpo de un nadador, firme, definido, sin una sola marca de maltrato, la piel, aún húmeda, resplandecía en un azul eléctrico casi plateado, las branquias (cuatro en total, dos a cada lado del cuello) se abrían y cerraban con dificultad, aún adaptándose al aire del mundo físico.

Su cabello, ondulado y negro, caía hasta los hombros como un velo marino, dando la sensación de aún estar flotando en el agua, las aletas en sus antebrazos, sus costados y pantorrillas eran largas, estilizadas, con reflejos iridiscentes que captaban la luz al igual cristales, sus ojos eran enormes, profundos de un precioso color ambar y aunque permanecían desorbitados por la confusión, no perdían su belleza inhumana.

Y entonces, Swiss lo odió, sabía que no era su culpa, pero no podía evitar pensar lo que ese Water representaba, su mente no veía al nuevo Ghoul… sino a Dewdrop, flaco, tembloroso, con la piel azul-grisácea mal nutrida, con las aletas rotas de nacimiento, el cabello largo y empapado pegado a su rostro tras su invocación, las costillas marcadas por comer sobras en el foso, los ojos llenos de miedo al despertar en un plano hostil, rodeado de túnicas que lo observaban como una cosa, una herramienta, una mascota.

Dew nunca tuvo ese brillo, nunca fue recibido con asombro, nunca fue deseado y sin embargo, Dew había sido suficiente para Swiss, más que suficiente.

No es él… —susurró entre dientes, apenas audible.

Pero las comparaciones se colaban sin permiso, el cuerpo del nuevo Water parecía diseñado para ser deseado, para funcionar, para agradar, era el opuesto absoluto de todo lo que era Dew.

Swiss tragó con dificultad, su máscara empañándose ligeramente, los dedos le temblaban, quería destruir algo, gritar que no lo necesitaban, que no era justo pero todo el mundo lo observaba, el nuevo Water giraba la cabeza con lentitud, intentando comprender el mundo, sus ojos se encontraron por un instante con los de Swiss.

El nuevo Ghoul temblaba, sus pupilas dilatadas, los labios entreabiertos, la piel aún goteando en charcos azules alrededor de sus pies palmeados, intentó dar un paso fuera del círculo, y fue entonces cuando Swiss lo notó del todo.

Su larga cola aletada, poderosa y elegante, se enredó torpemente con sus propias piernas, haciéndolo trastabillar, el sonido sordo de su cuerpo contra el suelo de piedra arrancó un murmullo ahogado entre los Ghouls presentes.

Swiss no se movió, solo lo observó.

El Water se reincorporó con lentitud, las manos tocando el suelo con dedos delgados, membranosos, de uñas nacaradas, su pecho subía y bajaba con esfuerzo, tan desnudo, tan expuesto.

Las escamas más claras que recorrían su vientre y torso brillaban bajo la luz ritual, marcando un patrón suave, casi artístico, un degradado que iba del blanco perla al celeste hasta fundirse con el azul más profundo de su espalda.

Swiss sintió su estómago revolverse.

¿Por qué? ¿Por qué él tuvo derecho a esa bienvenida? A ese cuerpo? A ese instante de admiración?

Dew nunca tuvo ese lujo, Dew se había escurrido sobre este mismo suelo, encogido, temblando, con las branquias colapsando, sin saber respirar, Swiss lo había sostenido con sus propias manos, lo había visto aprender a caminar, a hablar, a defenderse… A amar y ahora, su lugar estaba siendo usurpado por una versión idealizada, construida para callar el vacío.

Copia fue el primero en moverse, dio un paso adelante desde el semicírculo, sus botas resonando con cautela en las piedras, sus manos temblaban levemente mientras sacaba de entre los pliegues de su sotana una túnica ceremonial de lino blanco, tejida con símbolos del clero, con un gesto cuidadoso, se acercó al nuevo Water, que lo miraba como un cachorro perdido, sin decir palabra, extendió la túnica para cubrirlo.

—Tienes frío, ¿verdad? —murmuró apenas, casi con ternura, una que no se escuchaba en esa sala desde hacía mucho.

El gesto no tardó en desatar una reacción.

¿Y ahora eres tú quien viste a los animales, Cardenal? —La voz de Sister Imperator rebotó como una serpiente sobre mármol, fría y burlona, cargada de su veneno habitual.

Swiss giró la cabeza de golpe hacia ella, Imperator lo miraba directamente, no al nuevo Ghoul, no a Copia, a él.

—¿O es que te ha conmovido verlo tan... vulnerable? —añadió con sorna.

Nihil soltó una risa sin fuerza, sin apartar la vista del bastón que giraba entre sus dedos.

Swiss sintió cómo se le tensaban los hombros bajo la tela de su uniforme, la lengua se le secó y sus puños se cerraron sobre sus muslos, pero no hizo nada, sabía que cualquier palabra solo le daría más munición a Sister y porque, en el fondo, había una parte de él que quería gritarle a Copia que dejara la túnica en el suelo, que no lo ayudará, que dejara que ese Ghoul sintiera lo mismo que Dew.

Pero ya era tarde, el nuevo Water se envolvía lentamente en la túnica, sin entender las tensiones, sin saber el veneno que ahora se arrastraba bajo su piel por el simple hecho de existir.

Swiss bajó la mirada.

“No eres tú... pero te odio igual.”

El salón seguía impregnado del olor salado y húmedo que traía consigo cada invocación de un Water, el nuevo Ghoul, aún arrodillado, respiraba con dificultad a través de sus branquias, temblando bajo la túnica ceremonial que apenas ocultaba su desnudez, Swiss no podía dejar de observarlo.

Fue entonces cuando se escuchó el golpeteo rítmico del bastón de Nihil sobre las losas, el viejo Papa se incorporó con lentitud, cada movimiento calculado, casi teatral, Copia bajó la cabeza y dio un paso atrás, cediendo sin protestar.

El clero ya no estaba a cargo del Cardenal, Nihil volvía a reclamar lo que era suyo, con los ojos entrecerrados, el anciano avanzó hacia el nuevo Water, sus botas resonando como campanas funerarias, al llegar frente a él, lo miró desde arriba, sin emoción alguna.

—¿Y bien? —preguntó, su voz rasposa y cargada de autoridad—. ¿Tienes nombre?

El Ghoul dudó, tragó saliva, sus dedos se crisparon sobre la tela húmeda de la túnica, y su mirada (todavía desorientada por el cambio de plano) se alzó con dificultad para enfrentarlo.

—Rain… mi nombre es Rain… —murmuró, con voz temblorosa, tan débil que apenas se escuchó.

Swiss sintió cómo le crujían los dientes dentro del casco, ese nombre, Dew lo había dicho en voz baja una vez, uno de sus hermanos, ¿tal vez? ¿Un nombre común en las corrientes de agua dulce?

Pero antes de que pudiera aferrarse a esa idea, Nihil soltó una risa áspera, breve y carente de humor.

—No. Ya no lo es.

El Water Ghoul lo miró, confundido.

—Ese nombre ya no te pertenece —continuó el Papa, bajando el bastón para tocar el suelo justo entre los pies del nuevo invocado, con un golpe seco que hizo temblar incluso la piedra—. A partir de este momento, ese nombre queda muerto junto con todo lo que eras antes, todo lo que quedo atrás, Eres Water. Solo Water. Nada más.

El silencio que siguió fue sepulcral, incluso los clérigos dejaron de moverse, aquel nombre robado era la firma de sentencia en el destino de Rain, solo otro ghoul sin nombre.

Por mucho que ese no fuera su Dew, por mucho que esa criatura temblorosa no tuviera sus mismos gestos ni su voz adormecida ni su risa cuando mordía por sorpresa… no pudo evitar sentir pena por el futuro que le deparaba a su nuevo compañero de manada.

Notes:

Rain yo te amo!!! no le hagas caso al idiota de Swiss está traumado, referencia en el titulo a depresión sonora! gran canción la verdad, si no veo comentarios y votos en esta parte no voy a actualizar, es una amenaza, quiero reacciones, quiero leer como sufren! bays

Chapter 17: Peces fantasma

Summary:

"Swiss dice que soy especial. Pero si todos los Waters somos iguales… ¿por qué me duele tanto creerle?." 

 "Me dijeron que era reemplazable. Que habían miles como yo. Pero aún así me invocaron. ¿Por qué? ¿Para reírse más de cerca?."

 "“A veces me pregunto si realmente salí del foso o solo cambié de pecera.”"

“Quizá no nací para ser el mejor… pero quería ser el único para alguien.”

Rain cerró el cuaderno con un estremecimiento, se sentó en la cama, aún con el cuaderno entre las manos, el cabello mojado goteando sobre sus piernas, sintió las voces de sus nuevos hermanos detrás de las paredes, sintió los pasos de alguien (¿Swiss?) en el pasillo, pesados, veloces, alejándose con furia, por primera vez desde su invocación, Rain deseó con fuerza haber podido llegar a un lugar distinto, uno que no estuviera aún lleno del fantasma de un Ghoul de agua que todos parecían amar…y que él estaba destinado, injustamente, a reemplazar.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

La puerta de la habitación se cerró de un portazo tras él, rebotando con un retumbar sordo que pareció sacudir hasta los cimientos de su pecho, Swiss no se molestó en encender la luz, la tenue claridad del pasillo filtrada por la rendija bastaba para ver las sombras que lo rodeaban.

Su máscara aún seguía puesta, pero los broches de su traje ceremonial ya colgaban a medio abrir, la tela negra a punto de desgarrarse en la parte del cuello por la fuerza con la que había tirado de ella.

Fue el primero en irse, no esperó a escuchar el nombre robado por segunda vez, no se quedó a ver cómo el nuevo Water aprendía a respirar sin miedo, no quiso estar ahí cuando Copia (con su voz suave y temblorosa) intentara darle la bienvenida, ni cuando sus hermanos se acercaron con cautela a ayudarlo, ni cuando Sister sonriera satisfecha.

Swiss no quería presenciar nada de eso, se dejó caer sobre el borde de su cama, aún con los guantes puestos, cerrando los puños con tal fuerza que el cuero crujió bajo la tensión de sus dedos, en su pecho, el peso era inmenso, como si toda la rabia que había acumulado en los últimos días se estuviera pudriendo por dentro.

El silencio de su habitación solo se rompía por su respiración agitada y el chirrido ocasional de las cañerías del clero, los ruidos cotidianos que antes le eran indiferentes, ahora le parecían insoportables, “Rain.” el nombre seguía repitiéndose en su cabeza.

El reemplazo había llegado, tan fuerte, tan bien alimentado. Tan... perfecto, no tenía la ternura tosca de Dew, ni la torpeza dulce con la que lo mordía al pasar, ni sus quejidos malhumorados por las mañanas, ni sus risas, ni sus chillidos agudos cuando Swiss lo cargaba sin aviso.

Era una copia de carne azul brillante, sin historia y sin heridas, lo odiaba, lo odiaba porque era la lápida sobre una tumba.

—Mierda... —murmuró al fin, quitándose la máscara con rabia, lanzándola al otro extremo de la habitación.

Se levantó de golpe, caminando sin rumbo dentro del cuarto, esperando que el movimiento pudiera drenar la ira, pero no lo hacía, nada lo hacía.

Pasó las manos por su rostro sudado, presionando sus sienes, quería romper algo, quería gritar hasta desaparecer, quería a Dew, quería que ese ridículo ritual nunca hubiera sucedido, que la mirada del nuevo Water (vacía e infantil) no lo persiguiera como un fantasma.

Swiss se dejó caer sobre la cama con un suspiro tembloroso, hundiéndose entre las sábanas aún sin cambiar desde la última noche que Dew había dormido a su lado, el colchón conservaba la forma de su cuerpo, el recuerdo se negaba a desvanecerse, cerró los ojos con fuerza, deseando, por primera vez en mucho tiempo, que el sueño lo arrastrara rápido, sin sueños, sin sonidos.

Pero no hubo consuelo, apenas pasaron unos minutos cuando los pasos comenzaron a llenar el pasillo, voces apagadas, primero una (ligera y nerviosa)  luego otra más conocida, Air.

Swiss giró sobre sí mismo con un gruñido, tapándose la cabeza con una almohada tratando de protegerse de la realidad y de ahogar los sonidos tanto de fuera como de sus propios pensamientos.

—…y esta será tu habitación —escuchó, ahogado por la distancia, pero lo suficientemente claro para que le helara la sangre.

“Tu habitación.” un silencio breve, como si el recién llegado dudara, luego, pasos vacilantes, un chirrido, la puerta vecina, esa puerta, abriéndose, la habitación de Dew, esa que llevaba días cerrada, esa donde aún flotaba en el aire la esencia dulce de su compañero, donde su aroma persistía en la ropa colgada detrás de la puerta, esa habitación que aún tenía marcas de uñas en los bordes del marco, la habitación que él mismo había dejado como un santuario intocable.

Swiss se incorporó como si lo hubieran golpeado en el estómago, su corazón retumbaba en su pecho, cada latido era una campanada fúnebre, aguzó el oído, temblando.

—…los horarios de descanso son flexibles, pero por lo general no nos alejamos del ala después de las nueve… —Air seguía explicando, con esa suavidad que intentaba disimular incomodidad, su voz flotaba vacilante en el pasillo, caminando con cuidado sobre los cristales rotos que representaban toda esa situación.

Swiss no podía creer lo que escuchaba, no era suficiente invocarlo, ahora también le robaban su espacio, su cama, su olor, su lugar y lo peor, nadie había dicho una palabra, nadie le había consultado, no había sido advertido. Claro que no ¿Por qué lo harían?

Del otro lado de la pared se escuchó un leve golpe, algo cayendo, tal vez Rain había tropezado de nuevo, se escuchó otro susurro, seguido de un "todo bien" que Swiss no logró identificar si venía de Air o del recién llegado.

El estómago de Swiss se revolvió, se levantó de golpe de la cama y comenzó a caminar en círculos por su cuarto al igual que un animal atrapado,su respiración se aceleró, la angustia escalaba por su garganta, sentía como si una parte del mundo que conocía se estuviera deshaciendo a su alrededor y él no pudiera hacer nada más que observar.

Rain dormirá en la habitación de Dew.

Ese pensamiento volvió a cruzar como una daga, su furia y su tristeza se mezclaban en un nudo imposible de desatar, el silencio que cayó tras los últimos pasos en el pasillo solo hizo que todo se volviera aún más insoportable.

—Puedes usar este estanque cuando quieras —murmuró Mountain con ese tono calmo que casi siempre usaba—. Solo asegúrate de estar completamente seco antes de ir a ensayo o te vas a ganar una reprimenda. ¿Está bien?

Un silencio breve se adueño del clero antes de ser interrumpido por un sonido que evaporo el aire de los pulmones de Swiss, un sonido que conocía demasiado bien, el chapoteo de un nuevo cuerpo entrando al agua, un insulto que no necesitaba palabras, el sonido de las hondas, de la vibración, el mismo eco líquido que tantas noches lo había arrullado desde el otro lado de la pared… pero no era Dew, no era su risa, no eran sus juegos de aleta contra piedra, no era su voz llamándolo desde el agua con un “ven, solo por cinco minutos”.

De repente la habitación era muy pequeña, sus dedos se apretaron en puños tan fuertes que los nudillos palidecieron bajo el cuero de los guantes.

¿“Puedes usar este estanque cuando quieras”…? ¿Así de fácil? ¿Así de rápido? ¿Ese era todo el respeto que quedaba por Dewdrop?

Un temblor subió por su espalda hasta sus hombros, sus ojos ardían, no de llanto sino de pura furia, con un bufido ronco se puso de pie de golpe, salió de la habitación como un lobo enfurecido, sin siquiera preocuparse por ocultar el estruendo de sus pasos, el pasillo estaba oscuro, la luz proveniente del agua del otro lado de la puerta se movía en ondas azules que rebotaban contra las paredes.

Su mirada se clavó en Mountain, que salía justo de la habitación de Rain, cerrando la puerta con un gesto sereno, el alto ghoul levantó la vista y no tuvo tiempo de reaccionar cuando Swiss ya estaba frente a él.

—¿¡Te parece gracioso!? —escupió Swiss sin siquiera molestarse en saludar—. ¿Así de rápido, Mountain? ¿Así de fácil se reemplaza todo?

Mountain no respondió, su expresión era difícil de leer, pero sus ojos, cargados de agotamiento, se entrecerraron con una mezcla de tristeza y contención.

—Swiss, no es el momento.

—¡No! ¡El momento fue cuando alguien decidió que meter a ese… ese Water a su cuarto era una buena idea!

Rain no había hecho nada y Swiss lo sabía, pero eso no importaba en ese momento, ese cuarto era de Dew, esa agua había tocado su piel, cada piedra del estanque, cada salpicón, cada rincón olía a él y ahora estaba siendo regalado a otro.

—¡Ese lugar no le pertenece! ¡No es suyo! —bramó Swiss, la voz desbordada de rabia, el pecho subiendo y bajando como si hubiera corrido una maratón—. ¡¿Qué sigue, Mountain?! ¿Que duerma en su cama? ¿Que use su máscara? ¿Que le pongas su pin maldito en la chaqueta también?

—No estamos reemplazándolo… —murmuró Mountain con voz apagada.

—¡No me mientas! ¡No puedes reemplazar a alguien como Dew! ¡Nadie puede! ¡Y mucho menos un recién llegado que no entiende ni dónde está parado!

En ese momento, la puerta detrás de Mountain se abrió con suavidad, una silueta alta, delgada, temblorosa, con la piel aún húmeda y el cabello chorreando agua, los observaba con ojos desorbitados.

Swiss lo miró y por un segundo, solo un segundo, sus rabiosos ojos se cruzaron con los del nuevo Water, pero antes de que Rain pudiera abrir los labios Swiss giró los talones, con las manos cerradas y los dientes apretados, desapareciendo por el pasillo con el eco de sus pasos martillando la piedra.

Rain permaneció en el umbral de la puerta, descalzo, aún goteando, con los brazos ligeramente cruzados sobre su pecho desnudo, su expresión era un mar de confusión y desconcierto, los ojos clavados en el pasillo por donde Swiss había desaparecido segundos antes, sus branquias, todavía temblorosas por la adaptación al aire seco del clero, se agitaban con cada inhalación incierta.

—¿Dije algo malo…? —preguntó en voz baja, apenas un susurro que parecía disolverse en la piedra del pasillo.

Detrás de él, aún dentro de la habitación, Aether lo observaba con una mezcla de cansancio, recelo y algo más profundo, el eco de un duelo no cerrado, su silueta reposaba contra el marco del vitral, pero sus ojos estaban fijos en el Ghoul como si esperara el más mínimo error.

—No, Rain, no es eso —respondió Aether finalmente, su tono firme, aunque sin crueldad.

El joven Water giró apenas la cabeza, sus pupilas ambarinas reflejando la escasa luz de la lámpara del pasillo.

—Si el cuarto le molesta, puedo irme a otro, no quiero causar problemas.

La inocencia en su voz no era fingida, su postura era la de alguien acostumbrado a ceder, a adaptarse, los Ghoul de agua eran así, maleables por naturaleza, moldeados por lo que los rodeaba, su oferta era honesta, aunque ignoraba lo imposible de su sugerencia.

Aether apretó los labios y cruzó los brazos, el brillo de sus anillos temblando con el reflejo del agua aún fresca en el estanque.

—No puedes cambiar de cuarto, Rain —dijo con sequedad—. Solo hay uno por elemento.

Rain asintió, bajando la mirada, no insistió.

Desde donde estaba, Aether podía ver el estanque todavía ondulando, las huellas de Rain secándose lentamente sobre el suelo de piedra, cada pequeño rastro era un reflejo, una herida abierta, como si el espacio entero aún no terminara de aceptar que su anterior ocupante ya no volvería.

—¿Él era… importante? —volvió a preguntar Rain, con esa calma que ya se sentía casi incómoda—. El Ghoul de agua de antes.

Aether se tensó ante aquellas palabras, no respondió de inmediato, solo se limitó a mirar ell estanque y por un segundo, vio a Dew en el, vio la forma en la que nadaba en círculos antes de los ensayos, las veces que fingía estar dormido solo para chapotear cuando alguno entraba, vio la risa mordaz, la mirada brillante, el pequeño mordisco que a veces lanzaba a su paso sin motivo alguno y vio a Swiss llorando frente a la puerta cerrada la noche en que se lo llevaron.

—Sí. Lo era. —La voz de Aether sonó más quebrada de lo que hubiera querido.

Rain asintió una vez más, esta vez más lento, era obvio que estaba incomodo, pero tampoco sabía como romper la distancia entre sus nuevos compañeros y el fantasma de la habitación.

—No quiero ocupar un lugar que no me pertenece —dijo por fin—. Solo… quiero hacer lo correcto.

Aether lo miró un largo rato antes de caminar a la salida.

—Entonces empieza por entender que ese lugar… no es tuyo. No todavía. Tal vez nunca lo será.

Rain tragó saliva sintiendo el peso de las palabras, pero está vez no bajó la mirada, solo se dio la vuelta en silencio y se adentró en la habitación, dejando que la puerta se cerrara suavemente a su espalda.

El leve clic de la puerta cerrándose resonó con más fuerza de la que Aether hubiese querido admitir, el pasillo quedó sumido en un incómodo silencio, apenas interrumpido por el eco apagado del agua agitándose suavemente del otro lado.

Aether respiró profundo, cerrando los ojos unos segundos, intentando recuperar el temple pero la voz de Mountain lo encontró antes de que pudiera calmar su pecho

—Estás siendo injusto con él.

La frase, suave y sin rastro de enojo, cayó como una piedra en el estómago de Aether.

Giró lentamente, encontrándose con Mountain recargado con tranquilidad en la pared opuesta, los brazos cruzados sobre el pecho, los ojos oscuros clavados en él con una seriedad que solo el parecía tener.

—¿Perdón? —respondió Aether, aún a la defensiva.

Mountain no repitió la frase, solo lo miró con esa calma aplastante que siempre había tenido, era un risco viejo, erosionado por años de silencio, pero aún firme.

—Él no pidió esto, Aether —continuó, sin subir el tono—. No pidió ocupar esa habitación, no pidió entrar a este mundo.

El Quintil frunció el ceño, molesto por la verdad que se colaba en cada palabra.

—Tampoco nosotros pedimos perderlo. —La voz le salió más cortante de lo que pretendía.

—Lo sé —dijo Mountain sin vacilar—. Pero hacerle pagar a Rain por algo que no hizo no va a traernos de vuelta a Dew, solo lo va a convertir en otro recuerdo amargo.

Aether bajó la mirada, sintiendo que algo en su pecho se comprimía, el peso del duelo, de la rabia, del miedo, todo lo que se había acumulado desde aquella noche en el escenario.

—Es solo que… no se siente bien que esté en ese cuarto, en esa agua.. no se siente bien.

Mountain asintió despacio, se apartó de la pared y dio un paso hacia él.

—Lo sé, a mí tampoco me gustó escucharlo entrar al estanque, pero él no sabe, no puede saber, no es justo que lo odiemos por existir.

—No lo odio, solo... no puedo mirarlo sin... sin ver al otro.

—Entonces míralo como lo que es —dijo Mountain con serenidad—: un hermano que acaba de llegar, asustado y perdido, como lo fuimos todos al principio.

El silencio volvió a colarse entre ambos, un silencio más suave, menos filoso.

Aether asintió finalmente, sin decir palabra y por primera vez en mucho tiempo, agradeció que Mountain aún estuviera ahí para recordarle que la compasión no se pierde cuando se está de duelo.

Detrás de la puerta, Rain seguía en silencio y aunque no podían saberlo, sus branquias seguían agitándose, nerviosas, no entendía el pasado que habitaba esas paredes, pero sí podía sentir que cargaba con un fantasma al que nadie le había dado nombre.

El agua estaba tibia, o al menos así resultaba a comparación de las heladas temperaturas de sus aguas natales, pero resultaba lo suficientemente agradable como para calmar la tensión que aún vibraba en sus branquias.

Rain flotaba de espaldas, los ojos entrecerrados, dejando que las corrientes suaves generadas por su movimiento lo mecieran como si aún estuviera en su mundo natal, no lo estaba, el cielo sobre él no era de agua infinita ni algas violetas, era un techo abovedado con grietas finas y manchas de humedad… el clero.

Giró con un leve impulso, sumergiéndose hasta el fondo del estanque, la oscuridad que lo recibió fue densa pero breve, tocó la base con las yemas de los dedos, buscando esa textura de limo que solía encontrar en los ríos de donde venía, solo encontró piedra lisa, un ambiente artificial.

Subió otra vez con un par de aletazos y al emerger sus ojos se fijaron en la habitación medio vacía de una manera incomoda, algo había sido arrancado de ahí a la fuerza, se notaba en el espacio esxesivo entre el tocador y la cama, en el silencio de las paredes.

Rain nadó hasta el borde y se quedó ahí, apoyado con los antebrazos cruzados sobre la orilla de piedra, absorbiendo cada detalle del antiguo propietario como una esponja, la cama estaba hecha, pero las sábanas tenían pliegues viejos, como si hubieran sido desdobladas con prisa y vueltas a alisar por compromiso, había marcas de garras pequeñas en una de las patas, un peine roto en un cajón apenas entreabierto, una toalla olvidada junto al espejo, aún con olor a algas dulces de lago, una pegatina semidespegada en el marco de la puerta, con un dibujo infantil de una criatura con aletas y dientes.
Y sobre todo, un peluche de un perro blanco y orejas negras colocado cuidadosamente en la repisa más alta, como si aún esperará que su dueño viniera por él.

Tragó saliva, él no entendía lo que estaba viendo, pero su instinto le gritaba que estaba nadando en una memoria que no le pertenecía y eso le incomodaba, giró sobre sí mismo, bajando la vista hacia la superficie calmada del agua, sus reflejos se deformaban con cada movimiento, sus branquias aún temblaban por la invocación, su piel azul aún no se acostumbraba al aire seco del clero y sin embargo, lo que más lo inquietaba no era el cambio de planos, ni la ceremonia extraña, sino la certeza incómoda de que, antes que él, alguien había vivido exactamente esa misma escena.

Rain salió del estanque con lentitud, dejando que el agua resbalara por su piel azul, se sacudió apenas, cuidando de no empapar el suelo más de lo necesario. Sus dedos pasaron por las aletas a los lados de su cuello, calmando el cosquilleo de sus branquias.

Avanzó con la curiosidad torpe de quien sabe que pisa un lugar sagrado sin saber por qué, caminó descalzo, dejando huellas húmedas en las baldosas, rozó los muebles con la yema de los dedos.

Primero una cómoda, vacía salvo por el polvo que comenzaba a juntarse, luego un espejo, con pequeñas manchas de agua seca en la base, un marco torcido en la pared, con las marcas de que alguna vez sostuvo algo que fue arrancado y luego, algo más, un bajo apoyado con delicadeza contra la pared.

Rain se detuvo, no se atrevió a levantarlo, pero sus dedos tocaron las cuerdas apenas, emitiendo un sonido ronco, cálido, como el murmullo profundo del foso, las notas temblaron un momento en el aire antes de disiparse, como si no quisieran quedarse sin su dueño.

Algo lo llamó desde el cajón del buró, no tenía idea del porqué, pero se vio siendo atraído por una fuerza en cada pequeño paso que daba hacía su objetivo, lo abrió con lentitud, dentro, junto a una vieja pluma torcida y una cajita con púas para bajo de colores desparejos, había un pequeño cuaderno, no era grueso y no tenía nombre.

Rain lo tomó con cuidado, el cuero gastado y suave al tacto, las primeras páginas estaban llenas de garabatos torpes, dibujos en tinta negra de Ghouls, peces, ojos enormes con lágrimas que se convertían en olas, otras paginas estaban salpicadas de frases sueltas,


"Swiss dice que soy especial. Pero si todos los Waters somos iguales… ¿por qué me duele tanto creerle?." 

 "Me dijeron que era reemplazable. Que habían miles como yo. Pero aún así me invocaron. ¿Por qué? ¿Para reírse más de cerca?."

 "“A veces me pregunto si realmente salí del foso o solo cambié de pecera.”"

“Quizá no nací para ser el mejor… pero quería ser el único para alguien.”

Rain cerró el cuaderno con un estremecimiento, se sentó en la cama, aún con el cuaderno entre las manos, el cabello mojado goteando sobre sus piernas, sintió las voces de sus nuevos hermanos detrás de las paredes, sintió los pasos de alguien (¿Swiss?) en el pasillo, pesados, veloces, alejándose con furia, por primera vez desde su invocación, Rain deseó con fuerza haber podido llegar a un lugar distinto, uno que no estuviera aún lleno del fantasma de un Ghoul de agua que todos parecían amar…y que él estaba destinado, injustamente, a reemplazar.

Notes:

las amenazas funcionan! que se mantenga así porfa, no se olviden de compartir la obra y seguir comentando, se les quiere!

Chapter 18: no queda nada

Summary:

El eco de voces llegaba desde fuera, reconocía una con claridad, era Copia, discutiendo en voz baja pero firme con alguien que Swiss no recordaba haber escuchado, logrando entender algunas frases en medio de su dolor.

—…no puedes simplemente borrar todo…
—…está en shock, cazzo…
—…necesita tiempo, no más órdenes…

Swiss no escuchaba el contenido, no le interesaba, prefería quedarse ahí, vacío e inmobil, imaginando que estaba con Dew acurrucado en el fondo del estanque.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

El sonido seco de una pandereta golpeada con más fuerza de la necesaria cortó el aire del ensayo como una bofetada no dada, Swiss estaba de pie, inmóvil en su lugar, la espalda recta y los músculos del cuello tensos, sostenía la pandereta con ambas manos con la fuerza necesaria para partirla en dos, sus ojos no se movían del atril frente a él, ni siquiera parpadeaba, prefería eso que qualquier cosa menos mirar hacia la derecha, cualquier cosa menos verlo.

El nuevo Water Ghoul, con su uniforme aún recién planchado y esa energía nerviosa que rebotaba al igual que gotas de lluvia, estaba sentado a unos metros, charlando animadamente con Mountain y Air, reía por algo que el gigante había dicho, moviendo las manos con torpeza mientras intentaba explicarse, cada tanto se le escapaba una nota al instrumento al cual aún no se adaptaba o dejaba caer su plumilla, generando un pequeño escándalo que intentaba resolver con una sonrisa torpe y un “lo siento” en voz baja.

Swiss no lo miraba pero lo escuchaba todo.

A su lado, Aether permanecía en silencio, apoyado contra la pared, con los brazos cruzados, sus ojos no seguían a Rain, pero la rigidez de su mandíbula hablaba por sí sola, de todos los presentes, era el único que compartía el mismo tipo de silencio que Swiss, un silencio hostil.

La sala de ensayo era amplia pero se sentía apretada, el ambiente vibraba con esa incomodidad que nadie se atrevía a nombrar, Rain lo notaba, claro que lo notaba, aunque se riera con Air, aunque intentara no tropezar con la nueva ropa, aunque sus pies parecieran tener vida propia bajo la silla, sabía perfectamente que había algo mal y aún así, hacía lo posible por mantenerse a flote, no quería molestar u  ocupar demasiado espacio, cada vez que sus ojos se desviaban hacia Swiss o Aether, bajaba la mirada de inmediato y fingía estar ajustando una cuerda o revisando una hoja de partituras vacía.

En el centro de todo, Copia intentaba desesperadamente mantener la atmósfera con algo de ligereza.

—Ahora… desde el compás treinta, Con Clavi Con Dio, sì? —canturreó, caminando entre ellos con las manos en la espalda y una sonrisa forzada—. ¡Y esta vez, por favor, sin lanzar baquetas al aire como si estuviéramos en un circo, grazie!

Nadie rió, Air esbozó una sonrisa tensa, Rain rió por compromiso, y Swiss… no se movió, sus dedos se cerraron un poco más alrededor del aro metálico.

Copia hizo una pausa breve frente a él, mirándolo de reojo.

 —¿Todo bien, Multi?

—Perfecto —respondió, sin levantar la vista.

El Cardenal solo asintió, tragando su incomodidad con una sonrisa que se deshizo en el aire.

El ensayo avanzaba con esa inercia pesada de las tardes en que nadie quiere estar ahí, las notas se arrastraban por la sala, chocando contra las paredes, Rain, sin embargo, intentaba encontrar su espacio, a cada pausa, giraba hacia Mountain con una sonrisa torpe; le hacía comentarios bajos que el gigante respondía con un resoplido grave, en un momento, el enorme Earth lo levantó del asiento de broma, haciéndolo girar en el aire como si fuera un pez recién capturado, Rain soltó una carcajada estridente, clara, demasiado fuerte para ese ambiente tenso.

Swiss sintió que la sangre le subía a las orejas, apretó la pandereta tan fuerte que el metal del aro le chirrió en las garras hasta que algo lo detuvo

Un gorgoteo suave, casi un murmullo líquido, escapando de la garganta de Rain entre risas, era un sonido instintivo, acuático, ajeno a cualquier intención, un ruido reflejo de su elemento, pero para Swiss… era el sonido, el mismo tono, el mismo timbre, el mismo pulso que Dew emitía cuando estaba relajado, cuando se apoyaba en su hombro, cuando reía con él en los pasillos, cuando se acurrucaban luego de la intimidad.

Algo dentro de Swiss se rompió, la pandereta cayó al suelo con un golpe seco que hizo que todos giraran la cabeza, su respiración era pesada y sus pupilas estaban dilatadas.

—¿Tú… qué crees que estás haciendo? —escupió de pronto, su voz grave y filosa como una navaja.

Rain parpadeó, desconcertado, bajando la risa de golpe.

—Yo… ¿perdón?

—Ese sonido —dijo Swiss, avanzando un paso—. Ese maldito sonido. No vuelvas a hacerlo.

Rain retrocedió instintivamente, Mountain levantó la ceja, Air bajó la mirada, y Aether enderezó la espalda, como preparándose para intervenir.

—Swiss… —Copia alzó las manos, caminando entre ambos—.  calma… es solo un ensayo…

—¡Tú cállate! —rugió Swiss, girando la cabeza hacia él con una mirada incendiaria—. ¡Tú eres el primero que debería estar callado! ¡Con tu “todo estará bien” mientras todo se va al carajo!

Copia se detuvo en seco, su sonrisa tensa se desmoronó, Swiss dio otro paso, la voz temblando entre furia y dolor

—Terzo muerto, Ifrit desaparecido, Dew arrancado de nuestro lado y tú aquí… ¡intentando que toquemos como si nada hubiera pasado! ¡Como si fuéramos marionetas sin memoria! ¡Como si este… reemplazo… —señaló a Rain con la garra— fuera a tapar el hueco que dejaron los demás!

El aire se volvió denso, Copia abrió la boca para responder, pero Rain dijo algo antes que él, sus manos temblaban, pero su voz salió clara, alta, por primera vez desde que llegó.

—¡Ya basta!

Todos giraron hacia él.

—Estoy harto, hartísimo —su voz se quebraba, pero no bajaba—. No hice nada mal, no pedí estar aquí, no pedí que me invocaran, no pedí reemplazar a nadie y cada vez que me miras como si fuera una sombra, Swiss, me haces sentir que sí lo hice! que yo maté a alguien o que robé algo. ¡Pero no fue así!

Sus ojos acuosos brillaban de rabia contenida.

—No sé qué le pasó a Dew, no sé quién era Ifrit, no sé nada de Terzo más que lo que ustedes murmuran cuando creen que no escucho ¡Pero yo no tengo la culpa! —la última frase salió como un golpe.

El silencio después de eso fue brutal, Mountain bajó a Rain al suelo, despacio, Swiss seguía allí, temblando, con las garras semiabiertas, Copia se pasó una mano por la cara, exhausto, y dio un paso atrás.

—Dejen de tratarme como si hubiera hecho algo, yo también estoy intentando sobrevivir aquí igual que ustedes.

Swiss, con el pecho subiendo y bajando apretaba las garras contra sus propias palmas, las palabras de Rain rebotaban en su cabeza, pero no le daban espacio para pensar, no había argumento, no había réplica, solo dolor y el dolor se transformó en algo más.

Sin decir nada, avanzó un paso, dos pasos, el ruido de sus botas contra el suelo resonó en la sala, sus ojos no tenían dirección, solo rabia, su pandereta quedó olvidada en el suelo, la mano libre se levantó apenas, como queriendo agarrar algo que ni él mismo entendía.

Rain retrocedió de inmediato, tropezando con la silla detrás de él, los ojos abiertos de par en par cuando las garras se estiraron para impactarlo.

—¡Swiss! —Aether fue el primero en moverse, interponiéndose entre ambos.

Mountain también dio un paso al frente, sus manos enormes levantadas como barrera, Air, rápido, se colocó a un costado, intentando bloquear cualquier intento de Swiss de rodearlos, la sala se llenó de un forcejeo silencioso, de cuerpos tensos formando un muro entre uno y otro.

—¡Quítate de en medio! —rugió Swiss, la voz rota, empujando el brazo de Aether.

—¡Cálmate! —respondió Aether, sujetándolo con firmeza.

Rain, al otro lado, estaba rígido, con las manos temblorosas levantadas, sin saber si dar un paso atrás o pedir perdón por algo que no había hecho.

El forcejeo crecía cuando una voz distinta cortó el aire, no la voz melosa, ni la voz de “todo estará bien”, una voz furiosa, profunda, que no se escuchaba casi nunca.

¡Basta!

Todos se quedaron quietos en contra de su voluntad, Copia estaba en medio de la sala, los ojos muy abiertos, el tono que usaba ahora no admitía réplica, era la voz del Cardenal, una autoridad en el Clero no la del payaso amable.

—Swiss —dijo, cada palabra como un martillazo—. Sal de la sala ahora.

—¡No! —escupió Swiss, forcejeando contra Aether y Mountain, intentando alcanzar aunque fuera un segundo la mirada de Rain—. ¡No hasta que—!

¡Ahora! —gritó Copia, esta vez con tal fuerza que hasta Mountain parpadeó.

Swiss se quedó congelado, Aether todavía le sujetaba un brazo, Air tenía la mano lista para detener otro movimiento y Rain, al otro lado, parecía una estatua.

—Basta, Swiss —dijo Aether, en voz baja, firme—. Basta.

La respiración de Swiss era un jadeo. Sus ojos seguían clavados en Rain, pero sus compañeros no le daban espacio Copia dio un paso al frente.

—Ven conmigo. Ahora.

Swiss soltó un gruñido bajo, casi animal, dejó que Aether y Mountain soltaran sus brazos, su mirada todavía ardía, pero ya no se movió, sin mirar a nadie más, recogió su pandereta del suelo, la apretó en la mano y salió de la sala con Copia detrás, la puerta cerrándose con un golpe que hizo temblar los ventanales.

Dentro, Rain se dejó caer en la silla, temblando, Aether, Air y Mountain intercambiaron miradas silenciosas, nadie dijo nada.

El pasillo era largo, silencioso y frío, las lámparas de aceite proyectaban sombras alargadas que se movían con cada corriente de aire, como si todo el Ministerio estuviera respirando en secreto.

Copia caminaba un paso por delante, las manos detrás de la espalda, pensando que tal vez la caminata ayudaría al Ghoul a calmar sus pensamientos. Swiss lo seguía como un perro rabioso al que le hubieran puesto un bozal, los hombros todavía tensos, la respiración pesada, los ojos ardientes de rabia y vergüenza.

Ninguno hablaba, los pasos eran lo único que llenaba el pasillo.

Swiss intentó varias veces decir algo, pero las palabras se le atragantaban, cada vez que miraba el suelo de piedra, veía reflejos azules, cada vez que pensaba en Rain, escuchaba aquel gorgoteo que le había abierto la herida, cada vez que sentía a Copia a su lado, el resentimiento y la necesidad de respuestas se mezclaban como veneno en su pecho.

Caminaron así durante minutos, hasta que la respiración de Swiss empezó a cambiar, la ira se estaba yendo pero no se llevaba su peso, lo reemplazaba un vacío enorme, sus pasos empezaron a volverse menos firmes, su espalda menos recta, la pandereta, que había sostenido como un arma, ahora colgaba de su mano como un adorno roto.

A mitad de un pasillo oscuro, Swiss simplemente se detuvo.

Copia giró al escucharlo.

—Swiss…?

Swiss abrió la boca pero solo salió un sonido ronco, dio un paso, tropezó con la pared y se dejó caer lentamente hasta quedar sentado en el suelo, la espalda apoyada contra la piedra fría, sus manos temblaban, el aire le salía en jadeos cortos, era un coloso derrumbándose.

—Basta… —susurró, con los ojos cerrados—. Basta ya…

Copia se acercó despacio, su sombrero proyectaba sombras sobre su rostro, pero en sus ojos había un brillo sincero, preocupado.

—Vamos… todo está bien, Swiss calma, respira, si?

—No puedo… —la voz de Swiss salió rota—. No puedo seguir así.

Sus garras se cerraron sobre la pandereta y la apretaron contra su pecho como si fuera un corazón prestado, la frente se le apoyó en las rodillas, todo su cuerpo temblaba de impotencia.

—Por favor —susurró, sin mirarlo—. Dime la verdad, dímela tú si es que la tienes, no me dejes adivinando más, no me dejes caminando como un fantasma.

Copia se quedó quieto, por un momento, el cardenal con sus gestos exagerados, sus acentos forzados y sus chistes malos desapareció, quedó solo el hombre detrás del disfraz, mirando al ghoul derrumbado a sus pies.

—Swiss… —murmuró con suavidad—. yo no…

Swiss levantó la cabeza mostrando los ojos hinchados por el llanto de días y las noches en vela.

—Tú lo sabes —dijo, casi suplicando—. Siempre lo sabes, siempre sabes más de lo que dices, si no puedes traerlo de vuelta… al menos dime dónde lo dejaron, dime si queda algo, dime si… no me queda nada, ya me lo quitaron todo. —La voz se quebró por fin, una lágrima bajó por su mejilla perdiendose al llegar a su mentón — Dímelo, por favor.

Copia se arrodilló frente a él, puso una mano en su hombro, su mirada ya no era la del Cardenal, era la de un hombre que no tiene respuestas suficientes para el dolor que le piden calmar.

—Swiss… —susurró—. No es tan fácil, hay cosas que ni yo sé, cosas que nadie me dice, cosas que… quizás no deberíamos saber.

El ghoul lo miró con los ojos suplicantes, buscando algo, cualquier señal.

Copia tragó saliva

—Yo… si pudiera darte la verdad, te la daría, te lo juro, pero… no la tengo completa, lo único que tengo es a ti aquí, ahora. Respira conmigo, ¿sí? Solo respira.

Swiss bajó la cabeza otra vez, las lágrimas empezaron a caer sin ruido, grandes y pesadas, marcando manchas oscuras en el suelo de piedra, su cuerpo temblaba todavía, pero la mano en su hombro era un ancla.

Por primera vez, Swiss no rugió, solo lloró allí, en medio del pasillo, con el cardenal a su lado, sosteniendo una verdad que ninguno de los dos podía articular del todo, así que lo intentó una última vez.

—Solo dime la verdad…

Copia respiró hondo, su acento suave salió más marcado, como cuando intentaba ser cariñoso, como cuando hablaba con los novicios o con los niños del coro.

—Swissy… ascolta, eh? Escúchame.

El ghoul apenas asintió, las garras apretadas sobre la pandereta.

—Dew… ya no está. —La voz de Copia fue calma, demasiado calma, era la mano que acaricia antes del golpe—. No es un destierro, no es un castigo ni un traslado, es… algo distinto.

Swiss parpadeó. El mundo se detuvo un instante.

—¿Cómo… que ya no está? —su voz era un susurro rasgado.

Copia sostuvo su mirada, con los ojos empañados pero sin apartarse.

—Tienes que empezar a asimilarlo, Swiss, el Dew que conociste… ya no existe, no queda nada de él. —Su tono era bajo, como quien guía a un niño perdido—. No hay regreso, no hay dónde buscarlo, solo… recuerdos.

Swiss se quedó inmóvil, el eco de esas palabras rebotó en su cabeza como una ola helada que lo arrastraba.

Ya no está.
No queda nada.

La pandereta resbaló de sus manos y cayó al suelo con un tintineo débil que se perdió en la piedra.

—No… —susurró, la garganta cerrándose—. No, no, no…

Su cuerpo se encogió, las garras se aferraron a su propio pecho en un intento por arrancar el dolor de raíz, se inclinó hacia adelante, las lágrimas cayendo en cascada, pesadas, calientes, su respiración se volvió un jadeo entrecortado.

—...No me digas eso… —dijo con voz rota—. No me lo digas…

Pero ya estaba dicho, era la verdad por la que tanto había rogado y esa calma de Copia no suavizaba la herida, la abría de par en par.

El ghoul se derrumbó por completo, se dejó caer de lado contra el suelo del pasillo, temblando, con la frente apoyada en las losas frías, un sollozo salió de su pecho, profundo, quebrado, tan infernal que no tenía punto de comparación.

Copia se inclinó un poco más y le puso la mano en la espalda, un gesto torpe, casi inseguro sabiendo que cualquier cosa que dijera sería inutil

—Lo siento, Swissy… lo siento tanto…

Pero no había nada que pudiera reparar el hueco que acababa de abrir, el pasillo entero parecía contener la respiración mientras Swiss dejaba que el peso de la verdad lo aplastara.

Copia se quedó en cuclillas al lado de Swiss por largos minutos, sin intentar hablar más, solo con la mano apoyada en su espalda, el llanto del ghoul había bajado de intensidad, pero seguía allí, crudo, abierto, sin contención.

Cuando un par de hermanas del pecado pasaron por el pasillo, Copia levantó la mirada e hizo una seña sutil con los dedos, las mujeres, vestidas con túnicas oscuras y semblantes firmes, no hicieron preguntas, una de ellas desapareció y volvió instantes después con dos clérigos fornidos, discretos pero preparados.

Swiss no protestó cuando una mano delicada tomo la suya para animarlo a levantarse, ni siquiera pareció darse cuenta estando tan absorto en su dolor como para notar las manos que lo alzaban con brusquedad, la tela que rozaba su rostro, los murmullos bajos entre Copia y las hermanas, su cuerpo se movía sin voluntad propia, llevado con suavidad, arrastrando los pasos mientras seguía el andar de los clérigos.

Lo siguiente que supo fue que estaba acostado en una camilla estrecha, cubierta por una sábana blanca que apenas ofrecía algo de calor, las paredes eran blancas, limpias, impersonales.

La enfermería del Clero era un sitio al que los Ghouls apenas acudían, salvo para chequeos semestrales o cuando alguien se lastimaba en los ensayos, ahora estaba allí, acurrucado sobre sí mismo, recordando como Dew imitaba esa posición fetal en el fondo de su estanque.

El eco de voces llegaba desde fuera, reconocía una con claridad, era Copia, discutiendo en voz baja pero firme con alguien que Swiss no recordaba haber escuchado, logrando entender algunas frases en medio de su dolor.

—…no puedes simplemente borrar todo…
—…está en shock, cazzo…
—…necesita tiempo, no más órdenes…

Swiss no escuchaba el contenido, no le interesaba, prefería quedarse ahí, vacío e inmobil, imaginando que estaba con Dew acurrucado en el fondo del estanque.

Fue entonces que sintió algo que lo trajo a la realidad, una presencia cercana, un cambio en la luz, luego… un par de ojos ámbar, grandes, abiertos, frente a él.

Rain estaba allí, sentado en una banquita baja junto a la camilla, con las manos entrelazadas sobre las rodillas, sin decir una sola palabra, no tenía su sonrisa nerviosa esta vez, no había torpeza, solo una calma extraña y cálida.

Swiss parpadeó, confundido, sus ojos se encontraron por un segundo y Rain sin pedir permiso, alzó la mano despacio, sus dedos se acercaron a las rastas de Swiss, acariciandolas con cuidado, como si las conociera desde siempre.

Era un gesto simple sin intenciones ocultas o juicios maliciosos.

Swiss no se movió, no le gruñó, no se apartó, ya no tenía fuerzas, sobre todo cuando los ojos de Rain no decían “lo siento” o “te entiendo” no estaban llenos de mentiras.

Estoy aquí.
No me voy.

Y eso, sin saber por qué, fue suficiente para que Swiss cerrara los ojos, las lágrimas cayendo de nuevo… pero esta vez, en silencio.

Notes:

muchas gracias a todas las personitas que comentan y dejan sus Kuddos, me animan a seguir con esto, ayudenme a seguir trayendo contenido dejando un comentario o compartiendo la obra